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Casos de Examen
Casos de Examen
La CSJN señaló que los indicios deben ser razonables y que permitan la sospecha con la
comisión de un delito (“Daray”, cons. 12 voto Nazareno, Moliné Oconor, Levene),
estándar no reunido en el caso, porque no se demostró cuál es la vinculación entre el
alerta del 911 y la observación de una mujer que camina presurosa con una mochila en
sus hombros, ni mucho menos la presunción del oficial en cuanto a que caminaba
“como huyendo de algo”. Por tanto, la detención se presenta por fuera del supuesto
legal y violó el principio de reserva legal (art. 18, 19, Corte IDH, Bulacio vs. Argentina,
parr. 125, CSJN, “Daray”). Adicionalmente, fue una detención arbitraria por ser
irrazonable, imprevisible y falta de proporcionalidad (conf. Corte IDH, Torres Villacura
vs. Argentina, 26/8/11, parr. 74,77), en la medida en que bajo el criterio dado por el
Oficial, cualquier ciudadano pudo ver afectada su libertad de circulación. Entonces,
solicito la nulidad de la detención, por afectación al derecho a la libertad personal y
legalidad (art. 14, 18 y 19 CN, art. 7.2 CADH y 9.1 PIDCP).
Exclusión probatoria: Cada una de las nulidades invocadas alcanza no solo a la prueba
en sí misma aludida, sino que se extiende a los actos siguientes. Es decir, por sí mismas
son nulas, pero cada una de ellas está concatenada con la siguiente, por lo que la
declaración de la que se encuentra en primer orden, afecta a las posteriores. La regla
de exclusión tiene mandato constitucional (CSJN, 46:36, 306:1752 –“Fiorentino-,
303:1938 –“Montenegro”, 308:733 –“Reyford”), reposa en un principio ético y en el
debido proceso previsto en el art. 18 CN. Finalmente, no se demostró en juicio ninguna
posibilidad de obtener la prueba cuestionada por una fuente distinta y autónoma
según las constancias efectivas del sumario (CSJN, “Rayford”, cons. 5; “Ruiz, cons. 16 y
15). Corresponde consecuentemente la absolución de mi asistida por ausencia de
prueba válida ingresada al juicio.
Calificación: Por todo lo expuesto, el caso debe ser subsumido en el art. 162 CP –por
no media violencia-, en subsidio, 164 CP –por no estar acreditada la presencia del
elemento punzante-. Alternativamente, los hechos podrían ser calificados como robo
simple porque cada coautor responde en la medida de su dolo –y Elizalde manifestó
que no conocía que el muchacho llevaba un cuchillo-.
Pena solicitada por el fiscal: me opongo por no cumplir con los requisitos del art. 40 y
41 del CP, y afectar el principio de culpabilidad por el hecho (CSJN, “Gramajo”, cons.
19), y de proporcionalidad de las penas. La referencia a “las características del hecho”
para imponer una pena tan lejana al mínimo resulta arbitraria porque: a) el hecho no
es grave porque el daño fue reparado, y la existencia y entidad de la violencia no fue
probada; b) porque no hizo ninguna consideración respecto a las condiciones
personales de mi asistida (madre de un niño pequeño, de bajos recursos), c) ni a su
participación en el hecho (no exhibió ningún arma). Por todo lo expuesto, en caso de
recaer condena, corresponde el mínimo legal en suspenso (art. 26 CP).
II.
1.- Corresponde declarar la extinción de la acción penal por conciliación, art. 59 CP
respecto de mi asistida. En efecto, dijo que 2 días después del robo le entregaron $400
en nombre de la imputada por lo que ya no tenía más interés en esta causa. El art. 59,
inciso 6 CP constituye una ley vigente en todo el territorio nacional por lo que la
legislación no tiene margen para desoírla sino que, únicamente, puede proceder a
reglamentarla con un mayor alcance de sus garantías. La regla del código de fondo
resulta operativa sin necesidad de que sea reglamentada en el código procesal local,
pues carece de todo sentido negar una ley más favorable al enjuiciado cuando una
norma sustantiva autoriza la aplicación del instituto y porque no puede un mero
decreto (257/15 que prorroga la entrada en vigencia del CP) desconocer los institutos
de extinción de la acción contenidos en el código de fondo. Debe homologarse lo
resuelto por Lopez y la imputada como una conciliación y extinguir la acción penal.
