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ESCUELA FRANCESA
La Escuela Positiva desencadenó la polémica entre las escuelas, siendo buena prueba de
ello los debates habidos en los Congresos internacionales celebrados desde 1885. Debates,
por una parte, entre “positivistas” y “clásicos” y partidarios de acentuar la incidencia
criminógena del “medio” (Escuela de Lyon) o de diversos factores socioeconómicos
(orientaciones sociológicas, sociología marxista, etc.). Como consecuencia de tal polémica
surgirían, además, prestigiosas escuelas criminológicas “eclécticas”, preocupadas por
conseguir el difícil equilibrio o síntesis de los postulados “clásicos” y “positivistas”
(Escuela de la Defensa Social, Terza Scuola, Escuela de Malburgo, etc.), sin perjuicio de
que la obra de LOMBROSO y FERRI siguiera ejerciendo una notable influencia en
posteriores orientaciones antropológicas, psicológicas y psiquiátricas o sociológicas, más o
menos apegadas al positivismo. Por ello, puede afirmarse que desde entonces han quedado
trazadas ya las coordenadas y directrices fundamentales del pensamiento criminógeno en el
período de tiempo acotado, que se extiende hasta la primera mitad del siglo XX. La Escuela
Francesa de Lyon, o Escuela criminal-sociológica o ·Escuela del medio” (milieu) como
suele ser denominada, significa la más abierta contradicción a la tesis de la Escuela
Positiva, y, en particular, a la directriz antropológica lombrosiana. Integrada
fundamentalmente por médicos – no juristas, ni sociólogos – es heredera de una brillante
tradición en la que figuran autores del prestigio de J. Lamarck, E. Geoffroy St. Hilaire y L.
Pasteur. Frente a la relevancia capital que el sector antropobiológico del positivismo
atribuía a ciertos factores individuales, supuestamente congénitos, de transmisión
hereditaria, y atávicos, la Escuela Francesa pone el acento en el “medio social” o “entorno”
(milieu), del mismo modo que sus antecesores resaltaron la importancia del medio
ambiente tanto en la formación de especies y variedades como en la etiología de
enfermedades infecciosas. Sin embargo, poco tienen que ver estos médicos con los
sociólogos estadísticos, por más que a menudo exhibieran un sorprendente conocimiento de
las causas sociales del delito, bajo la influencia – eso sí – de un cierto realismo radical o
materialismo social. El ideario de la denominada Escuela de Lyon se dio a conocer por
LACASSAGNE con motivo del Congreso Internacional de Antropología Criminal
celebrado en Roma, en 1885; y su órgano difusor fue la revista Archives de l’Antropologie
criminelle et des sciencies penales, fundada por LACASSAGNE Y TARDE en 1886, que
se publicará bajo diversas cabeceras.
La tesis fundamental de la Escuela de Lyon, se resume en un pensamiento muy simple: “el
criminal es, como el microbio o el virus, algo inocuo, hasta que encuentra el adecuado
caldo de cultivo que le hace germinar y reproducirse; función esta última que desempeña el
medio social respecto a la predisposición criminal individual latente en ciertos sujetos”.
Fundador: Alejandro Lacassagne (1834-1924) Tesis fundamental de la Escuela: la
teoría del medio ambiente Alejandro Lacassagne, médico y biólogo francés, profesor de
Medicina legal en Lyon, es autor de unos conocidos Précis de Medecine Judiciarie, aunque
su pensamiento criminológico se recoge en una pluralidad dispersa de publicaciones
menores, así como en las actas de varios congresos internacionales de antropología
criminal. Con ocasión de celebrarse en Roma el I Congreso de Antropología Criminal
(1885), adoptó LACASSAGNE una postura de firme oposición a Lombroso, rebatiendo su
hipótesis del atavismo según rezan las actas del citado Congreso: “Lo importante es el
medio social – argumentaba Lacassagne -. Permítaseme una comparación tomada de la
teoría moderna. El ambiente social es el medio en que se cultiva la delincuencia; el
microbio es el elemento delictivo que carece de importancia hasta el día en que encuentra el
cultivo favorable a su multiplicación. Creemos que el delincuente, con sus características
antropométricas y las demás, sólo tiene una importancia muy secundaria. Además, todas
esas características se pueden encontrar en gentes absolutamente honestas”. Concluyendo:
“Las sociedades tienen los delincuentes que merecen”, tesis de acusado cariz sociológico
que entronca con otra de las famosas manifestaciones del autor de claro abolengo
rusoniano: “A mayor desorganización social, mayor criminalidad entre las sociedades y los
estados desorganizados que entre los estados y sociedades mejor organizados”.