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Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Bolilla III
La Iglesia y el Estado Nacional

Sumario: I- La Iglesia en el Río de la Plata durante el período indiano. a) España,


América y la Iglesia. b) La Iglesia en el Río de la Plata. c) El Patronato. d) El diezmo. II-
La Iglesia en nuestro País durante los períodos independentista y organizativo. a) Etapa
Patria. b) El Patronato y otras normas sobre la religión. c) El diezmo. III-  La regulación
eclesiástica durante el período Constituyente. a) La cuestión eclesiástica en las Bases de
Alberdi. b) La Constitución Argentina de 1853. c) La praxis constitucional durante el
gobierno de Urquiza. d) La interpretación de las normas constitucionales sobre la Iglesia
entre 1860-1955. Patronato. e) El sostenimiento del culto. f) La reforma constitucional de
1994. IV- La Diplomacia entre Argentina y la Santa Sede. a) Prolegómenos. b) La
Confederación Argentina. c) Las relaciones diplomáticas entre 1862-1900. d)
Representantes Pontificios en la Argentina. e) Representantes argentinos ante la Santa
Sede.

I- La Iglesia en el Río de la Plata durante el período indiano

a) España, América y la Iglesia


A finales del siglo XV mientras casi todos los reinos europeos ingresaban al
renacimiento España recién lograba llegar a la Edad Media, pues en ese momento los
Reyes Católicos, Fernando e Isabel, lograron vencer definitivamente a los moros y de
ese modo reunificar España bajo las coronas de Castilla y Aragón.
Como es de imaginar el medioevo ibérico coincidió también con el
descubrimiento de lo que denominaron las Indias Occidentales.
Los españoles prontamente se lanzaron a la empresa de la colonización -como
una forma de canalizar el espíritu caballerezco medieval- 1. La conquista no fue proeza
exclusivamente de guerra: a la par del conquistador y del soldado, erguíase el apóstol
superando a menudo el fervor religioso al fervor bélico2.
Desde el momento en que el español terminó de "descubrir" comenzó a "poblar",
fundando ciudades y en ellas estableció las instituciones peninsulares y otras
propiamente americanas.
La Iglesia estuvo presente en todo acontecimiento cultural, educativo, político,
artístico, de la sociedad de entonces. Las provincias civiles se erigieron y al poco tiempo
se constituyeron las provincias eclesiásticas. Ambas instituciones -Estado e Iglesia-
1

En similar sentido: BIDEGAIN, C. M., Curso de Derecho Constitucional. Tomo II, Buenos Aires 1995,
página 104.
2

AYARRAGARAY, L., La Iglesia en América y la dominación española: estudios de la época colonial.


Buenos Aires. 1935, página 11.
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permanecieron inseparables, colaborándose mutuamente para producir armónicamente


los dos aspectos del bien común.
Los monarcas españoles asumieron y aplicaron el principio Cuius Regio, Eius
Religio por el cual sus súbditos debían ser católicos romanos. El concepto de ciudadanía
coincidía con el de fiel. Solo podían ser súbditos de su majestad los fieles cristianos.
Particularmente, como se verá al estudiar el Patronato, los monarcas españoles
adhirieron a la causa política y religiosa Papal e hicieron frente junto a éste a los embates
reformistas que arreciaron Europa durante los siglos XVI y XVII.
Fue por estos motivos que a la campaña militar –de conquista- se anexó la
evangelización de los pueblos nativos americanos, pues se requería su conversión al
cristianismo no solo por la salvación de sus almas y para arrancar practicas caníbales y
sacrificios humanos, al que eran muy adeptos numerosos pueblos aborígenes
americanos, sino que, por sobre todo, para incorporarlos políticamente como súbditos de
la corona.

b) La Iglesia en el Río de la Plata


La historia de la acción pastoral de la Iglesia en el actual territorio argentino
durante el período hispánico puede analizarse en dos campos de actuación: la del clero
secular y la del clero regular, pues ambos actuaron de modo paralelo procurando fines
mutuamente coherente al que se alcanzaba de distintos modos.
Desde los primeros momentos de la conquista ambos cleros estuvieron
involucrados en la misión evangelizadora del territorio americano y específicamente del
Tucumán, Paraguay y Río de la Plata –denominación de gran parte de la actual
Argentina durante el período hispánico-.
El mismo acto fundacional de las ciudades fue un hecho político y de culto, pues
la ciudad se ponía bajo la protección de un Santo –o de la Virgen María, de la Santa
Trinidad o del propio Redentor- que a modo de Patrón de la misma se le encargaba
espiritualmente la ciudad, asimismo se nombraban los vice-patronos cuyas festividades,
según el calendario religioso, eran las principales de cada ciudad. Así, por ejemplo,
Santiago Apóstol fue el Patrón de Santiago del Estero fundada en 1550; San Miguel
Arcángel el Patrón de San Miguel de Tucumán fundada en 1565, San Felipe fue el
Patrón de Salta fundada en 1582, etc.
Durante el momento fundacional se destinaban los solares para la Iglesia Matriz
–que era la Iglesia del clero secular principal de la ciudad- y luego se adjudicaban
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solares para las religiones (órdenes religiosas) que obtenían la autorización canónica y
civil para establecer sus conventos, casas o residencias.
La vida civil de la población giraba en torno a la vida religiosa. Los feriados eran
los correspondientes a las festividades cristianas, Corpus Christi, Semana Santa,
Navidad, los Santos Patrones de las ciudades, la Asunción de María, etc. Las autoridades
civiles acudían juntos a las fiestas religiosas mostrando la íntima unión entre gobierno e
iglesia.
La religiosidad estaba presente en todos los momentos de la vida diaria del
pueblo, tanto en las clases altas como en las bajas. Las campanas de las Iglesias citadinas
y rurales marcaban la vida diaria de la ciudadanía y del campesinado, haciendo que la
atmósfera cristiana se configurara en la regulación cotidiana de la gente conforme a los
tiempos religiosos3.
Desde muy temprano la clerecía, tanto regular como secular, se lanzó de lleno a
la tarea evangelizadora de los indígenas y a la Iglesia se le encargó la educación de la
sociedad y la salud pública de las ciudades.
La Jerarquía eclesiástica, vinculada directamente al monarca en virtud del
Patronato, propugnó, desde un comienzo que los españoles aplicaran un trato digno y
humanitario respecto de los indígenas. La clerecía marcó los abusos del poder civil y
ciertamente, en no escasas oportunidades, sufrió la persecución política o el ostracismo.
La Iglesia, americana y española, desde los comienzos y durante todo el período
de descubrimiento, conquista y evangelización el dilema moral y filosófico de considerar
a los indígenas no solamente seres humanos, sino que además jurídicamente iguales no
solo frente a los ojos de Dios sinó que ante el derecho natural. Esta discusión filosófica,
propugnada por el obispo Bartolomé de las Casas y los escolásticos –principalmente
dominicos y jesuitas- Vitoria, Suárez y otros juristas salamantinos, estuvo ausente en la
conquista anglosajona, en la francesa y en la holandesa. Solo los reinos hispánicos,
donde la Iglesia Católica estaba presente y protegida, se dio la discusión filosófica.
En América, luego del Concilio de Trento, se procuró que la tarea evangelizadora
se realizara respetando la libertad y la dignidad de los naturales y se denunciaron los
excesos a los que los indígenas eran sometidos por parte de los encomenderos españoles
dando lugar a una prolífica regulación jurídica de derechos del trabajo y de la seguridad

3
FERRECCHIO, A. P., Notas sobre el III Concilio de Lima , en Teología, Tomo XVIII, volumen 37,
Buenos Aires 1981, página 33 y sgtes.
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social plasmados, de modo original y muy avanzado para la época, en lo que luego se
denominará la Recopilación de Leyes del Reino de Indias.
Los Concilios Limenses, y especialmente el III, proyectado por el arzobispo de
Lima Jerónimo de Loayza y llevado a cabo por el santo obispo Toribio de Mogrovejo
previa autorización del Rey Felipe II por cédulas del 19 de septiembre de 1580 con el
objeto de “poner en orden las cosas tocantes al buen gobierno espiritual de las almas
de esos naturales, su doctrina, conversión y buen enseñamiento, y otras cosas muy
convenientes y necesarias a la propagación del Evangelio y bien de la religión”.
El concilio duró desde el 15 de agosto de 1582 hasta el 28 de octubre de 1583 y
se ocupó, principalmente, de la promoción religiosa y social de los indígenas y la
reforma del clero4.
Los Obispos sufragáneos de Lima, entre los que estaban los del Tucumán y del
Río de la Plata expresaron su pesar respecto de la situación de los aborígenes:
“doliéndose gravemente este santo sínodo que no solamente en tiempos pasados se les
hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto exceso, sino que
también el día de hoy procuran hacer lo mismo; ruega por Jesucristo y amonesta a
todas justicias y gobernadores que se muestren piadosos con los indios, y enfrenen la
insolencia de sus ministros cuando es menester, y que traten a estos indios, no como
esclavos, sino como hombres libres y vasallos de la majestad real, a cuyo cargo los ha
puesto Dios y su Iglesia. Y a los curas y otros ministros eclesiásticos mandan muy de
veras que se acuerden que son pastores y no carniceros, y como a hijos los han de
sustentar y abrigar en el seno de la caridad cristiana” (tercera sesión, capítulo 3º).
También se dispuso que la enseñanza de la doctrina cristiana impartida a los
indígenas debía ser realizada por sacerdotes probos y que además supieran la cultura y
la lengua de las comunidades que debían evangelizar. En base a ello se dispuso elaborar
un catecismo en lenguas quechua y aymara que se editaron entre 1584 y 1585.
El Concilio también consideró importante aclarar que se debía procurar la
promoción material de los indios, ya que “La vida cristiana y celestial enseña que la fe
evangélica pide y presupone tal modo de vivir, que no sea contraria a la razón natural e
indigna de hombres, y, conforme al Apóstol, primero es lo corporal y animal que lo
espiritual e interior”. Por eso mismo, no solamente se debía prestar la asistencia
adecuada a los indios, sino también ofrecerles una educación que los llevara a vivir en

4
DURAN, G., Los Concilios Hispanoamericanos y las comunidades indígenas (S. XVI), en: Anuario
Argentino de Derecho Canónico, Volumen XVIII, Buenos Aires 2012, página 195 y sgtes.
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condiciones dignas, lo cual incluía normas de conducta y urbanidad, orientadas más que
nada al respeto propio y del prójimo. Pero a la vez que se mandaba esto, se buscaba que
se llevara a cabo evitando todo actitud impositiva y autoritaria hacia los indígenas: “todo
lo cual no se ha de ejecutar haciendo molestia y fuerza a los indios, sino con buen modo
y con un cuidado y autoridad paternal”.
Hacia mediados del siglo XVII la evangelización del actual territorio argentino
ya se había consolidado gracias a la actuación, principalmente, de las órdenes
franciscanas, mercedaria, dominica y jesuítica. Casi todas estas órdenes tenían conventos
en las ciudades principales del Río de la Plata, y exentos de la jurisdicción de los obispos
dependían de sus provinciales y de Roma.
Por otro lado el clero secular se distribuía en dos diócesis: la del Tucumán y la
del Río de la Plata o Asunción del Paraguay. Luego en 1620 se creó la diócesis de
Buenos Aires y durante los últimos años de la etapa de dominación española se creará la
cuarta diócesis en el territorio rioplatense: la de Salta. Las diócesis, a su vez, se dividían
en curatos o parroquias –muy extensas-. Este clero dependía, por el Patronato, del Rey
de España y de algunas autoridades virreinales, y se comunicaban con Roma por
intermedio de las autoridades regias metropolitanas.

La organización del clero secular


El proceso de creación de las diócesis, y la provisión del Obispo, resultaba arduo
complejo en virtud del patronato real. Advertida la necesidad de creación de una diócesis
y la designación de un obispo, ya por iniciativa eclesiástica o civil, el Consejo de Indias
dictaminaba sobre los fundamentos de la necesidad, luego el Rey refrendaba la
propuesta mediante el Nombramiento Real y procedía a elevar al Papa, por intermedio
de su Embajador, los detalles sobre la extensión y jurisdicción de la diócesis, así como
también sus posibilidades de subsistencia material. En forma similar se procedía a
proponer a los candidatos a ocupar la sede episcopal. Luego la Santa Sede las
consideraba en un consistorio –que ordinariamente era secreto-, donde se analizaban las
posibilidades y conveniencias del pedido del Rey. La aprobación del consistorio que
presidía el Papa, implicaba la emisión de las bulas de erección de la diócesis y la del
nombramiento del obispo, a las que seguían las bulas de erección de la catedral y la
dirigida al clero. Luego la Corona expedía las ejecutoriales reales que junto a los breves
pontificios investían de autoridad a la persona del nuevo Obispo. Este conjunto de
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documentos constituían la provisión canónica que acreditaba al obispo electo ante las
autoridades eclesiales y civiles de España e Indias Occidentales5.
Las bulas y breves apostólicos se registraban el Archivo Vaticano, y se remitían
al Consejo de Indias y se entregaban al Prelado para su presentación. Generalmente el
obispo era consagrado en España y viajaba hacia América para tomar posesión de la
diócesis.
Las primeras dos diócesis creadas, con jurisdicción en el actual territorio
argentino, fueron las del Río de la Plata o de Asunción del Paraguay y del Tucumán. En
sus comienzos ambas diócesis dependían del Arzobispado de Lima, en el Virreinato del
Perú, hasta que, el 20 de julio de 1609 se erigió el Arzobispado de La Plata en el Alto
Perú, y las diócesis de Tucumán y de Paraguay quedaron como sufragáneas de La Plata.
La Diócesis del Río de la Plata, con sede en Asunción del Paraguay, fue erigida
por bula del Papa Pablo III del 1 de julio de 1547. De la Diócesis Paraguaya dependieron
las ciudades de Corrientes, Sante Fe y Buenos Aires hasta que en 1620 se creó el
Obispado de Buenos Aires.
La Diócesis de Tucumán fue creada el 14 de mayo de 1570 por bula Super
Specula Militantis Ecclesiae del Papa San Pío V y con sede en Santiago del Estero. De
Tucumán dependían las ciudades de Salta Jujuy, Tucumán, La Rioja, Catamarca,
Santiago del Estero, Córdoba. La sede tucumana, por autorización del Papa Inocencio
XII se trasladó a Córdoba el 19 de junio de 1699.
Estas primitivas diócesis, a medida que se afianzaba la estructuración política del
territorio rioplatense con la fundación de ciudades y el establecimiento de nuevos
poblados y curatos, y sobre todo por la evangelización de los nativos, mostraban la
evidencia de crear nuevas diócesis que permitieran una atención pastoral más eficiente.
Ya en 1617 se había creado la gobernación de Buenos Aires, por lo que resultaba
necesario, atento la importancia que había tomado aquella ciudad la erección de una
diócesis propia. De ese modo las autoridades reales propusieron el desmembramiento de
la diócesis del Río de la Plata manteniendo el Obispado de Asunción y creando una en la
ciudad de Buenos Aires. El Papa Pablo V acogió el pedido real y en abril de 1620 creó la
nueva diócesis de la Santísima Trinidad del Puerto de Buenos Aires con jurisdicción
sobre las ciudades de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, las zonas australes
y Montevideo.
5
LAVALLE, R. y POLI, M. A., Un documento original: la Bula Ad Clerum (1620) de la Diócesis de
Buenos Aires, en: Teología, Tomo XXVI , volumen 53, Buenos Aires 1989, página 113.
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Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

La división de la diócesis del Tucumán se consagró luego del dictado de a Real


Ordenanza de Intendentes que desmembró el Tucumán en dos intendencias: Salta del
Tucumán y Córdoba del Tucumán. El Papa Pío VII mediante la bula Regalium
Principum creó la diócesis de Salta, desmembrando de la Sede de Córdoba del Tucumán
los territorios de Salta, Tarija, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca. Y la a
Diócesis de Córdoba del Tucumán se le anexaron las ciudades de Cordoba, donde se
mantuvo la sede, La Rioja, San Juan y San Luis, que pertenecieron a esa jurisdicción
hasta que el 15 de diciembre de 1828 el Papa León XII creara el Vicariato Apostólico de
Cuyo.

El clero regular. Los Dominicos, Mercedarios, Franciscanos y Jesuitas.


Las presencia de los religiosos dominicos, franciscanos, mercedarios en el Río de
la Plata y Tucumán puede rastrearse al momento fundacional de las ciudades ocurrido al
iniciarse la primera mitad del siglo XVI, mientras que los jesuitas llegaron unas décadas
más tarde, a finales del siglo XVI.
La Orden de Predicadores comenzó su tarea misional, de modo estable y
organizada, a principios del siglo XVII cuando fundaron sus conventos en las ciudades
de Santa Fe, Córdoba, La Rioja, Asunción del Paraguay y Buenos Aires, y dependían
canónicamente de la Provincia Dominicana de San Lorenzo Mártir de Chile erigida en
1586.
La lejanía de la sede provincial, y las carencias materiales que sufrían los
conventos no permitió, durante algún tiempo, que fructificaran las vocaciones
americanas y por ende la Orden tuvo dificultad para atender adecuadamente las
necesidades espirituales de las poblaciones de españoles y naturales de la ciudad y la
campaña. Desde sus comienzos, atento al carisma de la Orden, se dedicaron a la
predicación y a las tareas educativas. El 10 de mayo de 1692 el Papa Inocencio XII les
concedió permiso para conferir grados universitarios en Córdoba.
Aquella dificultad en las comunicaciones con Chile justificó la creación de la
Provincia de San Agustín de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay autorizada por el
Pontífice Inocencio XIII el 14 de julio de 1724 con los conventos de Buenos Aires,
Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe, La Rioja, Asunción, y luego el de Tucumán6.

6
GONZALEZ, R. (O.P.), La Provincia Dominicana de Argentina. Síntesis histórica 1550-1995,
Tucumán 1997.
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Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

La Orden de la Merced fue la primera religión en organizar una provincia


acotada al territorio rioplatense. La Provincia de Santa Bárbara del Tucumán, Río de la
Plata y Paraguay fue erigida canónicamente el 6 de enero de 1593 segregándola de la
del Cuzco a causa de las grandes distancias, aunque su presencia puede registrarse en la
actual Argentina desde 1536.
Seis fueron los conventos de la provincia diseminados en las gobernaciones del
Tucumán, Río de la Plata y del Paraguay: el de Asunción, el de Santiago del Estero, de
San Miguel de Tucumán, de Talavera de Esteco, de Salta, de Corrientes, de Córdoba y
de Buenos Aires, el de Jujuy, el de La Rioja y el de Santa Fe.
La provincia mercedaria de Chile fundó en la región de Cuyo los conventos de
Mendoza, de San Juan y de San Luis.
Su función misional se vinculó, conforme el carisma de la orden, a cumplir tareas
misionales en territorios indígenas en diversas doctrinas donde enseñaban y predicaban a
los naturales, instruyéndoles en la fe católica. También se es encargó principalmente la
asistencia castrense en los diversos fuertes y cuarteles militares7.
Los misioneros franciscanos precedieron a los jesuitas en la tarea reduccional.
Llegaron al Río de la Plata y al Tucumán –proveniente de Cuzco- y establecieron dos
custodias. En el Tucumán fue célebre la actuación de San Francisco Solano, y en el Río
de la Plata Fray Luis Bolaños. Pero fue recién el 9 de julio de 1612 cuando se creó la
primera provincia franciscana de la Asunción de la Santísima Vírgen del Río de la Plata
con jurisdicción en el territorio de las actuales repúblicas de Bolivia, Paraguay, Uruguay
y la Argentina.
Los jesuitas ingresaron al Tucumán en 1585, y desde su arribo se establecieron
en las ciudades principales de la gobernación: Santiago del Estero, San Miguel de
Tucumán, San Hernando del Valle de Lerma –Salta-, Córdoba, La Rioja y San Salvador
de Jujuy, fundando colegios, escuelas y doctrinas o reducciones con la finalidad de
evangelizar a los naturales y a los españoles8.
En 1604 el prepósito de la Compañía dispuso que las casas y religiosos jesuitas
del Tucumán pasaran a depender de la Provincia Jesuítica del Paraguay, donde se
estableció el General Provincial de la Orden.

7
BRUNET, J., Los mercedarios en Tucumán, 1535-1975. Aportes para la historia de Tucumán, Tucumán
1979.
8

FURLONG G. (S.J.), Los Jesuitas y la cultura rioplatense, Montevideo 1933.


