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Los pecados de la maldición

generacional

Por W.E. Nunnally

INTRODUCCIÓN

En años recientes enseñar la maldición generacional ha llegado a ser un


tanto popular en los círculos pentecostales y carismáticos, y lo
promueven algunos de los líderes más visibles de estos movimientos. No
obstante, la naturaleza de la verdad absoluta y la propia interpretación
de las Escrituras no se pueden determinar por la cantidad de gente que
incursiona en cierta enseñanza o por la popularidad de quienes la
promueven. Los asuntos de la fe (lo que creemos) y la práctica (cómo
vivimos la vida cristiana) sólo se pueden determinar por la debida
comprensión de las Escrituras.

BASE PARA LA ENSEÑANZA DE LA MALDICIÓN GENERACIONAL

Casi todos los maestros de la maldición generacional basan su


enseñanza en alguna combinación de Éxodo 20:5,6; 34:6,7; Números
14:18; y Deuteronomio 5:9,10. Cada uno de estos textos contiene las
palabras: “visitar la maldad de los padres sobre los hijos… hasta la
tercera y cuarta generación”.

Los que enseñan acerca de la maldición generacional interpretan estos


versículos como si los delitos de una persona fueran genéticamente
trasferidos a todos sus descendientes. La gente no sólo hereda la
naturaleza pecaminosa de sus antecesores (la tendencia que todos
tenemos de rebelarnos contra Dios), sino que también adquieren la
maldad acumulada de sus antecesores. Como resultado, Dios los culpa,
no sólo por sus propios pecados, sino también por los pecados de sus
antecesores. Además, Satanás tiene derecho a seguir manteniendo un
reclamo legal contra los creyentes que no han tratado de una forma
eficaz con sus maldiciones generacionales, resultando en fracaso,
violencia, impotencia, profanidad, obesidad, pobreza, vergüenza,
enfermedad, aflicción, temor, y aun muerte física.
Los proponentes de la maldición generacional luego dirigen su
enseñanza a su próximo paso lógico. Ellos concluyen que la sangre de
Cristo fue derramada por los pecados de cada persona, pero que deben
dar un paso adicional para quitar la trasgresión que hayan heredo de
sus antecesores. Se requiere este paso adicional para que una persona
sea liberada de las ataduras que la mantienen cautiva al pecado de sus
antepasados. Este procedimiento involucra una elaborada ceremonia
que consiste en listar los pecados de sus antecesores hasta la cuarta
generación, confesando los pecados por ellos, recitando oraciones y
declaraciones recomendadas, rompiendo personalmente esas supuestas
maldiciones.

EN SUS PROPIAS PALABRAS

Una pagina Web dedicada a la maldición generacional afirma: “El reino


de Dios y las tinieblas operan con plenos ‘derechos legales’. Jesús vino a
confirmar el Antiguo Testamento, no a abrogar las leyes de Dios… Toda
la familia paga por los pecados que cometieron sus ancestros.

”Satanás se presenta ante el trono y muestra derechos legales de atacar


el cuerpo o la economía de usted. Se decide si los reclamos son
válidos... si se le permite hacer lo que solicita contra usted y su familia.

”Maldición generacional: he visto a muchos que no han sido sanados de


estas enfermedades aun después de muchas oraciones… ¡aunque ellos sí
tienen fe! Los pastores no comprenden la razón y culpan a la persona
enferma por su ‘falta de fe’… Después de aprender acerca de cómo
romper las maldiciones generacionales... he visto a la mayoría de
personas sanadas enteramente. ¡NUNCA vuelve la enfermedad! La
enseñanza de esto lleva dos semanas, para poner en libertad a una
iglesia y guiarla a hacer las oraciones.

