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Guía práctica

de liturgia
PETER J. ELLIOTT

Versión española de EUNSA

Cuarta edición
A mis hermanos
Presentación

Tengo el honor de presentar este nuevo libro de Mons. Peter Elliott,


un experto y fiel colaborador de nuestro Dicasterio. Mons. Elliott tiene
una sólida experiencia, no sólo teórica sino también pastoral, como se
evidencia en este trabajo, que fue escrito con amor a la Iglesia y fideli-
dad sacerdotal. La acción litúrgica está en el corazón del ministerio
sacerdotal: «El ministro ordenado es como el “icono” de Cristo Sacer-
dote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente el sacra-
mento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía donde
el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él,
el de los presbíteros y diáconos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1142).
Leyendo Ceremonial del Rito Romano Moderno, recordé varios momen-
tos de mi propia experiencia en la Conferencia de los Obispos de
Latinoamérica (CELAM), tanto de Secretario y Presidente de la misma,
como de Arzobispo de Medellín, Colombia. Recordé especialmente
cómo entre los ministros hay un gran deseo y disponibilidad de pro-
fundizar en la comprensión de la Liturgia y así gozar de los frutos espi-
rituales y pastorales. En la vida de la Iglesia particular y en la experien-
cia global de Roma, se obtiene un sentido de cómo la celebración
puede ser realizada con dignidad, una noble sencillez y una participa-
ción activa. Ésta fue la visión y el ideal del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, durante mucho tiempo me ha preocupado el hecho
de que todavía tenemos por delante problemas en el modo de celebrar
la Sagrada Liturgia en el Rito Romano. No siempre se sacan plena-
mente las riquezas de la Liturgia renovada bajo la luz del Concilio
Vaticano II. En algunos lugares se encuentra desorden o innovaciones
fundadas en la ignorancia, o en el desprecio de las normas de la cele-
bración católica. A veces, también uno se da cuenta de la falta de senti-
do de oración y de reverencia durante las celebraciones eucarísticas.

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GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Por tanto, recibo calurosamente este manual práctico como fruto


del estudio serio e interés pastoral de Mons. Elliott. Él ofrece un servi-
cio al Clero y a «todos los que están relacionados con los ministerios
litúrgicos», en plena sintonía con las necesidades de la Iglesia poscon-
ciliar. Es probable que éste sea el primer manual extenso de ceremonias
publicado desde el Vaticano II. El lector descubrirá que este libro tiene
una finalidad más amplia y un tono más optimista que el de los viejos
manuales. El cuidado de los detalles, que es tan notable en la prepara-
ción de las celebraciones litúrgicas, está equilibrado con una sensibili-
dad a las necesidades pastorales. También se observa un importante
fondo doctrinal y espiritual a lo largo de toda la obra, que invita al lec-
tor a comprender la belleza del orden de las ceremonias dentro de la
vida cristiana, de modo que pueda alcanzar y esforzarse por algo mejor.
Se podría decir que aquí se describe el ceremonial de la Iglesia de
un modo clásico. Mons. Elliott respeta tanto las tradiciones como la
renovación litúrgica; guarda fidelidad a las autoridades y a las fuentes
oficiales, y ofrece fácil acceso a información difícil de obtener. De este
modo, logra que su interpretación de puntos dudosos esté bien razo-
nada, claramente expuesta y que, a veces, ofrezca cierto desafío.
En su servicio en nuestro Dicasterio también ha adquirido una visión
pastoral amplia por medio de sus relaciones directas con varias nacio-
nes y culturas. El lector se irá dando cuenta progresivamente de esto a
medida que estudia sus reflexiones sobre la Liturgia.
Confío en que este libro, eminentemente práctico, será de una gran
ayuda para todos los que están relacionados con los ministerios litúrgi-
cos, y espero verlo publicado en otros idiomas para que la gran familia
de la Iglesia también pueda beneficiarse de su amplio y rico contenido.

Alfonso Cardenal López Trujillo


Presidente del Pontificio Consejo para la Familia

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Prólogo

Había dos motivos detrás de esta Guía práctica de liturgia: no sólo yo


mismo reconocí la necesidad de tal libro, sino que también fui anima-
do por otros a escribirlo. Desde que preparé un extenso manual para
ayudantes, Ministro en el Altar (Sidney: E.J. Dwyer, 1980), diversos ami-
gos me han estado pidiendo un libro similar para el Clero. Les agra-
dezco su insistencia así como su consejo y estímulo que han llevado
finalmente a la conclusión de este trabajo.
En particular, doy gracias al Rev. Denis J. Hart, antiguo Consultor de
la Congregación para el Culto Divino y Maestro de Ceremonias de la
Archidiócesis de Melbourne. D.J. Hart aplicó su habilidad y experien-
cia en este campo a través de un estudio exhaustivo de cada capítulo.
Otros sacerdotes han realizado sugerencias, aportando advertencias
técnicas e indicando áreas que podrían tener un valor práctico. Sin
comprometerles en las interpretaciones y opiniones de este libro agra-
dezco sus sugerencias a los Reverendos Pere Tena Garriga, Obispo
Auxiliar de Barcelona (Miembro y primer Sub-Secretario de la Con-
gregación para el Culto Divino), Mons. Thomas E. Crane, Mons. Brian
Ferme, Mons. François Fleischmann, Mons. Anthony La Femina, Mons.
Alan McCormack, Mons. James O’Brien, Kieran Adams, O.P., David
Barnes, Robert Borg, Dan Cardelli, Denis Carroll, Don Cave, S.S.S.,
Michael Enright, Ralph Fitzgerald, Tony Fitzgerald, Geoffrey H. Jarrett,
Lucke Joseph, Michael Miller C.B.C., Fernando Rodríguez Velásquez,
William Ross, George Rutler, Charles Scicluna, Andrea Spatafora,
M.S.F., Peter Stravinskas, John Walshe, Peter M. Waters, Andrew Wise y
al Sr. Chris Grady.
El trabajo en la Curia ofrece una posición ventajosa para escribir
sobre las ceremonias de nuestro rito, tal y como deben ser practicadas
hoy en día. Esto también explica las alusiones a la práctica corriente en
Roma. No soy un liturgista académico, pero quizá éste no es el tipo de

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GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

libro que a un liturgista de esa clase le gustaría —o desearía— escribir.


Dentro de sus límites prácticos, esta guía es fruto de toda una vida de
estudio de los ritos de Oriente y de Occidente, y de una investigación
de la Historia de la Iglesia y de la Teología Sacramental. A su vez, refle-
ja la experiencia pastoral en las parroquias, en el trabajo entre las dis-
tintas culturas étnicas, en el servicio como secretario del obispo y, en
años recientes en Roma, algunos compromisos en la formación de futu-
ros sacerdotes, así como encargos en ceremonias litúrgicas.
Se ha intentado presentar una comprensión universal de las cere-
monias, sin atarse a las costumbres de un país determinado. De todas
formas, se han incluido detalles relativos a las distintas prácticas de las
naciones representadas por los sacerdotes que me han aconsejado:
España, Francia, Inglaterra, Irlanda, Colombia, Estados Unidos, Cana-
dá, Malta y mi Australia. A la luz de las inevitables imperfecciones, agra-
dezco las sugerencias de los lectores para que en futuras ediciones sirva
como guía útil y precisa para las ceremonias de nuestro noble Rito.
Rev. Mons. Peter J. Elliott
Roma, 1994

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Siglas

CEC Catecismo de la Iglesia Católica


CO Ceremonial de Obispos
CIC Código de Derecho Canónico (Codex Iuris Canonici)
IGMR Ordenación general del Misal Romano (Institutio Generalis Missale
Romanum)
PR Pontifical Romano
RR Ritual Romano
SC Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, Constitución sobre la Sagrada
Liturgia

17
Introducción

1. Llevamos más de un cuarto de siglo intentando hacer efectivas las refor-


mas litúrgicas iniciadas por el Concilio Vaticano II. A lo largo de estas
décadas, la dimensión ceremonial del Rito Romano ha cambiado y se
ha desarrollado. Ha llegado el momento de ofrecer una guía práctica
de las ceremonias tal y como la Iglesia quiere que se lleven a cabo.

2. No es éste un manual completo de liturgia, ya que se centra en el cere-


monial y, en particular, el de la Misa y en los relacionados directamen-
te con el sacramento de la Eucaristía. Esperamos preparar una conti-
nuación de este trabajo que trate sobre las ceremonias sacramentales,
los tiempos del Año Litúrgico y los funerales. Tampoco es éste un sim-
ple manual de rúbricas, aunque incluye las establecidas en la Ordenación
general del Misal Romano (IGMR), que posteriormente fueron clarifica-
das por el Ceremonial de Obispos (CO).

3. A diferencia de lo que ocurría en los antiguos manuales, en éste hemos


hecho un esfuerzo por integrar lo ceremonial o «ritual» con los ideales
teológicos, pastorales y culturales. Así, al mismo tiempo que el texto
proporciona lo establecido por las normas oficiales, hay un plano
secundario de interpretación, explicación, precisión y detalle. El lector
puede distinguir lo que es obligatorio y lo oficialmente opcional de los
juicios particulares del autor, que normalmente están indicados con
expresiones tales como «parece preferible que...». Más aún, se han
incluido a pie de página comentarios pastorales y críticos de interés
para los que buscan razones de una postura tomada en el texto, o para
los que buscan una opinión sobre una cuestión de detalle o de gusto.
La evidente mayor libertad en la liturgia moderna puede abarcar a los
autores que, hoy en día, proponen procedimientos ceremoniales.

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GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

4. Es importante desarrollar los principios que han guiado e inspirado este


trabajo, a saber: la necesidad de que Dios esté en el centro del culto, el
valor de la «noble sencillez», la continuidad de nuestra tradición, la fide-
lidad a la Iglesia y la dimensión pastoral de la liturgia. Pienso que estos
son los principios claves de la liturgia que nos pueden ayudar a planifi-
car y ofrecer un buen ceremonial en nuestras iglesias.

Dios en el Centro

5. Todo culto debería estar centrado en Dios. Por tanto, la ceremonia


debe llevar el pueblo a Dios, ayudándole a convertirse en un adorador
en espíritu y en verdad (Juan 4, 23-24). La ceremonia es un medio y no un
fin en sí mismo. Pero, como forma externa, es normalmente insepara-
ble del contenido de los sacramentos. En los movimientos, gestos, accio-
nes y signos sagrados, el lenguaje religioso del cuerpo debe «hablar»
reverentemente a Dios y de Dios, y así, darle gloria.

6. La reverencia de cada gesto expresa la fe que hay en nosotros. Procede


del «asombro y del respeto». Por tanto, la reverencia del celebrante
debería transmitir a los fieles un cierto sentido de lo sagrado. Mediante
la reverencia afirmamos que aquí, en este lugar, estamos en la presen-
cia de Dios; que estamos aquí inmersos en el supremo acto humano
para el que cada uno de nosotros ha sido creado —dar gloria a nuestro
Creador y Redentor—; que, aquí, como miembros vivos del Cuerpo de
Cristo, somos «un pueblo santo». Hemos sido segregados del mundo
para rezar por el mundo, y mediante esa gran oración de Cristo, nos
vemos fortalecidos para salir al mundo y transformarlo para Él. Por la
reverencia damos gloria a Dios y, a cambio, participamos de su gracia y
de su gloria.

7. La reverencia debe expresar la devoción, el corazón puesto en Dios, el


corazón indiviso. La devoción personal del celebrante debe ser siempre
discreta en el culto público, de modo que mueva al pueblo a rezar. Ellos
ven a un hombre cuyos gestos y palabras dicen: «Sólo Dios importa...
vayamos todos unidos hacia Él».

8. La majestad de «El que Es» —la divina trascendencia— y la intimidad


de la Palabra encarnada —la divina inmanencia— se mantienen unidas
por la reverencia y por la devoción. En la celebración de los Sagrados
Misterios, no se debería temer una adecuada «transmundanidad» ni el
empleo de realidades sensibles: signos, movimientos, colores, sonidos...
Lo sobrenatural y lo natural, el espíritu y la materia están integrados
por medio de la Encarnación. Por tanto, el culto y la oración del buen
cristiano se mantienen fieles a esta unidad de lo visible y lo invisible:

20
INTRODUCCIÓN

«...y la Palabra se hizo carne». Éste es el principio de la Encarnación de


la «sacramentalidad»: que encontremos a Dios y seamos transformados
por Él, aquí y ahora, mediante acciones y signos humanos y tangibles.

Noble sencillez

9. Nuestro segundo principio es el carácter distintivo del Rito Romano tal


como la Iglesia nos lo ha dado. Este principio puede ser resumido como
noble sencillez, frase que recoge una de las intenciones litúrgicas de los
Padres del Concilio Vaticano II 1. Esta noble sencillez es la medida del estilo
y del sabor presentes en la Ordenación general del Misal Romano. Debe-
ríamos hacer de la noble sencillez un ideal-guía para todas las ceremonias
de todas las iglesias. Pero las palabras «noble» y «sencillo» están concebi-
das para no ser separadas, de manera que sugieran un único ideal.

10. Que el ceremonial deba ser «noble», excluye tanto un modo de actuar
improvisado y descuidado, como un ritualismo pretencioso y seguro de
sí. La nobleza nos habla de un sentido de la elegancia y el esplendor
que puede ser evidente lo mismo en una Misa solemne que en la más
sencilla celebración. Nobleza significa ofrecer lo mejor a Dios: la noble-
za de las acciones y de los gestos y también la nobleza de los altares,
vasos sagrados, ornamentos, etc. En esta nobleza reconocemos la
Belleza de Dios, que Él debería ser adorado con belleza y que nuestra
naturaleza redimida está orientada a la bienaventuranza.

11. No se encuentra en la rica cultura cristiana, expresada por las directri-


ces de la Iglesia, un miedo a la nobleza en el culto. Mientras que la
ostentación mundana no debería ser parte del culto divino, la belleza y
el esplendor reflejan el triunfo de la resurrección de nuestro Señor
Jesucristo, que celebramos y proclamamos de un modo particular cada
domingo. Pero el culto noble siempre refleja la gloria de la Pascua por-
que es expresión de la nobleza inherente a un pueblo renacido por el
Misterio Pascual y, por ello, confiado y alegre en la fe y en la esperanza
que comparten.

12. Desgraciadamente, la noble sencillez es a menudo reducida a simpleza


que, en la práctica, supone realizar ritos de la forma más cómoda posi-
ble, o usar muebles, vasos y ornamentos de poco valor. En defensa de
este «minimalismo litúrgico», algunos aducen que deben atender tra-
bajos pastorales más importantes y absorbentes, que ellos no son litur-
gistas o, incluso, que las materias litúrgicas son triviales. Queremos

1. Cf. Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium (SC), n. 34. una noble sencillez.

21
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

advertir que este libro ha sido preparado para clérigos atareados y para
todos aquellos que participan en los diversos ministerios litúrgicos.

13. Esta guía concibe al diácono en la completa realización de su ministe-


rio sacramental y litúrgico. Incluye una descripción del papel de los
acólitos, para diócesis donde estén instituidos. Se han incluido detalles
para el maestro de ceremonias y para los encargados de la formación
de los ayudantes. Se ha tenido en cuenta a los lectores y a los ministros
extraordinarios de la Eucaristía y se ha incluido una información prác-
tica que debería ser de utilidad para sacristanes. El indispensable papel
del coro, del organista, de los músicos y cantores ha sido incorporado
en la descripción de las ceremonias. Por tanto, éste no es un trabajo teó-
rico ni de cuestiones académicas, sino una guía práctica, basada en las
necesidades de la Iglesia y en la experiencia probada 2.

14. Una aproximación práctica a la noble sencillez en las ceremonias se logra


por medio del cuidado de los detalles: una genuflexión, el comporta-
miento acorde del pueblo, el conocimiento del objeto requerido para
un momento particular del culto, la preparación en la sacristía, etc. Así,
se ha hecho un importante esfuerzo por incluir tales detalles tanto en
el texto como en los Apéndices. Se han tomado decisiones sobre temas
no tan claros, y las opciones y sugerencias expuestas se pueden demos-
trar en otros planos.

15. Puede parecer que hay demasiados detalles y que a las materias aparen-
temente triviales se les ha dado una excesiva atención, por ejemplo: en
alguno de los Apéndices. Durante la preparación de un manual de cere-
monias es preferible equivocarse en este sentido que sembrar la duda y
la confusión a los lectores. Un descuido de los detalles lleva a una litur-
gia incierta y poco clara, desde este punto de vista, ni es noble ni es sen-
cilla. La práctica litúrgica nos muestra cómo los conceptos son correctos
y complementarios; nobleza sin sencillez cae en la trivialidad y en lo
poco estético. El genio del Rito Romano consiste en su capacidad de
combinar el esplendor con un enfoque ordenado de lo esencial del
culto.

La continuidad de nuestra tradición

16. La continuidad es el tercer principio que nos lleva directamente a un


buen ceremonial. Se puede reconocer una continuidad entre las for-

2. Vid. Prólogo, primer párrafo. Antes de ser publicada esta obra en Estados
Unidos, los capítulos sobre la celebración de la Misa fueron utilizados por diáconos
para preparar su ordenación presbiteral.

22
INTRODUCCIÓN

mas preconciliares y posconciliares del Rito Romano: la tradición conti-


nua y homogénea de la Iglesia 3. Sin embargo, en la práctica, no han sido
pocos los problemas que han surgido desde el inicio de la reforma pos-
conciliar.

17. Un buen ceremonial es esencial para la solución de estos problemas, y


nos debería llevar de un estilo de culto locuaz a unas celebraciones más
reflexivas y piadosas. Un énfasis en la «acción sagrada» libera a la litur-
gia del didacticismo, de añadir pequeñas homilías, explicaciones e ins-
trucciones. El celebrante que entiende las acciones, los gestos y la pala-
bra como un todo deja a la liturgia que hable por sí misma. No consi-
dera la liturgia como el lugar principal para hablar al pueblo. Evita un
«estilo presidencial» propio de los medios de comunicación, y no pre-
tende proyectar su personalidad.

18. La estrecha relación que existe entra la música y la ceremonia forma


parte de la continuidad de nuestra tradición. La ceremonia es insepa-
rable de la música porque el fiel participa viendo y escuchando a la vez.
Las procesiones parecen sin vida cuando no hay una música apropiada.
El canto, en una liturgia desprovista de ceremonial, reduce la música
litúrgica a una serie de «elementos sueltos», que pueden tener poco o
nada que ver con el contenido o los distintos momentos del rito. Sin
embargo, es fácil integrar una buena música con las acciones visibles
del culto. Una comunidad acostumbrada a un buen ceremonial, nor-
malmente espera una buena música religiosa, y viceversa. Dentro de la
Gran Acción de Cristo, las formas musicales —tradicionales y moder-
nas— más delicadas nos ayudan a adorar a Dios y nos conducen a una
oración que es, a la vez, comunitaria y personal.

19. ¿Mantener la continuidad con nuestras tradiciones es un proceso de


restauración? Deberíamos luchar por retomar la categoría del miste-
rio litúrgico y la paz de tiempos pasados. Asimismo, deberíamos res-
petar las costumbres y tradiciones elegantes. Pero mantener esa con-
tinuidad con nuestras tradiciones va más allá de una simple restaura-
ción del pasado. La continuidad siempre encierra un desarrollo. Este
desarrollo es, en la liturgia de la Iglesia, un proceso sutil análogo al
que se da en la progresiva comprensión de las verdades doctrinales.
En este sentido, sería instructivo aplicar a algunas prácticas del culto
que han surgido a raíz del Concilio Vaticano II, los criterios del vene-
rable Cardenal John Henry Newman, sobre el auténtico progreso doc-
trinal.

3. Institutio Generalis Missale Romanum (IGMR), Ordenación general del Misal Romano,
n. 1.

23
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

20. Para lograr tal continuidad, en esta guía hemos acudido a las fuentes,
en particular a la Ordenación general del Misal Romano. Pero este docu-
mento pastoral básico se ha interpretado en diversos sentidos porque
carece de la precisión de las viejas rúbricas. Además, como ha ocurrido
con los documentos del Concilio, la Ordenación general no siempre se ha
estudiado cuidadosamente; en los últimos años se ha consolidado y cla-
rificado con la publicación del Ceremonial de Obispos 4.

21. La liturgia catedralicia de los obispos está llamada a ser el modelo para
los ritos celebrados en toda la «Iglesia particular»: la diócesis. Por tanto,
la Ordenación general se debe interpretar a la luz del Ceremonial de
Obispos 5. Esta guía integra ambas fuentes. El Ceremonial clarifica muchos
puntos e incluso recupera procedimientos del pasado que aún son úti-
les y normativos 6. Algunos de los problemas de las últimas décadas tie-
nen su origen en el olvido de diversos usos y costumbres.

22. Los clérigos y laicos relacionados con los ministerios litúrgicos deman-
dan orientaciones acerca del ceremonial del Rito Romano Moderno.
Desean conocer las mejores formas de celebrar la liturgia, para la glo-
ria de Dios y el bien de su pueblo. Cuando el Rito Romano se celebra
con un ceremonial rico, buena música, devoción, oraciones y con tiem-
po para el silencio, entonces el pueblo puede experimentar la conti-
nuidad con la tradición viva del culto católico occidental tal y como se
ha desarrollado durante siglos.

23. No obstante, en algunos puntos de este trabajo fue necesario volver a


procedimientos del rito preconciliar, simplemente porque no había
otra opción si se trataba de ofrecer una orientación clara al lector. Se
utilizó una autoridad clásica, pero no aparece citada en los pies de pági-
na 7. Aquellos que tienen permiso para utilizar el misal de 1962, apro-
bado por el papa Juan XXIII, deberían remitirse a esa autoridad 8.

4. Ceremoniale Episcoporum ab auctoritate Concilii Vaticani II instauratum et ab auctorita-


te Ioannis Pauli II publicatum, 1984: citado como Ceremonial de Obispos (CO).
5. Vid. CO, Prefacio II, y nn. 12, 44 y 46. En dos direcciones la IGMR no hay duda
de que será revisada ampliamente a la luz de CO.
6. Por ejemplo: CO, Normas generales, notas a pie de página 66, 67 (cómo los acóli-
tos llevan las velas), 72-75 (el uso del incensario), 79 (las manos del celebrante en la epí-
clesis), 80 (manos unidas) y 81 (cómo hacer la señal de la cruz y cómo bendecir un
objeto).
7. Adrian Fortescue, J.B. O’Connell, The Ceremonies of the Roman Rite Described
(London: Burns Oates and Washbourne, 1962).
8. Esos capítulos que no han sido incluidos según el rito antiguo, de ninguna mane-
ra implican desaprobación de las disposiciones de la Ecclesia Dei. Los sacerdotes que
celebren ambas formas en la Misa Romana encontrarán que la piadosa disciplina de la
Misa antigua y la sensibilidad pastoral de la nueva se enriquecen mutuamente.

24
INTRODUCCIÓN

24. Además, para evitar expresiones confusas, hemos preferido emplear


algunos términos tradicionales al describir los ministerios litúrgicos
(p. ej.: el «turiferario») o las partes de la Misa, tales como el Kyrie o el
Sanctus. Este respeto por los términos clásicos preserva la tradición y el
sentido de nuestra identidad cultural, y de este modo se puede contri-
buir a una mejor comprensión de nuestras características formas de
culto.

Fidelidad a la Iglesia

25. El cuarto principio esencial de toda buena liturgia es el de fidelidad a la


Iglesia. La fidelidad es mejor entendida en términos de «comunión»,
que es una concepción de la naturaleza de la Iglesia muy estimada en
nuestros días. Día tras día, en todo el mundo, los sacerdotes celebran la
Misa de acuerdo con un rito autorizado por el sucesor de san Pedro;
por tanto, su formas están determinadas por el Papa y los obispos en
comunión con él. Estas formas contienen un significado eclesiástico
—la comunión en el Cuerpo de Cristo—. Nuestra fidelidad es, para
nuestro pueblo, un signo concreto de la comunión con nuestro obispo
y de nuestra comunión con Roma. En este contexto, la fidelidad en la
liturgia es una cuestión de caridad, unidad y, en último término, de fe.

26. Como servidores de la Iglesia, cada uno de nosotros debería valorar la


sagrada liturgia como algo más grande que nosotros mismos. Puede
que la sagrada liturgia sea un trabajo humano, resultado de la labor e
ingenio de siglos, pero ese trabajo ha estado inspirado siempre por el
Espíritu Santo. Puede que sea el fruto de muchas culturas y, de hecho,
es uno de los caminos principales para la transmisión de esas culturas,
pero esas culturas fueron transformadas en la bella construcción de la
civilización cristiana por el evangelio de Jesucristo. Por este motivo, el
evangelio del Verbo Encarnado es la «causa» fundamental de las formas
humanas del culto cristiano. En la liturgia encontramos la cima supre-
ma donde la Encarnación transforma la cultura. Tendríamos que ser
fieles a las distintas formas de cultura cristiana.

27. A la luz de la Encarnación veneramos y respetamos ciertas acciones fami-


liares y tangibles, palabras, signos y objetos que dan origen al auténtico
«culto» «encarnacional»: estos signos y símbolos, de una sacramentali-
dad más extensa, nos elevan al culto eterno de Jesús, nuestro Sacerdote.
Por medio de este culto, los miembros de su Cuerpo, ya en la tierra, par-
ticipan en la adoración que se da en el corazón de Dios Trino 9.

9. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), nn. 1077-1109.

25
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

28. Examine cada uno su conciencia en lo que se refiere a la fidelidad a este


tesoro precioso que la Iglesia nos ofrece. En la Ordenación, la Iglesia
confía a cada sacerdote su forma propia de culto, de acuerdo con un
rito específico. El sacerdote no deternina las formas ni los contenidos
de ese rito 10 que, en la práctica, requiere aceptar unos límites específi-
cos y la autoridad de quien han emanado las normas. Cada sacerdote
está también llamado a ser leal a las prácticas y tradiciones del rito espe-
cífico, romano u oriental, en el que Dios le ha llamado para servir y
conducir a su pueblo.

29. La formación en el seminario debería también cultivar, entre los hom-


bres llamados al ministerio sacerdotal, la fidelidad a la liturgia de la
Iglesia 11. Esta guía también se ofrece a los seminaristas para ayudarles
en la preparación de su sublime servicio en el altar con un espíritu de
amor y reverencia a los Sagrados Misterios.

30. La fidelidad también requiere una comprensión de cómo la «liturgia» es


una forma de culto distinta de otras formas de culto y oración, comuni-
tarias o personales. Por su misma naturaleza, la liturgia se configura en
la forma y en los procedimientos, en la estructura y en los contenidos
esenciales. Éste es el nervio del culto litúrgico; aunque son inevitables
una cierta previsión y estabilidad. Lo cual puede hacer caer en una ruti-
na aburrida o mecánica, por mucho que hoy esto debería ser lo menos
problemático. Dentro del esquema establecido en el rito moderno, hay
puntos de flexibilidad pastoral que hemos indicado en este libro.

Liturgia pastoral

31. La fidelidad a la Iglesia incluye la fidelidad al pueblo católico. Por esta


razón, el quinto principio básico del desarrollo de una buena ceremo-
nia es el interés pastoral por los fieles cristianos. Una liturgia pastoral
auténtica sólo puede reconocerse cuando está conformada por los cua-
tro principios precedentes:
—ver a Dios en el centro de la liturgia,
—buscar la noble sencillez,
—mantener la continuidad con nuestra tradición y
—ser fieles a la liturgia de la Iglesia.

10. Código de Derecho Canónico (CIC), cánones 837, 838, 846. Los sacerdotes que
cambian la liturgia contradicen lo dicho en el Concilio Vaticano II: Por lo mismo, que
nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la litur-
gia, SC, n. 22.
11. Vid. Congregación para la Educación Católica, Instrucción para la formación litúr-
gica en los seminarios, 3 de junio de 1979, nn. 8-11, 20-27, 45-50, 56-59 y las normas del
Apéndice.

26
INTRODUCCIÓN

Estos principios nos invitan a dar a nuestro pueblo lo mejor, de


modo que puedan participar en el culto cristiano de acuerdo con una
interpretación más espiritual e interiorizada de la «participación acti-
va». Se les debería alentar a ofrecer lo mejor que tienen a Dios en el
sacrificio de alabanza y de acción de gracias. Sin embargo, un culto deli-
cado no debe entenderse nunca como un tipo de ministerio unidirec-
cional. Igual que nosotros atendemos ministerialmente al pueblo que
alaba a Dios, también ellos ejercen un ministerio para con nosotros, sos-
teniéndonos y presentándonos ante el Señor con su oración y alabanza.
¿Acaso no ha sido ésta nuestra experiencia común al presidir liturgias
bien cuidadas?
32. La liturgia pastoral suscita la pregunta sobre la «creatividad». Hay un
lugar para la creatividad y la imaginación en el contexto pastoral. Sin
embargo, esta «creatividad» no consiste en inventar novedades o en tra-
tar de entretener al pueblo. La liturgia pastoral tiene una fuente mucho
más profunda y una finalidad más clara. Nace de la relación entre Dios
Trino y la creación y, desde aquí, se dirige a la santificación y salvación
de su pueblo.
33. Por lo tanto, la creatividad litúrgica debería basarse en las necesidades
de los fieles. Esta creatividad se configura observando el «sentido de fe»
del pueblo, que recibe con gusto y de buena gana las ceremonias bellas,
realizadas con reverencia y del modo adecuado. La creatividad litúrgi-
ca, tal y como el Concilio Vaticano II alentó, incluye el respeto a los
valores humanos y a las devociones populares 12. No debería faltar la sen-
sibilidad por la cultura local, de acuerdo con las directrices del susodi-
cho Concilio sobre una inculturación litúrgica apropiada 13. Por esta
razón, es importante escuchar a nuestro pueblo cuando se construye o
restaura una Iglesia, para que éste disfrute de un lugar sagrado bello
diseñado tanto para la celebración plena del culto, como para la ora-
ción y devoción personal.
34. El pastor, cercano a las familias de su comunidad, reconoce la necesi-
dad que el hombre tiene de celebrar sucesos y eventos, momentos y
épocas, santos y héroes, penas y alegrías... Sabe sacar partido de la varie-
dad del Año Litúrgico y de la amplia gama de Misas votivas y celebra-
ciones para ocasiones especiales. Dirige al pueblo en la adoración euca-
rística y en la Bendición. Desea compartir con ellos su propia celebra-
ción de la Liturgia de las Horas, cuando sea posible. Estos son unos
cuantos ejemplos, incluidos en esta guía, que nos muestran el uso crea-
tivo del tesoro cultual que la Iglesia pone a nuestra disposición.

12. Cf. SC, n. 13.


13. Cf. SC, nn. 37-40.

27
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

35. Sin embargo, dicha creatividad pastoral no se basa sólo en las necesida-
des del pueblo. Está guiada por una visión positiva del potencial creativo
del culto comunitario. Con esfuerzo, tiempo y algo de imaginación
podemos encauzar los talentos de la comunidad al enriquecimiento de
las celebraciones, en el campo de la música y el arte. La creatividad litúr-
gica nos ayuda a mirar la creación tal y como Dios la contempla: un uni-
verso ordenado, bueno y bello en sí mismo; y por tanto, llamado a ser
ofrecido al Creador por medio de las acciones del cuerpo, del sonido de
la voz y de la armonía de todos los sentidos. Esta verdadera creatividad
reafirma la dignidad de nuestra naturaleza, la esencia optimista del cato-
licismo enraizada en las virtudes de la fe, la esperanza y el amor.

36. La creatividad pastoral se consigue aunando el amor al pueblo y el


amor a la liturgia. El amante desea lo mejor para el amado. Este deseo
de ofrecer lo mejor lleva a dar a los fieles las más delicadas formas de
culto que les haga participar con alegría en el anticipo del Cielo y en la
promesa de la vida eterna 14. Así, es fácil sentir el esplendor celestial
cuando la Eucaristía se celebra bien y con reverencia.

37. A las puertas del tercer milenio todos estamos llamados a una nueva
evangelización. La fuerza evangelizadora del culto no debería ser
nunca olvidada o subestimada. Cuando san Agustín entró en éxtasis en
Milán ante un canto cristiano o cuando el príncipe pagano del Rus
permaneció pasmado ante los gloriosos ritos bizantinos de Santa Sofía
o cuando Newman y un incontable número de personas que le siguie-
ron en su camino, fueron atraídos por la inmensa paz y el misterio de
la Misa, todos fueron transformados, y con ellos y por ellos, la Iglesia
fue transformada. Cuánto mayor podría ser la fuerza evangelizadora
del culto, ahora que tenemos las formas litúrgicas más accesibles de
nuestro tiempo; cuánto más poderosa puede ser la atracción evangeli-
zadora de estas formas, cuando nuestro ceremonial presenta a los que
buscan a Dios con la gracia, el misterio y la belleza de nuestras vivas tra-
diciones.

38. Ahora ha llegado el momento de desarrollar el esplendor y la gloria


contenidos en las vivas tradiciones del culto católico. Es el tiempo de
recuperar los tesoros viejos y nuevos. No es necesario que éste sea un
esfuerzo artificial y molesto. Los grandes ideales de conseguir un culto
bello y piadoso son fácilmente realizables. Donde quiera que estemos
llamados a ofrecer un culto, el mismo Espíritu viene a ayudarnos en
nuestra debilidad. Por lo tanto, esta guía se ofrece a aquellos que están
relacionados con los ministerios litúrgicos con una convicción: que

14. Cf. SC, n. 8.

28
INTRODUCCIÓN

incluso la iglesia más pequeña, con un sacerdote y unos pocos ayudan-


tes y lectores, puede lograr la misma sensación de orden espléndido y
agradable solemnidad que se pueda encontrar en una catedral con
numerosos ministros.

39. En la celebración reverente, devota y majestuosa de las ceremonias de


la Iglesia estamos llamados y dispuestos a unas formas de culto más ele-
vadas. El culto eterno del cielo es el fin y la razón de nuestra creación y
redención; hemos sido justificados y santificados para que podamos dar
gloria a Dios. Como expresa un himno oriental «procediendo de la glo-
ria a la gloria», vamos avanzando en el tiempo, viajando hacia ese día
pascual en el que todos demos gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
por toda la eternidad.

29
1. El escenario de la liturgia

40. Toda iglesia se construye para el sacrificio eucarístico, es decir, para


albergar un altar y un lugar donde se proclame la palabra de Dios. El
templo, por sí mismo, expresa, en su forma y función, la jerarquía de
los ministerios dentro del Cuerpo Místico de Cristo y, en este sentido,
la catedral es el modelo para todas las demás iglesias 1. A través de los
sacramentos de la iniciación cristiana y de las Órdenes sagradas, cada
fiel tiene un lugar en la liturgia 2. Por consiguiente, a la hora de descri-
bir lo que se requiere para organizar la liturgia, nos ha parecido mejor
comenzar por el lugar de la iniciación cristiana que nos introduce en la
asamblea eucarística.

El baptisterio

41. Las directrices actuales subrayan la necesidad de que haya un lugar


—baptisterio— donde el pueblo pueda participar en la celebración del
Bautismo; edificio separado, capilla o lugar diferenciado 3. Es mejor ubi-
car el baptisterio cerca de la puerta principal, no en un rincón escon-
dido, sino en una posición destacada, por ejemplo: en el centro del ala
occidental de la iglesia, como puede verse en algunas iglesias medieva-
les. Cuando sea inevitable colocar la pila bautismal en el presbiterio o
cerca de éste, como sucede en algunas iglesias pequeñas, convendría
que el área que la rodee quede claramente definida como una zona dis-
tinta del presbiterio.

1. Cf. IGMR, n. 257, y especialmente CO, nn. 42-46.


2. Cf. Vaticano II, Lumen gentium, n. 10.
3. Ritual de la iniciación cristiana de adultos, Observaciones generales, n. 25.

31
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

42. La pila bautismal debe ser estable, de material idóneo y distinguirse por su
limpieza y estética 4. Sería deseable que la pila contara con la posibilidad
de calentar el agua en épocas frías. Dependiendo de la práctica local,
algunas iglesias requerirán una pila grande que pueda servir para la
inmersión de adultos. Aunque es preferible una fuente de agua corrien-
te, el fluir constante del agua puede distraer si la pila está situada en el
presbiterio o cerca del mismo.

43. Excepto durante la Pascua, el cirio pascual permanecerá cerca de la


pila bautismal en un candelero o soporte adecuado. Se podría poner
una mesa para los objetos bautismales. Cuando se trate de un baptiste-
rio separado, es aconsejable colocar un ambón y, quizá, un armario
seguro para dejar los objetos. El lugar donde se guardan los óleos sagra-
dos debe estar cerca del baptisterio.

44. Las pilas de agua bendita situadas a las puertas de la iglesia son signos
que recuerdan el lavado bautismal de los fieles 5. El sacristán se encarga
de que se limpien y rellenen regularmente.

La nave

45. Se denomina nave al espacio destinado al pueblo en una iglesia con


independencia de su diseño. Convendría colocar los asientos para los
fieles de modo que el pueblo pueda participar fácilmente en el culto,
teniendo a la vista el altar, el ambón y la sede, y puedan ir a comulgar sin
dificultad 6. Debería haber suficiente espacio para que los fieles puedan
ponerse de pie y arrodillarse cómodamente. Por lo tanto, sea cual sea la
distribución de los asientos se debería respetar cuidadosamente el espa-
cio entre ellos. Los asientos deberían tener un reclinatorio confortable 7.

46. El coro y el órgano tienen su lugar propio, que está determinado tanto
por su papel en la liturgia como por el fácil acceso de los miembros del
coro a la Sagrada Comunión 8. Sería conveniente acudir a un experto a
la hora de ubicar el coro, a fin de promover su papel indispensable en

4. Ibid., n. 19.
5. Cf. CO, n. 110. Deberían ser accesibles a los niños.
6. Cf. IGMR, n. 273.
7. Arrodillarse forma parte de nuestra tradición cultual que tiene su fundamento
en el Nuevo Testamento (cf. Lucas 22, 41; Hechos 9, 40; 20, 36; 21, 5). Dificultar que el
pueblo se arrodille anula un derecho litúrgico del fiel y menoscaba la libertad de su
devoción privada en otros momentos. Además, los niños en un grupo familiar no pue-
den ver cuando todos están de pie.
8. Cf. IGMR, nn. 274, 275.

32
EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

el culto. El Concilio Vaticano II subrayó explícitamente la importancia


del órgano en el Rito Romano 9.
47. Sería conveniente que en las iglesias hubiera alguna capilla pero sin mul-
tiplicar altares. Las capillas dedicadas a nuestra Señora y a los santos tie-
nen su lugar propio sin detrimento para la liturgia. Por tanto, las imá-
genes sagradas para la devoción de los fieles no se colocarán de modo
permanente en el presbiterio. Convendría restringir el número y dispo-
sición de las imágenes sagradas. Dos imágenes del mismo santo no se
deben colocar en el mismo edificio 10. Esto último no se aplica necesa-
riamente a las imágenes de nuestra Señora bajo títulos diferentes u otras
representaciones de un santo dentro de un grupo de figuras o imágenes.
48. Los confesonarios se encuentran normalmente cerca de la nave para la
celebración del sacramento de la Penitencia de acuerdo con el primer
y segundo ritos de la reconciliación. En la práctica, estos son cómodos,
razonablemente espaciosos e insonorizados, provistos de una silla, un
reclinatorio y con una rejilla entre el sacerdote y el penitente, tal y
como establece el Código 11. Donde los obispos lo permitan, el confeso-
nario se diseñará de forma que el penitente pueda también escoger la
opción de la confesión «cara a cara».
49. Las estaciones del Vía Crucis se colocan normalmente en la nave o en
una capilla o zona donde los fieles puedan realizar con facilidad esta
devoción. La práctica de agrupar todas las estaciones en un mismo
punto resulta desafortunada, porque suprime los significativos movi-
mientos de un lugar a otro que forman parte de esta devoción. Cada
estación debe identificarse fácilmente y con exactitud evitando una sim-
bología abstracta. Las estaciones las bendecirá un obispo o sacerdote,
pero un conjunto nuevo de estaciones dispuesto en una iglesia que va
a ser dedicada queda bendecido por el mismo acto de dedicación, al
igual que la pila, la cruz, las estatuas o imágenes, el órgano, las campa-
nas, etc. 12. Las estaciones no deberían confundirse con las doce o cua-
tro cruces colocadas sobre las paredes de una iglesia dedicada.

El presbiterio
50. El principal lugar sagrado donde se celebran la mayoría de las cere-
monias de la liturgia deberá ser espacioso, claramente definido y deli-

9. Cf. SC, n. 120.


10. Cf. IGMR, n. 278, significado de las imágenes para la devoción y veneración.
11. Vid. CIC, canon 964 §2. Una cortina es también útil.
12. Vid. CO, n. 864.

33
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mitado 13. Normalmente, esto se logra mediante escalones, y a través de


la forma o estilo de la propia iglesia. Se debe poner mucho cuidado en
la elección del número apropiado de escalones de forma que los fieles
puedan seguir visualmente la acción sagrada. En algunas iglesias se ha
reducido el número de escalones, con la buena intención de involu-
crar al pueblo en las acciones sagradas, pero esto impide que vean bien
las ceremonias. En todos los ritos orientales y occidentales, el presbi-
terio es el lugar sagrado reservado para las acciones que se desarrollan
en el altar, y es un espacio fijo. Es contrario a una sana psicología reli-
giosa cambiar el lugar del presbiterio varias veces en el transcurso de
un año o colocar en él sillas para los fieles.

El ambón

51. Habrá un ambón o facistol, preferentemente fijo, para la proclamación


de la palabra de Dios desde el presbiterio o cerca de él 14. Según la cos-
tumbre tradicional de la Iglesia, suele estar en un lugar fijo a la izquier-
da del altar, en lo que se llamó «lado del Evangelio». No obstante,
puede colocarse en un sitio distinto si así lo requiere el diseño particu-
lar de alguna iglesia o la liturgia coral de una comunidad religiosa o de
un seminario. Debería diseñarse en armonía con el altar y de forma que
éste quede siempre en un primer plano. Puede cubrirse con un paño o
antipendio digno, del color del día o del tiempo litúrgico, preferible-
mente a juego con el frontal del altar.

52. Si es posible, la superficie donde se apoya el libro debería ser regulable,


de modo que se adapte a las necesidades de los distintos lectores, inclui-
dos los niños. En muchos casos convendrá poner un micrófono y un
pequeño punto de luz. Dentro del ambón puede colocarse una repisa
para libros. Alrededor del mismo debe haber espacio suficiente para los
ceroferarios y el turiferario, cuando estos acompañan la lectura del
Evangelio, así como para el cirio pascual que se coloca próximo al
ambón en el Tiempo de Pascua. Convendría que el predicador tuviera
a la vista un reloj.

53. El ambón, reservado para la proclamación de la palabra de Dios,


no debería utilizarlo el director del coro, un solista o un comenta-
rista 15.

13. Cf. IGMR, n. 258. Debe ser muy espacioso en las catedrales.
14. Cf. IGMR, n. 272. Ambón es el término más tradicional y litúrgico.
15. Cf. IGMR, n. 272, y, más claramente, CO, n. 51.

34
EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

La sede

54. La sede presidencial debe situarse detrás o cerca del altar en un lugar
idóneo y a una altura tal que el celebrante pueda ser visto como presi-
dente de la asamblea. Además, debe adecuarse al tamaño y diseño de la
iglesia, de forma que presida sin dar la sensación de dominio. Asimis-
mo, debe elegirse una sede digna y bella, en armonía con el estilo de la
iglesia y que, al mismo tiempo, sea cómoda para el celebrante. La sede
no debe parecer un trono 16. Sin embargo, en una catedral, la cátedra o
sede sí es un trono reservado para los obispos, y debe situarse sobre
algunos escalones, de modo que pueda verse claramente al obispo
cuando preside en su iglesia propia. Si un sacerdote celebra en el altar
mayor de una catedral, se pondrá una sede separada 17.

55. A ambos lados de la sede se pueden poner asientos para los diáconos y
quizá, en funciones solemnes, para un acólito y para el maestro de cere-
monias. Además, se colocarán otros asientos para los concelebrantes.
Los ayudantes nunca deberían ocupar estos lugares y, si es posible, no
se sentarán de cara al pueblo como si estuvieran presidiendo. Para ellos
se dispondrán sillas, taburetes o bancos en el presbiterio 18, preferible-
mente cerca de la credencia y en los laterales. En cualquier caso, el
presbiterio no debe llenarse de sillas y bancos.

56. Un ayudante sostendrá el libro ante el celebrante cuando éste lea algún
texto en la sede. Sólo se pondrá un atril sencillo delante de la sede si la
Misa se celebra sin ayudante.

La credencia

57. En el Rito Romano la credencia desempeña un papel destacado y prácti-


co, como la mesa de próthesis en el Rito Bizantino. Por lo tanto, sería
conveniente que fuese, por lo menos, de tamaño medio y altura nor-
mal, con espacio suficiente para los vasos sagrados, las vinajeras, el misal
con el atril, las velas procesionales, etc. Convendría cubrirla con un
mantel, al menos durante la Misa. Lo mejor es colocar la credencia a la
izquierda del altar, según se mira desde la nave, excepto cuando la Misa

16. Vid. IGMR, n. 271. Debe también ser diseñada de modo que la parte posterior
de la casulla no quede aplastada cuando se sienta.
17. Cf. CO, n. 47, con otros detalles.
18. Cf. IGMR, 271; CO, n. 50. Los ayudantes no deben sentarse en los peldaños;
excepto en el contexto de la liturgia de un abad en su propia comunidad, esta costum-
bre puede dar una impresión servil o infantil.

35
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

se celebre de cara al altar (vid. n. 61, nota 23) en cuyo caso se sitúa a la
derecha. En las ceremonias pontificales conviene utilizar una segunda
credencia colocada normalmente a la derecha del altar.

El altar
58. El altar principal de una iglesia debe ser fijo. De acuerdo con la simbo-
logía bíblica y la tradición occidental, la mesa del altar debe ser de pie-
dra natural. Sin embargo, a juicio de la Conferencia Episcopal, puede utilizar-
se otra materia digna y sólida 19. Los altares fijos se dedican solemnemente
por un obispo o, excepcionalmente, por un sacerdote delegado. Los
altares móviles los bendice un obispo o un sacerdote autorizado 20. El
altar se levanta en el eje central del presbiterio 21.

59. Las proporciones de un altar son importantes. Su altura puede ser lige-
ramente menor a la de tiempos pasados; en la actualidad hay una ten-
dencia a reducir el tamaño del altar para destacar al celebrante, pero
no debe olvidarse que el altar no es ni un púlpito ni un objeto funcio-
nal. Es en sí un signo de Cristo, por lo que debe diseñarse para ser reve-
renciado y respetado en todo momento. Un altar pequeño puede ser el
apropiado para una capilla pequeña, pero en un iglesia un altar insig-
nificante se debería reemplazar por una mesa amplia y digna de la
acción sublime de Cristo Sacerdote.

60. Cuando se dedica un altar nuevo, las reliquias de un santo —no es


imprescindible que sea mártir— pueden colocarse bajo la mesa; no se
colocan permanentemente sobre el altar ni se sellan en la superficie de
la mesa. La reliquia debe ser auténtica y de una parte identificable del
cuerpo. Irá guardada en un relicario empotrado o colocado dentro del
basamento 22.

19. Cf. CIC, cánones 1235, 1236; IGMR, n. 263; CO, n. 919. La madera o el metal
son las opciones más usadas, considerando que el basamento puede ser de piedra o de
otro material sólido y adecuado.
20. Cf. CIC, canon 1237 1§; IGMR, n. 265; CO, n. 923.
21. Situarlo en un lado, equilibrándolo con el ambón (ambos en un segundo plano
respecto a la sede central), es contrario al IGMR, n. 262; CO, n. 48. La presencia de
Cristo en su palabra no es igual a la presencia de Cristo en la Eucaristía. Vid. también
CEC, nn. 1182, 1383.
22. Cf. IGMR, n. 266; CO, nn. 866, 921. Las reliquias no deben estar situadas sobre
el altar para la veneración de los fieles, sino en algún otro lugar. Sin embargo, parece
que los relicarios pueden colocarse sobre el altar durante una celebración particular de
la Misa, como es costumbre en Roma en la Misa del Papa en la solemnidad de san Pedro
y san Pablo.

36
EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

61. Las gradas que rodean al altar deberían diseñarse de modo que las cere-
monias puedan desarrollarse convenientemente y a la vista de todo el
pueblo. El misal contempla que la Misa puede celebrarse cara al pueblo
o cara al altar 23. Por lo tanto, en un altar exento debe haber espacio sufi-
ciente a ambos lados para que el celebrante pueda estar de pie y arro-
dillarse, así como moverse con holgura alrededor del altar cuando lo
inciensa. La tarima se cubrirá, normalmente, con una alfombra de
buena calidad.

Ornato del altar

62. Para la celebración de la Misa debe ponerse por lo menos un mantel


sobre el altar 24. Este mantel no debe confundirse con el frontal de
color. En la tradición occidental es de color blanco o similar. Puede
añadirse algún adorno de acuerdo con la cultura y costumbre local.
También será útil poner debajo del mantel otro más. Será necesario
colocar uno de plástico en un altar dedicado recientemente donde se
haya vertido mucha cantidad de aceite. El mantel del altar puede qui-
tarse después de la Misa, pero el altar desnudo es un signo distintivo
reservado para el Viernes Santo. Es más conveniente cubrir el mantel
con un simple cubremantel para mantenerlo limpio en todo mo-
mento.

63. Aunque no es obligatorio, el frontal realza la dignidad del altar. Junto


con el paño que cae del ambón y el conopeo o velo del sagrario, el fron-
tal define con claridad el tiempo litúrgico mediante el cambio armo-
nioso de todo el conjunto. Dependiendo del diseño del altar, el frontal
cae hasta casi tocar el suelo, por lo menos en el frente del altar. Debe
ponerse cuidado en que las telas sean de buena calidad y de un diseño
noble, de acuerdo con la arquitectura de la iglesia.

64. La cruz debe situarse sobre el altar o junto a él, justo detrás, o suspen-
dida sobre el mismo. El pueblo debe apreciar su relación con el altar.
En el contexto de la liturgia romana, por cruz se entiende un crucifi-
jo 25. Una figura de Cristo resucitado no puede considerarse como sus-
tituto de la cruz; sin embargo, hay una amplia gama de figuras entre las
que se puede escoger el crucifijo litúrgico.

23. Es evidente que, por ejemplo, en la rúbrica el sacerdote debe mirar al pueblo
cuando dice: «Orad hermanos...», IGMR, n. 107; CO, 151. Los términos, técnicamente
incorrectos, «cara al pueblo» y «cara al altar», son utilizados en este libro sólo por moti-
vos de conveniencia.
24. Cf. IGMR, nn. 79, 268.
25. Bendicional, n. 1068.

37
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

65. Cuando la cruz es procesional, debe ser de grandes proporciones y


situarse sobre una peana sólida y segura cerca del altar. Una cruz sus-
pendida sobre el altar no debería ser demasiado grande. Por otra parte,
no sería conveniente que una cruz colocada sobre el altar fuese dema-
siado pequeña. Situada en el centro, no debería ocultar al celebrante si
el altar es grande. El crucifijo litúrgico no es, primordialmente, para la
devoción personal del celebrante, sino un signo que delante de la asam-
blea litúrgica anuncia que la Misa es el mismo sacrificio del Calvario.
66. Las velas necesarias para la Misa son: dos, cuatro o seis 26. Para distinguir
los días y las celebraciones se varía el número de velas. Una buena cos-
tumbre que se ha desarrollado en algunos lugares consiste en utilizar
dos para los días feriales o de memoria, cuatro para las fiestas y seis para
los domingos, solemnidades u otras celebraciones importantes. El Rito
Romano contempla un número impar de velas, siete, sobre el altar, sólo
cuando el obispo diocesano celebra en las grandes ocasiones 27.
67. Es costumbre que las velas del altar sean de cera blanca o de color
crema 28. No hay obligación de utilizar cera de abeja; sin embargo, sería
deseable que las velas del altar fuesen de buena calidad. Los objetos sus-
titutivos de las velas de cera son normalmente innecesarios como ocu-
rre con las «velas eléctricas» en las que no se da el resplandor de la luz
que pasa a través de la cera. Sin embargo, los protectores de cristal pue-
den ser útiles en un lugar donde haya corrientes de aire, y son siempre
necesarios en el exterior. Deberían ser de cristal transparente para evi-
tar que se confundan con las lámparas.
68. La tendencia a reducir el tamaño de las velas y de los candeleros está
batiendo en retirada al sentido común y al buen gusto. Los candeleros
tradicionales de proporciones adecuadas pueden usarse para la Misa
cara al pueblo, ya que no ocultan al celebrante y contribuyen a mejorar
la dignidad y proporción del altar. Hay varios modos de disponer las
velas sobre el altar o cerca del mismo 29.
69. Habría mucho que decir acerca de los candeleros corrientes que, de
modo tan particular, mejoran el aspecto y proporción del altar. Pueden
disponerse cerca del altar, y la parte más alta debería nivelarse con la

26. Cf. IGMR, n. 79.


27. Las siete velas procesionales pueden ser llevadas por acólitos o ayudantes en la
Misa solemne del obispo, vid. CO, nn. 125, 128.
28. Mientras que la cera sin blanquear todavía se ve en algunos lugares, y es cos-
tumbre decorar las velas en algunas culturas, el uso de velas coloreadas resulta vulgar.
29. Una disposición simétrica parece más digna que la moda de agruparlas en un
extremo del altar, equilibradas por flores (y, también, tal vez con la cruz) en el otro
extremo. No hace falta situar las velas en los extremos o en el borde frontal si el altar
es espacioso.

38
EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

superficie de la mesa. Los conjuntos de seis candeleros altos, heredados


del pasado, se pueden adaptar para usarlos con luz eléctrica. Sea cual
sea el modo de distribuir las velas litúrgicas, estos bellos signos de la luz
divina y de la presencia de los ángeles deberían estar visiblemente en
relación con el altar, de modo que atraigan al punto central la mirada
de la asamblea que participa en el culto.
70. El uso litúrgico de flores se rige por los tiempos litúrgicos y las costum-
bres locales. No se adornará con flores el altar en Cuaresma, en el día
de los fieles difuntos o en los funerales 30. Durante el Adviento es prefe-
rible no ponerlas con mucha frecuencia. La presencia o ausencia de flo-
res es un signo eficaz por su contraste. Es mejor evitar el uso de plantas
de interior si bien se pueden colocar algunos tiestos con flores. Y tam-
bién es preferible no utilizar nunca flores artificiales.
71. Para el altar, se elegirá un tipo de micrófono de buena calidad y que
quede oculto al pueblo. Los micrófonos grandes desvían la atención
que merecen los vasos sagrados e introducen un cierto desorden sobre
la mesa, aparte de alterar la clásica norma según la cual nada que no
pertenezca al sacrificio eucarístico debe estar sobre el altar.
72. En las grandes solemnidades es una buena costumbre adornar la iglesia
con más flores, velas, lámparas, etc. Esto puede enriquecer las celebra-
ciones de tiempos especialmente festivos siempre que estos adornos no
distraigan la atención del altar, ni impidan el buen desarrollo de la cere-
monia. En la solemnidad de la Epifanía del Señor 31 se puede aumentar
la iluminación de la iglesia. Los carteles o pósteres deben ser obras de
arte y no telas baratas adornadas con «mensajes» 32.

El sagrario

73. Toda iglesia debe tener ordinariamente un sagrario inamovible, hecho


de materia sólida no transparente 33, fijado permanentemente sobre un

30. Cf. CO, nn. 48, 252, 397, 824. «Sobre el altar» lógicamente incluye todo el pres-
biterio. En Cuaresma parece preferible excluir totalmente las flores dentro de la iglesia.
31. Cf. CO, n. 240.
32. No hay ningún lugar para carteles o pósteres en el presbiterio. Por tanto, la uti-
lización del arte infantil en la liturgia, adaptándolo a sus necesidades, requiere pru-
dencia, buen gusto y elección de la ocasión pastoralmente conveniente. El uso de car-
teles o de pinturas para decorar el altar y el ambón convierten a las mesas sagradas del
sacramento y la palabra en lugares para la exposición del arte infantil o de «mensajes»,
uso casi nunca conveniente.
33. Cf. CIC, canon 938 §1, §3, restringiendo IGMR, n. 277. En la práctica, un segun-
do sagrario debería estar disponible para el Jueves Santo.

39
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

altar, o sobre una columna o pilar, o incorporado al retablo, o empo-


trado en la pared. La Santísima Eucaristía debe reservarse en el sagra-
rio para evitar cualquier peligro de profanación 34. Un sacerdote, un diá-
cono o una persona designada se encargará de custodiar la llave, que
debe guardarse en lugar seguro. Esta llave debe ser de material noble.
La puerta del sagrario no debe ser transparente, pues supondría dejar
siempre expuesta la Eucaristía. El sagrario debe mantenerse limpio y
seco. Es costumbre poner un pequeño corporal dentro y recubrir las
paredes externas con un tejido rico o con oro. Cuando el sagrario no
está situado en el altar o cerca de él, es útil poner delante una mesa o
repisa.

74. Sea cual sea la forma del sagrario deberá cubrirse con conopeo u ocul-
tarlo con un velo como señal principal de la presencia real de Cristo 35.
El conopeo puede ser blanco o, con preferencia, del color del día o del
tiempo litúrgico, pero nunca negro. El velo representa la tienda santa
del Señor, especialmente en aquellos sagrarios exentos en los que adop-
ta la forma de conopeo. Así, se manifiesta la paradoja del misterio: la
revelación, por velación de la presencia del Emmanuel que acampa
entre nosotros.

75. La lámpara que arde perpetuamente junto al sagrario 36 debe estar ali-
mentada con aceite o con cera, nunca con otro combustible; es prefe-
rible una llama natural, porque significa tanto ofrenda como luz. No
obstante, el obispo puede autorizar el empleo de una lámpara eléctrica
por motivos prácticos.

76. La lámpara, que siempre debe estar junto al sagrario, puede colocar-
se sobre una repisa adosada a la pared o sobre un pedestal, o colgan-
do, que es la forma más digna y tradicional. La lámpara, u otros obje-
tos, no deben ponerse sobre el sagrario o justo delante de la puerta
del mismo. La práctica romana estableció un vaso transparente para
la lámpara, si bien esta práctica hoy día ha sido sustituida por un vaso
de color rojo que resulta más familiar al pueblo. En algunos lugares,
se instala una iluminación eléctrica dirigida al sagrario. Esta práctica
es muy elogiable, pero en ningún caso sustituye a la lámpara eucarís-
tica.

34. Cf. CIC, canon 938 §3. Una «píxide colgante» por encima del altar podría estar
«segura e inamovible» con una cadena de acero reforzado.
35. Vid. Juan Pablo II, Inaestimabile donum, 3 de abril de 1980, n. 25, donde se men-
ciona el velo en primer lugar, si bien cabe poner algún otro medio apto establecido por la
autoridad competente, distinto de la lámpara. El velo puede diseñarse de modo que deje
a la vista la puerta del sagrario, si ésta es especialmente hermosa.
36. Requerido por el CIC, canon 940.

40
EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

77. De conformidad con lo establecido en el Código, el Santísimo Sacra-


mento ha de estar reservado en una parte de la iglesia u oratorio verdade-
ramente noble, destacada, convenientemente adornada, y apropiada para la ora-
ción 37. Este lugar debe ser muy destacado, verdaderamente noble y debida-
mente decorado 38, si el sagrario está localizado en la capilla del santísimo
Sacramento, en el centro del presbiterio de la iglesia o en un altar pró-
ximo al presbiterio. Por consiguiente, sería un grave abuso relegar el
sagrario a una habitación o a un lugar detrás de la iglesia o de los asien-
tos para el pueblo. No se puede decir que el lugar donde se reserva sea
«muy destacado» o «distinguido» si los fieles no lo pueden ver desde la
nave o si no lo pueden encontrar fácilmente.

78. El sentir de la Iglesia fue bien expresado por Pablo VI, quien describió
el sagrario como el corazón vivo de cada una de nuestras iglesias 39. Por
tanto, el espacio que rodea al sagrario debe conducir a la adoración y a
la oración personal. A disposición del pueblo debe haber asientos, recli-
natorios y libros de espiritualidad y escriturísticos, que les ayuden a ado-
rar a nuestro Señor 40.

La sacristía

79. La sacristía, aunque estrictamente no forma parte del conjunto litúrgi-


co, tiene un papel importante en la preparación del culto y en su digna
realización. Según la tradición europea, la sacristía mayor consiste en
una especie de capilla que incluso puede tener un altar fijo. Debe ser
espaciosa y se situará cerca del presbiterio o de la entrada de la iglesia.
Sería deseable que hubiese otra sala cerca de la puerta de entrada a la
iglesia 41.

80. El motivo central de la sacristía mayor puede ser un crucifijo o alguna


otra imagen sagrada. Habitualmente, los clérigos y los ayudantes vene-
ran esta imagen antes y después de las celebraciones litúrgicas. Debe
haber, para información de los celebrantes visitantes, una cartela con los

37. CIC, canon 938 §2, clarificando IGMR n. 276.


38. Inaestimabile donum, n. 24. La idea de que el sagrario situado inmediatamente
detrás del altar «distrae» al pueblo es una teoría académica. Por otro lado, un sagrario
dispuesto sobre un altar donde el sacerdote celebra de cara al pueblo plantea este pro-
blema y, por tanto, parece una forma poco satisfactoria de reservar la Eucaristía. Para
una explicación más detallada, vid. Apéndice 9, El lugar del sagrario, nn. 865-91.
39. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30 de junio de 1968, y vid. CEC, nn. 1378, 1379
y 2691.
40. Tales elementos son esenciales en donde la excelente práctica de la adoración
perpetua es parte de la vida de una comunidad parroquial.
41. Vid. CO, n. 53, útil para procesiones y concelebraciones.

41
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

nombres del Papa y del obispo diocesano, y con el título de la iglesia. En


la puerta de acceso a la iglesia debe haber una pila de agua bendita.
También, junto a esta puerta, puede colgarse una campanilla para avisar
al pueblo cuando una procesión vaya a hacer entrada en la iglesia.

81. Al diseñar o renovar una sacristía se deberían tener presentes los siguien-
tes detalles: una mesa o un banco espacioso para extender los ornamen-
tos, armarios y cajones grandes, una caja fuerte para los vasos sagrados y
la llave del sagrario, un lavabo con agua caliente y fría, toallas, un lavabo
pequeño con desagüe directo a la tierra (sacrarium), un sitio donde guar-
dar el pan y el vino, una estantería para libros litúrgicos, un lugar para
los registros sacramentales, otro, fijo, para el «Ordo» o calendario, un
reloj, un soporte para la cruz procesional, un sitio para reservar la
Eucaristía durante las ceremonias de Pascua, y un armario para los san-
tos óleos, si no se guardan en el baptisterio.

82. En la «sacristía de trabajo» debería haber un lavabo grande con agua


caliente y fría, una mesa para planchar y una plancha, un lugar donde
recoger una aspiradora, una pulidora y material de limpieza, más un
mueble donde almacenar los candeleros, los candelabros, la base del
cirio pascual, las figuras del belén y accesorios tales como: velas, lámpa-
ras votivas, repuesto para lámparas de aceite o de cera, incienso, carbón
y las palmas del año anterior; también sería práctico tener un refrige-
rador. En la sacristía o cerca de ella, debe haber una zona para guardar
y encender los incensarios. Los ayudantes y el coro deberían tener una
habitación separada para cambiarse.

83. En la sacristía se tendrán en cuenta los mismos principios de limpieza y


de orden que son esenciales en el cuidado de la iglesia 42. Habrá que
tener un especial cuidado en la conservación de objetos decorativos,
vasos sagrados y ornamentos que hayan sido heredados del pasado,
excepto los de escaso valor que no vale la pena reparar o restaurar.
Quienes están en la sacristía, antes o después de la celebración litúrgi-
ca, deben guardar silencio 43.

Otras zonas litúrgicas

84. Las capillas que se usen para la celebración de la Misa deben incluir un
ambón y una sede presidencial. Además, en iglesias con varios altares,
uno de ellos puede reservarse para la celebración de la Misa sin pueblo,

42. Evitar la acumulación de papeles, que deberían archivarse con regularidad.


43. Cf. CO, nn. 37, 38.

42
EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

por ejemplo: para sacerdotes visitantes. Los altares que nunca o rara vez
se utilizan para celebrar Misa deben tratarse con la misma reverencia y
respeto como corresponde a un altar dedicado. Al menos, deberían
estar cubiertos con un paño o cubremantel, y sobre ellos sólo se debe-
rán poner ornamentos litúrgicos. En la práctica, estos altares, a menu-
do, sirven como capillas para la devoción popular 44. No obstante, cuan-
do se erige un altar lateral —donde se celebrará la Santa Misa— en
honor de un santo, la imagen de éste no estará justo encima del altar 45.

85. Según la tradición común a Oriente y Occidente, las puertas principales


de la iglesia deben tener un diseño noble que represente apropiada-
mente a Cristo como puerta del Reino que nos introduce en el redil de
su rebaño. Convendría disponer una rampa y un pasamanos para que
los enfermos y minusválidos puedan acceder a la iglesia. Resulta útil
contar con un amplio pórtico en la puerta principal del templo.
También puede haber un acceso directo desde el pórtico o desde la
misma iglesia a los salones parroquiales. Se pondrá cuidado en man-
tener esa zona bien separada de la iglesia, y si es necesario se insono-
rizará.

86. Para una mejor celebración de la liturgia, existirá un lugar apropiado


de reunión cerca de la iglesia 46. Según la tradición antigua, este lugar
puede ser un atrio, un claustro, un patio, o parte de un jardín o cam-
posanto, o incluso un vestíbulo adecuado, o una iglesia o capilla cerca-
na. Allí, el pueblo se reúne para las procesiones del Domingo de Ramos
y del 2 de febrero —día de la Presentación del Señor—. Es esencial
tener un lugar adecuado para el rito inicial de la Vigilia Pascual, el cual,
puede ser también útil para bodas, funerales y para la procesión del
Corpus Christi.

87. Es necesario construir algún tipo de campanario donde poner las cam-
panas que llaman al pueblo a congregarse para el culto en la casa del
Señor y que también pueden recordarle el rezo del Ángelus, por la
mañana, al mediodía y al anochecer. Según la antigua costumbre de la
iglesia latina, las campanas nuevas se bendicen solemnemente antes de
colocarse en el campanario 47. Sería conveniente que los que tocan las
campanas tengan el adecuado entrenamiento.

44. Con las lámparas votivas eléctricas desaparece el simbolismo del ofrecimiento
personal que se da con la llama natural.
45. Vid. CO, n. 921, así se evita la sensación de que esa Misa se ofrece al santo. Pero,
como es evidente, no es necesario excluir de un retablo o una vidriera pasajes de la vida
de un santo. Si ya existen estas imágenes en los altares laterales no es necesario que se
modifiquen.
46. Cf. CO, n. 54.
47. Vid. CO, n. 1023.

43
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

El amor por la casa del Señor

88. El temor a ser considerado como «sacerdote de sacristía» nunca debe


llevar a rebajar el cuidado que todo sacerdote y diácono debe tener por
el lugar santo 48 donde celebran los misterios divinos y administran los
sacramentos para sus feligreses. Este amor por la casa del Señor debe
manifestarse en el uso que hacen de la iglesia fuera de los actos de culto
público, porque éste es el mejor lugar para la celebración privada de la
Liturgia de las Horas, para visitar a Jesús Sacramentado, para mantener
nuestra devoción filial a María, para hacer nuestra meditación y para
encontrar tiempo para rezar. Estos actos personales son siempre actos
eclesiales porque la casa de Dios es el lugar de reunión del pueblo
santo, piedras vivas del templo de Dios.

89. Aquí nos podemos mostrar como lo que somos. Aquí podemos antici-
par nuestro destino eterno y decir con el salmista ¡Qué amables son tus
moradas, oh Señor de los ejércitos! (Salmo 83, 1) y ¡Oh qué alegría cuando me
dijeron, vamos a la casa del Señor! (Salmo 121, 1).

«Cuando los sacerdotes salieron del santuario... todos al mismo


tiempo cantaban a una, entre el sonar de las trompetas, los címbalos y
los otros instrumentos musicales, y alababan y confesaban a Yahvé:
“porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. La casa de Yahvé
se llenó de una nube; y no pudieron ya estar allí los sacerdotes para
ejercer su ministerio por causa de la nube, porque la gloria de Yahvé
llenaba la casa de Dios».
(2 Crónicas 5, 11; 5, 13-14)

48. Cf. CIC, cánones 1217, 1218.

44
2. Vasos sagrados y ornamentos

90. La celebración de la Misa se realza siempre utilizando los más bellos


vasos, ornamentos y otros objetos. Estos deberían diseñarse conforme a
los principios artísticos y culturales de la «noble sencillez» y de la dig-
nidad de los ritos sagrados 1. Los regalos de los artistas de la comunidad,
la generosidad del pueblo o de otros donantes pueden ofrecer siempre
lo mejor a Dios.

Vasos sagrados

91. El cáliz y la patena los bendice el obispo o el sacerdote según el rito des-
crito al final del capítulo 9 2. El cáliz debe ser un vaso verdaderamente
bello, una obra de arte digna de ser ofrecida. En sí mismo es la expre-
sión más característica de la majestad del sacrificio eucarístico. Si es
posible, una iglesia debería tener varios cálices para distintas ocasiones
y uno más grande para las concelebraciones 3.

92. Parece preferible la forma tradicional del cáliz: con una copa adecua-
da, un nudo apropiado y una base muy estable. El cáliz que tiene esta
forma no solamente es siempre más fácil de usar, sino que, además,
hoy en día es un símbolo eucarístico familiar para el pueblo. Los cáli-
ces que parecen objetos seculares pueden asociarse a ideas profanas.
Un cáliz es un vaso sagrado reservado exclusivamente para la Euca-
ristía.

1. Vid. IGMR, n. 287.


2. Cf. CO, n. 986 y referencias. Calix se suele traducir incorrectamente como
«copa» en el CO, quizá para favorecer algunas prácticas criticadas en la nota 8.
3. Sin embargo, los cálices que no se usan nunca y no son de ningún clérigo, se
deberían restaurar y dar a las iglesias pobres.

45
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

93. Un cáliz de cristal o de cerámica se puede romper con suma facilidad y,


por tanto, se excluye, al igual que los de copa de material absorbente o
que se deteriore con facilidad 4. Por otra parte, parece sencillo argu-
mentar que el celebrante nunca debería celebrar los Sagrados Misterios
con vasos menos dignos que los que él utilizaría en su propia mesa. La
«pobreza» artificial de los cálices de madera o de barro parecen expre-
sar por sí mismos una falta de estima por la Eucaristía. Sin embargo, el
uso artístico de estos materiales sencillos para otros objetos de culto
pueden expresar una «noble sencillez». Lo que siempre ha distinguido
a los vasos eucarísticos es que, en parte, se identifica que son vasos
sagrados por ser de un material especialmente valioso. Los vasos comu-
nes nunca se usarán para la Eucaristía 5.

94. Normalmente se coloca una cruz en la base del cáliz para indicar el
lado por el que el celebrante bebe, simplificando así las abluciones. La
tradición de dorar el interior de la copa es muy recomendable y tiene
también ventajas prácticas para la limpieza del cáliz 6. Como parte del
cuidado de los vasos, el sacerdote vigilará que la copa se vuelva a dorar
cuando sea necesario.

95. Hay una mayor libertad en la elección de la forma y del material de la


patena, el copón y la píxide. A diferencia del cáliz, pueden hacerse también
de otros materiales, según sean más estimados en cada región, por ejemplo: mar-
fil o algunas maderas nobles con tal de que sirvan para el uso sagrado 7. En
todo caso, han de tenerse en cuenta los mismos principios de valor y
dignidad. Se puede favorecer el uso de una patena grande, pero el sen-
tido común excluye el empleo de una fuente. La patena debería hacer-
se de un metal fino o de otro material duradero y valioso, de modo que
se distinga, claramente, por el arte con que está hecho, de un plato
común. Un copón bajo y poco profundo puede sustituir a la patena. De
este modo, mientras que aquél puede usarse conjuntamente con la
patena, un copón tradicional no sería apropiado para reemplazar la
patena principal porque puede parecer como un segundo cáliz.

96. Guiados por san Pablo, un solo pan... un solo cáliz, lo ideal es utilizar un
único cáliz y una única patena, especialmente en las concelebraciones.
Sin embargo, esto no es siempre posible porque en una concelebración

4. Vid. IGMR, nn. 290, 291. Los vasos de cristal o cerámica son también menos
higiénicos y no pueden limpiarse adecuadamente en las abluciones.
5. Inaestimabile donum, n. 16; cestas sencillas y otros vasos utilizados para el uso corriente
deben quedar al margen de la celebración sagrada; en este sentido se deben descartar tazas,
copas, platos, tazones, etc.
6. Cf. IGMR, n. 294. Los vasos sagrados se deberán lavar regularmente con jabón y
agua caliente.
7. IGMR, n. 292.

46
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

mayor parece preferible usar un conjunto de cálices del mismo diseño


situándolos convenientemente sobre el altar; no es necesario colocarlos
alrededor del cáliz principal que está sobre el corporal. Tanto desde un
punto de vista práctico como simbólico no parece una buena solución
litúrgica consagrar el vino en una jarra 8.

97. Lo que se ha dicho a propósito del único cáliz también se aplica a la


patena. Lo ideal es que haya una sola patena para «un solo pan». En la
práctica, se pueden utilizar otras patenas o copones para las celebra-
ciones mayores. Llegados a este punto, no merece la pena que un inde-
bido literalismo en la interpretación de estas indicaciones pueda con-
ducir a una mentalidad puntillosa. El pueblo no se distrae por el núme-
ro de vasos sagrados sobre el altar.

98. La píxide que se emplea para llevar la Eucaristía a los enfermos debe
tener las proporciones adecuadas y estar diseñada de modo que pueda
cerrarse con seguridad y que pueda purificarse fácilmente. Por tradi-
ción, se guarda en una pequeña bolsa o cartera forrada de seda, con un
cordón o cadena, para que pueda llevarse discretamente alrededor del
cuello.

99. La finalidad de la custodia u ostensorio es prolongar el momento de la


«exposición» en las elevaciones, y así presentar a nuestro Señor para
que su pueblo le adore. La custodia puede adoptar formas diversas,
siempre con una media luna dorada o un viril para colocar la Hostia
Sagrada durante la exposición, normalmente tendrá una puertecita de
cristal. Debería ser un trono glorioso para nuestro Señor, porque el
esplendor del vaso contrasta con la simplicidad de la apariencia o espe-
cie del pan, mediante el cual se nos presenta para que le adoremos.
Una custodia pequeña o insignificante no basta para resaltar la Hostia.
Es costumbre cubrir con un velo liviano o una funda blanca la custodia
cuando no se utilice. En el sagrario, la Hostia en el viril se guarda en
una píxide grande.

100. Los vasos para los santos óleos o crismeras pueden ser de dos formas: los
más grandes sirven para guardar los óleos en la iglesia, y los pequeños,
para la administración de los sacramentos. Cuando un párroco recibe

8. (a) Las ventajas prácticas están anuladas por el riesgo del derrame de la Preciosa
Sangre y de la purificación de la jarra. (b) Cuando se usa con «copas», la jarra acentúa
demasiado la dimensión de comida de la Misa y así en el momento de la fracción al ver-
ter en los cálices se produce una especie de repetición de la preparación de las ofren-
das. La jarra se prefirió en algunas tradiciones de la Reforma protestante que entendía
el cáliz como un signo católico del ofrecimiento de un sacrificio. Pese a la existencia de
un antiguo precedente, un cáliz de tipo «ponchera» cuyo contenido se vierte en
«copas» más pequeñas es arriesgado y ridículo.

47
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

estos óleos de su obispo, tendría que guardarlos con diligencia en lugar


decoroso 9. Por tanto, se deben cuidar los óleos no sólo por su seguridad
sino también por su significado, guardándolos preferiblemente en un
armario o en una urna noble en el baptisterio o en la sacristía. No arde
ninguna lámpara ante los óleos. Aunque los vasos pequeños de forma
tubular y con tres secciones claramente diferenciadas son muy prácti-
cos, es preferible un vaso más artístico para la celebración litúrgica
solemne de los sacramentos en la iglesia.

Objetos litúrgicos

101. El libro de los Evangelios o evangeliario, elemento principal de la litur-


gia de la palabra, figura en primer lugar entre los objetos litúrgicos des-
pués del cáliz y la patena. Esta antigua tradición resulta obvia en los
ritos orientales, y se mantiene y realza en el Rito Romano Moderno 10.
Debido a que este libro es un signo visible de Jesucristo, Palabra de
Dios, debe ser cuidadosamente guardado y encuadernado con cubier-
tas ricamente decoradas. Estas cubiertas pueden hacerse con metales
preciosos (incluso con joyas y esmaltes), telas ricas o bordados artísti-
cos. Resulta conveniente contar con un juego de diferentes cubiertas
para las distintas ocasiones o tiempos litúrgicos.

