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2. ARBITRARIEDAD (7.3 CADH) Corte IDH. Caso Carranza Alarcón v. Ecuador.

Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. 3/2/2020. Serie C No.


399.
T1) En el marco del debate oral y público llevado a cabo en la causa 3500 del
registro del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional, el representante del
Ministerio Público Fiscal, en la oportunidad prevista en el art. 393 del CPPN, acusó
a Juliana Elizalde de ser coautora del delito de robo con armas (art. 166 inc. 2 del
CP), en los siguientes términos:
“El día 10 de junio de 2019, alrededor de las 20:30 hs, un hombre y una mujer
ingresaron al local ´Musicfull´, sito en Directorio 3500 de esta ciudad, oportunidad
en la cual, mediante la exhibición de una navaja, le exigieron al dueño del comercio
–Juan López- la entrega del dinero que tuviese en su poder, que ascendía a $400.
Una vez logrado el objetivo, escaparon corriendo del establecimiento y tomando
direcciones opuestas. Rápidamente, López dio aviso de lo sucedido al número
telefónico de emergencias 911, lo que implicó que diversos móviles policiales se
desplazaran por la zona. Fue así que al poco tiempo del referido llamado el Oficial
Gustavo Fernández comunicó la detención de una sospechosa, quien luego fuera
identificada como Juliana Elizalde. Según el oficial, mientras efectuaba el recorrido
en búsqueda de los implicados en el robo, observó a tres cuadras de distancia del
lugar del hecho una mujer que “caminaba presurosa, como huyendo de algo, con
una mochila colgando de sus hombros”. Frente a ello, y luego de detener a la
nombrada, solicitó apoyo policial y la concurrencia del damnificado para que
manifestara si se trataba de quien instantes antes le sustrajera el dinero. López la
reconoció como tal, porque tenía “la imagen de que era una chica de esa estatura,
morocha con el pelo largo”, como quien había sido demorada. Así las cosas, se
procedió a la requisa de Elizalde, hallando entre sus pertenencias una billetera con
$50 y la suma de $400 en el bolsillo de la mochila que portaba. En tal contexto, la
imputada refirió espontáneamente ´perdón, lo hice para comprarle comida a mi
hijito de 6 años. Yo nunca quise usar un cuchillo, lo sacó sin decirme nada el que
estaba conmigo´. Todo el procedimiento fue llevado adelante con la presencia de
dos testigos ajenos a los sucesos”.
Cabe destacar que durante el juicio los testigos ratificaron sus expresiones.
Específicamente, Juan López señaló que el muchacho que acompañaba a la chica
fue quien extrajo, repentinamente y de entre su ropa, lo que parecía ser una
navaja, aunque no estaba cien por ciento seguro, pero que igualmente nunca la
llegó a utilizar para amedrentarlo; además, agregó que dos días después del robo
se acercó al comercio quien dijo ser familiar de la imputada y le entregó $400 en su

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nombre, por lo que ya no tenía ningún interés en lo que sucediera con la causa. El
fiscal solicitó que se le impusiera la pena de 7 años de prisión, teniendo en cuenta
exclusivamente las características del hecho.
Asimismo, y por la gravedad de la pena en expectativa, requirió que se dispusiese
la prisión preventiva de la imputada, quien hasta ese momento se encontraba en
libertad, conviviendo con su hijo menor en una pequeña casa prestada.
CS) Estrategia de defensa que intentaría en representación de Juliana Elizalde en su
alegato como Defensor y los respaldos normativos, jurisprudenciales y doctrinales
que sustenten sus planteos.
3. DISCRIMINACIÓN POR USO DE ESTEREOTIPOS 3.1. Vulnerabilidad económica
Corte IDH. Caso Guerrero, Molina y otros v. Venezuela. Fondo, Reparaciones y
Costas. 3/6/2021. Serie C No. 424.
T2) M. se presentó ante la Oficina de Violencia Doméstica de la CSJN, manifestando
que mientras se hallaba en su domicilio junto a Mario –su ex pareja-, se inició una
discusión por la tenencia del gato, en cuyo marco Mario le dijo que si no le permitía
llevarse al gato “iba a sufrir las consecuencias”. La separación de la pareja se había
producido un mes antes, cuando Mario dejó la vivienda que ocupaban juntos, no
produciéndose otros incidentes con excepción de éste.
En su declaración indagatoria, Mario se negó a declarar. Se dictó su procesamiento.
El hecho fue calificado legalmente en función de lo previsto en el art. 149 bis
segundo párrafo del Código Penal, sin que Mariana haya declarado nuevamente en
sede judicial. Por su parte, en el marco de un trámite civil iniciado a instancias del
caso, Mario fue citado con el objeto de entrevistarse con una psicóloga de un
programa de ayuda a las víctimas, donde reconoció haber dicho aquello que se le
atribuye, incorporándoselo como prueba a la causa. Se dictó su prisión preventiva
fundada en que un mes antes Mario fue condenado a una pena en suspenso,
sentencia que se encuentra recurrida.
CS) Estrategia de defensa que intentaría en representación de Mario, las vías
procesales que considere adecuadas a esa estrategia y los respaldos normativos,
jurisprudenciales y doctrinales que sustenten su posición.
4. CONTROL JUDICIAL DE LA DETENCIÓN PERSONAL (7.5 CADH) Corte IDH. Caso
Herrera Espinoza y otros v. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. 1/9/2016. Serie C No. 316.

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T3) Una brigada policial que realizaba tareas de prevención vio salir de un bar a dos
personas corriendo, que abordaron un auto y dejaron el lugar rápidamente.
Arguyendo que podrían haber cometido un delito, detuvieron la marcha del auto y
requisaron a sus ocupantes, secuestrándole a quien viajaba como acompañante, de
nombre Diego Domínguez, un teléfono celular sustraído dos días antes. Librada
una orden de allanamiento sobre el domicilio del Sr. Domínguez en busca de un
segundo teléfono que había sido sustraído en la misma fecha que el otro aparato
de telefonía, y ya producido el hallazgo, los policías levantaron un colchón y
encontraron debajo de éste una arma de fuego calibre 38 de normal
funcionamiento, registrada a nombre de un tercero.
En su declaración indagatoria Domínguez se negó a declarar y fue procesado en
orden a los delitos previstos en los artículos 166 inc 2, párrafo 2° -robo con arma- y
189 bis párrafo 5° - tenencia de arma de guerradel Código Penal, que concursan
materialmente. Se dictó su prisión preventiva fundada en la gravedad de los ilícitos
imputados.
CS)Estrategia de defensa que intentaría en representación de Diego Domínguez, las
vías procesales que considere adecuadas a esa estrategia y los respaldos
normativos, jurisprudenciales y doctrinales que sustenten su posición.
5. Corte IDH. Caso Espinoza Gonzáles v. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. 20/11/2014. Serie C No. 289.
“[P]ara satisfacer la exigencia del artículo 7.5 de ‘ser llevado’ sin demora ante un
juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales, el
detenido debe comparecer personalmente ante la autoridad competente, la cual
debe oír personalmente al detenido y valorar todas las explicaciones que éste le
proporcione, para decidir si procede la liberación o el mantenimiento de la
privación de libertad” En el mismo sentido: En el mismo sentido: Caso Tibi v.
Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 7
de septiembre de 2004, párr. 118; Caso Acosta Calderón v. Ecuador. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de junio de 2005, párr. 78; Caso Palamara
Iribarne v. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de noviembre de
2005, párr. 221;
Caso García Asto y Ramírez Rojas v. Perú. Sentencia de 25 de noviembre de 2005,
párr. 109; Caso López Álvarez v. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 1 de febrero de 2006, párr. 87; Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez.
v. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
21 de noviembre de 2007, párrs. 84-85; Caso Bayarri v. Argentina. Excepción

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Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de octubre de 2008,
párr. 65; Caso Espinoza Gonzáles v. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2014, párr. 129.
T4) Tras un llamado al número 911 el personal policial se presenta en el barrio de
Retiro, en donde un obrero de la construcción –de nombre Juan López- había
reducido a una persona, de nombre Pedro Díaz, quien se encontraba visiblemente
golpeada en su rostro, pues según aducía, ésta le había sustraído una pala que se
encontraba apoyada en la vereda de la edificación en que se encontraba
trabajando, al lado de un volquete que contenía restos de materiales. Según relató
al agente, Juan se encontraba en el interior de la construcción cuando pudo
observar que Pedro detenía su andar cerca del volquete, tomaba la pala y la
colocaba en su carro de recolección de cartones.
Al advertir tal circunstancia, bajó desde el segundo piso de la obra, llegó a la vereda
y pudo ver a Pedro doblar la esquina para así perderlo de vista. Sin embargo, se
dirigió a esa esquina, dobló y al ver a Juan juntar cartones a unos 50 metros, corrió
hacia él y al solicitarle la devolución de la pala, éste habría querido agredirlo,
motivo por el cual se vio obligado a golpearlo en su rostro dos veces. En sede
judicial, Pedro –de 71 años de edad- declaró en su indagatoria que creyó que la
pala se encontraba abandonada, es decir, que se trataba de un residuo. Juan al
declarar en sede judicial, ratificó todo lo dicho pero agregó que siendo que Pedro
era una persona mayor, “no quería causarle problemas con la justicia” y que se
daría por satisfecho “con un pedido de disculpas”.
El juez de instrucción procesa a Pedro el mismo día de la indagatoria por el delito
de hurto, valorando la declaración del agente policial; la de Juan López y la
filmación en la que se ve cómo Pedro Díaz detiene su marcha para tomar la pala y
colocarla en su carro. Sostuvo que Pedro no pudo pensar que la pala se encontraba
abandonada pues precisamente se hallaba frente a una obra en construcción y era
evidente que se trataba de una herramienta de trabajo de alguno de los albañiles.
A su vez, tuvo por consumado el ilícito toda vez que el damnificado perdió de vista
al imputado. Por último, dictó la prisión preventiva, fundándola en los
antecedentes penales de Pedro, y en que no poseía domicilio –se encontraba en
situación de calle–
CS): Desarrolle la estrategia de defensa que intentaría en representación de Pedro
Díaz, las vías procesales que considere adecuadas a esa estrategia y los respaldos
normativos, jurisprudenciales y doctrinales que sustenten su posición.

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Corte IDH. Caso López Álvarez v. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas.
1/2/2006. Serie C No. 141.
“En la detención infraganti legítima es preciso que exista un control judicial
inmediato de dicha detención, como medida tendiente a evitar la arbitrariedad o
ilegalidad de la medida [...]. La inmediata revisión judicial de la detención tiene
particular relevancia cuando se aplica a capturas infraganti […] y constituye un
deber del Estado para garantizar los derechos del detenido” (párrs. 64 y 88)
T5) Interviene como Defensor Público Oficial en representación de Diego Ramírez,
quien revocó a su anterior defensor particular luego de ser condenado tras el juicio
oral. En la sentencia se tuvo por probado que el 10 de mayo de 2019 a las 16 horas,
Diego Ramírez ingresó a un comercio del rubro relojería y amenazó con una botella
rota en su mano al empleado del local –Raul Gómez-, para que éste le haga entrega
de un reloj valuado en 100.000 pesos. El empleado accedió y Ramírez se retiró del
lugar. Inmediatamente Gómez salió del comercio y se acercó a dos policías a
quienes relató lo sucedido, describiendo a Ramírez. Los agentes recorrieron las
inmediaciones en el móvil policial y a trescientos metros avistaron a Ramírez.
Descendieron del vehículo y lo detuvieron. La botella rota no fue hallada pero sí
encontraron el reloj entre las prendas de Ramírez, a quien requisaron.
En el marco del juicio oral, uno de los preventores –Gutiérrez- relató lo sucedido y
agregó que el hallazgo del reloj se produjo luego de que el otro preventor –
Fernández- se retirara junto con el detenido hacia el interior de un comercio. Que
luego salió de ese comercio afirmando que había encontrado el reloj. A su turno,
declaró el agente Fernández, y dijo que llevó a Ramírez al interior de ese comercio
y que le hizo sacarse sus ropas en el baño del lugar. Agregó que había actuado así
para resguardar la intimidad del detenido. Ambos declararon que tras producirse
ese hallazgo, convocaron a dos testigos para firmar el acta. En su alegato, el
Defensor particular se limitó a pedir que su asistido sea condenado al mínimo de la
pena. Se condenó a Ramírez a la pena de 8 años de prisión por el delito de robo
con arma (art. 166 inciso 2 del CP), valorando como agravantes sus antecedentes
condenatorios y la gravedad del hecho.
En los fundamentos de la sentencia se argumentó que correspondía la declaración
de reincidencia pues Ramírez había sido condenado el 17/06/2017 a la pena de dos
años y ocho meses de prisión, que quedó firme el 20/10/2017, recuperando su
libertad el 2/2/2018 por agotamiento de la pena. Ramírez fue así declarado

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reincidente, a pesar de que tal declaración no fue solicitada por el representante
del Ministerio Público Fiscal en su alegato.
También se ordenó la detención de Ramírez con el dictado de la sentencia,
aduciendo que esta nueva condena era fundamento suficiente para tener por
acreditado el riesgo procesal. Ramírez le manifiesta su preocupación por la
situación de su hijo Matías, de 5 años de edad, cuya madre falleció un año atrás, y
quien quedaría bajo el cuidado de su abuelo, que es una persona no auto-válida.
CS): Desarrolle la estrategia de defensa que intentaría en representación de Diego
Ramírez, las vías procesales que considere adecuadas a esa estrategia y los
respaldos normativos, jurisprudenciales y doctrinales que sustenten su posición.
CASO 1 (10)

I. Extinción de la acción: López manifestó que un familiar de la imputada entregó $400


en su nombre, y que “ya no tenía ningún interés en lo que sucediera en la causa”. Esta
circunstancia demuestra que ya no hay conflicto en virtud de la reparación realizada
por mi defendida y que la víctima no tiene pretensión punitiva alguna. La pretensión
de la víctima constituye un claro límite de la actuación del MPF, por lo que la actuación
del TOC tampoco se encuentra habilitada por la acusación fiscal. En consecuencia,
interpongo una excepción por falta de acción (arts. 339 inc. 2 y 376 CPPN) en función
del art. 59 inc. 6 del C.P, y solicito la absolución de Juliana Elizalde (402 CPPN). Fundo
la procedencia del instituto de reparación en esta instancia por:
a) la falta de regulación específica que límite la oportunidad para proponer la
reparación, el principio de legalidad, pro homine y prohibición de interpretación in
malam parte, indican que este instituto se puede plantear incluso en el alegato;
b) Adicionalmente, no desconozco la discusión en torno a si los institutos de
reparación y conciliación están vigentes o sujetos a la reglamentación “de conformidad
con lo previsto en las leyes procesales correspondientes”, sin embargo de ninguna
manera su operatividad está vinculada a la operatividad del CPPF. Esto es así por dos
razones: aquella interpretación afectaría facultades privativas del Congreso de la
Nación –en su función de legislador federal- (art. 75.12 CN), por lo que se estaría
vedando el ejercicio constitucional de dichas facultades a través de normativas
procesales locales.
Además, la falta de operatividad responde al DNU 257/2015 que no reúne los
requisitos constitucionales, porque legisla materia prohibida y no funda su necesidad
ni urgencia (art. 99.3 CN). Por todo ello, en caso de rechazarse el planteo, hago reserva
del caso federal. Además, la jurisprudencia reconoció la operatividad del art. 59.6 CP,
en virtud de la garantía de igualdad ante la ley -por la falta de homogeneidad que se
generaría entre las provincias que tienen y no tienen la recepción procesal-; principio
de legalidad, el principio pro persona, ley penal más benigna, y el carácter subsidiario

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del derecho penal, particularmente cuando no existe lesión al bien jurídico (conf.
CNCCC, Sala II “Benitez”, rta 3/12/18, “Verde Alba”, rta: 22/5/17, CNCC, Sala IV, “SLA”,
24/8/2018, y diversos tribunales orales, incluso con oposición fiscal: TOC 6, “V, G.P”,
rta: 21/3/17, TOC 26, “GJD”, 13/10/16, entre otros).

Nulidades. Subsidiariamente, planteo nulidades del procedimiento policial, fundadas


en la afectación de normas constitucionales y convencionales, por lo que procede la
declaración judicial nulificante, incluso en esta etapa procesal (168 del CPPN).

Nulidad de la detención: Conforme declararon los testigos en juicio, la detención de


Elizalde no fue producto de una persecución realizada desde el lugar de los hechos, por
lo que la identificación de mi asistida como sospechosa de delito se debió solamente a
la impresión del oficial Fernández, que vio a una mujer a tres cuadras del local que
“caminaba presurosa, como huyendo de algo, con mochila colgando de sus hombros”.
El supuesto fáctico no encuadra en ninguno que habilite a la policía a detener sin
orden judicial (art. 284 CPPN). No se trató de un supuesto de flagrancia del inc. 4,
porque no existió persecución desde el lugar de los hechos, no fue sorprendida, ni
existían rastros visibles que permitieran indicar el supuesto del art. 285 CPPN.
Tampoco se verificó el supuesto del inc. 3 del art. 284, porque no existieron “indicios
vehementes de culpabilidad” al momento de obturar la libertad ambulatoria. La
descripción realizada por el Oficial no permitió comprobar alguna señal de criminalidad
que vincule a Elizalde a un delito específico, por el contrario, sus manifestaciones
rondaron meras especulaciones sin sustento en elemento objetivo alguno.

La CSJN señaló que los indicios deben ser razonables y que permitan la sospecha con la
comisión de un delito (“Daray”, cons. 12 voto Nazareno, Moliné Oconor, Levene),
estándar no reunido en el caso, porque no se demostró cuál es la vinculación entre el
alerta del 911 y la observación de una mujer que camina presurosa con una mochila en
sus hombros, ni mucho menos la presunción del oficial en cuanto a que caminaba
“como huyendo de algo”. Por tanto, la detención se presenta por fuera del supuesto
legal y violó el principio de reserva legal (art. 18, 19, Corte IDH, Bulacio vs. Argentina,
parr. 125, CSJN, “Daray”). Adicionalmente, fue una detención arbitraria por ser
irrazonable, imprevisible y falta de proporcionalidad (conf. Corte IDH, Torres Villacura
vs. Argentina, 26/8/11, parr. 74,77), en la medida en que bajo el criterio dado por el
Oficial, cualquier ciudadano pudo ver afectada su libertad de circulación. Entonces,
solicito la nulidad de la detención, por afectación al derecho a la libertad personal y
legalidad (art. 14, 18 y 19 CN, art. 7.2 CADH y 9.1 PIDCP).

