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10 TEMA

EL ANTIGUO TESTAMENTO
1 EN LA IGLESIA
A veces, en la conversación coloquial con católicos que tienen poca for-
mación teológica es posible escuchar frases como: «yo no leo el Antiguo
Testamento porque no quiero perder la fe», «yo no leo la Biblia porque
me escandaliza», o algunas otras por el estilo. Se trata, como es obvio, de
expresiones provocativas e injustas. Pero reflejan una realidad que pesa
desde hace siglos sobre la gente sencilla, que al no saber qué responder
a cuestiones concretas que se les plantean al leer los libros del Antiguo
Testamento, los miran con recelo. Si en la Iglesia tenemos otros textos
que presentan menos problemas y parece que ayudan más, ¿por qué
gastar tiempo en estudiar unos libros, como el Pentateuco y otros análo-
gos, que sí, es verdad, hablan de la acción Dios en el origen del mundo y
en la historia de Israel, pero siempre en épocas pasadas y superadas? ¿No
es una tarea fatigosa y, al fin y al cabo, superflua? ¿No sería más útil a los
cristianos olvidarse de esos escritos y poner todo su empeño en conocer
a Jesucristo, que es el Verbo encarnado y vivo?
En esta lección vamos a aprender qué respuesta se da a esas preguntas
en el Magisterio de la Iglesia, siguiendo la enseñanza de Jesús trasmitida
en la predicación apostólica.

SUMARIO
1. EL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA PREDICACIÓN DE JESÚS Y DE LOS APÓS-
TOLES t 2. LA RECEPCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA IGLESIA
PRIMITIVA t 3. EL ANTIGUO TESTAMENTO EN EL MAGISTERIO DE LA IGLE-
SIA t &OFM$PODJMJP7BUJDBOP** t &OFM$BUFDJTNPEFMB*HMFTJB$BUØMJDB t &O
MB&YIPSUBDJØO"QPTUØMJDBj7FSCVN%PNJOJx
1. El Antiguo Testamento en la predicación de Jesús 11
y de los Apóstoles

En los escritos del Nuevo Testamento los libros del Antiguo no son presenta-
dos como rechazables ni superfluos, sino todo lo contrario, como LPSUHVFLQ-
GLEOHV SDUDFRQRFHUDIRQGRD-HVXFULVWR\FRPSUHQGHUVXHQVHxDQ]D:
‡ En el Sermón de la Montaña -HV~VDFHSWDOD/H\GH,VUDHO (Mt 5,17-45),
UHFRQRFHVXDXWRULGDG y HQVHxDTXHWLHQHXQYDORUSHUHQQH, pero a la vez,
esa perennidad va unida a la consecución de una plenitud que él mismo
ha venido a darle, no abrogándola para sustituirla por otra, sino llevando
a su culminación la enseñanza acerca de Dios y del hombre que contiene.
‡ San Pablo, en su discurso en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hch
13,16-41), ofrece una buena muestra del modo en que los Apóstoles leen el
Antiguo Testamento:
9 Es consciente de que en esos libros se QDUUDQORVFRPLHQ]RV del plan
de salvación de Dios.
9 Ahora bien, los acontecimientos narrados en ellos DQXQFLDQODSOHQL-
tud de ese plan que culmina con la resurrección de Jesucristo.
Por eso, con esos textos se puede entender que lo sucedido con Jesucristo
forma parte del plan salvífico de Dios.
‡ En todos los textos del Nuevo Testamento es posible observar esa apa-
rente tensión entre continuidad con el Antiguo y superación, que sólo se
entiende bien a la luz de la SHdDJRJtDdLYLQD, de esas acciones de un Dios
que ha ido manifestándose de modo progresivo, paso a paso, con KHFKRV
TuHtLHQHQuQYDORUHQVtPLVPRV\ DODYH]SUHILJuUDQUHDOLdDdHV que los
superan sin reemplazarlos, simplemente proporcionándoles la plenitud a
la que estaban destinados.
‡ De otra parte, el modo en que el Nuevo Testamento acude al Antiguo ma-
nifiesta que los hechos narrados en la Biblia no quedaron consignados en
ella para satisfacer nuestra curiosidad histórica, sino porque tLHQHQDOJR
TuHHQVHxDUKR\, en la plenitud de los tiempos (un buen ejemplo de esto
es lo que dice 1 Co 10,1-11).
12 2. La recepción del Antiguo Testamento
en la Iglesia primitiva

El empleo del Antiguo Testamento en los textos más antiguos del cristianismo
primitivo no incluidos en el Nuevo Testamento es análogo al que se ha obser-
vado en los textos canónicos. Dentro de su sencillez, es interesante fijarse en lo
que hace la Didaché, tal vez el más antiguo de tales escritos conocido hasta el
momento. Esa obra comienza así:
«Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles. Dos caminos
hay, uno de la vida y otro de la muerte (Jer 21,8), pero grande es la diferencia entre
estos caminos. Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a
Dios, que te ha creado; en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,37-39; Mc
12,30-31; cfr. Dt 6,5; Lv 19,18). Y todo aquello que no quieres que se haga contigo, no lo
hagas tú tampoco a otro (Mt 7,12; Lc 6,31)» (Didaché I,1-2).

