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José garrido Zucal.

Él, através de un trabajo de campo, analiza la lógica de violencia (hace


un trabajo de campo con las hinchadas de huracán y Colegiales) Cuál era la lógica de la
violencia para los barrabravas. Qué sentido le daban a sus prácticas violentas. Sobre todo
para romper una idea central según la cual las violencias no tienen sentidos.

Quería traer acá cinco cuestiones que permiten analizar y entender las violencias. La
primera cuestión es no reducir la violencia en el fútbol a las barrabravas. Comúnmente
cuando hablamos de violencia en el fútbol lo primero que pensamos es en barrabravas.
Sin embargo, no se puede reducir la violencia en el fútbol a las barras bravas, y lo hacemos
constantemente. Y nos olvidamos de las prácticas violentas del resto de los actores que
forman parte del universo del fútbol. No sólo de las prácticas violentes sino también de las
prácticas de legitimación de las prácticas violentas. O nos olvidamos de las practicas
violentas de la policía, de los plateítas que tiran piedras, los dirigentes o de nosotros que
alentamos a la barra brava que mata. Cualquiera de estos olvidos nos pone en escena algo
que es central para pensar la violencia en el futbol: todos somos practicantes de violencia
en el mundo del fútbol. Si las reconocemos podremos cambiarlas y pensar un escenario
social completamente diferente. Si nuestro deseo es pensar la violencia en el futbol de
una manera más compleja tenemos que entender que no se puede pensar en un solo
actor violento. Cómo analizamos la cantidad de muertos con lo que cuenta la policía, por
ejemplo. Cuando se reduce la violencia a las barras bravas, lo que se está haciendo en
considerar un solo actor y olvidar al resto. Cuando nos olvidamos el resto de los actores,
estamos pensando el problema desde una sola parte. Ubicar a todos los actores de la
violencia en el fútbol nos permite pensar políticas públicas mucho más eficaces. Trabajar
con todos los actores implica también ver cómo los medios de comunicación naturalizan
ciertas formas de violencia o como confunden folklore con violencia, con jugadores, con
dirigentes, con policías, etc.

La segunda cuestión es que los actores que realizan prácticas violentas no son locos, no
son bárbaros, no son salvajes. Las prácticas violentas tienen sentidos. Y es necesario
entender esos sentidos si queremos pensar en políticas públicas. Si entendemos que
algunos actores en el mundo del futbol se pelean por demostrar una masculinidad
determinada, tenemos una herramienta para modificar esas prácticas. Las prácticas
violentas en el mundo del fútbol son, comúnmente, son analizadas ya sea por los medios
de comunicación, los funcionarios o los políticos de turno, de dos formas diferentes,
contradictorias, y muchas veces por la misma persona y en el mismo momento. Dicen que
los que cometen actos violentos son salvajes y acto seguido dicen que son mercenarios,
que lo hacen por plata. Mostrando dos lógicas diferentes para interpretar la violencia en
el fútbol. Si son salvajes no deberían estar guiados por una lógica mercantil. Por eso es
necesario entender los sentidos de la violencia en el fútbol. En los últimos años, se ha
interpretado el uso de la violencia por los barras bravas como una búsqueda desmesurada
de recursos. Y se pone en la misma bolsa a la hinchada de Boca como de Cambaceres y se
cree que lo que moviliza a las dos es lo mismo. Y, aquí, también es necesario dar cuenta de
la complejidad. Llamamos a esto la lógica del “aguante”. Y entendemos que los miembros
de la barra brava buscan ser reconocidos como aguantadores a partir de pelearse; el
enfrentamiento físico es un bien simbólico sumamente importante que los legitima dentro
de un mundo social determinado. Mediante la lucha física los miembros de las barras
bravas se incluyen en una red de relaciones sociales, a partir de las peleas ganan prestigio
y respeto. Esas dos dimensiones son sumamente importantes para entender las lógicas de
las violencias de las barras bravas. La búsqueda de prestigio y búsqueda de la red de
relaciones sociales que les permita hacerse de recursos. Ambas dimensiones son
importantes. No hay práctica social que sea ilógica o irracional.

La tercera cuestión que quería mencionar es la asociación de las prácticas violentas a un


actor particular: los más pobres, los sectores populares. Pero cuando uno analiza la
constitución heterogénea de las barras bravas se da cuenta que eso es un error. Pero
usualmente la asociación de la violencia a un sector social es muy común. No es cierto que
los más pobres son los más violentos. El vínculo entre violencia y clase funciona como
estigmatización para los más pobres.

El cuarto punto que quería señalar tiene que ver con entender a los actores que los
actores que comenten violencia son violentos para siempre. Sin embargo, nos vamos a
encontrar que algunos actores en determinados contextos comenten actos violentos y en
otros no. Es necesario desencializar la violencia en el fútbol. La violencia, para todos los
actores, es un recurso que se utiliza a veces y a veces no. Un recurso que es legítimo en el
mundo del futbol y que algunos lo usan y otros no.

El quinto punto es que esas legitimidades se fueron construyendo con mayor eficacia en
los últimos 30 años. Violencia en el fútbol hubo siempre; desde que hay futbol, hay
violencia. Pero, sin duda, en los últimos años la violencia en el futbol ha sido cada vez más
sistemática y cada vez más organizada. Cada uno de nosotros que va a un estadio de
fútbol sabe que en cualquier momento puede haber un muerto. En los últimos años ese
otro, el rival, no debe existir (de hecho, cada vez menos hay público visitante). Hay
perdido densidad entidades que antes eran importantísimas el trabajo, la política, la
familia, no tienen la fuerza que tenían antes. El aguante violento para ir ganando terreno a
medida que caen otros.

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