102. Al comienzo de la Misa, el evangeliario se lleva en procesión y se entro-


niza en el centro del altar. Al término de la Misa se guarda. En algunas
iglesias suelen dejarse leccionarios o una Biblia en el ambón o cerca de
él, como símbolo, y para uso de los fieles.

103. Los libros litúrgicos para la celebración de la Misa son: el misal romano
(«sacramentario») y el leccionario. El misal puede incluir un volumen
separado más pequeño que se utiliza cuando el celebrante está en la
sede y el ayudante se lo sostiene. Los leccionarios se presentan en varios
volúmenes separados. El Ritual Romano y el Pontifical Romano contienen
los ritos para la celebración de los sacramentos, publicados en volúme-
nes separados. También se utiliza un libro para la oración de los fieles.
Todos los libros litúrgicos, especialmente los que van sobre el altar,
deben estar bien encuadernados 11.

9. CIC, canon 847 §2.


10. Siempre se ha utilizado en las Misas solemnes en Occidente, pero desapareció
en las Misas sencillas con la introducción de un Misal de un solo volumen que incluye
todos los Evangelios. A menudo sólo las iglesias mayores poseen un único evangeliario.
Hoy día toda iglesia debería tener uno propio.
11. Vid. CO, n. 115. No se deberían utilizar nunca carpetas.

48
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

104. Las vinajeras suelen ser de cristal o vidrio para que el sacerdote, el diá-
cono o el ayudante puedan identificar inmediatamente el vino. Las de
metal crean problemas cuando el ácido del vino reacciona con el metal.
Vasos más grandes como las nobles jarras, de cristal no emplomado, son
necesarias para concelebraciones o cuando se da la Comunión bajo las
dos especies. Las vinajeras valiosas se pueden reservar para celebracio-
nes importantes.

105. Aparte de las vinajeras, un aguamanil separado y un lavabo, que debe ser
grande, los utiliza el celebrante para lavarse las manos y no sólo las
yemas de los dedos. Son de cristal o cerámica. Por tradición, el agua-
manil 12 y el lavabo de metal precioso se reservan para obispos o prela-
dos. El aguamanil y el lavabo pontifical deberían ser una buena obra de
arte.

106. Cerca del sagrario (sobre el altar donde se reserva el Santísimo, en una
repisa, o en una mesa pequeña) debe haber un recipiente cubierto,
lleno de agua limpia, junto con un purificador (manutergio) para el
lavado de los dedos de quienes distribuyen la Sagrada Comunión. Es
costumbre, en muchos lugares, colocar dos velas cerca del sagrario
cuando está situado en un lugar distinto del presbiterio. Se encienden
cuando se abre el sagrario.

107. Un acetre para el agua bendita y un hisopo grandes son más fáciles de
usar y limpiar. El agua puede bendecirse en este vaso en el rito de la
bendición y aspersión al inicio de la Misa dominical. Un recipiente sufi-
cientemente profundo y con un asa móvil es más apropiado. El hisopo
puede tener la forma de un cepillo o de una bola perforada, quizá con-
teniendo una esponja. El hisopo de bolsillo, conveniente en determi-
nadas situaciones pastorales, no es apropiado para las celebraciones en
una iglesia.

108. El incensario parece que funciona mejor cuando se adapta a las líneas
tradicionales, a saber: colgando de cuatro cadenas, la tapa levantada
por la cadena central y asegurada por una anilla. Los incensarios con
una sola cadena no son tan fáciles de usar como parece a primera vista.
En Occidente, las cadenas suelen ser de un metro de longitud, de
modo que el incensario pueda balancearse de un lado a otro con una
sola mano en las procesiones. El incensario debe ser a la vez práctico y
artístico, con amplias aberturas para el humo y con un recipiente segu-
ro y extraíble para el carbón. Se debe limpiar con cuidado y regular-
mente.

12. Un «aguamanil» es un vaso noble, no una mera jarra, como traduce CO, n. 125.

49
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

109. La naveta del incienso debería diseñarse de modo conveniente para con-
tener el incienso, con una tapa con bisagra y una cucharita práctica. El
acetre, el incensario y la naveta pueden ser del mismo metal y diseñar-
se con el mismo estilo, haciendo juego.
110. Los ciriales que llevan los ayudantes deben ser altos, no muy pesados y,
preferiblemente, diseñados con un plato grande para recoger la cera
que cae, con una base y una empuñadura para que se puedan llevar con
elegancia y seguridad. Durante la Misa, estas velas se dejan en la cre-
dencia y permanecen encendidas durante la celebración. En algunos
lugares, las velas del altar se utilizan para las procesiones; sin embargo,
esta práctica no parece siempre conveniente o deseable. Los ciriales
deben estar a juego con la cruz procesional tanto en el material como
en el diseño.
111. De acuerdo con la práctica romana y una costumbre bastante extendi-
da, pueden utilizarse —según la ocasión— dos, cuatro o seis hachones en
la Misa solemne, durante la Plegaria eucarística. Los portadores de los
hachones los llevan ante el altar y permanecen arrodillados con ellos,
hasta el final de la doxología de la Plegaria eucarística. El hachón era
en su origen un grupo de tres o cuatro velas largas unidas entre sí,
como todavía puede verse en las basílicas mayores de Roma. En la prác-
tica actual, el hachón es un candelero procesional largo, sin base, de
madera o metal.
112. Normalmente, se necesita un atril o un cojín adecuado y digno para el
misal. Es preferible utilizar uno que se pueda ajustar en distintos ángu-
los y así adecuarse a cada sacerdote 13. Un paño del color litúrgico apro-
piado puede cubrir el atril el cual nunca permanecerá sobre el altar
cuando no se esté celebrando Misa, ni se deja en el altar durante la Misa
con pueblo, hasta la preparación de las ofrendas.
113. La campanilla que se toca en las elevaciones puede dejarse en la cre-
dencia o en un peldaño 14. Según la costumbre local, se utilizan dife-
rentes tipos de campanilla, incluso un conjunto de campanillas. Si el
sonido es agradable y los ayudantes ensayan para tocarla con reverencia
y sensibilidad, la campanilla acentúa y realza los momentos solemnes de
la acción sagrada 15. En algunos lugares, lo normal es tocar una campa-
na de la iglesia en las elevaciones.

13. No todos los sacerdotes pueden leer con facilidad un libro que está en una pos-
ción plana sobre el altar.
14. Contrariamente a la impresión difundida, se puede utilizar todavía la campani-
lla, vid. IGMR, n. 109. Se utiliza en las basílicas romanas.
15. También tiene un efecto positivo de advertencia cuando hay niños pequeños o
turistas recorriendo la iglesia durante la Misa.

50
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

114. La bandeja de la comunión es necesaria cuando la Eucaristía se adminis-


tra por intinción porque si no pueden caer gotas de la Preciosa San-
gre 16. Todavía se utiliza en algunas iglesias cuando se distribuye la Sagra-
da Comunión. Se debe dejar en la credencia durante la Misa.

Los lienzos

115. El corporal debe emplearse siempre en la celebración de la Misa 17. Su


forma es cuadrada de modo que para guardarlo pueda plegarse habi-
tualmente en nueve secciones. Debe ser de lino blanco o de un tejido
similar también blanco y de la mejor calidad. En las concelebraciones
se puede utilizar un corporal mayor. Es preferible que no lleve adornos,
para significar mejor la asociación que tradicionalmente se ha hecho
con el santo sudario. No obstante, se suele poner una cruz en el centro
del lado más próximo al celebrante. También puede guardarse un cor-
poral en una carpeta cerca del sagrario (Vid. apéndice 4, El corporal).

116. El purificador o manutergio se suele plegar longitudinalmente, en tres


partes, para utilizarlo a modo de toalla en la limpieza de los vasos sagra-
dos. No se debe adornar en exceso y debería ser de lino blanco o de
otro tejido absorbente.

117. La palia es opcional. Confeccionada de lino o tela almidonada que


recubre una cartulina o madera. Conviene emplearla en épocas del año
en las que el polvo y los insectos son más frecuentes, o en lugares en los
que podría caer alguna cosa dentro del cáliz, por ejemplo: en una Misa
celebrada al aire libre. La parte superior de la palia se puede adornar
ricamente.

118. El cubrecáliz se debe utilizar en la Misa 18. La tela y el color normalmen-


te hacen juego con los ornamentos, aunque puede ser siempre blanco.
Una forma de subrayar la transición de la liturgia de la palabra a la litur-
gia eucarística es poner el cubrecáliz durante la liturgia de la palabra y
quitarlo en el ofertorio, cuando el altar y las ofrendas están preparados.
Salvo que se ponga debajo una palia, lo normal es que el cubrecáliz no
caiga con elegancia. Aunque ya no es necesario, el uso de la carpeta de
corporales tiene ventajas ya que mantiene limpio el corporal que es
usado frecuentemente por los ayudantes y otros ministros.

16. Vid. IGMR, nn. 80 c, 246 b y 247 b; CO, n. 125. Sería conveniente que el ayu-
dante ensaye cómo sujetarla.
17. Cf. CIC, canon 932 §2.
18. No es opcional en CO, n. 125 a, aclarando IGMR, n. 80 c.

51
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

119. La toalla para el lavatorio de las manos del celebrante debe ser absor-
bente y amplia.

Los ornamentos litúrgicos


120. En la Misa, el celebrante o el celebrante principal lleva al menos la casulla
sobre el alba y la estola. Si es posible, todos los concelebrantes deben lle-
var casullas —preferiblemente haciendo juego— sobre el alba y la estola 19.
121. Aunque el amito es facultativo, tiene cierto valor higiénico y práctico, en
especial cuando varios sacerdotes usan el mismo alba: absorbe la trans-
piración y es más fácil de lavar. En algunos sitios, por costumbre local,
se atan unas «cintas» al amito, haciendo juego, por lo general, con el
color de los ornamentos.
122. El alba debe ser amplia y, preferiblemente, a medida del sacerdote que
la vaya a utilizar. La lleve o no sobre la sotana, le debe llegar hasta los
tobillos y muñecas. Cuando el alba se diseña con un cuello que reem-
plaza al amito, este cuello debe cubrir el vestido cotidiano del sacerdo-
te. A ser posible, no debería parecerse al amito monástico que cubre la
capucha de monjes y frailes. Cuando el alba está adornada con borda-
dos y encajes, estos deben ser de buena calidad.
123. Salvo que el alba esté hecha a medida, debe utilizarse un cíngulo blanco
o del mismo color de los ornamentos. Una banda estrecha de tela
puede reemplazar al cíngulo.
124. Los sacerdotes llevan la estola alrededor del cuello y colgando por igual
por delante 20. El diácono lleva la estola cruzada desde el hombro
izquierdo hasta la parte derecha de la cintura, donde se sujeta de forma
conveniente. Al ser la estola símbolo de autoridad de la función sacra-
mental y de la función de enseñar, sólo la llevan obispos, presbíteros y
diáconos. Las estolas que se utilizan para predicar o para administrar
algún sacramento son normalmente más ricas que las que se llevan
debajo de la casulla.
125. La casulla se lleva sobre el alba y la estola 21. La belleza y dignidad de
la vestidura eucarística más visible es esencial en la liturgia. El estilo

19. Vid. IGMR, nn. 81 a 161, 299, notar CIC, canon 929: en la celebración y admi-
nistración de la Eucaristía los sacerdotes y diáconos deben llevar las sagrados orna-
mentos prescritos por las rúbricas.
20. Cf. IGMR, n. 302; en lugares sensibles a la estética, cruzar la estola se puede
tolerar cuando las vestiduras «romanas» se llevan en la Misa de cara al pueblo.
21. Vid. IGMR, n. 299; CO, nn. 66, 126.

52
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

de las casullas ha evolucionado considerablemente a lo largo de los


siglos, cada estilo ha aportado su propio modo de ser al arte y culto
católicos. Se debe respetar cada uno de estos «diseños» porque no se
puede hablar de un «estilo correcto» de casullas, aunque la arquitec-
tura de una iglesia puede favorecer un determinado estilo. Su belleza
característica se deriva más del material y de la forma de toda la ropa
que de su decoración 22. Se debe prestar atención a la calidad de la tela
y a la manufactura de los ornamentos sacerdotales que son comunes
a todos los ritos de Occidente y a la mayoría de los de Oriente.

126. Tradicionalmente, una casulla se ha visto como representación de la


caridad de Cristo, que cubre todas las cosas (Col. 3, 14). En el marco de la
celebración del sacrifico eucarístico, este símbolo de caridad debe pre-
ceder al símbolo de autoridad. Por tanto, no parece apropiado que la
estola se lleve sobre la casulla 23.

127. La dalmática del diácono debe ser normalmente de la misma tela que la
casulla del celebrante. Al ser el ornamento propio del diácono, éste no
debería aceptar siempre la segunda opción, es decir, llevar sólo el alba
y la estola 24. En iglesias donde hay varios diáconos, por lo menos se
deberían tener dos dalmáticas por cada juego de casullas para la Misa
solemne. En las catedrales se necesitarían más porque cuando el obis-
po preside solemnemente debería ser ayudado por, al menos, tres diá-
conos 25.

128. La capa pluvial se lleva en las celebraciones solemnes de los sacramen-


tos fuera de la Misa, en la celebración cantada de Laudes y Vísperas en
la Liturgia de las Horas, así como en determinadas procesiones y en la
bendición eucarística con la custodia. Descanse o no la capa sobre los
hombros, es preferible que su forma sea la de un amplio semicírculo,
de ordinario con capuchón y atada por delante con una cinta de tela o
con un broche. Aunque no se considera como parte de las insignias
episcopales, la tradición reserva para el Obispo en su propia diócesis,
un broche rico y trabajado con cierta filigrana.

22. Vid. IGMR, n. 306.


23. Sin embargo, se ha otorgado una concesión en algunos países para el uso de la
estola sobre un «alba-casulla» cuando la Misa no se celebre en la iglesia. En Misas con-
celebradas, este ornamento amplio puede usarse en cualquier caso por los concele-
brantes, pero nunca por el celebrante principal. Por ser éste un ornamento híbrido
parece ser indigno y seguramente no es necesario ni conveniente. La estola escapular
es sólo una invención extravagante.
24. Vid. IGMR, n. 300; CO, n. 67.
25. Vid. CO, n. 26. Un diácono ayuda en el altar y los otros dos al obispo en la cáte-
dra.

53
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

129. El velo humeral, blanco, se pone sobre los hombros cuando se lleva la
Eucaristía en procesión o cuando se da la bendición eucarístíca 26.
Puede hacer juego con la capa o, por conveniencia, puede ser de una
tela más ligera. Se abrocha o se ata con unas cintas. Debe ser de pro-
porciones amplias.

Los colores litúrgicos


130. El blanco se viste en solemnidades y fiestas de nuestro Señor y nuestra
Señora, en tiempos litúrgicos festivos y en días específicos 27. En la prác-
tica, el color marfil, crema o un color similar pueden reemplazar al
blanco, pero asegurándose de que no sea gris, que no se asocia a lo fes-
tivo. El paño dorado o plateado puede reemplazar también al blanco.
Excepto donde lo permite el privilegio español, el color azul no se uti-
liza para nuestra Señora, si bien se pueden utilizar ropas blancas ador-
nadas con azul para sus fiestas. Cuando el blanco se usa en funerales,
puede ser apropiado tener un juego de ornamentos sencillos y distintos
guardados aparte sólo para este propósito, con un paño mortuorio a
juego.

131. El rojo se utiliza el día de Pentecostés, el Domingo de Ramos, Viernes


Santo, Misas votivas del Espíritu Santo, de la Preciosísima Sangre y de la
Pasión del Señor, en fiestas de los apóstoles y de los evangelistas y en las
fiestas de los mártires 28. Es preferible escoger un rojo brillante en vez de
un tono indefinido más oscuro.

132. El «violeta» se usa para la Cuaresma y el Adviento y puede elegirse para


el día de todos los fieles difuntos, funerales y Misas de réquiem 29. En la
tradición romana clásica se utiliza un «rojo-morado» para el violeta.

133. El verde se utiliza en el Tiempo Ordinario, y en las ferias 30. Parece pre-
ferible un verde claro y alegre a un verde apagado.

134. El rosa puede usarse en el tercer Domingo de Adviento y para el cuarto


Domingo de Cuaresma 31. Hay que tener cuidado para que este color
fino no quede reducido a un color rosa afeminado.

26. Un velo humeral rojo se puede usar el Viernes Santo cuando la Eucaristía se
traslade al altar, cf. CO, n. 315 d.
27. Cf. IGMR, n. 308 a, y como se señala para las misas votivas.
28. IGMR, n. 308 b. No para el nacimiento de san Juan Bautista, el 24 de junio, ni
para san Juan apóstol, el 27 de diciembre.
29. Cf. IGMR, n. 308 d.
30. IGMR, n. 308 c.
31. IGMR, n. 308 f.

54
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

135. El negro puede usarse el día de todos los fieles difuntos, en los funerales
y Misas de réquiem 32. Toda sacristía debe tener ornamentos de este
color para los sacerdotes que deseen utilizarlas 33.

136. Si se dispone de un conjunto de ornamentos particularmente noble o


precioso, puede utilizarse para ocasiones especiales, incluso cuando no
son del color del día o de la celebración 34.

El hábito coral

137. Debe hacerse una clara distinción entre el hábito coral y los ornamen-
tos eucarísticos, no sólo en la Liturgia de las Horas, sino también para
distinguir en la Misa al clero sentado en el coro, de los que concele-
bran. Como hábito coral es preferible la sotana y la sobrepelliz antes
que el alba 35. El clero regular viste su hábito religioso de acuerdo con
su regla. Los canónigos visten su hábito coral para el caso 36. Los cape-
llanes y prelados de honor de Su Santidad visten la sotana de su rango
con un fajín morado de seda y una sobrepelliz. Hoy en día son pocos
los altos prelados que visten roquete y mantelete 37. Birreta o bonete
es la parte del hábito coral que llevan los monseñores y que, en algu-
nas iglesias, lo utilizan habitualmente todos los clérigos en el coro 38.

138. Los sacerdotes y diáconos que asisten a Laudes o Vísperas solemnes


pueden llevar la capa pluvial y la estola sobre la sobrepelliz o el alba.
Los diáconos pueden llevar el alba, la estola y la dalmática 39. Los cléri-
gos y los ayudantes no entran en el presbiterio o en el coro durante las
funciones sagradas a no ser que lleven ornamentos, alba o hábito
coral 40.

32. IGMR, n. 308 e.


33. Ningún sacerdote puede impedir ni prohibir a otro sacerdote las opciones per-
mitidas por nuestro rito.
34. Cf. IGMR, n. 309. Es un interesante retorno a la práctica medieval, cuando se
hacía un uso flexible de colores variados según las costumbres locales.
35. Como en CO, n. 66.
36. Vid. CO, n. 1210, relativo a las formas apropiadas de la muceta.
37. Para más detalles, vid. CO, nn. 1206-1209.
38. Cf. CO, nn. 1207, 1208. Se usa en las principales basílicas de Roma; sin embar-
go, la práctica de llevarlo en la mano y no usarlo nunca, parece superflua e inconve-
niente.
39. CO, n. 192, vid. capítulo 12, la Liturgia de las Horas.
40. Cf. CO, n. 50. En las Ordenaciones, los sacerdotes sin ornamentos litúrgicos no
deben imponer las manos, (Congregación para el culto divino, Liturgicae instaurationes,
5 de septiembre de 1970, n. 8 c.).

55
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Las ropas de los obispos


139. En la Misa, además de los ornamentos sacerdotales, el obispo puede uti-
lizar cualquiera de las dos clases de mitra: adornada, o simple, depen-
diendo de la ocasión. El solideo se usa debajo de la mitra. Ésta se usa en
todas las Misas solemnes y en las ceremonias importantes, tales como la
celebración pública de los sacramentos. El ceremonial de la Misa del
obispo se encuentra en el capítulo 8.
140. Cuando el obispo celebra una Misa solemne en una ocasión importante,
viste la dalmática pontifical debajo de la casulla 41. Esta dalmática ligera es
blanca o preferiblemente del mismo color que los ornamentos. Puesto
que es señal de la plenitud del Orden —inherente en todo obispo— se
viste en las Ordenaciones y en otros eventos importantes de la vida de la
iglesia particular. Además, lleva la cruz pectoral debajo de la casulla 42. El
báculo de pastor lo utiliza sólo el ordinario, o el obispo a quien éste haya
concedido tal derecho. En ocasiones importantes, el metropolitano viste
el palio sobre la casulla. El obispo lleva sobre las rodillas un paño de lino
(en la práctica común, un amito) cuando unge con los santos óleos 43.
141. El hábito coral de los obispos y cardenales es el alzacuello, la sotana, el
fajín de seda y los calcetines del color apropiado, además de un roque-
te, la muceta, la cruz pectoral con un cordón apropiado de seda y oro,
el anillo, el solideo y la birreta 44. En ocasiones solemnes en su diócesis,
en lugar de la muceta, el ordinario puede vestir la capa magna con su
correspondiente mantelete rojo de seda 45.
142. Los ornamentos y lienzos eucarísticos nuevos se bendicen antes de utili-
zarse. Las capas pluviales y los manteletes del coro pueden bendecirse.

La materia de los sacramentos


143. Por muy hermosos que sean los vasos y los ornamentos que reservamos
para las celebraciones litúrgicas, la materia usada para los sacramentos
es una responsabilidad que atañe fundamentalmente al celebrante. Los

41. Cf. CO, n. 126. El obispo también lleva la dalmática cuando es ordenado; vid.
CO, n. 567.
42. Cf. CO, n. 61. La práctica europea posconciliar de vestir la cruz sobre la casulla
es una vuelta a las costumbres medievales tardías. No obstante, parece surgir de la con-
celebración, donde la cruz pectoral distingue a los obispos que están en el altar.
43. Puede ser utilizado para el lavado de los pies el Jueves Santo, cf. CO, n. 301. Los
guantes no se mencionan en el Ceremonial, pero en algunos lugares es costumbre tenerlos.
44. Vid. CO, nn. 63, 1199-1202, 1205.
45. Cf. CO, n. 1200. El mismo privilegio tiene un cardenal fuera de Roma, y un
metropolitano y el nuncio apostólico dentro de su territorio.

56
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

principios que regulan la materia de la Eucaristía son simples. Sólo sur-


gen problemas cuando se introducen modificaciones.
144. El pan para la Eucaristía, en el Rito Romano, es de trigo, y ácimo 46.
Debería prepararse con harina de trigo lo más natural posible mezcla-
da con agua pura, y cocerse cuidadosamente para que resulte agrada-
ble, ni muy cocido ni poco hecho.
145. Sería prudente utilizar siempre pan preparado por profesionales que
observan las leyes y costumbres de la Iglesia, mejor que dejar que otros
cocinen el pan de acuerdo con una «receta». Se puede usar harina de
trigo integral para remarcar el signo de alimento, pero no la harina
basta de pan integral que tiene el grano todavía poco molido. Sin
embargo, la adición de otra clase de harina, colorantes, manteca, acei-
te, azúcar, sal, miel, etc., hacen que la materia sea inválida o, cuando
menos, dudosa. Ningún sacerdote puede utilizar materia dudosa para
la Eucaristía. El énfasis puesto en el signo de alimento en la Ordenación
general se refiere a la composición del pan 47, y debería interpretarse
según cada entorno cultural. Muchas culturas están familiarizadas con
el pan blanco como alimento habitual.
146. Siempre se requiere que la hostia tenga la forma redonda tradicional 48,
como símbolo de unidad y perfección. La forma grande puede tener las
dimensiones tradicionales, variando ligeramente de un país a otro (a
modo de ejemplo, en Roma suele ser de 7 cm de diámetro, aproxima-
damente). La hostia también se debe adaptar al viril de la custodia. Es
frecuente que tenga algún símbolo sagrado, una marca para facilitar la
fracción y una sección en el lado izquierdo para conformar el frag-
mento que se depositará en el cáliz. Estas «obleas» deben tener una tex-
tura más sólida que en el pasado.
147. Una hostia más grande para ser partida en varios fragmentos deberá
medir un diámetro que oscile entre los 15 y los 20 cm, dependiendo del
número de partes y teniendo en cuenta las dimensiones de la patena
grande. Tal hostia debería marcarse antes de la Misa para que pueda
romperse fácilmente en la fracción. Sin embargo, no debe tener dimen-
siones exageradas, que podrían causar inconvenientes tan ridículos
como obvios. En determinadas ocasiones será preferible utilizar varias
hostias grandes.
148. En el caso de las hostias para el pueblo, parece preferible que tengan
una textura sólida y unas proporciones razonables (a modo de ejemplo,

46. CIC, cánones 924 §2, 926; IGMR, n. 282.


47. Cf. Inaestimabile donum, n. 8.
48. Cf. IGMR, n. 283, «forma tradita confectus», vid. Inaestimabile donum, n. 8.

57
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

en Roma es de 3,5 cm de diámetro), y no, como sucede en algunos luga-


res, de sólo 2 cm. En algunos sitios, estas hostias se preparan con el
borde sellado para solucionar el problema de los fragmentos cuando la
Eucaristía se da en la mano.
149. El pan de la Eucaristía debe ser siempre reciente. Esto se favorece si el
pueblo recibe las hostias que han sido consagradas en la Misa en la que ha
participado. Además, se debería poner un cuidado especial en renovarlas
en el sagrario por lo menos cada dos semanas, aunque sería preferible
más frecuentemente 49. Según el Rito Romano, no existe ninguna razón
para guardar las hostias que han sido mojadas en la Sangre Preciosa.
150. El vino que se utiliza para el sacrificio eucarístico debe ser natural, del
fruto de la vid, y puro 50. El color del vino es algo que queda a la elec-
ción personal. Sin embargo, el vino tinto, evidentemente, parece tener
un mayor significado que el vino blanco, que ha sido favorecido en los
ritos occidentales quizá por un motivo de conveniencia: se lavan mejor
las manchas de vino blanco del mantel del altar que las de vino tinto.
151. Los sacerdotes deberían utilizar sólo el vino autorizado por los obispos,
de acuerdo con la ley y costumbre particulares. El vino comercial, en
algunos países, no es «natural, del fruto de la vid» y por tanto, los sacer-
dotes no pueden utilizar tal materia dudosa. El vino debería ser alma-
cenado en lugar conveniente, fresco y seguro de la sacristía. El vino avi-
nagrado no se debe utilizar nunca para celebrar la Misa, y no es digno
apurar la botella de vino hasta los posos. Por consiguiente, el sacristán
o la persona que se encargue del cuidado del vino debe conocer las
condiciones en las que el vino puede deteriorarse 51.
152. La Preciosa Sangre sólo puede reservarse en el sagrario para dar la
Comunión a un enfermo que no puede tragar la Hostia. Para tal fin, se
debería utilizar un vaso, con preferencia de cristal o de vidrio sin
plomo, convenientemente cerrado. Debido a que la especie del vino
puede deteriorarse, este modo excepcional de reserva debe realizarse
sólo por un espacio de tiempo muy breve.
153. Los santos óleos son de aceite de oliva o de aceite vegetal cuando aquél
no se puede conseguir fácilmente 52. En la elaboración del crisma, antes

49. Una forma razonable de observar CIC, canon 939.


50. Cf. CIC, canon 924 §3; IGMR, n. 284.
51. Cf. CIC, canon 924 §3 y IGMR, n. 285. En algunos lugares, la autoridad com-
petente debería prestar mayor atención a la calidad de los vinos que se utilizan para la
sagrada Eucaristía.
52. Cf. CIC, canon 847 §1. La conferencia episcopal determinará si se pueden utili-
zar otras clases de aceite. Sin embargo, en una emergencia, un sacerdote puede bende-
cir cualquier aceite vegetal, por ejemplo: para ungir a una persona que está agonizando.

58
VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

o durante el rito de la consagración, se mezcla con el aceite algún bál-


samo oloroso o una esencia fina de perfume para obtener una fragan-
cia simbólica. Esta fragancia característica también ayuda a identificar
el crisma de los otros óleos en una determinada situación pastoral.

154. El sacerdote encargado de los óleos debe velar para que estos se renue-
ven cada año con prontitud después de la Misa Crismal. Los óleos del
año anterior deberían quemarse. Si sobran grandes cantidades pueden
consumirse en alguna de las lámparas. La validez del sacramento no
queda afectada si se utilizan los óleos de un año anterior, si bien estos
sólo se deberían usar en caso de necesidad 53. En la celebración de la ini-
ciación cristiana en la Pascua, es más evidente la importancia de usar el
crisma que ha sido consagrado recientemente por el obispo.

155. El principio de calidad que se aplica a la materia de los sacramentos se


debería extender a la cera, incienso, carbón y demás sustancias mate-
riales que se utilizan en la celebración de la liturgia 54. Sólo los mejores
frutos de la creación se deben reservar para Dios en la celebración
digna de este sacrificio de alabanza y de acción de gracias.

«Puesto que la liturgia tiene un gran valor pastoral, los libros litúr-
gicos permiten un margen de adaptación a la asamblea y a las perso-
nas, una posibilidad de apertura a la idiosincrasia y a la cultura de los
diversos pueblos. La revisión de los ritos ha buscado una noble senci-
llez y unos signos fácilmente comprensibles, pero la sencillez deseada
no debe degenerar en empobrecimiento de los signos, sino que los sig-
nos, sobre todo los sacramentales, deben contener la mayor expresivi-
dad posible. El pan y el vino, el agua y el aceite, y también el incienso,
las cenizas, el fuego y las flores, y casi todos los elementos de la crea-
ción tienen su lugar en la liturgia como ofrenda al Creador y como
aportación a la dignidad y belleza de la celebración».
Juan Pablo II
Carta apostólica, 4 de diciembre de 1988
En la celebración del vigesimoquinto aniversario
de la Sacrosanctum concilium

53. Cf. CIC, canon 847 §2.


54. Por ejemplo: CO, n. 85, al definir qué constituye el incienso, exige sólo incienso
puro de aroma suave o por lo menos en mayor proporción a la de cualquier aditivo mezclado con
el incienso. Esto quiere decir que se debe preferir «el incienso» (goma olibanum). Sin
embargo, las iglesias orientales preparan compuestos aromáticos que a menudo son de
mejor calidad que los productos adulterados o sucedáneos que, en ocasiones, venden
los que abastecen a las iglesias.

59
3. Los Ministerios

156. En la celebración de la liturgia sagrada, la rica variedad de órdenes y


ministros expresa la ordenación jerárquica del pueblo que forma parte
del Cuerpo de Cristo. El papel de cada uno debe ser respetado y pro-
movido para lograr esa armonía que conduce a una unidad de alaban-
za y adoración.

El pueblo

157. El mensaje del Concilio Vaticano II es claro: La Santa Madre Iglesia desea
ardientemente que se lleve a todos los fieles a esa participación plena, consciente
y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia
misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo
cristiano, un linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido
(1 Pedro 2, 9) 1.

158. Para lograr esta participación plena, el pueblo debe responder y can-
tar en su lengua propia, pero también participará activamente a tra-
vés del ceremonial. Las acciones y posturas comunes expresan la uni-
dad de la Iglesia 2. Para lograr esto, se deben cumplir las normas de la
Conferencia Episcopal concernientes a las posturas durante la cele-
bración: ponerse de pie, arrodillarse y sentarse. Como parte de una
catequesis litúrgica continua se les deberían recordar los signos y
acciones específicas de cada parte de la Misa o de la liturgia de cada
día o tiempo litúrgico. Las costumbres locales y la cultura se reflejan
en la variedad de la música y de las prácticas devotas. Sin embargo, la

1. SC, n. 14.
2. IGMR, n. 62.

61
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

liturgia romana debería expresar también la universalidad de la


Iglesia, y de este modo el pueblo deberá poder recitar o cantar no sólo
en lengua vernácula sino también en latín las partes del ordinario de la Misa
que le corresponde 3.

159. Los encargados de recibir a los fieles a la puerta de la iglesia, cuando


los haya, deberán cumplir con sus obligaciones para con el pueblo con
buenos modales y discreción. Estos hombres y mujeres se ocupan de
mantener el orden, así como de dar la bienvenida y asistir al pueblo,
pero nunca deberán «organizar» la Comunión obligando al pueblo a
acercarse al altar por bancos. Salvo a las personas impedidas o invi-
tados especiales, en situaciones específicas, no se debería reservar
nunca asiento alguno bajo ningún concepto 4. Cuidarán también de la
mesa de las ofrendas, de la colecta, de la distribución de los libros
litúrgicos, de los himnos y se asegurarán de que la procesión no se vea
dificultada.

El coro

160. El coro o schola tiene un papel indispensable dentro de la asamblea litúr-


gica, ayudando al pueblo en el canto. Sin embargo, la participación
plena, consciente y activa del pueblo no significa que éste deba cantarlo
todo. Se puede profundizar en esta participación mediante un buen
coro, que saque partido al amplio repertorio de la música litúrgica, así
como a la ejecución de las partes reservadas al coro 5. Éste se situará según la
acústica de la iglesia, pero nunca en un lugar que pudiese distraer al
pueblo de la acción sagrada del altar.

161. El solista o director del coro dirige el salmo responsorial y otros res-
ponsos. Cuando sea necesario, puede tener un lugar determinado en el
coro 6. Los directores del coro, solistas, el organista y otros músicos
deberían seguir cuidadosamente las disposiciones relativas a sus fun-
ciones tal y como están establecidas en los libros litúrgicos y en otros
documentos sobre música publicados por la Santa Sede 7.

3. CO, n. 40, del Vaticano II, SC, n. 54. El folleto Jubilate Deo fue primeramente
publicado en 1974 por la Congregación del culto divino y revisado y ampliado en
1987, como recurso pastoral para mantener esta dimensión universal de nuestro rito
entre el pueblo. Los monjes de Solesmes han publicado la música para el altar y el
coro.
4. Cf. IGMR, n. 273.
5. IGMR, n. 63.
6. Cf. IGMR, n. 64.
7. Cf. CO, n. 39 y n. 40 para una lista útil de estas fuentes.

62
LOS MINISTERIOS

El sacristán
162. El sacristán cumplirá con sus obligaciones bajo las instrucciones gene-
rales del clero. Sin embargo, para cada celebración específica, el sacris-
tán responde ante el maestro de ceremonias 8. En algunos lugares hay
un equipo de sacristanes, en este caso debería nombrarse un sacristán-
jefe. Este hombre o mujer supervisa a los demás y es responsable de las
sacristías, del cuidado de los objetos valiosos y de la limpieza y orden
dentro de la iglesia 9. El sacristán tiene que ser respetado por todos los
que ejercen su ministerio en el altar.

Los ayudantes
163. Los «ministros» o ayudantes son aquellos cuyo papel se deriva del de
acólito instituido. Su ministerio se ejerce en el presbiterio 10. Sus debe-
res relativos a la ceremonia son esenciales para una buena liturgia 11; sin
embargo, el buen ejercicio de su ministerio en el altar depende de su
destreza y disciplina, junto con su formación espiritual y su ilusión 12.
Como se ha hecho notar más arriba, visten con un alba, o sotana y
sobrepelliz, o algún otro ornamento aprobado, pero no con traje secu-
lar. Se sentarán también en el presbiterio.

164. Las funciones específicas de los ayudantes son las siguientes:

165. Al turiferario se le debe instruir en el arte de usar el incensario, ense-


ñándole a ayudar eficazmente cuando se pone el incienso, a incensar al
pueblo y objetos y a utilizarlo en las procesiones 13. El turiferario enca-
beza la procesión delante de la cruz. Le puede ayudar alguien que le
sostenga la naveta, yendo a su izquierda. Por supuesto, también deberá
conocer cómo prender, mantener y apagar el incensario.

166. El cruciferario llevará la cruz de forma que el Cristo siempre mire hacia
delante. La cruz se deberá sujetar firmemente y a una altura razonable.

8. Cf. CO, n. 37 para evitar malos entendidos relativos a la «cadena de mando».


9. Cf. CO, n. 38.
10. Cf. IGMR, n. 68 los ayudantes varones sigue siendo lo normal, pero el Ordinario
puede permitir ayudantes femeninos.
11. Una falta de cuidado de su responsabilidad en la liturgia puede conducir a que
un celebrante deba «ayudarse a sí mismo». Esto puede reflejar el tradicional mal enten-
dido: que lo fundamental de ayudar a Misa es «cantar las oraciones».
12. Para descripciones más detalladas de sus obligaciones y ensayos vid. Ministry at
the Altar, ed. Peter J. Eliott, Sidney, 1980. Este trabajo subraya que ayudar no es un minis-
terio para niños.
13. Vid. más adelante en el capítulo 4, nn. 214-220, CO, nn. 84-98.

63
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

El asta de la cruz debería estar separado del cuerpo del portador, la


parte más baja de aquélla se sujetará con la mano izquierda y la supe-
rior con la derecha, preferiblemente a la altura de los ojos. El portador
de la cruz, o cruciferario, la colocará en su base correspondiente o, si
es posible, la dejará de pie, pero nunca recostada contra una pared. Si
fuera necesario, el cruciferario puede ser también el portador del libro.

167. Los dos portadores de los ciriales o ceroferarios, se conocen también como
«acólitos» o ayudante principal y secundario. Sirven en el altar y en la
credencia; se sientan cerca de la credencia. Llevan los ciriales con
ambas manos, una sujetando la base y la otra en el cuerpo del mismo 14.
El plato para recoger la cera es mejor tenerlo a la altura de los ojos. Se
mueven coordinadamente y deben ser instruidos para sujetar los ciria-
les a la misma altura y cogerlos y dejarlos al mismo tiempo. Estos cirios
permanecerán encendidos a lo largo de la liturgia.

168. El portador del libro tiene un papel importante en todas las celebraciones,
particularmente en la sede presidencial o en la cátedra de los obispos.
El misal o cualquier otro libro se llevará con ambas manos, descansan-
do en el pecho de forma plana. Cuando un libro se sujete abierto se
ajustará el nivel de la inclinación para ayudar al celebrante a leer el
texto 15.

169. Otros ayudantes pueden actuar en una Misa solemne como portadores de
los hachones durante la Plegaria eucarística. Los ayudantes sin un papel
específico resultan superfluos. En las Misas de los domingos y otras oca-
siones importantes, deberán ayudar al menos dos o tres, dividiendo o
combinando sus papeles el turiferario, el portador de los cirios, el del
libro, y ayudando todos en la credencia. En una Misa de diario resulta
adecuado un ayudante experto que actúe como portador del libro en
la sede y ayudando en la credencia. Sin embargo, otros pueden realizar
funciones de cruciferario, portador del libro y ceroferario, de acuerdo
con la naturaleza de la ocasión.

170. Ayudan al obispo: el portador de la mitra y, normalmente, el portador del


báculo. Sus manos estarán cubiertas con un velo blanco o «vimpa», cuan-
do sostengan la mitra o el báculo. Junto con el portador del libro, son
los ayudantes inmediatos del obispo, y caminarán detrás de él en la pro-
cesión según se describe en el capítulo 8. Sus asientos deberán situarse
cerca de la cátedra.

14. Según práctica romana; cf. n. 67 en CO, n. 74.


15. Por tanto, el canto superior del libro abierto podría sujetarse con un pequeña
pinza.

64
LOS MINISTERIOS

El maestro de ceremonias

171. No solamente cada diócesis, sino cada parroquia debería contar con un
maestro de ceremonias que debe conocer las leyes, los detalles del cere-
monial, la historia y las tradiciones del Rito Romano. Debería estudiar
las fuentes y estar, por tanto, familiarizado con los textos litúrgicos. Pero
también tendría que estar versado en la ciencia pastoral para planificar así
las celebraciones de modo que anime a la participación provechosa del pueblo
y mejore también la belleza de los ritos 16.

172. El sacerdote, diácono o seglar que realice este oficio deberá ganarse la
confianza del clero, el cual, entonces, recibirá con agrado sus servicios
y aceptará sus consejos en las celebraciones. Trabajará en estrecha
unión con todos aquellos que participan vivamente en la celebración, y
en especial con los sacristanes. En una ceremonia complicada, pueden
ser útiles dos o más maestros de ceremonias. Por tanto, es preciso tener
ayudantes bien preparados 17.

173. El buen maestro de ceremonias es discreto, tranquilo y digno. Se move-


rá sin prisa y tendrá una gran libertad de movimientos para poder estar
en todos los detalles, pero sin abusar de esta libertad de movimientos
de modo que con su comportamiento distraiga durante las lecturas y
demás acciones sagradas. Dirigirá discretamente, sin gestos obvios ni
comentarios, y sin intentar ocupar el lugar del diácono junto al cele-
brante 18. Si tiene que corregir un error lo hará con moderación, sobre
todo en la procesión o en el presbiterio.

174. Debe saber lo que cada uno debe hacer y dónde debe colocarse en todo
momento de la liturgia. Por tanto, gran parte de su acierto dependerá
de su capacidad de anticipación:
—debe cuidar las variaciones del ceremonial o del texto de una cele-
bración particular, y
—debe conocer exactamente lo que ocurre después, anticipándose
a los movimientos de los ayudantes de forma que estos tengan prepara-
dos el libro, el incienso, etc.
Debería ser una persona con buena memoria, para recordar detalles
pequeños, al tiempo que es consciente de la «forma» y unidad de la
celebración litúrgica.

16. CO, n. 34.


17. El maestro de ceremonias diocesano debería programar ensayos para los maes-
tros de ceremonias parroquiales.
18. Cf. CO, n. 35.

65
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

175. El maestro de ceremonias puede revestirse con el alba, pero sería


mejor que llevara el hábito coral, para distinguirle de los ayudantes.
Un sacerdote o diácono que actúa como maestro de ceremonias lleva
estola sólo cuando recibe la Comunión o durante sus obligaciones en
el sagrario 19.

El lector

176. Los hombres y mujeres que lean en la Misa 20 estarán entrenados para
proclamar la palabra de forma clara y nítida. El lector puede leer todas
las lecturas a excepción del Evangelio y puede anunciar las peticiones
de la oración de los fieles. Cuando no haya diácono, el lector puede
llevar el Evangelio en la procesión. Como complemento, un comenta-
dor puede introducir la liturgia, pero sólo cuando sea estrictamente
necesario 21. El comentador no usará el ambón y hablará desde otro
lugar.

El acólito

177. El ministerio del acólito ha sido establecido en algunas diócesis. Por ins-
titución, está autorizado para servir en el altar, asistiendo al diácono y
al sacerdote, especialmente en la preparación del altar y de los vasos
sagrados. Puede distribuir la Sagrada Comunión, teniendo preferencia
sobre otros ministros extraordinarios de la Eucaristía 22. Tiene también
precedencia sobre otros ayudantes como el cruciferario, el turiferario,
etc. 23. En una Misa solemne, su papel es similar al del subdiácono de la
antigua liturgia. El jefe de los ayudantes puede ser un acólito instituido.
El acólito lleva alba, pero si actúa como maestro de ceremonias, es pre-
ferible que vista con la indumentaria coral.

19. (a) De acuerdo con CO, n. 36, el diácono que actúa como maestro de ceremo-
nias puede llevar una dalmática. Esto puede no parecer apropiado, porque actuar como
maestro de ceremonias no parece ser un papel que pertenezca al orden de los diáco-
nos en su sentido sacramental visible. Además, un concelebrante revestido nunca debe-
ría actuar como maestro de ceremonias. (b) Puede ser costumbre que el maestro de
ceremonias diocesano lleve una sotana púrpura y faja, cuando ayuda al obispo. Si no es
un prelado, los botones y ribetes también son púrpuras.
20. Vid. Inaestimabile donum, n. 18, ampliando IGMR, n. 66.
21. Esto es pocas veces necesario. Una buena liturgia no necesita de un comenta-
dor improvisado. Las palabras del comentador deberían ser cuidadosamente prepara-
das y sucintas, IGMR, n. 68a.
22. Cf. CO, nn. 27-29; IGMR, n. 65. Vid. apéndice 1, Ministros extraordinarios de la
Eucaristía, nn. 777-787.
23. Cf. IGMR, nn. 142-143.

66
LOS MINISTERIOS

El diácono
178. El diácono, a través del sacramento del Orden, desempeña un papel
importante en la celebración del sacrificio del Señor. Su principal
deber es ayudar al obispo (con el que está estrechamente relacionado)
o al sacerdote celebrante. Leerá el Evangelio y predicará cuando se le
pida. Su ministerio lo realiza en el altar y distribuye el Cuerpo y la
Sangre del Señor. Guía la asamblea y anuncia las peticiones de la ora-
ción de los fieles 24. Cuando el diácono ayuda, el celebrante nunca debe
sustituirle en sus funciones, ni siquiera un sacerdote concelebrante.

179. Sin embargo, el diácono está destinado a ejercer su ministerio en cual-


quier tipo de Misa a la que asista. Si no hay otro ministro presente cum-
plirá las funciones de los otros donde fuera necesario 25. Normalmente
se colocará a la derecha del celebrante. Por lo tanto, deberá tener una
sede a la derecha de la presidencial o de la cátedra del obispo. Salvo
que sujete el evangeliario, caminará en la procesión a la derecha del
celebrante. El diácono deberá llevar sus propios ornamentos: la dalmá-
tica, al menos los domingos y en las ocasiones importantes.

180. Los diáconos, permanentes o no, deberán seguir los mismos principios
del ceremonial que el celebrante principal. Y nunca se extralimitarán
de las materias que les competen por ley universal, o por las facultades
que les son otorgadas por el obispo diocesano.

El presbítero
181. Ordenado para el sacrificio eucarístico, el sacerdote realiza en el altar, en
el ambón y en la sede su ministerio de ofrecer, enseñar y presidir, en la
persona de Cristo. Él está configurado con Cristo por la consagración del
carácter sacerdotal. Por medio de la palabra y la acción, debería luchar
por enseñar a fondo a los fieles a ofrecer a Dios Padre la Víctima divina en el
sacrifico de la Misa y a hacer, juntamente con ella, oblación de su propia vida 26.
El sacerdote es también consciente de que, por el sacerdocio, compar-
te con sus hermanos sacerdotes las Misas concelebradas, al menos en
ocasiones apropiadas como el Jueves Santo 27. Sin embargo, siempre
celebra en unión con su obispo como delegado del mismo 28. A través

24. Cf. CO, nn. 23-25; IGMR, n. 61 y 127-147.


25. Cf. IGMR, n. 127 c., pero ésta no es una situación deseable.
26. Vaticano II, Decreto Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y vida de los sacer-
dotes, n. 5.
27. Para el ceremonial de concelebración, vid. capítulo 7.
28. Bien desarrollado en CO, nn. 20-21.

67
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

del obispo, su liturgia presbiteral es el acto de comunión con el pastor


supremo de Roma.
182. Por tanto, de vez en cuando, por ejemplo: durante el retiro anual, cada
sacerdote debería revisar cómo se comporta en el altar, anotando y
corrigiendo todos los errores o malos hábitos. A tal fin puede pedir
humildemente la opinión de algún sacerdote que haya observado su
comportamiento en el altar. Además, el sacerdote debería discernir
prudentemente cómo la comunidad acepta su papel en la liturgia, ya
que la Misa, por lo general, se celebra de cara al pueblo y el fiel puede
ver los gestos y movimientos del sacerdote o diácono. La comunidad
agradecerá la devoción litúrgica de un hombre de fe, pues por su reve-
rencia y atención a los misterios, es el auténtico constructor y animador
de una vigorosa comunidad de culto. Buscando un equilibrio entre la
reverencia modesta y la expresión adecuada de su personalidad, anima,
inspira y conduce al pueblo, pues todos comparten de diferentes
modos el culto sacerdotal de Jesucristo.
183. Si no hay diácono, un sacerdote que concelebre con el obispo u otro
sacerdote puede hacer sus veces, pero sin llevar la dalmática 29. Actuaría
por tanto en este caso como lector, ayudante, etc. solamente si no se
puede recurrir a ningún laico apropiado. Pero siempre tiene preferen-
cia sobre los diáconos, acólitos y ministros extraordinarios en la distri-
bución de la Eucaristía 30.

El obispo
184. La plenitud del sacerdocio se manifiesta cuando el obispo celebra el
sacrificio eucarístico con sus sacerdotes y diáconos alrededor concele-
brando y ayudando. La unidad de comunión episcopal en «un altar»
fue proclamada por san Ignacio de Antioquía: Tened cuidado, entonces, de
la división de la Eucaristía, porque una es la Carne de nuestro Señor, y una es
la copa de su Sangre, y sólo hay un altar, como sólo hay un obispo ayudado por
sus presbíteros y diáconos, compañeros fieles. Así realizaréis todas las acciones
según voluntad de Dios 31. Ésta es la forma suprema y normal de la cele-
bración del sacrificio del Señor. Es el momento en el cual la Iglesia par-
ticular consigue su pleno culto potencial en Cristo, Sacerdote Eterno.
La liturgia del obispo se describirá en el capítulo 8.

29. Cf. CO, n. 22.


30. En vacaciones, un sacerdote va a Misa y recibe la Comunión como un laico. No
hay nada que le aparte de las concelebraciones. ¿No sería mejor para él beneficiarse de
la vida y muerte mediante el ejercicio pleno de su sacerdocio? Vid. también apéndice
1, Ministros extraordinarios de la Eucaristía, nn. 777-787.
31. Carta a los de Filadelfia, 4.

68
LOS MINISTERIOS

185. Ejercen en primer término la función de santificar los obispos, que al tener la ple-
nitud del sacerdocio, son los principales dispensadores de los misterios de Dios, y
en la iglesia a ellos encomendada, los moderadores, promotores y custodios de
toda la vida litúrgica 32. Como parte de su enseñanza y oficio de gobier-
no, el obispo mantiene las tradiciones y prácticas de nuestro rito, forta-
leciendo la comunión de la Iglesia particular con la Iglesia de Roma. Al
mismo tiempo, es el supremo liturgista de su diócesis y establece las
normas litúrgicas dentro de su competencia 33. Por tanto, tiene la tarea
de promover y preservar las mejores normas de un culto noble y pia-
doso, un ceremonial reverente y una buena música y arte litúrgicos.

186. El ejemplo del propio obispo es importante, y, desde luego, dentro de


la comunidad de su Iglesia particular es crucial. Debería ser él el pri-
mero en seguir los principios e ideales que espera de sus sacerdotes y
diáconos. Deberá reverenciar y respetar los signos y símbolos distintivos
de su orden apostólico, porque para su pueblo, estos ornamentos y
objetos sagrados no son meramente el aderezo de su oficio sino un
recordatorio visible de que Él es el elegido por Cristo para ser su maes-
tro, santificador y pastor.

«Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que


ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios:
éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino por
el contrario transformaos con una renovación de la mente, para que
podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agrada-
ble y perfecto».
Sagrada Biblia, 2.ª edición revisada. Tomo VI. Facultad de Teología.
Universidad de Navarra. EUNSA, Pamplona, 1992.

32. CIC, canon 835 §1.


33. Cf. CIC, canon 836 §4.

69
4. Las acciones ceremoniales

187. Un correcto sentido de la ceremonia comienza con el modo en que cada


persona se mueve en el presbiterio. El celebrante, y el diácono en su
caso, debería andar con dignidad y sin prisas, pero sin dar la apariencia
de pomposidad. Cuando se encuentra de pie en el altar o en el ambón 1,
está representando a Cristo y a su Iglesia, su postura, por tanto, debería
transmitir una confianza fundada en la gracia permanente que Dios le
ha dado. A la vez, debería transmitir esa actitud humilde de quien sabe
su papel en los sagrados misterios, pues esas acciones y signos humanos
son divinos. Puesto que él es ejemplo para los demás, debería esperar el
mismo decoro para los que le ayudan en el presbiterio.

Las manos

188. Todos los gestos litúrgicos que se hacen con las manos son significativos.
En un saludo como «El Señor esté con vosotros», las manos, que esta-
ban unidas, se abren. El gesto debería ser suave y transmitir una sensa-
ción de reverencia y control, por el contrario, no debería ser brusco,
mecánico o demasiado efusivo. Tal movimiento de manos nunca distrae
al pueblo y es una expresión de paz e invitación a la oración y al reco-
gimiento.

189. Las manos se juntan, palma con palma, con todos los dedos unidos, y el
pulgar derecho cruzado sobre el izquierdo 2. No es necesario presionar

1. Los sacerdotes enfermos o ancianos, que no son capaces de estar de pie, pueden
celebrar o concelebrar sentados el sacrificio eucarístico, pero si es con asistencia de
pueblo requieren licencia del Ordinario del lugar, cf. CIC, canon 930 §1.
2. Cf. CO, n. 107, nt. 80, citando el viejo Caeremoniale.

71
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

las palmas como en tensión. Este modo reverente de tener las manos
juntas sólo parece artificial si produce la sensación de ser algo forzado.
El sacerdote, el diácono y los ayudantes deben observar la disciplina
de «las manos juntas» mientras están en el presbiterio y en las proce-
siones.

190. Las manos se extienden durante el rezo de determinadas oraciones de


petición de misericordia: «orantes». Es un gesto de las primeras épocas
de la Iglesia 3. Con el desarrollo de la Misa de cara al pueblo, este gesto
se ha hecho más amplio y relajado pero puede llegar a ser exagerado.
No es fácil normalizar este gesto como puede apreciarse en la concele-
bración. Sin embargo, una solución ecuánime a este problema podría
ser extender las manos con los dedos juntos, con elegacia y no con rigi-
dez, y que las palmas estén en una posición abierta y natural, ligera-
mente adelantadas en relación a los hombros, teniendo los codos cerca
del cuerpo. En cambio, parece mejor evitar los siguientes gestos: la anti-
gua práctica de manos enfrentadas, las palmas de cara al pueblo en una
posición defensiva, un gesto casual que puede sugerir indiferencia o
cansancio, un alargamiento o elevación excesiva de las manos (que no
se puede mantener durante mucho tiempo), o mover las manos hacia
arriba y hacia abajo a la par que se va leyendo.

191. El celebrante y concelebrantes extienden las manos hacia adelante, las


palmas hacia abajo, en la epíclesis de la Plegaria eucarística. Éste es
un signo de invocación al Espíritu Santo, que tiene su origen en un
gesto del Antiguo Testamento, de petición de una víctima para Dios.
En una bendición solemne u oración sobre el pueblo, las manos se
extienden de la misma manera, si bien deberían estar un poco más
elevadas 4.

192. En ningún caso puede haber dudas acerca de la posición de las manos.
En concreto:
—cuando se lleva un objeto con una mano, la otra siempre descan-
sa plana en el pecho con los dedos juntos con naturalidad 5,
—cuando el celebrante, el diácono y los ayudantes se sientan, las
manos —con los dedos juntos— descansan sobre las rodillas, y los codos
están doblados de un modo relajado 6.
Dentro de una lógica moderación, el celebrante puede mover las
manos como desee en la homilía y cuando lee avisos. Pero no debe aña-
dir gestos propios en otros momentos.

3. Cf. CO, n. 104, con referencias al Antiguo Testamento en el n. 77.


4. Cf. CO, nn. 105, 106.
5. Cf. CO, n. 108.
6. Cf. CO, n. 109.

72
LAS ACCIONES CEREMONIALES

La señal de la cruz

193. El celebrante debe hacer la señal de la cruz claramente y sin prisa, del
siguiente modo: se inicia con las manos unidas; después la mano dere-
cha va —con los dedos juntos— desde la frente hasta el pecho —justo
encima de donde descansa la mano izquierda— («En el nombre del
Padre y del Hijo»); después, la mano derecha va del hombro izquierdo
al hombro derecho («y del Espíritu Santo»); y vuelve a unir sus manos
inmediatamente.

194. Antes del Evangelio, el diácono o el sacerdote traza una clara señal de
la cruz en la frente, otra en los labios y otra más en el pecho, con la
parte exterior del dedo pulgar derecho, poniendo el resto de los dedos
juntos señalando a la izquierda, mientras que su mano izquierda des-
cansa sobre el pecho 7. Todos los que asisten a la liturgia deberían hacer
esta señal del mismo modo con reverencia y claridad.

Bendiciones

195. Cuando bendice al pueblo, el celebrante hace la señal de la cruz, una


vez, con su mano derecha, con los dedos juntos, estando el meñique
más cerca del pueblo. Puede hacer la cruz terminando, aproximada-
mente, en los mismos puntos donde él hace la señal de la cruz para sí
mismo, de modo que el gesto no sea un movimiento largo de la mano.
Sin embargo, cuando celebra en un lugar donde el pueblo está reuni-
do a su alrededor, lo natural es ampliar algo el gesto y volverse ligera-
mente hacia derecha e izquierda. Sólo el obispo hace la señal de la
cruz tres veces cuando da la bendición final de la Misa, o en algún otro
rito 8.

196. Cuando hace la señal de la cruz sobre las ofrendas durante la Plegaria
eucarística, el celebrante mueve su mano derecha del mismo modo
que para la bendición del pueblo pero dirigiendo el gesto a los vasos
sagrados colocados sobre el corporal; y la mano izquierda descansa
sobre el altar 9. Este gesto debería ser elegante, claro y pausado.
Cuando el sacerdote o diácono bendice un objeto, hace el signo de la
cruz sobre éste, y, mientras, la mano izquierda descansa, plana, sobre
el pecho.

7. Cf. CO, n. 74.


8. Cf. CO, nn. 169, 1120 y 1125 y por costumbre, cuando se imparte la bendición
eucarística, pero no mencionada en CO, n. 1114.
9. Cf. CO, n. 108.

73
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Genuflexiones

197. La adoración a Jesucristo se expresa en la genuflexión. Éste es el acto


supremo de reverencia de nuestro rito, y se reserva:
—para nuestro Señor presente en la Eucaristía sobre el altar, en el
sagrario, en la custodia o en la píxide;
—para la Santa Cruz, desde su solemne veneración durante el
Viernes Santo hasta que comienza la Vigilia Pascual 10;
—tradicionalmente, a una reliquia de la Santa Cruz expuesta para la
veneración.

198. En la genuflexión, la espalda permanece recta y se inclina la cabeza


hacia adelante. La rodilla derecha se posa un breve instante en el
suelo. Esta acción debería hacerse con las manos unidas, sin prisas, y
con un espíritu de oración. La genuflexión doble permanece todavía,
en algunos países, ante el Santísimo Sacramento expuesto. Consiste en
arrodillarse con ambas rodillas, también un breve instante, al tiempo
que se inclina la cabeza reverentemente y uniendo las manos, como de
costumbre 11.

199. Si el sagrario se ubica en el centro del presbiterio, el celebrante, el diá-


cono, los ayudantes, los lectores, etc., deben hacer la genuflexión al
pasar por la línea central en cualquier liturgia 12. Una inclinación de
cuerpo o de cabeza no sustituye a esta genuflexión, cuando, por ejem-
plo, el lector sube desde la nave para leer en el ambón. Sólo los que
están incapacitados físicamente para hacer la genuflexión deberían sus-
tituirla por una inclinación de cuerpo o de cabeza.

200. Sin embargo, los ayudantes cuando llevan el incensario, la cruz, las
velas, etc., o el diácono que lleva el Evangeliario, no hacen genuflexión
o inclinación cuando pasan delante del sagrario o cuando llegan o
dejan el presbiterio 13. No se hace genuflexión 14 aunque la procesión
pase por delante de una capilla, o altar lateral donde está reservado el
Santísimo Sacramento.

10. Cf. CO, n. 69.


11. Muchas personas aún hacen la doble genuflexión por devoción a nuestro Señor
en la Eucaristía. Un criterio pastoral prudente aconseja no corregir estas personas. Sin
embargo, en el presbiterio se deben observar los criterios de la Conferencia Episcopal.
12. Cf. IGMR, n. 233.
13. Cf. CO, n. 70. En algunos lugares hacen una leve inclinación de cabeza, si bien
ésta parece innecesaria.
14. Cf. CO, n. 71.

74
LAS ACCIONES CEREMONIALES

Inclinaciones

201. En el Rito Romano Moderno hay dos clases de inclinación: de cuerpo o


profunda, y de cabeza.

202. La inclinación profunda se hace:


—al altar, cuando el Santísimo Sacramento no está encima o
detrás 15;
—al celebrante, antes y después de la incensación;
—y cuando así se especifica en otros ritos 16.
Siempre se hace inclinación profunda ante el obispo al acercársele
o antes de dejarle, y cuando se pasa delante de él en las ceremonias.
Esta inclinación debería ser pausada y elegante. El cuerpo se inclina
desde la cintura hacia adelante, de tal forma que las manos podrían
tocar las rodillas, y, como de costumbre, con las manos unidas.

203. La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran las tres divinas


Personas a la vez (durante la primera parte del Gloria) o a los nombres
de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del santo en cuyo honor
se dice la Misa 17. En la práctica, al hacer la inclinación de cabeza, los
hombros también se inclinan ligeramente. Cuando se nombra a la
Virgen María o al santo del día, la inclinación de cabeza puede ser
menos pronunciada que cuando se nombra a nuestro Señor, si concu-
rren todos estos nombres en un mismo texto, como sucede en la
Plegaria eucarística I. Una pequeña inclinación también expresa grati-
tud y respeto mutuo, antes y después de recibir un objeto o cuando se
recibe algún servicio durante la ceremonia.

Postración

204. La postración de todo el cuerpo es signo de total donación personal a


Dios. Se hace:
—por los candidatos, durante las letanías en las Ordenaciones y en
la bendición de un abad,
—facultativamente, en la bendición de una abadesa, profesión per-
petua, etc.,
—habitualmente, el celebrante y el diácono(s) al inicio de la liturgia
del Viernes Santo 18.

15. Cf. CO, n. 72.


16. Cf. IGMR, n. 234 b; CO n. 68. Sin embargo, en la práctica, no es necesario que
sea tan «profunda» antes y después de la incensación.
17. IGMR, n. 234 a.
18. Vid. CO, nn. 507, 529, 556, 580, 685, 706, 730, 758, 779, 316.

75
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Hay un procedimiento simple y recomendable para hacer una pos-


tración: a) arrodillarse, b) extender la mano derecha y el cuerpo se incli-
na hacia adelante hasta que la cabeza apoye sobre la mano derecha, al
mismo tiempo que la mano izquierda se va poniendo debajo de la mano
derecha. Al final de la postración, pausadamente, se vuelve a la posición
de rodillas, y, entonces, se yergue, procurando no tambalearse.

Beso litúrgico
205. El diácono(s), los concelebrantes y el celebrante besan el altar al inicio
de la Misa, porque es el signo permanente de Jesucristo entre su pue-
blo. Al final de la Misa, el celebrante y el diácono(s) lo vuelven a besar,
y los concelebrantes, en ese momento, hacen una inclinación hacia el
altar. El celebrante y el diácono(s) que le asiste besan el altar al princi-
pio y al final del rezo de Laudes y Vísperas 19.
206. El diácono o el sacerdote que lee el Evangelio besa el Evangeliario abier-
to al final de la lectura del mismo, y por costumbre al comenzar a leer el
texto 20. Si el que celebra la Misa (o el que preside otro rito donde se lee
el Evangelio) es un obispo, el sacerdote o diácono que ha leído debería
llevar el libro abierto a la cátedra del obispo para que éste lo besara 21.
207. La cruz que se venera el Viernes Santo puede besarse por el celebran-
te, los clérigos, los ayudantes y, al menos, parte de los laicos, si se obser-
va la forma tradicional de veneración 22.
208. En la práctica, el beso litúrgico de algunos objetos sagrados es sólo un
ligero contacto con los labios. No obstante, en culturas en las que besar
no se considera una forma de reverencia, la Conferencia Episcopal, con
la aprobación de la Santa Sede, puede reemplazar el beso litúrgico por
otro signo de reverencia 23.

La voz
209. La voz tiene una notable importancia dentro del marco de la predica-
ción. Es necesario desarrollar más el arte, sutil, del uso de la voz en el

19. Cf. IGMR, nn. 208, 232, CO, n. 73.


20. Cf. CO, n. 74.
21. Cf. CO, nn. 141, 173, no es obligatorio pero sí conveniente.
22. Cf. Liturgia del Viernes Santo, Misal Romano, n. 18; CO, n. 322.
23. Cf. CO, n. 73. De todas maneras, en sociedades occidentales los besos forman
parte del patrimonio religioso, incluso en círculos no católicos, por ejemplo: si se besa
la Biblia cuando se presta juramento.

76
LAS ACCIONES CEREMONIALES

ámbito litúrgico. La falta de naturalidad, la afectación, debe evitarse en


todo caso; sin embargo, una expresión digna que sabe dar valor, senti-
do y significado a las palabras es esencial, no sólo para que la comuni-
cación sea posible, sino también para distinguir la proclamación de una
oración pública. Además, el canto en la liturgia tiene una larga tradi-
ción, que se ha fomentado vigorosamente para la mayoría de las partes
de la Misa que son «dichas» o «proclamadas» en voz alta 24.

210. El celebrante y el diácono utilizan dos tonos de voz: uno claro, normal,
para las oraciones principales, y otro más bajo para las oraciones priva-
das, virtualmente un cuchicheo o susurro 25. Pero, en la práctica, se sue-
len hacer variaciones con voz clara atendiendo a la índole del respecti-
vo texto según se trate de lecturas, advertencias o aclamaciones, sobre
todo si el sacerdote que celebra lo hace en lengua vernácula 26. Las varia-
ciones sutiles y adicionales de la voz también serán aconsejables a lo
largo de la celebración de la Misa. Los concelebrantes deberían pro-
nunciar con voz muy baja cuando se unen al celebrante principal en las
partes correspondientes de la Plegaria eucarística, de modo que se oiga
claramente la voz del celebrante principal 27.

Los ojos
211. Excepto antes de la consagración en la Plegaria eucarística I, no hay
indicaciones que orienten al celebrante acerca de donde debe mirar;
esto es un problema práctico sobre todo cuando se celebra la Misa de
cara al pueblo. El modo más lógico de resolverlo es el siguiente: el cele-
brante debería mirar al pueblo cuando le saluda o se dirige a él. Pero
cuando lee un texto debería fijarse en el libro. Cuando recita oraciones
que conoce bien, podría mantener el recogimiento con sus ojos ligere-
mente caídos y mirando, quizá, hacia los vasos sagrados. En la descrip-
ción de la celebración de la Misa se sugieren otras posibilidades.

Memorización
212. El celebrante debe saberse de memoria las palabras de la consagración.
También debería conocer las siguientes oraciones que dice en voz
baja:

24. Cf. IGMR, nn. 18 y 19. Ello supone una especie de ofrenda natural.
25. Cf. IGMR, nn. 12, 13. El pueblo no debería oír las oraciones privadas del cele-
brante o del diácono; estas oraciones se dicen en secreto.
26. Cf. IGMR, n. 18.
27. Cf. IGMR, n. 170.

77
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—antes del Evangelio, «Purifica mi corazón y mis labios, Dios todo-


poderoso...»;
—después del Evangelio, «Las palabras del Evangelio...»;
—en la preparación de las ofrendas, «El agua unida al vino sea signo
de...», «Lava del todo mi delito, Señor...»;
—antes de la Comunión, «Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo...» y
«Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre...»;
—en las abluciones, «Haz, Señor, que recibamos con un corazón lim-
pio...».
213. El diácono debería saberse de memoria:
—después del Evangelio, «Las palabras del Evangelio...»;
—en la preparación de las ofrendas, «El agua unida al vino sea signo
de...»;
—en las abluciones, «Haz, Señor, que recibamos con un corazón lim-
pio...».

Incensación
214. El incienso es uno de los signos litúrgicos más ricos de los ritos de
Oriente y de Occidente y significa oración, sacrificio y reverencia hacia
el pueblo y los objetos sagrados. En el Rito Romano, el incienso puede
utilizarse en cualquier Misa 28, aunque parece más apropiado usar el
incienso cuando hay algún canto o música que acompañe a la incensa-
ción del altar o del pueblo, etc. El incienso se utiliza:
—durante la procesión de entrada,
—al comienzo de la Misa, para incensar el altar,
—para la procesión y proclamación del Evangelio,
—para incensar las ofrendas, el altar, el sacerdote y el pueblo,
—en la elevación del pan sagrado y del cáliz después de la consagra-
ción 29.
215. El incienso también se utiliza en la dedicación de una iglesia o altar, en
la Misa Crismal, cuando se usa la custodia para la exposición Eucarística
así como en los funerales. Asimismo, el incienso debería utilizarse en la
procesiones de la Presentación del Señor, del Domingo de Ramos, la
Misa de la Cena del Señor, la Vigilia Pascual, Corpus Christi y el trasla-
do solemne de reliquias así como cualquier otra procesión solemne. El

28. Cf. IGMR, n. 235. Por ejemplo: el incienso añade una nota de bienvenida y de
festividad a la forma simple de la Misa que se celebra en una iglesia más humilde o en
una capilla de misión, en la Navidad y en Pascua.
29. Cf. IGMR, n. 235; CO, n. 86. Excepto en la Misa Crismal, el incienso no se uti-
liza al final de la procesión, salvo que la procesión enlace con otro rito en el que va a
ser necesario.

78
LAS ACCIONES CEREMONIALES

altar, el celebrante y el pueblo pueden ser incensados en el canto de


Laudes y Vísperas mientras se canta el Benedictus o el Magnificat 30.

216. La habilidad y la elegancia del uso del incensario depende, en primer


lugar, del modo en que se cogen las cadenas cuando se inciensa una
persona o un objeto. El modo más conveniente para aprender es prac-
ticando, si bien hay un método sencillo que vamos a proponer:
—Con la mano izquierda se toma el disco y la parte superior de las
cadenas, dejándola descansar contra el pecho. Con la mano derecha se
deja que las cadenas pasen entre el dedo índice y el mediano, a la vez
que con el pulgar se asegura, de modo que el cuenco del incensario se
puede controlar y dirigir fácilmente.
—Con la mano derecha, acerca el incensario delante del pecho.
Después, levanta la mano hasta el nivel de los ojos (más bajo cuando
inciensa el altar) y mueve el incensario hacia adelante y hacia atrás de
la persona o del objeto que inciensa, balanceándolo constante y suave-
mente, sin precipitarse al manipular la cadena.
—Una vez completado el número requerido de incensaciones, baja
el incensario. Entonces, lo acerca hacia sí o lo devuelve al turiferario o
al diácono.

217. Hay dos modos de balancear el incensario. Uno es haciendo un doble


balanceo, el incensario se balancea dos veces hacia la persona o el obje-
to que debe ser incensado, y luego bajarlo. El otro es hacer un balan-
ceo simple, y después bajarlo, excepto cuando es el altar lo que se
inciensa: en este caso el celebrante camina alrededor del altar hacien-
do balanceos simples y continuos 31.

218. Las normas que regulan las diferentes formas de incensación son las
siguientes:
—tres movimientos dobles se hacen para incensar el Santísimo
Sacramento, una reliquia de la Cruz, las imágenes de nuestro Señor
que se exponen a la veneración, las ofrendas sobre el altar, la Cruz del
altar, el evangeliario, el cirio pascual, el celebrante (obispo o sacerdo-
te), representante oficial de la autoridad civil presente en la celebra-
ción, el coro, el pueblo y el cuerpo de una persona difunta;
—dos movimientos se hacen para incensar las reliquias o imágenes
de nuestra Señora y de los santos expuestos para la veneración 32.
—El altar se inciensa con movimientos simples.

30. Cf. CO, nn. 87, 88, 89.


31. La incensación del altar se describe en el Capítulo 6, cuando se hace la des-
cripción de una Misa más solemne.
32. Cf. CO, n. 32. Estas normas son ligeramente diferentes a las de las rúbricas ante-
riores.

79
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—En la procesión, el turiferario balancea el incensario en toda su


longitud con su mano derecha, y con su mano izquierda lleva la naveta
pegada al pecho, pero su palma descansa sobre el pecho si otro lleva la
naveta.

219. No es necesario que el incensario golpee con las cadenas. Cuando se


inciensa una persona o las ofrendas sobre el altar, las cadenas deberían
ser sujetadas a 20 cm del cuenco y a 30 cm cuando inciensa el altar y la
Cruz. Antes de incensar a una persona se le hace una inclinación pro-
funda, y otra después de ser incensada 33. Durante la inclinación, antes
y después de incensar una persona, el turiferario deja ir el incensario
con la mano derecha, la cual está puesta sobre el pecho.

220. Al poner incienso en el incensario, la cantidad utilizada debería ser


determinada por factores tales como el tamaño de la iglesia. El signo de
la ascensión del incienso se logra sólo si los granos o polvo se disponen
de modo uniforme sobre los carbones encendidos. Golpear o desme-
nuzar los carbones con la cucharilla sólo consigue hacer caer los gra-
nos, y balancear un incensario que no produce humo es ridículo.

Agua bendita

221. Cuando se asperge una persona o un objeto con agua bendita, el cele-
brante sostiene el acetre con su mano izquierda, y el hisopo con su
mano derecha; o si parece más conveniente, un ayudante sostiene el
acetre y el celebrante asperge con la mano derecha, mientras su mano
izquierda descansa sobre su pecho. El primer procedimiento es más útil
si debe desplazarse mientras asperge. Según es costumbre, el que es
rociado con agua bendita hace la señal de la cruz. El rito de bendición
y aspersión del agua bendita antes de la Misa (Asperges) se describe en
los nn. 361-66. Cuando entran en la iglesia para cualquier celebración,
el clero y los ayudantes deberían tomar agua bendita y hacer la señal de
la cruz para recordar la gracia del bautismo 34.

Decoro y experiencia

222. La atención al decoro es la clave práctica de un buen ceremonial. Pero el


decoro litúrgico no se basa meramente en una convención social. En el

33. Cf. CO, n. 91. Como se ha indicado arriba, en la práctica, ésta no es una incli-
nación profunda.
34. Cf. CO, n. 110.

80
LAS ACCIONES CEREMONIALES

contexto del culto, el decoro se mantiene estando imbuidos del «espí-


ritu de la liturgia», que se basa en la fe en Jesucristo, fe en las realida-
des divinas y humanas del misterio pascual que celebramos como un
pueblo santo.

223. Por lo tanto, el decoro litúrgico comienza con la reverencia y respeto al


pueblo, tiempos, lugares y objetos sagrados. Esto se manifiesta en el
modo con el que el celebrante utiliza y valora el «espacio» del presbite-
rio y el altar. Por ejemplo: un sacerdote o un diácono que tiene sentido
del espacio sagrado del presbiterio siempre se mueve entre la sede, el
ambón y el altar sin prisas, con seguridad y dignidad. El sacerdote valo-
ra dejar libre el altar como un signo de Cristo entre nosotros. Dispone
los vasos sagrados de tal modo que le permita realizar los gestos litúrgi-
cos, para lo cual «utiliza» todo el altar a la vista del pueblo. Por tanto,
no debería situar el cáliz y la patena muy cerca de él, como si se tratase
de una acción sagrada privada realizada en un espacio restringido.

224. El sentido común de «lo que es adecuado» también ayuda a eliminar la


distracción y el desorden en el presbiterio. Esto se consigue cuando el
clero, los ayudantes y los lectores son capaces de ver sus propias accio-
nes desde el punto de vista del pueblo. Esta sensibilidad pastoral se nota
en los detalles que pueden distraer a los fieles e incluso resultarles
escandalosos. Por ejemplo: un sentido de «lo que es adecuado» nos
sugiere que el clero y los ayudantes nunca deberían andar hacia atrás,
que siempre deberían sentarse derechos y sin cruzar las piernas.
Además, el celebrante debería disponer adecuadamente en el altar los
vasos, los lienzos y el libro delante de él. No debería llenar el altar o el
ambón con papeles, folletos o cosas personales. En las acciones cere-
moniales y en el uso de la voz, también sería conveniente procurar evi-
tar su propia idiosincrasia y los hábitos que haya podido introducir per-
sonalmente en la liturgia. Asimismo, debe procurar no distraer o diver-
tir al pueblo.

225. La experiencia es esencial en el desarrollo de una buena ceremonia.


Aunque la experiencia por sí misma no basta. Ésta puede conducir a
una excesiva familiarización con las ceremonias, que puede transmitir
la impresión de que son acciones accidentales: mera rutina con poco
valor o importancia. Esto es particularmente lamentable cuando el
celebrante es un sacerdote o diácono piadoso que no desearía transmi-
tir tal impresión. No obstante, la experiencia basada en el conocimien-
to y la comprensión puede conducir a un reverencia natural y sencilla.
El pueblo observa que el sacerdote, el diácono o el ayudante se encuen-
tran como en su propia casa con los procedimientos del culto católico.
Las acciones ceremoniales no son forzadas, nerviosas, o mecánicas, por-

81
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

que, como en otras habilidades que adquirimos en la vida, estas accio-


nes se van haciendo parte de nosotros mismos. Realizar un buen cere-
monial exige una habilidad que todos pueden adquirir en un grado
razonable. Incluso aquellos que no parecen tener memoria suficiente
para recordar cómo continúa el rito, pueden cumplir con elegancia la
acción que están realizando.

