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Edith Stein

I
En busca de la verdad
Edith Stein:
En busca de la verdad

'Biblioteca
Título original: Edith Stein Begegnen
Colección: Biblioteca Palabra
Director de la colección: Juan Manuel Burgos

© Sankt Ulrich Verlag GmbH, Augsburg, 2005


© Ediciones Palabra, S.A., 2005
Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España)
© Traduccións: Vicente Ayuso

Diseño de (a cubierta: Carlos Bravo


I.S.B.N. 84-8239-962-4
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Impresión: Gráficas Anzos, S.L,
Printed in Spain - Impreso en España

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electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,
sin el permiso previo y por escrito del editor.
Viki Ranff

Edith Stein:
En busca de la verdad
Traducción:
Vicente Ayuso

EDICIONES PALABRA
Madrid
DATOS BIOGRÁFICOS

Una primera mirada a EdithSiein

1891 12 de octubre: es el número 11 dé los hijos de un


matrimonio judío de Breslau.
1905 Interrumpe el colegio por diez meses. Abandona la
fe judía.
1911 Termina el bachillerato en la Viktoria-Schule de
Breslau.
1911-1913 Estudios dé Germanística, Historia y Filosofía en
Breslau.
1913-1916 Estudios en Góttingen, fin de carrera con el «Sta-
atsexamen», estudios para el doctorado,
1915 Presta servicios como enfermera de la Cruz Roja
en el hospital militar de Mahrisch-Wei&kirchen*.
1915/1916 Profesora en la Viktoria-Schule de Breslau.
1916 3 de agosto: doctorado en Filosofía én Friburgo
con Edmund Husserl.
1916-1918 Ayudante de Husserl en Friburgo.
Hasta 1921 Actividad científica privada en Breslau; prepara­
ción del trabajo de habilitación académica.

* (N. del T.) Actualmente Hranice na Morav (República Checa).

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VIKIRANFF

1921 Verano: lectura del Libro de su vida de Santa Tere­


sa de Ávila y decisión de convertirse a la Iglesia ca­
tólica.
1922 1 de enero: bautismo en Bergzabem (Palatinado).
1923-1931 Profesora de bachillerato y de la escuela de magis­
terio de las Dominicas de Santa Magdalena de Es­
pira, intentos de habilitación, numerosas confe­
rencias.
1932/1933 Profesora de Filosofía en el Instituto de Pedagogía
Científica de Münster.
1933 Abril: fin de la actividad docente en Münster por
motivos políticos; yerano: despedida de Breslau;
14 de octubre: ingreso en el cam elo de Colonia.
1934 15 de abril: toma de hábitos.
1935 21 de abril: primera profesión de votos.
1938 21 de abril: votos perpetuos; 31 de diciembre: tras-
lado al Carmelo de Echt (Países Bajos).
1942 2 de agosto: detención por la Gestapo en Echt y de-
¡ portación; 9 de agosto: asesinada en Auschwitz. ' :
1987 1 de mayo: beatificación por el Papa Juan Pablo II
en Colonia.
1998 11 de octubre: canonización por el Papa Juan Pa­
blo II en Roma.
1999 1 de octubre:, el Papa Juan Pablo II la nombra co-
patrona de Europa,

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PRIMERA PARTE

ITIN ER A R IO S EX T ER IO R ES
E IN T E R IO R E S

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La vida de Edith Stein describe muchas vueltas y revuel­
tas. Los numerosos cambios de ciudad se pueden ver como
una imagen exterior del movimiento interior. Lo mismo se
puede decir de su evolución espiritual y religiosa, que ella mis­
ma presenta, al igual que sus orígenes familiares, en el escrito
autobiográfico Aus dem Leben einer jüdischen Familie1. Si se
quisiera resumir este recorrido vital en una frase, habría que
hablar de Edith Stein como judía, como atea, como filósofa,
como conversa, como profesora) como carmelita, como vícti­
ma de los nacionalsocialistas y como santa y copatrona deEu-
ropa. Sus muchas tareas y su dedicación a los contactos que
ganó con su amistad, su profesión y su consejo en Alemania y
fuera de ella hacen aparecer a Edith Stein como una santa es­
critora y viajera. Pero ella confiesa en una de sus cartas ser1

1E. S t e in : A u s dem Leben einer jüdischen Familie, en: Edith Stein Ge-
samtausgabe (ESGA), vol. 1, 2002 (título breve = Leben), Se encuentran da­
tos más detallados al final del presente libro en «Sugerencias para la lectura
y títulos breves».
(NT): «De la vida en una familia judía». Esta obra ha sido publicada en
español con el título «Estrellas amarillas» (en traducción de Carlos Castro Cu-
bells, corregida después por Ezequiel García Rojo). Este último, además, la ha
publicado como Autobiografía, en el primer tomo de las Obras Completas
(edición conjunta de Espiritualidad, El Carmen y Mónte Carmelo).

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VIKIRANFF

una «monja vagante» contra su voluntad. Aquí se manifiesta


una tensión característica de Edith Stein: una enorme activi­
dad junto a la nostalgia de tranquilidad y estabilidad. La últi­
ma va adquiriendo, con el paso del tiempo, rasgos más religio­
sos, se configura como búsqueda y encuentro de la paz
interior en la oración y conduce, finalmente, al Carmelo. Con
todo, la interioridad contemplativa y la actividad apostólica se
mantienen siempre unidas, como muestran las cartas desde el
claustro y afirman los últimos testigos tras la detención y de­
portación, al informar de la esforzada ayuda a sus compañe­
ros de cautiverio.
Los escritos de Edith Stein están apareciendo desde
2000 en una nueva edición científica; la edición completa de
las obras de Edith Stein, poniéndose así, en parte por primera
vez, a disposición de los interesados. La obra de Edith Stein,
principalmente postuma, abarca estudios filosóficos; traduc­
ciones de obras clásicas de teología-desde Dionisio Areopagi-
ta hasta John Henry Newman, pasando por Tomás de Aqui­
no-, consideraciones sobre el feminismo, meditaciones y una
exposición de la mística de Juan de la Cruz que ha quedado en
forma de fragmento.
Numerosas publicaciones, especialmente alrededor de
su beatificación y canonización, han presentado la vida de
Edith Stein desde distintas perspectivas. La investigación se
ha propuesto, desde hace unos años, hacer honor a sus méri­
tos en la filosofía, la teología y la pedagogía mediante el análi­
sis de suS obras científicas. La mejora sustancial que se ha lo­
grado últimamente en la base textual de Edith Stein,
especialmente con la notable ampliación del Corpus epistolar
y con la autobiografía completada Aus áem Leben einer jüdis-

Í0
ITINERARIOS EXTERIORES E INTERIORES

chen Familie, permite una mirada más honda y auténtica a las


circunstancias de su vida y a la evolución de su pensamiento.
De ahí se obtienen detalles para completar o corregir la ima­
gen de Edith Stein que una presentación de su vida y obra
apoyada en las mencionadas ediciones hace ver como desea­
ble.
La propia Edith Stein guiará el viaje por la primera par­
te del libro con sus apuntes autobiográficos. En la segunda se
presentarán algunos planteamientos filosóficos y teológicos
de Edith Stein con la idea de animar, más allá de esta pequeña
introducción, a adentrarse en sus escritos.

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B R ESLA U : IN FA N C IA E N U N A FA M ILIA JU D ÍA

El Yom Quipur, el día de la reconciliación, culmina las


celebraciones judías de año nuevo. Ese día es el cumpleaños
de Edith Stein. En 1891 cayó en el 12 de octubre. Solamente
ese día entraba el sumo sacerdote en el sancta sanctorum del
Templo de Jerusalén para ofrecer el sacrificio de reconci­
liación, después de que el chivo expiatorio, cargado ritualmen­
te con los pecados del pueblo, hubiera sido enviado al desier­
to. Desde que, con la destrucción del Templo en el año 70 d.
C., el culto sacrificial dejó de ser posible, la jomada se celebra­
ba en la sinagoga con ayuno y oración. «Aunque yo no hacía
ningún asco a los manjares de las otras fiestas, me atrajo
siempre mucho que, en esta fiesta, no se tomara bocado ni tra­
go alguno durante más de 24 horas y le tenía más cariño que a
las demás. La víspera había que tomar la cena a plena luz del
día, porque, en cuanto se viera la primera estrella en el cielo,
empezaba el servició divino en la sinagoga. Esa tarde no iba
solamente mi madre, sino que la acompañaban mis hermanas
mayores, y hasta los hermanos consideraban un honroso de­
ber no faltar (...). A la mañana siguiente se levantaba mi ma­
dre algo más tarde que de costumbre y se iba despidiendo de­
licadamente de todos porque se iba a pasar todo el día en la
sinagoga (...). Ninguno de nosotros se dispensaba de ayunar,

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VIKIRANFF

aunque ninguno compartiese ya la fe de nuestra madre (...).


Para mí, el día tenía otro significado más: yo había nacido el
día de la reconciliación y mi madre lo consideró siempre mi
auténtico cumpleaños, aunque el día de las felicitaciones y los
regalos fuera el 12 de octubre (...). Daba gran valor a ese hecho
y creo que esto más que nada ha contribuido a hacerla tan
querida a su hija pequeña» (Leben, págs. 45 s.).
Esta descripción y valoración de la mayor fiesta judía
arroja luz sobre algunos temas centrales en Edith Stein: la es­
trecha relación con la familia, pero especialmente con la ma­
dre, el carácter de signo religioso de algunos acontecimientos
de su vida, el amor a la liturgia y la voluntad ascética y la incli­
nación por los libros, pues también cuenta que le gustaba pa­
sar leyendo los grandes días de fiesta.
En aquella fiesta, pues, nació la undécima.y última hija
de unos padres que se habían trasladado de Lublinitz1, la pa­
tria de la madre, a Breslau. Cuatro de los hermanos murieron
muy niños, de manera que Edith y Erna, dos años mayor que
ella, vivían juntas «como gemelas» a mucha distancia de edad
de los otros cinco hermanos. Esa comunidad düró hasta los
años déla universidad. Mientras que Erna era tenida por «dó­
cil» y «transparente como agua clara», a su hermana pequeña,
que quería seguir el ejemplo de la mayor de las hermanas, El-
se, y hacerse profesora, la llamaban «un libro con siete sellos»
(Leben, págs. 37 s.).
El padre de Edith Stein murió, cuando ella tenía dos
años, de un golpe de calor durante un viaje de negocios, des­
pués de recorrer a pie un largo camino en un caluroso día de

1(NT) Actualmente, Lubliniec (Polonia).

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BRESLAU: INFANCIA EN UNA FAMILIA JUDÍA

julio para inspeccionar un bosque. La madre consideró a su


hija menor como su último legado, porque volvió a saludar a
su padre cuando se despidió para su último viaje {Leben, pág.
46). «Al entierro de mi padre vinieron los parientes y estuvie­
ron conversando sobre lo que le tocaría hacer a mi madre con
sus siete hijos y sin ningún medio: por supuesto, vender el ne­
gocio endeudado, quizá hacerse con una vivienda más grande
y alquilar habitaciones amuebladas; los hermanos ya se encar­
garían de otras cosas que hicieran falta. Mi madre no repuso
nada, pero echó a su hija mayor, que entonces tenía 17 años,
una mirada que lo decía todo. Ya había tomado una decisión.
Quería salir adelante sola, sin necesidad de la ayuda de nadie.
Y por eso quería mantener el negocio y hacerlo prosperar (...).
Era hija de un hombre de negocios y tenía una-naturaleza do­
tada para los negocios (...). Y lentamente, paso a paso, salió
adelante con su trabajo (...). Nunca pasamos hambre, pero nos
acostumbramos a una sencillez y ahorro extremos y algo de
eso nos ha quedado hasta hoy. Poco a poco se fue pagando
hasta el último céntimo de las deudas. Y entonces se trató ya
de dar una buena educación a los hijos» {Leben, págs. 19 s.).
La caracterización de sus dotes prácticas se completa
con narraciones detalladas de la infancia de la madre que, con
solo 12 años, tuvo que dejar el colegio para ayudar en el traba­
jo. Pero dos de sus hermanos pudieron estudiar e iniciar el as­
censo social y económico de la familia. «Impartía las clases de
religión del colegio un profesor judío. Se aprendía un poco de
hebreo, pero era insuficiente para poder después traducir o re­
zar con inteligencia por cuenta propia. Se aprendían los man­
damientos, se leían fragmentos de la Sagrada Escriturarse
aprendían de memoria algunos salmos en alemán. Mi madre

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VIKIRANFF

dice que asistía a esas clases con total entusiasmo. Y que les
inculcaban el respeto a toda religión, que no debían decir na­
da contra una religión ajena» {Leben, pág. 8). Así se pusieron a
la vez en la infancia de la madre los cimientos de la inclina­
ción religiosa y de la tolerancia. Unida a ellas se encontraba la
generosidad con los clientes en apuros económicos. Y, sin em­
bargo, el negocio prosperaba, cosa que la madre atribuía a la
bendición de lo alto «como su particular demostración de la
existencia de Dios» {Leben, pág. 36).
Edith Stein describe minuciosamente los modos de vida
y caracteres de sus parientes a partir de sus recuerdos, com­
pletados con las narraciones de la madre. En el transcurso de
su autobiografía se va haciendo sutil, a veces, con un poco de
picardía, el dibujo de los rasgos de sus hermanos. Lo hace pa­
ra presentar mejor la vida de la madre, que incluye el trato con
sus hijos, de manera que cree no poder renunciar a presentar
aquellos aspectos que se podrían percibir como crítica. Pero
asegura: «Cuando al final me toque, a mí, no seré más mirada
conmigo que con los demás» {Leben, pág. 20).
La familia se mantenía muy unida, lo que no excluía al­
gunas sombras, como se ve en la insinuación de un conflicto
de la madre, con sus nueras. La madre era impaciente hacia
«la falta de veracidad y de puntualidad y hacia la excesiva au­
toestima. La gente que disfruta hablando de sí y no se cansa
de alabar sus propios méritos se le hace insoportable y enton­
ces expresa su disgusto sin disimulos. La ponía triste que le di­
jéramos, medio en broma medio en serio, que era una mala
suegra. Pero el sentido muy marcado de la propia identidad
familiar es, un obstáculo para la acogida de elementos ajenos.
La sentencia "son, distintos que nosotros' significaba, en boca

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BRESLAU: INFANCIA EN UNA FAMILIA JUDÍA

de mi madre, una decidida línea de separación» (Leben, pág.


23).
Con un solapado sentido del humor habla Edith Stein
de su jardín de infancia. Precoz e imitadora del desarrollo de
sus hermanas mayores, se defiende enérgicamente de una si­
tuación que percibe como una ofensa a su capacidad: ¡jardín
de infancia! Dicen tanto esas escenas descritas a la distancia
de cuarenta años sobre cómo se ve Edith Stein hasta su con­
versión que las citaremos con detalle: «En mis sueños veía an­
te mí un futuro brillante. Soñaba con la suerte y la fama, por­
que estaba convencida de estar destinada a algo grande y de
que no encajaba en los estrechos límites de la pequeña bur­
guesía de mi entorno. De esos sueños hablaba tan poco como
de los miedos que me habían torturado antes. Me despertaban
bruscamente de mis ensoñaciones cuando veían que no me
enteraba de lo que pasaba a mi alrededor. A una fantasía así le
vino bien que me llevasen pronto al colegio y que una mente
tan vivaz recibiera alimento consistente. Guando Erna empezó
a ir al colegio con seis años y yo no podía ir con ella, me puse
muy triste. Y, como ya no tenía compañía en casa, me apunta­
ron en un jardín de infancia. Me pareció muy por debajo de
mi dignidad. Era una dura lucha llevarme cada mañana. Era
hosca con los otros niños y no me convencían fácilmente de
que jugara con ellos. Mis hermanos se encargaban por tumo
de la incómoda tarea de llevarme» {Leben, pág. 50).
: Una de las tías intentó en vano que cambiase de opinión:
«Cuando hacía sus compras caseras por la mañana temprano,
a veces, nos encontrábamos con ella y entonces casi siempre
me regalaba algo. Solía ser algún consuelo para el camino al
aborrecido jardín de infancia. Una vez que me llevaban de
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nuevo a la fuerza, me compró una bolsa enorme de ciruelas


amarillas. Me quedé casi noqueada con tanta abundancia. Pe­
ro no me dejé sobornar con esas cosas materiales. Mi aversión
hacia ese lugar humillante siguió siendo igual de grande» {Le-
ben, pág. 103). La oposición a la situación impuesta está des­
crita con una viveza tal que se diría que la escritora la tiene
presente, después de décadas. Quizá esto señale un rasgo del
carácter de Edith Stein, a saber: que también en épocas poste­
riores de la vida trae a la luz con indisimulada impaciencia
una aversión contra la permanencia en situaciones o estadios
evolutivos que considera superados. Así fundamenta el cam­
bio de la Universidad de Breslau a la de Góttingen con su ne­
cesidad de nuevos retos, una vez convencida de que Breslau
no tiene nada más que ofrecerle. Parecía haberse fundido con
la Universidad de Breslau pero «en eso, como después tantas
veces en la vida, era capaz de apartar de un manotazo las ata­
duras aparentemente más firmes y volar como un pájaro que
se ha escapado del lazo» (Leben, pág. 169).
Ya en edad preescolar sabía arreglárselas. «Cuando se.
acercaba mi sexto cumpleaños decidí poner fin al odiado jar­
dín de infancia. Declaré que, a partir de aquel día, quería a to­
da Costa ir al 'colegio grande' y que ese era el único regalo de
cumpleaños que me hacía ilusión; de lo contrarío no aceptaría
ningún otro. Sucedió que, aquel año, el primer día de colegio
después de las vacaciones de otoño era el 12 de octubre. Con
todo, no era fácil que me saliera con la mía, porque el curso
escolar había empezado en Pascua (...) y yo todavía no sabía
siquiera leer ni escribir. Mi hermana mayor fue al director de
la Viktoriaschule y le pidió que me aceptasen de prueba; ella
respondería de que yo siguiera el ritmo» {Leben, págs. 50 s.).

18
BRESLAU: INFANCIA EN UNA FAMILIA JUDÍA

Su hermana Else acababa de sacar las pruebas de profesora y


logró convencer al director. Así pudo Edith Stein ganar un año
y dejar atrás el jardín de infancia. Ella cuenta que al principio,
sin práctica previa, fue difícil escribir con pluma y tinta y leer
palabras enteras, pero que enseguida estaba entre las mejores
de la clase. «Me pasaba de aplicada. Era capaz de acercarme a
saltos hasta la tarima con el dedo en alto simplemente para
que me tocase'. Mis asignaturas preferidas eran lengua e his­
toria» (Leben, pág. 51).
La ambición apunta, de vez en cuando, en los escritos
autobiográficos como un rasgo de Edith Stein. La tía que le re­
galó ciruelas camino del jardín de infancia la apoya en su em­
peño por ir al colegio, pero le muestra su acuerdo en una for­
ma que a ella le molesta: «Es que le gustaba llamarme
'trepadora'. Yo sabía que era una broma cariñosa, pero tenía
algo que me picaba. Desde mi más tierna infancia, los parien­
tes decían de mí dos cosas: que era ambiciosa (con razón) y
que era ‘la lista' de Edith. Las dos cosas me fastidiaban mu­
cho. Lo segundo, porque creía percibir que es que yo me lo te­
nía creído de lista y que solo me importaba ser lista; y yo sabía
desde muy pequeña que era mucho más importante ser buena
quelista» {Leben, pág. 103).
Aquí se anuncia una tensión hacia el ideal ético que se
puede tomar como una de las características principales de
Edith Stein hasta más allá de la época de la carrera y el docto­
rado. Pero no solo se siente mal valorada en su jerarquía de
valores, sino también como niña no tomada en serio por los
adultos: «Fuera del colegio me hice reservada, lo que llamó la
atención de toda la familia. Seguramente era porque estaba
ensimismada en mi mundo interior. En parte podía ser, tam­

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VHCIRANFF

bién, culpa de la manera condescendiente en que los adultos


suelen tratar a los niños. Cuando me ponía a hablar de cosas
para las que les parecía demasiado pequeña podían reírse y
contárselo unos a otros como curiosidad. Así que mejor me
callaba. En el colegio me tomaban en serio. A lo mejor decía
en clase algo que no comprendían mis compañeros. Pero yo
no me daba cuenta ni los profesores hacían que notase nada
que no fuera que me ponían muy buenas notas» {Leben, pág.
51).
Eso pudo haber influido en la gran dependencia del co­
legio: «Creo que casi me sentía más en familia en el colegio
que en casa» {Leben, pág. 39). La emigración interior, a la que
se ve obligada de niña, no se refiere solo a los pensamientos y
saberes, sino también a las emociones y vivencias. A pesar de
la íntima unión con ella, su madre dejó de ser. su confidente
«tan poco como cualquier otro. Llevé desde la primera infan­
cia una curiosa doble vida, y ante quien me observase desde
fuera sufría transformaciones incomprensibles y bruscas. En
los primeros años era vivaracha como el mercurio, siempre
moviéndome, soltando las ocurrencias más disparatadas, pilla
y entrometida, indómita y rabiosa cuando algo iba contra mi
voluntad» {Leben, pág. 47).
Con tono picaro describe cómo fracasaba su hermana
mayor Else, con toda su sabiduría pedagógica, ante la herma­
na pequeña. Cuando la castigaba metiéndola en el cuarto os­
curo, gritaba con todas sus fuerzas y aporreaba la puerta has­
ta que la madre la liberaba por consideración hacia las
molestias para los vecinos. «Eso era lo normal que podían ver
por fuera mis allegados. Pero en mi interior había, además, un
mundo oculto. Lo que veía y oía a la luz era reelaborado allí.

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BRESLAU; INFANCIA EN UNA FAMILIA JUDÍA

La vista de un borracho podía perseguirme y torturarme du­


rante días y noches» [Leben, pág. 47). Eso la lleva a renunciar
de estudiante completamente al alcohol «para no perder por
culpa propia nada de mi libertad de espíritu ni de mi dignidad
humana» [Leben, pág. 47),
El fuerte impulso ético está aquí unido a un profundo
conocimiento de los valores humanos y espirituales. Lo que
podría dar la impresión de una postura exageradamente rigu­
rosa nace, más bien, del deseo de unir la contemplación inte­
rior con la conducta vital y de no poner en juego la apreciada
libertad. Pero nunca se le ocurrió «que se pudiera hablar de
eso» [Leben, pág. 47). Así podía dar Edith Stein de niña la im­
presión de cerrazón al no aceptar puntos de vista y experien­
cias éticos, espirituales o emocionales. Después interpretará
en términos intelectuales un primer cambio a los siete años:
«No sabría nombrar una causa externa. No me lo sé explicar si
no es porque entonces me enseñoreó el uso de razón. Me
acuerdo bien de que, desde entonces, tuve el convencimiento
de que mi madre y mi hermana Frieda sabían mejor que yo lo
que me convenía y, con ese convencimiento, yo las obedecía
de buena gana. Parecía desaparecida la antigua obstinación,
en los años siguientes fui una niña dócil (...). Gradualmente se
fue despejando también el mundo interior» (Leben, pág. 48).
Como los deberes del colegio dejan mucho tiempo libre,
se producen muchas ocasiones de jugar en la leñera o en la ca­
sa, para lo que cuenta con muchas amigas, primos y primas. Á
veces, al jugar a las prendas se hacían tres preguntas «para dar
la palabra de honor», y había que responder sinceramente,
por ejemplo, sobre el hermano preferido o quién era el adulto
al que uno quería parecerse de mayor. Edith Stein interpretará

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VIKIRANFF

más tarde la atmósfera particular de ese juego: «Era el afán de


meterse en los misterios del corazón humano lo que se hacía
patente en aquel juego infantil y, si alguna vez se hacía difícil
responder, curiosamente se sentía uno elevado al descender a
la propia profundidad» (.Leben, pág. 41). Había otra forma de
dirigirse a ella que la desagradaba: cuando tenía que recibir
como primera de la clase ante todos los profesores y las alum-
nas reunidos un premio del director «con todos los ojos de
atrás adelante dirigidos a una mientras el director decía unas
palabras cariñosas. Con todo lo que me alegraba cada nuevo
libro, me pesaba más el espectáculo que el premio» {Leben,
pág. 40).
Con la misma franqueza reconoce: «Nos apetecía poco
ayudar en los trabajos de la casa y no nos gustaba nada cuan­
do nos ponían a limpiar el polvo o secar la vajilla. A medida
que los estudios nos exigían más, se nos iba liberando de esas
tareas, no para nuestro bien, porque se adquiría una visión
unilateral de la formación que después había de lamentar mu­
chas veces» {Leben, pág. 42). •
Describe la celebración de la fiesta judía más impor­
tante en su infancia no solo atendiendo al rito, sino también
a su atmósfera particular. No solo la interrupción de la coti­
dianidad, la alegre espera y los esfuerzos del ama de casa, si­
no que también trata la disposición religiosa de los miem­
bros de la familia. Sobre las prescripciones rituales de las
distintas fiestas expone: «En los años de mi infancia mante­
níamos todo eso; más adelante, mis hermanas mayores, más
liberales, le ‘regateaban’ cosas a mi madre» {Leben, pág. 44).
Ella misma parece no excluirse del creciente distanciamiento
de las costumbres tradicionales: «La liturgia de la tarde del

22
BRESLAU: INFANCIA EN UNA FAMILIA JUDÍA

Seder2 contiene una serie de preguntas con las que el hijo


menor se informa de por qué esa tarde es todo distinto a las
demás. El cabeza de familia responde y explica el sentido de
cada costumbre. Después, cuando yo ya estaba instruida, me
alegré de que hubiera sobrinos y sobrinas que me relevasen.
Lo sagrado de la fiesta se resentía de que solo mi madre y los
niños más pequeños participasen con devoción. Los herma­
nos que habían de pronunciar las oraciones en lugar del pa­
dre lo hacían de manera poco digna. Si no estaba el mayor y
el menor se hacía cargo del papel del cabeza de familia, deja­
ba ver netamente que por dentro se reía de todo aquello» {Le-
ben, pág. 44). Su propia aversión parece referirse al principio
a su función de niña menor, para la que se sentía demasiado
mayor. Pero, gradualmente, también su devoción parece ce­
der a una distancia crítica.
Finalmente pierde su fe en una visita a Hamburgo.

2 La tarde del Seder es la de la víspera de la Pascua, en que se hace


memoria de la salida de Egipto.

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H A M B U R G O : LA ATEA

En las vacaciones estivales de 1904 visita Edith Stein,


junto con su hermana Erna, a la hermana mayor Else, que se
había casado y marchado a Hamburgo un año antes. «Nunca
antes habíamos estado tan lejos; además, todavía no conocía­
mos a nuestro cuñado» (.Leben, pág. 62). Por eso, aquel viaje
fue un «gran acontecimiento». Del próximo nacimiento del
primer hijo no dijeron nada a las futuras tías. «Éramos toda­
vía unas niñas y en casa no se hablaba con nosotras de esas
cosas, a pesar de que por las amigas ya estábamos ‘instruidas’.
Mi hermana recordaba después en mi honor lo preocupada
que estuve por ella en esas semanas (...), aunque oficialmente
no sabía nada’» (Leben, págs. 63 s.). Esa experiencia pudo ha­
ber influido en la valoración posterior de la educación sexual,
que expone en una carta del 18 de octubre de 1932 a la educa­
dora Callista Brenzing, cisterciense de la abadía Seligenthal
de Landshut: «Yo no dejaría de afrontar las cuestiones sexua­
les, al contrario, hay que alegrarse cuando se presenta una
ocasión inopinada de hablar clara y sinceramente de esas co­
sas porque lo que ya no puede ser es mandar a las chicas por
el mundo sin educación sexual. Pero hay que distinguir cuida­
dosamente y evitar cualquier erotismo bochornoso. Las cosas
que tratan de los hechos más elementales con nobleza y realis­

25
VHCIRANFF

mo hacia su significado me parecen mucho menos peligrosas.


Lo único es que, si tiene niñas sin conocimiento alguno, puede
provocar una cierta crisis. Hay que estar al tanto de eso en cla­
se» (Briefe1/, pág. 244).
Si la visita de 1904 fue un viaje de vacaciones, aprovecha
dos años después el nacimiento del segundo hijo para cambiar
la propia situación vital: «En la pascua de 1906 dejé el colegio
y fui a ver a Else por deseo suyo para acompañarla y ayudarla
y aprender a llevar la casa y cuidar los niños. El billete de vuel­
ta tenía una validez de seis semanas, pero sirvió para el regre­
so de otra persona y yo me quedé. Como la pequeña mimada
de la casa y en el círculo feliz de mis hermanos y parientes, lle­
vaba una vida mucho más cómoda y agradable. Pero, a pesar
de eso, no manifesté nunca deseo de volver a casa. No me atre­
vía, porque me daba cuenta del dolor que le causaría a mi her­
mana (...). Así que estuve diez meses en Hamburgo. Mi madre
no me reclamaba de vuelta, aunque seguro que echaba mucho
de menos a su pequeña (...). Tendría el mismo motivo para no
llamarme que a mí me había determinado a quedarme» (Le-
ben, págs. 65 s.). La nueva proximidad hacia su hermana ma­
yor, que había tenido de tutora cuando niña pequeña, llevó a
que, unos años después, la menor pudiera mediar con éxito en
una crisis matrimonial entre su hermana y su cuñado.
Resume así el recuerdo de aquellos meses de 1906 en
Hamburgo: «Es como si en comparación con antes y después
hubiera estado espiritualmente abotargada. Pero físicamente
me transformé rápido y con fuerza: la niña flacucha desarrolló

1 E. Stein , Selbsfbildnis ih Briefen L 1916-1933 (ESGA Bd. 2), 2000


(Título breve = Briefe /).

26
HAMBURGO: LA ATEA

casi por completo su plenitud femenina; como, además, el pe­


lo rubio se me oscureció mucho, casi no se me reconocía a mi
regreso a Breslau» {Leben, pág. 110).
Algunas modificaciones en el sistema escolar, por las
que hubiera perdido un año, contribuyen a que abandone el
colegio después del noveno curso de la escuela superior de
chicas en la pascua de 1906. Pero más importantes son los
motivos que añade explicando: «Creo que, en realidad, lo
determinante fue entonces y ahora un sano instinto que me
decía que ya había pasado suficiente tiempo sentada en el pu­
pitre y que necesitaba otra cosa. Precisamente en séptimo ba­
jaron algo mis notas. Seguía ocupando los primeros puestos
pero, a veces, fallaba. Debía de ser en parte porque empeza­
ban a ocuparme algunas cuestiones, sobre todo, sobre la vi­
sión del mundo, de las que se trataba poco en el colegio. Pero
principalmente se explicaría por el desarrollo corporal que se
estaba preparando» (Leben, pág, 101).
L a etapa escolar previa a la interrupcion.de los estudios

parece perder rápidamente importancia: «Eñ general, las imá­


genes de los últimos años del colegio de niñas están muy des­
dibujadas y relegadas por las posteriores del instituto y la uni­
versidad, No se me hizo costosa la despedida del colegio. De
momento me había cansado de estudiar. No estaba apegada a
ningún profesor o profesora. Siempre me había dado asco la
admiración empalagosa; yo nunca la practiqué y me reía de
quienes sí lo hacían» (Leben, pág. 106).
La madre de Edith Stein no se opone al deseo de esta de
abandonar el colegio, sino que le deja la libertad de decisión:
«No te forzaré (...), te dejé ingresar en el colegio cuando lo qui­
siste; también puedes irte ahora si lo quieres» {Leben, pág.

27
VIKIRANFF

101), La madre también acompañará sin entrometerse la bús­


queda posterior del itinerario formativo y profesional. Así na­
da se opone a su viaje de diez meses a Hamburgo. Cómo se lle­
gó a la pérdida de la fe solo se intuye por alguna insinuación
dispersa. Mientras que la madre, pese a algunas concesiones a
los hijos mayores, mantiene el estilo de vida y de fiesta judíos,
la adolescente conoce en casa de su hermana mayor y su cu­
ñado un modo de vivir que califica como «completamente des­
creído» (Leben, pág. 61).
En este punto de su autobiografía, Edith Stein parece
haber descrito más detalladamente el estilo de vida de Else y
Max Gordon, pero en el manuscrito faltan cinco hojas que no
se han encontrado todavía. Presumiblemente tratan también
de su pérdida de la fe, porque más adelante hace referencia a
un pasaje de este texto que no se conoce: «He dado noticia de
cómo perdi da fe de mi infancia y de que, por ese tiempo, em­
pecé como 'persona independiente' a apartarme de toda direc­
ción por parte de madre y hermanos» (Leben, págs. 100 s.). Es­
to apunta a un despego de los puntos de vista de la madre
ligado a la pubertad. Además precisa las alusiones sobre las
opiniones de su hermana mayor y su cuñado, médico derma­
tólogo: «Tampoco me costó irme de casa. Al fin y al cabo, la vi­
sita a Hamburgo estaba pensada, inicialmente, para unas po­
cas semanas (...). La época de Hamburgo se me hace ahora al
mirar atrás como el estadio de crisálida. Estaba encerrada en
un círculo muy estrecho y vivía, aún mucho más exclusiva­
mente que en casa, dentro de mi mundo interior. Leía todo lo
que permitía el trabajo doméstico. También oí y leí cosas que
no me hicieron bien. Por la especialidad de mi cuñado apare­
cían por la casa algunos libros que no estaban precisamente

28
HAMBURGO: LA ATEA

indicados para una chica de 15 años. Además, Max y Else eran


completamente descreídos. En aquella casa, la religión no
existía en absoluto. Abandoné la costumbre de rezar conscien­
te y libremente. No pensaba en mi futuro, pero seguí viviendo
convencida de estar destinada para algo grande» {Leben, pág.
109).

29
B R E SL A U ; M ETA S NUEVAS

Vuelta a Breslau, muestra interés por las materias esco­


lares de Erna y la ayuda a redactar trabajos. «Por entonces me
venía, a veces, el pensamiento de que sería más inteligente ir
yo misma al instituto que simplemente trabajar así ocasional­
mente con mi hermana» (Leben, pág. 112). Pero cree que ha
perdido el tren unos años antes y no toma en serio ese pensa­
miento que va brotando. Desecha las propuestas de sus her­
manos de ir a la escuela de arte o empezar enseñanzas de foto­
grafía en tanto no se dé el impulso interior que marca las
decisiones importantes; «Escuchaba todo y dejaba reposar la
cosa. No podía actuar mientras faltase el motor interior. Las
decisiones me surgían de una profundidad desconocida para
mí misma. Una vez que eso había salido a la luz clara de la
conciencia y había tomado forma en el pensamiento, entonces
ya no me dejaba detener por nada; encontraba una especie de
placer deportivo en poner por obra lo que parecía imposible»
{Leben, pág. 112). Esta evidencia que precedía a cualquier re­
solución importante se habría de mostrar, después, varias ve­
ces. El ejemplo más conocido es, probablemente, el de la con­
versión, como luego se expondrá.
En la cuestión profesional, la postura observadora de la
madre no es como los apremios y consejos impacientes de los

31
VIKIRANFF

hermanos. «Mi madre se mantuvo callada todo el tiempo; eso


me protegía del atosigamiento de los demás. Hacia el final del
verano me preguntó una mañana, mientras me arreglaba el
pelo -le gustaba hacerlo, aunque yo hacía tiempo que sabía
hacérmelo sola-, si es que no me apetecía nada. Yo dije que
sentía no haber ido al instituto. No tienes por qué lamentarlo,
me dijo. Otros empiezan con 30, así que no sería tan tarde que
tú empezases con 16» (Leben, pág. 113).
Y así empieza Edith Stein a recuperar con profesores
particulares las materias de matemáticas y latín de tres años
de «real instituto de enseñanza». Es menor la materia de las
restantes asignaturas y va a prepararla sola antes del examen
de ingreso. «La empresa, que a mí misma me parecía muy au­
daz, quería mantenerla oculta al resto de la familia. No me
gustaba nada que se estuviera hablando mucho de mí. En
aquel caso, además, tenía la sensación de que un parloteo an­
tes de tiempo pondría en peligro el éxito. Mi madre pensaba
igual» {Leben, pág. 113). Así que recibe una hora diaria de cla­
se de las dos asignaturas y deberes para el resto del día.' Con
mirada aguda y una cierta severidad describe a sus profesores:
la valoración precavida del profesor de latín, que inspira con­
fianza sobre sus posibilidades y, en contraste, el precipitado
pronóstico optimista, el nerviosismo, las ganas de bromas y
conversaciones personales y, sobre todo, la falta de puntuali­
dad del profesor de matemáticas, que sucedió pronto al primo
de Edith Stein, después de que este se fuera a Góttingen. El
profesor de latín anunció enseguida que, si seguía trabajando
al mismo ritmo, podría ya en Pascua, sin esperar a julio, «in­
gresar en el curso antepenúltimo» (...). Las objeciones del pro­
fesor de matemáticas no se tomaron en cuenta. Se le empujó

32
BRESLAU: METAS NUEVAS

aún más y tuvo que acomodarse suspirando al afán de trabajo


de la alumna» (Leben, pág. 114).
La ambición y la nueva meta le dan alas, de modo que el
tiempo libre se limita mucho y la familia apenas la ve más que
en las comidas. Aparentemente, por primera vez está exigida a
su medida. A la vez, descubre entre sus múltiples dotes nuevas
puntos de interés, de manera que puede escribir sobre el tiem­
po de preparación al instituto: «Este medio año de trabajo sin
pausa se me ha quedado en la memoria como la primera época
completamente feliz de mi vida. Seguramente era porque* por
primera vez, mis fuerzas espirituales estaban completamente
en tensión en una tarea a su medida. Cuando estaba sentada a
la mesa, completamente sola en la habitación que me habían
asignado para el trabajo -una habitación de trabajo propia no
tenía todavía-, me daba completamente igual el resto del mun­
do. Cada vez que resolvía un problema de matemáticas silbaba
un par de acordes como marcha triunfal. Nunca se me pasó
por la cabeza estudiar matemáticas. Era el placer deportivo de
practicar un sano ejercicio mental. Pero no era para lo que yo
había nacido. Muy distinto era el caso del latín. Aprender len­
guas modernas no me proporcionaba ni de lejos tanta alegría.
Me encantaba aquella-gramática con sus estrictas reglas. Era
como si aprendiera mi propia lengua materna. Que era la len­
gua de la Iglesia católica y que yo rezaría un día en esa lengua
no podía ni imaginarlo entonces» (Leben, pág. 115).
«La vida es dura y quita tiempo». Esta frase de una com­
pañera la cita Edith Stein a modo de lema de ingreso cuando
aprueba el acceso al instituto, y añade: «Ya se me había pega­
do la jerga colegial» (Leben, pág. 117). Típica de muchos pasa­
jes del libro Aus dém Leben einer jüdischen Familie es la des­

33
VIKIRANFF

cripción que sigue de los caracteres de algunas compañeras.


