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Carlos Contreras / Luis Miguel Glave

(editores)

LA INDEPENDENCIA DEL

PERÜ
C arlo s C o n tre ra s, historiador form ado en la Pontificia
U niversidad C atólica del Peni (P U C P ), en la Facultad
Latinoam ericana de Ciencias Sociales y en el Colegio
de M éxico, obtuvo su doctorado en Historia el año
2009. Ejerce la docencia en la Facultad de Ciencias
Sociales de lu PU CP; es m iem bro del Instituto de
E studios Peruanos, cuya D irección de Publicaciones
ejerció por m ás de una década, asesor editorial d d
Banco Central de Reserva del Perú y Presidente de la
A sociación Peruana de H istoria Económ ica. Entre sus
libros figuran L a economía pública del Perú después del
guan o y el salitre. Crisis fiscal y élites económicas
durante su prim er siglo independiente (2012), y en
calidad de editor Compendio de Historia Económica del
Perú, 5 tom os (2008-2014). Ha colaborado también en
diversas revistas académ icas y en libros colectivos
publicados en diferentes países.

Luis Miguel Clave, es Licenciado por la PU C P (1987)


y doctor en H istoria de A m érica por la U niversidad
Pablo de Olavíde de Sevilla (2002), donde es
investigador del C olegio de Am érica de dicha
universidad. Actualm ente investiga en el Archivo
General de Indias sobre la historia de los indígenas en
la época colonial y sobre la form ación de una m em oria
entre ellos a través de sus textos escritos o m em oriales.
Fue m iem bro del equipo fundador del Centro
Bartolom é de L as C asas del Cuzco e investigador
asociado del Instituto de Estudios Peruanos. Ha sido
profesor en diversas universidades del Perú, Am érica
Latina y E spaña y es Profesor Honorario de la
Universidad San Antonio de Abad del Cuzco. Tiene
m ás de un centenar de artículos y contribuciones en
revistas y libros colectivos. Entre sus principales libros
se cuentan: D e Rosa y espinas. Economía, sociedad y
mentalidades andinas. Siglo XV7/ (1998); La república
instalada. Form ación nacional y prensa en el Cuzco
1825-1839 (2004).
i
LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ:
¿C O N C ED ID A , C O N SEG U ID A , CO N CEBID A ?
S e rie : E stu d io s sobre e l B icen ten ario , 2

© IEP Instituto ije Estudios Peruanos


H o rad o Urteaga 694. Lim a 11
Telf.: (51-1) 332-6194 Carlos Contreras / Luis Miguel Clave
www.lep.org.pc (editores)

ISB N : 978-9972-51-529-3
ISSN : 2304-3830

Impreso en Perú

Primera edición: julio de 201 5


2000 ejemplares LA IN D EPEN D EN C IA DEL

PERÚ
Hecho el depósito legal
en la Bibliorcca Nacional del Perú: 2015-09116

Registro del proyecto editorial


en la Biblioteca Nacional: 11501 131500794

Motivo de carátula: «Estudio alternativo para el mural ‘La Independencia del Perú .
Tempera sobre cartulina» de Teodoro Núñez Urcta.
¿Concedida, conseguida, concebida?
Corrección; Mario Naranjo
Diagramación: Silvana Lizarbc
Carátula: Gino Becerra
Apoyo editorial: María Claudia Huerta
Cuidado de edición; C)dín del Pozo

Prohibida la reproducción total o parcial del texto y de las características gráficas de este libro
por cualquier medio sin permiso de los editores.

La independencia del Peni ¿concedida, conseguida, concebida? ¡Caños Contreras y Miguel


Clave, ed. Lima, IEP, 2015 (Estudios sobre el Bicentenario, 2)

1. HISTORIA; 2. INDEPENDENCIA; 3. SIGLO XIX; 4. HISTORIOGRAFÍA; 5. PERÚ

W/01.04.03/B/2
IEP
INSTITUTO DE
ESTUDIOS
PERUANOS
Contenido

Estudio introductorio .................................................................................................. 9

PRIMERA PARTE
El debate sobre, la Independencia concedida................................................................ . 37

1. La Independencia en el Perú: las palabras y los hechos


Heñidlo Bonilla y Karen Spalding............................................................................ 39

2. La serie de probabilidades dentro de la emancipación peruana


Jorge Basadre............................................................................................................. 75

3. La declaración de la independencia del Perú: libertad por la fuerza


Timothy E. Arma..................................................... ......... ....................................137

4. Entre la fidelidad y la ruptura


José A. de U Puente Candamo............................................................................... 169

5. Independencia y clases sociales


Alberto Flores Galindo..................................................................................... 193

6. El mito de la «independencia concedida»: los programas políticos


del siglo XVIII y del temprano XIX en el Perú y Alto Perú, 1730-1814
Scarlett OThelan Godoy............................................................................ ......... 209

SEGUNDA PARTE
La revolución política y su legado................................................................................. 247

7. La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal en el Perú, 1806-1816


Brian R. Hamnett.................................................................................................. 249

8. Fidelismo, patriotismo c independencia


John R. Fisher.......... 265
9. Guerra, política y cultura en la génesis
de la independencia andina, 1808-1815
Luis Miguel Glave.................................................................................................305

10. De la República imaginada a la República en armas: José Faustino Sánchez


Camón y la forja del republicanismo-liberal en el Perú, 1804-1824
Carmen Me Evoy.................................................................................................... 355
Estudio introductorio
1L La revolución socavada. La cultura política del liberalismo hispánico
en el Perú, 1808-1824
Víctor Peralta..........................................................................................................375

12. La nación subyacente: de la monarquía hispánica al listado


en el Perú
Natalia Sobrevilla................................................................................................... 399

13. En el teatro de la guerra y la revolución. La prensa y el poder


del discurso político en los tiempos de la independencia
Daniel Morán............................................................................................... 427

14. Menos plata pero más papas: consecuencias económicas


de la independencia en el Perú
L a intención de este libro es compendiar en un solo volumen distintas visiones
que los historiadores han vertido acerca de la independencia del Perú en el últi­
mo medio siglo. Durante dicho lapso hubo dos desarrollos importantes de destacar:
Carlos C on treras.................... 453 primero, entre los años setenta y ochenta del siglo pasado, se desplegó el debate en
torno a la tesis de la «independencia concedida»; segundo, a partir de los años no­
Fuente de los artículos no inéditos de este libro .............................................483 venta, se desarrolló una nueva línea de interpretación de la independencia, que puso
el énfasis en los aspectos políticos, en línea con la tesis de la «revolución hispánica»,
R eseña sobre los autores de los ensayos de este libro ........................................485
desplegada en otros países por autores como Jaime Rodríguez, Fran^ois-Xavier Gue­
rra, Antonio Annino y Manuel Chust.
La primera parte de este libro recoge las contribuciones más importantes al
debate acerca de la «independencia concedida». Como es conocido, dicha tesis fue
presentada en un artículo publicado en 1972 por Heraclio Bonilla y Karen Spalding.
Su tesis de que la independencia había sido concedida a los peruanos por los ejércitos
extranjeros de San Martín y Bolívar, antes que ganada por ellos, atacó una de las ba­
ses más sensibles del nacionalismo oficial peruano, por lo que resultó naturalmente
controvertida y generó en los años siguientes una animada polémica, en la que se
envolvieron importantes historiadores peruanos y extranjeros. Recogemos, en este
libro, tanto el artículo polémico de Bonilla-Spalding, como las contribuciones al
debate de Jorge Basadre, Timothy Anna, José de la Puente, Alberto Flores Galindo y
Scarlett O ’Phelan, que aparecieron en los años siguientes. En los artículos de Basa­
dre, Flores Galindo y O ’Phclan es más explícito el afán de dar una respuesta crítica a
la tesis de la independencia concedida, mientras que los otros textos, si bien fueron
escritos al calor del debate, o motivados por este, tuvieron también la preocupación
por desarrollar una argumentación independiente sobre los hechos de 1821.
10 C arlos C otitrem sy L u is M igu el C lave E stu dio introductorio 11

La segunda parte del libro procura recoger las nuevas perspectivas desarrolladas emancipador y las formas de la cultura política que se fueron creando en ese proceso
para el estudio de la independencia peruana, bastante influidas por la tesis que in­ (Luis Miguel Glave), la consideración de las diferencias regionales en la reacción de
terpretó la independencia de las naciones latinoamericanas como resultado de una los dirigentes indígenas y criollos frente al dilema de la independencia (John Fishcr),
«revolución hispánica» iniciada en la Península Ibérica en la lucha contra los fran­ la revalorización del punto de vista conservador o contrarrevolucionario en la lucha
ceses en 1808. Sacudiéndose de la visión de las décadas anteriores, de acuerdo con por la independencia, que en el Perú cobró una fuerza importante (Brian Hamnet),
la cual las revoluciones políticas debían encarnar la conquista del poder político el papel de la opinión pública, su creación y desarrollo a través de la prensa y la
por burguesías emergentes que luchaban contra antiguas élites dominantes y sus formación de una nueva culrura política (Daniel Moran) y las consideraciones eco­
modelos políticos que frenaban su proceso de acumulación económica, estas nuevas nómicas a la hora de evaluar el significado y las consecuencias de la independencia
visiones enfocaron la lucha por la independencia como una solución política a un (Carlos Contrcras).
problema político, como fue el vacío de poder dejado por la renuncia del rey español Hemos procurado incluir en esta antología autores que, en los últimos años,
a su corona, en el contexto de la invasión napoleónica a la Península Ibérica. El tra­ han estado entre los más constantes en el estudio de la independencia, a la vez que
bajo de Víctor Peralta, que aquí publicamos, representa bien esta nueva perspectiva. han presentado visiones polémicas y originales. Otro de los criterios para la selección
Otros artículos de esta sección, como los de Carmen Me Evoy y Natalia Sobrevilla, de los textos ha sido preferir aquellos trabajos más asequibles a un público amplio y
siguen también esta línea, en la medida que priorizan hechos de la lucha política, versátil, puesto que este libro no se dirige solo al especialista en la historia de la eman­
incluyendo entre ellos la propia acción armada, y sugieren persuasivamente cómo cipación, cuanto primordialmente al estudiante y lector que, sin ser un profesional
el despliegue de la guerra y la lucha por el poder fue modelando nuevos valores y de la Historia, busca ampliar su información y enriquecer su comprensión de uno
sentimientos en la cultura política de los peruanos. de los hitos fundamentales de nuestra trayectoria como sociedad. En este sentido
Sintetizando lo que podrían ser algunos acuerdos que esta nueva historiografía aprovechamos para agradecer a varios de los autores, como Víctor Peralta, Carmen
ha puesto por delante, Tomás Pérez Vejo señala lo siguiente: Me Evoy, Natalia Sobrevilla y Daniel Morán, quienes amablemente accedieron a
escribir textos originales para este libro, pensando precisamente en el objetivo de la
L as guerras de independencia responden a un problem a de legitim idad política, no, al difusión entre un público amplio.
m enos en origen, a conflictos económ icos, sociales, étnicos, etc. E sto no quiere decir
La idea de publicar este libro tiene que ver, de una parte, con la necesidad edi­
que, una vez iniciadas, los conflictos étnicos, sociales o económ icos no tuviesen un
torial de poner periódicamente al alcance del lector peruano libros que compendien
im portante papel, incluso en algunos m om entos decisivos, sino que su causa y lo que
define su especificidad es un conflicto sobre quién y con base en que principios tiene los descubrimientos y puntos de vista de los académicos acerca de los grandes temas
derecho a ejercer el poder.1 nacionales. En este sentido, es oportuno recordar el libro compilado por Heraclio
Bonilla, La independencia del Perú, que en 1972 publicó nuestro Instituto en el
Pero más importante aún: marco de la celebración de los 150 años de la independencia. En dicha coyuntura,
el gobierno peruano, por entonces en manos de las fuerzas armadas acaudilladas por
Las guerras de independencia no responden a lo que entendem os com o guerras de li­ el general Juan Velasco Alvarado, impulsó una colorida conmemoración del «sesqui-
beración nacional, guerras en las que una nación lucha por independizarse de otra. En centenario» de la proclamación de la independencia por el general San Martín en la
sentido estricto no son ni siquiera guerras de independencia sino m ás bien lo que hoy
plaza Mayor de Lima; esta conmemoración tuvo varios puntos originales, como la
entenderíam os com o guerras civiles, en las que una sociedad se ve desgarrada por la
publicación de una monumental colección de documentos, muchos de los cuales
existencia de proyectos alternativos e incom patibles de organización económ ica, social
o p o lític a/
han sido la base para varios de los artículos aquí reunidos, y la consagración, al me­
nos en el imaginario popular, de Túpac Amaru II como el precursor más importante
Las otras contribuciones que publicamos apuntan en direcciones historio- de la independencia del Perú.3*
gráficas similares, como por ejemplo la de la participación popular en el proceso

3. Morán 2007: 25-40. La Asociación de Historiadores Latmoamcricanistas Europeos propició una


1. Pérez Viejo 2011: 11. revisión historiográfica sobre las independencias que coordinaron Manuel Chust y José Anto­
2. Ibíd. nio Serrano (Chust y Serrano 2007). Los ensayos son listados de libros y artículos más o menos
12 C arlos C o n tritas y L u is M igu el C lave E studio introductorio ¡3

Han pasado más de cuarenta años desde entonces, lapso durante el cual la histo­ Los aportes de Otemberg han girado en torno a las celebraciones y la mane­
riografía ha emprendido nuevos programas de investigación que vienen ampliando y ra como estas han sido parte de la formación de imágenes nacionales. Ofrece una
cambiando la comprensión del significado de nuestra independencia. Este desarrollo buena revisión de los estudios que al respecto se han hecho en América Latina. Sin
permite que, a diferencia del libro de 1972, este tenga, para empezar, más del doble embargo, no menciona los razonamientos que paralelamente ha desarrollado Tomás
de artículos, pero, lo más importante, que recoja trabajos referidos específicamente Pérez Vejo:
a la independencia del Perú (el libro compilado por Bonilla recurrió a textos de
prestigiosos historiadores de la época, tales como Picrre Vilar, Eric Hobsbawm, Tu- [...] la imaginación de 1810 como el año de la independencia fue, en todos los países
lio Halperin y Fierre Chaunu, pero referidos a la historia de toda América Latina, concernidos, el resobado de complejas negociaciones histórico-pol(ticas sobre la memo­
ria, parte del proceso de construcción nacional y no solo una conmemoración histórica.5
o a procesos de la historia mundial). Además, la independencia aparece aquí como
un proceso que empezó por lo menos en 1805 y que tuvo complejos y desiguales
desarrollos en un gran espacio cultural común, que incluye aspectos y actores de Así, estos aurores nos ayudan a ir entendiendo, como un programa de estudio
regiones que ahora son parte de otros países vecinos como Ecuador, Bolivia, Chile además, cómo se fue construyendo un relato, una imaginación, unos símbolos, que
usaron y canonizaron un momento histórico como contenedor de un programa de
y Argentina.
A toda renovación sigue otra. Lo nuevo se hace viejo al aparecer la sucesión de afirmación nacional. En el caso del nuevo Estado nacional peruano, la intensa labor
una imagen, una idea, un relato. La velocidad con que se han renovado las visiones de los dirigentes de 1821 logró constituirse, en las acciones de sus sucesores, en
acerca del proceso histórico andino ha ido creciendo, de tal forma que ahora conta­ la consagración de un discurso nacional. Sin embargo, esa canonización no estuvo
mos con una cantidad estupenda de materiales para ponernos a pensar, nuevamente, exenta de polémica y debate. El camino de la creación de naciones y de discursos
nacionales siempre ha sido sinuoso.
un momento crucial en el devenir histórico de nuestro país: la independencia. No
solo porque se vienen cumpliendo, aunque no conmemorando, los bicentenarios Varios estudios acerca de la celebración de los centenarios nos ilustran al respec­
de los hitos principales del proceso emancipador, desde Tacna el 2011, Huánuco el to. Ya en la conmemoración del centenario de Venezuela, hubo quien irrumpió dan­
2012 y Cuzco este 2014, y pronto nos avocaremos a la celebración del bicentcnario do visos polémicos al entendimiento del proceso, en medio de los discursos oficiales
de la proclamación limeña y sanmartiniana de la independencia el año 2021 veni­ que canonizaban una forma de entender la nacionalidad nacida de esa efemeride.
dero. La conmemoración misma puede ser motivo de reflexión histórica, es o será Fue Laureano Vallcnilla Lanz quien se atrevió a afirmar que la guerra de independen­
otra más de las que ya se han suscitado en tiempos anteriores y mirarla a la luz de cia fue en realidad una guerra civil y que mucha parte del pueblo de la región no se
esas previas puede ayudarnos a conocer mejor la materia que se trata de interpretar. plegó a la causa de los independentistas en un primer momento.67
Como muy bien ha estudiado Pablo Otemberg, dentro de un complejo contex­ Por su parte, Jorge Salvador Lara, en un libro en el que propone que la de
Quito fue la primera revolución de independencia de Hispanoamérica, dedica un
to bélico, el Protectorado de San Martín:
capítulo entero a refutar el libro del ex presidente ecuatoriano Manuel María Bo-
[„.] im partió num erosos decretos para fundar una nueva sociedad y capturar la sensibi­ rrero, Quito: luz de América, editado en conmemoración del sesquicentenario de la
lidad patriota de sectores heterogéneos hacia la «santa causa» de la independencia. Para independencia. ' Proponía una revisión de los sucesos, ponía en cuestión la lealtad
ello sancionó una nueva em blem ática, prom ovió nuevos sím bolos y rituales cívicos. de algunos personajes a la causa patriota y dejaba dudas sobre la participación del
Parte de este repertorio originario perdurará hasta el día de hoy. Proponem os entonces obispo Cuero y Caicedo, que fue una las figuras de la revolución. La polémica, como
explorar la dinám ica de este proceso de invención y rcscm antización de tradiciones en
la que se suscitó en el Perú en su sesquicentenario, tuvo mucha prensa y el libro agitó
el proceso de creación colectiva de m itos de la com un idad nacional peruana al calor de
la guerra.4
el terreno historiográfico y se remontó a polémicas sobre la participación patriota
que se suscitaron ya en el siglo XIX entre pensadores ecuatorianos y los redactores de

5. Pérez Vejo 2010: 8.


completos. Del Perú se encargó Carlos Comieras (2007), quien aborda la historia de la polémica ó. Dávila 2010. Con humor y soltura, ha tratado el asunto, para el caso mexicano, Mauricio Tenorio
surgida a raíz de la publicación de la compilación de Hcraclio Bonilla. Trillo (2009).
4. Otemberg 2014: 1. 7. Salvador Lara 1961.
14 C arlos C on iferas y L u is M igu el 6 'lave E stu dio introductorio 15

E l Neogratuidino en Colombia. En nuestro caso, veremos cómo la que pareció nueva Vicuña Mackenna llenó el vacío documental con el que se encontró recurriendo
polémica, ya había tenido lugar un siglo antes. a los testimonios orales de algunos civiles y militares que participaron en la indepen­
Siglo y medio romo la negociación y canonización de una idea de patria y nación dencia y aún estaban vivos: Manuel Pérez de Tudela, Francisco Javier Mariátegui,
que fueron producto de la efeméride de 1821. Por ello, son textos de gran importan­ José Pardo de Zcla, Manuel de Mendiburu, Juan Espinosa, Eduardo Carrasco, entre
cia los que surgieron de esa puesta en cuestión de la independencia como liberación otros. Además usó archivos particulares con cartas y folletos como los que reunió un
nacional. La oportunidad de publicar este libro obedece también a la proximidad irlandés conocido como Juan Thomas, que se conservaban en la hacienda Montal-
del biccntenario de la independencia del Perú. Como lo dijera el historiador francés ván. Con ellos dotó a su relato de héroes y acciones épicas que daban a los peruanos
Picrre Vilar acerca de la conmemoración de la publicación del Quijote de Cervantes, una activa participación en la forja de la independencia, que los intelectuales y polí­
los centenarios sirven para recordarnos que los grandes hechos y las grandes obras ticos de los países vecinos les habían negado. Gracias a esta obra, la lucha heroica de
tienen una fecha; vale decir, que respondieron a unas circunstancias históricas espe­ los peruanos se remontó a los patriotas José Manuel Ubalde y Gabriel Aguilar con su
cíficas, fuera de las cuales su comprensión podría distorsionarse. La comprensión abortada revolución en el Cuzco en 1805. Siguieron a esta, en 1808, los planes inde-
de tales circunstancias y, así, del significado de los grandes hechos va cambiando de pendentístas concebidos por los médicos de la Universidad de San Marcos: Hipólito
generación en generación. La manera como se conmemore el biccntenario será for­ Unanue, José Gregorio Paredes, José Pezet y Gabino Chacaltana. Un año después,
zosamente distinta a la de 1921 y 1971, no solo porque nuestro conocimiento sobre en la capital, se produjo la conspiración de Mateo Silva y el tendero gallego Antonio
los hechos haya aumentado (que sería una forma positiva pero limitada de apreciar María Pardo. En 1810, ya bajo la influencia de la revolución de Buenos Aires y coin­
este cambio), sino, especialmente, porque la sociedad peruana de hoy enfrenta retos cidiendo con la formación de la junta de gobierno en Chile, tramó una conspiración
diferentes y atraviesa otros conflictos, que nos llevan a mirar el pasado con otros el mayordomo del arzobispo, Ramón Anchoris, secundado por el abogado Mariano
ojos. En 1971 se percibía a la cuestión del desarrollo económico como el problema Saravia, el editor Guillermo del Río, el cura Cecilio Tagle, los comerciantes Minon-
neurálgico del país, mientras hoy podría serlo más bien el centralismo en el gobierno, do y López, y el argentino José Boqui. En 1811, se produjo la primera insurrección
la corrupción en los agentes políticos, la importancia de la ciudadanía, la inclusión armada, liderada por el tacneño Francisco Antonio de Zela, balanzario de las cajas
social o la desigualdad. Será natural que estas preocupaciones dejen su huella en el reales. En 1812, ocurrió el alzamiento de Huánuco y si bien no llegó a estallar en
tipo de preguntas que guían nuestra investigación y reflexión histórica. Lima, hubo un intento de José Baquíjano y Carrillo. En 1813, ocurrió la segunda in­
La idea que animó el debate de 1971, sin embargo, no era nueva; la virtud de la surrección en Tacna, liderada por Enrique Pallardcllc. Entre 1814 y 1815, coinciden
coyuntura en que se suscitó fue su popularización y el ánimo polémico con que fue tres hechos, la revolución del Cuzco, la conspiración del coronel salteño Saturnino
defendida o atacada. Entre los varios trabajos historiográficos que Víctor Peralta ha Castro en el Alto Perú, y la conjura llamada del Número en la fortaleza del Callao,
dedicado a temas y figuras de esta coyuntura, uno está dedicado a reflexionar sobre planeada por Francisco de Paula Quirós, secundado por José Pardo de Zela y los
lo que fueron los aportes de Benjamín Vicuña Machen na.8 No es que antes no se prisioneros del Alto Perú y Chile. En 1818, Vicuña Mackenna citó la conspiración
haya notado el interés de la obra del historiador chileno, pero Peralta lo ubica en el preparada por José Gómez en Lima para destituir al virrey Joaquín de la Pezucla. Por
proceso de creación de un discurso acerca de la independencia peruana. Antes de último, para 1819 destacó el complot en que participaron José de la Riva-Agücro,
Vicuña, destacaron dos obras que evaluaron a su manera la independencia como una Eduardo Carrasco, Mansueto Mansilla y el cura Cecilio Tagle, en connivencia con
revolución, las Memorias y documentos para la historia de la independencia del Perú, los emisarios de San Martín enviados desde Chile. Desde entonces, aquellos que
de P. Pruvonena, seudónimo de José de la Riva-Agiiero y la Historia de la revolución han estudiado el proceso de la independencia han tomado en cuenta estos cruciales
hispanoamericana, de Mariano Torrente, ambas cargadas de un fuerte tinte subjetivo, momentos y se han abocado a seguir las pistas que esa obra pionera dejó abiertas.^
ideológico y político. Vicuña Mackenna trata de dar una visión más amplia del pro­ Un cierto consenso otorga la construcción de una narrativa vinculada con una
ceso independenrista peruano y rescata sucesos y personajes que no habían merecido imaginada conciencia patriótica por lograr la emancipación de España a Mariano
atención hasta entonces.

9. Porras Barrenechca (1984: 77-78) reconoció acertadamente que «Vicuña Mackenna reanimó para
la historia futura iodo el obscuro proceso de las conspiraciones peruanas de la época de Ahascal y
de Pezucla, y dio derroteros y luces sobre sucesos y personajes que tendrán que investigarse cuando
8. Peralta 2013. se haga la historia de nuestra emancipación».
16 C arlos C on iferas y L u is M igu el C lave E stu dio introductorio 17

Felipe Paz Soldán en su Historia del Perú independiente (1868 y 1874). Allí se desdice consta su existencia y la manera como actuaron para calificar a los patriotas.12134Así, en
a Vicuña Mackenna, a quien no cita, retrae la opinión general de la independencia a su libro, Herrera puede deslizar preciosas referencias, como que Juan Bazo y Berri, el
que se logró por los ejércitos extranjeros y no trabaja los hechos previos a San Martín que fungió de juez del autoritario Abascai en el proceso que se instruyó contra Mateo
como lo hiciera el chileno. Fue rebatido por Francisco Javier Mariátegui, con sus Silva, era llamado el «segundo Fouché» en el Diario secreto de Lima que sacó López
recuerdos y documentos, en 1869, aunque Mariátegui, que valida así a Vicuña, no Aldana (1862: 267). O, por ejemplo, la inclusión en su elenco dejóse Chcrvcches,
lo citara.10 Así, la polémica respecto a cómo interpretar el proceso de la indepen­ fusilado por Ramírez en Arequipa (1862: 272), un activo militante de «la patria»
dencia no se inauguró con los debates que acompañaron a la conmemoración del en la revolución de 1814. Chcrvcches fue mencionado de pasada en el Diccionario
sesquiccntenario, ni se terminaron allí, como ahora estamos viendo en el camino a la de Mendiburu,15 que lo tiene por «argentino». Un expediente de méritos del mo-
celebración del bicentcnario. queguano Bernardo Landa descubre, entre muchos informes sobre los sucesos de
El libro sobre la independencia de Vicuña Mackenna de 1866 siguió siendo un Moqucgua, una página ignorada de la revolución, la participación de Chcrvcches al
referente. Entonces, para refutar una obra que volvía a desdecir de la participación frente de los sediciosos que tomaron la ciudad.M
peruana en la lucha por la independencia, Luis Alberto Sánchez publicó nuevamente Valga la mención de aquel desconocido actor de la revolución para llamar la
a Vicuña en 1925. Y Jorge Basadrc en su clásico libro La iniciación de la república atención acerca del trabajo, que queda por delante a los historiadores, de documen­
(1929) hizo la primera utilización, por parte de la historiografía peruana, de La- tar tantos personajes que solo han sido intuidos por la historiografía previa. A guisa
revolución de la independencia del Perú, el libro pionero de Vicuña sobre el proceso de ejemplo, preguntemos por lo que sabemos acerca de la biografía de Manuel Hur­
¡ndependentista peruano. tado de Mendoza, el «santafesino» o «porteño» que fue líder radical de la revolución
Sin embargo, el afán por escudriñar el proceso de la independencia, entendido cuzqueña y quien tomó Huamanga en 1814. Es inadmisible que no hagamos ya una
como un largo camino que empezó dos décadas antes de que se consiguiera la defi­ campaña por saber quienes fueron esos líderes; prácticamente de ninguno de los jefes
nitiva emancipación, y documentar las acciones y los personajes que debían adornar revolucionarios tenemos datos de sus vidas, incluyendo a los hermanos Angulo.
la narrativa heroica y patriótica, tuvo otros exponentes que distan mucho de ceñirse Preocupación similar se tuvo hace mucho tiempo. Por ejemplo, guiado por
al mero momento de la proclamación sanmartiniana de la independencia y que cri­ la devoción familiar y siguiendo la pista de documentos particulares y testimonios
ticaron denodadamente a quienes pretendían que fueron ejércitos «extranjeros» los personales, Remigio B. Silva hizo lo mismo que Vicuña, rescatando del olvido y
que dieron la independencia al Peni. documentando la acción de los hermanos Silva.IS Resaltó la actuación de Remigio,
Poco antes de que Vicuña diera a luz los folletos que formarían su obra pionera, hermano pequeño de Mateo, que salvó de ser desterrado por su juventud y pasó
José Hipólito Herrera publicó El álbum de AyacuchoP Allí reproduce un documento varios años en la clandestinidad hasta que se puso al servicio de las fuerzas del sur
publicado en el Correo Peruano, n.° 796 de julio de 1847, «Relación nominal de los que pretendían ingresar en la capital del virreinato. Por su parte, la hermana, doña
patriotas de la independencia nacional con espresión de los servicios que la mayor Brígida, que tenía un hijo realista acuartelado donde purgaban pena varios reos de
parte de los de la capital prestó a la patria, y las prisiones, destierros y ejecuciones que sedición, ofició de correo y auxilio de los mismos. En las páginas de este poco difun­
impusieron los españoles a muchos de aquellos en diferentes puntos del Perú». Aóa- dido libro, desfilan las acciones de varios personajes que actuaron desde la época de
de datos a las reseñas individuales que el documento hace de muchos de los que de las primeras confabulaciones por la independencia en 1809, pasando por las causas
alguna manera se implicaron en acciones tenidas por patriotas. Es verdaderamente judiciales y criminales que se siguieron a muchos implicados en las sucesivas de 1810
interesante descubrir personajes casi desconocidos en la literatura posterior, como sin hasta 1815. Un buen indicio de la formación de redes cn.cl escenario de los complots
relato quedaron los hechos que protagonizaron. Probablemente, provienen los datos que se sucedían en Lima. Muchos se refugian en las catacumbas sin salir, otros actúan
de los que las Juntas de Calificación archivaron de los expedientes que presentaron de manera sigilosa y enmascarada, algunos caen en desgracia pero logran escapar o
los pretendientes a reconocimientos y ayuda por sus servicios y sufrimientos. Refe­
rencias a estas juntas deben buscarse en la documentación; por ejemplo, en Cuzco,
12. El Sol del Cuzco n.” 41, 8 de octubre de 1825.
13. Mcndiburu 1874: 45 y 377.
10. Mariátegui 18ó9. 14. Archivo General de Indias, Lima 1021.
11. Herrera 1862. 15. Silva 1921.
18 O írlos C ontreras y L u is M ig u el C lave E studio introductorio 19

liberarse sin desmayar en la lucha por las ideas que los animaron a embarcarse en Derecho, como otros congéneres, fascinado por la historia.19 La justificada fama de
planes sediciosos y que vuelven a actuar en otros que vinieron luego. Silva, en me­ historiador se la dieron sus libros E l«Real Felipe» (1908 y 1909, 2 vols.), Zela (1911,
dio de su fervor familiar, vuelve a la carga con el rescate de la lucha peruana por la 2 vols.). Sus obras han sido seguidas con fortuna, por ejemplo, por Vargas Ugarte,
independencia, espigando las referencias que encuentra en la bibliografía que se iba que toma de ellas algunos de sus datos acerca de las conjuraciones limeñas. Llama la
acumulando desde las obras de Paz Soldán y Vicuña Machen na. Hace un balance de atención su trabajo con otro de esos fabulosos expedientes judiciales, el proceso a los
los estallidos de sedición con tendencia autonomista en el Perú, retrotrayéndolos a la conjurados llamados del «Real Felipe» en 1818, entre los cuales figuró ese ubicuo e
acción del mestizo Calatayud en Cochabamba en 1730, listando rodas las subleva­ imprescindible personaje de la historia de la emancipación, el tacneño José Gómez.
ciones incluida desde luego la de Túpac Amaru. Sin embargo, recuerda Holguín:
Algo diferente ocurre con el tacneño José Gómez. Sabemos ya mucho de él,
pero no hemos acometido un estudio sistemático de lo que significó su compleja e [.„] ya an tes de publicarlos se le vio entre los prim eros m iem bros de núm ero — fu n dad o­
intensa trayectoria en el proceso político de la preparación de varias insurrecciones. res— del Instituto H istórico del Perú (1 905). falcs obras, elogiadas p o r la com un idad y
sus órgan os representativos, vieron la luz en un m om ento propicio para la historiografía
Vargas Ligarte, que espigó la bibliografía existente bastante mejor que algunos de sus
peruana, cuando alcanzó especial relieve el tiem po de la In depen den cia — con jurado por
colegas posteriores, se detiene en un plan que José Gómez urdió en 1818, luego de el recuerdo y la celebración del centenario de algunos acon tecim ien tos- y se esforzaban
ser indultado por su participación en el alzamiento tacneño de 1813, esta vez entre por estudiarla, entre otros seguidores de C lío, Tom ás Lam a, M anuel N em esio Vargas,
los presos y los soldados del Callao. Se basa en los estudios que al personaje y su Enrique C . Basadrc, Jo sé A ugusto de Izcue, Luis A ntonio Eguiguren, Jo rge C orbacho,
época dedicó Aníbal Gálvcz, quien consultó el expediente, ahora perdido, de la causa M anuel C . Bonilla, Jo sé Uriel G arcía, Jenaro E. Herrera, Eugenio Larraburc y U nanuc e
Ismael Portal. Gálvez, com o otros intelectuales de su tiem po, tam bién obró m ovido por
contra los sublevados. Además, Gómez estuvo complotando también en una conspi­
el propósito nacionalista de dem ostrar que los peruanos no fueron ajenos a la lucha y a
ración que debió estallar en 1814 en Lima. Rómulo Cúneo Vidal menciona también los sacrificios que dem andó la Independencia h ispanoam ericana,20
la participación de Gómez en conspiraciones limeñas por las que murió ajusticiado y
la posible traición de Gómez en 1813, que también disculpa diciendo que debió ser
Gálvez se sumó a la serie de escritores que reivindicaron la participación perua­
una maniobra de distracción.16 En esa oportunidad volvió a aparecer conspirando un
na en la gesta de la emancipación americana, además de defender una manera de
conocido activista, aquel Mérida que cayó preso antes en otra intentona en el Callao
hacer Historia, objetiva de acuerdo con los principios rectores de la ciencia en esos
en 1811, siendo varios los que destacaron en el intento, que luego ha sido bautizado
momentos:
como conspiración del Conde de la Vega del Rcn.17 Gómez fugó pero fue apresado
en Tacna, donde volvió a intentar la fuga y articular un golpe en 1815. No lo logró [...] la sed que hay en nuestro país de historia verdadera y basada en inobjetable d ocu ­
y fue trasladado a Lima donde volvió a las mazmorras del Callao. AJIí no dejó de m entación, para destruir ese gran prejuicio pregonado en el extranjero, de que el Perú
completar y fue jefe de la conspiración llamada del Real Felipe en 1818. Tramó una nada hizo para conseguir su auton om ía; y horrar de las páginas de los libros históricos
rocambolesca defensa que no le dio resultado y fue ahorcado el 2 de enero de 1819.IK la afirm ación de que solam ente fuim os segundas voces en el gran concierto de la revo­
lución am ericana.21*
Fue Aníbal Gálvez, pues, otro de los que dedicó un largo, paciente y denodado
trabajo al desentrañamiento del proceso de la emancipación y se sumó a otros que
quisieron conmemorar, a inicios del siglo XX, las luchas que antecedieron a 1821.
Oswaldo Holguín Callo da preciosos datos acerca de la trayectoria de este hombre de

19. Holguín 2000-


20. Ibíd.
16. Cúneo (1921: 244). Cúneo no menciona a Gálvez, que publicó su obra en 1907. Eguiguren
(1961: 45 y ss.)i que consultó el expediente que señala la traición de Gómez, también lo exculpa. 21. Gálvez 191 Ib: III, En la misma obra, se insena otro apoyo a ese derrotero historiográficp, Juan
Estudiante (seudónimo de Luis Ulloa Cisncros) dice: «Sabido es que escritores chilenos y otros han
El expediente original en AGI, Lima 1018 B 1921: 241 y 256-257.
acusado al Perú de no haber contribuido a las luchas por la independencia sud-amcricana y de
17. Sobre Mcrída, véase Vargas Esquerra (2011). F.l expediente en AGI Lima 602. haberse mantenido indiferente mientras se cubrían de gloria sus hermanos. Los trabajos de Gálvez,
18. Los datos los consigna Cúneo (1921: 246-256), El relato de Cúneo es producto de su lectura del de Izcue, de Barreda, de Vargas, están demostrando lo injusto y apasionado de esa acusación y
desaparecido expediente que consultó también para su obra Aníbal Gálvez. Al no tener ese expe­ poniendo en claro que los peruanos fueron los primeros en sufrir y morir por la Patria» (Gálvez
diente, no podemos sino ceñirnos a las versiones de ambos autores. 1911b: XI).
20 C arlos C on treritsy L u is M ig u el C lave E stu dio introductorio 21

No es el objeto de estas páginas hacer la historiografía de la independencia, hace mucho. Toda esta documentación está digitalizada y a disposición de los intere­
labor que desbordaría las posibilidades de investigadores individuales y para la que se sados en el Portal de Archivos Españoles (PARES), de forma que puede ser consultada
requiere un trabajo colectivo. Solo queremos anotar que la polémica desarrollada en en línea desde cualquier terminal informático en cualquier parte del mundo.
varios de los textos que ahora volvemos a publicar, surgida durante las celebraciones Probablemente, la figura que ata el nudo de un discurso de viejos y nuevos ri­
del sesquicentenario, no era sino la reedición de viejos escarceos hiscoriográficos y betes fue la de José Fernando de Abasad, virrey del Perú. Con las fuentes que tuvo a
políticos. Con todo, el momento era oportuno y así se vivió el debate con entu­ disposición, fue el general Mendiburu el que inauguró un retrato del personaje. No
siasmo. La virtud de textos como el de Bonilla y Spalding, y lo que estos autores abundaremos aquí en lo que se ha dado como cierto respecto a su temperamento, ha­
sostuvieron y sostienen fue su capacidad movilizadora de emociones, ideas y anhelos bilidades y carácter.23 Lo importante es resaltar que todos concuerdan en que se trata
respecto a la nación. Eso es lo que buscaron estos autores, más que un programa de del verdadero fautor de la ¡dea de que el virreinato peruano tuvo una «notoria falta
investigación. A confesión de parte, relevo de pruebas: de entusiasmo autonomista o independentista». Cualquiera de las historias generales
de la independencia, o los esfuerzos por sistematizar el proceso, así han colocado,
U n esquem a no significa una distorsión de la realidad. En la elaboración de este se ha de bulto, al virreinato de Lima. Anotadas las intentonas, conspiraciones o revueltas
utilizado una buena parte de los resultados de la investigación histórica realizada hasta como tenues, sin conexión ni plan, sin posibilidades de victoria, se salva la simpleza
ahora sobre el tem a de la independencia, al igual que las sugerencias de fuentes p rim a­
de la afirmación, pero no hay duda en ese discurso de que no hubo lucha interna en
rias im presas (diarios de viajes, inform es de cam pañ as militares, m em orias de virreyes y
presidentes, periódicos de la época, testim onios de los participantes directos, inform es
el virreinato peruano por la independencia. La documentación que comentamos da
consulares). Razones de tiem po y nuestras propias tareas académ icas nos im pidieron ir un material inapreciable para rebatir o confirmar estas aseveraciones generales.
m ás le jo s." Lo mismo ocurre con la correspondencia del virrey Joaquín de la Pezuela, que
empieza combinada con la de su antecesor en los legajos Lima 752 a Lima 754 del
May que ver la escueta lista de obras que figura en el artículo para comprender Archivo General de Indias y continúa entre los legajos Lima 755 y Lima 761. El le­
lo que los autores pensaban era «buena parte de los resultados de la investigación gajo Lima 762 contiene la correspondencia de Pezuela y la de La Serna hasta junio de
histórica realizada hasta ahora». Se entiende así que, seguramente producto de una 1824 cuando todavía La Serna publica impreso un bando referido al tráfico de placa
errata, hicieran aparecer a don Mateo Pumacahua como cacique de Chincha (¡) y en el territorio bajo su gobierno. ¡Todo este material está digitalizado y a disposición
el error se mantenga en sucesivas ediciones del artículo. Porque lo que interesaba de profesores y estudiantes en cualquier parte!
entonces era la naturaleza polémica y provocadora del discurso, más que el sustento La documentación sobre el periodo de Pezuela, primero jefe del ejército y luego
documental de una investigación de calado. gobernante militar del virreinato, se completa con la reciente publicación de su dia­
La documentación de la que ahora disponemos dista mucho de la desvencija­ rio de acciones bélicas en unos años que están todavía por explorar en sus entresijos,
da y poco accesible que pudieron consultar los investigadores precedentes. La co­ como fueron 1813-181 ó,24 Esta publicación se complementa con el diario de un
rrespondencia oficial del virrey Abascal, para dar un ejemplo que interesará tener soldado editado por don Gunnar Mendoza.25 Sobrevilla y Otemberg, que editaron
presente para los estudiosos de esta época, se encuentra ahora ordenada, numerada el diario del virrey, han mostrado lo cnriquecedora que puede ser una visión del
y foliada entre los legajos Lima 736 y Lima 754 del Archivo General de indias de
Sevilla, abarcando los años 1807-1816. Se ha restituido el orden de los despachos del
23. El virrey es el centro del análisis del artículo de Brian Haronee, en este volumen. También se ocupa
mandatario, con su numeración original, conservándose casi toda su labor epistolar de esta figura Víctor Peralta Ruiz (2002). Los trabajos de Juan Ignacio Vargas Ezquerra merecen
oficial. Están también agrupados los despachos por nueva numeración archivística, ser mencionados en un repaso de la investigación sobre esta época. Están muy bien documenta­
dos, algunas veces sin dominar la bibliografía que al respecto de algunos sucesos le precede, pero
nuevamente foliados además. Junto a los despachos, los anexos a los que hacen re­
la referencia a expedientes originales, la mayor parte del Archivo de Indias, le da densidad infor­
ferencia las cartas están igualmente foliados, de manera que se ha reconstruido la mativa a su relato. Vargas Ezquerra avanzó su investigación en dos artículos (2004 y 2011). Más
correspondencia y sus justificantes como los enviara el virrey a las autoridades de Ma­ contundente debió ser su libro (2010), que tiene anotaciones de los personajes, con señas sobre sus
vidas y trayectorias que son útiles y revelan que conoce el material, pero curiosamente no cita sus
drid. Esto es mucho más que los contenidos de la Memoria del virrey que se publicó
fuentes como hace en los artículos que le antecedieron. En cuanto a su perspectiva, es una curiosa
y algo anacrónica «hagiografía» de Abascal.
24. Pezuela 2011.
22. Véase el artículo reeditado en este volumen. 25. Mendoza 1952, obra reeditada por Plural en La Paz en 2008,
22 C arlos C on iferas y L u is M igu el C lave E stu dio introductorio 23

proceso independendista partiendo de la guerra como hecho político. Y es que las E. Anna (2003), libro que, aunque fue publicado mucho antes, solo ha tomado su
guerras de independencia fueron guerras civiles y su estudio desde ese punto de vista debida relevancia cuando apareció en español en esa fecha.29
deja ya muchos réditos al conocimiento que tenemos de los sucesos y el proceso. En el artículo que publicamos en este volumen, Anna explora con sagacidad
El mejor ejemplo americano es el del trabajo de Anthony Me Farlane y sobre el solo una carta de las muchas que contiene uno de los legajos de «Expedientes c
Perú lo que hacen Natalia Sobrevilla, Pablo Otcmberg y también Cristina Mazzeo.Zíl instancias de partes» de la época de la independencia, entre los legajos Lima 1019 y
Sobrevida trabaja estupendamente la recurrencia de los desafectos cotidianos entre Lima 1024. Esta carta es de un sacerdote, Pedro Angel Jado, que el autor entiende
familiares y amigos que se plegaban a uno u otro de los bandos en conflicto durante buen intérprete del estado de ánimo de Lima frente a la proclamación sanmardniana
las guerras, tiñendo la vida cotidiana en las esferas más íntimas. Esto permitió que se de la independencia. Sacaríamos muchas conclusiones haciendo un inventario de to­
pasara de un lado a otro con relativa facilidad y rapidez. Este es uno de los elementos dos los expedientes de esos legajos. ¿Cuántas relaciones de méritos, explicaciones de
más llamativos del complejo proceso de toma de decisiones y posiciones cotidianas trayectorias vitales, reclamos de puestos o mercedes en virtud de servicios calificados
de la población durante un largo periodo de tiempo dentro de una vida cronológica. hay entre esas entremezcladas hojas?
Con la misma perspectiva, un cuadro de lo que pasó en Huacho en el momento de Es interesante notar la trayectoria e importancia del testigo elegido entonces
la emancipación es el que nos aporta Silvia Escandía.2627 por Anna. Se trató de un representante de los actores que construyeron el discur­
Estos trabajos apuntalan algunas de las ideas generales que surgen de los estu­ so absolutista de aquellos años para interpretar los acontecimientos que ocurrieron
dios sobre las independencias en América que se publicaron al conmemorarse los desde que estalló el proceso emancipador. Así, Jado dejó un testimonio pulcro y sin
biccntcnarios de 2010. Como señala Tenorio Trillo: desperdicio de los sucesos de Huánuco en 1812.30
En 1824, Jado estaba en Madrid, desterrado por San Martín luego de negarse a
D e haber, hay cuatro nuevos juicios m ás o m enos com partidos. Primero, que las nacio­ trabajar por su causa. Había perdido todo, pero no pidió la pensión que se daba a los
nes no fueron el origen sino el resultado de las guerras y transform aciones que inician emigrados en la corte, empleados civiles y eclesiásticos que habían salido de América.
con la invasión napoleónica de E spaña y concluyen con lo que hoy llam am os «inde­
Había predicado un sermón impreso el año anterior en acción de gracias por la res­
pendencias». Segundo, que no fueron guerras por la independencia sino guerras civiles.
Tercero, que cualquiera de las independencias del continente am ericano no es, no puede
tauración monárquica de Fernando VTI. Jado estaba, en marzo de 1824, veinte meses
ser, una m era y llana historia argentina o m exicana o peruana, sino que se trata de un incongruo residiendo en Madrid, En el resumen de su expediente constan algunas
terrem oto entre Europa y A m érica cuyas on das expansivas hacen de cada tem blor nacio­ cosas referentes a él, consignadas en su relación de méritos: natural de Forrugalete en
nal a un tiem po eco y epicentro del global. Y, finalmente, que nada era inevitable, que Vizcaya, pasó al Perú en 1790 y estuvo 33 años allí y 23 de párroco de indios, prime­
la cuestión pudo haber acabado en una suerte de commonwealth hispánico o en varias
ro en San Juan de Ondores y luego en San Juan de Huariaca, de donde pasó a Lima a
m onarquías o, com o en M éxico y Brasil, en im perios.28
la parroquia de Santa María del Valle. En un informe del arzobispo de 1816, consta

Pero volviendo al derrotero documental que iniciamos párrafos arriba, digamos


que, si además los investigadores pueden acceder a los fondos físicos del AGI, la
29. Anna 2003.
información de los legajos de correspondencia de Abascal se completa espléndida­
30. Pedro Ángel Jado (1971 [1812]). Este documento fue tomado dd Archivo Arzobispal de Lima,
mente con el legajo Lima 649 que contiene la correspondencia entre Madrid y el
Sección comunicaciones oficiales de curas, oficios diversos, siglo XIX, años 1810-1824, Leg. 2, s,
virrey, y con los fondos llamados «Expedientes e instancias de partes» para los años cat. El título ha sido añadido a máquina, probablemente por Domingo Angulo, quien publicó el
del gobierno de Abascal entre los legajos Lima 1012 y Lima 1018, los de Pczucla en­ documento en 1921 (véase Angulo 1921). Hay una parte del documento perdida y solo se trans­
cribe de la publicación de Angulo. La publicación de Angulo contiene otros documentos que están
tre los legajos Lima 1019 y Lima 1023, y los últimos del gobierno virreinal en Lima
publicados en los anexos del tomo 111 de la Colección Documental de la Independencia del Perú,
1024, amén de mucha más información que se puede espigar de los legajos de este vol. 5, 115-124, junto con otros publicados en artículos dedicados al tema por Aníbal Gálvez,
archivo. Esas fueron en gran parte las fuentes con las que elaboró su libro fimothy Luis Antonio Eguiguren y otros autores. Hay más documentos d ejad o en el mismo AAL, misma
sección de oficios diversos, años 1705-1818, I.cg, 1. Habría que añadirlos. Temple (1971: LXVII-
LXXJ1) comenta muy prolijamente el documento. Jado es un excelente autor para reconstruir lo
que acertadamente, siguiendo a R. Guita, Gonzalo Zavaia llama «la prosa del contrainsurgente»
26. Me Farlane 2014, Otcmberg 2012, Sobrevilla 2010 y Mazzeo 2009,
(«La prosa del contrainsurgente. Un Informe secreto sobre la rebelión de 1luánuco en 1812». En
27. Escanilla 2012. Rosarlo, Emilio y otros, eds., Actas del I Congreso de Historia y Cultura, Lima: UNMSM Seminario
28. Tenorio Trillo 2010: 83, de Historia Rural Andina, por publicarse).
24 Cario,f Con tretas y L u is M igu el C lave E stu dio in troductorio 2,5

que Jado ayudó a las tropas reales en la insurrección de 1812 y que incluso salió con diversa índole en 1959.33 El autor procuró denodadamente rebatir a los autores «ex­
ellos al campo de batalla. En la información que ofrece su amigo el ex oidor Marques tranjeros» que relegaban al Perú al «último término en la obra de la emancipación»,
de Castel Bravo de Rivero, entonces fiscal del Consejo de Órdenes, consta que: mientras afinaba su método positivo, renegando de aquellos que «podían explicar
de una plumada la conmoción y el triunfo alcanzado por los insurgentes patriotas,
[...] fue llam ado por los virreyes y M.R. arzobispo para la predicación de diferentes ser­ sin la paciente averiguación de los mil incidentes, de las zozobras y penalidades que
m ones que en la catedral dijo de C on cepción , fiestas del Rey nuestro señor, acción de
sufrieron por la causa de la Libertad».34*
gracias por las victorias de sus reales arm as en A m érica y en esta península y de oraciones
fúnebres. Q u e por prevención de los virreyes escribió y publicó con su elocuente plum a
En el legajo Lima 740 del AGI, junto a la carra de Abascal al secretario de Estado
obras interesantes al servicio del E stad o para com batir las que esparcían los revolucio­ de 18 de junio de 1810, en la que se participaba el envío de los reos Antonio María
narios del Perú y Chile. Y finalm ente que sufrió en Lim a persecuciones, privación de Pardo, que era dueño de una panadería, Francisco Pérez Canosa y José Antonio Gar­
su curato, prisiones y confiscación de sus bienes por ser fiel y adicto siem pre a la justa cía, cómplices en el delito de sedición — estos eran los últimos que quedaban para
causa de SM .31 su sanción; los otros ya habían sido mandados a sus destinos correspondientes— , se
insertó el expediente del proceso de Silva. La carta está antes de los cuadernos que
El mismo Castel Bravo dice haber practicado diligencias para redimirlo del corresponden a la carta n.° 51 de Abascal de 1809. El Cuaderno 1." de los autos
arresto que padecía en el convento de La Merced y que, luego, Jado fue desterrado criminales seguidos contra D. Mateo Silva, D. Antonio María Pardo y otros por
por no acceder a las ventajas y reposición de su beneficio que, con otras propuestas, sublevación intentada en esta capital consta de 209 folios. Empezaron el 26 de sep­
le fueron hechas por San Martín con tal que coadyuvase con la independencia. tiembre de 1809 y estuvieron a cargo de Juan Baso y Berry, aquel «segundo Fouché»
Entre la mucha documentación que se encuentra digitalizada y accesible a los como lo calificó el Diario secreto de Lima, alcalde del crimen de la Real Audiencia. Lo
estudiosos, mencionemos a manera de ejemplo e ilustración de otro momento in­ hacía ante la llamada del propio virrey esa mañana, quien, a tenor de unas denuncias
teresante del proceso emancipador que ya comentamos antes, el proceso seguido a que se le hicieron sobre cierta sublevación que se intentaba formar en Lima con ideas
Mateo Silva y otros «consortes» en 1809. Los legajos están en impecable estado y subversivas del sistema de gobierno, había detenido a Mateo Silva, Manuel Pando,
han sido digitalizados en su totalidad. Hace años que fueron publicados por Luis Juan Sánchez, Pedro Zorrilla, José Bernardo Manzanares y Felipe Gamonal, y había
Amonio Eguigurcn, otro de los historiadores que jalonan la construcción de una ordenado a Baso que formara la correspondiente causa. Empieza con la declaración
base documental para la historia de la independencia, como programa de estudio de Simón Ortega, un hombre de 36 años que trabajaba con D. Andrés Rcboredo
y de reflexión que llevó a una representación del proceso en el imaginario nacional y que fue el delator. Silva le dijo que estaban convenidos en sublevarse a la manera
peruano.32 En un centenar de perspicaces páginas, Eguiguren analizó la impresio­ como lo habían hecho en Quito, que no necesitaban ni querían virrey con 60.000
nante cantidad de detalles que este proceso nos deja. Hasta ahora solo hemos podido pesos, ni oidores, a los que habían de quitar, especialmente a Osma, lo mismo que
ubicar citas de oídas de este trabajo. Nadie se ha detenido en lo que reflexionó Egui­ al administrador de correos y al secretario Ravago. Ortega preguntó que qué harían
gurcn, ni en el material que ya entonces publicó y que sigue siendo una mina inex- con Baquíjano y Silva le dijo que lo dejarían como un consultor, pero le quitarían
plotada para catar el estado de ánimo de la capital y las nuevas formas de sociabilidad el empleo porque era muy veleta. Luego de sacar desterrados a todos los ministros,
en donde circulaban las ideas y los planes para acabar con la dominación española se echarían sobre el caudal de los «filipinos» y el de Reboredo y, dejándoles una
en el Perú. Luis Eguiguren Callirgos consigna que Eguigurcn ya había publicado su tercera parte, se aprovecharían de lo demás para el objeto de la empresa. Hecha la
primer libro sobre la guerra de la emancipación til conmemorarse los cien años de la delación, Orrega fue usado como infiltrado, instado a seguir la cuerda de la invita­
rebelión de León de Huánuco de 1812. También fue una recopilación de documen­ ción a participar. Lo que practicó a las mil maravillas, encontrando rápidamente la
tos y ya entonces daba a luz su programa de trabajo, que llevaría adelante hasta 1967, confianza de los que conspiraban, enterándose de sus nombres, de sus pasos y de sus
cuando dio a imprenta el tercer tomo de sus Hojas para la historia de la emancipación recursos. Tenían oro y pretendían dar un bando de libertad para los negros; por ello,
en el Perú, que había empezado con un grueso volumen de documentos de la más en sus conversaciones afirmaban que tenían a «gran parte de la negrería» con ellos.

33. Eguigurcn Callirgos 2012. Eguiguren (1959) transcribe la carta de Abascal con la que remitió el
31. AGI Lima 1563. proceso, de lo que da cuenta en 1957: 553.
32. Eguigurcn 1957. 34. Citado en Eguiguren Callirgos 2012.
26 C arlos C o n trtm y L u is M igu el GLtve E stu dio introductorio 27

Participaban de la liga y complot, según los testimonios, varios criollos pudientes Río; y un tal Estela. El problema con Guillermo del Río venía ya por su adhesión a
de la capital. Por su parte, otro de los implicados había soltado alguna ve?., ante el la libertad de imprenta, que no apreciaba precisamente Abascal. Así, a del Río se le
propio virrey, que los caciques de Lambayequc y de Chincheros estaban dispuestos privó seguir publicando su periódico y a los otros se les castigó con penas menores.*’
a mandar millares de indios contra la capital en el caso de que se perdiera España en Si revisamos las distintas conspiraciones limeñas, encontraremos que muchos de los
la coyuntura de ese año, ’5 que fueron implicados en alguna, aparecieron complotando en otras, de tal forma
Siguieron otros testigos que dijeron cosas parecidas. Silva los abordaba ofrecién­ que las redes de comunicación y las ideas políticas que nacían respecto al tipo de
doles participar y abriendo sin reservas la información de los conjurados, muchos de gobierno eran ya una realidad asentada en la capital.
los cuales eran personajes influyentes, otros gente de oficios conocidos como maqui­ La documentación que ahora fácilmente tenemos a disposición se completa,
nistas, comediantes y soldados, y finalmente manifestando la confianza en la parti­ además, con el archivo particular del virrey Abascal, que comprende documentación
cipación de los negros que, como es bien sabido, eran la porción más numerosa de generada entre 1804 y 1821, año en que falleció. Este archivo antes estaba en la
la población capitalina, los cuales, pensaban Silva y sus compañeros, no dejarían de Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla; luego, pasó al Archivo de Indias,
luchar por su libertad. Silva poseía papeles que informaban de los sucesos de Quito, donde fue nuevamente ordenado e inventariado en los primeros seis legajos de la
los cuales leía a sus contertulios a quienes animaba a entrar en la liga, en tanto tenía generada nueva sección llamada ‘Diversos’. Aquí no hay solo papeles oficiales, sino
en los sucesos quiteños su modelo a seguir. La composición de los que serían los todo un conjunto palpitante de documentos que el virrey recibió y recopiló durante
jefes y los beneficiarios del alzamiento eran los criollos, muchos de los cuales, muy su mandato y los que recibió después de él.3637
conocidos, eran nombrados en las conversaciones y fueron el material de la denuncia En los años por venir es de esperar que florezca una imporranre canridad de
y de la condena, como Villalta, Baquíjano, los marqueses de Montemar y Monte- trabajos en los que se indague por la naturaleza y el carácter de nuestra separación
mira y otros, mientras los objetos de su desafecto eran los españoles que ocupaban de España hace dos siglos. Ya contamos con aportes importantes acerca de aquellos
cargos, desde el propio virrey y sus famosos sesenta mil pesos. Sin embargo, algunos primeros escarceos de la emancipación, tales como el conato de Francisco de Zela en
españoles estaban coligados en el partido del alzamiento como Gaspar Rico, Osma Tacna en 1811, que estudia Lizardo Seiner; o la rebelión de Huánuco de 1812, que
y Pareja. Las diligencias «criminales» son un detallado desfile de escenas urbanas es un venero inacabable de nuevas imágenes sobre la imaginación indígena acerca de
del más animado ambiente de sociabilidad que surgía a borbotones entre impresos, lo que se vivía y que merece estudios como el ya conocido de Jocl Chassin, o los que
lugares de encuentro y de creación colectiva como cafés y corrales de comedias. En llevan adelante Torres Arancibia con el marco conceptual de la economía moral o
esos autos tan voluminosos, de más de 1200 folios, viene la causa que se siguió contra Gonzalo Zavala con el de la subalternidad de Ranhid Guha.38*
dos gallegos, Francisco Canosa y José García, quienes esparcían especies subversivas Todavía son escasos los acercamientos a los sucesos huamanguinos de 1812,
contra la Junta Central en cafés, como el de Bodegones y otras concurrencias hacia como el que les ha dedicado José Luis Iguc, y los de Tacna nuevamente en 1813 con
julio de 1809. Se comisionó al entonces regidor Diego Miguel Bravo de Rivero y sus ramificaciones en Arequipa.3'' Pero de todo tenemos ya algunas publicaciones
Zavala para la averiguación y sustanciación de la causa. y mucho entusiasmo entre los investigadores. Sigue vigente el reclamo de Vargas
Con materiales de otro tipo, una conspiración de la época de Abascal también
ha sido ya escudriñada por Armando Nieto, quien refiere la llamada conspiración de
Ramón Eduardo Anchoris, que estuvo vinculada con Buenos Aires, La madrugada 36. Nieto 1958-59. Hay también un estudio de ella en Cálve?. 1911b.
del 18 de septiembre de 1810 (un año después de lo de Silva) cayeron el propio An­ 37. No está digitalizado, pero se dispone del inventario preparado por María Teresa Garda (1980).
choris, que era mayordomo del arzobispo Las Heras; Cecilio Taglc, cura de Changos Este inventario contiene además un índice alfabético de nombres que ayuda a su consulta (1980:
129-141). El archivo de Abascal fue la base del libro de Díaz, Venteo (1948). No es suficiente
(sic) en Jauja; José Tagle, abogado y hermano del anterior; otro abogado Mariano
confiar en la lectura que hizo ese autor de las campañas militares; se debe escudriñar en los docu­
Pérez de Saravia; el comerciante Francisco Minando, yerno de Martín de Alzaga; un mentos originales.
tal López también comerciante; dos primos de apellido Funes, sobrinos del deán de 38. Para una revisión historiográfica que incluye sus propios trabajos, véase Seiner 2002. La tesis de
Córdoba; José Boqui y José Antonio Miralla su sobrino; el impresor Guillermo del Chassin editada en francés debiera publicarse en castellano. Los trabajos de Zavala vienen siendo
presentados en diversos congresos. Para d caso de Eduardo Torres Arancívia, véase Torres Arancivia
2012. Los historiadores huanuquefios han mostrado además mucha actividad editorial, de confe­
35. Eguiguren (1957: 74) no desprecia el dato e intuye acertadamente como el tema de la metrópoli rencias y en la web.
se discutía y difundía en los miís diversos espacios del virreinato. 39. Iguc 2013. Sobre los sucesos de Arequipa véase el artículo de Luis Miguel Glave en este volumen.
28 Curtos Coniferasy L u is M ig u el C lav e E stu dio in troductorio 29

Ugartc por estudiar los sucesos en Tarapacá que acompañaron y siguieron a la revolu- la pregunta atrevida, la visión global, la perspectiva más amplia, de que hicieron gala
ción cuzqueña teniendo a la cabeza a Julián Peñaranda, a quien Nemesio Vargas tenía los aurores del debate de 1971.
por descendiente de los incas, y a aquel Choquehuanca fusilado en 18l6.'t0 Dada la El nuevo revisionismo historiográfico que se ha impuesto en estos últimos años
reciente conmemoración del alzamiento cuzqueño de 1814, se vienen suscitando ha concedido la máxima importancia, a manera de causa última de los procesos de
diversas actuaciones académicas de mucho interés, pero, como en los años prece­ independencia, a los sucesos de la metrópoli. La crisis abierta en 1808 en la «monar­
dentes, no ha habido ninguna iniciativa estatal por celebrar la efeméride como parte quía hispana», la «monarquía católica» y otros tópicos al uso corriente en la actua­
del bicentenario de la creación del Perú como Estado nacional. Esto tiene que ver, lidad, oscurece todo el proceso interno de los virreinatos americanos que entraron
sin duda, con un elemento muy importante de nuestra historia y de nuestro futuro, en un proceso acelerado de cambio. Los muchos trabajos sobre la independencia en
que es la relación entre las distintas regiones que conforman un espacio nacional. A México, que escudriñaron las entrañas de las insurgcncias populares, han sido mote­
pesar de la creación de los gobiernos regionales en 2002, este bicentenario nos coge jados de temas para «insurgentólogos», una historiografía demodé. Ahora parece que
más centralizados que en los inicios del siglo veinte, por lo que podríamos pensar que solo toca la mirada a la crisis atlántica, el liberalismo hispano, la coyuntura ibérica.41
los peruanos estamos guardando nuestras fuerzas conmemorativas para el 2021. En Nada más perjudicial a los mejores esfuerzos de la joven historiografía america­
cualquier caso, con la publicación de este libro queremos promover la multiplicación na que castrarla de su raigambre auténtica, separarla de sus miradas profundas, de los
de los trabajos sobre la independencia, al poner en manos de estudiantes, profesores procesos de larga duración, de los movimientos locales, de las coyunturas regionales,
y colegas un instrumento de difusión, pero también de trabajo, que facilite la re­ de los conflictos del poder colonial en las cortes indianas. De la misma manera como
flexión acerca de la independencia. hay que inscribir los procesos americanos en el concierto mundial, en su engranaje
Las investigaciones que en las últimas dos décadas se han venido realizando «hispano», bien valdrá rescatar las influencias de la ruta inversa. Ninguna puerca
tienen pues otra impronta; ya no son discursos generales, son estudios pacientes, debe ser cerrada.
diferentes de aquellos hechos de «una plumada», como los que irritaban a Eguigurcn. Varios, ya que nunca serán muchos, investigadores jóvenes o muy jóvenes vie­
Los estudiosos se vuelcan en los archivos, haciendo prolijas búsquedas de nuevos do­ nen haciendo tesis y estudios documentales que rescatan folios extraviados del pro­
cumentos, con nuevas preguntas. La bibliografía ha crecido exponcncialmente y los ceso emancipador. Hemos incluido en este volumen el trabajo de Daniel Moran que
nuevos artículos siempre toman en cuenta algo de lo mucho que nos permite cotejar, da amplia cuenta de sus aportes y el de otros investigadores de su generación. Marissa
comparar y añadir. Cierto es que las modas historiográficas muchas veces nublan los Bazán ha rescatado a Gaspar Jurado, un litigante de raigambre indígena que se suma
nuevos aportes, proceden de manera injusta con los predecesores, descartando los a los que se conocían gracias a trabajos previos como los de Christine Hunefeldt y
aportes previos y perdiendo la perspectiva acumulativa del conocimiento histórico. Luis Miguel Glave; todavía queda mucho por escudriñar acerca de las relaciones
Por eso, hemos querido reeditar en un solo volumen trabajos ya clásicos para que entre el Protector y fiscal Miguel de Eyzaguirre, un verdadero muro legal contra el
se vean con nuevas luces sus contenidos, sus métodos y fuentes, sus enfoques y sus que topó Abascal, y estos litigantes. Claudia Guarisco ha trabajado los espacios de
sugerencias. Los centros académicos orientan a los jóvenes de manera que estos tie­ política indígena y ha comparado las ciudades de Lima y México. Hemos menciona­
nen casi necesariamente que mostrar su sapiencia siguiendo la ruta que de antemano do en este estudio los trabajos de Gonzalo Zavala sobre Huánuco. Silvia Escanilla ha
se diseña en los corrillos de esas insrirucioncs y sus medios de difusión editorial y trabajado los sectores populares y los comportamientos en pueblos como Huacho,
académica. Las obligaciones del formato con que se definen los temas de tesis y sus tal como señalamos. José Luis Igue suma a sus estudios sobre los morochucos un
desarrollos, y las evaluaciones de los artículos, someten al investigador al corsé de precioso trabajo sobre Cangallo que ya hemos referido. Elízabeth Hernández ha tra­
producir un juguete académico que, lastimosamente, muchas veces pierde el filo de bajado la élite piurana y su ambigüedad frente a la independencia.42 Son solo algunos
trabajos los que mencionamos, y bastan para llamar la atención acerca de la vigorosa
renovación que representan en los estudios acerca de esta importante coyuntura his­
40. Vargas Ugartc 1966; 236. Aquí señala muy bien la importancia del movimiento en Tarapacá que
tórica — renovación que vienen llevando a cabo con pocas luces de neón— .
«ha sido casi ignorado por nuestros historiadores», Prueba la difusión de las ideas patriotas y fue
liderado por Julián Peñaranda, originario del Cuzco. Cita bien partes de Peñaranda en la Gaceta de
Buenos Aires y algunos documentos de su colección particular, lo mismo que la obra de Vicente
Dagnino, el Ayuntamiento ele Tacna, donde menciona que a Choquehuanca lo fusilaron en Tacna
41. Ya hay una enérgica respuesra a esta corriente en Gómez Álvarcz 2014.
el 16 de febrero de 1816 y a Peñaranda en Arica. La situación de alteración en la zona sin embargo
se mantuvo. La referencia de Peñaranda en Vargas 1903: 25. 42, Bazán 2013; Guarisco 2011; Hernández 2008,
30 Q lrtos C on trcrdsy L u is M igu el G U ve E stu dio introductorio 31

A diferencia de cuarenta años atrás, hoy parecemos más convencidos de que la ideólogos y precursores nativos. Los que sin duda también existieron, pero siempre a
ruptura con el gobierno español en 1821 fue un hito decisivo y crucial de nuestro la espera de una buena oportunidad.
proceso histórico. Décadas atrás, bajo la influencia de la historia económica y social, Para cerrar estas páginas introductorias, corresponde agradecer a las entidades
tendía a pensarse que ral ruptura fue un fenómeno básicamente superestructura!, y personas que han permitido este libro. En primer lugar al Instituto de Estudios
meramente político, que no caló lo bastante como para provocar una transformación Peruanos, en la persona de su exdirectora Roxana Barrantes y de su actual director
sustantiva de las estructuras económicas y sociales. Sensibilizados por el paso de las Ricardo Cuenca, así como de los directores de publicaciones Raúl Pajuelo y Ludwig
dictaduras, las elecciones y los debates políticos (en el lapso de treinta y cinco años, Huber, quienes confiaron en nosotros para esta tarea y nos apoyaron en diversos
entre 1980-2015, hemos tenido ocho elecciones presidenciales, y trece si incluimos momentos. En segundo lugar, a los autores de los capítulos aquí reunidos, que au­
las segundas vueltas) e influidos por el fin de la Guerra Fría, que marcó el ocaso de torizaron la reedición de sus trabajos o, lo que fue todavía más generoso de su parte,
la vía de la lucha armada para conquistar el poder, los peruanos parecemos más dis­ rehicieron sus artículos o, todavía más, escribieron nuevos textos. Por último, a los
puestos a creer que las formas y el contenido de la vida política tienen una influencia encargados de las ediciones del IEP, que llevaron adelante, con su habitual esmero,
clave en el bienestar, la equidad y la seguridad entre las personas. Nos hemos con­ el proceso de edición.
vencido de que la evolución de la economía depende de la política, tanto como esta
de aquella. La independencia ha recuperado, así, un sitial de hito divisor de nuestra
B ibliografía
historia, tanto como lo es la conquista española o la guerra del salitre.
La crisis de los Estados nacionales, y del nacionalismo que su modelo de orga­
Angulo , Domingo
nización política y social llevaba aparejado, ha producido, además, una cierta con­
1921 «La revolución de Huánuco de 1812». En Revista del Archivo Nacional del
ciencia crítica entre los sectores más educados de la población acerca de la bondad Perú II/I. Lima.
de la independencia. Es decir, no estamos tan convencidos como ayer de que la
independencia fuera necesariamente algo «bueno». Conquistarla tuvo un costo enor­ A n n a , Timothy E.
me en vidas humanas, expropiaciones y destrucción de riqueza de los particulares y 2003 La calda del gobierno español en el Perú, El dilema de la independencia.
envilecimiento de la economía pública y de nuestras instituciones, que aumentaron Lima: Instituto de Estudios Peruanos,
las dosis de corrupción, abuso del poder y desigualdad hasta niveles que superaron lo
BazAn , Marissa
visto hasta entonces. Implicó, además, escindirnos de pueblos con quienes habíamos
2013 La partición política de los indígenas durante bis Cortes de Cádiz: Lima en el
compartido un proceso común y de asociarnos podríamos habernos beneficiado en ocaso del régimen español (1808-1814), Lima: Seminario de Historia Rural
múltiples sentidos. Estamos más dispuestos a reconocer todo esto; medio siglo atrás Andina.
hubiera pasado como un acto de traición a la patria. Decirlo no implica renegar de la
independencia ni poner en duda la viabilidad del Perú como nación independiente. C hust , Manuel y José Antonio S errano, eds.
Implica sencillamente reconocer los enormes desafíos con que comenzó el país su 2007 Debates sobre las independencias iberoamericanas. Madrid: Iheroamericana-
vida independiente, desafíos que, poco a poco, hemos venido superando. Vervuert,
La independencia de las naciones ejerce una fascinación sobre los historiadores.
C ontreras, Carlos
Las cuestiones de en qué momento y por qué vías una provincia decide separarse de 2007 «La independencia del Perú. Balance de la historiografía contemporánea».
un todo mayor para iniciar la aventura de una existencia propia suelen ser motivo En Chust y Serrano 2007: 99-118.
de indagación y debates que nunca dejarán satisfechos a todos. La disolución de la
Unión Soviética ocurrida hace dos décadas nos demuestra que dichas separaciones C úneo , Rómulo
tienden a producirse en cadena; antes que las provincias decidan rebelarse de sus 1921 Historia de las insurrecciones de Tacna por la independencia del Perú. Lima:
antiguos amos, los imperios se desmoronan desde su propio centro, dejando como Librería e Imprenta Gil.
saldo un reguero de países, no siempre preparados para la nueva situación. Luego
D ávila, Luis Ricardo
surgirán los historiadores de las nuevas naciones y vendrán a hacer el recuento de 2010 «Centenario e inventario de los problemas venezolanos». En Historia
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32 C arlos C on trerdsy L u is M ig u el G lave E stu dio introductorio 33

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L a independencia en el Perú:
las palabras y los hechos*
H e r a c l io B o n il l a y K aren S p a l d in g

D e 1821 a 1971 son 150 años desde que el Perú rompió los lazos políticos que
lo ligaron a la metrópoli española. Pero esta ruptura política, conseguida por
la decidida y eficaz intervención de los ejércitos del Sur (San Martín) y del Norte
(Bolívar), no significó en manera alguna la quiebra del ordenamiento económico
y social de carácter colonial que continuó vigente hasta el ocaso del siglo XIX. Por
el contrario, la persistencia de esta situación colonial facilitó y más tarde consoli­
dó la nueva orientación de la economía peruana, cuando ella ingresó en el espacio
dominado por Inglaterra. La independencia política de España dejó, pues, intactos
los fundamentos mismos de la sociedad peruana, que se habían desarrollado y cris­
talizado a lo largo de 300 años de vida colonial. En el contexto internacional, la
independencia de la metrópoli española aceleró un proceso que había comenzado
desde la segunda mitad del siglo XVIII: la dominación efectiva de Inglaterra, la nueva
potencia del mundo.
Para el historiador, que examina el pasado para comprender y explicar el presen­
te y que observa el presente para interrogar el pasado, la situación descrita líneas arri­
ba invita a más de una reflexión. La cuestión principal es, precisamente, por qué la
independencia no provocó un cambio reíd y significativo de la situación colonial. Tal
vez una respuesta anticipada se pueda encontrar en la independencia misma — como
proceso— que, en el caso del Perú, como es bien conocido pero pudorosamente

Publicado originalmente en Bonilla, Heraclio, comp., h i Independencia en el Perú, Lima: Instituto


de Estudios Peruanos. 1972; y en Bonilla, Heraclio, Metáfora y realidad de la independencia en el
Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 2001,
40 H eraclia B o n illa y K a m i S p ald in g l a independencia en el P en i: Lis p alab ra s y las hechos 41

encubierto, fue conseguida por los ejércitos aliados de fuera. Es decir, fue una inde­ memorias de virreyes y presidentes, periódicos de la época, testimonios de los parti­
pendencia concedida más que obtenida. Ni la sólida organización defensiva impues­ cipantes directos, informes consulares). Razones de tiempo y nuestras propias tarcas
ta por el virrey Abascal, ni las conspiraciones anteriores, ni las predicas en favor de la académicas nos impidieron ir más lejos. Este pequeño esfiicrzo, sin embargo, obede­
emancipación lanzadas por algunos ideólogos criollos pueden desmentir o atenuar ce al deseo de hacer comprensible el desarrollo histórico de la sociedad peruana y a
esta afirmación. Tanto la acción como la prédica fueron hechos de minorías, de hom­ buscar el nexo existente entre el hecho histórico y su mutación en palabras.
bres aislados.
En estos 150 años de vida republicana, por otra parte, se ha asistido al naci­
L a historia de una historia
miento y expansión de una nutrida bibliografía sobre la emancipación y la inde­
pendencia. Sería un esfuerzo vano intentar buscar en ella una respuesta a la cuestión
Desde Riva-Agüero hasta los integrantes de la Comisión Nacional del Scsquicen-
planteada hace un momento. Toda historia responde a las inquietudes del presente
tenario de la Independencia Nacional, casi todos los historiadores nacionales han
y refleja la ideología de quienes la escriben. Aquella historiografía, que por razones
abordado, de una manera u otra, el tema de la independencia. Las características de
de comodidad la denominaremos en adelante tradicional, contribuyó más bien al
esta historiografía son ampliamente conocidas y no necesitan ser recordadas una vez
surgimiento y a la difusión de un prodigioso mito. Este mito, montado sobre bases
más. Gracias a ella conocemos bastante bien a los «precursores» de la independencia,
deleznables, es el que se trasmite corrientemente en los manuales escolares y en los
a los héroes de Junín y Ayacucho, a las batallas de epopeya que libraron. En cambio,
textos universitarios. Su función: legitimar el presente a través de la manipulación
los hombres comunes y corrientes que integraron ios ejércitos libertadores, sus for­
del pasado; intentar fundar, inapropiadamente, las bases históricas de la nacionalidad
mas de reclutamiento, la participación — o la ausencia— de la población peruana
peruana c impedir la crítica histórica de los problemas del presente.
en estas luchas, las diferentes formas que revistió esta participación no han sido muy
Pero si bien es cierto que los trabajos hasta ahora existentes sobre la emancipa­
favorecidas por la atención de los historiadores. Se mencionan también, aunque en
ción y sobre la independencia no permiten responder preguntas que son verdade­
verdad aproximadamente, las causas de la independencia, los célebres factores «ex­
ramente cruciales, tampoco permite hacerla, salvo excepciones notables, la lectura
ternos» e «internos» de los manuales escolares — si bien no es posible todavía distin­
de los documentos impresos.' La recopilación y publicación de estos documentos
guir la dinámica propia de cada uno de ellos y, sobre todo, su relación recíproca— .
obedecen generalmente a una inspiración similar a la de los autores de los textos.
Estas causas, en verdad, se limitan a señalar las «influencias» del exterior, los actos
Por estas razones, el presente trabajo no pretende sino elaborar un esquema ten­
de la malévola España y el pundonor y patriotismo precoz del poblador peruano.
tativo, orientado básicamente a tratar de comprender la naturaleza de la independen­
En suma, esta historiografía ha establecido un divorcio radical, por una parte, entre
cia peruana y a señalar su ubicación en el posterior desarrollo histórico de la sociedad
las palabras de unos pocos hombres y la acción de unas cuantas tropas y, por otra,
peruana. Algunas cuestiones complementarias, pero directamente relacionadas con
el conjunto social y económico interno y externo que los encuadra. Una historia de
la independencia, quedarán solo en el ámbito de la formulación. Es obvio que tanto
este tipo, evidentemente, riene un fin y una justificación, que aquí no interesan. Con
el esquema como las preguntas requieren, para su verificación y para su respuesta,
una excepción.
intensivas investigaciones en los Archivos de Lima y de provincias, sin las cuales el
Entre las varias explicaciones ofrecidas por la historiografía tradicional sobre la
problema histórico de la independencia, al igual que muchos otros de la historia
independencia destaca, por su difusión y aceptación, la tesis que la considera como
peruana, quedarán todavía sin solución.
un proceso nacional, como el resultado de una toma de conciencia colectiva, la cual,
Un esquema no significa una distorsión de la realidad. En la elaboración de
a su vez, sería la manifestación más evidente de la mestización de la población perua­
este se ha utilizado una buena parte de los resultados de la investigación histórica
na, Para sus defensores, la mestización indica un proceso que llevó a la uniformidad
realizada hasta ahora sobre el tema de la independencia, al igual que las sugerencias
c igualdad de los integrantes en la sociedad peruana. El Perú mestizo aparece así
de fuentes primarias impresas (diarios de viajes, informes de campañas militares,
como el actor de la Historia y el agente de la emancipación. Todo un Congreso, es
útil recordarlo, fue realizado recientemente para demostrar la realidad y la vocación
1, Cuando este texto estuvo terminado, nos informamos que la Comisión Nacional del Sesquicen-
mestiza del Perú de ayer y de hoy.
tenario de la Independencia Nacional ha reunido en once volúmenes documentos nuevos sobre No es muy difícil demostrar la debilidad de esta interpretación. Adolece, por
la Independencia, como resultado de la primera parte de su trabajo. Lamentablemente no nos ha lo menos, de dos defectos. No toma en cuenta, en primer lugar, la acción de las
sido posible consultarlos.
42 H em clio B o n illa y Pairen SpaU U ng L a independencia en e l P en i: las p alab ra s y los hechos 43

fuerzas internacionales, sin las que la independencia de Hispanoamérica, y más aún sobre la economía y la sociedad hispanoamericanas no es posible entender el meca­
del Perú, no hubiera sido posible, por lo menos en las fechas en que se produjeron. nismo de cambio de estas últimas. Aquí reside el error más grave de interpretación de
Internamente, postula, abusiva y erróneamente, una unidad inexistente c imposible. la historiografía tradicional peruana, que — excesivamente preocupada en buscar una
El Perú colonial no estuvo compuesto de «peruanos». La sociedad colonial peruana causalidad esencialmente interna, acorde con su posición ideológica— rechaza todo
fue altamente estratificada y diferenciada, y sus líneas de separación y de oposición nexo orgánico entre el mundo internacional y la situación peruana. Este impacto ex­
fueron trazadas a partir de criterios económicos, raciales, culturales y legales. Cuan­ terno, en el caso de la independencia, no se reduce de ninguna manera, como piensa
do una historiografía puede deslizar errores tan gruesos no se puede sino reconocer la historiografía tradicional, a las «influencias» de la independencia norteamericana
su carácter ideológico: la manipulación del pasado en función de las exigencias del y de la Revolución francesa, o a la difusión en América de las ideas del Siglo de las
presente. El mensaje de esta ideología consiste en ocultar los intereses divergentes de Luces. Estas no tuvieron la importancia que se les asignó, puesto que solo afectaron
los grupos y de los hombres, los conflictos y las luchas antagónicas que ellos generan a minorías muy reducidas, y porque, en general, la situación hispanoamericana fue
para difundir la imagen de una sociedad homogénea y armónica. impermeable a este tipo de impacto.
El mensaje de esta historia, repetimos, es muy claro. Con mucha nitidez se Es mucho más importante examinar los cambios que afectaron a la sociedad
puede distinguir aquí una solidaridad profunda entre quienes hicieron la Historia, al española desde el establecimiento de la dinastía borbónica, cambios que se intensifi­
menos en la forma en que en el Perú se entiende por «hacer» la Historia, y quienes caron con el ascenso de Carlos III al poder de la metrópoli, hasta llegar a una crisis ge­
asumieron la tarca de registrarla y escribirla, que correspondió, además, a toda una neral con Fernando VIL Estos cambios que modificaron la misma estructura interna
etapa del desarrollo histórico del Perú, en la cual la imagen de la sociedad peruana y de la metrópoli, así como la relación con sus colonias ultramarinas, fueron resultado
de su historia fue impuesta y difundida por la clase social dominante. Esta ideología de la acción de las fuerzas internas de la sociedad española y del trastorno producido
ha perdido ahora su función, porque ya no guarda ninguna relación con la realidad por los múltiples conflictos bélicos en que España se vio envuelta dentro de Europa.
presente. Los cambios que desde la década de 1950 vienen afectando a la sociedad Los años de la emancipación, 1810-1824, corresponden cronológicamente a años
peruana han producido una fisura en la estructura del poder tradicional, al mismo de crisis y de revoluciones en España. La independencia de Hispanoamérica y la del
tiempo que han provocado el surgimiento en el plano de la historia de grupos medios Perú se gestaron, pues, en ambos lados del Atlántico. Veamos cómo.
hasta hoy desplazados. El sentido incierto de estos cambios, la urgente búsqueda de El ascenso al poder de Carlos 111 en 1759 llevó consigo el establecimiento de
una nueva identidad y legitimidad históricas, la necesidad de estos nuevos sectores una serie de reformas tendientes a corregir las relaciones económicas entre España
de conocer su propia historia, una historia que la historiografía tradicional no fue y sus colonias. La medida que es necesario destacar aquí se refiere a la supresión de
capaz de proporcionar, los conducen a un replanteamiento general de la Historia. las barreras impuestas al comercio internacional. En efecto, la Real Cédula del 2 de
Dentro de este contexto, el hecho histórico de la independencia se encuentra en febrero de 1778 estableció el libre comercio entre Perú, Chile y Buenos Aires con
la encrucijada misma de la interpretación tradicional y de las interrogaciones del España. En la práctica, esta medida significaba la apertura de los siguientes puertos
presente. En efecto, ¿cuál fue el contenido concreto de la independencia de una me­ españoles al comercio con América: Sevilla, Cádiz, Málaga, Almenía, Cartagena,
trópoli, que lejos de hacer de la sociedad peruana una sociedad realmente libre, no Alicante, Alfaques de Tortosa, Barcelona, Santander, Gijón y La Coruña; y los de
hizo sino desplazarla a las esferas de dominio de las nuevas potencias hegemónicas Palma y Santa Cruz de Tenerife en las islas Mallorca y Canarias. En América, los
del universo, en una situación igualmente dependiente? ¿Cuál fue el mecanismo de puertos favorecidos con esta medida fueron San Juan de Puerto Rico, Santo Do­
este desplazamiento? mingo, Sanriago de Cuba, Batabanó, La Habana, islas de la Margarita y Trinidad,
Golfo de Santo Tomás de Castilla y Omoa en Guatemala, Cartagena, Santa Marta,
Río de la Hacha, Portobelo, Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso, Concepción,
E l P erú de la emancipación y el mundo internacional
Arica, Callao y Guayaquil. En una palabra, esta medida significaba la liquidación del
monopolio comercial de Cádiz en España y de Lima en América.
La independencia de Hispanoamérica y la del Perú fueron consecuencia de cam­
Estos cambios, cuya trascendencia será analizada más adelante, habían ya sido
bios profundos que alteraron el equilibrio de fuerzas establecidas entre las potencias
preparados desde décadas antes. En efecto, las investigaciones del historiador chi­
europeas y que condujeron a la hegemonía absoluta e indiscurida de Gran Bretaña.
leno Sergio Villalobos demuestran que el establecimiento del Navio de Registro en
.Sin la comprensión de la naturaleza de aquella mutación y del impacto que tuvo
1720 — es decir, el permiso concedido a algunas naves para comerciar directamente
44 Hemclxo b o n illo y K arcn S p ald in g ¿ a independencia en e l P erú: las p alab ra s y los hechos 45

enere los puertos del Atlántico sin sujetarse al movimiento de las flotas y cuando una Su debilidad las imposibilitó para competir exitosamente con las mercancías extran­
situación de escasez se producía— no solamente hizo innecesario el sistema de las jeras, y no pudieron así evitar su derrumbe a corto plazo. Esta caída de la producción
flotas (suprimidas desde 1739), sino que produjo las primeras brechas en el comercio vulneró la condición material de los grupos ligados a la agricultura, a la minería y al
monopólico.2 mismo comercio. Este fue el caso del virreinato del Perú. Aquí, los grandes comer­
Cuatro décadas más tarde, en 1765, Carlos 111 profundizó esta medida al ins­ ciantes agrupados en el Tribunal del Consulado vieron con temor el arribo masivo de
taurar el comercio directo entre los puertos españoles de Cádiz, Sevilla, Alicante, las mercancías europeas, que comenzaron a acumularse en las aduanas ante la impo­
Cartagena, Málaga, Barcelona, Santander, La Coruña y Gijón con las islas de Cuba, sibilidad de su venta. La baja consiguiente de los precios significaba necesariamente
Santo Domingo, Puerto Rico y La Trinidad. Pero estas medidas reformistas altera­ la reducción de sus tasas de beneficio. El profesor Villalobos señala que en un solo
ron también el tráfico comercial en el interior del espacio colonial, al suprimirse las año, 1786, entraron al Callao 16 navios con mercancías por valor de 22 millones
barreras impuestas al tráfico intcrcolonial. Así, hacia 1774, el Perú pudo comerciar de pesos, en circunstancias en que el consumo del Perú se calculaba solamente en
libremente con Nueva España, Guatemala y Nueva Granada; en 1776, pudo hacerlo cinco millones; en el quinquenio siguiente, el valor total de las mercancías impor­
con Buenos Aires y Chile. Dentro de este proceso, la libertad de comercio de 1778 tadas subió a 46 millones, mientras que la capacidad del mercado peruano seguía
no hizo sino sancionar una situación ya existente en la práctica. declinando, - La estrechez del mercado peruano no podía soportar la oferta masiva de
Las consecuencias que estas medidas produjeron en Hispanoamérica fueron mercancías. Pero la ruina no fue solamente de los comerciantes.
considerables: incremento del tráfico comercial, desarrollo de las exportaciones de Diversos testimonios señalan que la economía peruana ingresó en una violenta
España y de América, con el consiguiente aumento de los ingresos fiscales. Se señala, depresión por lo menos desde el último tercio del siglo XVIII. Estas fueron décadas
por ejemplo, que en la década de 1778 a 1788, el valor del comercio con Hispa­ de catástrofes para la burguesía criolla. Dos manifestaciones de estas crisis están re­
noamérica se multiplicó por siete. La liquidación del monopolio y la concurrencia presentadas por la creación del virreinato del Río de la Plata, que significó la ampu­
que se instauró impulsaron la venta al derrumbarse los precios monopólicos y hacer­ tación del mercado interno y la pérdida de las minas de Potosí, y por la rebelión de
se más competitivos. Las comunicaciones directas entre los puertos de ambos lados Túpac Amaru. No se conocen todavía las causas de esta crisis ni el mecanismo de su
del Atlántico, además, contribuyeron al descenso de los costos de venta, al bajar los difusión, Pero afectó tanto a la agricultura como a la minería. Las pequeñas indus­
fletes de transporte. trias, por otra parte, sufrieron el duro impacto de la concurrencia de las mercancías
Sin embargo, este desarrollo no fue igualmente homogéneo en el interior de europeas, que ingresaban por los puertos ahora abiertos al libre comercio y, sobre
todo el espacio americano. La guerra que estalló en 1779 entre España e Inglaterra todo, por el nuevo circuito Buenos Aires-Alto Perú. El rrasfondo económico de la
hizo que los más favorecidos con esta libertad de comercio fueran principalmente independencia es pues el de una crisis total. Pero una crisis que no buscaba para su
los comerciantes hispanoamericanos. Tuvieron entonces acceso directo no solo al solución la ruptura del pacto colonial sino su consolidación.
mercado metropolitano sino, y esto es lo importante, al conjunto del mercado ame­ Una laguna lamentable en el conocimiento de la historia económica colonial
ricano. Se montó así el principal mecanismo de beneficio de la burguesía comercial está constituida por la falta de estudios sobre la composición del capital a fines de la
americana. Más aún, la supresión de estas barreras comerciales acentuó el desarrollo época colonial. Esta carencia nos impide conocer cuál fue el destino del beneficio co­
desigual ya existente entre las diversas regiones de América. Favoreció mucho más a mercial y si existió o no una articulación recíproca con el capital agrario y el minero.
regiones como Buenos Aires y Caracas, que tradicionalmente escapaban al control El hecho es, sin embargo, que los comerciantes, solos, o con sus aliados los terrate­
monopólico de la metrópoli, porque los nuevos circuiros comerciales ayudaron a nientes o los mineros, por las razones arriba indicadas se encontraron ante la impo­
impulsar aún más su producción interna. El desarrollo material de aquellas regiones sibilidad de contener el derrumbe de sus beneficios, producido por la competencia
había alcanzado ya un nivel muy considerable, situación que las distinguía y separaba de las mercancías extranjeras y por la crisis de la producción interna. Si en Buenos
de las otras regiones hispanoamericanas. Ares y en Caracas la aspiración a la independencia de la burguesía criolla nació del
Por otra parre, esta misma libertad de comercio, en las áreas donde no existió un deseo de superar su inferioridad política y alcanzar en este campo la hegemonía plena
gran desarrollo de sus fuerzas productivas, provocó la ruina de la producción interna. para hacerla conciliable con su poderío económico, ello no ocurrió ni podía ocurrir

2. Villalobos 1968, 3. Villalobos 1968: 100.


46 H eraclio B o n illa y K aren S p ald in g l a independencia en e l Perú: las p alab ras y los hechos 47

en el Perú. Toda la fuerza anterior de la clase hcgcmónica peruana, por el contrario, las Cortes. Estas se reunieron en septiembre de 1810, procediendo a su vez al nom­
se nutrió de su vinculación con la metrópoli. Internamente no existieron ni las bases bramiento de una Regencia de tres miembros. En 1812, finalmente, se promulgó la
materiales ni los fundamentos ideológicos que impulsaran a la liberación. Tal vez, Constitución liberal.
más bien, la esperanza de un reforzamienro de la situación colonial y lamentos por Esros acontecimientos, sumariamente descritos, tuvieron hondas repercusiones
el esplendor perdido. en Hispanoamérica. A imitación de lo que ocurría en la metrópoli, en Bogotá, Cara­
Pero para comprender la independencia de Hispanoamérica y del Perú es ne­ cas, Cartagena, Santiago de Chile y Buenos Aires se constituyeron entre abril y julio
cesario considerar, también, la crisis política española. Es indispensable, por consi­ de 1810 sendas juntas, cuyos miembros, a la par que juraban su adhesión y lealtad
guiente, esbozar la articulación de ambos acontecimientos. a Fernando VII, utilizaron estas instituciones para exponer las reivindicaciones pro­
pias de los grupos criollos de esas ciudades. Muy pronto surgió un conflicto con las
autoridades de la administración colonial instaladas anteriormente. Bonapartc, al
L a crisis de la metrópoli y sus repercusiones en América reconocer a estas autoridades, permitió que los grupos criollos de dichas ciudades
camuflasen la lucha en favor de sus intereses y la hicieran aparecer en las colonias,
Las múltiples guerras en que la metrópoli española se vio envuelta desde mediados como una lucha en contra de los colaboradores del invasor. Bajo una apariencia de
del siglo XVIII debilitaron irremediablemente su vinculación con las colonias ultra­ lealtad, lo que en realidad estas pugnas expresaban eran los anhelos largamente repri­
marinas. Ellas comprometieron, además, todo el esfuerzo realizado por los Borboncs, midos por la misma metrópoli a la que se decía defender.
y sobre todo por Carlos III, para perfeccionar la explotación colonial. He aquí, bre­ La movilización de los grupos criollos se vio alentada aún más por una abierta
vemente expuestas, las consecuencias para Hispanoamérica de los conflictos bélicos invocación formulada por la Junta Central antes de disolverse en el sentido de que
europeos. los criollos debían tomar en sus manos sus propios destinos. La Constitución de
En 1793, la guerra de España contra Francia significó que la primera perdiera 1812, al establecer la libertad de prensa y la elección popular de los Cabildos, con­
una parre de Santo Domingo. Fue el anuncio de un próximo fin. Tres años más tribuyó a reforzar este proceso. Así, poco a poco, fue creándose en los grupos criollos
tarde, 1796, la alianza que España estableció con la Francia napoleónica la situó de estas regiones la conciencia de su solidez y su fuerza, ante el vacuutn político
inmediatamente en el campo adverso de Gran Bretaña. Las guerras de España contra generado por la crisis de la metrópoli.
esta potencia la alejaron de América por cerca de una década. Trafalgar, en 1805, no En el Perú, la situación fue diametral mente opuesta. No solo las juntas no se
solo consolida la absoluta supremacía marítima de Inglaterra, sino que provoca la llegaron a formar, sino que desde aquí se enviaron tropas para reprimir los ensayos
destrucción de la Armada Española, haciendo mucho más difícil que España regre­ realizados por los criollos de La Paz y de Quito para constituir tilles juntas.
sara a América. Estos hechos con ser tan graves no fueron sino un preludio. Durante toda esta primera etapa, los intentos de los criollos de las regiones
La invasión napoleónica de España, la deposición de Fernando Vil y la insta­ marginales del Imperio Español en su lucha por la emancipación no llegaron dema­
lación de José Bonapartc provocaron una grave crisis política en la península, y la siado lejos. La represión de estos movimientos, ante la crisis que atravesaba España,
llevaron a la destrucción casi total de sus recursos. Estos acontecimientos prepararon fue llevada a cabo por la fracción española en América más adicta a la vinculación
prácticamente la independencia de Hispanoamérica y del Perú. Fin esos seis años en colonial. No fue pues una guerra de España contra América, sino de América contra
que la metrópoli misma luchaba por su independencia se produjeron una serie de ella misma.
acontecimientos de profunda repercusión en este lado del Atlántico. Señalemos Ios- El año 1814 marca la expulsión de los franceses de España y el retorno de
principales. Fernando VIL Con él, se dio el restablecimiento del absolutismo y la abolición de
En respuesta a la invasión napoleónica se constituyeron en España, en 1808, va­ la Constitución liberal de 1812. Pero ya era demasiado tarde para intentar la recu­
rias juntas provinciales que se declararon a sí mismas depositarías del poder español. peración de América. La propia debilidad de España no lo permitió. En América,
La junta de Sevilla se constituyó como jefa suprema de España c Indias. En diciem­ además, la intervención de nuevos factores trazó una brecha profunda y definitiva
bre del mismo año se estableció en Sevilla una Junta Central, formando con la Junta entre España y sus colonias. En 1820, el ejército comandado por Riego, en lugar de
Provisional de esa ciudad un solo cuerpo institucional. Dos años más tarde, 1810, reconquistar América, objetivo asignado por la metrópoli, vuelve sus armas contra el
ante el movimiento del ejército francés, la junta escapó a Cádiz, y se disolvió poco absolutismo e instaura la revolución liberal. Esta vez, paradójica aunque compren­
después nombrando una Regencia de cinco miembros con el encargo de convocar a siblemente, es la fracción más conservadora de la élite hispanoamericana la que va a
4B H eraclio B o n illa y K nren Sp ald in g L a independencia en e l P en i; las palabras y los hechos 49

plegarse a las filas cíe los patriotas ante el temor de que la vinculación con la España se fortaleció. Durante los años en que el tráfico entre España y sus colonias estuvo
liberal terminara por imponer un cambio significativo en la situación colonial de interrumpido debido a los conflictos ya mencionados, el abastecimiento de los mer­
esas regiones. cados ultramarinos fue asegurado por Inglaterra, a partir de las posiciones claves que
En esta segunda fase de la lucha de Hispanoamérica por su independencia, la controlaba esta potencia, fundamentalmente en las Antillas.
victoria finalmente fue obtenida por el desdoblamiento de una guerra social en una El deseo permanente de Gran Bretaña por sustraerle a España el mercado his­
guerra colonial y militar, y por la intervención discreta, pero eficiente, de comercian­ panoamericano se atenuó un poco durante los años en que actuó como aliada de
tes, prestamistas e industriales ingleses, quienes actuaron así en abierta contradicción España en su lucha contra Napoleón. Pero Inglaterra no abandonó su fundamental
con la política de neutralidad declarada por el gobierno británico. ambigüedad. Por un lado, el gobierno británico aseguraba tanto a la Junta Central
La victoria final fue el resultado del talento militar de San Martín y de Bolívar, como a la Regencia sus deseos de buscar la reconciliación entre estos gobiernos y los
y de la propia debilidad del ejército español en América. Entre 1811 y 1819, España insurgentes de las colonias, mientras que, por otro lado, los ingleses proporcionaban
envió a América 42.000 soldados, de los cuales quedaron en 1820 solamente 23.000. una ayuda activa a los ejércitos independentistas. Debe recordarse, en efecto, que
En dicho año había en América, además de las tropas voluntarias, un ejército realista los ingleses predominaron entre el cuerpo de oficiales europeos que se adhirieron al
de 87.000 hombres: 41.000 en Nueva España, 19.000 en las Antillas y 27.000 en movimiento emancipador y que los barcos británicos comerciaron intensamente con
Sudamérica. De los 87.000 hombres solo cerca de un tercio eran europeos. De los los puertos americanos controlados por los rebeldes.
9.000 realistas que pelearon en Ayacucho no más de 500 fueron españoles oriundos Con la reposición de Fernando VII al trono de la metrópoli española, al concluir
de la metrópoli.'1 la guerra contra Francia, la actitud de Gran Bretaña fue más decidida. Diversos prés­
Sin embargo, en la conquista de la independencia de Hispanoamérica y en tamos fueron otorgados en Londres a favor de los insurgentes, mientras que grupos
el posterior reconocimiento de los nuevos Estados lúe mucho más importante la del ejército libertador eran entrenados también en la capital británica. Además, y
acritud de Gran Bretaña. Más que de su gobierno, en un comienzo, debe hablarse esto es lo decisivo, los años en que Inglaterra actuó como aliada de España, sirvie­
de la acción de sus comerciantes c industriales. Posteriormente, el reconocimiento ron para que aquella percibiera mejor la enorme importancia que tenía el mercado
diplomático de Hispanoamérica como naciones independientes respondió al deseo hispanoamericano para las industrias inglesas. Entre 1808 y 1811, en efecto, apro­
del gobierno británico de mantener el nuevo equilibrio de fuerzas en Europa, equi­ ximadamente un tercio del total de las exportaciones británicas se destinó a Hispa­
librio que aseguraba su propia supremacía, evitando que Hispanoamérica pasase al noamérica.5 Inglaterra, en la encrucijada de optar entre la necesidad de controlar este
poder de cualquier otra potencia. Gran Bretaña, desligada ya de la Santa Alianza, mercado, ahora mucho más necesario en función de la reconversión de su industria
consideraba sobre todo el enorme peligro que significaría la hegemonía francesa tan­ de guerra, y el cumplimiento de sus compromisos internacionales contraídos con
to en España como en América, peligro al cual ya había hecho frente en 1702-1713 sus aliados, optó decididamente por lo primero. En 1817, por ejemplo, Inglaterra
yen 1808-1814. mostró su reticencia, equivalente al rechazo, al pedido formulado por Fernando Vil,
Desde los comienzos del siglo XVIII, el interés de Gran Bretaña por Hispa­ con la adhesión de Rusia, para que los poderes aliados lo apoyasen contra los ejércitos
noamérica fue esencialmente comercial. Hispanoamérica representaba, en efecto, un de liberación,
mercado necesario e indispensable para sostener el desarrollo de las industrias textiles Inglaterra, por todas estas razones, no podía más permitirse abandonar His­
británicas, cuya producción había alcanzado volúmenes sorprendentes como conse­ panoamérica. Di debilidad de esta región, por una parte, y la enorme superioridad
cuencia de la Revolución Industrial. económica de Inglaterra, por otra, determinaron que la conquista de su mercado
La presencia de Inglaterra en el mercado hispanoamericano se realizó básica­ fuese posible sin la intervención política directa del gobierno británico, sino con la
mente a través del contrabando, dado el control casi absoluto que ejerció España sola superioridad de sus fuerzas económicas. Se inauguraba así una nueva era en la
hasta mediados del siglo XVIII. Con el Tratado de Utrccht, 1713, al obtener Gran historia de la dominación de este continente.
Bretaña el navio de permiso anual para introducir mercancías hasta un volumen de Resumamos ahora brevemente lo expuesto a través de las páginas anteriores. La
quinientas toneladas, además del tráfico de negros, su presencia en estos mercados independencia de Hispanoamérica y la del Perú aparecen pues no como el resultado

4. Kirkpatrick 1969: 306-307. 5, Chauna 1964: 210.


50 H eraclio B o n illa y K aren S p ald in g [ j ¡ independencia en e l Perú; ¡as p alab ra s y los hechos 51

de una rebelión deliberada contra España, sino como un intento de reponer o re­ podían salir de los puertos tan pronto como el navio se completara, reduciendo sen­
emplazar a la monarquía derrotada. En un primer momento, la monarquía, es decir siblemente los costos de transporte. Todos estos cambios incrementaron la actividad
el solo vínculo entre España y sus colonias, desapareció; más tarde, España misma comercial, la que se desarrolló aún más al amparo de los decretos sucesivos que es­
parece desaparecer, dejando a las colonias el sentimiento de su cocal soledad y en la tablecieron la libertad de comercio en el interior del sistema colonial. Estos cambios
obligación de tener que elegir sus propios gobiernos. Al hacer esto, como bien señala proporcionaron un formidable estímulo a las áreas tradicional mente aisladas de las
Kirkpatrick, las colonias entraron en conflicto con la administración española y las colonias, porque til reducirse los costos de transporte pudieron exportarse desde estas
autoridades coloniales; el resultado de este conflicto fue la separación/’ regiones aquellos productos agrícolas cuya venta a precios competitivos no había
A lo largo de toda esta exposición se ha señalado en diversas ocasiones la situa­ sido posible anteriormente por el monopolio imperante.
ción especial del virreinato peruano, manifestada, entre otras características, por su En el virreinato peruano la situación fue distinta. Aquí, la economía, en lugar
profunda debilidad económica a fines de la época colonial, y por haber constituido de participar de la prosperidad económica del siglo XVIII, entró en un largo periodo
la sede del último y más sólido bastión de defensa del orden colonial. Estos hechos de estancamiento. La génesis y el desarrollo de esta crisis general no han sido todavía
estuvieron recíprocamente articulados por una lógica profunda. El conservadurismo estudiados. Sobre este fondo tan frágil, la liquidación del sistema monopólico y la
fue el reverso de su inferioridad. instauración del libre comercio agravaron la situación de la economía peruana. Pero
Pero estas afirmaciones requieren una fundamentación más precisa. Por ello, esta debilidad no era nueva. Hasta cierto punto es posible sostener que la economía
procedemos ahora a un análisis mucho más detallado del porqué de la especificidad peruana, pese a su expansión inicial, fue estructuralmcnte frágil, es decir lo fue per­
del caso peruano. manentemente. En efecto, la expansión inicial de la economía peruana estuvo casi
exclusivamente basada en dos sectores;
1. las minas; inicialmente los prodigiosos yacimientos de Potosí, las minas de
L a sociedad colonial en el momento de i A INDEPENDENCIA: la economía
mercurio de Huancavelica y otros depósitos menos importantes de oro y de plata en
el Bajo Perú,
La estructura de la economía colonial hispanoamericana en el siglo XVIII ha sido
2. el monopolio comercial ejercido desde Lima por el Tribunal del Consulado,
bosquejada por Tulio Halperín Donghi; en lugar de repetir sus argumentos, es nece­
único distribuidor en el interior del espacio americano de las mercancías procedentes
sario más bien subrayar la especial situación del Perú dentro del proceso de desarrollo
de Europa.
económico de las colonias hispanoamericanas durante el siglo XVIII. En general,
En Nueva España, desde comienzos del siglo XVIII, el valor de la exportación
estas colonias participaron de la onda de prosperidad que experimentó la economía
de los productos agrícolas fue casi similar al de la exportación de metales preciosos,
mundial en el siglo XVIII. Las causas de esta expansión, en el caso americano, no son
evidenciándose así una expansión mucho más homogénea que en el caso peruano,
aún lo suficientemente conocidas, y solo se logran identificar algunos factores inter­
donde la exportación comprendió básicamente los metales preciosos. Aquí los pro­
nos que prepararon y sostuvieron este desarrollo. Veamos algunos de ellos.
ductos agrícolas no llegaron nunca a exportarse en una escala considerable; es decir,
La recuperación demográfica de la población indígena, particularmente en las
no existió una verdadera diversificación de la economía. Las causas de la falta de
regiones mesoamericana y andina, así como el crecimiento general de la población
diversificación de la economía peruana quedan todavía por investigar.
en las otras regiones, incrementaron sensiblemente el volumen potencial de la fuerza
En estas condiciones, la producción agrícola estuvo básicamente destinada a dos
de trabajo, cuya escasez fue uno de los factores principales que frenó la expansión
cipos de mercado interno: 1) los centros urbanos: Lima y, en menor escala, los orros
económica desde la hecatombe demográfica de fines del siglo XVI. Igualmente, debe
centros poblados de españoles y criollos; 2) los centros mineros: el abastecimiento
mencionarse el renacimiento de la actividad minera, ligada a un mayor acceso a esta
del mercado minero significó el establecimiento de un radio comercial mucho más
fuerza de trabajo indígena. Contribuyó además a esta expansión la eliminación del
vasto que el de los otros centros urbanos. La historia agraria del Perú es todavía
engorroso sistema de las flotas, con sus galeones lentos y pesados, con sus rígidos
desconocida, razón por la cual no es posible precisar las grandes fases de expansión
itinerarios, con sus onerosos costos de transporte para mantener el sistema defensivo
y de contracción de la producción de la tierra. Pero es posible sostener que, bajo las
de las embarcaciones y su reemplazo por navios más pequeños o más rápidos. Estos6
condiciones de producción y comercialización agrícola en el Perú colonial, el estan­
camiento de la economía minera peruana en el siglo XVII implicó la contracción del
6. Kirkpatrick 1969: 283. mercado principal para la agricultura. Esta contracción del mercado interno fue con
H erad io B o n illa y K aren S p ald in g L a independencia en el P en i: las p a la b ra s y los hechos 53
52

toda probabilidad una de las causas principales del estancamiento de la agricultura través del istmo de Panamá. Del mismo modo, los fletes terrestres, es decir los impli­
virreinal, proceso que se hace mucho más evidente hacia mediados del siglo XVIII. cados en el internamiento de las mercancías desde Lima, fueron más altos porque el
Por otra parte, en el Perú, a diferencia de Nueva España donde la población terreno accidentado impuso la necesidad de transportarlos a lomo de muía, mientras
nativa empezaba a crecer desde la segunda mitad del siglo XVII, la recuperación que la pampa argentina facilitó la utilización de grandes carretas.
demográfica no se hace sensible sino a mediados del siglo XVIII, es decir cuando la Los comerciantes peruanos pudieron conservar el mercado colonial solo en la
crisis económica era ya bastante avanzada. Durante el siglo XVII, la contracción del medida en que España mantuvo el monopolio, Pero la debilidad creciente de la me­
mercado agrícola estuvo acompañada por una lenta pero acentuada disminución de trópoli y la pérdida de su control sobre el mar, la fueron incapacitando para sostener
la población indígena. la posición monopólica de ios comerciantes peruanos. Estos, además, comenzaron
El comercio fue otro de los pilares sobre los cuales reposó la economía del vi­ a sufrir en grado creciente el impacto del comercio de contrabando. La creación
rreinato peruano. Una rápida mirada sobre el espacio peruano permite constatar, del virreinato del Río de la Plata, en 1776, al separar Potosí del virreinato peruano,
en efecto, que la actividad básica de la población no indígena y no esclava fue el representó un golpe mucho más duro para los comerciantes peruanos. En adelante
comercio. Esta actividad englobó desde el virrey hasta los oficiales provinciales me­ no solo el comercio entre Buenos Aires y Potosí estuvo legalizado, sino que también
nores como el corregidor de indios, o el cura de la parroquia o doctrinero, desde los fue activamente impulsado.
miembros del exclusivo y poderoso Consulado de Lima a los rescatistas que inter­ Al abrigo de esta nueva situación, los comerciantes argentinos pudieron apode­
ceptaban a los indios, en su camino hacia los mercados de las ciudades. Desde los rarse rápidamente del mercado altoperuano, y sustrayeron, por este motivo, el flujo
comienzos del siglo XVIII, sin embargo, el monopolio ejercido por los mercaderes de dinero hacia Lima. Cuando España comenzó a implantar la libertad de comercio
peruanos sobre el mercado sudamericano comenzó a resquebrajarse por la acción de dentro del Imperio, los una vez extensos mercados de los comerciantes peruanos se
los contrabandistas, dentro y fuera de la colonia. El sistema de flotas y galeones, que habían reducido solamente al Bajo Perú, región de solo un poco más de un millón
aseguraba el monopolio del Consulado peruano dentro de las colonias, así como el de habitantes, de los que una gran mayoría apenas si participaba de una economía
de los mercaderes de Sevilla en su comercio con la metrópoli, comenzó a derrumbar­ de mercado. Lejos de controlar el continente entero, los comerciantes peruanos se
se a fines del siglo XVII, para ser definitivamente cancelado en 1739. encontraron luchando para evitar que su ya reducido mercado terminase por esca­
El mercado hispanoamericano fue entonces abastecido en grado progresiva­ pársele enteramente de sus manos. Pero los desastres no terminaron ahí. Así, a fines
mente creciente por el comercio de contrabando realizado tanto por mar como por del siglo XVIII, al casi invertirse el tráfico de Lima a Buenos Aires, las mercancías
tierra. Las necesidades de los colonos fueron cubiertas por ingleses y holandeses y, europeas que entonces se introdujeron desde este puerro determinaron la ruina de
después de 1703, también por franceses de Saint-Malo. La posición de los comer­ las industrias textiles del interior.
ciantes peruanos se vio minada, además, por el desafío lanzado por los comerciantes
bonaerenses, cuyo comercio de contrabando por tierra hasta Potosí creció rápida­
L a sociedad
mente en volumen y provocó la fuga del dinero a Buenos Aires y desde allí a Europa.
El puerto portugués de Colonia do Sacramento fue un punto clave en el desarrollo
Las mutaciones económicas someramente descritas no afectaron de tina misma
de este contrabando. Este drenaje de dinero sirvió para compensar el déficit del in­
manera al conjunto de la sociedad virreinal. Por eso, toda evaluación del proceso
tercambio entre la débil producción nativa y la importación de mercancías europeas,
de la independencia debe tomar en cuenta los diferentes grupos que constituyeron
principalmente británicas.
la sociedad peruana, la composición de los mismos, sus condiciones y sus intere­
El monopolio del comercio sudamericano ejercido por los comerciantes perua­
ses. Desgraciadamente, es todavía difícil obtener un cuadro coherente de la socie­
nos reposaba enteramente sobre la posición privilegiada que gozaba el Perú. Esta po­
dad colonial peruana. Su tradicional división en una serie de grupos jerárquicos
sición, desde los esplendores del siglo XVI, se fue debilitando progresivamente, hasta
— españoles, criollos, mestizos, negros e indios— es insuficiente c incluso errónea,
convertirse en una posición puramente formal desprovista de su significación eco­
Son imprescindibles nuevas investigaciones que esclarezcan este problema; por ahora
nómica anterior, io s fletes de las mercancías con destino a Potosí, vía Lima, fueron
solo es posible mencionar algunas de las dificultades mayores que presenta la clasifi­
mucho más altos que los fletes hasta este mismo lugar, Potosí, por la vía de Buenos
cación tradicional y sugerir, tentativamente, un nuevo esquema.
Aires. Los fletes marítimos fueron también más elevados por la distancia geográfica
existente entre el Perú y España, y por la necesidad de reembarcar las mercancías a
54 ¡ ¡em d io B o n illa y K aren S p ald in g I d independencia en e l P erú: la s p a la b ra s y los hechos 55

Es necesario comenzar por preguntarse cuál fue la composición de la élite criolla Los registros notariales en Huánuco y en Paueartambo revelan una vida econó­
que dominó a la sociedad colonial, juntamente con los funcionarios españoles, Es mica muy activa a través de todo el siglo XVT, dinamismo que dio paso a un gradual
necesario, además, establecer una distinción entre la élite criolla de Lima y la de las estancamiento. Es así como las transacciones a gran escala desaparecen de los libros
provincias del interior del virreinato peruano. En efecto, los grupos más ricos y más- notariales, señalándose solamente los intercambios de pequeña escala. En algunos
poderosos de ios criollos residían en Lima. Hacia fines del siglo XV111, la riqueza esta­ casos, estos grandes personajes de la fortuna provincial tendieron a desplazarse hacia
ba concentrada en Lima, por el desplazamiento hacia esta ciudad de los propietarios Lima, en el caso de Huánuco, y hacia el Cuzco, en el caso de Paueartambo; el re­
de minas, haciendas agrícolas, obrajes y de otras fuentes mayores de ingresos. Era en cuento de su posterior actividad económica — todavía en mercancías provinciales—
Lima donde estos propietarios tenían la posibilidad de obtener favores y posiciones puede ser seguido en los registros notariales de estas grandes ciudades.
oficiales, mientras dejaban sus propiedades al cuidado de sus administradores. Esta En las vísperas de la independencia, Cuzco y Arequipa concentraron cerca del
élite criolla limeña incluía no solo a comerciantes y terratenientes, sino también a los 40% de la población criolla del virreinato.7 Estos dos centros provinciales tuvieron
titulares de los cargos administrativos. una élite criolla propia, cuyo estatus, orgullo y probablemente riqueza, estuvieron
Los miembros de las familias criollas estuvieron excluidos solamente de los más muy cerca de los de la élite limeña. Esta élite provincial, además, sintió bastante la
altos puestos de la administración y del gobierno virreinal. Lima fue, después de dominación burocrática ejercida desde Lima. Estamos aquí frente a un grupo que
todo, uno de los centros más importantes del Imperio Español en América donde parece reflejar con bastante nitidez la imagen tradicional del criollo — un grupo
a los criollos les era posible un mayor acceso a los puestos lucrativos de la burocra- cuya posición en el poder político no correspondía a su privilegiada posición social
cía colonial, una de las pocas fuentes que proporcionaba, a la vez, altos ingresos y y económica— , Pero el resentimiento criollo parece estar más bien dirigido contra
gran prestigio social. La posibilidad de los criollos de acceder a ciertos puestos, más Lima y no contra España.
o menos intermedios, de la administración y del gobierno virreinal, estableció un Los criollos de provincia — o los peninsulares residentes en ellas, cuyos ingresos
sólido vínculo entre ellos, o por lo menos de algunos de sus miembros, y la burocra­ provinieron de las mismas fuentes que la de los criollos más poderosos, es decir la
cia española. Esta solidaridad de intereses fue reforzada en muchos casos por lazos agricultura, el comercio y la minería— operaron en una escala mucho más limitada.
de clientela, matrimonio, amistad, además del hecho de compartir un cargo y una En algunos casos llegaron a laborar directamente sus minas al no tener acceso a la
responsabilidad comunes. Además, la posición privilegiada de Lima y la presencia mita de los indios; dirigieron personalmente sus pequeños comercios en el intercam­
en ella de la corte virreinal sustentaron un orgullo considerable. Lima estuvo sujeta bio entre las provincias; y, por último, vigilaron personalmente los trabajos agrícolas
a España, pero este hecho estuvo atenuado por el control que Lima ejerció sobre de sus haciendas. A este nivel, en consecuencia, es mucho más difícil establecer una
Sudamérica hasta la creación del virreinato de Nueva Granada en 1739. clara distinción entre ios miembros de este grupo criollo provincial y los que eran
Además de la élite criolla de Lima, existió un considerable sector provincial clasificados como mestizos; en muchos casos, en efecto, los criollos de las provincias
criollo, principalmente concentrado en Cuzco y Arequipa. Grupos menos numero­ estuvieron ligados por lazos de parentesco tanto con los mestizos como, también,
sos de esta élite provincial criolla se encontraban en centros administrativos como con la élite indígena. Es de este grupo criollo que parece haber salido la mayor parte
Tarma y Trujillo, en algunos centros mineros y ciudades costeñas menores. El com­ de aquellos que integraban las fuerzas libertadoras, ya sea dentro de los grupos de
portamiento de los grupos criollos provinciales durante la emancipación revela algu­ guerrillas o dentro de las filas de los ejércitos sanmartinianos o bolivarianos.
nas diferencias significativas respecto a los criollos de Lima. Estas diferencias parecen Entre los grupos más bajos de la escala social, al igual que entre la élite crio­
indicar la existencia de tempranos resentimientos de las provincias por la domina­ lla, debe también establecerse una distinción, pero esta vez en función de las áreas
ción de Lima, Estos y otros factores, que serán discutidos más adelante, sugieren urbanas y de las áreas rurales. Los grupos urbanos situados debajo de la élite criolla
la necesidad de establecer una distinción entre los grupos criollos de Lima y los de presentan una clara división y oposición, la cual, una vez más, no concuerda con la
provincias para analizar correctamente los acontecimientos del periodo de la eman­ tradicional división racial de la sociedad. Se puede distinguir, en una gradiente esca­
cipación. Estas diferencias, por otra parte, pueden traducir también antagonismos lonada, un grupo relativamente próspero de pequeños comerciantes, artesanos y pe­
económicos y sociales concretos entre estos grupos criollos. La verificación de esta queños burócratas. Estos grupos comprendieron no solamente a criollos y mestizos
posibilidad requeriría un examen de la distribución regional de la riqueza dentro del
virreinato y de los cambios en esta distribución a través del tiempo.
7. Fishcr 1970: 7,
% H eraclio B o n illa y K aren S p a ld in g Lti índeptn den cia en e l P erú: las p alab ra s y los hechos 57

pobres, sino también a los indios de las ciudades e incluso a los mulatos y negros E l E stado y la organización política
libres. En la base misma de esta escala se encontraba situado un grupo más o me­
nos heterogéneo de la población urbana: mendigos, vagabundos, jornaleros — a los ¿Cuál fue la estructura política que se desintegró como consecuencia de la emancipa­
cuales se permitía permanecer dentro de los muros de la ciudad solo de día— y los ción? No es necesario aquí discutir en detalle la organización política del virreinato,
ladrones y bandidos. La presencia de estos últimos grupos Fue más o menos perma­ pero es necesario mencionar algunos de los rasgos más significativos de la estructura
nente en Lima y sus alrededores durante rodo el periodo colonial, aunque el número del gobierno y de la administración a finales del siglo XVIII.
de sus integrantes seguramente variaba de acuerdo con las condiciones económicas. Deben señalarse, en primer lugar, los cambios introducidos como consecuencia
Sus acciones fueron toleradas en la medida en que restringieron sus exacciones a déla reorganización administrativa impuesta por la Corona. En el caso del Perú, por
personas no ligadas directamente con la burocracia colonial o con la clite criolla. La una parre, estas reformas representaron una respuesta a la crisis económica y política
población esclava de las ciudades estuvo Fundamentalmente dedicada a los servicios del Imperio y, por otra, al desafío interno lanzado por la rebelión deTúpac Amaru.
domésticos y a la pequeña artesanía, actividades donde sus amos encontraron Fuentes El sistema de intendencias, establecido en el Perú en 1784, constituyó una fuente de
adicionales de ingresos. considerable tensión dentro del virreinato. Una de las mayores tareas encargadas a
La composición de la población rural fue significativamente diferente en la cos­ los intendentes fue lograr la eficiencia administrativa dentro de sus distritos, a través
ta y en la sierra. En la costa, la fuerza de trabajo de las haciendas estuvo constituida de la supervisión del registro de indios, de la recaudación del tributo, de la admi­
principalmente por negros, esclavos, permanentemente vinculados a los dominios nistración urbana y de la justicia civil y criminal. Las actividades de los intendentes
agrícolas. En el interior de la sierra esta fuerza de trabajo estuvo casi exclusivamente afectaron virtualmente todos los sectores de la sociedad colonial. Los corregidores de
constituida por indios. En el caso de las haciendas, a fines del siglo XVIII, solo una indios Fueron suprimidos, aunque algunos de ellos trataron de recuperar su posición
fracción de la fuerza de trabajo indígena estuvo permanentemente adscrita a las ha­ perdida a través de sus nuevos cargos de subdelegados, Sin embargo, en adelante,
ciendas como peones o yanaconas. El trabajo agrícola complementario Fue efectuado sus actividades como el célebre reparto de mercancías, que dejó de ser legal, debían
por indios de las comunidades vecinas, quienes fueron reclutados por la fuerza lega­ llevarse a cabo con la mayor discreción.
lizada— la mita— o por la necesidad que tuvieron de trabajar en las haciendas, a fin Los cabildos urbanos, muchos de ellos convertidos en corporaciones cerradas y
de hacer Frente a las cargas impuestas sobre ellos por la sociedad dominante (tributos, en situación casi moribunda, fueron impulsados y revitalizados por la actividad del
pagos religiosos, repartimiento de mercancías). intendente. Las audiencias, así como los obispados y las cortes eclesiásticas, debieron
Existieron, finalmente, grupos rurales medios tanto en la costa como en el in­ reducir el provechoso control que ejercían sobre la administración de la justicia, las
terior de la sierra: pequeños comerciantes de aldeas, arrieros de muía y mercaderes, tensiones entre estas instituciones y los intendentes devinieron en fuente de querellas
caciques menores o miembros de la baja nobleza india. Todos ellos no disfrutaron de abiertas a todo nivel. Los mismos virreyes se sintieron afectados e hicieron todo lo
la suficiente riqueza como para elevarse al nivel de los grupos más privilegiados, pero posible por impedir la actividad de los intendentes, a la vez que trataban de persuadir
detentaron la fuerza suficienre como para dominar a los indios de las comunidades a la Corona para que restableciera el viejo sistema. Los miembros del grupo criollo
debido a su posición privilegiada. Esos grupos medios eran heterogéneos y peque­ de la sociedad vieron limitados sus ingresos como consecuencia de estas medidas
ños, pero sus miembros presentaron algunas características que los diferenciaban y y los miembros de los cabildos o integrantes de la burocracia menor empezaron a
separaban de los que constituían la fuerza de trabajo en la costa y en el interior. Su sentir la vigilancia y el control de los intendentes; sin embargo, algunos criollos de
independencia relativa, su alto grado de movilidad geográfica y, hasta cierto punto, alto nivel social lograron participar en la dirección del nuevo sistema administrativo
su relativa libertad de las normas de las sociedades criollas e indígenas les permitie­ al ser nombrados intendentes. Los cambios impuestos por el sistema de intendencias
ron, dentro de ciertos límites, manipular en su provecho las mismas reglas de ambas alteraron también todo el sistema tributario. Algunos de los nuevos impuestos, como
sociedades. En una situación de crisis, la marginalidad de estos grupos, su débil inte­ el intento de extender el pago del tributo a las llamadas «castas»: mestizos, mulatos,
gración tanto a la sociedad indígena como a la sociedad criolla, les dieron una mayor etc., o la imposición de tributos y mitas a miembros del grupo indígena hasta enton­
potencialidad de movilidad social y económica. ces exentos, produjeron también tensiones entre el gobierno y los grupos de niveles
sociales inferiores, particularmente en los cenrros urbanos.
La creación de nuevos virreinatos como los de Nueva Granada en 1736 y del Río
de la Plata en 1776 introdujo otros cambios en el sistema político y administrativo.
58 H em dio B o n illa y fiaren S p ald in g ¡ M independencia en e l P erú: las palabrasy los hechos 59

