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¿Cuáles son las formas psíquicas que adopta el

poder? Una teoría y una clínica, que consideren a


una teoría del poder.
Partimos de la convicción de que como analistas escuchamos en
gran medida en función de lo que nuestras herramientas teóricas
nos permiten. Nuestra constatación clínica nos demuestra que
muchos de los conceptos de los que disponemos hoy, no nos
alcanzan para alojar las demandas que se presentan en nuestras
prácticas cotidianas. Porque los problemas de la clínica cambian, es
que tenemos que revisar nuestros conceptos. Los conceptos
siguiendo a Deleuze y Guattari en “¿Qué es la filosofía?”, no son
eternos, expresan más un acontecimiento que una esencia, poseen
una historia y traban relaciones con otros conceptos que se hallan
en igual plano de inmanencia, cada uno remite a otro, se articula
con otros.
El psicoanálisis en occidente ha operado como una matriz de
subjetivación privilegiada, como una matriz hegemónica de
sexuación, aportando una concepción humanista, falocrática, y
antropocéntrica, propia de la modernidad ilustrada en la que fue
construido. En términos generales, enfatiza la posición del sujeto
humanista, excepcionalista, y también especista, del humano
marcado por la significación fálica, por un único orden simbólico
edipico de la Ley del Padre. Un humane puesto en primer plano,
que conoce el objeto dentro de un formato racionalista,
falogocentrista como principios ordenadores de las subjetividades y
de la vida en general. Es por esa herencia moderna que el
psicoanálisis hegemónico ha puesto el foco en lo deseante en
tanto falta y en lo pulsional en tanto represión o sojuzgamiento.
Urgen ahora enriquecer estos deseos y pulsiones así concebidos,
con otras concepciones y aportaciones, que otros campos del
saber nos brindan respecto a las determinaciones que el poder

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ejerce no solo en los aspectos represivos, sino también en los
aspectos productivos.
Dicho esto entonces, es que haciendo base conceptual
especialmente en Foucault y Butler, Deleuze y Guattari y Derrida,
además de otres pensadores que se podrían ir desarrollando en
otros escritos, se trata de pensar en una teoría de la psique que
considere y se acompañen con una teoría del poder relacional
como red compleja - que no es el concepto jurídico contractual de
poder como fuerza externa que cae verticalmente sobre el sujeto.
La propuesta es lograr entender cuáles son las formas psíquicas
que adopta el poder, explorando y considerando en sincronía, los
aspectos propios de esa dimensión intra-psíquica, a la vez que las
dimensiones referidas a los entramados relacionales de poderes en
lo social, político y cosmo-político. Es decir, considerar cómo los
poderes y saberes propios de una cultura, una geografía y época
determinadas, inciden en los formatos que adquieren esas
presentaciones subjetivas en ese momento.
La concepción del poder foucaultiano --que toman les demás
pensadores, en este caso seleccionamos especialmente a Judith
Butler en “Mecanismos psíquicos del poder” y también ponemos en
el escenario de fondo a Deleuze y Guattari y Derrida - se aleja de
las teorías que piensan el poder como una fuerza externa, que cae
verticalmente sobre el sujeto, porque esas concepciones se ligan a
la teoría correlacionista del sujeto y el objeto y a la metafísica de la
presencia, propias de las epistemologías modernas iluministas de la
época en que nace el psicoanálisis.
Estas son concepciones del poder de índole jurídico-contractual-
discursivo y de representación indirecta, que conducen a la
sumisión, al sujetamiento. Es un modelo jurídico centrado en el
enunciado de una Ley que se obedece. Esto alude a una posición
inicialmente monárquica y luego estatal del poder, todas formas
patriarcales y verticales. La filosofía moderna desde los siglos XVII
hasta el XIX - el empirismo, la Ilustración, el idealismo alemán, el
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enciclopedismo - proponen un sujeto concebido como una
individualidad hetero-normalizada y que por ser integrante de la
sociedad, le corresponde ser una persona civil y jurídica. Este
sistema que organiza a ese cuerpo social, está basado en un
ordenamiento estatal, capitalista, patriarcal, falocrático, de
representación indirecta y binarizando en jerarquías- es decir
desigualadamente- en hombre-mujer, negro-blanco, rico-pobre,
gobernador- gobernado, animal- humano, muerto-vivo, etc.