«...Cada uno en su sitio, desde su corazón, sus deseos, sus pensa-


mientos, sus intenciones, con su propia petición; distintos pero uni-
dos, contemplando lo que pasa, contemplando cómo pasa, uniéndose
a la consumación de todo aquello... y no limitándose a seguir de prin-
cipio a fin, aburrido y cansado, unas fórmulas monótonas; todos y cada
uno. Como instrumentos musicales, distintos y unánimes, participan-
do con el sacerdote de Dios, apoyándole, guiados por él, lanzando al
cielo una plegaria de valor infinito. Allí hay niños, pequeños y ancia-
nos, gente ignorante y gente instruida, almas que no han pecado y
almas que han pedido perdón; pero de todas esas almas distintas se
alza hasta Dios un solo himno eucarístico. Y su medida y su fin son esa
Acción Inefable».
John Henry Newman, descripción de la lectura de la Misa en la
novela Perder y ganar.

82
5. La celebración de la Misa dominical

226. Se describe en este capítulo una Misa típica de domingo, celebrada por
un sacerdote, asistido por ayudantes y un lector. La descripción se centra
en el sacerdote. El papel del diácono se presentará de modo más com-
pleto en el próximo capítulo, Misa solemne. Aunque la distinción entre
forma simple y solemne es más flexible que en el pasado, ésta es toda-
vía una manera conveniente de describir la variedad de niveles en la
celebración eucarística. En la práctica, la normativa expuesta en este
capítulo se simplifica en días ordinarios, y se anticipan algunas de las
variaciones para preparar la forma más solemne.

Preparativos

227. Al acercarse el celebrante al altar de Dios tendrá presente las palabras


de san Juan Bautista Preciso es que Él crezca y yo mengüe (Juan 3, 30).
Aunque él guíe y presida la liturgia de la palabra y el sacrificio, esta
acción sublime y central de la Iglesia llama a la humildad y a un cierto
recogimiento que es característico en el Rito Romano. El celebrante
puede atraer al pueblo a una participación más activa y completa en su
sentido más profundo, expresando de palabra y con gestos que el Señor
Jesús es el centro de esta acción, y que esta acción importa más que
cualquier otra. El ideal que todavía se encuentra escrito en algunas vie-
jas sacristías de Europa sigue estando vigente: celebra como si ésta fuera tu
primera, última y única Misa.

228. El celebrante se acerca al altar libre de pecado mortal y con espíritu de


contrición. Si es posible, antes de la Misa, rezará la parte de la Liturgia
de las Horas que sea apropiada en ese momento del día. También
puede servirse de las oraciones preparatorias que hay en el misal u otras

83
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

formas de devoción, acordándose de que: No deje el sacerdote de preparar-


se debidamente con la oración para celebrar el Sacrifico eucarístico, y dar gracias
a Dios al terminar 1.

229. En la oración, puede formular su intención de celebrar la Misa y hacer pre-


sente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo 2. Debe renovar esta
intención sacramental de vez en cuando, para incluir cualquier pan y
vino que se traiga al altar para ser consagrado 3.

230. Si va a predicar, habrá preparado la homilía reflexionando cuidadosa-


mente sobre las lecturas u otros textos de la Misa del día. En o cerca del
ambón colocará las notas para la homilía, que es una parte integrante
de la liturgia en los domingos o solemnidades.

231. La oración de los fieles debe tomarse, o adaptarse, de un libro aproba-


do o redactado de acuerdo con los principios y opciones establecidas 4.
Un grupo reducido de la comunidad puede preparar estos textos y ele-
gir los himnos u otras variaciones del rito. Sin embargo, en tanto que
único presidente de la asamblea, el celebrante tiene la última palabra
en todos los preparativos de la liturgia.

La asamblea del pueblo

232. Al mismo tiempo que el sacerdote se prepara, también el pueblo hace


lo mismo. Cualquiera que sea su relación con el celebrante, cuando
preside una celebración litúrgica particular: es «su sacerdote» y ellos
son «su pueblo». Por tanto, se asegura de que toda la gente tenga fácil
acceso a la iglesia. Debe tener en cuenta a los niños, ancianos e inca-
pacitados en el diseño de las puertas, escalones y rampas. En la iglesia
debe instalarse una buena iluminación, calefacción y demás acondicio-
namientos. Si es costumbre, se dará la bienvenida y se ayudará a los fie-
les pero sin dar preferencia a algunas personas cuando se acomoda a
los feligreses (cf. Santiago 2, 1-5).

233. La iglesia debe estar abierta antes de la liturgia para que quien lo desee
pueda rezar en privado. El silencio es la mejor preparación de la litur-

1. CIC, canon 909.


2. Cf. La «Declaración de la intención», Preparación de la Misa, Misal Romano.
3. A la luz de la procesión de las ofrendas y por el hecho de que en algunas oca-
siones todo el pan y el vino que va a ser consagrado no puede colocarse en un corpo-
ral, parece mejor esta formulación que limitar la intención a «lo que esté colocado
sobre el corporal».
4. La estructura de la oración de los fieles es, en general, la siguiente: por las nece-
sidades de la Iglesia, de la sociedad, de las personas y de la comunidad cristiana local.

84
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

gia. Aparte de una música apropiada, no se debe permitir ningún


menoscabo del derecho que el pueblo tiene a la tranquilidad antes de
la Eucaristía, por ejemplo: no se deben permitir ensayos del coro o
musicales, avisos que pueden darse más tarde, o distracciones en el
presbiterio o en cualquier otro sitio. Los asistentes pueden encontrarse
y hablar antes de la Misa, pero en una zona bien apartada del lugar
donde se celebrará la liturgia.

234. Se debe animar al pueblo a que traiga sus propios misales para que pue-
dan seguir las lecturas y oraciones. Los textos se pueden facilitar tam-
bién en el boletín parroquial, en un misal pequeño o en un programa
para una Misa especial. Asimismo, se pueden facilitar cantorales apro-
bados por el obispo. No obstante, el uso de una pantalla para proyectar
textos o letras de canciones parece contrario al espíritu de la liturgia,
porque la pantalla se convierte en el centro de atención, en vez del
altar, el ambón, o la sede. La tecnología audiovisual puede tener algún
uso en la iglesia, pero proyectar durante la Misa películas o diapositivas
sugerentes reduce la piedad a la mera cultura televisiva. Por otro lado,
se permite poner música religiosa discreta, de buena calidad, antes o
después de la Misa, pero no durante la liturgia, en la que la comunidad
debe ofrecer a Dios sus propios regalos de alabanza musical.

Preparación inmediata

235. Al llegar a la sacristía, el celebrante se asegurará de que se ha escogido


la celebración apropiada, de acuerdo con el «Ordo», o el calendario
(vid. apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802). Debe
recordar la intención particular por la que celebra el Sacrificio del
Señor 5. Marcar la página del misal, leccionario y del evangeliario si se
usa. No obstante, los sacristanes, ayudantes y lectores deben encargarse
de los siguientes preparativos 6.

236. El altar: se retira el cubremantel, y queda extendido al menos un man-


tel, se encienden la velas en o cerca del altar (dos, cuatro o seis depen-
diendo de la ocasión). En este momento no queda nada sobre el altar,

5. El registro de intenciones propio del celebrante debería incluir:


—la intención y su donante,
—el número de Misas,
—cuándo recibió el ofrecimiento,
—estipendio,
—fecha de terminación.
Además, será útil otro registro en la sacristía si los fieles tienen costumbre de entrar
allí y encargar las Misas.
6. El «sacerdote de sacristía» se preocupa de demasiadas cosas, porque no delega en
los laicos la preparación del culto. A estos les gusta realizarlo como ministerio laico que es.

85
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

excepto la cruz, los candeleros y las flores (si éstas se colocan aquí). Un
antipendio o frontal del color adecuado se puede poner en el altar, y el
micrófono.

237. La sede: se colocan cerca el misal, o libro de la sede, y los libros para la
oración de los fieles, los avisos y el micrófono.

238. El ambón: se pone el leccionario abierto, a no ser que se lleve en proce-


sión. El texto que lee el lector de la oración de los fieles y la homilía
también deben estar preparados. Un antipendio o frontal del color
correspondiente puede cubrir el ambón. Y, por último, el micrófono.

239. La credencia: se extiende un paño sobre la mesa y se coloca: el cáliz


cubierto con:
—un purificador doblado,
—preferiblemente, una palia,
—el cubrecáliz, del color de los ornamentos o blanco,
—un corporal doblado (quizá en una carpeta);
y otros cálices según las necesidades, cada uno con su purificador 7; el
atril (y un misal grande, si se utiliza un libro más pequeño en la sede);
el aguamanil, la jofaina y la toalla. Debe haber espacio para los cirios, si
se colocan en la credencia. Si hay procesión de las ofrendas, en la cre-
dencia se colocarán también: la(s) patena(s) grande o el copón con las
formas y/o una patena pequeña (colocada en el cáliz sobre el purifica-
dor) y formas, y las vinajeras con la cantidad apropiada de vino y agua.
Puede dejarse preparado un segundo corporal para extenderlo en la
credencia, si las abluciones se van a efectuar allí. También en la cre-
dencia o en cualquier otro sitio adecuado puede colocarse la campani-
lla, (la bandeja de Comunión si se usa), un vaso sagrado de agua y un
purificador para el lavado de los dedos de los ministros que distribuyen
la Eucaristía.

240. Mesa de las ofrendas: donde comienza la procesión de las ofrendas se pre-
para una mesa apropiada y segura cubierta con un paño, sobre la que
se colocarán: una(s) patena(s) grande y/o un copón con formas; las
vinajeras con agua y vino; las ofrendas para los pobres de acuerdo con
las costumbres locales. Aquí no debe haber velas encendidas 8. Los
encargados de recibir a los fieles, si los hay, vigilarán esta mesa.

7. Es preferible que estos cálices no contengan aun el vino. Esto puede originar pro-
blemas y es posible que el vino adquiera un sabor como a metal, si se deja en un cáliz
durante mucho tiempo. Sin embargo, en las grandes celebraciones, los cálices deben
prepararse antes de la Misa, para ganar tiempo en la preparación de las ofrendas.
8. Esto no es un altar o un santuario, y las velas no se llevan en la procesión de las
ofrendas. La mesa debe estar hecha también «a prueba de niños», esto es, alta y pesa-
da, con el paño firmemente asegurado.

86
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

241. El sagrario: en el altar de la reserva, en la mesa, o en la repisa cerca del


sagrario se debe extender un corporal. Cerca de él debe estar la llave y
un(os) vaso(s) sagrado(s) con agua y un(os) purificador(es) para los
que distribuyen la Eucaristía. Los vasos pueden estar en la credencia. Si
el sagrario no está situado inmediatamente detrás o cerca del altar
donde se celebra la Misa, se pueden encender dos velas junto a él,
durante toda la liturgia o al menos durante el rito de la Comunión. El
velo del sagrario puede ser del color litúrgico del día o tiempo litúrgi-
co, o blanco.

242. La sacristía: los ornamentos están dispuestos como está establecido (vid.
apéndice 3, Disposición de los ornamentos, nn. 807-815). Si se usa, se pre-
para el evangeliario. Si se usa incienso, se encenderá el carbón en el
incensario diez minutos antes de la Misa 9. Si antes de la Misa se va a
bendecir el agua bendita, se prepara el acetre con el hisopo. El rito de
la bendición y aspersión del agua bendita se describe al final de este
capítulo.

Revestirse

243. El celebrante se acerca al lugar para revestirse con tiempo suficiente


para que la liturgia comience con puntualidad. Por costumbre, puede
lavarse las manos y santiguarse antes de revestirse. Debe revestirse en
silencio y recogido en oración. Algunos sacerdotes recitan las oraciones
previstas mientras se revisten 10.

244. Si se usa, coge el amito por las esquinas donde se atan las cintas y se lo
coloca alrededor del cuello, cruzando las cintas sobre el pecho, pasán-
dolas por debajo de los brazos, y dando la vuelta hasta delante donde se
atan. Luego, se mete un poco el amito por el cuello para ocultarlo. Si
hay un ornamento unido al amito, pone el amito junto con el orna-
mento sobre la cabeza mientras ata las cintas y se pone el alba y los otros
ornamentos. Sólo después lo dejará caer con esmero y naturalidad
sobre los ornamentos. Se seguirá el mismo procedimiento cuando, los
que estén autorizados, vistan un hábito monástico.

245. Se pone el alba dejándola caer en orden por todo el cuerpo, y estiran-
do las mangas hasta las muñecas. No es necesario hacer pliegues en la

9. Al igual que los sacristanes, los ayudantes deben saber dónde se guarda el pan,
el vino, los lienzos, el incienso, el carbón, las velas, etc., para que, si es necesario, se pue-
dan reponer durante la liturgia.
10. El restablecimiento de algunas formas de estas oraciones puede ayudar a man-
tener el recogimiento antes de la Misa. Vid. apéndice 10, Oraciones en el momento de reves-
tirse, n. 892.

87
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

espalda, basta con poner el cíngulo, si se usa, de manera conveniente y


con elegancia.
246. Se coloca la estola con cuidado alrededor del cuello de modo que se
apoye en su base y cuelgue equilibradamente a ambos lados. Si utiliza
el cíngulo, la estola se suele asegurar con éste 11. El diácono lleva la esto-
la en el hombro izquierdo, cruzando el cuerpo, y sujetándola debajo
del brazo derecho.
247. La casulla se pone de modo que quede bien apoyada en los hombros y
recta.

Procesión de entrada
248. En la procesión se reúne: al turiferario o portador de incensario, al cruci-
ferario o portador de la cruz, a los ceroferarios o portadores de los ciria-
les, al portador del libro, y al lector o diácono (llevando el evangeliario).
Si se utiliza incienso, el turiferario se acerca al celebrante que lo pone en
el incensario abierto y lo bendice en silencio con la señal de la cruz.
Después de hacer reverencia ante el crucifijo o imagen de la sacristía,
todos se dirigen hacia el presbiterio con paso firme y pausado, mientras
se canta la antífona de entrada o el himno 12. Se toma agua bendita de la
puerta de la sacristía o de la puerta de la iglesia. En la procesión todos
miran hacia adelante, y los ayudantes y los clérigos están espaciados
como corresponde. Los que no llevan nada mantienen las manos juntas.
249. Al llegar ante el altar, los que no llevan nada hacen una inclinación pro-
funda (o una genuflexión si el sagrario está en el presbiterio). Si el lec-
tor lleva el evangeliario, lo coloca en el altar con reverencia. El cele-
brante se dirige hacia el altar y lo besa en el centro, colocando ambas
manos en la superficie y juntándolas después cuando se incorpora. Es
preferible besar el altar por el lado donde se celebrará. (El diácono
también besa el altar, después de colocar el evangeliario en él).
250. Si se usa incienso, al llegar al presbiterio, un ayudante puede compro-
bar si es necesario echar un poco más, y evitar que el celebrante rompa

11. Por costumbre, puede besar la cruz que hay en el centro de la estola.
12. Por una parte, los avisos de un comentador, raramente necesarios, no deben
acompañar la procesión de entrada. Un comentador dando la bienvenida al pueblo es
mejor que se reserve para una ocasión especial cuando hay visitas, de otra manera la
bienvenida parecería ridícula, ya que no se da la bienvenida a una persona cuando está
en su propia casa. El saludo litúrgico del celebrante es la verdadera bienvenida de la
celebración y unas palabras de introducción son generalmente suficientes para intro-
ducir el rito. Por otra, un «rito de reunión» ruidoso y artificial no procede en nuestra
liturgia.

88
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

el curso de la ceremonia para preparar el incienso 13. El celebrante toma


el incensario (acompañado por el diácono) e inciensa la cruz y el altar
(vid. capítulo siguiente). Después, el celebrante y el que lleva el libro
van a la sede.

Ritos iniciales

251. De pie delante de la sede el celebrante se santigua diciendo «En el


nombre del Padre...» y junta las manos. Extendiendo las manos saluda
al pueblo, y las vuelve a juntar una vez dicha la fórmula escogida. No se
dice «buenos días», etc., ya que los saludos sagrados incluyen, obvia-
mente, todos los sentimientos humanos de buena voluntad. Después,
introduce la Misa brevemente. No es ni una homilía, ni una explicación
de las lecturas, aunque puede indicar el tema central de las lecturas o
usar alguna palabra clave de éstas. Luego, invita a la asamblea a unirse
en el acto penitencial, preferiblemente con una frase. Tras una breve
pausa en silencio para poder hacer examen de conciencia, sigue el rito
penitencial elegido. Un ayudante sostiene el misal o libro de la sede
abierto delante del celebrante.

252. En la opción (a), «Yo confieso...», todos los presentes se golpean el


pecho con la palma de la mano una vez en «por mi culpa» 14. Las opcio-
nes (a) y (b) se continúan siempre con el Kyrie. Para la opción (c), el
diácono, un lector, un cantor, o el coro, dirigen las invocaciones que
son oraciones de Jesucristo, recurriendo a la gran variedad de títulos y
temas doctrinales y bíblicos. En este caso, el Kyrie no se dice o canta des-
pués de «Dios todopoderoso tenga misericordia...», porque ya ha sido
incluido después de cada una de las invocaciones 15. El celebrante con-
cluye el rito penitencial diciendo «Dios todopoderoso tenga misericor-
dia...» con las manos juntas y sin santiguarse.

253. El Kyrie se canta o dice en lengua vernácula o en griego. Cada aclama-


ción se hace dos veces; la vieja versión de nueve veces puede mante-
nerse si toma parte de la versión musical. Un verso corto o «tropo»
puede insertarse en el texto del Kyrie 16.

13. Cf. CO, n. 131.


14. Es costumbre hacerlo tres veces por el latín «mea culpa...».
15. Descrito en IGMR, n. 30, como una aclamación de ruego y misericordia, el Kyrie
mismo no es un acto penitencial. Por tanto, es incorrecto usarlo como tal, seguido
inmediatamente por «Dios todopoderoso tenga misericordia...». Además, las tres invo-
caciones de la opción (c) nunca toman la forma de «Por las veces que hemos sido ego-
ístas, Señor ten piedad», etc.
16. Cf. IGMR, n. 30, por ejemplo: «Tú que eres el camino que conduce al Padre:
Señor, ten piedad».

89
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

254. Con las manos juntas 17 el celebrante incoa o dice las primeras palabras
del Gloria, cuando la liturgia del día así lo prescribe, a saber: todos los
domingos, excepto en Adviento y Cuaresma, las solemnidades y fiestas
y en las celebraciones locales solemnes. Si es necesario, un solista o can-
tor puede incoar el Gloria. Se canta o recita todos juntos o alternando.
Dos veces durante el Gloria el celebrante inclina la cabeza cuando se
dice «Jesucristo». Durante el Gloria todos permanecen de pie 18.

255. Un ayudante sostiene el misal o «libro de la sede» abierto ante el cele-


brante, que, con las manos juntas, canta o dice «Oremos». Luego,
puede cerrar los ojos en oración; es un buen momento para recordar
la intención específica por la que ofrece esa Misa. Se guarda silencio
durante un tiempo razonable. Después, extiende las manos y dice o
entona la oración colecta. Inclina la cabeza en el santo nombre o en el
nombre de María o en el santo del día, si está en el texto. Junta las
manos en «Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo...» 19 inclinándose en
«Jesucristo». La oración colecta se termina con la fórmula trinitaria
larga, que contiene ligeras adaptaciones 20. Al final de la oración, el pue-
blo aclama «Amén». El ayudante cierra el libro, hace un inclinación y
se lo lleva. Mientras se sienta el celebrante, y todos, un ayudante (o el
diácono) puede ayudarle a colocar la parte posterior de la casulla sobre
la sede.

Liturgia de la palabra

256. En la «mesa de la palabra», Dios habla a su pueblo. Por el ministerio de


la palabra, Cristo está presente entre nosotros. El pueblo comparte la
palabra oyendo, respondiendo y mediante el acto de fe en el Credo. La
palabra lleva a la intercesión por las necesidades de la Iglesia y la salva-
ción del mundo.

257. En todos los ritos de la Iglesia Universal, leer la Escritura se ha consi-


derado tradicionalmente una función ministerial y no presidencial. Por
tanto, el celebrante lee la primera lectura y el salmo responsorial sólo
cuando no hay lector, o el Evangelio cuando no hay diácono u otro
sacerdote. Las lecturas bíblicas son las establecidas por el Ordo para el

17. Algunos celebrantes siguen abriendo, levantando y uniendo sus manos en el


«Gloria a Dios en el cielo». Esto no se encuentra ni en IGMR, ni en el CO.
18. De acuerdo con el CO, n. 135 y n. 143, ya no existe la costumbre de sentarse
mientras se canta el Gloria o el Credo tanto para el celebrante como para los demás,
pero puede ser necesario en ocasiones en las que la música se prolonga.
19. Cf. CO, n. 136, o en «otras palabras relevantes».
20. Indicado en IGMR, n. 32.

90
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

día u otras lecturas elegidas para la ocasión, de acuerdo con la Intro-


ducción general del Leccionario para la Misa. Nunca deben utilizarse lectu-
ras que no sean bíblicas, porque sería un grave abuso sustituir la palabra de
Dios por la palabra del hombre, sea quien sea 21.

Lecturas

258. El lector (viene al presbiterio y) hace las reverencias acostumbradas;


primero inclinándose profundamente ante el altar o haciendo una
genuflexión ante el sagrario, y después inclinado ante el celebrante
pide y recibe la bendición. Puesto que el celebrante es el que preside la
liturgia, puede hacer una breve introducción de las lecturas. Es prefe-
rible que el lector, mientras lee, siempre en el ambón, apoye las dos
manos sobre el libro. El lector puede unir las manos y hacer una pausa
antes de cantar o decir «Palabra de Dios». Se guarda silencio después
de cada lectura para reflexionar sobre la palabra proclamada 22.

259. Durante las lecturas, el celebrante dará ejemplo de atención. Después


de la lectura o del salmo responsorial, el lector vuelve al centro, reve-
rencia el altar o el sagrario y se inclina ante el celebrante antes de vol-
ver a su sitio. En algunas ocasiones puede ser útil que un maestro de
ceremonias o un ayudante acompañe al lector mientras va y vuelve del
ambón.

260. El salmo responsorial es cantado o proclamado. El solista, el coro o el


lector conduce al pueblo para que responda 23. Los domingos o solem-
nidades el salmo responsorial debe cantarse. Al final de la segunda lec-
tura (o del salmo responsorial, si sólo hay una lectura), un ayudante
quita el leccionario del ambón y lo coloca en un sitio adecuado, a no
ser que deba utilizarse para leer el texto del Evangelio.

El Evangelio

261. El Aleluya (o su equivalente durante la Cuaresma) debería cantarse


siempre. Al menos el Alleluia debería cantarse en una melodía familiar.
En este momento todos están de pie. Pero si se utiliza incienso, el cele-
brante permanece sentado y prepara el incensario. El diácono ayuda a
preparar el incienso. Luego, inclinado ante el celebrante, pide la ben-

21. Inaestimabile donum, n. 1.


22. Cf. CO, n. 138.
23. El lector nunca dice «respondan» antes de cada respuesta. El pueblo sabe cuán-
do debe responder por la pista que le da el ritmo del verso o el énfasis final que se da
a las últimas palabras antes de responder.

91
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

dición y lleva el evangeliario al ambón, tal y como se describe en el capí-


tulo siguiente.

262. Si el celebrante lee el Evangelio se pone de pie, se acerca ante el altar


e inclinándose profundamente, con las manos juntas dice en secreto,
«Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso...». Si se utiliza el
evangeliario, lo toma del altar y lo lleva en procesión hasta el ambón,
precedido por los ministros que llevan los ciriales. Ya en el ambón abre
el libro y saluda al pueblo diciendo con las manos unidas 24: «El Señor
esté con vosotros»; después, canta o dice: «Lectura del santo Evangelio
según san N.», y mientras tanto hace la señal de la cruz con el dedo pul-
gar derecho sobre el texto del libro y en la frente, en los labios y en el
pecho (e inciensa el libro con tres movimientos dobles). Proclama el
Evangelio con las manos juntas, como es usual. Durante el Evangelio
todos permanecen de pie y girados hacia el ambón para honrar a Cristo
en su palabra 25. Los ceroferarios, también de pie, se colocan a cada lado
del ambón.

263. Al terminar la lectura, canta o dice «Palabra del Señor» 26. Toma el libro
con ambas manos y besa el texto: «Las palabras del Evangelio borren
nuestros pecados». El leccionario puede colocarse en una balda debajo
del ambón, o se dará al ayudante para que lo lleve a la credencia, a no
ser que el predicador lo quiera utilizar durante la homilía.

La homilía

264. La homilía se pronuncia en el ambón. Pero el obispo o el sacerdote pue-


den predicar en la sede, sentado o de pie. Si el celebrante quiere refe-
rirse al evangeliario o al leccionario (éste queda sobre sus rodillas o lo
sostiene en las manos), el ayudante o el diácono lo traen desde el ambón.
Sólo el obispo, el sacerdote o el diácono pueden predicar la homilía, que
es obligada los domingos y días de precepto, y se recomienda vivamente
los demás días, especialmente durante el Adviento y la Cuaresma, así
como en otras ocasiones pastorales 27. No se deberían leer avisos antes o
después de la homilía, a no ser que se deba recordar al pueblo algo sobre
la colecta o dar alguna indicación litúrgica o sacramental.

24. Cf. CO, n. 74.


25. Cf. CO, n. 74.
26. Algunos sacerdotes o diáconos levantan el libro en alto mientras cantan o dicen
«Palabra del Señor». Pero sólo el Papa puede bendecir al pueblo con el libro después
de haberse leído el Evangelio.
27. Cf. CIC, canon 767. La homilía de los domingos y días de precepto no puede
omitirse sin causa grave. Los días laborables siempre son bien recibidas unas breves
palabras sobre las lecturas o sobre el santo del día.

92
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

La profesión de fe

265. El celebrante vuelve a la sede. Puede sentarse para reflexionar en silen-


cio después de la homilía —si la colecta se está realizando en este
momento puede acompañarse con música—. Después, de pie, canta o
dice las primeras palabras del Credo. Éste debe decirse todos los domin-
gos y solemnidades y puede decirse en otras ocasiones cuando parezca
apropiado 28. Todos se inclinan profundamente en «y por obra del
Espíritu Santo» hasta «se hizo hombre», y en la solemnidad de la
Navidad y de la Anunciación todos se arrodillan en estas palabras.

Oración de los fieles u oración universal

266. Con las manos juntas, el sacerdote introduce a la oración de los fieles. El
ayudante le sostiene el libro. El diácono, el cantor, el lector u otra(s) per-
sona(s) idónea(s) lee las intenciones desde el ambón. Todos contestan
a cada intención con la misma respuesta breve, cantada o recitada; tam-
bién pueden orar en silencio. Al final, el celebrante separa las manos y
canta o recita la oración conclusiva, y junta las manos, como siempre, al
acabar. Quién haya leído las intenciones se vuelve hacia el celebrante
durante esta oración y después del «Amén» abandona el ambón.

Liturgia eucarística

267. La liturgia de la palabra lleva a la celebración del sacrificio del Señor en


la liturgia eucarística. Presente ya en su pueblo, en su sacerdote y a tra-
vés del ministerio de la palabra, Jesús se hace total y sustancialmente
presente bajo las apariencias del pan y del vino. Está presente como
sacrificio y alimento de los miembros de su Cuerpo, la Iglesia, que son
atraídos al culto perfecto del Padre por el Espíritu Santo 29.

268. Por esta razón, nuestro Rito es la actualización litúrgica de la acción


central de la Última Cena, que consta de cuatro partes:
—Jesucristo toma el pan y el vino —la preparación de las ofrendas u
ofertorio—;
—Da gracias por estas ofrendas y las bendice —Plegaria eucarística y
Consagración—;
—Parte el pan —rito de la fracción del pan—;
—Da la Eucaristía a sus apóstoles —rito de la Comunión—.

28. Cf. IGMR, n. 44.


29. Cf. CEC, nn. 1084-90, 1356-81, y referencias.

93
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

El ceremonial de la liturgia eucarística expresa la realidad sublime


del sacrificio-banquete como un proceso litúrgico que se mueve a tra-
vés de estos pasos de la celebración, distintos pero relacionados.

Preparación del altar y de las ofrendas

269. Los tres pasos del «rito de las ofrendas» indican la primera etapa de la
liturgia eucarística, empezando con la sencilla señal de la preparación
del altar. En este momento se alcanza el punto central o cumbre de la
celebración hasta después de la Comunión.

Preparación del altar

270. El celebrante y el pueblo se sientan mientras los ayudantes preparan el


altar. Traen el cáliz —o cálices—, el corporal y purificador(es), el misal,
el atril y cualquier otro vaso que contenga formas. El acólito o un ayu-
dante extiende el corporal en el centro del altar (tal como se describe
en el apéndice 4, El corporal, nn. 816-824). El ayudante pone en el lado
derecho del altar el cáliz(ces) y el purificador(es) —a no ser que el
cáliz(ces) se prepare en la credencia—. El misal y el atril quedan mejor
formando ángulo a la izquierda del corporal 30. Cualquier otro vaso
sagrado con formas se colocará con cuidado en el corporal. Si hay
demasiados vasos sagrados con formas, pueden colocarse fuera el cor-
poral. Si se usa palia, se pondrá a la derecha del corporal. La llave del
sagrario se puede dejar cerca de éste o a la derecha del corporal. El
celebrante va directamente al altar, si no hay procesión de las ofrendas,
cuando los ayudantes hayan preparado los vasos sagrados y el misal.

Procesión de las ofrendas

271. Los que van a llevar las ofrendas se reúnen junto a la mesa de las ofren-
das y reciben los vasos sagrados y las vinajeras. Los ayudantes o un ayu-
dante (que no lleve cirio) les acompañan desde la mesa de las ofrendas
hasta el altar. El pan va en una patena o en un copón, y las vinajeras,
con el agua y el vino. También pueden traer las ofrendas para los
pobres. No llevarán los cálices y otros vasos vacíos. En ciertas ocasiones
pueden llevar objetos simbólicos, en particular muestras de trabajo, si

30. Colocar el misal delante del celebrante no es conveniente y ponerlo en el lado


más alejado del corporal, obviamente, puede traer consigo algún percance. Como la
función principal del corporal ya no es recoger fragmentos de la Hostia, el misal puede
colocarse encima, especialmente si es un corporal grande, como es práctica habitual en
la abadía de Solesmes.

94
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

bien el sentido común excluirá cualquier acción que desvirtúe el senti-


do esencialmente eucarístico de esta ofrenda. La procesión de las
ofrendas se puede acompañar con un canto u otra forma musical 31.

272. El celebrante, normalmente, recibe las ofrendas de pie en la parte


delantera del presbiterio, acompañado por dos ayudantes. De manera
digna y amable, muestra agradecimiento por la generosidad expresada
por esta acción. Los ayudantes recibirán de él el pan y el vino así como
otros objetos y los llevarán al altar o a la credencia. El celebrante no
debe llevar nada al altar. Si la colecta ya se ha realizado y se ha presen-
tado dinero, éste no se pone en el altar sino en un lugar adecuado 32.

Preparación de los dones

273. El celebrante se acerca al centro del altar y hace reverencia. El diácono,


acólito o ayudante le presenta la patena (principal), para indicar que
las ofrendas vienen de la comunidad. Entonces, con ambas manos eleva
«ligeramente» la patena sobre el altar y dice «Bendito seas, Señor,...».
«Ligeramente» por debajo del nivel de los ojos, éste es un gesto signifi-
cativo porque estamos en un «rito de ofertorio» 33.

274. Durante esta oración levanta sólo un vaso sagrado que contenga pan.
Dice la oración en secreto si se está cantando en este momento o, si no
se canta, el sacerdote dice en voz alta la oración, y entonces el pueblo
aclama: «Bendito seas por siempre, Señor». Si esta oración la dice en
voz alta, no deja la patena en el corporal hasta que el pueblo haya res-
pondido. Cuando no hay canto, el celebrante puede optar también por
decir las oraciones en secreto 34. Parece más conveniente colocar la pate-
na principal en el centro de la parte delantera del corporal. El copón y
otras patenas se habrán colocado en la parte posterior del corporal, o
si hay muchos vasos, en otras partes del altar 35.

31. No necesariamente un «himno de ofertorio» que se refiera al pan y al vino, que


en ocasiones puede sugerir la falsa idea de que el sacrifico eucarístico es una ofrenda
de cereales.
32. IGMR, n. 49; por ejemplo: en la segunda credencia o en un lugar seguro fuera
del presbiterio. Vid. nota al final de este capítulo.
33. Cf. IGMR, n. 102. La razón de esta norma es evitar cualquier tipo de «elevación»
en esta fase del rito. Pero en Dominicae Cenae, n. 9, Juan Pablo II enseña que el pan y el
vino son «ofrendas» que se convertirán en la Ofrenda. Vid. CEC, nn. 1350-51.
34. La opción en silencio se menciona en el misal en primer lugar. Ante las quejas
sobre la «locuacidad» de ciertas celebraciones, un «ofertorio en silencio» puede ser
apropiado de vez en cuando.
35. Excepto en una Misa celebrada al aire libre, el copón puede permanecer abier-
to durante todo el rito, con la tapa en la credencia, de donde se traerá si se necesita
para guardar el copón en el sagrario.

95
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

275. A no ser que el diácono prepare el cáliz(ces), en el altar o en la


credencia, el celebrante se dirige a la derecha del altar, donde el
ayudante ha colocado el cáliz(ces). Tomando el purificador con su
mano derecha, y el cáliz en su mano izquierda, puede limpiar el
interior del mismo. Luego toma el purificador con la mano izquierda
y lo mantiene junto al cáliz, mientras que con su mano derecha coge
la vinajera. Echa vino en el cáliz(ces). Puede utilizar el purificador
para recoger las gotas de vino que se hayan caído, y lo frota para eli-
minar cualquier resto de vino dentro de la copa. Si sólo él tomara la
Preciosa Sangre, debería haber vino para sumirlo reverentemente
de un solo trago. Pasando el purificador a su mano izquierda otra vez,
y sirviéndose de las vinajeras, echará una pequeña cantidad de agua
en el cáliz(ces), diciendo en secreto «El agua unida al vino sea
signo...» 36.

276. Pone el cáliz(ces) en el corporal. Si usa un cáliz, puede llevarlo desde


la esquina del altar a la parte derecha del corporal, con la mano izquier-
da, luego, sosteniendo el purificador con sus manos juntas, camina
hacia el centro y encara el altar, coloca el purificador con cuidado a la
derecha del corporal, y levanta el cáliz con la mano derecha en el nudo,
y con la mano izquierda en la base. Levanta el cáliz «ligeramente» sobre
el altar, es decir, justo debajo del nivel de los ojos, mientras dice
«Bendito seas, Señor,...» en secreto o en voz alta. Si lo dice en voz alta
no baja el cáliz al corporal hasta que el pueblo haya respondido. Si usa
palia, la coge con la mano derecha y cubre el cáliz, quedando la mano
izquierda en el altar.

277. Junta las manos, retrocede un poco, se inclina profundamente, y dice


en secreto: «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito...» 37. Se endereza,
se gira hacia la derecha y camina hacia la esquina del altar para el lava-
bo (a no ser que inciense las ofrendas, tal y como se describe en el capí-
tulo siguiente). Con las manos sobre la jofaina forma un cuenco cuan-
do el ayudante le echa el agua. Mientras, en secreto, dice la oración:
«Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado». Si es el caso, escu-
rrir el agua de las manos en la jofaina, antes de tomar la toalla que le
tiende el ayudante. Se seca con calma, sin prisas. Coloca la toalla en el
antebrazo del ayudante o se la da al segundo ayudante. Al inclinarse
ligeramente manifiesta su agradecimiento antes de girarse y volver al
centro del altar con las manos juntas.

36. Una cantidad muy pequeña de agua; pero es preferible prescindir de la cucha-
rilla.
37. Cf. IGMR, n. 234 b. Como la inclinación no es muy profunda, el celebrante no
necesita apoyar las manos juntas en el borde del altar.

96
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

278. Extiende las manos y dice: «Orad, hermanos, para que este sacrificio,
mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso» 38 y junta las
manos. Debe mirar al pueblo mientras dice estas palabras, invitándoles
a participar en la ofrenda fructuosa del sacrifico del Señor. En vez de
«hermanos» puede decir «hermanos y hermanas», «amigos», «ama-
dos», etc. Si está celebrando de espaldas al pueblo, se vuelve hacia él
por la derecha y dice «Orad, hermanos,...», y luego se vuelve por la
izquierda, completando el círculo, pero sólo después de que el pueblo
haya respondido.

279. Luego, el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las
ofrendas. La recita o canta en voz alta, y una vez acabada junta las
manos. Antes de comenzar la Plegaria eucarística, sería apropiado
hacer una breve pausa.

Plegaria eucarística

280. Esta gran oración de acción de gracias y santificación es el centro y cum-


bre de toda la celebración 39. Por razones pastorales, en algunas ocasiones,
el celebrante puede introducir la oración con unas palabras cuidadosa-
mente escogidas.

281. El celebrante prepara el texto antes de comenzar el diálogo que intro-


duce el prefacio de la Plegaria eucarística 40. En «El Señor esté con voso-
tros» extiende las manos, y las vuelve a juntar, mirando al pueblo. En
«Levantemos el corazón», extiende las manos y las eleva, preferible-
mente a la altura de los ojos, volviéndolas a bajar a la altura normal
cuando dice o canta: «Demos gracias al Señor, nuestro Dios» (pero no
junta las manos en «Demos gracias...»). Si celebra de espaldas al pue-
blo, no se vuelve hacia el mismo en este diálogo 41.

282. Mantiene sus manos extendidas mientras recita o canta el prefacio,


inclinando la cabeza cuando se incluyen nombres de santos en el texto.

38. Estas palabras son obligatorias ya que expresan el carácter de toda la liturgia eucarística
y la plenitud de su contenido divino y eclesial. Juan Pablo II, Dominicae cenae, n. 9. Adviértase
que la traducción adecuada es «sacrificio mío y vuestro».
39. IGMR, n. 54, y vid. CEC, n. 1352.
40. Demostraría no haber entendido la gran acción de gracias volverse hacia las
páginas del prefacio y mirar al libro mientras se dice: «El Señor esté con vosotros»,
«Levantemos el corazón»...
41. En el Misal de Pablo VI, no hay indicaciones de que se deba volver, como exis-
te en otros momentos del rito. Por tanto, la práctica anterior se mantiene, lo cual res-
peta el hecho de que la Plegaria eucarística empieza en este momento, y no en «Te igi-
tur» («Padre misericordioso, te pedimos...»).

97
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Junta las manos en las últimas palabras del prefacio y, con el pueblo,
canta o recita el Sanctus. Puede bajar los ojos de forma recogida duran-
te esta aclamación, pero no se inclina durante el Sanctus.
283. Mientras el pueblo, si es costumbre, se arrodilla después del Sanctus, el
celebrante debe hacer una pausa breve; esto introduce una atmósfera
de silencio y respeto que es apropiada para el centro de la acción sagra-
da. Luego, extiende sus manos y continúa la Plegaria eucarística, que
recita en voz alta o canta de acuerdo con lo que disponga cada canon 42.
284. Para las cuatro Plegarias eucarísticas principales, hay que tener en cuen-
ta las siguientes variaciones textuales y ceremoniales 43.

Plegaria eucarística I. Canon Romano


285. Como Plegaria eucarística por excelencia de nuestro rito, el Canon
Romano puede utilizarse en cualquier tiempo 44. Debe usarse cuando
tiene communicantes y hanc igitur propios. Es conveniente en las fiestas o
memorias de los santos y mártires incluidos en este texto, y los domin-
gos, a no ser que razones pastorales aconsejen otra plegaria.
286. El celebrante inicia esta plegaria con las manos extendidas, y las une en
«por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor». Después traza, con la mano
derecha, una sola vez, el signo de la cruz sobre las ofrendas, mientras
que la mano izquierda descansa sobre el altar. Junta las manos de nuevo
y las extiende en «ante todo, por tu Iglesia santa y católica...». Nombra
al Papa, al obispo de la diócesis donde se celebra la Misa, añadiendo
una referencia general «y sus obispos auxiliares», si los hubiera en la
diócesis.
287. En el memento de vivos, junta las manos, y reza en silencio, quizá incli-
nando un poco la cabeza y bajando los ojos. Debe recordar a aquellos
por quienes tiene intención de orar. Extiende las manos y continúa la
oración. En «Reunidos en comunión con toda la Iglesia...» (communi-
cantes) puede nombrar todos los santos que aparecen u omitir los que
están entre paréntesis. Se inclina en los nombres sagrados y en el nom-
bre del santo del día. Nunca debe añadir el nombre de otro santo a esta

42. Un celebrante que cante bien puede cantar la Plegaria eucarística, además del
prefacio, pero sólo en ocasiones importantes, teniendo presente la necesidad de cate-
quizar al pueblo respecto a esta bonita práctica.
43. Para los cambios en las otras Plegarias eucarísticas autorizadas, vid. apéndice 5.
44. Cf. IGMR, n. 322. Sin embargo, no debe utilizarse exclusivamente cuando se
celebra con el pueblo, como si esto supusiera un rechazo de la reforma litúrgica que,
incluso, podría sugerir una falta de aprecio del valor doctrinal y pastoral de las otras
Plegarias eucarísticas.

98
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

antigua lista fija de santos. En el misal, se establecen variaciones en el


communicantes para algunas solemnidades 45. Junta las manos en «Por
Cristo, nuestro Señor. Amén.», pero puede omitir estas palabras, lo cual
parece preferible cuando celebra con el pueblo.

288. Mantiene las manos extendidas en «Acepta, Señor, en tu bondad, esta


ofrenda...» (Hanc igitur). Se establecen cambios en este texto para cier-
tos días u ocasiones 46. Junta las manos y extendiéndolas con las palmas
hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, dice «Bendice y santi-
fica, oh Padre, esta ofrenda...» 47 y de nuevo junta las manos. La Con-
sagración se describe más adelante; en la Plegaria eucarística I sólo hay
una excepción, y es que eleva los ojos el celebrante cuando dice «y, ele-
vando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso...».

Plegaria eucarística II

289. El canon basado en la anáfora de Hipólito es mejor usarlo en días ordi-


narios de entre semana pero no de modo habitual en domingos y
solemnidades 48. Puede usarse íntegro con su prefacio propio, o con
otro prefacio, en especial los que presentan en forma más resumida el miste-
rio de la salvación, como los Prefacios de los domingos del Tiempo Ordinario y
con los Prefacios comunes 49.

290. Después de extender sus manos en «Santo eres en verdad, Señor, fuen-
te de toda santidad», el celebrante junta las manos y, manteniéndolas
extendidas con las palmas hacia abajo sobre las ofrendas, en la epícle-
sis, dice: «por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión
de tu Espíritu». Las junta nuevamente y traza la señal de la cruz, una
vez, sobre las ofrendas en «Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro
Señor». Junta las manos y se inclina en el santo nombre. La Consagra-
ción se describe más adelante.

45. En Navidad y en su octava, en la Epifanía, Jueves Santo, Vigilia de Semana


Santa, y en la octava de Pascua (incluyendo el segundo domingo de Semana Santa), la
Ascensión y Pentecostés.
46. Variaciones en: Jueves Santo, Vigilia de Pascua y su octava (incluyendo el segun-
do domingo de Pascua), en las Misas de la iniciación cristiana (los escrutinios, en el
Bautismo de adultos y niños), Confirmación, Sagradas Órdenes, Matrimonio, Con-
sagración de vírgenes. Profesión perpetua, Renovación de votos, Dedicación de una
iglesia.
47. No hace la señal de la cruz en «Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo,
nuestro Señor».
48. Cf. IGMR, n. 322 b. Si el uso de esa plegaria en los domingos «ahorra tiempo»,
tal vez se deba a que la homilía ha sido demasiado larga, desequilibrando la liturgia.
49. IGMR, n. 322 b.

99
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Plegaria eucarística III

291. Esta Plegaria, que subraya fuertemente el carácter sacrificial, deriva en


gran parte del Canon Romano. Será mejor utilizarla los domingos, solem-
nidades y fiestas, con un prefacio adecuado 50.

292. Después de extender las manos dice «Santo eres en verdad, Padre...
desde donde sale el sol hasta el ocaso». Luego, junta las manos y, man-
teniéndolas extendidas con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas,
en la epíclesis, dice «Por eso, Padre, te suplicamos,...». Después, junta
las manos, y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las ofrendas en
«Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro», y vuelve a
juntar las manos inclinándose en el santo nombre. La Consagración se
describe más adelante.

Plegaria eucarística IV

293. Este canon majestuoso, adaptado del texto más largo de la gran anáfo-
ra de san Basilio, es mejor reservarlo para ocasiones solemnes o para
una comunidad que tenga un gran conocimiento de la Escritura. Al
proclamar y ofrecer alabanzas toda la historia de la salvación, se utiliza
siempre como un todo con su propio prefacio. Por tanto, no se usa
cuando una Misa tiene prefacio propio 51.

294. Mantiene las manos extendidas desde «Te alabamos, Padre santo, por-
que eres grande...» hasta «llevando a plenitud su obra en el mundo».
Luego, junta las manos y, manteniéndolas extendidas con las palmas
hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, dice «Por eso, Padre, te
rogamos que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas». Junta las
manos y traza el signo de la cruz sobre las ofrendas en «Cuerpo y Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor», vuelve a juntar las manos inclinándose en
el santo nombre. Mantiene sus manos juntas justo hasta después de «Y,
mientras cenaba con sus discípulos». La Consagración se describe más
adelante.

La epíclesis

295. En la Plegaria eucarística, la epíclesis lleva a la Consagración. Se invoca


al Espíritu Santo para que obre la transustanciación de las ofrendas del

50. Cf. IGMR, n. 322 c.


51. Cf. IGMR, n. 322 d. Tampoco procede utilizar el prefacio de esta Plegaria euca-
rística IV con otra Plegaria eucarística.

100
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

pan y del vino 52. Como ya se ha indicado en las cuatro Plegarias euca-
rísticas más importantes, el celebrante mantiene las manos extendidas
sobre las ofrendas, sin tocarlas, con las palmas hacia abajo. Durante la
epíclesis se aconseja bajar la voz y disminuir el ritmo de las palabras,
para llevar al pueblo al momento de la Consagración. La campanilla
debe sonar brevemente antes de que comience la epíclesis 53.

Narración de la institución y Consagración


296. En el momento más sagrado del sacrificio eucarístico, el celebrante
puede guiarse por la sabiduría pastoral del papa Juan Pablo II: El culto
eucarístico madura y crece cuando las palabras de la Plegaria eucarística, y espe-
cialmente las de la Consagración, son pronunciadas con humildad y sencillez, de
manera comprensible, correcta y digna, como corresponde a su santidad; cuando
este acto esencial de la liturgia eucarística es realizado sin prisas; cuando nos com-
promete a un recogimiento tal y a una devoción tal, que los participantes advierten
la grandeza del misterio que se realiza y lo manifiestan con su comportamiento 54.
297. Si no se han arrodillado después del Sanctus o en la epíclesis, el pueblo
estará de rodillas, a no ser que lo impida la estrechez del lugar o la aglomeración
de la concurrencia o cualquier otra causa razonable, durante la Consagración 55.
El celebrante hará una pausa hasta que el pueblo se arrodille.

Consagración del pan


298. Después de la epíclesis, el celebrante junta las manos. Si necesita quitar
la humedad o el polvo de los dedos índices y pulgares, puede frotarlos
suavemente en el corporal en «El cual, la víspera de su Pasión» o en las
palabras equivalentes.
299. Toma una forma grande en sus manos en «tomó pan» con el dedo índi-
ce y pulgar de cada mano, o con otros dedos si la forma es muy grande.
No toma con las manos la patena o el copón 56. Tampoco parte o des-
menuza el pan en «lo partió» 57.

52. Cf. CEC, nn. 1373-81.


53. Cf. IGMR, n. 109.
54. Juan Pablo II, Dominicae cenae, n. 9.
55. IGMR, n. 21. No sería una «causa razonable» el hecho de que no haya reclina-
torios en la iglesia.
56. El Rito Romano es literalmente bíblico, por tanto está de acuerdo con la cos-
tumbre de la cena de Pascua de levantar el pan para dar gracias
57. Porque trastocaría las cuatro acciones de la Última Cena:
—Preparación de las ofrendas (tomó),
—Plegaria Eucarística (lo bendijo y dio gracias),
—La fracción (partió),
—La Comunión (dio).

101
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

300. Se inclina ligeramente hacia adelante mientras dice las palabras de la


Consagración que han de pronunciarse con claridad, como requiere la natu-
raleza de éstas 58: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por vosotros». Si conoce las palabras de la Consa-
gración de memoria, puede mirar al pan, y no hacia el libro o hacia el
pueblo 59. Puede bajar la voz ligeramente así como el ritmo de las pala-
bras, para que tanto él mismo como el pueblo sean atraídos por la
acción sublime de Cristo en su Iglesia.
301. La elevación de la Hostia debe ser un mostrar el Cuerpo de Cristo al
pueblo de manera respetuosa y con pausa. Después de decir las pala-
bras de la Consagración, el celebrante permanece de pie, erguido,
manteniendo aún la Hostia, que reverentemente levanta sobre el cor-
poral. Es preferible elevar la Hostia al menos hasta la altura de los ojos,
donde se oculta la cara del celebrante. La acción es más significativa si
levanta más la Hostia sin estirarse 60.
302. Cuando sostiene la Hostia con los dedos índice y pulgar de ambas
manos, los otros dedos deben permanecer juntos y doblados, o puestos
de modo que no tapen la Hostia de la vista del pueblo. Es preferible
parar un momento y luego bajar la Hostia lentamente y con reverencia
hacia la patena 61. Luego, poniendo ambas manos en el corporal, hace
una genuflexión adorándolo, sin prisa y sin inclinar la cabeza 62.

Consagración del vino


303. El celebrante quita la palia, a no ser que el diácono o el acólito la hayan
quitado durante la epíclesis. En las palabras «tomó este cáliz glorioso»
o sus equivalentes en las distintas Plegarias eucarísticas, toma el cáliz,
preferiblemente cogiendo el nudo con la mano derecha y sosteniendo

58. Misal Romano, de la rúbrica de la Consagración.


59. Puesto que se trata de una «Consagración narrativa», mirar al pueblo o mover la
forma de un lugar a otro modifica el aspecto histórico o mímico, y contradice el signifi-
cado de las palabras sagradas. En nuestro Rito, hay una oración dirigida al Padre que es
el momento definitorio en la Consagración: cf. IGMR, n. 54 d, e Introducción, n. 3.
60. Cuando la celebración es de espaldas al pueblo, el celebrante la levantará más.
No es necesario, ni forma parte de nuestra tradición, girarse hacia el pueblo con la
Hostia en este momento.
61. Esto se hace al contrario de como se hacía en las antiguas rúbricas, que preveían
la Misa de cara al altar como norma y donde el pueblo no se distraía cuando el sacer-
dote bajaba la Hostia rápidamente. Ya se esté celebrando de cara al pueblo o al altar, la
Hostia se coloca con reverencia en la patena y nunca se deja caer sobre ella.
62. Todavía algunos sacerdotes unen los dedos índice y pulgar de ambas manos,
desde la Consagración de la Hostia hasta las abluciones. El papa Pablo VI observó esta
disciplina, pero no se menciona en su Misal. Esta práctica puede tener algunas ventajas
prácticas cuando menos durante la distribución de la sagrada Comunión, si bien vid.
también IGMR, n. 237.

102
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

la base con la mano izquierda, manteniéndolo recto (no inclinado


hacia él), lo levanta un poco sobre la superficie del altar, y luego se incli-
na mientras dice de forma distinta las palabras de la Consagración. Ya
que se inclina ligeramente, con naturalidad, dirige su mirada al cáliz,
no hacia el libro, mientras dice «Tomad y bebed... Haced esto en con-
memoración mía», manteniendo el mismo tono de voz y ritmo de las
palabras que en la Consagración del pan.
304. Estando erguido, eleva el cáliz con cuidado, con ambas manos, encima
del corporal. Es preferible levantar la base del cáliz hasta la altura de los
ojos, o más alto. Se detiene un momento antes de bajar el cáliz despacio
y con reverencia al corporal 63. Luego, pone ambas manos en el corporal
y hace una genuflexión en adoración, sin prisa y sin inclinar la cabeza.
Si se usa palia, la coloca sobre el cáliz antes de hacer la genuflexión.
305. El sacerdote puede decir mentalmente una oración de adoración en las
elevaciones, pero nunca de forma audible. En cada elevación puede
tocarse la campanilla, de acuerdo con la costumbre local 64. Si se utiliza
incienso, se inciensa la Hostia y la Preciosa Sangre en cada elevación,
como está descrito en el capítulo siguiente.

Aclamación después de la Consagración


306. Con las manos juntas y mirando al pueblo, el celebrante canta o dice
«Éste es el Sacramento de nuestra fe» 65. Guiado por el coro, el pueblo
responde una de las aclamaciones previstas en el Misal; otra posibilidad
es recitar la aclamación. El pueblo debe estar familiarizado con todas
las opciones posibles de esta aclamación 66. Después, el celebrante
extiende las manos y continúa la Plegaria eucarística.

Variaciones
307. Se deben tener en cuenta los siguientes cambios ceremoniales y tex-
tuales para las cuatro Plegarias eucarísticas más importantes 67.

63. Si, por descuido, el cáliz está lleno, esta acción debe ser más cuidadosa y mode-
rada para evitar posibles percances.
64. Cf. IGMR, n. 109. En las basílicas de Roma, suena una vez en cada elevación y
otra vez, de manera prologada, cuando el celebrante hace la genuflexión después de la
elevación del cáliz.
65. El diácono ni canta ni dice «Éste es el Misterio de la fe», pues esta invitación se
reserva a quien preside la celebración de los Misterios de nuestra Redención.
66. En algunos lugares, en las cuatro opciones relacionadas con sus respectivas ple-
garias, el sacerdote puede decir o cantar (o el coro en su caso) las primeras palabras y
todos le siguen.
67. Para las variaciones en las otras Plegarias eucarísticas autorizadas, vid. apéndice
5, Otras Plegarias eucarísticas, nn. 825-47.

103
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Plegaria eucarística I

308. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Por eso, Padre, noso-
tros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la
muerte gloriosa...», y después de «tu sumo sacerdote Melquisedec»
junta las manos, da un paso hacia atrás y se inclina profundamente 68,
mientras dice «Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que
esta ofrenda sea llevada...». Se endereza y se signa sin prisa en «seamos
colmados de gracia y bendición...» juntando sus manos brevemente
antes de extenderlas para continuar la conmemoración de la muerte.
Puede omitir «Por Cristo, nuestro Señor. Amén». Todas estas oraciones
deben fluir con calma.

309. En «Acuérdate también, Señor, de tus hijos N. y N.», el celebrante junta


las manos y en silencio reza por los difuntos, especialmente por los que
se ofrece la Misa, que no se nombran en voz alta. Extiende las manos y
continúa «A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concéde-
les...». Junta las manos en «Por Cristo, nuestro Señor. Amén», pero
parece más conveniente mantener las manos extendidas si esto se
omite.

310. En «Y a nosotros, pecadores...», con la mano derecha golpea el pecho,


mientras que la otra permanece en el corporal. Extiende las manos en
«que confiamos en tu infinita misericordia...», después puede nombrar
todos los santos mencionados en la lista u omitir aquellos que aparecen
entre corchetes. Se inclina en el nombre del santo del día. Nunca debe
añadir el nombre de ningún otro santo a esta antigua lista que es fija.
Junta las manos en «Por Cristo, Señor nuestro...»; estas palabras forman
parte ahora del preludio que introduce la gran doxología, que se des-
cribe más adelante.

Plegaria eucarística II

311. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Así, pues, Padre,


al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu
Hijo...», y continúa con las manos extendidas mientras dice «Acuér-
date, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra». Luego nombra
al Papa, al obispo de la diócesis donde celebra la Misa, añadiendo una
referencia general «y a sus obispos auxiliares», si los hubiera en la dió-
cesis.

68. Cf. IGMR, n. 234 b. Ya que está leyendo el texto, en la práctica esta inclinación
es más moderada, a no ser que conozca el texto de memoria.

104
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

312. La intención particular por los difuntos «Recuerda a tu hijo (hija) N...»
sólo se añade en los funerales y en las Misas por los difuntos. El nom-
bre del santo del día nunca se inserta en este texto. Junta las manos en
«y cantar tus alabanzas», introduciendo la gran doxología que se des-
cribe más adelante.

Plegaria eucarística III

313. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Así, pues, Padre, al


celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo...» y en la
ofrenda. Continúa con las manos extendidas «Que él nos transforme en
ofrenda permanente...». Nombra el santo del día o del patrón de la
iglesia 69. Después nombra al Papa, al obispo de la diócesis donde se
celebra la Misa, añadiendo una referencia general «y a sus obispos auxi-
liares», si los hubiera en la diócesis. Después de la oración por los vivos
y difuntos, junta las manos en «por Cristo, Señor nuestro, por quien
concedes al mundo todos los bienes», como introducción a la gran
doxología, que se describe más adelante.

314. La fórmula más larga de conclusión por los difuntos «Recuerda a tu


hijo (hija) N...» se usa sólo en los funerales o Misas por los difuntos. En
este caso, junta sus manos en «por Cristo, Señor nuestro, por quien con-
cedes al mundo todos los bienes», como preludio de la gran doxología,
que se describe más adelante.

Plegaria eucarística IV

315. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Por eso, Padre, al


celebrar ahora el memorial de nuestra redención...» y en la ofrenda.
Continúa con las manos extendidas «Y ahora, Señor, acuérdate de todos
aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio...» y luego nombra al
Papa, al obispo de la diócesis donde se celebra la Misa, añadiendo un
referencia general «y a sus obispos auxiliares», si los hubiera en la dió-
cesis.

316. En esta Plegaria eucarística, no hay ninguna fórmula específica para


nombrar a los difuntos, y tampoco para nombrar al santo del día o al
patrón. Junta las manos en «te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes», como introducción a
la gran doxología, que se describe más adelante.

69. El «santo patrón» puede ser el santo local.

105
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

La doxología de la Plegaria eucarística

317. La gran doxología de la Plegaria eucarística es una majestuosa expre-


sión del misterio de la Trinidad en el Sacrificio eterno. La doxología se
canta o recita por el celebrante. El pueblo participa en la doxología
cantando o aclamando el gran «Amén», al que se le debe dar especial
énfasis en la catequesis litúrgica. El pueblo no canta o recita la doxolo-
gía acompañando al celebrante 70.

318. El celebrante eleva el cáliz con la mano derecha, y la patena con la


izquierda. No mantiene la Hostia levantada en la patena, ya que este
gesto significa una ofrenda sacrificial, más que un «mostrar» al pueblo.
Es preferible mantener los vasos sagrados sobre el corporal en vez de
separarlos mucho. Deben ser alzados en alto, al menos al nivel de los
ojos, pues este gesto es muy significante. El cáliz y la patena no se colo-
can en el corporal hasta que el pueblo haya respondido aclamando o
cantando «Amén». Si se usa palia, el celebrante vuelve a cubrir el cáliz,
usando la mano derecha, la mano izquierda descansa en la base del
cáliz (para evitar accidentes mientras se coloca la palia) o en el corpo-
ral. Si asiste un diácono, permanece de pie a la derecha del celebrante
y levanta el cáliz cuando el celebrante levanta la patena con ambas
manos.

Rito de la Comunión

319. En el Banquete Pascual Cristo da su Cuerpo y su Sangre a su Esposa la


Iglesia 71. Los ayudantes y el pueblo estarán de pie, si no lo estaban
desde antes o después de la aclamación. Con las manos juntas, el cele-
brante, mirando al pueblo, canta o recita la introducción al Padre-
nuestro. Utiliza una de las opciones, o una fórmula similar a las que se
prevén en el breviario, o palabras propias, preferiblemente una frase
sucinta. Extiende las manos mientras todos cantan o recitan el Padre-
nuestro. Durante la oración puede dirigir la mirada a la Hostia o man-
tenerla ligeramente levantada.

320. Mantiene las manos extendidas mientras canta o recita el embolismo


del Padrenuestro «Líbranos de todos los males, Señor...». Junta las
manos y se inclina ante el santo nombre al final de la oración. El pue-
blo responde cantando o recitando la aclamación «Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor».

70. Cf. Inaestimabile donum, n. 4


71. Cf. CEC, nn. 1355, 1384-90.

106
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

321. De nuevo extiende las manos para cantar o recitar «Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles...» inclinándose en el nombre sagrado. Ya que
las palabras de esta oración están dirigidas a Jesucristo, sería apropiado
dirigir la mirada hacia la Hostia. Luego, mirando al pueblo, canta o
recita: «La paz del Señor esté siempre con vosotros» extendiendo y jun-
tando las manos. (Cuando se celebra de espaldas al pueblo, se vuelve
hacia él por su derecha para el saludo, y se gira hacia el altar también
por su derecha, después de haber dado el signo de la paz).

El signo de la paz

322. Con las manos juntas y vuelto hacia el pueblo el celebrante (o el diáco-
no) invita al pueblo a darse fraternalmente la paz, según la costumbre
local 72. La invitación es una fórmula corta y no una pequeña homilía, si
bien el celebrante (o el diácono) puede decir más palabras, inspirán-
dose, tal vez, en las lecturas del día. En el rito de la paz el celebrante no
abandona el altar, así que el diácono y algunos ayudantes se dirigen a él
para recibir la paz. El signo de la paz se lo dan entre sí los que están más
cerca. Los ayudantes no deben deambular por el presbiterio ni van por
la iglesia dando la paz a todo el mundo. Puede utilizarse la fórmula «La
paz del Señor esté siempre con vosotros», a la que se suele responder
«Y con tu espíritu», u otras palabras de acuerdo con la costumbre
local 73.

323. En el presbiterio, la forma tradicional romana de dar la paz es la


siguiente. El que recibe la paz se inclina. Luego el que da el signo pone
sus manos en la parte superior de los brazos (cerca de los hombros) del
otro; el que recibe la paz aprieta sus manos en los codos del otro. Cada
uno inclina la cabeza hacia adelante, y ligeramente hacia su derecha, de
modo que sus mejillas izquierdas casi se tocan. El que da la paz suele
decir «La paz sea contigo», y el que la recibe contesta «Y con tu espíri-
tu». Después, retroceden un poco y se inclinan el uno hacia el otro, con
las manos juntas de la manera habitual.

La fracción

324. El tercer momento de la cuádruple acción de Jesucristo es la fracción


del pan. Esta acción significa que «puesto que el pan es uno, muchos

72. No se canta ningún himno durante este rito, de todas maneras, con buenas
razones algunos han pedido que el rito de la paz sea antes de la procesión de las ofren-
das, según la práctica Ambrosiana (Cf. Mt. 5, 23-24).
73. Cf. CO, n. 103.

107
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

somos un solo cuerpo, porque todos participamos de un solo pan» (vid.


1 Cor 10, 17) 74. Durante el rito de la fracción del pan el coro o cantor
canta el Agnus Dei y el pueblo responde, o cantan unidos o sólo el coro,
o se recita. Si deben fraccionarse muchas Hostias, el Agnus Dei se puede
repetir varias veces, hasta que se haya terminado la fracción, pero la
última vez que se dice el Agnus Dei se termina con «danos la paz» 75.

325. La fracción de la Hostia(s) se realiza sobre la patena(s), y no sobre el


cáliz(ces) 76. El celebrante fracciona con muchísimo cuidado una Hostia
grande de arriba a abajo por el centro, sirviéndose de la marca que
tiene por detrás. Es mejor no levantarla demasiado en el aire ni frac-
cionarla precipitadamente. Una Hostia más grande debe fraccionarse
sobre la patena grande, es decir, cerca de la superficie para que los frag-
mentos no caigan en cualquier sitio. Sólo los concelebrantes ayudan al
celebrante en la fracción. Los diáconos, acólitos y ministros extraordi-
narios nunca fraccionan la Hostia, ya que este acto presidencial perte-
nece a los que están ordenados para celebrar la Eucaristía.

La inmixtión

326. Cuando se ha realizado la fracción, el celebrante parte un pequeño frag-


mento de la Hostia con su mano derecha y lo coloca con veneración en
el cáliz diciendo «El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, uni-
dos en este cáliz, sean para nosotros alimento para la vida eterna», su
mano izquierda descansa sobre el corporal 77. Este fragmento, en una
Hostia, se toma de la parte inferior de la porción de la izquierda. Si se usa
palia, se quita para la inmixtión, y se vuelve a poner (por el diácono).

327. Si los fragmentos de la Hostia se adhieren a los dedos después de la frac-


ción o de la inmixtión, el celebrante frota, con suavidad, entre sí el pulgar
y el índice, hasta limpiarlos; y siempre sobre la patena, no sobre el cáliz 78.

Comunión

328. La acción final de las cuatro que hizo Jesucristo en la Última Cena es
dar el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Sagrada Comunión.

74. Cf. IGMR, n. 56 c, y vid. CEC. n. 1396. La cita de Corintios está tomada de la
segunda edición de Sagrada Biblia. Tomo VII. Facultad de Teología. Universidad de
Navarra. EUNSA, Pamplona, 1995.
75. Cf. IGMR, n. 56 e.
76. Cf. IGMR, n. 113, la vieja función práctica de la patena.
77. Cf. IGMR, n.113. Como es habitual, se inclina en el santo nombre.
78. Cf. IGMR, n. 237.

108
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

329. Los fieles rezan en silencio, a no ser que estén todavía cantando el
Agnus Dei; mientras, el sacerdote dice en secreto cualquiera de las ora-
ciones de preparación de la Comunión «Señor Jesucristo, Hijo de Dios
vivo...» o «Señor Jesucristo, la Comunión de tu Cuerpo...». Durante
estas oraciones, junta las manos y se inclina hacia el nombre santo. Ya
que las oraciones se dirigen a Jesucristo en la Eucaristía, debe mirar con
reverencia a la Hostia, pero ni se inclina hacia adelante, ni necesita des-
cansar sus manos juntas en el altar. En algunos países, todos se arrodi-
llan después del Agnus Dei.

330. Colocando ambas manos en el corporal, el celebrante hace la genufle-


xión de adoración. Luego,
—toma ambas porciones de la Hostia, y las coloca un poco separa-
das, entre el dedo pulgar derecho y el índice, o
—toma un fragmento considerable de la Hostia grande.
Levantando la patena con la mano izquierda directamente sobre el
corporal 79, alza la Hostia fraccionada o el fragmento, preferiblemente a
la altura de los ojos, y dice «Éste es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo... Dichosos los invitados a la cena del Señor».
Mantiene elevado el Cuerpo del Señor de la misma manera mientras
dice con el pueblo una sola vez «Señor, no soy digno...». Luego, coloca
la patena en el altar.

Comunión del sacerdote

331. El celebrante, para sumir los fragmentos de la Hostia, coloca uno sobre
el otro —o sume sólo un fragmento—. Y dice en secreto «El Cuerpo de
Cristo me guarde para la vida eterna». Luego, sin prisa, recibe el
Cuerpo del Señor, manteniendo la mano izquierda en el corporal.
Mientras sume de pie, es natural inclinarse ligeramente hacia adelante,
si bien no se debe inclinar profundamente. Junta las manos y hace una
pausa para sumir la Eucaristía con reverencia, preferiblemente sin mas-
ticar de manera ostensible y, si quiere, cerrando los ojos en oración. Si
se adhieren fragmentos de la Hostia a los dedos, frota entre sí los dedos
índice y pulgar hasta limpiarlos; siempre sobre la patena y no sobre el
cáliz 80.

332. Toma el purificador con su mano derecha, se lo pasa a la izquierda, y


coge el cáliz con la derecha, mientras dice en secreto: «La Sangre de
Cristo me guarde para la vida eterna». Luego, con reverencia y sin prisa,

79. No eleva la Hostia fraccionada sobre el cáliz.


80. Cf. IGMR, n. 237.

109
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

bebe la Sangre del Señor, manteniendo el purificador debajo de la bar-


billa. Si consume el contenido del cáliz, no debe inclinar mucho el vaso
sagrado. Pone el cáliz en el corporal, pasa el purificador a la mano dere-
cha y limpia cuidadosamente el borde, mientras que la mano izquierda
está en el nudo o en la base. Si se usa palia, se quita antes de tomar el
purificador y se coloca de nuevo si el cáliz está vacío.

333. Otra solución es: el celebrante puede tomar el cáliz con ambas manos,
diciendo en secreto «La Sangre de Cristo me guarde...». Luego, con
reverencia y sin prisa, bebe la Sangre del Señor. Pone el cáliz en el cor-
poral, toma el purificador con la mano derecha y cuidadosamente lim-
pia el borde, manteniendo la mano izquierda en el nudo o en la base,
a fin de evitar que se derrame la Preciosísima Sangre si el cáliz está
lleno.

Comunión de los fieles

334. Primero, el celebrante da la Comunión (al diácono, al acólito y) a los


ayudantes. El diácono la recibe bajo las dos especies, en el altar. Los ayu-
dantes pueden recibirla en el centro del presbiterio, acercándose al
celebrante de dos en dos. Otra solución sería que el celebrante pasase
a lo largo de una fila de ayudantes formados a lo largo del presbiterio.
Hacen la genuflexión antes de recibir la Comunión, uno a uno, por
parejas, o en grupo, o si es costumbre, pueden arrodillarse para recibir
la Eucaristía. Luego, el celebrante lleva la patena o copón al lugar de la
Comunión: el comulgatorio u otro sitio donde sea la costumbre local de
administrar la Eucaristía al pueblo.

335. Los fieles pueden recibir la Eucaristía de rodillas o de pie 81. Se dirigen
al celebrante o a otro ministro de la Eucaristía, en fila de uno en uno,
de dos en dos, para recibirla de pie. Pueden colocarse a lo largo de la
grada o alrededor de los límites del presbiterio, si es posible acercarse
por varios lados, mientras que el celebrante u otros ministros adminis-
tran la Eucaristía. La Eucaristía también se administra de esta manera
cuando existe la costumbre de arrodillarse en el comulgatorio.

336. Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otro signo de reveren-
cia para con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa ado-
ración. Pero cuando se comulga de pie se recomienda encarecidamente que los que

81. Cf. Inaestimabile donum, n. 11. El sentido pastoral aconseja no forzar a los que se
niegan a seguir la costumbre local de estar de pie o de arrodillarse. Es deseable la uni-
formidad como signo de unidad, pero no debe imponerse nunca. Negarse a dar la
Eucaristía a una persona por su postura seguramente sería ilícito.

110
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

se acercan hagan una reverencia antes de la recepción del Sacramento en lugar


y tiempo oportuno para que no entorpezca el acceso y retiro de los fieles 82. En
nuestro Rito, una «señal de reverencia» a la Eucaristía sería la genufle-
xión (o una inclinación para quienes no puedan hacer la genuflexión).
Este acto de reverencia antes de recibir la Comunión se puede realizar
fácilmente y no retrasa la recepción de la Comunión. La persona que
va inmediatamente detrás del que comulga hace la reverencia mientras
el anterior está recibiendo al Señor.

337. Cuando el que comulga se aproxima al celebrante, o cuando él se apro-


xima al que comulga, el celebrante levanta la Hostia sobre la patena o
copón y dice «El Cuerpo de Cristo». El que comulga responde «Amén»
y recibe el Sacramento, eligiendo entre recibirlo directamente en la
boca o en la palma de la mano izquierda 83. Para distribuir el Cuerpo de
Cristo con eficiencia, es preferible mantener el dedo pulgar sobre cada
forma y el dedo índice por debajo, para poder poner la Hostia en la len-
gua o en la palma de la mano con mayor seguridad.

338. Al administrar el cáliz, el celebrante (diácono u otro ministro autoriza-


do) sostiene el cáliz con su mano derecha y el purificador en su izquier-
da. Mientras entrega el cáliz al que comulga, dice: «La Sangre de
Cristo». El que comulga responde «Amén» y bebe del cáliz. Es más fácil
si el que administra el cáliz sostiene el purificador y limpia el borde de
la copa con cuidado después de cada Comunión, girando ligeramente
la copa después de limpiarla. Se debe tener mucho cuidado cuando
personas mayores o niños reciben el cáliz en sus manos. El ministro de
la Eucaristía debería mantener agarrada la copa en estos casos y llevar-
la a los labios del que comulga, inclinándola ligeramente para ayudar 84.

339. La Comunión se da también por intinción, es decir, el celebrante moja


con cuidado parte de la Hostia en el cáliz y la pone en la lengua del que
comulga, diciendo antes «El Cuerpo y la Sangre de Cristo» 85. Un diá-
cono, un acólito u otro ministro extraordinario sostiene el cáliz. Otra
solución es que, a falta de un ministro autorizado de la Eucaristía, el

82. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, n. 4, citado


en Inaestimabile donum, n. 11, que remite a IGMR, nn. 244 c, 246 b, 247 b. Cualquier
sacerdote puede promover y animar esta excelente práctica. Un obispo puede ir más
lejos y establecerlo en su diócesis.
83. De vez en cuando se debería recordar al pueblo que, si la reciben en la mano,
deben desplazarse hacia un lado antes de introducir la Hostia en la boca.
84. En una cultura donde el vino no es muy familiar, la experiencia pastoral acon-
seja que los niños pequeños no deben beber del cáliz. A los niños más mayores se les
puede preparar con una buena catequesis, pero sólo comulgarán del cáliz con conoci-
miento y consentimiento paterno.
85. Cf. IGMR, nn. 246, 247.

111
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

celebrante coloque el cáliz en una mesa, cubierta con un lienzo, y per-


manezca de pie cerca de ella mientras administra la Eucaristía. Puede
sostener el cáliz y la patena con la mano izquierda, lo cual no es fácil 86.
Más detalles sobre la Comunión bajo las dos especies y otras opciones
para administrar la Eucaristía se encuentran en el capítulo 10, El sacra-
mento de la Eucaristía.

340. Durante la Comunión, tanto se puede cantar la antífona como himnos


apropiados, o cantar el coro, o poner música. Conviene, en caso de
aglomeración, para mayor orden, ayudar al pueblo mientras va y viene.
Nunca se debe hacer ir al altar fila por fila, porque esto podría obligar
a comulgar a personas que no están preparadas o no puedan recibir la
Comunión, o que no sean católicos e incluso no cristianos 87.

341. «Es muy de desear que los fieles participen del Cuerpo del Señor con
Pan Consagrado en esa misma Misa y, en los casos previstos, participen
del cáliz, de modo que aparezca mejor, por los signos exteriores, que la
Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se
celebra» 88.

342. Sin embargo, cuando el sagrario también se utiliza como lugar para
dejar suplementariamente las Hostias consagradas, el celebrante se diri-
ge allí después de sumir la Preciosa Sangre, lo abre, hace una genufle-
xión y saca el vaso(s) sagrado(s), cierra la puerta, y lo(s) traslada al
altar. Otra solución sería que, durante el Padrenuestro o cuando el cele-
brante se prepara para la Comunión, el diácono, el acólito u otro minis-
tro extraordinario puede trasladar la Eucaristía desde el sagrario al
altar. Inmediatamente después de la Comunión de los fieles, el cele-
brante (u otro ministro) vuelve al altar y coloca todas las partículas en
uno o varios copones. Luego, coloca la Eucaristía en el sagrario y hace
la genuflexión antes de cerrar la puerta. La llave debe llevarse al altar y
guardarla con el cáliz, a no ser que se requiera en otra Misa o función
litúrgica.

343. Si se adhieren fragmentos de la Hostia en sus dedos después de distri-


buir la Comunión, el celebrante u otro ministro de la Eucaristía frota
con suavidad sobre la patena o el copón el pulgar y el índice hasta lim-

86. Como en IGMR, n. 247 a. Las patenas que encajan alrededor del borde del cáliz
son adecuadas pero feas.
87. En las ocasiones en que están presentes no católicos, puede ocurrir en zonas de
veraneo, antes de la Comunión el celebrante puede decir algo matizado y positivo
como: «los católicos que estén debidamente preparados pueden venir a recibir la
Eucaristía».
88. IGMR, n. 56 h.

112
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

piarlos 89. Si queda algo de la Sangre de Cristo, se consume «inmediata-


mente después de la Comunión» 90, en el altar o preferiblemente en la
credencia, por el celebrante, diácono o acólito (ayudado por otros si es
necesario).

Purificaciones

344. El celebrante (o el diácono o el acólito) pueden purificar los vasos


sagrados en el lado derecho del altar o en la credencia 91. Sin embargo,
para evitar distraer al pueblo en su acción de gracias, parece preferible
realizar «las abluciones» en la credencia. Al purificar los vasos, hay dos
tendencias que se deben evitar:
—un esfuerzo demasiado escrupuloso para encontrar las partículas
más pequeñas, y
—un modo aparentemente informal y despreocupado que podría
implicar, al menos, una falta de respeto a la Eucaristía.

345. Después de colocar las formas en el sagrario, el celebrante de pie en el


centro del altar, consume lo que queda de la Preciosa Sangre (ayudado
por otros si es necesario). Luego, lleva el cáliz y la patena o los otros
vasos sagrados al lado derecho del altar (o los ayudantes los llevan a la
credencia, si las purificaciones se realizan allí). Primero se asegura de
que todos los fragmentos van al cáliz (o al copón), cubriendo los dedos
de la mano derecha con el purificador, sin frotar la superficie con movi-
mientos circulares, sino empujando suavemente todos los fragmentos
dentro del cáliz.

