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Jakobson, Roman & Halle, Morris - Fundamentos Del Lenguaje (Ocr) (Por Ganz1912)
Jakobson, Roman & Halle, Morris - Fundamentos Del Lenguaje (Ocr) (Por Ganz1912)
Roman Jakobson
' y
Morris Halle
FUNDAMENTOS
’ DEL
LENGUAJE
Tercera edición
Editorial A yuso
E d itorial Plum a
Tllulo ori¡inul: Fundumemali of Languoxr
Traducción de Carlos Picra
Cubierta Je Juan Manuel Domínguez
ganz1912
C Editori;J Ayuso, San Bernardo, 34
^ ^ drid • 8 '
En cocdición con Editoria.J Pluma Ltda.
ganz1912
I N D I C E
8
PARTE I
F O N O L O G IA Y F O N E T IC A
RO M A N JAKOBSON
y
MORRIS HALLE
t
i-
l
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! i':jii ’-i
¿'.
-5
ganzl912
12
niveles en el lenguaje y en el análisis lingüís
tico: por un lado, el nivel semántico, que com
prende tanto las unidades significativas sim
ples como las complejas, desde el morfema
hasta el enunciado y el discurso, y, por otro,
el nivel de los rasgos distintivos (nivel fonoló
gico), que corresponde a las unidades simples
y complejas cuya función consiste tan sólo en
diferenciar, agrupar, delimitar o poner de re
lieve las diversas unidades significativas.
Cada uno de los rasgos distintivos implica
la elección entre dos términos de una oposi
ción dotada de una propiedad diferencial espe
cífica, distinta de las propiedades de todas las
demás oposiciones. Así es como grave y agudo
se. oponen en la percepción del oyente por el
lono musical, según sea éste relativamente más
bajo o más elevado; en d plano físico, esta
oposición corresponde a la distribución que se
establece por la distribución de la energía en
los extremos del espectro y, en el articulatorio,
a la que se crea según el tamaño y la forma
de la cavidad de resonancia. En todo mensaje
transmitido a un receptor, cada rasgo distin
tivo le exige una decisión afirmativa o nega
tiva. De esta forma tiene que escoger entre gra
ve y agudo, porque en la lengua usada para
el mensaje ambos términos de la alternativa
aparecen combinados con idénticos rasgos si
multáneos y en las mismas series: /b it?/ —
/díta/, /fita / — /sít/, /b íl/ — /búl/. El oyente
tiene* que elegir, bien entre dos cualidades pola
res de una misma categoría, como en el caso de
la oposición grave/agudo, bien entre la prcscn-
13
cia y la ausencia de una determinada cualidad,
Si el oyente recibe
conocida, lo refiere
el cual comprende t
que han de manejarse, todas las combinado-*
nes admisibles de éstos en haces de rasgos ,
concurrentes llamados fonemas y todas las re
14
glas para el encadenamiento de series de fo
nemas—en resumen, todos los elementos dis
tintivos que sirven, ante todo, para diferenciar
los morfemas y las palabras enteras. Por ello,
cuando un sujeto que sólo habla el inglés oye
una voz como /vii a/, la idenliiica y la asimila
sin diiicullad aunque previamente no la haya
oído nunca; pero, en cambio, encontrará extra
ño, y tenderá a deformarlo al percibirlo o al
reproducirlo, un nombre como /k m a , por su
inaceptable grupo consonántico inicial, o /.vita/,
que comprende sólo rasgos familiares, pero
combinados de modo inhabitual, o, finalmente,
/m yta/, cuyo segundo fonema tiene un rasgo
distintivo ajeno al inglés.
16
o Bidder /bída/?» marcando ligeramente la
2 17
g í íif/itfflpnsgíí ohnszn&m isbbíÉÍ tr
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FUNDAMENTOS DEL LENGUAJE
IL LAS DIVERSAS CLASES DE RASGOS Y
SU ESTUDIO LINGÜISTICO
19
-IJ - “ ' . . p í
f
gía»'puede estribar en su más directa aplica-
bilidad a todas las funciones lingüísticas del
sonido, mientras que ¡onemáíica sugiere, quié
1 . 1 1
rase o no, una limitación a los vehículos distin
’t ' 1 •
tivos, pudiendo por tanto constituir el término
adecuado para designar la rama principal de la
H ■
fonología, que trata de la función distintiva de
los sonidos del habla.
Mientras que la fonética trata de recoger la
información más exhaustiva posible sobre la
materia sonora bruta y sus propiedades fisioló-
gicas y físicas, la fonemática, y la fonología en
§
general, aplican criterios estrictamente lingüís
ticos para cribar y clasificar el material que
1
y /-proporciona la fonética. La historia de la bús
queda de elementos diferenciales discretos y
últimos en el lenguaje puede remontarse hasta
'
< la doctrina de la sphola entre los gramáticos
i sánscritos 1 y la concepción platónica del stoi-
I. ■ I
í jetón, pero, de hecho/ el estudio lingüístico de
tales invariantes comenzó en 1870, para des
« M n M U Ilw ra
arrollarse intensamente después de la Primera
Guerra Mundial, al par que se iba aplicando
cada vez más el principio de invariación en las
ciencias. Después de las estimulantes discusio
nes internacionales que tuvieron lugar al final »
de la segunda y principios de la tercera déca
da del siglo, surgieron en 1939 los primeros
intentos de síntesis de los resultados de esta in
vestigación: los tratados de fonología general*
20
de Trubetzkoy y de van Wi jk *. Los progresos
21
ñales reales.» 4. El hablante ha aprendido a ha
22
del enunciado en unidades gramaticales de di
ferentes grados de complejidad, especialmente
en frases y palabras, bien poniendo de relieve,
tales unidades e indicando su jerarquía ( rasgos ‘
culminativos)', bien delimitándolas e integrán
dolas (rasgos demarcativos):
Los rasgos e x p r e s a s (o enfáticos) popen
un énfasis relativo en diferentes partes del
enunciado o en diferentes enunciados y sugie
ren las actitudes emocionales del hablante.
Mientras que los rasgos distintivos y confi
gurativos remiten a las unidades semánticas, a
su vez, a estos dos tipos de rasgos remiten los
rasgos redundantes. Los rasgos redundantes
ayudan a identificar un rasgo (o una combina
ción de ellos) simultáneo o adyacente, bien sea'
distintivo ó configurativo. Nó debe desdeñarse1
el papel auxiliar de las redundancias. En deter
minadas circunstancias pueden incluso reem
plazar a los rasgos distintivos. Jones cita el
ejemplo de los fonemas ingleses /s / y /zf, que
en posición fina! difieren solamente por la fuer
za de la espiración. Aunque «un oyente inglés
identificará, por lo general, las consonantes
correctamente, pese a su semejanza», tal iden
tificación correcta viene facilitada muchas ve
ces por Id diferencia concomitante en la longi
tud del tal fonema anterior: pence [peñs]
país [ p e n :z ] \ En francés, los términos de la
oposición consonántica lenso/ilojo suelen cu
racterizarse, además, por ser rcspectivamenL
24
Vo
25
noce no es igual que un morfema que tenga
1 otro rasgo en su lugar. Un fonema, como ob
servó Sapir, «carece de una referencia especí
fica» 7. Los fonemas no denotan más que pura
alicriíiacl. Esta falta de denotación individual
separa los rasgos distintivos y sus combinacio
nes en fonemas de todas las demás unidades
lingüísticas.
