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2 - Elementos y Modelos Del Desarrollo
2 - Elementos y Modelos Del Desarrollo
Aspectos introductorios
Es indudable que la categoría “desarrollo” como término, como concepto o como pro-
ceso cruza todas las dimensiones de los seres humanos y de las sociedades en don-
de imperan los discursos que dan cuenta de esos seres y sociedades. Son diversas
las áreas de investigación y aplicación que constituyen la ciencia psicológica, y
en la mayoría de ellas, por no decir que en todas, de una forma u otra se piensa
el desarrollo, si bien no como objeto de estudio específico, sí como uno de los
elementos acompañantes del objeto de estudio elegido. Por ello se ha constituido
en la academia el área de psicología evolutiva, en la que se habla del desarrollo
neurológico desde el notocordo del embrión hasta el incierto fin de la mieliniza-
ción; del desarrollo motriz, afectivo, cognitivo, sexual, moral, social y político
desde la niñez hasta la madurez. Pero no falta quien cuestione los conceptos mis-
mos de madurez y de desarrollo, mientras que otros hablan del desarrollo de la
personalidad desde la cuna hasta la tumba, desvirtuando como aparentes aun las
regresiones e involuciones de la edad avanzada.
Durante todo el siglo XX, la psicología presentó múltiples avances en el
estudio del desarrollo, tanto teóricos como metodológicos y terapéuticos, lo
que ha generado que al hablar de evolución, cambio, variabilidad, maduración,
construcción, transición, avance, aumento o crecimiento, entre otros términos,
se haga alusión de una forma u otra, específicamente, al desarrollo. Son éstos los
términos usados para intentar describir, contrastar y explicar, desde diferentes
posiciones, el concepto de desarrollo, buscando tener puntos de intercambio crítico
entre esas posiciones. La discusión explícita sobre el concepto de desarrollo suele
referirse al libro editado en 1978 por Robert Siegler, Children’s thinking: What
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la matemática: las estructuras algebraicas, como los grupos; las de orden, como
los retículos, y las topológicas (Bourbaki, 1962). Esta concepción estructuralista
proponía dichos estadios de desarrollo como universales para la especie humana
e independientes de los dominios específicos del conocimiento. Esta posición
se mostró de forma muy limitada, por lo cual la consideración de las actuales
posiciones integradoras permite una flexibilización de las teorías en sí mismas
y de los procesos metodológicos asociados a investigaciones inspiradas en esas
teorías y los respectivos modelos en los que ellas se interpretan. Considerando
que los diferentes métodos de investigación van indefectiblemente ligados a los
modelos y a las teorías, es posible proponer y poner a prueba distintos aspectos que
permiten conocer las relaciones de interdependencia entre las distintas categorías
enunciadas arriba, como los intentos de tratar el desarrollo como un cierto tipo
de cambio (“estudios macrogenéticos”), o de tratar el cambio como transición
puntual dentro del desarrollo (“estudios microgenéticos”).
Con base en lo anteriormente enunciado, este escrito tiene como propósito
revisar los principales aspectos críticos en el estudio de la categoría “desarrollo”,
planteados desde la perspectiva de la psicología. Dicha revisión implica la delimi-
tación del contenido del concepto y los componentes del mismo, la ponderación
de la mirada de los diferentes modelos, la presentación de las ideas con relación
a las preguntas más prominentes y reiterativas planteadas por diversos autores y
la presentación de algunos modelos y teorías integradores que guían la investiga-
ción en torno al desarrollo como tema central de la psicología actual. Todos estos
aspectos se presentan con cierta reserva crítica, pues no es posible responder de-
finitivamente a las difíciles preguntas planteadas ni terciar decididamente a favor
de una u otra propuesta teórica. Como dijo acertadamente Thomas Kuhn, “… en
una situación de crisis, en la que los marcos teóricos tradicionales no permiten
integrar todos los datos ni dar explicación a todos los problemas, es apremiante
asumir una posición crítica” (Kuhn, 1962).
