A LOS PADRES
Este libro que usted, amigo lector, tiene en sus manos quiere ayudarle a resolver de
la manera més eficaz ese «gran problema» que cada dla se nos presenta cuando nues-
tros hijos (0 nuestros nietos 0 sobrinos...) nos preguntan con ilusién diariamente reno-
vada: ¢Me cuentas un cuento?
Qué entendemos por eficacia? Muy sencillo...
En primer lugar, ofrecer un volumen de cuentos que contiene temas, ambientes,
personajes y formatos tan variados como para permitir hallar en cada ocasién el cuen-
to ideal o el cuento deseado en un momento determinado.
En segundo lugar, presentar esos cuentos con un estilo de fécil lectura, especial-
mente pensado para ser lefdo en voz alta. El niffo (0 el joven o el adulto) se deleitara
con este libro si se decide a leerlo directamente. Pero puede que disfrute alin mas
escuchando /os cuentos lefdos de viva voz por otra persona. A tal efecto nos hemos
permitido introducir algunas sugerencias que explicamos en el ultimo parrafo de este
prélogo.
Como servirse de este libro
Pasemos ahora a desarrollar el contenido de estos dos puntos, al tiempo que ilus-
tramos en el manejo de este libro...
Hemos dicho que aqui encontraré un cuento para cada ocasi6n, y es verdad. Para
facilitar su busqueda hemos dividido el volumen en nueve grupos de cuentos, que
aparecen debidamente separados. Encontraré en ellos toda la variedad posible:
— Cuentos de siempre, Jos de toda la vida (Perrault, Grimm, Andersen), los que
nunca pueden faltar en una antologia.
— Cuentos de animales, con su especial ternura y sensibilidad que tanto gusta a
niffos y mayores.
— Cuentos para asustar, con sus brujas, genios, ogros y dr epee
dos, sin duda, por muchos nifios. eaoes
"“Guentos de misterios y enigmas, presididos siempre por un rasgo de ingenio,
un problema dificil y una solucién brillante.
Leyendas famosas, verdaderos cuentos, en realidad, que han pasado a
parte de la cultura de los pueblos. formar
~ Cuentos para reir, historias y anécdotas en las que el humor es el componente
predominante. ponent
74UENTOS
‘SIEMPRE
IResignado
12:
El tiempo de la vida
Eh tos primeros dias del mundo, Dios creé a los animales y fij6
tiempo que cada criatura viviria sobre la tierra.
Entonces ocurrié que el asno fue a ver al Sefior y le pregunté:
~{Cuanto tiempo, Sefior, voy a vivir yo?
~Treinta afios —dijo Dios-. Te parece bien?
-jOh! jSon demasiados afios! —dijo el asno.
.Demasiados? ¢Por qué son demasiados? -pregunt6 Dios.
~Pues veras, Sefior, mi vida es muy dura. Debo de transpo!
continuamente enormes cargas 0 tirar de carros muy pesados.
muchas veces la Unica recompensa que obtengo es una tanda
golpes con la vara o el garrote. Treinta afios asi es demasiado. ,
podrias restarme alguno?
El Sefior se conmovid y le rest dieciocho afios. El asno dijo
doce afios de vida estaban muy bien y se fue contento.
apareci6 el perro y Dios le pregunté:
~,Cuantos afios te gustaria vivir? El asno me ha dicho que 1
ta eran demasiados para él, pero tl sin duda estaras contento
esa cantidad.
Bueno, si ésa es la voluntad del Seftor... -dijo el perro
~jEs que no estas contento?
~Verés, Sefior: ti sabes lo mucho que me g
patas no resistirdn tanto tiempo. Y cuando ya no me que
ladrar ni dientes para morder, ,qué otra cosa podré ha
de un rinc6n a otro, grufiendo todo el rato?
El Sefior comprendié que el perro tenia razén y_ le
afios. Al perro le parecié que dieciocho afios de vida
bien y se fue todo contento. Entonces se presento
-cTampoco a ti te gustaria vivir treinta afios? -|
Tu no tienes que trabajar como el asno 0 el p
estas de buen humor.
_ No creas, Sefior -dijo el mono-,Voz severa
Dios comprendié sus razones y le rebajO diez afios is Ba a
mono le parecieron bien veinte afios y se fue contento. #
apareci6 el hombre y pregunto cuantos afios tendria él de vida. |
~Vivirds treinta afios —dijo Dios-. ZO te parecen demasiados? Hk
“iMe parecen muy pocos! -exclamé el hombre. iNo tencl
tiempo para hacer casi nada! 4No podrias aumentar mis afios de
vida? 5
Pues si -dijo Dios-. Puedo darte los dieciocho afios que le han
sobrado al asno. '
=iPero es que eso no es suficiente! -se lamento el hombre.