2.- Conforme la prueba, cabe señalar que en el caso no ha existido ningún estado de
sospecha en el actuar de Juliana a fin de que el oficial Fernández proceda a su
interceptación en la vía pública, pues, la simple y cotidiana acción de “caminar
presurosa, como huyendo de algo, con una mochila colgando” de ningún modo es un
indicio vehemente de culpabilidad ni razón suficiente que amerite la detención de una
persona (art. 284 CPPN). Tal conducta no solo resulta habitual en muchos peatones,
sino que, además, de validarse el proceder policial, nos encontraríamos todos a
merced de ser detenidos cuando estemos apresurados. Además, la descripción de la
persona sindicada como coautora del delito denunciado por López (de esa estatura,
morocha de pelo largo) resultaba ambigua, genérica y escasa y, consecuentemente, no
aportaba ningún dato adicional que pudiera generar en el Oficial Fernández un estado
de sospecha real y mejor que lo habilitara a detener a mi defendida. En otras palabras,
afirmo que no existía ninguna circunstancia previa o concomitante que razonable y
objetivamente permitan justificar la detención (art. 230bis CPPN), ni indicios
vehementes de culpabilidad en el actuar de mi asistida (fallo 317:1985 y CIDH “Bulacio
vs. Argentina”). Por todo ello, al haberse violado el derecho a la libertad de
locomoción, a la intimidad y a la libertad ambulatoria generando un claro perjuicio
(arts. 14, 18 y 19 CN, 7 CADH, 9 PIDCP, 9 y 13 DUDH y 25 DADH), corresponde declarar
3.- Es nulo el acto por el cual López intentó efectuar un reconocimiento sobre mi
defendida, pues no se advirtieron las prerrogativas que la ley establece para ese tipo
de actos. En especial, no se lo interrogó previamente para que describa a la persona a
reconocer ni prestó juramento conforme se ordena en el art. 271 CPPN. Sin perjuicio
de ello, López no reconoció positivamente a Elizalde sino que, en rigor de verdad, sólo
expuso que Elizalde era su victimaria porque “tenía la imagen de que era una chica de
esa estatura, morocha con el pelo largo”, lo que significa que cualquier otra persona de
un tamaño similar con pelo largo y morocho también podría haber sido calificada como
la persona que le robo previamente. De este modo, dos cuestiones son insoslayables:
el proceder resultó irregular y, además, no fue positivo y, por lo tanto, no debió dar
lugar a ningún otro acto policial. Finalmente, cabe señalar que el acto de
reconocimiento es de naturaleza irrepetible y como tal debió haberse llevado a cabo
únicamente bajo las directrices de la ley a fin de garantizar el derecho de defensa
como el debido proceso. Todo ello torna nulo el acto.
5.- Si bien esta defensa no soslaya que la información aportada espontáneamente por
un imputado es un indicio que puede ser admitido en la investigación, en rigor de
verdad tal premisa cede cuando dicha manifestación es producto de una coacción
previa sufrida por la declarante, es decir, cuando no se produce libremente. En el caso
de Elizalde, sus dichos cargosos luego de ser aprehendida fueron consecuencia directa
6.- Para el caso de no entender nulo el proceso, ingresaré en el análisis de los hechos,
adelantando que ninguna prueba permite ubicar a Elizalde en el lugar del hecho, más
allá de sus dichos al momento de ser ilegítimamente detenida, los cuales no deben ser
ponderados en autos. Por otro lado, López no la reconoció espontáneamente y por
último, el dinero que le fue secuestrado no coincide con la suma que se dijo robada
($450 y $400). Asimismo, López no explico quién de los dos sujetos se hizo con su
dinero, pero si advirtió que ambos al salir lo hicieron en direcciones opuestas, de modo
tal que, solo uno puede poseerlo. Todo ello permite afirmar que no está probado que
Elizalde participara de dicho robo y en consecuencia corresponde su absolución.
