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Psicoanálisis y territorio

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Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Huellas
Psicoanálisis y territorio

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Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Huellas
Psicoanálisis y territorio

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Brueghel
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Huellas #4

Huellas: psicoanálisis y territorio #4/Tomasa San Miguel... [et al.]


compilado por Tomasa San Miguel. -1a ed.- : Brueghel, 2020.
308 p. ; 21 x 13 cm.

ISBN 978-987-47880-0-9

1. Psicoanálisis. I. San Miguel, Tomasa, comp.


CDD 150.195

Equipo Huellas

Andrea Pirroni ∙ Antonella Argento ∙ Diana Algaze


José Recalde ∙ Juan Pablo Pinto Venegas ∙ Lucía Costantini
Manuel Murillo ∙ Milagros Scokin ∙ Tomasa San Miguel
Verónica Buchanan ∙ Verónica Caamaño

© 2020, Editorial Brueghel


www.editorialbrueghel.com

© 2020 Huellas. Psicoanálisis y territorio #4


www.facebook.com/huellaspyt/

Imagen de cubierta:
© Nicolás García Uriburu, reproducido bajo permiso.
Título: Utopía del Sur
Medidas: 180 x 190 cm
Técnica: Óleo sobre Tela
Año: 1993

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.


ISBN 978-987-47880-0-9
Impreso en Argentina en el mes de noviembre de 2020.

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Psicoanálisis y territorio

Índice

Editorial
Huellas #4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

El psicoanálisis, entre lo poético y lo político


Leonardo Leibson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

Al menos saben lo que veo


Ariel Escalada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

Estación Ameghino: deseo de radio


Antonella Argento, Marcela de Bernardo . . . . . . . . . . . . . . . . 41

La salud elemental
Lucía Costantini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

Nota para no olvidar la transferencia


Lara Lizenberg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

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Huellas #4

¿Murió Lacan? Lectura del libro Homenaje a Lacan


Verónica Buchanan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Recuperar la potencia del gesto amoroso


en la clínica psicoanalítica
Tomasa San Miguel, Leila Wanzek, Luján Iuale . . . . . . . . . . 71

El juego y su relación con lo social


Ximena Véliz, Isabel Crisóstomo, Tatiana Caro,
María Belén Siles, Alejandra Galindo (Chile) . . . . . . . . . . . . 91

Reseña del libro La escritura del nudo


Manuel Murillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

Derecho a la transferencia
Tomasa San Miguel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

Analistas en la institución pública


¿Hay tiempo para el deseo?
Abud Natalia, Barbich Joana, Berto Vanina,
Colombo Sebastián, Estrada Sofía, Galvez María Jazmín,
Greco Julieta Ailín, Ierone Brenda, Quiroga Florencia,
Sanguinetti Carlos Ignacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

Así como hay libros que valen una frase,


hay traducciones que también
Agustina Saubidet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145

Tecnopositivo: la crueldad con sonrisa


María Cecilia Márquez (España) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147

Yo pisaré las calles nuevamente…


Vanina Berto, Carlos Ignacio Sanguinetti . . . . . . . . . . . . . . . 157

Huellas de lo colectivo en Freud


Sebastián L. Salmún . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169

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Psicoanálisis y territorio

Otto Gross: psicoanálisis y política


Juan Pablo Pinto Venegas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181

Danza Maradona
Verónica Buchanan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

Psicología de las masas y salud pública


Manuel Murillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

Consideraciones analíticas sobre sexualidad y


cultura a partir de la agresividad masculina
en el transporte público
Diego Safa Valenzuela (México) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221

Un problema de traducción
Agustina Saubidet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239

Dejar escrito: resonancias del dejar dicho


Andrea Pirroni . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257

“En este servicio se escucha”. De un proyecto clínico, polí-


tico y epistemológico. Entrevista a Ricardo Mauro
Tomasa San Miguel, Antonella Argento,
Juan Pablo Pinto Venegas, Manuel Murillo . . . . . . . . . . . . . 265

Marie Langer
Juan Carlos Volnovich . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299

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Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Editorial

Yo vengo a acompañar la primavera,


que solo el pueblo puede asegurar…
Marziali y Falú, Algo muy aquí

¿Será que los sueños miran al sur?


Chile y Bolivia traen esperanza en estos días. Algo en
esta América resiste, insiste, se dice de otro modo. El costo
es altísimo. El amor y el dolor, incalculable.
¿Será que los sueños hoy miran también al norte?
Pestes, hay más de una. Cuerpos que aún resisten, tam-
bién.

Lo subjetivo: políticas, dispositivos

¿Cómo se gestiona lo subjetivo? Incluir la perspectiva del


sujeto y construir cotidianeidad desde un lazo sostenido1,
tienen sin lugar a dudas un papel central. La singulariza-
ción y el anclaje particular de lo previsto por una política

1. Perugino, A. (2020). Foro abierto (virtual) “Comunidad y


políticas en salud mental”. Foro de instituciones de profesionales
en salud mental de la Ciudad de Buenos Aires. Octubre 2020.

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Huellas #4

que tenga en cuenta el sujeto, no será posible si no parte


de la equidad, si no cuenta con el reconocimiento de los
derechos humanos básicos, incluido el derecho a la trans-
ferencia.
¿Qué especificidad tiene lo subjetivo en las políticas pú-
blicas en salud, en salud mental? ¿Cómo se da esa inter-
sección entre clínica y política? Ulloa nos orienta en esta
pregunta, a partir de su reconceptualización de la salud
mental como una producción cultural, como variable polí-
tica y como contrapoder.
Habitar las instituciones desde la práctica del psicoaná-
lisis supone resguardar un vacío, priorizar la escucha en
los dispositivos hospitalarios; ciñendo lo administrativo
en función de tal escucha, y no a la inversa. También supo-
ne recuperar la potencia del gesto amoroso, y una presen-
cia sensible del analista.

Transferencia-lazo-territorio

Los lazos crean sujeto. No es tanto que “el sujeto se enla-


za”, sino que, al vincularse y en ese lazo al otro, deviene
sujeto. En el mismo movimiento se produce el sujeto-lo so-
cial. Dicho de otro modo: lo social es texto que constituye
y no mero contexto. Esta operatoria estructurante, lejos de
estar garantizada, se sirve de distintos apuntalamientos
que podrán o no ir recreándose a lo largo de una vida, de
la historia de una comunidad, según contingencias, límites
y oportunidades.
En dicho movimiento entre, cobra relieve el campo de
lo intermedio, en tanto zona de terceridad, que funda un
espacio-tiempo potencial. Zona de encuentro/desencuen-
tro, donde se ubica la posibilidad de un territorio común;
frontera que une y separa, inaugurando cada vez la chance
de que se constituya una realidad compartida, estar entre
otros, con otros, desde la diferencia. Un estar íntimo y co-
lectivo.

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Psicoanálisis y territorio

Pensar un territorio común, desde su geografía entre, en


su estatuto superador de binarismos, de jerarquías, abre
una pregunta en torno al poder y al saber; acerca de su lo-
calización y atribución. En algún sentido disloca la noción
de poder, volviéndola potencia, y descentraliza el saber al
colectivizarlo.
Como espaciamiento, una frontera es siempre desde
su trazado, doble borde, pliegue abierto, y no es sin la ins-
cripción de una diferencia. Este espaciamiento, que no es
aislamiento, ni distanciamiento, sino que es precursor de
un territorio, común, transferencial, cobra una relevancia
inédita en esta coyuntura de pandemia que atravesamos.
La transferencia como “palestra” –al decir de Freud–,
en su singular lazo crea un territorio. Se soporta de una
invitación, de un ofrecimiento: “Vamos, diga cualquier cosa,
será maravilloso. Es a él a quien el analista instituye como
sujeto supuesto saber”.2 Territorio de lo común, lalengua,
en tanto “hermanos del discurso”, creando una ficción que
torsione saber y verdad, y se haga presencia.

Huellas viene siendo (en) ese movimiento...

Una invitación a escribir, dejar dicho, para luego hacer


juntos una lectura posible, y conversar sobre la afectación
singular de la pandemia como hecho total, en cada uno y
en los distintos atravesamientos y dispositivos de nuestro
oficio.
Pensar con otros, que entrama un hacer con otros y con-
tinúa en dejar escrito algo de ese movimiento en este nú-
mero 4 de la Revista. Y mientras tanto, tiempo y espacio.
Sostenido también gracias a quienes se hacen eco y terri-
torio común, acercando inquietudes, para ponerlas a tra-
bajar juntos. Diversas superficies que, en su devenir, van

2. Lacan, J. (1969-70) El Seminario: Libro 17. El reverso del psicoa-


nálisis. Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 55.

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Huellas #4

trazando el movimiento Huellas. Movimiento psicoanalí-


tico, social, político.
Le agradecemos a los que han tejido esta Huellas con
sus escritos deseantes: Leonardo Leibson, Ariel Escalada,
Marcela de Bernardo, Lara Lizenberg, Leila Wanzek, Lu-
ján Iuale, Ximena Véliz, Isabel Crisóstomo, Tatiana Caro,
María Belén Siles, Alejandra Galindo, Agustina Saubidet,
María Cecilia Márquez, Diego Safa Valenzuela, Natalia
Abud, Joana Barbich, Vanina Berto, Sebastián Colombo,
Sofía Estrada, María Jazmín Galvez, Julieta Greco, Brenda
Ierone, Florencia Quiroga, Carlos Ignacio Sanguinetti, Se-
bastián Salmún.
También le agradecemos a Ricardo Mauro su disposi-
ción en la entrevista que realizamos. Tiene el valor de un
testimonio lúcido sobre el entrecruzamiento Estado-psi-
coanálisis en nuestro país. Y la potencia de un deseo.
Hacia el final, un homenaje a Marie Langer escrito por
Juan Carlos Volnovich; que enlaza una vida, la política del
psicoanálisis y parte de la historia, ya no tan reciente. Su
transmisión alegra.
Huellas viene siendo (en) ese movimiento...

Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Circulación
El hombre mira la luna.
La luna mira el camino.
El camino mira al que pasa.
El que pasa mira lo que deja atrás.
Lo que queda atrás mira al que va.
El que va mira a su alrededor.
El alrededor mira a los sueños.
Los sueños miran al sur.
El sur mira al abrazo.
El abrazo mira hacia abajo.
El abajo mira las raíces.
Las raíces miran al hombre.
El hombre mira la luna.

Carolina Kibudi
Lumbre

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Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

El psicoanálisis, entre lo poético


y lo político1
Leonardo Leibson

Basho
El estanque antiguo,
ninguna rana.
El poeta escribe con su bastón en la superficie.
Hace cuatro siglos que tiembla el agua.
José Watanabe (1947-2007)

1. José Watanabe, poeta peruano-japonés del siglo XX, re-


crea a Matsuo Basho, el gran hacedor de haikus japonés
del siglo XVII. Las improntas de Basho se transportan a los
versos castellanos, el clima persiste aunque haya cambia-
do, podemos presentir que el ritmo japonés se sostiene en
los versos del latinoamericano.
Eso nos muestra que se puede escribir para ocupar el
vacío. O se puede escribir para tratar de recrearlo.
2. Lo que sostiene un vacío y, sobre todo, la posibilidad
de transitarlo son las huellas. Así pasa también con los ca-
minos. Los que dejan de recorrerse desaparecen. Pero si
quedan algunas pisadas, a veces se lo puede reconstruir.
No para que todo siga igual. Sí para sentir los efectos de lo
que retorna en sus variantes, de lo que permanece porque

1. Texto leído en la presentación del número 3 de la revista


Huellas, Congreso de Investigación de la Facultad de Psicología,
Universidad de Buenos Aires, noviembre/2019.

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Huellas #4

importa, porque no merece dejar de ser.


3. A fines de 2019, se realizó la Jornada de la Cátedra
2 de Psicopatología2 bajo el título amplio y convocante de
“El psicoanálisis y lo social”. Poco después, en una clase
de esa asignatura, comentábamos con un grupo de estu-
diantes las vicisitudes de la conjunción que ese título re-
frescaba. Se habló entonces de que, en cierto momento de
nuestra historia reciente, el psicoanálisis, o mejor dicho
muchos psicoanalistas, se presentaban como en una órbita
desvinculada de la realidad pretendidamente objetiva que
“lo social” podría implicar, dado que, se alegaba, su hori-
zonte y su objeto remitían al mundo de lo fantasmático, a
lo “psíquico verdaderamente real”. Se planteó en esta con-
versación que esto no había sido así en todas las épocas y
localizaciones del psicoanálisis. Evocamos, por ejemplo, la
actuación de muchos psicoanalistas ingleses durante la Se-
gunda Guerra -tanto las de quienes siguieron atendiendo
mientras las bombas caían sobre Londres, porque el su-
frimiento anímico no entraba en receso por la guerra sino
más bien lo contrario, así como ciertas experiencias, por
ej. la de Anna Freud con niños que habían sido afectados
por situaciones de guerra, (los niños de Theresin), etc. Se
recordaron las reacciones de Lacan en su Seminario antes,
durante y después de los sucesos del mayo del 68 en París.
Se mencionaron las polémicas que se suscitaron en Argen-
tina durante los 70 alrededor de la posibilidad y la necesi-
dad de la implicación política de cada analista, también las
experiencias “del Lanús” de Mauricio Goldenberg y varios
más, o algunas otras, donde se experimentó y se aplicaron
novedades en psiquiatría comunitaria y psicoanálisis en el
hospital y volcado a otros modos de intervención que des-
bordaban las prácticas habituales del consultorio. Se habló
de analistas que atendían gente involucrada en la lucha
armada, además de sus eventuales posiciones militantes,

2. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Di-


cha Cátedra está a cargo del Prof. Titular Dr. Fabián Schejtman.

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Psicoanálisis y territorio

se recordó que muchos de esos analistas fueron víctimas


del terrorismo de estado (desaparición, tortura, asesinatos,
exilios), se mencionó la lista que está expuesta en nuestra
Facultad y los ecos y consecuencias de las polémicas (Pla-
taforma-Documento, por ej.) de esos tiempos.
Se habló también en esa ocasión de cómo el terrorismo
de estado, desbocado y desembozado, llevó a la destruc-
ción de lazos y grupos, al silencio y al repliegue obliga-
do, al cierre de la carrera (en esos tiempos) de psicología
durante un largo período, y de cómo en ese repliegue y
clandestinidad (dado que durante un largo período ha-
bía riesgo cierto e inminente si se realizaban reuniones de
más de cinco personas y eso caía bajo la mira de alguna
fuerza de seguridad, o era denunciada por algún vecino,
etc.), durante ese período y en esas circunstancias empezó
a florecer, soterradamente y con la fuerza de una resisten-
cia silenciosa, los grupos de estudio de Lacan, con Oscar
Masotta como punta de lanza.
Se podría haber hablado también de las luchas por la
ley del psicólogo, de cómo, con el regreso de la democra-
cia, se crea la Facultad de Psicología, del florecimiento y la
casi simultánea escisión de las instituciones psicoanalíticas
lacanianas, de las críticas (casi nunca demasiado explícitas
ni menos aún editadas) acerca de la pérdida de la neutra-
lidad que suponía que analistas militantes impulsaran a
sus pacientes a la acción política -cuando el diván podía
convertirse en un sitio de adoctrinamiento-, con la enorme
gama de consecuencias que ello tuvo. De cómo se plantea-
ba la polémica acerca de si el psicoanálisis era algo que se
podía practicar en los hospitales, lo cual llevó a repregun-
tarse qué entendíamos por práctica del psicoanálisis.
También se habló de cómo, con el retorno de la demo-
cracia, los equipos de salud mental de los organismos de
derechos humanos tuvieron un mayor despliegue en la
atención de las personas afectadas por el terrorismo de es-
tado. De cómo hacia el 84 u 85 se hizo una jornada de salud
mental y derechos humanos en la cual la mayoría de los

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Huellas #4

psicoanalistas “lacanianos” invitados declinó participar


alegando que ellos/ellas eran “lacanianos”, a excepción de
unos pocos como Raúl Sciarretta o Jorge Fukelman. Una
muestra de cómo lo “social” y el “psicoanálisis” habían
quedado desacoplados casi por completo. La “realidad
social” era más bien considerada una resistencia que era
necesario despejar cuidadosamente. La neutralidad del
analista impedía considerar esas cuestiones por externas y
ajenas a la práctica analítica.
4. Aunque no habría que generalizar tanto ni tan rápi-
do. Seguramente no todos los analistas sostenían o ejercían
esta posición de la misma manera. De hecho, muchos si-
guen -seguimos- trabajando en servicios hospitalarios de
distintas índoles. Pero no se puede olvidar que en ciertos
ámbitos eso no estaba bien visto. No era “psicoanálisis
puro”, no era “psicoanálisis verdadero”, era una variante
desleída o distorsionada o directamente pervertida.
La pureza del psicoanálisis había que defenderla contra
los embates de la psiquiatría, de la antipsiquiatría, de otras
escuelas psicológicas o psicoterapéuticas (lo terapéutico
era y es uno de los monstruos más temibles y aborreci-
bles). Los riesgos de los que había que defender a un laca-
nismo incipiente y pluri amenazado eran muchos, por eso
había que estar con cuidados y pruritos. Y, en todo caso,
si se hacían ciertas cosas, de eso no se hablaba demasiado,
se lo mantenía escondido porque no era puro ni verdadero
psicoanálisis lacaniano.
(Esto le valió al psicoanálisis, en diversas épocas y de
diversas maneras, ser tildado de ciencia burguesa, contra-
rrevolucionaria, antipopular, etc. El psicoanálisis, curiosa-
mente o no, nunca arraigó ni en la URSS, ni en la China
comunista ni en la Cuba de Fidel y el Che… como tampoco
termina de hacerlo en EEUU o en casi todo el mundo…)
Así, hablar del cuerpo era un tema que no correspondía
al psicoanálisis, era cosa de los médicos. O estar un hos-
pital era un chantada, porque no había divanes, o no se
podía ver al paciente más de una vez por semana, o no más

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Psicoanálisis y territorio

de seis meses. Peor aún si era por obra social. Peor aún si
era en una sala de internación, u hospital de día, etc.
5. Sin embargo, desde hace un tiempo, se habla cada
vez más del psicoanálisis y lo social. Del psicoanálisis y los
derechos humanos, y la salud pública, y la salud mental.
Del psicoanálisis en los dispositivos “no convencionales”.
Del psicoanálisis implicado en los debates que conmueven
a la sociedad (el aborto, los feminismos, las cuestiones de
género, la segregación, las desigualdades sociales, ¿la lu-
cha de clases?). Esto no va de suyo y se vuelve subversivo,
genera resistencias y rechazos, chicanas varias de un lado
y del otro, fervores más dignos de competencias deporti-
vas que de esta extraña práctica que, sin dejar de lado los
fervores y pasiones, los afectos y las efusiones, también su-
pone un campo que se delinea entre lo artesanal, lo formal
y lo, por qué no, saludable.
En este contexto y probablemente como efecto y fruto
de estos cuestionamientos, surgen revistas como Huellas.
Ya va por su tercer número, lo que habla de que hay mu-
cho material y ganas de exponerlo. En un terreno que to-
davía no es ni fácil ni obvio, donde muchas miradas son de
costado, recelosas y despectivas.
6. Pero donde tal vez lo más interesante e importante
sean las preguntas que esta publicación, que esta movida
(porque el “efecto Huellas” excede a uno o más números
de una revista) suscitan. Preguntas acerca de los límites
y alcances del psicoanálisis como práctica. De sus marcos
técnicos y teóricos. Lo que es: qué entra y qué no dentro
del psicoanálisis como praxis (porque si todo vale nada
vale, si todo entra no se sabe cuál es la excepción, si todo
da lo mismo estamos haciendo cualquier cosa)
¿Hay una especificidad del psicoanálisis, como praxis?
¿Hay algo que lo define de manera excluyente? Pregunta
tremendamente compleja por las aristas teóricas y, sobre
todo, metodológicas que acarrea.
Porque se trata, tal vez, de principios, de una cuestión
de método. ¿Cuál es el método psicoanalítico, el que Freud

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Huellas #4

generó y muchos siguieron? Con multiplicidad de varian-


tes, con muchos más desacuerdos que acuerdos, con diver-
gencias que pueden ser extremas al punto de ya no saber
en dónde estamos ni de qué estaríamos hablando.
En todo caso, para ceñir la cuestión, planteo las pregun-
tas que me atraviesan y, tal vez, afectan a algunos otros/
algunas otras.
Esta revista se hace cargo de varias de esas preguntas,
por lo general poco planteadas (o mucho, pero no de ma-
nera oficial y pública), preguntas tan interesantes como in-
cómodas. Por ejemplo:
¿Hay que responder a la demanda, o qué implica no
responder?
¿Qué es la contratransferencia? ¿Y la neutralidad y la
abstinencia? ¿Hasta dónde, desde dónde?
¿Qué distingue lo íntimo de lo público?
¿Qué es la realidad, existe, qué lugar le damos o le qui-
tamos?
¿La sexuación depende sólo del Falo? ¿Del Edipo? ¿De
qué?
¿Qué es lo social?, ¿hay una mirada psicoanalítica posi-
ble al respecto que nos distinga de las innumerables mira-
das de sociólogos, cientistas políticos, antropólogos, histo-
riadores, ensayistas varios?
Lista a la que podemos sumarnos tranquilamente, por-
que el psicoanálisis tiene un poco o bastante de todo eso.
El problema es si, además de sumarnos a esa lista, tenemos
algo diverso para decir, sea para agregar o para restar.
¿Habría una posición estrictamente psicoanalítica refe-
rida a lo social, lo comunitario, lo público, lo político?
7. Digamos algo casi al margen pero que llama la aten-
ción: es una revista bien escrita, o sea, escrita con cuidado,
con atención por la escritura misma. Donde los epígrafes
no son decorativos y casi arman texto por sí mismos. Don-
de los cruces con diversas presentaciones de la literatura
no es un cultismo sino que se entrama con lo que se quiere
decir, con el modo de decir. No es un detalle de forma ni

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Psicoanálisis y territorio

menor.
Que una revista de psicoanálisis esté bien escrita, con
cuidado por la escritura más allá de un esteticismo banal,
es una cuestión seria, a tener en cuenta. Y no por el su-
puesto “bien decir”, que no es decir bien ni decir el bien.
Sino por la dedicación a la lengua que se presta, entre otras
cosas, a estos efectos de creación.
8. Vuelvo a esta pregunta que la lectura de Huellas me
suscita: ¿Qué es el psicoanálisis, como praxis? ¿Cuáles son
sus límites?
¿Habría quién podría decidir lo que es verdadero psi-
coanálisis y lo que no lo es? No. Pero, por eso mismo, to-
mar posición es un requerimiento ético y una urgencia
práctica.
Tal vez se parezca al juego con niños. Allí se puede, y
hasta se debe, estar y parecer cualquier cosa. Casi todo es
válido, mientras esté dentro del juego. Y para jugar hay
que dejarse llevar por el juego, proponerlo y tomarlo. To-
mar las cartas, bajarlas en el momento indicado, asumir
los riesgos, apostar. Saber que hay reglas si hay juego, aun
cuando no lleguemos a percibirlas claramente. Saber que
no se va ni la vida ni la muerte en ello, aunque sepamos
que algo de la vida y de la muerte se nos juega en ese jue-
go. Y que cada tanto tomamos aire, o nos quedamos sin
aire y ahí nos preguntamos o se nos impone la pregunta
de a qué estamos jugando, qué estamos haciendo allí, por
qué. Y esa pregunta, sabemos, no se puede tomar a la lige-
ra. Porque es la pregunta que nos sostiene en ese lugar de
analistas, que nos constituye como tales. Sin esa pregunta
somos ciegos y sordos. Por más que hagamos.
Por eso el psicoanálisis es, entre otras cosas, una expe-
riencia que cura: donde no se cura uno sin la experiencia,
donde la experiencia muestra qué sería curar, y de qué.
Hablamos de experiencia, pero no es la de los supues-
tos expertos. Porque esa pregunta (¿qué es el psicoanálisis
como praxis?) no viene de cualquier parte. Viene de nues-
tra experiencia analizante, de haber estado allí. En algún

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Huellas #4

sentido, de seguir estando allí.


9. Porque probablemente lo más interesante e interesa-
do del psicoanálisis sea la posición analizante. Estar allí,
sometido a la regla fundamental y a los cimbronazos de
lo transferencial, casi sin saberlo o sin saberlo en absolu-
to, enredados en los embrollos de lo que los síntomas nos
imponen, bajo los vaivenes de eso que cada tanto habla en
cada cual y nos hace decir cada cosa…
Con un cuerpo que, aunque no lo queramos está allí y
se afecta (también: cada tanto, a veces más seguido, otras
casi desaparece). Estamos allí, sostenidos por lo que nos
dicen es un “deseo decidido”, por más que las más de las
veces se lo note bastante indeciso. Formulando torpe y cie-
gamente nuestras demandas de amor y de saber a alguien
que no sólo no lo tiene ni lo es, sino que casi ni lo parece.
Y pagando por ello.
Ese lugar, móvil, aunque parezca tan lento, ruidoso,
aunque parezca tan moderado, afectado, aunque parezca
distante, ese lugar que va y viene. Que se modifica por los
cortes, lo que se va diciendo, lo que se va escuchando, lo
que se va leyendo. Que después de un cierto tiempo (tam-
bién cronológico, no sólo lógico) y de haber pagado bas-
tante, de diversas maneras, se descubre que no se está en
el mismo lugar, que las coordenadas se han modificado,
a veces débilmente pero también significativamente. Que
ciertas cosas ya no se hacen más, que otras aparecen en la
vida. Que la vida ya no es sólo aquella vida, que hay otra u
otras que se esbozan o se imponen decididamente. Y que,
en algún momento, ese lugar, ya no se sostiene más, cae, se
corta, se apaga, se agota, se pierde.
10. Esta revista está escrita, especialmente, desde ese
lugar. Desde donde el síntoma impulsa a escribir, desde
donde lo acuciante de ciertas preguntas no dejan dema-
siado tiempo para devaneos y hay que ensayar repuestas.
Sabiendo (y esta es otra maravilla del dispositivo analítico)
que se podrá seguir hablando y pensando y diciendo y que
entonces se podrán decir otras cosas, o surgirán esos efec-

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Psicoanálisis y territorio

tos de creación que no se sabe de dónde salen (entonces,


hablamos del inconsciente para echarle la culpa de nues-
tros deslices y tropiezos, de nuestras impurezas y desga-
rros, de lo que nos quema y compele a repetir buscando
que la diferencia no acabe con nosotros).
Porque el psicoanálisis, seguramente, no es una prácti-
ca limpia ni pura. Es más bien sucio, desprolijo, engorro-
so, lleno de impurezas. El psicoanálisis es la práctica del
obstáculo, es hacer del obstáculo una práctica. Practicarlo,
ejercitarlo, entrenarlo.
Cuando quienes se dedican, nos dedicamos al psicoa-
nálisis, nos podemos preguntar por nuestro propio análi-
sis (cf. Pág. 66 de Huellas 3, Ulloa), quedamos en posición
analizante. Ahí no podría haber censura ni filtro, la regla
fundamental es implacable al respecto. Porque así los chis-
pazos de eso que llamamos inconsciente y los retorcijones
del cuerpo se generan y nos llegan, y nos conforman, nos
dan forma de lo que podríamos haber sido y vamos sien-
do.
Eso nos habilita para ubicar las coordenadas de la ca-
tástrofe social en las cuales muchos síntomas se generan.
Sin olvidar, lo que sería denegatorio, que esto no excluye
otras coordenadas: las de la fantasía, las del deseo, las de
lo pulsional, las del goce. Pero que si dejamos de lado unas
tampoco podremos tener claras las otras.
Confiar en que el analista es el dispositivo, un dispositi-
vo portátil, elástico, deformable pero no amorfo ni univer-
sal. No cualquier estructura produce un “hueco de vida”
(cf. Celina Ingouville, Huellas 3). Y además hay que ver qué
hacemos una vez fuera de él, si es que logramos salir.
Que sí, la transferencia es amor, pero un amor bastan-
te particular y paradojal –¿cómo cualquier amor?–, sobre
todo porque es un amor que lleva en sí, de manera adver-
tida, las condiciones de su caducidad, de su caída. Por más
que esta pueda o convenga que sea diferida, expandida,
pospuesta. Pero no podría no estar en el horizonte, porque
si no caeríamos en la trampa de la cura por el amor y el psi-

25
Huellas #4

coanálisis es justamente el dispositivo que se opone, firme-


mente, a esa forma de estafa cada vez más generalizada.
Porque el problema no es la realidad. El problema es
el achatamiento de la enunciación, del espacio de subjeti-
vación, del hueco de vida. Por eso, el desvalimiento no se
arregla con psicoanálisis -no pretendamos eso- aunque el
psicoanálisis puede darse maña para enfrentar los efectos
de ese desvalimiento (que incluyen la victimización, la ad-
herencia al empobrecimiento, el refugio en la miseria).
No se trata de rechazar ni negar la “realidad social”
sino de no rechazar (a no retroceder frente a) lo que de la
fantasía singular de cada cual se arma y se desarma en ese
marco, en ese territorio. De que las huellas están por ser
escritas, para ser leídas y muchas veces tenemos que in-
ventar aparatos de lectura para poder hacerlo.
11. Parecería entonces, para concluir, que no habría
psicoanálisis sin estas dos dimensiones: la poética (la que
hace que Basho retorne en Watanabe, cercano y distante,
en otra lengua pero con un ritmo semejante, diciendo otra
cosa aunque citando el mismo vacío). Y la política (cuando
el analista, su función, no podría dejar de atender que no
hay sujeto ni cuerpo aislado, que por más caído de discur-
so que se esté el decir soporta un horizonte, que lo sinto-
mático es un modo de querer decir una verdad).
Porque el psicoanálisis, aunque no sepamos del todo
de qué se trata, o justamente por eso, no es una ciencia aca-
bada, ni terminada, ni completa. Sigue fracasando, o sea,
sobrevive. Somos los sobre-vivientes de una práctica que
se sostiene de los obstáculos que sabe construir para seguir
en movimiento.

26
Psicoanálisis y territorio

Al menos saben lo que veo


Ariel Escalada

Se dirá: hay una conducta insana, notorias inferioridades


psicopáticas; hay perversidad crónica y natural, incapaci-
dad para la culpa y el amor, hay un demiurgo que arrastra
por los cielos y por las tierras el peligro social… Lo que no
baja del firmamento ni sube desde el averno es la palabra
justa para el dolor de la verdad, el dolor como espacio
absoluto de ese cuerpo humano que el Poder humano re-
chaza como espejo de sí, castra como parte de sí, porque
nadie soporta ser la sombra material de su alma…
Vicente Zito Lema

Este escrito surgió hace algún tiempo, en parte por exi-


gencias académicas. En ese entonces me preguntaba por
el ¿concepto? de “gravedad”. La pregunta aparecía al en-
contrarme que las más diversas situaciones, en diversos
contextos institucionales, eran más tarde o más temprano,
alojadas en la bolsa de los “casos graves”. Después supo
ser presentado en forma de trabajo libre, donde propició
generosos aportes e intercambios a los que quiero hacer-
les un lugar. Por eso, gracias al ofrecimiento de Huellas,
en esta oportunidad lo comparto con algunas revisiones,
luego de pasar por el tamiz de amorosas contribuciones de
amigues y compañeres.
Comienzo por presentar distintas situaciones, diferen-
tes entre sí, pero que coinciden en haber sido rotuladas
como “graves”. Algunas, me tocó acompañar personal-
mente, y en otras, acompañar a quienes acompañaban.
Yésica tiene 23 años y un diagnóstico de “retraso men-
tal leve”, vive con sus dos hijos, su padrastro, y la madre
de éste. Hace años que es sistemáticamente violada por el
mencionado, producto de esta situación cursó cuatro em-

27
Huellas #4

barazos, que la madre de su padrastro la forzó a abortar


con métodos caseros e inseguros. Posteriormente, los fetos
abortados eran comidos por ellos en rituales que celebra-
ban junto a otras personas. Cuando Yésica intentó denun-
ciar la situación en una fiscalía estaba muy angustiada, y
junto al diagnóstico de retraso mental, fue suficiente para
que indicaran su evaluación por salud mental en una guar-
dia, donde se decidió su pase a la sala de internación. Hace
por lo menos un mes que tiene criterio de alta, pero no
tiene donde ir más que a la casa donde convive con estas
personas.
Aquí tenemos una situación de mucha violencia y so-
metimiento, en una persona que fuera de ese contexto se
encuentra tranquila y de buen ánimo. El padecimiento no
parece grave, quizás lo fue al momento de realizar la de-
nuncia, actualmente la gravedad recae sobre la configura-
ción del entorno.
Betiana tiene 25 años, vive con sus padres y dos herma-
nas. Se encuentra en la sala de internación luego de una
descompensación, es la segunda vez que le sucede. Su fa-
milia se organiza para acompañarla permanentemente. En
los encuentros con ella, poco a poco me confía: “ellos no son
mi familia, son actores que les hicieron operaciones para que se
vean como mi familia, lo hizo gente de mucha plata, no sé para
qué”. También me cuenta aquello que más la preocupa:
“extraño a mi familia”.
En este caso, la gravedad se ubicaba en los síntomas
floridos de la psicosis. Sin embargo, desde Freud sabemos
que el delirio es intento de curación, ¿puede entonces ser
grave? Betiana no tenía nada que decir respecto del carác-
ter “delirante” de lo que le sucedía, para ella el problema
era extrañar. Quizás podamos pensar lo grave en aquello
que así lo valore aquél o aquella que lo padece.
Leandro tiene 21 años, vive con su madre, su padre y
hermanos. Cursó varias internaciones en Paraguay donde
vivía con su abuela. Volvió a la Argentina hace seis meses
interrumpiendo un tratamiento, y su familia no logra re-

28
Psicoanálisis y territorio

gistrar su padecimiento. Concurre a la consulta en la Uni-


dad Sanitaria por iniciativa de una vecina que notó que
el joven no hablaba. Cuando lo evaluamos notamos que
estaba descompensado, interceptado, y fue necesario arti-
cular con la guardia. En esta oportunidad la situación nos
resultó grave y urgente a quienes lo atendimos. No así a
Leandro ni a su familia.
Juana tiene 21 años, cursa su cuarto embarazo y solicita
una interrupción. En los tres anteriores a los 16, 18 y 20
años tuvo partos prematuros, y los bebés murieron a las
pocas horas de vida, en el último caso gemelas. Al respec-
to dice: “yo perdí cuatro hijos”. Sobre el embarazo en curso
dice que lo quiere interrumpir porque no quiere volver a
pasar por lo mismo, pero que el mayor deseo de su vida
es ser madre. La contradicción le genera mucha angustia.
Bruno tiene 14 años, nos cuenta que consume marihua-
na desde los 9 años y cocaína desde los 11. Comienza a
cometer delitos y su madre se siente impotente respecto de
la situación. Durante la entrevista conjunta, Bruno le dice
a su mamá “contales que ayer me quisiste apuñalar”. Frente a
nuestro asombro la madre lo ratifica: “quería ir a drogarse
y le quise clavar un cuchillo en el brazo, ya no sé cómo pararlo,
por favor necesitamos ayuda porque va a pasar una desgracia”.
En estos últimos recortes la gravedad aparece nom-
brando a la tragedia en un caso, y como equivalente al
riesgo en otro. Lejos de ofrecer una respuesta, las pregun-
tas se multiplican, ¿qué es lo propio de lo grave? ¿cómo
definirlo? ¿tenemos necesidad de tal concepto? O, mejor
dicho, ¿por qué la tenemos?

Orientaciones teóricas

En primer lugar resultará útil para pensar lo grave el con-


cepto de encerrona trágica de Fernando Ulloa. No para ha-
cerlos equivaler, pero sí al menos para trazar alguna rela-
ción. El autor parte del ejemplo de la tortura para extraer

29
Huellas #4

lo propio de este concepto:

En la tortura, la víctima depende totalmente,


para dejar de sufrir o para no morir, del torturador;
depende físicamente, aunque no siempre esa coar-
tación física logre quebrar otros niveles de quien
alcanza a resistir el brutal tormento físico y moral.
Sabido es que el objetivo es quebrar todas las resis-
tencias del sujeto, colocándolo a merced de algo o
de alguien totalmente repudiado. Este estar a mer-
ced de algo que se rechaza configura el encierro
que denomino trágico.1

Estar a merced de lo rechazado es lo central, una parti-


cular relación con un elemento externo. Se encuentra en la
tortura pero no sólo en ella. Continúa:

La práctica con las instituciones públicas, sobre


todo desarrollada en las comunidades mortifica-
das, aquellas que van haciendo mortecina cultura
de ese acostumbramiento, me lleva a identificar la
vigencia de otras formas de tormento social que
transcurren a plena luz del sol y muchas veces bajo
la mirada de una sociedad que se torna indiferen-
te, quebrada en sus resistencias. Son las encerronas
que se dan cada vez que alguien, para vivir (amar,
divertirse, trabajar, estudiar, tramitar, recuperar la
salud, transcurrir su vejez, tener una muerte dig-
namente asistida), depende de algo o alguien que
lo maltrata o simplemente lo ‘destrata’, negándolo
como sujeto. La situación que describo como en-
cerrona trágica está estructurada en dos lugares:
dominado y dominador. No hay tercero mediador
a quien apelar, alguien que represente una ley que
garantice la prevalencia del trato justo sobre el im-
perio de la brutalidad del más fuerte (...) De inicio,
en una encerrona trágica prevalece el dolor psíqui-
co, un sufrimiento que se diferencia de la angustia

1. Ulloa, F. (1995): Novela clínica psicoanalítica. Historial de una


práctica. Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2012. p. 186.

30
Psicoanálisis y territorio

porque ésta tiene momentos culminantes y otros


de alivio. Quien sufre ese dolor no vislumbra para
éste ningún final ni tiene la esperanza de que cam-
bie la situación de dos lugares. Una situación sin
salida con connotación infernal.2

Una situación de dos lugares sin mediación, una rela-


ción de opresión que niega a un sujeto o lo arrasa. Con
Ulloa encontramos una situación de sometimiento donde
el sujeto ocupa el lugar de objeto de la dominación y que
tiene efectos distintos de la angustia. Pienso a la angustia
como manifestación de un psiquismo que funciona, emer-
giendo en determinadas coordenadas psíquicas. En la mis-
ma línea Bettina Calvi ubica lo siguiente:

...denominamos ‘situaciones extremas’ a aque-


llas situaciones que por el alto impacto traumático
que conllevan generan riesgo de arrasamiento psí-
quico. Dentro de esta categoría incluimos a las vio-
lencias en todas sus manifestaciones; la desigual-
dad, la miseria, la exclusión, el maltrato, el abuso
infantil, las situaciones de cautiverio, terrorismo
de estado, consumos problemáticos. Es decir, to-
das aquellas situaciones donde la vida del sujeto
es puesta en peligro y por lo tanto los modos de
simbolización usuales quedan en suspenso por el
efecto de un acontecimiento, que irrumpe en la
vida psíquica poniendo en riesgo los modos con los
cuales el sujeto se representó hasta el momento, su
existencia. (...) Partimos de la idea de que existen
situaciones, que por la intensidad traumática que
conllevan generan un impacto psíquico, que puede
resultar devastador. Se trata de un real acontecido
que marca al sujeto en su singularidad, llegando
a provocar verdaderos arrasamientos de la tópica
psíquica.3

2. Op. cit. p. 186-7.


3. Calvi, B. El impacto subjetivo de las situaciones extremas.
Revista Crítica Año III N.º IV, p. 18-9.

31
Huellas #4

Con todo, podemos pensar en un modo particular de


padecimiento donde el sujeto queda arrasado, la capaci-
dad de simbolización se suspende como efecto de una rela-
ción exterior de índole traumática, sin salida, que cuestio-
na los propios sentidos de la existencia. Antes de presentar
una viñeta para trabajar con estas coordenadas, me parece
necesario ubicar una definición de Silvia Bleichmar donde
describe ciertas características de la subjetividad:

El sujeto, en última instancia, sea moral, del


conocimiento, social, pero muy en particular la
subjetividad, como algo que concierne al sujeto
pensante, opuesto a las cosas en sí, no puede sino
ser atravesado por las categorías que posibilitan el
ordenamiento espacio-temporal del mundo, y vol-
cado a una intencionalidad exterior, extro-vertido.4

La subjetividad se expresa a caballo de una intencio-


nalidad exterior, cuando este exterior se vuelve siniestro,
opresor, los efectos son los mencionados más arriba.

Yanina

Recibo a Yanina de 28 años junto a un médico generalista.


Nos cuenta que está cursando un embarazo no deseado de
13 semanas. Recientemente intentó abortar con un método
inseguro que resultó fallido, entonces sintió tal angustia
que realizó una sobreingesta de medicación “porque quería
dormir”. Acudió a una guardia donde sufrió violencia obs-
tétrica por la situación de aborto y donde quedó internada
por clínica médica hasta que se estabilizó.
Durante la entrevista está muy angustiada, llora, dice
que la gestación le provoca “rechazo”: “siento que no lo quie-

4. Bleichmar, S. (2004): La subjetividad en riesgo. Cap. XI: “Lí-


mites y excesos del concepto de subjetividad en psicoanálisis”.
Topia editorial. Buenos Aires, 2009, p 93.

32
Psicoanálisis y territorio

ro, que no es mío, estoy todo el día pensando en cómo sacármelo”.


Por la edad gestacional no podemos garantizar la interrup-
ción del embarazo en el primer nivel, decidimos enmarcar
la situación como ILE certificando como causal “salud in-
tegral” y articulando con un efector de segundo nivel para
su resolución. Mientras, abrimos un espacio de acompaña-
miento en el que nos vemos dos veces por semana.
Allí nos contó que tiene una hija de nueve años, y que
tenía un trabajo al que renunció luego de la internación
por indicación de su madre y contra su propia voluntad,
sin lograr cuestionárselo. Se trabajó acerca del vínculo con
su madre, de lo que le sucede respecto del embarazo, entre
otras cosas que ella fue proponiendo. Nos contó que su ex
pareja ejercía violencia física y psicológica sobre ella y su
hija, que actualmente suele ser hostigada por redes socia-
les, pero que no se atreve a hacer una denuncia porque el
padre de su ex pareja es abogado y le dijo que si lo hace
le sacará a su hija. Ella lo cree así. Además, teme que en
cualquier momento él pueda aparecer en su casa y suceda
un episodio violento. Yanina vive bajo una amenaza cons-
tante sin poder tomar la iniciativa al respecto, queda pasi-
vizada, en el lugar de objeto, arrasada. El vínculo con su
madre parece repetir la misma versión, aunque ella ubica
que no siempre fue así. En esta situación un embarazo no
deseado y su pareja sexual diciéndole que no se hará cargo
del mismo, fueron demasiado para ella.
Dos intervenciones fueron importantes: nos relata con
mucho malestar que siente los movimientos del feto, que
la incomodan. El médico le devuelve que en esa edad ges-
tacional los movimientos fetales no se sienten. Entonces
Yanina se preguntó si esas sensaciones de movimientos
eran producto de su estado de angustia, allí su posición en
el discurso cambió, sucedió un movimiento de implicación
en su padecimiento.
La segunda intervención es propia: Yanina nos dice que
cuando viene a hablar con nosotros se siente mejor, pero
unas horas después de nuevo se siente muy mal y llora,

33
Huellas #4

nos pregunta qué hacer en esas situaciones. Le respondo


“llamame por teléfono”. El gesto de sufrimiento se aflojó
un poco y se mostró agradecida. No me llamó.
Días después realizó la interrupción del embarazo. Me
mandó un mensaje para contarme que estaba bien y que
se sentía aliviada. La convoqué a continuar con las entre-
vistas. El día anterior al turno sucedió el único llamado
telefónico: “El papá de mi hija publicó un estado en Facebook
donde nos insulta a mí y a ella. Llegué y me encontré a mi hija
llorando, no sé si ir a hacer una denuncia o no, ¿qué hago?”
Le respondí que saque a su hija de la computadora y que
fuera al centro de salud al otro día para pensarlo juntes
con tranquilidad. Me contestó “No, yo quiero ir ahora a hacer
una denuncia”. Entonces le señalé que ya había tomado una
decisión, que igualmente la esperaba al día siguiente.
En el equipo decidimos cambiar la díada, y la recibí
junto a una trabajadora social. Su semblante era distinto,
nos contó que consiguió una restricción perimetral, su dis-
curso ya no era sufriente como antes, en parte por haber
resuelto el problema del embarazo, pero además sucedió
un cambio de posición en ella. Yanina logró tomar la ini-
ciativa respecto de la situación que se encontraba atrave-
sando. Considero que nuestras intervenciones fueron una
convocatoria a abrir su situación, a ubicar una terceridad
en la relación opresiva donde pudiera ser alojada por un
Otro más amable. Con este disparador quiero pensar cómo
acompañamos los llamados “casos graves”.

¿Cómo acompañar?

En un principio este apartado se llamó “Dirección del tra-


tamiento”, obsceno ejercicio de poder el pretender asumir
ese lugar. Gracias a otres, esta vez preferí reemplazarlo
por una pregunta, cómo acompañamos a las personas que
nos consultan, barradas, atravesadas por lo inconciente,
por el lenguaje, sufrientes, pero únicas con el derecho de

34
Psicoanálisis y territorio

ser agentes de sus propios procesos.


Opté por pensar con Freud y Lacan cuales son los ob-
jetivos o indicadores que dan cuenta del logro de la salud
psíquica, del final de un análisis.
Para Freud en un primer momento se trata de recupe-
rar la capacidad de amar y trabajar, pero más adelante en
La pérdida de la realidad en neurosis y psicosis dirá:

…la neurosis no desmiente la realidad, se li-


mita a no querer saber nada de ella; la psicosis la
desmiente y procura sustituirla. Llamamos normal
o «sana» a una conducta que aúna determinados
rasgos de ambas reacciones: que, como la neurosis,
no desmiente la realidad, pero, como la psicosis, se
empeña en modificarla. Esta conducta adecuada
a fines, normal, lleva naturalmente a efectuar un
trabajo que opere sobre el mundo exterior, y no se
conforma, como la psicosis, con producir alteracio-
nes internas.5

Esta definición es solidaria de la subjetividad extro-ver-


tida de Bleichmar y nos lleva a pensar en la necesidad de
promover que se modifique la relación del sujeto con la
realidad, incorporando al mundo exterior como un ámbito
sobre (y desde) el cual intervenir, no para hacer asisten-
cialismo ni resolver los problemas de la gente, sino para
ofrecer un lugar otro que sirva de alivio de la situación
apremiante, de andamiaje para un nuevo modo de posi-
cionarse. “Llamame por teléfono” no significa que uno
resolverá los problemas de Yanina, sino que está allí dis-
ponible y desde un lugar distinto. Por mucho que trabaje-
mos sobre los pliegues del discurso oral, los analistas ya
estamos del lado de afuera de las personas que atendemos.
Así lo dice Calvi: “En una situación de devastación social,
como la que estamos viviendo en el presente en nuestro

5. Freud, S. (1924): “La pérdida de la realidad en neurosis y


psicosis”. En: Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Ai-
res, 2012. p.195

35
Huellas #4

país y en muchos países de Latinoamérica, tal vez sea el


encuentro analítico otra de las instancias encargadas de
habilitar, acreditar la existencia social del otro, atemperan-
do su desubjetivación”.6
Para Lacan por su parte, “un análisis no tiene que ser
llevado demasiado lejos. Cuando el analizante piensa que
él es feliz por vivir es suficiente”7. Pienso en Pichon Riviére
quien afirmaba que en la tristeza se encuentra el germen de
la locura. La felicidad por vivir se presta a la comprensión,
quizás convenga indagarla. Como Lacan no ofrece una de-
finición mejor, tomaré a Manuel Murillo, quien retoma el
binarismo alegría-tristeza desde la filosofía:

Para Spinoza la alegría significa un aumento


de la potencia y la tristeza una disminución de la
potencia. Con el término ‘potencia’ se refiere a la
potencia de actuar y a la potencia de sentir. La ale-
gría equivale a una situación donde se maximiza la
capacidad que alguien tiene de actuar y de sentir,
en todos los registros en que interviene la acción
y la sensibilidad humana. A la inversa, la tristeza
equivale a una situación de mínima capacidad de
sentir y actuar (Spinoza, 1677; Deleuze, 1980). Exis-
ten entonces buenos encuentros para el sujeto, son
aquellos que aumentan su potencia y por lo tanto
lo alegran, y malos encuentros, aquellos que la dis-
minuyen y por lo tanto lo entristecen.8

Creo que el psicoanálisis tiene que ser un “buen encuen-


tro” si pretende alguna eficacia en la época actual. Con-
cluyo este apartado con una última viñeta, Federico tiene

6. Calvi, B. El impacto subjetivo de las situaciones extremas. Re-


vista Crítica Año III N.º IV, p. 19.
7. Lacan, J. (1975): Conferencia en la Universidad de Yale. En:
http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2008/12/jacques-la-
can-conferencia-en-la.html
8. Murillo, M. (2016): Alegría, valentía, inteligencia. En: https://
www.topia.com.ar/articulos/alegria-valentia-inteligencia

36
Psicoanálisis y territorio

13 años, hace un año vivió su primer desencadenamiento.


Su psiquiatra lo medicó con una dosis baja de risperido-
na. Las alucinaciones visuales que padece son menos in-
tensas pero no ceden, lo molestan. La psiquiatra no quiere
modificar la medicación por su edad. En los encuentros
conmigo dibuja los monstruos que él nombra como “alu-
cinaciones”, y los deja en una carpeta que armamos para
guardarlos. Cuando le pregunto si eso le trae algún alivio
responde: “No, pero al menos saben lo que veo”. Trasciende al
padecimiento y al alivio la necesidad de resonar en el Otro.

Palabras finales

Luego de este recorrido no puedo recortar acabadamen-


te a qué llamarle situación “grave”. Alguien me sugirió
que la gravedad es el modo que tenemos de decir que la
complejidad de la situación que debemos acompañar nos
queda grande. Y me acercaron una referencia de un librito
que leí varias veces antes sin reparar en este pasaje: “es
preciso considerar que la gravedad que se atribuye a una
problemática suele estar ponderada en función de las he-
rramientas con que se cuenta para abordarla”9. Creo que
algo de esto hay, y que explica la tan diversa casuística de
lo “grave”.
Por mi parte, opté arbitrariamente por relacionarlo con
el arrasamiento psíquico producto de situaciones opresi-
vas, porque no diferencia estructuras y resulta prevalente
en la época actual. Sin embargo, me resultó útil para pen-
sar un modo de posicionarse en estas situaciones, que pro-
picia la expresión de cada sujeto, que aloja la diferencia,
que persigue fines terapéuticos, y que da cuenta de toda la
potencia de la teoría analítica argentina.

9. Michalewicz, A. (2016): Prácticas en Salud Mental Infanto


Juvenil: entre la hospitalidad y el hospitalismo, Noveduc, Bs. As,
2016, p.31.

37
Huellas #4

Michalewicz, que no esquiva ningún problema, nos


propone también un modo de acción posible que “se basa
en el compromiso con la resolución de las problemáticas
de los sujetos que consultan, apostando a que cada inter-
vención sea una oportunidad para el surgimiento de algo
diferente”.10

Bibliografía

Bleichmar, S. (2004) La subjetividad en riesgo. Topia. Buenos


Aires, 2009.
Calvi, B. El impacto subjetivo de las situaciones extremas. Re-
vista Crítica Año III N.º IV, pp. 17-23.
Freud, S. (1924) La pérdida de la realidad en neurosis y psicosis.
En: Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires,
2012.
Lacan, J. (1975): Conferencia en la Universidad de Yale.
En: http://elpsicoanalistalector.blogspot.
com/2008/12/jacques-lacan-conferencia-en-la.
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Michalewicz, A. (2016): Prácticas en Salud Mental Infanto
Juvenil: entre la hospitalidad y el hospitalismo. Nove-
duc. Bs. As, 2016.
Murillo, M. (2016): Alegría, valentía, inteligencia. En: https://
www.topia.com.ar/articulos/alegria-valentia-in-
teligencia.
Ulloa, F. (1995): Novela clínica psicoanalítica. Historial de una
práctica. Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2012.
Zito Lema, V. (1976): Conversaciones con Enrique Pichon Ri-
viere sobre el arte y la locura. Timerman editores.
Buenos Aires, 1976.
Zito Lema, V. (2012) Diálogos. Topia. Buenos Aires, 2012.

10. Op. cit. p. 32.

38
Psicoanálisis y territorio

Oficio
Si por tan poco te asqueas del oficio, no te subas a
nuestro barco, pues nuestro carburante es el fra-
caso cotidiano, nuestras velas se inflan de risitas
burlonas, y trabajamos mucho para llevar a puerto
pequeñísimos arenques aunque salgamos a pescar
ballenas.

Fernand Deligny
Semilla de crápula

39
Huellas #4

40
Psicoanálisis y territorio

Estación Ameghino: deseo de radio1


Antonella Argento, Marcela de Bernardo

Para comenzar, quisiéramos compartir el texto con el que


dimos inicio al espacio de Radio2, a principios de junio de
2020.

Clínica y política3

La idea de armar una radio, como dispositivo de salud


mental, tiene implicancias en diversas direcciones. Si bien

1. Escrito en ocasión de la presentación de Estación Ameghi-


no, en el II Encuentro de la Comisión de Cursos de Posgrado,
“En transmisión”, del CSM N.3 Ameghino. Octubre de 2020
2. Desde el área comunitaria integramos esta iniciativa tra-
bajadorxs de distintas disciplinas (psicología, psicopedagogía,
fonoaudiología, enfermería): Antonella Argento, Marcela de
Bernardo, Daniela Morales, Cecilia Kornblit, María Ángela Gial-
dino, Francisca Zavalía, Julieta Greco, Yamila Machuca.
3. Argento A., (2020). Facebook/Estación Ameghino. Junio
2020.

41
Huellas #4

sería más específico y coherente con la filosofía de estas


dos dimensiones decir lo clínico y lo político, insiste el
femenino, su potencia clínica y política.
Estación Ameghino, una radio comunitaria desde el
hospital, en esta pandemia por Covid 19 que, en acto, se
propone amplificar voces en su espacialidad entre, hacer
ruido, y visibilizar presencias a largo alcance.
Allí donde el avance y la embestida de ocupación
amenaza constante y condensa el aire de los pasillos, la
radio hospitalaria como apuesta, diferencia territorios,
abre circuitos hacia adentro y hacia afuera. Apertura
de un borde, libertad discreta de contactos posibles que
nos permita un hacer creativo. Quizás sea lo mínimo
indispensable para no sucumbir subjetivamente en
nuestro intento de hacer clínico ante ese gris generalizado
y aplanado en que se convierte, por momentos, este hecho
planetario que nos toca atravesar.
La escala de lo subjetivo, del sujeto, es otra, aquella del
detalle y del intersticio que siempre escapa al pretendido
control de cualquier poder o situación que se presente
como totalizante. Va más allá y a pesar de ese intento
totalizador. Crear condiciones para este detalle singular es
lo que orienta nuestro hacer, con otros, con lo otro. Esa
tensión entre lo singular y lo colectivo.
Si la perspectiva está nublada, no será sin ese gris
incierto que se oriente un hacer posible… acaso ¿no se
trata de eso la clínica en sí misma? Hay una diferencia:
en ese cielo incierto de la pandemia hoy estamos todos
incluidos. Lidiar con ese “para todos” que nos amenaza
por igual es lo que nos toca hoy como nunca antes. Por eso
la radio. Para buscarle la vuelta y que el cuidado no sea
solo evitar, esquivar, priorizar (me), sino acercar, conectar,
enlazar, encontrar (nos). Es un intento. De ilusionar una
experiencia que sea transformadora, por eso clínica y
política, a la vez.

42
Psicoanálisis y territorio

A continuación, vamos a plantear algunas articulaciones


y referencias para seguir pensando el devenir que ha
tomado este espacio.
Podemos nombrar esta experiencia, en la forma que
toma hoy, en lo que llamamos deseo de radio. Algo de este
deseo se respira en el hospital hace varios años, ha tenido
distintas formas de ser habitado y tomar cuerpo. En este
sentido se nos presenta la radio, desde un principio, como
sin dueño. Fueron los talleres de radio en hospital de día,
un año intenso de trabajo con los pibes del Bachillerato
Popular Maderera Córdoba, un proyecto escrito que no
llegó a concretarse, hasta la radio hoy; desprendida de un
gesto inaugural en los pasillos del hospital.
Estación Ameghino se crea así en el seno del Área
Comunitaria, atravesada por un modo singular de pensar
la clínica, que inscribe sus prácticas en el marco de la
micropolítica. Entendiendo la misma como una política
anudada al trabajo que viabiliza la recuperación del
potencial creador y el lugar de transformación singular de
los procesos de subjetivación propios del capital, bajo los
cuales también quedamos atravesados los trabajadores.
Cada dispositivo se arma en una transterritorialidad que
amalgama el psicoanálisis, la filosofía política y el arte.
Una clínica de lo colectivo reconoce la importancia del
montaje de dispositivos que permitan el surgimiento del
gesto incalculable. Se produce así, siempre entre instancias
que potencian un vector de movimiento, un entre.
Así, la noción de pasaje es nodal, un pasar de un lugar a
otro, de una persona a otra. Lo que Jean Oury4 situó como
libertad de circulación, poder pasar de una situación a
otra, de la singularidad a la multiplicidad. La circulación

4. Oury J., Marty C. (1998) “Libertad de circulación y espacio


del decir”. Revista Topía.

43
Huellas #4

que se arma entre el espacio individual, una escritura, a la


vocalización, a escuchar (se).
Crear un intersticio en el campo social, institucional
y en el campo de la clínica, es una función del discurso
analítico.
Abrir una pregunta allí donde el discurso tiende al UNO,
incluso el discurso sanitario en el que, si bien entendemos
su razón de emergencia en esta contingencia de pandemia,
los efectos pueden ser apabullantes si no encontramos vías
para singularizar esa relación a la norma.
Hacer lugar tiene que ver con resguardar un vacío. Nos
preguntamos: ¿cómo habitar la institución desde una
posición interrogativa, crítica, despierta?; ¿por dónde pasa
lo hospitalario hoy?; ¿Qué transformaciones requiere estar
a la altura de la contingencia que vivimos?, ¿a la altura de
la subjetividad de la época? pero, ¿de qué subjetividad se
trata?; ¿Lo público de un centro de salud mental, tiene que
ver con aquellos dispositivos que ofrecemos?, una oferta
que según sea podrá o no fundar una demanda, pero ¿cómo
se juega lo heterogéneo allí?, porque la homogeneidad
masifica, y más que alojar excluye.
Desde allí, entendemos que para que estos dispositivos
puedan funcionar, es necesario la heterogeneidad (Tosquelles,
Deligny – Oury). “Siguiendo a Deligny, es importante
que la gente que trabaja en un lugar no se parezca”5 y
podríamos agregar que es función de lo público asegurar
que eso suceda.
Juan Carlos Volnovich advierte que, en nuestras
democracias de mercado, donde reposa el individualismo
más condensado:

…el psicoanálisis implicado cumple con el


delicado trabajo de invitar a un sueño, de ilusionar
otro universo, de proponer un juego, que desde
el torrente mercantil, a la velocidad que los flujos

5. Oury, J. (2017). Lo colectivo. El Seminario de Saint-Anne.


Xoroi Edicions 2017. Pág. 27

44
Psicoanálisis y territorio

imponen, pueda construir una isla, un mínimo


dispositivo simbólico, un acuerdo tan sólido como
flexible, para desde allí hacerle frente al dolor y al
sufrimiento que la adaptación al sistema no solo
no ha logrado atenuar, sino que aporta como plus,
como malestar en la cultura. Dice que hoy en día
el espacio de la clínica debería estar al servicio
de la denuncia de la naturalización del consumo
(incluido el consumo de psicoanálisis) al servicio
de reforzar la esperanza de transitar este mundo
con valor crítico y poder transformador. En última
instancia a sostener la transferencia6.

