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Correo de París u n a cartera. «En Francia, dice, han sido su esfuerzo continuo y regular en el trabajo,
su laicismo y respeto a las instituciones.
Correo de Alemania
excelentes ministros de Marina un empleado
,Colbert), un intendente (Turgot), un nego- Briand es representante de la tradición ro-
ciante (Theodore Ducos) y un poeta-abogado mántica. Significa también la tenacidad bajo
Los equipos de relevo (Georges Leygues)», Y más adelante define
así la función ministerial: «El ministro-debe,
un aspecto de perfecta indolencia. «Creía —
dice el autor de «¿Qué es un francés?» - en Al margen de un proceso
ante todo, comprender. Una vez que ha com- la felicidad y en la diplomacia. Creía en la
La inquietud política de los franceses no
disminuye ni se atenúa. La vibración de las
prendido, debe corregir. Tiene que proscribir
los abusos y reprimir las negligencias, por-
acción personal, las transacciones, los medies
tonos y las fórmulas sabiamente equilibia-
racista
ligas y el ritmo dinámico de los partidos de que debe ser capaz de explicar ante el gran das. Pero es verdaderamente francés, ponjiíe
viejo cufio que quisieran quebrar el marco consejo de la nación los actos del engranaje creía en la felicidad». Hace de esto un año, cuando una señora
tradicional para insertarse en un nuevo perí- administrativo y asumir su responsabilidad. de Madrid de alma turbada asesinó a su
• Si Clemenceau, Poincaré y Briand, cada hija, un joven y profundo escritor, Juan
rneiío maí; en consonancia con el compás de Se deben exigir dos condiciones indispensa- uno en su sector, representan la verdadera
la época continúan a través de fases alter- bles de todo ministro: inteligencia general y Aparicio, atribuyéndole gran genealogía al
fisonomía de Francia, no hay que asignar
nativas de estrépito y discreción. ¿En qué carácter». crédito excesivo a los pronósticos de los que
doloroso hecho, buscó las hondas y oscuras
forma cristalizarán la ebullición de ideas y anuncian el advenirmeAo de un jefe avasa-
raíces del crimen en el clima dramático de
El señor Barthelemy cree ver entre los es- la «Medea», de Séneca. Es Juan Aparicio —
las ansias de novedad que se advierten por tadistas franceses dos fisionomías. La de los llador. «En la historia — subraya el mismo
todas partes? ¿Quedará todo reducido a una burgueses de tono autoritario, como Gambet- ensayista citado — la única exageración es no olvidéis este nombre — humanista, mo-
serie de explosiones verbales o escritas sin ta, Jules Ferry, Waldeck-Rousseau y Poin- Napoleón, que no era de raza francesa». reno y granadino, como Ángel Ganivet. Como
consecuencias trascendentales, o bien se asis- caré, y la de los negociadores, entre los que En la derecha y en la izquierda, algunas-
él propende a interpretar la tradición espa-
tirá realmente a una era nueva en la que figuran León Bourgeois, Briand y Laval. El voces destempladas no cesan de reclamar ñola según los modos y valores del estoicis-
los hechos correspondan a las doctrinas? señor Wladimir d'Ormesson, que acaba de una mano dura que imprima al país el rum- mo. Y así, en su ensayo, el crimen madrile-
Hay una revolución en marcha, al menos publicar un interesante ensayo de psicología bo conveniente. Pero, ¿conveniente para qué? ño se arropa con túnicas ilustres y adquiere
Bh los espíritus. Las fuerzas de derecha quie- política titulado «¿Qué es un francés?», traza Hasta ahora la« invocaciones a la dictadura magnitud simbólica. Para decirlo de una
ren encauzarla por un sendero que llaman una demarcación menos simplista, a la que no han encontrado un ambiente de seriedad vez, el asesinato de la señorita Hildegart
[(nacional». En este bloque, poco coherente llega después de penetrantes observaciones propicio. El francés que coquetea con la idea asume, en la interpretación de Aparicio, un
en cuanto a concepción ideológica y a mé- sobre la importancia de los factores geográfi- de una autoridad máxima sin freno y sin gesto estoico.