Nulidad del reconocimiento: Luego de la detención, el Oficial convocó a López para


que reconociera a la mujer, sin dar intervención judicial ni hacer consulta con la
fiscalía, generó un acto de reconocimiento por fuera de las formalidades previstas por

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la reglamentación legal. Si la sospechosa estaba identificada, se encontraba en
condiciones de participar de una rueda de reconocimiento; por lo tanto, al no
practicarse el mecanismo procesal previsto para ese supuesto, se privó a mi asistida y a
la defensa a controlar el desarrollo y el acto mismo de identificación; y se realizó una
medida de prueba fundamental sin intervención judicial y sin respetar su formalidades
(art. 200, 201, 213 y 270, 271 y 272 CPPN). Bajo estas condiciones, no se respetaron las
válvulas de garantías que revisten las exigencias para realizar un reconocimiento, y que
permiten preservar al testigo de engaños o inducciones; y preservar así el estado de
inocencia y el indubio pro reo (conf. CSJN, “Miguel”. Cons. 9), y garantizar el control de
la prueba de cargo (art. 18 CN, 8.2 CADH, 14.3 PIDCP).
Nulidad de requisa: si se considerara que sí existían circunstancias previas que
objetivamente permitían justificar la requisa policial, no se verificaba en el caso ningún
supuesto de urgencia que impidiera al agente a solicitar la orden judicial para realizar
la requisa. Como no puede afirmarse que un juez tenga menos habilitaciones legales
que un policía, si el juez no debe seguir criterio de urgencia alguno (art. 230 CPPN no lo
exige), lo contrario debe exigirse a la policía. Resta señalar que la requisa no puede
legitimarse por el resultado obtenido – la suma exacta de dinero supuestamente
sustraído (CSJN, Ciraolo, voto disidente cons. 19).

Nulidad de manifestaciones espontáneas: Elizalde hizo referencias incriminantes


cuando fue requisada, que ingresaron al juicio mediante la declaración del Oficial
Fernández. No podrán ser valoradas por el TOC por afectar la garantía de
autoincriminación coacta, en tanto no fueron dichas libremente, pues se expresaron
bajo la “presión psicológica directa” que la detención implicaba (CDH, OG nº 32, en
referencia al art. 14.3g PIDCP). Además, no se demostró que fueran precedidas de las
garantías de información que incumben a las autoridades para asegurar que la persona
sospechosa declare en libertad y con conocimiento de su derecho de guardar silencio.
Concurrentemente, existe un mandato legal que prohíbe a la policía interrogar, bajo
pena de nulidad (art. 184.10 CPPN).

Exclusión probatoria: Cada una de las nulidades invocadas alcanza no solo a la prueba
en sí misma aludida, sino que se extiende a los actos siguientes. Es decir, por sí mismas
son nulas, pero cada una de ellas está concatenada con la siguiente, por lo que la
declaración de la que se encuentra en primer orden, afecta a las posteriores. La regla
de exclusión tiene mandato constitucional (CSJN, 46:36, 306:1752 –“Fiorentino-,
303:1938 –“Montenegro”, 308:733 –“Reyford”), reposa en un principio ético y en el
debido proceso previsto en el art. 18 CN. Finalmente, no se demostró en juicio ninguna
posibilidad de obtener la prueba cuestionada por una fuente distinta y autónoma
según las constancias efectivas del sumario (CSJN, “Rayford”, cons. 5; “Ruiz, cons. 16 y
15). Corresponde consecuentemente la absolución de mi asistida por ausencia de
prueba válida ingresada al juicio.

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Situación probatoria: A) Para el supuesto caso en que el TOC convalidara los
procedimientos cuestionados precedentemente, el cuadro probatorio ventilado en
juicio permite, absolver a Elizalde por el principio de indubio pro reo (art. 3 CPPN) en
cuanto a su participación en el hecho. En primer lugar, el reconocimiento impropio
realizado por López no tiene suficiencia probatoria para sostener un cuadro cargoso
contra mi asistida (conf. CSJN en “Miguel”, cons. 12). En efecto, no puede sustentarse
una condena en base a una identificación realizada sin las garantías procedimentales
que resguardan la memoria del testigo, más aún cuando fue realizada bajo inducción
policial por sobre una persona que ya estaba detenida, y por lo tanto era señalada por
la autoridad como sospechosa. Adicionalmente, tampoco López fue categórico en su
reconocimiento, sus palabras introducen duda, pues al ver a Elizalde declaró que
“tenía la imagen de que era una chica de esa estatura, morocha y de pelo largo”.

Nada de su declaración fue categórica: pese a que el reconocimiento fue minutos


después del hecho y frente a una persona señalada como sospechosa, dio datos
genéricos. Tampoco el dinero secuestrado demuestra la participación de mi asistida en
el hecho, el dinero es fungible y no se demostró que los $400 secuestrados sean
efectivamente los sustraídos del local. Adicionalmente –para el caso que el TOC
considere que las manifestaciones autoincriminantes pueden ser valoradas en contra,
y sin perjuicio de que ello implicaría introducir un agravio federal-, tampoco pueden
sustentar una condena pues son un acto de defensa y no fuente de prueba.

B) Subsidiariamente, tampoco existe certeza suficiente sobre las condiciones


agravantes: ni sobre la existencia de un arma –porque no fue secuestrada-, ni sobre su
calidad -el testigo dijo no estar seguro si se trataba de una navaja-, ni sobre el modo de
empleo en el hecho –el testigo dijo que “nunca llegó a utilizarla para amedrentarlo”-,
ni sobre conocimiento de Elizalde acerca de su existencia –según López la sacó el
muchacho de manera repentina entre sus ropas y ella manifestó desconocerla-.

Calificación: Por todo lo expuesto, el caso debe ser subsumido en el art. 162 CP –por
no media violencia-, en subsidio, 164 CP –por no estar acreditada la presencia del
elemento punzante-. Alternativamente, los hechos podrían ser calificados como robo
simple porque cada coautor responde en la medida de su dolo –y Elizalde manifestó
que no conocía que el muchacho llevaba un cuchillo-.

Justificación o exculpación: Sin perjuicio del acto ilícito eventualmente acreditado,


entiendo que las condiciones de pobreza que surgieron del debate (no tener sustento
para darle de comer a su hijo), imponen la absolución por obrar en un estado de
necesidad justificante, o subsidiariamente, exculpante (art. 34 inc. 2 o 3 CP). Ella habría
causado un mal –nimio por cierto- como directa consecuencia de una situación de

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indigencia y para salvar uno mayor –la subsistencia de su hijo-. A los efectos de valorar
la ponderación de intereses, corresponde ponderar el contexto en el que obró Elizalde,
caracterizado por la división sexual del trabajo, donde es común que las madres
tengan a su exclusivo cargo y de manera individual las tareas de cuidado. El
juzgamiento con perspectiva de género es una obligación convencional en la medida
que su incumplimiento puede derivar en trato discriminatorio en el acceso a la justicia
(Comité CEDAW, Recomendación General nº 33).

Pena solicitada por el fiscal: me opongo por no cumplir con los requisitos del art. 40 y
41 del CP, y afectar el principio de culpabilidad por el hecho (CSJN, “Gramajo”, cons.
19), y de proporcionalidad de las penas. La referencia a “las características del hecho”
para imponer una pena tan lejana al mínimo resulta arbitraria porque: a) el hecho no
es grave porque el daño fue reparado, y la existencia y entidad de la violencia no fue
probada; b) porque no hizo ninguna consideración respecto a las condiciones
personales de mi asistida (madre de un niño pequeño, de bajos recursos), c) ni a su
participación en el hecho (no exhibió ningún arma). Por todo lo expuesto, en caso de
recaer condena, corresponde el mínimo legal en suspenso (art. 26 CP).

Libertad: Me opongo al dictado de la prisión preventiva, subsidiariamente, interpongo


excarcelación por los siguientes motivos:
a) Si recayera condena, no estaría firme en los términos del art. 128 CPPN, única
circunstancia que puede destruir el estado de inocencia de mi asistida (CNCCC, Sala I
“Ivanov”, 30/10/2015, entre muchas);
b) Si para la CSJN la circunstancia de que se haya dictado sentencia condenatoria –no
firme- no es fundamento suficiente para mantener la prisión preventiva (Loyo, 6/3/14),
mucho menos lo es para imponerla cuando se atravesó el proceso en libertad;
c) la “gravedad de la pena en expectativa” no es un elemento suficiente para imponer
la prisión preventiva, deben acreditarse otros parámetros del art. 319 CPPN (CNCP,
Díaz Bessone);
d) el fiscal no cumplió con su carga de alegar ni acreditar riesgos procesales, por lo que
no hay jurisdicción habilitada en este aspecto –principio acusatorio-;
e) la privación de la libertad es desproporcionada, ante la expectativa de una pena de
un mes en suspenso (CIDH, Peirano Basso, cons. 91). En caso de considerarse
procedente la prisión preventiva, solicito la morigeración mediante arresto domiciliario
(art. 10 inc. f CP y art. 11 ley 24.660). Si bien la edad del hijo de Elizalde excede lo
previsto por la ley, corresponde hacer una interpretación extensiva, que no obstaculice
el ejercicio de derechos convencionales; en tanto el arresto domiciliario para madres
con hijos tiene fuente internacional de manera más amplia (Reglas de Bangkok, regla
57, 58, 60) y fue incorporado al orden interno para proteger el interés superior del

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niño, a no ser separado de sus padres (art. 3 y 9 CDN) y la prohibición de
intrascendencia de la pena (art. 5.3 CADH). Además, corresponde estar a las pautas del
art. 210 del CPPF, como “pauta orientadora de la actividad judicial” (conf. CNCCC causa
61537/14, entre muchas). Resta decir, que la condición de “pequeña casa prestada” no
puede ser interpretada como un obstáculo para el acceso al arresto, porque
constituiría un trato diferenciado prohibido sustentado en posición económica y social
(art. 1 CADH), y por no superar un test estricto que valide la distinción.

II.
1.- Corresponde declarar la extinción de la acción penal por conciliación, art. 59 CP
respecto de mi asistida. En efecto, dijo que 2 días después del robo le entregaron $400
en nombre de la imputada por lo que ya no tenía más interés en esta causa. El art. 59,
inciso 6 CP constituye una ley vigente en todo el territorio nacional por lo que la
legislación no tiene margen para desoírla sino que, únicamente, puede proceder a
reglamentarla con un mayor alcance de sus garantías. La regla del código de fondo
resulta operativa sin necesidad de que sea reglamentada en el código procesal local,
pues carece de todo sentido negar una ley más favorable al enjuiciado cuando una
norma sustantiva autoriza la aplicación del instituto y porque no puede un mero
decreto (257/15 que prorroga la entrada en vigencia del CP) desconocer los institutos
de extinción de la acción contenidos en el código de fondo. Debe homologarse lo
resuelto por Lopez y la imputada como una conciliación y extinguir la acción penal.

2.- Conforme la prueba, cabe señalar que en el caso no ha existido ningún estado de
sospecha en el actuar de Juliana a fin de que el oficial Fernández proceda a su
interceptación en la vía pública, pues, la simple y cotidiana acción de “caminar
presurosa, como huyendo de algo, con una mochila colgando” de ningún modo es un
indicio vehemente de culpabilidad ni razón suficiente que amerite la detención de una
persona (art. 284 CPPN). Tal conducta no solo resulta habitual en muchos peatones,
sino que, además, de validarse el proceder policial, nos encontraríamos todos a
merced de ser detenidos cuando estemos apresurados. Además, la descripción de la
persona sindicada como coautora del delito denunciado por López (de esa estatura,
morocha de pelo largo) resultaba ambigua, genérica y escasa y, consecuentemente, no
aportaba ningún dato adicional que pudiera generar en el Oficial Fernández un estado
de sospecha real y mejor que lo habilitara a detener a mi defendida. En otras palabras,
afirmo que no existía ninguna circunstancia previa o concomitante que razonable y
objetivamente permitan justificar la detención (art. 230bis CPPN), ni indicios
vehementes de culpabilidad en el actuar de mi asistida (fallo 317:1985 y CIDH “Bulacio
vs. Argentina”). Por todo ello, al haberse violado el derecho a la libertad de
locomoción, a la intimidad y a la libertad ambulatoria generando un claro perjuicio
(arts. 14, 18 y 19 CN, 7 CADH, 9 PIDCP, 9 y 13 DUDH y 25 DADH), corresponde declarar

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estadística
la nulidad de la detención de Elizalde y de todo lo actuado debido a la ausencia de un
cauce de investigación paralelo que permita acreditar el hecho investigado (art. 172
CPPN).

3.- Es nulo el acto por el cual López intentó efectuar un reconocimiento sobre mi
defendida, pues no se advirtieron las prerrogativas que la ley establece para ese tipo
de actos. En especial, no se lo interrogó previamente para que describa a la persona a
reconocer ni prestó juramento conforme se ordena en el art. 271 CPPN. Sin perjuicio
de ello, López no reconoció positivamente a Elizalde sino que, en rigor de verdad, sólo
expuso que Elizalde era su victimaria porque “tenía la imagen de que era una chica de
esa estatura, morocha con el pelo largo”, lo que significa que cualquier otra persona de
un tamaño similar con pelo largo y morocho también podría haber sido calificada como
la persona que le robo previamente. De este modo, dos cuestiones son insoslayables:
el proceder resultó irregular y, además, no fue positivo y, por lo tanto, no debió dar
lugar a ningún otro acto policial. Finalmente, cabe señalar que el acto de
reconocimiento es de naturaleza irrepetible y como tal debió haberse llevado a cabo
únicamente bajo las directrices de la ley a fin de garantizar el derecho de defensa
como el debido proceso. Todo ello torna nulo el acto.

4.-También entiendo nulo el procedimiento de requisa, no sólo por lo expuesto


previamente, sino porque, además, no se cumplieron con las formas rituales
pertinentes. En primer término la requisa no fue practicada por personal femenino
conforme lo ordena la norma del art. 230 bis, en función del art. 230, ambos del CPPN;
segundo, no se invitó a la detenida a exhibir sus pertenencias; tercero, no se dio aviso
inmediato al juez de turno de acuerdo a las normas citadas y en cuarto lugar, no existía
una urgencia que habilitara tal medida sin orden judicial (Fallo Altamirano CNCP).
Resta mencionar, que el denunciante cuando se hizo presente en el lugar no efectuó
un reconocimiento positivo sobre Elizalde y tal circunstancia, por un lado, disminuía
sensiblemente el estándar de sospecha sobre la nombrada y, por otro, necesariamente
imponía una actuación policial acorde a derecho y bajo estricta orden judicial. Todo
ello significó un irregular proceder y la intromisión ilegal en la vida privada de mi
asistida y en sus pertenencias, avasallando su derecho a la integridad física, psíquica y
moral (arts. 18 CN, 5 CADH, 7 y 10 PIDCP, 5 DUDH y 1 DADDH) y un grave perjuicio
hacia su persona, motivo por el cual corresponde se declare la nulidad de tal acto y de
todos los que sean su consecuencia, por los motivos ya explicitados.

5.- Si bien esta defensa no soslaya que la información aportada espontáneamente por
un imputado es un indicio que puede ser admitido en la investigación, en rigor de
verdad tal premisa cede cuando dicha manifestación es producto de una coacción
previa sufrida por la declarante, es decir, cuando no se produce libremente. En el caso
de Elizalde, sus dichos cargosos luego de ser aprehendida fueron consecuencia directa

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estadística
y excluyente de la coacción innegable que importó su detención previa sin motivo
aparente y, por lo tanto, no fueron efectuados libremente y carecen de valor a fin de
formar convicción sobre el caso a estudio, conforme ha sido sostenido en diversos
fallos de nuestro Alto tribunal (Fallos 315:2505; 317:241; 317:956 y 330:3901) en
virtud de haberse transgredido la prohibición de declarar contra si mismo (arts. 18 CN,
8.2 CADH y 14.3 PIDCP).

6.- Para el caso de no entender nulo el proceso, ingresaré en el análisis de los hechos,
adelantando que ninguna prueba permite ubicar a Elizalde en el lugar del hecho, más
allá de sus dichos al momento de ser ilegítimamente detenida, los cuales no deben ser
ponderados en autos. Por otro lado, López no la reconoció espontáneamente y por
último, el dinero que le fue secuestrado no coincide con la suma que se dijo robada
($450 y $400). Asimismo, López no explico quién de los dos sujetos se hizo con su
dinero, pero si advirtió que ambos al salir lo hicieron en direcciones opuestas, de modo
tal que, solo uno puede poseerlo. Todo ello permite afirmar que no está probado que
Elizalde participara de dicho robo y en consecuencia corresponde su absolución.

7.- De entenderla coautora del robo, este no ha alcanzado su consumación y debe ser
considerado tentado, puesto que la totalidad del dinero despojado fue recuperado y
que mi asistida no tuvo disponibilidad efectiva sobre los valores sustraídos en virtud
del inmediato accionar policial. En este sentido, no desconozco que la tentativa o la
consumación de un acto ilícito no se define por mediciones de minutos o segundos, o
metros o kilómetros de persecución, sino que lo que en definitiva determina a uno u
otro es si el individuo ha logrado constituir un poder fáctico de disposición sobre la
cosa sustraída o solo sustraerla sin consolidar tal poder. Y a ese fin, lo que importa –
objetivamente- es determinar si el sujeto estaba ya en una situación en la cual, de
haber querido, hubiese podido disponer de la cosa sin que terceros se lo impidan y si
tenía conciencia de que ya estaba en condiciones de hacerlo. En este marco, conforme
las precisiones del policía sobre que Elizalde caminaba presurosa, “como huyendo de
algo” no dejan margen a duda respecto a la ausencia de ambos requisitos en este caso.
Elizalde no tenía conciencia de estar en condiciones de disposición por estar huyendo
y, por lo tanto, no podía disponer de los bienes (CNCPCC Sala I, autos “Saladino
Luciano”, nro. 18137/13, del 11/2/16). Esto demuestra en forma patente que el iter
criminis ha quedado incompleto y, consecuentemente, el delito debe ser calificado
como tentado.

