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DE LA
ACADEMIA MEXICANA
DE LA HISTORIA
CORRESPONDIENTE DE LA REAL DE MADRID
SUMARIO
PÁGS.
ACADEMIA MEXICANA
DE LA HISTORIA
CORRESPONDIENTE DE LA REAL DE MADRID
TOMO XV
MEXICO, D. F.
1956
NECROLOGIA
0
sección colonial, 1934; La Pintura en México durante el siglo XVI, 1936;
La Pintura en México durante las épocas precortesiana y colonial, Bar
celona, 1936; La Pintura Contemporánea de México, Buenos Aires, 1937;
la monumental edición de “La Catedral de México y el Sagrario Metro
politano”, 1948, en que “aparecen nuevos datos, que varían por completo
la información acerca del gran templo”; La Catedral y las Iglesias de
Puebla, 1954; y la que resume casi toda su admirable investigación y
crítica: “Arte Colonial en México”, 1948.
Su estudio y el elogio de su relevante personalidad, merecen hacerse
extensamente, como lo hará en breve el nuevo y joven académico Don
Manuel Carrera Stampa.
Cumplido caballero, buen cristiano y excelente amigo, deja imborra
ble recuerdo de sus nobles prendas.
La Academia Mexicana de la Historia, Correspondiente de la Real
de Madrid, lamenta hondamente la partida, sin regreso, de este su
insigne socio.
6
LOS BARRIOS ANTIGUOS
de
Tenochtitlán y Tlatelolco
Por el Doctor Don Alfonso Caso
7
toriales, los lugares de residencia de los antiguos clanes, que tan impor
tante papel jugaban en la vida social y política de los aztecas.
Paso y Troncoso (2) copió en parte un memorial manuscrito que se
conserva en el Museo Británico y los apuntes que tomó, en poder ahora
de Federico Gómez de Orozco, sirvieron a Acosta, Monzón y Barlow
para modificar y aclarar las informaciones de Vetancourt (3) (4). Pu
blicamos este Memorial como Apéndice I.
Muy importantes rectificaciones se hicieron en virtud del Memorial
de Londres, por dichos autores, a los datos que poseíamos de acuerdo
con las fuentes conocidas. Se vio por ejemplo, que casi todos los barrios
mencionados por Vetancourt, corresponden a una de las grandes parcia
lidades o Campan (4) en que se dividió la ciudad de México, la Parcia
lidad de San Juan o Moyotlan.
Sin embargo las dos últimas parroquias mencionadas por Vetancourt,
Tezcazonco y Copolco, no pertenecen a Sn. Juan sino a la Parcialidad de
Sta. María Cuepopa. Por esta razón los investigadores mencionados ya
habían hecho observar que la lista de Vetancourt era muy incompleta,
por lo que se refiere a los barrios de Tenochtitlán. Otros datos de Ve
tancourt corresponden a barrios fuera de Sn. Juan Moyotlan, como se ve
en las Tablas I-IV.
Al estar estudiando la organización social de los aztecas para una
obra que tenemos en preparación, y al revisar los manuscritos que pu
dieran servirnos para este objeto, encontramos mencionado en el Ca
tálogo de Bobán, el número 150 de los documentos catalogados (5). Se
mencionaba un plano hecho por el Alférez Dn. Ildefonso Iniesta Bejara-
no, Alarife Mayor, en el que Alzate, en 1789, puso la localización de los
barrios de México y Tlatelolco, y algunos sitios importantes para la
historia de la Conquista de estas ciudades (6).
Dn. José de J. Núñez y Domínguez, durante su misión en Europa,
sacó varios microfilms de manuscritos que se encuentran en la Biblioteca
Nacional de París; estos microfilms se conservan actualmente en el Museo
Nacional de México. En ellos venían dos fragmentos del mapa de Iniesta
Bejarano, con las adiciones hechas por Alzate (7).
Notando la importancia de este plano, y de los datos de Alzate,
que no habían sido considerados por los anteriores investigadores sobre
el tema de la localización de los barrios de la Ciudad de México, supli
camos al Dr. Jacques Soustelle nos enviara una fotografía del plano, en
gran tamaño, y una fotografía en color, del mismo documento, ya que el
8
que llamaremos desde ahora plano de Alzate, tenía indicaciones en color
hechas por este sabio mexicano.
El Dr. Soustelle muy amablemente nos proporcionó ambas fotogra
fías, que fueron copiadas por el dibujante Abel Mendoza y que acompa
ñamos al presente estudio. (Plano N9 1).
De acuerdo con el plano de Alzate y lo que sabemos por otras fuentes,
hemos logrado una localización completa de los barrios, con los nombres
proporcionados por Vetancourt y por el Memorial de Londres, y hemos
localizado los informes de Alzate en un plano moderno de la Ciudad de
México. (Plano N9 2).
Desde luego advertimos que en el plano de Alzate, la separación de
los Campan o parcialidades como las llama el Memorial de Londres, de
Sta. María Cuepopan y de Sn. Juan Moyotlan está hecha por una línea
que seguiría las actuales calles de Madero y Ave. Juárez; mientras que
sabemos por varias fuentes, que la división de estas dos parcialidades
era la Calzada de Tacuba en el lado norte de la Alameda, y no en el lado
sur, como aparece en el Plano de Alzate.
Que tenemos razón en esta afirmación, se ve porque en el Memorial
de Londres y en Vetancourt, los barrios de Zapotlán y Chichimecapan
no aparecen pertenecientes a Cuepopan, como los pone Alzate, sino a Sn.
Juan, y lo mismo dice A.G.N. Tierras V. 30 Exp. 1 de 1570, lo cual
indica que la línea divisoria entre ambas parcialidades pasaba por el cos
tado norte de la Alameda y la división de las cuatro parcialiddes, estaba
formaba por el cruce de las dos grandes calzadas que llegaban al Templo
Mayor. Con esta corrección indispensable al plano de Alzate, vamos a
situar ahora, primero, los cuatro Campa o parcialidades, y después cada
barrio dentro de los Campa, según las noticias que se tenían al finalizar
el siglo XVIII.
Como hemos dicho, la Calzada de Tacuba y su prolongación por las
calles de Guatemala y Miguel Negrete, formaba la separación E-O de las
cuatro parcialidades. La separación N-S estaba dada por la Calzada
de Tlalpan, San Antonio Abad, Pino Suárez, Seminario y Rep. Argen
tina.
Tlatelolco estaba separado de Tenochtitlán por una acequia, Teson-
tlalli, que seguía de Poniente a Oriente las calles de Héroe de Granaditas,
Organo, Rayón y Mosqueta, y ya dentro de la laguna la línea se prolon
gaba hasta salir a la calle de Encino. (8)
Por supuesto la indicación que damos de las calles modernas, no sig
nifica que los límites de las parcialidades y de los barrios hayan sido
9
precisamente con el alineamiento que actualmente tienen esas calles; sólo
indican la dirección y situación aproximadas.
Citamos como A.T. y añadimos el número del volumen, la parte y el
expediente, varios documentos sobre barrios antiguos de México y Tla-
telolco, que existen en el Archivo General de la Nación, Ramo de Tie
rras. Estos expedientes fueron paleografiados y extractados para esta
investigación por el Sr. Don. Luis Muro del I.N.A.H. quien fue comisio
nado para ello. Por la inapreciable ayuda del Sr. Muro le damos las
gracias.
Queda al S.O. Está limitada al Norte por las calles de Edison, Eji
do, Av. Juárez, Madero, Plaza de la Constitución (Ya hemos dicho que
debe sustituirse por: Calzada de Tacuba, hasta Guatemala y Miguel Ne-
grete) ; al Este Seminario, Pino Suárez y Calzada de Sn. Antonio Abad;
al Sur, Calle del Dr. Lavista, quizá Dr. Liceaga y Calle de Lucas Alamán,
que era la orilla de la isla; al Oeste también la orilla que quedaba en las
calles de Abraham González o Versalles, y uno de sus barrios, el de Azta-
calco, incluía o Romita.
Ponemos aquí los barrios de Tzapotlán o Tepiquehuya y de Chichi-
mecapan, que Alzate pone en Sta. María Cuepopan por lo que dijimos
arriba. En seguida ponemos los barrios con sus nombres, límites y los
datos que hemos podido encontrar en varias fuentes y que figuran con-
densadamente en la tabla anexa.
10
2.—CHICHIMECAPAN (El agua de los chichimecas). Estaba limi
tado al Norte por el Puente de Alvarado; al Oriente por Rosales; al
Sur por la calle del Ejido y al Poniente por la calle de Emparan, aunque
ya aquí era más bien la orilla de la isla la que lo limitaba.
3.—HUEHUECALCO (Casa de los viejos). Sta. Verónica. Esta
ba limitado al Norte por una línea quebrada formada por la Av. Juárez,
la calle de Humboldt y las calles de la Independencia, hasta encontrar la
calle de Azueta; al Oriente por dicha calle hasta la de Ayuntamiento;
al Sur por las calles del Ayuntamiento y al Poniente por Bucareli, que
era la orilla de la laguna. Mencionado en el Plano Ms. de 1580 así como
la capilla de Sta. Verónica. Se menciona en: 35-1 (1573); 83-9 (1619)
y se habla allí de lo que fue jardín del Mariscal Luna y Arellano y que se
estaba haciendo la Alameda; 84-2 (1601) se mencionan la iglesia de Los
Descalzos y el tianguiz de Sn. Hipólito; 95-8 155-6 (1693), se habla
de la Acequia del Sapo, que parece separaba este barrio del de Sn. Hipó
lito y se le llama también Barrio de Sn. Diego.
4. —TECPANCALTITLAN (Detrás de la casa del Ayuntamiento
o donde se juntan los nobles) Sta. Cruz. Al Norte por la calle de la In
dependencia ; al Oriente por una línea que correspondía más o menos a
Marroquí y su prolongación hacia el Sur, hasta la plaza de Sn. Juan;
al Sur más o menos por la calle de Pugibet, y al Poniente por la calle de
Luis Moya. Realmente el nombre de Tecpancaltitlan quiere decir “donde
está el Palacio”. Este barrio incluía parte de la antigua calle del Sapo,
que ya existía con este nombre en 1580. Todavía queda dentro del barrio
un callejón que conserva el nombre. La localización de este barrio y los
de Huehuecalco, Tlaxilpa y Atlampa, se precisa en un plano de ese año,
cuyo conocimiento debo a Dn. Jorge Enciso, a quien agradezco también
varios datos y planos de la Dirección de Monumentos Coloniales, y el raro
folleto de Olaguíbel. Quizá corresponde a este barrio el Tlacatempan
de Tezózomoc. Crónica Mexicana págs. 228, 460, 471, 501, 548, (11).
En 1712, A.T. 1112-2, se mencionan en este barrio casas que quedaban
detrás del colegio de San Juan de Letrán, el Callejón de Lope, actual
mente López y el Puente del Santísimo.
5. —TEOCALTITLAN (Detrás de la iglesia o Casa de Dios). Sn.
Felipe de Jesús. El barrio estaba limitado al Norte por la calle de Pugi
bet ; al Oriente por una línea que iba de la Plaza de Sn. Juan a Arcos de
Belem; al Sur por Arcos de Belem y al Poniente por Revillagigedo.
Teocaltitlan quiere decir: Donde está el teocalli o templo, y realmente
11
había un barrio de este nombre en cada una de las parcialidades y así
se ha conservado el nombre en tres de ellas, faltando únicamente en la
Parcialidad de Sn. Pablo Tcopan.
6.—TECUICALTITLAN (Detrás de la casa de la gente de servi
cio). Los Reyes. Al Norte por la calle del Ayuntamiento hasta la calle
de Azueta; al Oriente por el Jardín Carlos Pacheco y Revillagigedo; al Sur
por Arcos de Belem y al Poniente por Balderas. Está mencionado en
1586. A.T. 55-2.
7. —ATLAMPA (Detrás del agua) La Candelaria. Efectivamente
este Atlampa, que no hay que confundir con el Atlampa de Tlatelolco,
estaba en la orilla poniente de la laguna y se limitaba por la calle del
Ayuntamiento al Norte; Balderas al Oriente; Tolsa y Barcelona al Sur,
y al Poniente por la orilla del agua que más o menos venía por donde
la calle de Abraham González. Mencionado en el Plano Ms. de 1580.
12
nández. Olaguíbel cita en Belem un Iluausonco, quizá un ilaxUacalli de
este barrio. (♦) Sahagún (IV-210) cita este barrio que no hay que con
fundir con otro Anianalco, perteneciente a Tlatelolco, que cita Torque-
mada (1-565) (13). Se le cita en 1571, A.T. 29-5; en 1586, A.T. 55-2;
en 1694, A.T. 157-6.
11. —CIHUATEOCALTITLAN (Detrás de la casa de las diosas.
Significa “Donde está el templo de las mujeres”). Sn. Pedro. La Plaza
de Sn. Juan por el Norte; San Juan de Letrán por el Oriente, Arcos
de Belem por el Sur y el Buen Tono por el Poniente. Tezozomoc (Mexi
cana 501) dice Cihuateocalli.
12.—YOPICO (Donde cuelga el pie o pata. Quiere decir el lugar
de Yopi, otro nombre de Xipe-totec) Espíritu Santo. Es uno de los ba
rrios primitivos. Al Norte por la plaza de Sn. Juan que probablemente
quedaba incluida en tiempos prehispánicos; al Oriente por el Buen Tono
al Sur por Arcos de Belem y al Poniente por una línea que iba de la Plaza
de Sn. Juan a la de Malpica. Mencionado en el plano de 1578. Se men
ciona en 1590 A.T. 56-3, colindando con el Mercado de San Juan, el más
antiguo de los que todavía existen.
* Monzón, en el estudio señalado antes, dice que el tlaxilacalli era una calle o
división del calpulli. También era el nombre de un funcionario que probablemente
tenia a su cargo esta subdivisión. A. T. (1572) 20-I Pte. -2 y (1570) 30-1.
13
una línea irregular que en parte coincide con la calle de Fray Servando
y que debió abarcar la iglesia de Sn. Salvador el Seco; al Oriente otra
línea irregular que pasa por el costado Oriente de San Salvador el Verde
hasta la calle de Lucas Alamán; por el Sur esta calle hasta Longinos y
por el Poniente esta última calle que lo limitaba con Atizapán. Olaguíbel
lo llama Sn. Salvador el Seco. Según Vetancourt, había otra ermita a
Sn. Juan Bautista. El barrio está mencionado en un Plano Ms. de 1574
y en 1586, A.T. 55-2 y en 1589, A.T. 55-6.
14
1613, A.T. 95-8 se le menciona como Sn. Antón Xoloco, aunque parece
que este era un callejón a espaldas del Hospital de Sn. Antonio Abad.
El callejón de Tlaxcuaque, que existía dentro de este barrio estaba al
Norte de la Capilla de la Concepción.
20.—TLAXILPA (No traduce) (“Sobre el puntal”, quizá era un
tlaxilacalli) Santiago. Limita al Norte por Artículo 23; al Oriente por
Luis Moya; al Sur por Pugibet y al Poniente por la prolongación de la
calle de Azueta. Aparece en el mapa de 1580, pero Tepancaltitlan y Hue-
huecalco no están separados, como en el Plano de Alzate, por este barrio,
sino que queda al Sur, después de la calle del Sapo, probablemente la
Av. Morelos.
69.—MILPANTONGO (En la Milpita). El único que menciona
este barrio es Alzate. Por quedar dentro de la Traza no creemos que
haya sido en el siglo XVIII, un barrio indígena, sino simplemente el
nombre de un lugar. Sus límites son al Norte la calle de Tacuba; al
Oriente la calle de Xicotencatl; al Sur la Av. Madero y al Poniente San
Juan de Letrán. Olaguíbel lo menciona también como el lugar donde está
el Colegio de Minería.
15
Por su parte Tezozomoc (Mexicana, 691) Menciona el barrio óe
Tozonitlán, que probablemente era un tlaxilacalli.
En los expedientes del Archivo General de la Nación, Ramo de Tie
rras, que ha paleografiado el Sr. Muro, encontramos las siguientes adi
ciones :
1561 Vol. 19—2$ Pte. Exp. 3 Barrio de Miyutla.
1570 „ 30—Exp. 1 „ „ Atlixucan por San Hipólito.
1601 „ 84—Exp. 2 Barrio de Sta. María Iztancaleca, pro
bablemente una subdivisión de Hue-
huecalco, por Sn. Diego.
1712 „ 112—Exp. 2 Barrio de Tepatlán. Debe haber que
dado junto al de Tecpancaltitlan, li
mitando con Sn. Juan de Letrán.
1562 ,,2729— Barrio de Tlaucalpan.
Como sujeto a Sn. Juan en 1693, A.T. 186-9 se menciona a Sta. Ma
ría Magdalena Coatlayuca y sus barrios: Colhuacatzinco, Capotitlan, Mo-
yotlan y Atengo.
16
TABLA I.—SAN JUAN MOYOTLAN
Tezozomoc
Alzate 1789 Mem. de Londres Vetancourt 1692 Crónica Mexicana (1598) Otras fuentes
1637 Mexicayod (1609)
Mem. Acad. — 2
17
SAN PABLO TEOPAN, ZOQUIPAN O XOCHIMILCA
. II
18
Acatlan con Acatitlan. Este barrio debe haber estado donde ahora es la
Plaza de San Pablo (14).
En Archivo Gral. de la Nación, Tierras, Vol. 19, de 1561, se habla
de un barrio Teucaltitlan, que “antiguamente se llamaba Huehuecacin
y está detrás del matadero, en Sn. Pablo”. Teocaltitlan quiere decir donde
está el Teocalli o templo y sólo en Sn. Pablo no hay en el mapa de Alzate
o en el Memorial de Londres la mención de un barrio de este nombre, pero
lo que más interesa es el nombre antiguo del barrio que se llamaba
Huehuecacin o Huehuecdltzin, “la casita de los ancianos”, probablemente
refiriéndose a las casas de los fundadores de la ciudad. La calle del Ma
tadero, era prolongación de Tlaxcuaque y quedaba al sur de Sn. Pablo.
Parece en consecuencia, que la ciudad no se fundó donde después
se estableció el Templo de Huitzilopochtli; sino más cerca del lugar por
donde entraron los mexicanos, que fue el sur de la isla.
El nombre de Teopan dado a esta parcialidad, parece comprobar que
fue ese el primitivo lugar donde estuvo el templo. Por otra parte, quedaba
todavía en el siglo XVIII un pequeñ’o barrio llamado Huiznahuatongo,
que era el resto del antiguo barrio de Huiznahuatl o probablemente uno
de sus tlaxilacallis, y este Huiznahuatongo quedaba muy cerca de donde
ahora es la iglesia de San Pablo. Todavía hay una calle llamada Ixnahual-
tongo. Es, pues, muy probable que el primitivo lugar de la fundación
donde según la tradición, se había encontrado el nopal, debamos situarlo
en un lugar cercano al templo de San Pablo.
Los barrios de San Pablo, mencionados por Alzate son 18. A con
tinuación enumeramos los datos que tenemos de ellos.
20. —CUEZCONTITLAN (Donde están las trojes) San Lucas. El
Memorial de Londres lo llama Ocelotzontecontitlán (El lugar de la cabeza
del tigre). Limitado al Norte por Flamencos; al Este por Hormiguero, Es
cuela Médico-Militar; al Sur, calle de San Antonio Abad y al Poniente
por la Calzada de este nombre. Puede ser aquí donde se establecieron los
de Culhuacán según la Historia de los Mexicanos por sus pinturas, pues
dice que hicieron a sus dioses un “templo pequeño adelante un poco do
están agora las carnicerías” (250) y allí estaban en el siglo XVI.
21.—ACATLAN (lugar donde hay cañas o carrizo) Sta. Cruz. Pro
bablemente el Acatitlán de Tezozomoc (Mexicayotl, 62). Al Norte calle
de San Antonio Abad; al Oriente Xocongo y su prolongación; al Sur,
Ave. del Taller y al Poniente, Calzada de San Antonio Abad. Xocongo
19
parece nombre antiguo conservado basta hoy. El Memorial de Londres
pone en San Juan el barrio de Acatlan. En este barrio sobre San An
tonio Abad, estuvo la primera cruz o de Atlapulco. Se menciona en A.T.
19, de 1561; en 1613, 95-8 se dice que se llamaba también popularmente
Sn. Antón Chiquito y que había allí un aposento de los antiguos donde
paraban.
20
recta prolongación de la calle de Sto. Tomás; al Sur la calle de la Cruz
y al Poniente, el límite con Ateponazco. Olaguíbel le llama San Nicolás
y así se llama la capilla en el Plano de Alzate. En A.T. 55-5 (1564) y
95-8 (1613), se le llama Tlachcotitlan, “donde tienen el juego de pelota”.
26.—MACUILTLAPILCO (A la extremidad) La Purificación.
Ave. del Taller por el Norte; Antonio Torres por el Oriente; calle del
Chabacano por el Sur y San Antonio Abad por el Poniente. El Memorial
de Londres pone este barrio en San Juan. Sahagún menciona este barrio
(IV-482) Olaguíbel la llama La Candelaria. Tezozonioc (Mexicana, 633)
dice que es donde la albarfada de Sn. Esteban.
27.—MIXIUCA (Donde paren las mujeres). Ya hemos dado los
límites de este barrio al principio. Su nombre actual es La Magdalena
Mixiuca.
28. —TZACATLAN (Donde hay zacate). Sta. Ana Zacatlamanco.
Por el Norte, una línea situada, más o menos, a la mitad, entre la calle
de Morelos y la del Yunque; por el Oriente, la Calzada de Balbuena; por
el Sur, la calle de Morelos y por el Poniente, la línea que lo separa del
barrio de Otlica o Yaotlica. El Memorial de Londres, lo pone en San
Juan y lo llama Zacatlamanco; citado en el Códice Osuna, fol. 11. Parece
que hay una confusión de nombres semejantes. Véase lo que decimos del
Zacatlamanco de Sn. Juan.