Finalmente, es importante señalar que para algunos psicólogos posmoder-
nos, como Burman (2000), el desarrollo es un concepto asociado al proyecto mo-
derno e ilustrado de progreso y, por tanto, susceptible de ser utilizado para la ma-
nipulación y el control social. Esta crítica al desarrollo, inspirada por las críticas
al eurocentrismo y al capitalismo, que consideraban a las otras etnias, culturas y
sociedades como atrasadas o subdesarrolladas y proponían un único modelo para
que éstas se desarrollaran como sociedades modernas (“The American Way of
Life”), se extendió al concepto de desarrollo individual. Hay, pues, también en
distintas escuelas psicológicas, especialmente en la psicología social posmoder-
na, una gran desconfianza respecto a categorías como “desarrollo”, “progreso”,
“madurez”, etc. (ver, por ejemplo, Harré, 1993; 2001; Gergen, 1991; Gergen &
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McNamee, 1991). Fuera de reseñar esta posición crítica radical aquí y en el mo-
delo contextual sociocultural que se presentará más adelante, en este escrito no
profundizaremos en ella.
El concepto de desarrollo
1 “Every function in the child’s cultural development appears twice: first, between people
(interpsychological) and then inside the child (intrapsychological). This applies equally to
voluntary attention, to logical memory, and to the formation of ideas. All the higher functions
originate as actual relationships between individuals” (Vygotsky, 1978, p. 57).
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nos lleva a reconsiderar los distintos modelos de desarrollo que se han propuesto
en la literatura psicológica.
Ninguna de las polaridades clásicas presenta, pues, objeciones válidas a la
conceptualización propuesta del desarrollo; antes sirven de piedra de toque para
probar la idoneidad de las herramientas teóricas de la TGP para la conceptuali-
zación y la selección de terminología apropiada para estos fenómenos de cambio
y desarrollo.
El modelo mecanicista
2 Para la diferenciación entre modelos y teorías puede verse el libro fundamental del llamado
“Estructuralismo científico” –mejor, “modelo-teorético”– de Balzer, Moulines y Sneed (1987).
Elementos y modelos del desarrollo: una revisión del concepto 13
decir, se logra así percibir tanto semejanzas como diferencias entre dichos mode-
los a la hora de abordar el concepto de desarrollo que pretenden modelar, y entre
las teorías que se interpretan en dichos modelos (Marchesi, Carretero y Palacios,
1983; Overton y Reese, 1973).
El modelo mecanicista del sujeto humano toma el proceso de desarrollo como
una sucesión de cambios, movimientos y acciones con la analogía de la máquina,
y adopta la posición empírica de que la direccionalidad positiva de esos cambios
proviene de la experimentación por ensayo y error, haciendo énfasis en cómo la
estabilización de esos cambios es el resultado de un proceso de aprendizaje, en
el cual influyen factores que posibilitan, potencian, limitan o impiden tanto la
experimentación como el desarrollo. La acción se entiende dentro de este modelo
como la generadora del desarrollo, ya que es la que le permite al sujeto aprender
a través de la experimentación.
La visión mecanicista se deriva de una mirada pragmática y positivista, don-
de uno de los puntos centrales para dar sentido a las explicaciones es el estable-
cimiento de relaciones causa-efecto, logrando instaurar situaciones predecibles a
partir de ciertas condiciones específicas del sujeto y del contexto (determinismo).
Desde aquí se puede considerar que el sujeto es reactivo (da respuestas) a ciertas
acciones del medio o de otros sujetos (estímulos). Pero, a diferencia del conductis-
mo, la mirada del desarrollo se sitúa como derivada de un procesamiento interno
del sujeto al recibir esos estímulos, y como vinculada a una acumulación progre-
siva de vínculos internos que le permiten al sujeto alcanzar estructuras internas
que aumentan sus probabilidades de éxito al enfrentarse con el medio o con otros
sujetos. Estas estructuras permiten que el sujeto logre reproducir con facilidad
ciertas acciones para las cuales él está en principio capacitado, pero cuya repeti-
ción actúa como causa de la estabilización de esas estructuras internas y del éxito
posterior de su funcionamiento.