Numerosos compañeros de universidad, amigos y amigas,
compañeros de viaje de los más variados grupos de trabajo,
profesores y científicos, alumnas, colegas y hermanas de reli­
gión ven esbozada o descrita detalladamente su personalidad,
como antes los parientes. En eso se manifiesta la aguda mira­
da de Edith Stein para los tipos y particularidades humanos y
su conocimiento del ser humano.
En el instituto no recibe estímulos religiosos, constata
mirando atrás. De las nueve alumnas judías, ninguna ha sido
educada en una creencia estricta. Durante un año tiene una
compañera católica que le cae muy bien, pero con la que no
habla nunca de religión. No se pronuncia sobre sus compañe­
ras evangélicas, pero sí sobre el profesor de religión que tie­
nen, «al que, evidentemente, importaba mucho que sus alum­
nas estuvieran locas por él y que para alguna significaba un
peligro efectivo». Edith Stein resume así sus impresiones: «El
caso es que tampoco noté en las demás chicas apenas nada de
una piedad con algo de hondura» {Leben, pág. 119).
Habla con detalle del ambiente de camaradería de la cla­
se y de su misión de llevar traducidos los deberes de latín an­
tes de la hora, revisar las redacciones de sus compañeras y de­
jar que le copiasen en los exámenes escritos, desde que un
codazo de la compañera de pupitre la informó de que eso se­
guía siendo habitual también en el instituto: «Desde entonces
supe lo que tenía que hacer y ponía el cuaderno de tal manera
que la compañera pudiera mirar» (M en, pág. 120).
Califica sus años de bachiller como un tiempo feliz. Una
vez hecha al ambiente, lós dos últimos años le resultaron un
juego, de modo que podía emplear las tardes en lo que más le

34
BRESLAU: METAS NUEVAS

gustase. Le resultaron útiles las lecturas de esos años cuando


ella misma tuvo que dar clases de literatura. Le entusiasmaba
también el teatro, incluida la ópera. Sigue los extractos de pia­
no de La flauta mágica, de Mozart, y Fidelio, de Beethoven, y
pronto los sabe de memoria. «También oía a Wagner y no po­
día sustraerme del todo a su magia durante la representación.
Pero rechazaba esa música. Solo hice una excepción con Los
maestros cantores. Tenía un cariño especial por Bach. Me
atraía en lo más hondo ese mundo de pureza y estricta regula­
ridad. Cuando después conocí el gregoriano me resultó tanto
tanto más familiar y, a partir de él, comprendí lo que tanto me
había conmovido de Bach» {Leben, pág. 130).
Queda liberada de la prueba oral del Abitur1 por sus
buenos resultados en la escrita. Pero, antes de celebrar su feliz
término, ayuda a su compañera de pupitre a preparar el exa­
men oral: «Julia tenía varios deseos. Quería que trabajase con
ella la historia y, además, me confesó que hacía tiempo que es­
taba esperando la ocasión de peinarme a su gusto. Fui condes­
cendiente, traje peine y cepillo, me senté delante del espejo y,
mientras ella me arreglaba el pelo, le di la charla que me había
encargado sobre la Guerra de los Treinta Años» {Leben, pág.
133). Después de librada esta batalla toca considerar nuevas
metas.
«La mañana siguiente a l día del examen me quedé en la
cama algo más que de costumbre. Me subieron el correo; ya
había cartas de enhorabuena, entre ellas, una del tío David
con una invitación a ir a Chemnitz» {Leben, pág. 134). A casa

1 (NT) Abitar («que salga») era y es el nombre de la prueba de madu­


rez alemana para pasar del bachillerato a la universidad.

35
VIKIRANFF

de este tío, farmacéutico, había acompañado a su hermana


Erna cuando esta hizo su Abitur y había visto cómo la influía
en su elección profesional, ya que no se le ocurría alternativa
razonable a los estudios médicos. Edith Stein escribe así al tío
una carta en que le da las gracias y acepta la invitación, pero a
la vez le comunica que ya ha elegido profesión y su decisión ya
no admite discusión. «Ante esta declaración, mi tío entregó las
armas. No hizo el más mínimo intento de cambiar mi inten­
ción. A mi hermana le manifestó meses después que quizá de
mayor tendría que quitarse el sombrero ante mí, pero que, por
ahora, ni por las predisposiciones personales ni por las incli­
naciones podía eritender lo más mínimo mi elección profesio­
nal» (Leben, pág. 39). Edith Stein toma la decisión sobre esa
carta en la cama, en la mañana siguiente al examen del Abitur:
«La leí, seguí tumbada en silencio y reflexioné. No había nada
del gran sentimiento de felicidad que yo había esperado des­
pués del examen. Se me había acabado para siempre una vida
amable y familiar. ¿Qué vendría ahora? Sopesé las objeciones
no pronunciadas de mi tío. ¿Realmente había tomado la deci­
sión acertada? Estamos en el mundo para servir a la humani­
dad; lo mejor para eso es hacer aquello para lo que se tienen
las disposiciones adecuadas. Luego... la conclusión me parecía
inobjetable. Me sacudí todas las dudas y ese mismo día escribí
(...) resuelta a Chemnitz» {Leben, pág. 134).
Alcanzada una meta, a Edith Stein le urge recomenzar
la carrera. Un trabajo sin descanso hacia la nueva meta au-
toimpuesta caracteriza también la época de la carrera y el doc­
torado, como luego se verá. La tranquilidad distendida, aun­
que atenta, tras culminar una etapa es ajena a ella y parece no

36
BRESLAU: METAS NUEVAS

serle concedida hasta más adelante, como fruto del descanso


en Dios.
No tuvo lugar una ceremonia de entrega de diplomas del
Abitur y el grupo se dispersa. Ella recibe una copia del certifi­
cado cuando está en casa de unos parientes de Berlín. Desde
allí realiza el viaje a Chemnitz. Pero llega el comienzo del se­
mestre en Breslau y tiene que partir de Chemnitz el día del
cumpleaños del tío para empezar su carrera el 27 de abril de
1911: «A la tía no le entraba en la cabeza, pero el tío me dejó
hacer con una sonrisa» (.Leben, pág. 139).

37
r

B R E S L A U -G Ó T T IN G E N : A Ñ O S D E E S T U D IO S

Al día siguiente se encuentra ante el tablón de anuncios


de la Universidad de Breslau para componerse el plan de estu­
dios. Llenan su horario enseñanzas de germanística, psicolo­
gía y filosofía natural, además de un curso de griego para
principiantes para suplir la falta de bachillerato de humanida­
des. Una compañera le recomienda que tenga en cuenta el re­
glamento académico. Lo hace para enterarse de las condicio­
nes del examen de estado1, que quiere pasar atendiendo a su
familia, aunque ella subraya que solo le interesa la ciencia.
Descubre que una disciplina obligatoria para el examen de es­
tado es la propedéutica filosófica12. «Lógicamente decidí de in­
mediato elegirla. Con ella tenía, además, una cobertura moral

1 (NT) Los estudios universitarios en la Europa de cultura alemana se


configuran tradicionalmente, sobre todo, por el propio estudiante. Una de
las decisiones que debe tomar es la clase «de culminación» que quiere obte­
ner al final. Una de las culminaciones es el Staatsexamen, para el que hay
que superar una serie de trabajos y pruebas de reválida y que capacita; por
ejemplo, para la enseñanza media. El término Fach, qué en el colegio corres­
ponde a nuestra 'asignatura', tiene en la universidad el sentido de 'discipli­
n a. Según la clase de culminación, se eligen normalmente una, dos,o tres
disciplinas, que pueden estar divididas en principales y secundarias.
2 Propedéutica filosófica: introducción a las condiciones para él estu­
dio déla filosofía.

39
VIKIRANFF

para mi carrera preferida. A pesar de ello, al principio mantu­


ve todas las otras disciplinas que había previsto. Después de
algunos semestres comprendí que cuatro disciplinas principa­
les implicaban una dispersión demasiado grande (...) Como,
además, noté que en realidad las lenguas clásicas no se podían
separar y que el latín sin el griego se quedaba a medias, me de­
cidí a mi pesar a sacrificar el latín a la filosofía (...). No sufrí
en mi libertad en absoluto. Continué con muchas cosas y na­
daba como pez en agua clara en un día soleado. Hasta muchos
años después no fui consciente de las consecuencias nefastas
de la falta de dirección por un experto» (.Leben, págs. 142 s.).
El afán de conocimiento determina el contenido y el rit­
mo de trabajo de los años de carrera en Breslau. EdithStein
da noticia detallada en su autobiografía de a qué círculos de
estudio, ambientes políticos y grupos de proyectos de refor­
mas pedagógicas pertenecía. A la distancia de más de veinte
años reflexiona sobre sus posiciones en cuestiones políticas,
sociales y religiosas. Así anota que su primer conocimiento del
evangelio tuvo lugar dentro de la carrera de germanística por
las famosas traducciones y armonías del antiguo alto alemán,
pero que no la afectó religiosamente. Sus convicciones políti­
cas se modifican por el estudio de la historia. «Por mucho que
me repugnara el nacionalismo chauvinista, estaba firmemente
convencida del sentido y de la necesidad histórica de los dis­
tintos estados y de la existencia de diferentes géneros de pue­
blos y naciones. Por eso no podían influir en mí las concepcio­
nes socialistas ni otras tendencias internacionales; me fui
liberando cada vez más de las ideas liberales en las que me ha­
bía criado y llegué a una concepción del estado próxima a la
conservadora, si bien me mantuve libre del sello particular del

40
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

conservadurismo prusiano» (Leben, págs. 145 s.). En su época


de Friburgo y Espira discutirá detalladamente en su corres­
pondencia con el compañero polaco de estudios Román Ingar-
den la evolución dé Europa, especialmente, de Alemania y Po­
lonia. Pero pertenece también a agrupaciones que procuran
unir ,a personas en comunidad de intereses por encima de las
distintas convicciones políticas. Entre ellas figura la «Aso­
ciación prusiana para el voto femenino», que lucha por la ple­
na igualdad política de la mujer y cuenta en sus filas, princi­
palmente, con socialistas.
Al compromiso político se suman las primeras experien­
cias docentes. En la «Filial universitaria de la Asociación
Humboldt para la formación del pueblo» dan clases estudian­
tes a trabajadores exclusivamente en asignaturas elementales,
a diferencia de la universidad popular3, para ayudarles a as­
cender en la profesión. Edith Stein colabora en cursos de orto­
grafía y, después, de inglés. Desde su época de bachiller había
dado siempre algunas clases particulares. «En realidad hubie­
ra preferido dedicar todo el tiempo al estudio, aunque la ma­
yoría de los estudiantes se ganaba un poco de dinero de esa
manera. Mi madre se ocupaba de mi sostenimiento y los gas­
tos académicos y las circunstancias económicas del momento
no eran para que eso supusiera un sacrificio para nadie. Por
eso me parecía mejor no dispersar tiempo innecesariamente.
Pero no paraban de pedirme clases de refuerzo o de prepara­
ción cuando iban a acceder a un curso más alto,de bachillera­
to y no podía rechazar todas las peticiones; así que tenía casi

J (NT) Las universidades populares, Volkshochschulen, no tienen el


carácter político que podría evocar la traducción de su nombre. Son institu­
ciones (generalmente, municipales) para la formación continua de adultos.

41
VIKIRANFF

siempre algunas alumnas» (Leben, pág. 160). Podía abarcar


tanto trabajo gracias a un horario bien organizado: «Cuando
miro atrás, a todo lo que trajinaba el primer semestre, me pre­
gunto de dónde sacaba tiempo para el estudio. Y de hecho era
lo que llenaba mis días. Las clases particulares procuraba de­
jarlas para la madrugada o para media tarde, antes de cenar.
Las demás actividades eran a última hora de la tarde. Así deja­
ba el día libre y lo aprovechaba bien» {Leben, págs. 162 s.).
Despierta y comprometida, entiende mal a los compañe­
ros que no se comprometen: «Aunque la gran mayoría de los
estudiantes dejaba pasar la vida bastante a lo bobo (yo los lla­
maba con un desprecio rabioso los idiotas' y ni los miraba en
las aulas), tampoco me encontraba sola con mis ideales y en­
seguida encontré con quiénes compartir mis convicciones»
(Leben, pág. 147). El primer círculo de amistades que compar­
te sus ideales lo forman su hermana Erna, el novio de esta,
Hans Biberstein, Rose Guttmann y Lilli Platau. Estas dos últi­
mas, del cursó entre Erna y Edith Stein, füeron ya en el cole­
gio amigas inseparables, Edith Stein trabó conocimiento con
ellas en esa etapa escolar; a Lilli Platau la conoció Erna Stein
en la carrera de medicina. Rose Guttmann, estudiante de ma­
temáticas, y Edith Stein completan «un trébol de cuatro hojas
que se mantenía muy unido. Cómo no se podía separar a Hans
de Erna, pasó a ser la quinta hoja>y(Leben, pág. 87). Hans era
estudiante de medicina y había sido mimado por su madre,
viuda y enferma del corazón -como detalla Edith Stein-, pero
no recibe de sus amigas las mismas contemplaciones. Discu­
tían crudamente oponiéndose a él cuando veían que no tenía
razón, pero siempre se hacían después solemnemente las pa­
ces. Se ven con frecuencia para intercambiar ideas y leerli-

42
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

teratura filosófica y psicológica. También jugaban juntos al te­


nis. «Jugaba con pasión y se quedaba un tanto perplejo cuan­
do yo miraba estoicamente una bola a la que no calculaba lle­
gar. Si se le tenía por contrincante, era un enemigo acérrimo
mientras duraba el partido, pero, en cuanto terminaba, se pe­
gaba a la red y acercaba amistosamente la mano con la mira­
da franca» (Leben, pág. 83).
Más adelante cambiará la opinión de Edith Stein no so­
lo sobre Hans Biberstein, sino sobre las personas, en general.
Acerca del tiempo previo a la boda de Erna y Hans Biberstein
cuenta: «No teníamos nunca altercados, como había pasado a
veces en la época de estudiantes porque mi postura sobre los
demás y sobre mí misma había cambiado completamente. Ya
no me importaba tener razón y 'derrotar' al contrincante a to­
da costa. Y, aunque seguía teniendo una mirada penetrante
para las debilidades de las personas, ya no la utilizaba para
darles en su punto débil, sino para evitarles daño. Tampoco
me lo impedía la propensión educativa que, probablemente,
seguía teniendo. Había aprendido que solo raramente se mejo­
ra a las personas 'diciéndoles cuatro verdades'» (Leben, pág.
185).
El trébol discute concienzudamente sobre la cuestión de
la mujer, Hans Biberstein hace de «mirlo blanco», porque su
postura es radical a favor de la plena equiparación política de
la mujer. La problemática de la doble profesión hace dudar a
sus amigas «si no habría que renunciar a la profesión por el
matrimonio. Solo yo aseguraba siempre que no sacrificaría mi
profesión a ningún precio. ¡Si nos hubieran predicho entonces
el futuro! Las otras tres se casaron y mantuvieron sus profe­
siones. Solo yo no me casé, pero solo yo me comprometí con

43
VIKIRANFF

un vínculo al que sacrificaba gustosamente cualquier otra pro­


fesión» (Lefon, pág. 88).
La reflexión sobre el curriculum vitae de las amigas no
solo apunta a los diferentes proyectos vitales y vocaciones, si­
no que muestra que la cuestión de las formas de vida de la mu­
jer ocupa a Edith Stein desde la universidad. Pero hasta que
medió una amiga común no se dirigió a ella su hermana Erna
para hablar de la relación con Hans Biberstein. El pudor ini­
cial bien pudiera deberse a un malentendido, porque «Erna
creía que yo no tenía cabeza para esas cosas. Esa composi­
ción, seguramente compartida por toda la familia, no era co­
rrecta en absoluto. Con toda mi entrega al trabajo, albergaba
en mi corazón la esperanza del gran amor y de un feliz matri­
monio. Sin tener ningún conocimiento de la fe y la moral cató­
licas, estaba, sin embargo, inundada por el ideal católico del
matrimonio. Podía suceder que uno de los jóvenes con los que
me relacionaba me gustase mucho y me lo imaginase como el
futuro compañero de mi vida. Pero casi nadie notaba nada y
yo podía aparecer a la mayoría de la gente como fría y distan­
te» (Leben, pág. 178). La cuestión de las formas de vida de la
mujer seguirá siendo central, por lo menos, hasta los tiempos
de Espira, en que viaja para pronunciar conferencias sobre
esa temática.
El unidísimo grupo de amigas emprende rutas de mon­
taña en las vacaciones del semestre. Aprovechan las tardes pa­
ra preparar materias de estudio y para tener sus confidencias.
«En aquellas estancias en la montaña teníamos dos habitacio­
nes con dos camas para las cuatro; Erna y Lilli ocupaban una
y Rose y yo la otra (...) pero también cambiábamos a veces las
combinaciones, para que todas pudiéramos hablar con las de­

44
BRESLAU-GOTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

más, porque aquellos ratos serenos al anochecer eran ideales y


el intercambio de ideas solía prolongarse hasta bien avanzada
la noche. Ya no me acuerdo con detalle todo lo que teníamos
que decimos en las muchas y prolongadas conversaciones. Pe­
ro el caso es que nunca se nos acababan los temas y no se nos
ocurría nada tan bonito como explayamos así. Solían ser his­
torias del trébol y de gente de su entorno, planes de futuro, có­
mo queríamos organizamos la vida y los ideales que quería­
mos hacer triunfar en el mundo con nuestro esfuerzo» (Leben,
pág. 100).
A través de Rose Guttmann conoce el «Grupo Pedagógi­
co», en el que se han reunido varios futuros profesores que in­
tentan suplir con conferencias sobre cuestiones pedagógicas
las carencias de la universidad en la preparación para la profe­
sión docente. La mayoría de los participantes son estudiantes
del psicólogo William Stem4, que es, además, quien propor­
ciona la sala donde reunirse. El fundador del grupo, Hugo
Hermsen, en una velada de despedida con amigos hará a
Edith Stein un guiño crítico para el viaje a Góttingen, que ella
acepta abiertamente y con autocrítica. «Ahora le deseo que en­
cuentre personas en Góttingen que le parezcan bien. Porque
aquí se ha hecho usted demasiado crítica».
El comentario retrospectivo de esa situación muestra que
empieza a asomar algo de la evolución interior de Edith Stein,
que acepta la crítica en el momento como un primer «desperta­
dor», pero que la interpreta en la distancia de unas décadas
dentro del contexto más amplio de la constitución de su carác­

4 William Stem (1871-1938), profesor de psicología en Breslau; des­


pués de filosofía en Hamburgo.

45
VIKIRANFF

ter de entonces: «Esas palabras me afectaron mucho. Había


perdido la costumbre de que me corrigieran. En casa ya nadie
se atrevía a decirme nada. Mis amigas estaban apegadas a mí
con cariño y admiración. Así que vivía con la ilusión pueril de
que hacía todo bien, como es corriente que les pase a personas
no creyentes con un idealismo ético alto. Porque se está entu­
siasmado con el bien, se cree ser bueno uno mismo. Siempre
había creído que me asistía el derecho de poner el dedo en la
llaga en todo lo negativo que me llamaba la atención en los de­
más -debilidades, errores, fallos-, muchas veces, con tono bur­
lón e irónico. Había gente que me encontraba encantadora-
mente malévola'. Así que aquellas serias palabras de despedida
de un hombre a quien yo apreciaba y quería mucho teman que
afectarme muy dolorosamente. No me enfadé con él. Tampoco
me las sacudí como si fueran un reproche injusto. Fueron como
un primer despertador que me hizo reflexiva» {Leben, pág. 151).
Mirando atrás asume esos defectos también en relación
con su evolución científica y enjuicia esta con la misma auto­
crítica que las carencias de su carácter. Edith Stein describe,
junto a la ironía y la tendencia a la crítica, ambas consecuen­
cias de la impaciencia de un carácter ágil, otros peligros ca­
racterísticos para una persona con la capacidad de hacerse un
juicio rápido sobre las cosas: «El trato con personas con mu­
cha más edad, madurez y progreso científico ofrecía a la joven
estudiante inspiración y estímulo, pero era también un peli­
gro. Cuando mis compañeros me hablaban de sus tesis o tra­
bajos para el examen de estado, mi fácil capacidad de juicio y
un don singular para meterme en los pensamientos de los de­
más me permitía seguirlos inmediatamente y, a Jo mejor, hasta
salpicar alguna observación con críticas o sugerencias. Eso

46
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

producía la impresión de que yo estaba a su altura y me enga­


ñaba a mí misma. Fui a cursos y seminarios para avanzados
saltándome algunos fundamentos que me hubieran hecho fal-
ta» (Leben, págs. 153 s.).
Entre los muchos compañeros de estudios con los qué
Edith Stein forma grupos de trabajo y de estudio es interesan­
te el estudiante de filología Eduard Metis porque leda ocasión
de reflexionar y aclarar puntos sobre el compañerismo entre
universitarias y universitarios y sobre algunas manifestacio­
nes del judaismo estricto. Ella cuenta que este estudiante, al
que conoce del «Club Hümboldt», le propone Una conversa­
ción que se revela como el deseo de dar un paseo juntos: «Yo
noté que él se había tenido que forzar y que se veía como un
valiente. Eso me divertía (...). Estaba sobreprotegido por su
madre, que hasta entonces lo había mantenido medrosamente
lejos de todo contacto femenino. Por lo visto, también una es­
tudiante representaba un gran peligro» (Leben, págs. 163 s.).
Pero sabe rechazar su incipiente enamoramiento. Decli­
na la siguiente invitación con una carta a cuyo contenido hace
referencia en su autobiografía. Le explicó en ella su punto de
vista: «Estaba acostumbrada a tratar con estudiantes como
compañeros y dispuesta a ello también con él, Pero tenía que
abandonar cualquier otro pensamiento. Mi propuesta fue
aceptada y, sorprendentemente, el nuevo amigo logró reprimir
la atracción incipiente, aunque nos veíamos casi diariamente
y trabajábamos mucho juntos en la universidad. No tuve que
defenderme nunca» [Leben, pág. 164). Pero más adelante sur­
ge una controversia sobre la manera de tratar las cuestiones
eróticas. Edüard Metis escribía recensiones para el suplemen­
to de literatura del «Breslauer Zeitung», Sobre una de las re­

47
VIKIRANFF

censiones anota ella: «Una vez encontré en una recensión so­


bre un tomo de novelas asuntos eróticos tratados en un tono
algo frívolo. Aquello me enfadó mucho. Había aceptado aque­
lla amistad en la firme confianza de hacerlo con una persona
totalmente pura. ¿Me habría equivocado? Entonces se acabó
la amistad. No quería tener nada que ver con gente que no fue-
ra limpia en este punto. Erna había hablado una vez sobre
esas cuestiones con Hans Biberstein y estábamos muy conten­
tas de que se pudiera confiar en él. También ahora iba a ir yo
al fondo del asunto. (...) Cuando nos vimos el día siguiente, el
pobre tuvo que tragarse un buen sermón» (Leben, pág. 165).
En el curso de la entrevista se muestra una profunda inseguri­
dad del autor como causa del tono empleado en el artículo del
periódico.
A diferencia de todos los demás conocidos de Edith
Stein, Eduard Metis es un judío fiel a la ley. Una situación co­
tidiana la hace reflexionar sobre la manera de cumplir la ley.
Un sábado, mientras iban de camino le pidió que le sujetase
un momento la cartera mientras ella hacía un asunto. Cuando
cae, después, en la cuenta de que le ha forzado a algo prohibir
do, se disculpa. Pero él ha sorteado la prohibición esperando
en el arco de una puerta, porque en el sábado solo está prohi­
bido llevar algo en la calle. Edith Stein percibe la distinción y
la conducta resultante como una «sutileza bizantina» repulsi­
va. Explica qué es lo que le importa de la religión desde el
principio de su busca de Dios: «Cuando después en Góttingen
empecé a ocuparme de cuestiones religiosas, le pregunté (a
Eduard Metis) por escrito una vez sobre su idea de Dios, si
creía en un Dios personal. Respondió -escuetamente: Dios es
espíritu. Más no se puede decir. Para mí era como si me hubie­

48
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

ran dado una piedra en lugar de pan»(Leben, pág. 166). La re­


lación personal con Dios tiene, para Edith Stein, la primacía
sobre la obediencia a la letra de la ley y el concepto intelectual
de Dios, que no pueden alimentar al alma.
Cuenta que, entre las muchas actividades de su época de
estudiante en Breslau, lo que más se resiente es la vida de fa­
milia. Solo aparecía en las comidas y, con los pensamientos
metidos en su trabajo, hablaba poco. A diferencia de los suce­
sos clínicos de su hermana Erna, de los estudios de filosofía
no había nada que contar que fuera comprensible o interesan­
te para la familia. «Yo no me daba cuenta apenas de lo que me
había apartado de los míos y de lo doloroso que les resultaba.
Vivía en mis estudios y en las exigencias que me ocasionaba.
Veía en eso mi obligación y no era consciente de hacer nada
mal. Tener las fuerzas en permanente tensión producía el sen­
timiento gratificante de llevar una vida elevada. Me veía como
un ser especialmente favorecido» (Leben, pág. 168).
La intensidad del trabajo, el aumento del saber y de las
posibilidades de acción y una exigencia adecuada a sus capa­
cidades la conducen a esa euforia anímica que, sin embargo,
oculta un lado oscuro, del que ella, evidentemente, no se da
cuenta entonces. De pronto se hace notar una fase de falta de
ánimo, hasta una cierta indiferencia hacia la propia vida. Ella
cuenta el efecto que le deja un accidente de gas. «Como un cu­
rioso contrapunto a esa euforia se encuentra una experiencia
que tuve, probablemente, no mucho después». Para tener por
la noche enseguida luz, Erna y ella no cierran el grifo de la
lámpara de gas, sino que lo dejan con la llama baja. Una ma­
ñana está apagada la llama, así que el gas se está escapando.
La hermana Frieda logra ejecutar a tiempo las medidas perti­

49
VIKIRANFF

nentes y despierta a las hermanas. «Notó nn fuerte olor a gas;


estábamos acostadas, como anestesiadas, con un color cada­
vérico (...). Me desperté saliendo de un estado de dulce tran­
quilidad, sin sueños, y cuando volví en mí y me hice cargo de
la situación mi primer pensamiento fue '¡Qué lástima! ¿Por
qué no me han dejado para siempre en esta profunda tranqui­
lidad?'. Me dejó consternada descubrir lo poco apegada que
estaba a la vida».
A continuación viene otro recuerdo del verano de 1912,
una época de intensa actividad universitaria. La lectura de
una novela ocasional ambientada en las Studentenverbindun-
gen5, la desencaja interiormente. El libro describe «en tonos
horrendos la actividad libertina de las Verbindungen, con su
adicción al alcohol y las consiguientes aberraciones morales.
Me produjo tal asco, que no me repuse durante semanas. Ha­
bía perdido toda confianza en los seres humanos entre los que
me movía a diario, vagaba como bajo el peso de una pesada
carga y no conseguía estar alegre» (Leben, pág. 168). Esta re­
acción de desánimo al ir a las raíces de la conducta erráda de
un grupo y ver sacudidos los cimientos de la confianza recuer­
da un episodio de su infancia, cuando cuenta que la vista de
un borracho fue capaz de torturarla durante días. Pero se
acuerda también del remedio; «Es significativo qué fue lo que
me curó de esa depresión. Aquel año se celebraba en Breslau

5 (NT) Las Studentenverbindungen estaban, entonces, todavía muy


presentes en la vida estudiantil. Habían nacido en el siglo xix como aso­
ciaciones de estudiantes con un carácter muchas veces paramilitar y revolu­
cionario. Después fueron adquiriendo un matiz más cultural y conservador.
Actualmente organizan, principalmente, actividades culturales y lúdico-fol-
clóricas y su peso en la universidad es pequeño;

50
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

la fiesta de Bach. Bach era mi preferido y tenía entradas para


todas las actividades: (...) Solo me acuerdo de que se interpre­
tó la canción de Lutero 'Ein feste Burg...' Me gustaba cantarla
ya en el colegio con las demás cuando tenían oración. Cuando
sonó animando al combate la estrofa Und wenn die Welt voll
Teufel wár’/u n d wollt■uns gar verschlingen, / so fürchten wir
uns nimmermehr, / es mufi uns doch gelingen ... (y aunque el
mundo estuviera lleno de demonios / y nos quisieran devorar /
no nos asustaremos / seguro que tendremos éxito...') me desa­
pareció de una vez todo el- dolor del mundo. De acuerdo, el
mundo podía ser malo, pero, si poníamos todo nuestro esfuer­
zo (el pequeño grupo de amigos de los que me podía fiar y yo),
entonces podríamos con todos los ‘demonios'». Entiende los
demonios aquí, evidentemente, como defectos éticos y los
considera vencibles con fuerzas aunadas pero humanas.
Finalmente, en el cuarto semestre «tuve la impresión de
que Breslau ya no tenía nada que ofrecerme y que yo necesita­
ba cosas nuevas que me movieran. Objetivamente, eso no era
verdad en absoluto (...) pero sentía el tirón de irme» (Leben,
págs. 169 s.). En el semestre de verano de 1912, cuando estaba
preparando la exposición de dos trabajos de psicología, y en el
de invierno de 1912-1913 le llegan noticias de las Investigacio­
nes Lógicas, de Husserl6, consideradas el fundamento de la
discusión coetánea sobre la psicología del pensamiento. Un
conocido de Breslau, el Dr. Moskiewiez, que había sido alum­
no de Husserl en Góttingen, dibuja así el clima intelectual de
allí: «En Góttingen no se hace otra cosa que filosofar: día y no-

~ 6 FHmimH Husserl (1859-1938), fundador de la Fenomenología. Pro­


fesor en Góttingen durante 1901-1916 y en Fríburgo durante 1916-1928.

51
VIKIRANFF

che, comiendo, por la calle, por todas partes. Solo se habla de


'fenómenos'» (Leben, pág. 170). Entonces, Edith Stein se en­
frasca en la lectura de Husserl durante las Navidades. Eso dis­
minuye su reconocimiento ante uno de sus profesores de Bres-
lau, Richard Honigswald7, que tiene una posición crítica hacia
la fenomenología «que acabaría después en una neta enemis­
tad. Entonces, su rechazo no era todavía tan decidido, pero no
le parecía bien que una discípulá suya se pasase a ese campo
con las banderas al viento. Yo no lo había entendido de esa
manera. Con toda mi admiración hacia la agudeza de Honigs­
wald, no me entraba en la cabeza que se atreviera a ponerse a
la misma altura que Husserl. Porque de lo que sí estaba ya
convencida era de que Husserl era el filósofo de nuestro tierm
po. Desde entonces, cuando en las clases con Honigswald apa­
recía la fenomenología, me interpelaba como 'experta'» (Le­
ben, pág. 171); :
Edith Stein mantendrá, a través de todas las crisis poste­
riores, el posicionamiento consciente y decidido por Husserl,
que se advierte ya en este testimonio tan temprano. Irse a Gót-
tingen es ya una posibilidad cercana, pero todavía necesita un
impulso más. Una tarde encuentra en casa una carta de su pri­
mo Richard Courant, que está trabajando en Góttingen como
profesor5particular de matemáticas. Les sugiere a ella y a su
hermana Erna que se vayan a seguir la carrera a Góttingen.
«Era la gota que me faltaba. Al día siguiente anuncié a una
sorprendida familia que el próximo semestre me iba a ir a
Góttingen. Como no sabían nada de todo el desarrollo previo,

7 Richard Honigswald (1875-1947), neokantiano, desde 1930 pro


en Munich. Emigró a los Estados Unidos,

52
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

la noticia cayó como un rayo en un día de sol (...)* No había


pensado en irme más de un semestre (...), así que la pena de
mi madre por la separación me pareció exagerada. Pero én lo
más hondo del corazón yo -y ella probablemente también- te­
nía el oculto presentimiento de que era una despedida más
trascendente; Y, como para atender a ese presentimiento ape­
nas consciente, hice algo que me obligase a volver: fui al profe­
sor Stera a solicitar un tema de doctorado en psicología. Lo
prefería a los'demás filósofos porque, por mi experiencia has­
ta entonces, pensaba que era el que me dejaría más libertad.
Estaba equivocada. En clase siempre había aceptado nuestras
críticas a sus métodos amablemente y sin susceptibilidades.
Pero de nuestra conversación me quedó claro que (...) estaba
muy anclado a sus ideas» (Leben, págs; 171 ss.).
Ante el entusiasmo por las cuestiones filosóficas de los
comienzos de estudiante, sorprende la elección del campo de
trabajo pero, como ella da a entender, debía de estar en rela­
ción con la elección del profesor. Con la fenomenología filosó­
fica, enseguida ve claramente las posibilidades y límites de su
actividad en la psicología y abandona sin pesar no solo Bres-
lau, sino también la psicología: «Desde el principio era un
error planear un doctorado en psicología. Todos mis estudios
de psicología me habían hecho comprender que esa ciencia se
encontraba todavía en pañales, que le faltaba el cimiento de
los conceptos fundamentales y que ella misma no estaba en
condiciones de elaborar esos conceptos fundamentales. Y lo
que había conocido hasta entonces de la fenomenología me
encantaba precisamente porque, en el fondo, consistía en el
trabajo de clarificación y porque aquí una misma se forjaba
desde el principio las herramientas de pensamiento que nece-

53
1 ■
T '

:! VIKIRANFF
i¡¡ . ------------------------------------------------------------------------- --------------------------------------------------------- — --------------------------------------------

sitaba. En Gottingen todavía me presionaba algo al principio


acordarme de mi tema de psicología, pero lo deseché ensegui­
da» (Leben, pág. 174).
I: Alquila un piso junto con su amiga Rose Guttmann, que,
; en eI semestre de verano de 1913, se encuentra en Gottingen
i! estudiando matemáticas. Aprovechan el tiempo libre para ha­
cer excursiones por los alrededores. La autobiografía describe
;i! detalladamente no solo el contorno y los usos de Gottingen
¡ poco antes de la Primera Guerra Mundial, sino también mar-
j chas de varios días por el Weserbergland, el Harz y Turingia.
| Finalmente habla de su introducción en los círculos de feno-
| ; menólogos y muestra también aquí sus dotes de observadora.
| Por recomendación de su conocido de Breslau, Moskiewicz, se
|: | presenta primero al adjunto de Husserl, Adolf Reinach8.
i i Describe detalladamente la disposición y la atmósfera
:j í j| del despacho de Reinach: «era el despacho más plácido y con
!j mejor gusto que había visto nunca aunque tampoco creo
;| ¡;j¡ que en la primera visita me diera cuenta de muchos de los de-
11 talles, porqiíe llevaba solo un rato esperando cuando ya oí una
j! ; exclamación de sorpresa agradable al extremo del pasillo y
í acercarse a alguien con paso rápido; la puerta se abrió y ante
mí estaba Reinach. Era más: bien bajo, no muy fuerte, pero an-
| . :¡ cho de hombros. Sin barba, un bigotito oscuro y corto, la fren­
te ancha y alta. A través dé los quevedos, sus ojos castaños mi-
I ; raban inteligente y cariñosísimamente. Me saludó con cordial
amabilidad, me hizo sentarme en el sillón más cercano y él se
sentó inclinándose sobre la mesa. ‘El Doctor Moskiewicz me

8 Adolf Reinach (18 83- í 917), profesor particular de filosofía y adjun


de Husserl en Gottingen.

54
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

ha escrito acerca de usted. ¿Ya ha estudiado fenomenología?'