7.- De entenderla coautora del robo, este no ha alcanzado su consumación y debe ser
considerado tentado, puesto que la totalidad del dinero despojado fue recuperado y
que mi asistida no tuvo disponibilidad efectiva sobre los valores sustraídos en virtud
del inmediato accionar policial. En este sentido, no desconozco que la tentativa o la
consumación de un acto ilícito no se define por mediciones de minutos o segundos, o
metros o kilómetros de persecución, sino que lo que en definitiva determina a uno u
otro es si el individuo ha logrado constituir un poder fáctico de disposición sobre la
cosa sustraída o solo sustraerla sin consolidar tal poder. Y a ese fin, lo que importa –
objetivamente- es determinar si el sujeto estaba ya en una situación en la cual, de
haber querido, hubiese podido disponer de la cosa sin que terceros se lo impidan y si
tenía conciencia de que ya estaba en condiciones de hacerlo. En este marco, conforme
las precisiones del policía sobre que Elizalde caminaba presurosa, “como huyendo de
algo” no dejan margen a duda respecto a la ausencia de ambos requisitos en este caso.
Elizalde no tenía conciencia de estar en condiciones de disposición por estar huyendo
y, por lo tanto, no podía disponer de los bienes (CNCPCC Sala I, autos “Saladino
Luciano”, nro. 18137/13, del 11/2/16). Esto demuestra en forma patente que el iter
criminis ha quedado incompleto y, consecuentemente, el delito debe ser calificado
como tentado.
8.- Asimismo, el delito atribuido no debe ser calificado como robo con armas, de
conformidad con la norma del art. 166, inciso 2 del CP pues, en rigor, la utilización de
lo que se dijo “parecía una navaja”, de ningún modo satisface la denominación típica
de arma por varios motivos:
a) la descripción del elemento por el único testigo es sumamente imprecisa;
9.-Por otro lado, la participación de mi defendida debe limitarse a la comisión del robo
simple debido al desconocimiento absoluto de ella sobre la existencia de un “arma” en
poder del coautor del ilícito (art. 47 CP). Conforme fue expuesto por Elizalde, ella no
quiso utilizar un elemento adicional en el robo y ese elemento “lo sacó” el sujeto que
estaba con ella “sin decirle nada”. En efecto, en materia de coautoría por división de
funciones todo lo que sea facilitador del “plan común” cabe suponerlo como acordado
entre las partes, sin embargo, todo aquello que constituya un exceso de alguno
necesariamente deberá ser justificado adicionalmente para poder ser trasladado al
dolo del restante. En nuestro caso, ninguna prueba permite conocer si efectivamente
Elizalde conocía y aceptó el uso de un elemento extra para la comisión del robo y, por
el contrario, si sabemos que ella dijo expresamente que no tenía noción de ese
elemento y que al observarlo no consintió su uso. Al no ser posible escrutar los
pensamientos del ser humano hasta que se los manifiesta actuando, no puede
afirmarse que haya existido un pacto previo entre mi asistida y su consorte en el
empleo de un elemento adicional para cometer el robo, máxime cuando Elizalde
manifestó a modo de sorpresa y/o reproche cuando fue detenida, que no fue su
intención usarlo. Frente a la duda, entonces, principios de última ratio, mínima
intervención, favor rei y pro homine, indican que debe imperar la calificación más
favorable al imputado, lo que así propongo al Tribunal.
10.- La pena a imponer debe perforar el mínimo legal o en su defecto limitarse a éste,
en tanto ese monto (5 años) ya es de suma gravedad y el hecho no ostenta
características graves propias que permitan elevar ese quantum punitivo ya de por si
alto. En efecto, se trata de un robo sencillo, al azar, rápido, sin agresión física ni verbal,
12.- Sin perjuicio de ello, en subsidio, voy a solicitar que en caso de entender necesaria
la prisionización esta sea llevada a cabo mediante el régimen de prisión domiciliaria o
bajo una modalidad vigilada electrónicamente en atención a que la nombrada es
madre y responsable de un menor de 6 años de edad, y si bien por la edad del último,
el caso no queda comprendido en la literalidad del texto del art. 32 de la ley 24660, lo
cierto es que, dicha norma debe armonizarse con el interés superior del niño
consagrado en la Convención de los Derechos del Niño (art.3) y la observación general
nro. 14 del Comité del Niño y todo ello ser ponderado respecto al estado de
vulnerabilidad y desamparo en el que se colocaría al menor ante la detención de su
progenitora, interés que debe primar por sobre el proceso judicial (CSJN “S.C.” y
CASO 2 (9)
Recurso de apelación a tenor de lo previsto en los arts. 432, 438, 449 y 450 del CPPN.
