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“Muerte al Estado” y la lucha en el territorio de los cuerpos / “Death to the State"

and the struggle on the territory of bodies

Verónica Gabriela Meo Laos


Doctoranda en Semiótica (CEA- FCS-UNC)
vmeolaos@uade.edu.ar

Resumen
El siguiente texto1 toma como eje de análisis una manifestación realizada en la Ciudad
de México el 8/03/2020 cuando 80.000 mujeres se concentraron para conmemorar el
Día Internacional de la Mujer. Previo a la marcha que partió del Monumento a la
Revolución, colectivos feministas se reunieron en la plancha del zócalo capitalino, a las
10 de la mañana, para pintar con letras blancas los nombres de las víctimas de
feminicidio desde 2016. Tres días después el contexto sanitario global cambió por
completo porque se inició la cuarentena que prohibió la circulación en el espacio público
y confinó a la población mundial a la esfera privada.
Previo a eso, en medio de la multitudinaria convocatoria, la periodista mexicana
Amaranta Marentes fotografió a una mujer indígena vestida solo con un pantalón rojo
hecho jirones, un saco verde y con su torso pintado de rojo posando delante de una
pintada callejera que decía: “Muerte al Estado” al lado de un símbolo de anarquía.
Se propone analizar la imagen fotográfica en el contexto de producción y recepción
sobre la base del análisis morfológico de la imagen y los discursos sociales de Marc
Angenot.
Palabras clave: imagen, feminicidio, discursos sociales, hegemonía.

Abstract
The following text takes as its axis of analysis a demonstration held in Mexico City on
8/03/2020 when 80,000 women gathered to commemorate International Women's Day.
Prior to the march from the Monumento a la Revolución, feminist collectives gathered on
the main square of the capital's Zócalo at 10 a.m. to paint in white letters the names of
the victims of feminicide since 2016. Three days later, the global health context changed

1
Este trabajo fue presentado como ponencia en las V Jornadas de Estudios Poscoloniales, VII
Jornadas de Feminismo Poscolonial, “Una nueva poética (erótica) de la Relación para una nueva
política de lo diverso y de las futuridades. Abriendo mundos poscoloniales. 1 al 4 de diciembre, 2020
Buenos Aires, Argentina. MESA 9: Colonialidad, Sociedad abigarrada, Emancipaciones.
Coordinadorxs: Ana Britos y Paola Gramaglia.
1
completely because the quarantine that banned movement in public space and confined
the world's population to the private sphere was initiated.
Prior to that, in the midst of the massive gathering, Mexican journalist Amaranta
Marentes photographed an indigenous woman dressed only in tattered red trousers, a
green jacket and with her torso painted red posing in front of street graffiti that read:
"Death to the State" next to a symbol of anarchy.
The aim is to analyse the photographic image in the context of production and reception
on the basis of Marc Angenot's morphological analysis of the image and social
discourses.
Keywords: image, feminicide, social discourses, hegemony

Introducción
La foto que se analizará a continuación fue tomada por una fotógrafa de movimientos
sociales y periodista mexicana, Amaranta Marentes, durante la manifestación masiva
realizada en marzo 2020 con motivo del Día Internacional de la Mujer. En aquel
momento, de acuerdo con información suministrada por el Centro de Información Vial de
la Secretaría de Seguridad Ciudadana, cerca de 80.000 mujeres se manifestaron en la
Ciudad de México. Previo a la marcha que partió del Monumento a la Revolución,
colectivos feministas se reunieron en la plancha del zócalo capitalino, a las 10 de la
mañana, para pintar con letras blancas los nombres de las víctimas de feminicidio desde
2016.

