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FUNDAMENTOS ESPISTEMOLÓGICOS

DE LA EDUCACIÓN
ACTIVIDAD INTEGRADORA
Alumno: Víctor Manuel González Medina Semestre II Español, UNIDAD II

INSTRUCCIONES: Leer a detalle el siguiente texto, del cual debes derivar un análisis en tres
momentos: el primero, una interpretación personal; segundo, debes describir la cosmovisión del
personaje y sus posibles relaciones con los conceptos filosóficos de Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant
o Hegel, y tercero, elaborar tu propia cosmovisión como futuro maestro y su relación con el texto en
cuestión.

Alejo Carpentier. “Los pasos perdidos”

XI
(Miércoles, 13)

Silencio es palabra de mi vocabulario. Habiendo trabajado la música, la he usado más que los hombres de otros
oficios. Sé cómo puede especularse con el silencio; cómo se le mide y encuadra. Pero ahora, sentado en esta
piedra, vivo el silencio; un silencio venido de tan lejos, espeso de tantos silencios, que en él cobraría la palabra un
fragor de creación, Si yo dijera algo, si yo hablara a solas, como a menudo hago, me asustaría a mí mismo. Los
marineros han quedado abajo, en la orilla, cortando pasto para los toros sementales que viajaban con nosotros.
Sus voces no me alcanzan. Sin pensar en ellos contemplo esta llanura inmensa, cuyos límites se disuelven en un
leve oscurecimiento circular del cielo. Desde mi punto de vista de guijarro, de grama, abarco, en su casi totalidad,
una circunferencia que es parte cabal, entera, del planeta en que vivo. No tengo ya que alzar los ojos para hallar
una nube: aquellos cirros inmóviles, que parecen detenidos allá desde siempre, están a la altura de la mano que da
sombra a mis párpados. De lejanía en lejanía se yergue un árbol copudo y solitario, siempre acompañado de un
cacto, que es como un largo candelabro de piedra verde, sobre el cual descansan los gavilanes, impasibles,
pesados, como pájaros de heráldica.
Nada hace ruido, nada topa con nada, nada rueda ni vibra. Cuando una mosca da con el vuelo en una telaraña, el
zumbido de su horror adquiere el valor de un estruendo. Luego vuelve a estar el aire en calma, de confín a confín,
sin un sonido. Llevo más de una hora aquí, sin moverme, sabiendo cuán inútil es andar donde siempre se estará al
centro de lo contemplado. Muy lejos asoma un venado entre las junqueras de un ojo de agua. Y se detiene,
noblemente erguida la cabeza, tan inmóvil sobre la planicie que su figura tiene algo de monumento y algo,
también, de emblema totémico. Es como el antepasado mítico de hombres por nacer; como el fundador de un clan
que hará de su cornamenta clavada en un palo, blasón, himno y bandera. Al sentirme en la brisa se aleja a pasos
medidos, sin prisa, dejándome solo con el mundo. Me vuelvo hacia el río. Su caudal es tan vasto que los raudales,
torbellinos, resabios, que agitan su perenne descenso se funden en la unidad de un pulso que late de estíos a
lluvias, con los mismos descansos y paroxismos, desde antes de que el hombre fuese inventado. Embarcamos hoy,
al alba, y he pasado largas horas mirando a las riberas, sin apartar mucho la vista de la relación de Fray Servando
de Castillejos, que trajo sus sandalias aquí hace tres siglos. La añeja prosa sigue válida. Donde el autor señalaba
una piedra con perfil de saurio, erguida en la orilla derecha, he visto la piedra con perfil de saurio, erguida en la
orilla derecha. Donde el cronista se asombraba ante la presencia de árboles gigantescos, he visto árboles gigantes,
hijos de aquéllos, nacidos en el mismo lugar, habitados por los mismos pájaros, fulminados por los mismos rayos.
El río entra, en el espacio que abarcan mis ojos, por una especie de tajo, de desgarradura hecha al horizonte de los
ponientes; se ensancha frente a mí hasta esfumar su orilla opuesta en una niebla verdecida de árboles, y sale del
paisaje como entró, abriendo el horizonte de las albas para derramarse en la otra vertiente, allá donde comienza la
proliferación de sus islas incontables, a cien leguas del Océano. Junto a él, que es granero, manantial y camino, no
valen agitaciones humanas, ni se toman en cuenta las prisas particulares. El riel y la carretera han quedado atrás.
Se navega contra la corriente o con ella. En ambos casos hay que ajustarse a tiempos inmutables.
Aquí, los viajes del hombre se rigen por el Código de los Lluvias. Observo ahora que yo, maniático medidor del
tiempo, atento al metrónomo por vocación y al cronógrafo por oficio, he dejado, desde hace días, de pensar en la
hora, relacionando la altura del sol con el apetito o el sueño. El descubrimiento de que mi reloj está sin cuerda me
hace reír a solas, estruendosamente, en esta llanura sin tiempo, Hay un revuelo de codornices a mi alrededor: el
patrón del Manatí me reclama a bordo, con gritos que parecen salomas, levantando graznidos en todas partes.
Vuelvo a acostarme sobre las pacas de forraje, bajo el ancho toldo de lona, con los sementales a un lado y las
negras cocineras al otro. Por las negras sudorosas que majan ajíes cantando, los toros en celo y el acre perfume de
la alfalfa, reina, donde me hallo, un olor que me tiene como ebrio. Nada hay en ese olor que pueda calificarse de
agradable.
Y, sin embargo, me tonifica, como si su verdad respondiera a una oculta necesidad de mi organismo.
Me ocurre algo parecido a lo del campesino que regresa a la granja paterna, después de pasar algunos años en la
ciudad, y se echa a llorar de emoción al husmear la brisa que huele a estiércol. Algo de esto había —reparo en ello
ahora— en el traspatio de mi infancia: también allí una negra sudorosa majaba ajíes cantando, y había reses que
pastaban más lejos. Y había sobre todo —¡sobre todo!— aquella cesta de esparto, barco de mis viajes con María
del Carmen, que olía como esta alfalfa en que hundo el rostro con un desasosiego casi doloroso. Mouche, cuya
hamaca está colgada donde más bate la brisa, charla con el minero griego, sin saber de este lugar que tiene de
desván y de escondrijo. Rosario, en cambio, se trepa a menudo al montón de pacas, nada molesta por algún
chubasco que trasuda de la lona, poniendo frescor en el pasto recién cortado. Se acuesta a alguna distancia de mí y
sonríe mordiendo una fruta. Me asombra el valor de esa mujer, que realiza sola, sin vacilaciones ni miedos, un
viaje que los directores del Museo para quienes trabajo consideran como una muy riesgosa empresa.

