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DIPLOMATURA EN DERECHOS HUMANOS Y PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA

INSTITUCIONAL

Clase 4
Violencia Institucional y Derechos Humanos
Universidad Nacional de Tres de Febrero – Secretaría de Derechos Humanos

Esta clase forma parte del cuarto módulo de la Diplomatura en Derechos Humanos y
prevención de la violencia institucional – Universidad Nacional de Tres de Febrero y Secretaría
de Derechos Humanos de la Nación.
Introducción

La preocupación respecto de la violencia suele ser un tema que con frecuencia está
presente en las conversaciones cotidianas. Suele aparecer en referencia a las
violencias que ocurren en las sociedades, en las escuelas e, incluso, en los vínculos.
Generalmente, estas preocupaciones van acompañadas por un sesgo de alerta y duda
acerca de cuáles serían las propuestas más adecuadas para prevenir la situación.

Un primer aspecto a señalar es que, en ocasiones, se tiende a englobar bajo


un mismo término distintos fenómenos. Por este motivo, nos parece importante y
necesario desarrollar algunas precisiones conceptuales.

En esta oportunidad, nos vamos a referir a un tipo particular de violencia,


aquella que denominamos “violencia institucional”. Una primera aproximación al tema
podemos realizarla a través de la formulación de preguntas que nos permitan
contextualizar el problema: ¿cómo es la sociedad que queremos?, ¿cómo debe
organizar el Estado el uso legítimo y racional de la fuerza? y ¿qué rol juegan las
fuerzas de seguridad en el marco de la sociedad a la que aspiramos?

En ese sentido, desde la perspectiva de los derechos humanos, reflexionar


sobre violencia institucional, es poner la mirada en aquellas prácticas institucionales
que se vinculan de forma directa al control sobre la autonomía y libertad de las
personas y que pueden acarrear violaciones a los derechos humanos.

Ahora bien, retomemos algunas cuestiones presentadas hasta acá.

• La necesidad de entender la seguridad como un fenómeno complejo y


multicausal que debe ser abordado desde políticas públicas que incorporen
esa complejidad en las respuestas.

• La importancia de la articulación y la coordinación entre niveles y áreas del


Estado.

• La necesidad de adecuar las políticas de seguridad a las perspectivas de


género y diversidad sexual como así también a las protecciones específicas
que demandan la edad como categoría protegida y,

• La necesaria inclusión de la comunidad en esta tarea.

En ese sentido, hemos recorrido, el marco legal internacional y nacional de


protección de derechos humanos y los paradigmas de intervención en el campo de la
seguridad; las obligaciones generales y reforzadas del Estado en la materia.

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Como vimos en el módulo 3, un primer paso para avanzar en la prevención de
la violencia institucional supone, entonces, conocer a los/as destinatarios/as de las
políticas, procedimientos y acciones que vamos a desarrollar y las problemáticas que
los caracterizan para poder diseñar esquemas de intervención eficaces.

En ese sentido, en esta clase vamos a incorporar un nuevo aspecto a los


temas desarrollados hasta ahora: las prácticas institucionales. En especial, aquellas
que por su función se vinculan de forma directa al control sobre la autonomía y
libertad de las personas desde el prisma de los derechos humanos.

La pregunta que nos orienta en esta reflexión es: ¿cómo anticiparnos a la


puesta en práctica de hechos y/o situaciones que tengan por resultado la
violación de derechos humanos, cómo prevenir situaciones de violencia?

Veamos cómo se desarrollan estos conceptos…

Definición y concepto de violencia institucional

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia institucional?

Retomando los conceptos del Módulo 1, una de las características propias del Estado
moderno es monopolizar el uso de la fuerza legítima (Weber, 1999). Esto significa que
toda forma de violencia legítima se concentra en determinadas instituciones tales
como las fuerzas de seguridad y fuerzas policiales, las fuerzas armadas o las
instituciones penitenciarias, entre otras. Sin embargo, esto no significa que el uso de la
fuerza sea la única forma de acción posible sino que la función de las instituciones de
seguridad descansa, en última instancia, sobre la posibilidad de ejercer esta violencia.

A su vez, la posibilidad de ejercer la violencia legítima tiene limitaciones: sólo


es legítimo aquel uso de la violencia física que se encuadra dentro de las pautas
establecidas para su uso.

En este contexto, cuando hablamos de violencia institucional hacemos


referencia a un amplio conjunto de situaciones que, ejercidas desde instituciones
públicas por medio de sus funcionarios/as, tienen como consecuencia la vulneración y
violación de derechos de las personas. Si quisiéramos precisar las formas más graves
que adoptan estas prácticas en la actualidad haríamos referencia a graves violaciones
a los derechos humanos, abusos e ilegalidades que van desde detenciones arbitrarias
y torturas hasta asesinatos.

Estas prácticas se desarrollan de forma estructural (como acciones u


omisiones) y tienen como resultado retardar, obstaculizar o impedir el acceso y

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garantía a los derechos humanos.

¿A qué agentes estatales comprende?

Se incluye a agentes públicos que por el tipo de labor que desempeñan o por la
institución a la que pertenecen, tienen la potestad y/o prerrogativa de uso de la fuerza
o coerción.

“Con la expresión ‘uso de la fuerza’ nos referimos a toda forma de


interferencia física sobre un individuo o grupo de individuos. Por otra parte, nos
referimos al ‘uso de la coerción’ para dar cuenta de aquellas intervenciones en las
que, pese a no producirse una interferencia física, existe un ejercicio de la autoridad
(presencia, órdenes verbales, etc.) con sentido coercitivo.

‘Uso de la coerción’ y ‘uso de la fuerza’ son conceptos complementarios que,


combinados en una frase ‘uso de la coerción/fuerza’, permiten referirse a todas las
formas, modalidades y mecanismos de intervención coactiva que caracterizan las
formas de acción e intervención típicas de las instituciones de la seguridad pública. En
este sentido, el concepto de ‘uso de la coerción/fuerza’ es complejo, pues comprende
una amplia variedad de modalidades y puede darse en diferentes circunstancias y, por
lo tanto, requiere del desarrollo de múltiples y variados mecanismos de regulación y
control.1”

En tanto los abusos del poder coercitivo estatal provocan graves


consecuencias no solamente en la vida individual de las personas, sino en la
convivencia social, a nivel internacional se han fijado pautas o principios generales
entre los que podemos destacar el Código de Conducta para Funcionarios
Encargados de hacer cumplir la Ley2 y las Directrices para la aplicación de los
Principios básicos sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por los
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley3.

Dicho esto, para delimitar este elemento que hace a los sujetos activos de la
violencia institucional, la expresión funcionarios y/o agentes públicos incluye a todos
los/as agentes que ejercen funciones de policía, funciones de defensa, y, al personal
del servicio penitenciario.