todo, figuran L'Action Francaise, Les Jeu- cos y de características raciales bien defini- control no se percata quizá del verdadero Y algo de eso hay. Esa madre que así se
nesses Patrióles, La Solidante Francaise. das a través de la historia y confirmadas por volumen de su designio. Habituado a la libre interpone, con un estremecido y furioso ade-
BVente a esta formación qu e n ° tiene sino los hechos. P a r a d'Ormesson, en el complejo expresión del pensamiento y a la libre con- mán a lo Eurípedes, en la vida de su criatu-
lina unidad ocasional, se alzan los elemen- francés, Clemenceau representa la tradición troversia, no «realiza» lo que sería u n a so- ra adolescente, parece sentir, hasta el des-
ios del Frente Común de extrema izquierda, revolucionaria en todos sus matices, puesto ciedad sin esas garantías que en el fondo varío, un sentimiento netamente estoico: el
leí que forman parte, con mayor o menor que la revolución es una gama q?ie va desde aprecia y utiliza. Por ahora la locución del orgullo. Los estoicos querían ignorar el
lecisión, los comunistas, los socialistas orto- el individualismo exasperado hasta la guerra «equipos de relevo» no tiene más que un valor dolor, la vergüenza que humilla y abata
lOxos,.algunos núcleos de jóvenes radicales, civil, pasando por la crítica, la oposición sis platónico. Es posible que se llegue a la susti- todo sentimiento' exagerado del valor de uno
a Liga de Derechos del Hombre y diversas temática, la violencia y la dictadura. Poin- tución del personal dirigente en u n a dosis mismo. Y cuando el dolor no podía ya ocul-
i$ociaciones de funcionarios. Su consigna caré supone la tradición jurídica. Pero Poin- menor de lo que se supone. Un país equili- tarse, cuando la humillación iba a vencerlos,
'undamental es la de combatir todo movi- caré no es únicamente un legista, sino que brado y asentado sobre tradiciones sólidas entonces preferían verter su propia sangre
miento de tipo fascista, es decir, todo movi- encarna además la burguesía francesa, la no necesita emplear la violencia p a r a modi- y entregarse a la muerte. Su propia sangre.
miento que tienda a una revolución llamada noción del Estado «con lo que este término ficar los elementos de su régimen que no pro- Propia sangre es la sangre de un hijo.
í&cional, sin precisar sus caracteres econó- contiene de secular y de grande». Personifi- porcionan el suficiente rendimiento. Y aquí aparece una palabra en torno a la
micos y sociales. Entre los dos jalones extre- ca, por otra parte, el espíritu de la provin- cual está girando media Europa. En esta
mos hay una gran masa indecisa hasta el cia por oposición al de París, su seriedad, JUAN ARAMBURÜ Alemania nacional-socialista, ¿no se repite,
¡Tésente. En ella figuran diversas fuerzas acaso, todos los días que «si la Historia la
p(ie aun cuando hostiles a las ideas de los hacen los hombres, a los hombres los hace la
ílupos nacionales que consideran reacciona- sangre»? ¿No se pronuncian también a todas
insultarnos chabacanamente? No al modo de
ios no quieren engancharse en el banderín
narxista, que parece constituir el signo ex-
Letras Versalles — no querernos pedir tanta delica- horas esas palabras «eugenesia», ((genera-
deza—t pero sí al modo quevedesco y es- ción», «raza», «determinación biológica de
eirior más visible del Frente Común. En el los caracteres», toda esa pedantería veterina-
eíctor equidistante de los extremos hay que pañol.
Sátira, sí, pero con gracia. ¿Dónde están ria que llevó a la pobre doña Aurora Rodrí-
ricorporar a los ex combatientes de izquier-
14 Union Fedérale y Conféderation Natio- Sátira y poesía , los escritores satíricos? Sé han convertido a
la baja política, y desde su charco verbal,
guez a la locura?