También en este cuadriculado se abren casillas para todo lo que
escapa al binario.
El psicoanálisis, naciendo a finales del siglo XIX e inicios del XX, se
apoya en estas bases, en las que también se sustentaban hombres
de estado, juristas, psiquiatras, educadores. Y como decíamos
renglones antes, la ley es concebida entonces como algo externo y
el existente seria pensado como un psiquismo preexistente a esas
normativas culturales. De este modo la ley normativa vendría a
realizar un corte externo, abrupto, en una estructura cerrada e a-
histórica. Es decir que si hay una ley que reprime, entonces debe
haber una realidad anterior a ser reprimida, de modo que la
subjetividad y la sexuación, presentan una temporalidad y una
existencia previa a esas normas.
En los siglos correspondientes a la modernidad, esa realidad a ser
reprimida, se ubicaba en la sexualidad, que hacía de bisagra entre
la gobernanza de lo individual y de lo poblacional. Siguiendo la
genealogía de los mecanismos de poder que estudia Foucault, el
psicoanálisis se ubica en la transición del pasaje de la ley jurídica
contractual discursiva, hacia los poderes en formato de normativas
disciplinarias que gobiernan vidas, cuerpos y poblaciones. La
sexualidad expresa Foucault en su escrito “Las redes del poder”,
está en el lugar de la articulación de las disciplinas individuales del
cuerpo y de la subjetividad con las regulaciones de la población.
Entre anátomo-política y bio-política. El modelo de individuo de
esa anátomo-política y esa bio-política es el de un ser individual,
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masculino, fálico, blanco, occidental, “libre” de elegir y con
proyectos de progreso, pero carente, ahuecado por una falta que lo
lleva a sentirse desasosegado, incompleto y necesitado de buscar
posesiones que lo obturen y le procuren disfrutes para seguir el
modelo de la satisfacción por el placer de la descarga y continuar
en el circuito de la falta y la búsqueda. Este circuito subjetivante de
falta- deseo - propiedad- satisfacción, es el terreno fértil para
estabilizar el binario desigualado: hombre superior-activo y mujer-
inferir-pasiva, y también para el florecimiento de la propiedad
privada y el capitalismo moderno. De hecho la principal materia
prima del capitalismo, al decir de Guattari en “La revolución
molecular”, son las subjetividades y luego vienen las mercancías,
objetos y sustancias. De este modo la vitalidad y la energía
deseante humane, se convierten en materia prima fundamental
capturada, gestionada, administrada por la gubernamentalidad de
un sistema patriarcal de capital regido por una lógica andro-falo-
céntrica.
A partir de esa modernidad, entonces a través del sexo se
organiza, controla y asiste a los individuos tanto a nivel macro
como micro-político, ya sea en el ámbito familiar, escolar, por
medio de la medicina se patologizan y normalizan cuerpos, las
modas etc. Y además, como el sexo llevaba a la reproducción –
situación que hoy es distinta- es el sexo el eje entre la anátomo-
política y la bio-política. Esa sociedad jurídica -monárquica de los
siglos XVII al XX, pasa a ser estatal-contractual –jurídica, pero
basada ya no tanto por la ley y los tribunales, sino apoyada y
regida por las normativas que se establecen a través de las
disciplinas aplicadas a la población: medicina, psicología,
psicoanálisis, psiquiatría, biología, trabajo social, publicidad,
turismo, redes sociales, nutrición, deportes, etc. Lo que va fuera de
la cuadrícula, ya no es transgresión de la ley sino desvío de la
normalidad. Son los distintos equipamientos institucionales que
utiliza el Estado -como antes mencionamos- la familia, la escuela, el
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psiquiátrico, la cárcel, las neurociencias, medicina-estética, modas,
publicidad, las redes sociales, el marketing, los deportes que
regulan y organizan las subjetividades y los lazos.
