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Diplomado Floral Libérate a ti mismo

LIBÉRATE A TI MISMO

CAPÍTULO I.

Es tan simple como esto, la Historia de la Vida.

UNA NIÑA PEQUEÑA ha decidido pintar con tiempo un cuadro de una casa para el
cumpleaños de su madre. En su mente infantil la casa ya está pintada; sabe cómo tiene que
ser hasta el más mínimo detalle, tan solo le falta plasmarla sobre el papel.
Toma la caja de pinturas, el pincel y un trapo, y se pone a trabajar llena de
entusiasmo y felicidad. Toda su atención e interés se centra en lo que está haciendo, nada
puede distraerla del trabajo que tiene entre manos.
La niña termina el cuadro a tiempo para el cumpleaños. Ha plasmado su idea de una
casa lo mejor que ha sabido. Es una obra de arte porque todo procede de ella, cada trazo
realizado por amor a su madre, cada ventana, cada puerta pintada con la certeza de que es
allí donde tiene que estar. Aunque parezca un montón de heno, es la casa más perfecta que
jamás se ha pintado: es un éxito porque la pequeña artista ha puesto todo su corazón y
alma, todo su ser, para llevar a cabo el cuadro.
Así es la salud, es el éxito y la felicidad, y el verdadero servicio. Servir mediante el
amor en perfecta libertad, a nuestra manera.
Así llegamos a este mundo, ya sabemos qué cuadro debemos pintar, ya hemos
diseñado nuestro sendero a lo largo de la vida y lo único que nos queda por hacer es
materializarlo. Avanzamos llenos de alegría e interés, concentrando toda nuestra atención
en el perfeccionamiento de ese cuadro e interpretamos lo mejor que podemos nuestros
propios pensamientos y metas en la vida física, en cualquier entorno que hayamos elegido.
Entonces, si seguimos desde el principio hasta el final nuestros propios ideales,
nuestros propios deseos, con toda nuestra fuerza, no existe el fracaso, nuestra vida es un
éxito rotundo, es saludable y feliz.
La misma breve narración de la pequeña pintora nos ilustrará cómo, si lo
permitimos, las dificultades de la vida pueden interferir en nuestro éxito, felicidad y salud,
y hacernos desistir en nuestro propósito.
La niña está ocupada y feliz, pintando, cuando llega alguien y le dice: “¿Por qué no
pones una ventana aquí y una puerta allí?; naturalmente el camino del jardín debería ir
hacia allí.” El resultado será que la niña perderá por completo el interés en su trabajo;
aunque continúe, ahora sólo estará plasmando las ideas de otra persona en el papel; es
posible que se sienta enojada, irritada, triste, con miedo a rechazar estas sugerencias; que
empiece a odiar el cuadro y quizás lo rompa; de hecho, la reacción dependerá del tipo de
niño.
El cuadro final puede ser una casa reconocible, pero es imperfecto y un fracaso
debido a que es la interpretación de los pensamientos de otra persona, no de los de la niña.
No sirve como regalo de cumpleaños ya que quizás no lo termine a tiempo y la madre
deberá esperar otro año entero para tener su regalo.
Así es la enfermedad, es la reacción a la interferencia. Es el fracaso y la infelicidad
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temporal: y esto ocurre cuando permitimos que otros interfieran en nuestro propósito en
la vida e implanten en nuestra mente la duda, el miedo o la indiferencia.

CAPÍTULO II.

La salud depende de la armonía con nuestra alma.

ES de primordial importancia que el verdadero significado de la salud y de la


enfermedad se comprenda con claridad.
La salud es nuestra herencia, nuestro derecho. Es la unión completa y total entre el
alma, la mente y el cuerpo; y no se trata de un ideal lejano y difícil de alcanzar, sino que es
tan fácil y natural que muchos de nosotros lo hemos pasado por alto.
Todas las cosas terrenales sólo son la interpretación de las cosas espirituales. Detrás
del suceso más pequeño e insignificante existe un propósito Divino.
Cada uno de nosotros tiene una misión Divina en este mundo y nuestra alma utiliza
nuestra mente y nuestro cuerpo como instrumentos para realizar este trabajo, de forma
que cuando los tres funcionan al unísono el resultado es la salud perfecta y la felicidad
perfecta.
Una misión Divina no significa sacrificarse, ni retirarse del mundo ni rechazar las
alegrías de la belleza y la naturaleza; al contrario, significa disfrutar de una forma más
completa e intensa de todas las cosas: significa llevar a cabo el trabajo que nos gusta con
todo nuestro corazón y nuestra alma, tanto si consiste en ocuparse de las tareas de la casa,
trabajar en una granja, pintar, actuar o servir al prójimo en tiendas o casas. Este trabajo,
sea cual sea, si nos gusta más que ningún otro, es el mandato claro de nuestra alma, el
trabajo que debemos realizar en este mundo y en el cual podemos ser verdaderamente
nosotros, interpretando en forma material el mensaje de nuestro verdadero ser.
Por lo tanto, por medio de nuestra salud y nuestra felicidad podemos considerar
hasta qué punto estamos interpretando bien este mensaje.
El hombre perfecto tiene todos los atributos espirituales y descendemos a este
mundo para manifestarlos uno a uno, para perfeccionarlos y fortalecerlos de modo que
ninguna experiencia, ninguna dificultad pueda debilitarnos o desviarnos del cumplimiento
de este propósito. Elegimos la ocupación terrenal y las circunstancias externas que nos
proporcionarán las mejores oportunidades de probarnos completamente; llegamos con el
total conocimiento de nuestro trabajo concreto; llegamos con el privilegio inimaginable de
saber que nuestras batallas están ganadas antes de luchar, de que la victoria es segura
incluso antes de aparecer la prueba, puesto que sabemos que somos hijos del Creador y
como tales somos divinos, inconquistables e invencibles. Con este conocimiento la vida es
una alegría; las adversidades y las experiencias pueden considerarse como aventuras, ya
que tan solo debemos tomar conciencia de nuestro poder, ser fieles a nuestra divinidad y
éstas se desvanecerán como la neblina con el sol. Dios en verdad concedió a Sus hijos el
dominio sobre todas las cosas.
Si la escuchamos, nuestra alma nos guiará en cada circunstancia, en cada dificultad;
y la mente y el cuerpo dirigidos de este modo pasarán por la vida irradiando felicidad y una
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salud perfecta, tan libres de preocupaciones y responsabilidades como un niño


pequeño confiado.