29.—TZOQUIAPAN (Donde hay mucho lodo). Por el Norte la
Ave. del Taller, aunque creemos que debe haberse prolongado hasta la
Calzada de Zoquiapan, que todavía conserva dicho nombre; por el Orien
te, la Calzada de Balbuena; por el Sur el límite con Tzacatlan, y por el
Poniente el límite con San Francisco Tultenco. Una pequeña prolonga
ción que se nota hacia el Norte en la línea puesta por Alzate, quizá haya
llegado anteriormente hasta la actual Calzada de Zoquiapan. Sahagún lo
menciona IX-194 y Olaguíbel lo llama San Agustín. También lo mencio
na el Códice Aubin p. 49 y en 1575, A.T. 32-1.
65.—TULTENCO (Orilla del Tular). Este parece una simple di
visión de Tzoquiapan que no está marcado con límite en el plano. Quizá
se trata de una división del barrio, es decir, de un tlaxicalli, a los que se
refiere Monzón, o más probablemente una prolongación del barrio de
Toltenco, que ya mencionamos. N9 22.
30. —IZNAHUATONCO (Lugar de muchos pelistlos [sic]). Debe
llamarse Huiznahuatonco, el pequeño Huitznahuac, lugar del sur o de es
21
pinas. Así se encuentra el nombre en el Memorial de Londres. El límite
de este barrio era por el Norte una línea irregular de la calle de Canal a
San Nicolás; por el Este la calle del Martillo; por el Sur la Avenida del
Taller, exceptuando la pequeña entrante que hace Tzoquipan, y por el
Poniente la prolongación de la calle de Sto. Tomás. Todavía una calle
que parte de la Avenida del Taller hacia el Norte de se llama bárbaramente
Ixnahualtongo. El nombre es de gran interés porque nos indica que en
esta Parcialidad de San Pablo, debemos ubicar el importante barrio pre
hispánico de Huitznahuac, uno de los primitivos y también el puente de
Huitzilán al que se refieren Sahagún (IV-195) y Durán (1-390). Tezo-
zomoc dice que Ahuitzilán es después de Xoloco, donde está el Hospital
de Nuestra Señora, es decir en Jesús Nazareno (562) y Huitznahuac
ayauhcaltitlan, donde está el tianguillo de Sn. Pablo, o sea en la actual
plaza de ese nombre (504).
31.—TEMAZCALTITLAN (Donde hay temazcales). Al Norte la
calle de Carretones; al Oriente la calle de Venegas Arroyo; al Sur el lí
mite con Huiznahuatonco y al Poniente la calle de Sto. Tomás y su pro
longación. Durán menciona este barrio (1-21) y también la Historia de
los Mexicanos por sus pinturas (III-248) y el Códice Aubin (pág. 49).
32. —OTZOLOACAN. Al Norte una linea irregular que va de la
calle de San Nicolás al cruce de la calle de Fray Servando con la Calzada
de Balbuena; al Oriente, con esta calzada; al Sur, la Avenida del Taller
y al Poniente, el límite con Huiznahuatonco. No hemos encontrado infor
maciones de otras fuentes sobre este barrio.
33. —OMETOCHTITLAN (Dos conejos). Al norte una línea in
clinada cerca de la Plaza de San Lázaro; al Oriente, una línea irregular
que sería prolongación de la calle de Progreso; al Sur, aproximadamente
la calle de Carretones y al Poniente, otra línea irregular que pasaría por
la calle del Rosario y la plaza de La Candelaria. Entre este barrio de
Ometochtitlan y el barrio de Otzoioacan queda un pequeño espacio que
parece no pertenece a ninguno de los barrios mencionados. Vicente T.
Mendoza nos informa que este barrio, según un documento encontrado
por Barlovv, corresponde con el de la Candelarita o Candelaria de los
Patos y se llamó de La Candelaria Ometochtitlan. La parroquia a la que
pertenecía este barrio era de Sta. Cruz Cuaccotzinco. (Tlalocan I: 4-361)
(20).
34.—ATLIXCO (Encima del agua). Por el Norte, una línea irre
gular que pasaba por el ángulo Sureste de la Plaza de San Lázaro, hasta
22
encontrarse con la Calzada de Balbuena; por el Oriente, esta Calzada;
por el Sur, la calle Fray Servando y por el Poniente, una línea irregular
prolongación más o menos de la calle de Progreso. Olaguíbel lo llama
San Gerónimo. Está citado en el Códice Osuna, fol. 2 verso.
Estancias
Tlaxolpan o Atlaxolpan.
Huehuetlán. Esta última aparece mencionada en el Códice Osuna
(Fol. 11).
En los documentos consultados del Archivo, Ramo de Tierras, se
menciona en 1561 (A.T.-19) un barrio llamado Tecama, que puede haber
estado situado al oriente de la Traza, entre esta y Ometochtitlán.
23
Ya hemos hablado del barrio de Teocaltitlan o Huehuecaci. A.T. 19.
que menciona también el Memorial de Londres.
24
Alzate Memorial de Londres Tezozomoc Otras fuentes
25
Alzate Memorial de Londres Tezozomoc Otras fuentes
25
III
26
mencionados en el Memorial de Londres no aparece éste. En cambio apa
rece uno llamado Cuitlahuactonco que quizá sea el mismo. Este barrio
limita al Norte, con Héroe de Granaditas; al Oriente, con la línea dia
gonal que forma el limite poniente del barrio de Zacatlan; al Sur, con la
calle de Peña y Peña, incluyendo buena parte del Jardín del Carmen, y al
Poniente, con una línea que era más o menos prolongación del Callejón
de Girón, y que corría en dirección norte. En 1595. A.T. 58-7 se habla
de Cuatlahualtongo o Cuitlahualtongo, lo mismo en 1607, A.T. 183-4.
27
TABLA III
IV
28
dentro de la Parcialidad de Moyotlan o San Juan, de acuerdo con el
Memorial de Londres. Los límites de Cuepopan son: por el Norte, la
laguna y las calles de Mosqueta, Rayón y Organo; por el Oriente, la Ave.
Rep. Argentina y Seminario; por el Sur las calles y Calz. México-Tacuba,
y por el Poniente la orilla de la isla formada por una línea quebrada que
iba más o menos por las calles de Arista, Violeta, Guerrero, Pedro Mo
reno, Zarco, Moctezuma y Lerdo, uniéndose aquí con la calle de la Mos
queta que marcaba el límite norte. En esta Parcialidad o Campan, que
daban los puentes muy importantes sobre la acequia de Tezontlalli que la
separaba de Tlatelolco. El de Tezontlalli en la calle República de Brasil,
y el del Clérigo en la calle de Allende.
29
mites y se menciona en la Tira de Tepechpan. Se menciona en 1584 A.T.
49-5, en 1589, A.T. 55-3 y en 1607, A.T. 183-4.
30
Bobán (Doc. 114) que le llama Sta. María Copolco. Vetancourt dice que
era de otomites. Este barrio de infausta memoria para los españoles,
—pues fue donde perdieron una batalla importante por imprudencia de
Al varado— era limítrofe por el Norte con los terrenos pantanosos de la
laguna que formaban el límite con Tlatelolco, situados donde ahora está
la calle de Mosqueta; por el Oriente, limitaba con la calle de Gabriel
Leyva; por el Sur, con Moctezuma y por el Poniente, una acequia que
pasaba por la calle de Lerdo. Copolco se menciona en 1589, A.T. 55-3.
Estancias
Tollan
Tezcacohuac
Colhuacatzinco
Cuauhtepec.
31
1572. A.T. 20-Ia-2 Amitlán
1607. A.T. 183-4 Sn. Pablo Tlalistacapan
Santiago Tonatico.
Estas dos últimas parecen estancias o pueblos sujetos a Sta. María
Cuepopan.
Tezozomoc, Crónica Mexicana Cap. 444, dice que Tezontlalamacoyán
estaba en Sta. Catarina, es decir, entre las calles de Organo, Argentina,
Apartado y Chile. En la Tabla IV, están resumidos los datos de esta
Parcialidad.
32
IV.—PARCIALIDAD DE STA. MARIA CUEPOPAN
3 Colhuacatzinco Sujetos?
4 Cuauhtepec Tezontlalamacoyan Sn. Pablo Tlalistacapan A.
Cron. Mex. 444 T. 183-4.
Santiago Tonatico A.T.
ca 183-4.
bajo se ve la Traza tal como estuvo, con su ampliación que la hizo llegar
hasta las calles del Perú y el Apartado, y después, fuera de la Traza,
los lugares en que la ciudad española habia crecido a expensas de los ba
rrios indígenas. (Plano 3).
TLATELOLCO O CUAUHTALPAN
* Durante la discusión en la Mesa Redonda, Dn. Pablo Martínez del Río pre
sentó una escritura de venta de terrenos en Tlaltelolco, que hizo en 1886 el señor
Manuel A. Campero al Gobierno Federal; en esa escritura se mencionan los siguien
tes barrios; Santiago Tlaltelolco, Sta. Inés Apanco, Sta. Catarina Coatlan; Sta. Cruz
Acocolac, Sn. Martin, Sn. Antonio Tepito, la Concepción Tequipehuca, Magdalena
de las Salinas, Sn. Francisco Jocotitla, Sn. Miguel Nonoalco, Los Reyes Capultitla,
Sn. Andrés Acahualtengo.
34
42.—ATENANTITECH (Bordo o Calzada). Vetancourt le llama
Sta. Ana Atenantitech. Limita al Norte por la calle de Matamoros, más
o menos antes del cruce con la calle Real de Santiago; de aquí una línea
hacia el norte, hasta la prolongación de la calle de Rivero, luego por esta
calle hasta Sta. Lucía; al Oriente, por una línea que fuera la prolonga
ción sur de la calle de Sta. Lucía; luego una línea irregular que llegaba
a la calle de González Bocanegra y después por Rep. del Brasil; por el
Sur la calle del Organo y al Poniente la calle de Comonfort. Queda in
cluida dentro de este barrio la Plaza de Sta. Ana que se llamó antigua
mente Atenantitech. (21) Sahagún la menciona como Sta. Ana (1-81);
Torquemada dice que en este barrio estaba la casa de Cuauhtémoc (1-555)
y también lo menciona en (1-552, 553). Está mencionado en Tlat. V-32,
42).
Tanto Sahagún (IV-203) como Torquemada (1-552) mencionan .
en este barrio un Tlacochcalco, y este último, por error le llama una vez
La Concepción Atenantitech (1-571). Dentro de este barrio estaba un
tlaxilacalli llamado Yacacolco (Sah. IV-91, 97, 205, 208, 209 y 112) que
tuvo una gran importancia durante la Conquista. Allí fue donde se lleva
ron presos a los Cuitlahuacas, después de la traición que hicieron a los
mexicanos.
Yacacolco, Tlihucán y Atezcapan estaban sobre una misma calle
y en ella estaban las casas de algunos nobles tlatelolcas, y de este barrio
eran los capitanes que defendían a Atezcapan. Como estaba cerca del
mercado de Tlatelolco, y se menciona junto con Tecpancaltitlan y Copal-
namacoyan, es posible que fuera la calle de González Bocanegra.
En el plano de la Ordenanza de Cuauhtémoc, Yacacolco se menciona
al sur de Tlatelolco (22). En 1567, A.T. 22-IIa-2 hay un Acoculco que
según creo es el mismo Yacacolco. Olaguíbel dice que es una calle de
Santiago.
35
por Héroe de Granaditas y Organo y que servía de límite con Tenochti-
tlan. También se menciona en este expediente una calle que iba de Sta.
Ana a Sn. Martín, probablemente la de Matamoros (Atlicehuiyan) o la
de González Bocanegra. Como Sta. Ana está mencionado en 1607, A.T.
183-4 y hay además un Sta. Ana Tizic, que quizá es otro tlaxilacalli.
43.—ATENANTITLAN (Orilla del agua). Vetancourt le llama
La Concepción Atenantitlan y todavía la iglesia que está en ese lugar se
llama La Concepción Tequipeuhca. Al Norte, calle de Canal del Norte;
al Oriente, por la Avenida del Trabajo; al Sur, con el barrio de Mecama-
linco y una línea quebrada que va desde el cruce de las calles de Toltecas
y Matamoros hasta más o menos el cruce de las calles del Peñón y Jesús
Carranza; al Poniente, con esta calle. Sahagún (1-83) lo menciona como
La Concepción. Ya hemos dicho que Torquemada habla, por error, de
La Concepción Atenantitech por Atenantitlán (1-571) pero otra vez llama
al barrio La Concepción Amaxac (1-574). En efecto dentro de este
barrio había una calle o tlaxilacalli así llamado, que tuvo mucha impor
tancia durante la conquista y que es mencionado en muchas fuentes (Sah.
IV-98, 99, 102, 105, 210, 213, 214, 218); Torquemada (1-571); Tlat.
IX-66; A.T. 17-IIa-l de 1557, pero en 1572, A.T. 20-Ia-2, se le llama
Sta. Lucía Amaxac, por lo que parece que lo consideran dentro del ba
rrio de Sta. Lucía Telpochcaltitlan, con el que limitaba al poniente, pro
bablemente con el tlaxilacalli de este barrio, llamado Coyonacazco. La
fuente más antigua que menciona a Amaxac, es un documento de 1542,
A.T. 183-4.
Al perderse Yacacolco, los mexicanos se retiraron a Amaxac en
la calle que daba al Tepeyac y sobre esta calle estaba Copalnamacoyán.
Como había un puente sobre una acequia, quizá era la actual calle de
Constancia o la de Granada, pero en el cruce con Jesús Carranza, allí
se dividían los caminos al Norte, sur y poniente. Sahagún habla de un
telpochcalli en este barrio pero quizá se refiere al barrio limítrofe por el
poniente, que se llamaba Telpochcaltitlán.
Desde la casa de Aztahuatzin situada en Amaxac o la de Coyohue-
huetzin, Cortés dirigió la parte final de la batalla y allí llevaron preso a
Cuauhtémoc, cuando cayó el último punto de resistencia en Coyanacazco
y Atatzinco de Telpochcaltitlan y se embarcó Cuauhtémoc en Tolmayecan
Sahagún (IV-210, 218, 219, 220).
Totecco se menciona por Sahagún (IV-93) cerca de La Concepción
y dice que pertenece con Ayacac a Atliceuhyan calle o barrio al que se
36
llegaba por agua y donde había un telpochcalli que menciona en Ayacac
(IV-97, 98, 209, 210, 213). Se menciona como Tequipeuhca en la
Ordenanza de Cuauhtémoc.
37
entre los de Atenantitlan, Tecualtitlán, Atenantitech y Telpochcaltitlan,
por lo que sus limites quedan marcados por los de estos barrios. Tezozo-
moc le llama La Ascensión de Nuestra Señora de Apahuaztlan y Sahagún
(II y IV-209) Apazhuacan. En 1592. A.T. 56-8, se habla de un Sta.
Ana Apazhuacan y en 1562, A.T. 2729 de un Axoacan de Sn. Martin
Tlatelolco (sic).
46. —AZOCOCOLOCAN (Tierra de frutales). Vetancourt le llama
Sta. Cruz Azococolocan. Sus limites son al Norte, Canal del Norte; al
Oriente el barrio de Telpochcaltitlan; al Sur, la calle de la Constancia que
lo limitaba con Tlatelolco y al Poniente la calle de Comonfort. Sahagún
le llama Atecocolocan (IV-207, 212) y dice que fue el cuartel general de
Cortés durante el ataque a la plaza de Tlatelolco. Barlow (Tlat. IX-63)
acepta el nombre que da Sahagún.
47. —ATEZCAPAN (Donde el agua parece espejo). Sn. Martin.
Ya hemos dicho que este quiere decir “laguna” y que es un barrio que
está frente al barrio de Tenochtitlán llamado Tezcatzonco, que corresponde
a lo que hoy llamamos La Lagunilla. En 1707 A.T. 236-1 se menciona
La Lagunilla de "Sta. María la Redonda de Santiago Tlatilulco” indi
cando que era el limite de las dos ciudades. En el plano de Alzate toda
la parte occidental de Atezcapan no aparece ocupada por casas, indicando
un terreno pantanoso. Sus límites son al Norte, la calle de Matamoros,
limite con el Barrio de Santiago Tlatelolco; al Oriente, la calle de Comon
fort; al Sur, la calle del Organo, limite con Tenochtitlán, y al Poniente
Sta. Ma. La Redonda y la orilla del agua. Ixtlilxochitl menciona este
barrio en la Conquista (1-270, 271) y también lo menciona Barlow (Tlat.
V-32, 41) Sahagún habla de este barrio (1-81 y IV-205, 209, 211) Tor-
quemada en (1-566) Sahagún (IV-93, 97 y 209) mencionan otros dos
lugares dentro de este barrio: Iacalco y Tliloacán. Se le menciona, junto
con Apepexpan y Tolpan con 1557. A.T. IIa-1 y en 1572. A.T. 20-Ia-2
como San Martín Atezcapan y junto con un Sn. Martin Qacatlan y un Sn.
Martin Cuauecatitlan, probablemente tlaxilacallis, y en 1584, A.T. 49-5
se habla de un Sn. Martin Hueytlalpan. Cuauecatitlan era probablemente
la calle de Comonfort (Sah. IV-204, 205).
48. —TLATELOLCO Santiago (Lugar donde se ha formado de
tierra alguna masa o montón o cosa grande o sea a propósito o casual
mente). No está mencionado entre los barrios por Vetancourt por con
siderarlo más bien que un barrio el centro de la ciudad. Los límites
que señala Alzate a Tlatelolco son al Norte, una línea que fuera la pro
38
longación de la calle de la Constancia; al Oriente, una línea un poco más
al norte de la actual calle de la Parcialidad; al Sur, la calle de Matamo
ros y al Poniente la prolongación de Sta. Ma. la Redonda. Sahagún
(IV-208) y Torquemada (1-565), hablan de un Acatlyacapan y el últi
mo dice que era el nombre del templo de Huitzilopochtli en Tlatelolco.
La puerta del Norte del Templo Mayor, es decir la que daba a Tlatelolco,
es entonces muy probable que fuera la de Acatlyacapan, Atecocolocan,
Xochicalco y se dice que el Mercado estaba circundado por las casas de
la gente de Cuauhquechol (Sah. IV-100, 205 y 207). Copalnamacoyan
estaba sobre la calle de Amaxac (Sah. IV-213). En 1607 A.T. 236-1,
se habla de un Santiago Tonatico que probablemente pertenecía a este
barrio y en 1587, A.T. 54-2, se habla de un Atempa, a espaldas del Tec-
pan o sea el palacio.
49. —HUEYPANTONCO (Barrio de cosas grandes) de allí salía
la Calzada de Tlatelolco hacia el Norte, donde está la garita, que iba a
dar a la tierra firme. Vetancourt le llama Sta. Inés Hueypantonco. Sus
limites eran por el Norte, la calle de Manuel González; por el Oriente,
la prolongación de la calle de Allende; por el Sur, la prolongación de la
calle de Constancia y por el Poniente, la calle que sale a la garita.
50. —TEPITON (Chiquito). Vetancourt le llama San Antonio Te-
pitón. Al Norte, la calle Canal del Norte; al Oriente, la calle de Comon-
fort; al sur, la prolongación de la calle de la Constancia y al Poniente,
la prolongación de Allende. No se trata del actual Tepito, que queda al
Oriente.
51. —CAPOLTITLAN (Lugar de árboles capulines).—Vetancourt
le llama Los Reyes de Capoltitlan. Al Norte, Manuel González; al Orien
te, la calle que lleva a la Garita; al Sur, una línea que fuera desde el lí
mite de la calle del General Régules con Lerdo; al Poniente, la calle de
Lerdo. Está mencionado en 1682. A. T. 128-2 junto con San Juan Huitz-
nahuac. La Magdalena, Tlatlacaman, Cihuatecpan, que se dice que esta
ba en las salinas, extramuros y colindando con Nuestra Señora de Gua
dalupe, y Zacatlaxcoapan y se mencionan como sujetos a Tlatelolco. De
estos se conserva La Magdalena y Tlamaca, quizá el antiguo Tlatlacaman.
En 1584, A. T. 49-5, se llama a La Magdalena, Coatlayauhcan Ateneo.
En 1607 A.T. 183-4 se menciona a Los Reyes Ziguatlan que quizá era
de este barrio.
52. —COIIUATLAN (Lugar de culebras).—Vetancourt le llama Sta.
Catalina Cohuatlan. Quedaba del lado sur de la isla, al poniente de los
39
barrios de Atezcapan y Tlatelolco.— Al Norte, una línea irregular más
o menos a la altura de la calle del General F. Gómez la separaba del ba
rrio de Xolalpa; al Oriente, Sta. Ma. la Redonda; al Sur, la laguna y
ciénegas, más o menos por la calle de la Camelia y al Poniente, la calle
de Galeana. Sahagún (IV-105) menciona este barrio y Tezozomoc pa
rece que menciona uno de sus tlaxilacallis con el nombre de Tezontlala-
macoyan (Mexicana 444) que es posible que estuviera junto a la acequia
de Tezontlalli (Mosqueta-Rayón) límite con Tenochtitlán. (Tlat. V-32,
42) Olaguibel dice Sta. Catalina de Sena. Se menciona en 1584, A.T. 49-5.
53. —XOLALPAN (No da traducción).—No es mencionado por Ve-
tancourt. Dentro del barrio quedaba la capilla de Los Angeles. Estaba
limitado al Norte, por los barrios de Calpoltitlan y Hueypantonco; al
Oriente por Tlatelolco; al Sur, por Cohuatlan y la calle de Sirio que lo
separaba del barrio de Acozac, y al Poniente, por la calle de Lerdo. En
(Tlat. II1-26) se menciona una calle de Xolalpa y Olaguibel dice que
es una plazuela. También se habla de este barrio en 1584, A.T. 49-5 y
se menciona, aunque no como barrio, a Zacatenco, probablemente el ac
tual Zacatenco que sería sujeto de Tlatelolco. En 1682, A.T. 128-2, se
habla de este barrio como Jojalpa o Jolalpa, y de otro llamado Xocolta,
quizá un tlaxilacalli.
54. —ACOZAC (Agua de agujas). Creemos que debe ser “lugar
del agua amarilla'’. Vetancourt le llama Sta. Clara Acozac.—Estaba li
mitado al Norte, por la calle de Sirio; al Oriente, por Galeana; al Sur,
la orilla de la isla y ciénegas más o menos donde ahora es la calle de
Camelia, y al Poniente, una línea entre las calles de Soto y Zarco, también
orilla de la isla.