8.- Asimismo, el delito atribuido no debe ser calificado como robo con armas, de
conformidad con la norma del art. 166, inciso 2 del CP pues, en rigor, la utilización de
lo que se dijo “parecía una navaja”, de ningún modo satisface la denominación típica
de arma por varios motivos:
a) la descripción del elemento por el único testigo es sumamente imprecisa;

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estadística
b) no se ha secuestrado tal elemento (CFCP Sala II “Ríos Ramón Eduardo”);
c) los dichos de Elizalde respecto de un cuchillo no deben ser considerados por ser
autoincriminatorios;
d) la supuesta arma no fue utilizada a modo de intimidar, doblegar o evitar la
resistencia de López, no fue clavada, ni blandida o mostrada significativamente, es
decir, no tuvo incidencia en el robo, tal y como lo afirmo la víctima, quien expresó que
“nunca la llego a utilizar para amedrentarlo” (CNCC Sala de Feria, B.436 “Herrera”, del
31/10/06);
e) el elemento mencionado –de ser una navaja- es un objeto que no es técnicamente
un arma
f) que de haber sido eventualmente usado para generar una mayor capacidad
ofensiva, ello es un dato a valorar en la individualización de la pena pero no es
suficiente para configurar el tipo agravado. En definitiva, se habla de una supuesta
arma que no fue habida, mediando un único testimonio –incierto- en ese sentido y sin
contar con ningún otro medio de prueba sobre su efectiva existencia y/o su utilización.
Por ello, entiendo que el hecho debe ser calificado como robo simple tentado.

9.-Por otro lado, la participación de mi defendida debe limitarse a la comisión del robo
simple debido al desconocimiento absoluto de ella sobre la existencia de un “arma” en
poder del coautor del ilícito (art. 47 CP). Conforme fue expuesto por Elizalde, ella no
quiso utilizar un elemento adicional en el robo y ese elemento “lo sacó” el sujeto que
estaba con ella “sin decirle nada”. En efecto, en materia de coautoría por división de
funciones todo lo que sea facilitador del “plan común” cabe suponerlo como acordado
entre las partes, sin embargo, todo aquello que constituya un exceso de alguno
necesariamente deberá ser justificado adicionalmente para poder ser trasladado al
dolo del restante. En nuestro caso, ninguna prueba permite conocer si efectivamente
Elizalde conocía y aceptó el uso de un elemento extra para la comisión del robo y, por
el contrario, si sabemos que ella dijo expresamente que no tenía noción de ese
elemento y que al observarlo no consintió su uso. Al no ser posible escrutar los
pensamientos del ser humano hasta que se los manifiesta actuando, no puede
afirmarse que haya existido un pacto previo entre mi asistida y su consorte en el
empleo de un elemento adicional para cometer el robo, máxime cuando Elizalde
manifestó a modo de sorpresa y/o reproche cuando fue detenida, que no fue su
intención usarlo. Frente a la duda, entonces, principios de última ratio, mínima
intervención, favor rei y pro homine, indican que debe imperar la calificación más
favorable al imputado, lo que así propongo al Tribunal.

10.- La pena a imponer debe perforar el mínimo legal o en su defecto limitarse a éste,
en tanto ese monto (5 años) ya es de suma gravedad y el hecho no ostenta
características graves propias que permitan elevar ese quantum punitivo ya de por si
alto. En efecto, se trata de un robo sencillo, al azar, rápido, sin agresión física ni verbal,

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estadística
de poca monta y nulo perjuicio, escasamente planificado y burdamente ejecutado,
cometido por una persona vulnerable, con necesidades básicas familiares
insatisfechas, con el fin de comprar comida para su hijo menor de edad y que su rol se
limita a su mera presencia en el momento del robo. Por el contrario, la solitaria
referencia a las características del hecho (que no son de importancia ni gravedad), no
se compadece con el deber de una adecuada fundamentación (art. 69 CPPN) en
relación a los parámetros establecidos en las normas de los arts. 40 y 41 CP, y además,
esa somera mención hace suponer que el Fiscal está valorando negativamente
elementos propios que hacen al tipo penal, generando una doble ponderación
prohibida, con incidencia directa en el principio ne bis in ídem (art. 8.4 CADH, 14.7
PIDCP y 1 CPPN). Por último, existen elementos atenuantes no considerados y que
sumados a lo anterior indican que la pena a imponer debe ser la mínima posible, aun
perforando el mínimo legal, conforme la exigua culpabilidad que le cabe a la nombrada
(fallo “Farrazano, Leonardo Gabriel” TOC 6, del 4/6/12, causa 6386). Como atenuantes
tenemos la vulnerabilidad socio económica de mi asistida evidenciada ampliamente en
la imposibilidad de alimentar a su hijo menor de 6 años, el arrepentimiento y la falta
de oposición al ser detenida y la devolución íntegra de un monto igual a la suma
sustraída. Todo ello me inclina a solicitar una pena mínima de cumplimiento en
suspenso.

11.- Me opongo férreamente a prisión preventiva pretendida. Por un lado, no existen


riesgos procesales ni posibilidad de fuga y respecto a la gravedad de la pena, cabe
decir, que este solitario argumento no es suficiente a fin de obstaculizar el pleno
ejercicio de transitar el proceso en libertad. Elizalde hasta hoy cumplió con sus
obligaciones de comparendo, tiene un hijo de 6 años a quien cuidar y eso importa un
obstáculo para fugar del proceso y no cuenta con un patrimonio sustentable para tal
fin. Tampoco ha actuado en pos de entorpecer el proceso sino todo lo contrario y esta
defensa ha dado sobrados y fundados motivos a fin de mejorar la situación procesal de
mi asistida en cuanto a la pena en abstracto. Por ello, no existe merito ninguno para
detenerla hasta que la sentencia no adquiera firmeza (art. 280, 316, 317 y 319 CPPN).

12.- Sin perjuicio de ello, en subsidio, voy a solicitar que en caso de entender necesaria
la prisionización esta sea llevada a cabo mediante el régimen de prisión domiciliaria o
bajo una modalidad vigilada electrónicamente en atención a que la nombrada es
madre y responsable de un menor de 6 años de edad, y si bien por la edad del último,
el caso no queda comprendido en la literalidad del texto del art. 32 de la ley 24660, lo
cierto es que, dicha norma debe armonizarse con el interés superior del niño
consagrado en la Convención de los Derechos del Niño (art.3) y la observación general
nro. 14 del Comité del Niño y todo ello ser ponderado respecto al estado de
vulnerabilidad y desamparo en el que se colocaría al menor ante la detención de su
progenitora, interés que debe primar por sobre el proceso judicial (CSJN “S.C.” y

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estadística
“Guarino”. Para ello, previo darse intervención al asesor de menores para que se
expida al respecto.

CASO 2 (9)

Recurso de apelación a tenor de lo previsto en los arts. 432, 438, 449 y 450 del CPPN.
Excepción de falta de acción por no haber sido legalmente promovida: En primer
lugar, lo que corresponde plantear como estrategia defensista, es una excepción de
falta de acción, en los términos de los arts. 339 inc. 2º, 340 y 336 inc. 3º del CPPN, por
no haber sido legalmente promovida. Como base de este argumento, cabe señalar
que la presentación tuvo lugar en la OVD, pero no ha sido ratificada en sede judicial, lo
que demuestra abiertamente la intención de la pretendida víctima de no continuar con
el trámite de la causa. Si bien nos encontramos ante un delito que no se encuentra
dentro de los que menciona el art. 72 del CP, no resulta menos cierto que el Estado ha
asumido una gran responsabilidad internacional en materia de violencia de género a
través de las leyes 23179, 24632 y 26485. En este sentido, la Ley de Protección Integral
a las Mujeres, establece en su art. 3 inc. k que se le debe asegurar a este grupo de
particular vulnerabilidad “un trato respetuoso de las mujeres que padecen violencia,
evitando toda conducta, acto u omisión que produzca revictimización”. Por su parte, el
art. 11, ap. 5, inc. e) indica que deberá promoverse la elaboración de un protocolo de
recepción de denuncias de violencia contra las mujeres a efectos de evitar la
judicialización innecesaria de aquellos casos que requieren otro tipo de abordaje,
como se evidencia en el caso en estudio. De manera tal, que las expresiones utilizadas
a lo largo del desarrollo de la norma en estudio, léase “promover, garantizar, impulsar,
fomentar”, justamente sugieren que la obligación del Estado nace recién ante el
pedido de la damnificada de acceder a la justicia. No obstante, la duda que podría
surgir de lo antes expuesto, se diluye más adelante cuando se hace hincapié en el
derecho de la víctima a que “su opinión sea tenida en cuenta al momento de arribar a
una decisión que le afecte y a recibir un trato humanizado, evitando la revictimización”
(art. 16 inc. d y h). En tales condiciones debe realizarse una interpretación armónica
del postulado legal que sólo puede proyectarse en la práctica como una adecuada
contención de la mujer, pero que respete su opinión y que evite revivir episodios
traumáticos. De manera tal que, la irrupción del Estado con su pretensión punitiva no
es prioritaria si la víctima no la solicita, salvo que las características de la situación
permitan inferir que su determinación se ve afectada y no es libre, circunstancias que
no se ven presentes en el presento supuesto, desde que la pareja habría finalizado su
convivencia desde hace aproximadamente un mes antes del hecho denunciado y no se
ha producido otro incidente con excepción del caso en análisis. En virtud de lo
expuesto, sólo cabe señalar que corresponde dictar el sobreseimiento de mi asistido
en los términos del art. 336 del CPPN.

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estadística
Nulidad de la denuncia tomada en sede de la OVD: subsidiariamente, plantearía la
nulidad de la denuncia tomada en sede de la OVD, toda vez que no se trata de un
organismo habilitado por el legislador para tomar denuncias (Cfr. art. 174 CPPN), toda
vez que incluso allí no se toma juramento de decir verdad. Asimismo, el catálogo de
organismos habilitados para recibir denuncias por delitos de acción pública puede ser
ampliado por otra ley que modifique o complemente el código, pero no por una norma
infra legal, como lo es una acordada de la CSJN. Cito jurisprudencia.1

Nulidad de la incorporación de prueba toda vez que atenta contra garantía de


autoincrminación, defensa en juicio, debido proceso legal: En este aspecto, cabe
declarar la nulidad de la prueba incorporada, esto es de los informes obtenidos en el
Exp. Civil, en donde mi defendido habría reconocido aquello que se le atribuye, en
primer lugar porque atenta contra la garantía constitucional de no declarar contra uno
mismo (art. 18 CN,8.2.g y 8.3 CADH; 14.3.g PIDCyP; Principio V de los Principios y
Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las
Américas; Regla 8.1 y 9.1 de las Reglas de Mallorca). Nótese que se desconoce el
contexto en que fue desarrollada la entrevista, como así también si mi asistido fue
informado debidamente de los derechos que le asisten, esto es, violando abiertamente
y con tal proceder su garantía de defensa en juicio y debido proceso legal (art. 8.2
CADH, art 11.1 DUDH; art. 14.3b, d, e y f PIDCyP). Asimismo, dicha medida probatoria
debe ser extirpada del expediente, toda vez que se obtuvo en un marco de asistencia
terapéutica, sin la mínima sospecha de que podía proyectarse en una causa penal, de
manera tal que es evidente la razonable expectativa de intimidad, por parte de mi
asistido, en esa relación con el profesional y toda la información que haya surgido en
ese ámbito debió quedar exenta del conocimiento generalizado de los demás y no ser
objeto de intromisiones arbitrarias, como sucede en el supuesto de autos. Cita
jurisprudencia2. Finalmente, en el supuesto de tomar conocimiento de la existencia de
dicha prueba al momento de ser notificado en los términos del art. 306 del CPPN, cabe
desechar su validez por haberse impedido a la defensa controlar la misma, atentando
nuevamente contra el derecho de defensa en juicio y debido proceso legal citados ut
supra. (´Mendoza´, Fallo: 1:350, CSJN).

Inexistencia de las frases de tenor amenazante: En relación a la cuestión de fondo, en


primer lugar cuestionaría la existencia de las frases de tenor amenazante, pues la única
prueba de cargo existente son los dichos de la pretendida víctima 3 que siquiera ha
demostrado una voluntad e intención de continuar con la tramitación de la causa,
como fuera señalado precedentemente. Por otro lado, el ejercicio del derecho
constitucional de negarse a declarar efectuado por mi asistido, de ninguna manera
1
1 “Apaza Ríos s/ falta de acción” Sala IV, rta. 10/12/10, ver disidencia Dr. Bunge Campos y “C. RA”,
CNCP reg nº 859/16, causa nº 8789/13, rta. 28/10/16.
2
2 “VRE”, CNACyC Sala VI, causa nº 11790/17. Rta. 13/3/2018
3
3 “Rosendo Cantú vs. México”; “J. Vs. Perú”, Corte IDH.

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estadística
puede ser valorado en su desmedro, ni ser interpretado como reconocimiento alguno.
Por lo tanto, ante el mandato de restrictividad, pro homine, favor rei e in dubio pro reo
(duda insuperable), se debe estar por la solución que más derechos le asigne a la
persona imputada (arts. 2 y 3 CPPN; 18, 19 y 75 inc. 22 CN; 8.2 CADH, doctrina in re
´Acosta´ CSJN, entre muchos otros). Cita jurisprudencia4.
Atipicidad de las frases imputadas: Se debe estar a la atipicidad de la conducta
agravada, por cuanto no se encuentran presentes los elementos del tipo objetivo que
hacen al agravante, esto es, aquello que se pretende obligar hacer o no hacer o
tolerar, con suficiente entidad como para que el receptor lo haga o deje de hacer.
Asimismo se puede atacar su tipicidad, pues el marco de ofuscación de producción
resulta manifiesto (discusión por la tenencia del gato) Cita jurisprudencia5. Tampoco
son típicas, ya que no se ha demostrado el efecto generado en la víctima (temor,
amedrentamiento), no existiendo de esa manera afectación al bien jurídico protegido
–autodeterminación-, toda vez que la misma efectuó una denuncia y optó
voluntariamente por no presentarse en sede judicial para su homologación. Asimismo,
si se pretende ir por la figura básica, cabe señalar que el tipo objetivo de esta figura,
nos indica que (la amenaza) se debe representar como el anuncio de un mal real,
concreto, futuro e injusto. De manera tal que, puestos a cotejar estos elementos del
tipo objetivo con la frase supuestamente referida por mi asistido -“iba a sufrir las
consecuencias”-, cabe señalar que no se desprende de la misma cuál es el mal real y
concreto que dicho anuncio debe representar, tornándola de esa manera,
manifiestamente atípica y, en consecuencia, no pasible de reproche penal alguno. Cita
doctrina6. Ya ha establecido la CIDH que “corresponde al juez penal (…) observar la
mayor rigurosidad en el adecuamiento de la conducta de la persona incriminada al tipo
penal”.7 Resoluciones alternativas: en cumplimiento del art. 42 inc. d, Ley Orgánica del
MPD (27.149) y Res. DGN Nº 1800/09.

Subsidiariamente, en el supuesto de haber obtenidito el libre consentimiento de la


presunta damnificada y la voluntad de mi asistido, habiéndose llegado a acuerdo
conciliatorio entre las partes (art. 34 del CPPF, para el que no se requiere
consentimiento Fiscal), incluso celebrándose una audiencia mediante la cual el Juez
evalúe la libre voluntad de las partes y escuche a la víctima, solicitaría la extinción de
la acción penal por conciliación y, en consecuencia, se dicte el sobreseimiento en
función del art. 59 inc. 6 CP y art. 336 inc. 1 CPPN. Resulta necesario aclarar, en cuanto
a su aplicabilidad, que el código procesal vigente nada regula sobre esta causal de
extinción, de modo que no establece ningún tipo de condicionamiento para que
resulte operativo. Por su parte, en el nuevo CPPF, no sólo no se imponen limitaciones
4
4 “Castillo, Rodolfo”, CNACyC, Sala VI, causa nº 35185. Rta. 24/6/08
5
“Suarez, Pablo”, CNCC, Sala VI, causa nº 22382. Rta. 24/11/03
6
6 “Código Penal comentado”, Aboso Gustavo Eduardo, segunda edición 2014, editorial B de F, pág.
740/745.
7
7 Corte IDH, “Fermín Ramírez” y “De la Cruz Flores”.

