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violencia
Estructuras, sujetos,
interacciones y acción simbólica
ID
FLACSO
MIÉXICC>
303.6
A786p Arreaga Bocello, Ndson, 1969-
Sociologfu de la violencia : eattucturaa, sujetos, interacciones y
acción simbólica / Nelson Arteaga Borello,Javier Arzuaga Magnoni.
•• Mwco : FLACSO Mi!xico, 2017.
141 páginas : gráficas : 23 cm.
ISBN: 978-607-8517-07-7
ISBN 978-607-8517-07-7
Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación por parte de académicos externos na•
cionales e internacionales de acuerdo con el Consejo Editorial de la Flacso México.
Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la pre•
sente obra, sin contar previamente con la autorización por escrito de los editores, en tér
minos de la Ley Federal del Derecho de Autor y. en su caso, de los tratados internacionales
aplicables.
Conclusiones . . 129
Referencias . . . 135
Introducción
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Sociologías de la violencia
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Introducción
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Sociologías de la violencia
dieron los frutos esperados puesto que terminó por dar un peso mayor
a la estructura y al sistema frente a la acción social. A decir de Alexan
der, el fracaso de la sociología clásica y del propio Parsons se debió a que
ninguno pudo reconocer que acción y orden, objetivismo y subjetivismo,
libertad y constreñimiento, así como los órdenes normativo y estructu
ral, son esferas autónomas; es decir, que son sistemas que funcionan bajo
lógicas distintas y, por consecuencia, no pueden ser suscritas a relaciones
de determinación -aunque esto no significa que no establezcan vasos y
fronteras de comunicación.
A finales del siglo xx, gracias a las perspectivas centradas en el ac
tor y la interacción, surgieron otras propuestas que reorientaron la dis
cusión sobre la violencia, dando menos peso a los órdenes estructural y
normativo y explorando más los procesos de construcción de la violencia
en función de sus actores y sus situaciones concretas. La primera de estas
perspectivas dará un papel significativo a los procesos de subjetivación y
desubjetivación. Michel Wieviorka y Hans Joas son los más representa
tivos de esta corriente centrada en el sujeto. Wieviorka apuesta por en
tender la violencia como el resultado de un trabajo de los sujetos sobre sí
cuando no pueden definirse como actores en una sociedad determinada.
En la teoría de Joas, la violencia es el resultado de un proceso de creativi
dad limitada de los sujetos para hacer frente a situaciones muy definidas.
Por otro lado, desde la perspectiva interaccionista, los análisis se enfocan
en el peso de las situaciones cuando emerge la violencia. Randall Collins
afirmará, como se verá más adelante, que los seres humanos evitan cons
tantemente la violencia y que, en consecuencia, en sus interacciones tien
den siempre a crear mecanismos simbólicos para contenerla, y habrá de
aparecer cuando los involucrados en la interacción sean incapaces de evi
tarla. Charles Tilly, por el contrario, advierte que la violencia es una ex
presión, entre otras, de las formas de protesta política y que se recurre a
ella cuando las alternativas pacíficas son estratégicamente inadecuadas.
Como en otros ámbitos de investigación, este giro hacia el actor y
la interacción significó, en buena parte, un traslado de las perspectivas
de los órdenes normativo y estructural a una esfera de análisis distin
to, en la que el actor se transformó, por un lado, en un crisol donde las
normas se procesaban, interpretaban y creaban para inhibir o generar la
violencia y donde, por otro, las interacciones se transformaron en la mi
croestructura social que era necesario examinar para explicar cómo la so-
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Introducción
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Sociologías de la violencia
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Introducción
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Sociologías de la violencia
Hay que señalar que es notoria la ausencia dentro del sistema de sentido construido
en la teoría sociológica de la violencia de autores como Marx (1949), Engels (1968) o
Elias (1994). Quizás esto se deba a que, en el caso de los dos primeros, la violencia de
pende de las lógicas de producción económica (Joas y Knobl, 2013; Bottomore, 1991).
En el caso del tercero, es probable que haya pensado la violencia más bien como un
recurso para entender cómo los gobernantes "inventan'' mecanismos, como el Estado,
para monopolizarla.
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Introducción
IV
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Sociologías de la violencia
mente como "una variable dependienté; algo que debe ser explicado por
procesos materiales que provienen de la esfera económica, política o de
la creatividad de la acción y de los sujetos. Siguiendo la propuesta de la
sociología cultural (Alexander, 2000), nosotros partimos del supuesto
de que la cultura es una variable independiente con relativa autonomía
cuando da forma a las acciones humanas y a las instituciones. Por tal he
cho, analizar la violencia como proceso cultural implica conceptualizarla
como una acción simbólica inserta en una red de sentido que puede ser
entendida por la cultura misma y no en función de elementos no cultu
rales. La violencia, en tanto acción simbólica no es violencia simbólica, es
decir, la expresión de un poder que logra imponer significaciones como
legítimas disimulando u ocultando las relaciones de fuerza (Bourdieu
y Passeron, 1977; Bourdieu, 1981). Pero tampoco es violencia cultural,
como afirma Galtung (2003): expresión de un marco legitimador que
se materializa en acciones concretas.9 Nuestro análisis se enfoca sobre
todo a explorar cómo la violencia -en el sentido acotado que se defi
ne aquí- ha sido abordada de manera distinta, ya sea como expresión
constitutiva de un orden social o de su crisis, ya como expresión de un
tipo particular de acción. Es por esto que la exploración de las diver
sas posiciones sobre la violencia que cruzan la disciplina sociológica nos
obliga a hablar, siguiendo una propuesta cara a Martuccelli (1999), más
que de sociología, de sociologías de la violencia: un análisis sobre las
diversas matrices discursivas clásicas y contemporáneas que buscan ex
plicar y comprender la presencia de la violencia hacia las personas o las
cosas en las sociedades modernas. Cabe mencionar, sin embargo, que la
aplicabilidad teórica no es un objetivo de este texto, ya que eso implica
ría desarrollar un marco metodológico para el estudio de un caso parti
cular. En la medida en que este libro se centra en el análisis de la lógica
teorética de los principios generales sobre los cuales se explica y com
prende la violencia, está centrado en los elementos apriorísticos de la
teoría social, es decir, en los elementos no empíricos que la constituyen.