346. Mientras el ayudante derrama una cantidad razonable de agua (y vino)


en el cáliz o en el copón, el celebrante puede poner los dedos encima
para que los fragmentos adheridos a los dedos caigan dentro. Puede
apartar los dedos para indicar al ayudante que deje de echar agua. Seca
sus dedos y, si es necesario, da vueltas al vaso para asegurarse de que los
fragmentos están desprendidos de la superficie interior. (Si es necesa-
rio, utiliza los dedos para hacer caer los fragmentos adheridos al vaso).
Luego, bebe la ablución.

347. Si hay varios copones para purificar, puede no ser fácil limpiarlos «en
seco» con el purificador. Por tanto, se puede echar agua en un copón
(sobre los dedos), seca los dedos y echa la ablución en el siguiente, y así
sucesivamente, hasta que al final lo vierte en el cáliz y lo bebe.

89. Cf. IGMR, n. 237.


90. Inaestimabile donum, n. 14.
91. IGMR, n. 120, también 238, permitiendo el uso opcional de vino.

113
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

348. Durante las purificaciones, el celebrante (diácono o acólito) dice en


secreto «Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio...». Después
de beber la ablución, si es necesario, el celebrante se limpia los labios
con el purificador. Deja el purificador en el altar o en la credencia,
donde el ayudante cubre el cáliz.
349. Si las purificaciones se dejan para después de la Misa, los vasos sagrados
se llevan a la credencia, se colocan sobre un corporal y se cubren con
un velo (cubrecáliz) 92. El celebrante (el diácono, o el acólito) vuelve
inmediatamente después de la Misa para realizar las purificaciones con
la asistencia de los ayudantes. Esta práctica parece preferible sólo si hay
demasiados para purificar. Sin embargo, presenta algunos problemas,
por ejemplo: que el celebrante u otro ministro se olviden de purificar-
los después de la Misa, o que los ayudantes se los lleven a la sacristía
antes de que hayan sido purificados. Las purificaciones no deben hacer-
se en la sacristía. Sobre el lavado de los lienzos después de la Misa y las
soluciones prácticas en percances con el cáliz, se trata en el apéndice 6,
Accidentes, nn. 848-57.
350. Durante la Comunión, un ayudante quita el misal y el atril del altar.
Cuando el celebrante vuelve a la sede, los ayudantes van al altar y
doblan el corporal (cf. apéndice 4. nn. 816-24) llevándolo junto con el
cáliz y cualquier otro vaso sagrado a la credencia. El altar está ahora
como antes de la preparación de las ofrendas. Sin embargo, el cele-
brante puede decidir recitar la oración después de la Comunión e
impartir la bendición final desde el altar. En este caso, después de lle-
var el corporal y los vasos sagrados a la credencia, el misal y el atril pue-
den ponerse en el centro, donde estaba el corporal. Antes de que el
celebrante vaya al altar, un ayudante puede pasar las páginas del misal
hasta la oración propia del día.

Después de la Comunión
351. Después de la purificación de los vasos sagrados (o mientras el diácono
o acólito se los llevan), el celebrante va a la sede y se sienta. Después de
la Sagrada Comunión hay un momento de silencio, o se canta un salmo,
o un canto de alabanza. Incluso después de que se haya cantado un
himno o motete, debe haber una pausa definida para rezar en silencio.
Si se canta un himno durante o después de la Comunión, no se recita
la antífona de Comunión 93.

92. IGMR, n. 120.


93. Una «reflexión» después de la Comunión no debería ser un canto, poema o lec-
tura sobre nuestro Señor, porque en este momento nos dirigimos a Él personalmente
«en comunión». Sería falta de cortesía hablar de un invitado que está en tu casa como
si no lo estuviera.

114
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

352. El celebrante se pone de pie en la sede o vuelve al centro del altar. El


pueblo debe ponerse de pie cuando lo hace el celebrante, porque el
«Oremos» no es una invitación a ponerse de pie. Luego, el celebrante
canta o dice «Oremos» con las manos juntas. Si no ha habido un
momento de silencio, puede haberlo ahora durante unos minutos
transcurridos los cuales, canta o recita la Oración para después de la
Comunión, con las manos extendidas, juntándolas al concluirla. En la
sede, un ayudante sostiene el libro delante de él durante la oración.

353. Los avisos deben comunicarse en este momento. Deben ser breves 94. Si
los avisos son un poco largos, el celebrante o el diácono invita al pue-
blo a sentarse.

Rito de conclusión

354. De cara al pueblo, el celebrante extiende las manos y canta o dice: «El
Señor esté con vosotros». Si se utiliza la forma simple de bendición, de
cara al pueblo, con las manos juntas 95, canta o recita: «La bendición
de Dios todopoderoso...» 96. Luego hace la señal de la cruz, una vez, de
forma clara y sin prisa sobre el pueblo, mientras dice: «Padre, Hijo y
Espíritu Santo». Todos responden cantando o recitando: «Amén».

355. Si se utiliza la Bendición Solemne, el (diácono o) celebrante invita al


pueblo a inclinarse para la bendición, usando la fórmula prevista en el
misal o unas breves palabras similares. Luego, el celebrante extiende las
manos, con las palmas hacia abajo, como en la epíclesis, pero esta vez
un poco más elevadas y separadas con naturalidad, mientras canta o
recita las tres deprecaciones a las que el pueblo responde «Amén». Para
indicar el momento de la respuesta, parece mejor bajar la voz en la últi-
mas palabras de cada una de estas deprecaciones. Une sus manos e
imparte la bendición después de la tercera deprecación.

356. Si se usa una de las oraciones sobre el pueblo, se sigue el mismo proce-
dimiento que en una bendición solemne. Extendiendo las manos sobre
el pueblo, las junta al final de la oración antes de que todos respondan

94. En la mayoría de los casos bastará con referirse al Boletín diocesano, o parro-
quial. En algunas parroquias se sientan los fieles y un comentador comunica los avisos.
95. Algunos sacerdotes todavía hacen el gesto reverente de extender y alzar las
manos, con los ojos mirando hacia arriba un momento, la cabeza inclinada ligeramen-
tee antes de la bendición, pero esto no se menciona ni en el IGMR, ni en el CO.
96. La bendición del sacerdote se da directamente al pueblo. Por tanto, se dirige al
pueblo con «vosotros», y nunca con la fórmula laical «nos bendiga», o «descienda sobre
nosotros».

115
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Amén», pero usando una forma característica de la bendición: «La


bendición de Dios todopoderoso...».

357. De cara al pueblo, el (diácono o) el celebrante canta o recita la despe-


dida, con las manos juntas, usando sólo una de las opciones previstas 97.
El pueblo responde cantando o diciendo «Demos gracias a Dios». La
celebración de la liturgia concluye en este momento en que los fieles
de Cristo son enviados al mundo, alabando y bendiciendo al Señor
como miembros vivos de su Cuerpo entre los pueblos. Por tanto, nadie
debe añadir avisos o comentarios después de la despedida. Sin embar-
go, si sigue inmediatamente otra acción litúrgica, se omite el rito de
despedida.

358. A no ser que el celebrante continúe de pie allí, va al altar y lo besa de la


misma manera que al comienzo de la Misa. Va al centro del presbiterio
donde los ayudantes deben estar ya en posición para la procesión, se
inclina profundamente ante el altar o hace una genuflexión si el
Sagrario está en el presbiterio. Si hay muchos ayudantes u otros en la
procesión, debería quedarse mirando al altar y no volverse hasta que los
otros se hayan movido. Durante el himno final o una música de salida,
la procesión vuelve a la sacristía o a la habitación donde se revistieron.
Después de la liturgia puede continuar una música apropiada o perma-
necer en silencio en atención a los que se quedan rezando en la iglesia.

359. En la sacristía, todos se inclinan ante el crucifijo o imagen. Otra solu-


ción es inclinarse ante la cruz procesional, mantenida por el crucifera-
rio que (junto con los portadores de los hachones) se sitúa de cara al
celebrante y los otros ayudantes. El celebrante puede utilizar una fór-
mula acostumbrada para indicar que la acción litúrgica ha concluido 98.
Después, en silencio y sin prisa, los ayudantes realizan las tareas asigna-
das bajo la dirección del ayudante-jefe o del sacristán 99. El celebrante se
quita los ornamentos. Por respeto al sacristán, debería dejarlos ordena-
dos en el lugar correspondiente de cada ornamento o sobre la mesa.

360. El celebrante, de ordinario, vuelve a la iglesia para hacer su acción de


gracias. Sin embargo, los domingos u otras ocasiones apropiadas podrá
saludar a la gente en un lugar conveniente, normalmente antes de qui-
tarse todos los ornamentos sagrados. Puede desprenderse de la casulla

97. No se deben combinar las opciones o improvisar la antigua fórmula de despe-


dida. Tampoco se diga «vayamos», porque la despida es un mandato («Ite») de ir ade-
lante y contribuir a la misión que Cristo nos ha encomendado.
98. Según diversas costumbres, puede decir «Prosit» o «Proficiat» y bendecir a los
ayudantes antes de darles las gracias.
99. Vid. Apéndice 7, Velas y lámparas, nn. 858-63.

116
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

y dársela al ayudante antes de saludar a los asistentes a la puerta de la


iglesia. Luego, regresa a la sacristía o habitación donde se revistió, y se
quita los ornamentos de la celebración litúrgica. En la iglesia o en otro
lugar hace su acción de gracias. Otros deberían encargarse de todos los
detalles materiales de la iglesia y sacristía, de este modo el sacerdote
estará libre para realizar su función pastoral con el pueblo o para su
oración personal después de celebrar el sacrificio del Señor.

Rito de la bendición y aspersión del agua bendita


361. Los domingos es recomendable que el rito de la bendición y aspersión
del agua bendita (Asperges) ocupe el lugar del rito penitencial de la
Misa 100. Se use en la iglesia o en las propias casas, toda el agua bendita
debería bendecirse de forma pública, para que los fieles puedan perci-
bir el significado bautismal de este popular sacramental.
362. El acetre y el hisopo(aspergillum) pueden prepararse en la credencia. Se
prepara también un recipiente con sal si se va a usar 101. Otra posibilidad
es que un ayudante lleve el acetre y sal al presbiterio en la procesión de
entrada. Sin embargo, cuando hay que bendecir un gran cantidad de
agua, se llena un recipiente y se coloca en una pequeña mesa cerca de
la sede, con un acetre vacío y un hisopo, junto a una jarra para que
pueda transferirse un poco de agua al acetre antes de que comience el
rito de la aspersión.
363. La Misa comienza, como de costumbre, desde la sede. El que lleva el
libro y el ayudante sostienen el acetre con agua y el hisopo y la sal y per-
manecen de pie a ambos lados del celebrante girados hacia él. Después
de la señal de la cruz y del saludo, introduce la bendición del agua,
usando o adaptando la forma sugerida o utilizando sus propias pala-
bras. Invita al pueblo a rezar. Después de una pausa para la oración en
silencio, con las manos juntas, dice una de las tres oraciones previstas
en el misal para la bendición del agua. No obstante, la tercera opción
se reserva para el Tiempo Pascual. Hace la señal de la cruz sobre el agua
en «+ bendice el agua» (luego bendice la sal, la toma del diácono, maes-
tro de ceremonias, acólito o ayudante y la echa en el agua). Si se ha ben-
decido una gran cantidad de agua, el diácono, maestro de ceremonias,
acólito (o a falta de estos, el mismo celebrante), toma la jarra y la llena
de agua bendita, que echa en el acetre para la aspersión.

100. Cf. IGMR, n. 29, descrito en CO, n. 133. El celebrante no lleva la capa para este
rito.
101. Es bueno utilizar sal, además del respeto por la continuidad en nuestra tradi-
ción. También conserva el agua pura y libre de algas.

117
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

364. Recibe el hisopo del diácono, maestro de ceremonias, acólito, o ayu-


dante y se asperge a sí mismo, normalmente tocando su frente con el
hisopo y trazando con él la señal de la cruz, o humedeciendo el dedo
pulgar con el hisopo y luego haciendo la señal de la cruz en la frente
con el pulgar. Luego, asperge a todos los concelebrantes, los ayudantes
y a los clérigos que están en el coro. Al asperger un gran grupo, para
simplificar, se acostumbra asperger tres veces: una al medio, otra a la
izquierda y otra a la derecha. Tan pronto como el celebrante comienza
a aspergerse, se canta un himno, tradicionalmente el Asperge me 102 o en
Pascua Vidi aquam o cualquier otro himno apropiado o salmo que resal-
te el significado del agua, del lavado, de la vida bautismal, etc.

365. Atraviesa la iglesia aspergiendo sin prisa a la asamblea, acompañado


por el diácono(s), el maestro de ceremonias, el acólito, o el ayudante.
Lleva el agua bendita en su mano izquierda y asperge con la derecha, o
preferiblemente el diácono, el maestro de ceremonias, el acólito o el
ayudante caminan a su derecha llevando el acetre, mientras que el cele-
brante asperge con la derecha y lleva la izquierda en el pecho como es
habitual. Es preferible asperger al pueblo alternando a cada lado del
pasillo mientras están de cara y no de espaldas. Como es costumbre,
todos hacen la señal de la cruz cuando son aspergidos. Una vez que el
celebrante termina de asperger al pueblo coloca el hisopo en el acetre,
(se lo da al ayudante), y se dirige el presbiterio.

366. El celebrante se inclina ante el altar, o hace una genuflexión si el sagra-


rio está detrás o en el altar, y se dirige directamente a la sede. El porta-
dor del libro va delante de él y, de cara al pueblo, con las manos juntas,
dice o canta «Dios todopoderoso...» a no ser que la oración colecta de
la Misa siga inmediatamente (como en Adviento y Cuaresma). La Misa,
entonces, continúa con el Gloria. Un ayudante lleva el acetre o el hiso-
po a la credencia. Los ayudantes deben llevarse también el recipiente
grande con agua bendita y la mesa pequeña, si impiden el acceso a la
sede durante la liturgia. Pueden llevar el agua bendita a un sitio donde
el pueblo pueda tomar un poco para sus casas.

Colectas y estipendios

367. a) Incorporar la colecta dentro del rito de la Misa es un problema par-


ticular, debe ser resuelto respetando la integridad de la liturgia y las
necesidades prácticas de la comunidad. En la Misa dominical, el

102. Nótese que en el nuevo texto latino del Misal de Pablo VI se utiliza «Asperge
me», en vez de «Asperges me».

118
LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

momento usual de la colecta es después de la oración de los fieles,


mientras los ayudantes preparan el altar. En algunas iglesias, la colecta
se incorpora a la procesión de las ofrendas y quienes la han realizado se
la llevan al celebrante, preferiblemente antes de que reciba el pan y el
vino. No debe ponerse en el altar sino en un «lugar conveniente» 103,
tampoco el celebrante debe hacer ningún gesto de ofrenda con ella.

368. A causa del vínculo que existe entre la palabra proclamada y la predi-
cación, es preferible no tener la colecta entre el Evangelio y la homilía,
si es posible. Se pueden realizar las colectas:
—después de la homilía, y
—después de la oración de los fieles.
Una «colecta especial» se puede realizar a la puerta de la iglesia
mientras los fieles se marchan. Sin embargo, una colecta nunca debe
realizarse después de la Comunión, o durante una lectura u oración.

369. b) Cualquier sacerdote que celebra o concelebra Misa puede recibir


una ofrenda o «estipendio de la Misa» para aplicar esa Misa por una
intención específica. Esta costumbre aprobada por la Iglesia está regu-
lada en el Código de Derecho Canónico y por las leyes provinciales y
diocesanas 104. De cualquier forma en que se regulen estos estipendios,
deben respetarse como expresión de la fe del pueblo en el Sacrificio del
Señor de propiciación e intercesión.

370. c) Missa pro populo: El canon 534 exige al párroco aplicar la Misa por su
pueblo los domingos y días de precepto, pero puede recibir un esti-
pendio por una segunda Misa.

«No es el hombre el que convierte las cosas ofrecidas en el Cuerpo


y la Sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que por nosotros fue cruci-
ficado. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia aquellas palabras,
pero su virtud y la gracia son de Dios. Éste es mi Cuerpo, dice. Y esta
palabra transforma las cosas ofrecidas».
San Juan Crisóstomo
De prodit. Iudae, homil. L, 6, P6, 19, 380
Citado en Pablo VI, Carta Enc. Mysterium Fidei, n. 53

103. Cf. IGMR, n. 101. En la mayoría de las parroquias se lleva a la sacaristía para
contarlo y colocarlo a buen recaudo.
104. Vid. CIC, cánones 945-58 y apéndice 8, Estipendios de la Misa, n. 864. tratan de
la cuestión «intenciones colectivas».

119
6. Misa solemne

371. Basándonos en la normativa establecida en el capítulo anterior, lo que


se describe en éste es el modelo para la completa celebración de una
liturgia dominical cantada, de solemnidades y otras ocasiones impor-
tantes. El celebrante está asistido por uno o dos diáconos. Si le asiste
un diácono, éste proclama el Evangelio y sirve en el altar durante la
liturgia eucarística 1. Si le asisten dos diáconos, un modo razonable de
repartir sus funciones podría ser que uno de ellos actuara como «diá-
cono de la Palabra» y el otro de «diácono de la Eucaristía». El prime-
ro proclama el Evangelio y dirige las intenciones de la oración de los
fieles, el segundo sirve en el altar y permanece a la derecha del cele-
brante durante la liturgia eucarística. Ambos le asisten en la distribu-
ción de la Comunión.

372. El celebrante y el diácono pueden estar asistidos por un acólito insti-


tuido. Éste se encarga de llevar la cruz y quizá también los libros, y asis-
te al diácono en la preparación de las ofrendas y en las purificaciones.
Un maestro de ceremonias dirige el ceremonial. Se requieren los
siguientes ayudantes: un cruciferario, dos ceroferarios (también llama-
dos los «acólitos» o primer y segundo ayudantes), un turiferario (y
quizá un portador de la naveta), un ayudante para los libros y dos, cua-
tro o seis que lleven los hachones. Si no es posible disponer de todos
estos ayudantes, el cruciferario o uno de los ceroferarios puede encar-
garse también de los libros, e incluso los ceroferarios podrían llevar los
hachones durante la Plegaria eucarística.

1. Las tareas del diácono descritas en este capítulo se derivan de IGMR, nn. 127-
147.

121
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Preparativos

373. El maestro de ceremonias y el sacristán supervisan los preparativos en


la sacristía. Todo debe estar dispuesto para la Misa, según se ha esta-
blecido en el capítulo anterior con las variaciones siguientes:

374. Altar: se encienden cuatro o seis velas sobre el altar o cerca de él.

375. Sacristía: se requieren los siguientes objetos: el evangeliario, un juego de


ornamentos para la Misa que incluya la dalmática(s) para el diácono(s);
incensario y naveta; ciriales y cruz procesional; dos, cuatro o seis hacho-
nes; y, si va a tener lugar la bendición y aspersión de agua bendita, un
acetre con hisopo (y sal) que, preferiblemente, estará sobre la creden-
cia o cerca de la sede.

Procesión de entrada

376. Cuando ya todos están revestidos y correctamente agrupados para la


procesión bajo la dirección del maestro de ceremonias, el turiferario se
acerca al celebrante y abre el incensario. El diácono toma la naveta para
que el celebrante eche incienso en el cuenco, y lo bendice en silencio
con la señal de la cruz antes de que se cierre la tapa y se aseguren las
cadenillas. El turiferario se dirige a su puesto, al frente de la procesión.
Todos hacen una reverencia ante el crucifijo o la imagen de la sacristía
y, a una señal del maestro de ceremonias, da comienzo la procesión,
normalmente al tiempo que se entona la antífona o himno de entrada 2.
La procesión va encabezada por el turiferario (y el portador de la nave-
ta), detrás van el cruciferario y los ceroferarios seguidos de los porta-
dores de los hachones, el ayudante de los libros, el lector(es) y los clé-
rigos con el hábito coral. Detrás viene el diácono que lleva el evange-
liario cerrado y elevado a una altura significativa —ni muy alto, ni apo-
yado sobre el pecho—. (Los concelebrantes siguen al diácono; vid.
Capítulo 7). El último es el celebrante. Si hay un segundo diácono, irá
a la derecha del celebrante 3. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 2).

377. Al llegar delante del altar, los que no llevan nada en las manos hacen
una inclinación profunda (o genuflexión si el sagrario se encuentra en
el presbiterio). Si no hay muchos ayudantes, todos pueden hacer la
reverencia al unísono, pero parece preferible hacerla de dos en dos.

2. En algunas iglesias, durante la procesión, se toca el órgano y, sólo cuando los clé-
rigos y ayudantes entran en el presbiterio, se entona la antífona de entrada o himno.
3. Derivado del IGMR, n. 236 a; CO, n. 93.

122
MISA SOLEMNE

Encabezados por el turiferario, los ceroferarios van a sus puestos a cada


lado de la credencia, donde dejan los ciriales, a no ser que sea costum-
bre dejarlos sobre el altar o cerca del mismo. Si es necesario, (el porta-
dor de la naveta o) uno de los ceroferarios puede poner más incienso
en el incensario. El cruciferario coloca la cruz en su base, cerca del altar
si va a ser la cruz del altar, o en otro sitio. El portador de los libros se
sitúa cerca de la sede. El diácono va directo al altar y coloca el evange-
liario en el centro. Se desplaza a su derecha y espera al celebrante (y al
segundo diácono), y juntos besan el altar. Desde el lado de la creden-
cia, el turiferario se aproxima al altar y entrega el incensario al diácono
que, a su vez, lo da al celebrante. El celebrante y el diácono(s) se ponen
de cara al altar.

Incensación del altar

378. El altar se inciensa del siguiente modo. Si el altar es exento, el cele-


brante y el diácono(s) se inclinan ante el altar y proceden a incensarlo,
rodeándolo por su derecha 4. Si la cruz está sobre el altar o cerca de él,
primero se inclinan ante ella y la inciensan con tres movimientos
dobles. Se inclinan de nuevo y siguen a su derecha rodeando el altar. Si
la cruz está detrás del altar o suspendida sobre el mismo, de modo que
la imagen da la cara al pueblo, se inciensa cuando llegan al centro del
frontal del altar. Sin embargo, si la cruz procesional se emplea como
cruz del altar y está situada lejos del mismo, se inciensa cuando hayan
llegado a un lugar próximo a ella. Si sólo hay un diácono (andando a
la derecha del celebrante), el maestro de ceremonias puede ir a la
izquierda del celebrante durante la incensación 5.

379. Si el altar está adosado a la pared, el celebrante y el diácono(s) se incli-


nan e inciensan en primer lugar la cruz, con tres incensaciones dobles.
Se inclinan de nuevo y van hasta el lado derecho del altar. Vuelven al
centro y continúan hacia el lado izquierdo del altar y, finalmente, regre-
san al centro del altar 6.

380. La incensación del altar debe hacerse con un ritmo solemne. No es


necesario que el incensario golpee las cadenillas. Cada incensación
debería ser suave, realizada sin prisas, dejando libre unos 40 centíme-
tros de longitud a las cadenillas.

4. Cf. IGMR, n. 236 a; CO, n. 93.


5. No es necesario sostener los laterales de la casulla a menos que el celebrante
lleve una vestidura clásica de forma cónica que le impida el movimiento de los brazos,
motivo que dio origen a esa costumbre.
6. Cf. IGMR, n. 236; CO, n. 93.

123
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

381. Una vez que el celebrante ha vuelto al centro del altar, entrega el incen-
sario al diácono (que se lo da al turiferario); luego, se dirige hacia la
sede con el diácono(s). El himno de entrada debería acompañar estas
acciones, pero si ha finalizado, el organista o los músicos podrían tocar
una música apropiada hasta que se complete la incensación y el cele-
brante y el diácono(s) estén junto a la sede.

Ritos introductorios

382. El celebrante comienza la Misa como siempre. El diácono permanece a


su derecha (el segundo diácono a su izquierda). El ayudante de los
libros está de pie delante del celebrante a su izquierda 7. El celebrante
puede cantar «+ En el nombre del Padre...» y el saludo. Siguen la ben-
dición y aspersión de agua bendita o el rito penitencial. El diácono, un
cantor o el coro puede cantar las invocaciones del tercer rito peniten-
cial. Después del canto del Kyrie y el Gloria, el celebrante canta la ora-
ción colecta.

Liturgia de la palabra

383. El rito continúa tal y como se describió en el capítulo anterior. El salmo


responsorial es cantado. Si los lectores salen de entre los fieles, un ayu-
dante o el maestro de ceremonias puede acompañarlos al ambón,
observando las reverencias establecidas en el capítulo anterior (nn.
258-260).

Preparación para el Evangelio

384. Hay tres etapas en la preparación para la lectura del Evangelio:


—bendición del incienso,
—bendición del diácono y
—procesión al ambón.

385. El celebrante permanece sentado mientras todos se levantan para can-


tar el Alleluia. El turiferario y el portador de la naveta se aproximan a la
sede y hacen una ligera inclinación ante el celebrante. El turiferario
abre el incensario y lo sostiene a una altura adecuada, asegurándose de
que ninguna de las cadenillas impide depositar el incienso sobre el car-
boncillo. El diácono presenta la naveta abierta y la cucharilla a la altu-

7. El diácono no debería ejercer esta función.

124
MISA SOLEMNE

ra de las manos del celebrante, de modo que pueda coger el incienso


con facilidad. El celebrante hace en silencio la señal de la cruz sobre el
incensario que entonces se cierra. El turiferario se inclina ante el cele-
brante y se retira a esperar en un lugar central, delante o detrás del
altar, donde aguardan los ceroferarios después de haber traído los ciria-
les desde la credencia o de otro lugar, tan pronto como dio comienzo
el Alleluia. Desde este sitio, el turiferario encabezará la procesión del
Evangelio hasta el ambón.

386. El diácono se sitúa delante del celebrante para recibir su bendición,


diciendo discretamente «Su bendición...». Mientras es bendecido hace
una inclinación profunda. Al final de la bendición, el celebrante hace
la señal de la cruz sobre el diácono, que se santigua y hace una reve-
rencia al celebrante.

387. El celebrante se levanta. El diácono se acerca al altar. Se inclina ante él


y coge con reverencia el evangeliario que lleva solemnemente en pro-
cesión hasta el ambón, precedido por el turiferario y los ceroferarios. El
maestro de ceremonias puede acompañar al turiferario en la procesión
o permanecer junto a la sede.

Evangelio

388. Los ceroferarios permanecen en pie a cada lado del ambón y afronta-
dos 8. El turiferario se sitúa a la derecha del diácono. El maestro de cere-
monias puede ponerse a su izquierda. El diácono deja el evangeliario
sobre el ambón y lo abre por el lugar señalado. Entonces, con las manos
juntas, saluda al pueblo cantando «El Señor esté con vosotros» 9. En
«Lectura del...», hace el signo de la cruz claramente y sin prisa, prime-
ro sobre el texto, después en su frente, boca y pecho. Junta las manos y
coge el incensario que está en manos del turiferario o del maestro de
ceremonias. Hace una inclinación ante el evangeliario y lo inciensa con
tres incensaciones dobles: en el medio, a su izquierda y a su derecha. Se
inclina de nuevo y entrega el incensario al turiferario o al maestro de
ceremonias. Después canta o lee el Evangelio con las manos juntas.
Durante la lectura, el celebrante y todos los que están en el presbiterio
se vuelven hacia el ambón. El turiferario balancea el incensario con la
mano derecha moderadamente pero en toda su longitud. (Vid.
Apéndice 11, Diagrama 3).

8. No deberían volverse hacia el pueblo ni darle la espalda. Esta última práctica,


que deriva del antiguo ceremonial, aún se puede ver en Roma, pero no parece apro-
piada ahora que el Evangelio se proclama al pueblo en el ambón.
9. Cf. CO, n. 141. Esto es, no abre y cierra las manos.

125
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

389. Después de cantar «Palabra del Señor», alza el libro abierto y besa el
texto diciendo en voz baja «Por las palabras del Evangelio...» 10. Es cos-
tumbre que en algunos lugares el diácono sostenga el libro en alto
mientras dice «...Palabra del Señor» y en la aclamación. Después del
Evangelio, los ceroferarios vuelven por el camino más corto al lugar
que ocupaban cerca de la credencia y dejan los cirios en su sitio (sin
apagarlos). El turiferario regresa a la sacristía o al lugar acostumbra-
do 11.

Homilía

390. A menos que se requiera el evangeliario para la homilía, uno de los ayu-
dantes lo lleva con reverencia a la credencia. Si el celebrante predica en
el ambón, el diácono regresa a su sitio a la derecha de la sede. Si el diá-
cono predica, permanece en el ambón. Si predica un concelebrante o
un sacerdote o un diácono con hábito coral, no recibe la bendición del
celebrante.

Profesión de fe

391. El Credo debería ser cantado. En la sede, el celebrante incoa las pala-
bras iniciales 12. Todos hacen una inclinación profunda en el «por obra
del Espíritu Santo... se hizo hombre».

Oración de los fieles

392. El ayudante de los libros atiende al celebrante como siempre. En Misas


solemnes parece preferible que sea el diácono (o el primer diácono
—diácono de la Palabra—) el que lea o cante las intenciones desde el
ambón o desde el lugar que ocupa junto a la sede. Pero no abandona
el ambón hasta que el celebrante acaba de recitar o cantar la oración
final. Si salen lectores de entre los fieles para leer las intenciones, pue-
den acompañarles hasta el ambón un ayudante o el maestro de cere-
monias. Los lectores harán las reverencias establecidas en el capítulo
anterior.

10. Si el celebrante es un obispo, puede besar el libro.


11. La música también puede acompañar estos movimientos posteriores a la pro-
clamación del Evangelio. En algunos lugares se repite el Alleluia.
12. Un cantor o un concelebrante puede incoar el Credo. Hay mucha necesidad de
buenas melodías del Credo en lengua vernácula que el pueblo pueda cantar fácilmen-
te.

126
MISA SOLEMNE

Liturgia eucarística

Preparación del altar y de las ofrendas

Preparación del altar

393. El celebrante se sienta. Los ceroferarios (y otros ayudantes, si es nece-


sario) traen el corporal y el purificador(es), el cáliz o cálices y el misal
y permanecen junto al altar tal y como se describió en el capítulo pre-
cedente. El diácono (o el segundo diácono —el de la Eucaristía—) se
dirige al altar, extiende el corporal y supervisa la disposición de los
vasos sagrados. Después se dirige a la sede o se une al celebrante en el
lugar donde recibirán las ofrendas. Un acólito puede extender el cor-
poral, etc. y el diácono(s) puede permanecer con el celebrante junto a
la sede. El maestro de ceremonias indica al celebrante y al diácono(s)
cuándo deben ir al centro del presbiterio para recibir las ofrendas.

Procesión de las ofrendas

394. El celebrante recibe las ofrendas de los fieles del modo que se describió
en el capítulo anterior. Está asistido por el diácono que se sitúa a su
derecha. El diácono(s) y los ayudantes llevan las patenas y demás obje-
tos al altar donde los colocan ordenadamente. El celebrante se dirige al
altar. Un himno o música acompañará la procesión de ofrendas y puede
continuar durante la preparación de las ofrendas.

Preparación de las ofrendas

395. El diácono entrega la patena al celebrante. Mientras el celebrante hace


la ofrenda del pan, el diácono vierte el vino en el cáliz o cálices en el
lado derecho del altar o en la credencia. Un ceroferario ofrece la vina-
jera de agua al diácono que vierte una pequeña cantidad en el cáliz
(principal), diciendo en secreto «Que por el misterio...» 13. Si hay varios
cálices, el diácono asiste al celebrante para disponerlos ordenadamente
sobre el corporal o en otro sitio. Luego entrega el cáliz al celebrante,
que ofrece el vino como es costumbre. El diácono permanece a su dere-
cha, pero separado del altar. (El que haya actuado como diácono de la
Palabra, permanece al otro lado del celebrante, pero lejos del altar).

13. El diácono puede traer los cálices ya preparados desde la credencia. Pero si no
ha habido procesión de ofrendas, puede preparar los cálices en el altar, después de que
los ayudantes traigan los vasos sagrados; mientras, el celebrante permanece en la sede.

127
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

396. Mientras el celebrante ofrece el vino, el turiferario se acerca. El cele-


brante, después de haber hecho una inclinación profunda y haber
dicho «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito...», gira a su derecha y
el turiferario le presenta el incensario abierto. El diácono que se sitúa
ligeramente detrás del celebrante, a su derecha y de cara al altar, le ofre-
ce la naveta abierta y la cucharilla al celebrante que echa incienso sobre
el carbón en el incensario. Hace en silencio la señal de la cruz sobre
éste que, entonces, se cierra. El turiferario entrega el incensario al diá-
cono, se inclina ante el celebrante y se retira a un lado del altar, donde
no estorbe la incensación.

397. El celebrante coge el incensario del diácono. De cara al altar, se inclina


junto con el diácono(s) y entonces inciensa las ofrendas con tres incen-
saciones dobles: al centro, a la izquierda y a la derecha 14. El celebrante
y el diácono(s) se inclinan de nuevo, giran a su derecha e inciensan el
altar del mismo modo que al comienzo de la Misa. Cuando vuelven al
centro, el diácono recibe el incensario del celebrante y se dirige al lado
derecho del altar. Cara a cara, el celebrante y el diácono(s) se inclinan,
y el diácono inciensa al celebrante (y al otro diácono) con tres incen-
saciones dobles. Se inclinan de nuevo. Luego el diácono se dirige a
incensar a los concelebrantes —con tres incensaciones dobles para
todo el grupo, desde una posición fija frente a ellos—. También incien-
sa al clero del coro del mismo modo. En la parte delantera del presbi-
terio, hace inclinación ante el pueblo y lo inciensa con tres incensacio-
nes dobles. El pueblo se levanta y hace inclinación antes y después de
haber sido incensado. Luego permanece de pie. Habiendo hecho reve-
rencia al pueblo, el diácono entrega el incensario al turiferario y regre-
sa al altar.

398. Durante estas incensaciones, los ceroferarios se acercan al altar; uno


con el aguamanil y la jofaina, el otro con la toalla. El celebrante se lava
las manos. Durante las incensaciones y el lavado de manos, si ha termi-
nado el himno sobre las ofrendas, el coro puede cantar un motete o se
puede tocar una música apropiada.

399. Después de la incensación del pueblo, el turiferario espera en el centro


de cara al altar. Los portadores de los hachones vienen desde el lugar
que ocupan en el presbiterio o cerca del mismo y se alinean con el turi-
ferario. Juntos hacen la reverencia acostumbrada. Encabezados por el
turiferario, se dirigen a la sacristía o a otro lugar cerca del presbiterio y
encienden sus hachones. Esperan ahí hasta justo antes del Sanctus.

14. La antigua y compleja incensación de las ofrendas ya no se observa.

128
MISA SOLEMNE

400. El diácono ocupa su sitio, junto al altar, en el que se mantendrá hasta la


Comunión. Permanece a la derecha del celebrante, pero unos pasos más
atrás, significando que no es un concelebrante, y también dejando espa-
cio para los concelebrantes —que se pueden acercar al altar después de
la oración sobre las ofrendas, si ese es su sitio— 15. Si hay un diácono de
la Palabra, éste se sitúa en su posición correspondiente a la izquierda del
celebrante. Desde esta posición, puede adelantarse cuando sea requeri-
do para ayudar con el misal, a menos que lo hagan el maestro de cere-
monias o el acólito. Si la Misa se celebra de espaldas al pueblo, el sitio
apropiado para el diácono(s) sería en la grada inferior a la tarima.
Después de la incensación del pueblo, y sólo cuando el canto o la músi-
ca hayan acabado, el celebrante dice «Orad... para que este sacrificio
mío y vuestro...». Luego, canta la oración sobre las ofrendas.

Plegaria eucarística

401. El maestro de ceremonias (acólito o segundo diácono) pasa al prefacio,


que el celebrante canta. La Misa continúa según se describió en el capí-
tulo precedente. En el canto del Sanctus, el turiferario conduce a los
portadores de los hachones al presbiterio, andando de dos en dos y lle-
vando los hachones 16 en la mano exterior, y con la otra mano reposan-
do sobre el pecho como de costumbre. Forman delante del altar, bien
de un lado a otro del presbiterio, bien en dos líneas de cara al altar o
adaptándose a la forma del presbiterio. El turiferario se sitúa en el cen-
tro. Parece que lo mejor es que se arrodillen cuando el pueblo se arro-
dilla, esto es, después del Sanctus o en la epíclesis 17.

402. El celebrante continúa con la Plegaria eucarística escogida. Sería con-


veniente que, en las grandes ocasiones, el celebrante cantase la plega-
ria si está capacitado para ello. Los concelebrantes se unen en la plega-
ria tal y como se establece en el siguiente capítulo. El diácono(s), un
acólito y el maestro de ceremonias se arrodillan en la epíclesis para la
Consagración, cuando uno de los ceroferarios o un ayudante toca la
campanilla. El diácono permanece de rodillas desde la epíclesis hasta
después de la elevación del cáliz 18. Antes de arrodillarse, el diácono se

15. Los concelebrantes nunca deben amontonarse alrededor del altar.


16. Estos pueden entrar justo antes del prefacio, de modo que asistan a la Plegaria
eucarística completa, que es la práctica corriente en la liturgia papal. En este caso,
deben preparar los hachones con anterioridad.
17. Los ayudantes se arrodillan en la Consagración incluso cuando los fieles no
puedan hacerlo, por ejemplo: en una Misa al aire libre o en un auditorio.
18. Cf. CO, n. 155. En cualquier Misa, el diácono siempre se arrodilla para la
Consagración. Él no es un concelebrante.

129
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

encarga de quitar la palia, si se usa, y de destapar los copones 19. (Vid.


Apéndice 11, Diagrama 4).

403. Para la incensación de la Hostia y del cáliz hay tres posibilidades:


—El diácono se retira del altar y se une al turiferario después del
Sanctus. Pone incienso en el incensario y se arrodilla en la epíclesis.
Inciensa la Hostia y el cáliz en cada elevación, según la práctica moder-
na, arrodillado en el centro del presbiterio. Luego vuelve al altar des-
pués de la aclamación de modo que pueda ayudar en la doxología.
—Esa función puede hacerla el diácono de la Palabra mientras el
diácono de la Eucaristía permanece en el altar a la derecha del cele-
brante.
—El diácono sigue junto al altar y es el turiferario el que inciensa el
Santísimo Sacramento en cada elevación. El maestro de ceremonias o
el ayudante de la naveta ayuda a preparar el incienso 20. En cada eleva-
ción, uno de los ceroferarios arrodillado junto a la credencia, u otro
ayudante, puede tocar la campanilla 21.

404. Después de la elevación del cáliz, el diácono se levanta, independien-


temente de que esté con el turiferario o ayudando en el altar. Si él ha
incensado la Eucaristía, entrega el incensario al turiferario, hace una
genuflexión y vuelve a su lugar junto al celebrante. Si ayuda en el altar,
cubre el cáliz con la palia, si ésta se usa. El celebrante entona la invi-
tación a la aclamación que es cantada por todos. El celebrante conti-
núa la Plegaria eucarística. Los concelebrantes se unen en la plegaria
del modo como se describe en el próximo capítulo. El celebrante
canta la doxología final, elevando la patena con las dos manos. Justo
antes de que el celebrante eleve la patena, el diácono coge el cáliz y,
volviéndose ligeramente hacia el celebrante, lo eleva con ambas
manos al mismo nivel que la patena. La asamblea canta el gran
«Amén», y entonces el celebrante y el diácono dejan la patena y el
cáliz sobre el corporal. El diácono (cubre el cáliz con la palia y) vuel-
ve a su sitio. El turiferario conduce a los portadores de los hachones
fuera del presbiterio. Se apagan estos, se retira el incensario y vuelven
entonces al presbiterio, hacen una genuflexión antes de colocarse en
sus sitios.

19. Cf. CO, n. 155. No obstante, parece preferible que los copones permanezcan
destapados, excepto en Misas al aire libre.
20. Pero a la luz de CO, n. 155, se prefieren las dos primeras opciones. En el Rito
Romano, el diácono inciensa a la asamblea después de la incensación de las ofrendas y
del altar. Esto debería hacerse extensible a la incensación de la Eucaristía.
21. Cf. IGMR, n. 109; puede ser costumbre tocar las campanas de la iglesia en cada
incensación.

130
MISA SOLEMNE

Rito de la Comunión

405. Todos cantan el Padrenuestro. El celebrante canta «Líbranos...» y todos


responden cantando «Tuyo es el Reino...». Luego dice o canta «Señor
Jesucristo...» seguido del canto de «La paz del Señor...». El diácono (o
diácono de la Palabra) se adelanta o se vuelve al pueblo y, con las manos
juntas, invita al pueblo a darse la paz, de acuerdo con las costumbres
locales. Luego se dirige al celebrante para recibir la señal de la paz. Por
decoro y reverencia, y por respeto a la continuidad de nuestra tradi-
ción, parece preferible que todos los que están en el presbiterio obser-
ven la costumbre Romana descrita en el capítulo anterior. El diácono
da la paz al otro diácono, al acólito, al maestro de ceremonias, o a los
ayudantes más próximos.

406. Mientras se canta el Agnus Dei, los concelebrantes pueden ayudar al


celebrante a fraccionar la Hostia, sobre una patena. Los concelebrantes
pueden pasarse la patena uno a otro para que cada uno coja una frac-
ción de la Hostia 22. El diácono permanece en el altar y no toma una
porción de la Hostia, porque no es concelebrante.

Comunión

407. El celebrante y el diácono(s) hacen una genuflexión. El celebrante


muestra la Hostia a la asamblea y dice «Éste es el Cordero de Dios...».
Inmediatamente después de haber bebido del cáliz y antes de que cual-
quier concelebrante beba del mismo, se vuelve y da la Comunión bajo
las dos especies al diácono(s). Un diácono siempre recibe la Eucaristía
del celebrante: no toma la Hostia de la patena ni coge el cáliz del altar,
como si fuera un concelebrante 23.

408. El diácono ayuda al celebrante en la distribución de la Eucaristía a los


fieles, ofreciendo la Hostia o el cáliz de acuerdo con las costumbres
locales, como se describió en el capítulo anterior. Si se emplea la intin-
ción, el diácono se sitúa a la derecha del celebrante o del concelebran-
te, sosteniendo el cáliz y el purificador, o el mismo diácono ofrece la
Hostia, ayudado por un acólito o un ministro extraordinario, que sos-
tiene el cáliz y el purificador. La antífona cantada, un himno, un mote-
te o una música apropiada acompañan la Comunión.

22. Este proceso se describe ampliamente en el próximo capítulo sobre la concele-


bración.
23. Esta distinción es muy importante como se ha advertido en otros puntos. Había
surgido una confusión acerca del papel preciso del diácono que ayuda al sacerdote,
pero se ha resuelto con los detalles establecidos en el CO.

131
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Purificaciones

409. El diácono(s) y el acólito realizan las purificaciones, según se describió


en el capítulo anterior, preferiblemente en la credencia. Un diácono
puede encargarse del sagrario, si es necesario. El celebrante se dirige a
la sede y se sienta. Un ayudante puede traer el aguamanil, la jofaina y
una toalla —o un pequeño vaso con agua y un purificador— para lavar
sus manos. Los ceroferarios recogen el corporal, los vasos sagrados y el
misal y los llevan del altar a la credencia.

Después de la Comunión

410. Hechas las purificaciones, el diácono vuelve a su sitio cerca de la sede y


se sienta para el tiempo de oración en silencio o mientras se canta el
himno para después de la Comunión. Luego, el celebrante y el diáco-
no se levantan, y el celebrante canta la oración después de la
Comunión, ayudado por el encargado de los libros. El celebrante o el
diácono (o el diácono de la Palabra) pueden dar algún aviso.

Rito de conclusión

411. El celebrante canta «El Señor esté con vosotros» y da la bendición


según se describió en el capítulo anterior. Aunque se use una bendición
u oración solemne sobre el pueblo, el celebrante canta «El Señor esté
con vosotros»; después, cara al pueblo, el diácono (o el diácono de la
Palabra) los invita a recibir la bendición, diciendo «Inclinaos para reci-
bir...» o alguna fórmula breve similar.

412. Después de la bendición, el diácono (o el diácono de la Palabra) des-


pide a la asamblea. De cara al pueblo, canta la despedida con las manos
juntas, empleando alguna de las opciones previstas. Después de que la
asamblea ha respondido, el celebrante y el diácono(s) van al altar, lo
besan y se dirigen al pasillo frente al altar donde se disponen para la
procesión final. El maestro de ceremonias o un ayudante puede traer el
evangeliario al diácono (o diácono de la Palabra) para que pueda lle-
varlo en la procesión. A una señal del maestro de ceremonias, los que
no llevan nada hacen una inclinación profunda al altar o una genufle-
xión si el sagrario se encuentra en el presbiterio. La procesión se retira
por el mismo orden con el que entró, excepto que el turiferario (y el
portador de la naveta) sin el incensario (y la naveta) sigue al portador

132
MISA SOLEMNE

de la cruz y a los ceroferarios 24. Durante la procesión, se puede cantar


algún himno final o tocar alguna música apropiada de acuerdo con la
ocasión o las costumbres locales.

413. En la sacristía se observan las ceremonias acostumbradas. El diácono


ayuda al celebrante a quitarse los ornamentos, y el maestro de ceremo-
nias supervisa las tareas del sacristán y los ayudantes, llevadas a cabo
en silencio y eficientemente, como se estableció en el capítulo prece-
dente 25.

«Los misterios de la Iglesia son verdaderamente imponentes; como


verdaderamente imponente es su altar. Una fuente brotaba desde el
paraíso, arrojando chorros tangibles; una fuente se alza desde esta
mesa, lanzando corrientes espirituales. Junto a esta fuente han creci-
do, no sauces infructuosos, sino árboles que se elevan hasta el mismo
cielo, con frutos incorruptibles en toda estación del año... Esta fuente
es una fuente de luz que arroja con abundancia rayos de verdad. Junto
a ella se han establecido los Poderes de lo alto, contemplando la belle-
za de sus corrientes, porque ellos perciben más claramente que noso-
tros la fuerza que descansa ante nosotros y sus destelleantes rayos ina-
barcables».
S. Juan Crisóstomo
Homilía 46 sobre Juan 6, 41-53

24. Autores probados discrepan sobre si un turiferario que no lleva incensario


debería encabezar la procesión. En cuanto a este pequeño punto, parece lógico que,
habiendo cesado su función, el turiferario debería unirse a los demás ayudantes que
van detrás de la cruz.
25. El incensario debe apagarse con cuidado sin dejar que se extinga solo.

133
7. Concelebración

414. La ceremonia de una Misa concelebrada expresa «la unidad del sacer-
docio y del sacrificio, y de todo el pueblo de Dios» 1. Aunque la conce-
lebración se establece como una forma normal de celebrar la liturgia,
el obispo diocesano tiene el derecho de ordenar la disciplina de la con-
celebración en todas las iglesias y oratorios 2 de su propia diócesis.

415. Como expresión litúrgica de la Iglesia particular, los sacerdotes se reú-


nen alrededor del altar con su obispo. Por tanto, la Misa Crismal debe-
ría concelebrarse el Jueves Santo o en una fecha próxima. La concele-
bración es apropiada en ocasiones tales como un sínodo, una visita pas-
toral, un retiro o un simposio para el clero. En estas circunstancias,
cada sacerdote puede celebrar o concelebrar otra vez en el mismo día 3.
Sin embargo, todos los sacerdotes deberían tener la posibilidad de cele-
brar individualmente, pero no durante una Misa concelebrada en la
misma iglesia 4.

416. Dependiendo del nivel de solemnidad y de la ocasión, los detalles que


se desarrollan en este capítulo sobre la concelebración deberían inte-
grarse en el ceremonial expuesto en el capítulo 5, sobre una forma sim-
ple de Misa, o en el capítulo 6, sobre una forma solemne de Misa 5.

1. IGMR, n. 153.
2. Cf. Concilio Vaticano II, SC, n. 57; IGRM, n. 155. Esta autoridad también se
extiende a los otros Ordinarios, tales como los superiores mayores que tienen el dere-
cho de juzgar la conveniencia y de dar permiso para la concelebración en sus iglesias u
oratorios.
3. Cf. IGMR, nn. 157, 158.
4. Cf. Concilio Vaticano II, SC. n. 57, 2.
5. Esta descripción de la concelebración se deriva de IGMR, nn. 153-208 y CO, nn.
128-70.

135
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

417. Se han obtenido algunos principios importantes de los años de expe-


riencia desde que se restauró la tradición de concelebrar. Durante una
liturgia concelebrada, el espíritu fraternal del sacerdocio debería llevar
a los concelebrantes a tenerse en cuenta el uno al otro. Deberían
«actuar como un equipo»; y, por tanto, luchar conscientemente por
coordinar todos los gestos y acciones comunes; por ejemplo: deberían
inclinarse o hacer la genuflexión juntos, besar el altar y sentarse al
mismo tiempo, cuando esto es apropiado, y hacer la señal de la cruz y
extender las manos de la misma manera. Asimismo, deberían observar
cuidadosamente el tono bajo de la voz cuando se unen al celebrante
principal durante la Plegaria eucarística. Así, la hermosa ceremonia de
la concelebración puede expresar con claridad el significado eclesial
de esta forma de celebración del sacrificio del Señor 6.
418. El papel del celebrante principal como único presidente de la celebra-
ción debería ser manifiesta a través del uso de una sede presidencial dis-
tintiva, o cátedra para un obispo, y mediante su situación en el presbi-
terio. No obstante, los concelebrantes deben estar ordenados de tal
manera que visiblemente compartan el papel de presidir. Sus sedes tie-
nen que estar en el presbiterio, detrás o a cada lado del altar. En todo
caso, esta ordenación tendría que ser agradable litúrgica y estética-
mente. El ideal Romano, derivado del plano basilical, es la ordenación
semicircular o «de herradura» del presbiterio situando la sede del cele-
brante principal en el ápice. Es preferible que los concelebrantes no se
sienten como en «bloque» justo en frente de cara al pueblo. Si los con-
celebrantes ocupan lugares fuera del área del presbiterio, debe quedar
claro su papel sacerdotal. Por tanto, no deberían estar mezclados con la
asamblea, ni el pueblo debe sentarse delante de ellos. Tampoco deben
estar distribuidos de modo que perturben al pueblo la vista del altar.
419. Utilizar en una Misa concelebrada, si es factible, un único cáliz y una
única patena es signo de la unidad eucarística. Al menos, debería haber
un gran cáliz noble y una patena, diferenciados de los otros vasos sagra-
dos del altar.
420. La armonía de los ornamentos también ayuda a clarificar el significado
de la concelebración. Todos los concelebrantes deberían llevar casullas
y albas a juego, aunque la casulla del celebrante principal puede tener
un diseño distinto, para indicar que preside la liturgia. En los lugares
donde la concelebración es frecuente, debería haber un número apro-
piado de casullas de todos los colores litúrgicos. Algunas diócesis pro-
porcionan, para las concelebraciones mayores, casullas y estolas en

6. La comunidad de la abadía de Solesmes da un admirable ejemplo de concele-


bración como expresión de unidad y armonía.

136
CONCELEBRACIÓN

número suficiente y a juego. Sin embargo, si es necesario, el celebran-


te y los diáconos pueden llevar ornamentos del color del día o del tiem-
po litúrgico, mientras los concelebrantes llevan ornamentos blancos.
Como alternativa, mientras el celebrante principal siempre lleva casu-
lla, los concelebrantes pueden llevar alba y estola 7. El uso de estolas no
debería preferirse, puesto que disminuye el signo visible de los sacer-
dotes que comparten de la misma manera el único sacerdocio ministe-
rial. Si se usan estolas, deben ser de un diseño armónico y significativo,
y preferiblemente llevadas sobre el cíngulo, si lo utilizan. Todas las ves-
tiduras de la concelebración han de ser de buena calidad 8.

Preparativos
421. El maestro de ceremonias y el sacristán supervisan los preparativos en
la sacristía o, en su caso, sala de revestirse. Dependiendo del nivel de
solemnidad y de la ocasión, todo se prepara para la Misa tal y como se
ha establecido en los capítulos precedentes pero con las siguientes
variaciones.
422. Credencia: vino suficiente para los concelebrantes, cáliz(ces) apropia-
do(s); patena(s), preferentemente con una gran forma o formas que
puedan ser partidas en pedazos y compartidas; una provisión adecuada
de purificadores (salvo que cada sacerdote traiga el suyo propio); folle-
tos o tarjetas que contengan el texto de la Plegaria eucarística, prepa-
radas para la concelebración (al menos para los concelebrantes que tie-
nen una parte hablada en la Plegaria). Si hay procesión de las ofrendas,
el pan y el vino se colocan en la mesa de las ofrendas.
423. Sacristía o, en su caso, sala de revestirse: casullas, estolas y albas se dejan
preparadas para los concelebrantes, preferiblemente marcadas de
acuerdo con la talla.
424. En la sacristía, se ha de mantener un ambiente recogido de silencio
antes de la concelebración. Sin embargo, antes de que la procesión deje
la sacristía, deberían clarificarse los siguientes puntos:
—dónde se van a sentar los concelebrantes;
—si tienen que inclinarse o hacer la genuflexión en grupos de dos;
—dónde besan el altar;
—si uno de ellos tiene que leer el Evangelio;
—quién predica la homilía;

7. Cf. IGMR, n. 161. Debería evitarse el «espectáculo» de ornamentos de diferente


estilo, matiz, tono de color, antigüedad y condición.
8. En algunos ornamentos se confunde la noble sencillez con el mal gusto.

137
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—quién es el primer y segundo concelebrante y dónde se sientan, si


tienen que estar de pie en el altar y qué partes de la Plegaria eucarísti-
ca les corresponde a cada uno;
—si el celebrante principal quiere un concelebrante para decir estas
partes de la Plegaria eucarística;
—si desea que los concelebrantes se unan en la doxología;
—de qué manera los concelebrantes van a recibir la Eucaristía;
—quién distribuirá la Eucaristía al pueblo y dónde será distribuida;
—si será bajo ambas especies;
—quién llevará a cabo las purificaciones y el tiempo y lugar para las
mismas. Si estos puntos están claros antes de la Misa, no habrá confu-
siones, causadas muchas veces por la falta de convicción.
425. La procesión se alinea de acuerdo con la solemnidad de la ocasión y el
número de ayudantes que asisten. El diácono o, a falta de diácono,
el concelebrante que leerá el Evangelio lleva el evangeliario. En proce-
sión, los concelebrantes van detrás del ayudante y precediendo al cele-
brante principal. Cuando llegan al presbiterio de dos en dos, se incli-
nan profundamente (o hacen la genuflexión, si el sagrario está en el
presbiterio). Si hay sólo unos pocos concelebrantes, pueden esperar
al celebrante principal e inclinarse o hacer la genuflexión con él. Los
concelebrantes se acercan al altar y lo besan, normalmente por parejas.
Luego cada concelebrante se dirige a su lugar en el presbiterio, donde
permanece de pie, con las manos juntas como de costumbre. Si es nece-
sario, un maestro de ceremonias o un ayudante les muestra a los con-
celebrantes el camino hacia sus lugares. Los concelebrantes que lo
necesitan por edad, enfermedad o por otros motivos deberían estar
sentados en el presbiterio antes de que la Misa comience.
426. Una vez que ha comenzado la celebración eucarística, a los sacerdotes
que lleguen tarde, normalmente, no se les debería permitir concele-
brar. Sin embargo, en una situación donde el sentido común lo acon-
sejara, se podrían unir a los otros concelebrantes de una manera que
no se haga patente su llegada.

Ritos introductorios
427. La Misa se sigue como de costumbre. Uno de los concelebrantes puede
dirigir las invocaciones del rito penitencial si se escoge la opción (c).
Un concelebrante puede entonar el Gloria, si es necesario 9.

9. Estas salvedades han sido hechas, obviamente, teniendo en cuenta la variedad de


voces de los sacerdotes. En una Misa concelebrada, no hay necesidad de confiar com-
pletamente en la capacidad del celebrante principal como cantor.

138
CONCELEBRACIÓN

Liturgia de la palabra

428. Los concelebrantes se sientan para las lecturas y el salmo responsorial.


Si no hay lectores disponibles, los concelebrantes pueden leer la pri-
mera y segunda lecturas.

Evangelio

429. Si no hay un diácono, un concelebrante lee el Evangelio. Las prepara-


ciones ceremoniales se observan tal y como son descritas en los capítu-
los precedentes, de acuerdo con la solemnidad de la ocasión. Un con-
celebrante no pide la bendición del celebrante principal antes de leer
el Evangelio. Debería ir al centro, inclinarse profundamente ante el
altar y decir en secreto «Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopo-
deroso,...». Luego, toma el evangeliario del altar y actúa como un diá-
cono. Sin embargo, si el celebrante principal es un obispo, el concele-
brante que actúa como diácono pide la bendición al obispo antes de
leer el Evangelio, y después de cantar o decir «Palabra del Señor»
puede y debería llevar el libro abierto al obispo para que éste lo bese.

Homilía

430. El celebrante principal predica en el ambón o en la sede. Un concele-


brante, o el diácono, o un sacerdote o diácono con el hábito coral, pre-
dica en el ambón.

431. El Credo se canta o dice cuando la liturgia del día lo prescribe. Igual
que en el Gloria un concelebrante puede entonar el Credo. En la ora-
ción de los fieles se pide tal y como se ha descrito en los capítulos pre-
cedentes. Si no hay un diácono ni un lector o un laico disponible, un
concelebrante lee las intenciones.

Liturgia eucarística

Preparación del altar y de las ofrendas

Preparación del altar

432. Si asiste un diácono, prepara el altar; en caso contrario, el primer con-


celebrante lleva a cabo esta tarea, asistido por los ayudantes, tal y como
se ha descrito en los capítulos precedentes. Cuando es necesario, los

139
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

concelebrantes pueden asistirle e incluso, si no hay ayudantes, llevar a


cabo las funciones de estos. Mientras se prepara el altar, los otros con-
celebrantes permanecen sentados.

Procesión de las ofrendas


433. El primer y segundo concelebrantes pueden acompañar al celebrante
principal cuando recibe las ofrendas del pueblo.

Preparación de las ofrendas


434. Si no hay diácono, el primer concelebrante prepara el cáliz(ces),
diciendo la oración: «El agua unida al vino...», y asiste al celebrante
principal en el altar. Si las ofrendas tienen que ser incensadas, también
le ayuda en la preparación del incienso y camina a la derecha del cele-
brante principal mientras que inciensa el altar. Inciensa al celebrante
principal, a los concelebrantes y al pueblo —aunque en esta situación
parecería apropiado que el turiferario incensara al pueblo— 10. Los con-
celebrantes permanecen de pie después de haber sido incensados.
435. Antes de que los concelebrantes lleguen al altar, los ayudantes deberían
distribuir los textos de la Plegaria eucarística escogida, tarjetas o folle-
tos. Parece preferible no colocar estos textos en el altar, aunque, en la
práctica, es con frecuencia inevitable.
436. Tan pronto como se diga la oración sobre las ofrendas, se adelantan los
concelebrantes que hayan sido designados para permanecer de pie en
o cerca del altar. Si hay muchos concelebrantes, algunos podrían acer-
carse al altar, si bien los otros permanecerán de pie en sus sitios. Los
que están de pie en el altar no deben aglomerarse alrededor de él, sino
ordenarse ellos mismos de una manera apropiada, de modo que no
oscurezcan al celebrante principal ni impidan al pueblo la vista de la
acción sagrada. Especialmente si el altar es pequeño, podrían agrupar-
se a alguna distancia, o alrededor de él, o detrás o en filas a cada lado
del altar 11. Si es posible, los ayudantes no deberían estar de pie o arro-
dillarse entre el altar y los concelebrantes. Sin embargo, el diácono
puede estar de pie entre el altar y los concelebrantes con espacio sufi-
ciente para llevar a cabo sus funciones 12.

10. El papel diaconal de un concelebrante debería tener sus límites. En el Rito


Romano, un sacerdote no inciensa a la asamblea.
11. Antes de que lleguen al altar, los obispos concelebrantes se quitan sus solideos
y los dejan en sus sedes.
12. IGMR, n. 167, y el maestro de ceremonias también puede necesitar moverse
entre ellos.

140
CONCELEBRACIÓN

Plegaria eucarística

437. El celebrante principal no comienza el diálogo del prefacio hasta que los
concelebrantes estén en sus lugares respectivos. Si los concelebrantes
designados van a recitar o cantar partes específicas de la Plegaria euca-
rística, observarán las directrices establecidas para cada Plegaria 13. El
orden de precedencia es el siguiente: el primer concelebrante está de
pie a la derecha del concelebrante principal, extiende sus manos y dice
la primera parte de la Plegaria correspondiente a un concelebrante; el
segundo concelebrante, que está de pie a la izquierda del celebrante
principal, extiende sus manos y dice la segunda parte de la Plegaria, y así
sucesivamente. Sin embargo, el celebrante principal puede escoger
decir la Plegaria entera. Para evitar confusiones, antes de la Misa debe-
ría indicarse esta decisión a los concelebrantes (vid. n. 424).

438. En la epíclesis, todos los concelebrantes extienden ambas manos (o la


mano derecha, si sostienen un libro o tarjeta), con las palmas hacia
abajo, hacia las ofrendas. Todos deberían intentar hacer el gesto de la
misma manera, sin exageración. En la Consagración extienden la mano
derecha hacia las ofrendas de un modo natural indicativo, no repitien-
do el gesto de la epíclesis. Este gesto durante la Consagración no es obli-
gatorio, pero en la práctica es virtualmente universal y seguramente ha
de ser preferible. En las elevaciones miran devotamente a la Hostia y al
cáliz, luego todos se inclinan profunda y simultáneamente mientras el
celebrante principal hace la genuflexión después de cada elevación 14. El
diácono se arrodilla durante la epíclesis y la Consagración, significando
de este modo que no es uno de los concelebrantes.

439. Sólo la voz del celebrante principal debería predominar cuando los con-
celebrantes se unan a él diciendo partes de la Plegaria eucarística 15. Por
tanto, los concelebrantes han de decir al unísono: la epíclesis, las pala-
bras de la Consagración y de cualquier otra parte de la plegaria, con voz
suave, preferiblemente un murmullo, para evitar el sonido pesado de un
conjunto de voces masculinas 16. Si la Consagración es cantada, el cele-

13. Ver IGMR, nn. 171- 91, indicado en los folletos de los concelebrantes publica-
dos por las autoridades competentes.
14. Como en IGMR, n. 174 c.
15. Cf. IGMR, n. 170.
16. El clero no acostumbrado a la concelebración necesita que se le recuerde esto.
Pero concelebrar «mentalmente», en total silencio, es contrario a la práctica del Rito
Romano. En 1956, anticipándose a la restauración de la concelebración, el papa Pío XII
decidió que nuestro Rito seguiría la práctica rusa por la cual todos los concelebrantes
articulan las palabras de la epíclesis y la Consagración junto con el celebrante princi-
pal. Cf. Papa Pío XII, Discurso al Congreso Internacional sobre Liturgia Pastoral sobre el
Movimiento Litúrgico, 22 de septiembre de 1956, II. I, «Acción de Cristo».

141
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

brante principal debería iniciar el canto de cada frase y establecer el


ritmo, y todos pueden unirse, cada uno como mejor pueda.
440. Después de la aclamación, mientras que ellos en voz baja se unen al
celebrante principal en la oración de la anámnesis y ofrecimiento, los
concelebrantes que no sostengan un libro o tarjeta mantienen sus
manos extendidas. Cuando el celebrante principal solo o un concele-
brante lee parte de la Plegaria, los otros concelebrantes mantienen las
manos unidas. En la Plegaria eucarística I todos los concelebrantes se
inclinan profundamente en «Te pedimos humildemente, Dios todopo-
deroso... el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este
altar», luego se enderezan y se signan en «seamos colmados de gracia y
bendición». Todos se dan un golpe en el pecho al unísono en «Y a noso-
tros pecadores, siervos tuyos».
441. En la doxología, el celebrante principal y el diácono —o si no hay diácono,
el primer concelebrante a la derecha del celebrante principal 17— levantan
sólo una patena y un cáliz. La doxología puede ser cantada o dicha sea por
el celebrante principal solo sea por los concelebrantes con él, pero si la
doxología se dice, los concelebrantes deberían unirse en secreto.

Rito de la Comunión
442. Durante el Padrenuestro el celebrante principal y los concelebrantes
mantienen sus manos extendidas 18. Sólo el celebrante principal dice
«Líbranos de todos los males...» y «Señor Jesucristo, que dijiste a los
apóstoles...». Si no hay un diácono presente, el primer concelebrante
invita al pueblo a darse la paz, que se da de acuerdo con la costumbre
local. En una concelebración, la manera Romana de impartir y recibir
el signo de la paz siempre parece preferible. Si es necesario, los conce-
lebrantes ayudan al celebrante principal a fraccionar las Hostias mien-
tras se dice o canta el Agnus Dei. El celebrante principal dice en silencio
la oración antes de la Comunión, y los concelebrantes pueden decirla
mentalmente con él.

Comunión de los concelebrantes


443. Hay varios procedimientos posibles para la Comunión de los concele-
brantes.

17. En algunos lugares, patenas y cálices se pasan a lo largo del altar y luego son ele-
vados por los concelebrantes en la doxología. No hay justificación para este enredo
litúrgico. Sólo han de ser elevados una patena y un cáliz.
18. Aunque no está de acuerdo con una interpretación de los gestos comunes, esta
práctica ha sido añadida en CO, n. 159, zanjando así la disputa sobre este punto menor
en favor de la costumbre que prevalece.

142
CONCELEBRACIÓN

444. a) Habiendo dicho en secreto una de las oraciones antes de la


Comunión, el celebrante principal hace la genuflexión, se da la vuelta
y se retira un poco hacia atrás. Cada sacerdote viene al altar, hace genu-
flexión y toma una partícula de la patena y vuelve a su sitio sostenién-
dola con la mano derecha, la izquierda debajo 19. El celebrante princi-
pal va hacia el altar y muestra la Hostia a la asamblea, diciendo, «Éste es
el Cordero de Dios...»; los concelebrantes se unen en «Señor, no soy
digno...» y comulgan reverentemente al mismo tiempo que el cele-
brante principal, diciendo en secreto «El Cuerpo de Cristo...» 20. Este
método es apropiado cuando no hay muchos concelebrantes y no hay
prisas en la concelebración.

445. b) El celebrante principal hace la genuflexión y él o un concelebrante


(varios, si es necesario) trae una patena a los concelebrantes, para que
cada uno tome un fragmento de la Hostia. La patena puede ser pasada
de un sacerdote a otro, pero parece preferible ofrecérsela a cada sacer-
dote. Luego el celebrante principal muestra la Hostia a la asamblea, y
los concelebrantes se unen en «Señor, no soy digno...». Ellos comulgan
al mismo tiempo que el celebrante principal, como en (a). Éste parece
ser el método más ampliamente preferido para que los concelebrantes
reciban el Cuerpo del Señor.

446. c) Cuando un obispo es el celebrante principal, habiendo hecho la


genuflexión puede permanecer de pie en el altar, sosteniendo la pate-
na. Los concelebrantes se aproximan a él, hacen la genuflexión y toman
un fragmento de la Hostia de la patena. Luego el obispo muestra la
Hostia a la asamblea y los concelebrantes se unen en «Señor, no soy
digno...» y comulgan al mismo tiempo que el obispo, como en (a). Este
modo significa el papel de pastor que es cabeza entre sus sacerdotes.

447. Hay varios procedimientos posibles para que los concelebrantes reci-
ban del cáliz la Preciosa Sangre, después del celebrante principal.

448. a) Después de comer el Cuerpo del Señor, los concelebrantes se acercan


al altar, de uno en uno o por parejas. Cada uno de ellos hace la ge-
nuflexión y bebe del cáliz como lo haría cuando está celebrando la Misa,
limpiándolo cuidadosamente con el purificador. Antes de que reciba
la Sangre del Señor, cada concelebrante dice en secreto «La Sangre de

19. Cf. CO, n. 163.


20. IGMR, n. 199, es ambiguo en este punto, pero parece mejor que, al menos men-
talmente, digan la oración dicha por el celebrante cuando él mismo se da la Eucaristía.
Es usual en algunos lugares que el celebrante principal diga: «El Cuerpo de Cristo...»
de tal manera que sea oído por los concelebrantes, esto pueden ayudar a hacer de la
Comunión una acción simultánea.

143
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Cristo...». Sin hacer ninguna reverencia más vuelve a poner el purifica-


dor en su lugar, junta las manos y va hacia su lugar, a menos que sea
requerido para ayudar a distribuir la Sagrada Comunión.

449. b) Los concelebrantes esperan en sus lugares hasta que otros concele-
brantes les traigan el cáliz y el purificador. Un concelebrante está de pie
delante de cada sacerdote y le pasa el cáliz, sin decir nada. Antes de
sumir la Sangre del Señor, el concelebrante dice en secreto «La Sangre
de Cristo...». El concelebrante que administra limpia el cáliz y pasa al
siguiente concelebrante. Sin embargo, excepto cuando los concele-
brantes están obligados a sentarse en filas, lo que dificultaría el acceso
de terceros, el cáliz y el purificador no debería pasar directamente de
sacerdote a sacerdote. En esto, se debería tener consideración con los
sacerdotes ancianos y enfermos.

450. c) Cuando un obispo es el celebrante principal, el CO propone como


opción preferida que los concelebrantes vengan hacia el altar, donde el
diácono les da el cáliz, no diciendo nada 21. Cada concelebrante hace la
genuflexión antes de tomar el cáliz.

451. Hay otros dos procedimientos posibles para la Comunión de un gran


número de concelebrantes.

452. a) La mayoría de los concelebrantes esperan hasta que el celebrante


principal, y los que están inmediatamente alrededor de él en el altar,
hayan recibido la Eucaristía. Patenas, cálices y purificadores son distri-
buidos en varios puntos sobre el altar, para que los concelebrantes pue-
dan acceder fácilmente. Cuando cada concelebrante llega al altar, hace
la genuflexión y toma una porción de la Hostia de la patena. Antes de
recibir el Cuerpo del Señor, el concelebrante dice en secreto: «El
Cuerpo de Cristo...». Luego va hacia otra parte del altar para beber del
cáliz. Antes de que reciba la Sangre del Señor, el concelebrante dice en
secreto: «La Sangre de Cristo...». Un concelebrante puede tomar la
Hostia, mojarla en el cáliz, y luego sumir el Cuerpo y la Sangre del
Señor 22.

21. Cf. CO, n. 164, si bien el número 16 indica las otras opciones en IGMR, nn.
201-6, para recibir la Comunión bajo ambas especies. Puede no parecer apropiado
para un diácono ayudar con el cáliz a los concelebrantes, aunque de todas maneras,
en este momento del rito, los diáconos deberían estar ayudando en la Comunión de
los fieles.
22. En las grandes concelebraciones, los altares laterales no deberían utilizarse
como lugares donde los concelebrantes reciben la Eucaristía, porque esto destruye el
signo importante de un «único altar».

144
CONCELEBRACIÓN

453. b) Cuando concelebra un gran número de sacerdotes y se piensa que el


acceso al altar sería molesto o llevaría mucho tiempo, algunos concele-
brantes van en parejas a los concelebrantes; uno lleva la patena, el otro
el cáliz y el purificador. Los concelebrantes reciben la Hostia y beben
del cáliz. Como alternativa puede ser utilizada la intinción. En este
caso, cada concelebrante toma una partícula de la patena, la intinta cui-
dadosamente en el cáliz y luego sume el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Antes de recibir la Eucaristía, el concelebrante dice en secreto: «El
Cuerpo y la Sangre de Cristo...» 23.

454. Algunos puntos que deberían ser tenidos en cuenta.


—Los concelebrantes nunca reciben las Hostias consagradas en una
Misa previa.
—Quienquiera que presente la Eucaristía a un concelebrante nunca
dice «El Cuerpo (Sangre) de Cristo», porque los concelebrantes reci-
ben como sacerdotes, no como laicos.
—Por la misma razón, un fragmento de la Hostia no se da a un con-
celebrante con la mano o se pone en la palma de su mano. Él mismo lo
toma de la patena y lo sostiene en la mano.
—Habiendo tomado una porción de la Hostia, un concelebrante no
la coloca en la palma de la mano, ni fracciona la Hostia sobre la mano.
—Sólo el celebrante principal eleva la Hostia fraccionada en «Éste es
el Cordero de Dios...».
—Cualquier concelebrante puede preferir retener la Hostia, y más
tarde mojarla en el cáliz y así sumir el Cuerpo y la Sangre del Señor 24.
Sin embargo, esta práctica sólo sería necesaria si no hubiese bastante
vino disponible antes de la Misa o si se comprobara que los contenidos
del cáliz(ces) no fueran adecuados para que los concelebrantes la reci-
bieren de la manera usual.

Purificaciones

455. El diácono(s) y/o los concelebrantes sumen lo que queda de la


Preciosa Sangre 25 y ayudan a las purificaciones, preferiblemente en la
credencia o, si es necesario, en un altar lateral. Los vasos sagrados pue-

23. Ésta es la práctica corriente en la Misa Crismal del Papa el Jueves Santo en la
basílica de San Pedro. Los muchos diáconos que ayudan en este rito llevan la Eucaristía
a los sacerdotes concelebrantes.
24. Cf. IGMR, n. 206. Sin embargo, el valor de signo de la concelebración parece-
ría disminuir cuando la intinción es practicada por todos los concelebrantes.
25. Después de la Comunión, lo que permanece en un cáliz no se consume en el
lugar donde se distribuyó la Comunión o, lo que es peor, mientras se regresa al altar o
a la credencia.

145
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

den dejarse en un corporal cubiertos con un velo, de tal manera que las
purificaciones puedan llevarse a cabo después de la Misa, en la creden-
cia o en el altar lateral, pero no en la sacristía. En la credencia o cerca
del sagrario, debería proveerse para la purificación de las manos de los
que han distribuido la Sagrada Comunión. Un ayudante puede aproxi-
marse al celebrante principal y ofrecerle un «piscis» o vaso con agua y
un purificador para este propósito 26.

Después de la Comunión

456. Los concelebrantes permanecen sentados para la oración en silencio.


Se levantan al mismo tiempo que el celebrante para la oración de des-
pués de la Comunión.

Rito de conclusión

457. En la bendición, los concelebrantes hacen la señal de la cruz sobre sí


mismos. Ellos no «concelebran» la bendición con el celebrante princi-
pal. El diácono (o el diácono de la Palabra) o el primer concelebrante
canta o dice la despedida. Luego, el celebrante principal besa el altar y,
al unísono, todos los concelebrantes se inclinan profundamente. Pero
no besan el altar, incluso aunque estén de pie cerca de él 27.

458. Dependiendo del número de concelebrantes, hay varios procedimien-


tos opcionales para abandonar el presbiterio. Si hay muchos concele-
brantes, la inclinación que hicieron cuando el celebrante principal
besó el altar puede servir como reverencia apropiada, y por tanto debe-
rían comenzar enseguida a abandonar el presbiterio u otros lugares,
conducidos por los ayudantes. Si son pocos los concelebrantes, se ali-
nean con el celebrante principal y con los ayudantes delante del altar y
se inclinan o hacen la genuflexión todos juntos.

459. Si se está cantando un himno final largo, los concelebrantes pueden ir


delante del altar en grupos de dos e inclinarse o hacer la genuflexión
en parejas. En este caso, los ayudantes que les conducen a la sacristía
deberían moverse lentamente de tal manera que eviten que se rompa
la procesión. Si hay muchos concelebrantes, y están distribuidos en
posiciones alejadas del presbiterio, pueden permanecer en sus lugares
hasta que el celebrante principal y los otros concelebrantes y ayudantes

26. Si es un obispo, los ayudantes le llevan el aguamanil, la jofaina y una toalla.


27. Cf. IGMR, n. 208.

146
CONCELEBRACIÓN

hayan dejado el presbiterio, y seguir en una procesión separada —sin


embargo, esto no es lo ideal puesto que se disminuye su papel—.

460. Al llegar, a la sacristía, si hay espacio, los concelebrantes deberían ali-


nearse de cara al crucifijo, o imagen o a la cruz procesional, sostenida
por el cruciferario, de tal manera que el celebrante principal pueda
ponerse en el centro de la sacristía. Todos juntos hacen la reverencia de
costumbre y luego, en silencio, cada uno se va al lugar designado o
habitación de revestirse donde cada concelebrante se quita los orna-
mentos con un espíritu de recogimiento y paz. Los concelebrantes
deberían mostrar consideración para con los sacristanes volviendo a
colocar sus ornamentos ordenadamente donde los encontraron o colo-
cándolos en perchas o guardarropa. Dependiendo de las circunstan-
cias, cada concelebrante regresa a la iglesia para hacer su acción de gra-
cias como lo haría después de cualquier celebración del sacrificio euca-
rístico.