CAPÍTULO III.

Nuestra alma es perfecta, por ser hija del Creador, y todo lo que nos dice que hagamos es
para nuestro bien.

LA SALUD, por consiguiente, es la verdadera comprensión de lo que somos: somos


perfectos, somos hijos de Dios. No se trata de una lucha por obtener lo que ya hemos
logrado. Solamente estamos aquí para manifestar en forma material la perfección que nos
ha sido concedida desde el principio de los tiempos. La salud consiste en escuchar
únicamente los dictados de nuestra alma; en ser confiados como los niños pequeños; en
rechazar el intelecto (esa rama del conocimiento del bien y el mal) con sus razonamientos,
sus “pros” y sus “contras”, sus miedos anticipatorios; en ignorar los convencionalismos, las
ideas banales y las órdenes de otras personas, para poder pasar por la vida intactos, ilesos,
libres para servir a nuestros semejantes.
Podemos valorar nuestra salud según nuestra felicidad y según ésta podemos saber
si estamos obedeciendo los dictados de nuestra alma. No es necesario ser un monje, una
monja, u ocultarnos del mundo; el mundo está para que disfrutemos y sirvamos, y tan solo
cuando servimos por amor y felicidad somos verdaderamente útiles y realizamos nuestro
mejor trabajo. Lo que hacemos por sentido del deber, quizás con un sentimiento de
irritación e impaciencia, no cuenta en absoluto, sólo es un tiempo precioso desaprovechado
mientras un hermano podría necesitar realmente nuestra ayuda.
La verdad no necesita ser analizada, discutida, ni envolverse con muchas palabras.
Se percibe en un instante y forma parte de nosotros. Únicamente para las cosas
complicadas y no esenciales de la vida necesitamos tanto convencimiento y esto es lo que
ha conducido al desarrollo del intelecto. Las cosas importantes son simples, son aquéllas
que nos hacen decir: “¡Vaya, es verdad! ¡Creo que lo he sabido siempre!”. Del mismo modo
nos damos cuenta de la felicidad que obtenemos cuando estamos en armonía con nuestro
ser espiritual y cuánto más estrecha es la unión, más intensa es la alegría. Pensad en lo
radiante que a veces vemos a una novia la mañana de la boda, en el embeleso de una madre
con un bebé recién nacido o en el éxtasis de un artista terminando una obra de arte, en
esos momentos existe unión espiritual.
Pensad qué maravillosa sería la vida si lo viviéramos todo con semejante alegría y
esto es posible cuando nos entregamos al trabajo de nuestra vida.

CAPÍTULO IV.

Si siguiéramos nuestros instintos, nuestra voluntad, nuestros pensamientos y nuestros


deseos, tan solo conoceríamos la alegría y la salud
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TAMPOCO es un tan difícil ni inverosímil llegar a oír la voz de nuestra alma; todo ha
sido dispuesto para que sea fácil para nosotros, tan solo debemos reconocerlo. La
simplicidad es la base de toda la Creación.
Nuestra alma (esa voz queda, que es la propia voz de Dios) nos habla a través de
nuestra intuición, nuestros instintos, a través de nuestros deseos, nuestros ideales,
nuestros gustos y aversiones corrientes, de la forma que sea más fácil oírla para cada
persona. ¿De qué otro modo puede hablarnos Él? Nuestros verdaderos instintos, deseos,
gustos o aversiones se nos proporcionan para que podamos interpretar los mandatos
espirituales de nuestra alma mediante nuestras percepciones físicas limitadas, ya que para
muchos de nosotros todavía no es posible estar en comunión directa con nuestro Yo
Superior. Estos mandatos deben seguirse de forma implícita, ya que únicamente el alma
sabe qué experiencias son necesarias para cada personalidad individual. Sea cual sea el
mandato, ya sea trivial o importante como, por ejemplo, desear otra taza de té o un cambio
completo de todos nuestros hábitos de vida, debería obedecerse voluntariamente. El alma
sabe que la saciedad es la única cura real para todas aquellas cosas que, en este mundo,
consideramos como un pecado y que están mal, ya que hasta que el ser completo no
empieza a sentir repulsión hacia una acción concreta, esa falta no se erradica sino que
permanece simplemente latente, del mismo modo que es mucho mejor y más rápido seguir
metiendo la mano en el tarro de mermelada hasta que estemos tan indispuestos que la
mermelada deje de atraernos.
Nuestros verdaderos anhelos, los deseos de nuestro verdadero ser, no deben
confundirse con los deseos y anhelos de otras personas que tan a menudo nos inculcan en
nuestra mente, o conciencia, que es otra palabra para designar lo mismo. No debemos
prestar atención a la interpretación que haga el mundo de nuestras acciones. Únicamente
nuestra alma es responsable de nuestro bien, nuestra reputación está en Sus manos;
podemos estar seguros de que tan solo existe un pecado: no obedecer los dictados de
nuestra propia Divinidad. Es el pecado contra Dios y contra nuestros semejantes. Estos
deseos, anhelos e intuiciones nunca son egoístas; tan solo nos conciernen a nosotros y
siempre son buenos para nosotros y nos proporcionan salud física y mental.
La enfermedad es el resultado en el cuerpo físico de la resistencia de la personalidad
a dejarse guiar por el alma. Es cuando hacemos oídos sordos a esa “voz queda” y olvidamos
nuestra Divinidad interior; cuando intentamos forzar nuestros deseos en otras personas o
permitimos que nos influyan las sugerencias, pensamientos y mandatos de otras personas.
Cuanto más libres somos de las influencias exteriores, de otras personalidades, más
puede utilizarnos nuestra alma para llevar a cabo Su trabajo.
Tan solo somos egoístas cuando intentamos controlar y dominar a otra persona. Sin
embargo, el mundo intenta decirnos que somos egoístas si seguimos nuestros propios
deseos porque desea esclavizarnos, ya que en verdad sólo cuando somos capaces de
comprender nuestro verdadero ser y de liberarlo podemos ser utilizados para el bien de
humanidad. Es la gran verdad de Shakespeare: “Sé fiel a ti mismo, pues de ello se sigue,
como el día a la noche, que no podrás ser falso con nadie.”
La abeja, al elegir una determinada flor para la miel, es el medio utilizado para
proporcionarle el polen necesario para la futura vida de sus nuevas plantas.
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CAPÍTULO V

