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Los orígenes del fútbol femenino en

Colombia
Las pioneras del balompié en el país, sus luchas por la
profesionalización y la consolidación de una liga competitiva en
nuestro país. Primera entrega del último capítulo del especial:
“¿A qué jugamos?”

Es común situar el inicio del fútbol femenino en Colombia en 2017,

cuando empezó la liga profesional. Sin embargo, se suele desconocer que

esa consolidación se logró después de las luchas de muchas mujeres dentro

y fuera de la cancha durante décadas. Batallas que se libraron por la

profesionalización de una rama olvidada por el balompié nacional, que

irrumpió con una fuerza descomunal en los inicios del siglo XXI.Varias

regiones sobresalen por sus primeros pasos en esta lucha. En conversación

con El Espectador, Amparo Maldonado, pionera del fútbol femenino en

Colombia, explicó que uno de los primeros partidos que se jugó en el país

ocurrió en una exhibición que se hizo en Cali en 1971, 46 años antes de

que se jugara por primera vez en la historia un partido de la liga

profesional. Allí, unas futbolistas se dividieron para conformar un grupo

que representara a Deportivo Cali y otro a América, Maldonado fue la

arquera de las azucareras.En la génesis del fútbol practicado por mujeres,

ese partido amistoso impulsó la creación de los primeros torneos. Ese

mismo año, contó la caleña, se realizó una competición aficionada con 16


equipos de la región en el estadio Panamericano de Cali. Varias ediciones,

con diversas interrupciones en su realización, se hicieron en el Valle del

Cauca, hasta que al final este grupo de jugadoras terminó organizándose en

un equipo que disputó el primer torneo nacional oficial, que se jugó en

1991.Y así como sucedió con Maldonado, Liliana Zapata, empresaria,

exfutbolista, directora técnica y directiva antioqueña, es otra de las

pioneras del fútbol femenino en Colombia. En diálogo con este diario, ella

aseguró que desde muy pequeña empezó a interesarse por el deporte,

especialmente por el fútbol. Cuando era niña, en el barrio Antonio Nariño,

de la Comuna 13, jugaba con la pelota en la sala de su casa y escuchaba las

reuniones del equipo que tenían sus padres: Los Locos 107. Empezó a

destacar por su talento, aunque su familia no veía con buenos ojos que

jugara al fútbol como los hombres, y se sumó al equipo Envigado Papas

Margarita. Varios años después fue llamada para conformar la selección de

Antioquia en 1991, que fue a disputar el primer torneo organizado de

interligas con el que comenzó el cambio en la historia del fútbol femenino

en el país.

“La historia de las mujeres en el fútbol cambió a partir de que la Difútbol

—entidad encargada de organizar los torneos de fútbol aficionado—

decidió hacer un Torneo Nacional Interclubes. Ahí, nos reunimos casi 18

departamentos a jugar este campeonato. Ese fue un punto de partida


determinante para que arrancáramos de manera federada y legal el fútbol

femenino”, recuerda Zapata.

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Como jugadora, Lilo, como es conocida Zapata, integró la selección de

Antioquia desde 1990 hasta 2004 y participó en varios clubes aficionados.

Incluso, en 1998, Zapata, quien es formadora de talentos, decidió hacer

una convocatoria de fútbol femenino en la que aparecieron más de cien

niñas y fundó el Club Deportivo Femenino, que desde el 2000, cuando

llegó el patrocinio de Formas Íntimas, pasó a llamarse Club Deportivo

Formas Íntimas. Desde entonces, el equipo se convirtió en una base

importante de las selecciones de Colombia en diferentes categorías y,

además, en la escuadra más ganadora en los torneos aficionados que

dieron origen al fútbol femenino en Colombia.

Y mientras en Cali y Antioquia surgía esta revolución, Myriam Guerrero

fue la abanderada de esta lucha en la capital. Jugó de defensa central. Fue

durante varios años la capitana de la selección de Colombia. Ella, gracias a

una beca universitaria, se formó jugando fútbol mixto en Rusia y Lituania.

Tras su paso por el exterior, llegó a Colombia en 1989 y chocó con la

realidad, pues todavía no era común que las mujeres pudieran jugar al

fútbol. Fue un choque, pero, a pesar del complejo panorama, Guerrero


inició su trabajo con el Club Deportivo Vida y terminó dirigiendo el

equipo de la Universidad Nacional en 1990.