Desde su inicio se puede comprobar que HO SuQtR dH UHIHUHQFLD EiVLFR OR
FRQVtLtu\HODHQVHxDQ]DdH-HVuFULVtRHQFRQtLQuLdDdFRQORHQVHxDdRSRU
'LRVHQHO$QtLJuR7HVtDPHQtR, como es el caso de los mandamientos del
Deuteronomio o del Levítico. Y especialmente significativa es la amonestación
que hace tras exponer los mandamientos y deberes de los cristianos en los
diversos ámbitos de su vida:
«Mira no abandones los mandamientos del Señor, sino que guardarás lo que has
recibido, sin añadir ni quitar nada» (Didaché IV,13).

La fórmula «sin añadir ni quitar nada» es típica del Antiguo Testamento cuan-
do se amonesta al pueblo a mantener una estricta fidelidad a lo mandado por
el Señor en la Torah (cf. Dt 13,1). Pero esos «mandamientos del Señor» en la
Didaché no son los de la Torah tal cual, sino los del Evangelio, aunque se da
por supuesto que éste no contradice a aquellos mandamientos, sino que con-
creta el modo de cumplirlos en plenitud.
La convicción reflejada en el propio Nuevo Testamento de que el Antiguo sólo
se entiende en plenitud a la luz del misterio de Cristo se mantuvo inalterable
en la teología patrística. Es bien conocida la anotación de San Jerónimo en el
prólogo de su Comentario a Isaías:
«Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Estudiad
las Escrituras, y también: Buscad, y encontraréis, para que no tenga que decirme,
como a los judíos: Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el
poder de Dios. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la
sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios
ni su sabiduría, de ahí se sigue que LJQRUDUODV(VFULtuUDVHVLJQRUDUD&ULVtR».
3. El Antiguo Testamento 13
en el Magisterio de la Iglesia

El Magisterio de la Iglesia ha prestado una particular atención al Antiguo Tes-


tamento en los tiempos recientes. El Concilio Vaticano II fue el primer concilio
ecuménico en dedicarle todo un capítulo de una Constitución Dogmática, en
concreto Dei Verbum. Más recientemente, la Exhortación Apostólica Verbum
Domini de Benedicto XVI ha hablado con bastante detenimiento acerca de la
lectura cristiana del Antiguo Testamento.

3.1. En el Concilio Vaticano II

Como síntesis autorizada de la fe de la Iglesia acerca de esta cuestión puede


servir lo que el Concilio Vaticano II enseña en la &RQVtLtuFLyQ'RJPitLFDDei
Verbum sobre el Antiguo Testamento:
Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el
género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus pro-
mesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de
Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como
el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos
de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió
más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente
entre las gentes.
La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los
autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del
Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un
valor perenne: “Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito,
a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes
en la esperanza” (Rm 15,4) (n.14).

En consecuencia, los libros del Antiguo Testamento y en particular aquellos


de los que nos ocupamos en esta asignatura:
‡ 5HODtDQ\PuHVtUDQODUHYHODFLyQdH'LRVD,VUDHO. No tienen como ob-
jetivo prioritario dejar constancia para las generaciones posteriores de
anécdotas ni detalles accesorios, sino poner de manifiesto las palabras y
acciones de Dios en el desarrollo de la economía salvífica. De este modo
SHUPLtHQFRQRFHUDO'LRVYHUdDdHUR a través de lo que se narra en ellos.
‡ En continuidad con lo que aquí se afirma, la Declaración Nostra aetate del
propio Concilio Vaticano II afirma que OD,JOHVLDKDUHFLELdRODUHYHODFLyQ
14 dHO $QtLJuR 7HVtDPHQtR SRU PHdLR dH ,VUDHO, aquel pueblo, con quien
Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer su Alianza, y con el
que se mantiene espiritualmente unida (n. 4).
‡ Esos mismos libros recibidos de Israel son también cauce de la Palabra de
Dios, siempre DFtuDO en la Iglesia.
Por lo que respecta a las dificultades que se pueden plantear cuando se leen
en sí mismos algunos pasajes de estos libros, el Concilio señala a continuación
cuál es el objetivo principal de estos libros y, en consecuencia, cómo han de
ser acogidos:
La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para prepa-
rar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo
redentor universal y la del Reino Mesiánico. Mas los libros del Antiguo Testa-
mento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas
de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición
del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida
por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas
y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía
divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que ex-
presan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas
acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros
admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra
salvación (n.15).