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Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

La tarea misional de la Provincia Jesuítica se concentró, principalmente, en la


zona del Guayra, siendo zonas marginales las del Tucumán.
Las reducciones jesuíticas lograron organizarse de modo tal que se
constituyeron en ciudades espirituales autogestionadas económicamente y gobernadas
por instituciones conformadas por nativos y religiosos, mientras que la administración de
sus bienes temporales –grandes estancias- les generaba gran cantidad de fondos que
aplicaban, principalmente, para financiar la fructífera tarea misional.
La buena organización canónica jesuítica, y el poderío económico que adquirió
la Orden, se tornaron una amenaza para el poder real borbónico. Frente a ello el Rey
Carlos III dispuso por la Pragmática Sanción del 2 de abril de 1767 la expulsión de la
Orden en sus posesiones –europeas e indianas- y, además, la incautación de sus
posesiones materiales, denominadas temporalidades. Al gobernador de Buenos Aires,
Francisco de Bucarelli y Ursúa, le cupo la función de hacer cumplir la pragmática del
monarca en Tucumán y Río de la Plata.
Las reducciones, desorganizadas, fueron puestas a cargo de dominicos,
mercedarios y franciscanos, pero debido a la desidia de las autoridades reales cuando se
encomendó continuar con la tarea misional jesuítica las misiones jesuíticas ya se habían
desorganizado y los naturales, en gran parte, las habían abandonado.

c) El Patronato
El Patronato9 fue una típica institución eclesiástica colonial que deja claramente
manifestada la íntima unión que existió entre el Estado Español y la Iglesia Católica. En
virtud de esa prerrogativa otorgada por la Iglesia, el fundador civil -católico- de capillas
recibía ciertos privilegios y obligaciones10. La principal atribución consistía en el
"derecho de presentación" de las personas que irían a ocupar oficios eclesiásticos de la
Iglesia fundada11.
Los orígenes del patronato indiano se remontan a la bula del papa Julio II,
Universalis Ecclesiae, de julio de 1508, En ella el Pontífice hacía lugar al pedido de los
9
Faustino J. LEGÓN en Doctrina y Ejercicio del Patronato Nacional. Buenos Aires 1920, detalla muy
profusamente, en un interesante trabajo, todos los antecedentes sobre el Patronato, tanto del Reino de
Indias como de la Argentina pre y post constitucional.
10
GARRONE, J. A., Derecho Canónico, en Diccionario Jurídico Abeledo-Perrot, tomo I, página 664.
Buenos Aires 1986. ZIULU, A. G., Derecho Constitucional, Tomo I, Buenos Aires 1997, pagina 183.
11
En igual sentido ver: CABANELLAS, G., Patronato Eclesiástico, en Diccionario de Derecho Usual,
página 114, Tomo III. Buenos Aires 1954.
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Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

reyes Isabel de Castilla, Fernando de Aragón y de su hija la reina Juana, concediéndoles


el ejercicio de ese derecho a los sucesivos reyes de Castilla y de León12.
Textualmente la bula manifiesta que "a los dichos reyes Fernando y Juana y a
los que en adelante lo fueren de Castilla y León... el derecho de patronato y de
presentar personas idóneas para las dichas Iglesias..."13.
El Rey Felipe II, mediante la Real Cédula del 1 de junio de 1574 estableció que
los soberanos españoles ejercían el derecho del patronato eclesiástico por haber
descubierto y adquirido el nuevo mundo, edificado y dotado en él iglesias y monasterios
a su costa como por habérsele concedido ese privilegio por bula de los Sumos
Pontífices14.
Posteriormente el monarca Borbón Fernando VI de España y el Papa Benedicto
XIV celebraron un Concordato 11 de enero de 1753, por el cual se le reconoció al "rey
Católico de las Españas, que por tiempo fuese un patronato muy amplio en el reino y en
las Indias"15.
El fundamento principal del otorgamiento de tales prerrogativas a la corona
española radicaba en dos motivos: la indubitada fe profesada por la monarquía y la
practicidad de que las autoridades españolas solucionaran más eficazmente muchos de
los asuntos administrativos religiosos en su jurisdicción16.
El patronato en la interpretación y en la práctica fue ampliado considerablemente,
uniendo, los soberanos, el poder temporal con el poder eclesiástico y convirtieron las
facultades del patronato en una atribución propia del rey, sin vallas legales que detengan
su autoridad ni dependencia alguna con la Santa Sede17.

12
Por esa Bula, el Papado -además de establecer el derecho de Patronato- nombraba a los monarcas
españoles "legados de la Santa Sede, delegados y vicarios apostólicos", lo que implicaba que la Corona
podría ejercer el Poder Espiritual en América de la misma forma que el poder temporal (ESQUIVEL, H.
D., Régimen Eclesiástico Argentino. Buenos Aires 1928, pagina 75).
13
Párrafo de la Bula copiado textualmente de VÉLEZ SARSFIELD, D., Derecho Público Eclesiástico.
Relaciones del Estado con la Iglesia en la antigua América española. Buenos Aires 1919, página 70 y
siguientes.
14
Recopilación de Leyes del Reino de Indias, Tomo I, Libro I, título VI, Ley I.
15
CAVALARIO, D., Instituciones de Derecho Canónico, París 1852, página 802, nota 14, comenta
brevemente este Concordato.
16
MAYANS Y SISCARS, G., Observaciones legales, históricas y críticas sobre el concordato celebrado
entre SS Benedicto XIV y el rey católico D. Fernando VI en 20 de febrero de 1753, uno de los principales
que rigen hoy las relaciones entre el Estado y la Iglesia, Madrid 1847.
17
ZARINI, J. H., Derecho Constitucional, Buenos Aires 1992, paginas 342 y 343.
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Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Las "Leyes de Indias" se encargaron de regularlo jurídicamente en el Libro I,


Título VI. Posteriormente, fue reordenado en la “Novísima Recopilación” de 1805.
Dentro del régimen jurídico del patronato, resulta interesante la figura del
“vicepatronato”. Este consistía en el derecho que correspondía al Virrey en la metrópoli
y a los Gobernadores Intendentes en las Provincias 18 del ejercicio del derecho de
presentar los dignatarios eclesiásticas menores en las Iglesias de su jurisdicción, y fue
instituido en la Real Ordenanza de Intendentes.

d) El diezmo
El diezmo indiano reconoce su antecedente inmediato en el Concilio de Palencia
de 1129 que lo estipuló como una norma canónica, y en base a tal disposición se tornó
obligatorio en la España medieval.
El diezmo pasó a la América como un derecho-deber vinculado al ejercicio del
derecho de patronato mediante bula del Papa Alejandro VI Eximiae devotionis
Sinceritas del 16 de diciembre de 1501, ratificada por el Papa Julio II en 1510. Mediante
la citada bula el Pontífice donaba a la corona castellana el diezmo con la finalidad de que
los monarcas afrontaran los gastos que debían de hacer para la evangelización de las
Indias desde el momento del descubrimiento, como así los gastos que tuvieren al fundar
iglesias en los territorios descubiertos19.
El diezmo, en nuestro territorio, se presentó como una institución correspondiente
a las dos jurisdicciones: la temporal y la espiritual.
Ello así pues el diezmo de Indias pertenecía en propiedad a la Corona por la
donación del pontífice Alejandro VI a los reyes de Castilla. Tal donación fue calificada
como hecha de modo “pleno absoluto e irrevocable”20, y en consecuencia el diezmo era
considerado un ramo de la Real Hacienda21.

18
VÉLEZ SARSFIELD, D., Derecho Público Eclesiástico. Relaciones del Estado con la Iglesia en la
antigua América española. Buenos Aires 1919, página 35.

19
SÁNCHEZ MALDONADO, M. I., Diezmo y crédito eclesiástico, Michoacán, México, 1994, página 21.

20
Postura asumida por los juristas regalistas durante el período borbónico. Principalmente fue la tesis de
LEBRÓN Y CUERVO, J. en su trabajo Práctica y Ejercicio de la Real Jurisdicción en materias
decimales. Citado por PURROY TURILLAS C., Los diezmos en Indias en el Siglo XVIII, en: Revista
Chilena de Historia del Derecho nº 12, 1986, página 155.

21
Durante algún tiempo, previo al período regalista, los juristas españoles consideraban que el diezmo
había sido “redonado” por la Corona de Castilla a las Iglesias de Indias para que pudieran contar con un
ingreso permanente, pero reservándose, dentro de la distribución del diezmo, dos novenas partes en señal
del ejercicio del patronato. SÁNCHEZ MALDONADO, M. I., Diezmo y crédito eclesiástico, Michoacán,
12
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Por ello la regulación del diezmo, meticulosa por cierto, fue dada por los diversos
monarcas hispanos y reunida en la Recopilación de Leyes de Indias en el Libro I, Título
XVI, luego modificada por el Nuevo Código de Indias de Carlos III de 1790 (cuyo libro I
fue el único que llegó a sancionarse y de exacerbado carácter regalista).
Pero también se vinculaba a la jurisdicción espiritual, ya que el diezmo debía
aplicarse al sostenimiento del culto y obras de caridad en las Iglesias americanas. Por
ende también fue una preocupación del derecho canónico indiano, al punto que
numerosos concilios provinciales se ocuparon de recordar deber jurídico y moral
cristiano de contribuir con el diezmo al sostenimiento de la Iglesia, estableciendo
sanciones canónicas ante su incumplimiento22. Entonces la jurisdicción eclesiástica venía
a sostener y auxiliar a la real.
El diezmo, básicamente, era un impuesto, correspondiente al 10 por ciento
aproximado de los ingresos anuales, cobrado a hacendados y propietarios de inmuebles
rurales y a productores o industriales. El producido del diezmo, conforme la ley XXIII
del Título XVI, del Libro I de la Recopilación se dividía cuatro partes. Dos de esas
partes estaban destinados al Prelado –obispo- y al Cabildo Eclesiástico; las dos partes
restantes se dividían, a su vez, en nueve partes. Dos partes de aquellas nueve eran del
Rey; tres partes para atender los gastos de la fábrica de la Iglesia Catedral y del hospital,
y cuatro partes para pagar salarios de curas, arreglos de iglesias, etc.

II- La Iglesia en nuestro País durante los períodos independentista y organizativo

a) Etapa Patria
El proceso independentista marcó una ruptura entre gobierno e Iglesia, aunque
esa ruptura fue solamente formal, pues la religiosidad católica, tanto de los miembros del
gobierno como de la ciudadanía, permaneció intacta.
Al iniciarse las luchas por la independencia, dentro de la iglesia rioplatense se
produjo una división -al igual que en la sociedad-: por un lado aquellos partidarios de la

México, 1994, página 21.


22

Tal el caso del Sínodo de Santiago de Chile de 1688 –con jurisdicción sobre las actuales provincias
argentinas de la región de cuyo- que abordó el diezmo justificándolo principalmente con fundamento en
las Sagradas Escrituras y la doctrina de los Padres de la Iglesia (Ver: GARCÍA GARCÍA A. y
SANTIAGO-OTERO, H., Sínodos de Santiago de Chile de 1688 y 1763, Madrid, Salamanca, 1983).
También lo hizo el Concilio Provincial Limense de 1772 y el Concilio Provincial de La Plata de 1774-
1778.
13
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

libertad política y del otro bando los realistas. El primer grupo, mayoritario, estaba
constituido por la clerecía criolla local, y cuanto a los segundos por la jerarquía
episcopal, designada a instancia de los monarcas peninsulares en virtud del derecho de
patronato23.
Desde el comienzo de la lucha revolucionaria el poder político procuró hacer un
lado a la alta clerecía y lo logró con bastante éxito. Entre 1812-1814 los obispos de las
tres diócesis de las Provincias Unidas -de Salta del Tucumán, Nicolás Videla del Pino;
de Córdoba del Tucumán, Rodrigo de Orellana; y de Buenos Aires, Ángel Benito Lue y
Riega, que falleció- sufrieron persecución y destierro por parte de las autoridades
patriotas recién constituidas en el Río de la Plata, lo que inició un largo período de
incomunicación del Río de la Plata con Roma, interrumpido brevemente al crearse el
Vicariato de Cuyo y la provisión de algunos obispos in partibus infidelium para atender,
como auxiliares, las diócesis argentinas durante el gobierno de Rosas.
Mientras tanto la baja clerecía, en su mayoría criolla, fue impulsora de la
revolución proyectando principalmente con su participación en las diversas asambleas
legislativas, las ideas escolásticas salamantinas que proponían la libertad y la igualdad
de los americanos y el derecho de auto gobernarse enseñado en las universidades
eclesiásticas de Córdoba y de San Francisco Xavier de Chuquisaca a los abogados
diputados24.
Justamente la formación de los clérigos criollos y de los letrados que llevaron a
cabo, con la política y las armas, la emancipación habían recibido la influencia de la
filosofía neo escolástica. Pues, nuestra revolución tuvo muy poca inspiración jacobina25.
La adhesión a la emancipación del clero revolucionario estuvo basada en la
doctrina filosófica y teológica del padre jesuita Francisco Suárez (1548-1617) en su obra
De legibus quien sostenía que el poder temporal no emana inmediatamente de Dios sino 
del pueblo, aunque Dios sea su fuente primera26.

23
MONTILLA ZAVALIA, F. A., La Iglesia Católica en el ordenamiento constitucional de la República
de Bolivia, El Derecho, Derecho Constitucional, Tomo 2004, página 462.

24
MONTILLA ZAVALÍA, F. A., La invocación a Dios como fuente de toda razón y justicia del
Preámbulo de la Constitución Argentina, El Derecho, Derecho Constitucional, 12 de julio de 2010.

25
FURLONG CARDIFF, G., Los jesuitas y la escisión del Reino de Indias, Buenos Aires 1960,
página 29.

26
ROCA, C. A., La doctrina suareciana en la independencia de América y otros ensayos,
Montevideo 1979.
14
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Esta adhesión se expresó en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 donde


asistieron, además de la ciudadanía principal del vecindario porteño, 26 sacerdotes de
ambos cleros. Solo 6 de ellos votaron, con distintas razones, por la continuidad del
virrey. El resto lo hizo por el cese de Cisneros27.
En la petición popular presentada al cabildo en la mañana del 25 de mayo
firmada por 17 sacerdotes, se pidió la conformación de una nueva Junta presidida ahora
por Saavedra, donde se incluía como vocal al Dr. Manuel Alberti, cura de la Parroquia
de San Nicolás.
Años más tarde, ya instalado el Congreso en Tucumán, su más trascendental
resolución, dictada el 9 de Julio de 1816, fue la solemne declaración de la Independencia
que fue firmada por 19 representantes de las Provincias Unidas y de los cuales firmantes
12 eran sacerdotes o religiosos Por la Provincia de Tucumán firmaron dos sacerdotes,
José Ignacio Thames y Pedro Miguel Aráoz.
El aporte eclesiástico en las luchas revolucionarias, entonces, fue crucial para el
éxito.

b) El Patronato y otras normas sobre la religión


Desde temprano las autoridades revolucionarias procuraron establecer con
claridad hasta que punto eran continuadores de los derechos que, en materia eclesíastica,
le correspondían al Rey de España. Al poco tiempo se llegó a la conclusión que el
Patronato se ejercía en virtud de la soberanía y no de la persona del Rey, y que por lo
tanto era en las autoridades patriotas quienes, por ser soberanas, radicaba el derecho de
presentar las dignidades episcopales. De ese modo era la “Nación” quién heredaba y
continuaba en calidad de sucesor de los derechos que residían en el "soberano" español
según habían dictaminado los canónicos Gregorio Funes y Juan Luis Aguirre y Tejada el
15 de septiembre de 1810 aunque recomendaban no tomar determinaciones al respecto
por el momento28.

27
ZURETTI, J. C., Nueva Historia Eclesiástica Argentina. Del concilio de Trento al Vaticano II, Buenos
Aires 1972, página 165 y siguientes.
28
RAMELLA interpretando unos documentos remitidos a la Primera Junta por Funes, Aguirre y Tejada el
15 de septiembre de 1810, publicados en el libro de VELEZ SARSFIED Relaciones del Estado con la
Iglesia, página 297 y ss., llega a la conclusión de que "el patronato real es un preeminencia inherente a la
soberanía y no a la real persona" Derecho Constitucional, Buenos Aires 1986, página 186. Por lo tanto el
gobierno patrio asumió como suyas las facultades que residían en el monarca debido al traspaso de la
"soberanía".
15
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

De facto las Provincias Unidas iniciaron una incomunicación formal con la Santa
Sede durante gran parte de su etapa organizativa en virtud de que la ruptura con España
implicaba un escollo político para Roma que no quería reconocer la independencia
americana para no lesionar los derechos soberanos que de Fernando VII reclamaba sobre
América29.
El "patronato" al ya no existir rey, quedó en manos del Poder Ejecutivo
(Asamblea de 1813, estatuto del 27 de febrero). Además, el 4 de junio de 1813, se dictó
una ley, claramente revolucionaria, que declaraba que el "Estado de las Provincias
Unidas del Río de la Plata es independiente de toda autoridad eclesiástica ... bien sea
de nombramiento o presentación real"30. Asimismo otra ley dictada por la Asamblea
General Constituyente de 1813 dispuso la prohibición al Nuncio Apostólico, residente en
España, de "ejercer acto alguno de jurisdicción en el Estado de las Provincias Unidas
del Río de la Plata" (art. 1°)31.
Dentro de esa tendencia el Estatuto Provisional de 1815 normó en sus artículos 1º
y 2º del capítulo II de su sección primera, que "la religión Católica Apostólica Romana
es la religión del Estado. Todo hombre deberá respetar el culto católico y la religión
santa del Estado. La infracción de este artículo será mirada como una violación a las
leyes fundamentales del país".
La desorganización y el surgimiento del federalismo dio pié a que el gobernador de
Córdoba, José Javier Díaz, por nota dirigida al Congreso de Tucumán fechada el 20 de
agosto de 1816 planteara que disuelta la Asamblea Constituyente resultaba obvio que los
pueblos de las provincias “…reasumiesen todos los derechos inherentes a su felicidad; y
si esa reunión de altas facultades producía el patronato general de las Iglesias, nadie
podrá disputar a Córdoba el respectivo a la suya”32.
La postura cordobesa, sin embargo, se rectificó cuando el Congreso de Tucumán
en sesión del 29 de mayo de 1817 dispuso “se facultase por ahora al Director Supremo

29
MONTERO Y GUTIÉRREZ, E., Manual de Derecho Canónico, tomo I, Buenos Aires 1950, página
191.
30
Ver en Asambleas Constituyentes Argentinas. Buenos Aires 1939, tomo I, páginas 16,17 y 47.
31
La Ley está transcripta en la obra La Política Exterior de la República Argentina, (Estudios Editados
por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires- Centro de Estudios de
Derecho Internacional Público), Buenos Aires 1931, página 242.

32
Cita de MIRANDA L., Fragmentación política y fragmentación eclesiástica. La Revolución de
Independencia y las Iglesias Rioplatenses, en Revista de Indias, 2004, volumen LXIV, número 231,
página 389.
16
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

para proveer las piezas eclesiásticas vacantes en las Catedrales del Estado”33. Años
más tarde, el 21 de septiembre de 1819, el mismo Congreso también dispuso que la
diócesis de Buenos Aires debía de erigirse como si fuera metropolitana –sin serla
canónicamente- y resolver los conflictos que existieren entre las tres diócesis
rioplatenses.
Por su parte la Constitución de 1819, en su artículo 1º, sección I, declaraba que
"La religión Católica, Apostólica Romana es la religión del Estado. El gobierno le debe
la más eficaz y poderosa protección: y los habitantes del territorio todo respeto,
cualesquiera que sean sus opiniones privadas", y agregaba en su artículo 2º que "la
infracción del artículo anterior será mirada como una violación de las leyes
fundamentales del país". El primer artículo fue mantenido en la Constitución unitaria de
1826 (artículo 3º, sección I).
A su vez, respecto al patronato, el Reglamento de 1817 (Capítulo I, sección 3º
art.22) y las constituciones de 1819 (art. 87) y la unitaria de 1826 (art. 95), acordaban al
Poder Ejecutivo el derecho de presentación.
La libertad de cultos fue reconocida en nuestro país el 13 de julio de 1825 en la
Carta de Mayo, dictada en la Provincia de San Juan. Su artículo 17 estatuía que "ningún
ciudadano o extranjero, asociación del país o extranjera, podrá ser turbado en el
ejercicio público de su religión, cualquiera que profesare, con tal de que los que la
ejecuten paguen y costeen a sus propias expensas su culto".
Siendo Rivadavia funcionario del gobierno de Buenos Aires -y luego nacional-
inspiró una serie de medidas tendientes a limitar el accionar de la Iglesia, hasta tal punto
que confiscó los numerosos bienes de las órdenes religiosas, las que además fueron
suprimidas por una ley dictada el 21 de diciembre de 182234.
Fue Juan Manuel de Rosas el gobernante nacional que afirmó -incluso con mayor
vigor que los reyes Borbones- la existencia del derecho de patronato, en cabeza del
poder ejecutivo nacional -como no existía éste, estaría en manos del encargado de las
Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina-. Entre las medidas que adoptó -

33

FRÍAS, U. S., Trabajos legislativos de las primeras Asambleas Arjentinas desde la junta de 1811 hasta
la disolución del Congreso en 1827, tomo I, Buenos Aires 1882, página 230.

34
RAMELLA, Derecho Constitucional, Buenos Aires 1986, página 189. La Ley está transcripta en la obra
La Política Exterior de la República Argentina, (Estudios Editados por la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires- Centro de Estudios de Derecho Internacional Público),
Buenos Aires 1931, página 243 a 247.
17
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

según Zarini35- para acentuar el regalismo, se encuentran el restablecimiento de las


instituciones de "la presentación de los obispos para las Iglesias Catedrales", el
"exequátur"36 y el "juramento episcopal"37.

c) El diezmo
Al igual que aconteció con el Patronato, al poco tiempo de acontecida la
revolución de mayo de 1810 se suscitó la inquietud, práctica, si persistía el derecho de
cobrar el diezmo, pues éste, como el derecho vinculado al patronato, pertenecía a la
Corona. En atención a aquella inquietud se expidieron dos dictámenes al respecto,
ambos signados por Gregorio Funes y Juan Luis Aguirre. En líneas generales
aconsejaban al nuevo gobierno abstenerse de tomar cualquier tipo de medidas
eclesiástica en materia de patronato 38 aunque sugerían que tales derechos
corresponderían a la Nación –como ya lo vimos-.
En 1812, sin embargo, comenzaron a dictarse las primeras medidas que implicaban
el ejercicio del patronato en virtud de considerar que el gobierno patrio ejercía facultades
soberanas sobre las Iglesias del territorio rioplatense.
Pues en esa tónica la Asamblea Constituyente de 1813 reguló algunas cuestiones
vinculadas al Patronato y al diezmo como se expuso.
El reglamento del diezmo claramente introducía una reforma a la regulación
indiana en cuanto a la distribución del diezmo y permitía un mayor beneficio a favor de

35
ZARINI, J. H., Derecho Constitucional, Buenos Aires 1992, página 345.
36
Por medio del exequátur (o "pase") la autoridad civil podía censurar las comunicaciones que la Santa
Sede cursaba a las autoridades religiosas en el país. El decreto del General Juan Manuel de Rosas que
ordenó el exequatur está fechado el 27 de febrero de 1837y puede ser consultado in extenso en: La
Política Exterior de la República Argentina, (Estudios Editados por la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires- Centro de Estudios de Derecho Internacional Público),
Buenos Aires 1931, páginas 250/252.
37
En la obra La Política Exterior de la República Argentina, (Estudios Editados por la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires- Centro de Estudios de Derecho
Internacional Público), Buenos Aires 1931, páginas 248/249, se transcribe el acta del juramento que tuvo
que prestar el Obispo, Dr. Mariano Medrano, ante el Ministro de Relaciones Exteriores de Rosas, general
Tomás Guido, el 24 de marzo de 1834, en el que se le inquirió al Dr. Medrano si juraba "¿a Dios y a estos
Santos Evangelios ser fiel a la Nación reconociendo su soberanía y alto patronato; que lo guardareis en
todo y por todo llanamente y sin impedimento alguno, que no recibiréis ni aceptaréis dignidad alguna que
no confiera el Gobierno de la Nación, o sin su expreso consentimiento; que os abstendréis en vuestras
comunicaciones con la Santa Sede de cuanto por las leyes está prohibido: que cumpliréis con las
obligaciones que ellas os imponen, con respecto a los despachos, bulas y comisiones que recibiréis de la
Corte Romana y de que nada jurareis que se oponga a este juramento de fidelidad que prestáis a la
Nación?".