Es permitir la interferencia de otras personas lo que nos impide escuchar los dictados de
nuestra alma y esto trae desarmonía y enfermedad. Cuando el pensamiento de otra
persona entra en nuestra mente nos desvía de nuestro verdadero camino.

Dios nos ha proporcionado a cada uno de nosotros nuestra herencia, nuestra propia
individualidad. Él nos ha proporcionado a cada uno de nosotros el trabajo particular que
debemos llevar a cabo y que sólo nosotros podemos realizar. Él nos ha proporcionado el
camino particular que debemos seguir y en el cual nada debe interferir. Hay que tener en
cuenta que no sólo no debemos permitir ninguna interferencia, sino también, e incluso más
importante, no debemos interferir en modo alguno en ningún otro ser humano. En esto se
basa la verdadera salud, el verdadero servicio y el cumplimiento de nuestro propósito en la
tierra.
En la vida diaria se producen interferencias, éstas forman parte del Plan Divino, son
necesarias para que aprendamos a hacerles frente. En realidad, podemos considerarlas
como adversarios realmente útiles, que tan solo existen para ayudarnos a aumentar nuestra
fortaleza y a darnos cuenta de nuestra Divinidad e invencibilidad. También debemos saber
que sólo cuando permitimos que nos afecten aumenta su importancia y tienden a frenar
nuestro progreso. Depende totalmente de nosotros la rapidez con la que progresamos; si
permitimos la interferencia en nuestra misión divina; si aceptamos la manifestación de la
interferencia (denominada enfermedad) y dejamos que ésta limite y dañe nuestro cuerpo;
o si nosotros, como hijos de Dios, la utilizamos para establecernos más firmemente en
nuestro propósito.
Cuantas más dificultades aparentes existan en nuestro camino, más seguros
podemos estar de que nuestra misión vale la pena. Florence Nightingale alcanzó su ideal
enfrentándose a la oposición de una nación, Galileo creyó que el mundo era redondo a
pesar de la incredulidad del mundo entero y el patito feo se convirtió en un cisne a pesar
de que toda su familia lo ridiculizaba.
No tenemos ningún derecho a interferir en la vida de ningún hijo de Dios. Cada uno
de nosotros tiene su propio trabajo, en cuya realización sólo nosotros tenemos el poder y
conocimiento para que alcance la perfección. Tan solo cuando olvidamos este hecho e
intentamos imponer nuestro trabajo a otras personas o dejamos que ellas interfieran en el
nuestro, se produce la fricción y la desarmonía en nuestro ser.
La desarmonía, o enfermedad, se manifiesta en el cuerpo, simplemente porque el
cuerpo sirve para reflejar los trabajos del alma; del mismo modo que la cara refleja la
felicidad mediante la sonrisa o el enfado mediante los fruncimientos. Del mismo modo, en
cosas mayores el cuerpo reflejará las verdaderas causas de la enfermedad (que son, por
ejemplo, el miedo, la indecisión, la duda, etc.) en la desorganización de sus sistemas y
tejidos.
Por consiguiente, la enfermedad es el resultado de la interferencia: ya sea la
interferencia en otra persona o permitir la interferencia en nosotros.
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CAPÍTULO VI.

Lo único que tenemos que hacer es preservar nuestra personalidad, vivir nuestra propia
vida, ser los capitanes de nuestro barco, y todo estará bien

Existen grandes cualidades que todos los hombres perfeccionan de forma gradual,
posiblemente concentrándose en una o dos a la vez. Son las que se han manifestado en las
vidas terrenales de todos los Grandes Maestros quienes, de vez en cuando, vienen al mundo
para enseñarnos y ayudarnos a descubrir el modo fácil y simple de superar todas nuestras
dificultades.
Estas cualidades incluyen:

AMOR.
COMPASIÓN.
PAZ.
DETERMINACIÓN.
BONDAD.
FORTALEZA.
COMPRENSIÓN.
TOLERANCIA.
SABIDURÍA.
PERDÓN.
CORAJE.
ALEGRÍA.

Y es mediante el perfeccionamiento de estas cualidades en nosotros mismos que


cada uno de nosotros hace que el mundo entero esté un paso más cerca de su objetivo
glorioso e increíble. Entonces nos damos cuenta de que no buscamos ninguna ganancia
egoísta de mérito personal, sino que cada individuo ya sea rico o pobre, alto o bajo, es
igualmente importante en el Plan Divino y se le concede el mismo privilegio poderoso de
ser un sabio del mundo por el simple hecho de saber que es un hijo perfecto del Creador.
Al igual que existen estas cualidades, estos pasos hacia la perfección, también
existen obstáculos, o interferencias, que sirven para fortalecernos en nuestra
determinación de permanecer firmes.
Estas interferencias son las causas reales de la enfermedad e incluyen las siguientes:

RESTRICCIÓN.
MIEDO.
INQUIETUD.
INDECISIÓN.
INDIFERENCIA.
DEBILIDAD.
DUDA.
EXCESIVO ENTUSIASMO.
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IGNORANCIA.
IMPACIENCIA.
TERROR.
AFLICCIÓN.