También incluimos dentro de esta definición a los/as que se desempeñan en el


1 Ministerio de Seguridad de la Nación (2011): Regulación y control del uso policial de la coerción y la
fuerza en Argentina, Cap. 6, pág. 233
2 Aprobado por resolución N° 34/169 de la Asamblea General de Naciones Unidas el día 17 de diciembre

de 1979
3 Naciones Unidas, (1990), Disponible en: https://www.ohchr.org/es/instruments-
mechanisms/instruments/basic-principles-use-force-and-firearms-law-enforcement

3
ámbito de la salud que, en determinados contextos, se encuentran habilitados
legalmente a hace uso de la fuerza sobre las personas. Por ejemplo, en las
situaciones de internaciones involuntarias de personas autorizadas excepcionalmente
por el artículo 20° de la Ley de Salud Mental N° 26.657, en los casos de riesgo cierto e
inminente para sí o para terceros:

La internación involuntaria de una persona debe concebirse como recurso


terapéutico excepcional en caso de que no sean posibles los abordajes
ambulatorios, y sólo podrá realizarse cuando a criterio del equipo de salud
mediare situación de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros.
(Artículo 20, Ley de Salud Mental)

En estos casos, la ley establece, asimismo, la posibilidad de intervención de las


Fuerzas de Seguridad en post de evitar daños y en colaboración permanente con el
sistema de emergencias sanitarias4. En este sentido, debe tenerse presente los
procedimientos o reglamentaciones internas existentes a las instituciones tales como:
las Pautas para la Intervención de los Cuerpos Policiales y Fuerzas de
Seguridad5 en situaciones que involucran a personas con presunto padecimiento
mental o en situación de consumo problemático de sustancias en riesgo inminente
para sí o para terceros.

A su vez, la intervención de los/as operadores/as del sistema de justicia


argentino también debe analizarse bajo esta variable o elemento distintivo de los
hechos de violencia institucional. Los/as agentes o funcionarios/as públicos
pertenecientes al Poder Judicial juegan un rol fundamental en relación al fenómeno de
la violencia institucional: su accionar incide tanto en la investigación y sanción de
los responsables como en la prevención de estas prácticas. Asimismo, su
accionar en relación a la vulneración a un derecho puede o no acarrear
responsabilidad del Estado ante los organismos internacionales.

Los/as operadores/as del sistema de justicia argentino son los/as responsables


primarios de la salvaguarda de las garantías judiciales y la protección judicial
específica en las situaciones que conceptualizamos como de violencia institucional
ocurridas en el ámbito interno del Estado. El rol del sistema de justicia resulta
4 Artículo 20, Ley 26.657, “Las Fuerzas de Seguridad que tomasen contacto con una situación de riesgo
cierto e inminente para la persona o para terceros por presunto padecimiento mental, deberán intervenir
procurando evitar daños, dando parte inmediatamente y colaborando con el sistema de emergencias
sanitarias que corresponda. La Autoridad de Aplicación en conjunto con el MINISTERIO DE SEGURIDAD
elaborará protocolos de intervención y capacitación en base al criterio de evitar todo tipo de daños para sí
o para terceros”.
5 Ministerio de Seguridad de la Nación (2013), Resolución N° 506/2013. Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/resoluci%C3%B3n-506-2013-216049
4
fundamental a la hora de pensar estrategias de prevención de la violencia institucional
como forma específica de violación a los derechos humanos. Es en este sentido que
consideramos que la respuesta del Poder Judicial ante situaciones de violencia
institucional resulta nodal para su prevención a futuro.

Veamos algunas situaciones en las cuales los/as funcionarios/as del


sistema de justicia se diferencian sustancialmente de los/as agentes
responsables de las prácticas de violencia institucional…

- su respuesta (o la falta de respuesta) otorga un manto de “legalidad” –


dudosa desde la perspectiva de las víctimas– al accionar ilegítimo de
los funcionarios y/o agentes públicos que, teniendo habilitado el uso
legítimo de la fuerza/coerción, se hayan visto involucrados en casos de esta
índole.

Agrupamos aquí aspectos relativos a violaciones de derechos en


términos de omisiones administrativas y/o judiciales, así como a otro
tipo de acciones que de forma general podrían catalogarse como
“prácticas de encubrimiento de violaciones de derechos”. Estas pueden
incluir: dilaciones en las decisiones, incumplimientos en relación al
régimen de progresividad de la pena, irregularidades en los
procedimientos reglados, manipulación de pericias, etc.

- pueden ser partícipes directos de violaciones de derechos, a través de


sucesos de encubrimientos, de falsas imputaciones, de causas armadas o de
investigaciones negligentes, ya sea de forma dolosa o culposa.

Agrupamos aquí aspectos relativos a violaciones de derechos en


términos de acciones y omisiones por parte de operadores judiciales,
así como a otro tipo de acciones que de forma general podrían
catalogarse como “prácticas de impunidad de violaciones de derechos”:
falsa imputación (causa armada), falsa tipificación (carátula),
impedimentos en constitución querella, restricción de información, etc.

- la falta de respuesta judicial o la respuesta inadecuada, es una situación


ya sabida o esperada por parte de los perpetradores a la hora de cometer
este tipo de prácticas que antes señalamos, lo cual genera cierta garantía de
impunidad futura.

¿Dónde ocurren estas prácticas?

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Las prácticas de violencia institucional tienen mayores posibilidades de ocurrencia en
determinados contextos. Los contextos son situaciones concretas de interacción
entre las personas y los/as agentes o funcionarios/as públicos; por ejemplo:
procedimientos de detención, procedimientos de requisa, procedimientos de admisión,
entre otros.

La interacción producida en el marco de estos procedimientos, resulta posible


porque determinados/as funcionarios/as y/o agentes públicos detentan la posibilidad
de interferir de diversas formas en el desarrollo de la autonomía y/o la libertad
de las personas. Concentrar la mirada en los contextos permite anticiparnos a la
posibilidad del ejercicio de este tipo de prácticas.

Veamos qué contextos están incluidos…

- Situaciones de tránsito: comprende contextos en que las personas se


encuentran en espacios públicos, móviles y medios de transporte (sean
públicos o de uso exclusivo de fuerzas de seguridad, fuerzas armadas,
servicios penitenciarios o aquellos destinados a la atención de la salud) y en
paradores para personas en situación de calle;

- Situaciones de detención: hace referencia a situaciones caracterizadas por


el hecho de que las personas involucradas no pueden abandonarla por su
propia voluntad, incluye: comisarías e instalaciones policiales, instalaciones
de fuerzas de seguridad (Gendarmería Nacional, Policía de Seguridad
Aeroportuaria, Prefectura Naval Argentina), centros de detención (penales y
complejos penitenciarios, centros de alojamiento para personas menores de
edad, centros de detención preventiva, centros de detención previos al juicio:
alcaldías) y, a su vez, lugares no identificados y domicilios particulares en los
que se realizan detenciones;

- Situaciones de Internación: refiere a aquellas situaciones en que las


personas se encuentran bajo observación y/o cuidado y/o tratamiento en
instituciones orientadas primordialmente al cuidado de la salud de personas
con padecimientos psíquicos, deterioro y/o compromiso cognitivo,
discapacidad intelectual, etc. Incluye: establecimientos de internación
geriátrica, establecimientos de rehabilitación de adicciones, establecimientos
de salud mental y hogares para personas con discapacidad (incluye
residencias y pequeños hogares). Adicionalmente se incorporan hospitales
generales en la medida en que podrían desarrollar tareas de cuidado de este

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tipo.