Ahora bien, ¿qué implica apostar a lo colectivo? En


principio una decisión ética, que permita una praxis
como anudamiento de la acción y el deseo. En esta línea
es una decisión dejar de pensar estas prácticas solo para
los sectores llamados marginales (los pobres, los locos,
las minorías), y colocarlas en la bisagra, como apertura
y posibilidad para cada quien. Las estructuras colectivas
median, permiten abordajes indirectos y discretos.
Es amparando la función de lo colectivo como
vacío y apertura, que podremos situar el encuentro, la
transversalidad, la polifonía y la pluralidad como sus
efectos, en tanto dan cuenta que allí no prima la identidad.
Pensar entonces lo colectivo como todo territorio que
haga lazo y no masa, toda situación deseante que cause
un estar entre otrxs, y que singularice una experiencia,
sea que transcurra en la calle, una plaza, en los pasillos o
consultorios del hospital.
La radio se presenta como un espacio abierto y que se
va creando mientras sucede, con la participación que a su
ritmo va convocando la propuesta, haciendo lugar a las
iniciativas singulares de cada quien se acerca; tanto en el
contenido, como el diseño, la estética y el horizonte que

6. Volnovich J., Prólogo a Grande A. “Cultura represora y


análisis del superyó”. SubVersiones Editora. Buenos Aires. 2013.
Pág. 13

45
Huellas #4

se vaya construyendo en ese entramado, de pacientes,


familiares, trabajadores, instituciones u organizaciones
barriales, entre otras. Es así que iniciamos con cuatro
secciones: “De otras pandemias”, “Conversaciones”,
“Novedades”, y “Poesía sin corona”, mientras que
por iniciativa de los oyentes se fueron sumando una
“Columna deportiva”, una sección “Temazos”, “Escrituras
colectivas”, como también propuestas espontáneas durante
las emisiones. Lo espontáneo que interviene la espera…
desde la sala de espera y su estar protocolizado, llega un
pedido que deviene ofrecimiento: “Poesía a la carta: para
leer acá o para llevar”.
La radio se compone de lo múltiple, del pluralismo de
las existencias. En esta línea podemos pensar que no hay
una única radio. Se presenta como un plano ficcional que
permite un pasaje desde la potencia de la voz a lugares
insospechados, Estación y pasajero, un lugar para parar,
detenerse, generar un punto de encuentro.
Un espacio plural con ambiente de radio: estar al aire,
salir en vivo, conectarse a distancia, tiempo en diferido,
son escenas que se resignifican y resuenan más que nunca
en esta cuarentena que estamos atravesando.
Se propone armar ciertas condiciones para una
circulación posible en este marco de confinamiento
obligatorio. La voz, su entonación, su música, el cuerpo.
Un canal habilitado, para inventar desde allí potenciales
territorios subjetivos a recorrer, danzas de palabras y
decires que pueblen los pasillos del hospital.
Henri Meschonic7, retomado por Erik Porge8, afirma
que “la voz es a la vez cuerpo y lenguaje”. Desde la poética,
en lo que se escucha, en lo que se dice, Meschonic busca
la escucha contra la razón del signo. Hace la pregunta
contra la sordera del signo. Escucha que nos trae la noción

7. Meschonic H, teórico del lenguaje, poeta, traductor y ensa-


yista Francés.
8. Porge, E. (2019). Voz del eco. Editorial Letra viva. Buenos
Aires. 2019. Pág 93.

46
Psicoanálisis y territorio

de ritmo, la implica, la trama, es una organización del


movimiento de la palabra en el lenguaje: es su fuerza, su
temblor, su pregunta incesante. Pensar el ritmo es articular
el cuerpo al lenguaje. Ese pasaje. Es allí donde cobra relieve
la narrativa radial, la escritura, tomar la palabra, y en esa
invitación el trazado de horizontes vitales, construcción de
otros sentidos, sentidos radiofónicos, meterse en ese juego
compartido pero íntimo que incita la radio cada vez.
Ante la imperiosa supresión de lo presencial, la atención
virtual, y conectividad remota, se abre una pregunta
acerca del cuerpo, y en todo caso, de qué corporalidad se
trata. Ante esa ausencia, no presencia, ¿qué puede tomar
cuerpo? Raquel Gerber9 , nos dice: la ficción. El diccionario
define ficción como un operador imaginario que produce
existencia señalando un lugar sin por ello ocuparlo.
Ya en el siglo pasado Orson Welles supo demostrar la
delgada línea entre realidad y ficción, con el mítico suceso
de la “Guerra de los mundos”: una narración radiofónica
con efectos dramáticos de una hora de duración, emitida
en directo como un episodio de Halloween, que puso al
mundo entero patas arriba, provocando el pánico entre
miles de personas que salieron despavoridas, convencidas
de que el mundo estaba siendo invadido por un ejército de
alienígenas.
Aparece la ficción como plano desde donde habitar
la realidad, allí donde más bien se evidencia lo real de la
ficción, como categoría de lo posible. Experiencia entonces
que anuda cuerpo, ficción y lenguaje.
Históricamente la radio ha estado vinculada, a períodos
críticos de la humanidad poniendo de manifiesto, no solo
el poder y alcance que tiene, sino también su función social,
cultural, artística y política, nosotros podríamos agregar
una función clínica, como dispositivo que en su armado
artesanal hace lugar al otro, a lo otro, y que como apuesta

9. Gerber R., Entrevista en “Estación Ameghino” Emisora de


radio. Septiembre 2020.

47
Huellas #4

creativa no patologiza el padecimiento sino que pretende


transformarlo.
Para nosotros la radio está hecha de transmisión y
palabras, nos convida música y nos brinda la posibilidad
de escuchar y decir. Transmisión que recoge también
elaboraciones de otros espacios, talleres literarios,
dispositivos terapéuticos, entre otras exterioridades que
encuentran una vía para circular.
Un micrófono, un amplificador prestado, un trabajo de
edición posterior muy artesanal, amigos colaboradores,
pero sobre todo mucha insistencia y deseo de radio.
La radio ofrece nuevos espacios de subjetivación, se
constituye en la posibilidad de devenir oyente, productor,
locutor, columnista o musicalizador. Otorga un marco,
una superficie para jugar a ser otros por ese rato, y hacer
ese pasaje acompañado.
Acorta distancias, difumina los límites. No importa
allí si quien escucha o quien transmite es un paciente
del hospital, un alumno de posgrado, un terapeuta, o un
empleado de mantenimiento. No importa en tanto lo que
se crea allí es un espacio de autoría. Nos interesa ese pasaje
(en el sentido de ida y vuelta) de una a otra posición, de
paciente a autor, de psicóloga a operadora radial, de
enfermera a locutora. Entre esos lugares tal vez se ubique
el juego radial, la invención de una radio allí donde hay
un consultorio, la posibilidad de transmitir aún en lo
imposible, sin más recurso que las ganas.
Una oyente muy cercana nos trae su escritura, que
deviene voz y en ese recorrido se transforma:

El aquí y el ahora:
no se puede vivir en estas condiciones.
La moneda tiene que ser común a todos.
El kilogramo de pan está a cien pesos.
Esperemos tener una vejez/vida (si se permite el fallido) digna.

48
Psicoanálisis y territorio

La salud elemental
Lucía Costantini

…cada paciente, como sujeto singular, siempre


es un sujeto social. Así, más allá de estar atento
a la singularidad deseante de su paciente, no
conviene que el analista olvide (ni siquiera en
el dueto analista-analizante, tributario de la
neurosis de transferencia) que se trata de un
sujeto social albergado en una comunidad.
F. Ulloa

En su libro Salud ele-Mental. Con toda la mar detrás (2011) el


psicoanalista Fernando Ulloa se dedica, entre otras cues-
tiones, a pensar el concepto de salud mental. Desde la
perspectiva psicoanalítica, pero no sólo desde ella, propo-
ne una reconceptualización de la salud mental a partir de
tres ideas: I. es un contrapoder. II. una producción cultu-
ral. III. una variable política. En esta ocasión nos referire-
mos a esta conceptualización.

I. La salud mental como contrapoder

Entendida así, la salud mental es definida como “una in-


tensidad emotiva-intelectiva sostenida en el tiempo” (2011,
p. 107). Una disposición para accionar, un poder-hacer para
trabajar en condiciones adversas –ya sea que las enfrente el
analista o el paciente– y que perdura en el tiempo.
Esta idea, Ulloa la construye a partir de su lectura de
Nietzsche, en particular, de lo que este filósofo formula
como voluntad de poder. Esta voluntad no es una facultad
49
Huellas #4

del sujeto. No se trata de tener voluntad, la capacidad o el


poder para realizar tal o cual cosa. Con voluntad de poder
se refiere al querer devenir, acumular fuerzas, adueñarse,
apoderarse, afianzarse, transfigurarse, superarse. Se trata
de una potencia creadora que “se expresa en la interpre-
tación, en la manera de aplicar la fuerza” (Nietzsche, 1901
[sin fecha]: p. 428).
El pensamiento de Nietzsche llama a una transmuta-
ción de los valores occidentales, a crear nuevos valores y a
sostenerse en una posición subjetiva más allá de la moral
del bien y del mal1. Y el crear no es sin rupturas y transfor-
maciones. En ese sentido, en su escrito Así habló Zarathus-
tra, se refiere a las tres “transformaciones del espíritu”: de
camello, en león, en niño.
La figura del camello representa el acatamiento al man-
dato, al deber, lo que él llama el “espíritu de la pesantez”.
La transformación en León representa el querer conquistar
la libertad. Frente al “tú debes” el espíritu del León opone
un “no” y pronuncia un “yo quiero”. ¿Y por qué entonces
el león habría de convertirse en niño? El niño juega y crea
mundo. Su figura representa la creación, la lucha y la afir-
mación del propio mundo. También Nietzsche usa como
metáfora la figura del pájaro: quien quiera volar y hacerse
ligero, sacarse las pesadas cargas del espíritu de la pesan-
tez, transformarse en pájaro, “deberá amarse a sí mismo”
(Nietzsche, 1883- 1885: p. 217). Dice:

1. Si bien Nietzsche interroga y hace una fuerte crítica al pen-


samiento occidental, para él no se trata meramente de sostener
que las nociones, las categorías y los valores que damos por ver-
daderos y con los que miramos el mundo son ficciones e ilusio-
nes. Tampoco con decir que “todo es falso” y que “nada tiene
sentido”. Él no llama a no tener ninguna valoración e ilusión,
sino a crear nuestras propias valoraciones y verdades, a ser capa-
ces de estar “por encima de la moral”, “¡flotar y jugar por encima
de ella!” (Nietzsche, 1882: p. 146).

50
Psicoanálisis y territorio

En verdad, aprender a amarse a sí mismo no es


un mandamiento para hoy ni para mañana. Por el
contrario, es la más sutil, la más sagaz, la última y
la más paciente de todas las artes (Nietzsche, 1883-
1885: p. 217).

Justamente, Ulloa destaca que desde la concepción


nietzscheana: “… tiene poder quien logra vencer los obs-
táculos personales que le impiden quererse a sí mismo, un
poder que no resulta opresivo ni para sí, ni para el otro”
(2011, p. 108). Es decir, que aquí el poder articulado con la
salud mental alude a una disposición, una potencia, de hacer
y de trascenderse.
A modo de ejemplo cuenta el relato de un investigador
sociólogo: una mujer de etnia mapuche que vivía lejos de
su comunidad, luego de terminar sus changas diarias, con
las cuales mantenía a sus hijos, trabajaba y luchaba para
mejorar la villa miseria donde vivía. Un día él le pregunta
por qué tanto esfuerzo y trabajo a favor de su comunidad.
“Es para el mientras tanto” responde ella. “¿Mientras tan-
to qué?” pregunta él. “Mientras tanto alguien del Gobier-
no se acuerde de nosotros, por eso me ocupo de que nos
ocupemos todos. Si no, nos cansaríamos de esperar sin que
pase nada”. Lo que Ulloa sitúa en dicha mujer es el con-
trapoder nietzscheano, “trascendiendo a través de lo que
hacía” (2011, p. 110). Y es precisamente en la asunción de
este contrapoder para hacer “mientras tanto” donde para él
se juega la salud mental.
Asimismo, Ulloa articula los obstáculos personales por
vencer para alcanzar ese poder-hacer con lo que él entien-
de como la disposición universal hacia la crueldad de todo
sujeto humano, contra sí mismo, pero también contra el
otro. Resulta interesante que, de esta manera, no reduce
dichos obstáculos a una cuestión superyoica, de crueldad
contra uno mismo, sino que abre también a pensarlos en
torno a la crueldad del otro, es decir, al lazo social. En ese
sentido, para pensar esa forma de crueldad propone tres

51
Huellas #4

términos: el saber cruel, la connivencia con la crueldad y la


vera crueldad.
El saber cruel, que se contrapone al saber curioso, es un
saber canalla, discriminador e ignorante que se activa fren-
te a lo distinto, por ejemplo, un saber o una cultura dife-
rentes:

A partir de allí, el saber cruel y quien lo sostiene


procurará, en primer término, discriminar al porta-
dor de esa pauta cultural distinta. Al mismo tiem-
po, mostrará fastidio –que tal vez alcance el grado
del odio– frente a quien sostiene una cultura extra-
ña o un saber que niega lo que para el cruel es un
canon establecido. Finalmente, si las condiciones lo
permiten, traducirá lo anterior en una supresión,
ya sea de la condición del prójimo, de ciudadano o
bien –extremo no tan infrecuente– de la vida (2012,
p. 111).

Con la connivencia con la crueldad hace referencia al con-


vivir indiferente ante el sufrimiento de grandes sectores
sociales de nuestra sociedad. La vera crueldad… la vera…
a la vera… lo cruel que está ahí no más, próximo, cotidia-
no, al lado nuestro… La vera crueldad puede darse en un
padre arrasador, en un sistema político o en la precariedad
de determinadas condiciones laborales, dice Ulloa. Mu-
chas de esas formas crueles están socialmente silenciadas
y encubiertas, y de ellas se extrae beneficios y réditos eco-
nómicos. Se genera allí, señala este psicoanalista, el saber
cruel, propio del vero cruel. El vero cruel, aquel que pretende
adueñarse de la verdad y que discrimina todo otro saber
diferente que no coincida con su saber: “Esa discrimina-
ción excluye, odia y, cuando puede, elimina” (2012, p. 112).
De este modo, la reconceptualización de la salud men-
tal en términos de contrapoder, de poder-hacer, permite
pensarla en relación al lazo con los otros y a ciertas prác-
ticas colectivas de nuestra cultura, y no meramente como
del orden de lo personal. Mejor aún, posibilita abordarla

52
Psicoanálisis y territorio

en el entramado de lo personal con lo social y lo colectivo.

II. La salud mental como producción cultural

Con esta segunda idea Ulloa define a la salud mental no


en términos psicopatológicos sino culturales. Parte de la
noción freudiana de cultura del escrito El porvenir de una
ilusión (1927). Allí Freud plantea que la cultura humana
abarca: “…todo el saber y poder-hacer que los hombres
han adquirido para gobernar las fuerzas de la naturaleza y
arrancarle bienes que satisfagan sus necesidades.” (Freud,
1927: p. 5 y 6)
Siguiendo esta referencia, entendemos a la salud men-
tal en tanto contrapoder, en tanto poder-hacer, como una
producción cultural. Hay formas culturales, entonces, que
pueden promoverlo, así como obstaculizarlo. Asimismo,
Freud destaca como otro aspecto que hace a la cultura:

…todas las normas necesarias para regular los


vínculos recíprocos entre los hombres y, en parti-
cular, la distribución de los bienes asequibles. Esas
dos orientaciones de la cultura no son indepen-
dientes entre sí (Freud, 1927: p. 6 y 7).

Pero, como destaca Freud respecto de dicha distribu-


ción:

Mientras que la humanidad ha logrado conti-


nuos progresos en el sojuzgamiento de la natura-
leza, y tiene derecho a esperar otros mayores, no
se verifica con certeza un progreso semejante en la
regulación de los asuntos humanos (Freud, 1927:
p. 6 y 7).

53
Huellas #4

Justamente, Ulloa pone el acento en la resignación co-


lectiva ante el malestar2 que genera nuestra cultura, la in-
equidad en la distribución y regulación de los bienes, su
desigualdad; conceptualizando en este otro sentido a la sa-
lud mental como una producción cultural. Así, lo contrario
a la salud mental es lo que él llama la cultura de la mortifi-
cación, o el malestar hecho cultura, que, junto con el síndrome
de padecimiento, constituyen el escenario principal donde
opera lo que llama la Clínica de la Salud Mental.
La resignación ante el mal estar, ante el estar padecien-
do, impide luchar frente a lo adverso, naturalizándolo, y
llevando al síndrome de padecimiento. Éste tiene tres sín-
tomas: la pérdida del coraje, de la lucidez y del contenta-
miento del cuerpo. La cultura de la mortificación mortifica
los cuerpos, les quita sus fuerzas, los apaga. Los cuerpos
están sin viveza, cansados. A su vez, esta forma de cultu-
ra disminuye el accionar crítico de los sujetos, su valentía
e inteligencia. Prima el malhumor, “el ánimo hundido en
un sufrir hecho costumbre” (2011, p. 143), la cobardía y la
queja.
Teniendo en cuenta esta figura del síndrome de padeci-
miento, Ulloa propone y plantea que la Clínica de la Salud
Mental apunte a poder recuperar la valentía, la lucidez y
el contentamiento de ese cuerpo que fue “despojado de
su placer e inhabilitado para moverse según su deseo o
necesidad” (2011, p. 129). Desde esta perspectiva, el acto
psicoanalítico, en cuanto a su quehacer, “no escapa a esa
clínica” (2011, p. 143). El alcance de ésta abarca a todos los
oficios y roles del campo de la salud. Porque la disposición
para accionar de quien trabaja y atiende en dicho campo
puede agravar o curar. Esa actitud, esa disposición, enton-
ces, forma parte de la salud mental. En ese sentido, se trata

2. En ese sentido, no se trata del malestar estructural, podría-


mos decir, que implica para todo sujeto su inscripción en una
cultura. Es decir, no se trata del malestar que genera la restric-
ción que conlleva e impone, respecto de la satisfacción pulsional
autoerótica, el formar parte de una cultura.

54
Psicoanálisis y territorio

también de recuperar la valentía no sólo del paciente, sino


del clínico3: “...sostenido en una capacitación colectiva que
le dé, además de conocimientos específicos, suficiente con-
trapoder en el sentido nietzscheano” (2011, p. 162).

III. La salud mental como una variable política

Ulloa plantea que si se quiere inscribir a la salud mental en


el campo de la cultura es preciso el pasaje de su moviliza-
ción en sede clínica al campo político. Desde esta perspecti-
va, conceptualiza a la salud mental como una variable polí-
tica porque entiende que: i. en tanto poder-hacer “coincide
con una comunidad organizada democráticamente” (2011,
p. 121). Aquí se hace presente nuevamente el entrelaza-
miento salud mental y justicia social4. ii. al entender que
la salud mental corresponde a todos los oficios del cam-
po y, en ese sentido, como responsabilidad ciudadana. iii.
en la práctica clínica, en especial en espacios y situaciones
colectivas –en un hospital o en programas institucionaliza-
dos, etc.– para alcanzar ciertos objetivos clínicos es preciso
ocuparse de las arbitrariedades intrínsecas, por ejemplo, en
un hospital, propias de la idiosincrasia de esa comunidad

3. En la categoría de clínico u operador clínico Ulloa no sólo


incluye a quienes en general son así designados (medicina en
general, psicología, psiquiatría, trabajo social, etc.), sino también
a todos aquellos que actúan en el ámbito de la Salud. Dice: “…
evitando la injusta dicotomía que habla de profesiones –sobre
todo universitarias–, en especial para excluir de ella los niveles
de enfermería, administrativos y mantenimiento. Desde mi pers-
pectiva, todos son operadores clínicos en el intento de producir
Salud Mental” (2011, p. 43).
4. Dice Ulloa: “Se puede afirmar así que una sociedad orga-
nizada democráticamente –no sólo desde un punto de vista for-
mal– concuerda con el paradigma de la salud mental pública y
que la arbitrariedad distributiva forma parte, desde un punto de
vista crítico, tanto de la cultura como de la salud en el más am-
plio sentido” (2011, p. 166).

55
Huellas #4

y de su resorte resolutivo, y las arbitrariedades extrínsecas,


resorte de las instancias de gobierno que conducen dicho
hospital, por ejemplo, e incluso de instancias superiores.
Y es en ese pasaje de lo clínico a lo político donde Ulloa
encuentra las mayores dificultades para los psicoanalistas.
Se pregunta entonces: “¿Será que el psicoanálisis en sí no
es un ´animal político´?” (2011, p. 162). Respecto del psi-
coanálisis y la política, o lo político, afirma que:

…el psicoanálisis tiene sus políticas, pero mu-


chas veces retrocede ante la Política con mayúscu-
las. Con frecuencia, se enreda en mezquindades de
entrecasa… en sus propias instituciones (2011, p.
122).

Me entusiasma, digo, poner en juego la condi-


ción política en mi práctica clínica y plural como
psicoanalista. La condición política es, en efecto,
propia de todo sujeto humano, lo sepa o no lo sepa.
De no saberlo, corre el riesgo de ser convertido en
mero objeto del juego político (2011, p. 123).

Si bien Ulloa destaca la necesidad para el analista de ser


cauteloso y no revestir ni confundir el discurso del psicoa-
nálisis con el discurso político, y lo perjudicial que resul-
taría para ambos discursos, no obstante, entiende que “no
por eso dejará de ser un ciudadano psicoanalista, tocado
por la política” (2011, p. 119), como tampoco, dejará de es-
tar en su función como tal cuando, para alcanzar objetivos
clínicos tiene que ocuparse del accionar político propio de
situaciones colectivas. La neutralidad analítica no implica
neutralizar al sujeto analista.

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Psicoanálisis y territorio

Bibliografía

Freud, S. (1927) “El porvenir de una ilusión”. En: O. C. t.


XXI. AE. Buenos Aires, 2007.
Nietzsche, F. (1882) La gaya ciencia. Akal. Madrid, 2014.
Nietzsche, F. (1883- 1885) Así habló Zarathustra. Plane-
ta-Agostini. Barcelona, 1992.
Nietzsche, F. (1901 [sin fecha]) La voluntad de poder. EDAF.
Madrid, 2011.
Ulloa F. (2011) Salud ele-mental con toda la mar detrás. Libros
del Zorzal. Buenos Aires, 2011.
Ulloa, F. (2012) Novela clínica psicoanalítica: historial de una
práctica. Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2012.

57
Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

El destino del objeto común


Nuestros deseos difieren según la ideología que
profesamos: eso es todo. Mientras que para By-
chowski la realidad externa actual se ha convertido
en causa de perturbación y resistencia al análisis,
para Laura Achard de Demaría y colaboradores,
configura un factor que hay que incluir en el campo,
y pertenece simultáneamente a analista y analizan-
do.
Ellos entienden “que aislarse y prescindir del
proceso histórico social, lejos de constituir una ac-
titud neutral [del analista] es un modo activo de to-
mar posición”, y “en un país en crisis social y frente
a episodios de conmoción nacional, debe será abor-
dado en la sesión –a veces como punto de urgen-
cia– el destino del objeto común, además de tratar
los hechos externos en los planos transferenciales y
de relación de los objetos internos”. La omisión del
hecho social se genera o se mantiene por complici-
dad inconsciente del paciente y del analista, como
resultado de las resistencias y contrarresistencias de
ambos.

Marie Langer
Psicoanálisis y/o revolución social (1970)

59
Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Nota para no olvidar la transferencia


Lara Lizenberg

Me sucede con frecuencia que lo que tengo para decir me


parezca una reincidencia.
Lo mejor en estos casos es delegar el retorno a otros,
para aminorar el vicio de hablar con el eco.
Ayer, mientras no podía dormir, pensaba que escribir
no necesariamente es escritura. A veces es habla apenas,
un habla dedicada.
Una de las cosas más sorprendentes en los espacios de
supervisión, es cómo los analistas se preocupan sistemáti-
camente por el trabajo sobre el goce, la posición subjetiva,
el fantasma, cuando no el nudo y el sinthome, sin haber
establecido en los tratamientos que llevan adelante la ins-
talación de la transferencia ni haberse preguntado por ella.
Será que tiene el doble vies el asunto, de ser uno de los
temas más y menos obvios al mismo tiempo.
Particularmente rebajado a mi gusto en los desarrollos
teóricos y especialmente silenciado en lo que hace a su ma-
nejo en la clínica, se lo ha degradado a un fenómeno de
imagos del que se ha servido más de un analista a favor

61
Huellas #4

de su status.
Aquí una pequeña idea: en cuanto se trata de ubicarlos
en la clínica, ciertos conceptos tienen que ser tratados en el
registro de la producción y no del producto. Eso no quita
pensar en resultados. ¿Notaron que en psicoanálisis a ve-
ces hablar de “resultados” es mala palabra? Entre el “caso
por caso”, la particularidad, la contingencia, el azar, lo in-
determinado, lo que resta, etc, se han soltado las riendas
de los tratamientos más de una vez.
Que el jinete y la fusta queden confundidos, es su neu-
rosis; la de la fusta.
Entender el valor de artificio que tiene nuestro disposi-
tivo, es lo que le da su riqueza particular. Si la neurosis de
transferencia es artificial es porque está hecha de supues-
tos y producciones, símil la teoría con la que vamos a su
encuentro.
Esto quiere decir que la transferencia no es un elemento
estático en un análisis, que se estableciera para siempre y
entonces se diera por existente. Tampoco es un objeto de
la ciencia positiva, que una vez descubierto quedara como
lugar establecido desde el cual partir.
La palabra “instalación” que suele acompañarla, es to-
mada como un echar anclas que convierte al anclado en
un sustrato del análisis, anterior a la transferencia misma.
La transferencia es una producción del trabajo del aná-
lisis dirigido por el analista y el analista se produce en la
transferencia, que es su producción.
En parte el problema es la noción de “sujeto supuesto al
saber” que implanta confusiones y es piedra angular.
A esta altura del partido, son pocos los espacios donde
se lo entiende como un sujeto al que se le supone saber,
personaje en general anteojado, cuyo respaldo es una bi-
blioteca enorme y antigua.
Esa lectura es tomada como un error ya superado, es
considerada extemporánea a los avances de los Semina-
rios que fueron siendo editados. Compromete un modo
de entender los conceptos de “analista” y “sujeto” como

62
Psicoanálisis y territorio

equivalentes y de homologar el saber al conocimiento, de


aquellas épocas en que la lectura de la obra de Lacan era
considerada una continuación de los trabajos de Freud, sin
dilación.
Todo un desplazamiento del término hacia una imagi-
narización rasa, posible de ser leída en algunos pasajes de
Lacan, pero no representativa de sus desarrollos.
Si bien en algunos lugares Lacan lo plantea de esa ma-
nera, luego de un recorrido por el concepto de “transferen-
cia” pone de manifiesto otra versión del asunto: se trata de
la suposición de un sujeto al saber.
Esta versión resulta más interesante y sus anteceden-
tes están en correspondencia con una lectura de la obra
de Freud descontextualizada, dicho esto en el mejor de los
sentidos. Es bueno quitar al autor de los soportes discur-
sivos en los que se sostiene y trabajar sus términos en el
contexto lógico de pensamiento (marcado por aquellas va-
riables, pero más allá de ellas también).
Freud ha planteado un saber autónomo, representacio-
nes asociadas por simultaneidad sin agente. Conoce del
automatismo y supone allí la expresión de la verdad del
inconciente, sin conducción.
Ahora bien.
En tanto hay suposición de saber a un sujeto la neurosis
está instalada.
En cuanto haya suposición de sujeto a un saber, la
creencia en el inconsciente estará instalada.
¿Cuál es la condición para que quede instalada la trans-
ferencia?
La producción de un borde complejo. Una nueva di-
mensión.
Un equívoco: la doble creencia difusa en que hay un
sujeto que tiene un saber, vislumbrando a la vez, que éste
se ubica en su hiancia.
Producción sólo posible en cuanto el analista deje de
escribir con la intención de hablar y se decida a hablar de
modo tal que al hacerlo escriba.

63
Huellas #4

Bibliografía

S. Freud: (1896). Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904). Nueva


edición completa. Buenos Aires & Madrid: Amo-
rrortu Editores. 1992
S. Freud: (1914) Obras completas.Lo inconciente A.E. XIV.
Buenos Aires. 1992
S. Freud: (1915)Obras completas “Observaciones sobre el
amor de transferencia” . A.E. XII. Buenos Aires.
1992
J. Lacan: (1964) El Seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis. Paidós, Buenos Ai-
res. 1992
J. Lacan: (1969) Revista Scilicet. “Proposición del 9 de octu-
bre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”,
Ed. du Seuil.

64
Psicoanálisis y territorio

¿Murió Lacan?
Lectura del libro Homenaje a Lacan
Verónica Buchanan

Hace poco escuché este diálogo:


–Ayer se murió mi tortuga. Tenía 54 años… Se pasaba
el tiempo durmiendo.
–¿Cómo te diste cuenta, entonces, que se había muerto?
Dormir no es lo mismo que estar muerto. Que la muerte
puede ser un despertar. Que vivir es muchas veces saber
dormir. Y despertar es un relámpago.
Lo cierto es que la pregunta por cómo darse cuenta que
alguien está muerto, quedó de algún modo sembrada en
mí. Más aún cuando se trata de alguien a quien sólo he
conocido en vida por su obra, con la que me encontré mu-
chos años después de su muerte.
¿Lacan murió?
Esta no es una pregunta por la biología de un cuerpo,
tampoco por alguna certificación civil. Es una pregunta
por la herencia y la transmisión. Es una de las preguntas
que me dejó la lectura del Homenaje a Lacan, escrito por
colegas queridos y publicado por Ricardo Vergara, en pan-
demia y a cuento de ninguna efemérides.
65
Huellas #4

Si bien existe la figura de la herencia en vida, es seguro


que nadie atraviesa ese acto sin morir de algún modo.
Comparto con ustedes una reflexión causada por la lec-
tura de este libro.

A mi me gustan los ruidos. Me gusta cómo empiezan a


cruzar y a venir por el campo como mandados. Porque ense-
guida contesta el perro de Miranda y el del pueblo vuelve a
contestar y el de Miranda vuelve a contestar y el del pueblo
vuelve a volver a contestar y de golpe hay como un redon-
del de ruidos que va a durar largo.

El ruido Lacan, un redondel de ruido que sigue duran-


do. El ruido es un nombre para lo que impacta, eso que
no llega aún a ser sonido ni sentido. El ruido Lacan puede
decir lo traumático de una afectación, lo que impacta sin
remedio y fija.
¿Quién puede gustar de un ruido? Si, en el mejor de los
casos, vía una traducción en sonido, es de un ruido que
nos constituimos, un ruido del que sólo podemos exiliar-
nos. Restos de lo oído.
En este homenaje hablan quienes fueron impactados
por el ruido Lacan. Y dicen de cómo se constituyeron a
partir de diversos efectos de traducción del ruido en voz.
Filiarse a un ruido, volverlo una práctica es una operación
de traducción del ruido en voz. Y la voz, si es tal, no puede
heredarse más que como voz propia.
El ruido Lacan es redondel y espiral, se vuelve borda-
do, zurcido, trama.

Claro que al rato uno ni lo siente, de lo acostumbrado.


Que es eso lo que tienen las cosas tirando a viejo. Que si no
se para la oreja no se escucha nada, de tanto que sabe uno
escuchar lo mismo siempre, y así con todo. Con lo de escu-
char y con lo de tomar y con lo de oler y con lo de mirar,
que no hay ni una novedad así de chiquita ni nada nuevo ni
nada.

66
Psicoanálisis y territorio

¡Qué problema la inercia! Porque del ruido Lacan sólo


podemos huir, resistir la afectación que recibimos de su
impacto. Traducirlo síntoma. Pero luego, esa pendiente
nos lleva y ya no escuchamos nada, ni ruido ni letra. Aun-
que eso, el ruido, la letra, retorne cada vez en la contingen-
cia del tropiezo.
Mi padre solía decirme que el hombre es un animal de
costumbre. Hoy estaría de acuerdo con esta afirmación, a
no ser por el síntoma, ese huésped mal recibido. Esa huella
y afectación que no nos libra a la costumbre.
Los cuerpos del verano es una novela que me gusta mu-
cho, de Martín Felipe Castagnet. Ahí, en esa realidad tan
cercana como impensable, quienes mueren entran en un
estado de suspensión, flotación, hasta conseguir otro cuer-
po que habitar. El cuerpo devenido mercancía se consigue
de diversa calidad y gusto. Pero, en cualquier caso, por
más maltrecho que esté, devuelve al ser de palabra su ca-
pacidad sensible. Es en ese desacuerdo entre cuerpo e in-
conciente que se funda el síntoma, lo que desacostumbra y
despierta a una sensibilidad.
Me pregunto muchas veces, y con esta pregunta empe-
cé la lectura del Homenaje a Lacan, cómo desacostumbrar-
nos de este redondel de ruido del que, ya acostumbrados,
es tan usual no escuchar nada.
Recuerdo la novela de Castagnet porque pienso en la
importancia de la muerte de Lacan, de que muera. Por-
que la muerte de Lacan es la condición para que muchos
analistas no seamos esos cuerpos más o menos maltrechos
que soportan la impostura iterada de una vida perdurable.
Precisamos su muerte para poder heredar una palabra y
hacerla voz y experiencia propia.
¨Jesús dijo: Yo soy la resurrección. El que cree en mí,
aunque muera, vivirᨠ(Juan, 11, 25). Quizás no sea inopor-
tuno traer la referencia al hijo. Es claro que tenemos me-
nos inconvenientes en heredar al Padre del psicoanálisis.
Porque el Padre es tal en tanto muerto. Pero con el hijo ya
es otro cantar. La tradición cristiana no pudo evitar ma-

67
Huellas #4

tarlo para que dé vida. Porque, a diferencia del Padre, la


transmisión de Cristo es su cuerpo. El cuerpo de Cristo,
Amén… ese es el susurro que acompaña la comunión.
Entonces me pregunto cómo muere el hijo, para que
haya una herencia posible, cuando su transmisión tiene al
cuerpo como soporte. ¿Podemos separar a Lacan de sus
ocurrencias, su curiosidad, su jugueteo con la lengua?
¿Restará crucificarlo para no vivir como zombie en la im-
postura analítica? Ese es el trabajo de este libro que les re-
comiendo y que es testimonio de la función de la pérdida
para que haya (re)encuentro.

Algo de eso era lo que decía Don Tomás, creo, del cam-
po. Pero a él le gustaba. Que era como una persona que nun-
ca muere y nunca morirá y ve todas las cosas todo el tiempo,
el campo. Eso decía Don Tomás, me acuerdo bien. Me lo
acuerdo tan de memoria como los ruidos y estoy acostum-
brado a esas hojas del cuaderno de Don Tomás lo mismo
que con los ruidos, que uno se acostumbra antes que el sol
de noche de Miranda esté prendido del todo.

El campo, los analistas solemos nombrar así al psicoa-


nálisis… el campo del psicoanálisis, eso que no es cos-
movisión ni alcanza con llamarlo práctica, oficio, saber,
discurso. Es nuestro campo, el de la experiencia analítica.
Incluso, hay quienes hablan del campo lacaniano.
Que palabra tan llena de sentidos y resonancias en la
Argentina.
De nuevo, mi padre dijo, cuando empezaba a perderse,
que quería irse al campo “porque ahí no te perdés, seguís
el alhambrado y llegás a una tranquera y a un camino”. Sin
embargo, de chica, tenía prohibido jugar en los maizales,
porque ahí no hay modo de orientarse.
El campo Lacan, ¿Cómo orientarnos?
Este Homenaje a Lacan, no es a él. Es un homenaje al por-
venir, una orientación al futuro posible del psicoanálisis.
Una reserva de detalles, huellas y operaciones de lectura.
Lacan murió, puede entonces heredarse una práctica viva.

68
Psicoanálisis y territorio

Y en esa experiencia viva, honrar una herencia y relanzarla


al porvenir.

Y cuando se prende el farol la casa de Miranda es como


un agujero en el medio del campo y dan ganas de tirar co-
sas. Palos y cosas, a embocar.
Kincón, Miguel Briante

Se trata de una experiencia clásica, que se llevaba a cabo


en la época en que la física era divertida, en la época de la
verdadera física. Nosotros, de igual modo, estamos en la épo-
ca en la que verdaderamente se trata del psicoanálisis. Cuan-
do más cerca del psicoanálisis divertido estemos, más cerca
estaremos del verdadero psicoanálisis. Con el tiempo se irá
desgastando, se hará por aproximaciones y triquiñuelas. Ya
no se comprenderá nada de lo que se hace, así como ya no es
necesario comprender nada de óptica para hacer un micros-
copio. Regocijémosnos pues, aún hacemos psicoanálisis.
Seminario 1, Lacan

¿Puede ser alegre, divertido, un muerto? Me pregunto


cómo se hereda la alegría, la capacidad de divertirse. Intu-
yo que ahí está la clave de cualquier transmisión, que pre-
cisa que sea perdida pero que otro pueda adquirirla. No
hay transmisión, herencia, que no suponga la castración,
la muerte como condición para que otra generación pueda
hacerla propia.
Es preciso que Lacan se deje de hacer el vivo, que cadu-
quen sus ocurrencias, tan vitales y potentes que han atra-
vesado lenguas. Que se deformen, se pierdan, incluso se
dilapiden sus curiosidades. Porque es con su muerte, que
podemos heredar el psicoanálisis y hacerlo experiencia,
propia, en nuestra lengua y con nuestras afectaciones.
Pertenezco a una generación que se formó entre ana-
listas lacanianos, en la facultad, en los hospitales, en los
consultorios y grupos de estudio. En esa lengua ya algo
desgastada, cerrada sobre sí, gozosa de sus triquiñuelas
que ya no hacen cosquillas.
Que importante es poder morir para que haya nueva
69
Huellas #4

vida. Es por el agujero de la muerte que pasa la vida a las


nuevas generaciones para que otra vez, traten de embocar-
le al agujero que funda el campo.
En esto, todos los participantes del homenaje han acor-
dado, la gratitud es con la transmisión, escritura, localiza-
ción de la dimensión de la falta en la experiencia analítica
y en la constitución subjetiva. Es por ese agujero que lo
perdemos para (re)encontrar una experiencia, un campo y
su agujero que es, ahora, sol de noche.

70
Psicoanálisis y territorio

Recuperar la potencia del gesto amoroso


en la clínica psicoanalítica1
Tomasa San Miguel, Leila Wanzek, Luján Iuale

El gesto amoroso es un operador clínico crucial para la éti-


ca y política del psicoanálisis al momento de abordar los
padecimientos subjetivos. En una época en la que prevale-
ce el engaño de un goce individual e ilimitado que forcluye
“las cosas del amor” (Lacan, 1974), este operador no puede
ser olvidado o abordado de costado como uno más entre
otros. Tanto en Freud como en Lacan se puede leer el es-
tatuto ético y fundante que le atribuyen al gesto amoroso
en su vertiente tierna al instaurar al sujeto del inconsciente
en el seno de un nuevo modo de lazo al Otro que genera
condiciones de subjetivación.
Por lo tanto, queda mucho para seguir pensando en tor-
no a los efectos del “gesto de amor” como constitutivo del
psiquismo humano y del dispositivo analítico. De eso se
trata el desafío que plantea esta mesa redonda.

1. El presente escrito se extrae de la Mesa Redonda del mismo


título, presentada en el Congreso AASM 2020.

71
Huellas #4

1. Una política del gesto

Tomasa San Miguel

Sobre el gesto que potencia

El gesto amoroso es el primer lazo, preedípico, al padre


que Freud postula como identificación primaria. Gesto
que da cuenta entonces de la humanización que resulta de
la inscripción de una letra que es al mismo tiempo opera-
ción de vaciamiento.
Sin embargo, quizás el gesto más originario es la ex-
periencia de dolor, la irrupción de lalengua, que deja un
saldo: los afectos y la imagen mnémica. El lazo amortigua
y extrae, a través de la escritura de una letra, esa cantidad
que irrumpe; dejando una traza testimonio de ese encuen-
tro.
Resulta del gesto inaugural la afectación como dispo-
nibilidad de un cuerpo que resuena, y es al mismo tiempo
encuentro fallido entre el lazo íntimo y lo común del otro
lo que hace posible habitar la cultura como bien señala Lei-
la Wanzek en su texto “Acerca del afecto tierno en Freud y
del gesto amoroso en Lacan” en el libro Dispersión de los
afectos.
La noción de potencia remite a Spinoza. Negri dice:
“En realidad, en este caso la potencia se presenta dentro
de una verdadera estrategia de resistencias singulares
que se desarrolla a través de lo colectivo, es decir, como
un proceso que conduce de la singularidad a la totalidad
social, que modifica, transforma y da forma a las institu-
ciones colectivas. La inmanencia spinoziana de lo colectivo
(modal, común) es constitutiva a través de los conflictos
de las singularidades (…) Una estrategia de lo colectivo
muestra como intransitivo el deseo absoluto de libertad y
luego introduce la dinámica del amor. Solo hay potencia,
o sea libertad, que se opone a la soledad y construye lo
común. ‘El hombre que se guía por la razón es más libre en

72
Psicoanálisis y territorio

el Estado, donde vive según el común decreto, que en la


soledad, donde sólo se obedece a sí mismo’ (Ética IV, prop.
73)” (Negri, 2019).
El gesto que resuena y al mismo tiempo escribe una le-
tra, surge de un primer decir como eco, eco de lalengua
como enjambre, zumbido hablante; y en una segunda tra-
ducción permite los efectos de sentido y sin sentido en los
que el ser hablante transcurre.
Que el gesto como instante de tirón entre cuerpo, goce
y palabra sea amoroso es ya una decisión. Allí donde el
auxilio, cuidado del otro guiado por su castración efectúa
la nominación que señala un imposible, un vacío que vivi-
fica. No se trata del amor narcisista, ese que no saca a nadie
de sí mismo, sino de un amor no todo.

El gesto poético

“Anda desmemoriada La Tía, cuenta una y otra vez las


mismas viejas anécdotas. Algunas piensan que está vol-
viéndose loca, otras creen que ha dejado de recordar por
cansancio. De manera que nadie se inquieta cuando se va,
cuando las deja, cuando responde a la sirena de su destino.
Se aleja un poco desorientada, hostigada por los zapa-
tos de acrílico que a sus ciento setenta y ocho años se sien-
ten como una cama de clavos.
Paulatinamente, eso que la ha convocado se revela: es
el llanto de un bebé. La Tía Encarna tantea en el aire con
los zapatos en la mano, enterrándose en la inclemencia del
terreno para verlo con sus propios ojos.
Mucha hambre y mucha sed. Eso se siente en el clamor
del bebé y es la causa de la tribulación de La Tía Encar-
na, que se adentra en el bosque con desesperación porque
sabe que en algún lugar hay un niño que sufre. Y en el
Parque es invierno y la helada es tan fuerte que congela
las lágrimas.
Encarna se acerca a las canaletas donde se esconden las

73
Huellas #4

putas cuando ven acercarse las luces de la policía y por fin


lo encuentra. Unas ramas espinosas cubren al niño. Llora
con desesperación, el Parque parece llorar con él. La Tía
Encarna se pone muy nerviosa, todo el terror del mundo
se le prende a la garganta en ese momento.
Cuando intenta sacarlo de su tumba de ramas se cla-
va espinas en las manos y las pinchaduras comienzan a
sangrar, tiñen las mangas de su blusa. No siente dolor, no
repara en los cortes que le hacen esas espinas. Continúa
apartando ramas y finalmente rescata al niño que aúlla en
la noche. Está cagado entero, el olor es insoportable. Entre
las arcadas y la sangre, La Tía Encarna lo sujeta contra el
pecho y comienza a llamar a los gritos a sus amigas.
Un niño de unos tres meses abandonado en el Parque.
Cubierto con ramas, dispuesto así para que la muerte hi-
ciera con él lo que quisiera. Incluso los perros y los gatos
salvajes que viven ahí: en todas partes del mundo los ni-
ños son un banquete.
Las travestis se acercan con curiosidad. Una se lleva
las manos a la boca, unas manos tan grandes que podrían
cubrir el sol entero. Otra exclama que el niño es precioso,
una joya. Otra inmediatamente se vuelve sobre sus pasos y
dice: −Yo no tengo nada que ver, yo no vi nada.
Van a la casa de La Tía Encarna, la pensión más marico-
na del mundo, que a tantas travestis ha acogido, escondi-
do, protegido, asilado en momentos de desesperanza. Van
ahí porque saben que no se podría estar más a salvo en
ningún otro lugar. Llevan al niño en una cartera.
Yo voy muerta de miedo. Camino detrás de ellas casi
corriendo. La visión del niño me ha vaciado por dentro. Es
como si de repente no tuviera órganos ni sangre ni huesos
ni músculos. En parte es el pánico y en parte la determina-
ción, dos asuntos que no siempre van de la mano.
Llegan a la casa de La Tía Encarna. Una de las mucha-
chas prepara un fuentón, otra corre a la farmacia de turno
por pañales y leche en polvo para recién nacidos, otra bus-
ca sábanas y toallas limpias, otra enciende un porro. La Tía

74
Psicoanálisis y territorio

Encarna le habla al niño en voz muy baja, inicia la letanía,


le canta bajito, lo embruja para que deje de llorar.
Nadie debía saber que en la casa había un niño. Así era
nuestro grado de inconsciencia. Pero también de respon-
sabilidad. Sabíamos que, en cualquier otro lugar, ese niño
no recibiría afecto, sencillamente, y en casa de La Tía En-
carna era amado. Finalmente lo habíamos bautizado. Por
mayoría, elegimos llamarlo El Brillo de los Ojos. Y estaba
muy bien llamarlo así, porque La Tía Encarna, y todas en
realidad, recuperábamos el brillo en la mirada cuando es-
tábamos con él. Eso que sucede en esa casa es complicidad
de huérfanas.
Le han dado una mamadera al niño muerto de hambre
y se han cansado de mirarlo, de ensayar nombres, de adju-
dicarse parentescos. Cuando se cansó de llorar, el niño se
dedicó a mirarlas, con una curiosidad inteligente, directo
a los ojos de cada una. Eso les había causado impresión,
nunca se sintieron miradas de esa forma. La Tía Encarna
desnuda su pecho ensiliconado y lleva al bebé hacia él. El
niño olfatea la teta dura y gigante y se prende con tranqui-
lidad. No podrá extraer de ese pezón ni una sola gota de
leche, pero la mujer travesti que lo lleva en brazos finge
amamantarlo y le canta una canción de cuna.
La Tía Encarna amamantando con su pecho relleno de
aceite de avión a un recién nacido. La Tía Encarna está
como a diez centímetros del suelo de la paz que siente en
todo el cuerpo en aquel momento, con ese niño que drena
el dolor histórico que la habita. Susurra, bañada en lágri-
mas que resbalan por sus tetas y caen sobre la ropa del
niño. Con los dedos unidos en montoncito, María le pre-
gunta qué hace. Encarna contesta que no sabe qué es lo
que está haciendo, que el niño se le ha prendido a la teta y
ella no tuvo el coraje para quitársela de la boca. María, la
Muda, se cruza los dedos sobre el pecho, le da a entender
que no puede amamantar, que no tiene leche.
−No importa −responde La Tía Encarna−. Es un ges-
to nada más −le dice. Un gesto nada más. (que como) Un

75
Huellas #4

resplandor verde enceguece a la muerte y la amenaza con


vida. En esa casa travesti, la dulzura puede hacer todavía
que la muerte se amedrente”. (Las malas, Camila Sosa Vi-
llada)

Clínica: la transferencia es del analista

En la Introducción a la edición alemana a los escritos Lacan


dice: “…por ello la transferencia es amor, un sentimiento
que adquiere allí una forma tan nueva que introduce en él
la subversión, no porque sea menos ilusoria, sino porque
se procura un partenaire que tiene posibilidad de respon-
der, no es el caso en las otras formas. Vuelvo a poner en
juego la buena suerte, salvo que, esta posibilidad, esta vez
viene de mí y yo debo proporcionarla.
Insisto: es el amor que se dirige al saber” (Lacan, 1973)
En la experiencia analítica por contingencia del amor
de transferencia, que es amor al saber, se puede demostrar
un punto de imposible. Se demuestra vía la escritura y la
escritura es en el cuerpo. Es el analista el responsable de
“poner en juego” la “buena suerte”, en el sentido del azar.
Un amor que no es a lo igual sino a la diferencia. Amar
lo otro. Amor como operación de la castración, de lo otro,
de lo singular, de lo íntimo.
El dispositivo del análisis supone el cuerpo como aque-
llo donde el decir hace eco, contingencia mediante, ligada
al concepto de encuentro y la afectación que de allí se des-
prende. En ello radica la eficacia propia de un análisis.
El gesto, amoroso, de un analista lee la traza, la vuelve
huella, permite borrarla. El gesto amoroso designa, señala
y resguarda lo indecible. Y la contingencia de un gesto,
guiado por el deseo del analista, otorga un lugar a veces
por primera vez, a veces desde otro sitio, pero como sea
inventa, imagina, un porvenir.
Ese gesto es la afectación, no en función de los senti-
mientos, lo emocional, los ideales, sino de la capacidad de

76
Psicoanálisis y territorio

afectarse, de resonar allí, de acusar recibo del impacto y la


huella que deja la hospitalidad que da la bienvenida a la
alteridad.
Por eso Lacan dice en el Seminario 21 “la transferencia
es del analista, es el que ama al inconciente (…) No hay
más que una transferencia la del analista, ya que después
de todo él es el Sujeto Supuesto al Saber, el analista debe-
ría saber a qué atenerse acerca de su relación con el saber”
(Lacan, 1974). Leo allí que de lo que se trata es que el saber
inconciente no obture su amor al inconciente como vecin-
dad y como un saber que se inventa a partir de su afecta-
ción y de su gesto.

El gesto amoroso como resistencia frente


a la forclusión de las cosas del amor

El gesto de amor tiene una dimensión política y por lo tan-


to ética. La política del psicoanálisis es la del síntoma, eso
que no anda, se pone en cruz y traba los retornos en lo real
de la forclusión de la castración y el amor que define la
época. Se entiende que hablamos del amor como nomina-
ción, aquello que demuestra un imposible; la posibilidad
de un lazo que tiene su referente en el cuerpo, en el gesto
y luego el discurso hace un tratamiento de ese imposible.
Sostener esa afectación decidida abierta al lazo y di-
ciendo no a la homogeneidad que la masa requiere es una
posición política, y es también la disponibilidad que con-
viene a la función del analista para darle “un asomo de
vida a ese sentimiento llamado amor” (Lacan, 1973)

77
Huellas #4

2. Amor al gesto: una presencia sensible del analista

Leila Wanzek

El interés por investigar el gesto de amor y la ternura des-


de una perspectiva psicoanalítica surgió de la afectación
que me produjo la propia experiencia analítica en el cam-
po de las Políticas Sociales de Protección de Derechos de
Niños/as y Adolescentes, durante los últimos diez años,
en contextos de pobreza urbana persistente del conurba-
no bonaerense. A partir de allí el gesto amoroso se tornó
un operador clínico crucial en la caja de herramientas que
llevo a dar vueltas por la barriada: el único capaz de arran-
carle la certeza y el anonimato al horror del desamparo
sociopolítico: múltiples desilusiones, violencias, desigual-
dades y (de)privaciones (nutrición, salud, educación, in-
formación, saneamiento, vivienda, ambiente, violencias,
accesibilidad, equidad, estimulación, afecto, juego, entre
otras) que redoblan el desamparo estructural y contingen-
te del serhablante2.
Pienso que “hacer gestos” implica la disponibilidad
de un tiempo y un lugar otro en el Otro. No es cosa fá-
cil ni sencilla porque requiere de amor, deseo y cuerpo.
Lacan aborda el gesto desde distintas artes. Los gestos de
amor constituyen sujeto y comunidad, transmisión, histo-
ria, cultura. Hacer gestos, y hablar de ellos, nos invita a re
en-contrarnos con esas marcas más íntimas e inolvidables
que están en el origen, si es que hay uno, ahí donde todo
comenzó y eso nos singulariza.
Es preciso, en estos tiempos que (nos)corren, recuperar
el estatuto teórico-clínico y ético privilegiado que le otor-
garon Freud, Ferenczi, Winnicott, Lacan y Ulloa al gesto

2. Wanzek, L. (2020) La noción de gesto de amor acuñada por


J. Lacan: aportes del psicoanálisis en inter()sección con los terri-
torios sociopolíticos de la primera infancia. Trabajo en evalua-
ción presentado al Anuario de Investigación de la Facultad de
Psicología, UBA.

78
Psicoanálisis y territorio

de amor y ternura en la clínica psicoanalítica. También


Tomasa y Luján con su transmisión del psicoanálisis de
gestos amorosos y honestidad intelectual para muchos de
nosotros en los diferentes territorios de la universidad, las
supervisiones, entre otros.
La palabra “gesto” proviene del latín gestus para refe-
rirse al “lenguaje corporal” en tanto actitud o movimien-
to del rostro, las manos o cualquier otra parte del cuerpo
que expresa algún afecto o transmite algún mensaje. A su
vez, viene del verbo gerere que se emparenta con gestare
y significa gestación en tanto “llevar a cabo alguna cosa”.
Me pregunto, entonces ¿Qué sería hacer gestos, “llevar a
cabo” o “a buen puerto” alguna cosa para hablar el lengua-
je de los territorios-en un psicoanálisis? ¿Qué propician los
gestos? ¿Cuál es el estatuto del gesto en la clínica psicoana-
lítica actual, más precisamente, del gesto de amor? Ensayo
algunas respuestas o lecturas posibles. El gesto de amor
apuesta siempre a que lo humano se geste en ese en-cuen-
tro novedoso. Crea y es condición de posibilidades para
que suceda la constitución subjetiva. Es la bienvenida al
mundo y a una cultura de un rostro, unas manos o cual-
quier otra parte del cuerpo humano hablante de una len-
gua entre otras, que humaniza.
A propósito de esto, Lacan en el Seminario 1 (1953-54)
se toma el tiempo de aclarar que el gesto está dentro del
orden simbólico, en el campo del lenguaje y lo humano.
No es mera respuesta motora refleja animal, como postu-
laban sus contemporáneos. Si bien el gesto no está del lado
de las palabras, tipo de signo que se dirigen a ser oído;
sino más bien del de la letra, que se dirige a la mirada,
con todo lo que ésta tiene de constitutiva para el sujeto.
Aquí Lacan aborda el gesto a partir de las referencias a San
Agustín, quien se pregunta por el “lenguaje de sordos”, ya
que éste tiene la particularidad de comunicar sin palabras
y mediante gestos que no sólo muestran las cosas visibles,
sino también sabores, sonidos, aromas, tacto, etc. A partir
del trabajo de acompañamiento de la crianza en territorio

79
Huellas #4

de una familia “sorda” aprendí que en el “lenguaje de se-


ñas” hay un modo singular de nombrar a cada sujeto que
no es a través de palabras ni frases o deletrear el nombre,
sino a partir de la creación de lo que llaman una “marca
personal”. Esta es una seña inventada y transmitida por
la propia comunidad de personas sordas a partir de algún
rasgo del sujeto a ser nombrado. A partir de este gesto irre-
petible, que dona la comunidad especialmente para cada
integrante, se obtiene esa marca singular y, con ella, el na-
cimiento a esta lengua entre otras.
Pasamos del “lenguaje de sordos” a lo que podríamos
llamar un “lenguaje de gestos” que permite leer/escribir
algo de aquel inefable que queda por fuera de las palabras
que se dirigen a ser oídas, cuando no las hay aún, no alcan-
zan o no funcionan. Así el gesto en tanto hecho de discurso
excede a las palabras, verificamos que éste puede ser sordo
y mudo pero no fuera de cuerpo y lenguaje.
Si nos vamos un poco más atrás, a propósito de los
orígenes, Freud destacó muy tempranamente en sus de-
sarrollos la importancia del amor y la ternura como afecto
fundante del psiquismo humano, la vida social y la cul-
tura de los sujetos3. Pero en esta ocasión quiero destacar
los desarrollos teóricos, clínicos y éticos de Ferenczi, con-
temporáneo interlocutor y amigo de Freud, que destaca en
sus últimos escritos la importancia de renovar el proyecto
clínico del psicoanálisis y de hacer lugar a la “elasticidad
de la técnica psicoanalítica” (1928). Esta última tiene como
punto de partida la categoría del “tacto” (la forma y el
modo adecuado de decir o transmitir algo) presentada por
Freud en los escritos técnicos como esa dimensión de la
presencia sensible y oportuna del psicoanalista para rea-
lizar la interpretación. Ferenczi se refiere a la “afectación
necesaria del psicoanalista” o “sentir con” (la capacidad

3. Wanzek, L. (2020) Acerca del afecto tierno en Freud y del


gesto amoroso en Lacan. En Iuale, L. (comp.) Disrupción de los
afectosen la época y la clínicaactualidad. JCE Editores.

80
Psicoanálisis y territorio

de dejarse afectar por el sufrimiento del otro). Destaca la


importancia de una ética sostenida en “el lenguaje de la
ternura” y que también llama “universo silenciado de la
ternura” (1933) propio del niño en el marco de sus teori-
zaciones sobre el trauma. También habla de la hipocresía
de aquellos analistas que rechazan los propios afectos ante
el paciente obstaculizando el tratamiento. Estos desarro-
llos teóricos, clínicos y de una ética del cuidado precur-
sora para la época no tuvieron suficiente resonancia en la
historia y cultura del psicoanálisis. Quizás, pienso, que a
Ferenczi no le perdonaron ser un psicoanalista varón que
hablara del juego, la espontaneidad, la alegría de existir
y la ternura en los tratamientos de adultos traumatizados
en esos tiempos. Cuestión de la que estaba advertido y
que aclara sería tildada de intersubjetividad. Sin embargo,
son estos aspectos del tratamiento los que requieren de un
mayor trabajo, compromiso, dedicación y análisis propio
de un psicoanalista. Fue realmente conmovedor reencon-
trarme en su lectura con un psicoanalista que, ya en 1920,
proponía una ética y política del cuidado con enfoque de
derechos, basada en la rigurosidad de los gestos amorosos
y la ternura. También fue conmovedor encontrarme en sus
letras con las resonancias de otros grandes maestros en la
materia como Winnicott, Lacan, Ulloa.
Por último, un poco más acá de los orígenes tenemos
las referencias de Lacan sobre el gesto que para mi sorpre-
sa son vastas. Muchas de ellas postulan al gesto en relación
a las operatorias constitutivas del sujeto, pero esta vez si-
tuaré aquellas en las que leo alguna indicación clínica. En
el Seminario 2 (1954-55) se refiere al gesto en tanto “acrobá-
tica destreza” que no erra al adversario que es el otro. Un
movimiento preciso que lo alcanza y, a la vez, lo evita. Es
interesante el modo en que con esta metáfora postula la
intervención del gesto vinculado a la precisión y sutileza
simbólica en que hay encuentro de lenguajes y cuerpos sin

81
Huellas #4

choque especular4.
Recién en el Seminario 11 (1964) Lacan arriba a una de-
finición del gesto como “algo hecho para detenerse y que-
dar en suspenso (…) se inscribe en un antes. Esta tempo-
ralidad muy particular que definí con el término detención,
y que crea tras sí su significación, nos permite distinguir
entre gesto y acto”5. De este modo, tanto un aroma como
un abrazo, por ejemplo, pueden suspender el tiempo de
modo tal que se inscriben en un antes del sujeto como un
gesto amoroso, o aterrador, según se ofrezcan a la termina-
lidad de la mirada como lazo entre el sujeto y el Otro, o
como mortificación.
En el Escrito “Posición del inconsciente de 1960 a 1966”
aproxima una indicación clínica sobre la posición del ana-
lista, dice: “la cosa vale la pena de decirse, pues califica
al campo del inconsciente a tomar asiento, diremos, en el
lugar del analista, entendamoslo literalmente: en su sillón.
Hasta tal punto que deberíamos cederle ese sillón en un
gesto simbólico. Es la expresión usual para decir: un gesto de
protesta”.
En el Seminario 14 (1966-67) podemos ubicar un punto
de llegada ya que se refiere específicamente al gesto de amor,
dice: “El cuerpo está hecho para ser marcado, siempre se lo
ha hecho, y siempre el primer comienzo de gesto de amor
es esbozar, más o menos, este gesto” (Lacan, 1967).
Cabe destacar, que en este mismo seminario, además,
se refiere al Otro como cuerpo, a la ternura, al inconsciente
como la política y a lo colectivo, lo cual no me parece un
azar. En el Seminario 20 (1972-73) vincula el gesto a la ética
y al modo singular de habitar el lenguaje, dice: “La ética
(…) tiene la más estrecha relación con nuestra habitación
del lenguaje, y pertenece, además, como lo desbrozó cier-
to autor que evocaré en otra ocasión, al orden del gesto.