(Hablaba con un fuerte acento de Maguncia). Le informé bre­
vemente. Se mostró inmediatamente dispuesto a aceptarme
en sus 'Ejercicios para avanzados'». Pero, por uña coinciden^
cía de horarios, renuncia aquel semestre a asistir. Esa visita de
presentación deja huella en Edith Stein. «Después de ese pri­
mer encuentro me quedé muy contenta y profundamente
agradecida. Tenía la impresión de que nunca se me había diri­
gido una persona con tan buen corazón. Que los parientes y
amigos más allegados, que conocen a uno hace años, le mues­
tren cariño me parecía lo más lógico. Pero ahora se trataba de
otra cosa. Era la primera mirada a un mundo completamente
nuevo» (Leben, pág. 199).
Edith Stein describe también el estilo y condición de vi­
da de Husserl con tal exactitud que, en la autobiografía, se re­
vive el ambiente de la situación. A Husserl no lo visita en su vi­
vienda, como fue lo habitual con Reinach, sino que se
presenta a él en el seminario. «Aspecto distinguido de profe­
sor: De mediana estatura, con una compostura digna, la cabe­
za hermosa y distinguida. El habla delata al instante al aus­
tríaco de nacimiento. Procedía de Moraría y había estudiado
en Viena. También su amabilidad desenfadada tenía algo de la
vieja-Viena, (...) Después de tratar los asuntos generales, fue
llamando individualmente a los nuevos. Cuando pronuncié mi
nombre dijo: 'El Dr. Reinach me ha hablado de usted. ¿Ya ha
leído alguna de mis cosas?' -'Las. Investigaciones Lógicas.’
-Las Investigaciones Lógicas completas?' - El tomo II entero.
-'¿El tomo II entero? Eso es una hazaña', dijo sonriendo. Y así
quedé admitida» {Leben, pág. 200), Ya desde su primer semes­
tre en Gottingen, Edith Stein fue uno de los discípulos de Hus-

55
_______________ V I K I R A N F F __________________

serl que ponían objeciones a su nuevo libro Ideas relativas a


una fenomenología pura y una filosofía fenomenología. Los fe-
nomenólogos más jóvenes, siendo realistas, no compartían as-
pectos del nuevo libro, que les parecían una vuelta al idealis­
mo9. Ahí ve Edith Stein el comienzo de una evolución de
Husserl que sus discípulos de Gottingen.no podían seguir. El
bosquejo más bien fugaz del despacho no resalta aspectos es­
téticos como con Reinach, sino que considera el lugar desde el
punto de vista de la adecuación para filosofar. «El despacho
del maestro estaba en el piso de arriba; tenía un pequeño bal­
cón al que salía para meditar’. El mueble más importante era
un sofá viejo de cuero. Lo había adquirido cuando era profe­
sor particular en Halle (...). Habitualmente, yo tenía que sen­
tarme en una esquina del sofá. Todavía después en Fríburgo
mantuvimos muchas veces nuestras discusiones sobre él idea­
lismo de un extremo a otro del sofá».
Edith Stein presenta, con un detalle y minuciosidad sin­
gulares, a las personas relacionadas con Husserl y la «Socie­
dad Filosófica». Bosqueja deliciosamente el carácter de Hus­
serl y su mujer: «Sus alumnos le llamábamos entre nosotros
simplemente el maestro’. Él lo sabía y no le gustaba nada. A
su mujer la llamábamos por su poético nombre, 'Malvine’. Era
pequeña y enjuta; tenía el pelo negro y brillante y lo llevaba
peinado liso y con raya; sus ojos pardos miraban al mundo vi­
vazmente y con curiosidad, como con algo de asombro. Su voz
era algo penetrante y dura, como si arremetiera contra uno,
pero con una mezcla de humor benévolo que la suavizaba. En

9 El idealismo, al contrario que el realismo, enseña que la reali


perceptible no existe independientemente del espíritu que la conoce.

56
BRESLAU-GOTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

su presencia se estaba algo inquieto sobre qué pasaba, porque


solía decir cosas que le dejaban a uno Sin saber a qué atenerse.
A las personas que no le caían bien las trataba muy mal. Pero
también teñía simpatías declaradas. Personalmente, yo siem­
pre he experimentado una gran simpatía por su partea (Leben,
pág. 201). La Señora Husserl iba a las clases.de sü marido a
contar los asistentes, pero, personalmente, ño tenía ninguna
relación con la filosofía.
La «Sociedad Filosófica», el círculo más íntimo de discí­
pulos de Husserl, se reúne semanalmente para tratar de cües-
tiones filosóficas. A Edith Stein la introduce en él Moskiewicz.
«Si no, podían pasar semestres sin enterarse de la existencia
de esa institución y, uria vez introducido en ella, durante me­
ses se escuchaba respetuosamente antes de atreverse a abrir la
boca. Yo, en cambio, inmediatamente intervine con todo
desparpajo» {Leben, pág. 203). Anota divertida que el criado
de la casa en la que se reunían, si bien «retiraba los abrigos
con un silencio cortés», «dejaba ver que los curiosos huéspe­
des le hacían menear la cabeza para sus adentros. (...) No se
me olvidará nunca cómo Hans Lipps10, en medio de una aca­
lorada conversación, limpiaba la ceniza de su puro en el azu­
carero de plata hasta que nuestras risas le volvieron a la reali-
dad» {Leben,págs. 203 s.). Este estudiante que atrae la
atención de Edith Stein en su primer semestre en Góttingen
será después, en Friburgo, destinatario de un afecto no corres­
pondido. Por eso es significativo que, echando la mirada atrás
en su autobiografía, describa su carácter y su desarrollo con
especial detalle y simpatía. «Quien más me impresionaba era

io Hans Lipps (1889-1941), médico naval y discípulo de Husserl.

57
VIKIRANFF

Hans Lipps. Tenía 23 años pero parecía mucho más joven. Era
muy alto, delgado pero fuerte y de cara guapa y expresiva,
fresca como la de un niño; y serios y preguntones como los de
un niño miraban sus ojos grandes y redondos. Solía expresar
su opinión en una frase breve pero precisa. Si se le pedían más
detalles, decía que no había más que decir, que la cosa se ex­
plicaba por sí misma. Coñ eso nos teníamos que dar por satis­
fechos y estábamos convencidos de la autenticidad y profundi­
dad de sus puntos de vista, incluso aunque no estuviéramos en
condiciones de hacemos cargo de ellos. Aunque le costase ex­
presarse con palabras, sus ojos y sus gestos involuntarios ha­
blaban convincentemente» (Leben, págs. 204 s.). Terminó a la
vez su Physikumn y su doctorado en filosofía y era evidente
que lo segundo le interesaba más. Había empezado como ar­
quitecto de interiores. Conoció las Investigaciones Lógicas du­
rante el servicio militar en Dresde «y eso fue para él el comien­
zo de una nueva vida» ¿
También pertenecen a la Sociedad dos profesoras de co­
legio, Erika Gothe y Margarete Ortmann. Mientras que .ense­
guida traba amistad con la primera, comenta ácidamente la
conducta de la segunda; «Era una personita pequeña y flaca,
pero pisaba con tal ímpetu que su abrigo solía tener manchas
de las calles de Góttingen hasta bien arriba. Hablaba con igual
vehemencia, pero el contenido de sus frases, que sonaban co­
mo anuncios solemnes, me parecía, muchas veces, una trivia­
lidad. Aunque no hablaba mucho, sino que en clase y en la So­
ciedad Filosófica solía escuchar con expresión de arrobo en1

11 (NT) El Physikum es una reválida a mitad de los estudios de med


na. A partir de ella ya se pueden hacer prácticas clínicas.

58
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

sus grandes ojos azules. En ella, eso me hacía una impresión


rara. En cambio, de Erika Gothe enseguida me atrajo su com­
postura de respetuoso silencio. La señorita Ortmann ensegui­
da dejó ver que yo le caía muy mal, Después me contó ella
misma, en un momento de confidencias, que Reinach le pre­
guntó en conciencia por qué era tan antipática hacia la señori­
ta Stein, con lo amable que era. Y que ella había dicho que la
razón era que ‘siempre está interviniendo, con lo difíciles que
son las cosas» {Lcbcn, págs. 205 s.). Desde el primer semestre
se le encargó a Edith Stein llevar las actas de las sesiones de la
Sociedad Filosófica.
El escrito de Max Scheler12 que acababa de aparecer, «El
formalismo en la ética y la ética material de los valores», fue el
tema del semestre de verano. A causa de un proceso que causó
mucho escándalo, se le había retirado la venia docendi y la So­
ciedad no podía invitarlo públicamente a la universidad. Se le
invitaba unas semanas al final de cada semestre. «Al principio
se planearon algunas tardes a la semana para sus conferen­
cias, pero no sabía repartirse el tiempo y, al final, se amonto­
naba tanta materia que teníamos que ir diariamente. Cuando
se acababa la parte oficial se quedaba en el café con un círculo
más reducido durante horas. Yo solo estuve una o dos veces en
esas sesiones nocturnas. Por mucho que me importase acu­
mular ideas científicas interesantes, había allí algo que me re­
pelía: el tono con que se hablaba de Husserl, Lógicamente,
Scheler también estaba en contra del giro idealista y se expre­
saba casi como mirando de arriba abajo; algunos de los jóve-

' 12 Max Scheler (1874-1928), desde 1918, director del Instituto de


Ciencias Sociales y profesor de filosofía en Colonia.

59
VIKIRANFF

nes se permitían un tono irónico y eso me indignaba por la fal­


ta de respeto y agradecimiento. Las relaciones entre Scheler y
Husserl tenían sus turbulencias. Scheler aprovechaba toda
oportunidad de resaltar que él no era discípulo de Husserl, si­
no que había encontrado autónomamente el método fenome-
nológico. Desde luego que no había estado en las clases de
Husserl como estudiante, pero Husserl estaba convencido de
su dependencia de él» (Leben, pág. 209).
Edith Stein comenta que Scheler tomaba fácilmente
ideas de otros sin darse cuenta dé que eran ajenas. Él seguía
trabajándolas. «Podía decir sin mala conciencia que era todo
suyo. A esta competición por la prioridad se añadía en Husserl
una seria preocupación por sus alumnós. Se esforzaba cuanto
podía en educamos en una estricta objetividad y exactitud/ en
una 'honradez intelectual radical'. Én cambio, el estilo dé
Scheler de desperdigar genialidades sin continuidad tenía algo
de deslumbrador y seductor. Además hablaba de cosas cerca­
nas, que afectan personalmente a cualquiera y que mueven es­
pecialmente a la gente joven, no como Husserl, de Cosas secas
y abstractas (...). La primera impresión que se sacaba de
Scheler era fascinante. No he vuelto a encontrar tan netamen­
te el fenómeno dé la genialidad' en una persona» (Leben, pág.
2 lO). Pero este estilo de pensamiento y exposición atrae tam­
bién a oyentes que han hecho de la estricta objetividad de
Husserl su propio método. El complemento que buscan no pa­
rece ser solo ni primordialmente de método, la panorámica
sintética que se añade a la mirada analítica, sino qué los oyen­
tes se dejan ganar por Scheler por los temas vitales en contra­
posición a la abstracción. Edith Stein, en cambio, ve un cierto
BRESLAU-GÜTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

riesgo en ese pensamiento hecho de una evidencia demasiado


inmediata y que no se somete a un examen desapasionado.
Para muchos estudiantes, el pensamiento de Scheler es
un primer acceso, cuando no la llave, al mundo de la fe. El
mismo Scheler pasó por múltiples inflexiones en su concep­
ción religiosa. Parece que el semestre en que lo conoció Edith
Stein era la época en que, después de su bautismo y posterior
separación de la fe católica, volvía a la Iglesia de nuevo... pero
no definitivamente. «En cualquier caso era la época en que es­
taba repleto de ideas católicas y procuraba hacerles propagan­
da con toda la brillantez de su intelecto y su fuerza comunica-
dora. Fue mi primer contacto con un mundo hasta entonces
completamente desconocido para mí. No me condujo a la fe,
pero me abrió a un ámbito de ‘fenómenos ante los que no po­
día pasar ya de largo sin verlos. No en vano se nos instaba per­
manentemente a detener la vista en todo sin prejuicios, a que
nos quitásemos las orejeras. Cayeron las barreras de los pre­
juicios racionalistas en los que me había criado sin saberlo y,
de pronto, tenía ante mí el mundo de la fe. Había personas
con las que trataba a diario y a las que miraba con admiración
que vivían en él. Tenía que ser por lo menos digno de pensar
en él seriamente. Al principio no me ocupé sistemáticamente
de las cuestiones de fe; estaba demasiado repleta de otras co­
sas. Me conformé con aceptar sin resistencia las ideasque me
llegaban de mi entorno y, casi sin darme cuenta, me fui trans­
formando13» {Leben, pág. 211). Ausencia de prejuicios, el testi-

o Sobre la progresiva conversión de Edith Stein cfr. B. B eckmann,


Phanonenologie des religiósen Erlebnisses, MW (Fenomenología de la expe­
riencia religiosatítulo breve = Beckmann) págs. 156-162,

61
VIKIRANFF

monio vital de personas creyentes a las que aprecia y relativi-


zación de los esquemas de pensamiento hasta liberarse de
ellos son los primeros pasos de Edith Stein para volver a acer­
carse a las cuestiones religiosas por primera vez desde su in­
fancia. Pero la orientación hacia el cristianismo se llevará a
cabo en muchas etapas.
Se le abre una perspectiva académica inesperada: el pro­
fesor14 que imparte el seminario de historia por el que había
renunciado a los ejercicios con Reinach le comunica que, con
pequeñas ampliaciones, puede convertir el trabajo final del se­
minario en el trabajo para el examen de estado. Como ella
misma anota, no se había preocupado del examen de estado
en Góttingen porque quería hacer primero el doctorado y solo
quería estudiar en Góttingen un semestre y hacer el examen
de estado en Breslau. «Lo único es que, cuanto más se acerca­
ba el final del semestre, más irreal me parecía la idea de irme
y no volver. Los meses que habían pasado no eran una anécdo­
ta, sino el comienzo de una nueva etapa de mi vida. Y ahora
me llegaba una ayuda de donde yo no la hubiera esperado lo
más mínimo. ¡No se podía desperdiciar un trabajo de examen
de estado ya hecho! La gente en mi casa lo entendería. Yo creo
que, volviendo de aquella visita tan rica en consecuencias, ya
tracé mí plan. Primero tenía que aclarar mi situación con el
profesor Stern. Le envié un informe sobre lo sucedido en
aquel semestre: no había hecho nada en el trabajo de psicolo­
gía y, en cambio, me había metido de lleno en la fenomenolo­
gía; ahora, mi deseo más acuciante era seguir trabajando con
Husserl. Llegó una respuesta muy comprensiva: si yo terna ese

14 Max Lehraánn (1845-1929), profesor en Góttingen desde 1893.

i
62
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

deseo, solo se me podía aconsejar hacer el doctorado con Hus-


serl. Tampoco entre mis familiares encontré oposición» (Le-
ben, pág. 218).
Husserl se muestra sorprendido del temprano deseo de
doctorarse, ya que la mayoría de los asistentes no se atreven
hasta después de años a una investigación fenomenológica
propia. Le dice que primero saque su examen de estado por­
que irnos buenos fundamentos metódicos en una ciencia espe­
cífica son importantes para la fenomenología. Pero que ya
puede buscarse un tema de tesis y que él va a plantear de tal
manera la tarea del examen de estado que se pueda ampliar
después para la tesis.
Edith Stein ya tiene en la cabeza un tema de tesis15: «En
su curso sobre naturaleza y espíritu, Husserl había hablado de
que un mundo exterior objetivo solo se puede percibirintersub-
jetivamente, es decir, por una mayoría/pluralidad de individuos
cognoscentes que se encuentren en comunicación entre sí. Por
tanto, se presupone una percepción de los otros individuos.
Husserl llamaba a esa percepción (...) empatia, pero no llegó a
decir en qué consistía. Luego ahí había un vacío que llenar. Yo
quería investigar qué era la empatia» (Leben, págs. 218 s.).
Edith Stein decide pasar el examen de Estado tan rápido
como pueda, una vez alcanzado el requisito de seis semestres
de carrera y, en el plazo del semestre que quedaba* dejar listo
el proyecto de tesis sobre la empatia. Con ese plan termina su
primer semestre en Góttingen.
En octubre se encuentra otra vez en Góttingen para el

15 La tesis de 1917 se ha vuelto ha editar: E. Stein, Zwm Problem der


Einfühlung (Sobre la empatia) 1980,

63
VIKIRANFF

nuevo semestre. A diferencia del semestre de verano, que ha­


bía pasado junto con Rose Guttmann, constata ahora: «Ese in­
vierno estuve muy sola». La explicación que añade revela una
sensibilidad insospechada en ese contexto: «Mientras Rose
vivió conmigo, no habíamos sentido las dos nada de nostalgia.
Ahora la echaba mucho de menos. Evitaba ir por la Geismars-
trafie porque me daba mucha pena ver la casa donde estaba
nuestro antiguo piso». Intelectualmente, el semestre de invier­
no es muy fructífero para ella: «El invierno me trajo más estí­
mulo filosófico que el verano» (Leben, págs. 222 s.). Eso se re­
fiere tanto a las clases de Husserl y Reinach como a los
Ejercicios para Avanzados de Reinach, a los que ya puede asis­
tir ese semestre. Sobre estos últimos anota: «Las horas en
aquel bonito despacho fueron las más felices de todo el tiempo
de Góttingen (...). Aquello no era enseñar y aprender sino bus­
car juntos, parecido a la Sociedad Filosófica, pero de la mano
de un guía seguro» {Leben, pág. 224).
Limita su asistencia a clases, fuera de las de filosofía,
para preparar el examen de Estado, Gomo para el doctorado
en filosofía se exige élAbitur de humanidades, pasa una reváli­
da de griego para obviar el plazo requerido de seis semestres
entre el Graeeum*6 y el doctorado, aunque tendrá que comple­
tarlo más adelante. «Con el resto de,mis .empolladas tuve du­
ras; experiencias. Me había imaginado que me bastaría estu­
diar una vez. Al cabo de unas semanas comprobé aterrada que
había desaparecido mucho de mi memoria. ¿Cómo organizar-

i(¡ (NT) Graeeum es el título de que se tienen los conocimientos corres­


pondientes a una cantidad determinada de años de enseñanza en griego
(por el contexto y el momento histórico, probablemente, seis años). El Afei­
tar humanístico lo incluye.

64
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO____________

se para mantener presente, en el momento oportuno, todo ese


montón decosas?» {Leben, pág. 225).
En el semestre de verano siguiente encuentra un método
de estudio: «Ahora también di con la técnica de empollar para
el examen de estado. Había que subrayar en rojo las cosas más
importantes de nuestros cuadernos, una selección aún más
pequeña en rojo y azul y la más esencial en rojo, azul y verde.
Con esta ayuda, en los últimos días se podía repasar muchísi­
ma materia y se lograba, efectivamente, tener todo en la cabe­
za a la altura de lo que se pretendía» (Leben, pág. 237). Pero
seguía habiendo otro problema. «Esa preocupación pesaba
poco en comparación con los quebraderos que me ocasionaba
mi trabajo de filosofía. Era la montaña mas alta que había que
subir en aquel semestre. A él se dedicaba la mayor parte de mi
jomada. Mis días eran bien prolongados; me levantaba a las
seis y trabajaba hasta medianoche sin apenas interrupciones.
Como, además, generalmente comía sola, podía reflexionar
durante las comidas. Y cuando me iba a la cama ponía lápiz y
papel én la mesilla para poder fijar inmediatamente las ideas
que se me ocurrieran por la noche. Muchas veces me levanta­
ba porque se me había ocurrido algo en sueños que me pare­
cía aprovechable. Pero, cuando5una vez despierta quería for­
mularlo, no tenía nada tangible» (Leben, págs. 225 S.).
También los recorridos a la universidad están repletos
de reflexiones sobre la empatia. Muchas veces no para a me­
diodía, para pasar más tiempo en la biblioteca. «Leía libro tras
libro, hacía grandes extractos y, cuanto más material acumu­
laba, más se hacía un torbellino mi cabeza (...).' Por primera
vez encontré aquí lo que he experimentado después con todos
mis trabajes: los libros no me servían de nada mientras yo no

65
VIKIRANFF

hubiera puesto en claro con mi propia labor el asunto en cues­


tión» (Leben, pág. 226). Es una cuestión de la psicología del
aprendizaje. A unos se les queda una materia al leerla o con
una representación plástica, a otros al escuchar, al copiar o,
como a Edith Stein, al pensar por cuenta propia en el objeto
de estudio. Esto sucede, especialmente, en construcciones
complejas, que solo se graban y se pueden reproducir enten­
diéndolas, no memorizándolas. Muchas veces es muy laborio­
so este proceso de hacerse cargo y reflexionar sobre algo pre­
viamente pensado hasta comprenderlo.
«Esta pelea por la claridad se realizaba, en mi caso, con
grandes penalidades y no me dejaba tranquila de día ni de no­
che. Me olvidé del sueño y pasaron muchos años hasta que se
me regalaron de nuevo noches tranquilas. Me iba metiendo en
una situación cada vez más desesperante con mi trabajo. Por
primera vez en mi vida me encontraba con algo que no podía
dominar con mi voluntad. Sin saberlo se me habían anclado en
lo hondo los dichos de mi madre ‘Querer es poder' y ‘El buen
Dios ayuda a quien se esfuerza'. Muchas veces me había jactado
de que mi cabeza era más dura que un muro y ahora me estaba
rompiendo la frente contra un muro que no cedía. La cosa llegó
a tanto que la vida se me hizo insufrible. Me decía muchas veces
que todo eso no tenía sentido. Cuando terminase la tesis... servi­
ría para el examen de estado y, si no podía hacerme una gran fi­
lósofa, por lo menos sería una profesora útil. Pero las razones no
servían. Ya no podía cruzar la calle sin desear que me atropella­
se un coche. Y, si hacía una excursión, tenía la esperanza de des­
peñarme y no volver viva» (Leben, págs. 226 s.). Pretender domi­
nar el resultado del trabajo no solo bloquea el ejercicio de la
razón, sino que puede producir depresiones, como muestra la si-

66
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

tuación descrita. La falta de un espado de serenidad y de distan­


cia interior hacia el problema pensado incita a un encerramien­
to de fondo que absorbe, como una comente, todas las fuerzas.
En oposición diametral con ello sé encuentra la expe­
riencia que describe Edith Stein en 1922 en su obra Causali­
dad psíquica17:: «Hay un estado de descanso en Dios, de com­
pleta distensión de todas las actividades espirituales, en que
no se hace ninguna clase de planes, no se toman decisiones y
mucho menos se trajina, sino que se entrega todo el futuro a la
voluntad de Dios y uno se abandona completamente al desti­
no. Ese estado se me concedió después de una experiencia que
superó todas mis fuerzas, consumió mi energía vital y me dejó
completamente inactiva. Comparado con la pérdida de activi­
dad por falta de energía vital, descansar en Dios es algo nuevo
y único. Aquella es silencio mortal, aquí surge en su lugar el
sentimiento de seguridad, de haber sido liberado de toda preo­
cupación y de la responsabilidad y la obligación de actuar. Y,
entregándome a ese sentimiento, va inundándome una vida
nueva que me empuja, sin tensión alguna de la voluntad, á
una nueva actividad. Esa corriente vivificante aparece como el
desbordarse de una actividad y una fuerza que no son mías y
que actúan en mí sin cargarme de exigencias. La única condi­
ción para ese renacimiento espiritual me parece ser una cierta
capacidad receptiva, como la que se apoya en la estructura dé
la persona liberada del puro mecanismo psíquico».
Aquí resulta fundamental el concepto de persona* que

17 E. Stein, Psychische Kausalitat, en: Beitrage zur philosophischen Be-


gramfung der Psychologie und der Geisteswissenschaften (Aportaciones a la
fundamentación filosófica de la psicología y las humanidades, segunda im­
presión), 1970, pág. 76 (cfr. también Beckmann, págs, 218 ss.)

67
VIKIRANFF

trasciende el ámbito de lo puramente psíquico y permite así una


salida a la problemática antes descrita, El desprendimiento de
todos los actos de la voluntad es una condición necesaria, pero
no suficiente, para liberarse del colapso interior, que es, además,
una consecuencia de una actuación trascendente. La cosmovi-
sión religiosa ve en ese factor trascendente la actuación de Dios.
Pero todo eso no lo sabía Edith Stein en 1916. Sigue re­
latando su crisis de entonces: «Nadie imaginaba cómo estaba
por dentro. En la Sociedad Filosófica y en el seminario de Rei-
ñach disfrutaba con el trabajo en equipo, pero temía el final
de esos momentos, en los que me sentía segura, y la vuelta a
empezar de mis luchas solitarias» {Leben, p&g. 227). Explica
que las consultas esporádicas con Husserl no la ayudan, por­
que los temas qué saca le hacen filosofar y no le quedan fuer­
zas después para asuntos problemáticos,
Por consejo de Georg Moskiewicz va a consultar a Rei­
nach. Previamente ya había habido un contacto más personal.
«Poco antes de Navidades nos invitaron los Reinach a todos
los alumnos a cenar. Hasta entonces, nunca había ido a ver a
la señora Reinach18, como las estudiantes algo mayores. La
conocía de vista por las clases de su marido, a las que asistía
regularmente Esas actividades sociales fueron para mí
puntos de luz. Me alegraba cuando se acercaban y me recrea­
ba después en ellos. Me daban materia que contar en mis car­
tas semanales a casa, puesto que no quería hablar de mis in­
quietudes y penas» (Leherc, págs. 228 s.).
Con la animante observación, «Bueno, seguro que se po­
drá volver a la claridad por encima de las oscuridades», la empla-

18 Anne Reinach (1884-1953), doctora en física.

68
r

BRESLAU-GQTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO____________

za a conversar con más detalle. «Sonó tan cordial y animaba tan


jovialmente que ya me sentí algo consolada (...). Entonces hablé
de la cantidad de materia que había acumulado y de la poca idea
que tenía de cómo poner orden en ese caos. A Reinach le pareció
que ya estaba muy avanzada y me insistió en que empezara a ela­
borar el material». Las tres semanas de semestre que le quedan
las aprovecha para empezar a redactar y poder informar luego.
«Me supuso una tensión espiritual desconocida todo lo que había
trabajado hasta entonces. Creo que no se puede hacer una idea
nadie que no haya trabajado filosofando creativamente. Y no re­
cuerdo haber sentido entonces nada de la profunda felicidad que
después sentí siempre, una vez superados los primeros esfuerzos
más penosos. Todavía no había logrado el nivel de claridad en el
que el espíritu puede descansar en un conocimiento adquirido,
ve abrírsele nuevos caminos y avanza seguro» {Liben, pág. 230).
El aliento experimentado del profesor rompe el bloqueo y
proporciona unía nueva perspectiva al trabajo. La tensión de las
fuerzas interiores, especialmente del entendimiento, es un es­
fuerzo de concentración que todavía no coincide con los frutos
maduros del filosofar, como acaba de señalar Edith Stein. La
claridad y la perspectiva y un sereno descanso en el conoci­
miento no son posibles hasta que el filosofar ha superado a la
fase de actividad esforzada del entendimiento y, con la mayor
altura de la razón y la intuición, en cierta medida acoge el sa­
ber. Antes de alcanzar este nivel es manifiesto que hay que su­
perar una fase crítica que se presenta como un parto intelec­
tual. Romano Guardini19 ha descrito acertadamente el

19 R. Guardiní, Vom Sinn der Sckwenhut (Sobre el sentido dé la melan-


colía) (1928), 1983, págs. 50 s, .

69
VIKIRANFF

carácter de ese proceso. La crisis se presenta «cuando ha de


consumarse una nueva fase en la evolución de la persona, una
ruptura en la configuración espiritual. Esa transformación
creadora proviene de una presión interior que es, a la vez, la
urgencia de una plenitud que se estanca en sí misma; implica
el miedo de la vida ante las exigencias de lo que, naciendo,
quiere tomar forma en ella. Nota que ha de entregarse ella
misma, desprenderse de algo que había sido seguro; algo que
tiene que ir a su fin para que exista lo.nuevo. Esa creación y
ese cambio son escalones, puntos de inflexión en los que la vi­
da se da hasta el extremo. Por lo que se ve, solo se alcanzan
pasando previamente por la hondonada. El hombre creador,
vivificador, no es como el conquistador, sujetador, dominador
y formador. Produce y alcanza una altura que este no cono-
ce». . . . . . . .
Edith Stein parece estar viviendo esto. «Estaba como
tanteando la niebla. Lo que escribía se me hacía raro a mí mis-
ma y, si otra persona hubiera dicho que era todo una tontería,
inmediatamente habría estado de acuerdo», Pero también hay
recuerdos positivos unidos a esta fase de estudio: «Me vi a sal­
vo de una dificultad: no necesitaba buscar las palabras. Las
ideas tomaban forma escrita como solas y se quedaban así fija­
das en el papel y el lector no podía encontrar ni rastro de los
dolores de aquel parto intelectual» (Leben, pág. 230). A todas
luces, ése efecto se produjo también en la revisión de Reinach
de las 30 páginas de manuscrito que le entrega Edith Stein a
las tres semanas. Reinach no se conforma con recibirlas, sino
que se propone valorarlas inmediatamente y le da, mientras
tanto, la Fenomenología del espíritu, de Hegel, «para que me
entretuviera. Abrí el libro e intenté leer algo, pero me era impo-

70
BRESLAU-GÓTUNGEN: AÑOS DE ESTUDIO____________

sible poner en él la atención. No podía estar tranquila mientras


mi juez estaba intentando dar forma a la sentencia sobre mi
obra. La leía ávidamente, asentía de vez en cuando con agrado,
dejaba escapar ocasionalmente una expresión de acuerdo. Ter­
minó extraordinariamente deprisa. ‘Muy bonito, señorita
Steirí, dijo. ¿Era posible? Sí, realmente, no tenía nada que ob­
jetar y, simplemente, me animaba a no interrumpir el trabajo,
a quedarme en Góttingen hasta que Io terminase, ya que en ca­
sa me distraerían, como le pasaba a él cuando iba a Maguncia,
con todas las visitas a las tías» (Leben, págs. 230 s.).
Espoleada por tan positiva valoración, sigue escribiendo
ininterrumpidamente y entrega el manuscrito una semana
después. Se esperaba a Reinach esa tarde de vuelta de un via­
je. «Eran como las ocho de la tarde y empezó a lloviznar. Pero
yo no aguantaba en la habitación, necesitaba salir a enterarme
de cuándo se calculaba que llegaría. Cuando llegué ai Steins-
graben (...), giró un taxi y avanzó calle arribav Se paró delante,
de la casa de Reinach..,. y, momentos después, se encendió la
luz en su despacho. Ya sabía suficiente. Giré sobre mis talones
y me fui a casa. No sé expresar con qué alegría y agradeci­
miento. Todavía hoy, después de más de veinte años, sigo no­
tando algo de aquel alivio» (.Leben, pág. 231). La valoración
vuelve a ser positiva. La perspectiva de qüe el manuscrito sea
más que suficiente para el examen de estado y que pueda irse
de vacaciones de semestre hasta abril la pone eufórica y co­
menta desbordante: «Después de aquellas dos visitas a Rei­
nada era como si hubiera vuelto a nacer. Había desaparecido
del todo el hastío vital. El que me había sacado del atolladero
se me figuraba como un ángel bueno. Era como si, con una
palabra mágica, hubiera transformado los engendros de mi

71
__ _______ VIKIRÁNFF _______

pobre cabeza en un todo bien ordenado. Yo no dudaba de la


fiabilidad de su juicio» (Leben, pág. 232). Ahora pasan a pri­
mer plano los preparativos para el examen.
Parece prolongarse el estilo de vida ascético. En las va­
caciones conoce Edith Stein a una mujer de Breslau que quie­
re ir a las clases de fenomenología de Góttingen como oyente
libre y que le pide clases particulares sobre las Investigaciones
Lógicas: Toni Meyer. Como es de una familia acomodada, al­
quila un piso mayor y más confortable que la habitación en la
que sigue Edith Stein. La nueva conocida «se quedó horroriza­
da de mi ritmo de vida: el prolongado trabajo, el breve sueño,
la indiferencia hacia las comidas, la poca distracción. La seño­
ra con la que vivía le recomendó una buena invitación a comer
en casa (...) y ella me pidió que comiera en su casa. Como yo
no tenía preferencias sobre cosas que no me parecían esencia­
les, acepté sin más» (Leben, pág. 235). La compañía y los cui­
dados de estas dos conocidas, el alivio por haber superado la
redacción del trabajo para el examen de estado y la facilidad
de estudiar gracias a tener compañeras que también se prepa­
ran al examen hacen que Edith Stein perciba el final del se­
mestre de verano como mucho más positivo que el del invier­
no anterior 1913-1914.
Ese semestre llega a Góttingen a estudiar Pauline, la
hermana mayor de Adolf Reinach, con su Abitur recién apro­
bado. «Supongo que la conocería personalmente en una de las
invitaciones habituales en casa de los Husserl al terminar el
semestre. En sociedad era vivaz, con chispa. Pero, cuando se
hablaba a solas con ella, se ¡descubría un alma profunda, sere­
na y verdaderamente contemplativa. Su cabeza recordaba las
tallas góticas en madera y sus manos tenían la delicadeza y la

72
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

vida de los santos prerrafaelitas. Y con ese aire se tomó la ca­


rrera. Había elegido lenguas clásicas y era capaz de sumergir­
se con toda el alma en un autor que le gustase; no estaba he­
cha para los trabajos con una finalidad práctica al estilo
colegial. En cuanto se había estado un par de veces con ella en
la familia, se empezaba a llamarla instintivamente por su
nombre, se hacía antinatural decirle 'señorita Reinach'» (Le­
ben, pág. 238). Seguramente, la manera de concebir la carrera
y quizá también la hondura interior interpelaron a Edith
Stein. Es posible que también Pauline Reinach haya contri­
buido al cambio de postura de Edith Stein con respecto al
cristianismo. Se convirtió en 1918 a la Iglesia evangélica y, en
1922, a la católica. En 1924 ingresó en el convento belga de
benedictinas de Emerton (cfr. Leben, pág. 231, nota 112).
Del comienzo de la Primera Guerra Mundial se entera
Edith Stein en su mesa de trabajo, con el libro de Arthur Scho-
penhauer en la mano Die Welt áls Wille und Vorstellung (El
mundo como voluntad y representación). Se terminan las cla­
ses. Según sus propias informaciones, no compartió el nervio­
sismo general. «Me comporté ya entonces como después pro­
curé hacer conscientemente en momentos de crisis: seguí
trabajando tranquilamente, aunque por dentro estuviera pre­
parada a interrumpirlo en cualquier momento. Me molestaba
aumentar la excitación general moviéndome de aquí para allá
y parloteando inútilmente» (Leben, pág. 241). Reinach le pide
su dirección de Breslau: «Queríamos notificamos lo que nos
fuera pasando. Por primera vez me di cuenta de que su amabi­
lidad conmigo no nacía del amor al prójimo, en general, sino
del afecto, cordial de un amigo» (Leben, pág. 242), Sale esa
___________ VIKIRANFF ________________

misma noche para llegar a Breslau antes de üri posible corte


del tráfico ferroviario privado.
Se propone ponerse a disposición de la Cruz Roja como
enfermera auxiliar. «Me encontraba en una tensión febril, pe­
ro me hacía cargo de las cosas clara y decididamente. Me de­
cía 'He dejado de tener vida propia. Todas mis fuerzas son pa­
ra el gran suceso. Cuando haya pasado la guerra, si sigo viva,
podré pensar otra vez,en mis cosas* No tenía más deseo
que ir cuanto antes bien lejos, a ser posible, al frente, a un hos­
pital de campaña» (Leben, págs. 243 s.). Para ello hace un cur­
so de cuidados médicos para universitarias. Como tardan en
llamarla, aprovecha el tiempo revisando su trabajo del exa­
men de estado y hace planes para examinarse en Góttingen en
el semestre de invierno. «No había cambiado nada mi disposi­
ción. Me hubiera alegrado que cualquier día me llamasen ha­
ciéndome dejar los libros. Examinarme se me presentaba co­
mo algo grotescamente trivial al lado de los acontecimientos
del momento, que tan en tensión nos tenían en aquellos me­
ses» {Leben, pág. 245). '
Y así es como vuelve a Góttingen al terminar las vaca­
ciones del semestre. «A pesar de las considerables preocupa­
ciones por la guerra, ese invierno fue, probablemente, el más
feliz de mis años de carrera en Góttingen. La amistad con Pau-
line y Erika era más honda y hermosa que las anteriores amis­
tades estudiantiles. Por primera vez no era yo el elemento rec­
tor y cortejado, sino que veía en las demás algo mejor y más
alto que yo» (Leben, pág. 252).
Mientras repasan juntas historia, cosen medias para los
Soldados, para lo cual necesita aprender de sus compañeras.
Finalmente, las amigas pueden celebrar juntas la superación

74
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO

del examen. A continuación va a visitar unos días a su herma­


na de Hamburgo, pero está otra vez en Góttingen para el si­
guiente seminario de Husserl. Al terminar la sesión va a visi­
tarlo para concertar una entrevista sobre su trabajo de
examen, pero Husserl está contrariado porque no ha ido a ver­
le nada más aprobar el examen. «Entonces me dijo que hubie­
ra querido decirme muchas cosas sobre mi trabajo, pero que
ahora se le habían olvidado. No bastaba para la tesis (cosa que
a mí tampoco se me había pasado por la cabeza). Y, ya que ha­
bía sacado tan buenas notas en historia y literatura, podía
plantearme hacer mejor la tesis en alguna de esas materias.
No podía haberme picado más. 'Señor Profesor', dije indigna­
da, 'no me interesa sacar el título de doctora con cualquier te­
sis. Quería hacer el intento de elaborar algo propio en filoso­
fía.’ Parece que eso le hizo recapacitar. De repente le
desapareció el malhumor y dijo con otro tono: 'Ahora lo pri­
mero es que descanse, señorita Stein, tiene mala cara’. No me
sentí reconciliada tan rápido y me despedí. Al día siguiente me
esperó delante de la puerta al terminar la clase. Su mujer me
enviaba saludos y me invitaba a tomar café el domingo; no
íbamos a dejar sin celebrar haber aprobado el examen. Esta­
ban invitadas también las señoritas Gothe, Reinach y Weigelt.
Si quería yo podía llevar a alguien más» (Leben, pág. 261).
Durante la breve estancia en Hamburgo recibió una car­
ta de su madre para procurar hacerle ver la causa más profun­
da de su éxito. «Se alegraría todavía más si yo quisiera pensar
en a quién debía aquel éxito. Pero yo no había avanzado toda­
vía tanto. En Góttingen había aprendido a respetar las cues­
tiones de fe y a las personas creyentes. A veces, incluso, iba
con mis amigas a alguna iglesia protestante (si bien la mezcla

75
VIKIRANFF

de religión y política que predominaba en los sermones no po­


día conducirme al conocimiento de una fe pura y solía repe­
lerme). Pero todavía no había vuelto a Dios» {Leben, pág. 260).
Estos son los temas principales en la vida de Edith Stein
en los días después de su examen de estado: la cuestión de su
tarea y sus posibilidades dentro de la filosofía y la cuestión de
Dios. Pero primero se imponen los acontecimientos políticos.