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estadística
sino que en su art. 269 inc. g) se la menciona como una causal de sobreseimiento. Sin
perjuicio de que la norma del CP invocada resulta operativa puesto que no está
alcanzada por el diferimiento de entrada en vigencia del nuevo CPPF –art. 2, punto a),
Ley 27.150-, y por ese motivo no debe supeditarse su aplicación a la entrada en
vigencia de este, debo remitirme a la antigua jurisprudencia de la CSJN, que admite la
aplicación de la norma aún antes de su entrada en vigencia. 8 Amén de lo anterior cabe
señalar algunas citas jurisprudenciales que habilitan la actual aplicación del instituto,
como criterio generalizado de aplicación del CPPF como ley formal emanada del
Congreso de la Nación y en miras de garantizar la garantía Constitucional de igualdad
ante la ley proclamada en el arts. 16, 18 y 75 inc. 22 CN. 9

Si no posee acogida favorable el pedido anterior, se debe solicitar la SJP en los


términos del art. 76 bis CP (in re ´Acosta´, CSJN). Para ello, cabe señalar que se dan los
recaudos exigidos por la norma para la procedencia del instituto. Y si en el caso se
pretendiera encuadrar el hecho en un contexto de violencia de género, cabe señalar
que la doctrina del fallo ´Góngora´ de la CSJN no resulta de aplicación automática,
como si de aquél se derivara una regla general, sino que debe ser evaluado cada caso
en concreto y de mediar oposición Fiscal, la misma debe ser sujeta a un control de
logicidad y razonabilidad (de los actos de gobierno). El presente, no sólo se trata de un
hecho aislado, pues a considerar lo expuesto por la denunciante-“no produciéndose
otros incidentes con excepción de este”- nos encontramos ante un único y excepcional
´caso´, amén de que se encuentran separados desde hace un mes antes del hecho
imputado10. Asimismo, la Convención de Belem do Pará dispone en su art. 7.g. que el
Estado se compromete a establecer los mecanismos judiciales y administrativos
necesarios para asegurar que la mujer tenga acceso a resarcimiento, reparación del
daño y otros mecanismos de compensación justos y eficaces. Cita doctrina11 “…la SJP
no sólo no veda el acceso efectivo al proceso de la víctima, sino que la fomenta”.
Además, no podemos negar que la SJP posee contenido sancionatorio, cuando las
Reglas de Tokio (1.5, 2.1 y 8), establecen la obligatoriedad de los Estados de establecer
medidas alternativas a la prisión, sin discriminación de género, resultando estos por vía
del art. 18 CN estándares internacionales (´Verbitsky´, rta. 3/5/05, CSJN). Con el objeto
de ampliar el alcance que se le otorga al término “Sancionar” en los tratados
internacionales y la consideración de la SJP como la vía recomendada, ver cita
doctrinaria12. En virtud de las razones expuestas, se solicita la SJP, lo que constituye un

8
8 CSJN, Causa CI, “La sociedad Minas y Fundiciones de San Juan”, del 20/9/1870. En igual sentido, ver
CSJN, Causa CXVII “Luis Castro c/ D, Jose Rodríguez, del 3/12/1870, en particular, considerando 12º.
9
CNCP, Sala II, “Benítez, rta. 3/12/18; TOCF santa Cruz “Loyola”, rta. 5/11/18, CFCP, Sala IV “VGP”, rta.
29/8/17 y CNCP, Sala II “Verde Alva”, rta. 22/5/17.
10
CNCP: ´Gómez Vera´, rta. 10/4/15; ´Riquelme´, rta. 22/4/15 y ´González´, rta. 27/12/18.
11
Vitale Gustavo, “Suspensión del Proceso Penal a Prueba”, Editores del Puerto, 2004, pág. 54/56.
12
Maciel, Mariano Patricio “Desandando la huella del fallo “Gongora” de la CS sobre la SJP…”, Revista de
Derecho penal y Criminología, Año IV, nº 7, agosto 2014, ed. La Ley pág. 107/126.

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estadística
derecho de mi asistido13, sometiéndose a las reglas de conducta previstas en el art. 27
bis CP, ofreciendo reparación del daño y la realización de tareas en beneficio de la
comunidad.

Cuestiones de libertad: Procesamiento con prisión preventiva. Excarcelación: atento a


la calificación legal escogida –incluso la figura agravada- la situación encuadra
automáticamente en el art. 316, 2º párrafo y 317, inc. 1º del CPPN. Asimismo, en el
proceso penal debe primar el principio de presunción de inocencia –Fallos 10:338;
102:219; 7:368; 54:254, entre otros- (arts. 18 CN; art. 11.1 DUDH, art. 14.2 PIDCyP, art.
XXV DADyDH; art. 8.2 CADH), y la regla general de que la persona debe afrontar el
proceso en libertad.14 No se verifican riesgos procesales (art. 319 “a contrario sensu”,
CPPN), pues se trata de una persona identificada, con domicilio, carece de
antecedentes, ya que la sentencia de ejecución condicional que registra no se
encuentra firme. Incluso, de haber adquirido firmeza, tampoco resulta un
impedimento para obtener la libertad, conforme doctrina Acuerdo Nº 1/08, en
Plenario Nº 13, “Díaz Bessone” de la CNCP. Así las cosas, en supuestos como el
presente, la denegatoria debe ser rigurosamente fundada (Fallos: 329:3006). No
resulta posible entorpecer la pesquisa, cuando se ha recabado (defectuosamente) el
único testimonio y se dictó el auto de procesamiento en base a ello. Asimismo, no
debemos olvidar que la privación de la libertad se debe presentar como necesaria y
proporcional, lo que se vería seriamente conculcado en el supuesto de mantenerse la
prisión preventiva. CIDH, Informe Nº 12/96, Nº 2/97 y 35/07 “Suárez Rosero”.
Finalmente, no quiero dejar de mencionar que el nuevo CPPF, en su art. 185 inc. a)
establece que, en casos como el presente, en los que “…las características del hecho y
las condiciones personales del imputado pudiere resultar de aplicación una condena
condicional”, no procederá la prisión preventiva.15

CASO 3 (9)

I. A) En primer término, corresponde, en los términos de los arts. 168 y 170 CPPN,
plantear la nulidad de la detención de Diego Domínguez llevada a cabo por personal
policial de brigada sin orden judicial en tanto no se realizó en el marco de las
excepciones previstas en el Código Procesal Penal de la Nación violentando así las
garantías contenidas en los arts. 14 y 18 CN. Además, la requisa, el posterior secuestro
del teléfono celular en poder de Domínguez y todo lo actuado en consecuencia

13
Baigún-Zaffaroni, 2Código Penal y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”,
Tomo 2B, Ed. Hammurabi, Bs. As., 2007, pág. 447.
14
“Informe sobre el uso de la Prisión Preventiva en las Américas”, CIDH, diciembre de 2013, apartado
132.
15
15 CFCP, Sala I, c. 4942, “Romano Luis”; CNCCC, Sala II, c. 61537/14 “Acosta Fabián”; Sala II “Arias, Héctor” Reg. 489/15, rta.

25/9/15; Sala III “Roa Hugo”, Reg. 11/15 y Sala II “Romero Lozano” Reg. 27/15.

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estadística
resultarán también inválidos producto de la doctrina del fruto del árbol venenoso
conforme se expondrá (art. 172 CPPN).
En este sentido, los artículos 282, 283 y 284 CPPN regulan todo lo que se relaciona con
las detenciones en el marco del proceso penal nacional. Así, el art. 283 se refiere a la
necesidad de que exista una orden judicial, escrita y con todos los datos necesarios
para la identificación del imputado y sobre el hecho atribuido a lo que se aduna la
autorización de que dicha orden sea impartida verbal o telegráficamente en los casos
de extrema urgencia. La única excepción a dicha regla es aquella contenida en el art.
284 del mismo cuerpo legal que prevé detenciones sin que medie autorización judicial
previa en casos en que alguien se dispusiese a cometer un delito de acción pública
penado con pena de prisión, en los casos de flagrancia, a aquel que intentare fugar una
vez que se hallare detenido legítimamente y, por último, en los casos en que existan
contra una persona indicios vehementes de culpabilidad y exista peligro inminente de
fuga o de entorpecimiento de la investigación. Se advierte en el caso bajo examen que
el personal policial actuante procedió a la detención del auto en el que viajaba
Domínguez arguyendo, debido a que había salido corriendo de un bar junto a otra
persona para luego subir al auto y retirarse del lugar, que podría haber sido parte de la
comisión de un delito.
Resulta evidente que dicha actitud no puede implicar nunca la existencia de indicios
vehementes de culpabilidad como aquellos a los que hace referencia la norma. No
surgen del caso otras circunstancias, adunadas al hecho de salir corriendo y subir a un
auto, que permitieran inferir que Domínguez y el sujeto con el que se encontraba
podrían haber tenido lugar en el desarrollo de un hecho que pudiera considerarse
mínimamente delictivo. Nada de aquello que rodeó la actuación permite sostener que
existieran circunstancias razonables o una causa probable que autorizara a proceder
de la manera en que se procedió.
Detenciones inválidas como la presente han sido tratadas en diversas oportunidades
por la Corte Suprema de Justicia de la Nación que ha declarado su nulidad en tanto
afectan las garantías contenidas en los artículos 14 y 18 de la Constitución Nacional.
Tal como se ha sostenido en precedentes como “Daray” y “Peralta Cano”, no se
desprende de la lectura del caso que el personal policial que procedió a la detención,
posterior requisa y secuestro hubiese actuado en base a circunstancias razonables o
bien ante la existencia de una causa probable que autorizara a privar a Domínguez de
su libertad sin la existencia de una orden de detención emanada por una autoridad
judicial competente para ello. En la línea de lo sostenido en los precedentes
jurisprudenciales mencionados, destaco que la detención de mi asistido resulta nula
por cuanto no se advierten constancias irreprochables que determinen la existencia de
indicios vehementes de culpabilidad ni la concurrencia de circunstancias debidamente
fundadas que hagan presumir la comisión de un delito como así tampoco la
constatación de circunstancias previas o concomitantes que razonablemente permitan
justificar la detención. En el mismo sentido, y sin perjuicio de haber quedado en

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estadística
minoría, se expresaron los jueces Fayt, Petracchi y Bossert en el fallo “Fernández
Prieto” quienes entendieron que la mera alusión a una actitud sospechosa, tal como se
pretende alegar en este caso que resulta la actitud de Domínguez, no es suficiente
para derribar la protección de las garantías contenidas en la carta magna y proceder a
la detención del vehículo y luego a la posterior requisa y secuestro.

Con relación precisamente a estos actos de la prevención llevados adelante en el


marco que cuestiono, cabe afirmar que, por los mismos motivos por los que resulta
nula la detención, es también nula la requisa sin orden judicial en tanto no se llevó a
cabo en el marco de las excepciones previstas en el art. 230 bis CPPN. Sumado a ello,
por aplicación de la doctrina del fruto del árbol venenoso -que ha sido desarrollada
por la Corte Suprema de Justicia, entre muchos otros, en los fallos “Fiorentino”,
“Rayford” y “Charles Hnos.”- al resultar nula la detención, misma suerte correrán la
requisa, el hallazgo del teléfono en poder de Domínguez y todo lo actuado en
consecuencia en la causa. Vale recordar que esta regla implica la exclusión de
cualquier medio probatorio obtenido por vías ilegítimas puesto que reconocer su
idoneidad implicaría admitir la utilidad de medios ilícitos en la persecución penal y
hacer valer contra el imputado evidencia obtenida en desmedro de garantías
constitucionales que resultan ser la protección que le otorgan la Ley Fundamental y
tratados internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional.
En virtud de lo expuesto, corresponde solicitar se declare la nulidad de la detención y
requisa de Diego Domínguez y de todo lo actuado en consecuencia y el dictado de su
sobreseimiento (arts. 168, 172 y 334 CPPN) y efectuar la reserva del caso federal en
tanto se han planteado cuestiones de naturaleza federal (artículo 14 de la ley 48).

B). En segundo lugar, entiendo que es necesario plantear la nulidad del secuestro del
arma calibre .38 hallada debajo de un colchón en el domicilio de Diego Domínguez
pero registrada a nombre de un tercero (art. 168 y 170 CPPN) en tanto se ha afectado
la garantía contra la inviolabilidad del domicilio contenida en los arts. 18 CN, 9 DADH,
11.2 CADH y 17 PIDCyP.
Conforme se desprende de los límites del caso propuesto, el juez interviniente libró
orden de allanamiento sobre el domicilio de mi asistido con el objeto de proceder a la
búsqueda e incautación de otro teléfono celular, distinto de aquel secuestrado en
poder de Domínguez, que habría sido sustraído en las mismas circunstancias que el
primero. Sin perjuicio de ello, y una vez que ya se había hallado el aparato buscado, el
personal policial interviniente continuó con el procedimiento de allanamiento y
encontró, debajo de un colchón que levantó, el arma cuya tenencia ilegítima ahora se
le atribuye al nombrado.
Resulta claro que la policía ha actuado por fuera de los límites que venían dados por la
orden librada por el juez y que no corresponde aplicar al caso la teoría de hallazgos
denominados como “in plain sight” o “in plain view” (a simple vista). En este

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estadística
entendimiento, es claro, que una vez que el celular fue encontrado y secuestrado, los
alcances de la orden se agotaron y no correspondía seguir revisando el domicilio;
precisamente así lo ha afirmado la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el
precedente “Acosta” en el que ha dejado asentado que la orden de allanamiento
constituye un mandato singular que se agota con su cumplimiento y que una vez
finalizada la medida, se restituye el derecho de todo habitante a oponerse al ingreso o
permanencia del personal policial en pos de proteger la inviolabilidad de su domicilio.
Aquí se constata que el personal policial continuó con el allanamiento una vez que la
orden se hubo agotado y, en ese marco, halló el arma. Nos enfrentamos aquí con otro
problema puesto que, más allá de que el hecho de haber encontrado el teléfono ya no
permitía continuar con la diligencia, el arma se halló luego de levantar un colchón por
lo que, evidentemente, tampoco se encontraba a simple vista, única excepción que
hubiera permitido su secuestro. Recuérdese que la doctrina de los hallazgos “in plain
view” ha sido tratada en extenso por la Suprema Corte estadounidense en casos como
“Harris v. US”, “Coolidge v. New Hampshire” y “Horton v. California”, entre otros, en
los que se determinó que, para que estos hallazgos resulten válidos, se requiere que
para el allanamiento hubiera mediado orden judicial o que se trate de una excepción
legalmente prevista para que sea sin orden y, que se trate de objetos que la policía
pueda percibir a través de sus sentidos y que resulten reveladores de una actividad
criminal.
Es evidente que el arma hallada nunca podría haber sido percibida a través de los
sentidos de los preventores, máxime cuando se hallaba debajo de un colchón que la
policía ya no podía levantar porque la orden de allanamiento ya se había agotado.
Así, corresponde solicitar se declare la nulidad del secuestro del armamento y de todo
lo actuado consecuentemente (arts. 168, 170 y 172 CPPN) y se sobresea a Domínguez
por el delito que fuera calificado como tenencia ilegítima de arma de guerra (art. 334
CPPN). Además, será necesario efectuar reserva del caso federal en tanto se plantean
cuestiones de naturaleza federal por afectación a garantías constitucionales (art. 14 de
la ley 48).

C). Más allá de que, de resultar exitosas, las nulidades planteadas deberían derivar en
el sobreseimiento de Diego Domínguez, considero que también será necesario
interponer recurso de apelación contra el auto de procesamiento con prisión
preventiva dictado en su contra de conformidad con los artículos 311, 449 y
concordantes del CPPN.
En este sentido, conforme se desprende de la lectura del caso, la prueba colectada
resulta insuficiente para procesar a Domínguez como autor del delito de robo con
armas puesto que lo único que lo conecta con el hecho sería la circunstancia de tener
en su poder los teléfonos que habrían sido sustraídos. Así, por aplicación del principio
de in dubio pro reo (art. 3 CPPN), corresponde solicitar a la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional que revoque el auto que cuestiono y

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estadística
disponga el sobreseimiento de mi asistido. Además, habré de solicitar se revoque la
prisión preventiva dispuesta.
El principio de in dubio pro reo dispone que ante la duda deberá estarse a lo más
favorable para el imputado. En este caso, el hecho de que la única vinculación de
Domínguez a la sustracción investigada sea el tener los celulares permite afirmar que
existe una duda razonable –entendida como duda carente de arbitrariedad y basada
en la formulación de otras hipótesis que la prueba no permite descartar (cfr. CNCCC
Sala I “Cordero” – rta. 30/10/15)- acerca de su participación en el robo máxime cuando
se trata de un mero y
solitario indicio. Con relación a la prueba indiciaria se ha expresado la Sala III CNCCC en
el fallo “Meglioli” (rta. 14/11/16) en donde los jueces sostuvieron que los indicios
deben ser varios, concordantes y con íntima conexión entre sí, deben ser unívocos y
llevar a una conclusión inmediata y asertiva; es evidente que ninguna de estas pautas
se constata en este caso y que se observa un estado de duda que debe llevar al
sobreseimiento de Domínguez.

Subsidiariamente, la tenencia de los teléfonos podría ser constitutiva del delito de


encubrimiento (art. 277 C.P.) pero –y más allá de que la prueba también es
insuficiente para ello- toda vez que no surge del caso que mi asistido hubiera sido
indagado por esa conducta, tampoco podrá ser procesado con relación a ese delito
puesto que existiría una evidente violación al principio de congruencia que violentaría
su derecho de defensa.

Por otro lado, cuestionaré la prisión preventiva ordenada en tanto se ha fundado


únicamente en la gravedad de los hechos imputados. Cabe recordar que esta medida
cautelar es excepcional (art. 280 CPPN) y que su imposición debe responder a lo
normado en el art. 312 en consonancia con los arts. 316 y 319 CPPN. Es cierto que en
el caso la pena en expectativa para el concurso de los delitos imputados no permite su
ejecución condicional y supera los ocho años de prisión pero no lo es menos que esto
no es un motivo que pueda ser utilizado per se para presumir peligro de fuga; se ha
omitido observar si se constata la existencia de peligros procesales que autoricen el
dictado de tan grave medida y no puede soslayarse que Domínguez tiene arraigo por
cuanto brindó un domicilio que se constató (precisamente aquel que fue allanado), no
surge que se haya resistido a su detención ni que existan otras cuestiones que
permitan inferir que intentará entorpecer la investigación o sustraerse de la acción
judicial. En todo caso, de entender que la pena en expectativa constituye cierto peligro
de fuga podrán imponerse medidas alternativas que aseguren la comparecencia de
Domínguez tales como cauciones (art. 320 CPPN) o comparecencias periódicas (art.
310 CPPN). Por todo ello, corresponde revocar la prisión preventiva.