En el psicoanálisis entonces, el deseo como falta en un mundo
capitalista de mercado teñido en su mayor parte por significaciones
fálicas, la pulsión de muerte y los aspectos agresivos concebidos
como naturales y constitutivos del humane, la apropiación del
objeto – sea mujer, gadgets etc., provienen de estas bases
filosóficas modernas. Siguen la ruta esencialista totalizadora
parmesiano, cartesiana, kanteana, fitcheana, hegeliana y se
contractualizan discursivamente con Locke, Hobbes etc. Marshall
Sahlins en “La ilusión occidental de la naturaleza humana” nos
aporta que luego se pueden agregar Adam Smith, Darwin, Spencer
junto a Huxley, el neo-darwinismo, surgiendo así la rational-choise
que combina con el gen egoísta y el fortalecimiento de las teorías
racistas que ya se venían esbozando.
Esta es la veridicción que no hacen los psicoanálisis hegemónicos
de las condiciones epistemológicas, políticas, económicas,
geográficas, filosóficas y culturales, en las que su corpus teórico y
su práctica han sido construidos.
El deseo como falta, los aspectos agresivos concebidos como
constitutivos de lo humano, el correlacionismo sujeto objeto y el
binario desigualado masculino-femenino, abren la posibilidad de
conceptos como el falo en tanto significante privilegiado que
ordena los efectos de sentido, la castración real, simbólica e
imaginaria, la envidia al pene, el masoquismo femenino, la mujer
fuera del significante, el padre temerario de la Horda, la Ley del
Padre universal y a-histórica que ordena y pacifica esa base
pulsional libidinal- agresiva, el Complejo de Edipo universal- para
Viena, para París, y también para Argelia y la isla Martinica- que
regula las identificaciones y deseos. Estos conceptos, construidos
en esas matrices modernas, son los que ya no logran alojar los
padecimientos de los existentes de hoy y más que generar
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corrientes de salud, resultan generadores de mayores
sufrimientos y opresiones.
En muchísimos escritos, y en este que tomamos especialmente que
es “Las redes del poder”, Foucault, dejando ya de lado a los
filósofos modernos como Hobbes, Locke, Hegel, Kant, Fitche, toma
para sus análisis aspectos del poder que propone Bentham, Marx,
Clastres, etc., a los que agrega otras aportaciones. Toma de Marx la
idea de que no existe un poder sino varios poderes, que operan
localmente y cada uno tiene su propia modalidad, su propia
técnica. Son heterogéneas formas de dominación, sujeción y
producción de subjetividades y corporalidades que operan no
verticalmente, sino relacionalmente y mediante distintas
modalidades en distintas regiones, épocas, ocupando variados
procedimientos y técnicas. Por eso propone pensar como es la
historia de los mecanismos de poder en relación a la sexualidad,
observando que no hay una sexualidad anterior a esas normas del
dispositivo de control, puesto que el dispositivo de control y el
sujeto se generan sincrónicamente. La sexualidad como verdad
central de la vida y creadora de las identidades modernas, se crea al
hacer hablar de ella. Se establecen entonces desde esta visión
modernista, el correlacionismo sujeto objeto y la binareidad
desigualada, propias del orden patriarcal, cis-hetero-normado,
racionalista, capitalista, occidental, andro-antropo-céntrico.
El poder relacional trabajado por Foucault, y retomado por
Butler en “Mecanismos psíquicos del poder” - al que nosotres
adherimos - constituye una red compleja y múltiple cuyo
entramado se entreteje con les existentes, constituyendo sus
saberes y enmarcando sus prácticas. Los existentes están
constituidos por redes de saberes y poderes que no son absolutas,
que no son unidireccionales, que son tensionales y no siempre
dialécticas, que se dispersan formando focos de poder y focos de
resistencia. El poder no existe sin el sujeto y el sujeto no existe sin
ese Otro del poder que lo recoge del desamparo inicial,
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estableciéndose el vínculo apasionado con aquellos que lo reciben.
Vinculo apasionado que sustenta muchos abusos sexuales
infantiles y de feminidades.