~jEsta bien-concedié Dios-. Te afiadiré los doce afios que le han
sobrado al perro.
~Aiin asi sigue siendo poco tiempo-insistié el hombre.
Entonces Dios, tras meditarlo un momento, le dijo:
Como quieras. Te concederé también los diez afios que le han
| sobrado al mono. Pero ya no puedo darte ni un afio mas.
El hombre no quedé muy contento que digamos, pero no tuvo
més remedio que conformarse.
Desde entonces, el hombre tiene una vida de setenta afios.
Los treinta primeros, que son los suyos propios, pasan deprisa.
Durante esos afios, el hombre vive generalmente bien, trabaja con
4nimo y alegria y ama y disfruta de la existencia.
Después llegan los dieciocho afios del asno, durante los cuales
tiene que trabajar como un burro para alimentar a su familia, reci-
biendo muchas veces en pago nada mas que ofensas e ingratitu-
des.
A continuacién vienen los doce afios del perro, a lo largo de los
cuales, el hombre no hace mas que grufiir y grufir por donde quiera
que va, sin tener siquiera dientes para morder.
Por ultimo, no le quedan més que los diez afios del mono. En
este tiempo, el hombre parece haber perdido la cabeza; se vuelve
muy raro y hace a veces cosas muy extrafias que provocan la risa y
la burla de los nifios.
13La hija del campesino
| ERestrevesin campesino tan pobre que ni siquiera posefa un
| Pedazo de tierra que cultivar. Sélo tenia una casita muy pequefia
donde vivia con su Unica hija. Pero ésta, que era una muchacha
| Sensata e inteligente aconsejé a su padre que fuera a pedirle al rey
Campesino un poco de tierra.
£ ~Dile que, a cambio, le dards parte de la cosecha -aconsejé la
joven a su padre-, y es muy probable que el rey se compadezca de
nuestra pobreza y te dé la tierra.
Todo sucedié como la joven habia imaginado. El rey entreg6 al
campesino una parcelita de tierra, donde padre e hija se dispusieron
a sembrar un poco de trigo y algunos frutales. Y justo cuando
14Pensativo.
Suspicaz
Quejandose
estaban terminando de labrar el campo encontraron enterrado un
almirez de oro puro.
Los dos se pusieron muy contentos con el hallazgo, pero enton-
ces el campesino dijo:
No podemos quedarnos con el almirez. Estas tierras son del rey
y, por lo tanto, le pertenece a él.
Pero su hija veia las cosas de otra forma:
“Tienes razén, padre. Pero mira bien que si no aparece la maza
del almirez, el rey puede sospechar que nos la hemos quedado no-
sotros. Es mejor esperar a ver si la encontramos.
Pero el campesino estaba deseoso de corresponder al rey el
favor que le habia hecho. ¥, sin atender a los consejos de su hija,
cogié el almirez y se lo llev6 al rey.
El monarca quedé muy impresionado por aquel fantastico teso-
ro, pero, tal y como habia supuesto la hija del campesino, una SoS
pecha empez6 a revolotear por su cabeza.
ZY no has encontrado nada mas? ~pregunto.
No, majestad -respondié el campesino.
“Es muy raro dijo el rey-. Lo légico es que junto al almirez estu-
viera enterrada también la maza.
-Sélo aparecié esto, sefior ~dijo el campesino.
=No te creo -sentencié el rey-. Irés al calabozo hasta que
recuerdes donde has escondido la maza de oro de este almirez.
De nada sirvieron los juramentos de inocencia del campesino,
que fue llevado a prisién y condenado a alimentarse de pan y
agua.
“Ay, si hubiese escuchado los consejos de mi hija! (Ay, si hubie=
se escuchado los consejos de mi hija! -se lamentaba una y otra vez
dentro de su encierro.
'Y tantas veces repitid esa frase, que los carceleros fueron a ver
al rey y le contaron que el prisionero no queria comer ni beber y se
pasaba todo el dia diciendo: (Ay, si hubiese escuchado los consejos
de mi hija!”
El rey, intrigado, mandé que volvieran a traer el prisionero a su
presencia, y le pregunto:
~{Cudles eran esos consejos de tu hija?
“Pues vera, mi sefior: mi hija me aconsejé que no trajera ese
almirez, porque al no tener la maza, su majestad podia creer que
nos la habiamos quedado nosotros.
Parece que tienes una hija inteligente -coment6 el rey-. Voy @
ordenarle que venga, a ver si es tan lista como parece.
‘Asi pues, [a hija del campesino se present6 ante el rey, el cual
para probar su inteligencia le propuso un acertijo: si lo adivinaba se
Casaria con ella. Pero en caso contrario, su padre permaneceria en
la carcel hasta que apareciese la maza de oro.