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D). Por último, pero no menos importante y en consonancia con la apelación de la
prisión preventiva, habré de solicitar la excarcelación de Diego Domínguez en los
términos de los arts. 316, 317 y 319 a contrario sensu CPPN.
Es verdad que la pena por el concurso delitos por los que fue procesado en expectativa
supera los ocho años y que en caso de recaer condena por ello no podría ser dejada en
suspenso pero el hecho no pasar las pautas previstas en el art. 316 CPPN debe llevar
entonces a analizar los peligros procesales enunciados en el art. 319 (cfr. CNCCC Sala III
“Urán” rta. 12/6/15).
En este sentido, y más allá de lo expuesto ut supra, es de destacar que es inadmisible
que la amenaza penal sea el único fundamento para imponer y mantener la prisión
preventiva especialmente si, como en el caso, no se verifican los riesgos procesales
contenidos en el art. 319 CPPN (cfr. CNCCC Sala III “Roa” rta. 10/4/15). Es justamente
en este caso donde no se constatan estos riesgos, por las circunstancias expuestas al
apelar la prisión preventiva, lo que permite que mi asistido transite el proceso penal en
libertad o, en el peor de los casos, excarcelado bajo una caución real o personal y con
la obligación de comparecer en forma periódica a los estrados del tribunal.
Por lo expuesto, entiendo que corresponde conceder la excarcelación a Diego
Domínguez

II.
Declaración de nulidad del procedimiento inicial de detención, requisa y secuestro
llevado a cabo por la brigada policial (arts. 166 y 167 inc. 2 del CPPN). Dicho
procedimiento ha vulnerado derechos y garantías fundamentales de mi defendido y
quienes lo acompañaban, particularmente, su derecho a la libertad ambulatoria (arts.
14 y 18 CN, 1 DADyDH, 13 DUDH, 7 CADH, 9 PIDCyP) y su derecho a la intimidad (arts.
18 y 19 CN, 17 PIDCyP, 5 DADyDH, 12 DUDH, 11.2 CADH), sin que se dieran los
presupuestos expresamente autorizados por la ley para que el personal policial
intervenga ni para prescindir de la orden judicial correspondiente.
A mayor abundamiento, no se configuraban los taxativos supuestos que indica el art.
284 del CPPN para proceder a esa detención inicial sin orden judicial, pues los
preventores únicamente habrían visto a dos personas salir corriendo de un bar,
abordar un auto y retirarse rápidamente, circunstancia que por sí sola no puede
considerarse configurativa de ninguna de las situaciones excepcionales reseñadas en
esa normativa. El personal policial no recibió ninguna indicación por parte de terceros
de que estos sujetos hubieran cometido un ilícito, ni presenció ninguna actividad
delictiva por su parte, y la secuencia que se describiera tranquilamente pudo obedecer
al simple apuro de estos sujetos por dirigirse a otro destino. Cabe hacer mención de lo
resuelto por la CSJN en el emblemático fallo “Daray”, donde se consideró que “Es nula
la detención de quien no fue visto cometer delito alguno por el personal policial, ni
surge indicio alguno que razonablemente pudiera sustentar la sospecha de su
vinculación con la comisión de un delito…” (CSJN, D. 380. XXIII, rta. 22/12/94), así

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estadística
como también el fallo “Coronel” donde se estableció que “La mera interceptación del
imputado o el impartirle la voz de ‘alto policía’ ya implican una restricción de la
libertad personal que debe estar fundada en circunstancias objetivas y previas que
funden un estado de sospecha razonable…” (CNCP, Sala IV, c. 8618, rta. 24/07/08).
En los mismos términos, tampoco se configuran “las circunstancias previas o
concomitantes que razonable y objetivamente” justifiquen el registro y secuestro
realizado sin orden judicial (art. 230 bis y 231 del CPPN), pues no sólo la situación
descripta no daba cuenta objetivamente del acaecimiento de un hecho delictivo, sino
que tampoco se verificaba una situación de urgencia, pues nada impedía que se
recabara la orden judicial correspondiente para efectuar la requisa de las personas
previamente detenidas e identificadas. Sobre este punto, cabe citar el fallo “Perrone”,
donde la Sala II de la CFCP expresamente consideró que el art. 230 bis del CPPN
“requiere que existan circunstancias previas o concomitantes que razonable y
objetivamente justifiquen estas medidas, a lo que debe sumarse la existencia de
motivos de urgencia, habida cuenta que se autoriza al personal policial a requisar sin
control jurisdiccional. La urgencia se desprende de la interpretación de esta norma a la
luz del resto que regulan las inspecciones y actos que pueden practicar las fuerzas de
seguridad como así también de la Constitución Nacional que garantiza el derecho a la
intimidad” (c. 34338 rta. El 05/07/02, reg. 633). También vale hacer referencia a los
fallos “Peralta Cano, Mauricio Esteban” (CSJN, P. 1666. XLI, resuelta el 03/05/07) y
“Fernandez Zurita” (CNCP, Sala II, C. 16158, rta. 29/10/13), donde se ha destacado la
necesidad de que el personal policial que lleva a cabo una requisa en estas condiciones
describa y fundamente adecuadamente las circunstancias que fundaron su sospecha.
Finalmente, también citaría lo resuelto recientemente en el caso “Aguilar Lopez” por la
Sala A de la CNPE (registro 411/2019, rta. 24/05/19) en aplicación de estos
parámetros.
Nulidad de este procedimiento inicial y de todo lo actuado en consecuencia (art. 172
del CPPN), en aplicación de la “doctrina del fruto del árbol envenenado”, sentada en
los precedentes de la CSJN “Rayford” (Fallos 308:733), “Fiorentino” (Fallos, 306:1752,
rta. 27/11/84) y “Daray”, mencionado anteriormente, entre otros. En función de ello,
solicitaría el sobreseimiento de Diego Dominguez. Introduciría el agravio federal que
estas afectaciones producen, formulando reserva de articular recurso de casación y,
oportunamente, R.E.F. en caso de no obtener respuesta favorable en tutela de los
derechos y garantías afectados.

Nulidad en relación al secuestro del arma calibre 38 hallada en el domicilio de Diego


Domínguez, dado que este objeto no se encontraba “a simple vista” y su hallazgo se
produjo luego de que se diera con el celular cuyo secuestro constituía el objeto de la
orden judicial. Entonces, los policías intervinientes actuaron en un claro exceso de la
autorización que les fuera conferida mediante la orden de allanamiento y secuestro,
extendiendo el registro del domicilio luego de haber cumplido la finalidad de la orden.

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estadística
Con ello, se ha vulnerado indebidamente la privacidad y la garantía de inviolabilidad
del domicilio del Sr. Domínguez (arts. 18 y 19 CN, 17 PIDCyP, 5 y 9 DADyDH, 12 DUDH,
11.2 CADH). Al respecto, cabe hacer referencia a lo resuelto por la Cámara Federal de
Apelaciones de Comodoro Rivadavia en el caso “RME y otro” (c.18762/2015, rta.
15/06/17). En este caso, se declaró la nulidad de un secuestro realizado durante la
ejecución de una orden de allanamiento en razón de que “…el personal policial se
atribuyó facultades que no emanaban de la orden judicial impartida, extendiendo la
pesquisa hacia lugares en los cuales resultaba imposible encontrar los objetos que
estaban siendo buscados…”. En este caso, al igual que en el citado, era imposible
encontrar el objeto buscado debajo del colchón donde la policía continuó con el
registro, dado que ese elemento ya había sido encontrado. Por lo demás, los
restrictivos efectos de la orden judicial impartida ya se habían agotado tras el hallazgo
del celular y, a partir de allí, la continuidad del procedimiento de registro resulta
notoriamente ilegítima. Es que la orden del juez para allanar el domicilio, registrarlo y
efectuar secuestro, ajustada a los recaudos de los arts. 224 y 231 del CPPN, tiene
efectos limitados que emanan de su propio contenido, los cuales, como dije, ya
estaban agotados y, por ende, el arma habida posteriormente no se encontró “en
estricto cumplimiento” de ella (art. 224, último párrafo, del CPPN) sino ampliando
ilegalmente el objeto de la pesquisa. Asimismo, haría referencia a lo resuelto por la
Sala I de la CNCP en “Capuyel”, ocasión en la que también se decretó la invalidez de un
secuestro instrumentado por las fuerzas de seguridad en exceso de la ejecución de la
orden respectiva (rta. 27/03/09, cit. en “La nulidad en el proceso penal”, Pessoa, N. R.,
3ra. Ed., Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2013, pág. 352) Sobre esta cuestión, luego de
analizar el precedente “D’Acosta” de la CSJN (Fallos 310:85), Alejandro Carrió concluía:
“…si la policía ha encontrado las cosas que busca (…) todo procedimiento que se siga a
partir de allí significará un ataque a la privacidad que va más allá de lo que el juez que
libró la orden de allanamiento ha autorizado (…) una orden de allanamiento no es una
autorización abierta para que la policía la complete a discreción” (“Garantías
constitucionales en el proceso penal”,5ta. Ed., Bs.As., Hammurabi,2008, p. 394).

En base a los argumentos reseñados, solicitaría la nulidad del secuestro del arma y su
exclusión probatoria, en base a la doctrina referida en el apartado anterior. Aquí
también, introduciría la cuestión federal, formulando reserva de recurrir ante la CNCCC
y, eventualmente, interponer R.E.F.

- Cuestionaría la prisión preventiva dispuesta mediante recurso de apelación y, por


otra parte, presentaría solicitud de excarcelación en favor de Diego Domínguez. Más
allá de la alusión a sus circunstancias personales a efectos de desacreditar la
concurrencia de riesgos procesales (que no opuso resistencia, que se encuentra
identificado, que se conoce su domicilio, y demás circunstancias que no se han
brindado en el caso), haría hincapié su estado jurídico de inocencia ( arts. 18 CN, 26

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DADyDH, 11.1 DUDH, 8.2 CADH, 14.2 PIDCyP, 9 DDHyC, 1 CPPN, 3 CPPF) y su
consecuente derecho a transitar en libertad el proceso seguido en su contra (art. 14
CN, 1 DADyDH, 13 DUDH, 7 CADH, 9 PIDCyP). Cuestionaría la falta de fundamentación
de la resolución que dispuso su prisión preventiva en base a la gravedad de los hechos
únicamente, criterio sustantivo que no guarda relación con los únicos dos
fundamentos válidos para sostener esta medida: los riesgos procesales de fuga y
entorpecimiento probatorio (art. 280 CPPN), que además deben estar justificados en
circunstancias objetivas acreditadas en el caso. Al respecto, mencionaría el precedente
“VBAD” de la Sala II de la CNCP (reg. 1238/17 rta. 05/10/17), donde se dijo que “La
pena en expectativa, la gravedad del delito atribuido tampoco son por sí mismos
parámetros objetivos, en particular si tal afirmación no se apoya en ninguna prueba
concreta incorporada al expediente”. Asimismo, en este sentido, la Corte IDH ha dicho
que “…la privación de libertad al imputado no puede residir en fines preventivo-
generales o preventivo-especiales atribuibles a la pena, sino solo se puede
fundamentar (…) en un fin legítimo, a saber: asegurar que el acusado no impedirá el
desarrollo del procedimiento ni eludirá la acción de la justicia” (“Barreto Leiva v.
Venezuela”, rta. 17/11/09). Destacaría los límites que deben regir la prisión preventiva,
principalmente que debe perseguir únicamente fines procesales, su carácter
excepcional y subsidiario, conforme reiterada jurisprudencia. Haría mención a la
doctrina sentada por la CSJN en el precedente “Napoli” (N. 284.XXXII, rta. 22/12/98), el
famoso plenario “Diaz Bessone” (CNCP, rta. 30/10/08), el informe “Peirano Basso”
(13/07, del 14/05/07, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos) y
precedentes de la CIDH como “Yvon Neptune v. Haití”, “López Álvarez v. Honduras”,
“Bayarri v. Argentina”, entre otros.

Asimismo, vale recordar que debe analizarse la estricta necesidad de optar por esta
medida para asegurar los fines del proceso, descartando la utilidad de otras cautelares
menos lesivas para neutralizar los peligros procesales en el caso, conforme el criterio
aplicado por la CNCCC (“Agüero”, Sala 2, REG. 20/19, RTA. 17/01/19; “Almirón”, Sala 3,
rta. 22/03/16; “De Sosa”, Sala 1, rta. 14/07/16; entre otros). Además, destacaría la
posibilidad de optar por aquellas cautelares contempladas en el art. 210 del flamante
CPPF, que si bien aún no se
encuentra vigente en esta jurisdicción, ha sido considerado por la CNCCC en el
precedente “Arias” (Sala II, reg. 489/15, rta. 25/09/15). Por la índole de los derechos
en juego, aquí también formularía reserva de caso federal.

- Impugnaría mediante un recurso de apelación (art. 449 CPPN) el procesamiento


dictado respecto al Sr. Domínguez, cuestionando tanto la autoría como el encuadre
legal que se ha dado a los hechos que se le reprochan. Sostendría que las cuestiones
que a continuación detallaré no están suficientemente acreditadas, ni siquiera con el
grado de certeza que se requiere para dictar su procesamiento, por lo que debe

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aplicarse el principio “in dubio pro reo”, que deriva del principio de inocencia (arts. 18
CN, 14.2 PIDCyP, 26 DADyDH, 11.1 DUDH, 8.2 CADH, 9 DDHyC, 1 y 3 CPPN, 3 y 11 CPF),
y sobreseer al Sr. Domínguez en relación al delito de robo con armas en concurso real
con tenencia de ama de guerra. Subsidiariamente, solicitaría se modifique la
calificación a robo con arma cuya aptitud no se puede tener por acreditada.

En primer lugar, el hecho de que Diego Domínguez tuviera en su poder un celular que
había sido sustraído dos días antes no es indicio de que él haya sido autor de la
sustracción. Respecto al segundo celular sustraído y al arma de fuego hallada, debo
cuestionar que estos elementos estuvieran en su poder, pues no se ha descartado que
ese domicilio fuera habitado por otros moradores o frecuentado por allegados del Sr.
Domínguez ni se ha demostrado que ese colchón le perteneciera a mi defendido, quién
además no se encontraba en el lugar al momento en que se ejecutó la orden de
allanamiento. Sumado a ello, tampoco se han recolectado suficientes indicios para
sostener que el Sr. Domínguez haya participado en la sustracción de este segundo
celular (ocurrida dos días atrás).

Específicamente respecto a la calificación, si se tuvieran por suficientes los indicios


sobre la autoría del hecho a pesar de lo referido en el párrafo precedente, no puede
aseverarse que el arma secuestrada haya sido aquella utilizada para ejecutar ese
desapoderamiento, ni que en tal caso se encontrara cargada en esa ocasión, dado que
ha sido hallada dos días después. La presencia efectiva del arma de fuego y su aptitud
al momento del hecho no se encuentra acreditada, por ende esto no puede afirmarse
en contra de mi defendido (cf. Voto del Dr. Magariños en “Minassian, Matías Gonzalo”,
c. 2219 del TOC 23, RTA. 17/10/060 y voto de la Dra. Ledesma en c. 13.599, reg. 19791,
rta. 04/04/12).

Por último, aún si estas cuestiones se tuvieran también por suficientemente


acreditadas para el grado de certeza que esta instancia procesal requiere, sostendría
que no corresponde el concurso real entre estos delitos, pues el contenido de injusto
del delito de tenencia del arma se encuentra abarcado por la calificación –más grave-
del robo con arma, por lo que no corresponde establecer existió un concurso de delitos
sino considerar que el primer encuadre ha quedado subsumido en el segundo,
configurando un único delito que abarca toda la materialidad reprochada.
Debo decir que no solicitaría la modificación de la calificación jurídica al delito de
encubrimiento en relación a los celulares, porque entiendo que si no ha habido
acusación alternativa, siendo tipos con diversos elementos constitutivos, no
corresponde que se lo procese por este delito y, en todo caso, sería conveniente
sostener hasta la culminación del proceso la discusión sobre la autoría del robo en pos
de una posterior absolución en juicio

Ministerio Público de la Defensa |. Jurisprudencia. Análisis de Jurisprudencia e información 29


estadística
III.
Ley Orgánica del MPD N° 271491, en part. art. 42, inc. s) Recurso de apelación contra
el auto de procesamiento y prisión preventiva dictado respecto de Diego Domínguez,
en los términos del artículo 311 del CPPN. El recurso será presentado dentro de los
tres días de notificada la resolución, cfr. art. 450 del CPPN.
1 Nota: en caso de que el resolutorio sea confirmado por la cámara de apelaciones,
tendría presente la posibilidad de interponer un recurso de casación. En tal sentido,
debe tenerse presente que el auto de procesamiento con prisión preventiva, en tanto
restringe la libertad del imputado con anterioridad al fallo final de la causa, es
equiparable a una sentencia definitiva si no es factible que se suspendan sus efectos
propios por otra vía que la intentada (CSJN Fallos 310:2246; CFCP Sala IV Robbio
8/11/16).

En primer lugar, plantearía la nulidad de la detención y requisa efectuada por el


personal policial a mi asistido por inexistencia de sospecha razonable. La medida
llevada a cabo por la policía afectó el derecho a la libertad ambulatoria (art. 14 y 18
CN, 7 CADH, 9 PIDCP, 13 DUDH) de mi asistido y a no ser privado de libertad sino por
orden de juez competente (art. 18 CN). Además, la requisa practicada ha importado
una intromisión en su privacidad, amparada por los arts. 18, 19 y 33 CN, 11 CADH, 12
DUDH y 17.1 y 17.2 PIDCyP.

El procedimiento no ha estado justificado ni ha cumplido con las exigencias previstas


en los arts. 184, inc 5, 284, 230 bis y 231 in fine del CPPN, pues no existían indicios
vehementes de culpabilidad que habilitaran la detención ni la requisa sin orden judicial
(CSJN Peralta Cano; CSJN Munch). La sola circunstancia de correr a un auto, abordarlo
y dejar el lugar no puede constituir motivo válido de sospecha o indicio cierto
relacionado con la perpetración de un delito que habilite la excepción para realización
de las medidas (Corte IDH Bulacio; CSJN Ciraolo, dis. Lorenzetti y Zaffaroni; CFCP
Varvaro). Por lo demás, tampoco resultaría suficiente la subjetividad de la policía, sino
que el análisis debe responder a pautas serias y objetivas delineadas por la norma
(CSJN Daray).
En ese sentido, las restricciones autorizadas deben ser aplicadas conforme a las leyes
(art 30 CADH) y que la norma del art. 230 bis CPPN al obviar las circunstancias previas
o concomitantes que razonable y objetivamente permitan suponer la presencia de un
delito, habilita la restricción de derechos en forma arbitraria y, como tales, son
contrarias al sistema de derechos y garantías de nuestra constitución y de los tratados
de derechos humanos de igual jerarquía (CFCP Fernández; dictamen fiscal De Luca
CFCP, “Machado”).

La nulidad impetrada extiende sus efectos al secuestro del teléfono. Es que, en los
términos de lo expuesto por la Dra. Stella Maris Martínez ante la CSJN en el caso

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estadística
Peralta Cano, la requisa y el secuestro se encuentran íntimamente vinculados a la
detención, por lo que si la detención resulta nula, su invalidez se extiende a la requisa y
el secuestro, que son consecuencia de aquella (con cita a Fernández Prieto, Fallos
321:2947).
Además, la policía omitió el deber de comunicación inmediata al juez y fiscal de
acuerdo a lo establecido en el art. 186 CPPN; comunicación esencial pues sin ella la
actuación policial es realizada ex officio, lo que impide tenerla por válida. En la misma
línea, debe impugnarse
el impulso de la acción penal por la prevención, cfr. art. 195 del CPPN, por afectar el
debido proceso, la defensa en juicio y el principio acusatorio, la garantía de
imparcialidad y la autonomía del MPF (art. 18 y 120 CN; CFCP Sala II Altamirano; CFCP
Mamani).