Excepción de falta de acción por no haber sido legalmente promovida: En primer
lugar, lo que corresponde plantear como estrategia defensista, es una excepción de
falta de acción, en los términos de los arts. 339 inc. 2º, 340 y 336 inc. 3º del CPPN, por
no haber sido legalmente promovida. Como base de este argumento, cabe señalar
que la presentación tuvo lugar en la OVD, pero no ha sido ratificada en sede judicial, lo
que demuestra abiertamente la intención de la pretendida víctima de no continuar con
el trámite de la causa. Si bien nos encontramos ante un delito que no se encuentra
dentro de los que menciona el art. 72 del CP, no resulta menos cierto que el Estado ha
asumido una gran responsabilidad internacional en materia de violencia de género a
través de las leyes 23179, 24632 y 26485. En este sentido, la Ley de Protección Integral
a las Mujeres, establece en su art. 3 inc. k que se le debe asegurar a este grupo de
particular vulnerabilidad “un trato respetuoso de las mujeres que padecen violencia,
evitando toda conducta, acto u omisión que produzca revictimización”. Por su parte, el
art. 11, ap. 5, inc. e) indica que deberá promoverse la elaboración de un protocolo de
recepción de denuncias de violencia contra las mujeres a efectos de evitar la
judicialización innecesaria de aquellos casos que requieren otro tipo de abordaje,
como se evidencia en el caso en estudio. De manera tal, que las expresiones utilizadas
a lo largo del desarrollo de la norma en estudio, léase “promover, garantizar, impulsar,
fomentar”, justamente sugieren que la obligación del Estado nace recién ante el
pedido de la damnificada de acceder a la justicia. No obstante, la duda que podría
surgir de lo antes expuesto, se diluye más adelante cuando se hace hincapié en el
derecho de la víctima a que “su opinión sea tenida en cuenta al momento de arribar a
una decisión que le afecte y a recibir un trato humanizado, evitando la revictimización”
(art. 16 inc. d y h). En tales condiciones debe realizarse una interpretación armónica
del postulado legal que sólo puede proyectarse en la práctica como una adecuada
contención de la mujer, pero que respete su opinión y que evite revivir episodios
traumáticos. De manera tal que, la irrupción del Estado con su pretensión punitiva no
es prioritaria si la víctima no la solicita, salvo que las características de la situación
permitan inferir que su determinación se ve afectada y no es libre, circunstancias que
no se ven presentes en el presento supuesto, desde que la pareja habría finalizado su
convivencia desde hace aproximadamente un mes antes del hecho denunciado y no se
ha producido otro incidente con excepción del caso en análisis. En virtud de lo
expuesto, sólo cabe señalar que corresponde dictar el sobreseimiento de mi asistido
en los términos del art. 336 del CPPN.
8
8 CSJN, Causa CI, “La sociedad Minas y Fundiciones de San Juan”, del 20/9/1870. En igual sentido, ver
CSJN, Causa CXVII “Luis Castro c/ D, Jose Rodríguez, del 3/12/1870, en particular, considerando 12º.
9
CNCP, Sala II, “Benítez, rta. 3/12/18; TOCF santa Cruz “Loyola”, rta. 5/11/18, CFCP, Sala IV “VGP”, rta.
29/8/17 y CNCP, Sala II “Verde Alva”, rta. 22/5/17.
10
CNCP: ´Gómez Vera´, rta. 10/4/15; ´Riquelme´, rta. 22/4/15 y ´González´, rta. 27/12/18.
11
Vitale Gustavo, “Suspensión del Proceso Penal a Prueba”, Editores del Puerto, 2004, pág. 54/56.
12
Maciel, Mariano Patricio “Desandando la huella del fallo “Gongora” de la CS sobre la SJP…”, Revista de
Derecho penal y Criminología, Año IV, nº 7, agosto 2014, ed. La Ley pág. 107/126.
CASO 3 (9)
I. A) En primer término, corresponde, en los términos de los arts. 168 y 170 CPPN,
plantear la nulidad de la detención de Diego Domínguez llevada a cabo por personal
policial de brigada sin orden judicial en tanto no se realizó en el marco de las
excepciones previstas en el Código Procesal Penal de la Nación violentando así las
garantías contenidas en los arts. 14 y 18 CN. Además, la requisa, el posterior secuestro
del teléfono celular en poder de Domínguez y todo lo actuado en consecuencia
13
Baigún-Zaffaroni, 2Código Penal y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”,
Tomo 2B, Ed. Hammurabi, Bs. As., 2007, pág. 447.
