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9.

EL TEATRO ESPAÑOL ANTERIOR A 1936: TENDENCIAS, RASGOS


PRINCIPALES, AUTORES Y OBRAS MÁS SIGNIFICATIVAS

El panorama teatral del primer tercio del siglo XX presenta dos tendencias
diferenciadas: por una parte, el teatro que triunfa, con las “comedias de salón” de Jacinto
Benavente, el teatro popular cómico y el teatro poético; por otra parte, el teatro que pretende
innovar, con figuras como Valle-Inclán y Lorca.
9.1 EL TEATRO COMERCIAL: teatro realista (Jacinto Benavente), teatro cómico
(Pedro Muñoz Seca y Carlos Arniches) y teatro poético (Eduardo Marquina)
El teatro que triunfa en el primer tercio del siglo XX es, en gran medida, continuador
del teatro que imperaba a finales del XIX, es decir, de la “alta comedia” o “drama
postromántico” de José Echegaray (teatro dirigido a la alta burguesía y basado en dramas
grandilocuentes con temas como el honor ultrajado y la cruenta venganza) y del sainete y
comedia de costumbres (piezas teatrales breves con tipos y ambientes castizos, populares).
Estos géneros pervivirán y sufrirán transformaciones en las primeras décadas del siglo XX.
El teatro que triunfa en el primer tercio del siglo XX es:

• La comedia burguesa (también llamada “de salón” o “de levita”) de Jacinto


Benavente. Es un tipo de teatro realista que, mediante una fina ironía y sentido
del humor, refleja los pequeños y grandes vicios de clase social burguesa: su
frivolidad, hipocresía, convencionalismos, superficialidad… pero siempre
respetando la ideología de esa clase social. En cuanto a la técnica y el estilo, el
teatro de Benavente se caracteriza por la fluidez del diálogo, el tono
conversacional, coloquial, una fina presentación de ambientes cotidianos
(ambientes burgueses) y un juego dramático ágil y natural. Destacan La noche
del sábado (1903), Rosas de otoño (1905) y Los intereses creados (1907), obra
que utiliza el ambiente y personajes de la vieja Commedia dell’arte italiana para
criticar el poder de las apariencias en la alta sociedad.

• El teatro cómico popular refleja los ambientes y tipos populares, con


situaciones grotescas, lenguaje castizo, ingenioso, con abundantes juegos de
palabras. Destacan los hermanos Álvarez Quintero, con su representación de
una Andalucía alegre y tópica (El patio, 1900, El genio alegre, 1906) y Carlos
Arniches, con sus sainetes de ambiente madrileño (El santo de la Isidra, Don
Quintín, el amargao, La señorita de Trevélez). También hay que destacar el
género cómico denominado “astracán” y creado por Pedro Muñoz Seca,
género sin más objetivo que arrancar la carcajada a través de la acumulación de
despropósitos, de absurdos, de chistes: La venganza de don Mendo, Las hijas del
rey Lear.

• El teatro poético o teatro modernista en verso nace como una reacción al teatro
realista burgués. Se trata de un teatro con estilo modernista que resalta los
ideales y hechos del pasado, sobre todo, del siglo de Oro español. Sus
cultivadores son poetas modernistas como Eduardo Marquina (En Flandes se
ha puesto el sol), Francisco Villaespesa (La leona de Castilla) y los hermanos
Machado (La Lola se va a los puertos).