En el mismo sentido, la orden de allanamiento resulta nula por haberse basado en el


resultado del procedimiento ut supra impugnado. En particular, debe recordarse que
se necesitan “motivos para presumir” que deben ser previos y objetivos; circunstancias
que no en el caso no acontecieron. No puede soslayarse que una orden de registro
domiciliario solo puede ser válidamente dictada cuando median elementos objetivos
idóneos para fundar una mínima sospecha razonable (CSJN Quaranta, disidencia del
ministro Petracchi en CSJN Yemal). En consecuencia, se afectó el derecho a la
inviolabilidad del domicilio de mi asistido, protegido por los arts. 18 y 19 CN, 11 CADH
y 17 del PIDCyP, por lo que se solicitará la nulidad de la orden de allanamiento y los
actos realizados en consecuencia.

Por otra parte, el secuestro del arma ha sido consecuencia de un exceso en el registro
domiciliario, cuyo principal objetivo era la búsqueda de un teléfono celular (finalidad
cfr. art. 224 CPPN) y por no haber sida encontrada de acuerdo a la doctrina del plain
view. En particular, el arma no constituyó un objeto con el que la policía se haya
encontrado inadvertida ni genuinamente en el procedimiento; por el contrario, al
hallar el teléfono, los agentes habían agotado el objeto de la medida y no se
encontraban habilitados para continuar. La orden de allanamiento no constituye un
acto por el cual el juez delegue su imperium en un funcionario policial que pueda ser
utilizado discrecionalmente por éste, sino que se trata de un mandato singular que se
agota con el cumplimiento de la orden (CSJN, D’Acosta, Fallos 310:85). En esos
términos, el secuestro del arma resulta nulo por haber sido fruto de un procedimiento
ilegítimo; reconocer su idoneidad equivaldría a admitir la utilidad de medios ilícitos en
la persecución penal, haciendo valer contra el procesado evidencia obtenida con
desconocimiento de garantías constitucionales (CSJN Fiorentino, cons. 7).

Por último, se deja constancia que las nulidades impetradas son de nulidad absoluta,
en tanto han implicado la intromisión estatal arbitraria en las garantías

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constitucionales a la libertad personal e intimidad del Sr. Domínguez y han afectado las
garantías del debido proceso y la defensa en juicio (arts. 167, inc 3, 168 y 172 CPPN).
Por lo tanto, en virtud de la doctrina de la CSJN en materia de exclusión de prueba
(Fallos 308:773; 310:1847) y al no existir en el proceso un cauce de investigación
independiente, su nulidad se propaga a todos los actos consecuentes (CSJN Rayford;
CSJN Paulino) y se impone, en consecuencia, el sobreseimiento de mi asistido.

Ahora bien, de no hacerse lugar a los planteos impetrados, se efectuarán ciertas


objeciones en relación a los delitos imputados a mi asistido. En primer lugar, no existe
en el caso ninguna prueba que permita vincular al Sr. Domínguez con el delito de robo
con armas, en tanto no se ha logrado corroborar su participación en el hecho, ni dicha
circunstancia puede derivarse de la tenencia del arma en su domicilio. Debe destacarse
el tiempo transcurrido entre la sustracción y el secuestro de los teléfonos y el arma;
plazo de dos días de los que no pueden inferirse presunciones contra el imputado.
En tal sentido, la valoración probatoria se presenta alejada de los estándares de la sana
crítica racional, pues los elementos colectados solo podrían catalogarse como indicios
ciertamente insuficientes en su aptitud para proporcionar el grado de certidumbre que
un pronunciamiento de estas características debe poseer (CNCCC “Pérez, 27/11/18).
De esa manera, los elementos de cargo no son suficientes para sostener un juicio de
reproche y se impide sostener la participación de mi asistido en el suceso investigado,
más allá de toda duda razonable.
Resulta necesario demostrar que existe un estado de certeza que no se conforma en el
caso con indicios que, en todo caso, sólo indican una situación sospechosa. Por esa
razón, las circunstancias no son suficientes para desvirtuar el estado de inocencia del
imputado y la cuestión debe resolverse a su favor por aplicación del art. 3 CPPN –
corolario fundamental de inocencia (art 18 CN)- puesto que no se ha reunido evidencia
suficiente para sostener que el hecho ocurrió de un modo y no de otro (CNCCC
Rasdolsky, 24/9/18; CNCCC Spinelli, 3/9/18). Sobre la base de dichas consideraciones,
se postula su sobreseimiento por aplicación del principio in dubio pro reo.
En relación a la segunda imputación, se advierte por un lado que el art 189 bis CP
posee una deficiencia en la descripción del hecho punible pues el fin de “contribuir a la
comisión de delitos contra la seguridad común” resulta violatoria del principio de
legalidad (lex certa) y de máxima taxatividad legal. La misma afectación se observa en
torno al concepto “arma”, que impone para su definición acudir al decreto 395/75
del poder ejecutivo (CNCCC Cordero), por lo que podría evaluarse un planteo de
inconstitucionalidad en los términos del art. 18 del CN.
Por otra parte, no se ha podido demostrar que la sola tenencia del arma haya dado
lugar a una situación de daño o peligro concreto a derechos o bienes de terceros en los
términos del art. 19 del CN. Este tipo de anticipaciones que se convierten en
tipicidades independientes a través de delitos de peligro abstracto, como la del caso,
son de constitucionalidad dudosa pues revelan una ampliación del ámbito de

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prohibición que no puede sortearse sino en violación al principio de lesividad y sin
que a su respecto quepan legitimaciones basadas en el peligro para todos los derechos
y libertades de la sociedad (Zaffaroni, Alagia, Slokar, Tratado de derecho penal, p. 811).
Por esa razón, también podría plantearse la inconstitucionalidad de la norma y, en
consecuencia, el sobreseimiento de mi asistido.
En caso de que no se haga lugar a mis planteos y por encontrarse en juego aspectos de
hecho y derecho que conducen a determinar el alcance de garantías constitucionales
del debido proceso, se efectuará reserva de caso federal para recurrir ante la CSJN (art.
14 ley 48). En virtud de lo indicado, se solicita que se haga lugar a las nulidades
interpuestas, se revoque la resolución impugnada y se disponga el sobreseimiento e
inmediata libertad de mi asistido y, finalmente, se tenga presente la reserva de caso
federal.

Si bien se ha planteado un recurso de apelación contra el procesamiento con prisión


preventiva (en adelante PP), se interpondrá la excarcelación por vía independiente
(CFCP Gavilán Bengolea), por entender que resulta el medio más rápido y eficaz para
su trámite (RES DGN 491/08). Las personas privadas de la libertad constituyen un
colectivo vulnerable
de acuerdo a lo previsto por la regla 22 de las Reglas de Brasilia (aprobadas por
acordada CSJN 5/2009, Res DGN 1353/11). Se invocarán los artículos 317, 318 y 319
del CPPN, interpretados de acuerdo a los estándares sobre encarcelamiento cautelar
fijados por la CSJN en los casos Fraga y Loyo Fraire (6/3/14 y 16/9/14), en línea con lo
resuelto por la CIDH en Peirano Basso y por la Corte IDH en Bayarri v. Argentina.
Resulta fundamental el respeto por los estándares internacionales fijados por la Corte
IDH y la CIDH a los que la CSJN ha dado carácter vinculante (fallos “Espósito” y
“Carranza Latrubesse”). Para la procedencia del encierro cautelar se exige que exista
riesgo de fuga y/o entorpecimiento de la investigación (Corte IDH Tibi; Palamara
Iribarne; Bayarri; Usón Ramírez, entre otros). Además, se debe verificar que su
imposición resulte proporcional (Corte IDH Suárez Rosero) en los términos del pto. III.2
de los Principios y Buenas Prácticas sobre las personas privadas de libertad en las
Américas y que obedezca a principios de legalidad, inocencia y necesidad.
Toda disposición que coarte la libertad debe ser interpretada restrictivamente (art 2
CPPN). En tal sentido, deviene improcedente la fundamentación de la medida en la
gravedad de los ilícitos, pues la caracterización del hecho hará al injusto más o menos
grave, pero nada tiene que ver con lo que se conoce como “conducta procesal del
imputado” (CNCCC González). La gravedad del hecho no puede por sí misma ser
justificación suficiente para su imposición (Corte IDH Chaparro Álvarez; CFCP Díaz
Bessone, en part. voto Ledesma; CNCCC Roa).
En el caso no puede reputarse riesgo alguno de fuga ni la existencia de riesgos
procesales o medidas de prueba pendientes que ameriten la privación de libertad de
mi asistido, por lo que no se vislumbran fundamentos suficientes para fundamentar la

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restricción de la libertad; circunstancia además incompatible con el art. 7.3 de la CADH
(CFCP Isla; CNCCC Rautemberg; Corte IDH Arguelles). Sobre la base de las
consideraciones expuestas, se solicita su excarcelación y se ofrece caución juratoria,
pudiendo disponerse de las obligaciones que se estimen corresponder, en consonancia
con la reglas 6.2 de las Reglas mínimas de Naciones Unidas sobre medidas no
privativas de la libertad (Reglas de Tokio) y el punto 8 de las Reglas mínimas para el
tratamiento de reclusos (según CSJN Verbitsky, estándar internacional para las
personas detenidas).
De manera subsidiaria, se solicitará la concesión de la prisión domiciliaria, cfr. RES
DGN 896/07 para que los internos procesados puedan acceder a la morigeración del
encierro. Debe tenerse en consideración, además, la res. 184/19 del Ministerio de
Justicia de la Nación (25/3/19) que declaró la emergencia en materia penitenciaria ;
circunstancia que no es posible soslayar en el caso (CFCP Maradona 30/5/19). De
considerarse necesario, la medida podría complementarse con la incorporación de mi
asistido al Programa de Vigilancia Electrónica del mismo organismo (CNCCC Duarte).
Por último, por encontrarse en juego garantías constitucionales, se hace reserva del
caso federal.

CASO 4 (10)

I. Debe cuestionarse, puntualmente, la no aplicación al caso del trámite de flagrancia.


Plantearía la nulidad (de acuerdo con los arts. 201 y siguientes CPPN) respecto del acta
por la que se dispuso asignar el trámite ordinario a la investigación y no aplicar el
procedimiento de flagrancia, según la ley 27.272. De acuerdo al art. 353 ter CPPN, que
indica que el Fiscal “deberá” declarar el caso como flagrancia, éste no cuenta con un
ámbito de discreción para decidir por iniciativa propia, ni es su potestad decidir sobre
la conveniencia de su aplicación. La norma no exige esfuerzo en su hermenéutica por
lo que debe aplicarse directamente en el caso de que se encuentren reunidos los
extremos exigidos por la ley, como se da en el caso según arts. 285 y 287 CPPN. Esta
situación fue reconocida jurisprudencialmente en el fallo “C.R.F.”, SALA VI, CNCC
(29/6/17). Es evidente el agravio ocasionado porque mediante ese procedimiento mi
defendido podría haber accedido a su libertad en forma mucho más rápida, sin tener
que padecer un encierro injusto, arbitrario y desproporcionado e incluso podría haber
obtenido una decisión judicial más célere, sin dilaciones indebidas que ponga fin a su
estado de incertidumbre y angustia como imputado de una investigación penal. El
notorio perjuicio que acarrea la no aplicación del trámite de flagrancia iluminado por
los principios de oralidad, continuidad, concentración e inmediación han afectado
palmariamente la situación de mi defendido, y todo lo actuado en consecuencia es
nulo.

Ministerio Público de la Defensa |. Jurisprudencia. Análisis de Jurisprudencia e información 34


estadística
Asimismo, interpondría recurso de apelación contra la resolución que dispuso el
procesamiento con prisión preventiva del nombrado de conformidad con lo normado
por los artículos 449 y 450 CPPN. El agravio primigenio que expondría es que el
accionar desplegado por Díaz resulta atípico por ausencia de un elemento del tipo
subjetivo del delito de hurto, esto es, la intención de apoderarse de una cosa mueble
ajena, entendida como la voluntad de desapoderar al tenedor y someterla al propio
poder de disposición. Las circunstancias del caso no dejan margen de dudas en
relación a que es absolutamente verosímil que mi defendido –como sostuvo al prestar
indagatoria- haya creído que la pala se encontraba abandonada siendo que la misma
se encontraba tirada en la vereda, próxima a un contenedor de residuos, y no había
ningún obrero custodiando la zona. Nótese, además, que el damnificado aseguró que
se encontraba en el segundo piso de la obra, por lo cual, el contexto de soledad y la
cercanía del elemento a la mismísima basura brindan sustento suficiente a la falta de
animosidad de mi defendido de sustraer la pala. De ello se desprende que la voluntad
que este tipo penal requiere por parte del sujeto activo no se da en el caso por lo que
la conducta deviene indefectiblemente atípica.

En segundo lugar, considero que la conducta de Díaz resulta atípica por aplicación del
principio insignificancia, de lesividad y proporcionalidad que imperan en materia
penal imponiendo su aplicación como la última ratio del ordenamiento jurídico. En
este sentido debe quedar claro que el principio de lesividad impone que no haya
tipicidad sin una lesión significativa al bien jurídico. Es decir, las afectaciones
insignificantes de bienes jurídicos no constituyen lesividad relevante a los fines de la
tipicidad objetiva, tal como enseñan Zaffaroni, Alagia y Slokar en su “Tratado de
Derecho Penal. Parte General” (Pág. 494). Nuestro máximo tribunal en el fallo “Acosta,
Alejandro Esteban” ha reconocido que el derecho penal debe funcionar como la última
ratio del ordenamiento jurídico, motivo por el cual el poder punitivo del Estado debe
reservarse sólo frente a ataques graves contra bienes jurídicos, lo que permite excluir
del ámbito de lo punible aquellas conductas que los afectan de forma mínima. De este
modo, al plantearla dejaría claro que la conducta imputada a mi defendido es de
escasa gravedad, y se trata de una ínfima afectación al bien jurídico que no merece
ninguna sanción penal por no tratarse de una lesión jurídicamente relevante. Por los
motivos expuestos, entiendo que la Alzada debería revocar el auto de procesamiento y
sobreseer a mi defendido en función del artículo 336, inc 3 del CPPN.

Finalmente, en caso de que no se hiciera lugar a lo solicitado, este Defensor Público


Oficial quiere dejar a salvo que disiente con el criterio sentado en el auto en relación a
la consumación del hecho, toda vez que el suceso ha quedado en grado de conato. En
este sentido, entiendo que el Juez de Instrucción valora erróneamente y en perjuicio
de mi asistido, la circunstancia de que el damnificado lo haya perdido de vista, porque
resulta evidente que la detención fue inmediatamente después de que advirtiera la

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supuesta sustracción, de hecho, se topó con él a los 50 metros después de haber
“doblado la esquina”. Esta inmediatez en la detención impide considerar que Díaz tuvo
tiempo de disponer materialmente de la pala, por lo que el delito debe reputarse en
grado de tentativa. No obstante, corresponde precisar que aunque la víctima lo
hubiera perdido de vista, mi defendido no logró constituir el poder fáctico de
disposición sobre la cosa que permita apreciar que se alcanzó la consumación. Este
criterio fue reconocido jurisprudencialmente por la Cámara Nacional de Casación Penal
en el fallo “Saladino, Luciano” (Reg nº 69/2016) en el que se sostuvo que “…En los
casos de los arts. 162 y 164 CP la tentativa o la consumación no se define por
mediciones de minutos o segundos, o de metros o kilómetros de persecución, sino por
la determinación de si el agente ha logrado constituir un poder fáctico de disposición
sobre la cosa sustraída, o sólo sustraerla sin consolidar tal poder (…) En el primer caso,
habrá consumación, mientras que en el segundo el hecho permanece en la ámbito de
la tentativa, pues las acciones furtivas, y las de robo, no consisten en una simple
sustracción, sino en un “apoderamiento” según la letra de los arts. 162 y 164 CP…”. Y al
valorar que, también en ese caso, los ladrones fueron perdidos de vista por un breve
lapso, el Juez García concluye en su voto aduciendo que no importa que un testigo los
tenga bajo su vista sino de que efectivamente consoliden un poder fáctico de
disposición. Por esta razón, entiendo que Díaz no tuvo oportunidad temporal de
disponer del objeto, por lo que el delito en cuestión debe valorarse en tentativa.

Asimismo, sin perjuicio de que la restricción de la libertad ambulatoria de mi


defendido será solicitada y cuestionada por el instituto de la excarcelación previsto en
nuestra normativa procesal, y sin desconocer las controversias que se han suscitado
jurisprudencialmente al respecto, impugnaría el dictado de prisión preventiva en su
contra porque es innegable el agravio irreparable que trae aparejado. Entiendo que la
prisión preventiva dictada no cumple con los parámetros establecidos en el caso
“Argüelles v. Argentina” del 20/11/14 (párr. 125) por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, en su carácter de último intérprete de la CADH de jerarquía
constitucional en nuestro país, por cuanto, la privación de libertad no es necesaria, es
decir, absolutamente indispensable para asegurar que el acusado no intentará fugarse
o impedirá el desarrollo de la justicia y existen medidas menos gravosas disponibles; la
medida no es proporcional y el sacrificio inherente al encierro resulta exagerado y
desmedido. Asimismo, entiendo que la medida de coerción dispuesta es arbitraria,
pues, fue dictada sin una motivación suficiente refiriendo a criterios sustantivistas,
peligrosistas y discriminatorios que ignoran el fin con el que debe dictarse una medida
cautelar no punitiva, por lo tanto es violatoria del art. 7.3 de la Convención y
desconoce los estándares internacionales en la materia.

