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GREENE, LIZ-Padre Sol El Viaje Del Héroe
GREENE, LIZ-Padre Sol El Viaje Del Héroe
El Sol es progresista. Es un principio activo y dinámico que se despliega durante toda la vida.
En realidad, nunca terminamos de desarrollar el Sol, porque este aspecto de la personalidad
siempre está en un proceso de transformación, moviéndose hacia alguna visión o algún
objetivo futuro. Joseph Campbell llama el "monomito" a la historia del héroe que se repite en
la mitología de todas las culturas: es un mito solar, porque el héroe está siempre en camino de
convertirse en algo. No nació automáticamente como héroe. Debe ganarse el derecho de llegar
a ser héroe y rey, y un recipiente adecuado para el dios que lo apadrina.
El héroe, que siempre es masculino, no es patrimonio exclusivo de los hombres, de la misma
manera que la madre lunar no es solamente propiedad de las mujeres. Todos tenemos en
nuestra naturaleza una dimensión lunar y una dimensión solar. El despliegue del mito del
héroe a través del progreso del Sol tiene tanta importancia para las mujeres como la sabiduría
de autosustentación de la Luna la tiene para los hombres.
Gran parte del material que utilizaré para describir el mito proviene de Joseph Campbell, cuyo
libro The Hero with a Thousand Faces (El héroe de las mil caras) es una de las mejores
exploraciones psicológicas del mito. Antes de relacionarlo con el simbolismo astrológico,
quisiera esbozarlas etapas básicas del viaje del héroe. Ante todo, tiene un nacimiento extraño
o portentoso; generalmente, es engendrado por un dios en una madre mortal. No importa cuál
de los padres sea el dios; una de las características del héroe es ser un híbrido entre lo humano
y lo divino, por lo cual está destinado a ser un pontifex (el que construye puentes).
De niño, el héroe no tiene idea alguna de su verdadero linaje. Cree que es como todo el
mundo, pero lo acosa la sensación de ser diferente y la intuición de un destino especial. Uno
de los temas principales de la búsqueda del héroe es el descubrimiento de su verdadero
origen, que es a la vez mortal e inmortal. En una imagen mítica del nacimiento híbrido
podemos percibir un profundo sentimiento de dualidad, una convicción de que no estamos
meramente hechos de tierra y condenados a alimentarnos, reproducirnos y morir. Cada uno de
nosotros es especial y único, y tiene un destino personal, un aporte individual para hacer a la
vida. La Luna es nuestra vida corporal, que tiene padres mortales y está sujeta al destino
impuesto por la herencia genética. Lo que percibe que hay una búsqueda por realizar, un viaje
hacia un futuro desconocido, un profundo misterio en el centro mismo de "mí", eso es el Sol.
Muchos niños tienen la fantasía de que han sido adoptados. No es posible que esas dos
personas vulgares que anclan mascullando por la casa sean nuestros verdaderos padres. En
realidad, fuimos engendrados o concebidos por alguien especial y maravilloso, un príncipe,
una princesa o un jefe de Estado, pero eso lo han mantenido en secreto. Esta fantasía es tan
común entre los niños que podemos dar por sentado que es arquetípica. Es uno de los lugares
donde el mito se abre paso en la vida de los seres humanos, antes de que la "realidad" pisotee
el mundo imaginario de la infancia. El mismo motivo se encuentra también regularmente en
los cuentos de hadas, donde una madrastra o un padrastro ha reemplazado al progenitor que
falta.
Es probable que nuestra toma de conciencia del Sol se exprese por primera vez en esta
temprana fantasía de un progenitor misterioso y desconocido, o del "elevado" destino que
nos espera. Nuestra parte solar no se siente sometida a los ciclos lunares ni a las leyes del
destino que rigen nuestro cuerpo y nuestras emociones, y se niega obstinadamente a ser vul-
gar. Muchas personas hacen este descubrimiento hacia la mitad de su vida, y con frecuencia
he oído decir a clientes mayores de cuarenta años que tienen la sensación de que en el hecho
de estar vivos hay un sentido más profundo, y que sus antiguos objetivos -el dinero, la
seguridad emocional y los logros mundanos- ya no les satisfacen. Este despertar del
principio solar suele coincidir con el comienzo de un período de exploración interior, que a
su vez puede verse precipitado por algún tipo de crisis que deja como secuelas la depresión
y el descontento. ¿Cuántos de nosotros hemos experimentado este sentimiento? Muchos
saben de qué estoy hablando.
