Juno le manda un mensaje a Turno a través de Iris.
Ella le pide que actúen
inmediatamente porque Eneas abandonó el campamento y es su momento de atacar. Caico es el primer troyano en ver llegar a los rútulos y advierte a los suyos de la llegada del enemigo. La estrategia de los troyanos, decidida por Eneas, ahora ausente, consistía en mantenerse escondidos dentro de su campamento, detrás de las murallas. “(…) no debían presentar los azares de una batalla campal, aventurándose en la llanura, sino contentarse con defender, protegidos por el alcázar, el campamento y los muros.” Turno se asombra al presentar esta estrategia. Turno, enfurecido, da vueltas alrededor del campamento intentando entrar. Intenta incendiar las flotas de los troyanos. La madre de todos los dioses, Cibeles, tenía un bosque sagrado de pinos y otorgó su madera a Eneas para que pudiera construir sus naves, entonces ella le pide a su hijo Júpiter que proteja estas flotas, a lo que le responde que no tiene poder de protegerlas de los azares del mar, pero promete que una vez que lleguen a los puertos de Ausonia se convertirán en diosas del Ponto iguales a las nereidas. Se oye la voz de Cibeles pidiéndoles a los troyanos que no protegieran sus naves pues “antes abrasaría Turno los mares que los sagrados pinos”, es decir, Turno podría incendiar antes el océano que la madera sagrada de las naves. Acto seguido, los barcos se convirtieron en ninfas. Turno no se deja asustar y compara su situación con la caída de Troya. Dibuja un paralelismo entre el “robo” de Helena por Paris y el de Lavinia por Eneas, y dice que el campamento de los troyanos va a ser incendiado a pesar de sus muros, así como Troya cayó y fue incendiada a pesar de estar amurallada. Turno no tiene miedo y se prepara para la batalla. Cae la noche y todos los rútulos vigilan el campamento de los troyanos, encienden fogatas y se deleitan con el vino. Mientras tanto dentro del campamento, Niso le cuenta a Euríalo su deseo de combatir, Euríalo se preocupa por el peligro de esta empresa y se ofrece a ayudarlo. Niso le pide que no lo siga pues si algo llegara a pasarle quisiera que su amigo lo entierre o que entregue los presentes fúnebres a sus parientes. A Euríalo no le importa, dice que está resuelto a seguirlo y juntos se van a hablar con los guerreros de Eneas. Cuentan que los rútulos se están durmiendo y que descubrieron un paraje donde pueden preparar una emboscada. Se ofrecen a buscar a Eneas para vencer a los rútulos y Ascanio les agradece y les promete recompensas si logran su objetivo. Euríalo le pide a Ascanio que cuide de su madre si él no volviera. Niso y Euríalo salen del campamento y comienzan a matar a los rútulos que están durmiendo afuera. Euríalo se roba la armadura de Messapo. Los jinetes que venían desde la ciudad latina, con un mensaje para Turno, ven a los dos amigos y comienzan a perseguirlos dentro del bosque. Niso logra escapar, pero Euríalo se pierde. Niso vuelve a buscarlo y ve que los rútulos lo encontraron. Reza a la luna para que sus dardos dispersen al enemigo y así asesina a Sulmón y Tago. Volsente, otro rútulo, quiere vengar la muerte de sus compatriotas y amenaza a Euríalo, pero entonces Niso sale de entre las sombras y revela que él es el asesino (“(…) yo soy el único culpable. Él nada ha intentado, nada ha podido hacer, lo juro por ese cielo y esos astros que lo saben. Toda su culpa es haber querido con exceso a su infeliz amigo”), sin embargo, fue muy tarde pues Volsente asesina a Euríalo. Niso enfurece y queriendo vengar a su amigo se lanza hacia los rútulos y asesina a Volsente. Habiéndolo vengado, rindió plácidamente el alma. Cuando los jinetes llegaron al campamento se encontraron con los cuerpos de los rútulos que habían sido asesinados por los dos amigos. Preparándose para la batalla, los rútulos exponen, clavadas en picas, las cabezas de Euríalo y Niso. Al enterarse de la desgracia, la madre de Euríalo corre fuera de las paredes del campamento aullando de dolor y pidiendo a los rútulos y a los dioses que se compadezcan de ella y le quiten la vida. Los troyanos la llevaron a su mansión. Los rútulos avanzan protegidos por sus escudos de las lanzas de los troyanos hasta que estos lanzan una enorme roca que causa espantosa matanza y rompe las filas. Turno incendia una de las torres y la carnicería aumenta. Ascanio, pidiendo ayuda a Apolo, mata, con una saeta, al esposo de la hermana menor de Turno, Numano/Rémulo, luego de haber insultado este la virilidad de los frigios. Luego Apolo baja de los cielos y se coloca junto a Ascanio, tomando la forma de Butes, anciano encargado de proteger a Ascanio a pedido de Eneas. Así, Apolo felicita a Iulo por su cometido, pero le pide que ya no tome parte en esta guerra. Dos hermanos muy altos que cuidaban una de las puertas deciden abrirla para tentar a los rútulos a entrar. Al hacerlo, fueron atacados por ellos, y algunos escaparon y otros murieron. Ante esta situación los troyanos decidieron atacar directamente, dejando sus puestos. Turno aprovecha la oportunidad y se acerca a la puerta, asesinando a uno de los hermanos. El otro, Pándaro, al ver a su hermano muerto decide cerrar las puertas nuevamente, dejando afuera a algunos troyanos y adentro, sin darse cuenta, a Turno. Turno y Pándaro combaten, Juno desvía la lanza del hermano. Turno lo asesina y los troyanos salen corriendo. En lugar de abrir las puertas, la ardiente sed de sangre de Turno lo empujó a seguir combatiendo, ayudado por Juno. Turno hizo estragos entre los troyanos, pero el jefe Mnesteo animó a los troyanos a seguir luchando y finalmente, se organizaron y lo atacaron y persiguieron por largo rato hasta que, herido, saltó al río Tíber que lo devolvió a sus compañeros. Juno lo había dejado de ayudar por orden y amenaza de Júpiter.