El modelo mecanicista se encuentra, pues, más próximo a una epistemolo-
gía realista y empirista, que intenta mostrar cómo los posibles fenómenos, cuan-
do se observan, se pueden analizar desde los principios de la física. Se asocian
a estos modelos autores como Bijou y Baer (1978), quienes hacen su manejo es-
pecíficamente desde las teorías clásicas del aprendizaje. También se consideran
mecanicistas los modelos que incluyen consideraciones de sus proponentes sobre
intercambio de información con el medio o con otros sujetos. Tales son algunos
teóricos del procesamiento de la información, quienes, como Overton y Reese
(1973), empezaron a configurar las primeras variantes de los modelos computa-
cionales.
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El modelo organicista
El modelo computacional
Una de las alternativas que se diseñó para superar los modelos mecanicista y or-
ganicista y para tener en cuenta los modelos contextuales sociocultura-
les fue el modelo contextual dialéctico (Riegel, 1976; Riegel y Meacham, 1976).
Dicho modelo no asume darle prioridad al desarrollo psicológico desde la po-
sición biológica, sino que más bien considera importantes tanto los cambios
culturales como los cambios individuales que se producen en un lapso de tiempo
determinado.
Dentro del modelo contextual dialéctico se propone una estrecha interde-
pendencia entre los factores que pueden incidir en el desarrollo; es decir, se da
igual relevancia a los procesos biológicos, sociales, culturales e históricos por
los que han atravesado la especie humana y cada uno de sus grupos e indivi-
duos, intentando un análisis dialéctico entre todos estos factores, análisis que
muestra el carácter multicausal y multidireccional del desarrollo. Este modelo
asume que las etapas en las que se observa el mayor alcance de las acciones
adaptativas para la persona están altamente influenciadas por la maduración,
pero considerada en estrecha interdependencia con el medio. Se da igual im-
portancia a los aspectos denominados extrapsicológicos e intrapsicológicos
(respectivamente, sociedad y cultura) y al de la construcción de lo individual
(maduración). Dentro de este modelo se podrían incluir los teóricos del ciclo
vital, como Baltes (1987), Vygotsky (1978), Wallon (1941). Con este modelo
trabaja el Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, liderado
por Francisco Lopera. Una somera revisión histórica de los psicólogos del de-
sarrollo adscritos a este modelo tendría que comenzar también desde Vygotsky
(1933; ver también 1978, 1986) y sus seguidores, pasando por Klaus Riegel
(1976; Riegel y Meacham, 1976; ver Meacham, 1999), Cole John-Steiner, Scri-
bner y Souberman (1978; ver también Cole, 1996), Barbara Rogoff (1982; ver
también Rogoff, 1992, 2003), James Wertsch (1985/1988; ver también Wertsch,
1991/1993), y muchos otros, entre los cuales se puede contar a Jerome Bruner,
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con su psicología narrativa y cultural (Bruner, 1984; 1986a, 1986b; 1990; 1996;
2002; ver también Cole, 1991).
Desde la posición planteada por Rogoff y Wertsch (1984) se va confirmando
en estos autores que una mirada al desarrollo desde una sola perspectiva (causa-
efecto; acciones individuales de experimentación, agrégueseles o no aspectos in-
formáticos; actividades de un organismo, o sólo estímulos externos, así sean sólo
el lenguaje y el discurso, etc.) limita demasiado el abanico de factores que permi-
tirían ampliar el conocimiento de lo que es el desarrollo, llevar a cabo las tareas y
aplicaciones de la psicología evolutiva, multiplicar y potenciar sus posibles mode-
los y teorías, adelantar exitosamente sus metodologías y terapias (Rogoff, 1992).
Lo que se obtiene del modelo contextual dialéctico es la posibilidad de
ampliar la forma de mirar el desarrollo con otro tipo de explicaciones y con
diferentes abordajes en torno al ser humano. Éste es uno de los modelos que ha
dado más fuerza al estudio de las diferencias individuales, puesto que ofrece
la posibilidad de considerar que no se puede abordar al niño como un ser que
tiende necesariamente a hacer una repetición de etapas prescritas genéticamente
para todos los miembros de la especie humana, sino que, además, se debe
considerar a cada individuo como aquel ser que ha de pasar por etapas que su
misma especie constituye en cada tiempo y cultura y que, además, las logrará
generando diferencias individuales vinculadas a los componentes instruccionales,
institucionales, culturales e históricos del ambiente que lo ha rodeado (Riegel,
1976; Overton, 1997).