14
“Informe sobre el uso de la Prisión Preventiva en las Américas”, CIDH, diciembre de 2013, apartado
132.
15
15 CFCP, Sala I, c. 4942, “Romano Luis”; CNCCC, Sala II, c. 61537/14 “Acosta Fabián”; Sala II “Arias, Héctor” Reg. 489/15, rta.
25/9/15; Sala III “Roa Hugo”, Reg. 11/15 y Sala II “Romero Lozano” Reg. 27/15.
B). En segundo lugar, entiendo que es necesario plantear la nulidad del secuestro del
arma calibre .38 hallada debajo de un colchón en el domicilio de Diego Domínguez
pero registrada a nombre de un tercero (art. 168 y 170 CPPN) en tanto se ha afectado
la garantía contra la inviolabilidad del domicilio contenida en los arts. 18 CN, 9 DADH,
11.2 CADH y 17 PIDCyP.
Conforme se desprende de los límites del caso propuesto, el juez interviniente libró
orden de allanamiento sobre el domicilio de mi asistido con el objeto de proceder a la
búsqueda e incautación de otro teléfono celular, distinto de aquel secuestrado en
poder de Domínguez, que habría sido sustraído en las mismas circunstancias que el
primero. Sin perjuicio de ello, y una vez que ya se había hallado el aparato buscado, el
personal policial interviniente continuó con el procedimiento de allanamiento y
encontró, debajo de un colchón que levantó, el arma cuya tenencia ilegítima ahora se
le atribuye al nombrado.
Resulta claro que la policía ha actuado por fuera de los límites que venían dados por la
orden librada por el juez y que no corresponde aplicar al caso la teoría de hallazgos
denominados como “in plain sight” o “in plain view” (a simple vista). En este
C). Más allá de que, de resultar exitosas, las nulidades planteadas deberían derivar en
el sobreseimiento de Diego Domínguez, considero que también será necesario
interponer recurso de apelación contra el auto de procesamiento con prisión
preventiva dictado en su contra de conformidad con los artículos 311, 449 y
concordantes del CPPN.
En este sentido, conforme se desprende de la lectura del caso, la prueba colectada
resulta insuficiente para procesar a Domínguez como autor del delito de robo con
armas puesto que lo único que lo conecta con el hecho sería la circunstancia de tener
en su poder los teléfonos que habrían sido sustraídos. Así, por aplicación del principio
de in dubio pro reo (art. 3 CPPN), corresponde solicitar a la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional que revoque el auto que cuestiono y
II.
Declaración de nulidad del procedimiento inicial de detención, requisa y secuestro
llevado a cabo por la brigada policial (arts. 166 y 167 inc. 2 del CPPN). Dicho
procedimiento ha vulnerado derechos y garantías fundamentales de mi defendido y
quienes lo acompañaban, particularmente, su derecho a la libertad ambulatoria (arts.
14 y 18 CN, 1 DADyDH, 13 DUDH, 7 CADH, 9 PIDCyP) y su derecho a la intimidad (arts.
18 y 19 CN, 17 PIDCyP, 5 DADyDH, 12 DUDH, 11.2 CADH), sin que se dieran los
presupuestos expresamente autorizados por la ley para que el personal policial
intervenga ni para prescindir de la orden judicial correspondiente.
A mayor abundamiento, no se configuraban los taxativos supuestos que indica el art.
284 del CPPN para proceder a esa detención inicial sin orden judicial, pues los
preventores únicamente habrían visto a dos personas salir corriendo de un bar,
abordar un auto y retirarse rápidamente, circunstancia que por sí sola no puede
considerarse configurativa de ninguna de las situaciones excepcionales reseñadas en
esa normativa. El personal policial no recibió ninguna indicación por parte de terceros
de que estos sujetos hubieran cometido un ilícito, ni presenció ninguna actividad
delictiva por su parte, y la secuencia que se describiera tranquilamente pudo obedecer
al simple apuro de estos sujetos por dirigirse a otro destino. Cabe hacer mención de lo
resuelto por la CSJN en el emblemático fallo “Daray”, donde se consideró que “Es nula
la detención de quien no fue visto cometer delito alguno por el personal policial, ni
surge indicio alguno que razonablemente pudiera sustentar la sospecha de su
vinculación con la comisión de un delito…” (CSJN, D. 380. XXIII, rta. 22/12/94), así
En base a los argumentos reseñados, solicitaría la nulidad del secuestro del arma y su
exclusión probatoria, en base a la doctrina referida en el apartado anterior. Aquí
también, introduciría la cuestión federal, formulando reserva de recurrir ante la CNCCC
y, eventualmente, interponer R.E.F.