Misa de exequias concelebrada

461. Convendría tener en cuenta ciertas variaciones al final de una Misa de


funeral concelebrada 28. Durante el rito final de despedida, los concele-
brantes deberían permanecer en sus asientos en el presbiterio o en otra
parte, en vez de estar de pie con el celebrante principal o el obispo que
preside. Esta colocación señala el papel distintivo del que preside. Si no
hay diáconos ayudando, los dos concelebrantes primeros podrían per-
manecer de pie, a cada lado 29.

462. Cuando las oraciones (aspersión e incensación) han terminado, los


concelebrantes, conducidos por el turiferario, el cruciferario y los cero-
ferarios, enfilan el pasillo. Se dan la vuelta para estar de cara al altar y
esperan a que el féretro se levante, la procesión prosigue cuando se da
la señal de continuar. Se vuelven hacia la puerta y siguen hacia el coche
o el lugar del enterramiento. Si el féretro no es llevado desde la iglesia,
regresan a la sacristía como de costumbre.

28. Se espera incluir todos los detalles de los ritos funerarios en una próxima obra
describiendo las ceremonias de los sacramentos y los tiempos litúrgicos.
29. El espectáculo de una multitud de sacerdotes mirando hacia abajo desde la
parte superior del presbiterio a la asamblea es inaceptable. Menoscaba la sencillez y la
naturaleza «ordenada» de la liturgia Romana.

147
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno,
como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean per-
fectamente uno y conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a
éstos como me amaste a mí».
Nuestro Señor Jesucristo
Gran Oración Sacerdotal
Juan 17, 22-23

148
8. El obispo celebra la Misa

463. Cuando el obispo celebra el sacrificio eucarístico, la Iglesia particular se


reúne para el acontecimiento más característico de su existencia dentro
del Cuerpo de Cristo. Los signos y usos del ceremonial de nuestro Rito
realzan el ministerio del pastor principal, que congrega al clero y al
pueblo en unidad de apostolado, conduciéndolos en su peregrinación
común hacia la vida perdurable.

464. A continuación se proponen cuatro modelos de la Misa episcopal, que


resumen la diversidad de situaciones pastorales, al tiempo que se man-
tienen las formas del ceremonial que expresan el oficio del obispo. Se
describe con detalle una forma solemne; se explican brevemente una
forma intermedia y una sencilla, y, finalmente, se establece el ceremo-
nial para aquellas ocasiones en que el obispo preside, pero no celebra
el sacrificio del Señor.

Misa pontifical solemne

465. El Ceremonial de Obispos describe la «Misa Estacional» del obispo 1, que es


la forma moderna de la «Gran Misa Pontifical en el Trono», particular-
mente cuando el obispo la celebra en su catedral, esto es, al menos en
las mayores solemnidades del año litúrgico, en la Misa Crismal y en la
Misa de la Cena del Señor en el Jueves Santo, en las ocasiones más
importantes de la vida de la diócesis y en el aniversario de la ordenación
episcopal del obispo. No obstante, la forma solemne es también apro-
piada para días relevantes, como, por ejemplo: una visita pastoral, en
cualquier iglesia donde haya clero suficiente y ayudantes con experien-

1. Establecida en CO, nn. 119-170, desarrollado infra.

149
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cia. Además, para manifestar la variedad de ministerios en la Iglesia


viva, deberían concelebrar algunos obispos, con diáconos, acólitos, lec-
tores y ayudantes, que colaboren en esta celebración cantada de la
Misa 2.

466. De acuerdo con la tradición antigua que asocia estrechamente a los diá-
conos con el obispo, el papel del diácono es importante, de modo par-
ticular, en esta forma solemne de la Misa. Ayudan, por lo menos, tres
diáconos revestidos con (amito), alba, (cíngulo), estola y dalmática. El
primero actúa como diácono de la Misa, leyendo el Evangelio y aten-
diendo el altar; los otros dos son los ayudantes inmediatos del obispo y,
normalmente, se sientan a ambos lados de éste. Si hay cuatro diáconos,
los dos primeros pueden compartir el ministerio del diácono de la
Misa, como «diácono de la Palabra» y «diácono de la Eucaristía», reali-
zando la mayoría de las funciones sugeridas en el Capítulo 6. Los otros
dos diáconos serían los ayudantes inmediatos del obispo. Para clarificar
lo descrito en el Ceremonial de Obispos, en adelante hablaremos de estos
dos diáconos como primer y segundo diácono ayudante.

467. El primer diácono ayudante se sienta o permance en pie a la derecha


del obispo en la cátedra. Le ayuda en la preparación del incienso y en
las incensaciones. El segundo diácono ayudante se sienta o permanece
de pie a la izquierda de la cátedra y se ocupa de la mitra y el báculo.
Cuando hay más de tres diáconos, uno de ellos puede promover la par-
ticipación activa de los fieles 3. El diácono que actúa como «diácono de
la Palabra» debería realizar esta tarea porque le corresponde dirigirse a
la asamblea.

468. Si no hay diáconos, los presbíteros concelebrantes ocupan su lugar y


realizan sus funciones. En adelante, indicaremos su papel entre parén-
tesis. Si la catedral tiene un Capítulo, el deán y los canónigos deberían
concelebrar, observando la prioridad de oficio y antigüedad, de acuer-
do con las costumbres locales. Los obispos, prelados y canónigos que no
concelebran, asisten en el coro, vistiendo el hábito coral de costumbre.

469. Un maestro de ceremonias dirige los ritos. Pero en días de espcial relie-
ve, tales como las Ordenaciones, pueden ser útiles dos o más. Aparte de
los ayudantes que se requieren para la Misa solemne, según se estable-
ció en el Capítulo 6, habrá un ayudante para la mitra y otro para el
báculo. Sobre el alba o sobrepelliz llevan humerales, lienzos ligeros de
seda blanca o de un tejido similar con los que cubren sus manos cuan-

2. Cf. CO, n. 121.


3. Cf. CO, n. 122.

150
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

do cogen la mitra o el báculo 4. Esos ayudantes son, junto con el porta-


dor de los libros, los servidores inmediatos del obispo. Por tanto, en las
procesiones siempre irán detrás de él: el ayudante del báculo a su
izquierda (porque el obispo lo lleva en su mano izquierda), el de la
mitra a su derecha, el de los libros en el centro o solo, si hay poco espa-
cio detrás de los anteriores. Por razones prácticas, sus sillas o taburetes
deberían estar cerca de la cátedra, preferentemente agrupados a la
izquierda del obispo.

Pontificalia

470. De acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la cole-
gialidad, las distinciones litúrgicas entre obispos Ordinarios y auxilia-
res, y retirados, se han reducido. No obstante, el obispo diocesano
conserva el derecho (a) a usar la «pontificalia» completa, en concre-
to, el uso del báculo, y (b) a presidir en la cátedra. Puede conceder
estos privilegios a otros obispos 5. Sin embargo, en las Confirmaciones,
en las Ordenaciones, en la dedicación de una iglesia y en otras oca-
siones, todos los obispos tienen derecho a usar báculo, que llevan en
la mano izquierda con la parte curva superior orientada hacia el pue-
blo 6.

471. El obispo lleva la cruz pectoral con el cordón de seda verde y dorada
sobre el alba y la estola. Viste la dalmática episcopal bajo la casulla. Esta
dalmática ligera es del color de los ornamentos o blanca. Si es el metro-
politano, llevará el palio prendido sobre la casulla 7. Sobre el solideo
lleva la mitra ornamentada. Pero usará una mitra de lino sencilla en los
funerales y Misas por los difuntos, en el día de los fieles difuntos, en el
Miércoles de Ceniza, durante las celebraciones cuaresmales, en el rito
de inscripción de nombres, en el Viernes Santo y en la celebración
solemne de la Penitencia 8.

4. La antigua costumbre de cubrirse las manos con un velo para coger un objeto
litúrgico, no es sólo práctica, sino también simbólica; muestra la reverencia por los sig-
nos sagrados como puede verse en los mosaicos de Rávena. El uso de guantes en lugar
de los velos es contrario a esta buena tradición.
5. Cf. CO, nn. 47, 59, 174.
6. Cf. CO, n. 59; suprimiendo la costumbre según la cual un obispo que no es
Ordinario orientaría la parte curva hacia sí mismo, indicando así la carencia de juris-
dicción.
7. Cf. CO, n. 62. El palio se lleva en la Misa solemne, en las Ordenaciones, en la
bendición de un abad o abadesa, en las consagraciones a la vida de celibato y en la dedi-
cación de una iglesia o de un altar.
8. Cf. CO, nn. 400, 402, 255, 261, 419, 315 a, 622. De acuerdo con las costumbres y
tradiciones de la Iglesia local, se puede reservar una mitra y un anillo especialmente
nobles para las ocasiones festivas.

151
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

472. Además de las ornamentos completos de un presbítero, los obispos con-


celebrantes llevan la cruz pectoral con su cordón —sobre el alba y bajo
la casulla—, el solideo y una mitra sencilla.

Preparativos

Preparación inmediata

473. Se prepara todo lo necesario para una Misa solemne concelebrada, con
las siguientes variaciones:

474. Altar: Preparado como de costumbre para la Misa solemne, pero enci-
ma o alrededor del mismo se encienden cuatro, seis o siete velas (si
celebra el obispo diocesano), a menos que se lleven en procesión.

475. Cátedra: Se preparan asientos para los diáconos asistentes y para los tres
ayudantes del obispo. (En otras iglesias la sede presidencial puede colo-
carse en un lugar más destacado).

476. Credencia: El aguamanil episcopal con su jofaina y una toalla, junto con
los vasos eucarísticos.

477. Sacristía: Ornamentos para el obispo, los diáconos y los concelebrantes.


Otro aguamanil, un lavabo y una toalla.

478. Los detalles específicos de la Misa del obispo, que se establecen más
abajo, deben integrarse cuidadosamente en el ceremonial de la forma
solemne de la Misa ya descrita en el Capítulo 6.

Recepción del obispo

479. El obispo puede ir directamente a la sacristía, llevando hábito coral o,


cuando menos, su sotana púrpura y la faja. Se reviste y entra a la igle-
sia en procesión, con preferencia por la puerta principal. No obstante,
en ocasiones festivas importantes y en las visitas pastorales, el obispo,
con hábito coral, debe ser recibido formalmente en la puertas de la
catedral o de la iglesia 9. El obispo diocesano puede llevar la cappa
magna en su diócesis, como también pueden hacerlo los cardenales
que están fuera de Roma, y los representantes papales en sus corres-

9. Vid. CO, nn. 79, 1180.

152
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

pondientes territorios. Dicha capa debería llevarse sólo «en las fiestas
más solemnes» 10. Mientras se acerca a la iglesia, puede ir escoltado por
los canónigos y otros clérigos en hábito coral, que le siguen en fila de
a dos; o bien puede llegar de un modo menos formal y ser recibido por
los clérigos en la puerta principal. Un acólito o ayudante llevará la cruz
metropolitana delante de un arzobispo (que haya recibido el palio)
dentro de su provincia. En las procesiones, la imagen de la cruz da la
cara al frente.

480. Mientras el obispo llega seguido por los clérigos, el deán o administra-
dor de la catedral, el canónigo de más antigüedad o el párroco de la
iglesia, espera en la puerta con un ayudante que lleva el acetre de agua
bendita y el hisopo. Se inclina ante el obispo, coge el hisopo y se lo
entrega. El obispo se quita la birreta y/o solideo y se asperge a sí mismo
y a los que le rodean. (Esto se omite si la bendición y aspersión de agua
bendita es parte de la Misa). Después, los clérigos le escoltan hasta el
lugar donde se reserva el Santísimo Sacramento. El obispo se quita
el solideo, hace una genuflexión y reza por breve tiempo arrodillado en
un reclinatorio. Se levanta, vuelve a hacer una genuflexión y se pone el
solideo. Entonces es escoltado hasta la sacristía (o capilla, como es cos-
tumbre en algunas catedrales), donde los diáconos y los ayudantes (que
ya deben estar revestidos) le ayudan a revestirse.

En la sacristía

481. El obispo se quita la cruz pectoral, la muceta y, normalmente, el roque-


te 11. Dos ayudantes le traen un aguamanil, una jofaina y una toalla.
Hacen una inclinación profunda, como está indicado siempre que los
ministros se aproximan, abandonan o pasan delante del obispo.
Mientras se lava las manos, el diácono de la Misa puede quitarle el ani-
llo si es necesario. Después de que el obispo se ha revestido, el segundo
diácono ayudante le pone la mitra sobre la cabeza. Un metropolitano
recibe el palio del diácono de la Misa (o del «diácono de la Palabra»)
antes de recibir la mitra. El turiferario se aproxima y hace una inclina-
ción. Asistido por el primer diácono ayudante, el obispo prepara y ben-
dice el incienso. Después, el segundo diácono ayudante le entrega el
báculo.

10. Cf. CO, n. 64. Es costumbre que quien lleve la cola de la capa vista sólo la sota-
na, porque hace las veces de «empleado de hogar».
11. Adoptado en climas calurosos cuando el alba sustituye a la sotana.

153
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Procesión de entrada

482. La procesión da comienzo a una señal del maestro de ceremonias. El


orden de la procesión es el mismo que en una Misa solemne: turifera-
rio, cruciferario y ceroferario, clero con hábito coral, luego el diácono
de la Misa (o «diácono de la Palabra») que lleva el evangeliario, segui-
do por los concelebrantes que preceden inmediatamente al obispo. Los
dos diáconos ayudantes van un poco por detrás del obispo, seguidos del
portador del báculo, el de los libros y el de la mitra. (Vid. Apéndice 11,
Diagrama 5).

483. Cuando el Ordinario celebra Misa solemne, el Ceremonial de Obispos tam-


bién da la opción de la antigua tradición Romana, de siete acólitos lle-
vando cirios, dos al lado de la cruz procesional y cinco inmediatamen-
te detrás 12. Si no hay acólitos instituidos, los cruciferarios podrían reali-
zar este ministerio. Estos cirios se pueden colocar bien encima o alre-
dedor del altar, haciendo las veces de las siete velas para la Misa, o bien
pueden dejarse en otro lugar. Algunos de esos cirios, o incluso todos,
pueden emplearse en la procesión del Evangelio. Pero no deben usar-
se en lugar de los hachones durante la Plegaria eucarística. Por fin, se
retiran en la procesión final. Es preferible que la cruz procesional se uti-
lice como cruz del altar, dependiendo de las costumbres y del diseño
del presbiterio 13.

484. Al llegar al presbiterio, el obispo entrega el báculo al segundo diácono


ayudante, situado a su izquierda (el cual a su vez se lo entrega al cruci-
ferario). Se inclina hacia adelante y el primer diácono ayudante que se
encuentra a su derecha (o el maestro de ceremonias) le quita la mitra
y se la entrega al portador de la mitra. Todos hacen una reverencia pro-
funda al altar o una genuflexión si el sagrario está en el presbiterio 14.

485. El obispo y los diáconos besan el altar. Luego se inciensa el altar como
de costumbre. El primer diácono ayudante toma el incensario y lo
entrega al obispo. Una vez acabada la incensación, el obispo entrega el
incensario al diácono que, a su vez, lo da al turiferario. Los diáconos
ayudantes (o los concelebrantes) avanzan a ambos lados del obispo

12. Cf. CO, n. 128.


13. Cf. CO, n. 129. Esto no sería apropiado allí donde haya una cruz suspendida
sobre o detrás del altar.
14. El CO recoge que el Santísimo Sacramento no se reserva en el sagrario duran-
te la Misa pontifical. CO, n. 49 dice que el Santísimo Sacramento debe retirarse de un
altar en el que el obispo vaya a celebrar Misa. Esto no se hace extensible a un altar,
empleado como lugar de la reserva, situado detrás del altar exento en el que el obispo
celebra la Misa.

154
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

durante la incensación; también cuando, al acabar, el obispo se dirige a


la cátedra.

Ritos introductorios

486. Los diáconos ayudantes (o los dos concelebrantes) ocupan los asientos
situados a ambos lados de la cátedra del obispo. Al diácono (o diáco-
nos) de la Misa se le asigna un lugar distinto, pero nunca entre los con-
celebrantes. La Misa solemne continúa como de costumbre. El obispo
puede entonar como saludo: «La paz esté con vosotros». En los domin-
gos, la bendición y la aspersión del agua bendita puede sustituir al rito
penitencial. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 6).

Liturgia de la palabra

487. Después de la oración colecta, el obispo se sienta y el segundo diácono


ayudante (o el maestro de ceremonias) le pone la mitra. Para colocar la
mitra, el diácono o el maestro de ceremonias se sitúa de cara al obispo
sosteniendo la mitra con ambas manos, con las dos cintas o ínfulas que
cuelgan detrás de la mitra sostenidas por los dedos, y la pone sobre la
cabeza del obispo teniendo cuidado de no descolocar el solideo 15.

488. El incienso se prepara, como es costumbre, antes del Evangelio. El pri-


mer diácono ayudante (a la derecha del obispo) se encarga de la nave-
ta y de la cucharilla. El diácono de la Misa (o diácono de la Palabra) se
acerca para recibir la bendición. Un concelebrante que actúe como diá-
cono siempre se acerca a recibir la bendición del obispo. El segundo
diácono ayudante le quita la mitra al obispo que se levanta cuando el
diácono de la Misa lleva el Evangeliario al ambón.

489. El cruciferario trae el báculo. En cuanto el diácono anuncia el


Evangelio, el segundo diácono ayudante entrega el báculo al obispo,
que, por lo general, lo sostiene con ambas manos. Al terminar la lectu-
ra del Evangelio, el obispo entrega el báculo al segundo diácono ayu-
dante. El diácono que ha leído el Evangelio debería llevar el evangelia-
rio abierto al obispo para que bese el texto; es costumbre que lo bese
en el lugar de las palabras introductorias. Después, el diácono cierra el

15. El consejo de un maestro de ceremonias experimentado en relación con la


mitra es: (1) para quitar la mitra, sacarla con un movimiento vertical y hacia atrás para
no descolocar el solideo; (2) para ponerla, lo mejor es acercarla por detrás de la cabe-
za del obispo y colocarla primero sobre la frente para luego ajustarla por detrás de la
cabeza al tiempo que se acomodan las ínfulas.

155
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

libro y lo lleva a la credencia. El obispo se sienta y el segundo diácono


ayudante le pone la mitra.

490. En la homilía, el obispo puede predicar desde la cátedra —de pie o sen-
tado— o desde el ambón. En una Misa solemne llevará la mitra y, si es
conveniente, puede sostener el báculo con la mano izquierda. Si sus
notas para la homilía no están ya en el ambón o en la cátedra, el maes-
tro de ceremonias se las entrega.

491. El obispo, de pie junto a la cátedra y sin la mitra (o un concelebrante,


si es necesario) entona el Credo. Luego, como es costumbre, preside la
oración de los fieles. Un diácono (o el diácono de la Palabra) o algún
lector laico lee las súplicas. Después de la oración de los fieles, el obis-
po se sienta y recibe la mitra.

Liturgia de la Eucaristía

Preparación del altar y de las ofrendas

PREPARACIÓN DEL ALTAR

492. El diácono de la Misa (o el diácono de la Eucaristía) y los acólitos y ayu-


dantes preparan el altar como siempre.

PROCESIÓN DE LAS OFRENDAS

493. Llevando la mitra y acompañado por los diáconos (o concelebrantes)


ayudantes, el obispo recibe las ofrendas, bien delante del altar o en la
cátedra, de acuerdo con la costumbre local o la ocasión. El diácono ayu-
dante lleva las ofrendas al altar donde el diácono de la Misa (o el diá-
cono de la Eucaristía) las dispone sobre el corporal, y en otros puntos
del altar si es necesario.

494. Los dos diáconos ayudantes se sitúan en sus lugares detrás del altar, a
una cierta distancia del mismo. Si la Misa se celebra de cara al altar, se
sitúan al pie de la grada, alineados con las esquinas del altar.
Permanecen en estos lugares hasta que reciban la Sagrada Comunión.
Sin embargo, en el altar, el diácono de la Misa realiza sus funciones,
como es normal, a la derecha del obispo. Si este ministerio es compar-
tido por un diácono de la Eucaristía y un diácono de la Palabra, ambos
permanecen cerca del altar a derecha e izquierda, respectivamente, del

156
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

obispo, unos pasos por detrás para dejar espacio suficiente a los conce-
lebrantes que estén en el altar.

PREPARACIÓN DE LAS OFRENDAS

495. Cuando el obispo llega al altar, el segundo diácono ayudante le quita la


mitra y se la entrega al ayudante encargado de la misma. Entonces, el
obispo hace la ofrenda del pan y del vino. El diácono de la Misa (o el
diácono de la Eucaristía) le ayuda en la preparación del incienso. El
obispo inciensa los dones y el altar. El diácono de la Misa va a su dere-
cha; el maestro de ceremonias (o el diácono de la Palabra) a su izquier-
da. El diácono de la Misa inciensa al obispo 16. Los ceroferarios traen
entonces el aguamanil y la jofaina episcopal y una toalla para el lavabo.
Por razones prácticas, un diácono puede quitar el anillo al obispo antes
del lavabo. Mientras, el diácono de la Misa inciensa a los concelebran-
tes, a los diáconos, al clero con hábito coral, si lo hubiere, y a la asam-
blea. El turiferario recibe el incensario y conduce a los ceroferarios
fuera del presbiterio.

496. Inmediatamente después de que el obispo haya cantado la oración


sobre las ofrendas, y antes de que comience el diálogo que antecede al
prefacio, el maestro de ceremonias le quita el solideo. Un ayudante lo
lleva a la credencia, preferentemente en una pequeña bandeja.

497. Si concelebran otros obispos, ellos mismos llevan sus solideos a los
asientos que ocupan. Deberían permanecer junto al altar o cerca del
mismo según el orden de rango o antigüedad. Entre los presbíteros
concelebrantes, el vicario general y el deán en su catedral ocupan los
primeros lugares después del obispo. No obstante, considerando el
papel de los diáconos en esta liturgia, se debería cuidar que no haya
muchas personas alrededor del altar.

Plegaria eucarística

498. Todo procede como para una Misa solemne concelebrada. Sin embar-
go, si el mismo obispo lee la Plegaria eucarística, al llegar a la interce-
sión por el obispo diocesano, dice: «y a mí, indigno siervo tuyo». Todos
los diáconos se arrodillan durante la epíclesis y la Consagración. Los
diáconos, el turiferario y los ceroferarios ayudan según lo descrito en el
Capítulo 6.

16. El diácono que sirve en el altar debería ayudar en la incensación de las ofren-
das. Por tanto, parece mejor que los diáconos ayudantes permanezcan donde están
para resaltar el papel del diácono(s) principal de la Misa.

157
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Rito de la Comunión

499. Todo procede como para una Misa solemne concelebrada. El diácono
de la Misa (el diácono de la Palabra o el primer concelebrante) invita a
la asamblea a darse el signo de la paz. El obispo lo da, al menos, a los
dos concelebrantes más próximos y, después, al diácono de la Misa (o a
los dos diáconos que comparten este ministerio). Parece preferible que
los concelebrantes y los diáconos se acerquen al obispo para recibirlo
salvo que haya obispos concelebrando, en cuyo caso es mejor que sea él
quien se acerque a ellos.

Comunión

500. Mientras se canta el Agnus Dei, los concelebrantes pueden ayudar al obis-
po a fraccionar la Hostia(s). Como se señaló en el capítulo 7, nn. 443-454,
acerca de la concelebración, hay un modo apropiado para que los con-
celebrantes reciban la Eucaristía cuando el obispo celebra Misa. Después
de la fracción, cada concelebrante se acerca al obispo, quien sostiene la
patena; hace una genuflexión, toma una porción de la Hostia y vuelve a
su lugar, donde sume la Eucaristía al mismo tiempo que el obispo 17.

501. El obispo, después de mostrar la Hostia a la asamblea, y de sumir el


Cuerpo y la Sangre de Cristo, se vuelve y da la Comunión bajo las dos
especies a los diáconos. El obispo, los concelebrantes y los diáconos dis-
tribuyen la Sagrada Comunión a los fieles de acuerdo con la costumbre
local, dirigidos por el maestro de ceremonias. Cuando el obispo ha ter-
minado de distribuir la Comunión 18, o bien deja la patena o el copón
sobre el altar, o se lo da al diácono o al concelebrante y hace una genu-
flexión si quedan Hostias en el vaso sagrado. Un diácono o un presbí-
tero se ocupan del sagrario.

502. El Obispo, acompañado por los diáconos ayudantes (si no están ocupa-
dos en otras tareas), va a la cátedra y se sienta. Los ayudantes traen el
aguamanil y la jofaina episcopal, y una toalla. Hacen, como de costum-
bre, una inclinación y le lavan las manos (pero no se arrodillan). Luego
hacen una nueva inclinación y vuelven a la credencia. Un ayudante trae
el solideo desde la credencia, y el segundo diácono ayudante o el maes-
tro de ceremonias lo pone sobre la cabeza del obispo.

17. Esta misma práctica se realiza cuando el Papa, como cabeza del Colegio Epis-
copal, concelebra con obispos. Sin embargo, cuando un obispo o un arzobispo conce-
lebra con hermanos obispos, puede preferir distribuir la Eucaristía en una de las otras
formas para subrayar la relación colegial con ellos.
18. Un obispo mayor puede distribuir la Comunión sólo a unas pocas personas.

158
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

503. Los diáconos (y/o los concelebrantes y los acólitos instituidos) hacen
las purificaciones en la credencia(s). Después del tiempo de oración en
silencio o del himno o motete que sigue a la Comunión, el obispo se
levanta. Cuando toda la asamblea se ha puesto en pie canta —asistido
por el portador de los libros— «Oremos» y la oración de después de la
Comunión (como alternativa, puede decir esta oración y dar la bendi-
ción de despedida desde el altar). Antes de cantar «El Señor esté con
vosotros», que precede a la bendición, recibe la mitra del segundo diá-
cono ayudante, o recibe la mitra y permanece sentado mientras se dan
algunos avisos antes de la bendición.

Rito de conclusión

504. La bendición episcopal puede hacerse de tres formas:


—la bendición solemne o la oración sobre el pueblo, tal y como esta-
blece el misal;
—la bendición simple del final de la Misa, pero precedida por las
invocaciones y respuestas reservadas a los obispos y abades;
—la bendición apostólica con indulgencia plenaria, que es anuncia-
da por el diácono y se imparte en una bendición solemne de acuerdo
con la fórmula establecida 19.

505. Sólo para una de las bendiciones solemnes con oración sobre el pueblo,
el obispo recibe el báculo, que se lo entrega el segundo diácono ayu-
dante justo antes de la fórmula de bendición, porque debe extender sus
manos sobre el pueblo para la invocación(es). En la forma más simple,
el obispo recibe el báculo después de cantar «El Señor esté con voso-
tros». Durante la fórmula trinitaria de bendición, hace la señal de la
cruz con claridad tres veces, empezando desde su izquierda. Durante la
bendición puede orientarse con naturalidad hacia el pueblo según esté
congregado alrededor o delante del altar. Después, el diácono de la
Misa canta la despedida como siempre.

506. El obispo se dirige al altar acompañado por los diáconos ayudantes.


Estos pueden tomar el báculo y la mitra, o sólo el báculo, mientras el
obispo besa el altar. Los diáconos ayudantes besan el altar con él, pero,
como es usual, los concelebrantes no lo besan. Después, el obispo se

19. Establecida en CO, nn. 1122-1126. El Ordinario puede seleccionar cada año
tres fiestas solemnes para impartir la bendición papal con indulgencia plenaria. Esta
bendición modifica:
—el rito Penitencial,
—la oración de los fieles y
—la introducción a una de las bendiciones solemnes y la fórmula de ésta.

159
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

dirige al centro del presbiterio donde, a una señal del maestro de cere-
monias, hace la reverencia acostumbrada. La procesión abandona la
nave en el mismo orden en el que entró, excepto el turiferario, que
sigue a la cruz y a los ciriales.

507. Mientras se retira en procesión, el obispo puede bendecir al pueblo en


silencio. En la sacristía se observan las normas acostumbradas: todos se
inclinan ante el crucifijo o la imagen o la cruz procesional, que sostie-
ne el cruciferario; luego, los clérigos y ayudantes se inclinan ante el
obispo. Éste puede dirigirse a ellos brevemente. Los diáconos y ayu-
dantes le asisten para quitarse los ornamentos, antes de despojarse de
los suyos propios. El obispo puede ponerse el roquete y la muceta y se
retira, acompañado o no, para la acción de gracias.

Forma intermedia de la Misa episcopal

508. Debería ponerse todo el empeño para vivir la liturgia con el mayor
esmero cuando el obispo va a una parroquia. La forma solemne arriba
explicada puede modificarse de acuerdo con la ocasión 20. El obispo
estará directamente asistido por uno o dos diáconos, o bien por un con-
celebrante o por un presbítero revestido con alba y estola. Pueden con-
celebrar otros presbíteros. Habrá un número conveniente de ayudan-
tes, y puede emplearse incienso. Si la Misa se celebra durante la visita
pastoral de un obispo, éste debe ser recibido formalmente a la entrada.

509. El obispo llevará la mitra, y debería llevar también el báculo si es el


Ordinario o si se le ha concedido ese derecho; usará la cátedra en su
catedral. Cuando presida en otras iglesias, sería conveniente que su sede
se coloque del modo más destacado posible. El obispo llevará el anillo,
la cruz pectoral y el solideo, pero no vestirá la dalmática espiscopal. El
metropolitano puede llevar el palio si la celebración tiene una particu-
lar significación.

510. El obispo puede saludar diciendo: «La paz esté con vosotros» al comien-
zo de la Misa. No sólo el diácono sino también un concelebrante u otro
sacerdote que vaya a proclamar el Evangelio se acercan a recibir la ben-
dición del obispo, y deberían presentarle el evangeliario para que lo
bese después de haber sido leído. Como de costumbre, en el lavatorio,
pueden emplearse un aguamanil y una jofaina metálicos. El diácono, el
maestro de ceremonias o un sacerdote le quitará el solideo después de

20. Descrito en CO, nn. 171-174.

160
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

la oración sobre las ofrendas. En la Plegaria eucarística, el obispo hace


la referencia acostumbrada a su persona. Deberían lavarle las manos
una vez que se ha sentado, después de distribuir la Sagrada Comunión.
Impartirá la bendición final como obispo.

Forma sencilla de la Misa episcopal

511. Cuando el obispo celebra la forma sencilla de la Misa, por ejemplo: cuan-
do celebra con pueblo un día corriente o hace una suplencia en una
parroquia, no lleva mitra ni báculo. Sin embargo, sí lleva el anillo, la cruz
pectoral y el solideo. Puede saludar diciendo: «La paz esté con vosotros»
al comienzo de la Misa, y usar aguamanil y jofaina metálicos de acuerdo
con la costumbre. En la Plegaria eucarística, el obispo hace la referencia
acostumbrada a su persona. Impartirá la bendición final como obispo.

512. En su capilla, el obispo puede celebrar la «Misa sin pueblo» del mismo
modo que un presbítero. No obstante, siempre llevará el anillo. Puede
optar por llevar o no la cruz pectoral y el solideo. Asimismo, puede
decir el saludo «La paz esté con vosotros» al comienzo de la Misa, y usar
un aguamanil y jofaina metálicos. En la Plegaria eucarística hará, como
es usual, una referencia a sí mismo. Dará la bendición como obispo.

El obispo preside la liturgia de la palabra en la Misa

513. Hay situaciones pastorales en las que es conveniente que el obispo pre-
sida pero que no sea el celebrante principal de la Eucaristía. El funeral
por el padre o la madre de un sacerdote y una Misa para celebrar el ani-
versario de un presbítero son situaciones en las que esta forma de la
liturgia resuelve cuestiones prácticas de etiqueta y de sentido común pas-
toral. Para estas ocasiones, el Ceremonial de Obispos proporciona la forma
antiguamente llamada «Misa en presencia de un prelado mayor» 21. El
presbítero, pero nunca otro obispo, celebra la liturgia de la Eucaristía, y
el obispo preside la liturgia de la palabra y da la bendición final.

514. El obispo lleva una casulla del color de la Misa (blanca, si no se dispo-
ne del color que corresponde) sobre un alba, (cíngulo), estola y cruz
pectoral. Lleva también el anillo y la mitra, y puede usar el báculo si es
el Ordinario o se le ha concedido ese derecho. Estará asistido por uno
o dos diáconos con alba, estola y dalmática. Si no hay diáconos, debería

21. Descrita en CO, nn. 175-186.

161
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

ser asistido por dos presbíteros con alba, estola y casulla 22. Las funcio-
nes de estos asistentes son virtualmente las mismas que las de los diá-
conos ayudantes en la Misa pontifical solemne, y pueden compartirlas
del mismo modo. Según la ocasión, además del celebrante de la litur-
gia de la Eucaristía, puede haber concelebrantes.

515. Todo se prepara para la Misa de acuerdo con la solemnidad de la oca-


sión. Los únicos requisitos adicionales son:
—además de la cátedra del obispo o de la sede presidencial, un
asiento diferenciado para el sacerdote celebrante,
—un reclinatorio que podría dejarse a un lado del presbiterio para
que pueda ser llevado más tarde a la sede, o situarse en algún otro sitio
donde el obispo pueda usarlo durante la Plegaria eucarística.

516. El obispo es recibido formalmente en la puerta de la iglesia como ya se


ha descrito, o puede ir directamente a la sacristía. En la procesión de
entrada, el obispo sigue al celebrante principal y a los concelebrantes.
Los diáconos o presbíteros asistentes van ligeramente detrás de él y sos-
tienen los vuelos de la capa. Los ayudantes, como siempre, van al final
de la procesión.

517. Si se usa incienso, el obispo inciensa el altar, flanqueado por los diáco-
nos o presbíteros asistentes. Después, se dirige a la cátedra o a la sede
presidencial y preside la liturgia de la palabra. Si es conveniente, puede
predicar la homilía. Después de la oración de los fieles, o del rito sacra-
mental o rito de la bendición dentro de la Misa, se sienta y recibe la
mitra de manos de uno de los diáconos o presbíteros asistentes.

518. El altar se prepara como de costumbre. Las ofrendas puede recibirlas el


celebrante o el obispo. Sin embargo, parece preferible que sea el cele-
brante quien las reciba mientras el obispo permanece en la sede. Antes
de dirigirse al altar, el celebrante hace una inclinación ante el obispo.
El celebrante, entonces, prosigue la celebración con la liturgia de la
Eucaristía. Si se usa incienso, el obispo es incensado a continuación del
celebrante. Uno de los diáconos o presbíteros asistentes le quita la
mitra al obispo que se levanta para ser incensado 23.

519. Un ayudante lleva el reclinatorio al frente de la sede episcopal, al cen-


tro o a otro lugar del presbiterio y siempre de cara al altar. Debe poner-
se de tal forma que no impida la visión del altar al pueblo. Uno de los
diáconos o presbíteros ayudantes le quita al obispo el solideo después

22. Cf. CO, n. 176. No pueden asistirle dos presbíteros concelebrantes.


23. El obispo no bendice el incienso en la sede como se hacía en el pasado duran-
te el ofertorio de una Misa solemne «coram episcopo».

162
EL OBISPO CELEBRA LA MISA

de que el celebrante haya recitado la oración sobre las ofrendas. Si el


reclinatorio está colocado en el presbiterio, el obispo, acompañado por
sus asistentes, se dirige hacia él justo antes del prefacio.
520. El obispo permanece arrodillado en el reclinatorio durante la Plegaria
eucarística, desde la epíclesis hasta después de la elevación del cáliz. Los
diáconos o presbíteros asistentes se arrodillan y se levantan al mismo
tiempo que él. Sin embargo, si el reclinatorio está colocado lejos de la
sede, el obispo y los asistentes vuelven a la cátedra o sede después de las
elevaciones, y un ayudante retira el reclinatorio. El obispo da el signo
de la paz a los diáconos o presbíteros asistentes aunque en la práctica
también el celebrante puede acercarse, si lo desea, para dar la paz al
obispo. Si el obispo va a recibir la Comunión, se dirige al altar y sume
la Eucaristía bajo las dos especies tan pronto como el celebrante lo haya
hecho 24. Después regresa a la cátedra o la sede ya que él no distribuye
la Sagrada Comunión. Durante la Comunión puede permanecer senta-
do. No obstante, puede preferir arrodillarse para hacer la acción de
gracias, en cuyo caso el reclinatorio debería permanecer (o se debería
colocar) delante de la cátedra o sede.
521. Durante las purificaciones, un diácono o presbítero asistente, o el maes-
tro de ceremonias, coloca el solideo al obispo. Transcurrido el tiempo
de la oración en silencio o del canto de un himno, el obispo se levanta
y canta o recita la oración para después de la Comunión, preferible-
mente desde la sede o desde el altar. Después recibe la mitra e imparte
la bendición final. El diácono de la Misa, un diácono asistente, o uno
de los concelebrantes despide al pueblo.
522. El obispo y el celebrante (y el diácono[s] de la Misa) besan juntos el
altar 25. Tras la reverencia acostumbrada, la procesión abandona la nave
con el mismo orden con el que entró. Mientras, el obispo, si lo desea,
va bendiciendo en silencio al pueblo.

Uso del hábito coral por el obispo, presente en la Misa


523. Si el obispo no preside la Misa, pero está presente en el presbiterio, lle-
vará el hábito coral 26. No usará la cátedra o la sede presidencial y ocu-
pará un lugar destacado; debe tener disponible un reclinatorio así
como una estola por si desea recibir la Sagrada Comunión.

24. CO, n. 183, da a entender que el obispo debe coger la Hostia y el cáliz del altar
y no recibirlos de manos del celebrante.
25. Los diáconos o presbíteros ayudantes no besan el altar en esta forma de la Misa.
26. Cf. CO, n.186. La sotana no sirve como hábito coral episcopal aunque se lleve
bajo el roquete.

163
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

524. En la procesión puede ir asistido por dos canónigos con hábito coral o
por presbíteros o diáconos con sotana y sobrepelliz 27. Si el celebrante
principal es un presbítero, el obispo irá en el último lugar en la proce-
sión. Sin embargo, cuando el celebrante principal es un obispo, o el
obispo preside la liturgia de la palabra, caben dos modos de resolver la
colocación de los obispos con hábito coral dentro de la procesión:
—antes de que tenga lugar la procesión de entrada, el obispo o los
obispos con hábito coral van al presbiterio conducidos por los clérigos
que no concelebran, o por el maestro de ceremonias o los ayudantes,
pero nunca por el cruciferario. Después de la reverencia apropiada y
antes de que entre la procesión principal, los obispos son conducidos a
los asientos que han de ocupar;
—que los obispos sigan al celebrante al final de la procesión.

525. La primera opción parece preferible, excepto cuando esté presente un


cardenal, el nuncio o el metropolitano, con hábito coral, en cuyo caso
se aplica la segunda opción. Cuando estén presentes clérigos de otras
Iglesias y comunidades eclesiales y estos ocupen lugares especiales den-
tro del presbiterio o cerca del mismo, entonces se aplica la solución pri-
mera 28. También es éste el modo en que los dignatarios civiles o estata-
les son conducidos a sus lugares después de que el rector o el deán los
haya recibido en la puerta de la iglesia o catedral 29. Los mismos proce-
dimientos se siguen al final de la liturgia

«Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al presbítero


como a los apóstoles. Respetad a los diáconos como al mandamiento
de Dios. Nada de lo que atañe a la Iglesia lo hagáis sin el obispo. Sólo
ha de considerarse válida aquella Eucaristía que esté presidida por
el obispo o por aquel en quien él mismo delegue. Donde aparezca el
obispo, esté allí la comunidad, así como donde esté Jesucristo, allí está
la Iglesia católica. No es lícito bautizar ni celebrar la Eucaristía sin el
obispo. Sin embargo, lo que éste apruebe, es agradable a Dios para
que todo lo que hagáis sea sólido y válido».
S. Ignacio de Antioquía
Carta a los esmirriotas, 8

27. Cf. CO, n. 81.


28. Es una buena costumbre que un presbítero, un diácono, o un laico les acom-
pañen y les ayuden a intervenir en el rito. En un acontecimiento ecuménico en el que
no se celebra la Misa, los clérigos de otras Iglesias o comunidades eclesiales ocupan un
lugar en la procesión delante del que preside.
29. Cf. CO, n. 83, pero vid. n. 82 para cuando está presente la máxima autoridad
de un Estado.

164
9. Otras formas
de celebraciones eucarísticas

526. La liturgia eucarística se puede adaptar cuidadosamente a determina-


das ocasiones especiales y así cubrir las necesidades pastorales de los
diferentes grupos de fieles. En este capítulo se describen algunas for-
mas de celebrar el sacrificio eucarístico. En concreto:
—una descripción detallada de la Misa sin pueblo;
—las Misas rituales, o cómo incorporar la celebración de los sacra-
mentos en la Misa;
—la celebración de la Eucaristía fuera de un lugar sagrado;
—Misas con niños;
—la Misa de acción de gracias de un sacerdote recién ordenado, y
—la bendición de un cáliz y una patena en la Misa.

Misa sin pueblo, con ayudante

527. El misal describe la «Misa privada» como una Misa sine populo, literal-
mente «sin pueblo». Un rito particular de esta forma de liturgia se
puede encontrar en el Misal de Pablo VI 1. Todos los sacerdotes pueden
celebrar esta forma de Misa cuando no tengan la obligación de cele-
brarla con pueblo. Un sacerdote podrá elegir entre celebrar o conce-
lebrar la Misa con pueblo o sin él, por ejemplo: en retiros o en con-
gresos. No se debe celebrar la Misa sin pueblo, si al mismo tiempo se
está concelebrando en el altar principal de la misma iglesia u orato-
rio 2.

1. Para las rúbricas, vid. IGMR, nn. 209-301, donde se hace una descripción más
detallada.
2. Cf. canon 902, se pueden celebrar varias Misas privadas al mismo tiempo.

165
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

528. Cuando un sacerdote celebra de manera «privada» ya sea con ayudan-


te o solo, se deberán cuidar algunas variaciones del rito; por ejemplo:
el celebrante usa una forma especial de saludar en el rito inicial.
También parece preferible colocarle un altar lateral o un oratorio en
vez de hacerlo en el altar mayor, especialmente si el pueblo frecuenta
la iglesia en esos momentos.

Preparativos

529. El misal se pone en el lado izquierdo del altar, paralelo al borde del
mismo y abierto en el versículo de entrada. El leccionario estará abier-
to en el ambón o, cerrado y marcado, cerca del misal del altar. El cáliz
estará cubierto con un velo y en la patena habrá una forma grande (si
es el caso, con una más pequeña para el ayudante). El cáliz se pone a la
derecha del altar o en la credencia. Si no hubiera ninguna credencia, o
si el celebrante no tiene ayudante alguno, la jofaina, el aguamanil, las
vinajeras y la toalla se colocan en el altar cerca del cáliz. Se encienden
dos velas y se coloca un crucifijo sobre o cerca del altar.

530. Tanto el sacerdote como el ayudante se revisten en la sacristía. El ayu-


dante lleva el alba o sotana y sobrepelliz u otros ornamentos autoriza-
dos. Una vez que está preparada la Misa y están revestidos, el celebran-
te y su ayudante hacen una inclinación al crucifijo o a la imagen de la
sacristía, y entonces el ayudante conduce al celebrante hasta el altar 3.

El rito de la Misa

531. Ambos hacen una reverencia al altar (o una genuflexión si el sagrario


está sobre o detrás del altar). El celebrante se queda de pie en el lugar
en que ha hecho la reverencia y el ayudante se coloca a su derecha. El
que celebra hace la señal de la cruz, se vuelve al ayudante y lo saluda.
El rito penitencial se hace de acuerdo a las oraciones previstas. Luego,
el celebrante va al altar, lo besa y, en el lado izquierdo, lee la antífona
de entrada del misal, seguido por los Kyrie (y el Gloria) —con las manos
juntas— y la oración colecta —con las manos extendidas—.

532. El ayudante lee la primera lectura, el salmo y el versículo del Alleluia


desde el ambón o sujetando el leccionario. Si hay sede, el celebrante se
sienta; si no, da la cara al ayudante de pie y junto al misal. Si el cele-

3. En una iglesia donde estas Misas son diarias, el ayudante puede llevar las vinaje-
ras, y el celebrante, el cáliz y la patena del siguiente modo: con la mano izquierda coge
el cáliz y la mano derecha posada sobre el cubrecáliz o la carpeta de corporales.

166
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

brante lee, irá al ambón o se quedará en el lado izquierdo del altar,


colocando el leccionario sobre el misal o devolviéndolo al ayudante
para que lo sostenga, si conviene.

533. El celebrante, inclinado, dice «Purifica mi corazón...» y lee el Evangelio,


en el ambón o en el altar. Si lee en el altar puede preferir coger el libro
y volverse hacia el ayudante. Besará el leccionario, como de costumbre,
al final del Evangelio y el ayudante lo lleva a la credencia o lo cierra y
lo coloca en el lado izquierdo del altar lo más lejos posible. El cele-
brante puede ir a la sede o permanecer a la izquierda del altar en silen-
cio.

534. El ayudante sitúa el misal hacia el centro girándolo para que haya un
ángulo adecuado. Quita el velo del cáliz, lo dobla, y lo pone ordenada-
mente en el altar. Toma el corporal y lo extiende (Vid. apéndice 4, El
corporal, nn. 816-824). El velo puede colocarlo cuidadosamente dobla-
do en la credencia. El celebrante deja la sede, hace la inclinación acos-
tumbrada y va al centro del altar. Recibe la patena del ayudante y pro-
cede a la preparación de las ofrendas. Si el altar está situado de forma
que el sacerdote da la espalda al ayudante, el celebrante se gira a su
derecha y dice: «Orad, hermanos, para que este sacrificio....», y com-
pletando el círculo, se vuelve hacia el misal, después de que el ayudan-
te haya respondido: «El Señor reciba de tus manos...».

535. La Misa continúa como es normal. El ayudante se arrodilla durante la


Consagración y puede tocar la campanilla antes de la misma y durante
las elevaciones, especialmente si hay personas por la iglesia. Si el altar
está situado siempre de forma que el celebrante da la espalda al ayu-
dante, se gira a la derecha y dice: «La paz del Señor...», y le da la paz. Si
el ayudante va a recibir la Comunión, el celebrante hace una genufle-
xión y muestra la Hostia fraccionada como es usual, diciendo: «Éste es
el Cordero de Dios... Señor, no soy digno...» da de comulgar, completa
el círculo volviéndose hacia el misal. Si el ayudante no va a comulgar, el
celebrante hace la genuflexión, toma la Hostia en la mano derecha y
dice: «Señor, no soy digno...». Y toma la Comunión.

536. Antes de dar la Comunión al ayudante, el celebrante dice la antífona de


la comunión. Las abluciones se llevan a cabo en la parte derecha del
altar. Después de éstas, el celebrante se sienta o se queda de pie en el
lado izquierdo del altar para rezar en silencio. El ayudante va al centro
del altar, dobla el corporal, y con el velo cubre el cáliz y la patena, colo-
cando ambos a la derecha del altar. Puede dejar el misal en el centro
del altar y al borde del mismo.

167
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

537. El celebrante va al centro y lee la oración de después de la Comunión.


Cierra el misal y (se vuelve) da la bendición (completando el círculo
mientras vuelve hacia el altar). Se omite el rito de despedida. El cele-
brante besa el altar (volviéndose a la derecha, si está cara al altar), hace
la inclinación apropiada y vuelve a la sacristía 4.

Misa sin pueblo ni ayudante

538. Cuando un sacerdote celebra la Misa solo, hay que disponer los libros y
vasos sagrados en el altar. El ceremonial que se ha señalado arriba se
conserva, aunque omitiendo la aclamación tras la Consagración e inclu-
so los saludos y bendición al final de la Misa 5.

539. De acuerdo con la Ordenación general, un sacerdote puede celebrar la


Misa él solo en caso de «seria necesidad» 6. El Código de Derecho Canónico
de 1983 matiza esto de un modo más pastoral diciendo: «Sin causa justa
y razonable, no celebre...» 7. Puede considerarse justa causa el deseo
devoto de un sacerdote de mantener su práctica personal de celebrar la
Santa Misa cada día. En este sentido, cabe hacer una mención especial
al Código de Derecho Canónico cuando dice: «es más, se recomienda enca-
recidamente la celebración diaria, la cual, aunque no pueda tenerse
con asistencia de fieles, es una acción de Cristo y de la Iglesia, en cuya
realización los sacerdotes cumplen su principal ministerio» 8.

Misas rituales: celebración de los sacramentos en la Misa

540. El Misal Romano establece las Misas rituales durante las cuales es posi-
ble celebrar todos los sacramentos, excepto la Penitencia. Estas Misas
rituales se pueden celebrar los domingos del Tiempo Ordinario, los
domingos de Navidad y en todas las fiestas, memorias y ferias 9. Sin
embargo, si los sacramentos se celebran en los domingos apropiados y
en las solemnidades de clase superior a estos días, entonces las oracio-

4. Si es necesario, el celebrante podría llevar el cáliz con el velo hacia la sacristía, y


el ayudante las vinajeras.
5. Cf. IGMR, n. 211. Esta indicación es razonable, y tiene sentido en el caso de la
aclamación después de la Consagración, pero en la práctica no vale para el resto del
rito. Sería preferible continuar dirigiéndose a la Iglesia invisible en los saludos, etc.,
porque aunque sea una «Misa en solitario» es una acción de todo el Cuerpo Místico de
Cristo.
6. IGMR, n. 211.
7. CIC, canon 906, modificando el IGMR, n. 211 después de 1983.
8. CIC, canon 904.
9. Para más detalles, vid. apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones.

168
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

nes, las lecturas y el color de los ornamentos son los del día. No se men-
cionan los detalles de las celebraciones de estos ritos sacramentales,
porque una descripción muy detallada puede resultar excesivamente
larga para este trabajo, sobre todo el Rito de la iniciación cristiana para
adultos y el orden sacerdotal. Lo que sigue es una descripción de cómo
estos sacramentos se introducen en la celebración eucarística.

El bautismo de adultos

541. En la Vigilia Pascual, el bautismo de adultos se celebra después de la


homilía. Las ceremonias del Bautismo y de la Confirmación comienzan
con la letanía de los santos que reemplaza a la oración de los fieles 10.
Cuando son bautizados adultos durante la Misa en otros días, la oración
de los fieles sigue al rito de la Confirmación.

El bautismo de niños

542. El bautismo de niños puede incorporarse a una Misa dominical usando


las oraciones y las lecturas propias del domingo, excepto los domingos
del Tiempo Ordinario y de Navidad, en los que se puede utilizar el
Ritual de la Misa para el bautismo de niños, con vestiduras blancas.

543. Los padres y padrinos pueden sentarse cerca del presbiterio en compa-
ñía de los niños que van a ser bautizados. Después de la procesión de
entrada, el celebrante besa el altar y va a la parte frontal del presbiterio.
Los padres y padrinos se adelantan con los niños. El rito de recepción
de estos consiste en el saludo y el rito penitencial 11. Al celebrante le asis-
te un portador del libro. Ambos van a la sede para el rezo del Gloria y/o
la colecta. Lo más conveniente es que este rito pueda realizarse en la
puerta de la iglesia o en otro lugar fuera del presbiterio, en cuyo caso
el celebrante y los ayudantes conducen a los familiares al interior.

544. En la liturgia de la palabra, las lecturas normales dominicales sólo pue-


den ser reemplazadas por las lecturas bautismales (en el leccionario o
en el ritual) los domingos del Tiempo Ordinario y del Tiempo de
Navidad, esto es, durante los domingos en que puede utilizarse el Ritual
de la Misa. En los días en los que éste no pueda usarse cabe elegir una
de las lecturas bautismales. Pero en los días relacionados en los niveles
1 y 2 en el Apéndice 2, debe seguirse la Misa del día en su totalidad 12.

10. Cf. RR, Rito de la iniciación cristiana para adultos, nn. 213-14.
11. Cf. RR, Ritual del Bautismo para niños, nn. 33-43.
12. Cf. CB, n. 434, Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 793-94.

169
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

La homilía se basa en los textos sagrados, pero el celebrante debe adap-


tarla a la ocasión. El Credo se omite porque ya se dice la profesión de
fe después del bautismo. La oración de los fieles se toma del Rito, sin
embargo, antes de la invocación de los santos, se añaden las intencio-
nes por la Iglesia universal y las necesidades del mundo.

545. Después de la oración de los fieles, comienza la celebración del


Bautismo. El celebrante y los ayudantes conducen a los padres, padri-
nos y niños al baptisterio o a la zona bautismal. Si los infantes van a ser
bautizados en o cerca del presbiterio, los padres y padrinos pueden ade-
lantarse y permanecer de cara al altar o de la pila. La celebración del
Bautismo comienza con el exorcismo y la unción de los catecúmenos
con el óleo. El celebrante es asistido por el portador del libro. El diá-
cono, maestro de ceremonias o ayudante le llevan los objetos pertinen-
tes. Las demás ceremonias se siguen como se establece en el Rito 13.
Después de que los padres (o padrinos u otros representantes) han reci-
bido el cirio encendido y del rito del Ephetha, el celebrante se dirige a
la sede y las familias vuelven a sus lugares. Si los bautismos tienen lugar
en el baptisterio, el celebrante conduce a las familias en procesión
hacia el altar, y los padres, etc. llevan los cirios encendidos 14. Los ayu-
dantes preparan el altar y la Misa continúa, como de costumbre, con la
procesión y preparación de las ofrendas.

546. Durante la Plegaria eucarística, las intercesiones por el nuevo bautiza-


do y sus padrinos se leen como se establece en el misal 15. Después de la
oración para después de la Comunión, el celebrante puede bendecir a
los padres y a la asamblea de acuerdo con los textos del Ritual 16. Los
padres pueden adelantarse hacia el altar para estas bendiciones, que
incluyen la bendición final de la Misa. Según lo que se acostumbre
durante la procesión, las familias pueden permanecer en sus lugares, o
seguirla hasta fuera de la iglesia, detrás de la cruz y los ceroferarios.

Confirmación

547. El obispo celebra la Misa de acuerdo con la solemnidad que exige la


ocasión. Según el Ritual de la Misa, los ornamentos serán normalmen-
te rojos, pero pueden ser blancos o de un color festivo (vid. n. 136).
Lleva mitra y báculo. Esta Misa debe caracterizarse por tener una solem-
nidad apropiada, por tanto, la celebración eucarística deberá aproxi-

13. Cf. RR, Ritual del Bautismo para niños, nn. 49-66.
14. Cf. CO, n. 445.
15. Cf. CO, n. 446.
16. Cf. CO, n. 447, y ver RR, Ritual del Bautismo para niños, nn. 70, 247-49.

170
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

marse a la forma de una Misa estacional concelebrada, con un diácono,


maestro de ceremonias, un equipo completo de ayudantes: los porta-
dores de la mitra, del báculo y del libro; turiferarios, etc. 17. Además de
lo necesario para la Misa se requerirá lo siguiente: un vaso crismal 18,
una sede si el obispo se sienta para confirmar, un paño gremial; jabón,
una rodaja de limón, un aguamanil con agua, una jofaina y toalla. Los
candidatos se sientan con sus padrinos cerca del altar o en grupos fami-
liares.

548. En la liturgia de la palabra, las lecturas normales del domingo se reem-


plazan por las de la Confirmación (del leccionario o Ritual) los domin-
gos del Tiempo Ordinario y del Tiempo de Navidad, esto es, cuando
puede usarse el Ritual. En los días en los que éste no puede usarse, cabe
elegir una o más lecturas de las establecidas para la Confirmación. Pero
en los días relacionados en los niveles 1 y 2 del Apéndice 2, la Misa del
día deberá ser seguida íntegramente 19.

549. Después del Evangelio, los ayudantes llevan una sede frente al altar. Se
preparan otras sedes para los sacerdotes que asisten al obispo. Salvo que
permanezca en la cátedra o sede principal, el obispo vendrá a esta sede
llevando la mitra. Es atendido por un diácono y/o sacerdotes, portado-
res del libro, mitra y báculo. Cuando el obispo se sienta, el párroco o
un sacerdote, un diácono o un catequista presenta a los candidatos por
su nombre, si no son muchos, o como grupo. Hablará en el ambón o
en otro sitio apropiado. Los candidatos van hacia la parte frontal del
presbiterio o están de pie en sus lugares hasta que se les llama. Si son
niños, van acompañados de su padrino o madrina 20. Tanto desde el
ambón como desde la cátedra el obispo pronuncia la homilía de la
Confirmación, durante la cual se sientan los candidatos.

550. Después de la homilía, los candidatos se ponen de pie. Sentado, llevan-


do la mitra y sosteniendo el báculo, el obispo interroga a los candidatos
y el rito de confirmación continúa 21. El portador del libro ayuda al obis-
po. Éste entrega el báculo y la mitra para hacer la invitación a la plega-
ria y la oración por los candidatos. Lleva la mitra mientras confirma y
puede tener el báculo si lo desea. Si se sienta para confirmar a los can-
didatos, justo antes de las unciones, los ayudantes le llevan el paño gre-

17. Vid. en el Capítulo 8.


18. Y otros vasos crismales, si, debido a un gran número de candidatos el obispo
invita a los sacerdotes a confirmar con él.
19. Cf. PR, Ritual de la Confirmación dentro de la Misa, n. 20; CB, n. 459; en el
Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 793-94.
20. Cf. PR, Ritual de la Confirmación dentro de Misa, n. 21.
21. Vid. PR, Ritual de la Confirmación dentro de Misa, nn. 23-29.

171
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mial que se coloca sobre sus rodillas y se sujeta a la sede. El diácono (en
su ausencia el párroco) lleva el crisma al obispo. Si otro sacerdote va a
confirmar con el obispo, el diácono o párroco lleva los receptáculos del
crisma al obispo, que entonces los entrega a cada sacerdote 22. El padri-
no coloca, según costumbre, su mano derecha en el hombro derecho
del candidato durante la unción. Después de las unciones los ayudantes
limpian las manos del obispo usando el aguamanil, la jofaina, toalla,
jabón y/o limón, y quitan el paño gremial. Si también han confirmado
sacerdotes, estos pueden ir a la credencia a lavarse las manos. El obis-
po, entonces, va a la sede presidencial o cátedra. Los ayudantes quitan
el facistol o sede y las otras sillas colocadas para los sacerdotes enfrente
del altar.

551. El Credo se omite porque la profesión de fe bautismal ocupa su lugar.


Las intenciones de la oración de los fieles se ofrecen del modo acos-
tumbrado. Algunos de los que han sido confirmados llevan las ofren-
das al altar. Durante la Plegaria eucarística, las oraciones por los nue-
vos confirmados se hacen como lo establece el misal 23. Aquellos que
han sido confirmados pueden recibir la Eucaristía con ambas especies,
teniendo en cuenta su formación, edad, etc. En la parte final del
Ritual de la Misa se imparte una bendición solemne y puede utilizarse
en las solemnidades y domingos en los que la Misa Ritual no se cele-
bra.

Ordenaciones

552. Para las Órdenes mayores la celebración eucarística toma la forma pon-
tifical solemne de una Misa estacional, como se detalla en el capítulo
anterior. Se hacen los preparativos necesarios para la Misa, y se dispo-
nen también el crisma, los vasos sagrados, los ornamentos, etc. requeri-
dos por el Orden que se va a conferir.

553. En la liturgia de la palabra, las lecturas se tomarán del Ritual de la Misa


apropiado, excepto en las solemnidades mayores en las que se celebra
la Misa del día 24. El rito de ordenación sigue al Evangelio. La letanía
de los santos reemplaza la oración de los fieles. Durante la Plegaria
eucarística, las oraciones por el nuevo sacerdote se utilizan según el
misal 25.

22. Cf. CO, n. 465.


23. Cf. CO, n. 470.
24. Cf. CO, n. 494 c y e y ver Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones.
25. El maestro de ceremonias debe saber no sólo los pasos exactos del ritual sino
también las secciones relevantes de CO, nn. 478-597.

172
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

Matrimonio

554. De acuerdo con la costumbre del lugar, el celebrante puede:


—entrar al presbiterio con los ayudantes y esperar con el novio a la
novia, o
—recibirles enfrente del altar si entran juntos, o
—recibirles en la puerta de la iglesia desde donde, precediéndoles,
se comenzará una procesión conducida por los ayudantes mientras se
canta el himno de entrada 26.
Sin embargo, conforme a las dos primeras opciones, el celebrante y
los ayudantes entran en una procesión simple sin himno de entrada. El
himno u otra música apropiada acompaña a la procesión nupcial. Los
padres, testigos y damas de honor participan normalmente en la pro-
cesión.

555. El celebrante, el maestro de ceremonias o un ayudante conduce a la


novia y al novio a sus sillas y reclinatorios que se localizan en un lugar
convenientemente cerca o dentro del presbiterio, de forma que pue-
dan tomar parte en la Misa nupcial sin tapar la vista del altar al pueblo.
Después del Evangelio, el celebrante predica una homilía en relación
con las lecturas y con el sacramento del Matrimonio desde el ambón.
Después de la homilía todos se ponen de pie; el celebrante va al centro
del presbiterio; la novia y el novio van ante él con sus damas de honor,
si las hubiera; hace las preguntas, atestigua el consentimiento matrimo-
nial de acuerdo con la forma autorizada. Posteriormente, bendice los
anillos y, por lo general, los rocía con agua bendita 27. Después del inter-
cambio de anillos, la novia y el novio vuelven a sus lugares y el cele-
brante va a la sede para presidir la oración de los fieles. Se reza el Credo
en caso de estar prescrito ese día.

556. En la procesión de las ofrendas, la novia y el novio pueden llevar el pan


y el vino al altar. Se usa alguno de los prefacios propios del Ritual del
Matrimonio 28. Durante la Plegaria eucarística, se usan las oraciones
prescritas en el misal. La bendición nupcial se imparte inmediatamen-
te después de la plegaria al Señor. Se omite el «Líbranos Señor...» y su
respuesta. Con las manos unidas, el celebrante dice la introducción,
hace una pausa para hacer la oración en silencio y después extiende sus
manos como lo haría en la colecta para cantar o decir la plegaria de la
bendición 29. No hace el signo de la cruz durante la plegaria. Vuelta la

26. Cf. Ritual del Matrimonio, n. 20.


27. Vid. CO, nn. 601, 603.
28. Vid. RR. Ritual del Matrimonio, nn. 115-17.
29. Las opciones están en RR, Ritual del Matrimonio, nn. 33, 120, 121, adaptados de
acuerdo a varias necesidades.

173
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cara hacia el novio y la novia, al otro lado del altar, lee la plegaria del
misal. Si no están enfrente del altar, el sacerdote puede ir a un lugar
más adecuado, ayudado por el portador del libro que llevará el misal o
el libro del ritual 30. Si celebra la Misa en un altar donde la novia y el
novio están detrás de él, se vuelve a su derecha hacia los novios, y el por-
tador del libro sostiene el misal o libro del ritual delante de él a su
izquierda, mientras canta o dice la bendición.

557. El rito de la Misa continúa con el «Señor Jesucristo, tú que dijiste a tus
apóstoles...». En el signo de la paz, los novios pueden expresar su amor
del uno por el otro de un modo «apropiado» 31. La pareja recién casada
(o el cónyuge católico en un matrimonio mixto) puede recibir la
Eucaristía bajo ambas especies. Al final de la Misa, se hace la bendición
solemne. El celebrante no toma parte en la procesión de salida de la
iglesia, pero espera a que comience y, entonces, vuelve a la sacristía pre-
cedido por sus ayudantes.

Unción de enfermos

558. La celebración del sacramento de la Unción de enfermos durante la


Misa requiere una cuidadosa planificación pastoral y litúrgica. De
acuerdo con las circunstancias del lugar y las necesidades de los que van
a recibir el sacramento, se les preparan lugares especiales, de forma que
el sacramento pueda ser administrado correctamente; además, deberán
tener oportunidad de hacer una confesión sacramental antes de que
comience la celebración 32. Otros sacerdotes pueden concelebrar y ayu-
dar a ungir a los enfermos. En una parroquia, los fieles ejercen un
ministerio de caridad al llevar a los enfermos impedidos a la iglesia y
ayudarles durante y después de la celebración.

559. Si se celebra la Misa Ritual, los ornamentos serán blancos. Además de


las preparaciones usuales de la Misa, se preparan los vasos para el óleo
en la credencia, así como un aguamanil con agua, una jofaina y toalla,
jabón y rodajas de limón y un cuenco con agua. Las cartulinas para el
celebrante y otros sacerdotes con la fórmula del sacramento se prepa-
rarán igualmente en la credencia.

560. Después de la procesión de entrada y de besar el altar, el celebrante va


a la sede. La Misa comienza como de costumbre, pero, después de la

30. Aunque no es lo ideal porque la Eucaristía está sobre el altar.


31. RR. Ritual del Matrimonio, n. 35.
32. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción dentro de la Misa, nn. 65, 86.

174
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

bienvenida, el celebrante saluda a los enfermos 33, sigue el rito peniten-


cial, el Kyrie, (Gloria) y la colecta.

561. En la liturgia de la palabra, las lecturas pueden tomarse del ritual de la


Misa, salvo los días que no se usa, en los que puede elegirse una de las
lecturas recomendadas en dicho ritual; en los días de los niveles 1 y 2
del Apéndice 2, la Misa del día deberá seguirse en su totalidad 34.

562. Después de la homilía, el celebrante y los otros sacerdotes que ungen a


los enfermos se colocan lo más cerca posible de ellos, o delante del pres-
biterio. El portador del libro ayuda llevando el libro del Ritual; la letanía
reemplaza las oraciones de los fieles. Se recitan al comienzo de la cele-
bración del sacramento o a la conclusión de la celebración, quedando
en este caso junto con la oración final 35. Después de la letanía, el rito
continúa con la imposición de manos, la acción de gracias sobre el acei-
te bendecido, o la bendición del aceite si fuera necesario. Si el obispo
celebra puede bendecirlo él mismo, si así lo desea 36. El diácono, o en su
ausencia un sacerdote o ayudante, lleva el óleo de enfermos delante de
forma que el celebrante lo tenga para la oración de acción de gracias o
para la bendición; entonces los enfermos son ungidos en sus frentes y
manos. Un ayudante puede sujetar la hoja o cartulina con la fórmula de
la bendición delante del sacerdote. La fórmula de Unción deberá ser
escuchada en voz alta al menos una vez antes de que suenen los himnos
o cualquier otro tipo de música durante las unciones 37.

563. Después de la unción, el diácono, el maestro de ceremonias, o un ayu-


dante recibe el(los) recipiente(s) del óleo, el celebrante vuelve a la sede
donde los ayudantes lavan sus manos con jabón y/o limón para remo-
ver el óleo. Van a la credencia otros sacerdotes y se lavan las manos o
regresan a sus asientos, donde los ayudantes les lavan las manos. Todos
permanecen de pie mientras el celebrante está en esa misma posición
y canta o dice la oración final del rito, con las manos extendidas. Si
antes no se ha dicho, dirige la letanía, con las manos juntas, y extiende
su mano para la oración conclusiva. El portador del libro ayuda como
de costumbre.

564. El celebrante se sienta mientras los ayudantes preparan el altar y la Misa


continúa como de costumbre. Sería conveniente que los cuidadores de

33. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción en la Misa, n. 92.
34. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción en la Misa n. 81. Apéndice 2, Días
litúrgicos y otras celebraciones, nn. 793-794.
35. Vid. CO, n. 652.
36. Cf. CO, n. 654.
37. Cf. CO, n. 656. Ya no se acostumbra a quitar con un paño el óleo después de las
unciones.

175
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

los enfermos portaran las ofrendas en la procesión. En algunos países


existe tanto un prefacio propio como las oraciones por los enfermos en
la Plegaria eucarística. Podrá incluirse alguna de las bendiciones finales
para concluir la Misa 38.

565. Después de la procesión final de la liturgia, el celebrante y otro clérigo


deberán hablar con los que acaban de ser ungidos. Si la Misa ha sido
celebrada en una parroquia, puede darse el caso de que se acostumbre
preparar un pequeño refrigerio antes de que los enfermos sean lleva-
dos a sus casas.

Celebración de la Eucaristía fuera de un lugar sagrado


566. El sacrificio del Señor se ofrece en «un lugar sagrado»; se exceptúa por
justa causa o necesidad, pero también el lugar debe ser «adecuado» 39.
La Misa se celebra normalmente en un altar que ha sido dedicado o
bendecido; fuera de un lugar sagrado puede celebrarse en una «mesa
apropiada... pero siempre con ornamentos de altar y con corporal» 40.

567. Por tanto, para evitar perder el significado de la celebración eucarísti-


ca, el celebrante debe asegurarse de que se cumplen todos los requisi-
tos necesarios para oficiar la Misa fuera del lugar sagrado. Primero,
deberá determinar si es realmente necesario usar ese lugar como lugar
sagrado. Cuando está disponible una Iglesia o capilla, por ejemplo: en
o cerca de una escuela o centro de conferencias y no sea un inconve-
niente para la comunidad, nada puede justificar el uso de una clase,
sala de conferencias o auditorio. De tal forma, el sacerdote debe deci-
dir si es adecuado el lugar para la celebración de la Eucaristía, advir-
tiendo que «no deberán utilizarse para la celebración, comedores y
mesas en los que de ordinario se coma, dejando esta posibilidad como
la última de las existentes» 41.

568. Habiendo determinado que el lugar es adecuado, el celebrante deberá


saber las cosas que se tienen disponibles. Una mesa «apropiada» debe-
rá ser una que:

38. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción en la Misa, n. 81. Pero esta forma
de bendición no se utiliza en el caso poco probable de que este sacramento pueda cele-
brarse durante la Misa en las solemnidades de precepto.
39. Cf. CIC, canon 932 §1. Relativo a un «lugar sagrado», vid. cánones 1205 al 1213.
El canon 933 prevé la celebración de la Misa en iglesias no católicas por justa causa con
el permiso del Ordinario y siempre que no lleve a escándalo.
40. CIC, canon 932 §2.
41. Congregación para el culto divino. Liturgicae instaurationes, 5 de septiembre de
1970, n. 9.

176
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

—tenga una superficie lo suficientemente amplia para contener los


vasos sagrados, misal, cruz y velas,
—sea lo suficientemente alta para que el sacerdote pueda estar de
pie delante de ella durante la celebración (por tanto, una mesa de café
o similar no es apropiada),
—además de estar limpia, no esté relacionada con usos que puedan
inducir a escándalo o al ridículo 42. Se pondrá una sede digna para el
celebrante cerca del altar y en la medida de lo posible se empleará un
atril portátil.

569. Los requerimientos básicos para la Misa son: lienzos dignos para el
altar, vasos para el vino y el agua, un cuenco para lavar las manos del
sacerdote, una toalla de mano y, en o cerca del altar, un crucifijo y velas.
El sacerdote normalmente lleva el pan y el vino, un cáliz, patena, el cor-
poral, el purificador, los ornamentos: alba, estola y casulla 43, el misal y
el leccionario. Estos objetos necesarios pueden incluirse en un «estuche
de Misa», pero solamente deberán incluirse en estos estuches objetos
sagrados y artículos de buena calidad.

570. Donde el Ordinario lo permita y con el permiso del párroco, la Misa


podrá celebrarse en una casa. Durante una «Misa doméstica» deberán
ayudar como lectores y ayudantes algunos de las miembros de la fami-
lia. Se exhortará a todos los familiares a preparar las «mejores ropas»,
vasos, etc., para el honor de Dios. De acuerdo con sus recursos ellos
quizá querrán colocar flores frescas en o cerca del altar. En algunas cul-
turas, también podrá ser que quieran colocar en el altar una imagen
sagrada que ellos tengan en gran estima. En Irlanda, es habitual ben-
decir la casa antes de que se celebre una «Misa doméstica». Esta cos-
tumbre bien podría ser imitada en otros lugares.

571. Cuando la Misa se celebra al aire libre, las siguientes precauciones evi-
tan los efectos del polvo, el viento o el clima:
—colocar o coser pesos en los lienzos del altar,
—cubrir el cáliz con un paño recio,
—la patena deberá tener una cubierta o se podrá colocar un disco
metálico sobre la Hostia durante la celebración,
—el copón deberá tener una cubierta segura, o podrá taparse con
una cubierta plana de plástico durante la distribución de la Comunión,
—poner cristales protectores en los cirios,
—los micrófonos deberán protegerse contra los efectos del viento.

42. El autor ha visto una Misa celebrada en un estudio de televisión.


43. En algunos países se ha dispensado de la casulla en estas ocasiones, esta dis-
pensa nos parece una eliminación inncesaria y lamentable de un signo eucarístico.

177
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Una cubierta, con preferencia un noble dosel, deberá colocarse


sobre el mismo altar, sobre todo en ocasiones importantes como por
ejemplo: una peregrinación.

Misas para niños

572. Una de las adaptaciones más útiles de la liturgia es la Misa para niños.
Estas Misas están previstas sólo para niños «que no han alcanzado la
edad de la preadolescencia y para los mentalmente disminuidos» 44. No
obstante, no debería llamarse «Misa de niños» porque hay que evitar
bajar el rango de la liturgia al de los niños. Estos deberán darse cuenta
de que la liturgia es un acto adulto, en el que van a ser gradualmente
incorporados, por tanto, tener ornamentos o vasos «especiales» para el
culto de los niños es un desatino. El celebrante deberá también evitar
una actitud artificial, por ejemplo: usar un lenguaje infantil, ya que
rebajaría su dignidad. Los niños aceptan prontamente su papel y espe-
ran que el celebrante se comporte de forma distinta en el altar, porque
saben que se espera que ellos mismos se comporten de forma distinta
en la iglesia.

573. Deberá evitarse todo didacticismo indebido. El celebrante mantendrá


un tono de oración y hablará como un amigo, directa y llanamente 45.
Aunque la Misa cumpla normalmente una función de catequesis,
cuando se celebra la «Misa para niños» no existe necesidad alguna de
«explicarlo todo», ya que en ese caso podrían confundirse o incluso
aburrirse. Los signos y símbolos hablan por sí mismos y son apreciados
por los niños cuya capacidad de maravillarse es conocida 46. Si por una
parte el celebrante podrá hacer hincapié en la celebración, con ins-
trucciones breves en las varias etapas del rito, por otra no olvidará
nunca que los niños se reúnen principalmente para rendir culto y no
para aprender.

574. La celebración deberá tomar, por supuesto, una forma más simple con
niños más pequeños, pero los signos y símbolos de la liturgia no debe-
rán ser demasiado simples para niños mayores. Estos deberán estar
familiarizados con los signos ceremoniales y los gestos, velas procesio-
nales, incienso, etc. Esto último tiene una importancia pastoral en el

44. Directorio para la Misa con niños, 1 de noviembre de 1973. Congregación del culto
divino, n. 6.
45. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 23.
46. Una vez el autor tuvo el privilegio de celebrar la Misa durante siete semanas en
los diversos grados de una escuela elemental, en edades comprendidos entre los 5 y los
11 años.

178
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

difícil ministerio de atraer a los niños que no van normalmente los


domingos a Misa.

Preparación de la liturgia

575. En la preparación de la liturgia, deberán estudiarse cuidadosamente


las posibilidades del Directorio para la Misa con niños, pero nunca se uti-
lizarán para justificar innovaciones 47. Por ejemplo: si alguien elige los
«propios» de la Misa deberá advertir que no existe una liturgia algo así
como una «Misa temática» celebrada alrededor del tema del «amor»
o «cariño», etc. Sin embargo, podrá desarrollarse alguno de estos
temas importantes en la vida cristiana dentro de las posibilidades del
misal y del leccionario para niños, especialmente en formas concretas
de la vida y mediante el ejemplo de un santo particular y de su histo-
ria. Por tanto, las memorias de los santos que caigan los fines de sema-
na son una fuente constante para la liturgia con niños. Deberá culti-
varse la dimensión mariana de la liturgia 48. Los tiempos del año litúr-
gico ofrecen muchas oportunidades para celebrar liturgias con
niños 49.

576. Deberá exhortarse a los niños a participar en las preparaciones 50. Los
ayudantes y los lectores de la Misa son elegidos normalmente entre el
grupo de niños, si esto fuera posible, pero deberán ser entrenados y
preparados para sus obligaciones. No deberá existir ninguna confusión
concerniente a los textos de las lecturas ni a la oración de los fieles. Si
se llega a usar la Plegaria eucarística para niños, los catequistas deberán
familiarizar a los niños con esta plegaria antes de la liturgia.

Detalles prácticos

577. Todos los preparativos ordinarios para la Misa se hacen en la iglesia o


en la capilla 51. Debería observarse lo siguiente: el ambón deberá contar
con una plataforma o escalera de tal forma que permita a cualquier
niño leer con facilidad y que el micrófono pueda ajustarse a su altura.
Si se preparan murales, estos no se colocarán en el altar o en el ambón
ya que solamente se permite cubrirlos con un antipendio litúrgico.

47. Vid. Directorio para la Misa con niños, nn. 8 y 54, que se explican más adelante.
48. Algunas de las formas simples de Misas podrían tomarse de las Misas en honor
de la Virgen María.
49. Pero no en días paganos como en carnavales.
50. Cf. Directorio para la Misa con niños, nn. 22-29.
51. Los niños prefieren el culto en un lugar sagrado «especial», los adultos imagi-
nan que ellos prefieren celebrar la Misa en una clase.