Este último virreinato, al abarcar todo el Alto Perú, significó una amputación del recíproca entre los indios que integraban las tropas realistas y las tropas patriotas— .
territorio controlado desde Lima. Además, la creación de la Audiencia del Cuzco ps el indicio de la naturaleza puramente política, sin mayor significación social, de
en 1784 hizo que este centro, que ya escapaba relativamente al control de Lima, las guerras de la independencia, y del abismo que existía entre los criollos y las masas
incrementara su autonomía y ganase una considerable autoridad tanto social como de la sociedad colonial. Las masas populares, y con razón, no acudieron al llamado
judicial sobre las regiones andinas comprendidas en su jurisdicción. para la liberación, hecho por —y para— las capas altas de la sociedad colonial.
Otra característica del sistema político del virreinato de particular importancia Cabe preguntarse, finalmente, por el velo ideológico que coronó o envolvió esta
es que el mantenimiento de las leyes y reglas del sistema colonial estuvo a cargo de sociedad colonial cuyos rasgos fundamentales hemos presentado en las páginas ante­
los propios nativos de las colonias hasta el final del periodo colonial. La frondosa riores. Este es el terreno privilegiado de la historiografía tradicional peruana, siempre
burocracia colonial, que según hemos visto representaba una fuente de prestigio y de a la caza de ideas e individuos, aunque sin buscar sus asideros materiales. En efecto,
ingreso, fue ocupada por los criollos de las colonias, particularmente en sus niveles gran parte de la discusión en tomo a los «precursores» de la independencia gira sobre
bajos. Lima, en este sentido, representó un centro de particular atractivo para los el pensamiento de algunos hombres, tratando de mostrar la existencia de críticas a la
buscadores de cargos públicos. Esta posición de privilegio contribuyó fuertemente a metrópoli española o argumentos anticipáronos de la independencia. Desde Vizcar-
reforzar la solidaridad con la metrópoli. No es sorprendente que incluso ios críticos do y Guzmán hasta Riva-Agiiero, la lista de estos «precursores» es bastante extensa
más duros de la política española en las colonias, como Baquíjano y Carrillo, no se y conocida.
adhirieran a los rebeldes y que permanecieran leales a la metrópoli. El pensamiento racionalista y liberal que, abusiva y rápidamente, se asocia con
Aún más, la milicia militar, tan reducida como era, estuvo compuesta, princi­ el de los «precursores», cuando se afirma que estos nutrieron sus argumentos en fa­
palmente, por gente nacida en las colonias. Hasta la década de 1780, con la excep­ vor de la emancipación en las corrientes de la Ilustración y del liberalismo, no pudo
ción de la guardia de honor del virrey, no hubo tropas españolas en el virreinato. La tener en el Perú y América el alcance revolucionario que se logró, por ejemplo, en
«militarización» de las colonias por España, después de la guerra en 1763, consistió Europa. No solo porque fue el producto de una reducida minoría, sino porque, y
más bien en el entrenamiento de las fuerzas de la milicia militar criolla que en el en­ es lo fundamental, aquí no encontró base social donde desarrollarse. El conjunto
vío y mantenimiento de tropas españolas a América. Al comienzo de las guerras de la de la estructura colonial presentó un obstáculo a su difusión. ¿Por qué? Primero,
independencia, el virrey AbascaJ tuvo un ejército español de apenas 1500 hombres. porque la población potencialmente permeable a su difusión era extremadamente
Las fuerzas leales a la Corona estuvieron compuestas de oficiales reclutados entre la minúscula. Un tres por ciento, con cálculos muy optimistas. El segundo argumento
élite criolla y de soldados que pertenecían a las capas populares de la sociedad colo­ es más decisivo. La composición de los grupos que integraban la sociedad colonial, la
nial. Estos últimos fueron reclutados por la fuerza, el engaño, o por la promesa de un organización de sus intereses, eran poco compatibles con la estructura ideológica del
topo de tierra a cambio de la prestación militar de sus servicios; estos mismos meca­ liberalismo. La libertad económica no pudo ser exigida por una burguesía que creció
nismos los utilizaron más tarde las fuerzas independentistas para engrosar sus filas. y se benefició con la articulación colonial. El asalto al poder político tampoco pudo
Desde 1821, estas tropas fueron enfrentadas a los ejércitos libertadores con­ ser realizado por una burguesía profundamente débil, que vislumbraba con temor
ducidos, primero, por San Martín y, más tarde, por Bolívar, Estos ejércitos, como cualquier modificación de la situación colonial. Por esto, los atisbos de racionalismo
es bien sabido, estuvieron integrados fundamentalmente por argentinos y chilenos, y nacionalismo solo permanecieron al nivel de formulación en hombres aislados, sin
y más tarde por colombianos. En 1823, las fuerzas patriotas estaban formadas por llegar a generalizarse. Aún más. Este liberalismo se pronunció contra las revoluciones
3000 colombianos 1000 argentinos y 1000 peruanos.8 1.a limitada participación de americanas que postularan la destrucción del Imperio.'1
las masas peruanas estuvo representada principalmente por indios, reclutados, como
se ha dicho, por la fuerza y el engaño, y por negros esclavos de las haciendas coste­
E l proceso de la independencia
ñas, a quienes se les prometió la libertad una vez conquistada la victoria. El hecho
fundamental es este gran silencio de las masas populares del Perú: su no participa­
ción en el proceso de la independencia — silencio que no se quiebra por la matanza Los acontecimientos del periodo de la emancipación, que ahora serán examinados en
función de las estructuras esbozadas anteriormente, conforman un proceso bastante

8. Millcr 1828, vol. 11:68. 9. Macera 1955: 108.


60 H eraclio B o n illa y ¡G iren S p ald in g Í 4 independencia en el Perú: las p alab ra s y los hechos 6Í

complejo. En efecto, en el interior de las luchas por la emancipación política, lleva­ indígena revela más que la vacilante respuesta de los grupos más bajos de la sociedad,
das a cabo por fuerzas militares venidas de fuera, ayudadas por grupos de guerrilleros el temor a una revuelta social y la repulsión de los miembros de la sociedad criolla.
nativos, se desarrolló una lucha de los grupos medios y provinciales contra la élite Treinta años después de la rebelión de Túpac Amaru, los acontecimientos euro­
criolla y la dominación de Lima. La llegada de San Martín, primero, y de Bolívar, peos desencadenaron el comienzo de los movimientos de la independencia de His­
después, pusieron término a esta lucha interna. Estos líderes, después de varios años panoamérica. Como ya mencionáramos, la invasión de España por Napoleón y la
de conflicto con sus propios gobiernos nacionales, llegaron al Perú convencidos de abdicación de Fernando VII precipitaron las primeras acciones en el virreinato perua­
la necesidad de establecer un control aristocrático y autoritario a fin de lograr un no. Pero ya una década antes de estos acontecimientos se sintió en este virreinato el
gobierno estable. Para lograrlo, San Martín y Bolívar trataron de entregar el control peso de las guerras europeas, a través de la interrupción del comercio con Europa y
político a la élite de Lima, pero su profunda debilidad y los largos años de guerra del incremento de las exigencias financieras de la Corona española. En una economía
hicieron fracasar sus esfuerzos y surgió un poder competitivo en la persona de las que dependía casi enteramente del comercio y de la exportación de metales, el im­
principales figuras militares. pacto de las guerras europeas fue particularmente grande. Ellas lesionaron a la élite
La rebelión de Túpac Amaru II, tradicionalmente mencionada como uno de criolla, principalmente a los sectores directamente vinculados al comercio.
los antecedentes de la emancipación peruana, aunque por razones opuestas debe ser El virrey Avilés, en 1808, había señalado que «la menor conmoción de Europa
incluida en un análisis de los acontecimientos de la independencia. Esta rebelión, a tuvo el efecto de paralizar el comercio y al mismo tiempo incrementar los gastos».11
pesar de lo que corrientemente se afirma, no tuvo vinculación directa con la inde­ Bajo el doble impacto de la interrupción del tráfico comercial y de la exigencia de
pendencia. Para comenzar, se produjo cuatro décadas antes y fracasó, y originó una mayores «donaciones» para aliviar las tensiones financieras de la Corona española,
brutal venganza del Estado español contra todos los que jugaron un papel importan­ la solidez de los vínculos de los criollos con la metrópoli comenzó a debilitarse aún
te en ella. De manera que, cuando se busca conocer sus vinculaciones con la inde­ más. Estaba ya lesionada por el fracaso de estos en convencer a la Corona de resta­
pendencia, antes que preguntarse si Túpac Amaru fue reformista o revolucionario, si blecer el viejo monopolio, fundamento de su control del comercio sudamericano
buscaba o no un mejoramiento del sistema administrativo español o si encabezaba contra los comerciantes de Buenos Aires. Pero el comercio enteramente libre, anhelo
o no un movimiento separatista, problemas importantes en sí, conviene más inte­ de los comerciantes bonaerenses, tampoco era una salvación para los comerciantes
rrogarse sobre el impacto de su movimiento en los diversos grupos de la sociedad peruanos, por la clara desventaja que tenían frente a los de Buenos Aires.
peruana colonial. La ambivalencia de la actitud de los mercaderes criollos respecto a la metró­
En este sentido, una de las consecuencias de la rebelión de Túpac Amaru 11 poli se desprende claramente de sus acciones. En el transcurso de las luchas por la
fue que, en su mayoría, los líderes indios fueron eliminados o atemorizados; con la emancipación, los criollos solicitaron a la Corona el envío de tropas, pero al mismo
posible excepción de quienes encabezaron la rebelión del Cuzco de 1814, son pocos tiempo los virreyes se lamentaron continuamente de la negativa del Consulado a la
los que participan en las guerras de la independencia. En el caso de los criollos, el ayuda pedida por la administración colonial a fin de constituir las tropas necesarias
recuerdo de la rebelión de Túpac Amaru y el miedo de su repetición fueron factores para luchar contra los rebeldes de Buenos Aires, el Alto Perú y Chile, Los criollos
determinantes de su rechazo para apoyarse en las masas populares. La rebelión de pensaban, más bien, que el virrey debía negociar con los rebeldes, sobre la base del
Túpac Amaru II, que cierra un ciclo de rebeliones indígenas comenzadas a mediados reconocimiento de la nueva situación creada.12 Esto significaba, en la práctica, re­
del siglo XVII, coaligó a criollos y españoles ante la amenaza de una rebelión social nunciar a los territorios conquistados por los rebeldes, con la condición de que no
de parte de los sectores más oprimidos de la sociedad colonial. Tanto criollos como extendieran sus acciones hasta el virreinato peruano.
peninsulares tuvieron la convicción fundada de que la participación indígena en los En 1809 llegaron al Perú las noticias de la formación en España de la Junta
movimientos políticos conduciría, necesariamente, al ataque a los fundamentos de la Central, como respuesta a la invasión francesa. Mientras que en el Alto Perú y en
propiedad y a los privilegios de los miembros de la élite. Toda coalición de los crio­ Quito no se reconoció su autoridad y se formaron juntas autónomas para sostener
llos, incluso a un nivel provincial, con los grupos más bajos de la sociedad colonial nominalmcnte a Fernando VII, todo el Perú proclamó su adhesión a la junta Central.
fue tentativa y efímera.10 La reducida acción de los movimientos con participación

11. Fishcr 1970: 120.


10. Macera 1955: 45-51. 12, Ibíd., p. 153.
62 H eñ id lo B o n illa y K aren S p ald ln g ¡ j i independencia en el Perú: L u p aU ih m y los hechos 63

Los decretos del Consejo de Regencia, que en España sucedió a la junta, llegaron al aquellos movimientos y de detectar las razones de su movilización. Se desea, al mis­
Perú poco tiempo después. En la primera parte de este trabajo se ha mencionado mo tiempo, sugerir algunas líneas de análisis para profundizar posteriormente estas
que sus decisiones más importantes fueron la libertad de prensa, el reemplazo de investigaciones.
los cabildos tradicionales por organismos elegidos y la elección de representantes de El levantamiento de Huánuco fue iniciado por unos cuantos criollos de la ciu­
Hispanoamérica ante las Cortes de España, dad, cuyos orígenes sociales e historias personales son todavía bastante desconocidos;
El virrey Abascal, aunque opuesto a estas reformas por su convencimiento de sus objetivos, al comienzo del levantamiento, son igualmente ignorados. Los inicios
que llevarían necesariamente al debilitamiento de la autoridad de España, cuidó sin de la rebelión, sin embargo, pueden vincularse directamente con la conciencia cada
embargo del cumplimiento de estas decisiones. Así ordenó que las ciudades del vi­ vez mayor de la debilidad de la metrópoli y con la convicción de que el vacío político
rreinato nombrasen sus representantes ante las Cortes, Las elecciones fueron indirec­ que se producía en las colonias a causa de la crisis española sería permanente y no
tas: los distritos de las ciudades debieron designar a sus electores, los cuales, a su vez, temporal.
nombraban a sus diputados. Este proceso fue enteramente urbano. A su sombra, al Los líderes criollos de la rebelión de Huánuco obtuvieron las fuerzas que les
igual que a la de la reciente libertad de prensa, emergieron una vez más los antago­ eran necesarias al lograr la adhesión de los indios de las áreas circundantes. Esta
nismos y las ambiciones de los criollos. Estas ambiciones fueron alentadas aún más adhesión fije obtenida por la exhortación de los criollos a los indios, para que se rebe­
por la sorprendente invocación de la Regencia quien, dirigiéndose a los criollos de laran contra la explotación de que eran objeto. De esta manera, el movimiento pudo
Hispanoamérica, manifestó: «Vuestro destino no depende más de los virreyes, gober­ expandirse rápidamente. Los documentos hasta hoy disponibles sobre esta rebelión
nadores y ministros; él está ahora en vuestras propias manos».1314 indican que las motivaciones de la participación indígena fueron fundamentalmente
Las elecciones se realizaron en Lima, Cuzco, Guayaquil, Trujillo, Tarma, Are­ sociales, inherentes a su propia condición. Las masas indias no pudieron, no podían
quipa, Piura, Huamanga y Huánuco, y pese a las tensiones y al temor del virrey hubo hacerlo, establecer una neta diferenciación entre criollos y peninsulares, entre un
pocos incidentes en su desarrollo. .Sin embargo, surgió un problema relacionado con gobierno autónomo de los criollos y un gobierno colonial dependiente de la metró­
la población indígena. El número de diputados, en efecto, debió ser proporcional a la poli, Los indios invadieron la ciudad de Huánuco y ahuyentaron a sus habitantes,
población. Los representantes peruanos ante las Cortes querían incluir a la población quienes buscaron y consiguieron el apoyo del intendente y del virrey. El movimiento
indígena en el cálculo de población total, porque esto permitiría el nombramiento se disolvió rápidamente ante el ejército enviado desde Lima.
de un mayor número de delegados. Pero al mismo tiempo se tomaron precauciones En el caso de la rebelión del Cuzco de 1814, estas líneas de división entre crio­
para que los indios no pudiesen elegir ni ser elegidos. El miedo y el desprecio hacia llos e indios se revelan con mayor claridad. La rebelión comenzó oficialmente como
los indios, sentimientos que llegaron a su máxima expresión a raíz de la rebelión de un movimiento criollo, en enfrentamiento al control ejercido por Lima sobre la
Túpac Amaru, aparecen crudamente expuestos en las palabras de un representante administración local. La intransigencia del virrey y la necesidad de los criollos de
criollo ante las Cortes, quien se pronunció en contra de la participación y represen­ encontrar apoyo popular motivaron el llamado que estos formularon a los indios. La
tación de los indios por «las graves dificultades que generaría una igualdad de este rapidez de la reacción india atemorizó a los criollos y provocó que se separaran rápi­
tipo, particularmente en el Perú».1'1 damente del movimiento que ellos mismos habían originado. La dislocación interna
El impacto de los cambios que se producían en la metrópoli no fue inmediato, condicionó el colapso del movimiento antes que las tropas del virrey ingresaran a las
pero contribuyó fuertemente al desarrollo de las rebeliones que ocurrieron más tarde provincias del Sur.
en las ciudades provinciales del virreinato. Todas estas revueltas fueron oportuna­ El movimiento del Cuzco comenzó con la tumultuosa elección de los miem­
mente registradas por la historiografía tradicional, pero en su relación es bastante bros del Cabildo constitucional. El resultado fue el nombramiento de un pequeño
difícil distinguir entre la participación minoritaria y la participación masiva de las grupo, abiertamente opuesto a la Audiencia y a las autoridades virreinales. Luego se
clases populares. Por ello, solamente serán discutidas aquí las rebeliones de Huánuco sucedieron una serie de incidentes que incrementaron aún más la tensión existen­
(1812) y del Cuzco (1814), en un intento de evaluar la participación popular en te. La guardia del virrey fue reforzada ante la amenaza de un complot tendiente a
derrocar a las autoridades virreinales. Tres muertes se produjeron cuando la guardia
disparó contra un grupo de manifestantes. El Cabildo responsabilizó a la adminis­
13- Citado por Kirkpatrick 19G9: 284. tración colonial de estas muertes; la respuesta fue la condena de los sospechosos de
14. Fishcr 1970: 215. haber instigado la manifestación. Pero ni la seguridad ni la estabilidad pudieron
64 H eracllo B o n illa y K am i S p ald in g l a independencia en el Pertí: las p alab ras y las hechos 65

ser restablecidas. Dos personas acusadas de conspiración fueron liberadas mientras de las haciendas del litoral huyeron con anterioridad al avance hacia Lima de dicho
que otras, nominalmence condenadas, entraban y salían libremente de la prisión. La ejército, mientras que muchos de sus esclavos abandonaron las haciendas y se in­
rebelión contó, además, con la complicidad de los oficiales de la milicia, los cuales, corporaron o fueron reclutados a la fuerza a las filas del ejército. A los indios de
una vez estallada la rebelión, aceptaron ser enviados una noche a arrestar a todos los las ciudades costeñas se les dijo que los patriotas habían venido para liberarlos del
españoles y funcionarios del gobierno real. tributo y otros sacrificios. El general Miller, un testigo excepcional, observó que esta
Si bien los líderes de la rebelión no fueron miembros de la élite cuzqueña, sino promesa provocó en los indios «un extraordinario sentimiento de patriotismo»,15
mestizos y blancos pobres, poco después la élite, incluyendo al obispo y a las autori­ Lima, por otra parte, se mantuvo sólida contra San Martín. Las acciones de sus tro­
dades eclesiásticas, se unió al movimiento y participó en la instalación de un nuevo pas y el bloqueo impuesto por Cochrane lesionaron los intereses no solo de los ricos
gobierno. Este gobierno incluyó al antiguo gobernador interino y cacique de Chin­ comerciantes, sino también de todos aquellos, como los portuarios, que de distintas
cheros, Mateo Pumacahua, a quien se le persuadió que aceptara la autoridad de los maneras estaban vinculados a la actividad comercial. La población de la ciudad con­
oficiales elegidos por la ciudad en reemplazo de los funcionarios españoles depuestos. fiaba todavía en la protección del virrey, y cuando este decidió abandonar Lima ante
El virrey, mientras tanto, demandó el restablecimiento de las antiguas autoridades. el avance de las tropas patriotas, un pánico toral se apoderó de ella.
El pedido del virrey fue reforzado por la acción de las tropas mandadas desde Lima, En la sierra central se manifestó un considerable movimiento en favor de la
llevando a Pumacahua a invocar el apoyo de los indios. independencia, sobre todo a través de la organización de las fuerzas guerrilleras en
Los indios acudieron prontamente al llamado y el movimiento pudo de esta apoyo del ejército de San Martín. El conocimiento de la composición social de estos
manera vigorizarse y desarrollarse. Sin embargo, en la medida en que la participación grupos es fundamental para comprender la naturaleza y el alcance de las fuerzas so­
indígena se incrementaba, los criollos empezaron a atemorizarse y su temor aumen­ ciales comprometidas en las luchas por la emancipación. Lamentablemente, las fuen­
tó con las forzosas donaciones que estuvieron obligados a hacer para sostener a las tes disponibles proyectan muy poca luz sobre este problema. Los pocos informes de
tropas en armas, A medida que los criollos limitaban su apoyo personal y financiero, que se dispone sugieren, sin embargo, que los grupos guerrilleros — con excepción
el movimiento comenzó a debilitarse, y se posibilitó así su derrota en el campo de de los organizados directamente por los ejércitos libertadores— estuvieron compues­
batalla por los ejércitos reales. La ambición de los criollos y el antagonismo contra tos por miembros de los grupos medios provincianos y de los sectores marginales
Lima fueron insuficientes para alejar el espectro de una rebelión social provocada por urbanos, principalmente del bandidismo local.16
la movilización de tropas indias. Existe también alguna evidencia de la participación de grupos indios. Por lo
La restauración de Fernando VII significó el fin de la Constitución, las Cortes menos, uno de los líderes de la banda de guerrillas de la sierra central, Ignacio Quispe
y los Cabildos elegidos por las colonias. Las órdenes enviadas tendían al restableci­ Ninavilca, fue indio. Era el último descendiente de ios caciques de Huarochirí, cuyos
miento de la situación de 1808, En el Perú, este propósito fue alcanzado. Pero pronto ancestros remontan hasta los curacas que dominaron la provincia bajo los incas. Esta
el virreinato tuvo que hacer frente a otro cambio que afectó a España: el levanta­ afiliación colocaba a Ninavilca, al igual que a Pumacahua, en una posición estratégi­
miento del general Riego y la revolución liberal de 1820, Este acontecimiento, en ca para lograr el apoyo de las masas indias del área. Para ellos, obviamente, era más
áreas como Nueva España, provocó que los miembros conservadores de la sociedad fácil confiar en uno de los suyos, que en un blanco desconocido, aun si este curaca
criolla cambiasen su antigua lealtad hacia la Corona por un inesperado y decidido participaba de la explotación de los mismos indios.
deseo de independizarse de ella. Es el nacimiento de la profesión independentista de En Lima, la presencia del ejército libertador fue aceptada poco más tarde; en
Itúrbide. cambio hay poca evidencia del apoyo de su población criolla a lo largo de todo el
Los textos y documentos hasta ahora publicados no permiten medir el signi­ periodo de la independencia. Los criollos ricos de Lima no estuvieron dispuestos a
ficado que tuvo este acontecimiento en el Perú, Sin embargo, sería útil preguntarse donar fondos al ejército libertador, de la misma manera en que anteriormente no
si la adhesión a la causa de la independencia de hombres como Riva-Agüero, un estuvieron dispuestos a socorrer económicamente al virrey. La participación criolla
declarado partidario de mantener intactas las estructuras de la sociedad colonial en en las fuerzas patriotas fue igualmente reducida.
el Perú independiente, no estuvo inspirada por una similar reacción de temor ante el
triunfo del liberalismo en España.
La llegada de San Martín en 1821, el paso del ejército libertador en su camino 15. Miller 1828. vol, I: 325.
hacia Lima, fueron saludados con ador en las ciudades costeñas. Pero los propietarios 16. Ibíd,, p, 364; Miller 1828, vol. II; 122-123; Hall J920: 112-113: Rivera Serna 1958; 138-145.
66 H em clio B o n illa y K aren S p a ld in g I m independencia en e l P erú; leu p a la b ra s y los hechos 67

La historia de los movimientos y batallas de los ejércitos patriotas y realistas que pasando así la región a la etapa republicana sin mucha pena. Mientras tanto, ¿qué
condujeron a la independencia política del Perú es bastante conocida y es innecesario ocurría en el Cuzco entre 1821 y 1825? Como ya mencionamos, esta región fue el
repetirla aquí. Sin embargo, el comportamiento de los líderes criollos durante los centro del levantamiento contra Lima y contra España en 1814. En los textos de la
años 1821-1824 no ha sido examinado suficientemente. independencia, el sur peruano apenas si aparece. Este fenómeno, si no se debe a una
Este análisis podría esclarecer el dilema de la él ire criolla en el periodo de la simple omisión de los historiadores, puede plantear un problema importante: ¿por
emancipación. Muchos de los líderes peruanos no parecen haber sido capaces de qué el inmovilismo del sur peruano — si en efecto fue así— se transformó en un acti­
adaptarse a la nueva situación. Riva-Agüero, presidente del Perú, fue exilado por sus vismo decidido, sobre todo durante los años de la Confederación Peruano-Boliviana,
negociaciones con el virrey; Torre Tagle, también presidente, cambió de bando varias en que el sur peruano buscó ardorosamente la separación de Lima? Al abandonar la
veces y murió como realista durante el sitio del Callao. Sus vacilaciones reflejan las historia de unos pocos héroes, en gran parte concentrados en Lima, y emprender el
dificultades reales de su situación. Los criollos, en su mayor parte, sostuvieron al estudio de las estructuras de la sociedad regional será posible comprender la trayec­
virrey hasta que se hizo cada vez más evidente que las tropas españolas no podrían toria un tanto anómala de los grupos y regiones que integraron el espacio que fue
defenderlos. Por otra parte, se sintieron poco seguros en su nueva situación, sobre peruano después de la independencia.
todo al conocer los decretos de San Martín que manumitían a todos los hijos de los
esclavos nacidos en el Perú desde el ingreso de las tropas patriotas, y que suprimían
S ignificado histórico de la independencia
el tributo indio, la mita y todo tipo de trabajo forzado. El miedo y el descontento
eran evidentes, incluso si estos decretos no llegaron nunca a ser aplicados, o lo fueron
solo temporalmente. Tampoco les inspiraba confianza la apropiación de los bienes Resumíanos ahora las conclusiones obtenidas dando respuesta brevemente a la pre­
de los españoles exilados, con quienes los criollos habían mantenido relaciones de gunta inicialmente formulada: el significado histórico de la independencia. En Amé­
rica Latina y en el Perú, los movimientos libertadores lograron la ruptura política de
parentesco o de clientela.
Por otra parte, el reemplazo de la dictadura encubierta de San Martín por la los lazos con la metrópoli, pero este desprendimiento externo no estuvo acompañado
dictadura declarada de Bolívar, reforzada por la presencia impuesta de las tropas co­ por una transformación de las estructuras internas de la sociedad forjadas durante el
lombianas, provocó muchos levantamientos que fueron seguidos por otros sectores periodo colonial. El carácter colonial de la economía y de la sociedad hispanoame­
de la sociedad. Riva-Agüero, y varios líderes de las guerrillas, se rebelaron contra ricanas se mantuvo hasta más allá del ocaso del siglo XIX. Esta estructura colonial
Bolívar y se retiraron a Cajamarca. La alianza de Riva-Agüero, el aristócrata deseoso sirvió de base a una dominación de nuevo tipo, ejercida esta vez por Inglaterra,
de mantener el orden colonial, con los líderes de las guerrillas, con los criollos y la potencia hegemónica del momento. Los nuevos tiempos hicieron posible que el
mestizos provinciales, y con los caciques indios, es bastante sorprendente y merece ncocolonialismo resultara de un juego de procesos y mecanismos esencialmente eco­
un estudio mucho más cuidadoso del que se ha realizado hasta ahora. Igualmente, nómicos, sin que fuera necesaria una vinculación política formal con la metrópoli.
el cuadro geográfico de las acciones que preceden a la independencia, entre 1821 y En el Perú, como en América Latina, las rebeliones inconclusas se explican en
1825, plantea otros problemas nuevos. ¿Por qué se retiran Riva-Agüero y los líderes el ámbito interno por la composición y naturaleza de los grupos que las iniciaron.
de las guerrillas a Cajamarca? ¿Qué papel jugaba esta región antes de convertirse en A diferencia de las clásicas revoluciones burguesas de la Europa de los siglos XVlil y
refugio de estos hombres? Además: ¿por qué hubo guerrillas solamente en la sierra XIX, en esta parte del mundo no existió una clase que orientara y condujera la lucha
central? ¿Cuáles fueron las características sociales y económicas de esta región, que con una clara conciencia del sentido del proceso. En el caso del Perú, esta situación
es mucho más patética.
hicieron de ella el centro de los que parecen ser los únicos levantamientos espontá­
neos entre 1821 y 1825, pese a que esta espontaneidad se revela más en el ámbito de Para comenzar, la élite peruana no luchó por la independencia. Se conformó y
los pequeños caciques y gamonales que a nivel de las masas populares? Por último, se acomodó ante lefait accompli. Quienes trajeron la independencia, por otra parte,
¿cuál fue el papel del sur en la última etapa de la lucha por la independencia? fueron militares convencidos de la necesidad de derrotar a los ejércitos realistas en
Aparte del hecho de que la aristocracia arequipeña proporcionó algunos de el Perú como condición indispensable para consolidar la liberación de las otras re­
los realistas más convencidos y dedicados, Arequipa parece que participó en el mo­ giones de Hispanoamérica. En estas últimas, estos militares habían luchado con la
vimiento de la independencia solo en el último momento, cuando un grupo de seguridad de que bastaba conquistar el poder político para eliminar los frenos a la
poderosos de la ciudad, sin ninguna participación popular, juró la independencia, expansión económica de la burguesía criolla. Para casi todos los ideólogos criollos de
68 H e rn lio B o n illa y K aren Sp ald in g [ jt independencia en e l Perú; las p alab ra s y los hechos 69

Hispanoamérica, la expansión económica estuvo identificada con la expansión co­ los ejércitos libertadores. La reticencia india se debió a razones sociales y culturales,
mercial. En muy raras ocasiones es perceptible la oposición de la metrópoli por el he­ y, probablemente, también al hecho de que el ejército sanmartiniano no penetró en
cho de que esta vinculación forzaba a las colonias a su especialización como simples la sierra, con excepción de algunas pocas incursiones. Bolívar, criollo de la región
productoras de materias primas; la viva conciencia de la desventaja originada por ral venezolana, cuya proximidad a Haití sirvió para que los blancos incrementasen sus
cspecialización se forma mucho más tarde. Por esto, la cuestión del mercado nacional pesadillas ante la posible repetición en Venezuela de un levantamiento negro, tam­
y la naturaleza de la fuerza de trabajo aparecen muy pocas veces; en el Perú nunca poco buscaba formar un ejército popular.
se plantearon en forma explícita. Para la burguesía criolla peruana, la prosperidad Existen, en efecto, pocos indicios de una movilización popular a gran escala en
económica dependía no de la conquista de la plena libertad comercial, sino del re­ 1821 o más tarde. El ejército de Bolívar, por ejemplo, se vio obligado a recurrir a
torno a las condiciones comerciales exclusivistas y monopólicas de la época colonial. medidas propias del enganche para obtener de los pueblos los hombres que le eran
Existió, pues, una clara divergencia de intereses entre las burguesías de las regiones necesarios. Estos fueron conducidos a los centros de operaciones bajo fuerte custodia
periféricas del Imperio y la burguesía peruana. Para esta última, la vinculación con para evitar su deserción. Pero, pese a esta vigilancia, los desertores fueron tan nume­
la metrópoli no fue un obstáculo sino una necesidad. Ella creció y se robusteció a la rosos como los reclutas; los oficiales locales, en efecto, informaban continuamente
sombra de España. que los indios desertaban de sus hogares y huían a las montañas.17* No hay señales de
Estas características de la burguesía criolla peruana explican en buena parte el movilizaciones regionales semejantes a la de 1812 o a la de 1814. ¿Se debía esto a que
hecho ya señalado de que su ideología fuera inestructurada y embrionaria. La inde­ la situación y las características de las masas populares en 1821 eran distintas de las
pendencia, precisamente, llegó, al Perú en una etapa en que su élite no había clari­ de años anteriores, o más bien a que la élite local tenía una capacidad mucho mayor
ficado ni desarrollado la conciencia de sí misma como un grupo distinto y opuesto para controlar de cerca la situación? Las respuestas a estas preguntas pueden aclarar
a España, elemento esencial para la constitución de una «patria» o de una «nación». no solamente las características de la sociedad provinciana, sino también los cambios
Las clases altas de la sociedad peruana fueron célebres por su hispanismo, y este com­ que experimentó a lo largo del periodo turbulento c inseguro de la emancipación. En
plejo de la hispanidad aparece vigente por lo menos hasta la década de 1880, pese a todo caso, en estas condiciones, el Perú de la independencia no fue sino la inmensa
la invocación de la grandeza del pasado inca (nostalgia que, por otra parte, no tenía escena de enfrentamiento de los ejércitos patriotas y realistas, donde su élite y sus
nada que ver con la presencia contemporánea de los indios). clases populares no hicieron sino asistir impasibles a la decisión de sus destinos. La
Incluso la mayoría de los mismos colaboradores del Mercurio Peruano, tradicio­ primera, con miedo; las últimas, en silencio.
nalmente citados entre los «precursores» de la independencia, fueron españoles y no Pero el hecho de que la independencia no haya significado la transformación
criollos; a diferencia de quienes consideran el interés de los criollos por el territorio sustantiva de la estructura colonial no quiere decir que el proceso peruano no su­
en que vivían como el inicio de un proceso que llevó inexorablemente a su ruptura friera algunas alteraciones durante esta etapa. Este es un problema delicado y sobre
con la metrópoli, ellos no veían ninguna contradicción entre su fascinación por su el cual conviene reflexionar un momento. Los cambios ocurridos, si se permite la
tierra adoptada y su lealtad a la Corona española. formulación, en lugar de modificar o reorientar el proceso anterior a las guerras de
De la burguesía criolla peruana, grupo ya en decadencia y cuya época de prospe­ la independencia, no hicieron sino acelerarlo e intensificarlo. Es decir, acentuaron la
ridad y riqueza estuvo ligada no a los cambios de las últimas décadas de la Colonia, debilidad de la élite criolla, incrementaron sus dificultades económicas, aceleraron la
sino al sistema colonial tradicional de los siglos XVI y XVII, no era posible esperar desintegración regional y consolidaron el control económico de Inglaterra, control
que ofreciera una nueva formulación política, económica o social. Pero la inmovili­ que fue más extenso y más decisivo que el ejercido anteriormente por la metrópoli
dad de estas clases, su oposición abierta o latente, pudo haberse compensado si los española.
ejércitos de San Martín o de Bolívar hubiesen invocado la adhesión de indios, mes­ La burguesía criolla, ya en crisis en el siglo XVIII, se debilitó aún más por la
tizos y negros —en una palabra, de las clases oprimidas por el régimen colonial— . acción de las largas guerras de la emancipación. La burguesía comercial se vio maltra­
De hecho, el ejército de San Martín hizo algunas tímidas llamadas a los grupos opri­ tada por los sucesivos bloqueos de los puertos y por la invasión de las mercancías eu­
midos, ofreciendo la manumisión de los negros esclavos de las haciendas costeñas, ropeas; la facción de la burguesía que estuvo vinculada a otros sectores productivos,
a cambio de su enrolamiento en las tropas, y declarando la abolición del tributo y
del servicio personal de los indios. Existen evidencias de una respuesta positiva de­
17. Vcasc «Sobre conscripción de reciuras -1821», documento n.f' 012, Universidad de Cajamarca,
parte de los negros, pero en cambio los indios no se identificaron con la causa de Facultad de Educación, Museo de Arqueología, a cuidado del Dr, Rodolfo Ravines.
70 H em clio B o n illa y K aren S p a ld in g L a independencia en el P en i: las p alab ra s y los hechos 71

como la minería o la agricultura, sufrió un impacto aún más fuerce, en la medida en representantes de casas inglesas y francesas que proveyeron de mercancías importadas
que fueron virtual mente arruinados por la guerra. Parte del capital comercial emi­ al mercado interno peruano, en este caso de armas y pertrechos de guerra.
gró durante las guerras y el resto salió con la expulsión de los españoles. Además, el Pero la presencia de este nuevo grupo que era el ejército republicano no alteró la
nuevo Estado que surge con la independencia fue un Estado completamente débil, n atu ra le za de la producción, que siguió siendo colonial. Además, no obstante que las
desprovisto de una estructura bancada y financiera. Esta debilidad se agravó en la relaciones entre la élite provinciana y los soldados emergentes fueron muchas veces
primera década después de la independencia con los múltiples «pronunciamientos» antagónicas, teñidas por ambos lados de un fuerte desprecio, existió una vinculación
de los caudillos militares que, para sostenerse, debieron recurrir a la expoliación de estructural entre ambos. La existencia de este bandidismo casi institucionalizado
la población rural y urbana. representado por el ejército republicano dependía de la capacidad de la élite pro­
Es esta profunda crisis la que en gran medida explica la facilidad y la profun­ vinciana para satisfacer sus demandas, en la medida en que sus miembros no eran
didad de la penetración británica en el Perú. Los valores de la exportación inglesa ai productores directos. Si bien, por su misma idiosincrasia, el ejército no podía alterar
Perú, en libras esterlinas, permiten medir los ritmos de esta expansión: 1818: 3.149; la naturaleza de la producción, en cambio, acentuó la contracción de la economía
1819: 30.000; 1820: 39.322; 1821: 86.329; 1822: 11 1.509; 1823: 288.292; 1824: regional cuando su expoliación en riqueza y hombres fue lo suficientemente grande
401.695; 1825: 602.709, y así sucesivamente.18 Hacia 1824, cuando se silenciaron como para interrumpir el proceso económico.
las armas en Junín y Ayacucho, en Lima había 20 casas comerciales británicas fuerte­ Esta nueva situación intensificó c hizo más perceptibles los cambios ya latentes
mente establecidas y 16 en Arequipa.19 El control del mercado peruano fue suficiente en el siglo X V lll. Entre estos debe mencionarse la profunda desarticulación del espa­
para atenuar y compensar los fiascos y pérdidas considerables representados por la cio peruano, la acentuación de la regionalización, la expansión en gran escala de los
inversión temprana de los capitales ingleses, particularmente en el sector minero, grandes dominios agrícolas, la destrucción de la producción interna, la extensión del
mientras que los préstamos británicos al indefenso Estado peruano colocaban los pri­ caciquismo regional, la constitución de clientelas regionales a base de la incorpora­
meros eslabones de su posterior encadenamiento financiero. Es así como la economía ción de gran parte de la población nativa, con la consiguiente crisis de la fuerza de
peruana pasó de la dominación española a la dominación británica, sin transición trabajo, y la conquista del mercado interno por los textiles británicos. Fueron estos,
alguna, casi automática e inmediatamente. por otra parte, los factores mayores que generaron la perdurabilidad de la crisis inter­
Por otra parte, la aparición de los caudillos militares, y su constitución como na de la economía peruana y que sustentaron la absoluta hegemonía de la economía
grupo de poder y de dominio a través de casi todo el siglo XIX, es otro de los cambios británica.
que aparece como consecuencia de las guerras de la independencia. Pero el ejército, si El pensamiento político y social de la nueva república reflejaba la persistencia,
bien representó para sus componentes un vehículo de rápida ascensión social y eco­ cuando no la extensión, tanto de las actitudes como de las estructuras coloniales. Los
nómica, no hizo prácticamente nada para estimular o provocar el cambio del orden conceptos sociales de los miembros de la nueva república fueron los mismos que los
social heredado de la Colonia. Por el contrario, lo perpetuó. de la colonia, heredados directamente de ella. Estos conceptos, a su vez, se inspiraron
Los militares reclutaron muchos elementos del bandolerismo local, del pequeño en la concepción medieval de estamentos jerárquicamente organizados. De esta ma­
comercio, de los grupos medios provinciales, ya mencionados anteriormente, y cuyos nera, el pensamiento político de la nueva república mezcló dos conceptos: la república
anteriores intentos de levantamiento fueron frenados por la sociedad colonial. En la política, basada en la igualdad universal, y la desigualdad social como convicción. En
organización militar encontraron una vía rápida de ascenso social, ya que constituía toda situación de conflicto y de crisis ha habido un choque entre estos conceptos, con
una suerte de bandidismo medio institucionalizado. Para su sostenimiento impusie­ la derrota y el abandono de la idea más débil: la de democracia o igualdad política.
ron fuertes cupos a los sectores acomodados de la sociedad provincial, a cambio de la Esta subsistió solo a nivel de las palabras, camuflando una realidad distinta y opuesta.
protección de sus vidas, sus casas y de parte de su fortuna. Afectaron así el proceso de «Pretender que todos los hombres sean perfectamente iguales es una quimera de la fic­
distribución económica, reorientando parte de la riqueza producida a otros sectores ción, la moral y la política», dice un periódico de la época, para continuar afirmando
de la sociedad: hacia ellos mismos y hacia los comerciantes, principalmente ingleses o que «en toda sociedad ha de haber gradaciones: si así no fuese, muy en breve, desata­
dos los lazos de la subordinación, caeríamos en una homicida anarquía».20

18. Bonilla 1970, vol. I: 56,


19, Public Record Office 1826. 20. E l Verdadero Peruano, citado por Macera 1971: 38.
72 H craclw B o n illa y K am i S p ald in g L a independencia en e l P erú; las p alab ra s y los hechos 73

Las condiciones coloniales dificultaron el desarrollo mismo del concepto de Fisher, John R.
«patria» peruana. ¿En qué consiste, en efecto, esta nueva patria republicana? ¿Cómo 1970 Government and Society in Colonial Perú: The intendant system, 1784-
se definen quienes comparten la condición de compatriotas? En Europa antes de 1814. Londres: The Athlone Press.
1789 — y en Hispanoamérica antes de la emancipación— , k noción de patria estuvo
H all, Basil
íntimamente ligada a la persona — simbólica— del monarca, que individualmente 1920 El general San Martin en el Perú, Buenos Aires: Administración General
podía ser odiado o atacado, sin afectar la idea misma de la monarquía. Este concepto Vaccaro.
integraba la sociedad en un todo organizado, con una jerarquía de dominación y
subordinación, teniendo al monarca en la cúspide de tal sociedad. Por consiguiente, Kjrkpatiuck, Frederick Alcxandcr
a través de esta relación común, los súbditos de un monarca pertenecían a una mis­ 1969 «The establishment of Indcpendence in Spanish America», En The Cam­
ma patria, los que no lo eran resultaban extraños a esta patria. bridge Módem History. 2.a edición. Vol. X, pp. 300-327. Cambridge.
Sin embargo, cuando el monarca desaparece, ¿sobre qué se fúnda el concepto de
M acera, Pablo
nación? En los países europeos del siglo XIX, hubo varios criterios: el de vivir dentro 1955 Tres etapas en el desarrollo de la conciencia nacional. Lima: Ediciones Panal.
de ciertas fronteras territoriales, el compartir el mismo idioma o una misma cultura.
Pero en el Perú republicano, donde no se delimitó el territorio nacional sino varios 1971 «El periodismo de la independencia». El Peruano. Diario oficial. Edición
años después de la emancipación política, donde se hablaba por lo menos tres idio­ extraordinaria conmemorativa del Sesquicenrenario de la Independencia
mas, ¿con qué criterios se contó? De hecho, es bastante difícil precisarlos y, aunque Nacional, n.° 9095, pp-, 37-38. Lima, 28 de julio.
se hablaba muy a menudo de la «patria» y del «deber patriótico», no siempre es fácil
Miller, John
distinguir a quienes iban dirigidas estas palabras, El criterio implícito de patria, sin
1928 Memorias del Gral. Miller al servicio de la República del Perú, escritas por
embargo, parece haber estado ligado a la cultura y a la lengua españolas, que en el Mr. John Miller. 2 vols. Traducción del Gral. Torrejos. Londres.
caso del Perú automáticamente excluía a los indios, es decir a la mayoría de los resi­
dentes de un territorio que la independencia convirtió en República del Perú. Por eso, Public Record O ffice
los indios, definidos durante la época colonial como una «república» aparte, con sus 1826 Charles Milner Ricketts to George Canning, ms. Lima, 27 de diciembre de
propias leyes, relaciones y características, ligados a los criollos solamente por el hecho 1826. E O. 61/8. Londres.
de compartir con ellos la condición de súbditos de la Corona española, pasaron a ser
R ivera S erna, Raúl
ignorados en la nueva república, levantada sobre el modelo de la sociedad criolla.
1958 Los guerrilleros del centro en la emancipación peruana. Lima: Pablo L.
Todo lo expuesto hasta ahora permite, pues, concluir que la independencia Villanueva.
del Perú, a diferencia de lo que corrientemente se sostiene, no hizo sino acentuar la
desorganización interna — política, social y económica— y reforzar su articulación Villalobos , Sergio
asimétrica con las potencias dominantes. 1968 El comercio y la crisis colonial, Santiago de Chile: Ediciones de la Universi­
dad de Chile,

B ibliografía

B onilla , Hcraclio
1970 «Aspects de l’histoire économique et sociale du Pérou au XLXe siécle», ms.
Tesis para optar el grado de Doctor en la Universidad de París. 2 vols.
París.

C haunu , Fierre
1964 ¿'Ambique et les Américjues. París: Armand Colín.
L a serie de probabilidades dentro
de la emancipación peruana*
J o rg e B a sa d r e G rohm ann

El retardo en la independencia peruana

El drama histórico español, factor esencial para precipitar


la independencia hispanoamericana

Ninguno de los factores autonomistas que han sido enumerados1 hubiese podido
madurar plenamenre en Hispanoamérica sin la presencia de un elemento imprevisi­
ble pero de tremendas consecuencias: el curso de la historia de las potencias europeas
rivales y el de la historia internacional e interna en la metrópoli desde fines del siglo
XVIII. La corrupción y el decaimiento de la Corte española se hicieron ostensibles
durante el reinado de Carlos IV. Algunos americanos los vieron asqueados, de cerca.
Las guerras hispánicas solo dejaron resultados adversos a partir de 1795; y la alianza
impopular y violenta iniciada en 1796, primero con el Directorio francés, luego con
el Consulado y después, a partir de 1804, con el Imperio, vino a tener su epílogo en
la sorpresiva ocupación de la Península por las tropas de Napoleón. Sucesos que ya
antes habían llevado a la perdida de los mejores barcos espidióles el 21 de octubre de

* Tcxros cornados del Apéndice «La serie de probabilidades dentro de la emancipación peruana»,
publicado en el libro F.l a sa r en la historia y sus lim ites. Lima: Ediciones Pablo L. Villanueva;
pp. 43-253. Heñios tomado los tcxros de las partes tituladas «El retardo en la independencia pe­
ruana» y «Luces y sombras en la independencia peruana».
1. [N. del E.] El autor se refiere a los factores de la Ilustración, las demandas de los criollos por su
marginación del gobierno y las nuevas ideas surgidas en la enseñanza filosófica y jurídica en el Perú
del siglo XVIII, que fueron desarrollados en la primera sección del Apéndice.
76 Jo rg e B asad re
l a serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p e ru an a 77

1805 en Trafalgar; y a la ruptura total de comunicaciones con las colonias de ultra­ y combatir a los franceses, establecida en Sevilla en enero de 1809, quiso asegurar
mar, hecho de enormes consecuencias. la solidaridad de las colonias que podían fluctuar entre el reconocimiento de José I
Por otra parre, la creciente expansión industrial y comercial de Inglaterra, re­ Bonaparte, la idea de la emancipación, el protectorado inglés o la adhesión a aquella
percutió en Hispanoamérica por su propio impulso y por deliberado empeño; y, en entidad. Y en la fecha antes citada formuló una declaración, cuyo texto fue escrito
trueque comercial con la libertad de Estados Unidos, Burke señaló, ya en 1792, la por Manuel José Quintana, en la que podían leerse las siguientes tremendas frases:
orientación política que Inglaterra debía seguir respecto de las colonias españolas. Si
España se aliaba con Inglaterra, contra Francia revolucionaria, decía Burke, los ingle­ D esde este m om ento españoles am ericanos, os véls elevados a la dignidad de hom bres
ses gozarían de todas las ventajas del comercio del Nuevo Mundo. De España misma libres. N o sois ya los m ism os que antes, encorvados bajo un yugo m uch o m ás duro
mientras m ás distantes estabais del centro del poder, m irados con indiferencia, vejados
nada había que temer. Pero sí existían peligros en su alianza con Francia, pues esta
por la codicia y destruidos por la ignorancia.3
tenía voluntad y poder de adquirir para el comercio americano. En ral caso, Inglate­
rra debía adelantarse desmembrando la monarquía peninsular con la emancipación
Las probabilidades históricas a comienzos del siglo XIX
de sus colonias y apoderándose, si podía, de los despojos del Nuevo Mundo.2 Este
y la burguesía hispanoamericana
último anhelo no logró total realización como lo revelan las derrotas de las invasiones
británicas en Puerto Rico en 1797, en Buenos Aires en 1806 y el fracaso de Miranda
El incipiente «nacionalismo cultural» de las élites americanas y la fidelidad popular
en las costas de Venezuela ese último año.
en las ciudades de este continente las impulsó a reaccionar vigorosamente contra
La guerra de la independencia en la Península Ibérica, que estalló ante la inva­
cualquier tentativa de llevar a cabo la independencia por medio de fuerzas extranje­
sión de Napoleón, puso término a la alianza franco-hispana y creó eventualmente,
ras. Así se explica el fracaso tanto de los esfuerzos de Miranda, como el de las expe­
en cambio, la alianza británico-española. Pero Inglaterra no dejó, a pesar de esto, de
diciones inglesas a Buenos Aires y Puerto Rico ya citadas, como el de las intrigas de
alentar la revolución en América. Por otra parte, después de los pactos de Bayona,
Napoleón, de la infanta Carlota y de otros personajes. Fenómeno bien distinto era
con las abdicaciones y retractaciones de Carlos IV y Fernando VII, con el nombra­
que los americanos mismos encabezaran, años más tarde, un movimiento que más de
miento de José Bonapartc como rey de España y con el levantamiento espontáneo
un europeo ilustre e «ilustrado» había declarado que estaba «dentro del orden natural
del pueblo de Madrid frente a las tropas francesas el 2 de junio de 1808, seguido por
de las cosas».
muchos otros en las provincias, se disolvió el Estado. No vino entonces una contien­
El final del siglo XVIII y el comienzo del siglo XIX representaron, com o ya se
da oficial sino el estallido del pueblo que se irguió por el anterior soberano, a través
indicó, en el mundo occidental la maduración de la burguesía y su avance hacia el
de la serie de cesiones que puso la corona en la cabeza de José 1, hacia quien hubo
dominio político para obtenerlo plenamente en varios países y en forma transitoria o
odio desde el primer instante hasta el extremo de llamársele injustamente «Pepe
parcial en otros. La revolución de los países americanos fue también, a su manera, un
Botellas».
movimiento burgués, aunque esta clase social no se había desarrollado plenamente
El súbito levantamiento popular y nacional español fue así, en verdad, una ne­
aún. El «desenmascaramiento» que, al encontrar la interpretación clasista, hicieron
gación rotunda del principio monárquico formalmente entendido. La ausencia del
algunos historiadores nuevos españoles y aún en nuestra propia América, autores
rey legítimo Fernando Vil y la devolución que hizo del trono en favor de Carlos IV,
antillanos de zonas que no participaron en la obra revolucionaria, antes de nuestros
su padre, para que él lo cediera a Napoleón, quitaron sus cimientos al edificio políti­
propios historiadores marxistas, utilizó y utiliza esa misma técnica del «desenmasca­
co que, de golpe, se vino abajo. Todo lo que significaba unidad política y centraliza­
ramiento» de los ideales burgueses y capitalistas europeos, para ver entre ellos solo
ción desapareció. Emergieron entonces en la Península las provincias, las juntas, las
reflejos form ados de situaciones e intereses concretos. Aporta dicho planteamiento
partidas, los alcaldes, los guerrilleros. Fue un caso único en la historia; pero inme­
una interesante perspectiva, pero no agota el contenido de la emancipación.
diatamente después sobrevino el fenómeno muy similar de la revolución americana.
Acontecimiento, este último, incitado, en realidad, desde la misma España. Porque
la Junta Central, síntesis de las primeras juntas surgidas para defender el territorio 3. la referencia ha sido tomado del libro de Busanichc (1965: 299). Busanichc en esta obra de gran­
des alcances que dejó, infortunadamente, sin concluir, plantea ideas revisionistas en lo que arañe
al cniocamiento de la historia de ese país. Al mismo tiempo, la integra con la de España y la de
Europa en la etapa de la emancipación americana; y esa perspectiva es muy útil para todos los que
2. Burke 1797: 12. intenten entender la misma época en otros países de América dei Sur.
78 Jo rge B asad rc Lut serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 79

En primer lugar, ella pasó por sucesivas etapas donde variadas corrientes sociales Mo se va a repetir aquí lo ya muy sabido acerca del surgimiento desde 1809, a
desempeñaron disímiles funciones. Durante los años 1810-1814, pudieron perci­ imitación de España, de juntas de gobierno compuestas por criollos en Quito, La
birse netos intereses separatistas circunscritos, en lo que atañe a su poder decisivo, a Paz y Chuquisaca y, luego, en otras ciudades de América al amparo de la situación
grupos comerciantes librecambistas en lugares como Buenos Aires o Caracas. A par­ que había emergido en la metrópoli. Por toda el área hispánica de nuestro conti­
tir de 1814, se inicia una etapa muy distinta porque la reacción que se fundamentó nente, excepto el Perú, cundió este movimiento que invocó la lealtad aJ monarca
en los derechos del rey absoluto fue alejando del partido fidelista a una gran parte de depuesto, ensayó el gobierno propio y propició buena parte de las reformas que los
la opinión pública americana y no solo a un sector o clase dentro de ella, al definirse llamados «europeos españoles» anhelaban, la mayoría de ellos, al principio, leales a
dentro de un extenso autoritarismo y también con características netamente rega- la metrópoli.
listas, militaristas y terroristas. Ellas se destiñeron cuando era demasiado tarde, en El virreinato que tenía su sede en Lima no solo se constituyó en el núcleo de
1820, al producirse el fugaz restablecimiento del sistema constitucional; y su efecto una acritud tradicionalista. Fue el centro desde donde partieron numerosas y disci­
entonces fue engendrar confusión y desconcierto sin aportar una nueva, enérgica y plinadas huestes a combatir victoriosamente contra los insurrectos. Como observó
positiva actitud para América. Riva-Agüero y Osma en su muy juvenil ensayo sobre Baquíjano y Carrillo, en 1810
Son, en suma, muchas las «probabilidades históricas» objetivas que sucesiva­ la guarnición en la ciudad capital no era imponente, gran parte de sus batallones
mente se esfuman o se cumplen, para dar lugar primero al estallido de la indepen­ estaban compuestos por indios, mestizos, mulatos y criollos, y el envío continuo de
dencia y luego a su victoria. Las «probabilidades históricas» objetivas ajenas a la ejércitos a Quito y Alto Perú la dejó, con frecuencia, desguarnecida. Lima no se su­
voluntad de los hispanoamericanos mismos que se materializan son las siguientes: blevó entonces «porque no quiso entusiasmarse, porque no la entusiasmaba la causa
la independencia norteamericana, la Revolución francesa, el anquilosamiento irre­ de los revolucionarios», afirma el citado historiador y añade:
mediable del régimen colonial español, la crisis del Estado peninsular entre 1808
y 1814, el crecimiento de la penetración de la economía inglesa, la acción de una Los empleados de la administración y los comerciantes, casi tocios españoles peninsulares
burguesía criolla en los centros o focos principales de la insurrección. Por otra parte, [el subrayado es nuestro para insistir en una rectificación a Pierre Chaunu expuesta ya
en páginas anteriores], formaban parte muy considerable del vecindario y tenían mucho
ciertas probabilidades «subjetivas» se sienten estimuladas o manejadas por el deseo, que perder con un cambio de gobierno. La nobleza mantenía estrechas vinculaciones
primero confuso o desorientado o restringido; y luego, sobre todo, como reacción con España; y en los primeros años de la guerra de la independencia fueron muy pocos
ante la intransigente actitud de la metrópoli, maduran dentro de la voluntad y el los títulos y mayorazgos que simpatizaron con los insurgentes; las aficiones separatistas
propósito en favor de la independencia. de nuestros nobles vinieron más tarde, hacia 1814. La dase medía y el pueblo no odia­
ban la dominación española. Desde que se sustituyó el sistema de galeones con el de
comercio por el cabo de Hornos, había desaparecido aquella prodigiosa opulencia de
L as conspiraciones y sublevaciones peruanas al iniciarse el siglo XIX los mercaderes de Lima que el monopolio producía en el siglo XVIII; pero se disfrutaba
todavía de gran holgura y comodidad/
Por diversas razones no van a ser estudiados aquí los movimientos indígenas del
siglo XVIII. Quizás ellos sean materia de un trabajo ulterior. El fatal desenlace de la Los conceptos antedichos parecen muy acertados. No implican, sin embargo,
revolución de Túpac Amaru y la tremenda represión que vino enseguida, mutiló la una negativa para tomar en cuenta los constantes esfuerzos revolucionarios de pa­
voluntad subversiva aborigen. De lo que trataremos brevemente es de las conspira­ triotas tenaces que se sucedieron en Lima entre 1810 y 1814. Ellos fueron heroicos
ciones y levantamientos al comenzar el siglo XIX y de las campañas libertadoras entre pero aislados.
1820 y 1824. En los casos mencionados en primer lugar, las clases inferiores emergen El clima psicológico capitalino era entonces fidelista, con excepción de «una
ardorosamente, con limitaciones regionales, dentro de variadas características. Las gavilla de ilusos y mal contentos» según la frase de una carta de Baquíjano y Carrillo
jornadas que iniciara el ejército de San Martín y terminó el ejército de Bolívar carac- al virrey Abascal que César Pacheco Vclcz ha exhumado y que, entre otras pruebas,
terízanse, desde luego y con un sentido fundamental, por una tónica castrense a lo sirve para eliminar a dicho personaje de la lista de quienes pueden ser ubicados en
largo y ancho del virreinato; sin embargo, dentro de ella y en los aledaños de ella, el
pueblo también se presenta en escena.4

4. Riva-Agüero 1971: 74-78.


80 Jo rg e B asad re L a serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación periu m a 81

el grupo independentista/ La mayoría de la élite intelectual en la alta clase limeña Matas del Callao. Actividades en las que participaron distintas personas, entre ellas
consideró hasta 1814, aproximadamente, y acaso en años posteriores inmediatos, dos mujeres, la señora Guisla y doña Perita Perreyros, De acuerdo con lo que expresa
que la separación brusca del rronco peninsular era una traición o, por lo menos, una Pacheco Vélez y con lo que afirma en sus memorias Pardo de Zela, hay que desechar
infidelidad, que las consecuencias de una actitud tan radical podían ser extremada­ la existencia de un ligamen entre los planes de los prisioneros en el Callao con la
mente peligrosas, En cambio, creyó viable optar por la búsqueda de reformas pací­ sublevación del Cuzco efectuada ese mismo año en agosto.8*
ficas con el fin de obtener lo que, para ella, iba a implicar el progreso y el bienestar Sin embargo, Pacheco Vélez publica un documento del virrey Abascal al Mi­
peruanos y continentales. Empezó este grupo por solicitar — desde fines del siglo nistro de Indias para revelarle que algunos sacerdotes, con ruptura del secreto de
XVI11 y, sobre todo, a partir de 1809— el reconocimiento de los americanos frente a confesión, denunciaron la existencia de una nueva conjura en el mes de octubre «de
los peninsulares en los cargos públicos. Se definió luego como partidario entusiasta acuerdo con los insurgentes del Cuzco». Según las prolijas investigaciones oficiales
de la Constitución de 1812. Su programa máximo buscó una federación de regiones que vinieron después de que pudo ser frustrado con facilidad el plan de los patriotas,
americanas premunidas de alguna autonomía dentro de la unidad hispánica que uno de los más destacados actores en él debió haber sido el tacneño José Gómez,
ellos no deseaban, de manera alguna, quebrar. Hubo, sin embargo, una minoría más perseguido ya desde antes por su intervención en el levantamiento de los Paillardelli.
avanzada, dentro de la que se destacaron, entre otros, José Matías Vásquez de Acuña, También apareció el nombre del Conde de la Vega del Rcn, llamado entonces, según
Conde de la Vega del Rcn y José de la Riva-Agücro y Sánchez Boquete cuyas activi­ un informe del virrey, por una gaceta de Buenos Aires «el mejor patriota de esta
dades subversivas empiezan, por lo menos, hacia 1812.56 capital». Apresado este aristócrata en la noche del 28 de octubre de 1814, vinieron
Algunos historiadores tradicionalistas como José Antonio de LavaJle han insis­ los airados redamos y las pertinaces gestiones de su familia, que el Cabildo y la Au­
tido acerca de las gestiones hechas en Lima para que el virrey Abascal se convirtiera diencia secundaron; y la orden metropolitana de libertad llegó a ser expedida el 17
el 13 de octubre de 1808, con motivo de la jura de Fernando VII, en el caudillo de febrero de 1815. El conde, con el propósito de evidenciar su inocencia, siguió un
pacífico de la independencia o, por lo menos, de la autonomía del Perú ante los largo juicio en Lima y ante el Consejo de Indias que duró hasta 1819.
hechos turbulentos que convulsionaban a la Madre Patria. Otros han cifrado su En las zonas periféricas del virreinato peruano, habían madurado en cambio,
esperanza para esa transición fácil en un cambio de rumbo del general José Manuel muchos años antes que en Lima, semillas de rebeldía. Allí la situación económica,
de Goyenechc, el peruano que precisamente cumplió la tarea histórica de detener el social y política no se diferenciaba sustancialmcnte de la que regía en el Aleo Perú
avance argentino sobre el Alto Perú, «si [dice un historiador no tradicionalista libe­ y en la presidencia de Quito, centros de los estallidos iniciales contra el sistema
ral, Germán Leguía y Martínez] cediendo a la exigencia y tumultuosa adoración de tradicional. La antedicha diferencia de estado de ánimo aparece evidente no solo en
sus soldados» hubiera «lanzado, solo, el grito eléctrico de la libertad»,7 Ninguna de diversas conspiraciones y tentativas de subversión provincianas sino en los levanta­
estas cómodas hipótesis se apoya en base verdadera. Psicológicamente, ni Abascal ni mientos mismos.
Goyenechc, leales servidores de la monarquía, hubiesen sido capaces de traicionarla.
Un movimiento emancipador encabezado por uno u otro de estos dos personajes, no Las rebeliones de Tacna
habría sido sino la prolongación del sistema colonial sin la figura del rey en la cima
de la pirámide. Los primeros estallidos independentistas en el Perú tuvieron su foco en Tacna en
En abril de 1814 surgieron los preparativos para una conspiración tramada en dos oportunidades, ambas movidas por la ilusión de los avances que los argentinos
Lima por Tomás Menéndez y Francisco de Paula Quirós a quien se atribuía haber efectuaron en el Alto Perú. El 20 de junio de 1811 se sublevó Francisco Antonio de
tenido en Arequipa relaciones con el levantamiento de los Paillardelli en Tacna el Zela, limeño casado con tacneña. Lo acompañaron decididamente, enire otros, José
año anterior; y también por el coronel Juan Pardo de Zcla, prisionero en las Gasas Rosa Ara, hijo dei cacique y gobernador de naturales del valle Toribio Ara, Pedro
José Gil de Herrera, Fulgencio Valdez, José Manuel Ara, Manuel Argandoña, Julián
Gil, Francisco Marín, Manuel Choque, Manuel Silva, Marcelino Castro y el cacique
5, Pacheco Vélez 1954.
de Tarata Ramón Copaja, que se hizo famoso por su entusiasmo patriótico. Fue,
6, No tiene consistencia documental alguna y, en cambio, se halla palmariamente rectificada por
muchas fuentes, la suposición acerca de que Riva-Agücro se convirtió en partidario de la emanci­
pación «por una simple reacción de temor ante el triunfo del liberalismo en España en 1820». 8. El testimonio, en este caso fundamental, de Juan Pardo de Zela ha sido editado por Denegrí 1971a
7. Leguía y Martínez 1972 (vol, II): 238-239. (vol. 1): 153.
82 Jo rg e B asad re 83
Lj í serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a

como ha escrito Gustavo Pons Muzzo, un acontecimiento con «base profunda en la Más adelante, relata en detalle lo ocurrido con las dos expediciones llamadas de
clase media y mestiza [...]. Hubo participación de las principales familias criollas de Intermedios y narra sucesos increíbles al fracasar la segunda de ellas:
Tacna, junto con las huestes de los caciques Ara y Copaja».y El pueblo, súbitamente
militarizado, hizo una exhibición pública en la pampa de Caramolle el 23 de junio D errotadas las fuerzas patriotas, los soldados realistas se desparram aron por la población
y allí estuvieron también contingentes de Tarata, Sama, liabaya y Candarave. Pero de M oquegua; y com enzó un general saqueo de las casas y tiendas de com ercio, con
su acostum brado acom pañ am ien to de violencias personales contra los inerm es vecinos
surgió, inevitable, la derrota.
del lugar. A la soldadesca altiva y engreída por su triunfo, em briagada en parte, con los
La segunda rebelión estalló en la misma ciudad el 3 de octubre de 1813 y la abundantes licores que encontraban en las casas y bodegas, no fue posible contener, a
acaudillaron los hermanos franceses, oriundos de Marsella y nacionalizados españo­ pesar de los esfuerzos de m uchos jefes y oficiales. Por m uchos años quedó en M oquegua
les, Enrique y Juan Francisco Paillardclli, militar e ingeniero aquel, militar este, pri­ terrible recuerdo del nefasto 21 de enero de 1823.
sioneros del ejercito de Buenos Aires que residían allí. Nada hubieran podido hacer El 22 se supo por los dispersos, que llegaban a Tacna, la derrota de Torata y de M oque­
sin la ayuda decisiva no solo del alcalde de primer voto en el Cabildo constitucional gua. La consternación fue inm ensa; y se acrecentó al asegurarse que Valdez, al pasar por
recientemente elegido, Manuel Calderón de la Barca, sino también de Juan Caprista- Pachia, en retirada a C hallapata, había dicho que no dejaría persona alguna con vida en
no Pomareda, Toribio Ara y otros; o sin el apoyo lugareño que Zela obtuviera antes. Tacna, en castigo del entusiasm o desplegado por el pueblo tacneño casi a su vista.

Gómez, preso, fue más tarde actor principal en conspiraciones ulteriores y llegó a La población de Tacna en su gran m ayoría resolvió abandon ar sus hogares y propie­
ser ejecutado en Lima. Pomareda, admirable figura olvidada, huyó a Cochabamba y dades. Por las calles solo se oían llantos, palabras de desesperación, ancianos, mujeres,
prosiguió en la guerra contra los realistas hasta la victoria de Ayacucho. Los Paillar- niños a pie, en los anim ales que podían recoger, se pusieron al m ediodía en m archa para
Arica, en busca de los buques, surtos en ese puerto, ab an d on an do todas sus propiedades,
delli huyeron después de la derrota. Enrique murió fusilado en una de las guerras
todas sus com odidades. Las com o doce leguas de arenales, que separan Tacna de Arica,
civiles argentinas en 1815. Juan Francisco volvió con el ejército de San Martín, se se hallaban cubiertas de hom bres, de mujeres y niños a quienes habían faltado las fuerzas
hizo ciudadano peruano y falleció en Lima en 1858 dejando familia. para marchar, que se m orían de sed, que pedían una gota de agua, por am or de D ios,
Ha escrito don Modesto Basadre y Chocano: para hum edecer siquiera sus enardecidos labios. — 'Q ué horrores, que desolación .—
Tengan presente nuestros hijos los sacrificios, sin núm ero y sin fin, que ha costado la
El odio a los españoles, que era m uy general en faena, lo acrecentó en gran m anera la independencia de la Patria, para que alguna vez den un recuerdo siquiera de gratitud a
conducta de los soldados del batallón Talavcra, que en 1815 trajo el entonces coronel esos hom bres denodados, y desinteresados los más, que sacrificaron vida y bienes por
don Rafael M aroto de C h ile a Arica. N o hubo crim en ni atentado que esta desenfrenada esa Patria, hoy tan mal tratada y esquilm ada, ¿Q ué m on um en to, qué libro, qué folleto
soldadesca no com etiese en Tacna, Parecía que los presidiarios de E spañ a hubieran sido siquiera recuerda los nom bres de los Landos, los C alderón de la Barca, los Belaunde,
vestidos de soldados, y rem itidos al Perú para poner a duras y fatales pruebas a los p a­ los Patricio, (nuestro am ado y recordado m aestro) los tantos otros abnegados tacneños
cíficos vecinos de esos indefensos pueblos. M aroto se hacía sordo a todos los reclam os, que sacrificaron todo, hasta su vida, por la libertad del Perú? A penas se levanta mi débil
que las autoridades locales le elevaban; y con la im punidad se aum entaban los crím enes voz para recordar esos nom bres sagrados. Entre los em igrados iba el teniente cura don
de los Talavera. D e refrán ha quedado en Tacna, hasta el día de hoy, el llam ar Talaveras José N avarro.101
a los crim inales fam osos que de cuan do en cuando se presentan allí. N o solo M aroto era
cruel, o sordo a los reclam os de las víctim as; había un jefe catalán de apellido Puyol que La rebelión en Huánuco, Panatahuas y Huamalícs
era tam bién muy cruel. Recuerdo que habiéndose desertado tres soldados de su cuerpo
(argentinos prisioneros dados de alta en su cuerpo) los hizo perseguir y los fusiló en el
m ism o sitio donde hoy existe la iglesia, ju n to al hospital. N o recuerdo de qué cuerpo de
En realidad, mucho más importantes desde la perspectiva global de la historia de
caballería era Puyol, pero sí recuerdo que su tropa tenía chaquetones am arillos, con bota la independencia del Perú, fueron otros dos estallidos. Acerca de uno de ellos, el de
m anga m ordorc. A n dan do los tiem pos a este Puyol le dieron ios patriotas un balazo en Huánuco, Panatahuas y Huamalícs en 1811-1812, de prevalcntc carácter indígena,
el talón, de cuya herida com o Aquilcs en la antigüedad, m urió: en esto solo se pareció aunque con la colaboración de criollos y mestizos, laicos y religiosos, acaban de ser
a un héroe.
editados abundantes documentos esenciales," Emergen de ellos no solo los nom­
bres del procer Juan José Crespo del Castillo y de José Rodríguez y Norberto Aro,

10. Basad re y Chocano 1878.


9. Pons Muzzo 1972, 11. Temple 1971a.
(i4 Jo rg e B a sa d rt ¿ a teñe de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p e ru an a ^5

ejecutados después del rriunfo de la expedición pacificadora que dirigió José Gonzá­ secundaron con entusiasmo, en obedecimiento a las instrucciones del nonagenario
lez de Prada, sino muchos otros más, entre los cuales ostenta interés singular el del Obispo del Cuzco José Pérez Almcndáriz», según Pardo. «José Angulo, jefe ya único,
agustino Marcos Duran Martel. Un detalle curioso que no ha escapado a la atención político y arbitro de la fuerza armada, se hallaba rodeado de frailes y de clérigos que
de Ella Dunbar Temple, acuciosa recopiladora y prologuista de los volúmenes aquí eran sus principales consejeros».15 Los oidores Pardo, Cernadas y Bedoya tuvieron
citados, es el de la noticia de que, junto con los sublevados, se vio en Huánuco, a un buen cuidado para señalar las múltiples deferencias que los jefes del alzamiento pro­
«hombre rubio», dato muy similar al que mencionó Juan Santos y al que apareciera digaron a otro oidor, el limeño Manuel Lorenzo de Vidaurre.16 Como una réplica
mientras se desarrollaba la revolución de Túpac Amaru; ambos rumores suscitados frente a esas concretas acusaciones en el sombrío periodo contrarrevolucionario pue­
por iguales recelos o suspicacias.12 de ser explicada la cruel semblanza de Pumacahua que hizo el brillante pero variable
autor de Cartas americanas, libro perteneciente a la época en que todavía afirmaba él
La revolución del Cuzco en 1814 ¿fue un levantamiento contra Lima que era un leal súbdito del rey de España.1718
y no contra España? El acto revolucionario parece haber sido, al estallar, un gesto sorpresivo: «La
plebe de la provincia [del Cuzco] que, al principio, mostraba indiferencia hacia el
Por más interesantes que resulten, a la luz de las más recientes investigaciones, Ios- nuevo sistema, con el ejemplo de los eclesiásticos en general y, particularmente de sus
sucesos en Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, ellos no llegan a la amplitud que lo­ pastores, se decidió por el sistema subversivo».lft
gró la revolución del Cuzco acerca de la cual, por ahora, tenemos que contentarnos, La ola revolucionaria que se inició en el Cuzco sumergió bajo su ímpetu las
en gran parte, con las fuentes divulgadas desde antes de 1972. El levantamiento de ciudades de Huancaveliea, Huamanga, Puno, La Paz y Arequipa. Es decir, todo el sur
la ciudad imperial halló ya su prólogo en los reclamos locales para obtener la jura de del Perú y una parte del Alto Perú quedó en poder de los insurrectos. Para la decisiva
la Constitución española de 1812; en los esfuerzos de los descontentos con el siste­ batalla de LJmachiri, ellos llegaron a tener a sus órdenes, dice Pardo y Rivadeneyra,
ma tradicional para triunfar cuando se realizaron las elecciones municipales; y en la 25.000 hombres entre honderos, lanceros y fusileros; cifra que José Casimiro Ulloa
conspiración delatada en 1813. Estalló, como es bien sabido, en la noche del 2 de reduce a 12.000, entre los que destaca a una considerable caballería formada en los
agosto de 1814 y su verdadero jefe fue el mestizo José Angulo, a quien acompañaron distritos de Arequipa. Aunque en sus comunicaciones oficiales expresaron muchas
en la aventura, entre otros muchos patriotas, sus hermanos Vicente y Mariano, José veces que mantenían su lealtad al monarca, a las Cortes y a la Regencia de España,
Gabriel Bcjar, también mestizo, Mariano Hurtado de Mendoza, natural de Santa sus objetivos separatistas son evidentes. El nombre que ellos invocaron fue el de «la
Fe de Corrientes, o sea de la hoy República Argentina, blanco de clase ordinaria, el Patria». Y Raúl Porras Barrenechea en su biografía de Mariano José de Arce prueba
escribano José Agustín Chacón y Becerra, y ubicado en alta situación con carácter que, en una asamblea en Arequipa, este sacerdote denominó «usurpador» a Fernan­
propagandístico, el brigadier Mateo García Pumacahua, cacique de Chincheros,13 do VII, posiblemente dando carácter público a una actitud que otros escondían por
Personas, estas, muy pobres, a excepción del cacique, «hasta no tener que comer», razones tácticas, tal como lo hizo Túpac Amaru ante Carlos III, si bien dentro de un
«hombres ignorantes y groseros sin relaciones y sin caudal», según el testimonio del
oidor Manuel Pardo y Rivadeneyra.14 Podría deducirse que fue una rebelión de baja
15. Leguía 1930: 290. Eguigurcn da los nombres de los contertulios de José Angulo entre los que
clase media. Sin embargo, «los ministros del altar así seculares como regulares los figuraron aristócratas locales, Funcionarios y sacerdotes (Eguigurcn 1914: 111112),
16. Leguía 1930:290.
17. Ibíd., pp, 275-277. La cita fue lomada por Jorge Guillermo Leguía del tomo 11 de las Cartas
12. Véase Prólogo al vol. I de la obra citada (Temple 1971a: XXXVI). am ericanas de Manuel Lorenzo de Vidatirre, pp. 267 a 271. El inquieto jurista limeño, víctima
13. Además del volumen 111de Odriozola 1863-1877 y del artículo de Mcndiburu 1885, son conside­ de sospechas tenaces, aunque no colaboró con ios Angulo, fue enviado a España, donde halló
radas como fuentes esenciales para el análisis de esta gran revolución: el estudio de José Casimiro hostilidad, Viajó entonces a Francia c Inglaterra. En 1820 fue oidor en Puerto Príncipe. Cuando
Ulloa publicado en 1879 en Revista Peruana y reproducido en el Boletín que se menciona más se le comunicó que se le había trasladado a la Audiencia de Galicia, en 1822, optó por dirigirse a
adelante; la obra de Eguigurcn (1914); el número 3. año 10 de la Revista U niversitaria, Cuzco, Estados Unidos. Carlas americanas representa la fase ya desesperada de su fidelismo. Invitado por
agosto de 1914; la biografía de Mariano José de Arce (Porras Barrenechea 1927); el voluminoso Bolívar, volvió al Perú en días críticos de la campaña libertadora y mantuvo su lealtad por él, re­
n," 16. año II, del Boletín del Aittseo Bolivariano, agosto de 1930, en el que Jorge Guillermo Leguía cientemente entregada al bando patriota. Funcionario muy importante en el régimen bolivariano,
reunió gran cantidad de documentos, muchos de ellos inéditos (Leguía 1930); y el libro de Cor­ se alejó luego de él y en 1827 publicó en Lima el Suplemento a las cartas am ericanas, correspondencia
nejo Bouroncle (1956), con diversas personas. Lima: Imp. Republicana de Concha, 1827.
14. Leguía 1930; 289 y 292. 18. Pardo y Rivadeneyra, en Leguía 1930: 290.
86 Jorge Basadre [ J serie de probabilidades dentro de la em ancipación peruana 87

distinto tiempo histórico. El objetivo oculto del movimiento no era la restauración Un niño perdido
de los Incas sino la formación de un nuevo Estado. Las comunicaciones que firmaron
los jefes rebeldes llevaron como fecha «Año 1 de la Libertad del Perú»; y estas pala­ La revolución encabezada por los Angulo y Pumacahua suscitó, en diversos lugares,
bras llevan un acento secesionista y nacional. En el juicio contra Pumacahua, antes levantamientos indígenas cuya finalidad fue el exterminio de los blancos. Ello ocu­
de la ejecución de este cacique, hubo una pregunta acerca de si llegó a usar durante rrió desde el principio y no a medida de que la ola independentista llegó a expandir­
la campaña el vestido del Inca; pero él, que nunca alegó ser descendiente de los anti­ se. Uno de los episodios más atroces de este epifenómeno, usual en las grandes crisis
guos emperadores, repuso que solo lució su uniforme militar.1'1 políticas y sociales, fue el degüello de los españoles peninsulares y americanos en el
Cuando los facciosos ocuparon Arequipa, entre grandes manifestaciones de en­ pueblo de Calca en el Cuzco; y otro el de las partidas formadas por campesinos con
tusiasmo, el Cabildo de esta ciudad, obligado por Vicente Angulo y por Pumacahua, el objeto de perseguir a quienes consideraban sus enemigos irreconciliables.
envió oficios al virrey Abascal para que reconociera la victoria de ellos y terminase José Rufino Echen ique narra en el primer capítulo de sus memorias que su
la «guerra civil». Copias de esos documentos fueron remitidos a la Audiencia, así padre, don José Martín Echenique, residente en Puno, decidió consagrarse al servi­
como al Cabildo limeño. Los rebeldes pretendieron utilizar como intermediario ante cio de la causa de la independencia desde 1810 y que se unió en tales esfuerzos con
este último til Conde de la Vega del Rcn, entonces preso y personaje que, según ru­ Domingo Tristán, su pariente por la línea materna. Después del fracaso consumado
mores insistentes propalados por toques generales de campanas en Arequipa, había en la batalla de Guaqui en 1811, llegó a ser preso en La Paz y existió el propósito de
derrocado a Abascal. Contra lo que se ha afirmado por algunos escritores patrióticos, fusilarlo; pero un grupo de amigos, entre los que se contaba un hermano del célebre
podríase creer que no hubo conexiones previas entre el levantamiento del Cuzco y cura y guerrillero Muñecas, logró obtener la evasión de don José Martín, Con la
los independentistas de Lima; pero resalta la evidencia de que los caudillos de ella esperanza de obtener garantías para su libertad, pues en Lima contaba con familia­
buscaron anhelosamente el apoyo capitalino. res poderosos, se dirigió él a esta capital y llegó a ser indultado bajo la promesa de
El peruanísimo contenido de la revolución de 1814 tiene un hermoso símbolo no volver al sur del Perú y de no alejarse de la zona aledaña a la capital, Al viajar su
en el hecho de que se unió al ejército patriota desde Chuquibamba, antes de que esposa, acompañada por el niño José Rufino, el abuelo de este logró que se lo dejase
entrase en Arequipa, Mariano Melgar. Entre sus poesías de aquella época se destaca a su cuidado en Puno, Cuando estalló la revolución de Pumacahua, los indios asal­
una «Marcha patriótica» que bien pudo haber sido entonada por las masas de su ciu­ taron la hacienda en las montañas de Carabaya llamada Palcabamba. Allí, el futuro
dad natal. Allí encontramos las frases «gritar que la Patria viva», «triunfo de nuestra Presidente de la República, cuya edad era entonces de poco más de cinco años, cayó
nación», «Perú siempre oprimido» y otras que desmienten totalmente la novísima prisionero junto con otras personas incluyendo un tío suyo. Todos fueron llevados
interpretación de aquella lucha como un enfrentamiento de las provincias sureñas al pueblo de Phara. Como esta llegada ocurrió en la noche, la ejecución se postergó
contra Lima. En su fábula «Los gatos» propugna que se unan los blancos, los negros hasta el día siguiente. Un indio compasivo salvó a José Rufino y lo llevó a vivir,
y los «manchados» para obtener la libertad. En «El murciélago», refiérese concreta­ tratándole muy cariñosamente, al lado de su mujer y sus dos hijos menores. Mucho
mente a «patriotas» y «tiranos», «El cantero y el asno» es una defensa elocuente del tiempo después, un señor Rojas, vecino de Puno, de tránsito para el pueblo de Cru­
indio. La visión que tuvo Melgar del Perú fue, sin lugar a duda, integral.70 Como es cero, halló a este niño blanco y rubio mientras cuidaba a una manada de ovejas cerca
bien sabido, la lealtad a su fe lo llevó al sacrificio. Combatiente en la batalla de Uma- del camino y se lo llevó consigo.
chiri como Auditor de Guerra del ejército patriota, prisionero después de ella, murió Las atrocidades cometidas en Calca, y en otros lugares, los doce o catorce asesi­
fusilado el 12 de mayo de 1815, antes de cumplir veinticinco años.1920 naros en Phara y otros desmanes no apagaron el fervor revolucionario en el ánimo de
la familia Echenique. Ramón, hermano del padre de José Rufino, combatió al lado
de huestes patriotas en LImachiri con el rango de teniente coronel y, prisionero, fue
enviado a las Casas Matas del Callao. Aquel, a la edad de diez años, un día, en vez de
ir al colegio, viajó solo a pie al Callao y se metió en las Casas Macas para conversar
con los cautivos. Una expedición al mando del general Arenales partió de lea en
19. Lcguía 1930:460,
octubre de 1820 con el objetivo de ocupar la sierra central. Este general nombró
20. Melgar 1971: 414 y 416-419. Interés especial para nuestro ensayo ofrece el trabajo de Estuardo
Núñtrz titulado «Unos textos autógrafos y desconocidos de Mariano Melgar: el manuscrito de
gobernador de lamia al argentino Francisco de Paula Otero. Ante él se presentó don
Indiana», en Melgar 1971: 495-503 (véase especialmente las pp. 496 y 497),
88 Jo rg e B a sa d le u serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p e ru an a 89

José Martín, el padre de jóse Rufino, y le ofreció sus servicios. Este, a los once años, D ice él q u e , ro ta s las c o m u n ic a c io n e s e n tre la c a p ita l d el v irre in a to y el ejér-
ingresó por propia voluntad al batallón «Unión Peruana». ciro realista, c o m o re su lta d o d e lo s p r im e r o s é x ito s o b te n id o s p o r la s u b le v a c ió n
He aquí, pues, el caso de una familia directamente afectada por los desmanes de cuzqueña:
los indios en 1814, entre los que estuvo el asesinato del tío de José Rufino en Pilara
en la plaza de aquel pueblo, a palos, junto con once o trece personas más; y que no [subieron] de punto los tem ores de los limeños: ya se figuraban ver sobre las m urallas de
cambió sus sentimientos. Volvamos a hacer la enumeración antedicha. Ramón Eche- aquella capital a estas hordas furiosas, reforzadas con los negros esclavos de las haciendas,
inmediatas de lea, Pisco y C añ ete, que no bajarían de 7 a 8 mil hom bres, renovando las
nique combatió en Umachiri y fue sentenciado a cadena perpetua en el Callao. José
trágicas escenas de Santo D om in go. A estas poderosas consideraciones se debió tal vez la
Martín Echenique trabajó por la independencia desde 1810 y en 1820 se presentó a salvación de Lim a; porque, lejos de bailar los facciosos apoyo alguno en sus habitantes,
servir bajo las órdenes del argentino Otero. José Rufino Echenique inició una carrera aun en los m enos adictos al gobierno español, se estrellaron todos sus planes contra la
militar en 1821 a los once años en «Unión Peruana». Ninguno de ellos concibió que constante fidelidad de la parte sana, y contra la justa aprehensión de la viciada.
violencias propias de todas las explosiones populares, en el caso de ellos sufridas tan
de cerca, podían mitigar el contenido que en sí llevaba la idea de la independencia Es que, sencillamente, en 1814 Lima todavía no estaba lista para enrolarse en la
frente a España.21 causa patriota. Dice más todavía:
Sin embargo, se nos acaba de decir:
Los caudillos y Pum acahua y A ngulo iban perdiendo con su torpe m anejo, desabridos
[En 1814] en la m edida en que la participación indígena se increm entaba, los criollos m odales y grosera codicia aquel prestigio que pudieron crear a su prim era entrada en la
com enzaron a atem orizarse posibilitan do la derrota en el cam po de batalla por los provincia de Arequipa. Era m ayor todavía el desagrado de los finos, sensibles y caballe­
ejércitos reales. La am bición de los criollos y el an tagon ism o contra Lim a fueron in su­ rosos arequipeños al ver la altanería e insolencia de aquel enjam bre de in dios rudos, que
ficientes para alejar el espectro de una rebelión social provocada por la m ovilización de todo lo m iraban con los ojos de bárbaros conquistadores; y aunque algunos por hallarse
tropas indias. ya en un estado de despecho y com prom iso no podían desprenderse de las banderas
rebeldes, la m ayor parte sin em bargo deseaba sacudir un yugo tan ign om in ioso.2223
B usquem os, b usquem os N uestras indagaciones nos llevan a la lectura de variadas
fuentes docum entales. ¡N ada! D e repente: un rayo de luz. ¿D ón d e se encuentra? ¡O h
sorpresa! La dosis de verdad que alberga el testimonio de Torrente proviene, sin duda, de
los círculos más reaccionarios en la capital del virreinato y en la tierra de Melgar.21
Estas frases vienen del autor más reaccionario, mis intransigente, más impla­ Hagamos ahora entrar en escena a dos de los grandes personajes españoles en
cable con los patriotas: Mariano Torrente. Es como si, para enjuiciar el periodo de esta contienda: el oidor don Manuel Pardo y Rivadeneyra ya cantas veces citado y el
la independencia, adoptásemos como texto de lectura el que escribió el renegado P. propio general Juan Ramírez autor del fracaso de la rebelión.
Pruvoncna. Fijémonos bien en la biografía de Torrente. Español peninsular, inició su Cuando se produjo el desastre de Umachiri, dice Pardo, en el Cuzco, ciudad
carrera como intendente del ejército napoleónico que invadió su patria. Se hizo bien donde habían quedado como jefes José Angulo y otros, la confusión y el pánico
notorio por su filiación afrancesada y liberal. Deportado a Londres, cuando regresó a se apoderaron de ellos y de sus secuaces. En cambio, «se llenaron de espíritu y de
España, un tribunal de purificación, lo declaró «impuro». Para conquistar las simpa­ confianza los amantes del rey que hasta aquella fecha no podían dar un suspiro sin
tías de los círculos oficiales en aquella época de absolutismo ciego, publicó un libro ser reputados como delincuentes».24 Subrayamos las palabras anteriores para hacer
de geografía y luego una llamada Historia de la revolución americana en tres tomos ver que el oidor hubiera notado, jubiloso, el distanciamiento fundamental y decisivo
( 1829-1830). Su aporte no fue el de un actor ni el de un testigo porque nunca visitó
este continente. Tampoco correspondió al de un hombre que hubiese pretendido
trabajar en la ciencia historiográfica. Torrente se inspira en sus fervores patrióticos, 22, La H istoria de Mariano Torrente ha sido reproducida en la parte que alude al Perú en Dcncgri
1971a (vol. IV). Las citas aquí hechas provienen de las pp. 73 y 74,
monárquicos y partidistas.
23, Guillermo Zcgarra Mcncscs ha reconocido, francamente, que la alta sociedad y los elementos
representativos de aquella ciudad fueron realistas en 1814, mientras que las clases populares y
distinguidos intelectuales y religiosos apoyaron a los patriotas (1971: 54). Las clases populares
arequipeñas eran, ya desde entonces, mestizas.
21. Echenique 1952:1-9. 24, Pardo y Rivadeneyra, en Leguía 1930: 291.
90 Jo rg e liasad re . serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a

entre criollos e indios dentro de la trayectoria de la revolución, ruptura a la que, ellos, los criollos teman y sigan temiendo al desbordamiento indígena. Unos y otros
eviden remen te, no hubieran escapado la gente de abolengo del Cuzco y los sujetos a han cometido delitos de lesa majestad; y, aunque perdona el saqueo íntegro de la
quienes él mismo aludió antes como contertulios de Angulo. ciudad imperial al que implícitamente cree tener derecho, la población entera, por
Pardo no se limita a narrar lo que, según él, ha acontecido. Quiere que el go­ cierto en mayor proporción la que tuvo más simpatía a los insurrectos, debe pagar
bierno español evite peligros futuros. ¿Qué arma tan poderosa como el empeño para muy caro su aventura. Eguiguren reproduce el documento de Domingo Luis Astetc,
que el abismo entre las clases o de las castas peligrosas se haga más hondo? Su con­ uno de los vocales de la llamada junta económica que cumplió celosamente la orden
sejo, sin embargo, es mucho más simple, lo cual probaría que, para su criterio, esc del jefe realista. Allí dice:
abismo o no existió o surgió en casos no demasiado visibles. Una de las medidas que,
a su juicio, tiene urgencia es la de atender a que las tropas cuzqueñas sean europeas [la comisión] me ha conciliado enteramente el odio popular porque se persuaden todos
porque «la disposición de los corazones, con una pequeña excepción, está viciada»; que las contribuciones a que se les ha sujetado son dictadas por mí y porque tal vez mi
modo de pensar no combina con ellos y se hace tanto más original cnanto más se retiran
y porque «se ha notado que las armas que [en las guarniciones] tenía el Rey y las
y alejan de aquí los hombres de bien,27
tropas que pagaba han sido los primeros puncos de apoyo para realizar sus naturales
los atentados que han costado tanta sangre y tantas fatigas a los verdaderos españo­
Los oidores Manuel Pardo y Rivadcncyra, Pedro Antonio de Cernadas y Bar­
les». ¡Las tropas! ¡Los naturales! ¡Es decir, criollos, mestizos c indios! Va todavía más
tolomé de Bedoya expresaron en el informe, poco divulgado que ya se citó antes:
lejos: «Los criollos españoles odian a los europeos y su gobierno; y las castas negra c
«No quiso Dios que la América del Sur se perdiese como infaliblemente hubiera
india les han prestado auxilio en estas perturbaciones».25 ¡Atención, señor'Jórrente y
sucedido si el invicto general Ramírez no ganase tan completamente la acción».28
atención, amigos que hoy lo exhuman! «Las castas negra e india han prestado auxilio
Palabras rotundas. Ninguna de ellas alusivas a que en esa victoria hubiese interveni­
en estas perturbaciones» a los criollos.
do, siquiera como factor coadyuvante de importancia, la lucha de castas dentro del
Leamos ahora la proclama que Juan Ramírez de Orosco, general en jefe de la
bando insurrecto.
expedición destinada a la pacificación de las provincias sublevadas, dirigió a los cuz-
queños el 13 de abril de 1815:
Las causas del triunfo realista en 1815
Vuestros actuales temores y la tumultuosa inquietud de que ahora os veis poseídos son
proporcionados efectos del cúmulo de males que habéis ocasionado a todas las provin­ ¿A qué se debió este en lo esencial? En primer lugar, es necesario tener presente un
cias de este continente [...] Una pesarosa experiencia os Ha demostrado que, aunque hecho histórico al que estaba ligado, inexorablemente, el estallido y también el desti­
en vuestros desvarios, ocupó lugar la débil esperanza de que los hermanos, Paisanos y no de la revolución cuzqueña: el avance del ejército argentino en el Alto Perú bajo las
relacionados que teníais en el Ejercito Real jamás obrarían en contradicción de vuestros órdenes del general Rondcau. Este jefe, al ser informado de lo que estaba ocurrien­
criminosos designios; estos valientes campeones, penetrados de otro carácter de nobleza,
do en la zona meridional del virreinato, debió hostigar, incejable, a las debilitadas
al saber tan infausto acontecimiento, prorrumpieron solemnes y reiteradas protestas,
juraron vengar la adquirida honra de su Patrio suelo, de un modo espectable, y capaz de fuerzas realistas de Pezuela que le cerraban el paso. Debió lanzarse a una enérgica
restituir a su anterior brillo el lustre de la fidelidad que Habían acreditado en las presentes ofensiva. Por el contrario, su apatía parece muy clara si se observa que el comandan­
turbaciones. te general español, el sucesor futuro de Abasad, pudo desprenderse de numerosas
tropas con su jefe más hábil y más prestigioso, Juan Ramírez, hombre que unía a la
La proclama termina refiriéndose a los temores que circularon acerca del saqueo fama de militar experimentado la de ser muy sanguinario y cruel. Esta bifurcación
del Cuzco por las tropas realistas, «el saqueo absoluto de vuestros bienes»; pondera la de los efectivos realistas duró el tiempo increíble de 22 meses. Ramírez confirmó
lenidad y la clemencia que a él lo caracterizan; y hace el anuncio de que exigirá «las plenamente uno y otro renombre en la campaña rápida y audaz, verdadera hazaña
contribuciones o donativos que subsanen los incalculables dispendios que ha sufrido militar, contra la revolución peruana. El ejército que él dirigió esraba, en sus mejores
el Erario en la presente expedición».26 Ramírez no les dice a los cuzqueños que, entre cuadros, fogueado a través de cinco años de lucha contra los argentinos que trataron

25. Leguía 1930:291-292. 27. Eguiguren 1914: 131.


26. Ramírez, en Leguía 1930: 273-274. 28, Pardo, Cernadas y Bedoya, en Leguía 1930: 256.
92 Jo rg e B asad le l a serio de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 93

en vano de penetrar en el Aleo Perú. Llevó consigo, por lo menos, junto a los temi- en las C a s a s M a ta s d el C a lla o . E n s u s m e m o r ia s , o p in a a c e r c a d e la re v o lu c ió n d e
bles y facinerosos «talaverinos», unos mil ochocientos oficiales y soldados cuzqueños 1 8 1 4 , A firm a q u e :
veteranos en cuyo ánimo hicieron sus efectos, además de la rígida disciplina castrense
española de entonces, una intensa campaña psicológica en nombre de la fidelidad y [,,.J careciendo de elementos militares suficientes y de la cooperación de las demás pro­
vincias, fracasó a pesar de que ocuparon Arequipa, Puno y aun Ayacucho diseminándose
del honor.29 Ramírez se ocupó en todo momento, con sumo interés, por el equipo,
en esasprovincias que los debilitaron y distrajeron de su principal objetivo dejándose batirJ'
el vestido y el calzado de sus hombres. Antes de la lucha final, tuvo extremo cuidado [El subrayado es nuestro.]
para reforzarlos y organizados con una cautela que exasperó al virrey Abasad, ansioso
de acabar cuanto antes la profunda incertidumbre en que vivía. Enseguida, decidió El re cu e rd o d e los h o n d o s te m o re s a n te la a m e n a z a implacable d e u n a in su ­
la victoria a su favor con la audacia de hacer que estas tropas surcaran el río Llalli con
rrección in d íg e n a si lo s c rio llo s p r e te n d ía n lib e rarse d e lo s e s p a ñ o le s, b a s a d o en lo s
el agua hasta el pecho, la cartuchera a la cabeza y el fusil al cuello; y de formarlas,
sucesos d e 1 8 1 4 , d e b ió , en c a so d e h a b e r s id o v e ríd ic o , d ifu n d ir s e r á p id a m e n te en tre
prontamente, en orden de batalla pitra atacar a paso redoblado, no sin dejar grupos
aq uellos. S in e m b a r g o , el argentino Ju a n Isid ro Q u e s a d a , m ilita r en el e jé r c ito in -
de reserva para el momento en que fuese necesario emplearlos, como sucedió. d e p e n d e n tista d e sd e los c a to rc e a ñ o s, e n c e r ra d o , c o m o P a rd o d e Z e la , e n el C a lla o ,
El equipo bélico de los realistas no tenía punto de comparación con el de los
visitó en 1 8 1 6 la z o n a del s u r del A lto y d el B a jo P erú y e x p re sa : « L a m a y o r p a rte
insurrectos. De estos se ha dicho que poseían unos 800 fusiles y que el resto contaba
de estos p u e b lo s e ran p a tr io ta s» . S u re c u e rd o e m o c io n a d o d e l tra to a m a b le p o r él
solo con hondas, palos y macanas; en su retirada durante los movimientos prelimi­
recib id o en T o ra ta y d e las manifestaciones d e simpatía q u e encontró en M o q u e g u a
nares de la batalla decisiva de Umachiri abandonaron parte de la artillería. ¿Qué
le in sp iraro n c o n m o v e d o r a s páginas,3132 H a b ía pasado u n a ñ o solamente d e sd e q u e
pueden hacer los jefes y oficiales improvisados frente a los jefes y oficiales aguerridos;
la in te n to n a d e lo s A n g u lo y d e P u m a c a h u a su b le v ó c o n tr a E s p a ñ a al s u r del P erú,
el armamento apresuradamente reunido con el de unas tropas, en su mayor parte,
muy maduras a través de la experiencia en una larga y difícil campaña; los milicianos
Las atrocidades en la guerra de 1814-1815
contra los soldados profesionales? La derrota en Chacaltaya, Huamanguilla, Matará
y Umachiri no infama a los rebeldes. Se ha visto, muchas veces, a eficaces maquina­
L as a r ro c id a d c s fu e ro n h e c h o s c o n s ta n te s en e s ta fu r io s a g u e rra , a r m a u tiliz a d a p o r
rias castrenses y políticas vencer al pueblo enardecido: un caso de esta situación es
am b o s e jé rc ito s, c o m o h o y p o d r ía e m p le a r se en u n a e sc a la in m e n sa m e n te m a y o r, la
el de la guerra española de 1936-1938. ¿Qué hubieran podido hacer los defensores
bom ba atómica. N u m e r o so s fu e ro n los c a so s en que lo s in d io s, c o m o o c u r re s ie m p re
de Lima, en enero de 1881, cualesquiera que hubiesen sido sus dispositivos, ante los
que las m a sa s oprimidas larg o tiempo ven a n te ellas a b ie rta la liberación, cometieron
70 cañones Krupp del más reciente modelo que trajo el victorioso ejército chileno?
actos d e m a ta n z a y p illaje . E je m p lo s e v id e n te s d e e ste fe n ó m e n o s u rg ie r o n , a d e m á s
Probablemente Ramírez, los otros generales realistas, el virrey Abascal y los his­
de los y a m e n c io n a d o s , en lo s d is tr ito s d e A z á n g a ro y C a r a b a y a , e n la isla d e C a p a -
toriadores de la misma nacionalidad, exageraron la dimensión de la campaña y de los
chica; y, lu e g o , e n las z o n a s ele Chucuico, Omasuyos, Larecaja y P u n o . L a c iu d a d
peligros que ella implicó. Vidaurre expresa que los vencidos en 1814-1815 estuvie­
de L a Paz, fa m o s a h asta los d ía s a c tu a le s p o r lo s c ru e n to s s u c e s o s q u e e n ella se h an
ron, en realidad, «sin jefes, sin plan, ni militar disposición». Y agrega;
su c e d id o , p a só el 2 8 d e se p tie m b r e d e 1 8 1 4 p o r d ía s h o r r o r o s o s al se r a se sin a d a s
c ien to s v e in tid ó s p e r so n a s d e to d a s las c lase s y al p r o d u c irse sa q u e o s en g ra n e sc ala. A
Donde Pomacagua era el jefe, y el ejército en la mayor parte de indios indefensos, des-
cmbaynaría Moró la espada? Amantes de la Humanidad, llorad la suerte de las Améri- Pumacahua se le conocía ta n to p o r su v a lo r c o m o p o r su c ru e ld a d d e sd e la é p o c a de
cas! Se hacen grandes matanzas para que espante el número. Muchos indefensos ¡ah! y T ú p ac A m a ra ; y Vidaurre atestigua en las p á g in a s ya citadas v a rias veces q u e , d u r a n te
cuántos inocentes!30 la c a m p a ñ a d el A lto P erú , el g e n e ra l G o y c n c c h c fu e o b lig a d o a h ac e rle retirar en
d o s o c a sio n e s « p o r q u e n o h a c ía s in o in c e n d ia r lo s p u e b lo s , ro b a r o a se sin a r a sa n g re
O t r o fa c to r q u e d e b e se r v a lo riz a d o es el q u e se ñ a la el g e n e ra l J u a n P a rd o d e fría». La p risió n d el a ic iq u e b rig a d ie r tu v o c o m o o r ig e n la s v io le n c ia s p o r él a n te s
Z e la , e sp a ñ o l d e n a c im ie n to c o n v e rtid o a la c a u sa d e la P a tria, p r is io n e ro e n to n c e s

31. «Memorias del general don Juan Pardo de Zela, español al servicio de Buenos Aires y del Perú»,
29. García Camba 1846 (t. I); 119. publicadas en Denegrí 1971a (vol. 1): 154.
30. Vidaurre, en Leguía 1930: 290. 32. En Denegrí 1971 a (vol. 1): 522 y 528-536.
94 Jo rg e lie n d re la serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 95

cometidas. Los indios de Ayaviri lo tomaron prisionero y en Sicuani fue ejecutado para lo cual le faltaron, como acaba de verse, un conjunto de «probabilidades objeti­
el 18 de marzo de I815.33345Pero ese modo de comportarse no ñivo características vas», habría surgido un Perú nacional, sin interferencias desde afuera y con una base
raciales, Al santafesino Hurtado de Mendoza se le acusó como principal culpable de mestiza, indígena, criolla y provinciana.36
los crímenes en Huamanga. Dos prestigiosos servidores del régimen colonial, el Ma­
riscal de Campo Francisco de Picoaga y el Intendente de Arequipa José Gabriel Mos-
L uces y sombras en ia independencia peruana
coso cayeron asesinados innecesariamente cuando hallábanse presos en el Cuzco.
En el bando enemigo, Ramírez pareció ansioso de mostrar no solo sus grandes
aptitudes militares sino su afán de superar a todos los demás en el empleo de la cruel­
dad. Los sumarios juicios militares que instauró no fueron sino una máscara: el asumió
Tiempos de transición
la facultad de revisarlos para endurecer las sanciones. El destino que otorgó al cadáver
de Pumacahua implicó un remedo de la suerte que acompañó al de Tú pac Amaru: la Mucho se ha insistido en que la ruptura de comunicaciones entre la metrópoli y
cabeza fue llevada al Cuzco y uno de los brazos a Arequipa. Su receta política y militar ultramar hizo que los ejércitos realistas estuvieran compuestos en el Perú por indios,
para obtener una vacuna contra futuras tentativas revolucionarias fue sumergir a la po­ criollos y mestizos. Tal aseveración es verdadera; aunque no en sentido absoluto.
blación en un baño de sangre. En este se encontraron juntos criollos, mestizos c indios. Inmediatamente después del levantamiento de Túpac Amaru fueron enviados a este
Naturalmente, la clase opulenta del Cuzco, como anotó Pardo, no vio con agra­ Virreinato los regimientos «Soria» y «Extremadura» con casi 3000 hombres. En abril
do las contribuciones forzosas a las que fue sometida por Angulo y sus adeptos. Tam­ de 1813. llegó desde Cádiz el regimiento «Talavcra», cuyos gastos, desde su equipo
bién es cierto que las tropas de la Patria cometieron variados excesos en la etapa final hasta su viaje, los comerciantes de Lima fueron obligados a abonar. Los oficiales del
de su ocupación de Arequipa. Pero, por su parte, Ramírez arrancó dinero a quienes lo Talavera habían sido expulsados de diversos grupos metropolitanos por crímenes que
poseían no solo en el Cuzco, como ya se dijo, sino en varias ciudades más. Y cuando antes perpetraron; los soldados provenían de cárceles, lugares de destierro y galeras.
emprendió la marcha de regreso al Alto Perú engrosó sus tropas con reclutamientos No es extraño, pues, que este regimiento pronto se hiciera famoso por sus asesinatos
drásticos a lo largo de su ruta; y así este ejército se volvió a unir con el de Pczuela con y sus robos,37
más de 300 plazas que superaban el contingente do los que partieron a la guerra, una Las fuerzas al servicio de España en el Perú obtuvieron en septiembre de 1815
suma que excedía a 100.000 pesos y todo género de artículos de equipo.33 un importante refuerzo adicional al llegar la división Juan Manuel Pereira despren­
Las actitudes contradictorias del ayuntamiento, el Cabildo Eclesiástico y los dida del ejército de Pablo Morillo que actuaba en el norte de América del Sur. La
vecinos notables de Arequipa, Cuzco y otras ciudades, favorables a los insurrectos o integraron el batallón Ligero de Cazadores de Extremadura mandado por el coronel
a los españoles de acuerdo con la situación de vencedores que unos u otros tuvieron,
fueron, en verdad, actos de humillación ante hechos consumados. En las adulaciones 36. Basadrc 1947: 132-133 y 146. Se trata, como es sabido del texto del discurso pronunciado con
a Ramírez estuvo presente siempre el temor Por eso, Pezuela habla en su memoria de motivo de la inauguración del año académico en la Universidad de .San Marcos el año de 1929.
Fue aquella la primera vez en que c| pueblo apareció como figura principal en ia historia peruana,
«aquellos viles hipócritas con sumisión porque no tenían otro remedio».33 desde la tribuna del histórico general sanmarquino. El autor está satisfecho al constatar esta verdad
irrefutable. También recuerda con orgullo que, cara a ante el presidente Lcguía, omnímodo enton­
¿Optamos por la revolución de 1814-1815 o por la de 1820-1824? ces, sin ninguna frase de halago a él, salvo la inicial expresión «Señor Presidente de la República»,
terminó afirmando que el verdadero Perú surgirá en el futuro, es decir, sosteniendo que los que
gozaban entonces de! poder eran transeúntes, eran figuras dcscartables. Por otro lado, no le gusta
Sea lo que fuere, ratificamos ahora los puntos de vista expresados hace ya más de hoy el texto que entonces, muy joven, escribió, urgido por el corto tiempo disponible y cuando
cuarenta años, al sostener que, entre la revolución surgida entre 1820 y 1824 y la de en Lima no eran conocidas las obras metodológicas c informativas que hubiesen sido necesarias.
Pero renueva las afirmaciones ya señaladas, A la vez, confiesa ahora que en 1929 no apreciaba bien
1814, preferimos esta última. En el caso de haber logrado ella sus objetivos máximos. el significado de las rebeliones indígenas. El derecho a rectificarse lealmente no puede ser negado
a quien trabajó con probidad tanto tiempo en el mismo campo. Nadie mantiene totalmente incó ­
lumes sus ¡deas a lo largo de cuarenta o cincuenta años.
37. Stcvenson 1971: 243- Cuando la revolución se inició, Stevenson era secretario del Presidente de la
33. García Camba 1846 (t. I): 148.
Audiencia de Quito. Más tarde fue secretario de Lord Cochranc, compatriota suyo. El libro que
34. Eguiguren 1914; 126. escribió se titula; A H lstork al an d Descriptivo N arrative ofTwenty Years Residence in South America.
35. En Denegri 1971a (vol. I): 336. Apareció primero en Londres en 1825.
96 Jo rg e B asad re l a serie de p ro b ab ilid ad es dentr o de la em an cipación p eru an a 97

Mariano Ricafort, el 4.“ regimiento de húsares de Fernando VII, el 4.° regimiento los españoles. Pero el 4 de mayo en la noche llegó al palacio virreinal el mismo Oso-
«Dragones de la Unión», una compañía de zapadores y una compañía de artillería rio con la noticia de su derrota completa en la batalla de Maipú. Quienes se habían
con más o menos 1600 soldados aguerridos. exhibido antes con tanta arrogancia no ocultaron su confusión y su desaliento y
Nuevos contingentes hubo en 1816 y 1817: primero los efectivos del «Gerona» volvieron a ser, más que antes, amables con los criollos. Creció el pesimismo de los
y del «Cantabria», este último refundido en el regimiento «fijo» de Lima del que se adeptos del rey cuando supieron que ya habían sido cerradas las vías para que lle­
formó el «Infante Don Carlos» al mando de José Antonio Monet, con 3200 plazas; garan refuerzos de la metrópoli y cuando Lord Cochrane con su escuadra inició sus
y luego el 1.er batallón «Burgos 21 de línea», un escuadrón del regimiento «Lanceros correrías fulgurantes por la costa peruana.40
del Rey» y una compañía de artillería volante. En el mismo año de 1817 ya citado Germán Leguía y Martínez, después de investigar en fuentes impresas, no solo
se agregaron a la lista anterior los oficiales y soldados de «Dragones del Perú». Ya en libros y folletos, sino artículos en revistas y diarios, y utilizando, además, datos ver­
1818, en el transporte Resolución, pudieron arribar al Callao, después de escapar en bales que le trasmitieron parientes y amigos, entre estos últimos historiadores como
Talcahuano a la escuadra patriota, nuevas tropas del «Cantabria».,i! Odriozola, Mendiburu, La Puente, Torres Saldamando y González de la Rosa, dis­
En diferentes épocas y desde opuestos rumbos se hicieron presentes, además, tingue, entre los patriotas de Lima en las postrimerías de la época virreinal, seis gru­
dos grandes figuras en la contienda: La Serna, cuyo desembarco fue en Arica en 1816 pos representados por clubs, logias o centros, a saber: l.° Los fernandinos o allegados
con destino al ejército del Alto Perú; y Cantcrac, nombrado en 1818 jefe de estado al Colegio de Medicina; 2," Los carolinos cuyo foco, directo o indirecto, estuvo en el
mayor del ejército de aquél. Convictorio de San Carlos; 3." Los de San Pedro del Oratorio o de los Neris, por el
Las victorias españolas en 1814 y 1815, y las represiones consiguientes señala­ lugar donde se reunían; 4.° Los del deán de San Jacinto, de los forasteros, o de Flo­
ron la merma de las actividades sediciosas en el Perú. La feroz reacción absolutista res; 5.° Los «copetudos» o de Riva-Agücro; 6.° Los militares fugados o perseguidos
que inundó la metrópoli aquel año, cuando volvió Fernando VII, acompañado por el y los provincianos, a los que llama también del molino de Presa, pues allí tuvieron
grito «¡Vivan las cadenas!», de las turbas, sirvió, en cambio, para que un número cada su escondite.41 Luego se ocupa de la actuación patriótica de las mujeres en Lima, a
vez mayor de criollos importantes se persuadieran de que la vía constitucional abierta la que dedica un capítulo íntegro; así como también, en otro capítulo, de quienes
por las Cortes de Cádiz a través de la Constitución de 1812 había quedado rota y de mostraron su entusiasmo por la causa libertadora en provincias. Enseguida, dentro
que, por lo tanto, cualquier plan reformista era ya imposible.34 Las victorias decisivas de un orden lógico, fija su atención en ios contactos entre San Martín y los patriotas
de Bolívar en el norte y de los argentinos en el sur de América meridional ejercieron limeños y hace destacar allí tres figuras: José de la Riva-Agücro y Sánchez Boquete,
inevitables efectos psicológicos en muchos peruanos ilustrados. el «Patriota 11» y Remigio Silva. Los agentes que vinieron clandestinamente al Perú
Las esperanzas del virrey Pezuela y de sus partidarios se concentraron en la a preparar el ambiente y a organizar la resistencia que, en su hora, debía hacerse a
defensa de Chile. El general realista Osorio llegó a vencer en ese territorio a los la dominación española, reciben de este historiador romántico el nombre de «pe­
insurgentes con tropas enviadas desde Lima, el pago de cuyos gastos se hizo con regrinos de la libertad».42 AI tema de la cooperación peruana a la empresa de San
fondos destinados a finalidades religiosas; y los trofeos que él capturó fueron lle­ Martín antes de que ella se iniciara, dedica en total 250 páginas, en realidad un libro
vados en solemne procesión a la iglesia de Santo Domingo en esta capital para ser autónomo.
depositados al pie de la imagen del Rosario. Repiques de campanas, misas solemnes, Quien estudie el proceso de la emancipación peruana no puede ni debe ignorar
desfiles militares anunciaron la victoria española en la batalla de Cancha Rayada en el plan que Riva-Agüero envió a San Martín en 1817 por intermedio del chileno
abril de 1818. Los criollos sufrieron en Lima entonces públicamente, en calles, cafés Joaquín de Echevarría y Larraín entre las suelas de un par de zapatos, con las direc­
y sitios de gente de mal vivir, excesos de insolencia e insultos en que se complacían tivas desde el punto de vista psicológico y estratégico acerca de la expedición sobre
el virreinato regido por Pezuela. La primera noticia de este documento apareció en
38. Leguía y Martínez 1972 (vol. II): 226-227. Los datos que utiliza aquí provienen del Diccionario de
el libro de Gonzalo Bulnes Historia de la expedición libertadora del Peni, 1817-1822,
Mendiburu.
39. Una fuente muy valiosa para la información acerca de la actitud oficial virreinal icia en los años
de consolidación del poder español en el Perú es la Gacela de Gobierno de Urna. El Ministerio de
40. Stevcnson 1971: 248-250.
Asuntos Exteriores de Madrid ha reeditado en 1971 los números de este periódico aparecidos
en 1816, 1817 y 1818, en una primorosa edición de tres volúmenes que dirigió y prologó Jaime 41. Leguía y Martínez 1972 (vol. II): capítulos II, III, IV, V y VI.
Delgado, 42. Ibíd., capítulos XI. XII y XIII,
98 Jorge Basadrt L# serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 99

en 1887.4345Se trata de un plan, dice Bulnes, «notable por la concepción de lo que y el desembarco de la expedición libertadora; la campaña en la costa del norte; la
debía ser la campaña del ejército libertador y tiene tanta analogía con el que adoptó llamada «batalla blanca», es decir, sin sangre, para ocupar Lima; el establecimiento
el general San Martín que merece que nos detengamos en el». Si bien aquel gran del Protectorado y todos los hechos o cosas que con él se relacionaron; y la renuncia
historiador chileno lo transcribió íntegramente, ahora está ya publicada la fuente de del prócer argentino. La segunda etapa, que Raúl Porras Barrenechea solía llamar «el
donde él lo tomó: la Historia de la revolución y guerra de la independencia del Perú periodo peruano», se inicia con la instalación del primer Congreso Constituyente y
desde 1818 hasta 1826 y efemérides posteriores, por el coronel de los reales ejércitos en sirve como prólogo a la llegada del Libertador. La etapa final, la más difícil, fue la
las campañas del Ecuador, Alto Perú, Chile y Chiloé José Rodríguez Ballesteros.41 bolivariana y en ella vino a ser decisiva la participación de ejércitos colombianos al
Hubo en Lima y Callao frustradas conspiraciones en 1815, 1816 y 1818. Figura mando del genio de la independencia americana y de su gran lugarteniente Antonio
ejemplar en estas acciones desesperadas fue la del tacncño José Gómez, antiguo agente José de Sucre.
de enlace entre los patriotas de su ciudad natal y de Arica y los del Alto Perú, actor en
la insurrección acaudillada por Zela en 1811 y en la de Paíllardeili en 1813, fugitivo y h) La etapa sanm artiniana
preso varias veces, conspirador en 1815 y nuevamente en 1818, apresado, enjuiciado y
condenado a la horca en la que murió en 1819 reiterando su fe en la libertad cercana. En lo que se relaciona con la primera etapa, la influencia del aporte peruano es no­
Los grupos patriotas de Lima, cuyo número fue incrementado por los motivos a table aunque no aparezca para la mirada superficial. Quien destacó muy claramente
los que ya se aludió, optaron hacia este último año, por el plan de limitarse a socavar este hecho fue uno de los protagonistas y testigos de la época: Francisco Javier Mariá-
la moral de tos funcionarios y de las tropas coloniales y de los españoles en general; tegui. En sus Anotaciones a la historia del Peni independiente que publicara Mariano
a preparar el terreno para la llegada del ejército que debía comandar San Martín; a Felipe Paz Soldán escribió:
establecer, mantener y ampliar una frecuente comunicación con este jefe; a enviarle
los datos más minuciosos sobre el país, la capital, el ejército realista y otros asuntos Las tropas [españolas] se hallaban disgustadas y minadas, y los que no pudieron hacer
de gran interés; y hasta osaron sugerirle cuáles podían ser la táctica y la estrategia nada en el emporio de su fuerza y su poder contra San Martín y su ejército y contra los
mejores para la expedición libertadora, según ya se anotó. Hubo, así, en estos señores trabajos de los patriotas y de la opinión, mal podrían superar estas mismas dificultades
en el interior. El mar era nuestro, lo recorría el valiente Lord, y con conocimiento de
limeños, la resignación a desempeñar un papel oculto y secundario pero muy impor­
todo el litoral y de lo que se podía hacer, era imposible que el virrey recibiese recursos y
tante, a pesar de todo, en el gran acontecimiento histórico que estaba preparándose. muy difícilmente noticias.
A su vez, el Libertador argentino envió desde 1817 hasta 1820 a diversos agentes
Que el éxito de la campaña fue debido principalmente a San Martín y a su ejército, es
para que robustecieran los nexos con sus amigos peruanos.1'’ una verdad, que nadie negará, como lo es también que nada se habría hecho en cierra sin
la cooperación de la escuadra en el mar, siendo para esa escuadra un personaje indispen­
¿La emancipación de los peruanos fue otorgada por otros sable y su verdadera alma, el almirante Lord Cochrane, debiéndose a su valor y pericia,
y no conseguida por ellos? a la confianza que inspiraba y al respeto que infundía a las tripulaciones, el que sufriesen
los marineros lo que sufrieron, que esperasen las pagas y premios, como esperaron, y que
hicieran todo lo que hicieron, Y sin los p atrio tas del norte que se sublevaron, sin los recursos
a) luis tres etapas de la emancipación y gente que proporcionaron, San M artín se habida reem barcado y fracasad o la expedición.
Y sin el patriotism o de los limeños, sin sus trabajos, sin el p ase del « N um ancia» que fu e su
En el proceso de la guerra que se inicia en 1820 y termina en 1824 es necesario dis­ obra, sin la deserción de los soldados peruanos, deserción que organizaron, sin los avisos que
tinguir tres etapas. La primera fue la sanmartiniana y abarca la preparación, la salida diariam ente daban , sin las gu errillas que crearon, perdido era el ejército que desembarcó,
inútiles los gloriosos hechos de la escuadra, estériles los sacrificios de los pueblos del norte; y el
virrey triun faba, y la causa de los enemigos no sucum bía y los peruanos h abrían derram ado a
torrentes su pu ra sangre para saciar el encono yfu ro r españoles. L a desocupación de la cap ital
43. Bulnes 1887 (vol. F): 394-398, El texto del plan se ubica en las pp. 396-397.
fu e debida a San M artín y a su ejército, a la escuadra bloqueadora, a la sublevación de bis
44. Manuscrito en la Biblioteca Nacional de Santiago. Guillermo Heliú Cruz lo editó en esa ciudad, provincias y a l patriotism o de estos pueblos y de los del O riente ya sublevados, a la abnegación
con una introducción y en rres volúmenes, entre 1946 y 1949 (Imprenta Cultural),
y sacrificios de los p atrio tas de la capital. Paitando uno solo de estos cuatro elementos, el p lan
45. Una buena información sobre este periodo, en el estudio de Pacheco Vclez (1954). Cartas e Infor­ h abría fallad o . A l ab an d on ar L a Sern a la capital, San M artín y los p atrio tas h abían logrado
mes de los amigos peruanos de San Martin a este general y otros materiales sobre el mismo asunto
desde 1817 en Pons Muzzo 1971: 263-514.
100 Jo rg e Bascidre ¡ j l serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 101

un gran bien. y estuvo conseguida elplan de la campaña; pero sin el asedio de los guerrilleros jsjo había un solo habitante de la capital, aseveró La Abeja Republicana, que
todo falseaba?' [El subrayado es nuestro.] creyese entonces ni remotamente que volverían a reinar en el Perú el despotismo
español o cualquier otro.
Un periódico de la época, La Abeja Republicana, se encargó de expresar ideas Existe un curioso Diario de Lis cosas notables acaecidas en Lima con motivo de la
muy similares. Afirmó que el anhelo nacional por emanciparse era muy antiguo, si lle g a d a del Ejército de la Patria a l mando del general enjefe, Excelentísimo señor don José
bien «los satélites de Fernando, ayudados por algunos viles desnaturalizados ameri­ de San Martín desde el año pasado de 1820, cuya fecha inicial es el 7 de septiembre de
canos, procuraron hacer eterna la triste situación de los hijos del suelo de los Incas», 1820 y que llega hasta el 31 de julio de 1821, El autor firmó con las iniciales R. M „
«De Lima sacaron la mayor parte de sus recursos y el nombre de ella influyó para que no han sido identificadas.1 R. M. parece haber sido lo que hoy se llamaría un
reforzar el poder de su tiránica dominación en el país y en las regiones vecinas de limeño común y corriente, que veía las cosas desde afuera, ajeno a los grupos de sus
América del Sur». A pesar de todo ello, la independencia del Perú fue, en realidad, paisanos que aceleraron el éxito inicial de San Martín. Por ejemplo, al mencionar la
obra de los peruanos mismos incitados, sobre todo, por el ejemplo de Túpac Amaru. deserción del Numancia, no se refiere a la intensa labor propagandística que la hizo
«Desde que el inmortal Tupacmaro enseñó a los sudamericanos el camino del honor viable. También representó seguramente una opinión muy conservadora y la de un
[léese en el como II, n,0 5, del 11 de enero de 1823], los hijos del sol conocieron muy patriota recién convertido porque su diario empieza solo cuando ya la victoria de la
bien la necesidad que tenían de emanciparse para siempre de la dominación de los empresa libertadora es evidente.
Borbolles, antiguos usurpadores del trono español». La frase final alude, evidente­ Se trata de un documento de vivo interés. Revela cómo, desde el desembarco
mente, a la guerra europea de sucesión a comienzos del siglo XVIII. También dedicó de la expedición libertadora, los españoles propalaron, con el objeto de enfriar el
elogios fervorosos a Pumacahua (tomo II, n.ü 6, del 18 de enero de 1823). Mencionó entusiasmo de los criollos, los temores acerca de un levantamiento de los negros en
a un «gran genio de la Revolución» (¿Riva-Agüero?) que no sacudió por sí mismo las haciendas en las zonas de Pisco, lea y Chincha, es decir, dentro de la zona donde
el yugo de los españoles con el fin de evitar en Lima una profusa efusión de sangre había desembarcado el ejército patriota. Avido es para anotar la frialdad que la gente
(véase el tomo I, n.° 24, del 24 de octubre de 1822). El fermento de la opinión fue del pueblo hizo ostensible ante la jura de la Constitución española de 1812 que había
el factor que, en realidad, intimidó a los enemigos en 1821 y les obligó a evacuar sido restaurada; así como su entusiasmo cuando llegaron sucesivas halagadoras noti­
la capital, pues corrían el peligro de que se disolviera su ejército. En los números cias: la revolución en Guayaquil; la captura del buque Esmeralda por Lord Cochrane;
de la etapa final de este periódico aparecieron testimonios acerca de que el ejército el auspicioso desembarque de San Martín al norte de la capital con el beneplácito en­
libertador llegó a ser diezmado con la peste y de que muchos soldados perecieron en tusiasta de la gente en Ancón, Supe, Huacho, Huaura y Chancay; la ofensiva triunfal
los hospitales de Huaura (tomo II, n,° 1, del 14 de diciembre de 1822). A salvarlo del general Arenales en la sierra central; la incorporación que con sus 700 hombres
vinieron los reclutas de las provincias cuyo número alcanzó cifras bastante elevadas, hizo el poderoso y temido batallón Numancia a las tropas de San Martín; la renuncia
mientras las guerrillas acosaban a los realistas en Lima, Dicho ejército apenas llegaría suscrita por el virrey Pezuela.
a unos 1500 o 1600 hombres, la mayor parre esclavos de las haciendas, cuando entró Tienen luego singular valor sus alusiones a la escasez de víveres en que Lima
en la capital con el general libertador; el resto de las tropas se hallaba muy distante vivió entonces y a las órdenes súbitas para la retirada de La Serna y sus tropas a la
para socorrerlo. Quien triunfó fue, en verdad, la opinión pública, pues las tropas sierra, así como a los tumultos y abusos que acompañaron esa decisión táctica. En la
libertadoras, sin ella, habrían tenido que reembarcarse (véase tomo III, n.° 7, del 7 capital sin armas y sin tropas, vinieron momentos de confusión:
de junio de 1823):
Seducidas [dice R. M.J las mujeres por los europeos de que el ejercito libertador entraba
Lima quedó libre, sin perder ni un hombre ni tener el menor combate. Los partidarios a saquear y a robar formaron otro alboroto en mudarse de una calle a otra y correr con
de España, los españoles mismos avecindados en la Ciudad de los Reyes cuyo número sus trastes a los monasterios, y los europeos unos a los conventos, otros al Callao y los
ascendía a no menos de dos mil, quedaron asombrados ante el impulso de la opinión a demás tras del ejercito real a seguir su desgraciada suerte.
favor de la independencia y se sumaron al partido que la auspiciaba.