55. —TLAXOXIUHCO (Sitio verde).—Vetancourt le llama Nues
tra Señora de Belem Tlaxoxiuhco. Sus límites eran al Norte, Manuel
González; al Oriente, la calle de Lerdo; al Sur, la calle de Sirio y al
Poniente, una línea que pasara por la prolongación entre las calles de
Zarco y Soto. En (Tlat. V-32) se le llama Tlaxixiuhcan. En 1588, A.T.
54-4, se habla de un Atlaxuca, Atlijuca o Apejula, que quizá es este
barrio.
56—TOLQUECHIUCA (Lugar de tule parado). Sn. Pablo.—Al
Norte, por la Calzada de Nonoalco; al Oriente por los barrios de Tlaxo
xiuhco y Acozac; al Sur, la Ciénega, que quedaría más o menos por la
calle del Sol, y al Poniente una línea irregular que seguiría más o menos
las calles de Guerrero.
40
TABLA V.—TLATELOLCO O CUAUHTLALPAN
Vetancourt Tezozomoc
Alzate (6 parcialidades) (Mexicana) Sahagún Torquemada Otras fuentes
41 Mecamalinco 4 Sn. Francisco Mecama Sta. Ana 1-81, Yacacolco 1-552, 553, Casa de Cuauh- Tlat. V-32. 42, Calle de Santiago. Olaguibel. Atenantitech. An. Tlat. 63
42 Atenantitech linco IV-91, 97, 205, 208, 209, temoc 555. Tlacochcalco Yacacolco. 1er. Cuartel de Cuauhtémoc. An. Tlat. 66, A.T. 22-IIa.-2.
1 Sta. Ana Atenantitech 212. Tlacochcalco IV-203 552. Atlicehujyan A.T. 49-5.
(12) Tlat. IX-66.
43 Atenantitlan 3 La Concep. Atenantitlan La Concepción 1-81 Concep. Atenantitech (sic)
(12) Totecco cerca de Concep. 571
IV-93 Concep. Amaxac 574. Atat Amaxac A,T. 17-IIa.—1; 20-Ia.—2; 183-4.
Amaxac IV-102 zinco (sic) 571
Amaxac (sic) Casa de Co-
yohuehuetzin 571
44 Tepocticaltitlán 2 Sta. Lucía Telpochcal- Coyonacazco, en la Atatzinco, Atatzinanco IV- Telpochcalli 571 Tlat. V-VII-54. Coyonacazco estaba a la orilla del tular.
titlan Calz. de Guad. 500 109-224. Coyonacazco o Cédula de Cuauh. Cód. Coycatzin V.p. 18 Telpochcaltitlan-
Amaxac, IV-92, 203. Pochtlán. A.T. 49-5; 183-4. Tlilhuacan,
A.T. 49-5.
45 Apohuacan 5 La Asunción Apazhua- La Ascensión de Apazhuacan II, IV-209. Apazhuacan 1-566 Axoacan A.T. 2729
can Ntra. Señora de
Apazhuatlan 562
46 Azococolocan 14 Sta. Cruz Azococolocan Atecocolocan I-V-207, 212. Atecocolocan. Tlat. IX-63.
(6) Tlilocan IV-93, 209. Ixtlilxoch. 1-270, 271.
47 Atezcapan 6 Sn. Martín Atezcapan Tlat. V-32, 41. Garita de Peralvillo. Olaguibel.
(12) Sn. Martín Atezcapan. 1-81, IV-205, Puente. Ixtlil. 270 y 271 A.T. 17-11 A-1; 2O-Ia-2.
209, 211 Templo al dios Macuilxochitl. Cuaecatitlan 20-Ia-2.
48 Tlatelolco Acatlyacapan IV-208 1-565
49 Hueypantonco 12 Sta. Inés Hueipantonco
(7)
50 Tepiton 15 Sn. Antonio Tepiton Capoltitlan. Después de la Conquista se establece Temilotzin. Anal. Tlat. 75.
51 Capoltitlan 10 Los Reyes Capoltitlan Capoltitlan A.T. 128-2. Escrit. Campero.
_ (11) Tezontlanamacoyan. Coatlan. A.T. 49-5.
52 Cohuatlan 7 Sta. Catalina Cohuatlan Tezontlalamacoyan Cohuatlan IV-105 Tlat. V-32, 42 Sta. Catalina de Sena. Olaguibel.
(9) 444. Calle de Xolalpa.
53 Xolalpa Tlat. II1-26. Plazuela. Olaguibel. Xolalpan. A.T. 49-5. Los Angeles Xo
54 Acozac lalpa. A.JT. 128-2.
55 Tlaxoxiuhco 9 Ntra. Sra. de Belem Tlaxixiuhcan. Tlat. V-32. Atlaxuca A.T. 54-4.
Tlaxoxiuhco
56 Tolquechiuhca 8 Sn. Pablo Tolquechiuh-
can
57 Iztatla 11 Sn. Simón Iztatla Ixtatla, por Nonoalco, junto a Altepetlac. Olaguibel.
58 Nonoalco Sn. Miguel Nonoalco Nonoalco. 228. 11-380; IV-89, 218, 193, V Sn. Miguel Nonoalco, I- Nonoalco An. Tlat. 65. Sn. Miguel Nonoalco. Escrit. de Campero.
(III-213) -112 550, 551, 552.
68 Tecoaltitlan 13 Sn. Francisco Izcatla Ayauhcaltitlan (?) IV-193 552. (Estaba por Telpoch- Cihuatecpan. A.T. 128-2. Sn. Francisco Jocotitlan. Escritura de Campero.
16 La Asunción Tlayacal- Sn. Feo. Cihuatecpan o caltitlán).
titlan Xocotitlan IV-92, 203, Sn. Juan Huiznahuac A.T. 128-2.
17 Sn. Francisco Cihuatec- 211. Sta. Catarina Ixayoc. (Tlaxilcalli, Tlat. 111-23, 26). Santuario de los An
pan geles. Olaguibel. Xocolta A.T. 128-2.
18 Sn. Juan Huitznahuac Sujetos
19 La Asunción Izayoc Sta. María Magdalena Coatlayauhcan Ateneo A.T. 49-5; 128-2. Escrit. Cam
pero.
Tlatlamacan. A.T. 128-2.
Petlalcingo, Atepetlalcingo o Tepetlalcingo, A.T. 54-4.
Petlachiuhcan Tlachichilco, Sto. Tomás. A.T. 183-4.
Sta. Ana Nepantla. A.T. 176-Ia-2.
Zacatlaxcoapan ? A.T. 128-2.
Sn. Andrés Acolnahuatongo. Olaguibel. Escrit. Campero.
57. —IZTATLA (Donde hay sal). Vetancourt la llama Sn. Simón
Iztatla. Sus límites son: al Norte, Manuel González; al Oriente, el
barrio de Tlaxoxiuhco; al Sur, la Calzada de Nonoalco y al Poniente,
una línea irregular más o menos a la altura de las calles de Guerrero. Ola-
guíbel dice que estaba junto a Altepetlac, La Santísima, por Nonoalco.
41
tonco, Sn. Juan Huitznahuac, Sta. María Champaltitlan, estaban al Po
niente de la Calzada de Guadalupe. La Santísima Altepetlac, por Nonoal-
co, Ichpahuazco y Sn. Bartolomé Altepeuhcan también al Poniente de la
Calzada de Guadalupe; Sn. Francisco Cihuatecpan o Xocotitlan es men
cionado por Sahagún (IV-92, 203, y 211) y por Torquemada (1-552).
Los barrios de Alzate que no están mencionados en Vetancourt son:
Tlatelolco, Xolalpa, Nonoalco y Tecualtitlan. Los nombres dados por
Vetancourt, Cihuatecpan y Huitznahuac nos parecen más cercanos a los
nombres antiguos.
42
La línea G-X-E-I correspondería probablemente a la Avenida del
Trabajo.
La línea G-H también Este-Oeste, parece ser el cruce de esta Ave
nida con Canal del Norte, siguiendo al Oriente por su prolongación, calle
de Manuel González, hasta el cruce con Rosains.
Las líneas horizontales parecen ser: X-E-Y, calle de la Imprenta y
Calzada de Balbuena, J-K calle de González Ortega.
La línea L-J parece ser las calles de Toltecas y Pinos; N-M, sería
la actual calle de República Argentina-Jesús Carranza; O-P sería Bra
sil, Ave. Peralvillo y Calzada de los Misterios; señalaría el límite orien
tal de Atenantitech o del tlaxilacalli de Yacacolco; Tlatelolco; y Telpoch-
caltitlan y su tlaxilacalli Coyonacazco.
En cuanto a la cerca de piedras que aparece en el plano, es la Alba-
rrada Norte, que se unía a la Calzada del Tepeyac precisamente en Co
yonacazco, como lo dice el mapa.
Arriba de la Calzada se menciona a Tequipeuhca, la actual Concep
ción de Atenantitlan. El lindero, según Espejo y Barlow es el siguiente:
1 Nepantla
2 Coyonacazco
3 Inantzintli panoaya (Puente de Ntra. Sra. de Guadalupe)
4 Inoztotitla
5 Coyotzin o Coyoatzin
6 Tlamimilotli atenamitl
7 Atlanmincan, límite con Atzacoalco
8 Xaliyyacac
9 Tepetzitli o Tepetzinco (El Peñón)
10 Cuayoctzitli
11 Cuauhyopan
13 Cuauhecatitlan acopoctli
43
Barrios de Tcnochtitlan y Tlatclolco mencionados en otras fuentes
44
Mem. Acad. H. - Tomo XV
Mem. Acad. H.—Tomo XV
5
PLA N O
mencionan ni Sahagún ni Tezozomoc y la pone al Oriente. Si hubiera
existido esta puerta, estaría donde este barrio, es decir al Sur. Sólo
acertó con la puerta del Norte. En los Anales de Tlat. Se dice que los
mexicanos custodiaban La Puerta del Aguila, cuando estaban ya en
Tenochtitlan los españoles (p. 63) .•
Además de estos cuatro barrios que consideramos que estaban a las
puertas, Sahagún y Tezozomoc nos dan también una serie de nombres de
otros barrios que no son mencionados en el Memorial de Londres o por
Vetancourt o Alzate. Los nombres de estos barrios son los siguientes:
Atlauhco, Itztolco, Ahuachtla (Sahagún 11-350) Tochtlan, Axotlan, Aman-
tía (Sahagún 11-389); Itepeyoc (Sahagún 1-215) ; Huitznahuac (Sahagún
1-215) (Tezozomoc 460, 471, 503, 416, 548). Dentro de este barrio es
taba el estanque llamado Ayauhcatitlan, que estaba donde el tianguis de
Sn. Pablo; Atempan (Sahagún 1-215) (Tezozomoc 460, 516, 548); Xi-
locan, (Sahagún 1-229); Tlüancalco. Tezozomoc (Mexicana 439); dice
que era un palacio real y que era “donde la casa de Moneda, hace 34
años”. Como Tezozomoc escribía en 1598, resulta que se refiere a 1564.
Añade que en esta casa vivía el Cihuacoatl. Según dato que me pro
porcionó el Lie. Alfonso García Ruiz, la Casa de Moneda, hasta 1562, es
tuvo en la calle de La Monterilla, actualmente la. del 5 de Febrero, des
pués se pasó a un costado del Palacio Virreinal, ocupando un espacio
menor que el del actual Museo de Antropología. Durán dice (11-177)
que estaba pared de por medio de la casa de Acevedo, en la encrucijada
de Dn, Luis de Castilla, y que se llamaba la casa del diablo; era el templo
de la diosa Cihuacoatl y estaba contiguo al de Huitzilopochtli. Creo que
Tezozomoc se refiere a la antigua casa de Moneda que estuvo en lo que
hoy es el Palacio de Gobierno del Distrito Federal, en la esquina de 5
de Febrero y la Plaza, pero entonces no pudo estar como dice Durán,
contiguo al de Huitzilopochtli.
Tlamatzinco, (Tezozomoc 460, 516, 548) ; Tzonmolco, era un barrio
de mercaderes en el que se adoraba a Xiutecuhtli. (Tezozomoc 460-515-
548) Tlacatempan, el barrio de Huitzilopochtli. (Tezozomoc 460-471-
501, 548).
HuitzUan. Cap. 80. Por Jesús Nazareno. Sahagún IV-195. Había
allí un puente defendido por una muralla.
Izquitlan (Tezozomoc 460-516-548)
45
Nepanteuctlan (Tezozomoc 516-548)
Chililico (Tezozomoc 516-548)
Moyoco o Moyocoya (Tezozomoc 460-516)
Calmecac (Tezozomoc 460)
Tlacochcalco (Tezozomoc 228)
Coaxoxouhcan (Tezozomoc 228)
Aticpac o Aticpan (Tezozomoc 228-670). Anales de Tlat. 76). (24
Aquí nació y se crió Motecuhzoma II.
Yaxoch y tlaxilacalli (Tezozomoc 317)
Tozonitlan en Moyotlan. (Tezozomoc, Crónica Mexicana 691)
Acachinanco era un embarcadero sobre la Calzada de Coyoacán.
En ese lugar se puso la primera cruz (Tezozomoc 500) ahí estaba la Er
mita de Sn. Esteban (562) Ver Sah. IV-193.
Los barrios y tlaxilacallis de Tlatelolco que encontramos en diversas
fuentes y que no hemos mencionado, son los siguientes:
Tazaticatian. Donde estaba un caño de agua dulce entre Tenochtitlán
y Tlatelolco. (Tezoz. Mexicana 375).
Amanalco. Cerca de Atlicehuya y del mercado del copal (Copalna-
macoyan). Sahagún IV-211. Este Amanalco es diferente del otro que
pertenece a Sn. Juan Moyotlan.
Ayacac-Tolmeyecac. Los españoles que venían de Totecco, ceíca de
la Concepción Atenantitla, incendiaron el telpochcalli de este barrio o
tlaxilacalli, que probablemente pertenecía a Telpochcaltitlan (Sah. IV-
210). De aquí salieron huyendo en canoas algunos después de la rendi
ción. En este lugar Cuauhtémoc celebró el último Consejo de Guerra
(Sah. IV-218).
Atecocolocan. Desde aquí Cortés dirigió la batalla (Sah. IV-212).
Probablemente el Sta. Cruz Azococolocan.
Teteuhtitlan. Lugar en que se reunieron los sitiadores para cegar el
estanque Tlaixcuipan, porque les estorbaba para pasar a la calle de Te-
peyac. Probablemente en el barrio de Telpochcaltitlan. (Sah. IV-218).
Tlaxotlan. Lugar entre Nonoalco y Popotla (Sah. V-21).
Iliacac Ayauhcaltitlan. Cerca de Nonoalco (Sah. IV-198).
Cihuatecpan o Xocotitlan en Mecamalinco. En los An. de Tlat. p. 70
se menciona un lugar en Zacatlan; frente al Cihuateocalli. Zacatlan era
un barrio de Sn. Sebastián, limítrofe con Mecamalinco o Cihuateocal-
titlan. Eso quiere decir que los Tenochcas y tlatelolcas todavía conser-
46
vaban una pequeña parte de Tenochtitlan cuando ya habían perdido el
templo de Tlatelolco.
Xipanoc, Tetlyaco, Tlaco lugares de Tlatelolco. (An. de Tlat. p. 66).
Mencionan los anales de Tlatelolco p. 67, dos caminos, uno iba de
Yacacolco (Atenantitech), por Atizcapa (Atezcapa) Couatla, Nonoual-
co; el otro parece que iba por Popouiltitla a Tepeyac.
47
ciona un palacio de Cuauhtémoc en Tlatelolco, probablemente en la ca
lle de Allende.
El Templo de Toci estaba sobre la Calzada de Ixtapalapa (Duran
11-186) y cerca estaba un lugar llamado Cihuateocalli, donde se puso la
primera cruz, llamada también de Atlapulco.
Por los datos anteriores vemos que es posible intentar una recons
trucción de la ubicación de los barrios y edificios de las antiguas ciuda
des de Tenochtitlan y Tlatelolco.
Una investigación más completa en las Actas de Cabildo, y en los
Archivos Municipal y de Notarías, podrá darnos abundantes datos para
la historia primitiva de nuestra ciudad.
Alguna vez, lo esperamos confiadamente, algún ilustrado Goberna
dor del Distrito, patrocinará tan importante investigación.
NOTAS
1) Vetancourt, Fr. A. de.—Teatro Mexicano. Vol. III, Págs. 124, 131-32, 212-13.
México, 1870.
2) Paso y Troncoso, F.—Memorial de las cuatro parcialidades. Publicado por R.
H. Barlow, Tlalocan 11:2-180. México, 1946.
3) Acosta, Miguel.—Los Pochteca. Acta Antropológica In-9 y sigts. México, 1945.
4) Monzón, Arturo.—El Calpulli en la organización social de los Tenochca. p.
31 y sigts. México, 1949.
5) Bobán, Eugene.—Documents pour servir a l’Histoire du Mexique. Vol. II, p.
318. París, 1891.
6) Menciona el Plano de Iniesta Bejarano, sin las adiciones de Alzate, Manuel
Carrera Stampa, Planos de la C. de México, Soc. Geog. y Est. Vol. LXVII-23.
México, 1949. El plano debe ser aproximadamente de 1749, pues en 1744 era
Alarife Mayor el señor Manuel Alvarez y en 1749, Iniesta Bejarano era
Maestro examinador de Arquitectura. (Datos proporcionados amablemente al
autor por Dn. Pedro Alvarez Gasea).
7) Barlow, R. H., que investigó en tantos puntos la topografía del antiguo Tlate-
loco, conoció estas fotografías incompletas del Museo y las cita en Tlatelolco
X-41. Pero quizá por estar incompletas sólo las utiliza al hablar de Atizapan
y Tepiton. En nuestras notas citamos los trabajos de Barlow como Tlat. y
damos el número y la página.
8) Olaguíbel, Manuel de.—La Ciudad de México y el Distrito Federal. Toluca,
1898. Dice también que esta acequia formaba el límite entre las dos ciudades,
p. 28 y sobre ella estaba el Puente de Tezontlali y el del Clérigo.
9) Sahagún, Fray Bernardino.—Historia General de las cosas de Nueva España.
Edición Robredo. México, 1938.
48
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37
10 DE LA NOBILISIMA CIUDA.
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1 -j-j* r/Já«o/wz dicha .v~**ó*>M¿* eirelrd para
ida. faaúieitn ;-
10) IxtliIxochitl, Fernando.—Obras históricas de Dn. Méx. 1891.
11) Tezozomoc, F. Alvarado.—Crónica Mexicayotl. Méx. 1949.
Crónica Mexicana. Méx. 1878.
12) Durán, Fray Diego.—Historia de las Indias de Nueva España.—Méx. 1867.
13) Torquemada, Fray Juan de.—Monarchía Indiana. Madrid, 1723.
14) Aubin, J. M.—Histoire de la Nation Mexicaine, etc. París, 1893.
15) Códice Osuna.—Madrid, 1878.
16) Alcocer, Ignacio.—Apuntes sobre la Antigua México-Tenochtitlán. Inst. Pa-
namer. de Geogr. e Hist. Tacubaya, 1935.
17) Cortés, Hernán.—Cartas de Relación. Calpe, Madrid. 1922.
17 bis) Sigüenza y Góngora Carlos.—Relaciones Históricas. Biblioteca del Estu
diante Universitario. México, 1954.
18) Icazbalceta J. G.—Historia de los Mexicanos por sus pinturas. Nueva Col.
de documentos. Vol. III. México, 1891.
19) Acosta, Joseph de.—Historia Natural y Moral de las Indias.—Madrid, 1894.
20) Tlalocan. Published by The House of Tlaloc, Sacramento, Cal., desde 1943.
Importantes artículos y traducciones de Barlow y B. McAffee.
21) Toussaint, M.—Gómez de Orozco, F. y Fernández J. Planos de la Ciudad de
México, Mx:x. 1938. Aunque no estamos de acuerdo completamente con la lo
calización que hacen estos autores del Plano llamado “en papel de maguey”,
es un importante estudio sobre la localización actual de los barrios de Tlatelolco.
22) Rendón, Silvia.—Ordenanza del Señor Cuauhtémoc. M.A.R.I., Philolqgica
and Documentar}- Studies, Vol. II-2. New Orleans, 1952. Véanse ademá^M
estudios de Barlow.
23) Jiménez Moreno, W.—Illa. Relación de Chimalpahin. En Zavala, S. Dn. Feo.
del Paso y Troncoso, pág. 565. México, 1938.
24) Anales de Tlatelolco y Códice de Tlatelolco. Fuentes para la Historia de Mé
xico, -2- Ed. Salvador Toscano. México, 1948.
49 Mem. Acad. —•
APENDICES
APENDICE I
• British Museum Mss. Cat. Add. 13994. Cédulas Reales y ottros papeles tocantes
a las Indias. 1523-1639. El Microfilm que obtuve por cortesía del B. M. quedo
depositado en el Museo Nacional de Historia. El “Memorial” empieza en el fol. 220.
50
—del barrio de cihueteocaltitlan fue merino
Joan francisco deue veynte y seys pesos y tres
tomines .................................................................. 26 ps. 3 ts.
—Del barrio de teocaltitlan fué merino banta-
sar (sic) bonifacio difunto, murió del mes
de setiembre y deuía sesenta y ocho pesos y
m° (medio) tomín............................................... 68 ps. m°
—del barrio de taquicaltitlán fué merinos Joan
niculás y agustín Josep deuen ciento y diez
pesos y cinco tomines......................................... 110 ps. 5 ts.
—del barrio de atlampa fué merino miguel pe-
rez deue quince pesos y siete tomines .......... 15 ps. 7 ts.
—barrio de San Xpoual fué merino malchior
diego deue quarenta y tres pesos y seys to
mines .................................................................... 43 ps. 6 ts.
—del barrio de hueyaztacalco fué merino an-
drés miguel deue veynte pesos y cinco tomines. 20 ps. 5 ts.
—del barrio de tlacocomoco fué merino Joan
ypolito. deue quarenta y nueue pesos y medio. 49 ps. m*
—del barrio de amanalco fué merino andrés
diego, deue setenta y nueue pesos y tres to
mines .................................................................... 79 ps. 3 ts.