38
PEÑA, D., Historia de las leyes de la Nación Argentina, Buenos Aires 1916, página 280 y sgtes.
18
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

las rentas públicas al disponer que la parte correspondientes al prelado pasase al fisco39,
pues, de iure la sede episcopal bonaerense estaba vacante por la muerte de Lue y Riega,
y la sede salteña estaba impedida por que el general Manuel Belgrano, luego de la
Batalla de Salta, había separado al obispo Videla del Pino por ser de tendencia realista 40,
como aludimos más arriba.
El concepto de soberanía popular dio lugar, paulatinamente luego de 1815 y
estrepitosamente después de 1820, a que las autoridades de las Provincias comenzaran a
considerarse soberanas y tanto el patronato como el diezmo derechos que les
correspondían.
El diezmo, durante este período, se transformó en una herramienta de financiación
de los ejércitos involucrados en las guerras revolucionarias y en las luchas civiles,
perdiendo la finalidad con el que había sido creado, esto es el sostenimiento de la iglesia.
Pero la mayor modificación, respecto del diezmo, la produjo la ley dictada por la
Sala de Representante porteña el 21 de diciembre de 1822 -de reforma del clero-, pues
“usando de la soberanía ordinaria y extraordinaria” la Provincia de Buenos Aires
dispuso que “Desde el 1 de enero de 1823 quedan abolidos los diezmos; y las
atenciones, a que ellos eran destinados, serán cubiertos por los fondos del Estado”41.
Esta norma vino a sentar un precedente importantísimo sobre la materia, ya que, a
pesar de las idas y vueltas legislativas sobre tal materia en las diversas Provincias, a la
larga el diezmo se abolió y el sostenimiento del culto fue afrontado por los distintos
erarios públicos, en la medida que no tuvieren otros gastos más importantes y urgentes.
Durante este período, por ejemplo, la Provincia de Tucumán dispuso, mediante ley
sancionada por la Sala de Representantes el 21 de febrero de 1824, que “todo el
producto de los diezmos del presente año, y de los siguientes hasta nueva resolución
entrase en cajas para subvenir las necesidades de la guerra…” 42.

39

RAVIGNANI, E., Asambleas Constituyentes Argentinas 1813-1898, Tomo I (1813-1833), Buenos Aires
1937, páginas 65 y 66.
40

El obispo de la diócesis porteña, Lue y Riega, había fallecido el 22/03/1812. En cuanto al obispo de Salta,
para ampliar ver: ACHAVAL, J. N., Manuel Belgrano y el obispo Videla del Pino, en: Revista Todo es
Historia, n° 152, Buenos Aires, enero 1980, página 27. 

41
Registro Oficial (De la Provincia de Buenos Aires), Libro nº 2, nº 26 de fecha 31 de diciembre de 1822,
página 334.

42
Actas de la Sala de Representantes (desde 1853 hasta 1852), Volumen I 1823-1830, Tucumán 1917,
página 52.
19
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Esta situación, de desviación de la finalidad diezmal, caló hondo en la iglesias de


las Provincias argentina de entonces, pues a la falta de dignidades episcopales en las
diócesis del Río de la Plata –Córdoba, Buenos Aires y Salta- y el ejercicio regalista del
patronato por parte de los gobernadores se sumó la indigencia en que quedó sumido gran
parte del clero secular por la carencia de fondos para sustentarse.

III-  La regulación eclesiástica durante el período Constituyente

a) La cuestión eclesiástica en las Bases de Alberdi


Alberdi, partiendo del hecho de que el culto católico era el mayoritario en
Argentina y que además se encontraba fuertemente arraigado en la sociedad, a más de
ello que existía una situación política compleja de incomunicación, casi total, con la
Santa Sede, lo que también constituía un obstáculo para el normal ejercicio del culto
católico en el País.
Este complejo panorama avizorado por Alberdi, fue tenido en cuenta por el
Tucumán pues al escribir en las Bases aludía a la necesidad de fortificar la Iglesia
mediante un robusto ejercicio del derecho de patronato unificado en las autoridades
federales43 y solventar el culto por el Tesoro Nacional mediante la inclusión de una
partida en el presupuesto44 y finalmente consagrar la libertad religiosa.
En las Bases Alberdi estima que “La religión debe ser hoy, como en el siglo XVI,
el primer objeto de nuestras leyes fundamentales. Ella es a la complexión de los
pueblos lo que es la pureza de la sangre a la salud de los individuos. En este escrito de
política, sólo será mirada como resorte de orden social, como medio de organización
política; pues, como ha dicho Montesquieu, es admirable que la religión cristiana, que
proporciona la dicha del otro mundo, haga también la de éste” y proponía que la
política moderna de nuestro país “debe mantener y proteger la religión de nuestros

43
ALBERDI, J. B., Organización de la Confederación Argentina, Tomo I, Besanzón 1858. En el artículo
85 de su proyecto de constitución propone como facultades del Presidente de la República las siguientes:
“9ª Presenta para los arzobispados obispados dignidades y prebendas de las iglesias catedrales á
propuesta en terna del Senado; 10ª Ejerce los derechos del patronato nacional respecto de las iglesias
beneficios y personas eclesiásticas del Estado; 11ª Concede el pase ó retiene los decretos de los concilios
las breves y rescriptos del Pontífice de Roma con acuerdo Senado requiriéndose una ley cuando
contienen disposiciones generales y permanentes”; página 188.

44
En el artículo 3º del proyecto ALBERDI estipula: “La Confederación adopta y sostiene el culto
católico, y garantiza la libertad de los demás”, Organización de la Confederación Argentina, Tomo I,
Besanzón 1858, página 173.
20
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

padres, como la primera necesidad de nuestro orden social y político; pero debe
protegerla por la libertad, por la tolerancia y por todos los medios que son peculiares y
propios del régimen democrático y liberal, y no como el antiguo derecho indiano por
exclusiones y prohibiciones de otros cultos cristianos… “ y que “Será necesario, pues,
consagrar el catolicismo como religión de Estado, pero sin excluir el ejercicio público
de los otros cultos cristianos. La libertad religiosa es tan necesaria al país como la
misma religión católica. Lejos de ser inconciliables, se necesitan y completan
mutuamente. La libertad religiosa es el medio de poblar estos países. La religión
católica es el medio de educar esas poblaciones. Por fortuna, en este punto, la
República Argentina no tendrá sino que ratificar y extender a todo su territorio lo que
ya tiene en Buenos Aires hace 25 años. Todos los obispos recibidos en la República de
veinte años a esta parte han jurado obediencia a esas leyes de libertad de cultos. Ya
sería tarde para que Roma hiciese objeciones sobre ese punto a la moderna
constitución de la nación”.

b) La Constitución Argentina de 1853 y la cuestión eclesiástica


Los Convencionales constituyentes, en este punto, fueron influenciados, sin dudas,
por Alberdi.
Ya en el seno de la comisión de Negocios Constitucionales, al informar el
proyecto, se sostuvo que “el artículo 2º… acuerda la protección única posible al
hombre sobre la religión que hemos heredado. Por ese artículo es obligación del
gobierno federal mantener y sostener al culto Católico Apostólico Romano a expensas
del tesoro nacional… es necesario que la solemnidad y decoro de nuestro rito, que la
dotación del Clero, sean deberes ciertos y obligatorios para el tesoro federal”45.
En la sesión del 21 de abril de 1853, al tratarse la norma del proyecto que disponía que
la religión católica era la religión del Estado –siguiendo los precedentes patrios- el diputado
tucumano fray Manuel Pérez observó que no podía plantearse una religión del estado federal,
por lo que el diputado santiagueño, presbítero Benjamín J. Lavaysse, propuso “...que la
Constitución no podía intervenir en las conciencias, sino reglar sólo el culto exterior. Que el
gobierno federal estaba obligado a sostenerlo, y esto era lo bastante. Que la religión como
creencia no necesitaba de más protección que la de Dios...”46.

45
Proyecto de Constitución para la Confederación argentina, por la Comisión de negocios
constitucionales del Congreso general constituyente, Santa Fe, Imprenta del Estado, 1853 (Museo Mitre,
Buenos Aires, Arm 44, est. 2, n.° de orden 25).
46
21
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

No queda claro, ni podemos descartar, pues el acta respectiva no ha consignado la


totalidad de las intervenciones de los convencionales, que el asumir el sostenimiento del
culto se debía, necesariamente, a la expoliación de bienes que sufrió la Iglesia
bonaerense con el dictado de la ley de 1822 47. Tampoco eso se infiere del proyecto de
Alberdi ni de sus Bases, pero si podemos presumir que, como sostenía Alberdi, los
diputados constituyentes veían en la Iglesia Católica no solo la vinculación tradicional
de Ella con nuestra tierra, sino que, por sobre todo una institución necesaria para el
progreso moral de la Argentina por lo que correspondía sostenerla.
Finalmente se sancionó la cláusula disponiendo que “ el Gobierno Federal sostiene el
culto católico apostólico romano” que al ser numerado quedó como artículo 2º, y en
cuanto al Patronato lo puso en cabeza de los poderes federales permitiendo que se
arregle tal cuestión mediante la celebración de un concordato con la Silla Apostólica.
Luego de arduas discusiones entre Seguí, Zenteno, Lavaisse y otros diputados
constituyentes se sancionaron los artículos 2º, 14º y 26º. El primero dispuso que "el
gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano" y el segundo y tercero
estatuyeron el libre ejercicio del culto48, solo restringible en el fuero externo "conforme
a las leyes que reglamenten su ejercicio". El diputado Gorostiaga, argumentó que la
sanción del artículo 2° no significa que la religión católica sea religión del Estado 49, por
lo tanto el catolicismo no es el credo "oficial" de Argentina, hecho que interpretó la
Suprema Corte de Justicia de la Nación 50 y fue aceptada por la doctrina de un modo
pacífico.
Además, concordantemente con la doctrina establecida en el artículo 2º, y como
un claro gesto de reconocimiento hacia la Iglesia Católica, los constituyentes
sancionaron en el artículo 67 inciso 15, la atribución-obligación del Congreso Federal
"de convertir los indios al cristianismo"; en el inciso 19 se instituyó el derecho de
"aprobar o desechar" los tratados y concordatos concluidos con las demás potencias
Congreso General Constituyente de la Confederación Argentina, Buenos Aires, imprenta El Orden 1871,
página 130.

47
Tesis sostenida, principalmente, por UDAONDO E., Antecedentes del presupuesto de culto en la
República Argentina, Buenos Aires 1949.

48
La “libertad de cultos” resulta ser un “derecho natural”, reconocido en nuestra Constitución
49

Ver: Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo 4, página 489.


50
Colección de Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Tomo 312, página 122 y ss. (caso:
"Villacampa, Ignacio C/ Almos de Villacampa, María Angélica").
22
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

extranjeras y con la "Silla Apostólica", el mismo inciso prescribió que también le


correspondería "arreglar"51 el ejercicio del derecho de patronato. Por último dictaron el
inciso 20º, por el cual se estableció que era atribución del Congreso la admisión, en la
República, de nuevas órdenes religiosas a más de las existentes.
Como una forma de "garantizar" al pueblo de la nación argentina que serían
gobernados por personas cuyas morales coincidirían con la religión que el Estado
"privilegiaba", los legisladores del ´53 normaron el artículo 76, la obligación que
imponía que "el presidente y vicepresidente de la república pertenezcan a la comunión
católica apostólica romana".
Complementariamente a la atribución del Congreso del artículo 67, inc. 19, se
legisló el artículo 86, inciso 8º, que decía que dentro de las atribuciones del Poder
Ejecutivo, el presidente "ejerce los derechos del patronato nacional en la presentación
de obispos para las Iglesias catedrales, a propuesta en terna del Senado"; en el inciso 9º
del mismo artículo, estipuló que "el presidente de la república concede el pase o retiene
los decretos de los concilios, y los breves, rescriptos y bulas del Sumo Pontífice con
acuerdo de la Corte Suprema, requiriéndose una ley cuando contienen disposiciones
generales y permanentes".
Los legisladores de 1853, sin dudas, tuvieron la intención de consagrar
positivamente su predilección hacia el cristianismo. Además, para dar uniformidad a las
regulaciones legales del Estado con la Iglesia, monopolizaron las competencias en los
órganos federales (Estado Federal -art. 2º-, Congreso Nacional -art. 67 incisos 15º y 19º-
y Poder Ejecutivo Nacional -art. 86, incisos 8º y 9º-)52.

c) La praxis constitucional durante el gobierno de Urquiza


La Constitución fue promulgada por Justo José de Urquiza el 25 de mayo de 1853
y jurada en la Confederación el 9 de julio de aquel año, salvo en la provincia de Buenos
Aires.
El contenido del artículo 2º, y las demás cláusulas religiosas que involucraban a la
Iglesia sancionadas en 1853, fueron interpretándose del modo propuesto por Alberdi,
esto es: procurando la unificación de la Iglesia de la mano del ejercicio del Patronato por

51
La palabra "arreglar" es entendida por la doctrina constitucionalista como una acción bilateral entre dos
entes, en éste caso entre el Estado Nacional y la Santa Sede.
52
Colección de Fallos de la Corte Suprema de justicia de la Nación, Tomo 10, página 380.
23
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

parte de las autoridades federales pero también teniendo en cuenta el avance moral que
Ella generaba en la sociedad, pero siempre respetando la libertad de culto en Argentina.
En este punto debemos tener presente que incluso Faustino Domingo Sarmiento,
ya distanciado de Urquiza y de Alberdi, coincidía plenamente en que el artículo 2º de la
Constitución Nacional debía de interpretarse en el sentido antecedente53.
Esta óptica y la preocupación por la cuestión eclesiástica podrá avizorarse con
gran intensidad durante todo el gobierno constitucional del general Justo José de Urquiza
y el breve mandato del Dr. Santiago Derqui. La Constitución Nacional, sancionada a
instancias del General entrerriano fue el marco político y jurídico idóneo para encauzar
la compleja relación con la Santa Sede y reorganizar la Iglesia argentina que casi había
perdido el contacto con Roma.
Ya en 1854 el Presidente Urquiza, al inaugurar las primeras sesiones del congreso
de Paraná, propuso, como Patrono, “restablecer el buen orden en el gobierno de las
iglesias de la Confederación y propender al aumento e instrucción de su clero,
reparación de sus templos, decencia y esplendor en el servicio del culto”54.
En base a lo manifestado la interpretación del artículo 2º de la Constitución no solo
se hizo conforme la propuesta de Alberdi, en el sentido de sostener a la Iglesia con un
presupuesto de culto tal como había hecho Buenos Aires con la ley de 1822, sino que,
además, yendo mucho más allá al instar, incluso, la normalización eclesiástica y el
establecimiento de nuevas órdenes religiosas en Argentina.
Pero en lo que se refiere al concepto de sostener el culto por la partida
presupuestaria jugó un papel muy importante la función ministerial de Mariano
Fragueiro –amigo de Alberdi, experto en finanzas y devenido en Ministro de Hacienda
de la Confederación Argentina- y de Facundo de Zuviría –Ministro de Relaciones
Exteriores de la Confederación Argentina-.
Fragueiro postulaba, tiempo antes de la sanción de la Constitución, la abolición del
diezmo por su insignificancia dentro de la renta de estado55. A su turno, Zuviría
detectaba ciertas patologías financieras institucionales en las Provincias, pues, por

SARMIENTO, D. F., Comentarios de la Constitución de la Confederación Argentina, Imprenta de Julio


53

Belín, Santiago de Chile, septiembre de1853, página 71 y siguientes.

54
Mensaje del Presidente de la Confederación Argentina al abrir las sesiones del primer congreso
legislativo federal, en: MABRAGAÑA, H., Los mensajes. Historia del desenvolvimiento de la Nación
Argentina redactada por sus gobernantes 1810 -1910, Buenos Aires, 1910, tomo III. páginas 9 a 62.

55
FRAGUEIRO, M., Organización del crédito, Imprenta Julio Belín, Santiago de Chile 1850, página 247.
24
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

ejemplo, recaudaban el diezmo y lo aplicaban a cualquier finalidad con total discreción,


por lo que era necesario dejarlo sin efecto para evitar aquel desvío56.
Se advierte entonces que desde los albores de la organización constitucional la
práctica institucional fue interpretar que el sostenimiento del culto debía de efectuarse de
dos modos: aboliendo definitivamente el diezmo y disponiendo que la Nación establezca
una partida presupuestaria destinada a la Iglesia Católica, y procurando una relación
política pro eclesiástica.
Durante la presidencia de Urquiza, se normalizó la situación con la Sede
Apostólica, y comenzó a regularizarse, ejerciendo el derecho de Patronato, la provisión
de obispos en las diócesis de Salta, Córdoba, Cuyo y se procuró y se obtuvo la creación
de la diócesis de Paraná; todas esas medidas tendientes a concretar el fin político de la
unificación nacional57.

56
ZUVIRIA, F., Memoria del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Paraná, 30 de junio de
1855, reproducida en El Nacional Argentino, del 12 de julio de ese año.
57
Como en los casos de los demás gobiernos europeos, las relaciones del gobierno de la Confederación
con la Santa Sede no fueron por cierto una excepción a la regla general de desesperada búsqueda por el
reconocimiento externo. Así, ya en marzo de 1854 Urquiza obtuvo del delegado apostólico en Río de
Janeiro, monseñor Viera Borges, un Pro-Vicario Apostólico para el gobierno de Paraná, en la persona del
delegado eclesiástico José Leonardo Acevedo. Asimismo, Urquiza logró del Congreso el 25 de septiembre
de 1855 una Ley para que se iniciaran los trámites de la creación de la diócesis del Litoral, que
comprendería las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. Para reforzar su petición, Urquiza
nombró a Salvador Giménez, cónsul pontificio en Montevideo, como agente confidencial del gobierno de
la Confederación Argentina cerca de su Santidad Pío IX. El decreto de su nombramiento expresaba que el
gobierno estaba "decidido a promover por todos los medios ordinarios el arreglo definitivo de la Iglesia
Católica Argentina; a remediar por las vías constitucionales las necesidades que en todo orden la aquejan y
a estrechar los vínculos de filial amor y respeto que la unen con el Padre Común (...)". Tiempo después, el
18 de abril de 1857, Urquiza nombraba como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante la
Santa Sede a Juan Bautista Alberdi, que sumaba esta misión a las otras que tenía asignadas ante los
gobiernos de Francia e Inglaterra. Alberdi logró la erección de obispados y provisión de vacantes,
presentando a la Santa Sede un memorial en el que describía la situación precaria de la Iglesia Argentina
(SANGUINETTI, M. J., La representación diplomática del Vaticano en los países del Plata, Buenos
Aires, 1954, p. 55).
Si bien Urquiza no logró que todos sus objetivos se materializaran, consiguió que el Vaticano
ordenara en 1857 al delegado apostólico Marino Marini trasladarse a la ciudad de Paraná. Una vez
arribado a su destino, éste comunicó su nombramiento como delegado apostólico al vicario capitular de
Buenos Aires, Mariano José de Escalada, el 23 de febrero de 1858, aclarándole que su jurisdicción
abarcaba la diócesis de Escalada y el Estado de Buenos Aires. Monseñor Marini hizo entrega a Urquiza de
una carta autógrafa del papa Pío IX, fechada el 10 de septiembre de 1857, en que éste presentaba a su
delegado (SANGUINETTI, M. J La representación diplomática del Vaticano en los países del Plata,
Buenos Aires, 1954, páginas 61-62. Los textos de la nota dirigida por monseñor Marini al obispo Escalada
y de la carta del papa Pío IX a Urquiza figuran en ibid., pp. 61-63, notas 1 y 4).
Al poco tiempo, de las conversaciones de monseñor Marini con el gobierno surgió el plan de
creación de la diócesis del Litoral. El 4 de agosto de 1858 monseñor Marini resolvió separar de la diócesis
de Buenos Aires a las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, conformando con ellas el Vicariato
Apostólico P0aranaense. La resolución fue comunicada a monseñor Escalada, quien se pronunció de
acuerdo. El 17 de agosto Urquiza presentó al Papa al presbítero Luis Gabriel Segura y Cubas como
candidato para ocupar la diócesis cuando se resolviera su erección canónica.
Además el gobierno de Urquiza intentó conseguir de la Santa Sede la celebración de un
concordato, para lo cual envió a Roma, en reemplazo de Salvador Giménez, a Juan del Campillo, como
enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en misión especial ante el Santo Padre. Del Campillo
25
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Respecto del Patronato Urquiza fue más allá, pues al procurar la realización del
federalismo proclamado en la Constitución propició la instalación de la figura del vice-
patrono. En efecto, aunque con carácter provisorio, Urquiza dictó el decreto del 1° de
Marzo de 1855 por el cual instituía nuevamente el régimen virreinal del vicepatronato.
De ese modo se dispuso que “los gobernadores de las Provincias son vicepatronos de
las iglesias fundadas en el territorio de su mando, y en calidad de tales ejercen, en
delegación del Gobierno Nacional, el Patronato para la presentación y remoción de
curas, beneficiados menores de las Iglesias Catedrales, habilitación de capillas,
erección y división de curatos, y demás relativo relativo al ejercicio de este
derecho...”58.
El culto se sostuvo, a más que con la partida presupuestaria, con diversas leyes
singulares. Tal, por ejemplo, la ley del 18 de agosto de 1856, por la que se fijaron los
sueldos que correspondía cobrar a los obispos y demás clérigos, sacristanes y sochantres.
También la ley nº 186 del 7 de septiembre de 1858 que determinó los sueldos de los
seminaristas, catedráticos y rectores de seminarios, que tuvo vigencia centenaria; y en
1858 por otra parte se le asignaron nuevas partidas a las iglesias catedrales, esta vez
destinadas a la “fábrica” y a la curia. También el presidente Urquiza decidió, por ley,
que debía asignarse una partida a los párrocos de las iglesias matrices de toda la
Confederación.
Y en el proyecto político de Urquiza también se pude advertir que, tras conseguir
el reconocimiento de la Santa Sede, dispuso que se destinaran partidas del presupuesto
estatal para el diplomático vaticano Marino Marini que la Sede Apostólica había enviado
a Paraná a pedido de la Confederación, al punto que la partida de los gastos eventuales
de culto se duplicaron precisamente a la hora de su arribo, en 1858, para garantizarle a
Marini un holgado pasar59.

llegó a su destino en los primeros días de 1859, pero debió dar por terminada su misión en febrero de 1860
sin lograr su objetivo. De acuerdo con Sanguinetti, el fracaso de la misión del Campillo ante las
autoridades de la Santa Sede se debió tanto a problemas del papado, vinculados a la acción de las logias
masónicas en el contexto de la lucha por la unificación italiana, como al criterio de los altos dignatarios de
la Iglesia, renuente a firmar un concordato "con un gobierno que no contaba con el beneplácito general, en
una república dividida y anarquizada"
58
Registro Nacional, Tomo III, página 203.