Los aliados
El héroe llega, finalmente, a lo que Campbell llama "el Cruce del Umbral", donde en general le
aguarda algo bastante horrible y peligroso que intenta impedir que consiga su objetivo. El dilema
del Cruce del Umbral refleja un conflicto interior básico que existe en todos nosotros, y que puede
ser descrito por muchos factores en la carta natal. Incluso el signo solar expresa un conflicto
innato, ya que en todos los signos zodiacales hay tanto debilidades como puntos fuertes. Los
aspectos difíciles con el Sol pueden sugerir los obstáculos que residen en nuestro interior, aunque
los proyectemos hacia afuera, y que parece como si nos impidieran crecer. También Saturno puede
definir -por signo, casa y aspectos- la naturaleza del Cruce del Umbral, porque es el planeta que
representa la actitud de estar a la defensiva, el miedo y la renuencia a mostrarnos como somos.
El mito describe algunas formas típicas del enemigo que aparece en el Cruce del Umbral. Con
frecuencia el oponente es un hermano oscuro, la encarnación de los aspectos destructivos o
amorales que constituyen la sombra del héroe. A veces el enemigo es una mujer, una madrastra o
una bruja perversa, y aquí nos encontramos con la diosa lunar en su aspecto menos maternal. Esto
refleja una situación en la que las necesidades instintivas, arraigadas en la familia y en el pasado, se
oponen al desarrollo del individuo independiente. A veces la amenaza proviene de un monstruo o
de un gigante, que también son imágenes-enormes, ciegas y primitivas- de los instintos.
También se puede ver al dragón como una imagen lunar. Es un ser arcaico y de sangre fría, un
retrato de la madre primaria urobórica bajo la forma de una enorme serpiente alada. Tal es la
sensación que a menudo tiene un niño pequeño de su madre, ya que ella aún sigue siendo la
omnipotente dadora de vida y la que tiene tratos con la muerte. Un dragón o una serpiente
en el umbral puede ser la personificación de cómo siente a la Luna un héroe que todavía no ha
crecido. La representación mítica de la Luna no asume sólo la forma de diosas; es también
Ananda, la serpiente cósmica delos hindúes, la Gran Ronda del útero, que al autofertilizarse
genera el mundo. Nuestras primeras percepciones de la madre abarcan un amplio espectro de la
experiencia, que va desde la benigna Deméter de los griegos a la babilónica Tiamat, la devora-
dora de niños.
El Cruce del Umbral es un reflejo de la pubertad y la adolescencia, con sus conflictos familiares
típicos. Como entidades solares, ya estamos lo bastante formados como para saber que el tirón
hacia atrás es una especie de muerte; y, sin embargo, estamos demasiado poco formados para
sentir que podemos enfrentarnos con esas necesidades regresivas sin que tenga lugar una violenta
pelea.
Erich Neumann denomina a esta etapa evolutiva la del "Luchador". Aunque es una fase
arquetípica de la juventud, y una etapa inevitable del viaje del héroe solar, también puede ser un
lugar al que nos vemos impelidos a regresar posteriormente en la vida si el Sol no ha llegado a
evolucionar. Al Luchador, todo le parece una batalla.
Al considerarlos bajo esta luz podríamos entender ciertos campos de batalla de la adolescencia,
como por ejemplo la anorexia, ya que el violento rechazo de la comida es el repudio violento de la
madre. Ella es un dragón que debe ser derrotado. Todavía no existe la posibilidad de una relación
auténtica porque se sigue estando demasiado cerca. Hay una profunda ambivalencia en esta
primera etapa de la aparición del Sol, y muchas personas se quedan atascadas allí, en el umbral,
luchando durante toda la vida con la madre-dragón. Creo que todos estamos familiarizados
con el sentimiento de estar atrapados entre la necesidad de ser amados y queridos y la necesidad de
defender con lealtad nuestros propios valores. La pelea con el dragón tiene muchos niveles
emocionales, y puede darse cada vez que nos vemos enfrentados con este conflicto interior. Desde
el punto de vista solar, en estos momentos la Luna no es más que una destructora de la vida, y
nuestro deber es vencerla. E, indudablemente, en ocasiones es apropiado sentir de esta manera y
actuar de acuerdo con ello, por más que el dragón conquistado reaparezca más tarde, secretamente
disfrazado de novia del héroe.