Si las permitimos, se reflejarán en el cuerpo causando lo que denominamos


enfermedad. Al no comprender las causas reales, hemos echado la culpa de la desarmonía
a las influencias externas, como los gérmenes, el frío, el calor, etc., y hemos dado nombres
a sus resultados como, por ejemplo, artritis, cáncer, asma, etc., al creer que la enfermedad
empieza en el cuerpo físico.
Así pues, existen grupos definidos de individuos y cada grupo desempeña su propia
función, es decir, manifiesta en el mundo material la lección concreta que ha aprendido.
Cada individuo de estos grupos tiene una personalidad propia definida y un trabajo definido
que realizar y un modo individual y definido de llevar a cabo dicho trabajo. También existen
causas de desarmonía, las cuales a menos que nos mantengamos firmes en nuestra
personalidad y trabajo concretos, pueden reaccionar en el cuerpo en forma de
enfermedades.
La verdadera salud es la felicidad, una felicidad muy fácil de alcanzar porque es la
felicidad de las cosas pequeñas; hacer las cosas que realmente nos gustan, estar con las
personas que verdaderamente nos gustan. No existe ninguna tensión, ningún esfuerzo,
ninguna lucha por lo inalcanzable, la salud está allí para que la aceptemos en el momento
que deseemos. Consiste en descubrir y realizar el trabajo para el que estamos realmente
capacitados. Muchas personas suprimen sus verdaderos deseos y se convierten en personas
que no encajan en ningún sitio; a través de los deseos de un padre, un hijo puede
convertirse en abogado, soldado o comerciante, cuando su verdadero deseo es ser
carpintero; o a través de las ambiciones de una madre por ver a su hija bien casada, el
mundo puede perder a otra Florence Nightingale. Este sentido del deber en este caso es un
falso sentido del deber y no es un verdadero servicio para el mundo; su resultado es la
infelicidad y probablemente la mayor parte de una vida desperdiciada hasta que se rectifica
el error.
Un Maestro dijo una vez: “¿No sabíais que me es necesario estar en los negocios de
mi Padre?”. Con esto Él quería decir que debía obedecer a Su Divinidad y no a Sus padres
terrenales.
Busquemos qué es lo que más nos atrae en la vida y hagámoslo. Hagamos que forme
parte de nosotros y sea algo tan natural como respirar, tan natural como es para la abeja
producir miel y para el árbol perder las hojas en otoño y sacar las nuevas hojas en primavera.
Si estudiamos la naturaleza vemos que cada animal, pájaro, árbol y flor tiene un papel
concreto que desempeñar, su propio trabajo particular y característico mediante el cual
ayuda y enriquece el Universo entero. Incluso una lombriz, con su trabajo diario, ayuda a
drenar y purificar la tierra, la tierra proporciona alimento a toda la vegetación y, a su vez,
las plantas alimentan a los humanos y a todas las criaturas vivas, que a su debido tiempo
vuelven a enriquecer el suelo. Su vida es bella y útil, su trabajo es tan natural para ellos que
es su vida.
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Nuestro trabajo, cuando lo encontramos, lo sentimos tan nuestro, encaja tanto con
nosotros, que no supone ningún esfuerzo, es fácil, es una alegría y nunca nos cansamos de
él, es nuestro hobby. Nos permite sacar a la luz nuestra verdadera personalidad, todos los
talentos y capacidades de cada uno de nosotros que esperan manifestarse, nos hace sentir
felices y como en casa; sólo cuando somos felices (es decir, cuando obedecemos los
dictados de nuestra alma) somos capaces de realizar nuestro mejor trabajo.
Quizás ya hayamos encontrado nuestro trabajo correcto y entonces ¡la vida es tan
divertida! Algunos desde la niñez saben qué deben hacer y lo mantienen durante su vida,
otros también lo saben desde la niñez pero los disuaden las sugerencias contrarias, las
circunstancias y el desaliento de otras personas. Sin embargo todos podemos volver a
nuestros ideales y aunque no seamos capaces de descubrirlos inmediatamente, podemos
seguir intentándolo y la misma búsqueda nos traerá consuelo, ya que nuestra alma es muy
paciente con nosotros. El deseo correcto, el motivo correcto, sin importar el resultado, es
lo que cuenta, el verdadero éxito.
Por lo tanto, si preferiría ser granjero en lugar de abogado, si preferiría ser barbero
en lugar de conductor de autobús o cocinero en lugar de vendedor de frutas y verduras,
cambie de ocupación, sea lo que desee ser y será feliz y se sentirá bien, trabajará con
entusiasmo y hará un mejor trabajo como granjero, barbero o cocinero que el que podía
llegar a realizar en un empleo que nunca le correspondió.
Entonces estará obedeciendo los dictados de su Ser espiritual.

CAPÍTULO VII.

Cuando somos conscientes de nuestra Divinidad, el resto es fácil

Al principio Dios concedió al hombre el dominio sobre todas las cosas. El hombre, el
hijo del Creador, tiene un motivo más profundo para su desarmonía que la corriente de una
ventana abierta. “La culpa no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos” y ¡cuánta
gratitud y esperanza sentimos cuando nos damos cuenta de que la curación está en
nosotros mismos! Eliminad la desarmonía, el miedo, el terror o la indecisión y recuperaréis
la armonía entre el alma y la mente, y el cuerpo volverá a estar perfecto en todas sus partes.
Sea cual sea la enfermedad, el resultado de esta desarmonía, podemos estar seguros
de que la curación está a nuestro alcance, ya que nuestra alma nunca nos pide más de lo
que podemos hacer con mucha facilidad.
Cada uno de nosotros es un sanador, puesto que cada uno de nosotros en su corazón
siente amor por algo, por nuestros semejantes, por los animales, por la naturaleza, por la
belleza en alguna forma y cada uno de nosotros desea proteger y ayudar a crecer aquello
que ama. Cada uno de nosotros también siente compasión por los que sufren, naturalmente
porque todos hemos sufrido en algún momento de nuestra vida. Así que, no tan solo
podemos curarnos a nosotros mismos, sino que tenemos el gran privilegio de ser capaces
de ayudar a los demás para que se curen ellos mismos y los únicos requisitos son el amor y
la compasión.
Nosotros, como hijos del Creador, tenemos en nuestro interior la total perfección y
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venimos a este mundo simplemente para comprender nuestra Divinidad, de modo


que ninguna prueba ni experiencia nos pueda afectar, ya que mediante el Poder Divino todo
es posible para nosotros.