El poder relacional produce no solo por la palabra, sino por otros
dispositivos significantes y a-singnificantes materiales o virtuales,
por el panóptico, por las aulas con el maestro delante, en los
automóviles con dos asientos que modelan la pareja heterosexual,
etc. Diseña así las tecnologías del sexo, el uso de los órganos, las
posturas corporales, vestimenta, color de piel, objetos deseados, y
diseña también los modos de vida, modos de alimentarse, qué
consumir, cómo amar, cómo morir, etc.
Las normas sociales se van incorporando, van modelando las
subjetividades, pasando ellas mismas también a ser fenómenos
psíquicos formadores del deseo y de las vinculaciones del existente
con el mundo.
En este contexto también se produce el surgimiento y la
conformación del inconsciente. Por ello es necesario pensar un
inconsciente conformado desde esos entramados relacionales y
tensionales.
Y como las normas van cambiando, las subjetividades son también
participes de esas transformaciones. Por esta razón es que los
órdenes simbólicos de los existentes también cambian, porque
estos órdenes simbólicos se constituyen por una sedimentación de
estas normas culturales, que como decíamos van variando en el
tiempo y en las geografías.
A su vez, este poder que es constitutivo, no solo reprime sino que
produce e incita a la acción y a la creación, generándose
posibilidades de resistencia y subversión al poder dominante.
Por su parte los psicoanálisis, en su mayoría los hegemónicos, no
estudian los mecanismos psíquicos del poder, ni en los aspectos
en relación a la sujeción, ni desde la dimensión de la producción y
la subversión. Solo estudian el malestar subjetivo, pero no los
poderes relacionales y políticos que lo producen y finalmente
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entonces, terminan trabajando solamente con una parte de los
problemas y normalizando y acrecentando las situaciones de
malestar. No actúan contra-normativamente, lo cual lleva a una
despolitización de la práctica y de los malestares, que se
diagnostican solo desde la variable intra-psíquica y en el contexto
relacional pequeño y reducido del existente. Y aunque el existente
voltee los significantes que lo alienaban e intente una separación, al
mantenerse dentro del dispositivo hegemónico en una actitud
triste de conformismo sociopolítico, cae nuevamente atrapado en
esos discursos y en esos malestares que ese discurso genera y
trata der mantener, sin posibilidades de desterritorialización.
Permanece triste e impotentizado al decir spinoceano de muches
contemporáneos como Castell, Virno, Berardi, Sztulwark, Silvestri
y un largo etcétera.
De este modo el o los psicoanálisis hegemónicos, quedan en una
relación de compromiso con el dispositivo de la sexualidad
foucaultiano, que incitaba o aún incita a hablar del sexo y de
modos de vida hetero-normados, vidas aisladas o masificadas,
buscando una verdad sobre lo que llenaría esas propias vidas. Y las
verdades permitidas por ese dispositivo son las de la significación
fálica, las supuestas verdades hetero-normadas, falocráticas,
familiarista tradicionales, solipsistas o masificadas, colonialistas y
también muy antropocéntricas. Son las falsas alegrías o las alegrías
compensatorias y sus modos de vida que ofrece el capitalismo
tardío. Y nuevamente insistimos que esto ocurre porque la teoría
de los psicoanálisis hegemónicos, no ha pasado por el filtro del
cuestionamiento crítico, respecto a revisar en qué orden
epistemológico y político están presos, qué limites y qué
exclusiones están practicando.
Una teoría entonces debe plantearse que el objeto, en este caso la
subjetividad, no es el único criterio de validez de un concepto, sino
que falta hacer veredicción de las condiciones contextuales,
políticas, históricas que motivan cada conceptualización de esos
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objetos de estudio. Y la ontología que se halla detrás de
psicoanálisis freudiano y también lacaniano hegemónicos, es aún la
ontología de corte esencialista cartesiano-kantiana del sujeto que
conoce el objeto, a pesar de los intentos de desmarque lacanianos
del último período - lógica del no-todo, “a” y nudos- que abren un
poco el juego de la correlación kanteana, con esas formalizaciones
y el uso de lógicas menos aristotélicas. Pero inevitablemente, la
viscosidad del humanismo modernista, siempre lo re-atrapa,
aunque el mismo Lacan haga sacrificados intentos de fuga – lo cual
muestra como nos determinan los poderes y las situaciones en
nuestros saberes.