179
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

578. Los niños tienen la posibilidad de


—sentarse antes de la Misa,
—entrar en procesión con el celebrante.

579. a) Si los niños permanecen sentados antes de la Misa, con el fin de evi-
tar problemas, la experiencia enseña que:
—los niños no deberán sentarse juntos unos a otros,
—tampoco deberían ser encarados de forma que se miren directa-
mente unos a otros,
—no deberán sentarse en el presbiterio ni ser agrupados alrededor
del altar —para mantener la psicología de reverencia hacia un lugar
sagrado y hacia las funciones del celebrante y sus ayudantes—.
Los encargados de los niños deberán guiarlos en las oraciones y
quizá permitir un momento de oración en silencio antes de la celebra-
ción. En estas celebraciones, cuando menos, habrá un adulto presente,
para que el celebrante no se distraiga en la liturgia al tener que vigilar
la disciplina.

580. Al parecer, es mejor hacerles comprender los signos y símbolos inme-


diatamente antes, no durante la celebración. Sin embargo, podrá expli-
carse algún determinado signo u objeto litúrgico en la homilía. Antes
de la Misa, el celebrante podrá mostrar a los niños los vasos sagrados y
explicarles su significado y su uso. Podrá comentarles también los orna-
mentos mientras se reviste delante de los niños (pero sin tomar los
ornamentos del altar). Luego, hará una reverencia, besará el altar, irá a
la sede y comenzará la Misa.

581. b) Si los niños entran en la procesión, pueden ir detrás de la cruz y de


los ciriales y ocupar sus lugares guiados por los maestros o catequistas.
Durante la procesión pueden ejecutar su propia música y cantar si fuera
factible 52.

Desarrollo de la celebración

582. El celebrante puede omitir elementos en los ritos de entrada 53. Después
de la bienvenida, explica brevemente la liturgia. Si se utiliza la tercera
opción para el rito penitencial, al ser una alabanza triple de Jesucristo,
no podrá ser nunca «por las veces que hemos sido egoístas, Señor, ten

52. Si lo permite el obispo, puede utilizarse música grabada. Pero esto puede ser
una manera de rendirse ante la «cultura de la televisión y del video», es como música
trivial «litúrgica» de niños.
53. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 40.

180
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

piedad», etc. Se podrá cantar una paráfrasis del Gloria. El celebrante


puede simplificar la oración colecta.

583. Durante la liturgia de la palabra, los niños deberán actuar como lecto-
res. Puede usarse un leccionario aprobado para niños. El Evangelio
siempre se lee por un diácono o el celebrante, pero los niños pueden
alternar las partes dialogadas como la lectura de la Pasión 54. La homilía
deberá ser corta, adaptada a la capacidad según la edad del grupo y
puede incluir preguntas 55. El Credo de los Apóstoles puede reemplazar
al Credo Niceno 56. Es mejor que las intenciones de la oración de los fie-
les estén preparadas y sean leídas por los niños.

584. En la procesión de las ofrendas, los niños llevan al altar el pan y el vino
y quizá flores y velas, pero en cuanto a llevar juguetes al altar deberá
reservarse para aquellas ocasiones en las que no se les devolverán, ya
que se destinarán a niños pobres; por ejemplo, antes de Navidad. Para
evitar la distracción en la Eucaristía, estas ofrendas se colocan cerca del
altar, pero no en él. La posibilidad de que un niño lleve el cáliz vacío al
altar en esta procesión no es compatible en la liturgia de adultos. Los
niños pequeños pueden ser exhortados a elevar sus manos como un
signo de ofrenda durante las oraciones «Bendito seas Señor Dios del
universo...».

585. Los niños deben ser capaces de ver toda la acción de la Misa. Sin embar-
go, parece preferible que no estén de pie alrededor del altar durante la
liturgia eucarística, no sólo porque puede originar problemas de disci-
plina, sino también porque rebaja el sentido del espacio sagrado y las
funciones sagradas de los ministros.

586. Antes del prefacio, el celebrante puede añadir motivos para dar gracias.
Puede cantarse una adaptación aprobada del Sanctus 57. Cuando se usa
alguna de las Plegarias eucarísticas para niños, los niños mayores po-
drían tener el texto delante de sí. Si se escoge la segunda o tercera ple-
garia, cuando los niños hayan de hacer las aclamaciones, deberán tener
delante el texto o saberse las aclamaciones de memoria. Estas aclama-
ciones deberían ser cantadas, no sólo para hacerlas más efectivas, sino
para evitar también una repetición trivial. El ceremonial del celebrante
para las Plegarias eucarísticas de Misas con niños está incluido en el
Apéndice 5, Otras Plegarias eucarísticas, nn. 826-839. Con el fin de man-
tener el vínculo con el culto familiar algunos sacerdotes prefieren usar

54. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 47, esto se aplica a todas las lecturas.
55. Cf. Directorio para la Misa con niños, nn. 22, 48.
56. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 49.
57. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 31, pero esto parece innecesario.

181
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

alguna Plegaria eucarística de adultos con los niños, normalmente la


segunda, combinada con uno de los prefacios más sencillos. En este
caso, se deberá enseñar a los niños a cantar la aclamación después de la
Consagración.

587. Incluso los niños más pequeños pueden ser animados a participar en el
canto o a rezar el Padrenuestro. Aunque la unión de manos de unos
con otros no está en consonancia con la liturgia de adultos, el alzarlas
como el sacerdote puede ser un gesto apropiado, además, los niños
pequeños lo hacen espontáneamente 58. El celebrante puede simplificar
el rito de la Comunión, pero sin omitir el Padrenuestro, la fracción y la
presentación de la Hostia y la invitación a la Comunión 59. Puede can-
tarse una adaptación aprobada del Agnus Dei 60.

588. De que se deba dar o no el signo de la paz dependerá del consejo de los
catequistas. Puede efectuarse con reverencia por los más pequeños,
pero puede volverse caótico en niños mayores o con más conciencia de
sí. En algún caso, convendrá omitirlo para evitar que se rompa el clima
de preparación interior antes de la Comunión.

589. Antes de mostrar la Hostia fraccionada a los niños, el celebrante puede


hablar brevemente acerca de la Presencia Real, especialmente en una
Misa de Primera Comunión. Cuando se da la Eucaristía a los niños, el
celebrante u otros ministros eucarísticos verán que es más fácil de lo
que parece estar de pie en el mismo nivel que el niño. Como en el caso
de los adultos, los niños deben ser libres de elegir entre recibir la
Eucaristía en la mano o en la boca 61. De vez en cuando, los catequistas
deberán recordarles la forma correcta y reverente de recibir al Señor,
especialmente la necesidad de hacerse a un lado una vez recibida la
Hostia, si se coge con la mano.

590. Después de la Sagrada Comunión, los niños deberán permanecer quie-


tos y recogidos 62. Cuando vuelven a sus lugares para hacer la acción de
gracias en privado, el arrodillarse añade una postura significativa para
la ocasión. Lo más importante es cultivar la práctica de la oración per-
sonal después de recibir la Eucaristía. Por esta razón, el celebrante
deberá cuidar que las purificaciones se hagan en la credencia para no

58. Esta costumbre está extendiéndose entre los adultos en algunos países. Dados
sus antiguos precedentes, algún día podría reconocerse como un gesto laico en la Misa.
59. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 53.
60. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 31, esto también parece innecesario.
61. El celebrante y los catequistas deberán respetar el derecho de los padres, que
pueden tener algunas razones para ver cómo recibe la Eucaristía su hijo.
62. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 54.

182
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

distraer a los niños. El celebrante, un maestro o catequista o uno de los


niños puede dirigir la acción de gracias comunitaria, antes de que el
celebrante se levante para la oración después de la Comunión. Podrá
también decir algunas palabras una vez concluida la bendición 63.

591. Después de la bendición y la despedida, los niños pueden permanecer


en sus lugares un momento o seguir al celebrante en la procesión.
Deberá mantenerse una atmósfera de paz durante el tiempo en que los
niños permanezcan en la iglesia, procurando que la liberación natural
de energías se produzca cuando hayan abandonado el área de culto.
Esto ayuda a mantener el respeto hacia los tiempos y lugares sagrados.

592. Para desarrollar una vida litúrgica más profunda y amplia en los niños
y fortalecer su catequesis eucarística, los padres, clérigos, maestros o
catequistas deberán llevarlos a la iglesia para hacer visitas al Santísimo
Sacramento. Como parte de su formación, deberán familiarizarse con
las celebraciones de adoración pública tales como una bendición con el
Santísimo.

Misa de acción de gracias de un sacerdote


recién ordenado

593. Un sacerdote recién ordenado concelebra su primera Misa durante la


ceremonia de Ordenación. Sin embargo, su «Misa de acción de gracias»
es una ocasión festiva en la que preside como celebrante o celebrante
principal por primera vez. Dependiendo de su elección y su confianza,
la liturgia puede adquirir una forma simple o solemne. Para liberarlo
de nerviosismos, deberá ser asistido por un diácono, maestro de cere-
monias y ayudantes. Puede pedir a otro sacerdote que le ayude en la
homilía. La elección de los «Propios» de la Misa depende del día 64.

594. Por lo general, es asistido por un «capellán», sacerdote experimentado


que se coloca cerca de él en la sede y en el altar para guiarle durante la
liturgia. Si es una concelebración, un concelebrante puede actuar
como capellán; otro sacerdote ayuda revestido con sotana, sobrepelliz y
estola.

595. Después de la Misa, es costumbre que el sacerdote recién ordenado


imparta la bendición a quienes la soliciten. Después de la procesión
final, vuelve a la iglesia y se pone de pie enfrente del altar o en algún

63. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 54.


64. Vid. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802.

183
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

otro lugar donde el pueblo pueda recibir su bendición con facilidad.


Una forma básica de bendición podría ser: «Que la bendición de Dios
Omnipotente, + Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y per-
manezca siempre». Y se responde: «Amén». Después de hacer el signo
de la cruz, coloca sus manos en la cabeza de la persona que pide la ben-
dición diciendo: «descienda... siempre». Puede añadir después: «la paz
sea contigo», y como es costumbre todavía en algunos lugares puede
ofrecer sus manos para que se las besen. Pueden observarse también
otras costumbres populares después de la Misa, tales como ofrecer a la
madre del sacerdote un regalo simbólico, por ejemplo: unas flores ben-
decidas.

Bendición de un cáliz y una patena en la Misa

596. Se proporciona aquí el ritual de bendición del cáliz y la patena para


comodidad de los sacerdotes. Se ha facultado a todos los sacerdotes
para bendecir objetos reservados exclusivamente para la celebración de
la Eucaristía. El cáliz y la patena deben cumplir los requisitos de IGMR
nn. 289-95 65. Por razones obvias, es mejor hacer la bendición durante la
Misa, con la participación de los donantes, si los hubiere, y de otros
miembros de la comunidad.

597. Los nuevos vasos sagrados se colocan en la credencia, si los ayudantes


van a llevarlos al altar, o sobre la mesa de las ofrendas, si van a ser lle-
vados por los fieles o los donantes. La Misa comienza como es habitual,
de acuerdo con la ocasión. En los días en los que sea posible sería apro-
piado celebrar una Misa votiva de la Eucaristía. Además, en los días en
los que pueda celebrarse una Misa Ritual, pueden elegirse las lecturas
apropiadas de entre las sugeridas en el rito 66. En la homilía, el cele-
brante comenta las lecturas y el significado de la bendición de los vasos
sagrados.

598. Después de la oración de los fieles, que deberán incluir al menos una
referencia a los donantes, los ayudantes, los representantes de la comu-
nidad o los mismos donantes presentan los vasos sagrados llevándolos
al altar. Los colocan en el centro del altar. Mientras tanto, puede can-
tarse la antífona «Yo tomaré el Cáliz de salvación...» o algún otro himno
apropiado. Quienes llevaron los vasos sagrados pueden volver a sus

65. Cf. PR, Dedicación de una iglesia y de un altar, cap. 7, Bendición de cáliz y patena, nn.
1-3, y anteriormente, cap. 2, n. 93.
66. Vid. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802; y PR, Bendición de
cáliz y patena, nn. 5-8.

184
OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

lugares o permanecer delante del altar sin estorbar a la vista del pueblo
la bendición.

599. El celebrante abandona la sede presidencial y se dirige al altar. El por-


tador del libro le acompaña llevando el libro que contiene la oración
de la bendición. Después del himno, permanece en el centro del altar,
y ayudado por el portador del libro a su izquierda, el celebrante dice o
canta: «Oremos». Después de una pausa breve para la oración en silen-
cio, con las manos todavía juntas, canta o dice la oración bendicional.
No hace el signo de la cruz sobre los vasos sagrados, indicando de este
modo que la auténtica bendición será impartida mediante su uso
durante el ofrecimiento de esta Misa. Al final de la oración, todos res-
ponden: «Bendito seas por siempre Señor». El celebrante y el portador
del libro vuelven a la sede.

600. Sólo a partir de este momento los ayudantes llevan el corporal, el (los)
purificador(es), (otros vasos), y el misal, y permanecen de pie en el
altar. Un ayudante desplaza los nuevos vasos sagrados a la derecha del
altar antes de desplegar el corporal. El celebrante, entonces, se dirige
al centro del presbiterio con el diácono y los ayudantes para recibir las
ofrendas. En el altar, las formas se colocan inmediatamente en cual-
quier patena nueva, y el diácono o celebrante prepara el vino en el(los)
nuevo(s) cáliz(ces). Durante la preparación del altar y de las ofrendas
puede cantarse la antífona «Yo tomaré el Cáliz de salvación» o algún
otro himno apropiado. Las ofrendas pueden y deben ser incensadas en
esta Misa. También es apropiado, si las circunstancias lo permiten, que
los fieles reciban la Sangre de Cristo del (de los) nuevo(s) cáliz(ces)
bendecido(s) 67.

Bendición de un vaso sagrado fuera de la Misa

601. Está previsto un rito más sencillo para las situaciones en las que sea pre-
ferible bendecir vasos sagrados fuera de la Misa 68. Esta celebración es
aconsejable justamente antes o después de la Ordenación de un sacer-
dote, para que dichos vasos sagrados queden bendecidos antes de su
Misa de acción de gracias. Durante la oración bendicional, el celebran-
te hace el signo de la cruz sobre los vasos sagrados. Hay establecido un
texto para la oración de los fieles; se concluye con el Padrenuestro y
una oración final seguida de la bendición y la despedida.

67. Cf. PR, Bendición de cáliz y patena, n. 14.


68. Vid. Bendición de cáliz y patena, nn. 15-23.

185
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Y los cantores hacían oír su voz y en el vasto templo resonaba la


dulce melodía. Y clamaba todo el pueblo de la tierra orando ante el
Misericordioso hasta acabarse el servicio del altar y terminar el culto
prescrito».
Eclesiástico 50, 20-21

186
10. El sacramento de la Eucaristía

602. El canon 912 establece: Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba,


puede y debe ser admitido a la Sagrada Comunión. Este canon incluye a
todos los católicos y, en casos específicos, a algunos no católicos que no
tienen acceso a su propio clero 1. Administran la Eucaristía al Pueblo de
Dios, en primer lugar, todos los obispos, sacerdotes y diáconos que pue-
den distribuir la Sagrada Comunión en cualquier Misa en virtud de las
sagradas Órdenes que han recibido 2. Los «ministros ordinarios» pue-
den también administrar la Eucaristía fuera de la Misa en circunstancias
particulares como:
—a los moribundos,
—a los enfermos,
—a los fieles reunidos en el lugar donde el Santísimo Sacramento
está reservado.

603. Desde la publicación de la Instrucción Immensae caritatis (1973), la


Iglesia autoriza a algunos laicos y religiosos a ejercer como ministros
extraordinarios de la Eucaristía, para facilitar el acceso al sacramento.
Es ministro extraordinario de la Sagrada Comunión el acólito o también otro fiel
designado según el canon 230 §3 3. El acólito distribuye la Sagrada Comu-
nión en virtud de su ministerio, y tiene preferencia sobre cualquier otro
laico o religioso autorizado. Los ministros extraordinarios ejercen el
ministerio sólo cuando faltan los ministros ordinarios. Por tanto, los
acólitos o los ministros extraordinarios no distribuyen la Comunión

1. Vid. La Instrucción relativa a los casos donde otros cristianos pueden ser admitidos a la
Comunión eucarística en la Iglesia Católica, Secretariado para la promoción de la Unidad
de los Cristianos, 1 de junio de 1972.
2. Cf. CIC, canon 910 §1.
3. Cf. canon 910 §2.

187
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mientras haya sacerdotes sentados 4. El ministerio auxiliar de los minis-


tros extraordinarios tiene un gran valor en algunas circunstancias; sin
embargo, los signos y símbolos de la ceremonia deben transmitir una
comprensión clara del papel de estos ministros y de su relación con los
ministros ordinarios 5. En territorios de misión, es frecuente que los
catequistas tengan licencia para ser ministros extraordinarios 6.

604. Por tanto, para describir los ritos de la Misa que tienen relación con los
ministros de la Eucaristía se ha previsto lo siguiente:
—algunos detalles sobre la manera de distribuir la Sagrada Comu-
nión, además de los que ya se han recogido en el capítulo 5;
—la Comunión de los enfermos;
—el Viático;
—la Sagrada Comunión fuera de la Misa;
—la celebración dominical en ausencia de un sacerdote.

Administración de la Eucaristía

605. Cuando se distribuye el Cuerpo del Señor, el ministro eleva la Hostia


sobre el copón y dice: «El Cuerpo de Cristo» 7. El comulgante respon-
de: «Amén». El ministro deposita la Hostia con cuidado sobre la lengua
o sobre la palma extendida de la mano izquierda. Tal y como se ha
señalado, es preferible mantener el dedo pulgar sobre la forma y el
dedo índice debajo para conseguir un mayor control. Cuando se dis-
tribuyen los fragmentos de una Hostia grande, sería prudente —antes
de decir: «El Cuerpo de Cristo»— mover un poco cada fragmento
sobre la patena o el copón, para que caigan las pequeñas partículas que
contengan. La Comunión con el Santísimo Sacramento reservado se da
sólo bajo la forma del pan, salvo en el caso que veremos a continua-
ción.

606. Cuando se da a beber la Sangre del Señor, el ministro entrega el cáliz


al comulgante diciéndole: «La Sangre de Cristo». El que comulga res-
ponde: «Amén», y después bebe del cáliz y se lo entrega al ministro para

4. Vid. la decisión al respecto de la Pontificia Comisión para la interpretación


auténtica del Código de Derecho Canónico, en el Apéndice 1, n. 784.
5. Para una descripción más detallada de su papel durante la Misa, vid. Apéndice 1.
Ministros extraordinarios de la Eucaristía, nn. 777-87.
6. En territorios de misión, los catequistas pueden recibir autorización para bauti-
zar, presidir matrimonios, funerales y dirigir otros ritos y devociones no sacramentales.
7. No se añade a esta fórmula el nombre del que comulga.

188
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

que lo limpie con un purificador 8. El cáliz, una vez que se ha limpiado,


se puede girar ligeramente. Sin embargo, como ya se ha señalado, cuan-
do se distribuye la Sangre del Señor a personas ancianas o a niños, pare-
ce mejor sujetar el cáliz llevándolo cuidadosamente a los labios del que
comulga. No se puede dejar el cáliz o la patena sobre una mesa o altar
para que los que se acerquen a la Comunión vayan tomando para sí la
Eucaristía. El servicio de persona a persona es parte de la sacramentali-
dad de la Eucaristía.

Intinción

607. Hay dos modos ligeramente distintos de distribuir el Cuerpo y la Sangre


del Señor por intinción.
—El ministro sostiene la patena o el copón mientras otro ministro,
de pie al lado derecho del primero, tiene el cáliz y el purificador. El
ministro toma una sagrada forma y la empapa en la Preciosa Sangre, y
manteniéndola encima de la patena o del copón dice: «El Cuerpo y la
Sangre de Cristo». El comulgante responde: «Amén», después, el minis-
tro da la comunión en la lengua del fiel.
—El ministro puede tener el cáliz (sin el purificador) en su mano
izquierda mientras otro ministro sostiene la patena. El ministro toma
una sagrada forma de la patena (o de la mano del otro ministro) y la
introduce en la Preciosa Sangre, y, después de decir: «El Cuerpo y la
Sangre de Cristo» 9, la deposita sobre la lengua del comulgante que ha
respondido «Amén».

608. No hace falta empapar del todo las formas en la Preciosa Sangre. Un
modo que parece adecuado es introducir sólo un tercio de la Hostia en
el cáliz. Para evitar que caigan gotas, se puede sacudir ligeramente
sobre el cáliz antes de decir: «El Cuerpo y la Sangre de Cristo». El acó-
lito u otra persona debe sostener la patena debajo de la barbilla del
comulgante cuando la Eucaristía se administra de este modo 10. El
comulgante no debe tomar la Hostia y empaparla en el cáliz que sos-
tiene un ministro o que se ha dejado sobre el altar o una mesa. Esta
práctica disminuiría el símbolo y significado de la comunión y, fácil-
mente, sería causa de accidentes.

8. Vid. IGMR, n. 244 d.


9. El valor del signo de beber del cáliz es ex institutione Christi, pero la intinción
tiene algunas tradiciones orientales que la justifican y también algunas consideraciones
modernas, prácticas e higiénicas. El sacerdote debe respetar las costumbres locales y se
puede guiar en esta materia por un flexible discernimiento pastoral.
10. Vid. IGMR, nn. 80 c, 246 b y 247 b; y CO, n. 125.

189
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

609. La Ordenación general también contempla la posibilidad de que la Euca-


ristía se pueda administrar por medio de una canilla o con una cucha-
rilla. En las poco frecuentes situaciones en las que esta práctica pueda
ser necesaria, se aconseja acudir a los detalles que para estas circuns-
tancias se recogen en el IGMR, nn. 248-52.

Otros detalles prácticos referentes al ministerio eucarístico

610. Los que administran la Eucaristía nunca deben tener prisa, que, con
frecuencia, lleva a accidentes e implica una falta de reverencia a la
Eucaristía y una falta de respeto a los que reciben al Señor. El ministro
debe decir claramente: «El Cuerpo de Cristo», para que el comulgante
oiga las palabras y pueda responder, aunque no es necesario que le
oigan otros. Tampoco es deseable que se oiga a varios ministros decir a
la vez: «El Cuerpo de Cristo», cuando, simultáneamente se distribuye la
Sagrada Comunión. Si el número de Hostias no es suficiente para todos
los comulgantes, el ministro debe ir al altar o a otro lugar y fraccionar
discretamente las sagradas formas para que puedan comulgar todos los
que se acercan al altar. Sin embargo, no es decoroso ni conveniente
intentar romper las partículas mientras se está distribuyendo la Sagrada
Comunión. Como ya se ha hecho notar, sólo un sacerdote puede ayu-
dar al celebrante a fragmentar las Hostias.

611. Si se cae al suelo una Hostia, el ministro —y no el comulgante— debe


recogerla de inmediato. Si una persona toma la Hostia pero no la sume,
el ministro debe retirársela y, si hace falta, pedir ayuda de otras perso-
nas para evitar una profanación. En el Apéndice 6 se explican las medi-
das a seguir en caso de que se derrame la Sangre del Señor (Accidentes,
nn. 850-54). Por razones de higiene, el celebrante y los ministros que
distribuyan la Eucaristía deben evitar, por consideración, cualquier con-
tacto de los dedos con la boca o la nariz.

Comunión de enfermos

612. El principal motivo práctico para reservar la Eucaristía es que se pueda


llevar el Santísimo Sacramento a los moribundos como Viaticum, o a los
enfermos, o a los que están impedidos para participar en la celebración
de la Misa 11. De estas prácticas surgieron los tan loables actos de culto
público y privado de adoración eucarística que se desarrollaron en
Occidente. Se expondrá primero la Comunión de los enfermos debido

11. Cf. RR, Sagrada Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 5.

190
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

a que suele requerirse con más frecuencia que el Viático. Asimismo, se


expecificará cada una de estas formas de distribuir la Eucaristía en dos
circunstancias: cuando la persona está en casa, o en una institución asis-
tencial.

La comunión en casa del enfermo

613. En algunos contextos sociales, el sacerdote o el diácono aún llevan la


Eucaristía en procesión al enfermo, usando un alba, o sotana y sobre-
pelliz, con una estola blanca y el paño humeral. Puede acompañarle un
acólito u otra persona llevando una vela. Es tradicional tocar una cam-
pana para avisar que se está llevando la Eucaristía. Aunque es muy
bueno que no se olviden estas tradiciones, en sociedades pluralistas, en
la práctica actual, el sacerdote o el diácono lleva con reverencia la
Eucaristía a los enfermos sin ceremonia pública, vistiendo su traje ordi-
nario. Utiliza una «estola de bolsillo» que debe ser preferiblemente
reversible: de color blanco por un lado, y morada por otro porque el
sacramento de la Penitencia es parte del ministerio con los enfermos.
Lleva la Eucaristía en una píxide, que puede transportarse dentro de
una bolsa de cuero o de algún otro material fino. Esta bolsa, unida a
una cadena o cordón, se pone alrededor del cuello y se introduce en el
bolsillo interior. El sacerdote también debe llevar un pequeño corporal,
un purificador (ambos, generalmente, se mantienen doblados dentro
de la bolsa de la píxide), un pequeño recipiente con agua bendita y el
libro del ritual.

614. En la habitación del enfermo, sobre una mesa o una silla próxima a la
cama, se debe preparar lo siguiente: un mantel (un crucifijo, si es posi-
ble), una vela (o velas), un vaso de agua (un acetre de agua bendita y
un hisopo para asperger si el sacerdote o diácono no traen agua ben-
dita) 12. Se pueden poner flores frescas encima de la mesa. Estas prepa-
raciones se pueden modificar en caso de emergencia, o de condiciones
difíciles. El enfermo debe saber exactamente cuándo va a llegar el
sacerdote o diácono. Los enfermos están exentos del ayuno eucarístico
de una hora 13.

615. El sacerdote o diácono (por tanto, el «celebrante») se debe poner la


estola de bolsillo antes de arrodillarse y tomar la Eucaristía del sagrario
para depositarla en la píxide. Después, debe ir directamente a la casa
del enfermo, sin entretenerse en otros asuntos mientras lleve la Eucaris-

12. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 46-48, 95.
13. Cf. RR, Sagrada Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 24.

191
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

tía. Al llegar, el celebrante se dirige a la habitación del enfermo. Como


es costumbre, por reverencia a la Eucaristía, el celebrante no debe ini-
ciar una conversación con los de la casa hasta que se haya terminado el
rito. Primero saluda al enfermo y a los presentes, según las fórmulas del
ritual. Después toma el corporal, lo desdobla y lo pone sobre la mesa,
deposita la píxide sobre la mesa y se arrodilla. En este momento todos
los presentes deben arrodillarse en adoración durante un breve espacio
de tiempo 14.

616. Entonces, el celebrante puede asperger al enfermo y a los presentes


con agua bendita, mientras dice alguna de las fórmulas previstas por el
ritual. Si el celebrante es un sacerdote, se puede celebrar el sacramen-
to de la Penitencia, en cuyo caso los presentes deben abandonar la habi-
tación mientras dure la confesión. Si la persona enferma no necesita el
sacramento, se continúa con el rito penitencial.

617. Después sigue una breve liturgia de la palabra. El celebrante u otra per-
sona lee algunos versos sugeridos por el ritual. A continuación hay un
momento de silencio; luego, el celebrante puede explicar brevemente
las lecturas, comentando la aplicación que tienen a las necesidades del
enfermo y de los que le cuidan 15. Si el celebrante tiene que visitar a
varios enfermos, esta parte del ritual se puede reducir a recitar con
reverencia un verso eucarístico de la Sagrada Escritura.

618. El rito de la Comunión comienza con la oración del Señor. Después, el


celebrante hace una genuflexión, abre la píxide, toma la Hostia, que
sostiene sobre la píxide abierta, y la muestra al enfermo diciendo: «Éste
es el Cordero de Dios...» u otro texto aprobado. Una vez que todos los
presentes han respondido: «Señor, no soy digno...», el celebrante admi-
nistra la Eucaristía al enfermo y a los que están presentes y quieran reci-
bir al Señor. El celebrante u otra persona puede ofrecer un poco de
agua si alguno tiene dificultad para tragar la Hostia. Algunas soluciones
a diferentes problemas se recogen en Otros detalles prácticos del ministerio
de los enfermos, nn. 624-26.

619. Después de administrar la Comunión, el celebrante deposita la píxide


sobre la mesa, la cierra y hace una genuflexión si todavía queda alguna
Hostia. Si está vacía, echa un poco de agua en la píxide y purifica sus
dedos. Si es necesario, consume la ablución y seca la píxide con el puri-
ficador. Y luego la guarda con los lienzos en la bolsa.

14. Esto parece indicarse en RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del
enfermo, n. 49.
15. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 53.

192
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

620. Se pueden tener unos breves minutos de silencio. A continuación, el


celebrante dice: «Oremos» y, si no hubo un momento de reflexión pre-
vio, hace una pausa para rezar en silencio. Después dice una de las ora-
ciones de la Comunión. Finalmente, da una de las bendiciones previs-
tas en el ritual 16. Sin embargo, si todavía está el Santísimo Sacramento
en la píxide, hace una genuflexión, toma la píxide y, dirigiéndose al
enfermo y a los presentes, hace la señal de la cruz lentamente sin decir
nada. Cuando se imparte la bendición eucarística, todos deben estar
arrodillados en actitud de oración. Dependiendo de la circunstancias,
el celebrante puede ir a la casa siguiente para atender a otras personas
o, si la píxide está vacía, puede quedarse con el enfermo.

Comunión en una institución asistencial

621. El rito de administrar la Comunión a los enfermos se modifica cuando


son varias las personas que van a recibir el sacramento en un hospital o
institución asistencial. Si los enfermos o ancianos están reunidos en una
habitación, el celebrante usa el ritual descrito, aunque con las modifi-
caciones necesarias; por tanto, antes de comenzar el ritual, debería
escuchar las confesiones. Sin embargo, como se dice a continuación, el
rito se modifica cuando la Eucaristía se administra en diferentes zonas
de un edificio 17.

622. El celebrante recita una antífona eucarística, por ejemplo: O sacrum con-
vivium, en la iglesia o capilla adjunta a la institución, o en la primera
habitación que va a visitar. Después se dirige al recinto donde están los
enfermos esperando la Eucaristía. Estos y quienes los atienden deben
saber exactamente cuándo el sacerdote o el diácono les llevará la
Eucaristía. Alguien, llevando una vela, podría y debería acompañar al
ministro de habitación en habitación. En una institución católica, el
sacerdote o el diácono pueden vestir el alba o sotana y sobrepelliz y
estola blanca.

623. Se omite la aspersión con agua bendita. Si hay una mesa preparada en
cada habitación, el celebrante deposita la píxide sobre ella y hace una
genuflexión. A continuación se adora en silencio. Se puede hacer una
breve lectura de la Sagrada Escritura, y recitar la oración del Señor.
Luego, el celebrante muestra la Hostia al enfermo y le da la Comunión
como se ha indicado anteriormente, teniendo en cuenta que también
otras personas pueden querer recibir la Comunión (parientes, amigos,

16. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 79, 237,
238.
17. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 59.

193
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

enfermeras, etc.). El pesonal sanitario debe ayudar al enfermo cuando


sea necesario, por ejemplo: ofreciéndole agua después de la Comu-
nión. La oración final se dice en cada habitación o en la última. No se
da la bendición final. El celebrante limpia la píxide en la iglesia o capi-
lla de la institución o en la última habitación. En la práctica, es posible
simplificar más este rito, especialmente cuando son muchos los que
reciben la Eucaristía.

Otros detalles prácticos en la atención a los enfermos

624. No se debe hacer ningún intento de dar la Eucaristía a personas:


—incapacitadas para tener comida sólida o líquida en el estómago,
—que estén inconscientes o en estados similares,
—en un estado irracional hasta el punto de que puedan rechazar las
Sagradas Especies.

625. Se debe prestar especial atención a las personas con dificultad para tra-
gar. Algunas posibles soluciones son las siguientes:
—dar al comulgante sólo un pequeño fragmento de la Hostia,
—darle agua después de la Comunión,
—darle un poco de la Preciosa Sangre cuando no puedan tragar sus-
tancias sólidas.

626. En el tercer caso, durante la Misa, el sacerdote reserva una pequeña


cantidad de la Preciosa Sangre en el sagrario en un cáliz cubierto. El
contenido de este cáliz se transfiere a un vaso de cristal cuidadosamen-
te sellado. Antes de apartarse del sagrario, el sacerdote lava el cáliz con
agua, bebe la ablución y seca el cáliz con el purificador. Además del vaso
sellado, el celebrante debe llevar otros medios con los que administrar
la Eucaristía, es decir: un pequeño cáliz o una cucharilla (de un metal
noble y reservada para este fin), y, en algún caso, hasta un lacrimario.
Con el máximo cuidado, se transfiere una parte de la Sangre Preciosa a
este vaso y después se administra la Comunión al enfermo, con la fór-
mula habitual: «La Sangre de Cristo». El celebrante consume inmedia-
tamente lo que queda y se purifican ambos vasos con agua. Si el enfer-
mo que ha recibido la Eucaristía de este modo es contagioso, el sacer-
dote puede purificar los vasos sin consumir la ablución. Más tarde este
líquido se vierte en el sacrarium o en el desagüe de la pila bautismal o
sobre la tierra 18.

18. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 95.

194
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

Viático

627. El rito de administrar la Eucaristía a los enfermos en peligro de muer-


te como Viático, o «Alimento para el camino» 19, es similar al rito de la
Comunión para los enfermos. Sin embargo, se deben hacer notar las
siguientes modificaciones.

628. El rito comienza con el saludo y la aspersión de agua bendita. El cele-


brante da una explicación breve acerca del Viático, adaptada a las nece-
sidades del enfermo y de las personas presentes. Si se administra el
sacramento de la Penitencia, en caso de necesidad, la confesión puede
ser general. Después de oír la confesión, el sacerdote le impone una
penitencia adaptada a la situación, le confiere la absolución y después
le lucra con indulgencia plenaria o el perdón apostólico, utilizando la
fórmula prevista. Si no se celebra el sacramento de la Penitencia, se
reemplaza por un rito penitencial. Después, el celebrante invita al
enfermo a hacer la profesión de fe bautismal o a expresar su fe bautis-
mal de un modo no verbal. Luego, sigue la letanía de intercesiones, que
puede ser adaptada o también omitida si parece que el rito cansa al
enfermo.

629. Si la persona en peligro de muerte no está confirmada, cualquier


sacerdote puede administrar la Confirmación 20 y, a continuación, el sa-
cramento de la Unción de enfermos, como está previsto en el «rito
continuo» que se usa cuando el sacerdote se da cuenta de que debe
administrar todos los sacramentos para beneficio de una persona in
extremis 21.

630. El rito de la Comunión comienza con la oración del Señor.


Inmediatamente después de administrar la Eucaristía al enfermo, el
celebrante dice: «Que el Señor te proteja... hasta la vida eterna».
Responde: «Amén». En este momento puede dar la Eucaristía a los que
están presentes. Purifica el cáliz, dice la oración de después de la
Comunión y da la bendición usando una de las fórmulas indicadas. Si
en la píxide hay alguna Hostia da la bendición eucarística en silencio,
como ya se ha indicado. El sacerdote o diácono y las personas presen-
tes pueden dar o hacer al enfermo una señal de paz, de modo atento y
afectuoso 22. Según la situación, el sacerdote o el diácono puede que-

19. El Viático se explica en CEC, nn. 1517, 1392, 1524.


20. Cf. CIC, canon 883; Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo,
nn. 136-37.
21. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 30, 115-17.
Vid, también CEC, n. 1517.
22. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 114.

195
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

darse para dirigir la oración de recomendación del alma y ayudan al


moribundo a entrar en la vida eterna confiando en los méritos de nues-
tro Salvador misericordioso 23.

631. Los niños enfermos y en peligro de muerte pueden recibir la Eucaristía


si distinguen el Cuerpo de Cristo de la comida ordinaria y reciben la
Comunión reverentemente 24. Si el niño no está confirmado, el sacer-
dote trae consigo el crisma y le administra el sacramento de la Confir-
mación. Si tiene suficiente uso de razón, el niño debe recibir la Unción
de enfermos. Si hay duda con respecto al uso de razón, el niño debe
recibir el sacramento 25. La Eucaristía se administra después de la Con-
firmación y la Unción de enfermos. El rito completo debe ser sencillo,
corto y presentado de modo cuidadoso para eliminar toda posibilidad
de aterrorizar o confundir al niño.

632. Está previsto un rito especial para la iniciación cristiana de adultos no


bautizados en peligro de muerte 26.

El Viático durante la Misa

633. La Misa ritual del Viático se puede celebrar en, o cerca de la habitación
del enfermo. Se debe preparar todo igual que en la Misa fuera de un
lugar sagrado, tal y como se detalla en el capítulo anterior. El altar ha
de prepararse de tal modo que el enfermo pueda participar, al menos
con la vista, de los misterios salvadores. Toda la celebración se caracte-
rizará por la paz y el silencio.

634. Cuando se puede celebrar 27 la Misa Ritual (o una Misa votiva de la


Eucaristía) 28, no hay inconveniente en usar las lecturas propias. Cuando
no se use la Misa Ritual, se permite tomar una lectura de los textos pro-
pios de esa Misa, además de una forma especial de la bendición final.
En los días afectados por el título 1 y 2, en el Apéndice 2, se usa la Misa
y las lecturas propias. En la homilía sobre el texto sagrado, el celebran-
te explica el significado y la importancia del Viático. Después de la
homilía, el celebrante invita al enfermo a hacer la profesión de fe bau-
tismal, o a expresar su fe de una manera no verbal. A continuación, si
se quiere, sigue una letanía de intercesiones adaptadas que se omite si

23. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 138-50.
24. Cf. CIC, canon 913 §2.
25. Cf. CIC, canon 1005.
26. Cf. RR, Iniciación cristiana de adultos, nn. 278-94.
27. Vid. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802.
28. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 97, y para
los textos vid. nn. 247-58.

196
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

el rito fatiga al enfermo. Después, continúa la Misa con la preparación


de las ofrendas.

635. El celebrante y los presentes pueden dar la paz al enfermo en el


momento habitual de la Misa. Después de administrar la Eucaristía al
enfermo, el celebrante añade la fórmula del Viático: «Que el Señor
Jesús...». El enfermo y los presentes pueden recibir la Eucaristía bajo
ambas especies, si es posible. Como se ha señalado, una de las formas
opcionales previstas para la Comunión de los enfermos es la bendición
final. A esta bendición el celebrante puede y debe añadir la indulgen-
cia plenaria o el perdón apostólico. La Misa concluye con la despedida
del diácono o del celebrante.

Atención al enfermo por un ministro extraordinario

636. Cuando un ministro extraordinario lleva la Comunión al enfermo o,


cuando es necesario dar el Viático, se hacen las preparaciones habitua-
les. El ministro no viste traje distintivo, aunque el acólito puede utilizar
el alba en una casa de religiosos, en un hospital o en un colegio, etc. En
este Ritual hay pequeñas variaciones 29. Se usa un modo distinto de salu-
dar al principio del rito; y en la conclusión se utiliza una forma laical de
bendición: el ministro hace la señal de la Santa Cruz sobre sí mismo. Si
permanece una Hostia en la píxide, el ministro extraordinario no
imparte la bendición eucarística.

La Sagrada Comunión fuera de la Misa

637. Administrar la Eucaristía fuera de la Misa nunca es lo mismo que reci-


bir el Cuerpo y la Sangre del Señor durante el sacrificio eucarístico 30.
Donde las condiciones pastorales requieren la administración de la
Eucaristía fuera de la Misa, se debe poner atención en consagrar una
cantidad suficiente de Hostias y usar los vasos sagrados apropiados y
autorizados. Cuando la Eucaristía está prevista de este modo para una
comunidad aislada, el sacerdote se asegurará de que el pan usado no
se corromperá por las condiciones climáticas de esa localidad. El rito
varía si:
—incluye una celebración de la palabra, por ejemplo: un «servicio
de Comunión»,
—es un rito corto, y

29. Establecido en RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, nn. 54-78
30. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 13.

197
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—preside un sacerdote, o un diácono, o dirige la celebración un


ministro extraordinario.
Estos ritos se pueden celebrar cualquier día y a cualquier hora,
según las necesidades pastorales. Sin embargo, con la excepción de la
Comunión a los enfermos y el Viático, el Jueves Santo y el Viernes
Santo, la Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la
celebración de la liturgia. El Sábado Santo, antes de la Misa de la Vigilia
Pascual, la Sagrada Comunión sólo se da como Viático 31.

638. Se deben hacer las siguientes preparaciones para la Sagrada Comunión


fuera de la Misa:

639. En el altar se extiende el corporal y se encienden dos velas 32. Se coloca


el libro del ritual de la Sagrada Comunión y adoración eucarística fuera
de la Misa, de modo preferible sobre un atril o un cojín.

640. En el ambón se abre el leccionario, a no ser que se utilice el rito breve,


o que la lectura se tome del libro del Ritual.

641. Junto al sagrario se dejan la llave y las velas encendidas si la capilla está
separada del mismo.

642. En la credencia se deja un vaso de agua y una toalla para lavar los dedos,
a no ser que esté cerca del sagrario; una vinajera con agua si la píxide
o copón se va a purificar.

643. En la sacristía se preparan un alba o roquete y una estola blanca o del


color del día para el sacerdote o diácono.

Rito breve

644. Se sigue el rito breve donde es habitual distribuir la Eucaristía fuera de


la Misa a horas fijas del día. El celebrante llega al altar y hace una reve-
rencia o una genuflexión si el sagrario está encima o detrás del altar.
Besa el altar, saluda al pueblo como al inicio de la Misa y sigue con el
rito Penitencial. El celebrante u otra persona lee una breve lectura
Eucarística.

645. El celebrante va al sagrario, lo abre, hace una genuflexión, saca el


copón, lo pone sobre el altar encima del corporal, lo descubre y hace

31. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 16.


32. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 18, se necesita una bande-
ja de Comunión, si es la costumbre.

198
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

una genuflexión. Después, con las manos juntas, inicia la oración del
Señor, y las extiende mientras reza. Hace una genuflexión, toma la
Hostia, la muestra al pueblo y, con la Hostia encima del copón, dice:
«Éste es el Cordero de Dios...». Todos responden «Señor, no soy
digno...». Si el rito se celebra cara al altar, el celebrante se da la vuelta
por el lado derecho al decir «Éste es el Cordero de Dios...». Si el cele-
brante comulga dice en secreto: «El Cuerpo de Cristo me guarde para la
vida eterna». A continuación, distribuye la Comunión de acuerdo con el
uso habitual. Se puede cantar un salmo o un himno durante o después
de la Comunión. Asimismo, se puede guardar un tiempo de silencio.

646. Si se usa una patena, el celebrante la purifica, cubre el copón y lo lleva


al sagrario. Antes de cerrar el sagrario hace una genuflexión. Purifica
sus dedos en el vaso de agua. Si el copón está vacío lo purifica con agua,
bebe la ablución y lo seca con un purificador; después, lo cubre y lo
pone fuera del corporal, a su derecha.

647. De pie, al lado del altar, con sus manos juntas, el celebrante dice:
«Oremos». Si no hubo un tiempo de reflexión en silencio, se hace,
ahora, una pausa y después extiende sus manos para la oración final del
rito. Luego, dice, girándose si es necesario: «El Señor esté con voso-
tros», imparte la bendición final y dice la despedida. Se dirige al centro
del sagrario, hace la reverencia habitual y regresa a la sacristía.

Rito más largo

648. Se usa el rito más largo cuando es imposible celebrar la Misa diaria y un
diácono preside «la liturgia de la Comunión». Comienza del mismo
modo que el rito breve. El diácono se dirige a la sede para el saludo y
el rito penitencial. Después celebra la liturgia de la palabra. Si el rito
ocupa el lugar de la Misa, la lectura se toma de la Misa del día, o de la
Misa votiva de la Sagrada Eucaristía, o de la Preciosa Sangre o del
Sagrado Corazón, dependiendo del día y las circunstancias 33. Un lector
puede leer las lecturas y el diácono predica una breve homilía. Con la
oración de los fieles concluye la liturgia de la palabra.

649. El rito de la Comunión es el mismo que en el rito breve; sin embargo,


después de la oración del Señor, el diácono puede invitar a todos los
presentes a darse la paz. Durante o después de la Comunión, se puede
cantar un salmo o un himno o tener un tiempo de silencio. El rito con-
cluye del mismo modo que en el rito breve: una oración, la bendición

33. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 29.

199
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

y la despedida, bien sea desde la sede o desde el altar. Puede reempla-


zar la forma simple de la bendición una bendición solemne u oración
sobre el pueblo, cuando sea apropiado.

Rito diario dirigido por un ministro extraordinario

650. Cuando un laico dirige esta liturgia de la Comunión, se debe modificar


el rito teniendo en cuenta las descripciones que se dan a continuación
sobre: «la celebración dominical en ausencia de un sacerdote». Por
tanto, el laico que la dirige, no besa el altar, ni usa la sede presidencial.
Se usa un saludo distinto al comienzo del rito, no hay homilía, y en el
momento de la conclusión se usa una bendición laical: el ministro
extraordinario hace la señal de la cruz sobre sí mismo.

Rito de Comunión dominical

651. No cambia el texto del rito cuando, a falta de presbítero, un diácono


preside el rito de Comunión en domingo. Sin embargo, como esta cele-
bración sustituye a la Misa dominical, la liturgia debería incluir la pre-
dicación, la ceremonia y música festiva. El diácono preside desde la
sede presidencial. El libro de la oración de los fieles debe ponerse cerca
de la sede, y las notas de la homilía sobre el ambón. El diácono o el lec-
tor puede llevar el evangeliario. Sin embargo, se debería evitar solem-
nidad de modo que no parezca que este rito es equivalente a la Misa.
Por ejemplo: no se debería usar dalmática, ni incienso.

Celebración dominical sin presbítero

652. En determinadas situaciones pastorales, cuando es imposible que se


celebre la Misa dominical por falta de clérigos, un laico autorizado y
designado puede dirigir la celebración de la palabra y del sacramento.
La Congregación para el culto divino y de los sacramentos ha dado ins-
trucciones específicas para regular esta práctica, y hacer que exprese la
verdad de la situación: la lamentable carencia de sacerdote y de diáco-
no 34. En la catequesis sobre estas liturgias, se debe tener cuidado y acla-
rar que este tipo de celebraciones no son una «forma» de Misa.

653. Cuando dirige la liturgia un acólito instituido, éste lleva un alba. Si es


laico quien dirige el acto de culto, viste el traje adecuado para la fun-

34. Vid. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero,


Congregación para el culto divino y de los sacramentos, 2 de junio de 1988.

200
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

ción que ejerce, o la vestimenta prescrita por el obispo 35. Donde sea una
costumbre, los ministros extraordinarios o los catequistas con licencia
pueden llevar algún símbolo o distintivo de su ministerio. Los religiosos
usan su hábito.Todas estas personas serán a continuación designadas
como: «directores».

654. La ceremonia gira en torno al rito de la Sagrada Comunión fuera de la


Misa, y se hacen los mismos preparativos. Sin embargo, en la celebra-
ción de este rito se deben señalar algunas variaciones importantes.

655. a) Para simbolizar la ausencia del ministro ordinario, no se usa nunca la


sede presidencial. En algunos lugares se suele extender la estola sobre el
asiento vacío, como un modo de recordar esta ausencia. El laico dirige
la celebración desde un asiento situado fuera del presbiterio y, con pre-
ferencia, cerca o incorporado a la asamblea. El altar sólo se usa para el
rito de la Comunión cuando la Eucaristía se deposita sobre él 36.

656. b) Durante el rito, el director «actúa como igual entre sus iguales» 37. No
usa saludos propios del sacerdote como por ejemplo: «El Señor esté con
vosotros», y se omiten los ritos relacionados con la Misa, en especial,
con la «Plegaria eucarística» u oración similar. Por tanto, se usa una
forma de saludo diferente al comienzo del rito, y en el momento de la
conclusión se usa una bendición de tipo laical, es decir, el director se
persigna o hace la señal de la santa cruz sobre sí mismo.

657. c) La liturgia de la palabra se toma de la Misa dominical. Sin embargo,


debido a que sólo el sacerdote o el diácono pueden predicar, es desea-
ble que el director lea una homilía preparada por el párroco, siempre
de acuerdo con las directrices de la Conferencia Episcopal 38. La oración
de los fieles debe seguir la serie establecida de intenciones, sin olvidar
las intenciones propuestas por el obispo y una oración por las vocacio-
nes sacerdotales 39.

658. d) La acción de gracias debe ser parte de la celebración. Todos se


ponen de pie y miran hacia el altar, para dar gracias, tal vez con un
salmo, o un himno como el Gloria, o un canto como el Magnificat, o una
letanía. La acción de gracias no debe parecerse en la forma ni una
Plegaria eucarística ni a un prefacio tomado del Misal Romano. La
acción de gracias comunitaria se puede hacer después de la oración de

35. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 40.
36. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 40.
37. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 40.
38. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 43.
39. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 44.

201
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

los fieles o después de la Comunión. También puede ser un acto de


adoración comunitaria antes de la Comunión 40.

659. e) Antes de la oración del Señor, el director trae la Eucaristía desde el


lugar donde está reservada, pone el copón sobre el altar y hace una genu-
flexión. En este momento se puede hacer la acción de gracias en la forma
de adoración comunitaria de la Eucaristía. Este tiempo de adoración
incluye un himno apropiado, o un salmo, o una letanía dirigida al Señor
Eucarístico. El director y la asamblea se arrodillan durante la adora-
ción 41. Este acto subraya el hecho de que la Eucaristía ya se ha realizado,
y se ha recibido de Dios a través de las manos del sacerdote. Por tanto,
esta opción debe favorecerse. Después de la adoración, todos se ponen
en pie, y el director comienza la oración del Señor, que es cantada o reci-
tada por todos. En una celebración dominical, en la que no se distribuye
la Comunión, la oración del Señor sigue siendo parte del rito 42.

660. f) Siempre que sea posible, se consumirá pan consagrado ese mismo
domingo 43. No suele ser factible cumplir esta condición debido, preci-
samente, a las circunstancias que concurren para que se haya autoriza-
do este tipo de celebraciones. De todos modos, cuando la Eucaristía
esté reservada para estas celebraciones, se debe hacer todo lo posible
para asegurar que las especies consagradas sean recientes.

661. Los textos de los ritos que se utilizan para estas ocasiones deben ser pre-
parados por las Conferencias Episcopales, en colaboración con la Santa
Sede. El obispo diocesano establecerá otras directivas relacionadas con
el papel que desempeñan los laicos que dirigen estos actos de culto
eucarístico.

«Instruido en estas cosas —dice San Cirilo de Jerusalén para con-


cluir su sermón sobre los misterios de la Fe— e imbuido de una certí-
sima fe, para la cual aquello que parece pan, no es pan, no obstante la
sensación del gusto, sino el Cuerpo de Cristo; y aquello que parece
vino, no es vino, aunque así le parezca al gusto, sino la Sangre de
Cristo... confirma tu corazón, y toma ese pan como algo espiritual, y
alegra la faz de tu alma».
San Cirilo de Jerusalén Catequesis, 22, 9 (myst.), citado por Pablo VI
en Mysterium fidei, n. 48.

40. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 45.
41. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 45.2
42. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 48.
43. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 47.

202
11. Adoración eucarística

662. La adoración pública de Jesucristo en la Eucaristía es una acción litúr-


gica y no una devoción «paralitúrgica». La adoración que surge de la
liturgia eucarística conduce a la vida de la Iglesia a su cumbre y fuente.
El Señor que adoramos está con nosotros como Sacerdote-Víctima y
Alimento. La adoración intensifica nuestro amor por su sacrifico y nues-
tro deseo de recibir su Cuerpo y Sangre 1.
663. Por tanto, en el Rito Romano, el culto público a la Eucaristía se consi-
dera como una parte de la vida litúrgica de la diócesis, de la parroquia
y de la comunidad religiosa. La exposición con la custodia (u ostenso-
rio) o con el copón se puede hacer en cualquier iglesia u oratorio en el
que esté reservada la Eucaristía 2. En este sentido, el papa Juan Pablo II
ha dado un ejemplo maravilloso para toda la Iglesia cuando instituyó la
exposición diaria del Santísimo en la basílica de San Pedro, que luego
extendió a las otras tres basílicas mayores en Roma.
664. Se da una especial importancia a la exposición solemne anual del San-
tísimo Sacramento, de acuerdo con el parecer o juicio del Ordinario 3.
Él puede designar un día para la exposición solemne en todas las igle-
sias y oratorios en los que la Eucaristía esté reservada. Más aún, en su
diócesis puede continuar o restaurar la devoción de «las cuarenta
horas» adaptando los anteriores reglamentos a las prácticas litúrgicas y
a las condiciones locales.
665. El ministro ordinario para la exposición del Santísimo es el obispo, el
sacerdote o el diácono. Sólo un obispo, un sacerdote o un diácono pue-

1. Vid. CEC, nn. 1378-81, 2628.


2. Cf. CIC, canon 941. El permiso del obispo diocesano ya no se necesita para la
exposición con la custodia.
3. En el CIC, canon 942, si se prevé una concurrencia proporcionada de fieles, y observan-
do las normas establecidas.

203
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

den dar la bendición con la custodia o con el copón. A esta bendición


se la denomina: «Bendición con el Santísimo». El obispo, cuando haya
una razón pastoral justa, puede autorizar a un acólito, a un ministro
extraordinario o a un religioso, varón o mujer, para exponer y luego
reservar el Santísimo Sacramento 4.
666. La mayor libertad a la hora de permitir que los laicos y los religiosos
expongan la Eucaristía, ha servido para promover la adoración en las
parroquias y en las comunidades religiosas. El desarrollo moderno de
la adoración perpetua, como parte de la espiritualidad laical en la
parroquia, puede incluir la exposición diaria. Las celebraciones públi-
cas habituales de la adoración eucarística deben tener en cuenta esta
devota «vela o vigilia». El Código de Derecho Canónico de 1983 está
animando o exhortando explícitamente a las visitas personales al
Santísimo Sacramento cuando, en su canon 937, establece que: las igle-
sias en las que esté reservada la Santísima Eucaristía queden abiertas a
los fieles, por lo menos algunas horas al día, para que se pueda hacer
oración ante el Santísimo Sacramento 5.

Adoración solemne de la Santísima Eucaristía


667. Cuando se utiliza una custodia para la adoración pública solemne, se
precisan los siguientes preparativos:
668. Altar: Seis o cuatro velas (según la costumbre vigente) encima o alrede-
dor del altar 6. Debe haber, al menos, un mantel sobre el altar y el cor-
poral se extiende o se pone doblado (dentro de una bolsa o carpeta).
La custodia se sitúa en el lado izquierdo del corporal. Puede haber flo-
res sobre o cerca del altar. Sería apropiado que hubiera un frontal (anti-
pendio) blanco. Sobre el altar, se puede poner un trono o «pedestal»
para la custodia 7.

4. Cf. CIC, n. 943, y vid, Otras formas de adoración, nn. 712-14.


5. Cf. CIC, canon 937. Vid. también CO, n. 71: nadie que entre en una iglesia debería
dejar de adorar al Santísimo Sacramento, visitando la capilla del Santísimo Sacramento, o al
menos haciendo una genuflexión, CEC, n. 1418
6. Consideraciones razonables limitan el número de velas en la exposición a seis,
de modo análogo o similar a la Misa. Sin embargo, la devoción popular a la Eucaristía
deja abierta la posibilidad a costumbres más generosas que son evidentes en Roma
durante las liturgias pontificales.
7. Se pone un corporal sobre el trono. Para mayor comodidad o facilidad, el nivel
o la altura no debe ser muy grande. Se puede utilizar un trono permanente detrás del
altar, pero no si es muy distante, porque se rompería la relación entre la adoración y la
celebración de la Eucaristía. Por este mismo motivo, no parece apropiado exponer
la Eucaristía en un lugar en el que no haya altar, por ejemplo: en una habitación para
la meditación en una casa de religiosos.

204
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

669. Sagrario: Llave y dos velas encendidas si es en un lugar distinto de la


capilla o del lugar de exposición.

670. Gradas del altar: Se pueden dejar el libro del Rito de la Bendición, la
naveta para el incienso y la campanilla. El paño humeral se dobla de
modo decoroso preferiblemente sobre soporte propio.

671. Ambón: Leccionario y libros para lecturas, meditaciones, homilías, etc.,


si no se van a utilizar durante el tiempo de la adoración. Sería conve-
niente cubrir el ambón con un paño blanco.

672. Sede: Libro de la Liturgia de las Horas si éstas se van a celebrar.

673. Sacristía: Incensario y hachones para los acólitos, así como capa pluvial
y estola para el celebrante (dalmática y estola para los diáconos), y albas
o sobrepellices.

674. Uno o dos diáconos con dalmática (o la capa pluvial si van a rezarse las
Vísperas inmediatamente antes de la bendición) pueden ayudar al
sacerdote. Un sacerdote puede ayudar al celebrante revestido con alba
o sotana y sobrepelliz y estola: actúa del mismo modo que el diácono.
Debe haber al menos dos acólitos o ayudantes, uno de maestro de cere-
monias y otro como turiferario. De forma habitual pueden ayudar hasta
seis personas, con los hachones. Sin embargo, en caso de necesidad y
cuando haya un soporte para el incensario y la naveta, un ayudante bien
entrenado es suficiente.

675. Cuando un diácono da la bendición, sigue el mismo rito que el sacer-


dote, pero bajo la capa pluvial lleva su propia estola.

676. Cuando es un obispo quien preside la exposición solemne y da la ben-


dición, deberían ayudarle dos diáconos revestidos con dalmáticas, o dos
sacerdotes con capas pluviales. El obispo, cuando se dirige hacia el altar
y regresa del mismo, puede llevar una mitra ornamentada y solideo;
pero no mientras esté expuesto el Santísimo Sacramento. Si es obispo
diocesano puede utilizar báculo. Si la exposición continúa después de
la bendición, regresa a la sacristía con la cabeza descubierta; y sus tres
ayudantes le siguen llevando la mitra, el solideo, el libro del Ritual y el
báculo 8. Pueden ayudar en el rito hasta ocho personas llevando los
hachones.

8. Para más detalles, vid. CO, cap. 22, nn. 1102-15.

205
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Exposición

677. Una vez que se ha hecho la reverencia al crucifijo en la sacristía, todos


salen en procesión hacia el altar de la exposición. Dirige la procesión el
turiferario con el incensario, pero sin incienso. Los portadores de los
hachones los llevan con la mano hacia fuera y siguen al maestro de cere-
monias. Un sacerdote ayudante precede al celebrante. Un diácono
camina al lado derecho de éste, y si hay dos diáconos, estos pueden ir a
cada lado de él.

678. Cuando llegan al presbiterio, el turiferario se va al lado derecho, y los


ceroferarios se hacen a un lado para permitir que el maestro de cere-
monias y los sacerdotes pasen y se distribuyan a lo largo del presbiterio
o de otro modo. El celebrante con el maestro de ceremonias a su
izquierda y los diáconos a su derecha hacen una reverencia al altar o
una genuflexión al sagrario, y se arrodillan sobre la grada inferior que
puede haber delante del altar: la grada de la tarima. Es el sitio preferi-
ble para estos ritos.

679. El diácono (o los sacerdotes que ayudan o, si estos faltan, el celebran-


te) va al altar y desdobla el corporal, si no estaba ya extendido. Si el
sagrario está en una capilla separada, primero se pone el paño hume-
ral, con ayuda del maestro de ceremonias y después se dirige a la capi-
lla precedido por los que llevan los hachones 9. Abre el sagrario, hace
una genuflexión y saca la píxide o cajita que contiene la Hostia. Cierra
el sagrario y trae la píxide al altar de la exposición (precedido por los
que llevan los hachones, si viene desde la capilla). Después pone la píxi-
de sobre el corporal, mueve la custodia hacia la parte izquierda del cor-
poral, la gira hacia sí mismo y la abre. Saca el viril de la píxide y pone
cuidadosamente la Hostia en la custodia. Después coloca la custodia
con reverencia y firmeza en el centro del corporal o sobre el trono.
Cierra la píxide vacía y la pone al lado derecho del corporal. Hace una
genuflexión con las dos manos apoyadas sobre el altar, regresa a su sitio,
y se arrodilla en la grada de la tarima.

680. Se canta un himno eucarístico apropiado, por ejemplo: O salutaris


Hostia. El celebrante, (diácono o diáconos, si los hay), maestro de cere-
monias y el turiferario permanecen de pie. El celebrante se gira hacia
la derecha; el turiferario se pone delante de él y le ofrece el incensario
abierto; el diácono o el maestro de ceremonias presenta la naveta abier-
ta con la cucharilla, manteniendo abierto el lado derecho de la capa del

9. Cf. CO, cap. 22, n. 1108. En algunos lugares, primero todos se dirigen a la capi-
lla del Santísimo Sacramento y luego van al presbiterio.

206
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

celebrante mientras se prepara y se bendice el incienso 10. El celebrante


se gira hacia el altar y se pone de rodillas. El turiferario (o el diácono)
que está a su derecha, le pasa el incensario. Todos, de rodillas, hacen
una reverencia y el celebrante inciensa la Eucaristía con tres movi-
mientos dobles. El diácono o el turiferario y el maestro de ceremonias
sostienen la capa para permitir que el sacerdote tenga las manos libres
en el momento de incensar. Después, todos hacen una reverencia y el
celebrante entrega el incensario al diácono o al turiferario 11. Todos
pueden permanecer arrodillados en silenciosa oración, sea cual sea la
opción elegida para este tiempo de adoración.

El tiempo de adoración
681. Antes de la bendición con el Santísimo Sacramento expuesto, se puede
celebrar la Liturgia de las Horas, especialmente Laudes o Vísperas 12. En
este caso, el celebrante va al asiento para comenzar la liturgia, descrita
en el capítulo 12. Durante la incensación del altar, el celebrante y el diá-
cono (o los diáconos) hacen la genuflexión al mismo tiempo, siempre
que pasen delante de la custodia. Las capas pluviales, las dalmáticas y
estolas deben ser del color litúrgico del día, o del tiempo litúrgico, pero
el paño humeral es siempre blanco.
682. Otras posibilidades durante este tiempo de adoración son: lectura espi-
ritual (desde el ambón u otro sitio), homilía relacionada con la Euca-
ristía, himnos apropiados, música que favorezca la meditación, letanías,
intercesiones, una novena o devociones populares en armonía con el
tiempo litúrgico 13. Siempre se debe prever un buen espacio de tiempo
para la oración en silencio delante del Señor.
683. Durante el tiempo de la exposición, se deben tener en cuenta los
siguientes principios:
—siempre se mantiene silencio;
—nadie se sienta o se pone de pie de espaldas a la custodia;
—con las dos rodillas, cuando está prescrito, se hace siempre la ge-
nuflexión al pasar delante de la custodia o al entrar o alejarse del pres-
biterio, aun estando en el mismo lado;

10. Cf. CO, n. 1109. Anteriormente no se bendecía el incienso en la presencia del


Santísimo Sacramento expuesto.
11. Cf. CO, n. 1109.
12. Cf. CO, n. 1111 Vid., también, CEC, n. 1178.
13. Cf. RR, Sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n. 89; Inaes-
timabile donum, n. 23. ¿Se debe rezar el Rosario durante la exposición? Según la expe-
riencia del autor, el Rosario se puede recitar de un modo eucarístico. Los misterios de
nuestra salvación están comprendidos dentro del Misterio Eucarístico y nuestra Madre
bendita siempre nos lleva a su Hijo.

207
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—los sacerdotes que adoran la Eucaristía en el presbiterio visten


hábito coral o alba (con estola blanca si es habitual);
—si se debe celebrar la Misa sin el pueblo en una capilla o un altar
lateral, no se toca la campanilla durante la elevación.

Bendición
684. A no ser que ya estén allí reunidos en oración, el celebrante y los ayu-
dantes hacen una genuflexión cuando llegan delante del altar. Todos se
arrodillan al comienzo de la exposición y se canta un himno apropiado,
por ejemplo Tantum ergo 14. Antes del verso final del himno, en un
momento conveniente, se prepara el incienso como se hizo al comien-
zo de la exposición y se inciensa el Santísimo Sacramento.
685. El celebrante sólo se pone de pie para cantar «Oremos» y rezar una de
las siete colectas previstas en el rito 15. Durante la oración colecta, el
celebrante puede sostener el libro con sus manos, aunque preferible-
mente puede sostenerlo un diácono, de pie, a su lado derecho, para
que pueda entonar la oración colecta con las manos juntas. Hacia el
final de la oración, el maestro de ceremonias o el ayudante trae el paño
humeral y espera a un lado, cogiéndolo, con ambas manos, de los bro-
ches metálicos o de las cintas. Tan pronto como el celebrante se arro-
dilla, el ayudante se acerca por detrás, se arrodilla y le pone el paño
sobre los hombros. El celebrante lo sujeta por delante con los broches
de metal o con las cintas. Recubre sus manos con el paño y las une. Se
pone de pie, y va hacia el altar, al lugar, delante o detrás del altar, desde
el cual va a bendecir a la asamblea 16.
686. El sacerdote, con ambas manos apoyadas sobre el altar, hace la genu-
flexión y después toma la custodia con las manos cubiertas. Girándose
a la derecha (si es necesario) y sin decir nada 17, hace lentamente la
señal de la cruz sobre la asamblea mientras mantiene sus ojos fijos en la
Sagrada Hostia a lo largo de esta acción. Primero levanta la custodia, de
modo que la Hostia esté bien por encima del nivel de los ojos, después,

14. Es habitual que todos hagan una reverencia durante la segunda línea del
Tantum ergo cuando se dicen las palabras veneremur cernui.
15. El versículo panem de caelo... no está en el rito moderno, pero de acuerdo con
la costumbre todavía se usa con frecuencia. Ello indica que es muy deseable que esto se
vuelva a incluir, tal vez con otras opciones.
16. Desde un punto de vista estético, parece preferible impartir la bendición desde
la parte delantera del altar.
17. Nihil dicens, RR, Sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n. 99;
CO, n. 1114. La traducción literal que equivale a «en silencio», daría a entender que
ahora están prohibidas costumbres como tocar la campana o una música suave con el
órgano, cosa que no es cierta. (N. del E.).

208
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

con lentitud, la baja, y con la Hostia un tanto elevada por encima de los
ojos, la lleva hacia la izquierda y luego hacia la derecha 18. Después, la
custodia vuelve al centro y la baja lentamente. Girándose hacia el altar
por su lado izquierdo (si es necesario), deposita la custodia sobre el
altar, de modo que la parte anterior de la custodia mire hacia la asam-
blea. Debe hacerlo con cuidado, para que la base de la custodia no se
enrede con el paño humeral. Después suelta el paño, dejando las
manos libres, de modo que el paño cuelgue naturalmente, y hace una
genuflexión apoyando las manos sobre el altar. Regresa a su lugar. Se
arrodilla. Desengancha el broche metálico o desata las cintas y el maes-
tro de ceremonias o el ayudante, por detrás, se lleva el paño humeral.

687. Si ayuda un diácono o sacerdote, éste se dirige hacia el altar con el cele-
brante y hace la genuflexión con él. El celebrante se queda de pie a
poca distancia del altar, mientras que quien ayuda toma la custodia y la
pone sobre el altar con sus manos cubiertas, de tal modo que la parte
anterior de la custodia mire hacia adelante. Después, el diácono o el
sacerdote ayudante se arrodilla a la derecha del celebrante, en la grada
más próxima al altar. Durante la bendición, el diácono o el sacerdote
ayudante pueden sostener la capa pluvial al celebrante. Si ayudan dos
diáconos, ambos se acercan hacia el altar, se arrodillan durante la ben-
dición, y sostienen la capa pluvial echándola hacia atrás. Luego, el diá-
cono toma la custodia del celebrante y la pone en su sitio sobre el altar.
Ambos hacen la genuflexión antes de regresar a sus respectivos lugares
en el centro del presbiterio.

688. Mientras el celebrante recibe el paño humeral, el turiferario se puede


acercar al centro del presbiterio. Durante la bendición eucarística, el
turiferario, arrodillado, inciensa la Eucaristía con tres movimientos
dobles y hace una reverencia con la cabeza antes y después de incensar.
(El turiferario puede permanecer en su sitio durante estas incensacio-
nes). De acuerdo con la costumbre local, el maestro de ceremonias toca
la campanilla tres veces, siguiendo el ritmo de la bendición, también se
puede tocar una música de órgano apropiada. El turiferario, después
de que el celebrante ha dejado la custodia sobre el altar, se endereza y
regresa a su sitio, al lado derecho del celebrante o del diácono. Según
las costumbres o hábitos nacionales o las directivas diocesanas, las ala-
banzas a Dios se recitan o cantan mientras el celebrante permanece
arrodillado 19.

18. Los que redactaron las anteriores rúbricas limitaron los puntos de movimiento.
En iglesias modernas, esto resulta demasiado restrictivo, pues la situación del altar con-
lleva que haya fieles a su alrededor.
19. No parece necesario que, en estos tiempos en los que la gran mayoría de las per-
sonas sabe leer, el pueblo vaya repitiendo línea tras línea después del celebrante

209
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

689. Si la exposición continúa, el celebrante se pone de pie, hace una genu-


flexión y regresa con los ayudantes a la sacristía. Sin embargo, si se usa
trono, primero debe ir al altar, hacer una genuflexión, tomar la custo-
dia que está sobre el corporal y depositarla sobre el trono. Todos deben
guardar un estricto silencio en la sacristía, para no interrumpir a los
que están adorando al Señor en la iglesia.

La reserva

690. Si el Santísimo Sacramento se va a reservar en el sagrario, entonces


(después de las alabanzas a Dios) y durante un salmo, himno, aclama-
ción o música apropiada, el celebrante —o el diácono o sacerdote ayu-
dante— va al altar, hace una genuflexión, gira la custodia hacia sí
mismo, saca el viril, lo introduce en la píxide y la cierra. Después,
mueve la custodia hacia la izquierda del corporal, y puede cubrirla.
Luego, toma la píxide y la introduce en el sagrario haciendo una genu-
flexión antes de cerrar la puerta. (Si el sagrario está en una capilla, un
ayudante pone el paño humeral sobre los hombros del celebrante —o
del diácono o sacerdote ayudante— antes de que éste saque el viril de
la custodia. Deben precederlo hacia la capilla los que llevan los hacho-
nes, y regresar con él al presbiterio, a no ser que sea más conveniente
ir directamente a la sacristía). Todos hacen una inclinación hacia el
altar, o una genuflexión si el sagrario está detrás de ellos o encima del
altar, y después regresan a la sacristía con el turiferario conduciendo la
procesión. En el presbiterio y en la sacristía, el sacristán y los ayudantes
realizan sus tareas respectivas.

691. Sobre las diversas variaciones dentro de la forma solemne, es preciso


hacer las siguiente observaciones:
—Al comenzar un tiempo largo de exposición o la exposición diaria,
o la Hora Santa habitual en una parroquia, no es necesario que el sacer-
dote lleve capa pluvial cuando expone al Santísimo. De todas formas, sí
debe incensar al Santísimo Sacramento y ser asistido por un ayudante.
Si el celebrante lleva capa pluvial deben asistirle más ayudantes duran-
te el rito de la bendición.
—Un tiempo largo de exposición no concluye necesariamente con
una bendición, aunque se debe impartir la bendición eucarística en
algún momento durante la adoración.
—Cuando la exposición está a punto de concluir, por ejemplo: antes
de la Misa o al reponer la Eucaristía, el celebrante usa alba, o sotana y
sobrepelliz, y estola blanca. Si está a punto de celebrar la Misa, este acto
debe ser distinto, y, por tanto, debe regresar a la sacristía para ponerse
la casulla y luego entrar en procesión.

210
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

La forma más simple de adoración


692. La forma simple de adoración y bendición es conocido como un tiempo
breve de exposición 20. La ceremonia y el rito son los mismos que los de la
bendición con la custodia, pero se utiliza el copón preferiblemente
velado.
693. Sólo se encienden dos o cuatro velas y procede utilizar incienso.
Pueden ayudar dos personas llevando los hachones. El celebrante usa
alba o sotana con sobrepelliz y estola blanca. Puede utilizar la capa plu-
vial pero parece preferible guardarla para la forma solemne. El copón
o píxide se toma del sagrario, y se deja sobre el altar en el centro del
corporal 21. El paño humeral se utiliza igual que en la forma solemne de
la bendición.

Exposición al final de la Misa


694. Aunque nunca se puede celebrar la Misa delante del Santísimo
Sacramento expuesto, (en la misma área de la iglesia u oratorio en el cual
la Hostia está expuesta) 22, la exposición y la adoración pueden iniciar-
se inmediatamente después de la Misa. Se debe hacer notar que esta
acción surge de la liturgia eucarística, por tanto, la Hostia consagrada
se debe exponer inmediatamente después de la Comunión 23. La ora-
ción después de la Comunión se dice desde la sede y se omite la bendi-
ción final y la despedida. El procedimiento se describe más adelante en
el rito de conclusión de la Misa del Corpus Christi. De todos modos, debi-
do a que no hay procesión, después de la incensación y de la oración
en silencio, todos hacen una genuflexión y vuelven a la sacristía, a no
ser que después continúen algunas devociones. No obstante, la bendi-
ción no se imparte inmediatamente después de la Misa.

La procesión eucarística del Corpus Christi


695. En todo lugar se ha de fomentar y promover la procesión pública con
la Eucaristía, máxime si se tiene en cuenta el ejemplo que el papa Juan

20. Cf. CO, n. 1115.


21. Cuando se da la «bendición sencilla» desde el altar sobre el que está el sagrario,
se debe poner el copón sobre una mensa o sobre un corporal, en vez de abrir la puer-
ta del sagrario y adelantar ligeramente el copón.
22. El canon 941 §2, permite la Misa en otras partes de la iglesia, por ejemplo: en
una capilla lateral.
23. Obviamente, no procede, en una iglesia en la que esto es una práctica diaria,
por ejemplo: en un centro de adoración perpetua.

211
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Pablo II da con la procesión anual del Corpus Christi desde la plaza de


San Pedro a lo largo de las calles de Roma 24. Esta procesión se debe pro-
gramar cuidadosamente. «Si pasa por las calles», sólo la puede autori-
zar el obispo diocesano, que debe establecer algunas normas apropia-
das para asegurar que se respete a la Eucaristía, que sea una celebración
digna y que haya una participación plena por parte de los fieles 25. Lo
que se describe a continuación, para la solemnidad del Cuerpo y la
Sangre del Señor (Corpus Christi), puede servir para los actos de home-
naje a nuestro Señor como, por ejemplo: «después de un largo período
de adoración» 26, o en la exposición solemne anual, o en la devoción de
las Cuarenta Horas.

696. Todo se prepara como de costumbre: Para la Misa solemne y para la


exposición de la Eucaristía se utilizan ornamentos blancos. En el altar,
se encienden cuatro o seis velas. Además, se pone una Hostia grande
sobre la patena o en el viril para consagrarla y llevarla en la procesión.
La custodia debe estar preparada sobre la credencia. En el presbiterio
se pueden poner más flores y más velas para realzar la festividad. Cerca
de la sede, se puede dejar la capa pluvial blanca.

Preparativos para la procesión

697. Mientras se administra la Comunión se prepara un segundo incensario


en la sacristía. En la procesión los dos turiferarios son asistidos por el
que lleva la naveta. Se puede preparar un dosel digno (palio) con cua-
tro o cinco varas, fuera del presbiterio, preferiblemente cerca de los
asientos de las personas encargadas de llevarlo 27. Como en la Misa
solemne, deben ayudar los que llevan los hachones. Se pueden utilizar,
de acuerdo con la costumbre, vidrios que protejan los mismos o luces
montadas sobre varas. Durante la procesión, sólo se deben llevar estan-
dartes eucarísticos y nunca imágenes de nuestra Señora o de los santos.
Los estandartes de las cofradías y de los distintos movimientos los pue-
den llevar sus representantes. Un estandarte eucarístico puede reem-
plazar a la cruz procesional. Habitualmente, las personas que concu-
rren en la procesión suelen llevar velas pequeñas. Si es costumbre, los
niños, por ejemplo: los que hacen la primera Comunión, extienden flo-
res a la Eucaristía; a estos se les debe enseñar para que lo hagan de un

24. El autor ha ayudado en esta procesión en los últimos años.


25. Cf. CIC, canon 944 §1. No se trata de una procesión restringida o limitada den-
tro de la iglesia, sin embargo, el mal tiempo y un público reducido serían motivos pas-
torales para modificar tal adaptación.
26. RR, Sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n. 103.
27. El palio es opcional, pero ennoblece la solemnidad, y surgió alrededor de esta
celebración.