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Introducción
L a obra está dividida en dos grandes partes. La primera analiza los ante
cedentes del pensamiento filosófico contemporáneo que enmarcaron el
pensamiento sociológico clásico sobre la violencia y las referencias que
constituyeron a este último. Este apartado abre con un capítulo donde
se examinan las interpretaciones de la violencia desde cierto pensamien
to clave de la filosofía del siglo xx, en particular del de Sorel, Benjamín
y Fanon. Las aportaciones de estos autores fueron relevantes para tras
ladar la violencia al centro del trabajo intelectual, cuando señalaron que
no era un fenómeno transitorio o excepcional -que poco a poco des
aparecería conforme se consolidaran la modernización económica, po
lítica y cultural-, sino que era un elemento constitutivo central en las
sociedades contemporáneas; por un lado, inscrito en el orden social de
las sociedades capitalistas; por el otro, en las estructuras normativas de
los grupos que las componen -en sus ideologías, mitologías y narra
tivas-. Desde la filosofía se orientaron esfuerzos destinados a sentar
las bases de una interpretación normativa de la violencia con el fin de
distinguir en qué momento es la manifestación de un proceso de sub
versión de las relaciones de dominación y explotación, o un medio para
garantizar el mantenimiento de las relaciones asimétricas de poder. En
este orden de ideas, los filósofos referidos desarrollaron una perspectiva
de la violencia que pretendía distinguir el momento en que representa
ba la pureza de la rebeldía -por tanto, una violencia buena o pertinente,
pese a sus consecuencias- y cuándo estaba marcada por la impureza
de la dominación y la explotación social. Una lógica de pensamiento
que, como se verá, fue objeto de una dura crítica por parte de Hannah
Arendt, quien siempre sostuvo, a contrapelo de dichos autores, que la
violencia no era más que un instrumento, carente de cualquier capaci
dad para generar, por sí misma, tanto la libertad de los hombres como el
dominio de los poderosos.
El segundo capítulo de este libro muestra cómo la filosofía y la so
ci ología se distancian entre sí cuando la segunda renuncia a establecer un
posicionamiento moral respecto de la violencia para tratar de estructu
rar una interpretación comprensiva y causal de esta. La sociología deja
de lado cualquier intento de construir un discurso moralizante en tor
no a la violencia -aunque no llega al extremo de considerarla como una
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Sociologías de la violencia
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Valga una aclaración sobre el repaso de las propuestas de los autores que aquí se traba
jan. La exposición no pretende mostrar a detalle el proyecto teórico general y amplio
de ellos. El capítulo más bien destaca su diagnóstico de las teorías sociológicas clásicas
de la violencia y, desde allí, cómo construyen su propia apuesta teórica centrada en ella.
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Introducción
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Sociologías de la violencia
dores. Cada uno de esos participantes pone sobre la mesa una serie de
valores, ideales y construcciones morales particulares con respecto a su
significado que se enmarca en las instituciones comunicativas y regula
doras de la esfera civil: este universo propicia al mismo tiempo la crítica y
la integración social democrática.
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Primera parte
El orden normativo y estructural de la violencia
1 . Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
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Sociologías de la violencia
Georges Sorel fue uno de los primeros pensadores que reflexionó de forma
sistemática sobre el papel de la violencia en la conformación de las socie
dades modernas. Desde su perspectiva, la violencia constituye un determi
nante central de cambio social, ya sea como manifestación prepolítica del
desorden social inherente a las sociedades modernas, o como expresión
política de la lucha contra la injusticia que estas sociedades reproducen.
La burguesía cree haber eliminado -despojando de sus privilegios a
la aristocracia a partir de un proceso violento- todas las razones que
justificaban la acción violenta. Sin embargo, desde el punto de vista de
Sorel, la violencia no puede entenderse si se parte del prejuicio de que
es un mero residuo del pasado que pesa sobre las sociedades moder
nas, o que se trata de una presencia pasajera que la razón inspirada en
los principios de la Ilustración exorcizará con el tiempo. Sorel dedica el
apartado II del primer capítulo de su libro Reflexiones sobre la violencia
a tratar de mostrar que esos prejuicios representan "ilusiones relativas a
la desaparición de la violenciá' (Sorel, 2005: 114). Cuestiona la afirma
ción que sugiere que "la violencia es un residuo de la barbarie y que está
llamada a desaparecer bajo la influencia del progreso de la ilustración''
(Sorel, 2005: 126). 1 Cree firmemente que la violencia subyace como
principio fundamental de la propia sociedad moderna, en tanto que sus
instituciones han sido fundadas por actos de violencia. Esta acusación,
Suscribe este autor en otro momento de su texto: "Los códigos toman tantas precau
ciones contra la violencia, y la educación está orientada a atenuar tanto nuestra pro
clividad a la violencia, que por instinto nos vemos llevados a pensar que todo acto de
violencia es la manifestación de un retroceso hacia la barbarie" (Sord, 2005: 239).
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
sin embargo, no la hace con el fin de minar la legitimidad del orden so
cial capitalista, sino que le ayuda a argumentar que ha sido gracias a la
violencia que la sociedad burguesa ha podido construir la actual socie
dad occidental moderna. En este sentido, la violencia estaría ligada al
progreso, y así como su utilización fue vital para el impulso de la socie
dad moderna lo será también para su superación. El motivo por el que la
burguesía buscaría eliminar la violencia estaría vinculado a la intención
de detener el cambio y conservar sus privilegios.
Sorel simpatiza entonces con la tesis de que la violencia desplegada
por la burguesía contra el antiguo régimen permitió revolucionar tanto
la estructura económica y política, como las artes y la moral. No obstan
te, le recrimina a esa misma burguesía que ahora esté obsesionada por la
paz, la inmovilidad social y se aterre ante la manifestación de algún tipo
de violencia. A Sorel le incomoda que la burguesía apele a la búsqueda
constante de acuerdos con el fin de evitar la violencia y la presencia de
cualquier conflicto. Este adormecimiento lo interpreta Sorel como un
agotamiento de las capacidades creativas de una clase y, desafortunada
mente, una expresión de decadencia de la civilización occidental. Afirma
que el mejoramiento generalizado de las condiciones de vida de amplios
grupos sociales ha contribuido a que el miedo a la violencia y al conflic
to se expanda al resto de la sociedad. De seguir esa tendencia, Sorel teme
que la vitalidad de la sociedad acabe por agotarse. La violencia cotidiana,
e incluso criminal, sería entonces motor del cambio por ser un síntoma,
porque cuestiona, aunque sea inconsciente de ello.
La única vía que Sorel ve para revitalizar a la sociedad consiste en
someterla a un periodo de violencia, ya sea mediante la guerra o la revo
lución proletaria. Desde su punto de vista, se necesita una confrontación
entre Estados-nación o una revolución social para reanimar a las socie
dades occidentales. Esa es la única manera, afirma, para poner de pie al
burgués guerrero oculto y adormecido en las instituciones democráticas.
Sin embargo, para Sorel la guerra entre naciones es cada vez más difícil,
ya que el espíritu pacifista se expande como un virus por el planeta. La
opción factible que él ve a corto plazo es la guerra revolucionaria. Esta
proporcionaría a la sociedad una energía renovadora.2 El papel histórico
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Sociologías de la violencia
"La violencia proletaria, ejercida como una pura y simple manifestación del sentimien
to de lucha de clases, aparece así como algo muy serio y muy heroico; está al servicio
de los intereses primordiales de la civilización; no será quizá el método más apropiado
para obtener mejoras materiales inmediatas, pero puede salvar al mundo de la barba
rie" (Sorel, 2005: 148).