59
MIRANDA, L., El presupuesto de culto en la Argentina y sus debates. Estado y sociedad ante el
proceso de construcción de la Iglesia (1853-1880), en: Andes  n.18, Salta ene./dic. 2007.
26
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

El artículo 2º de la Constitución Federal y el resto del plexo normativo


constitucional que implicaba a la Iglesia, sirvió a Urquiza para construir la unificación
del Estado Argentino con la Iglesia como aliada política.
Para tal cometido Alberdi fue designado ministro plenipotenciario y enviado a
Roma para gestionar de la Santa Sede el reconocimiento de la representatividad
argentina en las autoridades de la Confederación, luego se comisionó para gestionar un
concordado a Salvador Giménez, y más tarde a Juan del Campillo, acuerdo que no se
obtuvo por problemas internos en Roma y por oposición a firmar un concordato mientras
subsistía la división política entre la Confederación y Buenos Aires. Al mismo tiempo la
creación de la diócesis de Paraná implicó la detracción de la jurisdicción eclesiástica de
la Mesopotamia argentina respecto del Obispado de Buenos Aires. Estas dos medidas le
permitieron ganar, políticamente, una gran batalla a Buenos Aires. Para Urquiza,
resultaba imprescindible que la Confederación gobernara por sí sola sus iglesias, sin
depender de Buenos Aires60.
El presidente Derqui continuará con aquella política61, pero luego quedará trunca
cuando Bartolomé Mitre diera el primer golpe de Estado luego de la batalla de Pavón.

d) La interpretación de las normas constitucionales sobre la Iglesia entre 1860-


1955. Patronato

60
Sobre Urquiza, la Iglesia de Roma y la cuestión política con Buenos Aires. SANGUINETTI, M. J.,  La
representación diplomática del Vaticano en los países del Plata, Buenos Aires, Abecé, 1954, página 55.
61
El nuevo presidente Santiago Derqui, en su primer mensaje al Congreso, dio cuenta de lo ocurrido con
la misión del Campillo: Nuestro Ministro Plenipotenciario cerca de la Santa Sede, encargado de negociar
un concordato que determine con precisión las relaciones entre la Iglesia y el Estado, ha vuelto de su
misión sin haber conseguido llenar todos los objetos encomendados a su reconocida inteligencia. La
situación de Roma, en estos momentos es probable que haya influido poderosamente en el mal éxito de
una negociación tan importante, sin abandonar la esperanza de que el Gobierno argentino llegue más tarde
a entenderse con el de Su Santidad sobre los puntos que han impedido con el más profundo pesar de los
conflictos que afligen actualmente al magnánimo corazón de Pío IX (SANGUINETTI, M. J., La
representación diplomática del Vaticano en los países del Plata, Buenos Aires, 1954, página 68 y sgtes.).
27
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Las normas constitucionales federales que regulaban a la Iglesia no fueron


modificadas en 186062, pero si cambió la praxis constitucional respecto de la
interpretación del artículo 2º de la Carta Magna.
En 1862, ya un unificado el País, y bajo el gobierno constitucional de Bartolomé
Mitre, la política respecto a la cuestión eclesiástica dio un notable cambio, pues por un
lado el Estado se limitó a asignar un limitado estipendio a la Iglesia, y por otro lado
comenzó a ejercerse el patronato con una fuerte impronta regalista inmiscuyéndose el
poder temporal en las cuestiones eclesiales, postura esta que se acentuó durante algunos
períodos históricos.
La participación de las provincias en cuestiones eclesiales fue prontamente
limitada dejándose sin efecto el derecho de vice-patronato, ya que a poco de establecida
la Corte Suprema de Justicia de la Nación se consagró la exclusiva facultad de los
poderes federales en temas vinculados al patronato y la Iglesia63, aunque se dejó abierta
la posibilidad de que las Provincias cooperen con el sostenimiento del culto pero se les
negó injerencia en cuestiones vinculadas al patronato, pase y exequátur.
Sin que se arreglase el ejercicio del Patronato, las autoridades federales
continuaron con la praxis unilateral regalista. Esta práctica luego fue avalada por la
Corte Suprema de la Nación en un fallo donde sostuvo que no habiéndose sancionado
por el Congreso el concordato que regulare el patronato en todo el territorio de la
Nación, cuya ejecución es atribución del presidente de la República, los derechos
inherentes a él están regidos por los incisos 8º y 9º del artículo 86 de la Constitución, y,
además, por las disposiciones pertinentes de las Leyes de Indias y las del Concilio de

62
Reincorporada Buenos Aires a la Confederación, se formó una Convención revisora de la Constitución
Nacional, a fin de que con representantes del Estado reincorporado se efectuaran las enmiendas que se
juzgaren necesarias en el texto de la ley fundamental. En el seno de esa Convención Félix FRIAS ,
propició reformar el artículo 2º de la Constitución Federal en los siguientes términos “La Religión
Católica Apostólica Romana es la religión de la República Argentina, cuyo gobierno costea su culto. El
gobierno le debe la más eficaz protección y la más profunda veneración”. Su propuesta generó arduos
debates, siendo el principal opositor a tal reforma Domingo F. SARMIENTO. El convencional ACOSTA
apoyó la propuesta de FRÍAS indicando que las provincias de la Confederación, incluida la cuna de
Sarmiento, se reconocía a la Religión Católica como religión de Estado y que no veía que pudiera ser de
gravedad una cuestión reconocida por todo el mundo “puesto que todos los habitantes de la
Confederación nacionales y extranjeros son católicos”. Añadió que esto no implicaba violentar ni
perseguir a nadie y que el artículo propuesto “no importa otra cosa que determinar la religión que
profesan todos los pueblos y que está en la conciencia de todos los habitantes del país ”, señalando, por
fin, que “desde que debemos tener una religión, estamos en el deber de sostener la de nuestros padres, a
la cual debemos respetar por los triunfos que ha alcanzado, y sus grandes hechos”. Finalmente la
propuesta de FRÍAS no fue aprobada.
63
Colección de Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Tomo 1, página 380; Tomo 7, página
93; Tomo 8, página 113.
28
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Trento que Felipe II mandó se ejecutara, tanto en la Metropoli como en las Indias,
dejando a salvo los derechos del patronato64.
El Patronato se ejerció, en la práctica, de forma unilateral por el Estado Nacional,
de modo que ante la necesidad de proveer un cargo episcopal: 1º: el senado componía
una terna de candidatos a obispos (u ordinarios según los términos canónicos), ya sean
diocesanos o coadyutores -que tienen derecho a sucesión- o administradores diocesanos;
2º: el presidente elevaba los propuestos al Sumo Pontífice para que fuere designado sólo
uno; 3º: al ser designado el obispo por el Papa, la bula de nombramiento quedaba sujeta
al exequátur argentino.
El Estado Argentino tomó tan seriamente el Derecho de Patronato que durante
algunas presidencias (Roca y Perón) se llegó destituir obispos y exonerar a sacerdotes,
aunque con fines políticos65, también se irrogó la facultad de tomar intervención directa
en la erección de diócesis en el territorio nacional66.
Un dato curioso, del ejercicio regalista del Patronato, fue el dictado del decreto
11.576 del 16 de abril de 1946 con la finalidad principal de llevar los datos actualizado
de los sacerdotes católicos con la finalidad de obtener una fuente de información
auténtica y actualizada67.
Los conflictos temporales entre suscitados en la segunda presidencia del General
Perón con la Iglesia Católica, llevaron a que el 20 de mayo de 1955 el Congreso
Nacional sancionara la Ley n° 14.40468 que declaró la necesidad de reforma parcial de la
Constitución Nacional “en todo cuanto vincula a la Iglesia –Católica- y a su relación

64
Colección de Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tomo 241, página 43.
65
RAMELLA, Derecho Constitucional, Buenos Aires 1986, páginas 198 y 199, textualmente dice que "en
1882 el presidente Roca, con la firma del ministro Costa, destituyó al obispo Jerónimo E. Clara del cargo
de Vicario General del Obispado de Córdoba. En 1884, el mismo presidente -Roca- con la firma del
ministro Wilde suspende al obispo de Salta, Mons. Risso Patrón y separa de sus cargos a los vicarios de
Santiago y Jujuy, Lugones y Cau..."; el citado autor continúa y expresa que "Reeditado la política regalista
de Roca, durante el gobierno de Perón en 1955 se exoneró a Mons. Manuel Tato de los cargos de provisor
y vicario general, obispo auxiliar y canónico, y a Mons. Ramón P. Novoa del cargo de Canónico diácono.
El gobierno de facto, por decreto 506/1955 dejó sin efecto aquellas sanciones".
66
Mediante las leyes nacionales: 11.715 publicada en el Boletín Oficial del 5 de abril de 1934; y 15.804,
publicada en el Boletín Oficial del 5 de junio de 1961.

67
SANTIAGO, A. (H), Religión y política: sus relaciones en el actual magisterio de la Iglesia Católica y
a través de la historia constitucional argentina, Buenos Aires 2008.
68
Sancionada el 20 de mayo de 1955, promulgada el 23 de mayo y publicada en el Boletín Oficial del 27
de mayo de 1955. El proyecto fue iniciativa del Diputado Nacional –por el Partido Justicialista- Tesorieri,
y el miembro informante del proyecto fue el Diputado Nacional Ventura Gonzáles. Los antecedentes
pueden ser consultado en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados del año 1955, páginas 246, 300
y ss.; y Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores del año 1955, páginas 135 y ss.
29
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

con el Estado, a fin de asegurar la efectiva libertad e igualdad de cultos, frente a la


Ley” –artículo 1°-. Esta iniciativa, bajo pretexto de la concretización de los principios
constitucionales mencionados –libertad de cultos e igualdad ante la Ley- constituía una
respuesta jurídica al conflicto político en el cual estaban sumidos el Gobierno Argentino
y la Iglesia Católica.
El conflicto tuvo su fin con el advenimiento de la “Revolución Libertadora” (16
de septiembre de 1955). En cuanto a la iniciativa de reforma constitucional, ésta quedó
sin efecto mediante la proclama del gobierno revolucionario del 27 de abril de 1956, en
la que se declaraba vigente la Constitución Nacional de 1853 con sus reformas de 1860,
1866 y 189869.

e) El sostenimiento del culto


Como se dijo más arriba, luego de 1862 el gobierno comenzó a interpretar que el
sostenimiento del culto se limitaba solamente a la asignación de una partida
presupuestaria destinada a la Iglesia Católica, obviando el dictado de legislación pro
eclesial.
En definitiva, tal interpretación remitía, en última instancia, a la ley porteña de
1822 que había derogado el diezmo y fijaba una partida de culto.
Por otra parte el conflicto político, que obnubilado a Urquiza, había concluido, y
por lo tanto el andamiaje estructurado en base al establecimiento de la diócesis de
Paraná, la nunciatura apostólica con sede en dicha capital, el abultado presupuesto de
culto y el ejercicio del patronato, perdieron razón de ser.
Entonces lo que cambió fue, sencillamente, el criterio político utilizado para
asignar fondos al presupuesto de culto, pues se adoptó la postura, de tinte anglosajón, de
que el culto debía ser sostenido, principalmente, por los propios fieles y solamente
auxiliado por el Estado. Y, justamente, aquel “auxilio” se tornó como la denominación
de la partida con la que se comenzó a confeccionar el presupuesto nacional70.
El presupuesto nacional de culto se redujo drásticamente, pero, al mismo tiempo
posibilitó a las Provincias que, ante el apremio de completar las necesidades de los

69

Publicada en el Boletín del Ministerio de Ejército número 2800, del 11 de junio de 1956.

70
MIRANDA, El presupuesto de culto en la Argentina y sus debates. Estado y sociedad ante el proceso
de construcción de la Iglesia (1853-1880), en: Andes  n.18, Salta ene./dic. 2007.
30
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

gastos eclesiásticos colaboraran, también, al sostenimiento del culto mediante la


asignación de partidas de sus propios presupuestos.
El sistema que se ideo implicó, en la realidad, una división de funciones entre
Estado Nacional y Provincial, pues, por un lado el presupuesto de culto nacional se
destinó, principalmente, a las altas dignidades eclesiásticas (obispado, Cabildo
Eclesiástico y seminarios), y el provincial a los oficios parroquiales que cumplían una
importante función social en las ciudades y pueblos de campaña.
Pero a medida que el Estado nacional cobraba una forma cada vez más definida y
consolidada, las reglas en cuanto a qué debía quedar incluido bajo el concepto de auxilio
dio lugar a intensos debates.
Básicamente fueron dos los factores que incidían: en primer lugar, el grado de
compromiso que debía asumir el Estado y el lugar que le quedaba a la iniciativa
particular en lo que atañe al culto. Entonces se manifestaron en las cámaras nacionales
nuevos argumentos en pos de reafirmar la autonomía de la sociedad civil en el proceso
de construcción de la Iglesia y, en consecuencia, se afirmó, con un argumento que sería
reiterado en diferentes ocasiones, que sostener el culto no era sinónimo de sostener la
devoción, discursos que sirvieron de base para disminuir los fondos asignados al culto
católico.
En general durante las discusiones parlamentarias fue el doctor Félix Frías quién
continuamente reclamó que el Estado debía sostener el culto “con el debido decoro”
poniendo en evidencia la poca asignación de dinero del erario a la Iglesia.
A su turno el presupuesto de culto, que implicaba distribuir escasos auxilios,
generó fuertes disputas entre las diversas provincias, donde cada una de ellas buscaba
beneficios mayores que otra. En definitiva la administración de sub partida denominada
“para iglesias que no son cabezas de obispado” daba lugar a las discusiones políticas y
jurídicas más sustanciales, pues, en definitiva, se disputaba la interpretación del sistema
federal de gobierno, aunque, finalmente, al aprobarse el presupuesto lo era como una
cifra global que permitía al Presidente de la Nación disponer la distribución con
discreción y conforme los acuerdos políticos ya con las Provincias o ya con las iglesias.
En suma, fue durante el período posterior a 1860 en que se delineó la práctica
constitucional, vigente en la actualidad, que estableció que el sostenimiento del culto
estipulado en el artículo 2º de la Constitución Federal se cumple mediante la asignación
de una partida presupuestaria, limitada económicamente en virtud del concepto de
auxilio a la Iglesia, y al mismo tiempo se interpretó que, unificada la nación, nada obsta
31
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

a que las Provincias también asuman el sostenimiento del culto con idéntica metodología
que el estado federal.
Demás está decir que el monto correspondiente al auxilio siempre quedó
supeditado más que a la necesidad real y concreta de la Iglesia, a un criterio político de
turno y al estado de las relaciones entre la cúpula eclesial con las autoridades federales o
provinciales.

f) La reforma constitucional de 1994


El andamiaje constitucional regulado en 1853 estuvo vigente hasta 1994, aunque,
como se verá, los concordatos castrense y de 1966 implicaron algunas modificaciones
indirectas a la Constitución, y por ende, si bien el texto constitucional no varió, si
cambió la el obrar del Estado en razón de que por ambos concordatos se terminó por
arreglar el ejercicio del Patronato.
El texto constitucional finalmente se modificó formalmente en 1994, incluso
desnaturalizando el sentido orgánico de las normas reguladas en 1853.
Mediante la Ley Nacional 24.30971 el Congreso Nacional declaró la necesidad de
reforma "parcial" de la Constitución Nacional. En cumplimiento de tal norma el
Congreso Constituyente modificó e incorporó algunos artículos, que vienen a cambiar
algunas disposiciones constitucionales referidas a las relaciones del Estado con la
Iglesia: 1º: se suprimió la obligación de convertir a los indios al catolicismo (ex art. 67,
inciso 15º ); 2º: se excluyó el requisito de pertenencia a la comunión católica, apostólica
y romana del presidente y vicepresidente (nuevo artículo 89); 3º: se derogó el derecho
del patronato (ex artículo 67, inciso 19º); 4º: se anuló el permiso Estatal para el ingreso
de nuevas órdenes religiosas (ex artículo 67, inciso 20º); 5º: se suprimió la facultad del
presidente de presentar una terna de candidatos al episcopado a la Santa Sede (ex
artículo 86, inciso 8º); 6º: se canceló el exequátur para las bulas, breves, decretos
conciliares y demás documentos oficiales de la Santa Sede (ex artículo 86, inciso 9º).
Los debates de la Convención de 1994 no fueron muy enriquecedores en lo
referido al tratamiento de las normas en cuestión72. Las modificaciones constitucionales
se hicieron mediante la supresión de los incisos en los textos reformados de la Carta

71

Sancionada y promulgada el 29 de diciembre de 1993. Publicada en el Boletín Oficial el 31 de diciembre


de 1993.
72
BIDEGAIN, C. M., Curso de Derecho Constitucional. Tomo II, Buenos Aires 1995, página 112.
32
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Magna (artículo 75 -"Atribuciones del Congreso"-, y artículo 99 -"Atribuciones del


Poder Ejecutivo"-). Ellas fueron realizadas en la "versión oficial", sin que se hayan
votado expresamente en la Convención Constituyente 73, por lo tanto -al no ser tratadas-
se debe interpretar que todavía se encuentran insertas en la Constitución Nacional -esta
es otra de las tantas improligidades y errores cometidos por el apuro y la falta de
seriedad de la última reforma-.
Por otra parte la reforma "solapada" a la sección dogmática de la Constitución,
modificó la jerarquía normativa nacional establecida en el artículo 31, (que establece que
la Constitución, las leyes nacionales que en su consecuencia se dicten y los tratados
celebrados con las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación, etc.), ya que al
reformarse el antiguo artículo 67 -hoy 75- se incorporó como "facultad del Congreso"
una nueva jerarquía normativa: primero la Constitución Nacional y tratados de derechos
humanos "constitucionalizados", luego los acuerdos por los que la Nación Argentina
haya transferido atribuciones y competencias en organismos de "integración económica"
y las normas derivadas de esos organismos, a posterior los tratados internacionales
aprobados y ratificados por ley y por último las leyes nacionales.
Por lo tanto se modificó la jerarquía del Tratado- Concordato de 1966, ya que
antes tenía el mismo rango que una ley nacional, y hoy viene a ser "superior", por lo
tanto no podrán dictarse leyes que lo modifiquen, interpreten, etc

IV- La Diplomacia entre Argentina y la Santa Sede

a) Prolegómenos
El gobierno nacional, y central, surgido a posteriori de 1810 intentó regularizar
la situación eclesiástica en Argentina y regular el “patronato”, pero esas gestiones se
agotaron en el Congreso de Tucumán de 1816.
Como primera manifestación la Santa Sede decidió enviar en abril de 1823 una
“Misión Especial” para visitar algunas regiones de Sudamérica y estudiar la situación
política. Esta misión fue presidida por monseñor Giovanni Muzzi e integrada por
Monseñor Giovanni María dei Conti Mastai-Ferretti –futuro papa Pío IX-. Su tarea
oficial, en lo que respecta a la Argentina, se limitó a visitar Buenos Aires, que a la sazón
manejaba las relaciones exteriores de todas las provincias (enero de 1824) y tomar

73
EKMEKDJIAN, M. A., Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I, Buenos Aires 1993, página 1 y ss.
33
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

contacto con algunas autoridades locales, pero finalmente recibieron la orden de


expulsión dictada por Bernardino Rivadavia y vieron obligados a seguir su viaje a Chile.
Otro hito importante, previo al establecimiento formal de relaciones
diplomáticas, fue el intento realizado por el Gobernador de Buenos Aires en 1829. El
General Juan José Viamonte, encargó primero a Fray Pedro Luis Pacheco y luego al
General Tomás Guido las tratativas tendientes a establecer algunas pautas comunes de
acción respecto de las Provincias Argentinas y la Santa Sede. El representante pontificio
fue Monseñor Pietro Ostini que acababa ser asumir como Nuncio ante el Imperio del
Brasil, y había sido investido de facultades para intervenir en todo lo que se relacionara
con las antiguas pertenencias españolas en centro y sudamérica. Con esta designación la
Santa Sede intentaba dar una respuesta indirecta a la situación americana sin lesionar sus
cordiales relaciones con el Reino de España.
Pasaron varios años sin que se produjeran nuevos contactos diplomáticos de
cierta importancia hasta que el 28 de enero de 1851 llegó a Buenos Aires –que
continuaba manejando las relaciones exteriores de las provincias argentinas- Monseñor
Luigi dei Conti Becci, Obispo Titular de Canopo, investido con el título de “Delegado
Apostólico ad hoc” e “Internuncio Apostólico en Misión Especial” a fin de negociar un
concordato, pero las circunstancias por las que atravesaba el país no permitieron que
pudiera cumplir acabadamente sus tareas y regresó a Roma el 27 de junio siguiente.
Oficialmente la Nunciatura de Río de Janeiro continuaba encargada de los negocios con
Argentina.