76
M Á H R IS C H -W E IE K IR C H E N :
IN T E R M E D IO B É L IC O

Edith Stein es llamada a presentarse en abril de 1915 al


servicio de la Cruz Roja en el hospital epidemiológico militar
de Máhrisch-Weibkirchen, a unas cinco horas de Breslau por
la línea férrea de Oderberg-Viena. Sin dudarlo, responde afir­
mativamente, aunque tropieza con la oposición de la madre.
«Ni le dije que era un hospital epidemiológico. Bien sabía ella
que no me iba a quitar la idea por avisarme del peligro de
muerte». Reaccionó «declarando con todas sus fuerzas: no
irás con mi consentimiento'. Yo contesté con la misma deci­
sión: 'Pues lo tendré que hacer sin él'» (Leben, pág. 263). Pero,
después de unos días de silencio opresivo, la madre la ayuda a
preparar las cosas necesarias para la expedición.
Tiene que solicitar un retraso de su examen de griego al
negociado de bachillerato humanístico. A las advertencias del
jefe de negociado sobre la situación de los hospitales militares
reacciona sin dejarse impresionar y con un arranque de idea­
lismo. Si era «como daba a entender, que una se exponía allí a
peligros morales y que las enfermeras hacían honor a su mala
reputación, entonces era una auténtica pena y me parecía tan­
to más importante que fueran personas con buenas ideas a
esos puestos» {Leben, pág. 264). Esta predisposición hacia la
situación que la aguardaba pudo haber sido una razón por la

77
VIKIRANFF

que Edith Stein describa con mucho detalle los caracteres de


los soldados, médicos y enfermeras y su comportamiento mo­
ral. Mientras una compañera de habitación se desahoga con­
tando sus andanzas y penas amorosas, Edith Stein deja ver
una concentración interior que, en contextos religiosos, se co­
noce como la «celda interior»: «Cerraba cuanto podía mis oí­
dos y en los ratos libres de servicio, que tenía que pasar en la
habitación, me sentaba en mi cama de hierro como si fuera
una sala aislada y leía, escribía mis cartas y despachaba cual­
quier otra cosa que tuviera que hacer» (Leben, pág, 269). Con
las demás enfermeras tiene relaciones de compañerismo pero
guarda una cierta distancia, supliéndolas, a veces, en el servi­
cio pero sin trabar un conocimiento más hondo. Rechaza los
excesos de alcohol en algunas celebraciones de médicos y en­
fermeras, pero se aficiona al café fuerte y a los cigarrillos.
Con la llegada de otras enfermeras auxiliares de su
círculo de amistades se suaviza su soledad. Una de ellas, Suse
Mugdan, le da a conocer algunas cuestiones en torno a su
identidad religiosa: hija de una familia judía, de niña fue, bau­
tizada protestante por razones de progreso, humano, pero una
supuesta conversión por razones externas le repugnaba. «Ha­
blamos con toda franqueza y cordialidad de esas cuestiones.
Pero no nos tuteamos mientras estuvimos en Weihkirchen. La
burda familiaridad con que se tuteaban las demás enfermeras
sin tener interiormente nada común nos hizo mantener el 'us­
ted' como señal de mutuo respeto» {Uben, pág. 283). Aunque
al principio se alegra de que en el tumo de noche solo se rela­
ciona con los enfermos y no con el resto del personal, más
adelante sí que hará más camaradería con algunas compañe­
ras de habitación que comparten su posición interior. Miran-

78
_______ MÁHR1SCH-WEISKIRCHEN: INTERMEDIO BÉLICO________

do atrás recuerda cómo empezaba a percibir las situaciones


religiosas en el hospital de campaña con una apertura de fon­
do hacia la religión como fenómeno. «A veces entraba en la sa­
la un sacerdote de uniforme y se iba pasando por entre las fi­
las de enfermos. Tengo que decir que su aspecto no movía a la
confianzá; tampoco noté que se entretuviera más con alguien
o que le llevase la sagrada comunión a un enfermo o que ad­
ministrase los santos óleos. Y yo sabía tan poco de esas cosas
qué no se me ocurrió preguntar u ocuparme de ellas» (.Leben,
pág. 276): El primer agonizante que tiene que atender le hace
ver el sentido puramente humano de la oración. «Cuando or­
dené las cuatro cosas dél difunto me llamó la atención un pa­
pel de su agenda. Tenía una oración para pedir que no murie­
ra que le había dado su mujer. Aquello se me quedó grabado.
En ese momento me di cuenta de lo que significaba humana­
mente aquella muerte» {Leben, pág, 279).
Al cabo de un trimestre de servicios en la sección de ti­
fus tiene derecho a 14 días de permiso; «pero pensé que toda­
vía no me los merecía. Había hecho que me enviaran los bo­
rradores de la tesis y teníá un buen fajó de manuscritos a los
que echaba un vistazo dé vez en cuando. Además solía leer
una hora de Homero. Pero no había venido aéso» (Leben, pág.
285). Ilustra su motivación comentando una jomada de diez
horas de trabajo ininterrumpido: «Evidentemente, la tarea
multiplicó nuestras fuerzas y me sentí tan a gusto en esa so­
bretensión que aquel día se me ha quedado en la memoria co­
mo el más bonito de la época del hospital» (Leben, pág. 288).
Junto al orgullo de trabajar con profesionalidad y dedicación
se encuentra la plenitud interior de la sensación de ser útil.
Para evitar acosos, recurre cada vez más a dar a conocer

79
________ VIKIRANFF _________

su profesión, al ver los efectos que a veces eso produce. Cuen­


ta de un médico austríaco: «Enseguida le saqué lo que era ‘de
civil'. Ya no lo llevaba nada en secreto». Después de algunas
experiencias muy negatiyas «en la sección de tifus noté que
era como una muralla. Cuando un médico me presentaba a
otro como ‘la enfermera Edith, de civil filósofa', yo estaba ya a
cubierto de acosos» {Leben, pág. 287). La única excepción la
describe con detalle y cuenta con satisfacción cómo se defen­
dió. Un médico polaco que no la conocía la agarró de la mano
mientras ella sujetaba un brazo roto que estaban entablillan­
do. «No podía soltarme sin hacerle daño al herido y no podía
decir nada sin llamar la atención de la gente (...) así que solo
podía defenderme con la mirada ... y bastó para liberarme.
Para colmo todavía me susurró el acosador en presencia del
paciente: '¡No sea mala conmigo!'. No contesté (...), Yo todavía
no daba la cosa por terminada (...). Al día siguiente fui al des­
pacho del señor doctor a que me oyera. (...) El largo y moreno
individuo se puso visiblemente incómodo dentro de su bata
blanca cuando entré. Le dije que ayer no había querido llatnar
la atención delante del paciente pero que no le iba a tolerar ni
una vez semejante comportamiento. Musitó que ya se había
disculpado. Seguí. También quería decirle que era insólito que
me llamase 'señorita': de servicio tenía que llamarme enfer­
mera'. Fuera de servicio tendría que tratarme como a una da­
ma o no hacerlo en absoluto. Después de ese discurso abando­
né el despacho medio satisfecha por haberle dejado las cosas
bien claras al pollo, medio avergonzada por lo bochornoso de
la escena. Pero por lo menos hizo efecto. Desde entonces se
portó intachablemente y no me dirigió ni una palabra de más»
{Leben, págs. 291 s.).,

80
MAHRISCH-WEIfiKIRCHEN; INTERMEDIO BÉLICO

El agotamiento nervioso la decide a disfrutar del mere­


cido descanso al cabo de cinco meses, aunque la decisión esté
precedida de una pelea interior. Además, se pregunta si no se­
rá poco inteligente interrumpir tanto tiempo el trabajo cientí­
fico cuando ya hay suficientes auxiliares para atender el hos­
pital. Y así parte para casa, no sin -como era habitual en los
viajes- llevarse algunas cartas.

81
B R E SL A U -G O T T IN G E N :
PR EPA R A TIV O S PARA E L DO CTO RA DO

Guarda las cartas despreocupadamente en la cartera y la


entrega a un funcionario de aduanas que se la pide. Este re­
quisa las cartas. «Estaba tan cansada que ni me alteré. Tampo­
co hablé de eso al llegar a casa. Pero, al cabo de unas semanas,
me llegó la notificación de que estaba acusada ante el tribunal
militar por eludir la censura. Eso se penaba con la cárcel. To->
da la familia se alteró mucho. La primera declaración tuvo lu­
gar en el juzgado de primera instancia de Breslau. La segunda
había de ser en el juzgado militar de Ratibor. Yo pensaba ir y
declarar en conciencia que sí que conocía la normativa, pero
que no pensé en ella porque el traer y llevar correo estaba a la
orden del día. De ninguna manera pensaba decir que no sabía
nada de la prohibición: antes ir a la cárcel que mentir. A al­
guien se le ocurrió que escribiera a un antiguo conocido (...),
Weskam, el alcalde de Ratibor, y le pidiera ayuda» {Leben, pág.
300). Este se encarga del asunto y se archiva el proceso.
A la espera de ser llamada nuevamente a WeiLkirchen,
aprovecha las vacaciones para sacar el examen de auxiliar de
enfermería y estudia griego; En octubre de 1915 aprueba el exa­
men para obtener el Gráecum y poder así realizar el doctorado.
Como otras etapas posteriores de su vida, los años de la
guerra transcurren con una intensa correspondencia con

83
VIKIRANFF

maestros y amigos. Durante la etapa del hospital se escribe re-


gularmente con Husserl, que aprueba su dedicación a la causa
bélica y le pregunta por la situación en su Moravia natal.
«Cuánto me alegró cuando escribió Reinach: 'Querida enfer­
mera Edith, ahora somos camaradas...» {Leben, pág. 304). La
correspondencia más original parece ser, no obstante, la que
mantiene con su compañero de estudios Hans Lipps. «El or­
den civil normal era como una camisa de fuerza que se había
quitado con satisfacción. La imprevisibilidad de la vida en
guerra iba tan bien con él que una vez en un permiso dijo: '¿Y
qué hago cuando estalle la paz?'. Su relación con la filosofía
era orgánica y no había circunstancia ni; ocupación externa
que la molestase. Igual que podía estudiar ciencias naturales y
medicina y trabajar esporádicamente de médico sin que se re­
sintiera su desarrollo filosófico, podía seguir trabajando tran­
quilamente en el refugio subterráneo o en medio de la música
de un café o de una sala de baile de Góttingen o Dresde.
Sus cartas solían ser de pocas frases, pero con su cali­
grafía grande -indescifrable para quien no la conociera, pero
cada letra una pieza ornamental-llenaba un folio entero. Hus-
serl decía que no contaban nada. Efectivamente no se sacaba
nada de la situación bélica, pero sus pocas palabras a mí me
proporcionaban una imagen fiel de su existencia. Lo mismo'
contaba de un grillo que vivía aliado de su refugio y con el que
compartía sus bombones que de un mochuelo que tenía enjau­
lado en una iglesia; lo llamaba Rebekka y lo tuvo mucho tiem­
po. Le servía de sustituto del cárabo Carusso que había dejado
en Dresde con su madre. La Señora Lipps lo alimentaba, se­
gún él le había encargado, con canarios. Cuando ya no tuvo
manera de Conseguir más, lo abandonó con gran dolor de su

84
BRESLAU-GÓTTINGEN: PREPARATIVOS PARA EL DOCTORADO

corazón: se fue con Carusso en un taxi a una pradera de Dres­


de y lo dejó allí; aunque después iba a visitarlo a veces» {Le­
ben, pág. 305).
Edith Stein retoma la investigación de la problemática
de la empatia para culminar su tesis. Hace acopio de fuerzas,
recordando el desgraciado comienzo del trabajo para el exa­
men de estado en el invierno 1913-1914. Deja a un lado todo lo;
que sabe por los libros y empieza un análisis objetivo según el
método fenomenológico. «¡Qué distinto ahora a lo de enton­
ces! Es verdad que me sentaba, con miedo al escritorio cada
mañana. Era como un punto minúsculo en un espacio inmen­
so... ¿me vendría algo desde la lejanía que yo pudiera agarrar?
Me echaba atrás en la silla y dirigía mi espíritu con dolorosa
tensión hacia aquello que más me ocupaba en el momento. Al
cabo de un rato parecía que se encendía una> luz. Era capaz
por lo menos de formular la cuestión y encontraba vías para
empezar a trabajarla. Y en cuanto ya tenía claro un asunto, se
me abrían nuevas cuestiones en diferentes direcciones» {Le­
ben, pág. 311).
La dolorosa tensión sugiere un esfuerzo de la capacidad
de raciocinio que produce frutos de conocimiento, de manera
que Edith Stein va apuntando, junto al texto en elaboración,
una serie de cuestiones para tratar más adelante. «Entretanto
iba rellenando página tras página, me encendía de puro escri­
bir y me atravesaba un sentimiento inesperado de felicidad.
Cuando me llamaban a comer volvía como de otro mundo.
Bajaba agotada pero llena de alegría. Estaba asombrada de to­
do lo que había aprendido, cosas que dos horas antes ni imagi­
naba, y feliz por los muchos hilos que había enhebrado y po­
dría volver a tomar. Y cada día era cómo un regalo nuevo

85
VIKIRANFF

poder seguir. La cosa se prolongó como unos tres meses de


una tacada. Algo se había como separado de mí y tomado exis­
tencia propia» (Leben, pág. 311). La alegría productiva recuer­
da a su relato sobre la preparación para ingresar en el institu­
to de bachillerato, si bien aquí considerablemente ampliada
por la experiencia de una actividad creativa del espíritu, en lu­
gar de principalmente reproductiva. El borrador escrito así de
un tirón lo revisa, corrige y amplía con bibliografía e ideas ad­
quiridas posteriormente. A finales de enero de 1916, el manus­
crito está concluido.
Inesperadamente- surge la posibilidad en las vacaciones
de Navidad de hablar con Husserl y Reinach en Góttingen so­
bre los resultados obtenidos. Paulina Reinach le comunica
que este último se encuentra de permiso en Navidades. Y
Edith Stein viaja también a Góttingen. Describe cómo lo que
había sido conocimiento evoluciona en amistad: «Entonces
conocí de verdad a la señora Reinach. Antes había ido casi so­
lo como alumna de mi maestro, ahora era del círculo más ínti­
mo, de los 'de primer grado de luto', como dijo Reinach úna
vez en broma imaginando lo que pasaría si él cayera. Entre
ellos contaba, aparte de su mujer y Pauline, solo a Erika Gothe
y a mí» (Leben, pág. 312). También Erika Gothe viaja a Góttin­
gen. En un encuentro con los Husserl y los Reinach se desa­
rrolla una conversación que refleja, con sentido del humor, la
atmósfera de aquellas Navidades. «Husserl dijo de guasa; 'La
señorita Stein ha venido solo por el señor: Reinach'. (Estaba
convencido de que yo solo había ido por mi tesis, mientras
que yo pensaba que su broma tenía absoluta razón), 'La seño­
rita Gothe también ha venido solo por el señor Reinach', con­
tinuó sum ujer Malvine. Y volvió el buen maestro: ¿'Qué dice

86
BRESLAU-GOTTINGEN: PREPARATIVOS PARA EL DOCTORADO

el señor Reinach a eso?’ ‘Me da vergüenza’, fue la comedida


respuesta. Entonces llegó el clímax: '¿Y qué dice la señora Rei­
nach a eso?’, preguntó la señora Husserl. Nos quedamos todos
perplejos. Entonces resonó en un suavo precioso: ‘Bueno, cla­
ro, yo soy quien mejor puede comprenderlo’. El apuro estaba
salvado. (...) El encanto de su natural cordialidad y la presen­
cia de ánimo, que parecía hacerse con cualquier situación,
ahuyentaban toda pesadumbre.
Edith Stein pasa las fechas navideñas con su conocida
Liane Weigelt. Esta le propone ir a la misa de gallo a la iglesia
católica, pero se encuentran las puertas cerradas. «La misa de
Navidad no debía de ser hasta la mañana y nos tuvimos que
volver decepcionadas a casa» (Leben, pág. 316).
Todavía antes de cerrar el manuscrito de la tesis, para lo
que fueron muy animantes las conversaciones con Husserl, re­
cibe este la convocatoria para suceder a Heinrich Rickert1 en
Friburgo de Brisgovia y la acepta. Edith Stein contaba con que
formarían el tribunal de defensa de la tesis los mismos profe­
sores que formaron el del examen de estado. Le pregunta a
Husserl si no debería acelerar el final de la tesis para doctorar­
se en Góttingen. Pero ya no es posible y tiene que disponerse a
otro entorno y otro tribunal en Friburgo.
«Enseguida le llegó una amenaza de otro lado a mi tesis:
una mañana, el correo me trajo una carta del subdirector de la
Viktoriaschule» (Leben, pág. 318).i

i Heinrich Rickert (1863-1936), neokantiano, hasta 1915, profesor de


filosofía en Friburgo.

87
B R ESLA U : C O M IE N Z O S D E P R O F E S O R A

Un profesor joven, que por razones de salud no está en


la guerra, necesita un tratamiento especial y tiene que ser sus­
tituido en el colegio. «Quedaban hombres con la titulación pa­
ra la enseñanza media; pero nadie se atrevía a encargarse de
los últimos cursos. Y por eso sé les ocurrió pedirme que hicie­
ra la sustitución. Yo no tenía título para las lenguas clásicas,
pero me recordaban como buena latinista y en la guerra se
permitía todo. Otras dos estudiantes que habían hecho el Abi­
tar un año después que yo estaban de auxiliares en matemáti­
cas y ciencias naturales. La propuesta me dejó aturdida. ¿Qué
sería de mi tesis?» {Leben, pág. 319). A los cinco años de su
Abiíur empieza a dar clases en su antiguo colegio. Se hace un
horario compacto para procurarse el tiempo necesario para el
estudio científico.
«Libre del peso de una preparación pedagógica, me puse
a la tarea sin grandes temores. Las excelentes clases del profe­
sor Olbrich, que tenía todavía vivas en la memoria, me servían
de hilo rector. También me proporcionaron ideas las clases de
latín de mis primeros semestres en Breslau. Lo que a mí mis­
ma me gustaban los escritores clásicos me ayudó a hacerlos
entender a mis alumnas. (...) Una introducción a la filosofía

89
VIKIRANFF

griega que les di como preparación a los escritos filosóficos de


Cicerón fue acogida con entusiasmo» (Leben, pág. 320).
Aunque es muy exigente, se lleva bien con las alumnas y
las acompaña los domingos en sus excursiones «al más puro
estilo Wandervogel1, con guitarras y cacharros de cocinar».
Con leche regalada «se hacía el pudding de chocolate como
alimento principal. Yo no tenía que cocinar pero me ponían
delante las ollas para que supervisase si cocían o no» (Leben,
pág. 321). La primera experiencia de Edith Stein como profe­
sora en Breslau está marcada por el recuerdo lleno de humor
de su propia época de colegial. Se ve claramente en su comen­
tario sobre los claustros: «Era curiosísimo verme sentada en la
sala de profesoras entre mis antiguas profesoras y participar
en los claustros. ¡Cuántas veces habíamos deseado de niñas
quedarnos escondidas a oír como un ratón en una esquina!
Ahora era como si se me cumpliera el deseo. Y qué curioso: no
era muy diferente a lo que nos habíamos imaginado. Había,
efectivamente, gente que se irritaba horrorosamente por las
cosas que hacían mal las niñas y se indignaba. Pero también
es verdad qué había profesorado más joven que sabía ponerse
más del lado de las niñas» (Leben, pág. 321). Aprovecha las ho­
ras libres, los recreos y los claustros én los que se trata de cla­
ses ajenas para corregir y preparar clases; así tiene las tardes
libres para su trabajo científico. En Pascua empieza el llama­
do año de seminario, que conlleva claustros semanales y prác­
ticas docentes. «Redactaba mis prácticas después de haber da­

1 (NT) 'Ave migratoria’, una asociación de bachilleres fundada a fines


del siglo xix que promovía, sobre todo, las excursiones y caminatas y originó
el movimiento juvenil alemán de comienzos del xx. .

90
BRESLAU: COMIENZOS DE PROFESORA

do las clases correspondientes. No me salía escribirlas antes,


como estaba prescrito. Yo decía que era como dar a examinar
previamente una declaración de amor» (Leben, pág. 324).
Está de nuevo en el ambiente de la familia y las antiguas
amigas. Es más fácil hablar de los pequeños sucesos del cole­
gio que de planteamientos filosóficos, así que puede conversar
más que durante la carrera. La buena consideración de su
puesto llena de orgullo a la madre. Pero, como durante la ca­
rrera, el tiempo libre es muy limitado. Edith Stein solo apare­
ce para la cena en común. La tarde está reservada a la tesis. La
noche a partir de las 10, a los preparativos del colegio. «Cuan­
do estaba tan cansada que no podía más, leía un poco de Sha­
kespeare. Eso me reanimaba tanto que podía seguir. Mi madre
se acercaba a mí antes de irse a la cama y me daba el brazo pa­
ra que me fuera también. Yo me defendía con una sonrisa y
ella se retiraba con un beso de buenas noches. Pero siempre se
ocupaba de que yo tuviera un tentempié para mi trabajo noc­
turno» (Leben, pág. 326), Consecuencia de la tensión perma­
nente es una creciente falta de apetito que se repite. Acaba
convenciéndose «de que el trabajo en el colegio y el de la tesis,
tan exigente, no se pueden mantener juntos a la larga. Se me
hizo claro que tenía que dejar sin tardanza el trabajo en el Co­
legio (aunque me gustaba) si pretendía hacer algo científica­
mente aprovechable. Por eso, el juicio de Husserl sobre mi te­
sis tenía para mí el significado de una decisión sobre el rumbo
de mi vida» (Leben, pág. 327).
En las vacaciones de Pascua dicta su tesis y envía los
tres volúmenes encuadernados a Husserl. Espera poder de­
fenderla en julio. Pero Husserl está metido en preparar su pri­
mer semestre en Friburgo. «Eso requería todas sus fuerzas,

91
VIKIRANFF

pero yo no me dejé amedrentar por eso». Se prepara el exa­


men de defensa en el tiempo libre. «Y me equipaba para tan
largo viaje. Desde que empecé a trabajar en el colegio, me ha­
bía parecido necesario elegir con cuidado la ropa que me po­
nía. Me daba cuenta de cómo miran las chicas a su profesora y
no quería llamar la atención ni por desarreglada ni por exage­
rada» (Leben, pág. 329). Lo hace con un objetivo: «Intentaba
(...) llamar su atención lo menos posible para que no se des­
viara de las clases a mi persona». Su amiga Erika le comenta:
«Ha encontrado su estilo». (Leben, pág. 338). «Para la defensa
(...) me regaló mi madre mi primer vestido de seda. (Entonces
se llevaban vestidos de seda solo para solemnidades. Mis her­
manas no lo tuvieron hasta preparar su ajuar, al casarse. Al fi­
nal de la guerra, con la escasez de los tejidos de lana, la seda
se convirtió ya en algo habitual.) Entre las dos elegimos un te­
jido de seda pesado y suave de color rojo ciruela mate» (Leben,
pág. 329). -
Al empezar las vacaciones escolares, a primeros de julio,
viaja a Friburgo y cruza por primera vez el Meno, según .sus
propias palabras. En el camino, en Dresde, queda con Hans
Lipps, que había ido a visitar a su madre y que, en .su último
día de permiso, viaja, con Edith Stein hasta Leipzig. «Me esta­
ba, esperando en la estación (...). Mientras aguardábamos la
salida de nuestro tren en un café al lado de la estación inter­
cambiábamos noticias de los nuestros. En esas me preguntó:
'¿Es usted de ese club de Munich que va todos los días a mi­
sa?’. Me dio la risa por su manera tan esperpéntica de hablar,
aunque me hirió la sensibilidad su falta de respeto. Se refería
a Dietrich von Hildebrand y Siegfried Hamburger, que se ha­
bían convertido y mostraban ahora un gran fervor. No, no era

92
BRESLAU: COMIENZOS DE PROFESORA____________

de él. Casi hubiera dicho: 'Lo siento, pero n o . ¿Y sabe lo que


es, señorita Stein? Yo es que no entiendo nada de eso/ Yo en­
tendía un poco, pero no tenía mucho que decir» {Leben, págs.
239 s.).
Lipps le cuenta que Husserl le ha enseñado su tesis pero
que todavía no ha empezado el dictamen. «'Qué buenas pers­
pectivas’, dije riendo». Habla de su vida en el colegio, lo que
provoca en Lipps la reacción: «¡Ay, señorita Stein, no sabe qué
complejo de inferioridad me crea!». Edith Stein se asombra,
puesto que le parece que esas cosas no tenían gran valor. «Pe­
ro ahí quedaba la impresión. Que, por cierto, era mutua. Ya
desde antes me había encontrado en esas escuetas manifesta­
ciones tal profundidad de pensamiento que, ante ella, mi tra­
bajo se me hacía un quiero y no puedo. Y lo mismo me pasaba
ahora» (Leben, pág. 330). En Leipzig se separan sus caminos.

93
F R IB U R G O : FIL Ó SO FA

Por consejo de su conocida Suse Mugdan, Edith Stein


no se instala en el mismo Friburgo, sino a las afueras, en Gün-
terstal, para poder descansar en los días libres por la Selva Ne­
gra. Primero cumple un sueño de sus años de bachiller y hace
escala de un día en Heidelberg, donde, inicialmente, había
querido estudiar. Cuenta lo que le impresionó una iglesia com­
partida, utilizada por una comunidad evangélica y por otra ca­
tólica. De manera parecida registra un enterramiento de Cris­
to en Frankfurt, una vez que queda allí con Pauline Reinach
en un viaje a Friburgo. Frente a estas impresiones religiosas
pierden peso otros tesoros artísticos más famosos.
Al mediodía siguiente llega a Friburgo y monta en el
tranvía a Günterstal. «Es un pueblo anexionado al sur de la
ciudad, sale de la llanura y se mete en los montes de la Selva
Negra. Delante de la entrada del pueblo, algo elevada en el lin­
dero del bosque, hay una casa grande de puro estilo italiano.
Su vista exótica salta a los ojos de cualquiera. Los revisores le
dicen a uno que es la Villa del Buen Ánimo. Cada vez que se
pasa por delante se tiene el deseo de poder entrar alguna vez
en ese paraíso cerrado. A mí se me haría después entrañable y
familiar al pasar a ser propiedad de las Hermanas de santa

95
VKIRANFF

Lióba1. Esta primera vez la sobrepasé al atravesar la pequeña


y antigua puerta hasta la última parada del tranvía. Muy cerca
encontré una habitación simpática a la altura de la calle en
una casa campesina limpia de una mujer joven y amable. (...)
Cruzando en diagonal se podía comer abundantemente por
poco dinero en la fonda de Kybfelsen, si hacía buen tiempo,
en el gran patio que tenía. En cuanto estuve instalada, me fui
a casa de los Husserl. Vivían en la Lorettostrahe, a mitad de
camino entre Günterstal y el centro de la ciudad, al pie del Lo-
rettoberg»12 {Leben, pág. 333).
Husserl intenta retrasar la defensa a una próxima visita,
porque con el trabajo de las nuevas clases no ha encontrado
tiempo para su dictamen. Su mujer protesta y recuerda el lar­
go viaje qué ha emprendido Edith Stein. Él responde que pue­
de ir a su curso y conocer Friburgo. Y ella lo hace. «Era como
para quedarse con un palmo de narices, pero pensé para mí
que esa no iba a serla última palabra en ese asunto» {Leben,
pág, 334). En las clases vuelve a ver a un conocido de Góttin­
gen que había estudiado allí antes de la guerra y, declarado
inútil por enfermedad, había ido detrás de Husserl a Friburgo:
el polaco Román Ingarden3. Más adelante mantendrán una
larga e intensa correspondencia.

1 (NT) La comunidad de benedictinas de santa Lioba fue fundada por


María: Benedikta Fóhrenbach en Friburgo en 1920. (En el siglo vm, santa
Lioba siguió a san Bonifacio, del que era pariente, en su viaje evangelizador
al continente);
2 Se encuentra una imagen del alojamiento de'Günterstat en: M. A.
Neyer, E dith Stein. Ihr Leben in Dokumenten und Bildem (Edith Stein. Su vi­
da en documentos e imágenes), 1987, pág. 28.
3 Román Ingarden (1893-1970), que acabó siendo profesor en la Uni­
versidad de Cracovia, desarrolló una filosofía del arte.

96
FRIBURGO: FILÓSOFA

En un paseo a Günterstal, Husserl le comunica que su


mujer no lo deja tranquilo, que tiene que encontrar tiempo para
su tesis. «Nunca he aceptado un trabajo sin conocerlo, pero esta
vez lo voy a hacer. Vaya al decano y procure qué le dé la fecha
más tardía posible para la defensa, para que a mí me dé tiempo
a haber hecho mi trabajo hasta entonces». Gomo el colegio en
Breslau iba a empezar el 6 dé agosto, y para poder tener una es­
cala de un día en Góttingen en él viaje, elige la fecha del 3 de
agosto: Van a examinarla los profesores de historia y literatura
contemporáneas y asiste a algunas de sus clases. «Con eso pen­
saba haberme hecho una idea suficiente. Tampoco iba a olvidar
que estaba de vacaciones y que tenía que reponer fuerzas para
un nuevo trimestre. Solía salir de Günterstal temprano con mis
libros aunó de los montes de alrededor y me tumbaba en una
pradera a preparar el examen» {Leben, pág. 336).
Va a visitarla su amiga de Góttingen Erika Gothe. Entre
dos días de clase se van de caminata desde Günterstal al Feld-
berg pasando por el Schauinsland. Pasan la noche de camino
y llegan directamente del Feldberg a la clase de Husserl. El sá­
bado y el domingo se van al lago de Constanza. «Pero tenía­
mos qué organizamos las excursiones con pillería (...). De en­
trada decidimos no decirle nada de ellas a los Husserl, porque
podría inquietar al maestro que yo me concediera esas cosas
inmediatamente antes del examen» [Leben, págs. 336 s.).
Las visitas a casa de los Husserl también le proporcio­
nan distracción. Él habla del alto nivel de exigencia que ha en­
contrado en sus primeros exámenes en Friburgo4. «Cum laude

4 (NT) Las notas se otorgaban todavía con la nomenclatura latina que


fue común en la universidad europea durante siglos: summa cum laude, má­

97
VIKIRANFF

ya es muy buena nota, magna cum laude se da pocas veces y


summa cum laude, solo en las habilitaciones. 'Pues me haré a
la idea de cum laude*, dije de broma. 'Dése por satisfecha con
pasar, fue la respuesta. Eso fue un poco ponerme los pies en
el suelo» {Leben, pág. 338). En otro de esos encuentros cono­
ció a Martin Heidegger5, que había hecho su habilitación con
el predecesor de Husserl, Heinrich Rickert, y que pronunció la
lección inaugural en el primer semestre de Husserl en Fribur­
go. «Estuvo llena de indirectas contra la fenomenología (...).
Aquella tarde, en cambio, me cayó Heidegger muy bien. Esta­
ba callado y ensimismado mientras no se hablaba de filosofía.
Pero, en cuanto salía una cuestión filosófica, se animaba» {Le­
ben, pág. 339).
Quizá en esa misma ocasión tiene Erika Gothe una con­
versación prolongada con Husserl en la que él se lamenta de lo
despacio que avanza en su trabajo. Como cuenta Edith Stein,
había bosquejado la segunda parte de sus Ideas relativas a una
fenomenología pura y una filosofía fenomenológica en 1912,
cuando salió el primer volumen; por presión del entorno profe­
sional publicó después, primero, la nueva edición de las Investi­
gaciones lógicas, en 1913; y luego, con las preocupaciones de la
guerra, la muerte de su hijo Wolfgang y el traslado a Friburgo,
no había llegado a publicar la segunda parte de las Ideas. Aho­
ra, con la vista cada vez más cansada, no podía leer las notas a
lápiz para la continuación de sus ideas. Husserl se estaba plan­
teando, por eso, contratar un ayudante, pero es difícil encontrar

xima con alabanza; magna cum laude, grande con alabanza; cum laude: con
alabanza; rite: bastante; non sufñcit: insuficiente.
5 Martin Heidegger (1889-1976); en 1923, profesor de filosofía en
Marburg, desde 1928, en Friburgo.

98
FRIBURGO: FILÓSOFA

a alguien para esa tarea durante la guerra. Sus dos discípulas


buscan una solución. «Yo dije: 'Si viera que me necesita, iría.
Erika se quedó asombrada. ¿Era posible? Yo no podría. Terna
que ir al colegio y ganar dinero/ No tenía patrimonio del que
pudiera vivir. Pero calcular no era mi especialidad. Lo haría y
ya está. Lo único es que no se me ocurría que pensase en mí. Yo
era insignificante y Husserl, el más grande entre los filósofos vi­
vos, en mi opinión, uno de los grandes que sobreviven a su
tiempo y hacen historia. Pero sabía qué hacer. 'Voy a preguntar­
le a él mismo. Puedo esperar a que pase el examen. Cuando ha­
ya leído la tesis, podrá juzgar mejor1» {Leben, págs. 339 s.).
La ocasión propicia se presenta antes de lo previsto. Al
día siguiente después de clase, Husserl le habla eufórico sobre
cómo está avanzando en el dictamen de su tesis: «'Es usted
una chiquita con muchas dotes'. Entonces se puso un poco
más serio. ‘Me pregunto si este trabajo podría estar en el anua­
rio junto a las Ideas. Tengo la impresión de que ha adelantado
cosas de la segunda parte de las Ideas’» {Leben, pág. 340). Fi­
nalmente, la tesis de Edith Stein no aparecerá en el Anuario de
filosofía e investigación fenomenológica de Husserl, sino en
una editorial de Halle sin la parte histórica, hoy perdida6.
Edith Stein toma la observación de Husserl como ocasión de
plantearle la cuestión decisiva. «Me dio un espaldarazo inte­
rior. Era un punto en el que enganchar mi pregunta, el mo­
mento de agarrar la ocasión sin pensárselo más: ‘Siendo así,
profesor, quería preguntarle algo: la señorita Gothe me ha di­

6 El dictamen de Husserl sobre la tesis doctoral de Edith Stein está


impreso en Briefe I, pág. 19. Ahí se encuentra también la carta de 30-1-1917
con la petición de dar a la imprenta solo las tres últimas partes de la tesis.

99
VIKIRANFF

cho que necesitaría usted tener un asistente. ¿Cree que yo le


serviría?’» (Leben, pág. 340). La pregunta provoca en Husserl
una reacción de alegría. La autobiografía conserva el tono de
la situación con un lenguaje muy emotivo: «Estábamos empe­
zando a cruzar el Dreisam. El maestro se quedó parado en el
puente de Friedrich y exclamó con alegre sorpresa: '¿Se viene
conmigo? ¡Sí, quiero trabajar con usted!'. No sé quién de los
dos estaba más contento. Estábamos como unos jovencillos en
el momento de prometerse» (Leben, pág. 340). A continuación
empiezan a planear el trabajo. Edith Stein hace notar que no
puede dejar la tarea de Breslau hasta el siguiente examen de
Abitur en otoño, pero que entonces vendrá cuanto antes a Fri­
burgo. Así se acuerda el 1 de octubre como fecha de comienzo
de su trabajo de asistente7. La defensa de la tesis ya no provo­
ca severas advertencias, sino socarronería: «'Podemos hablar
de lo que usted quiera, incluso de empatia (...) pero evitando
nombrar la palabra'. Le encarecí: 'Lo único es que no me pre­
gunte tanto de historia de la filosofía como en el examen de
estado'. Dijo que sería que entonces fue necesario» (Léfon,
pág. 341).
Las circunstancias del día de la defensa y de la partida a
Góttingen a la mañana siguiente constituyen el final dé la
fragmentaria autobiografía, que se continuó después con el
capítulo Contribución a la crónica del Carmelo de Colonia /.
Cómo fui al Carmelo de Colonia. Pasadas horas previas a la de­
fensa con Erika Gothe en un café del casco viejo de Friburgo.
«Me gustaban especialmente los cuartos de café de Birlinger.