Asimismo, vale recordar que debe analizarse la estricta necesidad de optar por esta
medida para asegurar los fines del proceso, descartando la utilidad de otras cautelares
menos lesivas para neutralizar los peligros procesales en el caso, conforme el criterio
aplicado por la CNCCC (“Agüero”, Sala 2, REG. 20/19, RTA. 17/01/19; “Almirón”, Sala 3,
rta. 22/03/16; “De Sosa”, Sala 1, rta. 14/07/16; entre otros). Además, destacaría la
posibilidad de optar por aquellas cautelares contempladas en el art. 210 del flamante
CPPF, que si bien aún no se
encuentra vigente en esta jurisdicción, ha sido considerado por la CNCCC en el
precedente “Arias” (Sala II, reg. 489/15, rta. 25/09/15). Por la índole de los derechos
en juego, aquí también formularía reserva de caso federal.
En primer lugar, el hecho de que Diego Domínguez tuviera en su poder un celular que
había sido sustraído dos días antes no es indicio de que él haya sido autor de la
sustracción. Respecto al segundo celular sustraído y al arma de fuego hallada, debo
cuestionar que estos elementos estuvieran en su poder, pues no se ha descartado que
ese domicilio fuera habitado por otros moradores o frecuentado por allegados del Sr.
Domínguez ni se ha demostrado que ese colchón le perteneciera a mi defendido, quién
además no se encontraba en el lugar al momento en que se ejecutó la orden de
allanamiento. Sumado a ello, tampoco se han recolectado suficientes indicios para
sostener que el Sr. Domínguez haya participado en la sustracción de este segundo
celular (ocurrida dos días atrás).
La nulidad impetrada extiende sus efectos al secuestro del teléfono. Es que, en los
términos de lo expuesto por la Dra. Stella Maris Martínez ante la CSJN en el caso
Por otra parte, el secuestro del arma ha sido consecuencia de un exceso en el registro
domiciliario, cuyo principal objetivo era la búsqueda de un teléfono celular (finalidad
cfr. art. 224 CPPN) y por no haber sida encontrada de acuerdo a la doctrina del plain
view. En particular, el arma no constituyó un objeto con el que la policía se haya
encontrado inadvertida ni genuinamente en el procedimiento; por el contrario, al
hallar el teléfono, los agentes habían agotado el objeto de la medida y no se
encontraban habilitados para continuar. La orden de allanamiento no constituye un
acto por el cual el juez delegue su imperium en un funcionario policial que pueda ser
utilizado discrecionalmente por éste, sino que se trata de un mandato singular que se
agota con el cumplimiento de la orden (CSJN, D’Acosta, Fallos 310:85). En esos
términos, el secuestro del arma resulta nulo por haber sido fruto de un procedimiento
ilegítimo; reconocer su idoneidad equivaldría a admitir la utilidad de medios ilícitos en
la persecución penal, haciendo valer contra el procesado evidencia obtenida con
desconocimiento de garantías constitucionales (CSJN Fiorentino, cons. 7).
Por último, se deja constancia que las nulidades impetradas son de nulidad absoluta,
en tanto han implicado la intromisión estatal arbitraria en las garantías
CASO 4 (10)
En segundo lugar, considero que la conducta de Díaz resulta atípica por aplicación del
principio insignificancia, de lesividad y proporcionalidad que imperan en materia
penal imponiendo su aplicación como la última ratio del ordenamiento jurídico. En
este sentido debe quedar claro que el principio de lesividad impone que no haya
tipicidad sin una lesión significativa al bien jurídico. Es decir, las afectaciones
insignificantes de bienes jurídicos no constituyen lesividad relevante a los fines de la
tipicidad objetiva, tal como enseñan Zaffaroni, Alagia y Slokar en su “Tratado de
Derecho Penal. Parte General” (Pág. 494). Nuestro máximo tribunal en el fallo “Acosta,
Alejandro Esteban” ha reconocido que el derecho penal debe funcionar como la última
ratio del ordenamiento jurídico, motivo por el cual el poder punitivo del Estado debe
reservarse sólo frente a ataques graves contra bienes jurídicos, lo que permite excluir
del ámbito de lo punible aquellas conductas que los afectan de forma mínima. De este
modo, al plantearla dejaría claro que la conducta imputada a mi defendido es de
escasa gravedad, y se trata de una ínfima afectación al bien jurídico que no merece
ninguna sanción penal por no tratarse de una lesión jurídicamente relevante. Por los
motivos expuestos, entiendo que la Alzada debería revocar el auto de procesamiento y
sobreseer a mi defendido en función del artículo 336, inc 3 del CPPN.