“Dios está levantando hoy un ejército para traer una poderosa unción
que libere a la iglesia... pero ésta debe tener el conocimiento.”1

Basándose en Éxodo 20:4,5, Neil Anderson enseña que los demonios


pasan de generación en generación y que éstos se afianzan en la vida
de los creyentes por los pecados generacionales. Para despojarse de
estas fuerzas demoníacas, los creyentes necesitan saber cuáles son esas
ataduras, y tener un ritual de liberación para romperlas. Se necesitan
consejeros con conocimiento especial de ataduras diabólicas si el caso
es grave. Se da un examen especial de diagnostico y se proveen las
palabras que deben ser repetidas, como: “Rechazo toda obra demoníaca
que me ha sido pasada de mis ancestros”.2

Derek Prince, afirma: “Puede haber fuerzas que obran en nuestra vida
que tienen sus orígenes en previas generaciones. Por consiguiente,
podemos ser enfrentados con situaciones recurrentes o patrones de
conducta que no pueden ser explicados sólo en términos de lo que ha
sucedido en nuestra vida o en experiencias personales .El origen de la
causa puede ser desde hace mucho tiempo, aun miles de años”.3 Él
continúa: “Muchos creyentes que deberían estar gozando de bendiciones
están cargados de maldiciones… no comprenden la base sobre la que
pueden ser liberados”.4

Rebecca Brown, explica: “Yo misma solía pensar que los creyentes no
podrían tener un demonio habitando en ellos. Fue hasta que Dios me
llamó a este ministerio”.5 Ella continúa: “Jesús nos limpia de nuestro
pecado… Pero nosotros debemos asumir el poder y la autoridad que
ahora tenemos por medio de Jesucristo y ‘limpiarnos’ de la ‘suciedad’ o
de demonios. Tan pronto como aceptemos a Cristo, los demonios son
intrusos y no tienen derecho a permanecer en nosotros a no ser
que nosotros mismos les demos derecho a hacerlo debido a pecado o
ignorancia”.6 Por otra parte, ella describe a niños que “han heredado
demonios a través de los padres”, añadiendo que ella los aconsejaba a
“pedir al Señor que rompa la línea de herencia y selle a sus hijos de ese
origen de los demonios”.7

Teresa Castleman también provee instrucciones detalladas para echar


fuera los demonios de los creyentes: “Conjuramos esas maldiciones que
por generaciones se han permitido a través de un espíritu familiar.
Rompemos la atadura y en nombre de Jesús ordenamos que salga.
Ordenamos que vaya a lugares vacíos y decimos que a la maldición [sic]
no se permita permanecer en ninguna futura generación. Su poder y
dominio son rotos para siempre”.8

LOS QUE PROMUEVEN LA MALDICIÓN GENERACIONAL PROVEEN UN


METÓDICO PROCEDIMIENTO PARA LA LIBERACIÓN

Los promotores de esta enseñanza generalmente proveen a sus lectores


con elaboradas listas y pruebas de diagnóstico, y aun palabras exactas
para ser utilizadas durante la ceremonia de liberación. Una pagina Web
sugiere: “Haga una lista detallada de todos los pecados que los
miembros de su familia han cometido hasta cuatro generaciones. Si los
miembros de la familia continúan pecando en el presente, sus pecados
deben ser confesados cada día… Es importante arrepentirse por virtud
de su familia. Después de que usted haya confesado todos los pecados
en cada lista, renuncie en el nombre de Jesucristo a cualquier reclamo
de Satanás sobre su vida… Luego dedique tiempo a adorar y glorificar al
Señor… El Señor le revelará nuevas libertades en los días que siguen”.9

Un ejemplo representativo de las palabras de esas oraciones se puede


encontrar en la misma página Web: “Padre celestial, en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, vengo ante ti humildemente para confesar el
pecado de _________. Pido perdón de este pecado por mí mismo, y por
cualquier pariente de ambos linajes de sangre de hasta cuatro
generaciones. Proclamo la preciosa sangre de Jesús por este pecado, y
seré limpio. Padre, pido que me perdones, de modo que pueda ser
liberado del cautiverio de Satanás que ha sido puesto en mí debido a
este pecado. Te pido esto en el nombre de Jesús”.10

Otra oración recomendada para ser recitada por creyentes, lee así:
“Jesús, primero te pido que me perdones por mis pecados y me limpies
de cualquier cosa en mi vida en que haya permitido la presencia de
Satanás y de espíritus malignos… ahora cancelo toda maldición y todo
demonio destinados a destruirme… cancelo toda maldad que se haya
hablado contra mí”.11

¿Cuál Debe Ser Nuestra Respuesta?