“Digame el acertiio dijo la joven-, que estoy segura de que lo
resolveré.
Entonces el rey le dijo:
15Tono cruel
Extrahada
Vehemente
-Mafiana deberds venir a mi presencia. Pero habras de hacerlo
ni vestida ni desnuda, ni a pie ni montada en un caballo o en cual-
quier otro animal, y deberds venir con regalos pero sin regalos. Si lo
haces asi cumpliré mi promesa.
La joven estuvo todo el dia pensando en el acertijo. Cuando
crey6 encontrar la solucién se fue a dormir.
A la mafana siguiente se desnudé del todo: de esa forma no
estaba vestida; a continuaci6n cogié una gran red de pescar y se
envolvié con ella: de esa forma tampoco estaba desnuda.
Luego alquilé un asno y |e até al rabo la red de pescar, de modo
que el animal tuviera que arrastrarla. Y asi se presento ante el rey: ni
| vestida ni desnuda, ni a pie ni subida en ningun animal.
Por ultimo, llevaba en las manos una hermosa paloma como
regalo. Pero en el momento de postrarse ante el rey abrié sus
manos y la paloma echo a volar saliendo rapidamente de la estan-
cia. De esa forma se cumplia el tercer requisito del acertijo: habia
llevado un regalo pero ya no habia regalo.
El rey, admirado de la sagacidad de la joven, comprendié tam-
bién que tenia raz6n en el asunto del almirez. Hizo liberar al campe-
sino de su encierro y tomé por esposa a la muchacha, encomendan-
dole la administracion de los bienes reales.
Sin embargo, quiso el destino que atin hubiera de pasar la joven
por una nueva prueba antes de aleanzar la felicidad.
Ocurrié que, unos meses después de la boda, el rey atraves6
por una época de profundo abatimiento. El monarca era una buena
persona, pero como ya se demostré en el caso del almirez, también
era muy receloso, y siempre estaba sospechando que sus stibditos
no le querfan y que todos trataban de engajiarle. Ese caracter suyo
le llev6 a creer que su joven esposa no le amaba y que s6lo se habia
casado con él porque era el rey. Y tantas vueltas le dio a esa idea,
que al final casi se volvi6 loco de celos. Hasta el punto que un dia le
dijo a su mujer:
No te quiero mas por esposa. Mafiana mismo debes abandonar
el palacio y volver a tu casa.
-Pero {qué falta he cometido, esposo mio? -pregunto la
reina.
-Una muy dolorosa para mi-contest6 el rey-: que no me
amas.
Claro que te amo! -protesté la reina-. jTe he amado desde el
principio!
Pero ni éste ni otros argumentos parecidos con que la afligida
reina traté de convencerle sirvieron para nada. El rey seguia empe-
rrado en su idea, sin que el sincero llanto de su esposa sirviera para
ablandarle el corazon.
-Esta es la Ultima noche que pasas en palacio -insistié el rey-.
Sin embargo, como reina que eres, tienes derecho a llevarte aquello
que mas quieras.
Esta bien, querido —dijo la reina-. Sera como tu ordenas.Luego mandé a los sirvientes que trajeran una jarra del mejor
vino, para despedirse de su estancia en palacio.
-Brindemos por el tiempo que hemos estado juntos -dijo la reina
llenando las copas de vino.
‘Ambos bebieron. La reina apenas tomé unos sorbos. Pero el rey
bebié varias copas, hasta caer en un profundo suefio. Entonces la
reina llamo a los sirvientes y ordend que envolviesen el cuerpo del
rey en unas sabanas y que lo trasladasen hasta un carruaje.
Después, ella misma condujo el carruaje hasta su antigua casa de
campesina y colocé a su marido en la humilde cama, donde durmié
AGExtrafiado
Conmovido
toda la noche de un tirén. Por la mafiana, cuando el monarea se
desperté y miré a su alrededor exclamé:
-iCielo santo! Qué me ha pasado? gDénde estoy?
Llamé a gritos a sus servidores, pero ninguno aparecié. Sélo su
esposa acudié a su llamada. Al verla, el rey pregunté:
~~Qué ha pasado? qqué significa esto?
-Querido esposo -respondié Ia reina-: lo que ha pasado tiene
facil explicacién. Me habéis permitido que me llevara aquello que
més quisiera y eso es lo que he hecho.
Pero no comprendo... -empez6 a decir el rey, mas la reina le
interrumpi6:
~Vos sois lo que mas quiero. Por eso os he traido conmigo.
A\ oir esto, al rey se le llenaron los ojos de lagrimas. Sus celos
desaparecieron, y arrodillandose ante su mujer, dijo:
Querida esposa: en adelante tli serds mia y yo seré tuyo.