4. Lacan, J. (1954-55) El Seminario 2. El yo en la teoría de Freud y


en la técnica psicoanalítica. Paidós. 2008, p. 395.
5. Lacan, J. (1964) El Seminario 11. Los cuatro conceptos del psi-
coanálisis. Paidós. 2006, pp. 121-23.

82
Psicoanálisis y territorio

Cuando se habita el lenguaje se hacen gestos, gestos de


saludo, de prosternación, a veces de admiración, cuando
el punto de fuga es otro, lo bello. Ello implica que no se
pasa de ahí. Se hace un gesto y luego se conduce uno como
todo el mundo, es decir, como el resto de los canallas. Aho-
ra bien, hay gestos y gestos”6. Por último, en el Seminario
21 (1973-74), ya de lleno en la escritura de los nudos y el
amor, Lacan se referirá a la importancia del “gesto de en-
trecruzar” o tejer las hebras de la trenza.
Concluyo, entonces, que el gesto de amor es una ope-
ratoria clínica constitutiva y constituyente de sujeto. Hacer
y ser soporte de gestos amorosos, así tal cual lo hace la tía
Encarna en “Las malas”, implica gestar -llevarlo a cabo o a
buen puerto- los territorios del sujeto deseante, su poten-
cia vital y dignidad humana. “Es un gesto, nada más”.

3. El gesto amoroso hace cuerpo

Luján Iuale

Nadie sabe lo que puede un cuerpo. Y ahí está la poten-


cia que pugna por devenir acto. Pero para que un cuerpo
pueda algo, requiere del lazo y del encuentro con otros
cuerpos que hagan de soporte, cuerpos que den signos de
amor.
El amor ha sido muy desprestigiado en nuestro medio.
Ha de ser, por el carácter engañoso que muchas veces pue-
de tener. Figuras de coartada que intentan eludir la cas-
tración. Pero ese amor, es el amor narcisista. Y no es en
modo alguno el amor que está atravesado por la lógica del
no-todo.
Voy a compartirles algunos gestos de amor.

6. Lacan, J. (1972-73) El Seminario 20. Aún. Paidós. 2012, p.


122.

83
Huellas #4

El gesto que equivoca

Susan Hommel se analizó con Lacan en 1974. Ya habían


pasado muchos años desde la segunda guerra mundial. La
analizante relata un sueño y le dice “Me despierto todas
las mañanas a las 5.” Y agrega: “Es a las cinco que pasa
la Gestapo para llevarse a los judíos de sus casas”. En ese
momento Lacan salta de su silla, se me acercó y me dio una
caricia extremadamente gentil en la mejilla. La analizante
interpreta: Yo lo entendí como un “geste a peau” (un gesto
en la piel - una caricia)
Esa torsión que lleva de la Gestapo al “geste a peau”
sólo es posible porque el decir resuena más allá de lo efec-
tivamente dicho y sobre todo en lo no dicho. Y de ahí nace
la potencia del gesto y el equívoco. Susan Hommel dice:
Esa sorpresa no disminuyó el dolor, pero hizo algo más…
La prueba es que 40 años después, cada vez que lo cuen-
to, lo puedo sentir en mi mejilla. Fue un gesto que apeló
a la humanidad.” La voz de Susan Hommel encabalga el
afecto que ese gesto conlleva. El gesto amoroso no resuena
sólo en el que lo recibe, transforma a su vez al cuerpo que
lo gesta. Y ese gesto cuando deviene decir, nos afecta tam-
bién a nosotros, testigos actuales de ese relato.

El gesto que muta

Hace muchos años vi una obra de teatro llamada “El ca-


mino a La Meca”. China Zorrilla era Helen Martins - una
anciana un tanto excéntrica - que hacía esculturas en su
jardín. Llega Elsa, su amiga, a visitarla. Recuerdo una
escena y su reverso, recuerdo con todo lo que desfigura-
ción y añadidos propios puede irrumpir en este relato. En
definitiva no importa la exactitud de cómo fue. Importa
cómo me lo acuerdo. En medio de una conversación que
va subiendo de tono Elsa le relata a Helen una escena de
su infancia: El padre le dice que se suba a una silla y que

84
Psicoanálisis y territorio

salte, que él la va a agarrar. Cuando la niña salta, el padre


se corre y la deja caer. Al tiempo que sentencia: No confíes
en nadie. La obra termina con un reverso donde el gesto
de amor puede transformar la historia: Helen le dice que
se suba a la silla y cuando Elsa salta, ella la recibe con los
brazos abiertos. No creo que mis palabras alcancen para
transmitirles la potencia de esa escena maravillosa con la
que termina la obra. Del padre que deja caer a una amiga
que abre los brazos para recibir.

El gesto que promete

En la película “Cómo entrenar a tu dragón 3” Hipo, el hijo


del líder de los Vikingos, encuentra una noche a su padre
llorando en silencio. Hipo se sorprende porque ese padre
de cuerpo grande y fuerte, lejos está de mostrarse vulne-
rable. Así que ese llanto no ha de ser cualquier cosa, es un
llanto que no conviene dejar pasar. El padre advierte la
presencia de Hipo y se da un diálogo; le cuenta que llora
por la pérdida de su mujer, madre de Hipo, y le dice: “El
amor viene con la pérdida, ese es el trato, pero el amor es
también lo mejor que puede pasarnos”. Hay en esa trans-
misión un gesto de amor que hace al porvenir del hijo, no
es una versión melosa del amor, es un signo de lo dolo-
roso pero también de lo vivificante. Sólo las palabras ha-
cen futuro, dice Ángela Pradelli, y para los niños, niñas y
adolescentes ese futuro ha de ser ofertado en principio por
nosotros. El amor viene con la pérdida pero es lo mejor
que puede pasarnos.

El gesto que más duele

A veces el gesto de amor se escribe en una encrucijada


dolorosa, pero no por ello pierde la belleza de su trazo.
La vida puede abandonar anticipadamente la partida y el

85
Huellas #4

mundo invertirse, perder su sentido. Una interconsulta


llega a mis manos. El texto breve dice: “Niño en coma far-
macológico por tumor cerebral. Se requiere interconsulta”.
Recuerdo que leí el texto y pensé tontamente: ¿Por qué nos
convocan? Claro está que faltaba una parte del mensaje.
La médica que atendía a este niño, cuando me ve llegar,
me agradece que haya ido. Le pregunto por qué pedían
la interconsulta y ella me dice: “Pedimos la interconsulta
para poder ayudar a la mamá en este momento. Este niño
padecía de un tumor que no podía operarse y la muerte
era el último destino, pero no sólo por ella, sino porque
cuando ella está mal, a él se le caen lágrimas”. Aprendí
así todo lo que se podía hacer cuando ya no había nada
más para hacer. Hablé con la madre, le hablé al niño. Sin
excesos de palabras pero tampoco con silencio insondable.
Un día llegué y el niño ya no estaba. La madre dirá que se
fue tranquilo y que ella también lo estaba. El gesto de amor
hace de soporte a ese tránsito impensable, indecible e inso-
portable. Pasaron 20 años, y aún me conmueve.

El gesto que construye

Si el tiempo hubiese girado de otro modo o si simplemente


el aleteo de una mariposa hubiese desatado un huracán,
mi madre no habría nacido en medio de una guerra. 1940.
Infancia poblada de bombardeos y la ilusión absurda de
cobijo bajo unas bolsas de tela. No hay recuerdo alguno por
fuera de la abundante familia que carecía de todo. La única
amistad, una sorda pobreza. 1954. Un giro del tiempo. Tal
vez el aleteo de un pájaro en otro sur, quién sabe. Un barco
zarpará trayendo a una chica de 14 años, con pocas letras y
escasas ropas. Un vaivén insoportable y la náusea casi con-
tinua, deseando llegar a puerto. Unas literas más allá otra
chica, como ella, hacía su propia travesía. Otra y la misma.
Cargadas de porvenir, queriendo dejar atrás la aridez de
la tierra donde casi nada crece. Quién sabe qué se dijeron,

86
Psicoanálisis y territorio

qué acercó una a la otra, de eso no hay texto. Sólo puedo


decir que las vi en varias ocasiones juntas, años más tarde,
cuando cada una ya tenía en su vida casa, hijos, un amor.
Y siempre la estela del barco se volvía a trazar, una y otra
vez, cuando las manos arremangadas contaban la aventu-
ra de haber construido, la una en la otra, la propia historia.

Para concluir

El gesto inaugural de amor es un acontecimiento. Pasaje


de la mortificación feroz de lalengua a lo que hace cuerpo,
tejido que enlaza. El gesto en su potencia difiere de la pan-
tomima, esa que los niños odian y ponen al descubierto
cuando alguien que no los quiere intenta disfrazar lo que
siente con burdos acercamientos. El amor es cosa seria. Y
es un misterio. Por eso nadie sabe lo que puede un gesto.

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Huellas #4

88
Psicoanálisis y territorio

Reír, llorar, luchar


Yo celebro
La esperanza del hambre en pausa
La ficción posible de la justicia
Los derechos que se reencuentran con los rotos
El despertar del barrio
La memoria.

Cuando no sepas
si reír o llorar
es porque hay que luchar.

Juan Solá

89
Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

El juego y su relación con lo social


Ximena Véliz, Isabel Crisóstomo, Tatiana Caro,
María Belén Siles, Alejandra Galindo (Chile)

Introducción

El programa de pasantías de Casa del Encuentro es realiza-


do por un equipo de psicólogos y psicoanalistas, brindan-
do formación clínica desde una perspectiva del dispositivo
Casa Verde, fundado por la psicoanalista Françoise Dolto.
Lo anterior implica trabajar con niños y sus cuidadores,
considerando como ejes claves dentro de la pasantía los
tiempos de la socialización y la separación temprana en el
vínculo. Al mismo tiempo, se invita a pensar los múltiples
factores que están asociados en los tiempos de la consti-
tución subjetiva, así como también a reflexionar sobre los
efectos de una escucha psicoanalítica en la ciudad o en el
barrio durante los tiempos de la crianza.
Este artículo pretende recopilar las vivencias de las pa-
santes de 2019, en forma de relatos que emplean al juego
como su conector, pero también como el disparador que
permite pensar a los niños como sujetos insertos en un len-
guaje, en una sociedad y en un contexto, desde las herra-

91
Huellas #4

mientas que este dispositivo y la psicología entregan para


su análisis y reflexión.
Los relatos que siguen a continuación son el produc-
to del trabajo articulado del equipo de pasantes1. Un texto
escrito a cinco voces, cada una de las cuales narrará una
experiencia de juego, vinculando la misma al contexto so-
cial, político y cultural que tuvo lugar durante el tiempo de
caos que se vivió en Chile desde Octubre del 2019.

El juego, su escucha y las implicancias del escenario so-


ciopolítico actual en el acompañamiento de la niñez

A finales de 2019, numerosos han sido los escenarios don-


de han primado la violencia, el terror y las diversas mani-
festaciones que acompañan al malestar social que se ini-
ció en Chile en el mes de Octubre. Circunstancias como la
desigualdad, el alto costo de la vida y el permanente sentir
de injusticia, entre otros, habrían llevado a la ciudadanía
a manifestarse rebelarse contra un historial de injusticias,
descontentos y desigualdades históricas. Es en este con-
texto de rebelión y revuelta social que el gobierno de turno
ha tomado medidas tales como la declaración de estado de
excepción y toque de queda, lo cual implicó un aumento
sustancial en el número de militares y efectivos policiales
en las calles.
Pero ¿Qué nos ocurre a nosotros como ciudadanos fren-
te a lo anterior? ¿Cuáles han sido los antecedentes políti-
cos y sociales que han gestado y gatillado el estallido en
cuestión? ¿Qué dolores, afectos y sometimientos se reve-
lan a raíz del silenciamiento del que hemos sido víctimas y
parte durante los últimos 30 años? son sólo algunas de las
preguntas que surgen respecto de cómo hemos enfrenta-

1. Equipo de psicólogos y estudiantes de psicología avanza-


da seleccionados para trabajar en Casa del Encuentro durante el
período Agosto-Diciembre de 2019

92
Psicoanálisis y territorio

do este nuevo escenario, tanto de manera individual como


colectiva. Tal vez, una de las opciones que hemos tenido
ha sido el uso de la palabra y el despliegue de un discurso
que ha permitido poner de manifiesto distintas angustias,
temores, dolores y rabias. Sin embargo, dicho ejercicio dis-
ta de ser algo sencillo, e incluso cotidiano. Es en esta línea
que se ha vuelto necesario cuestionar las formas y espacios
en las cuales las voces han sido expresadas y escuchadas.
Hablar y gritar colectivamente los malestares y dolores
del día a día ha sido quizás la forma en que se ha puesto
de manifiesto lo anterior, llevando esto a la apertura de
un espacio a aquellos actores sociales que históricamente
han sido menos considerados. Los rechazados, los pobres,
los derrotados, los disidentes y los permanentemente ex-
cluidos, han dado así con un lugar de encuentro, compa-
ñía y expresión para hacerse parte patente de la historia.
No obstante, y sin restar importancia a estos elementos,
resulta necesario cuestionarse qué ha ocurrido con un gru-
po específico de sujetos, que parecían borrados, olvidados
dentro del escenario político y social: los niños.
Los niños y adolescentes han sido un grupo al cual por
siglos se le ha puesto al margen de la historia. Al menos en
occidente, las concepciones respecto de lo infantil se rela-
cionan con la raíz etimológica del término infante. En latín,
el término infans se refiere a aquellos sujetos carentes de
voz (el prefijo in-, de negación, antecede al término -fans,
participio del verbo hablar); lo cual, en palabras de Anne-
marie Hamad (2008) no solo pondría el énfasis en la caren-
cia de palabra, discurso o saber, sino que también se rela-
cionaría con el histórico uso peyorativo del término. Dicha
concepción respecto del mundo de lo infantil fortalecería
las distintas lógicas adultocéntricas que, nutridas por la
religión, la política e incluso la ciencia, han perpetuado
la idea del niño como una pequeña persona que debe ser
protegida de las amenazas y peligros del mundo externo.
Es en este sentido que resulta necesario poner en cuestión
dicha idea centrada en la protección, ya que pareciera ser

93
Huellas #4

que, en función de no exponer al niño ante los peligros de


la sociedad, se ha evitado hablar de ciertos temas; lo cual
en el contexto actual, parece haber decantado en la caren-
cia de palabras mediadoras que permitan adherir signifi-
cado a los acontecimientos y sentires del último tiempo,
insistiendo y conservando así la comprensión histórica del
concepto de infans.
Respecto a lo anterior, la percepción del niño como
aquel que por ser pequeño “no sabe” o “no comprende” ha
acompañado -y quizás, fortalecido- la idea del niño como
un ser carente de voz, que tiene poco que opinar, y que si
es que llega a hacerlo, son meras niñadas. En esta línea, el
silenciamiento de los niños ha venido no sólo a transgredir
uno de los derechos fundamentales de estos -el derecho
a voz y a ser oído (Unicef, 1989)- sino que también nos
ha llevado a creer que el niño no tiene mucho que decir
porque “no entiende”, “no se da cuenta”, o quizás “no le
importa” lo que sucede a su alrededor. Sin embargo, todo
esto podría repercutir en la negación del derecho funda-
mental a la participación, y por ende en la invisibilización
de los niños en tanto actores sociales. Es ante esto que, so-
bre todo en circunstancias como las actuales, resultan ne-
cesarios los espacios para oír y acompañar a niñas y niños,
espacios que abran la palabra u otros medios que sirvan
para movilizar lo contenido en el mundo interno, y que
tal vez no se aleja tanto de aquello que los mismos adultos
experimentan.
Pero ¿cómo acudir a la escucha de la niñez? ¿Cómo
abrirnos a su mundo, vivencias y palabras, cuando por si-
glos ha predominado la concepción de infans por sobre la
del niño? Quizás es precisamente el énfasis en la carencia
de palabra lo que nos ha entrampado en el no reconoci-
miento del niño como tal. Tal vez, la sobrevaloración del
discurso, la palabra y por sobre todo el saber nos ha lle-
vado a repetir lógicas en las cuales el niño sigue relegado
al plano de la ignorancia, ingenuidad y candidez. El per-
manente foco en la falta ha quizás dificultado el recono-

94
Psicoanálisis y territorio

cimiento del niño en su individualidad, y con ello se ha


puesto en jaque el papel que este juega tanto como actor en
el escenario social, como su rol en tanto protagonista de su
propia vida psíquica. Quizás sea este reconocimiento del
niño como individuo y el respeto a su propio lenguaje, mo-
vimientos y juegos lo que nos lleve a un reconocimiento
de este en su calidad tanto de sujeto de derechos, como de
sujeto deseante. Es por esto que resultan necesarios los es-
pacios como Casa del Encuentro (CDE), donde la palabra, el
diálogo, el juego e incluso el movimiento, son escuchados,
acogidos y acompañados de manera cálida y respetuosa
tanto con los niños, como también con sus cuidadores y el
contexto que les rodea.
Es a raíz de las circunstancias sociales del último tiempo
que hemos tenido la oportunidad y espacio de acercarnos
y acompañar de otro modo a muchos niños y niñas, tenien-
do la posibilidad de escuchar lo que tienen para contarnos.
Ha sido a través de comentarios, dibujos, conversaciones,
pero principalmente del juego, que hemos tenido acceso
a parte del espacio subjetivo de cada niño. Ha sido el mo-
vimiento, la imaginación y una gran cantidad de ideas las
que han decantado en la creación de distintos juegos que
podrían llevarnos a reflexionar en cómo la cotidianidad
ha hecho eco en los espacios infantiles. Así, hemos notado
que el uso del espacio también ha cambiado, ha habido
juegos y movimientos más inquietos, nuevas palabras en
uso y nuevos contenidos y reglas puestos en el juego; de
este modo, esos espacios que usualmente se piensa que de-
biesen asociarse principalmente a la diversión y al disfrute,
se vuelven espacios mucho más ricos donde aparecen y se
revelan otra serie de elementos de la vida psíquica.
Es en el juego donde los niños pueden tener un espacio
para su propia creatividad, para la expresión y tramita-
ción de todo aquello que no pueda ser puesto en palabras.
Cada niño puede desplegar en el juego aquello que resulta
tan propio y espontáneo de sí mismo, siendo éste no sólo
un espacio de regocijo, sino que también un lugar para

95
Huellas #4

la comunicación, la descarga, la tramitación de fantasías


y elaboraciones psíquicas, es decir, para poner en escena la
vida misma y lo que es ésta para el niño. Es esta puesta
en escena donde también puede aparecer el encuentro y
la relación con otros, siendo la colectivización del juego
parte de un proceso cultural que podría dar forma y ser el
precursor de la participación del niño en la sociedad. Así,
el juego es otra más de las instancias que permite y facilita
la socialización, la cual es pieza fundante de los procesos
sociales y políticos; procesos que no sólo se llevan a cabo
en el mundo adulto, sino que inician y existen ya desde
mucho antes.
Es en estas circunstancias que durante los últimos me-
ses hemos podido -tanto el equipo de pasantes, como tam-
bién el equipo de Casa del Encuentro-, abrir un espacio
para que los niños puedan manifestar y actuar, todo aque-
llo que para sus abuelos, padres, cuidadores y tíos parece
ser más sencillo poner en palabras. Ha sido el juego la ins-
tancia para poder depositar los distintos contenidos socia-
les que hoy están más en boga que antes; contenidos que
para algunos niños podrían resultar inquietantes, angus-
tiosos e incluso traumáticos. Es en este espacio donde, al
parecer, la subjetividad de cada uno puede tomar la forma
de una serie de personajes y lugares que nos resultan de
algún modo interesantes o familiares. Personajes como un
banquero, un ladrón, un policía o un zombie, ubicados en
lugares como un supermercado, una prisión o incluso un
país con mucho humo, parecen ser parte de la puesta en
escena de una realidad que ha sido fuertemente remecida,
y de la cual todos, de una u otra forma, somos inevitable-
mente actores.
Es en este nuevo escenario político y social en el que se
encuentra nuestro país, que resulta necesario comenzar a
cuestionar y pensar los espacios existentes y disponibles
para dar cabida a los nuevos y antiguos malestares, in-
quietudes y necesidades de la niñez. Esto abre la pregunta
respecto de qué instancias pueden estar intencionadas a

96
Psicoanálisis y territorio

acompañar y acoger la niñez, pero sobre todo por cómo


estas instancias permiten escuchar lo cotidiano del mundo
y juego infantil, y cómo éste se ha visto influido por el con-
texto sociopolítico actual.
Ya en 1981, Francoise Dolto propuso las Casas Verdes
“para una vida social desde el nacimiento” (1981, p. 183). Guar-
dando las múltiples diferencias que puede haber entre las
Casas Verdes y la Casa del Encuentro, un punto en común
es su fundamentación desde una dimensión clínica y so-
cial. En el trabajo clínico que se realiza en este lugar hay
una pregunta permanente por la historia, la memoria y el
lugar, tanto del espacio en que se sitúa “La Casa”, como
de las diferentes personas que asisten. Estas preguntas nos
acercan a una comprensión de lo que ahí sucede y es desde
dónde se escucha lo que va ocurriendo día a día. La coti-
dianidad de La CDE se va construyendo a partir de lo que
ahí ocurre, pero también de lo que va ocurriendo en otros
espacios en los que circulan los niños y sus cuidadores, es
así como el contexto sociopolítico está muy lejos de ser lo
que “está ocurriendo allá afuera”.
En el convulsionado contexto social actual, lo cotidiano
se vio invadido por balas, fuego, militares en las calles y
muchas otras cosas. Fue en esos días que, de alguna forma,
lo social comenzó a hacerse más patente que nunca. Las
jornadas comenzaron a ser muy distintas, puesto que estas
tuvieron la particularidad de poner de manifiesto el trán-
sito del acontecer nacional dentro del establecimiento. En
este contexto, y aún sin cumplir una función de terapeuta,
nuestra escucha toma un sentido especial. ¿Cómo afecta el
nuevo contexto en la escucha? La posición analítica en la
que estamos como miembros del equipo de acogida nos
interpela a escuchar de una manera particular y colectiva
las palabras, los tránsitos y los juegos. Es por esto, que ine-
vitablemente nuestra escucha adquiere un nuevo desafío.
Respecto de este tipo de contextos, Janine Puget (1991)
refiere a la existencia de una dificultad de percepción en
las situaciones de catástrofe. Señala que puede surgir el

97
Huellas #4

fenómeno de los mundos superpuestos, en el que pacientes y


analistas están inmersos en el mismo contexto social de rea-
lidad traumática y al analista le faltará la distancia-tiempo
psíquicos para elaborar lo que ocurre, generando distor-
siones y transformaciones en la escucha. En palabras de
Puget, “el mundo de lo cotidiano viola el campo analítico debido
a su fuerza traumática” (1991, p. 28).
Semanas luego del estallido social, y a tan solo un día
del aniversario de muerte de Camilo Catrillanca2, una de
las pasantes relata el siguiente fenómeno:

Como todos los días, abrió la casita. Fue una


tarde muy soleada y concurrida. Jugando en el are-
nero estaba Sofia, una niña de cinco años que yo
nunca había visto pero que el equipo de acogida
de ese miércoles conocía bien. Me senté a su lado y
jugamos a hacer casas. Sofía formaba las casas con
los diferentes moldes de arena que había a su al-
cance. Los llenaba y luego los volteaba, la mayoría
se desarmaban. Luego los comencé a llenar yo, y
ella los volteaba cuidadosamente sobre una peque-
ña zanja en la arena que había hecho a modo de
demarcación de su poblado. Cada vez que voltea-
ba uno, decía: «casa estrella», «casa concha», «casa
auto», según la forma que tuviese el molde. Una
vez que completó la zanja con casas de arena, ale-
jó los moldes y sonrió, «¡listo!» Le pregunté quién
vivía en estas casas, y me respondió que todos.
«¡Todos! ¿Quiénes son todos?», nuevamente res-
pondió «todos». Entonces le pregunté en qué casa
vivía ella, a lo que apuntó una. Al preguntar por
qué esa, dijo que esa tenía comida, y luego agre-
gó: «igual que la tuya», apuntando otra. Me pare-
ció que el juego había terminado, pero luego Sofía
miró las casas y tomó otro juguete del arenero que

2. Camilo Catrillanca fue un comunero mapuche, cuya muer-


te sigue siendo hasta el día de hoy un tema mediático, debido a
las circunstancias en las que habría sido asesinado por efectivos
de Carabineros de Chile.

98
Psicoanálisis y territorio

posó por cada una de las casas intentando hacerles


un orificio. «¿Qué es eso?» pregunté, «les faltaba la
chimenea», dijo la niña. « ¿Una chimenea? Pero si
en estos días está haciendo tanto calor”», respondí.
«Es para que salga el humo», acentuó Sofía a lo que
respondí: «hemos visto harto humo estos días».

La respuesta de Sofía no deja de sorprender, puesto que


de alguna forma es una metáfora bellísima de todo lo que
se había vivido en esos días: como si hubiese algo ence-
rrado en las casas y que tiene que salir, o como si hubié-
semos estado habitando en un humo que nos dificultaba
ver las cosas que pasaban. Su respuesta nos deja pensando
muchas cosas. Sin embargo, no sabemos realmente qué
significaron para ella las chimeneas o el humo, pues en
este caso, la interpretación hecha parece decir mucho más
sobre el analista, que sobre Sofía. Es en momentos como
este que se evidencia lo difícil que es poder escuchar en
un contexto como en el que nos encontrábamos, y es que
escuchar, no es solo prestar oídos a un otro, sino saber qué
hacer con sus palabras.
Las circunstancias dadas ameritaron, no sólo que nues-
tro trabajo continuara, sino que el mismo se convirtiera en
símbolo de resistencia. En ese marco, junto al equipo de
acogida se compartió la idea de que ese era el momento en
que más sentido hacía “La Casita”. Sin mencionar que eso
aparejaba nuevas dificultades a enfrentar, para ser capaces
de sostener y acompañar el juego de los niños.
El juego con Sofía también abre la pregunta por la neu-
tralidad del terapeuta. ¿Es posible pensar la neutralidad
del analista en un contexto de militarización y de revuel-
ta? El juego se da en un contexto social particular, de vio-
lencias innegables y de un estado de alerta constante. La
neutralidad del terapeuta queda desdibujada, en tanto la
transferencia está atravesada por nuestra historia, subjeti-
vidad y contingencia como sujetos.
Es justamente la apertura a las posibilidades del otro

99
Huellas #4

y el papel que nuestro trabajo puede cumplir en esto, que


queda abierta la cuestión por cómo Casa del Encuentro se
ha hecho parte de un fenómeno que hoy resulta colectivo;
y cómo desde ahí es que logra hacer una escucha analítica,
no solo de los modos de compartir el juego y su vínculo
con lo colectivo, sino que también por cómo éste se ha vis-
to influenciado por el nuevo escenario social.
Teniendo en cuenta lo anterior, es que se podría decir
que atender una escucha analítica colectiva sobre lo indi-
vidual significa, principalmente, dar reconocimiento a un
acontecer de orden universal o común, el cual tiene impli-
cancias a nivel macro, social y cultural, además de suponer
diversos puntos de vista y posiciones a tomar respecto a
lo que acontece en el nivel personal. Se trata de reconocer
la posible existencia de dos polos que conformarían el Yo:
por un lado, la formación del individuo desde lo corporal
y desde el narcisismo; y por otro, distinguir a un sujeto que
se constituye a partir del lenguaje y actos sociales, aspectos
propios del contexto sociocultural al que pertenece como
sujeto social. Asimismo, implica reconocer las influencias
que ese contexto tiene en el aparato psíquico más allá de
-por ejemplo- el complejo de Edipo y las castraciones, sin
perder de vista que el bebé es capaz de captar y decodificar
por sí mismo distintas informaciones culturales y sociales
sin requerir la mediación de las figuras parentales.
Complementariamente a lo anterior, el relato de una de
las pasantes de Casa del Encuentro de Renca, nos presenta
una situación de juego que permitiría abordar la pregunta
acerca del cómo atender a una escucha analítica colectiva,
sobre lo individual:

Era el día martes 5 de Noviembre en Casa del


Encuentro; las conversaciones giraban en torno
al estallido social; los temas referían a abusos por
parte de Carabineros, saqueos, incendios y, entre
ellos, uno bastante particular: la comunicación en-
tre vecinos. Dos cuidadoras hablaban sobre cómo
los incidentes ocurridos habían afectado la relación

100
Psicoanálisis y territorio

con sus vecinos. Una de ellas contaba que se esta-


ba relacionando mucho más con las personas de su
pasaje, donde incluso se creó un grupo de What-
sApp para estar en contacto; esto, mientras la otra
cuidadora comentaba que ella no estaba siendo
muy partícipe, ya que encontraba que sus vecinos
eran muy “cahuineros” (chismosos) y que la mira-
ban mal.
En este contexto, Alejandro, hijo de la segunda
cuidadora, le decía constantemente que quería ir
casa, que quería ver “monitos” (dibujos animados)
a lo que su mamá se negó, pues podrían hacerlo
luego. Esta escena se repitió al menos unas 3 veces.
Luego de un rato, Alejandro me pidió que jugára-
mos a los “zombies” -algo que era habitual en él- a
lo cual accedí, sugiriendo que lo hiciéramos con
los juguetes, como si estos fueran zombies (entre
ellos los luchadores, Batman, Spiderman, etc). En
un principio la idea no parecía convencerle, pero
terminó cediendo.
En una pequeña casa de madera se encontra-
ban armando juego otros dos niños, de edades si-
milares a la de Alejandro. Notaba su mirada cons-
tante hacia ellos. De un momento a otro, los dos
pequeños empezaron a jugar a los zombies, a lo
que uno de los miembros del equipo de Casa del
Encuentro, dijo: “Mira Alejandro, ¡están jugando
a los zombies!”; ambos miramos y le pregunté a
Alejandro “¿Quieres ir a jugar con ellos?”, a lo que
sólo respondió con una sonrisa un poco nerviosa.
Continuamos con nuestro juego, mientras notaba
que miraba continuamente al lugar donde estaban
los otros dos niños. Nuevamente le pregunté si
quería ir con ellos, pero no obtuve respuesta. Ante
esa situación pensé que, quizás, estaba estorbando
en esta “relación” entre niños que, quizás, era yo
quien estaba impidiendo que Alejandro se acerca-
ra. Por ese motivo, decidí alejarme e iniciar un jue-
go con otra niña.
Desde donde me encontraba podía observar
cómo Alejandro se iba acercando muy lentamente

101
Huellas #4

a los niños que jugaban a los zombies, y luego de


un momento, casi mágicamente, todos se encontra-
ban participando de la misma actividad (que por lo
visto fue muy divertida).

Según el relato de la pasante, esto habría resultado


muy impactante, puesto que generalmente, Alejandro no
comparte su juego con otros niños o niñas, y al momento
de acercarse a otras personas se muestra bastante tímido,
incluso a veces le cuesta dirigir la palabra. Este era “su”
juego de zombies, el que sólo le gusta a él, su juego donde
tiene sus propias reglas, y si éstas se rompen, se enoja. Su
juego, el cual incluso le causa miedo. Su juego, del que dice
que le gusta mucho porque “él manda”, y del cual nadie
del alrededor puede ser partícipe, ni siquiera con miradas.
Así, pareciera que ya no se trataba de su propio juego, sino
de un juego colectivo, donde sus reglas perdieron rigidez y
su mandato autoritario prácticamente desapareció. Final-
mente, los tres niños eran partícipes del juego como igua-
les, perdiendo Alejandro, incluso, el miedo que su propio
juego le causaba.
¿No es esto lo que sucedía en Chile y lo que se preten-
día lograr con las demandas sociales? ¿individuos sumán-
dose en la colectividad y perdiendo el miedo en la unidad
con el otro?.
Todo lo acontecido parecía ser su individualidad ha-
ciéndose colectiva por efecto del encuentro y des-encuen-
tro con los otros, igual como estaba ocurriendo con el pue-
blo chileno y su denominado despertar. Como pasaba con
los vecinos compartiendo entre ellos, quizás al principio
con timidez, pero luego desarrollando actividades en con-
junto casi como si se necesitaran entre ellos en términos
de contención, conversación o sensación de seguridad y,
sobre todas las cosas, de un encuentro con un otro.
Así como los niños tienden a buscar a otros que les son
pares, y a expresar una demanda que se colectiviza, -como
en el juego de Alejandro y las demandas sociales actuales-,

102
Psicoanálisis y territorio

el dispositivo de Casa del Encuentro busca la colectividad,


pues desde allí es donde es posible contener y también
abrir un tejido de palabras para un otro, palabras que sir-
ven de tránsito para un encuentro. Así, algo de lo indivi-
dual se ha inscrito en lo social.
Estos aspectos también se relacionan en la medida que
participar en espacios diferentes a los familiares o coti-
dianos y relacionarnos con personas que no conocemos,
puede generar inseguridades y temores pero gracias al
acompañamiento y acogida, se puede abrir la puerta a la
comprensión y entendimiento mutuos, al reconocimiento
de las dificultades diarias y al desarrollo de nuevos sen-
tidos y posibilidades de vivirlas con mayor tranquilidad,
siendo esta una forma de conectarse tanto con otros, como
con uno mismo; y considerando el escenario social actual,
estas son dimensiones que pueden ocurrir tanto en una
marcha, una manifestación o en una jornada de Casa del
Encuentro.
De este modo, resulta oportuno enlazar la forma de
funcionamiento de la Casa del Encuentro con lo que ha
sucedido en el país, ya que al parecer lo colectivo ha sido
algo amenazante, de lo cual temer y desconfiar, pero: ¿Qué
pasa cuando se propone circular la palabra en un colecti-
vo?
La singularidad, gestada en el registro de lo social,
permite al individuo referirse a otros y encontrarse en lo
colectivo. En este marco, el juego en un habla, que pone
en evidencia la concordancia que resulta entre el contexto
individual, el familiar y/o el social.
Es por esto que requiere vital importancia poder aten-
der el juego desde un análisis más profundo, superando
el límite de su literalidad; tomando en cuenta las diversas
expresiones de demanda que se pueden vislumbrar en él,
y lo relevante que es tener un espacio en el que niños y ni-
ñas puedan desarrollar el juego, pudiendo expresarse ante
la presencia de un otro que pueda atenderlo, acogerlo y
escucharlo.

103
Huellas #4

Es respecto a la necesidad de ese espacio de atención


y escucha que para el equipo de Casa del Encuentro fue
necesario poder seguir funcionando, pese a las complejas
circunstancias. Considerando el escenario social, parecía
más necesario que nunca poder ofrecer un espacio abierto
y dispuesto a los nuevos tránsitos y necesidades, tanto del
mundo infantil como del mundo social ahora tan convul-
sionado. De este modo, surgieron nuevas y antiguas pre-
guntas respecto de la relevancia del juego, su posibilidad
metaforizante y el lugar de éste respecto del acontecer so-
cial.
Justamente, ante esa importancia y necesidad de poder
contar con un espacio que acogiese las inquietudes, ma-
lestares y novedades propias del nuevo contexto, es que
resulta oportuno señalar cómo fueron y se llevaron a cabo
las primeras jornadas de trabajo en Casa del Encuentro
posteriores al inicio del estallido, y que finalmente acaba-
ron por coincidir con los días más movilizados y contin-
gentes durante el transcurso del fenómeno social3, respec-
to a esto, una de las pasantes de CDE de la Pintana, relata
lo siguiente:

Tras el desencadenamiento de dichos sucesos,


fueron 3 las jornadas en las que pude participar.
La primera jornada estuvo marcada por la difi-
cultad en el traslado para poder llegar al lugar y
luego partir de éste; además de la poca presencia
de visitas que hubo durante ese día. Claramente,
el entorno parecía susceptible a los acontecimien-
tos, consternados por la incertidumbre que marca-
ba la expectativa de la fecha, ya que el día viernes
25 de octubre se convocó a toda la ciudadanía a la
que sería la marcha más grande en la historia del
país, lo cual marcaría un precedente que se bus-

3. Desde octubre a noviembre los llamados a movilización


fueron diarios, sin embargo, las mayores convocatorias ocurrían
los días viernes, coincidiendo esto con el horario de funciona-
miento de Casa del Encuentro.

104
Psicoanálisis y territorio

caría replicar cada viernes, por el resto del año. A


estas marchas, además, se asociaba el miedo a los
peligros que se suscitaban a raíz de los enfrenta-
mientos entre civiles y carabineros, como así tam-
bién los desmanes que, en el caso de La Pintana, se
tradujeron en saqueos y la pérdida de tres grandes
supermercados que abastecían a gran parte de la
comunidad. Miedos que se mantuvieron latentes
frente a la continuidad del conflicto social.
Durante mi segunda jornada, nuevamente en
día viernes, por fin volvieron los niños junto a sus
cuidadores. Resultó una jornada intensa, y es que
la necesidad de jugar estuvo muy presente, tanto
como la necesidad de hablar. Ese día, Esteban fue
quién más estuvo activo y en constante búsqueda
de mi compañía para armar juego. Cabe aclarar
que Esteban tiene 5 años y es un niño muy callado,
que suele jugar solo y evitar relacionarse con otros,
además de ser esquivo con la mirada cuando se le
presenta algo de lo que no quiere hablar o hay una
presencia que no quiere registrar. Cuando se pro-
ducen situaciones de “peligro” que pueden afectar
a Esteban, la medida inmediata tomada por su ma-
dre es la de sujetarlo del brazo y sacarlo del lugar,
todo ello sin mediar palabra. Esto último, tal vez,
podría explicar en parte las formas de relacionarse
que tiene el niño.
Lo anterior brinda otra perspectiva y nutre de
un valor agregado la experiencia de juego que tu-
vimos con Esteban, quien, en un principio, propu-
so jugar a “la pinta”. Mientras corríamos, se sumó
como elemento el aro de “hula hula” empleado
para atraparnos entre nosotros. En un momento
dado, sin que me diera cuenta, yo, quien tenía el
aro, me encontré siendo el “policía” y Esteban el
“ladrón”. En la marcha del juego surgieron reglas
que estructuraron nuestra dinámica, CDE se con-
virtió en una jaula y la casita de madera en su in-
terior en otra jaula más pequeña, el aro servía para
trasladar al ladrón a las jaulas que se encontraban
bajo llave. La continuidad del juego era posible, ya

105
Huellas #4

que, quien fuera atrapado podía dar con una llave


que le permitía liberarse para continuar jugando.
Cabe destacar, que en este juego, sólo yo era
quien podía quedar presa en la casita de madera
y ser obligada a usar “la llave” para poder liberar-
me, no así Esteban. Se trató de una lógica que des-
apareció cuando Andrés se unió a nosotros, y con
quien Esteban hizo dupla para burlar mis intentos
por atraparlos.
En mi tercera jornada, nuevamente las visitas
fueron muchas. Los juegos de los niños parecían
haber retornado a las modalidades previas al esta-
llido social, hasta que en una conversación iniciada
por Daniel este nos preguntó por nuestra partici-
pación en Halloween, para al fin contarnos que en
esa fecha se disfrazaron para pedir dulces, activi-
dad que acompañaron con el cántico “el que no da
dulces es paco (policía)”. Sobre ello, nos comentó
que tal ocurrencia fue dada por su padre. Dicha
anécdota deja entrever cómo los niños, a través del
juego, introducen frases que circulan en el entra-
mado político-social, y que de manera didáctica y
aparentemente simple, permiten poner en juego
posturas ideológicas. No se trata de una mera re-
petición, sino de la apropiación de estos discursos
políticos. Los niños se constituyen y manifiestan
como sujetos políticos.

Antes de continuar, sería oportuno volver sobre una


curiosidad en relación al caso de Esteban expresada en la
siguiente pregunta: ¿Qué es lo que abrió realmente la llave
que se encontraba en el interior de la jaula? Para responder
a esa pregunta, resulta necesario abordar la temática del
autismo. Al respecto, cabe señalar que el sujeto autista no
logra incluirse en el lenguaje, a este se le presenta como
algo tangible sin poder apropiarse de él como el resto, es
decir, queda atrapado en lo concreto del lenguaje e imposi-
bilitado de acceder a lo simbólico del mismo, es desde ese
lugar que se construye como sujeto.
Esto se puede ver en ocasiones donde el hecho de re-

106
Psicoanálisis y territorio

presentar al otro ausente se vuelve imposible y muy an-


gustioso. Por ejemplo, cuando mamá va al baño y el niño
no la ve ésta muchas veces desaparece para el niño y no
existe forma de representarla si no es viéndola, generan-
do graves episodios de angustia. Dicho de otro modo, el
fort-da en el niño autista es algo que pone en juego las di-
ficultades de representar al otro ausente. En función de lo
anterior, es posible comprender que en la dinámica que
se dio con Esteban el juego se conformó como el modo de
acceder al lenguaje, al orden de lo simbólico.
Ahora, respondiendo a la pregunta, se podría decir que
el suponer a Esteban como sujeto fue la llave que abrió
al jugar como un decir, se trató de un encuentro subjeti-
vante dónde el juego pudo constituirse como un acceso al
lenguaje, a lo simbólico y, mediante el cual Esteban pudo
conectar con la pasante y, a través de ella, con su mundo
circundante, donde él fue capaz de jugar con otros niños.
El reconocer la singularidad del niño permitió brindar-
le otra imagen de sí mismo, una más humanizante, una
imagen de él, ya no como objeto, sino como niño; en otras
palabras, el reconocimiento de sí como sujeto. Incluso sin
poder percibirse como sujeto en el plano simbólico, la me-
moria inconsciente del cuerpo lleva el registro histórico de
vivencias que, en sí mismas, están cargadas de líbido, ins-
cribiendo un sujeto deseante.
Como indica Dolto, “la imagen del cuerpo (…) es propia
de cada uno: está ligada al sujeto y su historia” (1986, p. 21),
dando cuenta que la existencia de la imagen del cuerpo
implica la existencia previa del sujeto. A esto agrega que:

La imagen del cuerpo es la síntesis viva de


nuestras experiencias emocionales: interhumanas,
repetitivamente vividas a través de las sensaciones
erógenas electivas, arcaicas o actuales (…) es a cada
momento memoria inconsciente de toda la viven-
cia relacional y, al mismo tiempo es actual, viva, se
halla en situación dinámica, a la vez narcicística e
interrelacional. (Dolto, 1986).

107
Huellas #4

Por cuanto en el juego con Esteban, éste actualiza toda


su historia puesta en su imagen corporal; Esteban se cons-
tituye como sujeto en la interacción con el otro donde la
líbido se actualiza y el sujeto deseante aparece. El juego
en Esteban se convierte en la entrada de él como sujeto
deseante, donde se activa su líbido a partir de la actuali-
zación de su historia en la interacción y dinámica con el
otro. El juego se configura así como la instancia y el medio
que permite acceder a lo simbólico a partir de la activación
de la imagen del cuerpo. A falta de los recursos que en-
trega el lenguaje, lo didáctico compensa, constituyéndose
como una herramienta de lo concreto puesta al servicio de
lo simbólico.
Se dice que el lenguaje es el medio que permite inscribir
a un otro ausente. En este juego se pudo inscribir a Esteban
como sujeto existente.
Por otra parte, ¿por qué resaltar lo sucedido en este pri-
mer día de regreso a Casa del Encuentro luego del esta-
llido social? Se entiende que la evolución de las jornadas
permite dar cuenta de cómo el silencio se hace insostenible
e inaguantable, hasta un punto en el que el “decir” busca
manifestarse de alguna manera en el contexto de Casa del
Encuentro a través del juego. De este modo, el espacio se
prepara para acoger todo aquello que se pueda y se quiera
expresar sobre los acontecimientos que tienen lugar en el
entorno. De algún modo, Casa del Encuentro se convierte
en metáfora del espacio social al ser protagonista en la re-
cepción de aquello que antes no se hablaba o que ni siquie-
ra se consideraba tema a discutir.
Justamente, uno de los elementos que resulta necesa-
rio enfatizar respecto de lo anterior, es cómo La Casa, en
tanto espacio de metáfora de lo social, se permite también
ser un lugar de resonancia, donde aquello que ha sucedi-
do en el contexto social y político circundante, encuentra
aquí un nuevo lugar para actualizarse y transitar. Es por
esto, que sería relevante señalar cómo parte de las nuevas
incertidumbres y dudas sociales, pueden ser depositadas,

108
Psicoanálisis y territorio

entremezcladas o incluso confundidas con ciertos elemen-


tos presentados por quienes transitan el lugar.
En línea con lo anterior, y considerando las característi-
cas de Casa del Encuentro, tales como su interés por el jue-
go infantil, la posibilidad de compañía, socialización y las
múltiples posibilidades que éste ofrece, es preciso abordar
cómo el juego en sí permitiría tanto a niños como adultos
un encuentro significativo en lo colectivo.
Al respecto, otra de las pasantes presenta su experien-
cia respecto de cómo a pocos días de haberse iniciado la
revuelta, tuvo la posibilidad de encontrarse no sólo con la
patente sensación transversal de incertidumbre, sino que
también con una experiencia de juego que podría contri-
buir a responder la cuestión anterior.
“Era el jueves 24 de octubre, sexto día del estallido so-
cial, tercera jornada de apertura en Casa del Encuentro de
Renca, y mi primera jornada de participación en el equipo
de acogida desde el inicio de las movilizaciones. El equipo
estaba expectante, ansioso y el horario de apertura fue el
habitual. La calle se sentía vacía y tranquila, los minutos
pasaban y seguíamos a la espera. Cerca de las 15:30 llega-
ron nuestros primeros visitantes: Ignacio de 3 años ingre-
saba a la casita con su característica energía desbordante, y
a momentos incontrolable, sonrió al equipo que le recibió
y rápidamente comenzó a explorar los distintos espacios
de La Casa, en lo que parecía un ejercicio de rememoriza-
ción. Con la llegada del niño existió una ruptura inmediata
de esa tranquilidad que se sentía hacía tan solo un par de
minutos. Venía acompañado de su madre y su hermana
de 7 meses, quienes rápidamente se acomodaron en un es-
pacio de la casa donde pasaron gran parte de la jornada
sentadas entre juguetes y palabras.
El juego de Ignacio se ha caracterizado durante las jor-
nadas por los ritmos rápidos y un juego, en parte, desar-
ticulado e intenso, donde utiliza distintos implementos y
lugares de la casa de una manera muy cambiante y, por lo
general, independiente. No obstante, ese día, su juego se

109
Huellas #4

desarrolló de una forma diferente a la habitual. Ingresó a


la pequeña casita de madera que está dentro de Casa del
Encuentro, la cual durante gran parte de la jornada funcio-
nó como el “El Supermercado”. Ignacio tomó un pequeño
carro de arrastre, que fue utilizado como su carro de com-
pras, lo dejó fuera de la casita mientras él ingresaba una y
otra vez a buscar aquello que “requería comprar”. Ingre-
saba a la casita de madera, tomaba un objeto de la cocina,
principalmente frutas y verduras de plástico, salía y pre-
guntaba: “¿qué es esto?”, apuntando el objeto que tenía en
sus manos; “es un choclo” le respondí, rápidamente sonríe
y afirma con su cabeza. “Lo necesito”, lo deposita en el
carrito que, estratégicamente, había acomodado entre mi
cuerpo y la salida de la casita. Volvió a ingresar, tomó un
objeto diferente, nuevamente salió y me preguntó: “¿qué
es esto?, “una lechuga”, se precipitó a dejarlo en el carro.
Esta acción se repitió varias veces de la misma manera, in-
gresando en la búsqueda de “algo”, preguntando “¿qué es
esto?”; lo dejaba en su carro y volvía a ingresar, así sucesi-
vamente hasta “llenar su carro de compras”, pues todo le
parecía necesario.”
Según señala la pasante, esta pregunta, aparentemen-
te simple e inocente, se mantuvo vigente durante toda la
jornada, incluso después de pasar a otros momentos de
juego. Ese cuestionamiento llegaba constantemente a in-
terpelar al otro, a generar una dinámica de intercambio
que guiaba y forzaba el juego conjunto, una situación sos-
tenida y poco frecuente pero que aparentemente generaba
un alivio o una calma que facilitaba un ritmo constante y
un juego compartido, lo cual era un gran desafío con el
niño que, además, desde la posición subjetiva del analista,
surge como un juego tan metafórico y representativo de
aquello que había visto tantas veces durante los últimos
días en las transmisiones especiales de televisión.

En uno de sus últimos ingresos a la casita re-


cogió nuevamente un objeto de la pequeña cocina,

110
Psicoanálisis y territorio

“¿qué es esto?”, volvió a preguntar, “es una be-


renjena”, en su cara vi una mueca de desagrado,
rápidamente me dijo: “esto ¡no me gusta!, pero lo
tengo que llevar, a mi mamá no le gusta, pero en
la casa se necesita”. Lo depositó en su carrito que
ya se encontraba muy lleno a esas alturas. Cuan-
do se dio cuenta que ya no podía acomodar más
compras en su pequeño carro llegó el momento de
salir del supermercado, procedió a acomodar sus
compras, movió su carrito a un costado de la casita
de madera y se subió a un pequeño auto.
El juego continuó en el auto que comenzó a
mover entre bocinazos que emitía desde su boca.
Un fuerte “pip, piiip, pip” comenzó a sentirse en la
casa y a moverse hacia otros espacios mirando ha-
cia atrás, mientras lo acompañaba en su caravana
y me sumaba (con su invitación y mirada expec-
tante) a entonar bocinazos durante nuestro avance.
A momentos nuestro recorrido se veía abrupta-
mente interrumpido por ciertos “obstáculos” que
iban apareciendo en la ruta; Ignacio miraba hacia
atrás y me decía “no podemos seguir”; ahora era
yo quien hacía las preguntas: “¿Qué obstáculo es
este?” (pensé en barricadas), él me respondió “un
puente”, sorteamos el obstáculo y seguimos avan-
zando; nuevamente aparecía una dificultad en
nuestro avance; “¿y ahora qué pasó?” (nuevamente
pensé en barricadas), “un hoyo” (bache), me dijo él;
seguimos avanzando así por todas las habitaciones
de la casa hasta llegar a la entrada principal.
Al llegar a este punto Ignacio se bajó rápida-
mente del auto y ante el cese de los ruidos de boci-
na entendí que estaba cambiando el juego. En ese
momento se acercó a mí, apuntó y me preguntó
“¿qué es esto?”, observé la dirección de su dedo
y respondí “es una ventana”, sonríe y pregunta
nuevamente “¿qué es esto?”, apuntando a un lugar
diferente; “yo creo que tú sabes lo que es”; nueva-
mente sonríe, pausa un momento y responde, “¡sí!
es la puerta”; rápidamente sale corriendo a sentar-
se junto a su madre y su hermana, quienes estaban

111
Huellas #4

en el mismo lugar desde su llegada.


Al finalizar la jornada comenzamos el retorno
hacia nuestras casas, un tránsito interrumpido. Co-
mentábamos nuestras experiencias de la jornada,
hablábamos de lo que habíamos observado en la
comuna y, por supuesto, del contexto nacional vi-
gente, de política y de cultura, temas que parecían
obligatorios en esos días y que, al parecer, per-
mitía reunirnos en torno a algo. Durante nuestro
trayecto pasamos por un supermercado, ahí esta-
ba, un imponente espacio cerrado, custodiado por
militares, con sus camiones y tanques visibles en
el estacionamiento del recinto. Automáticamente
pensé “¿qué es esto?” y me precipité a comentar la
escena; recordé a Ignacio.

En este caso, el juego de Ignacio reflejaba para la pasan-


te la realidad. Ejemplo de ello serían los obstáculos con los
que se topaba el niño, los cuales para uno eran evidentes
barricadas, en tanto para otros podrían haber sido sola-
mente baches o puentes en el camino. Así, el fenómeno de
los mundos superpuestos de Puget nuevamente se hace
presente, puesto que hubo momentos en el juego en que
lo que acontecía, inevitablemente, dejaba de ser sólo de Ig-
nacio y pasaba a evocar algo de la experiencia, los miedos,
las angustias y la realidad del analista. Sin embargo, lo que
había acontecido ese día era Ignacio; era su voz, era su jue-
go. Juego en que el analista es sólo un invitado a participar
como colaborador o como observador, lo cual en esa jorna-
da habría resultado particularmente difícil, pues al parecer
una parte de las experiencias y subjetividades de ambos se
superponían.

Ese día, mi trayecto, el de Ignacio y el del juego


conjunto coincidieron en Casa del Encuentro; la so-
ledad del barrio que se apreciaba al inicio desapa-
reció en cuestión de segundos. Esa relación con un
otro que interpela, los trayectos compartidos y el
efecto colectivizante que se comienza a desarrollar

112
Psicoanálisis y territorio

era lo que ocupaba ahora ese espacio en el que an-


tes habitaba la soledad de lo cotidiano. Lo colectivo
que permitía en ese momento un encuentro, acom-
pañado, en el espacio de la casita y que nos permite
pensar y reflexionar en torno a la palabra, al juego,
nuestra posición como profesionales, posiciones
subjetivas y el quehacer del dispositivo. ¿Qué ocu-
rre cuando los trayectos cotidianos que atraviesan
el barrio comienzan a ser hablados? ¿Qué significa
acompañar estos trayectos que suelen vivirse en
soledad y en el encierro del hogar?

El juego ha sido para el psicoanálisis la vía regia de


acceso al mundo psíquico de la infancia, aquel lugar en
donde el despliegue del sí mismo y lo más profundo del
niño aflora de una manera performática, colorida, dife-
rente y única. La Casa del Encuentro permite que aquello
más íntimo de la subjetividad de la primera infancia, que
generalmente acontece en la soledad del barrio y la intimi-
dad del hogar, se manifieste en un espacio de compañía,
colaboración y crecimiento conjunto. Aquí, el juego, más
allá de su concepción lúdica, permite un despliegue del sí
mismo que se conjuga y florece en un espacio diferente, en
un vínculo con otro y la colectividad del dispositivo.
La pregunta y el interés por la voz de los niños y las
implicancias de escucharlas, subjetivarlas y darles cabida,
es lo que motiva de manera latente las reflexiones clínicas
en torno a este texto colectivo. La dificultad de escuchar las
voces de la infancia en un mundo adultocéntrico y además
en un contexto social, político e histórico específico -el cual
a su vez nos interpela de manera transversal y subjetiva-,
acrecienta nuestra duda respecto a cómo escuchar la voz
de los niños en el Chile de hoy, con sus propios fenóme-
nos, sus propios ritmos, y sus propios lugares sociales y
políticos. En el fondo, todas aquellas posiciones y cuali-
dades que afloran desde lo más originario y elemental del
juego, ese juego acompañado que se abre espacio en la
Casa del Encuentro.

113
Huellas #4

Referencias

Dolto, F. (1981) Capítulo La Casa Verde. En La dificultad


de Vivir 2 Buenos Aires: Gedisa
Dolto, F. (1986) La imagen inconsciente del cuerpo(1st ed.).
Buenos Aires. Ediciones Paidos Ibérica.
Hamad, A. (2008). Del Infans al Niño. Jornadas interna-
cionales de espacios familiares de la pequeña in-
fancia.
Puget, J y Kaës, R (1991) De lo ajeno estructurante a lo aje-
no-ajenizante. En Violencia de Estado y Psicoaná-
lisis. Lumen Buenos Aires - México
Unicef. (1989) Convención sobre los Derechos del Niño.