Conviene, quizás, concederle a ese crimen
;ale, a la Conféderation Genérale du Tra- del cual fue víctima la señorita Hildegart
[
dü, al partido radical que sigue conservan- Se publicó una versión francesa del libro gris y monótono, salpican de barro al tran-
seúnte. Sátira, sí, pero con esa gallardía una atención profunda, porque está lleno de
10 en provincias numerosos adeptos y una de Quevedo «La hora de todos y la fortuna tremendas alusiones simbólicas. Como Apa-
obusta organización sobre todo en materia con seso». La traducción fue realizada con que sólo puede dar la inteligencia.
Recordemos, por ejemplo, el fragmento de ricio, en un ensayo de aire clásico, evocó
líctoral y a los neo-socialistas que dispone todo esmero por Jean Camp, y el libro se ante el folletín la Medea senequiana, dándo-
a cuadros de valía aun cuando sus efecti- nos ofrece prologado por Rene Bouvier. Goya «La hora de todos», dedicado al «poeta culto». le antigüedad al triste hecho, así nosotros
cis son poco importantes por ahora. decora magistralmente la versión: no podía En un corrillo está leyendo este o aquel ver- queremos darle actualidad política, por
La forma en que se desenvolverán estos encontrarse mejor colaborador plástico. Con sista «una canción cultísima», atiborrada de cuanto alude a teorías e ideas que preocupan
lementos heterogéneos en un futuro más o los sueños y caprichos del señor de la Torre oscuras alusiones, de impertinentes neologis- mucho — tal vez demasiado — al mundo
leños próximo es un secreto de los dioses de Juan Abad, se juntan los sueños y capri- mos* tan compleja «que el auditorio pudiese nórdico. Pensemos que, en último término,
amórtales. A menos de acontecimientos no chos del genial aragonés. comulgar de puro en ayunas que estaba». Al esa mujer que hoy pena en una cárcel, esa
eñalados en la tabla de las .previsiones co- Ingenio español, fantasía española. ¿Cómo llegar a la ((cuarta estancia» la oscuridad se señora que acaba de llenar con sus frases y
rientes el verano transcurrirá sin conmocio- se conservan en el tránsito a las letras de espesa de tal modo que comienzan a volar declaraciones la crónica judicial de los pe-
as violentas. El otoño traerá de nuevo las Francia? Creo que se conserva fielmente la en torno al versista las más acreditadas riódicos, fue llevada al frenesí, al arrebato
iquietudes y los problemas'adormecidos én sustancia quevedesca; creo también que algún aves nocturnas. También los murciélagos. A por una concepción racial de la existencia.
I sopor del estío. perfil se borra o atenúa, que alguna delicia cada Verso, una nueva lechuza acude a cer- Y por ello puede afirmarse, en verdad, con
verbal no podrá ser plenamente gustada por tificar la oscuridad... Hasta que ya nadie los propios textos del proceso, que ese ha
«Equipos de relevo...» Esta locución de tipo el lector francés. Quevedo — como Góngora ve nada, y un oyente se cree en la obliga- sido, nada más, nada menos, un crimen ra-
íUitar circula mucho en Francia desde hace —no es tan .fácil de arrancar de España y ción de traer un cabo de vela, lo enciende cista.
nos meses. Hay que sustituir los hombres trasplantarlo completamente en tierra ajena. e ilumina un rato el poema. Pero tanto acer-
ue se suceden en el gobernalle de la nave Algo se queda siempre, adherido a la tierra có la luz a las cuartillas que acabó por pren- Quisiera que se me entendiese bien, sin
3h otros de cuerpo más joven y de ideas madre. Pero los escritores más arraigados derse el fuego... \Y entonces, sólo entonces, atribuirles a mis palabras nada que ellas mia-
>is frescas. Pero en cierto modo cabe mos- son precisamente los que logran la atención encendido el papel, es cuando el poema ad- mas no expresen en su más estricta y come-
*arse escéptico ante la probabilidad de que universal. Todo lo contrario del escritor cos- quirió la claridad ausente! ¡Entonces el poe- dida literalidad. Yo no afirmo — ¿cómo po-
t gerontocracia desaparezca en Francia con mopolita, condenado a ser leído por sólo ma iluminó de veras los rostros atónitos del dría hacerlo? — que la idea racista sea cri-
t rapidez que algnos vaticinan. En general, una zona reducida de gentes. Pero ya se público! minosa ni que todo racista sea un criminal.
