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Tema 1: Estudio Crítico
Tema 1: Estudio Crítico
Aristóteles defendía que la literatura era el arte que imita solo con el lenguaje, en prosa o en
verso, (…) carece de nombre hasta ahora. (…) Solo que la gente, asociando el verso a la
condición de poeta, a unos llama poetas elegíacos y a otros poetas épicos, dándoles el
nombre de poetas no por la imitación, sino en común por el verso.
¿Qué es la literatura?
Existen dos grandes líneas a la hora de intentar definir la literatura:
Durante el siglo XVIII aparecen muchos eruditos con el sentimiento defensivo de Quevedo.
Ya que la leyenda negra (relatos sobre España que critican elementos de esta) está
presente en el centro de toda reflexión ilustrada sobre España. A finales del siglo XVIII
desarrollan un tono despectivo en relación con el empobrecimiento cultural.
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En el siglo XIX aparece, como tal la historia de la literatura nacional que se convertirá en
preponderante. Las reacciones fueron de carácter europeo en contra de la hegemonía
cultural y literaria francesa asociada al clasicismo. La literatura para los románticos, es la
expresión de un espíritu nacional que da unidad a la literatura y debe ser captado por los
historiadores. Sin embargo, el modo de exposición será el de la narración con un
protagonista: el espíritu nacional, es decir, habrá obras más nacionales que otras según el
canon de los nacionalistas. Se trata de una concepción que viene de autores extranjeros.
En la segunda mitad del siglo XIX, los españoles adoptarán esta forma de narrar.
August W.Schlegel (1767-1845), Vorlesugen über dramastishe hunt und literatur [“lecciones
sobre arte dramático y literatura”], pronunciadas en Viena en 1808. Su teoría se sustenta en
un pilar fundamental, la religión, considerada la auténtica raíz del ser de España. Hace una
diferenciación entre clásico y romántico. También, una exaltación de Calderón y de la
literatura antigua española (muy nacional) y por su obra en los Autos sacramentales sobre
una lucha de religión contra los protestantes.
Friedrich Schlegel (1772-1829), Geschichte der alten und neuen Literatur [‘Historia de la
literatura antigua y moderna’] (1815), defiende la subjetivización de la literatura y, con un
carácter nacional (una profunda dimensión popular, no elitista ni de clase, por ejemplo, la
literatura española). La literatura española tuvo muy buena acogida en la España de
entonces, y se fue institucionalizando. La literatura española es la más nacional de las
literaturas modernas, por ende, se le otorga una situación periférica y preeminencia. Sus
tesis ejercieron una gran influencia en el pensamiento literario europeo. La literatura
española bajo el prisma del exotismo, se convierte en una especie de paradigma de lo que
debe ser una literatura nacional.
Nicolás Böhl de Faber (1770-1836), «Reflexiones de Schlegel sobre el teatro traducidas del
alemán», El Mercurio Gaditano (1814), se desata la querella calderoniana, polémica con los
liberales Joaquín de Mora y Antonio Alcalá Galiano.
Las historias literarias extranjeras se van traduciendo y difundiendo; desde España, se van
adoptando las nuevas tesis románticas en el ámbito académico. Con los gobiernos liberales
de los años 30 empieza a fraguarse el proyecto de elaborar una historia de la literatura
nacional.
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En 1845, con la Ley de Instrucción Pública, promovida por Pedro José Pidal (1769-1865),
incluye por primera vez la materia de “Literatura española” (identificada con la lengua
castellana) en la segunda enseñanza y en la recién creada Facultad de Filosofía y Letras.
En 1846 se inicia la Biblioteca de Autores Españoles. En 1848, José Amador de los Ríos
(1818-1878) ocupa en la Universidad Central de Madrid la primera cátedra de Historia crítica
de la literatura española. Destaca su Historia crítica de la literatura española (1861-1863),
en 7 volúmenes:
- En ella, el principio profundo de nacionalidad radica en la religión y el patriotismo,
fraguado en lo básico durante la llamada Reconquista.
- La continuidad profunda de la cultura hispanolatina e hispanogoda con la castellana
(frente a la árabe).
- Enfrenta lo nacional a lo cosmopolita (o lo propio a lo foráneo) y lo popular a lo culto
o aristocrático. En la literatura española reserva un papel crucial a los romances, al
teatro del Siglo de Oro y a Lope de Vega en particular.
- Con ella triunfa una identidad española oficial y conservadora, proclive a definir una
identidad en torno al principio cristiano y rotundamente castellano céntrico.
«El discurso oficial del nacionalismo español del siglo XIX no se apoyó en un proceso
nacionalizador fuerte, atractivo y eficiente, con capacidad de crear amplio consenso, sino
que la identidad nacional española se presentó como un hecho ya establecido y “antiguo”,
por lo cual predominó una visión historicista, centrada en la exaltación de pasadas glorias».
Se basaba en una «política uniformista y castellanizado» (Borja de Riquer).
A medida que el siglo XIX avanza, el modelo de historia literaria de corte romántico,
protagonizado por el espíritu nacional, se irá suavizando; aunque se mantenga el concepto
de literatura nacional, se introducirán modelos distintos, más personalistas, pero se
mantendrá el modelo narrativo.
A Menéndez Pelayo lo daña su tendencia a los juicios de valor desde posturas literarias y
morales. <<Por lo demás,artísticamente considerado (y aunque nos duela) ,me parece una
profanación comparar El mágico prodigioso con el primer Fausto. ¿Qué tiene de admirable
El mágico prodigioso? Lo que Calderón tomó de la leyenda: el pacto diabólico, la conversión
medio filosófica de Cipriano, y el martirio de los dos amantes. Absolutamente nada más. ¿Y
qué tiene de malo El mágico prodigioso? Casi todo lo que Calderón puso de su cosecha,
hasta hacer de El mágico una comedia de enredo, llena de embrollos y de lances que
sientan bien en Casa con dos puertas, pero que están fuera de su lugar en un drama
teológico (Menéndez Pelayo, Calderón y su teatro. “Conferencia cuarta: dramas
religiosos”).>>
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La Guerra Civil supuso un corte dramático a este florecimiento de los estudios literarios:
- Exilio.
- Depuración de los departamentos universitarios.
El CEH fue clausurado, y sus fondos pasaron al Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC), creado en 1939 tras desmantelar la Junta para la Ampliación de
Estudios. El primer presidente del CSIC fue el falangista José Ibáñez Martín (1896-1969),
que explicaba en su discurso inaugural: Queremos una ciencia católica. Liquidamos, por
tanto, en esta hora, todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de
nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia. [...] Nuestra
ciencia actual, en conexión con la que en los siglos pasados nos definió como nación y
como imperio, quiere ser ante todo católica.
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Solo en los años 50, la universidad se va recuperando y los estudios literarios vuelven a
crecer. En los años 60 empieza a crecer el número de estudiantes y de universidades,
tendencia que se intensifica en los años 80. No obstante, en torno a los años 60, la historia
de la literatura entra en crisis.
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