- Situaciones de Formación, Entrenamiento y/o Rehabilitación: comprende


los contextos caracterizados por orientarse a “moldear”, formar y entrenar los
comportamientos de las personas. Alcanza un conjunto de instituciones de
diversa índole: centros de día, escuelas de formación de fuerzas de
seguridad (nacionales y provinciales) y escuelas de formación de las distintas
ramas de las fuerzas armadas.

Adicionalmente, consideramos de interés poder analizar las circunstancias en


el marco de las cuales pueden desplegarse este tipo de prácticas de violencia.
Este aspecto hace referencia a los condicionamientos impuestos por la
dinámica de las instituciones, cuya regulación resulta externa a las personas y
las posicionan en condiciones de especial desprotección frente a los/as agentes
y/o funcionarios/as públicos. En los hechos y/o situaciones de violencia su
presencia puede verificarse o no, pero, en los casos en que se verifica, agregan
una descripción útil respecto de la dinámica de ocurrencia de la violencia
institucional.

Entre las circunstancias incluimos aquellas:

vinculadas al manejo administrativo-espacial de la institución.

Por ejemplo: ingreso y/o admisión, recuentos, circulación por la


unidad/establecimiento, reintegros al pabellón/celda/habitación, visitas,
traslados, medidas de resguardo físico.

relacionadas con distintas formas de inspección o registro.

Por ejemplo: allanamiento, examen médico, requisa a familiares, requisa de


pabellón, requisa de pertenencias, requisa personal.

que, por sus características, dejan particularmente expuestas a las


personas frente a los/as agentes y/o funcionarios/as.

Por ejemplo: reclamo ante las autoridades, riñas y/o motines, cumplimiento de
sanciones, sometimiento a formas de sujeción mecánica, desalojo de predios o
inmuebles.

¿Qué formas pueden adoptar las prácticas de violencia institucional?

Delimitamos un conjunto mínimo de prácticas que, al ocurrir en determinados


contextos y al ser llevadas adelante por determinados/as funcionarios/as públicos,

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constituyen lo que denominamos violencia institucional.

Al momento de dar cuenta de estas prácticas violatorias de derechos –y, por ende,
formas de violencia– incluimos “acciones tanto individuales como colectivas,
organizadas como espontáneas, ritualizadas o rutinizadas, legales o ilegales,
intencionales o no intencionales” (Garriga Zucal & Noel, 2010).

Estas prácticas pueden adoptar las siguientes modalidades…

- Violencia física: es la que se emplea contra el cuerpo de las personas


produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de
maltrato o agresión que afecte su integridad física, incluyendo el asesinato.

- Violencia psíquica o psicológica: son acciones que atentan contra la


integridad y salud mental de las personas como las amenazas, hostigamiento
y la restricción de contacto humano, entre otras.

- Violencia sexual y/o de género: son acciones u omisiones que impiden la


decisión acerca de la vida sexual o reproductiva de la persona basada en
razones de género a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o
intimidación. Se incluye la violación, así como la prostitución forzada,
explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres. También
incluye prácticas como el desnudo parcial o total, acercamientos intrusivos,
tocamientos, manoseos, exposición del cuerpo a terceros y las preguntas
sobre orientación sexual o intromisiones a la vida privada/íntima de las
personas que no guarden relación con los hechos.

- Negación del acceso a la atención médica y/o sanitaria: la inadecuada


atención médica, sanitaria y terapéutica. En estos casos se da cuenta no
sólo de la restricción del acceso al derecho a la salud sino de la obligación
positiva contraída en relación con la prohibición de la tortura y los malos
tratos.

- Condiciones de alojamiento: relacionada con las condiciones de


habitabilidad y/o salubridad, así como prácticas que impidan que los
espacios de alojamiento no se constituyan en un hábitat/vivienda para las
personas (como atentados contra privacidad o destrucción de objetos
personales).

Adicionalmente, podemos verificar la existencia de otros dos sub-conjuntos de


prácticas cuya ocurrencia es concomitante con las ya presentadas. Denominamos a

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estas prácticas conexas como “irregularidades administrativas”, de una parte, e
“irregularidades judiciales”, por otra. De manera general podemos señalar que
estas prácticas irregulares, bajo la forma de acciones u omisiones, constituyen por sí o
tienen como resultado, el encubrimiento y la impunidad respecto de la puesta en
práctica de cualquier forma de violencia sobre personas sometidas a regímenes de
restricción de autonomía y/o libertad.

Veamos cómo se despliegan estas prácticas…

Prácticas conexas: prácticas de encubrimiento e impunidad

Con frecuencia, las prácticas de violencia institucional, van acompañadas de ciertas


irregularidades. Son situaciones que resultan imputables a funcionarios/as aun
cuando no sean desarrolladas por ellos/as mismos/as y se presentan a nivel
administrativo como judicial.

- Las irregularidades administrativas son incumplimientos y/o alteraciones


relativas a la tramitación administrativa como, por ejemplo: omisiones en los
libros de guardia, alteraciones en las actas de detención. De forma general
podrían catalogarse como “prácticas de encubrimiento de violaciones de
derechos”.

- Las irregularidades judiciales dan cuenta de acciones y omisiones por


parte de operadores judiciales que de forma general podrían catalogarse
como “prácticas de impunidad de violaciones de derechos”: falsas
imputaciones (causas armadas), falsas tipificaciones (cuando un hecho es
caratulado de forma distinta a como sucedió) y también las restricciones de
información y los impedimentos para la constitución de querellas, entre otras.

Impacto de la violencia institucional en las personas y las comunidades

La Declaración de Naciones Unidas sobre los “Principios fundamentales de justicia


para las víctimas delitos y de abuso de poder” establece, en su Punto A.1., que

“se entenderá por ‘víctimas’ a las personas que, individual o colectivamente,


hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento
emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos
fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la
legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida la que proscribe
el abuso de poder”6.

6 ONU, Asamblea General en su resolución 40/34, adoptada el 29 de noviembre de 1985. Disponible en:

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La violencia institucional se caracteriza por impactar sobre personas y
grupos de personas marcadas por determinadas características como la condición
socioeconómica, el encierro, las afecciones en la salud mental, la edad, el género,
la identidad sexual, la situación migratoria, entre otros. Es importante tener en
cuenta las particularidades que suele adquirir el accionar de los/as agentes del
Estado en relación a ciertos grupos considerados en situación de vulnerabilidad
que suelen ser estigmatizados en tanto “sujetos peligrosos”.

Estas construcciones simbólicas y discursivas apuntan, en última instancia,


y por diversos caminos, a reproducir las diferencias de trato entre las personas,
ya sea entre varones y mujeres, entre ciudadanos y no ciudadanos o entre las
muchas clasificaciones discriminatorias posibles.

Al abordar la cuestión de la violencia institucional, los discursos sociales,


mediáticos y judiciales suelen retomar y reproducir estructuras de poder,
estructuras narrativas y formas argumentales que tienden a valorar positivamente
la palabra de “unos” y desvalorar la palabra de los “otros” y pueden instituirse como
fundamentaciones para la limitación de derechos de aquellos grupos de personas
que resultan caracterizados negativamente.