En medio de la multitudinaria convocatoria, Marentes fotografió una mujer indígena


vestida con un saco verde, un pantalón color rojo hecho jirones, el torso desnudo y
pintado también de rojo, posando delante de un graffiti con la inscripción: “Muerte al
Estado” al lado de un símbolo de anarquía. Tres días, 11/03/2020, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente con el nombre de “pandemia” al brote
de coronavirus, tras haber sido reportado el primer caso en la ciudad Wuhan, China, el
11/12/2019 como neumonía de origen desconocido. A partir de allí, el impacto
económico y social es de tal magnitud que, según el Observatorio de la CEPAL, “el
mundo se encuentra ante una crisis sanitaria y humanitaria sin precedentes en el último
siglo” (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2022). Tanto es
así que, desde el 22 de enero de 2020 hasta el 17 de febrero de 2022, se han registrado
en el mundo alrededor de 419,7 millones de casos de coronavirus (SARS-CoV-2)

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(Statista, Número acumulado de casos de coronavirus en el mundo desde el 22 de
enero de 2020 hasta el 17 de febrero de 2022.
https://es.statista.com/estadisticas/1104227/numero-acumulado-de-casos-de-
coronavirus-covid-19-en-el-mundo-enero-marzo/)

Con el coronavirus se expandió el COVID-19, la enfermedad infecciosa transmitida de


persona a persona y propagada sin distinción de fronteras que afectó a millones de
personas en todo el mundo. De hecho, según. En tanto, en esa construcción
intersubjetiva que denominamos ‘realidad’, el mundo pareció detenerse. En nuestro país
toda información se puso entre paréntesis y la agenda política y periodística estuvo
ocupada-con justeza- en difundir estadísticas y campañas de prevención de contagios.
En ese contexto, la manifestación masiva por el Día de la Mujer en México se hundió en
el olvido ante la urgencia de la pandemia global. Sin embargo, la disminución de la
visibilidad de los reclamos no equivale a que a que los feminicidios hayan concluido.

El químico y filósofo español, Santiago López Petit (2020) escribió: “Permanecemos


encerrados en el interior de una gran ficción con el objetivo de salvarnos la vida. Se
llama movilización total y, paradoxalmente, su forma extrema es el confinamiento. Y se
preguntó si es verdad que la gente muere. Claro que lo es. Y remata de manera
contundente, en alusión al Covid- 19: “Sucede, sin embargo, que la naturalización actual
de la muerte cancela el pensamiento crítico”. Por nuestra parte, bregamos porque el
horror ante el asesinato de mujeres no sea olvidado debido a la naturalización de la
muerte de ningún tipo, ni que el pensamiento crítico sea cancelado por ninguna
pandemia. Este trabajo es una invitación a mantener vivo el recuerdo de un reclamo
urgente a través del análisis de una imagen capturada por la cámara de Amaranta
Marentes en su metáfora y en toda su contundencia.

“Muerte al Estado”
Sobre el fondo gris de ladrillos sobresale en el centro de un plano horizontal la imagen
de una mujer joven de cabellos largos renegridos cuyo torso desnudo está pintado de un
color rojo saturado que se continúa en sus pantalones hechos jirones. Lleva puesto un
saco verde, el color complementario del rojo que le otorga a la imagen una mayor
densidad semántica y, en sus pies, unas zapatillas blancas. Sus pechos al descubierto y
su postura corporal con su mano en la cintura configuran una pose que desafía al ojo de

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la cámara. Asimismo, la mujer de cabello largo está mirando a la cámara, o sea, nos
mira a nosotros. Como afirma Eliseo Verón (2003), cuando la persona se dirige al ojo
vacío de la cámara hace que el espectador se sienta observado: “está ahí, lo veo, me
habla”, se trata de una operación que es un índice de lo real, el eje 0-0 que en esta
imagen se pone en juego un movimiento de referenciación destinado a desficcionalizar
el discurso. Dicho de otro modo, la imagen de la mujer que mira al ojo vacío de la
cámara está interpelando al observador en una foto que, aun siendo una foto pose,
captura el gesto que conjuga el reclamo popular y la producción estética