El código de rasgos que emplea el oyente no
agola la información que transmiten los soni
dos del mensaje que recibe. De su configura
o ción sonora extrae datos que identifican al emi
ce sor. Comparando el código del hablante con el
suyo propio, el oyente puede hallar el origen,
tipo de educación y medio social de aquél. Las
propiedades naturales del sonido permiten des
cubrir el sexo, la edad y el tipo psicofisiológico
del emisor y, finalmente, reconocer a una per
sona. La Schalhmalysc de Sicvcrs ' apuntaba al
gunos caminos para la exploración de tales in
dicios fisiognónticos, pero su estudio sistemá
tico está aún por hacer.
26
2.4.1 [.u* i<iin-cpeíanos ilel loncnui como «ex
terno» con respecto al sonido: El punto
de vista mentalista.
29
ROMAN JAKOBSON Y MORRIS HALLE
1inir, como diría un lógico, el «signo modelo»
(sif>n-clcsign) y no el «signo acontecimiento»
(sign-cvent).
30
nema a que se refiera el lingüista, posean un
31 .
hablantes son conscientes de la identidad de
32
donaxua la gris. Así, «el pollo transfiere su
respuesta al área relativamente más viva»
Es, ante-todo, merced a reglas de relación como
el toyente guiado por el código lingüístico cap
ta el mensaje.
J
Sin embargo, todo intento de reducir el len
34
En cuanto a la exigencia teórica misma, ésta
proviene de la premisa de que, en el lenguaje,
la forma se opone a la sustancia como la cons
tante a la variable. Si la sustancia sonora fuese
una mera variable, entonces la búsqueda de
invariantes lingüísticos tendría en efecto que
hacerse sin ella. Pero la posibilidad de tradu
cir una misma forma lingüística de una sus
tancia sonora a una sustancia gráfica, como lo
es una notación fonética o un sistema aproxi
mado de delelreo fonemático, no prueba que la
sustancia sonora, igual que «otras muchas sus
tancias de la expresión sumamente variadas»,
sea una simple variable. A diferencia del fenó
meno universal del habla, la escritura fonética
o fonemática constituye un código ocasional
y accesorio que suele suponer por parte de sus
usuarios la capacidad de traducirlo al código
sonoro subyacente, mientras que la facultad
de poner en práctica el procedimiento inverso,
trasladando el habla a letras, es secundaria y
mucho menos común. Sólo después de domi
nar la palabra se es capa?, de leer y escribir.
Existe una diferencia radical entre los fone
mas y las unidades gráficas. Cada letra lleva
consigo una denotación específica—en una or
tografía fonética, suele indicar uno de los fo
nemas o determinada serie' limitada de fone
mas, mientras que el fonema no denota sino
mera alteridad (cf. 2.3). Los signos gráficos que
DEL LENGUAJE
M le pone en posesión de un código gracias al
¡y cual interpretará el mensaje. A diferencia de
; este decodificador, el criptoanalista se encuen-
• «jCtra con un mensaje cuyo código le era previa-
. imente desconocido, y. debe dar con él mediante
¡hábiles manipulaciones del mensaje. Un ha
blante nativo de- un idioma responde a cual
quier texto de éste como un decodificador nor
mal, mientras que un extranjero no familiari
zado con la lengua se enfrenta a los textos
£í- como un criptoanalista. Un lingüista que em
prende el estudio de un idioma totalmente des
conocido parte como un criptoanalista, hasta
que, penetrando gradualmente en el código,
consigue finalmente entender todo mensaje de
ese idioma como un decodificador'nativo.
El usuario nativo o naturalizado de una len
gua, cuando ha recibido una formación lingüís
tica, es consciente de las funciones que des
empeñan los diferentes elementos sonoros de
aquélla y puede utilizar este conocimiento para
r
en pasajes com o éste, d aría lugar el que en n u estro
idioma el frecuente uso figurado de d esc ifra r, etc., in-
cluya en el descifram iento ta n to la decodiíicación
com o el criptoanalisis. (N . d e l T .)
\
37
resolver la forma sonora en sus múltiples com
ponentes portadores de información. Teniendo
en cuenta varios «requisitos gramaticales pre
3R
ción fonética, dividirse en secciones unilingües;
-4 *:
í III. LA IDENTIFICACION DE LOS RASGOS
DISTINTIVOS Z
O
o
G
3.1 La silaba.
i mili ni iii i)ii inuii|ni|i mi nnimni
41
modelo de construcción. Una forma Ubre (una
42
Islope phpnemes). Si la cima comprende dos u
más fonemas, uno de ellos, llamado cumbre
(onemáticu o silábica (peak pilóneme u sylla-
bic), destaca de los otros mediante un con
traste compactu/difuso o vocal/sonanlc.
Stetson " ha descrito de modo muy adecua
do el correlato motor de la silaba fonemática
como «una bocanada de aire empujada hacia
arriba a través del canal vocal mediante una
compresión de los músculos intercostales». Se
gún esta descripción, toda silaba consiste inva
riablemente en la sucesión de tres factores:
arranque, culminación y detención del impul
so. De estas tres fases, la central constituye el
factor nuclear de la silaba, mientras que las
otras dos son marginales. Los dos factores mar
ginales se realizan, bien sólo por la acción de
los músculos torácicos, bien mediante sonidos
verbales, habitualmente consonantes. Si ambos
factores marginales se efectúan sólo por la ac
ción de los músculos torácicos, la fase nuclear
de la sílaba es la única audible; en 3tro caso,
es la más audible de ellas. Dicho de otro modo,
la parte nuclear de la sílaba contrasta con las
partes marginales como la cima con las laderas.
En el aspecto acústico, la cima suele poseer
mayor intensidad que las laderas y en muchos
casos muestra una frecuencia fundamental más
elevada. La cima se percibe con mayor fuerza,
acompañadas muchas veces de cierta elevación
del tono musical. Por regla general, los fone
mas cimeros son de suyo más perceptibles que
11 R. H. S tetson : M o to r p h o n e tic s (A m sterdam ,
1951).
los de la ladera de la misma silaba: la cima
suele estar formada de vocales, quedando los
otros fonemas para las laderas; con menor
frecuencia, el contraste entre ambos tipos de
fonemas corre a cargo de líquidas frente a con*
sonantes puras, o de consonantes nasales fren
te a consonantes orales y, excepcionalmente, de >
fricativas frente a oclusivas (cf. 4.1.6). Si la
ladera está constituida por todo un grupo con
sonántico, y dentro de éste uno de los fonemas
es de por si más perceptible que los otros, su
intensidad sonora se reduce notablemente para
preservar la unidad de la sílaba; por ejemplo,
en las voces checas /jd u /, /jsem /, /r ti/, /lp¡/,
o en el monosílabo polaco /k rv i/, que podemos
com parar con el bisílabo serbocroata / krvi/
,'rf ,
I
2
45
los, grave y agudo, pueden aparecer en dos va-
46
se opone a la distribución inversa; por ejem
plo, una modulación ascendente a una descen
dente, o ambas a una entonación uniforme.
48
•i’..
FUNDAMENTOS DEL LENGUAJE
3.3.4 La relación entre el acento y la cantidad.
4 49
registros o por movimientos tonales sucesi
50
Un rasgo prosódico pone en juego dos coor
51
bles en una misma posición de la secuencia.
