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En torno a la princesa Tibisay hay dos historias o dos corrientes que si bien

son similares distan en algunos puntos.

Para algunos historiadores, Tibisay era la esposa del Cacique Murachí que
luchó en contra de la invasión española en muchas batallas, sus hombres
estaban mermando progresivamente y podía verse desde ya el curso de una
futura y definitiva derrota. Murachi, enamorado de Tibisay como el primer día,
no podía soportar ver que los españoles la tomaran como esclava o mujer por
su admirable belleza, así que para protegerla la envió tierras adentro junto a
sus más fuertes guerreros para que éstos garantizaran la protección de
Tibisay. Ante esta solicitud dos de sus guerreros más importantes
comisionados para esta misión, le dijeron preocupados que querían
acompañarlo en la guerra, ante lo que el Cacique Murachí respondió que su
deber y su misión era más importante: Salvaguardar su más importante
tesoro: La princesa Tibisay de las manos de los enemigos”… Tibisay se
marcha escoltada sierra adentro desde donde día a día cantaba al Dios Chez
por la liberación de su pueblo y su raza… Cantaba por el descanso de su
esposo muerto, cantaba para aliviar las penas causadas por la esclavitud de
aquellos caídos tras esa batalla final en 1560.

El Dios Chez la escuchaba… y a la salida del sol, diariamente el canto de


Tibisay se hacía oír desde todos los puntos de la Sierra. No había oídos que
pudieran escapar de esa sublime voz que aterrorizaba al blanco y
esperanzaba al indio…

La buscaron… Por ordenes de los Capitanes españoles y en especial por


Juan de Maldonado, Tibisay era el secreto más preciado que aún mantenía
vivo el recuerdo de la Grandeza india y del cacique Murachi, así que enviaron
cuadrillas de personas en busca del canto misterioso y de la princesa
esperanzadora, en busca de aquella voz que entonaba cantos a Chez como
nunca nadie lo había hecho. No la consiguieron… Nunca pudieron dar con el
paradero de esta hermosa mujer que dicen aún vive en las Sierras espesas
de nuestra Mérida.

Según esta historia Tibisay no era novia de Murachí, ni era una simple india
enamorada… Tibisay verdaderamente era y es una princesa indígena porque
es la hija del Cacique de las Vegas del Mucujún (de quien se tienen muy
pocas referencias)… Era una princesa instruida en los cantos para la
comunicación con el Dios Chez, el cual en sus oráculos había ya vaticinado
la muerte del Imperio del Cacique Murachi… Al ser la hija del Cacique de las
Vegas del Mucujún, era imposible que esta princesa conviviera con Murachi,
sin haberse casado y haber realizado los rituales correspondientes para
abandonar a su padre y estar con Murachí en su misma tribu.
En el cuento sobre Tibisay que circula en muchas páginas de internet…
(cuento publicado por una revista llamada: “El Cojo Ilustrado) Murachi le grita
a Tibisay Huye, huye… mientras la comarca estaba en armas”…

La zona donde se encontraban los indios, incluyendo la Princesa Tibisay y el


cacique Murachi, no podía ser atacada por sorpresa, pues se encontraba en
una de las partes más altas y escondidas de la Sierra Merideña… Desde allí
podían anticipar la batalla mucho antes de que los invasores llegaran al
centro de la tribu. La batalla de 1560 que refiere el cuento, no fue la primera
tampoco, ya Murachí se había enfrentado a los españoles infinidad de veces,
viéndose progresivamente mermado… Los españoles también padecieron
muchas muertes antes de dar esa última batalla que en 1560 le quita la vida
al Cacique Murachi… Además, en oráculos ya ellos sabían sobre el asalto
español. Es decir, la tribu de Murachi no fue tomada por sorpresa.

Murachi, según cuenta la historia amaba profunda y verdaderamente a la


princesa Tibisay, no le gritó huye, huye, cual indio cobarde… pues aseverar
eso o pensar que eso es cierto le restaría valentía y lo haría proceder como
un hombre asustado. (cosa totalmente falsa por las razones expuestas) Lo
que sucedió fue que él en vista de lo que ya sabía sucedería, envió a sus dos
mejores guerreros a esconder Sierra adentro a nuestra amada Tibisay para
protegerla de los españoles.

Una vez ella lejos, el Cacique, más entristecido que nunca, con el dolor y
punzante abismo de la separación de su esposa, fue a guerra para perder la
vida en el año 1560.

Aquí les dejo el cuento de la revista El Cojo Ilustrado para el que desee
comparar ambas corrientes históricas.

2da versión

LA LEYENDA DEL CACIQUE MURACHÍ Y LA INDIA TIBISAY: Murachí era


ágil y valeroso, mas que todos los indios de la tribu; su brazo era el más
fuerte, su flecha la más certera y su plumaje el más vistoso. Cuando les
tocaba el caracol en lo alto del cerro, sus compañeros empuñaban las armas
y le seguían, dando gritos salvajes seguros de la victoria.