En algunos mitos, el Cruce del Umbral no es la lucha con un dragón, sino que implica la muerte
real del héroe, previa a su transformación o resurrección. Es el caso de Dionisos y de Jesús:
ambos son destruidos, porque sólo pueden asumir su verdadera forma de redentores divinos
mediante ese desmembramiento ritual. En estos relatos, el héroe se ve sometido a grandes
sufrimientos, que consumen su parte mortal. Este proceso es en realidad el mismo que en la pelea
con el dragón, pero visto desde una perspectiva diferente, más compleja.
En el relato dionisíaco, como en el cristiano, el dios es quien tiene la experiencia del sufrimiento,
porque la madre-dragón es su propio cuerpo, que debe transformarse o liberarse de la presión de
la servidumbre instintiva. Es posible ver esto como una especie de proceso evolutivo que opera
allí donde, en los mitos más tardíos, se revela el significado más profundo de la lucha con el
dragón.
La lucha con el dragón es una representación noble, heroica a gran escala. Su imagen se apodera
de nosotros y reaparece constantemente en el cine en películas como Alien, por no hablar de los
relatos de horror en que el héroe combate con los hombres lobo, los vampiros, los demonios y
los duendes del mundo subterráneo de Hécate. Sin embargo, la experiencia interior es realmente
una especie de desmembramiento o de crucifixión, porque al separarnos sufrimos. Hay siempre
un problema de sufrimiento -de soledad, aislamiento, culpa y enemistad por parte de otras
personas- cuando comienza a emerger el Sol. Si negamos este proceso de sufrimiento,
necesitaremos siempre encontrar afuera un dragón sobre quien proyectar nuestro propio dolor.
Hay un premio o tesoro que espera al héroe después de sus ordalías. Con frecuencia, el tesoro
lo es literalmente: oro o joyas, o el agua de la vida, o el gobierno de un reino, o el don de la
sanación o de la profecía. Es un objetivo sumamente individual, pero siempre es algo de gran
valor para el héroe. El Sol, encarnación del héroe mítico, se esfuerza por conseguir la
recompensa final, un núcleo indestructible de identidad que justifica y da valor a la existencia.
El héroe y su premio son, en realidad, lo mismo. El tesoro es el núcleo esencial del héroe, su
lado divino que estuvo siempre oculto en su cuerpo mortal. Esto puede sonar enormemente
abstracto, pero el sentimiento de ser un "yo" real, sólido e indestructible es algo muy precioso y
mágico, y es también muy difícil de alcanzar. Cada situación vital en la que somos llamados a
separarnos y a defender nuestros propios valores y objetivos va forjando poco a poco este "yo",
y cada vez sufrimos por ello, porque a la eterna madre dragón hay que combatirla una y otra
vez bajo diferentes disfraces.
A veces el tesoro del héroe es una novia, y el final de la búsqueda es el hieros gamos, el
matrimonio sagrado. El héroe divino se une plenamente a su otra mitad, su condición humana, en
la forma de una mujer. Crea entonces una dinastía, de la que descienden famosos reyes y reinas,
todos los cuales llevan en las venas algo de la sangre de los inmortales gracias a la paternidad
divina del héroe. En la época pagana, muchos gobernantes pretendían tener algo de esta sangre
divina. Julio César, por ejemplo, afirmaba que descendía de la diosa Venus por la vía de uno de
sus hijos, el héroe Eneas, fundador de Roma. Como el tema de la descendencia del dios por
mediación del héroe semidivino es arquetípico, incluso hoy sigue siendo para nosotros un
símbolo muy poderoso.
Desde el punto de vista psicológico, ¿qué podría significar para nosotros este símbolo? Tal vez
refleje el impulso solar a crear algo que perdure más allá de la propia vida. La arquetípica
ansiedad masculina por tener un hijo varón expresa el nivel básico de este impulso, el biológico.
Pero también hay niveles interiores. Si vivimos el Sol tan plenamente como nos sea posible,
podemos tener el sentimiento de que nos hemos asegurado nuestra mínima porción de eternidad
al ofrecer al inconsciente colectivo algo que tiene un valor perdurable. Hemos dado a la vida
algo de nuestra propia vida. La quinta casa, la de los hijos, está regida por el Sol, que ofrece su
esencia al futuro a fin de experimentar el reino de lo eterno. La Luna tiene su propia necesidad
instintiva de tener hijos, que refleja la continuidad natural de la vida sobre la tierra. El anhelo de
progenie del Sol refleja la búsqueda de la inmortalidad.