7 Sobre eso y sobre el aprendizaje de la taquigrafía, cfr. Briefe l,


pág. 20.

100
FRIBURGO: FILÓSOFA

Eran varios saloncitos agradables puestos con mucho encan­


to. Encontramos una mesa libre en el que más me gustaba, en
tonos verdes y negros. Pedí helado con café y. tarta y mostré tal
afán que Erika casi temió que me sentara mal. Era un día de
calor horrible. El decano había elegido la sala de sesiones de
la Facultad de Ciencias del Estado porque era la más fresca. A
Husserl y a mí nos hizo sentar en dos cómodos sillones de cue­
ro y él se sentó en su escritorio de espaldas a nosotros como si
la cosa no. fuera con él. Por supuesto que escuchaba atentad-
mente pero quería aturdirme lo menos posible. Así que resultó
como un confiado intercambio de opiniones con el maestro.
Para acabar de dar efecto a la cosa anteponía comentarios a
las preguntas: 'Ya es mucho pedir que se sea capaz de pensar
en un examen y más con este calor, pero ¿me podría decir...?’
(...). Supongo que al amable espectador no se le ocultaba la
pillería piadosa, pero no lo hizo ver. La hora prescrita se me
pasó enseguida» (Leben, pág. 341). Los exámenes adicionales
le parecen simples adornos. :
Y así se va a cenar tranquila con Erika Gothe y Román
Ingarden y, a continuación, a casa de los Husserl. La coronan
allí con hiedra y margaritas en lugar de laurel. El mismo deca­
no había propuesto summa cum laude, cuenta Husserl. Des­
pués. de medianoche sale el pequeño grupo a Günterstal. «In­
garden nos acompañó hasta nuestra casita. Había oído que yo
volvía el 1 de octubre y estaba muy contento de que entonces
ya no iba a estar solo en Friburgo. La chica de la casa sé des­
pertó cuando llegamos. Yo llevaba todavía la corona. 'Así ha­
bía que hacerle una foto’, dijo, ‘irradiando felicidad. Otras ve­
ces tiene esa cara de empollona...'» (Leben, pág. 343).
Edith Stein se muda a Friburgo y alquila una habitación

101
VIKIRANFF

cerca del piso de los Husserl. En las Navidades de 1916 va a


Góttingen y se reúne con Adolf Reinach, sin saber que será la
última vez. Sobre este encuentro, le cuenta el 12 de enero de
1917 a Fritz Kaufmann que Reinach estaba muy contento
pensando en lo que había descubierto en campaña para cuan­
do terminase todo. Decía que no tenía dotes para la filosofía ni
había estado nunca interesado en serio en ella. Ahora estaba
completamente entregado a cuestiones religiosas y, después de
la guerra; dedicaría su trabajo primordialmente a ese campo.
Pero, en esos días en que estuve con él, no dejó de despertarse
su interés filosófico» (Briefe I, págs. 22 s.). La evolución reli­
giosa les conduce, finalmente, a él y a su mujer a la fe evangé­
lica. En marzo de 1918 le comunica Edith Stein a Kaufmann
que ha examinado los escritos de Reinach de los dos últimos
años sobre filosofía dé la religión: «cosas muy bonitas» que
habría que publicar (Briefe /, págs. 25 s.).
Edith Stein apunta los problemas de la colaboración
con Husserl, que conducirían más tarde a la rescisión de la re­
lación laboral: «Por lo que respecta a mi trabajo, las dificulta­
des son mayores de lo que se veía al principio. Hay objetiva­
mente mucho que hacer y, además, trabajar con el buen
maestro es una historia complicada (...). Se ocupa de cuestio-
nés particulares y me da cuenta fielmente de ello, pero no se le
puede convencer de que mire la elaboración que le presento
de su material antiguo para que retome la visión de conjunto
que ha perdido. Mientras no se logre esto no se puede pensar
en dar forma conclusiva. Yo ahora me he tranquilizado con la
idea de poner la cosa en una forma accesible con o sin él y sin
importarme cuánto pueda durar. Usted mismo puede deducir
a la vez que he desechado definitivamente la idea de regresar a

102
FRIBURGO: FILÓSOFA

la escuela (salvo que alguna vez me obligasen a ello circuns­


tancias imprevistas) y que espero continuar siempre y del todo
en el trabajo científico» {Briefe I, pág. 23).
Entre esas actividades se cuenta, también, la de ordenar
en abril de 1918, por encargo de Husserl, el legado de Adolf
Reinach, que había caído en noviembre de 1917 en Flandes.
La asusta el encuentro con la viuda de Reinach, viéndose ella
misma desconsolada. Pero no sucede lo que se imaginaba. En
lo más íntimo, Edith Stein descubre en este encuentro la fuer­
za de la fe cristiana en la resurrección, gracias a la actitud en­
tera de Anne Reinach, como cuenta poco antes de su propia
muerte al padre jesuíta Johannes Hirschmann: «Fue mi pri­
mer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que da a
quienes la llevan. Por primera vez veía palpablemente ante mí
a la Iglesia nacida de la pasión redentora de Cristo en su victo­
ria sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que se
derrumbó mi incredulidad, el judaismo palideció y brilló Cris­
to: Cristo en el misterio de la cruz»8.
Este podría ser el motivo de algunas alusiones en cartas
a su hermana Erna en julio de 1918. «De verdad que me da pe­
na encontrar en ti y en Rosa notas tan marcadamente pesimis­
tas. Me gustaría tanto poder insuflaros algo de lo que a mí me
da nueva fuerza después de cada golpe. Solo os puedo decir
que, después de todo lo que me ha pasado en este último año,
estoy más a favor de la vida que nunca» {Briefe /, pág. 31). Y
expresa perspectivas optimistas sobre la superación del mate­
rialismo y naturalismo en todos los terrenos en estos tiempos

8 T. R. P osselt, Edith Stein. Eine grojle Frau unseres Jahrhunderts, 9a


ed., 1963, pág. 68.

103
VIKIRANFF

de fractura, como ya antes se superaron en la filosofía y el ar­


te. Ante una respuesta asombrada de su hermana reacciona:
«No soy ni de lejos una santa y paso mis horas bajas como
cualquier otro. Por cierto, no creo tampoco que un santo ten­
ga necesidad de renunciar a todos los deseos, ilusiones y ale­
grías del mundo. Al revés: se está en el mundo para vivir y hay
que recibir todo lo bonito que tiene con agradecimiento. Lo
único es que no hay que desesperar si las cosas no van como
se esperaba» (Briefe I, pág. 33).
Ya en febrero de 1917 pide a su amigo Román Ingarden
leer con ella a san Agustín y le dice que se alegra de que haya
descubierto los problemas religiosos. «Me parece que se va de
un sitio a otro sin acertar (no digamos nada de la experiencia
religiosa) si no se trata de las cuestiones sobre Dios: es imposi­
ble completar una doctrina de la persona y es imposible enten­
der qué es la historia. Naturalmente, todavía no tengo una vi­
sión clara. Pero, en cuanto estén listas las Ideas, me gustaría
ocuparme de estas cosas. Son las cuestiones que me intere­
san» (Briefe III, págs. 46 s.)9. La petición de oraciones en una
carta de poco después deja ver una nueva valoración de la fe.
Es muy intensa la correspondencia entre Edith Stein y
Román Ingarden desde enero de 1917 a 1919 sobre cuestiones
profesionales de filosofía, el círculo de amigos filósofos y te­
mas políticos, culturales, religiosos y personales. Un afecto
más hondo y no correspondido por Ingarden se empieza a po­
ner de manifiesto en la carta de las navidades de 1917 en que

9 E. Stein, Selbstbilánis in Briefen III. Briefe an Román Ingarden


(Autorretrato en cartas III, Cartas a Román Ingarden) (ESGA; vol. 4), 2001
{título breve = Briefe III).

104
_______________________FRIBURGO: FILÓSOFA______________________

Edith Stein pasa por una vez al tú10. Pocas semanas después
de la muerte de Reinach, debatiéndose sobre la manera de tra­
bajar con Husserl y su propio camino profesional, acuciada
por las cuestiones religiosas, intenta explicar su situación a In­
garden y deja ver algo de sus disposiciones interiores: «Lo que
busco ahora es tranquilidad y reconstruir el concepto de mí
misma, completamente roto. En cuanto sienta que vuelvo a
ser algo y puedo dar algo a los demás quiero volver a verte»
(.Briefe III, págs. 67 s.). La correspondencia se va lastrando de
malentendidos. Así, una carta de febrero de 1918, esta vez des­
de Breslau, en la que Edith Stein después de un concierto re­
flexiona con autocrítica sobre su situación anímica: «La viva
representación de su (...) deprimente disposición junto con la
sensación de incapacidad de significarle algo: todo se me an­
tojó demasiado para mi equilibrio interior, todavía algo inesta­
ble. Esa sensación de impotencia absoluta es algo con lo que
me cuesta mucho enfrentarme. Quizá porque de otros he lo­
grado cosas con mucho menos esfuerzo. Pero será que hay
que experimentar bien fuerte el propio desvalimiento para ser
curado de la ilimitada y cándida confianza en la voluntad y
poder propios que yo tenía antes» (.Briefe III, pág. 71).
Pocas semanas después comenta, a partir de Le 22, 22,
la enrevesada situación política. Es hasta entonces la cita más
larga que se le conoce del Nuevo Testamento, que está estu­
diando en esos momentos: «Hace algún tiempo me ha llamado
la atención un pasaje del Evangelio de san Lucas: 'Ciertamente

10 Sobre la relación con Román Ingarden y, después, con Hans Lipps


cfr. H.-B. Gerl, Unerbitttíches Licht (La luz inexorable), 2a ed. 1995 (título
breve = Gerl), págs. 51-54.

105
VIKIRANFF

se va el Hijo del Hombre como está establecido. ¡Pero ay de


aquel hombre que lo va a traicionar!' ¿No tendrá esto una vali­
dez general? Generamos los acontecimientos y caigamos con la
responsabilidad de ellos. Y, sin embargo, en el fondo no sabe­
mos lo que estamos haciendo y no podemos detener la historia
del mundo, aunque nos retraigamos de ella. Esto no se puede
entender; pero cada vez veo más cercanas la religión y la histo­
ria y se me hace que los cronistas medievales que ponían la his­
toria del mundo en el arco que va del pecado original al juicio
final tenían más idea que los modernos especialistas que, con
tantos hechos comprobados científicamente fuera de toda obje­
ción, han perdido el sentido de la historia» (.Briefe 111, pág. 72).
El final de la carta pone a Ingarden en conocimiento de
sus dificultades en el trabajo con Husserl. También ahí se
unen a la descripción de su situación algunos aspectos de la
imagen de sí misma. Merece ser citado por completo porque
apenas hay otro sitio donde Edith Stein se explaye tanto sobre
la problemática de su época de adjunta en Friburgo. «Cuando,
hace poco, el maestro me agració (con toda amabilidad, pero
no puedo soportarlo) con un montón de indicaciones sobre el
tratamiento de sus manuscritos le opuse que la ordenación 1)
era, por principio, imposible; 2) por tanto, en todo caso, solo
realizable por él y para él y que 3) yo era especialmente inade­
cuada y que solo podría aguantar la tarea si, a la vez, podía
trabajar independientemente en algo. Estoy intrigada a ver
qué dice. Le he propuesto seguir en Friburgo y ayudarle en la
redacción del Anuario, pero no como su asistente para traba­
jos cuyo sentido no comprendo. En el fondo es la idea de estar
a disposición de alguien a quien no aguanto. Me puedo poner
al servicio de una causa y puedo hacer de todo por cariño a

106
1

FRIBURGO: FILÓSOFA

una persona, pero estar al servicio de ella, por decirlo claro:


obedecer, de eso no soy capaz. Y, si Husserl no se acomoda a
tratarme como colaboradora en una causa -como siempre he
visto nuestra relación, y en teoría también él-, tendremos que
separamos. Lo sentiría, porque creo que entonces queda poca
esperanza de que siga unido a la juventud. (...) No sé todavía
qué haré, si se pica y le caigo en desgracia. Si en un sitio me
siento algo en casa, es en Góttingen. Quizá vaya un tiempo
allí. Pero creo que mi imperturbable bienhechora Malvine se
ocupará de que no se llegue a eso» {Briefe III, págs. 72 s.).
Las diferencias de fondo conducen, poco después, a la
rescisión por parte de Edith Stein, como le comunica a Ingar­
den el 28 de febrero. «El maestro ha aceptado mi dimisión por
las buenas. Su escrito ha sido muy amable, aunque con un
cierto tono de reproche. Total, que ahora estoy libre y creo que
está bien así, aunque por el momento no estoy precisamente
contenta» {Briefe III, pág. 74). Pero Husserl intenta recuperar
a Edith Stein como asistente. Ella se mantiene en su idea de
no aceptar compromisos, sino solo ayudarle ocasionalmente.
Continúa impartiendo seminarios de introducción a la feno­
menología a los que denomina «Kindergarten» y le cuenta a
Ingarden los progresos de sus alumnos. ^
En esas cartas llama la atención que Edith Stein trata
frecuentemente de su estado de ánimo. En mayo de 1918 ex­
plica su retraimiento de escribir aludiendo a la impresión de
que Ingarden se podía sentir forzado a contestar contra su in­
clinación. Describe sentimientos encontrados y sugiere una si­
tuación que podría relacionarse con su evolución religiosa:
«Me he vuelto a hacer a la vida de Friburgo. Tenía un poco de
miedo antes de llegar. Primero, de estar sola, después, de ha­

107
VIKIRANFF

berme acostumbrado un tiempo a estar rodeada de gente muy


querida y, luego, porque sí. Pero por ahora va todo mucho me­
jor de lo que pensaba (...). Trabajo bastante (...). Y luego he
encontrado un punto de apoyo que me hace menos depen­
diente de las condiciones y sacudidas externas» (.Briefe III,
pág. 80).
Notas de preocupación y desánimo marcan las cartas del
verano y el otoño de 1918. Con ocasión del supuesto suicidio
del conocido común Georg Moskiewicz, reflexiona en tono de
autocrítica sobre la despreocupación con que quizá se sea co­
rresponsable de esas cosas. Acordándose de una alusión de In­
garden, le pide encarecidamente que no busque solución a na­
da en el suicidio. «Cuando nada le frena ya a uno, la vida no
puede ser completamente insoportable si se sabe que hay al­
guien para quien vale más que la propia. Por mí, ríase de mi
imaginaria preocupación. Pero atienda mi petición». Sospe­
cha que dará la impresión de exaltada y voluble. Pero él sería
ida única víctima de tal sandez» y la posteridad consideraría
estas cartas como una falsificación si a él se le pasase alguna
vez por la cabeza publicarlas. «¡Así que no sede ocurra hacer­
lo!» (Briefe III, págs. 89 s.). El 6 de octubre de 1918 comenta su
situación: «La mejor manera de apañarse con este mundo se­
ría despedirse de él. Pero tengo la firme convicción de que eso
no está bien así de fácil» (Briefe III, pág. 104). Esa posición pa­
rece apoyarse también en una ruptura interior: «Primero, el
asegurarme honrada y convincentemente que me iba bien des­
de hacía meses y que (...) ya no temía una amenaza anímica
seria (...). No sé si ha deducido de manifestaciones mías ante­
riores que me he ido determinando cada vez más hacia una
idea bien positiva del cristianismo. Eso me ha liberado de la

108
FRIBURGO: FILÓSOFA

vida que me tenía sometida y me ha dado, a la vez, la fuerza


para aceptar la vida de una manera nueva y agradecida. Así
que puedo hablar de una 'vuelta a nacer' en un sentido muy
profundo. Esta nueva vida está tan íntimamente ligada con las
cosas que he vivido el último año que no me desdiré nunca de
ellas y las tendré siempre presentes de una manera vivísima.
Ya no puedo ver en ellas una desgracia, al contrario, se cuen­
tan entre mis más preciados valores» (Briefe III, pág. 106).
No solo el matrimonio Reinach transmite a Edith Stein
la perspectiva de la fe cristiana, también una conocida de Fri­
burgo. Philomene Steiger, que con 21 años era propietaria de
una tienda de tejidos, le da a conocer en sus conversaciones en
1917-18 a Jesucristo como Mesías, la acción 'del Espíritu San­
to y la interdependencia del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Hacia el final de su vida, en el verano de 1984, levantó acta de
sus entrevistas con Edith Stein11. Puesto quedos recuerdos de
la señora Steiger arrojan nueva luz sobre la evolución religiosa
de Edith Stein en la época de Friburgo, se recogerán aquí al­
gunos fragmentos. Edith Stein había ido una vez a la sinagoga
con su madre «pero me dijo que ya no tenía relación alguna
con su religión judía porque se había metido de lleno en la ru­
ta del profesor Stem y no había hablado ya con nadie más del
tema. Dijo: 'Señorita Steiger, soy atea'. Lo soltó así sin más.
Entonces le dije: 'No, no lo es, doctora Stein, eso se lo tengo
que dejar dicho. Seré cinco años más joven que usted, pero us­
ted no es atea. ¿En qué cree, si no? (...) Usted,es una buscado­

11 Reproducidas en anexo a E. Otto, Welt, Person, Gott. Eine Untersu-


chung zur theologischen■Grundlage der Mystik bei Edith Stein (Mundo, perso­
na, Dios. Investigación sobre el fundamento teológico de la mística en Edith
Stein), 1990, págs. 183 ss.

109
V KIRA N FF

ra. Ahora me ha hecho unas preguntas de las que deduzco que


usted es más profunda'». Intentó hacerle accesible la fe en la
Trinidad, en Jesús, en la acción del Espíritu Santo en los pro­
fetas. «Y entonces le hablé de Elias». Edith Stein respondió:
«Pero mire, señorita Steiger, ahora yo le tengo que decir algo.
Usted habla todo el rato de creer. Pero es que yo no quiero
creer, yo quiero saber».
Philomene Steiger le explicó que, sin embargo, lo princi­
pal era aceptar humildemente la verdad revelada. Ese fue el
ejemplo de Elias de camino al Monte Horeb, donde fundó una
vida eremítica que fue el modelo de los conventos carmeli­
tas12. «No sé si sabe lo que es un convento carmelita, doctora
Stein. (...) Pues Elias fue su fundador más hondo, porque bus­
có esa soledad y transmitió, a su vez, a los hombres esa unión
cón Dios y con el Espíritu de Dios que sale del desierto o de la
soledad... - Sí, pero ¿cómo hace para creer todo eso e inte­
riorizarlo tanto?'» Philomene Steiger le explica entonces que
se dio cuenta con la confirmación de la «síntesis de cuerpo y
alma, que el hombre no es solo biología. ‘Lo que tiene que ser
dominante en nuestra existencia no es lo trivial, lo biológico,
el cuerpo, sirio él Espíritu dentro de nosotros. Le diré una co­
sa, doctorá Stein: rece para que el Espíritu Santo también ven­
ga a usted. También en la Torá se habla del Espíritu Santo, no
somos solo nosotros.' (Sí ¿y cómo hace usted eso?' Le dije:
'Desde entonces rezo todos los días (...): Espíritu Santo, des­
ciende sobre mí, ilumíname, quiero seguirte. Amén.' -'¿Está

12 Karmel, Garaielo, es una montaña en el norte de Israel, donde na­


ció, en el siglo xm, la orden mendicante de los carmelitas. En 1452 se fundó
la rama femenina.

110
FRIBURGO: FILÓSOFA

sentada, de rodillas o Cómo?' - Da igual, se puede hacer mien­


tras se trabaja (...). Y ya verá, le llegará una fuerza interior y
una gracia, la gracia entrará en usted/ - Me gustaría hablar
más con usted, ¿cuándo tiene tiempo?'» Más adelante le pre­
guntó si había intentado rezar al Espíritu Santo. Le contestó:
«Si no estoy bautizada, si no soy de su religión». Le dijo que
eso no era impedimento. Era una buscadora de la verdad, pe­
ro no una atea. De esta conversación se desprende que un co­
nocimiento profundo de la propia fé capacita para señalar lo
que une a judaismo y cristianismo y puede convertirse en la
base de una presentación positiva dé la fe cristiana. Señalar a
la fe, la oración y la acción del Espíritu Santo es un modo de
abrir vías de acercamiento e invita a dar los primeros pasos en
el camino de la fe.
Probablemente, Edith Stein supo por primera vez del
Carmelo en estas conversaciones. La leyenda que ve la orden
como fundada por el profeta Elias pudo haberla movido a
buscar vías de conexión entre la religión de su infancia y la
nueva fe cristiana por conquistar, de la mano de esa tradición
espiritual. Es asombrosa la consecuencia que saca Edith Stein
de cómo empieza a ver, incluso antes de convencerse de la fe:
«Si pudiera creer que este Jesús es el Mesías, daría mi vida por
mi pueblo». En una oración en que entrega su vida completa­
mente a Cristo, recibirá en 1933 la seguridad interior de acer­
tar ingresando en el Carmelo. En su testamento de 1939 pon­
drá por obra la postura manifestada como conclusión de la
conversación con la señora Steiger y la cumplirá con el marti­
rio. Así pudo nacer de las conversaciones con Philomene Stei­
ger el interés de Edith Stein por Teresa de Ávila y el Carmelo
(cfr. Beckmann, págs. 160 s.). La partida hacia la fe podía estar

111
VIKIRANFF

ya a la puerta o haberse visto coadyuvada por estas enseñan­


zas.
El jesuíta Erich Przywara transmite un episodio impor­
tante. Durante un paseo a orillas del Rhin en Espira, Edith
Stein le contó que, siendo todavía atea, ya se había interesado
por la psicología del Libro de ejercicios de san Ignacio de Loyo-
la (1491-1556), pero que había comprendido que no se podía
leer sin meterse en los ejercicios espirituales. «Y así se metió
atea, con el libro en la mano, en sus 'grandes ejercicios' para
salir de los treinta días con la decisión de convertirse»13. Ese
e ra d aire de los ejercicios de san Ignacio, «llamado en el him­
no ignaciano más antiguo novus Elias'».

13 É. Przywara, Die Frage Edith Stein (La cuestión de Edith Stein), en:
In und Gegen (Dentro y contra), 1955, pág. 72. r

112
í

B R E SL A U -B E R G Z A B E R N :
N U E V O S C A M IN O S

Al principio, la manera de ver la religión que está germi­


nando no determina todavía el plan de vida. Más bien es la si­
tuación bélica y postbélica la que mueve a Edith Stein a la ac­
tividad política. Terminada la guerra, se traslada a Breslau con
el comienzo de la revolución de noviembre y,se involucra allí
en el recién fundado Partido Democrático Alemán (Deutsche
Demokratische Partei1), pero trasluce en sus cartas a Ingarden
un creciente hastío hacia esa tarea,
El 27 de diciembre de 1918 documenta por primera vez
el propósito de habilitarse, después de haber manifestado lle­
na de humor su aversión hacia los trabajos prácticos: «Perte­
nezco por naturaleza al género de los grillos y prefiero dejar
que alguna hormiga buenecita se ocupe de mí antes que ocu­
parme délos tediosos asuntos prácticos» (Briefe III, pág. 111).
Una carta del 16 de septiembre de 1919 a Román Ingar­
den hace: de cierre de la época de Friburgo. ¡La boda de este la
incita a pedirle que destruya todas sus cartas. Desea mantener

1 (NT) Junto con los socialistas y el partido católico de centro, fue


protagonista de, los comienzos de la República de Weimar. Sus miembros
provenían, sobre todo, de las profesiones liberales y la enseñanza. Algunos
destacados fueron Friedrich Naumann, Theodor Heuss, Albeit Einstein,
Thomas Mann y el premio Nobel de la Paz Ludwig Quidde.

í
113
VIKIRANFF

una correspondencia amistosa como con los demás discípulos


de Husserl, sobre los que le da noticias. Expresa su deseo de
habilitarse con más claridad que hasta entonces. Un estudio
sobre el individuo y la comunidad, surgido de la reflexión so­
bre su actividad política, será parte del trabajo de habilitación.
Concluye dando detalles de su estado que reflejan la inquietud
y los cambios de esa época. Le va «físicamente muy bien, co­
mo siempre; intelectualmente aceptable, si pongo la energía
suficiente; anímicamente muy inestable, pero nunca muy mal;
psíquicamente (lo cual puede traducirlo usted de mi termino­
logía al lenguaje usual diciendo nervios'), siempre fatal» (Brie­
fe III, págA23).
Hará intentos de obtener la venia légendi2 hasta 1932.
Haría falta un estudio específico; que analizase también las
cartas descubiertas recientemente, para investigar el transcur­
so y el fracaso de esos esfuerzos. Aquí solo se bosquejará el
arranque intelectual. El 6 de febrero de 1919 documenta Hus­
serl: «La doctora Stein ha ganado una formación filosófica ex­
tensa y honda y están fuera de duda sus capacidades para la
investigación científica autónoma y para ia docencia. Si se
abriera la carrera docente universitaria para las señoras3, yo la
recomendaría en primerísimo lugar y con todas mis fuerzas
para ser admitida a la habilitación. Ella comenta con gran
tranquilidad el fracaso del primer intento de habilitación en
Góttingen en otra carta a Fritz Kaufmann del 22 dé noviembre
de 1919: se toma el asunto por su lado cómico, en lugar de en­

Venia legendt: capacitación docente obtenida por la habilitación.

tución de Weimar de 1919 y sobre sus diferentes puestas en práctica, cfr.


Briefe I, págs. 46 ss., Briefe III, págs. 124 s.

114
BRESLAU-BERGZABERN: NUEVOS CAMINOS

fadarse o entristecerse. Ahora tendrá que reorientarse. «No


le doy a la vida un peso tan horrible que me importe mucho
tomar en ella tal o cual posición.» En cambio es desacostum­
bradamente duro el juicio sobre Husserl en relación con un
asunto que atañe a Hans Lipps, hasta que reconoce bondado­
samente: «Que a veces no es fácil mantener la postura correc­
ta es algo de lo que me pude dar cuenta perfectamente en dos
años de trato personal. Pero hay que recordarse que él es
quien más sufre al haber sacrificado su humanidad a su cien­
cia. Eso es tan abrumador y lo que se le debe tan incalculable
que cualquier roce personal pierde relevancia» (Briefe I, pág.
49). El 15 de marzo de 1920 relata a Román Ingarden su fraca­
so en la habilitación en Góttingen y Kiel con este Combativo fi­
nal: «Ya ve que los fracasos no me hacen más resignada» (Brie­
fe III, pág. 127). A finales de abril de 1920 anota, no obstante:
«Estoy bien harta de los intentos de habilitación. Se consu­
men en ellos tiempo y fuérzás que se pueden emplear mejor»
(Briefe III, pág. 128). En su lugar, da clases particulares de
fenomenología en su vivienda. Hasta ,1931 no volverá a inten­
tar habilitarse, al dibujarse una buena perspectiva en Breslau.
A finales de año se mueve en Friburgo. Pero fallan las dos op­
ciones (cfr. Briefe III, págs. 223, 225 s.).
Un retiro estudioso y clases particulares parecen haber
marcado los dos años siguientes. El año 1920 lo pasa, princi­
palmente, en Breslau. «Me ardía el suelo bajo los pies. Me en­
contraba en una crisis interior oculta a los míos y que no se
podía resolver en nuestra casa. Pero no hubiera podido irme
antes de que se decidiera la suerte de Erna (...). Estaba mal de
salud, seguramente como consecuencia de las luchas interio­

115
VIKIRANFF

res que llevé en secreto y sin ninguna ayuda humana» {Leben,


págs. 185 ss.).
Su hermana Erna se casa a finales de año con Hans Bi-
berstein. Para la boda judía se puso el sillón de la novia en un
pilar entre dos ventanas donde, normalmente, estaba la mesa
de Edith Stein. Por encima había un cuadro de san Francisco
de Cimabue, y su hermano se da cuenta: «'Tenemos que quitar
eso', dijo Amo pensando que el santo no era un testigo ade­
cuado para una boda judía. 'Déjalo', dije yo, nadie se va a fi­
jar.' Se quedó en su sitio. Erna era una novia extraordinaria­
mente guapa. Sentada en el sillón con los adornos litúrgicos,
entre plantas, estaba como una princesa oriental. Yo miraba a
san Francisco encima de su cabeza y me alegraba de que estu­
viera allí» (Leben, pág. 188).
En otoño, Edith Stein había pasado seis semanas en
Góttingen y había conocido a la alumna de Husserl, Hedwig
Conrad-Martius4, según le cuenta a Román Ingarden. «Fue
una gran alegría. Nos entendimos muy bien y me ha dicho que
vaya en las próximas vacaciones a Bergzabem» (Briefe III,
pág. 130). En esa localidad del Palatinado regentaba el matri­
monio de fenomenólogos Conrad una plantación de frutales y
acogía a amigos fenomenológicos en prolongadas estancias.
Edith Stein llega allí el 30 de mayo de 1921 para pasar el vera­
no. El 30 de agosto le cuenta a Román Ingarden que se fue de
allí a principios de julio para ayudar a su hermana tras el par­
to y que quiere volver cuanto antes por tiempo indefinido. A la
amistad que la une con Hedwig Conrád-Martius se añade otra

4 Hedwig Conrad-Martius (1888-1966), desde 1949, profesora honora


ria en Munich.

116
BRESLAU-BERGZABERN: NUEVOS CAMINOS

razón: una tarde de verano echa mano del Libro de su vida, de


santa Teresa5, y lo lee en una noche para terminar reconocien­
do: «¡Esto es la verdad!». Se decide a bautizarse en la Iglesia
católica. Se ha especulado mucho sobre esta experiencia de
Edith Stein y su trasfondo pero lo más hondo sigue oculto.
¿Se refiere la verdad a la fe católica, a la vida de santa Teresa o
a ambas? El libro que provocó el arranque interior pudo, en
contra de lo que se ha supuesto hasta ahora, no haber sido del
matrimonio Conrad. Más bien parece que, al despedirse en
Góttingen, Edith Stein recibió como regalo el libro que quisie­
ra de la estantería de los Reinach y eligió la autobiografía de
santa Teresa6. Los acontecimientos del verano de 1921 y el re­
corrido hasta el bautismo se han transmitido por mediación
de la maestra de novicias en la orden de las carmelitas descal­
zas y primera biógrafa, Teresia Renata Posselt7, que los pre­
senta en estilo literal.
Gertrud Kuznitzky-Koebner, que conocía a Edith Stein
de Breslau, cuenta en una carta que, desde 1918, habían trata­
do juntas de los escritos de santa Teresa y de la Iniciación al
cristianismo, de Kierkegaard. Esto, unido a la lectura intensi­
va dé literatura cristiana, Nuevo Testamento incluido, apunta
a una actividad lectora permanente en la época de Friburgo
que Edith Stein continúa eri Breslau. Sus pasos en la fe están

5 Teresa de Ávila (1515-1582), mística, fundadora de la orden reforma­


da de las carmelitas descalzas, reconocida én 1593. Sobre los traslados y la
lectura de santa Teresa, cfr, Briefe III, págs. 140 s., nota 4. :^ -
6 Cfr. leben, pág. 350, nota 20, según Augustina (Pauline) Fieinach
OSB.
' 7 T. R. Posselt, Edith Stein. Schwester Teresia Benedicta a Cruce (Edith
Stein. La hermana Teresa Benedicta de la Cruz), 1954, pág. 76. :
VIKIRANFF

marcados por libros. La mañana siguiente a la lectura que reo­


rientó su vida se compra un catecismo católico y un misal pa­
ra estudiarlos concienzudamente. Junto al testimonio de la vi­
da y la confesión de fe de determinados cristianos se sitúa la
adquisición intelectual autodidacta y el hacerse a la liturgia de
la Iglesia.
Edith Stein realiza los primeros trámites para la conver­
sión en Bergzabern. Después de una misa, sigue al párroco a
la casa parroquial para pedirle «de buenas a primeras», según
recuerda ella misma, el bautismo. Cuando este le advierte que
hay una preparación necesaria, ella le pide que la examine. Y
se fija el 1 de enero de 1922 como fecha del bautizo.
Hasta que llegue ese momento, Edith vuelve a pasar un
tiempo en Breslau. Sorprende el siguiente recuerdo de la seño­
ra Kuznitzky-Koebner: «Me dijo un día que iba regularmente
a la misa temprana para estar de vuelta antes dé que se des­
pertase la casa y alguien pudiera notarlo. Un día me enseñó un
breviario. Lo guardaba como un preciado tesoro (...). Los do­
mingos me lo iba traduciendo, pues leía latín con la misma fa­
cilidad que alemán, y era indescriptible la devoción, la venera­
ción y la honda alegría con que leía las oraciones del Papa
Gregorio (...). Y me decía que esto no se encontraba en la Igle­
sia luterana y que ella no podría hacerse evangélica, aunque
ese paso se lo 'perdonarían' más fácilmente» (Gerl, pág. 22). Ya
durante la estancia del verano de 1921 en Breslau, inmedia­
tamente después de la decisión de convertirse, le confía la de­
cisión a su hermana Erna y le pide que prepare a la madre.
Poco a poco va dando cuenta también a los amigos de su
itinerario interior. A Román Ingarden le escribe desde Breslau
el 15 de octubre de 1921, día de Santa Teresa de Ávila: «Sobre

118
BRESLAU-BERGZABERN; NUEVOS CAMINOS___________ _

lo que me ha movido a esto no le he escrito nada. Es algo difí­


cil de decir y más aún de escribir. En todo caso, en los últimos
años he vivido mucho más que filosofado. Mis trabajos han si­
do siempre el sedimento de lo que ha ocupado mi vida, porque
estoy hecha así, no puedo dejar de reflexionar». Pensamiento,
fe y vida forman una unidad orgánica, A la vez la ocupa el con­
flicto familiar que surge con su cambio de religión. «Precisa­
mente ahora tengo días muy difíciles. Para mi madre, este
cambio es lo peor que puedo hacerle y a mí me resulta horri­
ble ver lo que sufre con esto y no poder aliviarla. Porque aquí
hay una frontera absoluta para el entendimiento. Me voy a ir
dentro de ocho días» (Briefe lll, pág. 143). Para mediados de
noviembre está de nuevo en Bergzabern.
El 1 de enero de 1922, octava de Navidad, que entonces
se celebraba todavía como la fiesta de la circuncisión del Se­
ñor, recibe el bautismo. Para prepararse pasa en oración la no­
che de año nuevo. Con dispensa del obispo hace de madrina
su amiga evangélica Hedwig Conrad-Martius. La neófita toma
el nombre de ella, de la santa Teresa de Ávila y de su propio
apelativo. Recibe el sacramento de la confirmación el 2 de fe­
brero, fiesta de la presentación de Jesús en el Templo, en el
oratorio del obispo de Espira. Las dos fechas unen el Antiguo
y el Nuevo Testamento en la celebración de los acontecimien­
tos de la vida de Cristo que significan su incorporación al pue­
blo de la antigua Alianza. El cumplimiento del ingreso en la
alianza se muestra en el bautismo. La fiesta de la presentación
del Señor se entiende como el encuentro de Cristo con Jerusa-
lén y el Templo. Pero el encuentro con el mundo de Dios solo
es posible en el Espíritu Santo, que se nos regala en la confir­
mación.

119
____________ ; VIKIRANFF _____________

«Cuando recibí el santo bautismo el día de año nuevo de


1922, pensé que era la preparación para ingresar en la orden.
Pero, cuando, unos meses más tarde, me vi por vez primera
después de la conversión ante mi madreóme di cuenta de que
por el momento no estaba preparada para ese segundo golpe.
No moriría por ello,: pero se llenaría de una amargura de la
que yo no podía responder. Debería esperar con paciencia. Así
me lo confirmó siempre mi consejero espiritual» (Leben, págs.
350 s.). El 1 de agosto de ese mismo año ya puede informarle a
Román Ingarden, después de una estancia de seis semanas en
Breslau, de que las olas en casa empiezan a calmarse algo. «Mi
madre había creído desde mi conversión que le resultaría in­
soportable tenerme en su casa. Ahora le he mostrado que la
cosa va bien y quiere tenerme otra vez siempre a su lado». Pre­
vé pasar el invierno en Breslau. (Briefe ///, pág. 149).
El párroco que la bautiza en Bergzabern, el decano Brei-
tling, recomienda a Edith Stein que se dirija al canónigo de
Espira Joseph Schwind para que la guíe en los pasos siguien­
tes. También le aconseja que abandone el propósito dé ingre­
sar en el convento, que alberga «desde que cayó en mis manos,
en el verano de 1921, la vida de nuestra madre santa Teresa y
puso fin a mi larga busca de la verdadera fe», y le señala.una
alternativa.