En “Las redes del poder”, Foucault establece una diferencia entre la
concepción de instinto, pulsión y deseo que llevan adelante Freud,
Winnicott y Lacan, pero si bien acepta como más convincentes los
planteos winicotteanos y lacanianos, aun así, no le parecen
suficientes, pues si bien cambian el concepto de pulsión y deseo, no
cambian en absoluto el concepto de poder. Continúan proponiendo
un concepto de poder como prohibición, Ley, “tu no debes” Y esta
es una concepción jurídico-contractual, representativa, negativa y
también muy empobrecida del poder. Una concepción jurídica del
poder como sistema de reglas que implica considerar: donde está el
poder quién lo detenta, cuáles son las reglas y leyes que el poder
establece sobre el cuerpo social. Es un poder considerado como
esencia que se posee y en torno al cual se organiza la sociedad. El
Contrato Social modernista entonces establece una relación de
representación indirecta, donde el individuo cede su derecho a una
autoridad “superior” que lo representa. Esta autoridad se ubica en
un nivel mayor de saber y poder. Esta lógica relacional de poder
jurídico contractual supone acríticamente la relación de
dominación y obediencia. Quedamos así capturados jurídicamente
en una relación de poder saber disimétrica
La visión del poder foucaultiana se basa en una concepción positiva
de la tecnología de poder que deja de lado el aspecto
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representativo de delegación y el aspecto esencialista que piensa
al poder como algo que se tiene. En contraposición, toma el poder
como ejercicio relacional y no desde lo esencial- representacional,
es decir, concibe el poder desde el aspecto del funcionamiento. El
poder no es, no se tiene, se ejerce, se vive.
En función de esta modalidad foucaltiana de considerar el poder, es
fácil aceptar que toda producción teórica y que toda subjetividad,
toda sexualidad y todas las grupalidades se hallan atravesadas por
estos entramados relacionales de poder.
Y podemos agregar aún un aspecto más. Y es que este Contrato
Social - o aparato de captura en lenguaje deleuziano guattariano-
que abre las puertas a la instauración del capitalismo, según varias
teóricas del feminismo -como Carol Pateman, Carla Lonzi, Monique
Wittig, entre otres- no puede pensarse si no es apoyado en otro
contrato previo, que es el Contrato Sexual. El patriarcado, en tanto
modo de organización, es anterior a las formaciones de los Estados
y al surgimiento del capitalismo - según algunos se llamaría
patriarcado de baja intensidad. Aún más, el patriarcado es
propiciador del capitalismo y de los Estados, que son dos
conceptos y dos modos de funcionamiento especialmente
falogocéntricos, androcéntricos y hetero-normativos, que legitiman
y reproducen permanentemente las dominaciones, las opresiones y
las violencias que padece el par inferior del binario desigualado. Ese
par inferior es lo femenino- que en el psicoanálisis es lo castrado, lo
que no entra al significante - lo gobernado, lo pobre, lo no
occidental, lo no europeo, lo negro, lo primitivo, lo salvaje, lo
discapacitado, etc, etc. El o los psicoanálisis hegemónicos con sus
modelos de poder basados en una terceridad externa que se
introduce en un vinculo de dos, es entonces heredero de los dos
contratos modernos, el Contrato sexual y el Contrato social.