Por otro lado, parece inadmisible que se coloque a Díaz en una situación desventajosa
por su situación de vulnerabilidad social y ambiental sin que se viole el principio de
igualdad ante la ley, colocando en mejor posición a quien tiene una situación
económica más ventajosa. Asimismo, corresponde aclarar que a los efectos de ser
notificado o requerido por la autoridad judicial, la falta de domicilio del nombrado
puede ser suplida con la constitución de domicilio junto a este Defensor en la sede de
la dependencia a mi cargo. Lo antedicho tiene incidencia directa respecto de cuál
debería ser la caución a imponer, resaltando que una de tipo juratoria, además de ser
la regla en la materia, es la más adecuada teniendo en cuenta la situación endeble de
vulnerabilidad que atraviesa mi defendido. Frente a esta situación, propongo que en
caso de que no resulte suficiente para asegurar su comparecencia esta caución, se
tenga en cuenta que la misma puede asegurarse mediante un régimen de
comparecencia periódica al tribunal. Asimismo, corresponde destacar que la Cámara
Nacional de Casación Penal in re “Pacheco” (Reg nº 755/18),“Rodiadis” (Reg nº
1059/2017), “Lavin Curuchet” (Reg nº17/17) entre otros, ha valorado a favor de la
libertad del imputado que no se haya utilizado un procedimiento para juzgarlo más
rápidamente como la aplicación del procedimiento de flagrancia, lo que tornaría su
detención desproporcionada, por no haberse elegido llevar a juicio al imputado en el
II.
En el presente caso procede un recurso de apelación contra el procesamiento con
prisión preventiva de mí representado. Allí plantearía, en primer lugar, la atipicidad de
su conducta, en razón de que actuó bajo un error de tipo y, por lo tanto, sin dolo. En
efecto, surge de su declaración indagatoria que creyó que la pala había sido
desechada. A su vez, de las circunstancias del caso se desprende que la pala estaba al
lado de un volquete que contenía restos de materiales. En razón del sitio en el que se
hallaba el objeto –en la vía pública, junto a un volquete con residuos–, no resultaba
nada descabellado creer que no tenía dueño. Así, el argumento del a quo, relativo a
que el acusado no pudo pensar que la pala se encontraba abandonada, porque estaba
frente a una obra en construcción, y era evidente que se trataba de una herramienta
de trabajo, no contempla que también el volquete con residuos y escombros se
encontraba allí, justamente, porque se trataba de una obra y, sin embargo, el
contenido de ese volquete sí había sido abandonado16. Dicho eso, corresponde agregar
que el delito de hurto –art. 162 CP– prevé, para su configuración, que la cosa de la que
el sujeto pasivo se apropie sea total o parcialmente ajena, lo cual implica que no pueda
ser una cosa abandonada1. En efecto, aquellas pierden el carácter de ajenas, en tanto
su anterior dueño decidió deshacerse de ellas, eliminando así cualquier tipo de
tenencia o posesión, que dé lugar a una apropiación, por parte de otra persona,
constitutiva de un hurto. Los hechos aquí relatados dan cuenta de que era
absolutamente razonable entender, como lo hizo mi defendido, que la pala había sido
abandonada y, por lo tanto, no tenía dueño.
En virtud de todo ello, considero que nos hallamos frente a un error de tipo. Así,
explica Marcelo Sancinetti que se llama error de tipo “no sólo a una noción
positivamente errada de las circunstancias de hecho típicas, sino al liso y llano
desconocimiento de tales circunstancias. Dicho a la inversa: el dolo requiere el
conocimiento actual, al momento del hecho, de los elementos del tipo objetivo”17. En
esa medida, en virtud de lo expuesto y de las circunstancias del caso, es dable concluir
–sea en virtud de una creencia firme en su relato, sea por aplicación del principio in
dubio pro reo– que mi defendido no tuvo dolo de apropiarse indebidamente de una
cosa total o parcialmente ajena, lo que, por lo demás, descarta la tipicidad de la
conducta, en tanto el error de tipo excluye el dolo, y nuestro ordenamiento jurídico no
tiene prevista la figura del hurto imprudente.
