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Mirando con los ojos del amor todo se expande, todo se reúne y se hace aún más basto.

Cuando puedas mirar que tu madre también fue una niña, ha sido una doncella, mujer madura y llegará
ala vejez, puedes integrar a una madre en su infinidad de expresiones.
La madre es mujer salvaje, mujer sexual, y cuando a sanado su feminidad se coniverte en madre nutrida y
mujer que marca amorosamente los límites.
Cuando ella va a sanar a esa niña interior y a abrazar a esa joven doncella que habita, puede abrazar y
sanar ese lado femenino que representa ciclos, el movimiento, los cambios.
Aveces está dispuesta para compartir, otras veces sólo está para darse calor a ella misma.
Un día se siente fuerte y clara, y otros vulnerables y cansada. Ella es su prioridad porque sabe que si ella
se da, puede compartirse. La madre que está conectada a su cuerpo, lo escucha y le concede el regalo de
la atención.
La madre también necesita los tiempos lejos de los hijos, su individualización y su silencio.
Cuando mires a tu madre observaba, pues contiene el universo entero, es portadora de todas las arcanas,
su camino y experiencia te indican muchas respuestas.
En todas las expresiones está hablándote de amor, mírala con los ojos del entendimiento que tu madre te
está guiando en todo momento. La madre está sanando también su masculino interior, está tocando la
ternura y la compasión. Está dejando de ver con el velo de la ilusión, está dejando de crucificar a ese dios
en su interior.
La madre es tu contacto con lo femenino, con lo oscuro, te enseña cómo son los proceso de gestación y
también a aceptar los cambios. La madre nos muestra la transformación , la alquimia interior, la muerte y
el nacimiento. La madre es la tierra, el agua y la luna. La madre es la emoción, lo femenino la
magnetización. La madre es la abundancia y la renovación. Cuando sanamos a la madre, nos volvemos
nuestras propias madres nutridas y amorosas.

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