b) La Confederación Argentina
Es recién luego de la sanción de la Constitución Nacional, e instados por el
cumplimiento de sus disposiciones jurídicas, especialmente lo referente al Concordato,
cuando el Estado Argentino comienza su tarea política con el fin de establecer relaciones
diplomáticas con la Santa Sede. El Gobierno de la Confederación encomendó a don
Salvador Jiménez, a la sazón Cónsul de los Estados Pontificios en Montevideo, la
realización de algunos trámites relacionados con algunas cuestiones eclesiásticas, para
ello le nombró agente confidencial el 6 de enero de 1853.
Desde aquella oportunidad, y manifestando una política de continuidad muy
definida por parte de la Confederación Argentina (Gobiernos de Urquiza y Derqui) se
sucedieron diversos nombramientos: primero el doctor Juan Bautista Alberdi (1856-
1857), luego se nombró para que auxiliara al Ministro Alberdi al padre Mario Benedetto
34
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Bonfiglioli (1857); posteriormente se designó a don Juan del Campillo Ministro


Plenipotenciario (1858-1860). Si bien ninguno de éstos pudo conseguir el objetivo, y por
lo tanto el concordato no fue posible, pero estas misiones lograron encauzar las
relaciones diplomáticas, casi nulas hasta entonces, entre la Iglesia Romana y nuestro
Estado
La gestión del reconocimiento de la Independencia Argentina por parte de
España, logrado por Alberdi, y el cuestionamiento de la representatividad del Estado de
Buenos Aires frente a la Corte Papal –también gestionado por Alberdi-, fueron los hitos
más importantes para que la Sede Apostólica reconociera a la Confederación Argentina
y se normalizara la situación de vacancia en que se encontraban las diócesis de Salta,
Córdoba y Cuyo a fin de proveer dichas sedes y reorganizar la Iglesia en Argentina.
Parte de ese proceso tuvo por premisa establecer en Paraná la primera nunciatura
apostólica en tierra Argentina y la designación, por parte de la Santa Sede, de Monseñor
Marino Marini como “Delegado Apostólico ante el Estado de Buenos Aires y la
Confederación Argentina” y la creación de una nueva diócesis -de Paraná-
desmembrando territorio a la de Buenos Aires, como ya se ha visto más arriba

c) Las relaciones diplomáticas entre 1862-1900


A partir de 1862 las relaciones diplomáticas sufrieron un estancamiento pues la
política de Mitre deshizo el trabajo de Urquiza y generó el retiro de la nunciatura
paranaense y que tales funciones sean puestas como concurrentes en cabeza del
representante Pontificio ante el Imperio del Brasil.
Recién en 1880 la Santa Sede resolvió nombrar a Monseñor Luiggi Matera como
“Delegado Apostólico y Enviado Extraordinario en la República Argentina” con sede
permanente en la ciudad de Buenos Aires.
Pero la misión Matera duró poco, pues a raíz del celo con que defendió los
derechos de la Iglesia frente a los conflictos generados por las leyes laicas dictadas por
Roca, el 14 de octubre de 1884 monseñor Matera fue expulsado del país, mediante una
nota de Eduardo Wilde, Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Roca. A partir
de aquel momento estuvieron interrumpidas las relaciones diplomáticas con la Santa
Sede, hasta el 1900, durante la segunda presidencia del general Roca, en que llegó como
Internuncio Apostólico Mons. Sabatucci.
Nuestro país, a país encomendó en forma concurrente la representación
Argentina ante la Santa Sede a la Legación en Francia, hasta que en 1904 se estableció
35
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

una sede Permanente en el Vaticano, designándose a tal efecto al Ministro


Plenipotenciario Alberto Blancas.

d) Representantes Pontificios en la Argentina


1°- Monseñor Pietro Ostino, Nuncio Apostólico en el Imperio del Brasil y “nexo entre la Santa
Sede y las Naciones del Sud y Centro América”, del 23 de junio de 1829 hasta el 10 de
enero de 1830
2° Monseñor Antonio Vieria Borges, Encargado de Negocios en Brasil y “en los países del
Plata”, del 11 de diciembre de 1847 al 19 de enero de 1853.
3°- Monseñor Luigi dei Conti Beci, Obispo Titular de Canopo, Delegado Apostólico “Ad Hoc” en
Argentina; desde 29 de junio de 1850 hasta el 29 de enero de 1851.
4°- Monseñor Marino Marini, Obispo Titular de Palmira, Encargado de Negocios en Brasil y a
cargo de los asuntos del Río de la Plata, desde el 25 de abril de 1853 hásta el 26 de
noviembre de 1853.
5°- Monseñor Marino Marini, Arzobispo Titular de Palmira, Delegado Apostólico ante el Estado
de Buenos Aires y la Confederación Argentina con sede en Paraná ; desde el 10 de octubre
de 1857 hásta junio de 1864.
6°- Monseñor Domenico Sanguini, Obispo Titular de Damietta, Delegado Apostólico ante la
Confederación Argentina e Interncuncio Apostólico en Basil con sede permanente en Río de
Janerio ; desde el 21 de amyo de 1866, hásta el 16 de junio de 1874.
7°- Monseñor Michele Ferrini, Encargado de Negocios y pro Delegado Apostólico en la
República Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay con sede permanente en Rio de
Janeiro ; desde el 16 de junio de 1874 hásta el 13 de febrero de 1875.
8°- Monseñor Luigi Brucchetti, Encargado de Negocios en la República Argentina, Brasil, Chile
y Bolivia con sede permanente en Río de Janeiro; desde el 13 de febrero de 1875 hasta el
diciembre de 1876.
9° Monseñor Angelo Di Pietro, Arzobispo Titular de Nazianzo, Delegado Apostólico en la
República Argentina, Paraguay, Chile, Bolivia y Uruguay e Internuncio Apostólico en
Brasil con sede Permanente en Río de Janeiro; desde el 12 de agosto de 1878 hasta el 15 de
abril de 1880.
10°- Monseñor Luigi Matera, Arzobispo Titular de Trenopolis, Delegado Apostólico y Enviado
Extraordinario en la República Argentina, Uruguay y Paraguay, desde el 15 de abril de 1880
hasta el 14 de octubre de 1884.
11°- Monseñor Antonio Sabatucci, Arzobispo Titular de Arsinos, Internuncio Apostólico con
sede en Buenos Aires, desde el 12 de mayo del 1900 hasta junio de 1916.
12°- Monseñor AlbertoVasallo di Torregrossa, Arzobispo Titular de Emesa, Internuncio
Apostólico ; acreditado el 23 de junio de 1916 como Nuncio Apostólico en Misión Especial
para las Conmemoraciones del Centenario de la Independencia de la República Argenina.
Nuncio Apostólico desde el 20 de enero de 1917 hásta el 9 de octubre de 1922.
13°- Monseñor Giovanni Beda Cardinale, Arzobispo Titular de Chersonea, Nuncio Apostólico
desde el 3 de noviembre de 1922 hasta el 26 de agosto de 1925, fecha en que abandonó el
país por divergencias surgidas respecto de la provisión de la Arquidiócesis de Buenos Aires
14°- Monseñor Filipo Cortesi, Arzobispo Titular de Siranense, Nuncio Apostólico desde el 24 de
noviembre de 1926 hasta el 24 de diciembre de 1936.
15°- Monseñor Giuseppe Fietta, Arzobispo Titular de Sardica, Nuncio Apostólico desde el 15 de
enero de 1937 hasta el 10 de marzo de 1953.
16°- Monseñor Mario Zanín, Arzobispo titular de Trianopolis de Rodope, Nuncio Apostólico
desde el 12 de mayo de 1953 hasta agosto de 1958.
17°- Monseñor Humberto Mozzoni, Arzobispo Titular de Sida, Nuncio Apostólico desde el 30 de
noviembre de 1958 hasta el 19 de abril de 1969.
18°- Monseñor Lino Zanini, Arzobispo Titular de Adrianopolis de Eminonto, Nuncio Apostólico
desde el 28 de agosto de 1969 hasta el 22 de marzo de 1974.
19°- Monseñor Pío Laghi, Arzobispo Titular de Mauriana, Nuncio Apostólico desde el 11 de julio
de 1974 hasta el 3 de enero de 1981
20°- Monseñor Ubaldo Calabresi, Arzobispo Titular de Fondi, Nuncio Apostólico desde el 14 de
marzo de 1981 hasta el 1 marzo de 2000)
21°- Monseñor Santos Abril y Castelló (de marzo de 2000 al 2003)
36
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

22°- Monseñor Adriano Bernardini, Arzobispo Titular de Faleri, Nuncio Apostólico desde el 14
de agosto de 2003 a diciembre de 2011.
23º- Monseñor Emil Paul Tscherrig, Arzobispo Titular de Voli, desde el 3 de marzo de 2012 al
presente (agosto de 2014).

e) Representantes Argentinos ante la Santa Sede


1°- Salvador Jiménez, Cónsul de los Estados Pontificios en Montevideo, Agente Confidencial de
la Confederación Argentina. 6 de enero de 1853.
2°- Juan Bautista Alberdi, enviado especial (marzo de 1856), Ministro Plenipotenciario en Misión
Especial nombrado el 18 de abril de 1857.
3°- Padre Mario Benedetto Bonfiglioli, agente confidencial nombrado el 1 de agosto de 1856
para colaborar con el Ministro Alberdi.
4°- Juan del Campillo, Ministro Plenipotenciario en misión especial a fin de negociar un
concordato, nombrado el 30 de agosto de 1858, reconocido por la Santa Sede el 12 de febrero
de 1859. Concluyó su mandato el 12 de febrero de 1860.
5°-Eduardo Calvari, agente confidencial nombrado en 1880.
6°- Mariano Balcarce, Ministro Plenipotenciario en misión especial nombrado el 25 de octubre de
1884.
7°- Canónigo Melquíades Echagüe, agente confidencial nombrado el 29 de noviembre de 1887 y
delegado especial para el Jubileo Sacerdotal de S.S. el papa León XIII.
8°- Vicente G. Quesada, Ministro Plenipotenciario en Misión Especial nombrado en 1892.
9°- Carlos Calvo, Ministro Plenipotenciario ante la Santa Sede, Francia y Bélgica, nombrado el 31
de diciembre de 1898.
10°- Daniel García Mansilla, Secretario de la Legación en Francia y Encargado de Negocios en
misión especial para atender la visita del Vicepresidente de la República, Norberto Quirno
Costa, al papa León XIII en enero de 1903 y para representar a la República en la ceremonia
de coronación de S.S. Pío X desde el 6 de agosto al 3 de noviembre de 1903.
11°- Alberto Blancas, Secretario de Legación y Encargado de Negocios nombrado el 3 de febrero
de 1904, Encargado de Negocios nombrado el 4 de enero de 1906 y Ministro Plenipotenciario
nombrado el primero de enero de 1907.
12°- Donaciano del Campillo, Ministro Plenipotenciario nombrado el 22 de diciembre de 1909 y
fallecido mientras ejercía su dignidad el 6 de octubre de 1910.
13°- Angel de Estrada, Ministro Plenipotenciario nombrado el 16 de junio de 1911, presentó su
renuncia el 6 de octubre de 1914.
14°- Daniel García Mansilla, Ministro Plenipotenciario nombrado el 22 de octubre de 1914,
desempeñó sus funciones hasta el 8 de octubre de 1927, fecha en que fue promovido a
embajador y trasladado a España.
15°- Alberto Blancas, Embajador (1927-1931).
16°- Carlos de Estrada, Embajador (1931-1939)
17°- Enrique Ruiz Guiñazú, Embajador (1939-1941).
18°- José Manuel Llobet, Embajador (1941).
19°- Nicolás Accame, Embajador (1948-1949).
20°- Máximo Augusto Etchecopar, Embajador(1949-1952).
21°- Manuel Río, Embajador (1956-1958).
22°- Santiago de Estrada, Embajador (1958-1962).
23°- Luis Roque Gondra, Embajador (1962-1964).
24°- Belisario Moreno Hueyo, Embajador (1964-1966).
25°- Pedro José Frías, Embajador (1966-1970).
26°- Santiago de Estrada, Embajador (1970-1973).
27°- Ricardo C. Guardo, Embajador (1974-1976).
28°- Antonio Francisco Cafiero, Embajador (1976).
29°- Rubén V.M. Blanco, Embajador (1976-1981).
30°- José María Alvarez de Toledo, Embajador (1981-1984).
31°- Santiago Manuel de Estrada, Embajador (1984-1988).
32°- Juan Carlos Katzenstein, Embajador (1989-1991).
33°- Francisco Trusso, Embajador (1992-1997).
34°- Esteban Caselli, Embajador (1997-1999).
35°- Vicente Espeche Gil, Embajador (1999 al 2003).
36°- Carlos Custer, Embajador (2003 al 2007).
37º- Juan Carlos Cafiero, Embajador (2008 al 2014)
37
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

38º- Eduardo Félix Valdez, Embajador (2014, al presente)


38
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Bolilla IV
El Derecho de Patronato
Sumario: I- El Patronato. Los concordatos de 1957 y 1966. a) El Patronato. b) El
concordato castrense. c) El concordato de 1966 –Ley 17.032. II- El nombramiento de los
obispos en la República Argentina. III- Sostenimiento del culto. a) El sostenimiento del
culto Católico en la praxis institucional actual. b) Objeciones. c) Leyes nacionales. IV-
Subjetividad jurídica de la Iglesia. a) Introducción. b) Ley Nacional nº 340. El Código
Civil. c) El concordato de 1966. Ley Nacional 17.032. d) La reforma del Código Civil.
La ley Nacional 17.771. e) La Ley Nacional nº 24.483. f) El artículo 146 del Código Civil
y Comercial. g) Artículo 148 del Código Civil y Comercial. h) Síntesis. V- Libertad de
Cultos en la República Argentina. Registro de Cultos. a) Prolegómenos. Buenos Aires y
San Juan frente a la libertad religiosa durante la primera mitad del siglo XIX. b) Alberdi
y la libertad religiosa. c) La Constitución de 1853. d) Antecedentes sobre la regulación de
la libertad de cultos en nuestro País. e) La Ley Nacional 21.745.

I- El Patronato. Los concordatos de 1957 y 1966.

a) El Patronato
Como se ha visto el derecho de Patronato ha pasado por tres etapas: la etapa
indiana, caracterizada por la existencia de normas pontificias que expresamente lo
concedían a los monarcas españoles; la segunda etapa que se inició en 1810 y culminó
en 1853 caracterizada la existencia normas dispersas que lo regulaban y la indiferencia
de la Sede Apostólica; y la etapa constitucional que se inició 1853 y culminó en 1966
cuyas notas principales fueron la regulación orgánica y unilateral por parte de nuestro
País y la actitud tolerante de la Santa Sede frente al ejercicio regalista del mismo.
Aquella regulación orgánica y unilateral contenida Carta Federal de 1853
implicaba la legislación de un amplio plexo normativo, coherente y sistemático sobre la
Relación Estado-Iglesia que reconocía su sustento axiológico en la catolicidad del País y
la gratitud hacia la milenaria institución de origen Divino. Los pilares fundamentales de
aquél derecho público eclesiástico nacional fueron el sustento del Culto Católico y el
Derecho de Patronato. El Patrono era el Presidente de la Nación, y como tal debía ser
Católico Romano según el razonamiento constituyente.
Luego de la aprobación del concordato de 1966 algunos autores han propuesto
que el derecho de Patronato ha sido derogado tácitamente de la Constitución Nacional y
que tal derogación se ha afianzado al suprimirse diversas cláusulas de constitucionales
en 1994.
Nosotros hemos propuesto, en contrario, que el ejercicio del derecho de
Patronato, cuyo ejercicio unilateral se irrogaba nuestro país hasta 1966, ha sido
arreglado, conforme facultaba expresamente la Carta Constitucional Federal de 1853 en
su artículo 67 inciso 19.
39
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Aquella cláusula constitucional habilitaba al Congreso, como ya se vió, a aprobar


concordatos con la Santa Sede y arreglar el ejercicio del Patronato que, en la
inteligencia de los convencionales constituyentes de 1853, se requería tal acto bilateral
para que el derecho de patronato fuera ejercido regularmente.
La celebración de ambos concordatos, el castrense de 1957 y el de 1966, vino a
cumplir con la manda legal, e implicó una reforma constitucional indirecta llevada a
cabo por imperio de la misma Constitución que en ese punto reguló, provisoriamente, el
patronato teniendo en miras que tales normativas debían requerir la participación de la
Sede Apostólica para su regularidad, como lo aludimos arriba.
Pues bien, entonces el Patronato, a la luz de la Constitución, no fue derogado,
sinó que fue arreglado. Por ende el ejercicio del derecho de Patronato continúa
residiendo en cabeza del Presidente de la Nación.
Los Concordatos de 1957 y 1966 regularon el ejercicio del Derecho de Patronato
Nacional, teniéndose en miras que tales disposiciones se complementaban con todas
aquellas cláusulas constitucionales que no se contrapusieran a los Acuerdos.
La reforma constitucional de 1994 modificó el plexo normativo referido al
Derecho de Patronato al derogar la obligación de que el Presidente (Patrono de la Iglesia
en la Nación) y el Vice-Presidente de la Nación (Patrono sustituto de la Iglesia en la
Nación) fueran de religión Católica Apostólica Romana. Tal modificación, sustancial
según lo estimamos, autorizaría a la Sede Apostólica a dejar sin efecto el Derecho de
Patronato, ya que resulta una cualidad esencial que el sujeto que ejerce el Patronato –
Presidente o Vicepresidente-, pertenezca a la Iglesia de la cual son Patronos.
Finalmente el Derecho de Patronato Nacional ha quedado circunscripto al
acuerdo previo que confiere el Presidente de la Nación para el candidato a ocupar el
Obispado Castrense, y a las consultas secretas que la Sede Apostólica realiza al Primer
Magistrado argentino para la designación de ordinarios de lugar y para la creación,
supresión y/o modificación de jurisdicciones eclesiásticas previstos en el Concordato de
1966, conforme se verá infra.

b) El concordato Castrense
En 1957 el gobierno nacional de la Revolución Libertadora concretó la
celebración de un Concordato con la Santa Sede (28 de junio de 1957) destinado a regir
solamente en el ámbito castrense. El mismo fue ratificado por nuestro Estado Nacional
40
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

el 5 de julio de 195774, y fue reglamentado por el Decreto Ley del 16 de octubre de


195775.
El Acuerdo de 1957, plenamente vigente a la fecha, consta de un breve
preámbulo, dieciséis artículos y un protocolo adicional referido a las parroquias
castrenses. Durante la ejecución del acuerdo se produjeron algunas modificaciones en el
derecho canónico, que determinaron al gobierno nacional a proponer algunos cambios –
no sustanciales- al Acuerdo, los que se formalizaron a través de notas diplomáticas
dirigida el 21 de abril de 1992 por la Cancillería Argentina a la Nunciatura Apostólica
con sede en Buenos Aires (aprobado por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional n°
1562/92). Entre los cambios, el más importante fue la elevación de la curia castrense a la
dignidad episcopal –la más alta dentro de la jerarquía eclesiástica- conforme ya lo había
dispuesto la Constitución Apostólica Spirituali Militum Curae (en adelante C.A. SMC)
del 21 de abril de 198676.
Por razones de brevedad, y para no ahondar en consideraciones accidentales,
tomaremos las estipulaciones que reglamentan el ejercicio del Derecho de Patronato,
circunscriptas al Ordinariato Castrense.
Tanto el Obispo Castrense, como el Obispo Auxiliar Castrense, son designados
por la Sede Apostólica, previo acuerdo dado por el presidente de la República Argentina
(Artículo 4° y punto 3° de la nota diplomática Argentina). Ello así corresponde, por ser
un oficio eclesiástico (canon 145 del Código de Derecho Canónico –CDC-), en éste caso
el cargo espiritual implica la alta dignidad episcopal, y justamente por ello es el Sumo
Pontífice quién lo nombra o provee (canon 375 del CDC y Artículo II párrafo 2° de la
C.A. SMC).

c) El concordato de 1966 –Ley 17.032


En tanto el Derecho de Patronato se precisó con las estipulaciones del
Concordato de 1966.
Durante el gobierno de facto surgido de la "Revolución Argentina" de 1966, bajo
la presidencia del Teniente General Juan Carlos Onganía se reunieron en Buenos Aires

74

Decreto Ley 7.623, publicado en el Boletín Oficial del 17 de julio de 1957.


75

Decreto Ley 12.958, publicado en el Boletín Oficial del 25 de octubre de 1957.

PADILLA, N. y NAVARRO FLORIA, J. G., Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas, Buenos
76

Aires 1997.
41
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

los plenipotenciarios argentino y vaticanense, el Ministro de Relaciones Exteriores


nacional, Dr. Nicanor Costa Méndez, y el Nuncio Apostólico Monseñor Humberto
Mozzoni, para celebrar el tratado-concordato que solucionaría definitivamente la
situación del Estado Argentino con el poder espiritual77.
El 10 de octubre se suscribió el acuerdo, que luego fue aprobado por la ley
nacional 17.032 del 23 de noviembre de 196678; y ratificado por Argentina y el Vaticano,
en Roma el 28 de enero de 1967.
El texto del concordato es el siguiente:
ARTICULO I. El Estado Argentino reconoce y garantiza a la Iglesia Católica Apostólica
Romana el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual, el libre y público ejercicio de su culto,
así como de su jurisdicción en el ámbito de su competencia, para la realización de su fines
específicos.
ARTICULO II. La Santa Sede podrá erigir nuevas circunscripciones eclesiásticas, así
como los límites de las existentes o suprimirlas, si lo considerare necesario o útil para la
asistencia de los fieles y el desarrollo de su organización.
Antes de proceder a la erección de una nueva Diócesis o de una Prelatura o a otros
cambios circunscripciones diocesanas, la Santa Sede comunicará confidencialmente al Gobierno
sus intenciones y proyectos a fin de conocer si éste tiene observaciones legítimas, exceptuando el
caso de mínimas rectificaciones territoriales requeridas por el bien de las almas. 
La Santa Sede hará conocer oficialmente en su oportunidad al Gobierno las nuevas
erecciones, modificaciones o supresiones efectuadas, a fin de que éste proceda a su
reconocimiento por lo que se refiere a los efectos administrativos.
Serán también notificados al Gobierno las modificaciones de los límites de las Diócesis
existentes.
ARTICULO III. El nombramiento de los Arzobispos y Obispos es de competencia de la
Santa Sede.
Antes de proceder al nombramiento de Arzobispos y Obispos residenciales, de Prelados
o de Coadjutores con derechos a sucesión, la Santa Sede comunicará al Gobierno Argentino el
nombre de la persona elegida para conocer si existen objeciones de carácter político general en
contra de la misma.
El Gobierno Argentino dará su contestación dentro de los treinta días. Transcurrido
dicho término el silencio del Gobierno se interpretará en el sentido de que no tiene objeciones
que oponer al nombramiento. Todas estas diligencias se cumplirán en el más estricto secreto. 
Todo lo relativo al Vicariato Castrense continuará rigiéndose por la Convención del 28
de Junio de 1957.
Los Arzobispos, Obispos residenciales y los Coadjutores con derecho a sucesión serán
ciudadanos argentinos.
ARTICULO IV. Se reconoce el derecho de la Santa Sede de publicar en la República
Argentina las disposiciones relativas al gobierno de la Iglesia y el de comunicar y mantener
correspondencia libremente con los Obispos, el clero y los fieles relacionada con su noble
ministerio, de la misma manera que éstos podrán hacerlo con la Sede Apostólica.
Gozan también de la misma facultad los Obispos y demás autoridades eclesiásticas en
relación con sus sacerdotes y fieles.
ARTICULO V. El Episcopado Argentino puede llamar al país a las órdenes,
congregaciones religiosas masculinas y femeninas y sacerdotes seculares que estime útiles para el
incremento de la asistencia espiritual y la educación cristiana del pueblo.

