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Cuba.

Yo me acuso: la
ignominia completa de
Heberto Padilla
El Caso Padilla es el documental de Pavel Giroud dirigido
por Pavel Giroud, que expone el humillante alegato de
autoinculpación del poeta como contrarrevolucionario ante
el régimen cubano. Allí, el intelectual también denuncia a
sus propios amigos y a su esposa. La película se exhibió en
festivales y ya ha comenzado a circular de modo informal.

H
eberto Padilla durante el forzado acto judicial de autoinculpación. Fotograma de El caso
Padilla. Cortesía de Pavel Giroud.

Antonio José Ponte


01/03/2023 9:38. Clarín.com. Revista Ñ

En 1971, a comienzos de su segunda década en el poder, el


régimen revolucionario cubano estaba especializado ya en la
difusión de procesos judiciales. Había televisado los juicios a
torturadores y militares de la depuesta dictadura batistiana.
Había interrogado ante las cámaras a los invasores de Playa
Girón, en lo que Hans Magnus Enzensberger llamara "El
interrogatorio de La Habana". Y había televisado el juicio por la
delación de un grupo de conspiradores masacrados años antes
del triunfo de la revolución.

E
l 29 de abril de 1971 Heberto Padilla se acusó a sí mismo de contrarrevolucionario en
un juicio televisado. Cortesía de Pavel Giroud.

Por experiencia propia, Fidel Castro sabía cuánta buena


propaganda podía salir de una vista judicial. Había sido
arrestado en 1953 tras el fracaso de su primera acción armada,
logró ejercer su defensa en el juicio y su alegato constituyó la
exposición de todo un programa de gobierno. (Unas décadas
más tarde, él haría pasar por un juicio televisado a uno de sus
generales, Arnaldo Ochoa, antes demandarlo a fusilar.) Con
estos y otros antecedentes, cuando el 27 de abril de 1971 el
instituto oficial de cine emplazó dos cámaras en la sala de actos
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, convocaron a
los más importantes escritores, y quedó dispuesto ante los
micrófonos un poeta arrestado por contrarrevolucionario, era
de suponer que celebrarían allí uno de esos espectáculos
judiciales.

Ante la ley cubana


El poeta ante los micrófonos y las cámaras era Heberto
Padilla. Treinta nueve años de edad, varios libros publicados,el
más reciente de ellos premiado por la institución en la que ahora
se encontraban. Fuera del juego (este era su título) había sido
publicado con una nota institucional que objetaba la decisión
del jurado, sus poemas fueron declarados
contrarrevolucionarios, y contrarrevolucionarios los
comentarios del autor con diplomáticos, visitantes extranjeros y
otros escritores. Heberto Padilla venía de pasar un mes y una
semana en arresto y, antes de decir lo que tenía que decir, quiso
dejar establecido que había sido él quien pidiera la oportunidad
de esa reunión.
Afich
e de la película El caso Padilla.

Poco después de las nueve de la noche comenzó con su discurso


de autoinculpación. Habló aproximadamente durante tres
horas, sudó copiosamente, adujo cansancio por no haber
dormido la noche antes, y se guardó para el final la denuncia de
un puñado de nombres. Era ese un juicio en el que faltaban
partes. Carecía de defensa y habían sido suprimidos el fiscal y
los testigos. Bastaba con el acusado, quien se incriminaría
detalladamente y confesaría a partir de las sesiones celebradas
durante más de un mes entre la policía política y él.
El acusado traía unas notas escritas, aunque no se valió de esas
notas y, en un ataque de histrionismo, las rompió, decidido a
confesarse espontáneamente. Sus palabras improvisadas o
recitadas de memoria serían publicadas de inmediato, las
reproduciría la revista Casa de las Américas, y desde entonces
resultarían conocidas. La filmación, en cambio, permaneció
bajo custodia por más de medio siglo. Hasta ahora faltaba
aquello que un informante apostado en los cursos de Jules
Michelet (Colegio de Francia, 13 de febrero de 1851) echaba de
menos en los informes policiales que escribía: "La estenografía
podrá reproducir todo el discurso hablado, pero no contará ese
guiño o ese asentimiento de cabeza con los cuales terminan
frases audazmente iniciadas, que se conectan con la
imaginación de una juventud ardiente y atormentada".
Hebe
rto Padilla nació en Puerta de Golpe (Cuba) el 20 de enero de 1932 y murió en Auburn
(Estados Unidos) el 25 de septiembre de 2000. Cortesía de Pavel Giroud.