No se da nada parecido a la anterior compa
ración de dos términos polares que aparecen
juntos en un contexto. Por tanto, las dos posi
bilidades que deñne un rasgo inherente coexis
ten en el código como dos términos de una
oposición, pero no requieren yuxtaposición al
guna en el mensaje. Dado que el rasgo inhe
rente se identiñca exclusivamente mediante la
comparación del término presente en una po
sición determinada con el término ausente, la
realización de un rasgo inherente, en un mo
mento dado de la secuencia fónica, admite un
margen de variabilidad menor que el de los
rasgos prosódicos.
i
i
pérdida de A en la afasia implica la ausencia
p
de B, y la rehabilitación del afásico sigue el
f mismo orden que el desarrollo del sistema fo-
nemático infantil. Idénticas leyes de implica*
l
ción rigen las lenguas del mundo tanto en su
aspecto estático como en el dinámico. La pre-
senda de B implica la de A y, por lo tanto, B no
puede surgir en el sistema fonológico de una
lengua a no ser que A ya se encuentre en él;
; de igual modo, A no puede desaparecer de una
lengua mientras B permanezca en ella. Cuanto
más limitado sea el número de lenguas que
posean un determinado rasgo fonemático (o una
combinación cualquiera de éstos), más tardará
en adquirir este rasgo el niño nativo y antes lo
perderá el afásico.
. t
a bU ingual ch ild . II (Evanston, 1947); A. G vozoev ;
U svoenie r e b e n k o m z v itk o v o j sto r o n y ru ssk o g o ¡a zyka
(Moscú, 1948); K. O unesorc : F o n e tic k á s tu d ie o d i ís k é
* íí. t e t i (Praga, 1948); L. K a /.m a r e k : K s z a ta lto w a n ie sie
m o w y d zie ska (Poznan, 1953); P. S m o c zik sk i : P rzys-
■ ir w a ja n ie p rze z d zie c k o p o tlstttw s y s tv n u t ¡ (z y k o w e g o
(Lodz, 1955); Th. A lajouanine , A. O mbredane , M. Din
53
í
de un número creciente de leyes, plantean el
54
universal en el sistema fonemático del lenguaje.
55
con exclusión en la misma posición de otros
í •'
* Cf. C. M. Dokk; «N otes on a p ro b le m in (he me- R.
ch a n ism o f «he Z uhi clicks». B a n tu S tu d ie s, II (1923).
d K f° *
3.6.1 Rasgos de sonoridad.
I. Vocálico/no vocálico:
III. Denso/difuso:
IV. Tenso/flojo:
acústicamente • cantidad total de energía más
elevada (o en cambio más baja) junto con ma
yor (o menor) difusión de la energía en el es
pectrograma y en el tiempo;
genéticamente - mayor (o menor) deformación
del sistema de formación con respecto a su
posición de reposo. El papel de la tensión
muscular en la lengua, las paredes del canal
bucal y la glotis réquiere un estudio más de
tenido.
V. Sonoro/sordo:
58
VI. Nasal/oral (nasalizado/no nasalizado):
59
■
VIII. Estridenté/mate:
t X. Grave/agudo:
acústicamente - concentración' de la energía en
las frecuencias bajas (o altas) del espectro;
genéticamente - periférico/central: los fone
mas periféricos (velares y labiales) tienen un
resonador más amplio y menos fragmentado
que los centrales correspondientes (palatales y
dentales). >
FUNDAMENTOS DEL LENGUAJE
XI. Bemolizado/normal:
acústicamente - los fonemas bemolizados se
distinguen de los normales correspondientes
porque presentan un descenso de tono o una
debilitación de algunos de sus componentes de
frecuencia más elevada;
genéticamente - los primeros (de abertura es
trechada), a diferencia de los segundos (de
abertura no estrechada), se producen reducien
do el oriñeio anterior o posterior del resona-.
dor bucal, así como agrandando dicho resona
dor mediante una velarización concomitante.
XII. Sostenido/normal:
acústicamente - los fonemas sostenidos se dis
tinguen de los normales correspondientes por
que presentan una elevación de algunos de sus
componentes de frecuencia más elevada;
genéticamente los fonemas sostenidos (de aber
tura ampliada), a diferencia de los normales
(de abertura no ampliada), muestran una ma
yor abertura de la faringe, es decir, del orificio
posterior del resonador bucal; una palataliza
ción concomitante reduce y fragmenta la cavi
dad de la boca.
61
comprende otras etapas. La etapa inicial de
todo acto verbal —la intención del emisor—
escapa aún a un análisis preciso. Lo mismo
puede decirse de los impulsos nerviosos que
el cerebro transmite a los órganos que efectúan
el acto. La labor de estos órganos —la etapa
zo motriz del acto verbal— es hoy en día por
< /) completo accesible a la observación, gracias
ta
xo sobre todo al perfeccionamiento de los rayos X
< y de otros instrumentos que revelan la acción
de elementos del aparato fonador tan impor
tantes como los mecanismos faríngeo, laríngeo
y sublaríngeo. Todavía mejor se conoce la con
dición del mensaje en su camino desde el cuer
po del hablante hasta el oyente, en particular
merced al sorprendente desarrollo de la acús
tica moderna.
Empieza a esclarecerse el proceso de traduc
ción del estímulo físico a vehículos primero
auditivos y luego nerviosos ”, Parece oportuno
buscar el modelo que corresponde en el sis
tema auditivo a los rasgos distintivos. En cuan
to a la transformación de los componentes lin
güísticos que efectúa el sistema nervioso, hoy
por hoy podemos a lo sumo arriesgar lo que
los psicofisiológicos han considerado «una afir
mación meramente especulativa» 3a: los rasgos
62
>•’
63
P a ra , el psicólogo, cada atributo se define
mediante la reacción diferencial a un estimulo
por parte de un oyente sometido a una deter
minada tarca (Aitfgabe). Aplicándolo a los so
nidos verbales, esta tarea está determinada por .
la actitud del oyente que decodiñca el m ensaje-
recibido y cada uno de los componentes, rela
cionándolos con el código que el hablante y él
comparten. Así, el papel de los componentes
sonoros y de sus combinaciones en el sistema
lingüístico está implícito en la percepción del
habla. Para encontrar los elementos articula
torios, acústicos y perceptivos del sonido que
se utilizan en un lenguaje dado, debemos guiar
nos por sus reglas de codificación: un análisis
fisiológico, físico y sicológico eñeaz de los so
nidos verbales requiere una previa interpreta
ción lingüística de los mismos.
, 64
/
durante nuestra investigación del punto de des
5 65
J
back) cenestésica del oyente desempeña un
papel muy secundario e incidental. No es raro
que consigamos distinguir de oído fonemas ex-'
tranjeros sin haber llegado a dominar su pro
ducción y, en el proceso infantil de aprendizaje
de un idioma, la facultad de discriminar entre
f los fonemas 4e los adultos suele preceder al
uso de los mismos.
Las oposiciones distintivas pueden especifi
carse con relación a cualquier etapa del acon
tecimiento verbal, desde la articulación hasta
la percepción y la decodiñcación, con la única
condición de que los invariantes de toda etapa
se escojan y comparen entre sí en términos de
las etapas sucesivas, dado el hecho evidente
de que hablamos para ser oídos y hemos de
ser oídos para que se nos entienda.
Aquí sólo hemos descrito los rasgos distin
tivos en términos acústicos y motores, porque
estos aspectos son los únicos acerca de los cua
les poseemos hoy por hoy una información de
tallada. Cada uno de estos modelos debe pro
porcionarnos el cuadro completo de las distin
ciones últimas e irreductibles. Pero, dado que
la articulación es al fenómeno acústico lo que
el medio al efecto, la clasificación de los datos
articulatorios debe hacerse con referencia a mo
delos acústicos. Así es como la clasificación
articulatoria de las consonantes en cuatro gru
pos —velares, palatales! dentales y labiales—
se reduce, en el plano acústico, a dos oposicio
nes binarias: por un lado, la oposición grave/
agudo, pues las labiales y las velares concen
tran su energía en las frecuencias más bajas
66.
del espectro, a diferencia de las dentales y las
palatales, que la concentran en las frecuencias
elevadas; por otro lado, la oposición denso-/
difuso, puesto que las velares y las palatales se
distinguen de las labiales y las dentales por la
67
IV. LOS SISTEMAS FONEMATICOS
I
se basaba de algún modo en la experiencia fe
69
consonántica más resistente a la afasia, y existe
75
neo, sin que en ninguna banda de frecuencia
aparezca una gran concentración de energía,
mientras que en la vocal / a / no hay propia'
mente límite de duración y la energía se con
centra en una zona relativamente reducida de
máxima perceptibilidad. En el primer elemen- '
to tenemos una estricta limitación de duración,
pero ninguna en lo que respecta a la frecuencia;
en el segundo, en cambio, ninguna limitación
temporal pero una reducción máxima del cam
po de frecuencia. Por consiguiente, la oclusiva
difusa, en la que se reduce al máximo la ener
gía empleada, es el fonema más próximo al
■1 silencio, mientras que en la vocal abierta se
gasta la mayor cantidad de energía de que es
capaz el aparato fonador humano.
