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La Constitución Vitalicia de 1826, elaborada por Simón Bolívar, fue un intento de establecer un sistema político en el

Perú basado en un presidente vitalicio, una figura que concentraría el poder ejecutivo de manera perpetua. Esta
constitución fue promulgada sin la consulta ni el consenso de un Congreso Constituyente, sino que se sometió su
aprobación a los Colegios Electorales de la República. A pesar de ser aprobada por estos colegios, la constitución
generó fuertes críticas y controversias debido a su naturaleza antidemocrática y al hecho de que otorgaba un poder
concentrado y prolongado en manos de un único individuo.

Sin embargo, la aceptación de la Constitución Vitalicia fue efímera. La reacción negativa de sectores anti bolivarianos,
tanto militares como civiles, en combinación con la insatisfacción popular y las protestas, llevaron al colapso del
régimen bolivariano en el Perú. La constitución fue abolida tras solo 49 días de vigencia, el 27 de enero de 1827. Las
protestas culminaron en la restauración de la Constitución liberal de 1823, y se convocó un Congreso Constituyente
para elaborar una nueva carta magna que reflejara mejor los ideales democráticos y republicanos del país.

La Constitución Vitalicia de 1826 fue un intento fallido de Bolívar por establecer un sistema de gobierno que le
otorgara un poder prácticamente ilimitado. Aunque en un principio se promovió como una solución a la falta de
estabilidad política y como un medio para evitar la anarquía, la constitución fue percibida como una afrenta a los
principios democráticos y a la participación ciudadana en la toma de decisiones. Su corta duración y su abolición
destacan el rechazo de la sociedad y de sectores políticos que aspiraban a un sistema más representativo y
equitativo.

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