47. Impreso inicialmcntc en un folleto en 1821, lo reeditó José Agustín de la Puente Candamo en
46, Publicado en 1869. Reproducido en Denegrí 1971a (vol. II). Los párrafos aquí reproducidos pro­ el n.° 1 del Boletín de! instituto Rivct-Agüero en 1951-1952 y lo incluyó Félix Denegrí Luna en el
vienen de las pp. 66 y 67. mismo volumen y el mismo tomo citados en la nota anterior (Denegrí 1971a, vol. 11).
102 Jorge Basadle ¡ji serie de probab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a JO B

En realidad» hubo pocos desmanes «a excepción de los robos que cometieron La peripecia militar de conquistar la independencia mediante la victoria sobre
los negros en algunas chinganas de los chapetones y una tienda de comercio», Pero las fuerzas que defendían al Imperio español en el Perú está en un plano que no se
agrega enseguida: «Si no viene el auxilio de la patria, seguramente acaban con la confunde con el hecho de la proclamación y el mantenimiento de la República.
capital los africanos: ral fue el odio que manifestaron y expresiones ensangrentadas Dentro de las mismas huestes libertadoras, la corriente más poderosa creyó necesaria
que proferían».4RA continuación, enumera en detalle los episodios que precedieron la búsqueda de una monarquía para evitar lo que se ha llamado «la subitaneidad en
a la llegada del ejército de San Martín a Lima, el 9 de julio, y evoca el entusiasmo el tránsito». Esa facción, dueña de las altas esferas, se expresó, al iniciarse la campaña,
que suscitó: en El Pacificador del Perú, el mismo órgano del ejército que mandaba San Martín.
Allí se lee:
Los de esta capital apenas divisaron a los libertadores, cuando desplegaron su entusias­
mo y voz universal poblando el aire con Viva la patria que era la voz unísona que se oía Empezando por la libertad, debe concederse con sobriedad para que no sean inútiles
desde la Portada de Guía bien distante del centro que resonó en toda la ciudad de donde los esfuerzos que se han hecho para alcanzarla: todo pueblo civilizado está en aptitud de
unos salían con pañuelos y banderas y otros corrían electrizados de alegría sin temer ser libre, más el grado de libertad que goce, dehe ser proporcionado a su civilización/’0
atropcllamicnto de los caballos que fogosos y robustos volaban relinchando para acabar
con los tiranos. La alegría no cabía en los pechos, y se reconocía en los ojos y semblantes
Refrendó el mismo punto de vista la actitud de San Martín en la conferencia de
de todos los americanos. Formaban los grupos de todos sexos y edades coloquios ha­
lagüeños, y sus labios risueños demostraban la dulzura que habían percibido, sus ojos Punchauca, a favor de una monarquía peruano-española en el Perú independiente.
centelleantes daban lugar a una ráfaga de luz, que movida por una fuerza irresistible, La tercera expresión de las ideas antedichas estuvo en diversos actos del Protectora­
corría por las calles, plazas y cafés condensando el aire y la atmósfera toda, de vivas a la do, Uno de ellos fue la creación del Consejo de Estado y de la Orden del Sol, con
patria y aJ Libertador San Martín: de modo que electrizaban al estoico más decidido, y carácter hereditario, es decir, la nacionalización de la nobleza.5051 A las mismas direc­
hacían tomar partido al misántropo más fuerte. Manifestaban haber salido de la opre­
tivas pertenecieron las instrucciones a la misión García del Río-Paroissien enviada a
sión más cruel y de las cadenas más duras: lo que explicaban los sensatos, recordando la
historia del Perú, y gobierno tiránico que habían sufrido con raudales de sus ojos, por no Europa para buscar un príncipe en ese continente y obtener un empréstito. Las actas
poder sus labios explicar los hechos criminales de España; y los menos sensatos llenos de del Consejo en relación con la búsqueda del monarca fueron escritas en clave. Los
transportes, juraban por lo más sagrado que hay en la tierra tomar los puñales y las armas comisionados no llegaron a efectuar sus gestiones políticas por los cambios rápida­
para acabar con los tiranos, y sacudir el yugo infame de los ultramarinos peninsulares. mente ocurridos en el Perú,52
El contacto de la doctrina que se estaba intentando llevar a la práctica con la
Resulta ocioso seguir transcribiendo los largos párrafos que R, M. dedica, con opinión pública surgió a través de la entidad llamada Sociedad Patriótica, integrada
tosca literatura, al alborozo popular en los días siguientes hasta el último al que se por una minoría de literatos, dice Mariátegui, y una mayoría de condes, marqueses,
refiere, o sea, como ya se anotó, el 31 de julio de 1821, dentro del optimismo, ca­ generales, comerciantes y algún clérigo español.53 La primera cuestión tratada en
racterístico en aquel breve momento histórico, inocentemente persuadido de que los la nueva entidad fue el examen de la forma de gobierno que convenía al Perú. Esta
españoles habían sido vencidos y de que comenzaba una era paradisíaca. Ya en Lima,
San Martín, como es bien sabido, siguió la política de acercarse a la alta clase social,
o sea a la nobleza, y erigió el Protectorado. 50. Citado por I.órente 1876: 2.

El autor del presente ensayo analizó el problema político de esa época en un 51. Manuel Lorenzo de Vldaurre escribió: «Ésta mutua alianza entre la aristocracia y la monarquía
estuvo manifiesta en el gobierno del General San Martín. Los nobles no solo fueron mantenidos
libro juvenil que el tiempo no ha rectificado en lo que atañe a este capítulo, dentro
en los títulos de Castilla de sus casas, sino que resucitaron muchos, que ya Habían sido separados
de un enfoque que, por lo demás, acaso ignoran u olvidan los lectores de hoy,49 de In lista. A estos distintivos de la jerarquía gótica se añadieron otros nuevos. En el palacio y en el
templo, el ceremonial era exactísimo; un gran maestre fue nombrado para dirigirlo. Las Secretarías
de Estado se adornaron con más pompa que las de Madrid y París. En ellas se veía lo grande, lo ex­
quisito, lo primoroso; muebles, pinturas, alfombras, arañas, huíales, ceras y perfumes embellecían
los asilos de los deificados ministros. Se observaba hasta esc tono duro c insultante lacónico de las
48. El pánico que en Lima provocó la evacuación de los realistas fue enorme. Hubo multitud de fugiti­ covachuelas de los soberanos; la tiranía era preparada» (Vldaurre 1971b [ 1824]: 145).
vos que escapó al Callao. Muchas mujeres se escondieron en los conventos. Tiene gran importancia 52. Véase el folleto de Juan García del Río y Diego Paroissien (1825). Sobre esta misión, interesantes
sobre este episodio el testimonio del marino inglés Basil Hall (1971: 225-228). datos en el libro de Puente Candamo (1948),
49. Basadle 1929:4-41. 53. Mariátegui 1869: 112.
104 Jo rg e B asad rc J j¡ serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em ancipación p eru an a 105

discusión se inició con los argumentos a favor de la monarquía expresados por el representado por los periódicos y hojas volantes editados con el fin de divulgar las
sacerdote José Ignacio Moreno (5 de marzo de 1821). El órgano periodístico El Sol ideas de dicho sector.
del Perú, vocero de dicha asociación, no ocultó su apoyo al mismo punco de vista. El capítulo postrero de este episodio, el de la definitiva victoria republicana, se
A Moreno se enfrentaron, en defensa de la República, Manuel Pcrez de Tudela y inició con la elección libre de los diputados para el primer Congreso Constituyente,
Mariano José de Arce.54 Monteagudo, presidente de la Sociedad, impidió la lectura hecho en que se demostró la abnegación de San Martín. Alcanzó su momento ceni­
de la carta que, en apoyo a las mismas ideas, envió José Faustino Sánchez Cardón tal al instalarse esa asamblea deliberante el 20 de septiembre de 1822. Los liberales
bajo el seudónimo «El Solitario de Sayán», hermoso alegato que ya es inmortal. Poco proclamaron en aquella época y más tarde que el 25 de julio y el 20 de .septiembre
después, en cambio, la Sociedad murió. de 1822 fueron los días decisivos para la plena emancipación del Perú. El Congreso
la fama y la influencia de San Martín y la energía de su más egregio consejero de inmediato aprobó sucesivas leyes que abatieron al monarquismo y a la nobleza
Bernardo Monteagudo, así como las características del régimen del Protectorado pare­ hereditaria.
cían suficientes para asegurar el éxito, por lo menos inmediato, de la tesis monárquica San Martín, en uno de los tres pliegos que dejó, recomendaba la aprobación o
que la clase nobiliaria de la capiral recibió con gran simpatía. Pero no sucedió así. ratificación de la Orden del Sol. El Congreso, después de explorar las ideas en una
El fusilamiento de un antiguo agente de San Martín en Chile y el Perú, el ciuda­ gran mayoría de diputados, optó por mandar al archivo este mensaje en favor de tan
dano norteamericano Pablo Jcramy en la plaza de Santa Ana «sin proceso, sin juicio, aristocrática entidad. Además, hizo traer el libro de actas del Consejo de Estado, lo
ni audiencia ni fallo competente» y sin anuncio alguno de la Gaceta de Gobierno fue descifró y examinó, para aprobar, el 22 de noviembre de 1822, cuando apenas esta­
atribuido a las prédicas que incansablemente hada en pro del sistema democrático. ba funcionando dos meses, la ley, promulgada el 23 por la Junta Gubernativa, que
Idéntico motivo se creyó encontrar en la aplicación en Lima, el 29 de enero de 1822, declaró insubsistentes los poderes otorgados a García del Río y a Paroissicn «en todo
también de la pena capital en el caso del coronel Mcndizábal, presunto autor de una lo que dicen relación a la forma de gobierno y en cuanto excedan de los preciosos
sedición en San Juan, provincia de Cuyo, a quien se le creía afecto a las mismas ideas; objeros de procurar la consolidación de la independencia y libertad nacional».56
así como en algunos destierros, diversas persecuciones y graves amenazas contra diri­ Resulta inobjetable, pues, que sin fuerza material alguna en los comienzos y
gentes liberales. Todo ello pudo haber creado un ambiente de terror.55 teniendo todo en contra en esta incruenta batalla que duró dos años, nuestro país,
Sin embargo, la opinión pública limeña, encabezada por grupos de distintos representado, es cierto, únicamente por su ciudad capital, prefirió con osadía seguir
sectores acerca de los cuales se hablará enseguida, logró la victoria sobre el poder c el riesgoso camino de la República y vetó enérgicamente la prudente fórmula mo­
impuso el sistema republicano. La querella surgida entonces atravesó por distintas nárquica. Quiere decir que tan vital asunto no se resolvió en obediencia a estrechos
fases. Primeramente, en los debates de la Sociedad Patriótica, a los que ya se ha alu­ móviles de clase o casta sino por la ilusión que en aquella época parecía más adecuada
dido. Fue el momento oratorio de la lucha aquí resumida brevemente. para el cumplimiento de la «promesa» invívita en la revolución emancipadora, o sea
Como segundo episodio, ya de carácter tumultuario, vino la deposición del lo que entonces simbolizó el «principio esperanza».
Ministro Bernardo Monteagudo en Lima y su inmediato exilio (24 y 25 de julio de ¿Quiénes fueron los republicanos de 1822? Su aparición vino a ser rápida y es­
1822). Fue la primera aparición triunfal de la multitud capitalina rebelde en el Perú pontánea, y tuvo características dispersas. Por ello, formaron un conglomerado hete­
emancipado de España. En ese instante, San Martín había viajado a Guayaquil para rogéneo y contradictorio. Cabe identificar aquí a varios grupos. En el más alto nivel
su entrevista con Bolívar. Monteagudo, paradójicamente, se había atraído el odio de estaban los egresados del Convictorio de San Carlos, del Colegio de San Fernando
los republicanos; y, al mismo tiempo, la enemistad de sus aliados naturales, es decir y aun del Seminario de San Jerónimo de Arequipa, entidades educacionales de ca­
de una gran parte de la aristocracia, así como también de los españoles por múltiples rácter universitario. En esas aulas se había hecho, a través de muchos años, intensa
actos públicos y privados. prédica a favor de la teoría del Derecho Natural de la que era fácil deducir lógicas
El tercer frente de la ofensiva liberal fue abierto al ser otorgada, con gran consecuencias. Había también sacerdotes sin alto rango eclesiástico convertidos a las
amplitud, la libertad de imprenta gracias a los sucesos de julio de 1822. Estuvo nuevas ideas. No faltaban agitadores y demagogos como Mariano Tramarria, salidos

56. El primero que dio información pública acerca de este proyecto monarquista fue Benjamín Vicuña
54. Las actas de la Sociedad Patriótica en Odriozola 1877, v. XI. Mackcnna (1860). Este autor obtuvo copias de los documentos guardados en el archivo del Con­
55. Mariátegui 1869: 10-12. greso peruano. O ’Hjggins colaboró con el plan de San Martín.
106 Jo rg e B dsadre l a serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 107

de la pequeña burguesía, estrato social poco desarrollado entonces. Prominente lugar ¿) L a etapa bolivariana
ocupaba también aquí el aristocrático y ambicioso caudillo limeño José de la Riva-
Agüero y Sánchez Boquete en la etapa inicial y demagógica de su vida pública. Sus El Libertador llegó al Callao el 1 de septiembre de 1823. Afrontó momentos muy
prosélitos habían llegado a ser muy numerosos en la plebe de la capital, difíciles que llegaron a ser amenazantes, desesperados, pavorosos. La opinión pública
no es una cosa estabilizada o permanente. Ella puede fluctuar bajo el hechizo de
c) L a «etapa peruan a» esperanzas, temores, histerias o confusiones sucesivas o coincidentes. Fin muchos
de los que creyeron asegurada la independencia cuando San Martín entró en Lima,
La llamada «etapa peruana», que comenzó con la instalación del Congreso Consti­ aparecieron luego la vacilación o el desengaño; no pocos desertaron; otros intentaron
tuyente en septiembre de 1822, tuvo las características de un agudo faccionalismo, adoptar una actitud nueva que la gravedad del momento no hacía viable; algunos se
ya que los hombres dirigentes del nuevo Estado, lejos de buscar abnegadamente apartaron, La guerra resultó, contra lo que podía esperarse después de sus primeros
una «unión sagrada», un «frente nacional», se enfrentaron ciegamente y con saña, episodios, larga, cruel, devastadora y difícil. Los jefes del ejército del virrey proba­
ral como ocurrió luego en 1835-1839 y en 1879-1883, a pesar de que en esos tres ron su capacidad extraordinaria; y, al mando de ellos, el soldado indígena del sur
decisivos momentos tuvieron muy cerca a un formidable enemigo común. Fueron y del centro demostró las altas cualidades que algunos le negaron más tarde. A los
los días de la Junta Gubernativa; del pronunciamiento militar y popular que llevó problemas en la lucha contra ellos se agregaron las hondas rencillas y las menudas
al Congreso a elegir a José de la Riva-Agücro primer Presidente de la República; de intrigas endémicas dentro del bando patriota. Siempre ocurre que la ansiedad y el
los crecientes rozamientos entre ambos cuyo lógico desenlace vino a ser una violenta miedo, cuando no la pasividad, predominan dentro de las grandes mayorías en los
ruptura y la aparición del gobierno nominal que encabezó José Bernardo de Tagle. momentos críticos de las revoluciones decisivas. Ellas se salvan o se pierden, funda­
No debe, por cierto, ser omitido el estímulo que recibió la causa independentista mentalmente, en el primer caso porque existen y en el segundo porque no emergen
con el dinero provenientes del primer empréstito con Inglaterra, suscrito bajo muy los grandes jefes. Al estudiarlas con objetividad, se constata que, en el fondo, son
onerosas condiciones, fondos que Riva-Agüero utilizó y en parte explican algunas obra de una minoría encabezada por un gran conductor, a veces un conductor genial.
de sus actividades como mandatario. Aquí se puede exhibir, por cierro, una de las Y ese genio fue, en el desgarrado Perú de 1823 y 1824, nadie menos que Bolívar. Sin
evidencias de la ayuda del capitalismo británico privado a la emancipación hispano­ el Libertador, el triunfo decisivo de los patriotas no hubiera sido posible.
americana con usurarias ventajas para quienes invirtieron su dinero, aunque luego La confianza absoluta que los españoles tuvieron entonces presenta un símbolo
el Perú no abonó durante veinte años los capitales ni los intereses de las deudas con­ en la carta que el general José Canterac dirigió al guerrillero Bruno Terreros desde
traídas en el exterior o en su propio territorio, sin que se le obligara a esos pagos.57 Huancayo el 23 de marzo de 1824 para instarlo a que depusiera su actitud bélica.
Desde el punco de vista militar, la sedicente «etapa peruana» coincidió con el Allí, después de afirmar que Bolívar no aspiraba a hacer otra cosa sino a hacer de los
enorme robustecimiento del poder de los ejércitos del virrey, fenómeno ya visible peruanos esclavos de los colombianos, enumeró a quienes desde fecha reciente se
en las postrimerías del Protectorado. Ellos tuvieron a su favor los grandes recursos habían convertido nuevamente en realistas. Después de jactarse con los nombres del
humanos y de otro género que albergan las zonas del centro y del sur de la sierra. En marqués de Torre Tagle y de Berindoaga, aseveró que los coroneles Granados y Dáva-
consecuencia, los soldados realistas fueron, en su inmensa mayoría, indígenas. Por los, «multitud de otros militares, miembros del Congreso y, en fin, todos los jefes de
rodas las circunstancias antedichas, esa segunda época sirvió, como ya se ha repetido, la llamada República se han unido a nosotros y defienden la causa del Rey, La bene­
tan solo para iniciar la tercera, es decir la que estuvo representada por la intervención mérita guarnición del Callao lo ha entregado a nuestras tropas». Adjuntó a su misiva
de Bolívar y de las tropas colombianas. la proclama hispanista del marqués de Torre Tagle en buena cantidad de ejemplares
«para que el desengaño se generalice». Cuidó, además, de resaltar ante Terreros que él
ya no obtendría auxilios de Lima, ocupada nuevamente por los españoles. La contes­
tación del cura guerrillero fue admirable por su dignidad, su buena fe, su franqueza y
su astucia. En Campo Volante, el 28 del mismo mes, rechazó Terreros como hombre
de honor la propuesta. En su calidad de tal, dijo, conocía los legítimos derechos de su
57- .Sobre los primeros empréstitos peruanos y otros en América Latina, así como también acerca de país injustamente presionado por una nación extranjera. Agregó que una rendición
las especulaciones con las minas en este continente, véase Rippy 1947. suya ante la fuerza sería manifestarse como hombre desnaturalizado y sin principios;
108 Jorge Basadrt i d serie ele p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 109

una claudicación ante las amenazas «sería acreditarme un peruano pusilánime y sin conservar los patriotas, enrre los que se incluyen Lambayequc, Cajamarca, Piura,
ningunos conocimientos racionales»; la debilidad ame un fácil oportunismo «sería Tumbes, Pataz, Huamachuco, Chachapoyas, Huaraz, Huaijas, Otuzco, Supe, Hua-
darme a conocer por un sujeto bastamente ridículo, indecente, codicioso y de muy cho y muchos otros lugares. El prefecto de Trujillo Tomás Heres organizó un verda­
bajos pensamientos». En el párrafo siguiente introdujo estas frases cazurras: dero saqueo en el departamento que mandaba. En dinero, en equipo, en material
de guerra y, como enseguida recordaremos, también en hombres, la contribución
Solo si me convenceré con argumentos poderosos que V, E. me haga presente sobre el peruana a la campaña de Ayacucho fije enorme.
derecho posesorio que la nación española alega sobre su legitimidad para dominar a la El fenómeno del implacable reclutamiento en masa, que ambos ejércitos hicie­
América. Siendo así, estoy muy pronto a ceder con V. E. sin necesitar de quanto V. E.
ron, produjo numerosas deserciones. Después del encuentro en una quebrada cerca
me anuncia.
de Matará, a fines de 1824, los patriotas perdieron el almacén general, una pieza de
artillería y cerca de 300 hombres muertos, heridos y desaparecidos, mientras que
En los párrafos finales hizo el entusiasta elogio de Bolívar y destacó «la ingenuidad
las bajas de los realistas no pasaron de 30 hombres. Vinieron enseguida operaciones
de mi lenguaje que es natural a una persona adornada de sanos y justos pensamien­
indecisas y rumores pesimistas. «Nuestra situación era día a día más desesperada», es­
tos». No omitió una alusión al hecho de que el general español Monet lo había insul­
cribió Miller a su hermano John desde Quinoa el 11 de diciembre de 1824. Y agregó:
tado en un papelucho denigratorio que, de paso, dejó en el pueblo de Llocllapampa.^
Para conseguir su magno objetivo, Bolívar creyó necesario emplear drásticas
Los peruanos comenzaron a desertar, nuestra caballería estaba cansada y molesta, vién­
medidas. Había que reforzar, avituallar y armar a las fuerzas organizadas y prepararlas dose obligada a caminar a pie y llevar de la rienda a sus cabalgaduras. Las muías de mar­
tanto en la costa norte como en la sierra de la misma zona; y era imperioso también cha se habían perdido y ni por amor ni por dinero se podía tener una herradura o clavo.
reunir el dinero necesario para la campaña. Diversos testimonios evidencian con que
implacable energía llegaron a ser cumplidas las órdenes dictadas al respecto. Basta Pero después de enumerar estas y otras circunstancias adversas, hace el relato de
mencionar uno de ellos, exhibido por Horacio Villanucva Urteaga.5859 Se relaciona la victoriosa jornada de Ayacucho dos días después de la misma carta. Al mencionar a
con Mariano Castro Taboada, a quien el Libertador nombró intendente de Cajamar- la infantería del Perú expresa que «cargó y derrotó a dos batallones ele Valdés, quienes
ca con mando polírico y militar sobre las provincias de Jaén, Chota, Chachapoyas y habían cruzado la barranca a nuestra izquierda y estaban ascendiendo la falda del
Moyobamba, circunscrito luego al de carácter político. El encargo fundamental que llano donde él había formado». Enseguida narra:
recibió tuvo cuatro aspectos: l.° El recojo de la plata labrada en los templos; 2.° La
captura del ganado perteneciente a las cofradías en todo el territorio; 3.° La imposi­ Yo cargué al frente de los Húsares de Junín y rechacé a Valdés quien al principio había
ción de brutales y despóticos cupos. Estos pudieron ser hechos «en dinero acuñado empujado a nuestra infantería, Estos húsares avanzaron en la forma más valiente y su
en barras o masarradas que son pinas o cualesquiera otra especie de oro o plata con buena conducta ha sido motivo de ilimitados elogios de parte del general en jefe y, claro
tal que fuera a precios corrientes». 4.° El reclutamiento implacable de contingentes está, del ejercito.60
humanos. Mandó Castro, además, fabricar ponchos, mantas, uniformes, herraduras
y estribos; y capturar muías y caballos, ganado para la alimentación, provisiones y Ya antes había expresado su entusiasmo ante la caballería peruana, factor decL
medicinas, así como también otros elementos. Como tantos otros hombres, quizás sivo para la victoria en la batalla de Junín, Cuando apenas se iniciaba la campaña su
su lealtad llegó a vacilar; y, acusado de negligencia, lo reemplazó Antonio Rodríguez, concepto sobre los soldados nacionales era óptimo: «A pesar de ser muy inferiores
hermano del gran educador don Torihio. len númeroj a los colombianos, son tan buenos como cualquiera de los destacamen­
Lo ocurrido en Cajamarca no fue un conjunto de hechos aislados, Análoga o tos que embarcaron con el general San Martín en Valparaíso».
peor situación se produjo a lo largo de otros rincones del territorio que pudieron Un estudio hecho por César García Rosell asevera que las tropas llegadas efec­
tivamente de Colombia para la campaña de Ayacucho no fueron 7700 según dice
O ’Leary, ni 9000 como señalan los documentos oficiales (cifra en la que fueron
incluidos 1200 o 1400 peruanos de la división La Mar) sino 3500. Para sustentar
58. Véase la Gaceta ele Gobierno. Trujillo, como 6, n.° 21, 15 de mayo de 1824.
59. Villanucva Urteaga 1956. Muy valioso es un documentado artículo del obispo de Cajamarca José
Dammcrt Bellido (1972), Para una relación acerca de las grandes exacciones cometidas en las
iglesias, véase Vargas Ugarce 1958: 472-474, 60. Denegrí 1971b; 12, 14, 25-26.
110 Jorge Basadre L a serie de p ro b ab ilid ad es d atero de la em an cipación p eru an a 111

sus cálculos recuerda que Bolívar, por decreto de 26 de febrero de 1824, ordenó el Cirilo Correa, antiguos oficiales de San Martín. En julio de 1824, los guerrilleros de
reclutamiento general en el territorio que hoy forma parte de los departamentos de la zona de Cerro de Pasco estuvieron bajo el comando del general Guillermo Millcr.61
Cajamarca, Amazonas, San Martín, Piura, Tumbes, La Libertad y Lambayeque, más Hacia el mes de marzo de 1824, Sucre había organizado:
el de Huánuco entonces ocupado por la división colombiana de Lata, La población
de coda esa zona fue calculada por el Cuartel General del Libertador en 229.000 [,♦ ♦ ] las siguientes partidas o grupos de guerrilleros peruanos: las de Chancay, Supe,
almas. Tomando el 2,1/2%, la conscripción debía aportar 5748 hombres de 15 a 50 Carabayllo y Sayán al mando de José Caparroz; las de Santa y Cajatambo, al del coronel
Deheza; las de Pativilea, Barranca y Huaura, al del coronel José Franco; las de Yauli y
años de edad con preferencia, dice el decreto, los solteros a los casados y, entre estos, Jauja, al del coronel Ninavilca; las de Huarochirí, al de Francisco Vidal; las de Yauyos,
a los de menos obligaciones. Al partido (hoy Provincia) de Trujillo le correspondió al del coronel González; las de Chancay, al del comandante Arteaga; la de Carabayllo, al
entregar 300 reclutas; al de Lambayeque, 876; al de Piura 1104; a los de Cajamarca del capitán Herrera; la de Cuyo, al del teniente Olivares; la delarma, al del comandante
y Chota, 1560; al de Huamachuco 960; al de Pataz 324 y al de Chachapoyas 624. Pcnaloza; todos oficiales peruanos. Posteriormente, asumió el mando de todas las guerri­
El cumplimiento de estas órdenes por las autoridades subalternas, las multas llas al norte de Lima, el famoso fraile y coronel Bruno Terreros, Eran tropas montadas,
con fusiles españoles. Seguían el movimiento del Ejército Libertador, hostilizando al
a los pueblos si habían omisos y la concentración de los nuevos soldados quedaron
enemigo, requisando víveres y acémilas, sorprendiendo las partidas sueltas realistas y,
rígidamente organizados. Agentes especiales salieron de Trujillo para hacerse cargo sobre todo, observando el desplazamiento de las tropas enemigas para mantener cons­
de la nueva mita y, en órdenes especiales, ampliaron el decreto de febrero para exten­ tantemente bien informado al Estado Mayor.62
derlo sucesivamente a Jaén, Maynas, Huaraz, Jauja, Huancayo, I Iuancavclica y otros
lugares. Como las cifras oficiales concernientes a la división peruana comandada Falta agregar, por nuestra parte, un dato de suma importancia. La ley aproba­
por La Mar no tuvieron alteraciones a lo largo de la campaña, García Rosell llega a da por el Congreso el 2 de noviembre de 1832, promulgada al día siguiente por el
aseverar que las dos terceras partes de los efectivos aparentemente colombianos eran presidente Agustín Gamarra, reconoció los servicios de los «milicianos», o sea de los
soldados nacionales. Para probar su afirmación, cita cartas de Sucre al Estado Ma­ grupos armados diferentes del ejército, durante la campaña de Junín y Ayacucho.63
yor General Libertador o a Bolívar donde afirma que los cuerpos de Colombia «ya Aunque los porcentajes dados por García Rosell son grandemente exagerados,
tienen bastantes reclutas, que los batallones Bogotá deben contar con 200 de ellos; habría que revisar con cuidado las cifras recogidas por José de la Riva-Agüero y
Voltígeros con 150; Rifles y Vencedor no sé cuántos hayan hecho». Desde Yungay, el Osma. Según ellas, el 9 de diciembre de 1824, en el bando realista la totalidad de
25 de febrero de 1824, también a Bolívar, le dijo Sucre que hay muchas deserciones los soldados eran naturales del Alto y del Bajo Perú, indios, mestizos y criollos blan­
y que «ya no hay a quién reclutar». El Libertador, por su parte, después de la victoria cos con oficiales peninsulares cuyo número no llegaba a la décima octava parte del
de Ayacucho, al anunciar al gobierno colombiano su decisión de volver con «este efectivo; mientras tanto, entre los separatistas, había tres cuartas partes de colom­
excelente ejército», enumeró los batallones de que constaba y el procedimiento que bianos, menos de una cuarta parte de peruanos y una escasa fracción de chilenos y
había decidido emplear para su marcha sucesiva y agregó; «Los más son peruanos y porteños.64 En esa batalla decisiva en la que, repetimos, los porcentajes de soldados
las bases colombianas del sur. Toda ella debe acantonarse en pueblos inmediatos y de fueron distintos, participó con el rango de jefes u oficiales, la mayoría de los caudillos
buen temperamento para que se aclimate porque son peruanos serranos y de climas que pasaron a ocupar los primeros lugares en la escena política nacional entre 1827
muy fríos». «Los tres escuadrones son de nueva creación y podrían denominarse y 1865.
Dragones Peruanos pues, en efecto, todos son peruanos» (Cartas del Cuzco, 11 y No deben ser olvidados tampoco los dirigentes civiles peruanos que, a pesar de
25 de julio de 1825). Asimismo, estaba aludiendo, sin duda, a soldados de la sierra los grandes contrastes a veces invencibles en apariencia y de las hondas encrucijadas,
cuando, para elogiar a estas tropas, dijo a Santander «lo mejor es que pueden recorrer acompañaron lealmente y asesoraron con eficacia a Bolívar. Como es bien sabido, se
20 leguas en un día como nada» (julio de 1825). destacan entre ellos los nombres de José Faustino Sánchez Carrión, Hipólito Unanuc
Se halla destinada a especial análisis, en el futuro, el aporte no ya tan solo del
ejército del Libertador, sino el de los guerrilleros. Ellos, con un total que ha sido cal­
culado en cifras variables, organizados en partidas, bajo el mando de jefes expertos, 61. Denegrí 1971b: 21-22.
actuaron como cuerpos auxiliares de aquel. La dirección superior de las guerrillas 62. García Rosell 1954: 11-18.
estuvo a cargo del coronel Román Antonio Deza, bajo la comandancia general de 63. Oviedo 1865 (vol. 13): 206.
64. Riva-Agüero 1969: 164.
112 Jo rg e B osadre serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 113

y José María de Pando.65 Pero hubo, por cierto, en los niveles alto, medio e inferior, de la expedición libertadora y de su jefe. El marqués de Bellavista lo ayudó en esta
muchos peruanos más. Sánchez Cardón fue, como dijo Raúl Porras Barrenechea, el empresa. Los Zárate, hijos del marqués de Montemira, así como el conde de la Vega
«organizador civil de la victoria». Tampoco debe menospreciarse ni dejar en el olvido del Rcn, conspiraban en Lima desde muchos años atrás. Los Aliaga, en varias ocasio­
el aporte fundamental de la escuadra peruana mandada por Guissc. nes, suministraron dinero para los trabajos de los patriotas. El marqués de Aulestia
ocultaba y protegía las conspiraciones de su sobrino Riva-Agüero y Sánchez Boquete.
La clase nobiliaria peruana ante la independencia Patriotas activos fueron el coronel Francisco Carrillo y Mudarra, hermano del mar­
qués de Santa María y el mayorazgo don Francisco Mendoza y Ríos, El vizconde
La importancia del virreinato del Perú hizo que en él, más que en ninguna otra parte de San Donás, Juan de Berindoaga, fortaleció con el contingente de su experiencia
de América del Sur, se desarrollara la aristocracia nobiliaria. La potencia económica administrativa, el ramo de Guerra. Al servicio de la patria estuvieron el marqués de
de esta región permitió que no fueran pocos quienes pudiesen abonar a la monarquía Villafuerte y el joven conde de Olmos, que era el futuro general Orbegoso. El conde
el impuesto de lanzas, contribución en dinero que reemplazó al antiguo deber de los de Vista Florida, Salazar y Baquíjano, y los dos generales Juan y Francisco Salazar y
ricos-hombres de ofrecer a su costa cierto número de lanzas, es decir, soldados para Carrillo de Córdoba fueron siempre leales servidores del país, F,1 Ayuntamiento de
la ayuda del Rey; y el de medias anatas seculares, establecidas para quienes gozaban Lima, en el que predominaba la aristocracia, admitió y apoyó ante el virrey por dos
de cualquier oficio o merced. veces, una ante Pezuela y otra ante La Serna, peticiones suscritas por los más notables
El Perú llegó a tener un duque con grandeza de España; cuarenta y cinco con­ títulos en las que se instaba al gobierno para que celebrara la paz con San Martín.67
des; cincuenta y ocho marqueses; caballeros cruzados en las órdenes militares y nu­ En toda esta enumeración, Riva-Agüero y Osma se está refiriendo especialmen­
merosos hijosdalgo. Con el objeto de mantener intactas las rentas que sostenían el te a las fases iniciales de la guerra, es decir, al periodo sanmartiniano y a la etapa que
más alto rango en la pirámide social, llegó a extenderse la institución del mayorazgo Porras llamaba «peruana». Como ya se recordó, San Martín, a través de su decreto
por la cual permanecían, a través de sucesivas generaciones, a disposición de un del 27 de diciembre de 1821, con la formación del Consejo de Estado y mediante
individuo, los bienes de los progenitores de la misma familia sin facultad para enaje­ otros actos, dio nueva vigencia a la nobleza criolla y estableció el procedimiento para
narlos y sin tomar en cuenta ios intereses de quienes se hallaban unidos por la misma conservarla y renovarla.
sangre.66 Cuando fue instaurada en 1822 la forma republicana de gobierno y no la
En su juvenil libro La historia en el Perú editado en 1910, el mejor dentro de su monárquica, cuando estalló con saña creciente el faccionalismo entre los distintos
producción, José de la Riva-Agüero y Osma, al refutar los enjuiciamientos de Maria­ bandos en la causa independentista ya después del viaje de San Martín; cuando la
no Felipe Paz Soldán en su gran obra sobre los primeros años del Perú independiente, guerra no resultó fácil y corta como habían creído muchos sino larga y muy dura;
sostuvo que «la nobleza, como clase, estuvo lejos de compenetrarse con el partido es­ cuando los españoles parecieron cercanos a una victoria decisiva; cuando se creyó
pañol». A continuación enumera pruebas concretas. Entre los numerosos miembros que era un hecho definitivo su regreso a Lima y su afianzamiento en esta capital, la
de ella, afirma, apenas pueden ser mencionados como realistas militantes el conde de situación adoptó características sombrías. Llegaron Bolívar y las tropas colombianas
Montemar, el marques de Vallehumbroso y el conde de Villar de Fuentes. Cita luego, «despreciativas, altaneras, propensas a excesos y atropellos» dice Riva-Agüero y Osma
con el objeto de presentar un contraste, los nombres de quienes prestaron importan­ exhumando impresiones que permanecieron hondamente en la memoria de sus fa­
tes servicios a la causa de la patria. El primer voluntario que tuvo el ejército de San miliares, Y surgió, añade él mismo, refiriéndose al Libertador «su detestable dicta­
Martín fue el marqués de San Miguel, Con su levantamiento cnTrujillo, el marqués dura, su dominación más humillante y pesada que la del más autoritario monarca»,
de Torre-Tagle puso todo el norte del Perú, un tercio del virreinato, bajo las banderas una vez más en una exteriorización de apasionadas creencias muy vivas todavía en los
círculos a los que perteneció.68
Al enjuiciamiento de este eminente historiador no nos súmanos aquí. Bolívar,
65. Leemos en la Gaceta de Gobierno, Trujillo, tomo 6, n.° 21, del 15 de mayo de 1824, acerca de
Unanue que había sido Ministro de Hacienda y de Gobierno en el régimen de Tagle: «Se vio lo repetimos otra vez, salvó la independencia del Perú y consolidó la de América del
precisado a emigrar (de Lima) de los últimos en compañía de algunos diputados, jefes de oficina
y oficiales de los Ministerios, arrastrando en los penosos caminos de una larga peregrinación una
edad sexagenaria pero conservando en medio de los trabajos un ánimo varonil y constante»,
66. La obra más completa acerca de este asunto es la de Vargas Ugartc 1966, Sobre los impuestos 67. Riva-Agüero 1965:434-435,
nobiliarios, véase Rezábal y ligarte 1792. 68, Ibíd., pp, 462, 465, 473-476, 479,
114 Jo rg e B asadre L a serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p e ru an a 115

Sur. Pero hubo, entre 1822 y 1824, hondos cambios y graves conflictos psicológicos Perú era el monárquico constitucional», Vidaurrc, al publicar esta carta, anotó: «¿Y
y políticos en la aristocracia criolla. No se trata únicamente de los rumbos propios quién comenzó a opinar? El Pueblo Peruano jamás, y poco importaba el deseo de dos
seguidos finalmente, cada uno a su modo, por los dos más grandes personajes de la o tres». Por la misma carta sabemos que hubo en el Consejo un debate acerca de la
alta clase social en aquella época, José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete, y José posibilidad de que el gobierno recayese sobre uno de la clase noble; y alguien (Tagle,
Bernardo de Tagle, el antiguo marqués de Torre Taglc que San Martín convirtió dice Vidaurre) «se levantó y con mucho fuego protestó que jamás tendría tales miras;
en marqués de Trujillo. Acerbos enemigos, ambos siguieron caminos distintos en y que antes se expatriaría que solicitar tan alto ejemplo, etc.».
momentos distintos; y, en realidad, llegaron, al fin, a posiciones similares. Muchos Lo antes transcrito fue llevado a la publicidad por Vidaurrc en 1824 en Tru­
acompañaron en su desventurada suerte a uno y a otro personaje. El Congreso Cons­ jillo,70 Allí insistió en que «esta mutua alianza entre la aristocracia y la monarquía
tituyente de 1822-1825 no solo adoptó el sistema republicano de gobierno. La ley estuvo manifiesta en el gobierno del general San Martín», Ofreció pruebas acerca de
suscrita el 11 de noviembre de 1823, y promulgada al día siguiente por el mismo ella. Insistió en que Unanue seguía siendo, aun en ese mismo instante, monarquista.
Tagle y su ministro Juan de Bcrindoaga con no sabemos qué sentimientos íntimos, Abogó, una vez más, por el sistema republicano y enumeró las razones que lo lleva­
declaró que eran incompatibles con el régimen adoptado en el Perú los títulos de ban a combatir al proyecto de erigir un reino en el Perú. Y en una nota finid escribió:
duque, marqués, conde, barón y los demás pertenecientes a esta clase social superior;
al mismo tiempo, derogó el decreto del 27 de octubre de 1821 y prohibió, en todo Cuando en el discurso anterior numere los ciudadanos que eran antes títulos de Castilla
caso, a los ciudadanos del Perú el uso de semejantes nombres. y que habían emigrado, no hice mención de Dn. Manuel de la Puente y Querajasu,
antes Marqués de Villa-Fuerte. Esto dependió de no haber tenido noticia de ello. Es
En el folleto de Manuel Lorenzo de Vidaurrc (1971a [1824]) aparecen frases
preciso recordar aquí con digno elogio su nombre, F.1 expone sus grandes propiedades y
lapidarias contra la actitud de la nobleza limeña en ios meses iniciales de 1824. Alude se separa de su honesta familia por seguir nuestra justa causa.71
a los nombres de varios aristócratas. En lo que atañe a uno de ellos, dice que «es un
desertor, tanto más criminal, cuanto que con engaños detuvo a muchos patriotas y El juicio que, ante una exigencia del Consejo de Gobierno, inició la Corte
les impidió que a tiempo emigrasen» cuando los españoles volvieron a Lima. Agrega; Suprema en 1825 y 1826 contra Juan de Bcrindoaga, ex Ministro de Tagle, siguió
trámites cuya legalidad es discutible. Al acusado no se le permitió defenderse a sí
Yo no he visto emigrados sino a Soria (marqués de Casa Muñoz) y a Dn. Manuel de
mismo, aunque su profesión era la de abogado. En realidad, fue nada menos que
Sal azar y Baquíjano (conde de Vista-Florida). Todos los demás tirulos se han quedado
haciendo la corte a Rodil, menos dignos de excusa, pues tenían abundantes proporcio­ un proceso contra la alta clase que no emigró de Lima al regresar los españoles a la
nes para emigrar, de que carecían infinitos que vimos en esos arenales, hambrientos y capital en 1824. Dentro de la opinión pública, y sobre todo, por cierto, en los altos
casi desnudos, huyendo de la servidumbre. Comparad la conducta de esos aristócratas sectores sociales, hubo evidente simpatía para la víctima. Pero el tribunal, integrado
con la de cien notables por su virtud, por sus talentos, por su decisión a nuestra causa y por tres vocales en vez de los cinco requeridos por la ley, expidió el 27 de febrero
con justicia llamados a los primeros empleos de la República.09
de 1826 la sentencia que castigó con la pena de muerte a Berindoaga, unido en su
suerte al insignificante portador de cartas José Tcrón, La sala de súplicas ordenó to­
Estos conceptos, en parte verídicos, tienen un ingrediente de exageración. Para davía algo más grave, o sea que el cadáver del infeliz aristócrata y de su compañero
la nueva convivencia con los españoles, en algunos hubo una resucitada lealtad a las en la desdicha fueran puestos en la horca aunque las penas infamantes habían sido ya
¡deas y creencias de sus antepasados y de su clase social; otros, en cambio, procedie­ abolidas por la Constitución. Bolívar se negó, con innegable tenacidad, a las súplicas
ron por debilidad de carácter, indecisión o miedo. hechas «por toda la sociedad limeña», dice Eguiguren. I,a nota del secretario del
Como en este folleto dijo Vidaurrc que el Consejo de Estado había ofrecido el Libertador José G. Pérez, fechada el 13 de abril de 1826, en la que rechazó el pedido
trono del Perú a San Martín y este no lo aceptó, Unanuc hizo una rectificación y am­ de clemencia elevado por la municipalidad capitalina el día anterior, o fue inspirada
bos tuvieron un diálogo acalorado. Confesó, sin embargo, el médico y prócer arique- por el mismo ilustre destinatario, o hasta quizás, confiesa Eguiguren, escrita por él.
ño que «desde la reunión de Miradores de los diputados de Dn. José de San Martín
con los del Virrey Pezuela, se empezó a opinar que el gobierno que correspondía al

70. Vidaurre 1971b [1824].


69. Vidaurrc 1971a [1824]. 71. Ibíd.
116 Jo rg e B asad re L a serie de pro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 117

Había Bolívar adoptado la resolución, afirma Paz Soldán, de humillar, en las perso­ Analicemos los calificativos empleados para enjuiciar cada uno de los dos gru-
nas de Berindoaga y Perón, a la nobleza de Lima y manifestarle su poco valer. pos así estigmatizados. Brutales no fueron, por cierto, La Mar, Orbcgoso, Castilla,
La ejecución y el horroroso espectáculo que vino en seguida fueron cumplidos Echcniquc, San Román o Balta. Sería injusto hacer acusaciones de enriquecimiento
como .si fueran una liturgia, el 15 de abril de 1826. En un convite que el Libertador ilícito contra cualquiera de estos presidentes. Gamarra, Salaverry, Vivanco tampoco
ofreció en su residencia de la Magdalena precisamente el día 16 del mismo mes, se mancharon con turbios manejos económicos para cosechar fortunas, si bien pudo
como; haber, en algunos de sus actos u órdenes, manifiestos errares o discutible crueldad. El
surgimiento de una oligarquía financiera poco después de empezar la segunda mitad
[...J pala no dejar duda acerca del propósito político de semejante atrocidad, se dirije a del siglo XIX es un proceso que, ante el ánimo sereno, ya es evidente. Atribuirle un
su edecán D, Manuel de la Puente que pertenecía a la antigua nobleza dicicndole: «Qué contenido «mesocrático» (la palabra fue escrita por Riva-Agüero) implica el recono­
callado está U., señor marqués. ¿Está triste porque la aristocracia Hizo ayer mala cara cimiento de cierto tipo de movilidad en la pirámide social que algunos autores de
en la Plaza?» Pero su edecán, sin inmutarse, le contesta: «No señor, somos todos iguales
la época presente han negado enfáticamente. Para analizar la «bondad, desinterés
ante la ley».72
y generosidad» de la aristocracia colonial habría que entrar en un examen ajeno al
presente ensayo.
Y en esta frase que Paz Soldán recogió de testimonios facilitados por ancianos
Lo fundamental es que Riva-Agüero y Osma afirma que ella «se deshizo lenta-
sobrevivientes de la época bolivariana no hay tan solo una anécdota incidental. Lleva
mente en la larga anarquía que siguió y desapareció como clase social» [el subrayado es
en sí la resignación ante un hecho consumado, la conciencia quizás melancólica o
nuestroj. Jurídicamente, esta quiebra se cumplió en dos etapas. La primera, con la
agria íntimamente, de que la orgullosa clase aristocrática de Lima había dejado de
decisión del Congreso Constituyente que ya se citó, complementada por los artícu­
existir como fuerza preponderante en el Perú.
los insertos desde las Bases de la Constitución Política aprobadas el 17 de diciembre
La nobleza, como grupo, salvo excepciones aisladas, acaso más numerosas que
de 1822, que declaran la igualdad de los ciudadanos ante la ley y ordenan la aboli­
las señaladas por Vidaurre, se opuso a Bolívar tarde o temprano, o estuvo lejos de
ción de todos los empleos y privilegios hereditarios (art. 8, incisos 6 y 11). Ambos
seguirlo en todo el curso de la impertérrita lucha final contra el poder español en
principios fueron reiterados en las Constituciones posteriores. El punto de partida
la tierra que descubrió Pizarra. Pagó el precio del error que cometió en su enfrenta­
de la segunda etapa es la misma norma enunciada en la Carta política de 1828 (art.
miento o en su ambivalencia. Riva-Agüero y Osma emitió conceptos severos acerca
160). Bajo su amparo, fue puesta en práctica, inexorable, la ley de abolición de los
de ella. Reconoció su «molicie e incapacidad», su «peruana blandura». «Mereció su
mayorazgos del 4 de septiembre de 1849. '*
caída [osó afirmar en uno de esos magníficos gestos que iluminaron su fecunda ju­
ventud], pues se arruinó por carencia de prestigio, energía y habilidad». Y agregó en
seguida, para expresar muy claramente que ella estuvo ausente en el comando del ¿Hubo «silencio popular» durante la emancipación?
proceso republicano y con palabras en las que son visibles ¡qué curioso! la influencia
de González Prada: Se ha afirmado lo siguiente:

Antes de vituperar su recuerdo importa reflexionar si con todos los defectos menciona­ En todo caso [„.l el Perú de la independencia no fue sino la inmensa escena de enfren­
dos, no era preferible a los brutales y rapaces pretorianos que la reemplazaron de pronto tamiento de los ejércitos patriotas y realistas donde su elite y sus clases populares no
y si la oligarquía financiera y mcsocrática que hoy ocupa su lugar [la fecha de esta página hicieron sino asistir impasibles a la decisión de sus destinos; la primera con miedo, las
es el año de 1910] no es tan débil c inepta como ella, sin poseer en compensación su últimas en silencio, [El subrayado es nuestro].
bondad, desinterés y generosidad.73
¿Puede ser aceptada esta afirmación íntegramente confrontándola con las fuen­
tes documentales?

72. Paz Soldán 1874: 55. Véase una opinión diferente en Eguigurcn 1953: 243-257, En las pp, 248-
251. sin embargo, este mismo autor expresa su desacuerdo con la insistencia para el cumplimiento
de la pena capital. 74. Sobre la abolición de los títulos de nobleza, véase Basadre 1968: 72 y 299-300. Acerca de la aboli­
73, Riva-Agüero 1965: 436 y 445. Análogos conceptos en Riva-Agüero 1969: 159 y ss. ción de los mayorazgos y su significado, véase Basadre 1969: 185-187.
118 Jo rg e B asad re l a sed e de p ro b ab ilid ad es dentro de la em ancipación p eru an a 119

En un recorrido de norte a sur del país, se comprueba que Tumbes juró la inde­ y hombres empezó entonces y fue intensificada hasta llegar, como ya se recordó, a
pendencia nacional el 7 de enero de 1821 y que de ese juramento no se ha apartado grandes sacrificios en los meses tan críticos que precedieron a la campaña de Ayacu-
nunca. Imposible sería atribuir a un acto tan solemne la imposición de ajenas inter­ cho. Cuando se realizó el pronunciamiento de Huamachueo, los indígenas que labo­
ferencias, o de la fuerza militar, o de una fuerte burguesía opresora. Jaén, mediante raban en las valiosas haciendas Angasmarca y Calipuy, pertenecientes a las familias
el cabildo abierto del 4 y 5 de junio del mismo año, efectuó un acto análogo, sepa­ Corral y después Portales, cedieron al Estado todos los jornales que les debían los
rándose así del virreinato de Santa Fe al que jurídicamente pertenecía. Ello ocurrió, propietarios en agradecimiento por el decreto de abolición del tributo; y así dichas
como en el hecho ya citado, antes de que llegara a ser proclamado en Lima que el familias fueron obligadas a entregar al fisco 12.000 pesos. Al no lograr los Corral
Perú era un país libre. Lo que se indica acerca de Tumbes funciona igualmente en lo el pago completo de la deuda, entregaron al Estado una lujosa mansión que tenían
que atañe a tan apartada provincia. en Trujillo. Igualmente, los indígenas de Huamachueo, Santiago y Cajabamba en­
Muy poco tiempo después, el 8 y el 20 de julio, un movimiento popular en tregaron al Tesoro nacional las haciendas Pulpo y Yamobamba, de cuyo usufructo
Santiago de los Valles de Moyobamba, capital de la intendencia de Maynas, depuso gozaban. Reclamaron cuando en 1826 fue ordenado el cobro de la contribución per­
al gobernador y exiló al obispo porque se estaba gestando la insurgencia; y el 14 de sonal. El Congreso de 1831, a solicitud del representante Patricio Izaguirre, ordenó,
agosto un cabildo abierto, sabedor de lo ocurrido el 28 de julio en Lima, expresó la por resolución legislativa, la devolución de las tierras de los indios y así se hizo. En
voluntad de incorporarse al Perú, nación soberana. Desde Maynas llegaron donati­ 1833, ellas fueron adjudicadas, sin embargo, como rentas para el colegio.78
vos en toda especie y contingentes humanos para el ejército libertador.75 Las victorias Una acaudalada dama, la señora Mora, entregó a los indígenas de Conchucos
de las milicias patriotas en Higos Urco, Ventanas y Moyobamba sobre los soldados la valiosa hacienda Cocha-Conchucos con 40.000 cabezas de ganado para que, con
realistas contribuyeron a afirmar la incorporación de Maynas a la causa patriota.76 ella, se aliviasen del odiado impuesto antedicho. El Estado dispuso de esas ricas
En el momento en que son redactados estos párrafos, no ha sido divulgado to­ tierras. Con ellas se pagó a algunos militares lo que alcanzaron por sus llamadas «re­
davía el voluminoso libro Historia del Protectorado de Germán Leguía y Martínez. formas», o sea, las cobranzas cuando se retiraban del servicio activo. El último de los
En el, este diligente y probo magistrado, literato e historiador, estudió con abundan­ mencionados jefes, Domingo Casanova, vendió los terrenos que aún permanecían
tísimo caudal de documentos los movimientos que surgieron en distintas zonas del dentro de los linderos de la hacienda a la comunidad de algunos pueblos de la misma
país a favor de la independencia. Hubo zonas sincera y tenazmente realistas, como provincia./y
Otuzco y la provincia de Huamachueo, excepto la capital por motivos que será nece­ El auténtico fermento popular en los levantamientos del norte se desbordó, a
sario estudiar desde el punto de vista sociológico. En Otuzco se hizo muy popular un veces. Así, en Lambaycquc, muchedumbres armadas atacaron las propiedades de
estribillo que decía: «Viva el Rey y su corona, muera la Patria ladrona». Pero frente algunos españoles. Se destacó en este remedo de «sans coulotismo» un individuo lla­
a las dos comarcas estuvo el entusiasmo genuino de una gran mayoría de ciudades, mado Francisco de Paula Ruiz y apodado «Diablo Grande», ansioso de convertirse en
pueblos, villorrios y comarcas rurales del norte. De acuerdo con los resultados de una dueño de ios bienes pertenecientes a familias «godas». «Diablo Grande» fue enviado
investigación hecha por el coronel Manuel Bonilla, el primer lugar donde se pro­ al exilio, pero en otros casos fue aplicada la pena capital.80
clamó la independencia peruana fue Supe, el 5 de abril de 1819, después de una de En conjunto hasta la zona septentrional del país no llegó el oleaje de las pode­
las expediciones marítimas de Lord Cochrane. Se trata de un pueblo humilde sobre rosas ofensivas españolas a lo largo de toda esta guerra. Pero en aquellos territorios
cuya actitud no pudo influir una burguesía ávida.77 el mestizaje se había difundido mas que en Cuzco, Apurímac, Puno o Huancavelica;
La importancia del levantamiento de la intendencia de Trujillo encabezado por y los indios, en su mayoría, hablaban el idioma castellano. La revolución eman­
el Marqués de Torre Taglc, cualquiera que sea el juicio deparado a la conducta ulte­ cipadora tuvo un esencial contenido criollo. No existía el ambiente propicio para
rior de este infortunado personaje, salvó, en realidad, de la catástrofe a la expedición una restauración de los incas. Por eso no avanzó la tentativa que en Cajamarca hizo
de San Martín. La ayuda eficaz de esta zona a la causa nacional en dinero, especies Astopilco, con el título de que era descendiente de Atahualpa, con el propósito de

75. Larraburc 1905-09 (t. VI): 200-207. Larraburc 1905-09 (t. VIII): 5-10. 87, 91.97, 101 y 102. 78. Rrbaza 1898: 165 y ss.
76. Rebaza 1898: 116-121 y 152-153. 79. IbítL, pp. 172 y ss.
77. Bonilla 1948. 80. Ibíd., pp. 176-184.
120 Jo rge B asad re Im serie de pro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 121

coronarse emperador. Tuvo el apoyo de la «inmensa mayoría de los indios de la cam­ opresor y no por falta de avisos ni medios oportunos pues desde el mes ele marzo comu­
piña», Pero este respaldo no Fue suficiente. Cajamarca proclamó la independencia del niqué al extinguido Congreso cuantas noticias eran relativas a la marcha del enemigo
sobre la capital; y del erario nacional se les franquearon seis mil pesos para el corto viaje
nuevo Estado peruano.81
que hay desde Lima hasta el Callao,84
En lo que respecta a la actitud de Lima y del Callao, ella tuvo vaivenes coinci­
dentes con las fluctuaciones de la guerra. Ya se ha mencionado aquí el entusiasmo
Pero surge un contraste entre lo que expresó el caudillo depuesto con el testimo­
popular ante la llegada de San Martín. Podría creerse que se trató aquí de un conjun­
nio de Rebaza según el cual hubo diputados que caminaron entonces a pie hasta el ve­
to de gestos reverentes Frente a hechos consumados. Hay, sin embargo, entre otros,
cino puerto y que, entre ellos, el sacerdote Soto no llevó más equipaje que su manteo,85
un episodio que evidencia la beligerancia de los limeños en aquella etapa inicial de la
La presencia de las tropas realistas en Lima no solo se produjo en aquellos días
guerra. Fue cuando, en la noche del 2 de septiembre de 1821, San Martín apareció
terribles sino luego, en febrero de 1824, después de la actitud traidora de la guarni­
en el teatro y arengó a la concurrencia para informar que se aproximaba el ejercito
ción del Callao, cuando el gobierno nacional empezó a funcionar por segunda vez en
enemigo al mando de Cantcrac y suscitó manifestaciones apoteósicas de carácter
Trujilio. La Gaceta del Gobierno, impresa en la capital el 21 de febrero de aquel año,
patriótico. Luego se movilizó todo el vecindario en la defensa de la capital el 7 del
publicó su número siguiente en la linajuda ciudad donde en 1821 se pronunciara
mismo mes, sin distinción de clases sociales, para guarnecer las murallas, notándose
Torre Tagle, el 13 de marzo de 1824. Pareció entonces que la causa independentísta
hasta la presencia de sacerdotes y de mujeres. Si Canterac optaba por luchar enton­
había rodado a un abismo. Fueron mucho más numerosas que en 1823 las deser­
ces, habría tenido al Frente no solo a la guarnición sino a la ciudadanía enfervoriza­
ciones en 1824, voluntarias o bajo el imperio de las circunstancias. No faltaron, sin
da, Según dijo hiperbólicamente el periódico oficial, los sibaritas se convirtieron en
embargo, quienes supieron ser, a pesar de todo, leales. El drástico decreto expedido
aitones,82
por el Libertador en Huancavclica el 22 de octubre de 1824 y que José Faustino
Es evidente que la temperatura cívica popular capitalina se enfrió con muchos
Sánchez Cardón refrendó, privó de sus derechos a todos los empleados civiles que no
sucesos infaustos que luego ocurrieron. En junio de 1823, los realistas entraron a
emigraron de Lima, «a consecuencia de las defecciones de febrero»,86
Lima. Hubo defecciones; pero también surgieron lealtades. El símbolo humilde de
Cuando finalizaba la campaña, Bolívar logró adueñarse de la capital; y, por
esa alriva resistencia fue, como es harto sabido, el indígena pescador de Chorrillos
decreto de 21 de diciembre del mismo año, cuando no se habían cumplido dos
José Olaya, portador de la correspondencia entre los patriotas de Lima y las autori­
semanas de la victoria de Ayacucho, ordenó que el 10 de febrero del año siguiente
dades refugiadas en el Callao. Descubierto y apresado, se negó Olaya a declarar los
se reuniera de nuevo el Congreso Constituyente. Empezó, entonces, a regularizarse
nombres de las personas que se comunicaban entre sí, sufrió el martirio y fue ejecu­
la administración pública. Cesó en todos los pueblos el reclutamiento para los cuer­
tado en el sector anexo a la Plaza de Armas de Lima que hasta ahora lleva su nombre
pos del ejército. Lina junta de calificación sancionó a quienes creyó traidores; pero
el 29 de junio de 1823. La República nunca ha olvidado el culto de este héroe del
otorgó premios o ascensos a otros ciudadanos. Como los españoles fueron autores
pueblo.83
de grandes abusos, depredaciones y tropelías en la antigua sede del virreinato, no es
Si se aceptan las afirmaciones del decreto expedido por José de la Riva-Agüero y
dable calificar de puramente adulatorias las manifestaciones de júbilo ante el regreso
Sánchez Boquete en Trujilio, el 11 de agosto de 1823, con el fin de proclamar «nula
del Libertador y ante la reinstalación del Congreso Constituyente.
y atentatoria contra la soberanía del pueblo peruano» la reunión del Congreso Cons­
tituyente que en la capital había elegido presidente de la República a José Bernardo
de Tagle, quienes entonces formaron parte de él eran;

[...] unos trece ex diputados existentes en Lima, de los que once eran suplentes y, en su 84. Caceta del Gobierno del Perú, Trujilio, t. 5, n.° 7, 20 de agosto de 1823.
mayor parte, permanecieron cuando la invadió el español, por su adhesión al sistema 85. Rebaza 1898: 59.
86. La lista de los oficiales y empleados en diferentes ramos del ejército que se presentaron a los enemi­
gos cuando en febrero de 1824 ocuparon la capital, en Suplemento a la Gaceta del Gobierno, n,° 10
del lomo 7. Suman 235 nombres. La relación de los jefes y oficiales borrados de la lista militar en
81. Rebaza 1898: 215.
cumplimiento del decreto expedido en Huánuco el 9 de junio de 1824 en Suplemento a la Gaceta
82. Gaceta del Gobierno de Lima Independiente, n," 17, del 5 de septiembre y n.° 19, del 12 de sep­
de! Gobierno, n." 35 del tomo 35. Sanciones adicionales en la ñora del Secretario General del Li­
tiembre de 1821 . bertador Felipe Santiago Estenos fechada en Chuquísaca el 13 de diciembre de 1825 al Ministro
83. Eguiguren 1945, de Guerra y Marina publicada en el mismo periódico, n.0 13, como 9, del 11 de febrero de 1826.
122 Jo rg e B asad rt J a serie de p ro b ab ilid ad es dentro ele la em an cipación p eru an a 123

En suma, parece justo calificar de variable la actitud de Lima durante el periodo de Granaderos a Caballo de la Guardia», o «Dragones del Regimiento de Infantes»,
1820-1824. Entusiasmo y algarabía; iniciales frustraciones; ruptura entre los leales «LJnión de Armas o Batallón Huancayo».
y los reaccionarios; sentimientos mixtos; natural ambivalencia con la condición de Vemos los distintos tipos de las montoneras que el ejercito libertador ayuda si­
ciudad ocupada, en la que extremaron los vencedores su rigor con un propósito de quiera en parte; o son armadas, en otras ocasiones, por los pueblos en defensa propia,
castigar o de atemorizar; júbilo de quienes se sintieron liberados ante el hecho irre­ o están provistas únicamente de galgas, piedras y hondas. Emergen las siluetas de
versible de la victoria bolivariana.87 combatientes que habían sido olvidados, incluyendo a los indios con sus compañías
Cuando se observa lo que el pueblo hizo durante la guerra emancipadora en el de naturales cuyos servidos fueron invalorables como espías, exploradores, correos,
centro del Perú, no es posible dejar de tomar en cuenta la acción de las guerrillas. Interceptores de correos o infiltrados en el campo enemigo. Se destacan nombres de
Rilas aparecieron en fechas anteriores a la llegada de San Martín y su acción se pro­ patriotas cuya suerte siguió muy diversa trayectoria: Francisco de Vidal, que llegó a
longó, como ya se ha indicado, hasta la campaña de Ayacucho. Sobre este proceso ser Presidente de la República; Ignacio Ninavilca y Alejandro Huavique, envueltos
habían sido editados hasta hace poco, solo dos estudios monográficos, valiosos por más tarde en las guerras civiles; Baltazar Orrantia, decapitado en Tarma; «Cholo
cierro, el primero de Hildebrando Sotclo acerca de las insurrecciones en Huarochirí; Fuerte», ajusticiado en Moya; Guillermo Cayetano Quiros, fusilado en lea después
y el segundo, de Raúl Rivera Serna, que abarca los departamentos de Junín, Pasco de que su esposa había muerto combatiendo; Antonio Acuña; Juan Evangelista Vi­
y parte de Huánuco, Lima y Áncash.88 La Comisión del Sesquicentenario acaba de vas; Vclasco, a quien el coronel español Carratalá mandó ejecutar poniendo luego en
publicar dos de los varios romos que, sin duda, representan el material que junto su cadáver un papel con su propia letra en que lo llamaba traidor, ladrón y asesino;
con sus auxiliares, ha logrado reunir dentro de un vasto plan de investigación y Isidro Villar; Manuel Valdivia; Diego Escobedo; José María Guzmán; Bruno Te­
recopilación la Dra. Ella Dunbar Temple. Leyéndolos se destaca la complejidad y la rreros, ran aguerrido y tan leal y, sin embargo, satisfecho después de la victoria con
variedad del fenómeno guerrillero.89 Hubo «partidas cortas» o «partidas pequeñas», el curato en una parroquia. También surgen nombres más típicamente indígenas:
«partidas de galgueros», «partidas de volantes», «partidas de observación», «partidas José Carlos Chilliguanca, Miguel IJzcahoa Champí, Miguel Cascayanri, Romualdo
de avanzada», «guerrillas veteranas», «partidas del ala izquierda», «partidas del ala Cuyabamba, Francisco Mayta, Manuel Chuquiarque y todos los de la guerrilla de
derecha», «cordones de guerrillas», «divisiones de partidos de guerrillas». Aparecen Ninavilca, Aparece hasta un guerrillero norteamericano, Pablo Jeremy. La Dra. Tem­
nombres ostentosos: «Los Lanceros del Sol», «La Partida de la Muerte», «Los Va­ ple menciona también partidas de morenos y de negros. Por cierto, altos jefes y ofi­
lerosos de Huavique», «La Partida de la Venganza». En otros casos, las guerrillas y ciales del ejercito regular muchas veces comandaron las guerrillas y hubo guerrilleros
partidas adoptan denominaciones propias del ejército regular como «Regimiento convertidos en jefes y oficiales de dicho ejército. Por cierto hubo también ladrones y
otros facinerosos que adoptaron el nombre de guerrilleros y, así premunidos, come­
tieron graves desmanes.90
87. La actirud de la gente ante una ocupación extranjera es, por complejas razones, rnuy variable. El choque entre los pueblos y los ejércitos realistas produjo episodios salvajes
Pueden surgir el rechazo activo o pasivo, como también el abatimiento, la conformidad, la pres-
cindencia y basta la colaboración, Sobre el patético caso de Francia ocupada por los alemanes en
en toda la campaña de 1820-1824. Carratalá, Loriga, Monet y otros grandes jefes
la Segunda Guerra Mundial, hay un testimonio cinematográfico extraordinario: el film E l dolor realistas no trepidaron en producir con el incendio y adicionales atrocidades la des­
y lo piedad de Mareel Ophuls con la colaboración de A, Sedouy cuya duración es de tres horas y trucción de aldeas o villorrios a los que consideraron enemigos. Carratalá se jactó
cincuenta minutos. Fue producido en 1971. Ophuls hace una crónica impresionante y cruel de lo
que ocurre entre 1940 y 1944 en una ciudad provinciana de su país y en la campiña que la rodea.
de haber reducido a cenizas para siempre a Cangallo.91 Canterac fue igualmente
Su obra implica una hazaña etnográfica que revela, gracias a un montaje alternado de archivos
Ríndeos y de entrevistas, la utilidad del testimonio retrospectivo para ir más allá de lo visible. Una
gran película, digna de ser vista y meditada que en Nueva York obtuvo un éxito grande. No ha
90. Hall 1971: 232 y 240. José Rufino F.chenique narra que su padre, José Martín Echcniquc, patriora
llegado al Perú. desde 1810. junto con otros propietarios de la sierra del centro, fueron robados y asesinados en el
88. Sotelo 1942. Rivera Serna 1958. El texto de Rivera Serna aparece con anexos documentales, pero pueblo de Viñac, Cuando venían a Lima a ponerse a las órdenes de San Martín (1952: 7-8),
la escasa atención que había sido otorgada al asunto queda evidenciada por el hecho de que la bi­
91. He aquí el texto de la proclama de Carratalá, azote de las provincias de Lucanas y Parinacochas,
bliografía ocupa tan solo las pp. 150-159, De fecha posterior es el trabajo de Gustavo Vergara Arlas
expedida el 17 de diciembre de 1821 desde su cuartel general de Putica: «Queda reducido a cenizas
(1963), Este autor revisa los términos y los conceptos relativos a las montoneras y a las partidas de
y borrado para siempre del catálogo de los pueblos el crim'malísirno Cangallo, cuyos habitantes,
guerrilla durante la época de la emancipación que expresaron los autores de memorias militares,
continuando en su perfidia, se han negado con su fuga y sus excesos a la fraternidad con que mis
los historiadores generales y los especiales.
tropas han mirado a los demás del partido. En terreno tan proscripto nadie podrá reedificar y se
89. Temple 1971b. trasmitirá a la cabeza de la subdclegaclón otro pueblo más digno: mayores castigos dictará aún el
124 Jo rg e B asad rc Ij ¡ ¡tr ie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 125

vandálico. Después de su expedición a Lima, exasperado ante los guerrilleros, ordenó guerra; y siendo justo dar un testimonio público de la consideración que merecen al
el incendio de varios lugares vecinos a su cuartel general en la sierra y suscribió una gobierno los pocos habitantes que han quedado en ellos:
proclama intimidatoria dirigida a los que sobrevivieron. En ella expresó: He venido en decretar y decreto:
1." Los vecinos de los pueblos quemados por los enemigos quedan exentos de roda clase
Si ciegos a vuestro interés, favorecéis los designios de los revoltosos, tened a la vista el de contribución por diez años, desde la fecha de este decreto.
castigo que acaban de sufrir los habitantes de Huayhuay, Chacapalpa y otros cuyos pue­
blos por su obsecaeión han sido entregados a las llamas. Este ejército espera de vosotros 25 Los Prefectos quedan encargados de cooperar, como les sea posible, en la reedifica­
una conducta que no exceda, si es posible, su generosidad. ción de los pueblos quemados que hubiese en sus departamentos; y de la ejecución que
sobre lo demás previene este decreto.
Dentro de este nivel de la lucha, ya no oficial sino popular, se halla el sacrificio Ante las verdades históricas aquí muy somera e imperfectamente recordadas y
de la huamanguina María Parado de Bellido. Tenía esta mujer de más de sesenta que necesitan el respaldo adicional de sólidos estudios monográficos sobre las distin­
años en las guerrillas a su esposo y a un hijo. Aunque sabía leer pero no escribir, con tas provincias, ¿es posible sostener, con criterio objetivo, que hubo un gran «silencio
oportunos avisos orientó a sus connacionales en los azares de la campaña y consiguió popular» durante la guerra de la emancipación?
que personas tan queridas escapasen a la implacable persecución de los realistas. En la zona más meridional del Perú no surgieron guerrillas patriotas. La expli­
Descubiertas sus actividades, fue reducida a prisión y ni los más tentadores halagos cación de este fenómeno se halla en que allí estuvo a lo largo del periodo 1821-1824,
ni las más temibles amenazas quebrantaron el firme propósito de no comprometer a el baluarte del poder militar y político español.93 Además, la durísima represión que
nadie con sus declaraciones. Sentenciada a muerte por Carratalá el 26 de marzo de vino después del sacrificio de Túpac Amaru y de sus lugartenientes, segó las fuerzas
1822 y nuevamente amonestada para que declarase, no se alteró su semblante ni se que hubieran podido resucitar esc gran levantamiento indígena.
doblegó su obstinada resolución. La pena capital fue cumplida en la Plaza de Armas Algo análogo ocurrió en el Alto Perú, territorio en el que estaba todavía fresca la
de Ayacucho el 27 de marzo después de una exhibición espectacular que las tropas memoria de las hazañas de los Catari a fines del siglo XVlll y de las «republiquetas»
hicieron de la víctima por las calles principales de la ciudad. Vestía la Bellido «un que proliferaron en los años iniciales del siglo XIX.
pobre traje de olán blanco con pintas negras; el clásico rebozo de las hijas del país, Un pálido eco de la lucha popular por la independencia se halla en una serie
de color pardo; y el infalible sombrero de paja que en la cabeza llevan siempre las de leyes y decretos que otorgaron variados nombres y títulos locales. Sigue a conti­
huamanguinas». Antes del fusilamiento, recibió un nuevo interrogatorio y, una vez nuación una lista somera de ellos: Trujillo, «ciudad benemérita y fidelísima» con un
más, no confesó. La casa-habitación de su familia fue saqueada y quedó convertida cabildo «honorable» (decreto del 31 de enero de 1822); Huancayo «ciudad incon­
«en pura alberca». Dejó siete hijos: dos varones y cinco mujeres en el desamparo.*92 trastable» (decreto del 19 de marzo de 1822 y ley del 5 de febrero de 1828); Santa Fe
La guerra popular continuó hasta el fin de la campaña. Por eso tiene significado de Jauja, elevada de la condición de villa a la de ciudad con rebaja de contribuciones
singular el decreto que expidió Bolívar el 30 de agosto de 1824 en el cuartel general (decreto del 6 de abril de 1822); Lambayeque, «ciudad generosa y benemérita» (de­
de Huamanga y que Sánchez Carrión refrendó. Su texto es el siguiente: creto del 15 de junio de 1822 convertido en ley el 18 de diciembre del mismo año);
Huamachuco «muy ilustre y fiel ciudad» (ley del 18 de diciembre de 1822); Huaraz
Icnicndo en consideración los padecimientos de los pueblos quemados por los enemi­ «muy generosa ciudad» (ley del 18 de enero de 1823); Cangallo ascendido primero
gos en odio a los sentimientos patrióticos que han manifestado en el curso de la presente de pueblo a villa y luego a ciudad con beneficios para sus vecinos y con el título de
«heroica» para la provincia (decreto del 30 de agosto de 1825 y ley del 28 de mayo de

brazo invencible de la justicia para que no quede memoria de un pueblo ton malvado que solo
puede llamarse vivero de ladrones, asesinos y toda dase de delincuentes. Sirva de escarmiento a 93. Sobre el sentimiento patriótico en la región de Arequipa desde 1820 más o menos, véase Lira
todas las demás pobladones del distrito». El virrey La Sema por la resolución expedida en el Cuzco 1971: 7-14. Acerca del patriotismo de Chuquibamba, véase Lira 1971:16. En una carra de Parí-
el 11 de enero de 1822 aprobó este acto y cambió el nombre del partido y su capital, y ordenó que vilca, del 15 de mayo de 1824, escribió Millcr: «Desembarqué en Arica, Más de 100 de sus habí*
nadie reedificara en el terreno «que ocupaba el infame pueblo de Cangallo» (Gaceta del Gobierno, tan tes me esperaban en cierra. Ellos son, si fuera posible, más patriotas que nunca. Según parece,
tomo II, n.D24. Lima, 23 de marzo de 1822). no queda ni una sola de las mujeres que no tenga un amante en el ejército patriota. La gente de
92. LJn relato bien documentado en Leguía y Martínez (1972), Entre otros testimonios, interés espe­ lea y Pisco también está cansada de los realistas, quienes parece que han aumentado su severidad»
cial representa el trabajo de Juan José de! Pino (1952). (Denegrí 1971b: 5).
126 Jorge Brisadle l a serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 127

1828); el antiguo pueblo de Reyes saqueado e incendiado por los españoles y tenaz El caso más notable de adhesión tenaz al rey en el oscuro mundo provinciano
en su ayuda al ejército libertador «con generosidad sin límites» al extremo de que pe­ fue en el Perú el de la provincia de Huanta. Los tenientes generales de los reales
recieron más de los dos tercios de la población, convertido en «heroica villa de Junín» ejércitos Pedro José y Tadeo Lazón, huantinos de nacimiento, organizaron en esa
con ventajas tributarias y concernientes id reclutamiento (decreto del 30 de ocrubre región tropas que brillantemente lucharon contra las revoluciones de Túpac Amaru
de 1824); el departamento de La Libertad llamado así porque fue «el gran arsenal de y de Pumacahua. Hubo jefes, oficiales y soldados españoles que, después de la bata­
los aprestos del ejército» (ley del 9 de marzo de 1825); el antiguo departamento de lla de Ayacucho, se establecieron en el pueblo de Iquicha. Allí y en sus alrededores
Huánuco y la población de Cerro de Pasco convertidos en departamento de Junín y instruyeron a los iquichanos en el arre de la guerra, en el ejercicio de maniobras mi­
en la «distinguida villa de Cerro de Pasco» (decreto del 13 de septiembre de 1825); litares y en el manejo de armas de fuego, a la vez que les inculcaban la aversión a los
Catacaos, «heroica villa» (ley del 11 de enero de 1828); el pueblo de Pampas cuyos habitantes de las zonas independizadas a quienes llamaban judíos y les hacían creer
servicios al bando patriota y cuyas vejaciones por los enemigos lo hicieron acreedor que nuevas y poderosas tropas iban a llegar pronto de la metrópoli con la finalidad
al título de villa (ley del 11 de abril de 1828); idéntica distinción concedida al pueblo de reconquistar el Perú y que, en consecuencia, gozarían otra vez bajo el paternal
de Chumpi en el distrito de Parinacochas (ley del 9 de junio de 1828). gobierno de los virreyes. Eficaces colaboradores en esta campaña psicológica y bélica
Estos homenajes también se extendieron a la región que ocuparon los espa­ fueron ios curas y misioneros por su influencia sobre aquellas masas ignorantes, fa­
ñoles durante la guerra. He aquí algunos ejemplos; el pueblo de Tacna elevado a la náticas y supersticiosas. José Antonio Navala Huachaca fue comandante de guerrillas
condición de villa (decreto del 30 de agosto de 1825 que incluyó algunos privilegios en las luchas de 1814 y 1815 en el bando español; y, casi en las vísperas de la batalla
para sus vecinos) y convertido en «heroica ciudad» (ley del 26 de mayo de 1828); la de Ayacucho, el virrey La Serna le otorgó el título de general de los redes ejércitos.96*
villa de Moquegua ya hecha ciudad por ley del 19 de enero de 1823, con el título de Durante tres años, desde diciembre de 1824 hasta 1827, vivió Navala Huachaca en
«benemérita a la Patria» unido a la encomiástica mención de los servicios que prestó íntimas relaciones de camaradería militar con jefes y oficiales españoles. Ellos, dice
y del saqueo que sufrió (ley del 6 de junio de 1828); la provincia de Lampa declarada Luis E. Caveto «abusaron de la confianza, ingenuidad c ignorancia del iquichano
«benemérita» y la villa de esc nombre «leal» por las terribles persecuciones que en dándole el pomposo título de «General del mar y tierra» y a sus dos hijos, iniciados
ellas sufrieron los patriotas (ley del 2 de junio de 1828); idénticos títulos provenien­ en el arte de guerra, con el de cadetes’»,
tes de las mismas causas para las villas de Pucará (ley del 3 de junio de 1828) y de Navda Huachaca no sabía leer ni escribir, pero fue luchador muy valeroso y
Ayaviri (ley de igual fecha).94 completamente insojuzgable. Rodeado por varios jefes y comandantes iquichanos y
Una historiografía ciegamente nacionalista afirmará que la totalidad de la po­ seguido por un ejército integrado no solo por hombres sino también por mujeres y
blación andina de nuestro país tuvo una actitud hostil o beligerante en relación con niños, luchó en 1826 nominalmente contra la dictadura de Bolívar y, en verdad, para
la causa realista. Numerosos sectores yacentes se mantuvieron en una acritud pasiva restaurar el sistema virreinal. Se apoderó de Huanta, pero fue vencido en un combate
o de ciega obediencia. En otros, existió un notorio fidelismo. El mismo decreto del en las inmediaciones de Ayacucho. Incendios, saqueos, confiscaciones, fusilamientos
virrey La Serna fechado en el Cuzco el 11 de enero de 1822 que antes se mencionó, y otros actos atroces pretendieron aterrorizar a los iquichanos sin conseguirlo. Por el
aprobatorio de la bárbara resolución de Carratalá sobre la destrucción de Cangallo, contrario, en el encono que allí se ahondó, estuvo una de las causas para el levanta­
incluyó un homenaje al pueblo de Pomabamba, anexo a la doctrina del que nominal­ miento de los iquichanos y de otros pueblos de la provincia de Huanta en noviembre
mente había sido borrado del mapa, ya que lo convirtió en la capital del partido de de 1827 cuya duración fue de siete meses. Las tropas del gobierno, auxiliadas por los
Vilcashuamán «dispensándole esta distinción en remuneración a ser el primero que montoneros de los pueblos de las provincias de Huamanga, Andahuaylas, Cangallo
recibió con fraternidad las tropas nacionales». El mismo Sucre en los partes oficiales y otros, llegaron a desarticular y batir a los insurrectos. De los militares realistas y de
durante la campaña de Ayacucho habló de que, a veces, su ejército encontró pobla­ los numerosos españoles radicados en Huanta, algunos fueron condenados a la pena
ciones hostiles. Hubo también montoneras que ayudaron a La Serna y sus generales. de destierro, entre ellos Nicolás Soregui de origen francés, notable jefe que había
Entre sus jefes estuvo Arana «el célebre colorado».9Í

96. Miller escribió desde Qulnoa a su hermano John el 11 de diciembre: «Los indios de Huanta,
Huancavelka y Chincheros y pueblos vecinos habíanse levantado en contra de nosotros y a diario
94. Oviedo 1865 (vol. 4): 144-177. recibíamos noticias de que habían asesinado a nuestros luchadores y a pequeños destacamentos»
95. Lira 1971: 20. (Denegrí 1971b: 26).
128 Jorge Basadrt ¡M serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 12!?

combatido en el ejército español en Ayacucho para dedicarse luego al comercio en 5. 1.a revolución de la independencia peruana fue una serie de campañas mi­
esa ciudad y residir más tarde en Huanta. Fue este el más importante promotor de litares con alternativas oscilantes. Coincidió con la elaboración en Lima
la rebelión de los pobladores de esa ciudad en apoyo de la que estalló en Iquicha y, de una Carta política utópica (1823) discutida y aprobada por un grupo
después de Navala Huachaca, se constituyó en el segundo caudillo de los rebeldes.l)/ diminuto de teóricos, a la vez que con intensas y sombrías intrigas faccio-
La victoria final de los patriotas no implicó una disminución de los prejuicios nales. Las masas capitalinas se movilizaron inorgánicamente en nombre
suscitados por las variedades de castas o de razas en la realidad peruana. Antes de de ideas republicanas que sobrepasaron los esquemas monárquicos de San
iniciar su marcha decisiva el ejército libertador al mando de Bolívar, Huamachuco Martín, Montcagudo y la nobleza simbolizada en el Consejo de Estado
fue escenario de grandes fiestas. Pero a los jefes de color no se les permitió bailar en que creó el Protectorado; o detrás de un inicial caudillismo (Riva-Agüero).
ellas, según narra Rcbaza.lJíi No hubo, sin embargo, momento alguno en que las clases populares ocu­
paron, en Lima o fuera de Lima, el primer lugar en la escena política, ni si­
La Revolución francesa y la revolución de la independencia peruana quiera para ir al maximalismo en la revolución burguesa y, mucho menos,
para intentar, en una forma u otra, la democracia directa.
¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre la Revolución francesa y la revolu­ 6. El resultado de la Revolución francesa fue que ella hirió mortalmcntc el
ción emancipadora en América hispana, sobre todo la del Perú? Se trata de un asunto complejo interrelacionado de los privilegios aristocráticos: la monarquía
complejo que requeriría un libro íntegro y acerca del cual son enumerados enseguida representada por Luis XVI, la aristocracia terrateniente y los derechos se­
apenas unos aspectos básicos: ñoriales, o sea lo que constituía la esencia del anden régime, La victoria
1. La independencia peruana fue acelerada no solo por los problemas inter­ final perteneció al sistema de la propiedad privada y a un ordenamiento
nos, sino estuvo en función de acontecimientos internacionales. político y civil basado en la igualdad ante la ley. La ciudad de París hizo la
2. En el Perú no apareció una gran reivindicación popular antiseñorial y revolución burguesa y estuvo cerca de desbordarla. Pero los campesinos,
a nti fiscal. reacios a los excesos negaron alimentos a la capital y con ello detuvieron el
3- Tampoco surgió un levantamiento campesino. No hubo distribución de impulso radical simbolizado por los «saris eulottes». Las zonas rurales deci­
los latifundios coloniales. Por el contrario, leyes y decretos suscritos en la dieron hasta dónde se podía llegar." fin cambio, la abolición de los títulos
época de San Martín y de Bolívar, y también en los años posteriores, qui­ de nobleza y la implantación de la república, conquistadas por los liberales
sieron ayudar a los propietarios, empobrecidos por los cupos, los reclura- en el Perú durante su primera etapa de predominio en 1822-1823, no
micntos, las destrucciones de sementeras y de materiales de trabajo y otros estuvieron acompañadas por otros cambios en el sistema vigenre:
daños que les causaron ambos ejércitos en la guerra cruel de 1820 a 1824
y en las crónicas guerras civil-internacionales que la siguieron. Por otro La mentalidad de los antiguos españoles criollos no se modifica mucho [ha escrito
recientemente el Obispo de Cajamarca José Dammcrt Bellido], pues, si bien se
lado, empezó un neolatifundismo republicano que continuó el anterior y
cambian las fórmulas de sumisión al soberano legítimo por las de fidelidad a la Pa­
se superpuso a él, ante la pasividad del Estado que ni siquiera le otorgó la tria y a la República, ellos continúan con el desprecio hacia las otras clases y castas;
sanción indirecta de los impuestos. lo que prosigue actualmente en el menosprecio hacia el campesino que se observa
4. El hecho de que el movimiento emancipador se iniciara en la costa del nor­ entre los moradores de los centros poblados de toda clase y especie, incluyendo a
te y allí tuviera su centro, mientras las zonas de predominante población quienes pretenden secundar la revolución y continúan tratando de «cholo, bestia y
indígena quedaron durante toda la campaña bajo el férreo dominio del animal, incapaz de cambiar», olvidando que es suficiente un simple rasguño para
encontrarnos en igual situación [...] , Es triste anotar que esto se observa incluso en
ejército español, impidió la acción propia de ese sector, ubicado en la base
de la pirámide social.
99. Para la nueva interpretación acerca de la Revolución francesa, el testimonio más divulgado es el del
libro de Albert Soboul (1958), Dentro del mismo campo está la obra de Richard Cobb (1961-63).
Pero Daniel Guérin sostiene que ambos autores, a pesar de sus silencios y de sus pequeneces en
relación con él, toman y confirman en conjunto lo que afirmó en su libro de 1946. Consolador
97. Cavero 1953 (vol, I): 175-212. ejemplo de las guerras civiles intelectuales que proliferan en todos los ambientes, no solo en el
98. Rebaza 1898: 274. nuestro.
130 Jorge Basadre l a serie de p ro b ab ilid ad es dentro de la em an cipación p eru an a 131

funcionarios públicos de Educación, Gobierno, Salubridad, etc. y aun en quienes Burke , Edmund
se profesan católicos, es decir discípulos de Cristo, tanto laicos como religiosos 1797 Three Memorial on French Affairs. Wrítten in the Years 1791, 1792 and
y curas. Igualmente, y es la prueba más tangible de la continuidad del tradicio­ 1793. Londres: Printed for F. and C. Rivington.
nalismo en el Perú, las fórmulas prosiguen inalteradas, tanto en los documentos
oficiales como en los programas de festejos [...), el saludo al virrey se denominaba B usanic.he , José Luis
«besamanos» y, para cambiar, en la República se llamó también «besamanos» al del 1965 Historia argentina, Buenos Aires: Solar Hachette.
Presidente.'00
C avero, Luis E.
En el Perú del siglo XIX y de la primera parte del XX no llegó a surgir una agri­ 1953 Monografía de la provincia de Huanta. Lima: Empresa Editorial Rímac.
cultura comercial libre de ataduras feudales. El desarrollo en la producción exporta­
C obb , Richard
dora del azúcar y del algodón tuvo su base en la mano de obra servil china después de
1961-1963 Les arrnées révolutionnaires: Instruments de la Terreur dans les départements,
la abolición de la esclavitud y, más tarde, en el oprobio de los contratos de enganche
civril 1793 (Floréalan II). 2 vol. París: Mouton.
con los indios de la sierra, superados ya en días posteriores. Y en el hinterland del
país, allá en la zona andina, persistió la estructura rural tradicional, mientras que, sal­ C ornejo B ouroncle, Jorge
vo excepciones recientes, continuó también siendo muy dura la existencia del traba­ 1956 La revolución del Cuzco de 1814. Cuzco: Editorial Rozas.
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La declaración de la independencia del Perú:
libertad por la fuerza*
T imothy E. A nna

— -----

E
l Perú inició su historia como Estado independiente con una de las declara­
ciones de la independencia más breves y directas del mundo. En Lima, el 15
de julio de 1821, un cabildo abierto convocado especialmente para considerar la
cuestión, declaró:

Todos los caballeros presentes, por sí m ism os y satisfechos de la opinión de los h abitan­
tes de la capital, dijeron: que la voluntad general está decidida a favor de la independen­
cia del Perú del dom in io español, y del de cualesquier otra potencia extranjera . *1

* El autor agradece el respaldo prestado a la investigación por el Cañada Councll, así como las útiles
sugerencias y correcciones efectuadas por su colega, el profesor Douglas N. Spraguc. La versión
original de este artículo fue publicada en inglés en el Journal o f Latínoamerican Stueiies VII (2),
1975. La traducción del inglés fue realizada por Javier Flores Espinoza.
1. Biblioteca M unicipal de Lima (en adelante RML), Actas de Cabildo, Libro 45, 15 de julio de
1821, Con ocasión de las Fiestas Patrias de 1972 tuve el privilegio de que se me permitiera usar el
original del Libro 45 de las acras, pues necesitaba leer todo el volumen. Creo haber sido el primer
extranjero a quien se le permitió usar el libro que contiene este tesoro nacional, el cual usualmcntc
se exhibe en una vitrina de vidrio. Sin embargo, las sesiones del cabildo inmediatamente
anteriores y posteriores a la Declaración fueron impresas editadas, en Gamio 1971- Esta a su vez
es una reedición y ampliación de la misma publicación de dicho autor, de título muy similar, La
municipalidad de Lima y la emancipación (Lima, 1944). ‘lodas las citas que acá aparecen provienen
del libro de 1971. Un facsímile sumamente utilizablc de la Declaración y las firmas, completo
con transcripciones de los nombres y una lista alfabética, fue publicado por el Concejo Provincial
de Lima en 1971. bajo el título de Acta de la Declaración de la Independencia Nacional. Esta es la
copia que aquí usamos, La Biblioteca Municipal de Lima no es un archivo importante, sino más
bien la biblioteca de trabajo del Concejo Provincial. Sin embargo, ella sí guarda todos los Libros
de cabildo que han sobrevivido. [Todas las citas han sido retraducidas del inglés, N, del T.]
138 Ttmothy B . A nua L a declaración de la independencia d e l Perú: lib ertad p o r la fu erza
1311
'

Las personas que se encontraban realmente presentes en las cámaras del cabildo, factores. Pero obsérvese la tortuosa lógica que inevitablemente se sigue, una vez que
en los corredores afuera de ellas y abajo en la calle, firmaron entonces el Acta. Ad­ un historiador decide tratar la Declaración como evidencia de la popularidad de
virtiendo su importancia como un hito en la historia de su ciudad, el cabildo acordó la independencia. Si Lima clamaba unánimemente por la independencia, entonces
entonces exhibir el libro de actas encuadernado que contenía la Declaración en la San Martín, el hombre cuyos ejércitos hicieron que la Declaración fuera posihle, era
oficina de su secretaría, de modo tal que el público en general pudiera ratificarla. algo más que un conquistador o un Libertador, y nada menos que un Mesías. Por lo
Se amplió incluso el plazo para la recolección de firmas y al final un total de 3504 tanto, su fracaso en Lima debe haber sido el fruto de la ingratirud de sus habitantes
personas firmaron.23 o de su propia estupidez al no lograr conservar su mandato. Ninguna de estas expli­
Pocos documentos en la historia de nación alguna parecerían ser fruto de un caciones resulta satisfactoria. San Martín no era estúpido, ni tampoco es lógico que
mayor consenso que este. Casi todo varón que sabía leer y escribir firmó, excepción Lima haya rechazado con tanta rapidez un esratus político al que acepró de modo
hecha de los muchos ciudadanos que ya habían huido de Lima. La sugerencia inhe­ tan unánime.
rente a la Declaración es que la élite de Lima estaba de modo casi unánime a favor de Debe haber una explicación alternativa que dé cuenta de la contradicción exis­
la independencia. Ella sostenía que se trataba positivamente de «la voluntad general» tente enrre las palabras de Lima y sus actos. A decir verdad sí la hay, pero a primera
de la ciudad, de sus habitantes y de los caballeros que hablaban a nombre de estos. vista resulta comprensiblemente difícil aceptarla. ¿Podría acaso ser que la Declara­
Ahí radica el problema. ción no es otra cosa que una farsa o un referendo arreglado? Así, Pedro Angel deTado
La unanimidad resulta problemática porque, además de resultar sospechosa por la describió en una notable carta que escribió a un ex oidor de Lima después de la
pura lógica, es también dudosa por los eventos que se produjeron a continuación. independencia. Tado, un sacerdote realista dedicado que vivió treinta y dos años en
En los meses y años por venir, Lima no se distinguió por el apoyo que prestó a la Perú, es un rescigo presencial sesgado en extremo. Sostenía él que la independencia
independencia. Muy por el contrario, la república que fundara el general José de se produjo en 1821 debido a que un grupo de abogados, sacerdotes y profesionales
San Martín, y que tuvo su centro fundamentalmente en esta ciudad, colapso en seis ambiciosos y resenridos, se la impuso a una ciudad capital desesperada y hambrienta,
meses como resultado de la indiferencia peruana y de su negativa a sacrificarse en su cuyos ciudadanos se vieron intimidados por la fuerza armada, amenazados por el
defensa.' Por lo tanto, la hipótesis de un respaldo unánime a la independencia no inminenre atos social y coaccionados por la violencia y el temor.'1 Es posible que los
resulta plausible. Y, sin embargo, generaciones subsiguientes de historiadores jamás historiadores hace tiempo hayan sentido intuitivamente que semejante explicación
han explicado todas esas firmas o lo que ellas podrían significar.
La cuestión que las 3504 firmas plantean es el problema de la motivación. El
enfoque usual es simplemente asumir que ellas representaban el deseo real de Lima,
y luego explicar el fracaso subsiguiente del movimiento bajo San Martín con otros 4. Carta de Pedro Ángel de Tado al Marqués de Castell-Bravo de Rivcro, Madrid, 14 de noviembre
de 1823, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Lima 1024, Es necesario aclarar por qué
razón, hasta donde tengo noticia, este sorprendente documento no ha sido estudiado. Se traca
de una carta muy extensa escrita sobre una sola hoja de papel con una letra casi microscópica, la
2. Para contar esta cifra utilicé el facsímile de la Declaración. Deduje un nombre, el de Manuel cual fue doblada varias veces. Al no llevar señales de identificación que atraigan al investigador,
Muelle, secretario de cabildo, quien firmó dos veces. Aun así, es posible que el total de 3504 no sea ella literalmente desaparece en su legajo. Sin embargo, su importancia fue advertida cuando se la
del todo correcto, puesto que algunos nombres son ilegibles o quedaron oscurecidos debido a los recibió originalmente, puesro que Castell-Bravo, un oidor emigrado de Lima, la enrregó al fiscal
manchones de tinta, la mala letra, el paso de la tinca en las páginas, y varias roturas en las pp. 1-4. del Consejo de Indias, quien sugirió que se la publicara como propaganda. El Consejo leyó la carta
Sin embargo, el mayor problema que hay para identificar a los firmantes es que muchos de ellos en sesión del 17 de enero de 1826, pero no hay indicio alguno de que alguna vez haya sido pu­
emplearon versiones abreviadas de su nombre. En consecuencia no puedo identificar, y mucho blicada. Otros dos documentos corroboran la existencia deTado y dan detalles de su carrera. Uno
menos comprobar, la posible repetición de nombres tales como José García (hay 4), José Gutiérrez de ellos (AGI, Lima 156.3) es un expediente referido a la solicitud que hiciera en 1826, pidiéndole
(3). José Moreno (3), José Rodríguez (3) o José Sánchez (4), Sería de asumir que nadie más que al rey que le otorgara un beneficio en alguna iglesia en España. El expediente incluye su Relación
Muelle firmó dos veces, pero es imposible estar seguro. Me aventuré a efectuar una identificación de Méritos impresa (en la cual su apellido figura como «Jado»), así como referencias personales del
positiva solamente cuando el nombre era claramente distinguible de otros parecidos gracias a Arzobispo y de Castell-Bravo. El segundo documento (AGI, Lima 604) es la decisión tomada por
algún criterio reconocible, como el uso de un apellido materno o las variantes en las grafías. La la Cámara de Indias, el 27 de febrero de 1826, para que se le encontrara un cargo. A lo largo de
Gaceta del Gobierno Independiente de Lima publicó una edición especial el 10 de agosto de 1821, ambos expedientes, Tado es tratado como un testigo competente, con una larga experiencia en el
que contenía una lista de las firmas. Parece no ser completa. En todo caso la lista, publicada como Perú. El Consejo era sumamente crítico de los postularnos cuando dispensaba beneficios, y que no
apéndice del facsímil de la Gaceta (La Plata, 1950), no está completa, tal como señalaran sus edi­ haya encontrado liada malo en las calificaciones o la carrera de Tado sugiere, con toda sinceridad,
tores: incluye 3136 firmas. que todo estaba en orden. Decidí usar «Tado» como su apellido porque en su propia letra parecería
3. Consúltese Anna 1974. ser una T.
140 Tim othy E, A tin a L a declaración de la independencia d el P erú : lib ertad p o r la fu e rz a 14 1

tiene sentido; una cuidadosa evaluación del alegato de lad o nos permitirá corrobo­ de recompensas y cargos de este segmento de la población, que no era representativo
rarlo o rechazarlo de una vez por todas. del Perú como un rodo o de Lima en particular.
Comenzando con los indios, a quienes conocía muy bien luego de haber pasado Esta era la alineación de fuerzas cuando el virrey José de la Serna abandonó
veintidós años en diversos curatos de la sierra, lado sostuvo convincente y cohe­ Urna el 6 de julio de 1821, habiendo decidido que la capital ya no podía suministrar
rentemente que la independencia no fue la voluntad general del Perú. Decía él que una base para la resistencia realista. El virrey nombró entonces al Marqués de Mon­
indios y mestizos eran los más fieles vasallos del rey, y que las publicaciones rebeldes temira, un mariscal de campo criollo a quien todos respetaban, como gobernador
simplemente mentían cuando sostenían tener su respaldo. «Si los pueblos [indios] civil y militar interino. Hallándose la hueste rebelde acampada afuera de la ciudad,
cercanos a Lima se mantienen del lado de la insurrección, es solo porque temen a el virrey hizo un llamado público a San Martín para que no tomara represalias y
ios negros armados de San Martín, quienes roban sus casas y graneros». Los mestizos urgió a Montemira a que no presentara resistencia. Para garantizar que la ciudad no
pensaban igual, puesto que en las montañas vivían como indígenas. Los esclavos, combatiría, solamente le dejó doscientos rifles.5
quienes se hallaban concentrados en la costa peruana, originalmente se unieron a los Según Basil Hall, un testigo presencial imparcial,'6 la población de Lima quedó
rebeldes, pero pronto quedaron desencantados cuando se les sometió a disciplina, paralizada por la indecisión y la incertidumbre. Él asistió a una reunión a la que el
y preferían apoyar a un gobierno conocido que a otro por conocer, lad o sostuvo Marqués de Montemira convocó a «los principales habitantes que no hubiesen huido
saber de algunos hacendados liberales que originalmente apoyaron también la inde­ al Callao». La reunión se vio caracterizada por la misma parálisis. Hubo, claro está,
pendencia, pero estos también quedaron desencantados al descubrir que asistir a los algunos simpatizantes de los rebeldes, quienes estaban exultantes; también había
rebeldes significaba ceder sus esclavos al reclutamiento, muchos realistas, quienes manifestaron gran alarma. Pero un número significativo
Y estaban también los blancos, tanto los europeos como aquellos a quienes de los restantes participantes, dice Hall, «se paseaban afanosamente en medio de la
simplemente describió como españoles. Fado sostuvo que pocos de ellos favorecían multitud, simplemente para decir cuánto dudaban de qué debía hacerse».7*Esta des­
la independencia antes de que el Ejército Libertador de San Martín hubiese desem­ cripción a duras penas encaja con una ciudad de ávidos partidarios de la rebelión. En
barcado en Pisco en septiembre de 1820. Ellos huyeron de la fuerza expedicionaria todo caso no había ninguna alternativa y en la reunión se decidió enviarle una carta
a medida que esta iba extendiendo su control desde Pisco. Esto se produjo primero a San Martín invitándole a que ingresara y ocupara la ciudad.
entre los hacendados de Chincha, Pisco e lea, y luego entre los de Chancay y Huau- Al día siguiente, los mismos notables se reunieron con Montemira para recibir
ra, una vez que el ejército rebelde se desplazó hacia el norte. Los rebeldes ofrecían la respuesta de San Martín. El jefe rebelde les pidió que dijeran si era la voluntad
cargos y salarios a propietarios y milicianos, pero solamente lograron captar un res­ general del pueblo que él ingresara a la ciudad. Ellos respondieron afirmativamente y
paldo limitado, e incluso eso únicamente entre las milicias o las tropas regulares más él así lo hizo el 12 de julio. Como dos afirmaciones no bastaban para el hombre que
jóvenes, como el regimiento Numancia, cuyos oficiales, según lado, eran demasiado había prometido «no avanzar un paso más allá de la marcha gradual de la opinión
jóvenes como para resistirse a un soborno. pública», el 14 de julio el Libertador le pidió al cabildo de la ciudad que invitara a
En suma, el Perú rural rechazó la independencia de modo unánime. Fue solo los notables para que discutieran el futuro estatus del Perú, y ellos convocaron un
cuando los rebeldes dirigieron su subversión contra la rica y decadente ciudad capi­
tal que su fortuna mejoró. Al acercarse a Lima comenzaron a captar el respaldo de-
5. El virrey La Serna anunció la evacuación el 4 y el 8 de julio de 1821. AGI, Indiferente 1571 y 313,
una serie de «abogadillos» sin crédito alguno, clérigos sin nombramientos, frailes sin
respectivamente.
juicio y «empleadnos» públicos «que se juzgaban agraviados por no tener los cargos
6. Debido a su habilidad como observador, se ha de preferir a Hall a cualquier otro testigo, tanto
más altos del Perú». El desdén que sentía por estos tempranos partidarios de la inde­ extranjero como peruano. Él era capitán del H. M. S. Conway, una nave de Ja real marina británica
pendencia no necesita de aclaración alguna: «Si algunas personas se declararon parti­ que surcaba el Pacífico. En consecuencia estuvo presente en las reuniones y en las discusiones tanto
de realistas como de rebeldes. Conoció taino a San Martín como a I.a Serna y las juzgó con justicia.
darias [de los rebeldes], fueron demostrablemente aquellas que acaban de recibir del
Aunque se inclinaba a la ¡dea de independencia por motivos intelectuales, no era antihispano y
gobierno español distinciones que jamás merecieron». La independencia se fundó siguió escrupulosamente el principio de neutralidad. Por ello se le ha de preferir incluso a otros
sobre «la pandilla de abogadillos que deseaban magistraturas, los empleados públicos observadores extranjeros como John Millcr. Su libro (Hall 1968 [1824]) sufre principalmente
debido a que sus deberes oficiales en ocasiones le retiraron del centro de la acción. De este modo,
que querían grandes bonificaciones y los clérigos que aspiraban a los beneficios». Los
si bien vio a San Martín establecer la república, no estuvo presente en Lima duranre los siguientes
abogados, en particular, «hicieron más que las bayonetas» para alcanzar dicho fin. meses para ver su colapso.
Entonces, según la versión dada porTado, la independencia fue el resultado de la sed 7. Hall 1968 [1824], vol. I: 219-232.
i 42 Tim othy k\ A m ia L a declaración de la independencia d e! Perú: lib ertad p o r la fiterza 143

cabildo abierto para el día siguiente. Gamio afirma que el cabildo efectivamente quiénes se encontraban dentro de la ciudad en dicho día, o si algunas personas fir­
envió invitaciones a los participantes, cuyos nombres fueron extraídos de una lista maron a nombre de sus amigos (aunque diez sí lo hicieron a nombre de analfabetos).
de personas que pagaban una red contribución de guerra, y que solo se permitió Sin embargo, la afirmación que Tado hace del uso de la fuerza es algo central y que
ingresar a la reunión a quienes habían sido invitados." No hallé ninguna evidencia podemos verificar o rechazar. Él amplió su alegato del uso de la fuerza para incluir los
que respalde esta afirmación. problemas generales de una ciudad ocupada que enfrentaba la hambruna. ¿Era acaso
Tado sostuvo que no hubo control dguno sobre la asistencia al cabildo abierto, concebible que la opinión pública pudiera manifestarse libremente hajo semejantes
y que lo conformaron solamente unas cuantas personas principdes, en tanto que el circunstancias? ¿Algún europeo o criollo repudió posteriormente su firma? No pode­
resto de los varios cientos que asistieron a la reunión o que firmaron la Declaración mos evaluar el alegato final de sobornos, pero es posible quedado haya querido decir
ese primer día fueron los abogadillos, hombres de Iglesia y aspirantes a cargos guber­ que algunas personas fueron «pagadas» con la promesa de cargos en el gobierno, que
namentales que había mencionado. Su descripción de este evento difiere de modo es una cuestión del todo distinta. Quiso así decir, por implicación, que cincuenta
tan dramático de todas las demás que vde la pena citarle in extenso: partidarios desencadenaron la estampida del resto de las firmas.
Tado hizo dos observaciones finales antes de que su carta degenerara en una
Todo lo que había era una gritería desorganizada, y de los balcones de la Casa del Ayun­ diatriba contra la ingratitud del rey por no recompensar a los héroes de la lucha en
tamiento, donde esta reunión tuvo lugar, gritaban abajo a la plaza: «¡Viva la indepen­ América, y por su temeridad al nombrar funcionarios de lealtad no comprobada y
dencia!», y esto fue repetido brutalmente por la escoria de la población que se había
que posteriormente resultarían ser rebeldes, como sucedió con el intendente dcTru-
congregado allí para esperar los resultados. La junta llegó a su fin en menos de una hora
jillo, el marqués de Torre Tagle, a quien detestaba:
y ella firmó el acta que declaraba que el Peni deseaba ser independiente. Todo aquel
que quisiera firmar así lo hizo, y quienes no querían también, pues muchas personas
se vieron obligadas a someterse a ello, habiéndoseles comunicado que de no hacerlo Pero incluso si la población de Lima sí la hubiese declarado [la independencia] de bue­
tendrían que vérselas con San Martín [...]. ¿Y quién no firmaría bajo esas circunstancias? na fe, ¿qué cuenta su voto como para decir que fue el voto del Perú, que es como se le
Todos corrieron a poner su nombre en ese célebre libro porque remían, si no la muerte, llama en los papeles públicos de Lima? Esta tiene una población de 70.000 almas, y no
al menos el exilio y el secuestro de sus bienes. Muchas personas firmaron a su nombre es exageración decir que si restase los españoles europeos, los esclavos y todos aquellos
y del de cualcsquier amigo que tuviesen, y se de firmas de personas que, o bien no se que no podían votar en este asunto no le quedarán más de 4000 personas capaces de
hallaban en ese entonces en Lima, o que no podían o no habrían firmado. Así reunieron manifestar un parecer. De estos, le aseguro a usted que ni sesenta coincidieron en el acto;
la cantidad de firmas a favor de la independencia que los periódicos de Lima han elevado pero incluso si todos hubiesen concurrido, ¿qué vale su parecer contra los dos millones
a las alturas. de habitantes que esc mismo día se encontraban bajo la protección de las reales armas?
[...]. ¿Podría usted llamar a este el parecer del Peni?9
¿Y es este el voto del Pueblo? ¿Es esta la forma de saber la opinión pública? Con la ciudad
dominada por las tropas enemigas, con cada hombre preocupado por la pérdida de su
empleo, de sus bienes y hasta de su vida, ¿acaso no era prudente librarse de tales peligros Aunque sus cifras de población no son del todo precisas, y si bien no hay ra­
con una firma forzada? Por este motivo firmaron todos los españoles peninsulares y los zón alguna para restar a todos los europeos dado que algunos de ellos sí firmaron,
americanos más realistas. Los eventos posteriores mostraron el valor de sus firmas, Iodos resulta incuestionable lo que Tado quería decir, esto es que la Declaración fue obra
los europeos la han desmentido [su firma] con sus actos, y los limeños que tenían todo solamenre de Lima y no del Perú. Ello no obstante, los cuatro elementos principa­
que perder lloran que no podrían haberlo hecho [...]. ¿Quién osaría quejarse? ¡Nadie!
les de su interpretación a ios que debemos investigar son los siguientes: (1) que el
Todos lamentaban su desventura, pero no les está permitido decirlo en voz alta.
cabildo abierto fue una escena confusa en la cual no hubo ninguna discusión seria
Cincuenta holgazanes pagados para dicho fin proclamaron la independencia. ¡Cincuen­
de las opciones con las que se contaba; (2) que las personas firmaron por temor a las
ta no más!
represalias de San Martín o a la muerte, el exilio y la confiscación que los demorones
habrían de enlrentar; (3) que la Declaración no fue firmada por suficientes «per­
Este es un serio cucstionamicnto de la validez de las firmas, que mina seriamen­
sonas capaces de manifestar un parecer», para usar su término, esto es que quienes
te la afirmación de que la Declaración representa la «voluntad general». No pode­
firmaron fueron las personas erradas, las que no pertenecían a la élite o una facción
mos poner a prueba parre de esta afirmación. No podemos, por ejemplo, establecer
no representativa de la población; y (4) que muchos de los firmantes posteriormente

8. Gamio 1971:39. 9. lado a Castell-Bravo, AGI, Lima 1024.


144 Tinw tby t . A m ia L a declaración de la independencia d e ! P en i; lib ertad p o r la fu e rz a 145

lamentaron haberlo hecho, pero que se abstuvieron de repudiarlo abiertamente por reinado de terror que se les impuso, y esto antes de la célebre persecución de españo­
temor. La puesta a prueba de la interpretación dada por lado será un útil ejercicio al les que Bernardo Monteagudo, el ministro de San Martín, iniciaría al mes siguiente,
tratar con un testigo histórico sumamente sesgado. Manuel Pardo, el ex regente del Cuzco, contó que algunos europeos y criollos que se
En lo que a su primer argumento se refiere, ni siquiera los historiadores menos rehusaron a jurar la independencia se escondieron para escapar al furor de la turba:
críticos — como Gamio— pueden negar que el cabildo abierto tomó su portentosa
decisión con indebida prisa. Después de todo no podía tomar ninguna otra decisión. En esta situación crítica, la existencia de todo europeo, de sus familias y bienes, depen­
Gamio sostiene que el primer y único discurso importante de la reunión fue dado día del capricho del populacho y del feroz despotismo de un jefe sanguinario, quien no
reconocía otro límite al uso de la autoridad que aquel que él mismo prescribía."
por el Dr. José de Arriz, un profesor de Derecho y fundador del Mercurio Perua­
no, que poco después sería nombrado miembro de la Corte Suprema de Justicia
Pedro Gutiérrez Cos, obispo de Huamanga, huyó de su diócesis a Lima al des­
que reemplazó a la Audiencia. Coincidiendo perfectamente con la versión de lado,
embarcar los rebeldes en Pisco, y después de declarada la independencia en la capital
Arriz urgió a los caballeros presentes a que ni siquiera consideraran la cuestión del
dio fe de que San Martín intentó forzarle a que prestara el juramento de fidelidad,
valor de la independencia, tan convencido estaba él de que ella era justa. «Ahora no
y a que remitiera una carta pastoral a su diócesis urgiendo a su grey a que hiciera lo
debiéramos ocuparnos», insistió, «de la justicia, la necesidad, la conveniencia o la
mismo. Al rehusarse, fue desterrado enérgicamente del Perú.1213145Manuel Méndez, un
legitimidad de esta resolución [...]. Lo que el momento requiere es determinación y
sacerdote, huyó a España y reportó que la persecución de los españoles simplemen­
decidir con valentía».10A esto le siguió un aplauso desenfrenado ¡y eso fue todo! Na-
te buscaba obligarles a jurar la independencia.MNicolás ladeo Gómez, el sacristán
die protestó que si este no era el momento de discutir el valor del asunto, no habría
mayor de la catedral de Lima, sostuvo haber sido confinado en Chancay y que sus
jamás otro. Se invitó a Arriz y a Manuel Pérez delúdela, ambos connotados partida­
bienes le fueron confiscados por haber rechazado la independencia.n Estos no son
rios de la independencia, a que redactaran la Declaración, a lo que se dedicaron con
únicamente ejemplos de refugiados realistas, puesto que hay muchos más de ellos;
entusiasmo. Entretanto, según Gamio, alguien arrojó tarjetas impresas a la multitud
son, más bien, ejemplos de fidclistas que mencionaron específicamente en su corres­
congregada afuera, diciendo: «El voto de un americano es a favor de la independen­
pondencia que se les presionó directamente para que firmaran la Declaración.
cia y la libertad del Perú, y aquel que no quiera seguir esto, firme su nombre infiime
El caso de José Antonio Prada es, sin embargo, el más revelador. Prada, un
y salga en busca de los tiranos»," Esta ciertamente era tanto una amenaza a los sim­
acaudalado hacendado, se rehusó a firmar la Declaración no obstante ser criollo y vio
patizantes del rey — a quienes se urgió a pesar de todo que firmaran la Declaración
cómo su hacienda, que posteriormente fue tasada en 700.000 pesos, le fue confisca­
primero y huyeran después de la ciudad— como una señal de entusiasmo.
da por el gobierno patriora. Como es bien sabido, fueron muchos los realistas que
El estado traumático de la ciudad, la ausencia de todo intento siquiera de sus­
sufrieron con las confiscaciones. El caso de Prada es, sin embargo, distinto, puesto
tentar la Declaración con un argumento razonado a su favor y el reparto de amenazas
que después de huir a España le solicitó al rey que mantuviera a dos de sus hijas. La
impresas, sugiere todo que se trató de una reunión convocada con el fin exclusivo de
investigación iniciada por este motivo por el Consejo de Indias pidió, a varios de los
orquestar una acción impulsiva, obviando todas las alternativas a la independencia
más prominentes exiliados realistas, que respondieran a la pregunra de si era cierto
total. Los hombres razonables que aún no se habían decidido no tuvieron tiempo
que Prada se había rehusado a firmar la Declaración «a pesar de las muy grandes
para reflexionar. Sus opciones eran firmar o huir. Rechazar la presión del momento
penurias que los revolucionarios impusieron, y con peligro inminente de su vida».
habría sido el sacrificio máximo. Esta limitación en las opciones obviamente operó
Entre los que respondieron figuraron el ex virrey Joaquín de la Pezuela (quien per­
de modo más directo sobre los hombres que efectivamente estuvieron presentes en
maneció en Lima hasta después de la independencia), el ex contador mayor, varios
el cabildo abierto.
Como confirmación del segundo punto señalado porTado, contamos con sus­
tanciales evidencias de coerción abierta. En una carta tras otra, los exiliados realistas
12. Manuel Pardo al Ministro de Gracia y Justicia. Río de Janeiro, 12 de febrero de 1822, AGI, Lima
que huían de Lima, usualmente por mar a través de Río de Janeiro, contaban el
1619.
13- Pedro, obispo de Guamanga, al Ministro de Gracia y Justicia, Ciudad de México, 8 de marzo de
1822, AGI, Indiferente 1571.
10, Gamio 1971: 42. 14. Manuel Méndez al rey, Madrid, 16 de septiembre de 1823, AGI, Lima 1024.
11 . Ibíd., p. 45. 15, Consulta, Consejo de Indias, Madrid, 26 de enero de 1824, AGI, Lima 604.
146 Timotby £ Atina L a declaración de la independencia d el P erú: lib e rtad p o r la fu erza 147

de los antiguos oidores y otras personas más. El conde de Montemar (quien firmó la clientes, si estaban enterados de ello, y resultó que casi todos habían huido a Europa
Declaración y luego huyó) declaró que Prada se rehusó a firmar «a pesar del peligro (usualmente podían incluso nombrar la nave que habían abordado).19
de ser sacrificado». Manuel Pardo sostuvo estar enterado de «los peligros que [corren] Dos semanas después de declarada la independencia, el Consulado reportó que
los criollos de honor que pensaban como Prada», puesto que «D, José y otros muy cuarenta y tres de sus sesenta y cuatro miembros habían fugado.20 Esto queda con­
cuantos de su clase [es decir, los criollos] eran objeto de la persecución del caudillo firmado con el hecho que solamente diecisiete de sus miembros firmaron la Decla­
[San Martín]». El ex oidor Manuel Genaro Villota atestiguó que Prada se había es­ ración, en tanto que cuarenta y dos definitivamente no lo hicieron y cinco nombres
condido en casa de su cuñado y que corrió un gran riesgo. Manuel de Arredondo, no son lo suficientemente claros como para establecerlo con certeza.21 En realidad
un ex regente, coincidió en ello y añadió que Prada «fue uno de los pocos y primeros fueron tantos los comerciantes que cerraron, que San Martín ordenó que todos los
americanos [...] que se expuso a las persecuciones de esc gobierno»,16 establecimientos comerciales propiedad de españoles volvieran a abrir o enfrentaran
El terror, entonces, estuvo dirigido no solo contra los peninsulares, sino tam­ la confiscación.22
bién contra los americanos, incluso contra algunos que habían firmado la Declina­ Tara el argumento que aquí presentamos es de crucial importancia el número
ción. Y tampoco apuntó solamente a los varones. Había historias confirmadas de de emigrantes del primer mes (antes de que se iniciaran las expulsiones forzadas de
damas prominentes que se vieron agraviadas por los oficiales rebeldes alojados en sus Montcagudo), pero es imposible intentar presentar un estimado real. Debe, con
casas; de la esposa del general Ramírez siendo insultada en un baile por un oficial todo, haber sido sustancial, puesto que sabemos, para no citar más que unos cuantos
patriota;17 y de otras intimidaciones dirigidas en contra de la muy unida élite. Todos ejemplos, que la mitad de los nobles huyó, al igual que las dos terceras partes de los
sus miembros tuvieron que enfrentar una decisión dolorosa y particularmente difícil, integrantes del Consulado, una quinta parte del cabildo eclesiástico y la mitad de la
cuyas consecuencias ninguno de ellos veía con gusto. Hall lo resumió sucintamente Audiencia. Y estos tampoco eran invariablemente peninsulares: algunos eran criollos.
del siguiente modo: Si tantos miembros de la élite estaban dispuestos a renunciar a todo lo que poseían,
a dejar su familia y a correr un peligro de muerte, entonces con toda seguridad mu­
Los españoles, quienes conformaban la clase acaudalada, quedaron tristemente perple­ chos hombres mucho menos dedicados a la causa del rey simplemente cedieron y
jos: de negarse a aceptar la posición de San Martín, su propiedad y personas quedaban firmaron.
expuestas a la confiscación, pero en caso de aceptar sus condiciones quedaban compro­
metidos ante su propio gobierno, que era posible regresara a visitarles con iguales ganas
Sin embargo, la presión sutil pronto fue reemplazada por una persecución
de venganza. De otro lado, a los nativos [,..] les alarmaban aun más las consecuencias de abierta de todo aquel que no se apresurara a indicar su entusiasmo por la indepen­
Sus actos presentes. Muchos dudaban de la sinceridad de San Martín, y muchos de su dencia. Ya en agosto, el gobierno rebelde inició su programa de persecución, que
capacidad para cumplir con sus compromisos.111 según el sacerdote Méndez buscaba imponer la aceptación de la independencia. Se
impuso a los españoles un toque de queda a las seis de la tarde; se les obligó a efectuar
La única forma de evitar esto era huyendo. Muchos peninsulares y criollos leales grandes contribuciones punitivas al gobierno;23 fueron acosados con una campaña
huyeron de Lima en los días inmediatamente anteriores y posteriores a la declaración pública de denigración en la cual participó el mismo San Martín; se les exilió en gran
de la independencia, abandonando esposas y familias, hogares y negocios. En marzo número; y, por último, se les destruyó. A comienzos de 1822, se ordenó dejar el país
de 1822, el gobierno ordenó a todos los escribanos de la ciudad que presentaran una a todos los españoles solteros que no hubiesen adquirido específicamente cartas de
lista de rodas las transacciones efectuadas desde julio de 1821 y que involucraran a
peninsulares, en un intento de rastrear la disposición que esta clase había hecho de
sus propiedades. Cada escribano reportó muchos documentos que había preparado 19. «Relación elevada al Sr, Presidente del Departamento por los escribanos de Lima, informando de
para ellos: cartas de venta, transferencias de propiedad, otorgamiento y delegación las escrituras extendidas en sus registros por los españoles residentes en esta jurisdicción». Archivo
de poderes a las esposas. Se les ordenó además que dijeran qué había sido de sus Nacional del Perú (en adelante ANP), Superior Gobierno, Lcg. 38. C, 1365.
20. Conde de Villar de Fuente a San Martín, Lima, 2 de agosto de 1821, ANP, Archivo Histórico de
Hacienda, PL 1- 10 .
21. Se tomó los nombres de los miembros del Consulado de una carta del Consulado a Pezuela, Lima,
16- Expediente concerniente a José Antonio Prada, Madrid, 1824, AGI, Lima 1024. 27 de julio de 1818, AGI, Lima 155.
17. Sin firma, D iario, Río de Janeiro, 26 de diciembre de 1821, AGI, Lima 1023. 22. Decreto de San Martín, Cuartel General de la Legua, 19 de julio de 1821. AGI. Lima 800.
18. Hall 1968 [1824], vol. I: 254-255. 23. Suplemento a la Caceta del Gobierno, Lima, n," 4 1 ,2 2 de mayo de 1822,
¡4 8 Tim othy E. A nna L a declaración de la independencia d e ! fJerú ; lib ertad p o r ¡a fu e rz a 149

ciudadanía peruana, renunciando a la mitad de sus bienes a favor del Estado.2425El les protegió, pero un ciudadano menos visible no contaba con semejante protección.
acto de intimidación más conocido fue el confinamiento de dos mil civiles españoles Los demás miembros de la Audiencia huyeron del país. Solamente un puñado de los
en el convento de La Merced en septiembre de 1821, cuando las fuerzas realistas jefes de departamento y los directores de las ramas de la burocracia real firmaron. El
comandadas por el general José Canterac llegaron a las afueras de Lima. de más alto rango que lo hizo fue Pedro Trujillo, un director de los reales estancos,
A un tiño de la independencia, los españoles habían desaparecido, algo de lo quien habría de conservar dicho cargo en la República, y Antonio Chacón, el conta­
que Hall da fe.2í Paz Soldán sostiene que al desembarcar los rebeldes en Pisco había dor mayor del Tribunal de Cuentas.
más de diez mil españoles en Lima, pero que para julio de 1822 no quedaban más El clima de temor era real, estaba difundido y fue de larga duración. Era una
de 600.26 Gaspar Rico, un prominente periodista que estaba con el ejército de La atmósfera del todo adversa a la formación espontánea de la opinión. Al no enfati­
Serna en los Andes, calculó que para 1824 un total de doce mil españoles habían sido zar esto hemos ignorado una de las razones principales del fracaso del movimiento
muertos o expatriados del Perú en los tres últimos años.27 Paz Soldán se regocijaba de San Martín en la liberación del Perú. Aunque resulta imposible saber cuánta
positivamente con estas historias de la persecución. En realidad, esta es una de las gente apoyaba voluntariamente a la independencia y cuántos lo hacían contra su
tragedias más terribles de las guerras de independencia, pues, además de desacreditar voluntad, el fracaso subsiguiente del movimiento debiera al menos sugerir que la
la autoridad de la Declaración, la destrucción de la parte mejor educada y más poli­ mayoría lo hacía con escaso entusiasmo. Este punto, al cual volveremos más tarde
tizada de la población le asestó un terrible golpe a la joven república. En todo caso, con evidencias más sólidas, asimismo sugiere que no hemos evaluado debidamente
esto sugiere un mayor grado de polarización y antagonismo en el conflicto peruano a San Martín, el político y desencadenante de eventos. El no se sentó a esperar pa­
del que usualmcnte se enfatiza en la historiografía. En las guerras de independencia sivamente a que el Perú despertara y se diera cuenta de la justicia de su causa, sino
hispanoamericanas, semejante aniquilación de la vieja élite fue más la excepción que que se dedicó más bien a fabricar la opinión pública sobre la cual había prometido
la regla. Y ello también indica cierto grado de inmoderación en los actos públicos fundar su movimiento.
efectuados por San Martín, que contradice directamente el supuesto de que gozaba En ningún lado vemos con más claridad las maquinaciones de San Martín,
de un respaldo unánime. como en las ceremonias formales que organizó para proclamar la independencia el
Por lo tanto, lo que sorprende no es que tantas personas hayan firmado la De­ 28 de julio. En medio de gran pompa, el Protector declaró; «Desde este momento, el
claración, sino más bien que alguien se haya librado de hacerlo. Los únicos que no Perú es libre e independiente, por la voluntad general de su pueblo»,30 ¿Qué esperaba
firmaron fueron aquellos que estaban dispuestos a huir, o cuya extraordinaria visibi­ conseguir con este colorido espectáculo? Hall, quien estuvo cerca de él ese día, nos
lidad era tal que los rebeldes preferían su silencio incluso a su firma. Por ejemplo, de da una respuesta: «fue una cuestión de exhibición y efecto, y del todo repugnante a
codos los ministros de la Audiencia, solamente uno de ellos, el peninsular Manuel sus gustos. A veces me pareció detectar en su rostro una expresión momentánea de
María del Valle, firmó. Otros seis — los criollos José Santiago Aldunate, José de Iri- impaciencia o desprecio de sí mismo por haberse prestado a semejante farsa
goyen y Francisco Moreno, y los peninsulares Tomás Ignacio Palomeque, Gaspar Tal como Hall advirtió, la publicación de los nombres de las personas que hicieron
Osma y José de la Iglesia— , en cambio, le pidieron a San Martín que les permitiera
permanecer en Lima después de la independencia, pero no firmaron la Declara­
ción.28 Si decidieron permanecer no fue por una aceptación positiva de la república consistentemente. Una serie de escándalos, que estallaron entre 1808 y 1815, trajo esto a la luz.
de su parte, sino más bien al hecho de que su ingreso y sus propiedades estaban en el En 1812, luego de una extensa investigación, se advirtió a seis ministros de que debían cambiar
de culmino o enfrentar una causa pública en su contra. Sin embargo, se autorizó al virrey a que no
Perú.29 No se les obligó a firmar porque con su acatamiento silencioso bastaba; esto tomara medida alguna si sentía que la rebelión le planteaba una amenaza demasiado grande a la
seguridad pública, y en 1813 fue por dicho motivo que suspendió toda ocra medida. Él Consejo
de las Indias respondió suspendiendo a cuatro ministros y ordenando a todos que se despojaran de
24. Gaceta del Gobierno, 2 de enero, 26 de enero de 1822. toda propiedad directa de tierras, y que solamente administraran las que pertenecían a su esposa
25. Hall 1968 [1824], vol. 11:87. o hijos. Por ejemplo, Manuel del Valle poseía tres haciendas en esc entonces. En 1815, el rey in­
tento rectificar estas ilegalidades ordenando el retiro del regente, la Suspensión de tres ministros,
26. Paz Soldán 1868: 314.
trasladando uno más, jubilando otro y dándole una advertencia a otro más. Ello no obstante, la
27, Cifra reportada en carra de La Serna al Ministro de Hacienda, Cuzco, 2 de abril de 1824, AGI, Lima 762. mayoría de los oidores ministros censurados o desplazados permanecieron exactamente donde es-
28, Expediente concerniente a Francisco Tomás Anzotegui, regente de Lima, 1821, AGI, Lima 795. taban hasta 1821, Consulta, Consejo de las Indias (en sesión plena), Madrid. 28 de junio de 181 5 ,
AGI, Lima 602.
29, Por supuesto que era técnicamente ilegal que un oidor tuviera propiedades en general, o que
hundiera raíces en la región donde se hallaba estacionado, pero en Lima infringían la ley 30. Gamio 1971:68-77.
150 Timorby £ Ama ¡.a declaración d e ¡a independencia d el P en i: lib ertad p o r la fu e rz a 151

este juramento a la independencia «comprometió profundamente a muchos que se Cuadro 1


habrían sentido muy complacidos de poder haber escondido su aquiescencia en este C enso de L ima de 1790*
asunto».3132 Este, claro está, fue también el objetivo de la recolección de las 3504
Gran total
firmas de la Declaración de la independencia. Y la palabra clave sigue siendo «aquies­
H ombres M UJKRES T otal
cencia», no así respaldo.
Seculares 23.182 24.614 47.796
La rercera proposición de Tado —-que las firmas no reflejaban la auténtica élite
Religiosos 911 656 1567
limeña, sino más bien a los letrados ambiciosos y sedientos de poder— requiere que Viviendo en comunidades 1564 1620 3184
escudriñemos una muestra de los firmantes según su ocupación, La importancia Total 25.657 26.890 52.547
de la variable de la ocupación queda indicada por el notable censo llevado a cabo Total población secular por «C alidad
en 1790 y que fuera publicado por la liberal Sociedad Académica de Amantes del Españoles 17.215
Indios 3912
País. EvSte censo (cuadro 1) constó no solo de un esbozo general de la población de
Mestizos 4631
Lima, sino que incluyó además una lista de sus habitantes según su «destino y cate­ Negros 8960
goría». Esto es extremadamente valioso, puesto que la ocupación dice tanto sobre la Mulatos 5972
posición social y las percepciones de una persona como cualquier otro criterio. Y al Cuarterones 2383
m ism o tiempo sugiere también su clase social. Mostramos que el censo de 1790 es Quinterones 219
Zambos 3384
aplicable a la Lima de 1821, comparándolo con el que fuera llevado a cabo en 1813
Chinos 1120
y que seguía usándose en 1821 (cuadro 2). Este último censo solamente muestra Total población secular por estado civil
ligeros cambios en la estructura y el perfil de la población limeña en los años que Solteros 29.933
mediaron entre ellos. '2 Casados 13.703
Viudos 4149
Varones p ar 01rupadón y categoría
Miembros profesos de las órdenes regulares 711
Religiosos Novicios 438t
Curas 10
Teniente de curas 19
Clérigos seculares 229
Órdenes menores 16
Sacristanes 34
Dependientes de la Inquisición 15
31. Hall 1% 8 [1824], vol. I: 260-261.
Dependientes de la Cruzada 6
32. Sin embargo, no podemos usar el tenso de 1813 para presentar un cuadro auténtico de la sociedad Hacendados 90
limeña, puesto que fue preparado para repartir la representación en las' Cor tes constitucionales
Comerciantes 393
(que gobernaron al imperio en 1812-14 y 1821-23). Al dividir artificialmente a la población en
Fabricantes 60
categorías constitucionales, distorsionó seriamente la división en clases. Los «ciudadanos con ejer­
cicio» (con voto) eran varones adultos blancos y cabezas de familia que probablemente sabían leer Abastecedores 48
y escribir o eran semianalfabetos, en tanto que los «ciudadanos sin ejercicio» eran personal militar Empleados de oficios privados 64
peninsular estacionado en Lima, menores de edad y blancos que claramente no alcanzaban la con­ Nobles ululados 49
dición de ciudadanía (por ejemplo, por su ocupación, ingreso o analfabetismo). Resulta confuso Empleados reales 426
que las ciudadanas fueran las esposas c hijas de ambas categorías. Cada virreinato definió la ciuda­ Fuero militar 27
danía por su cuenta, puesto que la Constitución la dejó de modo vago. Sin embargo, la distorsión Médicos 21
más grande es que la categoría «españoles» ya no significa blanco, como sí lo era antes. Las Cortes Cirujanos 56
específicamente decretaron que a indios y mestizos se les debía llamar «españoles», de modo tal que
Estudiantes 366
dicha categoría incluyó a todo aquel que no fuera un religioso profeso, regular o secular, un esclavo
Demandantes 52
o un extranjero, esto es, indios, mestizos y castas. Aun así, en ninguna de las demás provincias del
Perú se enumeró a un «indígena» como «español», lo que es un indicio directo de que, en Lima, Pulperos 287
los pocos indios que allí vivían ya no eran considerados «indígenas».
va...
152 lím o tk y R A n n a L a declaración de ¡a independencia d e! P erú: lib ertad p o r la fu e rz a 153