Esta polaridad entre un máximo y un mí
nimo de energía, aparece inicialmente bajo la
forma de contraste entre dos unidades sucesi
vas —la consonante óptima y la vocal ópti
ma. Así se establece el primer marco en que
se encuentran los fonemas; la sílaba. Dado que
muchas lenguas carecen de sílabas sin una con
sonante prevocálica y/o con una consonante
postvocálica, el modelo CV (Consonante-fVo
cal) es el único modelo universal de la sílaba.
72
ín
lenguaje infantil. No obstante, lo usual es que
el niño conserve durante un tiempo un esque
ma silábico constante, haciendo de cada uno
de sus elementos por separado (primero la con
sonante y luego la vocal) términos diferencia
les alternativos.
Casi siempre, la oclusiva oral, que emplea
una sola cavidad cerrada, encuentra su contra
partida en la consonante nasal, que añade al §
o
c
canal principal cerrado otro subsidiario abier
to, completando así los rasgos específicos de s
una oclusiva con una característica vocálica se
cundaria. Antes de aparecer la oposición conso
nántica nasal/oral, la consonante se distinguía
de la vocal por su canal cerrado frente al canal
abierto de esta última. Una vez que la conso
nante nasal se opone a la oral en función de la
presencia o la ausencia de un canal abierto, el
contraste consonante/vocal se interpreta de
nuevo, ahora con respecto a la correlación pre-
. sencia/ausencia de un canal cerrado.
Aparecen después varias nuevas posiciones,
que vienen a atenuar y modificar el contraste
óptimo inicial de consonantes y vocales. Todas
estas formaciones posteriores alteran de algún
modo, al articularse, la forma del resonador
bucal, mientras que la nasalización se limitaba
a añadir una cavidad de resonancia secundaria
a la de la boca sin cambiar la configuración ni
el volumen de ésta.
<La oposición de la consonante nasal y la oral,
V que se cuenta entre las más tempranas adqui
siciones del niño, es generalmente la oposición
£-
73
’ V N
ya Grimm había definido con justicia como «la
más completa de cuantas consonantes pueden
producirse».
La oposición tonal, originariamente conso
nantica, puede a su vez extenderse al sistema
vocálico: es naturalmente la vocal difusa de.
la que se escinde en una grave y otra aguda,
dotando así al extremo superior del triángulo
general con una línea iransversul fu / — /i/.
a
DEL LENGUAJE
el vocálico, con las escasísimas excepciones en
que, bien las vocales, bien las consonantes
—nunca ambos grupos—, adoptan un esquema
lineal. En los contados casos que responden a
este esquema, las vocales se distinguen según
los rasgos denso y difuso y las consonantes,
casi invariablemente, según los rasgos de tona
lidad. Por lo tanto, ninguna lengua carece de
las oposiciones grave/agudo y denso/difuso,
mientras que cualquier otra oposición puede
faltar.
Son las variaciones de volumen y forma del
resonador bucal las que dan lugar a la oposi
ción grave/agudo. En las primeras etapas del
habla infantil, en las afasias avanzadas y en
numerosas lenguas del mundo, se añaden a es
tas variaciones otras en el tamaño de uno o
ambos orificios de la cavidad bucal. La ivilue-
ción de los orificios anterior y posterior, junto
con un resonador ampliado y no dividido, pro
duce un descenso de las frecuencias de reso
nancia, mientras que la acción combinada de
los orificios dilatados y de una cavidad empe
queñecida y fragmentada eleva dichas frecuen
cias. Pero los cambios de tamaño de cada uno
de estos orificios pueden llegar a producir efec
tos de modo autónomo, poniendo en juego ras-
77
gos de tonalidad secundarios (bemoles y/o sos
78
X
79
más tarde por los afásicos, que los constric
tivos. Hay en el mundo varias lenguas que ca
recen de constrictivas, pero ninguna que ca
rezca de oclusivas.
La aparición de las liquidas, en las que se
combina la deñnida estructura de los forman
tes del espectro vocálico con la reducción con
sonántica de la energía, sustituye el contraste
consonantc/vocal por dos oposiciones autóno
mas: consonántico/no consonántico y vocálico/
no vocálico. Mientras que el rasgo consonán
tico (la reducción de la energía) está repre
sentado de modo óptimo en la oclusiva, que
tiende a consi¡luir una única pulsación, el ras
po no vocálico (la ausencia de una estructura
de formantes deñnídos) se manifiesta de modo
óptiniu cu la consonante estridente, que tiende
a ser un ruido neutro. Por ello, el que los ras*
gos interrupto/continuo y estridente/mate se
emancipen uno de otro, implica la previa ad
quisición de una líquida en la que se combinen
. los rasgos autónomos vocálico y consonántico.
De hecho, las constrictivas mates, que se opo
nen a las constrictivas estridentes, o Jas plosi
vas estridentes (africadas), que se oponen a las
plosivas mates (oclusivas), no se presentan en
el lenguaje infantil antes de que aparezca la
primera liquida y. en la afasia, desaparecen
cuando las líquidas se han perdido.
Las plosivas estridentes, a diferencia de las
males, atenúan la reducciun consonantica de
la energía. Las constrictivas mates se apartan
del óptimo no vocálico que suponen las cons
trictivas estridentes: concretamente, de su ca-
rácter marcadamente ruidoso. Una idéntica es
cisión del rasgo consonántico, por un lado, y
del no vocálico, por otro, se manifiesta, respec
tivamente, en la aparición de las líquidas y en
la de las oclusivas estridentes. Ello explica la
«extraña pero extendida» permutabilidad de
las oclusivas estridentes y las líquidas, latera
les sobre todo, que Bouda señala en las len-
. guas manchútungües y paleosiberianas *.
Dado que la nasalidad, al añadir una estruc
tura de formantes claramente definida al esque
ma consonántico, acerca las consonantes a las
vocales, y que Jas liquidas reúnen el ra$eo con
sonantico y eí vocálico, resulta ventajoso agru
par nasales y líquidas bajo el término común
. dé sonantes. Por otro lado, el carácter conso
nántico de estos dos grupos se encuentra refor
zado en fonemas relativamente infrecuentes,
como las nasales interruptas (las llamadas oclu
sivas prenasalizadas) y las líquidas estridentes
(las laterales o vibrantes sibilantes).
Los fonemas orales que se articulan con el
canal vocal obstruido tienen su fuente de ruido
en la obstrucción, y, si usan la sonoridad, es
como fuente secundaria, mientlas'que en aque
llos que se articulan con el canal despejado la
sonoridad es la fuente principal. Mientras que
la consonante óptima es sorda y la vocal ópti
ma sonora, la sonorización de las consonantes
o, en muy raras ocasiones, el ensordecimiento
de las vocales, representan uno de los varios
50 K . B ouda : «L a te ra l u nd S ib ila n t» , Z e i l s c h r i f i f ü r
P h o n e t i k , I ( 1947).