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9.2 EL TEATRO RENOVADOR: Federico García Lorca y otros dramaturgos
(Jacinto Grau, Alejandro Casona…)
En la década de los 20, coincidiendo con la renovación general que traen consigo las
vanguardias, encontramos algunos esfuerzos de renovación del teatro. Son, sin duda, las
llamadas Generación del 98 y la del 27 las más receptivas a la renovación en este campo
literario. A excepción de Valle-Inclán y Lorca, estas tentativas renovadoras no consiguieron el
aplauso del público: es un teatro marginal que vive más en el libro que en la escena.
Generación del 98. UNAMUNO cultivó el teatro como un cauce más para presentar los
conflictos humanos que le obsesionaban, conflictos religiosos y existenciales. Sus dramas, al
igual que su “nivolas”, se apartan de las características habituales del género. Por eso, las
denomina caprichosamente “drumas”:
- La acción queda reducida a lo esencial: solo importa la acción interna del
personaje
- Es un teatro caracterizado por la desnudez, el esquematismo.
- Es un drama de ideas, con densos diálogos cuajados de reflexiones filosóficas.
Destacan obras como Fedra (1911), drama del ser impar, solitario, y El otro (1927), obra que
plantea el problema de la personalidad. Precisamente, debido a su carácter innovador, el teatro
unamuniano no fue bien acogido ni por empresarios ni por el público. Era poco comercial.
AZORÍN también reaccionará contra el teatro realista impuesto por Benavente y llevará a
cabo unos experimentos teatrales donde la muerte, lo irreal, lo misterioso y simbólico tienen
una presencia relevante. Destacan Angelita (1930), obra que trata el tema de la obsesión del
autor por el tiempo, y la trilogía Lo invisible (1928), acerca del sentimiento de angustia ante la
muerte.
VALLE-INCLÁN será la figura teatral más destacada de la Generación del 98 con su estética
innovadora: los esperpentos. Es una técnica utilizada para criticar la situación social y
política española del momento. Se basa en la deformación grotesca o caricaturesca de la
realidad. Valle-Inclán compara su estética con un espejo cóncavo que nos devuelve, de forma
sistemática, una imagen trasformada, distorsionada. Supone, por lo tanto, un proceso de
degradación colectiva, tanto de situaciones como de personajes, proceso en el que se unen,
irónicamente, la risa amarga y el dolor (la obra dramática de este autor se explica en el
epígrafe siguiente).
Generación del 14 o Novecentismo. Otras tentativas de superar los límites del teatro
triunfante aparecen en autores como RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA que llevó a cabo
obras originales, vanguardistas, insólitas que tampoco consiguieron el aplauso del público y
crítica. En 1929 escribe Los medios seres, cuyos personajes aparecen con la mitad del cuerpo
totalmente negra, como símbolo de la personalidad incompleta, parcialmente realizada.
JACINTO GRAU escribe El señor de Pigmalión, farsa tragicómica en la que presenta a un
artista, creador de muñecos que, anhelantes de vida, se rebelarán contra él.
Generación del 27. La G. del 27, además de incorporar las innovaciones traídas por las
vanguardias, intentó acercar el teatro al pueblo, formar al público y sacarlo de su pobreza
cultural. Para ello se crearon compañías teatrales que recorrían los pueblos de España, como
“La Barraca” de Lorca o las creadas por Max Aub y Alejandro Casona. Algunos de los
autores más destacados son Pedro Salinas (Judith y el tirano), con un teatro humanista de

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conflictos éticos; Max Aub (Espejo de avaricia, Narciso), cuyo teatro refleja la
incomunicación humana; Alejandro Casona (La sirena varada, Nuestra Natacha), que sitúa
sus obras en el mundo irreal de los sueños, recreando una realidad poética, estilizada y
misteriosa (depuración del teatro poético que triunfaba en las salas); Rafael Alberti (El
hombre deshabitado, Fermín Galán) escribe un teatro vanguardista que evoluciona hacia el
compromiso; Miguel Hernández (entre la G. del 27 y la del 36) escribe un teatro
reivindicativo y comprometido (Quién te ha visto y quién te ve, El labrador de más aire). Sin
duda, el único que logró ocupar un puesto de honor y que llegó al público fue FEDERICO
GARCÍA LORCA. Su teatro se caracteriza por los siguientes aspectos:
- Recibe influencias dispares: clásica, vanguardista, popular
- Es un teatro social y didáctico: recoge el drama de sus gentes y pretende educar
al pueblo.
- Realiza una poetización de lo cotidiano: es un teatro poético.
- Principal conflicto planteado: enfrentamiento entre la realidad opresiva y el
deseo.
- Solución al conflicto: la ruptura de las convenciones implica muerte, soledad o
frustración, elementos neurálgicos del universo lorquiano.
- Sus personajes están condenados a la frustración vital. La mayoría de sus
protagonistas son mujeres que simbolizan la libertad y la rebeldía ante los
convencionalismos morales, religiosos, sociales y políticos.
Su trayectoria teatral se divide en tres etapas:

• Primera etapa. Primeras piezas teatrales (años 20): Mariana Pineda, drama
histórico, y La zapatera prodigiosa.

• Segunda etapa (después de su viaje a Nueva York): las “comedias imposibles”


o “misterios”. Lorca dio este nombre a las obras creadas bajo el influjo
vanguardista del Surrealismo: El público y Así que pasen cinco años.