En esta ocasión, pues, se señala que


‡ Los libros del Antiguo Testamento han de ser recibidos por las enseñanzas
que en ellos se contienen, sabiendo que son tHVtLPRQLR dHuQDSHdDJRJtD
dLYLQD.
‡ Tanto los elementos de la revelación a Israel que narran, como ellos mis-
mos como escritos sagrados, no sólo tienen sentido en sí mismos, sino tam-
bién en cuanto SUHSDUDQODSOHQLtuddHODVDOYDFLyQTuHVHdDHQ&ULVtR.
‡ Por tanto, cuando el Antiguo Testamento se lee retrospectivamente a la
luz de Cristo es posible percibir en él ese designio, a la vez que se percibe
la distancia entre el punto concreto del desarrollo progresivo de la Reve-
lación en que se encuentra cada texto y el punto final de ese proceso. De
ahí que la interpretación cristiana del Antiguo Testamento reclama que se
distingan cuidadosamente las fases sucesivas de la historia de la salvación
en el desarrollo de la Revelación, evitando mezclar confusamente lo que es
propio de cada etapa. Eso requiere que la LQtHUSUHtDFLyQtHROyJLFD integre
plenamente la OLtHUDULD y la KLVtyULFD.
Por último, en continuidad con lo que la fe del pueblo de Dios había percibido 15
desde los orígenes del cristianismo y san Agustín había formulado expresa-
mente, se recuerda que $QtLJuR\1uHYR7HVtDPHQtRVRQLQVHSDUDEOHV:
Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sa-
biamente que HO1uHYR7HVtDPHQtRHVtiODtHQtHHQHO$QtLJuR\HO$QtLJuRHVti
SDtHQtHHQHO1uHYR. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su
sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en
la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el
Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo (n. 16).

Así, pues, para los cristianos todo el plan salvífico de Dios se va desarrollando
hasta alcanzar su plenitud en Jesucristo.

3.2. En el Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por San Juan Pablo II en 1992,


subraya algunas de las ideas ya expresadas en los textos del Concilio Vaticano
II acerca de la unidad del Antiguo y Nuevo Testamento, y explica con más
detalle el modo en que la Iglesia ha esclarecido esa unidad:
La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Co 10,6.11; Hb 10,1; 1 P 3,21), y
después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en
los dos Testamentos gracias a la tLSRORJtD. Esta reconoce en las obras de Dios en
la Antigua Alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los
tiempos en la persona de su Hijo encarnado (n. 128).
La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divi-
no cuando «Dios sea todo en todos» (1 Co 15,28). Así la vocación de los patriarcas
y el éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios
por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias (n. 130).

El propio Catecismo volverá a explicar qué se entiende por tipología, y seña-


lar algunos ejemplos de este uso en el Nuevo Testamento, cuando dice que
la catequesis pascual del Señor, y luego la de los Apóstoles y los Padres de la
Iglesia se articula sobre la armonía de Antiguo y Nuevo Testamento:
Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del
Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis ©tLSROyJL-
FDª, porque UHYHODODQRYHdDddH&ULVtRDSDUtLUdH©ILJuUDVª tLSRV que la
anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza.
Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son
explicadas (cf. 2 Co 3,14-16). Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la
salvación por el Bautismo (cf. 1 P 3,21), y lo mismo la nube, y el paso del mar
Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo (cf. 1
16 Co 10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía «el verdadero Pan del
Cielo» (Jn 6,32) (n. 1094).