Estas referencias proponen pautas de caracterización para distintos grupos


de personas (generalmente asociados a valoraciones negativas), vinculado a
prejuicios y “lugares comunes”. Es por ello que la burla, la estigmatización, la
condescendencia o la criminalización, generan y transmiten representaciones
negativas y naturalizan esas formas de trato hacia distintos grupos de personas.
Asimismo, estas representaciones negativas son habilitadas por la preexistencia de
los estereotipos y, a su vez, los refuerzan.

Veamos el siguiente ejemplo…

Entre las numerosas operaciones discursivas desplegadas por el terrorismo


de Estado en Argentina, una parte importante de sus acciones se orientó a
la construcción discursiva de los/as militantes políticos como ‘subversivos’,
‘apátridas’ y ‘extranjerizantes’, entre muchos otros calificativos. Como
sabemos, las personas que resultaron caracterizadas de esta forma (por
demás ambigua) fueron colocadas discursivamente en el lugar de
‘elementos extraños’ a la sociedad. Una vez asentada esta caracterización,
el pasaje a la negación y anulación de derechos resultó posible.

https://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/VictimsOfCrimeAndAbuseOfPower.aspx

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En el ejemplo analizado se observa claramente el impacto de las
construcciones discursivas en las prácticas sociales. Ejemplos de este tipo
nos permiten acercarnos a las formas extremas en las que el discurso
resulta el punto de partida de violaciones a los derechos humanos.

Siguiendo el Plan Nacional contra la Discriminación, las prácticas


discriminatorias inciden directamente en la “construcción simbólica de la ‘otredad’
negativizada y, una vez ‘naturalizada’ esa construcción, inciden en el proceso de
generar una situación de disminución de derechos –por medio de distintas
modalidades de ‘hostigamiento’– que reafirma la lógica del status” (AAVV, Hacia un
Plan Nacional contra la Discriminación, 2005).

Vale la pena, una vez más, recalcar el hecho de que se trata de personas y
grupos de personas que históricamente han visto negado el acceso y la protección
por parte del sistema judicial y que, en la actualidad, carecen de formas para hacer
efectivos los derechos propios de cada persona: derecho a la igualdad y no
discriminación, derecho a obtener un juicio justo; en suma, derecho a ser
escuchados por tribunales imparciales.

Entre las personas o grupos de personas mayormente como víctimas de


violencia institucional encontramos a:

• adolescentes y/o jóvenes pertenecientes a sectores empobrecidos;

• personas pertenecientes al colectivo LGBTIQ+;

• personas migrantes: particularmente a personas afrodescendientes;

• personas pertenecientes a comunidades indígenas;

• personas con padecimientos psíquicos y/o consumos problemáticos


de sustancias.

Estas personas y/o grupos suelen encontrar numerosas restricciones para


acceder a una protección efectiva por parte de la administración pública y acceso a
la justicia. Lo mismo ocurre en contexto de restricciones de la libertad, lo cual
genera una doble vulneración, en razón a las relaciones de poder existentes.

En consecuencia, ente un hecho de hostigamiento, las víctimas y quienes


las rodean muchas veces deciden no denunciar sobre la base de las experiencias
anteriores ligadas al miedo, a las represalias o simplemente a la falta de respuesta
desde las agencias estatales (incluso las judiciales). Todo ello tiene por resultado,

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la paulatina naturalización por quienes las vivencian como parte de relaciones
cotidianas entre los/as agentes estatales y las personas y/o grupos sociales
afectados.

Es así como, desde la primera aproximación a un hecho de violencia


institucional, se debe identificar y evaluar la condición integral de la persona
asistida. Toda intervención debe evaluar el daño que le produjo a la víctima el
delito sufrido, procurando individualizar los derechos vulnerados y los bienes
jurídicos afectados. Para realizar una pertinente evaluación del daño entre otros
indicadores se pueden emplear los siguientes: edad, gravedad del hecho en sí
mismo, contexto social en el que está inserta la víctima, recursos simbólicos con
los que cuenta, capacidad de contención por parte de sus redes vinculares, etc.
(Procuraduría de Violencia Institucional, 2020).

Normativas y marcos legales para prevenir y sancionar la violencia


institucional

En la actualidad, aun cuando el derecho internacional de los derechos humanos ha


establecido una prohibición absoluta de aquellas prácticas que se incluyen dentro del
concepto de violencia institucional, - tales como la tortura y otras penas o tratos
crueles, inhumanos o degradantes, la desaparición forzada de personas o las
ejecuciones extrajudiciales-; prohibición que no puede suspenderse en tiempos de
guerra ni en situaciones de peligro público, inestabilidad política interna o cualquier
otra emergencia pública; en Argentina, las organizaciones de la sociedad civil y
organismos del Estado competentes en la materia, confirman la persistencia de los
hechos de violencia institucional a través de datos relevados en sus espacios
institucionales.

Las recomendaciones del Comité contra la Tortura frente al último informe


presentado por Argentina, nos demuestran que, aún en contextos democráticos,
persisten prácticas de violación de derechos humanos llevadas a cabo por agentes del
Estado. Tal como expresa el Informe:

“El Comité se muestra preocupado ante informaciones que dan cuenta de


patrones de violencia y arbitrariedad por parte de las fuerzas de seguridad
federales y provinciales en el marco de detenciones policiales sin orden
judicial, particularmente de jóvenes y menores en situación de marginalidad
social, que incluirían detenciones por averiguación de identidad y otras
detenciones no vinculadas a conducta delictiva”; “El Comité reitera su

12
preocupación, expresada en sus observaciones finales anteriores (pàrr.
6(g)), respecto a la discriminación por perfil, los malos tratos y los
allanamientos violentos de personas afrodescendientes y migrantes de
otros países latinoamericanos por parte de las fuerzas de seguridad.
Preocupa además al Comité las informaciones que dan cuenta de las
requisas vejatorias de personas transgénero y travestis en la vía pública y
en los puestos policiales, así como las detenciones en condiciones
humillantes, particularmente en la provincia de Buenos Aires. 7

En el mismo sentido el Comité contra la Desaparición Forzada de Personas


agrega sobre el Informe de Argentina:

el Comité expresa su preocupación por la existencia en la actualidad de


nuevos casos de desaparición forzada de los cuales son víctimas,
particularmente, personas jóvenes en situación de extrema pobreza y
marginación social; estas desapariciones son realizadas aplicando métodos
policiales violentos, haciendo un uso arbitrario de la detención y utilizando
la desaparición como un método para encubrir los delitos cometidos y
procurarse la impunidad (arts. 6 y 12). 8

El Pacto de Derechos Civiles y Políticos (Artículo 14°) como la Convención


Americana (en los artículos 8° Garantías judiciales y Artículo 9° referido al principio de
legalidad y retroactividad) consagran derechos del debido proceso y garantías
judiciales a todas las personas.

En Argentina, en la primera parte de la Constitución Nacional se consagran los


derechos y garantías de todas aquellas personas que habitan el territorio argentino.
Así, el artículo 18° establece que:

“Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado
en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales,
o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa.
Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en
virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en
juicio de la persona y de los derechos”.