• Tercera etapa. Etapa de plenitud (1933-1936). Son obras marcadas por el


protagonismo de la mujer como grupo oprimido. Es el caso de la mujer estéril de
Yerma (1934), la frustración de Rosita en Doña Rosita la soltera o el lenguaje
de las flores (1935), que envejece esperando inútilmente un amor de juventud; la
mujer apasionada que escapa con su amante el día de su boda en Bodas de
sangre (1933) y el drama del enfrentamiento entre autoridad y rebeldía, entre la
fuerza pura del amor y la represión impuesta en La casa de Bernarda Alba
(1936), la cima del teatro lorquiano.

9.3 LA TRAYECTORIA DRAMÁTICA DE RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN


El teatro de Valle-Inclán constituye una de las más importantes vías de renovación no solo de
la escena española, sino del ambiente teatral occidental, experimentando diversos métodos. Es un
teatro con una clara voluntad de ruptura: es lo que se ha denominado “teatro en libertad”, que
supera los límites del teatro realista burgués y aspira a ser una revelación emotiva.
La producción dramática del autor sigue una evolución similar a su narrativa:

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- Inicios dramáticos, de estética modernista: El marqués de Bradomín.
- Ciclo mítico, constituido por la trilogía Comedias bárbaras y Divinas palabras. Las
Comedias bárbaras (Águila de blasón, 1907, Romance de lobos, 1908, y Cara de
plata, 1922) se sitúan en una Galicia intemporal, arcaica y supersticiosa, con
personajes faltos de moral, sacrílegos y feroces, y un mundo de pasiones donde
conviven lo sobrenatural, lo misterioso y la muerte. Divinas palabras (1920) es una
tragicomedia rural: su protagonista es un enano hidrocéfalo al que muestran sus
allegados por ferias y caminos para sacar dinero. De nuevo las pasiones se mezclan en
un mundo de miseria y crueldad.
- Ciclo de las farsas, con obras como Farsa infantil de la cabeza del dragón (1909), La
marquesa Rosalinda (1912), Farsa italiana de la enamorada del rey (1920) y Farsa y
licencia de la reina castiza (1920). En esta etapa, Valle contrapone lo sentimental y lo
grotesco para afrontar de otra manera la realidad y desmitificar la sociedad tradicional
con un lenguaje cada vez más esperpéntico.
- Ciclo del esperpento. El esperpento nace de una determinada situación histórica y
sigue la tradición española representada por Quevedo o Goya; intenta, además, una
deformación sistemática de la realidad para ofrecer su imagen grotesca. El esperpento
es una nueva estética, una nueva visión del mundo desde una posición crítica que
coincide con un movimiento estético de protesta contra la sociedad burguesa, ya que
muestra sus aspectos más corruptos e inauténticos de forma despiadada, al tiempo que
comporta una intención renovadora de las formas literarias y del lenguaje. El prodigio
permanente del esperpento es la deformación idiomática. Se mezcla la forma discreta,
refinada y hasta pedante, con las expresiones más vulgares o la jerga más oscura y
castiza, el habla de la taberna, de la delincuencia o del prostíbulo. Asimismo, es
magistral el uso de la ironía y el sarcasmo para revelar lo absurdo de una sociedad
grotesca que vive de las apariencias y desenmascarar la corrupción en todos los
estamentos sociales, en las instituciones oficiales y académicas, y en definitiva, en la
forma de vida de un pueblo.
El ciclo del esperpento se inicia con Luces de bohemia (1920), en la que teoriza sobre
este nuevo género y ataca las formas burguesas imperantes. La acción se sitúa en
Madrid, y su protagonista, Max Estrella, junto a don Latino de Híspalis, recorre las
calles de la ciudad, las tabernas, las librerías y los organismos oficiales, hasta morir en
el quicio oscuro de su propia casa. A su lado, aparecen gentes a las que la vida ha
zarandeado como a muñecos. La obra es una crítica a la situación de España y una
denuncia de la falsedad y la hipocresía social. Después escribe Martes de carnaval,
que reúne tres esperpentos: Los cuernos de don Friolera (1921), que ridiculiza el
concepto del honor transmitido por el teatro clásico, Las galas del difunto (1926),
parodia el mito de don Juan, y La hija del capitán (1927), última obra del autor, que
aborda de forma grotesca la dictadura militar.

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