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EL TIEMPO NO SERÁ MÁS

Apocalipsis 10:6 “Y juró por el que vive por los siglos de los
siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y
las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él,
que el tiempo no sería más”

(1) El Reloj Profético,


puesto a caminar por Dios
hace siglos, ¡no se ha detenido!

Introducción.

Amados hermanos y amigos, se me concede el privilegio de


explorar con ustedes, para nuestra mutua orientación y
edificación, el tema El reloj profético.
Comienzo con una pregunta para cada uno: ¿cuántos
viajes hizo usted durante el año pasado? ¿Cuántos
kilómetros viajó? Este servidor tuvo la experiencia inolvidable
de participar en un viaje larguísimo, Viajé 938,900,000
kilómetros, dando una vuelta completa alrededor del sol
Mi vehículo espacial se deslizaba por los cielos a la
velocidad de 106,000 kilómetros por hora. Toda persona viva
durante todo el año hizo el mismo viaje.
El 31 de diciembre, a la puesta del sol, llegamos al punto de
partida. Al instante de iniciarse el nuevo año, listos o no,
quererlo o no, zarpamos de inmediato comenzando otra
órbita alrededor del sol, siguiendo con precisión asombrosa la
misma trayectoria por el espacio. De hecho, mientras
celebramos esta reunión, ¡estamos viajando por el
espacio a la velocidad de 106,000 kilómetros por
hora! Pero no repetimos el mismo viaje del año pasado, pues
la dimensión del tiempo cambia constantemente y con su
evolución cambian también los parámetros, las condiciones y,
por ende, las experiencias de nuestros viajes en el vehículo
espacial llamado “Planeta Tierra”.
Cada viaje alrededor del sol toma 365 días, el equivalente de
8,760 horas, o 525,600 minutos, o 31’536.000 segundos.
Durante el viaje, un buen número de los pasajeros parece
estar debidamente consciente del rítmico e invariable “tictac,
tictac” continuo del Reloj Terrenal que marca el paso de los
días, las horas, los minutos y los segundos.
Desgraciadamente, la gran mayoría de los viajeros deja pasar
el tiempo sin apreciar su inmenso valor. Van y vienen, se van
otra vez y vuelven de nuevo, año tras año, siempre con
sus ojos clavados en el suelo a sus pies, en lo cercano, en
lo material, y no levantándolos para contemplar larga y
sobriamente los gloriosos cielos, los cuales declaran la
existencia de un Ser Supremo que creó todo este vasto y
complicadísimo universo.
Ahora bien, el viajero instruido y sabio no solo observa la
marcha del Reloj Terrenal sino también la de un reloj que
pocas personas ven o entienden. Me refiero al “Reloj
Profético” puesto a caminar, hace muchos siglos ya, por el
Dios eterno que ejerce señorío absoluto sobre todos los
tiempos. Este Reloj Profético, tema de nuestro mensaje
para esta ocasión, no se ha detenido nunca en
su marcha. Marca el tiempo en espacios
de meses, años, siglos y milenios.
Las masas de la humanidad no lo ven. Siendo analfabetas
en materias espirituales, simplemente ignoran la existencia
del Reloj Profético.
Contemplamos las multitudes de personas: adultos y jóvenes,
más jóvenes que adultos concurridos por montones, bailando,
cantando, gritando, tomando, fumando, meneándose
locamente en fiestas, en los espectáculos musicales de todo
género salsa, merengue, rock, rap, en las playas, en los
hoteles, en los clubes nocturnos, en los parques, en los
estadios miles a la vez.
Las vemos multiplicarse por los centros comerciales o
transitando por las calles y carreteras. Preocupado por el
futuro,y me pregunto: ¿cuántos de estos seres humanos
han visto alguna vez el Reloj Profético? Me temo que solo
miren el reloj que lleven en la muñeca o el que haya en el
lugar de trabajo.
La mayoría no ve nunca el Reloj Profético porque sus ojos
carnales están controlados por una mente materialista y
sensual.
(2) ¿Lo ve usted? ¿Sabe qué hora es en el Reloj Profético?
Ese Reloj sigue marcando el cumplimiento inevitable de
las predicciones divinas para nuestra época, la etapa final
de los “últimos días”. (los antediluvianos, Sodoma y