212
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

modo ordenado y reverente y no estorben la marcha de la procesión.


Los miembros de la fuerzas armadas, de la policía, etc., pueden escol-
tar la procesión por las calles. Un coro o una banda, de acuerdo con el
uso local, toca música.

698. El recorrido se debe definir claramente. Altavoces bien localizados y pro-


gramas bien impresos promueven y fomentan la plena participación, y
ayudan a los que están viéndola a sentirse atraídos por la celebración. En
algunos lugares, es costumbre decorar las casas y los edificios a lo largo
del trayecto 28. Si la procesión es larga, el celebrante podría ir parando
en los «altares» erigidos en lugares convenientes desde los que se impar-
te la bendición. La procesión termina con una bendición solemne, que
se imparte dentro o fuera de la iglesia en la que empezó la procesión, o
en otra iglesia, o en otro lugar adecuado en el que las personas se pue-
dan reunir fácilmente.

La Misa

699. La Misa principal de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo se


celebra de acuerdo con la costumbre local. En la homilía se debería
explicar el sentido teológico y espiritual de la procesión. Asimismo,
durante la homilía se deberían dar a los fieles instrucciones o bien faci-
litarles un folleto con los himnos y las aclamaciones que se cantarán
durante la procesión; estos deberían centrarse en el Señor 29.

700. En el momento de la fracción del Pan, la Hostia que se llevará en la cus-


todia para la procesión se pone sobre la patena o sobre el viril (a no ser
que ya esté consagrada). Durante la Comunión, un ayudante trae la cus-
todia al altar, hace una genuflexión y la pone a la izquierda del corpo-
ral. Se quita el misal y el atril. En la sacristía, los dos turiferarios prepa-
ran los incensarios con una cantidad abundante de carbón y van al pres-
biterio, encabezando la procesión con los que llevan los hachones, a no
ser que estos hayan permanecido en el presbiterio desde la Plegaria
eucarística. Las abluciones es mejor realizarlas en la credencia. Los
sacerdotes que no estén concelebrando pueden ponerse capas pluvia-
les blancas para la procesión pero no los ornamentos eucarísticos que
están reservados para los concelebrantes. Las velas son distribuidas y se
encienden.

701. El diácono o, si éste falta, el celebrante, va al altar y pone la Hostia en


la custodia. Después coloca la custodia sobre el corporal y hace una

28. Cf. CO, n. 392.


29. Cf. CO, n. 392.

213
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

genuflexión. El diácono, entonces, va a la sede donde el celebrante


canta o dice la oración de después de la Comunión. Se omite la bendi-
ción y la despedida. En la sede, el celebrante puede cambiar la casulla
por la capa pluvial blanca. Si la custodia es pesada o la procesión va a
ser larga, se puede poner alrededor del cuello, sobre la estola, un por-
tacustodias para disminuir el peso de la custodia. El que lleva la cruz
(cruciferario) y los que llevan los cirios (ceroferarios) guiados por el
maestro de ceremonias se sitúan en sus posiciones en la nave de la igle-
sia desde donde dirigirán la procesión saliendo de la iglesia 30. Los con-
celebrantes y los otros sacerdotes les siguen y se ponen en fila en la nave
porque ellos irán delante del palio. El celebrante, diácono (diáconos),
el maestro de ceremonias, los ceroferarios y los turiferarios, se ponen
en línea en frente del altar, hacen una genuflexión y luego se arrodi-
llan.

La procesión

702. Todos se arrodillan mientras se canta un himno de adoración. Se pre-


para el incienso, como durante la exposición, pero ahora en dos incen-
sarios. Se inciensa la Hostia como se hace habitualmente. Después, el
diácono, o si él no está presente el concelebrante, o el sacerdote ayu-
dante, va hacia el altar con el celebrante. Ambos hacen una genuflexión
y el diácono (concelebrante o sacerdote ayudante) pone la custodia en
las manos cubiertas del celebrante. Si el celebrante no tiene sacerdotes
que le ayuden, él mismo va hacia el altar y toma la custodia con sus
manos cubiertas. El diácono o el maestro de ceremonias verifica que la
custodia descansa con seguridad sobre el portacustodias, cuando éste se
usa, y comprueba que esté debajo del paño humeral.

703. Todos los participantes en la procesión se ponen de pie. El celebrante


se gira o va por delante del altar. Los diáconos le sostienen a ambos
lados la capa pluvial, mientras camina al punto acordado donde le están
esperando los que llevan el palio. Estos levantan el palio sobre el cele-
brante y el diácono (diáconos). Los dos turiferarios y el que lleva la
naveta se sitúan delante del palio, mientras se canta el primer himno;
la procesión sigue el siguiente orden 31:
—el que lleva la cruz (cruciferario) o el estandarte y a ambos lados
los ceroferarios;

30. Si hay muchos miembros de cofradías o de otras entidades o asociaciones que


van a participar, el que lleva la cruz y los ceroferarios los dirigen fuera de la iglesia en
este momento.
31. El orden de la procesión está tomado de CO, n. 391 y de la práctica habitual
en Roma.

214
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

—asociaciones religiosas, cofradías, etc., portando tal vez sus propios


estandartes;
—religiosos con hábito;
—sacerdotes con hábito coral (y capas);
—los concelebrantes de la Misa;
—los dos turiferarios caminan delante del palio y, al modo habitual,
balancean los incensarios 32.

704. El celebrante camina debajo del palio portando la Eucaristía con devo-
ción, al nivel de los ojos, el diácono va a su lado, pero ligeramente retra-
sado, para sostenerle la capa si fuera necesario. Nadie más camina deba-
jo del palio, los que llevan los hachones o las lámparas se sitúan a ambos
lados del palio. De acuerdo con la costumbre local, también pueden
rodear el palio: una escolta de las fuerzas armadas, de la policía, etc.,
los cuales deben ir apartados de los que llevan los hachones y distribui-
dos de modo que no impidan la vista del celebrante que lleva la
Eucaristía. (Vid. Apéndice 11, Gráfico 7).

705. Dirigidos por los encargados del orden, las personas que van en la pro-
cesión siguen al palio y participan en los himnos y aclamaciones. El
coro y el cantor dirigen los cantos caminando en medio de las personas
o cantando desde un punto fijo con una amplificación apropiada. La
procesión se debe mover a un paso lento y reverente. En un procesión
numerosa, debe haber personas autorizadas que controlen las filas para
que no se produzca desorden. Los que no lleven nada en la procesión
pueden portar una vela en la mano. Los niños que van a esparcir flores
pueden estar distribuidos según la costumbre local, pero no se deben
mezclar con los sacerdotes o los ayudantes.

706. Si el obispo lleva la custodia, es rodeado por dos diáconos vestidos con
dalmáticas (o, si faltan diáconos, por concelebrantes) y caminan a su
lado, ligeramente retrasados, sosteniéndole la capa. Hay algunas varia-
ciones en el orden de la procesión. Los sacerdotes van en primer lugar
con hábito coral, seguidos por el diácono de la Misa y después los canó-
nigos de la catedral, y los otros sacerdotes revestidos con capa. A estos
les siguen los obispos visitantes, revestidos con capa pero con la cabeza
descubierta. Todos ellos caminan inmediatamente delante de los turi-
ferarios. Los de mayor rango caminan más cerca del Santísimo Sacra-
mento 33, otros obispos visitantes llevan hábito coral y van, con la cabe-

32. No deben caminar de espaldas. El que lleva la naveta camina a su lado, no en


el centro. Cuando hace falta, éste va hacia los turiferarios y pone incienso en los incen-
sarios.
33. Cf. CO, n. 1010.

215
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

za descubierta, inmediatamente después del palio. Otros de mayor


rango también van más cerca del Santísimo Sacramento, en este caso
precediendo a algunos de los citados 34.

707. Si el obispo no lleva la custodia, irá él solo delante del palio, con la
cabeza descubierta y llevando el báculo, pero sin bendecir al pueblo 35.
Si fuera a celebrar Misa, llevará los ornamentos apropiados, en caso
contrario bastará la capa blanca. Un obispo con hábito coral irá inme-
diatamente después del palio.

708. Cuando la procesión recorra las calles, los fieles que presencian su paso
deben arrodillarse cuando la Sagrada Eucaristía llegue a su altura.
Como se ha dicho antes, la procesión puede hacer una parada en «alta-
res» decorados adecuadamente para la bendición.

709. Al regresar a la iglesia, o al llegar a otra iglesia elegida y preparada para


la bendición final, la escolta ceremonial, los turiferarios y los cerofera-
rios, irán delante del palio, si la nave es estrecha. Los portadores del
palio se pararán delante del presbiterio, mientras el celebrante sube
hacia al altar. Se desplazan hacia un lado y dejan el palio en el lugar
adecuado. El diácono recibe la custodia del celebrante, la sitúa sobre el
corporal y ambos hacen la genuflexión. El maestro de ceremonias o un
ayudante retira el paño humeral. Los ayudantes y los ceroferarios se ali-
nean en el presbiterio para la bendición.

710. El celebrante y el diácono(s) deben esperar a que todo el pueblo, des-


pués de haber ocupado sus asientos en la iglesia, se arrodille. A una
señal del maestro de ceremonias se canta el himno de adoración, se
inciensa la Eucaristía y se imparte la bendición como siempre. Salvo
que la adoración vaya a continuar, la Eucaristía se reserva y al mismo
tiempo se canta un himno final, una aclamación o una antífona maria-
na. Los clérigos y ayudantes se retiran a la sacristía.

711. Si la bendición final se imparte al aire libre, desde las escaleras de la


iglesia, o desde un balcón, o cualquier otro lugar, estos procedimien-
tos anteriores se adaptarán adecuadamente. El himno de la bendición
comienza sólo cuando todo el pueblo ya está reunido ordenada-
mente, arrodillado o en pie, en el área designada. Después de la ben-
dición, la Eucaristía se lleva privadamente al sagrario más cercano para
su reserva.

34. Cf. CO, n. 391.


35. CO, n. 397.

216
ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Otras formas de adoración

712. En algunas comunidades religiosas y parroquias, la Eucaristía se expo-


ne regularmente mediante religiosos o laicos debidamente autorizados.
Los principios establecidos en puntos anteriores en relación con las
genuflexiones, reverencias, signos y símbolos deben observarse con
sumo cuidado y exactitud. El ministro extraordinario coloca la custodia
o el copón sobre un corporal extendido sobre el altar. Se puede cantar
un himno de adoración, pero no se utiliza incienso 36.

713. No obstante, con permiso del obispo, algunos sagrarios pueden usarse
para la exposición; bien con una segunda puerta interna en forma de
custodia, o bien con un sagrario que, al abrirse o al girarse, muestra la
custodia guardada en su interior. La puerta exterior de un sagrario no
debe ser nunca transparente, pues sería una forma ilícita de exposición
permanente 37.

714. Durante la exposición, debe haber, al menos, cuatro velas, o lámparas


sobre o cerca del altar, o bien cerca del sagrario. También se debería
poner flores. La custodia de la llave debería estar prevista de antemano,
pero, sobre todo, debe haber siempre alguien presente delante del
Señor. Si nadie de la comunidad puede estar presente, la Eucaristía
debe reservarse inmediatamente. Al finalizar la adoración, aunque no
esté disponible un presbítero o diácono para la bendición, la reserva
puede acompañarse por la parte de la Liturgia de las Horas apropiada,
o por devociones eucarísticas tales como una letanía o un himno.

«La Iglesia ha regulado el culto eucarístico, hasta sus más pequeños


detalles, con una atención celosa y delicada. Ella no deja en manos de
nadie el hecho de honrar a su Divino Esposo; porque todo es impor-
tante, significativo y divino cuando se trata de la presencia real de
Jesucristo».
Atribuido a S. Pedro Julián Eymard

36. El hecho de dejar, sobre un altar o una mesa, una patena con Sagradas Formas
o un cáliz o vaso sagrado que contenga la Sangre del Señor no constituye una exposi-
ción de acuerdo con el sentir de la Iglesia.
37. Vid. capítulo 1, El sagrario, n. 73.

217
12. La Liturgia de las Horas

715. La celebración pública de la Liturgia de las Horas es una parte impor-


tante de nuestro Rito, pues es el himno celestial de alabanza e interce-
sión que Jesucristo ofrece en y a través de su Iglesia 1. Sin embargo, en
la mayoría de las parroquias, el pueblo aún no está familiarizado con las
«horas», en oposición a la mente y el sentir del Concilio Vaticano II que
señala: procuren los pastores de almas que las Horas principales, en especial las
Vísperas, se celebren en común en la iglesia los domingos y las fiestas más solem-
nes. Se recomienda que incluso los laicos reciten el Oficio divino o con sacerdo-
tes, o reunidos entre sí, e incluso cada uno solo 2.

716. Por tanto, los domingos, o al menos en algunas solemnidades, una de


las Horas principales se debería celebrar como culto público. Los minis-
tros sagrados no deben olvidar que la Liturgia de las Horas es una
opción agradable y bien recibida en aquellas ocasiones en las que la
celebración del sacrificio del altar no sea apropiada 3.

717. El ceremonial para la Liturgia de las Horas está divido en seis secciones:
—Vísperas solemnes,
—Vísperas y adoración eucarística,
—el obispo preside en las Vísperas,
—una forma más simple de Vísperas,

1. Cf. Concilio Vaticano II, SC, n. 83; vid. CEC, nn. 1174-78, 2585-89, 2746-51.
2. SC, n. 100. Vid. también CEC, n. 2698.
3. Con demasiada frecuencia se ha celebrado la Misa como parte de «celebraciones
especiales»: noches de graduación en la escuela, acontecimientos cívicos, incluso con
fines ecuménicos.

219
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—las otras Horas, y


—cómo combinar la Misa con una Hora 4.

Vísperas solemnes
718. El Oficio de Vísperas, u Oración vespertina, se toma también como
modelo para la celebración de Laudes, u Oración matutina. Las peque-
ñas variaciones que existen entre estas Horas se indicarán una vez que
hayan sido descritas las Vísperas solemnes.
719. El celebrante de Vísperas solemnes es asistido por un diácono o dos diá-
conos, y (si no hay diáconos disponibles) por dos sacerdotes. El cele-
brante lleva el (amito,) alba, (cíngulo,) estola y capa pluvial. (Si un diá-
cono no asiste con la dalmática, el celebrante puede llevar sotana,
sobrepelliz, estola y capa pluvial). Los diáconos llevan alba, estola y dal-
mática o capa pluvial. Los sacerdotes asistentes llevan capa pluvial 5.
Además, en fiestas mayores, los clérigos presentes (sacerdotes, diáco-
nos, o canónigos en el coro) pueden llevar también estos ornamentos,
o el hábito coral apropiado 6. Los ayudantes necesarios para esta cere-
monia son: un portador de la cruz (o cruciferario), dos portadores de
cirios (o ceroferarios), un turiferario y un portador de libro. Un maes-
tro de ceremonias dirige el acto.
720. El canto de los salmos, antífonas, responsorios, etc., es dirigido por un
cantor (o cantores) y un coro preparado. En especial, en las iglesias
mayores donde existe un coro formalmente constituido, se puede man-
tener como costumbre local que los cantores lleven capa 7. Se debería
proporcionar al pueblo y a los ayudantes los libros del Oficio, de tal
manera que puedan participar plenamente en la celebración 8.

Preparativos inmediatos
721. El altar: se quita el cubremantel; se encienden preferiblemente cuatro
o seis velas (antipendio o frontal del color apropiado).

4. El ceremonial aquí descrito se basa en lo expuesto en el capítulo 5, nn. 253-66,


de Ordenación general de la Liturgia de las Horas (Breviario, vol. 1, Adviento), en los deta-
lles más bellos en el CO, parte 3, nn. 187-226, y en las costumbres existentes que ambas
fuentes de autoridad presuponen y respetan.
5. Estas capas deberían estar a juego en color y diseño.
6. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 255; CO, n. 192.
7. Pero, ¿deberían observar las complejas formalidades ceremoniales e «incoar» las
antífonas? No, esto no está de acuerdo con la celebración moderna del Oficio según lo
expuesto en CO.
8. Hay una gran necesidad de buenas composiciones musicales de las Horas, en len-
gua vernácula, publicadas en ediciones accesibles de tal manera que los fieles puedan
participar fácilmente.

220
LA LITURGIA DE LAS HORAS

722. El ambón: un libro de Oficios o leccionario para la lectura salvo que se


vaya a leer el Evangelio; las notas, en el caso de que se vaya a tener una
homilía (antipendio o frontal del color apropiado).

723. La sede: para el diácono(s) o sacerdotes ayudantes, se instalan otros


asientos a cada lado de la sede; los libros del Oficio, para los ayudantes
del celebrante. El libro del Oficio del celebrante puede dejarse prepa-
rado en la credencia o en algún otro lugar conveniente.

724. La sacristía: las capas pluviales, estolas, dalmáticas, albas, etc., para el
celebrante y el ayudante(s); cruz procesional y ciriales; se prepara el
incensario; y el evangeliario cuando la lectura del Evangelio sustituye a
la lectura.

Procesión de entrada

725. Todos se inclinan ante el crucifijo o la imagen de la sacristía, y cuando


lo indique el maestro de ceremonias inician la procesión. La música del
órgano la acompaña mientras entra, pero no se canta el himno. La cruz
y los ciriales la encabezan, seguidos por el turiferario (sin el incensario)
y el portador del libro, (el coro, con el hábito adecuado), luego, algún
clérigo del coro, el maestro de ceremonias, el celebrante y los diáconos
o sacerdotes asistentes. Durante la procesión de entrada, los diáconos
pueden sostener los lados de la capa del celebrante.

726. A la llegada ante el altar, los que no llevan nada se inclinan (o hacen la
genuflexión si el sagrario está en el presbiterio). Los clérigos del coro
y/o el coro con el hábito adecuado, que han de sentarse en las gradas
anteriores o posteriores al altar, se inclinan o hacen la genuflexión de
dos en dos y van a sus respectivos lugares 9. Una vez que han hecho la
reverencia acostumbrada, el celebrante y los diáconos o sacerdotes ayu-
dantes suben hacia el altar y lo besan. Luego van hacia la sede princi-
pal. Los portadores de los cirios colocan los ciriales en la credencia o en
el pavimento de un escalón más bajo, por delante o a cada lado del
altar. Luego van a sus asientos cerca de la credencia. Si la cruz proce-
sional cumple la función de cruz del altar es preferible que se coloque
cerca del mismo, o si no, se coloca fuera de la vista hacia un lado. (Si la
lectura del Evangelio reemplaza la de la Escritura señalada, un diácono
puede llevar el evangeliario en la procesión y colocarlo en el altar como
es usual).

9. Es costumbre entre ellos inclinarse el uno hacia el otro, después de hacer una
inclinación al altar o de hacer la genuflexión ante el sagrario antes de ir a sus luga-
res.

221
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Versículo introductorio e himno del Oficio


727. El portador de la cruz viene hacia la sede trayendo el libro del Oficio
del celebrante. Todos hacen la señal de la cruz mientras el celebrante
entona la antífona o versículo introductorio. Todos se inclinan en
«Gloria al Padre... al Espíritu Santo». El «alleluya» se canta, excepto en
Cuaresma. Todos permanecen de pie para el canto del himno. Si el
himno final es una doxología, todos deberían inclinarse durante la refe-
rencia a las tres Personas Divinas. Antes de regresar a su propio asien-
to, el portador del libro puede presentar el libro del Oficio al cele-
brante de tal manera que pueda unirse a los salmos.

La salmodia
728. Hay tres salmos en las Vísperas —de hecho son: dos salmos o fragmen-
tos de salmo y un cántico del Nuevo Testamento, que se dicen con sus
respectivas antífonas—. Todos permanecen de pie mientras el can-
tor(es), el coro o el celebrante entona la primera antífona. Luego,
todos se sientan a la vez. El cantor(es) o el coro entona la primera línea
del primer salmo hasta el asterisco. Todos se inclinan en «Gloria al
Padre... al Espíritu Santo», al final de cada salmo o cántico. Puede ser
usual que todos permanezcan de pie durante la antífona final de cada
cántico. En algunas iglesias todos permanecen de pie durante los sal-
mos. Los extremos del coro cantan alternativamente los versos de los
salmos, y la asamblea se une. El lado derecho de la iglesia, mirando
hacia al altar, normalmente canta el primer verso del salmo, pero esto
puede adaptarse de acuerdo con la costumbre local o la disposición del
edificio.
729. Si las «oraciones del salmo» se dicen o cantan después de cada salmo,
todos se ponen de pie después de la antífona. El celebrante canta o dice
«Oremos». Después de una pausa para la oración en silencio, extiende
las manos y canta o dice la oración; todos responden «Amén» y se sien-
tan para el canto de la antífona del siguiente salmo o cántico 10.

Lectura de la palabra de Dios


730. Todos se sientan para la lectura. El lector va al centro, hace una incli-
nación hacia el altar, o una genuflexión si el sagrario está en el presbi-
terio, se inclina ante el celebrante, y va al ambón. Lee la Escritura seña-
lada para ese día. Después de hacer las reverencias acostumbradas, el
lector retorna a su lugar.

10. Cf. CO, n. 198.

222
LA LITURGIA DE LAS HORAS

731. Sin embargo, por razones pastorales, se puede escoger una lectura más
larga 11. Si se escoge la lectura de los Evangelios, se sigue el ceremonial
solemne. El turiferario trae el incensario y la naveta de la sacristía
durante el tercer salmo, el incienso se prepara después de la antífona
final. El diácono pide la bendición: luego, el diácono (o el sacerdote
asistente, si no hay diácono) lleva el evangeliario desde el altar al
ambón en procesión, conducido por los ceroferarios. Una música de
órgano apropiada debería acompañar los preparativos de la lectura del
Evangelio.

732. Después, el celebrante, un diácono, o uno de los clérigos puede predi-


car la homilía 12.

733. En respuesta a la palabra de Dios, se canta un breve salmo responso-


rial 13. Todos permanecen sentados. El turiferario trae el incensario y la
naveta de la sacristía cuando comienza el salmo responsorial. Espera
cerca de la credencia.

El Magníficat

734. La antífona del Magníficat es entonada por el cantor(es) o el coro. El


turiferario va hacia la sede y se inclina ante el celebrante que prepara
incienso, asistido por un diácono o un sacerdote. El turiferario se incli-
na y, llevando el incensario, va hasta la derecha del altar donde se
queda de cara al pueblo (dando por supuesto que la incensación
comienza ahí). Cuando el celebrante permanece de pie después de la
antífona, todos le imitan y hacen la señal de la cruz al comienzo del
Magníficat. El celebrante y los diáconos o sacerdotes ayudantes se sitú-
an delante del altar. Se inclinan profundamente y van hacia el altar,
pero no lo besan. El turiferario da el incensario al diácono o al sacer-
dote que está a la derecha del celebrante, y éste a su vez lo pasa al cele-
brante que inciensa el altar y la cruz como siempre. Los diáconos o
sacerdotes mientras caminan a cada lado del celebrante pueden soste-
ner la capa pluvial hacia atrás durante la incensación para que tenga
libres las manos mientras se inciensa la cruz y el altar. Después de devol-
ver el incensario al diácono o al sacerdote, el celebrante regresa a la
sede.

11. Vid. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, nn. 46, 248, 249, 251.
12. Dada la naturaleza de las Vísperas, puede ser una buena ocasión para que un
predicador visitante predique una homilía extensa.
13. En lugar de un canto responsorial o responsorio recogidos en el breviario, la
Conferencia Episcopal puede aprobar otros himnos responsoriales similares, cf.
Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 49.

223
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

735. De pie delante de la sede, el diácono o el sacerdote ayudante inciensa


al celebrante. Después que ha incensado al otro diácono o sacerdote
ayudante, se dirige primero hacia el punto desde donde incensar a cual-
quier clérigo del coro y después inciensa al pueblo desde la parte delan-
tera del presbiterio 14. Es costumbre prolongar el canto de la antífona o
la música del órgano mientras dure la incensación. Habiendo recibido
el incensario del diácono, el turiferario espera en el centro del presbi-
terio dando cara al altar mientras se canta la antífona. Al final de la antí-
fona, lleva el incensario a la sacristía o a algún otro lugar.

Oración conclusiva, bendición y despedida

736. El portador del libro va a la sede y sostiene el libro del Oficio abierto
delante del celebrante que introduce las intercesiones o preces finales.
Luego, el diácono, un cantor o el lector lee o canta las intercesiones, y
la asamblea, guiada por el coro, canta las respuestas señaladas. Se pue-
den añadir intenciones locales a las previstas para ese día. El celebran-
te puede introducir el Padrenuestro usando una de las opciones que
ofrece el breviario. Junta las manos mientras se canta el Padrenuestro.
Luego canta la oración conclusiva, con las manos extendidas hasta el
final trinitario 15.

737. El celebrante canta «El Señor esté con vosotros», extendiendo y jun-
tando las manos como de costumbre y volviéndose hacia el pueblo si es
necesario. Si se imparte una de las bendiciones solemnes, el diácono (o
sacerdote ayudante) invita a la asamblea a inclinarse para la bendición.
El celebrante extiende sus manos para las oraciones, antes de impartir
la bendición como es usual. También la puede impartir de acuerdo con
la forma simple de la Misa. El diácono (o un sacerdote asistente cuan-
do no hay diácono) canta la despedida, utilizando la fórmula «Podéis ir
en paz» y todos responden: «Demos gracias a Dios».

738. El celebrante y el diácono(s) o los sacerdotes ayudantes van hasta el


altar y lo besan. Después se dirigen hacia donde están el portador de la

14. (a) Si más de dos clérigos asisten con capas pluviales en una ocasión solemne,
deberían ser incensados por el ayudante inmediato, como si fuesen un grupo, para evi-
tar confusión. (b) De acuerdo con el capítulo 7, n. 10, un sacerdote asistente no debe-
ría incensar al pueblo, sino que debería encomendar este deber al turiferario. (c) Antes
de la incensación del clero es costumbre, en algunas iglesias, incensar también el altar
dedicado al santo del día. En este altar se encienden las velas y se quita el cubremantel.
El turiferario y los ceroferarios conducen al celebrante y al diácono(s) al altar lateral;
el mismo procedimiento se sigue para la incensación del altar principal.
15. El CO no hace ninguna referencia a la antigua praxis de los ceroferarios o «acó-
litos» que están de pie a los lados del celebrante durante las oraciones finales.

224
LA LITURGIA DE LAS HORAS

cruz y los ceroferarios ya alineados. Hacen la reverencia acostumbrada,


y la procesión sale en el mismo orden con que entró. En algunos luga-
res, si las Completas no se celebran más tarde públicamente, se canta
después de Vísperas una de las antífonas marianas. Es posible que el
celebrante, los clérigos y ayudantes, antes de dejar el presbiterio, acos-
tumbren a esperar delante del altar el final del canto.

Las variaciones en Laudes

739. El ceremonial para la solemne celebración de Laudes es idéntico al de


Vísperas solemnes. Sin embargo, cuando el Invitatorio se utiliza al
comienzo del día, el celebrante canta «Señor, ábreme los labios», y
todos hacen la señal de la cruz sobre sus labios. Luego se canta el salmo
invitatorio, con la antífona del día repetida entre los versos como se
indica en el breviario. Después de la repetición final de la antífona,
todos permanecen en pie para el himno.

740. Hay tres salmos en Laudes: un salmo matutino, un cántico del Antiguo
Testamento y un salmo de alabanza, que se dicen con sus respectivas
antífonas.

741. La incensación tiene lugar durante el Benedictus exactamente de la


misma manera que en el Magníficat. Puesto que el texto es más largo
puede no ser necesario hacer una pausa antes de «Gloria...» y la antífo-
na final para dar tiempo a la incensación del clero y el pueblo.

Vísperas y adoración eucarística

742. Si la adoración y bendición eucarísticas siguen inmediatamente a las


Vísperas, o, menos comúnmente, a Laudes, se omiten la bendición y
despedida final. El celebrante y sus ayudantes se sitúan delante del altar
y se inclinan o hacen la genuflexión juntos. Se arrodillan mientras un
diácono o sacerdote asistente expone la Hostia. El tiempo de adoración
es seguido por el himno eucarístico y la incensación de la Hostia, la ora-
ción y bendición como se describen en el capítulo anterior.

743. Las Vísperas o Laudes se pueden celebrar también antes de exponer el


Santísimo Sacramento, como se indica en el capítulo anterior 16. A no
ser que la exposición haya comenzado ya algún tiempo antes de la cele-
bración de la Hora, la procesión entra, todos se arrodillan y se expone

16. Cf. CO, n. 1111.

225
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

la Hostia por un sacerdote o diácono ayudante. Se canta un himno


eucarístico y se ofrece el incienso como de costumbre. Una vez que ha
sido reverenciado el Santísimo Sacramento, el celebrante va a la sede y
comienza el Oficio 17.

744. En el Magníficat, después de haberse preparado el incienso en la sede,


el celebrante y los ayudantes van delante del altar, hacen la genuflexión
y se arrodillan mientras el celebrante inciensa la Eucaristía. Se levantan,
se dirigen al altar, hacen la genuflexión, continúan la incensación como
de costumbre, y hacen la genuflexión juntos cuando pasan delante de
la custodia.

745. El clero y los ayudantes deberían tener cuidado de no dar la espalda a


la custodia y de mantener un espíritu de decoro, piedad y recogimien-
to apropiados a la ocasión. La intercesión final de las Vísperas se puede
hacer permaneciendo de pie delante del altar. Se omiten la bendición
y despedida final. El himno eucarístico, la incensación de la Hostia, la
oración y bendición siguen tal y como se describe en el capítulo prece-
dente. La reserva puede tener lugar como de costumbre, a menos que
la exposición continúe después de esta celebración litúrgica.

El obispo preside en las Vísperas

746. Cuando el obispo preside en las Vísperas solemnes hay que tener en
cuenta las siguientes variaciones 18:

747. El obispo preside desde la cátedra. Es ayudado por dos diáconos con
dalmáticas o capas pluviales (o dos sacerdotes con capas pluviales, si no
hay diáconos). Es asistido por los que se encargan de la mitra, del bácu-
lo y por los portadores de libros. Además del amito, alba (cíngulo),
estola y capa, lleva el anillo, la cruz pectoral colgando de una cadena,
el solideo y la mitra. Si es el Ordinario o ha sido debidamente autori-
zado, lleva el báculo. Durante la procesión de entrada, los diáconos
pueden sostener hacia atrás los lados de la capa pluvial del celebrante.

748. Si una lectura del Evangelio reemplaza al capítulo corto, se observa el


ceremonial usual y le traen el báculo para que lo bese después del

17. Se ha sugerido que, cuando las Vísperas comiencen al inicio de una exposición,
el celebrante pueda iniciar el Oficio estando de pie frente al altar y se arrodille para el
himno del Oficio, durante el cual podrá incensar la Eucaristía. Luego podrá ir a la sede
para la salmodia. Esto no será posible si el himno fuera inapropiado, por ejemplo: cuan-
do en el Oficio se celebra a un santo.
18. Vid. CO, nn. 191-208.

226
LA LITURGIA DE LAS HORAS

Evangelio. El obispo puede predicar o desde la cátedra o desde el


ambón o en algún otro lugar apropiado.

749. Durante la preparación del incienso en la cátedra, antes del Magníficat,


el obispo lleva la mitra. Durante la antífona, el incienso se prepara
como se ha descrito más arriba. El obispo permanece de pie y hace la
señal de la cruz cuando el coro comienza el canto. Flanqueado por los
ayudantes, abandona la cátedra y va hacia un lugar delante del altar.
Todos se inclinan y van hacia el altar, pero sin besarlo. Un diácono le
quita la mitra, y se la da al portador de la misma, entonces el obispo
inciensa el altar como en la Misa. Regresa a la cátedra, donde es incen-
sado. Después de la antífona, preside las intercesiones.

750. Imparte la bendición final como un obispo, llevando la mitra y cogien-


do el báculo como en la Misa. Un diácono o un sacerdote asistente
canta la despedida. Puede dejar a un lado la mitra y el báculo un mo-
mento mientras besa el altar con el clero que le asiste.

751. Si la adoración y la bendición eucarística siguen inmediatamente a las


Vísperas, el obispo se quita el solideo una vez que se ha expuesto la
Hostia. Si las Vísperas se celebran antes de que el Santísimo Sacramento
sea expuesto, no lleva la mitra o el solideo durante el Oficio. Si la expo-
sición continúa después de las Vísperas, se marcha con la procesión, sin
báculo y con la cabeza descubierta; cuando se ha distanciado del altar,
coge el solideo, la mitra y el báculo. Si no continua la exposición lleva
puesta la mitra y asido el báculo.

Una forma más simple de Vísperas

752. No siempre que la Liturgia de las Horas se celebra públicamente acude


el número de asistentes que requiere la forma solemne. Sin embargo,
la Hora puede celebrarse con dignidad. El celebrante es un sacerdote
o, si no lo hubiera, un diácono. Un cantor solo o acompañado de un
coro debería guiar el canto.

753. El celebrante puede ser asistido por el portador de la cruz (crucifera-


rio), los portadores de los cirios (ceroferarios), un turiferario y un por-
tador de los libros (o, al menos, por dos ayudantes: uno para sostener
el libro, y el otro para llevar la cruz y actuar como turiferario en el
Magníficat). El celebrante (sacerdote o diácono), debe llevar capa plu-
vial del color del día. Un maestro de ceremonias puede dirigir la cele-
bración.

227
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

754. La ceremonia se desarrolla y se prepara tal y como queda indicado más


arriba, pero con las lógicas modificaciones de la falta de clero o, quizá,
de un coro o cantor. Por tanto, en el Magníficat, el maestro de ceremo-
nias y el turiferario asisten al celebrante mientras prepara el incienso en
la sede. Le acompañan al altar para la incensación. Una vez que el cele-
brante ha vuelto a la sede, permanece de pie mientras es incensado por
el maestro de ceremonias (o, si no lo hay, por el turiferario). El turife-
rario inciensa al pueblo.

755. En una forma de Vísperas aún más sencilla, el celebrante preside desde
la sede con alba y estola, o sotana, sobrepelliz y estola. Un ayudante asis-
te como portador del libro. El incienso no se suele utilizar, y la mayor
parte del Oficio es recitada.

Las otras Horas

756. El ceremonial para las otras Horas es mucho más sencillo que el pres-
crito para los dos grandes «goznes» de la Liturgia de las Horas. No obs-
tante, cuando estas Horas se celebran en comunidad o como culto
público, se debería incluir alguna ceremonia distendida.

El Oficio de lectura

757. Cuando el Oficio de lectura se celebra como culto público, el cele-


brante es asistido por uno o más lectores, y ayudantes. El celebrante
lleva alba o sotana y sobrepelliz; el uso de la estola es apropiado. Se
observa el mismo ceremonial para introducir la Hora, el himno y sal-
mos que se sigue en las Horas mayores. Cuando se utiliza el invitatorio
al comienzo del día, el celebrante canta: «Señor, ábreme los labios», y
todos hacen la señal de la cruz sobre los labios. Luego, se canta el
salmo de invitación a la alabanza divina, con la antífona del día, repe-
tida entre los versos, como se indica en el breviario. Después de la
repetición final de la antífona, todos permanecen de pie para el himno
del Oficio.

758. Los lectores van al ambón para las lecturas de la Escritura y de la patrís-
tica (no se dice: «Palabra del Señor» en la segunda lectura). En domin-
gos, solemnidades y fiestas, todos permanecen de pie cuando se canta
el Te Deum y, después, cuando el celebrante canta o dice la oración
colecta, ayudado por el portador del libro. A no ser que la Misa siga a
la Hora, se pueden dar la bendición y despedida finales.

228
LA LITURGIA DE LAS HORAS

759. En las solemnidades mayores, el Oficio de lectura se puede celebrar


como una vigilia más extensa 19. Se encienden las velas del altar. El cele-
brante puede llevar capa pluvial y se puede utilizar el ceremonial solem-
ne para la lectura del Evangelio, si un diácono asiste con alba, estola y
dalmática. Después de la lectura del Evangelio, se puede proceder a la
homilía. Esta celebración del Oficio de lectura resulta apropiada, de
modo particular, en Navidad, cuando se puede unir a la celebración de
la Misa de Medianoche. Ésta es la única ocasión que, normalmente, el
Oficio de lectura se puede unir a la Misa 20.

La Hora intermedia

760. Donde la Hora intermedia se celebra en público, se debe escoger una


de las tres horas menores, de tal manera que coincida con el tiempo
diurno: Tercia, a media mañana; Sexta, a mediodía; y Nona, a media
tarde. Si el que preside la Hora intermedia es sacerdote, diácono, acó-
lito instituido, o ha sido admitido al estado clerical, puede llevar alba o
hábito coral pero no estola. Si preside un sacerdote o diácono, lo hace
desde la sede. Si es un acólito, un clérigo o un laico, lo hace desde otro
lugar.

761. Todos están de pie para el versículo introductorio, y hacen la señal de


la cruz. Se canta el himno, seguido de los salmos del día. La asamblea
se sienta o permanece de pie para los salmos, según la costumbre.
Todos se sientan para la lectura breve. El lector se sitúa en un lugar
apropiado, no necesariamente en el ambón. Todos permanecen de pie
para el versículo y la oración conclusiva dicha por quien dirige la Hora.
Se concluye con «Bendigamos al Señor», y la respuesta «Demos gracias
a Dios» 21.

Completas

762. Si el que preside las Completas es un sacerdote, un diácono o un acóli-


to o alguien admitido al estado clerical, puede llevar alba o hábito coral,
pero no estola. Se pueden encender dos cirios en o cerca del altar,
según la costumbre. Si es un sacerdote o diácono, preside desde la sede.
Un acólito, clérigo o laico lo hace desde otro lugar.

19. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 73.


20. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 98, y vid. el procedimiento
descrito más adelante, n. 773.
21. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 79.

229
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

763. Al inicio de la Hora, después de la invocación inicial, se puede hacer un


examen de conciencia en silencio o alguna de las fórmulas que propo-
ne el Misal Romano para el acto penitencial. Se canta el himno, segui-
do de los salmos del día. La asamblea se sienta o permanece de pie para
los salmos, según la costumbre. Todos se sientan para el canto del res-
ponsorio. Después de la antífona, todos permanecen de pie para el
Nunc dimittis y hacen la señal de la cruz en las palabras de apertura del
cántico.

764. Todos permanecen de pie para la oración final. Luego, el que preside
dice: «El Señor todopoderoso nos conceda...». No se utiliza ninguna
otra fórmula, ni hay una despedida, por la naturaleza de la oración noc-
turna: encomendar el reposo cristiano al cuidado misericordioso de
Dios. Luego, todos permanecen de pie para cantar la antífona de nues-
tra Señora 22. En el Rito Moderno no hay versículo ni oración asociados
a la antífona mariana.

Misa unida a una Hora

765. Las partes esenciales de la mayoría de las Horas, excepto Completas, se


pueden integrar en el rito de la Misa. Esta forma de celebrar la liturgia
es apropiada en iglesias donde hay un capítulo de canónigos o comu-
nidad de religiosos, o donde los fieles están acostumbrados a participar
en el Oficio diario. La misma celebración del día o fiesta puede seguir-
se para la Misa y la Hora a ella incorporada. «Por tanto, las primeras
Vísperas de domingos, solemnidades y fiestas de nuestro Señor que
coincidan en domingo no podrán celebrarse hasta que se haya celebra-
do la Misa del día precedente o del sábado» 23.

766. Cuando Laudes o Vísperas se incorporan a la celebración eucarística,


hay tres puntos donde el rito normal de la Misa se modifica.

767. 1. En domingos, solemnidades y fiestas, la Misa puede y debe empezar


como es usual: con el himno de entrada (e incensación del altar), la
señal de la cruz y el saludo, omitiendo la invocación inicial y el himno
del Oficio. Sin embargo, en otros días, en la sede asistida por el porta-
dor de libro, el celebrante puede comenzar la Misa con la invocación
inicial de la Hora y el himno del Oficio. Los dos salmos y el cántico

22. Otras antífonas marianas se pueden añadir a las opciones previstas en el bre-
viario, de acuerdo con las indicaciones señaladas por la Conferencia Episcopal (cf.
Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 92) o de acuerdo con las costumbres de
una Orden o Congregación particular.
23. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 96.

230
LA LITURGIA DE LAS HORAS

reemplazan el rito penitencial y el Kyrie 24. Si está señalado para ese día,
se canta o dice el Gloria, seguido de la oración colecta, tomada del
misal. La liturgia de la palabra sigue como de costumbre.

768. 2. La oración de los fieles se hace en su lugar y según la forma acos-


tumbrada en la Misa. Pero los días de feria, en la Misa de la mañana, en
lugar del formulario corriente de la oración de los fieles, se pueden
decir las preces matutinas de las Laudes 25.

769. 3. La liturgia de la Eucaristía se celebra como de costumbre. Sin embar-


go, después de la Comunión, se canta (o se recita) la antífona para el
Magníficat o el Benedictus. Luego, todos permanecen de pie para el cán-
tico. Si se utiliza incienso, se bendice en la sede, y se inciensan el altar,
el celebrante y concelebrante(s), el clero del coro y el pueblo, como se
ha descrito más arriba. Después de repetir la antífona, el celebrante
canta o dice la oración de después de la Comunión de pie en la sede.
La bendición y despedida siguen como está indicado en el misal.

770. La Hora intermedia puede incorporarse a la Misa de la misma manera


que Laudes o Vísperas. El rito: o comienza con el verso y el himno de
Oficio, o con el rito inicial de la Misa. Los tres salmos se cantan o dicen,
y la liturgia continúa con el Gloria o la oración colecta. El resto de la
Hora intermedia se omite.

Una de las Horas añadida a la Misa

771. También es posible añadir una de las Horas al final del rito de la Misa.
Esta opción parece menos satisfactoria, pero puede ser apropiada para
la Hora intermedia, por ejemplo: cuando una de las tres Horas meno-
res coincide con la «hora» en la que se celebra la Misa. En este caso, la
Misa sigue como de costumbre hasta después de la oración para después
de la Comunión, que se dice o canta la salmodia de la Hora. El cele-
brante preside desde la sede. La invocación inicial de la Hora, el himno
de Oficio y la lectura breve se omiten. Después de los salmos, el cele-
brante permanece de pie y canta o dice la oración de la Hora. La ben-
dición y la despedida como en la Misa 26.

772. Cuando se añaden Laudes o Vísperas a la Misa, se observa exactamen-


te el mismo procedimiento. Pero el Benedictus o el Magníficat con su
antífona se cantan o dicen inmediatamente después de los salmos. Las

24. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 94.


25. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 94.
26. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 97.

231
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

preces y el Padrenuestro final se omiten, y el celebrante canta o dice la


oración conclusiva de la Hora del breviario. La bendición y despedida
siguen de acuerdo con el misal.

773. Como se ha hecho notar, se excluye normalmente la unión de la Misa


con el Oficio de lectura, puesto que la Misa tiene su ciclo propio de lec-
turas, que se ha de distinguir del ciclo del Oficio, excepto en el caso de
la Misa de medianoche de la víspera de Navidad (Misa del gallo o
Nochebuena), para introducir la celebración de la Encarnación. El
celebrante, revestido, entra en procesión con los ayudantes, besa el
altar y va a la sede para presidir el Oficio de lectura. Los lectores leen
desde el ambón. El coro conduce el responsorio entre las lecturas. Se
omite el Te Deum y la Misa continúa con el Gloria 27. Si el Oficio de lec-
turas se celebra como un rito distinto, de preparación, pero no unido a
esta Misa, el celebrante puede llevar capa pluvial, y procedería observar
el ceremonial solemne en la lectura del Evangelio. La celebración con-
cluiría con el Te Deum, la oración final y la bendición, antes de que dé
comienzo la Misa de la Natividad del Señor.

«Cuando la tarde cae, al amanecer y al mediodía, te cantamos, te


bendecimos, te damos gracias y te suplicamos, ¡Oh Maestro de todo!
¡Oh Señor y Amante de la humanidad!: guía nuestras oraciones recta-
mente como una ofrenda de incienso ante ti; no permitas que nues-
tros corazones sean dirigidos por palabras o pensamientos de pecado,
y líbranos de los que persiguen nuestras almas. Pues la gloria, el honor
y la adoración se deben a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siem-
pre y por los siglos de los siglos. Amén».
Oración de Entrada de las Vísperas Bizantinas

27. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 98.

232
Epílogo

774. ¡Viva el misterio que ha sido puesto en tus manos! Ésta es la invitación y admo-
nición que la Iglesia dirige al sacerdote en el Rito de Ordenación, cuando se
ponen en sus manos las ofrendas para el sacrificio eucarístico. El «misterio» del
cual el sacerdote es un «administrador» (cf. 1 Cor 4, 1) es definitivamente Jesu-
cristo mismo, que a través del Espíritu es la fuente de la santidad y la llamada
a la santificación. Para que esto sea así, hay necesidad de gran vigilancia y con-
ciencia viva. Una vez más el Rito de la Ordenación introduce estas palabras con
esta recomendación: «Sed conscientes de lo que estáis haciendo». Del mismo modo
que Pablo amonesta a Timoteo: «No descuides el don que posees» (1 Tim 4, 14;
2 Tim 1, 6) 1.

775. Un gran papa recuerda a cada sacerdote que Jesús es el «misterio», el


Sacerdote y el «don» eterno de su sacerdocio. Que aprendamos de la
escuela de sus misterios a ser conformados a Él, a identificarnos con Él,
a ser verdaderos hijos en el Hijo. Que aprendamos cada día de la obe-
diencia de la Cruz, que pasa a través de nuestras manos ungidas en la
Eucaristía. Que luchemos por celebrar este misterio con devoción y pie-
dad. Somos servidores indignos, sin embargo, por el «don» nuestra fra-
gilidad humana es elevada a la libertad de la gracia para el servicio de
los demás. Por todo esto, ofrezcamos nuestras vidas por nuestro pueblo
y perseveremos.

776. Que ese mismo espíritu de servicio a la Eucaristía informe las acciones
de todos los que asisten en el altar: diáconos, acólitos y ayudantes, lec-
tores y ministros extraordinarios, organistas, músicos, cantores y coris-
tas, porteros y sacristanes. Acuérdate también del hermano que te ofre-

1. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-sinodal: Pastores dabo vobis, 25 de


marzo de 1992, n. 24.

233
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

ce este libro para ayudarte en tu ministerio. Mira más allá de su estruc-


tura a su finalidad, que es nada menos que la experiencia cierta y segu-
ra de compartir una adoración eterna, puesta ante nosotros por los
Padres del Concilio Vaticano II con estas palabras:

«En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella


liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia
la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a
la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo ver-
dadero; cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército
celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener parte
con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, nuestro
Señor Jesucristo, hasta que se manifieste Él, nuestra vida, y nosotros
nos manifestemos también gloriosos con Él» 2.

2. SC, n. 8.

234
Apéndices
1. Ministros extraordinarios de la Eucaristía

777. Los laicos pueden ser nombrados ministros extraordinarios de la Euca-


ristía por el obispo cuando lo aconseja la necesidad 1. Su formación para
administrar la Eucaristía debería descansar en una fundamentación
segura de doctrina y espiritualidad.

778. Hay varios modos sencillos en los que la utilidad de su ministerio puede
presentarse como verdadera: como un privilegio, un servicio e incluso
como una provisión «extraordinaria».

779. Los ministros extraordinarios, no usan ornamentos sagrados, para, así,


distinguir sus funciones de las de los ministerios «ordinarios» derivados
de la sagrada Ordenación, de la institución (acólitos), o de la asocia-
ción con los clérigos (ayudantes). Su vestimenta seglar debería ser siem-
pre modesta y limpia, además de indicarse siempre su dignidad con
algún collar o medalla, pero nunca con algo parecido a una estola, pues
ésta se reserva estrictamente para los que han recibido las Órdenes
Mayores.

780. En la celebración de la Misa, parece mejor que no participen en la pro-


cesión. Deberían sentarse entre el pueblo, para que se vea que se acer-
can desde la asamblea hacia su ministerio.

781. En el Padrenuestro, al llegar los ministros extraordinarios al presbite-


rio, lo primero que hacen es una genuflexión a la Eucaristía. Después,
pueden dirigirse a la credencia para lavarse las manos. Antes de la
Comunión, se quedan de pie a un lado, no en el altar o cerca del

1. Vid. CIC, cánones 230 §3, 910 §2; Sagrada Congregación para la disciplina de los
Sacramentos, Immensae caritatis, «Instrucción para facilitar la Comunión», 29 de junio
de 1973. No deben ser llamados «ministros de la Eucaristía» ni «ministros especiales».

237
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mismo, porque no son concelebrantes, diáconos o acólitos, ni tampoco


asisten a la fracción de la Hostia, reservada a los sacerdotes. El cele-
brante debería bendecirlos sencillamente antes de «Éste es el Cordero
de Dios». El celebrante, diácono o acólito instituido da la Sagrada Co-
munión a los ministros extraordinarios, antes que a los ayudantes, con
preferencia bajo las dos especies. No se dan a sí mismos la Comunión
como si fueran concelebrantes, es decir, al unísono con el celebrante, o
tomando la Eucaristía del altar. Parece más apropiado que el celebran-
te les dé a cada uno el vaso eucarístico y no que lo tomen directamen-
te del altar o del sagrario. De nuevo los signos ceremoniales definen
con verdad su ministerio como «extraordinario» y, por tanto, depen-
diente del celebrante.

782. Distribuyen la Eucaristía según la práctica local; al terminar dan el vaso


sagrado al celebrante, diácono o acólito, o lo dejan sobre el altar. Cada
uno hace una genuflexión y se dirige a la credencia para limpiarse los
dedos antes de volver a su lugar en la asamblea. No purifican los vasos
sagrados.

783. La custodia de la Eucaristía pertenece en primer lugar a los «adminis-


tradores de los Misterios», es decir, los ministros «ordinarios»: sacerdo-
tes y diáconos. Los signos ceremoniales deberían expresar este hecho.
Por tanto, parece preferible, normalmente, confiar a un sacerdote o
diácono la reposición de la Eucaristía en el sagrario después de la
Comunión, o el abrir o cerrar el sagrario durante la Misa. Sin embargo,
si esto no resultara conveniente, se podrían encomendar estas tareas a
los ministros extraordinarios.

784. Los ministros extraordinarios no deben distribuir la Comunión mien-


tras los ministros ordinarios (concelebrantes o clérigos), permanecen
sentados. En 1987, se decretó, que un ministro extraordinario de la
Eucaristía no puede «ejercer sus funciones suplementarias cuando los
ministros ordinarios de la Eucaristía, que no estén de ningún modo
impedidos, se hallen presentes en la iglesia, aunque no tomen parte en
la función eucarística» 2.

785. La antigua práctica según la cual los diáconos llevaban la Eucaristía de


la liturgia del domingo a los enfermos era un signo vivo de la naturale-
za eucarística de la Iglesia. Sin embargo, el rito de dar a los ministros
extraordinarios copones conteniendo la Eucaristía, al final de la Misa o
después de la Comunión, no es, en la actualidad, parte de la Misa.

2. Cf. Respuesta de la Pontificia Comisión para la interpretación auténtica del Código de


Derecho Canónico, 20 de febrero de 1987, publicado en el L’Osservatore Romano.

238
MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA EUCARISTÍA

Puede ser costumbre para los ministros extraordinarios permanecer


después de la Misa para recibir la píxide 3. Pero, a causa del simbolismo
de la comunidad que comparte la Eucaristía, parece preferible que los
ministros extraordinarios que no estén ayudando a distribuir la Comu-
nión presenten una píxide vacía después de recibir la Comunión. Debe-
rían entender que el Santísimo Sacramento colocado en la píxide ha de
llevarse, de inmediato, a los enfermos, y que las sagradas formas no con-
sumidas deben traerse a la iglesia para que queden reservadas en el
sagrario.

786. Sólo las personas adultas piadosas de la comunidad deberían ser elegi-
das para este ministerio. Los niños, los adolescentes y los ayudantes no
son candidatos aptos. No debería limitarse este ministerio a las mujeres,
por el espectáculo a que puede dar lugar un sacerdote asistido sólo por
ellas.

787. Este ministerio auxiliar, tan útil, no debería trivializarse haciendo uso
del mismo en Misas donde comulgan pocos fieles. Debería limitarse a
las situaciones de necesidad real. La prolija multiplicación de los minis-
tros extraordinarios puede obedecer a un deseo sincero de «implicar al
laicado», pero, por lo general, refleja una teología confusa del laicado
y del ministerio, e incluso la falsa idea de que es derecho del laico el
administrar la Eucaristía. Además, la proliferación de los ministros
extraordinarios tiende a desarrollarse allí donde el ministerio litúrgico
específico del acólito seglar nunca ha sido descubierto, entendido o
apreciado. Por tanto, el establecimiento del acólito instituido, junto a
otros ministros extraordinarios, puede ser un paso adelante hacia una
resolución equilibrada de este problema.

3. Debería ser, realmente, un copón —no una cajita de metal, etc.—.

239
2. Días litúrgicos y otras celebraciones

788. Hay tres clases de días litúrgicos:


—los domingos,
—las solemnidades, fiestas, memorias, y
—las ferias.
El domingo, por su peculiar importancia, solamente cede su cele-
bración a las solemnidades y fiestas del Señor; los domingos de
Adviento, de Cuaresma y de Pascua tienen preferencia sobre todas las
fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades 1.

789. Los domingos y solemnidades comienzan en las primeras Vísperas, y a


algunas solemnidades se les asigna su propia Misa de Vigilia. En todas
las Misas solemnes se rezan el Gloria y el Credo. La celebración de la
Semana Santa y de las Navidades se extiende durante una octava 2. Los
días festivos, sin embargo, se celebran dentro de los límites de un día
natural y no tienen primeras Vísperas. En un día festivo, se dice el
Gloria, pero el Credo no es obligatorio 3. Las memorias pueden ser: obli-
gatorias o libres. Las rúbricas del misal, del leccionario y del breviario
determinan cómo deben integrarse las memorias en la celebración de
los días de entresemana. En la práctica, algunas memorias obligatorias
disfrutan de ciertos privilegios sobre otras, con textos propios de la
Misa, no tomados de los textos comunes para los santos, y con antífonas
y salmos del primer domingo para las Laudes, etc. Sin embargo, las

1. Cf. Normas universales sobre el Año Litúrgico y sobre el calendario, nn. 4-7, publicadas
en el Misal Romano, después del IGMR; para un orden preciso de precedencia, vid. CO,
apéndice 2, pp. 334-35.
2. Normas universales sobre el Año Litúrgico y sobre el calendario, nn. 11 y 12.
3. Esto no excluye el rezo del Credo en una fiesta cuando puede tener valor pasto-
ral la profesión de fe.

240
DÍAS LITÚRGICOS Y OTRAS CELEBRACIONES

memorias obligatorias de Cuaresma se celebran como memorias libres.


Sólo se seleccionará una memoria libre cuando se dé opción para
hacerla.

790. En las ferias, el sacerdote puede celebrar la Misa de acuerdo con la feria
(como un signo del Tiempo de Adviento, Cuaresma y Semana Santa) o,
en el Tiempo Ordinario, usando las oraciones del domingo anterior, o
bien puede elegir una Misa para una necesidad particular, o para difun-
tos, o una Misa votiva, observando lo que establece el misal y el leccio-
nario. En los sábados del Tiempo Ordinario, el sacerdote puede cele-
brar la Misa de nuestra Señora y el Oficio del Sábado de nuestra Señora
en la Liturgia de las Horas.

791. Todos estos niveles de celebración están establecidos en el Ordo Missae


Celebrandae et Divini Officii Persolvendi anual, es decir, el Ordo universal
del Rito Romano, publicado por la Santa Sede. Este Ordo está adaptado
y publicado para el uso local:
—en la diócesis de Roma;
—en algunas diócesis, para incluir el calendario de la Iglesia par-
ticular;
—en una nación o región, según las directrices de la Conferencia
Episcopal, que incluyen los calendarios de las diócesis dentro de esa
región;
—en órdenes religiosas y congregaciones para concordar con su pro-
pio calendario;
—en santuarios a los que se les haya concedido privilegios litúrgi-
cos.
Un Ordo diferente se da al Rito Ambrosiano y a las iglesias donde la
liturgia se celebra lícitamente según el misal de 1962 y el calendario
preconciliar.

792. El celebrante debería estar atento a las opciones que le ofrece el misal
y el leccionario, puesto que en el Ordo no se pueden establecer clara-
mente todas las posibilidades para cada día. Además, el celebrante, con
el fin de respetar los niveles de celebración y el calendario, debería
estar familiarizado con las normas actuales, que reflejan la insistencia
del Concilio Vaticano II sobre la importancia y la integridad de los
domingos, solemnidades y tiempos litúrgicos 4. Las normas actuales pro-
ponen seis niveles distintos para la elección de una celebración 5.

4. Cf. SC, nn. 102-106.


5. Estas normas están en CO, Apéndice 3, pp. 336-337. Hemos intentado presen-
tarlas de un modo sencillo y positivo.

241
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

793. 1. Las solemnidades de precepto son: Navidad, Epifanía, Ascensión,


Corpus Christi, Sta. María Madre de Dios (1 de enero), Asunción, Inma-
culada Concepción, san José, san Pedro y san Pablo y Todos los Santos,
salvo que sea modificado por la Conferencia Episcopal con la aproba-
ción de la Santa Sede 6. En estas grandes solemnidades, en los domin-
gos de Adviento, Cuaresma y Tiempo Pascual, el Jueves Santo y duran-
te el Triduo Pascual, sólo se puede celebrar la Misa del día, cualquier
otra celebración está prohibida.

794. 2. En las otras solemnidades, en el día de los fieles difuntos, en el


Miércoles de Ceniza, en los días de la Semana Santa y en la octava de
Pascua, también se permite la Misa de funeral, pero cualquier otra cele-
bración está prohibida.

795. 3. En los domingos del Tiempo de Navidad, en los del Tiempo Ordi-
nario, y en las fiestas, las Misas rituales para sacramentos (por ejemplo:
Matrimonios y Ordenaciones) y las Misas de funeral son permitidas. En
estos días, se pueden celebrar Misas para varias necesidades y ocasiones
y Misas votivas, en el caso de una necesidad seria o de una convenien-
cia pastoral, pero sólo a la discreción del Ordinario local o con su per-
miso 7. Todas las demás celebraciones están prohibidas.

796. 4. La misma norma para el número 3 se aplica a las ferias anteriores a


la Navidad, del 17 al 24 de diciembre, los días de la octava de Navidad
y en todas las ferias de Cuaresma. No obstante, un sacerdote puede tam-
bién celebrar Misa con ocasión de la noticia de una muerte, de un
entierro —como distinto de una Misa de funeral— o del primer ani-
versario de un fallecimiento.

797. 5. En las memorias obligatorias, en las ferias de Adviento, hasta el día


17 de diciembre, en las ferias del Tiempo de Navidad, desde el 2 de
enero, y en las ferias del Tiempo de Pascua, se amplía la norma para los
números 3 y 4. La opción permanece abierta a la elección de Misas para
varias necesidades y ocasiones y para Misas votivas, en casos de seria
necesidad o de ventaja pastoral, al criterio del pastor de la iglesia o del
celebrante de la Misa 8.

798. 6. Los días de la semana del Tiempo Ordinario (ferias y memorias


libres), las disposiciones de los números 3 al 5 se amplían con la inclu-
sión opcional de Misas para varias necesidades y ocasiones y de Misas

6. Cf. CIC, canon 1246.


7. Cf. IGMR, n. 332.
8. Cf. IGMR, n. 333.

242
DÍAS LITÚRGICOS Y OTRAS CELEBRACIONES

votivas elegidas por el sacerdote celebrante en favor de la devoción del


pueblo, y también con la «Misa diaria por los difuntos».

799. La celebración de todos los días feriales que gocen de la libertad del
número 6, con ornamentos verdes y los textos del domingo, es la
«opción asequible» de una liturgia mínima. Sin embargo, la preocupa-
ción pastoral por los fieles debería motivar un enfoque más imaginati-
vo y generoso.

800. Aunque el ciclo continuo de lecturas debería mantenerse, cuando sea


posible, el sacerdote debería aprovechar las opciones más apropiadas
para el rito. Debería celebrar la Eucaristía para varias necesidades; por
ejemplo: por las vocaciones o por la justicia y la paz; de acuerdo con el
sentir del Concilio, el sacerdote debe interpretar «los signos de los
tiempos» y luchar por relacionar la celebración de la liturgia a los suce-
sos y experiencias de la vida diaria a todas las escalas: la familia, la per-
sona, la comunidad local, la nación y el mundo entero. Tampoco debe-
ría restringirse la Misa por los difuntos a los funerales o al 2 de noviem-
bre. Sin volver a las frecuentes Misas de réquiem, que en tiempos pasa-
dos, en algunos lugares, tanto sobrecargaban las ferias, es importante,
de vez en cuando, introducir al pueblo en esta dimensión del Misterio
Pascual.

801. Otra opción posible para las ferias es la Misa votiva. La elección de las
Misas votivas puede también estar influida por la devoción popular, que
asigna un significado especial a un día de la semana. El jueves se asocia
con la Eucaristía y el sacerdocio de Cristo; el viernes, con la Cruz y la
pasión de nuestro Señor. Los primeros viernes y primeros sábados de
mes son universalmente reconocidos como días de devoción pública y
privada al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María,
respectivamente. De acuerdo con las costumbres de las distintas cultu-
ras y regiones, otros días se pueden reservar a san José, las ánimas ben-
ditas del purgatorio, los ángeles, etc. Aunque es muy importante inte-
grar las devociones populares en la liturgia, no deben nunca infringir
las normas de precedencia del calendario por motivos de devoción
popular. Por ejemplo: en un primer viernes, no se podría dejar de lado
una fiesta o una memoria obligatoria en favor de una Misa del Sagrado
Corazón. En tal día, aparte de hacer alguna referencia de paso o cone-
xión apropiada, no se debería mezclar la celebración del santo con
dicha devoción.

802. La dimensión mariana de las celebraciones entre semana tienen un


gran valor. La Misa del sábado de nuestra Señora, celebrada con orna-
mentos blancos, debería formar parte común de la semana litúrgica,

243
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cuando no lo impida una memoria obligatoria. Las memorias libres de


la Virgen deberían escogerse siempre. Además, el lugar de nuestra
Señora en la liturgia se ha enriquecido y ampliado con la publicación
de cuarenta y seis Misas en honor de la Santísima Virgen, bajo diversos
títulos y a la luz de los Misterios de su vida y misión en el plan salvífico 9.

El momento de celebración de la Misa y administración de la Eucaristía

803. La reforma litúrgica ha eliminado la mayoría de las restricciones res-


pecto al momento del día en que puede celebrarse la Misa. Según el
canon 931, «La celebración y administración de la Eucaristía puede
hacerse todos los días y a cualquier hora, con las excepciones que se
establecen en las normas litúrgicas». Por tanto, excepto Viernes Santo
y Sábado Santo, la Misa puede celebrarse a cualquier hora del día o de
la noche, según la necesidad pastoral y lo que dicte el sentido común.
El obispo diocesano determina cuál es la hora más temprana para cele-
brar la Misa de Vigilia del Sábado por la tarde para que pueda cum-
plirse la obligación dominical. La Eucaristía no puede distribuirse a los
fieles ni el Jueves Santo ni el Viernes Santo, excepto durante las litur-
gias de la noche y tarde, o para los enfermos, o como Viático. La Euca-
ristía no puede distribuirse el Sábado Santo, antes de la Vigilia Pascual,
excepto como Viático 10.

804. El sacerdote es el servidor de la comunidad a la hora de determinar el


momento de la celebración de la Misa. Excepto cuando adapte la sema-
na a su propia necesidad, para tener un día de descanso, no debería ele-
gir la hora de la celebración de la Misa según su propia conveniencia o
devoción. La liturgia debería celebrarse a una hora adecuada a las nece-
sidades del pueblo, de modo que el culto pueda integrarse dentro de su
horario laboral y de ocio.

Binación

805. Según el canon 905 §1, Exceptuados aquellos casos en que, según el derecho,
se puede celebrar o concelebrar más de una vez la Eucaristía en el mismo día, no
es lícito que el sacerdote celebre más de una vez al día. Esta norma se refiere
a las disposiciones del misal para Navidad, Jueves Santo y Domingo de
Resurrección. Además, se proporcionan los textos de tres Misas para el
día de los fieles difuntos, porque las disposiciones de la Constitución

9. Collectio Missarum de Beata Maria Virgine, Congregación para el culto divino,


1987, dos volúmenes: 1. Orden de la Misa y propios; 2. Leccionario.
10. RR, Sagrada Comunión y culto de la Eucaristía fuera de la Misa, n. 16.

244
DÍAS LITÚRGICOS Y OTRAS CELEBRACIONES

Apostólica del Papa Benedicto XV Incruentum altaris (1915) siguen en


vigor 11. Por tanto, ese día, todos los sacerdotes pueden celebrar tres
veces la Misa. En una parroquia, lo mejor sería establecer un horario
para estas Misas, según las necesidades del pueblo, más que celebrarlas
seguidas.

806. Según el canon 905 §2, Si hay escasez de sacerdotes, el Ordinario del lugar
puede conceder que, con causa justa, celebren dos veces al día, e incluso, cuan-
do lo exige una necesidad pastoral, tres veces los domingos y fiestas de precepto.
En condiciones pastorales corrientes, este canon se suele interpretar
ampliamente.

11. Mantenidas en el común Ordo Missae Celebrandae et Divini Officii Persolvendi.


Librería Editrice Vaticana, 1993, p. 168.

245
3. Preparación de los ornamentos

807. Los ornamentos se preparan de modo que los clérigos puedan revestir-
se con facilidad. Lógicamente, se disponen en orden inverso al que se
sigue al revestirse, de modo que el primer ornamento que se coloca
sobre la mesa es el último con el que se reviste el obispo, presbítero o
diácono.

808. a) La casulla o dalmática se extiende, cuidadosamente, con la parte de


atrás hacia arriba, quizá doblada al revés para que pueda ponerse con
facilidad.

809. b) La estola se dispone sobre la casulla o dalmática, de manera que el


centro de la misma pueda cogerse directamente y colocarse alrededor
del cuello, sin tener que girarla.

810. c) Si se usa cíngulo, se prepara sobre la estola. Si es largo, se dobla para


que las borlas queden juntas.

811. d) El alba se extiende sobre los ornamentos ya dispuestos, con la parte


de la espalda hacia arriba; así, puede recogerse, con cuidado, para
ponérsela con facilidad.

812. e) Si se usa amito, se dispone sobre todos los ornamentos, con la parte
de las cintas alejada del borde de la mesa.

813. Si el obispo debe llevar la dalmática pontificia, se coloca justo encima de


la casulla (después del n. 1). Si no trae consigo el solideo o no lo lleva
puesto, se coloca junto a los ornamentos, o sobre una bandeja. El por-
tador de la mitra la sostiene con las manos cubiertas con un velo
(vimpa) y lo entrega al diácono ayudante una vez revestido el obispo. Si

246
PREPARACIÓN DE LOS ORNAMENTOS

el arzobispo va a llevar el palio prendido sobre la casulla, debería dejar-


se junto a los ornamentos, con los prendedores en una bandeja.

814. Cuando se preparan los ornamentos para los concelebrantes, puede ser
útil colocar tarjetas sobre cada grupo de ornamentos, bien anotando
los nombres de los clérigos, si se conocen, o las tallas de las albas:
pequeña, mediana, grande. Si concelebran muchos sacerdotes, las albas
y casullas deberían prepararse en perchas, con indicación de las tallas.

815. Las casullas modernas de formas amplias es mejor colgarlas en un rope-


ro, pero los ornamentos de forma romana o española no deberían col-
garse, ni ponerse del revés, si están confeccionados con telas nobles. Si
los ornamentos están tejidos con hilo de oro auténtico, deberían guar-
darse extendidos, no doblados, preferiblemente con una tela ligera
colocada entre ellos, adamascada. Las albas adornadas con encajes y las
capas pesadas que no están hechas para descansar sobre los hombros es
mejor guardarlas dobladas en un cajón.

247
4. El corporal

816. El modo normal de extender el corporal se realiza según el diagrama,


de acuerdo con las instrucciones siguientes:

817. a) Se coge el corporal con la mano derecha y se coloca plano en el cen-


tro del altar, aún doblado, a unos quince centímetros aproximadamen-
te del borde del altar, o más lejos si es un corporal grande.

818. b) Se desdobla, primero a la izquierda y luego a la derecha, confor-


mándose tres cuadrados.

819. c) Se desdobla la sección más alejada del celebrante, hacia fuera, de


modo que queden seis cuadrados.

820. d) Finalmente, se desdobla el pliegue más próximo al celebrante que-


dando visibles nueve cuadrados, y se ajusta el corporal a tres centíme-
tros del borde del altar.

821. Si el corporal tiene una cruz bordada en uno de los cuadrados exterio-
res centrales, se gira de modo que la cruz quede lo más cerca posible
del celebrante.

822. Aunque las Hostias ya no se colocan directamente sobre el corporal, es


todavía útil para recoger los fragmentos que puedan caer en la fracción
o en las purificaciones, etc. Por tanto, se debe tener el máximo cuida-
do para no rozar un corporal abierto, y tampoco sacudirlo en el aire.
Tal acción mostraría una falta de respeto al lienzo más sagrado del altar,
que debe usarse siempre allí donde se celebre una Misa.

823. Para doblar un corporal se siguen los mismos pasos, pero a la inversa:
se doblan los tres cuadrados más próximos al celebrante hacia dentro;

248
EL CORPORAL

a.

b.

1. 2.

c.

4. 4.

d.

4. 4.

249
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

después, los tres más lejanos hacia sí, y, finalmente, los cuadrados dere-
cho e izquierdo hacia el central.

824. Si el corporal se trae al altar en su carpeta, ésta se coloca, tradicional-


mente, a la izquierda del corporal, lejos del misal, pero puede ser más
conveniente dejarla a la derecha del corporal, o que el ayudante la lleve
a la credencia. Cuando la Misa se celebra de cara al altar, la carpeta se
apoya en uno de los candeleros situados a la izquierda del corporal.

250
5. Otras Plegarias eucarísticas

825. Para ocasiones especiales y situaciones pastorales peculiares, se dispone


de cinco Plegarias eucarísticas opcionales. Todos los gestos, la Consa-
gración, elevaciones, genuflexiones y la elevación del cáliz y la patena
en la doxología final se llevan a cabo exactamente como en las cuatro
Plegarias eucarísticas principales.

Plegarias eucarísticas para Misas con niños

826. Como se describe en el capítulo 9, se debería preparar con cuidado a


los niños cuando se utilice una de estas tres Plegarias eucarísticas en
una Misa adaptada a sus necesidades. Por lo común, no es lo mejor con-
celebrar en estas ocasiones; sin embargo, como puede considerarse
necesario en situaciones especiales, se han añadido unas directrices
para los concelebrantes.

Plegaria eucarística 1

827. El prefacio de esta plegaria —que es la más sencilla de las tres adapta-
das para niños— es invariable, e incluye las peticiones por la Iglesia.
Con una preparación adecuada, el Sanctus y el Benedictus se pueden can-
tar o decir por separado bien dentro del texto o, como es usual, al final
del prefacio 1. Después de extender las manos para decir «Padre Santo,
para mostrarte nuestro agradecimiento...», el celebrante las junta; las
mantiene extendidas, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en
la epíclesis, «Haz que, por la fuerza de tu Espíritu,...». Después, breve-
mente, junta las manos y hace el signo de la cruz, una vez, sobre las

1. Cf. Instrucción sobre las Plegarias eucarísticas para niños en la Misa. Textus precis eucha-
risticae, Congregación para el culto divino, 1 de noviembre de 1974, n. 23.

251
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

ofrendas al decir «el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo», juntando de


nuevo las manos e inclinándose al pronunciar el nombre sagrado. La
Consagración sigue como es habitual.
828. Inmediatamente después de la elevación del cáliz y de la genuflexión,
el celebrante extiende las manos para la anámnesis, «...lo que Jesús nos
mandó que hiciéramos, ahora lo cumplimos...», juntando las manos en
el «acéptanos a nosotros...», y todos responden con alguna de las acla-
maciones usuales. El celebrante extiende las manos para decir «Padre,
tú que tanto nos amas...» y lo que sigue. Debería nombrar a los vivos
después de «te pedimos por todas las personas que amamos...». Junta
las manos en «de nuevo te damos gracias y te bendecimos», antes de la
doxología final.
829. En la epíclesis y en la Consagración, los concelebrantes hacen los ges-
tos habituales. Extienden las manos y dicen la anámnesis, «...lo que Jesús
nos mandó que hiciéramos, ahora lo cumplimos...» y las juntan de
nuevo en «acéptanos a nosotros...». Después de la aclamación, extien-
den las manos y dicen, «Padre, tú que tanto nos amas... en la alegría del
Espíritu Santo». El primer concelebrante extiende las manos y dice «A
ti, Señor, que nunca olvidas a nadie...», juntándolas en «... y de nuevo
te damos gracias y te bendecimos». El diácono o el primer concele-
brante eleva el cáliz para la doxología final.

Plegaria eucarística 2
830. Para conseguir una mayor participación en estas plegarias, sería conve-
niente enseñar a los niños las aclamaciones, que deberían ser cantadas.
El Sanctus, la fórmula «Jesús ha dado su vida por nosotros» durante la
Consagración y la aclamación después de la anámnesis son obligatorios,
las otras son opcionales 2.
831. El prefacio es invariable, pero en tres ocasiones se intercala la aclama-
ción: «¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!». El celebrante presenta
estas aclamaciones juntando las manos y diciendo «Por eso te aclama-
mos:...». El Sanctus y el Benedictus se dicen o se cantan, según la forma
habitual, al final del prefacio. Después, con las manos extendidas, dice
«Bendito sea Jesús, tu enviado,...». Luego, puede cantar o decir:
«Bendito el que viene en nombre del Señor,...» y las junta al terminar
de decir «Hosanna en el cielo». En la epíclesis, el celebrante extiende
las manos, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, mientras dice
«A ti, Dios y Padre nuestro, te pedimos...». Las junta, hace una pausa, y

2. Cf. Instrucción sobre las Plegarias eucarísticas para niños en la Misa, n. 24.

252
OTRAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

traza el signo de la cruz una vez, conjuntamente sobre las ofrendas en


«sean el Cuerpo y la Sangre de Jesús, nuestro Señor», juntando las
manos de nuevo e inclinándose al pronunciar el nombre sagrado.

832. En la Consagración hay algunas variaciones. Mientras muestra el Pan


consagrado al pueblo, todos cantan o dicen la aclamación: «¡Señor,
Jesús, tú te entregaste por nosotros!», deposita el Pan consagrado sobre
la patena y lo adora haciendo una genuflexión. En la Consagración del
vino, el celebrante hace una pausa después de decir «para el perdón de
los pecados» hasta que todos han cantado o dicho la aclamación,
«¡Señor, Jesús, tú te entregaste por nosotros!». Todavía con el cáliz ele-
vado y mostrándolo al pueblo sigue: «Y les dijo también: Haced esto en
conmemoración mía», después deposita el cáliz sobre el corporal y lo
adora haciendo una genuflexión.

833. Después de hacer la genuflexión, el celebrante extiende las manos para


la anámnesis «Por eso, Padre bueno...». Junta las manos en «... y junto
con él nos ofrezcamos a ti» cuando todos cantan o dicen la aclamación:
«Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias». Luego, prosigue con
las manos extendidas: «Escúchanos, Señor Dios nuestro...», juntando
las manos en «...y todos los que trabajan por tu pueblo», y, entonces, se
puede decir o cantar la aclamación: «¡Que todos seamos una sola fami-
lia para gloria tuya!». Extiende las manos en «No te olvides de las per-
sonas que amamos...», nombrando a los vivos y a los difuntos en los
lugares apropiados. Junta las manos en «... recíbelos con amor en tu
casa»; entonces se puede repetir de nuevo la aclamación «¡Que todos
seamos una sola familia para gloria tuya!», extendiéndolas de nuevo en:
«Y un día, reúnenos...». Finalmente, junta las manos en «... podremos
cantarte sin fin», y de nuevo se puede repetir la aclamación por cuarta
y última vez antes de la doxología final.

834. En la epíclesis, los concelebrantes hacen los gestos habituales en «A ti,


Dios y Padre nuestro, te pedimos...», y lo mismo en la Consagración.
Extienden las manos mientras dicen la anámnesis «Por eso, Padre
bueno...». Juntan de nuevo las manos para la aclamación: «Te alaba-
mos, te bendecimos, te damos gracias». Después de la aclamación,
extienden las manos y dicen: «Escúchanos, Señor Dios nuestro...».
Juntan las manos cuando se repite la aclamación. Entonces, el primer
concelebrante extiende las manos y dice «No te olvides de las personas
que amamos...» juntando las manos en «... recíbelos con amor en tu
casa» y se vuelve a repetir la aclamación. Luego, el segundo concele-
brante extiende las manos y dice «Y un día, reúnenos...»; y junta las
manos para repetir la aclamación por última vez. El diácono o primer
concelebrante eleva el cáliz en la doxología final.