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
sar a los capitalistas del campo de producción para retomar luego al lu
gar que ocupa en el taller creado por el capitalismo" (Sorel, 2005: 226).
No obstante, la diferencia sustancial entre violencia política y la huel
ga general se halla en la lógica de la estructura normativa que ambas tie
nen detrás y no tanto en los fines que persiguen alcanzar. La violencia
política pretende, en última instancia, la mejora de las condiciones de
vida a cambio de mantener las lógicas de dominación, mientras que la
h uelga general está impulsada por la fuerza mágica que construye "un
porvenir determinado en el tiempo" (Sorel, 2005: 178). La huelga ge
neral tiene su sustento en las construcciones míticas que proyectan los
sueños, esperanzas y voluntades de un pueblo. Duermen o habitan clan
destina y secretamente en el transcurrir de los días, alimentando poco
a poco y de modo imperceptible los mitos apocalípticos de la destruc
ción del sistema de dominación y la utopía de un futuro mejor. Son estas
construcciones míticas las que permiten proyectar los distintos escena
rios de una sociedad sin dominación. Su presencia permite al proleta
riado seguir viviendo en el presente: contando con que el destino es una
puerta que puede forjarse a partir de la violencia, y cuando esos mitos
y sueños toman forma en la conciencia colectiva de manera amplia dan
paso a la emergencia de la huelga general.
Por eso, el mito de la huelga general es, para Sorel, el sustento que da
la vitalidad al movimiento obrero. Sorel recurre aquí a Durkheim para
señalar que son los mitos y las ideas sobre lo sagrado aquello que alimen
ta la moral de la clase obrera, lo que le da sustento a su voluntad y con
vicción para actuar de forma violenta. Son estos mitos los que anteceden
a la proyección de los cálculos y a las estrategias de la acción. De esta ma
nera, la convicción para actuar no está sujeta en ningún caso a la razón,
sino a las narrativas míticas que proporcionan y dan forma a los campos
de batalla y visiones épicas. Esto es lo que proporciona la fuerza mágica a
la huelga general, sobre todo porque es la única capaz de enfrentar lo que
sustenta el orden de la sociedad burguesa: el mito del Estado.
Por tanto, para Sorel la lucha entre el proletariado y la burguesía se
ali menta de dos fuerzas normativas que se cristalizan en figuras míticas
distintas que al colisionar adquieren la forma de un drama social: pro
yecta a los actores involucrados en una representación específica de dos
mitos en pugna. Un drama que solo tiene una posible interpretación: es
la lucha entre el mito del futuro versus la mitología del orden del Estado
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Sociologías de la violencia
burgués. Estos mitos hacen creer a los combatientes que cada uno for
ma parte del "[ • • • ] Ejército de la Verdad llamado a combatir los Ejércitos
del Mal" (Sorel, 2005: 273). El resorte que los mueve es la convicción de
una idea sagrada y moral.4 De esta manera, los obreros que se lanzan a la
huelga general lo hacen "( • • • ] sabiendo que [ella] es un mito, [obrando)
de la misma manera que el físico moderno que tiene plena confianza en
su ciencia, aun sabiendo que el futuro la considerará anticuada" (Sorel,
2005: 207). Por eso la violencia condensa las aspiraciones vitales de los
colectivos sociales y se presenta como un drama social en el que se repre
sentan los miedos y las aspiraciones de cada uno de los contendientes.
La violencia es entonces una expresión creativa y destructiva. Dilu
ye las formas tradicionales de organización social e impulsa nuevas re
laciones sociales e institucionales. Es una fuerza impersonal suscrita en
el orden social, pero también una fuerza normativa alimentada por las
creencias míticas que se forjan en cada uno de los grupos que confor
man una sociedad. La relación entre el tipo de grupo social y sus mitos
define la pureza o impureza de la violencia que se despliega. Si el pro
letariado está inspirado por las narrativas de un futuro en el que se su
peran las condiciones de dominación social, la violencia tiene un aura
sagrada particular. Por el contrario, si es la burguesía y su mito del or
den detrás del Estado burgués lo que subyace a la violencia, lo que se
tiene es un aire de impureza en esta última. Esta distinción no excluye
que, cuando una u otra se presentan, se movilizan las fuerzas vitales de
la sociedad del orden normativo y estructural que define a las socieda
des contemporáneas.
La misma crítica que Sorel hace de la pretensión burguesa de des
aparición de la violencia podría aplicarse al concepto de huelga general.
Si la violencia es una fuerza moral vital, la única manera de conseguir su
desaparición sería eliminando las inmoralidades que la movilizan. No
habría por qué suponer que el potencial de cambio del proletariado se
ría inagotable, en todo caso esto requeriría de una teoría de las clases
sociales con la que no se cuenta. De este modo, o se supone que la vio
lencia es una forma de acción que estará siempre presente o se explica
4
Sorel (2005 : 269} respalda esta reflexión en un trabajo que, según él, Durkheim pre
sentó en la Sociedad Francesa de Filoso6a en febrero de 1906. Heilbron (2015) apun
ta que el texto al que Sorel se refiere sería "La détermination du fait moral''.
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
por qué habría de detenerse el cambio social y por qué esa pretensión
del fin de la historia es superior o diferente al que suponía haber encon
trado la burguesía.
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
ción y explotación social. Para que la violencia pueda subvertir ese orden
social se requiere que vaya acompañada de una fuerza moral capaz de
romper con los mecanismos de dominación del derecho positivo bur
gués. Para Benjamín, esa violencia solo puede emanar de la huelga gene
ral planteada en la reflexión de Sorel. El reconocimiento del derecho de
huelga en las sociedades capitalistas implica la posibilidad legal de una
ruptura de las relaciones entre el trabajador y la empresa. Esto quiere de
cir que se encuentra regulada la omisión de una acción o de una obliga
ción por parte de los trabajadores para hacerse llegar ciertos beneficios en
el corto tiempo. Sin embargo, cuando la omisión se ejerce en un contexto
o en condiciones que no tienen nada que ver con la relación para la que
fue diseñada, lo que sucede es que emerge una violencia, porque se ejerce
un derecho fuera de los fines para los que fue pensado. Esto es precisa
mente lo que ocurre con la huelga general.
En tanto que el derecho de huelga no está diseñado para ejercerse
de ese modo, el Estado considera que 'el ejercicio simultáneo de la huel
ga en todas las empresas es ilegal dado que no tiene en cada una el mo
tivo particular que ha presupuesto el legislador" (Benjamín, 2007: 188).
