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CALIBÁN Y LA BRUJA, Silvia Federici: Un texto para pensar

En el caso de la caza de brujas el «discurso interminable sobre sexo» no fue desplegado como una alternativa a,
sino en servicio de la represión, la censura, el rechazo. Ciertamente podemos decir que el lenguaje de la caza de
brujas «produjo» a la Mujer como una especie diferente, un ser sui generis, más carnal y pervertido por naturaleza.

También podemos decir que la producción de la «mujer pervertida» fue un paso hacia la transformación de la vis
erotica femenina en vis lavorativa —es decir, un primer paso hacia la transformación de la sexualidad femenina en
trabajo.

La caza de brujas no trajo como consecuencia nuevas capacidades sexuales ni placeres sublimados para las
mujeres. Fue en cambio el primer paso de una larga marcha hacia el «sexo limpio entre sábanas limpias», y la
transformación de la actividad sexual femenina en un trabajo al servicio de los hombres y la procreación. En este
proceso fue fundamental la prohibición, por antisociales y demoníacas, de todas las formas no productivas, no
procreativas de la sexualidad femenina.

La repulsión que la sexualidad no procreativa estaba comenzando a inspirar, está bien expresada por el mito de la
vieja bruja, volando en su escoba que, como los animales que también montaba (cabras, yeguas, perros), era una
proyección de un pene extendido, símbolo de la lujuria desenfrenada. Esta imaginería revela una nueva disciplina
sexual que negaba a la «vieja fea», que ya no era fértil, el derecho a una vida sexual. En la creación de este
estereotipo, los demonólogos se ajustaban a la sensibilidad moral de su época, tal y como reflejan las palabras de
dos contemporáneos ilustres de la caza de brujas:

¿Acaso hay algo más odioso que ver una vieja lasciva? ¿Qué puede ser más absurdo? Y, sin embargo, es tan
común […] Es peor en las mujeres que en los hombres […] Mientras que ella es una vieja bruja, una arpía, no puede
ver ni oír, no es más que un cadáver, aulla y seguramente tiene un semental. (Burton, 1977: 56)

Pero aún resulta mucho más divertido ver a ciertas viejas, que casi ya se caen de viejas, y tienen tal aspecto de
cadáver que parecen difuntas resucitadas, decir a todas horas que la vida es muy dulce, que todavía están en celo
[…] se embadurnan constantemente el rostro con aceites, nunca se separan del espejo, se depilan las partes
secretas, enseñan todavía sus pechos blandos y marchitos, solicitan con tembloroso gruñido sus apetitos lánguidos,
beben a todas horas, se mezclan en los bailes de las muchachas y escriben cartitas amorosas. (Erasmo de
Rotterdam, 1941: 42)

La caza de brujas condenó la sexualidad femenina como la fuente de todo mal, pero también fue el principal vehículo
para llevar a cabo una amplia reestructuración de la vida sexual que, ajustada a la nueva disciplina capitalista del
trabajo, criminalizaba cualquier actividad sexual que amenazara la procreación, la transmisión de la propiedad
dentro de la familia o restara tiempo y energías al trabajo.

El papel que la caza de brujas ha jugado en el desarrollo del mundo burgués y, específicamente, en el desarrollo
de la disciplina capitalista de la sexualidad, ha sido borrado de la memoria. No obstante, es posible establecer la
relación entre este proceso y algunos de los principales tabúes de nuestra época. Tal es el caso de la
homosexualidad, que en muchas partes de Europa era plenamente aceptada incluso durante el Renacimiento, pero
fue luego erradicada en la época de la caza de brujas. La persecución de los homosexuales fue tan feroz que su
memoria todavía está sedimentada en nuestro lenguaje. Faggot nos recuerda que los homosexuales eran a veces
usados para encender el fuego donde las brujas eran quemadas, mientras que la palabra italiana finocchio (hinojo)
se refiere a la práctica de desparramar estas plantas aromáticas en las hogueras con el fin de tapar el hedor de la
carne ardiente.

Tanto la (vieja) bruja como la prostituta eran símbolos de esterilidad, la personificación misma de la sexualidad no
procreativa. Así, mientras en la Edad Media la prostituta y la bruja fueron consideradas figuras positivas que
realizaban un servicio social a la comunidad, con la caza de brujas ambas adquirieron las connotaciones más
negativas —relacionadas físicamente con la muerte y socialmente con la criminalización— y fueron rechazadas
como identidades femeninas posibles.
ACTIVIDAD: Lee, reflexiona y responde

a. ¿Qué consecuencia social tiene el “lenguaje de la caza de brujas” respecto del rol de la mujer en la
sociedad?
b. ¿Por qué es necesaria la reestructuración de la vida sexual, según la autora?
c. ¿Encuentras alguna expresión de el lenguaje de la caza de brujas en nuestras sociedades
contemporáneas? Plantea ejemplos.
d. Compara el texto de esta autora, con el análisis de Foucault sobre la sexualidad en el siglo XIX.

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