CAPÍTULO VIII.

Las hierbas curativas han sido dotadas con el poder de ayudarnos a preservar nuestra
personalidad.

Del mismo modo que Dios con Su misericordia nos ha proporcionado alimento para
comer, ha puesto entre las hierbas de los campos hermosas plantas para curarnos cuando
estamos enfermos. Están allí para tender una mano amiga al hombre en esas horas oscuras
de olvido en que pierde vista su Divinidad y permite que la nube del miedo o del dolor
oscurezca su visión.
Estas hierbas son:

Chicory (Cichorium Intybus)


Mimulus (Mimulus Luteus)
Agrimony (Agrimonia Eupatoria)
Scleranthus (Scleranthus Annuus)
Clematis (Clematis Vitalba)
Centaury (Erythraea Centaurium)
Gentian (Gentiana Amarella)
Vervain (Verbena Officinalis)
Cerato (Ceratostigma Willmottiana)
Impatiens (Impatiens Royalei)
Rock Rose (Helianthemum Vulgare)
Water Violet (Hottonia Palustris)

Cada hierba corresponde a una cualidad y su finalidad es fortalecer dicha cualidad


para que la personalidad pueda superar la falta que es el obstáculo concreto.
La tabla siguiente indica la cualidad, la falta y el remedio que ayuda a la personalidad
a disipar dicha falta.

Falta. Hierba. Virtud.

Restricción Chicory Amor


Miedo Mimulus Compasión
Inquietud Agrimony Paz
Indecisión Scleranthus Determinación
Indiferencia Clematis Bondad
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Debilidad Centaury Fortaleza


Duda Gentian Comprensión
Excesivo entusiasmo Vervain Tolerancia
Ignorancia Cerato Sabiduría
Impaciencia Impatiens Perdón
Terror Rock Rose Coraje
Aflicción Water Violet Alegría

Los remedios están dotados de un poder curativo específico no relacionado con la


fe y su acción tampoco depende de la persona que los administra, del mismo modo que un
sedante hace que un paciente se duerma tanto si lo administra la enfermera como el doctor.

CAPÍTULO IX.

La verdadera naturaleza de la enfermedad.

En la verdadera curación, la naturaleza y el nombre de la enfermedad física no son


importantes. La enfermedad del cuerpo no es más que el resultado de la desarmonía entre
el alma y la mente. Sólo es un síntoma de la causa y puesto que la misma causa se
manifestará de forma diferente casi en cada persona, debe intentarse eliminar la causa y
sus secuelas, sean cuales sean, desaparecerán automáticamente.
Podemos comprender esto con mayor claridad tomando como ejemplo el suicidio.
No todos los suicidas se ahogan, algunos se tiran desde un lugar elevado, otros toman algún
veneno, pero todos tienen en común la desesperación. Si les ayudamos a superar la
desesperación y a encontrar a alguien o algo por lo que vivir, se curarán de forma
permanente. Si únicamente les quitamos el veneno, sólo les salvaremos esa vez, pero más
adelante pueden volver a intentarlo. El miedo también tiene una reacción bastante
diferente: algunas personas palidecen, otros se sonrojan, otros se ponen histéricos y otros
se quedan mudos. Explicadles qué es el miedo, mostradles que son suficientemente
mayores para superar y afrontar cualquier cosa, entonces nada puede volverles a asustar.
El niño no tendrá miedo de las sombras de la pared si le damos la vela y le mostramos cómo
hacerlas bailar arriba y abajo.
Durante mucho tiempo hemos atribuido a los gérmenes, al clima o a la comida las
causas de la enfermedad, pero muchos de nosotros somos inmunes en una epidemia de
gripe, a muchos nos gusta gozar de un viento frío y muchos podemos comer queso y beber
café solo, tarde por la noche, sin ningún efecto adverso. Nada en la naturaleza puede
dañarnos cuando somos felices y estamos en armonía, al contrario, toda la naturaleza está
allí para utilizarla y disfrutarla. Tan solo cuando dejamos que nos invada la duda, la
depresión, la indecisión o el miedo somos sensibles a las influencias externas.
Por lo tanto, lo más importante es la causa real que hay detrás de la enfermedad; el
estado mental del mismo paciente y no la condición de su cuerpo.
Cualquier enfermedad, por muy grave que sea, por muy larga que sea, se curará
restableciendo la felicidad del paciente y el deseo de continuar con su trabajo en la vida.
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Con frecuencia tan solo se trata de una ligera modificación del modo de vida, alguna
pequeña idea fija que lo vuelve intolerante con los demás, algún sentido erróneo de la
responsabilidad que lo mantiene esclavizado cuando podría estar haciendo un buen
trabajo.
En la curación de la enfermedad existen siete hermosas etapas:

PAZ.
ESPERANZA.
ALEGRÍA.
FE.
CERTEZA.
SABIDURÍA.
AMOR.

CAPÍTULO X.

Para ganar libertad, demos libertad.