...viene
Cuadro 3
Abogados 91 L a élite masculina de L ima por ocupación , sobre la base del censo de 1 7 9 0
Escribimos 58
Notarios 13
Empicados de cofradías 47 f l O cupación Total Porcentaje drl
Síndicos de religión 10 DE CASOS TOTAL DE LA ÉLITE
Artesanos Miembros profesos de las órdenes
Trabajadores 308 711 28,6
regulares
Jornaleros 363 |
Curas 10 0,4
Sirvientes blancos 4 74
Sirvientes de castas libres 2903 | Tenientes de cura 19 0,7
Esclavos 9229* Clérigos seculares 229 9,2

Fuente. «Plan demostrativo de la población comprehcndida en el recinto de la Ciudad de Urna». Lima, 5 de Órdenes menores 16 0 ,6 Religión
diciembre de 1790, AGI, Indiferente 1527. Sacristanes 34 1,4 41,7%
' Kste censo solo comprende la ciudad y el Cercado (que para 1790 simplemente significaba «alrededores»), no Dependientes de la Inquisición
la provincia o intendencia de Lima. 0 la Cruzada
21 0 ,8
t Esta es la única cifra que no fue tomada di rectamente del censo. Este muestra un total de 1312 habitantes en las
caías religiosas de varones, lo que incluye 711 miembros profesos, 149 esclavos y 94 criados. Concluyo que los Hacendados 90 3,6
restantes 438 habitantes de estas casas eran novicios o jóvenes en diversas etapas de un noviciado potencial o real,
Comerciantes 393 15.8
t Solamente había 8960 negros (hombres y mujeres), pero 9229 esclavos hombres y un número no especifica­
do de esclavas. Por lo tanto, la esclavitud no quedaba limitada a los negros. El censo de 1813 muestra 12,26,3 Fabricantes 60 2.4
esclavos de ambos sexos, Negocios
Abastecedores 48 1,9 26,3%
Empleados de oficios privados 64 2,6
Cuadro 2
Población de L ima por categoría constitucional , 1813, Empicados reales 426 17,1 Real servicio
TODAVÍA EN USO EN I 8 i I ^ Fuero militar 27 1,1 18,2%
Nobles titulados 49 2,0
C a t e g o r ía T o tal Abogados 91 2,7
Ciudadanos con ejercicio 5243 Demandante* 52 2,0
Ciudadanos sin ejercicio 6670 Escribano? 58 2A
Ciudadanas 11.460 Doctores 21 0,8
Españoles 7871 Síndicos de Religión 10 0,4
Españolas 11.239 Empleados de cofradías 47 1.9
Religiosos 959 Notarlos 13 0,5
Religiosas 473 Total élite masculina 2489 1 0 0 ,0

Esclavos 6400
Esclavas 5863
Extranjeros 106
Toral 56.284

Fuente. «Censo general de la población de l ima hecho a fines del año de 1812», AGI, Lima
747.
* Este censo solamente comprende las seis parroquias que conformaban la dudad, no el par­
tido del Cercado (uno de los ocho distritos constitucionales representados en la Diputación
Provincial, y que juntos conformaban la provincia de Unía),
J5 4 T m oth y F . A n ua L a declaración de la independencia d el P erú : lib e rtad p o r la fu erza ¡55

El censo de 1790 nos permite identificar a la élite masculina que formulaba a los miembros peninsulares del real ejército, puesto que ellos no eran vecinos). Las
las políticas, simplemente eliminando aquellos habitantes cuya ocupación les habría restantes ocupaciones desafían toda agrupación y podemos dejarlas solas. El grupo
definido — en términos de las categorías de 1813— como «vecinos sin ejercicio» o socialmente más distinguido, pero no necesariamente el más poderoso o el más rico,
de estatus inferior (cuadro 3), De este modo eliminamos a todos los esclavos, a todos lo conformaban quienes tenían títulos de nobleza españoles.
los criados, fueran blancos o castas, a todos los menores de edad, todas las mujeres Antes de seguir avanzando, debemos enfatizar una característica importante de
y a todos los varones cuyas ocupaciones no eran de la élite.33 Estas son las personas esta élite. Uno muy naturalmente se sentiría tentado de asumir que ellos, al igual
que ordinariamente no habrían esperado haber tenido voz alguna en los asuntos que sus pares en el mundo contemporáneo de Norteamérica o Gran Bretaña, eran
públicos. propietarios, y a decir verdad que un requisito fundamental para formar parte de
Habiendo eliminado así las obstrucciones, podemos decir quiénes eran los que la éJire con voz política habría sido contar con propiedades. Sin embargo, en Lima
formulaban las políticas en Lima. LJn hecho sorprendente surge de inmediato: 41,7% esto no era así. Una lista de los propietarios de bienes raíces en 1820 (preparada a
de todos ellos eran religiosos regulares o seculares, hecho este que debe dar un nuevo fin de gravarles con una contribución de guerra especial) muestra que solamente
significado al viejo cliché de una sociedad colonial «abrumada por los sacerdotes». 814 varones contaban con ellos. Los restantes propietarios eran 571 mujeres y 45
Algunos de ellos, claro está, efectuaban servicios sociales realmente esenciales como instituciones tales como colegios, conventos, hermandades, parroquias, cofradías,
curas parroquiales, maestros, predicadores y administradores de fondos y propieda­ oratorios, hospitales y agencias gubernamentales.34 Y, sin embargo, la élite masculina
des eclesiásticos. Ello no obstante, un asombroso 28,6%, el grupo más grande de la total por ocupación era tres veces más grande. Por lo tanto, los bienes raíces no eran
élite masculina, formaba parte de las órdenes regulares, muchos de los cuales vivían un prerrequisiro para formar parte de la élite. Casi todo el clero, los oficiales reales y
supuestamente enclaustrados. Esto indudablemente era una sangría considerable de los empleados privados vivían en alojamientos que les habían sido proporcionados
los recursos tanto de Lima como de sus principales familias, cuyos hijos conforma­ o arrendados. Para la mayoría de los limeños, «propiedad» quería decir dinero en
ban este grupo. En esta sociedad en la cual eran tan pocos los que conseguían educar­ efectivo, mobiliario, existencias o inversiones. Los mayorazgos eran la única parte de
se y capacitarse, más de una cuarta parte de la élite masculina alfabeta — para decirlo la población en la cual los bienes raíces y el estatus eran sinónimos. De este modo, la
sin tapujos— no usaba sus capacidades y talentos en contribuir directamente al bien ocupación era el determinante principal del estatus y podemos usarla con seguridad.
común. Hemos combinado a otro grupo de personas involucradas en los negocios, La élite ocupacional sumaba en total 2489 personas. Estos hombres, y solamen­
el comercio y la agricultura, y suman en total 26,3%. Estos hombres suministraban te ellos, conformaban la auténtica élite. Solo a ellos se recurriría en circunstancias
la mayor parre de las rentas del Estado y de los bienes y servicios para la sociedad. normales para que firmaran un documento público tan importante como la Decla­
Y si bien ellos asumían la mayor parte de las cargas del mundo secular (juntamente ración de la independencia. Un detalle a tener en cuenta es que, en la mayoría de los
con la nobleza titulada), también cosechaban sus más grandes beneficios. Un tercer casos, los 711 miembros profesos de las órdenes regulares (menos todos los prelados)
grupo, que comprendía 18,2% del total de la élite, lo conformaban los empleados habrían sido exceptuados, lo que habría hecho que el total de la élite que formulaba
del gobierno y los residentes permanentes que tenían el fuero militar (no se contó las políticas fuera aún más pequeño, a saber 1778 varones. Sin embargo, el censo
de 1813 muestra que Lima tenía 5243 ciudadanos que votaban, el doble de la élite
33. Por ejemplo, hemos eliminado a los cirujanos mas no a los médicos, dado el estatus mucho más ocupacional. La única forma de explicar esto es recordando que, en esta ciudad, la
bajo de los primeros. Esto siguió siendo cierto incluso después de la fundación del Colegio de Me­ Constitución dejó la cuestión del sufragio de modo tan vago que se la debe haber
dicina de San Fernando, puesto que este no recibirla hasta 1813 la cédula formal de permiso para formulado de modo lo suficientemente amplio como para que incluyera a muchos
que formara alumnos, lo cual hace que sea probable que la mayoría de los cirujanos practicantes
en 1821 hayan seguido siendo del viejo tipo autodidacta. Eliminamos a los pulperos pero retuvimos blancos que no formaban parte de la élite. En este sentido, la Constitución y las Cor­
a los abastecedores, puesto que los primeros eran los tenderos de la esquina y minoristas, en tanto tes provocaron una impresionante liberalización de la clasificación social de la época,
que los segundos eran mayoristas y grandes negociantes. Los artesanos, trabajadores y jornaleros que sabemos parecía ser realmente peligrosa para absolutistas como el virrey Abascal,
son fáciles de eliminar, pero retuvimos a los fabricantes entre la élite, puesto que serían propietarios
de obrajes de ‘manufactura’. Los estudiantes y los novicios religiosos serían menores de edad, o al Ella empero era necesaria puesto que ahora, debido a una extraordinaria extrava­
menos se les vería como hombres que aún no eran lo suficientemente maduros como para haber gancia de los legisladores, los blancos estaban a punto de perder su distinción social
ingresado a su profesión. Los «demandantes» probablemente son aquellos integrantes de la élite
cuya ocupación no estaba clara al momento en que se llevó a cabo el censo, puesto que se encon­
traban en proceso de solicitar un real nombramiento, estaban haciendo juicio por una herencia o
esperaban que se comaran medidas sobre una solicitud de un cargo burocrático. 34. Lista de propietarios de inmuebles, Lima, ANP, Superior Gobierno, L. 3 7 , C. 1335.
T m oth y £ A n ua L a declaración de la independencia d el P erú; lib ertad p o r la fu e rz a
156 157

de indios y mestizos. Sea como fuere, eJ hecho más significativo que se desprende validada. La Declaración de la independencia simplemente es una enumeración de
es que casi exactamente la mitad de los ciudadanos sufragantes de 1813 y 1821 no habitantes y no una demostración espontánea de la opinión pública. El problema
formaban parte de la élite (en tanto que más del 80% de ellos no eran dueños de con esta técnica es que, a fin de suministrar alguna forma de control nos tuvimos
inmuebles). que limitar, a lo largo del presente estudio, a las personas a las cuales logramos iden­
Si comparamos entonces estas cifras con el total de las firmas presentes en la tificar por ocupación antes de la Declaración. Por lo tanto no será posible identificar
Declaración de la independencia, podemos ver que dicho total es de 1015 más que a rodas las mil personas así estipuladas. En efecto, de todos los firmantes solamente
el total de la élite masculina, según quedara determinado por su ocupación. Es más, logré identificar algo menos de quinientos por ocupación. De ellos, 127 firmaron
si recordamos que ella fue firmada solo después de que una gran parte de la élite au­ tempranamente y 81 tardíamente. Es muy poco lo que podemos decir acerca de las
téntica fugara de Lima — no resulta descabellado que hayan sumado varios centena­ tendencias políticas de estas 208 personas, puesto que limitarnos únicamente a los
res— , queda claro que el alegato de Tado de que las personas equivocadas firmaron actos positivos que indican convicción política nos limita aún más, pero, a partir de
cuenta con bastante sustento. Incluso si todos los 2489 miembros de la élite autén­ la información fragmentaria con que contamos, los primeros firmantes se pasaron
tica hubiesen firmado (y es manifiesto que no lo hicieron), también lo hicieron más al bando realista con mucha menor frecuencia que los que lo hicieron tardíamente
de mil otros cuya opinión normalmente no habría contado. Los firmantes no eran (véase el Cuadro 4). Por lo tanto, estos últimos pueden ser caracterizados como
en modo alguno la «escoria» de la ciudad,35 pero se trataba fundamentalmente de los personas considerablemente menos entusiastas con respecto a la independencia, lo
blancos que no formaban parte de la élite y que estaban «haciéndose a sí mismos» en que sugiere vigorosamente que estaban firmando por un sentido del deber, o porque
el contexto de la sociedad de su tiempo. alguien se los exigió; también fueron menos activos políticamente en la República.
Tado quiso decir mucho más que simplemente indicar que personas que no
eran de la élite firmaron; también sostuvo que un número significativo lo hizo in­
voluntariamente. El mero hecho de que el movimiento a favor de la independencia Cuadro 4
posteriormente fracasara no prueba esto (aunque ciertamente que sí lo sugiere). Y F irm antes id e n t ific a d o s po sitiv a m en te por o c u p a c ió n :

tampoco lo hace el hecho muy conocido de que muchos ciudadanos prominentes UNA MUESTRA PARA INDICAR LA POSICIÓN DE LA FIRMA EN LA DECLARACIÓN,
inicial mente apoyaron la independencia pero posteriormente se volvieron al fidelis- Y LA CORRELACIÓN DE LA POSICIÓN CON LA CONVICCIÓN POLÍTICA
mo, puesto que podrían simplemente ser ejemplos selectivos. Lo que debemos hacer
es impugnar efectivamente el supuesto de que los firmantes de la Declaración fueron N úmero entre N úmero entre
partidarios de la independencia. De poderse hacer esto, la tesis de l ado será creíble. LOft PRIMEROS LOS ÚLTIMOS
Si Tado tiene razón, solo los primeros firmantes fueron los partidarios más ac­ O cupación 500 500
tivos de la independencia. Cuanto más tarde firmara una persona, tanto más re­ Miembros profesos de las
12 51
nuente sería para esta causa. Debiera ser fácil verificar esta interpretación: tomemos órdenes regulares
los primeros quinientos firmantes y examinemos su comportamiento subsiguiente Curas 3 _
en busca de indicios positivos de que se hayan mantenido firmemente a favor de la Tenientes de curas — _
independencia, domemos también los últimos quinientos firmantes y busquemos Religiosos Clérigos seculares 15 3
en ellos indicios positivos de un realismo incipiente. De encontrar estas tendencias, Sacristanes — 1
esto es, si firmar tempranamente significó una ardorosa rebeldía y hacerlo tardía­ Órdenes menores — _
Dependientes de la Inquisi­
mente significaba firmas conseguidas bajo coacción y que no indicaban la verdadera — —
ción o de la Cruzada
preferencia política del firmante, entonces la interpretación hecha por Tado quedará Hacendados 2 1
Comerciantes 12 h h h i ^ i h h

35. La comparación de los firmantes con las listas de criminales muestra que ninguno de estos firmó.
Negocios Fabricantes 2 —
¡líj
Abastecedores 2 —.
Del mismo modo, tampoco encuentro ejemplo alguno de un estudiante o extranjero que haya Empleados de oficios
firmado. Vale la pena señalar esto último, en particular dado que la fuerza expedicionaria de San _privados — —
Martín estaba conformada mayormente por personas que no eran peruanas.
va.,.
158 Timothy F, Atina Íj i declaración de Id independencia d el P erú: lib ertad p o r la fu e rz a 159

viene podría ser que se trató de una cuestión de con qué opciones contaban. Es esto lo que
Empleados reales 6 6 les separa de las personas del mismo estatus que se rehusaron a firmar.
Real
servicio Fuero Militar 8 2 Por ejemplo, el censo de 1790 muestra a cuarenta y nueve títulos de Castilla
N ublo Titulados 12 2 que vivían en Lima o «pertenecían» a ella, en tanto que en 1821 aún existía el mismo
Abogados 21 2 número.36 En esta última fecha, ocho de los títulos estaban en manos de mujeres,
Otros Demandantes — — quienes no podían firmar la Declaración. Pero otros cuarenta y uno los poseían varo­
Escribanos 3 ________— nes (la mayoría de los cuales definitivamente se encontraban en Lima en ese enton­
Doctores 6 3 ces), y de dicho número solamente diecinueve firmaron (véase el cuadro 5). Con una
Síndicos de religión — — inspección más detenida parecería que la mayoría de estos diecinueve eran, o bien
Empleados de cofradías — — hombres muy jóvenes que recientemente habían heredado su título, como Vega del
Notarios — — Ren, Vistaflorida (el heredero del gran Baquíjano), San Juan de Lurigancho o San
Categorías Funcionarios electos 21 2
Juan Nepomuceno, o sino poseedores de los muy «nuevos» títulos otorgados desde
E speciales Analfabetos 2 4
comienzos de siglo, como Casa Boza, Casa Saavedra, Casa Dávila y Torre Antigua
Total 127 81 Total = 208
del Oruc. Estos hombres usualmenre nacieron y fueron criados en Lima, y tenían
Convicción p o lítica en los títulos que fueron otorgados específicamente para recompensar a familias criollas.
siguientes 3 años
Se identificaban con el Perú y habrían sido forasteros en la misma Castilla de donde
Continuó siendo rebelde 40 7
provenían sus títulos. Además, y tal como Hall anotase aludiendo a nobles como
Se convirtió al realismo 4 4
Torre Tagle, la independencia ofrecía «a personas así ubicadas un gran incremento
en su fortuna y rango».37 Los nobles que firmaron y que eran de mayor edad o que
La correlación entre la posición de la firma y la preferencia pol frica aurénrica tenían títulos más antiguos, o bien aquellos que tenían una fuente de ingreso o fami­
prueba que no podemos asumir que una persona apoyó la independencia simple­ lia en Europa, como el Conde de Montcmar, tendieron a huir del país poco después,
mente porque firmó la Declaración. En su intento de conseguir un medio de pro­ puesto que contaban con la opción de huir.
paganda al cual podrían usar para incitar a otras partes del Perú, y como una espada
de Damocles que sostener sobre la cabeza de los firmantes, los rebeldes cayeron en la Cuadro 5
trampa más común de quienes fabrican un referendo. Hay demasiadas firmas para el T ítulos de C astilla en L ima en 1821
tamaño de la élite políticamente elocuente que Lima podía tener en esc entonces, y
demasiados firmantes no dieron señal alguna de apoyar la independencia, sino que F irmantes de la D eclaración
muy por el contrario fueron siempre realistas. En lo que a este punto respecta, lado Titulo Comentario
aprueba el examen. Marqués de Casa Boza Heredó el título en 1820-21
¿Entonces cuáles fueron los motivos que guiaron a los firmantes, independien­ Marqués de Casa Dávila
temente de su verdadero sentir con respecto a la independencia? La historiografía Marqués de Casa Muñoz Título creado en 1817
estándar enfatiza únicamente a aquellos firmantes de gran riqueza, posición social Conde de Casa Saavedra Título creado en 1820
o prestigio. Dado que nos interesa más la mayoría de los firmantes que los pocos Marqués de Corpa
escogidos y no representativos, ocupémonos primero del puñado de nuestras identi­ Conde de lagun as
ficaciones ocupacionalcs que realmente eran líderes de la sociedad. va...
Fuera de la coerción, que sabemos fue empleada contra algunas personas, ¿qué
motivos principales podrían haber hecho que firmasen? Para los firmantes realmente
36. Esta cifra proviene de una lista de propietarios de inmuebles en 1820, ANP, Superior Gobierno, L.
prominentes, el motivo resulta ser uno perfectamente obvio: el grado en que se iden­ 37, C. 1 335. La nobleza Titulada, a diferencia de otros miembros de la élite, debía tener inmuebles,
tificaban, ellos y sus intereses, con el Perú. No es una cuestión de dónde nacieron, puesto que este era un prerrequisito indispensable para la posesión continua de un título.
sino de cuáles eran sus familias e ingresos. Una forma menos positiva de decir esto 37. Hall 1968 [1824], vol.I: 114.
160 Tim othy E. A rm a l a declaración de la independencia d el Perú: lib ertad p o r Li f 'uerm 161

..viene
No vivía en Lima en 1821, intendente
Marqués de Montealcgre Marqués de Torre Tagle
dcTrujillo
Conde de M onicm ar y de Monteblanco Huyó posteriormente
Conde de Torre Velarde Permaneció en Lima
Conde de San Carlos
Conde do los Torres
Heredó el rítulo después de 1812, falleció en
Chinde de San Isidro Marqués de Villablanca
el Callao
C o n d e de Vallehumbroso Comandante realista
Conde de San Juan de Lurigancbo Heredó el título en 1817, falleció en el Callao
Heredó el título en 1821, huyó y sus propie­ Total = 22
Marqués de San Juan Nepomuceno
dades hiero n confiscadas Títulos en manos de mujeres Comentario
Conde de Torre Antigua de Orué Título creado en d decenio de 1810 Marquesa de Casa Concha
C onde de Torrcblanca Marquesa do Negrcyros
Marqués de Torrehcrmosa Heredó el título en 1820-21 Condesa de Pozos dulces
Heredó el titulo a comienzos del decenio de Madre de Juan Bautista Lavallc,
C onde de la Vega del Rcn Condesa de Premio Real
1800, cuando joven intendente de Arequipa
Marqués de Villaiucrtc Heredó e! tirulo en d decenio de 1810 Marquesa de Rocafuerte
C onde de Villar de Fuente Posteriormente fue realista Marquesa de San Felipe
Conde de Vistafiorida Heredó d título en 1818 Marquesa de Santa María
lotal = 1 9 Marquesa de San Miguel
N o riRMANTUS Total = 8
Títulos en manos de varones Comentario
Fuente-. «Lista de los individuos que poseen fincas en esta ciudad», 17 de mayo de 1820, ANP, Superior
Conde de Cartagu Gobierno, 1,. 37, C 1335,
Marqués de C asa Calderón Nota: no incluí al barón de NordenHicht como título limeño, aun cuando en 1820 todavía tenía propiedades allí.

Conde de Castañeda
Marqués de Castcl Bravo del Rivera Oidor, huyó
Otro grupo realmente de élite era el puñado de grandes comerciantes y plutó­
Marqués de Castellón Título napolitano, heredado después de 1807
cratas, como los millonarios José Arizmendi y Pedro Abadía, o Manuel y Fernando
Marqués de Feria Permaneció en Lima
Exhelme, o el Conde de San Isidro y el de Villar de Fuente. Sus motivos tampoco son
Marqués de Fuentehermosa difíciles de descubrir, puesto que eran los empresarios independientes más importan­
Tal vez la familia noble más importante (M an­ tes de Lima, Hacía tiempo que eran activos en el comercio exterior y, a decir verdad,
M arqués de Lara rique de Lara), emparentada con Montcmira, era por dicha razón que habían caído bajo la sospecha popular. Ellos buscaban poner
Montcmar, Feria y San Carlos
fin til ineficiente monopolio comercial hispano como recompensa de la independen
Marqués de Modtemlra Gobernador Interino de Lima cia. En esto contrastaban con la mayoría de los miembros del Consulado. Pero todos
Marqués de Moncerrico quedaron decepcionados, puesto que la perturbación del comercio y las incesantes
Conde de Mon resdaros demandas de dinero hechas por el gobierno hicieron que la mayoría de ellos que­
Conde de Polentinos braran. Muchos se pasaron al bando realista o se fueron al exilio. Entre ellos estuvo
Marqués de la Real Confianza Arizmendi, el comerciante más rico de Lima, cuya compañía ganaba 120 millones de
Conde de .San Xavier reales al año, y cuyas propiedades fueron rasadas en 2 .172.000 pesos incluso después
Marqués de Salinas de que hubiese fugado del Perú.3" El vacío que su destrucción generó fue cubierto38
Conde de Sierrabella
Marqués dcTabaltwo 38. Expediente concerniente a José Arizmendi, Madrid, 1825, AGI, Lima 604.
162 Tim otby E, A m ia L a declaración de ¡a independencia d e! P erú: lib e rtad p o r la fu e rz a 163

de inmediato por los comerciantes ingleses que acudieron masivamente al Perú en citada como prueba de que algunos que no eran blancos lograron ascender bastante
1821, contando con la protección de la marina reíd. en la vida profesional. Esta extraordinaria generación de científicos y filósofos fue­
Un tercer grupo notable de firmantes, que los historiadores invariablemente ron los fundadores o los primeros en graduarse en el Colegio de Medicina de San
enfatizan, son los hombres de Iglesia de alto rango. El arzobispo Bartolomé de las Fernando de Lima, Su representante más importante y el filósofo-estadista incuestio-
Heras, el deán Francisco Javier de Echagüe (quien administró la arquidióccsis por nado de la emancipación peruana fue Hipólito Unanuc, quien ya era un connotado
varios años tras el exilio de las Heras) y la mayor parte del cabildo catedralicio fir­ csrudioso, escritor y médico antes de la independencia, y después de la cual ocupó
maron. La explicación, una vez más, es el grado de su identificación con el Perú tres ministerios distintos, fue presidente del Congreso y presidente del Consejo de
y su deseo de continuar viviendo allí. El arzobispo, como es bien sabido, tomaba Gobierno. Orros integrantes de este grupo fueron José Pezet, Félix Dcvoti, José Ver-
con total seriedad su puesto como jefe de la Iglesia peruana. Había vivido la mayor gara, José María Falcón, Miguel Tafur, Laureano de Lara y Pedro de Echevarría.42 No
parte de su vida en el Nuevo Mundo, tenía más de ochenta años de edad, amaba a podemos negarles su gloria, pero en honor a la verdad no debemos román tizarles. En
Lima y esta le quería tanto que, en la última década antes de la independencia, el total, este grupo constaba de solo unos diez hombres, que debido al alcance de sus
cabildo de la ciudad y dos virreyes propusieron que se le nombrara cardenal.3' ¿A intereses y logros no eran representativos de la élite. Aunque varios de ellos formaron
dónde más podía ir? Sin embargo, el gobierno de San Martín respondió de forma parre del Congreso, solo Unanue desempeñó un papel importante en la República,
distinta: le expulsó, dado que constituía la piedra angular de su campaña contra los puesto que en la era de los caudillos había poca cabida para los filósofos.
españoles. El resto del cabildo catedralicio se identificaba con América de modo aún Volviendo, entonces, de las nada representativas cumbres olímpicas de la socie­
más íntimo, puesto que veinte de sus veintiséis miembros, de Echagüe abajo, eran dad limeña personificadas por un Las Heras, Unanue o Arizmcndi, el hecho es que la
americanos. En efecto, dieciséis de ellos eran peruanos y de estos diez eran limeños.3940 inmensa mayoría de los firmantes identificados frieron hombres que aún no habían
Este hecho debiera desvanecer toda tentación de saltar a la conclusión de que, en alcanzado la cima de su profesión, o que sentían que su avance estaba bloqueado
Perú, los americanos fueron excluidos sistemáticamente de los cargos eclesiásticos por impedimentos reales o imaginarios, o muy simplemente que jamás esperaban
más altos. Muy por el contrario, durante los últimos veinte años de la época colonial alcanzar la cúspide. Algunos eran como el futuro presidente José de la Riva-Agüero,
fueron ellos quienes manejaron la Iglesia, y naturalmente eligieron seguir haciéndo­ cuya vida entera había sido una angustiosa lucha por conseguir «lo que se merecía»,43
lo. Quince años antes, el cabildo aún tenía veinte americanos y tres europeos.41 La
célebre crítica que Riva-Agüero hiciera en sus 28 causas, de que a los criollos se les 42. Arias-Schreiber 1971; 108.
negaban los mejores puestos en la jerarquía, simplemente no era cierta. El respaldo a 43- Los contratiempos personales y financieros que Riva-Agüero sufrió en el decenio de 1810 fueron
la independencia que encontramos entre los curas de Lima era también un producto sumamente serios, especialmente para un hombre con sus pretensiones, Por ejemplo, en 1811 se
de su identificación local. quejó al rey de la desproporción que había en los cargos otorgados a los peninsulares, en la mis­
ma cana en que solicitaba que se le nombrara ya fuera como director del Estanco del Tabaco o
Los médicos son un cuarto grupo de firmantes al cual frecuentemente se men­ contador mayor del Perú (dos de los cargos m is altos del virreinato), lo que constituía un pedido
ciona. LJna vez más se trata de un grupo conformado exclusivamente por peruanos, absurdamente pretencioso de pane de un joven de 27 años que solamente había sido real empleado
usualmente formados también en Lima. Uno de ellos, el célebre Manuel Valdés, era con dedicación exclusiva durante un año: Lima, 23 de julio de 1811, AGI, Lima 772. Su trauma
más serio fue su renuncia como contador ordenador del Tribunal de Cuentas en 1814, lo que
en realidad un mestizo, cuya limpieza de sangre bajo el sistema virreinal es a menudo según él se debió a una conspiración entre el virrey Abascal y el contador mayor Antonio Chacón,
para dejar así libre el cargo para el yerno de Chacón. En una declaración titulada Exclamación, y
que fuera dictada a un secretario en pleno calor de su vergüenza e ira (como él mismo admitió),
Riva-Agüero presentó muchos de los agravios criollos fundamentales que historiadores posteriores
39. Consulta, Consejo de Indias, Madrid, I 6 dc junio de 1817, AGI, Lima 1018-B. El rey aceptó hacer
a veces han aceptado de modo acrítico como verdades factuales: Carta a los directores de Hacienda
un pedido Formal al Papa a través de su embajador en la Santa Sede, pero reconoció claramente que
Pública, Lima, 26 de abril de 1814, AGI, Lima 1019. Otro golpe más llegó en 1817, cuando se le
el honor reíd era hacer el pedido.
ordenó devolver al rey 4901 pesos que había cobrado como salario de su sinecura como guarda-
40. Solamente había un europeo, cuatro cuyo lugar de nacimiento no se especifica, y un nombrado vista de la ccca de Lima entre 1805 y 1809, cuando en realidad estaba viviendo en Europa: Real
que aún no había arribado, «Estado de la Iglesia metropolitana de Lima», 1820, AGI, Lima 1566. Orden, Madrid, 27 de mayo de 1817, AGI, Lima 1467. ¿Cuántos de nosotros podríamos devolver
En 1820, en otras dos diócesis peruanas, las catedrales estaban repartidas como sigue; Trujillo tenía casi cinco años de salario en una sola cuota? Por otro lado, ¿cuántos de nosotros sentiríamos que
un obispo español y un capírulo conformado por cuatro criollos y tres europeos; Arequipa tenía un tenemos derecho a seguir cobrando un salario si no estamos cumpliendo con nuestros deberes? Por
obispo criollo y un capítulo con cuatro criollos y tres europeos. ultimo, a la madre de Riva-Agüero se le negó la pensión de viudez completa de su segundo esposo
41. «Lima, Estado de su Iglesia», sin fecha pero de alrededor de 1807 (después del nombramiento de (su padre), con el tecnicismo absurdo de que la real cédula que le permitía contraer matrimonio
Las Heras), AGI, Lima 1566. No se da el lugar de nacimiento de uno de sus miembros. Se había perdido en la mar. Ella tuvo que contentarse con cobrar la pensión mucho más pequeña
164 Timothy E. Atina [ui declaración de b¡ independencia d el Perú: lib ertad p o r la fu e rz a 165

Otros eran como el sacerdote y profesor Francisco Javier Luna Pizarro, quien pos­ El ejército fue un eje particular de esta propaganda, y la mayoría de los oficiales
teriormente sería arzobispo y que ya en 1821 era un querido profesor y pensador. del rey que se pasaron a los patriotas lo hicieron tras una promesa de ascenso. AI
Sin embargo, de estos dos cipos el que predominaba inmensamente entre ios demás batallón Numancia, cuya traición constituyó un serio golpe para el poder del rey, se
firmantes era el de Riva-Agüero, tal como Tado lo sostuviera. Estos eran los abogadi­ le tentó para que se uniera a los rebeldes no solo ofreciéndoles ascensos sino también
llos, los burócratas de medio pelo, los pequeños empresarios, los hombres de Iglesia dinero y hasta mujeres. Paz Soldán hizo un esfuerzo considerable por corroborar
sin imaginación, aspirantes todos a posiciones sociales y económicas más altas, mas esto, lo quedado también hizo. Un oficial realista muy conocido fue sobornado con
no los luchadores por la libertad o defensores de los oprimidos. Ellos culpaban de la promesa de los patriotas de servir como garantes de sus deudas de juego.4748
su falta de ascenso a la inflexibilidad de las instituciones imperiales hispanas antes Con todo, la empleomanía, o deseo de conseguir un empleo estatal, siguió sien­
que a sus propios defectos, y todos mantenían el ojo vigilante, aguardando su gran do la motivación principal de la multitud de burócratas y abogados que firmaron la
oportunidad. Declaración. Que esta era una fuerza impulsora es algo que podemos ver en diversos
Esto no quiere decir que no habrían sido una roca lo suficientemente sólida so­ acontecimientos reveladores. Por ejemplo, durante el tiempo que la Declaración reci­
bre la cual construir la independencia, ¡pero sí nos ayuda a explicar por qué razón no bía firmas, un grupo de oficiales reales le escribió al cabildo de la ciudad para pregun­
lo fueron! Hall señaló que, en julio de 1821, los ciudadanos de Lima se caracteriza­ tar si debían presentarse a firmar como grupo, luciendo su uniforme oficial.48 Resulta
ban por «un absorbente egoísmo», al que explicó del siguiente modo: «Los limeños, evidente que ellos percibían la existencia de una conexión directa entre su firma y su
largo tiempo engreídos por el lujo y la seguridad, y ahora bastante despiertos por empleo. Todos aquellos que tenían cargos tuvieron que aceptar la independencia, y
vez primera a las miserias y peligros reales de la vida, no podían adquirir de golpe a las personas de nacionalidad española que así lo hicieron se les prometió un trato
la facultad de balancear motivos».44 Esta fue la debilidad fundamental de la novata igual con los americanos en la preferencia a la hora de los ascensos.4950
república de San Martín. Una independencia fundada íntegramente sobre el interés El problema en este complejo laberinto de temores, presiones y promesas era
egoísta habría tenido que satisfacer dichas aspiraciones. que simplemente no había suficientes empleos para todos, puesto que debía repar­
San Martín, que era un político y no el Mesías, realmente habría sido negligente tírseles no solo entre sus titulares, sino también entre aquellos peruanos que habían
si no hubiese usado este egoísmo en provecho de su causa. A medida que su fuerza prestado un servido notable a la independencia, así como a aquellos extranjeros que
expedicionaria avanzaba sobre Lima, fue emitiendo diversas proclamas dirigidas a acompañaron a la expedición de San Martín desde Chile. Pero un Perú paralizado no
la nobleza, a los soldados criollos y españoles, a los peninsulares y a la población en podía soportar este gasto.4" Los mejores cargos y las propiedades confiscadas más de­
general, e incluso «al sexo débil», asegurándole a cada grupo que bajo su régimen seables fueron primero a chilenos, argenrinos y hasta ingleses antes que a peruanos.
sus privilegios serían protegidos y ampliados, además de hacer tentadoras promesas Bastante más de la mitad de la maquinaria administrativa de la joven república fue
de recompensa. Por ejemplo, a los nobles les dijo que el sistema virreinal les había cubierta con personas que no eran peruanas, el primer Congreso inclusive.
tenido como «una dase incrte[,] sin función» alguna en medio de una sociedad de La independencia no podía satisfacer porque ella no podía crear o pagar su­
soldados y esclavos, y prometió que con él ellos estarían al mando.1'’ Se despacharon ficientes puestos con los cuales cubrir los apetitos insaciables de los pretendientes
cartas privadas a líderes de opinión escogidos como los regidores de la ciudad, el de Lima. Apenas un mes después de producida la Declaración, el gobierno de San
arzobispo o el periodista Gaspar Rico.46 San Martín le prometió algo a cada sector de Martín ya estaba a la deriva en medio de un mar de ambiciones e hipocresía: en
la población, desde el más alto hasta el más bajo. apenas seis ya se había desintegrado. Esto se sigue lógicamente del cuarto punto de
lado, al cual confirma: que muchos firmantes, españoles o criollos, posteriormente
lamentaron su decisión.
de su primer esposo: Consulta, Consejo de Indias, Madrid, 21 de abril de 1818, AGI, Lima 1019.
Como agravios genuinos contra la «tiranía hispana», estos no valen mucho, pero ral vez fueron
golpes lo suficientemente fuertes a su ego como para que detonaran su rechazo del régimen realista.
¿Cuántos otras quejas criollas de tiranía surgieron a partir del mismo ripo de motivos?
44. Hall 1968 L1824], vol. 1: 282-283. 47. Paz Soldán 1868: 101-110.
45. San Martín a la nobleza peruana, 1820, AGI, Indiferente 313. 48. Cabildo a San Martín, 19 de julio de 1821, ANP, Archivo Histórico de Hacienda, OL. 7-2.

46. San Martín a Las Hcras, Huaura, 20 de diciembre de 1820; y a Rico, 21 de diciembre de 1820, 49. Gaceta del Gobierno, Lima, 1 1 de agosto de 1821.
AGI, Lima 800. 50. El gobierno rápidamente quedó en bancarrota. Consúltese Aúna 1974: 657-81.
166 Tim othy E , Arm a ¡ j i declaración de la independencia d el P erú: lib ertad p o r la fu e rz a 167

Ramón del Valle reportó que, para finales de 1821, la nobleza y la clase media se hizo. La declaración de la independencia simplemente fue una enumeración forza­
hallaban del codo desilusionadas, dada su incapacidad de conseguir un cargo: «Y no da de la élite y de los aspirantes a formar parte de ella. Muchas personas firmaron
creo que estas dos clases sean muy afectas al gobierno».1’1Y, sin embargo, el poderío involuntariamente, coaccionadas con la amenaza directa o indirecta de la fuerza.
armado de los patriotas inicialmente acalló la oposición abierta, pues, en palabras de Muchos otros firmantes favorecían genuinamente a la independencia, pero lo hacían
Antonio Vacare, un oficial de la armada real, «aunque en la capital hay muchas per­ por razones del egoísmo más bajo. Quienes esperaban una recompensa quedaron
sonas de todas las clases [...] que parecen ser adictas al rey, nadie deja de manifestar decepcionados instantáneamente y olvidaron el entusiasmo de julio, en tanto que
en público su adhesión al gobierno intruso». Confirmando el alegato de lad o de que los demás se mantuvieron en silencio, refugiándose dentro del manto protector de
nadie podía manifestar su desilusión, Vacaro sostuvo que «no es posible esperar que la inactividad política.
ayuden a la verdadera causa [la del rey] directa o indirectamente».5" Por lo tanto, la declaración de la independencia no puede ser usada como una
Todos coincidían en que, si el ejército realista lograba volver a ocupar Lima, la prueba histórica de respaldo a esta causa. Al igual que la Gaceta publicada por el
población rápidamente cambiaría de bando. Los informes consulares procedentes de gobierno de San Martín o los incontables juramentos de lealtad hechos por toda
Río de Janeiro aseguraban a Madrid que «toda la nobleza de Lima [...] no aspira a corporación y grupo de la ciudad, ella es una evidencia semhrada, insertada en el
otra cosa que a ver la bandera española, a fin de [...] incitar así la rebelión contra el registro por partidarios del bando que en ese momento controlaba la ciudad y, por
célebre Libertador, a quien odian en extremo», en tanto que Cristóval Domingo, un ende, también a sus imprentas: fue una hazaña propagandística.
refugiado realista, le aseguró al cónsul general en Río que San Martín había perdido Lima adoptó la independencia en julio de 1821 porque era la única alternativa
la mayor parte de su apoyo popular ya en septiembre de 1821.51523 José María Ruybal, al vacío dejado por el retiro del virrey. San Martín jamás contó con mandato alguno,
otro refugiado, reportó que «los peruanos más informados, que habían seguido a y su intento de ganarse el respaldo de los elementos indecisos mediante la coacción
San Martín, desilusionados [ahora] por su conducta y convencidos de que no es un solo tuvo éxito temporalmente. La población de Lima no había elegido la indepen­
nuevo Washington [...] en general le aborrecen»,54 dencia y no lucharía por ella, y él ciertamente lo sabía. Toda su aventura peruana te­
Si bien es cierto que las conspiraciones abiertas contra el gobierno fueron limi­ nía esta apuesta como base, y era imposible que no fuera consciente, mientras viajaba
tadas, las repetidas advertencias realistas de que San Martín había perdido su respal­ a Guayaquil a reunirse con Bolívar, de que había fracasado. Por supuesto que estos
do no eran simples ilusiones, pues allí donde la oposición declarada era imposible, la eventos también debilitaron seriamente el apego de Lima a la Corona española, pero
reemplazaba la inactividad. Al no hacer nada para ayudar a rescatar al gobierno rebel­ este continuó siendo lo suficientemente fuerte durante varios años, como para man­
de, la población dio la señal más segura de la falta de entusiasmo que sentía por este. tener indeciso al futuro del Perú. ¡La simple repetición del refrán «La independencia
Así pues, en al menos tres ocasiones durante los siguientes tres años — en septiembre es la voluntad general del pueblo» no hacía que fuera cierto!
de 1821, junio de 1823 y marzo de 1824— , los ejércitos realistas se acercaron a Lima
o llegaron efectivamente a ocupar el Callao, y en cada una de ellas muchos de los
B ibliografía
principales vecinos de la capital se pusieron bajo la protección del rey y rechazaron
la independencia abiertamente. La deserción máxima tuvo lugar en marzo de 1824,
Anna, Timothy F,.
cuando el presidente de la república, el vicepresidente y el presidente del Congreso
1974 «Economic Causes oí San Marcíns Enture at Lima». En Híspanle American
se pasaron todos a los realistas. Histórica! Review, LIV, n.° 4, noviembre.
El hecho de que podemos corroborar todos los puntos de la hipótesis de lad o
resuelve el problema de la dicotomía de lo que la población de Lima dijo y lo que Arias-Schrbibeu, Jorge
1971 Los médicos en la independencia del Perú. Lima: Editorial Universitaria.

51. Informe de Ramón del Valle, Río de Janeiro, 5 de marzo de 1822, AGI, Indiferente 313. G amio, Fernando, ed.
52. Jacinto de Romaratc a Secretario de Ulcramar, adjuntando el informe de Vacaro, Aranjuez, 20 de 1971 La municipalidad de Lima y la emancipación de 1821. Lima: Concejo
marzo de 1822, AGI, Indiferente 1571. Provincial de Lima.
53. Cristóval Domingo a Juez de Arribadas, Cádiz, 19 de marzo de 1822, AGI, Lima 1619; Informe
sin firmar de Río de Janeiro, 10 de enero de 1822. AGI, Indiferente 1570.
54. José María Ruybal a Antonio Luis Pereyra, Río de Janeiro. 27 de julio de 1822, AGI, Lima 798,
168 Timothy E. Anua

H a u .j Basil
1968 [1824] ExtraéisJrom a Journal Wrítten on the Coasts of Chile, Perú, and México, in
the Years 1820, 1821, 1822. 2 volúmenes. New Jersey; Gregg Press,
Entre la fidelidad y la ruptura"
Paz S oldán , Mariano Felipe
1868 Historia del Perú independiente. Primer periodo 1819-1822. Lima; [sin J o sé A . de la P u e n t e C andam o
imprenta].

E
ntre 1808 y 1820, entre los sucesos de Bayona y la Expedición Libertadora, se
desenvuelve el tiempo más vivo e intenso de la época de los precursores. Tie­
nen más fuerza y son más agudas las cuestiones sociales que se advierten en el siglo
anterior; a la vez gana raíces más hondas la noción de lo propio, Realistas, liberales y
patriotas repudian el Antiguo Régimen, y en el mundo que se acerca al romanticismo
muchos ven con ilusión la monarquía constitucional. Son los días de Watcrloo y del
Congreso de Viena; es el final de la era napoleónica.
La fidelidad tradicional sufre impactos que penetran en el espíritu de un defen­
sor de la metrópoli. La expulsión de Jos jesuítas, la revolución de Túpac Amaru, el
«elogio» de Baquíjano y su contenido crítico, la afirmación de lo propio que expresa
el Mercurio Peruano, la crisis de la Corona en los días de Carlos IV, ios sucesos de
Bayona, la afirmación de la monarquía constitucional y la consiguiente censura al
Antiguo Régimen, el movimiento juntista americano, todo este variado mosaico de
ideas y de hechos suscita, sin duda, una forma de fidelidad angustiada.
En el medio hispanoamericano se vive intensamente la emancipación; entre
muchos despierta esperanzas; para unos es un riesgo y para otros un motivo de
temor. El Perú, parte de la persona moral que es el imperio declinante, participa
— como no puede ser de otra manera— de ese entretejido que es nuestro mundo
histórico y cultural.
Podemos pensar en dos formas de lo peruano, en dos «caras» del Perú, du­
rante la segunda década del siglo XIX. Está presente, sin duda, el Perú como parte
inregrante del imperio, el virreinato de Lima, que por el espíritu alerta del virrey*

* Publicado originalmente en La independencia del Perú. Madrid: Mapire. 1992 (pp. 113-137).
170 José A. d i la Puente Candamo Entre ¡a fid e lid a d y la ruptura 171

asturiano no organiza junta alguna, como en otras regiones de España y América, y medio urbano, que aparece — muchas veces anónimo— en el tono humano que
que envía fuerzas militares para defender la fidelidad a la Corona en Quito, Charcas muestran los procesos judiciales, en la inspiración de versos que carecen de firma y
y Chile. Podemos expresar este momento en el triunfo de las fuerzas del rey sobre que se leen en los muros de nuestros pueblos. Estos son los ejemplos que se viven en
los patriotas de Castclli, al mando del arequipeño José Manuel de Goyeneche en los años próximos al tránsito del virreinato a la República,
Huaqui, en 1810. Es, en palabras de nuestro tiempo, el Perú oficial, que no agrupa Para ingresar en el tiempo de nuestro estudio, es oportuno recordar algunas de
solamente a la estructura del Estado, sino a un número indeterminado de peruanos las novedades del momento. Obvio es decir que, entre otros, los hechos de Bayona, las
por el nacimiento y el cariño que no está de acuerdo con la emancipación, o que la ve Cortes de Cádiz, la «reconquista» de Buenos Aires y la formación de juntas en diversas
inconveniente o inoportuna. No están lejos de esta postura quienes viven un proceso regiones de América son las grandes noticias que se comentan en la vida cotidiana de
de incertidumbre frente a la gran cuestión de la independencia. la época. Es también el tiempo de la construcción de la puerta de Maravillas en la mo-
Sin embargo, existe otra cara del Perú. Son el pensamiento y el afecto que se desra muralla de fierra que limita el recinto urbano limeño; de la llegada de la vacuna
reciben de la centuria anterior. Están recónditos en el alma de millares de peruanos contra la viruela; de la creación del Colegio de Medicina; de las importantes mejoras
los esfuerzos de Túpac Amaru, de Viscardo, del Mercurio Peruano y está presente la en el Colegio del Príncipe para indígenas nobles y en la Escuela Náutica; de la con­
lección de cariño a lo propio y de afirmación de la justicia que encarnan. Puede men­ clusión de la fábrica de pólvora; de la fundación del Colegio de Abogados de Lima;
cionarse una forma de madurez de las vivencias que se manifiesta en el siglo XY11I, de la llegada de máquinas a vapor destinadas a desaguar las minas. El negro «rey del
No puede desconocerse que los movimientos precursores que se desarrollan de 1808 monte», bandolero en los valles cercanos a Lima, muere ahorcado; aparecen casos de
a 1820 tienen sus cimientos en el mundo del despotismo ilustrado. rabia que ocasionan grave preocupación; en 1806 se siente un fuerte temblor en Lima,
En esta cara del Perú de los precursores, del Perú patriota, están en nuestra y en 1813 y 1814 se producen terremotos en lea y Piura; en fin, en 1811, se presenta
memoria conspiraciones, revoluciones, acciones militares, alegatos académicos y un cometa en Lima. Estos son algunos de los sucesos que ocurren por entonces.
políticos, vínculos con movimientos revolucionarios de otras regiones de América.
Podemos encarnar esta época en José de la Riva-Agücro, animador incansable del
L a GUERRA EN DEFENSA DEL REY
espíritu conspirador en Lima.
El ambiente humano de estas horas inmediatas a la emancipación es muy rico
En nuestra vida del tiempo de Abascal y de Pezucla se muestran, como decimos,
y variado. Podemos reconocer a virreyes tradicionales como Abascal; a jefes realistas
dos facetas que explican el desgarramiento de la sociedad peruana. Una es la guerra
aguerridos como Ramírez; a funcionarios de la Corona como Pardo; a curacas que
conducida por uno y otro virrey en defensa de la fidelidad a la Corona, y la otra es la
luchan por la revolución como Pumacahua; a sacerdotes y maestros como Chávez de
tarea indesmayable de nuestros conspiradores y revolucionarios. Quien atiende solo
la Rosa y Rodríguez de Mendoza; a hombres de ciencia, representados por Unanuc;
a uno de estos derroteros no gana una visión integral del Perú de las postrimerías del
a hombres como Gonzaga de la Encina, las Heras, Carrión y Marfil, Sánchez Rangel,
virreinato.
obispos que asumen posiciones diversas frente a la independencia; a los hermanos
La historia externa de las batallas y de las expediciones es bien conocida, y no
Silva, muestra de un grupo familiar conspirador; a un poeta como Melgar, que mue­
re en Umachiri; al porteño Anchóriz; al chileno Gaete, que aparece en el proceso que rietie sentido renovarla. Ahora intentemos penetrar en la naturaleza de estos enfrenta­
se sigue a los Silva igual que José Manuel Millán — de San Miguel de lucumán— y mientos y en su significado. Buenos Aires, el Alto Perú, Quito y Chile son los puntos
centrales hacia los cuales se orienta la lucha. Abascal dice en su Memoria de gobierno;
su paisano el «cura Muñecas», quien participa en la revolución de Pumacahua. Están
presentes en este registro heterogéneo hombres humildes que luchan en Huánuco y
Que el mal se hallaba concentrado en Buenos Aires es una proposición que no necesita­
aristócratas como el conde de la Vega del Rcn, quien conspira en Lima; no puede
ba más pruebas que las dadas hasta aquí, Poseído el pueblo de la quimera de una felici­
omitirse la mención de los agentes y espías de San Martín, como Torres, García y dad futura que había de disfrutarse con solo la simple declaración de una impracticable
Paredes, del mismo modo que tampoco pueden olvidarse los alegatos de Álvarez, independencia l...].1
Riva-Agücro y Vidaurre, la oda de Sánchez Carrión en elogio de Baquíjano, la pre­
sencia de Vidal — el muchacho de Supe que se incorpora al crucero de Cochrane — ,
la tarea de Juan de Alarcón, «el primer patriota que se descubrió en Huamanga».
En fin, no puede desconocerse al peruano humilde del campo, o de las minas o del 1. Abascal 1944:283.
172 Jo sé A , de la Puente C andam o E ntre ¡a fid e lid ad y la ruptura 173

La tesis de Abascal afirma que la semilla de la independencia se siembra en Bue­ Ofrece interés el proceso de deserciones en el ejército del rey, corno prueba o in­
nos Aires, y que luego se propaga, teniendo también como apoyo el mal ejemplo de dicio de una situación personal de duda o de una determinación de apartamiento de
la política de España; sostiene el virrey que se quiere «avivar» la rivalidad entre ame­ las fuerzas realistas. En diversas notas de su Memoria de gobierno menciona Pezuela
ricanos y españoles y destruir la confianza en el gobierno. La guerra del Alto Perú, a los indios que integran sus ejércitos y se refiere a las medidas necesarias para evitar
desde 1810 hasta 1815, es materia medular de la emancipación de Hispanoamérica, la deserción, que es «continua e inextinguible». Afirma que «los indios aborrecían al
y punto de enlace entre Lima y Buenos Aires, como la misma región es nexo comer­ soldado, al oficial y a todo lo que era del rey; porque por el contrario servían de balde
cial y de comunicaciones. Es una muestra más del carácter ancho, americano, de la con sus personas o víveres a los de Buenos Aires». En 1810, Goyenechc habla de «la
lucha que se inicia. imposibilidad de sujetar su deserción, que en muchos días consecutivos no baja de
En cuanto a Chile, desarrolla Abascal amplias reflexiones sobre el espíritu de los 30 individuos en este campamento y el Desaguadero». Abascal habla en su Memoria
levantamientos allí originados, al igual que sobre las ofertas generosas que ganan la de la «propensión que había descubierto en los soldados de su Ejército [Goyeneche]
ilusión de los pobladores. Habla de la oposición al sistema existente: y en muchos de los oficiales subalternos hacia el crimen de la deserción»; en los rá­
pidos progresos que hacía en los ánimos la seducción y engaño de los traidores/ En
Quieren establecer lo nuevo; pero como tales instituciones Hijas del tumulto de la preci­ todo caso, en las deserciones, además del fenómeno de indisciplina y de la voluntad
pitación y del vicio, no pueden ser sino las más imperfectas; es consiguiente que cono­ de acudir a las propias tierras para desarrollar sus trabajos agrícolas, aparece una acti­
cido el error detesren la obra de sus propias manos.
tud contraria al rey, manifestada nítidamente en unos casos y confusamente en otros.
El cumplimiento de un deber legal y moral es el origen inicial de estas duras
En la época de Pezuela, el envío a Chile de las fuerzas al mando de Osudo es el
luchas, además del efecto de la propia fidelidad monárquica. En los textos de ambos
asunto más importante en el campo de la guerra, antes de la Expedición Libertadora.
virreyes — Abascal y Pezuela— aparece, por un lado, el entusiasmo en la lucha por el
La «reconquista» de Chile es tema que, como es lógico, satisface al virrey Abascal
rey, aunque, por el otro, se subraya la importancia de las revoluciones en los reinos
Dice de las jornadas de Osorio: «serán siempre cortos los encarecimientos».2 De
vecinos y el clima de creciente agitación existente entre los pobladores. Desde otro
igual forma, menciona el envío de una expedición al mando de Manuel Arredondo
ángulo, en sus mismos textos está muy claro el temor frente al estado de cosas en la
a Quito,
metrópoli.
En esta visión de la guerra presidida por Abascal no puede olvidarse todo lo
Tal vez Abascal es el último virrey clásico, que vive la inquietud y las guerras del
que representa el sometimiento de lo que en su Memoria denomina «tumulto del
momento sin abandonar las tareas de la administración. El caso de Pezuela es distin­
Cuzco»; es decir, la revolución de los Angulo y de Pumacahua. Subraya en este caso
to. El asume el gobierno del Perú en 1816 cuando, día a día, el hecho de la guerra va
la influencia de las «provincias confinantes».
ganando terreno al de la rutina burocrática. La beligerante defensa de la fidelidad es
Desde otro plano del esrudio, está el enfrentamiento de hombres de tierras bajas
el tema que entonces abruma y domina toda otra consideración;
con quienes nacen en la puna o se adaptan a ella. Por eso, San Martín — al mando
de hombres de tierras bajas— no está de acuerdo en llegar al Perú por la sierra y la
No desconfío ni por un momento, como tenga salud, que no ha de quedar piedra por
puna de Charcas. tocar para defender al Rey estos dominios y sus hogares y haberes a la multitud de habi­
La Memoria militar de Pezuela es igualmente un texto que encierra opiniones tantes honrados, dignos de todo mi aprecio por su decisión y amor a la causa del Rey.45
interesantes; se advierte la fuerza de la geografía, la altura, los caminos. Antes de la
batalla de Vilcapuquio dice: Pista firmeza en los propósitos, y el afán de poner los medios necesarios para
cumplirlos, están en la entraña del pensamiento y de la acción de Pezuela. Y este
La noche helada, muy fría y ventosa. No había pastos para las caballerías sino muy esca­ mismo ánimo aparece en los documentos del virrey tras ser depuesto en Aznapuquio:
so, poca agua [...]. Muchas muías se quedaron muertas en el camino; f.„l la estación en pertenecen a la entraña de su defensa.
que emprendía la marcha, de aguas y nieves, que nos la hicieron más insufrible.-*

2. Ib íd„pp. 159-187. 4. Llontop 1969-1971: 319. 3 2 2 . 331. 335.


3. Pezuda 1954: 186. 5. Pezuela 1947: 280.
174 Jo sé A, de lo Puente C andam o Entre la fid e lid ad y la rup tu ra 175

Pezuela habla con entusiasmo del espíritu que encuentra cuando llega a Lima Nos hallábamos en la situación más crítica que había tenido este virreinato desde el prin­
en 1816, pero habla también antes de abandonar el Perú de su desconsuelo por la cipio de la revolución y que siendo preciso para defendernos y sostener al Rey en estos
dominios aumentasen todo lo posible nuestras fuerzas militares, era igualmente preciso
actitud de los militares que rechazan su autoridad y lo destituyen en actitud sin
buscar medios para sostenerlas, [...] que se trataba nada menos que de existir o no existir.”
precedentes en el Perú de la alta función que desempeña por mandato del rey. Un
conjunto de factores diversos acompaña todos los días a Pezuela. Las rebeliones en
los reinos cercanos, las limitaciones económicas en la metrópoli, las múltiples difi­ C onspiraciones y revoluciones
cultades para obtener recursos, la acción de los conspiradores y revolucionarios nues­
tros, son algunos de los hechos que muestran un estado de cosas sumamente delicado Si bien no es tarea de esta obra reiterar materias conocidas sobre las conspiraciones
para el representante del monarca. Reconoce este virrey, igualmente, que en el Perú y revoluciones del siglo XIX, tampoco pueden omitirse unos datos que encierran
no es unánime la adhesión a España. «Todas las Provincias dei Virreinato, aunque un valor de testimonio y que permiten luego estudiar las ideas, los problemas y los
no sean del todo afectas al Rey, aborrecen la larga inquietud y guerra que padecen».6 objetivos que subsisten en nuestras conmociones. Las consecuencias de las reformas
Sin embargo, para los patriotas, la inquietud y la lucha de tantos años encierran un de las Cortes de Cádiz no se advierten solamente en cuestiones teóricas; la libertad
aliento de esperanza. Pezuela dice en 1818 que: de prensa y la elección de ayuntamientos constitucionales suscitan agitación social y
política, o son en ocasiones el germen de conflictos posteriores.
Los buenos son apáticos, la opinión de los cholos e indios especialmente no es favorable La conspiración de Aguilar y Ubalde en el Cuzco en 1805 — en tiempo del
al Rey y la de la multitud de esclavos sin excepción está abiertamente decidida por los virrey Avilés— debe consignarse como un hito antecedente que asume sueños, y
rebeldes, de cuya mano esperan la libertad.
evocaciones incaicas, y que no puede olvidarse por la muerte injusta e innecesaria de
sus conductores."
Conviven en Pezuela dos nociones muy firmes: su determinación de luchar sin
La conspiración de los hermanos Silva en Lima, en 1809, es un suceso en ver­
desmayo por mantener la obediencia al rey de España, y su visión del medio perua­
dad interesante. Compromete a personas de los más diversos ambientes; muestra la
no, en el que reconoce sectores muy contrarios a la fidelidad al monarca.
posesión de excelente información sobre lo que sucede en Quito, Buenos Aires y
A pesar de ser distintos los casos de Abascal y de Pezuela, para ambos procedería
otras regiones americanas; estudia objetivos muy concretos, El proceso que se sigue
esta pregunta: ¿Creen de verdad en la eficacia del uso de las armas para retener el
en la Audiencia de Lima a los comprometidos en esa conspiración es una expresión
dominio de la Corona? ¿Llegan a la guerra solamente por el cumplimiento del deber,
minuciosa del ambiente limeño de esos años.8910
o tienen verdaderas esperanzas de ganar una paz duradera?
Vicuña Mackenna recoge una tradición oral que habla de conversaciones de or­
Las posibles respuestas están muy ligadas al tiempo mismo de la lucha. En un
den político contrarias al sistema virreinal, y que se desarrollan entre estudiosos de
primer momento, todo se advierte más cercano y posible; luego, el desarrollo de las
San Fernando. Si bien no hay apoyo documental para hablar de conspiración, los
revoluciones se amplía, crece la dificultad para obtener apoyo de España y, sobre
hombres citados — Pezet, LJnanue, Chacaltana— sin duda viven las angustiosas cues­
todo, día a día es más frágil la obediencia de la población y más agudo el desgarra­
tiones políticas del momento.11 Igualmente, menciona Vicuña el caso de los sacerdo­
miento de la sociedad.
tes del Oratorio de San Felipe Neri: Tomás Méndez Lachica, Cecilio Tagle, Segundo
Una es la situación de Abascal hasta la batalla de Viluma, en 1815, cuando se
Carrión. No se puede, sin embargo, hablar con certeza de un propósito conjunto. En
detiene el avance «porteño» por el Alto Perú; otra es la situación, declinante y difícil,
todo caso, sería una acción personal, confirmada por testimonios de la época.12
en las postrimerías del gobierno del virrey asturiano, y más aún en los días de Pezue-
la, quien vive agobiado frente a las noticias del sur. Un fragmento de la Memoria de
8. Pezuela 1947: 261,
gobierno de Pezuela, que corresponde al 4 de mayo de 1818, manifiesta la angustia
9. Puente Candamo 1960: 497-525. Luis Durand Flórez tiene en prensa un amplio e importante
económica:
estudio sobre la conspiración de Aguilar y Ubalde.
10. Eguiguren 1957. Aunque es obvio, debe mencionarse para el caso de los Silva, como para los
hechos análogos, una obra que abre muchos derroteros para el conocimiento de los precursores:
Vicuña Mackenna 1860.
6. Informe de Pezuela, 11 de noviembre de 1818. Archivo General de Indias, Sevilla, Estado, 74.
11. Gordillo de Dclucchi 1960: 526-537. Arias- Schreibcr 1971,
7. Informe de Pezuela, 13 de noviembre de 1818, Archivo General de Indias, Sevilla, Estado, 74.
12 . Pacheco Vélcz 1954: 401,
176 Jo sé A . de la P uente C andam o E ntre la fid e lid ad y la rup tura 177

Vinculada con Buenos Aires y con las guerras del Aleo Perú, la conspiración que Ya en mi suelo se disipa
se recuerda con el nombre de Ramón Anchóriz — también conocida como «la de los El Despotismo feroz:
Ya se puede a bocal lena
porteños», por la patria del principal— , desarrollada en 1810, está entretejida con
Gritar: que la Patria viva.
nombres que se asocian a otras conspiraciones limeñas. Es una muestra temprana de Que la libertad reciba,
la inquietud del momento y de la presencia de noticias acerca de las juntas.13 Que triunfe nuestra Nación.
La llamada conspiración de «El Número», que aspira al paso a la Patria del ba­
tallón de milicias de esc nombre — que resguarda prisioneros en el Callao— registra
como figura principal al abogado arequipeño Francisco de Paula Quirós y Nieto; se Viva, viva eternamente
El Patriotismo Peruano, Viva el suelo Americano, Viva su libertador.20
recuerda como un proyecto frustrado.14
Una de las conmociones más conocidas es la de Francisco Antonio de Zela, — en
La conspiración de octubre de 1814, vinculada con Pumacahua, con el conde
Tacna, en 1811— , la cual es una muestra reiterada de la influencia de la revolución
de la Vega del Ren y con otros limeños, tiene como objetivo, entre otros, la captura
de Buenos Aires en la vida peruana. La revolución de Tacna de 1813, bajo la dirección
del palacio del virrey.21
de los hermanos Paillardelle, es otro hito capital.1516Afirma el padre Vargas Ugarte:
Es necesario mencionar especialmente al conde de la Vega del Ren José Matías
El esfuerzo hecho por los patriotas de la remota provincia de Tarapacá ha sido casi Vázquez de Acuña, pues en buena parre de la década de 1810 participa en conspira­
ignorado por nuestros historiadores. Merece, sin embargo, que le dediquemos alguna ciones o aparece como nexo o protector de las mismas.
atención así por el enlace que tuvo con los movimientos de Tacna y Arica, como por ser José de la Riva-Agüero, como ya hemos señalado, es sin ninguna duda el hom­
una prueba más de la difusión de las ideas patrióticas. bre que mejor expresa la continuidad de las conspiraciones limeñas; además, es el
centro de los patriotas nuestros en su vinculación con San Martín.72
Menciona, asimismo, el vínculo con los patriotas de Buenos Aires.10 La revo­ La conspiración de Gómez, Alcázar y Espejo, en 1819 — que tiene como ob­
lución de Huánuco en 1812 es muy interesante por el conjunto de factores econó­ jetivo inmediato la captura de la fortaleza del Real Felipe— es un movimiento que
micos y sociales que se advierten en su origen y en su realización.1718En 1813 está confirma la voluntad de independencia, la cual se expresa innumerables veces en el
documentada una «causa criminal contra don Manuel Rivero y Araníbar y cuatro virreinato del Perú en la segunda década del siglo XIX.
cómplices en la intentada sublevación de la ciudad de Arequipa».111 Dentro de la Germán Lcguía y Martínez, en su Utilísima Historia de la Emancipación del
línea anterior debe ubicarse la revolución de los Angulo y Pumacahua (1814-1815), Perú: el Protectorado, presenta un variado panorama de quienes conspiran en el mo­
que se inicia en el Cuzco y tiene presencia viva en toda la sierra del sur. Es la más mento que estudiamos. Habla de los «fernandinos», los «carolinos», los «del Orato­
grave perturbación interna que soporta el virreinato después de la deTúpac Amaru.19 rio», los «forasteros», los «copetudos o de Riva-Agüero», los militares, las mujeres,
Una marcha patriótica de Mariano Melgar enaltece esa revolución de los Angulo y los provincianos.23
Pumacahua: En la correspondencia de Abascal y de Pezuela; en papeles de los diversos pro­
cesos judiciales de entonces; entre los documentos que manifiestan la vinculación de
Ya llegó el dulce momento los peruanos con San Martín antes de la llegada de la Expedición Libertadora; en
En que es feliz Arequipa,
las relaciones de quienes salen bajo partida de registro, y en otros muchos textos se
puede verificar una muy nutrida relación de patriotas conspiradores, revolucionarios,
13. Puente Candamo 1960: 538-544. agentes, promotores de la idea separatista en los diversos medios sociales y en dife­
14. Pacheco Véle?. 1954: 371-372. rentes provincias del Perú.
15. F-l testimonio espiral sobre las insurrecciones de Tacna es Cúneo Vidal 1977, vol. 4: 153-403.
16 . Vargas Ugarte 1966: 236.
17. Colección Documental de la Independencia del Perú (en adelante CDIP), t. III, vol. 1-5. 20. C D IP , i. X X IV : 137-138.

18. Egulguren 1961: 69-145. 21. Pacheco Vélez 1954: 372-376.

19. CDIP, t. 111, vols. 7-8. La investigación y recopilación de documentos correspondientes a conspira­ 22. lbítl., pp. 3 8 6 -3 9 0 .
ciones y rebeliones en el siglo XIX corrió a cargo de Manuel Jesús Aparicio Vega. 23. Lcguía y Martínez 1972, t. II: 223-357.
178 José A. do la Puente Candante E n tre la fid e lid a d y ¡a ruptura 179

Unos pasquines que aparecen en Pasco en 1811 muestran el ánimo de rebeldía, sucede en otros rincones del país, es ilustrativo presentar algunos de los lugares que
la oposición al español y el conocimiento de noticias de levantamientos en otras re­ aparecen citados en expedientes y papeles de la época, y que nos acercan a la vida
giones de América* Con Buenos Aires y Tucumán aparecen en los aludidos pasquines cotidiana de una hora próxima a la emancipación.
referencias a Chile, Santa Fe, Caracas, Quito y Cuenca. Están presentes la sastrería de Melchormalo; el café de Mercaderes; la Bórica de
las Aldabas, de jóse Gil; una «tienda de comercio en la calle de Mercaderes»; un lugar
Ahora si algún Chapetón fuese contigo osado de encuentro está «bajando a la Alameda»; otro, en la calle de los Judíos; se menciona
sea de pronto castigado con un gentil bofetón un tendejón del Portal de Escribanos; una «picantería de Navarro, abajo del Puen­
no lo concedas perdón
te, en donde toman picantes y chicha»; el café de Bodegones aparece en múltiples
hasta no verlo humillado
y conforme él ce ha tratado con desprecio y con desdén referencias, en otros casos como café del Comercio; la Fonda del Caballo Blanco,
lo has de tratar tú también al costado de San Agustín; en la Fonda de Bartolo, a la vuelta de la calle de Judíos,
si no llora su pecado, sirven en «vajilla de plata»; la casa panadería de Antonio Pardo; «un taller de platería,
de un chileno, a la entrada del Callejón de Petatcros»; una «panadería de la calle de
[...]
A una gloriosa acción Malambo», nombrada la de Vázquez; una picantería abajo del Puente; el Callejón de
se prepara el Tucumán Becerra; en Malambo, la fonda de la calle de Carrera.
y en Buenos Aires están El hombre peruano vive el tema de la emancipación; no lo ignora. Linos luchan,
en mayor fermentación,2'1 conspiran, mueren defendiendo el ideal de la ruptura; otros dudan o están en contra
de esc afán.
Simpáticos son los versos que circularon en Huánuco y Huamalíes en 1814: En todo caso, lo esencial es que existen sectores muy importantes de peruanos,
en diversos rumbos de nuestro territorio, que se esfuerzan «con sino adverso, pero
Es tiempo que sacudáis con ánimo invicto» por hacer triunfar el principio de la independencia.
este yugo intolerable
Además de las conspiraciones y revoluciones, podemos hablar de los grandes
con el ejemplo laudable
que al sur y al norte miráis, textos que postulan reformas o exigen la separación de España, y que son efecto, u
origen en muchos casos, de diversas conmociones.
[.»] Veamos algunos ejemplos posteriores a 1808 que pueden asemejarse al espíritu
Arequipa ha dado el sí
del «elogio» de Baqufjano, de la «carta» de Viscardo, de los «informes» de Rodríguez
y Cuzco la seguirá,
con La Paz, pero entre tanto, arrebujada en su manco de Mendoza, de los artículos de Unanue en el Mercurio Peruano, y al ánimo de otros
la zamba vieja, ¿qué hará? Escucha, pues, la razón testimonios sociales y políticos del siglo XVIII,
no te ciegue el egoísmo, defender el patrio suelo Sin duda, el gran libro editado en el Perú — y sobre tema peruano— en el tiem­
y procurar con anhelo po precursor del siglo XIX es el Clima de Lima de Hipólito Unanue. Al margen de
contener el despotismo.
consideraciones políticas, esta obra afirma el vínculo entre el hombre y su tierra, y es
El chapetón y el criollo
se unieron en amistad expresión del cariño a lo nuestro,26 El texto de Mariano Alejo Alvarcz — redactado en
con la misma intimidad 1811. y editado en 1820— sobre la «preferencia que deben tener los americanos en
que un gavilán con un pollo.2425 los empleos de América», fruto de un viejo razonamiento, expresa una vivencia que
está muy clara en los debates y en los movimientos políticos de la época.27
En estos versos — de final irónico— aparece la pregunta, muy frecuente en esos De José de la Riva-Agüero, centro de las conspiraciones limeñas, es el cono­
años, sobre la conducta de Lima. Si pensamos en esa ciudad como muestra de lo que cido folleto de las «veintiocho causas», análisis minucioso de los sufrimientos del

24. CDIP, t. XXIV: 149-150. 26. Unanue 1806.


25, Ibíd-. pp. 151-153. 27. ÁJvarez 1820.
180 Jo sé A. de la Puente C a n d aría E ntre la fid e lid a d y la ruptura 181

americano y de los privilegios del español. Encierra el lenguaje y el tono de una En las aludidas «veintiocho causas» de Riva-Agüero, aparecen reiteradas las
proclama política.28 menciones a los sufrimientos de América, tema habitual en los razonamientos de la
Al abogado limeño Manuel Lorenzo Vidaurre le debemos tres textos que apor­ época, y que está vinculado con los anatemas al Antiguo Régimen y con otros argu­
tan ideas interesantes y valiosas. Lino, el Plan del Perú2'2 que es redactado en 1810 y mentos de nuestros precursores del siglo XV11I. Es constante la censura al chapetón;
publicado en 1823; otro, la Memoria sobre la pacificación de la América Meridional, al hecho de que los españoles ocupen los primeros cargos; de que los criollos sean
de 1817, publicada por el padre Vargas Ugarte,30 Las Cartas Americanas, publicadas vistos con desprecio; de que se soporte el «yugo de los europeos»; de que el america­
en 1823 y 1827, ofrecen una curiosa variedad de materias y aportan ideas que tienen no no pueda «formar algún juicio político»; en la causa decimocuarta denuncia Riva-
vigencia en el tiempo precursor.31 Otros textos pueden añadirse, mas estos muestran Agüero que «todo español europeo tiene libertad para opinar del modo que quiera,
lo más representativo en ideas y reacciones. y rodo americano no tiene otra que la de creer ciegamente la opinión de su domina­
dor»; en la decimoquinta causa afirma: «Toda tertulia entre americanos se considera
por los españoles un club de revolución»; en la decimoséptima: «¿Qué situación más
L as cuestiones sociales
cruel, que aquella en que se priva al hombre el gobernarse por sí, y se le impide hasta
el lejano consuelo de que en una inmensa distancia se escuchen sus quejas?»
¿Cuáles son las ideas, los problemas, los objetivos que se ven en las conspiraciones, en En la visión del tiempo precursor, de sus ideas, actitudes y problemas, el siglo
las revoluciones, en los grandes textos políticos de los años precursores del siglo XJX? XIX hereda de la centuria anterior dos raíces medulares: la vivencia de lo propio y el
La duda, la incertidumbre, cierto entretejido de ilusiones y remores, están pre­ descontento social. En los años de Abascal y de Pczucla, ambas nociones se enrique­
sentes en las decisiones de la época. No es frecuente, ni lógico, el paso inmediato de cen, El Clima de Lima de Hipólito Unanue es una reiterada expresión de afecto por
la fidelidad al rey a la fidelidad a la patria. El camino que lleva a la independencia la tierra del nacimiento; la inspiración y el contenido no se limitan a la capital de vi­
pasa por la acentuación del arraigo en lo propio y por el descontento social. No hay rreinato. Es la línea de pensamiento que se sigue en el discurso de Mariano Alejo ÁL
duda de que la adopción del separatismo supone en muchos casos un serio desga­ varez. sobre la «preferencia» de los americanos en los puestos públicos, que continúa
rramiento humano. Por más graves que fueran las censuras y las críticas, es siempre en el conflicto social entre el peruano y el chapetón — denunciado por Riva-Agüero
fuerte, áspera, la negación de lo que es parce de uno mismo, del mundo que a uno le en sus polémicas veintiocho causas— y que se mantiene con renovados elementos
pertenece, con codos sus defectos; aunque uno lo niegue. de juicio en la Memoria de Vidaurre de 1817. Sumido todavía en la duda angustiosa
Pero el nacimiento en el propio territorio, el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio (rente a la fidelidad y la ruptura, Vidaurre expresa que la Corona puede seguir uno
donde el hombre encuentra sus raíces, le concede al peruano un título superior sobre de estos tres caminos: eliminar a los americanos, lo que no corresponde a un monar­
el extraño, el extranjero. ca cristiano; conceder la independencia, lo que él considera prematuro; o reformar
Se rechaza la fidelidad al rey. La Corona como «ingrata» con los descendientes el gobierno con la mirada puesta en los cambios que se producen en América. Este
de los criollos es idea central en Viscardo, y está presente en otros testimonios del último es su dictamen. Sostiene que no es fácil, pero afirma que se deben enmendar
mismo tiempo. Es clara también la oposición al despotismo, y constante la crítica al los caminos equivocados. Hay que atender — dice—- a la situación del medio que se
mal funcionamiento, al abuso de la autoridad. Permanente es la aversión al chape­ gobierna y a los cambios que sufre. La tesis central es la siguiente:
tón, sinónimo del español que abusa, que goza de diversos privilegios a los cuales no
puede llegar el americano. En alegatos académicos y políticos, en proclamas, en hojas Política destructora que obra por ejemplos mal acomodados, y en la que no se percibe
sueltas, en arengas, está nítido este planteamiento que alimenta diariamente el calor que no es hoy el americano, lo que era en tiempo de Huayna Cápac y Montezuma. No
de la lucha. Del mismo modo, se subraya la distancia que nos separa de España. Se es el indio tímido, ignorante, supersticioso al que hoy se va a sujetar. No es aquel que
afirma que los intereses son distintos y opuestos. creía al hombre y al caballo un solo sujeto, rayo al arcabuz y al artillero el árbitro del
trueno. No es el imbécil que proponía una mal dirigida flecha a la lanza, a la espada, a
la bala. El americano es hoy el español mismo,12
28. Riva-Agüero 1818,
29, Vidaurre 1823.
30, Vargas Ugarte 1929: 10-24.
31. CDIP, c. 1, vol. 6. 32. Vargas Ugarte 1929: 15.
182 Jo sé A. de la Puente Candatno Entre la fid e lid a d y la rup tura 183

Este es, tal vez, el planteamiento más interesante de los últimos años de la era Riva-Agüero y los Silva — entre otros— pueden ser el símbolo de un separa­
precursora. El hombre que vive en el Perú en las primeras décadas del siglo XIX no tismo definido, permanente, que encierra inmensos sacrificios y peligros. Viven la
es el hombre que Pizarro contempla en Cajamarca. Es otra persona. La sociedad, esperanza en el Estado autónomo, en el Perú en manos nuestras. Zcla, Pumacahua,
asimismo, es otra. Lo peruano, el Perú, es fruto del mestizaje que se inicia en 1532 y Melgar, Túpac Amaru y Micaela Bastidas en la centuria anterior — y tantos más—
que crea una comunidad humana que no es incaica solamente, ni tampoco española dejan su vida por la ilusión de la patria. Unanue permanece como el gran estudioso
de modo singular. El hombre distinto que señala Vidaurrc en el mestizo — por la del Perú, el primer peruanista de su tiempo, el mejor conocedor de lo nuestro, que
sangre o por la forma de vida— es acreedor de un tratamiento distinto. En el mismo se acerca a la independencia en 1821.
texto afirma cómo por la fuerza «no es posible que la Europa domine en la America». En la vida intelectual y social del Perú de las postrimerías del virreinato, el Co­
Prosigue: «Es muy fácil dominarla, si se le dirige y gobierna de modo que halle su legio de San Carlos es de algún modo un gran personaje. Si bien no es cierto que el
mayor felicidad en la administración europea. Este ha sido mi sistema».33 Con sen­ Convictorio sea un centro de actividad política, sí es verdad que las inquietudes inte­
tido muy práctico menciona el caso de los refuerzos militares. Dice que el hijo del lectuales que son materia de debate entre maestros y alumnos crean una disposición
soldado español lucha más tarde contra la patria de su padre; por tanto, la represión mental, una actitud humana que más tarde señala el rumbo hacia la independencia.
es tarca difícil. La afirmación del valor de la persona humana y de su libertad, la enseñanza de la
Todo apunta — en el ánimo de Vldaurre— a una reforma de la administración escolástica y de otras líneas de pensamiento, la incorporación de los grandes avances
que pueda realizar la justicia: que un visitador recorra América y escuche a los pue­ intelectuales de la época a la tarea docente, la presencia de la Física, de la Geografía,
blos; que tenga facultades para «remediar abusos»; que informe sobre las pretcnsio­ de la Historia del país; todo esto, unido al análisis de cuestiones teológicas y a la
nes de los reinos; que fomente el comercio y retire limitaciones; que se animen las difusión del liberalismo en lo ideológico y en lo político, pertenece al mundo de esos
artes de «estos países»; que se vele sobre la agricultura y la minería; que se separe a años. San Carlos puede encarnar el entretejido homogéneo y confuso de la época. Es
los ministros venales y corrompidos; que se arregle la administración de las rentas; el fin del Antiguo Régimen y la aproximación al mundo del romanticismo.
que se premie a los «beneméritos»; que «concluya la vergonzosa palabra de colonia». La libertad de imprenta, aprobada en las Cortes de Cádiz, sirve de modo dis­
Confía en el corazón del rey: «no juzgo imposible que vuelvan al seno paternal estos tante pero eficaz a la emancipación. En todo lo referente al proceso que se sigue a los
descarriados hijos. Libértelos V. M. de la muerte, para que una población numerosa hermanos Silva, a las revoluciones en Tacna, a lo que representan las guerras del Alto
lo bendiga».34 Perú, en lo concerniente a las noticias de la junta de Buenos Aires, se produce una
El planteamiento de Vidaurre es el último esfuerzo del reformismo peruano. gran difusión de papeles que expresa un denso ambiente de curiosidad, de modelo,
En este caso, el mismo autor vive la incertidumbre del momento, su fidelidad no es de ejemplo subversivo. Del mismo modo se habla de imitar a Quito y están presentes
maciza y es observado con inquietud por la autoridad virreinal. los acontecimientos de La Paz y las noticias de Chile y Santa Fe.
En cambio, el objetivo separatista — como es obvio— no se limita al cambio El conjunto de informaciones encierra un contenido mayor. Es expresión de la
de espíritu en el gobierno virreinal. En el proceso de los Silva se afirma que «lo que unidad de Hispanoamérica y de nuestra independencia. No es solamente la noticia
nos conviene es la independencia absoluta y el comercio libre»; que debe ocuparse el de algo interesante en una región cercana; la realidad es más profunda. Los proble­
cuartel de Artillería y el Palacio, y capturarse al virrey «para quitarle después la vida»; mas sociales son análogos; es semejante la conciencia de lo americano frente a lo
que debe haber sublevaciones «a la manera que lo han hecho en Quito»; que «llegó español; en uno y otro reino afírmase una propia identidad. Por otro lado, no es
el día de sacudir el yugo de los europeos»; que debe proclamarse «libertad a todos los extraña para los hispanoamericanos la vida de las trece colonias emancipadas de In­
esclavos, indulto general a todos los reos dejando las cárceles libres»; que debe tomar­ glaterra en el siglo XVIII: se conocen los textos capitales y es un ejemplo estimulante.
se la fortaleza del Callao; que «echarían mano de la Casa de la Compañía de Filipinas Se puede, igualmente, hablar del precursor desconocido. El que distribuye de
donde había bastante caudal»; que «todo el plan era en odio de los europeos».35 mano en mano una hoja subversiva, unos versos irónicos o una proclama revolucio­
naria; el hombre de los Andes, mestizo por la sangre o por el medio ambiente, que
lucha al lado de un curaca o de un caudillo criollo; el servidor doméstico, el esclavo,
33. Ibíd. el trabajador en la chacra o en la mina, que sigue los pasos de su patrón o que en
34. Ibíd. silencio conspira y sirve a la patria; el hombre, en suma, que quizá no lee ni escribe,
35. Eguigurcn 1957,1.1: 127. 133. 134, 137, 167. 180, 190, 210. que no conoce teorías políticas, que jamás escucha los nombres de Santo Tomás, del
184 Jo sé A . de la Puente C andam o Entre la fid e lid ad y la ruptura 185

padre Suárez, de Rousseau o de Montesquieu, pero que alienta en su alma, por un gran parte de la negrería en nuestro favor».383940En sus Cartas americanas Vidaurrc es­
orden natural de la vida, el cariño a lo propio, al mundo en el cual nace. Que este cribe acerca del trato con los esclavos: «Negros, blancos y amarillos, hombres más o
hombre peruano anónimo, ignorante y sencillo, no explique su pensamiento como jnenos oscuros, todos somos de una misma especie: nuestras necesidades y pasiones
un profesor de San Marcos, no significa que esté aparte del tema de la emancipación. no se diversifican sino por la educación y las costumbres».37
Lo vive en su contexto social. En este panorama de riesgos e ilusiones, de ambiciones reformistas y de obje­
No se puede precisar una imagen de nuestra emancipación limitada a uno u tivos separatistas, de batallas, prisiones y debates políticos y académicos, el virrey
otro sector social. Evidentemente, los intelectuales — criollos y mestizos— son di­ Abascal encarna una postura definida: afirmación de la fidelidad al rey, traducida en
rigentes de conspiraciones y revoluciones, como sucede en todos los rincones del la defensa intelectual, política y militar de la obediencia a la Corona. En su política
mundo en el caso de la conducción de masas. Pero esto no significa que el resto de firme y beligerante no olvida el camino que busca el entendimiento —sin duda
la población no esté presente. El hombre andino participa en las revoluciones que se utópico en ese momento— entre criollos y españoles. E.1 regimiento de «Voluntarios
desarrollan en su región, y se convierte en protagonista capital en alegatos como los distinguidos de la concordia española del Perú», con dos manos unidas como símbo­
de Baquíjano, en estudios del Mercurio Peruano y en textos sobre nuestros conspira­ lo, es expresión de este ánimo.
dores. Un indio de Luya — por ejemplo— está presente en el proceso que se sigue Materia de discusión es la íntima creencia de Abascal en la eficacia del uso de
a los Silva; en el mismo proceso, «un indio hermano del cacique de Lambaycque las armas. El virrey asturiano no trepida ante una política de represión militar; sin
había dicho que su citado hermano tenía doce mil hombres [...] para caer sobre esta embargo, hay dudas sobre su verdadero convencimiento frente a la bondad de esos
Capital si se perdiese España»,36 medios.41’ Además, la España de esos momentos es débil, carece de recursos y se
Lo andino, la memoria de los incas, están presentes de modo constante en nues­ muestra cansada por la guerra contra Napoleón, por todo lo cual el envío de tropas
tro tiempo conspirador. Están en las declaraciones y vivencias de Aguilar y LJbalde, a América se hace más difícil. Igualmente, la extinción del tributo aprobada en las
en el Cuzco, en 1805; están en la rebelión de Tacna, como lo recuerda con erudición Cortes de Cádiz y el análisis de sus consecuencias en el orden práctico es materia
y entusiasmo Cúneo Vidal al hablar del elemento nativo; están muy claros en rodas de informes y debates, representando para Abascal una grave preocupación por la
las laceras de la rebelión de Huánuco; al igual que — es obvio recordarlo-— en el dramática necesidad de recursos en la hora de la guerra.
levantamiento cuzqucño de 1814 dirigido por los hermanos Angulo y Pumacahua. El uso de la fuerza — necesidad, oportunidad, peligros, dificultades morales—
Lo andino aparece en la presencia de su gente y en las evocaciones históricas, en los aparece en la entraña de los debates de la hora. Es el caso de las autoridades españolas
reclamos frente al abuso del mal funcionario, en la protesta por el dominio antiguo. que piensan en el camino militar como único medio de dominio; es el caso de los
Los razonamientos de Túpac Amaru están en la voz y en la lucha hasta los días de la hombres que por razones doctrinales y políticas se oponen a un planteamiento de
llegada de San Martín a Paracas. violencia, como lo dice Baquíjano en 1781; es, asimismo, el objetivo de Vidaurre
La esclavitud de los negros es cuestión que también pertenece al temario de en 1817. El testimonio de Manuel Pardo y Rivadeneira, regente de la Audiencia
nuestros precursores. Uno de los desarrollos más amplios en cuanto a ese punto es del Cuzco en los días de la revolución de los Angulo y de Pumacahua, es una de
el que le concede Vidaurrc en su Plan del Perú, refiriéndose a la esclavitud como «la las mejores fuentes para conocer la visión de un alto funcionario, fiel al rey de Es­
terrible servidumbre, el estado contrario a la naturaleza».37 Recuerda cómo, en la paña, sobre este asunto. Con un conocimiento profundo de la materia, dice Pardo
víspera de San Miguel, en 1809, lo primero que intentan los revolucionarios es abrir que España, concluida la guerra en la Península, puede remitir refuerzos y «conse­
las panaderías y sublevar a los esclavos de las haciendas. Explica el sufrimiento que guirá la subyugación general, pero no la pacificación: la guerra se ha declarado en
padecen, mencionando en particular la alimentación deficiente y las limitaciones en sus corazones y no hay ejemplo de uno verdaderamente arrepentido en este espa­
el vestido y en el tratamiento de las enfermedades. Presenta algunas recomendaciones cio de delitos»,41 Es profundo y veraz el diagnóstico de Pardo al distinguir entre
para aliviar las congojas. En el proceso que se sigue a los Silva se dice «que ya tenemos

38. Eguigurcn 1957, t. I: 129.


39. CDIP, t. I. vol. 6 : 51-53.
36. Ibíd., pp. 263. 279, 375. 40. C D IP , t. X XV !, vol. 2: 6-8.
37. Vidaurre 1823: 182-189. 41. Pardo y Rivadeneira, en Leguía 1930: 284-294
186 Jo sé A . de la Puente C atuh m o E ntre la Jid e lid a d y la ruptura 187

subyugación y pacificación. Se puede dominar con las armas, pero a la postre este empresa. Sería interesante en este punto formular algunas preguntas sobre lo que
triunfo es efímero; la pacificación — puede añadirse— es fruto de la concordia, de la pudo ser y no fue. Si Túpac Amaru no hubiera muerto en 1781, ¿habría desempeña­
conciliación entre los espíritus. Sin embargo, Pardo no es optimista y piensa que el do la función de autoridad general que comentamos? ¿Su calidad de mestizo andino
cambio en las actitudes íntimas es obra «muy lenta», que trasciende una generación. le habría permitido agrupar en su nombre la tradición criolla y la tradición andina?
El concepto de guerra civil no es extraño en los días del enfrentamiento. Vi- ¿Por qué Riva-Agüero, con una larga historia en la conspiración separatista, no pue­
daurre — en sus Cartas americanas— escribe «sobre el modo atroz con que se hace de ganar un acatamiento general en 1821? Las interrogaciones pueden continuar;
la guerra civil», y alude a la «ferocidad de las guerras civiles». Y prosigue: «¿Qué sin embargo, el hecho cierto es que llegamos a la hora de la independencia — tanto
adelantará la España con la guerra de la America?».42 No solo los textos del vibrante tiempo anhelada— sin un peruano con autoridad general sobre todos los nuestros.
abogado limeño mencionan esta materia de la naturaleza de nuestra guerra. La de­ Y esto, como veremos, tiene sus consecuencias.
mostración más clara hállase en la vivencia de una y otra familia peruana, en la cual La idea de la independencia significa el esfuerzo intelectual y político por ganar­
los hermanos no están siempre de acuerdo, como no es tampoco rara la división la; encierra también las dudas y las certidumbres de unos y otros; implica debates,
entre padres c hijos. batallas, muertos. Todo ello nos presenta una prueba abrumadora que nos habla, sin
Y en esa búsqueda de símbolos de la vida peruana en esos años de tantas ansie­ equívoco alguno, de la presencia peruana — como no puede ser de otro modo— en
dades, el arequipeño Goyeneche, vencedor de Huaqui sobre las fuerzas porteñas, es las raíces y en la madurez del fenómeno de la independencia dentro del inundo
el testimonio de un peruano -—equivocado para nosotros y desde nuestro tiempo— hispanoamericano.
que no ignora sus raíces y no comparte el empeño por la emancipación. Sin embargo, más allá de que se observe o se niegue la autoridad de la Corona,
Y si esto ocurre en el orden práctico, en el ámbito de las ideas y de los cariños y se rechacen los privilegios con que viven los españoles, no se refutan los valores que
y en la visión del futuro, no se puede desconocer cómo la guerra de independencia con ellos llegan a América y que se incorporan a la vida americana dejando de ser
es la expresión final de visiones —de interpretaciones— distintas y opuestas de la extraños, transformándose en elementos integrantes del ser americano, peruano en
sociedad peruana, de sus gobernantes, de sus normas, del porvenir. nuestro caso. Importa reiterar una idea vieja y sencilla: la emancipación no niega el
En este guión de respuestas diversas está presente también el hombre que no idioma, la religión, la cultura, los adelantos técnicos que llegan con los españoles y se
se ubica en un campo definido, que duda, que vive una angustiosa incertidumbre y convierten en peruanos, en valores nuestros.
que se une a la independencia más tarde, cuando la madurez de su pensamiento o la
firmeza de los hechos externos le proponen una respuesta sólida. Vidaurre, desde los
E l P erú ante la llegada de S an M artín
días de Pumacahua, o desde antes, ¿no vive acaso el anuncio de una transformación
social y política que tiene entre sus manos? Y Unanue, quien se identifica con el ideal
de la emancipación en 1821, ¿no es desde la centuria anterior el más serio estudioso Para la autoridad española, el extranjero es motivo de inquietud o de sospecha. Hay
de lo nuestro? Caso interesante es el de Baquíjano, quien muere en 1817 en Sevilla, temor a sus ideas, a sus posibles vinculaciones con nuestro medio. Las personas de
unido a los nuestros en las críticas ai sistema político, pero distante del separatismo y otro origen — ni andino, ni español, ni africano— que residen en el virreinato cons­
creyente en unas reformas que no nieguen la autoridad de la Corona. tituyen casos especiales; son excepciones. La Memoria de gobierno de Pezuela muestra
Nuestros dirigentes precursores que llegan a los días de la proclamación de la de modo reiterado la preocupación que suscita en ese virrey el hombre que llega
independencia — Riva-Agücro, Vidaurre, Unanue, Rodríguez de Mendoza, Sánchez de otros lugares. La reacción de los patriotas es distinta. En diversos casos, el re­
Carrión, Luna Pizarro, Torre Tagle— tienen calidad intelectual y autoridad personal; cién llegado es portador de noticias interesantes, o es agente revolucionario de otras
algunos ostentan una más larga trayectoria en la lucha política, como Riva-Agüero; regiones.
otros tienen una dedicación intelectual, como Unanue; pero ninguno asocia a su Los viajeros que vienen del sur son portadores de inquietudes nuevas y la sola
persona una autoridad inequívoca indudable sobre los peruanos. Ninguno posee un presencia de estos hombres invita a las sospechas del virrey Pezuela. Aparece la lle­
dominio con acatamiento general. Falta un conductor peruano, singular, de la gran gada de Domingo Torres —señala el aludido virrey— «en clase de parlamentario,
con el pretexto de canje de prisioneros». Entiende claramente que «la recuperación
del Reino de Chile es absolutamente necesaria por la íntima conexión de este con
aquel Reino», Menciona, igualmente, los graves efectos de la «desgraciada batalla
42. CDIP. r. I, vol. 6 : 176. 260, 306.
¡8 8 Jo sé A . de la Puente C an d ap ia Entre la fid e lid a d y la ru p tu ra 189

de Maipú». Manifiesta que conoce la determinación de los insurgentes de «hacerse peruano; pero la sociedad nuestra, el Perú, es anterior a la guerra y constituye la causa
dueños a toda costa de la capital del Perú». esencial de la misma.
La Utilísima Memoria de gobierno de Pezuela nos ofrece, pues, un camino exce­ El Perú que llega a 1820 es un país que vive de esperanzas, dudas y angustias;
lente para reconocer la presencia de San Martín en la realidad nuestra y en el espíritu es un país que sufre el propio dolor de la guerra civil que divide familias y amigos; es
del propio vicesobcrano. Dice que San Martín es: un país, en fin, que, por el rumbo que cada peruano descubre, anhela acercarse a la
realización de una sociedad presidida por la justicia.
[...] un niño con zapatos nuevos —pues era Maipú la única acción que había ganado,
pues la de Chacabuco no se puede llamar tal— creyó enseñándomelos con el lenguaje
que acostumbran estos hombres, a la menor ventaja había de amilanar a un soldado B ibliografía
envejecido en ganar acciones sobre ellos.'14
Abascal, José Fernando
San Martín, especialmente después de Chacabuco — en 1817— es en el Perú 1944 Memoria de gobierno, F,d, de Vicente Rodríguez Casado y José An­
un personaje borroso, distante, pero que va adquiriendo progresivamente vigencia tonio Calderón Quijano. 2 volúmenes. Sevilla: Escuela de Estudios
clara, determinante y directiva. Es la esperanza de nuestros precursores, es motivo Hispanoamericanos.
de inquietud para los vacilantes, y de preocupación y temor para los defensores del
Á lvarkz, Mariano Alejo
rey. Los papeles impresos que circulan en secreto, los espías, los agentes oficiales, las 1820 Discurso sobre la preferencia que deben tener los americanos en los empleos de
cartas en clave, nos revelan que San Martín orienta, inequívoca, su mirada al Perú, América. Lima: Oficina de Ruiz.
Las circunstancias que vive Pezuela son en extremo delicadas. En la población
del virreinato es cada día mayor el número de patriotas; la imposibilidad de obtener A hias-Schreibék, Jorge
apoyo por parte de la metrópoli es evidente; las noticias de lo que será la Expedición 1971 Los médicos en la independencia del Perú. Lima: Editorial Universitaria.
Libertadora muéstranse claras y cercanas. En la nota correspondiente al 20 de agosto
C úneo Vidal, Rómulo
de 1820, precisamente el día de la salida de San Martín desde Valparaíso, manifiesta
1977 Obras completas. 12 volúmenes. Lima: Ignacio Prado Pastor.
Pezuela: «Ya la ciudad de Lima estaba persuadida de la próxima llegada de las fuerzas
rebeldes».'15 E óuiguken , Luis Antonio
Este es el fin del tiempo de los precursores. Las tropas y los buques vienen del 1957 Güeña separatista. La tentativa de rebelión que concibió el DoctorJosé Mateo
sur en una confirmación de la unidad de la independencia de Hispanoamérica, y las Silva, en Lima. Buenos Aires: Imprenta López.
muertes, las luchas, los debates, las ideas — desarrolladas durante los cuarenta años
anteriores— son muestras de los orígenes peruanos — en lo hispanoamericano— de 1961 Hojas para la historia de la emancipación del Perú. Tomo If: Francisco An­
tonio de Zela Neyra, Enrique Payardelle Sagardía, José Gómez, Manuel de
nuestra emancipación.
Riveroy Araníbar. Lima: Empresa Gráfica T. Schcuch.
Cuando se confirma la realidad de la Expedición Libertadora, es muy conscien­
te el virrey Pezuela —y lo reitera constantemente en su Memoria de gobierno— que G ordjllo de D elucchí, Lyda
las raíces de una vieja historia crean una sociedad que se llama Perú por la cual, en 1960 «La conspiración de San Fernando, Estudio crítico de sus fuentes». En
los últimos ocho lustros, trabajan, luchan y mueren hombres de diversas provincias y Seminario de Historia del Instituto Ríva-Agüero 1960: 526-537.
de distintas actividades sociales. El origen de la independencia está en la misma vida
del Perú, en el mundo histórico al cual pertenece. La emancipación crea el Estado435 L eguía, Jorge Guillermo, cd.
1930 Boletín del Museo Bolivariano 16, año II, agosto,

L eguía y Martínez, Germán


1972 Historia de la Emancipación del Perú: el Protectorado. Lima: Comisión Na­
43. Pezuela 1947; 183-184, 1 95, 2 0 0 -2 0 1 .
cional del Sesquicenrenario de la Independencia del Perú.
44. Ibíd., pp. 271-272.
45. Ibíd., pp. 748-749.
190 Jo sé A. de la Puente C andam o Entre la fid e lid a d y la ruptura 191

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1969-1971 «Las deserciones en el Ejército Realista (1810-1821)». En Boletín del Ins­ 1860 La revolución de la independencia del Perú desde 1809 a 1819. Lima:
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1960 La causa de la emancipación del Perú: testimonios de la época precursora.
Lima: Instituto Riva-Agüero.

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Independencia y clases sociales"
A lberto F lores G alindo

L
a frustración, el desánimo, la ausencia de esperanza son sentimientos frecuentes
en los escritos peruanos. Luis Alberto Sánchez, en un libro reciente, define el
Perú, paradójicamente, como un país que no ha encontrado aún su clave.1 Desde
otra generación y en una trinchera opuesta, Luis Pásara arriesga la definición de un
«país en derrota» y añade que:

[,,,] ha penetrado profundamente en nosotros los peruanos, una extendida sensación de


derrota, proveniente de percibir la conformación sísmica del país que periódicamente
derrumba, sin que quede huella, lo que se creyó haber construido. El país desarma a su
gente.*

Admitimos que puedan ser reflexiones de un acendrado pesimismo, pero citas


similares podrían extraerse en las confidencias de los escritores peruanos que no vi­
ven en el Perú* y de las entrevistas que César I lildebrandt hace a Pablo Macera o a
Juan Gonzalo Rose.4

* Publicado originalmente en la revista Debates en Sociología i>,° 7. Lima: Departamento de Ciencias


Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1982; y en Flores Galindo, Albcrro, comp.,
Independencia y revolución, 1780-1840. 2 tomos. Lima: Instituto Nacional de Cultura, t, I: 121-
144, 1987. Este artículo utiliza fuentes y resume algunas conclusiones del libro Aristocracia y plebe:
Lima, 1760-1830. Lima: Mosca Azul Editores, 1984.
1. Sánchez 1981:216.
2. Pásara 1980: 216-217.
3. Encuesta «Por qué no vivo en el Perú». En Hueso Húmero 8 y 9, Lima. 1981.
4. Hildcbrandt 1981.
194 Alberto Flores Galindo Independencia y clases sociales 1.95

No se trata de una simple postura intelectual, ni de un sentimiento pasajero de ánimo revolucionario en la clase campesina», pero ninguna de estas dos premisas
consecuencia de la crisis que estamos viviendo. Se podrían buscar las filiaciones de existían en el Perú de 1821, de manera que la independencia triunfo por la acción
este desánimo mediante la lectura de Riva-Agüero, los García Calderón, González de los ejércitos de Caracas y Buenos Aires, ayudados por una coyuntura mundial
Prada... No han faltado quienes — admitiendo que el sentimiento corresponda a favorable a Inglaterra y perjudicial a España/’ Es así como, frente a la independencia
una realidad— se han preguntado obsesivamente por el origen de esta frustración resultado de un proceso natural, ansiada por todos los peruanos, expresión de la
colectiva, por el momento en que, según la gráfica expresión de Zavalita, personaje existencia de una nación, existía un pensamiento crítico, renuente a ser arrastrado
de Vargas Llosa en Conversación en La Catedral, «se jodió el Perú». Dejando a un lado por la mitificación del pasado.
la prolija enumeración de proyectos abortados y desengaños colectivos, tres fechas En esta encrucijada se ubica el libro de Heraclio Bonilla y Karen Spalding La in­
vendrían de inmediato al recuerdo: la conquista, la independencia y la guerra del dependencia en el Perú. Quizá con una excesiva crudeza, en sus páginas se retom aban
Pacífico. Por razones que exigirían una indagación mayor en la memoria histórica viejos argumentos para concluir que la independencia no había sido ganada, sino
colectiva, de los tres momentos históricos, los años en que transcurre la independen­ concedida y para negar la existencia de una solidaridad nacional. Diez años después,
cia, entre 1780 y 1821, han terminado arremolinando el interés casi inevitable de la teniendo en las manos la segunda edición del texto, es inevitable recordar la intensa
mayoría de historiadores. polémica que se desató alrededor de estas ideas/ Evidentemente no todo fue diatriba
Inicialmente, en las páginas de Paz Soldán o Mcndiburu, se trató simplemente como reprocha Bonilla, sino que también se hizo el planteamiento de construir una
de la narración de acontecimientos, pero luego se fue entretejiendo una imagen que visión alternativa de la independencia (en una crítica de Pablo Macera) y el intento
alcanzaría a ser la versión oficial de la independencia: una aventura del espíritu ante paralelo de delinearla en un libro de Jorge Basadre, Hl tizar en la historia. No bastaba
rodo, en la que peruanos de diversos grupos sociales y distintas opciones políticas con votar en contra y criticar lo que no había sido la independencia; era necesario
fueron descubriendo la existencia de su país como nación y la necesidad inevitable de proporcionar al peruano común y corriente, al simple lector de libros de historia,
romper con España. José Agustín de la Puente y César Pacheco Vélez, desarrollando una imagen distinta y coherente de 1821. La constatación era insuficiente: había que
estos planteamientos, relevarían el papel de los intelectuales criollos, rescatando el buscar explicaciones, intentar razonar la historia.
concepto de «precursores» e insistiendo en afirmar una vocación unitaria del Perú El problema central, en definitiva, consiste en saber si frente a la sociedad colo­
por encima de las diferencias de clase o etnia. Esta imagen convencional consiguió nial fue posible, til terminar el siglo XVIII, una opción diferente: si existían las bases
propalarse no solo en las monografías eruditas; su mayor éxito fue llegar a los textos históricas para que se elaborara una alternativa. Esto significa indagar por las ideas y
escolares y confundirse con la retórica patriota. la cultura de esos años, por las críticas, planteam ientos y programas, pero también
Pero de manera quizá subterránea persistía una imagen opuesta que puede ras­ inquirir por el sustento social que podrían tener estos proyectos, es decir, las clases
trearse en las desengañadas memorias de Pruvonena (seudónimo del primer presi­ llamadas a reemplazar el viejo orden. Pero, cuestión previa, ¿la sociedad colonial
dente de la República) o en las reflexiones que un descendiente de este, el historiador puede ser pensada como una sociedad de clases?
José de la Rtva-Agüero, haría en el campo de batalla de Ayacucho: ese paisaje le
recuerda el destino errático del país que atribuye a la carencia de una «clase directiva»
dispuesta a infundir entusiasmos colectivos: «¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba
nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo!»,567Estas intuiciones serían
Durante el siglo XVIII, siguiendo el ritmo de entradas y salidas de barcos en el puerto
articuladas, años después, en los ensayos de José Carlos Mariátegui: recurriendo a la
del Callao, se reestructura la clase dominante colonial: el núcleo fundamental estará
comparación con la unificación italiana, define a la independencia como una revo­
compuesto por grandes comerciantes, establecidos en la ciudad de Lima, vinculados
lución frustrada; ahora podríam os decir como una «revolución política», un cambio
a la burocracia y que incluso consiguen ingresar a las órdenes nobiliarias. No todos
en las alturas, nada proclive a la intervención de las masas y destinado a que las cosas
cambien para que, en definitiva, sigan igual. La independencia hubiera sido una «re­
volución social» si a la presencia de una «burguesía consciente» se añadía un «estado 6. Mariáregui 1978:67.
7. Bonilla y otros 1972. La segunda edición añade un nuevo estudio de Bonilla titulado «Clases po­
pulares y Estado en el contexto de la crisis colonial». En los demás textos se mantiene la selección
original (Halperin, Chaunu, Vilar, Hobsbawm). Podemos lamentar que no se incluyera un decisi­
5. Riva-Agüero 1969: 159. vo ensayo de joseph Fontana sobre las finanzas españolas durante la independencia americana.
196 Alberto Flores Galindo Independencia y clases sociales 197

los ricos pertenecían a alguna orden, pero todos los aristócratas debían ser ricos; jun­ orden de Calatraba, fue Prior en el Tribunal del Consulado (1783-1794) y Capi­
to a la hidalguía, el otro requisito indispensable era la holgura económica, especial­ tán de Alabarderos. Se casó — siguiendo las prácticas endogámicas de la aristocracia
mente para pertenecer a la nueva orden de Carlos 11, Entre 1761 y 1810 se otorgaron colonial— con Catalina de Baquíjano y Carrillo de Córdoba, hija de Juan Bautista
349 títulos de nobleza en Lima.89 Baquíjano, quien recién había llegado al Perú durante el primer tercio de siglo: tuvo
El gran comercio limeño se sustentaba en los intercambios con la península y en barcos, casas en Lima y haciendas en Cañete y Jauja. Su hija compró además la
el control sobre dos espacios coloniales vecinos: Quito y Valparaíso, La mayor Hota hacienda Pando y la chacra Aguilar, en Maranga. Del matrimonio con Domingo
mercante del Pacífico, compuesta todavía en 1818 por 81 fragatas, 76 bergantines, Ramírez de Arellano tendría a su vez una hija, María Josefa, quien se casó con Gaspar
13 goletas y 34 embarcaciones menores, permitía el ejercicio del monopolio de parte Antonio de Osma, oidor, vocal y miembro del Consejo de su Majestad.
de unos comerciantes que además eran navieros y propietarios de bodegas en el puer­ Pero, aparte de las alianzas matrimoniales, la aristocracia limeña terminó co­
to del Callao. A los beneficios que obtenían en el mercado externo, se añadía la ex­ hesionándose al asumir la defensa del orden colonial. En sus orígenes se había be­
pansión en el interior recurriendo a mercaderes itinerantes, el comercio compulsivo neficiado con el monopolio comercial y el rol hegemónico asignado a Lima. Desde
de los corregidores y la edificación de una red de intercambio mediante un sistema entonces sus miembros comprendieron que su futuro como clase dependía de per­
de deudas y adelantos. El Tribunal del Consulado — el gremio empresarial de la épo­ sistir en el pacto colonial. Esta convicción se mantuvo a pesar de que las reformas
ca— los reunía y les permitía actuar con coherencia, por encima de las discrepancias borbónicas, con la creación del virreinato del Río de la Plata o el libre comercio,
que podrían suscitarse entre grandes y medianos comerciantes. perjudicaron directamente sus intereses. Pero estos trastornos eran sobrellevabas,
Las tensiones entre españoles y criollos ocupaban un lugar secundario. La ma­ frente a lo que podría ocurrir ante una eventual victoria de los patriotas. El inicio de
yoría eran peninsulares o de lo contrario, siendo hijos de migrantes, se sentían como las guerras de la independencia terminó aproximando aún más el destino de la aris­
tales, de manera tal que consideraban la denominación de criollo como ofensiva y tocracia con España. Un informe del Tribunal del Consulado sostenía — alrededor
peyorativa: ni siquiera José de la Riva-Agüero — uno de los llamados precursores de 1810— que:
de la independencia— podía admitir un término que se había originado en el Ca­
ribe para definir a la oprobiosa mezcla, según su entender, entre blancos y negros. [...] las Am éricas son una parte integrante y m uy principal de la m onarquía española.
El racismo y el sentimiento de una supuesta superioridad al considerarse europeos, U nidas íntim am ente a ella y conspirando siem pre a su m ayor lustre, prosperidad, es
definían con rasgos marcados el perfil de estos hombres. La aristocracia mercantil muy difícil que ningún pod er extraño consiga trastornarla en ningún evento [...]. Sea
pues una m ism a cosa las Am éricas con la E sp añ a pues que son una parte constitutiva, y
compartía con algunos grandes mineros y terratenientes, y con la Iglesia, una con­
tan principal de ella.10
cepción estamental de la sociedad, según la cual esta era similar al cuerpo humano:
cada órgano solo podía desempeñar una función. Así como la cabeza estaba destina­
No se podría negar la consecuencia con estos postulados, testimoniada incluso
da para pensar y los pies para caminar, y no era posible trastocarlos, los campesinos
en el terreno más reticente para un comerciante: los gastos y donativos para man­
o los esclavos no podían aspirar a ser señores. Aparte del título nobiliario, el cargo
tener a los ejércitos. Recurramos a una sucinta enumeración de algunos: en 1780,
público o la categoría de español, la educación era el otro privilegio que establecía
el Tribunal del Consulado se compromete a mantener 1000 hombres armados y
los linderos entre aristocracia y plebe, si queremos emplear dos términos de la época.
otros 1000 con uniforme para enfrentar a la «gran rebelión» tupamarista; en 1810
Un ejemplo, entre muchos otros personajes, podría ser Domingo Ramírez de
se otorga un donativo de 1000 ps.; al año siguiente, 21.600 ps. para el regimiento
Arellano/ Nacido en 1742 en Logroño, Navarra, de donde vino a América para
Concordia; en 1812, un total de 496.000 ps. para sostener a las tropas del Alto Perú;
heredar a un tío suyo, el novel comerciante soltero Andrés Ramírez de Arcllano. Fue
siguen luego 45.285 ps, de donativos y otros 100.000 ps. para «recuperar» Quito;
así como el recién llegado entró en posesión del barco «Nuestra Señora de las Merce­
en 1814, la ayuda asciende a 1.000.000 ps., sin considerar un préstamo de 40,000
des», una de las fragatas que hacía el comercio entre Callao y Valparaíso. Sus intereses
ps.; al año siguiente otorgan un préstamo de medio millón y todavía, en 1821, un
se diversificaron con la adquisición de una hacienda en Magdalena. Perteneció a la

8, Cfr. Lohmann 1947, Lohmann 1974, Vargas Ugarte 1958.