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Psicoanálisis y territorio

Reseña del libro La escritura del nudo


Manuel Murillo

La escritura del nudo surge de un Curso de posgrado del


Centro de Salud Mental N° 1, dictado en 2018 por Tomasa
San Miguel, Diana Algaze, Verónica Buchanan, Verónica
Caamaño, Andrea Pirroni, Milagros Scokin y Guillermina
Ulrich.
Tuve un primer acercamiento al material del curso
participando en el trabajo de edición del mismo, para su
elaboración como libro (Brueghel, 2019). Recuerdo de ese
trabajo –realizado el año pasado– el interés y entusiasmo
que me suscitó el texto, al borde de impedirme el trabajo
de edición. La propuesta ahora de escribir una reseña para
este número 4 de Huellas me da la oportunidad de acercar-
me al libro –ya elaborado–, como lector.
Compartiré entonces algunas resonancias que la lectu-
ra me produjo. Para quien ya haya tenido oportunidad de
leerlo, espero que estas líneas se sumen a las lecturas y tra-
bajos que las autoras proponen. Para quien aún no lo haya
hecho, que resulte una buena invitación a hacerlo.
La escritura del nudo transmite un psicoanálisis entre la

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Huellas #4

Universidad y el Hospital, públicos. Que da cuenta de la


estructura y el sistema –de salud o educativo–. La presen-
cia allí no toma la forma del sacrificio, altruismo, heroísmo
o lucro. Sino del trabajo.
La práctica del psicoanálisis en un territorio. No respon-
de a un lenguaje neutro, que puede ser según las orienta-
ciones, alemán, francés, inglés o español. Sino que tiene las
marcas de un territorio. Es por ello geográfico y corporal.
Un psicoanálisis que es no-sólo con Lacan. Donde debe
subrayarse tanto el “con” como el “no-sólo”. Que parte de
su orientación, pero también de sus puntos de fuga, y de
otras con las cuales dialoga o se pone en tensión.
Que es, tomando las palabras de Ulloa, a la vez alegre,
valiente e inteligente. Menos preocupado por sus efectos
en masa que por su transmisión. No la del psicoanálisis en
sí o por sí, sino de un deseo y un imposible, que lo funda.
Las autoras se preguntan cómo es que se arma el nudo
de un sujeto, en tiempos que son los de la infancia pero
también la transferencia, como modo de lazo con un otro.
Armado que es pensado como una escritura. Algo en rela-
ción con el otro en tanto que deja marca en el cuerpo.
La transferencia es de esta manera un espacio y un
tiempo de lectura, a la vez que de escritura de estas mar-
cas. Un encuentro y desencuentro de cuerpos. De marcas,
escrituras, y lecturas.
Si el cuerpo no fuera parte de la estructura, y si el ana-
lista no tuviera cuerpo, el psicoanálisis no podría entonces
tener lugar. Esta última es una de las ideas que Tomasa San
Miguel nos viene transmitiendo hace muchos años: poder
leer en el último tramo de la obra de Lacan de qué manera
el cuerpo forma parte de la estructura. Y poder situar en la
transferencia –acaso como su condición de posibilidad– el
cuerpo del psicoanalista.
A partir del aporte de Carlos Ruiz, diferencian dos lógi-
cas que dan cuenta de la escritura del nudo, sostenidas de
una intuición que es corporal. La lógica del conjunto cerra-
do, cuyos modelos son el plano y la esfera, donde la opera-

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Psicoanálisis y territorio

ción de corte divide lo que es adentro/afuera, interior/exte-


rior, inclusión/exclusión. La lógica del conjunto abierto, en
la que proponen pensar el nudo y la estructura, tiene como
modelo la figura del toro. Siendo el cuerpo mismo un toro,
se define al menos por dos agujeros. Lo que permite incluir
y dar cuenta tanto del otro como lo imposible.
La intuición corporal en que se sostiene esta lógica
permite pensar –señala Verónica Buchanan– operaciones
analíticas que no tienen lugar sólo entre lo simbólico y lo
imaginario, o entre lo simbólico y lo real, sino también –o
acaso primero– entre lo imaginario y lo real. Esta no es una
clínica de lo simbólico ni de lo real, sino del cuerpo, en
tanto que soporte del nudo –real, simbólico, imaginario– y
la transferencia.
Desde esta perspectiva interrogan la función y uso del
diagnóstico. Este, en tanto da cuenta del sujeto, no pue-
de responder a la lógica de una estructura cerrada, que
lo clausure, tanto como al trabajo analítico posible. Sino
a una estructura abierta. Porque en la infancia el nudo se
está armando, pero también porque en el llamado adulto
el diagnóstico no agota todo lo que puede decirse de un
sujeto. O como diría Spinoza: lo que puede un cuerpo. Si el
diagnóstico que un analista hace en transferencia no am-
plía la potencia de actuar, no es entonces lo que se espera
de un diagnóstico en psicoanálisis.
Que el diagnóstico sea en transferencia, señala Veróni-
ca Caamaño, significa localizar cuál es la relación que tie-
ne el sujeto con el otro. Siendo la transferencia analítica
la posibilidad de leer de otro modo las marcas en que se
constituyó o se está constituyendo un sujeto.
Las autoras destacan que esta constitución tiene lugar,
de manera irreductible e impredecible, en una tensión ló-
gica entre el ofrecimiento del Otro y la elección del sujeto.
Lo que el sujeto hace con eso que le fue ofrecido en térmi-
nos de deseo, goce, saber. Donde se entretejen además las
contingencias de la vida.
No es sino ahí donde tiene lugar la posibilidad de un

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Huellas #4

análisis. Como un encuentro contingente, pero también en


la tensión ofrecimiento-elección. El sujeto no sólo puede
hacer otra cosa con lo que se le ofreció, sino también hacer
otra elección cuando el ofrecimiento difiere.
Andrea Pirroni da cuenta de esta estructura a partir
de la figura de los dos toros anudados, donde la deman-
da del sujeto se articula al deseo del Otro. La propiedad
esencial del toro es su agujero irreductible, que arma y da
consistencia a la superficie del cuerpo. Para que dos to-
ros –modelo de la relación del sujeto con el Otro– puedan
anudarse, abrazarse, hace falta el agujero de cada uno. El
cuerpo, tanto como el yo y la posibilidad de lazo al otro se
sostienen y son posibles por ese agujero.
Guillermina Ulrich analiza la estructura topológica de
este agujero a partir de un recurso poético: el cuento de
Julio Cortázar La teoría del agujero pegajoso. El pasaje de un
vacío a un agujero sin borde, que se produce a partir de
una marca, que está ya entramada a un otro. La marca per-
mite instaurar un agujero, pero no un borde, para lo cual
se requiere de otra operación: el nombre del padre y el tra-
bajo del inconsciente.
El trabajo analítico supone no sólo la lectura de los sen-
tidos que a partir del inconsciente se producen, sino tam-
bién la resonancia de una voz, que sale de aquel agujero.
Y sobre todo poder hacer de ese agujero una lectura no
sufriente sino alegre. Que cause entusiasmo.
La constitución subjetiva –pensada como la escritura de
un nudo– supone un primer ensayo de anudamiento en
la infancia. Aquello que Freud llamó neurosis infantil. La
pubertad desestabiliza este nudo y supone para el sujeto el
trabajo de la adolescencia: el armado de otro nudo, no sin
el anterior, y con otro cuerpo.
La inhibición, el síntoma y la angustia son modos que
pueda tomar este anudamiento. Milagros Scokin destaca
además la sublimación o la invención. No sólo en un senti-
do artístico, sino como aquello singular que alguien pueda
hacer con su padecimiento.

118
Psicoanálisis y territorio

Finalmente, analizan los puntos de encuentro y desen-


cuentro entre psicoanálisis y estudios de género, para dar
cuenta de la sexualidad y la sexuación. Diana Algaze re-
cupera aportes y preguntas de M. Foucault y J. Butler, en
relación con los dispositivos de la sexualidad y la perfor-
matividad del género.
En un trabajo de lectura y articulación que resulta muy
valioso porque se despliega también bajo la forma de una
estructura abierta: aportes, preguntas y particularidades
de estos campos de aplicación y prácticas. Leyendo en
cada autor no sólo los enunciados sino las posiciones de
enunciación.
Esto parece una obviedad decirlo, pero sin embargo es
muy importante. En ocasiones vemos que desde el campo
de los estudios de género se lee a Freud o Lacan sólo a
nivel del enunciado, o a psicoanalistas leyendo autores de
este campo, también sólo a nivel de los enunciados. No
podrá haber un genuino efecto de lectura y discusión si no
somos capaces de producir lecturas en ambos niveles.
Muchas gracias Tomasa, Verónica B., Verónica C., An-
drea, Guillermina, Milagros y Diana por la práctica que
vienen transmitiendo y por este trabajo, compartido ahora
en forma de libro.

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Huellas #4

120
Psicoanálisis y territorio

Escribir
¿Para qué escribir, para qué leer, para qué contar,
para qué elegir un buen libro en medio del hambre y
las calamidades? Escribir para que lo escrito sea abri-
go, espera, escucha del otro. Porque la literatura es
todavía esa metáfora de la vida que sigue reuniendo
a quien dice y quien escucha en un espacio común,
para participar de un misterio, para hacer que nazca
una historia que al menos por un momento nos cure
de palabra, recoja nuestros pedazos, acople nuestras
partes dispersas, traspase nuestras zonas más inhós-
pitas, para decirnos que en lo oscuro también está la
luz, para mostrarnos que todo en el mundo, hasta lo
más miserable, tiene su destello.

María Teresa Andruetto


Pasajero en tránsito

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Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Derecho a la transferencia1
Tomasa San Miguel

Ahora ustedes están embarcados... están embarcados... pero


hay pocas chances que cualquier cosa seria le pase al hilo del
discurso analítico, salvo, bueno, al azar.
En verdad yo creo que no se hablará del psicoanalista en
la descendencia, si puedo decir, de mi discurso... mi discurso
analítico. Alguna otra cosa aparecerá que, desde luego, deba
mantener la posición del semblante, pero esto será... pero esto
se llamará posiblemente el discurso PS. Un PS y después un
T, eso estará por otra parte, totalmente conforme a la manera
en la cual se enuncia que Freud veía la importación del dis-
curso psicoanalítico en América... eso será el discurso PST.
Agreguen una E, eso es PESTE.
Un discurso que sería en fin verdaderamente apestoso,
totalmente consagrado, en fin, al servicio del discurso capita-
lista (Lacan, 12 de mayo 1972).

Este trabajo es intempestivo y de a retazos. Va mezclando


distintos momentos de escritura en lo que va de la pande-
mia. Pretende dejar dicho algo en conversación con otros.
Intenta traducir la vivencia en experiencia haciendo lazo.
Apunta a leer desde el psicoanálisis, lo que esta situa-
ción de enfermedad, contagio, muerte, y los tratamientos
que frente a eso se implementaron, trajo como rastro en
nuestro oficio. No pretende generalizar –ni siquiera forma-
lizar– algo en lo cual estamos inmersos.
Como trauma duradero, aún no ha dado la vuelta por
su segundo tiempo. El movimiento es de torbellino y suel-
ta algunas letras que no se ordenan.

1. Formulación de Alejandro Daumas (Anclaje y forzamiento.


En “La situación actual de la transferencia”, p. 94. Letra viva,
2019).

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Huellas #4

Más que nada, este escrito es gratitud a los que, desde


los lugares más expuestos, sostienen el acceso a la salud y
la palabra. Y a quienes quieren seguir preguntándose de
qué se trata eso.

1. ¿Qué es lo singular? ¿Qué es lo colectivo?

El psicoanálisis se soporta de una noción básica que define


su ética y su política: el sujeto se constituye en el lenguaje
que, como transmisión, se encarna en un otro.
Cuerpo, palabra y goce se enlazan en su encuentro y
desencuentro con los otros, que lo animan más allá de su
existencia biológica. Sus fundamentos entonces lo alejan
de cualquier práctica neoliberal, reduccionista, clasificato-
ria que tenga en su horizonte al individuo. El sujeto de la
palabra, del deseo, del goce se mixtura en el Otro y el entre
funda su íntima exterioridad. Resguardar la opacidad de
su núcleo es tan valioso como subrayar lo instituyente del
lazo con otros, y con el lenguaje que se hace cuerpo en un
territorio y tiempo singulares. Esto nos conduce a destacar
lo que de sin sentido nace en el sentido, y a preservar los
límites de la comprensión y de una supuesta empatía: “el
psicoanálisis consiste en descubrir que no somos transpa-
rentes a nosotros mismos. Entonces, ¿por qué los otros se
nos volverían así?” (Lacan, 1967)
Preservar esa opacidad nos lleva a una política que es
del síntoma, de lo que no anda y de lo que allí se juega
como verdad para cada uno; no sin los otros, y no sin la
cultura y lo social que “hace cosquillas y lo despierta a
uno” (Lacan, 1973: p. 68).
La palabra es nuestro medio y “lo importante es que
el lenguaje ayude y punto” (Lacan, 1974). Ayuda que no
es moral, ni universal; es habitada por una lectura, cau-
sada por un deseo no puro, que resguarda lo indecible y
distingue lo imposible de la contingencia, como encuentro
vivificante.

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Psicoanálisis y territorio

La palabra es escritura de una cantidad dolorosa, de tal


modo que se vuelva huella y pueda ser olvidada. Ella sólo
es posible a partir de una lectura, de una traducción, que
parte de la disponibilidad que la afectación de un analista
ofrece en ese encuentro; lo cual nos aleja de la indolencia,
aquello que Ulloa calificaba como la peor tradición del psi-
coanálisis.
Desde allí lo político puede pensarse: se trata de reem-
plazar esa empatía canalla de la comprensión, que arma
una psicopatologización tendenciosa, clasificatoria y anó-
nima, por una afectación que resguarde la singularidad
de las respuestas frente al trauma colectivo y la urgencia
generalizada. Es desde la más rancia comprensión que se
argumenta una pseudo sensibilidad, que entroniza lo in-
dividual despreciando la vida y desmintiendo el trabajo
sostenido de quienes armamos redes, sostenemos espacios
de palabras, detalles, lazos, juegos, sueños y ficciones.
Es notable cómo la necesidad colectiva de una renuncia
pulsional desata las más ofendidas diatribas pseudo inte-
lectuales. ¿Por qué no aparecieron con la misma firmeza y
decidida transgresión cuando se abolió un derecho como
la salud? Para condensarlo en un acto pongo como ejem-
plo la desaparición del Ministerio de Salud, condensador
de una laboriosa tarea de atropellos. Quizás aquella vez
pensaron que no los tocaba; en ésta aparentemente no hay
excepciones: el virus, la enfermedad y la muerte es para
todos, no hace distinciones de clase. El gran antídoto del
mercado contra todos los males de este mundo –dinero,
prestigio, saber-conocimiento– se muestra ineficaz. Al
mismo tiempo que muestra ferozmente la inequidad del
cada uno frente al para todos.
Los imposibles freudianos –gobernar, educar, analizar–
se muestran a cielo abierto. Otra ética es urgente.
¿Qué es la autoridad? ¿A qué versión del padre res-
ponde? ¿Queda algún rastro del padre que impacta por
decir “no”, frente al todo posible del mercado? “Creo que, en
nuestra época, la huella, la cicatriz de la evaporación del

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Huellas #4

padre, es lo que podríamos poner bajo la rúbrica y el título


general de la segregación” (Lacan, 12/10/1968). Esa cicatriz
nada tiene que ver con otras dos que Lacan propone más
adelante: la del ombligo del sueño como letra que confina
con lo real y limita el sentido, y la de lo real pulsional, que
funda la consistencia a partir de la ex–sistencia. La disolu-
ción de la función de autoridad, como función que soporta
la castración, genera el riesgo de los totalitarismos, como
retorno en lo real de la impostura.
Pienso que la autoridad anuda en su decir lo imposible
de gobernar. Y es contingente, no se extiende en el tiem-
po, se soporta de un acto. Es cada vez, en una democracia
que no se deje subsumir completamente por el mercado.
Quiero decir que el acto responsable y colectivo es un acto
atento.

2. No hay Estado sin lo comunal

Esta frase generosamente me fue dicha por una colega que


conoce mi cercanía con un hospital de provincia de Buenos
Aires, al momento de ofrecerme máscaras de protección
para los profesionales de la guardia.
¿Qué es el Estado si no incluimos el acontecimiento, los
lazos, lo colectivo, el amor, la alegría spinoziana? Como
pura norma vacía sólo administraría segregación.
Deleuze define el dispositivo diciendo: “En primer lu-
gar, es una especie de ovillo o madeja, un conjunto multi-
lineal. Está compuesto de líneas de diferente naturaleza y
esas líneas del dispositivo no abarcan ni rodean sistemas,
cada uno de los cuales sería homogéneo por su cuenta (el
objeto, el sujeto, el lenguaje), sino que siguen direcciones
diferentes.” (1990, p.160)
Un dispositivo incluye como borde una oferta en tiem-
po y forma que lo enmarca. Supone lo segmentario que es
a la vez duro y flexible. Segmentos conformados por poder
y territorio, ellos pueden captar el deseo, territorializán-

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Psicoanálisis y territorio

dolo, fijándolo. Ubica en el dispositivo puntas de desterri-


torialización, líneas de fuga a expandirse en un campo de
inmanencia.
El autor se hace una pregunta crucial que a los analistas
nos interpela: ¿Cuál es la aptitud de un dispositivo para
rebasar sus propios segmentos? Creo que de esa condición
depende la eficacia y disponibilidad del dispositivo: su po-
sibilidad de estar abierto a lo que ocurre.
A partir de estas elaboraciones considero que es posi-
ble pensar el territorio como campo: intensidades, fuerzas,
cuerpos, discursos y líneas de fuga. Resuena con lo dicho
por Lacan, inspirado en la revuelta del Mayo francés cuan-
do recomienda leer La lógica del sentido de Deleuze, y al
comienzo del año siguiente, en el Seminario 17 se propone
tomar el proyecto de Freud “al revés”, y fundar el campo
lacaniano.
Entonces, el dispositivo que ofrecemos, creando de-
manda, es un dispositivo que se orienta por un territorio.
El psicoanálisis como praxis, como formación humana que
apunta a reorientar el goce y como discurso en la cultura,
responde por un territorio en particular. En nuestro caso
tiene una profunda raíz en la salud mental, en la universi-
dad, en el Estado y lo comunal. Como nudo, participa del
tejido social, que funciona como ofrecimiento de base, so-
portando (o forcluyendo) la relación a la palabra y al cuer-
po, ineludiblemente afectados de los decires de una época,
a partir de un encuentro.

Experiencias

Una colega cuenta que en un hospital el termómetro con


el que se realiza el triage no funciona. Hacen como que
hacen. Versión burocrática, canalla del cuidado al otro. Im-
postura que hay que saltar. No será la queja una posición
que marque la salida. Ni tampoco el reclamo a un otro que
esta vez, como tantas otras, en serio, no hay. Otros pactos

127
Huellas #4

y acuerdos serán posibles en el mientras tanto.


Otros colegas cuentan de la falta de cuidados en la sala
de internación en la que trabajan. Y al mismo tiempo traen
como problema un marcado nerviosismo de los profe-
sionales hacia los pacientes allí internados. Esta falta de
miramiento se exacerba con los pacientes que se fugan y
vuelven. ¿Qué hacer con ellos? ¿Cómo no contagiarse en
caso de que ellos se hayan contagiado “afuera”? Esperan
que la autoridad del hospital extienda un protocolo. No lo
hace, se desentiende de su acto. Sin embargo, advertimos
que los que más entran y salen son los profesionales. Los
invito a autorizarse, posición que es con otros –como dijera
Lacan. Decidir medidas de cuidado para todos, que con-
templen el caso por caso.
Si no somos capaces de enlazar lo comunal, ya sabemos
que no todo, no seremos capaces de un Estado, que se re-
sista a ser sólo un servicial administrador del mercado.
Sólo desde ese enlace será posible una regulación de
los goces que de algún modo genere la equidad necesaria
como para que un sujeto resulte. Y el que al mismo tiem-
po dé lugar a otro discurso que resguarda lo indecible, lo
no normativizable, que contempla la singularidad, lo que
hace agujero. “Se trata de discernir cuál es el oficio del dis-
curso analítico, y volverlo, sino oficial, al menos oficiante.”
(Lacan, 1972-1973: p. 39) Eso requeriría de sujetos cultura-
les activos y comprometidos.
En otra supervisión, un equipo se pregunta sobre el
dispositivo que algunos proponen crear: llamar por telé-
fono a los pacientes infectados y con síntomas de Covid;
hacerles un seguimiento, es el pedido de los clínicos con
los que vienen trabajando a partir de la pandemia. Apa-
rece una pregunta medio extraña, como “injertada” desde
otros territorios, respecto de si eso no sería “invertir la de-
manda”. Suena a latiguillo, revisamos qué es la demanda,
como pedido articulado que se dirige a otro, a partir de un
no saber, y en esos significantes se filtra un deseo, un goce,
un desencuentro inmemorial entre sujeto y objeto. ¿Es que

128
Psicoanálisis y territorio

hay demanda sin ofrecimiento? ¿Sin lectura? Es el que es-


cucha el que sanciona eso como demanda; para eso es con-
dición estar. En La dirección de la cura y los principios de su
poder Lacan dice que “por el intermediario de la demanda,
todo el pasado se reabre hasta el fondo del fondo de la pri-
mera infancia. Demandar: el sujeto no ha hecho nunca otra
cosa, no ha podido vivir si no por eso, y nosotros tomamos
el relevo”. (1958, p. 588)
Sabemos que el sujeto se constituye entre ofrecimiento
y elección. De la urdimbre que trama lo colectivo y consti-
tuye la subjetividad de una época, se desprende el sujeto
como un efecto que resulta entre significantes en su divi-
sión, síntoma, enunciación.
El psicoanálisis es ofrecimiento de una escucha y un
decir, que supone una torsión en la economía libidinal.
No se fundamenta en standars técnicos sino en una ética
rigurosa. Es puesta en acto de un derecho: el derecho a la
transferencia.
Otra de las cuestiones que aparece en las supervisiones
al inicio de la pandemia es el lugar de un psicólogo, practi-
cante del psicoanálisis, en los equipos de salud. ¿“Esencia-
les” o “no esenciales”? ¿Qué lugar ahí? ¿Para qué? Evoca
la pregunta del “poder médico hegemónico” hace casi 40
años, cuando los psicólogos, psicoanalistas en su mayoría,
y gracias a una lucha decidida, comenzaron a estar en las
guardias de los hospitales. Fue raro y necesario que, de
nuevo, pero ahora viniendo de nuestro campo, nos pre-
guntemos qué hacemos en la urgencia. Esa resistencia se
desvaneció rápidamente, a fuerza de deseo y un trabajo
entusiasta, creativo y decidido. Supongo que es una gran
oportunidad para afinar lo político. Para ajustar nuestra
oferta. Para repensar qué es la salud y la salud mental.
Apuesto a que sus efectos y consecuencias hayan teñido
nuestra función de manera permanente.
En consultorios externos los turnos fueron suspendi-
dos en el inicio, se sostienen los tratamientos por teléfono,
cuando eso es posible. Con prisa pausada, a tiempo, los

129
Huellas #4

analistas en los hospitales y centros de salud arman y ofre-


cen escucha a la subjetividad de los compañeros médicos
en el hospital o centro de salud. Intervienen ahí armando
lazos que no sean de cuerpo cerrado. Un espacio para lo de
cada uno (miedos, fantasías, ideales) que no se suelta del
para todos. De lo que vengo escuchando, las intervencio-
nes apuntan a sostener un detalle propio en las normativas
generales, ordenar la escena para guarecer el deseo, abrir
un espacio entre la expectativa angustiada y el quedar a
merced de lo peor. Ahí, en un forzamiento que alumbra,
abren un tiempo.
El teléfono se convierte en consultorio. El análisis se
soporta de un encuentro contingente de cuerpos, del que
resulta un buen o mal encuentro. Puntapié inicial que defi-
ne las entrevistas preliminares. En tiempos de pandemia y
cuarentena se sostiene de la voz y a veces la mirada. Algo
se pierde, algo se concentra, algo resuena. Aparecen muy
frecuentemente los sueños. Se escucha y se dice un sueño
por teléfono, en la intimidad de un encuentro que resiste
lo más que puede. También aparece el juego que se dirige
a un analista con fotos, videos, mensajes de voz. La infan-
cia, aunque interrumpida por esta realidad que supera las
ficciones constitutivas sobre sexualidad y muerte, también
resiste. Hemos verificado la eficacia del deseo del analista
como dispositivo itinerante.
Huellas. Psicoanálisis y territorio respondió y se sostuvo
ofreciendo en su formato virtual la posibilidad de dejar
dicha la experiencia disponiéndola al lazo. Esa propues-
ta tiene en el horizonte que la escritura amortigüe lo que
no se puede decir ni callar: el trauma. Y disponerlo al en-
cuentro con otros, en una madeja donde cada uno oville su
decir. Hay disposición al lazo, y el ofrecimiento empieza a
tejerse por su cuenta armando reseñas, series, entrelazan-
do y dando a conocer dispositivos en distintos puntos del
país.

130
Psicoanálisis y territorio

3. Despabilar conceptos

En algunos trabajos y supervisiones sobrevuela una pre-


gunta: ¿cómo pensar las lógicas de cuidado desde la orien-
tación del psicoanálisis, teniendo en cuenta el entramado
socioinstitucional, el cual tendíamos a separar de nuestra
praxis psicoanalítica? Es incisiva, oportuna, candente. Me
lleva a preguntarme cómo, cuándo, dónde fue que eso se
separó.
El cuidado es un concepto fundamental para el psicoa-
nálisis, cuando se refiere a la constitución del sujeto. No
hay sujeto sin un otro del cuidado. Cuidado no anónimo
que transmite un deseo y una posición respecto de lo im-
posible. Cuando esa operación falla o está ausente, veri-
ficamos que ese ser queda en posición de objeto con las
consecuencias que eso acarrea.
Me pregunto cuál es nuestra capacidad de formalizar
una pregunta nueva, y no sólo porque creo que eso es ne-
cesario para cada caso, ya que la experiencia reinventa la
teoría, sino también porque creo que esa es la oportunidad
del psicoanálisis de resistir como praxis y permanecer en
la cultura: nos vemos forzados a reinventar el psicoanálisis
y armar una pregunta cuya respuesta se demuestra cada
vez y de a retazos.
El deseo del analista en su oferta-encuentro-acto con el
deseo del analizante, despabila de lo singular como poten-
cia enlazada a lo colectivo, de la norma estéril, de la obe-
diencia a las imágenes.
La salud es colectiva: pública, privada, semiprivada,
semipública, es colectiva. El acceso a la salud es un dere-
cho. Mientras discutimos qué es salud y también la ten-
sión entre salud mental y psicoanálisis. La salud mental
es el nombre que viene teniendo la posibilidad de que los
analistas estemos en hospitales, centros de salud, escuelas,
juzgados. Salud mental es un nombre que tiene efectos:
arma una legitimidad, un espacio, implica cargos, rentas,
nombramientos, también atropellos y trabajo sin remune-

131
Huellas #4

ración. Como nombre (que toca lo real, ya que inventa un


lugar que alguna vez, y no hace tanto, no existía), en tanto
ficción, no es el mejor. Lo mental es casi lo contrario de
la salud, en el sentido del deseo. Implica el pensamiento
obsesivo, la debilidad de la creencia en el yo autónomo,
el peligro de suponer una realidad fija y luego habitarla a
gusto. Pero… ¿es que hay algún nombre que no sea des-
ajustado, que no sea un forzamiento torpe? Como sutura
de un vacío, el nombre, dando existencia, falla. Es básico
para el psicoanálisis que no hay acceso a la cosa; esperar
que ese acceso que no existe sea exacto es brutal.
Luego habrá que animarnos a darle vida a esa palabra.
A torsionar su ética, defender el espacio creado por los
maestros que con su decidida y generosa autoridad nos
abrieron camino. La salud mental en la Argentina está po-
blada de analistas. La difusión del psicoanálisis le debe a la
Universidad y al Hospital Público. El psicoanálisis es una
ética: afectarse de una singularidad que se incluye, nunca
del todo, en otro, social.
Freud en Nuevos caminos de la terapia analítica (1918) dice
que el análisis nunca es un saber completo, no se trata de
cosmovisión, ni de una técnica fija. Tampoco se trata de
lograr una psicosíntesis, aspiración a la que llama “frase
hueca” (p. 156). Hay la pulsión, eso agujerea saber y téc-
nica. Desconocerlo con las mejores intenciones es, según
Freud, un acto violento, “por más que invoque los más no-
bles propósitos” (p. 161).
Dolorosamente, la pandemia es lo que hay. Es lo que
tocó, tolerar el no saber no parece el signo de la época, qui-
zás porque el saber se volvió burocrático y es sinónimo
de un montón de papelitos apilados a partir de la lógica
capitalista. El saber hacer ahí está muy alicaído, junto con la
experiencia, el saber de a retazos, la construcción colectiva
del saber y una verdad a medias. Quizás la abstinencia sea
básicamente abstenerse del goce de saber. Aplazarlo. Estar
prudente. Cuidadoso. Decir “no” al discurso único. Anhe-
lamos el desvanecimiento de las vanidades.

132
Psicoanálisis y territorio

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134
Psicoanálisis y territorio

Analistas en la institución pública


¿Hay tiempo para el deseo?
Abud Natalia, Barbich Joana, Berto Vanina, Colombo Sebas-
tián, Estrada Sofía, Galvez María Jazmín, Greco Julieta Ailín,
Ierone Brenda, Quiroga Florencia, Sanguinetti Carlos Ignacio

Caminante no hay camino, se


hace camino al andar.
Antonio Machado

Escribir siempre es una aventura, un viaje. Se hacen pre-


parativos, se fijan metas, se cargan las valijas, se traza un
recorrido con cierta previsión y se parte. En este caso, des-
de algunos interrogantes clínicos e institucionales que sur-
gieron durante el panel de apertura de las 1ª Jornadas de
Concurrentes Autoconvocados, Tomasa San Miguel lanzó
al auditorio la siguiente pregunta: ¿qué sucede con las al-
tas de los tratamientos en los Servicios de Salud Mental
en los Hospitales Públicos? Quedando así delineada una
propuesta de investigación que hoy está en pleno proceso.
La idea de realizar una investigación sobre los trata-
mientos hospitalarios implicó una invitación para que las
y los concurrentes se ubiquen en un nuevo rol: el de inves-
tigadores de la propia práctica, de la teoría que la sustenta
y las afectaciones institucionales que confluyen en ese en-
tramado.

135
Huellas #4

Habitando el concurrir

Cabe destacar que el interés sobre el grado y estatuto de


inscripción institucional que las concurrencias tienen en
el sistema público de salud del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (GCBA), no sólo inspiró esas
primeras Jornadas sino que también resonó en el armado
de la investigación multicéntrica. De este modo, lo que era
nombrado como un “no-lugar” (Auge, 2000), cobró poten-
cia en sí mismo, apropiándose de ese movimiento; habi-
tando las grietas y haciendo con lo que no anda, un poco
como en la práctica clínica en tanto orientada por la ense-
ñanza psicoanalítica.
Desde allí, la oportunidad de hablar en nombre propio,
o desde nuestro propio (no) lugar, imprimió un modo de
entender y hacer con la clínica, con la cultura institucional
y con el engranaje jurídico-legal, que regulan nuestro ac-
cionar profesional en los efectores de salud, que inciden
en la práctica y dan forma a cada dispositivo. Pasamos en
limpio: de la queja a la acción. De la inercia mortífera, al
movimiento vitalizante. De la angustia individual, a las
soluciones colectivas.
Siguiendo a Ulloa (1995) las instituciones pueden ser
mortificantes, tanto para usuarios como para profesiona-
les, porque a veces, pueden apagar los cuerpos, quitarles
su potencia creadora. Pero también, pueden ser el esce-
nario donde poner los cuerpos unos juntos a otros, vitali-
zando, motorizando, e imprimiendo una potencia creativa
que no coagula en las normas viscosas del deber hacer.

De lo pensado a lo posible

Se conformó un grupo operativo de trabajo (Pichon Rivie-


re, 1975), el cual se organizó alrededor de una tarea: llevar
a cabo una investigación. A partir de la lectura sobre lo
que no anda en las instituciones, decantó el interrogante

136
Psicoanálisis y territorio

sobre lo que hace obstáculo, lo que se sintomatiza dentro


del sistema de salud. La pregunta de qué sucede con algu-
nos tratamientos que pensamos como eternizados se fue
demarcando: ¿por qué no se dan altas?
Se partió de la premisa de que los tratamientos, la ma-
yoría de las veces, no concluyen por alta, o sea por crite-
rio profesional. Por el contrario, se piensa que concluyen
por otras causas: deserción del paciente, rotaciones de los
profesionales, derivaciones, cuestiones de salud física del
paciente, normas institucionales.
Desde la propuesta inicial a la formulación de un pro-
yecto de investigación, como se mencionó antes, no hubo
un recorrido lineal ni prefijado. Luego de sortear y cumplir
con una larga lista de requisitos administrativos y adecua-
ciones metodológicas, se avanzó al calor de reformulacio-
nes de objetivos y confección de variables.
El grupo de trabajo, en un principio planteó una in-
vestigación sobre el análisis de las producciones teóricas
sobre los finales de tratamientos. Pero empaparse de la
lógica de la investigación, conllevó deformar la pregunta
original realizando una traducción de la misma, en otra
consistente con un diseño de metodología descriptiva, re-
trospectiva, transversal y observacional. A su vez, dicha
modulación de la pregunta inicial resonó en la historia del
proceso grupal y dinámica de trabajo.
Decidir en cuáles efectores se realizaría el trabajo de
campo produjo interrogantes y debates, debido a que el
equipo de investigación está integrado por concurrentes de
distintos efectores (hospitales generales, centros de salud),
lo cual permite compartir e intercambiar conocimientos,
ideas, realidades y recursos de diferentes instituciones. Sin
embargo, se decidió que la recolección de datos sólo sea
realizada en hospitales generales, debido a que se conside-
ró importante que las características de las historias clíni-
cas y los modos en que llegan los pacientes a cada institu-
ción, tuvieran algunos rasgos en común, dando cuenta una
vez más de las reformulaciones que atravesamos.

137
Huellas #4

Finalmente, se logró un proyecto grupal terminado y


en forma para comenzar el proceso de revisión ante los
diferentes comités hospitalarios. Pero lo inesperado y la
incertidumbre entró en escena, la pandemia del Covid-19
atraviesa nuestra subjetividad. La ilusión de lo programa-
do en relación a nuestros proyectos, rutinas y planes se
vió claramente interrumpida, al menos tal como se venía
pensando. En cuanto a la investigación, se vió impedido
presentar el protocolo por las vías formales, y por lo tan-
to imposibilitado el relevamiento de datos de las historias
clínicas.
Desde aquí, se abren ciertos interrogantes sobre los que
vale la pena reflexionar, sin la premura de la respuesta ace-
lerada para taponar la angustia. ¿Se podrá llevar a cabo el
proyecto hasta su culminación? ¿Qué sucede con el grupo
de trabajo cuando la tarea asumida se detiene obligatoria-
mente por factores externos? ¿Se podrá sostener la cohe-
sión del grupo o habrá que transformarse? En esta travesía
de narrar la creación de un proyecto grupal, ubicamos una
forma de hacer con el malestar actual. Una sublimación
que permite seguir pensando, interrogando y creando en
conjunto.
A consecuencia de esto, se retomó la línea teórica de la
investigación. Desplegándose aspectos de las variables a
analizar y del concepto de eternización de los tratamien-
tos, que fueron surgiendo a lo largo de la confección del
protocolo de investigación. De esta forma, comenzaron a
desarrollarse tres nuevas líneas de trabajo, las cuales se po-
nen en relación con los tiempos en un tratamiento: trans-
ferencia institucional, del motivo de consulta a la finaliza-
ción del tratamiento y la posición del analista.

138
Psicoanálisis y territorio

Afilando el lápiz: rodeos e inscripciones

La utopía está allá en el horizonte. Me acerco dos


pasos, él se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el
horizonte se corre diez pasos. Por más que yo ca-
mine, jamás lo alcanzaré ¿Para qué sirve la utopía?
Sirve para esto: para que yo no deje de caminar.
Fernando Birri

Partiendo de estas tres líneas, se comenzaron a esbozar di-


ferentes escritos de los que se comentan a continuación al-
gunos rodeos e inscripciones que, en lugar de proponerse
como concluyentes, funcionan como aperturas de nuevos
interrogantes, que continúan motorizando la investiga-
ción.
Se señaló que la cultura institucional puede ser morti-
ficante, tanto para usuarios como para profesionales. La
pregunta que surgió fue si en el trabajo diario queda lu-
gar y tiempo para dejarse contagiar por el sufrimiento de
quien demanda. En otras palabras, ¿se advierte y se tiene
en cuenta que las normas institucionales inciden en la clí-
nica? Y en todo caso, ¿de qué manera lo hacen?
El contexto hace al texto, es decir que lo institucional
afecta la clínica, intentando domeñar los reales, entre los
cuales se encuentra el tiempo, un aspecto crucial. Las ins-
tituciones proponen un tiempo cronológico; por ejemplo,
plantean tratamientos de seis meses de duración. Sin em-
bargo, los tiempos operan, ponen en juego límites, atrave-
sando a pacientes, analistas e instituciones.
Sirviéndose de lo que plantea Lacan (1945) se piensa
en tiempos lógicos: instante de ver, tiempo de comprender
y momento de concluir. Ubicándolos tanto en un modo
diacrónico como sincrónico, es decir, a lo largo de un tra-
tamiento, así como en una sesión particular. Con lo ante-
dicho, no se busca sostener un ideal de tratamiento, pero a
la vez se vuelve imprescindible el armado de la lógica de
un caso. Realizar una lectura de un caso resaltando que el

139
Huellas #4

meollo de la cuestión estaría en la política, el inconsciente


(Lacan, 1958). Por ende, el deseo del analista, como ope-
rador fundamental de cualquier tratamiento que se llame
a sí mismo psicoanalítico, es lo que posibilita orientar al
mismo. Es notable cómo las versiones del tiempo, tanto la
cronológica institucional como la lógica subjetiva, se enla-
zan en la clínica análitica permitiendo un tratamiento de lo
real. Siendo el tiempo, el azar, el corte y la finitud algunos
de sus nombres.
Se desprende de este desarrollo de la relación entre los
tiempos y las instituciones, la articulación con la pregunta
que motiva la investigación: ¿Qué se entiende por la “eter-
nización de un tratamiento”?
Una de las hipótesis a las que se arribó, es que la eter-
nización sería en sí misma una finalización de un trata-
miento psicoanalítico, aunque no un fin de análisis, ya que
implicaría el corrimiento del analista de su lugar. Por otro
lado, la eternización no implicaría per se una cantidad de
tiempo específica, sino que puede ser relativa a cada su-
jeto en particular, el famoso caso por caso. De este modo,
un tratamiento de cinco o diez años podría seguir tenien-
do una finalidad, mientras que en entrevistas prelimina-
res podría producirse una desorientación si no se leen las
coordenadas lógicas del caso.
La pista que orienta en la clínica la dirección de una
cura es el síntoma, que lejos de ser algo a eliminar como
para la medicina tradicional, se propone ponerlo a traba-
jar. Es así que en las entrevistas preliminares, siguiendo a
Lacan, se trata de poner en forma el síntoma. No es sin la
posición del analista de abstenerse de responder, que ha-
bilita a que el consultante comience a articular sus propias
demandas.
Se sostiene que desde el psicoanálisis se presenta una
clara metodología y una técnica, necesarias para desarro-
llar un tratamiento en el marco de una institución pública.
Los elementos presentes en el motivo de consulta, en ese
momento de manera enigmática y desarticulada, se anu-

140
Psicoanálisis y territorio

dan hacia el final a coordenadas históricas que producen


un efecto de sentido y de este modo un alivio sintomático.
Ahora bien, ¿qué sería entonces lo que se podría pensar
como finalidad en un análisis? Freud (1937) plantea que el
análisis finaliza cuando el paciente no padezca a causa de
sus síntomas y haya superado sus angustias e inhibiciones.
Se tratará por tanto de hacer posible una disminución del
sufrimiento, de ese “penar de más” (Lacan, 1964) sabien-
do lo imposible de su eliminación. En psicoanálisis pues,
no hay curación absoluta, porque hay incurable. Entonces,
¿cómo pensar un final si hay un incurable?
Si bien habrá un incurable que no se busca solucionar,
sí habrá una cura posible a dirigir, a arribar. La distinción
entre ambas permitiría entonces que la finalidad no se ex-
travíe, posibilitando un saber hacer allí.
Por último, por ahora, así como se debe hacer con lo in-
curable, también se podría hacer con lo mortificante en las
instituciones. Desde el lugar de analistas, dejarse afectar
por lo que resuena cada vez, inventando un modo amo-
roso de habitar las instituciones, intentando que lo morti-
ficante no sea lo que prime. Aparece la propuesta de otra
clínica posible: ya que no está previsto en el entramado
institucional, se propone que el acto analítico sea, también,
hacer(nos) en la institución un tiempo para contagiarse
empáticamente (Ulloa, 1995).
Se abre un nuevo camino: hacer en las instituciones y en
la clínica, un lugar a la ternura. Camino que se continua-
rá recorriendo en el trabajo de investigación que propone
una revisión de la práctica clínica en las instituciones pú-
blicas sostenido desde el deseo del analista.

141
Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

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Fabrissin y M. Zurita. Buenos Aires, Argentina.
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143
Huellas #4

144
Psicoanálisis y territorio

Así como hay libros que valen una frase,


hay traducciones que también
Agustina Saubidet

Hay una frase de Retrato de Dora que me emocionó una


vida.
“En la oscuridad soy oscura”.
El encuentro con esa frase detuvo mi andar.
Pensé en esa imagen un millón de veces y en todas, me
emocionó.
No sé si por su sonoridad se la capta mejor en francés
o en español, pero al menos a mí me “captó” en francés.
Esa frase es política y es poiética. Hace de los cuerpos
abusados una metáfora imperdonable para la humanidad.

La primera imagen que se me vino a la cabeza me hizo


mirar mi mano. Supe que, en la oscuridad, no podría perci-
birla, porque los bordes, en la oscuridad, se borran. Pensé
también en dos amantes cuando se abrazan. El abrazo lo-
gra borrar los bordes, también.

145
Huellas #4

Después pensé algo aún mucho más liberador. Si en la


oscuridad soy oscura, entonces podría devenir africana
aunque nadie me viera; y que si nadie te ve, entonces, uno
puede ser quien quiere.

Dans l´obscurité je suis obscure,


et toi aussi,
on est obscure.

Devenir mujer, devenir negro, devenir esclavo, devenir


proletario, devenir letra, devenir Cixous,

“de suerte que todas las obras de todas las artes son poesía, y
que todos los artistas y todos los obreros son poetas”.1

1. Diótima en El Banquete de Platón, V. antes de Cristo.

146
Psicoanálisis y territorio

Tecnopositivo: la crueldad con sonrisa


María Cecilia Márquez (España)

Del Valle de Lerma a la Villa de Madrid

En el año 2010 abandoné mi ciudad natal, Salta, porque


obtuve un puesto como residente de psicología clínica en
el Hospital Italiano de Buenos Aires. El viaje a la capital
fue en autobús. Me recibió en su monoambiente ubicado
en microcentro mi entrañable amiga Jimena. En mis re-
cuerdos, Buenos Aires huele a librerías antiguas y sabe a
historias de gente en movimiento, de un pasado migrante
que trasladó sus saberes en maletas y en barcos. No es de
extrañar que en ese ambiente fértil el psicoanálisis germine
con facilidad. Mi despertar profesional fue un encuentro
con concepciones profundas de lo humano; de mis pro-
fesores del Hospital Ameghino aprendí el respeto por la
palabra del Otro. Durante ese transitar psicoanalítico apa-
reció la pregunta sobre la universalidad de la clínica. Fue
en mi segundo año de residencia, que escuché contar a una
psicoanalista argentina de origen japonés su experiencia
de una beca en Tokio con mujeres víctimas de violencia.

147
Huellas #4

En su relato narraba la imposibilidad de implementar una


clínica psicoanalítica porque cuando ella preguntaba a las
mujeres japonesas “¿cómo estaban?”, las mujeres respon-
dían cordialmente “bien, gracias a usted”. Esta nisei1 rela-
taba que no podía sortear la barrera cultural que se esta-
blecía aun hablando el mismo idioma. Lo cultural pesaba
tanto que era imposible trabajar psicoanalíticamente con
la angustia, ya que las pacientes no podían por “cortesía”
narrar su sentir. Es así como surge la pregunta sobre la
universalidad de la clínica: ¿es posible ejercer la misma clí-
nica en todas partes del mundo?, ¿cómo se interviene en India,
China o Senegal? Esa grieta en el saber produjo la necesi-
dad de buscar nuevos sitios que revelen otras vías de in-
tervención con la locura, la depresión o la angustia. En esa
pluralidad de preguntas se abrió la posibilidad de perma-
necer tres meses en un hospital de otro país para realizar
una estancia profesional. Mi primera opción de rotación
internacional fue Bangalore, India. Por entonces, tenía los
papeles del visado y la invitación del hospital psiquiátrico
al que iba a ir. Mi objetivo era conocer como se concebía
una intervención clínica desde otras teorías ajenas al psi-
coanálisis. Cómo pensar la neurosis sin el diván o como
tratar la psicosis sin comprender que el delirio cumple la
función de estabilización. Mi intención era ensanchar las
posibilidades de la clínica y vislumbrar diversos abordajes
desde otras latitudes y otros paradigmas psiquiátricos. Sin
embargo, mi vida personal dio un giro y tuve que redirigir
el viaje a Madrid. Buscar un nuevo hospital fue difícil. Ele-
gí un hospital pediátrico, general y público. Con el tiempo
advertí que mi renuncia a lo cultural no había sido tal; sino
que, por el contrario, la intuición que había conducido mis
pasos hacia otras experiencias clínicas se materializó. Lo
cultural comenzó a ser un factor determinante en el des-

1. La misma profesional se autodenominaba Nisei. El vocablo


emplean los japoneses para indicar a los nacidos en una segunda
generación en un país distinto del Japón.

148
Psicoanálisis y territorio

montaje de la clínica. En Madrid, descubrí que no tenía


que marchar a sitios dotados de exotismo para desvelar
otras formas de intervención psicológica. Por el contrario,
trabajar en un país que habla el mismo idioma reveló un
sin fin de diferencias y sutilezas que organizan el esquema
clínico de otra manera.

In hospitium

Mi arraigo en Madrid, me permitió comprender que la


psiquiatría contemporánea corre el riesgo de derivar en
un mercado que ansía aliviar los síntomas y eliminar el
malestar. Se ha arrinconado al ser dentro de la cartera de
prioridades sanitarias y los tratamientos se alejan de los
tiempos requeridos para una construcción discursiva. En
la clínica hospitalaria, cada día se reducen más los espa-
cios para que emerja el sujeto-parlante; no hay lugar para
la palabra y no hay tiempo para la escucha. En una inercia
por atender los signos objetivados del malestar se recae
fácilmente en una praxis acelerada, que no tiene tiempo
para el encuentro con el paciente. Las intervenciones clí-
nicas en los hospitales suelen ofrecer dos modalidades de
tratamientos: medicación o consejos sustentados en neu-
ro-tecnicismos para aliviar el malestar. Los profesionales,
fatigados por la sobrecarga de trabajo, reproducen estas
lógicas del rendimiento y acaban por no cuestionar el sis-
tema. El resultado es una psiquiatría mercantilizada por
la industria psicofarmacológica y una psicología reducida
a los métodos científicos que objetivan el malestar de los
pacientes. En palabras de Beatriz Preciado2: “A principios
del nuevo milenio, cuatro millones de niños son tratados
con Ritalina por hiperactividad y por el llamado Síndrome
de Déficit de Atención, y más de dos millones consumen

2. Se utiliza el nombre de Beatriz Preciado porque es el que


corresponde a las publicaciones de 2002 y 2008.

149
Huellas #4

psicotrópicos destinados a controlar la depresión infantil.


Estamos frente a un nuevo capitalismo caliente, psicotró-
pico y punk. Estas transformaciones recientes apuntan ha-
cia la articulación de un conjunto de nuevos dispositivos
microprostéticos de control de la subjetividad con nuevas
plataformas técnicas biomoleculares y mediáticas” (Pre-
ciado, 2008: p. 31). Así, el paciente de psiquiatría comien-
za un camino hacia una eutimia farmacológica que nada
tiene que ver con una construcción subjetiva. Si bien, la
psiquiatría a partir de Michael Foucault logró reflexionar
sobre los dispositivos disciplinarios ejercidos en los cuer-
pos durante los siglos XVIII, XIX y XX, en la actualidad, se
articula un nuevo tipo de sometimiento que es invisible a
las críticas por presentar un rostro amable: las tecnologías
de la positividad. Estas tecnologías son técnicas desarro-
lladas para diseñar y crear satisfacción, en perfecta con-
sonancia con la demanda exprés del individuo del rendi-
miento. Así, si el paciente no puede dormir, se le concede
una píldora de benzodiacepina que lo ayudará a llamar a
Morfeo; si siente angustia, se le dará un recaptador de se-
rotonina para aplacar el vacío existencial; si está eufórico,
se probará con litio o carbamazepina y, de esta manera,
la oferta es tan grande como la demanda. Estos disposi-
tivos microprostéticos, en un primer momento, provocan
en el sujeto sensaciones de bienestar y calidad de vida. El
disciplinamiento es la positividad. Lo normativo ya no se
realiza desde lo represivo; sino desde una supuesta reden-
ción. De esta manera, el sometimiento es doble, ya que el
poder médico acaba por asociarse con la economía que no
permite el malestar; sino que por el contrario se medica
para poder seguir produciendo, para seguir en el mercado
del capital. No se cuestiona al sistema porque el sistema
es amable y generoso; por el contrario, se hace lo posible
para no estar fuera de él. ¿Quién podría querellar contra
lo positivo? Sin embargo, la oferta de vivir mejor tiene un
precio en la economía psíquica, ya que es el sujeto medica-
do el único responsable de su bienestar, al ser responsable

150
Psicoanálisis y territorio

de su bioquímica subjetiva. De esta manera, el sistema no


es interpelado ni cuestionado; sino que, por el contrario, el
sujeto asume toda la carga de su fracaso y de su éxito. La
célebre sentencia de Byung-Chul Han lo explica:
Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimien-
to se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lu-
gar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto
consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. No
deja que surja resistencia alguna contra el sistema. (…) En
el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la
agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convier-
te al explotado en revolucionario, sino en depresivo. (Han,
2015: p. 10)
La economía relacional de derechos y privilegios queda
desdibujada, y los resultados parecieran medirse según la
fuerza de su voluntad. El fracaso del individuo supervita-
minado acaba siendo el resultado de su falta de motiva-
ción y de autoestima. La crueldad de lo tecno-positivo es
que expulsa del sujeto cualquier signo que connote un ma-
lestar; lo obliga a recurrir constantemente a las tecnologías
de la positividad para aliviar su angustia existencial, su
tristeza o su frustración. El sujeto acaba por convertirse en
un individuo sobre-adaptado.

Lo alternativo también es sistema

Esto no es un fenómeno exclusivamente oficial. Si nos ale-


jamos de los fueros hospitalarios, encontramos otros pro-
ductos de consumo. Así, desde lo tecnopositivo florecen
propuestas como terapias con imanes, reiki, flores de Bach,
fitoterapia, aromoterapia, magnetoterapia, fangoterapia,
auriculoterapia, etc. No es intención de este apartado dar
cuenta de todas ellas, sino precisar su inclusión en un aná-
lisis temporo-social para entender su emergencia dirigida
a un mercado de consumo del bien-estar y de la optimiza-
ción de la energía. “Tecnopositivo” son también las tecno-

151
Huellas #4

logías socio-mercantilistas que se emplean en las socieda-


des de consumo para configurar espacios de producción
de bien-estar y de satisfacción.
El problema de nuestros tiempos es que cualquier pro-
puesta o disciplina –incluso yoga o taichí– que contemple
un semblante de posible transferencia, puede acabar como
un objeto de consumo que obture la angustia. En la actua-
lidad, se realiza cualquier “terapia” para alcanzar una op-
timización vital. Las personas que no lo hacen parecen su-
mergirse, día tras día, en rutinas pesadas que les muestra
una imagen desafortunada de sí mismas. Está de moda ser
feliz, los extremos, la adrenalina, la libertad, la juventud,
los viajes, las relaciones amorosas y, sobre todo, el éxito. El
sistema se a convertido en una articulación voyeurista que
juega a ver quien ve más. La economía capitalista actual, no
sólo es una economía pecuniaria, es una economía de in-
formación y control de los cuerpos. Consumimos imagen
y somos consumidos por estas imágenes. Instagram hace
logaritmos con nuestros tiempos de reacción, con nuestros
reuniones familiares, con nuestros likes, con nuestra ima-
gen.
Lo positivo inunda internet y la vida; según Byung-
Chul Han no hay espacio digital para lo negativo, ya que
lo negativo se convierte en un impedimento para alcanzar
el éxito. El éxito es entendido siempre con tintes narcisis-
tas. Hay un exceso yoico en todas las “terapias alternati-
vas” que surgen en la posmodernidad, la finalidad tera-
péutica es “sentirse bien uno mismo” ya que la alteridad
no está de moda. Al no haber un encuentro con el otro,
sólo hay exitus. En palabras de Byung-Chul Han: “se tolera
únicamente aquel dolor que se puede explotar en pos de
la optimización” (Han, 2015: p. 50). Se han roto las lógicas
del dolor como parte de la vida, ahora éste debe ser re-
significado para ofrecer a la comunidad una imagen resi-
liente y de sobreposición ante la adversidad. Campañas de
niños valientes con enfermedades terminales, carreras de
mujeres luchadoras por el cáncer de mama, lazos para la

152
Psicoanálisis y territorio

concienciación del SIDA, cupones para apoyar a personas


con discapacidad, etc. Estos dolores encuentran vías de
sentido ya que están legitimados por las lógicas sociales al
llevar con orgullo su espíritu de lucha, pero hay otros que
no reciben el mismo tratamiento. Quienes trabajan en hos-
pitales generales saben el malestar que genera una perso-
na que intentó suicidarse frente a otra que está muriendo
por una enfermedad terminal. Si bien, ambas reciben su
tratamiento una no es comprendida, mientras que la otra
recibe compasión. Parece que es necesario demostrar que
uno lucha por la vida, que tiene que amar esa vida. Phili-
ppe Ariès dice: “Hoy en día corresponde a los enfermos
no despertar jamás en los médicos y enfermeras la inso-
portable emoción de la muerte. El papel del enfermo es
del moribundo que simula que no se va a morir” (Ariès,
2012: p. 240). En las redes sociales pocas veces aparece el
dolor como protagonista y, en caso de serlo, no es trending
topic. El panóptico vigilante de la antigua modernidad ya
no se establece en términos biopolíticos; sino que es refor-
zado en una modalidad de panóptico interno. Es el propio
usuario de redes sociales quien no quiere mostrar lo ab-
yecto, lo soez, lo feo, lo pobre, lo doloroso, que es también
lo humano.
Por esta razón, no sorprende ni es casual el éxito de
propuestas como el coaching que no es ni una ciencia ni
una disciplina, pero que cada día tiene más adeptos por-
que sus estrategias siguen las lógicas del mercado. En la
actualidad se ofrecen cursos de formación no universitaria
que no se encuentran regulados por el sistema educativo
ni por los colegios profesionales, pero que estimulan a sus
alumnos a trabajar atendiendo a personas en la línea del
desarrollo personal. Esto no sólo es preocupante en térmi-
nos educativos; sino también en términos iatrogénicos. El
coaching, como tecnología de la positividad, ejecuta prác-
ticas de empoderamiento irreflexivas y plantea una línea
de trabajo por objetivos que exige a los clientes cumplir
con esos pasos para poder alcanzar lo que desean y, así,

153
Huellas #4

ser feliz. Esa simplicidad conceptual no es cuestionada por


la Academia, porque no pertenece a la Academia; no es
un problema en las empresas, porque eleva los beneficios
de las empresas y, lo que es aun más alarmante, no es ba-
tallada por los consumidores, porque el coaching produce
positividad. Entre sus estrategias de marketing, selecciona
a personas cuyas biografías se desarrollaron fuera de su
“zona de confort” en pos de alcanzar sus sueños que, en
este caso, equivalen a la idea de éxito. La utilización en
cada mentoring de figuras de éxito establece un sistema de
identificaciones con roles de triunfo dentro del mercado. El
mensaje es claro y se imprime en cada speech que circula por las
redes sociales: “si no construyes tu sueño, alguien te contra-
tará para ayudarlo a construir el suyo”. Así, el círculo se
cierra en una perfecta auto-exigencia sin alteridad.
El sujeto actual circula por un eje imaginario que lo con-
duce a un juego de constante (in)satisfacción. La falta del
sujeto lacaniano es obturada por objetos obsolescentes que
generan la ilusión de plenitud. La falta no es tolerada; es
desmentida. No es que el sujeto no sepa que sufre o que
siente angustia; sino que, ayudado por el contexto, arti-
cula mecanismos defensivos que lo escinden para conti-
nuar circulando. El producto diseñado por la positividad
se convierte en desecho metonímico y la palabra no logra
penetrar la carne. El verdadero acto disidente es ejercitar la
consciencia; la única vía para volver a ser sujetos-desean-
tes es la palabra que dirigimos y nos dirige a un Otro.

154
Psicoanálisis y territorio

Bibliografía

Ariès, P. (2012) Morir en Occidente desde la Edad Media has-


ta la actualidad. Adriana Hidalgo Editora. Buenos
Aires, 2012.
Freud, S. Obras completas: inhibición, síntoma y angustia, vol.
20, trad. José Luis Echeverry, 3a reimp. Buenos
Aires: Amorrortu, 1992.
Foucault, M. El nacimiento de la Clínica, una arqueología de
la mirada médica, Trad. Francisca Perujo, Buenos
Aires: Siglo XXI Editores, 1966.
Han, Byung-Chul. Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas téc-
nicas de poder, Trad. Alfredo Bergés, 1º ed. 4ª re-
imp. Barcelona: Herder, 2015.
Ben Plotkin, M. Freud en las pampas. Orígenes y desarrollo
de una cultura psicoanalítica en la Argentina (1910-
1983). Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
2003.
Preciado, B. Manifiesto contra-sexual, Madrid: Opera Prima,
2002.
Preciado, B. Testo yonqui, Madrid: Espesa Calpe, 2008.

155
Huellas #4

156
Psicoanálisis y territorio

Yo pisaré las calles nuevamente…


Vanina Berto, Carlos Ignacio Sanguinetti

Advertencia a quien lea: el siguiente relato hace referencia


al proyecto de Ley 2828/2019 de Residencias y Concurren-
cias de CABA. Este fue presentado el 20 de Noviembre 2019
y en la siguiente semana ya había sido aprobado. No se dio
tiempo a que pueda ser tratado en comisión y se puedan
hacer modificaciones. Además, se hizo sin convocar a las y
los profesionales involucrados para participar en la redac-
ción. Si la ley que teníamos ya nos precarizaba, la nueva
venía a refrendar y agudizar esa situación. A pesar de que
residentes y concurrentes somos quienes sostenemos con
nuestro trabajo gran parte del sistema público de salud,
en ningún momento se nos reconocía como trabajadores,
focalizándose únicamente en el aspecto formativo. Forma-
lizaba así, que se tengan menos licencias que los/as traba-
jadores de planta permanente y se reduzcan las licencias
por maternidad y paternidad, de 30 días a 14. También,
se disfrazan las guardias de 24 hs. en “actividades de for-
mación intensiva continua”, y se extendían las horas del
contrato, en algunos casos hasta 64 horas por semana. Por

157
Huellas #4

último, eternizaba, y reafirmaba a las concurrencias como


un trabajo no pago, sin ART, y sin obra social dentro del
sistema público de salud.

I° Preludio1

¿Cómo se escribe un proceso en movimiento? ¿Se puede


escribir? ¿A qué responde querer hacerlo? Trataremos de
recoger las huellas que deja el camino por el que todo pe-
queño colectivo transcurre en su producción de sentido,
producción única e irrepetible, atravesada por múltiples
inscripciones y dimensiones que, aunque invisibles algu-
nas, dejan marcas indelebles en el vivenciar de cada grupo.
Inscripciones que nos constituyen y dan forma y sentido a
aquello que pensamos, sentimos, creemos y somos.
No es fácil situar el origen de las cosas. No obstante, no
es un esfuerzo estéril. Parafraseando a Foucault, interesa el
análisis y búsqueda de las formas de constitución subjeti-
va que engendran las prácticas sociales. Cuando hablamos
de proceso, hablamos de una historia viva, que va y viene
en el tiempo, recuperando recuerdos, escribiendo sensa-
ciones. Una novela que se re-inventa a cada instante, que
se descubre y que en ese transitar, deja huellas. Así escribi-
mos entonces, cartografiando un camino.

¿Por qué escribir?

Porque hoy cuesta escribir, nunca más necesario. Cuestan


los lazos, atravesados por una pandemia, pesan los cuer-

1. Preludio fue el nombre que se dieron a las segundas Jorna-


das de Concurrentes Autoconvocadxs realizadas en Septiembre
2020. El preludio es cosa o acción que precede a otra y que le
sirve de entrada, anticipación, anuncio o comienzo. También
hace referencia a composición instrumental concebida como in-
troducción de una obra musical.