Asimismo, tampoco se brindaron fundamentos sobre porqué la prisión preventiva es el


único modo de neutralizar los riesgos procesales ni tampoco se han analizado otros

Ministerio Público de la Defensa |. Jurisprudencia. Análisis de Jurisprudencia e información 36


estadística
medios coercitivos menos intensos para neutralizarlos respetando los principios de
inocencia y subsidiariedad en materia penal, ni se ha considerado la vulnerabilidad
social de mi defendido, por lo que la medida no supera el análisis de razonabilidad,
correspondiendo disponer su cese de inmediato.
En simultáneo al recurso de apelación, solicitaría la excarcelación de mi defendido
bajo caución juratoria, o en subsidio, la que se estime corresponda considerando las
circunstancias personales de Pedro Díaz. Ello, de conformidad con lo dispuesto por el
art. 317 en función del art. 316 CPPN. Más allá de que su situación encuadra en un
supuesto que habilita su concesión legalmente, debo resaltar que las consideraciones
hechas por el Juez de Instrucción son arbitrarías y violan palmariamente el principio de
inocencia y el principio de igualdad, tutelados constitucionalmente (arts. 16 , 18, 75 inc
22 CN). En primer lugar debo destacar, que no existen bases objetivas que en el caso
concreto permitan suponer la existencia de riesgos procesales. Por el contrario, la
prisión preventiva se dictó considerando los antecedentes penales de mi defendido y
valorando, aún en su perjuicio, su extrema situación de vulnerabilidad, al encontrarse
en situación de calle. La consideración moralizante y sustantivista que valora sus
antecedentes, es decir, su historia de vida y no su conducta procesal no puede
utilizarse para dictar una medida cautelar. En el informe 35/07 de la CIDH “Peirano
Basso” se ha dejado claro que toda limitación a la libertad personal debe ser
interpretada siempre a favor de la vigencia de la libertad en virtud del principio pro
homine. Por ello, se deben desechar todos los esfuerzos por fundamentar la prisión
preventiva en fines preventivos como la peligrosidad del imputado.

Por otro lado, parece inadmisible que se coloque a Díaz en una situación desventajosa
por su situación de vulnerabilidad social y ambiental sin que se viole el principio de
igualdad ante la ley, colocando en mejor posición a quien tiene una situación
económica más ventajosa. Asimismo, corresponde aclarar que a los efectos de ser
notificado o requerido por la autoridad judicial, la falta de domicilio del nombrado
puede ser suplida con la constitución de domicilio junto a este Defensor en la sede de
la dependencia a mi cargo. Lo antedicho tiene incidencia directa respecto de cuál
debería ser la caución a imponer, resaltando que una de tipo juratoria, además de ser
la regla en la materia, es la más adecuada teniendo en cuenta la situación endeble de
vulnerabilidad que atraviesa mi defendido. Frente a esta situación, propongo que en
caso de que no resulte suficiente para asegurar su comparecencia esta caución, se
tenga en cuenta que la misma puede asegurarse mediante un régimen de
comparecencia periódica al tribunal. Asimismo, corresponde destacar que la Cámara
Nacional de Casación Penal in re “Pacheco” (Reg nº 755/18),“Rodiadis” (Reg nº
1059/2017), “Lavin Curuchet” (Reg nº17/17) entre otros, ha valorado a favor de la
libertad del imputado que no se haya utilizado un procedimiento para juzgarlo más
rápidamente como la aplicación del procedimiento de flagrancia, lo que tornaría su
detención desproporcionada, por no haberse elegido llevar a juicio al imputado en el

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tiempo más breve posible en un claro supuesto de flagrancia y sin indicarse motivo
alguno.

Por último, teniendo en cuenta el principio de subsidiariedad y excepcionalidad,


solicito que de no proceder la excarcelación se haga lugar a la morigeración de la
prisión preventiva mediante un dispositivo de control electrónico (pulsera electrónica)
teniendo en cuenta lo sentado por el precedente “Arias” y “R.P.A” (Reg nº 981/17) de
la CNCCC donde se impuso a los magistrados la aplicación del “Programa de Asistencia
de personas bajo Vigilancia Electrónica” aprobado por Resolución 1379/15 en el marco
del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. No debe perderse de vista que esta
alternativa se encuentra expresamente prevista en el Código Procesal de la Nación
(ley 27.063) en su artículo 210, inc i, y que en el ámbito del Ministerio Público de la
Defensa, se ha dictado la Resolución DGN nº 209/17 que recomienda específicamente
que los Defensores Públicos Oficiales insten la utilización de estas pulseras electrónicas
como alternativa a la privación. Por último, quiero destacar que mi defendido integra
el inciso g del Protocolo de Asignación Prioritaria del Dispositivo Electrónico de Control
en razón de poseer más de 70 años y que su avanzada edad es otro factor a considerar
porque refuerza su vulnerabilidad en razón de su vejez, situación que exige tutela
estatal cobrando virtualidad lo establecido por la Convención Interamericana sobre la
Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores del que el Estado
Argentino decidió ser parte.
A su vez, en vistas de una estrategia integral, de conformidad con el art.42, inc d, de la
ley 27.149 del MPD y teniendo en cuenta lo expresado por el damnificado de que “no
quería causarle problemas con la justicia” y que se daría satisfecho “con un pedido de
disculpas”, intentaría una solución del conflicto a través de un acuerdo conciliatorio
interponiendo una excepción de falta de acción por extinción (339 inc 2 CPPN). Así, en
función de lo dispuesto por numerosa normativa internacional (1.4 y 1.5 Reglas de
Tokio, 43 de Reglas de Brasilia incorporadas mediante acordada 5/09 a la
administración de justicia, Reglas Mandela entre otros) que postula la incorporación de
vías alternativas de resolución de conflictos bajo el prisma de los principios
constitucionales de racionalidad, proporcionalidad y de última ratio, y de los arts. 2,
59, inc 6, CP y el principio de igualdad, alentaría la suscripción de un acuerdo con la
víctima en el que conste su expresa conformidad y su satisfacción con el pedido de
disculpas como forma de reparación del daño, que sería presentado oportunamente a
los fines de su homologación judicial. Este supuesto de delito patrimonial sin violencia
en las personas está especialmente contemplado en los arts. 22, 34 del Código
Procesal Penal (ley 27.063) que se encuentra plenamente vigente y debe ser aplicada
aún cuando su implementación se encuentra suspendida por el decreto 257/15. Debo
recordar que esta alternativa ha tenido acogida por diversos tribunales e incluso por la
CNCCC en los precedentes “Benítez” (Reg. nº 1571/18) y “Verde Alva” (Reg. nº
399/17), y que en la esfera del MPD existe un Programa de Resolución Alternativa de

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estadística
Conflictos creado mediante resolución DGN nº 475/12, al que correspondería darle
intervención en el presente caso para que preste su colaboración.

II.
En el presente caso procede un recurso de apelación contra el procesamiento con
prisión preventiva de mí representado. Allí plantearía, en primer lugar, la atipicidad de
su conducta, en razón de que actuó bajo un error de tipo y, por lo tanto, sin dolo. En
efecto, surge de su declaración indagatoria que creyó que la pala había sido
desechada. A su vez, de las circunstancias del caso se desprende que la pala estaba al
lado de un volquete que contenía restos de materiales. En razón del sitio en el que se
hallaba el objeto –en la vía pública, junto a un volquete con residuos–, no resultaba
nada descabellado creer que no tenía dueño. Así, el argumento del a quo, relativo a
que el acusado no pudo pensar que la pala se encontraba abandonada, porque estaba
frente a una obra en construcción, y era evidente que se trataba de una herramienta
de trabajo, no contempla que también el volquete con residuos y escombros se
encontraba allí, justamente, porque se trataba de una obra y, sin embargo, el
contenido de ese volquete sí había sido abandonado16. Dicho eso, corresponde agregar
que el delito de hurto –art. 162 CP– prevé, para su configuración, que la cosa de la que
el sujeto pasivo se apropie sea total o parcialmente ajena, lo cual implica que no pueda
ser una cosa abandonada1. En efecto, aquellas pierden el carácter de ajenas, en tanto
su anterior dueño decidió deshacerse de ellas, eliminando así cualquier tipo de
tenencia o posesión, que dé lugar a una apropiación, por parte de otra persona,
constitutiva de un hurto. Los hechos aquí relatados dan cuenta de que era
absolutamente razonable entender, como lo hizo mi defendido, que la pala había sido
abandonada y, por lo tanto, no tenía dueño.
En virtud de todo ello, considero que nos hallamos frente a un error de tipo. Así,
explica Marcelo Sancinetti que se llama error de tipo “no sólo a una noción
positivamente errada de las circunstancias de hecho típicas, sino al liso y llano
desconocimiento de tales circunstancias. Dicho a la inversa: el dolo requiere el
conocimiento actual, al momento del hecho, de los elementos del tipo objetivo”17. En
esa medida, en virtud de lo expuesto y de las circunstancias del caso, es dable concluir
–sea en virtud de una creencia firme en su relato, sea por aplicación del principio in
dubio pro reo– que mi defendido no tuvo dolo de apropiarse indebidamente de una
cosa total o parcialmente ajena, lo que, por lo demás, descarta la tipicidad de la
conducta, en tanto el error de tipo excluye el dolo, y nuestro ordenamiento jurídico no
tiene prevista la figura del hurto imprudente.

En este punto considero importante agregar que no es mi intención soslayar las


pruebas que justificaron el procesamiento que aquí se impugna –la declaración del

16
Código Penal, Comentado y anotado, D’Alessio – Divito, ed. La Ley, tomo II, pp. 568.
17
Casos de Derecho penal, Parte general, Sancinetti, Marcelo A., ed. Hammurabi, tomo II, pp. 97.

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estadística
policía, la del denunciante y la filmación que capta cómo mi defendido tomó la pala–,
pero considero, en ese sentido, que “la contundencia de la hipótesis acusatoria no se
mide en sí misma, sino en su relación con la propuesta de absolución, lo planteado por
el propio imputado y el respeto de la presunción de inocencia”. Y, en esta ocasión, al
descartar la versión exculpatoria del imputado, el a quo llevó a cabo una errónea
valoración de la prueba, en tanto “en el caso nuevamente se presenta una duda
razonable que conduce a la absolución [del imputado]” 18. Así, por aplicación del
principio in dubio pro reo, entiendo que corresponde sobreseer a mi defendido, por la
atipicidad de su conducta, derivada de un error de tipo.

A su vez, y en subsidio, plantearía la atipicidad de la conducta atribuida al señor Díaz,


en razón del principio de insignificancia y del principio republicano. En efecto, “el
principio republicano que se desprende del artículo 1º de nuestra Constitución
Nacional… impone la necesidad de respetar al máximo otros principios que de él
derivan, cuales son los de proporcionalidad y razonabilidad, que deben regir entre la
lesión a bienes jurídicos penalmente protegidos y la punición que se implementará
como consecuencia de ella… es al amparo de ellos que deben evaluarse los postulados
del principio de insignificancia en cuanto limitador del aparato punitivo de un Estado
de derecho… Es que cuando la afectación a un bien jurídico es ínfima, ninguna reacción
de carácter penal puede presentarse como razonable y proporcional”. 19 El alegado
intento de hurto por parte de Díaz de una pala se trata de un supuesto que ofrece un
mínimo disvalor objetivo de acto, a punto tal que la acción no es típica. De ese modo,
“partiendo de una concepción que entiende que, a través de los tipos penales, aquél [el
derecho penal] tiene por objeto principal la protección de determinados bienes
jurídicos frente a daños que alcanzan cierta magnitud, se deduce que las afectaciones
insignificantes resultan atípicas toda vez que… no constituyen lesividad relevante” 20.
Por ello, también en función de los principios de insignificancia y republicano, debe
declararse la atipicidad de la conducta del señor Díaz y, por lo tanto, sobreseerlo.

Ahora bien, para el caso de que los anteriores planteos no prosperen, intentaría
también promover la extinción de la acción penal, por medio de un acuerdo de
conciliación, llevado a cabo con anuencia del damnificado y del MPF, y homologado
por el juez, conforme el art. 59 inc. 6 del CP. Ello en virtud de que, al declarar en sede
judicial, el denunciante –quien recuperó la pala– aclaró que no quería causarle
problemas con la justicia a mi defendido, y que se daría por satisfecho con un pedido
de disculpas; de que también mi asistido sufrió un perjuicio, en tanto fue golpeado por

18
3 CNCCC, Sala II, CNº 32962/14, reg. nº 788/17, voto del juez Sarrabayrouse, al que adhirió el juez
Días.
19
4 CNACC, Sala V, CNº 32365, “Morales Sandoval, Sergio Maximiliano y otro”.
20
5 CNCCC, Sala II, CNº 26265/14, reg. nº 565/17, “Cutule, Pablo Alejandro s/ hurto en tentativa”.

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estadística
el señor López21; y de que el delito que aquí se investiga es leve y de índole
patrimonial22.
En este punto, corresponde añadir que considero que el art. 59 del CP es operativo,
sin perjuicio de su falta de reglamentación procesal, en la medida en que “fue
reformado por la ley 27.147 que está plenamente vigente… por lo que nada impide su
aplicación”. En efecto, ”una postura contraria constituiría una interpretación in malam
partem de la posibilidad de aplicar una norma de fondo que extingue la acción penal,
otorgándole a un decreto del Poder Ejecutivo una potestad de la que carece, cual es la
suspensión de la aplicación de una norma de fondo”23. En igual sentido, se ha dicho que
la operatividad del instituto “garantiza la vigencia del principio de igualdad en la
aplicación de la ley penal24, en tanto ya fue regulado por varias provincias. De ese
modo, superando el escollo de la operatividad de la conciliación, considero que, una
vez recabada la conformidad del MPF y la del damnificado –la que ya fue manifestada,
y resulta fundamental, porque el instituto busca la participación del ofendido en el
proceso penal, y la composición entre el autor y la víctima cuando ello sea posible 25–,
solicitaría la extinción de la acción penal por conciliación.
A su vez, para el caso de que ninguno de los planteos anteriores prospere, me
agraviaría con base en que el juez de instrucción consideró el delito como consumado.
Conforme la doctrina, en el delito de hurto “la consumación es alcanzada en el preciso
momento en que el autor logra la concreta posibilidad de disponer de los objetos
sustraídos”26. A su vez, se ha dicho que no “existe apoderamiento si el acusado careció
de la posibilidad de quedarse con la cosa por la atenta vigilancia del personal de
seguridad… no habiendo salido los efectos sustraídos de la esfera de custodia de su
dueño, el hecho configura tentativa de hurto”. Del juego de ambas citas puede
extraerse que, en este caso, el imputado no tuvo posibilidad de disponer del objeto
sustraído, o bien, en todo caso, tuvo una disposición tan efímera que no alcanza para
la consumación. En efecto, surge del relato del hecho que el denunciante sólo lo
perdió de vista por unos segundos y que, inmediatamente después, volvió a verlo, con
la pala, y le exigió su devolución. Esos escasos segundos no bastan para justificar la
consumación del delito, en tanto “habiendo existido inmediatez en la detención del
autor y recupero de la cosa, el hecho debe reputarse tentado, pues la disponibilidad del
bien ajeno no ha quedado consolidada en manos del sujeto activo, quien sólo ha
ejercido sobre ella un señorío efímero” 27. Por ello, para el caso de que no se sobresea a

21
6 Si bien el denunciante puede estar justificado en razón de una legítima defensa de sus bienes, en
función del art. 34 CP, ello no diluye el hecho de que el imputado resultó visiblemente golpeado.
22
7 Estas aclaraciones se realizan en razón de lo normado por el art. 34 de la ley 27.063.
23
8 CNACC, Sala VI, CNº 15121/18, “S., L. A.”.
24
CNCCC, Sala II, CNº 25872/15, reg. nº 399/17, “Verde Alva, Brian Antoni s/ recurso de casación”
25
10 Ídem.

26
11 Frías Caballero, Jorge, La acción material constitutiva del delito de hurto, ed. Abeledo Perrot, pp.
33.

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estadística
mi defendido, requeriría que se modifique el grado de consecución del hecho, y se
considere al hurto como tentado.

Por otra parte, criticaría el dictado de la prisión preventiva de mi defendido. En ese


sentido, considero, en primer lugar, que “la prisión preventiva, como medida de
coerción estatal, constituye la última ratio del sistema… la última alternativa que los
jueces deben adoptar frente a la necesidad de sujetar a alguien al proceso” 28 y, en esa
medida, sostengo que los antecedentes penales y la carencia de domicilio no son óbice
suficiente para, en el caso particular, otorgar a mi defendido la excarcelación, con
caución juratoria, en los términos de los arts. 316 y 317 inc. 1 CPPN. Así, si bien no
desconozco que la falta de arraigo suele ser el principal motivo esgrimido por los
tribunales para presumir la existencia de riesgo de fuga, entiendo que “el arraigo
puede existir aunque no se tenga… por la especial situación de marginalidad, la
posibilidad de acceder a una vivienda estable. De esta manera… esto no puede
constituirse en un criterio para denegar la excarcelación porque implicaría discriminar
el derecho a gozar de la libertad sobre la base de las condiciones sociales altamente
desfavorables”29. Del mismo modo, cabe agregar que “una situación de extrema
marginalidad, sin domicilio fijo… no puede ser tomada como dirimente al momento de
enjuiciar el riesgo de fuga, si ello conduce a que quienes se encuentran en esa situación
de desamparo no gocen del derecho a permanecer en libertad durante el proceso” 30.
Por otra parte, del hecho de que el imputado tenga antecedentes penales solo puede
extraerse que la eventual pena a imponer no podría ser de ejecución condicional –
conforme el art. 26
CP–, pero ello de ningún modo basta para denegar la excarcelación, con fundamento
en un peligro de fuga, sobre todo teniendo en cuenta la escala penal prevista para el
delito imputado. Si se considera, como entiende correcto esta defensa, que el hurto
habría quedado tentado31 la escala penal aplicable iría de 15 días a un año y 4 meses
de prisión –art. 44 CP–. Atendiendo al caso concreto, queda claro que, de aplicarse una
pena, sería una muy cercana al mínimo legal, circunstancia que, por lo demás, hace
que la prisión preventiva del imputado luzca absolutamente desproporcionada. En un
caso análogo, la CNCCC determinó que la medida cautelar impuesta violaba el
principio de proporcionalidad, en tanto “si bien se contempló el peligro de fuga, que
27
12 Citas extraídas del Código Penal, Comentado y anotado, D’Alessio – Divito, ed. La Ley, tomo II, pp.
572.
28
13 CNACC, Sala V, CNº 21335/15, “H,A”.
29
14 CNCCC, Sala I, CNº 34535/15, reg. nº 358/15, “C,.R.F.”.
30
15 CNCCC, Sala I, CNº 23361/15, reg. nº 197/15, “G., R.G.”.