9. Sobre Ramírez de Arcllano, aparee de las referencias que proporciona Mendiburu, víanse los do­ 10. Archivo General de la Nación, Tribunal del Consulado, «Libro de informes y consultas», H-3, leg.
cumentos existentes en el Archivo Histórico Riva-Agüero. 327. L.N. 1173, f, 53v.
198 A lberto Fiares G allud o Independencia y clases sociales ¡9 9

donativo de 100.000 pesos. Todo esto sin contar las erogaciones particulares." El De esta manera, la guerra de la independencia, quizá a pesar de algunos de sus
Tribunal del Consulado, cuando faltaban pocos meses para el ingreso de San Martín dirigentes, acabó produciendo un cambio de envergadura en el paisaje social perua­
a Lima, seguía ofreciendo recompensas a todos aquellos que desertasen del ejercito no: el colapso como clase de la aristocracia colonial. Este hecho, que ahora ignoran
rebelde. En ningún momento, los comerciantes pusieron en duda su vocación realis­ algunos historiadores, no pasó inadvertido para observadores contemporáneos tan
ta, el alineamiento al lado de España y la fidelidad al monarca, pero esta terquedad perspicaces como Córdova y Urrutia;
terminaría por ser una de las causas de su ruina como clase social, no solo por la vic­
toria patriota, sino también por las consecuencias inmediatas de los enfrentamientos La guerra de la independencia [decía al terminar la década de 1830J ha hecho desapa­
militares: pérdida de mercados como Chile o Quito, destrucción de la flota mercante recer los capitalistas americanos, de modo que el caudal de éstos ha quedado reducido
a la propiedad que tienen, a los fondos rústicos y urbanos cuya utilidad sostiene a sus
limeña y saqueo de las haciendas. familias.1123
Si el Perú fue uno de los focos de la resistencia realista, esto no se debió exclusi­
vamente a la personalidad del virrey Fernando de Abascal, como insiste en reiterarlo
Las quejas de doña G riman esa de la Puente, obligada a sostener una extensa
la historiografía tradicional, sino a la presencia en Lima de la aristocracia colonial
familia después de que perdió un navio y las tropas saquearon su hacienda Chuqui-
más numerosa de toda America hispana. A pesar de que el último tercio del siglo
tanra, ilustran el destino de una clase social extraña al país e incapaz de advertir el
XV1I1 no ofreció una coyuntura favorable para sus negocios, el poderío económico
derrotero casi inevitable de los acontecimientos políticos en el continente. En última
que mantuvieron fue suficiente para respaldar las campañas contra todos los esfuer­
instancia, el problema no es que la aristocracia fuera obsecuentemente realista, sino
zos subversivos. esa impotencia para proponer una alternativa, para buscar ensayar un camino dife­
Toda revolución social tiene como primer acto la división de la clase dominan­
rente que en concordancia con sus intereses, no implicara su derrumbe económico
te: expresión de su descomposición y de su incapacidad para mantenerse al frente y social.
de una sociedad. Esto no ocurrió en el Perú ni en 1780, ni en 1810, ni en 1821.
La aristocracia colonial — sin negar las diferencias internas que se manifestaban,
** *
por ejemplo, al momento de elegir a los priores del Tribunal del Consulado— fue
un edificio liso, sin resquebrajaduras importantes, a pesar de todas las convulsiones
sociales de esos años. Por eso, como los edificios poco flexibles ante los movimientos El destino de una revolución, más que en las alturas de la clase dominante, se decide
sísmicos, terminó al final en un derrumbe catastrófico. en el interior de las clases populares. El bandolerismo que asóla los valles y caminos
Este panorama solo podría ser matizado con algunos casos particulares como el de la costa, los frecuentes motines rundes en la sierra, la persistencia de la rebelión
conde de la Vega del Rcn, conspirador sin éxito desde los tiempos de Abascal. Cuan­ de Juan Santos Atahualpa, son signos no solo de un malestar social, sino de un
do llegue 1821 serán pocos los aristócratas dispuestos a colaborar con San Martín. profundo descontento, de una falta de resignación que se propala en espacios muy
Algunos habían emigrado a España, como el marqués de Valle Umbroso; otros par­ diferentes y que recorre todo el siglo XVIII. Pero lo que nos interesa es saber si esta
tieron apresuradamente a refugiarse en los conventos de Urna o siguieron el camino violencia popular fue capaz de producir alguna alternativa frente al colonialismo y la
que llevaba a los castillos del Callao, para huir así de los patriotas y de un eventual aristocracia limeña.
levantamiento de la plebe limeña.17 Entre los que colaboraron con el nuevo orden, La independencia comienza en 1780. El levantamiento tupamarista sorprende,
no faltaron aquellos que como Torre Taglc terminarían pronto arrepentidos. La cam­ a cualquier estudioso de los movimientos campesinos, por el dilatado escenario de
paña antiespañola emprendida por Bernardo de Monreagudo los espantó: para ellos, la lucha, desde el Cuzco hasta el Altiplano, con una irradiación que llegará hasta
era la reproducción del terror o la emergencia del jacobinismo en plena Lima. Huarochirí, en la sierra de Lima y Salta, Jujuy y Tarapacá por el sur. Mientras, por
ejemplo, las «guerras campesinas» (1525) de Alemania duraron unos seis meses, los
acontecimientos en el Cuzco comenzarán en noviembre de 1780, pero no terminan
11, Archivo General de la Nación, Tribunal del Consulado, «Libro de Juntas del Real Iribunal del en abril del año siguiente con el ajusticiamiento de Túpac Amaru, sino que duran
Consulado desde 1770 hasta 1788». H-3, L.N. 907, f. 212-215 V. y «Cartas o correspondencia
hasta España, 1812-181 ó», H-3- Véase también Regalado y Salinas 1973 y Nieto 1960,
12. Al respecto existe una abundante documentación en el Archivo General de la Nación, Juzgado de
Secuestros. 13. Córdova y Urrutia 1839:39-
200 Alberto Flores Calinda Independencia y clases sociales 201

hasta 1782 después del asedio de La Paz por Catari. En definitiva, codo el espacio concurso de otros sectores sociales, en especial los criollos. Túpac Amaru pensaba en
quechua y aimarahablante íue convulsionado. función de un nuevo «cuerpo político» donde convivieran armónicamente criollos,
Hay una evidente correspondencia entre los territorios directamente involucra­ mestizos, negros e indios, rompiendo con la distinción de castas y generando soli­
dos en la rebelión y el espacio ocupado por las comunidades campesinas. Estamos daridades internas entre todos aquellos que no fueran españoles. El programa tenía
ante un acontecimiento rural. No tuvo el apoyo suficiente en la ciudad del Cuzco evidentes rasgos de lo que podríamos llamar un movimiento nacional.1415
(que no sería tomada por Túpac Amaru), menos en Arequipa y de ninguna manera Entonces Túpac Amaru no se limitó a pedir la supresión de la mita; reclamaba
en la capital del virreinato. El apoyo fue también escaso en las zonas altas del actual —contra lo que piensa Heraclio Bonilla— todo un conjunto de cambios y proponía
departamento del Cuzco (ubicadas por encima de los 3800 metros sobre el nivel del una alternativa frente al orden colonial. Por eso no se trató solo de un levantamiento:
tnar), donde predominaban los latifundios ganaderos; lo mismo ocurrió en los valles fue una revolución popular, no en el modelo de las revoluciones burguesas de Francia
profundos como Abancay, cuya geografía estaba definida por las plantaciones azu­ o Inglaterra, sino similar a esos grandes alzamientos populares como el de Pugachev
careras, o en Lares donde era próspera la agricultura de la coca alentada por la gran en Rusia o, durante el siglo anterior, los sucesos de Nápolcs y Cataluña. Es así como
propiedad. En cambio, en los lugares intermedios — ni tan altos como Lauramarca, la independencia comenzó en el Perú antes que en otros territorios del imperio espa­
ni tan bajos como Lares— , en los valles y quebradas angostos, de fuerte descenso ñol. Fue en cierta manera un acontecimiento prematuro.
ecológico, adecuados para las pequeñas parcelas campesinas y capaces de sustentar Para fundamentar lo anterior podemos sugerir que el lector revise los textos del
la autosuficiencia y la verticalidad de los cultivos, en parajes como Acomayo o Tin­ propio Túpac Amaru.1"' Pero si alguien puede dudar acerca de su autoproclamación
ta, donde las comunidades habían conseguido resistir exitosamente a la expansión como Inca-Rey del Perú o su rúbrica como José I en clara contraposición con Carlos
terrateniente española, el movimiento tupamarista encontró acogida y fue secunda­ III de España, bastaría que con cierto cuidado reconstruyese los acontecimientos:
do, Pero junto con los comuneros, no puede menospreciarse la intervención de esa formación de un ejército rebelde, designación de autoridades y cobro de impuestos
población indígena y mestiza, sujeta a empleos eventuales, que recorría los campos en los territorios liberados. Nadie, en 1780, tuvo la menor duda sobre el propósito
del sur; la fragilidad económica a la que estaban condenados esos marginados los «separatista» del movimiento cuzqueño. El miedo desatado entre los miembros del
colocaba como las primeras víctimas de cualquier coyuntura desfavorable. Tribunal del Consulado tenía un sustento real.
Quizá la complejidad del movimiento tupamarista radique en que no fue solo Sin embargo, como sabemos, el movimiento no triunfó. Entre los múltiples
un levantamiento campesino, como que tampoco fue un estallido espontáneo c im­ argumentos a los que se han recurrido para explicar el desenlace hay uno que fue
previsto. Contó desde un inicio con una organización, un conjunto definido de diri­ oportunamente señalado por Emilio Choy y ahora parece recoger Bonilla: la escisión
gentes y un programa por el que luchar. En este sentido, los elementos conscientes, entre los dirigentes y las masas del movimiento. En efecto, hay bastantes evidencias
la voluntad histórica, desempeñaron un papel decisivo. Frente al colonialismo y la que nos permiten señalar que, poco tiempo después de iniciada la revolución, las
aristocracia limeña, Túpac Amaru esbozó un programa que podría resumirse en tres masas campesinas desbordan los objetivos inicialmente propuestos y, a la par que
puntos centrales: (a) La expulsión de los españoles o de los chapetones, como acos­ proclaman a Túpac Amaru como Inca, proceden a destruir, con una violencia in­
tumbraba decir despectivamente: no bastaba con suprimir los corregimientos y los édita, las propiedades españolas y todos los símbolos de dominación. No distinguen
repartos, debería abolirse la Audiencia, el virrey c incluso romper cualquier relación entre peninsulares y criollos e incluso se enfrentan con curacas adinerados. Para esos
dependiente con el monarca español, (b) La restitución del imperio incaico: fiel a campesinos, el contenido de la revolución debía ser exclusivamente indígena: pien­
su lectura del Inca Garcilaso, pensaba que podía restaurarse la monarquía incaica, san en volver al Tawantinsuyo, pero recreándolo como una sociedad igualitaria, es-
teniendo a la cabeza a los descendientes de la aristocracia cuzqucña. (c) La introduc­ pede de comunismo primitivo, al que una esperanza mesiánica parece anunciar. Las
ción de cambios sustantivos en la estructura económica: supresión de la mita, elimi­
nación de grandes haciendas, abolición de aduanas y alcabalas, libertad de comercio. 14, Véase, entre los aportes recientes, el aporte de Durara! Flórez 1982. También véase Martlcorena
El programa reclamaba el liderazgo de los curacas y los nobles incas. Este sector social 1981.
había logrado persistir en la Colonia e incluso era admitido por los españoles. De 15. Sobre la revolución tupamarista existe una abundante cantidad de textos, en su mayoría dirigidos
a los criollos, publicados por la Colección Documental del Scsquiccntenario de la Independencia
iniciales servidores del sistema, parecía que durante el siglo XVIII habían pasado por
y que se suman a los textos antes editados por Cornejo Bouronde, Bolcslao Lewin y Carlos Daniel
una toma de conciencia— ese procesa que John Rowe llamó el nacionalismo inca-—. Valcárccl. Debe añadirse el material resultante del proceso seguido a los rebeldes que acaba de ser
Pero para poder vencer necesitaba no solo del apoyo campesino, sino también del edirado por Luis Durand Flórez.
202 A lberto I'lores G alindo Independencia y clases sociales 203

parroquias del Cuzco son saqueadas: los curas las abandonan y los feligreses dejan caballo, portando una bandera y una cruz.16A pesar de la labor de etnocidio desatada
de asistir. Ningún obraje queda en pie en los territorios asolados por los rebeldes. por los españoles, imágenes similares se conservan en algunas pinturas cuzqueñas, y
En Caí liorna, la población y la Caja Real fueron destruidas. Desde luego que estas en las paredes de Acomayo; el pintor ladeo Escalante, en contra de cualquier pro­
acciones terminan por desalentar a los criollos y vuelve renuente el apoyo de los hibición, recreó la imagen de los monarcas incaicos. Durante las rebeliones de Huá-
mestizos. Generan temor en las ciudades y no solo entre los grandes comerciantes: nuco y el Cuzco resurgirá el recuerdo del Inca degollado, la esperanza en su vuelta y
el campo parece levantarse contra los rasgos modernos de la sociedad colonial; en nuevamente la lucha anticolonial, como en el tiempo de Túpac Amaru, derivará en
definitiva, todo lo occidental queda amenazado por ese propósito de retornar a un una feroz guerra de castas. El episodio narrado por Rufino Echenique al inicio de
pasado mítico. sus Memorias, cuando nos trasmite el recuerdo traumático de un niño criollo pro­
Quizá lo anterior permita entender el rol ambivalente de los curacas y nobles videncialmente salvado en una de las muchas masacres protagonizadas por los cam­
cuzqueños. No obstante el papel que el program a rupamarista reclamaba para ellos, pesinos de Puno, es un ejemplo en la reiteración de esa violencia vivida desde 1780,
a la postre terminan optando, como Pum acahua, por la fidelidad al rey de España y que nunca sería olvidada por los intelectuales criollos: desde entonces ellos tuvieron
la conservación de un sistema que, aunque perjudicial, reunía la seguridad que Túpac que admitir su condición minoritaria y su desarticulación social. Personajes como
Amaru no podía garantizarle, una vez sobrepasado por sus seguidores. Esta defec­ Hipólito LJnanuc, Manuel Lorenzo de Vidaurre, José de la Riva-Agüero, tenían la
ción, jun to con la de los criollos, hizo que el movimiento a la postre terminara care­ capacidad suficiente y el contacto necesario con el pensamiento ilustrado como para
ciendo de un grupo dirigente capaz de convencer a los participantes de la viabilidad criticar al régimen colonial y la rígida división estamental de la sociedad, pero eran
de su programa. La imprescindible asociación que requiere el hecho revolucionario igualmente conscientes de que esas críticas podían desatar un proceso luego incon­
entre las ideas tradicionales y los planteamientos innovadores de los intelectuales trolable. La incertidumbre, la duda, la inseguridad definirán a esta élite intelectual, a
apenas quedó esbozada y no pudo proseguir en los meses que siguieron a noviembre medio camino entre la aristocracia y las clases populares. Contagiados del miedo que
de 1780. El destino de la revolución quedó únicamente en m anos de los campesinos. sentía la clase dominante, los intelectuales no excedieron de un tímido reformismo.
El mundo campesino e indígena colonial, eso que ahora se da en llamar la cultu­ Solo en la hora final ingresarían a las filas patriotas.
ra andina, era una unidad más aparente que real, como los mismos acontecimientos En los Andes, la revolución campesina antecedió al levantamiento urbano, al re­
acabaron mostrándolo. En efecto, pareciera como si la revolución hubiera abierto vés de lo que sucedería en Francia, donde el proceso fue de la ciudad hacia el campo.
la «caja de pandora» de las fracturas y escisiones que corroían a las clases populares La ciudad colonial se ubicó a la defensiva. Las bases sociales internas para cualquier
de la Colonia. Frente a los indios de comunidades, la administración colonial im­ radicalización política desaparecieron: el Perú no podría figurar en ningún recuento
provisa un ejército con la ayuda de corregidores y hacendados, donde el elemento del jacobinismo latinoamericano. Cuando Montcagudo intente ganar el fervor de
masivo estará compuesto por los colonos de haciendas: un amplio sector de campe­ Lima con sus procedimientos antiespañoles, solo conseguirá la derrota política y
sinos asimilados al sistema colonial, renuentes a cualquier rebeldía y por el contrario años después lo aguardará misteriosamente la muerte en un callejón limeño.
dispuestos a colaborar en sofocarla. Pero surgieron también contraposiciones entre
quechuas y aimaras, sin olvidar los enfrentamientos entre muchos curacas fieles y # * *

las masas indígenas. Estos pronto sabrían que sus esfuerzos no serían recompensa­
dos por la Corona: desde 1782 se suprimen los títulos de nobleza incaica, se busca
La revolución tupamarista fue imaginada a escala de todo el virreinato. No debía ser
suprimir cualquier recuerdo de los Incas y los nobles cuzqueños terminan política y
— casi por definición— un movimiento regional. La nueva capital del país indepen­
económicamente extirpados. Fueron los verdaderos derrotados en 1780. Desapare­
diente sería el Cuzco y la sierra se impondría sobre otros espacios, pero la revolución
ciendo del escenario histórico peruano como una fuerza social, indio y campesino
solo culminaría con la toma de Lima. Por esto, Túpac Amaru quiso contar con el
serían sinónimos.
concurso de los esclavos, sobre cuyo trabajo reposaba la agricultura de exportación
La esperanza mesiánica indígena, en cambio, como ocurre con los sentimientos
costeña. Aunque no eran más de 40.000 en todo el Perú, la gran mayoría vivía en la
populares, persistió, aunque de manera subterránea, Martínez de Compañón había
recogido en sus acuarelas, inspiradas en temas de la sierra norte peruana fechables
entre 1782 y 1788, la imagen de un Inca ataviado lujosamente y rodeado de sus
súbditos, junto con la representación de otro Inca degollado por varios españoles a 16, Domínguez Bordona 1936.
204 A lberto Flores G álbulo Independencia y clases sociales 205

costa central y de ellos, más de 10.000 en la ciudad de Lima: 16% de la población todos sirvientes y disem inados en una vasta ciudad, con rarísim as ocasiones de trato
urbana. confidencial.1H

Aparentemente, los esclavos reunían con nitidez los rasgos propios de una clase
social, pero ocurre que en el transcurso del siglo XVIII, a medida que la población Es en la fragmentación social y en la contraposición de intereses donde el orden
esclava disminuía en términos relativos como consecuencia del incremento en el colonial encontraba la mejor garantía para su estabilidad. Esa disgregación social
mestizaje (mulatos y otras castas), los negros se integraban a la cultura urbana, olvi­ obedecía a fuentes diversas: orígenes culturales tan distintos como los de intelectua­
dando sus lenguas y cubos africanos. Una multiplicidad de ocupaciones terminaba les europcístas frente a campesinos andinos, diferencias étnicas como las de negros
por fragmentar a los e*sclavos, a la par que se confundían en las plazas y callejones e indios, multiplicidad de ocupaciones, roles enfrentados como los de comuneros
de la ciudad con esos marginados, gente sin oficio definido, que pululaban en Lima. y colonos o curacas y simples campesinos. A la disgregación habitual de las clases
En estas condiciones, una forma tradicional de protesta social, el palenque, sería populares en una sociedad precapitalista se sumaban, en el caso peruano, las distor­
olvidada y reemplazada por el bandolerismo. El palenque representó durante el si­ siones propias de una sociedad colonizada y la heterogeneidad como consecuencia
glo anterior el desesperado intento por reproducir, en áreas apartadas de los valles de esa especie de encrucijada demográfica que era el Perú, lugar donde confluían
costeños, las costumbres africanas e incluso tas jerarquías políticas. Pero, a partir de migraciones africanas y europeas, sin olvidar las diferencias entre las comunidades
1760, los palenques serán solo refugio eventual de cimarrones que, para subsistir, étnicas prehispánicas que todavía subsistían, por ejemplo, entre quechuas y aymaras.
devendrán en el bandolerismo. Este es un fenómeno endémico, en el que la violencia Intentar una revolución social como la que quiso hacer Túpac Amaru significaba
estará a medio camino entre la criminalidad y la protesta social, pero que en ningún luchar contra todos estos aspectos que, sin ser evidentes a simple vista, eran de una
momento implica un cucstionamienro real del sistema. Violencia estéril. No existirá indudable eficacia como mecanismos de control social.
un movimiento de «liberación negra» equivalente del indígena.1 Todo sistema colonial reposa en la divisa de «dividir para reinar». Las relaciones
El bandolerismo trasunta otro hecho: la tensión entre indios y negros. En efec­ entre esclavos y campesinos fueron preocupaciones frecuentes en las cartas y memo­
to, mientras es frecuente encontrar en las bandas a esclavos junto con criollos, mes­ riales redactados por las autoridades españolas. El censo que se ejecutó en el virreina­
tizos e incluso españoles pobres, están ausentes los campesinos indígenas que, por to peruano después de la revolución tupamarista no tenía como única función saber
el contrario, son también víctimas, como los viajeros y comerciantes itinerantes, de qué población había en el territorio virreinal; era quizá más apremiante indagar por
los bandidos. Por eso, los yanaconas y comuneros de Huacho, Chancay o Chilca las proposiciones numéricas entre los diversos grupos étnicos para garantizar así el
no dejan de colaborar con las autoridades españolas, denunciando los refugios de equilibrio social.
asaltantes, informando sobre sus acciones y a veces apresándolos. A su vez, los ban­
didos, con la misma crueldad que arremeten contra los españoles, proceden contra La proporción en que se hallaban las varias cascas de gentes que la habitan no deben dar
recelos que en otras ocasiones han causado, en m om entos de turbación, por ignorarse la
los indios.
razón en que escaban; pues según el adjun to estado para cada indio o originario suyo, se
El 5 de julio de 1821, antes del ingreso de las tropas patriotas a Lima, la ciudad
hallan 5 y 1/8 de las dem ás castas; para cada Esclavo hay 4 y algo más de 2 /3 entre los
quedó desguarnecida y se desencadenó el pánico general trasmirido por la aristocra­ libres. Para cada persona de color libre o Esclava, hay un Blanco; y en caso que los Es­
cia a otras capas de la población. No era el miedo a los desmanes de las tropas, cuanto clavos conserven una unión con certada con los Indios y M estizos hay entre los Blancos
el temor a que las circunstancias propiciaran una gran sublevación de los esclavos en y personas libres de color 2 para cada uno [...].171819
Lima, una especie de reedición tardía del levantamiento en Haití y Santo Domingo.
El viajero escocés Basil Hall, testigo directo, no compartió esa alarma: lo d o lo que hasta aquí hemos expuesto nos permite sugerir algunas conclusio­
nes. Al terminar el siglo XVIII, la estructura social peruana está en recomposición.
En cuanto a m í, no puedo creer que esto fuese posible; pues los esclavos nunca tuvie­ Mientras en las alturas se forma una clase dominante amparada en el aparato colonial
ron tiem po para tom ar tal m edida; y sus hábitos no eran de unión y em presa, siendo y la expansión mercantil, en el interior de los sectores populares, la fragmentación
social — espontánea unas veces y otras conscientemente fomentada— impide la

17. Resumimos muy sucintamente algunas conclusiones del libro Aristocracia y plebe, Lima 1760- 18. Hall 1971: 226-227. Véase también el Archivo General de la Nación, Juzgado de Secuestros.
1830, 19. El virrey Gil de Taboada a Pedro de Lerna, 5 de febrero de 1791, citado por Deustua 1965.
A lberto Flores G alindo Independencia y clases sociales 207
206

formación de una estructura de clases. El caso extremo podría ser el de los esclavos y D eustua , Carlos
la plebe de Lima. Solo donde fue posible intentar remontar esta situación como en el 1965 Las intendencias en el Perú. Sevilla: Consejo Superior de Investigaciones
Científicas.
Cuzco, por la densidad campesina y la persistencia de una aristocracia incaica, pudo
ensayarse una alternativa frente al colonialismo. Pero el porvenir de esa opción pen­ D om ínguez B ordona , Jesús
dió de las frágiles relaciones entre la élite indígena y la masa campesina. A la postre, la 1936 Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII. Dibujos y acuarelas que mandó hacer
revolución tupamarista quedó librada a las posibilidades que tenían los campesinos el obispo don Baltasar Jaime Martínez Compañón. Madrid: Biblioteca del
para transformar esa sociedad. Entonces se descubrió que los hombres andinos, al Palacio.
margen de la común condición de «colonizados», mantenían todavía significativas
diferencias. Paradójicamente, la derrota de 1780 no significará el fin del milenarismo D urand F lórez , Luis
1982 La revolución de los Túpac Amara. Lima: Comisión Nacional del Bicenre-
indígena: persiste en el periodo de la independencia y se prolonga, como sabemos, en
nario de la Rebelión Emancipadora de Túpac Amaru.
etapas posteriores; pero, en cambio, las guerras de la independencia acarrearon pri­
mero el eclipse de la aristocracia incaica y después, de manera irreversible, el colapso H a ll , Basil
de la clase dominante colonial. 1971 «El Perú en 1821». En Núñcz, Estuardo, comp., Relaciones de viajeros.
Son evidentes los cambios que experimentó la sociedad peruana en los cin­ Colección Documental de la Independencia del Perú, tomo XXVII, vol 1.
cuenta años comprendidos entre 1780 y 1830, pero también es cierro que fueron Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia.
todavía mayores las expectativas que se abrieron para los sectores populares. Los
campesinos y la plebe urbana no pensaban que una revolución podía limitarse a un Hii.DF.nRANDT, César
1981 Cambio de palabras. Lima: Mosca Azul Editores.
cambio político o al desalojo de la aristocracia; la revolución, para ellos, consciente o
instintivamente, era el cambio sustancial de un ordenamiento, la inversión completa L o hm ann , Guillermo
de la realidad. Al comenzar el siglo XIX varios murales limeños — uno de ellos fue 1947 Los americanos en las órdenes nobiliarias (1529-1900). Madrid: Instituto
atribuido al pintor popular Pancho Fierro— retrataban la imagen de «El mundo al Gonzalo Fernández de Oviedo.
revés»: «El reo aparecía aguardando al juez, el usurero ejerciendo la caridad, los toros
arremetiendo a los lidiadores [,..]».20 1974 Los ministros de la Audiencia de Lima (1700-1821). Sevilla: Escuela de
Si experimentamos a la independencia como una frustración es porque, como Estudios Hispanoamericanos.
pensaron muchos protagonistas de los levantamientos y barallas, abrió la posibili­
M ariátegui, José Carlos
dad de pensar en un desenlace diferente. La presencia obsesiva del tema en nuestra 1978 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Minerva.
historiografía se explica si consideramos que persiste, hurtando una frase de Jorge
Basadre, como una promesa incumplida. M articorena , Miguel
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208 A lberto Flores G alindo

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1958 Títulos nobiliarios en el Perú. Lima: José de Lamar y Cortázar.

Yo no pretendería m archar a l Alto Perú, si los intereses que a llí


se ventilan no fueran de una alta magnitud. F j Potosí es en el d ía el
eje de una inmensa esfera. Toda la América m eridional tiene
una parte de su suerte comprometida en aquel territorio,
que puede venir a ser la hoguera que encienda nuevamente
la guerra y la anarquía.

Sim ón Bolívar

Algunos historiadores han sugerido que la diferencia fundamental entre las rebe­
liones del siglo XVIII y las del XIX radicó en el hecho de que mientras las primeras
fueron sublevaciones indígenas, las segundas fueron más bien criollas.1 Alternativa­
mente, otras posiciones han afirmado que en el siglo XVTII coexistieron dos tipos de
rebeliones: unas que buscaban la reivindicación del sector criollo, paralelas a otras
que perseguían la reivindicación de la población indígena.2 Sin embargo, los juicios
abiertos a los reos que participaron en las mencionadas rebeliones, han permiti­
do comprobar que, en más de una ocasión, los levantamientos del siglo XVIII que
tradicionalmente habían sido identificados como «indígenas» contaron en realidad

* El presente trabajo contó con el apoyo de la Fundación Alexandcr von Humboldt y fue publicado
originalmente en Buisson, Inge y otros, cds., Problemas de la formación del Estado y de la nación en
Hispanoamérica. Bonn: Inrcr Narions, 1984, pp. 55-92.
1. Valcárccl 1960. Fierre C'haunu por su parte considera que la rebelión de Túpac Amaru II «es la
ultima rebelión quechua y por una verdadera aberración se le anexa a las manifestaciones criollas
del levantamiento criollo» (Chaunu 1981: 171).
2, Macera 1964. Luis Dtirand revisa este punto (Durand 1973: 43).
210 i 'carien Q P h elan E l m ito de la «independencia concedida» 211

con una dirigencia mixta. Inclusive en algunas de estas rebeliones (como es el caso cómplices de las mismas, y en sus posteriores confesiones, ha sido posible llegar a
concreto de la de Túpac Amaru en el Cuzco), a los sectores mestizos y criollos les esclarecer los intereses y proyectos que las alentaban.
correspondió jugar un papel relevante, dentro de la estructura de la dirigencia.' Investigaciones recientes han puesto énfasis en el hecho de que la independen­
Lo que indudablemente se hace posible de observar es el fenómeno de desdobla­ cia tuvo que llegar al Perú y Bolivia «desde fuera», teniendo que ser «concedida»,
miento por el que atravesaron las rebeliones del siglo XVIII. Es decir, luego de iniciada como resultado de una falta de iniciativa por parre, de las élites criollas locales.78En
la lucha, las incipientes alianzas establecidas entre los diferentes sectores sociales de la principio el argumento resulta tan sugercnte como controvertido. No obstante, de­
población colonial tendieron a atomizarse, como resultado de la violenta c imprede- bemos reconocer que no aclara premisas básicas como, por ejemplo, la presencia de
cible irrupción de las masas indígenas, que, al escaparse del control de la dirigencia, tempranos programas políticos anticoloniales en Cochabamba y Oruro entre 1730-
rebasaron las expectativas criollas provocando su retraimiento,4 Efectivamente, en las 39, o el hecho objetivo de que el primer lugar de Hispanoamérica que gestionó en
rebeliones de Cochabamba (1730), Arequipa (1780), Cuzco (1780-1781) y Oruro 1809 su autonomía frente a España (aprovechando el vacío de poder dejado por
(1781), las masas indígenas se aprovecharon de la coyuntural intranquilidad social Fernando Vil) fue paradójicamente el Alto Pcrú.KSolo un año más tarde (1810), y
para agitar sus propias reivindicaciones y poner así de manifiesto sus latentes contra­ quizás como inminente respuesta a los brotes de rebeldía surgidos en el Alto Perú,
dicciones con la población «blanca».5 Quito y Buenos Aires, se institucionalizaron Lis Cortes de Cádiz, cuyo funciona­
El contraste entre las rebeliones del siglo XVIII y las del XIX se presentó, en­ miento se interrumpió, antes de completar cuatro años de actividad.9
tonces, no precisamente en el ámbito de la composición social de las mismas, sino Consecuentemente, para la comprensión del proceso de independencia, se hace
a través del peso diferenciado que lograron ejercer los sectores sociales coloniales cada vez más necesario efectuar una desagregación regional, con el propósito de afi­
(criollos, mestizos, indígenas, etc.) que se vieron envueltos en ellas. Así constatamos nar el análisis. En este sentido, es de gran utilidad la diferenciación que Bonilla y
que, mientras en las rebeliones del siglo XVIII se trató de contar desde un principio Spalding han establecido entre los intereses de Lima, por un lado, y los de las pro­
con la presencia de elementos indígenas, en las rebeliones del XIX, solo en un segun­ vincias, por otro.10 Más agudo aún es el contraste que proponen Durand y Fishcr en
do momento los dirigentes criollos buscaron incorporar representantes indígenas a cuanto a disectar el eje de Lima del de Cuzco.11 Si bien coincidimos parcialmente
las juntas. La mayor o menor incidencia de alguno de los sectores sociales dentro de con este último enfoque, debemos admitir que es medianamente recortado, en la
las rebeliones es posible detectarla a parur de los planteamientos reivindicativos que medida que amputa el Alto Perú del foco del análisis.
se esgrimieron en los programas políticos, los cuales por lo general favorecieron en Condicionados por criterios contemporáneos, las investigaciones sobre el pro­
forma más pronunciada a un grupo de interés, frente a los otros. ceso de la independencia se han avocado, cxcluyentemente, o bien al estudio del
El siglo XVTI1 estuvo ciertamente salpicado por numerosas rebeliones y revueltas Bajo Perú, o bien al análisis del Alto Perú. Con esta óptica anacrónica se ha obviado
sociales,6 No obstante, las primeras se diferenciaron claramente de las segundas, en el hecho objetivo de que en el periodo colonial el Bajo y el Alto Perú funcionaban
la medida en que estuvieron en capacidad de generar planteamientos políticos con como una totalidad articulada, e incluso mantuvieron su unidad regional a pesar de
una base ideológica tangible. Debemos advertir que los programas políticos del si­ la transferencia del Alto Perú al virreinato del Río de la Plata en 1776.12 Lamenta­
glo XVIII y el temprano XIX no alcanzaron necesariamente un nivel homogéneo de blemente, como resultado de esta imaginaria línea divisoria entre el Bajo y el Alto
elaboración, ni sustentaron indefectiblemente rebeliones que se materializaron con Perú, que ha prevalecido entre los estudiosos, la identidad del sur andino ha quedado
éxito. Varios de los manifiestos, bandos, proclamas y pasquines a los que recurrire­ fragmentada, Se infiere por lo tanto, que solo analizando el sur andino en su integri­
mos en el presente trabajo fueron el fruto de conspiraciones que se abortaron antes dad (tomando el Bajo y el Alto Perú articuladamente), es posible llegar a un análisis
de estallar. A pesar de ello, apoyándonos en los documentos que se confiscaron a los

7- Bonilla y Spalding 1981:71.


8. Paz 1919: 16.
3. O’Phelftn Godoy 1979: 98-99, 9. Hüncfcldt 1978:33.
4. Vilar (1981: 211) se refiere al «miedo a las masas». En el mismo volumen Bonilla y Spalding 10. Bonilla Spalding 1981: 90.
(1981: 97) hacen mención de «el recuerdo de la rebelión de Túpac Amaru en los criollos».
11. Durand (1973: 52) señala al Cuzco como la capital del Perú andino frente a la Lima virreinal.
5. O'Phelan Godoy 1982a. Fishcr (1979: 239) coincide en enfatizar este contraste.
6. Ibíd., PP. 403-405. 12. Lynch 1969, Consúltese también Baquíjano y Carrillo 1791: 224-225.
212 ScarU tt O'Pbelan E l m ito de la «independencia concedida» 213

cabal de la dinámica propia de protesta social que generó internamente esta región generalizar su inactividad aplicándola al resto del virreinato peruano, ni menos al
frente al poder colonial. caso concreto del sur andino. Si admitimos que Lima fue un núcleo urbano privile­
Sustentándonos en este argumento, en el presente ensayo el sur andino será giado, que logró permanecer al margen de las contradicciones coloniales (tributos,
entendido como unidad regional, y sus programas políticos serán analizados conjun­ repartos, mita minera), debemos también reconocer que, por el contrario, el sur
tamente, resaltándose los elementos que estuvieron presentes en forma consistente andino fue la región donde se concentraron dichas contradicciones, lo cual explicaría
en los manifiestos y programas que sustentaron las rebeliones de los siglos XVIII y su consistente permeabilidad a la protesta social.17
temprano XIX, y que dieron una coherencia interna a dichos movimientos. Bolívar no se equivocó al señalar que Potosí era «el eje de una inmensa esfera».
Debemos advertir que la cronología del presente ensayo cubre solamente hasta Efectivamente, las minas de Potosí fueron un centro de importancia, pero no sola­
1814, ya que, a nuestro entender, precisamente en ese año, se cerraron en el sur an­ mente en función de su producción metálica, sino también porque se convirtieron
dino los intentos «desde dentro» de buscar un gobierno alternativo al que imponía en el núcleo que vertebró el Bajo y el Alto Perú. El circuito comercial Cuzco-Potosí,
la dominación colonial. En efecto, si hubiera que buscar un común denominador que se montó con el fin de abastecer las minas y a los habitantes de su complejo
entre los programas políticos que a continuación analizaremos, este sin lugar a dudas urbano,18 describe geográficamente lo que a nuestro entender vino a ser la región sur
lo constituiría: el carácter anticolonial que en mayor o menor grado estuvo presente andina. Potosí influyó en la consolidación económica de esta región y de sus élites
en todos ellos.13 dominantes, imprimiéndoles al mismo tiempo la inquietud de obtener una autono­
A partir del presente estudio nos proponemos llegar a determinar si existió o no mía política frente a Lima. El sur andino durante el siglo XVIII y el temprano XIX
en el Perú y Bolivia una fuerza interna disociadora frente a la metrópoli, y llegar a dio señales de un comportamiento que puede ser calificado como «anárquico», frente
comprender por qué (en el caso de haber existido) se produjo su temprano repliegue. al centralismo de Lima. El sentimiento creciente de que la integración del sur andino
Si intentamos concentrar el análisis en la región del sur andino, obviando la influen­ a la capital del virreinato era tan irreal como inoperante fue apoderándose de esta
cia de Lima, es porque consideramos que en el Bajo y el Alto Perú, la trayectoria región, y reforzó la convicción de que, en consideración a su autonomía económi­
anticolonial fue más nítida, y consecuente, que en el caso de la capital del virreinato ca, les correspondía la determinación de aurogobernarse. En este sentido no resulta
peruano. demasiado fuera de contexto la sugerencia de Juan del Pino Manrique, intendente
En Lima, por lo general, las conspiraciones, o bien fueron abortadas antes de de Potosí, de que el Cuzco debía convertirse en la capital del Bajo y el Alto Perú.1920
estallar, o en todo caso constituyeron un reflejo de la dinámica de protesta de otras Es interesante constatar la decisiva influencia política del Cuzco, con relación
regiones del virreinato. En la develada conspiración de Lima de 1750, por ejemplo, a las otras provincias del virreinato. I.,a «legitimidad del Cuzco» para convocar una
entre las pertenencias de los involucrados se encontró el manifiesto elaborado en conspiración o comandar una insurrección era admitida y respaldada a escala re­
Oruro en 1739, el cual les sirvió de inspiración.13 De igual manera, la conspiración gional. Este fenómeno puede ayudar a entender por qué un movimiento de masas
de Anchoris que conmovió a la capital limeña en 1810 se promovió, según Vicuña sin precedentes, como efectivamente lo fue la rebelión de Túpac Amaru, estalló jus­
Mackenna, ante las noticias del levantamiento de La Paz y de los éxitos logrados por tamente en el Cuzco, estando además en capacidad de expandirse a las provincias
el ejército de Castelli en el Alto Perú.15 La imagen que se obtiene de Lima es por lo vecinas, a una velocidad inesperada.70 No es del todo sorprendente, entonces, que en
tanto poco alentadora. Di postura crítica anticolonial parece haberse introducido 1814 la rebelión cuzqueña de los hermanos Angulo estuvo en posición de contro­
en Lima consistentemente desde afuera. Primero a través de la infiltración de los lar, en breve tiempo, prácticamente la mitad del virreinato del Perú, ya que incluso
programas del sur andino, y luego teniendo por portavoces a San Martín y Bolívar.If’ Arequipa (que mantenía una tradicional rivalidad con el Cuzco además de ser un
Sin embargo, a partir de la comprobación de que Lima guardó un compor­ conocido núcleo realista) cedió a las presiones.21*
tamiento más bien pasivo frente al proceso de la independencia, no es posible
17. O'Phelan Godoy 1982a: 408.
18. Cobb 1949:25-42.
13. Vilar 1981: 201, 209. 19. Fishcr 1979:239.
14. O ’Phelan Godoy 1982a: 153. 20. Fishcr 1966: 238.
15. Puente Candamo 1960: 538. 21. Fishcr 1979: 253, Para explicar la posición de Arequipa resulta de gran utilidad la tesis de Mary
16. Anna 1975: 221, 223. Para mayor información, consúltese Anna 1979. Gallagher (1978).
214 S carlett O ’P helan El mito de la «independencia concedida» 215

En contraposición, los levantamientos que encabezaron en 1811 Zela yen 1813 armero, y ai prestar confesión utilizó en su defensa el mismo argumento que en 1781
Paillardclle no prosperaron, a pesar de que, como acertadamente señala Vargas Ligar­ declarando «que la única ocasión en que ejerció las funciones de su ministerio, fue la
te, Tacna era parte del circuito comercial Cuzco-Potosí y mantenía estrechos vínculos mañana del 19 de Octubre [1809] en que [fue] encargado de una pieza de artillería
comerciales con el Alto Perú,22 No está de más recordar que, mientras Zcla estaba que disparó repetidas veces, pero dirigiendo la puntería por los altos, con el fin de
directamente involucrado en la actividad minera, Paillardclle había contraído ma­ que no causara estrago alguno».27 No obstante, en esta segunda oportunidad sus
trimonio en Anta (Cuzco). Es decir, ambos tenían conexiones personales con el sur explicaciones no resultaron convincentes. El 29 de enero de 1810 fue ajusticiado en
andino. No obstante, si bien el levantamiento de Zcla de 1811 puede ser considera­ La Paz, «degollado, porque se cortó la cuerda al colgarlo».28
do como el primer intento del sur peruano por solidarizarse con los acontecimientos Cabe destacar que, mientras a Juan Antonio Figueroa lo encontramos en 1780
del Alto Perú,23 en términos de la región sur andina, fue solo un eco de la iniciativa al lado de los rebeldes del Cuzco, y consecuentemente en 1809 de parte de los revo­
criolla de La Paz, donde en 1809 se había constituido la primera junta de gobierno lucionarios de La Paz, en el caso del azoguero Pedro Domingo Murillo, la figura es
autónomo. distinta. Si bien Murillo fue m iem bro activo de la junta de 1809, constatamos que
Más aún, ya en la revolución de La Paz de 1809 hemos podido comprobar que en 1781 había formado parte de la compañía de voluntarios criollos encargada de
la presencia de dirigentes vinculados de alguna manera al Cuzco fue significativa. defender la ciudad de La Paz del asedio del jefe aymara Julián Apaza Túpac Catari.29
Ello demuestra que el movimiento no fue solamente instigado por doctores, estu­ Exploremos algunas posibles explicaciones para entender su conducta.
diantes y juristas de la Universidad de Chuquisaca, como equivocadamente ha sido Cuando en abril de 1780 fue develada la conspiración de los plateros de Cuzco
asumido.24 Entre los involucrados que fueron procesados y condenados a muerte en (también conocida como la conspiración de Farfán de los Codos), varios criollos
1810, encontramos al Vista de Aduana Buenaventura Bueno, nacido en Arequipa; a figuraron dentro de los sospechosos que prestaron declaraciones.30 Meses más ade­
Gregorio García Lanza, nacido en La Paz, abogado graduado en la Universidad del lante, id estallar en noviembre la rebelión de Túpac Amaru en Tinta, si bien un caci­
Cuzco; a Juan Basilio Catacora Heredia, nacido en Chucuito, abogado graduado en que y no un criollo (como Farfán de los Godos) estuvo a la cabeza del movimiento,
el Cuzco; y a Pedro Domingo Murillo Zalazar, nacido en La Paz, forense que ejercía numerosos criollos no solo vieron con simpatía la insurrección, sino que incluso la
como azoguero, con estudios en la Universidad San Antonio Abad del Cuzco.2’’ estimularon y apoyaron en su estadio tem prano. D entro de ellos ubicamos al penin­
Sin embargo, el caso más evidente para sustentar nuestra hipótesis de las es­ sular (casado con criolla) Juan Antonio Figueroa, y a su concuñado y compatriota, el
trechas conexiones políticas existentes entre el Bajo y el Alto Perú, y que respaldan cordobés Francisco Cisncros.31 Luego de iniciada la rebelión, al perder la dirigencia
nuestro punto de vista de que por lo tanto deben ser conjuntamente analizados, lo el control sobre las masas indígenas después de la batidla de Sangarará, y producirse
encontramos en la presencia de don Juan Antonio Figueroa. Figueroa (nacido en el saqueo y destrucción de propiedades pertenecientes a criollos, estos se replegaron,
Galicia/España, con residencia en Paruro/Cuzco, hacendado-obrajero de profesión contraponiéndose a los avances de Túpac Amaru. Ello explicaría por qué, durante
armero, casado con Andrea Esquivel) fue juzgado en 1781 en el Cuzco, por su par­ la segunda fase del movimiento, al sitiar durante 109 días Túpac Catari La Paz,
ticipación en la rebelión deTúpac Amaru.2Í’ Se defendió de los cargos que, en dicha Pedro Domingo Murillo actuó como parte del aparato represivo realista. En esos
ocasión, se le levantaron, argumentando que había sido forzado a fabricar balas, y momentos, el enfrentamiento población indígena - población blanca se había hecho
obligado a tomar a su cargo el manejo y mantenimiento de la artillería. Fue absuel­ ya evidente, y el movimiento que postulaba una alianza entre los diferentes sectores
to. En la revolución de 1809, lo encontramos ejerciendo nuevamente funciones de sociales había pasado a gravitar a manos de los elementos mestizos e indígenas.
La experiencia de la rebelión de Túpac Amaru les sirvió a los criollos para to­
22. Vargas Ligarte 1958; 21, mar en consideración que, si bien por salvaguardarse de la represión podía resultar
23. Fishcr 1979:247.
24. Vilar 1981: 203- Consúltese también Beltrán 1918: 8. Tanto Vilar como Beltrán coinciden en
27. Pinto 1945:283,
conectar a los participantes de la revolución de La Paz, exclusivamente, con la Universidad de
Chuquisaca. 28. Paz 1919: 102. Otras referencias indican que Figueroa era «de cara blanca, de estatura baja, delga­
do y buen artillero». Consúltese Ponce y García 1954,
25. Pinto 1945: 303-304. Vásqucz Machicado (1959: 125-126) incluye también dentro de los com­
prometidos a don Pedro C osío , natural de Lima casado en La Paz; y a don Tomás Orrantia, natural 29. Pinto 1945:294.
de Lima. 30. Angles 1975:62-95.
26. O'Phelan Godoy 1979: 110, 112. 31. O ’Phelan Godoy 1979: 112, 114.
216 S carlett O P h elan £1 m ito do Id «independencia con cedida» 217

conveniente poner al frente de un levantamiento a un cacique, en lo sucesivo ten­ dirigentes: Pedro Domingo Murillo. Murillo admitió, en su confesión, que dentro
drían que exponerse y pasar a ocupar abiertamente la dirigencia. Adoptando esta de los planes tenían previsto que la revolución se propagara a todo el reino «y se­
nueva fórmula, los criollos esperaban poder evitar ser sorprendidos por el desborda­ ñaladamente en las provincias del Cuzco, Arequipa, Puno y Cochabamba».36 Con
miento de las masas indígenas, garantizándose además que la dirección central del esta mira se había procedido al nombramiento de comisionados para enviarlos a las
movimiento no se les escaparía de las manos. Como consecuencia de esta medida mencionadas provincias en busca de reconocimiento y apoyo.37*
preventiva encontramos que, si bien la junta de gobierno de La Paz se constituyó en Es ciertamente válida, entonces, la afirmación que establece que el proceso de
julio de 1809, recién en el mes de septiembre se aprobó la incorporación a la misma independencia atravesó por dos fases: una primera en la cual se acentuaron los re­
de los representantes indios de Yungas, Omasuyos y Larccaja.32 Dentro de esta línea gionalismos (periodo en el que insertamos las juntas de 1809-1814) y otra segunda
de acción resulta coherente, entonces, que en 1811 el cacique ioribio Ara de Tacna y que estuvo determinada por el «componente continental», que aparece presente en
en 1814 el cacique Mateo Pumacahua del Cuzco figuraran solo en calidad de aliados, los programas políticos de San Martín y Bolívar, y que constituye la «espina dorsal»
de los líderes criollos Zcla y Angulo, respectivamente.33 de sus campañas.’” Los programas que a continuación analizaremos estuvieron de­
Inclusive, la ausencia de representantes indígenas al instalarse la junta de La Paz terminados, por lo tanto, por el carácter regional de sus reivindicaciones. De allí pro­
podría explicar por qué, dentro de las fuerzas realistas que comandó Goyeneche para bablemente deriven las limitaciones políticas que condicionaron la efímera duración
reprimir el movimiento, se encontraban el cacique de Chincheros Mateo Pumacahua de los tempranos intentos independentistas del sur andino y su irremediable fracaso.
y Manuel Choqueguanca, cacique de Azángaro,34 El que la revolución de 1809 no En este sentido se puede comprobar y afirmar que mestizos y criollos peruanos par­
hubiera materializado desde un principio el apoyo de la élite indígena incorporándo­ ticiparon activamente en la primera fase de la independencia, la de las «autonomías
la a la dirigencia (aunque solo fuera en calidad de aliados) pudo haber determinado regionales», y perdió fuerza su actuación en la segunda y definitiva lase, la de los
que los caciques del sur andino vieran con desconfianza un movimiento del cual proyectos continentales. Obviar la primera fase de la lucha y aseverar que al Perú la
habían sido marginados. Reconsiderando esta equivocación, los subsecuentes levan­ independencia le fue «concedida» resulra entonces un tanto extremo.
tamientos criollos se aseguraron de contar con la colaboración de un cacique, lo cual Al carácter regional de las primeras juntas se suma el agravante de que los revo­
a su vez les garantizaba el suministro de refuerzos indígenas para sus tropas. lucionarios de 1809-1810 no pertenecieron necesariamente a una misma tendencia
Es oportuno también no perder de vista que, justam ente por haber formado política, pudiéndose distinguir entre ellos dos facciones bien definidas: una radical,
el Alto Perú parte del virreinato del Río de La Plata, los criollos paceños pudieron que proponía (aunque algo vcladamenre) la ruptura frenre a España, y otra mode­
canalizar satisfactoriamente la agitación política de 1809-1810 para sentar las bases rada, que aconsejaba mantenerse fiel a Fernando VII, exigiendo sin embargo que se
de su propia identidad a través de una junta de gobierno. Consecuentemente, para estableciera un gobierno criollo.39 Hay quienes han atribuido el fracaso de la revolu­
Tacna y el Cuzco, el solidarizarse con las juntas de La Paz y Buenos Aires les abría la ción de La Paz, precisamente, al hecho de que la facción moderada desertó a causa de
opción de sacudirse de la influencia de Lima y de luchar por la autonomía regional. considerar que había sido un error quitarse prematuramente «la careta de la cara».40
Recordemos, además, el carácter regional de los postulados de la junta tuitiva de La Es decir, demandar la autonomía frente a España, cuando el momento preciso para
Paz. Si nos ajustamos a la proclama que se pronunció en 1809, es evidente que esta hacerlo aún no había llegado, a pesar del ausentismo de Fernando Vil. El facciona-
trasciende las fronteras del Alto Perú al dirigirse: «a los valerosos habitantes de La lismo entonces, habría jugado un papel decisivo en la disolución de los movimientos
Paz [...] y de todo el Imperio del Perú».35 Lo que los rebeldes paceños entendían por revolucionarios de 1809-1814.41 Si al facdonalismo le conjugamos el fuerte senti­
‘Imperio del Perú se concreta a través de las declaraciones de uno de sus principales miento regionalista que definió a estos movimientos (y que indirectamente estimuló

36. Pinto 1945: 189.


32. Arze 1979: 107, 109. Arze señala la incompatibilidad de objetivos entre los sectores criollos y la
población indígena, que se puede ver plasmada en la ausencia de elementos indígenas en el esta­ 37. Paz 1919: 90-91.
dio temprano de la revolución de La Paz. Posteriormente se integraron representantes de Yungas 38. Kossok 1982:313.
(Francisco Catari), de Omasuyos (Gregorio Rojas) y de I a recaja (José Santos).
39. Machado Ribas 1940: 232.
33. Vargas Ugarte 1958: 22-23 y bisher 1979: 247.
40. Arnade 1957: 28, «The eleaborated schemc o f che radical doctores was destroyed ¡n a single stroke
34. Valencia Vega 1959: 104. by the single mistake o f discarding too soon the careta from thc cara».
35. [Sin autor] 1892: 26. 41. Halperin 1981: 134-135.
218 Scarlett O 'Phelan El mito de la «independencia concedida» 219

la formación tic facciones), podemos comprender por qué las revoluciones del tem­ fue sometido luego de abortada la rebelión de los plateros del Cuzco, que los indios
prano siglo XIX no vislumbraron «la continentalidad» del proceso de la independen­ consideraban que él debía ser designado capitán «por tenerlo por único descendiente
cia. Esta deficiencia se reflejará en sus programas políticos. de los Reyes Incas Antiguos».45*Además, Farfán de los Godos opinaba que era vital
Hemos podido constatar que de los programas y manifiestos políticos del sur que estuviera un criollo a la cabeza del movimiento, porque de lo contrario «todos
andino emergen insistentemente algunos planteamientos que a continuación enu­ (los indios nobles] querrían ser Reyes y unos a otros se degollarían».40
meraremos, para luego pasar a analizar cada uno de ellos por separado: Estas afirmaciones denotan que debió existir un cierto consenso en aceptar la
idea de que un criollo, vinculado de alguna manera con la élite indígena, estuviera
a. La propuesta recurrente de coronar un rey; en posición de asumir el poder político. Precisamente sus conexiones con la familia
b. La necesidad de una alianza (¿temporal?) con la élite indígena; incásica (en palabras del cacique Pachacnina), le otorgaban a Velez de Córdova este
c. La posición privilegiada de la Iglesia y el clero dentro del nuevo régimen; derecho, legidmándosc de esta manera sus acciones políticas. Además, este argumen­
d. Los sentimientos antagónicos de los «colonos» (en el sentido amplio) fren­ to quedaba reforzado al comprobarse que ciertamente numerosos criollos del sur an­
te a los peninsulares y europeos; dino estaban ligados por lazos de parentesco con las élites indígenas locales,47489como
e. La permanencia de las estructuras coloniales político-administrativas a pe­ resultado de la baja densidad de emigración femenina de que adoleció el temprano
sar del suplan tamiento de autoridades; periodo colonial. No resulta por lo tanto del todo sorprendente encontrar criollos
f. Las modificaciones selectivas en la esfera económica. que afirmaban su ascendencia europea por un lado, y sus antecedentes incas por otro.
Como señala Chaunu, eran a la vez «título c Inca»,41*
Con mayor razón entonces, el cacique José Gabriel Túpac Amaru también ape­
L a propuesta recurrente de coronar un rey
ló a este recurso, enfatizando en sus proclamas y edictos su condición de «indio de
sangre real de los Ingas y tronco principal» o de «Inca descendiente del Rey natural
El énfasis que sobre este punto ponen los programas políticos del siglo XVIII y XIX
de este Reino del Perú».40 En el caso concreto del cacique de Tinta, la afirmación es
guarda, indudablemente, una correlación directa con los intereses de los insurrectos
aún más relevante en la medida que desde 1777 venía siguiendo un proceso judicial
por imprimirle un sello de «legitimidad» a los conatos rebeldes anticoloniales. Natu­
que ratificara su descendencia inca. En este sentido resulta interesante constatar la
ralmente, este argumento adquirió mayor validez en el caso de los criollos del Perú,
terminología que emplearon los escribanos de Micaela Bastidas para extender los
ya que estos eran los únicos que estaban en capacidad de remontar sus orígenes al
salvoconductos que habilitaban el tránsito en las provincias controladas por Túpac
imperio de los incas. Con ello además contraponían su identidad frente a la de los
Amaru, El 27 de noviembre de 1780, a escasas dos semanas de iniciada la rebelión,
criollos en Chile, Buenos Aires y Nueva Granada.12
se dirigieron a «Todos los guardias españoles e indios y espías puestos por orden de
Cuando en 1739 fue develada la conspiración de Oruro, entre los acusados
mi marido don José Gabriel Túpac Amaru».50 Dos meses más tarde, el 23 de enero
de complicidad se encontraba el cacique Eugenio Pachacnina, Al prestar declara­
de 1781, los términos del salvoconducto expedido a don Francisco Torres puntua­
ciones Pachacnina incidió en el hecho de que el criollo moqueguano Juan Belez
lizaron «los alcaldes y caciques del pueblo de Corma y Sanca no molestarán a don
de Córdova, principal líder de la conspiración, «era descendiente de la familia real
Francisco Forres respecto de cuanto ha practicado ha sido de aprobación del Inca».51
incásica y como tal con derecho a coronarse Rey».4’ Efectivamente, en el manifiesto
Es decir, en la medida que fue asentándose la rebelión, la identificación de Túpac
que requisaron las autoridades, Belez de Córdova se autotitulaba nieto de los reyes
incas y expresaba sus intenciones de coronarse en el Cuzco.44 En 1780, otro criollo,
el cuzqueño Lorenzo Farfán de los Godos, admitió durante el interrogatorio, al que 45- Anglcs 1975: 75. Declaración tic José Gómez.
40). Anglcs 1975; 93, Declaración de José Agustín Chacón y Becerra.
47, Bonilla y Spaldlng 1981: 91.

42. Macera 1977: 339. 48, Chaunu 1981: 180.

43- Bclcrán 1925: 71. 49, Lewlfl 1957: 398. Banda, Cuzco, 16 de noviembre de 1780, Bando, Cuzco, 23 de diciembre de
1780. Consúltese también Durand 1973: 40,
44. Archivo General de Indias (AGI), Audiencia de Charcas, 363- «Juan Belez quería y tenía dispuesto
el alzarse por Rey y quería coronarse en el Cuzco por el derecho que alegaba a la traición exe- 50, Lcwin 1957:432.
cucada por Pisarro». 51, Ib id.
220 S atrle tt 0 ’Pbela\ ü l mita de la «independencia concedida» 22}

Amaru con la imagen del inca fue haciéndose más evidente, sobre todo a nivel de las contra los corregidores y no contra el Rey».50 Efectivamente, muchos de los rebeldes
masas indígenas «quienes consideraban a Túpac Amaru su Rey, porque descendía de que se incorporaron a las filas de Tú pac Amaru declararon haber sido persuadidos de
los Incas».5253inclusive tanto los criollos de Oruro como los de Chuquisaca supieron que el cacique de Tinta contaba con una cédula del rey que lo autorizaba a «quitar
capitalizar el impacto del movimiento tupamarista para poner en relieve sus propias corregidores y otros abusos»,50 Es decir, Túpac Amaru tuvo la precaución de poner
diferencias frente a la política de Carlos III. Así tenemos que en el pasquín que apare­ en claro que actuaba por orden y en nombre del rey, lo cual sin embargo no pareció
ció en Oruro en 1781 se hizo explícito que «ya en el Cuzco con empeño quieren sa­ constituir una traba para que firmara sus comunicados como Túpac Amaru Inga,
cudirse del yugo del Rey ajeno y coronar al que es dueño».51 Por otro lado, el pasquín En contraposición, el cacique Mateo Pumacahua, conocido por su actuación
aparecido en Chuquisaca el mismo año remarcaba «El General Inca viva, jurémoslo bélica contra Túpac Amaru, aceptó haber participado en 1814 en la revolución
ya por Rey, porque es muy justo y de ley, que lo que es suyo reciba».54 que encabezaron en el Cuzco los hermanos Angulo, porque «se le había hablado
El argumento que sostenía que se estaba ejerciendo un legítimo derecho al de la muerte de Fernando Vil, razón por la cual se había decidido a defender sus
nombrarse un rey nativo se basaba en el razonamiento de que la corona de los incas derechos».60 Ello implica que, ante la ausencia del rey, el autogobierno constituyó
había sido «usurpada» por el monarca español, y que debía por lo tanto regresar a para muchos una salida política tanto legítima como viable. La oblicua trayectoria
manos de sus legítimos herederos. Resulta interesante constatar que consecuente­ política de Pumacahua ha dado origen a una serie de especulaciones y juicios de
mente, en el pasquín que apareció en enero de 1809 en Chuquisaca, se subrayó valor sobre su persona. Tratemos por lo tanto de explicar su conducta, teniendo
una vez más este punto» El pasquín en cuestión hacía referencia a una conversación exclusivamente en cuenta que, en 1780 y en 1814, como ya hemos apuntado, las
imaginaria mantenida entre el rey prisionero Fernando VII y el inca Atahualpa. En circunstancias y el contexto histórico eran obviamente distintos.
ella Fernando VII se lamentaba que Napoleón le hubiera usurpado su Corona. Ata­ Primeramente, en 1780 fue otro cacique, es decir, José Gabriel Túpac Amaru,
hualpa aprovechando esta acotación le responde «que el emperador francés solo está quien se puso a la cabeza de la gran rebelión del sur andino. A Pumacahua, por lo
haciendo lo mismo que los antepasados de Fernando VII hicieron con el (Atahualpa) tanto, a pesar de su linaje y su entronque por matrimonio con la nobleza inca, le
[,,,] usurparle su Corona».55 habría correspondido jugar un papel secundario, siendo uno más de los tantos ca­
Ya en 1805, al ser delatada la conspiración cuzqueña de Aguilar y Ubalde, uno ciques que apoyaron el movimiento. Por el contrario, en 1814, Pumacahua era el
de los testigos que prestó declaraciones señaló que «Ubalde manifestaba derechos de único cacique que fue llamado a compartir una ubicación prominente, al lado de Ios-
dominación como descendiente de los antiguos Emperadores Incas, y estaba en la criollos y mestizos que conformaron la estructura de la dirigencia de la revolución
indagación del más inmediato sucesor del último Emperador de estos dominios».56 del Cuzco. Además debemos tener presente que en 1780 la insurrección de Túpac
Testimonios suplementarios establecieron que Aguilar y Ubalde pensaban poner a Amaru alcanzó connotaciones regionales, pero indudablemente mantuvo una cierta
Valverde y Ampuero a la cabeza del movimiento, por su entroncamiento con la casa insularidad dentro del contexto global de Hispanoamérica. Las condiciones no esta­
real de los incas,57 ban aún lo suficientemente maduras como para propiciar una sublevación general,
Sin embargo, no hay que perder de vista el hecho de que existía una diferencia mientras que en 18 14 la revolución del Cuzco había sido precedida por movimientos
sustancial entre proponer coronar un rey en 1780, y llevar a cabo el mismo plantea­ similares en el Alto Perú, Quito, Caracas, Chile y Buenos Aires, donde hubo intentos
miento durante el vacío de poder dejado por Fernando Vil. Así al menos lo entendie­ por establecer un gobierno autónomo. Es decir, el proceso de ruptura frente a España
ron quienes en 1780 sostuvieron que el alzamiento «se podía formalizaren este tiempo se había ya puesto en marcha en el espacio hispanoamericano. Finalmente, no hay

58. Angles 1975: 71. Declaración de Asendo Vcrgara.


52. O ’Phelan Godoy 1982b; 86. La cita corresponde a la declaración de Pasqual Quispe y se encuentra 59. O'Phelan Godoy 1979; 95, 105. En este punto coincidieron en sus declaraciones los inculpados
ubicada en el AGI, Audiencia de Buenos Aires, 319, Antonio Bastidas y José Unda. Dos de los caciques involucrados en la rebelión (Marcos de La
Torre y Thomasa Tito Condcmaita) cxplicitaron en sus confesiones que apoyaron el movimiento
53. Lewln 1957: 425.
por acatar un auto «donde el rebelde les expresó a todos que tenía orden de S.E. para extinguir
54. Ibíd,
corregidores, repartos y Aduanas». Las confesiones de los caciques se encuentran registradas en
55. Arnade 1957:27. AGI, Audiencia del Cuzco, 33.
56. Puente Candamo 1960: 506, Declaración de Mariano Lechuga. 60. Vargas ligarte 1958: 48, Para mayores detalles consúltese también la Colección Documental de la
57. Cornejo Bouroncle 1956: 144. Independencia del Perú (en adelante CDIP), l. III (1971: 310),
222 Scarlrtt U'Phela¡ El mito de la «independencia concedida» 223

que olvidar que, si bien Túpac Amaru usó como cobertura el argumento de que sus Juan Bustamante Carlos Inca, quien era descendiente de los incas y residía en el
operaciones eran designios del rey, en 1780 Carlos 111 efectivamente gobernaba Es­ Cuzco,64
paña y podía fácilmente refutar y desmentir al cacique rebelde. En cambio, en 1814, Similar fue la táctica utilizada en 1780 por el criollo Farfán de los Godos, al
la coyuntura era mucho más favorable en la medida que estaba fresco el recuerdo de buscar apoyo en el cacique de Písac, don Bernardo Tambohuacso, quien no defrau­
que el rey Fernando Vil no gobernaba en España, haciéndolo en su lugar las Cortes dó sus expectativas al ofrecerle «poner sus indios y coronar con ellos los cerros que
de Cádiz. Con razón, Pumacahua repetía insistentemente que «notorio es que nues­ circunvalaban la ciudad (del Cuzco)».6’ Además, si nos ajustamos a las declaraciones
tro adorado Sr. don Fernando Vil no existe en el día».'’1 de varios de los reos involucrados en el proceso judicial, encontramos que hubo
No obstante es curioso constatar que durante 1809-1814 la tónica de las revolu­ más caciques implicados en la conspiración, entre otros el cacique de Oropesa y los
ciones hispanoamericanas fue la de adoptar un régimen basado en juntas de gobierno, caciques del Collao.66
antes de fomentar la nominación de un rey, como había ocurrido en las rebeliones La rebelión de Iúpac Amaru en Tinta demostró que los caciques no solo eran
del siglo XVIII. A pesar de reclamar su autonomía, los criollos hispanoamericanos no indispensables para garantizar la participación de las masas indígenas, sino que ade­
pudieron desligarse de su mentalidad colonial, que los llevó a seguir el modelo de las más estaban en posición de agenciar los víveres y provisiones que requería el ejército
juntas, a imitación del proyecto de las Cortes designado para España, Ello explicaría rebelde para su abastecimiento.67 Sin embargo, llevar adelante un movimiento social
que durante la revolución del Cuzco de 1814 Vicente Angulo encontró resistencia donde los caciques tuvieran un peso decisivo representaba siempre un riesgo para el
cuando trató de incluir entre sus títulos el de «Apoderado de los Antiguos Incas del sector criollo. Resulta entonces oportuno recordar el particular interés que tenía Far­
Perú».62 Sin embargo, el clérigo tucumano Ildefonso Muñecas, quien apoyó activa­ fán de los Godos en que un criollo fuera a la cabeza de la rebelión de los plateros del
mente a los Angulo en la campaña al Alto Perú, siguió arengando a sus tropas ha­ Cuzco. En este sentido, la rebelión de Túpac Amaru también sirvió para comprobar
ciendo alusión a que «la antigua corte de los Incas había enarbolado el estandarte de que las latentes diferencias interétnicas, y las irreversibles rivalidades entre caciques,
la libertad».63 Un lenguaje que indiscutiblemente debió calar en las masas indígenas. tendían a agudizarse en momentos de intranquilidad social. De allí que haya quienes
sostengan que la rebelión desencadenó una «guerra entre caciques»,68
A partir de la experiencia de la rebelión de Túpac Amaru, los criollos trataron de
L a necesidad de una alianza con la élite indígena
limitar el número de caciques que incorporaban en calidad de aliados. Consideraban
que de esta manera se evitaba que la élite indígena pudiera tomar bajo su control
A partir del punto anterior se vislumbra la gran importancia que debió tener, para la dirigencia de los movimientos. A la vez formalizaban lo que prioritariamente los
los sectores criollos, el poder contar con el apoyo de la élite indígena durante los
inclinaba a tener que pactar una alianza con los caciques, es decir, el suministro de
movimientos anticoloniales. A los criollos de) sur andino no se les escapó la observa­
hombres y de provisiones. Durante los procesos judiciales, cuando se toca el punto
ción de que los caciques eran los líderes más indicados para «solicitar» (o demandar)
relativo a la alianza con miembros de la élite indígena, indefectiblemente se hace alu­
el respaldo de las masas indígenas y, además, era también evidente que el elemento sión a la cantidad de contingentes indios que ello iba a significar. Así, por ejemplo,
indígena era requisito indispensable para el suministro de los hombres que requería
el cacique Tambohuacso calculaba poder movilizar alrededor de 3000 indios a favor
el ejército rebelde y de abastecimientos y pertrechos. de la rebelión de Farfán de los Godos,69* Por otro lado, Marco Dongo, uno de los
No debe llamar entonces la atención que las rebeliones del siglo XVIII y XIX
involucrados en la conspiración de Aguilar y Ubalde, consideraba que contaban con
consistentemente incluyeran dentro de su dirigencia a miembros de la élite indígena.
En 1739, por ejemplo, el criollo Bélez de Córdova se aseguró de hacer partícipe de
sus planes al cacique orureño don Eugenio Pachacnina. Inclusive, de acuerdo con 64. Lewin 1957: 118.
Lewin, en 1734 Bélez de Córdova había intentado establecer contactos con Don 65. Angles 1975: 68. Declaración de Palomino Vera.
66. Ibíd., p. 65. Declaración de Ildefonso del Castillo.
67. O ’Phclan Godoy 1979; 97, Hipólito Túpac Amaru en sus declaraciones explicó que los caciques le
61. CD1P, t. III, vol. 7 (1974). Al margen se cita «hasta cuando sufriremos la opresión de este bárbaro habían ayudado con todo (AGI, Audiencia del Cuzco, 32).
y a nombre de un Rey que no exisre nos roba y nos tiraniza». 68. Vega 1969:30-33.
62. CDIP, t. III, vol. 7, Lima (1974; 396). Confesión de Diego Diez Fcijoó. 69. Angles 1975; 103. Testimonio del Licenciado Juan de Dios Niño de Guzmán. «Tambohuacso
63. C D IP , t. III, vol. 7, Lima (1974: 384). Proclama de Ildefonso Muñecas, debía asaltar el Cuzco con tres mil indios que tenía prontos».
224 Scarlett O'Pbelan E l mito de la «independencia concedida» 225

4000 indios de la parroquia cuzqucña de San Gerónimo y sus caciques.70 Igualmen­ la abortada conspiración de los plateros y la subsecuente rebelión de Túpac Amaru
te, al cuestionársele a Pumacahua cual había .sido su rol en la revolución del Cuzco en 1780. Moscoso inicialmente no solo pidió que se suspendiera la ejecución de
de 1814, esre respondió que haber «levantado en la indiada la adhesión que le tienen Tambohuacso en consideración a la inmunidad eclesiástica a la cual el cacique se
a su persona»,71 No en vano en 1811 el cacique de l acna don Toribio Ara fue desig­ había acogido, sino que inclusive retiró la licencia de confesor al clérigo que delató la
nado por Francisco de Zela coronel del regimiento de naturales. ‘ conspiración. Sin embargo, posteriormente, el obispo participó en forma activa en la
Por ello, discrepamos con la posición que mantiene que los sectores criollos es­ recaudación de fondos que se promovió entre los notables del Cuzco con el objeto de
tuvieron «abiertos» a forjar una alianza con los caciques. ■ Nos indinamos, más bien, contribuir a la financiación de la campaña realista contra José Gabriel Túpac Amaru,
a pensar que los sectores criollos visualizaron que estaban en la inminente necesidad a quien Moscoso había excomulgado. Posiblemente, el obispo arequipeño, en su
de pactar con la élite indígena si querían contar con un ejército que numéricamente condición de criollo, se viera conminado a dar muestras de su lealtad a la Corona,
impresionara a las fuerzas realistas, y que les permitiera llevar adelante sus campa­ sobre todo después del desbande de Sangarará.76
ñas con posibilidades de éxito. Las alianzas con la élite indígena fueron por lo tan­ Lo que se puede constatar a través de los programas con que contamos es que
to coy un cúrales a la vez que temporales. Las circunstancias obligaron a los sectores los insurrectos que participaron en las rebeliones del siglo XVIII y XIX mantuvieron
criollos a alinearse con los caciques con el fin de tener así acceso al recurso humano una posición de respeto y hasta de distancia frente al clero, reafirmándola constan­
que estos estaban en capacidad de movilizar. Con el propósito de ganar adictos a la temente en sus declaraciones y comunicados. Durante la confesión de Alejo Calata-
causa rebelde, GastelÜ no dudó en enfatizar en sus decretos y proclamas que «los yud, principal inculpado de la rebelión de 1730 en Cochabamba, este manifestó ser
indios eran dignos de todos los cargos, oficios y empleos [...] bajo la condición de cristiano y que «no negaba la obediencia a Dios, ni al Rey ni a los sacerdotes».77 Por
virtudes y aptitudes»,74 las cuales indudablemente serían evaluadas por los criollos. otra parte, Belez de Córdova, a través del manifiesto de Oruro, hizo explícito que no
Paradójicamente, el periódico E l Verdadero Peruano publicaba que «pretender que tenía intenciones de oponerse «a la Santa Iglesia ni de permitir que se profanaran los
todos los hombres sean perfectamente iguales es una quimera en lo íísico, lo moral templos de Dios ni las casas sagradas».78 De igual manera, Túpac Amaru en la carta
y lo político».7,1 que remitió al cacique Bernardo Sucacagua le especificaba «esta orden no es contra
Dios ni contra el Rey, sino contra las nuevas introducciones».79 En confirmación
de lo dicho, el 22 de noviembre distribuyó una circular en la que aseguraba que su
L a posición del clero y la I glesia dentro del nuevo régimen
política «no era contraria a la iglesia ni til sacerdocio».80
A pesar de que los niveles de violencia en los eventos de Sangarará determina­
Hemos podido comprobar que no solo los caciques estuvieron en condiciones de
ron el repliegue de los sectores criollos que inicialmente apoyaron el movimiento,
movilizar a los campesinos de las comunidades bajo su control. También los clérigos
es oportuno recordar que antes de incendiar la iglesia donde los europeos se habían
demostraron tener gran influencia y don de mando sobre sus parroquianos. Aquí
refugiado «mandó Túpac Amaru que el cura extrajiese el Santísimo Sacramento».81
habría que explicitar que nos estamos refiriendo fundamentalmente al bajo clero,
Resulta también significativo que el único europeo que pudo escapar con vida al
ya que la alta jerarquía eclesiástica por lo general se identificó con el statu quo, o en
ser sitiada la iglesia iba disfrazado de sacerdote y, por lo tanto, no fue atacado.82
todo caso mantuvo una cautelosa postura ambivalente. No debe resultar entonces
del todo extraña la actitud del obispo del Cuzco, don Manuel Moscoso, durante

76. Anglcs (1975: 150) plantea la postura del obispo Moscoso frente a la captura del cacique Bernardo
Tambohuacso. Lewin (1957: 254-273) analiza el comportamiento de Moscoso frente a la rebelión
70. Puente Candatno 1960: 506. Declaración de Marcos Dongo. Además, Mariano Lechuga en su de Túpac Amaru. Dos recientes trabajos que merecen revisarse son el de León Campbell ) 978 y el
declaración implicó al cacique de llave y por su parte Diego Cusihuamán afirmó que Aguilar y de Durand 1982.
Ubalde le hablaban de la nobleza de los indios. 77. AGI Charcas. 343. Consúltese también Cazier 1974.
71. CDIP, t. III, Lima (1971: 310). 78. Lewin 1957: 120.
72. Vargas Ugarte 1958: 23. 79. Ibíd., p. 414.
73. Fishcr 1979:247. 80. Ibíd., p. 451 -
74. Paz 1919: 134. 81. Eguigurcn 1952: 246.
75. Macera 1977: 333. 82. Ibíd.
SatrUtt O ’Phelan E l mito de la «independencia concedida»
226 227

Inclusive, no obstante los curas doctrineros de Urubamba, Maras y Yucay coman­ de Dios Espinosa, párroco de Larecaja «por alianza y complicidad con los indios re­
daron las tropas que conformaban los indígenas de sus respectivas parroquias para beldes Andrés Túpac Amaru, Diego Quispe y otros», este fue restituido a su doctrina
oponerse a los avances de Túpac Amaru, todos ellos salieron inmunes del enfrenta­ en 1783.92
miento.83 Existió, por lo tanto, un tácito respeto por las investiduras sacerdotales, La impresión que se obtiene, entonces, es que en el siglo XVIII la colaboración
que solo fue alterado en el Alto Perú, donde las tropas aimaras ejecutaron a cinco del clero en las rebeliones anticoloniales fue más subrepticia que en el temprano
clérigos que abiertamente resistieron la causa rebelde.84 Siendo la composición social XIX, donde se registró la presencia de clérigos arengando las tropas rebeldes en que­
del ejército altopcruano predominantemente indígena, las contradicciones con la chua, o a la cabeza de los ejércitos criollos; es decir, directamente involucrados en
población «blanca» debieron ser más pronunciadas que en el ejército quechua, donde la dirigencia de los movimientos. Esta contramarcha puede explicarse tomando en
destacaron varios líderes mestizos.85 consideración que al clero criollo y mestizo no debió pasarle desapercibido el hecho
A partir de la rebelión de Túpac Amaru se hace posible advertir un fenómeno de que en 1809-1814 las circunstancias eran bastante más favorables que en 1780
curioso: la presencia de un clérigo de confianza quien, en calidad de capellán, acom­ para llevar adelante una revolución política. De tibí que tuvieran menos reparos a
pañaba en sus desplazamientos al ejercito rebelde. Así tenemos que don Antonio Ló­ enrolarse en la lucha. Tal es el caso del clérigo cucumano José Antonio Medina,
pez de Sosa, párroco de Tungasuca y compadre de Túpac Amaru por haber bautizado quien, además de contribuir a la confección del plan de gobierno de la junta tuitiva
a sus hijos, asistió a la ejecución del corregidor Arriaga junto con otros dos sacerdo­ de La Paz, expresaba que la lucha emprendida era «guerra justa por el Rey, Religión
tes.8687Posteriormente, Micaela Bastidas le solicitó al padre Regente de Estudios de La y Patria».93 En el levantamiento de Cochabamba de 1810 correspondió al clérigo
Merced que se quedara en Tungasuca para que oficiara de confesor y capellán.*' No Oquendo, «orador diserto dotado de fogosa imaginación y manejando con singular
resulta extraño, entonces, que en 1805 Aguilar y Ubaldc tuvieron planeado contar maestría la lengua de los Incas»,94 ser el encargado de encausar a las masas indígenas
con los servicios del Dr. don Bernardo Gutiérrez, capellán de San Andrés (Cuzco), a favor de la revolución criolla.
quien sería «el siervo de Dios».88 Pumacahua, siguiendo esta modalidad, nombró a Una de las particularidades de la revolución del Cuzco de 1814 fue la de haber
Manuel Zenrcno, cura de Cailloma, como capellán de su ejérciro.89 contado en gran medida con el apoyo del bajo clero. La evidencia señala que los doc­
Aunque se sospechó de las simpatías de numerosos clérigos a favor de la rebelión trineros de Andahuaylillas, Aecha (Paruro), Pitahuasi, Huaracondo, Chelahuanca,
de Túpac Amaru, al final todos fueron absucltos.90 Dentro de ellos, el que resultó Soraya, Huaquilca, Tapairihuas, Chinchaypuquio, Pantipanti, Yucay y Checacupi
más comprometido fue sin duda don José Maruri, cura de Asillo, a quien varios favorecieron abiertamente la revolución de los Angulo.95 Sin embargo, dentro de
testigos coincidieron en atribuirle haber suministrado gente y abastecimientos a José ellos destacó nítidamente el clérigo Ildefonso Muñecas y Alurralde, a quien se le
Gabriel.91 En el caso del Alto Perú, a pesar de que se abrió proceso contra don Juan encomendó el mando de las tropas en la incursión al Alto Perú. Precisamente a Mu­
ñecas se le atribuye haber arengado a sus tropas incitándolos a «echarse sobre ellos
[los europeos] despedazádlos y haced que no quede aún memoria de tales monstruos.
83. Eguiguren 1952: 278. Asi os habla un cura eclesiástico que tienen el honor de contribuir en cuanto puede
84. Lewin 1957: 273. en beneficio de sus hermanos americanos».96 Resulta oportuno traer a colación que
85. O ’Phclan Gudoy 1982b: 96. Juan Angulo, quien apoyó incondicional mente la revolución que encabezaron sus
86. Eguiguren 1952: 232. hermanos Mariano José y Vicente, era clérigo,9/ y bien pudo servir de nexo para
87. lbíd„ p. 292. nuclear eclesiásticos de la curia cuzqueña a favor del movimiento.
88. Puente Candamo 1960: 507. Declaración de Marco Dongo,
89. Vargas Ugartc 1958: 71. Otro clérigo, José Diez Fcijoó, consideraba que había sido arrestado por
«haber sido capellán en dichas tropas insurgentes», CD1P, t. III, vol. 7 (1974: 394).
90. Lewin 1957: 2 4 l. Entre los clérigos a los cuales se les abrió proceso judicial se encontraban An­ 92. Lewin 1957: 240,
tonio López, de Sosa, Gregorio Ycpez, José Maruri, Domingo de Escalante, Carlos Rodríguez, de 93. Pinto 1945: 233.
Avila, Pedro Manuel de Luna, José Antonio Centeno, Antonio Váldez,, Este último, junto con José
94. Sanzcccnca 1959: 14,
Vázquez, de Veíazco, fueron acusados de haber redactado algunos edictos a Túpac Amaru y Pedro
de la Cruz Condori, respectivamente. 95. Eguiguren 1914: 111.

91. AGI, Cuzco, 32-33. Confesiones de Francisco Cisncros y Francisco Molina. En casa del clérigo 96. CDIP, t, III, vol. 7 (1974: 385).
Maruri, se encontró la correspondencia que este había mantenido con los rebeldes. 97. Sparks 1972:212.
228 S carlett O'Phelan E l mito de la «independencia concedida < 229

La poco difundida, aunque no por ello menos impórtame contribución de Ma­ aliaron para demandar la supresión de los corregidores y la abolición de los repartos.
ría Consuelo Sparks con relación al papel del clero en la lucha por la independencia Inclusive muchos sacerdotes, en su calidad de criollos, debieron sentirse doblemente
del Perú, demuestra la significativa presencia de sacerdotes, tanto seculares como marginados frente al corregidor por un lado, y frente a las autoridades peninsulares
regulares, en los movimientos del temprano siglo XIX. Las tablas que con este objeto del alto clero eclesiástico por otro.102
Sparks ha elaborado permiten constatar que, entre 1805-09, dieciséis eclesiásticos
se vieron envueltos en actividades subversivas (ocho eran clérigos regulares y ocho
L O S ANTAGONISMOS CON LOS PENINSULARES Y EUROPEOS
seculares), mientras que, entre 1810-14, la cifra fue engrosada a 62 (28 miembros
del clero regular y 34 del secular).98 La participación de estos eclesiásticos se dio a lo
largo de todo el virreinato del Perú, sobre todo en las provincias que como Cuzco, La presencia de peninsulares y europeos en cargos clave dentro de la estructura po­
Huánuco, Lima, Arequipa y Tacna presentaron conatos rebeldes entre 1805-1814. lítico-administrativa y la jerarquía eclesiástica de la Colonia creó un sentimiento de
Si los programas políticos coincidieron en enunciar un interés por contar con relegamiento en el ámbito de los sectores criollos y mestizos. El manifiesto de Oruro
el beneplácito del clero y la Iglesia, ello se debió fundamentalmente a la conjugación de 1739 fue por ejemplo dirigido «a los criollos ilustres de éstos nuestros reinos del
de dos variables. Por un lado, a la influencia que objetivamente ejercieron la Iglesia y Perú, asi españoles [americanos] como pobres indios y naturales que siendo legítimos
el cristianismo sobre la sociedad colonial en su conjunto, no siendo posible para los señores de la tierra unos y otros, nos vemos oprimidos de la tiranía [,..]».103 Túpac
rebeldes concebir un régimen que marginara al clero. Es un hecho que los ataques Amaru retomó este planteamiento en el edicto de Chichas, del 23 de diciembre de
a los que fue sometida dicha institución en el Alto Perú (1781) provocaron disten­ 1780, donde advirtió que a sus paisanos criollos:
siones internas en el ejército aimara que comandaba Julián Apaza Túpac Catari.99
[...] no se les haga ningún perjuicio, sino que vivam os com o herm anos [...] destruyendo
Por otro lado, la favorable posición de los rebeldes hacia el clero puede también ser
a los europeos [...] por ser todos paisanos y com patriotas, com o nacidos en nuestras
tomada como un índice de que debió haber eclesiásticos comprometidos, en mayor tierras y de un m ism o origen de los naturales y de haber padecido todos igualm en te.10'1
o menor grado, en la redacción de los edictos y comunicados que sustentaron los
movimientos. No en vano Arcche y Mata Linares observaron que en la rebelión de
Micaela Bastidas, por su parte, incitaba al apresamiento de corregidores y eu­
Túpac Amaru las proclamas estaban «plagadas de citas bíblicas».100
ropeos, porque a su entender no era justo «que nos estropeen y traten como a pe­
Un arma con la que indudablemente contó el clero para liderar a las comunida­
rros quitándonos con tanta tiranía nuestras posesiones y bienes, estando en nuestras
des del sur andino fue su manejo de la lengua nativa, fuera esta quechua o aimara.101 tierras».105106
No resulta entonces del todo sorprendente que, en la rebelión de Túpac Amaru, los
Sabernos posidvamcnte que Bélez de Córdova era criollo y que los escribanos de
caciques y los curas doctrineros se perfilaran como efectivos dirigentes del campe­
confianza de Túpac Amaru, con quienes el cacique había mantenido estrechas rela­
sinado indígena. Además durante las rebeliones solo reforzaron la represen tari vidad
ciones aún antes de la rebelión (Diego Ortigoza, Francisco Molina, Mariano Banda,
que ya tenían ganada a nivel comunal, en su condición de voceros políticos y «pas­
Manuel Gallcguillos), también eran criollos.100No es casual entonces que, en los ma­
tores» espirituales, respectivamente. Tanto los caciques como los clérigos debieron
nifiestos de 1739 y 1780, se filtrara la imagen de una «igualdad» (que objetivamente
sentir que el sistema colonial, en la presencia de los corregidores y sus repartimientos,
era artificial) entre criollos, mestizos e indios. Posiblemente, Túpac Amaru, en su
les recortaba sus posibilidades de control local en las comunidades. No en vano se
posición política de cacique y económica de hacendado y arriero prominente, pudo

98. Sparks 1972: 234. 102. «Basically the creóles dislike sprang from many factors: a jealousy o f thc ¡ndustry ol thosc born in
Europe, their Inch in contracring marriages with daughters of wcalrhy landowners or traders and
99. Diez de Medina i 981: 130. «Que. el Túpac Catari estuvo cuando la muerte del religioso [Manuel
rhc favorkism shown thcm by rhe Crown in publíe cclcbrations and in the appoinrmcnt to high
Barriga] hada las pertenencias de la cuesta de Laja, para donde había madrugado, habiéndose
civil and religious poses» (Moore 1966: 43).
enojado de regreso al saber de ella, maltratando con palos y piedras a los indios agresores [...]»,
103. Lewin 1957: 118.
100. Musco Británico, Londres. «Correspondencia del Visitador Arechc». Citado en O'Phelan Godoy
1982b: 86. 104. Ibíd., p. 398.

101. Sanzetenca (1959: 14) señala que el clérigo Oquendo se dirigía a las masas indígenas «en la lengua 105. Ibíd., p. 404. Carta del 7 de diciembre de 1780,
de los Incas», 106. O'Phelan Godoy 1979: 99-105-
Sea ríen O 'Pkclan E l mito de la «independencia concedida>
230 231

haber aspirado a mantener relaciones parejas con los sectores criollos cuzqueños. su hermano Ramón «ejercitaban el comercio de empeños».113 No es del todo casual
Pero este estaba lejos de ser el caso de los numerosos indios de las comunidades del entonces que, en la revolución del Cuzco de 1814, Gaspar Hcrguinio fuera tomado
sur andino que se asimilaron al movimiento. prisionero por los soldados de Pumacahua, al comprobarse que estaba transportando
Existió por lo tanto una discrepancia entre los postulados «de igualdad» enun­ «las cargas de un europeo».1141567Posteriormente, al ingresar las tropas de Pumacahua a
ciados en los programas políticos, y la estratificada realidad social de la Colonia. la ciudad de La Paz, se procedió al saqueo selectivo de las casas de «cuantos eran adic­
Consecuentemente, los elementos indígenas y mestizos, conscientes de su margina- tos a la causa del Rey», contando para ello con el auxilio de refuerzos altopcruanos.11*’
lidad, fueron más propensos a enfrentar violentamente y sin contemplaciones a la Si bien León Campbell ha señalado que durante la década del 70 la Audien­
población «blanca», sin discernir entre criollos y peninsulares. Con ello erosionaron cia de Lima tuvo una predominancia criolla, los recientes trabajos de Burkholder y
las posibilidades de alianza que fomentaban los sectores criollos y la privilegiada élite Chandler han rebatido esta afirmación demostrando que, a partir del nombramiento
indígena del sur andino. de José de Gálvez como ministro de indias (1776-1787), es posible observar un
La «guerra contra el extranjero», a la que alude Fierre Vilar,10' queda registrada esfuerzo por reducir la influencia de los sectores criollos en el gobierno colonial.
a lo largo del siglo XVIII y el temprano XIX. De los cuarenta «vecinos» (entre criollos En 1779, la Corona había logrado cumplir parcialmente su objetivo, ya que, de 16
y peninsulares) que salieron a defender la villa de Cochabamba durante la rebelión oidores, 9 eran peninsulares y solo 7 criollos.” 6 Por su parte, dentro de esta política,
mestiza de 1730, dieciocho fueron muertos por los insurrectos, y fueron saqueadas el visitador Arechc se preocupó de que los funcionarios encargados de establecer el
subsecuentemente las tiendas de los difuntos.108 En la rebelión contra la aduana de nuevo sistema de aduanas fueran europeos, peninsulares o en todo caso procedieran
Arequipa (1780), los rebeldes no se limitaron a quemar la casa del corregidor, sino de Lima.” ' No es de extrañar entonces que en el periodo de 1770-1780 se agudiza­
que seguidamente pasaron a desmantelar la tienda de don Joseph Camperos, un ran los antagonismos frente a los «extranjeros», antagonismos que se exteriorizaron
comerciante catalán.109 En 1781, los criollos orureños circularon un edicto en el cual ampliamente en la «gran rebelión», que es como Vilar ha denominado al movimien­
se enfatizaba que el objetivo del movimiento tupamarista era «liberar a los naturales to tupamarista. Dentro de este contexto encajan las protestas de Farfán de los Godos
y criollos de la servidumbre y hostilidad que sufrían de los Europeos».” 0 El 10 de en términos de que «como no había hermandad, todos habían de aguantar callados
febrero estalló la insurrección contra los «chapetones y el mal gobierno», apedreán­ que los chapetones venían a mandar».118 Consecuentemente, el aduanero genovés de
dose la casa de don José Enderciza, la cual había servido de refugio a los europeos. La Paz, don Bernardo Gallo, fue muerto por los rebeldes altoperuanos contando para
Paralelamente se procedió a incendiar viviendas y saquear tiendas (incluyendo la del ello con la aprobación de Andrés Túpac Amaru.” 9
criollo don Pan raleón Martínez), y resultaron muertos en los eventos una decena de El sentimiento antihispánico se fue intensificando en el periodo colonial tardío,
españoles.111 En los tres casos mencionados, los criollos y peninsulares que se con­ y alcanzó otro punto álgido durante el gobierno del virrey Abascal, quien no tenía
virtieron en el blanco de las agresiones eran propietarios de tiendas y controlaban reparos en declarar que «mientras hubiera español nacido en España, a ese le co­
probablemente el comercio local. rrespondía el gobierno de América».120 Con razón el intenden te de Tarma don José
Cuando el 16 de julio de 1809 se instaló la junta tuitiva de La Paz, una de las González Prada advertía, en una carta fechada el 27 de julio de 1811, que existía un
primeras medidas que tomó, a escasos dos días de haber asumido sus funciones, fue «odio implacable a los europeos».121 Sin embargo, sus observaciones no eran del todo
la de «revisar las casas de los europeos y convento de San Francisco, en donde creían
que tenían ocultas multitud de armas».112 El día 19 se registró con especial interés la
113. Vázquez Machicado 1959: 127.
hacienda de Cebolludo, propiedad del europeo don Jorge BaUiván, quien junto con
114. CDIP, t. 111, vol. 7 (1974: 520). Proceso seguido a Gaspar Hcrguinio.
115. Vargas Ugartc 1958; 51.
116. Burkholder y Chandler 1977: 103,106. Este punto también ha sido desarrollado en Burkholder
107. Vilar 1981:205-208. 1972: 400, 402.

108. AGI, Audiencia de Charcas, 343. 117. O ’Phclan Godoy 1983-


109. O ’Phclan Godoy 1982a: 281. Consúltese también Wihcl 1975. 118. Anglcs 1975: 75. Declaración de José Gómez.

110. T.cwin 1957: 542, 1 19. O ’Phclan Godoy 1982b: 89.

111. Ibíd., p. 546. 120. Beltrán 1925:25,


112. [Sin autor] 1892: 18. 121. Eguiguren 1912: 140. Carta del intendente de Tarma don José González Prada.
232 Scarlett O'Phelai E l mito de ¡a «independencia concedida) 233

equivocadas si tomamos en cuenta que Aguilar y Ubalde conspiraron en el Cuzco procedieran de inmediato a efectuar una transferencia de los cargos políticos, sin
en 1805 «porque era necesario cambiar la mala situación de los criollos [...] tan mal que ello significara necesariamente un cambio estructural en el gobierno colonial.122
mirados de los Europeos».122 Durante la revolución de 1809 en La Paz, el presbítero Si hubiera que buscar un punto en común entre las demandas que exigió Alejo
José Antonio Medina denunciaba que era «demasiada tiranía la dominación europea Calatayud en 1730 y el manifiesto de Oruro de 1739, este sería indudablemente la
[„,]»,123 La revolución cuzqueña de 1814 coincidió igualmente con este plantea­ propuesta de que individuos alternativos a los nombrados oficialmente asumieran los
miento puntualizando en uno de sus manifiestos: «tales son, los gobernantes remiti­ cargos políticos locales. Calatayud puso como condición para poner fin a la rebelión
dos de la Península a estos distantes reinos, sin otro principio de moralidad y justicia, de Cochabamba «que no había de haber corregidor de España, que los alcaldes ha­
que los que sugiere su atroz despotismo que quiere ser ciegamente obedecido».124125 bían de ser criollos y que el revisitador lo debían nombrar estos»,12* Inclusive se llegó
Lo que Chaunu ha denominado «el complejo criollo de frustración» fue crean­ a barajar el nombre del criollo Manuel de Avilés como el indicado para el puesro de
do irreversibles fisuras entre los «colonos» por un lado, y los peninsulares y europeos alcalde, pero al ser objetado por el clero se nominó finalmente a Rodríguez Carrasco,
en tránsito por otro.121* Esta última diferencia es importante recalcarla, pues en las «criollo español aunque sus padres no tienen caudal».129 En todo caso, el nombra­
rebeliones de los siglos XVIII y XIX hemos detectado la participación de peninsulares. miento siempre habría recaído sobre un criollo. Curiosamente Belez de Córdova, en
No obstante, consistentemente se ha tratado de individuos que residían en forma su manifiesto, prometió a los criollos españoles emplearlos en las conveniencias del
permanente en alguna provincia, habiendo incluso contraído matrimonio con mu­ reino y a los caciques honrarlos como señores de la tierra.130 Es decir, los criollos iban
jeres criollas de la localidad. Por ejemplo, tanto el gallego Figueroa como el cordobés a gobernar, mientras que los caciques solo serían respetados en sus cargos. Resulta
Cisneros, quienes se vieron implicados en la rebelión de Túpac Amaru, radicaban por lo tanto contradictorio que, en el juicio que se le siguió a Belez de Córdova, se
en el Cuzco. El primero además de armero era obrajero en Paruro, y el segundo se le atribuyera haber tenido planeado nombrar al cacique Pachacnica como virrey y
desempeñaba como escribano en Sicuani. Figueroa reincidió en sus actividades sub­ al platero mestizo Miguel de Castro como corregidor de Oruro.131 Es probable que
versivas y, por ello, lo encontramos en 1809 participando en la revolución de La Paz estos cargos fueran inconsistentes y se le levantaran como parte del proceso judicial
al lado de otro gallego de apellido Castro. Ambos fueron condenados a muerte.126 El cuyo dictamen sería la pena de muerte.
común denominador entre Figueroa, Cisneros y Castro estuvo en que no se trataba Las reformas fiscales borbónicas reactivaron los existentes anticuerpos hacia las
de peninsulares que se encontraban «de paso» en el Perú, sino que ya se hallaban autoridades peninsulares, ya que a través de ellas no solo se limitó a los criollos el ac­
establecidos y tenían sus intereses económicos enquistados en el sur andino. ceso a los cargos públicos, sino que inclusive se les despojó de Jos cargos administrati­
vos en que se desempeñaban para colocar en su lugar a individuos «de fuera». Lino de
El suplantamiento de autoridades los principales reclamos que se advierte en la conspiración cuzqueña de Farfiín de los
Godos corresponde al hecho de que «los chapetones o españoles eran los que se lle­
El resentimiento que creó en los sectores criollos y mestizos el comprobar que el apa­ vaban todo el dinero y solo ellos comerciaban y gobernaban [...] que ni aún alcaldes
rato político-administrativo estaba manejado por los peninsulares y europeos, estuvo ordinarios querían hacer a los criollos [...]».132 Si bien el empleo de corregidor había
presente a lo largo de todo el siglo XVHJ y en el temprano XIX. En este sentido no sido tradicionalmente monopolio de los peninsulares, los criollos habían encontrado
hubo programa que no planteara la necesidad de proceder a un suplantamiento de un efectivo canal de compensación en el cargo de alcaldes mayores. No obstante, la
autoridades. Se entiende entonces que los movimientos sociales que llegaron a cuajar pugna que se desató en 1780 entre los peninsulares y criollos de Oruro para obtener
el nombramiento de alcalde demuestra que, inclusive a ese nivel, los criollos iban

122. Puente Candamo 1960: 506. Declaración de Mariano Lechuga. Puente Candante 1960: 515,
127. Halperin 1981: 130,
Declaración de Luis Salas,
128. AGI, Audiencia de Charcas, 34.3.
123. Valencia Vega 1959: 90.
129. AGI, Audiencia de Charcas, 34.3,
124. CDIP.t. 111(1971:211).
130. Lewin 1957: 119.
125. Chaunu 1981: 176.
131. AGI, Audiencia de Charcas, 363.
126. [Sin aurorj 1892: 63: «[...] se determinó que la cabeza del gallego Castro se clavase de firme en el
pilar que llaman de Lima [..,]». 132. Angles 1975: 6.3, Declaración de Ildefonso del Castillo,
Scrtrlett QThelan El mito de la «independencia concedida»
234 235

perdiendo representarividad y encontrando trabas.13-1 Si a esro le sumamos el hecho entre la tropa.139 Los mestizos fueron encargados del mando del ejército, con ran­
de que dentro de la nueva estructura fiscal los puestos de decisión recayeron en ma­ go militar de capitanes, comandantes y coroneles. También, dentro de los caciques
nos de peninsulares y europeos, el panorama político para los criollos se hacía cada apuntados por Túpac Amaru, hubo varios mestizos.140 A los esclavos que se vieron
vez más contraproducente e intolerable. envueltos en el movimiento se les ocupó en tareas de cocina. Mientras a los sectores
Una de las áreas más sensibles de las reformas borbónicas la constituyó la imple- indígenas les correspondió enrolarse masivamente en las huestes rebeldes y fueron el
mentación de las aduanas, cuya administración se encargó expresamente a funciona­ elemento humano que conformó predominantemente el ejército que combatió a las
rios «forasteros» que no tuvieran intereses creados en el sur andino. El pasquín que fuerzas realistas.141
apareció en Arequipa en enero de 1780 criticó esta política discriminatoria denun­ En las revoluciones del temprano siglo XIX. los programas políticos ya no inclu­
ciando a «los señores aduaneros que sin tener caridad, han venido a esta ciudad de yeron como reivindicación inmediata la supresión de los corregidores, pues en 1783
lejanas tierras extrañas, a sacarnos las entrañas».134 Resulta coherente, entonces, que como parte de las reformas borbónicas se promulgó la abolición de los corregimien­
Túpac Amaru al dirigirse el 23 de diciembre a los vecinos de Arequipa les prometiera tos, que fueron suplantados por las intendencias y los subdelegados.142 El proyecto
liberarlos de «tantos latrocidios que por una hacen los malvados corregidores, y por de eliminar el sistema de corregimientos había sido aprobado en 1778 y se había
otra la caja de Aduana».115 demorado su aplicación. Por eso, Túpac Amaru argumentaba que «cómo hasta hoy
Sin embargo, la particularidad del programa de Túpac Amaru justamente radicó no había ninguno de parte de mis paisanos que pusiese en práctica todas las reales
en decretar que «no habría más corregidores ni Aduanas».136 Con ello se descartaba el órdenes, me expuse yo a defenderlo».143
planteamiento de reemplazar las autoridades existentes, y se optaba alternativamente En el siglo XiX lo que se llevó a albo tanto en la revolución de La Paz de 1809,
por la erradicación de los cargos de corregidor y aduanero, pero permaneciendo el como en la del Cuzco de 1814, fue apartar de su cargo a los subdelegados en fun­
puesto de alcalde ordinario. La rebelión de Túpac Amaru fue por lo tanto más radi­ ciones. No obstante, en este sentido cabe destacar un fenómeno curioso. Mientras
cal que las que la precedieron. Efectivamente, en la carra que José Gabriel dirigió al en La Paz luego de instalarse la junta de gobierno se procedió a destituir a los sub­
Cabildo del Cuzco el 3 de enero de 1781, expresaba su voluntad de que «este género delegados de Larecaja, Omasuyos, Siotsica, Chulumani y Pacajes, y nombrar nuevos
de jefes [los corregidores] se suprima enteramente, que cesen sus repartimientos, representantes,144 en el caso del Cuzco los subdelegados del Cercado, Urubamba,
que en cada provincia haya un alcalde mayor de la misma nación indiana».137 En el Abancay y Quispicanchis apoyaron la causa rebelde y, consecuentemente, fueron
único nivel donde Túpac Amaru promovió un amplio cambio de autoridades, fue mantenidos en sus cargos.145
dentro de la estructura cacical. No en vano se consideraba que una provincia estaba Aunque la proclama de La Paz mencionaba que «ya es tiempo de organizar un
bajo su control cuando Túpac Amaru había nombrado caciques alternativos para que sistema nuevo de gobierno, fundado en los intereses de nuestra patria, altamente
gobernaran en su nombre,13" deprimida por la bastarda política de Madrid», el sistema que se implantó no tuvo
A pesar de reemplazar Túpac Amaru a los caciques que se oponían al movimien­ nada de novedoso, en tanto se procedió únicamente a reemplazar a las autoridades
to, y de postular que también se nombraría un alcalde mayor de extracción indígena, locales, pero se conservó intacta la estructura político-administrativa. La evidencia
la organización interna del ejército rebelde fue altamente estratificada de acuerdo con señala que los habitantes de La Paz solicitaron «se le pidiera la renuncia al goberna­
los patrones sociales impuestos por la Colonia. Así, tenemos que a los criollos que se dor intendente, se quitaran los subdelegados y se pusieran otros, se saaira al adminis­
incorporaron al movimiento se les resguardó del enfrentamiento bélico asignándoles trador de Tabacos y se restituyese a don Tomás Orranda, que se pusiese la Real Renta
cargos de responsabilidad como la redacción de los edictos, el mantenimiento de
las armas, la administración de los recursos económicos y la distribución de sueldos
139. O ’Phclan Godoy 1979: 99,

133. Lcwin 1957: 541. 140. O ’Phdan Godoy 1979.


134. Ibíd., p. 155. 141. Ibíd.

135. Ibíd., p. 416. 142. Fishcr 1970.

136. O'Phclan Godoy 1979: 95. 143. Lcwin 1957: 466.

137. Lcwin 1957: 456. 144. [Sin autor] 1892: 22.


138. O ’Phclan Godoy 1982b: 92. 145. Eguiguren 1914: 111.
ScarUtt 0 ‘Phelan El mito de la «independencia concedida» 237
236

de Correos a cargo de Don Pedro Cossio».146 Los «intereses de la patria» a los que la Las modificaciones selectivas en la esfera económica
proclama aludía no eran otros que los intereses de los criollos.
La revolución de 1.a Paz de 1809 fue, por lo tanto, un movimiento básicamente Ya Vargas Ugarte y Durand han observado la similitud que existió entre el programa
criollo. Tanto así que no solo marginó a los sectores indígenas de estar representados de Oruro de 1739 y el de Túpac Amaru de 1780, sobre todo a nivel de los plantea­
en la junta tuitiva, sino que incluso expelió tempranamente a Pedro Domingo Mu- mientos de índole económico. En efecto, ambos programas se refirieron al tributo
rillo del poder. Con esta medida, el «nuevo gobierno» quedaba libre de mestizos.147 indígena, al reparto de los corregidores y a la mita de Potosí. Concretamente, Belez
Al igual que en el caso de La Paz, en la revolución del Cuzco de 1814 las es­ de Córdova en su manifiesto ofreció a los naturales liberarlos «de tributos y miras
tructuras político-administrativas coloniales también quedaron inmunes. Angulo, [.,.] y se alcen con lo que tienen recibido de repartimientos de los corregidores, cuyo
en la proclama que le envió al virrey Abasad, le aseguraba «que en realidad no había nombre tirano se procurará borrar de nuestra república».152
habido variación de gobierno o de régimen, sino tan solo un cambio de gobernantes Sin embargo, habiendo estallado la rebelión de Túpac Amaru en la coyuntu­
en vista del abuso que hacían de su autoridad los existentes».148 ra económica creada por las reformas fiscales borbónicas, se puso mayor énfasis en
Efectivamente, en la revolución de los Angulo, se eligió como gobernantes al atacar los repartos de mercancías, las aduanas y las alcabalas.153 Si bien se planteó el
coronel don Luis Astetc, al teniente coronel don Juan Tomás Moscoso y al aicique punto concerniente a la mita de Potosí, hasta mediados de 1781 las cuotas de mita­
de Chinchero Mateo Pumacahua. A su vez, los dos primeros nombraron a Fermín yos seguían enviándose a las minas. Como señaló Túpac Catari, solo a las finales de
Quispc Inga, yerno de Pumacahua, como justicia mayor del Cercado.149 Parece que la rebelión se hicieron intentos por abolir la mita de Potosí.154 El tributo también se
Astete argüía insistentemente que su autoridad era legítima por haber sido aproba­ siguió recolectando y, ante las presiones de las masas indígenas, Túpac Amaru hizo la
do su nombramiento por el Superior Gobierno de Lima.150 Quizás este argumento concesión de suprimirlo temporalmente mientras durara la rebelión.155156
pesó en la decisión de Pumacahua de unirse al movimiento, aunque, de acuerdo En trabajos previos hemos señalado que, a nuestro entender, las reformas fisca­
con Horacio Villanueva Urtcaga, Pumacahua ya había tenido su primer revés frente les borbónicas abrieron una brecha irreversible entre los sectores criollos y la Coro­
a las autoridades coloniales cuando fue reemplazado en la presidencia del Cuzco na.150 La presencia significativa de criollos en la conspiración de Farfán de los Godos,
por el brigadier don Martín Concha.151 Con este incidente debió comprender que, en la campaña de pasquines contra las aduanas de Arequipa, La Paz, Cochabamba y,
mientras el Perú fuera virreinato de España, sus posibilidades políticas estaban recor­ subsecuentemente, en la rebelión de Túpac Amaru en el Cuzxo, solo confirma este
tadas. Es probable entonces que inicialmente sus expectativas fueran ganar prestigio hecho. Es más, nuestra hipótesis se ve reforzada si tenemos en cuenta que tanto en
y reconocimiento dentro del sistema colonial, contando para ello con el favor de la revolución de La Paz de 1809, como en la del Cuzco de 1814, uno de los puntos
las autoridades españolas. Indudablemente, logró en gran medida su objetivo al ser prioritarios fue llevar adelante la abolición de las alcabalas.
nombrado primero brigadier general y luego presidente de la Audiencia del Cuzco. Entre los primeros acuerdos tomados por la junta tuitiva de La Paz estuvo el de
Sin embargo, lo efímero de este segundo cargo debió terminar por convencerlo de exonerar los efectos «de la tierra» del pago de sisas y alcabalas, y de incrementar así el
que una ubicación de poder dentro del sistema colonial estaba solo reservada a los comercio interior.157 Subsecuentemente, el día 20 de julio se procedió a quemar en
criollos. No obstante, si por algún momento concibió la idea de que con un gobierno la plaza central «los papeles de deudas de la Real Hacienda, rezagados desde el asedio
criollo sus posibilidades mejorarían, Pumacahua se volvió a equivocar ampliamente. [¿de 1781?] hasta fin de 1807, exceptuando los de diezmos, tributos y cascarillas».158
La experiencia demostró que las alianzas de los criollos con los caciques fueron La medida favorecía directamente a los criollos comerciantes y/o propietarios de
temporales y en el caso de la junta de La Paz, por ejemplo, inexistentes.

152. Lewin 1957:119.


153. O ’Phclan Godoy 1982b: 89.
146. [Sin autorl 1892:14, 154. Ibíd., p. 91. El documento citado se encuentra en AGI, Audiencia de Buenos Aires, 319.
147. Montenegro 1943: 31-32. 155. O ’Phclan Godoy 1982b: 91 . F,1 documento citado se encuentra en A G I, Audiencia de Lima, 1052.
148. Vargas Ugarte 1958: 49. 156. OThelan Godoy 1979: 109.
149. CDIP, 1 . 111 (1971: 349). Declaración de Polonia García Pumacahua, 157. Pinto 1945: 168, También en [Sin autor] 1892: 14: «que se quiten las alcabalas de los comestibles
150. Ibíd, y manufacturas de los naturales».
151. CDIP. c. 111 (1971). Prólogo de Horacio Villanueva Urtcaga. 158. [Sin autor] 1892: 20.
238 Scarlett O ’Pheían E l mito de tu «independencia concedida» 239

haciendas, y respetaba al alto clero eclesiástico (al permanecer en actividad el pago de recaudación de los tributos en forma gratuita.165 Podría entonces afirmarse que las
los diezmos), pero perjudicaba gravemente a la población indígena (al mantenerse el rebeliones anticoloniales del sur andino, que estallaron en el siglo XVI11 y el tempra­
cobro del tributo). No hay duda de que la revolución de La Paz fue un movimiento no XIX, favorecieron principalmente a los sectores criollos y mestizos. Por lo menos
fundamentalmente criollo; las medidas económicas tomadas así lo demuestran. El sus programas y manifiestos así lo indican. La excepción sería la rebelión de Túpac
intento de sacudirse de las alcabalas no tuvo éxito en 1780-1781, pero los criollos Amaru, cuyo programa incluyó como parte de sus reivindicaciones la abolición del
perseveraron y cumplieron su objetivo en 1809 al decretar su extinción. tributo y de la mita de Potosí. Sin embargo, estos ofrecimientos quedaron como
Tanto la junta tuitiva de La Paz, como la junta protectora del Cuzco se pronun­ proyectos, ya que en la práctica mientras efectivamente se rezagaron las alcabalas y se
ciaron contra los monopolios. La primera suprimió los monopolios del carbón, de dejaron de cancelar los repartos, la mita siguió operando y la recolección de tributos
la sal y de la jerga, y repuso a don Tomás Orrantia en el cargo de administrador de funcionando.
Tabacos.1513 La segunda, el día 12 de noviembre de 1814, declaró públicamente que
los monopolios eran perjudiciales y que, por ellos, aún los mismos efectos y víveres Conclusiones
del país, sin embargo su abundancia, escaseaban con notable perjuicio al público.159160
Probablemente basándose en el informe que presentó la Real Audiencia del Con el presente trabajo he intentado demostrar que el sur andino tuvo una nítida
Cuzco sobre los hermanos Angulo (a quienes calificaba de «un puñado de hombres trayectoria de protesta social, elaborando tempranamente (1730) un programa de
de bajísima extracción»), Bonilla ha señalado que los líderes de la revolución cuzque- indiscutible carácter anticolonial, siendo escenario en 1780 de un movimiento de
ña «fueron mestizos y blancos pobres».161162¿Por qué enronces estuvieron interesados masas sin precedentes e instalando en 1809 la primera junta de gobierno autónomo
en quebrar los monopolios y dieron incluso providencias para el sembrío y cultivo de Hispanoamérica. Hay quienes afirman que no existió conexión alguna entre la
del tabaco sin perjuicio de su estancación? Las fuentes de cesión y traspaso de propie­ rebelión de Túpac Amaru y los movimientos de las primeras dos décadas del XIX.
dades indican que, el 30 de septiembre de 1808, don José Angulo, vecino hacendado ¿Cómo explicar entonces la presencia de un individuo como Antonio Figueroa,
en la doctrina de Abancay (otra referencia lo define como vecino del comercio de esta quien participó en ambos alzamientos? En su condición de peninsular casado con
ciudad), quien arrendaba un molino de trigo en Quispicanchis, traspasó la hacienda criolla, probablemente Figueroa pensó que, a pesar de verse envuelto en actividades
Chetabamba (de su propiedad) a su hermano Vicente Angulo por tener este «más subversivas, las autoridades coloniales serían benevolentes con su caso. En la rebelión
comodidades y facultades para fomentar el cañaveral».167 Efectivamente, Vicente de Túpac Amaru efectivamente se le dictaminó una breve condena. En la rebelión
también poseía el alfalfar de Cuichipunco, el cual tenía hipotecado. Y Mariano, el de La Paz de 1809, el veredicto fue la pena de muerte. Aunque sin duda se trató de
otro de los hermanos Angulo, había recibido por cesión a su favor la estancia Sima- contextos diferentes. La rebelión de Túpac Amaru, enquistada en la aplicación de
tueca, ubicada en Chinchero.163 Por otro lado, tampoco puede decirse que Mateo las reformas fiscales borbónicas, y la junta de La Paz, en la invasión napoleónica y la
Pumacahua fúcra un mestizo pobre, ya que arrendaba la hacienda de maíz nombrada captura de Fernando Vil, El Deseado.
Sondor, situada en Urubamba.164 En su calidad de hacendados y comerciantes, las Me pregunto si luego del fracaso de la junta de la Paz y de la represión que se
alcabalas indudablemente debieron afectarlos, lo mismo que los monopolios intro­ desató contra los criollos y peninsulares que apoyaron el movimiento (muchos de los
ducidos por la Corona. cuales estaban vinculados al Bajo Perú), quedaron fuerzas como para persistir en or­
La predominancia criolla de estos dos movimientos (de 1809 y 1814) se puede ganizar un nuevo golpe de las características del de 1809. En 1814, al entrar el ejérci­
corroborar en el hecho de que los tributos con que se gravaba a la población indígena to de los Angulo a La Paz, contaron con al apoyo de contingentes altopcruanos. Pero
no fueron cuestionados. Es más, el cabildo de La Paz incluso ofreció llevar a cabo la la revolución cuzqueña tampoco prosperó. En menos de diez años, dos movimientos
sociales de obvia importancia habían sido disueltos. No obstante, lo que queda claro
159. Pinto 1945: 130. es que el estudio del proceso de independencia del Perú no se puede desagregar del
160. C.DIP, 1.111 (1971: 344). caso de Bolivia. Es evidente, entonces, que el Bajo y el Alto Perú constituyeron una
161. Bonilla y Spalding 1981: 102. unidad regional: el sur andino.
162. CD1P. 1.111 (1971: 344).
16,3. lbíd., p. 346. Relación de las propiedades de Vicente y Mariano Angulo.
164. Cornejo Bouronclc 1956: 70. 165. Pinto 1945; 130.

I
240 Scarlett O ’Phelao hl mito de lo nindependencia concedido»
241

Mi impresión es que, a partir de las reformas borbónicas, los sectores criollos fronteras políticas del sur andino se extendieron a lo sumo hasta Quito o Buenos
y mestizos comenzaron a buscar insistentemente una salida alternativa al gobier­ Aires, no más allá.
no de la metrópoli, tratando de sacar provecho de las coyunturas «propicias» para
Por otro lado, es posible observar que, si bien el sur andino participó de la at­
materializar su intento. Túpac Amaru creyó que podría capitalizar la coyuntura de mósfera subversiva del proceso independentista, cuando el epicentro de la lucha pasó
1777-1780, mientras a Pumacahua las condiciones le parecieron más favorables en a Lima, la capital, fue cuando se hizo necesaria la participación de agentes externos,
1814. Ambos se equivocaron. Sin embargo debemos tomar en cuenta que la rebe­ como San Martín y Bolívar, para consolidar la independencia del Perú.
lión de Túpac Amaru les sirvió a los criollos para evaluar si las condiciones estaban
suficientemente maduras para el autogobierno. Además fue un pumo de referencia
para observar cómo se desenvolvía un movimiento de esas dimensiones. Comproba­ B ibliografía
ron que tanto los clérigos como los caciques tenían capacidad de liderar a las masas
a n g i .f.s , Víctor
indígenas. Comprendieron también que los caciques no podían ganar un peso de­
cisivo en la dirigencia, porque ello atentaba contra el control que buscaban ejercer 1975 El cacique Tambohuacso: historia de un proyectado levantamiento contra la
dominación espafwla. Lima: Industrial Gráfica.
los sectores criollos. Aprendieron finalmente que era posible coordinar con éxito un
movimiento entre el Bajo y el Alto Perú, El circuito económico de Potosí, y los lazos A nna , Timothy
de parentesco que sustentaban sus redes comerciales, demostraron funcionar eficien­ 1975 «The Peruvian Declaration of Indcpcndence: Freedom by Coerción». En
temente en la organización de la «gran rebelión». Journal of Latín American Studies, vol. 7, n.° 2. Cambridge: Cambridge
Y aquí estuvo el error: depender exclusivamente del circuito comercial de Potosí Univcrsity Press.
y de la sincronizada articulación regional. Si bien estas variables impulsaron la rebe­
lión de 1780, también es cierto que traían consigo las semillas de su autodestrucción. 1979 TJie Eall ofthe Royal Government in Perú. Lincoln: Univcrsity of Nebraska
Press.
No solo encapsularon al sur andino en su regionalismo, cerrándole las posibilidades
de desarrollar un sentimiento de «contincntalidad», sino que al debilitarse en el siglo Arnade , Charles W.
XIX el mercado que tradicionalmente había unido el Bajo y el Alto Perú, también 1957 The Emergence o f the Republic ofBolivia. Gainesvillc: Univcrsity of Florida
fueron erosionando las posibilidades de coordinación para una lucha conjunta por la Press.
autonomía regional. Las reformas borbónicas, que con sus medidas fiscales estimula­
A rze , Rcné Danilo
ron la rebelión de 1780, a largo plazo demostraron que con la creación del virreinato
del Río de La Plata eventualmente desvertebraba la región sur andina. 1979 Participación popular en la independencia boliviana. La Paz: Organización
de los Estados Americanos.
Los programas políticos del siglo XVIII y el temprano XIX trazaron plantea­
mientos que serían utilizados más adelante al consolidarse la independencia. El pre­ Baquíjano y C arrillo , José
dominio de los sectores criollos en las juntas de gobierno y posteriores repúblicas 1791 «Disertación histórica y política sobre el comercio del Perú». En Mercurio
independientes se perfiló en las rebeliones y revoluciones anticoloniales de 1780- Peruano, 1.1. Lima.
1814. La estratificación social colonial y el aparato político administrativo no sufrió
alteraciones sustanciales en el temprano siglo XIX, como no lo sufriría en el proceso B kltrán , Marcos

de independencia. Si retomamos el planteamiento de Kossok, confirmamos que el 1918 Historia del Alto Perú en el año 1810. Oruro: Imprenta Tipográfica La
Favorita.
sur andino estuvo positivamente presente en la primera fase de las luchas de in­
dependencia. Sin embargo, demostró no poder sacudirse de su consolidada óptica
1925 Capítulos de la historia cobnial de Oruro. La Paz: La República.
regionalista y de los fracasos de 1809 y 1814 para encarar la segunda y definitiva fase.
La independencia le fue «concedida» al sur andino, pero no por falta de una diná­ B onilla , Heracllo y Karen S palding
mica propia de lucha social o falta de iniciativa de los sectores criollos, sino porque 1981 «La independencia en el Perú: las palabras y los hechos». En La indepen­
sus programas se limitaron a buscar reivindicaciones tan inmediatas como locales, dencia en el Peni. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (2.a ed.).
sin visualizar el proceso por el cual atravesaba Hispanoamérica en su conjunto. Las
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SEG U N D A PARTE

L a revolución política y su legado


I
La política contrarrevolucionaria
del virrey Abascal en el Perú, 1806 -1 8 16 *
B rian R. H am nett

L
a literatura histórica generalmente pasa por alto el régimen virreinal de José Fer­
nando Abascal (1743-1821) en el Perú durante el periodo de la independencia
hispanoamericana. Es verdad que, en 1944, se publicó su M anaría de Gobierno,' y
que, en 1948, se publicó el libro Las campañas militares del virrey Abascal, de Díaz
Venteo,2 pero estos volúmenes apenas llamaron la atención del mundo historiográ-
fico, Una de las pocas excepciones de esta indiferencia general fue el estudio de
Timothy E. Anna, Ihe hall o f the Royal Government in Perú, que salió a la luz en
1979. Ai juicio de Anna: «en la historia de la independencia de la América del Sur,
Abascal es una figura central, porque su administración impidió la expansión de la
causa de la independencia en la mayor parte del continente». Más aún:

En medio de esa aguda crisis de dirección que en 1808 precipitó a los peruanos en una
confusión terrible, Abascal se destaca por su alta rectitud, honestidad, claridad de pen­
samiento, y capacidad como dirigente [...]; en realidad, era un sirviente real completa­
mente profesional, que admiró la eficiencia, no estaba dispuesto a tolerar la incapacidad,
y tenía aversión a la ceremonia, pero, al mismo tiempo, le gustaba manejar el poder.1

Yo también, en una obra que se publicó en 1978, hice hincapié en el papel cru­
cial que jugaba este mismo virrey,4 Desgraciadamente, esos esfuerzos no han tenido

* Publicado originalmente como La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal: Perú, 1806-
¡8 1 6 . Documento de trabajo 112. Lima: Instituro de Esrudios Peruanos. 2000; 16 pp.
1. Abascal 1944,
2. Díaz Venteo 1948.
3. Anna 1979: 26, 28 (la traducción de estas líneas es mía).
4. Hamnett 1978: 33-45, 58-64. 118-126.
250 B rian R. H am n ett La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal en el Perú, 1806-J816 251

casi ninguna resonancia. Todavía no existe (que sepa yo) ningún estudio de la actua­ Jan Szcminski, sobre la visión alternativa andina y el desarrollo del mito de inkarri
ción de Abascal durante el periodo de la independencia.5 durante el siglo XVIII, demuestra la oposición a Lima desde la provincia. A fin de
Por consiguiente, es importante explicar las razones de esa indiferencia. Existen cuentas, la supresión de la rebelión del Cuzco en 1815 por el gobierno virreinal
varias: destruyó la perspectiva de una solución provincial y muhiétnica para los problemas
políticos del Perú. De esta manera, Abascal, actuando en acuerdo con los coman­
(1) En primer lugar, el nacionalismo influenció la historiografía peruana desde dantes del Ejercito del Alto Perú, puso fin a un ideal que había generado una serie
1968. La interpretación nacionalista pinta la rebelión de Túpac Amaru en 1780- de insurrecciones en la zona andina desde la década de 1740. Otra vez, Abascal era
1781 como el verdadero comienzo de la emancipación hispanoamericana, es decir, el culpable.10
que el proceso emancipador realmente comenzó en el Perú. De esta manera, el Perú A pesar de que Abascal actuaba como la figura principal en el Perú durante los
no estuvo de ninguna manera marginado del proceso. Inevitablemente, Abascal apa­ ocho anos de la crisis del antiguo régimen y la independencia, ha sido marginado por
rece dentro de esta interpretación como un factor negativo/’ la historiografía. En esta ponencia no presento nuevos datos; me limito a apelar a una
(2) La historiografía constitucional pone el énfasis en la introducción del siste­ reconsideración de ese personaje clave. Sin embargo, no se podría comprender su
ma representativo gaditano, y pinta a Abascal como un recalcitrante que no mostra­ actuación si no la pusiéramos en su contexto histórico. El largo periodo desde 1770
ba simpatía con el primer experimento constitucional en el mundo hispánico. Jaime hasta 1840 incluye las llamadas reformas borbónicas, el derrumbe de la monarquía
Rodríguez dice, por ejemplo: borbónica y la crisis del antiguo régimen, las luchas por la independencia y la for­
mación de nuevos Estados soberanos en el territorio del antiguo imperio continental
[.„] algunos oficiales reales —entre los cuales el virrey Abascal del Perú era el más des­ español. Tres temas principales afectaron al Perú de una manera dramática durante
tacado— estaban resueltos a impedir lo que ellos erróneamente consideraron como la
esa época: vamos a considerar cada uno a su turno.
fragmentación del mundo hispánico. Por consiguiente, los realistas crearon las condi­
ciones que finalmente destruyeron la monarquía española, debido a que interrumpieron
(1) El primer problema fue: ¿de que territorios debería constituirse el Perú?
una reconstrucción que pudiera haber resultado en una monarquía federativa.7
Guillermo Céspedes del Castillo inició el estudio de esa cuestión geopolítica en
1946, enfocando la división de los dos Perú en 1776 por el gobierno metropolitano
Sin embargo, la Constitución de 1812 tuvo muchas imperfecciones; cualquier
con el propósito de establecer el nuevo virreinato del Río de La Plata. Virrias décadas
autoridad encargada del manejo del Estado en los territorios americanos, y de la
antes, la formación del virreinato de la Nueva Granada en 1739 y la separación de la
garantía de la segundad, se hubiera opuesto a ellas. Dentro del campo reformista,
Audiencia de Quito de la autoridad de Lima ya habían debilitado al Perú.11
también, surgieron críticas serias de la Constitución. Gaspar Melchor de Jovcllanos,
(2) ¿Qué fuerzas políticas deberían predominar en el Perú y cómo sería la es­
por ejemplo, criticó la forma unicameral de las Cortes que se reunieron en 1810
tructura política del virreinato? Los estudios publicados por Guillermo Lohmann en
como un factor de inestabilidad.8
Perú y por varios autores en Estados Unidos como Mark Burkholder, por ejemplo,
(3) La tendencia historiográfica a enfocar la experiencia de las provincias con­
mostraron cómo los americanos predominaban en la Audiencia de Lima desde 1690.
trapuestas al centralismo de Lima también ve a Abascal como un factor negativo.
La política borbónica durante el reinado de Carlos III (1759-1788) intentaba termi­
La oposición al predominio de Lima fue un sentimiento evidente en la rebelión del
nar con eso. La política del Visitador General del Perú, José Antonio Arcchc, puso
Cuzco de 1810-1815/ La investigación de Alberto Flores Galindo, Manuel Burga y
de nuevo en la minoría a los americanos. La élite limeña se sentía agraviada por esa
política neocentralista. El abogado y pretendiente peruano, José Baquíjano y Carri­
llo, por su parre, viajó a España en 1793 con el propósito de conseguir un puesto en
5. Véase, para los daros biográficos, Mendiburu 1931: 58-142.
6. Véase, como punto de partida Sotomayor 1972: 7-8, que pinta a la Carta dirigida a los españoles
la Audiencia de Lima. Baquíjano consideraba que el ambiente político de la corte
americanos, de Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, cxjesuita exiliado, como el texto seminal de la de Carlos IV (1788-1808) sería más favorable que duranre la época de Gálvez. En
ideología de la emancipación americana — y de origen peruano— . Véase también Durand 1973: su temporada anterior en España en 1774-1776, Baquíjano no había conseguido
37-38. Para otros comentarios, véase O ’Phelan Godoy 1987: 146-147, 169-171,
7. Rodríguez 1998: 168.
8. Hamnett 1985: 100-101. 10. Cfr. Szcminski 1984: 221-222, 284-286; Flores Galindo 1987a; Burga 1988,
9. Fishcr 1979: 232-257. 11. Céspedes del Castillo 1946; 669-874.
252 B rian R. H am n ett La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal en el Perú, 1806-1816 253

nada. Esta vez, el rey lo nombró alcalde del crimen en febrero de 1797, y diez años 300.000 marcos. Sin embargo, el problema continuaba siendo la relación entre el
más tarde lo ascendió al puesto de oidor. Sin embargo, Baquíjano era el único oidor sector minero y el resto de la economía peruana, que permanecía en recesión.
limeño en la Audiencia en esa época.12 El ayuntamiento de Lima se había opuesto a Las exportaciones de productos agrícolas no llegaron a un promedio anual de
la política de Calvez y Areche, argumentando en favor de la igualdad de representa­ un millón de pesos; el comercio libre había arruinado la industria textil en el Bajo
ción entre americanos y peninsulares en la Audiencia. El establecimiento del sistema Perú y terminado con su mercado tradicional en el Alto Perú. Además, el impacto del
constitucional a partir del 810 abrió de nuevo esta cuestión todavía no resuelta.13* desarrollo de la minería tenía factores negativos significativos. Entre 1801 y 1805,
(3) ¿De qué recursos dependería el Perú? Desde 1740, los registros sueltos por el producto de la Real Casa de Moneda de Lima llegó a $23.082.525, y entre 1809
Buenos Aires y el Cabo de Hornos empezaron a minar el monopolio comercial de y 1813 a $23.416.082. Sin embargo, la mayor parre fue exportada y no permaneció
los galeones destinadas a Portobelo y Callao, establecido en el reinado de Felipe II. La en el virreinato.13 Como resultado, el Perú experimentó una carestía de circulante y
separación del Alto Perú, con sus recursos minerales, en 1776, y la introducción del le faltaba la inversión necesaria para estimular la producción, A pesar de la apariencia
comercio libre entre una serie de puertos habilitados del imperio, en 1778, disminu­ de riqueza, la realidad económica era muy precaria. La situación colonial del Perú se
yeron aún más la antigua posición hcgcmónica del poderoso Consulado de Lima.1'* expresaba precisamente en esa manera.
La política metropolitana debilitó y humilló seriamente al Perú a lo largo de todo el Durante la crisis de 1808-1810, el Perú no sucumbió a la subversión política. El
siglo XVIII. Además, los cambios comerciales de esa misma época contribuyeron a contraste con los otros dos virreinatos sudamericanos y con las capitanías generales
los problemas económicos del virreinato. Abascal, respondiendo a las quejas de los como Quito, Venezuela y Chile fue claro. El gobierno virreinal peruano tampoco
comerciantes limeños, escribió en su Memoria de Gobierno de 1816: tenía que lidiar con una insurrección doméstica, en contraste con la Nueva España a
partir de septiembre de 1810. A pesar de esto, el debate trilateral entre el unitarismo,
[.,.J las manufacturas del reino tuvieron una época más floreciente antes de expedirse la la autonomía y el separatismo continuaba en Perú como en el resto de Iberoamé­
Real Orden de octubre de 1778, o de Libre Comercio. Después de esa fecha, empezaron rica.10 Efectivamente, el gobierno virreinal peruano se encontraba en una posición
a decaerse los de la lana por la mejor calidad y baratura de los paños ordinarios españo­ relativamente favorable en 1808-1810 — pero no sin peligros, que eran principal­
les, y últimamente los de algodón por el contrabando: de suerte que no teniendo salida,
mente externos— . No podía recibir ninguna ayuda de la metrópoli, España, que
han venido a arruinarse a un tiempo las estancias y obrajes que cosechaban las primeras
materias y disponían los textiles (1944, vol. 1: 218-219), experimentaba su propia crisis dependió de los recursos americanos y los subsidios
de su aliado principal. Tampoco pudo el Perú recibir ningún sostenimiento moral
En varios estudios que salieron desde 1977, John Fisher ha mostrado que la o político de España, debido a la confusión política que prevalecía en la península,
recesión económica del Perú en las últimas décadas del siglo XVIII y primeros del por lo menos hasta septiembre de 1810, cuando las Cortes abrieron sus sesiones en
XIX, tan comentada en la literatura, no representaba el cuadro total. Fisher argumen­ la Isla de León. Efectivamente, el gobierno de Abascal tomó la decisión de actuar por
taba el resurgimiento de la industria minera bajo peruana entre la década de 1770 su propia cuenta — en realidad, no había otro remedio— .
y 1812, sobre rodo en Cerro de Pasco y Ilualgoyoc. Por consiguiente, el gobierno La conexión con España quedaba intacta en términos morales y jurídicos, y
virreinal del Perú, truncado de la época posterior a 1776, podía contar con nuevos la adhesión a la dinastía borbón y a la persona de Fernando VTI desde el verano de
recursos significativos. Durante la década de 1790, por ejemplo, la Tesorería Prin­ 1808 no estaba cuestionada dentro los círculos gobernantes peruanos — a pesar de
cipal de Lima recibió un promedio anual de 4,6 millones de pesos, del que resultó las proposiciones dudosas de Carlota Joaquina, princesa de Brasil, la hermana del
un sobrante anual de más de un millón de pesos. La cantidad de plata registrada en Deseado— ’ La estrategia de Abascal fue de mantener unido el Perú mismo como
1777 fue 246.000 marcos, pero aumentó a 637.000 marcos en 1799, y permaneció baluarte efectivo de la autoridad metropolitana en América del Sur y, desde una
alta hasta 1808-1809. Aún después de 1812, el promedio anual registrado era de

15. Fisher 1977: 11-12 (escasez tic capitales y retraso tecnológico), 74-85 (el problema del azogue),
12. U hm ann 1974. Burkholder 1990: 22, 30, 33, 41, 94, 100-101, 114. 120. 108-116, 124-125. Arma 1979: 16.
13. Pareja Paz-Soldán 1954: 399-405, doc. 1, Propuesta de los diputados peruanos a las Cortes de Cádiz 16. Macera (1956: 50, 52, 55-84, 92-93) argumentaba que, desde la época de la Ilustración, la conrri-
sobre igualdad de peninsulares y criollos, 25 de marzo de 1811. bución principal del Perú a la causa mdependentista fue en el plano ideológico.

