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La mariposa 7mo

Un día de primavera, un viajante descansaba tranquilamente al borde del


camino bajo un árbol.

Mirando la naturaleza que le rodeaba, observó cómo la oruga de una crisálida


de mariposa intentaba abrirse paso a través de una pequeña abertura aparecida
en el capullo.

Estuvo largo rato contemplando cómo la mariposa iba esforzándose hasta que,
de repente, pareció detenerse. Tal vez la mariposa –pensó aquel hombre- había
llegado al límite de sus fuerzas y no conseguiría ir más lejos.

Así que, decidido a ayudar a la mariposa, cogió unas tijeras de su mochila y


ensanchó el orificio del capullo. La mariposa, de esta forma, salió fácilmente.

Su cuerpo estaba blanquecino, era pequeño y tenía las alas aplastadas. El


hombre, preocupado, continuó observándola esperando que, en cualquier
momento, la mariposa abriera sus alas, las estirara y echara a volar.

Pero pasó el tiempo y nada de eso ocurrió. La mariposa nunca voló, y las
pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo
débil y sus alas encogidas hasta que, finalmente, murió.

Aquel caminante, cargado de buenas intenciones, con voluntad de ayudar y


evitar el sufrimiento a la mariposa, no comprendió que el esfuerzo de aquel
insecto para abrirse camino a través del capullo era absolutamente vital y
necesario, pues esa era, precisamente, la manera que la naturaleza había
dispuesto para que la circulación de su cuerpo llegara a las alas, y estuviera
lista para volar una vez hubiera salido al exterior.

Reflexión:

«La lección de la mariposa» encierra una gran verdad sobre los procesos de
crecimiento y el delicado equilibrio de la naturaleza. En nuestro afán por
ayudar y evitar sufrimiento al prójimo, podemos terminar perjudicándolo al
interrumpir injustificadamente su camino.

Cada ser debe transitar su propio proceso de desarrollo, superando pruebas y


fortaleciéndose en el esfuerzo. Así como la mariposa necesita abrirse paso por
sí misma del capullo, las personas debemos vencer nuestras propias batallas
para madurar.

 ¿Alguna vez intentaste ayudar a alguien pero en retrospectiva crees que


hubiera sido mejor no intervenir?
 ¿Cómo discernir cuándo es adecuado ayudar a otros con sus dificultades
y cuándo es mejor no intervenir?
 ¿Por qué a veces querer proteger o ayudar al prójimo puede truncar su
proceso de crecimiento?
 ¿Cómo podemos equilibrar el deseo de ayudar con el respeto a los
procesos individuales de otros?
 Según tu experiencia ¿Cuándo es mejor actuar y cuándo simplemente
acompañar sin intervenir?

La vida permite ciertos desafíos por una razón. Quien no lucha, no crece ni se
supera. La adversidad bien enfrentada nos da alas. Debemos dejar que cada
uno libre en libertad sus luchas particulares y confiar en la sabiduría de los
ciclos naturales.

Como nos recuerda este cuento, el amor se expresa algunas veces solo
observando, conteniendo y rezando, no interviniendo. Dar al otro ese espacio
para crecer por sí mismo es el mayor gesto de amor.

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