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Estudio acerca de la información, conocimiento, autopercepción y conductas


proambientales en estudiantes universitarios

Article · January 2015

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2 authors, including:

Iris Motta
Universidad Argentina John F. Kennedy
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Estudio acerca de la información, conocimiento, autopercepción y

conductas proambientales en estudiantes universitarios 1

Gordillo, E.; Motta, I.

Gordillo, E. Ingeniero en Sistemas de Información. Estudiante avanzado de la

Licenciatura en Psicología. Universidad Argentina John F. Kennedy

Motta, I. Prof. y Lic. en Psicopedagogía. Doctoranda en Psicología Social.

Especialista en Neuropsicología. Coautora del libro Introducción a la Biopsicología

y otros. Profesora Asociada. Universidad Argentina John F. Kennedy

Resumen

La presente investigación indaga acerca de la información, conocimiento,

autopercepción y conductas proambientales en estudiantes universitarios. Es un

estudio descriptivo y transversal llevado a cabo en una muestra de 442 sujetos

voluntarios que respondieron a una encuesta autoadministrada, de la cual se

seleccionaron para este artículo 7 preguntas cuyos resultados y análisis se

presentan como antecedente necesario para la planificación de posteriores

acciones promotoras de salud.

Palabras Clave: Psicología Ambiental –Universitarios – información –

conocimiento.- autopercepción - conductas proambientales

1
Revista Prospectivas en Psicología vol 2 nro.1 (2015) pp 9-16. ISSN: 2469-0066

1
Introducción:

En los tiempos primitivos, los fenómenos naturales eran simplemente

aceptados y padecidos por el hombre. A lo sumo, se encontraban justificaciones

míticas o religiosas para los hechos acaecidos. Al correr el tiempo y con la

progresiva intelectualización evolutiva del hombre, esas explicaciones resultaron

insuficientes. Con el comienzo del desarrollo de la ciencia se inicia, a partir de

variadas disciplinas, el estudio de las complejas interrelaciones que daban origen

a lo que Darwin llamó condiciones de lucha por la existencia (Mas Colombo,

Risueño, Motta, 2008b, 2015). Surge así la Ecología, que es definida por la RAE,

en su edición de 1936, como “la parte de la Biología que estudia las relaciones

existentes entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social” (parr

10). Así, los primeros estudios eran de tipo naturalista, se observaban las

interrelaciones y se olvidaba que el hombre que observaba era parte de eso que

se observaba y que con su accionar, planificado o no, lo modificaba (Mas

Colombo y col., 2008b, 2015). Con el aumento de la industrialización, en la

vigésima edición (RAE, 1984), se agrega a la definición: “parte de la sociología

que estudia las relaciones entre los grupos humanos y su ambiente” (parr 1). Pero

considerando que es el comportamiento del hombre el que modifica las

condiciones de estabilidad y viabilidad del ambiente, en el nacimiento de este

siglo se está dando un vuelco hacia la transdisciplina superadora de posturas

fragmentadoras y comienza a tomar sentido el surgimiento de la Psicología

Ambiental que intenta instalar “la relevancia de los procesos psicológicos

sustentables definidos como afectividades colectivas transmitidas de una

generación a otra” (García Lirios, 2005, parr 1) ya que como se señala en el

Informe de las Naciones Unidas para el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el

2
Mundo (UNESCO, 2003), el centro del problema está en las actitudes, los

comportamientos y el liderazgo.

El Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes

Sociales de la Salud (OMS, 2015) “calcula que un 24% de la carga mundial de

morbilidad y un 23% de la mortalidad son atribuibles a factores medioambientales”

(parr 1).

Neira, directora de dicho Departamento, sostiene que las consecuencias

observadas resultan muy superiores a todas las estimaciones que pudieron

hacerse en años anteriores. Esto es así porque las consecuencias de los riesgos

a los que nos sometemos con la utilización irracional de recursos no renovables y

la contaminación que producen los desechos de esa utilización, no son

perceptibles de manera inmediata y directa, por lo que la posibilidad de valorar

negativamente las acciones riesgosas se relativiza (Mas Colombo y col., 2008b,

2015) y con ello se ve disminuida la probabilidad de su anticipación y evitación.

Los ámbitos académicos no pueden pasar por alto su responsabilidad

social en el tema, llamando la atención sobre la situación y proyectando acciones

concretas que permitan el cambio a nivel personal, comunitario y societario.