En clave estalinista
Gracias a El Caso Padilla (Ventú Productions, 2022),
documental de Pavel Giroud, accedemos ahora aguiños y
asentimientos. Aquello que repugnaba de leídas, se hace más
repugnante en estas imágenes de archivo. Ahí están, en ellas, la
vileza de un régimen que obliga al exhibicionismo de la culpa y
la vileza de quien denuncia a sus amigos y a su propia esposa.
Porque Heberto Padilla se acusó esa noche de
contrarrevolucionario y acusó de contrarrevolucionarios a su
esposa y sus amigos.
Apenas trascendió, esa intervención fue leída en clave
estalinista. Pavel Giroud yerra al establecer ciertos paralelos
soviéticos porque, cuando Padilla confiesa ser tomado en
Occidente por uno de los intelectuales contestatarios de otros
países comunistas, está refiriéndose a alguien como Evgueni
Evtushenko, no a Pasternak, Solzhenitsyn, Siniaski,
Daniel o Gorbanevskaya. Estos atravesarían sanciones y
sentencias mucho peores que las de Padilla, pero no incurrieron
en autocríticas, y varios de ellos no dudaron en declararse
inocentes. Los equivalentes soviéticos del caso Padilla habría
que buscarlos bajo Stalin, en los procesos moscovitas de los
años 30. El de Bujarin, por ejemplo, quien exageró las
acusaciones que le hacían con tal de convencer a los jueces del
absurdo, y únicamente logró que esas exageraciones terminaran
tomadas por ciertas y en su contra.

Padilla trabajó en Miami a partir de 1956 y regresó a Cuba en 1959 para formar parte
del periódico Revolución. Luego fue corresponsal de Prensa Latina en la Unión
Soviética (1962-1964). Cortesía de Pavel Giroud.

Padilla, residente en Moscú por algún tiempo, conocedor de


esas viejas historias moscovitas, y cuyo libro cuestionado
contenía una sección soviética (El abedul de hierro), intentó
asimismo maniobrar. Se encargó de sobrepasar lo pactado.
Sobreactuó el asco que sentía por sí mismo, sobreactúo el
entusiasmo por sus torturadores, a los que alabó
encendidamente, puro realismo socialista. Padilla puso comillas
a lo que pronunciaba para que sus frases fueran entendidas
como citas del Moscú de los años 30. Habló como si estuviera
traduciendo del ruso.

Era evidente que sus poemas no se habían equivocado. Esa


noche él escenificaba sus poemas, cumplía la profecía de un
libro suyo que contemplaba la vigilancia policial, las
persecuciones, las exigencias al poeta de desmembramiento.
Allí faltaba el Gran Inquisidor, y por no dejarlo fuera, Padilla
remedó gestos y cadencias de la oratoria del comandante en
jefe. En las imágenes del documental, Heberto Padilla es por
momentos Fidel Castro que truena contra Heberto Padilla y las
ridículas presunciones de los intelectuales.

Víctima y victimario
C
on el Premio Nobel Gabriel García Márquez. Cortesía de Pavel Giroud.