Hasta cierto punto, podría verse el modelo contextual dialéctico como ecléc-
tico, cuando establecemos una comparación con los modelos que anteriormente
se describieron. Pero la pregunta es si –una vez superados los modelos de la caja
negra− los modelos mecanicistas y organicistas, con sus variantes informáticas,
o los contextualistas socioculturales y lingüísticos son suficientes para formu-
lar teorías del desarrollo humano que orienten eficazmente la acción terapéutica,
educativa y política, con miras a una sociedad más humanizada y feliz. Por otro
lado, la complejización progresiva de estos modelos contextuales dialécticos, aun-
que promisoria, puede impedir la consideración de las interacciones entre com-
ponentes y factores, pues el número de las relaciones binarias y ternarias posibles
(para limitarnos a estas multiplicidades bajas) va creciendo exponencialmente
con el número de esos componentes o factores considerados en un modelo dado.
Además, las interacciones se hacen más y más difíciles de precisar, de tal manera
que sólo denominarlas “dialécticas” no aporta mayor información y exige todavía
una descripción fina y rigurosa de las sucesiones, intercausalidades y trayectorias
de las transformaciones estudiadas.
Elementos y modelos del desarrollo: una revisión del concepto 19
En este sentido, se debe tener presente que, en general, las propuestas teó-
ricas actuales buscan flexibilización y adaptación de las posturas dentro de
una clara tendencia hacia la integración, convergencia y concordancia (Kar-
miloff-Smith e Inhelder, 1975; Gutiérrez Martínez, 2005). Pero la tensión se
mantiene entre los muy bien argumentados llamamientos a la complejidad y las
necesidades de la simplificación, pues todo modelo es necesariamente un siste-
ma simplificado construido para permitir la formulación de teorías con poder
explicativo y predictivo (o al menos retrodictivo), puesto que las limitaciones
del cerebro humano y del lenguaje hacen imprescindibles esas reducciones y
simplificaciones.
En primera instancia está una posición que presupone que el desarrollo es siempre
un requisito previo para el aprendizaje; que se necesita que maduren las funciones
mentales para lograr aprender algo; es decir, que el aprendizaje es un proceso
que no influye en el desarrollo, sino que éste se convierte en la base para que
el niño pueda lograr cualquier tipo de aprendizaje. En esta conceptualización,
usualmente atribuida a Piaget, se observa cómo interviene centralmente el térmi-
no “maduración”, con el que se presenta menos confusión, dado que la mayoría
de los autores reconoce como maduración aquel alcance biológico necesario para
acceder al aprendizaje, el cual polietápicamente permite el desarrollo. Siempre el
término “maduración” hará referencia a procesos biológicos (Gesell y Amatruda,
1946), y sobre el desarrollo anatomofisiológico es mucho más fácil llegar a acuer-
dos entre los investigadores. Por eso no se cuestionan ni el desarrollo neurológico,
ni el osteomuscular, ni el motor ni el sexual.
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La segunda posición teórica considera que, por un lado, está la maduración que
prepara y posibilita un proceso específico de aprendizaje y, por el otro, el proceso
de aprendizaje, el cual estimula y hace avanzar el proceso de desarrollo y aun el
de maduración (Vygotsky, 1978). Dentro de esta teoría, una vez internalizado el
lenguaje, los desarrollos ulteriores se darán en la medida en que se incrementen
y cualifiquen los aprendizajes culturalmente mediados. Esta teoría permite cap-
tar la dependencia e interactividad que tienen estos tres conceptos que, como se
enuncio anteriormente, son fundamentales para toda discusión sobre la evolución
sociogenética y psicogenética del ser humano, pero pone como central el apren-
dizaje.
fluencia) que las experiencias, la cultura y el contexto sean relevantes para marcar
diferencias individuales en el proceso de desarrollo.