253
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Plegaria eucarística 3

835. El prefacio es invariable excepto durante el Tiempo Pascual en que se


puede utilizar un texto opcional, ya que esta plegaria se compuso tan sólo
como una variedad más. Las Conferencias Episcopales pueden aprobar
otras variaciones. Después de la Consagración, en diferentes puntos del
texto, hay una aclamación de alabanza que se repite en tres ocasiones 3.

836. El Sanctus y el Benedictus se cantan o dicen, de la forma habitual, al final


del prefacio. El celebrante extiende las manos en «Señor, tú eres
santo,...» y lo que sigue. (Durante el Tiempo de Pascua se dice «te
damos gracias, Señor, porque tú eres el Dios de los vivientes...» que
puede ser sustituido por un texto opcional). Junta las manos y las
extiende, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis,
«Padre bueno, envía tu Espíritu para santificar este pan y este vino...».
Después, junta las manos y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las
ofrendas, en «de manera que sean el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
Jesucristo». Junta las manos y se inclina al pronunciar el nombre sagra-
do. La Consagración sigue como es habitual excepto la variación «Y les
dijo también: Haced esto en conmemoración mía».

837. Inmediatamente después de la elevación del cáliz hace una genuflexión.


Luego, extiende las manos para la anámnesis «Por eso, Padre santo...» y
las junta en la aclamación, cantando o diciendo todos: «Señor, tú eres
bueno, te alabamos, te damos gracias». Después, las extiende para decir:
«Él vive ahora junto a ti y está también con nosotros», juntándolas de
nuevo en la aclamación, y extendiéndolas en «Él vendrá lleno de glo-
ria...». Las vuelve a juntar para la última aclamación. Extiende las manos
y dice «Padre santo, tú nos has llamado...» (durante el Tiempo de
Pascua, dice «Llena los corazones de tus hijos con la alegría de la Pascua,
para que la anuncien a todos los hombres que viven tristes», que puede
ser sustituido por un texto opcional). Junta las manos, antes de la doxo-
logía final, en «vivamos contigo en el cielo para siempre».

838. En la epíclesis y en la Consagración, los concelebrantes hacen los ges-


tos habituales, «Padre bueno, envía tu Espíritu para santificar este pan
y este vino...». Extienden las manos en la anámnesis «Por eso, Padre
santo...», y las juntan de nuevo en la aclamación «Señor, tú eres bueno,
te alabamos, te damos gracias». El primer concelebrante extiende las
manos y dice «Él vive ahora junto a ti y está también con nosotros»,
uniendo las manos en la aclamación, «Señor, tú eres bueno...». Des-
pués, repite estos gestos según el texto y la repetida aclamación. Un se-

3. Cf. Instrucción sobre las Plegarias eucarísticas para niños en la Misa, n. 25.

254
OTRAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

gundo concelebrante puede decir las intercesiones, «Padre santo, tú


nos has llamado...». El diácono o primer concelebrante levanta el cáliz
para la doxología final.

839. Durante estas oraciones y, aunque parece repetitivo, el celebrante jun-


tando las manos en las aclamaciones las resalta a la vez que interrumpe
el texto para eliminar el monólogo. Sin embargo, no fueron compues-
tas para una concelebración.

Plegarias eucarísticas para Misas de Reconciliación

840. Hay dos Plegarias eucarísticas para Misas de Reconciliación, apropiadas


en tiempos de penitencia, en épocas de guerra o discordia social, o
durante una misión o retiro en el que se resalte la penitencia, la mise-
ricordia divina y el perdón 4.

Plegaria eucarística de Reconciliación, 1

841. El prefacio es invariable, y el Sanctus y el Benedictus se cantan o dicen


según la forma habitual. Después de extender las manos en «Oh, Dios,
que desde el principio...», el celebrante junta las manos, y las mantiene
extendidas, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epícle-
sis, «y derrama la fuerza de tu Espíritu...». Después, las junta, breve-
mente, y traza el signo de la cruz, una vez, sobre las ofrendas, en
«Cuerpo y Sangre», juntando las manos e inclinándose al pronunciar el
nombre sagrado. Mantiene las manos extendidas en «Cuando nosotros
estábamos perdidos... para ser clavado en la Cruz». Después, junta las
manos en «Pero, antes de que sus brazos... con sus discípulos». La
Consagración sigue como es habitual.

842. Después de la aclamación, el celebrante extiende las manos para la


anámnesis «Así, pues, al hacer el memorial de Jesucristo...» y para las
intercesiones que siguen. Junta las manos después de «que vive eterna-
mente» y antes de la doxología final.

843. Los concelebrantes hacen el gesto habitual en la epíclesis, «y derrama


la fuerza de tu Espíritu...» 5. Mantienen las manos juntas mientras dicen

4. En la carta Officium mihi, del 13 de diciembre de 1980, la Congregación para el


culto divino extendió indefinidamente el uso de las Plegarias eucarísticas de reconci-
liación y para los niños.
5. La epíclesis puede incluir una invocación al Espíritu sobre el pueblo; por tanto,
soy partidario de que los concelebrantes extiendan las manos en este momento.

255
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Cuando estábamos perdidos... para ser clavado en la Cruz». Extienden


la mano derecha como es habitual en la Consagración. Después de la
aclamación, extienden las manos y se juntan en la anámnesis «Así pues,
al hacer el memorial de Jesucristo,...». El primer concelebrante extien-
de las manos y dice «Guárdanos a todos en comunión...», juntando las
manos en «tu Ungido que vive eternamente». El diácono o el primer
concelebrante levanta el cáliz para la doxología final.

Plegaria eucarística de Reconciliación, 2

844. El prefacio es invariable, y el Sanctus y el Benedictus se canta o se dice en


la forma habitual. Después de extender las manos para «A ti, pues,
Padre, que gobiernas el universo,...», el celebrante las junta y las extien-
de, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis «que
santifiques con el rocío de tu Espíritu estos dones». Después las junta
brevemente y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las ofrendas en «y
la Sangre de tu Hijo, mientras cumplimos su mandato». La Consagra-
ción sigue como es habitual.

845. Después de la aclamación, el celebrante extiende las manos para la


anámnesis «Señor, Dios nuestro,...» y para las intercesiones que siguen.
Junta las manos en «por Cristo, Señor nuestro» antes de la doxología
final.

846. Los concelebrantes hacen el gesto habitual en la epíclesis «que santifi-


ques con el rocío de tu Espíritu estos dones,... mientras cumplimos su
mandato». Extienden la mano derecha como es habitual en la
Consagración. Después de la aclamación extienden las manos y las jun-
tan en la anámnesis «Señor, Dios nuestro... instrumento de tu paz». El pri-
mer concelebrante extiende las manos y dice «que este Espíritu, vínculo
de amor,...» juntando las manos en «...por Cristo, Señor nuestro». El diá-
cono o el primer concelebrante eleva el cáliz para la doxología final.

La quinta Plegaria eucarística

847. Ya ha sido autorizada para su uso en algunas naciones la quinta Plegaria


eucarística. A causa de su origen, es comúnmente conocida, como «la
Plegaria eucarística suiza». En el momento de escribirla, se ha prepara-
do un texto definitivo en latín que resuelve las expresiones problemáti-
cas en algunos puntos de la versión original 6 . Todas las traducciones
tendrán que ser tomadas o revisadas a la luz del texto latino.

6. Cf. Congregación para el culto divino, Notitiae, 30, pp. 391-415.

256
6. Accidentes

848. Cuando algo sale mal durante la liturgia, debería prevalecer la tran-
quilidad y el sentido común. En ningún caso se debería perturbar,
innecesariamente, a los fieles por un percance en el presbiterio. Los
ayudantes deberían ser entrenados para responder con calma a cual-
quier contratiempo. Los problemas que conciernen directamente al
clero se pueden presentar en cuatro preguntas:

1. ¿Qué ha de hacerse si, después de la Consagración o en su propia


Comunión, el celebrante descubre que en el cáliz hay agua en vez
de vino?

849. Esto puede ocurrir, por equivocación, cuando se utiliza para la Misa un
tipo claro de vino blanco o cuando una vinajera de metal, señalada con
«vino», de hecho contiene agua. Según el IGMR n. 286, dejando ésta en
un vaso pondrá vino y agua en el cáliz, y lo consagrará, repitiendo la parte de
la narración que corresponde a la consagración del cáliz, sin que por eso se con-
sidere obligado a repetir la consagración del pan. Debería llevar a cabo este
procedimiento con rapidez y discreción, asistido por un ayudante.

2. ¿Qué se ha de hacer cuando, después de la Comunión bajo las dos


especies, los purificadores están mojados con la Preciosa Sangre?

850. Los purificadores se ponen en remojo durante un tiempo, se vierte en


el sacrarium, o en el desagüe de la fuente, o en el jardín. Después se pue-
den colgar fuera para que se sequen antes de que se laven. Aunque los
detergentes eliminan las marcas de los pintalabios de los purificadores,
se debería advertir a las mujeres para que sean respetuosas en este deta-
lle si han de beber del cáliz.

257
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

851. Estos principios básicos deberían respetarse y adaptarse apropiada-


mente, si la Sangre Preciosa se vierte en los ornamentos sagrados o en
la ropa o en las manos del que comulga.

3. ¿Qué se debe hacer cuando un cáliz se cae en el altar


o en otro lugar?

852. Las siguientes medidas son un desarrollo práctico del IGMR n. 239:
Si se derrama algo de la Sangre del Señor, el sitio en que cae lávese con agua y
luego échese este agua en el sacrarium.

853. Un purificador o un paño grande se debería poner con cuidado en el


sitio donde haya caído, para que las especies sagradas vayan absorbién-
dose gradualmente. El purificador o paño se retira con reverencia y se
deja a remojo durante algún tiempo en una gran cantidad de agua.
Después, se puede colgar fuera para que se seque antes de que sea lava-
do del modo habitual. Se debería pasar un paño húmedo en el lugar
donde ocurrió el accidente, y después, también, se pone a remojo antes
de lavarse.

854. Si la Sangre Preciosa se ha derramado en el mantel del altar, debería ser


puesto a remojo y, luego, colgado para secar. Más tarde, el mantel será
lavado. La superficie del altar se trata con un paño húmedo, que es
mojado y más tarde lavado. El agua en la cual estos paños o telas han
sido remojados se vierte en el sacrarium, o por el desagüe de la fuente,
o en el jardín.

855. En todas las iglesias se deberían cuidar con respeto los manteles del
altar. Antes de lavarse, los corporales y los purificadores, primero debe-
rían aclararse, y con el agua debería disponerse como ya se ha descrito,
en el sacrarium, etc. Después se lavan. Por razones prácticas obvias, los
purificadores nunca deberían hacerse de material sintético no absor-
bente. A diferencia del corporal, no deberían almidonarse.

4. ¿Qué debe hacerse cuando, durante la Comunión, se acaban


las sagradas formas y no quedan más en un sagrario cercano?

856. Éste es un problema diferente al de la ausencia de vino en el cáliz (vid.


n. 848, 1), cuando el celebrante debe proveer algo esencial que se
requiere para la integridad del sacrificio de la Eucaristía. El celebrante
no debe consagrar más pan o vino simplemente para continuar distri-
buyendo la Comunión. El canon 927 dice: Está terminantemente prohibi-
do, aun en caso de extrema necesidad, consagrar una materia sin la otra, o

258
ACCIDENTES

ambas fuera de la celebración eucarística. Aunque este canon protege la


integridad de la acción sagrada, y no se aplica directamente a la cues-
tión pastoral, repitiendo la Consagración, en una celebración por otro
lado íntegra, se aproximaría al abuso que el canon trata de evitar. El
celebrante no debería consagrar el pan o el vino de nuevo, incluso si
descubre el problema justo después de la Plegaria eucarística, antes de
la Comunión. Tampoco se puede «Consagrar» más vino añadiéndolo a
cualquier cantidad de Sangre que haya en el cáliz.

857. Consideremos que las sagradas formas no pueden partirse ya en más


fragmentos, que el cáliz está vacío, y que es también difícil, si no impo-
sible, traer la Eucaristía de otra iglesia. Entonces, si es conveniente, el
celebrante podría ofrecerse para celebrar otra Misa para los que no han
podido recibir la Eucaristía, si hay algunas personas en tal situación.
Este dilema subraya la necesidad de prever con cuidado y de revisar el
número de formas exactas que hay en el sagrario antes de la Misa.
Debería haber un número suficientemente amplio de formas en las
iglesias donde tales contingencias surgen con frecuencia.

259
7. Velas y lámparas

858. Hay unos procedimientos metódicos que deberían enseñarse a todos


los que están al cuidado de las velas y las lámparas antes, durante o des-
pués de las celebraciones litúrgicas. Siempre debería usarse un cirio o
candela para encender las velas, no sólo porque es más conveniente
sino también porque es más digno que usar una cerilla o un encende-
dor. El cirio puede sostenerse con un tubo metálico, sujeto normal-
mente a una varilla para facilitar el encendido de las velas altas, tales
como el cirio pascual. El cirio debería estar curvado o doblado ligera-
mente, nunca en un ángulo de noventa grados, para que encuentre la
mecha de la vela en el ángulo conveniente.

859. Para encender las velas del altar, se sugiere el siguiente procedimiento:
—Encender el cirio en la sacristía y traerlo al presbiterio. Se hace
una inclinación al altar, o una genuflexión si el Santísimo Sacramento
está reservado detrás o encima de él.
—Encender las velas desde el lado que sea más conveniente, de
modo que no tenga que estirarse sobre el altar o sobre una vela que ya
está encendida.
—Comenzar primero por el extremo derecho, después ir al extremo
izquierdo, haciendo la reverencia acostumbrada en el centro.
—Si hay que encender cuatro o seis velas, empezar encendiendo la
vela interior de la derecha; para los candelabros se haría del mismo
modo si se utilizan para la adoración eucarística.
—Si hay cuatro o seis velas preparadas a cada lado del altar, encen-
der primero la vela de la parte de atrás, siguiendo hacia adelante.
—Finalmente, hacer la reverencia acostumbrada, volver a la sacristía
y, sólo entonces, apagar el cirio.

260
VELAS Y LÁMPARAS

860. Para apagar las velas, conviene usar siempre un apagavelas apropiado,
que debe limpiarse regularmente. Se hace exactamente igual que para
el encendido de las velas, excepto:
—al apagarlas empezando por el lado izquierdo del altar, y
—si hay cuatro o seis velas que apagar, comenzar apagando la vela
exterior. No forzar el apagavelas hacia abajo sobre la cera caliente. Las
velas se apagan mejor cuando se mantiene el apagavelas sobre la llama,
pues así se consume el aire que hay dentro y la llama se apaga. Nunca se
debe dejar una mecha ardiendo sin llama, porque puede deshacerse.

861. El cirio pascual, como normalmente es grande y suele estar decorado,


debe encenderse y apagarse siempre con cuidado. Conviene compro-
bar, después de cada celebración, si, por negligencia, se ha dejado
encendido.

862. Se debería usar un cirio para encender el repuesto de cera de la lám-


para del Santísimo (o lámparas votivas), porque los fragmentos de ceri-
lla encendida que hayan quedado flotando en la cera o en el aceite pue-
den arder. Para evitar salpicaduras de cera en la iglesia, deberían usar-
se siempre cirios para encender las velitas que lleva el pueblo en la
Vigilia Pascual y durante las procesiones de la Presentación del Señor,
Corpus Christi, y en otras ocasiones.

863. Los sacristanes deberían untar ligeramente con aceite la copa del can-
delero o la bandeja de metal que suele haber debajo de las lámparas
votivas, para que las gotas de cera se puedan quitar con facilidad. La
mayor parte de la cera de los manteles del altar o de los ornamentos se
quita aplicando una plancha caliente sobre papel para embalar.

261
8. Estipendios de la Misa

864. El 22 de enero de 1991, el papa Juan Pablo II aprobó el decreto de la


Congregación para el Clero que contiene las normas relativas a los esti-
pendios de la Misa y ordenó su publicación, que tuvo lugar el 22 de
febrero del mismo año. Basado en los cánones 945-58, el decreto trata
de las «intenciones colectivas», es decir, el sacerdote que celebra una
Misa por unas determinadas intenciones y ofrendas, y dice que: los argu-
mentos en favor de esta nueva práctica son especiosos y pretenciosos y lo que es
más, reflejan una eclesiología errónea. Los siete artículos del decreto son los
que siguen:

Artículo 1
§1. De acuerdo con el canon 948, Se ha de aplicar una Misa distinta por
cada intención para la que ha sido ofrecido y se ha aceptado un estipendio, aun-
que sea pequeño. Por eso, el sacerdote que acepta el estipendio para la
celebración de una santa Misa por una intención particular, está obliga-
do ex iustitia a cumplir personalmente la obligación asumida (cf. canon
949) o a encomendar a otro sacerdote el cumplimiento de la obligación,
conforme a lo que prescribe el derecho (cf. cánones 954-955).
§2. Violan, por tanto, esta norma, y deben responder de ello en con-
ciencia, los sacerdotes que recogen indistintamente estipendios para la cele-
bración de Misas de acuerdo con intenciones particulares y, acumulándolas sin
que los oferentes lo sepan, las cumplen con una única santa Misa celebrada
según una intención llamada «colectiva».

Artículo 2
§1. En el caso de que los oferentes, previa y explícitamente advertidos, estén
de acuerdo libremente en que sus estipendios sean acumulados junto con otros
para la celebración de una sola Misa, será lícito satisfacer esas intenciones con
una única Misa, aplicada por la intención «colectiva».

262
ESTIPENDIOS DE LA MISA

§2. En este caso, es necesario que se indique públicamente el lugar y la


hora en que esa santa Misa se celebrará, y no más de dos veces por semana.
§3. Los obispos en cuyas diócesis tienen lugar estos casos, han de darse
cuenta de que este uso, que constituye una excepción a la vigente ley
canónica, si llegara a difundirse excesivamente —incluso como conse-
cuencia de ideas erróneas sobre el significado de las ofrendas destinadas
a la santa Misa—, debería considerarse como un abuso, que podría lle-
var a que entre los fieles se pierda la costumbre de ofrecer estipendios
para la celebración de distintas Misas, según distintas intenciones parti-
culares, con lo que desaparecería un uso antiquísimo y saludable para
las almas y para toda la Iglesia.

Artículo 3
§1. En el caso al que se refiere el artículo 2 §1, al celebrante sólo le será
lícito guardar el estipendio fijado en la diócesis (cf. canon 950)
§2. La suma que exceda ha de ser entregada al Ordinario, conforme el
canon 951§ 1, que la destinará a los fines establecidos por derecho (cf.
canon 946).

Artículo 4
Sobre todo en santuarios y lugares de peregrinación, a los que llegan
diariamente numerosas ofrendas para la celebración de Misas, los rec-
tores tienen el deber en conciencia de vigilar, con suma atención, a fin
de que se apliquen cuidadosamente las normas de la ley universal en
esta materia (cf. en especial los cánones 954-956) y las de este decreto.

Artículo 5
§1. Los sacerdotes que reciban un gran número de ofrendas para inten-
ciones particulares de santas Misas, por ejemplo: con ocasión de la con-
memoración de los fieles difuntos, o en otras circunstancias, y no pue-
dan cumplirlas personalmente dentro del año (cf. canon 953), en lugar
de rechazarlas, frustrando así la piadosa voluntad de los oferentes y
apartándolos de su buen propósito, deben pasarlas a otros sacerdotes
(cf. canon 955) o al Ordinario (Cf. canon 956).
§2. Si en esas o similares circunstancias se da el caso descrito en el ar-
tículo 2 §1, de este decreto, los sacerdotes deben atenerse a las disposi-
ciones del artículo 3.

Artículo 6
A los obispos diocesanos, principalmente, incumbe el deber de dar a
conocer con prontitud y claridad estas normas a los sacerdotes tanto del
clero secular como del religioso, pues para todos son obligatorias, y de
preocuparse de que sean observadas.

263
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Artículo 7
Es menester que los fieles sean también instruidos en esta materia
mediante una catequesis específica, cuyos puntos esenciales han de ser:
el elevado significado teológico de la ofrenda dada al sacerdote para la
celebración del sacrificio eucarístico, a fin de evitar el escándalo que
supondría dar la apariencia de estar comerciando con cosas sagradas; la
importancia ascética de la limosna en la vida cristiana, enseñada por
Jesús, una de cuyas formas excelentes es precisamente el estipendio que
se ofrece para la celebración de Misas; y la repartición de los bienes, por
la que los fieles, mediante la ofrenda para la celebración de Misas, coo-
peran al sustento de los ministros sagrados y a la realización de las acti-
vidades apostólicas de la Iglesia.

264
9. El lugar del sagrario

865. Hay una continua discrepancia acerca de la ubicación del sagrario. Sin
embargo, todas las instrucciones oficiales que se han dado durante y
después del Concilio Vaticano II deben ser interpretadas a la luz del
canon 938 §2 del Código de Derecho Canónico de 1983: El sagrario en
el que se reserva la Santísima Eucaristía ha de estar colocado en un lugar de la
iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacado, convenientemente adornado,
y apropiado para la oración. Las directrices importantes que condujeron
a este canon fueron las siguientes:

866. a) 1964: Sagrada Congregación de Ritos, Inter Oecumenici, n. 95: La


Sagrada Eucaristía se reservará en un sagrario consistente y seguro, colocado en
medio del altar mayor, o de un altar lateral, pero que sea realmente destacado, o
también, según costumbre legítima y en casos particulares, pero que deben ser
aprobados por el Ordinario del lugar, en otro sitio de la iglesia, que sea verdade-
ramente muy noble y esté debidamente adornado. Se puede celebrar la Misa de
cara al pueblo, aunque encima del altar mayor esté el sagrario, en cuyo caso éste
será pequeño, pero apropiado.

867. b) 1967: Sagrada Congregación de Ritos, Eucharisticum mysterium, n. 53:


El lugar de la iglesia o del oratorio en que se guarde la Eucaristía en el sagrario
sea verdaderamente destacado. Conviene que sea al mismo tiempo apto para la
oración privada, de modo que los fieles no dejen de venerar al Señor en el sacra-
mento, aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho. Por eso, se
recomienda que el sagrario, en cuanto sea posible, se coloque en una capilla que
esté separada de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se
celebran más frecuentemente matrimonio y funerales, y en los lugares donde son
muy visitados por razones de arte y de historia (el párrafo 54 repite Inter
Oecumenici, n. 95).

265
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

868. c) 1969: Ordenación General del Misal Romano n. 276: Es muy de recomendar
que el lugar destinado para la reserva de la santísima Eucaristía sea una capi-
lla adecuada para la adoración y la oración privada de los fieles. Si esto no
puede hacerse, el Santísimo Sacramento se pondrá según la estructura de cada
iglesia y las legítimas costumbres de cada lugar, o en algún altar o fuera del altar
en una parte más noble de la iglesia, bien ornamentada (citando Inter Oecu-
menici, n. 95)

869. d) 1973: Sagrada Congregación para el culto divino, Sagrada Comunión


y Culto de la Eucaristía fuera de la Misa, Introducción, n. 9: El lugar en que se
guarda la Eucaristía sea verdaderamente destacado. Conviene que sea igual-
mente apto para la adoración y oración privada, de modo que los fieles no dejen
de venerar al Señor presente en el sacramento, aun con culto privado, y lo hagan
con facilidad y provecho. Lo cual se conseguirá más fácilmente cuando el sagra-
rio se coloca en una capilla que está separada de la nave central del templo, sobre
todo en las iglesias en que se celebran con frecuencia matrimonios y funerales, y
en los lugares que son muy visitados, ya por peregrinaciones, ya por razón de los
tesoros de arte y de historia.

870. e) 1980: Sagrada Congregación para los Sacramentos y el culto divino


Inaestimabile donum, n. 24: El sagrario en que se reserva la Eucaristía puede
ser colocado en un altar o fuera de él, en un lugar de la iglesia bien visible, ver-
daderamente digno y debidamente adornado, o en una capilla apta para la ora-
ción privada y para la adoración de los fieles.

871. Estudiando el desarrollo de estas directrices, vemos, en primer lugar,


que Inaestimabile donum modifica la preferencia que IGMR, n. 276, da a
una capilla eucarística separada. En la década que separa las dos ins-
trucciones, han surgido problemas relacionados con una disminución
de la devoción a la Eucaristía, asociada a una atención inadecuada del
lugar de la reserva en iglesias nuevas o reformadas. Esto puede explicar
por qué el canon 938 §2 parece reflejar el pensamiento de Inaestimabile
donum más que el IGMR y las demás instrucciones sobre el culto a la
Eucaristía. Dicho canon 938 §2 no es una mera síntesis de instrucciones
previas, sino que corrige malinterpretaciones de aquellas normas esta-
bleciendo solamente: El sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía
ha de estar colocado en un lugar de la iglesia u oratorio verdaderamente noble,
destacado, convenientemente adornado, y apropiado para la oración. También
hacemos notar que la ubicación del sagrario sobre un altar ha perma-
necido siempre como una opción válida que no ha sido reprobada en
ningún momento. Más adelante hablaremos de esta opción.

266
EL LUGAR DEL SAGRARIO

La capilla eucarística

872. En una perspectiva más amplia del canon 938 §2, queda claro que no
se precisa una capilla para el Santísimo Sacramento en todas las iglesias.
A diferencia de IGMR, n. 276, el Código no establece ninguna prefe-
rencia sobre el lugar específico para la reserva. No obstante, como se
indica en Eucharisticum mysterium, n. 53, y en su adaptación en el docu-
mento Sagrada Comunión y culto de la Eucaristía fuera de la Misa de 1973,
hay situaciones en las que la capilla del Santísimo Sacramento es ade-
cuada, por ejemplo: en una catedral o en una iglesia mayor frecuenta-
da por muchos turistas o peregrinos, como sucede en las basílicas roma-
nas, o allí donde se requiere un lugar seguro para la adoración perma-
nente. La capilla también es conveniente en el caso, poco frecuente, de
iglesias donde el sagrario parezca muy distante e inaccesible si está
situado al fondo de un presbiterio. Además, el Ceremonial de los Obispos,
n. 49, citando una tradición muy antigua, recomienda una capilla para las
catedrales.

873. Cuando nos referimos a una iglesia parroquial, nos encontramos con
que un racionalismo litúrgico académico ha intentado imponer una
capilla separada, o una zona aparte del presbiterio, como el único lugar
«correcto» para el sagrario. Donde esto no es posible, se considera ade-
cuado colocar el sagrario a un lado del altar principal. En algunas igle-
sias, el sagrario está situado a un lado del altar de la capilla eucarís-
tica. Existen también capillas eucarísticas sin altar. Algunos de los ar-
gumentos a favor de tales opciones deberían considerarse cuidadosa-
mente.

Una teoría y algunos problemas

874. Se dice que el sagrario puede distraer al pueblo durante las celebracio-
nes litúrgicas y, por tanto, la zona para la celebración debe estar sepa-
rada de la de la reserva 1. Este extremismo ha hecho gran daño, como
se deduce de la queja: «ahora nuestra iglesia parece vacía». Un daño
mayor se aprecia en el hecho de que, al no requerirse la genuflexión,
la mayor parte de los fieles no se molesta siquiera en inclinarse ante el
altar. Por eso, en algunos sitios ha surgido una generación que no es
consciente de la presencia eucarística de Cristo en el sagrario, y de aquí

1. Una lectura parcial de las autoridades y su consecuente dogmatismo es evidente


en El Medio y Arte en el culto católico 1978, nn. 78-79. Para ser justos con los autores, debe-
mos aclarar que sus opiniones reflejan la era de los años 70 y se presentaron antes de
Inaestimabile donum y del nuevo Código. Pero este documento continúa en circulación,
avalado y sin ser modificado.

267
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

se deriva una menor conciencia del altar y del lugar sagrado de la litur-
gia 2. Esto es un problema, particularmente, para los que sólo van a la
iglesia a la liturgia dominical, y más aún para la fe y la completa cate-
quesis de nuestros niños.

875. También se ha dicho que la capilla eucarística separada fomenta la


devoción al Santísimo Sacramento.

876. Hay situaciones, ya mencionadas, donde esto es verdad. Sin embargo,


en un contexto parroquial, la capilla eucarística puede convertirse en
un lugar reservado para la devoción privada de algunos feligreses,
como si se tratase de la capilla dedicada a un santo. Este problema no
es nuevo, como puede apreciar cualquiera que haya vivido en el sur de
Europa. Durante siglos, el sagrario, en no pocas iglesias, se ha guarda-
do en una capilla lateral, y la devoción a nuestra Señora o a los santos
se ha hecho más popular que la devoción a nuestro Señor en la
Eucaristía. En sí mismo una capilla así puede llevar a la oración, pero si
no es un «lugar distinguido» o «visible», no invita a la visita de los fie-
les. Así, en la práctica, a la luz de lo viejo y lo nuevo, consideramos pas-
toralmente débil la teoría académica que entiende que una capilla
especial separada promueve una mayor devoción a la Eucaristía.

877. Este problema también se presenta en seminarios, centros de forma-


ción y casas religiosas, donde el sagrario se sitúa en una zona o habita-
ción bastante separada del espacio sagrado donde la comunidad se
reúne para la liturgia y la oración. ¿Cómo se puede alcanzar, entonces,
una vida y formación eucarística de la que nos hablan los cánones 246
§1 y 663 §2?

Algunas cuestiones prácticas

878. La ubicación del sagrario es también origen de problemas prácticos y de


posibilidades. Algunos liturgistas dicen que la sede presidencial debe
estar situada justo detrás del altar, y que un sagrario en la misma área
impediría la disposición basilical e incluso crearía una confusión de sig-
nos visibles.

879. Dejando a un lado la confusión de los signos (en las parroquias nadie
presta demasiada atención a la sede, fuera del tiempo de la Misa), la
sede no debe desplazar el sagrario de su posición central. Así, un lugar

2. Ésta es una reivindicación práctica del vínculo inseparable entre la celebración


de la liturgia y el culto eucarístico.

268
EL LUGAR DEL SAGRARIO

conveniente para colocar el sagrario puede ser a un nivel más alto,


detrás de la sede. Esto resuelve también la cuestión de que el celebran-
te se siente dando la espalda a la Eucaristía. Además, se debe admitir
que la disposición basilical no se puede imponer a todas las iglesias. El
lugar ideal para la sede, en muchas iglesias, no es precisamente detrás
del altar, como algunos ministros han descubierto después de irse los
expertos y arquitectos.

880. Otro problema surge cuando el lugar de reserva queda oculto al pue-
blo, aunque en los planos del arquitecto parezca estar en lugar desta-
cado. En una iglesia sucedió que los fieles de mayor edad intentaron
mantener la devoción eucarística, por la cual esta iglesia había destaca-
do. No querían ir hasta la nueva e inadecuada capilla eucarística, escon-
dida tras un muro en la parte trasera del presbiterio. Lo cierto es que
continuaron arrodillándose en la nave y haciendo sus visitas al Señor,
escondido tras el muro que, fácilmente, se podía haber abierto para ver
el sagrario.

881. También es importante evitar colocar el sagrario en un lugar donde


haya demasiado movimiento de personas, por ejemplo: donde se reú-
nen el coro o los músicos, o en el espacio entre la puerta de la sacris-
tía y el presbiterio. Este problema surgió en una iglesia donde la hor-
nacina para la imagen de nuestra Señora se convirtió en la capilla
eucarística. El sagrario no se debería colocar cerca de una puerta late-
ral usada como acceso a la nave. La catedral de San Patricio, en Nueva
York, nos da un buen ejemplo de cómo resolver este problema: el
sagrario estaba en el altar de una capilla del crucero, a la derecha del
presbiterio, de cara a un lugar de paso que interfería la devoción per-
sonal de los que hacían la visita al Santísimo Sacramento. Ahora está
justo detrás del altar de la bella, tranquila y espaciosa capilla de nues-
tra Señora.

882. Hay algunas iglesias con una planta irregular, donde las líneas de visión
impiden que el lugar «distinguido» y «visible» coincida justo detrás del
altar principal. Pero, en la mayoría de las parroquias no ocurre así, y la
mejor ubicación sería el centro del presbiterio. En las capillas de comu-
nidades religiosas u otras, que normalmente consisten en una habita-
ción, el «lugar distinguido» es, obviamente, el situado justo detrás del
altar.

El altar y el sagrario

883. Un detalle más es la relación entre el altar y el sagrario. En ocasiones,


se ha dicho, ignorando las directrices oficiales arriba citadas, que el

269
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

sagrario no debería colocarse sobre el altar, porque éste es un lugar para


la acción no para la reserva 3. Esto ha conducido a que se hayan erigido no
pocas capillas eucarísticas en donde no hay en absoluto ningún altar.

884. En 1956, el papa Pío XII, consciente de las adaptaciones que se estaban
haciendo, intervino en contra de la tendencia a separar el sagrario del
altar 4. A la luz de la reforma litúrgica posconciliar, se puede percibir el
problema que ya Pío XII atisbó, especialmente al considerar la existen-
cia de capillas eucarísticas en las que no hay altar. En éstas, la Eucaristía
se puede convertir en una especie de «cosa santa» disociada de la
acción litúrgica, que a su vez está asociada al altar —signo permanente
de Cristo— donde el pueblo de Dios celebra la Eucaristía. Pero en la
reserva del Cuerpo del Señor, no estamos tratando con una «cosa
santa», una especie de símbolo o reliquia encerrada en un lugar santo.
Estamos cara a cara con la persona de Jesucristo, el Sacerdote y la
Víctima de nuestra liturgia que está realmente presente entre nosotros
bajo la apariencia de pan.

885. Por lo tanto, parece que lo mejor es mantener de algún modo un vín-
culo visible entre el altar y el sagrario, entre la celebración y la adora-
ción, entre la acción y la reserva. Esto puede lograrse:
—volviendo a colocar el sagrario detrás del altar,
—poniendo un altar nuevo en una capilla eucarística que carezca de
él (creándose, además, un espacio para celebraciones menos numero-
sas) o
—reservando la Eucaristía en un altar lateral noble y visible.

886. Ya se ha dicho también, en este libro, que el sagrario no debería colo-


carse en un altar donde la Misa se celebre de cara al pueblo 5. Se han
encontrado algunas soluciones ingeniosas, tales como la construcción
del sagrario empotrado en la parte superior del frontal del altar. Un
mejor ejemplo de reserva sobre un altar diseñado para la Misa de cara
al pueblo, cuyo sagrario es bajo y discreto, con una cubierta piramidal
de inclinación suave sobre el altar, lo encontramos en la capilla del
Collège francés en Roma. Sin embargo, en un contexto parroquial, en el
que se necesita un sagrario más grande, parece mejor evitar este modo
de reserva.

3. Cf. Environment and Art in Catholic Worship, n. 80.


4. Cf. Pío XII, Address to the International Congress on Pastoral Liturgy on the Liturgical
Movement, II, 2. «Praesentia Christi», en Official Catholic Teachings, Worship and Liturgy,
James J. McGivern, ed. (Wilmington, N.C.: Consortium Books, 1978), pp. 172-74
5. Vid., capítulo 1, n. 38. Ver también el argumento teológico en contra de esta
práctica en Eucharisticum mysterium, n. 55.

270
EL LUGAR DEL SAGRARIO

887. Otra forma interesante de afirmar la relación entre el altar y el sagrario


consiste en una píxide colgante, suspendida directamente sobre la
mesa del altar. Este método de reserva no es conveniente en iglesias
donde el sagrario se usa con frecuencia como fuente auxiliar para dar
la Comunión a los fieles durante la Misa. Sin embargo, en la alta Edad
Media se pueden encontrar buenos ejemplos de esta forma de reserva,
tales como las nobles píxides colgantes de la abadía Hauterive, en Suiza;
la abadía Quarr, en Inglaterra, y la Paloma Eucarística esmaltada, en la
iglesia del Pontificio Instituto para la Música Sagrada en Roma. Este
método característico de reserva tiene sus limitaciones. También re-
quiere una habilidad considerable por parte de los profesionales. Sin
embargo, se ha considerado que es apropiado en comunidades que
desean mantener la presencia eucarística central en conjunción con un
altar moderno exento.

«Adornado convenientemente y que invite a la oración»

888. El lugar de reserva debe estar «adornado convenientemente», porque


la belleza hace que este lugar «invite a la oración». Un adorno apro-
piado que se puede incluir, y que es el primer signo de la reserva, es un
velo o dosel noble, pues sugiere el misterio de Dios que pone un taber-
náculo entre nosotros: la «Tienda del Señor». Si no se pone ningún
velo, la puerta no se debería adornar con colores brillantes o con una
imagen o símbolo que distraiga. También realza el lugar de la reserva
una artística lámpara cerca del sagrario, con luz artificial apropiada.
Los adornos deberían expresar la gloria del Señor, sin restar valor al
sagrario mismo. Donde la capilla eucarística esté justificada, es mejor
que sea espléndida y espaciosa, lo que favorecerá la oración de no pocas
personas 6.

Conclusión

889. Cada ministro debería preguntarse si la ubicación del sagrario de su


iglesia es realmente «un lugar distinguido..., visible, adornado conve-
nientemente y que invita a la oración». Puede hacer esta misma pre-
gunta a los que frecuentan la iglesia.

890. Al resolver cualquier asunto que afecte a la vida espiritual de muchas


personas, deberíamos guiarnos de acuerdo con el Concilio Vaticano II
y el venerable John Henry Cardenal Newman: escuchar con gran sensi-
bilidad el sensus fidei de los fieles. Una comprensión pastoral de la fe del

6. Si es posible, incluso en capillas para la adoración perpetua.

271
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

pueblo católico revela la necesidad de reconsiderar seriamente esta


cuestión. La devoción a nuestro Señor en la Eucaristía está fundamen-
tada en la psicología religiosa de nuestro pueblo. La devoción eucarís-
tica no es una devoción más para almas piadosas. Esta devoción es esen-
cial para la continuidad de la tradición viviente, no sólo de nuestro rito,
sino de los fieles mismos. Esa idea la refleja el papa Pablo VI cuando
describía el sagrario como el corazón viviente de cada una de nuestras igle-
sias 7.

891. Para fomentar la oración y la reverencia, y evitar las áridas consecuen-


cias del racionalismo litúrgico, debemos poner la Eucaristía en el lugar
de verdadera preeminencia que le corresponde en cada iglesia. Donde
se ha hecho así, la respuesta de los fieles ha sido un resurgimiento de la
devoción a nuestro Señor eucarístico. Mediante nuestra forma humana
de afirmar prioridades, a través de signos y símbolos, que se vea que
Jesús es el centro de nuestra fe y amor, la «fuente y la cima» de la vida
de la Iglesia.

7. Pablo VI, Credo del pueblo de Dios, junio de 1968.

272
10. Oraciones en el momento de revestirse

892. Incluimos el texto de las oraciones tradicionales para el momento de


revestirse.

Oraciones

Mientras se lava las manos:


Señor, dale fortaleza a mis manos
para limpiarlas de toda mancha,
así pueda yo servirte
con pureza de mente y de cuerpo.

Mientras se pone el amito sobre la cabeza:


Señor, impón sobre mi cabeza el yelmo de la salvación
para defenderme de todos los asaltos del demonio.

Mientras se pone el alba:


Purifícame, Señor, y limpia mi corazón
para que, purificado por la Sangre del Cordero,
pueda yo gozar de la felicidad eterna.

Mientras se ciñe el cíngulo:


Señor, cíñeme con el cíngulo de la pureza
y extingue mis carnales deseos,
para que permanezcan en mí
la continencia y la castidad.

273
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Mientras se pone la estola:


Señor, restaura en mí la estola de la inmortalidad,
que perdí por la desobediencia de mis primeros padres,
e, indigno como soy de acercarme a tus sagrados misterios,
pueda yo alcanzar el gozo eterno.

Mientras se pone la casulla:


Señor, Tú que dijiste: «mi yugo es suave y mi carga es ligera».
Haz que sea yo capaz de llevar esta vestidura
para que pueda alcanzar tu gracia. Amén.
[El diácono puede hacer uso de las oraciones precedentes y de la siguiente
oración, tomada de la de un obispo al revestirse.]

Mientras se pone la dalmática:


Señor, revísteme con la vestidura de la salvación,
la vestidura del gozo,
y envuélveme con la dalmática de la justicia.

274
11. Diagramas

Diagrama 1: Abreviaturas
Diagrama 2: Misa solemne: Procesión de entrada
Diagrama 3: Misa solemne: El Evangelio
Diagrama 4: Misa solemne: Plegaria eucarística
Diagrama 5: Misa pontifical solemne: Procesión de entrada
Diagrama 6: Misa pontifical solemne: Rito introductorio
Diagrama 7: Procesión eucarística

1.
ABREVIATURAS

O Obispo cr Cruciferario
C Celebrante pv Portador de velas
Cc Concelebrante pl Portador del libro
D Diácono tf Turiferario
Da Diácono ayudante pn Portador de la naveta
Ac Acólito cf Ceroferario
Lc Lector pm Portador de la mitra
Mc Maestro de Ceremonias pb Portador del báculo

275
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

2.
(376) MISA SOLEMNE
Procesión de entrada

(Ac) Cc Cc Cc Lc cf cf cf pv (pn)

C D1 clero Mc pl cr tf

D2 Cc Cc Cc Lc cf cf cf pv

3.
(388) MISA SOLEMNE
El Evangelio

tf Mc
D
pv

pv

AMBÓN

4.
(402, 403) MISA SOLEMNE
Plegaria eucarística

cr
pl
c Cc Cc Cc Cc
pv
cC C
C

cC
Cc

credencia D2 Mc
c

C
pv
ALTAR

D1 tf

cf cf cf cf cf cf

276
DIAGRAMAS

5.
(482) MISA PONTIFICAL SOLEMNE
Procesión de entrada
pb Da1 Mc Cc Cc Cc Lc cf cf cf pv (pn)

pl O D1 canónigos clero Mc cr tf

pm Da2 Cc Cc Cc Lc cf cf cf pv

6.
(486) MISA PONTIFICAL SOLEMNE
Rito introductorio

pm pb

(pn) Mc Da Da Cc C
c
tf C cC O cC cf
Cc pl Mc
c
cr cf
Cc

pv Cc cf
Cc

D Cc
credencia 1 credencia 2

pv ALTAR cf
cf
cf

7.
(704) PROCESIÓN EUCARÍSTICA

cf cf cf pl
tf2 Cc pv
D2
pueblo C clero religiosos cofradías cr
D1 tf1 Cc pv
Mc
cf cf cf pn

277
Bibliografía

FUENTES PRINCIPALES
Fuentes litúrgicas
Roman Missal. General Instruction of the Roman Missal. Traducción del
I.C.E.L.
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Las traducciones al inglés del I.C.E.L. de los ritos del Roman Ritual y del
Roman Pontifical se recogen en The Rites: vol. I, New York: Pueblo, 1990;
vol. 2, Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press, 1991.

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Austin Flannery, O.P. New York: Dominican Publications, Dublin y Costello,
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279
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The Liturgy Documents: A Parish Resource. 3ª ed. Archdiocese of Chicago,
Liturgy Training Publications, 1991. Es una colección muy útil de docu-
mentos y extractos procedentes de varias fuentes. La introducción señala el
distinto grado de autoridad de los documentos litúrgicos. Esto se hace
patente leyendo Environment and Art in Catholic Worship. Publicado por el US
Bishops’ Commitee on the Liturgy en 1978, Este influyente documento
refleja una época de rigidez. Además, junto con prácticos y útiles consejos,
incluye opiniones heterodoxas sobre el altar (n. 72-73), el tabernáculo
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Derecho canónico
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280
Índice de materias

Abluciones. Vid.: Purificaciones Aguamanil


Accidentes episcopal, 105, 476-77, 502, 510-12,
con el cáliz, 852-55 547, 550, 552
con la Forma, 611, 856-57 y jofaina, 105, 239
Acetre, 107 Alabanzas divinas, 688, 690
Aclamación de fe, 306, 404 Alba
Acólito. Vid. también: Acólito instituido, como hábito coral, 137-38
ceroferarios, ayudante(s). diseño del, 122
Acólito instituido, 163, 177, 787 disposición del, 811
limitaciones, 325 revestirse con, 245, 892
papel en la distribución de la Comu- uso del, 120
nión, 603 Alleluia
papel en la Misa pontifical, 503 en la Misa dominical, 261
papel en la Misa solemne, 372, 393, en la Misa solemne, 385
401, 409 Altar
Sagrada Comunión fuera de la Misa, ayudantes del. Vid. también: Ayudan-
653 te(s)
Adoración eucarística construcción del, 58
como acción litúrgica, 662-64 cruz del (crucifijo), 64
culto de la Eucaristía, 659 cuidados del, 854-55
ministro ordinario de, 665 dedicación del obispo, 58
pública, 34, 662-714. Vid. también: dedicación de un nuevo, 62
Bendición desnudo, 62
Adviento, 790, 793, 796-97 diseño del, 62
color litúrgico para, 132, 134 en relación a la localización del sa-
uso de flores durante, 70 grario, 883-87
Agnus Dei, 324, 406, 500, 587 escalones del, 61
Agua bendita, 44, 221, 613 lateral, 84
la toman los que van en la procesión, lienzos del, 115-19
248 llegada al, 249
pila de, 44, 80 ornato del, 62-72
técnica para asperger, 221, 480 posición del, 58
utilización cuando se recibe a un preparación del, 236, 639
obispo, 480 preparación del, para la adoración
Vid. también: Aspersión solemne, 668

281
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

procesional, 65 vestido de los, 138, 163


reliquias en el, 60 Vid. también: Turiferario, Cruciferario
tamaño del, 59 Ayuno eucarístico, los enfermos dispen-
utilizado poco frecuentemente, 84 sados del, 614
visibilidad del, 45, 234
Alzacuello, 141 Báculo
Ambón, 51-53 en la Misa de Confirmación, 470,
preparación del, 238, 640 547, 549-50
uso en la Misa dominical, 258-66 en la Misa solemne, 470, 484, 489,
visibilidad del, 45, 234 505-6
Ambrosiano, Rito, 791 portador del, 170, 469, 484, 489
Amito uso del, en la bendición con el San-
disposición del, 812 tísimo, 676
revestirse con, 244, 892 utilización del, por el obispo, 140
uso del, 121 Baptisterio
Anámnesis, 308, 311, 313, 315 ornato del, 42-43
Angelus, 87 procesión al, 545
Anillo episcopal, 141, 471n, 495, 511-12, ubicación del, 41
514 Bautismo
Anillos, bendición de los, matrimonia- de adultos, 541
les, 555 de enfermos graves, 632
Antipendio, 51, 62-63, 236 de niños, 542-46
Anuncios Bendición, 34, 665, 667-91, 694
conveniencia de los, 233, 264, 353 con la Liturgia de las Horas, 742-45,
limitaciones de los, 357 751
Apostólico, Credo, 583 con niños, 592
Arrodillamiento, del diácono, 386
en el Agnus Dei, 329 del obispo, 195, 504-5, 507, 510-12,
para la Comunión, 335-36 521-22
para la Consagración, 283, 297, 402, de los vasos sagrados, 596-601
438 del sacerdote recién ordenado, 595
tradición del, 45n durante la procesión eucarística, 698,
Arzobispo, 479. Vid. también: Obispo 708-11
Asamblea del pueblo en la Misa, 232-34 en la eucarística de los enfermos,
Aspersión, 221, 361-66 620, 630
Aspersorio. Vid.: Hisopo forma simple de la, 195, 354, 457,
Atril. Vid. también: Ambón 511, 537
cuando se utiliza la sede, 56 no impartida por el ministro extraor-
visibilidad del, 45 dinario, 636
Ayudantes oraciones sobre el pueblo, 356, 411
asientos de los, 55 ornamentos para la, 128-29
conducta apropiada de los, 225 solemne, 355, 411, 457, 505, 510, 521
conocimientos necesarios para los, Benedictus, 741
163, 165, 242n Beso litúrgico, 205-8, 246n, 249
en la Misa de entresemana, 169 del altar
limitaciones de los, 786 antes de la Misa, 205, 377, 425, 485
papel en la Misa, 272, 277, 345-46 después de la Misa, 205, 358, 457
papel en la Misa sin pueblo, 530-37 por el diácono, 205, 249, 377
posición de las manos de los, 189 por el sacerdote, 205, 249
recepción de la Comunión por los, del evangeliario, 206, 263
334 Binación, 805-6
responsabilidades de los, 163-70 Birreta, 137, 141

282
ÍNDICE DE MATERIAS

Cáliz preparación de la, 475


bendición del, 91, 596-601 Vid. también: Sede presidencial
cuidado del, 94 Catedral
disposición del, 239 en la Misa estacional, 465-503
forma del, 92, 94 modelo para todas las iglesias, 21, 40
materiales apropiados para el, 93 Celebración dominical en ausencia de
preparación del, 275-76 presbítero, 652-61
Campana o campanilla Celebrante, papel en la celebración
en la bendición, 688 litúrgica, 17
en la elevación de la Misa, 113 Cera, 863
en la Misa dominical, 295, 305 Ceroferarios, o portadores de los cirios
para la Comunión de enfermos, 613 en la Misa dominical, 248, 262, 358-
uso en la Misa sin pueblo de la, 535 59
Campanario, 87 en la Misa solemne, 372, 376-77, 388-
Campanas de la iglesia, 87, 113 89, 402-3, 412
Canónigos, 468, 479-80 responsabilidades del, 167
hábito coral de los, 137 Cíngulo, 123, 245, 892
Canto, 209 disposición del, 810
Cantor Cintas, detrás de la mitra, 487
durante la Misa solemne, 382, 391 Ciriales, 110
en la Liturgia de las Horas, 720 Cirio pascual, 43, 861
no debe utilizar el ambón, 53 Cirios, 858-59, 862
papel en la Misa dominical del, 252, Colecta, oración, 255, 382, 487
254, 260 Colecta, en la Misa, 159, 264-65, 272,
responsabilidades del, 161 367-68
Capa pluvial Colores litúrgicos
disposición de la, 815 uso de los, 130-36, 540
uso de la, 128, 676 Vid. también: Ornamentos, color de
utilización para la Liturgia de las Comentador
Horas, 138, 720 limitaciones del, 53, 248n
Capilla, 41, 47, 84 papel del, 176
eucarística, 873-77, 880-81, 888 Communicantes, 287
lateral para la Misa sin pueblo, 528 Completas, 762-64
Cappa magna, 141, 479 Comunión, 328-50
Cardenal, indumentaria del, 479 antífona de la, 351
Carpeta de corporales, 115, 118, 239, bandeja de la, 114
824 del ayudante(s), 334, 535-36
Casulla, 569n de los enfermos, 612-36
ayudante o diácono ayuda con, 255 en casa, 613-20
colocación de la, 125-26, 247 en un hospital o institución, 621-23
como representación de la caridad de los fieles, 334-43, 605-608
de Cristo, 126 del sacerdote, 331-33, 535
disposión de la, 808, 815 himno después de la, 351
en las Misas concelebradas, 420 por intinción, 339
estilo de la, 125 procesión, 335-36
revestirse con, 247, 892 rito de la, 319-350
uso de la, 120 Concelebrantes
Casulla-alba, uso de la, 126n algún concelebrante llega tarde, 426
Cátedra, 54, 470, 475, 486, 502, 509, comunión, 443-54
515, 547, 549-50 disposición de los ornamentos para,
el obispo la utiliza en las Vísperas, 814
747, 749 durante la Plegaria eucarística, 437-
en las Misas concelebradas, 418 41

283
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

instrucciones, 424 cirios en la, 110


lecturas, 428 descripción de la, 57
posición de las manos de los, 190-91, disposición, 57, 239, 476, 642
438 en la Misa concelebrada, 422
procesión de entrada, 425 Credo. Vid. también: Profesión de fe
textos de la Plegaria eucarística, 435 Crisma, 153, 547, 550
tono de voz de los, 210, 417, 439 Crismación, 100
uso de la «alba-casulla», 126n Cruciferario, o portador de la cruz,
utilización de la casulla, 120 en la Misa dominical, 248, 358-59
Concilio Vaticano II, en la Misa solemne, 372, 376-77, 412
desarrollo posconciliar, 19 responsabilidades del, 166
fidelidad litúrgica, 28n Crucifijo
objetivos litúrgicos, 9, 157, 776 inclinación en la sacristía, 248
orientación del, 890 Cuarenta Horas, 664
recomendación del órgano, 46 Cuaresma, 789-90, 793-94, 796
reformas litúrgicas, 1 color litúrgico para, 132, 134
Conclusión, rito de, 354-58, 411, 457, no se ponen flores en el altar en, 70
504-7 Cubrecáliz, 118, 239
Confesonarios, 48 Cuerpo, posturas del. Vid. también: par-
Confirmación, 547-51 tes del (p. ej.: manos) y acciones (p.
de personas en peligro de muerte, ej.: genuflexión)
629, 631 Culto encarnacional, 27
Conopeo, 74, 888 Custodia
Consagración, 296-305, 438-39, 498, 535 diseño de la, 99
error, cuando se usa agua, 849 finalidad de la, 99
Continuidad, 16-23 materiales apropiados para la, 95
Copón uso para la adoración eucarística,
materiales apropiados para el, 95 667-91, 700-11
preparación del, 274
uso para la adoración eucarística, Dalmática
692-93 características de la, 127
Coral, hábito, 137-38, 141, 523-25 disposición de la, 808
del obispo, 141, 479, 523-25 no la llevan los sacerdotes, 183
uso para la Liturgia de las Horas, 137, no se utiliza para la Comunión fuera
719 de la Misa, 651
Coro pontifical, 140, 471, 509, 813
director del, 52, 161 preparación de la, 375
en la Liturgia de las Horas, 720 revestirse con la, 892
himno de la Comunión, 340, 408 utilización por el diácono, 127, 466
papel del, 160-61 Deán de la catedral, 468, 480
papel en la Misa dominical, 233, 260 Decoro, 173, 187, 222-25, 424, 460, 610
ubicación del, 46, 160 Despedida
Vid. también: Música en la Misa concelebrada, 457
Corporal, 239, 241 en la Misa del obispo, 505
características del, 115 en la Misa dominical, 357
cuidado del, 855 en la Misa solemne, 412
desdoblar el, 270, 816-22 se omite en la Misa sin pueblo, 537
doblar el, 823 Diácono
uso del, 298 administrando la Comunión en la
Corpus Christi. Vid.: Procesión eucarís- Misa solemne, 408
tica asistente, 466-67, 482, 484-89, 491-95,
Creatividad, 32-36 497-99, 501-3, 505-7
Credencia dando la despedida, 357, 412

284
ÍNDICE DE MATERIAS

de la Eucaristía Epifanía
en la Misa pontifical solemne, 465- luces «extra», 72
68, 492-95, 501-3 Espíritu Santo
en la Misa solemne, 371, 393-97, papel en la liturgia, 26
400-13 Esplendor de la liturgia, 37-39
de la Misa Estaciones del Via Crucis, 49
en la Misa pontifical solemne, 466- Estandartes
67, 481-82, 485-86, 488-89, 492- diseño de los, 577
95, 499, 502-3, 505 limitaciones de los, en las procesio-
de la palabra nes eucarísticas, 697
en la Misa pontifical solemne, 466- para solemnidades, 72
67, 481-82, 488-89, 491, 499, Estipendios, 235n, 369-70, 864
504 Estola,
en la Misa solemne, 371, 376-77, cuando no hay sacerdote, 655
385-90, 392, 405, 411-12 de «bolsillo», 613, 615
el Evangelio leído por el, 257, 386-89 de los diáconos, 124, 246, 809
hábito coral del, 138 del presbítero, 124, 246, 809
limitaciones del, 180, 325 en la predicación, 124
papel del, en la Comunión de una en Misas concelebradas, 420
Misa concelebrada, 450 «escapulario», 126n
papel del, en la Misa concelebrada, revestirse con la, 246, 892
425, 429-32, 434, 436, 441, 455, Eucaristía
457 cuidado de la, cuando está reservada,
posición del, 179, 402, 436, 438 149, 152
posición de las manos del, 189 sacramento de la, 602-61
recibe la Comunión en una Misa Vid. también: Comunión, Santísimo
solemne, 406-7 Sacramento
responsabilidades del, 178-80 Evangeliario
Sagrada Comunión fuera de la Misa, como objeto sagrado, 101-2
648-49, 651 promoción y entronización del, 102
Día de los fieles difuntos Evangelio
colores litúrgicos para el, 133, 135 en la Misa concelebrada, 429
no se usan flores en el altar el, 70 en la Misa dominical, 257, 261-63
Días feriales en la Misa pontifical, 488-89, 510
color litúrgico para los, 133 en la Misa solemne, 384-89
opciones para la Misa los, 790, 798-99 Evangelios
litúrgicos, 788-802 uso en la Liturgia de las Horas, 731,
Dios, como centro de la liturgia, 5-8 748, 759
Domingos, 788-89, 792-95. Vid. también: Evangelización, 37
Misa dominical Exequias, Misa de. Vid. Funeral, Misa de
Dorado de los vasos sagrados, 94 Exorcismo, oración en el rito del
Dosel, para la Misa fuera de la iglesia, Bautismo, 545
571, Exposición, 34, 662-714.
Doxología de la Plegaria eucaristía, 310, Vid. también: Adoración eucarística y,
317-18, 404, 441 Bendición

Elevación Facistol, 547-50


de la Hostia, 301-2, 305, 403, 438, 535 Fajín, 141
del cáliz, 304-5, 403, 438, 535 Fidelidad a la Iglesia, 4, 25-30
uso de la campana durante la, 113 Fiestas, 789
Embolismo del Padrenuestro, 320, 442 Flores, 70, 72, 570
Ephetha, rito de, 545 Formas de culto, 25
Epíclesis, 288, 290, 292, 295 Fracción de la Hostia

285
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cómo hacer la, 324-27, 406 no predicar antes de la Misa domini-


cuando se distribuye la Comunión, cal, 251
610 notas para la, 230
en la Misa del obispo, 500 preparación de la, 230
limitaciones de la, 299, 325, 781 preceptiva en los domingos y días de
Frontal, 62, 63, 236 precepto, 264
Fuente bautismal, 41-42 Hora Santa. Vid.: Adoración eucarística
Funeral, Misa de, 794-96, 800 Horas intermedias, 760-61, 771
color litúrgico para, 130, 132, 134 Hostia
concelebrada, 461-62 composición de la, 145
no se ponen flores en el altar, 70 falta de la, 610, 856-57
Vid. también: Misa de difuntos forma de la, 146
fracción de la Hostia durante la Misa.
Genuflexión, 197-200, 666n, 712 Vid.: Fracción de la Hostia
ante el sagrario, 197, 342, 377 Humeral, 129, 685-86, 693
cuándo se hace la, 197, 199-200, 377
doble, 198 Iglesia, construcción de una, 40-89
durante la bendición, 678-79, 681, acceso a la, 85, 232
683-90, 690 el amor del clérigo por la, 88
en la Comunión, 330, 336 lugar de la celebración de la Liturgia
en la Consagración, 302, 304, 438 de las Horas, 88
Gloria, 254, 382 preparación de la, para la Misa, 232
Guantes del obispo, 140n Imágenes, 47
Incensación
Hábito religioso. Vid. también: Religioso, cómo realizarla, 216-20, 378-81
cuándo es apropiada, 214-15
hábito
de la cruz y del altar antes de la Misa,
Hachón, portadores de,
250, 378-81, 485, 517
construcción del, 111
de la Hostia y del cáliz en la eleva-
en la adoración eucarística solemne, ción, 214, 305, 403
673, 677 de las ofrendas y del altar, 214, 396-
en la Misa solemne, 372, 376, 399- 97, 495
404, 412 del ataúd, 462
en la Misa solemne del obispo, 111 del celebrante y obispo, 518
responsabilidades del, 169 del evangeliario, 214, 261-62, 385-89,
utilización, 111, 375 488
Vid. también: Ceroferarios de los concelebrantes, coro y pueblo,
Higiene, 611, 626 397-99, 495
Himnario, 234 de los nuevos vasos sagrados, 600
Hisopo, 107, 362 del Santísimo Sacramento, 215, 680-
modo de utilizarlo, 221 81, 684, 688
preparación del, 242, 362, 375 en las Vísperas y Laudes, 731, 733-35,
Homilía 741, 742, 744-45, 749, 754
del obispo, 490, 517 Incensario
desde dónde se predica, 430 construcción y cuidado del, 108
en la concelebración de la Misa, 430 modo de usarlo, 216-20
en la Misa con niños, 583 preparación del, 242, 375
en la Misa dominical, 264, 289n Incienso
en la Misa, donde se da el Viático, bendición del, 385
634 constitución del, 155
en la Misa ritual, 544 no se utiliza para la Comunón fuera
en la Misa solemne, 390 de la Misa, 651
limitaciones de la, 264, 657 Inclinación

286
ÍNDICE DE MATERIAS

de la cabeza, 201, 203 Maestro de ceremonias


del cuerpo, 201-2, 438, 440 autoridad del, 172
durante la profesión de fe, 391 ornamentos del, 175
Ínfulas, Vid. también: Cintas papel del, acompañando a los lecto-
Iniciación cristiana, 40. Vid. también: res, 259, 383
Bautismo papel del, en la Misa pontifical
Inmixtión, 326-27 solemne del obispo, 469
Intenciones del celebrante, 229, 235, papel del, en la Misa solemne, 372-
255, 287, 864 73, 413
Intinción, 408, 607-8 papel del, supervisando al sacristán,
Introductorios, ritos 172, 373, 413
en la Misa concelebrada, 427 responsabilidades del, 171-75
en la Misa dominical, 251-55 Magnificat, 734-35
en la Misa pontifical, 486, 510 Manos, posición de las, 188-92
en la Misa solemne, 382 Mantelete, 137
Invitatorio, salmo, 739, 757 Materia de los sacramentos, 143-55.
Vid. también: pan, vino, etc.
Jarra, 96, 104 Matrimonio, 554-57
Jofaina, 105, 239 Matrimonial, procesión, 557
Jueves Santo, 793 Memento, 287, 309
Memorias, 789-90, 797-98, 802
Kyrie, 252-53, 382 Memorización
por el diácono, 213
Lámparas, 75-76, 862
por el sacerdote, 212
Latín en la Misa, 158
Mesa de las ofrendas, preparación de la,
Laudes. Vid. también: Liturgia de las
240
Horas
Metropolitana, cruz, 479
celebración solemne de las, 739-41
Lavado de las manos, 243, 277, 398, 892 Micrófonos, 52, 71, 236-38
Leccionario, 103 Ministros extraordinarios
para niños, 575, 583 candidatos, 603, 786
Lector distribución de la Eucaristía por, 183,
el niño como, 576-77, 583 339, 603-6, 610-11
en una Misa concelebrada, 428 ensayo de los, 777
papel en la Misa del, 257-60, 428 limitaciones de los, 325, 610, 665,
responsabilidades del, 176 781, 784
Letanía de los santos, 541, 544, 553 llevando la Comunión al enfermo,
Libro, portador del, 636, 785
en la Misa dominical, 248, 251, 255, multiplicación innecesaria de los,
352 787
en la Misa solemne, 372, 376-77, 412 nombrados por el obispo, 777
responsabilidades del, 168 ornamentos de los, 779
Lienzos. Vid. también: Corporal, Lienzos papel de los, 342, 408, 603, 777-87
del altar, Purificador, Toalla responsabilidades de los, 781-82
Liturgia Sagrada Comunión fuera de la Misa,
de la Eucaristía, 267-353, 492-503, 650
513, 518
de la palabra, 256-66, 383-92, 487-91, Misa
513, 517 acción de gracias de un sacerdote
de las Horas, 715-73. recién ordenado, 593-95
ornamentos para la, 127-28, 138 al aire libre, 571
unida a la Misa, 765-73 bautismo de adultos durante la, 541
Vid. también: Laudes, Vísperas, etc. bautismo de niños durante la, 542-46

287
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

bendición del cáliz y la patena, color litúrgico, 130n, 131


durante la, 596-600 elección, 801
celebración de la del obispo, 463-525 Misal
celebrada solo, 538-39 cuándo se coloca sobre el altar, 112
concelebrada preparación del, 235, 237
celebración de la, 414-62 sobre un cojín o atril, 112
comunión de los concelebrantes Missa pro populo, 370
durante la, 443-54 Mitra
con el obispo como celebrante prin- disposición de la, 813
cipal, 446, 450, 482-507 dos clases de, 139, 471
papel del celebrante principal duran- en la Misa de Confirmación, 547-50
te la Comunión, 444-52 en la Misa solemne, 139, 471-72, 484,
principios, 417 487, 503
regulada por el obispo, 414 portador de la, 170, 469, 484, 487
uso de un solo cáliz y una sola pate- uso en la bendición, 676
na, 96-97, 419 Monseñores,
Confirmación durante la, 547-51 hábito coral, 137
con niños, 572-92, 826-39 Muceta, 141, 507
Crismal, 415, 465 Muerte, peligro de, 627-35
de difuntos, 798, 800 Música, 158, 160-61, 408.
de Matrimonio, 554-57 antes de la Misa, 233-34
de Ordenación, 552-53 en las Misas con niños, 581
disposiciones del celebrante, 227-28 papel en la celebración litúrgica, 18
«doméstica», 570 prolongada, 254n
dominical, 226-370. Vid. también: par- Vid. también: Coro
tes específicas de la Misa, por
ejemplo: Introductorios, ritos Nave, ornato de la, 45
forma intermedia de la Misa pontifi- Naveta
cal, 508-10 diseño de la, 109
forma sencilla de la Misa pontifical, portador de la
511-12 en la Misa solemne, 372, 376-81,
fuera de un lugar sagrado, 566-71 385-89, 396-404, 412
intenciones del celebrante, 229, 235, responsabilidades del, 165
255, 287, 864 Navidad, Tiempo de, 789, 795-97
obispo presente con hábito coral, Noble sencillez, 4, 9-15, 90
523-25 Novia, 554-57
obispo presidiendo la liturgia de la Novio, 554-57
palabra, 513-22 Nunc dimittis, 763
pontifical del Jueves Santo, 465 Nupcial
pontifical solemne, 465-507 bendición, 557
ritual, 540-65 Misa, 555-57
sin pueblo, 527-39
limitaciones, 527 Obispo
preparativos, 529-30 autorización de las procesiones euca-
solemne rísticas, 695
celebración, 371-413 celebrante para la Misa de Confir-
ornamentos, 127 mación, 547-51
tiempo de celebración, 803-4 diócesis, 21
Unción de los enfermos, durante la, la liturgia de la catedral como mode-
558-65 lo para la liturgia en la diócesis, 21
unida a la Liturgia de las Horas, 765- nombre(s) de los mencionados en la
73 Misa, 286
votiva, 34, 790, 795, 797-99, 801 ornamentos del, 139-41

288
ÍNDICE DE MATERIAS

papel en la Comunión en las Misas cuándo son necesarios, 138


concelebradas, 446, 500 cuidado de los, 807-15, 851
preparativos de la Misa en la sacristía, del diácono
480 en la catedral, 127, 466
presidiendo las Vísperas, 746-51 para la Liturgia de las Horas, 138,
recibimiento del, 479-80, 508, 516 719
responsabilidades del, 184-86, 864 para la Misa, 127
Ofertorio, rito, 269-79 del obispo, 139-41, 470-72, 507
Oficio de lecturas, 757-59, 773 disposición de los, 242, 375, 807-15
Ojos, 211 explicación a los niños, 580
Óleos para la Misa, 120-27, 243-47, 807-15
confección de los, 153 preciosos (festividades), 136, 547
de catecúmenos, 153, 545 O Salutaris Hostia, 680
de los enfermos, 153, 559, 562
disposición apropiada de los, 154 Padrenuestro, 319, 442, 587
dónde se guardan los, 43, 81 Padres
reserva de los, 100, 154 con los niños, en el bautizo, 543, 545-
Oraciones mientras se reviste, 892 46
Oración de los fieles Padrinos, 543, 545-46
cuando es sustituida por la letanía de de la Confirmación, 547, 549-50
los santos, 541, 553 Palabras
en la Misa dominical, 231, 266 cambios de, 354n, 357n
en la Misa solemne, 392 inserción de extrañas, 258n
leída por un diácono o lector en la Palia, 117, 239, 318
Misa pontifical, 491 Palio, 140, 471, 479, 509
Oración después de la Comunión, 352, disposición del, 813
410, 536 para las procesiones, 701, 703-7, 888
Oración sobre las ofrendas, 279, 400, Pan, para la Eucaristía, 144-49
496 Paño
Oratorio de lino, 140, 55
para la Misa sin pueblo, 528 mortuorio, 130
Ordinario, Tiempo, color litúrgico para Papa,
el, 133 bendición del pueblo con evangelia-
Ordenación, 552-53 rio, restringido al, 263n
postración, 204 papel en la determinación de las for-
se confía a cada sacerdote una forma mas litúrgicas del, 25
de culto en la, 28 Pascual
Órgano, 46 cirio, 43,52, 861
Ornamentos. Vid. también: hábito coral, Misterio, en el culto, 11
nombres de ornamentos particu- Tiempo, 789, 793-94, 797
lares, por ejemplo: alba, etc. Vigilia
a juego para Misas concelebradas, Bautismo en la, 541
420 Pasión, domingo de, color litúrgico
bendición de los, 142 para el, 131
cambio de, 359, 459-60, 507 Pastoral litúrgica, 4, 31-36
color de los Patena
azul (privilegio español), 130 bendición de la, 91, 596-601
blanco, 130, 542, 547, 559 disposición de la, 239-40
negro, 135 función de la, 325
rojo, 131, 547 material apropiado para la, 95
rosa, 134 Pectoral, cruz, 140-41, 471-72, 511-12,
verde, 133 514
«violeta», 132 Penitencia, 48, 613, 616, 628

289
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Penitencial, rito para la Misa con niños, Privada, Misa.Vid. también: Misa sin pue-
582 blo
Pentecostés, color litúrgico para, 131 Procesión
Píxide de entrada.
colgando, 887 dejando el altar, 358, 412, 458-59,
grande, 99 522, 546
materiales apropiados para la, 95 de las ofrendas, 271-72, 394, 433, 488
ministro extraordinario, uso de la, en la Misa concelebrada, 425
785 en la Misa con niños, 578, 581, 584
para la Comunión de los enfermos, en la Misa del obispo, 482-85
613, 615, 618-20, 623, 630 en la Misa dominical, 248-50
para llevar la Eucaristía a los enfer- en la Misa pontificial solemne, 469
mos, 98 en la Misa solemne, 86, 376-77
uso para la adoración eucarística, eucarística, 129, 695-711
692-93 lugar de reunión para la, 86
Plegarias eucarísticas nupcial, 554
I, 285-88, 308-10, 440 Procesional, cruz
II, 289-90, 311-12 diseño de la, 110
III, 291-92, 313-14 Profesión de fe
IV, 293-94, 315-16 en la Misa concelebrada, 431
adicional, 825-47 en la Misa con niños, 583
de reconciliación, 841-46 en la Misa del obispo, 491
en la Misa solemne, 401-4 en la Misa dominical, 265
en la Misa pontifical, 498, 510
en la Misa solemne, 391
oración de acción de gracias, 280
cuando se omite la, 544, 551
para las Misas con niños, 826-39
Pueblo
Plenaria, indulgencia, 628, 635
participación en las celebraciones
Pontifical, Misa. Vid. también: Misa pon-
tifical solemne litúrgicas, 40, 157-58
Pontificalia, 140, 470-72 reunido para la Misa, 232-34
Postración, 204 Puertas, 85
Preciosa Sangre Purificaciones, 93n, 94
accidentes, 850-56 después de distribuir la Sagrada
llevarla al enfermo, 626 Comunión, 106, 343
modo de reservarse para llevarla al después de la Comunión, 344-49,
enfermo, 152 409, 455, 536
Prefacio, 281-82, 401 de un vaso sagrado utilizado por una
Preparación persona contagiosa, 626
del altar, 270, 393, 432, 488 en la Misa del obispo, 503
de las ofrendas, 273-79, 395, 434, Purificador, 116, 239
495, 534 cerca del sagrario, 106
Preparativos para la Misa cuidado del, 850, 855
concelebrada, 421-24 material del, 855
con obispo, 473-78
domincal, 227-47 Reclinatorio, 555
solemne, 373-75 utilización por el obispo, 480, 515,
Presbiterio 519-20, 523
asientos en el, 50, 54-55 Religioso, hábito, 137
comportamiento adecuado en el, Reliquias, en el altar, 60
173, 187, 222-25 Reserva del Santísimo Sacramento, 690-
definido, 50 91
en las catedrales, 50n Reservados, asientos, 159
separación del baptisterio, 41 Responsorial, salmo, 259-60, 383, 428

290
ÍNDICE DE MATERIAS

Retorno a la sacristía, 358-59, 412-13, Santísimo Sacramento del altar, Vid.


459-60 también: Eucaristía
Reunión, lugar de, 85-86 visitas al, 77-78, 592, 666
Reunión, rito de, 248n Santos óleos, Vid.: Óleos
Reverencia, 5-8, 36, 182, 186, 223. Vid. Santuarios, 47, 84, 791
también: Decoro Sede presidencial, 54, 547-50
Revestirse para la Misa, 243-47, 423 en la Misa concelebrada, 418
Rito de la bendición y aspersión del localización de la, 878-79
agua bendita, 221, 361-66 preparación de la, 237
Rito Romano, genialidad del, 15 servicio sin presbítero, 655
Rito, se confiere en la Ordenación, 28 uso en la celebración de la Liturgia
Roquete, 137, 141, 507 de las Horas, 726
Rúbricas, 2 visibilidad de la, 45, 234
Semana Santa, 793-94
Sacerdote, Seminario, formación en el, 29
acción de gracias del, 360, 460, 593- Sencillez. Vid. también: Noble sencillez
95 Señal de la cruz, 193-96
celebración en unión con el obispo, cuando se bendicen vasos sagrados,
181 599, 601
distribución de la Eucaristía por, 183, en las bendiciones, 195-96
602-3, 784 en el Evangelio, 194, 262
hábito coral del, 138 en la Misa, 193, 251
ornamentos del, Vid. también: Orna- por el obispo, 195
mentos Signo de la paz, 321-23, 442, 499, 520,
responsabilidades del, 181-83 535, 557
reunirse con el pueblo después de la a los moribundos, 630, 635
Misa, 360 en la Misa de niños, 588
Sacramental, 103 Silencio
Sacrarium, 81, 626, 850-55 antes de la Misa, 233
Sacristán, responsabilidades del, 44, continuidad de la tradición, 22
151, 162, 172, 863 después de la Comunión, 351, 410,
Sacristía, 79-83 456
como una especie de capilla, 79 después del Agnus Dei, 329
«de trabajo», 82 después de las lecturas, 258
ornato de la, 81 después del Sanctus, 283
preparación para la Misa, 79-83, 242, durante la bendición, 682-83
373-75, 421-24, 477 en la Misa con niños, 579
Sagrada Comunión en la sacristía, 83, 424
distribución de la, 602-61 Sobrepelliz, como hábito coral, 137
fuera de la Misa, 637-61 Solemnidades, 788-89, 792-94
preparaciones para la, 638-43 de precepto, 793
rito breve, 644-47 Solideo, 139, 141,
rito más largo, 648-49 disposición del, 813
Sagradas Órdenes, 40. Vid. también: en la Misa solemne, 471-72, 496, 502
Ordenación uso en la bendición, 676
Sagrario, 73-78 Sotana, como hábito coral, 137, 141
localización del, 78, 865-91 Suiza, Plegaria eucarística, 847
preparación para la Misa, 241
velas del, 106, 241, 641 Tantum ergo, 684
Sal, preparación de la, 362-63 Te Deum, 758
Salmos, en las Vísperas y Laudes, 728- Toalla, 119, 277, 476-77
29, 740 Tradición
Sanctus, 282, 401 continuidad, 4, 16-24

291
GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Turiferario para las solemnidades, 72


en la Misa dominical, 248, 250, 262, procesionales, 66n
358 votivas
en la Misa solemne, 372, 376-81, 385- ahorradoras, 84n
89, 396-404, 412 Velo del sagrario, Vid.: Conopeo
responsabilidades del, 165 Viático, 612, 627-37
Viernes Santo
Unción color litúrgico para el, 131
de los enfermos, 558-65, 631 postración, 204
en la Confirmación, 550 veneración de la cruz, 197, 207
Vigilia para las solemnidades mayores,
Vasos sagrados, 91, 100 759
bendición durante la Misa, 596-600 Vimpa, 170, 813
bendición fuera de la Misa, 601 Vinajeras, 104, 239-40
Vasos seculares, 93 material apropiado para las, 104
Velas Vino, 150-51
apagar las, 860 Viril, 99, 696, 700
bautismal las, 545 Vísperas, Vid. también: Liturgia de las
coloreadas, 67n Horas
disposición de las, 68 celebración solemne, 718-38
eléctricas, 67 con adoración eucarística, 742-45
encender las, 236, 858-59 el obispo preside las, 746-51
en la Misa, 66-69, 236, 374 forma simple, 752-55
no se llevan en la procesión de las Votiva, Misa. Vid. también: Misa votiva
ofrendas, 240n Voz, 209-10, 224

292

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