14. O ’Phelan Godoy 1986: 340-356. 17. Vargas Ugarte 1966: 190-191,
254 B rian R. H am n ett L a p o lítica con trarrevolucionaria d el virrey A b ascal en e l Perú, 1 8 0 6 -1 8 1 6 255

posición de fuerza, esperar los mejores tiempos. En términos tácticos, la política estaba buscando maneras para promover sus propios intereses. Según el juicio de
cambiaba según las circunstancias. Anna:
Con este objetivo, Abascal adoptó una política de conciliación y acercamiento a
las élites americanas, sobre todo a los intereses dañados por la política borbónica del In sociedad limeña se caracterizaba por la desconfianza y la calumnia, de conflictos
atrincherados entre personajes poderosos, y de ambiciones desencadenadas. La recrimi­
siglo anterior. Esta política comenzó con el Consulado de Lima, el cuerpo mercantil
nación y la codicia envenenaba el ambiente. Abascal tenía que funcionar diariamente
íntimamente ligado con el Estado virreinal. Vargas Ugarre explicó la actuación de
en ese contexto. De todas sus hazañas, la mayor fue sin duda la de mantener en ese
Abascal de esta manera; ambiente al gobierno real como el más poderoso y eficaz en todo el imperio hispánico
durante la época revolucionaria,20
Estaba convencido de que la única manera de asegurar estos dominios para España era
consolidar la unión entre los españoles y americanos, borrando en cuanto fuese posible
Sus colaboradores principales fueron americanos o peninsulares de larga resi­
las diferencias que pudieran desunirlos. De otro modo, en su concepto, la pérdida de
dencia en la América; es decir, el virrey eligió como colaboradores hombres de una
las colonias era segura.'8
coloración política o experiencia diferente de los de la estirpe de Gálvcz o Areche.
Cuando, por ejemplo, Abascal, el 13 de julio de 1810, creó el ejército del Alto Perú,
Manuel Lorenzo de Vidaurrc (n. Lima 1773), partidario de Fernando Vil en
nombró a José Manuel de Goyencchc como su comandante. Goycncche, hijo de un
1808, constitucionalista en 1810-1814, y proponentc de una serie de reformas gu­
navarro casado con una arequipeña, llegó a ser la figura clave en la política externa
bernamentales en su Plan del Peni de 1810, compartió en la época esa visión re­
del régimen entre 1809 y 1813. Un hermano mayor fue nombrado oidor del Cuzco
trospectiva. Aunque la historiografía pinta al virrey como absolutista, su política de
en 1806, y de Lima en 1813, y otro hermano menor fue obispo de Arequipa a partir
«concordia» lo revela más bien como un conservador pragmático. Abascal, además,
de 1816, Goycncche, que nació en 1776, pasó a España por razón de sus estudios
no llegó al Perú en 1806 como un novicio en las artes políticas americanas; por el
y de su temprana carrera militar. Carlos IV lo nombró Caballero de Santiago, y
contrario, este nuevo virrey había servido en el ejército en Puerto Rico en 1767, en
Goyencchc regresó al Perú en diciembre de 1808 como comisionado de la Junta
Montevideo en 1776, en Santo Domingo en 1781, y como lugarteniente del go­
Central y brigadier del ejército. Abascal lo envió al Cuzco como presidente interino
bernador de Cuba en 1797. Fue presidente de la Audiencia de Guadalajara (Nueva
en septiembre de 1809, en la época de la primera intervención militar limeña en los
España) desde 1799. cuando la política carotina de la época de José de Gálvcz estaba
asuntos del Alto Perú. Este resultó un nombramiento controvertido, porque de esa
seriamente cuestionada por los americanos. Su política en Perú no fue innovadora,
manera el virrey lo puso encima del regente, el gallego Manuel Pardo y Ribadencira.
ni menos imprevista, sino continuaba un proceso de acercamiento entre el gobier­
En Cuzco, Goyeneche reclutaba los soldados del ejército del Alto Perú para combatir
no virreinal y las élites limeñas, que ya había comenzado. Efectivamente, Abascal
a los independentistas de Buenos Aires.
cerró el capítulo que el visitador Areche abrió tres décadas antes. Aunque la política
Otro colaborador fue Juan Pío de Tristán y Moscoso (n. 1773), que perteneció
de «concordia» puso al revés muchos aspectos fundamentales de la política de Gál-
a dos familias notables de Arequipa. Su padre era corregidor de Larccaja en el mo­
vez y Areche, Abascal no terminó con el predominio peninsular en las instituciones
mento de la rebelión dcTúpac Amaru. Pío Tristán y su hermano también recibieron
gobernantes. Cuando estalló la crisis imperial en 1808, la política de Abascal fue
su primera experiencia militar en España y regresaron con Goyeneche. La carrera
vindicada. La élite limeña estaba efectivamente neutralizada, por lo menos durante
de Tristán revela las continuidades en la historia peruana en esa época, a pesar de
los cuatro años cruciales de 1808 a 1812. Por consiguiente, Abascal no encontró
la eventual ruptura con España y la formación de la República del Perú. En 1815,
en Lima la presión por la autonomía que el virrey José de Iturrigaray (1803-1808)
Tristán era intendente de Arequipa, en 1816 presidente interino del Cuzco, en 1824
experimentaba al mismo tiempo en la capital de México.1819
virrey y, luego, prefecto de Arequipa en el sistema republicano, y, finalmente, presi­
La habilidad política de Abascal le permitió sobrevivir en una situación potcn-
dente del Estado Sudperuano en 1836-1839.
cialmentc peligrosa, en la cual la élite limeña, sinuosa e intrigante como siempre,
El 30 de mayo de 1811, el virrey formó un regimiento de tres batallones con
el título de «Voluntarios Distinguidos de la Concordia Española del Perú». Abascal
18. Vargas ligarte 1966: 194,
19. Lohmann 1979, cuadro xciii-iv: a partir de 1794-1799, los peruanos u otros americanos y los
peninsulares casados con americanas aumentaron su influencia. 20. Anna 1979: 38-39.
256 fifia n R. H am n ett l,a p o lític a con trarrevolu cionaria d e l virrey A b ascal en e l Perú, 1 8 0 6 -1 8 1 6 2 .5 7

intentaba simbolizar la unión de sentimientos entre el gobierno y los notables perua­ manera: «en las elecciones municipales de 1812 fue uno de los principales corifeos de
nos en contra de la revolución de Buenos Aires. El marqués de Torre Tagle y muchos la conmoción popular que trajo el retortero del virrey Abascal».22
otros nobles ocuparon los altos puestos de mando. El Consejo de Regencia en Espa­ De ambos lados, el gobierno virreinal estaba presionado para poner en prác­
ña aprobó la iniciativa del virrey. tica la Constitución de una manera convincente, la actuación política de Abascal
Abascal aplicó en el Perú el sistema representativo introducido en España en rrataba de neutralizar todas esas presiones.23 El demoró hasta junio la publicación
septiembre de 1810 por las Cortes Extraordinarias, a pesar de sus propias inclinacio­ del decreto de las Cortes sobre la libertad de imprenta, que llegó a Lima el 19 de
nes, y a pesar de que el nuevo régimen limitaría su poder. Obviamente, el virrey no abril de 1811. El virrey estableció la Junta Provincial de Censura para contener la
fue un constitucionalista convencido. Actuaba de esa manera para no debilitar aún crítica a su régimen en la prensa constitucional.2425Se opuso a la tendencia de los
más la posición metropolitana, y para no entregar a los revolucionarios un arma con diputados peruanos en las Cortes a corresponder directamente con los ayuntamien­
la que pudieran ganar al gobierno virreinal. Él, además, sabía aprovecharse del expe­ tos de su patria. Los cinco diputados suplentes en las Cortes Extraordinarias, entre
rimento constitucional para emplearlo como una medida táctica en la lucha contra ellos Vicente Morales Duárez (n. 1755, Lima, hijo de un peninsular) y Mariano
los independentistas. Rivcro (Arequipa), criticaron la política de Abascal, sobre todo la presión guberna­
La Constitución de Cádiz llegó a Lima en septiembre de 1812. El virrey juró mental para conseguir la elección de peninsulares. Ellos argumentaron que el virrey
observarla para garantizar la legitimidad imperial y para mantener la continuidad estaba obstaculizando las reformas que beneficiaban a los americanos y lo pintaron
política mientras pudiera; es decir, de no haber actuado así, habría cometido un acto como un absolutista atrincherado.23 No hubo ninguna elección en que Abascal no
de rebelión contra la Regencia y las Cortes. Esos cuerpos, funcionando en el nombre interviniera, desde las elecciones para los veinticinco electores de parroquia, el 9 de
del rey ausente, representaron en esa coyuntura las autoridades legítimas (de facto) diciembre de 1812, para el ayuntamiento constitucional de Lima, hasta el derrumbe
en la metrópoli. del sistema constitucional en 1814. Sin embargo, al virrey no le gustaron los veinte
En realidad, la nueva definición de la soberanía por las Cortes, y el estableci­ miembros del ayuntamiento elegidos el 13 de diciembre de 1812; esa elección mos­
miento de un sistema representativo popular, chocaron con las convicciones políticas tró que Abasad, a pesar de la presión gubernamental, no siempre tuvo éxito en su
conservadoras de Abasad, La Constitución de 1812, además, fue criticada, como propósito de conseguir que se eligieran partidarios suyos.26*En las elecciones para los
hemos dicho, en su época por sus imperfecciones intrínsecas. Blanco White, por ayuntamientos constitucionales en diciembre de 1812 y enero de 1813, había pocas
ejemplo, apuntó en El Español (1812) siete defectos serios; entre ellos, la disposición señales de discordia. La controversia vendría con las elecciones para los diputados a
de que la Constitución no se podría reformar sino hasta que hubiera transcurrido un las Cortes Ordinarias.2/
periodo de ocho años desde su promulgación.21 La rebelión del Cuzco de 1814-1815 se remontó a una previa disputa local en­
La Constitución dejó imprecisa la relación de los poderes del Estado, como tre el ayuntamiento y la Audiencia acerca de la aplicación de las provisiones electora­
también la del rey y la del parlamento. Efectivamente, el virrey (convertido en jefe po­ les de la Constitución, Los rebeldes exploraron esa disputa para exacerbar la tensión
lítico superior) en realidad no sabía qué poderes y atribuciones le quedaban. En el te­ en la ciudad. Después de agosto de 1814, cuando los hermanos Angulo capturaron el
rritorio de la Audiencia de Lima, el virrey compartió la autoridad con la Diputación
Provincial, establecida en 1813 y que tenía siete diputados de las siete provincias,
22. Lohmann 1974: exiv-exv.
bajo su propia presidencia. Al mismo tiempo, los diputados americanos presiona­
23. Abascal 1944, vol. I: 439-440,
ban al gobierno en España, dominado por la facción liberal, para hacer concesiones
24. Anna 1979: 66-73.
particulares, y el gobierno virreinal, por su parte, estaba presionado por los notables
25. D iario de las Cortes, IX, pp. 14-17. Valcárcel 1961: 505-509. Morales era alumno del Seminario de
limeños para compartir los puestos políticos con ellos. El pequeño grupo de liberales
Santo Toribio y del Real Convictorio de San Carlos, rector de la Universidad de San Marcos desde
en Lima, como ’Jbribio Rodríguez de Mendoza (el rector del convictorio carolino) 1788 y, como Rodríguez de Mendoza, miembro de la Sociedad de Amantes del País. Moore 1966:
y el fisad de crimen Eyzaguirre (de origen chileno), le presionaron para cumplir 197-222. Fisher 1970: 223-225 (de este libro existe edición en castellano: Gobierno y sociedad en
el Perú colonial 1784-1814. I.ima: 1981). Anna 1979: 89.
debidamente con los decretos de las Cortes. Lohmann describe a Eyzaguirre de esta
26. Anna (1979: 85-87) comenta que la actuación del virrey «abrió el paso para una serie de interven­
ciones gubernamentales durante los siguientes dos años que casi anularon la Constitución en el
Perú».
21. Blanco Whirc 1812:76-80, 119-120. 27. Fisher 1970: 100.
Brian R. Hamnett í^a p o lític a con trarrevolucionaria d el virrey A b ascal en e l Perú, 1 8 0 6 -1 8 1 6
258 259

poder, el objetivo llegó a ser la independencia de la monarquía española y la colabo­ Riobamba y Guayaquil, y en Montevideo — sin mencionar la lucha contrarrevolu­
ración con las fuerzas separatistas de Buenos Aires. La adhesión del brigadier Mateo cionaria en el virreinato de la Nueva España— .30
García Pumacahua, cacique de Chincheros, dio a ese movimiento urbano un nuevo La cuestión de la reconstitución del antiguo territorio del virreinato del Perú
carácter rural y étnico. Al mismo tiempo dividió, como la rebelión anterior de 1780, no fue de ninguna manera la preocupación momentánea de un virrey que sabía
a la nobleza indígena de la zona surandina, Jorge Basadre considera la rebelión del aprovecharse de algunas circunstancias militares favorables. Por el contrario, los go­
Cuzco como un buen ejemplo del desafío al régimen virreinal desde la provincia.28 biernos independientes del Perú y Bolivia se preocupaban por el mismo problema.
Debido a la estabilidad política en Lima, el gobierno de Abascal respondió de La actuación de Abascal en 1809-1816 anticipó la política de los presidentes Agustín
una manera decisiva a los movimientos revolucionarios que estallaron desde 1809 Gamarra y Andrés Santa Cruz durante el periodo comprendido entre 1826 y 1841,
en los territorios circundantes. El gobierno virreinal tuvo éxito en sus dos primeras cuando la Confederación Perú-Boliviana fracasó definitivamente.31 Como en el caso
campañas en Charcas y Quito. Por consiguiente, Lima se encontró en una posición de los años de 1817 a 1821, la reunión de los dos Perú provocó la intervención ar­
favorable que unos años antes no podría haber tenido: esta abría la posibilidad de mada de Chile. Los revolucionarios tuvieron que intervenir dos veces, en 1820-1821
reincorporar esos territorios al virreinato del Perú. Abascal podía contar con un ejér­ y 1823-1826, para destruir la política territorial de Abascal. La consecuencia de estas
cito regular, que aumentó de 1500 soldados en 1809 a 8000 efectivos en febrero de intervenciones chilena-rioplatcnse y colombiana fue la formación de nueve Estados
1813, con una milicia de unos 40.000 hombres y, finalmente, con la supremacía soberanos e independientes en el territorio del antiguo imperio español de América
naval peruana en el Pacífico hasta la toma de Talcahuano por los independentistas del Sur, en vez de los tres grandes virreinatos, a pesar de los objetivos gcopolíticos
en 1818, El mismo decreto del 13 de julio de 1810, que anunció la formación del de Simón Bolívar. Cada uno de esos débiles Estados tendría que elaborar su propia
ejército del Alto Perú, proclamó la reincorporación de Charcas al virreinato de Lima relación con las grandes potencias de la época.
hasta terminar la guerra.29 Entre 1810 y 1813, el virrey puso en práctica una política
de anexión que dio por resultado una extraordinaria expansión territorial del Perú. * * *

Quito, Charcas y Chile fueron anexados por la iniciativa del virrey, más bien que
como resultado de la política metropolitana; España no se encontraba en posición de
La historiografía tradicional analizaba el proceso de la independencia desde una pers­
contrarrestar la anulación de la política borbónica aplicada desde 1739. El gobierno
pectiva ex post facto. Según esta interpretación, la independencia fue la consecuencia
limeño, que en esa época se había opuesto a esta política, ahora estaba devolviendo
lógica de la crisis del antiguo régimen y las guerras internacionales, y constituyó el
los golpes.
elemento necesario para la formación de las nuevas naciones y los Estados soberanos.
Piste fenómeno político, que se debe comprender dentro del contexto de la his­
1.a historiografía nacionalista considera que la formación de la nación representa el
toria imperial hispánica, desgraciadamente no ha recibido suficiente atención en la
triunfo de la identidad de un pueblo. Por consiguiente, el historiador nacionalista
literatura. La actuación de Abasad reflejó la escala de oposición que existía en Lima
busca los orígenes de la independencia y describe su desenvolvimiento como si fuera
en contra de la política borbónica dieciochesca; evidentemente, Abascal podía for­
un proceso ineludible. En realidad, este proceso no era de ninguna manera claro, y la
mar un consenso peruano de opinión que trascendiera las distinciones entre penin­
gente que vivía en esa época estaba llena de dudas y remores, tenía perspectivas c in­
sulares y americanos, comerciantes y constitucionalisras. Esta política de revancha
tereses particulares, y cambiaba de mente y de bando. La historiografía reciente hace
representó la respuesta peruana a la geopolítica del despotismo ilustrado. La derrota
hincapié en la presión por la autonomía dentro del imperio y en el sistema monár­
de los movimientos revolucionarios en varias partes de América del Sur hizo posible
quico, o por el constitucionalismo gaditano que intentaba mantener la unidad del
el éxito de esa política. Se destaca la capacidad del gobierno limeño para realizarla,
imperio. Quizás el representante más destacado de esta última posición fue Vidaurrc,
Abascal, sin embargo, no estaba actuando en un vacío: en otras zonas del imperio,
grupos fidelistas continuaban resistiendo a los independcndstas, como en Maracai-
bo, Coro y Cumaná, en Santa Marta y Panamá, en Popayán y Pasto, en Cuenca,

30. Hamnett 1990: 300-304, 306-307, 310. El Consulado de Lima contribuyó con 100.000 pesos
28. Basadre 1973: 104-105, 114, 129-134. 137, 140, 144. Véase también Cornejo Bouroncle 1956. para la expedición realista contra Popayán en junio de 1813-
29. Anna 1979: 45-46. 31. Basadre 1987.
260
[irían R. Hamnett [.a p o lític a con trarrevolucionaria d el virrey A b ascal en e l Perú, ¡8 0 6 - 1 8 1 6 261

quien se opuso a la revolución del Cuzco de 1814-1815 y se refugió en Lima para no del sistema imperial. Amia comenta: «No hay ninguna indicación de que las Cortes
comprometerse con el régimen separatista. *2 estaban conscientes de la importancia fiscal del tributo para el Perú». Baquíjano, que
Ambas tradiciones historiográficas pasan por alto el proceso de recuperación sí lo comprendió, presionaba a las Cortes para la restauración del tributo en el Perú.
territorial intentado por el Perú durante la época de Abascal. Ai mismo tiempo, no Vidaurre, por su parte, también se opuso a la abolición del tributo y argumentó que
ofrecen ninguna explicación de la alta política virreinal, tal vez bajo la suposición el gobierno virreinal perdería un ingreso de 1.25 millones de pesos. El gobierno de
errónea de que no hay nada más que decir en la historia política del periodo de Abascal logró aumentar los ingresos por medio de nuevos impuestos o aumentos
la independencia. Tampoco analizan la formación y actuación del ejército del Alto de los actuales, pero la manera principal fue por medio del aumento de la deuda
Perú. Este ejérciro ganó una serie de batallas impresionantes: Guaqui (20 de junio de anterior.35
1811), Sipe Sipe (12 de agosto de 1811), Vilcapujio (1 de octubre de 1813), Ayo- Los cabildos peruanos vieron en el experimento gaditano la oportunidad de
huma (14 de noviembre de 1813), la derrota de la rebelión del Cuzco y la derrota de recuperar la influencia perdida desde 1770, y de esta manera evitar la ruta separatista
Pumacahua y los hermanos Angulo en Humachiri (11 de marzo de 1815), y la se­ adoptada en Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá y Caracas. Aunque el régimen de
gunda batidla de Sipe Sipe (29 noviembre de 1815). Hay que mencionar también la Abascal mantuvo la supremacía peninsular en los órganos gubernamentales del Perú,
victoria de las fuerzas del coronel Mariano Osorio en Rancagua el octubre de 1814, intentaba responder a las aspiraciones políticas de la élite limeña. Esta élite prefirió
que hizo posible la anexión de Chile. Abascal quería preservar lo que los revolucio­ la continuidad al cambio. Su motivación no fue realmente la lealtad a la Corona es­
narios intentaban destruir.3233 pañola, sino más bien el deseo de impedir un trastorno social que pudiera resultar en
El colapso fiscal y el debilitamiento del comercio del Pacífico aceleraron el de­ la pérdida de su predominio. Abascal lograba desarrollar una política conservadora
rrumbe del virreinato del Perú en los años de 1818 a 1824. Cuando Abascal dejó eficaz. La mayoría de los peruanos ilustrados creyeron que una conciencia americana
el gobierno del Perú en 1816, la deuda gubernamental alcanzaba los once millones o de peruanidad' compatible con la supervivencia de la monarquía borbónica y del
de pesos. Sin embargo, la lucha contrarrevolucionaria no pareció acercarse a su fin. imperio español. Solo querían la reforma política; es decir, el establecimiento del
Los comerciantes limeños comenzaron a mostrarse reacios a sacrificar aún más sus principio de la igualdad entre los peninsulares y los americanos en las instituciones
intereses materiales para sostener los objetivos gcopolíticos del gobierno virreinal. El gubernamentales, y mayor influencia en los cabildos. No vieron el separatismo como
nuevo virrey, el general Joaquín de la Pezucla, antiguo comandante del ejérciro del la manera más apropiada para conseguir este objetivo. De estos sentimientos resultó
Alto Perú y sucesor de Goycneche, encontró un déficit de 883.825 pesos en la Real el 'fidclismo’ limeño, notado por varios historiadores. La resistencia al colonialismo
Hacienda de Lima. Por esa época, los ingresos anuales solo alcanzaron 1,800.000 pe­ español como también al predominio interno de la élite limeña ‘fidelista’ vino de las
sos, mientras que los egresos sumaron 2.683.825 pesos.34 Las Cortes, el 13 de mayo provincias, como lo mostró la rebelión separatista del C.uzco de 1814-181 5. Basadrc
de 1811, abolieron el tributo indígena que tradicionalmcnte representaba la tercera comentó que «en el caso de haber logrado ella sus objetivos máximos, habría surgido
parte de los ingresos del gobierno virreinal. De septiembre de 1810 a septiembre un Perú nacional sin interferencias desde afuera y con una base mestiza, indígena y
de 1811, los ingresos totales del virreinato sumaron 3.659.000 pesos, de los cuales criolla y provinciana».36
el tributo rindió 1.235.781 pesos. A pesar de su oposición a ese decreto, Abascal lo
puso en práctica, otra vez por lealtad a los órganos gobernantes en la España metro­
B ibliografía
politana. Los legisladores tenían buenas intenciones pero, en realidad, debilitaron
al gobierno virreinal en medio de una lucha encarnizada en contra de los enemigos
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enero de 1817 y 1 de diciembre de 1819. El Consejo de Regencia lo nombró oidor del Cuzco en
1810, el único americano en la Audiencia en esa época.
33. Véase Díaz Venteo 1948. 35. Anna 1979: 55-56,61.

34. Pezucla 1947: 74-84. 36. Basadrc 1973: 78-80, 104-105, 114. 123-125, 137, 140, 144. Véase también Aparicio 1974.
262 Brian R. Hamnett L a p o lítica con trarrevolucionaria d el virrey A b ascal en el P en i, 1 8 0 6 -1 8 1 6 263

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S zem in ski , Jan
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simplificar demasiado estos temas, es legítimo sugerir que el historiador se enfrenta
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1961 «Morales Duárez, procer peruano». En Revista de Indias, XXI, n.u 85-86. momento, ¿1821 o 1824?) en que el Perú alcanzó la independencia.
Madrid. La primera interpretación es aquella que caracteriza al periodo colonial tardío
en función del conservadurismo, letargo y estancamiento económico, y que deja a
Vargas U garte , Rubén
un lado a la rebelión de Túpac Amaru y otras manifestaciones de descontento ante­
1966 Historia General del Perú. Vol. V: Postrimerías del poder español (1776-
1815). Lima: Carlos Milla Batres.* riores a 1810, caracterizándolas como movimientos incoherentes de protesta rural
que, lejos de unir a los peruanos de todas las razas y regiones en la búsqueda de la
independencia nacional, tuvieron el efecto contrario de alienar a la minoría criolla
del virreinato, asustándola y haciendo que respaldase la preservación del dominio
hispano.1 Hasta el iconoclasta estudio que Bonilla hiciera de la independencia en
1972 concluye que «toda coalición de los criollos [...] con los grupos más bajos de la
sociedad colonial fue tentativa y efímera», no obstante ser consciente de la necesidad
de distinguir entre, de un lado, los intereses y las actitudes de la élite de la capital
virreinal, de orientación peninsular, y, del otro, la actitud de las élites provinciales,

* Publicado originalmente en E l Perú borbónico, 1750-1824. Lima: Instituto de Estudios Peruanos,


2000; pp. 181-226.
1. Fishcr (1979: 237-238) presenta varios ejemplos de esta forma de estereotipar al Perú como un
baluarte del poder realista.
266 John R, Fisher F id e lim o , p atrio tism o e independencia 267

sobre rodo las del Cuzco y Arequipa, cuya motivación parece haber sido emanciparse parte de San Martín el 28 de julio de dicho año, y la sentida necesidad de celebrar
de Lima antes que de Madrid.2 ese acontecimiento como el momento crucial de las fiestas patrias peruanas.5 En
La interpretación alternativa, que se ha hecho más popular en el Perú durante cambio, la batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824. después de la cual el
las últimas tres décadas, identifica a Túpac Amaru como el primero de los grandes numéricamente superior ejército realista se rindió a Sucre, es considerada más como
precursores de la independencia sudamericana, y describe los cuarenta años que si­ una operación de limpieza, que como el momento decisivo en el establecimiento
guieron a su ejecución, en términos cales como «casi medio siglo de incesante lucha de la independencia peruana de España. Por supuesto que esta tendencia a ver la
por la libertad política», un proceso que alcanzó su conclusión natural y gloriosa con Identidad peruana a través de los ojos miopes de la élite metropolitana —que miraba
la entrada de José de San Martín en Lima en 1821,3 Lo que no está en discusión es hacia afuera, a Europa y los Estados Unidos, en lugar de hacia el Interior del país—
que, no obstante algunas conspiraciones sucedidas en Lima entre 1810 y 1814, y se intensificó desde mediados del siglo XIX, a medida que el crecimiento económico
algunos movimientos armados en Tacna entre 1811 y 1813 (de los cuales daremos provocado por las exportaciones brindaba la legitimación material de una antipatía
mayores detalles luego), en el Perú y hasta la llegada de San Martín, los fenómenos cultural profundamente enraizada para con la cada vez más marginada sierra sur y
afines de la insurgencia y el protonacionalismo se manifestaron principalmente en la sus pobladores, que en su mayoría quedaron excluidos de toda participación formal
sierra «india» — simbólicamente representada por la ciudad del Cuzco-— antes que en la vida política debido a su analfabetismo,6
en la aristocrática Lima criolla y su hinterhnd. En el mundo hispano, la celebración de los aniversarios históricos trae consigo
A pesar de cierta tendencia a exaltar al pasado incaico peruano, los líderes de cierto grado de revisionismo histórico. En el Perú, el deseo de conmemorar el adve­
la élite costeña del virreinato — hombres como Baquíjano (y, en menor medida, los nimiento del primer centenario de la independencia de España contribuyó un poco
criollos del interior)— vieron con recelo la rebelión de Túpac Amaru de 1780-1783; a este proceso, con la publicación de varios estudios de las actividades prcrrevolu-
tres décadas después, como veremos, la mayoría respaldó activamente la represión de cionarias fuera de Lima misma, principalmente en Huánuco, Huamanga y Cuzco,7
la rebelión del Cuzco de 1814-181 5, más por lo que esta y su predecesora parecían Este proceso complementó los intentos hechos a comienzos del siglo XX, por varios
simbolizar (débilmente en el caso de Túpac Amaru, pero claramente en el segundo) aurores prominentes de la escuela cuzqueña, de revivir el indigenismo promovido
— la posibilidad de un Perú independiente controlado desde el interior indio— , que en el periodo inmediatamente posterior a la independencia por escritores cuzqueños
porque realmente cuestionaran la hegemonía criolla, ya que ambas rebeliones fueron como Narciso Aréstegui, Pío Benigno Mesa y Ciorinda Marco de Turner y, poste­
conservadoras en cuanto a sus objetivos sociales y económicos fundamentales. Del riormente, a nivel nacional por Manuel González Prada.8 A pesar de sus actividades
mismo modo, como Cecilia Méndez lo demostrara hace poco, entre 1836 y 1839 y de los esfuerzos paralelos realizados por José Carlos Mariátegui en los años veinte
la aristocracia limeña combatiría a la Confederación Perú-Boliviana con la pluma y para promover la discusión de la realidad nacional, en oposición a una realidad pu­
la espada por iguales razones, usando una retórica abiertamente racista para minar ramente metropolitana, el control oligárquico de la vida política — y, por lo tanto,
la legitimidad de Andrés de Santa Cruz, su presidente, quien era condenado no solo una visión oligárquica del desarrollo histórico peruano— siguió en general intacto
por ser un invasor boliviano, sino también por ser un indio advenedizo.' durante el segundo cuarto del siglo XX, aun si de vez en cuando habían de hacerse
En las manifestaciones formales de la ideología nacionalista — lo que Mén­ algunos compromisos ocasionales, cooptándose a disidentes potenciales a las estruc­
dez describe como la «historiografía oficial»— , la identidad del Perú republicano ha turas del establishment.
estado asociada, desde 1821, con la declaración de la independencia en Lima por El colapso de la política oligárquica en el tercer cuarto del siglo XX desplazó
el eje historiografía) de la preocupación tradicional por la metrópoli y sus grupos
de élite, a una conciencia mucho mayor de la necesidad de examinar la historia del
2. Bonilla y Spalding 1972; 46,
interior peruano, en general, y la historia de la población india y rural en particular.
3. Denegrí y otros 1972; vil.
4. Méndez 1996- En realidad, Santa Cruz era de ascendencia mixta, pues, nacido en La Paz, era el
hijo de UJ1 funcionario colonial menor y de una cacica acomodada. Aunque fue brevemente pre­ 5- Méndez 1996: 202.
sidente del Perú en 1827, luego de un distinguido servicio militar en la causa patriota a partir de
6. Véase Remy 1988 para un mayor análisis sobre el trasfondn de la marginación de la sierra en la vida
1820, bajo el mando de Sucre, él jamás pudo librarse, al igual que Juan Velasen Alvarado 140 años
nacional peruana durante el siglo XIX.
después, del desdén mostrado por la élite limeña a un oficial provinciano cuyos orígenes raciales
eran percibidos como algo dudosos, Un siglo después de su muerte, una biografía suya fue subti­ 7. Véase, por ejemplo, Eguiguren 1912 y Eguiguren 1914.
tulada «el cóndor indio», tal vez con una ironía inconsciente (Crespo 1944). 8. Este tema es examinado detenidamente en Tamayo Herrera 1980.
268 Jo h n R, F ish er F ídelism o, p atr iotism o e independencia 269

Hasta cierto punto, esta tendencia fue impuesta desde arriba, en especial durante la En este contexto, los medios de comunicación modernos (sobre todo la televisión)
fase más radical (1968-1975) del gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas, logran proyectar una imagen distorsionada del presente y el pasado peruano, y es­
cuando la Comisión Nacional del Sesquiccntenario de la Independencia buscaba pecíficamente, durante los preparativos de las celebraciones anuales de las Fiestas
promover una reinterpretaeión de la historia colonial peruana tardía que armonizase Patrias, de cómo (y cuándo) fue que el país logró su independencia de España. Con
con el nuevo énfasis que los militares daban a la justicia social, la armonía racial y estas observaciones en mente, en el presente texto examinaremos los acontecimientos
el nacionalismo en la reconstrucción del Perú, luego de la revolución de octubre de políticos y militares sucedidos en el Perú en la década anterior al desembarco del
19687 De modo tal vez inconsciente, el proceso hasta cierto punto comprendió ejército de San Martín en 1820, antes de pasar a un análisis más detallado sobre la
una revalorización del carácter definitivo, o no, de 1821 para la independencia: por estrategia patriota y las respuestas realistas en los cuatro años subsiguientes.
ejemplo, un volumen de la vasta Colección documental publicada bajo sus auspicios El virreinato del Perú fue la unidad administrativa más grande de la América
reprodujo documentos relacionados con el funcionamiento del gobierno virreinal en hispana que no experimentó un intento sostenido de tomar el poder por parte de
el Cuzco, entre 1822 y 1824.910 Sin embargo, el empuje principal de la comisión fue los criollos en 1810-1811, luego de la invasión francesa de España en 1808-1810.H
en la dirección cronológicamente opuesta, exaltándose a Túpac Amaru como un pro­ Sin embargo, uno de los frutos del revisionismo existente desde los años setenta es
feta improbable de la reforma agraria y los programas nacionalizadores de Velasen,11124* que ahora se acepta, en general, que tras la fachada del fidelismo peruano posterior
Curiosamente, esta tendencia (que revelaba muy poco acerca de las realidades a 1808 — cuando el virrey José Fernando de Abascal (1806-1816) logró enviar ejér­
históricas del periodo colonial tardío, y mucho sobre la superficialidad de la erudi­ citos comandados por oficiales criollos a que sofocaran las insurrecciones del Alto
ción pseudohistórica peruana de los años setenta) sobrevivió al giro derechista en la Perú, Chile y Ecuador— , hubo un considerable descontento local, que dio lugar
política militar de 1975, en parte debido id vigor con el que otro cuerpo oficial, la a rebeliones armadas en el sur (Tacna, 1811 y 1813; Arequipa, 1813) y el centro
Comisión Nacional del Biccntenario de la Rebelión Emancipadora de Túpac Amaru, (Huamangay Huánuco, 1812) del virreinato.
organizó las celebraciones por el bicentenario del levantamiento de 1780.'" Durante Para comprender el contexto de estos movimientos es necesario recordar que,
la década de 1980, el retorno a la presidencia de Fernando Bclaundc Terry y, poste­ entre 1809 y 1814, el virreinato peruano — al igual que otras partes de América—
riormente, la elección de Alan García, trajeron consigo un renovado interés — por lo tuvo que hacer frente a una crisis general de gobierno debida, principalmente, a la
menos en el ámbito retórico— por devolver el poder político de Lima a la sierra, y invasión francesa de España y caracterizada por la incertidumbre política, el disloca-
específicamente por la posibilidad de crear una república federal cuya capital fuera el miento económico, las dificultades financieras y, sobre todo, la confusión adminis­
Cuzco, brindando así una razón más para la intensificación del interés por las raíces trativa debida a la implementación del programa de reformas de la Junta Central y el
históricas de la identidad regional.1' Consejo de Regencia,1" Ya en 1809, los peruanos habían sido introducidos a la idea
El ambiente político más sobrio del Perú de los años noventa gobernado por de la representación al dárseles la oportunidad de expresar sus agravios al diputado
Alberto Fujimori ha devuelto cierto grado de realismo a los debates sobre las posi­ nombrado para representarlos ante la junta. Así, las instrucciones que el cabildo de
bilidades de la reestructuración de la organización política del país. Los visitantes Lima diera en octubre de 1809 a José de Silva y Olavc, el rector de San Marcos, cuan­
que llegan al Perú ahora se topan con símbolos aparentemente contradictorios. El do estaba por embarcarse hacia la península, constituyen una formidable denuncia
poder real está atrincherado cada vez con mayor fuerza en Lima, pero la (imaginaria) del dominio hispano en el Perú. La élite de la ciudad a la que el cabildo representaba
bandera del Táhuantinsuyo flamea libremente sobre el Cuzco, La participación po­ disraba de desear la independencia, pero ahora exigía enérgicamente una revisión
pular en, por lo menos, el nivel superficial de la actividad política es algo irreversible. drástica de la estructura fiscal, la abolición de las intendencias, un genuino comercio
libre y la igualdad en el acceso a los cargos de criollos y europeos. La decisión que
el Consejo de Regencia, el heredero de la Junta Central, tomase a comienzos de
9. Fisher 1979: 232-237. 1810 de convocar a unas cortes en donde cada cabildo estaría representado por un
10. Colección Documental de la Independencia (en adelante C D IP ), tomo XXII, vol, 3: Gobierno
virreinal del Cuzco, editado por Horacio Villanueva Urteaga, 1973.
11. Este tema es desarrollado en Fisher 1987.
12. Véase, por ejemplo, Colección Documental del Bicentenario de la Rebelión Emancipadora de 14. Una reformulaclón de las razones que existen detrás del relativo conservadurismo político de los
Tópac Amaru 1982. criollos peruanos durante este periodo fue adoptada por I lamnett 1997.
13. Fisher 1987: 23. 15, Fisher (1970: 201-232) presenta un cuadro global.
270 John H, Fishcr Fidelism o, p atrio tism o e independencia 271

diputado, amplió esta libertad de expresión a niveles sin precedentes, y las elecciones Los liberales limeños se encontraron a sí mismos en una posición extremada­
mismas dieron un renovado prestigio y auroridad a las corporaciones municipales.16 mente débil con la restauración de Fernando Vil en 1814, y la toma de conciencia
Disturbios aún mayores fueron los desatados por la segunda etapa del progra­ de que ahora ya no se concederían las reformas liberales. Algunos de sus más pro­
ma liberal, después de que las Cortes promulgaran la famosa Constitución política minentes líderes entre 1810 y 1812 habían fallecido — Vicente Morales Duárez,
de la monarquía española el 19 de marzo de 1812. Aunque detestaba sinceramente Diego Cisncros, Manuel Villalta y Francisco Caiatayud, por ejemplo— y otros se
la Constitución, el virrey Abasad no tenía más alternativa, como el fiel burócrata encontraban en la península, entre ellos Baquíjano y José Bernardo de Tagle. La
que era, que aceptar aplicarla en el Perú, Por supuesto que hacia afuera profesaba mayoría de los que quedaban pasaron gradualmente a ser patriotas tibios, hombres
su aprobación, refiriéndose a ella en la Gaceta de Gobierno del 30 de septiembre de preparados espirifútilmente para aceptar la independencia si se les ofrecía en los tér­
1812 como una «obra inmortal de la sabiduría y patriotismo de nuestras Cortes [„.] minos adecuados, pero que no estaban dispuestos a tomar las armas por su causa. Es
Código que va a ser la desesperación de los tiranos, y el más seguro garante de la más, incluso hasta 1814, la mayoría de las conspiraciones separatistas identificadas
prosperidad y las futuras glorias de todas las España?».17 Su opinión real, expresada en Lima fueron movimientos aislados y nada representativos, que debieron su fama
en su Memoria, era que la causa separatista fue estimulada enormemente por las «opi­ principalmente a la incapacidad del virrey para distinguir entre las especulaciones
niones y providencias peregrinas de los que ocuparon el Govierno en ausencia del incautas y una germina subversión.
Soberano», una opinión compartida por Baquíjano, quien escribió en 1814 que «las La conspiración de Anchoris en septiembre de 1810, por ejemplo, que llevó
proclamas y providencias de la Regencia, los debates y decisiones de las Cortes, y las al arresto de un gran número de los porteños residentes en Lima, incluyendo al
escandalosas doctrinas que circulaban sin embarazo» habían, todas ellas, debilitado yerno de Martín de Alzaga y a dos sobrinos del deán Funes por sospechas de que
la autoridad real en el Perú.1** se comunicaban con los insurgentes del Río de la Plata, ciertamente fue exagerada
Dos aspectos, en particular, de la aplicación de la Constitución — el reemplazo por Abascal.2’ Un año antes, este había actuado decididamente en contra de un
de los viejos cabildos oligárquicos por corporaciones elegidas, y la elección de dipu­ grupo menor de oficiales y comerciantes dirigido por el abogado Mateo Silva, que al
tados a las cortes ordinarias— desataron serias disputas entre criollos y peninsulares parecer estaba examinando la posibilidad de emular la reciente toma del poder por
en diversas ciudades peruanas. Estas disputas culminaron en algunos casos en actos los disidentes de Quito.22 LJna vez más no hubo ninguna violencia real y, si bien los
de violencia y, lo que era aún más serio, despertaron el deseo criollo de reformas que arrestados fueron tratados duramente — Silva permaneció en prisión hasta su muerte
cada vez era más claro no podía ser satisfecho dentro del contexto de la persistencia y los demás fueron exiliados a las islas de Juan Fernández o a Cartagena por distintos
del gobierno español.19 Dejando de lado, por el momento, la cuestión de lo que. periodos— , el asunto no tuvo mayor importancia salvo como una demostración de
sucedió en el Cuzco, hay abundantes evidencias de que, en Lima, la incertidumbre y la firmeza virreinal.23
el descontento desatados por la implcmentación del programa liberal quedaron com­ La conspiración de jóse Matías Vásquez de Acuña, Conde de la Vega del Ren,
pensados por la ventaja política de darle a la élite criolla la ilusión — por lo menos que Abascal sostuvo haber descubierto en octubre de 1814, fue superficialmente más
hasta la restauración de Fernando VII— de que se podían alcanzar reformas signifi­ seria.2'1 Su peligro potencial yacía no solo en su supuesta intención de sobornar a la
cativas sin necesidad de recurrir a una revolución. Como lo señalara sucintamente el guarnición del Callao, liberar a los insurgentes prisioneros y atacar Lima, sino tam­
joven José de la Riva-Agücro, de quien Abascal sospechaba era el autor de afirmacio­ bién por el momento — en octubre de 1814, la rebelión del Cuzco amenazaba por
nes sediciosas publicadas por la prensa limeña entre 1810 y 1812, «es sabido que los vez primera la autoridad real en el Perú— y por el hecho de que Vásquez era un líder
que van á ganar en toda revolución son las gentes perdidas, y no las acomodadas».20 reconocido de la aristocracia limeña. De hecho, su arresto el 28 de octubre despertó
la germina indignación de su gran círculo de influyentes amigos, quienes creían que
el verdadero motivo de Abascal era vengarse por los problemas que Vásquez le había
16. Las actividades de los diputados peruanos en Cádiz, son examinadas en Al ay/.a y Paz Soldán 1946
y en Vargas Ugarre 1965.
17. Citado en Rivara de Tuesta 1972: 50.
18. Abascal 1944, vol. 1: 553-534; Rocl 1971: 58. 21. Nieto Vélcz 1958-1960: 139-40.

19. CDIP, tomo IV, vol. 2, E l Perú en las Cortes de Cádiz (edición de Guillermo Durand Flórez, 1974), 22. Eguigurcn (1957) presenta detalles exhaustivos de la conspiración.
trac tos detalles de las elecciones. 23. Eguiguren 1957, vol, 1: 121.
20. Carta reservada, José de la Riva-Agüero, 12 de marzo de 1812, AGI, Lima, Leg. 1125. 24. Pacheco Véle?, (1954) presenta una detallada relación de la conjura.
272 Joh n R. F ish er Fidelhm o, p atrio tism o e independencia 273

causado en 1813 como miembro del cabildo constitucional de la ciudad, y «más de el tráfico económico había quedado suspendido abruptamente, de que no era sino
sesenta títulos de Castilla» firmaron una petición solicitando su libertad.-11 Enfren­ cuestión de tiempo para que el general argentino cruzara el río Desaguadero, id que
tado a esta demostración de solidaridad y no podiendo presentar ninguna evidencia llegó en marzo. Anticipándose a este movimiento, Zela y otros pobladores de Tacna
clara que respaldara sus cargos, el virrey liberó a Vásqucz en lebrero de 181 5, aun­ tomaron el cuartel de la milicia load y se declararon a favor de la junta de Buenos
que como precaución le conminó a que permaneciera en la ciudad, pena esta que Aires el 20 de junio de 1811, que fue, en realidad, la fecha en que Goyeneche infligió
persistió hasta 1819, cuando la Corona lo exoneró de todo cargo.1'’ Menos lortuna una derrota aplastante a Castelli en Huaqui,77 Su éxito duró poco, pues el respaldo
tuvo una serie de sospechosos menos influyentes, entre los que había soldados rasos, se fue extinguiendo a medida que llegaban las noticias de la derrota de Castelli y, a
quienes recibieron penas de prisión de entre uno y cinco años a pesar de que la cons­ fin de mes, Antonio Rivero, el subdelegado de Arica, había arrestado a los líderes.
piración (si esa es la descripción adecuada) no comprendió más que una discusión A pesar de su fracaso, el movimiento de Zela fue importante porque demostró
descuidada y jamás alcanzó la etapa de la violencia activa. Puede argumentarse que el claramente el deseo que había en esta región de reunificar el sur peruano y el Alto
celo del virrey fue en parte responsable por el hecho de que este y otros planes aborta­ Perú. Asimismo mostró que los rebeldes criollos de las provincias, que en general se
ran, pero el factor fundamental en su supresión fue que los conspiradores constituían encontraban bastante más cerca de los indios que sus refinados congéneres blancos
una pequeña minoría de la población limeña que, dada la apatía general, carecía de de Lima, tanto física como socialmente, sí estaban dispuestos a aliarse con los jefes
una estrategia y una organización claras. indígenas en su intento por derribar al gobierno español. Uno de los aliados más
Al igual que en 1810, cuando el peligro de una revolución también parecía ser se­ cercanos de Zela fue el cacique indio Toribio Ara, cuyo hijo, José Rosa Ara, dirigió el
rio, la cooperación inequívoca que recibiera de la mayor parte de la población limeña ataque a las barracas de la caballería de Tacna el 20 de junio; los seguidores indios de
en 1814 le permitió a Abascal recuperar el control del Perú en nombre de Fernando este último se codearon luego con blancos y mestizos en el desfile triunfal realizado
VII, no obstante los efectos dañinos del hiato liberal. Mas, para comprender adecua­ en la ciudad el 23 de junio.
damente la independencia peruana, resulta crucial aceptar que, si bien Lima era lo su­ Lejos de persuadir a los regionalisras sureños de que su causa estaba perdida,
ficientemente poderosa como para determinar el futuro del Perú, no era, en cambio, los esfuerzos de Zela sentaron un ejemplo que otros pobladores de la intendencia de
representativa de todo el virreinato. Aunque la capital permaneció relativamente tran­ Arequipa intentarían seguir mientras él languidecía en prisión. Dos años más tarde,
quila, en las provincias estallaron varios movimientos que fueron bastante más allá de en circunstancias casi idénticas, el francés Enrique Paillardele y Manuel Calderón de
las simples especulaciones, para buscar expresarse como levantamientos armados. El la Barca, alcalde de Tacna, quienes habían estado en estrecho contacto con Manuel
respaldo activo que los criollos limeños extendieron a las autoridades peninsulares en Bclgrano, comandante del segundo ejército porteño que había capturado Potosí en
la supresión de estos prematuros intentos independentistas se debió, en parte, a que se mayo de 1813, tomaron Tacna de nuevo con el objetivo de difundir la revolución
habían dado cuenta de que la participación indígena en ellos constituía una amenaza al Bajo Perú. Al igual que la vez anterior, la estrategia era correcta pero el momento
para la estructura social del Perú, así como a la conciencia de que representaban un resultó desastroso pues, sin que los conspiradores lo supieran, Belgrano había sido
desafío regional a la identidad de Lima como capital de todo el territorio. aplastado por Pezuela en Vilcapuquio dos días antes de que arrestaran al subdelegado
El primer intento significativo de rebelión armada en el sur peruano fue el y persuadieran a la guarnición de Tacna de que respaldara su insurrección. Paillardele
que el ensayador local Francisco Antonio de Zela dirigiera en Tacna, en junio de logró reunir una fuerza de 400 hombres en el pueblo, pero como Belgrano no pudo
1811. La vida económica de este partido sureño de la provincia de Arequipa estaba enviarle ayuda, a finales de mes fue derrotado por una fuerza más pequeña pero dis­
íntimamente ligada no con Lima sino con el Alto Perú, al cual abastecía con vino, ciplinada, enviada por el intendente de Arequipa. Igual destino le cupo al cuzqucño
aguardiente, aceite, frutas y arroz, así como también con algunas manufacturas im­ Julián Peñaranda, quien simultáneamente había tomado el control de Tarapacá, en
portadas. El avance triunfal del ejército porteño comandado por Juan José Castelli lo que fue evidentemente un movimiento concertado.
a través de Charcas en la primera mitad de 1811, y la circulación de su propaganda Aunque la capital de la intendencia permaneció abiertamente leal durante estos
dentro del Perú, convenció a los disidentes del virreinato, que habían visto cómo disturbios, hay indicios de que algunos ciudadanos influyentes de Arequipa les res­
paldaron tácitamente. Manuel Rivero, padre de Mariano Rivero, quien había viajado

25. Pacheco Vélez (1954): 377. 27. Vargas Ugarte (1958: 21-31) brinda un buen análisis de los levantamientos de Tacna de 1811 y
26. Real Cédula, 26 de noviembre de 1819, AHM, Libro de Cédulas 31, fT. 2-3, 1813. Véase también Cúneo Vidal s/f.
274 Jo h n R, Fish er Fiddismo. patriotismo e independencia 275

a Cádiz con el fin de representar a la ciudad antes las Corres, fue arrestado por La rebelión comenzó como una protesta en contra del corrupto gobierno local de los
órdenes de Abasad en noviembre de 1813, acusado de planear una rebelión, y An­ subdelegados, quienes seguían operando el ilegal sistema del reparto en la zona, una
tonio Rivero, otro de sus hijos, perdió su puesto de subdelegado, acusado de haberse política que ofendía tanto a los indios que se veían obligados a comprar bienes, como
comunicado con los rebeldes del Alto Perú y permitir que su propaganda circulase.-8 a los comerciantes mestizos que resentían esta competencia desleal.34 El momento de
Ya antes, en dicho ano, el intendente de Arequipa, id informar sobre los dis­ la protesta probablemente estuvo influido por la frustración indígena ante el hecho
turbios en Caravelí, se había quejado en general de «los movimientos de insubor­ de que estos mismos funcionarios siguieron cobrando el tributo, no obstante haber
dinación que se van excitando en algunos Pueblos, funestas resultas del escándalo sido este abolido por la regencia en marzo de 1811, y debido a la circulación de ru­
y mal egcmplo que han recibido de esta capital»/’ Entretanto, en Cádiz, Mariano mores propagados por Castelli, según los cuales un descendiente de los incas estaba
Rivero argumentaba insistentemente que roda la provincia de Arequipa debía ser por llegar para liberar a su pueblo de la opresión.35
retirada de la jurisdicción de la Audiencia de Lima — él deseaba que sus habitantes Tras la publicación de los pasquines — provocada al parecer por el temor criollo
pudieran «verse libres» de la sofocante burocracia de orientación peninsular de la de que se estaba intentando restringir el cultivo del tabaco— , los indios de las aldeas
capital del virreinato— y colocada bajo la del Cuzco, la «antigua capital del vastísimo vecinas marcharon sobre Huánuco, símbolo de la autoridad española, el 22 de fe­
Perú».282930 Aunque otros arequipeños respaldaban el objetivo alternativo de reemplazar brero de 1 8 1 2 / Una defensa improvisada a cargo de un puñado de tropas permitió
al Cuzco como el principal centro administrativo del sur peruano — postura, esta, a los residentes europeos huir en la noche hacia Cerro de Pasco, pero la mayoría de
que también fue formulada por los ministros de la Audiencia de Cuzco, quienes ar­ los pobladores criollos permaneció en sus hogares y no fue lastimada al día siguiente,
gumentaron, en 1813, luego de la rebelión de Pumacahua, que el tribunal debía ser cuando se permitió que una masa indígena entrara a la ciudad sin mayor resistencia.
transferido a Arequipa— , hay ciertos indicios de que la larga tradición opositora del Algunos hogares criollos fueron saqueados por los invasores, pero según Pedro Angel
Cuzco a Lima hizo que en este periodo, ciertos idealistas como Mariano Melgar lo Jadó, un sacerdote que presenció el pillaje, los principales blancos fueron las propie­
vieran com o el foco natural de expresión de la identidad regional.31 dades de europeos: «todas las casas de los europeos fueron saqueadas, aprovechando
La propaganda realizada por Castclli también ha sido presentada como una los indios solo los caldos y algunos retazos de las tiendas, y los huanuqueños de
causa del descontento que se manifestara en las provincias de Huamanga y Tarma en todo lo del valor».3 Prominentes residentes criollos estuvieron dispuestos desde un
1812, no obstante haber sido este expulsado del Alto Perú algunos meses antes de inicio a cooperar con los indios y fueron, de hecho, nombrados líderes por estos. El
que la distribución de volantes en estas zonas diera paso a la insurrección armada.32 más prominente colaborador fue el regidor Juan José Crespo y Castillo, quien había
A1 igual que la conspiración de Lima, la de Huamanga, descubierta por el intendente
adoptado de motu proprio el título de subdelegado para cuando el intendente de
en mayo de 1812, no pasó de la colocación de pasquines contra los europeos, pero
Tarma ingresó a Huánuco el 20 de marzo, luego de infligir una fuerte derrota a un
la rebelión de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes que la precediera unos tres meses
contingente de 1500 hombres tres días antes.38 Crespo y otros insurgentes, criollos
antes fue mucho más seria pues, al igual que el movimiento de Tacna, en ella se dio
e indios, fueron apresuradamente juzgados y sentenciados en Lima. Tres de ellos
un estallido de violencia antipcninsular que unió a ios disidentes criollos e indios.'3
— Crespo, Norberto Haro y José Rodríguez, un alcalde indio— fueron ejecutados
con el garrote, y a fines de año sus cabezas eran lucidas en Huánuco.
28. Abasad a las Cortes, 30 de noviembre de 1813, AGI, l ima, Leg, 745.
29. Joscf Gabriel Moscoso a Abascal, 11 de abril de 1813, AGN, Superior Gobierno, Leg. 35, Cuader­
no n." 35.
30. Representación de Mariano Rivero, 10 de octubre de 1812, AGI, Lima, Leg. 802. Véase también 34. Tras la supresión del levantamiento, el intendente de Tarma hizo una relación detallada de los
la «Intervención de Ribero», 10 de diciembre de 1812, CLMP, tomo IV, vol. 1 E l Perú en ¡As Cortes abusos perpetrados por los subdelegados: José González de Prada a Ignacio de la Pczuela, 24 de
(le Cádiz (edición de Guillermo Durand Flórez, 1974), pp. 570-572. septiembre de 1812, AGI, Lima, Leg. 649.

31. «Expediente sobre traslación de la Audiencia del Cuzco a Arequipa», AGI, Cuzco, I.eg. 10; Zegarra 35. Vargas ligarte 1958: 32-33. Aunque el virrey inidalmcntc ordenó el 2 de septiembre de 1811
Mencses 1973: 148-158. que se acatara la decisión de las Cortes del 13 de marzo de dicho año, que abolía el tributo, esta
decisión fue revocada el 14 de noviembre de 1812: CDIP, tomo III, vol. 7, 1971 pp. 5-6.
32. CD ll\ torno 111, vol. 1, La revolución de Huanuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812 (edición y pró­
logo de Ella Dunbar Temple, 1971), pp. XXIV-XXV, 36. Hllnefeldt (1986: 407-408) analiza la conexión entre la rebelión y la recepción de las órdenes de
Lima, unos cuantos días antes del arresro de los «traidores contrabandistas».
33. Para Huamanga véase Vergara Arias 1973. Hay una exhaustiva cobertura documental del levanta­
miento de Huánuco en CDIP. tomo III, vols. 1-5 (1971), y en el informe del intendente interino 37. CDIP, tomo III, vol. 4. 1971. p. 199.
(Francisco Paula Pruna), 25 de agosto de 1812, AGI, Lima, Leg. 649. 38. Informe de González, de Prada, 30 de mayo de 1814, AGI, Lima, Leg. 1120.
276 Jo h n Ii. Fish er Fidelismo, patriotismo e independencia 277

Si bien no hay ninguna evidencia sólida que respalde la idea de que la rebelión es que durante las tres décadas que separan a ambos movimientos se usurparon los
fue provocada por los criollos con la esperanza de utilizar el descontento indio para tradicionales derechos indígenas en la región, con el ingreso de criollos y mestizos a
aprovechar el vacío político creado por los acontecimientos sucedidos en España, los cacicazgos, y el despojo de tierras comunales y otros recursos.41421.a Audiencia del
no cabe duda de cuál fue su significado a lo largo y ancho del virreinato: sirvió, Cuzco había hecho frenre a estos problemas durante la década de 1790, pero, dada
sobre todo, como otro recordatorio más para los posibles disidentes de Lima, de la la oposición política local y de Lima, había ido aceptando los inevitables abusos in­
amenaza, potencial que una actividad revolucionaria de esa magnitud constituía para herentes al acceso de personas foráneas a los recursos comunales.
su privilegiada posición socioeconómica. Estas consideraciones por sí solas proba­ Al final, el tribunal capituló ante los subdelegados, las nuevas autoridades po­
blemente habrían bastado para poner a la élite costeña en contra de la rebelión del líticas locales que reemplazaron a los corregidores en 1784, bajo cuya égida se había
Cuzco de 1814. Pero igualmente importante para decidir su supresión fue la toma permitido el ingreso de los «nuevos» caciques. El fracaso de la Audiencia en controlar
de conciencia en Lima de que, si ella tenía éxito, el Cuzco sería la capital de un Perú la explotación de las comunidades se debía principalmente a que sabía que los nue­
independiente.34 vos funcionarios comunales eran más eficientes que sus predecesores indígenas en el
Es bien conocido el trasfondo de la rebelión que estallara en el Cuzco el 3 de cobro del tributo. Estas consideraciones también ayudan a explicar por qué motivo el
agosto de 18l4.40 Básicamente se debió al fracaso de las autoridades virreinales para debilitamiento de la autoridad real en el sur peruano ocurrido en 1814 permitió no
implementar todo lo provisto por la Constitución de 1812 (irónicamente, el restau­ solo que se expresaran las protestas políticas criollas, sino también que resurgiera una
rado Fernando Vil había decretado su derogatoria en mayo, pero la noticia no llega­ difundida insurgencia indígcna.4? A la inversa, la supresión de la rebelión por parte
ría al Perú sino hasta sepriembre), y asimismo reflejaba las dificultades económicas de Ramírez en 1815 significó que el proceso de insertar a personas foráneas como ca­
locales debidas a la «sangría» de hombres y provisiones para respaldar las campañas ciques proseguiría sin mengua alguna durante la transición final a la independencia
realistas en el Alto Perú. Sin embargo, al enviar a todo el sur peruano expediciones y después de ella. Las comunidades que se resistían corrían el riesgo de ser acusadas
organizadas apresuradamente y conformadas principalmente por reclutas indígenas, de sedición por los subdelegados.43
los dirigentes criollos del movimiento — pequeños hacendados, abogados, clérigos Las salvajes represalias tomadas tras la rebelión de 1814 en el Cuzco y sus al­
y funcionarios municipales— dejaron inmediatamente en claro que ellos exigían no rededores por las fuerzas realistas — varios de cuyos miembros eran criollos locales
solo la independencia del Perú, sino convertir al Cuzco en capital nacional. Hacia que vieron en esto una oportunidad inmejorable para apoderarse de las tierras de
finales de 1814 controlaban ya las ciudades de Puno, La Paz, Huamanga y Arequi­ las comunidades indias— aseguraron una relativa tranquilidad política para el sur
pa, antes de retroceder al Cuzco ante el arribo de un contingente realista de 1200 peruano en lo que quedaba de la segunda década del siglo XIX. Entre mediados de
oficiales y hombres cuzqueños que habían estado combatiendo en el Alto Perú. En 1815 y finales de 1819, las únicas revueltas que hubo en todo el virreinato fueron las
marzo de 1815, este destacamento, comandado por el general Juan Ramírez, sub­ actividades guerrilleras en el valle del Mantaro; queda por saber si estas actividades
comandante del ejército del Alto Perú, había vuelto a tomar el Cuzco, en donde los fueron bandidaje, protesta .social, patriotismo o una combinación de los tres.44 Sin
jefes rebeldes fueron prestamente ejecutados. Estos incluían a Mateo García Puma- embargo, algunos estudios recientes sugieren que el respaldo de las montoneras pro­
cahua, el cacique de Chincheros, cuya participación legitimaba los intentos de las vino principalmente de grupos desarraigados que eran particularmente susceptibles
autoridades virreinales por reducir el movimiento a un simple levantamiento racial a las fluctuaciones económicas — «arrieros, vagabundos y jornaleros de las minas»,
de indios contra blancos. para citar una fuente— , no de las comunidades indias que contaban con mayores
Son obvias las similitudes entre el levantamiento de Túpac Amaru (inicialmcnte
un intento de conformar una revolución de ancha base, atrayendo cierto respaldo de
41. Cahil! 1988.
los criollos y mestizos pobres del sur peruano) y la rebelión de 1814-1815 (iniciada
42, Cahil! y O'Fhelan Godoy 1992,
por personas que no eran indias, pero que rápidamente tomó el carácter de una gue­
43. Por ejemplo, en 1822, el subdelegado de Abancay acusó de insurrección al alcalde del pueblo
rra de castas en contra de los blancos). El vínculo, recientemente revelado por Cahil!, de Huanipa (Francisco Xavier Ncgrón) por haberse opuesto aJ nombramiento como cacique del
candidaro del subdelegado (Mariano Alzamora); Negrón atribuía el nombramiento al pago de
un soborno, en tanto que el subdelegado le acusaba de haber animado a los pobladores a que no
pagaran su contribución: Archivo Departamental del Cuzco, Intendencia, Gobierno, Leg. 157.
39. Bonilla y Spalding 1972: 49. 44, Las fuentes útiles sobre el fenómeno incluyen a Guardino 1989, Rivera Serna 1958, Vergara Arias
40. Fisher 1970: 225-229. Para un exhaustivo corpus documental, véase CDIP, tomo III, vols. 6-7. 1974 y Bcltrán Gallardo 1977. Véase también CDIP, tomo V: 1-4.
278 Jo h n R, b'isher Ftdelism o, p atriotism o e independencia 279

recursos de los cuales depender durante una recesión.45 En Lima misma, las difi­ en enero de 1820 (y la isla de Chiloé hasta enero de 1826), pero los sueños peruanos
cultades económicas y fiscales, mas no las actividades abiertamente revolucionarias, de montar orra expedición para reconquistar Chile se desvanecieron rápidamente
fueron la principal preocupación — por lo m enos hasta 1820— del nuevo virrey después de Maipú. Un golpe decisivo fue la captura de la fragata María Isabel y varios
Joaquín de La Pezuela, quien sucedió a Abascal a mediados de 1816, luego de servir transportes con destino al Callao que llevaban tropas y armas desde Cádiz, ocurrida
como comandante en jefe del ejérciro realista del Alto Perú desde 1813. Su momento en Talcahuano — la base naval cercana a Concepción, abandonada por Osorio-— en
cumbre en este cargo había renido lugar en noviembre de 1813 con su decisiva victo­ 1818, a manos de la novel marina chilena. ’11Este incidente no solo privó al Perú de
ria sobre José Rondeau en Viluma, que siguió a sus anteriores éxitos en Vilcapuquio 2000 refuerzos, sino que dio a los chilenos el buque insignia (rebautizado como el
y Ayohuma contra Belgrano.46 O ’Higgins) de los siete buques de guerra que en agosto de 1820 escoltarían las 4500
De ahí en adelante, la preocupación del nuevo virrey por mantener una tuerte tropas de la expedición libertadora de Valparaíso al Perú.5 051
presencia militar en el Alto Perú — en donde el comando supremo del ejército re­ A continuación, iniciamos un análisis sobre la reacción realista ante el desem­
alista fue transferido al recién llegado José de la Serna en 1816— sería usualmente barco de la expedición libertadora al sur de Lima, entre el 8 y el 10 de septiembre
mencionada como un factor decisivo en su incapacidad para enviar fuerzas adecua­ de 1820. Además, el análisis subsiguiente se concentrará en los eventos que tuvieron
das a Chile, para defenderlo de la expedición transandina de San Martín de 1817.47 lugar en el Cuzco, especialmente entre 1822 y 1824, cuando la ciudad sirvió conio
Un detalle relativamente menor, que a su debido tiempo llegaría a ser la manzana la capital virreinal de La Serna, para así evitar reperir inútilmente los detalles extre­
de la discordia entre los respectivos apologistas de Pezuela y La Serna, fue que, tras madamente familiares de los acontecimientos ocurridos en Lima luego de que San
desembarcar en Arica en septiembre de 1816, este último viajó directamente al Alto Martín declarase la independencia el 28 de julio de 1821,
Perú en lugar de viajar a Lima a conferenciar con el virrey, supuestamente minando Aun cuando las estadísticas oficiales del número de tropas que existía en el Perú
así la autoridad de su superior.4” a fines de la Colonia son muy poco confiables (al igual que en otras partes de la Amé­
Si bien el continuo estado de guerra existente en el Alto Perú desde 1809 había rica hispana en este periodo), en especial en lo que toar al número real de hombres
significado un fuerte drenaje de los recursos humanos y materiales de las provincias en los regimientos de la milicia capaces de entrar al servicio activo y dispuestos a
sureñas peruanas de Arequipa, Cuzco y Puno — en donde el correctamente llamado hacerlo, en 1820 Pezuela contaba, a primera vista, con fuerzas sustanciales para de­
«ejérciro [realista! del Perú» había sido principalmente reclutado— , el costo total de fender al virreinato tanto de la insurgencia interna como de un ataque externo,52 El
la decisión de la mayoría de los peruanos de combatir por la causa realista no se hizo contingente más grande en toda su fuerza de 23.000 hombres era el «ejercito del Alto
evidente para los limeños sino en 1818, con la pérdida de Chile. Las intervenciones Perú» (10.000), comandado por Ramírez— quien había regresado a Charcas para
anteriores en 1812-1814 para reprimir los intentos prematuros de rechazar el domi­ suceder a La Serna, luego de un intervalo como presidente de Quito— , y el «ejército
nio hispano en Quito y Chile habían alcanzado su objetivo de modo relativamente de Lima» de 6000 hombres, bajo el mando directo del virrey mismo.53 La guarnición
fácil, y con pocas pérdidas de vidas peruanas. Sin embargo, la victoria que los patrio­ del Callao (1000 hombres) y otros destacamentos al norte y sur de Lima incrementa­
tas obtuvieran en Maipú en abril de 1818 sobre el ejército realista comandado por ban las fuerzas realistas inmediatamente disponibles a casi 9000 hombres.54 A pocas
Mariano Osorio — el yerno de Pezuela— causó inertes bajas en los 3000 hombres horas de confirmársele que San Martín había comenzado a desembarcar sus tropas
de la fuerza expedicionaria — la mitad peruanos, el resto peninsulares recientemente
llegados de Panamá— enviada a Chile desde el Perú a finales de 1817.49 El puerto
50. El fracaso en conservar una presencia militar en Talcahuano después de Maipú pasó a ser una de
sureño de Valdivia seguiría en manos realistas hasta su captura por Tilomas Cochrane
las principales quejas formuladas en contra de Pezuela (Valdés 1894-1898, vol. 2: 43).
51. Para detalles de las naves del escuadrón chileno véase Vargas Ugarte 1958: 156-157.
52. Marchena (1992) presenta un análisis global del papel que las tropas regulares y la milicia reman
45. Alberto Flores Gálbulo, citado en Rcniy 1988: 482,
en los ejércitos realistas.
46. Una relación detallada de la carreta militar del virrey figura en Pezuela 1955,
53. «Estado general de la tropa de artillería, infantería y caballería que existe en los ejércitos de Lima
47. Lynch 1973: 125-126. y Alto Perú, así como en las provincias dependientes de ambos virreinatos [,,,]», biblioteca de
48. Valdés 1894-1898, vol. 1:21. Mcnéndcz Pclayo (en adelante, BMP), Santander, Pezuela, Ms. 5, Cuaderno 10.
49. En Ministerio de Guerra (1984), se cubre exhaustivamente la participación peruana en las activi­ 54. En febrero de 1821, un oficial naval británico estimaba que las fuerzas realistas sumaban 7000
dades militares llevadas a cabo en el virreinato, Chile, Quito y el Alto Perú durante el periodo de hombres, incluyendo a 2500 europeos, después de las deserciones a San Martín — la rnás conspi­
la independencia. Véase también Albi 1990. cua de las cuales fue la del batallón Numancia, con 650 hombres— (Woodward 1968: 592). Seis
280 John R. Fisher F id tlim o , p atriotism o e independencia 28¡

cu Paracas, Pczuela retiró la pequeña fuerza que había estacionado en Pisco, ordenó a ejército realista acampado en Aznapuquio le acusaron de diversos defectos (princi­
Ramírez que mudara su cuartel general de Tupiza a La Paz (esto es, más cerca al Bajo palmente de no querer atacar a San Martín, lo cual quedaba acentuado por diversos
Perú) y repitió sus instrucciones a los hacendados al sur de Lima de que mudaran los errores militares, fraude, contrabando, nepotismo y la tolerancia del comportamien­
esclavos, el ganado y los caballos hacia el interior del país.” to sospechoso de sus asesores cercanos).59 Enfrentado a un ultimátum que advertía
La estrategia general del virrey de concentrar sus fuerzas en Lima y alrededor de que el ejército marcharía sobre Lima a menos que entregara el mando en cuatro
ella reflejaba sus temores por la vulnerabilidad del Callao a un ataque por parte del horas, Pezuela informó su aceptación esc mismo día a una junta de guerra reunida
superior escuadrón naval chileno, cuyo control de los mares se hizo aún más marcado apresuradamente y dejó Lima, para luego dirigirse a su casa en La Magdalena.60 La
el 5 de noviembre cuando Cochrane capturó la Esmeralda, el buque insignia realista. Serna, por su parte, nombró rápidamente a Valdés jefe de Estado mayor, ascendió a
El siguiente mes de guerra boba quedó subrayado aun más con la ocupación de Ce­ José Cantcrac a comandante general del ejército y preparó la reevaluación estratégica
rro de Pasco, el principal centro minero peruano, por una columna enviada por San que cinco meses más tarde hizo que los realistas evacuaran Lima, y que San Martín
Martín al interior del Perú central bajo el mando del español Juan Antonio Álvarez de ingresara a ella el 12 de julio sin encontrar oposición alguna.6162
Arenales. Aunque Arenales (que es como comúnmente se le conoce) pronto retornó Aunque posteriormente fue perdonada en Madrid (e indirectamente sanciona­
a la costa — dejando a las montoneras y a los ciudadanos de larma y Huánuco que da por adelantado con una Real Orden de 1820, que autorizaba a La Serna a asumir
se habían declarado en favor de la independencia, en manos de los refuerzos realistas el puesto de virrey «en caso de muerte, ausencia o enfermedad» de Pezuela), la depo­
de Valdés y el brigadier Mariano Ricafort— , ya había infligido un daño duradero a la sición de este ultimo minó la legitimidad de la autoridad real para muchos peruanos
economía virreinal al tomar grandes stocks de plata y sabotear las recientemente ins­ conservadores, quienes ahora sentían que podían respaldar a San Martín sin ningún
taladas máquinas de vapor que habían elevado la producción de Cerro de Pasco a un problema de conciencia.'0 Aún más serio fue que ella pasó a ser materia de debate
nivel nunca antes visto en 1820.57También se llevó consigo al futuro presidente Santa público en Madrid, al publicarse allí antes de finalizar el año, no solo las acusaciones
Cruz, el comandante de la caballería realista en Cerro de Pasco, quien se había pasado hechas en contra de Pezuela, sino también su detallada refutación de las mismas
a los insurgentes luego de ser hecho prisionero el 6 de diciembre. escrita en La Magdalena antes de partir a España.63 La guerra de papel proseguiría
Si bien en diciembre de 1820 la estrategia de San Martín de no arriesgar sus mucho después de que la independencia del Perú hubiese quedado sellada, con la
tropas en un combate franco y esperar, más bien, a que el régimen realista se des­ respuesta de Valdés a Pezuela, escrita en 1827 pero no publicada hasta 1894, y con
integrara, pareció quedar justificada aún más cuando el marqués de forre Tagle, el la publicación en 1846 de otra relación pro La Serna de Andrés García Camba, otro
intendente deTrujillo, declaró la independencia de esta ciudad, la indecisión política firmante de la proclama de Aznapuquio.64
y militar de Pczuela brindó el telón de fondo para el famoso golpe militar en su
contra del 29 de enero de 1821.58 En esencia, los diecinueve oficiales mayores del 59. Para los nombres de los principales firmantes véase Vargas Ugarrc 1958: 221. También fueron
lisrados en un panfleto publicado bajo el seudónimo de «el Ingenuo» — escrito en realidad por
«Fernandito», el sobrino de Pezuela (Zeballos y Pczuela 1822)— , en el que se hicieron observacio­
mil tic las 33.000 tropas despachadas de España a América enrre 1810 y 1818 habían llegado al nes nada agradables sobre varios de ellos: García Camba, por ejemplo, fue descrito como «vano,
Perú, la mayoría do ellas en 1815-1818 (Hcrcdia 1974: 382-387). orgulloso [...] bien Ingrato», La Serna como «de conocimientos escasos, fácil de ser engañado», y
Valdcs como de «trato grosero e insolente»,
55. Pczuela al ministro de Guerra, 11 de septiembre de 1820, BMP, Pezuela, Ms. 10, Cuaderno 5.
60. A Pezuela inicialmente se le ordenó dejar el Perú en 24 horas, pero La Serna flexibilizó esta dispo­
56. Por coincidencia, en esa fecha se discutieron en Madrid los planes, finalmente infructuosos, para
sición y fue así que permaneció hasta junio de 1821.
enviar otros buques de guerra al Callao y Cartagena, «amenazados de nueva invasión por las fuer­
zas rebeldes auxiliadas por los extranjeros [...]», José Canga Arguelles al ministro de Ultramar, 5 61. Para una relación del trasfondo de esta decisión véase Anna 1979: 70-80,
de noviembre de 1820, AGI, Indiferente General, Lcg. 1568. 62. Orden Real impresa, 30 de septiembre de 1820, Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos,
57. Fisher 1977; 111. El 6 de enero de 1821 San Martín se quejó a Pezuela de que, al entrar a Tarma, Libro 1, f. 81.
Ricafort había ejecutado a los heridos dejados allí por Arenales; Pezuela negó esto en su respuesta 63. Pezuela 1821.
del 11 de enero de 1812, denunciando a su vez que los insurgentes habían cometido atrocidades en 64. García Camba 1846, La respuesta de Valdcs de 1827 se ocupaba no solo de las acusaciones hechas
lea, Huamanga y Huancavelica, de las cuales una de las más serias había sido permitir que soldados por Pczuela en 1821, sino también de los cargos posteriores a 1824 según los cuales La Sema y
negros violaran a mujeres españolas: «Conferencias en Miraflores y correspondencia con el general sus oficiales — «los mal mirados»— no debieron haberse rendido en Ayacucho: «Exposición que
enemigo», BMP, Pezuela, Ms, 6. dirige al rey don Fernando V|[ el mariscal de campo don Jerónimo Valdcs sobre las causas que
58. Los pueblos vednos, entre ellos Piura, rápidamente siguieron el ejemplo de Trujillo, y para mayo motivaron la pérdida del Perú, desde Vitoria, a 12 de Julio de 1827», en Valdés 1894-1898, vol.
de 182 i buena parte del norte peruano se había pronunciado a favor de San Martín, 2: 17-137; viene precedida por la introducción de su nieto (1-15; véase 8 para la referencia a los
282 Joh n J i Fish er Fidelism o, p atriotism o e independencia 283

El principal argumento del manifiesto de Pezuela era que él había sido la víc­ su permiso expreso.70 Toda persona que desobedeciera esta orden, dijo, sería tratada
tima inocente de «una insurrección puramenre militar» — organizada por un grupo «como sedicioso y perturbador del orden público»,71 Refiriéndose directamente a la
bastante unido de oficiales peninsulares que habían buscado «formar un partido» negativa de Olañeta a obedecerle por su renuencia a derogar la Constitución sin reci­
desde que arribaran de España en 1816 (Canterac en realidad llegó en 1818)— a la bir instrucciones explícitas de España, La Serna se preguntaba retóricamente si cual­
cual había cedido únicamente para evitar «una guerra civil».6- La Serna, decía, se le quiera de aquellos que intentaban mostrarse como «más anticonstitucionales» que él
había opuesto con «una taciturnidad invencible» y una «arrogancia petulante»; Gar­ «se hubieran atrevido en mi lugar á tan clásicas violaciones y modificaciones cuando
cía Camba era «uno de mis más acerrísimos enemigos» y Canterac se había dedicado la Constitución se ostentaba protegida y recomendada por el mismo Monarca?».72
a su «degradación». Se hacían cargos similares contra otros miembros principales del El virrey finalmente decretó la restauración del absolutismo en el Bajo Perú el 11 de
«partido de oficiales europeos», sobre rodo el coronel Juan Loriga y el teniente coro­ marzo de 1824, ante la derogatoria de la Constitución en las provincias de Potosí
nel Antonio Seoanc.*6566 Estos cargos, juntamente con las evidencias de la subsiguiente y Charcas por parte de Olañeta y la subsiguiente decisión de Valdés — a quien La
ruptura de La Serna y Pedro de Olañeta (en ese entonces comandante del ejército Serna había enviado a que reprimiera su insurrección— de tomar una acción similar
del Alto Perú luego de la derogatoria de la Constitución en 1823), han hecho que en el resto del Alto Perú, a pesar de aún no haber recibido la autorización específica
algunos investigadores expliquen la crisis de 1821 en términos de un conflicto polí­ de España para tomar dicha medida.73
tico entre los oficiales liberales agrupados en torno a La Serna, quienes pensaban que Las evidencias disponibles referentes a las relaciones entre Pezuela y La Serna
la Constitución de 1812 reconciliaría a los americanos con el dominio hispano, y y sus respectivos círculos, antes de enero de 1821, tienden asimismo a sugerir que,
los absolutistas — criollos y peninsulares— , profundamente recelosos del consti­ si bien existían facciones entre los militares, ellas no necesariamente reflejaban des­
tucionalismo.67 Pezuela mismo hizo bastante por fomentar esta interpretación al acuerdos ideológicos profundamente enraizados. Algo más importantes fueron las
sugerir, algo indirectamente, que «la grande revolución ocurrida en la península» grandes diferencias culturales y las discusiones sobre tácticas entre los oficiales que
había dado oportunidad a «los menos apreciables ciudadanos» de «trastornar impu­ habían servido un buen tiempo en América, como Pezuela (cuyo servicio aquí se
nemente la autoridad»,68 En su correspondencia privada fue más directo, acusando a remontaba a 1805) y Ramírez, quienes creían comprender a los criollos, y los penin­
La Serna de «hipocresía, artería, malignidad, ingratitud y cautela», describiéndolo a sulares arrogantes y seguros de sí mismos que arribaron al Perú en 1816, decididos a
el y a sus principales oficiales como «una rama masónica del Arbol que está en las reprimir la disidencia con su vigoroso profesionalismo.
Cortes, y ministros del día (y del tipo siguiente, si sigue el actual desgobierno de Por ejemplo, una de las acusaciones comunes en contra de La Serna era que
España) [...]».69 tan pronto como llegó al Alto Perú, licenció a dos regimientos de la milicia del
La Serna, por su parte, señaló a la Corona en marzo de 1824, luego de haberse Cuzco, incluyendo al que había derrotado a la rebelión de Pumacahua, dispersan­
restaurado el absolutismo, que si bien se había visto obligado a acatar la Constitución do a sus hombres y oficiales enrre otras unidades para así facilitar el ascenso de sus
durante los tres años anteriores, en realidad había decretado ya en abril de 1822 que subordinados peninsulares.7'4 Por otro lado, hay evidencias claras de que La Serna
las órdenes recibidas del gobierno liberal en España no debían implcmentarse sin discrepaba esencialmente con las tácticas militares de Pezuela —-sobre todo en Chile
en 1817— , hasta el punco de buscar renunciar a su comisión y retornar a España.79

«mal mirados») y le sigue un gran número de «documentos justificativos» (141-497). Mariano


Torrente, otra autoridad menos directa pero influyente, descrita a veces como hostil a La Serna 70. La Serna al ministro de Grada y Justicia, 15 de marzo de 1824, AGI, Lima. Lcg, 762.
— Torara sostenía (Víddés 1894-1898, vol.3: 8) que su obra estaba influida por «los Pezuelistas y 71. Decreto de La Serna, 11 de abril de 1822, Archivo Departamental del Cuzco, Intendencia, Go­
Olañcristas»— , le alabó por ser el único virrey «que haya sellado con su sangre su fidelidad en el bierno Virreinal, Leg. 159,
campo de batalla», una referencia a las heridas recibidas en Ayacucho (Torrente 1829. vol. 3: 508).
72. La Serna al ministro de Gracia y Justicia, 15 de marzo de 1824, AGI, Lima, Leg. 762.
Los estudios de la opinión pública española respecto de la independencia americana incluyen a
Fernández Almagro 1957 y Enciso 1967. 73- Decreto de La Serna, 11 de marzo de 1824, Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro
1, ff, 377-78. El decrcco real del 25 de diciembre de 1823 que ordenaba esta medida fue publicado
65. Pezuela 1821: 10. 13. 144.
en el Cuzco eí 31 de julio de 1824 (flF. 401-402).
66. Ibíd., pp. 110,125-26.
74, Pezuela 1821: 113, Véase también a García Gamba 1846: 223-224, quien señala que la falta de
67. Véase, por ejemplo, a Woodward 1968: 602-604, y a Lynch 1973: 171-72. voluntad de los criollos para servir bajo el mando de los peninsulares causó muchas deserciones
68. Pezuela 1821: 126. entre los que antes habían sido entusiastas seguidores de la causa realista.
69. Pezuela a La Serna, 22 de febrero de 1821, BMP, Pezuela, Ms. 1. 75. Vargas Ugarte 1958: 152-153,
284 Jo h n R. Fish er Pidelhtno, patriotism o e independencia 285

La aprobación de Madrid a este retiro — ostensiblemente por motivos de salud— del virrey estaba redactada de modo algo cortante — decía que las órdenes recibidas
fue confirmada en 1818 y, habiendo viajado a Lima, La Serna se encontraba a dos de Madrid habían interrumpido sus planes para rechazar a San Martín de suelo
días de su partida a Panamá cuando Pezuela, algo sorprendentemente en vista de peruano-—, su oferta de abrir negociaciones fue aceptada. Estas se iniciaron el 25 de
los acontecimientos posteriores, le ascendió a teniente general y le persuadió de que septiembre en las afueras de Lima, entre las respectivas parejas de delegados,81 En una
permaneciera en la capital, listo para convertirse en virrey interino en caso de nece­ semana estaba claro que el abismo que separaba a ambos lados era insuperable, dada
sidad,7" Al parecer, su intención inicial era devolverle a La Serna su puesto en el Alto la insistencia de San Martín de que el Alto Perú se rindiera a sus fuerzas. Las hostili­
Perú — desde donde recibiría informes, en julio de 1820, de la profunda hostilidad dades se reiniciaron formalmente el 7 de octubre, no obstante un intento hecho por
entre Ramírez y el «partido escandaloso» de los peninsulares, liderados por Cante- San Martín a última hora para prolongar las negociaciones, argumentando que «una
rae— , pero el arribo de San Martín y la necesidad subsiguiente de tenerlo cerca de mala paz es mejor que la guerra más feroz», tal vez una referencia a la anterior obser­
Lima se adelantó a su plan,7677 vación hecha por Pczucla, según la cual la larga guerra en el Alto Perú únicamente
No obstante las reservas que hay para atribuir las divisiones surgidas entre los había causado «muertos, miseria y ruina»,82 A comienzos de noviembre, el ejército de
realistas entre 1820 y 1821 a diferencias ideológicas, debemos reconocer que la res­ San Martín, que había aprovechado el cese al fuego para conseguir provisiones, ca­
tauración del liberalismo en España, ocurrida en 1820, afectó profundamente los ballos y reclutas en las haciendas costeñas, había avanzado hasta las afueras de Lima,
acontecimientos peruanos, en desventaja primero de Pczucla y luego de San Mar­ desencadenando así los acontecimientos que eventualmente llevarían a la destitución
tín.78 Una cronología precisa importa porque, si bien, gracias a su correspondencia de Pezuela en enero.83
privada con el embajador español en Río de Janeiro, Pezuela ya sabía a mediados de Sobre este telón de fondo se iban tomando medidas ponderosas en España para
julio de la revolución de 1820, fue solo el 4 de septiembre, cuatro días antes de que nombrar, dar instrucciones y enviar los comisionados de paz prometidos en abril
San Martín iniciara su desembarco, que se le ordenó formalmente que restaurara la de 1820 a diversos puntos de América, un proceso que eventualmcntc hizo que el
Constitución de 1812,79 La ceremonia misma, efectuada el 15 de dicho mes, estu­ capitán de Marina Manuel de Abreu y el brigadier José Rodríguez de Arias partieran
vo precedida por una oferta hecha cuatro días antes a San Martín para acordar un desde Cádiz con destino al Perú, vía Panamá,84 Arias no pasó de Cartagena de Indias,
cese al fuego, luego de que Pezuela recibiera instrucciones complementarias que le en donde renunció a su misión alegando mala salud y mencionando una artritis
ordenaban tomar este paso en tanto llegaban de España los comisionados de paz,
encargados de persuadir a los insurgentes de que la restauración de la Constitución
teniendo lugar en el Cuzco, por ejemplo, el 15 de octubre: Decreto del presidente del Cuzco, 2 de
les permitiría alcanzar sus objetivos dentro del redil hispano.8" Si bien la carta inicial octubre de 1820, Archivo Departamental del Cuzco, intendencia, Gobierno, Leg. 157.
81. Los detalles de las tácticas militares de Pezuela fueron examinados en sus juntas de guerra del 13
y 22 de septiembre; BMP, Pezuela, Ms. 5, Cuaderno 10, ff. 88-91, 101-104, Durante las conver­
saciones de Miradores, Pezuela se reunió personalmente con los enviados de San Martín y este
76. Pezuela al ministro de Guerra, 14 de fehrero de 1820, BMP, Pezuela, Ms. 5, Cuaderno 8. último con los suyos, pero no hubo ningún encuentro directo entre ambos jefes.
77. Mariano de la Torre y Vera a Pezuela, 7 de julio de 1820, BMP, Pezuela, Ms. 5, Cuaderno 9; La 82. San Martín a Pezuela, 1 de octubre de 1820; Pezuela a San Martín, 11 de septiembre de 1820,
Serna a Pezuela. 30 de septiembre de 1820, BMP, Pczucla, Ms, 5, Cuaderno 10. No obstante haber RMP, Pezuela, Ms. 6. La Serna respaldaba la idea de que la transferencia del Alto Perú a San Martín
asuntos más urgentes, se gastó bastante papel y tiempo en decidir la fecha exacra hasta la cual reci­ estaba fuera de lugar pero sugirió, con notable clarividencia, que los chilenos tal vez quedarían
biría la paga de comandante del ejército del Alto Perú (evcntualmcnte fijada el 5 de diciembre de satisfechos si se les ofrecía Tacna y Arica: La Serna a Pezuela, 30 de septiembre de 1820, BMP,
1819), un asunto de cierto interés para los funcionarios del Estado de Lima, dadas las diferencias Pczucla, Ms. 6,
en el monto; Pezuela al secretario de Estado, 5 de junio de 1820, AGI, Lima, Leg. 762,
83. La oferta de emancipar a los esclavos que dejaran las haciendas para unirse a San Martín atrajo
78. Las fuentes usuales sobre la política española entre 1820 y 1823 incluyen a Cornelias 1958a y tantos reclutas, que compensó las bajas por enfermedad sufridas por las fuerzas traídas de Chile
1958b. Un análisis más amplio de la política imperial hispana aparece en Anna 1983 y en Costeloc (García Camba 1846: 336). Menos exiroso, por lo menos en el corto plazo, fue un llamado para­
1986. lelo hecho a los pobladores indígenas del Perú pidiéndoles su respaldo a cambio de la abolición del
79. Pezuela al embajador Casaflores, 14 de julio de 1820. acusando recibo de su carta del 11 de mayo tributo, que fue impreso tanto en castellano como en quechua; José de San Martín [...] a los Indios
de 1820; BMP, Pezuela, Ms. 5, Cuaderno 6. Véase también Anna 1983: 234-239, y Anna 1979: Naturales del Perú, 7 de septiembre de 1820, BMP, Pczucla, Ms. 5, Cuaderno 10.
159-161. 84. Los detalles completos en AGI Indiferente General, Leg, 1568, Los capitanes Joaquín Goñi y Fran­
80. Los detalles completos de la correspondencia mantenida por Pczucla entre el 4 de abril de 1820 y el cisco Xavier Ulloa, que inicialmente fueron escogidos para el Perú, lograron evadir su comisión, el
20 de enero de 1821 con los funcionarios de gobierno en España, y con San Martín mismo, se en­ primero con una disputa sobre su salario y el segundo afirmando tener «tíos carnales en aquellos
cuentran en «Conferencias en Miradores y correspondencia con el general enemigo», BMP, Pezuela, países y Gobiernos disidentes [...]»: Juan Tabot al ministro de Ultramar, 2 de julio de 1820, AGI
Ms. 6. La jura de la Constitución en el resto del virreinato fue dispuesta a un paso algo cansino, indiferente General, Leg. 1568.
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286 287

reumatoide.85 Abreu, en cambio, continuó con su misión y viajó por mar al norte quedaron confirmados antes de fin de año al ser perseguidos por Bernardo de Mon-
peruano, pasando luego por tierra al cuartel de los insurgentes en Huaura, en donde ccagudo, el ministro de guerra de San Martín, quien se jactaba de contar con «todos
estableció contacto directo con San Martín el 27 de marzo de 1821.86 Cuando se los medios que estaban a mi alcance para inflamar el odio contra los españoles; sugerí
presentó ante 1.a Serna en Lima, el 30 de marzo, luego de una reunión preliminar medidas de severidad, y siempre estuve pronto a apoyar los que tenían por objeto
con Canterac en Aznapuquio, Abreu había comenzado a dar forma a las condiciones disminuir su número y debilitar su influjo público o privado».89 Entre los que fueron
que llevarían a un armisticio entre ambos lados, bajo cuya protección el virrey logró expulsados sin mayor trámite después de confiscárseles el grueso de sus propiedades,
preparar su evacuación de Lima sin temer acción militar alguna, revirtiendo así la se encontraban el arzobispo de Lima, el obispo de Huamanga, cinco ministros de la
situación en la cual Pezuela se había encontrado en septiembre de 1820.87 Audiencia y prominentes miembros del Consulado.90 Por su parte, Abreu, quien per­
Las tratativas entre los comisionados respectivos llevaron a un armisticio formal maneciera en Lima a la partida de La Serna sin su salario (350 pesos al mes), recibió
el 23 de mayo de 1821, inicialmente de veinte días pero posteriormente ampliado en cambio 1000 pesos de Hipólito Unanue en agosto y fue colmado de presentes y
hasta finales de junio. El 2 de este último mes La Serna y San Martín se encontraron cumplidos por San Martín cuando partió a España, vía Chile y Brasil, en diciembre
en persona en la hacienda de Punchauca, y este último propuso la creación de una de 1821.91 No sorprende que las relaciones entre Abreu y La Serna, que habían se­
regencia con La Serna como presidente, ofreciéndose él personalmente para viajar a guido comunicándose por carra, se hubiesen hecho cada vez más frías en estos cinco
España como parte de una comisión que negociaría la independencia peruana bajo el meses; por ejemplo, en noviembre, el virrey respondió a una carta de Abreu que él
mando de un príncipe español. Según Abreu, La Serna en un principio se vio tentado consideraba era «un aglomeramiento de frases, disgresiones, reflexiones y consejos
por la oferta no obstante la incomodidad que le daba asumir la presidencia, pero insignificantes», sugiriéndole que su lenguaje «parece más bien el de un Agente de
luego de conversar con Valdcs y García Camba la rechazó, pues «los jefes del ejército los disidentes que el de un comisionado por S.M.C.».92 En su respuesta, Abreu le
se habían opuesto por no anteceder la aprobación de las Cortes». acusó de haber saboteado toda posibilidad de una reconciliación con los «disidentes»
A pesar del permanente optimismo de Abreu, a comienzos de julio era ya evi­ por su insistencia en tratarles de «traidores, alevosos y rateros», provocando así «el
dente que el abismo que separaba a ambos bandos era insuperable, y Hi Serna y su rompimiento escandaloso a que V. E. nos provocó [...]».93 Momeagudo sostuvo que
ejército decidieron con los pies al marcharse de Lima, a pesar de las protestas de la los esfuerzos de Abreu por reconciliar a ambos bandos habían sido «inútiles», pero
Audiencia de que la ciudad estaba siendo cercenada de «la integridad nacional».88 Los expresó sus esperanzas de que «una amigable transación sea el término de la actual
temores del tribunal sobre el destino que le aguardaba a los peninsulares de la ciudad contienda», a pesar de los obstáculos puestos por los comandantes realistas de los
«últimos restos de Ejército que mantienen en este territorio».94
Abreu dejó Lima todavía esperanzado en que San Martín enviaría comisionados
85. Arias a Abreu, 11 de enero de 1821, AGI, Indiferente General, Leg. 1569, a España para que negociaran la conformación de una monarquía independiente
86. La relación más completa de las actividades de Abreu, que va desde su partida de Portobelo el 21 de
enero de 1821 hasta su arribo a Tarifa el 16 de junio del siguiente año, es su detallado (55 páginas)
«Diario político [...]», 18 de junio de 1822, AGI, Lima, Leg. 800. Hasta 1971, este informe estuvo 89. Monreagudo 1823: 10. García Camba (1846: 436) le describió como un representante de «la clase
mal clasificado en la sección del AGI correspondiente a la Audiencia de México (Leg. 2330). Si más ínfima de la sociedad como de origen africano [...J tenía todo el carácter pérfido y cruel de un
bien tenían noticia de las actividades de Abreu, varios investigadores anteriores no vieron, por tan- zambo, con la imaginación ardiente y ambiciosa de la mayor parte de los mulatos».
ro, su informe, que contiene detalles fascinantes sobre sus reuniones con San Martín, La Serna y
90. Pedro Gutiérrez Cos, obispo de Huamanga, ai ministro de Gracia y Justicia, 8 de marzo de 1822;
otras figuras importantes. Buena parte de su correspondencia está repetida en AGI, Lima, Leg. 800,
«Relación de los sujetos que han salido de la ciudad de Lima para la península», 15 de marzo de
copias que fueron llevadas por Pedro Fernández de Tavlra, un segundo comisionado (nombrado en 1822, AGI, Indiferente General, Leg. 1571-
Lima como reemplazante de Arias) que partió a la península desde el Perú en noviembre, vía Pa­
namá, y llegó a Lisboa en marzo: Tavira a ministro de Ultramar, 15 de marzo de 1822. incluyendo 91. Hipólito Unanue a Abreu, 17 de agosto de 1821, AGI, Lima, Leg. 800. Los obsequios incluían 2
grandes medallas de oro y 25 medallas grandes más 50 pequeñas de plata, acuñadas para conme­
la «exposición breve y sencilla», AGI, Lima, Leg. 800.
morar la independencia peruana; la carta explicativa de San Martín decía que «para algún español
87. Abreu anotó en su «Diario» que durante su primera reunión real con La Serna, el 1.“ de abril, «el
servil sería un insulto la remesa de las medallas de la Independencia [...] pero para un liberal no
virrey me habló con la frialdad propia de su carácter»; García Camba (1846: 388) comentó que
creo será un insulto, sino q‘ [la] recibirá como una prueba de mi afecto, para q’e V. las reparra entre
incluso en esta etapa inicial era ya evidente para los realistas que Abreu había llegado como «un sus amigos»; San Martín a Abreu, 1° de diciembre de 1821, AGI, Lima, Leg. 800.
ciego apologista de los independientes». García Camba (1846: 393) pensaba que las discusiones
92. La Serna a Abreu, 2 de noviembre de 1821, AGI, Lima, Leg. 800.
eran «inúrilcs y aun perjudiciales», pero Valdés (1894-1898, vol. 2: 57) admitió que «una suspen­
sión de hostilidades [...] nos interesaba». 93. Abreu a La Serna, 12 de noviembre de 1821, AGI, Lima, Leg. 800,

88. Audiencia a La Serna, 5 de julio de 1821, AGI, Lima, Leg. 800. 94. Montcagudo al ministro de Ultramar, 22 de noviembre de 1821, AGI, Lima, Leg. 800,
288 Joh n R. Fish er Fidelistno, p atrio tism o e independencia 2 8 lJ

en el Perú.94 En 1822 se nombraron varios oíros comisionados de paz para que se el Cuzco, que constituyen una de las fuentes más importantes para comprender la
dirigieran a otras partes de América fuera del Perú, no obstante la renuencia que estrategia realista en este periodo.100
Madrid tuvo para tratar con Abreu a su retorno a España — estuvo esperando cuatro Rico ya gozaba de cierta notoriedad antes de la evacuación. Abascal le había
meses en Tarifa antes de que se le permitiera pasar a la corte— , lo que indica que desterrado de Lima en 1812, supuestamente por abusar de la libertad de imprenta
el gobierno constitucional no había abandonado la idea de un arreglo negociado.959697 para publicar materiales infamantes en El Peruano. En abril de 1821, Pezuela se que­
Hay ciertos indicios de que San Martín era igualmente optimista, por lo menos jó de sus «ponzoñosas erupciones» (entre las cuales se encontraba haber llamado a la
hasta finales de 1821, lo que explicaría su renuencia a librar combate con los 3300 Constitución «un aborto de la ignorancia»), y Abreu atribuyó la intransigencia de La
hombres de Canterac en septiembre, cuando este decidió evacuar al grueso de la Serna en las negociaciones con San Martín a que estaba «gobernado por Valdés y el
guarnición realista dejada en el Callao en julio.'17 Sin embargo, es claro que La Serna periodista Rico».101 El bajo concepto que tenían de Rico fue aceptado por comen­
había decidido que un arreglo negociado era imposible antes de que Abren partiera, taristas que escribieron después de la independencia, entre los cuides se encontraba
y que la sierra era el mejor lugar en donde montar la defensa armada del virreinato el editor de E l Sol (Cuzco), quien lo describió en 1823 como «este loco» y como
en contra de la insurgcncia. «el periodista más estrafalario que ha tenido el gobierno español»,102 La Serna, sin
En realidad, los limeños todavía no habían visto por última vez las espaldas de embargo, le alabó por ser el único funcionario civil que dejó Lima con él, y en 1825
los realistas, pues además del retorno de Canterac al Callao en septiembre y su breve Rodil le permitió seguir publicando El Depositario en el Callao, enviando copias
rcocupación de la ciudad en junio de 1823, el motín de la guarnición patriota del regularmente a Manuel Blanco Encalada (el comandante chileno del bloqueo naval
Callao en febrero de 1824 permitió que los realistas retomaran tanto la indefensa de la fortaleza) y alabando el «buen humor» del editor.103
capital — que rendirían solo después de la batalla de Ayacucho— como el Callao Tras evacuar Lima, La Serna se estableció inicialmente en Huancayo, que fue
mismo, que José Ramón Rodil se rehusó a rendir hasta enero de 1826.98 Entre los una excelente base en donde obtener provisiones del fértil valle del Man taro, así
varios miles de civiles que cayeron víctimas del amargo asedio de la fortaleza, inicia­ como para atacar a las montoneras que habían vuelto notoria a la región. El ejército
do en diciembre de 1824, se encuentra el extravagante editor Gaspar Rico y Angulo, de Canterac siguió usando a Huancayo como su base principal hasta 1824.104 Sin
cuya variopinta carrera en el Perú comprendió su trabajo como un administrador embargo, La Serna mismo pronto fue persuadido de trasladarse al Cuzco, al cual
de los Cinco Gremios Mayores y, a partir de 1818, la administración de la reciente­ describiera en septiembre de 1821 como la «antigua capital del Perú, y centro de que
mente establecida lotería de América del Sur.99 Sin embargo, la causa principal de su podía dar impulso más fácilmente en todas direcciones a las operaciones militares,
fama y lo que le hace valioso para los historiadores es que Rico acompañó a La Serna y a las Providencias del Gobierno y Estado que convienen en tan extraordinarias
a la sierra en julio de 1821, y durante los siguientes tres años publicó una serie de
periódicos y panfletos con una imprenta portátil, primero en Huancayo y luego en
100. Su valor se ve incrementado por lá escasez de documentación oficial del gobierno de La Serna,
debido en parte a la pérdida de muchos de los papeles del secretario virreinal dejados en el Callao
en julio de 1821, y por haberse arrojado los informes oficiales al mar en las costas del Brasil rumbo
a España, cuando el navio que los llevaba fue atacado por corsarios bonaerenses: Anna 1979: 269.
95. Abreu a San Martín, 2 de diciembre de 1821, AGI, Lima, Leg. 800. 101. Anna 1979: 67-69; Pezuela 1821: 128; Abreu, «Diario político», 18 de junio de 1822, AGI, Lima,
96. Ministro de ultramar a Abreu, 13 de octubre de 1822, AGI. Lima, Leg. 800. lodos los detalles de Leg. 800.
sus instrucciones se encuentran en AGI, Indiferente General, Leg. 1570. Antonio Luis Pcreyra y 102. El So l n.” 10, 5 de marzo de 1825, Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro 2A, f. 31 v.
Luis de la Robla, los emisarios enviados a Buenos Aires, firmaron un armisticio en julio de 1824
103- Rodil 1955: 261. Mcndiburu posteriormente calificó a este órgano como «en verdad un depósi­
e intentaron vanamente obtener permiso para que un emisario viajara al Cuzco a persuadir a La
to de insulsas producciones de desvergüenzas y aun obscenidades», que contenía «observaciones
Serna que lo acatara: Torrenrc 1829, vol, 3: 408-409. Para ese entonces, la iniciativa ya había sido
vulgares mezcladas con cuentos ridículos y sucios» (Mcndiburu 1874-1890, vol. 7: 75-76). Una
abandonada en Madrid: Real Orden de Fernando VII, 26 de enero de 1824, AGI, Indiferente
muestra de lo que le molestó la brinda El Depositario, n.° 100, 9 de noviembre de 1823 (reproduci­
General, Leg, 1571.
do en Valdés 1894-1898, vol. 4: 503-504), que insultaba tanto a Bolívar como a Sucre, sugiriendo
97. Casi lo opuesto sucedió en junio de 1823, cuando Sucre se reriró al Callao, permitiéndole a Can­ que el primero, «el virote», «será enterrado en mierda hasra el eogotc/y el duelo de su entierro, bajo
terac rcocupar Lima por un mes: Anna 1979: 217-218. y sucio/solo lo podrá hacer Sucreprepucio»,
98. Rodil 1955. 104, Una valiosa fuente para las actividades del ejército es el Boletín del Ejército Nacional de Lima
99. Rico falleció en febrero de 1826, varios días después de la capitulación de Rodil, pero a consecuen­ (Huancayo y Jauja), 19 números, que se encuentran en el Archivo Departamental del Cuzco,
cia de las privaciones sufridas durante el asedio. Periódicos, Libro 1, y comprenden el periodo entre el 20 de abril y el 28 de octubre de 1822.
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circunstancias».105 La idea de elevar el estatus del Cuzco al de capital virreinal Fue en la ciudad entre 1822 y 1824. Si bien no se animó a transferir formalmenre las fun­
aceptada con entusiasmo por su Audiencia, la cual urgía al virrey en noviembre a que ciones de la Audiencia de Charcas a la del Cuzco por temor a desarar «una guerra de
abandonara «el obscuro pueblo de Huancayo», carente de «ciudadanos de rango, e papeles tan perjudicial y de funestas consecuencias como la de las Armas», gran parte
ilustración», en favor de «la Corte de los Yncas».106 del centro y sur peruano (que incluye a las intendencias de Arequipa, Huamanga,
Esra invocación a la tradición indígena de la ciudad resulta especialmente llama­ Huancavelica y 1 arma), que antes dependían de la administración judicial de Lima,
tiva, pues tres de los cuatro ministros que firmaron la carta confidencial no solo eran quedó ahora bajo la jurisdicción del tribunal cuzqueño.110 En el ámbito político
peninsulares, sino que hasta ese entonces habían defendido la necesidad de transferir mayor, según la Audiencia, la dificultad para comunicarse con las autoridades en Es­
el Tribunal del Cuzco — en donde, pensaban, «los magnates» tenían una larga tradi­ paña, que algunos comentaristas pintan como una debilidad sufrida por La Serna, le
ción de respaldar proyectos revolucionarios— a la base más segura de Arequipa.107 La dio a este «sublime personaje» una autoridad remozada a ojos de las simpatizantes re­
Serna mismo tendió a restarle importancia al significado simbólico de su mudanza alistas en el Perú.’ 11 Ciertamente que esto le permitió ser bastanre selectivo a la hora
al Cuzco, concentrándose más bien en los beneficios prácticos; asimismo, intentó de decidir qué tanto implcmcntar las disposiciones de la restaurada Constitución, así
minimizar la pompa asociada con su entrada formal en la ciudad el 30 de diciembre como ejercer un considerable control sobre, por ejemplo, las elecciones locales sin
de 182L 108 Por su parte, el cabildo de la ciudad escribió al rey, en abril de 1824, remor a ser reprendido.112
solicitando la confirmación oficial del Cuzco como capital virreinal. Si bien ya era El virrey siguió el ejemplo dado entre 1820 y 1821 por Juan Pío Tristán, el
redundante en diciembre por la batidla de Ayacucho, este paso sugiere que a fines del presídeme del Cuzco, de tratar duramente a los deserrores del ejército, decretando
periodo colonial los dirigentes cívicos encontraban una mejor garantía de sus intentos en mayo de 1822 que estos quedarían sujetos a la jurisdicción sumaria de las cortes
por afirmar la identidad regional en el fidelismo, antes que en la ¡nsurgencia.109 militares, juntamente con los conspiradores y todos los que se resistieran a ser arres­
La confianza en sí mismo del municipio indudablemente había sido fortalecida tados.11314*Asimismo se dio bastante publicidad en el Cuzco a las represalias tomadas
por el éxito que La Serna tuvo en establecer una compleja estructura administrativa contra los insurgentes. Entre estas se encontraban la quema del pueblo de Cangallo,
descrito como «criminalísimo» y como «un asilo de asesinos y guarida de ladrones»;
la exhibición ejemplar de las cabezas de los prisioneros capturados durante un in­
105. La Serna al secretario de G rada y Justicia, 11 de septiembre de 1822, AGI, Audiencia de Lima, I,cg. fructuoso ataque guerrillero al pueblo de Chongos; y una serie de ejecuciones y gol­
762. pizas a los alcaldes indios en la intendencia de Huamanga, ya fuera por insurrección
106. Audiencia a La Serna, reservada, 11 de noviembre de 1821, Archivo Departamental del Cuzco,
armada, ya por pasarle información al enemigo.1MAsimismo, en mayo de 1822, se
Real Audiencia, Libro 3.
107. «Expediente sobre traslación de la Audiencia del Cuzco a Arequipa», AGI, Cuzco, Leg. 10; Zegarra
Menescs 1973: 148-1.58. La campaña de la Audiencia a favor de la transferencia comenzó en 1815,
apenas dos días antes de que fuera reinstalada etl el Cuzco, luego de la supresión de la rebelión de 110. Véase la nota 105.
Pumacahua: Audiencia a Pezuela, reservada, 15 de abril de 1815, Archivo Departamental del Cuz­
co, Real Audiencia, Libro 3. Los ministros en funciones en 1821 eran José Darcourt, Bartolomé 111. Véase la nota 106; los rasgos negativos del aislamiento son subrayados en Anna 1979: 192-193, y
Mosquera de Fuga, Martín José de Mújica (todos ellos peninsulares) y el criollo Santiago Corbalán: Albi 1990: 337.
los detalles de sus carreras se encuentran en Rurkholdcr y Chandlcr 1982: 92, 98, 226-227, 231. 112. En diciembre de 1822, el subdelegado de Ahancay se refería a una orden del virrey para que se
108. Audiencia al virrey, 29 de diciembre de 1821, Archivo Departamental del Cuzco, Real Audiencia, asegurara de que toda persona elegida para d cargo de alcalde fuera «adicto a la justa causa, timo­
Libro 3. En esta carta, el tribunal se oponía a su plan de celebrar ciertas ceremonias en su casa y rato Josef M'a Bargas a diputación provincial, Ahancay, 26 de diciembre de 1822, Archivo
no en el local de la Audiencia, Los detalles del costo sustancial de las ceremonias públicas se en­ Departamental del Cuzco, Intendencia, Gobierno Virreinal, Lcg. 159.
cuentran en «Cuadernos de los gastos imprendidos en la recepción del Ex’mo Sr. Vircy», Archivo 113. Decreto de La Serna, 17 de mayo de 1822, Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro
Departamental del Cuzco, Intendencia, Real Hacienda, Lcg. 225. 1, f. 121. Dos meses antes había ofrecido recompensas sustanciales — 8 pesos por hombre— por
109. No se ha ubicado el documento original, pero un resumen en AGI, Lima, Leg, 1024, dice: «Cuzco la captura de desertores del regimiento de Burgos: La Serna a subdelegado de Andahuaylas, 15
8 de abril de 1824. El Cavildo Real de la Ciudad Expone: Que para la seguridad de aquellos do­ de marzo de 1822, Archivo Departamental del Cuzco, Comunicaciones de La Serna, Leg, 1. Los
minios y conservación de orden en ellos se hace indispensable el que para el futuro se establezca detalles de las medidas cornadas porTrisrán se encuentran en Archivo Departamental del Cuzco,
en ella la Capital de aquel Virrcynato que se h¿ llamado de Lima, pues concurren en el Cuzco Intendencia, Gobierno, Leg. 157; García Camba (1846; 386-37) detalla las vigorosas acciones
las circunstancias singulares de su seguridad local, de su abundancia, su sanidad, y establecida tomadas por Tristán contra una conspiración de cuarrel ocurrida en 1821.
opinión; cuyo conjunto de ventajas tan especiales al intenro, no reúne orra alguna de las de aquel 114. Gaceta del gobierno legitimo del Perú. n.” 6, 22 de enero de 1822; n.° 81, 8 de junio de 1822; edi­
Territorio». Una nota dentro del resumen indica que la propuesta fue enviada al presidente del ción no numerada, 19 de mayo de 1822, Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro, 1,
Consejo de Indias el 12 de enero de 1825, «para q‘c el Consejo consulte su parecer [...]». ff. 87, 124, 131.
292 Jo h n R. Fish er Fidelistno, p atrio tism o e independencia 293

publicó una serie de informes del coronel José Carratalá que levantaban la moral y improvisación, persuasión y respeto por los procedimientos acostumbrados.120 En el
describían su acoso a las guerrillas de la provincia de Huamanga.115También se hicie­ extremo coercitivo del espectro, en febrero de 1822 La Serna autorizó la confiscación
ron algunos intentos por conservar la superioridad moral publicitando las supuestas de codas las propiedades de aquellas personas, laicas y eclesiásticas, que hubiesen
atrocidades cometidas contra los prisioneros realistas por las guerrillas que procla­ permanecido en Lima u otros lugares que se habían declarado a favor de San Martín,
maban su adhesión a San Martín, claro que en el contexto de una advertencia de con una promesa algo vaga de que cal vez se les compensaría una vez restaurado el
Canterac, quien amenazaba con responder a sus atrocidades quemando sus pueblos orden, con la condición de que en el ínterin no hubiesen participado en lo que él
y aldeas, «como me he visto en la precisión de hacerlo en Chacapalca, Huayhuay, y llamaba actividades criminales.121 Hasta cierto punto, esta medida regularizaba una
otros».1,6 Por otro lado, se tuvo un considerable cuidado en asegurarse de que se diera política ya vigente, de la cual fue víctima prominente Pedro Abadía, un importante
una paga adecuada a las comunidades a las que se había ordenado aprovisionar al comerciante limeño de cuya casa en Cerro de Pasco se extrajo plata pina por valor de
ejército realista con caballos, forraje, comida y alojamiento para la tropa,117 Ocasio­ 20.000 pesos a finales de 1821,122También hay evidencias de la confiscación de plata
nalmente hay indicios de una resistencia local a las demandas cada vez más fuertes de pina en la provincia de Arequipa, que se sospechaba era utilizada en el comercio de
las tropas — en febrero de 1823, el virrey recordaba al subdelegado de Andahuaylas contrabando.12' Otras medidas comprendían los prestamos voluntarios y forzosos,
que «no es justo q'e estas valientes tropas carescan de quanto necesitan»— que van una moratoria en el pago de los préstamos ya existentes, la confiscación de la platería
unidas, sin embargo, con la determinación de asegurar que se tomaran medidas de conventos e iglesias y la conservación del tributo indígena bajo el disfraz de una
estrictas en contra de los soldados abusivos («delincuentes») que cogían los animales «única contribución de Naturales», no obstante haber sido abolido por el régimen
de las comunidades sin el pago debido.118 Hasta la requisa de armas de fuego y sables constitucional.124 Los intendentes y subdelegados se vieron especialmente presiona­
de ciudadanos particulares, ocurrida en 1822, estuvo acompañada de la entrega de dos para que mantuvieran el flujo de fondos al Estado procedente de esta fuente, que
recibos, así como de la amenaza de fuertes multas y el reclutamiento como soldados se pagaba dos veces al ano, así como para que supervisaran el cobro de la plata de las
rasos de quienes desobedecieran.119 iglesias y la distribución de los préstamos forzosos dentro de su jurisdicción territo­
El problema mayor de cómo crear una maquinaria financiera capaz de generar rial.125 La importancia crucial del tributo como fuente de ingreso para los realistas
suficientes rentas con las que cubrir los gastos militares y administrativos en general
(lo que incluye los salarios de los funcionarios que habían huido al Cuzco desde los
territorios en manos enemigas) fue resuelto gracias a una combinación similar de 120. Estos refugiados inieialmente tuvieron derecho a recibir las dos terceras partes de su salario, su­
jetas a otro «descuento general» ordenado por La Serna en 1823 de 12 (para los civiles) y 8 (para
los militares) maravedíes por peso: ministro del Tesoro a intendente, Cuzco, 10 de setiembre de
1823 y 25 de octubre de 1823, Archivo Departamental del Cuzco, Tesorería Fiscal, Libros Varios,
Libro 16.
115. Gaceta del gobierno legitim o del Perú , sin número, 19 de mayo de 1822; Gaceta Extraordinaria, 121. Oficio de La Serna, 6 de febrero de 1822, transmitido por Canterac a Gabriel I lerboso, intendente
n.° 15. 5 de mayo de 1822, y edición no numerada, 22 de mayo de 1822, Archivo Departamental de Huamanga, Huancayo, 22 de marzo de 1822, Archivo Departamental del Cuzco, Comunica­
del Cuzco, Periódicos, Libro, 1, ff. 119, 123, 129. ciones de La Serna, Lcg. 1.
116. Canterac a San Martín, 8 de febrero de 1822, Gaceta, n.D 11, 25 de marzo de 1822, Archivo 122. Dionisio Marcilla a La Serna, 2 de noviembre de 1821, Archivo Departamental del Cuzco, Teso­
Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro, 1, f. 107. Ocasionalmente se encuentran muestras rería Fiscal, Ejército Realista, Leg. 312.
de un trato más humano: por ejemplo, la liberación de un muchacho de 14 años llevado al Cuzco 123- Ministro del Tesoro a La Serna, 7 de abril de 1824 (refiriéndose a la confiscación de piara pifia que
junto con otros prisioneros insurgentes, que tuvo lugar en 1824 en respuesta a un pedido de su tío: un alemán, Daniel Selnutt, estaba por «embarcar clandestinamente»), Archivo Departamental del
Antonio María Álvarcz, presidente del Cuzco, a La Serna, 29 de julio de 1824, Archivo Departa- Cuzco, Tesorería Fiscal, Libros Varios, Libro 15.
mental del Cuzco, Intendencia, Gobierno, Lcg. 158,
124. Los detalles de estas y otras medidas se encuentran en Archivo Departamental del Cuzco, Tesorería
117. Archivo Departamental del Cuzco, Comunicaciones de La Serna, Lcg. 1, contiene un número Fiscal, Libros Varios, Libros 15-16; Archivo Departamental del Cuzco, Tesorería Fiscal, Ejército
considerable de órdenes del virrey al subdelegado de Andahuaylas entre 1822 y 1823, referentes Realista, Leg. 313, contiene detalles de un préstamo sustancial hecho porTadeo Valvcrdc, cura de
a la provisión de animales, granos, papas y otras provisiones, que tenían como tema común la Acobamba, para asistir a las «urgentes necesidades de la Nación»: Domingo Ximéncz a Canterac,
necesidad de asegurarse de que se pagaran precios «arreglados y equitativos». 30 de agosto de 1822.
118. La Serna al subdelegado de Andahuaylas, 17 de febrero de 1823 y 30 de marzo de 1822, Archivo 125. Archivo Departamental del Cuzco, Tesorería Fiscal, Ejército Realista, Lcg. 315, contiene detalles
Departamental del Cuzco, Comunicaciones de La Serna, I.cg. 1. sobre la recogida de plata de la Iglesia en 1823: Juan Antonio Rodríguez, «Relación que mani­
1 19. Decreto de La Serna, 28 de octubre de 1822, Archivo L>epartamcnral del Cuzco, Periódicos, Libro fiesta la Piara labrada sacada de varias Iglesias [...J«, 21 de diciembre de 1823: el legajo 314 tiene
l,f . 173. correspondencia entre Canterac y los intendentes de Tarma, Huamanga y Huancavelica sobre el
294 Jo h n R, F ish er Fidem m o, p atrio tism o c independencia 295

queda demostrada crudamente por las cuentas de la Caja Real de Cuzco para 1821, Hay ciertos indicios de que, a fines de 1823, este proceso gradual de conso­
cuando este rindió no menos del 60% (273.000 pesos) de una renta total de 454.000 lidación de la autoridad en el Cuzco iba despertando el sentir de que una entidad
pesos de los ramos de Real Hacienda. Esto era más de cuatro veces la suma proporcio­ peruana independiente que incluyera al Alto Perú, podría darle la espalda a Lima y
nada por el segundo rubro más grande, a saber, la renta de las alcabalas y estancos.126 a la costa de modo más permanente. La expresión más articulada y mejor conocida
La llegada del ejército realista a Huancayo trajo consigo un incremento sustan­ de esta posibilidad apareció en forma de verso en El Depositario de Rico, el 9 de
cial en los gastos militares; a mediados de 1822, tan solo la paga consumía 40.000 noviembre de 1823, bajo el título de «Sueño anacreóntico». Allí se parecía conjurar
pesos al mes.127 Hasta cierto punto, esto benefició a la economía regional, sobre todo la visión de un imperio independiente gobernado por La Serna, que se extendería
al sector textil, que experimentó un incremento en la demanda de uniformes.128 Ade­ desde Tupiza (en el extremo sur del Alto Perú) hasta Tumbes, id norte.132 Se prestó
más, la élite de la ciudad era consciente de ciertos beneficios simbólicos, no obstante especial atención a una afirmación que rezaba así: «O La Serna esrablece/el imperio
la inevitable impopularidad de varias de las medidas tomadas para incrementar las peruano/o nadie lo preserva/de infinitos estragos», o a la que apareciera en un núme­
rentas de la Caja Real del Cuzco, que subió en un 43% en 1823.1"1 LJno de estos ro posterior (26 de noviembre) según la cual «los días se acercan, y acaso en el Cuzco
beneficios era la apertura de una ceca, lo cual era necesario debido a las dificultades se datarán unos actos que recuerden con gratitud las futuras generaciones»,133 Es
cada vez mayores para enviar la plata pina y de las iglesias a Potosí, para que Fuera más, un número intermedio (19 de noviembre) llevaba un tranquilizador mensaje de
acuñada.130 Aún más importante fue que el Cuzco no solo había asumido la respon­ La Serna sobre sus éxitos militares en el Alto Perú en los tres meses anteriores, y una
sabilidad por la supervisión fiscal de las cajas de La Paz, Potosí y Oruro, sino también promesa de que la guerra pronto terminaría «por medio de tratados o de operaciones
el control de la administración eclesiástica del Alto Perú en virtud a la presencia del militares».134
virrey.131 La Serna mismo, picado por los pedidos de las provincias circunvecinas de que
explicase estas afirmaciones, así como por la denuncia directa que Olañeta hiciera
de sus aparentes intenciones, le informó al rey en marzo de 1824 que el comentario
cobro de los préstamos forzosos. Gabriel Pérez a Cantcrac, 8 de abril de 1823, refiere los problemas del 26 de noviembre no se había referido a otra cosa que a la inminente apertura de
existentes para realmente reunir el dinero en «este pobre vecindario» de Huancavclica. la ceca, y que las invocaciones al «imperio peruano» de la quincena anterior habían
126. «Estado de las entradas de caudales de la Hacienda Nacional [...]», 3 de septiembre de 1822, Ar­ estado basadas en el supuesto de que este seguiría siendo gobernado por Fernando
chivo Departamental del Cuzco, Intendencia, Real hacienda, Leg. 225-
Vil.13- El virrey admitía que Rico le había mostrado el texto ofensivo el día antes de
127. Las cuentas mensuales en 1822 en «Relación del Importe de los Presupuestos de los Cuerpos en el
mes de la fecha [...]» se encuentran en Archivo Departamental del Cuzco, Tesorería Fiscal, Ejército su publicación, pero sostenía haberle prestado poca atención «porque no soy de los
Realista, Leg. 313. Otros gastos detallados en este legajo comprenden los pagos hechos a espías, y que se saborean ó reclamen con sus propias alabanzas». La Serna había escrito un des­
a cuenta del establecimiento de un hospital militar en Jauja. pacho distinto unos días antes de estas explicaciones, en el que denunciaba la insu­
128. Ministro del Tesoro a La Serna, 12 de marzo de 1823, Archivo Departamental del Cuzco, Teso­
bordinación de Olañeta y ofrecía, tal vez de modo significativo, renunciar al mando
rería Fiscal, Libros Varios, Libro 15, informa haber proporcionado 49.000 pesos en 1822 para «la
construcción de vestuarios del Ex’to». Los detalles sobre el envío de 42.500 varas de tela para las en favor de Canterac si se le ordenaba dirigirse a Madrid para justificar las acciones
fuerzas realistas de Potosí, en 1823, procedentes de la «fábrica de D’n Andrés Suárcz de Villamil», realizadas durante los tres años anteriores.136 El virrey y el principal funcionario del
se encuentran en Archivo Departamental del Cuzco, Intendencia, Gobierno Virreinal, Leg. 160.
Estado en el Cuzco intercambiaron cartas en el lapso que medió entre la publicación
129. Ministro del Tesoro a La Serna, 21 de lebrero de 1824, Archivo Departamental del Cuzco, Tesore­
ría Fiscal, Libros Varios, Libro 15, informa que los ingresos totales en 1822 (incluyendo los ramos
propios, particulares y ajenos) fueron de 936.000 pesos, y 1.335-555 pesos en 1823,
132. E l Depositario, n.° 100, 9 de noviembre de 1823, en Valdés 1894-1898, vol. 4: 500-504. El artí­
130- Ministro del Tesoro a La Serna, 19 de agosto de 1824, Archivo Departamental del Cuzco, Tesore­ culo incluye comentarios despectivos sobre «la república de los limeños» y su «director político»
ría Fiscal, Libros Varios, Libro 16. (Bolívar).
131, La Serna al ministro de Gracia y Justicia, 10 de marzo de 1824, AGI, Audiencia de Lima, Leg. 133. El Depositario, n.° 103, 26 de noviembre de 1823, citado en Valdés 1894 1898; vol. 4: 115.
762, Informa sobre las medidas tomadas en colaboración con los obispos de Charcas, La Paz y
134. «El Virrey a los Peruanos», 12 de noviembre de 1823, E l Depositario, n.° 101, 19 de noviembre de
Santa Cruz (así como con los de Arequipa y el Cuzco) para realizar concursos con los cuales cubrir
1823, Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro 1, f, 336.
los beneficios vacantes. La Serna reportaba que todo había ido bien salvo en Charcas, en donde
«el criminal Olañeta» había suspendido todo el proceso con el argumento de que este violaba la 135. Di Serna al ministro de Guerra, E l Depositario, n." 127, 20 de marzo de 1824, en Valdés 1894-
inmunidad eclesiástica. Se encuentran mayores detalles en la «Relación de los eclesiásticos elegidos 1898, vol. 4: 115-122.
y mandados presentar para los curatos de La Paz», 1824, Archivo Departamental del Cuzco, In­ 136. La Serna al ministro de Gracia y Justicia, 15 de marzo de 1824, AGI, Audiencia de Lima, Leg, 762.
tendencia, Gobierno Virreinal, Leg. 160. El virrey advirtió el 20 de marzo que a menos que Olañeta se sometiese, sus anteriores triunfos
296 Jo h n R. Fish er F idelism o, p atrio tism o e independencia 297

de estos artículos en noviembre de 1823, y los intentos del virrey de restarles im­ verdaderamente patriota y protector de la libertad».'4' En septiembre, los funciona­
portancia en marzo de 1824, referentes a «el Préstamo de dos millones de pesos q’e rios de mayor jerarquía se hallaban más pesimistas, ya que el virrey había dejado la
V. Ex a se propone solicitar de las Naciones extranjeras»,'3 Se hizo una referencia al ciudad para comandar personalmente el ejérciro realista. En una reunión secreta, los
paso a la infortunada «guerra civil» que había paralizado algunas de las fuentes tradi­ ministros de la Audiencia (incluyendo a tres de los cuatro que habían urgido a La
cionales de rentas, pero se predecía que, incluso bajo estas circunstancias, el Estado Serna tres años antes de que convirtiera al Cuzco en su base) decidieron pedirle al
estaría en condiciones de reunir un ingreso anual de casi tres millones de pesos para presidente Álvarez garantías de su propia seguridad, en caso de que los rumores de
garantizar el principal y los intereses del préstamo proyectado,| iH una evacuación inminente de la ciudad resultaran fundados.142
Rico, el editor de E l Depositario, recibió una entusiasta recomendación de La La ciudad del Cuzco seguía en manos realistas, al igual que Lima y Arequipa,
Serna en abril de 1824, cuando exitosamente solicitó permiso para retornar a Espa­ cuando Canterac se rindió a Sucre luego de la captura del herido La Serna en la
ña: el virrey le describió como un «hombre de honor» cuyos «impresos [...] han pro­ «sangrienta y desgraciada batalla» librada en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824.
ducido el descrédito de los rebeldes», añadiendo que «nadie sino Rico h’a impugnado Esto llevó a Sucre a señalar, dos días después, que con la firma de la detallada capitu­
con más terzón y decisión el sistema revolucionario».1371839 Estos comentarios sugieren lación, «la campaña del Perú está terminada; su independencia y la paz de América
que el virrey no le tenía mala voluntad, y ayudan a sustanciar las sospechas de que él, se han firmado en este campo de batalla».14’ El gran número de prisioneros realistas,
en realidad, había participado en el lanzamiento de la idea de una entidad autónoma que incluía a 60 oficiales de alta graduación, 500 oficiales subalternos y más de 1000
gobernada desde el Cuzco. Además, no cabe duda alguna de que Rico había sido soldados, fue tratado con cierta caballerosidad; este tratamiento incluyó, como uno
un eficaz propagandista de la causa realista, brindando durante casi tres años una de sus rasgos clave, la opción de permanecer en el Perú o ser repatriados a España.
plataforma donde publicar tanto nuevas de los éxitos militares como comentarios La Serna y otros oficiales de alta graduación partieron de inmediato hacia el puerto
políticos que a menudo eran bastante sutiles: en enero-febrero de 1823, por ejemplo, de Quilca, de donde salieron el 3 de enero en un largo viaje, vía Río de Janeiro y
varios números de la Gaceta Extraordinaria traían informes detallados de los éxitos Bordetix, que los llevó de vuelta a España, a una amarga polémica sobre las razones
alcanzados por Valdés y Canterac en y alrededor de l o rata, mientras que, en el frente de la pérdida del Perú.144 De mayor relevancia para los peruanistas es que, si bien casi
político, José de la Riva-Agücro fue efectivamente denunciado en mayo de ese año 400 de los oficiales (y un número similar de soldados rasos) rendidos en Ayacucho
como «un criminal» y como un presidente «de una república imaginaria».140
El manejo de las noticias en el Cuzco se hizo menos diestro para mediados de
1824, al haber partido Rico. Por ejemplo, el 15 de mayo, la Gaceta llevaba nuevas 141. Gaceta, n,” 49, 15 de mayo de 1824, y proclama de Bolívar, Huancayo, 15 de agosto de 1824,
Archivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro 1, ffi. 388, 404.
sobre el deseo de 1.a Serna de renunciar como virrey, y tres meses más tarde se pu­
142. Acuerdo de Audiencia, 14 de septiembre de 1824, Archivo Departamental del Cuzco, Real Au­
blicó la proclama de Bolívar del 15 de agosto, anunciando la victoria patriota de diencia, Asuntos Administrativos, I.eg, 180. Los tres ministros eran Corbalán, Darcourt y Mújica,
Junín y alabando al «bravo Olañera», que operaba en el Alto Perú «con un ejército habiendo fallecido el cuarto (Mosquera) en 1822; los otros tres firmantes en esta última ocasión
fiicron Juan Nepomuccno Muñoz, Juan Antonio de Zavala y Mateo Ximeno.
143. Canterac al presidente del Cuzco, 11 de diciembre de 1824, Archivo Departamental del Cuzco,
Periódicos, Libro 2A, f. 1; Sucre al ministro de Guerra, Ayacucho, 11 de diciembre de 1824, Ar­
chivo Departamental del Cuzco, Periódicos, Libro 11. Nieto Vélez (1974) hace un relato sucinto
de la batalla,
serían enterrados en la «hedionda tumba de los Pizarras, Almagras, Girones, lupacamaros, Angu­ 144. Wagncr de la Reyna (1985) blinda detalles de este viaje que son especialmente iluminadores en
los Valdés 1894-1898, vol. 4: 122. lo que respecta al malestar entre liberales y absolutistas. Cuando llegaron a España, Pczucla y sus
137. Ministro del listado a La Serna. 3 de enero de 1824, Archivo Departamental del Cuzco. Tesorería seguidores encabezaron el ataque en concra de La Serna y Canterac, acusándolos de cobardía e
Fiscal, Libros Varios, Libro 15, incompetencia: «Diario de operaciones de la última campaña del Perú», BMP, Pczuda, Ms. 13.
138. F.1 rubro principal en el ingreso proyectado — la «única contribución de Naturales ó Tributos»— Valdés, quien comandaba la división de vanguardia, surgió como el principal panegirista de sí
figuraba dando 1.250.000 pesos de un total de 2.870.000 pesos. mismo y de sus compañeros oficiales, culpando de la derrota a la perfidia do los soldados rasos,
cuya primera línea «volvió la espalda» tan pronto como comenzó d combate, «llegando los más al
139. La Serna al ministro de Estado, 2 de abril de 1824, AGI, Audiencia de Lima, Lcg, 762, Como ya extremo de arrojar las armas y algunos de hacer el fuego a los Jefes y Oficiales [...]» (Valdés 1894-
señalamos, Rico no pasó más allá del Callao. 1898, vol. 1: 98). En 1820, Iristán había señalado que los refuerzos del 1,er regimiento del Cuzco
140. Gaceta E xtraordinaria , n.“ 3, 26 de enero de 1823; n.° 31, 28 de enero de 1823: n.° 32, 31 de fueron conseguidos reuniendo «desertores, vagos y mal entendidos de robustez y aptitudes para el
enero de 1823; n.° 33, 23 de febrero de 1823: E l D epositario, n.° 82, 6 de mayo de 1823, Archivo servicio de las Armas»; Tristán al subdelegado de Abancay, Cuzco, 15 de marzo de 1820, Archivo
Departamental del Cuzco, Periódicos. Libro 1, ff. 209-211,235, 250-251, Departamental dél Cuzco, Intendencia, Gobierno, Leg. 157.
Jo h n R. Flsh cr F id d istn o . p atrio tism o e independencia
298 299

o inmediatamente después de la batalla ejercieron su derecho a ser repatriados, un B ibliografía


número considerable — 526 oficiales y casi 1000 hombres— decidió retornar a «sus
casas en el país».145 A bascal, José Fernando
Olañeta, cuyo fracaso en respaldar a la Serna fue considerado por Valdés como 1944 Memoria de gobierno. Etl. de Vicente Rodríguez Casado y José An­
ocra de las principales razones de la derrota en Ayacucho, resistió a los patriotas en tonio Calderón Quijano. 2 volúmenes. Sevilla: Escuela de Estudios
el Alto Perú hasta su muerte en Tumusia, en abril de 1825» dos meses antes de que Hispanoamericanos.
el gobierno peninsular tomara la curiosa decisión de nombrarle virrey del Río de la
A layza y Paz S oldán , Luis
Plata.146 En el Cuzco, la respuesta inicial a la capitulación fue una algo desabrida
1946 La constitución de Cádiz: El egregio limeño Morales y Dudrez. Lima: Edito­
muestra de desafío, con la Audiencia nombrando virrey al mariscal de campo Tris- rial Lumen.
tan, el antiguo presidente de la ciudad, cuya ausencia en Ayacucho lo convirtió en
el oficial realista de más alta graduación que no se hallaba bajo custodia patriota.147 Albi, Julio
Tristán parece haber estado tentado de concentrar las fuerzas realistas en Arequipa y 1990 Banderas olvidadas: el ejército realista en América. Madrid: Cultura
el Cuzco, pero decidió hacerse a un lado para que Gamarra jurara como prefecto y Hispánica.
comandante militar del Cuzco a finales de diciembre, luego de que Sucre le garanti­ A nna , Timothy
zara que la seguridad de quienes habían capitulado estaba asegurada, y de amenazar
1979 The Fall ofthe Royal Government in Peni. Lincoln: University of Ncbraska
con que quienes siguieran resistiendo recibirían una justicia sumaria («castigados Press.
hasta con la [pena] capital»).148 La campaña por la independencia había concluido
y el Perú borbónico había dejado de existir, por lo menos sobre el papel. El capítulo 1983 Spain and the I.oss o f America. Lincoln: University of Nebraska Press.
final examinará lo que este cambio portentoso significó, en la práctica, para los ha­
B eltrán G allardo , Ezequiel
bitantes del país.
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Westport: Grccnwood Press,
cieron en el Perú comprendían a 4 generales, 29 coroneles, 93 tenientes coroneles, 150 capitanes,
147 tenientes y 212 subtenientes y capellanes. Valdés sugirió que podrían ser útiles —«una semilla
[...] que podría dar algún día frutos abundantes»— en caso de un intento de reconquista; tam­
C a h ill , David
bién manifestó cierto alivio de que la mayoría «de [los] Oficiales del país de distintos colores» no 1988 «Repartos ilícitos y familias principales en el sur andino, 1780-1824», En
hubiesen usado su opción de ir a España, pues habrían sido «inúdles en la Europa, aunque muy Revista de Indias 48.
beneméritos allí por su fidelidad» (Valdés 1894-1898, vol. 1; 101).
146. García-Camba 1846: 326. E l Sol, un nuevo periódico cuzqueño inaugurado el 1 de enero de 1825, C ahill , David P. y Scarlett O ’P helan G odoy
puhlicó una relación de la batalla el 16 de abril de 1825, y el 23 del mismo mes un informe algo 1992 «Forging their Own History. Indian Insurgcncy in the Southern Pcruvian
atrasado del morín de la guarnición de Cochabamba en contra de Olañeta, ocurrido el 13 de enero
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de la independencia andina, 1808-1815
Luis M iguel G lave