El objetivo final de toda la humanidad es la perfección y para alcanzar este estado el


hombre debe aprender a pasar por todas las experiencias sin que le afecten; debe
experimentar todas las interferencias y tentaciones sin que le desvíen de su rumbo,
entonces será libre de todas las dificultades, adversidades y sufrimientos de la vida, habrá
almacenado en su alma el amor perfecto, la sabiduría, el coraje, la tolerancia y la
comprensión que resultan de conocerlo y verlo todo, ya que el maestro perfecto es aquél
que ha experimentado todas las ramas de su oficio.
Podemos convertir este viaje en una corta y alegre aventura si comprendemos que
la liberación de la esclavitud tan solo se obtiene dando libertad; obtenemos libertad si
damos libertad a los demás, ya que sólo podemos enseñar mediante el ejemplo. Cuando
hayamos dado libertad a todos los seres humanos con los que estamos en contacto, cuando
hayamos dado libertad a todas las criaturas, a todo lo que nos rodea, entonces nosotros
seremos libres. Cuando veamos que no intentamos, ni en el más mínimo detalle, dominar,
controlar o influir en la vida de otra persona, descubriremos que la interferencia habrá
desaparecido de nuestra vida, ya que son aquéllos a los que atamos quienes nos atan. Había
un hombre joven que estaba tan aferrado a sus posesiones que no podía aceptar un regalo
divino.
Podemos liberarnos de la dominación de otros tan fácilmente, en primer lugar
dándoles absoluta libertad y, en segundo lugar, negándonos a ser dominados por ellos con
mucha suavidad y cariño. Lord Nelson fue muy sabio al mirar por el telescopio con su ojo
ciego en una ocasión. No son necesarios ni la fuerza, ni el resentimiento, ni el odio ni la
crueldad. Nuestros adversarios son nuestros amigos, hacen que el juego valga la pena y al
final del partido todos debemos darnos las manos.
No debemos esperar que los demás hagan lo que nosotros queremos, sus ideas son
las ideas correctas para ellos y aunque su ruta puede ir en una dirección diferente a la
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nuestra, el objetivo al final del viaje es el mismo para todos nosotros. Descubrimos
que cuando deseamos que los demás “estén de acuerdo con nuestros deseos” acabamos
disgustándonos con ellos.
Somos como barcos de carga con rumbo a diferentes países del mundo, unos se
dirigen a África, otros a Canadá, otros a Australia y después regresan al mismo puerto. ¿Por
qué seguir otro barco a Canadá cuando nuestro destino está en Australia? Esto significaría
un gran retraso.
De nuevo, quizás no nos damos cuenta de que existen pequeñas cosas que pueden
atarnos. Las mismas cosas que queremos retener son las cosas que nos retienen a nosotros.
Puede tratarse de una casa, un jardín o un mueble, pero incluso estas cosas tienen derecho
a la libertad. Al fin y al cabo las posesiones terrenales son transitorias y generan ansiedad y
preocupación porque interiormente sabemos que al final su pérdida es inevitable. Están
aquí para disfrutarlas, admirarlas y utilizarlas al máximo, pero no para llegar a ser tan
importantes que se conviertan en cadenas que nos aten.
Si dejamos en libertad a todas las personas y cosas que nos rodean, descubrimos
que a cambio somos más ricos en amor y posesiones de lo que nunca habíamos sido, ya que
el amor que da libertad es el gran amor que más estrechamente une.

CAPÍTULO XI.

La curación.

Desde tiempos inmemoriales la humanidad ha reconocido que nuestro Creador en


Su amor por nosotros ha colocado hierbas en los campos para nuestra curación, del mismo
modo que Él ha proporcionado el maíz y la fruta para nuestro sustento.
Los astrólogos, que han estudiado las estrellas, y los herbolarios, que han estudiado
las plantas, siempre se han dedicado a buscar los remedios que nos ayudan a conservar
nuestra salud y alegría.
Para encontrar la hierba que nos pueda ayudar debemos encontrar el propósito de
nuestra vida, el motivo por el que luchamos y también debemos comprender las
dificultades de nuestro camino. A estas dificultades las llamamos faltas o defectos, pero no
deberíamos prestar atención a estas faltas y defectos porque son la misma prueba de que
estamos alcanzando objetivos superiores. Nuestras faltas deberían ser nuestro estímulo, ya
que significan que apuntamos alto. Descubramos nosotros mismos cuáles son las batallas
particulares que libramos, cuál es el adversario que intentamos superar en concreto y
tomemos con gratitud y agradecimiento la planta que ha sido enviada para ayudarnos a
triunfar. Deberíamos aceptar estas hermosas hierbas de los campos como un sacramento,
como un regalo Divino de nuestro Creador para ayudarnos en nuestros problemas.
En la verdadera curación ni tan siquiera se piensa en la enfermedad, lo único que se
considera es el estado mental, la dificultad mental, lo que importa es saber en qué estamos
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fallando en el Plan Divino. Esta desarmonía con nuestro Ser espiritual puede
producir cientos de defectos distintos en nuestro cuerpo (ya que, a fin de cuentas, nuestro
cuerpo simplemente reproduce el estado de nuestra mente), pero ¿qué importancia tiene
esto? Si corregimos nuestra mente, el cuerpo pronto se curará. Como Cristo nos dijo: “¿qué
es más fácil, decir: los pecados te son perdonados, o decir: levántate y anda?”.
Insisto de nuevo en que debemos comprender de forma clara que nuestra
enfermedad física no tiene ninguna relevancia, es el estado de nuestra mente y solamente
eso lo que importa. Por lo tanto, debemos ignorar por completo la enfermedad que
sufrimos y considerar únicamente a cuál de los tipos siguientes pertenecemos.
Si tenemos alguna dificultad para seleccionar nuestro propio remedio, nos servirá
de ayuda preguntarnos qué virtud admiramos más en los demás o qué defecto, en los
demás, nos produce más aversión, ya que cualquier falta de la cual todavía puede quedar
algún vestigio en nosotros y que intentamos erradicar en especial, es la falta que más
odiamos ver en los demás. Es el modo de estimularnos a eliminar esa falta de nosotros
mismos.
Todos somos sanadores y con amor y compasión en nuestra naturaleza también
podemos ayudar a cualquier persona que realmente desee estar sano. Debemos descubrir
cuál es el conflicto mental relevante en el paciente, darle el remedio que le ayudará a
superar esa falta concreta, además de todo el ánimo y esperanza que podamos, y entonces
la virtud sanadora de su interior hará por sí misma el resto.