Y seguidamente volvieron al palacio real donde celebraron una
nueva ceremonia nupcial, como si se casaran otra vez. Y desde
entonces vivieron felices para siempre.Como recitando
Caperucita Roja
Hace algun tiempo, en un pequefio pueblo, vivia la chiquilla mas
graciosa que os podais imaginar. Su madre le habia hecho una
caperuza de color rojo, y le sentaba tan bien que todos conocian a
la nifia por el nombre de Caperucita Roja.
Un dia, después de sacar unas deliciosas tortas del horno, la
madre dijo a la nifi
-Me han dicho unos vecinos que la abuelita esta algo pachucha.
Si no tuviese tantas cosas que hacer, iria yo misma a ver cémo esta
y a llevarle unas cuantas tortas y un poco de miel, que es muy
buena para el catarro.
—ePor qué no me dejas que vaya yo? dijo Caperucita.
Pero la abuelita vivia en una casa en medio del bosque, y por:
eso la madre dudé.
-No sé, no sé... Eres atin pequefia y temo que te pase algo.
~iNo soy tan pequefia! -exclamé la nifia— jY ya he hecho otros.
recados antes que éste!
La madre reconocié que lo que decia su hija era verdad y por fin
se decidi6. Preparé en una cesta unas cuantas tortas y una jarra de
miel y se la entregé a Caperucita diciendo:
Sobre todo, ten cuidado al cruzar el bosque. No te desvies del
camino y no hables con ningun desconocido gentendido?
-Si, mam ~dijo la nifia. E inmediatamente se puso en camino.
Pero al cruzar el bosque, Caperucita olvid6 los consejos de su
madre, y al ver a una mariposa comenzé a correr detrds de ella, sin
darse cuenta de que se estaba apartando del camino. De esa mane-
ra, entré en los dominios de un astuto y viejo lobo, el cual, escondi-
do detrés de un Arbol, no tardé en ver ala nia.
A lobo, que llevaba una semana sin probar bocado, la boca se
le hizo agua al ver un manjar tan tierno y exquisito, y si por él hubie-
se sido, habria saltado de inmediato sobre la chiquilla y la habria
devorado en menos que canta un gallo, Pero como sabia que habia
unos lefiadores muy cerca de ali, no se atrevio. Entonces, salio de
su escondite y, con la mejor de sus sonrisas, le pregunté a la nifia
cémo se llamaba y adénde iba.
=Me llamo Caperucita Roja y voy a ver a mi abuela, que esta
enferma, para llevarle unas tortas que ha hecho mi madre y esta
jarra de miel.
19Voz falsa
Falso tono tierno
20
~Asi que tu abuela esta enferma... ~dijo el lobo-. No sabes cuan-
to lo siento. Vive muy lejos?
-Si, un poco -contesté Caperucita, que también habia olvidado
el consejo de su madre de que no hablara con desconocidos-.
Después de pasar el puente de madera que cruza el arroyo.
-Me gustaria a mi también ir a verla y llevarle algiin obsequio
~dijo el lobo-. {Qué te parece si hacemos una carrera?
~Una carrera? -pregunté la nifia.
-Si. Asi sera més divertido. Mira, yo iré por este camino y td por
aquél, a ver quién llega antes.
~Vale.
EI lobo eché a correr con todas sus fuerzas por el camino mas
Corto, y la nifia eché a andar por el mas largo. Y como en seguida se
cansé de la carrera, se entretuvo cogiendo flores para regalarle un
ramo a su abuela.
Mientras tanto, el lobo llegé a la casa y llamo a la puerta.
~éQuién es? -preguntd la voz de la anciana dentro de la
cabafia.Voz muy ronea
Voz ronea
| Soy tu nieta, Caperucita dijo el lobo disfrazando la voz-, te
traigo unas tortas que ha hecho mama y una jarra de miel.
La abuela, que estaba en la cama debido al catarro, le grito:
Solo tienes que empujar, no tengo el cerrojo echado. :
El lobo empujé y la puerta se abrid de par en par. Nada mas
entrar, dio un gran salto, y abalanzéndose sobre la pobre anciana, la
tapé la cabeza con la almohada para impedir que gritase. Tentado
estuvo de zamparsela alli mismo de un bocado, pero pensando en
la tierna y dulce Caperucita, se convencié de que era mejor esperar
a que llegase la nifia, que era un manjar mas apetitoso que la dura y
seca came de la anciana. Total que encerré a la abuelita en el arma-
rio y, tras ponerse su gorro de dormir, cerrd la puerta de la cabaia y
‘se metié en la cama, a esperar la llegada de Caperucita.
La nifia llego poco después y llamé a la puerta.
~iQuién es? -contesté la voz del lobo.
Caperucita, al oir la ronca voz se extrafié un poco, pero luego se
acord6 de que su abuela estaba acatarrada y respondio:
-Soy yo, Caperucita, que vengo a traerte unas tortas que ha
hecho mama y una jarra de miel para curarte el catarro.