Es que la protagonista de la imagen es ella misma un emblema. En efecto, los colores


elegidos por la mujer indígena son los que conforman la bandera mexicana y establecen
una metonimia. Así pues, se trata de la figura retórica de la metonimia que designa una
cosa o idea con el nombre de otra sirviéndose de una relación semántica entre ambas. A
partir de allí se produce una sustitución de términos basada en la asociación mental
entre lo que se muestra y su significado debido a una relación causal, espacial o
temporal. En este caso, los complementarios rojo y verde junto con el blanco de las
zapatillas, en un primer momento generan un fuerte impacto y, con posterioridad,
reenvían el sentido hacia la referencia semántica de la bandera mexicana. “Pensar el
cuerpo es pensar el mundo; es un tema político mayor. Es un factor importante para
pensar en las sociedades contemporáneas.”, sostuvo Le Breton. En el caso de la
imagen que analizamos el cuerpo deviene político, emblema de una lucha que se dirime
en el territorio de las corporalidades y, al mismo tiempo, se expresa a través del lenguaje
publicitario.

La escena se completa con la pintada callejera que está por detrás de la mujer que dicta
un categórico: ‘Muerte al Estado” y la “A”, símbolo de anarquía, a su izquierda. La mujer,
el texto y el símbolo configuran un triángulo cuyo vértice hacia abajo se inscribe en el
centro de un fondo gris a manera de disrupción, de provocación delante de una pared de
ladrillos que proclama el fin del aparato estatal desde la figura retórica de la
prosopopoya que podríamos vincularla con el animismo y al que nos referiremos más
adelante. En efecto, se reemplaza la clásica definición weberiana (1919) de Estado
moderno -asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito,
de monopolizar dentro de un territorio el monopolio de la violencia legítima como medio
de dominación- por una figura de estilo que consiste en atribuir propiedades humanas a

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un animal u objeto, al cual se hace hablar, actuar o reaccionar, en este caso, no sólo
como una persona sino como un ser vivo. Por eso es posible terminar con él scegándole
la vida.

Todo marco establece un límite a la imagen. No es posible afirmar que hubiera alguien
más por fuera del marco, el registro de lo visible se canceló con el encuadre. Lo cierto
es que la contundencia de la imagen captada por la lente de Marentes establece su
potencia en el protagonismo unívoco de la mujer de rojo con el torso desnudo que se
ubica en el centro de la escena lo que podría otorgar quietud a la configuración y, sin
embargo, por su contundencia provoca el efecto contrario: una metáfora provocadora
que ubica al cuerpo femenino -por fuera de los estándares de belleza light impuestos por
la sociedad de consumo- como territorio de luchas, espacio de inscripción subjetiva,
reafirmación y resistencia individual que se acopla a colectivos identitarios que emergen
en contraposición a las instituciones políticas modernas.

Así, la composición fotográfica deviene metáfora, en términos de lo que sostiene


Ricoeur (1980) en tanto la violación de un orden, a la vez reconocimiento y transgresión
de la estructura del lenguaje.

¡Muerte al Estado, que viva la Anarquía!


Desde el artículo publicado en Periódico Gato Negro -firmado probablemente con
seudónimo- se analiza el sentido de la célebre frase desde una perspectiva anarquista
donde se sostiene que se trata de una invitación a debatir y reflexionar de manera
abierta antes que hacer una bajada de línea. Cabe aclarar, que esta expresión de uso
cotidiano es un idiolecto que no figura en el Diccionario de la RAE pero que en Argentina
se utiliza para “Dar una instrucción u orden a otra persona o personas, antecedida por
una explicación de la realidad y un relato ejemplar" (Gregorich, L. [4 de marzo de 2009]
Bajando Línea. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/opinion/bajando-linea-
nid1105098/).

Aun cuando los destinatarios son dos sectores políticos -el peronismo y “los rojos”
marxistas-, el texto escrito en primera persona del plural actúa como una réplica a todos
aquellos que critican la ausencia de gobierno comparándola con el sinónimo de caos y
desorden, es decir, con “la Anarquía” (en negrita en el original) (Fridom, F. [23 de julio

5
de 2018] ¡Muerte al Estado. Que viva la Anarquía!
https://periodicogatonegro.wordpress.com/2018/07/23/muerte-al-estado-que-viva-la-
anarquia/). Este enunciado expresivo, un tópico o lugar común, hunde sus raíces en el
platonismo, el cristianismo y sus derivaciones posteriores cuyos presupuestos son
enseñados en las instituciones educativas. Para estas posturas, las cosas, la vida y la
Historia, tienen un sentido lineal y acumulativo, lógico, objetivo, progresivo y
ascendente. Detrás de la justificación del poder en un dios o un jefe se esconde el
mismo mensaje: “¡Sumisión! ¡Pasividad! “que decidan lxs que `saben´” (Fridom, 2018)