La huelga regulada en el mundo de los contratos laborales es, en cierta
medida, una violencia sancionada. Cuando se lleva a cabo de forma gene
ralizada, fundamenta y modifica el entorno jurídico establecido y tiene
repercusiones en el sentido del derecho, no solamente en su aplicación y
normatividad. La huelga general, en contraposición a la violencia política,
busca establecer justicia y no derecho, no pretende beneficios materiales
sino transformar la condición misma en las que se da el trabajo. Así, la
huelga política no escapa del derecho, sugiere Benjamín (2007), mientras
que la huelga general es anarquista: es un medio en sí mismo.
Para distinguir entre el tipo de violencia ligado a la huelga política y
a la general, Benjamín recurre a dos referentes narrativos, uno lo recoge
de la mitología griega, el otro, de la Biblia. La primera narración la re
fiere a lo que llama la violencia mítica -que instaura derecho- y la
s egunda, a la violencia divina -porque implanta justicia-. Benjamín
(2007) explica ambos tipos de violencia recurriendo, respectivamente, al
mito de Níobe y a un episodio de la vida de Moisés. La primera es una
diosa que se burlaba de su hermana Leto porque esta solo tenía dos hi
jos: Apolo y Artemisa, procreados con Zeus, mientras que Níobe go
zaba de una abundante descendencia, causa por la que además exigía
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que Leto no fuera igual de venerada que ella. Como escarmiento, Apo
lo y Artemisa mataron a todos los hijos de Níobe, excepto a dos, quie
nes, aunque quisieron vengarse terminaron muertos o enviados al exilio.
La violencia de Artemisa y Apolo es considerada por Benjamin (2007)
como una forma de establecer un orden -en este caso, equilibrar el
poder de Leto frente a Níobe acabando con la descendencia de esta úl
tima-. En este marco, es una violencia que instaura un derecho "por
que no pune (sic] a causa de la transgresión de un derecho ya existenté'
(Benjamin, 2007: 201), y no renuncia a ejercerlo posteriormente, por
lo que "la instauración del derecho es sin duda alguna instauración de
poder y, por tanto, es un acto de manifestación inmediata de violenciá'
(Benjamin, 2007: 201).
Para ejemplificar la violencia divina, Benjamin (2007) recoge un
pasaje bíblico en el que la tribu de Korah cuestiona la autoridad que Je
hová delega en Moisés y Aarón, quienes impulsan una reorganización
de la estructura de la comunidad. Dicha tribu organiza una conspira
ción que termina cuando el mismo Jehová abre la tierra para tragarse
a los que apoyaban la rebelión y destruye con fuego fulminante a los
sacerdotes que cuestionaron su autoridad delegada. Esta es una vio
lencia divina, según Benjamin, porque transforma de golpe la organi
zación de la sociedad: no instaura derecho sino justicia, se trata de un
acto de purificación.
De modo semejante, la huelga política -al igual que el derecho que
deriva de la guerra o del orden social establecido por el 'gran criminal"-
está destinada a crear un orden de dominio, aun cuando genere mejores
condiciones de vida. La huelga general, por el contrario, apunta a dejar
atrás el orden del derecho para garantizar el establecimiento de una so
ciedad moralmente justa en todo sentido. De esta forma, la violencia tie
ne dos rostros, uno puro y otro impuro. Si la violencia libera y suspende
las formas de dominación, adquiere un aura de pureza; si culmina solo
reformando el conjunto de las relaciones de dominación, el aura adqui
rida será de impureza. En términos de Benjamin, la violencia mítica ins
taura derecho, impone límites, inculpa y expía, amenaza, es sangrienta
y letal, tanto para la vida como para el alma. Mientras que la violencia
pura o sagrada busca establecer justicia y no derecho: aniquila el dere
cho existente, destruye ilimitadamente, redime, golpea, es letal en forma
incruenta, es, en una palabra, educadora, representa en este sentido una
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
Violencia y libertad
Benjamín (2007: 203) señala: "La violencia divina no se manifiesta solamente en las
tradiciones religiosas, sino que también se encuentra al menos en una manifestación
bien consagrada de la vida actual. Y una de sus formas de aparición se halla en su
forma consumada en tanto que violencia educadora fuera del derecho. Por tanto, las
formas de aparición que resultan ser propias de la violencia divina no pueden defi
nirse por el hecho de que Dios las ejecute inmediatamente en milagros, sino por esos
momentos de consumación incruenta, consumación fulminante y redentora. Y, final
mente, por la ausencia de toda posible instauración del derecho. Por consigu iente hay
buenas razones para considerar destructiva esta violencia; pero lo es sólo relativamen
te, en relación con los bienes, el derecho o la vida ( . . . ], no absolutamente, en relación
con el alma de lo vivó'.
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
Fanon (1969: 35) apunta: " La violencia que ha presidido la constitución del mundo
colonial, que ha ritmado incansablemente la destrucción de las formas sociales autóc
tonas, que ha demolido sin restricciones los sistemas de referencias de la economía, los
modos de apariencia, la ropa, será reivindicada y asumida por el colonizado desde el
momento en que, decidida a convertirse en la historia en acción, la masa colonizada
penetre violentamente en las ciudades prohibidas''.
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
Para la discusión directa de Arendt (2012) con Fanon (1969: 26, 33-35, 88, 98). Para
la discusión directa con Sorel (2005: 48, 91-95).
Con respecto a su crítica a la nueva izquierda, véase Arendt (2012: 35-38).
Arendt (2012: 48-76) desarrolla cada uno de estos conceptos a fin de diferenciarlos
del de violencia.
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Arendt (2012: 69) apunta: "La violencia es, por naturaleza, instrumental: como todos
los medios, siempre precisa de una guía y una justificación hasta lograr el fin que per
sigue. Y lo que necesita justificación por algo, no puede ser la esencia de nada''.
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
Por eso para Arendt la fascinación social que ejerce el "gran crimi
nal" -y que resulta central para Benjamin y Fanon- no puede produ
cir nada, ni comunidad, ni hermandad y mucho menos lazos colectivos,
solo puede producir daño y muerte, y esta última es para Arendt la ex
periencia más antipolítica que pueda existir: la muerte implica aisla
miento y por tanto no puede generar poder. En este sentido, Arendt
(2012) sugiere que las revoluciones, contrario a lo que se cree, no ter
minan con el poder sino hasta que este ha perdido su autoridad, cuan
do sus órdenes ya no se obedecen y los medios de violencia con los que
cuenta ya no tienen ninguna utilidad o sentido, porque se ha perdido su
legitimidad.U La revolución es posible en tanto el poder se ha desinte
grado, cuando colapsa el orden social y su derecho: "El repentino y dra
mático derrumbamiento de poder que anuncia las revoluciones revela
en un relámpago cómo la obediencia civil -a las leyes, los dirigentes
y las instituciones- no es nada más que la manifestación exterior de
apoyo y asentamiento" (Arendt, 2012: 66). No obstante, al momento en
que arriba ese colapso, el poder despliega la violencia porque se ve ame
nazado y esgrime la puesta en marcha de esta última como un medio
justificable para su permanencia.