-Sélo tienes que empujar -dijo el lobo imitando la voz de la
anciana-, no tengo el cerrojo echado.
| Caperucita empujé y la puerta se abri6. El lobo, al verla entrar,
se metié del todo entre las sabanas; sdlo se le veia el gorro de
| | dormir. :
Muy bien carifio, pon las tortas y la jarra de miel encima de la
mesa y ven aqui a hacerme un poco de compafia.
| La nifia hizo lo que le decia y luego fue hasta la habitaci6n, que-
dandose al pie de la cama.
-Acércate, acércate un poco més, preciosa -dijo el lobo-, déja~
me que te vea.
-i,Como estds de tu catarro, abuela?
Asi, asi, carifio. gPor qué no te metes en la cama y me das un
poco de calor? Eso es muy bueno para curar los catarros.
Caperucita se quité la ropa y se metio en la cama. Una vez den-
tro, empezé a fijarse en la que creia ser su abuela y cada vez empe-
zaron a extrafiarle mas cosas.
-Abuelita, qué brazos tan grandes tienes —dijo la nifia.
~Son para abrazarte mejor, hija mia.
-Abuelita, qué piernas tan grandes tienes.
Para correr mejor cuando voy a verte,
-Abuelita, qué orejas tan grandes tienes.
Son para oirte mejor, hija mia.
—Abuelita, qué ojos tan grandes tienes.
~Para verte mejor, hija mia.
En ese momento, la sébana se escurrié y dejé ver el hocico del
lobo con sus afilados dientes. Entonces Caperucita empezo a tener
miedo y dijo:
Voz temblorosa_|
Abuelita, qué dientes tan grandes tienes.
2122
-iPara comerte mejor! 7
Y al decir eso, el lobo abrié su bocaza de par en par y, dando un
gran salto, se dispuso a devorar a la indefensa nifia.
Caperucita dio un grito muy grande. Y sin duda aquél habria
sido el final de la inocente nifia, si en ese momento no hubiera acer-
tado a pasar por alli el grupo de lefiadores, los cuales, al ofr el grito
echaron a correr, derribaron la puerta de la cabafia y entraron con
‘sus hachas dando unas voces tremendas.
El lobo, nada més verlos, se olvidé de Caperucita y ya sélo
penso en su propia salvacion. Y gracias a que la ventana estaba
abierta, pudo escapar por ella de un formidable salto. Pues si no, a
estas horas su piel estaria adornando el salén de alguno de los lefia~
dores. Por lo que se sabe, el lobo cogié tanto miedo a aquel bosque
que nunca mas se le volvié a ver por alli.
En cuanto a Caperucita, aprendié una gran leccién: la de que
habia que hacer siempre caso a sus mayores, pues por haber olvi-
dado sus advertencias habia estado a punto de ser devorada.Moneda
oven
El mundo
La moneda
Este cuento tiene un protagonista muy pequefio y sencillo: una
moneda. Si, si, una simple moneda de cobre. Pero aunque und
moneda -y més si es de cobre- os parezca insignificant, no 10 €s
en absoluto. Imaginad la cantidad de sitios y lugares que recor
tina moneda, La mucha gente que conoce y la multitud de historias
que podria contar.
En fin, el caso es que la moneda de nuestro relato llevaba ya
muchos afios recorriendo el pais donde habia sido acufiada, y
pasando de mano en mano...
“Hay que ver cuanta gente interesante he conocido yendo de
monedero en monedero! iY la de cosas que se les ha ocurrido com-
prar conmigol-se decia la moneda, muy feliz ella, pues aquella vida
llena de movimiento le gustaba muchisimo.
Pero ocurrié que un dia, sin saber cémo, lleg6 hasta el extranje-
ro. Y cuando el hombre que la llevaba quiso pagar unas compras
con ella, le dijeron:
~iEsta moneda no vale! jEs falsa!
“jFalsa yo! ;Qué injusticial -pens6 la moneda, toda ofendida-.
iAcusarme de esa forma sélo porque soy de otro lugar y aqui no me
conocen!
6 para ella. Nadie la queria; y si
Desde entonces, todo cambio
alguien conseguia colocarsela a otro, se moria de vergtienza como
si hubiese sido ella la estafadora.
iNi los niios me quieren ahora! -se repetia la moneda, cada vez
més apenada-. {Con las caras de felicidad que ponian cuando
alguien me posaba en sus manitas!
Y en esta triste situacion vivid, hasta que un dia oyé que la reci-
bfan con una alegre exclamacion:
Qué sorpresa! {Una moneda de mi pafs!