158
Psicoanálisis y territorio

pos, los pasos, pero tenemos una convicción, encontrarnos


y pensarnos como colectivo, darle forma de cuerpo a las
ideas, quitarnos las penas en el entre, barrer las injusticias
con canciones… Cuesta escribir hoy, nunca más necesario.
Pero tenemos una convicción. Somos hablados por los que
nos antecedieron, le ponemos voces a los que no están, le
prestamos texto al porvenir, y ahí vamos, cantando...
El tiempo nos convoca, como ayer, como siempre. Nos
convoca a escribir, a no mirar para el costado, a mirarnos
a los ojos, a encontrar nuestras pasiones, a llorar juntos y
sonreírle al mañana. Escribimos, que no es poco, y lo ha-
cemos porque importa lo que hoy digamos de este ayer
reciente, importa cómo lo hagamos, porque en cierta medi-
da, de cómo modelemos el presente, dependerá tener o no
tener la imaginación necesaria para darle forma al futuro,
para inventarlo, para evocarlo... Pasaron muchas cosas es-
tos meses, y escribir es una forma de atrapar el tiempo, de
inscribir una huella. Escribimos entonces para inscribir los
ecos de un movimiento vivo, y lo hacemos desde la memo-
ria de los cuerpos afectados en un Proceso de Constitución
de Identidad Colectiva. De los hechos, al acontecimiento, del
presente al pasado y de allí a imaginar, inventar un futuro.
La propuesta es que nos acompañen en el vaivén y juntos
tratemos de aprehender las formas en que los pequeños
colectivos producen y otorgan sentido a su experiencia
¿Llegaremos a algún lugar?
Fue en diciembre de 2019, ya pasaron varios meses,
pero escribimos hoy, pandemia de por medio. Hace tiem-
po queríamos hacerlo, contar lo que vivimos, cómo lo vi-
vimos, ponerle voz a nuestros reclamos, solemos decir,
aunque no nos guste mucho esa palabra. Es que es eso y
también es otras cosas, muchas cosas… Andábamos sin
encontrar el tiempo, metáfora quizás de esta translocación
temporal que nos devuelve el aislamiento físico. Dando
vueltas, en movimiento, sin detenernos, danzando. Otra
vez Diciembre. Ya habíamos vivido ese clima. Difícil de
describir por fuera del campo de las sensaciones, es algo

159
Huellas #4

que se siente, se percibe. El aire, se pone más espeso y


siempre hace calor y está húmedo. Elementos sueltos, dis-
persos, ecos de viejas voces de repente cobran sentido y
dirección, y el viento lo sabe y sopla distinto. La sensación
de ahogo se vuelve hartazgo, los gritos cobran voz en un
cuerpo colectivo. Ahora somos una masa, sin líder, pero
nos amalgama y orienta una ilusión, es algo que se siente,
que se vive, que nos estremece la piel, difícil de narrar, de
poner en palabras.
Cómo contar algo por fuera del campo de las sensacio-
nes, qué sentido tiene hacerlo cuando son ellas, las que im-
primieron un sello indeleble en nuestra memoria colectiva.
Se requiere de una tramitación y de una diacronía tempo-
ral en la que se puedan desplegar tramas y relatos posibles
para elaborar lo vivido. Y como para detenerse se necesita
un lugar, en eso estamos, en el sendero de las huellas que
se transforman en marcas, siempre Freud orientando el
porvenir (¿ya dijimos que no somos lineales?)

Afectados en un relato

¿Por qué salíamos a la calle? ¿Para qué? Sobraban razones


para reclamar. Años de desidia en un sistema público de
salud deteriorado, vaciado, desafectivizado. Desidia que
muestra su peor cara a quienes más lo necesitan, y también
a quienes más lo defienden y sostienen con su compromi-
so, profesionalismo y deseo: los trabajadores de la salud en
todo su conjunto. Precarización laboral histórica que em-
puja al pluriempleo, otra de las caras del aplastamiento del
deseo y la vocación. Mezquindades que se traducen en es-
casos y polémicos concursos. El arreglo tácito de que nada
cambie, de que nada se mueva. Mejor así, a ver si nos sacan
lo que tenemos, se escucha por ahí. Más descontentamiento
de los cuerpos, menos lucidez para actuar, más carencia de
ideas, menos interés por las cuestiones públicas.
Mientras, las concurrencias. Un farol que se sostiene

160
Psicoanálisis y territorio

con un deseo decidido y despierto, inquieto, y por mo-


mentos inquietante, pues mejor que nada cambie. Cómo
se entiende que en el sistema público de salud de la ciudad
más rica de la Argentina, haya servicios enteros sostenidos
y habitados por concurrentes, que son trabajadores que no
cobran por su tarea, sino que les hacen pagar por su forma-
ción. Quizás las concurrencias cuenten con esa sabiduría
inconsciente de que el pago por ponerle el cuerpo al deseo
nunca puede ser monetario. Es una forma de andar, haku-
na matata, una forma de ser. Donde haya grupos, habrá
concurrentes. Donde haya dispositivos novedosos, habrá
concurrentes. Y reformulamos, habrá concurrentes, donde
haya deseo…
Pero ¿por qué se dio en ese momento y no antes, si el
panorama no era mejor años atrás? Las prácticas, como las
ideas nunca son ex-nihilo, siempre hay un contexto que
impulsa, que puja, que favorece o no la emergencia de
unos u otros acontecimientos: sociales, políticos, cultura-
les.
Otra vez, principios de Diciembre. La sensación de que
algo ya no se aguanta, de ahogo, de hartazgo. Faltaban po-
cos días para el cambio de signo del Gobierno Nacional y
la esperanza nos contagia, nos invade, nos alienta a gri-
tar cuatro años de silencio e impotencia. A denunciar los
atropellos y desprecio con los que, una gestión privatista y
precarizadora, se dirige hacia sus trabajadores y al sistema
público de salud. Posición que en ese momento, se coro-
naba con una ley que venía a profundizar aún más la pre-
carización ya vigente. Ley exprés, tratada en una semana
en el recinto, de forma inconsulta, a diez días del cambio
de mando de las autoridades, en otra jugada perversa que
exigía que reaccionáramos rápido.
Nos juntamos, salimos, con guardapolvos blancos y
pasó algo nuevo. Las fuerzas de seguridad, que en esta
ciudad nos tienen acostumbrados a que la violencia contra
jubilados, contra docentes, contra pibes y pibas de los ba-
rrios, está justificada para mantener el orden, dieron otro

161
Huellas #4

paso, reprimieron la manifestación y le pegaron a un mé-


dico residente. Y acá empieza a escribirse otra historia, la
nuestra. Se sucedieron ocho días de paro y movilización, y
muchísimo movimiento. Algo nuevo se empieza a gestar.
La sensación de los cuerpos que se sienten vivos, que se
encuentran con otros, que discuten, que arman asambleas
en sus hospitales, que participan de las asambleas inter-
hospitalarias.
Los días pasan y la convocatoria no merma, cada vez
somos más en las calles. Cuando no pueden unos, vienen
otros. Nos llaman para entrar al ministerio de salud y a la
jefatura de gobierno, para discutir nuestros términos. Nos
abrazamos y de esos abrazos surgen delegados. Un repre-
sentante por hospital, “no, dos... así uno es concurrente”.
El lugar de los abrazos es alegórico de esos días. Volverá
a aparecer, en muchas formas. De repente nuestros com-
pañeros residentes nos reconocen, salimos en los medios
y somos canciones. “¡Luche como concurrente!” Listo,
estamos en el cielo, no hay nada como el reconocimiento
de esos espejos cotidianos que son tus colegas. Más mo-
vimiento, residentes y concurrentes eligen sus represen-
tantes, se representan a sí mismos, dicen basta. Luchas
históricas abandonadas, intenciones constantes como unir
las residencias y concurrencias de todas las profesiones
(un canto a la interdisciplina), mejorar nuestras condicio-
nes laborales y contribuir a fortalecer el sistema de salud,
todo era posible, incluso que reconozcan e inscriban a las
concurrencias como parte del personal rentado, ¿podía ser
posible todo eso? Algo sabemos, no volvimos iguales a los
hospitales y centros. La sensación de que siempre es con
otros y de lo que se puede con otros cuando cuerpo y de-
seo se juntan en apuestas colectivas, se hizo certeza en el
último abrazo a la jefatura de gobierno, que terminó de
torcer la historia. Un abrazo histórico, inédito, que hoy es
parte de nuestro tesoro, de nuestro fuego sagrado. Todo
en ocho días...
Entonces, por un lado, razones; por el otro un determi-

162
Psicoanálisis y territorio

nado contexto que las hace posibles, visibles, necesarias.


Dos territorios, una trama. Para dar cuenta de este proceso
que llamamos de coincidir, tomaremos dos ejes: organiza-
cional y simbólico-imaginario.

Dimensión Organizacional

Ocho días de movimiento. Pero ocho días en los que no


sólo pasaron cosas, también hicimos cosas. De un estado
de inercia, hacia la acción, a hacer algo con la queja, con el
malestar ¿Ya dijimos que somos freudianos?
El primer día de movilización fue masivo. Puro mo-
vimiento, vorágine. Lo vimos y nos organizamos. Enton-
ces armamos grupos, de prensa, de seguridad, grupos de
residentes y concurrentes por especialidades. Grupos de
personas que hasta ese momento estaban desarticuladas,
dispersas en las instituciones. Se votaron delegados/as re-
sidentes y concurrentes. Todo en asambleas que se hacían
al calor de la lucha. Hubo días que se hicieron al menos
tres asambleas durante la misma movilización. Íbamos
aprendiendo sobre la marcha, creciendo en organización,
responsabilidades, visibilidad. Encontrándonos más allá
de las diferencias de profesiones, partidarias, personales.
Al tercer día cada concurrencia y residencia había elegi-
do sus delegados/as, y también delegados/as por hospital.
Se construyeron donde no había, y se fortalecieron donde
sí, asambleas hospitalarias, que ahora eran de residentes
y concurrentes. También las concurrencias organizaron
asambleas propias, generales y por hospitales. Recorda-
mos a una compañera que arengaba, “¡nunca más las con-
currencias calladas la boca!”.
Otra vez diciembre, los cuerpos no olvidan fácilmen-
te y es inevitable el escalofrío cuando se escribe. Al can-
sancio, los días que se sumaban, la incertidumbre por las
responsabilidades y la magnitud de lo que se había ges-
tado, respondimos con organización y con la alegría de

163
Huellas #4

estar junto a otros, en una lucha que fue más allá de un


reclamo por condiciones laborales dignas. Antes, fue una
lucha por darle la dignidad y el lugar que se merecen a los
derechos laborales, ya que mejores condiciones de trabajo
y de formación, son ante todo y primero, una forma de for-
talecer el sistema sanitario y alcanzar una formación y una
atención pública de calidad. Pero también fue una lucha
por el reconocimiento de nuestra tarea diaria. Residentes
y concurrentes, en noviembre y diciembre coincidimos en
reconocernos a nosotros mismos como trabajadores de la
salud, más allá de nuestras disciplinas, y salimos a decir
basta.
Salimos a hacernos ver, a mostrar quiénes somos. Pero
mostramos, sobre todo, qué podemos cuando decidimos
no aceptar ser cómplices de un sistema que no funciona
y no ceder ante la mortificación; y más importante, nos
lo demostramos a nosotros mismos, y es una experiencia,
que nos llevamos grabada en una memoria que ya se hizo
carne en nosotros.

Dimensión Simbólico-Imaginaria

Algunos de esos ocho días, nos juntamos en los hospitales


para tener asambleas previas y salir juntos. Las reuniones
suelen ser en los jardines, a disposición de que algún jefe
pase y diga en tono chistoso; “no hagan quilombo eh”; u
otro que hizo gestos de incomprensión con la mano. Más
allá del tono de humor de los dichos, pensamos en el efec-
to que producen en las instituciones los movimientos no
normados de los cuerpos. Tal como plantea Foucault en
Vigilar y Castigar (1975), las instituciones de hoy parecen
seguir produciendo y esperando cuerpos dóciles y útiles.
Si tuviésemos que resumir lo que pasó en esos días para
las concurrencias y también para las residencias, hoy diría-
mos que, noviembre y diciembre, como se empezó a llamar
posteriormente, significaron un acontecimiento fundacio-

164
Psicoanálisis y territorio

nal, en un Proceso de Constitución de Identidad Colectiva. De-


cimos que para que un proceso como este sea posible, se
tienen que dar muchos factores juntos, como el contexto
político, económico, las condiciones laborales, el momento
y estado del tejido social, de las instituciones, entre otros;
y que son las relaciones entre dichos elementos, las que en
definitiva, configuran la escena. No obstante, hay un factor
que es condición necesaria: se tiene que coincidir en tiem-
po y espacio, esto es, en espacios reales, fácticos de parti-
cipación política, ya que son estos, el escenario para que
los cuerpos estén juntos y se contagien la alegría suficiente
para romper las lógicas e inercias habituales, instituidas.
Creímos en las relaciones de afecto en su doble acep-
ción: afectusen relación a lo afectuoso de las relaciones y
affectio en el sentido de poder afectarse los cuerpos unos a
otros (Deleuze, 1984). Apostamos a la potencia de los en-
cuentros de los cuerpos, a que cuando se afectan las ideas
nacen, se multiplican, rejuvenecen. Tenemos la convicción
de que para inscribir a las concurrencias y residencias, con
mayor peso dentro del entramado imaginario-institucio-
nal, debemos fortalecernos y constituirnos como colectivo.
Entonces es imprescindible construir espacios para encon-
trarnos y pensar-nos juntos, no es lo mismo pensar en for-
ma aislada que compartir alegrías, frustraciones, experien-
cias; tener lugares donde sentirnos parte de algo que a la
vez nos trasciende.
Participar de un proceso en el que estamos implicados
y del que podamos elegir cómo participar, y porque no
quisimos sucumbir al puro goce, hicimos pasar nuestro
deseo por los otros que constituyen nuestra identidad pro-
fesional como trabajadores de la salud. Solíamos decir que
cuando se le pone el cuerpo al deseo, la cosa se pone seria;
y si pensamos con seriedad en las relaciones que nos cons-
tituyen, pensamos en ha-ser una red de contactos, de con-
tención, de información, de afectos, de soporte. Relaciones
amistosas, de amor, de fraternidad…
Retomando a Jorge Alemán en Soledad, común: políticas

165
Huellas #4

en Lacan (2012), es en el espacio de la falta donde se tejen


nuevas articulaciones. Para explicarlo, el autor recurre al
concepto de lo común: pensar el Común desde la lógica
del no-hay supone elaborar nuevas formas del ser con los
otros. Las posibles cancelaciones del no hay, que Alemán
identifica en el arte, el amor, la amistad y la política, se
hacen presente en este proceso de construcción-creación
del colectivo de concurrentes y residentes. Partimos de lo
que no había y nos fuimos construyendo en una identidad
colectiva. Como nos enseña el movimiento feminista, lo
común es personal y es político.

II° Preludio

Nos preguntamos cómo escribir sobre algo en movimien-


to. No sabemos, pero pensamos que la escritura es algo
vivo, que al escribir se construyen nuevos mundos, po-
sibles de ser habitados y otros, se transforman. Ulloa, en
Salud ele-mental habla de la escritura narrativa, operación
habitual y momento privilegiado de la clínica psicoanalíti-
ca en el cual se intenta decir algo de lo que se vio en la esce-
na trágica. Momento donde el narrador, clínico o paciente,
experimenta cambios a medida que avanza la narración.
Lo orienta una pregunta ¿Cómo escapar a la cultura de la
mortificación provocada por las instituciones? Estado que
responde a la encerrona trágica: estar a merced de otro de
quien se depende, sin tercero de apelación. Si se cae en la
resignación desapasionada, queda el cuerpo despojado de
su placer e inhabilitado para moverse y decidir según su
deseo y necesidad. Un cuadro psicopatológico, el Síndrome
de Padecimiento, con un tríptico sintomático: pérdida de co-
raje, de lucidez y de contentamiento del cuerpo.
Hoy pensamos que justamente nuestro lugar en las ins-
tituciones, es el que imprime también un modo de andar,
de hacer y entender la clínica; que las normas instituciona-
les, el engranaje jurídico-legal que regula nuestro accionar

166
Psicoanálisis y territorio

profesional en los efectores de salud, incide en la práctica y


da forma al dispositivo. A veces vitaliza, motoriza, impri-
me una potencia creativa. Otras veces, mortifica, apaga los
cuerpos, les quita su potencia creadora.
Ana María Fernández plantea que para salir del estado
de mortificación, se trata de restablecer el contentamien-
to del cuerpo a través de acciones, transgresoras de ser
necesario, para romper con lo que hasta ese momento se
presentaba como un resignado padecimiento. Una volun-
tad de hacer y trascender, y obtener el suficiente contra-
poder para luchar contra lo instituido. Hacer retroceder
la intimidación dando lugar a la resonancia íntima, según
las características de un colectivo que haya podido recu-
perar su creatividad: su capacidad de crear, su inagotable
capacidad de inventiva ¿Será capaz nuestro colectivo de
sostener la alegría de los cuerpos necesaria para salir de la
mortificación? ¿Seremos capaces de elegir un movimiento
de resistencia y lucha, perspectiva que Ulloa postula como
sinónimo de salud mental? Según el autor, trabajar en con-
diciones adversas no admite ninguna utopía a futuro; por
el contrario, se las admite a condición de ser puro presen-
te. En palabras de Ortega y Gasset “no hay razón alguna
para no intentar aquello que pareciendo imposible resulta
necesario”. Y parafraseando a Jauretche, agregamos: nada
grande se construye desde la tristeza.

167
Huellas #4

Bibliografía

Alemán, Jorge (2012) Soledad, común: políticas en Lacan. Ma-


drid: Capital Intelectual.
Deleuze, G. (1984) Spinoza: filosofía práctica. Barcelona: Tus-
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Foucault, M. (1975) Vigilar y Castigar: el nacimiento de la pri-
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Foucault, Michel (1998) La verdad y las formas jurídicas. Bar-
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Ulloa, Fernando O. (2011) Salud ele-Mental: con toda la mar
detrás. Buenos Aires: Libros del Zorzal.
Ulloa, Fernando O. (2012) Novela Clínica Psicoanalítica:
historial de una práctica. Buenos Aires: Libros del
Zorzal.

168
Psicoanálisis y territorio

Huellas de lo colectivo en Freud


Sebastián L. Salmún

1. Ese colectivo llamado psicoanálisis

El saber psicoanalítico es algo que transforma el


mundo. Con él ha venido al mundo una suspicacia
serena, una sospecha desenmascaradora, que descu-
bre los escondites y los manejos del alma. Esa sospe-
cha, una vez despertada, no puede volver a desapa-
recer nunca del mundo (Mann, 1929: p. 252).

La caída de la expectativa freudiana del autoanálisis confi-


gura un acontecimiento de suma relevancia para la histo-
ria del psicoanálisis. En dicha caída, no siempre recordada
en su justa magnitud, Freud reconoce un límite y con él, el
pasaje definitivo de aquella empresa individual, en cierta
medida autosuficiente, a la conformación de un espacio
cuya concepción terapéutica considera la presencia de “al
menos dos” interlocutores. El psicoanálisis, ya nombrado
de este modo, cesa de ser entonces, una práctica solitaria
para convertirse en otra, solidaria. Abandona definitiva-
mente el elemento monolítico de la auto interpretación
169
Huellas #4

para concebir (y a la vez, construir), un hablante que pres-


ta su palabra a un diálogo novedoso, a una escena inédita,
a la invención de una cura en los márgenes de la estricta-
mente médica. Instituye así, una secuencia donde halla en
el enlace con la alteridad, ciertos puntos de saber relativos
a una verdad singular.
Freud reconoce que no basta con cultivar un espíritu
crítico, no alcanza con el esfuerzo de preguntarse pacien-
temente los detalles reflexivos del “sí mismo” como “Ro-
binson en su isla solitaria” (Freud, 1914: p. 21). Si bien todo
ello es valioso, y lo sabemos quiénes practicamos el psicoa-
nálisis, esta experiencia que despliega una “dimensión psí-
quica profunda” (Freud, 1913: p. 128) requiere la posibili-
dad de dialogar y escucharse al ser escuchado, reduciendo
el cerrojo del aislamiento a una mínima expresión. Para
ello, para que la resonancia inconsciente sea audible, nada
mejor que la disponibilidad de otro u otra hablante. Detrás
del autoanálisis se esconden ciertas tácticas de superviven-
cia del invento, atacado por diversos frentes tanto científi-
cos como ideológicos, que impugnan con argumentos más
o menos elaborados, más o menos cientificistas, siempre
ofensivos hacia Freud, la elaboración psicoanalítica. De-
lante del autoanálisis la prepotencia del deseo, y del deseo
de saber, característica ineludible del deseo freudiano.
Deseo que comienza en cierta medida en la experimen-
tación con la cocaína y que sigue con la sustancia onírica
auscultada en las noches solitarias de Viena. Pero ¿Cómo
apalabrar aquello que está hecho de imágenes recordadas?
Respecto de la palabra, el encuentro con la catedral de la
psiquiatría francesa, la Clínica Salpetriere, y con Charcot,
maestro de maestros, no será en vano. Los sueños, mezcla
arenosa del testamento legado por las profecías bíblicas y
juego de los poetas de la lengua, conjunción de leyendas
populares y objeto desechado por la elite científica, son
encarados por Freud bajo la rigurosa metodología de la
máquina psicoanalítica. Una máquina “no como las otras”.
El galeno vienés descubre con los sueños, las cualidades

170
Psicoanálisis y territorio

de la interpretación.
En diálogo con Fliess (¿Acaso el primer psicoanálisis de
la historia?), se afirma Freud. El par binario que la medici-
na construye desde hace siglos: el médico y el paciente, co-
mienzan a recibir nuevas “puntualizaciones” (Freud, 1915:
p. 159). Retoma las máximas hipocráticas y subvierte su
fisonomía arquitectónica. Allí donde la tradición médica
“reconoce sin tapujos una primacía científica a la biología”
(Clavreul, 1978: p. 53) Freud detecta la primacía de lo in-
consciente mediante el amor y la “dinámica de la trans-
ferencia” (Freud, 1912: p. 93). A través de dicho artificio
el psicoanálisis ensalma a la palabra del paciente pero le
otorga, a la vez, un valor laico, es decir, la adjudica una
responsabilidad. El dolor de quien sufre es escuchado y le-
gitimado en su voz. Como señala Mazzuca: “La interven-
ción freudiana subvierte todo el saber psiquiátrico porque
plantea los problemas que había venido trabajando la psi-
quiatría, pero de una manera totalmente diferente” (Ma-
zzuca, 1985: p. 17).
Los manuales de psiquiatría agregan con Freud nue-
vos tomos, páginas en blanco. Semejante arrojo rupturis-
ta tiene efectos en la colectividad científica a la que Freud
no quiere dejar de pertenecer, pero que inexorablemente
abandona. El hombre nacido en las comunidades médi-
ca y judía es fundador de nuevas congregaciones que se
enlazan, y este es un punto de suma relevancia, a nuevos
modos de pensar lo colectivo. Freud va gestando no solo
una novedosa forma de terapia, sino que a través de ella y
de los resortes que con ella formaliza, abre una expectativa
epistémica, un esfuerzo intelectual al esclarecimiento del
lazo social, contingencia de lo común en la reciente socie-
dad de masas. Abre con su paso la posibilidad de pensar lo
fraterno, lo grupal, lo institucional, lo social, en definitiva,
lo colectivo, desde el psicoanálisis.

171
Huellas #4

2. La influencia de Wundt: los pueblos y su psicología

Todos los fenómenos de los que se ocupan las ciencias


psíquicas son, de hecho, productos de la colectividad
(Volksgemeinchaft); así el lenguaje no es la obra casual de
un individuo, sino del pueblo que lo ha creado, y hay, en
general, tantas lenguas distintas como pueblos que origi-
nariamente existen. Lo propio sucede con los orígenes del
arte, de la mitología y de las costumbres (Wundt, 1913).

Junto a la construcción de la “terapia analítica” Freud va


observando disímiles avatares de lo colectivo. Observa
primero cómo se entraman en cada paciente, a través de
ciertos mitos, relatos, novelas, que definen ciertos aspec-
tos de su historia individual. Y observa, en segundo lugar,
cómo la “aplicación” de sus “descubrimientos” a los “fun-
damentos de la cultura” (Gay, 1989: p. 368) posibilitan sin-
gularizar lo colectivo en su dimensión específica. El “pue-
blo”, la “masa”, el “clan”, o simplemente la “sociedad” y
la “época” emergen como asuntos pormenorizados de sus
estudios.
Es definitivamente alrededor de 1910 cuando simultá-
neamente a esta apertura (y relacionado con ella) comienza
un nuevo período en la historia del psicoanálisis. No solo
porque se constituye el grupo psicoanalítico y los anhelos
de Freud pasan a convertirse en los anhelos de un “mo-
vimiento” (Freud, 1914) que poco a poco gesta mediante
“efectos unitivos” (Freud, 1921: p. 15) una comunidad
afectiva alrededor de intereses comunes. No solo porque
como dice Ferenczi “como todos los innovadores y pione-
ros hemos tenido que trabajar por nuestra causa” sino tam-
bién “luchar por ella” (Ferenczi, 1910: p. 318). No sólo por
la presencia de “enérgicos partidarios” (Gay, 1989: p. 279)
como historiza Gay. Es decir, no sólo porque se formaliza
el primer armado del círculo de analistas en la historia que
concluirá en la institucionalización de la formación de los
analistas en la Internacional, sino porque lo colectivo se
suma como objeto de investigación para Freud y sus se-

172
Psicoanálisis y territorio

guidores que comienzan a indagar diversos aspectos de


aquello que se denomina “psicología colectiva” desde las
herramientas del psicoanálisis.
En otros términos, comienzan las huellas del psicoa-
nálisis y en particular de Freud en el territorio de lo co-
lectivo. En dicho contexto, reiteramos, alrededor de 1910,
que coincide con los albores del primer conflicto bélico del
siglo veinte, la llamada Gran Guerra donde “la miseria hu-
mana” (Freud, 1915: p. 277) de las matanzas enseña cómo
la humanidad no consigue, en ocasiones, resolver sus con-
tradicciones por medios no violentos, Freud ensaya no
sólo los primeros contratos políticos de la institución ana-
lítica por venir, sino las primeras reflexiones vinculadas al
nacimiento mítico de la cultura y de las sociedades, hecho
que es también una derivación de la época (vale recordar
que los primeros textos de Durkheim y Weber son de los
años 1895 y 1905, respectivamente).
Entre los referentes leídos por Freud está Wilhem Wun-
dt, el fundador de la “Psicología Experimental”. Wundt
escribe una serie de ensayos denominados “Psicología de
los Pueblos”, que lo inspiran directamente a discernir so-
bre ciertos aspectos de la vida social en un contexto donde
lo social, como decíamos, comienza a ser abordado cien-
tíficamente. Esta incidencia de Wundt (sin soslayar la in-
fluencia de Jung) se produce, como dijimos, a la par de una
creciente institucionalización del psicoanálisis y asimismo
de una permanente tensión bélica e internacional entre las
naciones. Ahora bien ¿Qué aportes le entrega los ensayos
de Wundt al padre del psicoanálisis? ¿Cómo afecta en sus
incipientes escritos sobre lo colectivo la psicología de los
pueblos? La psicología de los pueblos afirma Wundt, pro-
viene de la tradición dedicada al estudio del Volksgeist, es
decir, al estudio del “espíritu del pueblo” mediante la re-
visión del folklore y de las tradiciones populares. En pala-
bras del autor es un:

173
Huellas #4

conjunto de consideraciones psicológico-etno-


gráficas referentes a las cualidades intelectuales,
morales y otras de orden psíquico de los pueblos
en el respecto de las relaciones que guardan entre
sí, y con el espíritu de la Política, el Arte y la Litera-
tura (Wundt, 1912. Sin paginación).

El uso del término “psicología” por parte de Wundt


define la búsqueda metódica de las leyes explicativas de
los fenómenos provenientes de la “historia psíquica de las
sociedades” (ídem.), basado en el análisis del “comienzo
de la sociedad humana”, el origen “de los dioses y de la re-
ligión”, el lugar de los mitos, etc., mediante la “aplicación
de la psicología” (ídem.) a los sucesos sociales. Wundt in-
fiere que, en el acervo popular de las manifestaciones cul-
turales, se pueden hallar las contraseñas para comprender
el funcionamiento de las colectividades. Wundt plantea,
de este modo, el origen de una discusión en la que Freud
se involucra alrededor del alcance o no del estudio de la
psique individual para la elucidación de lo colectivo, del
“alma” colectiva como escribirá Freud, siguiendo los pa-
sos de Le Bon cuando pretenda colegir la psicología de las
masas años más adelante.
Según Wundt la vida en común no puede ser explica-
da “únicamente por las propiedades de la conciencia in-
dividual, pues supone la influencia recíproca de muchos”
(ídem) por lo tanto, requiere de nuevos desarrollos en psi-
cología. Wundt da el puntapié inicial a una discusión que
atravesará luego al psicoanálisis en su relación con estos
planteos. Acaso ¿Bastará describir al ser humano de modo
individual para comprender sus fenómenos grupales, gre-
garios, comunes? ¿El psiquismo del ser humano alcanza
para elucidar y esclarecer las producciones culturales que
comprometen a la humanidad en su conjunto? ¿Es lo co-
lectivo una continuación de lo individual (asimilando los
mitos a los procesos oníricos, por ejemplo) o presenta una
unidad que es más que la “suma de sus partes”?

174
Psicoanálisis y territorio

La respuesta freudiana es ensayística, se destacan de


ella dos trayectos paralelos. El primero plantea que la inte-
lección psicoanalítica individual (en rigor, el aparato psí-
quico) efectivamente es un elemento indispensable para
comprender lo colectivo, inclinándose a concebirlo como
una proyección de la psique individual. El segundo im-
plica un recorrido teórico inventivo en el cual Freud miti-
fica el origen de las sociedades. “Tótem y Tabú”, texto de
1913, introduce al psicoanálisis en las tradiciones del pen-
samiento respecto de los fenómenos trans individuales.
Finalmente, conservará de Wundt la nominación “psico-
logía” para referirse a lo “social”, y más tarde a “la psico-
logía de las masas” (Freud, 1921), generando un discurso
conceptual desde el cual buscará esclarecer las opacidades
de la vida social. Discurso que incluirá a las pulsiones de
vida y de muerte como clave decisiva, y que resignificará
lo dicho hasta entonces.

3. Actualidad de las huellas: vigencia del psicoanálisis

El psicoanálisis todavía existe porque, aun-


que está hecho, no es una obra consumada
y no puede serlo (Jinkis, 2019: p. 441).

“Las huellas no se hacen solas/ ni con sólo el ir pisando/


hay que rondar madrugadas/ maduras en sueño y llanto”,
canta Atahualpa Yupanqui, el poeta. Las huellas del psi-
coanalista no se hacen solas, ni se hacen a solas, se hacen
colectivamente. Hay que rondar significantes comparti-
dos, espacios de formación comunes, trípodes con los que
caminar, tropezarse, y volver a caminar.
El psicoanalista se forma, fundamentalmente en su aná-
lisis, sí. Se autoriza, fundamentalmente en su deseo, tam-
bién. Pero también lo hace a través de sus estudios teóricos
e investigativos, en las llamadas supervisiones, en la escri-
tura que emprende y en los proyectos que, junto a otros y

175
Huellas #4

otras, integra. El territorio del psicoanálisis es un territo-


rio plural y diverso. A veces reducido, otras numeroso, en
ocasiones vinculado a la “numerosidad social”, otras, a las
instituciones.
Encuentra en uno de sus extremos el autoanálisis ori-
ginal, individual, ilusión de la introspección freudiana en
tiempos del incipiente descubrimiento. Al otro lado, una
polifonía de voces que se sintetizan para la arena social
en “El Psicoanálisis”, uno y único. En el medio los y las
(¿y ahora les?) psicoanalistas. Psicoanalistas que vivimos
sobre (y sobrevivimos) la ancha alameda del siglo vein-
tiuno. Ancha y diversa alameda: pluricultural, polifacéti-
ca, heterogénea. Ironiza Piglia “El psicoanálisis es uno de
los aspectos más atractivos de la cultura contemporánea”,
porque “todos queremos tener una vida intensa; en nues-
tras vidas triviales, nos gusta admitir que en algún lugar
experimentamos grandes dramas” (Piglia, 1997. Sin pagi-
nación). Ironiza y, a la vez, acierta.
El psicoanálisis forma parte de nuestra cultura actual.
Por lo menos, así sucede en “las “pampas” y en nuestra
lengua castellana con producciones e investigaciones pro-
venientes de distintos países de Latinoamérica. Un “ca-
minito” labrado pacientemente “que el tiempo” no “ha
borrado”. En ocasiones, luce gastado, obsoleto, demodé.
Ante tanto calculo prestidigitado, ante tanta cifra prevista,
ante tanta grilla fija ¿Qué valor tiene hacerle lugar a la sor-
presa, al enigma, al “tropiezo”, al “hallazgo” (Lacan, 1964:
p. 25), en definitiva, a la curiosidad? Es que el psicoanáli-
sis no está a la moda. Es rechazado por sus carencias, de-
nunciado por sus falencias, agraviado por sus incertezas.
También valorado, hoy como ayer. Entre psicoanalistas es
permanentemente revisitado, revisado, revestido de viejas
y nuevas preguntas, no sin choques al interior y al exterior
de su no tan ancha alameda.
Entre psicoanalistas, hay que reconocerlo, infortuna-
das disputas, sectarismos y reflejos de peleas narcisistas.
Pese a todo ello, el psicoanálisis sigue siendo un refugio

176
Psicoanálisis y territorio

del pensamiento crítico que enlaza su decir a los intere-


ses sociales. Su brújula suele ser consultada más allá del
dispositivo clásico porque se le supone la potencia de la
clarificación. Se espera del psicoanalista algunas miradas
detrás de la escena común que explique las razones de los
actores y su dramaturgia. ¿Ofrece con su método pistas a
las nuevas problemáticas que suceden tanto en el campo
de la llamada psicopatología individual, como en el cam-
po de los fenómenos colectivos? Si. No de modo inerte,
no reproduciéndose idéntico a sí mismo. Y hoy, como
ayer, se introduce de lleno en la discusión de las cuestio-
nes políticas, en las cuestiones de género, en cuestiones
públicas relacionadas con la vida de la comunidad. Su vi-
gencia resulta insoslayable y sus aportes no dogmáticos
también. Los y las psicoanalistas en la universidad, en el
hospital, en las instituciones educativas y jurídicas. Le-
yendo a Freud, también a Lacan. Insistiendo. Resistiendo.
Psicoanalistas que resignifican aquel deseo freudiano de
inventar un decir cuya marca transforme el padecimiento
en alivio, transformando simultáneamente, la cultura de
donde dicho decir proviene. Hoy como ayer psicoanalistas
haciendo huellas en lo colectivo. Acaso huellas del deseo.
Hoy como ayer, vigencia del deseo del psicoanalista en el
palpitante y efervescente terruño donde hombres y muje-
res construyen “alrededor del fuego” cultural (como canta
la murga oriental “Agarrate Catalina”) no sin contraccio-
nes, no sin tensiones, herencias, silencios y canciones, no
sin odios, y no sin amores, entre “barriletes y aeroplanos”
una “comunidad”.

177
Huellas #4

Bibliografía

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178
Psicoanálisis y territorio

Construir
La estrategia de resistencia, como única estrate-
gia, paraliza haceres y miradas: se trata de no perder
lo que se tiene y no de construir, y es una estrategia
que sólo es activa a corto plazo y luego se torna de-
primente y desvitalizante pues impide avanzar.

Elena de la Aldea
La subjetividad heroica

179
Huellas #4

180
Psicoanálisis y territorio

Otto Gross: psicoanálisis y política


Juan Pablo Pinto Venegas

Por la naturaleza de las cosas que constituyen el


material del psicoanálisis, se infiere que en nues-
tros historiales clínicos debemos prestar atención
a las condiciones puramente humanas y sociales
de los enfermos como a los datos somáticos y a
los síntomas patológicos (Freud, 1901).

La pregunta por la articulación entre psicoanálisis y po-


lítica, siempre compleja y fructífera, suele ser esquivada,
aunque insiste a nuestro entender desde el nacimiento
mismo de nuestro oficio. En ciertos “momentos”, “la polí-
tica” aparece como algo inherente al psicoanálisis mismo;
en otros, como algo ajeno. Es decir, siempre es problemáti-
ca. Esto nos lleva a la necesidad constante de interrogarnos
sobre dicha articulación; retomar ciertos autores y/o con-
ceptos que nos traen a colación dicha problemática.
¿Puede no estar articulado el psicoanálisis a la políti-
ca? ¿Qué entendemos por política? ¿Qué entendemos por
psicoanálisis? Sostenemos que nuestro oficio, siguiendo
a Freud y Lacan, tiene que estar a la altura de la época.
Nosotros agregaríamos: la necesidad de estar también a
la altura del territorio; doble necesidad. Entendemos que
“estar” a la altura es comprender que el psicoanálisis no
puede ser sino social, con otros, en el lazo; enmarcado
en un contexto histórico particular del que –querámoslo
o no–, formamos parte. La ananké de pensar el territorio,
la época y nuestra práctica dada la coyuntura actual en la

181
Huellas #4

que estamos envueltos como sociedad, como continente y


como país, es imposible de soslayar. ¿Puede devenir nues-
tra práctica, reverso del discurso del amo, sin pasar por
esta articulación?
Dejando situadas estas interrogantes y en sintonía con
lo que venimos planteando, nos proponemos realizar un
pequeño homenaje a la figura de Otto Gross; primer ana-
lista que cerca y luego a distancia de Freud, expuso tem-
pranamente y de un modo explícito y particular la proble-
mática siempre actual de esta articulación.
Otto Gross (1877-1920), psiquiatra, psicoanalista y ac-
tivista político austríaco. Formó parte activa de la joven
generación que circuló en torno a la figura de Freud en los
principios del movimiento psicoanalítico, movimiento que
por diversas razones que no desarrollaremos lo excluyó
del mismo. En 1902 se doctora en Psicopatología en la Uni-
versidad de Graz. Años más tarde Freud hará un racconto
de la historia de dicho movimiento (Freud, 1925), en don-
de no hace mención de su nombre, cuando es sabido que
mantuvieron una relación bastante fluida. Es por recomen-
dación de Freud que Gross se hace atender por Jung, dado
una marcada tendencia al abuso de sustancias como la co-
caína y el opio; el diagnóstico fue en un primer momento
“neurosis obsesiva” y luego “esquizofrenia” (Jung, 1908).
Finalmente se fuga de esta internación saltando un muro.
Es también por consejo de Freud que inicia una prematura
y breve carrera como docente en psicopatología.
Fue asistente de Kräepelin en su clínica psiquiátrica en
Munich; pero su teoría fue acogida principalmente por
poetas, artistas y activistas políticos más que por psicoa-
nalistas. En 1908 durante el primer Congreso psicoanalíti-
co celebrado en la ciudad de Salzburgo, Gross interviene
con una presentación a la cual Freud contesta “nosotros
somos médicos y queremos seguir siéndolo” (1913). Lo
que propuso en el marco de ese Congreso fue una suerte
de condensación de su trabajo: proponer el psicoanálisis,
la psicología del inconsciente, como la filosofía de la revolución

182
Psicoanálisis y territorio

(1913). Es decir, la técnica psicoanalítica al servicio de la


práctica política. Esta respuesta y aclaración por parte de
Freud ofició como sentencia para este joven discípulo,
que desde ese entonces fue exiliado de dicho movimiento.
Finalmente, muchos años más tarde, en el año 1920, con-
sumido totalmente por el abuso de sustancias que nunca
abandonó, y en permanente estado de locura, muere de
pulmonía a los 43 años, de manera solitaria en un barco
abandonado; quedando su práctica y teoría proscrita, a la
vez que su figura cristalizada bajo los significantes “exce-
so” y “locura”. Es en este sentido que uno de los objetivos
de este artículo es intervenir esa proscripción intentando
reintroducir su nombre y algunos de sus postulados prin-
cipales en la discusión.
Sus ideas anticipan postulados de autores como Wil-
helm Reich, Sándor Ferenczi, Otto Fenichel, entre otros;
también de grupos académicos como la denominada Es-
cuela de Frankfurt, y de movimientos como la antipsiquia-
tría y el feminismo; principalmente la proposición de una
continuidad entre el deseo y lo social. Es decir, la articu-
lación entre una economía política y una economía libidinal,
desarrollada más de un siglo después, principalmente
por Deleuze y Guattari en la obra Capitalismo y Esquizo-
frenia1. Empero, las ideas de Gross no solamente tuvieron
pregnancia en estos autores y movimientos políticos, sino
también en el propio Freud. Podemos ver esta incidencia
principalmente en las tesis freudianas posteriores a 1920;
por ejemplo, en la manifiesta oposición y conflicto entre las
aspiraciones pulsionales del sujeto y la cultura, la proble-
mática del superyó (Freud, 1929). “Instancia anti libertaria
en el interior resultado de la interiorización de este orden
social existente.” (Gross, 1919: p. 76)

1. Deleuze, G. y Guattari, F. (1980) Mil mesetas. Ed. Pretextos. Es-


paña, 2006. Y (1972) El anti-Edipo. Ed. Paidós. España, 1995.

183
Huellas #4

El problema de la cultura en psicoanálisis

Sin embargo, aunque existen ideas y puntos comunes en-


tre Gross, Freud, y el campo del psicoanálisis en general,
hay distancias fundamentales. Tanto Freud como Lacan
nos advierten de la dificultad de pensar el psicoanálisis
como herramienta de acción política. El psicoanalista en
tanto función, en acto, se propone como un más allá de
cualquier discurso político, aunque no así de la política
propiamente tal. Esto último es interesante de problemati-
zar: el psicoanálisis como herramienta de acción política o
como política. A fin de cuentas, la diferencia entre la políti-
ca como militancia y la política como práctica situada, que
interviene directamente en el campo social. Por su parte,
Gross plantea abiertamente que la psicología del incons-
ciente, es decir, el psicoanálisis, prepara el terreno para la
revolución; entendiendo esta última como el cambio en las
condiciones existentes de la sociedad actual (Gross, 1914). Para
él, no hay nada inherente en el humano a la agresión, sino
todo lo contrario, el malestar en tanto efecto de factores
colectivos es evitable; mientras que para Freud, pareciera
haber un componente innato a la agresión, lo que lo lleva a
sostener en El malestar en la cultura que:

Si se cancela la propiedad privada, se sustrae al


humano el gusto por la agresión uno de sus instru-
mentos; poderosos sin duda, pero no el más pode-
roso. Es que nada se habrá modificado en las des-
igualdades de poder e influencia de que la agresión
abusa para cumplir sus propósitos; y menos aún en
su naturaleza misma (Freud, 1929: p. 110).

Ahora bien, esta diferencia al parecer es sólo en aparien-


cia, o al menos su carácter es parcial; las tesis en relación
a la cultura y el malestar en Freud no son tan uniformes
como se pretenden. Por ejemplo, podemos ver un cambio
de posición entre El malestar en la cultura y El porvenir de
una ilusión. Para Freud cultura es:

184
Psicoanálisis y territorio

…todo aquello en lo cual la vida humana se ha


elevado por encima de sus condiciones animales y
se distingue de la vida animal (y omito diferenciar
entre cultura y civilización)– muestra al observa-
dor, según es notorio, dos aspectos. Por un lado,
abarca todo el saber y poder-hacer que los hom-
bres han adquirido para gobernar las fuerzas de la
naturaleza y arrancarle bienes que satisfagan sus
necesidades; por el otro, comprende todas las nor-
mas necesarias para regular los vínculos recíprocos
entre los hombres y, en particular, la distribución
de los bienes asequibles. Esas dos orientaciones de
la cultura no son independientes entre sí; en pri-
mer lugar, porque los vínculos recíprocos entre los
seres humanos son profundamente influidos por la
medida de la satisfacción pulsional que los bienes
existentes hacen posible; y en segundo lugar, por-
que el ser humano individual puede relacionarse
con otro como un bien él mismo, si este explota
su fuerza de trabajo o lo toma como objeto sexual;
pero además, en tercer lugar, porque todo indivi-
duo es virtualmente un enemigo de la cultura, que,
empero, está destinada a ser un interés humano
universal (Freud, 1927: p. 5-6).

Es interesante esta definición que encontramos en El


porvenir de una ilusión, ya que Freud es muy claro al pro-
poner la satisfacción-insatisfacción pulsional ligada al
usufructo de los bienes existentes; una suerte de economía
política articulada a una economía libidinal. La relación, el
vínculo con el otro, directamente mediada por la posibili-
dad de acceder y gozar de los objetos y bienes producidos
en común; la satisfacción pulsional ligada la materialidad,
es decir, el lazo en relación directa con la posibilidad del
usufructo y acceso a la producción social, que no es sino
colectiva. Es en este sentido que podemos entender la sen-
tencia freudiana unas páginas más adelante del mismo en-
sayo:

185
Huellas #4

Huelga decir que una cultura que deja insatis-


fechos a un número tan grande de sus miembros
y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas
de conservarse de manera duradera ni lo merece
(Freud, 1927: p 12).

Es decir, si las normas y regulación del acceso a los bie-


nes producidos en común no permite el uso colectivo de
los mismos, es esperable el descontento, la revuelta y la
eventual crisis de una cultura. Esto abre, por otro lado, un
campo de discusión interesante sobre el valor y dignidad
del concepto de cultura en Freud, cuyo desarrollo lo deja-
remos para otra ocasión. Sólo nos limitaremos a mencio-
narlo por ahora.
El concepto de cultura en Freud pareciera tener una do-
ble vertiente, o al menos es un concepto parcial. En un pri-
mer momento aparece como algo de carácter estructural,
casi como un equivalente al lenguaje, al significante; como
efecto el agujero fundante, en sintonía con Lacan, para
quien, por ejemplo, la subjetividad no se reduce a factores
socio-políticos o a los desórdenes de la ciudad y trastornos de
jerarquía (Lacan, 1959-1960), sino más como propone en La
tercera, coincidiendo con el Freud de El malestar en la cultu-
ra: que habría algo en la estructura intratable, refractario
a todo cambio social; más allá de las formas económicas y
políticas en que pueda organizarse una sociedad, siempre
habrá algo que se ponga en cruz a que las cosas anden (Lacan,
1974). Cultura, en un segundo momento, aparece referi-
da mas bien a la organización socio-política de una comu-
nidad; es en este sentido que Freud utiliza, por ejemplo,
en El porvenir de una ilusión, el término círculo de cultura, o
la nominación “una cultura” en vez de “la cultura”. En el
primer sentido, el malestar es inherente, estructural; en el
segundo, puede ser evitable, disminuirse, y ambas posi-
ciones no necesariamente son excluyentes.

186
Psicoanálisis y territorio

El psicoanálisis para Gross

El pensamiento de Gross gira principalmente en torno a


la idea de un conflicto entre lo propio y lo ajeno; la proposi-
ción de cura “colectiva e individual”, la necesidad de una
sociedad en donde nadie puede ser internado en contra de
su voluntad (Gross, 1909), y donde la mujer sea libre, en
su relación de dependencia principalmente económica del
hombre (Gross, 1914).
Para contextualizar las ideas y producción teórica de
este autor debemos situarlo en diálogo con el Freud en
el cual la cura y el tratamiento se produce vía abreacción
(Freud, 1985), haciendo conscientes los contenidos repri-
midos inconscientes (Freud, 1900). El método psicoanalí-
tico, al hacer consciente lo inconsciente, descubre aquellos
aspectos que por influencia de lo ajeno, fueron apartados
de la conciencia, reprimidos y desde ese lugar emanan sus
exteriorizaciones patológicas. Se trata de llegar, vía aso-
ciación, a aquel material que permanece oscuro, y aparece
como bloqueador de lo propio, la predisposición individual
(Gross, 1919). “La técnica psicoanalítica consistiría en una
suerte de corrección sistemática de la debilidad actual del
órgano psíquico en el tratamiento, la integración y la reac-
tivación de elementos afectivos.” (Gross, 1919)
Para este autor no existe nada innato tendiente al pade-
cimiento, sino muy por el contrario, si el yo es una función
de desconocimiento, y lo más propio se presenta como aje-
no, es debido a la compulsión externa.

Nos parece lógico suponer una armonía necesa-


rias de todas las disposiciones innatas; nos parece
absurdo no reconocer en la configuración de las
disposiciones innatas, en ellas mismas, la armonía
y las condiciones necesarias para un funcionamien-
to armónico (Gross, 1919: p.105).

Existen componentes innatos en la temprana infancia,


previos a todo conflicto. La características principales de
187
Huellas #4

estos componentes son una armonía y equilibrio interior


(Gross, 1913). La infancia esta pregnada de estos compo-
nentes vitales que tienden hacia la autonomía, la libertad
y la individualidad; entendiendo esta última no como algo
particular sino como algo singular y colectivo; lo innato
es la tendencia a no dejarse violar ni tampoco violar a otros
(Gross 1914). Si en el fondo del alma humana reina un con-
flicto que rompe la unidad psíquica y que genera un pade-
cimiento, este último no puede ser visto como algo normal
ni natural, por lo que es necesario intervenir y rechazar
que algo tan contraproducente se pueda concebir como un
carácter propio de la especie, como una disposición innata
del ser humano.
Este componente innato de la infancia propuesto por
Gross se ve prematuramente puesto en cuestión por la in-
fluencia de lo ajeno. El primer conflicto que experimenta el
infante es entre lo propio y lo ajeno.

Se demuestra que la verdadera esencia de estos


conflictos siempre puede atribuirse en el fondo a un
principio universal: al conflicto entre lo que le es
propio al individuo y lo ajeno, entre lo que es indi-
vidualmente innato y lo que es sugerido, aprendido
e impuesto desde el exterior (Gross, 1913: p. 27).

Lo ajeno, exterior, está enmarcado y propuesto desde


un sociedad patriarcal y autoritaria (Gross, 1919), donde
la infancia es vista como algo moldeable y adaptable, la
mujer como objeto al servicio del hombre (Gross, 1913), y
donde la normalidad y la uniformidad pareciera ser más
bien la verdadera enfermedad.

¿Cómo es posible que los humanos puedan ol-


vidar lo miserables que son –lo miserable que se
hacen? Esta pregunta necesita respuesta. Es la pre-
gunta de la psicosis de la humanidad… a la que nos
sentimos llamados a responder (Gross, 1913: p. 43).

188
Psicoanálisis y territorio

La sugestión y efecto de lo ajeno se apoya en el temor


del infante a la soledad, la posibilidad de la pérdida de
amor por parte del adulto. Esta sensación, experimentada
prematuramente por el niño, convierte este temor a la sole-
dad en adaptación, resultando una subjetividad compues-
ta mayormente por “voluntades ajenas asimiladas, de una
voluntad ajena a lo que se han adaptado, y perciben esa
voluntad extraña como su propia personalidad.” (Gross,
1914: p. 59)
Efecto de esta imposición, el conflicto psicopatológico
lleva a sentir lo más propio como lo ajeno. Este es el sujeto
uniforme, producido en masa, adaptado al orden social,
que se ha ahorrado la perpetuación y gravedad del conflic-
to, ya que se ha adaptado, ahorrado el desgarramiento interior
(Gross, 1914: p 59).
En cuanto al carácter problemático de la sexualidad, si
hay un conflicto con la sexualidad, este es un “hecho so-
cial”, no hay nada natural que justifique una lucha entre
los sexos (Gross, 1919); si hay lucha, esta se basa en una
relación de poder. Es mediante la educación y los diversos
dispositivos de coerción de los cuales se sirve el poder –
estado, la familia patriarcal, las instituciones y el capital
(Gross, 1919)–, sumado al desvalimiento y necesidad de
contacto del infante (Gross, 1913), la razón por la cual este
temprano conflicto pasa a ser vivido como algo interior,
ser percibido como interior y personal. La sexualidad, en
tanto atravesada por la sugestión externa, ha devenido
conflicto.

De este proceso de represión resulta la imposi-


bilidad de vivir la situación sexual como algo co-
mún, como una acción unificadora, es decir, resulta
que en el acto sexual cada uno sólo puede experi-
mentar al otro como instrumento para su satisfac-
ción sexual, ya que la tendencia represiva hace que
niegue y aparte de sí la posibilidad de experimen-
tar en sí mismo la sexualidad del otro (Gross, 1920:
p. 141).

189
Huellas #4

A pesar de lo que venimos mencionando anteriormen-


te, para Gross es imposible vivir en sociedad sin pérdida,
sin ningún tipo de adaptación; nadie que viva en la civili-
zación puede mantener su estado innato, natural, lo propio.
El asunto está en si dicha pérdida es impuesta de modo
coercitivo, o responde mas bien a algo del orden del con-
senso, lo que tiene que ocurrir necesariamente en pos de la
comunidad.
Para Gross, aquel conflicto psíquico, ese desgarramien-
to interior, es directamente proporcional a la resistencia
ofrecida por el sujeto en mantener su propia tendencia a
la individualidad.

Son precisamente los individuos mentalmente


más fuertes y más resistentes contra la influencia
sugestiva en los que la lucha interiorizada de lo
propio contra lo ajeno lleva a una desintegración
más intensa (Gross, 1908: p. 20).

Lo reprimido que se encuentra en el inconsciente es


esta tendencia natural a la libertad y el desarrollo libre del
sujeto y el otro. En este sentido, Gross entiende la salud
como la realización de las potencialidades individuales e
innatas del ser humano (Gross, 1914: p. 42). Como vemos,
lo innato e individual en no se encuentra en oposición
con la colectividad y el bien común. En la medida en que
no hay una separación tajante entre lo individual y lo co-
lectivo. “La economía libidinal no es menos objetiva que
la economía política, y la economía política no es menos
subjetiva que la economía libidinal.” (Deleuze y Guattari,
1972: p. 355)
No hay progreso interior que no sea exterior. No hay
cura singular que no sea social. Cualquier terapéutica que
busque tratar el padecimiento está tratando con lo social.

Mediante el psicoanálisis se debería recuperar


lo más genuinamente humano, aquella predispo-
sición natural e individual (…) la tendencia que

190
Psicoanálisis y territorio

busque la autonomía, la libertad dentro de la colec-


tividad (Gross, 1919: p. 68).

Comentarios finales

Hemos visto, a lo largo de estas páginas, parte de la his-


toria de este autor, así como también de sus ideas princi-
pales, que parecen alejadas de lo que entendemos hoy por
psicoanálisis. La extensión de este trabajo hace imposible
entrar en detalle en cada uno de sus postulados, así como
también ahondar en su biografía. El propósito plantado
tiene que ver mas bien con recuperar este autor del silencio
psicoanalítico, con un interés claro: mantener vigente en la
discusión actual de nuestro oficio la importancia del con-
texto económico, político y social. Reconocer las coordena-
das de época, así como también los contextos territoriales
que nos interpelan constantemente en nuestra función y
producción. Se puede estar de acuerdo o no con Gross, en
sus planteamientos políticos y técnicos, pero nos parece
dificultoso no acordar de alguna manera con esta afirma-
ción de 1913: “Las consideraciones sobre un futuro mejor
forman parte de nuestra disciplina.” Quizás allí radique
también el carácter subversivo de nuestro oficio.

191
Huellas #4

Bibliografía

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Freud, S. (1927) El porvenir de una ilusión. Obras completas.
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Tomo XXI. Amorrortu Editores.
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de la civilización burguesa (1908-1920). Alikornio
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192
Psicoanálisis y territorio

Gross, O. (1919b) La concepción fundamentalmente comunista


de la simbólica del paraíso. En: Más allá del diván.
Apuntes sobre la psicopatología de la civilización
burguesa (1908- 1920). Alikornio ediciones. Espa-
ña, 2003.
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de la civilización burguesa (1908-1920). Alikornio
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En: Más allá del diván. Apuntes sobre la psico-
patología de la civilización burguesa (1908-1920).
Alikornio ediciones. España, 2003.
Gross, O. (1920b) Sobre el conflicto y la relación. En: Más allá
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ciones. España, 2003.
Lacan, J. La tercera. En: Intervenciones y textos 2. Editorial
Manantial, Buenos Aires, 2010.

193
Huellas #4

194
Psicoanálisis y territorio

Danza Maradona
Verónica Buchanan

Afecto

Yo hablo mediante el sonido material de mis palabras;


el Señor habla al interior por el santo
temor que imprime a nuestros pensamientos.
¡Que él imprima estas advertencias en tu corazón!
San Agustín

Hay una particular forma de perder, que es ganando. Per-


der es una necesidad ineliminable en quien desea. Como
tal no se puede sino perder.
Se puede perder de distintas maneras.
En psicoanálisis esto toma al menos dos formas carac-
terísticas: la melancolía y el rasgo de carácter, los que fra-
casan al triunfar.
En la primera la pérdida es un agujero negro que lejos
de demostrarse vaciado, absorbe toda capacidad de libi-
dinización de la existencia. La propia y la de quienes lo
rodean. Esta existencia estuvo antes soportada por una

195
Huellas #4

forma del narcisismo como pura contrainvestidura de esa


pérdida. Quiero decir, la melancolía tiene esa exaltación
narcisista de la belleza que sólo puede devenir caduca, po-
drida. Por eso el primer signo contratransferencial de la
melancolía, o incluso de lo melancólico de cada uno, es el
rechazo. Sabemos de lo cierto de sus reproches, querría-
mos incluso decírselo como vía de separación de ese abis-
mo insignificante que nos desalma.
Quienes fracasan al triunfar en cambio, son aquellos
que no pueden soportar la frustración que supone el hecho
mismo del deseo y entonces dan consistencia a la versión
trágica del destino como hecho consumado. Pierden todo
tras haberlo obtenido, porque lo insoportable es que no era
todo, que al padre se lo mata por algo más bien insatisfac-
torio. Es lo que Freud nos dice cuando ubica al mito de la
horda primitiva y al asesinato del padre como el funda-
mento del sujeto neurótico, aquel que mata al padre para
constituirse en un deseo que será siempre insatisfecho.
Perder ganando es otra cosa, a diferencia de la melan-
colía y del rasgo de carácter neurótico, perder ganando es
el tiempo movimiento que hace de la pérdida, deseo.
Poco antes de morir, Rosario Bléfari escribió que el do-
lor es un afecto que vuelto movimiento funda la potencia
del deseo. Y que el deseo es lo más alejado de la aspiración
al todo, es crear pérdida, eso es lo que nos atormenta del
movimiento de la vida. Se trata de la potencia que se funda
en un vacío, una potencia que es vacío.
“No me estoy sintiendo tan bien, me duele la cabeza,
el corazón se esfuerza en bombear. Una ansiedad crecien-
te que proviene de esta condición me hizo enfrentar un
trabajo de clasificación (...) formas detectables, núcleos
que prometen arborizarse, estirarse, desviarse, asociarse,
incluso en algunos casos desintegrarse generando nuevos
fragmentos. Mucho quedará quién sabe dónde o cómo,
mucho se perderá, no es posible de todo hacer algo, es ahí
donde me mantengo atenta porque el abismo existe tam-
bién, y reservar y apartar me permite sostener lo que se

196
Psicoanálisis y territorio

distingue con mayor nitidez sin perderlo de vista.”