—Del barrio de petitlán. fué merino mateo
Juárez, deue sesenta y nueue pesos y medio.. 69 ps. m°
—del barrio de atrapan fué merino diego de
la cruz, deue cincuenta y ocho pesos y cinco
tomines y medio................................................. 58 ps. 5 ts. m°
—del barrio de tlatilco fué merino d. pedro
de santiago deue veynte pesos y siete tomines
y medio ................................................................ 20 ps. 7 ts. m®
—xihuitoco barrio fué merino diego simón de
ue setenta y ocho pesos' y vn tomín................. 78 ps. 1 ts.
—tequixquipan barrio, fué merino mateo Juá
rez. deue treynta y tres pesos tres tomines
y medio ...................... 33 ps. 3 ts. m°
—del barrio de xollohco fueron merinos ma-
tías de la cruz y niculás melchior deue setenta
y vn pesos y seys tomines................................. 71 ps. 6ts.
51
—del barrio de acatla. fueron merinos Joan ma
teo y agustín de morales y miguel de la cruz
deuen ciento y veynte y seys pesos y tres to
mines y medio ..................................................... 126 ps. 3ts. m*
—del barrio de xacalpá fueron merinos Joan
bapta. (Bautista), miguel Juárez, deuen cin
cuenta y cinco pesos y dos tomines................. 55 ps. 2 ts.
—de Chapultepec fueron merinos Joan baptis-
ta y Joan Jacinto, deuen seys pesos y cinco to
mines .................................................................... 6 ps. 5 ts.
—yaotlica. fue merino Josep bernabé deue
quatro pesos y quatro tomines ......................... 4 ps. 4 ts.
—huertas de popotlan. fueron merinos Joan
baptista y pedro buena bentura deue veynte
ps. y dos tomines ............................................... 20 ps. 2 ts.
—huertas de tlatzcayacac fueron merinos Fran
cisco miguel y Sebastián martín. deuen treynta
y tres pesos y tres tomines ........................... 33 ps. 3 ts.
—huertas de malcuitlapilco El merino que a
sido no parece y deue quarenta y tres pesos y
cinco tomines ....................................................... 43 ps. 5 ts.
—huertas de xometitlan. fue merino Joan fran
cisco y francisco felipe. deuen quarenta y ocho
pesos y seys tomines ......................................... 48 ps. 6 ts.
—huertas de totocalco fue merino xpoual Joan
deue siete pesos y cinco tomines y medio .... 7 ps. 5 ts. m°
—huertas de terrasas. fueron merinos Sebastián
Josep y Joan antonio. deue treynta y seys pesos
y seys tomines y medio..................................... 36 ps. 6 ts. m®
—de zacatlalmanco. Estancias, fueron (meri
nos) Miguel Joan y bernaldino. deue once pe
sos y quatro tomines y medio........................... 11 ps. 4ts. m®
—Estancias de acolco. fueron merinos Joan die
go y tomás mateo, deue dos pesos y 3 tomines. 2 ps. 3 ts.
—Estancias de tetacpilco fueron merinos felipe
martín y Joan marcos deue cempoallicmome pe
sos y huan Ey tomines y medio....................... 22 ps. 3 ts. m®
—Estancias de tlaliztacapá merino fue miguel.
deue veynte y tres pesos y tres tomines........ 23 ps. 3 ts.
52
D. San pablo, fueron alcaldes dó Josep de Santa maría
y don diego Juárez.
—del barrio de teocaltitlá. fué merino Joan-
diego. deue veynte y dos pesos y cinco tomines
y medio.................................................................. 22 ps. 5 ts. m°
—del barrio de tlachcuititlan fué merino Joan
bernabé y diego gerónimo. deuen ochenta y
quatro pesos y cinco tomines y medio............. 84 ps. 5 ts. m°
—del barrio de ateponazco fué merino andrés
franc° deue nouenta y quatro pesos y seys to
mines .................................................................... 94 ps. 6 ts.
—del barrio del soltenco fué merino Josep de
santiago y matías alonso de san miguel. deuen
ochenta y quatro pesos y vn tomín................... 84 ps. 11.
—del barrio de huitznahuatonco fueron meri
nos franc0 gaspar y franc° miguel. deuen ochen
ta y tres pesos y tres tomines......................... 83 ps. 3 ts.
—del barrio de tamazcaltitlan. fue merino Jo
an bernabé. deue sincuenta y tres pesos y cin
co tomines y medio............................................. 53 ps. 5 ts. m®
—del barrio de tezcamincá fué merino Joan de
salinas deue treynta y dos pesos....................... 32 ps.
—contzinco barrio, fué merino Joan de la
Cruz y Joan bernardino deuen setenta y ocho
pesos y seys tomines ......................................... 78 ps. 6 ts.
—barrio de ometochtitlan. fué merino agustín
de la cruz deuen sesenta y quatro pesos y seys
tomines .................................................................. 64 ps. 6 ts.
—del barrio de ocelotzotecontitla. deue sin
cuenta y un pesos y cinco tomines................. 51 ps. 5 ts.
—Del barrio de zoquipá fueron merinos matías
Joan y niculás mimetz (?) deuen setenta y qua
tro pesos y 2 tomines y medio......................... 74 ps. 2 ts. m°
—Estancias de atlacolpan. fué merino tomas
diego, deue once pesos y quatro tomines ... 11 ps. 4 ts.
—Estancias de huehuetlan. fué merino tomas
de aquino, deue treynta pesos y quatro (tomi
nes) ...................................................................... 30 ps. 4ts.
53
D. San Seuastián a los alcaldes que a(n) sido don
pedro de la cruz y miguel de santiago,
—del barrio de tomada fueron merinos joan
pabtista. y miguel de santiago y Joan xpoual.
deuen quarenta y seys pesos y tres tomines y
medio .................................................................... 46 ps. 3 ts. m’
—del barrio de coatlan fué merino miguel mel-
chior y Joan franc0 deue cincuenta pesos y
tres tomines ......................................................... 50 ps. 3 ts.
—del barrio de zacatla. merino andrés agust-
tín deue trevnta pesos y cinco tomines y me
dio ........................................................................ 30 ps. 5 ts. m®
del barrio de cuitlahuactoco merino Josep de
santiago y miguel pedro deuen treynta y sinco
pesos y seys tomines ......................................... 35 ps. 6 ts.
—del barrio de cotolco merinos ypólito franc®
y diego Juárez y Joan lorenzo deuen treynta
y ocho pesos y dos tomines............................... 38 ps. 2 ts.
—Estancias de yztacalco merinos Joan bapta.
y diego Juárez deuen quarenta y ocho pesos y
dos tomines ......................................................... 48 ps. 2 ts.
54
lipe deue quarenta y tres pesos y tomín y me
dio ................ 43 ps. 1 ts. m°
—del barrio de yztacalecan. merino, deue veyn-
te y seys pesos y tomín y medio..................... 26 ps. 1 ts. m°
—Estancia de tollan merino miguel pedro deue
seys pesos y dos tomines y medio................... 6 ps. 2 ts. m°
—Estancia de tezcacohuac merino felipe diego
deue veynte y cinco pesos y medio tomín.... 25 ps. m°
del añ'o de 1636 años a los alcaldes que a(n) sido nicu-
lás de medina y dó miguel de los ángeles, y
los que deuen. merinos
asta aquí comento el año
de 1636 años, rezagos
—barrio de tzapotla merino josep bautista.
deue treynta y cinco pesos ....,..................... 35 ps.
—del barrio de macpalxochititla merino deue
quatro pesos y seys tomines............................. 4ps. 6ts.
—del barrio de huehuecalco merino Joan mar-
tín deue treynta y cinco pesos y cinco tomi
nes ......................................................................... 35 ps. 5 ts.
—del barrio de cihuateocaltitlan deue andrés
de la cruz catorce pesos y cinco tomines .... 14 ps. 5 ts.
—del barrio de teocaltitlan. merino diego de la
cruz deue quarenta pesos................................... 40 ps.
—del barrio de tequicaltitlan merino pedro
marcos, franc0 josep deue nouenta y cinco
pesos y tres tomines........................................... 95 ps. 3 ts.
—del barrio de atlapa merino deue treze pe
sos y quatro tomines ......................................... 13 ps. 4 ts.
—del barrio de San Xpoual merino franc0 mi
guel deue treynta y seys pesos y cinco tomi
nes y medio .......................................................... 36 ps. 5 ts. m°
—barrio de hueyaztacalco merino d. Joan bap-
tista deue ocho pesos ......................................... 8 ps.
—del barrio de tlalcocomolco merino pedro lu
cas deue veynte y quatro pesos y seys tomines
y medio ................................................................ 24 ps. 6 ts. m°
—del barrio de amanalco merino Joan ma-
55
tías deue quarenta y nucue pesos y dos to
mines ...................................................................... 49 ps. 2 ts.
—del barrio de tepetitlan merino Joan diego
y Josep martín deue sinquenta y un ps° y
quatro tomines ................................................... 51 ps. 4 ts.
—del barrio de atigapan merino Joan franc®
deue veynte y seys pesos ................................. 26 ps.
—del barrio de tlatilco merino Pedro Joan
deue quatro pesos y quatro tomines y medio... 4 ps. 4 ts. m°
—del barrio de xihuitonco. Josep Joan meri
no deue sincuenta y nueue pesos y siete to
mines .................................................................... 59 ps. 7 ts.
—del barrio de tequixquiapan. merino mateo
lorenzo deue quarenta y cinco pesos y un tom. 45 ps. 1 ts.
—del barrio de neccaltitlan. merino agustín
niculás deue diez y siete pesos y siete tomi
nes y medio.......................................................... 17 ps. 7 ts. m®
—del barrio... xocolohco merino Joan martín
deue veynte y cinco pesos................................. 25 ps.
—barrio de acatla merino gaspar bernardino y
bartolomé franc° deue ciento y veynte y ocho
pesos y dos tomines ........................................... 128 ps. 2 ts.
—barrio de xacalpá merino Sebastián antonio
y Joan felipe deuen veynte y quatro pesos y
tres tomines ......................................................... 24 ps. 3 ts.
—huertas de popotla merino mateo Joan deue
quarenta y nueue pesos y seys tomines y medio 49 ps. 6 ts. m°
—huertas de tlatzcayacac merino deue treynta
y quatro pesos y siete tomines ....................... 34 ps. 7 ts.
—huertas de malcuitlapilco merino Josep die
go deue treynta y tres pesos y seys tomines y
medio .................................................................... 33 ps. 6 ts. m®
—huertas de xometitlá merino Josep agustín
deue treynta pesos y un tomín......................... 30 ps. 11. s
—huertas de fotocalco merino xpoual Joan de
ue quatro pesos ................................................. 4 ps.
—huertas de terrazas merino Josep agustín y
Joan pérez deue dies y siete pesos y seys to
mines y medio..................................................... 17 ps. 6ts.m®
56
I. H. — Tomo XV
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APENDICE I
—estancias de zacatlalmanco merino bernardi-
no baptista deue quatro pesos y tomín y medio 4 ps. 1 ts. m°
—Estancias de tetecpilco merino miguel felipe
y mateo Joan deue doce pesos y quatro tomines
y medio ................................................................ 12 ps. 4 ts. m°
—de tlaliztacapa merino Josep antonio deue
ocho pesos y dos tomines y medio................. 8 ps. 2 ts. m°
57
y melchior de la cruz y joan agustín deue se
tenta pesos y seys tomines ............................... 70 ps. 6ts.
Estancias de huehuetlan merino Joan diego de
ue veynte y cuatro pesos y un tomín............... 24 ps. 1 ts.
58
—Estancias de colhuacalzinco merino Joan mi-
guel y pedro miguel sinco pesos y tres tomi
nes y medio 5 ps. 3 ts. m°
—Estancias de tezcalcohuac merino Joan bap-
tista deue veynte pesos y vn tomín 20 ps. 11. s
—de colzuauhtepec. deue cinco pesos y tres
tomines ,...................... 5 ps. 3 ts.
APENDICE II
59
tos, y algunas construcciones así como algunos cerros que parecen quedar
más allá del albarradón, por lo que es probable que la parte superior del
mapa sea el oriente.
Lo más interesante del mapa es que todo el espacio, al sur del ca
mino, aparece divivido en fajas, como renglones, y en varias de estas
fajas hay jeroglíficos y nombres que concuerdan con los de los barrios
de México; y además están representados por sus símbolos que vemos
muy semejantes en el Códice Osuna (Fol. 38) los cuatro Campa de Te-
nochtitlán; Sn. Sebastián, por una flecha; Sta. María, por una corona; Sn.
Pablo, por una espada, y Sn. Juan, por un cáliz o copa.
Abajo de estos símbolos está una cabeza humana y en el renglón
siguiente una leyenda, de la que sólo leo: tlatlan.
En el renglón siguiente, que es donde el albarradón da vuelta ha
cia el poniente, hay una leyenda y un glifo ininteligible, que probable
mente corresponde con el lugar llamado Tetenantepotzco, “donde da vuel
ta la muralla”.
Más abajo está el jeroglífico de una casa, con una cuerda? que sale
de la puerta y siete puntos numerales. La leyenda dice Tlacochcalco.
En el renglón siguiente está un cerro con una mano en la cima. Di
ce Tepecoman (Peñafiel 72).
En el siguiente renglón un juego de pelota y el nombre Tlachtitlan.
En el siguiente, lo que parece una corriente de un liquido (sangre)
y el nombre Ezhuahuac.
Después hay una milpa con el símbolo de la palabra y el nombre Mil-
nahuac.
Luego una olla, con la mitad inferior negra o tiznada o semi llena
de un líquido y el nombre Nonoalco (Véanse ejemplos similares en Pe
ñafiel Nomenclatura geográfica de México, p. 54).
En el renglón siguiente Acozac. El glifo es de agua probablemente
de color amarillo. En este mismo renglón, pero del otro lado de la
muralla, está una flor y la leyenda Xuchihuacan. (Ver Peñafiel, p. 11
y Lám. 4). En el renglón siguiente un disco negro, con el glifo de la luna
y la leyenda Tlilhuacan; el jeroglífico está acompañado de 9 puntos y del
otro lado de la muralla está Tlacochcalco, representado por la casa y la
cuerda torcida, también acompañado de 9 puntos. Sigue Tlaltecayohua-
can, representado por la luna, sobre una milpa, y del otro lado de la
muralla Huitzillan, representado por la cabeza del colibrí, acompañada
de 9 puntos.
Sigue Tolnahuac. Su jeroglífico son unos tules y el simbolo de la
60
Mem. Acad. H. — Tomo XV
í_ .
APENDICE II—j.
APENDICE II—2.
Fragmento de un códice, que propuso en venta al Museo Nacional, el señor don Godofredo Velasco,
con domicilio en la casa N” 18 de las calles de Donato Guerra de esta ciudad.
palabra; del otro lado de la muralla está una cabeza humana y lo que
parece un astil de flecha, pero no hay leyenda.
Abajo está otra vez Nonohualco, con su jeroglífico, y del otro lado
de la muralla un cactli.
Después se repite Tepecovnan, luego Tlachtitlan, Ezhuahuac, Milna-
huac y por tercera vez Nonhualco. Del otro lado de la muralla hay un
recinto cerrado, como atrio y en medio una iglesia. Hay una leyenda
que no puedo leer (Jaleo huictotin?').
En el reverso, dividido también en fajas, aparecen los glifos de Tlil-
huacan, Tlatecayohuacan, Tolnahuac y Nonoalco, el segundo acompaña
do por 9 puntos, y una gran iglesia sobre la que hay 8 puntos. También
de este lado hay leyendas que no puedo leer. La más extensa empieza
“yn tlacocoya”, etc. Si se supiera el paradero actual de este manuscrito
se podrían obtener importantes informes sobre los barrios antiguos de
Tenochtitlán.
APENDICE III
PLANO DE 1580.
61
Este río se cruzaba en la Avenida Juárez por el Puente de Velazquez
y en la Calzada de Tacuba, por el Puente de Alvarado.
Toda la zona del plano corresponde a Sn. Juan Moyotlan y en el cen
tro se mencionan tres de sus barrios que ya hemos visto, aunque la loca
lización difiere de la que tenían en la época de Alzate. De Oriente a
Poniente son Tecpancaltitlán, Huehuecalco y Zapotlán. Por lo que vemos
que en 1580, una parte de Huehuecalco quedaba al oriente de Zapotlán
y no sólo al sur, que Tecpancaltitlán se prolongaba al oriente de Huehue
calco hasta ocupar parte de la Alameda.
Al Sur de estos barrios y separados de ellos por lo que parece ser
la calle del Ayuntamiento o la del Art. 123, se mensionan de oriente a po
niente la “Lechería del Sapo” que debe haber quedado en Tecpancaltitlán,
Tloxilpa y Atlampa (de Sn. Juan) con la Capilla de la Candelaria.
62
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tUCAltPTuS
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APENDICE III.—Plano de 1.580.
El Cacique Vidaurri y el
Presidente Comonfort
Por el Ing. Don Vito Alessio Robles.
64
Anna, sin tener ninguna connivencia con los que proclamaron el Plan de
Ayutla. Se apoderó de la ciudad de Monterrey y se autonombró gober
nador y comandante militar de Nuevo León. Sus subordinados expulsa
ron de Saltillo al general Güitián y al gobernador centralista Cardona y
pretendió unir todo el territorio de Coahuila al de Nuevo León.
Los vecinos de Saltillo, para salvarse de las garras de Vidaurri,
proclamaron el Plan de Ayutla, pero el señor feudal neoleonés, socarro
namente paró el golpe con una carta dirigida al general Juan Alvarez,
que pinta a maravilla el carácter y las tendencias de este cacique. La
carta decía así:
65 Mem. Acad. — 5
daurri ejercería el mando militar y político de Coahuila mientras se
nombraba un gobernador interino, se convocaría a los pueblos de Coahuila
para que secundaran el acta con las anteriores resoluciones y que, expe
dida dicha convocatoria, Vidaurri designaría gobernador interino, cuyo
nombramiento debería recaer en un ciudadano de Coahuila.
Fue nombrado gobernador el licenciado Santiago Rodríguez, pero
Vidaurri, unas veces con presión y otras con halagos, logró que en mu
chas poblaciones de Coahuila se levantaran actas en las que se pedía la
incorporación a Nuevo León. Estos documentos le sirvieron para dic
tar omnímodamente, el 19 de febrero de 1856, el decreto que sigue:
66
gante epístola que el estatuto orgánico era un “monstruo” y que esperaba
que el supremo gobierno lo derogara.
Vino poco después el rompimiento. Un jefe militar, el coronel Gua
dalupe García, impidió en la línea divisoria entre México y los Estados
Unidos, el paso de un armamento que Vidaurri había comprado en el
vecino país del norte. El gobernador, que seguía llamándose de Nuevo
León y Coahuila, lanzó una protesta airada con fecha 25 de junio. El
gobierno federal le contestó en 5 de julio que “siendo la conducta del Sr.
coronel García conforme con las ideas del Supremo Gobierno, la apro
baba el excelentísimo Sr. Presidente.” Se le informaba que ese arma
mento debería quedar depositado en Matamoros, Tamaulipas. “El esta
do de inobediencia —agregaba el ministro de la Guerra— en que se halla
Vuestra Excelencia con el Supremo Gobierno de la nación, y que se con
firma con el lenguaje irrespetuoso que usa en sus comunicaciones ofi
ciales y las negativas que ellas contienen, no dan lugar a proporcionar a
V. E. recursos que sin duda serían contrarios a la causa nacional y al
orden, que está resuelto el Excmo. Sr. Presidente a sostener a todo
trance. Cuando V.E. reconozca en todas sus partes y acate las disposi
ciones supremas, como es debido, y en fin, cuando V.E. haya obsequiado
las que le tiene comunicadas para entregar el mando del gobierno de Coa
huila. del que aun no se desprende, puesto que en el rubro de sus comu
nicaciones se titula gobernador del mismo Estado y del de Nuevo León,
entonces no sólo permitiría la entrega del armamento, sino que se es
forzará en proporcionar cuantos recursos sean necesarios para hacer con
buen éxito, la guerra a los bárbaros, que tan preciso es emprender contra
ellos, para garantizar los intereses y la vida de los habitantes de Nuevo
León.”
oooooooo
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para ganarse la vida. Al fin, hubo de acomodarse como mesero en
una fonda.
Comonfort a cuyos oídos llegaron noticias de la penosa situación por
que atravesaba su leal adversario, y conocedor de sus grandes méritos,
en forma que no hería para nada la delicadeza del joven y valiente sol
dado, le envió una letra por valor de mil pesos, diciéndole que era un
obsequio particular suyo. Osollo, en atenta carta, contestó al presidente
manifestándole que agradecía su gran bondad y su noble rasgo, pero
que no estando de acuerdo con sus ideas políticas tenía la intención de
combatirlo en la primera oportunidad que se le presentara, diciendo que
en lo particular apreciaba sinceramente al jefe del ejecutivo.
Entre tanto y mientras el Congreso Constituyente, en medio de una
agitación muy grande, discutía los principios de la Constitución que ha
bría de regir al país, provocando gran inquietud los debates sobre la
libertad de cultos, en todas partes se preparaban movimientos armados y
las conspiraciones y denuncias estaban a la orden del día. Con este mo
tivo, menudeaban las expulsiones del país y sucesos que causaban gran
escándalo. La presidencia de Comonfort fue sumamente agitada, observán
dose en el titular actos de condescendencia y bondad sumas alternados
con otros de extraordinaria y hasta excesiva energía.
Fueron aprehendidos muchos conspiradores en Puebla, San Luis Po
tosí y Guanajuato. Se denunció otra conjura para una sublevación que
debería estallar en la ciudad de México el 16 de septiembre de 1856. El
15 del mismo mes, los habitantes capitalinos se sorprendieron con la
noticia de un pronunciamiento en el convento de San Francisco, en el
mismo corazón de la ciudad, sedición que el gobierno había hecho abortar
prendiendo a los culpables.
¿Qué había pasado? Un escritor de la época nos suministra los si
guientes datos: “Así llegó el 15 de septiembre. Pero en este día la po
blación quedó sorprendida con una escena que se le presentó a la vista.