EI que hablaba era un joven emigrante, que envolvié la moneda
en un papel de seda, para evitar darla por equivocacién. Para él
aquella moneda era como un trozo de tierra. La quard6 celosamente
cerca de su corazén y la llev6 con él a todas partes como si fuese
un amuleto de gran valor.
Y ni que decir tiene que, al sentirse tan maravillosamente trata-
da, la moneda volvi6 a ser muy feliz.
23,Madrastra
Hermanastras
ia
Madina
Principe
2
or
Casa
24
|Cenicienta
Hace aigun tiempo, un comerciante se cas6 en segundas nupcias
con la mujer mas engreida y orgullosa que nadie se pueda imaginar.
Esta mujer tenia dos hijas que eran igual de estiipidas que ella. En
cambio, el marido tenfa una hija dulce y bondadosa, cualidades
heredadas de su madre, que habia sido la persona mas buena del
mundo.
Al poco tiempo de la boda, la madrastra se dirigié a la joven y le
dijo:
~Desde ahora tl te encargars de fregar la vajilla y la escalera;
sacaras brillo a los cuartos de tus hermanastras y hards todas las
tareas de limpieza de la casa.Dudando
Voz
despreciativa
Con hipo
No contenta con eso, la odiosa mujer ordend a su hijastra cee
durmiera en el granero, sobre un triste jergon, mientras que sus ere
manas ocupaban las mejores habitaciones delacasa. =
La pobre muchacha lo soportaba todo con paciencia, sin quelar™
se ante su padre, pues sabia que éste estaba dominado por su
nueva mujer. La infeliz se pasaba todo el dia haciendo las tareas ar
le mandaban, y cuando queria descansar se sentaba en un rincon
de la chimenea, para evitar que la vieran y la regafiasen. Sin embar-
go, su pobre vestido se manché de ceniza, y al verla sus hermanas,
empezaron a llamarla Culo-de-ceniza y Cenicienta. Pero a pesar de
la ceniza y de las miserables ropas que llevaba, Cenicienta era cen
veces mas hermosa que sus hermanastras, aunque éstas se Pusie-
ran lujosos vestidos, oe
Cierto dia, el hijo del rey organiz6 un baile en palacio e invito a
todas las personas distinguidas del pais, y, entre ellas, a las hijas del
comerciante. La invitacion fue recibida con enorme alegria en la
casa.
=Yo pienso ponerme el vestido de terciopelo rojo —dijo la herma~
na mayor.
-Y yo el de flores de oro y el broche de diamantes —dijo la
pequefia-. zY tu, Cenicienta, qué te vas a poner?
Pues yo... yo... ~dijo Cenicienta, pero no pudo seguir porque:
hacia mucho tiempo que no le compraban ningun vestido.
Entonces, la madrastra, mirandola con desprecio,
=Tii no irs al baile. Hay mucho trabajo en la casa y tendras que
planchar y arreglar los vestidos de tus hermanas. Ademas, ¢qué iba
a hacer una fregona en un palacio real?
“Tene raz6n, mamé ~dijo la hermana mayor-, se morirfan de risa
si vieran entrar a un Culo-de-ceniza como ti.
Durante los dias siguientes, las hermanas de Cenicienta estuvie-
ron tan nerviosas que no querian ni comer. Todo el dia se lo pasaban
mirandose al espejo y probandose peinados.
Por fin lleg6 el gran dia y un elegante carruaje vino a buscar a las
hermanas a la puerta de la casa. Cenicienta las siguié con la mirada
hasta perderlas de vista; luego entr6 en la casa y se eché a llorar
desconsoladamente.
=, Qué te pasa, hija mia? -pregunt6, de pronto, una dulce
voz.
Cenicienta alzé los ojos y vio a su madrina. Quiso responder,
pero tenia tanto hipo que casi no podia hablar.
Es... que... me... gustaria... tan... tanto...
Lamadrina, que era un hada y sabia lo que pasaba, le dijo:
=Te gustaria ir al baile gverdad?
~iMuchisimo! ~respondié Cenicienta dando un gran suspiro
~Pues yo haré que vayas -dijo la madrina-. Pero tienes que
hacerme caso en todo lo que te diga. Lo primero es que vayas al jar-
din y me traigas una calabaza.
Cenicienta fue al jardin y cogié la calabaza mas hermosa que
25_ Dubitativa
26
pudo encontrar. La madrina la tocé con su varita magica y se convir-
tid al instante en una magnifica carroza dorada.
~Bueno, ahora nos faltan los caballlos y el cochero -dijo el
hada-. Menos mal que he traido un poco de este queso que tanto
les gusta a los ratones,
La madrina tiré unos cuantos pedacitos de queso al suelo y en
seguida aparecieron seis pequefios ratoncillos y una rata de grandes
bigotes. EI hada les tocé con la varita y un momento después los
ratoncitos se habian convertido en seis hermosos caballos de color
gris-ratén, mientras que la rata se habia transformado en un robusto
cochero con unos enormes bigotazos.