En medio del esbozo por entender los inicios de esta rama del fútbol en el

país, otra jugadora esencial que apareció en la capital fue Patricia Vanegas,

quien comenzó, como la mayoría de las futbolistas de su época, jugando

con niños y con una afición profunda por el deporte. En medio de su

incursión a la vida universitaria se topó con una nota periodística sobre un

torneo de fútbol femenino. Le llamó la atención la oportunidad y realizó

todos los trámites que se necesitaban para cumplir su sueño. Vanegas pudo

jugar en el equipo de la Universidad Nacional, aunque justo un año

después de que Guerrero dejara la dirección técnica.Sin saberlo, terminó

disputando un torneo con varios equipos, que era selectivo para el primer

equipo de Bogotá que compitió en ese sonado Torneo Nacional de

Medellín. “En 1991 empezó todo. La selección de Bogotá era la base entre

el Club Vida y el equipo de la Nacional. Nuestro entrenador era Ramiro

Alfaro y cuando llegamos a Medellín nos encontramos con jugadoras de

otros departamentos”. Todo eclosionó en ese instante. Mujeres de varias

regiones, cada una con sus luchas, se reunieron en Antioquia para dar el

puntapié inicial que les exigía la historia.

Para Patricia, ese torneo no era solo ver selecciones nuevas, sino diferentes

maneras de entender el fútbol, pues estaban las representantes de


Santander, Valle, Antioquia y Casanare. Y luego de 1993 se empezaron a

integrar más departamentos a la competencia. Un año después, el torneo se

realizó en Bogotá y las locales obtuvieron el título, un triunfo que era muy

importante para Vanegas, porque generó un quiebre en la hegemonía que

mostraron las selecciones de Valle y Antioquia durante las primeras

ediciones.

Vanegas también siguió el camino de las otras pioneras y fundó el club

Internacional, que se desarrolló conforme a su visión, fruto de los viajes y

patrocinios que ella consiguió, como una de las goleadoras de la selección

de la capital del país.

Y ahí llegó 1997. Ese año el equipo que ganara el torneo sería la base de la

primera selección de Colombia femenina que debutaría en un torneo

internacional: el suramericano de Mar del Plata (Argentina) en 1998. En

aquel plantel, que dirigió Juan Carlos Gutiérrez, tuvieron participaciones

destacadas Guerrero, Luz Aydé Grisales, Sandra Valencia y Vanegas, quien

anotó el primer gol olímpico del combinado nacional.

En ese torneo, Vanegas pudo evidenciar el sistema de juego que tenían las

categorías menores en Argentina, con niños, niñas y fútbol mixto. Tras ese

viaje, su motivación se volvió formar un equipo con modelos de otras

latitudes. Por esa razón, su club se llamó Internacional. En aquel equipo

estuvieron jugadoras que son referentes en la actualidad, como Natalia


Gaitán, Manuela Acosta, Natalia y Tatiana Ariza, entre otras. Ahí, empezó

a surgir la primera generación que llegó a un mundial, en medio de la

precariedad institucional absoluta, sin liga, equipos ni organización.

Fueron los primeros años de una irrupción que llegó para partir la historia

en la década de 2010

Hoy en día, Zapata también, con su club en Antioquia, sigue siendo

formadora de jóvenes promesas del fútbol colombiano y, después de tantos

años en este cargo, advierte: “Para que naciera el fútbol profesional

femenino en Colombia, tuvo que morir el fútbol aficionado.

Desconocieron completamente el trabajo de clubes como Formas Íntimas,

Generaciones Palmiranas, Gol Star, Besser o Escuela Sarmiento Lora, por

nombrar algunos”. Las luchas que le dieron forma al balompié actual

Patricia y Liliana coinciden en que en esos primeros años el fútbol se

jugaba como se podía, con las herramientas que había. No se seguía un

esquema específico, sino que se jugaba de acuerdo con las condiciones que

mostraran las jugadoras. No había referentes femeninas, sino que se

asociaba más a las remembranzas de los jugadores sudamericanos. Ellas

fueron los íconos en los que se inspiraron esas primeras generaciones.

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