Como decía, hay formas distintas de perder ganando.
La de Diego Maradona es una. Diego es el movimiento
que realiza el perder ganando. Es el movimiento que fun-
da deseo desde el afecto, desde la afectación. En Maradona
encontramos, sus hijos e hijas, los argentinos, ese último
destello de una versión del padre que es el padre que afec-
ta, que impacta. Porque su forma de perder ganando es
la forma en la que la afectación, es la huella que deja en el
cuerpo lo imposible, lo radicalmente perdido de esa satis-
facción anhelada. Es lo que Bléfari, y antes Freud, llama-
ron vivencia de dolor como marca que constituye al cuer-
po afectado por el deseo. ¿Conviene que lo aclare? Quizás
sí. Dolor no es violencia, no es agresividad, aunque pue-
dan ser sus derivas. Dolor es el afecto que se produce en
el cuerpo y produce cuerpo cuando revela eso de lo vivo
que desborda nuestra capacidad de dominio y de palabra.
Las marcas que deja lo imposible son las que vuelven
posible un encuentro, un lazo a otro. Pero sólo lo vuelven
posible señalando su fracaso. Sólo nos unimos en donde
fracasó el tejido, donde mostramos la hilacha. Y en ese en-
cuentro actualizamos el fracaso de la trama que nos cons-
tituye. Siempre hay un roto para un descosido, y el desco-
sido nunca resuelve lo roto del primero, más bien resuena
ahí.
El afecto es una de esas marcas que se ponen en juego
y vuelven posible un encuentro amoroso. Sin eso, no hay
encuentro. Con eso, lo hay y se demuestra siempre fallido,
se gana perdiendo, se mueve.
Del afecto, el yo no puede más que defenderse. Del afec-
to no es sencillo hacer experiencia de conflicto, ni llegar a
una solución de compromiso, incluirlo en la vida psíqui-
ca. Precisamos otra defensa ante el afecto, esa huella que
se mantiene heterogénea a aquello de lo psíquico que es
representación. Porque en este punto Freud es claro, esta
marca que funda el afecto, no puede ser traducida como
representación psíquica sino que permanece como resto

197
Huellas #4

perceptivo. Freud la llama imagen mnémica hostil y dice


que la conducta ante ese peligro es la huida. Se huye de esa
percepción porque su afectación produce dolor. En algún
sentido, Freud leyó en el aparato psíquico: si duele no es
amor, y la defensa psíquica es la huida. Sin embargo, esta
experiencia es constitutiva y funda la posibilidad del afec-
to. El afecto no son los sentimientos ni la emocionalidad,
es la capacidad de un cuerpo de afectarse por otro, Lacan
dice capacidad de resonancia.
¡Qué defensa es creer que esta afectación profunda,
traumática, contrariada y perdida, es política! Acá estamos
en otro terreno, el del impacto. No es amor, es afectación.
El amor es una respuesta posible a esa irreductible y trau-
mática afectación.
Dios es amor. D10S es afecto.
Maradona fue el último destello del padre que impac-
ta, que afecta, al que se ama llena de contrariedad, sin ra-
zón. Antes de apagarse esa figura en la cultura, quienes
nacimos en Argentina más o menos en el último cuarto
del siglo XX, tuvimos un padre que nos impactó, que nos
produjo un afecto del que sólo podemos defendernos (con
odio, con amor, considerándolo político, con pena, simpa-
tía o desprecio). Hace algunos años, en un rapto de luci-
dez, incluso lo dijo, nos miró a todos y a todas y dijo: La
tienen adentro. Si hay algo que no nos deja engañar cre-
yendo que esa es una afirmación política, es la afectación
que ese decir tuvo y que aún resuena.
San Agustín dice “Quién podría contar debidamente
las cosas que oyeron de labios del Señor?
Busca la paz, y Dios te hablará interiormente cuando
nadie se encuentre en tu interior.
Busca la paz, y Cristo morará en tu corazón; suavidad
divina le inundará, y en la soledad tu alma no estará se-
dienta, a pesar de no tener fuentes en donde regarse.
Donde no existe la inspiración y unción divinas es in-
útil el ruido exterior de las palabras”
Somos sus hijos, sus hijas. Nuestra filiación está afecta-

198
Psicoanálisis y territorio

da por su existencia, estamos advertidos por su trauma. Le


tenemos dentro. Bienaventurados.

Danza

¿Cómo se imprime el tiempo en la materia? En


definitiva, esto es la vida, es el tiempo que se im-
prime en la materia, y ésto vale no sólo para la
vida, sino también para la obra de arte.
Ilya Prigoyine

Es al principio, donde se gesta el gol del siglo, un gol del


tiempo. Maradona recibe la pelota y hace un giro con el
que esquiva a uno y a otro. Pero es unos segundos después,
cuando empieza a correr, cuando encara y se zambulle en
un movimiento que no es suyo sino que es él quien le per-
tenece. Maradona le pertenece al tiempo, se hace tiempo.
Y por eso, ahí, cuando empieza a correr, baila. Y bailar no
es tener un cuerpo, eso que todos hacemos con esfuerzo.
Bailar es que el cuerpo te tiene y te hace tiempo. El gol del
siglo no es el mejor tanto hecho por un jugador en un pe-
ríodo de cien años. El gol del siglo es ese instante en donde
Maradona pasa ese umbral, corre y se vuelve tiempo. Es
un momento específico, no es destreza, es estilo. Él empie-
za a correr y da un salto que es suspensión y apertura. Hay
un detalle precioso, cuando salta para volverse tiempo:
extiende su pata trasera, digo pata porque pierna es esa
parte del cuerpo que tenemos para, por ejemplo, caminar.
Maradona extiende su pata, que es estilo y fuerza animal y
en ese gesto, en ese movimiento, se vuelve tiempo.
Sólo por falta de sensibilidad se pudo decir que Ma-
radona usa dos relojes. No, no, ¡qué linealidad cruel! Los
relojes se le acercan, lo abrazan sin remedio, intentan en-
lazarse a él en sus muñecas, quieren acompasarse en ese
ritmo vida.
Maradona es tiempo vital.

199
Huellas #4

Quiero concentrarme en ese gesto, jugar a que puedo


detenerlo sin perderlo. Encuentro ahí el nacimiento del
tiempo. Ilya Prigogine tiene un libro que lleva este título,
El nacimiento del tiempo, en donde presenta lo que llama
‘estructuras disipativas’. Se trata de aquellas estructuras
de no equilibrio (no estáticas sino afectadas al tiempo) que
reúnen las siguientes propiedades: sensibilidad e histori-
cidad de las elecciones. La primera permite la apertura al
entorno y produce movimientos coherentes de gran alcan-
ce. La segunda vuelve posible para una estructura la exis-
tencia de estados múltiples y multiplicidad de soluciones.
El gol del siglo lleva ese ritmo, el de las estructuras di-
sipativas, esa inestabilidad propia del movimiento que se
vuelve tiempo y se abre a la sorpresa de lo posible. En este
punto, me gusta que Maradona no es héroe, no realiza una
hazaña. Él se vuelve tiempo y movimiento posible, vida.

D10S

D10S es la primera palabra inclusiva de nuestra lengua. Es


la palabra que al escribirse es apertura del cuerpo-tiempo.
Es nombre que es letra, número y huella. D10S es una pa-
labra que sólo puede traducirse. Un decir que sólo admi-
te ser dicho por traducción. Es voz que se vuelve afecto,
también palabra e imagen. Se trata de un decir que nos
constituye, por el que estamos afectados de un modo irre-
mediable.
¿Podemos dar otra respuesta que la huida a la afecta-
ción? Toda respuesta va a enlazar alguna defensa. Cómo
producir un borde que haga cuerpo sin cerrarse a la aper-
tura al tiempo y al movimiento que D10S como afectación
produce. ¿Cuál es el borde por el cual ser sus hijos y vol-
vernos tiempo, disposición al movimiento?
Cuando a los 4 años me preguntaron de qué cuadro era,
dije: de Maradona. Ante la insistencia, cuando ya no supe
qué decir, dije: de Argentina.

200
Psicoanálisis y territorio

Del afecto a la filiación, entre la apertura al tiempo y la


escritura de una historia. ¿Cómo reencontrar en esa nación
lo que se constituye como estando fuera? ¿Cuáles son los
poros y los gradientes de nuestras fronteras?

201
Huellas #4

202
Psicoanálisis y territorio

Psicología de las masas y salud pública


Manuel Murillo

La pandemia que estamos cursando ha puesto de relieve


–por su magnitud global sin duda– el lugar que tiene en
nuestras sociedades tanto como en nuestro yo, la psicolo-
gía de las masas. No es algo nuevo. Pero tal vez, ahora
más patente aún. Lo hemos visto bajo las formas más di-
versas: desabastecimiento de alcohol en gel, linchamiento
de filósofos demasiado optimistas o pesimistas, agendas
de actividades virtuales, comunicados gubernamentales,
marchas anti o rompe-cuarentena, marchas en defensa de
empresas fraudulentas, etc. Lo que concierne a los profe-
sionales de la salud, en particular médicos, merece un ca-
pítulo aparte. Va desde aplausos por su heroísmo hasta
segregaciones de vecinos. Sin mencionar la remuneración
que reciben o las horas de descanso.
Se trata de un verdadero campo de batallas al por ma-
yor, donde lo que se disputa es un botín que implica la
opinión y vida de la población. No la vida de individuos
sino de grandes conjuntos: hombres o mujeres, adultos
mayores, niños, clases sociales, profesionales, etc.

203
Huellas #4

Uno de los escenarios más patentes y alarmantes de


esta lucha es el que se libra entre mensajes del gobierno y
tapas de diarios, programas de panelistas o periodísticos
en general.
A nivel individual, desde el psicoanálisis, pareciera
ser que el sujeto debe des-identificarse, des-contarse de la
masa para acceder así a su singularidad. Pero a nivel social
pareciera imposible imaginar que nuestras sociedades se
conformen por individuos y grupos, y no por masas. El
individuo –y tal vez no ya la familia– es la célula de nues-
tro sistema, pero su reverso es la masa. Individuo y masa
se constituyen mutuamente. Por eso Freud decía que toda
psicología es a la vez individual y colectiva.
Por esta vía, una de las preguntas en torno a las que
hemos girado este año de trabajo y elaboración de la re-
vista concierne a las masas, y la relación de su psicología
con la salud pública. ¿Cómo se articula la psicología de
las masas con la salud de una población? ¿De qué manera
se estructuran recíprocamente en nuestras sociedades mo-
dernas formas de masas y gobiernos? ¿Qué tipo de líderes
se presentan en esta trama disputando su botín?
El presente escrito es un aporte al campo de estas re-
flexiones, a la vez que un pequeño homenaje a la obra de
José María Ramos Mejía, cuyo trabajo sobre las masas tie-
ne para nosotros dos puntos de interés. El primero, haber
definido la masa no como un rebaño a conducir, como lo
había hecho Gustave Le Bon, sino como un virus.
El segundo, porque sitúa el problema no en las masas,
sino en su estado estático. Como veremos, para Ramos Me-
jía el problema no son las masas sino las masas estáticas.
Y la salida no tiene que ver con alejarse de ellas sino con
moverlas hacia estados dinámicos. Son las masas dinámicas
las que constituyen para él, en sentido más pleno, la vida
en comunidad.
Desde nuestro psicoanálisis contemporáneo, tal vez la
pretensión de salirnos de la masa lo único que logre sea
volvernos parte de la masa psicoanalítica. Pero también

204
Psicoanálisis y territorio

creo que aquella pretensión de salirse de la masa se asocia


para otros marcos teóricos con las multitudes, las manadas,
los cuerpos aliados o el lazo social. A algo de este orden se
refiere Ramos Mejía con la expresión “masas dinámicas”.

Ramos Mejía fue un médico argentino –bonaerense–,


especializado en psiquiatría. Maestro de José Ingenieros.
Participó de los movimientos de reforma universitaria ar-
gentina y fue Profesor titular de la Cátedra de Patología
nerviosa de la Faculta de Medicina
En el campo de la literatura sobre las masas, la de Ra-
mos Mejía es una de las primeras obras sobre el tema pos-
teriores a Psicología de las masas de Le Bon (1895), con la
cual dialoga y discute.1 Las multitudes argentinas, escrita en
1899, lleva por subtítulo Estudio de psicología colectiva para
servir de introducción al libro “Rosas y su tiempo”. Para cono-
cer la tiranía, advierte que debe estudiar primero las mu-
chedumbres donde nació.
A diferencia de la mirada que tiene sobre las masas Le
Bon para Ramos Mejía las multitudes no son un rebaño
a conducir, sino más bien –en la historia que analiza– un
virus. Una materia química y viva, cuya presencia puede
ser tanto necesaria e imprescindible, cuanto nociva o re-
pudiable. El mismo virus que destruye y mata en un caso
puede curar en otro. Según la circunstancia, el modo de
empleo y la dosis.
Se propone estudiar bajo esta clave las multitudes en
la historia del Río de la Plata; qué papel han tenido en su
desarrollo político. Parte de Le Bon, pero rápidamente
descompone y re-organiza el tema al señalar tres puntos

1. Le Bon, G. (1895) Psicología de las masas. Ediciones Morata.


España, 2014.

205
Huellas #4

en los que desarrollará el estudio: 1. las multitudes en sí


mismas, su organización, composición y papel histórico; 2.
los hombres que han surgido de ellas a título de líderes o
representantes; 3. los hombres que –surgidos o no de ellas–
se han constituido en sus dominadores o conductores.

En la primera referencia a la morfología de la multitud


analiza las características de los sujetos que la componen.
Casi usando las mismas adjetivaciones que Le Bon, pero
con otro signo enunciativo, describe con admiración y res-
peto lo que aquél con denostación y desprecio. No se trata
tanto de sujetos primitivos e hipnotizados sino sensibles e
imaginativos. Incluso, al referirse a las mujeres, no como
sujetos histéricos o locos sino pasionales. Destacando un
valor antes que una marca peyorativa.

Por eso ellas son impresionables y veleidosas


como las mujeres apasionadas, puro inconsciente;
fogosas, pero llenas de luz fugaz; amantes ante
todo de la sensación violenta, del color vivo, de la
música ruidosa, del hombre bello y de las grandes
estaturas; porque la multitud es sensual, arrebata-
da y llena de lujuria para el placer de los sentidos.
No raciona, siente. Es poco inteligente, razona mal,
pero imagina mucho y deforme (1899, p. 8-9).

No destaca tanto los signos negativos del sujeto que


forma parte de la multitud, o que debe tener para ser arras-
trado por ella, sino casi las mismas adjetivaciones que Le
Bon pero tomadas como signos y atributos positivos; que
se deben tener, para poder formar parte de una multitud.

Yo tengo mi teoría respecto de la multitud. Me


parece que se necesitan especiales aptitudes mora-

206
Psicoanálisis y territorio

les e intelectuales, una peculiar estructura para for-


mar parte, para identificarse con ella, sobre todo.
Difiero en eso de Le Bon y otros, que piensan que
puede constituirla aquel señor Todo-el-mundo de
que hablaba Bonet, cualquiera que sea su compo-
sición cerebral (1899, p. 10).

El hombre de la multitud es una suerte de sujeto quími-


co, molecular.2 Sensible al ambiente, contacto y roce de va-
lencias morales. Con una gran atomicidad moral, que lo hace
susceptible de combinarse con otros para formar diferen-
tes cuerpos.

A ese hombre de las multitudes deberíamos


más bien llamarle el hombre-carbono, porque en el
orden político o social desempeña por su fuerza de
afinidad las funciones de aquel en la mecánica de
los cuerpos orgánicos. La afinidad del carbono por
su congénere, tal es la causa de la variedad infini-
ta, de la multitud inmensa de transformaciones del
carbono, como la del hombre por sus iguales, para
formar simples grupos a veces, verdaderas multi-
tudes, otras (1899, p. 14).

Los diversos valores de combinación dados por las cua-


lidades atómicas permiten explicar las diversas formacio-
nes que se ven en las multitudes: sus aspectos bárbaros y
heroicos, sanguinarios y piadosos, arrojados y cobardes.
Cualesquiera que fueran, sus características resultan de la
combinación de sus moléculas, las disimetrías morales que
la conforman molecularmente. A diferencia de Le Bon, no
se trata de las características individuales que se pierden
en la formación de la masa. Ramos Mejía analiza la resul-
tante química que se deriva en la multitud de la combina-

2. Cuestión que recuerda la idea y obra de Félix Guattari, La


revolución molecular. Y todos los desarrollos que junto con Gilles
Deleuze hicieran en Mil mesetas sobre lo molecular, a diferencia
de lo molar o total.

207
Huellas #4

ción molecular de los elementos que la componen.


A lo largo de los capítulos II, III y IV –titulados El hom-
bre de las multitudes durante el Virreinato, Las primeras mul-
titudes, Las multitudes de la emancipación– despliega la prin-
cipal hipótesis de su obra: la revolución e independencia
argentina tuvo como protagonista, promotora y principal
impulsora a las multitudes del Río de la Pata. Antes que
personal o liderada, fue una obra popular. Pero como ve-
remos, no quiere decir que no haya tenido líderes.
Las multitudes fueron primero movimientos aislados,
anónimos, acéfalos, sin caudillos ni orientación fija. Las
describe como turbas informes, pero palpitantes de vida,
donde la multitud se gesta. Y evoluciona lentamente du-
rante décadas y siglos, dando forma a una sensibilidad co-
mún; que comienza por expresarse en cualquier tumulto,
o por motivos aparentemente triviales. Donde un rasgo va
perfilándose como su característica más propia: el espíritu
de protesta; y aunque aún muy lejos, pero ya presente en
estado embrionario, la independencia política. Es protes-
tante, heterodoxa, independiente e insurrecta. A pesar de
la amenaza del tormento y la hoguera, su espíritu de rebe-
lión va en aumento, así como la burla hacia el Santo Oficio,
y la insolencia ante cualquier forma de autoridad.

Es el espíritu de rebelión, confuso y obscuro to-


davía, que se hace sentir en esa forma indetermina-
da en el alma de la muchedumbre, niña aún. Nadie
habla, ni en sueños siquiera, de la independencia
política que está tan remota en la mente todavía su-
misa de la plebe. Pero el espíritu, por ese medio, se
va habituando a la lucha, adquiere agilidades para
moverse y aprende a tomar la allure desenvuelta de
la libertad. Es como la primera faz de la idea de la
independencia, que ellos mismos no saben que lle-
van en su seno al estado de ovulaciones, esperando
que el tiempo, segura incubadora de las ideas, aca-
be su obra. Hoy es en forma tan extravagante que
se manifiesta el espíritu de rebelión, tan audaz, que
desafía los horrores de la hoguera y los dolores del

208
Psicoanálisis y territorio

tormento, mañana tomará obra en la sublevación


de ese bello de Tupac-Amarú, hasta que hecho hom-
bre surja en el cabildo abierto del 25 de mayo (1899,
p. 27-28).

Un hito en el desarrollo de esta multitud lo promovie-


ron las invasiones inglesas de 1806 y 1807, donde la recon-
quista y defensa de Buenos Aires encontró en las fuerzas
populares el factor decisivo de su triunfo. A la vez que la
multitud misma se encontró en acto frente a una potencia
que hasta el momento sólo había sentido en ciernes. Así
como era ya distinta la relación de la aristocracia local con
la corona, también lo fue con los ingleses. El espíritu de la
revolución circula menos por la inmóvil masa de las clases
superiores que por la multitud que se va gestando desde
las clases medias y bajas.

Los hombres instruidos, mejor dicho, las llama-


das clases elevadas, aspiraron sólo a un liberalismo
que se reducía a obtener progresos y mejoras case-
ras que, “tan lejos de acentuarse como aspiraciones
a un cambio social, estaban servidas, en cuanto era
posible, por el gobierno mismo, en perfecta con-
cordancia con la iniciativa de los vecinos más in-
fluyentes de la ciudad” [López, tomo II, p. 6]. Sus
ideas, bebidas en las lecturas de los libros france-
ses, en las escenas revolucionarias, eran teóricas y
sin que despertaran aspiraciones imprudentes que
hubieran sido ahogadas en la falta de suficiente
oxigenación del medio. A ninguno de esos hom-
bres se le ocurría que hubiera necesidad o motivo
alguno para hacer prácticas en el país esas ideas
que se mantenían en la esfera inocente de la teoría
y que si halagaban el espíritu por su belleza y por
las perspectivas de un lejano horizonte, era sin ma-
licia y sin fines de una inmediata aplicación.
Pero en las bajas esferas de la colonia, en la masa
anónima, y digámoslo por su nombre, en ese hom-
bre-carbono de las clases bajas, se sentía de tiempo
atrás que más que en ninguna de las otras clases so-

209
Huellas #4

ciales se acentuaba con amargura el antagonismo


entre nativos y españoles, que los hombres de arri-
ba percibieron vigorosamente sólo después de los
sucesos de 1806. Hay que sentir en la lectura de la
crónica contemporánea, cómo era ya de violento y
agresivo ese encono entre los gallegos y los criollos,
cuando todavía en las clases acomodadas y aristo-
cráticas la natural cultura del trato y la blandura
contemplativa de las costumbres les hacía, más que
tolerar, solicitar las vinculaciones de los que más
tarde iban a ser sus irreconciliables enemigos. Ese
hombre de la multitud tenía el gusano adentro, la
temible infección de la libertad… (1899, p. 74-75).

Lo veremos expuesto en uno de los primeros grandes


líderes de esta multitud, Santiago de Liniers. Quien prime-
ro expresó y lideró las voluntades de la multitud contra los
ingleses, pero luego fue fusilado por ser menos fiel a ella
que a la corona española. Para Ramos Mejía la multitud
antecede al líder, que emerge de ella y expresa parcial o
contingentemente alguna de sus características.
Otro hito donde destaca esta misma relación es la Re-
volución de Mayo. Frente a la caída del poder español en
manos del imperio napoleónico, la multitud argentina exi-
ge un gobierno propio. Mientras el Cabildo deliberaba si
reprimir o responder a los requerimientos, la multitud exi-
gía representación.

Reunióse temprano el cabildo para tomar en


consideración, –dice el general Mitre– la renuncia
de Cisneros y la representación del pueblo. El Ca-
bildo “había contestado al virrey en la noche an-
terior que no debía hacerse lugar a la petición del
pueblo y a él le tocaba reprimir con la fuerza de las
armas a los descontentos, haciéndose responsable
de las consecuencias”. Pero la tropa estaba des-
montada y no podía hacer fuego: el virrey sentíase
vencido por la fuerza de las cosas, porque el poder
había huido de sus manos pusilánimes para refu-
giarse en el seno de la multitud.

210
Psicoanálisis y territorio

El cabildo mandó llamar a los comandantes de


las fuerzas para reprimir por medio de las armas lo
que “en su ceguedad consideraba una asonada pa-
sajera”. “Los comandantes hicieron caer la venda
que cubría los ojos de los cabildantes”. Todos ellos,
a excepción de tres que guardaron un tímido silen-
cio, declararon terminantemente que no podían
contrarrestar el descontento público, ni sostener
al gobierno establecido, ni aun sostenerse a sí mis-
mos, pues sus tropas estaban por el pueblo; que no
veían más medio de impedir mayores males que la
deposición del virrey, porque así lo exigía la supre-
ma ley” (1899, p. 131-135).

A estas fases, que Ramos Mejía destaca como la gesta-


ción y acción de las multitudes argentinas y los líderes que
emergen de ella a título de representantes de su fuerza, se
sigue otro capítulo que analiza la participación militar que
sigue a la revolución de 1810. Como fuerza militar las mul-
titudes operaban más como un “agente perturbador” que
como un actor en cantidad o por estrategia. Cuatrocientos
hombres –liderados por Manuel Belgrano– con pocas ar-
mas, vencen a un ejército de cuatro mil, en el combate de
Tacuary. Su ataque es imprevisto. Su táctica –porque casi
no la tiene– es audaz, como exóticas sus maniobras, que
perturban o desconciertan las estrategias de la milicia. Es
que es multitud antes de ser ejército, y por ello tiene un
alma, imaginación y pasión que el ejército no tiene a priori
o necesariamente. En el misterio de su organización, sus
líderes militares fueron ídolos y símbolos, pero no exacta-
mente direcciones. Sintetizan sus características y las ex-
presan, pero no las dirigen. No al menos –indica Ramos
Mejía– hasta la llegada de José de San Martín, donde los
ejércitos pasan de ser multitudes uniformadas a organizar-
se y desarrollar el talento militar.

211
Huellas #4

Esta particular relación de las multitudes con los líderes


que emergieron erigiéndose en su representación fue para
Ramos Mejía lo que configuró el terreno sobre el cual se
desarrollaron los caudillos del Río de la Plata y la región.
Y las tiranías que estos ejercieron sobre ellas. De manera
específica, se encargó de estudiar la tiranía de Juan Manuel
de Rosas. Debemos decir que la representación que Ramos
Mejía tiene y hace de Rosas como tirano participa de una
tradición histórica y política particular, que luego el traba-
jo de historiografía y revisión histórica llevó, no a desmen-
tir, pero sí a complejizar y matizar: en qué medida fue o no
un tirano, más o menos tirano que el resto de los caudillos
de su época, o qué otras cosas fue o significó además de
la tiranía, etc. Como sea, e independientemente de estas
consideraciones, lo que Ramos Mejía describe a través de
Rosas es el paradigma de una estructura individual, social
y política de la época, que sigue vigente en nuestros días;
que es un modo particular de relación entre las multitudes
y sus líderes. Nuevamente encontramos aquí diferencias o
matices con Le Bon.
En primer lugar hace un análisis de la diferencial com-
posición antropológica de las multitudes de la emancipación,
respecto de las multitudes de la tiranía. La primera prove-
nía de las ciudades, mientras la segunda de los campos.
Rosas, por razones de historia y personalidad reunía ca-
racterísticas de ambas. Era un hombre de ciudad a la vez
que de campo.

Cuando la multitud de tan obscuros tiempos,


habituada al guarango de tierra adentro, comen-
zó a ver o a conocer por las megalomanías de la
fama voladora aquel hombre tan bello, tan blanco
y que compartía con el gaucho las habilidades de
la agreste villanería, una impresión supersticiosa,

212
Psicoanálisis y territorio

difundióse en su seno, y el sufragio de todos fue


para él definitivamente (1899, p. 272-273).

No era ya el líder que expresaba el espíritu de libertad


de la multitud, sino una idea de superioridad.

Se principia por tener un buen caballo, o mu-


chos buenos caballos de carrera y de paseo, ese
caballo y ese jinete ideal que habla tanto al senti-
do plástico elemental del gaucho, y que le sugie-
re, aunque vaga, la sensación estereoscópica de
la magnitud, dejándole apreciar de cierta manera
particular la visión de bulto, y sus goces peculia-
res. Luego, cuando se tiene un aspecto hermoso, o
cuando menos físicamente prominente y llamati-
vo, el buen caballo completa la impresión escultu-
ral que aquella produce y que encierra para ellos la
verdadera idea de superioridad (1899, p. 222-223).

Pero Rosas –así como otros caudillos– no sólo sintetiza-


ba características de la multitud. Ésta era también un ins-
trumento suyo, donde él operaba como líder, ofreciendo
una dirección de movimiento. La relación de influencia no
era entonces unilateral sino doble. A este fenómeno Ra-
mos Mejía lo llama la tiranía de la multitud. Punto donde se
aproxima y converge con buena parte de los desarrollos
de Le Bon.

Finalmente se refiere no ya a las multitudes de la eman-


cipación o de la tiranía sino de nuestros tiempos moder-
nos, que derivan naturalmente de aquellas. Es lo que po-
dríamos llamar, tomando sus palabras, las multitudes de la
burguesía. A las que clasifica como una tercera variedad del
guarango, luego del canalla y el guaso.

213
Huellas #4

Hay otra variedad del guarango que difiere de


aquél por el menor exhibicionismo de su vida y de
sus gustos, tipo esencial y excesivamente conserva-
dor, de cierta modestia previsora porque procede
de la avaricia y del terror al descubrimiento de la
gran fortuna amasada a costa de su salud tal vez.
Representa, entre nosotros, el burgués de otras par-
tes, el improvisado millonario nacido del sortilegio
de la lotería y surgido del sembradío inmenso de
la colonia o del humeante montón de la tierra fe-
cundada por su noble trabajo. Pero una vez que
ha tomado su colocación no tiene más programa
en la vida que guardar su dinero, defenderlo de la
caridad y del patriotismo que alguna vez golpea
sus puertas, oprimirlo contra su pecho para que no
abulte, regarlo con la lecha de la retroventa y de la
hipoteca para que se reproduzca pegado a las tetas
de la usura que aleja la tisis de las fortunas y es
bálsamo confortante de quiebras y dolores.

Porque entonces el enriquecido se levantará


heroico en la revolución para entregar su vida…
antes que su dinero. Él es el que en ese grado de or-
ganización pasiva constituye el receptáculo y aca-
so la incubadora de todo chisme político y social
que en forma de literatura periodística distribuye
el diarismo multiforme. Como es sancho-pansesca-
mente crédulo e iluso, no hay sino que redactárselo
en cierta forma untuosa y soluble, rotulándolo con
la cómica solemnidad con que nuestros periodistas
untan para que corra la noticia o la calumnia más
inverosímil: a los hombres honrados, a la parte sensata
de la opinión, al pueblo ilustrado, y que él, sin sospe-
char siquiera que el que eso escribe no es, con fre-
cuencia, ni honrado, ni sensato ni ilustrado, traga
el anzuelo y hasta lo digiere, tal es la fuerza de sus
jugos digestivos.
Este burgués aureus, en multitud, será temible si
la educación nacional no lo modifica por el cepillo
de la cultura y la infiltración de otros ideales que

214
Psicoanálisis y territorio

lo contengan en su ascensión precipitada hacia el


Capitolio (1899, p. 308-310).

Para diferenciar este estado de cosas introduce hacia el


final de su obra una diferencia de estado en las multitudes:
dinámica o estática. Las multitudes estáticas se conforman
por las colectividades más sedentarias de los teatros, las
asambleas, las cámaras. Son reflexivas e implacables. Pa-
sivas y tolerantes, cuando no directamente malignas. Es
la psicología social y estado moral permanente del bur-
gués, que antes que transformarse en multitud dinámica
es capaz de facilitar las tiranías de las multitudes estáti-
cas, las mediocridades conservadoras y todos los despo-
tismos políticos. No se conmueve hasta que le aumentan
los impuestos u otro interés material cualquiera suyo se
ve afectado; entonces va a la plaza o sale a la calle. Las
multitudes dinámicas constituyen por el contrario la efer-
vescencia popular en las calles, las plazas. Son impulsivas
y generosas. Menos cobardes y más peligrosas, razón por
la cual buscan la lucha. Siendo su paradigma más propio,
en el estudio de Ramos Mejía, las multitudes de la eman-
cipación argentina.
Sin embargo, observa hacia principios de siglo XX que
no existen en el escenario político contemporáneo ver-
daderas multitudes en estado dinámico. Más bien lo que
parece predominar es su faz estática. Cuestión que defi-
ne como una situación de fetichismo político. No la política
como una fuerza que se gesta desde las multitudes hacia el
líder, constituyendo la dinámica del régimen democrático;
sino como una fuerza que se dirige desde unos pocos líde-
res hacia las multitudes.

Propiamente hablando, no hay ahora en nues-


tro escenario político espontánea formación de
multitudes. Los tiempos que corren no revelan una
constitución pletógena. A ese respecto, hemos re-
trocedido a la época del grupo nuevamente. El país,
o como se decía en otros tiempos mejores, la patria,

215
Huellas #4

está hasta cierto punto dirigida por fuerzas artifi-


ciales, por tres o cuatro hombres, que representan
sus propios intereses (nobles y levantados algunos)
pero pocas veces tendencias políticas, económicas
o intelectuales de la masa (1899, p. 311).

Pero su análisis es histórico-evolutivo antes que pesi-


mista. No se detiene a diagnosticar el carácter estático pre-
dominante de las masas contemporáneas, sino también el
hecho que aún no hemos visto del todo ponerse en juego
en nuestra época moderna la fuerza dinámica de las mul-
titudes, que todavía observa en su época en estado de ges-
tación. Lega entonces su pregunta a la historia: ¿cuál será
la función y en qué consistirá el carácter dinámico de las
multitudes modernas? ¿De qué manera y por qué vías las
multitudes estáticas se transformarán en dinámicas? ¿Qué
sensibilidades comunes las reunirán, y para gestar qué lu-
chas y con qué fines?
Como se advierte, de Le Bon a Ramos Mejía no sólo se
matiza, invierte o interroga la relación del líder con la mul-
titud, sino también en términos generales lo que se entien-
de por democracia. Las posiciones que los autores pueden
tomar en el tema tienen inevitablemente puntos de anclaje
territorial diferentes. Mientras Le Bon proviene de un país
cuyo emperador conquistó España, Ramos Mejía proviene
de aquél que nació de la emancipación de la corona espa-
ñola, precisamente en el marco de sucesos donde el poder
de su rey se debilita por esta conquista. Lo que para Le
Bon es la democracia misma –la creación y guía de una re-
ducida aristocracia intelectual–, para Ramos Mejía son las
multitudes de la tiranía y la burguesía, en estado estático.
Por el contrario, entiende la fuerza estructurante del vi-
vir democrático en el vector que se dirige desde las multi-
tudes dinámicas. La multitud es también para él femenina
o mujer; no como marca de denostación o desprecio, sino
valorando lo que hay en ella de pasión, imaginación, crea-
ción y espíritu de lucha. Desde su seno engendra líderes

216
Psicoanálisis y territorio

que la representan, pero no las pueden dirigir. Mantiene


con ellos una relación apasionada, pero no tiene sed de ser
dominada. Está más próxima a revocarlos de su lugar, si
se alejan del espíritu de su movimiento, que de someterse
a su dirección. A diferencia de las multitudes estáticas de
la burguesía que atentan contra la cultura, las multitudes
dinámicas constituyen su fuerza de rebeldía, lucha y crea-
ción.

217
Huellas #4

218
Psicoanálisis y territorio

Lo subjetivo y el campo colectivo


Lo subjetivo es absolutamente incomprensible sino
se prolonga hasta alcanzar el campo colectivo de las
determinaciones históricas.

León Rozitchner

219
Huellas #4

220
Psicoanálisis y territorio

Consideraciones analíticas sobre sexua-


lidad y cultura a partir de la agresividad
masculina en el transporte público
Diego Safa Valenzuela (México)

Los intentos gubernamentales por acabar con el acoso ha-


cia las mujeres en el transporte público se han visto una
y otra vez insuficientes. En 2006 Marcelo Ebrard, a la ca-
beza del Gobierno de Distrito Federal en mancuerna con
Martha Lucía Mícher Camarena, la directora del Instituto
de la Mujer en ese periodo, lanzaron el programa “Acoso
Cero”, para menguar la violencia que sufrían las mujeres
en su trayecto diario, la cual consistía en dividir los vago-
nes en dos: las mujeres, personas con alguna discapacidad,
niñas y niños por un lado, y por el otro a los hombres. Esta
maniobra se fue rigidizando, se han colocando agentes de
seguridad para vigilar que la división se lleve a cabo y han
aumentado las penas judiciales contra quienes cometan
estas agresiones. Las recientes movilizaciones de mujeres
exigiendo seguridad dan cuenta de que estas medidas no
han logrado frenar la violencia cotidiana. ¿Qué se debe
hacer contra los hombres que continuamente acosan? ¿De
dónde surge dicha agresividad? ¿Qué mecanismos cultu-

221
Huellas #4

rales acabarían con ella?


Sé que esta discusión no se acota al transporte público,
que la violencia de género está presente en muchas otras
escenas. Sin embargo, situamos nuestra discusión en rela-
ción al transporte público porque es en esta cartografía en
donde se visibilizan los conflictos que implican compartir
un espacio, y las luchas que se detonan por lo mismo. Ana-
lizaré la problemática pensando primero la agresividad
desde la concepción freudiana.
Después de vivir la primera guerra mundial, Freud se
vio obligado a introducir la agresividad o el ímpetu por
la destrucción como parte esencial de su marco concep-
tual. Si bien ya había escrito algo en relación al sadismo y
el masoquismo, no fue sino hasta 1920 cuando introdujo
la noción de la pulsión de muerte, con la intención de ir
más allá de uno de los principios que representaba un eje
fundamental de su teoría. Esta reestructuración concep-
tual resultó en ecos teóricos que le fueron útiles para dar
cuenta de ciertos fenómenos cargados de agresividad, que
se desplegaban durante la clínica: la necesidad de castigo,
la compulsión a la repetición, la conciencia de culpa. Esta
transformación trajo consigo la invención de una nueva
topológica del aparato psíquico, que tiene como principal
novedad el superyó. Mediante este nuevo concepto, Freud
logró dar cuenta de una serie de paradojas subjetivas que
muestran el conflicto que detona el intento de restringir las
pulsiones sexual o agresivas.
El conflicto psíquico entre las normas sociales y las
pulsiones pudiera parecer como una lucha de fuerzas so-
lamente interna y acotada a ciertas patologías, tal como
Freud empezó pensando la neurosis o la melancolía. Pos-
teriormente, Freud llegará a la conclusión de que es un
malestar que circunscribe a la humanidad en absoluto, es
decir, que está en el fundamento de la cultura.
Para desplegar esta idea, Freud retoma el diálogo en-
tre Jesús y Mateo sobre los mandamientos que rigen como
leyes. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mis-

222
Psicoanálisis y territorio

mo”. La tesis de El malestar en la cultura señala que dentro


de esta frase subyace una tensión; las normas morales que
rigen el tejido social obligan amar al prójimo y reprimir las
mociones agresivas. Este argumento nos conduce a pre-
guntarnos, ¿quién estaría dispuesto a adoptar estas medi-
das y renunciar hacer del prójimo un objeto para la satis-
facción pulsional? Freud se lo atribuye a la posibilidad del
enorme desasosiego que puede devenir de una soledad
radical. Es decir, aceptamos las condiciones sociales por
miedo a la amenaza de la posibilidad de perder al objeto,
sin abocarnos a todos los matices posibles en la obra freu-
diana. La angustia ante la amenaza perpetuaría las normas
sociales que restringen al sujeto.
Sin embargo, tampoco es que sea una lucha ganada; las
mociones pulsionales persisten a pesar del intento de so-
focarlas, este resto inasimilable por toda institución social
queda perpetuando no la cultura en sí, sino el malestar que
provoca. La tensión entre norma y pulsión es heredada
por el superyó. La construcción de este instancia psíquica
se basa en la inscripción de las normas sociales en lo más
íntimo del sujeto, para vigilar que las acciones del yo es-
tán acordes al ideal moral social. Sin embargo, este ideal
rige de manera universal para un todos, por lo que es con-
tinuamente equivocado cuando se lleva a su dimensión
singular; por ejemplo, la forma de llevar la paternidad se
construye con cada hijo o hija, no se puede homologar una
forma perfecta de cómo conducirse como padre.
Tal como el mandamiento cristiano se disgrega en par-
ticularidades sin que pueda englobar una forma única de
amar. Tampoco hay una categoría universal y homogénea
en el cual todo ser humano se pueda identificar, es decir, lo
humano está inserto en tensiones irresolubles, en conflictos
que imposibilitan su realización absoluta, o en términos
lacanianos, a un no-todo. Término que entendemos como
el alejamiento del ser humano al sin sentido de su propia
existencia. Es decir, no podemos nombrar con contunden-
cia, en términos totales a la razón de por qué estamos aquí

223
Huellas #4

o el porvenir de depara nuestra vida. Quizá esta incerti-


dumbre es lo que marca el malestar en la cultura.
La distancia entre el ideal y el yo es el fundamento para
miles de noches en las que pensamos y nos reprochamos
lo inútil que ha sido nuestro desempeño ante la vida. La
razón de este desasosiego es el castigo superyóico, que crí-
tica al yo por incumplir con las normas morales que so-
cialmente se fijan por encima de todos. Tal como: “amarás
incondicionalmente a todo ser humano”. Lo más paradóji-
co de esta formulación, es que Freud vislumbra que en di-
cha crueldad subyace la satisfacción pulsional sádica que
había sido restringida por las normas sociales; es decir, el
castigo hipermoral que reprime las mociones pulsionales
agresivas son el medio mismo para satisfacerlas, la agre-
sividad que no satisfacemos en otros la volcamos contra
nosotros mismos.
Puedo inferir que una de las tesis detrás del superyó
es que la moral implica una demanda que se encarna en
autoridades, es decir, personas en las que se le coloca cier-
to brillo, que suelen ser espejismos enlazados a discursos,
que quizá sean imprecisos o paradójicos, pero que nos exi-
ge ser o hacer algo.
Ahora tiene mucho mayor contexto el argumento de
Lacan en señalar que somos hablados por discursos que
nos preceden. En este sentido, el Otro puede ser entendido
como este enjambre de discursos sociales que normalizan
nuestras acciones, nuestras palabras y nuestros cuerpos.
Siguiendo este argumento, la demanda del Otro puede ser
aplastante con todo su sentido superyoico.
Siguiendo este argumento, diría que las normas cultu-
rales detendrían el impulso de ciertos hombres de acosar a
mujeres, es decir, de hacer de ellas un objeto para satisfa-
cer ciertas mociones pulsionales en el transporte público.
En tal caso se sofocaría la agresividad, para luego retornar
como amor y autopunición. Quizás un ejemplo para des-
cribir esta inferencia es esta frase tan trillada: “a la mujer
no se le pega ni con el pétalo de una rosa”. Este dicho po-

224
Psicoanálisis y territorio

pular da a entender que el impulso de golpear a la mujer


existe, pero es una acción que no se debe hacer. Reducien-
do el argumento freudiano diría que por culpa, dicha agre-
sividad se transformaría en la propia necesidad de castigo.
Pero no es así. Las mujeres son golpeadas y el transporte
público sigue siendo un espacio hostil. La agresividad no
se transforma en amor; tal como señala la teorización freu-
diana, el conflicto no deja de insistir. No por nada Freud
concluye El malestar en la cultura preguntándose tanto por
el desenlace de lucha entre la vida y la muerte, como por
cuál podría ser la injerencia de la cultura en esta batalla
interminable. Es preciso volver a la obra freudiana desde
otras coordenadas para ampliar su potencia.
Judith Butler lee desde una mirada política la imposi-
bilidad de establecer una categoría universal y absoluta
para lo humano, señalando que lo que se considera como
humano está sujeto a una normatividad moral que excluye
aquellas personas que no estén acordes a este régimen. En
su libro Vida precaria: El poder del duelo y la violencia, pro-
pone leer el trabajo de duelo como un proceso colectivo, es
decir, la pérdida de una persona puede resonar comunita-
riamente, es decir, algo de esos sentimientos se comparten.
Sin embargo, señala Butler, no todas las vidas implican
una pérdida, porque el valor de estas vidas están negadas
de entrada.

¿De qué modo nuestros marcos culturales para


pensar lo humano ponen límites sobre el tipo de
pérdidas que podemos reconocer como una pérdi-
da? Después de todo, si alguien desaparece, y esa
persona no es nadie, ¿entonces qué y dónde desa-
parece, y cómo puede tener lugar el duelo?1

La pregunta de Butler es en relación a las vidas que se


han perdido durante las múltiples ocupaciones violentas

1. Butler, J. (2006) Vida precaria: El poder del duelo y la vio-


lencia. Paidos: Buenos Aires, p. 59.

225
Huellas #4

que ha tenido Estados Unidos, que parece no tener nin-


guna injerencia en la cotidianidad de quienes perpetran
estos territorios con fines económicos y políticos. Estas vi-
das desaparecen sin chistar, las fosas se llenan de cuerpos
desconocidos; esta pronunciación tuvo mucho eco en la
conferencia que dió en 2015, en la Universidad Nacional
Autónoma de México en relación a los 43 estudiantes de la
normal de Ayotzinapa desaparecidos hasta la actualidad,
y los crímenes de la guerra contra el narcotráfico que ha
pagado la sociedad civil. Ahora bien, la pregunta de Butler
resuena en nuestra pregunta: ¿por qué está permitida para
las normas culturales la agresividad contra las mujeres en
el transporte público?

Así, si la violencia se ejerce contra sujetos irrea-


les, desde el punto de vista de la violencia no hay
ningún daño o negación posibles desde el momen-
to en que se trata de vidas ya negadas. Pero dichas
vidas tienen una extraña forma de mantenerse ani-
madas, por lo que deben ser negadas una y otra
vez. Son vidas para las que no cabe ningún duelo
porque ya estaban perdidas para siempre o porque
más bien nunca “fueron”, y deben ser eliminadas
desde el momento en que parecen vivir obstinada-
mente en ese estado moribundo. La violencia se re-
nueva frente al carácter aparentemente inagotable
de su objeto.2

La deshumanización parte de la negación de una vida,


de la dignidad de ella, y es desde esta falta de reconoci-
miento que se erige la violencia, se permite. En este sen-
tido, las mujeres no cuentan como un prójimo al cual se
debe amar, la cultura misma permite hacer uso de ellas
como un objeto para la satisfacción de pulsiones agresivas.
La exclusión del marco de lo humano no solamente pasa
porque a una población se llame enemigo, sino en el silen-
cio de no nombrar la violencia que se ejerce. Una forma

2. Ibidem, p. 60.

226
Psicoanálisis y territorio

de mantener este silencio sería que las instancias guberna-


mentales reprimieran las distintas expresiones en contra
de la violencia, ya sea mediante arte o por movilizaciones
sociales en las calles.
Sobre este punto el Gobierno de la Ciudad de México
tiene un discurso contrapuntado; por un lado hace un re-
conocible esfuerzo tapizando los espacios del transporte
público con letreros que indican los distintos modos en
que se puede ejercer la violencia de género, así como seña-
lar que el acoso es un delito e indicar que es penado para
los hombres subirse a los primeros vagones. Pero a su vez,
las autoridades se han mostrado reacias a dialogar con
los grupos de jóvenes feministas que exigen una seguri-
dad digna para todas las mujeres usuarias del transporte
público. Esta contraposición de discursos da cuenta de la
complejidad que implica la deshumanización, que no sólo
opera mediante un discurso hegemónico y totalizante que
se despliega de una forma positiva.
De igual manera es posible pensar la masculinidad.
No es que sea un territorio el cual los hombres sepamos
cómo ocuparlo con claridad. Uso territorio a propósito de
la conclusión a que llega Freud al final de su vida sobre la
sexualidad femenina; dentro de sus últimas conferencias,
el psicoanalista expresa a su auditorio que honestamente
a pesar de su discurrir clínico, lo femenino le siguió pare-
ciendo un continente oscuro3. La sexualidad masculina de
acuerdo al ideal moral es edípica, herterosexual y genital,
pero puede ser puesta en cuestión.
La insistencia en las agresiones en el transporte públi-
co hacen pensar que la masculinidad es inevitablemente
violenta, como si fuera un patrón instintivo que debe ser
restringido y castigado por la cultura. ¿Es el hombre por
naturaleza agresivo? Nuevamente nos adentramos en el
debate entre Hobbes y Rousseau que retoma Freud en Ma-

3. Freud, S. (1933 (1932) [2004]). 33 conferencia. La feminidad.


En obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

227
Huellas #4

lestar en la cultura:

Tras todo esto, es un fragmento de realidad


efectiva lo que se pretende desmentir; el ser huma-
no no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de
defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a
su dotación pulsional una buena cuota de agresivi-
dad. En consecuencia, el prójimo no es solamente
un posible auxiliar y objeto sexual, sino una ten-
tación para satisfacer en él la agresión, explotar su
fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente
sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimo-
nio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y
asesinarlo. «Homo homini lupus».4

Me distancio de Freud para acercarme al feminismo y


repensar lo establecido por el padre del psicoanálisis. No
nacemos machos. Es preciso decir este emblema feminista
las veces que sean necesarias. Porque si el destino es inque-
brable quiere decir que no podemos incidir en los patrones
que nos conforman performativamente. Señala Butler: el
género, no como una identidad que se posee individual-
mente, sino un proceso en continua construcción que se
enhebra con fragmentos de rasgos tomados de otros cuer-
pos. Cuando uno dice mi género refiere a una proyección
que se transmite intermitentemente y en la que se reflejan
imágenes de muchos espejos. Esto íntimo es edificado bajo
un proceso de colectividades que responden a normas e
ideales de lo que se debe ser y actuar. Es en este sentido
que el género es desposesión, un cuerpo que se cree que es
propio, pero en realidad es ocupado por discursos que son
hablados por Otro. Reitero: no hay una categoría sobre lo
humano, como tampoco del género, sino multiplicidad de
discursividades que se empalman y que a veces pueden
parecer contradictorias. Es así que el género continuamen-
te se ve desbordado por la multiplicidad de sentidos de la

4. Freud, S. (1930 [1929]). El malestar en la cultura. En obras


completas. Buenos Aires: Amorrortu, p. 108.

228
Psicoanálisis y territorio

sexualidad. No hay una forma de ser, sino meras compara-


ciones con un ideal que sirve como una referencia inalcan-
zable. Este espacio en el que se diferencia lo moralmente
definido como Hombre y las masculinidades, es la condi-
ción de posibilidad para la crítica y por lo tanto, también
para la transformación.
Podré alejarme, pero es preciso retornar a Freud, no
por un conservadurismo acrítico, sino porque su obra si-
gue aportando herramientas conceptuales sumamente úti-
les para reflexionar. Regresando a la tesis de Malestar en la
cultura, en la que Freud indica que tanto la cultura como la
subjetividad se constituyen desde el conflicto causado por
la interdicción de las normas culturales represivas, que
intentan reducir la pulsión a lo valorado socialmente. Lo
propio de lo humano sería en este sentido la disputa, no su
agresividad, sino las tensiones inconscientes que subsis-
ten continuamente. Partiendo de esta base se puede inferir
que tanto la subjetividad como el aparato psíquico es un
campo de fuerzas políticas. No por nada Freud empieza a
escribir textos con tintes sociales con mayor contundencia
con la invención del superyó. Desde esta óptica leo el defi-
nición que da Preciado de la heterosexualidad:

…un régimen político que ha reducido la totali-


dad del cuerpo humano, viviente, y su energía psí-
quica, a un potencial reproductor; una posición de
poder discursiva e institucional.5

Se puede pensar el género desde esta coordenadas;


como una serie de reglamentos culturales que reprimen la
potencialidad vital a un régimen político dicotómico, con
aras reproductivos, y tal como dice Preciado, la vida no es

5. Preciado, P. (17 Noviembre 2019) Intervención en las Jorna-


das Nº 49 de la École de la Cause Freudienne. Mujeres en Psicoa-
nálisis. París. Traducción al español a cargo de Manuel Murillo,
Jorge Reitter y Agustina Saubidet, p. 5.

229
Huellas #4

la que se reproduce, sino el capital.6 En nuestros cuerpos se


reproducen los órdenes políticos y económicos. Los hom-
bres que acosan personas en el metro sin consentimiento,
parecerían que su actuar es irracional, bárbaro, hasta ani-
mal; sin embargo, sus actos son muy humanos, demasiado
humanos.
La violencia contra las mujeres está enmarcada bajo
una racionalidad cultural, pero esto no quiere decir que
quien la ejerza sea consciente de su lugar como hombre.
Esta persona podría pensar que sus acciones están efectua-
das bajo su voluntad y decisión propia. Sin embargo, sus
acciones están marcadas y delimitadas socialmente, son
habladas por un Otro; en su violencia está reproducien-
do inconscientemente el rol que le impusieron sin ningún
cuestionamiento. Señala Butler lo siguiente:

La persona que amenaza con la violencia pro-


cede desde una creencia ansiosa y rígida que man-
tiene que un sentido del mundo y del yo será radi-
calmente socavado si se permite a tal persona no
categorizable vivir en el mundo social. La negación
a través de la violencia de tal cuerpo es un vano y
violento esfuerzo de restaurar el orden, de renovar
el mundo social sobre la base de un género inteligi-
ble y de rehusar el reto de repensar el mundo como
algo distinto de lo natural o lo necesario.7

La violencia que sufren las mujeres es un intento aferra-


do de restaurar un orden misógino que parece en tránsito,
un rechazo a la incógnita de lo que podría ser otra forma
de ser hombre, un intento de sostener un supuesto saber
sobre el género. Siguiendo a Foucault, Butler8 señala que la

6. Preciado, P. (2019). Un apartamento en Urano. Crónicas de


un cruce. Barcelona: Anagrama, p. 25.
7. Butler, J. (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós, p.
59.
8. Butler, J. (2001). What is Critique? An Essay on Foucault’s
Virtue. Cambridge University.

230
Psicoanálisis y territorio

crítica es un posicionamiento riesgoso, porque implica ex-


poner la vulnerabilidad de la vida y el cuerpo a lo mismo.
Esa mismidad que intenta categorizar lo humano como un
bloque homogéneo y unívoco puede ser mortal, al no tole-
rar la diferencia.
La propuesta feminista, política y queer que defienden
Preciado y Butler es minar el género en una multiplici-
dad de posibilidades. Abrir las posibilidades que permite
el cuerpo, lo cual implica la lucha riesgosa de tomar una
postura crítica ante la normatividad que conduce al géne-
ro. Butler señala claramente que este posicionamiento no
quiere decir un proceso racional e individual, sino que im-
plica producir un cuestionamiento a las verdades que se
han instalado como ontológicas; siguiendo el ejemplo que
da, cuando se dice “soy hombre”, ese soy está codificado
afirmativamente bajo prohibiciones que han quedado im-
plícitas, tal como el amor hacia otro hombre. Cuestionar
este estatuto de ser hombre es un cuestionamiento a este
Otro social que performativamente delimita el discurso y
los cuerpos, para producir un desplazamiento.
Hilo este posicionamiento político con la propuesta
que hace Lacan en 1967 en su seminario respecto al acto
análitico, es decir, el movimiento del analista de des-ser
el sujeto supuesto saber. Esta maniobra para la dirección
de la cura la entiendo como despojarse de las suposiciones
con las que se enviste al analista, con el fin de aproximarse
a una posición que desde la vacuidad cause el deseo. El
acto oblitera al Otro junto con su demanda por alcanzar
un ideal social; un punto mudo en el que se despliega el
deseo, reestructurando el posicionamiento subjetivo. Este
movimiento potencia multiplicidades posibles de ser, sin
que se fije a una identidad, sino que, tal como dice Precia-
do, sea en tránsito.
Las feministas citadas reflexionan desde su propia ex-
periencia, haciendo de la crónica una herramienta narrati-
va para proponer problemáticas conceptuales y políticas.
No creo sin embargo que mi historia pueda tener esa

231
Huellas #4

utilidad. Me encuentro con una pregunta similar a la que


llegó Elizabeth Ellsworth9. Ella se pregunta por el sentido
que tiene hacer una serie de programas de pedagogía crí-
tica en contra del racismo. Si ella, como mujer blanca, de
clase media y académica nunca había vivido tal opresión,
¿qué podía ella enseñar o emancipar? Es más, denuncia
que dichos programas terminaban aumentado el racismo,
porque asumía que podía explicar una experiencia que le
era ajena, acallando e invisibilizando la voz de quienes
realmente habían vivido el racismo. La posición crítica,
señala Ellsworth, era escuchar y pensar la tarea que tenía
desde su propia historia marcada por el privilegio.
¿Qué puedo decir yo acerca del género, si he sido al-
guien privilegiado, que ha tenido la oportunidad de deci-
dir sobre su propia vida, que ha podido reflexionar sobre
cómo ocupa el mundo, su cuerpo y su sexualidad? Ade-
más he tenido quien escuche estas reflexiones y quién re-
conozca su validez. ¿Debería más bien quedarme en silen-
cio y escuchar?
Spivak10, en su trabajo ¿Puede hablar el subalterno?, se
preocupa sobre la posibilidad de enunciación y escucha de
aquellas personas que han sido marginadas, o en palabras
de Butler, que no son consideradas humanas. Indicando
que la voz está delimitada por un marco cultural. Es de-
cir, volvemos a la idea: somos hablados por Otro. Sin em-
bargo, a diferencia de Spivak, reflexiona y denuncia. No
intentó enunciarse para representar una población exclui-
da o marginada, sino pensar formas posibles de tránsito.

9. Ellsworth, E. (1999). ¿Por qué esto no parece empoderante?


Abriéndose camino por los mitos represivos de la pedagogía crí-
tica. En Género prófugos. Feminismo y educación. Eds. Marisa
Belausteguigoitia y Araceli Mingo. CDMX: Programa Universi-
tario de Estudios de Género, UNAM; Paidos, pp. 55 a 88.
10. Cakravorty Spivak, G. (enero-diciembre, 2003) ¿Puede
hablar el subalterno? En Revista Colombiana de Antropología,
vol. 39. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Bogo-
tá, Colombia. pp. 297-364.

232
Psicoanálisis y territorio

Además, la reciente crítica que hace Paul B. Preciado11 se


puede tomar como una invitación a pronunciarse, a gene-
rar un diálogo en relación a lo que tiene que decir el psi-
coanálisis de la transformación que acontece sobre la dife-
rencia sexual.
Estamos aquellos que practicamos el psicoanálisis en
deuda nuevamente con lo social, tal como señala Manuel
Murillo12; hay quienes optan por responder conservado-
ramente y aferrarse a conceptos ideados desde el hetero-
patriarcado, pero este contexto lo creo más bien como una
oportunidad. Preciado nos hace una pregunta: frente a la
transformación epistemológica del régimen de la diferen-
cia sexo-género, ¿qué posición deseamos tomar? Es una
pregunta que causa el deseo, y a partir de esta invitación,
a pesar de mi posición privilegiada deseo hablar, tomando
en cuenta que mi voz puede ser parcial, múltiple y con-
tradictoria; y que obviamente no tendrá el mismo valor
del que una mujer que sufre violencia todos los días en su
trayecto diario, pero pienso que aún vale la pena expresar
que me niego a formar parte de la agresividad que implica
lo debe ser un hombre, no quiero habitar mi cuerpo bajo

11. “En este contexto de transición epistémica, honorables


miembros de la academia de psicoanálisis de Francia, y de L’Eco-
le de la Cause Freudienne, ustedes tienen una enorme respon-
sabilidad. Ustedes tienen… y tienen que saberlo… en qué lado
quieren colocarse. Si quieren permanecer del lado de este dis-
curso patriarcal y colonial, y re-afirmar la universalidad de la
diferencia sexual y de la reproducción sexual, heterosexual; o
entrar, con nosotros, los mutantes de este mundo, en un proceso
crítico de invención de una nueva epistemología. Permitiendo la
re-distribución de la soberanía, el reconocimiento de otras for-
mas de subjetividad política.” Preciado, P. (17 Noviembre 2019)
Intervención en las Jornadas Nº 49 de la École de la Cause Freu-
dienne. Mujeres en Psicoanálisis. París. Traducción al español a
cargo de Manuel Murillo, Jorge Reitter y Agustina Saubidet, p. 8.
12. Murillo, M. (2016) ¿Cómo pensar la deuda del psicoaná-
lisis con lo social? Recuperado de: https://www.aacademica.org/
manuelmurillo/20

233
Huellas #4

esa premisa.
El hashtag #nomerepresenta que han usado muchos hom-
bre para descolocarse de la masculinidad violenta implica
este trabajo. Asumir la negatividad de la representación
cultural que designa lo que debe ser el hombre. El trabajo
es dejar de ser hombre. Es una paradoja: ¿cómo deshacerse
de lo que a uno lo constituye? ¿Cómo ejercer una masculi-
nidad sin que sea por medio del machismo? Es una trabajo
a realizar aunque parezca imposible, porque tal como dice
Audre Lorde, “las herramientas del amo nunca desman-
telarán la casa del amo”13. Es un trabajo analítico de hacer
consciente los privilegios por los cuales parte la subjetivi-
dad propia.
Puede pensarse que la crítica se queda en un plano indi-
vidual, porque implica una decisión personal este trabajo,
pero esta fractura puede tener resonancias en la forma en
que construimos nuestros vínculo y los ideales que marcan
una comunidad. Citamos:

...la multiplicidad como el juego de fuerzas


que actúan una sobre la otra y que generan nue-
vas posibilidades de vida. La multiplicidad no es
la muerte de la agencia sino su condición misma.
Estamos malentendiendo el origen de la acción si
no logramos comprender las múltiples fuerzas que
interaccionan y que producen el propio dinamis-
mo de la vida.14

Es preciso recordar: el trabajo del psicoanálisis es por


la vida, en el contexto adverso que se encontró Freud, des-
pués de la primera guerra mundial, como ahora también.
Es preciso sumarnos a la invitación de Preciado a la lucha

13. Lorde, A. (2007). Las herramientas del amo nunca des-


mantelarán la casa del amo. En La hermana, la extranjera. Artí-
culos y conferencias. Nueva York: Crossing press.
14. Butler, J. (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós, p.
274.