Examine el texto bíblico en que se basa esta enseÑanza


Primero, necesitamos considerar el contexto del antiguo Cercano Oriente
de los textos bíblicos usados para enseñar acerca de maldiciones
generacionales. En Éxodo 20 y 34, Moisés se dirigía a los hijos de Dios
que estaban rodeados de paganismo. Los paganos creían que aquellos
que cometían infracciones de culto, que olvidaban el cumpleaños de su
dios, que ofrecían falso sacrificio, o que rendían culto a otro dios que les
ofrecía ayuda en algún asunto específico (lluvia, fertilidad, o guerra),
morirían. (Fíjese que en el paganismo, nunca se trata de doctrina o
moral.) El dios principal que una persona veneraba daba sentencia de
muerte contra el ofensor y contra toda su familia hasta que ellos fueran
completamente liquidados.

Como se advierte a los largo del Pentateuco, Moisés escribe para


corregir. Él declara a los supersticiosos israelitas que su Dios es
diferente; está interesado en la obediencia del corazón, no meramente
en que se practiquen ciertos rituales. Los que constantemente lo
ofenden serán juzgados conforme a la ofensa. Además, si persisten en
rebelarse contra Dios y su Palabra, se arriesgan a afectar negativamente
a sus descendentes; no por alguna percibida culpa biológicamente
transferida, sino por su mal ejemplo (véase el siguiente punto).

En segundo término, necesitamos considerar el punto de referencia de


Moisés. Los hijos que estaban siendo juzgados mostraban una conducta
aprendida, no maldiciones y culpabilidad heredada que resultan de ella.

Los resultados y efectos del pecado no son trasmitidos a los


descendientes naturalmente o genéticamente. Los efectos negativos del
pecado son trasmitidos como conducta aprendida. La frase “hasta la
cuarta generación” se refiere hasta el bis-abuelo e indica que la
influencia que un hombre tiene sobre su hijo, su nieto, y su bisnieto se
extiende sólo mientras él vive. La posibilidad de trasmitir a sus
descendientes sus prácticas pecaminosas cesa cuando él muere.
Durante su vida, sin embargo, sus descendiente pueden decidir si
seguirán en estos caminos pecaminosos o si se volverán al Señor. Por lo
tanto, no somos responsables por los pecados de nuestros antepasados
ni estamos obligados a repetirlos. Tampoco tenemos la culpa legal o la
tendencia genética que enseñan los proponentes de la maldición
generacional.

En tercer lugar, necesitamos leer todo el pasaje de los textos usados por
los que promueven la doctrina de la maldición generacional. Muchos
eruditos bíblicos que estudian el Antiguo Testamento han notado que el
juicio de Dios cae sólo sobre los miembros de la segunda, tercera, y
cuarta generación “de los que me aborrecen” (Éxodo 20:5;
Deuteronomio 5:9; compare también Deuteronomio 7:10; 32:41).12.
Estos especialistas explican que estas palabras (las que aparecen al final
de los pasajes citados por los proponentes de la maldición generacional)
además identifican a aquellos sobre quienes cae el juicio: la gente que
voluntariamente ha seguido a sus ancestros y sus modelos de conducta
rebelde. Estas palabras de las Escrituras explican que el juicio divino
está reservado para quienes persisten en rebelarse contra Dios al decidir
que perpetuarán los pecados de sus ancestros.

Señale la falta de evidencia bíblica respecto de la maldiciÓn generacional


La frase “maldición generacional” o cualquier otra frase similar nunca
aparece en las Escrituras, no se encuentra en ninguno de los
Testamentos. Esto en sí no es suficiente para desechar la enseñanza
como no bíblica. La palabra Trinidad no aparece en las Escrituras, pero
refleja precisamente la enseñanza bíblica respecto de Dios. No obstante,
el hecho que la frase maldición generacional no se encuentre en las
Escrituras debería alertar a los creyentes con criterio sobre la necesidad
de ser cuidadosos en este asunto. Debe haber pruebas convincentes
cuando se estudia todo el consejo de Dios.

El concepto de maldición generacional no se halla en las Escrituras.


Cuando se lee Éxodo 20:5 y 34:6,7, etc., en su contexto del antiguo
Cercano Oriente, y se interpreta propiamente, se elimina por completo
la posibilidad de que estos textos apoyen la enseñanza de maldición
generacional.