6
procedimientos de atenuar el contraste má
ximo CV.
Dado que las consonantes se caracterizan
82
t'.
A
%t
83
'«2\VrT
posible una cooperación muy fructífera entre
ambas disciplinas” . Todo mensaje hablado
ofrece al oyente dos series de información com
plementarias: por un lado, la cadena de fone
mas proporciona una información codificada en
forma de secuencia, y, por otro, cada fonema
se compone de varios rasgos distintivos. El nú
mero total de estos rasgos equivale al número
mínimo de selecciones binarias necesario para
determ inar un fonema. Al reducir la informa
ción fonemática contenida por una secuencia
al número mínimo de posibilidades escogidas,
hallamos la solución más económica y, por
tanto, la mejor: el número mínimo de las ope
raciones más elementales suficientes para per
m itir la codificaciónr o la decodificación del
mensaje completo. Cuando tratam os de redu
cir una lengua dada a sus componentes últi
mos, estamos buscando el más pequeño con
junto de oposiciones distintivas que perqiita
identificar cada fonema de los mensajes trans
mitidos en dicha lengua. Tal búsqueda requie-
11 P o r lo q u e se refiere a los p ro ce d im ie n to s de
la te o ría* d e la com unicación u tilizab les en el análisis
fo n em á tic o . véanse en p a rtic u la r C. E . S hannon y W.
Wi:aver: T h e tn a lh e tn a lic a l Ih e o r y o f c o m m u n ic a tio n
(U rb an a . 1949): C. E. S hannon: «The red u n d an cy of
English», C y h c n ic iic s , T ra n sn c lio n s oF tito So ven llt
C o n fere n ce(N ew Y ork, 1951); D .M . M ackay: «In search
of b asic sym bols», C.vfoenri'fics, T ra n sa c tio n s of tho
E ighth C o n fero n ce (N ew Y ork, 1952); D. G abor: «Loe-
tu re s o n co m m u n ic atio n theory». M. I. T.. R esearch
L a b o ra to ry of E lectro n ics, R e p o rt, núm . 238 (1953):
E. C. C iierrv:- H lim a n c o m m u n ic a tio n (W iley & Sons
y T he T ec hnology P re ss, N ueva Y ork, 1957). Cf. I. P ol-
lack: «A ssim ilation of seq u en tially encoded infoma-
tion», A m e r ic a n J o u r n a l o f P sy c h o lo g y , LXVI (1953).
re aislar los rasgos distintivos de los rasgos
$5
contiene de dos (densa nasal) a cinco rasgos
86
X
87
En primer lugar, un ,sistema de rasgos dis
J * ' tintivos basado en relaciones de implicación
mutua entre ambos términos de cada oposi
fe . OJ
ción binaria es el código óptimo, por lo que
resulta insostenible el supuesto de que los ha
§ blantes recurran para sus operaciones de codi
¡H
z ficación y decodiñcación a un conjunto de cri
8n terios diferenciales más complicado y menos
o económico. Experimentos recientes revelan que.
s las manifestaciones auditivas multidimensiona-
les se aprenden y perciben más fácilmente que
oce de ningún otro modo cuando se hallan codifi
cadas según un sistema binario **.
En segundo lugar, el código fonemático se'
adquiere en los primeros años de la infancia y
la psicología muestra que, en la mente del niño,
el par es anterior a los objetos aislados **. La
te -: 3S I. F ollack y L. F icks: « In fo rm atio n o f elemen-
ta ry m ulti-dim cnsional a u d ito ry displays», Jo u rn a l o f
th e A c im slic a l S o c ie ly o f A m e ric a , XXVI (1954).
v é a se H. Wai.i .on: L e s o rin in e s d e la p e n s ie 'c h e z
V e n fa n t, I (P a rís, 1945). P o r lo que re sp e c ta al p a p e l
decisivo de las fisiones b in a ria s g rad u ales en el d esa
rrollo del niño, v éa se T. P arsons y R. F. B al es : F a m i
ly . so c ia liza lio n a n d im e r a e lio n p r o c e s s (Glencoe,
1955).
N . d e l T .— N. R u w e t y A. A dler , au to re s d e la ver
sió n fran cesa de e s ta o b ra , rem iten aq u í a un p asa je
del lib ro de W allon q u e c ita J akobson en R e lr o s p e c l,
a rtic u lo publicado co m o apéndice al to m o I d e sus
V S e le c ie d W r ilin g s ( P h o n o lo g ic a l S lu d ie s , M outon &
;ii '. Co., La H aya, 1962, pp. 629-658); a co n tin u ació n tra
duzco esa c ita:
«El p en sam ien to n o ex iste sin o m erced a la s estru c
tu ra s que introduce en las co sas... Lo qu e puede
co m p ro b a rse en el o rig en es la existencia d e elem en
to s a p a read o s. El elem en to d e p e n sam ien to es esta
i 88
f
oposición binaria es' la primera operación ló
gica que realiza un niño. Ambos correlatos sur
gen simultáneamente, forzando al niño a esco
ger uno de ellos suprimiendo el otro-
En tercer lugar, casi todos los rasgos distin
tivos muestran una estructura indiscutiblemen
te dicotómica en el plano acústico y, por con
siguiente, también en el plano motor. De los
rasgos inherentes sólo la distinción vocálica
denso/difuso suele presentar un mayor núme
ro de términos (tres por lo general). Por ejem
plo, /ae/-es a /e / como /e / es a /¡/: la media
geométrica / e / es no densa con respecto a /ae/
y no difusa con respecto a /i/. Los experimen
tos psicológicos según los cuales la mezcla de
/ae/ y de / i / produce /e / confirman lo peculiar
de este rasgo vocálico37. En cambio, experimen
tos paralelos de mezcla de vocales situadas en
el eje de las tonalidades han mostrado que dos
d e m e n to aislad o ... Sin esa relación inicial que es la
p areja, todo el u lte rio r ediñeio de las relaciones sería
im posible... No hay pensam iento puntiforme., sino
desde el p r im e r m om ento dualism o o desdoblam ien
to... P o r lo general, toda expresión, toda noción está
in tim am en te unida a su co n tra rio , de tal m odo que
no p u ed e p en sarse sin d ... La delim itación m ás sim
ple, m ás visible, es la oposición. Una idea se deline
p rim e ro y m ás fácilm ente que de o tro m odo alguno
a .tr a v é s de su c o n tra rio .'L a relación en tre si y no,
blanco y n eg ro , p a d re y m adre, se vuelve com o a u
tom ática de tal m odo que parecen venir a los labios
al m ism o tiem po y que hace falta una especie de
esfuerzo p ara re p rim ir aquel de los dos térm inos que
no conviene... El p a r es a la vez identificación y di
ferenciación.»
3T Véase K. H uber: «Die V okalm ischung und das
Q u alitáten sy stem der Vokale», A rc h iv (Ur P svcholo-
gie, XCI (1934).
vocales, una grave y otra aguda, producidas
DEL LENGUAJE
notables trabas que semejante enfoque unidi
mensional pone al análisis.
Por último, diremos que la aplicación de la
escala dicotómica pone tan en evidencia la es
tructura estratificada de los sistemas fonemá-
ticos, las leyes de implicación que los rigen y la
tipología de las lenguas, que deja plenamente
de manifiesto que tal escala es inherente al sis
tema lingüístico.
’S
:a\
se desde un punto de vista lingüístico y, en
particular, fonemático
El problema de lús saltos espaciales no deja
de plantearse entre dialectos alejados entre sí
y sumamente diferenciados, ni entre lenguas
emparentadas o incluso de familias distintas.