120
E SP IR A : N O SO L O P R O F E S O R A

El prelado Schwind le proporciona un puesto de profe­


sora de lengua y literatura c historia en la escuela católica de
profesoras del Palatinado, en el Convento de Santa Magdalena
en Espira, donde hasta entonces solo daban clases las herma­
nas del convento. Recibe la oferta en Pascua de 1923. «Y des­
pués de que mi madre superó medianamente su aversión, la
acepté corriendo, pues lo que para mi madre significaba un
considerable obstáculo, para mi era precisamente el principal
incentivo: que se trataba de un antiguo convento de dominicas
del que dependía una gran cantidad de centros docentes»
{Briefe III, p á g .152). Imparte un curso de filosofía para las
hermanas del cuerpo docente y prepara a otras hermanas para
el Abitur. El convento no es solo su lugar de ¡trabajo, sino qué
se convierte también en su espacio vital. El atractivo de la la­
bor se apoya, desde el principio, en la posibilidad de unir una
vida prácticamente conventual a la práctica docente, que de
alguna manera quizá deje algo de espacio al trabajo científico.
En su caso, eso incluye también vivir en el recinto conventual,
llevar una vida intensa de oración y, a veces, también pasar la
noche entera en la iglesia. En la misma carta de febrero de
1924 a Román Ingarden describe su entorno: «Mi Cuartito es
minúsculo, pero no he estado tan a gusto en ningún otro sitio

121
VIKIRANFF

(...). Lo principal para mí es la base religiosa de toda la vida,


claro. No sé si se le puede decir algo más concreto sobre eso».
Es evidente que espera una postura reservada en su interlocu­
tor postal. Que tenía razones para ello se puede desprender de
algunas cartas posteriores de Edith Stein en las que responde
a objeciones de Ingarden. Pero las cartas de él no se han publi­
cado y quizá tampoco se conserven. En septiembre del año si­
guiente da, también, cuenta de su evolución interior y de las
circunstancias en torno a ella a sü interlocutor postal de los
años de Góttingen, Fritz Kaufmann. Ha encontrado, después
de una crisis de años, el lugar «donde hay paz y tranquilidad
para todos los corazones inquietos. Déjeme callar hoy cómo
ha pasado esto. No me apura hablar de ello y lo haré a su debi­
do tiempo también para usted, pero tiene que salir de por sí,
no puedo 'informar' de ello» {Briefe /, pág. 72).,
A la disposición liberal de contar se une la discreción espi­
ritual que espera el momento adecuado. En estos primeros años
de Espira se considera ya monja «de corazón (...), aunque toda­
vía no llevo velo ni estoy ligada por los votos y la clausura, ni por
ahora pueda pensar en ligarme así». La situación profesional
permite reconocer una tensión descrita con tonos autoirónicos:
«Le revelaré que no me tomo muy en serio como profesora y que
no puedo dejar de sonreírme cuando tengo que apuntarlo aquí o
allá como mi profesión. Eso no me impide tomarme en serio
mis obligaciones, de manera que estoy intelectual y anímica­
mente fuertemente absorbida por ellas. Por eso sigue siendo un
problema la posibilidad de trabajo científico» (.Briefe I, pág. 73).
Solo ha traducido algo en los dos primeros años.
En 1925 conoce al jesuíta Erich Przywara, que la anima
a familiarizarse con la tradición filosófica y teológica cristiana

122
ESPIRA: NO SOLO PROFESORA

y a ponerla en conversación con la fenomenología. Para ello


sugiere una traducción del De veníate, de santo Tomás de
Aquino. En el caso de la traducción que menciona Edith Stein
en su carta, se trata de The Idea o f a University, de John Henry
Newman, así como de sus cartas y diarios, que fueron publica­
dos por Przywara en 1928 (cfr. Briefe /, pág. 73, nota 5). Inme­
diatamente después del bautismo, Edith Stein adquiere la idea
de que ya solo debe vivir para la fe y debe cancelar cualquier
actividad científica. Pero parece haber cambiado enseguida
esa opinión, ya que empieza en 1923 su labor de traducción,
recomienza también los estudios filosóficos y emprende un úl­
timo intento de habilitación. Esto lo fundamenta el 12 de fe­
brero de 1928 en una carta a la dominica de Espira, Callista
Kopf: «Hasta santo Tomás no me di bien cuenta de que es po­
sible practicar la ciencia como servicio a Dios Y solo aten­
diendo a eso me he podido decidir a dedicarme de nuevo en
serio al trabajo científico. En el tiempo previo a mi conversión
y durante otro buen rato después, creía que llevar una vida re­
ligiosa significaba dejar todo lo terreno y tener el pensamiento
solo en las cosas divinas. Pero, poco a poco, he aprendido que
se exige otra cosa de nosotros en este mundo y que ni en la vi­
da más contemplativa se puede cortar la unión con el mundo»
(.Briefe /, págs. 85 s.).
A Román Ingarden le detalla ya, en agosto de 1925, las
ventajas concretas de la interrupción de su actividad científi­
ca. Está contenta por la perspectiva que gana con ella. Ha
aprendido «a considerar con ojo crítico también el método
fenomenológico» que antes «manejaba quizá con demasiada
ingenuidad» {Briefe UI, pág. 158). Como Ingarden parece se­
guir tropezando contra su catolicismo y lo une a malentendi­

123
VUCIRANFF

dos sobre su amistad, le recuerda Edith Stein su situación vi­


tal de la época de Friburgo. Ahora está contenta de verse en el
sitio que le corresponde. «¿Se acuerda de que me decía enton­
ces que yo era 'demasiado católica'? Entonces no lo entendía.
Ahora sí, y sé hasta qué punto tenía usted razón. Mi manera
de sentir era realmente católica. Pero, como me era extraño el
dogma católico con sus consecuencias prácticas, no podía ad­
mitir lo que sentía y así se confabulaban cabeza y sentidos en
forzar al corazón» (Briefe III, pág. 160). En la consiguiente
carta de Navidad explica que le cuesta no poder hablar de lo
que la llena, dado que ya tiene que escribir cartas así a su fa­
milia. A veces contesta con sarcasmo a malentendidos y reac­
ciones airadas, como a comienzos de 1927: «Me atrevo aún a
añadir deseos cordiales para el nuevo año como una expresión
que espero no tome con ambigüedad. Su todavía perversa
Edith Stein» (Briefe III, pág. 177).
Al trabajo docente y de traducción se van añadiendo ca­
da vez más invitaciones para pronunciar conferencias, espe­
cialmente, sobre la cuestión femenina. En 1930 habla en Salz-
burgo sobre «La ética de las profesiones femeninas» y se hace
famosa. Se agolpan las invitaciones en Alemania, Austria y
Suiza. En una carta se denomina «monja vagante1 contra su
voluntad» por la tensión entre su necesidad de calma conven­
tual y esas ocupaciones que conllevan muchos viajes y contac­
tos (Briefe I, pág. 197). Igualmente crece de año en año la co­
rrespondencia con amigos fenomenólogos, religiosas,
científicos y personas en busca de consejo.

1 Monjes giróvagos, vagos o errantes, según la regla de san Benito de


Nursia, son los que siguen su capricho sin abad ni regla; ■; -

124
ESPIRA: NO SOLO PROFESORA

La no disminuida afición a la ciencia y el verse cada vez


más reclamada para conferencias hacen considerar a Edith
Stein alternativas a su empleo en Espira. Se despide en Pascua
de 1931, pasa la Semana Santa y la Pascua en Beuron2 y se
traslada a Breslau. El 28 de junio de 1931 escribe a la herma­
na Adelgundis Jaegerschmid, antigua alumna de Husserl y
después benedictina de Santa Lioba en Friburgo-Günterstal:
«Cuando decidí irme de Espira sabía que sería difícil no vivir
en el convento. Pero lo que no podía imaginarme es que lo lle­
gase a ser tanto los primeros meses. Pero no me he arrepenti­
do ni un momento, porque no puedo dudar de que es como
tiene que ser» (Briefe 1, págs. 177 s.). Pasa todo el invierno de
1931-1932 en Friburgo con las Hermanas de Santa Lioba.

2 (NT) Beuron, en Baviera, es conocido por su abadía benedictina.

125
M Ü N S T E R : P R O F E S O R A U N IV ER SITA R IA

Otro año se llena con el último intento de: habilitación y


muchos viajes para impartir conferencias. Pero, en marzo de
1932, recibe el anhelado puesto docente. Enseña fundamentos
filosóficos de pedagogía en el Instituto Alemán de Pedagogía
Científica de Münster. Le cuenta a Román Ingarden que, al ca­
bo de 20 años, tiene que trabajarse.de nuevas la bibliografía de
psicología y pedagogía. En el siguiente semestre de invierno
da clases sobre la construcción de la persona humana. «Segu­
ro que el trabajo me gustaría mucho si estuviera mejor prepa­
rada para él. Pero me doy cada vez más cuenta de que estoy
completamente desacostumbrada al trajín científico y necesi­
to para todo dedicar un tiempo y energía desproporcionados y
me veo como una novata» (Briefe III, pág. 230). Además le es­
cribe a Ingarden en la misma carta sobre, lo bien que ha resul­
tado un congreso cerca de París, el anterior mes de septiem­
bre, sobre fenomenología y su significado para la filosofía
tomista, con 35 participantes invitados personalmente. La ra­
zón de la escasa confianza en el propio trabajo parece estar en
una carencia en su formación, que ella había orientado mucho
hacia el filosofar original y no a los fundamentos de historia
de la filosofía y a dominar su considerable instrumentarlo
conceptual. Además echa en falta una necesaria preparación

127
VIKIRANFF

teológica para su nueva tarea (efe Briefe I, pág. 220). Por la


misma razón, le pide a su amiga Hedwig Conrad-Martius, el
24 de febrero de 1933, una crítica radical del manuscrito Po­
tencia y acto, redactado en 1931 como trabajo de habilitación,
«porque yo misma me he preguntado ya muchas veces si no
iré más allá de mis posibilidades con el trabajo filosófico. Me
parece que tengo dentro esa duda desde que, una vez, Lipps
(...) hizo una crítica radical a mi trabajo grande en el Anuario
V y la señora Reinach, a la vez, intentaba aclararme que las
carencias de mi trabajo (que ella no podía juzgar en sí mis­
mas) se fundamentaban en carencias personales mucho más
profundas, Eso me apesadumbró entonces mucho, quizá pre­
cisamente porque rio lo entendía> >(Briefe 1, pág; 266). Guando
creyó que debía terminar su actividad científica ya no le im­
portó esa valoración, como tampoco ahora que se enfrentaba
a esa cuestión desde una posición interior evidentemente dis­
tinta. Pero, por su misma tarea, tiene que poder evaluar sus
posibilidades con realismo.
A causa de la llegada al poder de los nacionalsocialistas
y la creciente persecución a los judíos, sus perspectivas en ma­
yo de 1933 cambian radicalmente. Ya no da clases. Gomo la
dirección del Instituto todavía cree en la posibilidad de que
vuelva a colaborar, la mantiene contratada y la libera provisio­
nalmente para la*investigación para beneficiarse más adelante
de su trabajo. «Pero yo no creo ya en un regreso a las clases-en
el Instituto, ni en general, en Alemania. Me quedo por ahora
aquí hasta que se aclare la situación. No te preocupes por mí.
El Señor ya sabe qué quiere de mí» (Briefe I, pág. 278). Edith
Stein busca aclarar la situación, sobre todo, en la oración. Ella
misma describe la situación en el anexo a su autobiografía ti­

128
MÜNSTER, PROFESORA UNIVERSITARIA

tulado Cómo llegué al Carmelo de Colonia. A la vista de los rela­


tos orales sobre atrocidades cometidas a judíos, se va afian­
zando una nueva manera de ver las cosas: «De repente caí en
la cuenta de que la mano de Dios había vuelto a poner una pe­
sada carga sobre su pueblo y de que el destino de ese pueblo
era también el mío» (Leben, pág. 346). Primero intenta del Pa­
pa una encíclica contra la persecución a los judíos: como no
cabe esperar una audiencia privada, renuncia a viajar a Roma
y redacta una carta1.
Hasta el año 2003 no salió la carta de los Archivos Vati­
canos a la luz pública. La investigación detallada de esta temá­
tica histórica desbordaría los límites de este capítulo. Edith
Stein explica que ese paso es conforme a su naturaleza pero
que siente que debe hacer algo más. Durante un acto de ora­
ción en el Carmelo de Colonia, en el que participa durante un
viaje en la víspera del primer viernes de abril de 1933, su ora­
ción personal se orienta hacia un nuevo encargo de Dios. «Ha­
blé con el Salvador y Le dije que sabía que era su cruz la que
ahora se poma sobre los hombros del pueblo judío. La mayo­
ría no lo entendía, pero los que lo entendieran deberían car­
garla voluntariamente en nombre de todos. Yo quería, pero Él
tenía que decirme cómo. Cuando terminó el acto tuve la certe­
za interior de haber sido escuchada. Pero todavía no sabía en
qué consistiría llevar la cruz» {Leben, pág. 348).

1La carta de Edith Stein al Papa Pío XI, de 20 de abril de 1933, se pu­
blicó en Die Tagespost, el 4 de marzo de 2003, pág. 6.

129
B E U R O N - BR ESLA U :
«ANTESALA D E L C IELO » Y D E S P E D ID A

Aconsejada por Erich Przywara, Edith Stein acude fre­


cuentemente desde 1928 a la abadía benedictina de Beuron en
Semana Santa y Pascua y en otras fiestas de la Iglesia. Allí en­
cuentra un consejero espiritual en el abad Raphael Walzer. A
propósito de la petición de la encíclica; escribe que no ha que­
rido dar ese paso por su sola voluntad. «Ya había profesado
hacía años privadamente los votos sagrados. Una vez que en­
contré en Beuron una especie de hogar conventual, pude con­
siderar al archiabad Raphael como 'mi abad' y plantearle to­
das las cuestiones de cierta entidad» (Leben, pág, 347).
Durante la estancia de Pascua, todavía le parecía inverosímil
al abad que llegasen a despedirla en Münster. Pero, nada más
volver a Münster, le piden que deje las clases. A los diez días de
mi llegada a Münster «me vino la idea de si no sería ya el mo­
mento de ingresar en el Carmelo Esa misma tarde escribí
al padre Archiabad. Pero estaba en Roma y no quería enviar la
carta cruzando la frontera: tuvo que esperar en el escritorio
hasta que la pude enviar a Beuron. Era ya mediados de mayo
cuando tuve permiso para emprender los preparativos» {Le­
ben, págs. 350 s.). Con ocasión de comunicarles su ingreso en
el convento, manifiesta al matrimonio Conrad el 20 de junio
de 1933: «Si no fuera por lo tristes que son en lo demás, yo

131
VECIRANFF

personalmente solo podría estar agradecida a estos tiempos


porque, por fin, me han abierto este camino» (Briefe I, pág.
287).
En una carta de 1930 menciona el atractivo que la lleva
a estar todo lo posible en Beuron: «la añoranza de paz en la li­
turgia» (Briefe I, pág. 111). Desde allí escribe a una antigua
aiumna: «Por supuesto que me he planteado si es razonable
que venga tanto aquí, y es que, al fin y al cabo, hay que conce­
der también a la vida interior el alimento que necesita, sobre
todo, si en otros momentos hay que entregarse mucho hacia
fuera. Aunque claro: de eso no se puede discutir con personas
que están exclusivamente orientadas a lo material y no tienen
capacidad para percibir los valores del alma y el espíritu»
(Briefe I, pág. 204).
A la patrona que tuvo allí durante años le escribe en
1937 que no se ha olvidado de Beuron pero que no tiene nos­
talgia, porque ha aterrizado en su auténtico hogar. También lo
explica en el Carmelo cuando pide ser admitida: «Di Otra vez
cuenta de mi camino, de cómo nunca me había abandonado
la idea del Carmelo; había estado ocho años de profesora en
las dominicas de Espira, unidísima a todo el convento y, sin
embargo, incapaz de ingresar allí; consideraba a Beuron como
la antesala del cielo pero no se me ocurría hacerme benedicti­
na; siempre me había parecido que el Señor me reservaba en
el Carmelo algo que solo podría encontrar allí» (Leben, pág.
353).
Todavía la aguarda lo más duro. Después de unas sema­
nas como huésped del Carmelo de Colonia va a despedirse a
Breslaü. «A casa solo había escrito que me habían acogido
unas hermanas en Colonia y que me iría allí definitivamente

132
BEURON-BRESLAU: «ANTESALA DEL CIELO» Y DESPEDIDA

en octubre. Me felicitaron por ello como por un trabajo nue­


vo» {Leben, pág; 356). En un encuentro en Tréveris cón el ar-
ehiabad Raphael Walzer recibe de este la bendición para el di­
fícil camino y venerada reliquia de la Santa Túnica1, expuesta
en aquel año santo de 1933.
A su llegada a Breslau, los parientes le preguntan indeci­
sos sobre su residencia futura. Rosa, una hermana que tam­
bién se ha convertido a la fe cristiana pero que, en considera­
ción a la madre, aun no ha recibido el bautismo, se entera de
la noticia en la misma estación. Pasan tres semanas sin pre­
guntas. «El primer domingo de septiembre me quedé sola en
casa con mi madre. Estaba repasando calcetines en la ventana
y yo, a su lado. Y me hizo por fin la pregunta esperada: ¿Qué
vas a hacer donde las hermanas de Colonia?' ‘Vivir con ellas'. Y
vino una contraofensiva desesperada. Mi madre no dejó de
trabajar. Se le liaban los hilos, intentaba ordenarlos con ma­
nos temblorosas y yo la ayudaba mientras seguía la discusión
entre las dos. Desde entonces se acabó la paz. El ambiente de
la casa se hizo oprimente. Cada cierto tiempo intentaba mi
madre Un nuevo ataque y luego volvía a un silencio de deses­
peración (...). Tuve que dar el paso completamente en la oscu­
ridad de la fe. Muchas veces durante aquellas semanas pensa­
ba: ¿quién de las dos se vendrá abajo, mi madre o yo? Pero nos
mantuvimos las dos hasta el último día» {Leben, págs. 358 s.).
El día de la partida, 12 de octubre, es el cumpleaños de Edith
Stein y, en aquel 1933, el final de la fiesta de los tabernáculos.
Va a la sinagoga con su madre, que le pregunta sobre la piedad

1 Según la tradición, en Treveris se conserva la túnica inconsútil de


Cristo que se sorteó en1la crucifixión (Jn 19, 23).
VIKIRANFF

judía y la pretensión de la divinidad de Cristo. Por la noche


vuelve a estallar la crisis, «Al final estábamos mi madre y yo
solas en la habitación (...). Apoyó la cara en las manos y se pu­
so a llorar. Me puse detrás de su silla y apreté su cabeza
plateada contra mi pecho. Estuvimos así un buen rato, hasta
que se dejó convencer y se fue a la cama (...). Seguramente no
descansamos ninguna de las dos aquella noche». Después de
oír misa temprano, Edith Stein desayuna con la familia. «Mi
madre intentó tomar algo, pero enseguida retiró la taza y em­
pezó a llorar como la víspera. Me acerqué y la tuve abrazada
hasta que fue la hora de irme. Entonces le hice una seña a Er­
na de que ocupase mi sitio (...), Y llegó la despedida. Mi madre
me abrazó y me besó tiernamente (...). Cuando abracé a Erna,
mi madre lloraba con fuerza. Salí deprisa. Me siguieron Rosa
y Else. Después de «ocupar un asiento en el tren y mirar a mis
hermanas, me quedé impresionada de lo diferente de sus ca­
ras, Rosa estaba tan tranquila como si se viniera conmigo a la
paz del claustro; Else, con un aspecto dolorido, como conver­
tida de repente en una anciana» {Leben, págs. 360 s.). Edith
Stein explica que, si bien en esa situación no podía brotar la
alegría, sintió, yendo a Colonia, una profunda paz por el cami­
no emprendido.

134
C O L O N IA -E C H T :
E L M O N T E CA RM ELO Y E L E X IL IO

Había enviado por delante seis cajas de libros escribien­


do que seguro que ninguna otra carmelita había aportado tal
dote. Es aceptada en la clausura como postulanta1 la víspera
de la fiesta de Santa Teresa de Ávila.
Los datos exteriores de su vida carmelita se pueden bos­
quejar rápidamente. La evolución interior merecería un libro
propio a la vista de las casi 500 cartas que salieron del conven­
to. Apenas hay notas autobiográficas de los años del convento,
excepto unas pocas notas de los ejercicios. Como la breve in­
troducción aquí presente, básicamente, se propone mostrar el
camino intelectual desde la filosofía hasta la fe y, finalmente,
la unión orgánica entre ambas, solo se presentará un boceto
de los años del convento. Toma los hábitos el 15 de abril de
1934 con el nombre de sor Teresia Benedicta a Cruce. Ha soli­
citado ese nombre de religión como expresión resumida de su
itinerario de fe hasta el momento: la autobiografía de santa
Teresa propició el arranque a la fe y a la vocación de carmeli­
ta; desde 1925 recibió la impronta benedictina, y además, está

1Las postulantas pasan un período de prueba de seis meses en el con­


vento antes del noviciado, que dura un año. Al comienzo del noviciado se le
llama toma de hábitos porque es cuando se recibe el hábito de la orden y se
profesan los primeros votos de pobreza, castidad y obediencia:

135
VIKIRANFF

el mismo significado del nombre; el: título de «de la Cruz» la


convierte en bendecida con la cruz. El archiabad de Beuron
Raphael Walzer celebra la misa solemne de profesión el 15 de
abril de 1934. Han aceptado la invitación a la fiesta muchos
amigos y conocidos. Pero a su madre tiene que ocultarle la pro­
fesión, a pesar de que le sigue escribiendo una carta cada sema­
na, como en los tiempos de estudiante. El 21 de abril de 1935
hace la primera profesión de tres años. Desde entonces recibe el
encargo de sus superioras de volver a trabajar científicamente y
reelabora su escrito Potencia y acto en el libro Ser finito y eterno,
que no podrá aparecer hasta después de su muerte por la supre­
sión del derecho de publicación a autores judíos, aunque el ma­
nuscrito está concluido a comienzos de septiembre de 1936. El
14 de septiembre del mismo año, fiesta de la exaltación de la
Santa Cruz y día de renovación de votos de las carmelitas de
Colonia, muere su madre. El 24 de diciembre se bautiza Rosa
Stein en la capilla de un hospital. Su hermana puede celebrarlo
con ella porque, a causa de una fractura por una caída por las
escaleras, se encuentra en el mismo hospital. Sor Benedicta
profesa sus votos perpetuos el 21 de abril de 1938. Solo seis días
después muere Edmund Husserl. El 1 de mayo se concluye el
ingreso en la orden con la ceremonia de entrega del velo negro.
La noche del progrom del 9 de noviembre de 1938 hace
sospechar a Edith Stein que su presencia podría significar un
riesgo para todo el convento y se prepara para trasladarse al
convento holandés de carmelitas de Echt/Limburg, fundado
desde Colonia en los tiempos del Kulturkampf2. En la noche-

2 El «Kulfurkampf» (1871-1887) fue el enfrentamiento del Reich ale­


mán de Bismarck y Guillermo I contra la influencia política y culturaldela

136
COLONIA-ECHT: EL MONTE CARMELO Y EL EXILIO

vieja de 1938 a 1939 abandona Alemania. El 1 de julio dé. 1939


llega también sü hermana Rosa a Echt y, desde 1941, trabaja
en la portería como terciaría carmelita. La cuestión de la segu­
ridad se replantea de nuevo, al ocupar las tropas alemanas los
Países Bajos en mayo de 1940, pero Edith Stein se ha hecho
completamente a la idea de no buscar la seguridad, sino com­
partir el destino de sü pueblo en representación de la fe cris­
tiana. Así lo demuestran los testimonios de diferentes años de
su vida en el convento que hablan del deseo dé éntregar la Vida
en representación de los demás.
Las superioras le encargan, en septiembre de 1941, la re­
dacción de un escrito por el 350 aniversario de la muerte del
padre carmelita Juan de la Cruz*3, al que precede un estudio
preliminar sobre el padre de la mística occidental Dionisio
Areopagita. El escrito de homenaje a san Juan de la Crüz lleva­
rá el título de Ciencia de la Cruz, pero quedará sin terminar.
El 26 de julio de 1942, los obispos holandeses hacen leer
en todas las iglesias Una carta pastoral conjunta que critica la
persecución de los judíos. Como medida de represalia, el 2 de
agosto Son detenidos todos los católicos de origen judío. A la
vista de que la situación se agravaba, Edith Stein llevaba üii
cierto tiempo intentando solicitar para su hermana y para sí la
salida a Suiza e ingresar allí eri otro Carmelo, pero las trabas
burocráticas resultaron demasiado difíciles.
La detención se llevó a cabo la tarde del 2 de agosto en
pocos minutos. Una vecina del convento testimonia que

Iglesia católica. Hubo numerosas detenciones de sacerdotes y expulsiones


de órdenes religiosas,
3 San Juan de la Cruz (1542-1591), poeta místico, junto con santa Te­
resa, reformador de la Orden de Carmelitas.

137
VTKIRANFF

Edith Stein dijo a su hermana: «Venga, vamos por nuestro


pueblo».
El transporte va al campo de Amersfoort, donde Edith
Stein se encuentra con muchos conocidos, y de ahí al campo
colector de Westerbork. Según los testigos oculares, allí se
ocupó sobre todo de los hijos cuyas madres estaban desespe­
radas y no les atendían. En breves cartas a su convento remite
la dirección consular necesaria en caso de emigración, a la vez
que se hace a la idea de que no prosperará el intento y pide
que le envíen enseres para el campo de concentración. Y aña­
de: «¡Hasta ahora hemos podido rezar perfectamente!».

138
A U SC H W IT Z

El 7 de agosto se llevan a los presos al Este. En Schif-


ferstadt (Palatinado) logra Edith Stein hacerse notar en un al­
to y encargar saludos para el convento cercano de Santa Mag­
dalena de Espira. Anota en un papel «De camino ad orientent»,
al Este, pero también, según el antiguo uso litúrgico de la ex­
presión, al encuentro de Cristo. Aquí se pierden sus huellas. ^
Presumiblemente fue asesinada con sus compañeros en |j
Auschwitz el 9 de agosto. i;
Edith Stein no es olvidada. El cardenal Frings abre en |
Colonia el 4 de enero de 1962 el proceso diocesano de beatifi­
cación que se cerrará en el trigésimo aniversario de su muerte.
Las actas se remiten a Roma. j
El 1 de mayo de 1987, Edith Stein es beatificada por ¡
Juan Pablo II en Colonia. Después viene la canonización como
mártir en Roma el 11 de octubre de 1998. En 1999 es elevada, ij
junto con Catalina de Siena y Brígida de Suecia, a copatrona i;
de Europa. Su fiesta es el 9 de agosto.

139
SEGUNDA PARTE

PEN SA M IEN TO Y F E VIVIDA

141
B Ú SQ U E D A D E LA V ERDA D

Los vericuetos de la vida de Edith Stein han exigido, en


la primera parte de esta introducción, una presentación algo
detallada, sobre todo, de su evolución intelectual y espiritual.
Las estaciones, interiores y exteriores del viaje despiertan la
pregunta acerca de su meta. ¿Cambió a lo largo de la vida de
Edith Stein? ¿Hay continuidad en las señales del camino o un
plan de viaje secreto? Las señales sirven para alcanzar la meta,
también cuando indican etapas intermedias. Algo similar pa­
rece haber sucedido en la vida de Edith Stein cuando empezó
a plantearse la cuestión de la verdad, que recorre como hilo
conductor toda su vida desde la infancia. Por eso, esta segun­
da parte, en que se presentan algunos temas centrales de su
itinerario de pensamiento y de fe, empezará con la búsqueda
de la verdad.
Como meta del viaje se destaca la unión orgánica de
pensamiento y fe, de filosofía y vida cristiana, con acentos di­
ferentes según cada fase de la vida. Tras la pérdida de la fe de
la infancia, la fe no desempeña ningún papel. La cuestión de
Dios se despierta de nuevo desde la filosofía y se convierte en
una cuestión vital y, por último, en proyecto de vida. El interés
inquisitivo y filosófico va tomando enseguida contornos níti­
dos, se resuelve en libertad interior con la conversión y el in-

143
VIKÍRANFF

greso en el convento, y se eleva, en cada paso, a un nivel supe­


rior. Por mucho que cambie el acento, siempre es la búsqueda
de la verdad la que señala el camino a la siguiente etapa. La
verdad es, así, no solo un criterio científico, de conocimiento o
de contenido de la fe, sino un tema vital en cuanto veracidad y
búsqueda de la verdad. En la juventud de Edith Stein, esta
búsqueda está unida estrechamente al ansia de saber y provis­
ta de una aspiración ética: lo verdadero tiene que ser también
bueno. La veracidad interior exige, a veces, despedirse de lo
acostumbrado, como pasó con la oración al perder la fe. El
afán por fundamentar de manera autónoma el entorno marca
esta fase de la búsqueda de la verdad. Con el tiempo queda
claro que Edith Stein ño entiende la verdad en abstracto, sino
de manera personal, especialmente, en conexión con cuestio­
nes antropológicas. Esto lo testimonia el jesuíta Jan H, Nota,
que hizo amistad con ella en los últimos años: «Me contó que
ya de joven no se había dejado dominar por la opinión pública
sobre las funciones del hombre y la mujer. Le importaba sen­
cillamente la búsqueda de ja verdad, y estaba encomendada
por igual a ambos sexos. Lo fascinante de Edith Stein para mí
era que para ella la verdad no era abstracta, sino encamada en
personas y, por eso, no sin amor»1.
En los años de estudios en Góttingen, la búsqueda de la
verdad se presenta como libertad de prejuicios, también ante
los fenómenos religiosos -cuya posibilidad intelectual sugiere
la filosofía de Max Scheler-, si bien esta perspectiva no tendrá

1 J. H, Nota, Zum Geteit (A modo de introducción), en: W. Herbstrith


Das wakre Gesicht Edith Stéins (El verdadero rostro de Edith Stein), 4a ed,,
1980, pág. 13.

144
BÚSQUEDA DE LA VERDAD

consecuencias existenciales hasta la crisis del año 1917. La


mencionada carta de Gertrud Koebner (cfr. pág. 117) ve en la
búsqueda de la verdad el principal motivo de Edith Stein para
aquella lectura común de Teresa de Ávila en Breslau, en el año
1917: «si se daba cuenta de algo tenía que vivirlo y hacerlo,
porque pensaba que eso era lo que exigía la verdad eterna, que
era lo que importaba (...). La lucha de Edith empezó cuando
abandonó a Husserl. Tenía el anhelo de entregarse del todo a
la verdad pero no creía que la verdad de la ciencia, que cono­
cía tan bien, fuera algo definitivo a lo que hubiera que entre­
gar la vida. La verdad eterna alumbraba en la Iglesia, no en la
universidad2».
También el salto interior con la lectura de la autobiogra­
fía de Teresa de Ávila se efectúa desde esa perspectiva: «¡Esto
es la verdad!». Según Waltraud Herbstrith3, Teresa de Ávila y
Edith Stein comparten la opinión de que la libertad y la ver­
dad son las dos exigencias más importantes de la persona hu­
mana. La verdad se muestra en Teresa como veracidad en lo
que cuenta y como examen de su vida interior. Así lo interpre­
ta Edith Stein en Welt und Person (Mundo y persona), y men­
ciona como criterios de credibilidad «la riqueza de la propia
vida interior, de la que disponía la santa escritora qüe había al­
canzado el nivel más alto de la vida mística de la gracia (...), su
singular capacidad de dar cuenta comprensible de los proce­
sos de su interior, de expresar lo inefable de manera clara y
asequible y con el sello de la más absoluta veracidad (...) la

2Cita siguiendo a Otto(ver nota en página 109), págs. 109s.


3 Herbstrith, Das wahre Gesicht Edith Steins, pág, 63.

145
VIKIRANFF

fuerza de descubrir la cohesión más íntima de hechos sueltos


hasta configurar una obra de arte cerrada»4.
La cuestión de la verdad marca, también, su propósito
de unir entre sí la filosofía moderna y el pensamiento cristia­
no. Por eso, empieza Edith Stein su investigación de santo To­
más de Aquino con el estudio de su concepto de verdad, tradu­
ciendo el escrito De veritate. En su principal obra filosófica
Endlich.es und ewiges Sein se plantea la cuestión de los límites
de la filosofía y de la función de la fe en el conocimiento hu­
mano. Edith Stein explica con santo Tomás de Aquino cómo
puede efectuarse el hallazgo de la verdad: «El propio conoci­
miento actual presenta aún varias formas: es, por un lado, el
movimiento hacia el conocimiento, empeño gradual, proceso
lógico como solemos decir; Tomás de Aquino lo llama ratio (y
este es uno de los múltiples significados de esta rica palabra).
Puede ser, también, contemplación quieta, intuición, compre­
hensión de la verdad con una mirada. La contemplación espi-
ritual que abarca toda la verdad con una mirada es la manera
de conocimiento de los espíritus puros, de Dios y de los ánge­
les, con la diferencia de que los espíritus creados conocen uno
intuita5 todo lo que les es accesible, mientras que el entendi­
miento divino abarca absolutamente toda la verdad. La forma
específicamente humana del conocimiento es el proceso racio­
nal, el procedimiento gradual. Pero, en su ejercicio más alto,
el entendimiento humano (según una frase de Dionisio que
Tomás cita mucho) roza la manera de conocer de los espíritus
superiores; todo movimiento del conocimiento tiende a la con­

4 E. Stein, Welt und Person (Werke Bd. VI), 1962, pág. 39.
5 Uno intuita: con una única intuición.
BÚSQUEDA DE LA VERDAD

templación quieta y parte del conocimiento de los principios;


podemos añadir: está motivado por un chispazo primero de la
verdad que quiere ser buscado y desarrollado, por un anticipo
momentáneo de la contemplación fírme y permanente» (Inte-
llekt6, págs. 101 s.). Es «el chispazo de una verdad que exige el
trabajo del entendimiento para convertirse en posesión per­
manente. Con el chispazo, el entendimiento recibe pasivamen­
te algo, pero lo concibe como motivo que quiere ponerlo en
marcha y que lo logra, efectivamente, con el concurso de la vo­
luntad».
Esta descripción del conocimiento intuitivo de la verdad
presenta la estructura de lo que debió de sucederle a Edith
Stein con la lectura de la autobiografía de Teresa de Ávila. La
adquisición interior de lo ofrecido intuitivamente en un mo­
mento se lleva a cabo, en la medida de lo posible, en el análisis
filosófico de lo conocido. Pero el entendimiento racional en­
cuentra un límite cuando quiere hallar la verdad más alta. Se
le ofrecen dos posibilidades de reaccionar: «ó se estrella en la
desesperación o se inclina con reverencia ante la verdad in­
sondable y recibe humildemente como un regalo lo que la ac­
tividad natural del entendimiento no puede conquistar. Enton­
ces, el intelectual recibe en la luz de la verdad eterna la
orientación correcta sobre su propio intelecto. Ve que el en­
tendimiento humano no puede desvelar las verdades últimas y
más altas» (Intellekt, págs. 116 s.).
Como nos ha transmitido Gertud Koebner, el reconoci­

6 E. Stein: Der Intellekt und die Intellektuellen (El intelecto y los intelec­
tuales), en: Edith Stein - Wege zur inneren Stille (Edith Stein. Itinerarios a la
serenidad interior), edición a cargo de W. Herbstrith, 1987 (Título breve =
Intellekt).

147
VIKIRANFF

miento de la verdad última en la fe, y la intuición, como un re­


lámpago de la verdad, de la búsqueda de Dios de Teresa de
Ávila conducen a Edith Stein a buscar la verdad más profunda
en la contemplación de Dios.
La profundidad interior le manifiesta con Jn 14, 6 que
Dios mismo es la verdad. Sabiendo eso, puede escribir a Adel-
gundis Jaegerschmid el 23 de marzo de 1938 a propósito de la
muerte de Husserl: «Dios es la verdad. Quien busca la verdad,
busca a Dios, se dé cuenta o no» (Briefe II7, pág. 300).
El análisis del concepto filosófico de verdad en la obra
de Edith Stein sigue siendo un desiderátum de investigación.
Pero los pocos aspectos esbozados aquí muestran lo impor­
tante que es esta cuestión en su pensamiento. Aunque no pu­
diese terminar esa tarea, se ve claramente el sentido existen-
cial de la búsqueda de la verdad: «Quien tenga que enseñar
filosofía tendrá que estar agradecido por el ejemplo que la vi­
da y muerte de esta mujer suponen sobre el sentido que tiene
ejercitarse en la búsqueda de la verdad y la sabiduría8».

7E. Stein:Selbstbildnis in Briefen II. 1933-1942 (Autorretrato epistolar


II. 1933-1942) (ESGA, vol. 3), 2000 (Título breve = Briefe II),
8A. Zimmermann: Begriff und Aufgabe einer christlichen Philosophie bei
Edith Stein (Concepto y tarea de una filosofía cristiana en Edith Stein), en:
Denken im Dialog (Pensar en diálogo) edición a cargo de Waltraud Herbs­
trith, 1991, pág. 140.

148
FE Y RAZÓN

La relación entre fe y pensamiento, su interdependencia


y la cuestión de los límites del conocimiento humano ocupa a
todo filósofo creyente desde los inicios de la Iglesia. Edith
Stein empieza ya unos años antes de la conversión a reflexio­
nar sobre cuestiones de filosofía de la religión, como dejan ver
las cartas a Román Ingarden. En la época de Friburgo son la
única fuente sobre este tema, por lo que aquí ocuparán un lu­
gar destacado. La primera vez que Edith Stein menciona ese
interés es en una carta de 20 de febrero de 1917, en la que ha­
bla de una controvertida discusión con Husserl sobre la pro­
blemática del idealismo y, también, del comienzo de sus semi­
narios de filosofía. «Ahora dan mucha importancia a mi
actividad docente' y piensan en encargarme oficialmente el
próximo semestre las prácticas de los principiantes y en poner
para ello el seminario a mi disposición. Con una encantadora
ingenuidad me han dicho que habré de ser aquí lo que era Rei-
nach en Góttingen. Pero que no podré habilitarme (Elli1habló
a favor) porque se está en contra de ello 'por principio'» {Briefe
III, pág. 46). Ya en esta fase inicial de su actuación académica
brota el interés por cuestiones metafísicas, como permite ver

J Elli: Elisabeth (1892-1982), hija de Husserl.