Las pruebas de diagnostico, los rituales, y las oraciones recomendadas


por aquellos que enseñan la maldición generacional no se encuentran en
las Escrituras. No hay tales pasos en la Biblia, la cual es
nuestra única regla para asuntos de fe y práctica. Si las maldiciones
generacionales fueran una realidad, Dios habría dado las debidas
instrucciones en las Escrituras respecto a cómo tratar con este
problema.

Considerare lo que dice el resto de la Biblia


Siempre es un paso apropiado considerar toda evidencia bíblica antes de
concluir cualquier asunto de interpretación bíblica. Como muchos otros
asuntos, cuando se considera toda las Escrituras, queda poca duda
respecto a una adecuada conclusión. Fíjese de nuevo en lo que dijo
Moisés, cuyas palabras a menudo se usan para apoyar la doctrina de la
maldición generacional. Moisés también escribió que “los padres no
morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su
pecado” (Deuteronomio 24:16). La inspiración y naturaleza no
contradictoria de las Escrituras, juntamente con el principio a prueba de
tiempo de que las Escrituras interpretan las Escrituras, requieren que
interpretemos las palabras de Moisés en Deuteronomio 5:9,10 a la luz
de su inequívoca declaración en el capítulo 24.

En 2 Reyes 14:6 y 2 Crónicas 25:4 hay pasajes paralelos: “Pero no mató


a los hijos de los que le dieron muerte, conforme a lo que está escrito
en el libro de la ley de Moisés, donde Jehová mandó diciendo: No
matarán a los padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que
cada uno morirá por su propio pecado” (2 Reyes 14:6). Estas Escrituras
indican que la enseñaza de Moisés en Deuteronomio 24 fue claramente
comprendida y practicada en la antigua Israel.
En el tiempo de los profetas los israelitas habían olvidado la corrección
de Moisés de las ideas del paganismo. Los profetas tuvieron que encarar
el mismo asunto. Durante el exilio, Ezequiel registró lo siguiente: “Vino
a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis
este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las
uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice
Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en
Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre,
así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel
18:1–4).

Ezequiel continúa: “Pero si éste engendrare hijo, el cual viere todos los
pecados que su padre hizo, y viéndolos no hiciere según ellos; no
comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de
Israel; la mujer de su prójimo no violare, ni oprimiere a nadie, la prenda
no retuviere, ni cometiere robos; al hambriento diere de su pan, y
cubriere con vestido al desnudo; apartare su mano del pobre, interés y
usura no recibiere; guardare mis decretos y anduviere en mis
ordenanzas; éste no morirá por la maldad de su padre; de cierto vivirá.
Su padre, por cuanto hizo agravio, despojó violentamente al hermano, e
hizo en medio de su pueblo lo que no es bueno, he aquí que él morirá
por su maldad. Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su
padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos
mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá. El alma que pecare, esa
morirá [refiriéndose a Deuteronomio 24]; el hijo no llevará el pecado del
padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será
sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:14–20).

Pecados de la enseñanza de la maldición generacional

¿Qué daño hace tomar livianamente las Escrituras y decir algunas


oraciones extras? He aquí una lista incompleta de los efectos
perjudiciales de la maldición generacional.

1. Niega la suficiencia de las Escrituras y requiere que se añadan


a la Palabra de Dios pruebas, rituales, y fórmulas generadas
por el hombre (compare 2 Timoteo 3:15–17; 2 Pedro 1:3–8).
2. Niega la perfecta obra de Cristo en la Cruz.
3. Tergiversa el evangelio de Cristo (véase Gálatas 1:6–9).
4. Niega la enseñanza bíblica de la responsabilidad personal.
5. Nos acerca un paso más al paganismo del que fuimos llamados.
6. Pone exagerado énfasis en la obra del hombre, y da vueltas a
la idea de una relación con Dios basada en las obras.

W.E. Nunnally, Springfield, Missouri

Jeremías, un contemporáneo de Ezequiel, habló a los judíos en


Jerusalén: “En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas
agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual
morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere
las uvas agrias, tendrán la dentera” (Jeremías 31:29,30).

Estos pasajes son claros. En efecto, este es el principio de que las


Escrituras interpretan las Escrituras: los pasajes difíciles deben
ser interpretados a la luz de pasajes más claros, como estos de Ezequiel
y Jeremías.