Sobre esta base, se definen los derechos y garantías procesales de las que

7 Naciones Unidas, Comité contra la Tortura, Observaciones finales sobre los informes periódicos quinto y
sexto combinados de la Argentina, 12 de mayo de 2017.
8 Naciones Unidas, Comité contra la Desaparición Forzada, Observaciones finales sobre el informe

presentado por Argentina, 2013.

13
gozamos todos los/as habitantes de la Nación y que se asientan en los principios de:
juicio previo, juez natural, ley anterior, inviolabilidad de la defensa en juicio, principio
de inocencia, no autoincriminación, aprehensión y detención, inviolabilidad del
domicilio, principio Nom bis in ídem9, principio de reserva10.

También podemos señalar otro conjunto de garantías constitucionales que


operan como mecanismos legales a los que las personas pueden recurrir cuando se
vulneran derechos contemplados en la Constitución Nacional. Estas garantías
procesales fueron incorporadas en el artículo 43° a la Constitución Nacional y son: el
amparo11, el hábeas data12 y el hábeas corpus13.

Historia y contexto de la violencia institucional en el país

La categoría “violencia institucional” es una noción construida en Argentina a partir de


la articulación resultante de los reclamos de justicia de víctimas de violencia policial,
producciones científicas desarrollados en el ámbito académico y del accionar de los
organismos de derechos humanos (Perelman & Trufó, 2017).

Un punto de partida para considerar estas formas de ejercicio de la violencia


estatal es la delimitación temporal: al hablar de violencia institucional nos referimos a
prácticas de violación de derechos humanos desplegadas en contextos democráticos.
A diferencia de las prácticas de violación de derechos humanos ocurridas en Argentina
durante el terrorismo de Estado -dadas en un contexto de violaciones masivas a los

9 Ninguna persona puede ser perseguida penalmente más de una vez por el mismo hecho.
10 Ninguna conducta puede ser punible si no afecta al orden y a la moral pública o perjudica a un tercero. Esto
implica que las acciones que puedan perjudicar a uno mismo están exentas de la autoridad de los magistrados. A
través del Artículo 19 de la Constitución Nacional 10, se garantiza los ámbitos de privacidad y de autonomía de la
voluntad10. Por ejemplo, la penalización de la tenencia de estupefacientes para consumo personal sería procedente
siempre y cuando se observe que dicha conducta afecta potencial o ejemplo, la penalización de la tenencia de
estupefacientes para consumo personal sería procedente siempre y cuando se observe que dicha conducta afecta
potencial o efectivamente la salud pública o bienes jurídicos de terceros. Si la conducta de tenencia se materializa
en un ámbito de privacidad, cuando no se efectúa públicamente ni se incita a terceros a consumir, mal podría
sostenerse que la acción lo trasciende y coloca en peligro al bien jurídico protegido, que es la “salud pública”.
11 Está destinada a la protección de los derechos y garantías tanto individuales como colectivas frente a cualquier

acto, decisión u omisión, que los lesione o amenace en forma actual o inminente con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta proveniente de autoridad pública o particulares. El amparo protege todos los derechos constitucionales,
con la excepción del derecho a la libertad física o ambulatoria, que se encuentra resguardada específicamente
mediante la garantía del hábeas corpus y aquellos vinculados al uso de la información que son protegidos mediante
la acción del hábeas data.
12 Está destinada a la protección de la persona en relación con el uso de la información de sus datos. Toda persona

puede interponer acción de hábeas data para tomar conocimiento de los datos que consten sobre ella en registros,
archivos o bancos de datos, de organismos públicos o privados, destinados a proveer informes. En la medida que
ningún dato puede ser registrado con fines discriminatorios, ni vulnerar el honor, la intimidad personal y familiar y el
pleno ejercicio de los derechos; la acción de habeas data, permite exigir la supresión, rectificación, confidencialidad
o la actualización de los respectivos datos.
13 Es una garantía que resguarda la libertad física y la libertad ambulatoria de actos de la autoridad pública o de un

particular que ilegítimamente provoque la lesión de ese derecho y no exista otro medio idóneo y rápido para
salvaguardarlo.
14
derechos humanos y centralizadas desde el poder ejecutivo- estos hechos muestran
patrones de violación de derechos como consecuencia de prácticas sistemáticas de
abuso llevadas a cabo por agentes del Estado habilitados para el uso de la fuerza y se
integran a un conjunto de irregularidades tanto administrativas como judiciales (CELS,
2013).

Uno de los hechos que visibilizó este tipo de prácticas tuvo lugar en Ingeniero
Budge en 1987 y dio lugar al caso conocido como la “Masacre de Budge”.

En la tarde de aquel sábado 8 de mayo de 1987, el “Negro” y Willy llegaron


al bar la Angulina, en Mosotti y Campoamor, pero la dueña del bar no los
quiso atender. Hubo una discusión, los pibes patearon la puerta del negocio
y se rompió un vidrio. El hijo de la dueña decidió ir a la comisaría para
hacer la denuncia y allí los recibió Balmaceda. Junto con los policías
Romero y Miño, el denunciante y un cliente del boliche, el suboficial mayor
se puso al frente de una partida que a bordo de una F-100 y un Fiat 125
salió a buscar a estos dos amigos. En el camino detuvieron a otra persona,
Daniel Montes, conocido de los pibes.

Tras ese disparo presumiblemente accidental del efectivo más veterano,


Romero descargó su ametralladora y Miño empezó a tirar al bulto con su
pistola 9 milímetros contra Willy y el Negro, quienes recostados contra una
pared, no alcanzaron a tener reacción alguna. Oscar, que se había sumado
a ellos unos minutos antes, gritó algo desde el piso, pero recibió un
culatazo y un tiro de un arma reglamentaria cuando estaba indefenso.

Varios testigos vieron que lo subieron herido a la caja de la camioneta, se lo


llevaron vivo y lo mataron después. En su cuerpo tenía marcas de 18
balazos (disponible en http://revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=210 ).

Con el transcurso de los años, nuevos casos se conocieron. En 1991, Walter


Bulacio, fue apresado durante una razzia policial en el contexto de un recital y
asesinado como consecuencia de los golpes recibidos por agentes policiales. En el
mismo año, la muerte de Sergio Andrés Schiavini como consecuencia de las heridas
de bala que recibió durante un enfrentamiento entre personal policial y un grupo de
asaltantes. También, entre los casos de mayor impacto en la opinión pública, pueden
citarse los de Adolfo Garrido, Raúl Baigorria y Paulo Cristian Guardatti, en la provincia
de Mendoza; Andrés Núñez, Miguel Ángel Bru y Cristian Campos, la masacre de
Monte en la provincia de Buenos Aires; o, Alejandro Mirabete, Lucas González, de la
Ciudad de Buenos Aires.

15
Incorporación de la violencia institucional en la agenda pública argentina

El proceso incorporación de esta problemática a la agenda pública, supuso un


recorrido propio del carácter complejo y heterogéneo de las burocracias estatales
argentinas. Sin embargo, podemos trazar una línea de políticas públicas en las que el
Estado argentino incorpora la lucha de las organizaciones sociales y organismos de
derechos humanos principalmente aquellos vinculados con familiares de víctimas de
violencia estatal.