Las puertas del convento de San Francisco estaban cerradas; los religio
sos que lo habitaban, se hallaban presos en él desde la noche anterior, y
una fuerza considerable de soldados custodiaba el edificio. ¿Qué había
sucedido allí? Según se aseguraba, un oficial (del batallón) de Inde
pendencia se había rebelado en la noche contra el gobierno, poniéndose
al frente de algunos soldados. ¿Y los religiosos? Se sospechaba que es
tuviesen complicados en el movimiento. El mayor del cuerpo de Inde
pendencia, D. Vicente Pagaza, en el parte que dió pocas horas después,
decía que: a las once y cuarto de la noche del 14 de septiembre, al reti
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rarse de su cuartel, que estaba en el mismo convento de San Francisco,
advirtió, al través de la reja, algunos hombres; que entonces mandó al
capitán D. Pedro Valdés, con quien iba, que fuese a la prevención por
una fuerza para apoderarse de los sospechosos; que distribuidos los sol
dados de manera que a ninguno dejasen salir, entró, acompañado del ca
pitán Valdés y de un número suficiente de nacionales, al interior del con
vento; que registrando éste, encontró en la celda del padre fray Alonso
Magnegracia, nueve individuos que se habían refugiado en ella, a los
cuales, con objeto de averiguar quiénes eran, les envió presos con el
capitán Valdés para que los entregase al oficial de guardia; pero que
encontrándolos, a poco libres, volvió a aprehenderlos y se dirigió a pregun
tar al expresado oficial de guardia el motivo por el cual les había dejado
en libertad; que la contestación fue:
“—Estoy pronunciado, —y exclamó—, amenazándolo con dos pisto
las: viva la religión, muera Comonfort.
“Que al escuchar ésto, preguntó a los nacionales si obedecían al
oficial rebelde o a él, a lo que respondieron con demostraciones de res
peto y obediencia, manifestándole que estaban a sus órdenes; que entonces
el oficial dijo a los nueve paisanos que fueran a armarse; que para evi
tar esto, corrió tras ellos, que el oficial le siguió amenazándolo con las
pistolas, que él entonces logró desarmarlo, como le desarmó después de
la espada, y, por último, que el orden quedó restablecido.”
Hasta aquí el parte oficial, inverosímil en muchos detalles. En la
mañana del día 15 se cateó todo el edificio. A las doce, el público que
se aglomeraba frente al convento, vió aparecer a un grupo de religiosos
con fuerte escolta de soldados. En un ómnibus de la policía fueron co
locados seis franciscanos y un clérigo, los nueve individuos que se refu
giaron en la celda de fray Magnegracia, aunque la gente decía que los
citados nueve individuos a quienes se acusaba del delito de sedición eran
los campaneros y los mozos del convento. A los presos se agregaron un
maestro de escuela y algunos estudiantes pobres a quienes se daba alo
jamiento en las celdas. Veintiún presos fueron conducidos a la cárcel
de la Diputación.
Con gran escándalo de las gentes, en aquella época, el 16 de sep
tiembre se publicó un decreto del presidente Comonfort, en el que se ex
presaba que con acuerdo unánime del consejo de ministros disponía que
“para la mejora y embellecimiento de la capital, en el término de quince
días contados desde aquella fecha, quedase abierta la calle llamada Calle
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jón de Dolores, hasta salir y comunicar con la calle de San Juan de
Letrán, dándole el nombre de Calle de la Independencia”.
Por el mismo decreto se dispuso la demolición de los edificios y la
ocupación de los terrenos necesarios, por causa de utilidad pública y pre
via indemnización ajustada con los propietarios. Los edificios a que se
refería el decreto fueron la enfermería, la cocina, varias celdas y una
porción de la huerta del convento. No contento Comonfort con el decreto
citado, el día siguiente, 17, mandó publicar otro por el que suprimió el
convento de San Francisco, declarando bienes nacionales todas las pro
piedades del mismo monasterio.
Así, el presidente Comonfort, combatido a la vez por los radicales
del Congreso Constituyente y por los clericales, llevado de un extremo a
otro por fuerzas opuestas y contrarias, entre rasgos de gran bondad, no
bleza y hasta debilidad pasaba insólitamente a determinaciones de gran
energía, muchas veces injustificadas. Con estas oscilaciones, que se de
bían más que nada a su gran corazón y a su falta de carácter, y que
desconcertaban a todos, cuando él procuraba complacer a todo el mundo,
Comonfort iba enajenándose las voluntades de los liberales, de los mode
rados y de los conservadores.
Domeñadas unas tras otras varias sublevaciones, lograda cierta ar
monía convencional entre el presidente Comonfort y el Congreso Cons
tituyente, aplacado el caudillo Vidaurri y vencidas hasta cierto punto
las crónicas penurias del erario, parecía que la administración mexicana
habría de terminar el asendereado año de 1856 sin nuevas dificultades
que entorpecieran su difícil marcha.
Pero no fue así. Los conservadores continuaban mostrando su des
contento con peligrosas actividades, secundados por los elementos del
antiguo ejército que deseaban recuperar sus antiguos fueros y privile
gios. El general Tomás Mejía continuaba invencible en la sierra de
Querétaro sus movimientos revolucionarios de carácter militar iniciado
en Puebla el 20 de octubre de 1856.
Con un trabajo de zapa bien dirigido, dos coroneles, que habían to
mado parte muy activa en el anterior levantamiento de Puebla, lograron
minar la fidelidad de importantes grupos de la guarnición. Habían he
cho que los vecinos de Puebla pidieran al gobierno del centro la remo
ción del general Traconís, como jefe de las armas. Comonfort deseoso
de complacer a los poblanos, designó en su lugar al general José M. Gar
cía Conde, de reconocidas prendas personales por su educación y su ca
rácter conciliador. La entrega de la comandancia se efectuó en la tarde
70
del día 19 de octubre. En la madrugada siguiente, los coroneles a que
nos hemos referido y que eran Joaquín Orihuela y Miguel Miramón, se
apoderaron por medio de un golpe de audacia, de la plaza de Puebla.
Un cañonazo disparado a las cuatro de la mañana del 20 de octubre,
que era la señal de inteligencia de los sublevados, despertó al general
García Conde. Se vistió rápidamente, pero al descender las escaleras fue
hecho prisionero. I.a guardia estaba ya a las órdenes de Miramón y de
Francisco Velez, que habían sido conducidos presos por un capitán que
estaba de acuerdo con los sublevados. El subteniente de la guardia los
recibió sin reparos y ya en la parte alta del edificio, Vélez y Miramón lo
obligaron a entregar el santo y seña. Mientras tanto, el capitán, que
comandaba la compañía a la que pertenecían los soldados de la guardia,
la puso sobre las armas y tomó el mando de ella. Inmediatamente des
pués, todos los conjurados, que se agazapaban en las cercanías, hicieron
irrupción en la guardia principal. De allí se dirigieron al edificio de la
Alhóndiga, en donde se encontraba la fuerza de artillería, y como el co
mandante de la guardia estaba de acuerdo con ellos, les franqueó la en
trada, apoderándose en un momento de los cañones y municiones. En
la fortaleza de Loreto, los sargentos y tropa seducidos previamente, hi
cieron entrega de ella a Orihuela, quien desde luego mandó disparar el
cañonazo de inteligencia.
El plan de los defensores de la religión y de los fueros era muy
semejante a todos los que se han expedido en México: una requisitoria
contra los actos del gobierno, el cese del presidente de la república y la
ocupación del puesto por el jefe de las tropas sublevadas. Sólo han va
riado los nombres. En este caso, la presidencia estaba destinada a Orihuela.
Tres días después de haberse iniciado la rebelión, Comonfort pudo
mandar a Puebla cuatro mil soldados con treinta piezas de artillería, al
mando del general Tomás Moreno, enviando continuamente otros con
tingentes, reclutados y someramente organizados a gran prisa, a reforzar
a los primeros. Los sublevados que esperaban el arribo de otras fuerzas
pronunciadas, se mantuvieron firmes, y las tropas del gobierno pudieron
establecer sus líneas de asedio continuamente estorbados por sangrien
tos combates.
Pero el general Doblado hostilizó a las fuerzas de Mejía en la sierra
de Querétaro y éste no pudo marchar a Puebla. Osollo, que había re
gresado al país, se levantó con unos cuantos hombres en los llanos de
Apan y pudo llegar a corta distancia de Puebla la noche del 2 de di
ciembre, apoderándose de la ciudad de Tlaxcala.
71
A pesar de que dos días después de haber estallado la sublevación
de Puebla, la administración de Comonfort, por medio de su ministro
de gobernación el licenciado don José María Lafragua, lanzó un manifies
to en que acusaba a los facciosos de pretender desvirtuar la ley de 25 de
junio y de hacer creer al pueblo que la desamortización constituía una
prueba irrefragable de que el gobierno era enemigo de la iglesia, y ter
minaba con la confesión siguiente: “No, y mil veces no: el gobierno
actual es tan católico o más que los farisaicos defensores de la religión”,
a pesar, repetimos, de estas declaraciones, los sublevados se batieron con
valor y el sitio de Puebla duró cuarenta días.
Los defensores de la plaza, ignorantes de la aproximación de Osollo,
al amanecer del 3 de diciembre ofrecieron capitular por medio de don
José M. Fernández, pues los jefes, Orihuela y Miramón, como en ocasión
anterior, se habían ocultado. El jefe de los sitiadores, general Moreno,
que sí conocía la proximidad de Osollo, concedió grandes facilidades para
la capitulación, que muchos de los sublevados no cumplieron, marchando
a incorporarse a las fuerzas de Osollo. Orihuela fue capturado en San
Andrés Chalchicomula y se le pasó por las armas. Miramón pudo escapar.
Pero no pararon allí las inquietudes graves de Comonfort. La divi
sión a las órdenes del general Rosas Landa, sin conocimiento de su jefe,
se pronunció en la plaza de San Luis Potosí, en favor de la religión, el
10 de diciembre. Vidaurri, desde Monterrey, ofreció marchar a comba
tir a los sublevados. Osollo, con sus fuerzas, pudo arribar a San Luis
Potosí. El jefe de los pronunciados Manuel María Calvo impuso un
préstamo forzoso de ciento veinte mil pesos y después, el lo. de enero
de 1857, asaltó el consulado inglés apoderándose de doscientos cuarenta
mil pesos allí depositados. *
AI aproximarse las fuerzas del gobierno a las órdenes del general
Parrodi, los sublevados evacuaron la plaza de San Luis Potosí, marchando
hacia la sierra de Querétaro a unirse con Mejía. Fueron alcanzados en
la hacienda Tunas Blancas por las fuerzas del gobierno y batidos el 26
de enero. Nuevo alcance en las cercanías de la hacienda de La Esperanza,
en donde fueron definitivamente derrotados, perdiendo un brazo el coro
nel Osollo. Mientras tanto, el Gobernador disidente de San Luis Potosí,
Juan Othón, se apoderó nuevamente de la capital del Estado.
Mediaron otras muchas dificultades. El ministro de hacienda, Mi
guel Lerdo de Tejada, propuso al presidente algunas medidas para ob
tener recursos. Comonfort no quiso aceptarlas. Lerdo presentó su dimi
sión, pero los miembros del partido progresista levantaron una grita
72
contra la admisión de esta renuncia, y el presidente se vio compelido a
ceder.
La jura de la Constitución se efectuó el 8 de febrero de 1857. Pri
mero juró reconocer, guardar y hacer guardar la constitución el vicepre
sidente León Guzmán. En seguida todos los diputados. El constituyente
Francisco Zarco leyó después el manifiesto que debía preceder a la cons
titución. Acto continuo, el presidente Comonfort, acompañado por sus
ministros, entró al salón de sesiones y prestó también el juramento.
La tormenta subió de punto al expedir el gobierno su decreto de
17 de marzo por el que dispuso que todos los funcionarios y empleados
públicos deberían jurar la constitución. Las protestas arreciaron y mu
chos empleados se negaron resueltamente a firmar las actas de juramento.
El clero hizo saber que los fieles que jurasen la constitución por ese solo
hecho se separaban de la iglesia católica.
Había llegado a conocimiento de los miembros del gobierno que el
presidente de la república no sería recibido solemnemente en los oficios
divinos que se celebrarían el jueves y el viernes santo. El gobernador del
Distrito Federal, don Juan José Baz, que había sido discípulo del arzo
bispo don Lázaro de la Garza, le dirigió una carta particular inquiriendo
lo que hubiera sobre el asunto. La respuesta fue rotunda y clara: ‘‘Ni por
escrito ni de palabra he tratado con persona alguna de tu asistencia al
mismo templo en los días que me dices; más entiendo que debes omitirla.”
Baz, que era violento, se empeñó en asistir y dirigió nota oficial al
arzobispo manifestándole que, no pudiendo asistir en persona el presiden
te Comonfort, él asistiría en su representación. El arzobispo, que era enér
gico, ratificó el contenido de su carta anterior, diciendo que la presencia
de las autoridades provocaría escándalo entre los fieles. El 9 de abril,
que era jueves santo, el gobernador Baz, en unión de los miembros del
ayuntamiento, bajo mazas, se presentó a las puertas de la catedral. Dos
canónigos le manifestaron que no se le podía recibir porque tal era la
orden del arzobispo. El atrio y la plaza se llenaron de gente. Hombres y
mujeres profirieron gritos sediciosos. Dos o tres policías dispararon al
aire. Los canónigos se refugiaron en el coro. Baz dispuso que algunas
fuerzas rodearan la catedral y el sagrario, y hubo de retirarse a las casas
consistoriales.
El 12 de abril, pasada la semana mayor, el ministro de Justicia don
José María Iglesias pasó una nota al arzobispo en que hacía mención al
desaire que había recibido la autoridad, expresando que la falta había si
do tan grave que ameritaba su destierro del país, pero que teniendo pre
73
sentes la avanzada edad del arzobispo, el mal estado de su salud y el res
peto que merecían sus virtudes privadas, el presidente limitaba la pena
a que permaneciera preso en el palacio arzobispal hasta nueva orden. Los
canónigos fueron capturados y conducidos presos a la sala capitular del
ayuntamiento. Dos días después, Comonfort mandó ponerlos en libertad.
El año de 1857 deberían efectuarse elecciones de diputados v de pre
sidente de la república. El 11 de abril, el gobierno publicó la ley sobre
obvenciones parroquiales que aumentó el descontento del clero. L.os
movimientos sediciosos estaban a la orden del día lo mismo que las cons
piraciones y los cambios frecuentes en el gabinete. Mejía continuaba le
vantado en armas en la sierra de Querétaro. Vidaurri pudo desalojar de
la plaza de San Luis Potosí a los rebeldes. En Sonora se registró una in
vasión de filibusteros encabezada por el norteamericano Crabb. Las po
blaciones del norte estaban a merced de los indios salvajes. La hacienda
pública completamente desquiciada.
A Comonfort le cupo el honor de inaugurar el primer tramo de vía
férrea construido en el país. El 4 de julio, el presidente acompañado por
sus ministros subió a un carro de ferrocarril que debería conducirlo a la
ciudad de Guadalupe Hidalgo, distante cuatro kilómetros. El recorrido
se hizo en veinte minutos.
El 16 de septiembre debió haberse reunido el primer congreso cons
titucional y en el mismo expiraron las facultades extraordinarias de que
estaba investido Comonfort. Todos los ministros habían presentado su
dimisión desde la víspera, quedando los oficiales mayores a cargo de sus
respectivos ministerios. Pero el congreso sólo pudo instalarse hasta el
7 de octubre. El 12 del mismo mes se presentaron en el congreso todos
los oficiales mayores, y uno de ellos Cortés Esparza, habló a nombre del
poder ejecutivo, leyendo una iniciativa de ley en que se hacía una triste
reseña del estado que guardaba el país. Expresaba que aun cuando el
gobierno había acatado y obedecido la constitución, conocía y compren
día que no era conforme con la voluntad del país y que envolvía gérme
nes de desorden y desunión, haciéndolo conocer ante los legítimos repre
sentantes del pueblo, para que éstos hicieran las reformas indispensables.
Comonfort pedía facultades extraordinarias para el arreglo de la hacien
da pública y para disponer de todas las fuerzas militares de la república.
El 18 de noviembre el congreso hizo la declaratoria de que Comonfort
había sido electo presidente constitucional de la república. El lo. de di
ciembre se efectuó la toma de posesión. Comonfort, arrodillado ante un
crucifijo y con la mano sobre los evangelios, juró desempeñar su cargo
74
“conforme a la constitución”, y luego leyó un breve discurso, en que
habló sobre la necesidad de apurar remedios para la salvación del país,
agregando: “El más eficaz de estos será hacer al código fundamental
saludables y convenientes reformas.”
Antes de que presentara Comonfort el juramento de ley, el lo. de di
ciembre de 1857, como presidente constitucional de la república, corrían
muchos rumores de que éste estaba dispuesto a no tomar posesión de su
cargo si no se le concedían facultades extraordinarias para poder domi
nar la difícil situación por la que atravesaba el país. Esas facultades le
fueron concedidas por un término de seis meses. A pesar de esa concesión,
Comonfort opinaba que con entero apego a la constitución recién expe
dida érale imposible gobernar, y los rumores más contradictorios se
guían corriendo sobre su actitud verdaderamente desconcertante...
Todos los habitantes de la ciudad de México quedaron sorprendidos
al mirar los muros materialmente tapizados con las hojas impresas que
contenían el Plan de Tacubaya, que forjaron las tropas de la brigada de
Zuloaga y que fue secundado por toda la guarnición de la capital. Esto
acontecía el 17 de diciembre de 1857.
En el plan se expresaba que el país tenía necesidad de leyes que se
conformaran a sus usos y costumbres y al desenvolvimiento de sus ele
mentos de riqueza y prosperidad; que la fuerza armada no debía sostener
lo que la nación repudiaba, sino por el contrario, ser el apoyo más firme
y el escudo de la voluntad popular, y que estando ésta bien manifiesta,
se declaraba que desde la fecha indicada cesaba de regir en la república
la Constitución de 1857; que debiendo acatarse el voto del pueblo que
eligió a Comonfort, éste continuaría encargado del mando supremo con
facultades omnímodas: que a los tres meses de adoptado aquel plan por
los Estados, el encargado del poder ejecutivo convocaría a un congreso ex
traordinario que tendría por única misión la de formar una constitución
que se conformase con la voluntad popular, y que ésta, antes de promul
garse, se sujetaría por el gobierno al voto de los habitantes de la re
pública. ..
La situación del presidente Comonfort, después del golpe de estado
era verdaderamente crítica. En muchos Estados los gobernadores habían
levantado la bandera de la Constitución, en otros, los que le habían ofre
cido apoyarlo, le volvieron las espaldas. Los generales que habían inicia
do el plan de Tacubaya lo urgían para que se echase resueltamente en
brazos del clero.
En aquellos críticos momentos era necesario asirse de un clavo ar
75
diente. Su consejero principal, don Manuel Payno, ministro de Hacien
da, dirigió el 23 de diciembre de 1857 una carta a don Santiago Vidaurri,
procónsul de Nuevo León y Coahuila, instándolo para que secundase el
golpe de estado. Esta carta y la altiva contestación del cacique fronterizo
son poco conocidas. La primera dice:
“Mi querido amigo.—A luengas tierras, luengas mentiras. Como de
tantos y tan diversos modos escribirán a usted lo que ha pasado, voy,
como amigo, a contarle la verdad.
“El 23 de noviembre me llamó a conferenciar el Excelentísimo Sr.
Presidente sobre la situación crítica de la nación; y después de discurrir
de cuantas maneras es posible, tomó la firme resolución de separarse del
gobierno y no jurar la Constitución el próximo 30 de noviembre. Volvi
mos a hablar de nuevo, y persistiendo en la resolución, se hicieron los
preparativos necesarios para dejar cubiertas las cantidades que bajo su
responsabilidad se habían pedido al comercio para las atenciones de la
Tesorería General, compromisos que sabe usted se contraen forzosamente
en un puesto público. Dueño yo de este secreto, me puse de acuerdo
con el general Zuloaga y D. Juan José Baz, y escribimos en este sentido
a San Luis, Veracruz, Puebla, Morelia y otros puntos, reservándome
hacerlo a usted cuando tuviese noticia de la opinión que se formase en los
puntos más inmediatos. Mi idea era uniformar la opinión de las gentes
influyentes para evitar con la repentina ausencia del Sr. Comonfort una
guerra civil, y como consecuencia inmediata, la vuelta del general Santa
Anna. El Sr. Huerta, por una verdadera imprudencia, entregó mis cartas
y las de Zuloaga a la legislatura, y ésta las envió al Congreso General. En
tretanto se llamó al Sr. Doblado, y en largas conferencias que tuvimos de
lante del Sr. Presidente, se convino que se dirigirían al Congreso las inicia
tivas convenientes para la reforma de la Constitución. Se escribió de nuevo
a los Estados por Zuloaga y por mí, manifestando el sesgo que se pensaba
dar a la situación por el camino constitucional, y que el mismo Sr. Dobla
do marcharía a Guanajuato, y prepararía todas las cosas en el interior de
manera que si las iniciativas eran reprobadas, como se temía, entonces se
declarase insubsistente la Constitución y se convocaría en un término cor
to un nuevo Congreso, conservando el mando supremo el Sr. Comonfort.
“Arreglados así tan importantes asuntos, quedó sosegada la tormenta
que se anunciaba en el Congreso. El Sr. Doblado marchó llevando cuan
tos auxilios de armas y dinero le pidió al gobierno.
“Repentinamente cuando todo lo creíamos en calma y tranquilidad,
algunos diputados de Morelia me acusaron ante la Cámara: se exaltaron
76
las pasiones; se pidió mi prisión y se me entregó a la Sección del Gran
Jurado. Ante ese tribunal no tenía yo más que dos medios: o declarar y
y revelar las personas que me habían ayudado o reasumir toda la respon
sabilidad. Este partido me pareció el más decente, y así obre; pero la
guerra estaba declarada; y la desconfianza entre la Cámara y el Ejecu
tivo era muy marcada; y fue preciso que un cuerpo acabase con el otro.
Las tropas mismas, temerosas de la miseria y del desconcierto terrible
que se anunciaba, iniciaron el movimiento en Tacubaya. Todo lo verá
usted explicado en los impresos que le acompaño, y muy particularmente
en el manifiesto del Excelentísimo Sr. Presidente.