~Ahora ya tienes con qué ir al baile. Estas contenta?
~Claro que si... Pero 4cémo voy air con estas ropas viejas?Tono de
advertencia
Imitar sonido
de cuchicheo
| _ Entonces la madrina tocé con su varita aquellos harapos y en un
santiamén se convirtieron en un vestido de tela de oro y plata a
adornos de piedras preciosas. Y haciendo juego, un par de rae ve
tos de cristal tan hermosos que no habia otros iguales en el mundo.
Loca de alegria, Cenicienta se subié a la carroza, pero antes de
que ésta arrancase, la madrina le advirtio: F
~Recuerda una cosa: has de regresar antes de la medianoche,
Porque a esa hora la carroza volveré a ser una calabaza, los caba-
llos, ratones y tu vestido, los andrajos que llevabas.
=Te lo prometo, madrina -dijo Cenicienta.
Y, al momento, la carroza partié rumbo al baile.
Un gran revuelo se atmé en palacio cuando llegé Cenicienta.
Los criados avisaron al principe de que una princesa desconocida
acababa de llegar, y éste fue a recibirla. Le ofrecié la mano para
ayudaria a bajar de la carroza y la acompafié al salén del baile.
Cuando entraron, todos los invitados quedaron admirados y
hasta la misica se interrumpié. Por todas partes se ofan voces que
alababan la belleza de la recién llegada, y el mismo rey comenté que
nunca en su vida habia visto a una joven tan guapa.
Entre las damas, causaron admiracién el vestido y el peinado, y
todas, incluyendo a las hermanastras, que no habian reconocido a
Cenicienta, se pusieron a examinarlos minuciosamente, para inten
tar copiarlos al dia siguiente.
Durante toda la noche, el principe no quiso bailar mas que con
Cenicienta, y la joven era tan agil y graciosa bailando que la admira-
cién hacia su persona crecié atin mas.
De repente, cuando la fiesta estaba en todo su esplendor, el reloj
de palacio dio la primera campanada de las doce. jCenicienta habia
estado paséndolo tan maravillosamente bien que se habia olvidado
de la hora!
Rapidamente, se separé del principe y salié corriendo del baile
més deprisa que una liebre.i6\corriéido detras, pero ne-con:
al patio de Garruajes Ae entrant des
encontré fue uno de los Aapatitos deverist
Cenicienta habia perdido/én sty huida. Lo Sogié con todo cuidado y
fue a preguntar a los guardias' que estaba en la puerta Sos
a.una princesa\ | j :
Iteza -dijeron-. solo hemos visto Salir a una chica que
ia de las ¢fiadas,-por lo mal vestida que iba.
Entretanto, Certigiefta lego a suCasa-sin-aliento, sin carfoz
mpre. Sdlo conservaba el zepatito de cristal
bia perdido/
araroh de hablar de lo mucho que ge habian divertido. 2
=N0 te lo imaginas, ha asistido una princesa guapisima y el hijo
del rey se ha enamorado de ella.
~ZEstais seguras de lo que decis? -
da de emocién.
~Claro que si. La princesa, al marcharse, perdié un zapato de
cristal, y el principe no dejé de contemplario toda la noche.
Y en efecto, a los pocos dias, el principe, que habia buscado por
todas partes a la misteriosa princesa, publicé un bando anunciando
que se\casaria con la joven que se probara aquel zapato y le estu-
viera bign.
Jero se lo probaron las princesas, las\condesas y las duque-
sas. Después, el resto de la corte. Pero todo {ue en vano. Entonces,
un grupo de pajes se encargé de llevar el zapato a todos los rinco-
\int6 Cenicienta sofoca-
inteptaron calzarse el zapatito, pero por'mas esfuerzos que hicieron
les fue imposible meter en él sus pies grandotes. Entonces,
Cenicienta, que las habia estado mirando, dijo:
'-zY sime lo probara yo? A lo mejor me esta bien,
Las hermanas se echaron a reir y se burlaron de ella. Y la
matirastra la mand® a fregar inmediatamente. Pero el paje encarga-
do de probar el zapato dijo:
Un momento. El principe me halordenado probar este Zapato a
las jovenes del reino,
\ continuacién hizo sentar a Cenicienta, le acercé el zapato a su
ee pie y comprobé que) entraba sin el menor esfuerzo. Igual
tod
que si estuviese hecho a medida,
| El asombro de la madrastra y las hermanas fue maytisculo.
=iNo puede ser! ~exclamaron- jTiene que haber algtin truco!
nces Cenicienta $ag6 del bolsillo de su delantal el otro
Zapatito de cristal y se lo puso.
