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Estuvo largo rato contemplando cómo la mariposa iba esforzándose hasta que,
de repente, pareció detenerse. Tal vez la mariposa –pensó aquel hombre- había
llegado al límite de sus fuerzas y no conseguiría ir más lejos.
Pero pasó el tiempo y nada de eso ocurrió. La mariposa nunca voló, y las
pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo
débil y sus alas encogidas hasta que, finalmente, murió.
Reflexión:
«La lección de la mariposa» encierra una gran verdad sobre los procesos de
crecimiento y el delicado equilibrio de la naturaleza. En nuestro afán por
ayudar y evitar sufrimiento al prójimo, podemos terminar perjudicándolo al
interrumpir injustificadamente su camino.
La vida permite ciertos desafíos por una razón. Quien no lucha, no crece ni se
supera. La adversidad bien enfrentada nos da alas. Debemos dejar que cada
uno libre en libertad sus luchas particulares y confiar en la sabiduría de los
ciclos naturales.
Como nos recuerda este cuento, el amor se expresa algunas veces solo
observando, conteniendo y rezando, no interviniendo. Dar al otro ese espacio
para crecer por sí mismo es el mayor gesto de amor.