149
VUCIRANFF

la continuación de la carta: «Me alegra mucho que haya topa­


do con problemas religiosos (...). Me parece que se va de un si­
tio a otro sin acertar (no digamos nada de la experiencia reli­
giosa) si no se trata de las cuestiones sobre Dios: es imposible
completar una doctrina de la persona y es imposible entender
qué es la historia. Naturalmente, todavía no tengo una visión
clara. Pero, en cuanto estén listas las Ideas, me gustaría ocu­
parme de estas cosas. Son las cuestiones que me interesan. ¿Y
si leyéramos juntos a san Agustín cuando vuelva?». Parece que
la lectura en común no fue posible, por lo que se puede con­
cluir de las siguientes cartas a Román Ingarden2.
No vuelve a hablar de cuestiones metafísicas hasta el 13
de diciembre de 1921, como consecuencia del libro de Hedwig
Conrad-Martius MetaphysischeGesprache (Conversaciones meta­
físicas), cuyo contenido debió de ser criticado por Ingarden. De
la respuesta de Edith Stein se desprende que Ingarden estaba
preocupado por la estricta objetividad del método fenomenoló-
gico. Ella le señala: «Claro que no es simple fenomenología. Eso
ya lo sabe la señora Conrad. Pero una metafísica que esté hecha
solo de estricto análisis no parece en absoluto posible. Por otro
lado, si alguien está imbuido de problemas metafíisicos -alguien
que nunca escribe sino bajo una presión interior irresistible-
¿se le va a prohibir que se ocupe de ello?» {Briefe III, pág. 146).
Aquí ya se puede entrever en Edith Stein su relativiza-
ción del método fenómenológico, que después se hará más ne­
ta. La comprensión hacia los cambios de rumbo interiores y la
consecuente necesidad de pensar arroja luz sobre su propia

2 Cfr. H.-B. Gerl-Falkovitz, Einleitung zu Briefe III (Introducción a


Cartas III), págs. 23 s.

150
FE Y RAZÓN

experiencia del verano de 1921. Entonces se le debió de hacer


patente lo limitado de las posibilidades de expresión filosófi­
cas con respecto a conocimientos religiosos más hondos* pero
no parece haber sentido la necesidad de dar voz a esa expe­
riencia. No obstante, entender que se sienta la necesidad de tal
comunicación mueve a Edith Stein a comunicar a Ingarden
algunas ideas fundamentales sobre metafísica: «¿Pero qué
puede resultar de eso? 'Fábulas poéticas' no son; de eso se da
cuenta usted mismo: si no, no se inquietaría. Usted ve que
aquí hay una pretensión de verdad. ¿Qué verdad será esa?
¿Con qué método se alcanza? Difícilmente podrá negar que,
en parte, se trata de circunstancias razonables en el más es­
tricto sentido fenomenológico, menos aún si las mira con más
detalle. Más allá de eso es algo que no se plasma tan fácilmen­
te. No es una construcción. Podríamos llamarlo especulación
si dejamos de lado las reminiscencias negativas y atendemos
al sentido original de la palabra. Creo que ese es el acceso a las
cuestiones metafísicas y tan seguro es que cualquier filósofo
es un metafísico en lo hondo de su corazón como que cual­
quiera especula explícita o implícitamente. En uno está la me­
tafísica a la vista, en otro, entre líneas. Todo filósofo grande
tiene la suya y no está dicho que tenga que ser accesible a
cualquiera. Está unida estrecha -y legítimamente- a la fe. Lo
que ve la señora Conrad solo se puede ver si se está bien den­
tro del mundo cristiano o si, no estando dentro, se está con­
vencido de su realidad» (Briefe III, pág. 146). Entre estos últi­
mos se cuenta Edith Stein durante su catecumenado. La
observación sobre la causa de la intranquilidad interior que
genera el libro en Ingarden delata olfato psicológico. Más cla­
ra es la orientación de Edith Stein hacia la metafísica, que re­

151
VIKIRANFF

conoce ahora como tarea capital de la filosofía hasta el punto


de medir el significado de un proyecto filosófico por la calidad
de su metafísica. Con eso se apela a la conexión interna de la
metafísica filosófica con la fe religiosa que después marcará
su propia filosofía. Aparece como una definición de la metafí­
sica la descripción de la especulación como reflejo de lo que se
reconoce que es el fundamento más hondo y último tras la su­
perficie de los acontecimientos.
Las cartas a Ingarden se espacian hasta períodos de casi
un año. En la del 1 de agosto de 1923, escrita a las tres de la
noche en el trayecto de Breslau a Bergzabem, se pronuncia
sobre los límites del método fenomeñológico: «Con lo que es­
cribe sobre el defecto del método fenomenológico estoy bas­
tante de acuerdo. Eso mismo me llama a mí ahora la atención
cuando me reúno, a veces, con personas educadas en la esco­
lástica. Ahí se encuentra el aparato terminológico preciso y
contrastado que nos falta a nosotros. Únicamente les suele fal­
tar a cambio el contacto inmediato con las Cosas, que es nues­
tro aire vital: el aparato terminológico fácilmente le cierra a
uno frente a la aceptación dé lo nuevo» (Briefe III, pág. 149).
Pero la unidad en las cuestiones filosóficas termina en cuanto
entran en juego temas religiosos o metafísicos.
Gon una nitidez refrescante se pronunciar en la carta del
Corpus de 1924; sobre las objeciones y las opiniones presumi­
blemente agresivas de Ingarden. Primero dá cuenta de su tra­
bajo de traducción, en ese tiempo, dedicado a John Henry
Newman. Es muy bonito para ella entrar en contacto con un
espíritu como aquel, pues «su vida entera fue una búsqueda de
la verdad que le condujo con irresistible necesidad a la Iglesia
católica. Y ahora llegó al punto que hace que responder a su

152
FE Y RAZÓN

carta me resulte una ardua empresa. Al leer las últimas líneas


me pregunté: ¿Cómo es posible que una persona con forma­
ción científica, que aspira a una estricta objetividad y que no
emitiría un juicio sobre la más mínima cuestión filosófica sin
una exhaustiva investigación, despache los problemas más im­
portantes con palabrería digna de un periódico de pueblo? Me
refiero a lo de ‘el aparato dogmático ideado para la domina­
ción de las masas': no se lo tome como un reproche personal,
pero su conducta es la típica de los intelectuales sin formación
eclesiástica y lo mismo hacía yo hasta hace pocos años.
Pero déjeme, por nuestra larga amistad, transformar el
problema genérico en una pregunta a su conciencia: ¿Cuánto
tiempo ha dedicado, desde las clases de religión en el colegio, al
estudio del dogma católico, a su fundamentación teológica, a su
desarrollo histórico? ¿Y sé ha planteado la pregunta de cómo se
explica que hombres como Agustín, Anselmo de Canterbury,
Buenaventura* Tomás (por no hablar de los muchos miles cu­
yos nombres son desconocidos alprofano, pero que fueron o
son, sin duda, tan inteligentes como nosotros, que nos tenemos
por tan ilustres), cómo se explica que esos hombres hayan visto
en el despreciable dogma lo más alto a lo que puede llegar el es­
píritu humano y lo único que merece que se le entregue la vida?
¿Con qué derecho puede tratar de tontos o de astutos embauca­
dores a los grandes maestros y santos de la Iglesia? Levantar se­
mejante sospecha como la que contienen sus palabras solo se
puede hacer después de examinar atentísimamente todos los
hechos que entran en consideración. ¿Se planteará, si no en
consideración a usted mismo, por lo menos a mí, estas cuestio­
nes imparcialmente y las responderá? Respóndase a sí mismo,
no necesita hacerlo a mí si no quiere» {Briefe III, págs. 153 s.).

153
VIKIRANFF

En esta carta habla claramente de la capacidad de dar ra­


zón del conocimiento de la fe y de exigir, también, al adversa­
rio argumentos racionales. Se puede tomar como ejemplo para
enfrentarse a los críticos de la fe que su claridad no requiere
más comentarios. El final de la carta se muestra como un in­
tento de apaciguamiento; Edith Stein cuenta una fiesta que
acaba de celebrarse en el internado del convento, como para
transmitir a su interlocutor una imagen amable y alegre de la
vida católica. «Verdaderamente, a nadie se puede compadecer
menos que a mí. No me cambiaría por nadie del mundo. Y no
he sabido lo que es querer vivir hasta que sé para qué vivo».
La carta de Navidad de ese mismo año permite concluir
que continúa la actitud distante de Ingarden, pues Edith Stein
explica su largo silencio diciendo que, en su opinión, no sirve
de nada seguir hablando a su interlocutor de temas que la
ocupan a ella por dentro. Que así lo ha deducido de su última
carta. Pero lo achaca a sus supuestas toscas maneras y al he­
cho de que muchas cosas se transmiten mejor en contacto per­
sonal que por cartas, después de años de separación.
Edith Stein mantiene, durante un largo período de tiem­
po, las discusiones con Ingarden sobre cuestiones religiosas,
filosóficas y metafísicas. En ningún otro lugar ha explicado
con más detalle que en estas cartas sus posiciones. Con ellas
mejora la perspectiva sobre los cimientos intelectuales de sus
publicaciones de la época de Espira y Colonia. Como es difícil
resumir con precisión sus análisis y argumentos, será mejor
dejar que hable Edith Stein a través de los fragmentos de sus
cartas que muestran sus modos de ver y su evolución. Esto
afecta, para empezarla su concepción de la metafísica, que
describe el 28 de noviembre de 1926: «Mi postura con respec­

154
FE Y RAZÓN

to a la metafísica no es como supone. Creo que solo se puede


construir sobre una filosofía que sea tan crítica como pueda
-pero crítica también frente a sus propias posibilidades- y so­
bre uña doctrina de la fe positiva, es decir, fundamentada en la
revelación. Cualquier metafísica que construya un sistema sa­
lido de la cabeza de un filósofo será, en gran parte, una fanta­
sía y es cuestión de suerte el germen de verdad que haya en
ella» (Briefe III, pág. 175).
Posiblemente, Ingarden había imaginado en Edith Stein
una posición fideísta acrítica. Al contrario, ella exige del filó­
sofo una fundamentación objetiva de su modelo metafísico. A
continuación aplica esa perspectiva a Scheler, cuyo reciente
abandono de la fe católica le había conducido a posiciones pu­
ramente subjetivas. No conoce su nuevo escrito pero «me re­
sulta muy explicable que, desde su separación de la Iglesia, se
haga cada vez más aventurero y tiene que llegar al final a ido­
latrarse». Tiene mucho que agradecerle pero cree «que su es­
trella se está apagando» y que «quizá el espasmódico delirio
de grandeza» se explique por la pérdida de la actividad docen­
te. Y entonces da más detalles sobre su propia posición: «Una
metafísica como yo la concibo debe ir precedida de una deli­
mitación crítica de lo que corresponde a la filosofía (o sea, bá­
sicamente, teoría del conocimiento y ontología) y a la teología
por separado; una delimitación crítica por ambas partes. Y de­
trás de la 'fundamentación definitiva de la teoría del conoci­
miento hecha por sí misma pongo un gran signo de interroga­
ción. Quien no tiene bajo los pies el suelo de la fe será
consecuente, desde el punto de vista de la conciencia científi­
ca, si renuncia a la metafísica y, con ella, a una explicación
completa del mundo. Pero esto es lo que sostiene hasta el final

155
V KIRA NFF

de su vida un racionalista e intelectualista fanático, Y los tales


están ahora extinguiéndose» {Briefe III, pág. 175).
Añadamos aquí un excurso sobre la cuestión de la «filo­
sofía cristiana». Edith Stein reflexionó, en publicaciones pos­
teriores, sobre la relación entre la filosofía y la teología y las
condiciones de una filosofía cristiana. Una primera considera­
ción de esta especie se encuentra en el contexto de la compa­
ración filosófica entre el método escolástico y el fenomenoló-
gico, que apareció en 1929 cómo ensayo comparativo en el
libro-homenaje por el 70 cumpleaños de Husserl3. El segundo
capítulo, Natürliehe und übernatürlicheVernünft; Glauben und
Wissen (Razón natural y sobrenatural; fe y saber), contrapone
las dos posiciones desde el aspecto del concepto de razón.
Husserl solo reconoce la razón natural como fuente filosófica
del conocimiento y, sin embargo, considera su pensamiento
más allá de la distinción puramente empírica de naturaleza y
sobrenaturaleza y Se apoya en la razón como tal. La fe es para
él una instancia para la religión pero no para la filosofía. Pien­
sa que la filosofía moderna, a diferencia de la medieval, que li­
mita la razón natural, traza los límites entre fe y filosofía me­
diante la razón natural autónoma. Pero se plantea la cuestión
de dónde hay que buscar el nudo gordiano de la filosofía mo­
derna desde el que se puedan determinar sus límites.
Tomás de Aquino, en cambio, no conoce crítica trascen­
dente4 alguna. Más bien considera los límites de1la razón hu­

3 Was ist Philosophie?. '■(¿Qué es la filosofía?), en; E. S tein, Erkenntnis


und Glaube (Conocimiento y fe) (Werke, vol. XV,1993, págs, 19-48 (Título
breve =Erkenntnis).
4 Trascendente: relativo a las condiciones de la posibilidad del conoci­
miento.

156
FE Y RAZÓN

mana, cuyo camino es infinito; a causa de la infinitud de lo que


puede conocer. La plenitud de Dios, en cambio, abarca todo el
conocimiento y descansa en él. Puede hacer partícipes de su
plenitud a los demás espíritus, según la capacidad de cada uno.
En la meta, la vida eterna, el espíritu finito abarca todo lo que
es capaz en una sola intuición. Algo de lo que verá en la meta
se le revela antes para que lo tome por la fe y pueda alcanzar la
meta. En la vida eterna se conocerá de otra manera tanto lo
que se conoce como lo que se cree en la vida terrena. Así es co­
mo Tomás de Aquino ve en la fe un camino racional hacia la
verdad, con más certeza de la que la razón natural es capaz.
De ahí deduce Edith Stein un doble significado de la fe
para la filosofía: «Si la fe accede a verdades que no se pueden
alcanzar por otro camino, la filosofía no puede renunciar a es­
tas verdades de fe sin renunciar a su pretensión de verdad uni­
versal y, aún más, sin exponerse al riesgo de que se le intro­
duzca el error en la parte del conocimiento que le corresponde
porque, por la interdependencia orgánica de la verdad, todo
aspecto parcial de ella puede quedar mal iluminado si se corta
la conexión con el conjunto. De ahí resulta una dependencia
material de la filosofía respecto de la fe. Por tanto, si es propia
de la fe la certeza más alta que puede lograr el hombre y si la
filosofía pretende proporcionar la mayor certeza alcanzable,
tiene que apropiarse la fe. Esto sucede cuando acepta en sí las
verdades de fe, más aún, midiendo todas las demás verdades
con ellas como criterio último. Y así resulta también una de­
pendencia formal de la filosofía respecto de la fe» (Érkenntnis,
págs. 27 s.). Por esta vía evalúa el conocimiento natural las
verdades de fe. Según santo Tomás, la verdad de la revelación
se oculta en la fe o en Dios mismo, que la regala al hombre en
VIKIRANFF

la certeza de la fe. La certeza de la fe como regalo de la gracia


descubre la necesidad de construir la filosofía desde la fe {Er­
kenntnis, pág. 29).
Otro intento de mediación por parte de Edith Stein en­
tre la perspectiva filosófica y el conocimiento de la fe se en­
cuentra en su principal obra filosófica Endíiches und ewiges
Sein (Ser finito y eterno)5. Dentro de la introducción, el aparta­
do 4 Sinn und Moglichkeit einer «Chñstlichen Philosophie»
(Sentido y posibilidad de una «filosofía cristiana») trata la cues­
tión de la unión de losóos campos. Distingue tres definiciones
de filosofía cristiana (Sein, págs. 12 s., nota 18). Los Padres de
la Iglesia vieron en la misma fe su filosofía, puesto que había
cumplido el objetivo de la filosofía griega y puesto que la ense­
ñanza de la fe se servía de conceptos filosóficos. No hay en ella
diferencia respecto de la teología. En segundo lugar se llamó
filosofía cristiana al intento de utilizar como fuente de conoci­
miento dentro de la filosofía no solo la razón natural, sino
también la fe. En la medida en que se vio en la filosofía una
ciencia puramente natural, como en el tomismo, se le retiró a
una «filosofía cristiana» así la denominación de filosofía, pen­
sando que, en cuanto los contenidos de la revelación sirven co­
mo fundamentos del conocimiento, se trata de teología. En
tercer lugar se designa como filosofía cristiana a la filosofía
medieval, ya que surgió bajo el influjo del cristianismo.
Edith Stein se distancia de santo Tomás al consentir que
los contenidos de la fe generen nuevas perspectivas dentro de
la filosofía. Así la doctrina de la fe puede abrir nuevos concep-

5 E. S tein, Endíiches und ewiges Sein (Ser finito y eterno) (Werke


II), 1986 (Título breve = Sein).

158
FE Y RAZÓN

tos a la filosofía, como sucede en la tradición cristiana con los


conceptos de «creación» y «persona». Puesto que el hombre
no puede lograr, por sus propias fuerzas, ningún conocimien­
to último, la filosofía debería aceptar a la fe y la teología como
autoridades sobre lo divino, de manera análoga a como recibe
de las ciencias empíricas los conocimientos de la naturaleza.
La filosofía debe completarse con la teología sin convertirse
en teología. La filosofía «cristiana» tiene que poner sus pro­
pios conocimientos en consonancia con la fe y la teología. Una
filosofía así, que utiliza la fe como fuente de conocimiento, ya
no se debe entender «como filosofía pura y autónoma». Pero
no es acertado tratarla como teología. Lo determinante es,
más bien, el objetivo.
Para el filósofo, la verdad revelada importa en cuanto
verdad. «Lo que procede de la mirada conjunta de la verdad
de fe y el conocimiento filosófico lleva el sello de la doble
fuente de conocimiento (...). Pero precisamente porque la filo­
sofía (no la teología) requiere completar su contenido, le co­
rresponde la tarea de elaborar la unidad de una doctrina uni­
taria. Así es (...) la filosofía cristiana (...) el ideal de un
perfectum opus rationis6 si logra resumir en una unidad el con­
junto de lo que nos Hacen accesible la razón natural y la reve­
lación (...). El cumplimiento completo de lo que se propone la
filosofía en cuanto aspiración a la sabiduría es solo la misma
sabiduría divinadla simple visión con que Dios se abarca a Sí y
a todo lo creado» (Sein, págs. 25 ss.). Pero, como la fe es un
claroscuro, el mayor acercamiento posible en la tierra a esta
meta se da en la visión mística. La fe abarca, por encima de to­

6 Perfectum opus rationis: obra culminada de la razón.


VIKIRANFF

dos los conocimientos comprensibles conceptualmente, la ver­


dad única. Por eso, está más cerca de la sabiduría divina que
la filosofía y la teología. «Una filosofía cristiana considerará
como su tarea más noble la de preparar el camino de la fe».
Por eso quiso santo Tomás construir una filosofía pura
sobre la base de la razón natural, «porque solo así se consigue
un trecho de camino común con los no creyentes» (Sein, pág.
29). Así se hace posible una investigación común con los que
piensan diferente. La filosofía cristiana puede poner sus resul­
tados a disposición de otros y dejarles que elijan y comprueben.
Para el no creyente no hay razón objetiva para desconfiar de los
resultados de su procedimiento natural,, solo porque se midan
por la verdad de la fe, además de por las verdades más. altas de
la razón. No se le impide manejar estrictamente la medida de la
razón y rechazar ló que no la satisfaga. Después es asunto suyo
si se deja acompañar y se da por enterado de los resultados ob­
tenidos con ayuda de la revelación. No aceptará como tesis las
verdades de fe que emplee, igual que un creyente, sino como hi­
pótesis. Pero, para decidir si las consecuencias que se saquen de
ellas están de acuerdo con las verdades dé la razón o no, vuelve
a haber un patrón común a las dos partes. Después tendrá que
tomarse con paciencia ver si se hace con la misma perspectiva
de conjunto que obtiene el filósofo creyente desde la razón na­
tural y la vérdad revelada y, por tanto, con una comprensión
más amplia del ser. Si está tan libre de prejuicios como crea que
haya de estarlo un filósofo, entonces, por lo menos, no tendrá
miedo a intentarlo» (Sein, págs. 29 s.).
Edith Stein quiere crear así una base filosófica común
sobre el cimiento del uso sin prejuicios de la razón natural. A
partir de ahí, la filosofía cristiana puede seguir pensando los

160
FE Y RAZÓN

contenidos de la fe con la razón común a cualquier filosofía. A


eso lo llama «filosofía sobrenatural». La referencia al examen
sin prejuicios de los fenómenos religiosos, que son objeto de la
filosofía en cuanto que trata de todos los fenómenos pensables,
podría muy bien proceder de su propia experiencia en las cla­
ses de Max Scheler en Góttingen. Introduciéndose intelectual­
mente en el fenómeno de la religión, acabó encontrando la fe
por ese largo camino, En una carta del 13 de noviembre de
1932 le dice Edith Stein a Hedwig Conrad-Martius. «Yo tengo
(...) otra idea de la metafísica: como algo que abarca toda la
realidad incluyendo la verdad revelada, o sea; como fundamen­
tada en la filosofía y la teología» (Briefe II, pág. 250). Este pen­
samiento lo aplica, también, a la pedagogía en su Vorlesung zur
philosophischen Anthropologie (Lecciones de antropología filo­
sófica) cuando parte de una «irrenuneiabilidad de la verdad re­
velada para la tarea y la ciencia educativas»7;y constata que la
ciencia educativa en el estado entonces actual no basta para la
tarea educativa práctica y necesita completarse desdé la fe.
Los investigadores siguen en desacuerdo sobre si Edith
Stein consiguió la delimitación crítica entre filosofía y teolo­
gía que ella misma exigía y si la llevó adecuadamante a cabo
en su propio desarrollo de «filosofía cristiana». ¿Se puede
construir una filosofía a partir de la fe sin acabar en un círcu­
lo cerrado o en él fideísmo? ¿Se puede completar la filosofía
con la teología sin que se convierta en teología? ¿Qué es exac­
tamente filosofía sobrenatural para Edith Stein? Habría que
explicar sistemáticamente estas cuestiones. El análisis de es­

7 E. Stein, DerAufbau der menschlichen Person (La construcción de la


persona humana) (ESGA, vol. 14), 2004, pág. 161.

161
VIKIRANFF

tos problemas, incluyendo la controvertida discusión especia­


lizada, se saldría, sin embargo, del ámbito de esta introduc­
ción a Edith Stein8.
Tras este excurso sobre la filosofía cristiana en Edith
Stein como explicación de su concepción de la metafísica, vea­
mos ahora su comprensión de la fe a partir de la carta del 28
de noviembre de 1926 a Román Ingarden: «Bueno, ahora la fe.
Si entendiera por fe un acto que se pudiera parafrasear como
actos de conocimiento, entonces yo misma sospecharía de
ella. Pero la fe cuya fuerza creadora y transformadora percibo
de manera absolutamente real en mí y en otros, la fe que ha le­
vantado las catedrales de la Edad Media y la construcción no
menos admirable de la liturgia, la fe que santo Tomás llama 'el
comienzo de la vida eterna en nosotros', esa fe me quita todo
escepticismo. Tómese esto como quiera» (.Briefe Hl, pág. 176).
Unos actos aislados no proporcionan una unidad espiritual,
puesto que les falta la continuidad y un punto de referencia
que se extienda en el tiempo. Edith Stein recoge algunos pun­
tos de referencia históricos para ilustrar que la realidad perci­
bida, en cambio, está marcada en el ámbito personal y en la
historia por la continuidad. En Dios se da, además, el origen
que sobrepasa toda caducidad y aislamiento. Por eso, se re­
suelve toda sospecha y desconfianza en la fe como activismo.
Después de diez años, en 1927, se vuelven a ver Edith
Stein y Román Ingarden en Bergzabem. Este encuentro per­
mite a Edith Stein, en la carta de 8 de noviembre de 1927 ar­
ticular su visión del mundo no solo filosófica y teológicamente

8 Sobre la controversia puede verse el apartado correspondiente en las


sugerencias bibliográficas al final del libro.

162
FE Y RAZÓN

sino explicando también motivaciones personales. Se alegra


de que Ingarden sienta como «acercamiento» que ella esté
«creciendo en el mundo católico». Le dice que le facilitó el
acceso a la fe antes de su conversión la obra de Móhler9 Sym-
bolik oder Darstellung derdogmatischen Gegensatze der Ka~
tholiken und der Protestanten nach ihren óffentlichen Bekennt-
nisschriften (Simbolismo o representación de las contradicciones
dogmáticas de católicos y protestantes según sus confesiones
públicas de fe) y, después, la de Scheeben10Mysterien des Chris-
tentums (Misterios del cristianismo).
La carta termina con una larga confesión en la que
Edith Stein describe el significado interior de la conversión.
Transcribiremos el fragmento, ya que se trata de una de las
pocas ocasiones en que Edith Stein deja ver de cerca sus moti­
vaciones personales: «Parece como si tuviera usted que llegar
por caminos racionales hasta los confines de la ratio y, por
tanto, hasta las puertas del misterio. Quizá pueda ayudarle en
eso Newman, aunque su punto de partida sea completamente
distinto (...). Habrá quedado claro que yo no le conté mi pro­
pio camino pensando que fuera el camino. Estoy firmemente
convencida de que hay tantos caminos a Roma como cabe­
zas... y corazones. Quizá haya dejado lo intelectual en mal lu­
gar en la representación de mi camino. En los largos años de
preparación, seguro que influyó mucho. Pero conscientemen­
te fue decisivo el suceder real -no el ‘sentimiento- de la mano
de la imagen concreta del cristianismo en testigos elocuentes:

9 Johann Adam Móhler (1776-1838), uno de los fundadores de la es­


cuela de teología católica de Tubinga.
10 Matthias Joseph Scheeben (1835-1888), profesor de teología en Co­
lonia.

163
VIKIRANFF

Agustín, Francisco, Teresa. ¿Cómo describirle en pocas pala­


bras el cuadro de ese ‘suceder real? Es un mundo infinito com­
pletamente nuevo que se abre al empezar a vivir hacia dentro
en lugar de hacia fuera. Todas las realidades con las que se tenía
que ver hasta el momento se hacen transparentes, y se hacen
perceptibles las fuerzas que llevan y mueven auténticamente.
¡Qué irrelevantes se ven los conflictos en los que se estaba meti­
do antes! ¡Y qué plenitud de vida, con dolores y dichas que el
mundo terreno no conoce y no puede concebir, abarca un solo
día, aparentemente vacío, de la insignificante existencia huma­
na! Y qué raro se siente uno viviendo como una de ellas entre
personas que solo ven la superficie, sin que noten ni se imagi­
nen que uno lleva todo eso otro consigo. ¿Está pensando ahora
que estoy loca con estas cosas tan misteriosas? No lo tome a
mal; si quiere, volveré con mucho gusto a pisar el suelo de la ra-
tio, en donde usted se siente más en casa. No se me ha olvidado
del todo cómo se usa, incluso la aprecio -con sus limitaciones-
mucho más que antes» (Brkfe III, págs. 188s.).
Doce días después, le explica con más detalle Inexpe­
riencia religiosa, que no se debe confundir con la visión inme­
diata de Dios. Y, además, le explica el caso especial de los fe­
nómenos místicos y los criterios sobre su credibilidad. Pero el
camino normal pasa «por efectos que se notan en sí, en otros y
en pequeños acontecimientos de la naturaleza y la vida de los
hombres, sin que, de cada uno de ellos por separado, la auto­
ría divina sea tan evidente que no se pueda pensar en otra ex­
plicación, pero a la vez sin que dejen de señalarla, al menos en
conjunto (algunos incluso aisladamente, con tal fuerza que
uno no puede sustraerse a ella), de tal manera que ya no se
puede dudar realmente de ella, aunque se quiera hacerlo me­

164
FE Y RAZÓN

todológicamente» (.Briefe III, pág. 191). Se desprende que In­


garden debió de haber hecho una comparación con el mundo
exterior: que incluso un idealista que lo considere constituido
por el espíritu, trata el mundo como realidad. Aquí explica
Edith Stein que algo parecido le sucede al salmista a quien la
invisibilidad de Dios no le impide tenerlo por existente y que,
por eso, dice del ateo que es un necio11. «No hace falta dar, en
el curso de la vida, con una justificación de la experiencia reli­
giosa. Pero sí que hace falta decidirse por Dios o contra ÉL Es­
to es lo que se nos exige: decidirnos sin certificado de garan­
tía. Esta es la gran osadía de la fe. El itinerario Va de la fe a la
visión, no al revés. Quien es demasiado orgulloso para pasar
por esa portezuela no entra. Pero el que pasa, consigue ya en
esta vida una claridad cada vez mayor y experimenta lo justifi­
cado del credo ut intelligam*12. También yo creo que en esto hay
poco que hacer con construcciones o fantasías: donde se care­
ce de experiencia propia hay que atenerse al testimonio de ho-
mines religiosL Ahí sí que no hay carencias. Para mi manera
de sentir, los más impresionantes son los místicos españoles,
Teresa y Juan de la Cruz» (Briefe III, pág. 191).
Parece que Ingarden hizo más objeciones hacia la credi­
bilidad dé las experiencias místicas. En Año Nuevo de 1928,
Edith Stein le comunica la decisión de no entrar hasta más
adelante en interpretaciones sobre religión, porque tiene que
entretenerse con cada malentendido y con cada presuposición
equivocada y le da la impresión de no estar ganando nada con

n Sal 14,1: Dice el necio en su corazón: No hay Dios.


12 Credo ut intelligam: creo para entender, una expresión de Anselmo
dé Canterbury (1033/34-1109),

165
VIKIRANFF

ello. Ni se le pasa por la cabeza que es que él quiera arrancarle


la fe, «no le creo capaz de empresa tan absurda», pero supone,
después de cada carta, que va hacer falta un nuevo comenta­
rio. «Es que me acuerdo bien de lo que me pasaba a mí hasta
que se me cayó la venda de los ojos. Decía cosas parecidas y
no se me podía enseñar nada con discusiones teóricas. Cuan­
do dé usted el cambio, probablemente, se podrá decir mucho
mejor a sí mismo lo que yo pudiera decirle ahora. Si se ha to­
mado en serio la búsqueda de la verdad en las cosas religiosas,
o sea, la búsqueda de Dios, no la de la demostración de la ex­
periencia religiosa, encontrará sin duda un camino» (Briefe
III, pág. 193).
Pero sí que vuelve al argumento, después de haberle re­
comendado algunos escritores de espiritualidad para el estu­
dio de la experiencia religiosa. Es verdad que la Iglesia no vin­
cula la fe a las revelaciones privadas, pero Edith Stein no
admite la imputación de que se trata de tendencias enfermi­
zas. Contra esa suposición anota lacónicamente: «Dígame, por
favor: con eso, ¿qué se explica?». Parece que Ingarden tomó
eso como una manera de obviar la discusión. Edith Stein le
explica que no es obligatorio el estilo de la discusión prece­
dente y le propone que le plantee cuestiones religiosas según
su necesidad para que ella las conteste; de lo contrario prefie­
re callar. Explica su opinión sobre los límites de toda filosofía:
«Tengo el convencimiento, no solo religioso sino también filo­
sófico, de que hay cosas que están más allá de los límites del
conocimiento natural. La filosofía, entendida como ciencia a
partir del conocimiento puramente natural, que es como, sin
duda, usted la considera, puede reconocer precisamente esos
límites propios. Entonces, lo consecuente filosóficamente es

166
FE Y RAZÓN

respetar los límites y lo incongruente, querer producir algo


más allá de ellos con medios puramente filosóficos» {Briefe
III, pág. 195),
En la última carta sobre filosofía de la religión que
Edith Stein escribe a Ingarden el 11 de julio de 1929 le tiende
un puente de acceso a las realidades más profundas: «Me ale­
gra mucho que haya dado con algo en la realidad que 'provi­
sionalmente' no pueda resolver. Si sigue trabajando pulcra y
meticulosamente en conciencia (...), creo que ahí encontrará
mucho más de lo que busca» (.Briefe III, pág. 202).