77
Las tratativas finales para la celebración del Concordato habían comenzado durante la presidencia del
Dr. Arturo H. Illia (1963-1966), llevadas adelante por su Canciller Dr. Miguel Ángel Zavala Ortiz.
PADILLA N., A treinta años del acuerdo con la Santa Sede, Buenos Aires 1996.
78
Publicada en el Boletín Oficial del 22 de diciembre de 1966.
42
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

A pedido del Ordinario del lugar, el Gobierno Argentino, siempre en armonía con las
leyes pertinentes, facilitará al personal eclesiástico y religioso extranjero el permiso de residencia
y la carta de ciudadanía.
ARTICULO VI. En caso de que hubiese observaciones u objeciones por parte del
Gobierno Argentino conforme a los artículos segundo y tercero, las Altas Partes contratantes
buscarán las formas apropiadas para llegar a un entendimiento; asimismo resolverán
amistosamente las eventuales diferencias que pudiesen presentarse en la interpretación y
aplicación de las cláusulas del presente Acuerdo. 
ARTICULO VII. El presente Convenio, cuyos textos en lengua italiana y española
hacen fe por igual, entrará en vigencia en el momento del canje de los Instrumentos de
Ratificación.

A partir de la vigencia del Acuerdo las normas constitucionales referidas a la


ejecución del Patronato Nacional perdieron completamente la operatividad, por lo tanto
las competencias que la Constitución le atribuía al Estado Nacional cesaron en sus
efectos, es decir el derecho del patronato, el pase, la aprobación de la admisión de
órdenes religiosas, etc, quedaron "derogadas tácitamente" por el mismo imperio de la
Constitución -que en su antiguo artículo 67 inciso 19º preveía el "arreglo" de la situación
con la Sede Apostólica-79.
En lo referido al Derecho de Patronato, ha quedado circunscripto a dos
intervenciones del Estado Argentino. La primera, legislada en el artículo 2º del Acuerdo
consiste en la facultad de la Santa Sede de erigir nuevas jurisdicciones eclesiásticas, así
como modificar o suprimir las existentes, si lo considerase útil para la asistencia de los
fieles y el desarrollo de su organización. Antes de erigir una diócesis o prelatura, o de
realizar cambios de circunscripciones diocesanas, la Sede de Pedro debe comunicar
confidencialmente al gobierno sus intenciones y proyectos a fin de conocer si éste tiene
observaciones legítimas, exceptuando el caso de mínimas rectificaciones territoriales
requeridas por el bien de los fieles. La Silla Apostólica hará conocer oficialmente en su
oportunidad al gobierno las nuevas erecciones, modificaciones o supresiones
efectuadas, a fin de que éste proceda a su reconocimiento por lo que se refiere a los
efectos administrativos. También serán notificadas al gobierno las modificaciones de los
límites de las diócesis existentes.
En cuanto la segunda, contenida en el artículo 3º del Concordato hace declinar la
facultad del Senado en la preparación de la terna de candidatos a ocupar la silla
episcopal, y por ende la atribución del Poder Ejecutivo de presentarlos al Sumo Pontífice
79
BIDART CAMPOS, G. J., Tratado Elemental de Derecho Constitucional, Tomo I, página 124;
VANOSSI, J. R., Régimen Constitucional de los Tratados, Buenos Aires 1969, páginas 265 y ss. Otros
autores estimaron que el Concordato carecía de validez, ya que reformaba la Constitución sin haberse
observado lo establecido para ello en el artículo 30 de la Carta Magna, en este último sentido: ZIULU, A.
G., Las Relaciones entre el Estado y la Iglesia. La Ley, tomo 1991-D. Página 1291.
43
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

como preveía la Constitución y la costumbre jurídica local, ya que se estatuye que el


nombramiento de obispos y arzobispos es de competencia exclusiva de la Santa Sede;
pero antes de proceder a su nombramiento, o al de prelados o coadjutores, la Sede
Romana comunicará al gobierno argentino el nombre de la persona elegida para conocer
si existen objeciones de carácter político general en su contra. El gobierno nacional dará
su contestación dentro de los treinta días. Transcurrido dicho período de tiempo el
silencio se interpretará como que no existen objeciones; todo el trámite será secreto. El
artículo establece, además, que los arzobispos, obispos residenciales y los coadjutores
serán ciudadanos argentinos.
El concordato alude a gobierno argentino. En puridad, según nuestro sistema
republicano, el gobierno argentino se integra con tres órganos –Ejecutivo, Legislativo y
Judicial- por lo que, atento a la terminología del concordato, serían los tres poderes del
Estado Argentino –es decir federal- los que tendrían intervención conforme manda el
concordato. Pero tal interpretación literal resultaría un despropósito, pues tornaría
sumamente compleja la toma de decisión, e incluso podría significar un menoscabo al
trámite secreto estipulado en el Concordato, pues el asunto tendría que ventilarse en los
tres poderes del Estado.
En virtud de ello la praxis ha interpretado que el concordato al aludir al gobierno
argentino, ha querido poner en cabeza de tal prerrogativa al Presidente de la Nación,
quién es el que tiene la facultad constitucional de llevar a cabo la conclusión y firma de
los concordatos “y otras negociaciones requeridas para el mantenimiento de buenas
relaciones con las organizaciones internacionales y las naciones extranjeras…”
(artículo 99 inciso 11 de la Constitución Nacional).
Las cuestiones vinculadas con la ejecución de los concordatos se canalizan por el
Ministerio de Relaciones Internacionales y Culto de la Nación conforme dispone la Ley
nº 26.338 en su artículo 18 incisos 37 y 38.

II- El nombramiento de los obispos en la República Argentina

De una interpretación coherente de las normas canónicas y concordatarias puede


deducirse el procedimiento legal para la designación de obispos cuya misión deben
ejercer en la República Argentina.
El procedimiento se rige por el Código de Derecho Canónico y por las normas
concordatarias –el de 1957 si se trata del Obispo Castrense, o el de 1966 si se trata de
44
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

cualquier otro obispo-. Los concordatos operan como normas canónicas singulares que
modifican al derecho estatuido en el CIC.
Podemos distinguir tres fases en la designación de los Obispos: la primera regida
casi exclusivamente por el C.I.C., la segunda regulada por los concordatos; y la tercera
regida por el derecho canónico.
El C.I.C. establece el procedimiento para el nombramiento de los obispos en sus
cc. 377 y 378
Comienza disponiendo en el canon 377 § 1 que el Sumo Pontífice nombra
libremente a los obispos, tal libertad, en el caso de la República Argentina, se ve
limitada por el procedimiento previsto en el artículo 3º del Concordato de 1966 y por el
artículo 4° del Concordato de 1957 y el punto 3° de la nota diplomática Argentina; y
además por el requisito de que el candidato al episcopado debe ser argentino. Las
normas concordatarias que limitan la libertad pontificia no han sido derogadas al
sancionarse el Código de 1983, pues, teniéndose presente la bilateralidad de tales
disposiciones el propio Código por el principio contenido en el c. 3 –del que hemos
hablado al abordar el estudio de los concordatos en el capítulo anterior-.
El candidato a la silla episcopal castrense o diocesana surge de un listado secreto
previamente elaborado de común por los obispos de una provincia eclesiástica. El
candidato debe ser presbítero.
El c. 377 § 2.  Estipula que “Al menos cada tres años, los Obispos de la
provincia eclesiástica o, donde así lo aconsejen las circunstancias, los de la
Conferencia Episcopal, deben elaborar de común acuerdo y bajo secreto una lista de
presbíteros… que sean más idóneos para el episcopado, y han de enviar esa lista a la
Sede Apostólica, permaneciendo firme el derecho de cada Obispo de dar a conocer
particularmente a la Sede Apostólica nombres de presbíteros que considere dignos e
idóneos para el oficio episcopal.
 § 3.    A no ser que se establezca legítimamente de otra manera, cuando se ha
de nombrar un Obispo diocesano o un Obispo coadjutor, para proponer a la Sede
Apostólica una terna, corresponde al Legado pontificio investigar separadamente y
comunicar a la misma Sede Apostólica, juntamente con su opinión, lo que sugieran el
Arzobispo y los Sufragáneos de la provincia, a la cual pertenece la diócesis que se ha
de proveer o con la cual está agrupada, así como el presidente de la Conferencia
Episcopal; oiga además el Legado pontificio a algunos del colegio de consultores y del
cabildo catedral y, si lo juzgare conveniente, pida en secreto y separadamente el
45
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

parecer de algunos de uno y otro clero, y también de laicos que destaquen por su
sabiduría.
 § 4.    Si no se ha provisto legítimamente de otro modo, el Obispo diocesano
que considere que debe darse un auxiliar a su diócesis propondrá a la Sede Apostólica
una lista de al menos tres de los presbíteros que sean más idóneos para ese oficio.
 378 § 1.    Para la idoneidad de los candidatos al Episcopado se requiere que el
interesado sea: insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las
almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que
le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata; 2 de buena fama; 3 de al menos
treinta y cinco años; 4 ordenado de presbítero desde hace al menos cinco años; 5
doctor o al menos licenciado en sagrada Escritura, teología o derecho canónico, por un
instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, o al menos
verdaderamente experto en esas disciplinas.
 § 2.     El juicio definitivo sobre la idoneidad del candidato corresponde a la
Sede Apostólica.
Elaborada la terna de candidato idóneos canónicamente –y de nacionalidad
argentina-, el Legado Pontificio la elevará a la Sede Apostólica con informe. Luego, en
virtud del concordato castrense, la Sede elegirá un candidato y requerirá el acuerdo del
Presidente de la Nación, y una vez otorgado dicho acuerdo, la Santa Sede nombrará al
Obispo. Si el acuerdo no es otorgado, la Santa Sede requerirá una nueva terna de la
nunciatura y elegirá, nuevamente, a un candidato y requerirá el acuerdo del Poder
Ejecutivo, y de esa forma obrarán hasta obtener el acuerdo. Otorgado el acuerdo el
Pontífice nombrará al obispo castrense.
El otorgamiento del acuerdo, en el caso del obispo castrense, implica el ejercicio
del patronato por parte del Presidente de la Nación –como ya lo aludimos-. Aquel
acuerdo, una vez otorgado, agota la posibilidad de actuación futura del gobierno de la
Nación, no siendo viable la posibilidad de retirar dicho acuerdo al obispo castrense
nombrado.
En cuanto al resto de los obispos, elevada la terna por la nunciatura al Pontífice,
este elegirá un candidato y consultará, secretamente, al Gobierno de la Nación para que
ejerza derecho al veto respecto del candidato, es decir para que el gobierno exponga
objeciones de carácter político en contra del candidato. Tales objeciones deberían de
formularse por escrito y formalmente. Existiendo las objeciones, el candidato al
46
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

episcopado será retirado, y nuevamente se formará una terna y se consultará al gobierno


nacional hasta que este no presente objeciones.
Finalmente el Pontífice designará al Obispo y el Poder Ejecutivo, tomando
conocimiento del nombramiento, dicta un decreto reconociendo, a los fines
administrativos, al nuevo obispo80.

III- Sostenimiento del culto

a) El sostenimiento del culto Católico en la praxis institucional actual


La interpretación constitucional del artículo 2º de la Constitución, formulada por la
praxis institucional, ha quedado definida como la obligación concurrente e indistinta de
los estados –nacional y provinciales- de establecer una partida presupuestaria cuyos
fondos son destinados a auxiliar a la Iglesia Católica.
El concepto de auxilio implica, a su turno, solamente la colaboración del Estado a
sufragar algunos gastos eclesiales –a criterio de la propia Iglesia o necesidades concretas
determinadas en el presupuesto previo haberlas manifestado la Iglesia- sin anular la
capacidad y obligación de los fieles cristianos de cumplir con el precepto de contribuir al
sostenimiento de la Iglesia81.
Pero a más de las asignaciones en la ley de presupuesto, existe la práctica del
dictado de leyes singulares atendiendo, concretamente, alguna necesidad eclesial..
Ejemplo de éstas últimas, vigentes en la actualidad, son las leyes nacionales
21.540; 21.950; 22.162; 22.430 y 22.950.
Las cinco fueron dictadas durante el último gobierno militar del proceso de
reorganización nacional y regulan beneficios laborales y previsionales para el clero. Las
leyes 21.540 y 22.430 fueron derogadas por ley  23.96682, aunque luego se reestableció
su vigencia por ley 24.01983.

b) Objeciones

80
PADILLA, N., El reconocimiento de las confesiones religiosas en Argentina, en: La Libertad religiosa
en España y Argentina, Madrid 2006, páginas 183 y sgtes.
81
MONTILLA ZAVALÍA, F.A., El artículo 2° de la Constitución Nacional. "Presupuesto de culto", en
La Ley  Suplemento Actualidad del 15/10/2013.
82
Sancionada el 01/08/1991, y publicada en el Boletín Oficial del 20/08/1991. ADLA 1991 - C, 2836.

83
Sancionada el 13/11/1991, y publicada en el Boletín Oficial del 18/12/1991. ADLA 1991 - D, 3912
47
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Como ya hemos aludido en el capítulo anterior, en un primer momento, durante el


gobierno de Bartolomé Mitre, las objeciones al sostenimiento del culto se canalizaron
directamente a través de la interpretación que el presupuesto nacional solo debía de
auxiliar a la Iglesia, sin cuestionar la legitimidad de la obligación constitucional. La
discusión, entonces, se circunscribía al campo político, pues si el gobierno resultaba
anticlerical o laicista reducía el auxilio a la Iglesia.
En un segundo estadio procuraron la modificación de la norma cuestionando la
legitimidad de la Iglesia Católica de recibir el sostenimiento del Estado Nacional. Esto
aconteció en 1954 cuando el gobierno de Juan Domingo Perón confrontó con la cúpula
eclesial. Ante el agudo problema político el presidente instó la reforma constitucional,,
tal cual se expuso anteriormente. El 20 de mayo de 1955 el Congreso sancionó la Ley n°
14.40484 que declaró la necesidad de reforma parcial de la Constitución Nacional “en
todo cuanto vincula a la Iglesia –Católica- y a su relación con el Estado, a fin de
asegurar la efectiva libertad e igualdad de cultos, frente a la Ley” –artículo 1°-. Esta
iniciativa, bajo pretexto de la concretización de los principios constitucionales
mencionados –libertad de cultos e igualdad ante la Ley- constituía una respuesta jurídica
al conflicto político en el cual estaban sumidos el Gobierno Argentino y la Iglesia
Católica. El conflicto tuvo su fin con el advenimiento de la “Revolución Libertadora”
(16 de septiembre de 1955) que dejó sin efecto la norma.
Pero luego el embate laicista nuevamente arremetió contra la disposición del
artículo 2º de la Constitución.
Operada la reforma del año 1994, que suprimió numerosas cláusulas referidas
directa o indirectamente a la Iglesia. Ante ello algunos autores plantearon, radicalmente,
que el Estado Argentino asumió la postura laicista, lo que resulta incorrecto, pues el
artículo segundo de la Constitución no se modificó y debido que en razón de la vigencia
del Concordato de 1966 –de jerarquía superior a las leyes- todavía el Presidente de la
Nación ejerce prerrogativas emergentes del derecho de patronato. Por lo tanto nuestro
país es un Estado confesional.

84
Sancionada el 20/05/1955, publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina (en adelante
Boletín Oficial) del 27/05/1955. El proyecto fue iniciativa del Diputado Nacional –por el Partido
Justicialista- Tesorieri, y el miembro informante del proyecto fue el Diputado Nacional Ventura Gonzáles.
Los antecedentes pueden ser consultado en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados del año
1955, páginas 246, 300 y ss.; y Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores del año 1955, páginas 135
y ss.
48
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

No obsta a ello que se hubiere declarado la libertad de cultos –cláusula


constitucional que tiene igual vigencia que el artículo 2º, pues ambas datan de 1853-,
pues “libertad de cultos” no implica “igualdad de cultos” y la opción de la preferencia de
un culto, justificado en argumentos culturales e históricos expuestos por Alberdi, la
Comisión de Negocios Constitucionales de 1853, por los Constituyentes que
sancionaron las normas implicadas, y por la praxis constitucional.
Se argumenta, también de modo confuso, que la opción de preferencia del culto
católico consagrado en la Constitución viola al derecho al libre ejercicio del culto en
condiciones de igualdad y no discriminación85, pues sabemos que el concepto de
igualdad establecido por la propia Constitución lo es en igualdad de condiciones, y
obviamente ningún culto se encuentra en esa situación de igualdad de condiciones desde
que la Iglesia Católica está presente desde tiempos pretéritos en nuestro suelo, y desde el
momento que la mayoría de los ciudadanos la profesan –practicándola o no-.
Entonces pretender la igualdad total sin advertir las condiciones en que se
encuentra cada sujeto resulta irrazonable según la propia lógica de la Constitución.
Finalmente debe advertirse que la Corte Federal ha interpretado que la
modificación constitucional operada en 1994, principalmente al incorporar
constitucionalmente diversos tratados de derechos humanos –y permitir que a futuro
nuevos pactos puedan ser incorporados con igual jerarquía- no puede ser interpretada de
modo que trastoquen las declaraciones, derechos y garantías estipuladas en la sección
dogmática de la Constitución, pues el legislador de 1994, por la ley que habilitó la
reforma, no estaba autorizado a su modificación. Entonces la totalidad del plexo
normativo de derechos humanos integrado en 1994 y que a futuro se integre, no puede
ser interpretado en desmedro de las cláusulas establecida en la mentada sección
orgánica.

c) Leyes nacionales

Ley Nacional 21.54086

85

Ver al respecto el valioso trabajo de ROSSI F. y AMETTE ESTRADA, R. El artículo 146 de Proyecto de
Reforma del Código Civil Argentino: una análisis constitucional del mantenimiento de la Iglesia Católica
como persona jurídica publica, en Revista Electrónica Cuestión de Derecho nº 3, segundo semestre 2012,
cuyas conclusiones, justamente, no compartimos, pero resulta de importancia para comprender tal postura
laicista.
86
Sancionada y promulgada el 25/02/1977. Publicada en el Boletín Oficial del 03/03/1977.
49
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

La ley regula una “asignación mensual vitalicia” para las dignidades eclesiásticas
que cesan en sus oficios “por razones de edad o de invalidez”. El beneficio previsional
se engancha en un porcentaje y respecto de su movilidad al sueldo de juez nacional de
primera instancia en actividad.
La norma ha previsto dos supuestos: a) ordinarios diocesanos (Arzobispos,
Obispos, Prelados, Exarca y Ordinario Castrense): 70 % del sueldo de juez nacional de
primera instancia; b) obispos auxiliares, y vicario castrense con jerarquía episcopal: 60
% del sueldo de juez nacional de primera instancia.
Como recaudo para gozar de los beneficios de previsión social los prelados deben
acreditar 75 años de edad o incapacidad y el haber cesado en sus cargos por dichas
causales y residir en el País.

Ley Nacional 21.95087


Por esta ley se confiere a la jerarquía eclesiástica una “asignación mensual”
equivalente a un porcentaje de la percibida por un juez nacional de primera instancia.
La finalidad tenida en cuenta por la ley fue “otorgar a los señores obispos una
asignación mensual que les permita vivir decorosamente sin tener que recurrir a los
escasos recursos diocesanos” ni a la beneficencia de instituciones extranjeras.
La ley ha tenido en cuenta que “la creación de una diócesis y la presencia de su
titular modifican al corto plazo la situación de estas regiones. Mediante una acción
misionera emprendida con tesón y denuedo se instalan parroquias y capillas en los
lugares más inhóspitos, se regularizan situaciones familiares anómalas, se fundan
colegios, oratorios, asilos, contribuyendo de esta forma al afianzamiento del ser
nacional”.
En concordancia con los beneficios previsionales otorgados por le ley 21540, los
prelados se dividen dos grupos: a) ordinarios diocesanos (Arzobispos, Obispos,
Prelados, Exarca y Ordinario Castrense) gozan de una asignación mensual equivalente al
80 % de la remuneración fijada para el cargo de juez nacional de primera instancia, hasta
que cesen en dichos cargos; b) Obispos auxiliares y el secretario general del Episcopado,
se otorga una asignación mensual equivalente al 70 % de la remuneración fijada para el
cargo de juez nacional de primera instancia hasta que cesen en dichos cargos.

87
Sancionada y promulgada el 07/03/1979. Publicada en el Boletín Oficial del 15/03/1979. ADLA 1979 -
A, 77.
50
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Ley Nacional 22.16288.


