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BECERRITO

En un pueblo lejano, rodeado de cerros enormes, lomas y chacras muy


verdosas y frondosas, no tan lejos de la entrada de la sierra, llamada San José
de los Molinos, estaba una señora llamada Gabriela que tenía un ganado como
ovejas, cabras, burros, vacas y una en especial que estaba en sus de días
gestación a la espera de la llegada de su bebe. Era temporada de lluvia, entre
los meses de junio hasta agosto, la temporada la aprovechaban más los que
tenían su ganado porque tenían la oportunidad de llenar las barrigas de sus
animales, eran muy desolados esos meses ya que las nubes lloraban leves
lloviznas hasta muy fuertes huaicos, pero cuando el sol salía era muy hermoso
ver el paisaje, aparte de que se veían los hermosos colores del arcoíris, las
lomas se veían desde un punto bajo; lo verdosos que se veían, y no solo las
lomas, también las cosechas eran más verdosas.

Luego, Gabriela partió su viaje con su ganado a las lomas después de la


temporada de lluvia. Y pues, los que tenían ganado no solo iban a pastearlos,
sino que también en aprovechar los recursos que le proporcionaban su propio
ganado, como leche, queso, mantequilla y también la carne, que lo salaban y lo
ponían al sol y se hacia el “Charqui”. Luego, Gabriela al llegar con los demás a
sus estancias que estaban en las lomas, se percató que la vaca que estaba
preñada estaba dando señales de parto, y pues rápidamente fue a ver y a
ayudarla y varias horas después la vaca dio a luz a un becerrito de color negro
azulino como la noche y solo al pasar los minutos el becerrito ya se estaba
parando, y mamando la leche de su madre.

Luego de un par de meses todos bajaban de las lomas a sus casas, y el


becerrito como se encariño mucho con la señora Gabriela, la perseguía por
todos lados y apenas se quedaba al lado de su mamá y solo se acercaba para
amamantar. La señora Gabriela a menudo salía a pastear su ganado a
acompañada de su compañero que la ayuda a arrear a los animales, un perro
de raza mediana y color mostaza con una mancha negra en las orejas, el
becerrito jugaba con él y se hicieron muy cercanos.

Al término del año todos los que tenían ganado realizaban la fiesta de la
“Herranza”, que se celebraba todos los años y que consistía en el pago al cerro
y marca de los animales de cada dueño. Se creía que realizando esta
festividad iba aumentar el ganado y que les iba a ir bien, ya todos se
preparaban y también la señora Gabriela. Para realizar el pago se tenía que
sacrificar a un chivo bebé y luego el becerro se espantó ya que había
escuchado acerca de esa conversación con los pasteadores y se acordó que
en su ganado reciéntenme hace semanas una chiva había dado luz y se
preocupó mucho ya que él bebe también era un amigo para él. Sabía que lo
iban a sacrificar, entonces antes de la herranza él trato de esconderse con el
chivito y se fue hacia las lomas. Ya en la Herranza la señora se preguntó en
dónde estaba el becerro y el chivito ya que lo necesitaban para pagar al cerro,
entonces los estaba buscando y buscando hasta que decidió ir a las lomas y
los encontró, el becerrito trataba de proteger al chivito, pero a la fuerza la
señora Gabriela se lo trajo, y ya en la Herranza empezaron a sacrificar al
chivito, en eso el becerrito se escondió debajo de su mamá vaca para evitar ver
morir al chivo.

Ya luego de pagar al cerro seguía en marcar a los animales, y para hacerlo


primero se calentaba un fierro con las iniciales de los dueños y se marcaban
solo a los animales grandes, pero el becerrito se asustó y pensó que lo iban a
marcar también, así que se escondió, pero no se fue lejos ya que al rato la
señora Gabriela lo encontró y se lo trajo para poder ponerle una cinta, para
diferenciar a los animales machos y hembras. Ya para cerrar la Herranza,
Gabriela en un manto largo colocó caramelos, frutas y cosas comestibles en
una pampa, lo aventó y varios niños se amontonaron a recoger, y el becerro
también fue, pero solo alcanzo a coger una fruta, porque lo votaron de ahí. Al
caer la noche el becerro se acostó con su mamá y miro al cielo negriso del
anochecer pensando que su amiguito esta en un buen lugar.
Después de varias semanas, en una mañana el becerrito se encontraba
jugando con el perro pastor y se percató que él ya no era el mismo, ya que era
más enérgico, pero se veía muy viejo y desgastado, pero no le dio tanta
importancia. Al día siguiente cuando iba a buscar a su amigo, y lo encontró
echado en la pampa y luego le mugió, pero su amigo no daba alguna señal de
reacción, así que se acercó y notó que él ya no respiraba y estaba muy frio,
entonces mugió muy fuerte, tanto que la señora Gabriela lo escucho y se
acercó y confirmo que su amigo ya se había ido de este mundo. Luego, cargo
al perro y lo enterró en una esquina, el becerro se quedó ahí hasta el atardecer
y antes del anochecer Gabriela lo llamó, pero no hizo caso, entonces fue su
mama y lo convenció de meterse adentro para descansar. Luego de varios días
el becerro seguía visitando el lugar donde enterraron a su amigo, pero luego se
recuperó de a poco, pero aun recordándolo.

Y así de un abrir de ojo llegó el siguiente año con la temporada de lluvia, pero
esta vez no era así, porque en vez de que el suelo esté húmedo y verdoso, se
puso seco y agrietado. Y así fue como llego la “temporada de Sequía”, en qué
todos los pobladores se preocuparán principalmente por la falta de agua y más
los que tenían sus cultivos por cómo iban a regarlos, que afectaba la falta de
comida y la economía. Entonces todos, incluyendo a la señora Gabriela, no
tuvieron más remedio que vender algunos de sus animales para su bien
común, y el becerro al enterarse de esta solución acerca del problema se
entristeció mucho ya que también había escuchado una conversación de la
señora Gabriela de que iba a vender a los burros, algunos chivos y a él ya que
al ser pequeño y ser un torito iba a ganar más dinero, por eso, antes de que se
lo llevaran, fue a visitar a los lugares más especiales que él creía y a
despedirse de su mama y de su amigo.

Ya al día siguiente Gabriela fue a buscarlo, pero él justo apareció y sin


resistirse dejo que lo subieran a un camión junto a los otros animales vendidos
a un par de señores, que le agradecieron a la señora Gabriela por su venta.
Mientras se iban alejando, el becerro por una rejilla del camión veía como su
hogar se iba haciendo tan pequeño como un pallar, despidiéndose con
mugidos de lamento.

FIN

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