¿Por qué “Muerte al Estado”? Desde la perspectiva ácrata, sin Estado no hay Capital, no
existe uno sin el otro. El Estado moderno es una creación de la burguesía francesa e
imitado con posterioridad por las burguesías de cada país. En la actualidad la burguesía
extiende su poder a escala planetaria a través de la democracia liberal y los capitales
transnacionales. Afirman que esto es así porque la clase dominante, cuando accede al
poder, busca desarrollar una estructura –o sea, el Estado de la democracia capitalista-
que le permita reproducir y acrecentar ese poder cada vez más. De hecho, en
contraposición a la célebre afirmación de Hobbes, no es el Estado el que impide que el
hombre sea el lobo del hombre, sino que “es justamente el Estado el que perpetúa que
lxs individuos se vean entre sí como enemigxs, como contraposiciones, eliminando
cualquier capacidad de comunidad y solidaridad entre ellxs” (Fridom, 2018).

Por eso, la alternativa a la dominación es la ausencia de representación y, por ende, del


Estado. Así pues, para este razonamiento, donde hay libertad no puede haber Estado.
Es interesante notar la metáfora de corte biologista que apoya este enunciado que se
desprende de una cita de Albert Meltzer y Stuart Christie, literalmente: “como el Estado
es un parásito, no puede vivir después de haber matado al cuerpo que lo alimenta”
(Fridom, 2018)

¿Cuál es la disyuntiva frente a la dominación estatal, entonces? Las cosas cambiarán


cuando la gente sea capaz de robarle tiempo y espacio al Estado. En forma de
enunciado apelativo, el texto llama a un nosotros para invitar a los destinatarios a
generar nuevas formas de relacionarse entre sí opuestas a la lógica patriarcal y estatal.
Por eso es que:

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Debemos sabotear las bases mismas de este sistema, generando una nueva
sensibilidad que no quiera ni dominar ni ser dominada. Y la única forma de construir
estas nuevas relaciones es generando organizaciones autónomas del Estado y de sus
recuperadores históricos (partidos y sindicatos), que construyan diversas estructuras
autónomas pero relacionadas entre sí en base a la solidaridad, en las cuales se pueda
expresar esa nueva sensibilidad de la que hablamos. Esas estructuras deberían ser
capaces de organizar y defender la nueva vida.

(Fridom, F. [23 de julio de 2018] ¡Muerte al Estado. Que viva la Anarquía!


https://periodicogatonegro.wordpress.com/2018/07/23/muerte-al-estado-que-viva-la-
anarquia/).

Estado, dominación y patriarcado


El ámbito de la ideología coincide con el de los signos: se corresponden mutuamente.
Allí donde se encuentra el signo, se encuentra también la ideología.
(Bajtín/Volóshinov [1929], 1977: 27)

De acuerdo con Norberto Bobbio (1993) -que cita a su vez a Offe- cuanto más concreta
se hace la política, tanto más se multiplican los conflictos y se acentúan los efectos de la
polarización. De allí que se abra por una parte a una crisis política dada la incapacidad
por parte del Estado de coordinar la totalidad de los intereses del conjunto social y, por
otra, se produzca una crisis de legitimación o de consenso acerca de los criterios
cualitativos que rigen para las intervenciones estatales. Dicho de otro modo, la
racionalidad del Estado de derecho o racionalidad weberiana es incompatible con una
racionalidad que debe mediar entre los requerimientos del ambiente y la lógica legal-
racional del sistema político. O sea que, si el modelo del poder weberiano se basa en la
conformidad de las acciones administrativas con arreglo a las normas jurídicas, en el
modelo de Estado social actual, la fundamentación está dada sobre la base consensos,
e inclusive siguiendo a Luhman, de “oportunidad” (en bastardilla en el original) (Bobbio,
p. 550)