En el año 1993 se creó la Procuración Penitenciaria14, con el objetivo de


proteger con rapidez, eficacia y por métodos no tradicionales, los derechos humanos
de las personas que se encuentran privadas de libertad, comprendidas dentro del
régimen penitenciario federal. Luego, la Ley 25.585 modifica su dependencia orgánica
y pasa a formar parte del Poder Legislativo desde donde se constituye en: “un órgano
de control estricto de la actividad de la administración penitenciaria, a fin de garantizar
que la ejecución de la pena se desarrolle en el pleno respeto de los derechos
fundamentales de las personas privadas de su libertad15.

En el año 2003, se crea el Programa Nacional de Lucha Contra la Impunidad


(PRONALCI) que marca un antecedente en materia de políticas públicas destinadas a
la prevención de la violencia estatal. Este Programa que funciona en el ámbito del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, busca canalizar los reclamos de justicia
de la sociedad, mitigar y encausar los efectos de la violencia que la inseguridad le
haya generado y tutelar sus derechos esenciales.16 Entre sus acciones principales se
señalan: “a) Atender, orientar y derivar adecuadamente los reclamos de justicia de la
sociedad, generados en virtud de situaciones de impunidad (…) y encausar los
efectos que la vulneración de los derechos fundamentales haya generado; g) Delimitar
patrones de impunidad con el objeto que los mismos puedan plasmarse en la
generación de políticas públicas conducentes a tutelar los Derechos Humanos
vulnerados como consecuencia de la acción u omisión de la Administración
Pública.”17

En el año 2011, dentro del ámbito del Ministerio Público de la Defensa se crea
la Unidad de registro, sistematización y seguimiento de hechos de tortura y otras
formas de violencia institucional18 en el marco del Programa para la Aplicación de los

14 Decreto Poder Ejecutivo Nacional, 1598/93 –Procurador Penitenciario. Disponible en http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=15196


15 Ley 25875. Disponible en http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/90000-94999/92063/norma.htm
16 Resolución Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos Nº 348/2003, Modificada por Resolución 3214/2008 del mismo Ministerio .
17 Op. Cit. Supra.
18 Resolución DGN 4650/10, Ministerio público de la Defensa, Defensoría General de la Nación.

16
Tratados Internacionales de Derechos Humanos de la Defensoría General de la
Nación. Su función principal es registrar hechos de tortura y/o malos tratos de los
que sean víctimas personas privadas de su libertad o que ocurran en la vía
pública al practicarse una detención. En la resolución de creación hace referencia a
la “violencia institucional” como: “tratos incompatibles con el Estado de Derecho,
ejecutados por funcionarios públicos, por otras personas en ejercicio de funciones
públicas o por particulares que actuaren bajo su consentimiento o aquiescencia”.

En otra línea y con el objetivo de dotar de visibilidad institucional a la temática,


en el año 2012 se lanza la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional,
integrada por una multiplicidad de organizaciones sociales, políticas y de derechos
humanos que logró que mediante la ley 26.811, se instituyera al 8 de mayo, como Día
Nacional de la Lucha contra la Violencia Institucional (Ley 26.811 de 2012).

En forma posterior, se fueron creando diferentes áreas en distintos espacios


estatales que llevan por nombre “violencia institucional”. Así, en el año 2013, dentro
del Ministerio Público Fiscal de la Nación se crea la Procuración contra la Violencia
Institucional (PROCUVIN) y hace mención a este tipo de ejercicio de la violencia
como:

La aplicación por parte de agentes estatales de torturas, como así también


la imposición de condiciones inhumanas de detención y el uso abusivo del
poder coercitivo estatal, entre otras prácticas ilícitas constitutivas de
violencia institucional resultan lesivas para la libertad, la integridad, la
dignidad y la vida de las personas; al tiempo que conforman prácticas
violatorias de los derechos humanos que por su gravedad, extensión y
masividad afectan la vigencia plena del Estado democrático de derecho
(Res. PGN N° 455/13)19.

Las áreas operativas que funcionan en esta Procuración abarcan dos aspectos
relevantes derivados del fenómeno de la violencia institucional tales como la "violencia
en instituciones de encierro" y "violencia policial".

El Comité Nacional para la Prevención de la Tortura (CNPT), que fue creado en


el año 201320 y comenzó a funcionar en diciembre de 2017. Es un organismo público
que está ubicado institucionalmente dentro del Poder Legislativo y cuya función es el
monitoreo, control y seguimiento de los lugares donde se encuentran personas en

19 Resolución
PGN Nº 455/13
20 Ley 26.827, disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/205000-
209999/207202/norma.htm
17
situación de encierro. La principal finalidad es actuar como órgano rector en esta
materia, articulando y coordinando el Sistema Nacional de Prevención de la Tortura y
otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.

En el ámbito de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación se crea la


Dirección Nacional de Políticas contra la violencia institucional que tiene por objetivo
proponer y ejecutar políticas y acciones contra la violencia institucional; brindar
asesoramiento jurídico a las víctimas, y, articular con otros organismos y poderes del
Estado la implementación de mecanismos de prevención y sanción de las situaciones
de violencia institucional21.

Las mismas referencias se pueden verificar en otras jurisdicciones como en el


caso de la provincia de Buenos Aires donde se crearon unidades funcionales
especializadas en violencia institucional, las cuales tienen como competencia delitos
contra la vida, la integridad física, violencia sexual, violación de domicilio, amenazas
coactivas, detenciones funcionales ilegales, abuso de autoridad entre otros, cuando
sea realizado en el ejercicio de las funciones propias de agentes de las fuerzas de
seguridad, penitenciarios, efectores de salud, como modalidades de prácticas
abusivas e ilegales del poder coercitivo estatal.22

En todos los casos, el Estado argentino refiere a la violencia institucional en


término de “acciones” que toman diferentes modalidades, a saber:

Violencia institucional como tratos incompatibles con el estado de derecho


Violencia institucional como intervenciones de agentes estatales que
desencadenan violaciones a los derechos humanos;
Violencia institucional como prácticas ilícitas lesivas para la libertad, la
integridad, la dignidad y la vida de las personas; al tiempo que conforman
prácticas violatorias de los derechos humanos que por su gravedad;
Violencia institucional como actos que provengan del estado y que dañen los
derechos humanos.
Las políticas que desde estas instituciones públicas se desarrollan con el objetivo
de dar respuesta y/o canalizar las demandas sociales en este campo, son el resultado
de negociaciones altamente complejas entre las instituciones estatales y las
asociaciones y organizaciones de la sociedad civil. Por ese motivo, la creación de
todas estas áreas del Estado demuestra el interés en la incorporación de la

21 Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Decisión Administrativa 1838/2020. Disponible en:


https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/decisi%C3%B3n_administrativa-1838-2020-343042/texto
22 Art. 2° de la Ley Provincial N° 14.687 del 18 de marzo de 2015. Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/normativa/provincial/ley-14687-123456789-0abc-defg-786-
4100bvorpyel/actualizacion

18
problemática en la agenda pública aun cuando no se no ha podido erradicar. Sin
embargo, conforman ámbitos de prevención en la materia.