“Tales son los sucesos que han pasado.... Como usted me hizo la
confianza de decirme, al separarse de esta capital, que estaba resuelto a se
guir la marcha del Sr. Comonfort, y aun algo hablamos sobre los incon
venientes insuperables de la Constitución, le refiero todo lo que ha pasado
esperando que para evitar una reacción, no de sanas y buenas ideas sino
de venganzas y desórdenes, secunde el movimiento, continuando a la ca
beza de esos Estados, y conservando el orden y la paz: en lo que se hace
un positivo bien a los pueblos. ¿ Ha de haber siempre tan poco juicio que
los unos seamos precisamente verdugos y opresores de los otros? Sólo
con la verdadera tolerancia de opiniones y con consultar de buena fe
la opinión nacional, y gobernar conforme lo requieren sus hábitos y el
carácter de los habitantes, se logrará establecer un gobierno justo, sabio
y popular... Salúdeme usted con el mayor afecto al Sr. Galindo, y es
criba con toda franqueza cuanto guste a su atento y afectísimo amigo Q.
B.S.M.—M. Payno.”
La contestación de don Santiago Vidaurri no pudo ser ni más agria
ni más clara:
“Monterrey, Enero 6 de 1858.—Sr. Don Manuel Payno.—Si la carta
de usted de 23 del mes próximo pasado sólo se contrajera al empeño que
usted manifiesta de convencerme de que es nacional, justo, legítimo y
benéfico a la República lo que no es más que un crimen incalificable, bien
me abstendría de contestarle, porque yo tampoco habría de convencer a
usted al condenar el atentado de Tacubaya, de cuyos ridículos fundamentos
no queda ni sombra al considerar el espantoso porvenir que han prepa
rado a la patria los que se creen dueños y señores de ocho millones de
habitantes, y superiores a ellos en inteligencia y autoridad para cambiar
en un momento su ser político, lanzándolos a lo desconocido, a la anar
quía, en fin, a la guerra civil, cuyas consecuencias ¿quién puede calcu
lar...? Repito que no habría contestado a usted porque siendo, por su
77
misma confesión, uno de los principales autores y responsables de ese
malhadado movimiento ¿para qué contradecir una convicción ciega? Pe
ro como en dicha carta parece que trata usted de complicarme ante el
público, al menos como partícipe del pensamiento, ésto y no más ésto me
obliga a contestarla para desmentir semejante concepto. “Como usted me
hizo la confianza de decirme al separarse de esta capital que estaba re
suelto a seguir la marcha del Sr. Comonfort, y aun algo hablamos de los
inconvenientes insuperables de la Constitución, Tales son los con
ceptos que usted por malicia o descuido consigna en dicha carta, que estoy
cierto no he dado motivo para que se hayan formado con relación a mi
persona. No dije a usted que estaba resuelto a seguir la marcha del Sr.
Comonfort, porque ésto habría sido una imbecilidad al tener más con
fianza en un hombre expuesto, por su naturaleza, a cambiar, que en los
principios que de suyo son inmutables. Lo que dije a usted fué lo que
de esa capital escribí a todos los Estados donde tengo relaciones amisto
sas, esto es, que sostuviéramos al Sr. Comonfort en el poder y que lo eli
giéramos presidente constitucional a costa de las otras candidaturas y en
obsequio de la paz. No fué poca la resistencia que me opusieron mis me
jores amigos, pero al fin logré vencerlos, y ahora tengo que ruborizarme
de mi necedad que sólo hace disculpable la buena fe con que de esa ma
nera quise evitar la revolución que indudablemente hubiera hecho el Sr.
Comonfort si no hubiera resultado electo presidente; porque, según lo
visto, su ambición se va más allá del límite que todo pueblo tiene derecho
a poner a su primer magistrado. Resulta, pues, que haber dicho usted,
no en confianza, porque esto supone secreto, y el secreto regularmente en
cubre miras torcidas, sino lo mismo que hice saber a todos los liberales,
en cuyo número suponía a usted, que sostuviéramos al Sr. Comonfort y
lo votáramos para la presidencia, ni remotamente incluye un cambio tan
monstruoso como es el de saltar del terreno legal al de la arbitrariedad;
por el contrario, aquellos conceptos entrañaban necesariamente la idea de
Ayutla siendo el Sr. Comonfort presidente provisional, y la idea consti
tucional si resultaba electo, como resultó por desgracia de México: ¿ Cómo,
pues, se atreve usted a hacerme aparecer como miserable intrigante y
refractario? No recuerdo haber hablado con usted sobre los inconvenien
tes insuperables de la constitución; mas si lo hice, dando a usted en ésto
crédito, no podrá usted afirmar que yo propusiera lo que ustedes han
hecho en Tacubaya. Lo que hay de cierto, Sr. Payno, es que usted, como
muchos otros señores de esa capital, creen que fuera de ella no hay inte
ligencia ni rectitud en las obras, sino que todo lo grande y bueno está den
78
tro de México, cuando cada día se nos dan testimonios de que esto es al
revés.
“En cuanto a la obra magna de Tacubaya gócense ustedes en ella;
y bien merecerán los Estados sus consecuencias si no saben hacer lo que
la ocasión les ofrece: ceñir con sus fuerzas ese foco de maldad y de per
dición, y hacer sentir la guerra y sus efectos sobre los fabricadores de
revoluciones y ridículos intérpretes de la voluntad nacional. Es evidente
que no agradará a usted mucho esta contestación, pero yo no sé más
lenguaje que el de la verdad. Por otra parte, no necesitaba tanto tiempo
como estuve en México para conocer a usted en conjunto y en todos
sus pormenores. A pesar de todo me repito su servidor que B. S. M.—
Santiago Vidaurri.”
Los generales Doblado y Parrodi que habían ofrecido ayudar al pre
sidente Comonfort en su intento de reformar la Constitución, se habían
coligado contra él. Lo mismo hicieron otros muchos. Pero Comonfort no
perdía la fe. Mientras contara con los Estados de Veracruz y de Puebla
y la brigada al mando del general Zuloaga, que era su compadre, su amigo
y le debía la vida y miles de consideraciones, le permaneciera fiel, Comon
fort permanecía tranquilo a pesar de tantas defecciones, y se preparaba
para salir con cinco mil hombres al interior de la república para domeñar
a sus enemigos. ¡ Lo había efectuado muchas veces y en todas la victoria
le había sonreído!
Sin embargo, el descontento y la desconfianza eran generales. El
clero les hacía una guerra subterránea con motivo de que los bienes adju
dicados a algunas personas no habían sido devueltos a la iglesia, a pesar
de haberse suspendido los efectos de la Constitución. Y el disgusto tras
cendía a los jefes y oficiales que habían proclamado el plan de Tacubaya.
Lo mismo acontecía con muchos jefes que habían secundado sus miras,
pero éstos últimos murmuraban sobre la inacción de Comonfort, asegu
rando que éste se inclinaba al retroceso y estaba en vísperas de ser do
minado por el clero.
Comonfort recibió un mensaje que le envió Gutiérrez Zamora desde
Veracruz. Decíale que se advertía en la plaza mucha inquietud; que la
carencia de noticias tenía alarmados a todos. Se envió un comisionado
a Veracruz, quién informó telegráficamente que todas las fuerzas de la
guarnición en el Estado se habían despronunciado. Fué un golpe de
muerte para Comonfort, quién exclamó con amargura:
—Estamos perdidos.
Este golpe acabó de decidir a los jefes que habían proclamado el
79
plan de Tacubaya. Desde aquellos momentos ya no se podía contar con
nadie ni tener fe en ninguno. Todos se miraban con suma desconfianza.
El 11 de enero de 1858 se inició este movimiento contra Comonfort
emprendido por las mismas fuerzas que lo habían encampanado en la
peligrosa aventura. Sin embargo, las tropas de los cuarteles de Palacio,
de San Francisco y de la Santísima le permanecían fieles.
Con gran sorpresa de todos se vió llegar a la puertas del Palacio Na
cional al general Zuloaga. Fue conducido a presencia de Comonfort, a
quien explicó que el movimiento se había efectuado sin conocimiento suyo.
Sobre el particular expresa Payno lo que sigue:
“El general D. Miguel Echegaray era el designado para mandar en
jefe, y en esto se suponía que estaban de acuerdo tanto las tropas pronun
ciadas como las que estaban en Palacio y otros puntos a las órdenes inme
diatas del Sr. Comonfort, el cual, sea porque pensase llevar adelante su
plan de separarse del mando o por cualquiera otra razón, el caso es que per
mitió al Sr. Zuloaga que se retirase del Palacio; pero a mi modo de ver
fue porque en último caso prefirió que él fuese el general en jefe de las
tropas contrarias, y no los señores Osollo o Mi ramón, que estaban con
algunas fuerzas cerca de México, y que deberían incorporarse de un mo
mento a otro con las de Santo Domingo...”
Comonfort mandó poner en estado de defensa el Palacio Nacional,
montó a caballo y recorrió toda la línea que ocupaban las tropas leales.
Se establecieron fuertes guarniciones en los edificios de la Acordada y el
Hospicio y se inició la lucha. A la una de la tarde del día 14, los repi
ques de las Iglesias ocupadas por los rebeldes anunciaron que habían en
trado a la plaza los jóvenes Luis G. Osollo y Miguel Miramón. Se inicia
ron pláticas de avenimiento entre Comonfort y Zuloaga, que no dieron
ningún resultado satisfactorio. Sólo pudo celebrarse un corto armisticio.
El 18 y 19 de enero se registró un duelo de artillería entre las bate
rías situadas en la Ciudadela y en el Palacio Nacional. En la mañana del
20, unas columnas mandadas por Osollo y Miramón se lanzaron al asalto
de la Acordada que estaba defendida por fuerzas a las órdenes del coman
dante de artillería Manuel Balbontín. El combate fué reñido, pero al fin
fueron expugnados el Hospicio y la Acordada, habiendo sido rechazados
unos refuerzos que mandó Comonfort. Los rebeldes se apoderaron tam
bién de la Iglesia de la Santa Veracruz y del Hospital de San Juan de Dios.
Mientras tanto, el general Zuloaga, jefe de las fuerzas rebeldes había
sido electo por el Consejo de Gobierno, Presidente interino de la república.
La situación era insostenible para Comonfort. Sin embargo, a las tres
80
de la mañana del día 21 recorrió toda la línea, encontrándola casi abando
nada. Mandó un parlamentario al General Parra, que se encontraba en
Santo Domingo, a darle aviso que saldría de la ciudad, pues no quería que
su marcha se interpretara como una fuga. Parra transmitió el aviso a Zu-
loaga, quien ordenó que se le dejase salir sin hostilizarlo. Comonfort,
con las pocas fuerzas que le quedaron fieles, salió del Palacio Nacional,
torció por las calles de la Moneda y tomó el camino de Puebla.
Apenas había rebasado la garita de San Lázaro, el coronel Valero
que mandaba el 5o. regimiento de caballería, lanzó el grito de “viva la re
ligión” y regresó a México con los lanceros de Oaxaca. En Ayotla, encon
tró Comonfort unas fuerzas que decidieron acompañarle, pero allí reci
bió recado del general Echegaray, jefe de las fuerzas de Puebla. Le par
ticipaba que si pretendía pasar por la ciudad mencionada sería recibido
hostilmente.
Desde el momento en que Zuloaga desconoció a Comonfort. éste puso
en libertad a don Benito Juárez, quien se dirigió a Querétaro. La coalición
de los gobernadores de Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Veracruz y de
otros Estados lo reconoció como la primera autoridad del país.
Al pasar por Jalapa, Comonfort expidió un manifiesto fechado el 2
de febrero, en que recomendaba la unión a todos los mexicanos. Se em
barcó en Veracruz el 7 del mismo mes.
Mientras Comonfort, abandonado y execrado por todos, llevaba una
vida dura en el destierro, sobrellevando miles de privaciones en un medio
difícil, México era presa de los horrores de la guerra civil con su cauda
de atropellos de todo género. Juárez, por una parte, mantenía en alto
la bandera constitucional y alentaba vigorosamente el espíritu de la refor
ma. Por la otra, el general Félix Zuloaga, remedo de presidente de los
conservadores, sentía a cada momento los bamboleos de la silla presiden
cial con el pronunciamiento de Robles Pezuela y con las violencias del
joven caudillo Miramón, que llegó a desposeerlo de su cargo, llevándoselo
prisionero para que “aprendiera cómo se ganan las presidencias.”
La lucha duró tres largos años, desangrando y empobreciendo al país.
Al fin, con los triunfos de Silao y Calpulálpan obtenidos por las tropas a
las órdenes del general González Ortega, el presidente Juárez pudo res
tablecer su gobierno en la ciudad de México, haciendo su entrada el 12
de enero de 1861.
Comonfort, que no se había enriquecido como jefe de la revolución
de Ayutla ni como presidente de la república, soportaba los rigores de la
pobreza con la mayor dignidad en Estados Unidos del Norte. Agobiado
Mem. Acad. — 6
81
por la miseria, por las enfermedades y por los peligros de la guerra de
Secesión que se iniciaba en el vecino país del Norte, pidió asilo a uno
de sus más acérrimos enemigos, el general Vidaurri, gobernador de
Nuevo León y Coahuila, quien generosamente se lo concedió.
Vidaurri, el 4 de julio de 1861, comunicó lo anterior al presidente
Juárez. Refiriéndose a Comonfort, expresó: “La guerra, la fiebre ama
rilla, y según he llegado a entender, la escasez de recursos, lo han estre
chado a dejar el país en que vivía, y buscar para él y su familia un pal
mo de tierra en su patria, el que le he concedido porque no veo en esto el
menor peligro.”
Sin ninguna contestación de Juárez, el ministerio de Gobernación
expidió con fecha 15 de julio una orden terminante a Vidaurri para que
aprehendiera y remitiese a Comonfort a la capital para que fuera juzgado
por el golpe de estado. En carta fechada el 9 de agosto, el mismo Vidaurri
se dirigió a Juárez excitando su benevolencia en el caso de Comonfort,
diciendo: “Se me exige lo que no se exigiría de un particular sin envile
cerlo, esto es, que aprehenda al mismo a quien di un asilo... Además,
la salud del Sr. Comonfort está bastante quebrantada por causas físicas
y morales que ya no le era posible resistir fuera de la patria.” Terminaba
pidiendo no se le obligara a cometer una acción ruin. En carta, de 29 de
septiembre, el propio Vidaurri imploraba: “Por Dios, no se me exija que
me convierta en un Picaluga, pues mil veces moriría primero que man
charme con tal iniquidad.”
Pero Juárez, olvidando que Comonfort lo había nombrado ministro
y le había puesto libre, con rencor zapoteca continuaba exigiendo la
aprehensión y el envío de Comonfort. En larga carta fechada el 16 de
octubre, después de halagar a Vidaurri llamándolo “caudillo de la más
gloriosa revolución” y de insistir en la gran culpabilidad del expresidente,
le urgía el puntual cumplimiento de la orden de aprehensión.
Nueva carta de Vidaurri fechada el 31 de octubre, en que alega para
no cumplir la orden: “se me obliga a representar en este asunto un papel
degradante, si no a los ojos de los que así lo quieren, al menos a los
míos que son de los que me sirvo y no de otros, para regular mis actos.”
Por fin, las noticias llegadas a México de la probable concertación de
una alianza de España, Inglaterra y Francia, enderezada contra nuestro
país, salvaron a Comonfort de las garras de Juárez. Este último, al co
municarlo a Vidaurri, terminó su carta de lo. de noviembre con las si
guientes palabras: “Estamos en el caso de dejar por ahora nuestras di
ferencias de familia y de unirnos estrechamente haciendo un esfuerzo
82
poderoso para destruir los restos de la reacción y preparamos a la de
fensa de nuestra tierra.”
Vidaurri nombró a Comonfort gobernador y comandante militar de
Tamaulipas. Las tropas españolas, francesas e inglesas desembarcaron en
Veracruz. Las tropas mexicanas sostuvieron con buen éxito la batalla
del 5 de mayo contra las fuerzas francesas, que hubieron de replegarse a
Orizaba en espera de refuerzos, presentándose de nuevo frente a Puebla
mandadas por el general Forev a principios de 1863. Ya para entonces,
Comonfort, que había ofrecido sus servicios al gobierno de la república,
era comandante del cuerpo de ejército del Centro, integrado por unos
cinco mil reclutas. Este cuerpo se encontraba situado entre México y
Puebla, mientras el cuerpo de ejército de Oriente con un efectivo de más
de veinte mil hombres, guarnecía la última de las ciudades mencionadas y
preparaba obras de defensa contra un ataque de las fuerzas francesas.
Los dos cuerpos de ejército deberían cooperar a las defensas de las
ciudades de México y Puebla, pues el presidente de la república y su
ministro de la Guerra, el general don Miguel Blanco, creían absurdamen
te que cualquiera de las dos plazas podrían ser atacadas por los france
ses, ignorando con seguridad que la expugnación de Puebla debería pre
ceder forzosamente al ataque de la ciudad de México, ya que la primera
es por el rumbo del oriente la llave militar de la segunda y que hubiera
sido una gran locura por parte de Forey, lanzarse sobre la capital de la
república, dejando a Puebla con una gran guarnición a su retaguardia y
amenazando sus largas líneas de comunicaciones.
Sin embargo, prevaleció esa idea descabellada y por ello se dictaron
disposiciones incomprensibles, destruyéndose en lo absoluto la unidad
de mando y haciendo imposible toda cooperación entre los cuerpos de
ejército de Oriente y del Centro, ocasionando que el primero quedara
destruido por completo con todas sus armas, y que el segundo sufriera
una decisiva derrota que acabó con su moral.
Comonfort y González Ortega estaban completamente atados de ma
nos. El primero debería guardar la línea de comunicaciones entre Mé
xico y Puebla, que en realidad no estaba amenazada, auxiliar a González
Ortega con miles de taxativas e introducir víveres en la plaza sitiada,
operación dificilísima y expuesta al fracaso. Hubiera sido más útil que
Comonfort hubiera atacado diversos puntos de la larga línea de comuni
caciones entre Puebla y el puerto de Veracruz, pero tenía órdenes ter
minantes de no desamparar la línea entre México y Puebla.
83
AUí decidió enviar a Washington a una persona de reconocido ta
lento, como lo era su ministro de Relaciones Exteriores don Juan An
tonio de la Fuente. Con este motivo reorganizó su gabinete, el cual que
dó formado de la manera siguiente: Relaciones, don Manuel Doblado;
Guerra, don Ignacio Comonfort; Justicia, don Sebastián Lerdo de Te
jada, continuando en el ministerio de Hacienda don Higinio Núñ'ez.
Ya hemos visto la mala voluntad que Juárez guardaba para Comon
fort y la pésima opinión que este último tenía respecto de Doblado. Por
la correspondencia de Vidaurri y la del general don Miguel Blanco, que
era el anterior ministro de la Guerra y al que no debe confundirse con el
general del mismo nombre y apellido que sirvió al imperio, puede infe
rirse que en el nombramiento de Comonfort influyó en gran manera el
deseo de Juárez de granjearse la buena voluntad de Vidaurri. En efecto,
Comonfort guardaba gran gratitud al cacique de Nuevo León, y éste
pedía a gritos la remoción del general Blanco, a quien odiaba cordialmente.
Doblado, que tenía grandes resentimientos con don Francisco Zarco
y con don Manuel M. Zamacona, exigió) de Juárez que los confinase al
puerto de Matamoros. El presidente pareció acceder, pero luego reconsi
deró su acuerdo. Doblado dejó su renuncia sobre una mesa y marchó in
mediatamente a reasumir la gobernación de Guanajuato. Lerdo de Te
jada lo sustituyó y fue nombrado ministro de Justicia don José María
Iglesias.
Comonfort preparó en San Luis Potosí un plan de operaciones y,
deseando pasar revista a las tropas, salió de la transitoria capital el 11
de noviembre con una escolta de cien soldados de caballería. Desde San
Miguel el Grande el general Comonfort marchaba en una carretela abier
ta. El 14 de noviembre, una fuerza imperialista a las órdenes del general
Sebastián González Aguirre capturó un correo enviado por Comonfort
desde Chamacuero con destino a Celaya.
Enterado de los pliegos que portaba el correo, decidió establecer una
emboscada en el Molino de Soria, sitio por donde forzosamente debía
pasar Comonfort. Este, acompañado por varias personas todos civiles,
marchaba a la cabeza de la escolta. Los imperialistas, emboscados en las
alturas inmediatas se lanzaron sobre los republicanos, sin darles tiempo
para defenderse. A los primeros disparos, cayó muerto el expresiden
te Comonfort.
Los imperialistas quedaron dueños del campo, haciendo veinte muer
tos a la escolta de Comonfort. Los restantes huyeron hacia Chamacuero
85
hasta donde fueron perseguidos por los imperialistas, los que recogieron
el plan de campaña preparado por Comonfort, algunos documentos de
importancia, armas, municiones y caballos. Su muerte fue muy sentida
en las filas republicanas.
La historia ha tratado con rudeza a Comonfort, acusándolo de perjuro
por un golpe de estado, unos cuantos días después de haber prestado el
juramento de cumplir y hacer cumplir la nueva Constitución.
Después de tributarle elogios por su actuación honesta e inteligente
en el triunfo de la revolución de Ayutla, por su templanza en el desem
peño del cargo de presidente de la república, por su espíritu bondadoso
y sereno, por su honradez en el manejo de los fondos públicos y por el
valor desplegado en todos los combates para obtener la pacificación del
país, la historia descarga sus iras contra el presidente que, víctima de
sus arraigadas convicciones, fue sacrificado a la vez por los conservadores
y los progresistas, y hubo de marchar al destierro, pobre y desilusionado,
maldecido por todos, para volver a figurar en importantes cargos públicos
sólo para cosechar derrotas y encontrar una muerte gloriosa, en defen
sa de la patria.
Nadie puede negar el patriotismo y la honradez de don Ignacio Co
monfort. Sus méritos pesan más que sus errores, y estos últimos los
lavó con su sangre derramada en aras de la patria.
86
Luis de Carvajal (El Mozo)
Por el Doctor Don Alberto María Carreño.
El amor y el odio son los dos polos del eje sobre el cual gira la exis
tencia del mayor número de los seres humanos. El primero es creador;
destructor el segundo y ambos suelen originarse en dos sentimientos inex
tinguibles anhelos de bienestar económico por una parte; anhelos reli
giosos por la otra.