Es por ello que nos proponemos comenzar por indagar la información,

conocimiento, autopercepción y conductas de riesgo ambiental que tienen, en

principio, los estudiantes universitarios, como punto de partida para la

planificación de estrategias que se efectivicen para la multiplicación de acciones

de promoción de salud.

3
Material y Método:

Se ha realizado una investigación de carácter descriptivo y transversal en

estudiantes universitarios de diversas carreras y pertenecientes a Universidades

de gestión pública y privada, tanto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como

de la Provincia de Buenos Aires.

Se utilizó para tal fin una encuesta construida ad hoc, autoadministrada,

anónima y voluntaria, que consta de 46 ítems de los cuales se seleccionan sólo

algunos a los efectos del presente informe.

Resultó una muestra de 442 sujetos, quedando conformada por un 67,87%

de mujeres y un 32,13% de varones. La media de edad es de 31,27 años, y en la

muestra se encuentran representadas carreras tales como Relaciones

Internacionales, Abogacía, Psicología, Ingeniería, Contador, Ciencias Políticas,

Administración de Empresas, Odontología, Marketing, Comunicación Social,

Periodismo, Nutrición, Economía, Lic. en Educación, etc.

Debido a la cualidad de voluntariedad de las encuestas, la muestra no

puede ser obtenida por métodos aleatorios puros por lo que no es probabilística.

Resultados y Discusión:

Los cuadros que representan los resultados de las preguntas

seleccionadas para esta presentación son los siguientes:

Pregunta: ¿Sabe diferenciar y separar la basura? (Fig. 1)

4
Fig. 1

Pregunta: Separa la basura? (Fig. 2)

Fig. 2

Pregunta: ¿Considera que usted podría ayudar a mejorar el cuidado del

medio ambiente? (Fig. 3)

5
Fig. 3

Pregunta: ¿Qué tan perjudicial considera usted que es el deterioro del

medio ambiente en una escala de 0 a 10? 0=nada/10=extremadamente perjudicial

(Fig. 4 y 5)

Puntaje Grupo

0 Nulo

1y2 Muy Leve

3y4 Leve

5y6 Moderado

7y8 Grave

9 y 10 Muy Grave

Fig. 4

6
Fig. 5

Pregunta: ¿Cuál cree usted que es la importancia que se le da a la

educación ambiental? (Fig. 6)

Fig 6

Pregunta: ¿Conoce el significado de los colores para desechar la basura?

(Fig. 7)

Color Porcentaje
Gris 6.91
Naranja 2.38
Verde 11.45
Amarillo 8.21
Azul 7.13
Rojo 6.70
Fig. 7

7
Pregunta: ¿Cuán importante considera su colaboración para con el medio

ambiente? (Fig. 8)

Fig. 8

Analizando los resultados, lo primero que se destaca es que más del 85%

de las personas encuestadas consideran que el deterioro del medio ambiente va

de grave a muy grave. Esto revela que el problema del deterioro del medio

ambiente no es algo desconocido, sino que la mayoría de las personas de la

muestra tienen conciencia de la gravedad de la situación. Esto coincide con las

investigaciones realizadas en la Universidad Autónoma de Madrid por Moreno,

Corraliza y Ruiz (2005) quienes afirman que “El reto más importante para la

protección ambiental y la gran paradoja de la crisis ecológica está siendo la

coexistencia de un alto grado de preocupación junto con la aparente incapacidad

para el cambio social.” (p. 506)

Como se observa, según estos investigadores (Moreno, Corraliza y Ruiz,

2005) las personas tienen un cierto grado de conciencia del daño que se está

produciendo sobre el medio ambiente. Esta conciencia viene acompañada de un

sentimiento de preocupación. No obstante, dichas personas se sienten incapaces

de detener este proceso de deterioro, alegando que las conductas individuales no

8
alcanzan y además es muy difícil lograr la participación colectiva. En palabras de

los autores: “Uno de los impedimentos para dicho cambio es la concepción de que

el colectivo no participa, de modo que las acciones individuales no resultan

suficientes para la resolución del problema”. (Moreno, Corraliza y Ruiz, 2005, p.

506).

Es nuestra investigación, en cambio, encontramos que alrededor del 90%

de la muestra considera que podría ayudar a mejorar el cuidado del medio

ambiente. Además, cerca del 70% considera que su aporte puede ser importante,

contra un 30% que considera que su aporte sería nulo o poco importante. Esto

revela que, según nuestra investigación, no solo existe una conciencia del

perjuicio sobre el medio ambiente, sino que además las personas creen que

pueden, a través de su accionar, ayudar a mejorarlo.