Estrategias para la prevención y la erradicación de la violencia


institucional

Un conjunto de situaciones en los que hoy son demandadas las fuerzas de seguridad
puede ser la siguiente: delitos en flagrancia, desplazamientos por 911,
desplazamientos por pedidos de auxilio o socorro, incendios, accidentes de tránsito,
emergencia médica en la vía pública, contravenciones, disputas vecinales, cuidado de
espacio público, patrullaje a pie, en auto, controles vehiculares, controles
poblacionales, niños con derechos vulnerados, situaciones de violencia de género,
consignas fijas o móviles. A su vez, las situaciones listadas, pueden cruzarse con las
acciones adoptadas para cada caso: detención, articulación con otra agencia estatal,
judicialización, labrado de acta, realización de primeros auxilios, resolución del
conflicto mediante diálogo, técnicas blandas, técnicas duras.

Todas las situaciones en las que interviene el personal policial o el personal del
servicio penitenciario suponen escenarios problemáticos, dinámicos y complejos
en el que debe tomar una decisión en poco tiempo respecto de un curso de
acción posible. Estas situaciones configuran los contextos que mencionamos en la
definición de violencia. Anticiparse a la puesta en práctica de acciones que pueden
configurar hechos o situaciones de violencia institucional exige de una tarea de
prevención integral y multiagencial:

- Del conjunto de estas actividades, pocas son las que la actuación de la


institución policial se hace en soledad. Lo que queremos decir es que
irremediablemente deberá actuar con otras agencias estatales.

- La intervención policial o penitenciaria es producto de un proceso de


evaluación-planificación-acción que realiza el/la agente ante una situación
conflictiva, lo que da cuenta de su competencia profesional. La toma de
decisión implica un cierto grado de incertidumbre, de riesgo, por lo
tanto, ponderar esos riesgos posibles en una determinada situación, es
parte del desempeño profesional.

De este modo, el trabajo en materia de prevención de la violencia institucional


incluye diversos aspectos y principalmente apunta al abordaje de los problemas de la
seguridad con presencia del Estado en el territorio y la creación de cuerpos policiales
de actuación policial específica. Esto se traduce en:

19
- Asegurar los estándares especiales de protección que requieren aquellas
personas o grupos de personas en especial situación de vulnerabilidad frente
a la violencia y el delito, como los/as niños/as y adolescentes; las mujeres; la
población indígena y afrodescendiente y las personas migrantes y sus
familias o las personas con discapacidad o padecimientos psíquicos.

Por ejemplo: En el abordaje de situaciones que involucren a personas


con padecimientos psíquicos o consumo problemáticos de adicciones
se pueden presentar dos grandes supuestos de intervención evaluar la
situación implica reconocer si las:

o Personas con presunto padecimiento mental o adicción cuyo


comportamiento no implica un riesgo cierto o inminente. Esto
implica que toda aquella persona que se encuentra en condiciones
de decidir, debe hacerlo, pudiendo inclusive rehusarse siempre y
cuando esa decisión no implique riesgo inminente para sí mismo o
para terceros o mediarse una orden judicial.

o Personas con presunto padecimiento mental o adicción cuyo


comportamiento si implica un riesgo cierto o inminente. Se
refiere a situaciones de riesgo para la seguridad que puedan
desarrollarse en la vía pública, domicilios particulares, cuya
intervención policial puede estar precedida por solicitudes de
intervenciones efectuadas al teléfono de emergencias policial.

- Articulación interinstitucional para el abordaje de las situaciones:


vinculado a lo anterior, es importante establecer canales de articulación
institucional con otras agencias del Estado de modo tal de poder informar y
derivar, en el caso que sea necesario, hacia las áreas del Estado
correspondientes. Esto implica considerar la complejidad de la problemático
social.

Por ejemplo: en general, el personal policial es el primero en llegar al


lugar de los hechos y dar respuesta a variadas situaciones,
garantizando los derechos de todas las personas que intervienen
conforme a la ley. Por lo tanto, frente a una situación de presunto
padecimiento mental o consumo problemático de sustancias se busca
contener la situación.

En tanto primer respondedor, el personal de seguridad debe:

20
o Implementar la logística para el traslado a fin de evacuar el pedido
de auxilio correspondiente, para lo cual debe liberar las
comunicaciones antes de empezar a operar.

o Evaluar qué estado presenta la persona entendiendo que es una


problemática de salud, no de seguridad.

o Observar si el sitio donde ocurre el hecho es seguro.

o Informar que su presencia no se debe a que la persona ha


cometido un delito, que se está allí para ayudar.

o Agotar todas las vías de diálogo posible a fin de que cada paso
que se tome sea estrictamente voluntario.

o Si se detecta que se trata de una persona migrante se deberá dar


intervención al consulado correspondiente y/o servicio de
asistencia al migrante, siempre que la persona lo consienta.

- Diseño de procedimientos y protocolos de actuación para la intervención


en situaciones que involucren grupos sociales históricamente discriminados.
Un primer paso para avanzar en la prevención de la violencia institucional
supone, entonces, conocer a los/as destinatarios/as de las políticas,
procedimientos y acciones que vamos a desarrollar y las problemáticas que
los caracterizan para poder diseñar esquemas de intervención eficaces.

Por ejemplo: Los procedimientos policiales y penitenciarios, en diversas


circunstancias y calidades, así como en el ejercicio de los derechos y
obligaciones de las personas con discapacidad requerirá estar exento
de barreras.

Por ello, el resguardo de Ayudas técnicas de las personas con


discapacidad resulta imprescindible.

Las ayudas técnicas constituyen una extensión del cuerpo de las


personas con discapacidad. Las ayudas pueden ser la silla de ruedas,
los bastones ortopédicos, los bastones guías para las personas ciegas y
audífonos o los teléfonos que facilitan la comunicación para las
personas sordas, entre otras. Por lo que no deben ser separadas de
ellas, incluso dentro de los recintos policiales o vehículos
institucionales.

- Adoptar medidas de protección eficaces frente a intervenciones de


21
agentes estatales que amenacen el derecho a la vida. Esto implica
diseñar y poner en funcionamiento planes y programas de prevención social,
comunitaria y situacional, dirigidos a enfrentar los factores que favorecen la
reproducción de las conductas violentas en la sociedad, en particular:

Por ejemplo: programas de prevención de la violencia doméstica;


programas específicos de prevención de la violencia destinados a
adolescentes y jóvenes; programas de tratamiento para la violencia en
los centros de estudio, que incluyan capacitación en materia de
resolución pacífica de conflictos; planes de formación y especialización
de las fuerzas de seguridad para la aplicación de medios no violentos
en sus acciones de prevención, disuasión y control

- Brindar especial atención a víctimas y a personas en situación de


vulnerabilidad: estas políticas de promoción de derecho buscan fortalecer
los canales de información y difusión de normativas y herramientas de
protección de los derechos de las personas y de acciones que involucran la
asistencia, contención y acompañamiento de las denuncias. Estas instancias
deben contemplar todo el abanico de opciones y alternativas de intervención
para remover las barreras o promover el acceso a la justicia de las personas.