Murachí era el primer caudillo de las Sierras Nevadas. Tibisay, su amada, era
esbelta como la flexible caña del maíz. De color trigueño, ojos grandes y
melancólicos y abundante cabello. Eran para ella los mejores lienzos del
Mirripuy, el oro más fino de Aricagua y el plumaje del ave más rara de la
montaña.
Ella había aprendido, mejor que sus compañeras los cantos guerreros y las
alabanzas del Ches. En los convites y danzas dejaba oír su voz, hora dulce y
cadenciosa, hora arrebatada y vehemente, exaltada por la pasión salvaje.

Todos la oían en silencio, ni el viento movía las hojas. Tibisay era la princesa
de los indios de la sierra, el lirio más hermoso de las vegas del Mucujún. Un
día salió espantada de su choza y fue a presentase a Murachí, el amado de
su corazón. La comarca estaba en armas: los indios corrían de una parte a
otra, preparando las macanas y las flechas emponzoñadas.

“¡Huye, huye, Tibisay!, nosotros vamos a combatir. Los terribles hijos de Zuhe
han aparecido ya sobre aquellos animales espantosos, más ligeros que la
flecha: mañana será invadido nuestros suelo y arrasadas nuestras siembras.
¡Huye, huye, Tibisay! nosotros vamos a combatir; pero antes ven mi amada y
danza al son de los instrumentos, reanima nuestro valor con la melodía de
tus cantos y el recuerdo de nuestras hazañas”.

La danza empezó en un claro bosque, triste y monótona, como una fiesta de


despedida, a la hora en que el sol, enrojecido hacia el ocaso, esparcía por las
verdes cumbres sus últimos reflejos. Pronto brillaron las hogueras en el
circulo del campamento y empezaron a despertar con las libaciones del
fermentado maíz los corazones abatidos y los ímpetus salvajes.

Por todo el bosque resonaban ya los gritos y algazara, cuando seso de


pronto el ruido y enmudecieron todos los labios. Tibisay apareció en medio
del circulo, hermosa a la luz fantástica de las hogueras, recogida la manta
sobre le brazo, con la mirada dulce y expresivo y el continente altivo. Lanzó
tres gritos graves y prolongados, que acompaño con su sonido el fotuto
sagrado, y luego extasió a los indios con la magia de su voz.

Oíd el canto de los guerreros del Mucujún: “Corre veloz el viento; corre veloz
el agua; corre veloz la piedra que cae de la montaña”.

“Corred guerreros; volad en contra del enemigo; corred veloces como el


viento, como el agua, como la piedra que cae de la montaña”.

“Fuerte es el árbol que resiste al viento; fuerte es la roca que resiste al río,
fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al sol”.

“Pelead guerreros, pelead, valientes, mostraos fuertes, como los árboles,


como las rocas, como las nieves de la montaña”.

“Este es el canto de los guerreros del Mucujún”.


Un grito unánime de bélico entusiasmo respondió a los bellos cantos de
Tibisay. Concluida la danza, Murachí acompañó a Tibisay por entre la
arboleda sombría. No había ya más luminarias que las estrellas titilantes en
el cielo y las irradiaciones intermitentes del lejano catatumbo. Ambos
caminaban en silencio con el dolor de la despedida en la mitad del alba y
temeroso de pronunciar la postrera palabra ¡adiós!.

Hay un punto en que los ríos Milla y Albarregas corren muy juntos casi en su
origen. Los cerros ofrecen allí dos aberturas, a corta distancia una de otra,
por donde los dos ríos se precipitan, siguiendo cañadas distintas para
juntarse de nuevo y confundirse en uno solo, frente a los pintorescos campos
de Liria, besando ya las plantas de la ciudad florecida, la histórica Mérida. En
aquel punto solitario encubierto por los estribos de la serranía que casi lo
rodean en anfiteatro, Murachí tenía su choza y su labranza.

“¡Tibisay!”, dijo a su amada el guerrero altivo, “nuestras bodas serán mi


premio si vuelvo triunfante; pero si me matan, huye Tibisay, ocúltate en el
monte, que no fije en ti sus miradas el extranjero, porque serias su esclava”.

El viento frío de la madrugada llevo muy lejos a los oídos de Murachí los
tristes lamentos de la infortunada india, a quien dejaba en aquel apartado
sitio, dueña ya de su choza y su labranza. Cuando la primera luz del alba
coloreo el horizonte, por encima de los diamantinos picachos de la Sierra
Nevada resonó grave y monótono el caracol salvaje por el fondo de los
barrancos que sirven de foso profundos a la altiplanicie de Mérida. Los indios,
organizados en escuadrones, estaban apercibidos para el combate.