Mediadores más o menos bilingües se adaptan
al código fonemático extranjero: su prestigio
aumenta en función del círculo de sus oyentes.
y puede provocar la difusión de sus innovacio
nes entre sus compatriotas unilingücs.
.También las adaptaciones que tienen, lugar
entre lenguas, y no ya sólo las que se producen
entre dialectos, pueden alterar el código fqne-
mático, lo cual puede no limitarse a los casos
.de préstamo de palabras e incluso ocurrir sin
que haya préstamo léxico alguno. En todas las
partes del mundo los lingüistas se han sorpren
dido. como confiesa Sapir. al observar «el no
table hecho de que de los rasgos fonéticos dis
tintivos tienden a distribuirse por áreas am
plias, con independencia de los vocabularios y
estructuras de las lenguas que están en jue
go» Este fenómeno de considerable impor
tancia se halla todavía pendiente de estudio
teórico y cartográfico sistemático, estudio que
tendría que llevarse a cabo en relación con la
investigación, no menos urgente, acerca de la
tipología de los sistemas fonemáticos.
41 V éanse los «R csults of Ihe C onfcrcnce of An-
th ro p o lo g ists and L inguists», In d ia n a lln iv e r s ity Pu-
h lic a lio n s in A n lh r o p o lo g y m u i L in g n is/ic s, V III
(1953), págs. 16 y sigs. y 36 y sigs.
11 E. S apir : «Languagc», S e le c le d W r ilin g s (Bcrke-
ley y L os Angeles, 1949), pág. 25.
La otra posibilidad que cabe en los casos de
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PARTE 11
D O S A SP E C T O S D E L L E N G U A JE
Y D O S T IP O S DE
T R A S T O R N O S A F A S IC O S
por
* ROM AN JAKOBSON
L LA AFASIA COMO PROBLEMA
LINGÜISTICO
101
plinas médicas que se aplican al estudio de la
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II- EL CARACTER DOBLE DEL LENGUAJE
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/anadón de entidades sucesivas son los dos
107
a bras que se comportan a este respecto como
una sola palabra constituyen un caso frecuente,
pero, sin embargo, marginal. Para comprender
la inmensa mayoría de los grupos de palabras
basta con conocer sus elementos y las reglas
sintácticas de su combinación. Dentro de estas
limitaciones tenemos libertad para variar los
contextos de las palabras. Esta libertad es, por
supueso, relativa, y considerable la presión de
los clichés habituales sobre nuestra elección
de combinaciones. Pero es innegable que exis
te cierta libertad para componer contextos ra
dicalmente nuevos, pese a la relativamente baja
probabilidad estadística de que aparezcan éstos.
IV Por tanto, en la combinación de las unidades
lingüísticas sé sigue una escala de libertad cre
ciente. En la combinación de rasgos distintivos
para constituir fonemas, la libertad del hablan^
te individual es nula; el código tiene ya esta
blecidas todas las posibilidades utilizables en
un lenguaje dado. La libertad de combinar los
fonemas en palabras se circunscribe al caso
marginal de la acuñación de términos. El ha
blante se halla menos coartado cuando se trata
de form ar frases con las palabras. Y, Analmen
te, la acción coactiva de las reglas sintácticas
cesa a la hora de combinar frases en enuncia
dos, aumentando asi considerablemente la li
bertad de cada hablante para crear nuevos con
textos, aunque tampoco aquí se pueda pasar
por alto lo estereotipado de numerosos enun
ciados.
Todo signo lingüístico se dispone según dos
modos:
108
' 1 ) La combinación.—Todo signo está tor-
mado de otros signos constitutivos y/o aparece
únicamente en combinación con otros signos.
Esto significa que toda unidad lingüística sirve
a la vez como contexto para las unidades más 8
simples y/o encuentra su propio contexto en
una unidad lingüística más compleja. De aquí í
que todo agrupamiento efectivo de unidades Eq
lingüísticas las conglobe en una unjdad supe Z
O
rior: combinación y contextura son dos caras e
de la misma operación.
■>
>e 2) La selección.—La opción entre dos posi
i. bilidades implica que se puede sustituir una
de ellas por la otra, equivalente a la primera
■¥ bajo un aspecto y diferente de ella bajo otro.
De hecho, selección y sustitución son dos caras
de la misma operación.
b Ferdinand de Saussure advirtió claramente
el papel fundamental que estas dos operacio
■< nes desempeñan en el lenguaje. Sin embargo,
de las dos variedades de combinación —con
currencia y concatenación—, el lingüista de
K Ginebra sólo reconoció la segunda, la sucesión
temporal. Pese a su propia intuición del fone
ma como conjunto de rasgos distintivos con
currentes (élémenls différentiels des phoné-
■i; mes), el científico sucumbió al prejuicio tradi
cional acerca del carácter lineal ilcl lenguaje
«qui excluí la possibilité de prontmeer deux
íf élémenls á la fois
A fin de delimitar los dos modos de relación
í i.- 10 F. de S a u s su re : C o t tr s d e l i n g u i s t i q u e g e n é r a l e .
2.* ed., P a rts , 1922. [T ra d . c a st. d e A. A lonso, B u e n o s
A ires, L o sad a, 1945, re e d ita d a .l
I0<J
que hemos descrito como combinación y selec
ción, F. de Saussure establece que el primero
«es mi praesentia; se apoya en dos o más tér
minos igualmente presentes en una serie efec
tiva», mientras que el segundo «une términos
in abseitíia en una serie mnemónica virtual».
Es decir, la selección (y, correspondientemente,
la sustitución) se refiere a entidades asociadas
en el código, pero rio en el mensaje dado, mien
tras que, en el caso de la combinación, las enti
dades a que se reñere se hallan asociadas, bien
en ambos, bien solamente en el mensaje. El
receptor percibe que el enunciado (mensaje)
es una combinación de partes constitutivas (fra
ses, palabras, fonemas, etc.) seleccionadas de.
entre el repertorio de todas las partes consti
tutivas posibles (código). Los elementos' de un
contexto se encuentran en situación de conti
güidad, mientras que en un-grupo de sustitu
ción-ios signos están ligados entre sí por di
versos grados de similiaridad, que fluctúan en
tre la equivalencia de los sinónimos y el núcleo
común de los antónimos. • ' .
Estas dos operaciones proporcionan a cada
signo lingüístico dos conjuntos de interpretan
tes, por emplear el útil concepto que introdujo
Charles Sanders Peirce dos referencias sir
ven para interpretar el signo— una al código y .
otra al contexto, ya sea éste codiñcado o libre;
y en ambos modos el signo se ve remitido a
otro conjunto de signos lingüísticos, mediante
una relación de alternación en el prim er caso y
11 C. S. Pr.iuci:; Co U e c ittl P a p crs, I I y IV (C a m
b rid g e . M a ss., 1932, 1934); v er el ín d ic e p o r .m a t c r i a s . -
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l III. EL TRASTORNO DE LA SEMEJANZA •ai
o
c
S
113
variedades «un nombre escogido para señalar
114
\
115
contexto o de la situación y que consiguiente
lió
los cuales es especiñco para un entorno dado.
Así, la paciente de Goldstein no pronunciaba
nunca la palabra cuchillo sola,, sino que, según
su uso y las circunstancias, llamaba al cuchillo
alternativamente coruiphtimis, mondado)', cu
chillo de pan o cuchillo y tenedor (pág. 62;
66 de la trad. cast.); de esta forma la palabra
cuchillo, forma libre, capaz de presentarse ais
lada, se convertía en una forma ligada.
«Tengo un piso muy bonita, vestíbulo, dor
mitorio, cocina», dice la paciente de Goldstein.