Gomorra)
Solo el cristiano bien instruido en las Sagradas Escrituras y
que discierne las señales de los tiempos, descifrándolas
acertadamente, puede leer correctamente el Reloj Profético,
y lo hace orientándose espiritualmente para que los
tiempos no le sorprendan, confundan o engañen.
Pienso no ser presumidos al afirmar que el cristiano bien
instruido puede entender e interpretar correctamente el Reloj
Profético. No solo puede, sino que ¡debe hacerlo!
El propio Jesús enseña claramente que debemos poder
distinguir “las señales de los tiempos”.
(3) “Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le
pidieron que les mostrase señal del cielo. Mas él
respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen
tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy
habrá tempestad; porque el cielo esta nublado. ¡Hipócritas!
que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡más las señales
de los tiempos no podéis!” (Mateo 16:1-3).
El apóstol Pablo enseña lo mismo diciendo:
(4) “Acerca de los tiempos y de las ocasiones… vosotros,
hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os
sorprenda como ladrón” (1 Tesalonicenses 5:1-4).
A través de las profecías Cristo sigue dando su
testimonio en nuestro mundo, porque “el testimonio de
Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).
Para consternación nuestra, su testimonio cae a menudo
sobre los oídos sordos de personas, tanto dentro como fuera
de la iglesia, que no oyen el “tictac, tictac” del Reloj
Profético. No lo oyen porque el bullicio, la algarabía y el
traqueteo del medio ambiente materialista en el cual están
sumidos apagan el sonoro cantar portentoso del Reloj
Profético Celestial.
¿Lo escucha usted? ¿Lo ve?
En contemplación silenciosa, con sobriedad e inteligencia
espiritual, concentrándose, prestad atención completa a
la palabra profética porque, citando las palabras del apóstol
Pedro,
(5) “Tenemos también la palabra profética más segura, a la
cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha
que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y
el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de
la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo” (2 Pedro 1:19-21).
La “palabra profética” es “más segura” que cualquier otro
testimonio, señal o manifestación porque su cumplimiento
constituye prueba irrefutable de la existencia de Dios y de
su intervención palpable en los asuntos humanos, como,
además, su control absoluto sobre la trayectoria y
el desenlace del universo actual.
El propio Pedro asegura que la “palabra profética” es
aún “más segura” que el testimonio de
los apóstoles quienes vieron con sus propios ojos la
majestad del Señor y escucharon con sus propios oídos la
voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo complacencia” (2 Pedro 1:16-18). “Más segura”, más
persuasiva, más convincente porque nadie puede poner en
entredicho la autenticidad de una profecía cumplida al pie
de la letra ni refutar las implicaciones irrefutables de su
cumplimiento.
consideremos algunas profecías cumplidas ya.
Setecientos años antes del nacimiento de Jesucristo, el
profeta Isaías, lleno del “espíritu santo”, describió con
impresionante claridad y precisión la venida del Mesías, la
naturaleza espiritual, su sacrificio expiatorio y su
resurrección.
(6) “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero
fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus
trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (Isaías 53:1-
3).
Cuarenta años antes de la destrucción calamitosa de la
ciudad de Jerusalén con su
imponente y hermosísimo templo, el Jesús anunció el
evento dejando a sus discípulos atónitos
Un buen día, mirando “los edificios del templo” judío en
Jerusalén, considerado una de las maravillas del mundo de
aquel entonces, dijo el Señor: “¿Veis todo esto? De cierto
os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no
sea derribada” (Mateo 24:1-28). ¡Asimismo sucedió! En el
año 70 del siglo I, Jerusalén fue arrasada por el ejército