Pronto se diviso a lo lejos un bulto uniforme que avanzaba por la planicie, el


cual fue entendiéndose y tomando formas tan extraordinarias a los ojos de
los indios que el pánico paralizó sus movimientos por algunos instantes, pero
a la voz del caudillo, la turba se precipita como desbordado torrente
prorrumpiendo en gritos horribles y llenando el aire con sus emponzoñadas
flechas. Murachí iba a la cabeza, blandiendo en alto la terrible macana y
transfigurando el rostro por el furor.

Súbita detonación detiene a los indios: palidecen todos llenos de espanto; se


estrechan unos contra otros, dando alaridos de impotencia; y bien pronto se
dispersan, buscando salvación en los bordes de los barrancos, por donde
desaparecen en tropel.

Sólo Murachí rompe su macana en la armadura del que fuera conquistador,


sólo el bravo Murachí ve de cerca aquellos animales espantosos que
ayudaban a sus enemigos en la batalla, pero también sólo él ha quedado
tendido en el campo, muerto bajo el casco de los caballos.
El clarín castellano tocó victoria y la tierra toda quedo bajo el dominio del Rey
de España. Cerca de las márgenes del apacible Milla, en aquel sitio apartado
y triste, abrióse un hoyo al pie de la peña para sepultar a Murachí, con sus
armas, sus alhajas y las ramas olorosas que Tibisay cortó en el bosque para
la tumba de su amada.

Tibisay vivió desde entonces sola con su dolor y sus recuerdos en aquella
choza querida. Sus cantos fueron en adelante tristes como los de la alondra
herida. Los indios admiraban con cierto sentimiento de religioso cariño y la
colmaban de presentes. Era para ellos un símbolo de su antigua libertad y al
mismo tiempo un oráculo que consultaban sigilosos. Ya los españoles
señoreaban la tierra y gobernaban a los indios. Sólo Tibisay vivía libre en la
gargabta de aquellos montes o entre las selvas de sus contornos, pero era un
misterio su vida, algo como un mito de los aborígenes, que atraía a los
españoles con el fantástico poder de las ficciones poéticas.

Ningún conquistador había logrado verla todavía, sin embrago, nadie ponía
en duda su existencia. Decían los indios que era una princesa muy hermosa,
viuda de un guerrero afamado, a quien había prometido vivir escondida en los
montes mientras hubiese extranjeros en sus nativas Sierras.

Era un encanto la voz de la fugitiva, que los cazadores oían de vez en


cuando por aquellos agrestes sitios, como el eco de una música triste que
hería en la mitad del alma y hacía saltar las lagrimas. En sus labios el
dialecto muisca, su lengua nativa, sonaba dulce y melodioso y no era
menester entenderlo para sentirse conmovido el corazón.

Poder

Tibisay es la Patrona del canto y de la comunicación con Dios. Si bien es


cierto que en nuestra cultura se le pide mucho por el amor… también es
cierto que muchas de las oraciones que se han divulgado en honor de Tibisay
no se relacionan con la vida y la historia de esta amada princesa… Es por
ello que si se le pide por el amor, debe hacérsele cuando se desea pedir
protección para el ser amado para que este pueda regresar con bien de
cualquier lugar que se encuentre. La princesa Tibisay produce encanto y
dulzura para aquellas mujeres que le piden y hace que éstas sean “queribles”
ante los ojos de los demás.
Oración
Pido al Padre creador y a la virgen santísima que también tuvo que
esconderse para protegerse a ella y a su adorado hijo luz positiva y
superación para nuestra princesa Tibisay!…

Tibisay recurro a ti en este momento, en esta santa hora y lugar en honor y


recordando tu canto que endulza aún a toda la descendencia de esta tierra
que habitaste. Tibisay mi princesa que ahora te encuentras en los brazos de
tu esposo Murachí, desde donde ambos pueden disfrutar la libertad y la
inmortalidad de sus nombres, ayúdame también a encontrar el amor y la
felicidad de una pareja que me ame verdaderamente.

te ruego Tibisay que llenes con tu canto esta tierra para que la fertilidad
llegue a ella, para que todo lo bueno obtenga descendencia y podamos
victoriosos (como tu) salir adelante en todo momento.

(para las parejas)

Te encomiendo en este momento a (decir el nombre del amado(a)) para que


me lo lleves y me lo traigas con bien, para que este completamente
amparado con tu protección y pueda venir nuevamente a mis brazos Tibisay
en la cuna de nuestro hogar tal como tu quisiste que sucediera con el
valeroso Cacique Murachi.

Canto amado

Canto admirado

canto de esperanza

canto de fe

canto de futuro

canto de belleza

canto de la vida

canto de fertilidad

canto de estas tierras


canto de la madre

canto del progreso

canto del cultivo

canto de la siembra

canto de nuestros sueños

canto de la esposa

canto de la hija

canto de guerrera

canto de princesa

todo eso y más eres tú

princesa Tibisay

Mis respetos por siempre!

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