Los obstáculos en la interpretación del desarrollo se pueden ubicar en el am-
biente, la heterogeneidad de las experiencias, la estructura previa que trae el su-
jeto, la representación del mundo que ha construido, el bagaje genético, etc. Esta
diversidad de variables no son estáticas sino evolutivas: no “son” sino que “devie-
nen”. Así, como característica fundamental aparece la inestabilidad; al involucrar
un componente temporal y dinámico de base, no hay un estado especifico que
permita hablar del desarrollo de las variables que lo constituyen, sino que hay
un sin fin de situaciones que nos permiten realizar diversos análisis (Coll, 1979).
Esos análisis dependen de las teorías que se utilicen, y éstas a su vez se interpre-
tan en distintos modelos mentales más o menos explícitos del proceso que ha sido
recortado para su estudio a uno u otro nivel de resolución.
Como se dijo arriba, es claro que resulta mucho más difícil para los inves-
tigadores captar aquello que no es estático, que no es fijo, que cambia y evoluciona,
que presenta variaciones, y es todavía más difícil dar cuenta de aquello que, con
alta dependencia del contexto, presenta otra serie de características y variaciones.
En definitiva, es claro que existen múltiples problemas metodológicos para
investigar el desarrollo (Gutiérrez Martínez y Carriedo, 2001). Sin embargo, estas
dificultades no han sido limitantes para la formulación de modelos y teorías que,
aunque han utilizado una serie de conceptos que han sido considerados como
problemáticos, también han generado formas diferenciales de abordar este objeto
de estudio que han permitido el crecimiento modélico, teórico y metodológico
para la psicología del desarrollo.
Dependiendo del modelo teórico utilizado, así será la forma de mirar el concepto de
desarrollo y, por tanto, el proceso explicativo que se establece. Si se concibe el desa-
rrollo desde una posición relacional, son tres los postulados que podríamos referir:
1. Se considera el componente genético como un sistema dinámico autoorgani-
zado; por tanto, el desarrollo es una autoorganización.
2. Se hace mayor énfasis en la direccionalidad y en la ciclicidad de pensamiento,
se da especial atención al origen y desarrollo de diferentes pautas de acuerdo
a lo vivido por el sujeto.
3. El concepto de adaptación no se concibe como una relación de causalidad uni-
direccional; si bien existe causalidad desde el componente biológico, también
existen causalidades desde el componente sociocultural (Overton, 1997).
En resumen, lo que es importante cambiar es el nivel de enfoque y tener una
perspectiva más relacional que permita establecer miradas no dicotómicas entre
Elementos y modelos del desarrollo: una revisión del concepto 25
Observemos que lo anterior puede marcar una posición divisoria, pero el ob-
jetivo expuesto por Overton es considerar ambos tipos de cambio, tanto lo obser-
vable (conducta) como el carácter que se le imprime de características individuales
(funcionales y estructurales), en una matriz relacional donde se articulen, como
una respuesta relacional de análisis que se abstenga de establecer exclusiones.
Por otro lado, el ser humano necesariamente es un ser social; vive la vida en
una imbricada relación con otros y, por tal razón, es indudable que existen com-
ponentes sociales e individuales en él que “parecieran condiciones contradictorias
de la existencia” (Maturana y Varela, 1986). Lo genético no necesariamente de-
termina lo humano, pero lo social funda lo humanizante en lo biológico; es decir,
a través del contexto y las vivencias culturales que tiene el ser humano, el compo-
nente biológico entra a formar parte de su constitución como ser humano.
Son diversas las acciones biológicas que tienen una representación secuencial
e influyen claramente en el proceso social; por ejemplo: todo ser viviente tiende a
conservarse dentro de un componente de organización individual (organísmica) y
social (histórico-cultural); es decir, es necesaria la organización de un sistema in-
traorganísmico que tiene invariantes (estructurales o al menos funcionales) y que
genera una estructuración interna para poder establecer acciones determinadas
y exitosas en el entorno donde dicho organismo biológico vive; pero también es
necesaria la organización de un sistema interorganísmico que también mantenga,
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A modo de conclusión