Sin embargo, estos resultados alentadores se diluyen cuando encontramos

que, más allá de que las personas tengan conciencia del daño al medio ambiente

y estén dispuestas a ayudar, éstas no lo hacen o al hacerlo poseen poco

conocimiento al respecto. Para ejemplificar esto tomaremos el caso del manejo de

la basura.

Nuestra investigación muestra que alrededor del 50% de las personas

manifiestan saber cómo separar la basura, pero solo el 9,5% la separa siempre y

el 14.9% lo hace casi siempre. Es decir, menos del 25% de las personas separan

la basura de manera frecuente. Y, si solo tomamos al 50% que sabe hacerlo, solo

la mitad de ellos lo hacen cotidianamente.

Esto se agrava cuando cotejamos este 50% de personas que manifiestan

saber separar la basura con las que efectivamente conocen los colores que

representan convencionalmente los diferentes tipos de residuos para su

9
separación. Así, es significativamente bajo el porcentaje de personas que

conocen que tipo de residuos se asocian con cada color. El porcentaje más alto lo

tiene el color verde, el cual llega tan solo al 11.45%. El resto de los colores se

mantienen por debajo del 10%. Esto muestra que existe una distorsión

significativa entre la autopercepción y el conocimiento que las personas poseen

respecto del manejo de los residuos. Es decir, las personas creen saber cómo

separar la basura pero en realidad no lo saben. Siguiendo a Mas Colombo y col

(2008a) entendemos autopercepción como:

posibilidad de dar cuenta de uno mismo a partir de lo que la

conciencia nos propone, permitiendo construir un modelo personal del

mundo, estimando y evaluando la experiencia y la acción, considerando

antecedentes y prospectivas que posibilitan una imagen de sí mismo. (p.

14).

Por su parte, para los mismos autores el conocimiento “es la composición y

síntesis de lo percibido y valorado que se organiza en un estilo personal de

pensar y pensarse” (Mas Colombo y col, 2008a, p. 13)

Teniendo en cuenta estos conceptos, podríamos alegar que las personas

se ven a sí mismas como colaboradoras respecto al cuidado del medio ambiente,

pero en realidad no tienen adecuadamente internalizadas las conductas

proambientales.

Resumiendo lo expuesto hasta aquí, afirmamos que las personas de

nuestra muestra son concientes de la gravedad del problema ambiental, estarían

dispuestos a ayudar y consideran valioso su aporte. Pero muchos terminan no

haciendo nada, y otros, los que intentan ayudar, lo hacen sin tener los

conocimientos adecuados pero creyendo que los tienen.

10
Teniendo en cuenta lo expresado en el párrafo anterior nos surgen algunos

interrogantes. A saber: ¿por qué, si la mayoría de las personas consideran grave

el problema ambiental, muchas de ellas no hacen nada para evitarlo? ¿Por qué

las personas que intentan hacer algo para mejorar el medio ambiente carecen de

los conocimientos necesarios para llevar a cabo este propósito?

Una de las hipótesis que surgen a la hora de intentar responder estos

interrogantes recae en la importancia que tiene la educación ambiental como

factor. Principalmente la carencia o insuficiencia de ésta en nuestra sociedad.

Al respecto de la educación ambiental, Sánchez Sánchez Cañete y Pontes

Pedrajas (2010) sostienen que:

(...) la idea de sostenibilidad está íntimamente relacionada con la

educación ambiental, de modo que resulta necesario realizar estudios que

muestren las dificultades de aprendizaje de los estudiantes en la

comprensión de conceptos ecológicos, para mejorar los procesos de

enseñanza que impliquen la utilización de tales conceptos en actividades

transversales de educación ambiental, en cualquiera de las materias de

currículum. (p. 14)

Por su parte, Cerda, García, Díaz, Núñez y Rojas (2007) afirman que “El

comportamiento medioambiental tiene primero una fase educativa, donde se

debería informar explícitamente acerca de las normativas que existen para

proteger el medio ambiente.” (p. 156)

Si cotejamos estas investigaciones con nuestros resultados encontramos

que más del 75% de los encuestados considera que se le da poca importancia a

la educación ambiental (61% poca importancia, 17% nada de importancia). Esto

explicaría en parte por qué, a pesar de ser concientes del problema ambiental, las

11
personas no hacen nada al respecto o son poco efectivas en sus conductas pro

ambientales.

