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Utopía: del griego, u-topos, no lugar. Lugar que no existe. Isla perdida. Sueño de los
débiles. Y también: plan, proyecto, doctrina o sistema social y político declarado
irrealizable en el tiempo presente de su formulación. ¿Desliz de ingenuidad y optimismo?
¿Exceso de voluntarismo? ¿Construcciones ideales de sociedades perfectas que nunca
podrán llegar a ser realidad (no obstante oficiar como motivación moral para la acción
social y política de grupos y personas) o proyectos potencialmente transformadores de la
sociedad en una dirección alternativa: libertaria, igualitaria y feliz? Desde La República de
Platón, pasando por Tomás Moro, Francis Bacon y los socialistas utópicos del siglo XIX,
hasta el Mayo del 68: la utopía palpitaba en el corazón y repercutía en las acciones
sociales emprendidas por quienes anhelaban un futuro mejor para la humanidad. Luego
vendría los fracasos y las derrotas, el tiempo del desencanto y la apatía: las distopías o
antiutopías. Y frente al “fin de las utopías” y la inacción de las antiutopías, vendrían las
ucronías: u-cronos, no tiempo. La re-escritura de la historia (“que hubiese pasado si”), al
margen de lo realmente acontecido. Es la vuelta a un pasado idealizado desde donde re-
editar, “aggiornados”, viejos proyectos socio-políticos de probadas limitaciones
transformadoras.
El cine, y particularmente el análisis de la imagen del espacio fílmico como contexto de la
praxis individual y colectiva, en sus aspectos tanto racionales como emocionales, ha sido
y es una entidad relevante en la reconstrucción y representación de estos tres conceptos
de utopía, antiutopía y ucronía que aparecen claramente interrelacionados en su devenir
histórico.
La propuesta de la ponencia consiste en evaluarlos desde la perspectiva de nuestra
globalizada y digitalizada sociedad actual, a partir del análisis cinematográfico de
películas de reconocida calidad artística.