31
16 Los plazos del art. 44 CP han sido contados conforme lo dispuesto en los plenarios Villarino y Luna
(la mitad del mínimo y un tercio de máximo. En otra postura, Adrián Martín como juez del TOC 15, en la
CNº 71859/14, consideró que corresponde disminuir el mínimo al tercio y el máximo a la mitad, pero,
por ser absolutamente minoritaria, he contado los plazos conforme los plenarios indicados en la nota
anterior.

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estadística
efectivamente existe, no se tuvo en cuenta la proporcionalidad de la medida cautelar
en análisis frente al mínimo de la pena en expectativa, máxime cuando el asunto se
encuentra aún en la etapa de instrucción”32.
De ese modo, cabe concluir que, en razón del carácter de ultima ratio de esta medida
cautelar, de las circunstancias del caso, y de la pena en expectativa, sería irrazonable y
desproporcionado aplicar la prisión preventiva a alguien que goza del estatus de
inocente cuando, incluso de ser declarado culpable a través de una sentencia firme,
podría tener una pena de apenas 15 días de prisión –plazo que, seguramente, para
cuando el presente recurso sea resuelto, mi defendido ya haya cumplido privado de su
libertad–. Por todo ello, y en atención a la situación económica del señor Díaz,
solicitaría que se revoque la prisión preventiva, y se le conceda a mi defendido la
excarcelación con caución juratoria. A su vez, haría saber que el imputado fijaría
domicilio en la sede de la defensoría oficial, para solucionar el problema de la falta de
arraigo.

Finalmente, de forma subsidiaria, debe señalarse la prisión domiciliaria –art. 32 inc.


“d” de la ley 24.660– y, en la medida en que el nombrado no posee domicilio, su
incorporación a un refugio para personas que están en situación de calle, con las
condiciones edilicias necesarias para que resida allí, con un dispositivo electrónico de
control. Cabe agregar que, según lo dispuesto por el art. 33 de la ley, en el caso de
internos mayores de 70 años no hace falta fundar el pedido en informes médicos. Por
otra parte, en cuanto a la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra mi
defendido, entiendo que ella no puede llevar aparejado un trato discriminatorio, ni
más severo que aquél que se le otorga a alguien que no está en situación de indigencia
y que, en virtud de tener una vivienda, podría acceder a la prisión domiciliaria. La
propia CSJN ha dicho que “la decisión de denegar la prisión domiciliaria no puede estar
basada en un entendimiento contrario al principio constitucional que proscribe todo
trato discriminatorio33”. Corresponderá, entonces, al Estado, arbitrar los medios para
que el imputado goce de esta forma de morigeración de la privación de la libertad
durante el proceso, en razón de su avanzada edad.

Caso 5 (10)

En primer lugar interpondría recurso de casación contra la sentencia condenatoria de


acuerdo a las prescripciones legales que fijan los artículos 432, 438, 463 del CPPN y
según los motivos previstos en el artículo 456 inc. 1 y 2 del CPPN. Solicitaría a la
CNCCC, conforme los artículos 8.5 de la CADH y 14.4 PIDCP, el precedente “Casal” de la

32
17 CNCCC, Sala II, CNº 7671/15, reg. nº 28/15, “F., H.O.”
33
18 CSJN, Exptes. F. 67. XLIX y F. 74. XLIX., “Fernandez, Ana María”, voto mayoritario.

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CSJN (328:3399) y las sentencias “Herrera Ulloa”, “Mohamed vs Argentina”, “Norín
Catrimán vs. Chile” y “Liakat Ali Alibux vs. Suriname” de la Corte IDH, que efectúe una
revisión amplia e integral de la condena. Planteos:

1) nulidad de la detención. Conforme el relato del hecho y la declaración prestada por


los preventores no surgen cuales habrían sido, más allá de la descripción física que
brindó el empleado del local, las circunstancias objetivas que dan cuenta de los
“indicios vehementes de culpabilidad” que exige el artículo 284 CPPN para realizar una
detención sin orden judicial, en función del art. 280 del mismo código. Este proceder
de las fuerzas de la seguridad, contrario a las reglas procesales, afecta el derecho a la
libertad ambulatoria (arts. 14, 18 y 19 CN, 7 de la CADH, 9 del PIDCP) y restringe
arbitrariamente derechos (art. 28 CN). Por lo dicho, pediría la nulidad de la detención,
de todo lo actuado desde ese momento (por aplicación de la doctrina sentada por la
CSJN en Rayford), la desvinculación de mi defendido del proceso y su inmediata
libertad (168, 172, 402 y 471 CPPN).

2) Nulidad de la requisa y posterior secuestro del reloj, en tanto la policía no cumplió


con lo dispuesto en el art. 230 bis del CPPN. Por un lado, no brindaron los motivos
suficientes, aquellas pautas serias y objetivas, para justificar el procedimiento, explicar
la urgencia en la requisa y llevarla adelante sin orden judicial previa como prevé el art.
230 CPPN. A su vez, conforme la declaración en juicio de los preventores, el
procedimiento se realizó en el interior de un comercio, cuando, obligatoriamente,
debe efectuarse “en la vía pública o en lugares de acceso público”. La norma del código
de forma no acepta excepción alguna. Esta manera de actuar de los integrantes de la
policía vulnera el derecho a la vida privada y a la intimidad (art. 18 CN, 11.2 CADH, 17.1
PIDCP) y el derecho a la libertad ambulatoria (arts. 14, 18 y 19 CN, 7 de la CADH, 9 del
PIDCP). Al respecto, la Corte IDH en el precedente “Tibi vs. Ecuador” (sentencia
7/9/2014, párrafo 197) estableció que “nadie puede verse privado de la libertad sino
por las causas, casos o circunstancias expresamente tipificadas en la ley (aspecto
material), pero, además, con estricta sujeción a los procedimientos objetivamente
definidos en la misma (aspecto formal)”. En este sentido es unánime la doctrina
(conforme Maier, Julio Derecho Procesal Penal T. 1, Editores del Puerto, p. 512; Carrio,
Alejandro Garantías Constitucionales del proceso penal, 6ta edición, Hammurabi, p.
250, Hopp Cecilia “Requisas y garantías” en Plazas y Hazan (comps.) Garantías
constitucionales en el enjuiciamiento penal, editores del sur, 2018, p. 171/172; entre
otros). En consecuencia, solicitaría la nulidad de la requisa y de todo lo actuado desde
entonces por aplicación de la doctrina del fruto del árbol envenenado (conforme CSJN
“Rayford”). Postularía la absolución de Diego Ramírez y la inmediata libertad del
mismo (168, 172, 402 y 471 CPPN).

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estadística
3) A su vez, pediría la nulidad de la sentencia por violación al derecho de defensa,
puntualmente a la defensa técnica eficaz (art. 8.2 CADH). De acuerdo a la
jurisprudencia de la Corte IDH “el derecho de defensa implica que está sea eficaz,
oportuna, realizada por personal técnico (…) y no como un simple medio para cumplir
formalmente con la legitimidad del proceso. (…) cualquier forma de defensa aparente
resultaría violatoría de la Convención Americana” (caso “Martínez Coronado vs.
Guatemala, sentencia 10/5/2019, p. 84). En el mismo sentido se ha expedido la CSJN
(Schenone (fallos 329:4248), Alcaraz (fallos 330:1016), entre otros). A su vez, postularía
la doctrina sentada por la Corte IDH en el caso “Ruano Torres vs. El Salvador” sobre el
estándar que rige el control de la efectividad de la defensa y que el mismo es
responsabilidad de las autoridades jurisdiccionales. Entiendo que en el caso de autos,
el contrastar la innumerable cantidad de irregularidades en el proceso y la actuación
del defensor, quien se limitó a solicitar el mínimo de la condena, dan cuenta que no se
le garantizó a mi defendido su derecho a una defensa técnica eficaz. A la vez, ante la
ausencia de una respuesta jurisdiccional adecuada y oportuna, en caso que la CNCCC
decrete la nulidad del juicio, sostendría que el Estado tiene vedada la posibilidad de
reeditarlo por aplicación de la garantía de ne bis in idem (arts. 8.4 CADH, 14.7 PIDCP, 1
CPPN).

4) En caso que los agravios postulados no prosperen, me agravaría por la errónea


aplicación de la ley sustantiva en punto a la calificación legal escogida por el Tribunal.
Solicitaría que se modifique de robo con arma (art. 166 inciso 2 del CP) a tentativa de
robo simple (art. 164 y 42 del CP) con la siguiente fundamentación. En primer lugar,
por aplicación del principio de máxima taxatividad legal y la prohibición de analogía in
malam parte (art. 2 CPPN), plantearía que no corresponde la figura de robo con armas
en tanto una botella rota no está legalmente definida como arma (en este sentido,
CNCCC, Sala I, “Cordero”, causa nro. 31287/14, sentencia 30/10/2015; Sala II,
“Castañeda Chavez”, causa nro. 59245/13, sentencia 18/11/2015; Sala II, “DMA”,
causa nro. 18.723/15, sentencia 29/11/2016, entre otros). Subsidiariamente diría que
la botella, que supuestamente se utilizó en el ilícito, no se incorporó como prueba en
el juicio dado que no fue hallada. Tampoco ha sido nombrada en el relato de los
preventores. No hay precisiones ni detalles sobre el objeto, la forma o la eventual
entidad de daño del mismo. Con estas circunstancias no se alcanza el grado de certeza
necesario para una condena penal y por aplicación del principio de in dubio pro reo no
corresponde su aplicación como agravante (art. 3 CPPN).

Descartada la figurada agravada del robo, fundamentaría que el mismo debe


calificarse en grado de tentativa dado que la disponibilidad del bien ajeno –en este
caso un reloj valuado en $ 100.000- no quedó consolidada en manos del sujeto activo
dada la inmediatez en la detención y el recupero de la cosa en idénticas condiciones.
Citaría Zaffaroni, Alagia, Slokar en Derecho Penal Parte General, Ediar, 2000, p. 784 y

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786; Tozzini, Carlos “Los delitos de hurto y robo”, 2da edición, Lexis Nexis, 2002, p. 90
y ss; entre otros. Para cerrar este agravio, peticionaría que se case la sentencia
discutida y se recalifique la conducta de mi defendido a tentativa de robo simple.

5) Por otro lado, impugnaría que se haya valorado como agravantes en el quantum de
la pena los antecedentes condenatorios de mi defendido y la gravedad del hecho. En
relación
al primero de ellos, argumentaría que el tribunal vulneró el principio de culpabilidad
por el acto y la garantía de ne bis in idem y prohibición de doble punición en tanto
valoró un delito anterior por el cual Ramírez ya había sido condenado. Esta
circunstancia, ajena al hecho actual y al ámbito de autodeterminación de mi
defendido, no puede valorarse. Citaría jurisprudencia por ejemplo CFCP, Sala II,
20/12/2013 “ACD s/ recurso de casación”, voto de la Jueza Ledesma (entre otros) y
doctrina tal como Ziffer Patricia “Lineamientos de la determinación de la pena”, p. 155;
Zaffaroni, Alagia y Slokar “Derecho Penal Parte General”, Ediar, 2000, p. 64 y ss. y 641 y
ss. Por otro lado, atacaría la agravante “gravedad del hecho” ya que es una frase
genérica y abstracta, sin referencias al caso en concreto. No tiene fundamentación
(art. 123 CPPN) y por ende se torna arbitraria. A su vez, resulta inadmisible porque
implica una doble valoración negativa de una misma circunstancia. Los agravios
expuestos en este punto me llevarían a solicitar que se case la sentencia recurrida y se
fije un quantum punitivo considerablemente inferior al impuesto.

6) A su vez, impugnaría la declaración de reincidencia dado no ha sido solicitada por el


MPF. Esta circunstancia, que genera dudas sobre la parcialidad del juzgador, implica la
vulneración de la garantía de imparcialidad (en función de los arts. 33 CN, 26 de la
DADHDH, 14.1 PIDCP, 8.1 CADH y 10 de la DUDH; y la doctrina sentada por la CSJN en
“Llerena” (fallos 328:1491). Agregaría cita del Juez Slokar en el precedente “Saavedra”
(CFCP, Sala II, 9/2/2012”) donde sostuvo que la garantía de imparcialidad “(…) no es
compatible con la posibilidad de que los jueces decidan las consecuencias del delito
con independencia de la pretensión del acusador. (…) y evitar toda sospecha de
parcialidad”. A la vez, sostendría la violación al principio acusatorio porque supera el
pedido fiscal en el contradictorio (arts. 8.2.b CADH, 14.3.a PIDCP y en función de la
doctrina que se desprende de los fallos “Tarifeño” y “Quiroga” de la CSJN). Para
reforzar la máxima legal de que la jurisdicción está limitada por el pedido fiscal (en
todos sus aspectos), citaría la disidencia del Juez Zaffaroni en Amodio de la CSJN (fallos
330:2658). Su exceso vulnera la garantía en cuestión. Además, expondría que se ha
vulnerado la prohibición de reformatio in pejus ya que los jueces han colocado a mi
defendido “en una situación más desfavorable que la pretendida por el propio órgano
acusador”. Pues, el contenido material de esta prohibición precisamente intenta evitar
“que se agrave la situación jurídica del imputado sin que mediase requerimiento
acusatorio”. En paralelo, alegaría que el proceder del tribunal también ha afectado el

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estadística
derecho de defensa en juicio toda vez que el abogado del acusado no tuvo la
posibilidad de expedirse al respecto y, sin lugar a dudas, en este contexto, la
declaración de reincidencia ha significado una “sorpresa” que no puede admitirse (art.
8.2. b y c CADH). Por estas razones, peticionaria que se case la sentencia en este punto
y dicte un resolutorio con arreglo a las leyes enunciadas. En caso de no prosperar, y
teniendo presente la Res. DGN nº 1610/10, solicitaría la declaración de
inconstitucionalidad del mencionado instituto porque vulnera los principios de
culpabilidad y ne bis in idem (conforme normativa, doctrina y jurisprudencia ya citada).
En relación a este tópico, también citaría el voto del Juez Zaffaroni en CSJN “Álvarez
Ordoñez” en tanto la reincidencia implica un plus punitivo por un hecho anterior que
ya ha sido juzgado y, en efecto, choca con las garantías mencionadas.

7) En relación a la detención, pediría la nulidad de la misma por falta de


fundamentación (art. 123 del CPPN). Expondría que el tribunal presupuso el riesgo
procesal sin brindar otra circunstancia objetiva, más allá de la condena, que valide la
detención (arts. 14 y 18 CN, 7.1 CADH, 9.1 PIDCP y 3 y 9 de la DUDH; 123, 280 y 319 “a
contrario sensu” del CPPN). Pediría la nulidad y expondría que no se cumplen los
requisitos exigidos por la normativa de máxima jerarquía normativa para mantener su
privación de la libertad ni para ejecutar la sentencia (art. 128 CPPN). Haría referencia a
la vigencia del principio de inocencia hasta que la sentencia quede firme (art. 18 CN,
8.2 CADH y 9.1 PIDCP).
Por otro lado, fuera del recurso de casación, pediría en el Tribunal Oral la
excarcelación del imputado (arts. 14 y 18 CN, 7.1 CADH, 9.1 PIDCP y 3 y 9 de la DUDH;
123, 280 y 319 “a contrario sensu” del CPPN). Expondría que no se cumplen los
requisitos exigidos por la normativa de máxima jerarquía normativa para mantener su
privación de la libertad. Agregaría que la Corte IDH determinó que una detención
preventiva será válida si la misma responde a las finalidades de la CADH (es decir, para
evitar que el acusado impida el desarrollo del procedimiento o eluda el accionar de la
justicia) y, a la par, si resulta idónea, necesaria y proporcionalidad para ese propósito
(casos “Arguelles vs. Argentina” (sentencia 20/11/2014), “López Alvarez vs. Honduras”
(sentencia 1/2/2016), “Norín Catrimán y otros vs. Chile” (sentencia 20/5/2015). Haría
énfasis en que el mismo permaneció en libertad hasta el juicio. En caso que la
excarcelación no prospere, interpondría recurso de casación, invocaría “di nunzio” de
la CSJN y el art. 456 inc. 2.

Finalmente, presentaría ante el Tribunal un pedido de arresto domiciliario en función


de su hijo menor de edad (art. 10 inc. f del CP y 314 CPPN). Lo fundamentaría en el
interés superior del niño y en el derecho del mismo al cuidado paterno y a mantener
los vínculos filiales, más aún en este caso que la madre ha fallecido y la persona que ha
quedado para a cargo no puede valerse por sí sola (arts. 3, 9 y 27 de la Convención
sobre los Derechos del Niño). Diría que ante el conflicto de intereses, entre el ius

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pudiendi del Estado y el interés superior del niño, este último debe primar y
condicionar la decisión. En este sentido, citaría el precedente CSJN Fallos 328:2870 y el
fallo “Marasco, Clarisa Noemí s/ recuso de casación de la Sala II de la CFCP. A su vez, de
acuerdo a las máximas jurídicas que se desprenden del marco normativo de jerarquía
constitucional y convencional, sostendría que el género del peticionante y el limite
etario fijado por la ley local no puede utilizarse de excusa para negar derechos de
mayor orden. Para reforzar esta idea citaría los prcedentes “SAR” (causa nro.
166913/2017 de la Sala III de la CNCCC, rta. 14/6/2018) y “SCL (causa nro. 55164/2006
de la Sala I de a CNCCC, rta. 8/5/2018). Agregaría constancia médica del abuelo.
Además, pediría expresamente la intervención de la Unidad Funcional para Menores
de 16 años para que, a través suyo, se le garantice al hijo de mi defendido el derecho a
ser escuchado y que su opinión sea tenida en cuenta, a la luz del principio de
autonomía progresiva (arts. 3, 5 y 12 de la CDN) en este incidente de prisión
domiciliaria donde están en juego derechos e intereses que lo afectan. En caso que no
se haga lugar, solicitaría la morigeración de la detención con la colocación de una
pulsera electrónica. Citaría fallo CNCCC, Sala II, Arias, Héctor Ricardo (rta. 25/09/2015).

Ministerio Público de la Defensa |. Jurisprudencia. Análisis de Jurisprudencia e información 48


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