No obstante, podríamos preguntarnos ¿por qué, si estamos en la era de la

información, la gente no conoce cómo cuidar el medio ambiente? tal vez, un

intento de respuesta sea que abundancia no es sinónimo de riqueza, sino más

bien de caos. En otras palabras, tener acceso a la información no garantiza su

apropiación para que se transforme en conocimiento. Lo que antes significaba un

esfuerzo hoy lo tenemos a un clic de distancia, pero si uno no sabe qué buscar, la

abundancia de información se convierte entonces en un océano en el cual es fácil

perderse.

En otras palabras, sostenemos que hasta ahora la educación ambiental ha

logrado transmitir la gravedad del problema de la contaminación pero falla a la

hora de dar soluciones prácticas y concretas que faciliten el cuidado del medio

ambiente en conductas cotidianas. Al respecto de esto, Isaac Marquéz et al

(2011), basados también en un estudio con estudiantes, sostiene que “(...) los

alumnos estuvieron de acuerdo en la necesidad de incluir más cursos de

educación ambiental que incluyan aspectos prácticos, con el fin de aprender

acciones concretas para contribuir a mejorar el medio ambiente.” (párr. 19)

Ahora bien, aunque consideremos que la educación ambiental no es

efectiva porque fracasa a la hora de bajar a los comportamientos más cotidianos,

sospechamos que no es el único factor que interviene para explicar por qué, a

pesar de ser concientes del daño ambiental, las personas no hacen nada para

evitarlo o lo que hacen no resulta efectivo. Creemos que además de la educación

es necesario que las personas cuenten con valores éticos que los movilicen a

buscar una mejor convivencia social, es decir, no es suficiente con divulgar

12
contenidos conceptuales si no se trabajan también los actitudinales. Es necesario

una búsqueda del bien común por encima del individual. En sí, no cuidar el medio

ambiente es no cuidarse a uno mismo pero también es no cuidar a los demás. En

un estudio realizado en España por Aguilar Luzón, Monteoliva Sánchez y García

Martínez (2005), éstos concluyeron que “(...) se ha podido constatar la

importancia de la norma moral en la explicación de las conductas ecológicas

responsables, así como la influencia, aunque moderada, de los valores

(particularmente los altruistas) como guías de estas conductas.” (p. 32)

Como afirman estos autores, los valores son guías de conducta, pero

adscribiendo al Psicoanálisis (Freud, 1923), sabemos que los mismos no son algo

innato. Los valores, la moral, los límites, surgen gracias a la internalización de la

ley, en un proceso complejo que da como resultado la formación de una nueva

instancia psíquica conocida como Super-Yo. Es a partir de este Super-Yo, que el

ser humano puede construir una moral, la cual está basada mayoritariamente en

un sentimiento de culpa, culpa que alguna vez fue miedo al castigo exterior.

Sabemos que este sentimiento de culpa, cuando es excesivo, trae aparejado un

gran sufrimiento subjetivo. Pero creemos también que sin él, vivir en sociedad se

convierte en una calamidad.

Teniendo en cuenta este último párrafo, otra posible explicación

complementaria al fracaso de la educación ambiental, es que las características

sociales actuales, donde se fomenta el individualismo, la búsqueda del placer

inmediato, traen como consecuencia el desarrollo de aparatos psíquicos cada vez

más egocéntricos, narcisistas donde la culpa no opera adecuadamente como

límite.

13
Conclusiones

En los tiempos que corren ya no podemos mirar hacia otro lado…

básicamente, porque no hay otro lugar hacia el que mirar; el planeta Tierra es el

único sitio que podemos habitar. Dice el Papa Francisco (2015): “La violencia que

hay en el corazón humano… también se manifiesta en los síntomas de

enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres

vivientes” (p 3)

El mismo Francisco llama la atención sobre un tópico esencial: “Olvidamos

que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está

constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su

agua nos vivifica y restaura” (2015, p3). Entonces, no cuidar nuestra “casa

común” (p.1) es descuidar la salud del Yo Corporal de nuestra especie, a partir

de lo cual es inconcebible un desarrollo sostenible que permita una existencia

preñada de justicia y cargada de libertad como valor dador de sentido.

Al decir de Herrera Figueroa (1981), la Universidad es el ámbito propicio

para estudiar críticamente la organización, desarrollo y proyectos comunitarios y

societarios, ensayándose a partir de sus actividades intrínsecas, a saber,

docencia, investigación y extensión a la comunidad, los cambios perfeccionadores

que permitan la expansión de la existencia plena de las comunidades a las que

debe servir. Es por ello que con esta investigación pretendemos iniciar un camino

sistemático en el sentido de generar agentes multiplicadores de acciones

promotoras de salud integral.

14
Referencias

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Influencia de las normas, los valores, las creencias proambientales y la

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