16
Código Penal, Comentado y anotado, D’Alessio – Divito, ed. La Ley, tomo II, pp. 568.
17
Casos de Derecho penal, Parte general, Sancinetti, Marcelo A., ed. Hammurabi, tomo II, pp. 97.
Ahora bien, para el caso de que los anteriores planteos no prosperen, intentaría
también promover la extinción de la acción penal, por medio de un acuerdo de
conciliación, llevado a cabo con anuencia del damnificado y del MPF, y homologado
por el juez, conforme el art. 59 inc. 6 del CP. Ello en virtud de que, al declarar en sede
judicial, el denunciante –quien recuperó la pala– aclaró que no quería causarle
problemas con la justicia a mi defendido, y que se daría por satisfecho con un pedido
de disculpas; de que también mi asistido sufrió un perjuicio, en tanto fue golpeado por
18
3 CNCCC, Sala II, CNº 32962/14, reg. nº 788/17, voto del juez Sarrabayrouse, al que adhirió el juez
Días.
19
4 CNACC, Sala V, CNº 32365, “Morales Sandoval, Sergio Maximiliano y otro”.
20
5 CNCCC, Sala II, CNº 26265/14, reg. nº 565/17, “Cutule, Pablo Alejandro s/ hurto en tentativa”.
21
6 Si bien el denunciante puede estar justificado en razón de una legítima defensa de sus bienes, en
función del art. 34 CP, ello no diluye el hecho de que el imputado resultó visiblemente golpeado.
22
7 Estas aclaraciones se realizan en razón de lo normado por el art. 34 de la ley 27.063.
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8 CNACC, Sala VI, CNº 15121/18, “S., L. A.”.
24
CNCCC, Sala II, CNº 25872/15, reg. nº 399/17, “Verde Alva, Brian Antoni s/ recurso de casación”
25
10 Ídem.
26
11 Frías Caballero, Jorge, La acción material constitutiva del delito de hurto, ed. Abeledo Perrot, pp.
33.
31
16 Los plazos del art. 44 CP han sido contados conforme lo dispuesto en los plenarios Villarino y Luna
(la mitad del mínimo y un tercio de máximo. En otra postura, Adrián Martín como juez del TOC 15, en la
CNº 71859/14, consideró que corresponde disminuir el mínimo al tercio y el máximo a la mitad, pero,
por ser absolutamente minoritaria, he contado los plazos conforme los plenarios indicados en la nota
anterior.
Caso 5 (10)
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17 CNCCC, Sala II, CNº 7671/15, reg. nº 28/15, “F., H.O.”
33
18 CSJN, Exptes. F. 67. XLIX y F. 74. XLIX., “Fernandez, Ana María”, voto mayoritario.
5) Por otro lado, impugnaría que se haya valorado como agravantes en el quantum de
la pena los antecedentes condenatorios de mi defendido y la gravedad del hecho. En
relación
al primero de ellos, argumentaría que el tribunal vulneró el principio de culpabilidad
por el acto y la garantía de ne bis in idem y prohibición de doble punición en tanto
valoró un delito anterior por el cual Ramírez ya había sido condenado. Esta
circunstancia, ajena al hecho actual y al ámbito de autodeterminación de mi
defendido, no puede valorarse. Citaría jurisprudencia por ejemplo CFCP, Sala II,
20/12/2013 “ACD s/ recurso de casación”, voto de la Jueza Ledesma (entre otros) y
doctrina tal como Ziffer Patricia “Lineamientos de la determinación de la pena”, p. 155;
Zaffaroni, Alagia y Slokar “Derecho Penal Parte General”, Ediar, 2000, p. 64 y ss. y 641 y
ss. Por otro lado, atacaría la agravante “gravedad del hecho” ya que es una frase
genérica y abstracta, sin referencias al caso en concreto. No tiene fundamentación
(art. 123 CPPN) y por ende se torna arbitraria. A su vez, resulta inadmisible porque
implica una doble valoración negativa de una misma circunstancia. Los agravios
expuestos en este punto me llevarían a solicitar que se case la sentencia recurrida y se
fije un quantum punitivo considerablemente inferior al impuesto.