La ley ha tenido presente “la constante y perseverante tarea desarrollada por los
citados sacerdotes, así como también los resultados obtenidos a través de la misma…
dado que la asignación que se propicia trasunta la preocupación y reconocimiento del
Estado por la labor que realizan, pues a pesar de estar destacados en zonas marginadas
y de sensible debilidad demográfica, contribuyen eficazmente al desarrollo espiritual,
social, educacional y cultural de las mismas, propendiendo así a su integración, total y
definitiva, al resto de la Nación”.
Para ello la ley faculta al Presidente de la Nación a otorgar “una asignación
mensual… a los curas párrocos o vicarios ecónomos que desarrollen sus actividades en
parroquias situadas en zonas de frontera” y otras zonas que requieren “la promoción de
su desarrollo”.
La asignación que se otorga es “equivalente a la que corresponda a la categoría
16 del escalafón del personal civil de la Administración pública nacional” y se otorga
“a propuesta del respectivo Diocesano y encauzada a través del mismo”89.

Ley Nacional 22.43090


Esta ley regula beneficios sociales -asignación mensual vitalicia equivalente al
haber mínimo de jubilación del régimen nacional de jubilaciones y pensiones para
trabajadores en relación de dependencia- para los sacerdotes seculares de culto católico,
apostólico, romano, de sesenta y cinco o más años de edad o incapacitados, que hubieran
desempeñado su ministerio en el país durante un lapso no inferior a cinco años, no
amparados por un régimen oficial de previsión o de prestación no contributiva.

Ley Nacional 22.95091

88
Sancionada y promulgada el 13/02/1980. Publicada en el Boletín Oficial del 25/02/1980. ADLA 1980 -
A, 54.

89
En consonancia con esa Ley, por ejemplo, la Provincia del Chubut ha sancionado la Ley III-10 por la
cual se faculta al gobernador de la Provincia para asignar una retribución mensual a sacerdotes que presten
asistencia en localidad del interior, ajenas a su asiento, “con debilidad demográfica y deficientes
comunicaciones o servicios”, pero la norma va más allá pues estipula que “Los sacerdotes beneficiarios
actuarán como auxiliares de la Administración Pública a efectos de la celebración de matrimonios
civiles, la inscripción de nacimientos y otros autorizados por el Decreto Ley Nº 8204/63 y las Leyes
Nacionales Nº 16.478 y 17.671”.

90
Sancionada y promulgada el 13/03/1981. Publicada en el Boletín Oficial del 20/03/1981. ADLA 1981 -
A, 229.
51
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Esta disposición tiene como su antecedente a la ley dictada a instancias de Justo


José de Urquiza en 1858 para colaborar con la formación de seminaristas argentinos del
clero diocesano con un monto por alumno equivalente al que corresponda a la categoría
10 del escalafón del personal civil de la administración pública nacional.
También se estipula igual beneficio para formación de religiosos de las “órdenes
preconstitucionales” de la Merced, Orden de Predicadores, Orden de Frailes Menores
(Franciscanos), Compañía de Jesús (Jesuitas); y a la Congregación Salesiana de San
Juan Bosco.

IV- Subjetividad jurídica de la Iglesia

a) Introducción
En orden a exponer la materia del título cabe, liminalmente, precisar que la
subjetividad jurídica canónica solo habilita, a la persona jurídica regulada por el derecho
de la Iglesia, a adquirir derechos y contraer obligaciones de índole canónicos. Dicho de
otro modo: el derecho canónico reconoce o confiere personalidad jurídica, y ésta
conlleva solamente la posibilidad de ejercer derechos y contraer obligaciones en el
marco social de la Iglesia.
Por ende la sola “subjetividad canónica” no permite a la persona jurídica a actuar
en otro ámbito jurídico que no sea el eclesial.
Por ello, como se expondrá más abajo, la distintas manifestaciones comunitarias
que asume la Iglesia –Diócesis, Parroquias, órdenes, Institutos de Vida Consagradas,
Fundaciones, etc- gestionan la obtención o el reconocimiento de la subjetividad civil
conforme el sistema legal vigente en cada Estado, que es la que las habilita a la
realización del cumplimiento de derechos y obligaciones en el Estado político.

La regulación de la subjetividad jurídica de la Iglesia Católica en nuestra


legislación civil ha dado lugar a un complejo entramado de interpretaciones que el nuevo
Código Civil y Comercial no abordó.
La cuestión no resulta menor, pues la Iglesia Católica, por su naturaleza, tiene
sus propias normas que regulan la personalidad jurídica en su ámbito y que, por la falta

91
Sancionada y promulgada el 14/10/1983. Publicada en el Boletín Oficial del 18/10/1983. ADLA 1983 -
D, 3912.
52
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

de precisiones en nuestra ley secular, se proyectan en el sistema jurídico estadual dando


lugar a interpretaciones confusas y algunas veces sesgadas.
Entonces la poca especificidad legislativa sobre la materia en la ley común
amerita algunas precisiones para su correcta hermenéutica.

b) Ley Nacional nº 340. El Código Civil


El Código Civil proyectado por Vélez Sarsfield clasificaba a las personas
jurídicas como de existencia necesaria o existencia posible, y estipulaba que, ambas,
eran creadas “con un objeto conveniente al pueblo”, estipulando que ellas eran:
“1ª El Estado;
2ª Cada una de las Provincias federadas;
3ª Cada uno de sus municipios;
4ª La Iglesia;
5ª Los establecimientos de utilidad pública, religiosos o piadosos, científicos o
literarios, las corporaciones, comunidades religiosas, colegios, universidades,
sociedades anónimas, bancos, compañías de seguros, y cualesquiera otras asociaciones
que tengan por principal objeto el bien común, con tal que posean patrimonio propio y
sean capaces, por sus estatutos, de adquirir bienes, y no subsistan de asignaciones del
Estado” (artículo 33).
El artículo, tal cual había sido redactado, dejaba algunas dudas: ¿que Iglesia era
la aludida?, ¿la Iglesia es una persona de existencia necesaria?, ¿cuáles son las
comunidades religiosas?, ¿Cuáles son los establecimientos de utilidad pública
religiosos?.
Aquellos interrogantes se fueron contestando por la acción de la doctrina y la
jurisprudencia pero recurriendo, principalmente a los comentarios del codificador.
En el razonamiento del legislador se formuló una doble distinción respecto de la
Iglesia y los establecimientos y comunidades religiosas, pues la primera era de
existencia necesaria –por la propia naturaleza jurídica de la Iglesia, en consonancia con
la importancia y la tradición jurídica romana- en tanto los segundos resultaban de
existencia posible, pues su subjetividad quedaba circunscripta al cumplimiento de los
requisitos estipulados en la propia norma, es decir que tengan por objeto el bien común,
posean patrimonio y sean capaces por sus estatutos de adquirir bienes y tengan su propio
patrimonio.
53
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

El proyectista, Dalmacio Vélez Sarsfield, tenía un versado manejo del derecho


eclesiástico, por haber sido autor de uno de los trabajos más antiguos escritos en nuestro
país92. Explicó, en la nota a los artículos 33 y 34, sobre la subjetividad de la Iglesia y las
corporaciones piadosas expresando que “después de la Constitución de Constantino en
321 por lo cual cada Iglesia o asamblea católica adquirió la capacidad de recibir
bienes de las disposiciones testamentarias de toda persona, llegó ella a ser una persona
jurídica (7. Habeat unusquisque licemtiam sanctissimo catholico, venerabilique concilio
decedens bonorum quod obtaverit, relinquere). No tenía ninguna dependencia del
Estado en la administración de sus propiedades (8. Véase SERRIGNY, cap. 5.), y estuvo
siempre exenta de las contribuciones directas, derecho que ha regido en España hasta
el siglo pasado. Poco importaba pues, que, como Iglesia espiritual, estuviera sujeta a
otra legislación, si en cuanto a sus bienes y a las relaciones de derecho sobre ellos con
los particulares, debía necesariamente reconocer la autoridad del derecho civil. En
Roma abundaban los establecimientos de beneficencia: hospicios para los recién
nacidos, para los huérfanos pobres, para los ancianos, para alimentar a los indigentes
inválidos, para viajeros pobres, hospitales para curar enfermos, etc., etc. Ninguno de
los establecimientos de beneficencia existentes en la época actual, dice SERRIGNY, era
desconocido de los romanos; y todos eran considerados como personas jurídicas, con
capacidad de poseer y adquirir bienes (9 Lib. 2, tít. 6 § 1002.)”.
La norma del artículo 33 se interpreta conjuntamente con el artículo 2345 que
dispuso que “Los templos y las cosas sagradas y religiosas corresponden a las
respectivas iglesias o parroquias, y están sujetas a las disposiciones de los arts. 33 y 41.
Esos bienes pueden ser enajenados en conformidad a las disposiciones de la Iglesia
Católica respecto de ellos, y a las leyes que rigen el patronato nacional”.
El legislador, cuando aludía a Iglesia tanto en el artículo 33 como en el 2345 se
circunscribió a la Iglesia Católica Apostólica Romana en concordancia con el artículo 2
de la Constitución, pues sólo a Ella se refiere el patronato.
Finalmente el artículo 2345 aclaraba la cuestión en el sentido que tanto la Iglesia
–Universal gobernada por el Sumo Pontífice- como las Iglesias Particulares –diócesis- y
las Parroquias eran personas jurídicas de existencia necesaria.

92
Tratado Público Eclesiástico en Relación al Estado, publicado en 1854, luego ampliado y corregido y
editado en Buenos Aires en 1871 bajo el título Derecho Público Eclesiástico, relaciones del Estado con la
Iglesia en la antigua América Española.
54
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

c) El concordato de 1966. Ley Nacional 17.032


La ratificación del Concordato con la Santa Sede si bien no modificó el artículo
33 del Código Civil agregó nuevos elementos interpretativos, de índole cualitativos y
cuantitativos, al momento de considerar la subjetividad de la Iglesia.
Por el artículo I del Concordato nuestro país “reconoce y garantiza a la Iglesia
Católica Apostólica Romana el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual, el libre y
público ejercicio de su culto, así como de su jurisdicción en el ámbito de su
competencia, para la realización de sus fines específico”.
Por esta disposición el Estado Nacional reconoce a la Iglesia el ejercicio de sus
poderes jurisdiccionales intra-ecclesia, y, por ende, permite la aplicación del derecho
canónico93.
A su turno el derecho canónico también regula la subjetividad jurídica canónica,
y la existencia personas jurídicas canónicas públicas y privadas; que pueden ser
fundaciones o corporaciones.

d) La reforma del Código Civil. La ley Nacional 17.771.


La reforma legislativa impulsada por el ministro Guillermo Borda modificó el
artículo 33 del Código Civil. El texto quedó redactado como sigue: “Las Personas
jurídicas pueden ser de carácter público o privado.
Tienen carácter público: 1°. El Estado Nacional, las Provincias y los
Municipios. 2°. Las entidades autárquicas. 3°. La Iglesia Católica.
Tienen carácter privado: 1°. Las asociaciones y las fundaciones que tengan por
principal objeto el bien común, posean patrimonio propio, sean capaces por sus
estatutos de adquirir bienes, no subsistan exclusivamente de asignaciones del Estado, y
obtengan autorización para funcionar. 2°. Las sociedades civiles y comerciales o
entidades que conforme a la ley tengan capacidad para adquirir derechos y contraer
obligaciones, aunque no requieran autorización expresa del Estado para funcionar”.
El legislador de 1968 dejó de lado la clasificación según sea necesaria o posible
la existencia de las personas, y las agrupó según sean públicas o privadas.
A su turno disipó, parcialmente, la duda respecto a la Iglesia que goza de
personalidad pública, pues estableció que era a la Católica, pero no se consignó si a cual
de ellas –la Romana o la Ortodoxa-.

93
MONTILLA ZAVALIA, F.A., Conceptos sobre el Derecho Concordatario. Las Relaciones
convencionales internacionales entre la Iglesia Católica y las sociedades políticas. LL 2002-D-992.
55
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Además dejó subsistente la intrincada interpretación, ahora agravada en virtud de


la vigencia del concordato-ley 17.032, respecto a si la Iglesia Católica aludida se refiere
a la universal o, por el contrario, si su alcance resulta amplio al abarcar a todas las
tipologías canónicas de subjetividad.
Nuevamente la doctrina y la jurisprudencia hicieron camino al andar: se mantuvo
el criterio interpretativo que solo le cabía subjetividad jurídica pública a la Iglesia
Católica Romana y que abarcaba a la Iglesia Universal (cuya cabeza es el Pontífice) 94, la
diocesana y la parroquial95, y además se interpretó que la misma es una persona
jurídica pública no estatal96.
En cuanto a las órdenes y/o congregaciones religiosas, al igual que las
fundaciones religiosas, le correspondía el carácter de personas jurídicas privadas, y que,
por lo tanto, debían asumir una tipología civil conforme la segunda parte del artículo
33º del Código. La única excepción está dada por las órdenes religiosas pre-
constitucionales: la Orden de la Merced, la Orden de Predicadores, la Orden de Frailes
Menores (Franciscanos) y la Compañía de Jesús (Jesuitas) aludidas en la Ley 22.950,
pues estas gozan, según la doctrina, de personería jurídica pública97.
Esta circunstancia permitía un confuso desdoblamiento en la subjetividad dentro
de la Iglesia Católica con proyecciones civiles que generaban un dispar efecto jurídico,
pues por un lado las diócesis y parroquias se constituían en personas jurídicas públicas y
se regulaban exclusivamente por el derecho canónico –para el cual también resultan ser
personas jurídicas públicas- en concordancia con las disposiciones concordatarias; y por
el otro lado las demás corporaciones y fundaciones canónicas debían duplicar su
personalidad jurídica pues primeramente adquirían su reconocimiento canónico y luego
tramitaban la personalidad jurídica según la segunda parte del artículo 33 del Código
Civil, y, por ello, se encontraban constreñidas a los requisitos y controles estipulados en
la norma argentina.

94
MONTILLA ZAVALÍA, F. A, La Iglesia Católica como Persona Jurídica (en los Derechos
Internacional Público y Argentino) EDDC, diario del 18 de septiembre de 2001.

95
Sobre la Parroquia ver: NAVARRO FLORIA, J. G., ¿Puede una parroquia católica ser demandada en jui-
cio? ED 156-111.

96
BORDA, G. A., La reforma del Código Civil. Personas jurídicas, ED 28-821.
97

PADILLA, N., El reconocimiento de las confesiones religiosas en Argentina, en: La Libertad religiosa
en España y Argentina, Madrid 2006, páginas 183 y sgtes.
56
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

e) La Ley Nacional nº 24.483


Los problemas prácticos generados por la existencia de un sistema legal
duplicado aplicable a la realidad eclesiástica dio lugar a que el legislador argentino
dictada la Ley Nacional 24.483.
Esta disposición, sin modificar nominalmente el Código Civil, estipuló un
sistema sencillo y expedito para que aquellas personas jurídicas canónicas no alcanzadas
por la subjetividad pública del Código, pudieran obtener la personería jurídica del
derecho civil, de modo de unificar las subjetividades canónica y civil bajo el imperio de
la norma canónica98.
En lo sustancial la ley dispuso que “los Institutos de Vida Consagrada y
Sociedades de Vida Apostólica que gocen de personalidad jurídica pública en la Iglesia
Católica, admitidos por la autoridad eclesiástica competente conforme al artículo V del
Acuerdo entre la República Argentina y la Santa Sede aprobado por la Ley 17.032, les
será reconocida la personalidad jurídica civil por su sola inscripción en un registro que
se llevará en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.
El mismo régimen se aplicará a las distintas provincias o casas que gocen de
personalidad jurídica autónoma, conforme a sus reglas, constituciones o estatutos y lo
pidan expresamente (artículo 1º).
La norma, incluso, fue más allá al disponer que “Los sujetos a que se refiere el
artículo 1 una vez inscriptos gozarán de la más completa autonomía en cuanto a su
gobierno interno conforme al derecho canónico, debiendo inscribir en el registro los
cambios que se produzcan en sus constituciones, reglas, estatutos o normas propias, y
la renovación de sus autoridades o representantes, para su oponibilidad a terceros.
Las relaciones entre los institutos o sociedades inscriptos y sus miembros se
regirán por sus reglas propias y por el derecho canónico, y estarán sujetas a la
jurisdicción eclesiástica.”.
Podemos afirmar que, en definitiva, la ley 24.483 configura un sub-sistema que
regula la personalidad jurídica privada de algunas personas jurídicas públicas canónicas.
Como colofón, en el sistema legal vigente hasta la sanción del Código Civil y
Comercial de la Nación la Iglesia Católica Apostólica Romana podía asumir tres tipos de
personalidad jurídica: a) la pública: que quedaba circunscripta a las iglesias Universal,
diocesana y parroquial (art. 33 1º parte del Código Civil) y a las órdenes religiosas pre

98
PADILLA, N., op cit. NAVARRO FLORIA, J.G., El reconocimiento de las confesiones religiosas en la
Argentina, en: Actas del Congreso Latinoamericano de Libertad Religiosa. Lima-Perú (septiembre, 2000).
57
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

constitucionales; b) la privada: destacándose dos situaciones: 1º los Institutos de Vida


Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (tipología jurídica actual de lo que otrora
se denominaba orden religiosa o congregación) regulados por la Ley 24.483; y 2º las
demás personas jurídicas canónicas no alcanzadas por la ley 24.483 que continuaban
bajo el imperio de las disposiciones del artículo 33 2º parte del Código Civil.

f) El artículo 146 del Código Civil y Comercial


Los fundamentos dados por la Comisión que ha formulado el ante-proyecto de
Código Civil y Comercial no modificaron, mayormente, los precedentes legislativos.
Sin dar muchas explicaciones, solo en un par de párrafos y en líneas generales, se
expresa sobre la regulación de las personas públicas que “…tratándose de la
formulación de un código de derecho privado, podría prescindirse de la referencia a
personas jurídicas públicas. No obstante la mención de ellas, a la cual se limita lo
proyectado (la regulación en sí es propia del derecho público nacional e internacional),
tiene su tradición en el Código Civil vigente y por otra parte se hacen diversas
referencias a ellas, principalmente al Estado nacional, las provincias y los municipios,
en otras de sus partes y será sin duda necesario repetirlo en alguna medida en el texto
en proyecto. Por esas razones, se considera apropiada la enumeración, en parte como
consta en el código vigente pero agregando otras, como personas jurídicas de derecho
internacional público. Asimismo, la referencia a partir del Proyecto de 1998 a “las
demás organizaciones constituidas en la República a las que el ordenamiento jurídico
atribuya ese carácter”, sirve para contemplar a las empresas del Estado y también a las
denominadas personas jurídicas públicas no estatales, regidas por leyes especiales
(como los partidos políticos, las asociaciones sindicales y diversas entidades
profesionales)”.
En base a ello se propuso la siguiente redacción del artículo 146: “Son personas
jurídicas públicas:
a) el Estado nacional, las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los
municipios, las entidades autárquicas y las demás organizaciones constituidas en la
República a las que el ordenamiento jurídico atribuya ese carácter;
b) los Estados extranjeros, las organizaciones a las que el derecho internacional
público reconozca personalidad jurídica y toda otra persona jurídica constituida en el
extranjero cuyo carácter público resulte de su derecho aplicable;
c) la Iglesia Católica”.
58
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

El artículo tal cual fue ante-proyectado por la Comisión no fue modificado por el
Poder Ejecutivo, ni tampoco por la Comisión Bicameral ni por las cámaras del Congreso
de la Nación.
Podríamos pensar que, tal como se ha formulado el artículo, contiene una
enunciación de las personas jurídicas públicas que no resulta taxativa, pues los acápites
a) y b) permiten que otro tipo de subjetividades creadas por el legislador nacional o al
amparo de otras legislaciones no argentinas, o suprana-cionales, puedan ser consideradas
públicas.
En lo que a nosotros nos interesa el texto de la norma sancionada sigue sin
aclarar a que Iglesia Católica se refiere en el acápite c), por lo que habrá que continuar
dependiendo de la interpretación jurisprudencial o doctrinaria que ha establecido que es
la Iglesia Católica Apostólica Romana, ello en apoyo del artículo 2º de la Constitución
Federal y del Concordato-Ley 17.032.
Asimismo se desprende que el legislador ha introducido un nuevo elemento de
conflicto interpretativo en lo referido a la Iglesia, pues ésta es, al mismo tiempo una
organización a la que el derecho internacional público le reconoce personalidad jurídica,
pero además, por el mismo derecho canónico, la Iglesia confiere subjetividad jurídica
pública a otras entidades canónicas.
Ello nos da a pensar que el alcance del acápite b) puede ser sumamente extenso
cuantitativamente, pues toda persona jurídica pública canónica creada en el extrajero –es
decir fuera de los límites de la República Argentina- podría ser considerada, por
extensión, como persona jurídica pública en nuestro ordenamiento legal.
Tal conclusión se funda en razón de que la Iglesia es universal –católica- y goza,
como hemos dicho, de subjetividad del derecho internacional público. Reiteramos: la
Iglesia tiene su propio ordenamiento jurídico –el derecho canónico- y conforme a él
puede crear personas jurídicas públicas.
De allí que en virtud del acápite c) serán personas públicas para el derecho civil
de nuestra Patria –según el arraigado criterio interpretativo- la Iglesia Universal, las
Diócesis y las Parroquias de la Iglesia Católica Apostólica Romana en territorio
nacional; y por efecto del acápite b) serán personas públicas aquellas personas jurídicas
canónicas públicas creadas por autoridades canónicas extranjeras, tales como las
diócesis o parroquias cuya sede no se encuentran en la República Argentina y que
hubieren sido creadas por el Pontífice –o autoridad canónica universal-, y por los
diocesanos extranjeros.
59
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Pero el alcance de la norma resulta, aún, más extenso, pues también es una
manifestación eclesial el Estado de la Ciudad del Vaticano, y, entonces, también resulta
comprendido en el acápite b) que comentamos. El Estado Vaticano ejerce, por medio de
sus propios órganos de gobierno, funciones legisferantes99 y confiere personalidad
jurídica.
Obviamente el proyectista ni el legislador han tenido en cuenta lo complejo del
entramado normativo respecto de la Iglesia Católica, y se ha reiterado la imprecisión de
los legisladores de 1869 y 1968, la que se agrava no solo debido a la vigencia del
concordato –con jerarquía superior a las leyes-, sinó también por el efecto de la
aplicación oblicua del derecho canónico en nuestro sistema legal.