Aquí es donde la violencia puede adquirir su carácter más destructi
vo. Si las fuerzas en disputa incrementan su capacidad de violencia pue
den destruir cualquier tipo de poder y, en la medida en que la primera
no puede producir al segundo, el dominio se establece a partir de la pura
violencia. En este punto toda la sociedad pierde, incluso las fuerzas en
combate, porque se invierte la relación entre medios y fines. Los primeros
determinan los últimos con la consecuencia de que eso socava cualquier
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Ciertamente, sugiere Arendt (2012), la violencia está próxima a la potencia, aunque
sea en términos fenomenológicos, porque como todo instrumento se usa para incre
mentar las capacidades de la potencia, e incluso puede en algunos casos sustituirla.
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Sociologías de la violencia
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Arendt es enfática: "Políticamente hablando, es insuficiente decir que poder y violen
cia no son la misma cosa: el poder y la violencia son opuestos; donde uno domina ab
solutamente falta el otro. La violencia aparece donde el poder está en peligro pero,
confiada a su propio impulso, acaba por hacer desaparecer al poder. Esto implica que
no es correcto pensar que lo opuesto de la violencia es la no violencia; hablar de un po
der no violento constituye en realidad una redundancia. La violencia puede destruir al
poder; es absolutamente incapaz de crearlo" (Arendt, 2012: 76).
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l. Asimetrías del poder y micologías de la violencia
lJ
D e alguna manera, para Arendc l a violencia queda fuera del espectro de l a reflexión
polícica: "la teoría política tiene muy poco que decir acerca del fenómeno de la violen
cia y debemos dejar su análisis a los técnicos" (Arendt, 2014: 26).
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Sociologías de la violencia
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
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Cabe destacar en este punto la critica vitalista inspirada en Sorel que Arendt identifi
ca en Fanon y en cierta medida en Benjamin: "Nos interesa principalmente la extraña
resurrección de las filoso6as vitalistas de Bergson y Nietzsche en su versión soreleana.
Todos sabemos hasta qué punto esta antigua combinación de violencia, vida y creati
vidad figura en el rebelde estado mental de la actual generación. No hay duda de que el
énfasis prestado al puro hecho de vivir, y por eso a hacer el amor como manifestación
más gloriosa de la vida, es una respuesta a la posibilidad real de la construcción de una
máquina de Juicio Final que destruya toda la vida en la Tierra. Pero no son nuevas las
categorías en las que se incluyen a sí mismos los nuevos glorificadores de la vida. Ver la
productividad de la sociedad en la imagen de la creatividad' de la vida es por lo menos
tan viejo como Marx, creer en la violencia como una fuerza promotora de la vida es por
lo menos tan viejo como Nietzsche y juzgar a la creatividad como el más elevado bien
del hombre es por lo menos tan viejo como Bergson'' (Arendt, 2012: 97).
43
Sociologías de la violencia
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l. Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
15
E n este punto e s necesario recordar que, para Arendt (2014), n o es posible investigar
la búsqueda de motivos, ni las causas de la agencia tanto para aquellos que observan la
acción de los actores como para quienes actúan políticamente.
45
2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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Sociologías de la violencia
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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Sociologías de la violencia
generalizada, lo que crea lazos más débiles, pero de un carácter más orgá
nico, debido a que la cohesión social depende de la diferenciación de las
múltiples conciencias que conviven en una colectividad. Las estructuras
de solidaridad, por un lado, y la conciencia colectiva, por el otro, deter
minan la forma en cómo se produce la violencia. Durkheim toma como
referente para explicar el funcionamiento de esta relación los fenómenos
de la venganza y los rituales en las sociedades tradicionales, así como el
papel del derecho positivo en las sociedades contemporáneas. Con estos
ejemplos trata de mostrar cómo es que la violencia está anclada a senti
mientos de ofensa con respecto a creencias, sentimientos y representa
ciones compartidos por colectividades que poseen diferentes grados de
solidaridad y conciencia colectiva.
El crimen y su castigo se definen en función de las lesiones que afec
tan a objetos, bienes y relaciones, así como de la "ofensa contra una au
toridad en cierto modo trascendente" (Durkheim, 1992: 95), sagrada y
superior. Así, el peso de la ofensa se establece con relación a la pena que
se ha creado para castigarla. 3 La pena es una reacción emocional -pa
sional, sugiere el sociólogo francés- que atraviesa tanto a las socieda
des tradicionales como a las modernas, aunque de forma diferenciada.
En las primeras, la venganza es la manera de castigar al culpable de un
delito, infringiéndole algún tipo de sufrimiento. La reacción emocional
implicada en la venganza de hecho no se frena, dice Durkheim, has
ta que se agota la pasión que lo impulsa. Eso explica en cierta forma el
diseño de los más exquisitos suplicios para satisfacer el sentimiento de
agravio en las sociedades tradicionales. La .venganza constituye un acto
de defensa ya que
Durkheim ( 1992: 95) advierte: "Existe por lo demás, una manera de fiscalizar el resul
tado a que acabamos de llegar. Lo que caracteriza al crimen es que determina la pena.
Si nuestra definición, pues, del crimen es exacta, debe darnos cuenta de todas las ca
racterísticas de la pena:•
50
2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
que tiene su valor; solo que es un arma grosera. Como no tiene concien
cia de los servicios que automáticamente presta, no puede regularse en
consecuencia; todo lo contrario, se extiende un poco al azar, dando gus
to a causas ciegas que la empujan y sin que nada modere sus arrebatos
(Durkheim, 1992: 97).
51
Sociologías de la violencia
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
Hay periodos históricos en los que, por influencia de alguna gran sacrali
dad colectiva, las interacciones sociales se vuelven mucho más frecuentes
y activas. Los individuos se buscan y se reúnen más. Resulta de ello una
efervescencia general, característica de las épocas revolucionarias o creado
ras. Y esta mayor afectividad tiene como efecto un estímulo general de las
fuerzas individuales (Durkheim, 2008: 335).
53
Sociologías de la violencia
Weber ( 1977: 31) señala: "Debe entenderse que una relación social es de lucha cuando
la acción se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia
de la otra u otras partes. Se denominan 'pacíficos' aquellos medios de lucha en donde
no hay una violencia flsica efectivá'.
Sobre esta discusión véase Swedberg (2005: 38-39, 292-293).
Véase Weber (1977: 120-123).