Durante la primera guerra que envolvió en sangrientos horrores al
mundo entero, el autor de estas consideraciones trató de comprobar y
cree haberlo conseguido, que son los intereses económicos la causa funda
mental de todas las guerras; y para demostrarlo recorrió la vida entera
de la humanidad y pudo ir colocando jalones que marcan el torturante
camino.
La segunda guerra mundial, las luchas que se han desarrollado des
pués y siguen desarrollándose han llevado a su espíritu nuevas compro
baciones de aquella dolorosa realidad. Es cierto que en cada ocasión hay
una apariencia ideal que se agita como glorioso estandarte; pero ésta sue
le ser únicamente el tenebroso manto con que se encubren bastardos
ogoísmos.
El sentimiento religioso suele ser más puro, más noble, más elevado;
pero en momentos llega a convertirse en fanatismo, esto es, en tenacidad
inquebrantable de mantener la propia idea religiosa, aunque para ello sea
necesario infligir daños a los opositores de aquel sentimiento.
La historia del pueblo de Israel es una comprobación de estos fenó
menos, que nos llevan a contemplar un caso extraordinario de religiosidad
no era cierto; y que juzgaba que su tío Luis, que era Gobernador en Ta-
maulipas, lo habia acusado calumniosamente.
Por ser menor de 25 años, el tribunal le indicó que debía nombrar un
curador o defensor, y designó al Lie. Gaspar de Valdés, quien le aconsejó
decir la verdad respecto de la acusación que en forma legal habia presen
tado el Fiscal quien, por cierto, tenía dos apellidos capaces de producir es
panto aun en corazones bien puestos. Lobo Guerrero. La confesión de la
verdad sería una valiosa atenuante para su causa.
Luis lo comprendió así; y en vez de aferrarse en negativas, como has
ta entonces la habia hecho, con lágrimas declaró que su padre “le dijo que
la ley de Moisés de los judíos era en la que éste se podía salvar, porque
era la ley que Dios había dado por su mano y que si éste quería ir por
camino de salvación y por el que él llevaba, que procurase ir por aquél;
y éste, espantado de aquella novedad, como mozo, le respondió simple
mente que le parecía cosa dura, pues todos los sabios del mundo guarda
ban la ley de Nuestro Señor Jesucristo, y le preguntó que le dijese si po
dría guardar ambas leyes, y el dicho su padre le respondió que no, sino
que sólo había de guardar la dicha ley de Moisés..{Proceso de Luis
de Carvajal (el Afoso). Talleres Gráficos de la Nación, p. 40.)
Aquellas inesperadas declaraciones de su padre lo movieron a for
mular preguntas semejantes a las que había hecho a éste, a su hermano
el dominico Fray Gaspar, quien le dió una respuesta contraria a la del
padre; lo cual produjo en su espíritu densas sombras que lo dejaron sin
saber qué camino debería seguir.
Es natural pensar que los tres añ'os pasados entre jesuítas ejercieron
una fuerte, muy fuerte influencia cristiana; luego escucha las palabras de
su hermano en confirmación de lo que le habían enseñado sus maestros
en Medina del Campo. ¡ Qué honda perturbación tenía que producirse en
sus ideas y en sus pensamientos!
Una inesperada cincunstancia iba a decidir su vocación y a señalarle
su camino. Refirió a sus jueces, que “estando en Panuco, compró a Juan
Rodríguez, vicario de allí, una Biblia en seis pesos, en la cual leía todas
estas cosas y otras y las iba aprendiendo y se le quedaban en la memoria,
porque el dicho su padre le dijo que todo lo que se le decía y enseñaba
de la dicha ley de Moisén estaba asi escrito en la Biblia...” (Op. cit. p. 47)
El sentimiento místico del mozo se avivó con esta lectura y desde en
tonces con toda diligencia comenzó a practicar esa ley en cuanto se lo per
mitían sus andanzas de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de provin
cia en provincia de la Nueva España.
89
La familia, por su lado, es fiel observante de la misma ley; y acaso
sin medir Luis el daño que puede hacerle, da a sus jueces menudos deta
lles de tal observancia. Y era peligrosa tan explícita confesión, porque una
parte del mundo se encontraba dividida por dos filosofías, como se en
cuentra hoy: una en contra de los judíos por la gran preponderancia
económica que habían logrado en distintas naciones de Europa; otra,
entre dos grupos de seguidores de las doctrinas de Lutero, de Calvino
y de otros reformistas.
Para poder medir el alcance de aquellas luchas basta ver en nuestro
tiempo los choques entre dos grupos de naciones que respectivamente pre
tenden ejercer hegemonía económica sobre la tierra, aunque ocultando sus
verdaderos propósitos, al agitar la bandera de las tres libertades: la polí
tica, la económica, la religiosa.
Por lo que respecta al problema religioso, el ateísmo y el protestan
tismo combaten al catolicismo y éste a los dos, tratando cada grupo de
sobreponerse definitivamente sobre el otro.
Existe además, un encono mayor entre comunistas y no comunistas,
porque se involucran al mismo tiempo el problema religioso y el problema
económico esto es, los dos factores que, como hemos visto, originan los
más grandes cataclismos entre los hombres.
Pero volviendo la vista a pasados siglos, encontramos que en Ingla
terra, por ejemplo, los judíos fueron por largos años los dominadores de
la vida económica hasta el grado de haber un tesorero especialmente desti
nado por la Corona para cobrar los impuestos, los gravísimos impuestos
decretados contra aquellos judíos a fin de contrarrestar su influencia y
en cambio aprovecharse de su habilidad y de su eficacia en el campo mer
cantil y financiero. Esa preponderancia les acarrearía después, como les
acarreó, ser expulsados del reino.
Ahora bien: por k> que se refiere a España el caso es diverso. Los
descendientes de Abraham, de Isaac y de Jacob penetran en ella desde los
días fastuosos de Grecia y de Roma; y cuando los árabes poco a poco se
adueñan de una gran porción del suelo español, la preponderancia judía
es ya enorme.
Toman parte en la política, en la diplomacia, en el ejército; pero
también parte muy activa en las ciencias y en las artes. Samuel-Ibn-Ne-
grela es ministro del Rey de Granada; en León y en Castilla alcanzan una
posición envidiable, pues si ejercen influencia enorme al servir como in
termediarios entre españoles y musulmanes, disfrutan iguales derechos
que los cristianos; y aun el especial privilegio de mantener un juez desti
90
nado a conocer de sus litigios con cristianos. Todavía más: el Rey Al
fonso IV les dió acceso a todos los puestos públicos. (Altamira, Historia
de España y de la civilización Española, Vol. I, pp. 409 y 422.)
El ilustre escritor español Rafael Altamira, al recordar el brillante
papel que los judíos desempeñaron por esos días de los siglos XI y XII en
la ciencias y en las letras, declara “Fue ésta la edad de oro del judaismo
en España, y durante ella brillaron sus más ilustres escritores.” (Op.
cit. pp. n. 422-23).
Y así es en efecto: el poeta filósofo Ben-Gabirol escribe su libro
La Fuente de la Vida, que alcanza una gran resonancia en Europa; Abra-
ham ben-David o Daud, toledano, da a la publicidad numerosas obras de
Filosofía y Astronomía, de Astrología como se decía entonces y entre
las cuales sobresale Emunah Ramah; Juda Leví, considerado como el
más prominente poeta judío, es autor del poema filosófico del Cuzari;
Moisés-ben-Ezra, poeta lírico por excelencia, en rigor es polígrafo, que
se consagra a difundir el pensamiento judío por Italia, Francia e Ingla
terra; y con ellos, como astro rutilante lo mismo en la Filosofía que en
la Medicina, Moisés-ben-Maimón o Maimónides a quien se ha reputado
como “el mayor talento dialéctico y positivo de los hebreos en España,
de quien se dijo: “desde Moisés a Moisés no ha habido otro Moisés.”
Famoso novelista es Salomón-ben-Zakbel; y al toledano Alcharisi se le ha
llamado el Ovidio israelita. (Op. cit. pp. 505 y 508). Un largo número
de artistas en las letras, en las artes y en otras manifestaciones del inge
nio humano puede hallarse que sobresalen de modo extraordinario en el
suelo español.
Son los mudéjares quienes celosos de la gran influencia que los ju
díos desarrollan en el mundo económico, primero los persiguen; pero
si todavía el Rey Alfonso el Sabio expide leyes que les reconocen com
pleta libertad religiosa y que prohíben que se trate de convertirlos por
fuerza al cristianismo, algún tiempo más tarde comenzó el conflicto re
ligioso, y con él las dificultades para los judíos en España, ocasionadas
unas por el Concilio de Palencia, celebrado en 1388; otras por la Reina
viuda de Enrique III, tutora del Rey menor Juan II, aunque todavía lo
graron una reacción favorable. (Op. cit. Vol. II, pp. 23, 25, 26).
En ese período muchos judíos se convirtieron al Cotolicismo: unos
acaso movidos por las predicaciones de ardorosos oradores, que les hacían
ver las enseñanzas de la Iglesia como las únicas verdaderas; otros, bus
cando un medio de librarse de persecuciones y molestias, aunque oculta
91
mente practicaron su religión. Los primeros recibieron el nombre de
conversos, y los segundos el de judaizantes.
La situación empeoró para ellos cuando los Reyes Fernando e Isa
bel vencen definitivamente a los moros, que habian dominado en Espa
ña durante casi ocho siglos. La rendición de Granada marca esta nueva
era, que presenta un problema que si es religioso, es político también.
Ya se ha visto que judíos y moros convivieron y más aún: antes
de que éstos comenzaran a perseguir a los primeros, especialmente a cau
sa de su preponderancia económica, financiera, los judíos preponderaron
sobre algunos musulmanes, que los preferían como médicos y como as
trólogos.
Al arrojar, pues, a los moros del territorio español y quedar los ju
díos, es probable que los Reyes, si consideraron un peligro religioso su
permanencia, también pensaran que los primeros seguirían concibiendo
la esperanza de volver a España y recobrar lo perdido. Fue entonces
cuando los descendientes de Abraham se encontraron frente al dilema
que les planteó la Corona: hacerse cristianos o emigrar; y una gran masa
se dirigió al cercano Oriente y al Africa, pero también a Italia y a Por
tugal : lugar este último de donde vino a la Nueva España la más nume
rosa inmigración judia. Oriundos de Portugal, aunque luego residentes en
Benavente, fueron los Carvajales.
Debe recordarse ahora, que antes que España estableciera el tribunal
de Inquisición o de pesquiza, habíanse creado en Italia, en Alemania y
en Inglaterra; y Paul Daniel Alphandery, Profesor en la Sorbona de
París, relata los actos de violencia contra herejes realizados en Italia y
en Cerdeña, en Orleans y en Goslar, en Asti y en Milán, en Soissons,
en Lieja, en Colonia; no solamente sin la intervención de la Iglesia Cató
lica, sino con la oposición de algunos obispos. No hay que olvidar tam
poco, que la Biblia está llena de ejemplos de castigo para quienes se apar
taban de la religión vernácula, y que el Deuteronomio señala que los após
tatas han de ser condenados a muerte. (Alphandery. Inquisition. Ene.
Brit. Vol. 14, pp. 588. Carreño, Don Fray Juan de Zuinárraga Teólogo
y Editor, Humanista e Inquisidor, pp. 37-45). La Inquisición iba a tener
muy grave interferencia con los judios.
Por lo que se refiere a la Nueva España, se había prohibido la inmi
gración de éstos, aunque si algunos cayeron en manos del temido tribu
nal antes de que lo fundara en forma definitiva Don Pedro Moya de
Contreras, los castigos que recibieron resultan relativamente benignos;
pero cuando ya funcionó en toda forma, la severidad creció y esto expli
92
ca que por temor Luis de Carvajal hubiera abjurado de su fe mosaica,
como antes lo había hecho de la católica.
En efecto, los jueces, en 6 de febrero de 1590, decidieron reconciliar
lo, es decir, aceptar sus declaraciones de anhelar volver a la religión cris
tiana y apartarse para siempre de la judía; no solamente porque de modo
espontáneo lo pidió con lágrimas, sino acaso también por lo que estima
ron un verdadero “acto de contrición”, contenido en unas exclamaciones
de arrepentimiento escritas en octavas reales; exclamaciones que cierra
el siguiente soneto, que no habría rehusado firmar el más fervoroso mís
tico cristiano:
93
diante el pago de una multa—; tendría por cárcel algún monasterio u
otro lugar que el tribunal le señalara; se le incautaron sus bienes y se le
declaró inhábil para obtener “dignidades ni oficios públicos ni de honra
...” {Procesos cit. p. 107).
Cerróse de este modo un capítulo de la interesante vida de este mozo
quien, de dos cosas una: movido por sus primeras costumbres cristianas
quiso realmente volver a ellas y por ello abjuró de las judaicas, o que
con habilidad suma engañó a sus jueces para verse libre de ellos.
♦ * *
94
¿Cómo se comunica Luis Carvajal? En huesos de aguacate escribe;
en un melón esconde la escritura y pide al carcelero, Gaspar de los Reyes
Plata, que lleve aquella fruta a su hermana Leonor, a quien de algún mo
do quiere regalar, y todavía le pide cuidados para su madre y para sus
otras hermanas.
Pero si es inteligente y sagaz el mozo, no lo es menos el carcelero,
quien descubre el extraño mensaje y lo muestra a los jueces, quienes
hallan en lo escrito palabras de aliento que confortan. Luego ya no hay
melón, pero existen plátanos; con cuidado extremo saca la pulpa y en
su lugar encierra otro aguacate, que en la parte legible encierra estas
palabras de amor y de esperanza: “Albricias que los ángeles y santos
de A(donay) en el Paraíso nos esperan; mártires míos, benditas de A.
Yo pensé ir solo, bendita mía; envíame señas si estás sola o no. Acuér
dese A. de la madre santa, y a tí y a ella tengo en el corazón con todas...
(sigue una parte ilegible y termina:) yo de mí sólo confieso la verdad
de A.” (Procesos, p. 172).
Hay amor para la madre y las hermanas, porque ansiosamente an
hela recibir noticias de ellas; hay esperanza, porque les hace ver que
aun martirizadas, habrán de aguardarlas en el paraíso “los ángeles y santos
de Adonay”; pero también existe una exhortación por medio del ejemplo;
él, Luis, sólo confiesa a Adonay.
Los aguacates y los plátanos continúan siendo escogidos como ele
mento para comunicarse y el tercer mensaje constituye toda una revela
ción del misticismo que invade el alma del mozo:
“Angel mío, albricias, que mejor viaje es el del Paraíso que el de
Castilla —a donde pretendieron irse cuando los aprehendieron—; bien
aventurado el pan que comistes y el agua que bebistes y la tierra que
pisastes y el vientre en que anduvimos, que de aquí a poco hemos de ir
a profesar la religión sacra de los ángeles y santos, y a ver la tierra suya
de A. ¡ Oh! qué ricos jardines, músicas y fiestas nos esperan; lindos tor
neos se han de hacer en el cielo cuando A. nos corone por su firme fe!
Nadie desmaye, que su vida, con ayuda de A. mi Señor Dios, nos, de
la cuesta de esta cárcel está la gloria. Quien pudiera contaros todo lo
que el Señor me ha mostrado; mas con su ayuda .pronto nos veremos.
Tres semanas estuve en un calabozo; ya me sacó A. mi Señor y me puso
donde veo el cielo día y noche. Una Biblia con milagro tuve ocho días
aquí. Benditas de A. a El os encomiendo y por acordarme de vos, de mí
me olvido. El me ha revelado a mí grandes misterios; por tanto no te
máis estos gusanos, que buen S. y D. tenemos y santa y verdadera Ley
95
creemos... oye, mi ángel, no os trabuquen: A. N. D. uno es y no hay
otro.” (Procesos, p. 173). *
Los envíos no se suspenden aprovechando diversas frutas y cuando
logra obtener un pedazo de papel escribe a su madre por conducto de
Leonor, y escribe también a sus otras hermanas. Como los jueces, natu
ralmente quieren más inquirir —por eso se les llama inquisidores y al
tribunal Inquisición— no solamente ordenan que la fruta llegue a su des
tino cuidadosamente; sino que el carcelero, como por descuido, deje plu
ma, tinta y papel cerca del mozo, quien los aprovecha, aunque suponien
do que se operó un milagro.
Una emocionante y muy notable correspondencia se establece en
tonces, que en su integridad puede verse en el volumen XXVIII de las
publicaciones del Archivo General de la Nación y que lleva por título
Procesos de Luis de Carvajal (el Mozo). Lástima que aquellos aguaca
tes únicos en la historia de la transmisión del pensamiento humano, y
que por cuatro siglos se conservaron agregados al proceso, hubieran sido
robados de ese Archivo. Un extranjero, que dijo llamarse Dr. Jac Nach-
bin sustrajo la correspondencia y por correo la envió en un paquete a
un Mr. Lang, de Las Vegas, Nuevo México; y se salvaron, porque del
correo fueron devueltos al Archivo. Rafael López, que por algún tiempo
fue Director del Archivo y publicó los Procesos asienta que los huesos
de aguacate “probablemente fueron destruidos por el tiempo”. No hay
tal; fueron sustraídos al mismo tiempo que la correspondencia, y, por
desgracia, se perdieron para siempre.
Y es emocionante esa correspondencia, porque constituye un vivo
testimonio de las convicciones religiosas de la familia Carvajal, que al
ser llamada a declarar, ni por un momento ocultó su fe y su obediencia a
la ley mosaica; todavía Luis en su primera declaración al ser de nuevo
encarcelado, negó haber vuelto a las prácticas judías; en cambio, su ma
dre y sus hermanas desde el primer momento confiesan, y confiesan fer
vorosamente.
Con mínimos detalles Leonor e Isabel describen la forma en que ce
lebran las festividades prescritas por la ley de Moisés; de memoria han
aprendido larguísimas oraciones en verso, obra directa o traducción de
Luis, y al reunirse para orar las repiten y recitan o las cantan en devoto
diálogo. Leyendo esas versiones los desconocedores de esas prácticas ju
días pueden perfectamente conocerlas: lo que se debe invariablemente prac
ticar y lo que siempre débese con cuidado evitar. Aquellas extraordina
rias mujeres se sienten protegidas por Adonay, por Dios, y valerosamen
96
te dicen cuanto juzgan que deben decir; por más que por ello pueda ve
nirles un daño.
Mas volvamos de nuevo a contemplar al mozo delante de sus jueces.
Ya se dijo que en el primer momento perdió la fortaleza y categórica
mente negó haber vuelto a sus prácticas mosaicas; pero pasan dos días
en que seguramente su alma se agita entre el temor a los males que pue
da sufrir y el pensamiento de que ante todo necesita cumplir con su deber;
finalmente triunfa éste; manda pedir a sus jueces que lo escuchen y ya
ante ellos expone su vida desde que salió del seno de los jesuítas; el em
peño de su padre en llevarlo a obedecer la ley de Moisés como único me
dio de salvarse; y cómo al adquirir un ejemplar de la Biblia, a esa ley
se acoge definitivamente.
Relata, cómo al enterarse de que para el judío la circuncisión es prác
tica sagrada, la realiza en sí mismo, sin que le amedrente el dolor; los
jueces al oír que hizo aquello en su deseo de observar los mandamientos
expuestos en la ley mosaica, le piden que los exponga, y él solicita reci
tarlos de rodillas “por haberse de nombrar en ellos el sacratísimo nom
bre de Dios Nuestro Señor que crió el cielo y la tierra’’. (Procesos, p. 225).
Afirma que ha vivido conforme a esos diez mandamientos, salvo la
ejecución de ciertos actos externos, por temor de ser acusado; aunque ya
preso no se excusa de observarlos. Expone luego su credo dentro de las
enseñanzas de Moisés y lo que llamaríamos primer artículo, salvo la pa
labra Adonay, no habría teólogo que no lo aceptara como básico de su
propia creencia. Helo aquí:
“El primero creer que el Altísimo Adonay es de absoluta y perfecta
esencia, que todo lo ve, causa y principio de todo lo creado; el que juzga
las obras y pensamientos y oye las oraciones de todos; increado, inmu
table, eterno, más hermoso que todo lo creado; el más claro de conocer,
según su substancia, pero del todo desconocido por su infinito ser; per
fecto, beatísimo, principio, medio y término de todo, de quien todo de
pende en forma y grandeza inenarrable; todo lo creado aunque sea lo
más precioso ante él es como la nada; todas las ciencias y artes del mundo
ante él son ignorancia; no podemos imaginar cosa que le iguale; es santo;
vemos sus obras: luz, cielo, tierra, sol, luna y estrellas, diferencias de
animales y renuevos de frutos; todo esto hizo Dios no con manos ni tra
bajo, sino pareciéndole bueno, con su solo fiat, y creer que de él mana
la virtud de todas estas cosas.” (Procesos, p. 228).
Su misticismo es manifiesto; pero tiene la debilidad de acusar a va
rias personas, aunque por defender a su madre y a sus hermanas, sin
97 Mem. Acad. — 7
saber que ellas valerosamente han confesado ya sus prácticas mosaicas,
niega que las observen; y en cambio declara ser escrito de su mano un
librito con cubierta negra de badana, que constituye sus Memorias, intere
santísimas por cierto.
Los jueces en cuyo poder están esas Memorias, lo sujetan a nuevo
interrogatorio. En lo religioso responde siempre clara y abiertamente;
pero en ese interrogatorio y en otros anteriores incurre en manifiestas
contradicciones, que encontrará quienquiera que sin prejuicios lea el pro
ceso, y los jueces resuelven someterlo a tormento para investigar la ver
dad. ¿Se repetirán los terribles episodios de los Macabeos, ya que hay
un paralelismo en los sufrimientos que soporta aquella familia y la que
padece la de los Carvajales? Por suerte no fue así, mas recordemos bre
vemente aquellos episodios, tal como la Biblia los relata en el Capítulo
VII del Libro II de Los Macabeos.
Antioco IV ha sido escogido por Dios, según aquellas Escrituras,
para castigar las caídas y las prevaricaciones del pueblo de Israel; mas
hay una familia compuesta de la madre y siete hijos que han sido fieles
a la ley mosica.
Los esbirros de aquel Rey pretenden que la desobedezcan, que la
violen; pero entonces el primogénito, en nombre de su madre y de sus
hermanos exclama: “Aparejados estamos a morir antes que quebrantar
las leyes patrias que Dios nos ha dado”.