«No, también hay pisos grandes, sólo en la parte
de atrás viven los solteros.» En lugar de solte
ros, podía haberse, escogido una forma más ex
plícita, el grupo gente no casada, pero la ha
blante prefirió emplear un solo término; cuan
do se le insistió para que respondiera lo que
era un soltero, la paciente no contestó: «apa
rentemente estaba distraída» (p. 270; p. 283 de
la trad. cast.). Una respuesta como «un soltero
es un hombre que no está casado» o «un hom
bre que no está casado es un soltero» hubiera
supuesto una predicación en forma de ecua
ción y, por lo tanto, la proyección de un con
junto o grupo de sustitución tomado del código
léxico de la lengua dentro del contexto del men
saje dado. Los términos equivalentes se trans
forman en partes correlativas de la frase y
como tales ligadas por la contigüidad. La pa
ciente era capaz de escoger el término adecua
do, spltero, cuando se apoyaba en el contexto
de una conversación habitual sobre los «pisos
de soltero», pero no podía utilizar el grupo de
sustitución soltero= hombre no. casado como
tema de la frase, porque se encontraba altera
118
\
*
dicar la dirección... un imán señala el norte»
Tales pacientes no consiguen pasar, como diría
a
■5 Pcirce, de un í n d i c e o un ¡ c o n o al s í m b o l o ver
* 4 bal correspondiente “.
Aun la simple repetición de una palabra re ovi
sulta para el paciente una redundancia inne
DEL LENGUAJE
i cesaria, por lo que es incapaz de repetirla pese
a las instrucciones que puedan dársele. Un pa
ciente de Head al que se pedía que repitiera
la palabra «no» repuso: «No, no sé cómo ha
,•>■.<ti cerlo». Aunque empleaba espontáneamente la
'! !“ palabra en el contexto de su respuesta, no po
día expresar la forma más pura de predicación
ecuacional, la tautología a = a: «no» es «no».
i ; Una de las aportaciones importantes de la
’ lógica simbólica a la ciencia del lenguaje con
I, , siste en haber destacado la distinción entre
l e n g u a j e o b j e t o y m e t a l e n g i t a j e . Como dice
' ■i Carnap, «si queremos hablar a c e r c a de cual
, 'a • quier l e n g u a j e o b j e t o , necesitamos un m e t a l e n -
■'*;( i g u a je » 17. En estos dos distintos niveles del len
guaje pueden emplearse unos mismos recursos
i- lingüísticos; así, podemos hablar en inglés (to
mándolo como metalenguaje) acerca de la len
gua inglesa, tomada como lenguaje objeto, e
interpretar las palabras y frases inglesas me
diante sinónimos, circunlocuciones y paráfrasis
120
«En el código que usamos, el nombre del objeto
señalado es ‘lápiz’»; o bien «En el código que
usamos, la palabra ‘soltero’ y la circunlocución
'hombre no casado’ son equivalentes».
Los afásicos de este tipo no pueden pasar de
una palabra a sus sinónimos o circunlocucio
nes ni a sus heterónimos, es decir, las expre
siones equivalentes en otros idiomas. La pér
dida de capacidad poliglota y consiguiente con
finamiento en una sola variedad dialectal de
una única lengua son manifestaciones sintomá
ticas de este trastorno.
Un prejuicio antiguo, pero que reaparece con
frecuencia, considera que la única realidad lin
güística concreta es la forma de hablar de un
individuo determinado en un momento dado,
el llamado idiolecto. Contra esta concepción se
ha objetado lo siguiente:
«Cuando se habla por primera vez con al
guien, siempre se intenta, deliberadamente o
no, dar con un vocabulario común: bien para
agradar, bien para hacerse comprender, bien,
finalmente, para librarse de él, se emplean los
términos del interlocutor. En el lenguaje no
hay nada que recuerde a la propiedad privada:
todo está socializado. El intercambio verbal,
como toda otra forma de relación, requiere al
menos la comunicación entre dos individuos;
el idiolecto no es, pues, sino una ficción un
tanto insidiosa»".1
121
Es preciso, sin embargo, hacer una reserva:
para un afásico que ha perdido la capacidad
de «conmutación del código», su «idiolecto» se
convierte efectivamente en la única realidad
lingüísticá; Como no juzga que el habla de los
demás constituye mensajes que se le dirigen
en su mismo sistema verba l, siente lo que ex
presó un paciente de Hemphil y Stengel: «Le
oigo perfectamente, pero no puedo entender lo
que dice... Oigo su voz pero no las palabras...
No se puede pronunciar» Encuentra que el
enunciado del otro es pura jeringonza, o al me
nos que pertenece a una lengua desconocida.
Como ya queda dicho, es la relación externa
de contigüidad la que une entre sí los compo
nentes de un contexto y la relación interna de
semejanza la que permite el juego de las sus
tituciones. A ello se debe el que, para los afá
sicos cuya capacidad de sustitución se encuen
tra afectada, e intacta la de contextura, las ope
raciones en que interviene la semejanza sean
reemplazadas por las basadas en la contigüi
dad. Podría predecirse que, en tales condicio
nes, toda agrupación semántica se guiaría por
la contigüidad espacial o temporal en vez de
por la semejanza; de hecho, los experimentos
de Guldslein justifican esta suposición: una
paciente de este tipo, a la que se pidió que
diera una lista de nombres de animales, los
dispuso en el mismo orden en que los había
visto en el zoológico; análogamente, puse a que
R. E. M cmimiii. y E., S ti:xci:u, «Puru ivord deaf-
iil-ss», Jttitrnitl o/ Ncurolofiy m uí Pxychiatry, III (1940),
|i:ius. 251-62. ,
\
123
lince por los muertos', lo que abreviaba di
ciendo 'm uerto’» (I, pág. 198).
Talos metonimias pueden caracterizarse cunm
proyecciones de la línea del contexto habitual
sobre la línea de sustitución y selección: un
signo (tenedor, por ejemplo) que suele apare--
cer junto con otro (cuchillo) puede usarse en
lugar de este último. Expresiones como «cuchi
llo y tenedor», «lámpara de mesa», o «fumar en
pipa» han provocado las metonimias tenedor,
mesa, fumar; la relación entre el uso de un
objeto (una tostada por ejemplo) y el medio
de producirlo da lugar a la metonimia comer
por parrilla. «¿Cuándo se viste uno de negro?»
—«Cuando guarda luto por los muertos»: en
lugar de nom brar el color, se designa la causa
de su uso tradicional. El tránsito de la seme
janza a la contigüidad es especialmente eviden
te en casos como el del paciente de Goldstein,
que respondía con una metonimia cuando se
le pedía que repitiera una palabra diciendo, por
ejemplo, cristal en lugar de ventana o cielo en
lugar de Dios (pág. 280; 293 de la trad. cast.).
Cuando la capacidad ele efectuar selecciones
está seriamente dañada y se conserva, al menos
parcialmente, la facultad de combinación, en
tonces la contigüidad determina la totalidad
de la conducta verbal del paciente, dando lugar
a ,un tipo de afasia que podemos llamar tras
torno de la semejanza.
IV. EL TRASTORNO DE LA CONTIGÜIDAD
I \
:> í.v
ción alguna (pág. 66) *
La pérdida del habla es la pérdida de la fa
■? nv-/ cultad de formar proposiciones... Carencia de
habla no significa carencia completa de pala
bras (pág. 114).» 7Í
2" H. J acksun: « N o te s un th c p h y s io lu u v ¡mcl p a th o-
Itigy o í thc* nc-rvous svstc-m » ( 1868). B r a i i t , X X X V I I I
( 1915), p á g s. 65-71.