Al mismo tiempo, aparecié la madrina, y tocando las
le la muchacha, las-volvié atin mas hermosas queCuando las hermanastras reconocieron en ae a la desconocida
del baile, se arrojaron a sus pies y le pidieron perdén.
Cenicienta las levant del suelo y es ajo que las perdonaba de
todo coraz6n. ;
Inmediatamente, la llevaron a presencia del principe, que la
encontré mas bella atin que la noche del baile. A los pocos dias se
casaron, y fueron muy, pero que muy felices.Espadachin
oF
Palacio
Barberia
Hereria
Ciroo|
Impaciente
Desconfiado |
30
Los tres hermanos
Hato una vez un hombre que tenia tres hijos, y aunque no era rico
poseia una casa muy bonita. A cualquiera de los tres hermanos le
hubiese gustado heredar la hermosa casa, pero como el padre los
queria a los tres por igual no sabia a quién dejarsela. Un dia el padre
tuvo una idea y después de reunir a sus hijos, les hablo asi:
-He decidido que vayais por el mundo y aprendéis cada uno
un oficio. Dentro de unos afios, y aquel de vosotros que haga la
mejor demostracién del arte que ha aprendido sera quien herede la
casa.
A los hijos les parecié bien esta idea, y a los pocos dias partie-
ron con rumbos distintos.
El hermano mayor no sabia qué oficio elegir, pero como era
musculoso y fuerte pens que la de herrero seria una buena profe-
sion para él. Cuando llegé a una ciudad buscé una herreria y se
ofrecié como aprendiz. Tuvo mucha suerte porque el maestro herre-
ro era de los mejores en su oficio y enseguida le ensefié casi todo lo
que habia que saber para ser un buen herrero.
Una mafiana paré delante de la herreria una carroza que llevaba
el escudo real. Era la carroza del mismisimo rey en persona, y ve-~
nian muy apurados porque a varios caballos se les habian despren-
dido las herraduras y el monarca viajaba a todo galope para llegar
antes a su palacio.
~iDeprisa, herrero! -grité el cochero-. No podemos perder ni un
minuto! .
-No os preocupéis. Dentro de unos segundos podréis galopar
de nuevo.
Y, en efecto, el joven herrero, con la velociad del rayo, se
encargo de herrar en un santiamén a los caballos que lo necesita-
ban.
~iYa esta! -dijo sudoroso y satisfecho después de terminar el
trabajo-. 'Ya podéis continuar el viaje!
—Muy poco tiempo has tardado -dijo el cochero-. {No se caeran
esas herraduras en cuanto los caballos echen a correr?
-Os garantizo que no se caeran aunque los caballos galopen por
caminos llenos de guijarros ~aseguré el joven.
Sucedié como el joven habia dicho. El rey lleg6 a su palacio sinios oot
Impresionado
ningin contratiempo y las herraduras seguian tan firmemente suje-
tas a los cascos de los caballos como si formasen parte de la pezu-
fia de los animales. Entonces el rey dijo:
-Ese herrero es extraordinario. Lo quiero a mi servicio.
El joven fue llevado a palacio y entré a trabajar en las caballeri-
zas reales. Y como fue perfeccionandose atin mas en su oficio,
pronto lego a ser el herrero jefe de la casa real, Todos decian que
nunca habian visto a nadie tan bueno en su profesién. Por eso, lle-
gado el plazo de reunirse con sus hermanos, el joven pensé: «Sin
duda la casa de mi padre ha de ser para mi».
Durante ese tiempo, el hermano mediano, que era muy delgado
y de corta estatura, habia buscado un trabajo que no exigiera gran-
des esfuerzos fisicos, y habia terminado por aprender el oficio de
barbero.
31Tono
amenazador
| Haciendo burla
Al igual que su hermano mayor, tuvo un maestro muy bueno, y
aprendié con tanto aprovechamiento, que pronto se hizo famoso y
‘su barberia empezo a ser visitada por duques, condes, marqueses y
todos los sefibres elegantes del pais.
En cierta ocasién, se presenté en la barberia nada menos que el
ministro del rey. Este hombre tenia una barba dura y espesa y sufria
verdaderos tormentos cada vez que le afeitaban.
Vamos a ver si eres tan bueno como asegurar -dijo el
ministro-. Pero te advierto que he expulsado ya a mas de cien
barberos. Unos por no ser capaces de apurarme la barba; y otros
por cortarme la cara con sus navajas al intentarlo. Ya sé que
tengo la barba muy fuerte, pero procura hacerme el menor dafio
posible.
~Asi lo haré, sefior.
-iAsi lo haré, asi lo haré! -dijo el ministro con enfado-. |ESo
dicen todos! jPero quieres empezar a afeitarme de una vez!
-No puedo empezar a afeitaros, sefior -