En este sentido, el problema del Estado contemporáneo es complejo y, por ende, no hay
una postura unívoca; por lo que la respuesta anarquista es tan solo una de ellas. No
obstante, nos interesa puntualizar de qué manera el Estado contemporáneo articula la

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democracia liberal o representativa con la lógica patriarcal. Esta afirmación podría
apoyarse en lo expuesto con anterioridad sobre una crisis política debido a la
incapacidad estatal de coordinar la totalidad de los intereses del conjunto social. En
consonancia con ello, nos encontraríamos frente a un aparato estatal que perpetúa
relaciones de dominación y opresión dentro del capitalismo pero que no se reducen solo
a la explotación burguesa sobre el proletariado, sino que también incluyen a la
dominación patriarcal. Esto es así porque el patriarcado también constituye un conjunto
de relaciones de dominación funcionales al sistema capitalista. Tal como afirma Marta
Amanda Fontenla (2009): “En términos generales, el patriarcado puede definirse como
un sistema de relaciones sociales sexopolíticas basadas en diferentes instituciones
públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurada por los
varones quienes, como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las
mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y
reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, sea con medios pacíficos o mediante el
uso de la violencia” (p. 258)

A continuación, para indagar desde lo discursivo en las relaciones entre Estado,


hegemonía e ideología, retomaremos la fotografía tomada por Amaranta Marentes con
la que iniciamos este trabajo para desarrollar con arreglo a los discursos sociales de Mar
Angenot.

La fotografía de Marentes y el discurso social de Angenot


Según Marc Angenot (2010) en toda sociedad existe una organización del trabajo
discursivo en torno al cual se organizan los sistemas genéricos, los repertorios tópicos y
las reglas de encadenamiento de enunciados que organizan lo decible, lo narrable y lo
opinable. A ese repertorio discursivo regulador soterrado que establece normas de
producción y circulación los define como “discursos sociales” (p. 22).

El interés del autor está puesto en “analizar la totalidad de la producción social del
sentido y de la representación del mundo” (p. 22), con especial énfasis en los discursos
pertenecientes a la doxa, es decir, el vasto repertorio de las producciones discursivas
que circulan en la sociedad hecho de lugares comunes, opiniones y creencias que se
yuxtaponen en forma de eslóganes y doctrinas políticas “confrontándose con los
murmullos periféricos de los grupúsculos disidentes” (p. 22). Conforme con ello, nuestro

8
análisis de la imagen fotográfica desde teoría de los discursos sociales de Angenot nos
permitirá indagar en aquélla en tanto hecho social históricamente situado, un enunciado
concreto penetrado por "visiones del mundo, tendencias, teorías" de una época (p. 25).
Aquí es importante tener en cuenta la intertextualidad, en tanto circulación y
transformación de ideologemas, y la interdiscursividad, o interacción e influencia mutua
de las axiomáticas del discurso, para indagar en las reglas o tendencias que definen o
identifican un estado determinado de discurso social (p. 25).

Como hemos escrito con anterioridad, la imagen fue tomada el 8/03/2020 en el contexto
de la multitudinaria marcha “Ni una menos” convocada en la ciudad de México, en
conmemoración a las víctimas de feminicidio. Al respecto, la autora de la foto afirma en
un texto de su autoría que denominó “La ola roja”:

Con todas las cifras espeluznantes que tiene mi país, el pasado 8 de marzo nos
vestimos de esa ola roja, recuperamos las historias y las pieles de las que ya no están.
Mujeres de todas las edades gritaron al unísono “ni una menos”, con pañuelos verdes
y morados recorrieron las calles. Ahí en el corazón del centro histórico de la Ciudad
de México, estábamos todas juntas, encabezadas por los familiares de las
víctimas, quienes llevaban la mirada cargada de la tristeza más grande; las
madres jóvenes que llevaban a sus niños en brazos (por una crianza sin machos, leí en
una pancarta); las que rompieron vidrios y pintaron paredes con la convicción de la
rabia en su puño y las que gritaban “no violencia”; las abuelas que después de unos
pasos recuperaban el aliento andando al lado de las más jóvenes; las que son
feministas 365 días del año y rechazan el ser botín político de partidos de ultra derecha
y las que comienzan a descubrir el feminismo; las estudiantes que apoyaron el paro
académico, las estudiantes que no lo apoyaron; las que marchaban por primera
vez, las que tienen ya desgastados los zapatos de tanto recorrer las calles en
búsqueda de justicia, estábamos todas, todas moradas, todas verdes, todas rojas, por
todas. (Meo Laos, V. G. [s.f.] Día Internacional de la Mujer: Asignaturas pendientes.
Habitat. Conservación, Reciclaje & Restauración. http://revistahabitat.com/dia-
internacional-de-la-mujer-asignaturas-pendientes/)

Para Roland Barthes (1986), si bien toda imagen es polisémica, la imagen publicitaria en
particular está compuesta por el mensaje lingüístico, el mensaje icónico o imagen

9
denotada y el plástico o imagen connotada. En el primero, o sea en el mensaje
lingüístico, el autor discrimina la función de anclaje y la de relevo, donde la primera
permite orientar la decodificación del mensaje por parte de los receptores y reducir así la
polisemia de la imagen sola. Mientras, que la segunda, denota una relación recíproca
entre texto e imagen, de modo tal que cada cual contribuye a dar sentido al mensaje
global. En este sentido, el texto de la fotógrafa mexicana permite orientar el sentido de la
fotografía y contextualizarlo dentro de un colectivo de personas comunes, mujeres de
todas las capas sociales y grupos etarios sin distinción alguna convocadas por el mismo
propósito construir una inmensa “ola roja” humana en repudio a los feminicidios, a la
violencia en el Día Internacional de la Mujer. En este marco, la foto de la mujer pintada
de rojo con su torso desnudo cobra una fuerza mucho mayor porque su sola presencia
frente a la pared está refrendada por las 80.000 mujeres que encabezaron la protesta en
las calles.

Caber recordar que, aun cuando los discursos sociales tienen el monopolio de la
representación de la realidad y contribuyen, en buena medida, a hacerla realidad (p. 64)
porque representan lo real, a la vez que lo ordenan y lo homogeneizan, al mismo
tiempo, permiten y construyen en un consentimiento mudo a “aquellos a quienes niega
el derecho a la palabra” (P. 71). De acuerdo con ello, la presencia de la mujer indígena
parada frente a la conocida frase anarquista “Muerte al Estado” cobra otra significación,
se resemantiza más allá del tópico o lugar común reivindicado por minorías urbanas,
entre ellos, el movimiento punk.

Esto es así porque el graffiti en la pared, en este caso está junto a una mujer indígena
pintada con los colores de la bandera mexicana que territorializa el sentido del
enunciado desde una reivindicación periférica, con relación a una hegemonía discursiva
que se inscribe dentro de otra hegemonía cultural más amplia que establece la
legitimidad de las diversas prácticas sociales, actitudes y mentalidades que se
desprenden de ella. No obstante, el hecho de que exista una hegemonía discursiva
dominante en una época dada no implica negar que ella misma se inserta en un juego
en el que existen múltiples estrategias que la cuestionan, se le oponen y son capaces de
modificarla (p. 31). De acuerdo con esto último, la imagen en cuestión podría ser
entendida como la voz subalterna de una mujer periférica que clama una
contrahegemonía desde el lenguaje kinésico y los colores que configuran la escena.

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Retomamos la afirmación de Mohanty (1988) para hacer una salvedad: la categoría
“mujeres del tercer mundo” está lejos de ser una construcción teórica homogénea
signada por la construcción por la ausencia de poder y frecuentemente ubicada como
víctima implícita de sistemas socioeconómicos específicos, tal como lo ha establecido
una tipificación con sesgo etnocentrista. Aun así, el lugar común de la inscripción:
“Muerte al Estado” desafía la hegemonía diescursiva, a través de la postura corporal, los
colores, la desnudez provocadora y el gesto de la protagonista, a la violencia legítima
ejercida desde el aparato estatal que oprime y reprime a las mujeres también en forma
individual y colectiva apropiándose de su fuerza productiva y reproductiva y también de
sus cuerpos (Ver Imagen 1).
Imagen 1. Muerte al Estado