No tendríamos que verlo únicamente en tanto víctima, pues esa


ceremonia de autoinculpación (samokritika, por su nombre
estalinista) confirmaba su obra escrita. No tendríamos que verlo
únicamente en tanto víctima porque se comportaría también
como victimario y, cualquiera que sea la interpretación de su
conducta, es innegable que sirvió de delator a la policía política.
O más exactamente, de fiscal, porque él apuntaría que nada de
lo que se proponía revelar constituía novedad para Seguridad
del Estado. Y antes de pronunciar los nombres de su esposa, la
poeta Belkis Cuza Malé, de varios escritores de su generación
y de José Lezama Lima, recordó que la revolución podría
haberlos detenido del mismo modo que lo habían detenido a él.
Imbuido del Fidel Castro más acusador, avisó a la asamblea en
pleno: "Y si no ha habido más detenciones hasta ahora, si no las
ha habido, es por la generosidad de nuestra revolución". Hasta
llegar a ese extremo, su teatro podría constituir una maniobra a
la Bujarin, de ahí en adelante dedicaba a otros el tono
amenazante y asqueado que se dedicara a sí mismo. Hablaría
por otros y contra otros. Y, para ratificar lo repugnante de la
situación, aquellos a los que acusara pasaron a culparse ante los
micrófonos. Pablo Armando Fernández alcanzó a elogiar
el"momento esplendoroso y ejemplar de Heberto Padilla".
La infamia era contagiosa: Padilla elogiaba a sus victimarios y,
nada más convertirse en victimario él, sus víctimas se
aprestaban a elogiarlo. (Lezama Lima no estaba entre los
asistentes pues la policía política debió preferir no exponerse a
uno de sus discursos herméticos, impredecibles, que no dejarían
del todo clara su culpabilidad. Un oficial había visitado su casa
esa mañana, acompañado por Padilla, y le había hecho oír la
grabación de una conversación suya en que opinaba contra la
revolución.) El documental de Giroud, que dentro de su
brevedad se extiende en contextualizaciones epocales y sigue
la biografía del protagonista hasta la muerte en el exilio, olvida
dar noticia de cómo continuaron las existencias de esos
denunciados. Lástima, porque a partir de esa noche cada uno de
ellos padeció castigo y censura, algunos hasta el día de su
muerte. Varios han terminado en el exilio, otros en contubernios
con el régimen, pero todos tuvieron en común eso que Virgilio
Piñera, allí presente y castigado luego, tildara de muerte civil.
Recorte de prensa en el que se informa de la detención del poeta Heberto Padilla, por
cortesía de Pavel Giroud.

La imagen del Piñera de esa filmación resulta sobrecogedora.


Sentado en el piso, presta oídos con la cabeza gacha. La cámara
lo toma de espaldas, es el único asistente filmado por la espalda.
Sentado en el piso y gacha la cabeza, le falta solamente el tajo
del verdugo. Diez años antes, a la misma edad que tenía Padilla
en ese momento, Virgilio Piñera había tenido unas palabras
con Fidel Castro acerca del miedo de los escritores a la
administración estatal de la cultura. De los reunidos allí él era,
junto a Heberto Padilla, el más consciente de todo lo que
vendría. (Algún otro se haría sabio al respecto dentro de poco:
el joven Reinaldo Arenas con el brazo derecho extendido hasta
una de las columnas de la sala, como un atlante asegurándose
de la estabilidad del techo.) Media hora después de la
medianoche, al día siguiente ya, el vicepresidente de la Unión
de Escritores y Artistas dio por terminada la ceremonia. Dijo
tener la seguridad de que salían de allí conociéndose mejor y
conociendo mejor a la revolución. Las condenas del acusado
principal y del resto de los acusados quedaban pendientes. En
sus memorias, Padilla cuenta que el oficial a cargo lo llenó de
elogios y fue informado por Seguridad del Estado de que el
comandante en jefe quedó satisfecho después de ver la
filmación.
Pav
el Giroud, director de El caso Padilla.

Pavel Giroud sacó de La Habana, del secreto oficial, esas


imágenes tremendas. Para su documental de una hora y pocos
minutos estuvo obligado a elegir fragmentos. Visto El Caso
Padilla, los interesados en el tema aspiramos a que se haga
pública la filmación oficial íntegra. Queremos acceder a todo
aquello que el informante policial de Michelet echara de menos
en sus informes. Queremos la ignominia completa.

Antonio José Ponte es ensayista, narrador y poeta cubano.


Ha trabajado como ingeniero hidráulico, guionista de cine y
profesor de literatura. En 2003 fue expulsado de la Unión
Nacional de Escritores y Artistas de Cuba por sus ideas
contrarias al régimen castrista. Reside en Madrid desde
2007.

De: https://www.clarin.com/revista-enie/cuba-acuso-ignominia-completa-heberto-
padilla_0_AzCxdeqnht.html

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