Es importante notar que no todos los judíos en esos tiempos trataban de


culpar a los demás. Aunque tuvo las mismas pruebas del cautiverio en
Babilonia, el profeta Daniel mostró una actitud opuesta a sus
contemporáneos en Judá y Babilonia. En vez de culpar por su destino a
sus antecesores, como hacía el público oyente de Jeremías y Ezequiel, él
aceptó su propia responsabilidad personal y la de sus contemporáneos
por el juicio que había caído sobre ellos. Él escribió: “Y oré a Jehová mi
Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser
temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y
guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad,
hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos
apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas . . . Tuya es, Señor,
la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva
todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de
cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa
de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la
confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de
nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es
el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos
rebelado” (Daniel 9:4, 5,7–9).

En la oración de Daniel, no se menciona que la razón del exilio sea por


los pecados de los padres. Esto es aun más asombroso si recordamos
que Daniel era consciente de que por generaciones Dios había enviado
profetas para advertir a Israel de ese juicio si no se arrepentían.
En el tiempo de Jesús, los judíos habían otra vez olvidado las
correcciones del paganismo expresadas por Moisés y los profetas. Jesús
encaró los mismos asuntos. En Juan 9:1–3 leemos: “Al pasar Jesús, vio
a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos,
diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido
ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para
que las obras de Dios se manifiesten en él.” Aunque los discípulos tenían
el antiguo punto de vista pagano de que la culpa y el pecado podrían ser
heredados, Jesús enfatizó la gloria y la gracia de Dios.

Jesús también afirmó: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Las


palabras de Jesús sugieren que el perdón de Dios basta para alcanzar un
grado tal de transformación espiritual que produzca un cambio de vida.
Jesús creía que la mujer a quien acababa de perdonar era libre de
escoger si permanecería en el pecado o se apartaría de él. No se hace
ninguna referencia a la necesidad de una oración adicional, una
ceremonia, o una fórmula de renunciación para complementar la oferta
de la gracia y el perdón de Dios.

Las palabras de Pablo: “Dios. . . pagará a cada uno conforme a sus


obras” (Romanos 2:5,6) y “porque todos compareceremos ante el
tribunal de Cristo . . . de manera que cada uno de nosotros dará a Dios
cuenta de sí” (Romanos 14:10,12), claramente enfocan la
responsabilidad individual a la que se da prioridad en el Nuevo
Testamento. Estos pasajes deben ser vistos como la unificada
enseñanza de las Escrituras, empezando con Moisés (Deuteronomio
24:16), continuando en los profetas (Jeremías 31:29,30; Ezequiel 18:1–
4,14–16,18–20; Daniel 9:4, 5,7–9), y culminando con las enseñanzas
de Jesús (Juan 8:11; 9:1–3).

Moisés había tratado de corregir el paganismo de sus días, pero para el


tiempo de profetas el pueblo había vuelto a sus caminos paganos. Los
profetas trataron de corregir el paganismo de sus días, pero para el
tiempo de Jesús el pueblo había vuelto a caer en el pensamiento
pagano.

La iglesia tiene hoy el testimonio de Moisés, de los profetas, de Jesús, y


de los apóstoles, juntamente con el Nuevo Testamento, la plenitud del
Espíritu, y los dones del Espíritu, incluido el don de discernimiento. No
obstante, un porcentaje de la iglesia pentecostal y carismática ha caído
en el paganismo.
Porque no hemos prestado atención a Jesús ni consultado toda las
Escrituras, somos nuevamente afligidos con un mágico punto de vista
del mundo de Dios. En este mundo el supremo sacrificio de Dios tiene
limitado poder y efecto, y debe ser complementado por nuestras propias
fórmulas exorcistas y nuestros esfuerzos humanos. En realidad, si uno
busca en Google la frase “maldición generacional”, encontrará que esta
enseñanza es aun más popular con la red de adivinos y el ocultismo que
con el cristianismo. ¡Peculiares alianzas! Lo cual casi plantea la
pregunta: ¿quién sigue a quién?