234
Psicoanálisis y territorio

por una vida habitable, a la construcción de normativida-


des que cumplan con las condiciones mínimas que precisa
la vida humana, tal como llegar a salvo a otro punto de
esta ciudad.
Sin embargo este objetivo pone en cruz la propuesta
política, por lo menos respecto al transporte público. La
intención es eliminar la diferencia sexual por sus conse-
cuencias vitales, pero la diferencia entre los vagones es
primordial para sostener la seguridad de las mujeres en
su tránsito por la ciudad. Este señalamiento nos conduce a
la paradoja que despliega Freud y Butler también respecto
de la norma.
La cultura se erige con la promesa de proteger al hu-
mano de la vulnerabilidad de su cuerpo frente a la preca-
riedad de su vida, pero a la vez las normas constriñen su
vitalidad. La norma, en términos de normalización, crea
cuerpos y criterios coercitivos de ser hombres o mujeres
normales. Frente al contexto de violencia se volvió preciso
normar, mediante la diferencia de género, para salvaguar-
dar la vida de las mujeres en su tránsito por el transporte
público; es menester que haya una vigilancia que haga ha-
cer cumplir con la división de vagones. Sin embargo, es
paradójico pensar que la estrategia para combatir el acoso
pueda reproducir la violencia de género. La intención no
es derogar toda norma, ni tampoco reducir al género como
una sola norma, sino vislumbrar cómo en el género existen
multiplicidad de dispositivos normativos y que se pueden
hacer de ellos herramientas que potencien el juego, el pla-
cer y proteger la vida. Porque el posicionamiento crítico es
un trabajo de cuestionar las normas que nos rigen, exponer
que nos constituyen performativamente y que no son na-
turales; que están sujetas a temporalidad y por lo tanto a
posibles devenires y diferencias.
No es que esté buscando hacer una propuesta de un
futuro porvenir, tampoco un marco legal que suponga un
endurecimiento en las penas a quienes incurran en dichas
acciones. Tampoco decir qué deben hacer o no las mujeres

235
Huellas #4

para atender esta situación. Butler señala que la posibili-


dad de producir una relación crítica está en la capacidad
de tomar distancia de las normas culturales. Parecida a la
invitación Preciado de tomar distancia de los padres del
psicoanálisis. No es la intención eliminar al Otro, sino de
vislumbrar su falta y hacernos responsables de ella, dar
cuenta que el mandato divino de amar por obligación al
prójimo es limitado y contradictorio.
Si la violencia es la respuesta ante la falta del régimen
político heteropatriarcal, quizá aceptar la falla en esta res-
puesta permita flexibilizarla o producir nuevas. Pichon-Ri-
vière15 pensaba que la enfermedad se basa en la rigidez de
los roles sociales, señalando que la cura exige asumir la
pérdida de los supuestos que tenemos sobre uno mismo,
para potenciar el aprendizaje y la flexibilidad. Quizá si nos
permitimos perder podamos aprender, o en palabras de
Preciado: “El cruce exigía pérdidas, pero las pérdidas me
forzaban a inventar la libertad.”16

15. Pichon-Rivière, E. (1967). El proceso grupal. Buenos Aires:


Nueva visión.
16. Preciado, P. (2019). Un apartamento en Urano. Crónicas
de un cruce. Barcelona: Anagrama, p. 34.

236
Psicoanálisis y territorio

Nombre
Prácticamente nadie sabe su verdadero nombre. La
magia en este lugar se trata de nombrar, saber el ver-
dadero nombre de una cosa o persona. Entonces las
puedes controlar. Y una cosa puede transformarse
en otra mientras su nombre sea cambiado y dure el
hechizo.

Peter Rock
Mi abandono

237
Huellas #4

238
Psicoanálisis y territorio

Un problema de traducción
Reflexiones sobre la intervención de Paul B. Preciado
en la Jornada nº 49 de La Escuela de la
Causa freudiana de Paris, 20191

Agustina Saubidet

Un viernes, a la salida de un Congreso en Buenos Aires,


al pasar, M. me preguntó si había visto la conferencia que
Preciado había dado en Paris en la Escuela de la causa
freudiana, hacía unos días.
Lo primero que supe es que no tenía ni la más mínima
idea de lo que me estaba hablando. ¿Preciado ahí?
Ese mismo día, M. la había compartido por whatsapp,
pero en general, los días del Congreso, no hay un afuera
para hacer algo distinto que no sea estar en el Congreso.
M. me comentó que la conferencia de Preciado estaba
en francés, que empezó a traducirla y que J. se había suma-
do habiendo ya traducido gran parte de la introducción.

1. Este texto hace referencia al trabajo de traducción que rea-


lizaran Manuel Murillo, Jorge Reitter y Agustina Saubidet de la
Intervención de Paul B. Preciado en la Jornada nº49 de l’ ECF
(Ecole de la Cause freudienne) “Mujeres en psicoanálisis”, el 17
de noviembre de 2019.

239
Huellas #4

“Si tenés ganas de darnos una mano… “, sugirió M.


Lo primero que surgió en mí fue: “la ley”, los derechos
de autor.
Dije: “debemos primero pedirle la autorización a Pre-
ciado”.
Mis colegas y amigos, me acusan, con justa razón, de
moralista: soy más bien cobarde, lo admito, sobre todo
después de lo que le pasó al filósofo argentino Horacio Po-
tel con un grupo de editoriales francesas. Potel, quien fue-
ra profesor de la Universidad de Lanús, pretendía sociali-
zar textos de Derrida, de Nietzsche y de Heidegger que no
habían sido traducidos al español, creando para tal fin tres
sitios webs; hasta que una editorial francesa muy conocida
le hizo una denuncia que terminó con un allanamiento en
su casa, donde le incautaron dos computadoras. Años des-
pués, Potel fue sobreseído y las computadoras devueltas.
Bastante irónico el tema, teniendo en cuenta que en una de
sus últimas entrevistas Derrida habla sobre esto y se pre-
gunta si, por una cuestión de derechos de autor cedidos a
una editorial, su obra, luego de su muerte, no quedará en-
cerrada en alguna editorial de renombre y ya nadie tendrá
acceso a sus libros.
Sin dudas, toda traducción es política.

Por suerte, más allá de la propiedad privada siempre es-


tán los colegas-amigos para entusiasmarnos y convencer-
nos de arriesgarnos y de subirnos a la cruzada: traducir al
castellano una conferencia de un filósofo español, trans-
género, dada en francés en el corazón del eco de lo que al-
guna vez, siento, fue el psicoanálisis de la línea lacaniana.
Millones de categorías políticas quedan allí mezcladas. Fi-
losofía no es psicoanálisis y París no es Barcelona, y menos
Buenos Aires.
Para aplacar mi superyó, pensé: “bueno, no creo que
Preciado esté en contra de socializar su traducción”, bási-
camente porque Derrida es uno de sus maestros indiscuti-
bles. Entonces no lo dudé.

240
Psicoanálisis y territorio

Traducir me entusiasma tanto como investigar. Para


mí, es un real desafío hacer pasar una lengua por otra.
Es, como acto, imposible, pues ese trabajo arroja un res-
to siempre irreductible. Algo resiste a este pasaje, pues no
todo puede pasar entre dos lenguas, como no todo puede
pasar entre dos cuerpos. Me pregunto si esto es posible de
ser pensado para el pasaje de un género a otro. Por eso es
importante hablar más de una lengua, pues eso enseña que
hay varias formas de hacer con “la cosa”.
“Desde el exterior se ve cómo funciona la cosa en la
propia casa, es siempre desde fuera del propio territorio
como podemos darnos cuenta. Es muy importante hablar
dos lenguas, al menos dos, porque eso les permite com-
prender que la de ustedes no es la única posible, y qué
tipos de conflagraciones o de fusiones de sentido produce
su lengua.” (Cassin, 2012: p. 25)
“El amor da espacio, pero no cura”, decía González Tá-
boas.

Me pregunto, entre paréntesis, si esto que escribió Cas-


sin no es una buena analogía para pensar, ¿cómo traducir
el decir filosófico y profundamente sensible de Preciado
para que sea entendido hasta por el mono lacanés más
raso, sin que ningún primate tenga la necesidad de ir a res-
catar a sus respectivos padres del diván? Para algunos, sin
la autorización de papá y su biblia a-histórica, nada parece
válido. ¿Por qué cuesta tanto salir del Edipo psicoanalíti-
co? Fin del paréntesis. Un padre no es un ideal, solamente;
aunque el padre occidental, siempre es una idea platónica.

Una vez que acepté traducir el texto, lo primero que


hice fue ordenar los fragmentos que ya habían traducido J.
y M. Luego me dediqué, gran parte del fin de semana, a ir
traduciendo lo que faltaba y corrigiendo, a la par, la totali-
dad del texto en castellano, para que pareciera armónico y
no quedara omitida ninguna parte.
Como ninguna escucha es igual, entre los tres logramos

241
Huellas #4

descifrar las dudas, lagunas de comprensión y equívocos.


Pienso… la escucha es como el punto de vista. Por eso
cada topología es singular. ¡Qué fortuna! Lo diverso se en-
trama.
Por suerte los tres, M., J. y quien suscribe, traducimos
parecido. Supongo que es por la música que nos habita
tanto a todos, y también porque el autor original es es-
pañol y conocemos esos cantares de lalangue materna. Sus
pausas, sus respiros.

“La” facultad, máquina generadora de psicólogos “es-


pacializados”2 en psicoanálisis, desde el neoliberalismo de
los años 90’ dejó de leer a Marx, producto del giro que die-
ran la mayor parte de las cátedras hacia un vaciamiento
de lo que se llama lo social o “la política”. Pero de “lo po-
lítico” no podemos vaciarnos. Hoy quedan Antropológicos
o Sociológicos como las únicas cátedras que toman a este
autor. Parece que el psicoanálisis es a-histórico y va más
allá del sistema. ¡Una locura, como si sus categorías no sa-
lieran de allí!
Cuando descubrí la influencia estructural del pensa-
miento de Marx en Lacan, me sorprendió que nadie antes
se haya tomado en serio esta interlocución, que no sólo es
constante a lo largo de la obra de Lacan, sino estructural.
En ese nadie, incluyo también, no sólo a los psicoanalistas
de las escuelas tradicionales, sino a los deleuzianos y fou-

2. Como soy insegura y con el texto un poco obsesiva, antes


de publicar algunas cosas más singulares, se los paso a algunos
amigos para ver qué piensan. En este caso fueron: Ana Frandz-
man, Natalia Neo Poblet, Manuel Murillo y como corrector ex-
terno, sintáctico, semántico y musical, Agustín Bottini. Los cua-
tro me preguntaron, ¿quisiste poner especializados? No, quise
poner “esPAcializados”, y me gustaría explicarlo: para mí, eso
llamado consistencia, imaginario, sentido, cuerpo, es lo que se
infla (pensado desde el gráfico del borromeo del Seminario 22)
Eso es lo que arma espacio. El problema no es el espacio, sino
pensar al espacio como un territorio de tierra conquistada.

242
Psicoanálisis y territorio

caultianos que asumen rápidamente posiciones resentidas


con el psicoanálisis, y que muchas veces pecan de “sober-
bio-saber” superado, y desestiman rápidamente al Edipo,
como cosa vieja. En su resentimiento, también se ve su Edi-
po. El Edipo no es la familia. Edipo son formas de enlace
para generar plusvalía; son relaciones de poder.
Claro que existen otras formas de enlace.
claro que no se enlaza solo.

No sé cuándo se dejó de leer a Marx con seriedad en


las escuelas e instituciones de orientación lacaniana. No sé
cuándo se leyó a Foucault, a Derrida, a Cixous.
El 1 a 1 de los 90´, en aquel entonces, parecía ser lo úni-
co que importaba. No había nada más. En esas épocas no
había tampoco traducciones accesibles para los que quería-
mos conocer otros Seminarios y otras versiones de Lacan.
En general, los buenos libros siempre fueron caros,
pero de tanto en tanto, en aquellas épocas aparecían esas
buenas colecciones que sacaban cosas increíbles como Lé-
vi-Strauss o Merleau Ponty, o Pessoa en versión bilingüe.

Pessoa no es Lispector. Lispector llegó mucho después.

Recuerdo haber comprado, en 1998, Microfísica del Poder


de Michel Foucault (polera, pelada, lucidez).

A partir de él, el mundo cambió.


¿Qué es un autor? El que hace que un mundo cambie para
siempre.

Microfísica del poder era un verdadero lujo, en aquel en-


tonces, accesible a tan solo $17 o dólares (que hoy no es
lo mismo), libro que creo que leí 17 veces en mi juventud
universitaria: Pelado, polera… así lo nombro con todo el res-
peto y el amor que le tengo. Foucault será uno de los tan-
tos faros, que cada 17 segundos de oscuridad, te tira algún
destello: guiña el ojo y se retira con su sonrisa.

243
Huellas #4

Deleuze decía que Foucault era un factor climático. Que


su sola presencia cambiaba cualquier atmósfera.

Durante el período de la Facultad, entre 1995 y 2002, in-


tentando evitar cualquier hegemonía discursiva, me metí
a estudiar primero problemas antropológicos y luego so-
ciológicos.
Siempre buscando problemas, me decían mis amigos.
Eso también es traducir: buscarse problemas.

En general, por esos años tampoco había mucho tiem-


po libre para leer, salvo los fines de semana. Los alumnos
de la noche, en su mayoría trabajábamos 9 horas: teniendo
que pagar algún alquiler, no tenía muchas opciones.
Corrían otros tiempos en esta América Latina mestiza.
Esto tiene que ser entendido y contemplado: las condi-
ciones de estudio en Francia son bien distintas a las argen-
tinas y es una lástima que a esta diferencia se le reste tanto
valor (a esto se refería Preciado con la palabra colonial,
también).
Las condiciones de producción del saber en Argentina son
bien distintas a las de Europa. Sin embargo, coinciden en
su estructura discursiva; es decir, en las formas, los modos
de relaciones de poder y de significación que establecen.
Por más que lo denuncien los mismos psicoanalistas,
esto no alcanza para dejar la tendencia hacia el UNO re-
ligioso. Todos estamos atravesados por esos problemas,
incluso los foucaultianos.
Foucault cobraba por dar clases y Deleuze también,
pero no solo por portación de apellido, sino por el sólo
hecho de ser profesores. En Argentina muchos profesores
trabajan ad honorem.

Nada, eso. Las condiciones son otras.


Yo no puedo vivir solamente con mi salario de docente uni-
versitaria, y menos tomarme un año sabático para investigar.

244
Psicoanálisis y territorio

Los 90’ fueron para Latinoamérica una sucesión de


mentiras y de gobiernos corruptos. La televisión pasó de
dar documentales sobre insectos y conciertos de Spinetta,
a un Tinelli de cámaras ocultas basadas en las burlas más
crueles. Eso también fue un vuelco al interior mismo del
patriarcado capitalista neoliberal en América Latina. La
televisión cambió su rol social y se volvió un negocio. No
es que antes no lo fuera. Simplemente que ahora se genera-
lizan y se rigidizan sus formas. Se hegemoniza y prolifera
la posición de goce del varón burgués adolescente, incluso
en las mujeres: sacar el mayor provecho al menor costo,
gozar de más de sus privilegios, sin poner nada a cambio.
El abuso de poder se naturaliza en sus formas más banales
e institucionales. El psicoanálisis con esto no supo hacer
mucho. Se quedó donde estaba. Aún no puede salir del
closet de la heteronormatividad colonial. Aún lo religio-
so los tranquiliza a los ojos del Otro. Temen traicionar a
Dios-papá, porque claro, esa biblia les da de comer.

Un ideal también debe traicionarse.

Si bien, a fines de los 90´, yo vivía una vida típicamen-


te proletaria de clase media (alquilaba, trabajaba y cursa-
ba), “yo” había sido educada en una burguesía, sombra de
aristocracias nobles, donde poseer un buen nivel cultural
y un buen apellido era más importante que tener dinero.
Los códigos de ese tipo de familias, que funcionan más
por clanes y portación de apellido (de garantía), son muy
distintos a lo que se veía en la televisión edípica del varón
burgués neoliberal. Comenzaba a no entender el valor del
mundo.
Hasta ese momento había crecido creyendo que todo el
mundo hablaba más de una lengua, y que todos habíamos
accedido a las mismas oportunidades educativas. La UBA
me hizo saber de esa diferencia y de su valor.
A los 22 años me fui a vivir sola. Dejé de tener tele-
visión. Nunca más tuve tele. Leía y escribía mucha más

245
Huellas #4

poesía que ahora que hay internet; pero ahora hago mucha
más música que antes, porque ya no trabajo 9 horas para
una empresa y eso me deja más tiempo para formarme en
otras cosas que quiero. Eso también es un privilegio de cla-
se. Esta vez de clase profesional independiente.
Producto del avance del capitalismo, las masculini-
dades heteropatriarcales en los 90´ perdieron uno de sus
rasgos principales: dar amor, o más bien esas formas co-
menzaron a ser menospreciadas. La idea del amor como
signo de debilidad (a veces vuelta cobardía) se generaliza.
La gente comenzó a no poder perder. Todo se volvió más
violento, generalizadamente violento: se consumen cuer-
pos sucesivos. Claro que no todos. Pero la mayoría de las
personas ya no leían y, a pesar de Preciado debo decirlo,
como bien lo dijo Freud, es un problema enorme cuando
hay crecimiento económico y ese crecimiento no viene
acompañado del crecimiento intelectual y sensible.
Importa tener guita y hacerse un nombre para ejercer
poder. Con eso alcanza. Tanto para varones como para
mujeres.
Pero no todxs pensamos así.
El dinero puede servir para otras cosas y no sólo para
generar plusvalía y mayor explotación.

Siempre me llamaron la atención los efectos de devasta-


ción que produce la ausencia de una versión de un padre
amoroso y la culpa por sus efectos, que en general, se le
otorga a la madre; como es lógico dentro de la ideología
patriarcal capitalista.
Este tipo de versiones del padre pasan de la más brutal
indiferencia a las exigencias más crueles, violentas, sober-
bias, tiranas y caprichosas.
Los modos corruptos se generalizan.
El cinismo se vuelve moneda corriente.
Y de esto padecen tanto varones como mujeres, negros,
niños, locos, trans, homo, hetero. Claro que de diferentes
maneras.

246
Psicoanálisis y territorio

Nadie habla mucho de esto en psicoanálisis, parecería


que lo simbólico del nombre el padre no estuviera recubierto
de ninguna afectación o tipo de actitud. Ahora, recién en
2019, Ana María Fernández se animó a avanzar y plantear
el concepto de estrago paterno. La psicoanalista Fernández
Boccardo, desde la Universidad de Rosario, nos habla de
las masculinidades neoliberales a partir del psicoanálisis.
Segato, desde la antropología, nos da una mano con su
concepto de mandato de masculinidad. Luis Bonino, psicoa-
nalista argentino radicado en España, nos tiende otra.
Quienes, siendo psicoanalistas, hemos investigado so-
bre incesto, conocemos muy bien esas versiones del padre,
en su extremo, horrorosas, que, vaciados de amor, toman
a sus hijxs como objeto sexual, por el solo hecho de sen-
tirlos como un bien de posesión propia, y aunque suene
sorprendente, Lacan ya hablaba de esto.
Hay mujeres que también toman a sus hijos como bie-
nes propios, de otras maneras. No se trata de una diferen-
cia sexual biológica, sino de una relación de poder basada
en una explotación para generar un goce de más, en más,
sólo para un UNO. Esto también es incesto, pero en dife-
rentes grados y con matices. Eso es el capital también…
Si se leyera más a Marx…
Una vez, un analista me dijo: “Las cosas en la vida se
hacen por dos razones: o por dinero o por amor”.
Binario otra vez.
Binario era ese analista, dicho sea de paso, hombre
blanco heteronormativo, cuyo consultorio quedaba por
la zona de Recoleta (si esta descripción suma en algo, en
aquel momento eso implicaba cierto status).
Hoy también.
Uno puede hacer las cosas por dinero y por amor al
mismo tiempo, y por otras razones también. También se
puede usar el dinero, el saber acumulado y el tiempo, para
propiciar espacios amorosos… Por ejemplo: Nosotros tra-
dujimos la conferencia ¿por dinero? No.
¿Por amor?

247
Huellas #4

¿Amor a qué?
En primera instancia diría que, a M., a J. y a mí nos gus-
ta traducir, aunque no debo hablar en nombre de ellos,
pero intuyo que es así.

Traducir es hermoso. El cuerpo está en un estado ex-


pectante, ¿qué vendrá después?, ¿se entenderá lo anterior?
En Elogio de la traducción, Bárbara Cassin nos aconseja:
“El ‘método’ para afrontar la no comprensión es no armo-
nizar, sobre todo no hacerlo demasiado o demasiado pron-
to, sino trasladarse a la ‘zona de traducción’ y permanecer
el mayor tiempo posible en ese in between, entre-dos, o más
de dos, hasta convertirse un poco en mejores pasadores, en
mejores go-betweens,” (2019, p. 61).

Pienso: traducir también es político.

Los argentinos en psicoanálisis no siempre pueden in-


ventar, porque para inventar hay que salirse del psicoa-
nálisis y el psicoanálisis ha seguido, desgraciadamente, lo
que Cixous llama el modo masculino de hacer política, por
lo tanto se ha vuelto de iglesia, de universidad, de colonia.
Todo discurso, en su modalidad religiosa o académica,
no produce diferencia. Se basan, para existir, en la tristeza
de su pueblo.
Me causa mucha risa cuando dicen que el psicoanálisis
está exento del patriarcado, porque hay muchas mujeres
que participan activamente del movimiento. ¿Y quién dijo
que las mujeres no tienen un rol activo en el mantenimien-
to del amo capitalista? Me da risa que se crea que por ser
mujeres están exentas de las lógicas occidentales binarias
y jerárquicas.
A veces las mujeres son tan crueles que parece que
transformaron el falo en garrote y pegan, sin ningún tipo
de cuidado. Como cuando el gendarme o el policía le pega
a un viejo o tira una bala y asesina por azar a un niño. La
misma foto de un odio sin ningún tipo de miramiento. Y

248
Psicoanálisis y territorio

todos se quedan mirando cómo esto pasa por una panta-


lla de T.V. o computadora. Eso es político, eso genera opi-
nión, eso funda valores, también. Aunque sean valores de
“mierda”.
Eso ya no me da tanta risa, tampoco ternura. Me da lás-
tima que se haya caído en las mismas lógicas falogocéntricas
que tanto se denuncian.
El resentimiento es el afecto a deconstruir en este tiem-
po, ojalá se leyera más a Nietzsche en las escuelas, ese
mismo que les enseñó a Derrida, a Foucault y a Deleuze a
pensar más libre.
Ya me lo recordó M.: “Deleuze aconsejaba no perder
tiempo en la crítica”.
Tomo una cita de Guattari que me compartió hace un
tiempo Juan Salzano:

No existe tal cosa como un padre en general.


Tan sólo existe un padre que trabaja en el banco,
que trabaja en la fábrica, que está desempleado, que
es un alcohólico: el padre es tan sólo el elemento de
una máquina social particular. Según el psicoaná-
lisis tradicional, se trata siempre del mismo padre
y siempre de la misma madre –siempre el mismo
triángulo. ¿Pero quién puede negar que la situa-
ción edípica difiere enormemente, dependiendo de
si el padre es un revolucionario argelino o un ejecu-
tivo acomodado? No es la misma muerte la que le
espera a tu padre en una ciudad de villas de África
que en una ciudad industrial alemana; no es el mis-
mo complejo de Edipo o la misma homosexuali-
dad. Podría parecer estúpido tener que hacer decla-
raciones tan obvias, y sin embargo dichas estafas
deben ser denunciadas incansablemente; ¡no
existe estructura universal de la mente humana!

Definitivamente el nombre del padre es un mal nombre.


Si se lo tratara como un número, sería un 4 siempre fallido.
Es matemático, es lógico, es una función que diferencia y
anuda a tres, es una forma de anudar UN deseo a la ley, es

249
Huellas #4

UNA forma. Hay múltiples.


Nom, en francés, también significa apellido. Entonces,
bajo el Nom du père se escucha también el apellido del pa-
dre, marca simbólica que reconoce a qué clan pertenece
ese objeto “hijx”, que también podría llamarse libro o can-
ción, pues ese “objeto” es cualquier “objeto” producto de
la alianza con un elemento externo.
Borges no es Jorge Luis, es Borges, como Joyce, aunque
para hacerse los cooles y progres algunos impongan que
usemos los nombres de pila. Preciado, al menos para mí,
no es ni Paul ni Beatriz, es Preciado, ante todo.
Hacer de un apellido un nombre propio.

Hay muchas formas de cuatro, incluso las hay artísticas,


¡qué alivio! A mi modo de ver, el modo artístico es el único
singular: la escritura, la música, la pintura, la filosofía, son
formas de cuatro, siempre singulares, porque inventan su
forma, y eso no es sin amor y sin hambre. El cuatro del arte
marca un adentro y un afuera; un antes y un después.
El nombre del padre no es una persona, es una función
que se transmite de generación en generación e implica la
marca subjetiva de alianzas históricas. Cambiemos la no-
minación si así lo quieren, llamémoslo por su número, no
por su nombre. El cuarto no tiene nada que ver con el pa-
dre, sino con formas de hacer con la cosa. El problema es
que en nuestro tiempo, el dinero se ha vuelto un cuatro.
Entonces, todo estalla.
No hay un Edipo para todos igual, lo real lo demuestra,
lo cual no quiere decir que Edipo no exista, ni que no nos
podamos amamantar con otras lenguas que nos den otras
posibilidades, que hagan que no todo pase, que no todo se
pueda traducir, que no todo dé igual.
Detrás de muchos grandes artistas, académicos e inte-
lectuales hubo un padre violento. No hace falta dar nom-
bres, sus marcas pueden leerse, a veces por sus efectos des-
póticos y tristes, resentidos; en otros casos, por su poesía.

250
Psicoanálisis y territorio

Edipo sigue siendo un problema preciado, en tanto se


hable de manera universal sin considerar sus particulari-
dades dadas por los discursos, los momentos históricos y
económicos y la pregunta a la cual responde.
El anti-Edipo es un gran texto, pero a los psicoanalis-
tas les pesa. No es nada fácil de leer. Eso no quiere decir
que no se pueda ir por otros caminos. Para esto, Nietzsche
es de lo mejorcito: el más directo, divertido, irónico, lleno
de sutilezas. Padre putativo de todos. ¡Bah!, en realidad,
lo importante no es la filiación sino las alianzas (Deleuze,
1980a). Alegre alianza la que se establece entre Heráclito,
Spinoza y Nietzsche, de donde Deleuze, Derrida y Fou-
cault se nutrieron. Estos maravillosos tres, convocados por
una cuarta, Cixous, para armar Paris 8, una Universidad
basada en la creatividad, dada por la intertextualidad. Allí
se creó el primer laboratorio de psicoanálisis, y esto parece
olvidarse. De allí también surgió la geopolítica.
Hélène Cixous, mujer casi olvidada por el psicoanálisis
y que, sin embargo, se encuentra a la altura de cualquiera
de ellos. Mujer que en los 60´ le enseñara a Lacan otros mo-
dos de hacer con el significante, a partir de su tesis sobre
Joyce (Cixous, 1969) y que durante los 70´, le permitiera
pensar a Lacan otra versión de histeria, sin nombre del pa-
dre (Cixous, 1976).
Si me preguntan por qué traduje la conferencia de Pre-
ciado, diría: porque deseo que escuchen, sobre todo los
que comparten mi lengua.
Traducir genera puentes entre mundos, abre la puer-
ta hacia lo distinto para traerlo, para jugar; pero no para
colonizarlo. Pero también en ese mismo pasaje, la propia
lengua se vuelve extranjera.
Si me preguntaran porqué traduje parte de la conferen-
cia de Preciado, diría: porque amo traducir y tal vez
porque a los tres,
nos gusta
cantar en francés
Hermoso laburo

251
Huellas #4

Toda traducción es política, toda traducción es imposi-


ble. Claro que para eso hay que hablar al menos dos len-
guas, o mejor dicho hay que hablar más de una.

Y sí, filosofía no es psicoanálisis; y diferencia no es des-


igualdad: filosofía es femenino: y psicoanálisis, masculino.
Gracias por esta muy apreciada conferencia, Preciado,
que termina en o.

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Psicoanálisis y territorio

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253
Huellas #4

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de la discursividad. Barcelona: Gedisa.

254
Psicoanálisis y territorio

¿Para qué poetas?


¿Y para qué poetas en tiempos de penuria? Los poe-
tas son aquellos mortales que, cantando con grave-
dad al dios del vino, sienten el rastro de los dioses
huidos, siguen tal rastro y de esta manera señalan a
sus hermanos mortales el camino hacia el cambio.
Pero ¿quién es capaz de rastrear semejante rastro?
Las huellas son a menudo imperceptibles y, siempre,
el legado dejado por una indicación apenas intuida.
Ser poeta en tiempos de penuria significa: cantando,
prestar atención al rastro de los dioses huidos. Por
eso es por lo que el poeta dice lo sagrado en la época
de la noche del mundo.

Martín Heidegger
Caminos del bosque

255
Huellas #4

256
Psicoanálisis y territorio

Dejar escrito: resonancias del dejar dicho


Andrea Pirroni

El ASPO al que condujo la pandemia de Covid-19 que azo-


tó al mundo entero, además de producir dificultades y su-
frimientos de todo tipo, disparó estrategias, dispositivos,
y deseos que permitieron alojar y elaborar algo de dichos
padecimientos. Pero también ha sido, y sigue siendo, una
posibilidad de interrogar y complejizar algunos conceptos
teóricos, para extraer de ellos aspectos novedosos y sacu-
dirlos a ver si resisten.
Resulta difícil incluir el malestar que implicó, y aún im-
plica la pandemia dentro de lo que solemos llamar el males-
tar en la cultura, ya que sin excluirlo parece excederlo, mos-
trar ciertas particularidades como, por ejemplo, el alcance
mundial y la extrema limitación de los lazos sociales y de
los cuerpos, sin distinciones de ningún tipo, como nunca
antes había ocurrido al menos de manera tan generalizada
y simultánea en todas las latitudes.
Una de las ideas que surgieron desde Huellas, y que se
materializó rápidamente, fue un espacio para dejar dicho.
Nuestra página de Facebook fue el ambiente virtual que

257
Huellas #4

nos permitió volcar la propuesta en estos términos: Hue-


llas. Psicoanálisis y territorio se propone armar un espacio
de encuentro “entre” experiencias de los últimos días: qué
venimos haciendo, qué venimos escuchando, cómo se va
tejiendo nuestro oficio en esta situación. Se trata de reunir
retazos sobre los que luego ir pensando, escribiendo, for-
malizando. Dejar una marca para luego leerla”.
La respuesta no se hizo esperar. Profesionales de distin-
tos hospitales, facultades, así como practicantes de diver-
sos espacios y disciplinas nos brindaron generosamente
sus palabras, testimonio de sus afectaciones, ideas e inven-
ciones.
A partir de dichas producciones y su riqueza, decidi-
mos crear un segundo espacio, donde pudiéramos abrir al
intercambio ese material, y así nacieron los Conversatorios.
Así fue que cada quince días nos reunimos virtualmente
a dialogar con los autores de los escritos, en la apuesta a
un intercambio compartido, comprometido, respetuoso y
riguroso.
En este escrito, hemos podido incluir hasta el V Con-
versatorio, ¡pero aún seguimos!

El arte del tapiz

El tapiz antiguo requiere del artista y del artesano. Tam-


bién necesita del cartón, del tejido de alto o bajo lizo, y de
los hilos que se moverán sobre éste para armar el tejido. Es
preciso también un cartón de base y una tijera.
Apoyada en estos elementos intentaré empezar a entra-
mar algunas ideas que fueron surgiendo por parte de los
distintos participantes, y que resulta importante atrapar,
tanto como gesto de gratitud, como de compromiso y de
trabajo.
Durante las Conversaciones insistieron cuestiones claves,
una de ellas fue la importancia de armar red, de hacer lazos
con otros. Allí el cartón de base de mi tapiz sirve para ilus-

258
Psicoanálisis y territorio

trar que lo amoroso es el soporte para cualquier tejido. El


amor no es propiedad de nadie, pero todos debemos suje-
tarnos de él para armar alguna trama. Se requiere de otros,
colegas, vecinos, semejantes. Quizá el analista y su cuerpo
se presten a ser el lizo que favorece la urdimbre, su disponi-
bilidad, entendida como un estar flexible y abierto, facilita
el enlace. Distanciados, pero no aislados, las palabras tien-
den puentes, nos hermanan.
Luego, los hilos, nuestras voces y las de los otros, nues-
tros quehaceres, nuestros riesgos asumidos. Se enfatizó la
dimensión operativa de la maniobra analítica, concreta en su
accionar, incalculable en sus efectos, pero no por ello me-
nos eficaz.

Los analistas en territorio

Las ciencias sociales definen al territorio en base a algunas


características por demás interesantes, de las cuáles recor-
taré solo algunas. Un territorio no se reduce a un espacio,
aunque se apoya en él. El territorio es localizado, se basa
en un proceso de apropiación, es un producto de la activi-
dad humana, es dinámico, y es relativo a un grupo social
(relativo refiere aquí a que no existe una relación fija entre
un grupo y un territorio necesariamente).
¿Cuál es el territorio de los psicoanalistas? ¿cuánto de
ello tiene que ver con la apropiación (que no es propiedad
sino construcción de una identidad a su alrededor)? Otro
concepto viene a mi mano, es el de diáspora, definido como
otro tipo de territorio, llamado territorio transnacional o en
red. Quizá esta noción que relativiza las fronteras y sostie-
ne el territorio en el armado de redes más allá del espacio
concreto, pueda ilustrar algunas lógicas.
Surgió en el Conversatorio la experiencia de los analistas
que encontraron recovecos. ¿El margen es adentro o afue-
ra? Nos hacemos lugar de la mano de un saber específico.
Debe ser específico, pero no inefable. Comunicarnos, dia-

259
Huellas #4

logar con otras disciplinas y otros actores es central para


construir. En ese contexto (y en otros), surge la importan-
cia de lo colectivo, de la potencia que lo grupal puede signi-
ficar cuando se propone, sostenida en sus lazos, armar dis-
positivos a medida. Lo colectivo apuntala la subjetividad,
siempre que haya lugar para alojar las diferencias singula-
rizantes. ¿Puede haber subjetividad más allá del territorio,
más allá de lo colectivo como trama de historias y cuerpos?
¿Cómo pensar al sujeto en su determinación significante
sin otros, y sin los sistemas sociales, culturales, sin las rea-
lidades materiales y psíquicas, que los atraviesan, etc.?
La pandemia puso de relieve como nunca la inequidad,
la desigualdad, no todos tenemos casa, no todos tenemos
elementos de protección, no todos tenemos trabajo y co-
mida. Lo que nos aúna se simplifica, es el hecho de que
somos seres humanos, siempre que haya humanidad. ¿Po-
dremos no dejarnos confundir por nuevos o disfrazados
significantes amos? ¿Será un problema que se instale el
atender por vía virtual? ¿Sucederá? La incertidumbre sig-
na el momento, resulta imposible construir un saber sobre
el futuro en las coordenadas actuales. ¿O se nota más que
es imposible?, lo que es claro es que eso requiere armar al-
gunas estrategias, sostener el no saber, reflexivos y sensibles.
Estar analistas.
Luego los cuerpos, tomados de una manera inédita por
la pandemia. Cuánto más que la materialidad del cuerpo
biológico, del cuerpo de la ciencia incluso, es el cuerpo para
el psicoanálisis. Y qué vital ha sido dialogar y empalmar
otras dimensiones de los cuerpos junto a otras disciplinas.
Se habló del cuerpo quieto pero agotado, la economía libi-
dinal viva aun cuando todo parece inmutable. El cuerpo
angustiado también es el cuerpo erotizado si se encuentran
las vías de apertura al deseo, ello implica evaluar, cada
vez, la necesidad del límite a la dimensión sanitaria.
Quizá el psicoanálisis deba terminar de renunciar (pues
es un camino ya iniciado hace tiempo), al ideal de ser un
tanto excepcional en función de portar un saber específi-

260
Psicoanálisis y territorio

co, y volverse una disciplina más entre otras, sobre todo


cuando comparte territorio. Descubrimos que podemos
usar conceptos y procesos alejados del psicoanálisis clásico
para adecuarlos al hacer analítico, por ejemplo, un protoco-
lo. Tenemos esa libertad ¿cuántas veces no la usamos quizá
obstaculizados por nuestras propias morales?
La coyuntura actual nos empuja a revisar y precisar
los conceptos que quedan interrogados por las condicio-
nes actuales: la transferencia, el estatuto de los cuerpos,
de las pulsiones y los objetos por nombrar algunos. ¿Será
que el equilibrio entre la experiencia y los fundamentos
analíticos, entre lo instituyente y lo instituido, es más ines-
table de lo que pensamos? Quizá sea mejor situarlo como
flexible, pensando que es el entramado entre política (éti-
ca), estrategia y táctica, como alguna vez escribió Lacan, lo
que habilitará efectos analíticos. Uno de ellos fue nombra-
do bellamente como abrir intersticios, en cada espacio para
volverlo territorio analítico.
Desde esta lógica se articuló, evocando al gran Winni-
cott, el soporte tecnológico como objeto transicional, uso de
un espacio -virtual en este caso- que aloje al sujeto y le per-
mita inventar. Puentes, empalmes, bordes, cortes. Quizá
se trate más de poder “usar” los conceptos, disponer de
ellos como un material maleable, más que construir sobre
estructuras de concreto, pues como afirma Bleichmar, lo
que sostiene en unas circunstancias puede volverse lastre
en otras ¿Perderemos especificidad, rigurosidad, serie-
dad? ¿No podría pensarse que cuanto más se exploran los
límites de un concepto, más se sabe de él? Teoría, análisis
y supervisión son el cartón de base en este tejido.
Pero al fin y al cabo ¿qué nos orienta? Como fundamen-
to nuestra ética, y no solo a nivel del analista que se orienta
en la cura por su deseo de analista, sino también la que
incluye al semejante, la del respeto por la diferencia, dimen-
sión micropolítica del analista que se sostiene del propio
análisis.
La teoría dice que el analista debiera ocupar el lugar de

261
Huellas #4

semblante de objeto, pero ello no soslaya que la capacidad


para prestarse a ello requiera de una posición subjetiva
lo suficientemente depurada de puntos ciegos. Se ha di-
cho que pacientes y analistas estamos en el mismo barco,
eso puede pensarse como una travesía, el mar se agita, se
aquieta, se contempla, y permite llegar a veces a lo impen-
sado. En este camino la escritura puede ser un abrazo, un
refugio, un arte.
Hacer de lo que ocurre ficción y de lo no sabido potencia
de invención, la red se hace en todos los sentidos, en todas
las orientaciones, pero siempre con otros.
¡Un agradecimiento inmenso a todos los que armaron
esta red junto a nosotros! Marcos Zurita, Carmen Gonzá-
les Táboas, Ana Hulka, Leila Wansek, Guillermina Ulrich,
Diana Kordon, Colectiva Demudares, La Orquesta Estable
de Radio Reconquista, Colectivo Trenza, Victoria Demar-
co, Melisa Esteves, Eduardo Smalinsky, Ricardo Mauro,
Natalia Pettorosi, Laura Rivera, Gastón Fazio, Mirta Casti-
llo, Luján Iuale, Analía Fernández, Verónica Barghini, Ro-
mina Avalos, Leonardo Leibson, Alejandro Falero, Xoana
Gómez, Xiomara Vázquez, Jonatan Acosta, Paula Bianco,
Mariana Grela, Sebastián Salmún, Emilse Pérez Arias, Gi-
sele Luksas, Florencia Diaz, Leticia Spezzafune, Ayelen
Rochia, Roxana Gaudio, Paula Verzello, Mariela Monjes,
Rosario Alarcón, Sofía Buscaglia, Josefina Ayciriex , Maria-
na Dinamarca, Lara Lizenberg.

262
Psicoanálisis y territorio

Yo es otro
Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos
decir me piensan. — Perdón por el juego de pala-
bras.
YO es otro. Tanto peor para la madera que se des-
cubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que
pontifican sobre lo que ignoran por completo!
Usted para mí no es Docente. Le regalo esto: ¿puede
calificarse de sátira, como usted diría? ¿Puede califi-
carse de poesía?
Es fantasía, siempre. — Pero, se lo suplico, no sub-
raye ni con lápiz, ni demasiado con el pensamiento.

Arthur Rimbaud

263
Huellas #4

264
Psicoanálisis y territorio

“En este servicio se escucha”


De un proyecto clínico, político y epistemológico
Entrevista a Ricardo Mauro1

Tomasa San Miguel, Antonella Argento,


Juan Pablo Pinto Venegas, Manuel Murillo

Teníamos ganas de charlar con vos y que nos cuentes tu expe-


riencia en el Hospital y algunas otras cuestiones. A Huellas le
interesa mucho la articulación entre el psicoanálisis y lo colecti-
vo, la salud pública, la salud mental y todos esos problemones. Y
los maestros y las huellas anteriores; y también el porvenir.

Como diría Althusser, “el porvenir es largo”, no le fue


muy bien con eso, pero bueno.

1. Lic. en Psicología. Psicoanalista. Jefe del Servicio de Salud


Mental del Hospital Zonal General de Agudos Gral. Manuel Bel-
grano. Co-director y enseñante de la Escuela Psicoanalítica del
Distrito XV. Colegio de Psicólogos de la Pcia. de Buenos Aires
Dist. XV, desde 2013. Coordinador de Salud Mental de Región
Sanitaria V. Ministerio de Salud de la Pcia. de Buenos Aires
(2008-2012). Director de Surcos. Asistencia, docencia e investi-
gación en Salud Mental (1999-2007). Supervisor en instituciones
públicas y privadas. Autor de artículos en publicaciones psicoa-
nalíticas.

265
Huellas #4

Empezaríamos por preguntarte sobre el Servicio del Hospital.


¿Hace cuántos años que estás en el Hospital y que sos Jefe de
Servicio?

Estoy en el Hospital hace 27 años. Entré como entramos


casi todos los psicólogos en el ámbito público, ad honorem,
y a los dos años enseguida hubo becas por ciertas coyuntu-
ras políticas de situaciones que se producen en determina-
do momento en el Estado, y hubo unas becas que obtuvi-
mos algunos de los que estábamos como concurrentes. A
partir de ahí, a los pocos años llegó el nombramiento, en el
año 99; yo había entrado en el ‘93, estuve como becario du-
rante unos años. Yo ya había trabajado unos cuantos años
ad honorem en el Hospital Moyano, entre el ‘80 y el ‘87, no
me había recibido, era el más chico del hospital creo, cuan-
do entré, tenía 22 años. Yo tenía ganas de hacer una prác-
tica y tuve la posibilidad por una amiga, de entrar en uno
de los pabellones del hospital en el cual se podía trabajar,
en una época muy difícil porque era el año ‘80, una épo-
ca muy difícil para ingresar en una institución, pero pude
hacer una práctica y estar unos cuantos años ahí. Después
me recibí, en el ‘81, así que el año que viene cumplo 40
años de recibido. En el ‘93 entré en el Hospital Belgrano,
como recién les comentaba. Según cómo está estructurado
el Servicio y siempre lo estuvo, incluso se complejizó un
poco más, está ordenado por distintos equipos, empecé
a participar en el equipo de trabajo de clínica con adul-
tos, trabajé un tiempo también en clínica con niños, pero
después seguí en clínica con adultos, en algún momento
coordiné el equipo que en ese momento se llamaba Ad-
misión y Urgencias, que trabajaba fundamentalmente con
una clínica de recepción de pacientes, pero al mismo tiem-
po también de interconsulta en la guardia. Ese equipo lo
co-coordiné unos años con un compañero psiquiatra hasta
que en determinado momento se jubila quien en ese tiem-
po era la Jefa de Unidad, la Lic. Adriana Pecile, de quien
mucho aprendí. En el Hospital, el Servicio está organizado

266
Psicoanálisis y territorio

con una jefatura donde hay un Jefe de Servicio y un Jefe de


Unidad, ustedes saben que los organigramas de los hospi-
tales tienen direcciones ejecutivas, direcciones asociadas,
jefes de servicio, jefes de sala y jefes de unidad, ese es el or-
ganigrama básico de todos los equipos de trabajo del Hos-
pital. En determinado momento, muchos años antes de la
Ley de Salud Mental, trabajamos para que existiera una
Jefatura de Unidad porque en ese tiempo siempre los Jefes
de Servicio fueron psiquiatras, entonces, convencidos de
que el trabajo se realiza en forma interdisciplinaria, con-
cebimos que la jefatura debía serlo. De manera que se pre-
sentó ese proyecto avalado por el jefe del Servicio, el Dr.
Ramón Gómez Beloso, de quien también obtuve muchos
conocimientos de jefatura, y la Dirección de ese momento.
De manera que trabajamos con el Ministerio y como efecto
de ello se crea una Jefatura de Unidad de Psicología, que
estaba a cargo de la Lic. Pecile quien en determinado mo-
mento se jubila. Con el apoyo del Jefe del Servicio, de ella
que se jubilaba y del resto del Servicio, me propusieron
ocupar ese lugar. Estuve muchos años como Jefe de Uni-
dad, haciendo las veces de una Subjefatura, prácticamente
ocupándome del trabajo de los distintos equipos del Ser-
vicio a la par del Jefe. Hasta que concursé en una primera
instancia en el año 2011, cuando se jubila el Dr. Gómez
Beloso, apenas instaurada la Ley de Salud Mental, con to-
das las resistencias que eso implicaba, la ley todavía no es-
taba reglamentada. De todas maneras, me pude presentar
a concurso de la Jefatura junto con un psiquiatra que tenía
mucha más antigüedad que yo y además tenía un fuer-
te apoyo del Colegio de Médicos bastante importante en
ese tiempo, él está cuatro años y se jubila. Por un dispone
interno de la Dirección, me hago cargo de la jefatura del
Servicio en Octubre de 2016. Vuelvo a concursar en el año
2017, otra vez junto con un psiquiatra, ahí gané el concurso
y desde ese tiempo estoy a cargo de la Jefatura del Servicio
formal y nominalmente. Ese es un poco el entramado muy
sucinto de la historia, de los movimientos en la forma en

267
Huellas #4

que fui habitando el Servicio y el Hospital. Pero ya tenía


mucha incidencia en el trabajo de los equipos porque me
ocupaba mucho del armado, porque de alguna manera
siempre he tenido un proyecto de trabajo pensado para el
Servicio que ahora lo puedo llevar a cabo. Es un proyecto
clínico, un proyecto epistemológico, un proyecto político,
un proyecto docente y un proyecto formativo. Eso es lo
que incluye básicamente, lo que llevo adelante. De a poco
todo lo que se fue haciendo en el Servicio fue ir pensando
con todos los equipos, porque además trabajamos en for-
ma conjunta para dar lugar a una cierta horizontalidad de
discusión de los problemas clínicos, de los vínculos que el
Servicio de Salud Mental tiene con el hospital y con la co-
munidad. La función de un Servicio de Salud Mental en un
hospital público es un concepto que me pregunto todos los
días, en realidad es lo que voy elaborando porque es algo
en lo cual uno no se puede asentar y dar a consistir algo
que en realidad siempre está atravesado, me parece a mí,
por ponerlo en causa y ponerlo en relación a un agujero y
poner a la castración en el lugar de la causa, porque mu-
chas veces las instituciones hacen consistir, precisamente,
la forma de un nombre del padre entre simbólico e ima-
ginario, lo más difícil es hacer introducir algo del padre
real que ponga en juego la castración, o sea, el nombre del
padre de alguna manera hace sostener, a través de las ins-
tituciones y la cultura, la incidencia de las instituciones en
ese ámbito cultural.
El Servicio fue creciendo de a poco, siempre me intere-
só que los equipos fueran teniendo mayores posibilidades
pensando en esas funciones de un servicio que primero
tenga una política fundamentalmente inclusiva, siempre
abogué por el trabajo de una política inclusiva. ¿Qué signi-
fica esto? Que el servicio nunca funcionara bajo los estratos
administrativos, es decir, tratamos de reducir al mínimo
las cuestiones administrativas que lógicamente rigen en
cualquier ámbito hospitalario o de salud pública. Redu-
cirla al mínimo significa que todo acto que se lleve a cabo

268
Psicoanálisis y territorio

tenga que ver con la escucha de las demandas, con la escu-


cha de las consultas que se realizan. Esto es una “bajada de
línea”, realmente, en este servicio se escucha fundamen-
talmente, es decir, se escucha cuál es la problemática que
trae la persona que llega y de alguna manera se la orienta.
A veces no la podemos atender porque no es un paciente
que pueda ingresar a los dispositivos que nosotros tene-
mos, pero siempre hacemos alguna orientación hacia otros
dispositivos. La provincia está dividida en regiones sani-
tarias, nosotros pertenecemos a la Región Sanitaria V que
abarca una zona de trece municipios, que es toda la zona
norte, San Martín, Vicente López, San Isidro, San Fernan-
do, Tigre, San Miguel, Malvinas Argentinas, José C. Paz,
Exaltación de la Cruz, Escobar, Zárate, Pilar y Campana.
Son trece municipios que nuclean alrededor de dos millo-
nes y medio de habitantes. Entre el año 2008 y 2012, en
paralelo y simultáneamente al trabajo en el Servicio, tuve
la fortuna de llevar adelante una experiencia de Coordina-
ción del Programa de Salud Mental de la Región Sanitaria
propuesta por el Director de Salud Mental de la Provincia
de ese momento, por lo cual promoví también acciones de
trabajo conjunto entre todos los dispositivos y efectores
en los cuales había equipos de salud mental, sean muni-
cipales, provinciales o nacionales. Eso armó una estrategia
de trabajo que pudimos hacer con distintos efectores y je-
fes de servicio, una muy linda experiencia de cuatro años
en donde pudimos trabajar bastantes cuestiones pensan-
do algo del trabajo en esta relación particular entre salud
mental y psicoanálisis, pero también en relación con otras
prácticas, con la psiquiatría, el trabajo social, hospitales de
día; y trabajando desde los centros de atención primaria
con los hospitales zonales de mediana complejidad y hos-
pitales interzonales
El Hospital Belgrano está emplazado en el límite entre
San Martín y Vicente López, los dos municipios con los
cuales más trabajamos. Trabajamos con todas las comuni-
dades que circundan al Hospital. El hospital es chico, no

269
Huellas #4

es enorme. Se creó en el año ‘48, en épocas del ministro


Carrillo, y se construyeron allí tres pabellones. Hoy en día
dos de esos tres siguen existiendo tal cual como hogares
de ancianos. Esos tres pabellones se habían destinado a
hogares para ciegos, y en el año ‘50, debido a una epide-
mia de tuberculosis se destinó uno de ello, a lo que hoy
es el Hospital, para atender enfermedades neumotisioló-
gicas. Esto duró unos cuantos años y, al ritmo en que se
iba dando una mayor densidad poblacional alrededor del
Hospital, donde aparecían nuevos requerimientos en el
campo de la salud, es decir, los chicos de la zona necesita-
ban pediatras, se necesitaban otras especialidades y así se
fue formando lo que se generó, hasta que en el año ‘75, por
una ley, se promulga que el Hospital sea un policlínico. A
partir de ahí nace el primer consultorio de salud mental
en el policlínico, que en ese momento lo llevaba adelante
el doctor Ramón Gómez Beloso, quien fue el que fundó el
Servicio de alguna manera, estaba haciendo guardias clíni-
cas ahí mientras terminaba su residencia de psiquiatría en
el Borda, entonces se le propone armar un consultorio de
salud mental, con lo cual en el año ‘75 se decide armar ese
consultorio que estaba constituido por él y tres psicólogas
en ese momento. De ahí se fue complejizando y arman-
do, y entre todos los que fuimos atravesando los tiempos
del Servicio lo fuimos haciendo crecer. Tenemos una resi-
dencia interdisciplinaria entre psicología y psiquiatría que
comienza en el año 89, funciona hace más de 30 años…
Ustedes díganme si esto es pertinente, porque es muy des-
criptivo lo que les estoy contando. Entre las actividades
destacadas de los primeros tiempos fue la creación de un
hospital de día que funcionó desde 1987 a 1994 con muy
importante relevancia a cargo de la Lic. Laura D’ Agostino.

Nos parece muy importante y algo asombroso que el jefe sea


psicólogo, es una particularidad que remite a una cuestión histó-
rica porque el rol del psicólogo en el campo de la salud mental ha
tenido y tiene todos sus avatares.

270
Psicoanálisis y territorio

Sí, sí, es una experiencia nueva. El otro día recibí a


los residentes nuevos y yo suelo recibirlos de una mane-
ra donde les comento que van a ser parte de la historia
del Servicio, van a dejar sus marcas en las transferencias
que de alguna manera trabajen en la conducción de los
tratamientos que ellos lleven a cabo mientras estén en el
Servicio, son marcas para la población que atraviesa un
tratamiento en el Servicio del Hospital, son marcas histó-
ricas, por eso siempre digo que son parte de la historia y
les suelo contar algo de todo esto; dónde están, cómo es el
Hospital, me parece importante habitar un lugar sabiendo
cuál es la historia, cuáles son las marcas fundantes, los mi-
tos, cuáles son los discursos predominantes, qué lugares
tuvo en la representación social el Hospital en la comuni-
dad en los distintos momentos sociopolíticos del país, eso
siempre me ha interesado, a mí me interesa saber dónde
estoy, las historias de los lugares en donde estuve, en lo
que uno participa, porque son voces de las que uno parti-
cipa y también integra parte de ese discurso e intenta de al-
guna forma también modificarlo. Entiendo la importancia
de nuestras prácticas en la incidencia en el lazo social. Pero
esto que vos decías de la particularidad de que alguien no
médico sea jefe de un servicio, excepto Trabajo Social que
siempre está tipificado, me interesa. La definición “no mé-
dico” es interesante porque ubica algo de la negación y de
un resto que me interesa poder ubicar porque deja como
algún lugar de cierta “extraterritorialidad”, digamos, por-
que también es una rareza, incluso para los médicos, para
los compañeros jefes. Tengo compañeros muy defenso-
res de la posición de los analistas, incluso con relación al
psicoanálisis, y sorprendentemente, a veces cuando ellos
tienen o tuvieron que atravesar el punto de discutir en el
Colegio de Médicos esta circunstancia de que un no mé-
dico se presente a jefatura de un servicio de salud mental,
fue efectivamente una puja importante porque el Colegio
de Médicos está dividido precisamente en conservadores
y más progresistas. Incluso, muchos de los que son conser-

271
Huellas #4

vadores, por el aprecio personal apoyaron mi jefatura. Me


parece también por esta particularidad de siempre abrir el
Servicio y de tener una apertura, nosotros hemos abierto
la posibilidad de que en el Servicio puedan transitar en
tratamientos familiares de los médicos del Hospital, inclu-
so muchas veces en el ámbito privado han sido recibidos
por distintas transferencias que se han generado, entonces
el Servicio tiene un lugar muy particular y de preponde-
rancia que aún hoy, en estos tiempos, tiene cierta relevan-
cia y es un orgullo el lugar de ser escuchado en todas las
instancias, aún más en este tiempo ya sea en las salas de
situaciones epidemiológicas, en el Comité de Crisis, en los
distintos comités que existen, de bioética también partici-
pamos. La verdad es que cuento con un equipo del cual es-
toy muy orgulloso porque hay gente muy comprometida,
como Juan Mitre, que es un fenómeno con relación no solo
a su posición clínica, su posición teórica, su solidez, sino
que tiene un compromiso y una participación excepcional,
es alguien con quien hemos trabajado muy fuerte en este
tiempo armando distintos equipos por la situación parti-
cular que se ha generado.
Por supuesto que también los equipos tienen sus com-
promisos y participaciones, no solo Juan. Sino voy a tener
algún legítimo reclamo.
Nosotros actualmente tenemos un equipo de 57 inte-
grantes, es un equipo amplio, grande, que se ha construido
porque hemos dado muchos argumentos para que tenga-
mos un equipo como el que tenemos. Siempre ha sido el de
mayor congregación de atención después de las especiali-
dades básicas, cirugía, pediatría, clínica y gineco. Siempre
ha sido de esa manera y ha crecido mucho el Servicio, so-
mos una cantidad importante de profesionales de planta,
de psicólogos y psiquiatras residentes y cinco profesores
de talleres de hospital de día. Tengo la fortuna de que don-
de estoy no hay nadie no rentado, todos los que están en el
Hospital están rentados.

272
Psicoanálisis y territorio

Es increíble lo que estás contando, me siento desubicadamen-


te re orgullosa. Es otra rareza, otra particularidad.

Tenemos un equipo que se ha ampliado, hemos pe-


leado mucho, se han llevado adelante muchas estrategias
para eso, incluso para que los profesores de los distin-
tos talleres, de fotografía, arte, música, literatura y baile
folklórico tuvieran su pago. Y lo hacemos por un sistema
que está autorizado. Estuvimos con la Dirección anterior y
con ésta tratando de armar alguna figura para los profeso-
res que no son del ámbito de la salud, con lo cual es más
difícil incluirlos. Pero tanto con la gestión anterior como
con ésta pudimos llevar adelante que se les siguiera pa-
gando a través del sistema de guardias del Hospital. Aun
hoy, que no están haciendo la actividad presencial, pero la
hacen por Zoom con los pacientes porque los talleres no se
pueden realizar por la aglomeración, se les sigue pagan-
do a los profesores, como debe ser a cualquier trabajador
que ha quedado en situación de esto que ha provocado la
pandemia, pero bueno, corresponde que le paguemos y
arreglamos eso con la Dirección, que pudiéramos seguir
pagándoles. Hacen menos trabajo por Zoom, con algunos
pacientes con lo que se puede, pacientes psicóticos que
están en su casa y que realmente los talleres funcionaban
como un lugar de lazo importante, seguir sosteniendo esos
lazos vía Zoom es también algo que se sostiene. Los pro-
fesores aún continúan presentando proyectos de trabajo
muy interesantes.
En este tiempo, y ya desde hace dos años, estamos tra-
bajando para conseguir un nuevo lugar dentro de la es-
tructura. Eso es complejo porque vieron que injertar un ra-
viol, como se dice habitualmente en el orden empresarial,
a una organización, es todo un trabajo. Cuando se consi-
guió la Jefatura de Unidad de Psicología fue muy peleado,
fuimos a La Plata varias veces y se pudo llevar adelante.
Desde hace un par de años estamos intentando hacer in-
gresar el de la Jefatura de Unidad de Psiquiatría, porque

273
Huellas #4

quedó diagramado conmigo, que soy psicólogo, como Jefe


del Servicio, y el Jefe de Unidad es psicólogo también, en-
tonces además de que los psiquiatras han tenido algún re-
celo natural por esto, es lo que corresponde en este tiempo,
formal y operativamente. De todos modos saben que estoy
ocupándome para que sea posible ese “raviol”. De manera
que sea un psicólogo o un psiquiatra el jefe del Servicio,
como lo contempla la Ley de Salud Mental, luego se articu-
le a dos jefaturas de unidad, de psicología y de psiquiatría,
vendrían muy bien, cuyas funciones consisten en el trabajo
con los equipos.
En relación a los distintos equipos, contamos con un
dispositivo de entrada de pacientes en el cual se realiza
la organización de los turnos, pero primero se escucha a
quién llega, esto se hace en cualquier momento todos los
días. En tiempos ordinarios y extraordinarios hay diferen-
cias y hay cambios. De todas maneras, yo estoy todos los
días, de lunes a viernes, en este tiempo también he ido sá-
bados y domingos. Éticamente creo que un Jefe de Servicio
tiene que ir todos los días, me parece que es importante,
tiene que ver también con la construcción diaria del tra-
bajo de los equipos, y esto hace que también eso aparezca
como una suerte de respaldo importante y de trabajo para
todos.