Las filosofías modernas de la época en que nace el psicoanálisis,
apoyan estas lógicas patriarcales, andro-falogo-céntricas y hetero-
normativas. No las cuestionan, negando así toda posibilidad de
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existencia de otros modos de vida, en función de sus poderes e
intereses epistemológicos. Esos modos de vivir son naturalizados,
universalizados y en esas conceptualizaciones sin historia, queda
entrapada la teoría psicoanalítica junto a otras ciencias sociales
nacidas en esa modernidad ilustrada y racionalista. El sujeto de
deseo pasa por la lente juridificadora, de la ley vertical y
contractual y discursivo-lenguajera, que incita y a la vez reprime los
goces falicizados apoyados en los cuerpos objetos feminizados. Es
así que se explica por qué el psicoanálisis genitaliza y faliciza toda
la corporalidad del humane, binariza y faliciza no solo a la
corporalidad, sino a todos sus modos de vida y a toda la realidad y
demás existentes que nos rodean. Y siguiendo la lógica del binario
desigualado, se reproducen al infinito situaciones de opresión,
injusticias varias hasta límites de gran violencia llegando a los
feminicidios. Al humane que está en la posición superior y activa,
que usualmente es el existente portador del falo, le falta el objeto
que obtura su deseo como falta, en un mundo de significación
fálica. Esa falta persigue solamente el objeto pasivo que está
exclusivamente para la satisfacción en la modalidad oficial fálica,
que se caracteriza por lo eréctil- penetrativo -genital. A su vez el
polo pasivo del binario, que también padece la falta, encuentra
modos sumisos de relacionamiento con los polos activos
superiores. Se trata de un mundo de circuitos repetitivos de
carencias, satisfacciones, descargas, que en última instancia
empobrecen las posibilidades de los cuerpos y generan un daño
de las potencias del otre y por lo tanto disminución de las
potencias de cada une. Donde quedan entonces el cuidado de sí y
el cuidado de les otres. Donde queda el apoyo entre existentes para
construir un mundo de corporalidades de intensidades alegres, de
posibilidades espectrales fuera de los binarios que aprisionan, en
un entre todes, que enriquezca al amplio colectivo de existencias
tanto humanas como animales vegetales, materialidades vibrantes,
etc.
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Porque sabemos del peligro que significa la aplicación de los
conceptos nacidos en esta lógica binaria, falogocéntrica, patriarcal y
hetero-normativa de la modernidad racionalista y gracias a todas
estas lecturas que nos brindan los campos del saber de la filosofía,
antropología, estudios críticos en general, es que comienza a
hacerse más que necesaria para un grupo de pensadores y
trabajadores de las ciencias sociales, la inclusión de los aspectos
referidos una teoría del poder, en los corpus teóricos y en el
ámbito de las prácticas situadas.
Es imperiosa la necesidad de terminar con una concepción falo-
andro-antropo-mórfica del sexo y de la vida. Y es urgente la
inclusión de los poderes relacionales y productivos, que más que
reprimir y negativizar el deseo mediante una concepción de la falta
y la carencia, habiliten a nuevos agenciamientos y encuentros con
existentes múltiples en lazos creativos, rizomáticos y espectrales.
Se apuntaría a terminar con la visión y concepción andro-centrada
de la vitalidad que cuadricula los cuerpos y la vitalidad, para abrir
a una experiencia ampliada en otros modos de vida. Esta captura
de las subjetividades en los axiomas de la hetero-norma patriarcal,
falocrática, etc., lleva a que vivamos en la servidumbre voluntaria.
Les existentes viven una vida sin potencia, contrariando su deseo,
con tal de ser visibilizados socialmente, de tener un rostro
significantizado por la hegemonía, creyendo que esa es la única
manera de existir.
No queremos trabajar de ese modo, queremos acompañar a
quiénes nos consultan a encontrar modos de vivir críticos, sin
formatos impuestos cultural y políticamente. Y también porque
nosotres no queremos ser técnicos de la ley binaria desigualada, ni
del deseo como falta, es que consideramos e incluimos la riquísima
impureza conceptual de adjuntar a una teoría del sujeto una teoría
del poder relacional. Consideramos que ésta constituye una
herramienta útil para abordar las consultas sobre los padeceres del
vivir, desde un enfoque amplio que aspira a ser trans-disciplinario y
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comprometido con las potencias para una vida de múltiples
existencias, en una convivencia cosmo-politica que es la que
siempre nos ha atravesado y que hoy en este antropoceno, aún
más, sentimos que nos atraviesa a todes.

Bibliografía.
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