167
ANALOGÍAS EN F ID E S E T R A T I O

Una comparación con los párrafos, pertinentes de la en­


cíclica del Papa Juan Pablo II Fides et vatio1 de 1998 muestra
lo fundamental y actual de las cuestiones y respuestas que
plantea Edith Stein. Juan Pablo II nombra a Edith Stein ex­
presamente en la serie de filósofos del Este y el Oeste que han
creado una «fecunda relación entre filosofía y palabra de
Dios» que «se manifiesta también en la decidida búsqueda
realizada por pensadores más recientes» (n° 74). Igual que
Edith Stein, el Papa destaca la importancia de la búsqueda de
la verdad como un especial servicio a la humanidad. La filoso­
fía sobresale entre las múltiples posibilidades de promover el
conocimiento de la verdad. A causa de su contribución a plan­
tear las preguntas y respuestas sobre el sentido del hombre,
«se configura como una de las tareas más nobles de la huma­
nidad» (n° 3). La admiración por la creación despierta los co­
nocimientos elementales. «Lá capacidad especulativa, que es
propia de la inteligencia humana, lleva a elaborar, a través de
la actividad filosófica, una forma de pensamiento riguroso» y
lleva al saber. Pero aquí previene contra «la tentación de iden­

1 Juan Pablo II, Encíclica F ides et r&tio sobre la relación éntre la fe y la


ra zó n , 1998. : . 1

169
VIKIRANFF

tificar una sola corriente con todo el pensamiento filosófico»


(n° 4). La Iglesia reconoce en la filosofía un camino para el co­
nocimiento de las verdades fundamentales de la existencia hu­
mana, «Al mismo tiempo, considera a la filosofía como una
ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y
comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la cono­
cen». Edith Stein destacó, en múltiples ocasiones, no solo este
aspecto misionero, sino también la advertencia contra el olvi­
do de la dimensión de la verdad trascendente al hombre. Fides
et ratio anota que «la razón misma, movida á indagar de for­
ma unilateral sobre el hombre como sujeto, parece haber olvi­
dado que este está también llamado a orientarse hacia una
verdad que lo transciende. (...) En lugar de apoyarse sobre la
capacidad que tiene el hombre para conocer la verdad, ha pre­
ferido destacar sus límites y condicionamientos» (n° 5). Pero
es tarea de la filosofía continuar orientando el pensamiento y
la cultura a la búsqueda de la verdad. Para ello tiene que reto­
mar su vocación original (n° 6).
El conocimiento de Dios culmina todo conocimiento
humano verdadero sobre el sentido de la vida. En la orienta­
ción del hombre a la verdad se muestra también su libertad,
pues «la libertad alcanza la certeza de la verdad y decide vivir
en la misma». El entendimiento hace, también, sus propias
averiguaciones dentro del misterio y lo investiga desde dentro.
Pero el conocimiento de la fe no elimina el misterio (n° 13). La
verdad de la revelación en Cristo, «a la vez que respeta la auto­
nomía de la criatura y su libertad, la obliga a abrirse a la tras­
cendencia. Aquí la relación entre libertad y verdad llega al má­
ximo (...); la verdad (...) exige ser acogida como expresión de

170
ANALOGÍAS EN F ID E S E T R A T I O

amor» (n° 15). Filosofía y teología tienen por igual la tarea dé


investigar el «fin último de la existencia personal».
Una parte relativamente grande de la encíclica se dedica
al Libro de la Sabiduría (Sb 9,11) y a las consecuencias filosó­
ficas de ese texto del Antiguo Testamento. Los puntos 16 a 20
subrayan el amor a la verdad del sabio, la unidad de razón y
conocimiento de la fe, la actuación del Dios de Israel, la noble­
za de la búsqueda dé la verdad, el dinamismo del anhelo reli­
gioso, el papel de Israel en la historia del pensamiento, así co­
mo el peligro de la necedad según Sal 14, 1 y el impedimento
del conocimiento de Dios por el pecado. Los paralelismos con
Edith Stein, cuando estudia los mismos textos bíblicos, son
patentes: «el hombre con la razón alcanza la verdad, porque
iluminado por la fe descubre el sentido profundo de cada cosa
y, en particular, de la propia existencia» (n° 2G), pues el hom­
bre tiene «la certeza de que Dios lo ha creado como uri “explo­
rador"» (n°21).
Una auténtica ciencia de la cruz de acuerdo con 1 C ol,
20-28 se encuentra en el número 23: «La filosofía, que por sí
misma es capaz de reconocer el incesante transcenderse del
hombre hacia la verdad, ayudada por la fe puede abrirse a
acoger en la «locura» de la Cruz la auténtica crítica de los que
creen poseer la verdad (...). La relación entre fe y filosofía en­
cuentra eri la predicación de Cristo crucificado y resucitado el
escollo contra el cual puede naufragar, pero por encima del
cual puede desembocar en el océano sin límites de la verdad».
Todo el capítulo III de la encíclica se encuentra bajo el
punto de vista de la búsqueda de la verdad. En él se muestra
un camino para todos los hombres que la vida de Edith Stein
muestra expresivamente. Según Hch 17, 26-27, en su discurso

171
VJKIRANFF

en el Areópago en Atenas, san Pablo «pone de relieve una ver­


dad que la Iglesia ha conservado siempre: en lo más profundo
del corazón del hombre está el deseo y la nostalgia de Dios. Lo
recuerda con énfasis también la liturgia ídel Viernes Santo
cuando, invitando a orar por los que no creen, nos hace decir:
«Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres
para que te busquen, y cuando te encuentren^ descansen en
ti». Existe, pues, un camino que el hombre, si quiere, puede
recorrer; inicia con la capacidad de la razón de levantarse más
allá de lo contingente para ir hacia lo infinito. (...) La filosofía
ha asumido de manera peculiar este movimiento y ha expresa­
do, con sus medios y según sus propias modalidades científi­
cas, este deseo universal del hombre» (n° 24).
Sin embargo, todos los hombres anhelan en su ansia de
saber esta verdad que incluye el sentido y la exigencia de in­
mortalidad. La búsqueda se dirige hacia un valor absoluto co­
mo fundamento de todo el ser. El hombre no puede sustentar
su vida en la duda y la incertidümbre, de manera qué se le
puede definir como buscador de la verdad (cfr. núms. 26-28);.
Como el científico que, cuando tiene que desechar una hipóte­
sis, sigue investigando para dar con una. respuesta adecuada,
busca cada hombre un conocimiento vinculante en el ámbito
de las verdades últimas. «La sed de verdad está tan radicada
en el corazón del hombre que tener que prescindir de ella
comprometería la existencia» (n° 20). El pensamiento crítico,
a lo largo del proceso de maduración personal, puede poner
en duda verdades, pero esas mismas verdades se pueden recu­
perar elevadas a otro nivel después de esa fase intermedia. Se
muestra que el hombre, en muchos aspectos, vive de una fe
que incluye una relación entre personas, «En efecto, la perfec­

172
ANALOGÍAS EN F ID E S E T R A T IO

ción del hombre no está en la mera adquisición, del conoci­


miento abstracto de la verdad, sino que consiste también en
una relación viva de entrega y fidelidad hacia el otro. En esta
fidelidad que sabe darse, el hombre encuentra plena certeza y
seguridad. Al mismo tiempo, el conocimiento por creencia,
que se funda sobre la confianza interpersonal, está en relación
con la verdad: el hombre, creyendo, confía en la verdad que el
otro le manifiesta. (...) El mártir (...) es el testigo más auténti­
co de la verdad sobre la existencia. Él sabe que ha hallado en
el encuentro con Jesucristo la verdad sobre su vida y nada ni
nadie podrá arrebatarle jamás esta certeza. Ni el sufrimiento
ni la muerte violenta lo harán apartar de la adhesión a la ver­
dad que ha descubierto en su encuentro, con Cristo» (n° 32).
En esta breve descripción de la dimensión personal de
la búsqueda de la verdad y sus consecuencias se encuentran
los rasgos fundamentales de la evolución de la fe de Edith
Stein, desde sus encuentros con Anne Reinach y Philomene
Steiger, pasando por el de santa Teresa de Ávila hasta la en­
trega de su propia vida. La verdad de la filosofía y la de Cris­
to no están en contradicción, sino que los dos órdenes de co­
nocimiento conducen juntos a la plenitud de la verdad. Y así
hay que entender también la verdad de la revelación con la
luz de la razón (cfr. núms. 34 ss.).
La filosofía antigua se convirtió en camino preferido del
conocimiento de Dios por estar libre del pensamiento mítico y
abierta a la unión de razón y fe. A diferencia de todos los cul­
tos esotéricos, en el cristianismo, la verdad está abierta a to­
dos: «Siendo el acceso a la verdad un bien que permite llegar a
Dios, todos deben poder recorrer este camino». Las vías son
muchas, pero todas deben conducir a Cristo. Según Clemente

173
__________________ VIKIRANFF ___________________

de Alejandría2, el evangelio es la filosofía verdadera. La filoso­


fía griega y romana sirven como preparación a la fe cristiana
de manera análoga a la ley mosaica (cfr. n° 38). El mérito de
los Padres de la Iglesia al enseñar que la «razón purificada y
recta era capaz de llegar a los niveles más altos de la reflexión»
dio «un fundamento sólido a la percepción del ser, de lo tras­
cendente y de lo absoluto». Se mencionan de manera pre­
ferente como maestros de la unión entre filosofía y fe los auto­
res que también inspiran a Edith Stein: Dionisio Areopagita3y
Agustín, Anselmo de Canterbury y Tomás de Aquino (cfr.
Núms. 39-44). La ordenación de fe, filosofía y teología, discu­
tida por Edith Stein en el contexto de lá posibilidad de una fi­
losofía cristiana fue sólidamente ideada por Tomás de Aquino.
Edith Stein sale al encuentro de la tendencia de algunas filoso­
fías modernas de excluir cualquier metáfísica en su ensayo de
síntesis de fenomenología y tomismo.
«A la parresía4 de la fe debe corresponder la audacia de
la razón» (n° 48). La filosofía es autónoma respecto de la teo­
logía puesto que ya, por su propia esencia, se ordena a la ver­
dad. Pero tiene que respetar la verdad revelada! Puede haber
diferentes vías de mediación, el objetivó es siempre alcanzar la
única verdad! Se va desarrollando un tratado a través de las
distintas épocas de la historia de la filosofía sobre las vías y
métodos de unir sin contradicciones los conocimientos filosó-

2 Clemente de Alejandría (ca. 150-215): primer filósofo cristiano y teó­


logo.
3Dionisio Areopagita: teólogo de escuela neoplátonica anterior al 500,.
muy citado y supuesto discípulo de Pablo, según Hch 17, 34.
4 (NT) En el texto alemán se añade la traducción del término: Freimü-
tigkeit, franqueza. r

174
!

ANALOGÍAS EN F ID E S E T R A T IO

fíeos con la verdad revelada. Entre las corrientes filosóficas to­


madas con interés por la Iglesia se destacan, entre otras, las
tradiciones tomista, neotomista y fenomenológíca (cfr. n° 59).
«El hombre es naturalmente filósofo» y puede con la razón al­
canzar por sí algunas de las verdades de la revelación.
«Piénsese, por ejemplo, en el conocimiento natural de Dios, en
la posibilidad de discernirla revelación divina de otros fenó­
menos, en el reconocimiento de su credibilidad, en la aptitud
del lenguaje humano para hablar de forma significativa y ver­
dadera incluso de lo que supera toda experiencia humana. La
razón es llevada por todas estas verdades a reconocer la exis­
tencia de una vía realmente propedéutica á la fe, que puede
desembocar en la acogida de la Revelación, sin menoscabar en
nada sus propios principios y su autonomía» (Núms. 64 y 67).
Este proceso de pensamiento y conocimiento se encuentra es­
pecialmente en los escritos de Edith Stein a partir de 1918, en
los que analiza las interdependencias psicológicas e interper­
sonales. La manera de precisarlas mediante la descripción de
fenómenos religiosos sugiere esta interpretación.
En la búsqueda de lo verdadero, el movimiento del pen­
samiento, partiendo de la palabra de Dios, procurará enten­
derla mejor y empleará, para ello, los conocimientos filosófi­
cos. Pero el pensamiento no deja de ser autónomo, de manera
que no se produce una confusión de filosofía y teología (cfr.
núms. 73 y 75). La encíclica se plantea, igual que Edith Stein,
la posibilidad de una filosofía cristiana. No piensa en una filo­
sofía oficial de la Iglesia, sino en «una especulación filosófica
concebida en unión vital con la fe. No se hace referencia sim­
plemente, pues, a una filosofía hecha por filósofos cristianos,
que en su investigación no han querido contradecir sü fe. Ha­

175
VIKIRANFF

blando de filosofía cristiana se pretende abarcar todos los pro­


gresos importantes del pensamiento filosófico que no se hubie­
ran realizado sin la aportación, directa o indirecta, de la fe cris­
tiana» (Núm. 76). Este bosquejo se parece a la tercera de las
tres posibles definiciones de filosofía cristiana de Edith Stein
en Endliches und ewiges Seín (Ser finito y eterno), donde anota
que es corriente emplear la expresión «filosofía cristiana» para
la filosofía medieval influida por el cristianismo (Sein, pág. 12,
nota 18). Además subraya que filosofía cristiana «no es, sim­
plemente, el nombre de la actitud del filósofo cristiano, ni tam­
poco la denominación para las construcciones doctrinales de
hecho existentes de pensadores cristianos» (Sem, págs; 26 s.).
La encíclica distingue un aspecto subjetivo y un aspecto
objetivo en la filosofía cristiana. El aspecto subjetivo consiste
en la purificación de la razón por la fe. La virtud teologal de la
fe libera a la razón de la tentación del engreimiento. A la vez,
el filósofo recibe fuerzas para afrontar;problemas intelec­
tuales que difícilmente podría resolver sin los conocimientos
de la revelación. El aspecto objetivo se refiere a los contenidos
del pensamiento. La revelación presenta contenidos de fe que
quizá no hubieran sido descubiertos por la razón filosófica
(cfr. n° 76).
También, Edith Stein articula esta posibilidád expresa­
mente: «La doctrina de la fe enriquece a la filosofía con con­
ceptos que, de hecho, le son extraños mientras no los saque de
esta fuente, aunque de suyo podrían-ser descubiertos por ella
(...). Tener en cuenta la verdad revelada puede también consis­
tir en que el filósofo descubra tareas que, sin su conocimiento,
se le habrían escapado (...). Las dos maneras de atender a las
verdades de fe muestran a la filosofía en los distintos estadios

176
ANALOGÍAS EN F ID E S E T R A T IO

que la configuran históricamente en dependencia de la fe y la


teología, como condiciones exteriores de su realización. Dan
como resultado filosofía cristiana en él sentido en que se pue­
de llamar así al tomismo, pero no filosofía cristiana que aco­
giera la verdad revelada en cuanto tal como su contenido.
Guando, en cambio, la filosofía, investigando sobre el ser, tro­
pieza con preguntas que no puede responder con sus propios
medios (...) y hace suyas las respuestas que encuentra en la
doctrina de la fe para llegar así a un conocimiento más amplio
del ser, entonces tenemos una filosofía cristiana que utiliza la
fe como fuente de conocimiento. Ya no es filosofía pura y au­
tónoma. Pero no me parece justificado llamarla teología (...),
lo decisivo es la intención rectora (...), al filósofo lo que le im­
porta cuando toma préstamos de la teología es la verdad en
cuanto verdad» (Sein, págs. 22 y 24 s.).
En Fides et ratio sigue argumentando Juan Pablo II: «Al
especular sobre estos contenidos, los filósofos no se han con­
vertido en teólogos, ya que no han buscado comprender e ilus­
trar la verdad de la fe a partir de la Revelación. Han trabajado
en su propio campo y con su propia metodología puramente
racional, pero ampliando su investigación a nuevos ámbitos
de la verdad» (n° 76). La filosofía y la teología habrán de bus­
car juntas la única verdad con el método propio de cada una.
Igual que Edith Stein al final del apartado 4 de Endliches und
ewiges Sein (Ser finito y eterno) tiende puentes metodológicos
y filosóficos a los no creyentes, desea lo mismo Fides et ratio al
final del capítulo VI sobre la interacción entre teología y filo­
sofía si las dos disciplinas se dejan guiar «por la única autori­
dad de la verdad, de modo que se elabore una filosofía en con­
sonancia con la Palabra de Dios. Esta filosofía ha de ser el

177
___________________________ V IKIRA NFF___________________________

punto de encuentro entre las culturas y la fe cristiana, el lugar


de entendimiento entre creyentes y no creyentes» (n° 79).
La comparación literal de algunos pasajes del apartado
4 Sinn und Móglichkeit eiñer «Chrisilichen Philosophie» (Senti­
do y posibilidad de una «Filosofía cristiana») de la obra de
Edith Stein Endliches und ewiges Sein (Ser finito y eterno) con
el punto 77 de Fides et ratio ilustrará los puntos comunes en la
formulación de cuestiones y posibles respuestas. Pero la prin­
cipal característica común habría que buscarla en la actitud
de búsqueda de verdad en la fe y la razón. <

178
PERSPECTIVAS EUROPEAS

¿Hay una meta en la que confluyan las líneas vitales de


una biografía tan polifacética? ¿Lo es la fe cristiana? ¿La filo­
sofía cristiana? ¿La contemplación? ¿La entrega total en el
martirio? ¿Las raíces judías? La solución, más que en el «o...
o...», habrá que buscarla en el «y... y...». Una perspectiva aglu­
tinadora, que incluye también la formación humanística, po­
dría encontrarse en el concepto de «cultura europea».
Una vez más, la correspondencia con Román Ingarden
muestra lo intensa que fue la participación de Edith Stein en
su tiempo en la cuestión europea. Durante la Primera Guerra
Mundial intercambia ideas, varias veces, con el compañero de
estudios polaco sobre las posibilidades de una Europa unida,
la primera vez el 16 de enero de 1917: «Me gustaría oír mu­
chas cosas dé lo que usted ve pasar en su tierra y de lo que im­
porta a un ciudadano (in spe!) de Centroeuropa. Por cierto, los
objetivos de la Entente1: estrangular a Centroeuropa antes de
que nazca. ¡Pero no van a salir!» (Briefe III, pág. 35). En su si­
guiente carta opina que, tras la güerra, con otra composición
de la cámara de diputados y de los ministerios, Prusia «será
más alemana y así a la vez más centroeuropea» (Briefe III,

1Entente: alianza anglofrancesa en la Primera Guerra Mundial.

179
VTKIRANFF

pág. 35). En marzo de ese mismo año, el ambiente en Breslau


es de cambio hacia Europa. Edith Stein cuenta sus intentos de
aprender la gramática polaca: «Aquí, por cierto, muchos han
aprendido polaco en cursos acelerados y yo he prometido que
le pediría a usted que me recomiende algo de prosa fácil de
leer para principiantes. En este sentido, somos ahora, en gene­
ral, muy 'centroeuropeos’: esta semana tuvimos una cantante
búlgara y el sábado estrenan una ópera polaca» (Briefe III,
pág. 49). Para no dejarse llevar por arrebatos sobre la grave­
dad de la situación, el 6 de julio de 1917 menciona como antí­
dotos dos maneras de dar contenido a la vida: «las ganas de
ver qué será de Europay la esperanza de ser útil a la filosofía»
(Briefe III, pág. 62).
La última anotación sobre cuestiones europeas es del 2
de junio de 1918. Parece que Edith Stein había adjuntado algo
a la carta, a lo que hace una breve referencia para desarrollar, a
continuación, gus propias ideas respecto- del proyecto mencio­
nado, Bien puede ser esta la presentación más interesante y
concreta de su programa para la cuestión europea: «Quizá po^
dría interesarle el proyecto que le adjunto. Me recuerda algo a
mi vieja idea de que debería haber en los distintos países, insti­
tutos 'de intercambio cultural'para poner en marcha el enten­
dimiento mutuo, Se diría que aquí ,se trata, primordialmente,
de lo económico. Pero )a cosa depende, al fin y al cabo, de có­
mo lo hagan las personas que intervengan. Y en mi opinión es­
to no deberían hacerlo, simplemente, sobresalientes eruditos
alemanes -que ya habían existido siempre sin lograr transmitir
un conocimiento suficiente del extranjero-, sino también re­
presentantes de los países extranjeros correspondientes. Para
historia polaca, p. ej., me gustaría tener, sin duda, a un polaco.

180
PERSPECTIVAS EUROPEAS

¡Ya se ocuparán nuestros profesores de la 'objetividad' si falta­


se! Y además, en ese caso, no se trata simplemente de cómo
han sido las cosas, sino casi más de cómo se ven desde el otro
lado. Mire en su entorno, a ver si hay gente adecuada. Quizá se
podría hacer algo en esa dirección» {Briefe III, pág. 84).
Estaba escrito en el destino la relación de Edith Stein
con Polonia. No solo aprende polaco para poder intercambiar
ideas sobre lá literatura y la historia de su patria con el com­
pañero polaco de estudios. Con el trazado de fronteras des­
pués de la Segunda Guerra Mundial, ya no está solo el lugar
de su martirio, sino que también su ciudad natal queda en te­
rritorio soberano de Polonia.
Después de la beatificación en Colonia el 1 de mayo de
1987 y la canonización el 11 de octubre de 1998, Edith Stein
fue elevada en 1999 a copatrona de Europa. Al lado de tres fi­
guras de fundadores (san Benito, padre del monacato occiden­
tal, y san Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos, creadores
de la escritura cirílica e impulsores de la cultura eslava) hay
ahora tres mujeres. Todas parecen haber abierto vías en mo­
mentos de peligro: Catalina de Siena y Brígida de Suecia, para
la unidad y la paz de la Iglesia; Edith Stein, para la conserva­
ción de los cimientos espirituales de Europa. Las raíces cris­
tianas y su relación con la antigüedad clásica se ven en la ima­
gen del macedonio que, según Hch 16, 9, llama en sueños a
Pablo para que vaya a Europa: «El macedonio representa a
Grecia, a Europa. Su petición decide la historia consiguiente.
Purificado al máximo, el espíritu griego se hizo anhelo de
Cristo, un recipiente abierto al evangelio de Jesucristo. Euro­
pa se hizo Europa mediante la fe cristiana, que lleva en sí la
herencia de Israel pero que, a la vez, ha asumido lo mejor del

181
VIKIRANFF

espíritu griego y romano»2. En Edith Stein, como en pocas


personas, se encuentran en unidad de magnitud y tensión la
herencia judía y cristiana, la cultura antigua y la ciencia mo­
derna y la historia de Europa en el siglo xx. El entroncamiento
con la espiritualidad benedictina une a la patraña más recien­
te de Europa y el patrón más antiguo en la actitud de no prefe­
rir nada al amor de Cristo. Quien haga un viaje de exploración
hacia las raíces espirituales y religiosas del continente acom­
pañado dé los patronos de Europa encontrará muchos tesoros
y puede encontrar, también, a Edith Stein.

2J. R atzinger, Christlicher Glaube und Europa (Fe cristiana y Europa).


1981, págs. 8 s.

182
BIBLIOGRAFÍA Y SUGERENCIAS
PARA LA LECTURA
(revisado p o r U rbano Ferrer)

Obras de Edith Stein

Aus dem Leben einer jüdischen Familie. Und weitere autobiographis-


che Beitrage, reedición e introducción de María Amata Neyer
OCD, Notas y estudio de fuentes con la colaboración de Hanna-
Barbara Gerl-Falkovitz, Edith Stein Gesamtausgabe (ESGA) Bd.
1, 2002 (Título breve = Leben). Trad. española: Estrellas amari­
llas. Autobiografía: infancia y juventud, Ede, Madrid 1997. Tam­
bién: Escritos autobiográficos, Obras I, Trad. Ezequiel García
Rojo, Edic. de Espiritualidad, Edit. Monte Carmelo, Edic. El
Carmen, Madrid/Burgos/Vitoria 2004, pp. 149-491.
Selbstbildnis in Briefen I. 1916-1933, edición y notas de María Amata
Neyer OCD, ESGA Bd. 2,2000 (Título breve = Briefe I). Thid. es­
pañola: Cartas, Obras I, TVad. de Jesús García Rojo, 525-1413
(incluye las tres series de Selbstbildnis).
Selbstbildnis in Briefen II. 1933-1942, edición y notas de María Ama­
ta Neyer OCD, ESGA Bd. 3,2000 (Título breve = Briefe II).
Selbstbildnis in Briefen III Briefe an Román Ingarden, edición de Ma­
ría Amata Neyer OCD, notas de María Amata Neyer OCD en co­
laboración con Eberhard Ave-Lallemant, ESGA Bd. 4, 2001 (Tí­
tulo breve = Briefe III).
La mujer. Su papel según la naturaleza y la gracia, introducción de
Jutta Burggraf, traducción de Carlos Díaz (4a ed.), Palabra, Ma­
drid 2001.

183
VUCIRANFF

Cartas a Sr. Adelgundis Jaegerschmid OSB, descubiertas reciente­


mente, se encuentran en: Kontakte mil Edith Stein, en: St. Lioba
1927-2002, Die Fóderation der Benediktinerinnen von der hl Lio­
ba, Dokumentation, ed. por el Priorat der Benediktinerinnen von
der hl. Lioba in Freiburg-Günterstal, 2002, págs. 202-204.

Endliches und ewiges Sein, Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des
Seins (Edith Steins Werke vol. II), 1950,2a ed. 1986 (Título breve
= Sein). Trad.: Ser finito y ser eterno, Trad. de Alberto Pérez Mon-
roy, F.C.E., México 1994.

Welt und Person. Beitrag zum ehristlichen Wahrheitsstreben (Edith


Steins Werke vol. VI), 1962.

Was ist Pkilosophie? Ein Gesprack zwischén Edmund Husserl und


Thomas von Aquino, en: Erkenntnis und Giaube (Edith Steins
Werke Bd. XV), 1993, págs. 19-48 (Título breve = Erkenntnis).
Una adaptación posterior de este diálogo está traducida con el
título «La Fenomenología de Husserl y la Filosofía de santo To­
más de Aquino», Diálogo Filosófico, Trad. de M. Sánchez Toca,
17/2,1990, pp. 148-169.

Der Intellekt und die Intellektuellen, en: Edith Stein. Wege zur inneren
Stille, ed. de W altraud H erbstrith, 1987, págsv 98-117 (Título
breve = Intellekt).

Der Aufbau der menschlichen Person. Vorlesung zur philoSophiscben


Anthropologie, edición e introducción de Beate Beckmann-Zo-
11er, ESGA vol. 14,2004. Trad.: La estructura de la persona huma­
na, Trad. de José Mardomingo, BAC, Madrid 1998.
Wege der Gotteserkenntnis. Studie zuDionysius Areopagita und Über-
setzung seinerWerkehedición e introducción de Beate Beckmann
y Viki Ranff, ESGA Bd. 17,2003. Trad.: Caminos del conocimienr
to de Dios, Obras V, Trad. de Francisco Javier Sancho, 2004,
pp. 123-181.

Kreuzeswissenschaft. Studie über Johannes vom Kreuz, reedición e in­

184
BIBLIOGRAFÍA Y SUGERENCIAS PARA LA LECTURA

traducción de Ulrich Dobhan OCD, ESGA Bd. 18, 2003. Trad.:


Ciencia de la Cruz, Trad. de Lino Aquésolo Olibares, Edit. Monte
Carmelo, Ediciones el Carmen, 1994, 377 pp. También: Ciencia de
la Cruz, Obras V, Trad. de Francisco Javier Sancho, pp. 182-477.
Beitrage zur philosophischen Begründung der Psychologie und der
Geisteswissenschaften (1922), reim presión 197Ó, que incluye
Psychische Kausalitat, págs. 2-115, Individuum und Gemeins-
chaft, págs. 116-284, Eine Untersuchung über den Staat (1925),
págs. 285-407.

Zum Problem der Einfühlung, Kaffke, München, 1980,132 pp. Trad.:


Sobre el problema de la empatia, Trad. de José Luis Caballero Bo­
no, Trotta, Madrid 2004.

Traducciones realizadas por Edith Stein

John Henry Newman, Die Idee der Universitat, edición de Hanna-Bar-


bara Gerl-Falkovitz, ESGA vol. 21, 2004. ■

John Henry Newman, Briefe und Texte zur ersten Lebenshalfte (1801-
1846), editado en el Internationalen Edjth-Stein-Institut, por
Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz, ESGA vol. 22, 2002.

Des hl Thotrns von Aquino Untersuchungen über die Wahrheit, Teil 1


(Edith Steins Werke vol. III), Teil II (Edith Steins Werke yol. IV),
1952.

Bibliografía sobre Edith Stein

Beate BECKMANN, Phanomenologie des religiósen Erkbnisses. Reli-


gionsphilosophische Überlegungen im Anschluft an Aáolf Reinach
und Edith Stein, 2003 (Título breve = Beckmann).
José Luis CABALLERO, «Sentido y alcance de la em patia en Edith

185
VIKIRANFF

Stein», Burgense, 43/2, 2002, Facultad de Teología del Norte de


España, pp. 395-419.
Michel ESPARZA, El pensamiento de Edith Stein, Eunsa, Pamplona
1998.
Joachim FELDES, Edith Steiñ und Schifferstadt, 1998.
Urbano FERRER (ed.), Edith Stein (Anuario Filosófico), Universidad
de Navarra, XXXI/3,1998.
Urbano FERRER (ed.), «Niveles de la vivencia temporal en Edith
Stein», Fenomenología e Historia, J. M. Díaz Álvarez, Ma Carmen
López Sáenz(eds.), UNED, pp, 127-139.
Antonio C. FIDALGO, Der Ühergang zur objektiven Welt. Eine kritis-
che Untersuchung zum problem der Einfühlung bei Edith Stein,
Philopohische Dissertation, Würzburg 1985.
Hanna-Barbara GERL, Unerbittliches Licht. Phibsophie - Mystik - Le­
ben, 2a ed. 1995 (Título breve - Gerl).
Antonio GÓMEZ ROBLEDO, El pensamiento filosófico de Edith
Stein, Cuadernos (50), UNAM, México 1988.
Femando HAYA, La fenomenología metafísica de Edith Stein, Cuader­
nos de Anuario Filosófico, 46,1997.
— Individualidad e individuación según Edith Stein, Daimon, 32
(2004/2), pp. 159-174.
Waltraud HERBSTRITH, Das wahre Gesicht Edith Steins, 4a ed.
1980.
María Adele HERRMAN OP, Die Speyerer Jahre von Edith Stein,
1990.
Beat W. IMHÓF, Edith Steins philosophische Entwicklung, Leben und
Werk, vol. 1,1987.
Elisabeth LAMMERS, Ais die Zukunft noch offen war. Edith Stein -
das entscheidende Jahr in Münster; 2003.

186
BIBLIOGRAFÍA Y SUGERENCIAS PARA LA LECTURA

Romaeus LEUVEN OCD, Heil im Unheil. Das Leben Edith Steins:


Reife und Vollendung, 1983,
M aría Amata NEYER OCD, Edith Stein. Ihr Leben in Dokumenten
undBildem, 1987.
K atharina 0 0 ST, «Ein gtücklicher Mónch», Edith Stein in Beuron,
en: Erbe und Auftrag 74 (1998), págs. 274-284.

Elisabeth OTTO, Welt - Person - Gott. Eine Untersuchung zur theolo-


gischen Gründíage der«Mystik bei Edith Stein, 1990.
Teresia Renata POSSELT OCD, Edith Stein: Schwester Teresia Bene­
dicta a Cruce, Philosophin und Karmelitin; ein Lebensbild, gewon-
nen aus Erinnerungen und Briefen, 9a ed. 1963.
Elisabeth PRÉGARDIER, Anne MOHR, Passion im August (2.-9. Au-
gust 1942), 1995.

Peter SCHUTZ, Edith Steins Theorie der Person, Alber,


Freiburg/München 1988.

Jórg SPLETT, Wege der Gotteserkenntnis. Edith Stein zum Thema


Theologie und Gotteserfahrung, en: Jahrbuch für Religionsphilo-
sophie vol. 1, ed. por Markus Eníders, 2002, págs. 99-119.

Colecciones

Edith Stein - eine grojie Glaubenszeugin. Leben, neue Dokumente, Phi-


losophie, ed. de Waltraud Herbstrith, 1986, con los trabajos de
Rom án INGARDEN, Die philosophischen Forschungen Edith
Steins, págs. 203-229, y de Erich PRZYWARA, Edith Stein und
Simone Weil - Zwei philosophische Grund-Motive, págs. 231-247.
Edith Stein. Leben - Philosophie - Vollendung, Abhandlungen des in-
temationalen Edith-Stein-Symposiums Rolduc, 2.-4. November
1990, ed. por Leo Elders SVD, 1991.

187
VIKIRANFF

Denken im Dialog. Zur Philosophie Edith Steins, ed. por Waltraud


Herbstrith, 1991, con los trabajos de Karl-Heinz LEMBECK,
Glaube im Wissen? Zur aporetischen Grundstruktur der Spatphi-
losophie Edith Steins, págs. 156-175, de Josef STALLMACH, Das
Werk Edith Steins im Spannungsfeld von Wissen und Glauben,
págs. 142-155, y de Albert ZIMMERMANN, Begriff und Aufgabe
einer christlicheñ Philosophie bei Edith Stein, págs. 133-140;
Ediths Stein Jahrbuch, 8 (2002), Echter/Würzburg, con los trabajos
de Ezequiel GARCÍA ROJO, Edith Stein: Philosophie ais
óffnung, pp. 334-351, de Urbano FERRER, Von der Vemunft
zum Glaubén bei Edith Stein, pp. 352-361, de Michel dé GOEDT,
Edith'Steins Benediktinertum und die évangelischen Rafe, pp.
362-365, de Adám SZYCHTA, Die Frau riach Edith Stein, pp.
368-375, y de Didier-Marie GOLAY, Edith Stein in Frankreich,
pp. 376-392.
Studien zur Philosophie von Edith Stein, ed. por Reto Luzius Fetz,
Matthias Rath, Peter Schulz, 1993, incluye: Hugo OTT, Edith
Stein und Freiburg, págs. 107-139.
Edith Stein. Themen - Bezüge - Dokumente, ed. por Beate Beckmann
y Hanna-Barbará Gerl-Falkovitz, 2003, con una extensa biblio­
grafía y los trabajos de Sophie BINGGELI, Die Bedeutung derHl.
Schrift für Edith Stein, págs. 211-226, de Urbano FERRER, Die
Spuren von Johannes vom Rreuz im Werk Edith Steins, pp. 135-
146, de Christina Kaori SUZAWA, «Unterwegs ad orieútem». Das
letzte Zeugnis Edith Steins, págs. 227-235, dé Francesco TOM-
MASI, «... verschiedene Sprachen redetén...» - Ein Dialog zwis-
chen Phanomenologie und mittelalterlicher Scholastik'im Werk
Edith Síems, págs. 107-133, y de Karl-Heinz WIESEMANN,
Edith Stein im Spiegel des Denkweges Erich Przywaras, págs. 189-
' 200.

Internet: www.edith-stein-medien.de;www.personalismo.org

188
INDICE

DATOS BIOGRÁFICOS.............................................................................. 5

PRIMERA PARTE
ITINERARIOS EXTERIORES E INTERIORES

BRESLAU: INFANCIA EN UNA FAMILIA JUDÍA.................................. 13


HAMBURGO: LA ATEA............................................................................. 25
BRESLAU: METAS NUEVAS................................................................... 31
BRESLAU-GÓTTINGEN: AÑOS DE ESTUDIO ..................................... 39
MÁHRISCH-WEIfiKIRCHEN: INTERMEDIO BÉLICO........................ 77
BRESLAU-GOTTINGEN: PREPARATIVOS PARA EL DOCTORADO 83
BRESLAU: COMIENZOS DE PROFESORA........................................... 89
FRIBURGO: FILÓSOFA........................................................................... 95
BRESLAU-BERGZABERN: NUEVOS CAMINOS............................ 113
ESPIRA: NO SOLO PROFESORA.......................................................... 121
MÜNSTER: PROFESORA UNIVERSITARIA................................... 127
BEURON - BRESLAU: “ANTESALA DEL CIELO" Y DESPEDIDA . 131
COLONIA - ECHT: EL MONTE CARMELO Y EL EXILIO.............. 135
AUSCHWITZ........................................................................................ 139

SEGUNDA PARTE
PENSAMIENTO Y FE VIVIDA

BÚSQUEDA DE LA VERDAD............................................................ 143


FE Y RAZÓN........................................................................................ 149
ANALOGÍAS CON FIDES ET R A TIO ........... ..................................... 169
PERSPECTIVAS EUROPEAS ................................................................. 179
BIBLIOGRAFÍA Y SUGERENCIAS PARA LA LECTURA..................... 183

189
'Biblioteca

Libros de pensamiento, profundos pero accesibles,


sobre ¡as principales cuestiones que afectan al hombre y a la sociedad.
1. EL CORAZÓN (5aedición) 15. CARTAS SOBRE LAFORMACIÓN
Un análisis de la afectividad humana DE SÍ MISMO (3aedición)
y divina R omano G uardini
D ietrich von H ildebrand
16. SENTIDO CRISTIANO
2. MI VISIÓN DEL HOMBRE DEL HOMBRE
(6aedición) Jean M ouroux
Hacia una nueva ética
K arol W ojtyla 17. LOS DERECHOS DEL HOMBRE.
CRISTIANISMO Y DEMOCRACIA
3. LAS ETAPAS DE LAVIDA Jacques M aritain
(4a edición)
Sw importanciapara ia ética 18. PENSAR LAFAMILIA; ESTUDIOS
y la pedagogía INTERDISCIPLINARES
R omano G uardini José A ndrés G allego y
José P érez A dán (ed.)
4. LA MUJER (3aedición)
Su papel según la naturaleza 19. ALMA DE LEÓN (2aedición)
y lagracia Biografía de Dietrich von Hildebrand
E dith Stein A u c e von H ildebrand
5. ROMANO GUARDINI, Prólogo del Card. J. Ratzinger
MAESTRO DE VIDA 20. LAFIDELIDAD
Alfonso L ópez Q uintAs M aurice N édoncelle
6. GABRIEL MARCEL 21. ¿QUÉ SIGNIFICA SER PERSONA?
Filósofo, dramaturgo y compositor U rbano F errer
José L uis C añas
7. EL HOMBRE YSU DESUNO 22. LANUEVAIDENTIDAD FEMENINA
M ercedes E guíbar
(4aedición)
Ensayos de antropología 23. EL.ECLIPSE DEL PADRE (2a edición)
K arol W ojtyla Paul Josef C ordes
8. LAPERSONA YLAFAMILIA 24. ACTITUDES MORALES
Rocco B uttiglioNE FUNDAMENTALES
9. LAS DIMENSIONES D ietrich y A lice von H ildebrand
DE LAPERSONA (2a edición) 25. LAS CLAVES DE LAGLOBALIZACIÓN
T omás M elendo
R oberto Papini (ed.)
10. PEDAGOGÍA DEL DOLOR
{3aedición) 26. DIAGNÓSTICO SOBRE
I sabel O rellana LAFAMILIA
Juan M anuel B urgos
11. HUMANISMO INTEGRAL
(2aedición) 27. LAINTUICIÓN CREADORA
Problemas temporales y espirituales EN EL ARTE Y EN LAPOESÍA
de una nueva cristiandad Jacques M aritain
Jacques M aritain
28. ESTE HOMBRE, ESTE MUNDO
12. EL DON DEL AMOR (4a edición) C arlos D íaz
Escritos sobre iafamilia 29. EDITH STEIN: EN BUSCA DE LA
K arol W ojtyla
VERDAD
13. EMMANUEL MOUNIER V iki R anff
Un testimonio luminoso
C arlos DIaz 30. EL GUARDIÁN DE MI HERMANO
A mitai E tzioni
14. EL PERSONALISMO (2aedición)
Autores y temas HACIA UNADEFINICIÓN DE LA
de una filosofía nueva FILOSOFÍAPERSONALISTA
Juan M anuel B urgos J. M. B urgos , J. L. C añas , U. F errer (eds.)
[colecc latros]

Manuales de filosofía que ponen al alcance de todos,


y especialmente de los universitarios,
los elementos centrales de ia cultura filosófica.

1. ESTÉTICA DF, BOLSILLO'


Pablo Blanco
2. FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN :
Joaquín Ferrer
3. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. I. FILOSOFÍA ANTIGUA
Carlos Goñi
4. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. H. FILOSOFÍA MEDIEVAL
Eudaldo Forment
5. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, HL FILOSOFÍA MODERNA
Mariano Fazio y Daniel Gamarra
6. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, IV. FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
Mariano Fazio y Francisco González Labastida
7. ANTROPOLOGÍA: UNA GUÍA PARA LA EXISTENCIA
Juan Manuel Burgos
8. EL SECRETO DE UNAVIDA LOGRADA
Curso de pedagogía del amor y la familia
Alfonso López Quintás
2a edición
9. PENSAR EL DERECHO
Curso de filosofía jurídica
Javier Barraca Mairal
10. EL CONOCIMIENTO HUMANO: UNA PERSPECTIVA FILOSÓFICA
Juan José Sanguineti
11. BREVE HISTORIA DE LA ÉTICA
José Ramón Ayllóti

EDICIONES PALABRA, S. A. - Castellana, 210 - 28046 Madrid


Telfs.: 91 350 77 20 - 91 350 77 39 - Fax: 91 359 02 30
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lí '■
JL -^dith Stein es una de las personalidades más
apasionantes del siglo X X. Judía de nacimiento, perdió
la fe y pasó a considerarse atea. D urante ese período
inició su vocación filosófica en las fila® de la -
fenomenología como discípula preferida de Husserl.
Allí entró en contacto con pensadores cercanos al
cristianismo que le incitaron a replantearse sus
premisas existenciales e intelectuales. El impulso
definitivo para su conversión vendría de la lectura de
Santa Teresa de Jesús.
A partir de ese momento su vida camina entre la
búsqueda de la plenitud humana y cristiana y las
dificultades cada vez mayores generadas por un
entorno dominado por el nazismo. Su vida acabaría y
culminaría en el campo de concentración de
Auschwitz donde murió por judía y carmelita.

Esta biografía pretende profundizar sobre todo en


el alma de Kdith Stein. Para ello, recorre con empatia
y profundidad el camino que le condujo del judaismo al
catolicismo y que, simultáneamente, le permitió
desarrollar una filosofía innovadora con elementos
fenomenológicos, tomistas y personalistas.

ISBN 8 4 -8 2 3 9 -9 6 2 -4

788482 399621
EdicimesPálakw^j^

También podría gustarte