g) Artículo 148 del Código Civil y Comercial


El texto del artículo 148 del Código Civil y Comercial, conforme los ante-
proyectistas, rezaba: “…Son personas jurídicas privadas:
a) las sociedades;
b) las asociaciones civiles;
c) las simples asociaciones;
d) las fundaciones;
e) las mutuales;
f) las cooperativas;
g) el consorcio de propiedad horizontal;
h) las comunidades indígenas;
i) toda otra contemplada en disposiciones de este Código o en otras leyes y cuyo
carácter de tal se establece o resulta de su finalidad y normas de funcionamiento”.
El Poder Ejecutivo no introdujo ningún cambio en la redacción del artículo
proyectado, pero si la Comisión Bicameral. El artículo original se modificó parcialmente
del siguiente modo: se incorporó el acápite e) a las iglesias, confesiones, comunidades o
entidades religiosas y se quitó a las comunidades indígenas.
La reforma propuesta por la citada Comisión fue aprobada por ambas Cámaras
sin mayores discusiones, y sin esbozar fundamentos. Concretamente el senador

99
MONTILLA ZAVALÍA, F.A.; La Nueva Constitución Política del Estado del Vaticano, en EDDC
diario del 12 de julio de 2001.
60
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Basualdo, por una inserción al acta de debate, celebró “la inclusión de las iglesias,
confesiones, comunidades o entidades religiosas como personas jurídicas privadas…”.
En la discusión parlamentaria no existen mayores referencias a la norma.
En lo que a nosotros nos interesa el acápite e) del artículo estipula que son
personas jurídicas privadas “las iglesias, confesiones, comunidades o entidades
religiosas”.
La norma es harto confusa. ¿Qué ha querido decir el legislador con las iglesias?
¿Qué son las confesiones?, y ¿a que se refiere con comunidades o entidades religiosas?.
Obviamente la norma no ha tenido en cuenta, en lo que a la Iglesia Católica
respecta, el tecnicismo canónico, y ello no debe alarmar pues el legislador civil no tiene
porque conocer el derecho de la Iglesia. Pero la inserción del acápite e) nos permite
allanar algunas complicaciones interpretativas vigentes en la anterior legislación.
No caben dudas que el legislador al aludir a las iglesias se está refiriendo a las
iglesias cristinas no católicas apostólicas romanas. Es decir a todas las iglesias cristianas
excluida la Católica Romana, que, como vimos, es persona pública.
En cuanto a las confesiones, podemos presumir que se alude a las
manifestaciones de culto religioso no cristiano en la medida que estén organizadas
jurídicamente.
Finalmente el significado de comunidades o entidades religiosas es más
complejo de interpretar. Las comunidades religiosas no pueden quedar comprendidas en
el concepto de iglesias ni en el de confesiones pues el legislador ha querido significar
una realidad o entidad distinta a ellas, pero con alguna vinculación a lo religioso –
obviamente-.
Podemos interpretar, entonces, que con la denominación comunidades o
entidades religiosas el legislador argentino ha querido reconocer aquellas
manifestaciones de subjetividad canónica no comprendidas en el artículo 146 del
Código. Es decir que el contenido de comunidades o entidades religiosas se pude
atribuir a aquellas personas jurídicas canónicas que no sean la Iglesia Universal, la
Diócesis ni la Parroquia.
Pero también se debe detraer de la interpretación de los aludidos términos a
aquellas subjetividades canónicas públicas enunciadas por la Ley Nacional 24.483, ello
en razón de que la personalidad jurídica estipulada por la Ley 24.483 configura un
subsistema cuya vigencia se re afirma en virtud del acápite i) del artículo 148.
61
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Entonces cuando el legislador alude a comunidades o entidades religiosas se


refiere a todas aquellas personas jurídicas canónicas no comprendidas en el artículo 146
acápite c), ni en las disposiciones de la Ley 24.483.
De lo expuesto se colige que el reconocimiento de la subjetividad jurídica de la
Iglesia Católica, según nuestro derecho estadual, continúa siendo el producto de un
complejo entramado de interpretaciones y normas, y que, en ese punto, el Código Civil y
Comercial no ha avanzado mucho en relación al derogado Código Civil reformado por
Ley 17.711.

h) Síntesis
Como síntesis, intentando brindar algunas pautas interpretativas, circunscriptas
solo a la materia de nuestro trabajo, se esboza el siguiente esquema sinóptico teniendo
presente las disposiciones de la nueva ley civil y comercial:

I- Persona Jurídica Pública (artículo 146 del Código Civil y Comercial):


1º) - Acápite c) La Iglesia Católica Apostólica Romana que comprende:
- La Iglesia Universal, cuya cabeza es el Pontífice (en concordancia: acápite b);
- La Iglesia Diocesana en territorio argentino, cuya cabeza es el Obispo; y
- La Iglesia Parroquial en territorio diocesano de una diócesis argentina, cuya cabeza es el
Párroco.
- Ordenes religiosas pre constitucionales (Orden de la Merced, Orden de Predicadores, Orden
de Frailes Menores) y la Compañía de Jesús
2º) – Acápite b) Estados extranjeros, las organizaciones a las que el derecho internacional público
reconozca personalidad jurídica, que comprende:
- La Iglesia Católica Apostólica Romana universal (en concordancia: acápite c)
- La Iglesia Diocesana en territorio extranjero.
- La Iglesia Parroquial en territorio extranjero.
- Las demás personas jurídicas públicas creadas por el Pontífice en el extranjero.
- El Estado de la Ciudad del Vaticano.

II- Persona Jurídica Privada (artículo 148 del Código Civil y Comercial)
1º) - Acápite e) Comunidades o entidades religiosas, que comprende:
- Personas jurídicas canónicas públicas no comprendidas en el artículo 146 ni en las
disposiciones de la ley 24.483
- Personas jurídicas canónicas privadas.
2º)- Acápite i) Toda otra contemplada en disposiciones de otras leyes; que comprende:
- Personas jurídicas canónica públicas aludidas en las disposiciones de la ley 24.483.

V- Libertad de Cultos en la República Argentina. Registro de Cultos

a) Prolegómenos. Buenos Aires y San Juan frente a la libertad religiosa durante la


primera mitad del siglo XIX
Durante toda la primera mitad del siglo XIX las mayoría de provincias de la
Confederación Argentina rechazaron la libertad de cultos. La excepción estuvo dada por
las provincias de Buenos Aires y San Juan.
62
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

En aquél período en Buenos Aires, bajo la administración de Martín Rodríguez e


inspiradas por su ministro Bernardino Rivadavia, se llevaron a cabo una serie de
reformas en materia religiosa de corte regalista, por la cual se suprimieron los diezmos,
se secularizaron los cementerios, se prohibió el ingreso de cualquier eclesiástico sin
previa autorización del gobierno y se suprimieron las órdenes religiosas cuyos bienes
fueron confiscados por el Estado Provincial.
Como parte de aquella política el 2 de febrero de 1825 Buenos Aires firmó un
Tratado de Amistad y Comercio con Gran Bretaña, cuyo artículo 12 rezaba: “Los
súbditos de Su Majestad Británica residentes en la Provincia Unidas del Río de la Plata
no serán inquietados, perseguidos ni molestados por razón de su religión, más gozarán
de una perfecta libertad de conciencia en ellas celebrando oficio divino, ya dentro de
sus propias casas o en sus propias o particulares capillas, las que estarán facultados
para edificar y mantener en los sitios convenientes que sean aprobados por el gobierno
de las dichas Provincias Unidas; también será permitido enterrar a los súbditos de SM.
que murieren en los territorios de las dichas Provincias Unidas en sus propios
cementerios, que podrán del mismo modo establecer y mantener".
Esta disposición, a su turno, dio lugar a la sanción de la ley porteña del 12 de
octubre de 1825 que declaraba la libertad de cultos restringida a Buenos Aires, mientras
que en el interior quedaba sujeto a la opinión pública100. 
La posición de la Provincia de Buenos Aires fue confirmada por una ley enviada
por el Gobernador Las Heras a la legislatura, sancionada el 1 de julio de 1825, cuyo
único artículo expresaba que “Es inviolable en el territorio de la provincia el derecho
que tiene todo hombre para dar culto a la divinidad según su conciencia”.
En esta misma época, la provincia de San Juan dictó una constitución -
sancionada el 15 de julio de 1825- cuyo artículo 17 disponía que “Ningún ciudadano o
extranjero, asociación del país o extranjera podrá ser turbada en el ejercicio público de
su religión, cualquiera que profesare, con tal que los que la ejerciten paguen y costeen
a sus propias expensas su culto.” 

b) Alberdi y la libertad religiosa


Alberdi, en las Bases planteaba como uno de los uno de los objetivos
primordiales al momento de organizar el País, el abrir las fronteras a la inmigración;
100
RAVIGNANI, E., El Tratado con la Gran Bretaña de 1825 y la libertad de cultos, en: Boletín del
Instituto de Investigaciones Históricas nº 7-8, Buenos Aires 1923.
63
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

pues para traer progreso era preciso que a estas tierras llegase población civilizada,
principalmente de Europa101.
Para cumplir tal misión era necesario reconocer la libertad de cultos. El pensador
tucumano proponía la tolerancia religiosa. Manifestaba: si queréis pobladores morales y
religiosos, no fomentéis el ateísmo. Si queréis familias que formen las costumbres
privadas, respetad su altar a cada creencia. La América española, reducida al
catolicismo, con exclusión de otro culto, representa un solitario y silencioso convento
de monjes. El dilema es fatal: o católica exclusivamente y despoblada; o poblada y
próspera, y tolerante en materia de religión. Llamar la raza anglo-sajona y las
poblaciones de Alemania, de Suecia y de Suiza, y negarles el ejercicio de su culto, es lo
mismo que no llamarlas, sino por ceremonia, por hipocresía de liberalismo.
Esto es verdadero a la letra: excluir los cultos disidentes de la América del Sud,
es excluir a los ingleses, a los alemanes, a los suizos, a los norteamericanos, que no son
católicos; es decir, a los pobladores de que más necesita este continente. Traerlos sin su
culto, es traerlos sin el agente que los hace ser lo que son; a que vivan sin religión, a
que se hagan ateos.
Sosteniendo esta doctrina no hago otra cosa que el elogio de una ley de mi país
que ha recibido la sanción de la experiencia. Desde Octubre de 1825 existe en Buenos
Aires la libertad de cultos, pero es preciso que esa concesión provincial se extienda a
toda la República Argentina por su Constitución, -95- como medio de extender al
interior el establecimiento de la Europa inmigrante. Ya lo está por el tratado con
Inglaterra, y ninguna constitución local, interior, debe ser excepción o derogación del
compromiso nacional contenido en el tratado de 2 de Febrero de 1825102.

c) La Constitución de 1853
Los diputados constituyentes de 1853 receptaron la propuesta alberdiana, y la
regulación religiosa se completó al consagrase en el artículo 14 la libertad de cultos,
pues se la estimaba necesaria a los fines alentar la inmigración europea hacia nuestro
País.
Al inmigrante debía respetársele la religión con la que arribaba a estas tierras y
debía otorgársele un marco de libertad para que pudiera profesarla.
101
LO PRETE, O., Consideraciones sobre la Libertad Religiosa en la Argentina, en: Anuario Argentino
de Derecho Canónico, (2005) 379-393.

ALBERDI, J. B., Organización Política y Económica de la Confederación Argentina, Besanzón 1856,


102

página 45.
64
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

De ahí que, incluso, el artículo 20 de la Constitución reitera este derecho


cuando reconoce los derechos de los extranjeros (pueden “ejercer libremente su culto”)
lo que refuerza el objetivo de hacer un país abierto a la inmigración.
Desde entonces la libertad de cultos se afianzó en la totalidad de las Provincias
–recordemos que en Buenos Aires, secesionada hasta 1860, la reconocía desde 1825
como ya lo vimos-.
La norma generó algunos conflictos en el interior conservador de la República,
y Sarmiento rápidamente salió a justificarla ampliando las doctrinas de Alberdi. El
sanjuanino exponía, en un largo comentario, las bondades de la norma, y trasmitía
tranquilidad a la grey católica al expresar que “Nos hemos extendido sobre este punto,
para aclarar ideas confusas y vagas que predominan en algunos puntos lejanos del
territorio argentino. Sabemos que en Mendoza algunos sacerdotes piadosos tuvieron
escrúpulos de jurar la constitución, con achaque de que concedía libertad de cultos. Ya
hemos visto que la Constitución no concede nada que no estuviese concedido de
antemano, reconocido y consentido por esos mismos sacerdotes. Pero aun sin eso,
debemos observar, que no es cuestión de conciencia que pueda en manera alguna ser
sostenida por sacerdote alguno, en su carácter de ministro del culto católico, la de la
exclusión política de los cultos disidentes. El Jefe de la Iglesia católica, en su carácter
de jefe del estado romano, permite la libertad de cultos a judíos y cismáticos griegos en
Ancona y Roma, por las mismas razones que la Constitución Argentina no lo estorba en
el territorio de su jurisdicción, a saber porque hay estantes y habitantes que profesan
esos esos en su propio territorio, y no es político expulsarlos, ni prudente oprimirlos. El
sacerdocio de Francia, Austria, Holanda y Bélgica y en casi todos los estados europeos,
no ha puesto en duda el deber de los gobiernos de respetar los derechos de la
conciencia...”103.
En la praxis, el diseño de Alberdi resultó sumamente exitoso, pues desde 1870
y hasta 1950 nuestro País se convirtió en una tierra de promisión donde acudieron
masivamente inmigración europea, principalmente itálica e hispana, pero también árabe,
francesa y en menor medida inglesa y rusa. La diversidad religiosa, desde entonces, tiene
una profunda tradición que honra a nuestra sociedad, caracterizada por su humanismo,
pluralidad y universalidad en cuanto a las razas, culturas y religión.

103
SARMIENTO, D. F., Comentarios de la Constitución de la Confederación Argentina, Imprenta de
Julio Belín, Santiago de Chile, septiembre de1853, página 71 y siguientes.
65
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Las prescripciones constitucionales sobre la libertad de cultos se vieron


ampliadas luego de la reforma constitucional de 1994, pues al constitucionalizarse
diversos tratados de derecho humanos -artículo 75 inciso 22-, y particularmente la
Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica), la Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención Internacional
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, la libertad religiosa
constitucional ha ampliado notablemente su contenido, atento lo ya visto al estudiar el
derecho a la libertad religiosa104.

d) Antecedentes sobre la regulación de la libertad de cultos en nuestro País


La libertad de cultos estipulada en la Constitución fue regulada parcialmente,
sólo respecto a algunos aspectos formales. El Código Civil aludió, por ejemplo, a que las
confesiones religiosas –distintas a la católica romana- podía obtener personalidad
jurídica como asociación civil.
Recién en 1946, el Estado organizó un Registro Nacional de Cultos al dictarse el
decreto 15.829/46 en razón de “la acción de proselitismo desarrollada en los últimos
años en todo el territorio de la República, por cultos distintos de la religión sostenida
por el Estado”, pero "con fines de información" y para garantizar la libertad de culto y
evitar "frecuentes conflictos que suelen originarse por la anarquía entre confesiones de
propósitos análogos". En el Registro debían inscribirse obligatoriamente "todos los
cultos que se profesen en el territorio de la República, distintos del Católico Apostólico
Romano" (art. l). El mismo decreto prohibió la instalación "de nuevas misiones
religiosas, templos u organizaciones confesionales”.
La norma generó numerosas críticas de diversas confesiones religiosas,
principalmente de las Evangélicas105, lo que dio lugar a su derogación.
No obstante ello dos años más tarde el Presidente Juan Domingo Perón dictó el
decreto 31.814/48, en vista de "la necesidad de organizar una fuente permanente de
antecedentes sobre todos los cultos que se practican en el país para facilitar la
estadística y el ordenamiento administrativo, en lo que a ello se refiere", dispuso la

104
BACH DE CHAZAL, R, Confesionalidad del Estado y libertad religiosa en la legislación Argentina,
La Plata 2013.
105
CANCLINI, S., Los Evangélicos en tiempos de Perón, memorias de un pastor bautista sobre la
libertad religiosa en la Argentina, Buenos Aires 1972.
66
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

creación de un "Fichero de Cultos", obligatorio para todas las "organizaciones


religiosas" no católicas, bajo apercibimiento de inhabilitación para "realizar cualquier
gestión ante las autoridades". En 1959, el fichero fue reorganizado por decreto 1127/59.
A fines de 1975, la presidente Martínez de Perón, por el decreto 4128/75  creó
una comisión para proyectar un nuevo texto legal referido a "las relaciones entre el
Estado y las instituciones religiosas”. En los considerandos se dijo que “es
impostergable la armonización de las disposiciones de referencia con otras previsiones
de la legislación de fondo que disponen sobre el reconocimiento, la creación y actividad
en el país de asociaciones religiosas, verbigracia, los artículos 34 y 36 del Código
Civil". La comisión así creada sufrió los avatares del golpe militar de marzo de 1976,
pero siguió funcionando bajo el gobierno de facto. En ese marco institucional proyectó
una ley que creaba el Registro Nacional de Cultos con un claro objetivo policial
manifestado expresamente al decir que entre sus objetivos estaban "un control efectivo
sobre los cultos no católicos por parte de las autoridades nacionales" y la
"fiscalización" por parte del Estado Nacional quitando, al respecto, toda ingerencia a las
Provincias106.
La Ley, finalmente, fue reglamentada por decreto nº 2037/79.

e) La Ley Nacional 21.745


La ley, en base a los precedentes normativos sobre la materia dispuso:
“Art. 1º - Créase en el ámbito del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto el
Registro Nacional de Cultos, por ante el cual procederán a tramitar su reconocimiento e
inscripción las organizaciones religiosas que ejerzan sus actividades dentro de la jurisdicción del
Estado Nacional, que no integren la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Art. 2º -- El Poder Ejecutivo procederá a establecer las condiciones y recaudos que
deberán cumplirse para obtener el reconocimiento e inscripción en el Registro Nacional de
Cultos. Dicho reconocimiento e inscripción serán previos y condicionarán la actuación de todas
las organizaciones religiosas a que se refiere el art. 1º, como así también el otorgamiento y
pérdida de personería jurídica o, en su caso, la constitución y existencia de la asociación como
sujeto de derecho.
Las organizaciones religiosas comprendidas, ya inscriptas, deberán proceder a su
reinscripción en un plazo de 90 días desde la publicación del decreto de reglamentación de la
presente ley; caso contrario, pasado dicho plazo se las tendrá por no inscriptas.
Art. 3º -- Se procederá a la denegatoria de la inscripción solicitada o cancelación de la
misma si ya hubiere sido acordada, en los siguientes casos:
a) cuando mediare el incumplimiento de lo dispuesto por la presente ley y su
reglamentación.
b) cuando se hubiere comprobado que los principios y/o propósitos que dieron origen a
la constitución de la asociación o la actividad que ejerce, resultaren lesivas al orden público, la
seguridad nacional, la moral y las buenas costumbres.

106
LO PRETE, O., Consideraciones sobre la Libertad Religiosa en la Argentina, en: Anuario Argentino
de Derecho Canónico, (2005) 379-393.
67
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

c) cuando el ejercicio de sus actividades fuere distinto de los principios y/o propósitos
que determinaron su reconocimiento e inscripción o fuere lesivo para otras organizaciones
religiosas.
Art. 4º -- Los casos mencionados en el artículo anterior implican:
a) la prohibición de actuar en el territorio nacional y/o
b) la pérdida de la personería jurídica o el carácter de sujeto de derecho.
Art. 5º -- La presente ley es de orden público y el Poder Ejecutivo nacional procederá a
su reglamentación dentro de los 60 días a partir de su publicación.
Art. 6º -- Comuníquese, etc.
La doctrina ha propuesto que la ley organiza un sistema de registro obligatorio de
cultos, pero no aborda la cuestión relacionada a la personalidad jurídica de organización
religiosa, pues se sigue requiriendo que la organización religiosa asuma una morfología
asociativa civil y agrega otros requisitos para que la organización pueda funcionar.
En efecto el artículo 2 resulta de confusa interpetación y exige que las
organizaciones religiosas se inscriban en el Registro del artículo 1 antes de comenzar a
existir y antes de llegar a ser "sujeto de derecho". Obviamente, no se tuvo en cuenta la
situación de las instituciones preexistentes a la ley, la mayoría de ellas ya constituidas
como asociaciones civiles y por tanto con personería jurídica previa a su inscripción en
el Registro. Al mismo tiempo, la norma reglamentaria exige acreditar un número de
fieles, una organización, la propiedad de lugares de culto.
Al respecto se ha criticado con dureza la norma debido a que “la añadidura de
tener que constituirse bajo una forma asociativa propia del derecho estatal, en vez de
poder lograr -cuando es viable- la inscripción y el reconocimiento estatales en virtud de
su propia organización religiosa interna, es un ritualismo que hasta tildaríamos de
inconstitucional ... porque perfora inútil y gratuitamente la libertad religiosa en su faz
asociativa con una cuña estatal deformante y estéril, que significa ni es más ni menos
que obligar a disfrazarse “civilmente” para gozar de aquella libertad religiosa"107.
Asimismo, al crear el Registro en el ámbito nacional, se ha monopolizado la
regulación del culto en no católico en manos del Estado Federal, lo que en la praxis
implica que el conferimiento de la personería jurídica a las organizaciones religiosas,
que puede serlo por parte de las Provincias en virtud del sistema federal, no las habilita
per se hasta tanto cumplan los recaudos estipulados en la ley nacional y en órbita del
Ministerio de Relaciones Exteriores.
Si bien el ejercicio de la libertad religiosa, en lo personal, se encuentra
garantizada en la República Argentina, las organizaciones cultuales requieren la reforma
de la ley poder funcionar con mayor facilidad.

107
BIDART CAMPOS, G. J., Disidencias y deserciones religiosas, ED, 137-721.
68
Nociones fundamentales de Derecho Público Eclesiástico

Se ha planteado la conveniencia de dictar un nuevo régimen normativo sobre


libertad de cultos destinado a borrar los escollos que impone la ley 21.745, y en tal
sentido se formuló un proyecto de ley, pero no obstante los denodados esfuerzos de
doctrinarios, funcionarios y legisladores, e incluso representantes de diversos cultos 108,
el mismo nunca llegó a ser sancionado por el Congreso.

108
LO PRETE, O., El nuevo proyecto de ley de cultos o de libertad religiosa, El Derecho Legislación
Argentina, boletín 21, 21/6/97.

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