----- -< -* S * * - » * 2 * ^ ------

E
sta contribución comenta algunos elementos de la vida de crisis durante la co­
yuntura de 1808-1815, entre la invasión francesa de España y la abdicación del
rey, y el fin de la gran rebelión cuzqueña que empezó en 1814 y que hubo de tener
efectos de alteración hasta entrado el año 1818. Aunque no se consumó el todavía
difuso objetivo final, fue la génesis de la independencia andina. Momentos impor­
tantes de este proceso fueron los siguienres: los alzamientos de 1809 en Charcas
con sus conocidas dos expresiones regionales en Chuquisaca y La Paz; la secesión y
guerra con Buenos Aires en 1810; la guerra popular en 1811-1812 en La Paz, Oru-
ro, Cochabatnba y Huánuco; la «histeria» virreinal de 1812-1813, que consumó, de
manera cruenta, una política reaccionaria frente a las reformas liberales del mundo
hispánico; la aplicación de esa nueva política liberal y la guerra de ideas y palabras en
esa misma época; las alteraciones políticas de Tacna, Arequipa y Huamanga en 1812-
1813; y la rebelión tardía de 1814 en Cuzco, que se extendió a Huamanga, Arequipa,
Puno y La Paz con su secuencia popular de 1815-1816.

E l TEMA

Esta coyuntura de la que hablaremos mostró una continuidad con la era que abrió la
gran rebelión de 1780. No es que aquella fuera un antecedente de un proceso ima­
ginario de toma de conciencia y voluntad de cambio, pero sí fue la expresión de una
transformación en tas formas sociales y económicas en que se reproducía la pobla­
ción mayoritaria y se obtenía el excedente económico.1 Ese cambio arrojó a las masas

* Publicado originalmente en Nueva Coránica n.° 2. Lima: Escuela de Historia de la UNM5M. 2013.
1. Véase al respecto Glave 1999: 502-557.
306 L u is M igu el G ldve G uerra, p o lítica y cultu ra en la génesis de la independencia a n d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 307

campesinas a la rebelión y esta contribuyó a acentuar aquel, AJ introducirse nuevas la circulación de noticias era incontenible y, entre otras razones, ello se debió a la
reformas sobre las que ya se habían dado, las relaciones de producción aceleraron su movilidad de los que se vieron envueltos en las acciones más importantes. Los pro­
transformación. Hubo efectivamente una crisis económica, un declive generalizado pios actores de las rebeliones o su represión pasaban de un lado a otro y llevaban sus
de la forma de producción de riqueza que hasta entonces había predominado, pero experiencias y recuerdos a otros con los que se aliaban.45La guerra fue un catalizador
de toda crisis sale una nueva forma de producir y otra relación de fuerzas. Así, apa­ de esos movimientos de opinión, que ayudaron a expandir las conflagraciones, sea
reció una nueva economía rural, más dinámica tal vez, menos vistosa desde luego, porque se tramaban acciones o porque simplemente se temía que eso ocurriera.
igualmente abusiva. Esa nueva economía produjo nuevas contradicciones y luchas De entre quienes pelearon con el ejército real en el Alto Perú, tan cercanamente
por controlar los excedentes y manejar los recursos que los producían. La crisis po­ a los rebeldes que llegaban del sur, se reclutaron los jefes militares del alzamiento
lítica de la monarquía se instaló sobre ese escenario que tenía su propio curso. La cuzqueño de 1814. Los seis jefes de las tres expediciones que salieron del Cuzco
lectura cultural y política que los pobladores populares hicieron de ello juntó las para expandir la revolución en 1814, salvo uno de los hermanos Angulo, Vicente,
experiencias de la violencia desatada desde la revolución de 1780, la militarización que sin cmhargo también tenía grado militar, eran todos militares que participaron
del poder posterior, la disputa local por los recursos y la percepción de cambios que en las campañas del Alto Perú, Hacia Ayacucho salieron el cuzqueño José Gabriel
se vivían y se intuían, deseaban o temían. La moraleja es que no se puede descuidar Béjar y el santafesino Manuel Hurtado de Mendoza, ambos habían sido capitanes del
la economía, que es el pilar de todo el engranaje de la guerra. ejército real. Hacia La Paz lo hicieron José Pinelo, arequipeño igualmente capitán,
Lo segundo que ha de tomarse en cuenta es la guerra misma. Los movimientos, acompañado del único que no era militar de los jefes, un cura llamado Ildefonso de
las formas del combate, la recluta, los liderazgos, la sangría económica y de poblado­ las Muñecas, natural de Tucumán y que destacó tanto o más que sus camaradas en la
res. lo d o el reino se conmovió por esto y ello hizo más tensas las condiciones de la lucha irregular.- El hermano de José, comandante general de las armas de la revolu­
lucha por los recursos. La guerra fue una prolongación de la lucha económica. Esto ción, Vicente Angulo, también era teniente de caballería y comandó la expedición de
fue además clave para movilizar los regionalismos, los particularismos y los localis­ Arequipa acompañado de Mateo Pumacahua. Este verdadero personaje de la historia
mos, que afloraron en medio de la confusión. andina del fin de la Colonia había sido el represor de La Paz en 1811, como veremos
Lo tercero es la cultura política popular y las prácticas asociadas a ella. Aquí es en capítulo aparte.
que hay que distinguir entre la conducta esperada de los actores y los resultados efec­ Las «rutas de la guerra» vinieron a sumarse a la vieja relación entre comercio y
tivos de sus acciones. No siempre actuaban de acuerdo con un libreto preestablecido rebelión que se manifestó más intensa en las vías de tránsito de mercancías, que coin­
por su ubicación económica y tampoco se producían los resultados espcrablcs de cidían con las de las ideas y las noticias políticas. Los subdelegados eran vendedores
esa acción. Se podía cambiar de bando fácilmente, como había ocurrido en toda la de efectos, dueños de recua, hacían negocio yendo de un lado a otro y no importa­
historia colonial. Eran siempre realidades lirninares. En el caso de México, las altera­ ba la guerra o la sospecha de alteraciones; es más, era en puntos clave del tramado
ciones populares tuvieron una dinámica que nos explica cómo no se trataba de que la económico comercial donde esas alteraciones tenían lugar.6 Todos comentaban los
independencia sucediera porque la gente así lo quisiera. Erick Van Young se pregun­
taba «por qué la gente hace las cosas que hace» y se respondía que «por razones muy
distintas a las que necesariamente se esperaría por los resultados de sus acciones».2 4, El intendente González de Piada, que vivió los incidentes de Cochabamba pasó luego a Tarma y
fue el jefe que derrotó la rebelión de Huánuco en 1812; sus escritos revelan a un conocedor de la
Lo cuarto son las redes de comunicación y los nuevos espacios públicos. Ya
realidad andina. El mismo José Manuel de Goyeneche y todos sus soldados cuzqueños regresaron
hemos dado mucha atención a ello, pero debemos darle todavía más. Una de las a su tierra al cabo desús batallas, y fermentaron las inquietudes que ellas mismas ya habían genera­
características del proceso de rebelión de las ciudades y los pueblos de los Andes fue do. Manuel Qulmper, que era intendente en Puno durante las rebeliones de La Paz y Guzco, luego
pasó a Huatnanga.
la activación de intensas redes de comunicación y difusión de noticias y opiniones.
5, Clave 2002.
Nos hemos detenido en la esfera de la prensa y en el mundo de los indios y los pue­
6, Por ejemplo Narciso Basagoitia fue nombrado subdelegado en la estratégica y rica provincia de
blos rurales y no es necesario extender ahora en ello.3 Pero sí conviene subrayar que
Quispicanchis en 1811 (Archivo General de Indias —en adelante. AGI— , Lima 649) y desde allí
se encumbró como uno de los jefes más belicosos del ejército real que sofocó las alteraciones alti-
plánicas; ya en 1816 estaba de intendente interino en Huamanga (AGI, Lima 602). Por su parte,
José de la Paliza estaba como subdelegado de Condcsuyos en Arequipa en 1810, pidió prorroga en
2. Van Young 1995. su destino, en su historia personal constaba ya un alboroto o motín perpetrado por los indios de
3. Véanse Clave 2003a y Clave 2008. Caina a los que apaciguó el año de 1798. luego sería un importante actor de los sucesos de 1814.
308 L u is M igu el C lave G uerra, p o lítica y cultu ra en ¡a génesis de la in dejsendrncia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 309

sucesos, los debatían a la vista de papeles públicos como se decía a los impresos y sus intereses políticos, como a los criollos que nombró jefes del ejército real contra
periódicos, y papeles seductivos que eran manifiestos que «corrían manuscritos» de los porteños y que tomaron el Alto Perú, como se alejó de ellos y rompió relaciones
mano en mano.789De muchas de las afirmaciones de los procesos constaba el sistema teniendo a algunos como abiertos traidores.11 En general se plegó al discurso dicotó-
de sacar pliegos camuflados de embarcaciones, de leerlos en grupos y de copiarlos fu­ mico de criollo-peninsular y no perdió oportunidad de cerrar el camino a los hijos
riosamente en equipos para difundirlos.6 El subdelegado de Arica y Tacna, Antonio de la tierra. Sin embargo tuvo aliados criollos en Lima y aprovechó de sus contradic­
de Rivero y Araníbar, tío de Mariano, el diputado arequipeño en Cádiz que se ex­ ciones con otros, de distinto pelaje y poder, a quienes atacó y persiguió, levantando
presó abiertamente contra el autoritarismo del virrey Abascal, escribió al intendente acusaciones a veces fantasmales sobre crímenes de lesa majestad. Se enfrentó con
de Arequipa que si quisiera corregir «medianamente» el mal de la circulación de esos magistrados, fiscales, abogados, militares, de la misma manera como se apoyó en
papeles, «sería preciso meter a la cárcel a medio Tacna»/7 otros del mismo oficio. Usó las contradicciones de las Cortes y de los liberales, las
Para entender este panorama de alteración y difusión de estas ideas a través de los criollos, las de los indios, las de los administradores, las de los comerciantes.
de distintos mecanismos que se articulaban en redes de comunicación y espacios Así, aunque no tuviera fieles, se hizo de compañeros de ruta. Quitó de sus puestos a
públicos, presentaremos dos casos de supuestas «sublevaciones intentadas» que han muchos subdelegados y puso a otros; este puede ser uno de los rastros a seguir para
merecido menos comentario en la bibliografía de la emancipación andina: los suce­ comprender las redes que pudo tender para hacerse con aliados en los pueblos, ayu­
sos de Arequipa en 1813 y los de Huamanga poco antes en 1812. Luego veremos las dado por su experiencia de intendente de Guadalajara antes de ser nombrado virrey.
acciones rurales que se difundieron en el Altiplano andino a partir de la revolución A diferencia de la cierta admiración que ha despertado entre sus estudiosos, el
que empezó en el Cuzco en 1814. Antes, sin embargo, detengámonos en la figura virrey mereció rabiosos memoriales de denuncia de sus operaciones. El 16 de febrero
más conocida y central del periodo, el propio virrey Fernando de Abascal. de 1815 llegó a la corte un escrito sobre las causas de los alzamientos de América y la
manera de suprimirlos. No era sino una denuncia de los autoritarios procedimientos
de Abascal y sus allegados. Lo interesante de la instancia es la evaluación que de ella
El v ir rey
hizo el fiscal en enero de 1816. Al estilo desdeñoso de los burócratas, anotó que,
como ya se había relevado a Abascal y los gobernadores de Quito y Chile, a quienes
El virrey José de Abascal ha tenido una buena prensa entre los estudiosos de su papel principalmente acusaba el papel, se habría acabado el asunto. Sin embargo, como lo
en el Perú. A tal punto que él ha sido a veces el tema de estudio. Incluso aquellos que que denunciaba era tan grave, continuó su dictamen diciendo que debía ser supuesto
lo describen como autoritario y apuntan los «excesos» que cometió, han saludado la el nombre que lo firmaba, Diego López Cernadas, y se debía tratar de un anónimo.
habilidad política que mostró y el «éxito» que obtuvo al evitar que el Perú cayera en Anónimo o no, lo cierro es que luego del desdén inicial de su anotación, el fiscal se
la senda del rompimiento con la metrópoli.10 Sin embargo, si revisamos lo que han detuvo largamente en analizar el contenido del escrito y rebatirlo. Terminaba sugi­
expurgado de la documentación sus estudiosos, veremos que todos, incluso sus más riendo se averigüe si existía el individuo o quién escribió el papel, lo que se ordenó
decantados admiradores, nos dejan la evidencia de que se enfrento con casi todos los a Lima, Entre los subrayados del fiscal, el memorial afirmaba que los gobernantes
sectores sociales y políticos del reino. Pan pronto se acercó a algunos y los usó para fomentaron las alteraciones para «adelantar su fortuna con la ruina del país». El cua­
dro del virrey Abascal es el de un ambicioso para ascender y que por eso fomentaba
Pedro José Gil y Montes, que va a conseguir la subdelegación de Arica en 1810, ya había estado la insurrección, como pretexto para hacer la guerra. Lo mismo dice del intendente
allí, había sido comerciante y vendió muías en Parinacocha donde tuvo una desavenencia con el de La Paz, Valdehoyos, «monstruo en el que se reunían en el grado más eminente la
subdelegado al que descubrió desfalcos con los indios. Desde que llegó al Perú había participado
en los sucesos de la rebelión de Túpac Amaru, pero además de hacer defensas contra los indios, crueldad, la sed de sangre, el despotismo y la avaricia». Al regimiento de Talavera,
persiguió a Marco Urdanivia, «principal cabeza de motín que perturbó esta provincia (Arica) con desde sus mandos hasta los soldados, lo presenta como «una reunión de bandidos
sus seducciones a los indios» (AGI, Urna 1012). ocupada en talar, incendiar, violar y robar». No corren la misma suerte los «españoles
7. Parafraseando el libro de Bouza (2001).
8. Véase al respecto Clave 2008.
9. Cúneo Vidal 1978: 326. 11. Rompió con José Manuel de Goycneche, el jefe más importante que nombró, Pero más señalado
10. Díaz Venteo (1948) es el clásico sobre la política militar del virrey. Hamnett (2000, incluido en fue su trato a Domingo Tristán. Luego de promocíonarlo, al saber o sospechar de sus vínculos con
este volumen) es un buen resumen y panorama de la opinión de este autor sobre el virrey. Hay los alzados de Buenos Aires y al ver que fue elegido como diputado a Cortes en 1813, dijo que era
incluso un novedoso libro de Peralta (2002). «el más inmoral, prostituido y perverso» de los hijos de la nación (AGI, Lima 1017).
310 Luis Miguel Clave Guerra, política y cultura en la génesis de la independencia andina, 1808-1815 311

americanos» a quienes elogia, no solo a los probadamente fíeles sino también a quie­ luchando contra ellos. Seducidos por la especie, resentidos y llenos de rabia derrota­
nes estaba por examinarse su conducta.12 ron a los cuzqueños y entraron en Huamanga con los deTalavera,
El memorial efectivamente dice todo esto. Por ejemplo, alaba a Goyeneche en Si miramos los acontecimientos desatados desde 1814, podemos certificar que
todo y dice que fue maltratado por Abascal, que puso en su reemplazo a su valido todo lo que relata Cernadas era certero. Salvo el roño altanero y agresivo, el fiscal no
Pezuela. Defiende id fiscal Eyzaguirrc, de quien dice Abascal había perseguido y ca­ podía negar las acusaciones contra el proceder del virrey, salvo con la descalificación
lumniado por no seguir sus miras. Lo mismo Hace con el conde de la Vega del Rcn, recelosa de defender a los criollos y atacar a los peninsulares. Es cierto que el subra­
que dice estaba ya tres meses preso sin que se probara nada contra él. La misma par­ yado de los atenuantes en las acciones de los sublevados contrasta con el silencio
tida del regimiento fundado por Abascal, llamado de la Concordia, detuvo también respecto a los procedimientos violentos propios de la guerra. Algo de ello veremos
a José María Ladrón de Guevara, maestro sastre imputado en la misma supuesta en estas páginas.13
conspiración, quien se hallaba en el hospital de San Andrés al borde de la muerte Contemporánea fue la instancia dirigida al rey por Antonio Arroniz y Lainficsta
por los maltratos. desde Lima el 28 de junio de 1815. Denostaba también los abusos del virrey Abascal
Cernadas, o quien escribiera el memorial, hizo un relato interesante de los su­ a quien llama «vuestro Abascal», pidiendo lo deponga y lo residencie por los vicios
cesos que vamos a analizar en esta contribución. Para explicar los de Huamanga en «que ha instruido y fomentado en el pacífico suelo americano» so pretexto de extir­
1814 parte del Cuzco, que se habría levantado por la intención de Abascal de poner parlos. Terminaba pidiendo que con amnistía «perdone en unos el crimen, en otros
a su cabeza a Valdehoyos. Los cuzqueños mostraron su enfado porque les ponían a disculpe el error y a otros les vuelva la paz, la confianza y el amor para que tranquila
un hombre «venal y carnicero»; por eso —continúa Cernadas— , dos hombres presos la América pueda pasar desde VM hasta su más remota posteridad». Cuando llegó
urdieron la revolución y toda la tropa los siguió. El virrey les había pretendido de­ el memorial anotaron, como en el anterior, que ya estaba nombrado nuevo virrey y,
volver «un mal por un bien», ya que esa ciudad mandó la gente para la lucha contra por lo mismo, se acordó que no se diese cuenta de esta instancia. No supusieron que
las alteraciones del Alto Perú. Los indios de Pumacahua desertados del Alto Perú fuera otro anónimo, aunque, sin los datos más precisos de Cernadas, usaba la misma
salieron del Cuzco y entraron en La Paz, donde un «descuido» causó la ruina de mu­ altanería, agresividad e inclinación del memorial que ya comentamos. Dice que sería
chos edificios, la muerte de varios vecinos, con la del propio marqués de Valdehoyos. un crimen el silencio con un rey como Fernando VII y un deber el hablarle con im­
En Arequipa, entraron también y, al saber de la proximidad del ejército de Ramírez, parcialidad y verdad, «penetrado de esta sagrada obligación designaré a VM para su
fugaron con los efectos del comercio. En Huamanga, el interino intendente Pru­ remedio, las aciagas consecuencias de esa peligrosa magia con que se transforman en
na pretendió mandar contra los alzados 200 milicianos de Huanta junto con otros virtudes los execrables vicios de vuestro virrey de estos reinos». Mencionaba también
tantos de la ciudad, con pocas armas, que hubiesen sido fáciles presas de soldados la salida de Miguel Eyzaguirre para España, a defenderse de las acusaciones que le
puestos en disciplina y bien armados. Las mujeres quisieron ver a sus maridos que habían formado, lo que dejaba a la ciudad sin un defensor. Varios más había deste­
iban a salir al efecto y como no las dejaban y les apuntaron con un cañón, lo toma­ rrado Abascal y seguirían más. No se hallará entre ellos a los «venales y prostituidos»
ron y sacaron a los soldados negándose a ir a la reconquista de Cuzco, como lo había ministros de la Audiencia: Valle, Bazo, Arnaiz y Pino Manrique.14 Lejos de pacificar
querido Pruna solo por hacer un mérito ante el virrey. Poseídos de aguardiente y las Américas, se preparaba su disolución.15
chicha cometieron sin duda algunos desórdenes, pero luego nombraron intendente, La crisis abierta desde 1808 no se cerraría en realidad nunca; era un cambio que
al haber huido Pruna, y mandaron al guardián de san Francisco a pedir indulto. Pero pasaba y no llegaba. El papel contradictorio — bien éxito o solo postergación de un
Pruna y el intendente Vives procesaron a todos los vecinos de Huamanga irritando fracaso futuro— del au toritarismo centralista del virrey José de Abascal se manifesta­
los ánimos. Así, a la primera noticia y llenos de temor, recibieron sin contradicción ba en la constante apertura de frentes, en una región y en otra, con uno y otro esta­
a los cuzqueños. La fuerza armada, al mando del teniente coronel de Calavera, desde mento o grupo social, con una u otra institución o personaje. El virrey los reprimía
Huancavelica engañó a los criollos huantinos y les dijo que los huamanguinos los en el borde de la legalidad, cuando la lucha entre liberalismo, constitucionalidad y
acusaban de haber desencadenado la revolución y que la manera de vindicarse era
13. Sobre el Cuzco en 1814, véase Glave 2003b,
14. Tenían abierta una investigación y era moneda corriente que entre ellos dominaba la corrupción.
El virrey hizo lo que pudo por protegerlos, como ellos apoyar sus medidas. AGI, Lima 602.

12. AGI, Lima 1017. 15. Sobre la coyuntura en Lima, véase Glave 2008.
312 Luis Miguel Glave Guerra, política y cultura en la génesis de la independencia andina, 1808-1815 313

conservadurismo rega lista se cruzaba con las disputas por controlar espacios mercan­ de la pampa y callejón de Guañamarca y cabildeos, lo mismo que congresos y saraos
tiles, de poder y de representación. en los que se discutía la posibilidad de revolucionar la ciudad, tomar las armas y ad­
Las historias locales de posibles intentos de sedición, alborotos de proresta o que herirse a las ideas patrióticas y libertarias de los porteños. El reo Rivero quedó preso
expresaban conflictos de poder atizados por la crisis de representación y cambio, los en Lima junto con Antonio Ferrándiz, un oficial que en 1811 había detenido a los
complots o juntas seductivas que se descubrían aquí y allá, tejidos por las páginas de implicados en el alzamiento. Sin embargo, en julio de 1814, el ministro de la sala del
proliferantes publicaciones y periódicos que eran llamados papeles públicos, vinieron crimen limeña, Domingo Arnaiz de las Rcvillas, ordenó que los dejaran en libertad,
a confluir en un capítulo final en la fallida revolución estallada en Cuzco en agosto ampliando su reclusión a toda la capital en virtud de las fianzas que habían dado. El
de 1814, que se expandió hacia medio territorio del virreinato y no vino a cerrarse virrey le dio la orden que pedía para la soltura, pero luego de montar en cólera por
ni con la rápida contrarrevolución de abril de 1815 que coronó una cruenta reacción el escrito de Arnaiz en que hacía uso de artículos constitucionales para justificar su
militar. Las secuelas más bien rurales que la acompañaron y le siguieron son parte procedimiento. Abascal le hacía ver que si alguien tenía que tener clara la Constitu­
de un proceso de confrontación y cambio político, que empezó incluso antes de que ción era él y que tanto alarde de constitucionalismo no explicaba la razón por la que
estallara la crisis metropolitana de 1808. la probada naturaleza subversiva de Rivero no mereciera de su parce lo estricto de
la carcelería que había considerado necesaria.16 Abascal le escribió a Arnaiz que no
podía aceptar que los reos no fueran penados teniendo en cuenta todo lo averiguado
Arequipa y que si no correspondía una pena ordinaria, sí una extraordinaria:

El intento que hicieron los cabecillas de la sublevación de Tacna en 1811 abortó [...J que los aleje de aquel suelo para que no reincidan en el crimen que antes proyecta­
bruscamente al estar anclado en el posible éxito de los porteños de Gastclli en el ron, porque me ha ensenado la experiencia que los que una vez flaquearon en la fideli­
campo de batalla de Huaqui. Sin embargo, la alteración de la zona sur no cesó por dad, vuelven a ejecutarlo siempre que tienen ocasión, y con qué fianzas cautelará la sala
ello. Abascal se percató de eso. Ante todo, dice, hay que partir de que el partido de que puestos en libertad no vuelvan a continuar su malogrado propósito.
Arica o Tacna, del distrito de la intendencia de Arequipa, por la distancia de su ca­
pital, por las relaciones de comercio que mantenía con las provincias del virreinato Recordó que algo parecido ocurrió en la Audiencia con la soltura que decretó
de Buenos Aires: del insurgente Arenales, el cual, al no haber podido llevar a cabo una revolución en
Salta, pasó al valle grande de Cochabamba donde la realizó y aunque allí fue batido,
o por la genial disposición de algunos do sus habitantes, ha sido desde los principios tenía en el día conmovida la provincia de Santa Cruz de la Sierra, Moxos y Chiquitos
de estas turbulencias uno de los m enos seguros o quizá más apto para conm overse, y y enervadas por esta causa las operaciones del ejercito en el Alro Perú.
con efecto los jefes de la insurrección no han excusado dirigirse a ellos en los m om entos La respuesta del virrey a la explicación de Arnaiz del pedido de libertad condi­
críticos de alguna acción, com o sucedió en la de H u aqu i, cuya favorable decisión dio
cional de Rivero fue furibunda. Le dice al oidor que su oficio no satisface el que le
lugar a convertir oportun am en te las miras hacia el sosiego y tranquilidad del pueblo de
dirigió, que lo vuelva a leer y:
Tacna, puesto en com bustión al m ism o tiem po que aquella se daba. Las causas seguidas
contra los delincuentes pasaron a la sala de lo crim inal de esta A udiencia para su exam en
y resolución en justicia, y desde aquella época en que van corridos tres años, se halla sin [...] verá que no fijé la cuestión en las atribuciones ni en los lím ites del pod er judicial
fenecer, habiendo concedido libertad a m uchos de los reos de todos los cuales solo queda sino en el estado, m éritos de la causa y consecuencias de la determ inación, y por lo
el principal autor en arresto, sin duda porque los edictos publicados a su nom bre y otros m ism o pudiera VS haber excusado citar tantos artículos de la C on stitución , hablando
docum en tos que constan y no pueden desviarse de los autos, son tan term inantes que con quien por su alta dign idad los debe tener presentes todos para ser el prim ero en
no prestan arbitrio a los jueces para absolverlos, sin hacerse cóm plices de atentado tan observarlos y hacerlos observar a los dem ás.
enorm e.
Lo prueba la rapidez de su respuesta y concesión de la orden pedida, lo que no
A fines de septiembre de 1813, la correspondencia del virrey nos habla de otra quita que opine y diga:
supuesta «sublevación intentada» en Arequipa. Su cabecilla pudo haber sido un co­
nocido patricio., Manuel Rivero, aunque este negó el cargo. El expediente del proceso
16. F.l virrey al secretario de Estado y del despacho de Gracia y Justicia, Lima, 2 de agosto de 1814.
abierto muestra la tremenda cantidad de conversaciones, tertulias, juntas como las Toda la información de este acápite en AGI, Lima 649.
314 Luis Miguel Glaue Guerra, política y cultura en la génesis de la independencia andina. 1808-1815
315

[...] tam po co veo ningún artículo de la C on stitución que m e prive com o virrey ni com o
Con celeridad, una vez. «hubo noticia», el primero en ser llamado a testificar fue
jefe político del reino encargado y responsable de su custodia y sosiego, de decir lo que
el subteniente Antonio Ferrandiz, que declaró que hacia las diez de la mañana — era
me parezca en asunto que interesa la quietud pública y seguridad del Estado.
el 27 de septiembre— lo hizo llamar Rivero con un niño caroso (pecoso) apellidado
Escobcdo y Evia, el mismo con quien fue y se le recibió con mucha cortesía y hala­
Piensa que los reos soltados no volverán al arresto y se irán cuando quieran.
gos. Que a poco le dijo don Manuel que «lo habían volteado y que era sarraceno»,™
Dice que en la resolución de la sala se afirma que la revolución intentada en Arequipa
que le pidió razón del cuartel, cañones y su manejo, que le ofreció hacerlo «feliz y
se «atribuía» a Rivero y sus parciales y no entra en los méritos de la causa. Entonces
comandante», que aquello «iba a nacer», que todo estaba bueno y que le diese mues­
se retrata de manera que no requiere comentario:
tras de ser buen patricio. Así, se juramentaron a la propuesta de don Manuel diciendo
[...] he visto la causa en extracto y la han visto otros de mi orden, se la vida y m ilagros de
Ferrandiz que lo hacía «con tal que fuese cosa de honor», después de lo cual le dijo
Rivero anteriores al suceso de A requipa, los libros que le han venido de Españ a, quién se Rivero que proyectaba tomar el mando, asaltar el cuartel y tomar las armas, poner
los envió y uso que ha hecho de ellos, he h ablado con algunas personas de graduación y los cañones en la plaza, que ya tenía gente bastante y que él la vería y que le avisaría
carácter que se hallaron allí al tiem po del suceso, no ignoro que el agente fiscal pidió su si era mañana o pasado mañana, que con la gente que sobrase haría sus rondas para
rem isión a España, que el ju ez de prim era instancia denegó la soltura, que am bos señores
que estuviese en orden la ciudad. Todo lo oyó el desaparecido Escobcdo y también
fiscales la han contradicho y no sé por qué el del crim en no suplicó de la providencia
entró un gallerito Salazar que interrumpió la conferencia y él se despidió. Se le dejó
siendo revocatoria. El suceso fue de la m ayor publicidad y escándalo, todos, todos su p o ­
nen a Rivero el principal au tor de él, m enos la sala, porque D io s habrá dado a VS y sus con esta declaración arrestado con centinela señalado como «cómplice por solicita­
com pañ eros luces que nos niega a los dem ás. do», se mandó proceder a la prisión de Rivero como «autor» y se dejó de buscar al
jovencísimo Escobcdo que era el orro testigo del crimen.
Termina advirtiéndole que evite usar con el la palabra conflicto, «porque o us­ Capturado Rivero, declaró que sabe, por noticias que se le han comunicado,
ted no enriende su significado o se olvida de lo que soy y de lo que represento». que se le atribuye ser autor de conmoción siendo lo contrario, pues a Antonio Gon­
Solo por eso, sentenciaba Abascal, pudo retener los autos para sentenciarlo con zález, que le refirió lo que se decía, le contestó días antes que por esos rumores se
parecer del audiror de guerra de esa capitanía general — forma que, por lo demás, quería marchar de Arequipa. Que en la propia tarde de aquella conversación, «al ir
pretendió utilizar muchas veces lo que le supuso el enfrenramicnto con el fiscal— , para su tertulia», le salió al encuentro «un mocito acholado con capotón», le dijo que
pero por las «calumniosas expresiones que su hijo vertió atrevidamente contra mi era uno de los que acudían a la pampa en junta «para defender la patria y hacerla
persona y mis providencias en las cortes, fueron bascantes poderosas para despren­ feliz como los porteños», a lo que contestó repeliéndole con reflexiones y que le des­
derme de su conocimiento». Pasó al juez de letras y siguió su curso, con apelaciones pachase a los de la junta para hacerles ver que eso no era patriotismo. De la misma
que no salieron adelante, y, a pesar de ello, la sala había puesto en libertad al reo. manera actuó frente a tres que lo buscaron a la mañana siguiente. Negó haber tenido
El auto del intendente de Arequipa José Gabriel de Moscoso, el 27 de septiem­ comunicación con los porteños ni saber quién la haya tenido, pero sabía del estado
bre de 1813, dice aquello tan efímero y subjetivo con que estas autoridades acosadas de ellos porque lo oía a los que examinaba su hermano cuando en junio o julio del
de remor respondían a la mínima sospecha: «ha llegado a su noticia» la conjuración año corriente estuvo en Tacna.
que se ha forjado para sublevar la capital de la provincia y mandó se proceda a la Para derener a Rivero y Ferrandiz hicieron otras rápidas pesquisas con diferentes
averiguación y se haga «por vía de inquisición». El proceso está extraviado, pero su testigos. Hicieron declarar a otro implicado, un agrimensor llamado Antonio Gon­
extracro —-elaborado por el virrey posteriormente cuando se ventilaba la libertad zález. Este dijo que un sambito barbero le preguntó si quería ir a una junta que se
de los reos— es tan rico en localismos y traduce ranta vitalidad en el cuadro de cos­ hacía en la pampa en esa misma tarde (era miércoles 15 de septiembre) para tratar
tumbres que se refleja de él, que nos servirá de guía para presentar el tipo de cultura «asuntos pertenecientes a la patria». Por supuesto que González dijo que reprendió,*18
popular que emergía en esa ciudad del sur.17

sublevación de la dudad de Arequipa». El documento fue publicado pardalmcntc por Eguiguren


1961: 85-100.
17. AGI, Lima 649. «Copia legal dd extracto que formé para mi gobierno y el más exacto desempeño
18. Como ha señalado Carrión Ordóñcz, ‘sarraceno’ era la manera despectiva de hablar de los españo­
de mi obligación en el despacho de las causas criminales que remitió a mi juzgado de letras la sala
les peninsulares y se usó más extendidamente en la América Meridional desde las luchas militares
tercera de la Audiencia Nacional contra don Manuel Rivero y cuatro cómplices en la intentada
hacia 1810. Mientras patricio' era otra acepción de criollo. Carrión Ordóñcz 1982-1983: 41-59-
316 L u is Miguel Glnve Guerra, política y cultura en la génesis de la independencia andina, 1808-1815 317

repelió y despreció al samhiro y «no considerando partido en la ciudad no dio parte», hombre hizo fuga y aunque lo mandó detener continuó por los techos de la casa y
pero sí se lo dijo a Rivero, quien le contestó que no tenía ya cabeza para esas bajezas «se dijo» que era Pallardelle, Los testimonios que nos refiere el extracto del proceso
y que le mandase alguno de estos para poner pronto remedio y confirma que Rivero giran mayoritariamente en torno a esta cadena de comunicaciones y opiniones. Así,
se quería marchar ante tantas insinuaciones. Supo al siguiente día que todo se había Rafael Hurtado dijo que a González y al mulato Adriazola les había visto «hacer papel
disipado porque los retó Rivero, El lunes 27 a las siete y media de la mañana fue con prepotencia con la plebe y en las juntas de elecciones». Domingo Villanueva y
el sambo Alejandro Adriazola a su casa y le dijo «que le habían dicho» que querían Francisco Quintanilla también «de oídas» hablaron de «la prepotencia con la plebe»
hacer una sublevación y otros rumores. de Mariano Rodríguez y de Alejandro Adriazola, demostrada en las elecciones y su
Lo más criminoso de las testificaciones estuvo en lo que dijeron Rivero, Fe- empeño en saber y producir noticias de porteños. No era la única denuncia de alta­
rrandiz, el agrimensor González y un sobrino y yerno de Rivero llamado Estanislao nería, prepotencia y algarada que acompañó al proceso de elecciones.19 En Lima el
Araníbar, a quien el principal acusado sacó de aprietos negando toda implicación propio virrey se encargó de denunciarlo y usarlo como «prueba» de infidelidad y, en
de su allegado. Todo constaba en convocatorias a reuniones que eran conocidas y Cuzco, ocurrió lo propio cuando despuntó un verdadero partido constitucionalista,
localizadas en la pampa, desde hacía mucho tiempo. que luego estaría posiblemente implicado en la revolución de 1814.
La declaración de Alberto Vizcarra nos lleva a otro escenario incriminatorio Por la «confesión» de Rivero se formularon algunos cargos preliminares basados
y previo, en el supuesto encuentro de Pallardelle con Rivero en Tambo. Viniendo en tan deleznables pruebas: como ser «constante y evidente» la determinación que
de propio en un asunto particular de Moquegua cuando llegó a Tambo encontró a había movido en el pueblo y la determinación de verificarlo en esa noche o siguien­
varias personas y entre ellas a Enrique Pallardelle y uno que nombraba José María, te y el ánimo de asaltar el cuartel y poner cañones en la plaza, Rivero negó todo y
con quienes caminó para Arequipa donde llegaron el lunes 20 de septiembre, y en el reflexionó «que no estaba por esa locura y que no había solicitado a nadie ni tenía
camino le dijo que iba a un negocio y que no sabía a dónde se apearía. Varios testigos aprestado nada». Otro cargo fue que:
confirmaron su presencia y dijeron que habían oído que trajo pliegos de Belgrano y
que «se dijo» que venía muy armado. Declaró entonces la sorprendente fuente de tan [,..] hay convencimientos que acreditan que buscaba facciosos que por debajo irritaban
trascendental dato para la calificación del crimen, una señora Villena, Ella había he­ los ánimos bajo del título de patriotismo y de querer dar libertad a la patria, a cuyo
efecto sabía de las juntas de la pampa y callejón de Guañamarca.
cho llamar a José Torres del Valle desde lio, quien le dijo que en Tambo se encontró
con Pallardelle que iba de ligero a Arequipa; fue este el que le comentó que venía bien
armado y que le había reparado papeles en la alforja. Ya después de la captura de los Otro fue:
sospechosos, Mariano Valdivia, el mayordomo de la hacienda de Rivero en lambo,
[.. .J el no poder dejar de ser autor o promovedor, cuando se juntaban en su casa, donde
declaró que Pallardelle llegó allí más o menos el 21 de septiembre.
tenían entradas y salidas con el mulato Alejandro Ardriazola, otro (mulato) Urbano Ga-
Otras declaraciones abundan en el ambiente de reuniones y juntas que se mani­ mio, otro (mulato) Pedro Delgado, Manuel Sotillo el largo, el maestro escuela Manuel
festaba en espacios públicos, tomados por una plebe que se evidenciaba en el discurso Rodríguez, alias chillota y un tal Nicolás Salazar el gallerito.
de los declarantes por la proliferación de adjetivos de raza para llamar a los supuestos
actores: sambo y mulato eran señas de mezcla, de castas que habían cambiado la faz Que no dio parte sabiendo de las juntas, lo que explicó porque «en otras cosas se
de la ciudad, Vicente Cruz de Alvistur había oído lo de sublevación y juntas «vulgar­ ha dicho falsamente de lo mismo y no quiso poner en inquietud al gobierno». Rivero
mente», oyó a su tía política Grcgoria Cano que una muchacha «le había dicho» que negó su comunicación con Belgrano o la solicitud de Pallardelle, Dice que conoció
la noche anterior vio que el hijo de Manuel Rivero se llegó a la tienda de Rafael Caga- dos Pallardelle en Tacna y no ha vuelto a saber de ninguno; por lo tanto, niega que
lucho y le dijo que fuesen para la pampa y en efecto se juntaron los dos y fueron para Pallardelle lo buscara en Tambo y que fuera el que fugó de su casa en Arequipa
allá. Había oído «vulgarmente» en aquellos días lo de la sublevación y otras cosas así cuando lo detuvieron. Sobre la noticia del gobierno acerca de pliegos que se le han
«de oídas», vagas. Dice que oyó a don Luis Wagener que en Moquegua «oyó decir
o se decía» que uno de los Pallardelle iba de emisario de Belgrano a Arequipa, Lo
mismo dijo Joaquín Malvares, que había oído «generalmente» lo de la sublevación y
19. Es curioso que alguien tan evidentemente implicado como Adriazola, como otros, parte de esa
la traída de pliegos de Belgrano por Pallardelle a Rivero. José Joaquín de Balanzátcgui
plebe calificada con sobredeterminaeiones raciales, a los que varias veces ni se les identifica por el
dice lo mismo, que en la noche de la prisión de Rivero a que asistió el testigo, un nombre, no fueran parte de los detenidos y enviados a Lima
318 L uis M igu el C lave Querrá, política y cultura en la génesis de ¡a independencia andina, 1808-1815 319

remitido, «habiéndose contenido uno en otro dirigido al alcalde constitucional de la libertad y que se expresaba públicamente así, en «juntas, congresos y saraos». Final­
Tacna», también lo negó. mente se insertan averiguaciones sobre la revolución última de Tacna, que también
Luego hay otra declaración comprometedora. El sargento Fermín Gómez, que conducen a confirmar que se sabía la participación, comunicación e inclinación de
se presentó a decir que salió a pie de Oruro el 17 de octubre para Tacna por el des­ Rivero con los porteños.2021Dos informes testimoniados de lo acaecido paralelamente
poblado y, en la pascana que llaman Sepulturas, en una casa donde conversó con el en Tacna fueron muy contrarios al subdelegado Antonio Rivero y al alcalde consti­
dueño, le dijo que allí había estado Manuel Rivero camino para Potosí. Que lo pusie­ tucional Calderón (de la Barca), unidos con los Pallardelle, Enrique y Antonio, que
ron en el cuartel los alzados lo mismo que al que fue alcalde constitucional de Tacna, tenían tropas a su mando.'11 Francisco Suero, encargado del mando, dice que Enrique
Calderón; estaba entonces allí de capitán comandante el mulato Urbano Gamio. lo insultaba ignominiosamente y le decía que «su dilecto amigo» Manuel Rivero
Que se le llevó a presencia de Pallardelle que hacía de general, quien le ofreció sueldo estaba preso en Arequipa y que si no se le ponía en libertad «correría mucha sangre».
para que se uniera a su causa, pero no quiso aceptar. Que allí oyó que Rivero había Antonio Palacios, por su parte, dice que Enrique le hizo escribir al intendente alu­
ido a Potosí en los meses anteriores, lo que hablaron los soldados con motivo de su diendo a que estaba prisionero y que su suerte dependía de lo que pasara con Rivero.
prisión. Que se le dio pasaporte por Pallardelle no habiendo accedido a su solicitud Sigue sobre Tacna la declaración de José María Barberi, aquel que acompañó a
y en el camino de Tacna a Zama encontró a Pedro Delgado, quien lo convocó para Pallardelle a su encuentro con Rivero. Dijo que estaba de comandante don Carlos
Tacna y ha sabido que fue el que tocó las campanas a rebato en la asonada paralela García Rea, «allí también de comandante el sambo Urbano Gamio, al que vimos
de aquella localidad en 1813. también en Potosí, allí también el sambito Pedro Delgado, unidos a Pallardelle, Cal­
También declaró Sotillo, que fugó y se presentó, que nada sabe ni se ha mezcla­ derón, Gómez y Rea». Declaró que Pallardelle al hablar de la prisión de Rivero decía
do en cosa alguna, que huyó porque le amedrentaron los sujetos que refiere, que hizo que habría de ir a sacarlo y librar a un hombre «tan bueno y defensor de la patria».
avisar a su madre y escribió al intendente la carta que refiere, que por huir de todo lo lodo el proceso cuando se ventiló en Lima fue objetado por el fiscal Eyzaguirre,
que se decía se separó del mulato Adriazola, que «no tenía otra vida ni conversación, aduciendo los obvios defectos de forma que exhibía y pidió que se volviera al juzgado
juntándose a todas horas de día o de noche a oscuras en el oficio con los sujetos que de primera instancia de Arequipa para que se procediera en forma. Todavía estaba
nomina». Que un Nicolás Salazar andaba repartiendo cartuchos de pólvora y balas vigente la Constitución. Los reos se retractan de sus declaraciones arequipeñas por
como armando al pueblo. decir que se produjeron con excesos del intendente. Luego vino el incidente ya ana­
Mariano Rodríguez fue más cándido en su dicho y reconoció que «desde las lizado de la competencia entre la Audiencia y el virrey. Repuesto Fernando Vil, el 7
elecciones pensó con libertad pero que no supo nada de sedición» y que hablaba de enero de 1815, dio la siguiente provisión real:
como todos después de las batallas perdidas. Reconoció las esquelas que se le en­
contraron que le dirigieron algunos como Cipriano Mercado y «reconvenido por las Enterado el rey de la carca n.ü412 del virrey fecha 2 de agosto de 1814 en que da cuen­
expresiones sospechosas y palabras preñadas pidió que se le perdonase por esas bufo­ ta del procedimiento de la Sala del Crimen de esa Audiencia con extracto de la causa
formada a don Manuel Rivero y cómplices por la intentada sublevación de la ciudad
nadas». Como otros de los implicados en la difusión de noticias, Rodríguez tampoco
de Arequipa y de las copias de las contestaciones que ha habido entre VE y la misma
sufrió prisión en esta oportunidad. Audiencia con motivo de haber mandado poner esta en libertad bajo fianza a Rivero y
Hay otras declaraciones que corroborarían el plan de Rivero, como la del cam­
panero Pedro Gato que declaró que hubo toque a rebato la noche del 28, que fueron
20. La revolución sí llegó a producirse en Tacna de manera efímera, al mando de Calderón de la Barca,
a la iglesia varios hombres armados y, aunque él estaba allí y era el testigo, «ha oído Pallardelle y otros. Junto a la toma del cuartel y las armas, se produjo un motín popular. Asonadas
decir» que fue el samba Delgado el que las tocó. También se tomaron unas declara­ populares que muestran estos espacios de opinión se sucedieron en el mapa del virreinato. Algunas
ciones de temores posteriores a la captura de los supuestos implicados en la subleva­ veces desencadenaron asaltos y robos, pero también destrucción de símbolos atados al poder de
los aristócratas, a quienes se decía españoles o europeos. El motín lo encabezó un sambo llamado
ción intentada. Mariano Moscoso reconoció que el hijo de Manuel Rivero, Fernando Urbano Sanzio, que saqueó las tiendas de los chapetones. Véase Cúneo Vidal 1978: 333. Estos esce­
Rivero, le solicitó que juntase a los de Paucarpata para sumarse a la demás gente e ir narios son todavía un tema por estudiar; por ejemplo, lia merecido bella monografía un morocho
a pedir la libertad de su padre. de apellido Ríos aJ que se decía el quitacapas en Chuquisaca en 1809, Véase Mendoza 1963,

Varios testimonios estaban abocados a confirmar la visita de Pallardelle a Tambo 21. Hay carta de Abascal, del 30 de noviembre de 1813, documentada con los informes reservados
del intendente Moscoso que Incluyeron la separación de Antonio, hermano del acusado Manuel y
y luego a certificar que la opinión de Rivero era favorable a los porteños y contra el tío del diputado, de la subdelegatura de Arica donde antes había contribuido a sofocar el posible
rey y la justa causa, que sacó «trajes y gorras con inscripciones a favor de Belgrano» y alzamiento de 1811, AGI, Lima 1016,
320 Luis Miguel Clave G uerra, p o lític a y cu ltu ra en la génesis de la in depen den cia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 321

demás, manifestando que por esta y otras determinaciones de igual clase compromete se fomentaban, discutían y modificaban en juntas tenebrosas, aunque no se pudiesen
la reputación de VE, la administración de justicia y la seguridad y tranquilidad de esa traslucir fijamente los vocales, los parajes y las sesiones. La noche del 28 ó 29 de junio
ciudad y pueblos de su jurisdicción, ha resuelto SM que VE informe con justificación de 1811 estuvo destinada algún tiempo para el sacrificio de los europeos y quizá de al­
sobre la conducta de cada uno de los ministros de la propia Audiencia y que si hubiese gunos patricios pudientes a la señal de un cohete reventado y no me acuerdo si de algún
alguno tan calificado de malo, que sea en ella perjudicial, lo suspenda dando cuenta o tambor, hasia que la reflexión bien manejada de que Castclli podía perder la batalla de
envíe a España bajo partida de registro. Huaqui y echarse impetuosamente sobre los revolucionarios todas las fuerzas cercanas,
acobardó y soterró por entonces aquel funesto pensamiento. Aun la memorable victoria
de Huaqui no alcanzó a restablecer la confianza y tranquilidad de los ánimos profun­
Ya las cosas habían cambiado de signo y todo lo que quería Abascal lo tenía a
damente recelosos. En la mañana del 31 de agosto amaneció este pasquín satírico c
su disposición. infame: Goycncchc, Goyeneche ¿dónde están tus victorias? Hasta el triunfo de Sipe Sipe
no dejaron de atizar los inquietos, y aun después corrieron contra el señor gobernador
intendente ciertos libelos detractónos y seductivos, invitando al cabildo a que lo depu­
H uamanga siera, substituyendo en su lugar a don Miguel Rui/, de la Vega, electo diputado a nuestras
corres, de que juzgo orientado a VE. Sin embargo de esto las habladurías públicas y
Los sucesos de Huamanga en 1812 son otra muestra de la movilización de opinión y nuestros cuidados fueron a igual paso en disminución, hasta que la oscuridad de nues­
estado de alteración y guerra que se vivía en el virreinato. En abril de 1812, durante tros progresos en Potosí y la reciente conmoción de Huánuco han vuelto a excitarlos.22
la ausencia del intendente Demetrio O ’Higgins, las autoridades que se encontraban
al frente de la ciudad temieron un alzamiento. La denuncia que recibió el interino en El panorama de la crisis que tenía Pruna era una visión forjada desde su ubi­
la intendencia, el teniente asesor Francisco de Paula Pruna, provino del subdelegado cación en Huamanga, en el centro de la sierra sur central peruana. Allí procesaba
de Vilcashuamán, Cosme Echeverría, quien le escribió sobresaltado por una delación las noticias y los rumores, a la vez que generaba otros. Hay que ver cómo se tenía
incógnita que hablaba de una disposición de armas y gente para tomar la ciudad en el registro de los pasos militares de la campaña del Alto Perú y los efectos que estos
la octava de Corpus. causaban en el ánimo de los habitantes de las ciudades. Lo mismo que Pruna relata
Los denunciantes decían que los sediciosos tenían resuelto levantarse y «asesi­ que pudo ocurrir en Huamanga ocurrió en Tacna, con fatal resultado para los cons­
nar a todos los que no sean del sistema que ellos llevan, pero principalmente a los piradores, que fueron detenidos al saberse la derrota de los porteños en Huaqui en
individuos de la nación europea». Aunque se previno la ciudad y las autoridades, el Altiplano. Aquí no hubo represalia alguna, pero lo cierto es que, como bien decía
que informaron de la proliferación de varios pasquines, la cosa no pasó a mayores. Pruna, las «amenazas» que no eran más que hablillas, no se contenían y fermentaban
Quien hizo un relato del proceso de la «inquietud» fue Pruna, abogado de los Reales los espacios públicos: «ya no se guardaba secreto, ni modo con ellas, se publicaban
Consejos y de la Real Audiencia de Lima, asesor teniente de la intendencia y gober­ sin embozo por las personas más despreciables: eran el pábulo ordinario de las con­
nador político interino por la ausencia de O ’Higgins. Pruna era muy afín de Abascal versaciones hasta en las tiendas y pulperías». Desde luego, además, la conmoción
y, aunque pretendió la titularidad luego de la muerte de O ’Higgins, solo quedó huanuqueña de hacía poco tiempo estaba en la memoria del temor.
como interino por nueva ausencia del titular en otro momento de agitación, como En junio, O ’Higgins regresó a su plaza avisado de cuanto sucedía y encontró
ocurrió durante la posterior revolución cuzqueña de 1814. En la correspondencia de todo tranquilo, pero hizo una averiguación que dio por resultado que un cura del
1812 entre ambos, el virrey le indujo a proceder con la mayor severidad para «cortar pueblo de Cangallo, Mariano García y Espinosa, había estado haciendo conversa­
el incendio oportunamente». Pero ¿cuál incendio? El Interino funcionario ofició de ciones al respecto, amenazando y presumiendo de tener amigos y gente lista para
cronista corifeo de la histeria virreinal y escribió a Abascal reservadamente un buen la acción. Los pasquines tenían especies que los confidentes de Pruna dijeron que
resumen del proceso político y militar del reino desde el punto de vista de su partido: había difundido aquel cura. Lo cierto es que hubo pasquines amenazantes contra
los europeos y las autoridades, particularmente los «subdelegados ladrones». Cuando
Desde el fatuo y aislado levantamiento de La Paz en el año de 1809, empezaron aquí las Pruna tomó medidas como formar un cuerpo al que llamó «patriótico de seguridad
amenazas de exterminio contra los europeos. Calmados con la pacificación de aquella y vigilancia», concentrar la pólvora y las armas, y hacer las rondas y ofrecer 500 pesos
ciudad rebelde, el plan moderno de Buenos Aires, y la aproximación de Castclli a este
virreinato, las hicieron revivir furiosamente. Entonces ya no se guardaba secreto, ni
modo con ellas. Se publicaban sin embozo por las personas más despreciables: eran el 22. Toda la información del caso proviene de los expedientes referidos a Huamanga que se encuentran
pábulo ordinario de las conversaciones hasta en las tiendas y pulperías y no se ignoró que en AGI, Lima 649. Hay una presentación pionera del mismo en Egtiiguren 1912: 255-285.
Luis Miguel Glave G u a ra , p o lític a y cu ltu ra a i la génesis de la in depen den cia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5
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a quien entregase la persona que fijara pasquines, apareció uno que decía que todas en evidente peligro, más cuando, gracias a las providencias de su teniente asesor, el
las medidas eran para mejor resultado de su causa: junta la pólvora la tomarían, lugar ya estaba sosegado. Afirma que lo que detalla lo hace en calidad de denuncia y
acuartelada la gente esraba más cerca para lograr su aplauso, la fabricación de armas no de acusación.
las ponía corrientes. Cosme Echevarría explica que todo habría empezado en enero de esc año, cuan­
La ansiedad de Pruna por enfrentar sus fantasmas no dejó de recibir críticas en do Fernando Ruiz tuvo con Juan José bandeo una discordia por el recibimiento de
la ciudad y en Muanta, a donde mandó tomar prevenciones por haberse recibido cadete en el regimiento del hijo del primero. El cura García se hallaba en Huamanga
un pasquín colocado también allí. El síndico procurador de la ciudad, José Marías y le escribió pidiéndole una carta de recomendación para bandeo que se dirigía a
de Cabrera, se quejó de Pruna ante el virrey por haber «calumniado al vecindario e Lima, de manera que un personaje lo favoreciera en su litigio contra el hijo de Ruiz.
insultado su fidelidad». Cuando llegó O ’Higgins y publicó una proclama paternal Como se negara a ello, al regresar, el cura se manifestó «descubiertamente» rival
prometiendo no abandonar más a sus gobernados, dijo que «hallándose presente suyo, expresando ante sus feligreses la persecución que sufriría por él, que «a costa de
vuestro gobernador las cosas no habrían llegado al incremento que tomaron». No quinientos pesos conseguiría botarme», que estaba hecho a «descartar subdelegados
pasó esto inadvertido para Pruna que escribió en su informe a España que cuando de la provincia y que él era el único mandón del pueblo».
el gobernador titular llegó «recibió el aplauso debido a otros sudores». Sin embargo, A los pocos días de su llegada, ante testigos, poco fiables en realidad, pues eran
salvo su sustanciado informe a la regencia del reino y sus cartas a Abascal, quien la esposa del denunciante y su suegra, además del administrador Pedro Nieto, dijo
aprobó su proceder y le mandó que actuara con rigor, nada más pudo hacer entonces que «dentro de pocos meses habrá mucho que ver en Huamanga». A otro cura del
el interino. Frente a sus prevenciones, el intendente propietario manifestó más bien partido, que según Echeverría era leal y religioso, le dijo que el alzamiento sería en
condescendencia. Publicó una proclama alabando la fidelidad del vecindario y solo Corpus y que matarían a todos los europeos y sus relacionados. El confidente lo contó
recriminando el que hubiera habido pasquines que seguro fueron obra de un «zánga­ en reserva al subdelegado que no procedió sino a observar y esperar los movimientos
no» y que se hubiera desfigurado las tarjas de la alameda, obra que hizo su teniente de García para desentrañar algo más para denunciarlo.
asesor y que el había aplaudido. Al mes llegó orden de la superioridad para que Landeo diera satisfacción públi­
O ’Higgins, pues, fue más prudente que Pruna e informó que en realidad todo ca a su coronel por los desacatos que en pública plaza le hizo, a lo que el cura García
estaba tranquilo, aunque reconociera que era necesario poner a consideración del habría dicho «no daría tal satisfacción Landeo y que al contrario correría sangre ese
virrey lo que se había averiguado en Cangallo sobre el cura García. Según escribió día en Huamanga». Ya con esto, el cura denunciante y el subdelegado convinieron
O ’Higgins a Abascal, el subdelegado Echeverría había descubierto las operaciones en avisar al prelado y a la autoridad política que era entonces Pruna. Lo hicieron y
de Mariano García y Espinosa, y sus dichos coincidían con las especies de los pas­ recibieron el encargo de seguir observando. En esto es que se comenzaron a poner los
quines que fueron el verdadero revuelo de la ciudad. Sin embargo, decía que por su pasquines en Huamanga y en ellos palabras señaladas del cura como aquello de que
parte no quería formar juicio alguno y dejaba en sus manos la determinación de si Landeo no daría satisfacciones y correría sangre.
era este párroco el origen de todas las novedades. El cura Mariano era hermano de Como en los pasquines se decía que matarían a los europeos, le hablaron a Gar­
Manuel García y Espinosa, administrador de correos, regidor perpetuo del cabildo cía inquiriendo por el motivo que podía haber para ello «siendo así que todos éramos
y contador de la mesa decimal, fue varias veces alcalde ordinario de Huamanga y el unos como vasallos de una misma Corona». Como prueba de esa unión, Echeverría
intendente «disimuló» sus actividades pues, según ordenanza de correos, sus admi­ no se llamaba europeo sino muy criollo y afirmaba que, si había malcontentos, de­
nistradores no podían emplearse en otras incumbencias, pero en atención a él y «a bían decir que se muden los europeos sin quitarles la vida. El subdelegado supuso
sus adherentes que son muchos y a la paz» decidió no atender «estas menudencias» que «salió mi astucia bien al descubrimiento que intentaba porque a los pocos días
siendo su norte gobernar sin estrépito. tuvimos noticia de otro pasquín en que se daba no sé si de treinta días para que sa­
El denunciante Cosme Echeverría fue instado «categóricamente», como dice el liesen de la ciudad los europeos so pena de perder todos la vida».
oficio de 18 de agosto que le escribió O ’Higgins, a darle los «fundamentos que tuvo Todo el desarrollo anterior era el primer fundamento de la sospecha. El segundo
de sospechar que habría una insurrección en esta ciudad» y haber dado parte de esa se manifestó luego de pascua, cuando apareció en Cangallo un vecino llamado Pedro
sospecha a su teniente asesor. Echeverría respondió pronto y muy detalladamente Gutiérrez en compañía de otro llamado Munarriz a festejar al cura con música y be­
el procedimiento por el que habría constatado el intento sedicioso. Le pidió, sin bida sin motivo alguno. Con suspicacia digna de novela, Cosme observó «el secreto
embargo, la mayor reserva, asegurando que su vida y la de toda su familia se hallaba continuo, sus reservas en medio de tanto júbilo, sus semblantes sobresaltados, nos
324 L u is M igu el G lave G uerra, p o lític a y cultu ra en la génesis de la in dependencia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 325

metieron al cura encargado de la pesquisa y a mi en mayores sospechas de la verdad Por un lado, es claro que la urdimbre de la conjura estaba llena de supuestos,
de la insurrección». Por eso se determinó fingir noticias positivas de Vischongo sobre sospechas indemostrables y recelos que ocultaban rivalidades políticas y económicas
la realidad del alzamiento, entonces el cura le dijo: «mi subdelegado, usted escapará en la región. Sin embargo, también es una evidencia el fermento de ideas, noticias
por las expresiones que a favor del criollismo dijo» y afirmó que estuviese seguro, y rumores que la población recibía ávida, en la mira de responder ante eventuales
pues se haría lo que el dijera ya que contaba por suyos sobre seiscientos hombres. situaciones límite que se avecinaban. El ayuntamiento constitucional, el represen­
Con esa «expresión abierta de su inteligencia», Pedro Gutiérrez «corrió el velo de su tante a cortes, eran factores nuevos que se enfrentaban al poder del teniente asesor
traición» y le dijo: Pruna, que se revelaba como un agente eficiente y activo del virrey, mientras el titu­
lar, el paternal O ’Higgins, brillaba por su ausencia en momentos poco oportunos.
[ .,.] si señor, yo soy el principal, sin m i nada se hace, todos son m is am igos, y me llaman Mientras Pruna actuaba en el escenario urbano, el subdelegado Cosme Echeverría
por eso el guaso, y el jefe de todos el capitán de este regim iento don Pedro ta n d e o , y lo hacía en uno de los pueblos del distrito donde se palpitaba la vida rural. Eran co­
así desde el año pasado que hubieron ciertas hablillas, de que si Castelli tom a el Cuzco
rreas de transmisión de la política del virrey, que aplaudía e incentivaba sus acciones
se entregarían los de esta ciudad y ya tiene noticias de m i el señor virrey, ahora voy a
H u am an ga, me im pondré de todo allí y le escribiré de todo al cura quien m andará un represivas suponiendo una envergadura y concreción a los conciliábulos sediciosos
caballo para regresar aquí a las cuatro horas que suceda el tum ulto en H uam an ga y dé mayor a la que tenían. La historia vendría luego a ajustar cuentas con los autores
m is órdenes allí. de la denuncia de sedición. Fue cuando Huamanga cayó en una asonada popular
y se aliaron algunos de estos personajes a los revolucionarios que llegaron desde
El tercer fundamento fue luego, cuando llegó la noticia del acuartelamiento de el Cuzco en 1814. Pruna salvó la vida entonces refugiado en Huancavelica donde
cien hombres con sus oficiales que mandó Pruna en Huamanga, lo que ellos sabían estaba la división Talavera que derrotaría a los cuzqueños, mientras su mujer, refu­
era producto de su denuncia. Entre los oficiales estaba Pedro Landeo. En la noche, el giada en un convento, tuvo que pagar dinero al guarda para que no la llevaran con
cura García y Gutiérrez dijeron: «eso es lo que nosotros deseábamos y esperábamos, los revolucionarios que fugaban. En su retirada de Huamanga, los revolucionarios
que entregaran las armas a los nuestros». El cura dijo que entonces juntaría su gente fueron también violentos; el subdelegado Cosme Echeverría fue blanco de su ira y
a costa de cien pesos de aguardiente. Todo esto al parecer frente a Echeverría, quien terminó despedazado. Los Landeo, Pedro el militar implicado en el suceso de 1812
le repuso que los feligreses no son para esas empresas, a lo que contestó diciendo y un hermano suyo, estuvieron en el ayuntamiento constitucional y luego salieron
«también los curas sabemos defendernos en queriendo, tengo una buena escopeta, con los rebeldes hacia Andahuaylas para acogerse finalmente al indulto, aunque las
mandaré amolar un puñal y conseguiré otros en Huamanga». Mandaron la denuncia sospechas los persiguieron.1323
al prelado y a Pruna. A los tres días aparecieron en un pasquín los puntos denuncia­
dos, por lo que no cabía duda que los dos de Cangallo estaban íntimamente unidos
y confabulados con los de Huamanga. 23. Archivo Regional de Ayacucho (en adelante ARAy), Cabildo, Libros, Leg. 17. Libro de determi­
A pesar de la afabilidad que el cura García le dispensaba, convencidos de la naciones de conciliación de la Alcaldía de 1.a nominación, 1813-1829, f. 167. En 1813, figuraba
próxima insurrección, él y su familia se llenaron de temor, se trasladaron a Huan- el capitán Juan José González Landeo, como «hombre bueno» nombrado por alguna de las partes
concillantes. Esta función de hombre bueno era la de defensor o consultor legal en los casos que
caraylla la antevíspera del corpus. Enterado el cura, se le acercó para pedirle que no se ventilaban en el cabildo constitucional. González era frecuente defensor de causas y funcionario
se marche repitiendo que no sufrirían daño. Como le dijera que en una sedición los asiduo en esc escenario municipal constitucional. En el libro de la alcaldía de 2." nominación,
mismos aparceros no estaban libres del peligro. García le replicó diciendo «que él aparece como representante el capitán de milicias Pedro José González I-andco y sigue actuando
su hermano Juan José, que fue además quien a nombre del cabildo constitucional recibió la invi­
estaba tan seguro como Dios en los cielos». Pero igual salieron del pueblo, sin ayuda tación de Hurtado de Mendoza, al frente de la tropa revolucionaria cuzqueña, para que se una a la
del cura y con apoyo del otro clérigo que los secundaba en la denuncia. Se sintieron rebelión. Hay más referencias a la rebelión de 1814 en Pozo 1924. El coronel de Huanta Pedro José
protegidos en Huancaraylla y se quedaron allí 19 días hasta que estuvieron ciertos Lazón denunció que al regreso de Abancay, a donde fue capitaneando su tropa en compañía del
coronel Vicente González y en donde derrocó a los insurgentes, «se formó un complot de indios
de que todo estaba sosegado. Temía, sin embargo, la perfidia de García, lo que se
y españoles a impedirles el paso en una de las quebradas estrechas del pueblo de Ongoy». siendo
verificó cuando a sus instancias fue a la estancia de Incaracay, en el pueblo anexo de según Lazón el capitán de esc complot o «junta de indios» el citado Pedro Landeo, por lo que le
Putica y recibió fuertes pedradas que supuso ordenó el cura al sospechar que él era aseguró tener orden de González para pasar a «todos los Landeos» por las armas donde los pillase.
Acogido a indulto, Landeo pidió pasaporte para salir de Huamanga, pero se sospechó de él y se le
el denunciante. abrió nuevo proceso, ARAy, Intendencia, Causas Criminales, Legajo 22, 1809-1824, causa contra
Pedro José tandeo, 1816,
326 Luis Miguel (.llave Guerra, p o lític a y cultu ra en la génesis de la in depen den cia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 327

F urores campesinos en el A ltiplano mostraban seguros de movilizarlos contra los rebeldes en La Paz y la misma multitud
en la ciudad no tenía claro que se actuase contra el rey.
La revolución puneña que se desató en 1814 es otro de los episodios del proceso En Puno, las actitudes eran diversas, Quimper, por ejemplo, esperaba que pa­
de generalización de la subversión en el virreinato. A la llegada de las columnas saran por Puno los emisarios paceños que se sabía saldrían a Cuzco y Arequipa, para
revolucionarias provenientes del Cuzco, de donde salieron tres columnas militares enterarse de las intenciones de la jefatura rebelde, sin detenerlos sino más bien acom­
a expandir el alzamiento que estalló en agosto, la ciudad se plegó a sus invasores."' pañándolos. Mientras, el subdelegado Tadeo Gárate, el fiel aliado de Abascal, realista
Pero no fue una efímera toma de la ciudad por fuerzas externas. La convulsión fue a ultranza que luego sería diputado a Cortes, respondía que «no los dejaría pisar la
larga y extendida por toda la región. Como los episodios de Arequipa y Huamanga, raya de este virreinato». Y es que tenían muy cerca algunos indicios de inquietud. El
las alteraciones rurales en el Altiplano también son menos conocidas en la literatura recaudador de Copacabana, Mariano Titoatauchi, estaba a punto de movilizar sus
sobre la emancipación en el Perú, indios para tomar el estrecho de Tiquina. Era necesario tenerlo a buen recaudo, con
Ya en 1809 se había sentido la tremenda presión del temor a un alzamiento in­ «sagacidad» más que con violencia, resguardando el paso con tropa. Venía la fiesta
dígena, como eco de los sucesos de La Paz. Mariano Paredes, un viajero paceño que de la Asunción, el 15 de agosto, lo que implicaba desplazamientos de población que
salía para Siguas en la costa, después de la fiesta de la Virgen del Carmen, escuchó los eran peligrosos para la propagación de las noticias del alzamiento. Prepararon mili­
alborotos y en las afueras de la ciudad contempló el estallido revolucionario. Igual cias en los pueblos con la gente más cercana y conocedora de la guerra.
salió a sus trajines y de paso por Puno a cuatro días del revuelo, el intendente Manuel Las cartas de los leales circulaban rápido, mientras las de los rebeldes paceños
Quimper se enteró de la nueva y mandó llamar al viajero. Otros informes confirma­ tenían dificultades, como pasó con la que mandaba Basilio Catacora para Evaristo
ron los hechos. Quimper se reunió con los vecinos notables para poner en armas dos Giménez, por la que Quimper se enteró de que los rebeldes ya estaban al tanto de
compañías; allí estuvo, entre otros, José Martín de Echenique. Quimper sabía que no sus preparativos. La difusión de las intenciones paceñas avanzaba a pesar de las difi­
había propiamente un alzamiento contra el rey, pero que el obispo y el gobernador cultades. Muchos pueblos estaban ya al tanto de que podían no pagar sus tributos y
fueron depuestos y presos. Los rumores sobre el alzamiento circularon antes del mis­ se rebelaron contra sus hilacatas, pero no era cierto que esto pusiera a los aliados de
mo y las visiones de entonces lo daban como un enfrentamiento entre «chapetones los rebeldes en posibilidad de mover a su favor miles de indios, como lo afirmaba el
contra criollos». Quimper era uno de esos funcionarios militarizados que estaban comisionado Condorena ante la junta paceña. Sin embargo, Gabino Estrada, envia­
entrenados en la sospecha, desde el alzamiento de 1780. Por eso procedió a ordenar do por la junta al Desaguadero como delegado, lograba movilizar el entusiasmo de
que se investigue y se detenga cualquier propalación de informes o rumores. los pueblos, anunciando que se liberaba a los trajinantes de los pechos de alcabalas.
De Acora le informaron que el recaudador Esteban Catacora — un agitador Otros emisarios pasaron a Cuzco y Arequipa. La revolución iba tomando un cariz
de las protestas desde entonces hasta la consolidación de la independencia— había más radical, con proclamas independentistas y dejando el aparente realismo de los
ofrecido al abogado Juan Basilio Catacora, del cabildo y luego de la junta tuitiva en inicios, Gárate estaba siguiendo sus movimientos y notaba con temor un ánimo hos­
La Paz, «veinte mil indios para apoyar la revolución». Sin embargo, la población es­ til y disposición a «ofender» por parte de los indios. Los sucesos lo llevaron a sentir
taba tranquila y el comercio se mantenía al punto que todo se comentaba. No hubo que se sembraba el odio hacia los españoles, instigando a los criollos contra ellos y
acusación contra Catacora, pero a Ignacio Valverde lo detuvieron y le encontraron que los «españoles» estaban suspicaces y temerosos por la «poca religión, el ningún
papeles comprometedores, entre ellos un diario — como vemos, nuevamente los pa­ principio de sociedad» y otras taras inciviles que atribuía a los indios.25
peles— . Este declaró que en d iquina los indios sí se habían levantado diciendo que A fines de agosto, los escarceos terminaron y los de La Paz, divididos frente a
«ya no es tiempo para obedecer». la profundización que ello implicaba, declararon la guerra a Puno y desde esta pro­
Puno era el punto a donde se remitía el tributo por la mayoría de subdelegados vincia un contingente bien armado estaba listo para actuar. Todo se detuvo cuando
que no se plegaron a la revolución en 1809. Los revolucionarios paceños si dieron Abascal mandó el ejército dispuesto por el recién notnbrado presidente Goyene-
bando ordenando suspender los pagos indígenas. No está claro sin embargo qué che desde Cuzco. El expediente puneño se detiene y ya sabemos que luego vino la
actitud tomaron los pobladores en el campo; varios informes de subdelegados los

25. Romero 1978, Romero se basa en documentación original hallada (no dice dónde) en un conjunto
originado en Puno por el gobernador Quimper, referida al movimiento y las acciones que toma
24. Las circunstancias del movimiento cuzqucño las hemos estudiado en Glavc 2003b. para enfrentarlo.
328 L u is M igu el G ldvc G uerra, p o lític a y cu ltu ra en la génesis d e la indepen den cia an d in a, 18 0 8 - 18 1 5 329

violenta represión de los tumultos paceños y el repliegue de los que los apoyaron. representado. Salinas permaneció en prisión durante la invasión de Pinclo a La Paz
Hubo sin embargo un nuevo capítulo de la conmoción paceña en 1811 como verc- y después de la fuga de los rebeldes por la llegada de Ramírez. Eso lo beneficiaba
mos más adelante. en cuanto a su alegación de no ser sedicioso, pero tampoco logró su liberación sino
El ambiente violento y de guerra interna que se vivía fue manifiesto y prolon­ mucho después. Tampoco le sirvió de mucho a Valdehoyos su método de tortura y
gado, Algunos funcionarios del autoritarismo vinculados a las aristocracias oligár­ represión, ya que fue una de las víctimas de la ira popular que acompañó el paso de
quicas, como el Marqués de Valdehoyos, odiado en Cuzco al punto que se rechazo los revolucionarios cuzqueños.
su nombramiento para presidir ese gobierno y luego fue víctima de la violencia re­ Por eso, no nos extraña que muchos testimonios remarquen la presencia de
volucionaria, hicieron gala de una saña contra los posibles implicados en la red de «masas delirantes» de indios que se sumaron a los revolucionarios, quienes «aprove­
correspondencias revolucionarias, que más bien extraña que los revolucionarios no charon» para «cometer excesos salvajes».27 Las memorias de fosé Rufino Echcnique,
hiciesen más actos violentos del mismo estilo del que fueron víctimas. El temor, el quien narra el suceso infantil en el que salvó la vida en un lugar cercano a Pilara al
rumor y los acosos guerrilleros que los alimentaban eran moneda corriente en el ser ocultado por un pastor a quien lo confió su padre José Martín Echenique, que
Altiplano entre la revolución paceña y la cuzqueña. era subdelegado de Azángaro, son un clásico testimonio al respecto.28 El tío, Ramón
El cura de Chucuito, José Miguel de Salinas, fue hecho prisionero en La Paz a Echcnique, en cambio, como veremos, peleó en Umachiri y fue hecho prisionero
fines de 1813 por el intendente Valdehoyos, acusado de tener correspondencia con hasta 1821 en Lima, cuando fue liberado y llevó al joven José Rufino ante el general
el insurgente Baltazar Cárdenas en Potosí, según declaró su criado Manuel Flores, San Martín.29
pasado por las armas en Caracollo, por conducto de otro implicado llamado Ma­ Con esa historia previa, no eran extrañas las tribulaciones del intendente inte­
riano Villca. Las confesiones arrancadas en el patíbulo podían servir para detener a rino de la ciudad, que muestran las alteraciones altiplánicas en agosto de 1814, Ma­
sospechosos como fue el caso del cura de la antigua provincia de la etnia lupaqa.26 riano Agustín del Carpió, arequipeño que servía en Puno diversos empleos, incluso
Salinas fue apresado sin comunicarle la causa. Encerrado en las mazmorras del el de gobernador intendente, había sido apoderado fiscal para matrículas de indios.
cuartel, le pusieron la cabeza putrefacta de un reo ajusticiado, colgada en la celda ve­ Fue comisionado como subdelegado a Chucuito, donde los indios se resistieron a
cina. No lo dejaban escribir ni tratar de comunicarse con nadie y solo se enteró de la pagar el tributo durante la rebelión de La Paz en 1809, por lo que debió colaborar
naturaleza de las acusaciones que le hacían al mes de su detención, por las preguntas en la pacificación de la provincia que «por confinante con los sublevados se hallaba
que le hicieron para encabezar el proceso. Es posible que el cura tuviese contactos vacilante».30 En la revolución del 25 de agosto de 1814, debió tener presente esa
con los rebeldes, pero ello no justificaba, ni en esa sociedad violenta y colonial, el experiencia al punto que tuvo que dejar la capital del Altiplano y fugar a Arequipa.
trato que recibió. Claro que Salinas declaró que era fiel servidor del rey, de su patria Pasó los sucesos de la toma de la ciudad del Misti por Pumacahua y Vicente Angulo
y del Estado, y que había fundado un hospicio de pobres mendigos en La Paz, al que que arribaron del Cuzco y, cuando llegaron las tropas de Ramírez y los revolucio­
se dedicaba desde que se puso en entredicho su curato. Eran las épocas de la legalidad narios se replegaron, le mandaron regresar a Puno, Hubo de cruzar la provincia
constitucional, que el cura señalaba violada por su caso de detención. «inundada de rebeldes» que la dominaban, incluso luego de la fuga de las tropas
Las relaciones locales son muy fuertes. Salinas pidió a Ladeo (tárate que lo adictas al Cuzco. Al reponerse en su puesto, los alzados retomaron la ciudad violen­
represente cuando este estaba en Cádiz. A pesar de la clara filiación autoritaria del tamente, arruinaron la tesorería o caja real — símbolo de la opresión— y muchas
diputado peruano, al parecer tenía un vínculo cercano con el cura acusado de sedi­ casas de realistas, entre ellas la de Carpió, que lo perdió todo y se vio precisado a
cioso. Como los presos en Cuzco y como los constitucionalistas en el cabildo y el desplazarse nuevamente a las orillas del Chili. Allí permaneció dos meses hasta que
discurso del propio oidor Vidaurre, Salinas señalaba que los abusos de los gobernan­
tes y la opresión consumen a los buenos y verdaderos vasallos del rey. Tenía recursos
este sacerdote que le permitían apelar y llegar hasta los tribunales en la metrópoli;
otros no podrían lograr tal privilegio. No le sirvió de nada sin embargo su apelación,
27. Romero 1928: 37-43.
o Gárate no fue en esto muy eficiente o interesado dada la filiación política de su
28. Echcnique 1952.
29. El futuro presidente luego se casó con la hija de Pío de Tristán, Sobre Muñecas y Pinclo, véase
Romero (1928: 37-43).
26. AGI, Cuzco 72. Chucuito 1813. 30. AGI, Cuzco 28. Era abogado en Charcas y presenta su relación de méritos y servidos.
330 Luis Miguel (jlave G uerra, p o lític a y cultu ra en la génesis de la independencia an d in a. 1 8 0 X -1 S 1 5 331

fue nombrado auditor de guerra por el intendente arequipefio que lo mandó con la se verificó en Huancané a favor de Manuel Quimper. En el discurso, a la usanza de
expedición formada para pacificar Puno.31 los escritos cuzqueños del constitucionalista Arellano y otros, se hablaba a «nombre
Ya pasados los furores revolucionarios, el autoritario y eficiente ladeo Gáratc y representación del pueblo» y en defensa de la Constitución. Los enfrentamientos
regresó a Puno terminadas las Cortes en Cádiz, nombrado como gobernador inten­ entre Quimper y los constitucionalistas eran claros y las visiones de la situación ob­
dente de la ciudad. Fiel a su estilo regionalista, del que hizo gala durante sus años viamente diferentes. El presidente interino de Cuzco, Concha y Jara, es posible que,
en Cádiz y Madrid, Gárate solicitó el título de «fiel y leal» para Puno. Había que a regañadientes, cumplió con remitirlo al ministro de Gracia y Justicia en Cádiz.33
formar el ayuntamiento y restablecer el orden en Puno y para ello se dirigió al vi­ Quimper comunicó a Abasad las alteraciones en la ciudad, pero no se hizo
rrey. En agosto de 1816, Pezuela informó negativamente acerca del pedido. Manuel nada. Entonces Cuzco fue «sorprendido» (en la versión oficiosa que se difundió lue­
Quimper, quien probablemente no estuvo permanentemente durante la revolución go) por los caudillos Angulo, Mendoza y Pumacahua (aunque este no estuvo vi­
como lo muestra el interinato de Carpió y que había sido el padrino político de siblemente involucrado en los primeros momentos como veremos), quienes luego
Gárate, dejó un informe muy claro acerca de la adhesión puneña al «sistema» de los se dirigieron a Puno y el cabildo de la ciudad «sedujo» a los vecinos y «al arbitrio
revolucionarios. Para entonces, Quimper había sido destacado a Huamanga. Pezuela de fiel defensa y oposición al caudillo Pinelo comisionado por aquella asamblea de
había sido jefe del ejército del Alto Perú antes de asumir el virreinato y, por su propia ladrones» para tomar la ciudad, pidió a Quimper que se acuartelara a los principa­
observación y los partes que al respecto recibió, confirmaba el aserto de Quimper. La les vecinos y lo nombraron comandante de la división noble del vecindario. Fue lo
distinción de leal fue negada. mismo que paralelamente sucedió en Huamanga.34*Con la intención de apoderarse
El informe de Quimper fue largo y explícito al respecto de los sucesos pune- del cuartel y de los pertrechos de guerra, los anónimos vecinos a los que denunciaba
ños.12 Empieza denostando la «infame» Constitución como causante de la desorga­ Quimper mostraron preferencia por ocuparlo. Mientras ramo, «Jas voluntades del
nización de Puno. Las juntas parroquiales, los electores «que en traviesa y estudiosa pueblo ya las tenían» para unirse a los cuzqueños, además de «seducir» a cien reclutas
votación formalizaban los ayuntamientos» y otras imágenes del cambio constitucio­ destinados al ejército.
nal dejaron «en el suelo punense el germen revolucionario». Los ayuntamientos se La situación de tensión y sospecha era cotidiana en agosto. Quimper no podía
conformaron con: impedir formar la recluta de gente, pero, a la vez, recelaba de los constitucionalistas
y de la seguridad del cuartel. Por eso, el intendente les negó la pólvora que pidie­
sujetos de baja extracción, viciosos y acaso criminales, porque el bajo pueblo por su ron, pero durante las noches, cuando los guardas ejecutaban las patrullas nocturnas,
ignorancia seducido por varios de estos, los aclamaban, atropellando intrépidamente a lograron extraer un cajón de explosivos. Para empujar la asonada, los confabulados
los que en clase superior se oponían a sus perversas ideas.
usaron de pretexto la providencia que Quimper tomó para salvaguardar el archivo
y el caudal. El 24 hizo abandono del puesto el coronel José García, comandante del
El intendente conoció directamente la coyuntura que afectó su posición, pero
cuartel, sabiendo que en la noche se levantarían y era evidente que su vida peligra­
Gárate también la vivió. Ponía Quimper, sin embargo, por delante una visión clasis­
ba. La mujer del intendente, Dominga, era cuñada del «principal revolucionario»
ta, del mismo género que la que dejó escrita el regente Pardo en su famoso informe
— como lo denomina el intendente— José Benito Laso de la Vega. Por ella y por su
sobre Cuzco y la Audiencia en el suyo y que han dado lugar a la apresurada clasifi­
hermano José de los Ríos — que también estaba implicado y luego fue indultado por
cación económico-social de la jefatura revolucionaria cuzqueña como de «baja clase
Ramírez y murió defendiendo las fuerzas del rey— se enteró de los movimientos de
media». Remataba Quimper su informe sugiriendo que Puno debía ser una ciudad los facciosos.
vigilada con ejércitos seguros, esto es, compuestos por «peninsulares» y pardos de las
milicias de la capital. ¡Cómo se le iba a dar el título de leal! Habría rematado Pezuela.
En julio de 1814, el ayuntamiento constitucional de Puno mandó un expedien­ 33. AGI, Cuzco 2.
te de información de fraude electoral en las elecciones para diputados a Corres que 34. Li movilización de guerra en la zona norte, desde Andahuaylas hasta Htianta, pasando por Hua­
manga, tuvo un cariz peculiar. Los campesinos actuaron bajo el comando de montoneras mestizas
que se alzaron al paso de Mendoza y los hombres que salieron del Cuzco. Los saqueos de los tam­
bos, de las haciendas y de los pueblos fueron la nota saltante de las acciones del ejército rebelde,
31- AGI, Lima 749. de la misma manera que lo fueron de parte de los «talavcrinos» que salieron de Lima por Huan-
32, El pedido de Gárate y la transcripción del informe de Quimper con la negadva virreinal, en AGI, cavclica para entrar a recuperar las /amas inundadas de rebeldes de las serranías de Huamanga. La
Cuzco 28. violencia aquí también fue una actividad económica.
332 L u is M igu el G kive G uerra, p o lític a y cultu ra en U gén etis de la independencia an d in a. 1 8 0 8 -1 8 1 5 333

Ni fugó ni salvó «milagrosamente» como tantos testimonios nos pretenden ha­ Echenique era alcalde constitucional, advirtió la sublevación del cuartel, apaci­
cer creer; Quimper estuvo en casa esa noche cuando el alcalde de segunda elección guó los ánimos, protegió al intendente fugitivo y lo hizo proclamar al día siguiente.
Don Ramón Echeniquc y el regidor Manuel Bermejo fueron a sacarlo para avisarle Fue oficial de guardia y dice que, más bien, pagó a los soldados para despedirlos del
de la ausencia de García. Pretendían llevarlo al cuartel y tomarlo preso para alzar la cuartel y evitar más despropósitos y asaltos por el «crecido número» de los mismos,
ciudad u obligarlo a asumir un mando controlado por los rebeldes, pero el aviso lo Pinelo lo quiso llevar adelante. Se opuso. Lo conminó. En La Paz dice que apaciguó
previno. Quimper afirmó desde luego que pretendían liquidarlo, pero nunca fue esa también los ánimos y que estuvo enfermo el día de la explosión del polvorín que fue
la intención de los alzados; la captura sin embargo era imprescindible. Ya en pleno la acción más violenta del grupo que tomó la ciudad, se desangró, «los cholos» lo
alzamiento el 2 5 , fue pascado ante el pueblo, dándole vivas para que se plegara al dejaron sin nada y salió con ayuda de la ciudad. Da un dato interesante, afirma que
movimiento, pero el no dejó que «mancharan su lealtad» y pidió irse a Arequipa, a Pinelo y Vicente Angulo tuvieron desavenencias que él quiso explotar tratando de
donde otros como Carpió habían fugado. Una noche la pasó bajo custodia, pero con batir a Angulo con Pinelo, al que trató de persuadir para ello.36 Hubo de ser muy
la ayuda de su cuñado De los Ríos logró escabullirse. Como podemos sospechar, la imaginativo Echenique para explicar su participación en todo el proceso revolucio­
versión del intendente es poco fiable; lo más probable es que unos y otros estuvieran nario, en Puno y en La Paz.
indecisos y no tuvieran claro el destino que todo el alboroto podía llegar a adquirir. Mención aparte merece Miguel Pascual San Román. Los San Román se afinca­
El 31 de agosto llegó a Arequipa, aunque curiosamente pintó un panorama más ron en Puno desde que un minero de Asturias, que fue el que comenzó la edificación
bien fácil de conjurar, pues dijo que los rebeldes tenían «poca firmeza y formali­ de la catedral de Puno a su costa, fijó su residencia en el Altiplano andino. El hijo de
dad» y tampoco manifestaban espíritu sanguinario, y contaban con una treintena Miguel Jacinto, que así se llamaba el asturiano, Miguel Antonio, nacido en Puno, fue
de fusiles.35 corregidor de la ciudad y entre sus hijos estaba Miguel Pascual San Román, maestre
Ya posesionados de la ciudad, los puneños dieron al jefe llegado de Cuzco, Pi­ de campo del ejército del rey. Como otros que hemos visto, su acritud parece contra­
ndó, todo su apoyo para adueñarse de la situación y proporcionaron tropas para la dictoria cuando muy rápidamente cambió de bando, participó del ejército patriota
toma del Desaguadero y el asedio de La Paz. A Pumacahua y Vicente Angulo les die­ de Pumacahua en Arequipa y después de Umachiri fue ejecutado por González según
ron «oficialidad, soldados e indiada para la toma de Arequipa», El 10 de noviembre, Mendiburu. El hijo, nacido en 17 de mayo de 1802, también llegaría a la presidencia
Quimper lo pudo constatar, pues estaba en Arequipa donde lo tomaron prisionero de la república.37
y, esta vez sí, al uso de cuántos otros que pasaron por este trance, «salvó de milagro». El 25 de abril de 1816, San Román declaraba en la prisión. De 37 años, dijo ser
Echenique y De los Ríos estuvieron entre los criollos del cabildo que se suma­ subteniente por el rey y que «por la fuerza» se unió a los rebeldes cuando Quimper
ron a la revolución. Por lo menos en el momento que los cuzqueños se acercaban a desamparó la ciudad. Alzadas las provincias y la ciudad, e imposibilitado de migrar
la ciudad. No tendrían mayores desavenencias con Quimper con quien compartían por falta de recursos al estar sus bienes embargados y no tener numerario, tomó el
parentesco y ubicación social. Sin embargo, ellos terminaron en el bando rebelde y arbitrio de unirse «con miras a luego pasarse a las tropas del rey». Fue capitán en
fueron a La Paz con Pinelo. De los Ríos terminó en el bando real y falleció en com­ Arequipa y Umachiri. Dice que Béjar lo vigilaba con celo en Arequipa y, luego,
bate en Capachica, mientras Echenique fue hecho prisionero y acusado de sedicioso. pensando que Ramírez «no perdonaba a nadie», anduvo huido por seis meses y luego
Otro de los juicios efectuados después de la represión, sobre la participación en
los sucesos de Puno, fue el de Ramón Echenique. Nos revela la situación de prepon­
derancia táctica que los cuzqueños tenían en agosto de 1814. El encausado pretendió
36. Biblioteca Nacional (en adelante BN) Ms. D6147. publicado en Colección Documental de la
explicar su conducta y levantar el cargo de sedición. Dada esa posición tácticamente Independencia del Perú (en adelante CDIP), tomo III/7, 710-726.
superior de los cuzqueños, el cabildo abierto o consejo de guerra del 23 de agosto 37. En adelante, cuando mencionemos a Mendiburu, nos referiremos a su famosa obra: Mendiburu
acordó la «rendición», contando con la opinión del propio Quimper acerca de la 1885 (se pueden consultar ediciones digitales). Como vemos, de este escenario de confrontación
del final colonial, salieron dos de los caudillos militares y políticos de la nueva república: Eche-
superioridad cuzqueña.
nique y San Román. Víase Mendiburu 1959 y 1961. Miguel San Román tenía 12 años cuando
estalló la revolución del 14. Su padre fue ejecutado en Puno por orden del intendente Gonzalcs,
natural de Tinta, cuyas «crueldades entonces no conocieron límite». Había sido oficial del escua­
drón de milicias de Dragones de Tinta y como tal participó en Huaqui. Interinamente tomó el
mando de Puno como intendente en 1815 para seguir la represión. El ejecutor de Miguel Pascual,
35. Cornejo Bouronde 1957, Carca de Saturnino García al obispo, 1 de setiembre de 1814. que era militar en grado de coronel, fue nada menos que Agustín Gamarra,
334 Luis M igue! GLive G uerra, p o lítica y cu ltu ra n i la génesis ele la in depen den cia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 335

se entregó en Huancané, aunque la ley de indulto ya había vencido.38 San Román había dejado al mando de su pueblo por servir a la patria y no para que desobedezca.
no pasaba por una situación buena cuando estalló la revolución y, aunque trató de Entonces, ya el 19 de mayo, lo que importaba era que mandara tropa «con inclusión
exculparse, era obvio que fue parte muy comprometida en las acciones armadas del de los naturales», que frieron encontrados en una estancia o hacienda por los indios
Altiplano, incluso después de Umachiri, de donde salió huyendo hacia Sicuani. leales del pueblo,
Mientras ese era el escenario en la ciudad, en los pueblos y el mundo rural la Flores presentaba estas notas de reclamo como otras de Ignacio Cansino, que no
situación era todavía más agitada y compleja. La causa contra José Flores por los recibía ni gente ni dinero, para abrir el expediente que confirmara su lealtad. Desde
sucesos de Capachica nos muestra lo complejo que fue el momento de la muerte de luego, los jefes rebeldes le escribían teniéndolo por autoridad aceptada por ellos,
Ríos. Flores era un arriero de la carrera de Oruro y, en 1815, era alcalde recaudador pidiendo que juntara gente que esperaban les fuera afecta como lo habían tenido
y cacique de Capachica. Pasado el momento álgido de la revolución, pidió que se hi­ en práctica hacía poco cuando tomaron el pueblo; sin embargo, como no eran feli­
ciera averiguación sobre su comportamiento ante González en julio de 1815, a pesar citaciones lo que recibía, el recaudador pensó en probar con ello su lealtad, que los
de no haber sido convocado para confesión.39 Decía además que se acogía al indulto, rumores y denuncias locales ponían en cuestión y podían causarle serios percances.
aunque no tenía que hacerlo pues había sido fiel. Los testigos declararon en septiembre de 1815. El jefe del ejército realista Fran­
Cuando se hizo la presentación de testigos y documentos de abril de 1815, cisco González era natural de Tinta e incluso hablaba quechua, por lo que no requi­
aparecieron oficios de los caudillos a Flores en Capachica, Una nota de Manuel rió de intérprete, lo mismo que el escribano Juan de Valenzuela. Empezó el alcalde
Monroy ofrece una pintura vivida del carácter de un jefe de pueblo en medio de la ordinario de Capachica, José Cutimbo; lo siguieron el regidor Isidro Quispe, los
segunda etapa de la revolución, dispersa y rural. Está fechada el 3 de abril de 1815 y alguaciles Lorenzo' Yerba y Mateo Suasaca y el principal Buenaventura Coila, lodos,
firmada en Paucarcolla donde tenían su cuartel general. Las expresiones de Monroy, desde luego, no encontraban sospecha de sedición en el recaudador o cacique; ellos
sin perder la forma de una circular u oficio de autoridad, son amenazantes y más bien también podían entrar en tal sospecha al verse envueltos en los sucesos. También
coloquiales, no exentas de un cierto sarcasmo romántico dadas las circunstancias. declaró un vecino no indio, teniente del segundo batallón de patricios de Azángaro,
Por ejemplo, en el tema de la circulación de pliegos con noticias y órdenes, los Francisco de Paula Torres, que fue con los realistas y salvó la vida al esconderse con la
revolucionarios y los jefes del ejército regular, se encontraban con el problema de las madre del recaudador, que también había salvado a su hijo de esa manera.
interceptaciones en los pueblos. Como los portadores eran indios que cumplían con El viernes 10 de marzo, enviado por Quimper, el doctor José Antonio de los
órdenes y costumbres tradicionales, muchas veces aceptaban que las autoridades les Ríos, que estaba al mando de las tropas del rey, había llegado a ordenar las cosas
tomen los pliegos y los dieran a otros, no sin antes revisarlos, detenerlos y cambiar su en Capachica y pasar a Fluancanc. Al parecer, los indios, jefes y mandones, fueron
destino o dejarlos seguir sabiendo su contenido. Monroy sabía esto — «algunas me ordenados para colectar muías que sirvieran a las tropas en ese paso con la instancia
las intercepta pues ésta que ha llegado es bien atrasada»— ; por ello, le conminaba a favorable de Flores, Sin embargo, en algún momento del amanecer del día siguiente,
que «en adelante me ha de poner usted la hora en que lo recibe y me la manda». Lue­ Ignacio Cancino, José María Avila, Francisco «Pancho» Pérez y «Martincho» Cas­
go, amenazaba a Flores: «yo contendré alevosías y haré vomitar ios pliegos que me ha tillo, al mando de sus soldados, tomaron a los realistas y ejecutaron a Ríos. Flores
ocultado quizá con tres, o cuatro balas que le espero dar de píldoras, pues soy físico declaró que se refugió en su casa y no participó de los furores del pueblo. Los indios
y no curandero». En otro punto, le dice que, si no cumplen, deberá ir a Capachica se dieron a la «algarabía» y siguieron a la bien cohesionada banda de caudillos y
y «he de colgar a más de cuatro». De por medio estaban por cierto los fondos de los soldados a caballo.
tributos llamados contribución y la leva de gente que podía engrosar las filas de los El día sábado once, enere las ocho y las doce de la mañana, empezaron la «mor­
rebeldes, incluso aquellos hombres cuya fidelidad o partido no estaban definidos. tandad» de gente que visualizaban como del otro bando y dejaron en ascuas a otros
Por su parte, el caudillo Carreri, subdelegado de Lampa y comandante de la prisioneros hasta el día siguiente.40 El alcaide Cutimbo decía que siempre Flores les
provincia por las autoridades revolucionarias cuzqueñas, señalaba a Flores que se le recomendaba que cualquiera sea el partido que pasara, lo sirvieran para salvar la vida