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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Sociologías de la violencia
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
Weber (1977: 662) anota: "Para la constitución de una comunidad 'política' especial
basta, a nuestro entender, un 'ámbitó o dominio, la posesión de poder físico para afir
marlo y una acción comunitaria que no se agote en d esfuerzo económico para la satis
facción de las comunes necesidades, sino que regule asimismo las rdaciones entre los
hombres que lo habitan''.
10
Roth (1988) señala que d concepto de comunidad política que se usa aquí es una pri
mera formulación de la organización política territorial y de Estado que Weber define
en la primera parte de Economía y sociedad.
57
Sociologías de la violencia
11
''.Así, para e l desempeño y ejercicio d e este poder existe e n las comunidades políticas
enteramente desarrolladas un sistema de ordenaciones casuísticas a las que se atri
buye tal 'legitimidad' específica. Se trata del 'ordenamiento jurídico, cuya creación se
atribuye hoy de un modo exclusivo a la comunidad política, porque ésta ha llegado,
en efecto, a ejercer normalmente el monopolio consistente en dar vigor, mediante la
coacción 6sica, a tal sistema de normas" (Weber, 1977: 663).
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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Hay que recordar que para Weber la idea de comunidad se refiere "a una relación so
cial que se inspira en el sentimiento subjetivo (afectivo o tradicional) de los partícipes
de constituir un todo" (Weber, 1977: 33). Se distingue de la sociedad en tanto que
esta última se mueve en función de una compensación de intereses por motivos ra
cionales o unión de intereses comunes. La idea de Weber es que las relaciones sociales
participan en parte en comunidad y parte en sociedad. Véase Weber (1977: 33-35).
13
En el segmento § 2 denominado "Las fases de desarrollo en la formación de las comu
nidades políticas'; Weber trata de mostrar este desarrollo desde las comunidades pri
mitivas hasta el Estado y los imperios.
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Sociologías de la violencia
capacitadas para permitir o conceder una autorización para que las de
más comunidades en general usen "legítimamente" la coacción física. Esto
constituye el consenso específico entre sus miembros acerca de su legiti
midad (Weber, 1977: 663).
14
Sobre la violencia y búsqueda de prestigio, véase Weber (1977: 678).
60
2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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El texto se publicó por primera vez en 1964 como parte del libro colectivo Interna!
War: Basic Problems and Approaches, editado por Harry Eckstein. En 1967 aparece en
Sociological Theory and Modern Society (1967) de Parsons conservando el título origi
nal. Esta última versión es la que aquí se usa.
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Sociologías de la violencia
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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Sociologías de la violencia
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"Por lo tanto consideramos el poder como un medio generalizado de control social ( ... ]
Tiene en común con el dinero que es esencialmente un modo de comunicación pres
criptivo. Su eficacia no depende principalmente de cualquier base en particular, sino
más bien de la confianza, que a su vez depende de muchos otros factores en el cumpli
miento de las expectativas de interacción. Hay, sin embargo, una base simbólica última
de seguridad del valor del medio. En el caso del dinero, es el metal que lo respalda; en
el poder, la fuerza flsica:' (Parsons, 1967: 296).
64
2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
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Sociologías de la violencia
de rechazar el poder que lo oprime. De esta forma, Coser recupera las re
flexiones que Fanon suscribe en Los condenados de la tierra, al entender la
violencia como la encarnación absoluta de la praxis que rompe los lazos
del colonizado con su anterior vida y que le permiten renacer en un nue
vo hombre. La violencia ecualiza y permite, a los que en ella participan, el
acceso a logros personales y expectativas colectivas que estaban bloquea
das y negadas por la estructura social colonial.
La segunda función de la violencia, según Coser, es que opera como
una señal de alerta que expresa la presencia de un riesgo particular que
la sociedad enfrenta y que requiere de atención inmediata. Coser se re
fiere a situaciones de extrema frustración social y ansiedad, que derivan
del sometimiento que viven ciertas personas y grupos, y que se convierte
para ellos en una enorme presión social. Esto significa que la violencia es
una especie de dolor social que sirve de mecanismo de defensa ante un de
terminado conjunto de problemas latentes. Siguiendo a Merton, Coser
( 1966: 13) observa que "es tarea del sociólogo hacer manifiestos las pro
blemas sociales latentes': La violencia es un indicador de estos problemas
que deben ser atendidos porque reflejan las condiciones de asimetría de
poder en que viven ciertos sectores de la población, o la situación into
lerable de pobreza y marginación de ciertos grupos sociales. Cuando la
violencia se hace patente a través de estos escenarios, su aparición puede
propiciar el impulso de proyectos de mejora de carácter legislativo o po
lítico; además, puede servir para hacer manifiestas ante las élites políticas
las condiciones mediante las cuales se construyen las relaciones de domi
nación, y convencerlas de la necesidad de_ emprender una reconstrucción
"en defensa del edificio social sobre el cual quieren mantener el control"
(Coser, 1966: 15).
Finalmente, Coser considera que la tercera función social de la vio
lencia es la de servir como catalizador de la solidaridad en una comu
nidad. Sin embargo, no se refiere a la violencia criminal que genera, a
la manera de Durkheim, la construcción de un sentido de ofensa de la
conciencia colectiva. Coser habla aquí más en términos de la solidaridad
que se genera cuando la violencia se lleva a cabo de manera extralegal por
las propias fuerzas del orden -concretamente, la policía y el ejército-.
"El uso de la violencia extralegal por estos oficiales puede, en ciertas cir
cunstancias, permitir el levantamiento de la comunidad y una repugnan
cia a esos métodos en los que descansa la aplicación de esa fuerza por
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2. Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
18
Acerca de ello, Coser señala que l a afirmación d e Sorel sobre e l papel d e l a violencia en
la sociedad industrial tendría sentido si se piensa en términos de la teoría del conflicto:
" Lo que es importante para nosotros es la idea de que el conflicto ( que Sorel llama vio
lencia, usando el término en un sentido muy especial) evita la osificación del sistema
social forzando la innovación y la creatividad" (Coser, 1970: 25).
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3. La violencia en el pensamiento social clásico
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3. La violencia en el pensamiento social clásico
El sujeto desagarrado
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
[ ... ] explorar los procesos y los mecanismos por los que se forman y pa
san al acto los protagonistas de la violencia, individual o colectiva, con
siderarlo en tanto que sujeto, al menos virtual, para observar en tanto
sea posible el trabajo que él produce sobre sí mismo, y que se concreta,
según el caso, y en función del contexto o la situación, hacia la pérdida
del sentido, el no-sentido, hacia la expresión de una crueldad desbocada
o, aún más, hacia lógicas dominadas por una subjetividad sin fronteras
(Wieviorka, 2004a: 218).