Por el contrario, si comparamos esta fotografía con otra imagen en blanco y negro 2
obtenida de Internet que reproduce el mismo mensaje en el frente de una pared en
Chile, el sentido de la imagen cambia. En este caso el enunciado no tiene cuerpo, por lo
que podría representar una proclama in abstracto, donde la voz del enunciador se diluye
en el anonimato a la vez que podría asumirse como una voz colectiva que disrumpe en
el espacio público pero que, al mismo tiempo, configura un paisaje urbano
deshumanizado e inmóvil.

2
La imagen está disponible en Internet, bajo licencia copyright, todos los derechos reservados por
Luis G. Collao. https://www.flickr.com/photos/baul_del_tuerto/6492746987
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Los discursos sociales, más allá de la multiplicidad de sus funciones, construyen el
mundo social, lo objetivan y, al permitir comunicar esas representaciones, determinan
esa buena convivencia lingüística que es el factor esencial de la cohesión social. Al
hacer esto, rutinizan y naturalizan los procesos sociales (p. 67). En la imagen
deshumanizada, la doxa reproduce un eslogan, que, si bien podría ser interpretado
como una expresión violenta, de tanto repetida, termina siendo un cliché que, al
contrario de incitar a la revuelta, perpetúa el statuo quo y neutraliza cualquier posibilidad
de conato rebelde.

Conclusión
A lo largo de este trabajo, sobre la base de una fotografía tomada en marzo de 2020
durante la marcha multitudinaria que tuvo lugar en el Zócalo, ciudad de México se
analizó primero, desde morfológico, la organización de los componentes para configurar
una metonimia y, con posterioridad, se indagó en la misma imagen con arreglo de los
discursos sociales en Marc Angenot. Asimismo, dado que la foto estaba acompañada de
un graffiti que decía: “Muerte al Estado” se repasó la justificación ácrata de esa
sentencia y se lo relacionó con los lugares comunes o tópicos que son la base de los
discursos del sentido común que circulan en la doxa.

Sabiendo que toda hegemonía instituye el orden de lo decible y establece el orden de lo


significante tras un juego de fuerzas contradictorias en tensión, la presencia de la mujer
indígena con el torso desnudo pintado de rojo, chaqueta verde y zapatillas blancas a la
vez que simboliza el color de la bandera mexicana puede ser interpretada como un
discurso contrahegemónico, una voz subalterna que, parada junto al graffiti resemantiza
su sentido al añadir la dominación patriarcal al cuestionamiento anarquista del aparato
estatal burgués en tanto instrumento de dominación de clase que, de tan repetido ha
pasado a integrar el repertorio de los lugares comunes.

Para finalizar, al comienzo de este texto nos referíamos a la expresión “¡Muerte al


Estado!” como asociada al pensamiento mágico animista. ¿De qué manera el animismo
interviene en el análisis de la fotografía? Si en el mundo primitivo, cuando los seres
humanos se sentían fusionados con la naturaleza, la palabra era acción porque era
capaz de ejercer influencia sobre aquélla (Benveniste citado por Bordelois, 2006 p. 89),
podemos conjeturar que la composición de la fotografía se constituye como una

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poderosa metáfora no sólo desde la semejanza, sino desde su capacidad mimética tal
como lo concebían los humanos en tiempos del animismo. Si, como sostiene Walter
Benjamin (1967) “el mundo perceptivo del hombre moderno no contiene más que
escasos restos de aquellas correspondencias y analogías mágicas que eran familiares a
los pueblos antiguos” (pp. 105-107); entonces podríamos pensar a la fotografía tomada
por Amaranta Marentes también como una forma de la facultad mimética debilitada en
nuestra cultura. De ser así, el cuerpo pintado de la mujer ya no sería un discurso
contrahegemónico sino, antes bien, una acción concreta.

Un interrogante que excede los objetivos de este trabajo pero que queda pendiente de
indagación.

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