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Una calurosa mañana, se encontraba Tío Conejo recolectando zanahorias para el almuerzo. De
repente, escuchó un rugido aterrador: ¡era Tío Tigre!
En ese instante, Tío Conejo notó unas piedras muy grandes en lo alto de la colina e ideó un plan.
—Puede que yo sea un delicioso bocadillo, pero estoy muy flaquito —dijo Tío Conejo—. Mira
hacia la cima de la colina, ahí tengo mis vacas y te puedo traer una. ¿Por qué conformarte con un
pequeño bocadillo, cuando puedes darte un gran banquete?
Como Tío Tigre se encontraba de cara al sol, no podía ver con claridad y aceptó la propuesta.
Entonces le permitió a Tío Conejo ir colina arriba mientras él esperaba abajo.
—Abre bien los brazos Tío Tigre, estoy arreando la vaca más gordita.
Entonces, Tío Conejo se acercó a la piedra más grande y la empujó con todas sus fuerzas. La
piedra rodó rápidamente.
Tío Tigre estaba tan emocionado que no vio la enorme piedra que lo aplastó, dejándolo adolorido
por meses.