Para muchas personas, sin embargo, los hijos no son el único canal a través del cual el impulso
solar tiene necesidad de expresarse. Aunque este pueda ser el nivel más "natural", algunos
individuos optan por no tener hijos, o no pueden tenerlos. Entonces es sumamente importante
encontrar otra dimensión para el impulso solar. En la carta, la quinta casa refleja el anhelo del
artista de crear algo indestructible, un hijo interior de la imaginación que sobreviva a su creador
y aporte a las generaciones futuras lo esencial de su ser o de su visión. He conocido a personas
que satisfacen este anhelo plantando árboles. Saben perfectamente que cuando el árbol llegue a
la madurez, ya no estarán para verlo, pero el acto de plantarlo les da la sensación de que tras-
cienden el tiempo. Así, el matrimonio sagrado que genera una dinastía es un poderoso símbolo
de la necesidad del Sol de aportar al futuro un pequeño fragmento de su esencia divina.
El premio del héroe es en ocasiones un elixir, que él debe robar (ver recuadro). Es probable
que le confiera la inmortalidad, o dones de sanación, o de profecía, o que pueda salvar el reino.
El tema del elixir robado aparece con gran regularidad no sólo en los cuentos de hadas, sino
también en mitos como el del Gilgamesh babilónico, quien hurtó una rama del Arbol de la
Inmortalidad, o el de Prometeo, que robó el fuego sagrado de Zeus, o el de Jasón, el ladrón del
Vellocino de Oro. La sustancia mágica está generalmente en manos de un monstruo o dragón,
de un hechicero o brujo, y el héroe debe escamoteársela y devolverla a la vida ordinaria. La
naturaleza ilícita de la misión del héroe es un tema muy interesante que deberíamos estudiar
con más cuidado, porque puede decirnos mucho sobre los conflictos y dilemas innatos que
plantea la necesidad de expresar el Sol.
Finalmente, el héroe debe regresar, y el retorno no es más simple que el proceso que lo llevó a
partir. Una vez más debe realizar el Cruce del Umbral, con el elixir, con la novia -o con ambos-
para reingresar en la vida ordinaria. Como el mito del héroe no se nos da una sola vez en la vida,
sino que se repite continuamente en muchos niveles, este difícil proceso del retorno sigue a cada
acto de creación y de triunfante autorrealización. A veces el retorno se refleja en una época de
depresión, porque la realidad mundana contrasta dolorosamente con las grandes tareas interiores
a que nos hemos estado entregando. En ocasiones, en la última etapa de la búsqueda, el héroe
debe ser rescatado por sus ayudantes, y quizá tenga que enfrentarse todavía con otro dragón u
otro hechicero (que por cierto son lo mismo) que se interpone en el camino de regreso. Y, a
veces, en realidad él no quiere regresar. Al temperamento de fuego, que es válido tanto para Leo,
regido por el Sol, como para Aries y Sagitario, este regreso a la vida ordinaria puede resultarle
especialmente difícil, porque le parece muy aburrida, y es probable que el héroe ya esté
planeando su próxima búsqueda antes de haber terminado la anterior.
No podemos mirar simplemente un horóscopo y decir: "Ah, aquí está la historia de Teseo y el
Minotauro; este es tu mito del héroe". Todas las etapas del viaje del héroe tienen su importancia
para todos en algún momento de la vida, aunque puede haber un tema que destaque más. Por
ejemplo, he comprobado que Géminis tiende a enfrentarse repetidas veces con alguna forma del
gemelo oscuro, mientras que Escorpio favorece la confrontación con dragones. Pero estos temas
pueden reflejar otros factores de la carta, como la Luna en conjunción con Plutón, o un
Ascendente Géminis, y entretejerse con los temas del emplazamiento del Sol. También
deberíamos recordar que tarde o temprano todos los demás planetas tendrán un tránsito en
aspecto con el Sol, y que este progresará formando aspectos con muchos planetas a lo largo de la
vida.
Tarde o temprano, todos tenemos un atisbo de cómo podría sentirse uno siendo alguien
diferente. Y como ya he dicho, representamos el viaje del héroe muchas veces y de muchas
maneras diferentes, algunas de ellas tan breves que se completan en el transcurso de una
semana, o incluso de un día. Tan pronto como hemos logrado algún avance en el dominio de la
conciencia y en el despliegue del yo, nos llega una nueva llamada a la aventura, y volvemos a
partir. En realidad, jamás terminamos el proceso del Sol.