>S hombres que figuran en el Gobierno Dou- ve que lo universal es el espíritu, no la letra. Una idea es una idea y no es un crimen. El
Procedimiento contemporáneo, este de la creyente en una idea, o el participante en
lergue desempeñaban ya puestos de impor- Parte de la letra, no se ve en la versión quema, que desde luego rechazamos como un concepto, sea éste verdadero o falso, exce-
u&cia antes de la guerra. Otros comenzaron de «La hora de todos», pero sí todo el espí- siervos de la cultura; pero lo admitiríamos lente o nocivo, puede ser un sujeto digno o no
i verdadera actuación en los días agitados ritu.- Para muchos juegos verbales de Queve- -7-en nombre de ella — para obligar a mu- serlo. Eso es otra cosa. Pero siempre queda
8 la contienda. El señor Barthou ministro do, para algunos caprichosos caracoleos, ha chos poemas de estos días a dar luz, alguna en pie que el móvil que llevó a esta señora
3 Negocios extranjeros que a los setenta encontrado Jean Camp la expresión francesa luz, siquiera fuese la del cabo de vela queve- española al asesinato de su criatura fue una
5os efectúa viajes rápidos y fatigosos a tra- exacta. Pocas veces se habrá visto en una desco. Porque también andan cortejados por concepción racista de la existencia. Según el
5$ de Europa y que en las recientes sesio- versión de este rango, tanta solicitud e inte- mochuelos. informe técnico del doctor Vallejó Nájera «la
3$ del Desarme en Ginebra se ha distingui- ligencia. Quevedo prefiere estas mezclas de ingenio idea delirante de doña Aurora Rodríguez
Í por el ardimiento y la extensión de sus «Fantasía moral», llamaba Quevedo a su y fantasía, tan empapadas de zumo irónico. era reformar la sociedad por procedimientos
Scursos, fue ministro por vez primera en libro. «Ballet», fue llamado en estos días. ¿Qué valores nos salen, en ellas, al en- eugenésicos, y según el método de la vasec-
Gobierno Dupuy (1894). En 1913 desempeñó «Gigantesco ballet del mundo de esta época» cuentro? tomía». Reformar la sociedad por procedi-
Presidencia del Consejo y la cartera de —lo llama Bouvier, en el sabroso estudio que Ante todo el valor poético. «El sueño — mientos eugenésicos. Su ambición no conocía
iStrucción Pública. El señor Sarraut, ac- precede a la versión —. «Zarabanda desenca- decía Juan Pablo — es poesía involuntaria». límites y propendía a anchuras cósmicas.
ial ministro del Interior, estuvo encargado denada, donde se encaran millares de per- Los sueños de Quevedo son, ante todo, poe- Otros se contentan con menos. Hablan de re-
! la subsecretaría de l t O»erra en 1909. El sonajes, donde se despliega una increíble ri- sía. Comienza por asomar sólo el poeta, pero formar la patria tan sólo. Pero también por
flor Cheron, ministro da justicia, intervino queza de ideas penetrantes, atrevidas, gene- no tardan en asomar los comparsas. «Que los mismos procedimientos, aun cuando, ante
)t vez primera en la composición de un rosas, donde asimismo impera una especie los comparsas de nuestros sueños — conti- el procedimiento extremo, delirante y doloro-
«Merno en 1906... Los más jóvenes de la pre- de animismo que otorga, como a las cosas, núa Juan Pablo — nos sorprendan con res- so de doña Aurora, sientan el temor y el
nte formación ministerial son el señor Ri- una vida intensa...». El vigor plástico de puestas que nosotros les hemos inspirado, es pavor de toda conciencia honrada. Yo he
illet (Pensiones), que tiene cuarenta y seis Quevedo — sólo comparable al de Goya — natural. También, durante la vigilia, cada sido testigo de esta reacción de la sensibili-
¡Os, el señor Marquet (Trabajo), que ha puede quizá considerarse el primero en la idea brota como una chispa al choque, y dad de todos aquellos que hablaron, con el