“Encendióse el Rey en cólera —se lee en dicho Capítulo III— y
mandó que se pusiesen sobre el fuego sartenes y calderas de bronce; así
que estuvieron hechos ascuas, ordenó que se cortase la lengua al que ha
bía hablado el primero; que se le arrancase la piel de la cabeza y que se
le cortasen las extremidades de las manos y los pies, a presencia de sus
hermanos y su madre. Y estando así del todo inutilizado, mandó traer
fuego y que le tostasen en la sartén hasta que expirase.”
Apenas puede concebirse maldad tamaña, pero ésta se acrecienta, por
que uno a uno de los otros hermanos padecieron idéntico suplicio que el
primero; y cuando con halagos trató de ganarse al menor de todos, me
nor en edad, pero no en fortaleza, su propia madre, en medio de su an
gustia, levantóle su espíritu para que se opusiera al tirano, como lo hizo,
pagando con su vida su entereza.
Finalmente la madre, la heroica madre, pereció de igual modo que
habían muerto sus siete hijos. También ahora muere la madre confesan
do su fe y la de Luis.
Siempre he condenado, condeno y condenaré la práctica del tormen
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to introducida por todos los tribunales europeos de pasados siglos; adop
tados luego por la Inquisición y seguido todavía hoy, en nuestros días,
aunque ahora de modo subrepticio, por las naciones que se jactan de muy
alta civilización. En la ciudad misma de México frecuentemente apare
cen las quejas de los reos, acusando a sus aprehensores de haberles arran
cado por medio del tormento confesiones que en multitud de casos resul
tan falsas, producto sólo del temor ante los instrumentos de tortura; o
del dolor u otra molestia física producida por la aplicación de éstos.
Antes, sin embargo, de ser sujeto a tormento Luis de Carvajal, le
nombraron como procurador al Canónigo Dionisio de Rivera Flórez y le
llevaron a dos de los más famosos jesuítas de aquellos días: los padres
Pedro Sánchez y Pedro Hortigosa, reputados como notables teólogos,
para que con él discutieran sus argumentaciones, ya que había mostrado
ante sus jueces un profundo conocimiento de la Biblia.
Y aquellos tres sacerdotes: Rivera, Sánchez y Hortigosa tratan de
hacerle ver que está en error; mas Carvajal replica no sólo con habilidad,
sino que se empeña en que ellos sean quienes se declaren errados; y esto
acontece no una vez sola, sino en las varias conversaciones que los tres
sacerdotes tienen con Luis. Rivera acaba por convencerse de que son
inútiles sus esfuerzos y concluye por renunciar su cargo de tal procurador.
De aquellas pláticas, de aquellas discusiones sólo queda hoy una de
claración que brota espontáneamente de sus labios, y no se pierde, porque
junto con otras declaraciones el escribano las consigna en el proceso, y
Carvajal, conforme con lo escrito, le da validez cuando voluntariamente
lo firma.
Sostiene el mozo que ha llamado “verdugos carniceros a los ejecuto
res de la justicia real” pero no a los inquisidores “porque ve que proce
den jurídicamente y conforme al Derecho canónico; y que si en algún
tribunal se guarda justicia es en el de la Inquisición.” (Procesos, p. 284).
Pero llega el instante del tormento; como es usual se amonesta al
reo nuevamente para que diga la verdad, y él se limita a responder: “que
pues su sentencia procede jurídicamente y conforme a Derecho, que por
reverencia de Dios suplica y pide humildemente (a Dios) sea servido de
compadecerse de sus grillos y tormentos para remirar su justicia.” (Op.
cit. p. 300).
Se le ligan flojamente los brazos con una cuerda; se le amonesta otra
vez y entonces hace un largo relato de la manera en que se guardaba la
ley mosaica en el seno de su familia; las ceremonias que ejecutaban y los
cánticos que entonaban.
99
De nuevo los jueces lo oyen incurrir en contradicciones; hacen que el
ejecutor a quien habían hecho salir entre de nuevo en la sala del tor
mento; oprime entonces el cordel dándole una vuelta; y como insistiera
Luis en que había dicho la verdad, el verdugo le dio hasta cinco vueltas
a la cuerda que le oprimía los brazos.
El dolor pudo más que la entereza del espíritu, y entonces comenzó
una acusación —de que se retractó después— contra muchísimas perso
nas, entre ellas el célebre Gregorio López a quien por entonces teníase
en altísimo concepto por las más encumbradas personalidades del reino.
No vuelve a sometérsele a tormento; pero fuera de él, si por una par
te declara que son inocentes muchas de las personas a quienes acusó mien
tras lo atormentaban, delata, en cambio, a innúmeras otras personas, sin
que pueda uno explicarse su conducta, sino por una verdadera perturba
ción mental. Acaso imaginaba que mediante esas denuncias serían redu
cidas a prisión y teniéndolas cerca de sí, podría avivarles el anhelo de sal
vación mediante la observancia de la ley mosaica, si ya vivían dentro de
ella; o hacia ella conducir a quienes no la seguían. Porque debe advertirse
que a cuantos están con él procura doctrinarlos y atraerlos, ora sean otros
comerciantes, ora simples amigos, ora sus propios carceleros.
Luis de Carvajal, que movido por una de sus visiones místicas ha
resuelto cambiar su nombre por el de José Lumbroso, va a morir también
mártir de su fe, después de haber gozado de arrobos espirituales que ase
gura haber tenido.
La sentencia es larga, bien larga; menudamente va recorriendo todos
los incidentes del proceso; las contradicciones del acusado, sus actos de
firmeza que, naturalmente, se tienen por pertinacia; los empeños para
sacarlo de ella dándole la oportunidad de discutir con notables teólogos,
sin resultado favorable alguno; y concluye con relajarlo al brazo secular
para que estudie el proceso y en definitiva lo sentencie; lo condena además
a perder sus bienes y a lo que pudo ser conforme a derecho, pero que
resulta sumamente cruel; sus hijos y sus nietos en la rama masculina, que
por fortuna no los hubo, quedaban incapacitados para obtener dignida
des, beneficios u oficios eclesiásticos o seglares, públicos o de honra, y
para usar caballos, joyas y armas.
Era Corregidor de la Ciudad el Lie. Vasco López de Vivero; a él
como juez civil se entregó el extenso proceso para que lo estudiara y sen
tenciara y éste condenó a Carvajal a ser quemado vivo el 8 de diciembre
de 1596.
En el camino hacia el lugar de la ejecución, un dominico, Fray Alon
100
so de Contreras quizás amigo y enviado de Fray Gaspar de Carvajal, her
mano del condenado a muerte, acercóse a éste; se empeñó en retraerlo a
la fe de Cristo, hablándole acaso en nombre del Dios de los cristianos,
pero también de Fray Gaspar; asegurándole quizá que su sentencia seria
ejecutada en forma menos dolorosa y al fin logró vencer la resistencia
del mozo.
En efecto: queda en el proceso la información de que Fray Alonso
lo confesó sacramentalmente y que Luis para descargo de su conciencia
le dio los nombres de varias personas a quienes falsamente había acusado
de judaismo y que comenzó luego a proclamar “a voces el misterio de la
Santísima Trinidad y la eficacia y valor infinito de la pasión de Jesucris
to nuestro Redentor en la cual moría...” {Procesos, p. 458).
Estas voces y esta pública declaración es lo único que explica que
la sentencia del juez civil Vasco López de Rivero se hubiera modificado
en el último instante, pues no se le quemó vivo, sino que se le dio garrote,
es decir, se le ahorcó, y sólo después de muerto, su cuerpo fue entregado
a las llamas.
Este final quizá produzca grave desconcierto en quienes con espíritu
preocupado pretendan juzgar los últimos momentos de aquel mozo; pero
ese desconcierto en rigor es injusto e infundado, porque nadie es capaz
de medir, de aquilatar los misterios de las almas de los hombres.
¿Abjuró finalmente de su fe mosaica para volver a su fe de niño?
¿La retractación fue un subterfugio nuevo para minorar los dolores de
la muerte? Misterio y sólo misterio.
Lo que debemos ver es la consistente y firme entereza con que Luis
de Carvajal defendió sus creencias a través de la mayor parte de su vida.
El mismo se convierte en intérprete de la Biblia, cuando juzga que debe
ser su guía para llegar a la eterna bienaventuranza; procura con extraor
dinario empeño atraer a los demás hacia su propia creencia.
Para él, Dios a quien una y otra ocasión llama con fervor intenso
creador de los cielos y de la tierra, dador de todos los deleites del espí
ritu, constituye el supremo bien; para nosotros es el único capaz de aqui
latar y medir los misterios del alma de Luis de Carvajal o José Lumbro-
so a fin de recompensar su fe y hacer efectiva su esperanza.
101
El Cronista Maya
Gaspar Antonio Chi, 15314610
Por Don Jorge Ignacio Rubio Mané.
El año de 1536 fue trágico para los mayas que vivían en Yucatán.
Y particularmente lo fue el mes de agosto.
Las tierras áridas estaban sedientas de lluvia. Una prolongada se
quía había aniquilado las anémicas sementeras de los campos. Ya se ago
taba el maíz en los graneros. Y la gente solicitaba con angustia de sus
deidades el remedio pronto del hambre que se advertía implacable.
En Maní, uno de los principales centros del corazón de la península,
agotados con tanta miseria, acordaron la marcha hacia el cenote sagrado
que ubicaba en Chichón Itzá para implorar la clemencia de Chac-Xib-
Chac, el dios rojo que se suponía vivía en el extremo oriente del mundo
y era el que regía las lluvias. El Tutul Xiu de entonces, Ah Dzun Xiu,
también llamado Ah Napot Xiu, jefe de toda aquella comarca, quiso pre
sidir la peregrinación con la mayoría de los miembros de su familia.
Surgió entonces un gran problema para verificar ese acto religioso.
El camino era bien largo y había que atravesar tierras de enemigos, pre
cisamente por la jurisdicción de los Cocomes que odiaban a muerte a los
Xius desde la desintegración de Mayapan, a mediados del siglo XV. A
pesar de todo esto, el Tutul Xiu consideró que en estos días de tan des
venturados azares se debían olvidar las tradicionales diferencias. Y con
esa confianza envió mensajero de paz a Sotuta para solicitar del señor de
aquella región. Ñachi Cocom, el paso libre para la peregrinación que en
102
esas circunstancias se había organizado. La respuesta aparentó ser no só
lo amigable, sino generosa. Ñachi Cocom invitó al Tutul Xiu para una
reunión, en que deseaba agasajarlo. Y señaló Otzmal, (1) a dos leguas
al sur de Sotuta y donde acostumbraba el jefe de este pueblo pasar sus
días de descanso. Era el sitio de recreo de aquel halach-uinic. (2).
El Tutul Xiu, lleno de complacencia, aceptó aquella invitación y em
prendió la marcha acompañado de comitiva distinguida, desde Maní hasta
Sotuta, llevando tras sí a las víctimas que habían de ofrecerse en holo
causto en aquella ceremonia de Chichén Itzá.
En Otzmal se organizaron los festejos con que pretendía Ñachi Co
com rendir homenaje al Tutul Xiu. Conforme al estilo maya se sirvió el
agasajo con las viandas y bebidas vernáculas. Y el holgorio estaba en
su punto culminante, en que parecían estar cordialmente acompañados aque
llos antaño dos jefes antagónicos de los mayas, aparentemente olvidando
sus rencillas dinásticas, cuando a una señal de Ñachi Cocom salieron
misteriosamente los verdugos y acribillaron con puntiagudos pedernales a
los confiados huéspedes. Así murió el Tutul Xiu y gran parte de su co
mitiva en la terrible matanza de Otzmal, agosto de 1536, que no olvidaron
los mayas por centurias. Ñachi Cocom, bisnieto del Cocom muerto en la
conspiración y caída de Mayapán, más de ochenta años antes de este su
ceso, víctima del Tutul Xiu de entonces, bisabuelo del de ahora, había
saciado así la venganza de su dinastía.
Murieron en esa matanza de Otzmal, además del Tutul Xiu, muchos
de los miembros principales de su familia, creándose con esta tragedia
un problema dinástico en Maní. Se había extinguido la sucesión inme
diata de este linaje, que se preciaba de haber mantenido el señorío de
Uxmal por muchos años y descendía de uno de los abolengos principales
de los toltecas que salieron de Tula e invadieron el territorio de los ma
yas en el siglo XI de la era cristiana. Los parientes más cercanos que
pudieron alegar los mayores derechos a esa sucesión, eran los hijos de
Ah Ziyah Xiu, primo segundo del último Tutul Xiu, que también murió
103
en Otzmal con el halach-uinic. Estos herederos del señorío de Maní se
llamaban Ah Mochan Xiu y Ah Kukum Xiu, hermanos, quienes fueron
reconocidos como jefes legítimos de esa comarca, subiendo el mayor, Ah
Mochan Xiu, a ser el Tutul Xiu, y el otro como inmediato heredero. (3)
Mientras todo esto acaecía entre los mayas, los conquistadores espa
ñoles de Yucatán habían abandonado la empresa después de grandes em
peños no logrados. El Adelantado don Francisco de Montejo había sus
pendido esos esfuerzos y se había instalado en la vecina provincia de Hon
duras como Gobernador. Las dos entradas que había verificado en la
península fracasaron, tanto la primera, en 1527, en las costas orientales,
frente a Cozumel, como la segunda, en 1531, en las costas occidentales.
En ese año de 1536 no había más establecimiento español en la península
maya que una reducida guarnición en San Pedro de Champoton, coman
dada por Gonzalo Nieto, que recibía periódicas ayudas del Teniente de
Gobernador de Tabasco, don Francisco de Montejo, el hijo del Adelantado.
Precisamente el Tutul Xiu asesinado en Otzmal había tenido buenas
relaciones con los españoles durante la segunda entrada del Adelantado
Montejo, particularmente cuando Alonso de Avila cruzó la península, des
de Campeche hasta Chetemal, en 1531. Este capitán español tuvo que
atravesar la jurisdicción de los Xius y en ella fue agasajado por los súb
ditos del Tutul Xiu. En ninguna otra parte de estas tierras de los mayas,
los españoles habían sido tratados tan bien.
Las profecías de un sacerdote maya en Maní habían influido pode
rosamente para este ambiente propicio a los conquistadores. Chilam Ba-
lam fue su nombre y vaticinó en aquellos años que ya se acercaba la época
del regreso de Kukulcan, el Quetzalcoatl de los mayas. Y la gente de Maní
consideró que los españoles no eran otros sino los emisarios de aquel
personaje anunciado.
Así fue que cuando Francisco de Montejo el Mozo tuvo los poderes
de su anciano padre para tratar de nuevo la conquista de Yucatán, en
1539, halló en esos Xius más que amigos unos decididos aliados. Era la
consecuencia de la matanza de Otzmal.
El Tutul Xiu que salió al encuentro de Montejo el Mozo para brin
darle su colaboración y rendir vasallaje al Rey de España, debió ser Ah
Mochan Xiu, sobrino del asesinado en Otzmal. Más tarde recibía el bau-
104
tizo y el nombre de Melchor Xiu. También su hermano y heredero, Ah
Kukum Xiu, con el nombre de Francisco de Montejo Xiu.
No toda la familia del Tutul Xiu muerto en Otzmal pereció en esa
matanza. Una hija suya, Ix Kukil Xiu, estaba casada con un sacerdote
maya, Ah Napuc Chi, también llamado Kin Chi, es decir el sacerdote
Chi. Tuvieron un hijo que nació en Maní el año de 1531. Cinco años
tenía este niño cuando sucedió la tragedia en que murió su abuelo mater
no. Su padre también fue de las víctimas de esa matanza. No murió en
ella, pero le fueron arrancados los ojos en aquella horrorosa escena en
que el anfitrión sació con sangre la venganza de su familia.
Ese sacerdote maya, Ah Napuc Chi, recibió también el bautizo cuan
do se consumó la conquista española. No sabemos el nombre que se le dio
entonces. Asimismo su hijo, en 1546, cuando llegaron a Yucatán los pri
meros misioneros franciscanos. Tenia entonces el joven Chi quince años
de edad. Y recibió el nombre de Gaspar Antonio de Herrera, porque la
madrina fue doña Beatriz de Herrera, la esposa del Adelantado Montejo.
(4).
Sin embargo, no hallamos que Gaspar Antonio haya usado el apelli
do Herrera. Hemos visto varías de sus firmas y en ellas aparece como
Gaspar Antonio Chi, respetando así el apellido de su padre y preciándose
siempre de ser nieto del Tutul Xiu. Este es el cronista maya a quien nos
vamos a referir en este trabajo.
Colaboró Gaspar Antonio en redactar varias de las Relaciones de Yu
catán que hicieron los encomenderos españoles de esta provincia a solici
tud de Felipe II. Encontramos esa colaboración en las siguientes: la de
Mérida que hizo Martín de Palomar el 18 de febrero de 1579; la de
Tekantó y Tepakan por Cristóbal Sánchez el 15 de febrero de 1581; la
de Chunchuhu y Tabi por Pedro García el 20 de enero de 1581; la de
Dzan, Panabchen y Muña por Alonso Rosado el 20 de febrero de 1581;
la de Tikal por Diego Briceño; la de Dzidzantun por Martín Sánchez; la
de Cizil y Sitilpech por Juan de Paredes el 13 de febrero de 1581; la
105
de Sitilcum y Cauich por Iñigo Nieto el 13 de febrero de 1581; la de
Dzudzal y Chalanté por Alonso de Rojas; la de Muxupip por Pedro de
Santillana el 22 de febrero de 1581; y la de Teabo por Juan Bote.
Casi todos esos encomenderos declararon que Gaspar Antonio Chi
era quien más sabía de las antigüedades de los mayas, que era natural
de Maní y vecino entonces de Mérida, y que era gramático y ladino en
lengua castellana. Rosado y Bote añadieron que además del castellano
y del maya, sabía el idioma mexicano, es decir el náhuatl. Otros como Bri-
ceño, Rojas y Martín Sánchez lo llaman Gaspar Antonio de Herrera y
afirman que era “hombre hábil y entendido, y muy ladino en nuestra len
gua castellana.” Santillana le dedica un párrafo biográfico, informando
así: “la persona que juntamente conmigo hizo esta relación es un hombre
natural destas provincias que se dice Gaspar Antonio Chi, que ordinaria
mente entre los españoles se llama Gaspar Antonio, el cual es de edad
de cinquenta años, poco más o menos, y es hombre de buena habilidad,
gramático y ladino en la lengua castellana, y en la mexicana y mayatan,
que es la lengua materna, y es persona que sabe muy cierto las particula
ridades y muchas más de las que van declaradas en esta relación, porque
el susodicho es natural desta dicha tierra, y con los obispos que en ella
ha habido, que han sido Fray Francisco Toral, que haya gloria, y Fray
Diego de Landa, que haya gloria, ordinariamente le han traído en su com
pañía por persona de verdad, y para por él entender las particularidades
y costumbres que entre los naturales han habido y hay al presente, y
como a persona de crédito los dichos obispos daban fe a las cosas que
por el dicho Gaspar Antonio eran examinadas y entendidas en la lengua
desta tierra..(5)
El Dr. don Pedro Sánchez de Aguilar, que fue discípulo de Gaspar
Antonio Chi, nos proporciona de su maestro estas noticias:
“Un indio conocí, y todos los deste tiempo conocieron, que fue cria
do desde su niñez del Señor Obispo don Diego de Landa, que sabía gra
mática medianamente, y él me puso el arte della en las manos en mi niñez,
siendo maestro de capilla en el pueblo de Tecemin [Tizimín], encomien
da del Alférez Real Alonso Sánchez de Aguilar, mi hermano mayor. Era
tan ladino como cualquier español, cantaba canto llano y canto de órgano
106
diestramente, y tocaba tecla [es decir el órgano]. Yo le conocí organista
en esta Santa Iglesia [la Catedral de Mérida], y después Intérprete Ge
neral del Gobernador. Defendía a los indios en sus pleitos, o les hacía
peticiones, o los componía. Llamábase Gaspar Antonio de Herrera; fue
hijo de un sacerdote de su gentilidad llamado Kinchi, que fue muy leal
vasallo de Su Majestad y de los primeros que dieron la obediencia y se
bautizaron. Era natural del pueblo de Maní según lo oí..(6)
Escribió una crónica Gaspar Antonio, la que utilizó manuscrita Fray
Diego López Cogolludo en su obra sobre la Historia de Yucatán. Dice
este franciscano que Chi era “descendiente de los señores y reyes de la
Ciudad de Mayapán, llamado Xiu en su gentilidad y bautizado adulto
por los religiosos fundadores de esta provincia, que le enseñaron no sólo
a leer y escribir, pero aun la latinidad, que la supo muy bien, y quando la
escribió [esa crónica] año de mil y quinientos y ochenta y dos, a los veinte
de marzo, era intérprete por el Rey del Juzgado Mayor de esta Gober
nación, y dice que se la mandó recopilar don Guillén de las Casas, Go
bernador y Capitán General en estas provincias...” (7)
Conforme a estas noticias debió ser la de Gaspar Antonio una de
esas relaciones hechas por orden de Felipe II. En estado deplorable y en
fragmentos pudo ser hallada en el Archivo de Indias por el Dr. France V.
Scholes y fue publicada en inglés por el Dr. Alfred M. Tozzer en su
edición de Landa, 1941, como apéndice C, en pp. 230-2. La traducción
fue por el Dr. Ralph L. Roys.
En el mismo Archivo General de Indias, en Sevilla, se hallan dos
probanzas de los méritos y servicios de Gaspar Antonio. Las cita el mis
mo Tozzer en su edición de Landa. Obtuvo por esas relaciones una pen
sión de doscientos pesos anuales, que dejó a su nieta.
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Una hija suya, Francisca Chinab, casó con el indio maya Antonio
Couoh. Hija de éstos fue Francisca Chinab Couoh de Herrera, quien
casó en la Catedral de Mérida de Yucatán el 15 de septiembre de 1608 con
el español Andrés del Castillo, hijo de Alonso del Castillo y de Leonor
Bellisa. Se velaron el 26 de enero de 1609. (8)
Un año después murió en Mérida Gaspar Antonio Chi, a la respeta
ble edad de setenta y nueve años. (9)
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