PRIMER MOMENTO
Interpretación personal

El autor permanece en silencio permitiéndose ese lujo de observar todo a su alrededor, tanto el movimiento
de las nubes, el canto de los pájaros, los animales que rondaban por ese lugar, los árboles, el sonido de las
hojas y aquella brisa fresca pasando a su lado, no es hasta que el simple sonido de una mosca interrumpe
aquella paz y tranquilidad de la cual gozaba, pero es desaparecido cuando choca con la tela de una araña.
Vuelve ese silencio, tan tranquilo y sereno, y en medio de este, aparece un venado, imponiendo una belleza
sinigual, incluso mantiene una pose inmóvil, parece bastante asombroso lo que la fauna nos permite ver, al
sentir que se le está observando, se retira lentamente dejando al hombre que se encontraba sentado a lo
lejos, en una mecedora sin hacer nada, con un café en mano, dejando que el tiempo corra, un tiempo repleto
de tranquilidad y un disfrute de aquella soledad que se convirtió en un espacio pacífico, resultó bastante
gratificante apreciar la naturaleza por la cual se encontraba rodeado.
El hombre camina y se encuentra con un río el cual es muy largo, pues no puede encontrar su final, pero
corre aguas limpias y puras, sin contaminación como si el humano no supiera de la existencia de éste; aquí
no hay carreteras ni caminos, el único camino es el río que nos permite seguir la corriente o ir en contra de
ella. A lo lejos se puede apreciar un paisaje gigantesco donde se ven unos árboles hermosos, caracterizados
por su gran tamaño y magnitud, son enormes a comparación de los anteriores.

De un momento a otro el hombre mira su reloj y ve la hora, percatándose del tiempo que ha transcurrido, lo
cual es inusual, ya que se preocupa constantemente por la hora, la cual le indica su hora para dormir o
comer.
Después, repentinamente llega un olor distinto y desagradable, el cual remonta al hombre a la granja de su
infancia, se vuelve melancólico recordar su niñez y relacionarla con este olor que le llena de emoción y se
convierte incluso en un olor más grato, ahora rememora a los animales que habitaban ahí, y con quienes
solía compartir un espacio en ese campo lleno de estiércol, recuerda lo que hacían y como admiraba a
Rosario por dedicarse a construir un futuro sin depender de algún hombre, lo cual estaba mal visto pero era
característica que el hombre se esforzaba por seguir, sin importar lo que otros pensasen.

SEGUNDO MOMENTO
Interpretación personal

A mi parecer el hombre es un viejo de 50 años aproximadamente a quien le gusta disfrutar de los pequeños
detalles de la vida, esos momentos que no se vuelven a repetir pero permanecen como recuerdo, la belleza
de la naturaleza, contemplarla y admirarla sin tener una noción del tiempo completa, gozar de la paz y
tranquilidad que le dan las cosas y percibir el silencio como algo inmutable, que nos otorga mayor
templanza de nuestro alrededor. Y, por lo visto pudo percibir el sonido de su entorno, a través del silencio,
a los animales, a las plantas y a la belleza inigualable de éstos. Todo esto describe a un hombre el cual y
como lo ve Aristóteles, el hombre es un ser observador, capaz de comprender el funcionamiento de la
naturaleza de una forma general, sin explicar el trasfondo de los detalles. El hombre pretendía dar una
interpretación a todo lo que veía en el mundo. Además, el hombre era espectador de un universo, una
naturaleza y la vida con sus sentidos, todo esto con el interés de conocer la naturaleza la cual vista desde la
filosofía es independiente del humano y de su observación.

TERCER MOMENTO
Interpretación personal

En un contexto educativo es de relevancia observar y percatarse de cada detalle pues brinda información
valiosa sobre el desarrollo, el aprendizaje y el comportamiento de los estudiantes en el contexto educativo,
los procesos de aprendizaje, las interacciones entre los estudiantes y maestros, y el desempeño individual
de cada estudiante. A través de la observación cuidadosa, podemos recopilar datos objetivos y subjetivos
que nos permitan comprender mejor las necesidades de los alumnos y tomar decisiones informadas para
apoyar su crecimiento y apoyo académico. Permitiéndonos además, conocer las cualidades y capacidades
de los estudiantes para así como docentes centrarnos en el aprendizaje y necesidades de los alumnos. Es
importante mencionar que igual que en la historia, el alumno quiere tener un sentido de pertenencia y
nosotros como maestros debemos proporcionarles los recursos para que puedan lograr ello.

Zacatecas, Zac. 18 de julio del 2023

FIRMA DEL ALUMNO


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