implido los cincuenta, y el general Denain, escala de «autores», de verdaderos «autores» sin embargo la atribuimos a nuestro esfuer- cronista que firma, del proceso en cuestión,
ift se aproxima a los cincuenta y cuatro. El españoles. El idioma en Quevedo adquirió zo; pero en el sueño hay que referir la idea divulgado por la prensa de l.os países nórdi-
¡dho no tiene nada de anómalo en Francia, sus máximos relieves, también su máxima a la persona que se nos aparece, y a la cual cos quizás de un modo más sensacional que
>nde el señor Tardieu era designado como dureza y agresividad. Por eso la sátira llega atribuimos el esfuerzo». Los personajes de por nuestra propia prensa, y en razón, pre-
«joven Presidente del Consejo» cuando en él a su límite de. mordacidad y de sarcas- cada ballet quevedesco traen consigo su idea- cisamente, del mayor interés que tales temas
nía cincuenta y cinco años. mo. Con las armas del idioma no se puede rio. Todo consiste en procurarles una coyun- suscitan en estas latitudes. A estas latitu-
En la historia contemporánea de Francia ya insultar con más encono. Y nuestros ac- tura para salir a hablar, y Quevedo — gran des ha venido a residir, por un azar de la
3 ejemplos abundan. ¿Acaso la etapa más tuales libelistas — por no leer a Quevedo — imaginativo — monta su escenario con insu- vida, una dama cuyo nombre se pronunció
cisiva de la trayectoria Se Clemenceau no resultan paliduchos y embotados. Sin fanta- perable destreza. En «La hora de todos» mo- varias veces en el proceso: el nombre de una
é cuando El Tigre tenía setenta y cinco sía y sin ingenio, no hay modo de insultar viliza, en primer término, un batallón de hermana de la procesada, madre de un joven
os? eficazmente a nadie. Porque el insulto me- mitos. Luego, desfilan ante el poeta todas que fue, en tiempos, un artista célebre. Allá
El tema del relevo lleva consigo inevitable- ramente interjeccional no puede ser tenido en las clases sociales, cada una con su lacra a comienzos del siglo — ¿recuerdan ustedes?—
;Hte el del reclutamiento de los equipos, cuenta. más personal. Es un viaje alrededor del apareció por los escenarios de Esp?ñg. un
ulál es el mejor ministro? ¿Qué rasgos dis- Quevedo — como Goya — trazaba sus mag- mundo ético y pintoresco. niño blondo sentado ante iss. -vAno. Un
ttivos denotan la verdadera aptitud minis- níficos desfiles de monstruos con tal vivaci- Todos hablan en su idioma. Pero la cons- niño dotado de talentos precoces, y en el
ial? No faltan en este orden concreto ni dad, con tal vigor expresivo, que su mera trucción poética es de Quevedo. El ensam- civ?.l parec'a reflejarse un rayo del genio de
lémioas ni sugestiones diversas. La idea aparición equivalía a su sentencia. Domina- blaje de ensueños es obra de artista. Otros Moíart. Doña Aurora Rodríguez sintió enton- »
que el ministro debe ser un técnico no ban las formas artísticas ,de la agresión como han querido organizar estos desfiles — aque- ees un doble sentimiento humanísimo: el de f
He partidarios en Francia. El profesor de nadie alcanzó a dominarlas en España. Y lla época prefería esta especie de danza la maternidad, noble como ninguno, y el de '
Facultad de Derecho señor Jcseph-Barthe- hoy que vivimos en estado de agresión per- general humana—; pero ninguno logró lle- la envidia, que no sjempre es amarilla y
ny, que examina esta cuestión en una re- manente, sería muy útil leer o releer las gar a esta cima donde se dan la mano poesía triste, como decía Quevedo, que a veces us,
sta, considera iue la tecnicidad no es espléndidas sátiras de Quevedo. Ya que — y sátira.
Hspensable para desempeñar eficazmente. fatalmente — debemos insultarnos, ¿por qué BENJAMÍN .TARNÉS (Continúa al vie de la pr'ioivn sinuiente)

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