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Durante el primer tratado, se hace una descripción del cómo fue creado el mundo
y como se estableció el orden de la naturaleza, en lo que parece una versión más
amplia del génesis, Enrico Martínez agradece a la divinidad haber creado de la
nada, a la Tierra, los elementos y la región celeste, estableciendo que dichos
elementos forman parte de una lógica funcional, de un solo cuerpo, y será
justamente dentro de otro cuerpo (el humano) dónde operarán estos elementos.
En los últimos tratados, Martínez realiza una serie de aseveraciones acerca del
cuerpo de los indios mexicanos, de cómo opera el universo en ellos, y de las
distintas particularidades de la tierra en la que habitan, y como esta les ha
provocado sopesar diferentes padecimientos.
El autor describe que al igual que la tierra en donde han nacido, estos indios
padecen de cuerpos, fríos, húmedos y por tanto flemáticos, y que son estas
características las que provocan diferentes enfermedades. La tierra, el aire, y el
mismo cielo de la región, aunado a las inmundicias y los animales muertos que
contaminan el vapor que emana de la tierra y que después respirarán, solo
agravarán sus condiciones de vida, mismas que para el autor resultan reducidas
en comparación con las de los cuerpos europeos.
En suma de los diferentes tratados, Enrico Martínez, expone implícitamente como
las condiciones celestiales y terrenales, han resultado mucho más benéficas para
los cuerpos europeos que para los americanos. Sus relaciones sobre la naturaleza
y los elementos de la misma en América, van más allá de una descripción
geográfica, sino que también deja muestra de la cosmovisión de la época y la
sociedad de la que era participe.