AFIRME LA SUFICIENCIA DE LA CRUZ

La iglesia en siglo XXI debe afirmar la suficiencia del sacrificio de Cristo


tan inequívocamente como lo hizo al principio. Pablo declaró, sin temor
a contradicción: “A vosotros, estando muertos en pecado y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que
había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y
clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades,
los exhibió públicamente [la referencia es a los espectáculos romanos en
que los emperadores y generales que ganaban una guerra marchaban
por las calles de Roma con el botín y los prisioneros conquistados para
mostrar tanto al ciudadano como al enemigo el poder del Imperio],
triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:13–15).

¿Qué podemos aprender de este roce con la herejía?

1. Las Escrituras son la única lámpara a nuestros pies y luz a


nuestro sendero en que podemos confiar.
2. Las palabras del hombre sólo pueden llevarnos de vuelta a la
esclavitud: por ejemplo, el temor. Tenemos que obtener todo el
consejo de Dios en las Escrituras en vez de seguir la última
decadencia teológica.
3. El hombre caído siempre busca soluciones rápidas. Casi todos
los problemas encarados por las ceremonias de maldición
generacional no pueden ser echados fuera o atados. Los
problemas de conducta tienen que ser tratados en nuestro
andar de discipulado. Necesitamos diariamente tomar nuestra
cruz, considerarnos muertos al pecado y vivos a Dios en Cristo,
traer a sujeción nuestro cuerpo, llevar cautivo cada
pensamiento a la obediencia de Cristo, y renovar nuestra
mente por la Palabra de Dios. Un exorcismo “a la volada” de
nuestras imperfecciones de carácter nos dejará decepcionados
porque despertaremos el próximo día para descubrir que
todavía tenemos esas imperfecciones. Jesús no nos ha llamado
a una versión de método fácil del cristianismo. Él nos ha
llamado al discipulado, a diariamente seguir al Maestro,
sometiéndonos a su señorío, aprendiendo de Él, para llegar a
ser más como Él.
4. Sirve para recordarnos el poder y la suficiencia de la sangre de
Cristo.
5. Porque la maldición generacional nos ha llevado a retornar a la
Biblia para reevaluar su mensaje, de nuevo se nos recuerda
que nuestras obras tienen consecuencias, y que nuestra vida
tiene un poderoso impacto en nuestros hijos, para bien o para
mal. Por la manera en que viven algunos creyentes, es como
dice el profeta Oseas: “Porque sembraron vientos, y segarán
torbellinos” (Oseas 8:7). Mucha gente en nuestras iglesias
necesita de un verdadero arrepentimiento bíblico, una
transformación, y el poder del Espíritu para que vivamos en
forma ejemplar conforme al llamado de Dios.

W.E. Nunnally, Springfield, Missouri

Las palabras de Pablo claramente muestran que cualquier deuda de


pecado que hayamos acumulado fue efectivamente cancelada gracias a
la muerte vicaria o sustitutiva de Jesús. Además, Pablo afirma que los
poderes y principados que nos tenían esclavizados en el pecado no sólo
fueron vencidos y desarmados, sino también totalmente humillados. La
muerte de Cristo ofrece tanto el perdón de pecados como la liberación
de la opresión y la posesión demoníaca a quienes se apropian de este
sacrificio.

El compositor Horatio Spafford experimentó esto personalmente, y en su


himno “Estoy bien”, aun comentó la metáfora que Pablo usó al escribir a
los colosenses.

Feliz yo me siento al saber que Jesús


libróme de yugo opresor.
Quitó mi pecado, clavólo en la cruz;
gloria demos al buen Salvador.

Similarmente, Charles Wesley, en “Oh, que tuviera lenguas mil” expresó


el mismo mensaje comunicado por el Apóstol hace ya dos milenios:
Su nombre trae consuelo y paz, nos libra del temor;
salud, aliento y gozo es; vida al pecador.
Quebranta el poder del mal, al preso libra hoy;
su sangre limpia al ser más vil. ¡Aleluya! limpio estoy.

CONCLUSIÓN

¿A qué conclusión llegamos? Cuando Jesús dijo: “Así que, si el Hijo os


libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36, cursiva añadida),
¡eso es exactamente lo que significó!

W.E. Nunnally, Ph.D., profesor de Judaísmo temprano y orígenes del


cristianismo, Evangel University, Springfield, Missouri

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