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
Hans Joas es otro de los sociólogos que ha dedicado una parte impor
tante de su trabajo al análisis de la violencia, sobre todo a finales de los
años ochenta y hasta principios del siglo xx, cuando realizó un giro ha
cia temas como los derechos humanos y la sociología de la guerra (joas,
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Sociologías de la violencia
2013a; Joas y Knobl, 2013). Sus trabajos sobre la violencia han sido
desarrollados bajo el argumento teórico de la sociología de la acción
creativa, la cual pone un énfasis particular en la capacidad individual y
colectiva de reinventar y actuar de forma innovadora más allá de los im
perativos normativos y los condicionantes de orden estructural. Como
su propuesta se encuentra centrada en la acción, trata de tomar distancia
crítica de lo que, según su opinión, son las dos perspectivas teóricas he
gemónicas que conducen regularmente la interpretación de la violencia
(Joas, 2005): la que subraya sus condiciones socioestructurales, y la que
enfatiza los factores normativos.
El primer conjunto de teorías, a decir de este autor, entiende la vio
lencia como una reacción de los sujetos a un ambiente hostil que los
mantiene fuera del acceso a ciertos satisfactores sociales, tales como
educación, empleo, ingreso digno, poder, bienestar, así como al mer
cado de consumo. Es por eso que este tipo de aproximaciones teóricas
tiende a examinar las lógicas de exclusión, marginación y dominación
social que aparentemente llevan a las personas a involucrarse en hechos
de violencia. Según esta perspectiva, sugiere Joas (2005), los margina
dos se inclinan por la violencia como un recurso que les permite opo
nerse a personas, grupos, procesos o instituciones a los que atribuye la
responsabilidad de su situación. Desde esta perspectiva, la violencia es
el resultado lógico de un sistema que empuja al sujeto a desencadenar
actos de violencia como opción para hacerse escuchar y volver visible
su situación.
Por otro lado, el segundo conjunto de teorías concibe la violencia, a
decir de Joas (2005), como el corolario de los procesos de socialización
de valores y normas que legitiman y respaldan los comportamientos vio
lentos. Estos últimos son, por tanto, el producto de una conciencia colec
tiva que se cristaliza en una cultura de la violencia. Estas interpretaciones
tienden a pensar este acto como una condición inmanente a la cultura de
ciertos sectores o grupos de la población, legítima aun por encima de va
lores como el diálogo, el consenso y la resolución pacífica de los conflic
tos. Aunque si bien, para el autor mencionado, la versión de la cultura de
la violencia es más frecuente en las interpretaciones, hay otra vertiente
de esta perspectiva que centra su atención en destacar que la violencia es
más bien el resultado de la falta o el desgaste de ciertos valores culturales
que apelan a la solidaridad y el diálogo.
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
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Sociologías de la violencia
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
Así, la violencia es, para este autor, una respuesta desde la creativi•
dad primaria o secundaria, frente a una crisis provocada por los efectos
secundarios de creatividades producidas por otros. La respuesta vio•
lenta nunca procede desde la creatividad integral de la acción. Aunque
reconoce que la violencia puede ser una expresión pensada estratégi•
camente y, en algunas ocasiones, como respuesta a un imperativo mo•
ral, por lo regular es el resultado de la puesta en marcha de un proceso
de interpretación, modelación y definición creativa de normas y valo•
res. Para dar cuenta de dicho proceso se requiere ubicar la violencia en
el marco de una situación concreta, definida temporal y espacialmen•
te, ya que es en una situación específica, sugiere Joas, donde es posible
observar cómo los actores, en su acción, interpretan, modifican y usan
los marcos normativos en los que han sido socializados. De ahí que sea
central la apelación al interaccionismo simbólico en la propuesta de este
autor; le facilita el análisis de la acción creativa en función de problemas
y situaciones concretas. Para Joas, el interaccionismo permite observar
cómo se articulan poco a poco los procesos que dan paso a la violencia,
sobre todo de las dinámicas de escalamiento a nivel interpersonal e in•
trapersonal. Además, el interaccionismo no solo le permite ver cómo los
individuos emplean situacionalmente las normas y valores, sino que le
resulta útil para dar cuenta de cómo emergen los valores propiamente
85
Sociologías de la violencia
Por ejemplo, yo puedo pensar que la paz es un valor importante, pero di
gamos que en mi país estalla una guerra. c1Qué tengo que hacer si es que
creo en la paz� c1Significa eso que tengo que ser un pacifista radical y decir:
"nunca voy a utilizar los medios de violencia; pase lo que pase, incluso si
estoy siendo atacado, no voy a usar la violencia para defendermé' � Sería
una conclusión posible. Por supuesto, otra conclusión posible es decir:
"como yo creo en la paz, tengo que luchar por un orden pacífico para re
primir a quienes han tomado las armas•: Y, en esa situación, yo tal vez use
las armas para beneficio de la paz. Así, el mero hecho de creer en el valor
de la paz en realidad no me dice lo que tengo que hacer, porque pueden
existir cursos de acción totalmente diferentes basados en el mismo valor.
(Joas y Beytía, 2012: 372).
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Sociologías de la violencia
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
Toda la sociedad puede ser vista como una larga cadena de rituales de in
teracción, donde las personas van de un encuentro a otro. No es necesario
que la estructura en sí sea rígida. Cualquier combinación de personas se
puede reunir en un encuentro frente a frente. Sin embargo, en él tendrán
que negociar algún tipo de relación en una conversación ritual. La for
ma en que lo hagan dependerá ( . . . ] de las ideas cargadas de simbolismo
que lleven al encuentro. Hay varios resultados posibles, según el grado de
(ideas que se expresen en el] encuentro {Collins, 1996: 249).
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Sociologías de la violencia
Para que cualquier violencia se haga presente debe superar esta tensión y
miedo. Una forma de hacer esto es transformando la tensión emocional
en energía emocional, usualmente hacia un lado de la confrontación y a
expensas del Otro. La violencia se impone al momento en que la tensión y
miedo confrontacional de uno de los lados se apropia del ritmo emocional,
como victimario, y los otros quedan atrapados en ese ritmo como víctimas.
Con todo, sólo un número pequeño de personas puede hacer esto. Ya que
esta es una propiedad estructural de los campos situacionales, no una pro
piedad de los individuos (Collins, 2008: 19). 2
Incluso "las personas que pensamos son muy violentas, lo son sola
mente en una situación particular" (Collins, 2008: 20). Los más violentos
no se comportan de forma violenta en todo momento, requieren condi
ciones particulares de interacción para que puedan desarrollar la violen
cia que son capaces de desplegar. Independientemente de la capacidad
de ejercerla, cuando esta se impone, quien ataca no lo hace de una forma
totalmente adecuada, los atacantes frente a sus víctimas están de alguna
Hay que señalar que en Collins la violencia que deriva de la fractura de los campos de
tensión y miedo confi-ontacional está anclada en procesos rituales particulares. En este
sentido, tanto los rituales como las situaciones de violencia pueden tener cualidades
dramáticas, pero ambos procesos no pueden ser comprendidos como dramas o perfor
mances; de hecho, este último término no aparece como concepto analítico en los tra•
bajos de Collins respecto a la violencia.