- En el caso que sea estrictamente necesaria la utilización de la fuerza


letal, las normas de actuación deben establecer la obligación de los/as
agentes del Estado de identificarse previamente como tales, a la vez que de
advertir con claridad a las personas involucradas sobre su intención de
emplear la fuerza, otorgando el tiempo suficiente para que éstas depongan
su actitud, excepto en aquellos casos en que exista un riesgo inminente para
la vida o la integridad personal de terceras personas o de los mismos
agentes estatales.

- La formación en competencias de los/as agentes policiales y del servicio


penitenciario, en la toma de decisiones es fundamental para brindar
herramientas operativas concretas que permitan reducir al máximo la
discrecionalidad en el uso de la fuerza y el despliegue de situaciones que
configuran violencia institucional.

Casos emblemáticos de violencia institucional internacionales

Es importante aclarar que nuestro país al ratificar la Convención Americana de


Derechos Humanos, también ha ratificado la competencia contenciosa de la Corte

22
Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) para entender en aquellos casos en
los que se demande al Estado argentino por la violación de derechos consagrados en
dicha Convención. Si bien el procedimiento de presentación de demanda es complejo
y excede el sentido del presente modulo, es importante destacar que la persona u
organización que impulsa una denuncia ante el Sistema internacional, la interpone al
considerar que el Estado violentó alguno de los derechos y garantías establecidos en
la Convención.

Entre las sanciones más comunes que impone la CorteIDH por violación de los
derechos humanos por parte de sus agentes, se encuentran el resarcimiento
económico a las víctimas y/o familiares y las medidas de no repetición, tales como la
formación y capacitación de los/as agentes involucrados/as en los hechos (CorteIDH,
Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2018).

En ese sentido, es importante tener presente que la CorteIDH encontró


responsable al Estado argentino, entre otros, en los casos: “Bulacio vs. Argentina”,
“Torres Millacura y Otros vs. Argentina”, “César Mendoza y otros vs. Argentina”, “Caso
1.854. Solución Amistosa. Kaplun y Familia vs. Argentina”, “Gutiérrez y Familia vs.
Argentina” así como las recomendaciones del Relator Especial sobre la tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en relación a los actos alegados de
tortura en la Cárcel de Mendoza (Case N° ARG 1/2011).

La responsabilidad internacional: el caso Bulacio

El 19 de abril de 1991 la Policía Federal Argentina realizó una detención masiva (o


razzia) de “más de ochenta personas” en la ciudad de Buenos Aires, en las
inmediaciones del estadio Club Obras Sanitarias de la Nación, lugar en donde se iba a
realizar un concierto de música rock. Entre los detenidos se encontraba Walter David
Bulacio, con 17 años de edad, quien luego de su detención fue trasladado a la
Comisaría, específicamente a la “sala de menores” de la misma. En este lugar fue
golpeado por agentes policiales.

Los detenidos fueron liberados progresivamente sin que se abriera causa penal
en su contra y sin que conocieran el motivo de su detención. En el caso de los
menores, no se notificó al Juez Correccional de Menores de turno, tal como lo requería
la ley N° 10.903. En el caso particular de Walter, tampoco se notificó a sus familiares.
El 20 de abril de 1991, Walter fue llevado en ambulancia al Hospital Pirovano, sin que
sus padres o un Juez de Menores fueran notificados. El médico que lo atendió en ese
hospital señaló que el joven presentaba lesiones y diagnosticó un “traumatismo

23
craneano”.

Esa misma tarde, Walter fue trasladado al Hospital Fernández para efectuarle
un estudio radiológico y regresado al Hospital Pirovano. Walter manifestó al médico
que lo atendió que había sido golpeado por la policía y esa noche fue visitado por sus
padres en dicho centro de salud, quienes se habían enterado de lo sucedido a su hijo
a través de un vecino. El 21 de abril de 1991, el joven fue trasladado a un Sanatorio de
la ciudad. El médico de guardia denunció ante la Comisaría correspondiente que había
ingresado “un menor de edad con lesiones” y, en consecuencia, ésta inició una
investigación policial por el delito de lesiones. El 26 de abril Walter David Bulacio
murió.

El 30 de abril de 1991 el Juzgado se declaró incompetente y remitió la causa


“contra NN en perjuicio de Walter [David] Bulacio por lesiones seguidas de muerte” al
Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de Instrucción N°5, que tramita
delitos cometidos por mayores de edad. Los padres se constituyeron en querellantes
en la causa sobre las circunstancias en que ocurrieron las detenciones y otros ilícitos
cometidos contra Walter David Bulacio y otras personas. La causa fue dividida y el
Juzgado N°5 retuvo la investigación de las lesiones y la muerte de Walter David
Bulacio.

La “violencia policial”, tal como lo expresa Tiscornia, nos remite a dos campos
de significación: por un lado, a calabozos dentro de las comisarías donde se tortura y
humilla a quienes son detenidos y, por el otro, a los enfrentamientos en las calles
donde se expresan mecanismos de control de la población, persecución o exterminio
(“razzias” y/o “gatillo fácil”). Señala que “la violencia policial es [una] técnica de
gobierno y dispositivo de administración del orden y la seguridad urbana. (…) No son
actos brutales, ni se exhiben como cuerpos masacrados, pero preparan los escenarios
para que éstos sean posibles. Porque esa violencia policial es la que rebasa de
manera cotidiana los límites del derecho, las normas de derecho y que,
paradójicamente, el derecho consiente la rutina de que así suceda.” Seis años más
tarde, en el año 1997 ante la falta de avance y paralización de la causa, los familiares
decidieron presentar el caso ante la jurisdicción interamericana.

Sobre la base de la declaración de admisibilidad de la CIDH, el caso llegó


hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, tribunal que condenó al Estado
Argentino, señalando que: “Las razzias pueden estar orientadas a grupos
poblacionales sin distinción de sexo, edad u ocupación o grupos sectarios, jóvenes o
minorías sexuales. En el caso particular de la Argentina, los sectores que se ven
24
principalmente afectados por este tipo de “razzias” son los sectores más jóvenes,
pobres y trabajadores. Lo que se hace en esos procedimientos es “despojar [a las
personas] de sus más elementales derechos” y, consecuentemente, se presenta un
proceso de deshumanización, en donde la policía “exige obediencia, cumplimiento
irrestricto de órdenes y gritos [...], sumisión y servilismo”.

No existe relación entre estas prácticas y la efectividad de la protección de la


seguridad ciudadana. La policía detiene a una gran cantidad de personas en conjunto
o individualmente, y no es sino hasta que las lleva a la comisaría cuando se les
“clasifica” como adultos, jóvenes, mujeres, varones. Dichas detenciones masivas se
llevan a cabo bajo la definición a priori de que hay determinadas personas que, según
el programa de la defensa social, per se pueden cometer delitos. Sin embargo, de
acuerdo con investigaciones llevadas a cabo sólo el 0,2% de las personas detenidas
en estas prácticas tiene pedido de captura”. (Corte IDH, sentencia del 18 de diciembre
de 2003)

25
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