La afirmación del imperialismo coincidió con la consolidación estatal y el desarrollo
industrial acelerado de Estados Unidos (fines siglo XIX), que lo establecía como líder continental, más aún luego de la Primera Guerra. Fuertes inversiones en la producción y extracción de bienes primarios de países latinoamericanos, con control político y militar. Esta situación generó una reacción de los demás países americanos. La participación en la independencia de Cuba, la anexión de Puerto Rico, la enmienda Platt y la secesión de Panamá fueron algunos de los hechos puntuales. En la Conferencia Internacional Americana (1889-1890) surge el concepto de panamericanismo, la idea de neutralizar la influencia política europea en beneficio de Estados Unidos, disfrazada de una política de cooperación entre los países americanos. Esta búsqueda no fue bien recibida por los países latinoamericanos, que veían las intenciones de los norteamericanos. José Martí, por ejemplo, proclamaba que era hora de declarar la segunda independencia de América, esta vez respecto a Estados Unidos. Ante intentos de Estados Unidos de penetrar en América, Martí sostenía que era necesaria la adopción de una posición común entre los latinoamericanos, ya que individualmente sus posiciones eran débiles. La guerra de independencia cubana retrotrajo a Martí a los ideales bolivarianos y al primer pensamiento independentistas. Otros representantes del movimiento antinorteamericano fueron Rubén Darío y Manuel Ugarte. Los resultados de la Primera Guerra Mundial llevaron a consolidar el proceso de elaboración de una posición antiimperialista y luego antinorteamericanista. Los movimientos estudiantiles encabezaron estas posturas. Estados Unidos llevaba adelante la política del “Gran Garrote”, que implicaba la intervención estadounidense en las naciones latinoamericanas en lo económico, político y militar. Aduciendo posibles conflictos, intervinieron en Nicaragua, Haití y Santo Domingo. Particularmente en Nicaragua, la lucha de Augusto Sandino, fue uno de los ejemplos de liderazgo contra el imperialismo. Internamente, las naciones latinoamericanas tomaron medidas para detenerlo, como la superación de nacionalismos oligárquicos. Se crearon organismos especiales para la lucha contra el imperialismo, como la Liga Antiimperialista de las Américas o la Unión Latinoamericana, encabezadas por escritores, intelectuales y artistas. El avance del socialismo servía como contrapeso.