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Benjamín Charles

Un trinitario que vino con su hermano a buscar trabajo para su sustento. Así
que cuando usted transite por esa carretera, específicamente entre Pedraza
La Vieja y Capitanejo, rumbo a Santa Bárbara, tome nota de este detalle
crucial: esa capilla que despunta a su mano izquierda es un tributo del pueblo
barinés, y especialmente de sus conductores, a alguien que trabajó hace casi
un siglo en condiciones de esclavitud para construir esa vía.

Terminado ese trabajo decidió quedarse en tierras del actual municipio


Pedraza y allí le dio rienda suelta a lo que era su verdadera vocación: curioso
de la medicina, recetaba y además repartía ramas, bebedizos, compuestos
para las dolencias del cuerpo. Una vez al año subía a los páramos merideños
por el Quinó y regresaba cargado de infusiones, dulces, objetos varios; se
dice que además de comerciante ejercía gratis el oficio de correo, así que
mucha gente se comunicaba con sus familiares sin costo alguno utilizando
los servicios de esta especie de facebook de principios del siglo 20.

Como se hizo experto en brebajes que no eran de la zona de Pedraza era


lógico que al recetar se ofreciera él mismo para preparar algunos brebajes
medicinales. En una de estas andaba cuando cometió el error de ir a atender
en su casa a una mujer cuyo marido, un tal Estanislao, tenía muy mal humor.
El natural don de gentes del negro Charles y las habladurías le fundieron la
capacidad de razonar a ese sujeto; así comenzó a tejerse una tragedia.
El Negro Charles no sólo era yerbatero sino que tenía un altar donde
convocaba a la gente para la oración, pero no por eso dejaba de tomarse los
tragos y parrandear como lo hacían todos los hombres del lugar. Era un ser
humano como cualquiera, sólo que dotado de grandes sentimientos de
generosidad y desprendimiento.

El martes de la Semana Santa de 1936 Estanislao emboscó a Benjamín


Charles en un camino de las afueras de Guayabal. Un escopetazo acabó con
la historia del Negro pero dio inicio a la leyenda: el primer prodigio que se le
atribuye es el haberle hecho imposible al asesino esconder su cadáver.
Estanislao lo arrojaba en los matorrales y al salir al camino ahí estaba otra
vez el cuerpo del Negro, en el mismo lugar en que había caído.

Hoy en el monumento la gente ha depositado miles de placas, cartas,


fotografías, mensajes, prendas de vestir; licencias de conducir, certificados
médicos, papeles de propiedad de vehículos; objetos varios de viajeros
agradecidos, a quienes el Negro Charles les ha hecho favores de toda clase.
Los más comunes tienen que ver con automóviles: si usted le pide un carro
con el suficiente fervor, y dejándole o prometiéndole algún tributo simbólico o
monetario, el Negro le responderá, con toda seguridad. Esa es la razón por la
cual, 18 meses después de solicitarle uno, debí volver allí para obsequiarle
esta reseña y las gracias. Una copia de esta crónica quedará pegada en
alguna pared de la capilla en honor del Negro.

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