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
Grossman (2004) apunta que cuando el corazón alcanza un ritmo cardiaco por arriba
de 115 latidos por minuto, las habilidades motoras se deterioran significativamente;
cuando el ritmo cardiaco se eleva por los 145 latidos por minuto, las habilidades mo
toras finas se ven afectadas; y cuando el corazón llega a los 175 latidos por minuto, la
percepción periférica y profunda se pierde, al igual que la audición y los procesamien
tos cognitivos. Estos mecanismos se activan como una respuesta al miedo originado
por una situación considerada como peligrosa.
Esto permite a Collins (2008) cuestionar varios mitos sobre la violencia. En el prime
ro, que se reproduce en las películas de Hollywood, se cree que la violencia es un com
portamiento que se propaga como contagio. Para ello pone el ejemplo de las películas
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Sociologías de la violencia
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
6
Con todo, Collins afirma que este tipo de violencia a más larga y amplia escala solo es
posible si se logra definir claramente un frontera grupal que distinga un nosotros -ca
racterizado por refrendar los valores de la pureza y lo no contaminado- de un Otro
-que representa lo contaminado o lo impuro-. Se requiere, además, la presencia de
una burocracia capaz de organizar y hacer rutinaria la violencia reduciendo al máximo
cualquier tipo de emoción (Collins, 1974), provocando una polarización ideológica y
llevando a cabo alianzas con otros grupos que le permitan apropiarse de los recursos
necesarios para ampliar en el tiempo y el espacio el ejercicio de la violencia (Collins,
20 1 2b ). Con estos elementos se pueden construir mecanismos para limitar la creación
de campos de tensión y miedo confrontacional, y hacer que la violencia fluya más fácil
mente. Aunque esta visión más macrosocial no puede ser soportada únicamente por la
inferencia del análisis microsociológico, tiene como virtud que sí puede mostrar cómo
se construyen campos de tensión y miedo con&ontacional que llegan a desmantelar las
instituciones, burocracias, ideologías y rutinas de la violencia (Collins, 20 10a, 201 la).
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Sociologías de la violencia
7
Respecto a la violencia como resultado de la lucha por satisfacer ciertas necesidades,
Snyder y Tilly (1972) muestran, por medio de un análisis de series históricas en el
contexto francés del siglo x1x, que la violencia colectiva no es la expresión de insatis
facción de la población después de un largo periodo de bienestar. Por otro lado, en un
trabajo también de carácter histórico del caso francés, Quiyum-Lodhi y Tilly (1973)
muestran que no existe correspondencia entre el crecimiento de la población y el espa
cio urbano con el incremento del crimen, la violencia y las revueltas urbanas. La vincu
lación entre ciertas condiciones estructurales y los comportamientos violentos caen,
según estos autores, en las cosas que simplemente se "quieré' creer, pero que no tienen
un sustento fundado en hechos verificables o análisis sistemáticos.
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
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Sociologías de la violencia
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
Tilly (1993) considera que los movimientos sociales deben ser considerados como un
"clúster de pe,jormances'; un desafio a los que tienen el poder en el nombre de una po
blación que vive bajo el dominio de aquellos y que moviliza valores como la dignidad y
la unidad.
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Sociologías de la violencia
Si bien estos ejemplos pueden ser considerados como expresiones de violencia crimi
nal, es necesario recodar que para Tilly no lo son. Las violencias no pueden ser consi
deradas como criminales si se inscriben en el marco de la política contenciosa, es decir,
'clonde existe una demanda pública, discontinua, en la que una de las partes involucra
das es gobiernó' (véase Tilly, 2003: 9).
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4. Violencia: sujetos, actores, interacciones
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5. Más allá del sujeto y la interacción
Frente a este conjunto de teorías que, a decir de los autores aquí re
visados, son interpretaciones clásicas de la violencia, cada uno de ellos
desarrolla en función de tradiciones teóricas distintas, una mirada cen-
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5. Más allá dd sujeto y la interacción
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Para una visión detallada sobre los límites de la interpretación del programa de inves
tigación que desarrolló Touraine, véase Joas (2013b: 297-302).
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5. Más allá del sujeto y la interacción
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Sociologías de la violencia
Joas (2005: 63 y ss.) afirma que si se introduce la idea de Fanon de la capacidad libera
dora de la violencia, también es necesario poner atención en los caminos sin salida que
la violencia representa para la liberación de los sujetos.
4
Véanse Joas (2005: 170 y ss.; 2013b: 106 y ss.) sobre la conexión entre Sorel y
Durkheim.
Alexander (2005) señala que los conceptos ad hoc son categorías residuales que están
fuera de la línea de argumentación central y sistemática de una teoría. Y las categorías
residuales son "arrepentimientos teóricos" que se introducen cuando se observa que se
ha pasado por alto un punto o tema crucial.
108
5. Más allá del sujeto y la interacción
6
Cada uno de estos conceptos remiten de distinta manera a los referentes que el modelo
parsoniano construyó de patrones de sentido {el sistema cultural), necesidades psico
lógicas (sistema de personalidad) y reglas de interacción e institucionales {sistema so
cial) (Alexander, 1998). Y con el que buena parte de la sociología trabaja aún, aunque
con términos distintos.
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5. Más allá del sujeto y la interacción
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Como apunta Eagleton (2011), la fuerza de la figura trágica radica en que hace ma
nifiesta la tensión entre el libre albedrío y el destino, entre la flaqueza interior y las
circunstancias exteriores. El hecho trágico se hace patente cuando el destino y las
fuerzas externas del mundo se imponen, respectivamente, al libre albedrío y a las fla
quezas del sujeto.
Un ejemplo de este vaciamiento de la representatividad del drama de la violencia se en
cuentra en la sociología del conflicto de Simmel (2010), quien indica que la violencia,
a diferencia del conflicto, no genera vínculos sociales sino más bien una ruptura total
de relaciones y comunicaciones.
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para dibujar con ella un número preciso de significados inteligibles tanto para las víc
timas como para el entramado social.
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En cierta medida esta idea se conecta con la desarrollada por Díaz en cuanto a ritua
lizar la violencia y culturizar la maldad de Alexander (2013). No obstante, el primer
concepto remite a "esas acciones que distinguen y focalizan estratégicamente la diso
lución de la unidad simbólica del cuerpo, el espectáculo de su desfiguración [ . . • ] la
fragmentación sistemática del cuerpó' (Díaz, 2014: 76). El segundo remite a la com•
prensión de la maldad como un entramado de carácter cultural.
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Violencia y democracia
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Referencias
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Sociologías de la violencia
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Referencias
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