CAPÍTULO XII

Los remedios.

CHICORY.
RESTRICCIÓN. AMOR.

¿Es una de esas personas que anhela servir al mundo; que anhela abrir los brazos y
bendecir a todos los que le rodean; que desea ayudar, consolar y sentir compasión y, sin
embargo, por alguna razón las circunstancias o algunas personas se lo impiden? ¿Cree que
en lugar de servir a muchos está absorbido por unos pocos, de modo que su oportunidad
de dar de una forma tan completa como desea está limitada; ¿está llegando a esa etapa en
la que desea lograr que, “todos cuenten con usted, pero ninguno demasiado”?
Entonces la hermosa y azul Chicory de los campos de trigo le ayudará a alcanzar su
libertad, esa libertad tan necesaria para todos nosotros antes de poder servir al mundo.

MIMULUS.
MIEDO. COMPASIÓN.

¿Es una de esas personas que tiene miedo; miedo de la gente o de las circunstancias;
que sigue adelante con valentía y aun así su vida carece de alegría a causa del miedo; tiene
miedo de aquellas cosas que nunca suceden; miedo de personas que en realidad no tienen
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poder sobre usted; miedo del futuro y de lo que pueda traer; miedo de estar
enfermo o de perder los amigos; miedo de la costumbre; miedo de cientos de cosas?
¿Desea defender su libertad y, sin embargo, no tiene el coraje de romper con sus
vínculos? En ese caso Mimulus, que crece al lado de los riachuelos cristalinos, lo liberará
para que ame su vida y le enseñará a sentir la más tierna compasión por los demás.

AGRIMONY
INQUIETUD. PAZ.

¿Es una de esas personas que sufren tormentos; cuya alma está inquieta; que no
encuentra paz y, sin embargo, se enfrenta valientemente al mundo y oculta su tortura a sus
semejantes; que ríe y sonríe y bromea, y ayuda a que las personas que le rodean mantengan
un corazón alegre mientras usted está sufriendo? ¿Intenta aliviar sus aflicciones tomando
vino y drogas para que esto le ayude a enfrentarse a sus tribulaciones? ¿Siente que necesita
algo estimulante en la vida para continuar?
Si es así, la hermosa planta Agrimony, que crece en las orillas de nuestros caminos y
en nuestros prados, con una aguja parecida a la de una iglesia y sus semillas en forma de
campanas, le traerá paz, la paz que “sobrepasa todo entendimiento”. La lección de esta
planta es permitirle mantener la paz ante todas las tribulaciones y dificultades hasta que
nadie tenga el poder de causarle irritación.

SCLERANTHUS.
INDECISIÓN. DETERMINACIÓN.

¿Es una de esas personas a las que le resulta difícil tomar decisiones; formarse
opiniones cuando pensamientos conflictivos entran en su mente de modo que le cuesta
decidir el rumbo correcto; la indecisión lo acosa y retarda su avance; le parece primero que
una cosa es correcta y luego otra?
Si es así, está aprendiendo a actuar con prontitud cuando las circunstancias son
difíciles; a formarse opiniones correctas y a tener la firmeza para seguirlas; y la pequeña y
verde Scleranthus de los campos de trigo le ayudará a lograr este objetivo.

CLEMATIS.
INDIFERENCIA. BONDAD.

¿Es una de esas personas que cree que la vida no tiene demasiado interés; que se
despiertan casi deseando que no exista otro día al que enfrentarse; que la vida es muy difícil,
muy dura y tiene poca alegría; que nada parece valer realmente la pena y que le parecería
muy bien simplemente dormir; que el esfuerzo de intentar curarse casi no vale la pena?
¿Tienen sus ojos esa mirada distante como si viviera en sueños y le parece que los sueños
son mucho más bonitos que la misma vida; o quizás sus pensamientos están más a menudo
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con alguien que ha fallecido? Si se siente de este modo, está aprendiendo a “resistir
cuando tan solo le queda la voluntad para decirle: ¡resiste!” y es una victoria muy grande
lograrlo.
Esa hermosa planta que adorna nuestros setos en suelos calcáreos, Clematis, más
conocida en Inglaterra como la Alegría de los viajeros, y cuyas semillas ligeras siempre
anhelan dejarse llevar por el viento y volver a empezar, le ayudará muchísimo a regresar y
enfrentarse a la vida, a encontrar su trabajo, y le proporcionará alegría.

CENTAURY.
DEBILIDAD. FORTALEZA.

¿Es una de esas personas que todo el mundo utiliza, porque en la bondad de su
corazón no desea negarles nada? ¿Cede únicamente en beneficio de la paz en lugar de hacer
lo que sabe que es correcto porque no desea luchar, cuyo motivo es bueno pero es utilizado
pasivamente en lugar de elegir activamente su propio trabajo? A aquéllos que son esclavos
les queda mucho camino por delante para llegar a ser de gran ayuda cuando logren darse
cuenta de que deben ser un poco más positivos en la vida.
Centaury, que crece en nuestros pastos, le ayudará a encontrarse a sí mismo, para
que pueda convertirse en un trabajador activo y positivo en lugar de un agente pasivo.

GENTIAN.
DUDA. COMPRENSIÓN.

¿Es una de esas personas con altos ideales, con esperanzas de obrar bien; que se
desanima cuando sus ambiciones no se cumplen rápidamente? ¿Cuándo el éxito está en su
camino está muy contento, pero cuando se presentan dificultades se deprime fácilmente?
Si es así, la pequeña Gentian de nuestros pastos de las colinas le ayudará a mantener
su firmeza de propósito y una actitud más feliz y esperanzada incluso cuando el cielo está
nublado. Le proporcionará ánimo en todo momento y la comprensión de que no existe el
fracaso cuando uno se está esforzando al máximo, sea cual sea el resultado aparente.

VERVAIN.
EXCESIVO ENTUSIASMO. TOLERANCIA.