Claro… cuántas veces se escucha esto de que no hay recursos


en salud o que falta el presupuesto, que no es que no sea así,
pero algo de lo que estás contando muestra la diferencia cuando
hay una instancia de Jefatura con voluntad y decisión política de
abarcar lo administrativo o algo de esos ravioles, como vos decís,
y hacer todo el camino necesario para que, por ejemplo, se les
pueda estar pagando a quienes están en el hospital de día. En ese
sentido, no es casualidad que tengan la cantidad de profesionales
que tienen, que sean psicólogos quienes ocupan las funciones, un
poco en relación con lo que decías al principio de cómo esa polí-
tica inclusiva que tiene como dirección la función de la Jefatura
intenta reducir al mínimo los estratos administrativos, es súper

274
Psicoanálisis y territorio

importante y un detalle singular, escuchar que una Jefatura debe


marcar muchísimo toda la posibilidad que se abre al trabajo de
los equipos y priorizar la escucha. Con relación a eso la pregun-
ta es qué obstáculos observás con relación a esa posibilidad, qué
tensiones se producen al intentar reducir al mínimo lo adminis-
trativo para darle lugar a la escucha.

En principio me da mucho más trabajo a mí, porque en


realidad me tengo que ocupar de más cosas, pero está bien
que sea así, considero que debe ser así, es decir, yo quiero
que en el Servicio se hable de clínica, de la clínica psiquiá-
trica y de la clínica psicoanalítica, que podamos discutir,
intercambiar, por ejemplo, los psiquiatras residentes se
tienen que formar en psiquiatría, es importante trabajar
conjuntamente con ellos y ubicar cómo vamos trabajando
con el lugar del fármaco, con el lugar de la escucha. Cuan-
do ingresan los residentes suelo decirles, “miren, nuestro
trabajo es apasionante, es muy apasionante, pero tiene al-
gunas condiciones”. Una de ellas es que los médicos que
recién salen de la Facultad de Medicina tienen algunas
ideas sobre psiquiatría de la cursada en UDH, los psicólo-
gos, aunque con un lenguaje más conocido, tienen alguna
idea por el recorrido que tienen. Entonces la condición es,
les sugiero que hagan algún tipo de terapia, a los psicólo-
gos/as y a los médicos/as, si es psicoanalítica mejor, “pero
ya lo van a entender, ahora no se los puedo explicar por-
que tendría que explicarles el concepto de transferencia,
que ustedes, los médicos principalmente, lo han visto de
cerca como relación médico-paciente, pero esto es mucho
más complejo y no tiene explicación si no se atraviesa”. De
alguna manera les digo esto.
Con respecto a reducir al mínimo lo administrativo, yo
me ocupo de eso, y la verdad es que no me resulta difícil
hacerlo y no me lleva mucho tiempo, soy muy expeditivo
para eso. Hay obstáculos internos.
Quiero referirme a los equipos. El dispositivo de entra-
da, que está a cargo de un analista y de una psiquiatra, es

275
Huellas #4

un equipo que se ocupa de eso y llevan a cabo la organi-


zación de las llamadas entrevistas de admisión. Primero se
hace una pre entrevista que es la de recepción, cuando el
paciente llega y demanda, entonces lo escuchamos. A ve-
ces nos pasa, como pasa en todos los hospitales, que llegan
pacientes de otras zonas más alejadas del Hospital, porque
no les han podido dar un lugar en lo inmediato, enton-
ces lo que tratamos de hacer es hablar con los equipos que
conozco por ese tránsito que tuve por la región sanitaria,
que a mí me permitió conocer muchos colegas y tener muy
buena recepción con los distintos equipos. Tuve la fortu-
na de conocer a muchos que hoy son grandes amigos y
amigas. Muchas veces las respuestas en los hospitales son
administrativas, entendibles porque son lógicas que es-
tán implementadas por lógicas institucionales históricas.
Al mismo tiempo que cada institución tiene una situación
singular. Es importante esta aclaración, todo lo que pue-
do plantear en términos de mi trabajo es en el marco de
lo posible que la institución permite. Por lo tanto, no es
generalizable de ninguna manera, lo que puedo decir. Si
algo de esto sirve es sólo articulable en los términos del
lugar que cada Servicio de Salud Mental tiene construido
históricamente en cada lugar.

La zona geográfica, o toda esa cuestión de dónde vengan se-


gún corresponda o no, o el plazo de los tratamientos, que acá en
Ciudad algunos son seis meses y después chau.

Nosotros no tenemos tiempo de tratamiento prefijado,


pero todos tenemos que dar cuenta de por qué continua-
mos un tratamiento o por qué lo detenemos. Es importante
dar cuenta de eso, por qué se extiende en el tiempo, qué ra-
zones hay, para eso existen las supervisiones, cada equipo
tiene supervisores, hay una serie de supervisores en la re-
sidencia, es una condición esencial también del trabajo en
el Servicio, todos los equipos tienen supervisión, hospital
de día, que también está a cargo de un equipo interdisci-

276
Psicoanálisis y territorio

plinario, una analista y una psiquiatra; tenemos también


un equipo interdisciplinario que está a cargo de la inter-
consulta del Hospital que se ocupa de todas las deman-
das que hay por los pacientes internados y que tuvo un
trabajo prevalente ahora en todo lo que es el trabajo en el
sector Covid, en UTI. Hace unas semanas terminamos de
confeccionar el protocolo de ingreso al sector de terapia
intensiva y al sector Covid de familiares que podían tran-
sitar por allí, así que amamos eso y se está llevando a cabo
muy bien, vienen y están muy contentos de poder visitar a
sus familiares, particularmente en situaciones muy graves.
Ahora tenemos por suerte un tiempo de tranquilidad con
respecto a los casos de contagios, ha bajado un poquito en
el hospital, con lo cual no tenemos tanto desborde como
hubo durante todo agosto y mediados de septiembre.
Otro equipo es el de atención de niños y adolescentes.
Ese equipo que les decía de dispositivo de entrada es solo
de adultos, a partir de 21 años, porque tanto el equipo de
clínica con niños como el de clínica con adolescentes hacen
sus propias entrevistas iniciales por el trabajo con los pa-
dres y con las escuelas, entonces ellos hacen directamente
sus propias primeras entrevistas porque si no se repetiría
alguna edición de las primeras entrevistas. Después está el
equipo de psiquiatras que también tienen sus reuniones y
supervisiones semanales, y los residentes se van integran-
do a los distintos equipos y al mismo tiempo tienen rota-
ciones externas por aquellos dispositivos con los que no-
sotros no contamos. Actualmente no contamos con guar-
dia, y si bien con la Dirección de Salud Mental estamos
pensando armar algo con relación a eso, nosotros estamos
ubicados en un territorio donde hay otros hospitales muy
cercanos que tienen guardia, como el Hospital Houssay en
Vicente López, el Hospital Thompson que tiene guardia de
psicología, y el Hospital Interzonal Eva Perón, que tiene
guardia las 24 horas durante todo el año y además tiene
una sala de internación de mujeres de ocho camas, que no
es mucho en el orden provincial para toda la región sani-

277
Huellas #4

taria, pero vamos armando cosas en forma conjunta con


los hospitales de acuerdo a cómo vamos trabajando con
el requerimiento de los pacientes en cuanto a internación.
Esos son los equipos, todos tienen sus reuniones se-
manales y supervisiones externas; siempre concebí que
la supervisión tiene que ser externa, eso también es una
condición, porque hay lugares donde supervisan interna-
mente pero en realidad las transferencias que se ponen en
juego dentro de los equipos hace que esas supervisiones
a veces no tengan, para mí particularmente, esa asepsia o
neutralidad, para de decirlo de algún modo, de estar por
fuera de la institución y escuchar además de la clínica, los
códigos institucionales y los discursos institucionales que
también entran en juego en la atención de los pacientes y
que naturalmente también tienen que estar en juego en la
supervisión. Cuando se está por dentro y se supervisa in-
ternamente uno participa del mismo discurso y también
me parece que por ahí hay un entramado imaginario que
se introduce y que no permite escuchar con la distancia
necesaria lo que del lazo a la institución y a los otros se
produce en el acto analítico y clínico, entonces me parece
que la supervisión tiene que ser externa, tanto para los psi-
quiatras como para los analistas. Esto de ninguna manera
invalida la presentación permanente de la clínica de cada
quien.
Obstáculos hay muchos, también en este tiempo hubo
muchas resistencias a modificar los dispositivos, pero me
parece que uno puede leer que esas resistencias también
fueron propias por la situación, como esa dificultad de
poder armar nuevos dispositivos o nuevos significantes
con relación a este tiempo, quedándose, tratando de armar
algo dentro de lo conocido por el espanto que de alguna
manera generó todo este tiempo.Yo entiendo que las resis-
tencias se produjeron por ahí, también tuve mucha gente
en el equipo con mucho miedo, y con razón. Pero esto lo
organizo siempre así. Con la Dirección del Hospital tene-
mos un buen dialogo, de manera que hay cierto lazo de

278
Psicoanálisis y territorio

confianza que me permite decirles algo así: “ustedes cuan-


do toquen la puerta del servicio va a haber alguien, pero
internamente lo organizo yo”. ¿Qué quiere decir esto? Que
organicé en este tiempo los días en que se distribuyeron
los equipos.
Quiero agregar que, tal como lo concibo, incluso hasta
lo pretendería como política de un hospital, un Servicio no
debe ser una suma de partes, cosa que sí lo es porque siem-
pre hay problemas. en todos los equipos, y cada uno se las
arregla internamente, pero no debiera ser así. El malestar
es inherente a los entramados institucionales. La cuestión,
a mi juicio, se dirime en el tratamiento de ese malestar, no
para disolverlo porque sería utópico e imposible pero sí
para generar un saber hacer con las tensiones cotidianas.
Nunca estuve en un cargo de dirección y no sé si es posi-
ble armar un hospital como un equipo. ¿Qué quiere decir
como un equipo? Que si hay un problema en la guardia es
un problema de todos, si hay un problema en pediatría o
en Neonatología es un problema de todos, porque los pa-
cientes circulan por los distintos espacios. Lo mismo conci-
bo al equipo del Servicio, lo pienso como equipo y por eso
tenemos reuniones de los responsables de equipos perma-
nentemente, para pensarnos como trabajo absolutamente
en relación con la clínica y poder discutir la clínica entre
todos. Esta es una forma, la que pienso, no sé si es la mejor,
pero es de la que me serví para llevar adelante las cosas y
que mínimamente se pueda dar lugar a los requerimien-
tos. Nosotros no tenemos listas de espera, afortunadamen-
te, soy muy celoso, por no decir muy policía (risas), de ver
a cuántos está atendiendo cada uno de los que tienen dis-
ponibilidad de atención de pacientes, teniendo el cuidado
de no saturar ninguna situación. Soy, creo, muy abierto, y
otra política que implemento es el interés sobre lo que hace
cada uno, pero no por una cuestión de control, sino porque
me interesa lo que le pasa a cada uno, yo tengo reuniones
cotidianas, breves pero esenciales para mí, me encuen-
tro con un residente, con un compañero o compañera de

279
Huellas #4

planta y les pregunto cómo andan, cómo se sienten, esas


charlas informales me sirven para saber en qué anda cada
uno y, además, porque de esa manera pueden también te-
ner esa confianza de que si algo ocurre o les puede pasar,
porque a todos nos pasan cosas donde necesitamos cierto
tiempo o a veces no venir por alguna razón, siempre van
a tener la consideración de que puedan no cocurrir, en ese
sentido los cubro yo con lo que sea necesario con relación a
las normas, porque me parece importante eso teniendo en
cuenta que el Servicio siempre funciona, no es que un día
no hay Servicio de Salud Mental o no hay psiquiatras, o no
hay psicólogos, psicólogas, es necesario prestar atención a
eso porque es un sistema público de atención. Así pienso
el lugar de la jefatura, una jefatura presente.

Mencionaste que este proyecto que venís describiendo es polí-


tico, también epistemológico, y clínico finalmente. Nos gustaría
saber cómo pensar esa articulación entre la clínica, la política
y también la epistemología en el sentido de producir o afianzar
ciertos conceptos o, más bien, de qué paradigmas o modelos con-
ceptuales se sirven en particular en el Servicio, pensando que
claramente la forma de organización política o institucional re-
percute finalmente en la clínica, y eventualmente en los concep-
tos de que uno se sirve o produce. Si querés profundizar en esa
articulación.

Es un proyecto clínico fundamentalmente, porque se


ocupa del sufrimiento en todas las formas clínicas en que
se presenta, ese es el proyecto clínico, es decir, concreta-
mente nos ocupamos de trabajar desde esa perspectiva el
sufrimiento que se presenta dentro de las formas clínicas
en las cuales se instala en la estructura, en las formas psi-
copatológicas, etc., ese es el proyecto clínico fundamental
y el objetivo en lo singular, y dar lugar a la falta, al ingreso
de la falta. Es un proyecto epistemológico porque siempre
me parece importante que revisemos las categorías con-
ceptuales con las que manejamos nuestras prácticas. Par-

280
Psicoanálisis y territorio

ticularmente estoy elaborando ahora un trabajo que tiene


que ver un poco con este sistema de acompañamientos en
este tiempo de pandemia, para lo cual hubo muchas resis-
tencias, y estoy trabajando en un texto que le puse “Poco
Ortodoxa”, como la serie, pero le puse “Poco Ortodoxa,
una práctica del psicoanálisis”, porque hubo mucha resis-
tencia con respecto a pensar con nuestras categorías estos
acompañamientos remotos de aislamientos domiciliarios
que se hicieron con personas que no hemos conocido en
forma presencial, por eso estoy trabajando también mucho
el concepto del objeto de la pulsión invocante, la voz, por
lo de invocante que eso genera y por la experiencia que
vamos teniendo. A mi interesa mucho la clínica, eso lo re-
vela la cantidad de tratamientos que conduzco en análisis
o bien en tratamientos combinados con psiquiatras. Ade-
más, participé durante un tiempo en realizar las entrevis-
tas a mujeres que solicitan una interrupción de embarazo
bajo los marcos y protocolos legales vigentes en un trabajo
interdisciplinario con ginecología y trabajo social. Nuestro
Hospital desde hace años trabaja en la protección de dere-
chos, es importante tenerlo en cuenta, y cómo trabajar con
esas normativas y con las leyes de protección de derechos.
También es todo un desafío definir qué subjetividad crea
algunas leyes, particularmente en relación con todas las
políticas de derechos que se han implementado.
En este sentido y desde distintas perspectivas, creo im-
portante revisar las categorías epistemológicas y estoy tra-
bajando sobre eso, particularmente en la figura del “acom-
pañamiento”. En algún momento voy a plantearlo, pero
quiero hacerlo en el espacio del Servicio en primer lugar,
primero porque a esto lo llevé a cabo durante mucho tiem-
po, los primeros trabajos que fuimos haciendo los fui reali-
zando con gente del equipo, pero también los fui llevando
a cabo personalmente con algunos casos muy interesantes
de lo que significó el acompañamiento y de lo que significa
el lugar de la demanda en este tiempo. La demanda en este
tiempo, a mi juicio, no está invertida porque en muchas de

281
Huellas #4

las discusiones que tuvimos en el Servicio apareció esta


cuestión de si estábamos invirtiendo la demanda. Yo decía
que la demanda no está invertida, de ninguna manera, hay
que escucharla de otro modo, la demanda se está haciendo
escuchar de otro modo en este tiempo difícil.
Este virus que produjo este real, este desenlazamiento
y desanudamiento, hizo particularmente que se generara
una cierta intemperie donde la demanda empezó a hacerse
escuchar de otro modo, lo que pasa es que hay que saber
escucharla, en el Hospital fue absolutamente paradigmá-
tico, primero porque se escuchó desde lo que pasaba con
el personal de enfermería y médico, particularmente por-
que nosotros tuvimos la experiencia de tener los prime-
ros contagios adentro y no de la comunidad, fue uno de
los primeros hospitales que tuvo desgraciadamente esta
situación, que el virus ingresó por allí, y este real que de
alguna manera construyó este virus hizo que se desanuda-
ran, se crearan ciertos vacíos y “desvencijamientos” fan-
tasmáticos, de manera que la demanda apareció por otros
circuitos. No es que está invertida, porque pareciera que
si nosotros llamamos por vía remota a una persona que
está contagiada le estamos demandando algo, no, me pa-
rece que hay cierta invocación de la voz, y a partir de allí
los efectos que eso genera exige que se les preste especial
atención ya que lo que se escucha pivotea alrededor de la
culpa, el miedo, la angustia y el duelo. En este aspecto,
estamos haciendo una casuística alrededor de esos casos
que después se podrán desprender consecuencias clínicas
como saldo de este tiempo. Destaco que sólo algunos pa-
saron a tratamiento.
Y político porque no podemos estar por fuera, el dis-
curso del psicoanálisis nunca estuvo por fuera de los mo-
vimientos sociopolíticos, Freud y Lacan estuvieron muy
comprometidos en sus tiempos políticos, ustedes sabrán
lo que fue Freud después de 1918 a partir los Nuevos ca-
minos de la terapia psicoanalítica, Freud, allí, no habla de la
guerra, pero fundamentalmente da una respuesta a las

282
Psicoanálisis y territorio

consecuencias de la guerra, y en ese texto, que lo lee en el


Congreso de Budapest justo un día antes de declararse la
finalización de la guerra, él habla de este futuro de la cons-
trucción, de que el psicoanálisis tiene que llegar a todos los
lugares, tiene una posición política muy fuerte, es uno de
los pocos textos que Freud lee, además porque quería que
eso fuera, a mi juicio, un acto político, de hecho a partir
de ahí, los discípulos, Ferenczi fundamentalmente era el
que consideraba que el psicoanalista era una agente del
cambio social. Un paréntesis, es interesante leer a Ferenczi,
hay que rescatarlo porque era un analista brillante, fue el
que osó decirle a Freud que se analizara, le dijo “analizate
y conmigo” (risas). Freud era Freud.

Hay una reseña de Max Eitingon, que funda un instituto


policlínico también para gente de escasos recursos, que Freud
también le da importancia.

Max Eitingon era el que tenía más dinero y el que le dijo


a Freud, “vos hacé lo que quieras, vos disponé, yo pongo
la plata”. Eitingon era de una familia muy rica, entonces
puso mucho dinero para la causa y se armaron clínicas
de tratamientos psicoanalíticos gratuitos en distintos lu-
gares, en Viena, en Zurich, en distintos lugares se fueron
armando; después con el nazismo se las apropiaron y se
hizo estragos con eso, obviamente las ocuparon los nazis y
armaron otra cosa. Pero Freud se volvió muy político, y en
esto me parece importante tener cierta lectura de los mo-
vimientos sociopolíticos porque también son los que de al-
guna manera definen también políticas públicas, políticas
sanitarias; y desde los equipos de salud mental y también
desde el discurso del psicoanálisis es pensarlo una y otra
vez.
En este sentido es este anudamiento particular que hace
entre lo que esbozo como un proyecto clínico, epistemo-
lógico, político, yo le agrego también formativo, porque
la formación tiene que ser permanente, y docente, porque

283
Huellas #4

nosotros estamos en distintos lugares, tenemos en la uni-


versidad la cátedra de Psiquiatría en la cual damos clases
y también muchas pasantías de la Facultad de Piscología.
Ese es un poco el anudamiento de ese proyecto, que es un
proyecto en marcha, que está en funcionamiento, es algo
que a mi juicio tiene que estar en funcionamiento.

Es el proyecto que sostiene al Servicio cuando lo explicás se


nota que ese proyecto es lo que se sostiene cotidianamente en el
oficio.

Si, tal cual. Todos conocen esto, yo lo transmito, soy


muy abierto para transmitir estas cosas, me parece impor-
tante que tengan información; pero en lo cotidiano siempre
estamos discutiendo clínica, todas estas charlas muchas
veces no las tengo adentro porque lo vamos transmitiendo
de a poco y en acto, esas cosas se transmiten en acto.

Nos preguntamos cómo entrar en el primer año de la resi-


dencia en el servicio… cómo hacíamos el trámite para entrar…
(risas).

Estaría bueno.
Una cosita más que les quería decir de lo político, que
es interesante. Yo soy Director de la Escuela de Psicoaná-
lisis del Colegio de Psicólogos del Distrito XV y doy dos
seminarios en el año, el primer cuatrimestre doy uno que
se llama “Política y psicoanálisis”, y en el segundo “El psi-
coanálisis en las instituciones”, por esta forma de habitar
moebianamente el espacio, entre las prácticas públicas, el
psicoanálisis, interrogando eso.
Otra cosa interesante de lo político en Lacan. Vieron que
el Seminario 17, los cuatro discursos, la tapa original, no sé
si alguna vez la vieron, lástima que acá no salieron, las ta-
pas originales son maravillosas, en Brasil se tradujeron y
la editorial editó las tapas originales con que se editaron
los seminarios, que son una obra de arte, y el Seminario 17

284
Psicoanálisis y territorio

tiene una foto de Daniel Cohn-Bendit, que fue uno de los


lideraron las revueltas del Mayo Francés, y hay una foto
maravillosa de él entre policías y mirando a los policías de
una manera muy sugestiva… la verdad que esa foto es ma-
ravillosa, pero fijensé la posición eminentemente política
que tenía también Lacan con relación a su época y cómo él
también desafía, cuando le dicen en el Mayo Francés “las
estructuras no bajan a la calle”, y Lacan les dijo: “ustedes
quieren un amo”.

Dos cuestiones: una, ¿qué considerás que el psicoanálisis le


puede aportar al Estado? Y la otra, muy interesante, la planteas-
te el otro día en el conversatorio de Huellas sobre lo estético.

El psicoanálisis me parece que le puede aportar al Esta-


do lo que de alguna manera me parece que el psicoanálisis
sostiene en la institución, que es el agujero de saber. Creo
que es importante sostener el agujero de saber, es decir, que
no hay ningún saber absoluto ni ningún saber que pueda
arrogarse la completud de ningún tipo de conocimiento,
ni el psicoanálisis, ni la psiquiatría, ni ninguno…y me pa-
rece que el psicoanálisis puede aportar eso, ser guardián
de la falta, ser guardián de poner la castración en el lugar
de la causa. Es decir, que el psicoanálisis tiene que pensar
permanentemente su relación con la ciencia, no para opo-
nerse, por supuesto, sino para ubicar la dimensión del su-
jeto y el tratamiento de lo real. Al mismo tiempo, en tanto
discurso nos anoticia contra toda posición hegemonizante
desde el campo de lo político e institucional.
Voy basculando y pienso la función que voy cumplien-
do porque me cuesta mucho, indudablemente, el hecho
de trabajar conduciendo tratamientos, lo que eso implica,
ubicarse en el lugar de semblante, etc., y también en la con-
ducción de un Servicio. Me parece que los discursos son,
en ese sentido, muy importante para servirse de ellos con
relación a cómo bascular en la función, de alguna manera
la pienso entre el discurso amo y el discurso psicoanalí-

285
Huellas #4

tico, porque si bien podemos pensar en los otros discur-


sos como aparecen, pero sí hay entre dos que yo lo voy
pensando desde la perspectiva en que es necesario que el
discurso amo funcione porque hace funcionar las cosas,
digamos, es lo que hace marchar las cosas, pero también,
al mismo tiempo tiene que ir como entrelazado al discurso
psicoanalítico que haga posible ubicar a la castración en
el lugar de la causa y que esto opere como posibilidad de
causa del deseo. Entonces son esos dos lugares entre los
que se bascula de alguna manera, ese espacio en el que voy
transitando de lo que se llama este lugar vacío que es la
Jefatura, como les digo a todos, es un lugar vacío, está bien
que somos jefes, igual cuando nos decimos analistas, en
realidad somos practicantes del psicoanálisis y el analista
es una operatoria que se produce en transferencia. Afirmo,
porque así lo considero, que la Jefatura es un lugar vacío,
hoy lo ocupo yo y mañana lo va a ocupar otro, es así, y
está bien que sea así porque así circula y hay circularidad
del discurso. Y operativizar ese lugar de agujero de saber
me parece que es lo que hace a la posibilidad de avanzar,
de circular. Creo que eso es lo que le puede aportar al Es-
tado, como básico, no sé si más cosas, en fin, brevemente.
Por eso les mencionaba a Ferenczi, que decía algo así como
que, de alguna manera, los psicoanalistas como agentes
de cambio social debían estar al tanto de no abandonar al
pueblo a sus neurosis, Ferenczi tenía un compromiso polí-
tico muy fuerte, todos los que estaban alrededor de Freud
tenían compromisos políticos. Ferenczi era socialista me
parece, Freud era socialdemócrata. Hay un libro muy bue-
no de Elisabeth Ann Danto que a lo mejor habrán leído,
Psicoanálisis y justicia social, es un libro impresionante que
se los recomiendo porque es ahí donde justamente ella
hace todo un trabajo de elaboración, desde Freud, de todas
estas aperturas de los institutos de psicoanálisis gratuitos
desde 1918 a 1938, qué pasó con el psicoanálisis durante
todo ese tiempo, leído desde una perspectiva eminente-
mente social y política, es muy bueno ese libro.

286
Psicoanálisis y territorio

Con respecto a la experiencia estética lo planteaba en


estos términos. Lacan, en el Seminario 7, apoyado en la éti-
ca, define al arte como la organización del vacío. Desde
esa perspectiva, cuando el otro día comentaba en Huellas
algo de esta experiencia en la cual yo estoy trabajando con
respecto a cómo pensar estos acompañamientos desde una
perspectiva psicoanalítica, yo decía que tiene que ver algo
con cierta experiencia estética que quiere decir algo de or-
ganizar ese vacío que se desanudó y dejó a la intemperie de
ciertos goces a muchos sujetos donde este desanudamien-
to además, produjo conmociones fantasmáticas importan-
tes. Vieron que lo trabajé con un aspecto muy puntual que
fue el primer tiempo donde había un enunciado, particu-
larmente del sector de enfermería, que dice “no nos cui-
daron”, por eso hablaba de la caída del nombre del padre,
como les decía al inicio, que el nombre del padre preserva
algo de las instituciones, y esa caída de ese lugar particu-
larmente por el lado del cuidado, o sea, “no nos cuidaron”
a “no me cuidaron”. Me interesó indagar por ese enuncia-
do inicial. Por supuesto que hay otras aristas todavía por
analizar y extraer consecuencias. Fue todo un trabajo que
tuvimos que realizar, porque yo decía experiencia estética
en un sentido de organización del vacío con la proyección
hacia la posibilidad de crear algún significante nuevo, si es
posible, no es que sea posible, no es que eso sea siempre
así, un significante nuevo que pudiera organizar algo, a
veces pudo ser un mínimo protocolo en algunos equipos,
por ejemplo, un protocolo nuevo. Los protocolos son las
reglas de juego con las cuales nos movemos y tenemos que
organizarlas, y crear algunos protocolos como significan-
te nuevo en el trabajo con los equipos produjo cosas muy
interesantes. Hubo muchas cosas que pasaron, pero hay
escenas muy chiquititas que después se pueden ir recor-
tando, por ejemplo, trabajando con un sector de enferme-
ría en el cual hubo muchos contagios, trabajando con una
enfermera particularmente que fue la única del sector que
no se contagió, y ella atravesó todo lo que implicaron los

287
Huellas #4

efectos traumáticos. No quiero asimilarla a la guerra por-


que no es una guerra, no lo pienso como una guerra, una
pandemia no es una guerra porque no tiene los mismos
códigos, la guerra tiene códigos distintos que hay que en-
tenderlos y que son muy difíciles. Pero sí tenía ese trauma
de no haberse contagiado, había movido cuestiones fantas-
máticas importantes y ella lo que veía era que los médicos
ingresaban, salían y entraban en situaciones muy compli-
cadas en un lugar muy chiquitito, y ella había leído que
eso había generado muchos contagios, a partir de ahí ella
pudo armar algo nuevo que nunca se había armado, que
fue armarles un escenario a los médicos por fuera del offi-
ce de enfermería, entonces, en lugar de entrar al office de
enfermería que es donde los médicos ingresan para retirar
las historias clínicas, ella pudo armar un lugar por fuera,
armar un territorio nuevo, un escenario nuevo para que no
haya aglomeración, y eso funcionó muy bien, puso carteles
por todos lados. Jamás eso en el hospital había ocurrido,
un médico puede entrar en cualquier lado, ustedes saben
cómo es esto, el modelo médico es así, no hay otro mo-
delo médico, nació estructuralmente hegemónico, no hay
un modelo médico democrático, nació de esa manera, aún
hoy se sostiene. Eso es estructural y hay que saber cómo
hacer con eso. Una de las cosas que siempre sostuve es que
los residentes no pueden ni deben sostener el trabajo de
un Servicio. Esto hace que puedan transitar la residencia
como debe ser, como una capacitación en servicio, por lo
cual hay una beca que se les paga, tienen que cumplir res-
ponsabilidades, indudablemente.
Venía hablando de ese armado particular, es algo en
elaboración que estoy trabajando, me gustó pensarlo como
una experiencia estética de organización del vacío, un
poco en consonancia con lo que Lacan dice en el Semina-
rio La identificación, vieron que cuando él habla sobre el
rasgo unario toma al pintor Shitao, que decía que el primer
trazo organiza al mundo, es muy interesante cómo con un
primer trazo organiza ese vacío, hay algo de eso en lo cual

288
Psicoanálisis y territorio

vengo pensando.

Es muy interesante pensarlo ligado al corte, como una es-


critura que arma un espacio nuevo, significante nuevo en tanto
se resguarda un vacío. Esta enfermera hizo un corte y armó un
espacio nuevo, inventó una superficie, y no es posible si no se
agujerea y se resguarda el vacío de la burocracia, de lo adminis-
trativo, del saber total, del otro totalitario; también con recursos
propios porque no cualquiera ocupando el lugar, haciendo de en-
fermera en una institución médica, se banca cambiar las reglas.

Si. Aparte la enfermera se apoyaba y decía “el Licencia-


do Mauro me autorizó a hacer esto”, así que bueno, ella se
apoyaba en alguna autoridad, en algún nombre del padre.

Es que la operatoria de la invención no se produce bajo cual-


quier condición, ese marco que respalda el “me autorizaron a
hacerlo” posibilita la creación de eso que se le ocurrió hacer, tam-
bién en relación con lo ficcional que puede velar algo de eso que
irrumpe, de ese real que en la mínima distancia permite velar
a través del arte como vos lo traías en relación con lo que dice
Lacan.

Claro, porque la idea es no obturar el vacío, porque


también aparece la estructura ahí en juego, la escena fan-
tasmática, no es obturar el vacío sino hacer algo con el
vacío, que es distinto, no venimos a obturarlo. Por otra
parte, tengo la idea de que la invención en realidad no es
producto de lo inesperado o de una ocurrencia, a mí me
parece que es producto de lo que se ha escuchado, y hasta
incluso inadvertidamente; a veces inventamos cosas, pero
creo que, porque se ha escuchado algo previamente, me
parece que la invención tiene que ver un poco con eso, por
lo menos en nuestra práctica.

Sí. Y es resguardar un vacío, lo contrario de obturarlo, res-


guardar lo indecible. La eficacia terapéutica de esa operación en

289
Huellas #4

un armado institucional es sorprendente.

Exacto. La idea es resguardar algo de ese vacío, que ese


vacío tenga algún lugar, pero hacer algo con eso, resguar-
darlo y no obturarlo de ninguna manera. Lo más riesgoso
que puede pasar es que lleguemos a un discurso homoge-
neizante, y no es la idea, muy por el contrario.
Bueno, ahora les voy a contar un poquito las tensiones
internas, que también las hay, obviamente que esto no es
un jardín de rosas. Yo cuento esto como proyecto y lo va-
mos llevando a cabo, pero también hay mucha resistencia,
muchas veces hay muchas situaciones como en cualquier
lugar, digamos, pensando cierta lógica colectiva. Lo pien-
so desde la lógica colectiva por las vías de la transferencia,
la función política de la transferencia como Lacan la trans-
mite en la Proposición del 9 de octubre, la función política
fuerte que le da a la trasferencia en la organización de una
institución, pero no solamente en la organización de la ins-
titución sino también en las sociedades por eso que Lacan
llama el nudo social, esa relación del sujeto al Otro que
hace algo de lo social y del lazo, que a Lacan le interesa-
ba por ese lado. En la Proposición él termina diciendo algo
muy fuerte, es decir, habla de la segregación, de los fu-
turos de segregación, de los campos de concentración, de
los futuros de los mercados en cuanto a la segregación. Yo
estimo que Lacan no hablaba solamente de la sociedad, del
mundo y del discurso capitalista solamente sino también
de las sociedades analíticas, del futuro de las sociedades
analíticas que también vislumbraba que iba a producir cis-
ma como los que se produjeron, y nosotros somos el para-
digma de las escisiones de las escuelas acá en el Río de la
Plata. Y lo que les decía con respecto a esto de pensar las
lógicas colectivas por vía de las transferencias, como Lacan
dice en la Proposición, estableciendo una comunidad de ex-
periencia. Esto está en la versión hablada, ustedes vieron
que Lacan da dos versiones de la Proposición, está la que él
lee ese día, el 9 de octubre de 1967, y está la que publica.

290
Psicoanálisis y territorio

Algunas variaciones son muy sustanciales porque él habla


de comunidad de experiencia desechando ya de por sí la
intersubjetividad, porque particularmente lo que quiere
instalar es fundamentalmente que de lo que se trata en el
análisis es de un solo sujeto, no hay intersubjetividad, lo
que quiere instalar es eso, por eso habla de la transferencia
y del final de análisis, y de la función política que eso tiene
porque él dice “Proposición del 9 de octubre del analis-
ta de la Escuela”, por lo cual se deduce, a mi juicio, que
hay analistas que no son de la Escuela, lo cual no significa
que sean analistas independientes, eso no existe, no hay
analistas independientes, todos son deudores de alguna
formación, indudablemente, y también tienen que poder
dar cuenta de eso, son responsables de eso. Es lo que de
alguna manera él dice en la versión escrita, porque en la
versión oral que él transmite ese día no dice ese enunciado
tan enigmático que después nos hizo romper la cabeza: “el
analista se autoriza por él mismo”. Hay dos traducciones,
una que es “por él mismo”, que es la de Diana Rabinovich,
y después está la de Graciela Esperanza de Otros Escritos,
que es “se autoriza por sí mismo”, que no es lo mismo, una
cosa es autorizarse por sí mismo y otra autorizarse por él
mismo.
Hay un texto de Guy Le Gaufey, que se llama Anatomía
de la tercera persona, que es un libro interesante que habla
de ese “él mismo” y hace todo un análisis muy interesante
de ese enunciado, y habla ahí de la comunidad de expe-
riencia fundamentalmente sostenida en las transferencias,
cómo pensar las lógicas colectivas desde las transferencias.
Particularmente porque él habla de transferencia de tra-
bajo, pero transferencia de trabajo también es un término
complejo porque la transferencia incluye lo inconsciente,
incluye la resistencia, no hay que olvidarse de eso, con lo
cual no es que la transferencia de trabajo significa que nos
llevamos bien, es algo más complejo que eso, por eso pro-
movió el cartel, el armado de los carteles como forma de
evitar los efectos de grupo, de masificación, etc. Creo que

291
Huellas #4

son las formas que Lacan tuvo a lo largo de toda su obra


de peguntarse qué es un analista, hasta nos dejó todo patas
arriba cuando en el ‘80 disuelve la Escuela, ¿qué hacemos
ahora si hasta disolvió la Escuela?

¿Quién o quiénes dirías que son o fueron tus maestros?

Tengo una posición con respecto a esto, yo tengo distin-


tas transferencias, en realidad yo me formé con los psicoa-
nalistas de Conjetural, no sé si conocen la revista. Ustedes
saben que Jorge Jinkis, que es quien dirige la revista hace
muchos años, fue uno de los del primer grupo de estu-
dio que tuvo Masotta, con Arturo López Guerrero y Mario
Levin. Masotta funda en el año ‘71 los Cuadernos Sigmund
Freud donde justamente empieza a introducir no solamen-
te el discurso lacaniano sino también a oponerse y a discu-
tir una lectura y una clínica del psicoanálisis que venía su-
cediéndose desde la Asociación Psicoanalítica Argentina
dependiente de la IPA, entonces se pone a discutir desde
los Cuadernos.
Lo interesante es todo el proceso que se produjo allí
porque Masotta funda la Escuela Freudiana de Buenos Ai-
res, que la funda bajo los mismos estatutos que la Escuela
Freudiana de París que había fundado Lacan, el 24 de ju-
nio de 1974 en un momento bastante complejo, y no eran
cosas que a Masotta le eran indiferentes. El 11 de junio La-
can da la última clase del Seminario Los nombres del padre,
y el 12 se produce acá el último discurso que da Perón al
pueblo, el 24 de junio Lacan funda la Escuela y el 1 de julio
se muere Perón, el país atravesaba un momento histórico
fundamental, no en cualquier momento él hace esto, des-
pués fue perseguido en el ‘74 por la Triple A y se tuvo que
ir a España, donde estuvo unos años y murió muy joven, a
los 49 años en septiembre del ‘79. Hay muchos textos sobre
este tiempo. Germán García ha escrito sobre esos tiempos.
Lecturas que por supuesto recomiendo.
La Escuela la fundan muchos de los que hoy están en

292
Psicoanálisis y territorio

los distintos campos, el freudiano, el lacaniano, etc., y jus-


tamente ese primer grupo en el que estaba Jorge Jinkis
no firma el acta de fundación, decide no firmarla con el
argumento de que en realidad una escuela podía quedar
circunscripta y atrapada bajo el discurso universitario o el
discurso amo. Interesante, para discutir.
En cuanto a políticas institucionales y políticas del psi-
coanálisis discuto mucho con los distintos campos, tengo
ciertas posiciones con respecto a la discusión de cómo lle-
van adelante las políticas. Después tengo transferencias
a ciertas letras y a ciertas posiciones clínicas, posiciones
teóricas, y esto no tiene que ver ya con el campo sino con
las trasferencias que uno puede armar. A mí a veces me
preguntan dónde formarse y las transferencias los va a lle-
var, yo les puedo sugerir las transferencias que yo tengo,
lean esto, lean aquello, siempre digo lo mismo, lo que les
quiero transmitir no es conocimiento, es pasión, la pasión
que yo tengo por la lectura, por la clínica, estas pasiones,
después cada quien arma sus propios recorridos, el análi-
sis del analista es fundamental, después adherirán a lo que
cada uno decida o quiera. Tengo cierta crítica con respecto
a las lealtades con las distintas escuelas y tengo amigos
en muchos lugares, discuto con ellos abiertamente y muy
bien, con mucho respeto, yo respeto mucho las posiciones
y entiendo las circunstancias de lo que son las parroquias
psicoanalíticas.

¿Cuál es la particularidad del psicoanálisis en la Argentina?


Porque en Huellas le hicimos una entrevista a Juan Carlos Vol-
novich y él decía que el psicoanálisis se potenció en Argentina,
pero si uno tuviera que decir cuál es la marca en el orillo… y
por qué también alguien con transferencia con el psicoanálisis se
vuelca a la cuestión hospitalaria, me parece que ese entrecruza-
miento es bien argentino.

Me parece que hubo distintos movimientos que se pro-


dujeron. Cuando yo me estaba formando, en realidad la

293
Huellas #4

formación que tenía… yo no estudié en la UBA porque yo


entré en el año 77 a la facultad, yo salí del secundario y no
sabía muy bien qué hacer, como salimos muchos adoles-
centes, era muy joven y militaba, hacía esas cosas, y tenía
a alguien en quien yo estaba en trasferencia, un amigo mío
un poco más grande que yo, y le digo “no sé qué hacer”.
A mí me iba bien en matemáticas, me gustaba la literatu-
ra, me gustaba leer, pero por formación tradicional y por
generaciones de mis viejos era imposible que yo fuera es-
critor, que era lo que hubiera querido ser. No me animaba,
supongo que, por la figura de mi viejo, a decirle que me
iba a dedicar a la escritura. Entonces este amigo me dice
“el futuro va a estar en la computación”, la verdad que no
se equivocó, no era Steve Jobs ni ninguno de ellos, pero
él decía que el futuro estaba ahí. Le digo, “bueno, vamos
a estudiar”, entonces nos metimos a estudiar computa-
ción científica, hice Álgebra I y Análisis I en la Facultad de
Ciencias Exactas, en el segundo cuatrimestre del ‘75 hice
una materia y en el primero del ‘76 hice la segunda, y la
situación política del país era muy compleja, yo venía de
militar muy poco tiempo en la UES, y había mucho movi-
miento y mucho temor por muchas cosas. Hice Análisis
I en el ‘76, aprobé y me fui, había angustia, estimo… de
castración. Entonces me empecé a interiorizar por las lec-
turas y me empezó a interesar el psicoanálisis, que me lle-
gó por el lado de la literatura, son las formas que uno tiene
de relacionarse con el lenguaje: la escritura, la literatura,
el psicoanálisis, son las formas que uno encuentra. En ese
momento habían cerrado la Facultad un cuatrimestre, la
UBA, y yo dije, “estos no sé si se van a meter con los jesui-
tas”, hice una lectura así, “con la Iglesia algún reparo van
a tener”, entonces estudié en la Universidad del Salvador.

Era la salida en esa época, era el lugar de protección.

Exactamente… Cuando yo me formaba, nos formába-


mos para ser psicoanalistas, y ser psicoanalista era en el

294
Psicoanálisis y territorio

consultorio, por lo menos en la generación a la que yo per-


tenezco, era formarse para tener pacientes en el consulto-
rio, etc., pero veníamos de una tradición donde transitar
las instituciones era peligroso, en un tiempo muy parti-
cular. De hecho, cuando entré al Moyano entré con cierto
cuidado y porque una amiga mía me dijo “vení que no hay
problema”, año ‘80, en plena dictadura, y pude ingresar.
El psicoanálisis es complejo, Masotta decía que al tra-
bajar el psicoanálisis con datos de derecho y no de hecho,
esto atenta con prácticas dictatoriales, indudablemente.
Hay un trabajo de Marcelo Izaguirre que se llama “Lacan:
el anclaje de su enseñanza en la Argentina” donde él lleva
adelante todo un desarrollo donde discute la imputación
que se le hizo al lacanismo de que creció muchísimo en la
época de la dictadura, pero de ninguna manera fue por
connivencia, eso es lo que hay que tener en cuenta, el psi-
coanálisis tuvo un lugar pero por quienes se propusieron
llevarlo adelante, de hecho Masotta, en los años ‘70 en que
todavía estábamos con otra dictadura, armó los grupos de
estudio, el grupo de estudio nace ahí, el lacanismo todavía
no había entrado en la universidad y entonces él forma los
primeros psicoanalistas lacanianos, Masotta venía de la in-
telectualidad, venía de la revista Contorno de los años ‘50,
sartreano, él no era ni psicólogo ni médico, pero tenía una
formación importante y fue un referente importante del
lacanismo. Nunca se pudo dar una explicación, yo sincera-
mente tampoco la tengo, de por qué hay tantos psicoana-
listas en el Río de la Plata.
En El libro negro del psicoanálisis, que más que libro ne-
gro es un libro amarillo porque la verdad que es muy gra-
cioso, léanlo porque es una maravilla, las críticas que le
hacen al psicoanálisis son una maravilla (risas). Es un li-
bro amarillo, y ahí también hablan del psicoanálisis acá en
esta zona, en las pampas, y tampoco pueden explicar por
qué ha tenido tanta pregnancia, por qué la sigue teniendo,
pero la sigue teniendo en la cultura, fíjense que en la últi-
ma Historia de la literatura argentina que dirigió Noé Jitrik,

295
Huellas #4

porque hubo otras historias de la literatura argentina que


sacó antes el Centro Editor en los años ‘70, en la última
edición, que son diez tomos, el primer tomo que sale, pri-
mer capítulo: “Psicoanálisis y literatura”. Además, porque
muchos de los campos de la literatura, de las ciencias so-
ciales, tomaron el discurso del psicoanálisis y lo introduje-
ron. Nicolás Rosa fue un introductor del lacanismo e hizo
una lectura lacaniana muy rigurosa en Filosofía y Letras,
le han dado lugar y han hecho lecturas, nadie fue ajeno.
Fíjense lo que pasó con el diario La Nación, que hace unos
años sacó las Obras Completas de Freud, cosa rara porque
en realidad el psicoanálisis está ligado a una práctica, no es
sacar la historia de la filosofía, lo grandes pensadores está
bien, pero sacar las obras de Freud es complejo, pero sin
embargo tiene esa pregnancia el psicoanálisis en nuestra
cultura, una pregnancia muy importante, creo que algo de
esto hay.

Quizás convenga mantenerlo como enigma, como misterio,


para que siga bien vivo.

Hay que tener como cierta distancia de eso, yo creo que


los jóvenes van a poder hacer esas lecturas, nosotros que
participamos de toda esa historia necesitamos esa distan-
cia que no vamos a tener. Aspiro a los jóvenes y a muchos
con los cuales me voy encontrando, me parece interesante
que algunos transiten distintos espacios de intercambio,
incluso de lecturas, y que empiecen a poder citar, que al-
guien de una parroquia pueda citar autores de otro lugar.
Creo que el psicoanálisis se enriquece mucho más con el
intercambio y debate de cuestiones clínicas, pero también
del lugar del psicoanalista en relación al psicoanálisis y a
las Escuelas.

Eso también es un acto y una experiencia estética, hay que


hacer eso casi adrede, hay que abrir y conectar.

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Psicoanálisis y territorio

En la Escuela de Psicoanálisis que codirijo con Darío


Groel, tenemos una pluralidad de voces, es decir, si bien
nosotros nos arrogamos lo que es la formación y transmi-
sión, no la autorización, digamos desde la formalidad de la
escuela de psicoanálisis porque está dentro de un Colegio
de psicólogos, pero sí hay una pluralidad donde hay ense-
ñantes que son del campo freudiano, enseñantes del cam-
po lacaniano, e intercambiamos, incluso hemos editado
un libro donde encontrás analistas de distintos espacios,
justamente a Osvaldo Delgado con Silvia Amigo en el mis-
mo lugar, cosa que han ponderado muy amablemente y lo
han recibido muy agradablemente, eso ha sido así porque
al interior de los campos muchas veces no se puede decir
algo de eso.

Muchas gracias Ricardo. Militante seguís siendo...

Un gusto que me hayan permitido encontrarme con es-


tas cosas que digo y quedan pendientes muchos detalles
de los dispositivos. Y en cuanto a lo que decís, en realidad,
si tengo que decir algo de eso y me sale así ahora, mal y
pronto, soy apenas un militante del lenguaje y un obrero
de la palabra.

¡Muchas gracias!

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Huellas #4

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Psicoanálisis y territorio

Marie Langer
Juan Carlos Volnovich

Marie Langer había nacido en Viena, en 1910, en el seno de


una familia judía asimilada de alto nivel económico, cuan-
do Viena era, todavía, la capital del Imperio Austro-Hún-
garo y en Francisco José, su Emperador, descansaban la
gloria y el poder absoluto.
En Viena realizó todos sus estudios; se recibió de mé-
dica en 1935. Ya antes había comenzado su análisis con
Richard Sterba –discípulo directo de Freud– y su forma-
ción en la Wiener Vereinigung (el Instituto Psicoanalítico
de Viena).
El auge del nazismo la decidió a militar en las filas del
Partido Comunista Austríaco.
En 1936 junto a su marido, el cirujano Máximo Langer,
integró las Brigadas Internacionales que, durante la Guerra
Civil Española, convocara Dolores Ibarruri, La Pasionaria.
Fundó, en su primer exilio (1942) la Asociación Psi-
coanalítica Argentina, institución madre del psicoanálisis
latinoamericano. Fue la única mujer que integró el grupo
fundador del psicoanálisis en la Argentina. Se desempeñó

299
Huellas #4

como analista didáctica durante los 29 años que perteneció


a la A.P.A.
En 1957 integró el grupo fundador de la Asociación Ar-
gentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Ocupó la
presidencia de ambas instituciones en reiteradas oportu-
nidades. Renunció a la A.P.A. y a la Asociación Psicoana-
lítica Internacional integrando el Grupo Plataforma (1971)
cuando esa era la opción a un psicoanálisis domesticado y
adaptacionista.
Presidió la Federación Argentina de Psiquiatras duran-
te el auge represivo de los años 70 y fue profesora en la
Facultad de Psicología y en la Facultad de Medicina hasta
que la intervención en la Universidad –y las amenazas de
la Triple A– la condenaron a un segundo exilio.
Obtuvo la nacionalidad argentina en 1959. Tuvo cuatro
hijos y nueve nietos. Enviudó en 1965.
A partir de 1974 residió en México donde trabajó como
Maestra en Estudios Superiores de Psicología Clínica en
la Universidad Autónoma Metropolitana y desde donde
lideró todo tipo de actividades solidarias con las víctimas
del terrorismo de Estado en los países de América Latina.
Dirigió el Equipo Internacionalista de Salud Mental en Ni-
caragua.
Fue relatora principal, el 7 de marzo de 1975, durante
las actividades que en Nueva York organizaron las Nacio-
nes Unidas con motivo del Año Internacional de la Mujer.
Es la autora de Maternidad y Sexo (1951), jalón funda-
mental de la literatura psicoanalítica sobre la mujer. Este
–y otros libros suyos– han tenido muchas reediciones y
han sido traducidos a varios idiomas.
Ejerció el Psicoanálisis a lo largo de toda su vida.
Murió en Buenos Aires el 23 de diciembre de 1987.

300
Psicoanálisis y territorio

No se me ocurre mejor manera de recordarla que hacer


circular estas imágenes como fotos o postales arbitraria-
mente distribuidas en el tiempo. Elijo estos ocho retratos
mezclados al azar para evocar su presencia en la Revista
Huellas y compartir con Uds. su figura luminosa.
1. Allí va. Se pone de pie y se dirige hacia el estrado.
Delgada, espigada, blanca en canas, camina con paso ágil
pero no agitada. Allí va. Es Fidel Castro quién la espera
con los brazos abiertos. Todo el estrado de pie. Todo el
auditorio (son cuatro mil personas) de pie. La ovación que
aturde se va apagando ante la imagen nítida de sus ojos
celestes. Es fácil descubrir el asombro en esos ojos celestes
que miran con la naturalidad de quien asiste a una esce-
na cotidiana. Ven: es la única mujer entre tantos gigantes.
Y, entonces, es Gabriel García Márquez quien la besa. Es
Chico Buarque quien la besa. Es Mario Benedetti seguido
de Pablo González Casanova quienes la besan. Es Julio Le
Parc; es Frei Betto y es Roberto Fernández Retamar quie-
nes la abrazan y la besan. Se dirige a la silla vacía que la
está esperando; a la silla que un año antes dejó vacía Julio
Cortázar. Estamos en La Habana, claro. 1985. Estamos en
el Palacio de las Convenciones donde tiene lugar el Se-
gundo Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los
Pueblos de Nuestra América. La anuncian como lo que es.
“Marie Langer: psicoanalista Argentina.”
2. Ahora, Madrid, un año antes. “Les traigo algo de la
realidad latinoamericana ya que de allí vengo: vivo allí,
soy de allí” dice en un castellano con acento alemán que
la desmiente.
3. Y aquí aparece en Zúrich convenciendo a los colegas
del Seminario Psicoanalítico para que subsidien el Progra-
ma de Salud Mental de Nicaragua. Perplejos, los psicoa-
nalistas suizos escuchan que Salud Mental en Nicaragua
quiere decir: bombas hidráulicas para llevar agua a la sala
del hospital pediátrico. Único recurso para que los médi-
cos “nicas” cedan en el principal reparo que tienen contra
las madres “antihigiénicas” que pretenden acompañar a

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Huellas #4

sus hijos internados.


4. Y aquí, otra vez, toda sudada, incansable, por las
calles de León, en Nicaragua. Tiene más de setenta años.
Corre desde la Residencia Internacionalista –si parece una
ironía llamar “residencia” a esa precaria casita de adobe–
hasta la sede de la Facultad de Medicina. Las que vienen
detrás, las “chicas” (Alicia Stolkiner, Nora Elichiri, María
Antonieta Torres) aprietan el paso con la vana intención
de alcanzarla. Corre sudada a los setenta como antes de
los treinta lo hizo en Grañén, el pueblito de Aragón, en el
Frente de Madrid y en las Brigadas de Murcia durante la
Guerra Civil Española.
5. Ahora, seduce en inglés a una multitud reunida en
la Universidad de California, Berkeley. Su intervención
marca para siempre a los presentes. Son las Jornadas de
Psicoanálisis Crítico, eufemismo con el que se alude al psi-
coanálisis latinoamericano, cuyas vicisitudes conmueve y
sacude a la audiencia.
6. Estos son tres retratos de Congresos:
a) En el de París, 1957. Charlando a solas con Melanie
Klein.
b) En el de Edimburgo, 1961, donde todo hacía suponer
que el pedido de admisión de los psicoanalistas urugua-
yos sería rechazado por la IPA. Ella lo recuerda así:

A mí no me conocía casi nadie ya que era lati-


noamericana, es decir “nativa”, con plumas en la
cabeza. Entonces pedí entrar a donde deliberaban
los monstruos sagrados, el Ejecutivo de la IPA.
Después de una espera prudente me dejaron pa-
sar. Y me dirigí directamente –no en inglés sino
en alemán– a ellas. Miss Anna Freud –dije– cla-
ro, usted no se acordará de mí pero muchos años
atrás usted me entrevistó antes de mi entrada a la
Wiener Vereinigung. Y usted, doctora Lampl-de
Groot, lógicamente también me habrá olvidado,
pero para mí fueron muy importantes los primeros
pasos clínicos que aprendí con usted ya que fue la

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Psicoanálisis y territorio

supervisora de mi primer paciente. Los nazis... la


guerra... me llevaron a la Argentina, pero yo soy
vienesa. (Yo soy una de ustedes, pueden confiar en
mí, era el mensaje implícito). Y después les hablé
del grupo uruguayo que era bueno y serio. Y eso,
además, era estrictamente verdad. Así conseguí su
reconocimiento. Y me sentí lo que soy, latinoameri-
cana, capaz de hacer que nos reconocieran, que se
olvidaran por un momento de sus prejuicios.

c) En el de Viena, 1971 cuando, por primera vez desde


la invasión nazi, Anna Freud aceptó volver a la semilla.
Allí está, despidiéndose en el Hofburg, el más imperial de
los palacios austríacos, confundida con el barroquismo de
María Teresa de Habsburgo, leyendo Psicoanálisis y/o revo-
lución social, el escandaloso trabajo en el que denunciaba la
ceguera política de la IPA.
7. Y también en Junio de 1971, Moscú. Pleno poder so-
viético. Mimí con nada más ni nada menos que Aleksandr
Románovich Luria y con Leontjew, en alemán, por supues-
to. El señor con quien discute es Bassin, el viejo profesor
que está intentando acercarse al concepto de inconsciente.
–Pues bien –pregunta Bassin, molesto ante la negativa
a materializarlo–, existe el inconsciente, pero ¿en qué parte
del cerebro se ubica?
–En las circunvoluciones dos y tres del lóbulo frontal
–responde Mimí sin inmutarse.
8. Esta imagen, muy anterior, es del 27 de Julio de 1952.
Llueve en Buenos Aires. La población de la APA, tan go-
rila, respira aliviada y la mayoría de sus pacientes disimu-
lan, apenas, su alegría. Mimí, desolada, se aproxima a la
larga fila que conduce al féretro donde descansa el cuerpo
de Evita. Sabe que le esperan dos días y dos noches. Enton-
ces, elude la vigilancia. Altiva, se dirige a la puerta de en-
trada y dice ser la esposa de un Diputado de la Provincia
de Mendoza. Le creen, y pasa. Se acerca lentamente, ve la
figura calma de Evita, besa el cristal que protege su cara de
virgen y no le da vergüenza. Se le estruja el corazón ante

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Huellas #4

“esa pérdida irreparable” y se retira sola con su tristeza.


No hay psicoanalistas, allí.
9. Ahora es en el sexto piso de Juncal 3786, su morada
argentina. Cálida, sin estridencias. Ese, su escritorio lleno
de fotos bajo el vidrio, de espaldas al ventanal; el sillón y el
diván que recibió a lo mejor del psicoanálisis latinoameri-
cano. Aquí, donde decía lo que callaba en la APA y desde
donde nos cuenta:

¿Saben a quién admiro: quiénes son las mujeres


a quien yo más admiro? Gisele Halimí y Domitila.
A Gisele la admiro porque nació en la Argelia co-
lonial con todas las desventajas posibles. Era árabe,
pobre y sufrió todo tipo de discriminaciones, em-
pezando por el padre que, avergonzado por haber
tenido una hija mujer, la ignoraba. Tuvo un primer
aborto clandestino, sin anestesia y, cuando por fin
llegó sangrando al hospital, se encontró con un
médico que ante sus gritos de dolor le dijo: “para
que te sirva de lección”. Y le sirvió; aunque de otra
manera a como el médico imaginó. Trabajando, ga-
nándose la vida con muchos esfuerzos, estudió De-
recho en París y volvió a Argelia para dedicarse a
la defensa de los patriotas argelinos (ella defendió
a Yamila Bupacha la heroína de la Guerra de Arge-
lia) y encabezó después el victorioso movimiento
francés para la legalización del aborto. Tuvo aman-
tes, tiene marido, tiene dos hijos...
Domitila también proviene de un ambiente
paupérrimo, pero, a diferencia de Gisele Halimí,
nunca salió de la pobreza. También sus padres se
lamentaron por haber tenido una hija mujer y ella,
boliviana, hija y esposa de mineros, terminó ape-
nas la escuela primaria con grandes sacrificios. Con
siete hijos, uno muerto al nacer por el maltrato su-
frido en la cárcel, militó en el Comité de Amas de
Casa de la mina Siglo XX, se convirtió en dirigente
obrera y consiguió ser entendida y reconocida por
otras luchadoras latinoamericanas cuando fue a
México como delegada al Congreso Internacional

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Psicoanálisis y territorio

de la Mujer.
Esas dos mujeres tan distintas, mujeres que per-
tenecen a culturas subordinadas, son mis ejemplos.
Tienen compañero, tienen hijos, pero no delegan
su propia realización en el amor o en la familia.
Tienen un proyecto propio compartido con otras y,
por sobre todo, saben luchar.

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Huellas #4

Este libro se terminó de imprimir en Semilla Creativa,


www.semillacreativa.com.ar, en Buenos Aires,
Argentina, en el mes de noviembre de 2020.

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