3.3. En la Exhortación Apostólica «Verbum Domini»

La Exhortación Apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI, de fecha 11 de


septiembre de 2010, es un documento relevante para la comprensión católica
del Antiguo Testamento. Este documento ofrece unas claves adecuadas para
la interpretación bíblica hoy. Cuando se publicó, ya había pasado casi medio
siglo desde la conclusión del Concilio Vaticano II, y se tenía una perspectiva
adecuada de la recepción de los textos conciliares, así como de los nuevos
retos que se estaban planteando a la reflexión teológica con el progreso de las
investigaciones sobre la Biblia llevadas a cabo en esos años. Las líneas maes-
tras de sus aportaciones tienen como punto de partida las ideas centrales del
Concilio, y asumen algunos desarrollos posteriores en la comprensión católica
de la Escritura:
‡ En continuidad con Dei Verbum, la reflexión sobre la Palabra de Dios se
enmarca en el ámbito de la Revelación, que tiene lugar en la historia. Los
libros sagrados tHVtLPRQLDQ OD KLVtRULD dH OD VDOYDFLyQ, que no es una
mitología sino una verdadera historia y, por tanto, su estudio requiere el
empleo de los procedimientos propios de la LQYHVtLJDFLyQKLVtyULFDVHULD,
como el histórico-crítico y otros métodos de análisis del texto desarrolla-
dos recientemente (cf. Verbum Domini, 32).
‡ Como lo hace el Nuevo Testamento, se reconoce el Antiguo como Palabra
de Dios y se acepta, por tanto, la DutRULdDddHODV6DJUDdDV(VFULtuUDVdHO
SuHEORMudtR (cf. Verbum Domini, 40).
‡ A la vez que se deja constancia de la importancia insustituible del Antiguo
Testamento para los cristianos, se destaca la originalidad de la lectura cris-
tológica (cf. Verbum Domini, 41). /RVFULVtLDQRVOHHPRVHO$QtLJuR7HVtD-
PHQtRDODOu]dH&ULVtRPuHUtR\UHVuFLtDdR, y proclamamos que, en el
misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo, las Sagradas Escritu-
ras del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento. Por eso, se
puede afirmar con Hugo de San Víctor que «toda la divina Escritura es un
solo libro y este libro es Cristo» (cf. Verbum Domini, 39).
‡ Desde los tiempos apostólicos la Iglesia ha mostrado la unidad del plan
divino en los dos Testamentos gracias a la tLSRORJtD, que no tiene un ca-
rácter arbitrario sino que pertenece intrínsecamente a los acontecimientos
narrados por el texto sagrado. Pero esta lectura tipológica no deprecia el
valor intrínseco de las Escrituras de Israel concediéndoles sólo un valor 17
secundario de anticipación, sino que, al contrario revela lo inagotable de
su contenido a la vez que lleva a reconocerle el valor de revelación que
poseen (cf. Verbum Domini, 41).
‡ La constatación de la diferencia profunda y radical entre las OHFtuUDVMudtD
\FULVtLDQD de las Escrituras de Israel, en modo alguno implica hostilidad
recíproca. Por el contrario, el ejemplo de san Pablo (cf. Rm 9-11) demues-
tra que una actitud de respeto, de estima y de amor hacia el pueblo judío
es la sola actitud verdaderamente cristiana. Ambas lecturas reconocen la
autoridad de esos libros y FRPSDUtHQ en ellos sus UDtFHV espirituales (cf.
Verbum Domini, 43).
‡ El Antiguo Testamento es tan imprescindible para la fe cristiana que las
eventuales dLILFuOtDdHV que pudieran presentarse en la lectura de algu-
nos pasajes más difíciles no debe ser óbice para su completa recepción
y amplia difusión. Más bien constituye un LQFHQtLYR para proporcionar
a los fieles la competencia adecuada para interpretar correctamente esos
pasajes enseñándolos a leer los textos en su contexto histórico-literario y a
la luz del misterio pascual de Jesucristo (cf. Verbum Domini, 42).
18
Ejercicio 1. Vocabulario

Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:


t "OUJHVP5FTUBNFOUP t -FWÓUJDP
t /VFWP5FTUBNFOUP t 5FPMPHÓBQBUSÓTUJDB
t 4BHSBEBT&TDSJUVSBTEFMQVFCMPKVEÓP t $POTUJUVDJØO%PHNÈUJDB
t 4FSNØOEFMB.POUB×B t &YIPSUBDJØO"QPTUØMJDB
t -FZEF*TSBFM t %FDMBSBDJØO EFVO$PODJMJP
t 4JOBHPHB t &DPOPNÓBEFMBTBMWBDJØO
t 1SFöHVSBDJØOEFSFBMJEBEFT t 3FWFMBDJØO
t 5FYUPTDBOØOJDPT t 1FEBHPHÓBEJWJOB
t Didaché t -BUFOUFoQBUFOUF
t %FVUFSPOPNJP t 5JQPMPHÓB

Ejercicio 2. Guía de estudio

Contesta a las siguientes preguntas:


  &OBMHVOPTQBTBKFTEFM"OUJHVP5FTUBNFOUPTFOBSSBOIFDIPTWJPMFOUPTPJO-
NPSBMFT{$POWJFOFRVF BQFTBSEFUPEP VODSJTUJBOPMFBMB#JCMJBDPNQMFUB 
{1PSRVÏ
  {1PESÓBTTJOUFUJ[BSFOQPDBTQBMBCSBTMBBDUJUVEDPOMBRVF+FTÞTZMPT"QØTUPMFT
MFFOFM"OUJHVP5FTUBNFOUP
  -BFOUSFHBEFMB-FZEF%JPTB.PJTÏTFOFMNPOUF4JOBÓ{FTFMQVOUPEFSFGFSFO-
DJBCÈTJDPQBSBMBGFZMBNPSBMDSJTUJBOB
  {1PSRVÏEJDF4BO+FSØOJNPRVFJHOPSBSMBT&TDSJUVSBTFTJHOPSBSB$SJTUP {/P
CBTUBSÓBDPOTBCFSFMDBUFDJTNP
  -PTUFYUPTEFMB#JCMJB{IBOTJEPFTDSJUPTQBSBRVFUFOHBNPTVOBJOGPSNBDJØO
IJTUØSJDBQSFDJTBEFMPTBDPOUFDJNJFOUPTNÈTJNQPSUBOUFTEFMBOUJHVP*TSBFM
  {1VFEFVODBUØMJDPEFTFOUFOEFSTFEFMBUSBEJDJØOKVEÓBZEFMQVFCMPEF*TSBFM
  {%ØOEFBMDBO[BTVQMFOJUVEMB3FWFMBDJØOEJWJOB {&OMB&TDSJUVSB
  %FBDVFSEPDPOFM.BHJTUFSJPEFMB*HMFTJB {MBJOUFSQSFUBDJØODBUØMJDBEFMB4B-
HSBEB&TDSJUVSBQVFEFQSFTDJOEJSQPSDPNQMFUPEFMBJOWFTUJHBDJØOIJTUØSJDBZ
MJUFSBSJBEFMPTUFYUPTCÓCMJDPT
19
  {&TQPTJCMFFOUFOEFSBGPOEPFM/VFWP5FTUBNFOUPTJODPOPDFSCJFOFM"OUJ-
HVP {1PSRVÏ
 {$VÈMFTTPOMPTEPDVNFOUPTNÈTJNQPSUBOUFTEFM.BHJTUFSJPEFMB*HMFTJBBDFS-
DBEFMBJOUFSQSFUBDJØOEFM"OUJHVP5FTUBNFOUP

Ejercicio 3. Comentario de texto

Lee los siguientes textos y haz un comentario personal, poniéndolos en rela-


ción, a la luz de los contenidos aprendidos:
j"MJOWFTUJHBSFMNJTUFSJPEFMB*HMFTJB FTUF4BHSBEP$PODJMJPSFDVFSEBMPTWÓODVMPTDPO
RVFFM1VFCMPEFM/VFWP5FTUBNFOUPFTUÈFTQJSJUVBMNFOUFVOJEPDPOMBSB[BEF"CSB-
IBN

1VFTMB*HMFTJBEF$SJTUPSFDPOPDFRVFMPTDPNJFO[PTEFTVGFZEFTVFMFDDJØOTFFO-
DVFOUSBOZBFOMPT1BUSJBSDBT FO.PJTÏTZMPT1SPGFUBT DPOGPSNFBMNJTUFSJPTBMWÓöDPEF
%JPT3FDPOPDFRVFUPEPTMPTDSJTUJBOPT IJKPTEF"CSBIBNTFHÞOMBGF FTUÈOJODMVJEPT
FOMBWPDBDJØOEFMNJTNP1BUSJBSDBZRVFMBTBMWBDJØOEFMB*HMFTJBFTUÈNÓTUJDBNFOUF
QSFöHVSBEBFOMBTBMJEBEFMQVFCMPFMFHJEPEFMBUJFSSBEFFTDMBWJUVE1PSMPDVBM MB*HMF-
TJBOPQVFEFPMWJEBSRVFIBSFDJCJEPMB3FWFMBDJØOEFM"OUJHVP5FTUBNFOUPQPSNFEJP
EFBRVFMQVFCMP DPORVJFO%JPT QPSTVJOFGBCMFNJTFSJDPSEJBTFEJHOØFTUBCMFDFSMB
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JOKFSUBEPMBTSBNBTEFMPMJWPTJMWFTUSFRVFTPOMPTHFOUJMFT$SFF QVFT MB*HMFTJBRVF
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