¿Es una de esas personas que arden de entusiasmo, que anhelan hacer grandes
cosas y desean que todo se haga en un momento? ¿Le cuesta desarrollar pacientemente su
proyecto debido a que quiere el resultado enseguida que empieza? ¿Su gran entusiasmo
hace que sea un poco estricto con los demás; que desee que los demás vean las cosas como
usted las ve; que intente imponer a los demás sus propias opiniones y sea impaciente
cuando no lo siguen?
Si es así, en su interior tiene el poder de ser un líder y un maestro para la humanidad.
Vervain, la pequeña flor de color malva de las hileras de seto le ayudará a tener las
cualidades que necesita, bondad para sus hermanos y tolerancia para las opiniones de los
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demás; le ayudará a darse cuenta de que las cosas grandes de la vida se hacen con
amabilidad y tranquilidad, sin tensión ni estrés.

CERATO.
IGNORANCIA. SABIDURÍA.

¿Es una de esas personas que cree que posee sabiduría; que podría ser un filósofo y
un guía para el prójimo? ¿Siente el poder en su interior para aconsejarles en sus dificultades,
para aliviar sus aflicciones y en todo momento de serles útil en sus problemas y, sin
embargo, debido a una falta de confianza en sí mismo, no es capaz de desarrollarlo,
posiblemente debido a que escucha demasiado la voz de otras personas y presta demasiada
atención a las costumbres del mundo? ¿Se da cuenta de que es únicamente esta falta de
confianza en sí mismo, esta ignorancia de su propia sabiduría y conocimiento, lo que le
induce a escuchar demasiado asiduamente el consejo de otras personas?
Si es así, Cerato le ayudará a encontrar su individualidad, su personalidad y, libre de
estas influencias externas, le permitirá utilizar el gran don de sabiduría que posee en
beneficio de la humanidad.

IMPATIENS.
IMPACIENCIA. PERDÓN.

¿Es una de esas personas que sabe que en lo más profundo de su naturaleza todavía
queda un poco de crueldad; cuando es ultrajado y le acosan le cuesta no sentir un poco de
malicia? ¿Todavía está dentro de usted el deseo de utilizar la fuerza para convencer a los
demás de su manera de pensar; es impaciente y esto a veces le hace ser cruel; queda en su
naturaleza algún vestigio del inquisidor?
Si es así, está luchando por la apacibilidad y el perdón exquisitos, y esa hermosa flor
de color malva, Impatiens, que crece junto a las orillas de algún riachuelo galés, con su
bendición, le ayudará a lo largo del camino.

ROCK ROSE.
TERROR. CORAJE.

Es una de esas personas que está absolutamente desesperada, aterrorizada; ¿qué


siente que no puede soportar nada más, está aterrada por lo que pasará, por la muerte, el
suicidio, la locura, una enfermedad terrible o tiene miedo de enfrentarse al carácter
irremediable de las circunstancias materiales?
Si es así, está aprendiendo a ser valiente en contra de grandes obstáculos y está
luchando por su libertad y la pequeña y hermosa Rock Rose amarilla, que crece
abundantemente en nuestros pastos montañosos, le dará el coraje para triunfar.
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WATER VIOLET.
AFLICCIÓN. ALEGRÍA.

¿Es una de esas grandes almas que con valentía y sin queja, sin dejar de intentar
servir a sus hermanos, soporta el sufrimiento con calma y resignación, sin permitir que su
aflicción interfiera en su trabajo diario? ¿Ha tenido grandes pérdidas, tiempos tristes y aun
así sigue adelante silenciosamente?
Si es así, la hermosa Water Violet, que flota tan libremente en la superficie de
nuestros riachuelos más claros, le ayudará a comprender que se está purificando a través
de su aflicción, se está elevando a un gran ideal, para poder aprender a servir a sus
hermanos incluso cuando está afligido; que está aprendiendo a mantenerse absolutamente
solo en el mundo, obteniendo la alegría intensa de la libertad completa y, por consiguiente,
el perfecto servicio a la humanidad. Y cuando nos damos cuenta de esto, ya no es un
sacrificio sino la alegría exquisita del servicio en todas las condiciones. Además, esa pequeña
planta le ayudará a comprender que muchas cosas que considera crueles y tristes en la vida,
realmente son para el beneficio de aquéllos a los que compadece.

Todos podemos tener coraje y ser valientes, ya que Él nos puso en este mundo y lo
hizo con un gran propósito.
Él quiere que sepamos que somos Sus hijos, quiere que conozcamos nuestra propia
Divinidad; que seamos perfectos; que tengamos salud y felicidad. Él quiere que sepamos
que, a través de Su Amor, podemos lograr todas las cosas y que recordemos que sólo cuando
olvidamos esto sufrimos y somos infelices. Él quiere que la vida de cada uno de nosotros sea
una vida de alegría y salud, y de servicio amoroso, ya que como Cristo nos dijo:
“Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera.”

Los frascos de concentrado de estos remedios se pueden obtener a través de los


farmacéuticos más destacados de las Farmacias Homeopáticas de Londres, aunque
cualquier persona que lo desee también los puede preparar tal como se indica a
continuación.
Se toma un recipiente de vidrio delgado, se llena con agua clara de un riachuelo o
un manantial, según nuestra preferencia, y dejamos flotando suficientes flores de la planta
para cubrir la superficie. Esto se deja al sol intenso hasta que las flores empiezan a
marchitarse. Luego, se extraen las flores con cuidado y el agua se vierte en frascos y se
añade una cantidad igual de brandy como conservante.
Una sola gota de concentrado es suficiente para que un frasco de agua de ocho onzas
sea eficaz y del cual se pueden tomar tantas dosis de una cucharadita como sea necesario.
Las dosis deberían tomarse cuando el paciente sienta que es necesario: cada hora
en casos agudos; tres o cuatro veces al día en casos crónicos, hasta que se produce el alivio
y se puede prescindir de ellas.

Demos siempre gracias a Dios porque, en Su Amor por nosotros, puso las hierbas en
los campos para nuestra curación.

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