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El aparato digestivo cumple con diversas funciones, pero las principales son cuatro:
transporte de alimentos, secreción de jugos digestivos, absorción de nutrientes y
excreción de heces.
El aparato digestivo está formado por el tubo digestivo (que comienza en la boca y
termina en el ano y mide alrededor de once metros) y las glándulas anexas
(glándulas salivales, hígado y páncreas). A continuación, veamos cuáles son los
órganos que forman parte de este aparato y las funciones que desempeñan.
Los bovinos son rumiantes, animales que digieren los alimentos en dos etapas:
primero los consumen y luego realizan la rumia, proceso que consiste en regurgitar
el material semidigerido y volverlo a masticar para deshacerlo. Una característica
distintiva de los rumiantes es su aparato digestivo poligástrico compuesto por cuatro
divisiones: tres preestómagos (el rumen o panza, el retículo o redecilla y el omaso o
libro) y por el abomaso o estómago propiamente dicho; mediante la rumia y la
utilización de estas cuatro cámaras, el estómago de los rumiantes es capaz de
aprovechar los carbohidratos estructurales presentes en las plantas (celulosa,
hemicelulosa y pectina).
El primer compartimiento por el que pasan los alimentos es la panza o rumen; a su
entrada se encuentra un repliegue de piel, el canal esofágico, que permite a la leche
en los jóvenes y al agua en los adultos pasar directamente del esófago al libro. El
rumen es la cámara de mayor tamaño, y representa cerca del 80% del volumen total
del estómago. Su pared está tapizada con papilas ruminales y contiene varios miles
de millones de microorganismos (bacterias, protozoos y hongos) anaerobios que
degradan los glúcidos contenidos en la alimentación de los animales para formar
ácidos grasos volátiles que son absorbidos por la pared de la panza. Se trata de la
principal fuente de energía para estos bóvidos. Los principales ácidos grasos que se
forman son el ácido acético, el ácido propanoico y el ácido butírico, que representan
respectivamente el 60%, 20% y 15% de los ácidos grasos volátiles ingeridos durante
una alimentación típica a base de forraje, aunque las proporciones varían
considerablemente en función de la ración. También es en la panza donde los
rumiantes metabolizan las materias nitrogenadas ingeridas, que son transformadas
en amoníaco por los microorganismos, que después utilizan para producir su propia
materia nitrogenada gracias a la energía proporcionada por los glúcidos presentes
en la alimentación. Los microorganismos son ingeridos después por el animal y las
proteínas que sintetizaron son asimiladas en forma de aminoácidos. En condiciones
normales, el pH en el rumen puede variar entre 7 y 5,5 dependiendo la alimentación.
La saliva excretada durante la rumia tiene una buena capacidad tapón y permite
mantener el pH en esos valores.
El omaso está formado por finas láminas parecidas en cierta forma a las hojas de un
libro, de ahí que también reciba el nombre de libro o librillo. El libro constituye una
antecámara desde la cual pasa el bolo alimenticio al cuajar, y es el encargado de la
absorción del exceso de agua contenida en los alimentos.