21 H. J acksun: «O n n ffe c t io n s o í s p e e ch fr o m d i
stase* o f thc* b ta in » ( 1879), B r a in . X X X V I H ( 1915),
p á g s. 107- 29-
La facultad de formar proposiciones o, dicho
126
sión que se ha dado en llamar «estilo telegrá 3
fico». La palabra que menos dependa gramati
calmente del contexto será la que mejor se
mantenga en el habla de los afectados por un
trastorno de- la contigüidad y la que antes se
pierda como consecuencia de trastornos de la
semejanza. Por ello, el sujeto, pieza clave de la
frase, es el primer elemento que hacen desapa
recer de ésta los trastornos de la semejanza y o
el que más tardan en destruir las afasias del c
tipo opuesto. s
La afasia que altera la capacidad de contex
tura tiende a manifestarse en infantiles enun
ciados de una sola frase y en frases de una sola
palabra. Si se conservan algunas frases más
largas, son pocas, estereotipadas, «prefabrica
das». En los casos avanzados de esta enferme
dad todo enunciado se reduce a una frase de
una palabra sola. Pero, si bien se va perdiendo
la facultad de estructurar contextos, siguen
efectuándose operaciones de selección. «Decir
lo que e s uiui cu sa e s d e c i r a qué se p a r e c e » ,
señala Jackson (pág. 125). Una vez que falla la
contextura, el p a c i e n t e , que sólo puede inter
cambiar los clemenLos de que dispone, maneja
semejanzas y cuando identifica algo lo hace de
modo metafórico, - no ya metoníniicamcntc.
como los afásicos del tipo contrario. Catalejo
por microscopio y fuego por luz de gas son
ejemplos típicos de tales expresiones, que Jack
son denominó cuasimetafóricas, ya que se dis
tinguen de las metáforas retóricas o poéticas
por no presentar una transferencia de signili-
cado deliberada.
127
au En un sistema lingüístico-normal, la palabra
es a la vez un elemento de un contexto superior,
3
la frase, y un compuesto de unidades menores:
los morfemas (las unidades mínimas dotadas
de significación) y los fonemas. Ya hemos visto
cuál era el efecto del trastorno de la contigüi
dad en la combinación de palabras en unida
des superiores. La relación entre la palabra y
sus componentes refleja una alteración parale
la. aunque de un modo ligeramente distinto.
Un rasgo típico del agramatismo es la aboli
ción de la flexión: aparecen categorías no mar
K- cadas, como el infinitivo, en lugar de las diver
«i * sas. formas del verbum finitum y, en las len
-\.l guas con declinación, el nominativo en lugar
128
citado con frecuencia casos de pacientes que
9 129
una lengua. Esta opinión, que Sapir llamó «con-
130
dos distintos, pues difieren unas de otras pol
131
| A»
W 'i
f e '
m a de valores distintivos, el fonema.’En este último
caso, el enfermo conserva la capacidad de iden
s
tificar, distinguir y reproducir fonemas, pero
no puede hacer lo mismp con las palabras. En
^ • casos intermedios se identifican, distinguen y
i reproducen las palabras; pero, según lo expre
& ;■
2 se» con precisión Goldstcin, «pueden reconocer
0<fí se, pero no se comprenden» (pág. 90, 96 de la
m
S í trad. cast.). Aquí la palabra pierde su-función
\& \ ■ 1 significativa normal y asume la puramente dis
S tintiva que pertenece habitualmente al fonema.
!-ñ v,'*f?-?. 5
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V. LOS POLOS METAFORICO Y
METON1MICO
133
\
para el primer tipo de discurso y desarrollo (
134
blece un doble enlace con el sujeto huí: por
135
pccto de aquello que constituye corresponden
cia dentro de una comunidad lingüistica dada.
Puesto que en todo nivel verbal —morfemático,
léxico, sintáctico y fraseológico—• puede apare
cer cada una de las dos relaciones citadas (se
mejanza y contigüidad), y a su vez en cada uno
de dos aspectos, se abre un enorme campo para
posibles configuraciones distintas. Puede pre
valecer cualquiera de los dos polos:-asi, en la
poesía rusa, predominan las construcciones me
tafóricas para las canciones líricas, mientras
que en la épica heroica el desarrollo metoní-
mico es preponderante.
En poesía son varios los motivos que pueden
. determ inar la elección entre estas posibilida
des. La primacía del proceso metafórico en las
escuelas literarias del romanticismo y del sim
bolismo se ha reconocido repetidas veces, pero
todavía no se ha comprendido lo suficiente que
en la base de la corriente llamada «realista»,
que pertenece a una etapa intermedia entre la
decadencia del romanticismo y el auge del sim
bolismo y se opone a ambos, se halla, rigién
dola de hecho, el predominio de la metonimia.
Siguiendo el camino de las relaciones de con
tigüidad, el autor realista pasa metonimica-
mente de la trama a la atmósfera y de los ca
racteres al encuadre espacio-temporal. Gusta
de los detalles cuya función es la de una sinéc
doque. En la escena del suicidio de Anna Kare-
nina, la atención artística de Tolstoi se centra
en el bolso de la heroína; y, en Guerra y paz,
el mismo autor emplea las sinécdoques «pelo
en el labio superior» y «hombros desnudos»
i
para referirse a los personajes femeninos a
quienes pertenecen tales rasgos.
La observación de que talqs procesos predo
minan alternativamente no es únicamente vá
lida para el arte verbal. Una idéntica oscilación
se produce en sistemas de signos ajenos al len
guaje 3\ Un destacado ejemplo de la historia
de la pintura es la manifiesta orientación meto-
nímica del cubismo, el cual transforma cual
quier objeto en un conjunto de sinécdoques;
los pintores surrealistas replicaron con una ac
titud decididamente metafórica. Desde las pro
ducciones de D. W. Griffith, el arte del cine,
con su notable capacidad para cambiar el án
gulo, la perspectiva y el enfoque de las tomas,
ha roto con la tradición del teatro, consiguien
do una variedad sin precedentes de primeros
planos en sinécdoque y, en general, de monta
jes metonímicos. En obras como las de Charlie
Chaplin, estos métodos a su vez se han visto
reemplazados por un nuevo montaje metafó
rico, con sus fundidos superpuestos, las com
paraciones del cine
La estructura bipolar del lenguaje fo de otros 1
137
sistemas semióticos) y la fijación del afásico
138
/
ciones son nombres propios masculinos y, por
139
' novic, el nombre que relaciona al hijo con su
padre, que encamaba todos los vicios de Upen-
skij. El aspecto lingüístico de este desdobla
miento de la personalidad consiste en la inca
pacidad del enfermo para usar dos símbolos
para un mismo objeto, es decir, en un trastor
no de la semejanza. Como los trastornos de la
semejanza van unidos a una propensión a la
metonimia, se hace particularmente interesan
te el estudio del estilo literario empleado por
Uspenskij en su juventud. Y el estudio de Ana-
tolij Kamegulov, que analizó este estilo, res
ponde a nuestras previsiones teóricas. Muestra
que Uspenskij tenía una especial afición a la
metonimia y, sobre todo, a la sinécdoque, hasta
el extremo de que «el lector se ve aplastado
por la multiplicidad de detalles que recargan
un espacio verba) limitado, de forma que mu
chas veces se pierde el retrato por incapacidad
de abarcar el conjunto» 71.
142
sos poéticos. El principio de la semejanza rige
:- 1\*>-
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la m óm oii e de N. S. T rubelzkoy. „ •
Este libro se terminó de imprimir
en el m es de febrero de 1980
en los talleres litografíeos de
PUBLICACIONES CULTURAL LTDA
Bogotá D.E., Colombia