romano. Y el grandioso templo fue quemado y derribado.
¿Está comprendiendo usted cuán “segura” y poderosa es
la “palabra profética”?
Muchas, muchas profecías anunciadas por hombres
inspirados. ¡Todas cumplidas perfectamente!
¿Le impresiona este hecho palpable e incontrovertible?
¿Le convence que sigue vigente para todos nosotros “el
espíritu de la profecía”?
¿Está dándose cuenta de cómo el Reloj Profético señala los
tiempos? ¡No se ha parado nunca ese Reloj! Suena
claramente en nuestros días llamando nuestra atención a las
profecías dadas para los tiempos que vivimos.
Profecía: “Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina,
sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros
conforme a sus propias concupiscencias” (1 Timoteo
4:3). ¡Cumpliéndose!
Profecía: “Apartarán de la verdad el oído y se volverán a las
fábulas” (2 Timoteo 4:4). ¡¡Cumpliéndose!
Profecía: “Por avaricia harán mercadería de vosotros con
palabras fingidas” (2 Pedro 2:3). ¡Cumpliéndose!
Profecía: “Vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá
hombres amadores de sí mismos... desobedientes a los
padres, ingratos... sin afecto natural... intemperantes...
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de
Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la
eficacia de ella... ” (2 Timoteo 3:1-7) ¡Cumpliéndose al pie
de la letra!
Claramente, el Reloj Profético da la hora para nuestros
tiempos, advirtiendo que rápidamente se acaba el tiempo
para el Planeta Tierra con sus pasajeros, pero ¿quién lo
mira?, ¿quién lo escucha?, ¿quién hace caso?, ¿quién
transmite su mensaje?
Al parecer, su tic tac suena débil, distante, aun para no
pocos miembros de la iglesia del Señor.
Dios nos libre del error fatal de no hacer caso al Reloj
Profético y del error gravísimo de no transmitir su mensaje
claro a nuestra generación.
También, las profecías que serán cumplidas pronto.
Definitivamente, el Reloj Profético no detiene su marcha.
¡Nadie puede detenerlo! ¡Nunca jamás!
Conclusión e invitación.
Muchas de las profecías son fuertes y sumamente
inquietantes, mayormente para los que no andan en armonía
con los designios divinos. Fueron dadas para informar,
convencer, advertir y provocar al arrepentimiento.
Pero también hay muchas profecías matizadas de
esperanza, positivismo y gloria celestial:
1. La resurrección a vida eterna (Juan 5:29);
2. Las mansiones celestiales (Juan 14:1);
3. La corona de inmortalidad (2 Timoteo 4:8);
4. Los “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la
justicia” (2 Pedro 3:13);
5. La transformación del cuerpo físico en cuerpo
espiritual, glorioso y poderoso, (1 Corintios 15:35-58; 1
Juan 3:2; Filipenses 3:21);
6. La nueva Jerusalén, ciudad celestial, (Apocalipsis 21);
7. El Paraíso de Dios, con su “río limpio de agua de vida,
resplandeciente como cristal” y su grandioso árbol que
produce doce frutos y cuyas hojas son “para la sanidad de las
naciones” (Apocalipsis 22:1-5; 2:7).
Si usted no ha obedecido el evangelio, si no pertenece a la
iglesia, o si pertenece, pero se encuentra tibio o frío, el
llamado es que esté atento a la “palabra profética”,
“como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,
hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana
salga” en su corazón.
1. ¡Que salga ese lucero pronto en su corazón, aun ahora
mismo!
2. Que confiese con sus labios que Cristo es el Hijo de Dios,
porque “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo” (Romanos 10:8-10).
3. Que se arrepienta de sus pecados, porque “Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda
a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan” (Hechos 17:30-31).
4. Que se sumerja en las aguas bautismales para el perdón
de sus pecados, porque Cristo dice: “El que creyere y fuere
bautizado será salvo” (Marcos 16:16).
5. Que sea añadido usted a la iglesia de Cristo y que sea fiel,
esperando confiadamente y sin temor el cumplimiento de
todas las profecías ya que ¡no fallará ninguna! AMEN

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