38. BN Ms, D6074, publicado en CD1P II1/8: 137-157- Expediente con las declaraciones de Martín 40. Sobre el cruel suceso de la prisión de 18 vecinos puneños, internados en Capachica donde la «in­
Castillo, Miguel San Román, Santiago Prado. Leandro y Manuel Bustos y otros caudillos en Puno. diada de los alrededores, unida a la de las huestes c.uzqucñas, enfurecida por la emoción del tumulto,
39. BN Ms. D 6 137, CDIPII1/7:612-643. Eos documentos que Aparicio revisó en BN ofrecen especial cercó la iglesia, la incendió y en medio de los más crueles excesos dieron muerte» a los prisioneros,
interés y completan la información sevillana que es menos abundante para Puno. véase Romero 1928.
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y los bienes. Quispe, por su parte, declaraba que sabían que los insurgentes habían Los de Muñecas mataron a Rufo, a Enríquez y a José Santos Morales. Desde los
de «durar un tercio lo más», que el brazo del rey era más poderoso y que había de valles y en Moho donde estableció una cabecera, Muñecas tenía contacto con el Al-
prevalecer su monarquía. Con tal pragmatismo, pasado el tumulto, Flores obedeció tiplano, mandaba emisarios, reclutaba servidores como herreros y arrieros, y vigilaba
las órdenes de los caudillos. a los desertores, a quienes obligaba a reincorporarse a su tropa. Aperregui declaró
En julio de 1816 llevaba un año preso, de los cuales tres meses en Puno se pre­ que huyó, pero nada menos que a los valles donde estaban los rebeldes donde, según
sentó a diario en el juzgado y reclamaba los oprobios que le hacían y lo cumplido se defendió, sedujo a Muñecas, quien lo había acogido como sacerdote para rendirse
que era en presentarse. Gregorio Gallegos, administrador de correos de Puno que en junio de 1815. No se concretó su pedido, pues el indulto no llegó a tiempo y sus
tenía los documentos para instrumentar su defensa, los ocultó al reo y los rumores soldados no lo dejaron tomar ese camino y lo instaron a seguir en las guerrillas.
le hablaban de malquerencias por algunos de los que podían ser sus defensores. Su Muy poco claro resulta el caso, pues Aperregui estuvo demasiado visto en los
mujer le había quitado el apoyo y se había quedado con los bienes en el pueblo. No escenarios revolucionarios y su perfil de conflictivo y acusado desde mucho antes de
le fue muy bien a pesar de su prisa para presentarse ante la justicia. 1814 lo colocaba en mala situación. Es posible, desde luego, que hiciera un doble
Gallegos, además, guardaba esquelas comprometedoras para Flores y decía ha­ juego.42 Por eso es que le llovieron acusaciones y duró varios meses su caso, del que
berlas mandado a Lima. En reacción rápida, Flores denunció que más bien Gallegos sin embargo salió bien librado.
estuvo aliado de los rebeldes y fue secretario rentado del cabildo constitucional re­ Puno fue escenario de inclementes acciones del ejército rebelde que salió casi
volucionario hasta que Pinelo perdió en los altos de La Paz. las diligencias de 1816 de inmediato de la revolución del Cuzco para extenderse hacia La Paz. Según Vargas
y la presencia de Gallegos muestran las complejas alianzas que se tejían luego de la Ugarte, se produjeron cruentas ejecuciones en el paso de Pinelo y Muñecas, pero por
rebelión. Finalmente, el intendente Ricafort en Cuzco tomó la iniciativa de desterrar acción de la propia población local. Combatientes de todo el Altiplano se plegaron a
a Flores considerándolo peligroso y notorio criminal aunque no estuviesen estos las fuerzas alzadas. El ecónomo de la localidad también huyó a Arequipa, como otras
crímenes demostrados y plenamente justificados. autoridades.43
Cerca del escenario anterior, aunque un poco antes, en febrero de 1815, el Las redes de poder en los pueblos fueron objeto de sordas disputas políticas
teniente coronel Mariano Enríquez le escribía al cura Aperrcgui a Huancané desde también. Los alzados lograron imponer un orden en el Altiplano, nombrando auto­
Mocomoco. Le transmitió los rumores que corrían sobre el fracaso de los apoyos ridades al amparo de la Constitución y usando de una autoridad militar y política
realistas en la zona del río Ramis, la muerte del subdelegado José Rufo, la fuga del de la que se invistieron por su alzamiento. Había que mantener activas las rutas de
intendente y otros desastres. Una semana después, el 23 de febrero, Enríquez recibía comercio y de gente, procurando tener abastecidas sus tropas y los puntos por donde
alentadoras instrucciones de Quimper para conseguir apoyo de los cabecillas ofre­ ellos actuaban, como reserva y territorio controlado. Como las contradicciones de
ciendo indulto a los que den balsas para el ejército de Ramírez, que se aproximaba, intereses en los pueblos eran constantes, muchos oponentes se encargaron de acusar
y tuviesen la movilidad necesaria que los rebeldes, acantonados en Lampa, no ten­ e indisponer a sus rivales, comerciantes, ganaderos, pequeños productores y autori­
drían. Si los cabecillas no diesen esc apoyo, Quimper amenazaba con «destruir la más dades de pueblos, con una u otra de las autoridades enfrentadas en esc momento, la
recóndita estancia». De la misma manera le escribió al cura Aperregui.41 de los patriotas y caudillos, y la del ejército pacificador.
El cura Aperregui, una vez que el ejército real tomó el Altiplano, fue acusado Mariano de los Reyes, un comerciante del Altiplano con los yungas fue acusado
de alzado. Entonces explica los sucesos de febrero. En su curato, a donde fue para de infidente por haber estado en el ataque a Arequipa. Declaró que lo hizo por la
contener a los alzados y cuidar la fidelidad de la feligresía, puso en práctica la estra­ fuerza, a pesar de sus intentos y reclamos por liberarse. A pesar de haber estado entre
tegia de controlar las balsas, como lo apoyó Quimper y lo secundó Enríquez. Sin los alzados en 1814, en enero de 1815 ya estaba nuevamente comerciando cuando
embargo, Rufo se equivocó y colocó a sus hombres en los altos de Moho dando cara fue detenido y se le incautaron los bienes. Sin embargo, José Rufo, autoridad en la
a los alzados quienes en «henjambre» lo derrotaron y pasaron de Lampa a Huancané provincia, ordenó le devolviesen sus bienes y lo soltasen. Todavía después, en abril,
y de allí a Larecaja. Ya entonces estaban al mando del cura Muñecas y a las espaldas desde Moho, tratándolo de alcalde constitucional, Muñecas le escribió pidiendo le
del ejército real que había pasado a Arequipa y salía para retomar Cuzco.
42. Ponce Sangincs 1954 (220-247) refiere la intervención cuzqueña en La Paz en 1814 sobre la base
de un expediente de AGI, Charcas 585.
41, Cornejo Bouronclc 1952. 43, Vargas ligarte 1958: 250 y ss.
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inancle herreros y fragua y, asimismo, que ubique a los desertores de su tropa para González, y abasteció la tropa con dinero que, «equivalente» a los tributos, debían
que se restituyan a su puesto. ' 1 los indios de su distrito.
Reyes, que efectivamente era un comerciante y como tal fue llevado por Pu- Premiado por sus actuaciones, fue comandante militar en Chuqtiibamba, nom­
macahua a Arequipa, fue indispuesto con el comandante Llanos por un rival suyo brado por el intendente Tristán en abril de 1815. El virrey le pidió que organizase
en los yungas — en Mocomoco, Larecaja— , José Santos Morales. Por esa acusación una expedición contra varios pueblos del partido de Tinta en mayo. Con orgullo, de­
lo detuvieron. En 1816, con la mano tullida por un balazo, que hizo certificar por claraba haber convertido a los chuquibambinos en exterminadores de los cuzqueños,
médico, Reyes hubo de probar su fidelidad y buscar apoyo para no ser condenado. con doble mérito dado que, pocos meses antes, aquellos se habían plegado a la causa
Señalaba que en la campaña de Arequipa procedió en concierto con Manuel Ramón cuzqueña. Ya por este nuevo mérito nombrado subdelegado, formó un destacamento
Inga, desde Huancané (él era de Vilque Chico) para ir presionados —sin consentir o compañía de 100 hombres que remitió a Puno, la que, unida a 300 hombres de
en las «ideas de la patria»-—, comprometidos a repartir víveres a los indios de la tropa Arequipa, sujetaron «los restantes pueblos rebeldes por aquella parte».47489*
de los alzados. Por eso estaba ya en enero del año 1815 comerciando. Lo que no Quimper, además de un actor, fue un testigo particularmente dotado para tratar
resaltaba Reyes en su defensa fue que había sido nombrado alcalde en Vilque por el de explicar los sucesos.™ Su testimonio confirmó posteriormente la participación po­
caudillo alzado Francisco Monroy, que hacía de subdelegado. Luego de que se libró pular c indígena en la revolución. En un escrito cuyo título dice mucho de un criollo
de tas acusaciones, todavía recibía encargos conminatorios de Muñecas en abril de que vivió los sucesos y que comenzaba a expresar la necesidad de cambios, la señalada
1815 para que mande herreros y deserrores, y de otro caudillo, Mariano Gallegos, inclinación «patriota» de los indios es un testimonio de cómo los criollos y autori­
que escribía con errores que denotan su raigambre india. Gallegos no solo le mandó dades locales sabían de los furores campesinos, en los momentos en que se agitaba la
esquelas sino que de un ataque suyo Reyes perdió la motricidad de la mano.1’ política «nacional», es decir, no estaban fuera de la revolución ni de la «opinión».4y
La violencia se prolongó desatada ya en los campos de batalla, donde se enfren­ El escenario rural no estuvo exento de contradicciones étnicas. El paso de las
taron grandes contingentes de hombres de ambos ejércitos y luego entre las fuerzas tropas alzadas puso en tensión a los pueblos. No fue que la tensión local la desataran
armadas realistas y los arrestos guerrilleros de los pueblos movilizados por caudillos. los alzados que salían de la ciudad. Ni las alteraciones terminaron cuando en la ciu­
Un bando de Francisco de Paula González en el campo de Asillo, el 12 de junio de dad la revolución fue derrotada. Sin embargo, el paso militar de tanta gente con un
1815, anunciaba el triunfó realista. En las tropas del intendente interino de Puno jefe de ascendencia inca como Pumacahua a la cabeza puso a la gente a tiro de actuar
destacaron los arequipeños y chuquibambinos que se incorporaron a ellas. Estas más directamente de una u otra forma. En algunos pueblos, la adhesión se manifestó
tropas se componían de fusileros y artillería, pero también guerrilleros de Tinta y abierta, pero en otros no ocurrió lo mismo. Fue el caso de Coporaquc.
de Arequipa. Narciso Chávez mandaba los de Tinta y Juan Odicio Calvez los de
Chuqtiibamba.46
También hubo que formar redes de apoyo al ejército que formó González. 47. AGI, Cuzco 28, En el mismo legajo hay otro documento de Calderón, ya posterior, en el que se
presenta como abogado de la Real Audiencia de Cuzco, capitán del regimiento de milicias disci­
Como ocurría con la población de sectores medios urbanos, el abogado arequipeño
plinadas de infantería de Arequipa y comandante militar interino de Condesuyos. Confirma que
Lorenzo Calderón y Menéndez, ejerciendo en Cuzco, tuvo rango militar y fue des­ en Tinta estaban los «ánimos turbulentos», como en Caylloma, donde era comandante militar
tinado a La Paz en 1809. Luego, ya en su tierra, el intendente Moscoso lo nombró durante la sublevación.
subdelegado en Cailloma, donde sirvió a favor de) rey, dando dinero «sin extorcionar 48. Las notas biográficas de Quimpcr (Mendiburu 1885, Moreno 1990) señalan que nació en Lima,
estudió en España e hizo carrera en la Marina hasta 1806, año en que volvió al Perú. Fue goberna­
a los indios», como se encargó de señalarlo en su relación de méritos y servicios. Fue
dor do Puno y luego de Huamanga, Ya lograda la independencia, sirvió en la Marina desde 1827,
perseguido por los rebeldes del Cuzco y se refugió en Arequipa, donde se mantuvo I ongevo, falleció en Lima a los 104 años en 1844.
en la clandestinidad cuando los rebeldes tomaron la ciudad. Ya derrotados los de 49. Quimper 1822. Este texto es referido por Moreno (1990: 130), quien señala que el autor ftic
Pumacahua, sirvió de voluntario en la expedición a I inta de Francisco de Paula Quimpcr por las iniciales y otras evidencias. Moreno dice del opúsculo: «contiene datos esta­
dísticos y noticias muy interesantes, no solo sobre la ciudad y su gobierno civil, económico y
eclesiástico, sino también sobre las supersticiones, costumbres, mita de Potosí y comercio de las
indiadas de su provincia. Da una idea histórica de los gravísimos motivos de queja que los indios
tienen y que son parte de ponerles del lado de los patriotas». Es importante notar que puede haber
44. Cornejo Bouroncle 1952; 199-200.
estado inspirado en los viejos escritos criollos del XVII, pero también en su experiencia. El origen
45. Revista delArchivo Histórico del Cuzco 6 (1955), 383 y ss. de la información debe haber estado en la encuesta prolija que se hizo para que Gáratc llevara sus
46. Cornejo Bouroncle 1957: 38-40. instrucciones a Cádiz.
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Rafael Salazar era un mcrcetlario que estaba de cuaresmero en Coporaque, de­ los cuzqueños y junto a Ignacio Cansino, caudillo en Pusi y Coata, tenía también a
signado por Sebastián de la Paliza que era el titular, cuando se acercaban las tropas Alejo Condori como comandante, José Mariano Gallegos alias Faslc como justicia
de Vicente Angulo y Pumacahua. En el pueblo se recibían oficios de los rebeldes mayor en Huancané y a Andrés Monroy. Su triunfo generó una reacción popular en
pidiendo auxilio de gente, dinero y caballos para la jornada que emprendían, 1.a po­ Puno que replegó al regresado intendente Quimper,
blación de los indios estaba temerosa por la cercanía de esas tropas. Era una doctrina Más cerca del Cuzco, en la emblemática Tinta, cuna del movimiento de 1780,
de 5000 almas, Salazar y su compañero cuaresmero predicaron contra la insurrección la gente de Anselmo Andia luego de la derrota siguió activando con pobladores de
que era contra la religión, el rey y la humanidad. El discurso era claro: si se prestaban la zona de Yauri, Pichigua y Coporaque, hasta Checa. La resistencia de Andia duró
a ayudar a los rebeldes, caían en pecado y quedarían marcados como lo quedaron los poco, pues en una semana fue perseguido por el coronel Francisco de Paula Gonzá­
pueblos que se comprometieron con la insurrección de Tupac Amaru.50 lez, aquel jefe del ejército real que ya vimos hablaba perfectamente el idioma que­
Es posible que el testimonio contenga cierta veracidad. Los indios, dicen los chua, con sus partidas y lo derrotó en Tocto y en Livitaca y Calani, dejando «más de
testigos, se habrían retirado a los cerros, a distancias «inmensas», con sus ganados. setecientos cadáveres en castigo de su obstinación». A fines de abril se estableció en
Esa era la manera de poblamiento de esos pueblos, que habitaban caseríos distantes y Yauri. Luego siguió a derrotar los focos del Altiplano. En Paucarcolla, el 26 de mayo
solo tenían al pueblo como centro administrativo y simbólico. El recuerdo punitivo de 1815, batió al caudillo Francisco Monroy, que se suicidó. Los otros jefes, Vicente
de la era tupamarista puede haber jugado a favor de la predica del cura. C.uando en­ Carreri, Jorge Carrión y cinco más fueron apresados, fusilados y sus cadáveres colga­
tró Ramírez, los indios y el pueblo celebraron misa de acción de gracias, se iluminó dos, les cortaron la cabeza y los miembros y los exhibieron en varios pueblos.
la plaza y danzaron por tres días. Junto a Salazar estuvieron el cura de San Cristóbal, González siguió con Yaraca en Azángaro, donde 3000 indios sublevados fueron
Pablo Mogrovejo y otro sacerdote de apellido Asín. Salazar exhibió varias proclamas vencidos y fusiló al caudillo Cipriano Oblitas. Luego fue a Asillo, a la fortaleza (que
exhortando a otros pueblos a no dejarse seducir por los rebeldes. era un cerro) en junio del815.52* Luego pasó a Carabaya, donde el indígena Andrés
La población de las zonas de los antiguos canchis, que estuvieron plegados aTú- Carita permanecía sublevado. En Chiapata se produce otra cruenta derrota india el
pac Amaru, no se inclinaron a seguir a Pumacahua, mientras otros pueblos, como los 15 de agosto. Luego, en Collmani de Huancané, se enfrentó con indios rebeldes y
canas vecinos, que antes fueron reticentes a la jerarquía de los amarus, fueron parte muchos púnenos a los que venció, y ahorcó a l i e n la plaza de Moho el 9 de septiem­
activa de la revolución de 1814 y pagaron con miles de muertos la «pacificación» que bre. En Poto quedaba un foco rebelde; allí fue el teniente Félix Tagle, que apresó al
llevaron Ramírez y González, los jefes realistas/1Coporaque estaba en el grupo cana, caudillo Pedro Casillas de Cojata que también fue ejecutado por decapitación. Otro
pero este testimonio puede dar cuenta de facciones internas en las provincias. Como ejecutado fue el capitán Pedro Gari. En este momento debe haber caído prisionero
efectivamente lo declara Salazar, Yauri y Pichagua, otras cabeceras de los canas, se Santiago Prado, que antes de enrolarse en la sublevación fue teniente del ejército real;
unieron a la insurrección y la cercanía de estos puso mucha tensión a las relaciones por eso, luego de degradarlo, lo fusilaron el 27 de abril de 1816.
entre los vecindarios. Incluso luego de declarada la victoria realista, y celebradas la Otra visión andina del movimiento proviene de un levantamiento popular en
misa y fiestas, hubo amenaza de venganzas por las que tuvo que abandonar el pueblo. Ocongate, en el que participa un danzante indio llamado Jacinto Laymc, que sigue
Vamos a ver de inmediato que, luego de que se produjera la contrarrevolución en
Cuzco, fue justamente en Coporaque donde se mantuvo uno de los focos que inten­
taron prolongar la resistencia. 52, El 8 de junio batieron a los insurgentes de Azángaro. El 10 partieron a Asillo donde varios caudi­
Lo que ocurrió en el Altiplano fue una suerte de repetición de los fenómenos llos reunieron de 7 a 8000 hombres. El 11 o el mismo 12 se produjo el enfrentamiento, donde se
notó la táctica india de disparar con hondas «nubes espesas de piedra» y a desgajar peñascos contra
político sociales de 1780, es decir, hubo una segunda fase de la revolución, con un los que querían acceder a las cumbres que controlaban. Destaca la opinión de González sobre los
marcado tinte radical y étnico después de la derrota de Umachiri, un reflejo de lo rebeldes: «La obstinación, vigorosa resistencia y serenidad con que sostuvieron la fortaleza, hasta el
que luego sería la republiqueta yunga de Muñecas. El jefe más notable fue Tomás extremo de asirse a nuestras armas, es admirable, y no cabe en el orden regular. Ninguno abandonó
su puesto, y todos lo defendieron cuerpo a cuerpo, sin echar pie atrás». Luego de tres horas, 1500
Carreri, que fue nombrado subdelegado de Huancané y Lampa por las partidas de muertos en el campo de batalla y una «cantidad prodigiosa» de heridos por parre de los derrotados,
mientras los realistas tuvieron seis muertos, 18 heridos y contusos, entre los cuales estuvo el propio
González, Estos hechos revelan el tipo de enfrentamiento que se dio entre las gruesas tropas indias
provistas cié hondas y las disciplinadas fuerzas realistas apoyadas con fuego de artillería, fusiles y
50. AGI, Cuzco 72. guerrilleros ordenados tácticamente. El informe de González, del 20 de mayo de 1816, fue publi­
51. Clave 1992. cado en la Gaceta de Lima.
342 Luis Miguel Clave G uerra, p o lític a y cultu ra en Li génesis ele la independencia andina. ¡808-1815 343

en el tiempo y difiere de la rebelión — aunque en un principio formó parte del con- Ocongatc, los indios de Marcapata atacaron a los símbolos de su explotación, inde­
junto del levantamiento— . Su acento nos presenta la dimensión andina (indígena) pendientemente y luego de la revolución, Layme se sumó a los jefes de Marcapata
del movimiento, que no es la que se produce en los conflictos que se dieron en la y luego sumó a esos indios ai ataque contra los criollos de su pueblo. Entre los jefes
ciudad,53 militares indios estuvo Huamantapara, un indio tenido por principal insurgente de
Los ejemplos que estamos desarrollando nos muestran los múltiples problemas las fuerzas altiplánicas que capitaneaba Ildefonso de las Muñecas. Es posible que
sociales y políticos que se suscitaron en los pueblos rurales después de la derrota mi­ las mismas redes de comercio e intercambio que se notan en las comunicaciones de
litar de los defensores del «sistema de la patria» en Umachiri. Estos se sucedieron y se las alteraciones en la subdelcgación de Ocongatc permitieran los contactos a mayor
mantuvieron esporádicos en todo el sur andino. Mientras Muñecas estuvo al frente escala entre los revolucionarios que Muñecas articulaba en todo el Altiplano hasta
de sus incursiones guerrilleras desde el oriente del Titicaca, la comunicación parece La Paz.
que fue constante, de manera que los jefes locales actuaban sino coordinados por lo La presencia de Muñecas agitando acciones dispersas y violentas después de la
menos informados de los movimientos de los caudillos que seguían a Muñecas. Eso derrota es un hecho de peculiar importancia. Lo mismo ocurre con la entrega violen­
fue un proceso político rural, indio, paralelo al desenvolvimiento de la lucha militar ta a una guerra de castas por parte de las poblaciones rurales del sur del Cuzco, que
y política por la ciudad y el poder de la Audiencia. En Ocongatc, por ejemplo, los se informaban de una ideología mesiánica y utopista, a la vez que reaccionaban a los
criollos locales, los recaudadores indios, jefes y autoridades del lugar, se plegaron a síntomas locales de exacciones exacerbadas. Durante la revolución, actuaron como
la revolución en 1814. Entre ellos estuvo un danzante y comerciante indio llamado focos locales de apoyo y dieron efectivos para las fuerzas qtte encabezaban Pumaca-
Jacinto Layme que, a la postre, encabezó a los grupos más radicales de los naturales hua y otros jefes indios, pero luego actuaron de manera autónoma o dirigida por los
alzados, incluso luego de la derrota del comando revolucionario en 1815. restos del ejercito que tenían a Muñecas como faro.54
La actividad mercantil entre los pueblos rurales, el arrieraje mestizo del merca­ En sus estudios sobre los movimientos sociales en la India, Ranahit Guha señala
deo de coca y productos de la tierra, permitió una comunicación y difusión de las cómo, en distintos alzamientos campesinos, ninguno careció de dirección «central»
alteraciones campesinas en toda la provincia de Quispicanchis, tanto en la parte que­ por así llamarla, y «alguna cohesión», aunque en ninguno existiese un «control total
chua del valle como en la parte alta que articulaba Ocongatc. El mismo efecto tuvo de las muchas iniciativas locales nacidas de dirigentes surgidos de abajo cuya auto­
el culto al señor de Qoyllur Riti, santuario indio que articulaba a los ayllus dispersos ridad era limitada y de corta duración». No se trata de movimientos encabezados
en toda la región. por partidos modernos, sino de movimientos que podrían describirse, como lo haría
Cuando todavía mandaban en Cuzco los insurgentes, los rumores de una con­ Gramsci, como compuestos por «múltiples elementos de dirección consciente pero
trarrevolución que preparaban los mandatarios audienciales recluidos en Paucartam- ninguno de ellos [,..] predominante». Lo que no lleva a denigrarlos como movi­
bo, provincia vecina de las alturas de Ocongatc, llevó a Jacinto Layme y su hijo a mientos subpolíticos sin dirección ni forma. Eso es lo que ocurrió en las irrupciones
organizar a los indios en acciones — no exentas de violencia ritual— contra los crio­ masivas de poblaciones rurales en el Perú de fines del XVIII y en el gran concierto
llos locales, entre ellos el alcalde Mariano Dámaso Aparicio, que estuvo involucrado revolucionario de 1814. Con otra perspectiva que la de los historiadores culturales
inicialmente en las acciones locales hegemoneizadas por los cuzqueños. El mismo franceses, este acercamiento a los movimientos sociales, insurreccionales, en la In­
Angulo mandó llamar y detuvo a Layme para impedir los enfrentamientos. La con­ dia, desde lo que se conoce como estudios subalternos, nos señala la importancia
trarrevolución de febrero de 1815 lo halló detenido, pero logró escapar y refugiarse de mirar las provincias, los fenómenos complejos que algunas veces parecen no dar
en el Collao, En ese espacio altiplanico, las acciones subversivas de tinte indio y local coincidencia entre el ser social y la conciencia, tratando de dar la voz o las «voces de
se mantuvieron y no sería extraño que muchos de los jefes actuaran sin contacto con la historia» a los protagonistas, sin subordinarlos a un pensamiento previo, único,
Muñecas u otro caudillo. que el llama de ideología estatista, que pretende encasillarlos, juzgarlos o usarlos.55
Otro pueblo cercano, Marcapata, tenía agudas contradicciones internas que Así hemos querido retratar los sucesos de violencia rural que marcaron la coyuntura
llevaron a una explosión popular contra el cura y los criollos; esta explosión popu­
lar se desarrolló paralela a la violencia revolucionaria. De la misma manera que en
54. Archivo Departamental del Cuzco, Intendencia, Criminales, I,eg. 116. Caliill (1988) hace una
lectura diferente del suceso, que subraya lo local como diferente y enfrentado a lo general. Ello es
53. Cahill 1988, O no artículo de Cahill, escrito al alimón con O ’Phela» Godoy, subraya la proyección probable, pero no necesario.
rural del movimiento (Cahill y O'Phclan Godoy 1992). 55. Guha 2002: 105,
L u is M ig u el C lave G uerra, p o lítica y cultu ra en la gfriesis de ¡a in dependencia an d in a, 1 8 0 8 -1 8 1 5 345
344

revolucionaria en el Altiplano como parte del alzamiento cuzqueño de 1814, sobre sumisión y vasallaje eran constantes y verdaderamente llamativas. En retribución, el
todo a partir de la derrota militar de aquel intento popular de ejército patriota.56 rey y su Consejo de Indias, a instancias de las reclamaciones que ellos presentaron sin
desmayo, no se cansaron en dar normas de protección a los indios y reconocimiento
a la autoridad, viejo señorío y nobleza de sus jefes naturales.
L a contradictoria figura de M ateo P umacahua
Sin embargo, no eran los reyes los que cumplían las normas, eran otros súbdi­
tos, con ansias de poder en un reino lejano, los que las debían implcmentar; y era
Si alguien destaca en el movimiento que empezó en 1814 es sin duda el cacique contra sus intereses. Por eso, los caciques reclamaron usando la ley y buscaron aliados
Pumacahua. Ya vimos lo trascendente de su presencia al mando de su ejercito a fines y compañeros de ruta o defensores entre ellos mismos. Luego estallaron rebeliones.
de 1814, camino de Arequipa, como lo fatal que resultó para todos los alzados su Primero a manera de protestas o asonadas, motines, agresiones desesperadas. Luego
fracaso militar a inicios de 1815, en los campos altiplánicos de Umachiri. Su figura como estallidos generalizados. Pero la sociedad colonial era muy compleja y los gru­
ha sido motivo de agrias polémicas y siempre resultará contradictoria. Veamos si es pos nativos tenían muchos conflictos irresueltos entre ellos mismos.
posible explicarla dentro del contexto de este estudio. Pumacahua era muy poderoso económicamente; como otros curacas o caci­
Don Mateo García Pumacahua, cacique del pueblo de Chincheros en Cuzco, ques gobernadores, ostentaba unos recursos considerables que se acrecentaban por
fue un paradigmático representante del curaca de sangre y cacique gobernador pro­ su acceso a la mano de obra y a relaciones de dependencia que le permitían ampliar
pietario, figura que se fue concretando durante la larga historia colonial andina. Los la esfera de sus negocios. Por eso, además, era generoso, como todos los caciques de
curacas eran los jefes de grupos étnicos o partes de ellos, jefes intermedios. Cuando riqueza y prestigio. No todos podían, sin embargo, pasar la frontera de ser tenidos
se derrumbó el Tahuantinsuyo, como se llamó el Estado y el sistema político y social solo como empleados del Estado colonial para recaudar tributos. El que la pasaran
formado por los incas, luego de la invasión española, los jefes de los grupos étnicos era un peligro para muchos y era además objeto de competencia entre ellos mismos,
locales, los curacas, cobraron una mayor importancia dentro de la sociedad nativa al ataviada de conflictos de linaje y sucesión.
no existir una clase dominante del Estado, que se deshizo rápidamente y fue reem­ Cuando estalló la gran rebelión de 1780, que duró hasta 1783, tratándose de
plazado por el nuevo colonial. Además, eran un eslabón imprescindible para manejar un conjunto de explosiones locales y de una amplia corriente de rabia y memoria
los recursos naturales y la mano de obra para poner en marcha la economía colonial. india que la cubrió, un numeroso grupo de caciques de linaje y de nobles indios se
Ellos eran los intermediarios entre el Estado y las bases familiares y sociales de los enfrentó con los atrevidos Túpac Amaru y con los desaliñados y guerreros aymaras
pobladores andinos. que lideraban unos jefes de menor jerarquía de nobleza, pero de fuerte carácter co­
Por su importancia, los caciques fueron objeto de la suspicacia estatal y se les mercial y legal, como aquel que se llamó Túpac Katari. El más destacado de los leales
quiso limitar en su poder. Sin embargo, a la vez, como sin ellos no se podía ejercer al rey fue Pumacahua, que ganó por ello todavía más poder. Pero ese poder que ganó
la presión necesaria para organizar y movilizar los recursos sociales para producir
y lo hacía ascender, lo obtuvo mientras muchos de los jefes indios veían palidecer sus
la riqueza, especialmente en metales preciosos, se les concedieron muchos privile­ viejas glorias, sus recursos los perdieron en gran cantidad durante la guerra contra
gios. Obtuvieron el cargo de caciques gobernadores, que se sucedían por linajes y
Túpac Amaru y la economía en su conjunto cambiaba y languidecía respecto al an­
ostentaban el mando en propiedad. Además, los descendientes de las familias de los terior esplendor colonial.57
gobernantes incas, que reclamaron y obtuvieron el reconocimiento a su nobleza y a En Tinta, una provincia cuzqueña, en 1780 un cacique que se decía descen­
su perdido señorío, vinieron a mezclarse con los curacas y se formó una nueva casta diente de los incas, José Gabriel Túpac Amaru, se rebeló contra el mal gobierno e
de gobernadores conocidos como caciques por las autoridades coloniales. hizo suya una corriente de resurrección del mando natural, una uropía andina, para
Tuvieron poder y fueron temidos pero a la vez eran objeto de abusos de autori­
conmocionar el reino. José Gabriel también había llevado adelante un pleito judi­
dad, de exacciones extraeconómicas ilegales, de marginación y de sospecha respecto
cial y político muy sonado con otros pretendientes a la sucesión de un marquesado
a posibles reclamaciones de un señorío que nunca quedó claro que se había perdido que el rey otorgó a un inca que se rindió en el siglo XVI y cuyos descendientes se
o que se hubiera ganado legítimamente. A pesar de ello, sus prácticas en muestra de
extinguieron. Túpac Amaru era tan representativo de esos caciques y nobles indios

56. Todavía continuaron los conciertos locales a favor de «la patria» y los temores a la subversión,
véase, por ejemplo, Clave 2005. 57. Garren 2009: 378-383.
346 L u is M ig a d C lave ,
Guerra política y cultura en la génesis de la independencia andina, ¡808-1815 347

como lo fueron aquellos que, negándole su derecho a ser el legítimo conductor de Había obtenido el cargo de cacique en 1770 de manos del corregidor Marcos
la nación y alzando la vieja alianza de la corona de España con los descendientes de de la Cámara. Desde niño fue preparado para desempeñarse en el cargo y su linaje
los señores naturales, se le enfrentaron y lo derrotaron, Fue Mateo Pumacahua uno había logrado cruzar la descendencia de héroes antiguos de la memoria y panteón
de los más destacados entre ellos. Además, mostró su arte militar y su feroz ejercicio indígena con familias de abolengo incaico reconocido. Por eso, sumó a su apellido
del poder entre los suyos, para doblegar a masas desesperadas que habían estallado el apelativo de Inca. Cámara no fue cualquier corregidor. Gallego emprendedor y
en una vieja ira. aventurero, hizo gran fortuna y dejó una descendencia de mujeres que se convirtie­
Nacido en 1740, Pumacahua enconrró la muerte por ejecución luego de ser ron en las esposas de los más importantes miembros de oligarquía gobernante de la
derrotado por las tropas realistas en los campos de Umachiri en el Altiplano andino recién fundada Audiencia del Cuzco, Pumacahua fue su aliado. Lo ayudó en obras
en 1815. Si el personaje es paradigmático como dijimos al principio, su última ac­ públicas y en negocios.
tuación y trágico final lo hacen también contradictorio. Leal al rey como todos estos La habilidad del cacique para ganar aliados, cumplir tareas y hacer negocios
jefes étnicos coloniales que debían a su lucha judicial y política una serie de benefi­ era evidente. Luego estalló la rebelión y allí ostentó su grado militar de capitán de
cios, se hizo famoso en la guerra contra Túpac Amaru y, por esa fama, fue convocado la compañía de indios nobles de su provincia y mostró su destreza en la guerra irre­
in extremís en 1811, cuando el ejército real estaba a punto de colapsar por una acción gular propia de los altos territorios de los Andes. Por ello, se le concedió el grado de
violenta de los indios y mestizos del Altiplano de la ciudad de La Paz. coronel de su regimiento y capitán de los reales ejércitos en 1782. Hizo probanza de
Había estallado el movimiento «juntista» de Buenos Aires y se formó un ejér­ su linaje y se declaró descendiente del legendario Tocay Cápac, rey mítico anterior a
cito liberador que avanzó hacia el Altiplano, en el corazón de los Andes. La voz de los incas, lo cual era muy plausible al provenir Pumacahua de las familias poderosas
patria y de independencia se extendía desordenada pero velozmente. Ya en 1809 se del pueblo de Chincheros, uno de los lugares donde se congregaron estos ayarmacas,
había pronunciado un grueso de los pobladores de Chuquisaca, capital de Charcas, como se llamaban los miembros del grupo luego dominado por los incas,585960
la actual Bolivia, a favor de la soberanía del pueblo cuando Fernando VII estaba Este ha sido otro de los temas que más ha llamado la atención de quienes se han
prisionero. La Paz hizo lo mismo. Los movimientos se radicalizaron, estalló una acercado a su figura,”0 Luego, ya a fines del siglo XVUI, cuando varios de los linajes
gran violencia, los discursos se hacían abiertamente contestatarios al poder virreinal. nobles trataban de recuperarse de los embates que contra ellos las autoridades vi­
Fueron violentamente reprimidos por un ejército bien equipado y financiado desde rreinales habían ejecutado como represalia al movimiento rebelde de Túpac Amaru,
la capital virreinal de Lima, liderado por conspicuos miembros de familias criollas Pumacahua volvió a pedir mercedes, esta vez la de ser coronel del ejército y no solo
de gran poder en el sur, a cuya cabeza se puso a José Manuel de Goyeneche, recién de los naturales de la provincia. Sin embargo, esta vez, lo hizo alterando unos viejos
regresado de España, documentos que los descendientes de las casas incas conservaban. Se decía descen­
Sin embargo, la compleja situación política no se estabilizaría. Con los restos diente de Huayna Cápac, el inca padre de los últimos mandatarios andinos antes de
de aquella primera resistencia, núcleos dispersos se aliaron al ejército porteño que la invasión y los primeros que se enfrentaron a la nueva situación colonial. No es que
ingresó en el territorio altoperuano. El ejército realista volvió al escenario del com­ no tuviera sangre inca en su genealogía, pero el relato que presentó difería del que
bate y logró derrotar a los porteños en Huaqui cerca del lago Titicaca. Los persiguió anteriormente él mismo había sustentado. No era Pumacahua el único que apelaba
al Altiplano, enfrentó otros conatos de alteración, pero no contó con que, en su a estas artimañas; hubo muchos, siguiendo una práctica muy común en la corte en­
retaguardia, en el Altiplano, cerca de La Paz, volverían los indios a sublevarse. El tre los españoles aspirantes de la época, Las cosas cambiaban mucho y el poder que
virrey Abascal tiró entonces de unos viejos aliados, los caciques nobles del Cuzco que adquirió por su trabajo y su prestigio era el mayor de rodos. Aspiró, como antes lo
habían ganado a Túpac Amaru en 1780-1783. Pumacahua volvió con sus hom bres hizo el propio Túpac Amaru a ser prímus ínter pares de los nobles indios,61 como en
de guerra, con tributarios de las parroquias cuzqueñas y con gente que recogió en la realidad lo era por sus cargos, reconocimientos y poder económico.
provincia del Collao, donde tenía el aura de ser el inca en persona. Sin pausa, avanzó
sobre los enemigos del rey y los desbarató cruentamente. Su nuevo lauro militar le
59. Rosrworowski 1993: 89-104.
granjeó el grado de brigadier de los reales ejércitos. ’8
60. Es muy sintética la nota Introductoria de CDtP, como IIÍ, vol, 6. Li pionera y más importante
compilación documental acerca del personaje es la de Cornejo Bouronclc 1955 y 1956. Incorpora
la documentación sobre la polémica acerca de la ascendencia del cacique.
58. Sobre la revolución en el territorio boliviano actual, consúltese Arzc 1979. 61 . Cal lili 2003.
348 Luis Miguel Glave Guerra, política y m itura en la génesis de la independencia andina, 1808-1815 349

En esa misma época logró acceder a un grupo o corporación celosamente res­ propiedades y dejó el escenario de la ciudad, que ya vivía en un estado de alteración
tringida para los descendientes de los incas: el cabildo de los veinticuatro electores incontenible.
del alférez real que sacaba el estandarte el día de la ciudad. No había pertenecido a ese Bajo el comando de José Angulo, varios militares retirados de las guerras alrope-
grupo y su pretensión fue contradicha por uno de sus líderes y activo defensor de sus ruanas, religiosos bajo el manto protector del propio obispo y los constitucionalistas
fueros luego del ataque virreinal contra los nobles, don Diego Cusí guarnan. Cuando del cabildo en la trastienda, formaron una junta de gobierno que se declaró contraria
Pumacahua fue electo alférez, don Diego lo contradijo ásperamente aduciendo que a los designios del virrey. El movimiento se radicalizó poco a poco. Entre los que
no era inca «capac» del cabildo, esto es, que no era legítimo descendiente. Esto era fueron convocados a la junta estaba nuestro personaje. Fiel a ese espíritu de guerre­
una fantasía política, pues muchos lograron entrar en el selecto grupo sin ser legíti­ ro y servidor público que había exhibido desde muy joven, aceptó participar de la
mos, ya que lo importante era que hubieran reunido una historia plausible, hecho aventura, poco clara como lo era todo para todos en ese momento de crisis en todo
alianzas eficaces y gastado bastante dinero. Cusiguamán cayó al poco en desgracia, el universo hispánico.
pues fue incluido entre los sospechosos de una supuesta conspiración descubier­ Nuevamente al mando, salió a la guerra, esta vez con los soldados rebeldes. F,1
ta muy oportunamente por la oligarquía de la Audiencia en 1805. Por entonces, ejército al que había ayudado a vencer antes fue ahora su rival. Sus indios se enfrenta­
Pumacahua brillaba con luz propia en la ciudad y fue uno de los que denostó a los ron con piedras y hondas a las bayonetas de los soldados del general Ramírez, jefe tan
supuestos conspiradores. Su rival Cusihuamán fue desterrado. fiero como Pumacahua, al mando de mestizos c indios duchos en la guerra, origina­
En esos años, el cacique de Chincheros compró varias haciendas y casas, arren­ rios del propio Cuzco al que los rebeldes representaban. En Umachiri, derrotado, el
dó otras propiedades y continuó sus gastos en el servicio colectivo de la ciudad y de viejo cacique huyó por poco tiempo, tras juicio sumario fue ejecutado en Sicuani al
sus pueblos. Y todavía quería más. Cuando fue convocado nuevamente al servicio poco tiempo. Sus bienes incautados eran más valiosos que todo el tesoro real que los
militar a favor del rey, no dudó en subir a su cabalgadura para regresar al collasuyo revolucionarios encontraron en las cajas de su majestad en Cuzco.62 Él declaró que
al frente de miles de indios. Gracias a su pericia y su ferocidad, como la que exhibie­ había peleado por el rey; todos los rebeldes de entonces dijeron lo mismo, la hora de
ron todos los combatientes en esa conflagración, Pumacahua acabó con un nuevo su triunfo no había llegado todavía.63
incendio en 1811. Fue nombrado brigadier y su prestigio en el Cuzco no tenía igual.
Cuál sería el asombro de la oligarquía gobernante en la Audiencia cuzqueña cuando,
A lg u n o s com en tarios finales
a tenor de la normativa vigente, estando vacante la presidencia de la máxima corte al
haber salido del país el interino José Manuel de Goyeneche — el militar que encabe­
La crisis desatada en 1808 no fue solo la expresión de los problemas que se suscitaron
zó a los realistas en el sur desde 1809 y no gobernó en la práctica nunca la ciudad y su
por la invasión francesa y la transición a la monarquía constitucional; era también
provincia— , correspondió el mando al militar de más alta graduación en la ciudad,
muestra de cambios que se gestaban en el virreinato desde varias décadas atrás. La
nada menos que a don Mateo Pumacahua.
sociedad local se había militarizado, los recursos se disputaban dentro de nuevos
Cuando mandaba en Cuzco, se proclamó en el país la Constitución de Cádiz
marcos y a otras escalas, la llegada de funcionarios españoles a ocupar altos cargos en
y la lentitud en acatarla por la autoridad virreinal produjo serios altercados en la
ese contexto de lucha por recursos generaba nuevas disputas y rencillas. Las socieda­
ciudad. Pum acahua actuó como esperaba el virrey y detuvo a los tumultuarios a los
des regionales eran copadas por oligarquías que conformaban estos recién arribados
que llamó viles. Por si fuera poco, había convocado a los indios de sus pueblos a
en redes con determinados grupos. Los que eran desplazados, o envidiaban el poder
que pagaran el tributo que las cortes habían abolido, en el espíritu de que todos los
que aquellos tenían, encontraron la coyuntura constitucional como una oportunidad
españoles — incluidos los indios— eran iguales sean de la península o de las tierras
para hacer valer sus reclamos. Los estallidos fueron dispersos y continuos. La idea de
americanas. La guerra insumía demasiados recursos y el virrey Abascal requería del
independencia se asociaba a esos reclamos y les ofrecía cobijo. En el universo rural y
tributo a riesgo de quedar en delicada situación.
Los oligarcas del Cuzco organizaron un ardid para que Pumacahua fuera so­
licitado para ir a reprimir otra asonada en el sur. El cacique se avino a partir, dejó
62. Eguigurcn 1959,
el cargo que tomó uno de los más señalados miembros de esa insufrible oligarquía.
63- A lo recopilado por Cornejo Bouronde 1955 y 1956, se suma la más completa edición de docu­
Se deshicieron del enojoso jefe que tenían y cuando este se dio cuenta de que no
mentos debida a CDIP, tomo 111, vols. 7 y 8. Hubo una primera edición de papeles importantes en
saldría a nuevos combares, que no había tal situación planteada, se recluyó en sus Cornejo Bouronde 1953-
350 Luis Miguel Glavc Guerra, política y cultura en Lt génesis de la independencia andina, ¡8 0 8 -¡d i 5 351

en los circuitos mercantiles en los que participaban los indios, la posibilidad de dejar B ouza , Fernando
de pagar el trihuto, romper con los monopolios asociados a la milicia o el poder local 20 0 1 Corre manuscrito: una histories cultural del Siglo de Oro. M a d rid : M arcial

y disponer de una parte mayor de la distribución de las rentas, rambién se manifestó Pons.
como un potente movilizador y generador de otros conflictos* Cahill, David
La coyuntura no se cerró al final del alzamiento cuzqueño de 1814, que vino a 1988 «Una visión andina: el levantamiento de Ocongatc en 1815», En Histórica
desplomarse al año siguiente, sino que tuvo secuelas rurales y violentas todavía unos XII, 2. Lima.
años más e incluso se mantuvo latente hasta que empezó la nueva y definitiva etapa
rupturista de 1821-1824* Muchos de los participantes en la etapa anterior, lograron 2003 «Primas Inter pares. La búsqueda del marquesado de Oropesa camino a la
salir airosos a pesar de las violentas represiones y las constantes acechanzas de denun­ gran rebelión (1731-1780)». En Revista Andina 37. Cuzco.
cias y rencores. Reaparecieron en la coyuntura posterior. Algunos desde luego fueron
C ahill , David y Scarlett O ’P helan G odoy
oportunistas, pero también es evidente que ios comportamientos no obedecían a
1992 «Forging their owm History: Indian insurgensy in the Southern Peruvian
lógicas claras y los límites entre una posición y otra se pasaban fácilmente. Sierra, 1815». En Bulletin of Latín American Research, vol. II, 2,
Los acontecimientos pueden ser leídos de dos maneras opuestas; ambas tienen
parte de razón. El virrey Abasca 1y sus seguidores e intérpretes apostaron por no ceder C arrión O rdóñez , Enrique
ningún espacio a las reformas y protestas y reprimir en fundón de una piña de intere­ 1982-1983 «De la campaña verbal durante la independencia: insurgente, patricio,
ses apoyados en el regalismo. Pensaban que era la manera de ganar. Los historiadores sarraceno, tuitivo». En Boletín del Instituto Riva-Agüero, 12. Lima.
posteriores se han decantado por esta interpretación y han interpretado como un
C ornejo B ouroncle , Jorge
triunfo del virrey el haber mantenido como un fuerte del rey el virreinato peruano
1952 «Abogados suspendidos del ejercicio de su profesión por hallarse complica­
sometido a tantos embates. dos en la revolución de 1814». En Revista delArchivo Histórico del Cuzco 3.
Sin embargo, hubo quienes entendieron que esa manera totalitaria de enfren­
tar los problemas — cerrando la posibilidad del diálogo e incluso de los espacios de 1953 «Papeles referentes a la revolución de 1814», En Revista Universitaria,
civilidad que abría el debate previo y la Constitución luego, entendiendo que esto 105, Cuzco.
también era parte de la corriente rupturista— lo único que hacía era preparar las
condiciones para que no fuera posible la continuidad del dominio real sobre Améri­ 1955 y 1956 «Pumacahua, La revolución del Cuzco de 1814». En Revista del Archivo
Histórico del Cuzco, n." 6 y n.° 7. Cuzco.
ca. Eso es lo que ocurrió efectivamente, aunque no podemos saber si es que también
seguir esa vía de negociación y reforma no hubiera conducido al final igualmente a 1957 «Pumacahua en Arequipa». En Revista del Archivo Histórico del Cuzco,
la ruptura y esta fuera inevitable en el marco de los cambios globales que se vivían n,° 8, Cuzco.
en la economía mundo que España y América contribuyeron a crear y que se abría
rauda hacia el capitalismo. C úneo Vidal , Rómulo
En estos avatares, las redes de comunicación, los espacios de opinión y una 1978 Precursores y mártires de la independencia del Perú, Lima: Ignacio Prado
nueva sociabilidad cumplieron una función revolucionadora* Las noticias llegaban a Pastor.
rodos los rincones y se consolidó una nueva cultura política que recogía elementos
D íaz Venteo , Fernando
que se habían creado antes de la irrupción definitiva de la modernidad. 1948 Las campañas militares del viney Abascal, Sevilla: Escuela de Estudios
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Yo quisiera que el gobierno del Perú fíe se una misma cosa


que la sociedad fem aría, asi como un vaso esfiríco
es lo mismo que un vaso con figu ra esférica.

(José Faustino Sánchez Carrión, Carta I)

¿N o es mejor pelear anim ados de la cólera de nuestra sagrada causa


como hombres que no tienen otro bien que su libertad, y la de las
fin u ras generaciones, que tom ar las arm as con la timieiez de un
esclavo, p ara m orir sin gloria y sin virtud? (fíe coira la sangre
[...] que sobre esa sangre de los mártires de la p atria se levantará
el glorioso y magnifico edificio de la felicid ad de nuestros nietos,
aunque sea a costa de nuestra existencia,

(José Faustino Sánchez Carrión,


en E l Tribuno de Li República Peruana)

La transición de una comunidad retórica a una comunidad política ocurrió en la ciu­


dad de Lima en el invierno de 1822. Bajo la dirección de hombres de leyes-, profesores
universitarios, periodistas, mercaderes c incluso miembros de la nobleza colonial, este
proceso colaboró con el derrumbe del gobierno protectoral.' En este artículo, me pro­
pongo continuar esta discusión, iniciada hace algunos años, analizando la participa­
ción de uno de los gestores del «motín de las palabras» limeño, José Faustino Sánchez
Carrión, en otra tarea igualmente importante: la organización de la maquinaria bélica
que posibilitó el triunfo patriota en Junín y Ayacucho. El análisis de la maquinaria
de guerra de 1824 — administrada y dotada de contenido teórico por un profesor,

1. Mc Evoy 1999.
356
Carmen Me Evoy De la república imaginada a la república en armas 357

abogado y congresista provinciano— nos remite a la dinámica de la república en el proyecto de la mal llamada «patria criolla» con el del resto del Perú? ¿Estamos
armas y sus ciudadanos, que lucharon a favor de la libertad y en contra de la tiranía. hablando de un hecho comprobado o de una mera construcción historiográfica? Por­
El estudio del rol que cumplió «la fiel provincia» de Huamaehuco, cuna de que, a estas alturas, es bueno recordar que el proyecto polírico de Sánchez Carrión y
Sánchez Carrión, en la batalla que selló la emancipación continental permite explicar de los republicanos liberales exhibió una serie de propuestas, además de logros muy
la ruptura con España desde una periferia fortalecida por el derrumbe de su antiguo concretos. Entre ellos cabe mencionar los siguientes: 1) El triunfo de la república
centro político. Ante la caída de Lima en poder de las fuerzas realistas, Huamaehuco sobre la monarquía; 2) La dación de la primera Constitución del Perú con tres pode­
se convirtió en cuartel general, centro de acopio y núcleo organizativo del ejército res: ejecutivo, legislativo y judicial, además del electoral; 3) La instauración del poder
libertador. Es decir, la patria chica de Sánchez Carrión fue la punta de lanza de un judicial en la Corte Suprema y en las cortes judiciales; 4) La fundación de una suerte
proceso emancipador cuyo epílogo, de naturaleza transnacional, se peleó en el cora­ de reforma agraria que, con todas sus limitaciones, se inició en tierras del Estado; 3)
zón de los Andes. El fomento de la minería y del trabajador minero; 6) El establecimiento de un severo
Un aspecto del republicanismo peruano que no ha sido analizado con profun­ régimen de moralidad para los servidores públicos; 7) El reconocimiento de la carre­
didad es su estrecha relación con la guerra.2Así, uno de los objetivos de este artículo ra administrativa; 8) La descentralización política, administrativa y económica con la
es establecer el puente entre teoría republicana y praxis revolucionaria. La idea de elección de las autoridades, las municipalidades y las juntas departamentales; 9) Un
una república en armas, dispuesta a ejercer la violencia contra sus enemigos internos proyecto educacional con universidades y escuelas normales en las capitales de depar­
y externos, puede ser un importante punto de partida para analizar la labor que tamento; y 10) El establecimiento de las elecciones con el voto secreto y obligatorio.
cumplieron los políticos peruanos en el crucial año de 1824. En sus «Reflexiones El caso específico de Sánchez Carrión muestra el quehacer político-militar de
acerca de la defensa de la patria», publicadas el 1 de diciembre de 1822 y divulgadas un abogado provinciano a quien la guerra catapultó a un papel protagónico. En­
en la prensa peruana, José Faustino Sánchez Carrión recordó que el objetivo de todo tre sus logros, está la transformación de una periferia deprimida, Huamaehuco, en
buen ciudadano consistía en «repeler con sus talentos y fuerzas físicas [los] proyectos punta de lanza de la guerra de liberación nacional y continental. Así, uno de los
ambiciosos de los enemigos internos y externos» del Perú. Para ello era necesario ver­ representantes de la mal llamada «patria criolla» — quien, bueno es recordarlo, era
ter la propia sangre e incluso ofrendar la vida en aras de la libertad. Así, la república qucchuahablante— estableció el marco conceptual, la escenografía y la coreografía
peruana en su fase guerrera fue dotada, y ello se corrobora al revisar las proclamas del de las revoluciones liberales que atravesaron el siglo XIX peruano. Más aún, la trayec­
periodo, de una misión moralmente superior. Debido al hecho de que la «ciudadanía toria de vida de Sánchez Carrión (Huamachuco-7'rujillo-Lima-Huamachuco-Lima)
armada» estuvo asociada al republicanismo clásico, Sánchez Carrión se permitió citar muestra que los vasos comunicantes entre el mundo rural y el urbano fueron mucho
el ejemplo de los lacedemonios y los romanos con la finalidad de recordar a los pe­ más sólidos y profundos de lo que usualmente se ha supuesto. Sánchez Carrión no
ruanos que era preferible morir «mil veces» antes de dejarse avasallar por los tiranos. solo es un ejemplo concreto de la penetración del republicanismo liberal en el Perú
En el contexto de una república bajo asedio es que debemos volver a ciertas ideas profundo, sino de la creación de una plataforma estatal mínima para la guerra revo­
fuerza de José Faustino Sánchez Carrión, quien, a pesar de ser un hombre de letras, lucionaria de 1824.
no rehuyó la guerra a muerte contra el tirano. «¡Que corra la sangre» y «que sobre
esa sangre de los mártires de la patria se levante el glorioso y magnífico edificio de la
L O S ANTECEDENTES DE LA REPÚBLICA EN ARMAS
felicidad de nuestros nietos, aunque sea a costa de nuestra existencia».3
Sin querer desmerecer el aporte de trabajos que han planteado la preeminencia
de las fuerzas externas en la guerra de la independencia peruana, es importante recor­ Debido a que las tropas patriotas, nacionales y extranjeras, debieron de ser vestidas y
dar la dinámica interna del conflicto armado para plantear desde esa otra orilla una alimentadas, el Perú fue organizado, a partir de 1824, en regiones político-militares
pregunta fundamental: ¿Qué tan sólida y consistente es la dicotomía que contrapone dotadas de tareas muy puntuales. Así, Lambayeque y Piura debían proporcionar
calzado para la tropa; Huamaehuco, vestidos y monturas; Trujillo, jabones, aceites,
lienzos y tocuyos para camisas; Cajamarca, cordellate y braguetas para pantalones;
Chota, Jaén y Chachapoyas, lana y cueros. El impresionante taller de guerra en el
2. Este tema fue abordado en Me Evoy y Réniquc 2011 (estudio preliminar).
que se convirtió la república en armas peruana dio empleo a cientos de armeros,
3, «Reflexiones acerca de la defensa de la patria». En E l Tribuno de la República Peruana, 1 de diciem'
herradores y todo tipo de artesanos especializados, quienes se encargaron de fundir
brede 1822.
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alambres, jaulas, clavos de las sillas y otros objetos metálicos con la finalidad de dotar protectoral.' Sin embargo, a partir de 1824, la militarización de la sociedad para su
al ejército libertador de lanzas y otros pertrechos militares.4 propia defensa y la guerra de recursos adquirieron un nivel poco antes visto en el
Por otro lado, el decreto del 26 de enero de 1824, firmado por Sánchez Cardón, Perú.
ordenó el reclutamiento forzado en las zonas que hoy forman los departamentos En la etapa decisiva del enfrentamiento contra España, el liderazgo militar reca­
de Cajamarca, Amazonas, San Martín, Piura, Tumbes, La Libertad, Lambayeque y yó en manos de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, y la administración política
Huánuco. En muchos de estos lugares fueron llamados los hombres hábiles, entre y la logística de la campaña le correspondió al abogado y congresista huamachucano
los 12 y los 40, para que integraran los cuerpos colombianos. Bolívar se referirá a José Faustino Sánchez Cardón. En su «Exordio o Exposición de morivos de la Cons­
un importante número de estos reclutas como «los más peruanos», es decir, hombres titución», el súper ministro de Bolívar sostuvo que «jamás» estaban más aseguradas
del Ande que eran «serranos» y habitaban en «climas tríos». La participación de estos las garantías del pueblo que cuando los mismos ciudadanos, «saltando del taller a las
contingentes en la batalla de Ayacucho fue, de la mano con la de los remanentes del armas», las sostenían. Más aún, en la Constitución que Sánchez Cardón colaboró
antiguo ejército rivagüerista, parte fundamental de la división peruana de La Mar, en redactar se subrayaba que todo militar era un «ciudadano armado» cuyo deber
además de los 2000 hombres sacados de Jauja, Huancayo y Huancavelica, junto con consistía en defender la República, Ello lo convertía en un potencial receptor de
los 3000 guerrilleros, esparcidos entre las provincias del norte de Lima, Huarochirí, recompensas por parte de la «Patria», así como también en foco del desprecio general
Yauyos, Yauli, Jauja y Tarma2 si es que incurría en el abuso del poder que aquella le había otorgado.78
Más allá de su gran contribución en vidas humanas, tanto en el bando patriota Las reflexiones de Sánchez Cardón evidencian la preocupación de los civiles
como en el realista, el aporte económico del Perú a su propia independencia lúe, peruanos respecto al peligro que la escalada guerrera podía significar para el man­
en palabras de Jorge Basadre, enorme.15 El 18 de febrero de 1824 se decretó una tenimiento de su poder político, el cual era compartido con los militares. Sus escri­
contribución general de los pueblos de la antigua intendencia deTrujillo para reunir tos apuntan, además, a relevar otro elemento clave del pensamiento republicano: la
300.000 pesos para la caja militar y 100.000 pesos mensuales para el ejército liberta­ subordinación del interés personal al colectivo. Cristalizar la teoría republicana en
dor. En un contexto de radicalización del conflicto armado debido a la ausencia de su dimensión colectiva no fue tarea fácil. Esto lo supo, desde un primer momento,
un espacio para la negociación política, Antonio José de Sucre ordenó tomar todas Francisco Xavier de Luna Pizarra quien señaló que la «sublime empresa» de «consti­
las alhajas de oro y plata de las iglesias peruanas y amonedarlas. En muchos pueblos, tuir una república» era un desafío tremendo debido a lo «forzoso» que era «acordar
incluso, se vendieron propiedades del Estado y .se requisaron los fondos de las comu­ opiniones» en un mundo regido por el egoísmo. El sacrificio del bien individual «en
nidades y cofradías. aras del verdadero bien nacional» colisionaba constantemente contra el «desastroso
El concepto de la ciudadanía armada y el concepto de la guerra (auto)gestio- principio del interés personal».9
nada por cada uno de los pueblos que conformaban la frágil república del Perú no
llegaron de la mano de Simón Bolívar. Cabe recordar que el concepto del ciudadano
R e p u b l ic a n is m o : u n m o d e l o para a r m a r
en armas fue parte de una estrategia de defensa gestada en España durante la invasión
francesa, evento en el cual el general José de San Martín, promotor de «la guerra de
zapa», desempeñó un papel importante. Durante la primera fase de la guerra de la A pesar de sus grandes limitaciones, la opción republicana resultó siendo muy atrac­
independencia (1818-1822), el comando de la expedición sanmarriniana se valió de tiva para las jóvenes naciones que surgieron luego de varios siglos de dominio colo­
la noción de la ciudadanía armada con la finalidad de movilizar a los pueblos que nial. Sin embargo, y tal como lo subrayó Luna Pizarra, el camino liada la libertad
intentaban derrotar al último bastión del poder colonial. En 1822, Bernardo Mon- estaba sembrado de problemas, algunos de ellos referidos a la misma condición hu­
tcagudo nuevamente convocó a las milicias ciudadanas para la defensa del régimen mana. La solución al dilema republicano, que se planteaba en torno a ciertos pares

7. Esrt: pumo ha sido trabajado por Gustavo Monroya en La independencia del Perú y elfantasm a de
la revolución (2002),
4. Basadre 1983. t. I: 66. 8. «Exordio o Exposición de modvos de la Constitución», sesión del 4 de abril de 1823, citado por
5. Ibíd., p. 65. Galarrcta Gonzáles 1982: 4. Véase también Basadre, t. 1: 42.
6. Conrreras 2012: 417-442. 9. Luna Pizarro 1959,
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de opuestos (orden-anarquía o solidaridad-egoísmo) debía darse en el marco de una de la esfera intelectual y relevando el mundo de la política y del poder. En esa línea
permanente experimentación. Sánchez Carrión evidenció su pragmatismo frente a la argumentativa, Elias José Palti ha señalado que el regreso de la historia intelectual y
magnitud de los problemas que debían resolverse cuando señaló que el uso de «puras política no solo ha permitido renovar la disciplina histórica, sino que la ha abierto a
teorías» en política era un «verdadero crimen». Lo anterior da cuenta de esa suerte de otros campos como son la lingüística o los estudios literarios.
constructivismo que caracteriza a la primera generación de republicanos moderados El republicanismo, nos recuerdan algunos autores, no tiene que ver tanto con
y su posterior opción por la guerra cuando ella se convierte en la única alternativa una representación democrática de la sociedad, sino más bien con la solución de
para obtener la libertad.10 problemas muy concretos, como, por ejemplo, la transición política que obliga a
La tarca política consistió en construir una república en el territorio de la con­ construir una república dotándola de ciudadanos que la habiten.14 Este intento, la
tingencia. Por ello resulta necesario comprender la naturaleza experimental de un mayoría de veces fallido si no incompleto, demandó de cierto pragmatismo para
proyecto que es inédito y, por lo mismo, de consecuencias imprevisibles. En el pro­ obtener un balance entre los viejos y nuevos poderes, y sus respectivos paradigmas.
ceso que lleva a la concreción de la república imaginada que, en su momento, muta Llegados a este punto, cabe subrayar que el enfoque en el lenguaje de la política y
en república armada se observan ciertas constantes que es importante recordar. La sus dilemas presupone la revisión de la teleología de la modernización, el cucstiona-
primera es la apuesta cerrada por la libertad y la igualdad pero, también, la noción de micnto de interpretaciones marxistas y esrrucruralistas c incluso una visión menos
que la historia clásica — plagada de ejemplos como las guerras civiles de la república optimista de la transición de viejas estructuras a una modernidad que siempre se
romana— constituía una fuente inagotable de lecciones a considerar. En efecto, la percibe como parcial e imperfecta.
experiencia, «consignada en los anales de todos los siglos», mostraba los peligros que
acechaban a una «república mal constituida». Porque «nunca fue más tiranizada la
T e o r ía y p r a x is p o l ít ic a d e l « t r i b u n o d e l a r e v o l u c ió n »
república romana», recordó Sánchez Carrión en uno de sus escritos, «que cuando
la rigieron los decenviros» o cuando «Marat y Robespierre, humanados tigres, casi
De José Faustino Sánchez Carrión se ha escrito mucho aunque todavía no existe una
dejaron yerma la Francia».11
biografía política e intelectual que sintetice la profundidad de su pensamiento y la
Las carencias estructurales de las jóvenes repúblicas, carencias de las que dio
versatilidad de su quehacer político. Lo que sí sabemos a ciencia cierta de este «pro­
cuenta Simón Bolívar en su «Carta de Jamaica», no desanimaron a los que opina­
fesor de turbulencia» es que nació en Huamachuco en 1787 en el seno de una familia
ban que la instauración de un orden republicano era la única alternativa luego del
renombrada pero venida a menos y que a los quince años ingresó al Seminario de San
derrumbe del sistema colonial. Por esa «porfiada insistencia» a favor de una fórmula
Carlos y San Marcelo de Trujillo, Fue ahí donde pronunció un par de oraciones en
política frente a la cual Europa empezaba a mostrar una profunda desconfianza,
latín que atrajeron la atención de sus maestros. No cabe la menor duda de que fue
Hispanoamérica se convirtió en «un campo de experimentación formidable» donde
una combinación de inteligencia, disciplina y fuerza de voluntad lo que le allanó el
ideas e instituciones originadas en el Viejo Mundo fueron, de acuerdo con Hilda
camino hacia Lima, donde en 1810 pronunció su célebre Oda a Baquíjano, En ella
Sábato, «adoptadas y adaptadas», al mismo tiempo que se «generaban y ensayaban
se refirió al «talento peruano» y a la «alta muralla que una mano impía» levantó para
prácticas políticas nuevas, diversas y de resultados inciertos».12
«cerrar a los nativos el derecho de gobernarse».15
El análisis del republicanismo, especialmente de su vocabulario y sus prácticas,
Un año después, y ya como estudiante avanzado del Convictorio de San Carlos,
ha provisto a los historiadores de la esfera pública hispanoamericana de un campo de
el futuro congresista de la república pronunció un encendido discurso reclamando
análisis y de una textura cultural mucho más rica y compleja que la provista por el
que los votos de los colegiales carolinos fuesen aceptados en el acto electoral que ocu­
liberalismo clásico.13 El renovado interés en el republicanismo va asociado con el in­
rría en el ayuntamiento. La celebración del primer aniversario de la promulgación de
tento de reformular las fronteras interdisciplinarias, validando a la vez la autonomía
la Constitución de Cádiz, 1813, permitió que el huamachucano hiciera gala, nueva­
mente, esta vez frente al virrey Abascal, de su elocuencia y su credo libertario. Entre
1815 y 1818, año que se recibe de abogado, Sánchez Carrión ejerció en San Carlos
10. Esta idea ha sido discutida en Me Evoy 2011.
11. Sánchez Carrión 1974b [1822].
12. Sábato 2006. 14. Palti 2007. En una tendencia similar, se puede revisar Agtiilar Rivera 2000.
13. Me Evoy 2002. 13. La oda aparcad por primera vez en Miralla 1812.
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la cátedra de Derecho Canónico, Arres, Digesto Viejo (Derecho romano), Filosofía, defensa del orden republicano, «el más digno e ¡lustre» que podía darse a «la raza
Matemáticas y Jurisprudencia.16 humana», da cuenta, por otro lado, de la intencionalidad pedagógica que asume el
Las tendencias libertarias de Sánchez Carrión, llamado también el tribuno de la republicanismo peruano y de su estrecha asociación con al menos tres conceptos: la
revolución, lo colocaron en la mira, primero, del virrey Abascal y, después, del virrey libertad, la opinión pública y la ciudadanía. Siguiendo con esa línea de pensamiento,
Pezuela, quien, de acuerdo con Raúl Porras Barrcnechea, lo obligó a salir de Lima el objetivo de la independencia fue «la libertad», sin la cual «los pueblos eran rebaños
y buscar refugio en Huamachuco. Por ello, y por otras razones, la independencia lo y toda institución inútil».19
encontró en el norte del Perú, donde participó de su proclamación en l rujillo y en su El arraigo en el Perú de una cultura cortesana abonaba el argumento a favor
patria chica. Si se toma en cuenta la puesta en marcha de la república militarizada de de un gobierno republicano capaz de «frustrar los ardides del despotismo» y «los
1824, el republicanismo de Sánchez Carrión exhibe diversas vertientes. Ciertamen­ siniestros principios de una política rastrera».20 El régimen monárquico, en donde lo
te, la república liberal, defendida por el intelectual peruano, íuc un espacio donde que primaba era el «arte de pretender» y la indolencia frente a la verdad y «la salud
podían concretarse los sueños de adelanto material y de orden, pero ella era también de la comunidad», era una amenaza constante contra «las virtudes cívicas» sobre las
percibida como la cuna de la libertad, de la dignidad y del honor. Así, es posible que debía asentarse la república, porque «debilitada» su fuerza y «avezados al siste­
identificar, por un lado, los intentos de construir un Estado y, por el otro, los deseos ma colonial», los peruanos, bajo una monarquía, serían «excelentes vasallos y nunca
de forjar una nación desde la sociedad civil. Dentro de ese contexto, el proyecto ciudadanos». ’1El ataque a la «política clandestina» del régimen protectoral, desde las
monárquico de Bernardo de Monteagudo, asesor político del general José de San páginas de La Abeja Republicana, muestra que la batalla decisiva por la causa de la
Martín, fue confrontado por los republicanos peruanos, quienes utilizaron la prensa república ocurrió en la esfera de la opinión pública.22 En efecto, en su Prospecto, el
para defender su posición política e ideológica. Su argumento central, esgrimido en redactor de La Abeja recordaba que «la imprenta» era el único medio de «contener a
las jornadas de julio de 1822, fue que las discusiones que afectaban al país no podían ios déspotas» y de «dirigir la opinión de los ciudadanos».
hacerse a puerta cerrada y que, por ello, cualquier decisión sobre el futuro del Perú Preservar a la república de su peor enemigo, la anarquía, requería de la división
debía contar con la aprobación de la ciudadanía.17 de poderes, del ejercicio permanente de la ciudadanía y de la unión estrecha entre
Por introducir nuevos argumentos y una estrategia política que forzó la salida los partícipes del pacto republicano. La construcción de una república en un «vasto
del todopoderoso Bernardo Monteagudo, la «Carta sobre la inadaptabilidad del go­ Estado» como el peruano, lo que fue visto por los monárquicos como un problema
bierno monárquico» de Sánchez Carrión expresa el lenguaje secular de la revolución insalvable, dependía de Ja buena marcha de «la administración municipal»: piedra
política y cultural que la independencia trajo a la superficie. Desarrollado a lo largo angular del sistema republicano.23 Un punto que interesa analizar por su relación
de varios años de enfrentamiento soterrado contra el autoritarismo del virrey Abascal con el modelo federalista y municipalista anteriormente señalado es el vínculo que
y su heredero Pezuela, en dicho lenguaje los descontentos, las aspiraciones y las tra­ la república debía tener con todos los pueblos que la conformaban, lo que incluía la
diciones culturales serán expresados mediante un vocabulario simple y elocuente. La población indígena. Respecto de este punco, Sánchez Carrión señalaba que después
posibilidad que tuvieron los republicanos peruanos de hegemoneizar la esfera públi­ de la Conquista, y a través de la más dura de las opresiones, los indios del Perú con­
ca y de diseminar una serie de conceptos, siendo el más importante el de la libertad, siguieron hacerse de su libertad.
estuvo estrechamente unida al declive de la nobleza colonial, que fue seriamente ¿Cuál era el camino, se preguntaba el Solitario de Sayán, para un desarrollo
golpeada por la política económica del gobierno protectoral.18 completo de la república que involucrara la perfección civil de los indios? El proble­
La discusión entre monárquicos y republicanos, en la que participa activamente ma podía resolverse reconociendo «el genio» del poblador de la sierra, la fecundidad
Sánchez Carrión, permite revelar la incompatibilidad, percibida por los primeros, de su imaginación, junto a su «perspicacia y comprensión» para enfrentar los pro­
entre la república soñada y la heterogeneidad social y cultural propia del Perú. La blemas más difíciles. El Perú contaba con los elementos materiales para mejorar las

19. Sánchez Carrión 1974a [1822].


16. Para un acercamiento a la vida y obra de Faustino Sánchez, Carrión véanse Bcnvcnuto 1930,
Egulguren 1954, Porras Barrcncchea 1974, Gamio Palacio 1988. Una interesante aproximación al 20. E l tribuno de la República, 5 de diciembre de 1822,
republicanismo liberal de Sánchez Carrión es el de Pérez Valdivia 2008. 21. Sánchez Carrión 1974a [ 1822].
17. Me Evoy 1999. 22. La Abeja Republicana, 22 de agosto de 1822.
18. Me Evoy 2002. 23. Sánchez Carrión 1974b.
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condiciones de vida de todos los peruanos. Porque, si bien la respuesta a «la cuestión Estado, «igualdad ante la ley entre los ciudadanos, igualdad en el ejercicio de esta
indígena», como la denominaron más adelante los liberales, es poco clara en la pri­ entre todas las provincias; un mismo linaje de justicia para todos; vigilancia y el ser
mera generación de republicanos, existe un compromiso con el «Perú profundo», igual en todo [...]». Si ello ocurría, opinaba el joven congresista huamachuquino, la
que muchos de ellos conocen muy bien. De ello da cuenta la «Carta a los indios de república se fortalecería y nada podría perturbarla, «ni de dentro ni de fuera».26
las provincias interiores», firmada por los miembros del Primer Congreso Constitu­ Uno de los análisis más lúcidos del pensamiento y obra de Sánchez Carrión
yente, presidido por Sánchez Carrión: señala su periplo mental y físico de Huamachuco a Lima, con una primera parada
en Trujillo. Así, la conciencia política del Solitario de Sayán se forja, de acuerdo con
Nobles hijos dd sol, amados hermanos, a vosotros virtuosos indios, os dirigimos la pala­ Gamio Palacio, en el mundo de la pequeña localidad, para irse ampliando y cobran­
bra, y no os asombre que os llamemos hermanos; lo somos en verdad, descendemos de do los contornos de lo local a lo nacional y, de ahí, a lo continental, expresado en
unos mismos padres; formamos una sola familia y con el suelo que nos pertenece, hemos
el Congreso de Panamá. Verificado este aserto a través del análisis de centenares de
recuperado también nuestra dignidad y nuestros derechos.24
cartas y de documentos, el argumento se sostiene en un hecho muy concreto: desde
su terruño serrrano, Sánchez Carrión va concibiendo un original horizonte para la
Los autores de la «Carta a los indios de las provincias interiores» recordaban los
república del Perú que engarza lo local, lo nacional y lo continental. Este proceso,
trescientos años de esclavitud en «la humillación más degradante» de la población
que obviamente no es lineal, muestra un deseo de integración en el cual subyace la
indígena. Por ello, la independencia no era una cuestión meramente política, sino
relación de interdependencia entre las provincias y la capital peruana, y, en un esta­
que involucraba un proyecto e incluso una denuncia social. Los «injustos usurpado­
dio posterior, la solidaridad del Perú con America partiendo de la base de un origen
res» venidos de Europa robaron el oro y la plata de los peruanos, impusieron tributos
y destino comunes. De esa manera, Panamá se convierte en el destino final de un
a las comunidades indígenas y se posesionaron de los pueblos del interior del país.
periplo político e intelectual que se inició en la ciudad serrana de Huamachuco.27
La carta afirmaba, por otro lado, que el congreso republicano, conformado por «más
Otro aspecto importante del pensamiento de Sánchez Carrión es su concepción
honrados y sabios vecinos» de las provincias liberadas, dictaría leyes a favor de los
de la república en armas. Esta fue dotada por los liberales de una ideología y de una
indígenas:
logística relacionada con la noción de la interdependencia provinciana. La idea de
Vosotros indios, sois el primer objeto de nuestros cuidados. Nos acordamos de lo que una república militarizada en manos de un dictador proviene de la tradición clásica,
habéis padecido y trabajamos para haceros felices en el día. Vais a ser nobles, instrui­ de la cual bebieron los republicanos peruanos. En efecto, una república que en sus
dos, propietarios y representareis entre ios hombres todo lo que es debido a vuestras momentos más difíciles no recurría a un dictador estaba condenada a perecer en
virtudes.25 medio de los «terribles terremotos políticos» originados en el proceso de su misma
creación.28 Dentro de esta línea argumentativa, defendida por Manuel Lorenzo de
De la mirada hacia el interior del Perú de parte de un provinciano que como Vidaurre, el dictador era «un ciudadano» a quien se le habilitaba para que procediera
Sánchez Carrión entendió el mundo rural de primera mano, surge la relación inclu­ «sin fórmulas, dilaciones y aparatos» a conseguir el bien público. Cuando un país,
siva c igualitaria que él abiertamente propone con «los pueblos» de la república. Este como fue el caso del Perú en vísperas de la llegada de Simón Bolívar, se encontraba
tema, escasamente estudiado, se hace evidente en el Exordio o exposición de motivos reducido «al miserable estado de un gran cuerpo» que se precipitaba en actitud suici­
de la Constitución peruana. Ahí se subrayaba claramente la igualdad de derechos de da «desde lo alto de una montaña», era imprescindible contar «con un genio activo,
todas las partes, hasta la más minúscula y alejada, que conformaban la república del veloz y vigilante» capaz de imponer el orden.2y
Perú. Cada localidad, distrito o provincia poseía «libertad, existencia y propiedades» La dictadura — medicina transitoria para una república que, como la peruana,
y no porque «la casualidad» les hubiera concedido a miles peruanos su partida de era incapaz de cuidarse por sí sola y menos construir su representación política— fue
nacimiento en «pueblos apartados» aquellos iban a ser menos felices por la distancia
del «poder supremo». La propuesta central era «Igualdad» en toda la extensión del
26. Exordio o Exposición de motivos de la Constitución, sesión del 4 de abril de 1823.
24. «El Congreso Constituyente del Perú a los indios de las provincias interiores», En Tamayo Vargas 27. Gamio Palacio 1988.
y Pacheco Vélcz 1974: 94-95. 28. Sobre la admiración que Vidaurre sentía por Maquiavclo, véase Vidaurre 1973: 122.
25. Tamayo Vargas y Pacheco Véle?. 1974. 29. Vidaurre 1971: 360-368.
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sancionada mediante el decrero del 10 de septiembre de 1823, el cual estableció que exhibir «probidad, consejo y amor por el país» propondrían de «común acuerdo» una
«solo un poder extraordinario en su actividad y facultades» era capaz de «poner ter­ terna para el puesto de prefecto de ese departamento.34
mino a la presente guerra y salvar a la República» de los graves males en que se halla­ En esta tarea de construir el Estado peruano «por parches»,35 ni siquiera falca
ba envuelta,30 Junto con el modelo de república militarizada, de estirpe romana, los una lista de requisitos para los burócratas de la naciente república. Entre ellos se
liberales introdujeron en la Constitución de 1823, en sus artículos 4 y 5, el derecho encuentran «la probidad incorruptible, una aptitud conocida y una serie de servicios
del pueblo a la insurrección contra los gobernantes despóticos,31 De esa manera, y positivos», además de los que demandaba la Constitución para el desempeño de un
sobre la base de estos dos conceptos aparentemente antagónicos pero a la larga com­ cargo público. Cabe recordar la preocupación constante de Sánchez Carrión por la
plementarios, se creó la plataforma legal para el convulso siglo XIX. Sánchez Cardón calidad de la burocracia y sobre el papel que ella debía desempeñar para la buena
cumplió un papel fundamental en el gobierno de una dictadura que no solamente marcha del joven Estado peruano. Por ello, en el decreto del 11 de enero, se estable­
representó la corporización del poder en una sola persona, sino que lo dotó de un ció una «junta de calificación» para comprobar «la probidad, aptitudes y servicios
sustento económico y político. Fue una tarea en verdad imprescindible para esos días de los que debían ser empleados del Estado». El decreto contemplaba, asimismo, la
aciagos donde la república peruana estaba «al borde de la sepultura». Los constantes existencia de un libro donde debía anotarse los nombres de todas las personas que
viajes a caballo del congresista provinciano porTrujillo, Huamachuco, Caraz, Hua- fueran calificadas para puestos públicos.36
raz, Huánuco, Cerro de Pasco, Huancayo, Jauja, Huamanga y Huancavclica, con la El análisis de los circulares y oficios redactados por Sánchez Carrión, reunidos
finalidad de ir incorporando a los pueblos a la causa patriota, además de comprome­ por Luis Antonio Eguiguren, muestra la dimensión de la empresa político-militar
terlos con aportes económicos concretos para la campana final, pueden haber sido en la que se embarcaron el ministro y el congreso liberal responsable de invitar a
una de las causas de su temprana muerte en Lurín. Bolívar a defender la república del Perú. Mediante la lectura de esta extraordinaria
En su avance imparable por los pueblos y caseríos de la sierra peruana, la repú­ fuente documental, es posible tomarle el pulso a la campaña militar de 1824, en su
blica guerrera c itinerante, representada por Bolívar y Sánchez Carrión, fue estable­ aspecto político y económico. La constante necesidad de recursos, el pago de cupos
ciendo su poder político, social c incluso cultural a golpe de decretos, pero también y contribuciones, las órdenes de destierro a los españoles y otros enemigos externos
por medio de la participación de la sociedad civil en asuntos de su incumbencia. De de la revolución se entrelazan con el sustento ideológico de la campaña final por la
lo anterior da cuenta la instalación de la Corte de Justicia deTrujillo, la creación de independencia, que se expresa en E l Centinela en Campaña, periódico editado por
una universidad en esa ciudad, el decreto que declaraba a los indios propietarios de Sánchez Carrión. «Tengo el honor», subrayó en una circular a los prefectos de Tru­
las tierras que poseían y la fundación de un sinnúmero de escuelas.12 jillo y Huánuco, «de remitir quince ejemplares del Centinela». El pedido de Sánchez
El nombramiento de autoridades políticas en la ruta hacia Junín y Ayacucho Carrión apuntaba a que las autoridades políticas hicieran circular el periódico «en
tiene que ver, sin lugar a dudas, con la presencia del Estado republicano en las pro­ todas las provincias de los departamentos» con la finalidad de que «los pueblos» se
vincias. Para muestra un botón. El oficio desde el cuartel general de Cerro de Pasco, instruyeran del «verdadero estado del ejército» patriota.37
fechado el 2 de agosto de 1824, y dirigido a la municipalidad de Trujillo, brin­ Abogado al fin y al cabo, Sánchez Carrión se vale de las circulares y los oficios
da luces sobre la ecuación guerra-construcción estatal analizada por Charles 'Lilly.'3 para ir modelando el tipo de república que los liberales tienen en mente. Así, el
Redactado por Sánchez Carrión y estampado con la rúbrica de Simón Bolívar, el ministro de Bolívar da instrucciones específicas, desde Caraz, a la municipalidad
oficio recomendaba que cuarenta vecinos se congregaran en la casa consistorial de la de Chiclayo para un reglamento de arbitrios, mientras que a las de Cerro de Pasco,
localidad con la finalidad de elegir sus propias autoridades. Los escogidos que debían Huamachuco, Pataz, Piura y Chachapoyas les hace llegar una propuesta sobre la
elección de intendentes.38 En el caso de ia municipalidad de Huánuco, una circular

30. Para una interesante discusión en torno de los «poderes de emergencia» que, a diferencia del mo­
34. I .as circulares que merecen un estudio detallado aparecen en Eguiguren 1954.
delo peruano, son vistos como de término limitado, véanse Aguilar Rivera 2000; 58; y Carga relia
2002 . 35. Esta frase la he tomado prestada de Mycrs 1995,
31. Basad re 1 9 8 3 , 1.1: 41, 36. Basadre 1983, t. 1:57.
32. Ibíd., p. 56. 37. Eguiguren 1954: 78. Una importante información sobre la tarea política y militar de Sánchez
Carrión puede consultarse en Gamio Palacio 1988: 240-285.
33. Entre los trabajos en esta dirección véanse, por ejemplo, Giddens 1985; Holsti 1996; y el clásico
dcTilly 1985. Para la aplicación de esta propuesta en el caso chileno, véase Me Evoy 2006. 38. Eguiguren 1954: 32, 83 y 84,
368 C arm en Me F,voy De la república imaginada a la república en armas 369

recuerda al alcalde que debe consagrar su atención a los ramos de instrucción pri­ patriota se dirigió a la provincia norteña a ultimar los preparativos de las batallas,
maria, beneficencia, salubridad, seguridad, ornato y recreo. Ello porque el proyecto señaló que Huamachuco donó 30.000 pesos a la causa de la libertad. Por ello y por el
libertario estaba «empeñado en la prosperidad del país en medio de las multiplicadas aporte huamachucano en telas, monturas, lanzas de huaranya y herraduras, además
atenciones de la guerra».31' Dentro de este contexto, los visitadores de provincias de la contribución de sus obrajes en telas para los uniformes y capotes del ejército, el
tenían la misión de dar inicio al reparto de tierra. El objetivo de esta medida era au­ 9 de mayo de 1825 y atendiendo a los «servicios singulares» prestados, el Departa­
mentar los recursos fiscales y promover la agricultura de acuerdo con las necesidades mento deTrujillo y sus provincias recibió el título de departamento de La Libertad.40
de cada localidad. La idea era mantener a los indios en control de sus propiedades En una de las tantas cartas escritas a Bolívar, Sánchez Carrión relevó el impor­
y otorgarles títulos a las otras castas, siempre y cuando no hubiera fraude. Por otro tante papel que ocupó el norte peruano, en especial sus pueblos, en la guerra de la
lado, como muy bien lo recuerda Jorge Basadre, quien señala a Sánchez Carrión independencia. Lo notable, de acuerdo con el ministro de Bolívar, era que provincias
como al «hombre más eminente de la emancipación», los prefectos e intendentes tan pobres como Huamachuco exhibían un notable comportamiento cívico y repu­
fueron llamados a hacer estudios geográficos, estadísticos y económicos de sus res­ blicano a pesar de que su libertad no estaba amenazada directamente, como era el
pectivas circunscripciones para enviarlos a Lima. La finalidad de dichos estudios era caso de las provincias del sur. En efecto, las «provincias de retaguardia», entre las que
promover el desarrollo de las provincias del Perú. destacaban Trujillo, Cajamarca, Chachapoyas, Huaylas, Conchucos, Huamalíes, Pas­
En las «Instrucciones para el pueblo de Huarmey», por ejemplo, se observa la co y, por supuesto, Huamachuco, sufrieron extraordinarias privaciones y sacrificios
obsesión por el detalle que caracterizó a los constructores de una república guerrera, inmensos. La finalidad era franquearles la libertad a Lima y al resto de provincias.
itinerante y además interesada por consolidar su influencia y su poder en las zonas Sánchez Carrión contrastó la pobreza de las provincias con su rol hegemónico en la
más alejadas del país. Así, de acuerdo con estas instrucciones, el juicio de residencia etapa final de la independencia y el orgullo que le produce que la gesta ocurra en la
debía restablecerse y los funcionarios ladrones debían de ser destituidos y ejemplar­ sierra peruana. «¡Qué glorioso es para mí», le escribe Sánchez Carrión a Bolívar, «se
mente castigados. Junto con el intento de ejercer un control estricto sobre las autori­ halle en mi país [refiriéndose a Huamachuco] habitando la casa en la que yo nací!»,
dades y de velar por los intereses de los pueblos, Sánchez Carrión mostrará su interés Jorge Basadre señala que la salida de Riva-Agüero y de Torre Tagle del escenario
por mejorar la calidad hospitalaria, el sistema de correos y la educación provinciana. político peruano generó un vacío de poder que fue llenado por una mesocracia nativa
Sin embargo, es importante recordar que existe una localidad, «la fiel provincia de compuesta principalmente por abogados y profesores universitarios, la que adquirió
Huamachuco», que simboliza el reposicionamiento de las provincias, muchas de ellas una movilidad social sin precedente histórico con la llegada de Bolívar. Sánchez Ca­
marginadas y olvidadas, durante la campaña de 1824. rrión y una serie de republicanos limeños y provincianos son parre de esta experien­
Huamachuco, lugar donde se proclamó la independencia seis meses antes de cia a la que se no le ha dado el interés que merece. El presente artículo ha intentado
que se la proclamase en Lima, se convirtió en 1824 en centro de operaciones del aproximarse id experimento republicano en una de sus etapas más importantes, la
ejército libertador. Su situación geográfica, extensión y recursos son algunas de las ra­ de la república en armas, pero también subraya el hecho que el republicanismo pri­
zones de su elección como cuartel general de la campaña libertadora. Bolívar, quien migenio se sustentó en un pacto político entre el poder central y los poderes locales.
habitó la casa y ocupó la pieza de Sánchez Carrión durante el tiempo que pasó en Esta opción federalista fue analizada por Sánchez Carrión en muchos de sus escritos.
Huamachuco, opinaba que la provincia serrana reunía pastos, clima, llanuras, víveres Al acelerar el tempo histórico, la guerra a muerte contra los españoles, propuesta por
y también «quebradas y eminencias para elegir, según las circunstancias y las fuerzas», Bolívar y Sánchez Carrión, permitió no solamente el tránsito de la teoría política a
el terreno que más les convenía a los patriotas. Además de ello, Huamachuco, nom­ la praxis revolucionaria, sino incluso promovió una construcción estatal acelerada, la
brada «provincia Benemérita» y el «pueblo más patriota de la serranía del Departa­ que fue fragmentada e incompleta. El proceso anterior, del cual queda aún mucho
mento», contaba con una posición estratégica. En una guerra que era de recursos por investigar, no solo cuestiona la idea de una «patria criolla» centralista y aurista,
pero también de posiciones, Huamachuco, que contaba con acceso incluso a un no, sino que muestra como sus representantes, en su mayoría provincianos, llevaron el
permitía el empleo de todas las armas y estrategias disponibles. No solamente ello. republicanismo liberal hasta sus últimas consecuencias.
De acuerdo con el general Jacinto Lara, quien con toda una columna del ejército

40. Una interésame discusión sobre la campana de 1824 y el papel que cumplieron las provincias, en
39. Eguigurcn 1954: 76. especial Huamachuco, puede consultarse en Gando Palacio 1988: 144-145.
370 C arm en M e Evoy De la república im agin ad a a la república en armas 371

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Instituto de Estudios Peruanos e Instituto Francés de Estudios Andinos.
esa coyuntura, que privilegió el quehacer colectivo, se dejaron de lado las aproxi­
maciones biográficas, Ello fue así porque lo hegemónico en los estudios históricos, E guiguren , Luis Antonio
especialmente los influenciados por la teoría de la dependencia, era el mundo de 1954 Sánchez Carrión, Ministro General de los Negocios del Perú. 2 tomos. Lima:
«los de abajo», perspectiva que con toda su relevancia obviaba, ral vez sin propo­ Imprenta Carrera.
nérselo, el accionar político de «los de arriba» y los frágiles experimentos de «los
G ai.arreta G onzáles , Julio
del medio», quienes son los que finalmente fundan la república. Mi propuesta, que
1982 Sánchez Carrión: pasión y rumbo de la libertad. Lima: Universidad Nacio­
rescata los aspectos humanistas de la historia, se acerca al complicado peregrinar
nal Federico Villarrcal.
republicano de personajes como José Faustino Sánchez Carrión. A través de esta tra­
yectoria intelectual, política y militar, opino que se puede acceder a ciertas nociones G amio Palacio , Fernando
básicas del vocabulario y de la praxis política de la independencia peruana en clave 1988 El repúblico y libertador José Faustino Sánchez Carrión: pendiente el gran
republicana-liberal. homenaje del Peni y América. Lima: Librería Studíum.
El republicanismo latinoamericano sí tuvo que ver, como bien lo ha señalado
Hilda Sábato, con grandes transformaciones respecto de los presupuestos sobre los G argarella , Roberto
2002 «Comentario sobre En pos de la quimera de José Antonio Aguilar». En
cuales se construía el poder político. Más aún, durante el siglo XIX, nuestra región
Política y Gobierno, IX/2. México D. E
se convirtió en «un campo de experimentación política formidable», donde ideas
e instituciones originadas en el Viejo Mundo fueron «adoptadas y adaptadas», al G id d en s , Anthony
mismo tiempo que se «generaban y ensayaban prácticas políticas nuevas, diversas, de 1985 The Nation-State and Vióleme. Volunte Two ofA Contemporary Critique o f
resultados inciertos», Uno de estos experimentos, que combina guerra y construc­ Histórica! Materialism. Oxford: Polity Press.
ción estatal, es el analizado en este ensayo, cuyo objetivo es volver al territorio de la
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del liberalismo hispánico en el Perú, 180& -1 824’
V íc t o r P era lta R u iz

I ntroducción

La estructura ideológica del antiguo régimen absolutista, caracterizada por la sumi­


sión servil a la autoridad, el desconocimiento de los derechos fundamentales, los
clientelismos cortesanos y la privacidad de la política, fue erosionada abruptamente
con el estallido de la crisis de la monarquía española en mayo de i 808. La invasión
francesa de la Península Ibérica y el repudio popular a la nueva dinastía reinante de
los Bonaparte explican el traslado temporal de la soberanía, sucesivamente, a la Junta
Central, la Regencia y las Cortes de Cádiz. Fue en esta última asamblea legislativa
donde un grupo de diputados, que asumieron la representación de los españoles
europeos y americanos, acordó que la mejor opción para superar la crisis era redactar
una Constitución liberal que instaurara una monarquía parlamentaria.1 Por eso, a
partir de septiembre de 1810, las Cortes fomentaron el liberalismo hispánico como
una alternativa político-ideológica al absolutismo. Las posesiones de ultramar que
acataron la autoridad de las Cortes fueron los virreinatos de Nueva España y Perú, la
capitanía general de La Habana y las ciudades y provincias que actuaron en contra de
las juntas de gobierno autonomistas formadas en Caracas, Santa Fe, Quito y Char­
cas. El liberalismo hispánico transformó en todos esos espacios la cultura política, es
decir, lo que conocemos como los valores, las expectativas y las prácticas simbólicas*

* Investigación realizada para los proyectos de investigación I i D financiados por el Ministerio de


Economía y Compctirividad de España con referencias HAR 2010-17580 y HAR 2011-23225.
1. Los dos estudios indispensables y complementarios para tener una visión global del tutevo escena­
rio político condicionado por las Cortes de Cádiz son los de Guerra 1993 y Rodríguez. 1996.
376 Víctor P eralta La revolución socavada. Im. cultura política del liberalismo hispánico en el Perú, 1808-1824 377

que moldean las intenciones colectivas con relación un sistema político a partir del sobre esta coyuntura y su objetivo consistió en describir la activa prédica política
lenguaje, el imaginario y otras formas de representación.2 fidelista en favor del monarca borbónico cautivo — prédica que se impulsó a través
En el virreinato peruano, a pesar de que el virrey José Fernando de Abascal acató de la prensa oficial, la literatura y diversiones públicas como el teatro, las corridas
pero socavó los cimientos legales de lo que denominó despectivamente como la «he­ de toros y las peleas de gallos— . Dos conclusiones se extraían de su planteamiento.
morragia liberal», las disposiciones de las Cortes produjeron un cambio irreversible Primero, que desde la abdicación de Fernando VII hasta el estallido del movimiento
en la cultura política que se mantuvo incluso después de declararse la independencia. juntista americano en 1810 la problemática española fue asumida ideológicamente
La trayectoria del liberalismo hispánico que este ensayo analizará a partir de las inves­ como una causa peruana, y segundo, que este fidelismo político fue un paréntesis en
tigaciones más recientes se inicia con una reflexión sobre la coyuntura que le antece­ e) irreversible camino hacia la emancipación.-’ Hoy se puede hacer una lectura de este
de, conocida como la etapa fidelista (1808-1810), continúa con la etapa de vigencia periodo fidelista desde otro ángulo interpretativo más acorde con la nueva historia
de las Cortes de Cádiz y el cumplimiento de la Constitución de 1812(1810-1814), política.
prosigue con la etapa de la restauración absolutista (1814-1820) y culmina con la La incursión en el tema de la cultura política del bienio 1808-1809 ha per­
segunda etapa de vigencia de la Constitución de 1812 (1821-1823). mitido reevaluar el alto grado de innovación que supuso para el espacio público el
fomento de una inédita pedagogía política amparada por la prédica fidelista.'14Por
paradójico que parezca, Abascal fue el máximo responsable de la entrada de la discu­
L a etapa fidelista (18 0 8 -1 8 1 0 )
sión política en el espacio público limeño al fomentar «una revolución silenciosa en
la imprenta [que] se había activado a expensas de la lucha gubernamental contra la
Esta coyuntura oficialmente se inició en agosto de 1808 cuando en Lima se conoció
invasión francesa».5 Esta afirmación queda comprobada al advertirse el incremento
el estallido de la crisis de la monarquía hispánica como resultado del motín de Aran-
espectacular que experimentó la edición de los impresos de carácter político. Mien­
juez, la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV. Su cancelación se produce
tras en 1807 se publicaron apenas cuatro textos de esta naturaleza, en 1808 llegaron a
en julio de 1810 cuando Abascal tuvo noticias oficiales de que la Junta Central se
sumar treinta y cinco y en 1809 veintisiete. Esto comprueba que los lectores tuvieron
había disuclto y que el gobierno había sido transferido a una Regencia y, al mismo
a su alcance un rico material político antes de que entrara en vigor la libertad política
tiempo, se conoció la noticia de la formación de la junta de gobierno autonomista
de imprenta en 1811.
en Buenos Aires. Durante estos dos anos se manifestó una absoluta fidelidad hacia la
Sin embargo, esta transformación no solo se reduce a lo cuantitativo, sino que
Corona tanto en las altas esferas del poder como en el pueblo.
también tuvo un indudable impacto cualitativo. La edición y difusión autorizada de
A diferencia de la mayor parte de las jurisdicciones americanas, en el Perú no
una importante cantidad de textos antinapoleónicos en Lima fue fundamental en la
se planeó un proyecto autonomista encaminado a trasladar la soberanía al pueblo en
irreversible transformación del vocabulario político peruano. En la imprenta de la
caso de ausencia prolongada del rey. Es más, el virreinato no se vio afectado por la re­
casa real de Niños Expósitos, se reeditaron el Manifiesto imparcialy exacto de Juan de
acción juntista en España o en América, ni puso reparos a reconocer, sucesivamente,
Arias, el Centinela contrafranceses de Amonio de Capmany, la Exposición de los hechos
a la junta de Sevilla, a la Junta Central, a la Regencia y a las Cortes de Cádiz como
y maquinaciones que han preparado la usurpación de España de Pedro Cevallos, Cómo
depositarías de la soberanía real hasta el retorno del monarca cautivo. En gran parte,
es difícil decidir si losfranceses son rndsfecundos en las artes de hacer el mal de Martín
esta reacción colectiva es atribuida por la historiografía al carácter enérgico y nada
de Garay y la Proclama a hs españoles y a la Europa entera, del africano Numida
dubitativo con que el virrey José Fernando de Abascal y Sousa capeó la crisis. Tam­
Abcnnumeya Rasis, seudónimo tras el que se ocultó Manuel de Santurio García Sala,
bién se añade como explicación la actitud acomodaticia y sumisa de una élite criolla
entre los títulos más destacados. En estos escritos sus autores no solo demonizaban
temerosa de que el fomento de la inestabilidad política derivase en el estallido de una
a los franceses, sino que planteaban por primera vez críticas a la arbitrariedad a la
nueva revolución social indígena similar a la liderada en 1780 por Fúpac Amaru II,
que estaba sometida la propia monarquía española, discutían las nociones de buen
La historiografía ha prestado un circunstancial interés al impacto político que
la crisis de la monarquía hispánica tuvo durante el bienio que va de agosto de 1808
a julio de 1810. Armando Nieto Vélez es el autor del estudio más pormenorizado
3. Nieto Véle?. 1960. Véanse también Palacios Rodríguez 1969-1971 y Puente Candamo 1969-1971.
4. Peralta Rui?, 2002.
2. Hunt 1984: 12. 5. Ibíd„ p. 45.
m V íctor P eralta la revolución socavada. La cultura política del liberalismo hispánico en el Perú. 1808-1824 379

gobierno, patria y nación, y hasta justificaban la formación de juntas de gobierno.6 colectiva de cómo actuar si se confirmaba una sucesión dinástica rechazada unáni­
En el Manifiesto o declaración de los principales hechos que han motivada la creación de memente por los americanos.
esta Junta de Sevilla incluso se llegó a criticar a Carlos IV por violar la Constitución En una coyuntura marcada por la persistencia de una fidelidad desgastada por
no escrita del reino y la soberanía de la nación. el clima de incertidumbre, el acto político más importante celebrado en el virreinato
La lectura privada y a viva voz en los salones y tertulias de los textos patrióticos, fue la elección del diputado a la Junta Central, Al permitir por primera vez que los
incluso con una alta dosis de tergiversación, explica que la población adoptase una americanos tuviesen representación política en una instancia que había asumido la
postura de repulsa tío solo bada Napoleón Bonaparte, su hermano José y el general soberanía en nombre del monarca, la Junta Central cumplía con su promesa de tratar
Murat, sino al conjunto de la época en que el valido Manuel Godoy ostentó el poder. a las Indias no como una Colonia o factoría, sino como parte integrante del reino.
En los escritos antinapoleónicos, el emperador de los franceses y el Príncipe de la Paz Entre el 22 de junio y el 31 de agosto de 1809, los ayuntamientos de dieciséis ca­
fueron tratados como aliados y responsables de la crisis de la monarquía hispánica. pitales peruanas procedieron a celebrar dicha elección. Por orden cronológico, estos
La interpretación peruana del «mal gobierno» terminó asociando discursivamente la comicios se efectuaron en Tarma, Huancavelica, Lima, Huamanga, Cuzco, Trujillo,
época del valido, es decir, la última etapa del reformismo borbónico, con el asenta­ Arequipa, Puno, Lambayeque, Huánuco, Chachapoyas, lea, Piura, Cajamarca, Mo-
miento del despotismo y de la arbitrariedad en el virreinato. No fue este el propósito quegua y Carnaná. A este número se añadió la provincia de Guayaquil, anexada al
buscado por el virrey al permitir la divulgación de la literatura antinapoleónica. En Perú por Abascal con la anuencia del virrey de Nueva Granada, cuyo representante
realidad, este no calculó los riesgos de fomentar una opinión pública sobre la política participó en la elección final celebrada en Lima.”
en la que por primera vez se hacía escarnio de un ministro español; por eso, cuando a Es innegable la presencia de irregularidades y actos ilícitos en la elección de
mediados de 1810 quiso enmendar su error de permitir a las imprentas editar textos 1809, Se ha sugerido que este acto político en realidad fue un plebiscito de notables
políticos patrióticos sin su consentimiento, ya era demasiado tarde. Como comple­ marcado por el fraude con transacciones clientelistas y tratos de favor fomentados-
mento de este condicionante político no deseado, cabe resaltar que la política fidelis- antes de la votación.*’ En efecto, hubo algunas actuaciones ilegales, pero estas fueron
ta colapso porque se manipuló la información sobre la crisis en la Península Ibérica. denunciadas y en algunos casos se dictaminó en contra de las mismas. El Real Acuer­
En el transcurso de 1809, el virrey experimentó serias dificultades para contener do se reunió en Lima el 19 de septiembre de 1809 para calificar las actas electorales
la sensación de incertidumbre que se apoderó de la población peruana ante la posibi­ celebradas en las capitales de las principales provincias. Las cédulas con los nombres
lidad de que la guerra contra los franceses se perdiese y que la dinastía Bonaparte se del guayaquileño José Silva y Olavc, del limeño José Baquíjano y Carrillo, y del are-
hiciese con el gobierno de España y de las Indias. Este pesimismo se acrecentó con el quipefio Manuel de Goyeneche fueron colocadas en el cántaro «y procediéndose a la
estallido de los experimentos juntistas de Charcas, La Paz y Quito. El rumor de que extracción apareció en la primera cédula el citado doctor don José de Silva, en cuya
el virreinato estaba cada vez más aislado fue ganando terreno frente a la información virtud quedó electo por diputado del reino».8910
propagandística y manipulada del diario oficial Minerva Peruana, La delación y el Silva y Olave resultó favorecido por el azar cuando en la práctica Baquíjano fue
espionaje fueron recursos usados por el gobierno virreinal para contener la oralidad el candidato vencedor en el cómputo global de votos. No obstante ello, el cabildo
contestataria entre la población capitalina.7 El ejemplo más claro de esta estrategia de Lima confió sus instrucciones reivindicativas a Silva y Olave en su condición de
represora fue el proceso seguido contra el abogado limeño José Mateo Silva en Lima, representante del reino. Las instrucciones resumían las reclamaciones de la nobleza
en septiembre de 1809, por su implicación en una supuesta conspiración que habría frente a los agravios del reformismo borbónico. En resumen, se pedía a la Junta Cen­
pretendido derrocar al virrey para establecer una junta de gobierno. El análisis de tral corregir esa arbitrariedad derogando el sistema de intendencias para restablecer
los testimonios vertidos durante el proceso judicial demuestra que Silva no estaba los corregimientos y permitiendo disponer del libre uso de la mano de obra indígena,
en condición de liderar ningún movimiento separatista, y que lo que en realidad se de la venta libre de azogue, la creación de una moneda de circulación nacional, la
juzgaba era a una tertulia política que tuvo la osadía de hacer suya la incertidumbre concesión a los criollos de la mitad de todos los empleos y la creación de una milicia

8. Archivo Histórico Nacional de Madrid (en adelante AHN), Estado Leg, 58 H expedientes 138 a 155.
6. Moliner Erada 1984-1985; 31-58. 9. Démelas 2003: 165-167.
7. Peralta Ruiz 2007. 10. AHN. Estado, Leg, 58F, exp. 156.
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para disfrute exclusivo de la nobleza." Silva y Clave no pudo cumplir con este come­ tuvo que completar el cupo de la representación con cinco diputados suplentes se­
tido, ya que cuando se hallaba en México a la espera de un navio que le condujera a leccionados entre los peruanos residentes en Cádiz.13
la metrópoli, conoció la noticia de que la Junta Central se había disuclto y ante este El establecimiento definitivo de las cortes generales en Cádiz fue conocido en
desenlace decidió retornar al Perú. Lima en marzo de 1811. En esta ocasión no hubo ningún festejo ni ceremonia oficial
A modo de resumen, si bien durante el llamado bienio fidelista no se produjo en de reconocimiento y solo se publicó un bando en la capital y se remitieron circulares
Perú la difusión de un liberalismo que en dicha coyuntura estuvo representado por a las provincias dando cuenta del acontecimiento. Con inocultable desagrado, Abas­
los escritos de Manuel José Quintana o de José María Blanco White, la circulación ad recibió el decreto de libertad política de imprenta del 10 de noviembre de 1810
de textos patrióticos antinapoleónicos fue fundamental en el inicial cucstionamiento sancionado por las Cortes. Apenas habían transcurrido ocho meses desde que pro­
del carácter despótico y sacralizado del poder absolutista. La reacción popular contra hibiera la edición de textos políticos fidelistas y patrióticos, cuando ahora tenía que
la arbitrariedad en España, que incluso sorprendió al propio virrey, fue exclusiva­ acatar una medida que consideraba funesta para la seguridad interior del reino, o lo
mente dirigida contra la figura de Godoy. .Simultáneamente, la población peruana que es lo mismo, que iba en desmedro de su autoridad suprema y absoluta como al-
experimentó un significativo avance hacia la defensa de su derecho a tener una re­ rer ego del monarca. El 18 de abril de 1811, el virrey publicó el decreto de libertad de
presentación política propia ante la Junta Central, y se cuestionó en las elecciones imprimir sin licencia previa, pero las imprentas fueron impedidas de publicar nada
provinciales que este privilegio recayese en un español europeo. Con estos antece­ hasta que no estuviera constituida la junta de censura. Fue entonces cuando bajo la
dentes, fue relativamente comprensible que el establecimiento de las Cortes de Cádiz protección de esta medida de corte liberal pudieron circular los primeros periódicos
condicionase en el virreinato una expectativa política inédita. de corte doctrinario. El 6 de septiembre de 1811, circuló el primer número de El
Peruano y en su introducción se saludó la llegada del día en que «rotas las cadenas
con que la arbitrariedad ligaba a la imprenta, podemos libremente desenvolver el
L as C ortes de C ádiz v ft acatamiento de la C onstitución de 1812 germen de nuestras ideas»,14
(1810-1814) Un hecho resaltado por Martínez Riaza como característica de E l Peruano es
que la participación de los criollos peruanos fue secundaria en comparación con sus
La convocatoria a cortes generales en la Isla de León para redactar una Constitución, artífices más representativos, como fueron el editor Guillermo del Río, de origen fla­
y donde por primera vez la América española estaría representada por diputados menco, y los redactores Gaspar Rico y Angulo, nacido en La Rioja, Fernando López
electos en sus provincias, fue anunciada por la Regencia en marzo de 1810. Al Perú Aldana, bogotano, y Miguel de Eyzaguirre, chileno.15 Todos ellos coincidieron en
se le asignaron trece diputados de acuerdo con el número de partidos en que estaba que el principal propósito del periódico debía ser publ icitar las deliberaciones de las
dividido el virreinato. Esta fue la última ocasión en que los ayuntamientos perpetuos Cortes de Cádiz en materia de derechos de los españoles americanos. Como era de
tuvieron el control absoluto de la representación. Al igual que la elección del año esperar, las sesiones reproducidas se correspondieron con las que mayor vinculación
anterior, la votación de 1810 fue hecha a la usanza antigua, es decir, los miembros de tuvieron con la problemática peruana, esto es, la libertad de imprenta, la equipari-
los cabildos elegían primero una terna, sus nombres se introducían en un cántaro y, dad entre europeos y americanos en el acceso a los empleos, la supresión del tributo
por último, un niño extraía la papeleta con el nombre del ganador. La novedad estu­ indígena y la elección popular de los ayuntamientos constitucionales. Sin embargo, a
vo en que el cabildo de Puno permitió también votar a los vecinos más notables y a través de El Peruano, los suscriptores también pudieron leer fragmentos de la Historia
los funcionarios más cercanos al intendente.12 En general, estos resultados electorales de la revolución de España de Alvaro Flores Estrada, del Ensayo Político sobre Nueva
fueron confirmados y respetados por el virrey. El principal problema que tuvieron España de Alexander von Humboldt y hasta comentarios sobre el «jenízaro» liberal
los diputados electos fue la falta de fondos económicos para financiar su traslado a José María Blanco White.
la metrópoli. Debido a ese inconveniente, solo se accedió a costear el viaje del repre­
sentante de Lima Francisco Salazar y Carrillo. Ante este imponderable, la Regencia

1,3. Rieu-Millan 1990: 44.

11. Flsher 1981:215-216. 14. E l Peruano, n.n 1, Lima, 6 de septiembre de 1811.

12. Demélas 2003: 170. 15. Martínez Riaza 1982,


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El Peruano intervino, en diciembre de 1811, en el escándalo generado por la se hizo de este periódico en E l Peruano, el mismo que calificó la censura como un
censura de los oficios del brigadier Villalta en el que se quejaba de la preferencia que atentado contra la libertad de imprenta. López Aldana, al ver derrotada su causa de
aún tenían los peninsulares por sobre los criollos en la concesión de los empleos.16 opinar libremente, se alejó de la redacción, con lo que El Satélite del Peruano circuló
Por orden directa de Abascal, la junta de censura dictaminó que el impreso fuese entre marzo y junio de 1812, pero solo reproduciendo noticias procedentes de Cádiz
confiscado. Esta decisión motivó que el abogado José Baquíjano y Carrillo (bajo con escaso contenido político.
los sucesivos seudónimos de Metafórico Claros, Inocencio Enseña y el Abate Pan- La clausura de El Peruano y la neutralización del no menos incómodo El Satélite
duro) editase tres impresos en los que defendió el derecho de Villalta a expresarse del Peruano cortaron el canal fundamental por el que discurrió la retórica contra la
libremente. En diciembre de 1811, E l Peruano no solo secundó a Baquíjano e hizo arbitrariedad.1 Ambos hechos se produjeron pocos meses antes de que la Constitu­
suya la defensa de Villalta contra la arbitrariedad de las autoridades, sino que además ción de Cádiz llegase a Lima. Sin embargo, la entrada en vigor de la carra política
publicó el dictamen en minoría de los dos miembros de la junta de censura que se liberal en octubre de 1812 de ningún modo implicó el retorno de la prensa consti­
pronunciaron contra la censura de los oficios de Villalta. A raíz de esa polémica, El tucional. El Verdadero Peruano, un periódico que aspiró a ser una continuación del
Peruano fue considerado por el virrey como un periódico peligroso al que había que Mercurio Peruano, comenzó a circular en septiembre de 1812. Este fue el periodismo
combatir por cualquier medio. que protegió y patrocinó Abascal por adecuarse al proyecto absolutista ilustrado que
El Peruano fue objeto de tres denuncias y censuras en 1812, En febrero se le acu­ consideraba que estos papeles solo debían constituirse en vehículos de educación
só de calumniar al comerciante Pedro Abadía por afirmar que era de origen francés. popular. Una característica de los periódicos, constirucionalistas y progubernamen­
Esta maniobra obligó al impresor, Guillermo del Río, a hacer pública la identidad tales, que circularon bajo la libertad de imprenta fue la imposibilidad de encontrar
de Gaspar Rico como autor de los artículos más incómodos al gobierno. En marzo simultáneamente al menos dos que polemizaran entre sí. Esta circunstancia pudo
fue confiscado el ejemplar en el que se criticó a La Gaceta de Lima y, por tanto, se producirse entre octubre y diciembre de 1813, cuando E l Peruano Liberal y El Inves­
consideró que «injuriaba» al virrey. Por último, el 5 de junio, el periódico no solo tigador coincidieron en el pequeño mercado limeño de la lectura. El Peruano Liberal
fue censurado sino clausurado por publicar el artículo «Reflexiones políticas», en fue el vocero del ayuntamiento constitucional limeño, electo en diciembre de 1812
el que a entender de Abascal se «incitaba a la sedición, el tumulto y la revolución». con el desagrado del virrey. Por su parte, El Investigador fue un bisemanario, editado
Gaspar Rico fue detenido, enjuiciado y sentenciado al destierro a Cádiz bajo partida por Del Río, que procuró agradar a Abascal con informaciones políticas y sociales
de registro. Con la desaparición de Rico del escenario limeño, el virrey consiguió su alejadas de toda resonancia liberal.18
objetivo de deshacerse del incómodo El Peruano, El Peruano Liberal fue utilizado por los alcaldes y regidores del primer y segundo
Más efímera fue la trayectoria de El Satélite del Peruano, que tuvo como editores cabildo constitucional como un medio de denuncia de la arbitrariedad de Abascal.'9
a Guillermo del Río y a Bcrnardino Ruiz, y como redactor principal a Fernando Sin embargo, su vida fue corta y su desaparición fue festejada en E l Investigador por
López Aldana. Su hoja de anuncio titulada Introducción del Satélite, impresa a fines considerarlo una «deshonra a los ingenios americanos».20 La tesis de Guerra de que
de febrero de 1812, definió la idea de patria como «la vasta extensión de ambas en la América española durante la fase del liberalismo hispánico no se gestó una
Américas», incluyendo a Estados Unidos como parte de esa familia. Ello motivó el genuina opinión pública por no darse un debate periodístico, sino más bien por pre­
enfado del virrey y el ejemplar fue censurado por la junta de censura. La Sociedad dominar la unanimidad, pareciera cumplirse parcialmente en el caso peruano.21 La
Filantrópica, patrocinadora de este papel periódico, editó un Suplemento a la intro­ excepción fue la fugaz polémica sobre la soberanía popular y la soberanía monárqui­
ducción del Satélite del Peruano, en el que negaba que se hubiese pretendido desco­ ca suscitada entre El Argos Constitucional de Lima y el Anti-Argos entre el 28 de febre­
nocer a la España «libre de franceses» como parre de esa familia y que ella era, más ro y el 12 de marzo de 1813.22 No obstante, esta evidencia resulta poco significativa
bien, la «madre patria». De poco valió esta retractación, ya que la junta dictaminó
que la Introducción del Satélite era un escrito formalmente subversivo del orden y la 17. Peralta Ruiz 2010: 221-228.
tranquilidad pública, por lo que se impidió su circulación. Inútil fue la defensa que 18. Morán 2007.
19. Peralta Ruiz 2002: 133-136.
20. F l Investigador, Lima 19 de enero de 1814.
16. Breves reflexiones sobre la censura de los oficios dirigidos a l Fxcmo. Ayuntamiento de esta capital por
21. Guerra 2002: 113-114.
el brigadier don Manuel Villalta del urden de Santiago, escritas por H mismo. Urna: Imprenta de los
Huérfanos, 1811. 22. Peralta Ruiz 2010: 189-198.
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ante una comprobación más contundente: Abascal controló sin problemas la edición proporción de comuneros indígenas. Ello no solo condujo a una redefinición de las
de los periódicos hasta que Fernando VII suprimió la libertad de imprenta a fines de estructuras de poder dentro y fuera de la comunidad, sino que también impulsó una
diciembre de 1814. suerte de imbricación entre democracia y comunitarismo aún por estudiar.25
El segundo momento en el que liberalismo hispánico cobró su definitivo im­ Varias investigaciones han demostrado que los niveles de politización fueron
pulso se activó inmediatamente después de ser juramentada la Constitución en todas más intensos en la elección de los ayuntamientos constitucionales que en la selec­
las provincias peruanas entre septiembre y diciembre de 1812. Se ha resaltado como ción de los diputados provinciales y los diputados a Cortes.26 Lo anterior se explica
novedad, y a la vez debilidad, de esta carta política, su intención de proporcionar porque el voto indirecto en dos grados para acceder al ayuntamiento fue más difícil
identidad a un sujeto político que bajo el concepto de nación patrocinaba la reunión de controlar por parte del virrey, los oidores, los intendentes y otras autoridades de
de españoles de ambos hemisferios.23 Para ser efectivo tal supuesto se requería que la menor rango afines. La campaña electoral fue un elemento clave para orientar el voto
igualdad fuese realmente aplicada, pero esto nunca se cumplió, ya que en las Cortes y de ella se valieron los criollos para seguir controlando los cabildos. En capitales
la representación americana siempre estuvo en una situación minoritaria frente a la como Cuzco y Lima, la campaña electoral fue utilizada con éxito por un grupo de
peninsular a pesar de tener mayor población. criollos que se identificaron como «constitucionales» y, por tanto, contrarios a la
Sin embargo, las limitaciones del experimento gaditano no solo han sido adver­ arbitrariedad y el «servilismo» asociadas con el bando peninsular. Por el contrario,
tidas en lo que se refiere a las Cortes, sino también en su aplicabilidad en territorio la posibilidad de hacer campañas políticas en la elección de diputados provinciales
americano. Por ejemplo, en el caso peruano, Gabriela Chiaramonti aprecia cómo un fue prácticamente imposible, debido a una votación indirecta en cuatro grados, que
primer elemento de distorsión que la noción de ciudadanía se hiciese coincidir con el pasaba por elegir sucesivamente compromisarios, electorales parroquiales y electores
concepto de vecino del antiguo régimen. Según esta reflexión, ral superposición ex­ provinciales. Este mecanismo de selección actuó como un verdadero filtro político y
plica que, a pesar de que la Constitución dejó sin efecto la división entre república de garantizó a las autoridades peninsulares el control de la elección de los representantes
españoles y de indios al entrar en vigor la figura del «ciudadano español», en la prác­ regionales y de los diputados a Cortes.
tica lo que se alentó fue la figura de la ciudadanía corporativa antes que la ciudadanía La continua confrontación que tuvieron los dos ayuntamientos constitucionales
del individuo con libre albedrío. Otra deficiencia que se resalta es que la parroquia se más importantes del virreinato con el virrey, en el caso de Lima, y con la Audiencia,
mantuviese como la circunscripción básica del proceso electoral, ya que ello motivó en el caso del Cuzco, reforzó la cultura política liberal y prueba que el constituciona­
que los vecinos más notables o con mayor poder orientasen el sentido del voto. Por lismo gaditano no solo fue un instrumento utilizado por los criollos exclusivamente
último, la tercera deficiencia que esta investigadora resalta es que el fomento de los en las campañas electorales para controlar el poder local. El ayuntamiento consti­
nuevos ayuntamientos constitucionales condujo a una «ruralización» de la política tucional limeño difundió el liberalismo hispánico a través del periódico El Peruano
que a la larga dificultó la conformación del Estado nación.24 Liberal editado por ladeo I Apcz y dirigido por José Pezet y que circuló entre enero
No obstante las objeciones de Chiaramonti, lo que resulta innegable es que la y diciembre de 1813. En varias entregas del mismo se insistió en que había un antes
«masificación» de la representación moderna auspiciada por la Constitución de 1812 y un después de la Constitución definidos, respectivamente, como las épocas del
a través de una elección basada en el sufragio universal masculino c indirecto reconfi­ servilismo y de la libertad. El periódico publicó íntegramente el oficio que el ayunta­
guró la cultura política. En otras palabras, el liberalismo hispánico que hasta antes de miento dirigió a las Cortes en diciembre de 1812, en el que se afirmaba que:
juramentarse la Constitución solo pudo ser promovido por los editores y redactores
de los periódicos constitucionales en Lima y por varios diputados suplentes en Cá­ [•••] deben los pueblos de ambas Españas el don incomparable de la Constitución, que
diz, con la celebración de los procesos electorales se convirtió en un instrumento po­ elevándolos del estado de nulidad a que habían sido reducidos por la pérdida de nuestras
lítico de numerosos ciudadanos-vecinos para tratar de contener el despotismo de las leyes fundamentales, a la dignidad de ciudadanos, les ha restituido entre otros el precio­
so derecho de elegir sus representantes.27
autoridades peninsulares. Se puede cuantificar en varios cientos los ciudadanos con
voto que tanto en Lima como en Cuzco apoyaron la vía constitucional. Por su parte,
en las áreas rurales, las elecciones de los nuevos ayuntamientos implicaron a una alta
25- Cfr. Sala i Vila 1993, O ’Phclan 2007, Guarísco 2004, Guarisco 2011.
26. Cfr. Martínez Riaza 1992, Peralta Ruiz 200, Pan ¡agua Corazao 2003, Aljovín de Losada y López,
23. Portillo 2000. 2005.
24. Chiaramonti 2005. 27. E l Peruano Liberal, 1.i ina, 13 de octubre de 1813.
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En el caso de los constitucionalistas cuzqueños, al no existir imprenta en esta propicia para transmitir a sus feligreses el significado de la Constitución de 1812,
ciudad, la divulgación del liberalismo gaditano se hizo a través de manuscritos como esto es, que ella es equivalente a los diez mandamientos recibidos por Moisés, porque
la «Petición de los 37 individuos solicitando la vigencia de la Constitución», redacta­ igualmente reconoce que «la sabiduría que presidió a la creación del mundo físico
da en diciembre de 1812 por Rafael Ramírez de Arellano.28También encontraron un y regló las leyes con que se mueve la naturaleza visible, es también la que dirige la
vehículo de transmisión en E l Peruano Liberal, que publicó la «Oración que Carlos formación del mundo político».33*
Xara, catedrático de filosofía en el convictorio de San Bernardo de la ciudad del Una última discusión que se puede introducir es si el liberalismo hispánico im­
Cuzco, pronunció a nombre de este cuerpo, ante la junta provincial en el día de su pactó en dos de las más importantes revoluciones que estallaron en el virreinato: la de
instalación».29 Por último, la imprenta limeña fue utilizada y en la que administraba Huánuco de febrero de 1812 y la de Cuzco de agosto de 1814. La historiografía más
Bernardino Ruiz se editó en 1813 la Proclama del Doctor Rafael Ramírez de Arellano reciente ha puesto de relieve que lo ocurrido en Huánuco contra el mal gobierno de
a los verdaderos hijos de la nación.30 las «autoridades europeas» fue un eco del estallido de la revolución de mayo de 1810
A los ejemplos arriba señalados debe añadirse la difusión de la Constitución de en Buenos Aires,33 pero también una lejana secuela de la revolución juntera que se
1812, un verdadero best seller de la época, ya que llegaron a imprimirse en la capital, activó en España en 1808. Crespo y Castillo encabezó una efímera junta de gobier­
según Abascal, más de «cuatro mil ejemplares [...] por no ser suficientes los que he no que, según uno de los acusados, pretendió gobernar en nombre de Fernando VII
recibido para circularlos a las provincias del distrito de mi mando».31 Oficialmente, aunque sin desconocer la suprema autoridad del virrey.35
entre la difusión de bandos y reglamentos del virrey, la reimpresión de obras publi­ Asimismo, se debería profundizar en perfilar la hererogénea reacción política de
cadas en la Isla de León y Cádiz, y la impresión de títulos propiamente peruanos, en la población indígena, que osciló entre el rechazo a la extorsión de las autoridades
1812 se editaron dieciséis textos alusivos a la Constitución y en 1813 esta cantidad europeas por parte de los alcaldes de indios y la revitalización de la venida del inca
fue de once. En cambio, en 1814 apenas consta la impresión de dos obras sobre este representado por la figura del caudillo rioplatense Juan José Castclli (a quien algunos
asunto. apoderaron el «rey Castel»), Al parecer, en Huánuco los rebeldes desconocieron el
Es necesario hacer hincapié en que se carece de estudios que indiquen qué y liberalismo hispánico y, por tanto, que las Cortes habían abolido el tributo antes que
cuántas obras alusivas al ideario constitucional llegaron del exterior. Entre los títu­ Castclli lo decretara en Tiahuanaco en mayo de 1811.
los más relevantes editados en Lima se debe mencionar la protesta de los españoles De distinta naturaleza política es el caso de la revolución cuzqueña, porque
pardos de Lima contra el artículo constitucional que les excluía de la ciudadanía, los esta estalló en plena vigencia de la Constitución gaditana y cuando más intenso
deberes y derechos de) ciudadano impreso en Cádiz en 1812 y el catecismo político era el enfrentamiento entre la Audiencia, copada por abogados peninsulares, y el
arreglado a la Constitución de la monarquía española para uso en las escuelas de pri­ cabildo constitucional, dominado por el constitucionalismo criollo. Los revolucio­
meras letras.32 Algunos curas en el ámbito rural también se convirtieron en difusores narios comandados por José Angulo, quien obruvo el apoyo del cacique Pumacahua,
del nuevo ideario liberal. Tal fue el caso del sermón gratulatorio por la Constitución apresaron a los oidores, salvo a Manuel Lorenzo de Vidaurre, pero mantuvieron a
de Cádiz pronunciado por el cura de la doctrina de Huancayo, José Ignacio Moreno, los capitulares criollos en sus cargos, con lo que se dio la impresión de que hubo
el 1 de enero de 1813- Moreno incidió en una de las comparaciones bíblicas más una comunión de intereses entre la revolución y el constitucionalismo. El hecho de
que el abogado Rafael Ramírez de Arellano dejara su cargo de síndico procurador
para asumir el puesto de auditor de guerra de la junta revolucionaria pareciera avalar
28. Colección Documental de la Independencia del Perú (en adelante CD1P) 1971-1976. t. III. vol, 7: 3-4
esa alianza. Sin embargo, esta circunstancia fue una excepción y la mayoría de los
29- E l Peruano Liberal, Lima, 21 de octubre de 1813.
capitulares adoptaron, más bien, una postura de mediación entre las autoridades
30. Medina 1907, t. IV: 121.
enfrentadas de Lima y Cuzco c intentaron por rodos los medios que la negociación
31. CD1P 1971-1976. t. XXII, vol. I: 275,
32. Colección de los discursos (fue pronunciaron los señores diputados de América contra el artículo 22
del proyecto de Constitución, Ilustrados con algunas notas interesantes por los españoles pardos de esta
capital. Lima: Imprenta de los Huérfanos, 1812; Derechos y deberes del ciudadano. Obra traducida
del idioma francés a l castellano. Impresa en Cádiz en 1812 y reimpresa en Lima a costa de D. Francisco
33. Moreno 1813: 3.
Pinero, Lima: Imprenta de los Huérfanos, 1813; Catecismo político arreglado a la Constitución de
la monarquía española, Para ilustración del pueblo, instrucción de la juventud y uso de Lis escuelas de 34. Chassin 2008.
primeras letias, por D .J.C , Impreso en Cádiz y reimpreso en Lima, año de 1813. 35. CD1P 197M976. c. III, vol. I; 322.
388 V íctor P eralta L a revolución socavada. L a cultu ra p o lític a d e l liberalism o hispán ico en el Perú. 1 8 0 8 -1 8 2 4 389

y no la guerra fuese el camino para satisfacer las demandas históricas de la capital de este fenómeno de «extirpación de valores, expectativas y prácticas simbólicas» políti­
los incas.30 cas fueron la Gaceta de Gobierno de Lima y el Real Convictorio de San Carlos,
Cuando Abascal entregó el poder en julio de 1816 al brigadier Joaquín de la
Pczucla, en el virreinato solo estaba permitida la circulación de la Gaceta del Gobierno
L a etapa d e la restauración absolutista (1815-1820)
de Lima como órgano oficial informativo. Los lectores de este periódico nuevamente
tuvieron que habituarse a discurrir por un contenido político plagado de desmedidas
Plasmada la restauración de Fernando Vil, la vuelta al statu quo previo a 1808 se
loas a la máxima autoridad política en su condición de áltcr ego del rey, de copiosos
escenificó aparentemente sin mayores sobresaltos en el Perú. Por bando del ó de
partes militares que resumían las triunfales campañas del ejército realista en Chile
octubre de 1814, se declaró nula la Constitución formada por las Cortes. A fines de
y el Alto Perú, y, por último, de sensacionalistas testimonios que se regocijaban de
diciembre de ese mismo año se desactivaron los ayuntamientos constitucionales y se
las calamidades «divinas» que afrontaban las juntas rebeldes de Buenos Aires y Ca­
restablecieron los antiguos cabildos perpetuos. La Inquisición fue asimismo reinstau­
racas por rebelarse contra el rey. Tanto Abascal como Pczuela prohibieron que en la
rada en enero de 1815 y, por último, el decreto que abolía la libertad de imprenta se
Gaceta del Gobierno se hiciera cualquier alusión o referencia a lo ocurrido durante
hizo público el 11 de marzo de 1815, aunque esta medida ya se venía aplicando por
el interregno liberal. Sin embargo, fue bajo este último gobernante que la retórica
lo menos desde hacía cinco meses. ¿Qué incidencia tuvo este retorno id absolutismo
absolutista logró interiorizar en la población que el autonomismo y las revoluciones
sobre la cultura política criolla sustentada en el constitucionalismo hispano? Los
políticas conducían a la anarquía política y a la impiedad religiosa.3940No obstante
estudios dedicados a esta coyuntura aún tienen la tarea de esclarecerlo. El efecto más
ello, de modo similar a lo que sucedió con la Minerva Peruana en 1810, la credi­
evidente fue el abrupto corte de la innovadora pedagogía política iniciada en 1808.
bilidad del periódico pezuelista fue decayendo en la misma proporción en que el
Tras la abolición de la Constitución, la imprenta limeña exclusivamente se dedicó a
mito de la triunfal «pacificación» de Chile comenzó a desmoronarse tras producirse
la edición de textos religiosos. En 1815 se publicaron 23 obras religiosas y apenas 5
la derrota de Chacabuco, que provocó la caída del gobierno del general Marcó del
políticas y en 1816 esa desproporción aumentó a 18 textos religiosos y 1 de conteni­ Pont en 1817.
do político.37 La Inquisición, restablecida en 1815, mal que bien, también reasumió
Cuando en Lima se conoció que el ejército realista de Osorio había sido com­
su función de controlar la entrada de libros prohibidos de carácter político.
pletamente derrotado en Maipú, la Gaceta intentó sin mucho éxito calmar la incerti­
Los más importantes representantes del primer liberalismo hispano en el Perú
dumbre general anunciando que Fernando Vil estaba a punto de lograr un acuerdo
corrieron suerte distinta, aunque su destino común fue el olvido en la memoria
con las principales monarquías europeas que conformaban la Santa Alianza para
histórica de sus contemporáneos. El fiscal Miguel de Eyzaguirre fue desterrado aTru-
combatir la revolución americana.411Nada se escribió después en este periódico sobre
jillo. Por su parte, al abogado Rafael Ramírez de Arellano y al conde de la Vega del
el fracaso de esta negociación diplomática. Finalmente, en un esfuerzo desesperado
Rcn se les encarceló en Lima. A los casos anteriores, se deben sumar los desmedidos
por sacar reditos de una derrota, la Gaceta publicó unas «Reflexiones sobre el actual
castigos aplicados a los rebeldes autonomistas que participaron en la revolución del
estado de Chile, hechas por un americano con motivo de la proclama que han pu­
Cuzco de agosto de 1814, represalias sangrientas estas que «aseguraron una relativa
blicado José Miguel Carrera contra Pueyrrcdón, San Martín y O ’Higgins». En este
tranquilidad política para el sur peruano en lo que quedaba de la segunda década del
texto, se destacaba la división de los patriotas chilenos y el estallido de la guerra civil
siglo XIX».38 como presagio de la anarquía política, la ruina económica y el establecimiento de la
Sin menospreciar la importancia que tienen los hechos arriba citados, interesa
impiedad religiosa en Chile. El axioma político de tal pronóstico se resume en que
sobre todo desentrañar la forma en que el absolutismo enfrentó el dilema de erradi­
no había que esperar más que calamidades cuando el pueblo se rebelaba contra una
car el liberalismo doceañista en un contexto marcado tanto por las contiendas bélicas
autoridad monárquica cuyo poder venía conferido por Dios.41
contra los independentistas rioplatenses en el Alto Perú, como por la aguda crisis
económica en que se abatía el virreinato. Dos escenarios en donde se puede apreciar

36. Peralta Ruiz 1996; Clave 2001. 39. Peralta Ruiz 2010: 280-281.
37. Peralta Ruiz 2002: 49. 40. Gaceta del Gobierno de Lima, 1 de julio de 1818,
38. Fisher 2000a: 198. 41. Gaceta del Gobierno de Lima, 1 de septiembre de 1818.
390 V íctor P eralta L a revolución socavada. L a cultu ra p o lític a d el liberalism o hispán ico en e l Perú, 1 8 0 8 -1 8 2 'í 391

El caso de la visita y clausura del Convictorio de San Carlos en 1816 es igual­ ejército libertador de los Andes liderado por el general José de San Martín. Pezuela
mente ilustrativo de la actuación del absolutismo en su intención de arrinconar el utilizó esta coyuntura política para solicitar, en el armisticio celebrado con San Mar­
pensamiento liberal. Esta institución creada en 1770 fue el paradigma de la educa­ tín, que este reconsiderara su actitud belicista y acomodara su postura a la nueva era
ción ilustrada en la América española y su director, Toribio Rodríguez de Mendoza, liberal. El general argentino rechazó esa proposición al expresar su convencimiento
fue un constante crítico de la enseñanza basada en la escolástica. Algunos de sus de que el rey y el virrey actuaban por instinto de supervivencia política más que por
estudiantes destacaron en el fomento de la ilustración dieciochesca a través de la So­ convicción liberal a la hora de restablecer la Constitución.4*
ciedad de Amantes del País y de su órgano de expresión que fue el Mercurio Peruano, La presencia amenazadora del ejército libertador cerca de la capital peruana no
tal fue el caso, por ejemplo, de Baquíjano y Carrillo, y de Méndez y Lachica. La par­ fue un impedimento para aplicar la normativa constitucional en la capital y algunas
ticipación de los ex alumnos carolinos fue igualmente trascendental en las Cortes de provincias del virreinato. Las diputaciones provinciales de Lima y del Cuzco fueron
Cádiz, a través de los diputados Morales Duárez, Olmedo, Olaguer Feliú, Ostolaza, restablecidas y en la mayoría de las capitales de intendencia también se ordenó el
Rivero, Navarretc, Valdivieso y Prada y Andueza, aunque entre ellos no se formó un retorno de los cabildos constitucionales, pero la discrepancia se suscitó cuando en un
bloque ideológico, ya que discreparon con relación a apoyar una monarquía consti­ primer momento el virrey omitió la elección popular y prefirió que los cargos fuesen
tucional o respetar el antiguo régimen.42 ocupados por los alcaldes, regidores y procuradores síndicos que lo fueron en 1814.46
El Convictorio atravesaba por un grave problema de insolvencia cuando en Una protesta de los capitulares salientes obligó al virrey a dejar sin efecto esta medida
1815 Pezuela encomendó su visita administrativa al regente del Cuzco Manuel Par­ para, a continuación, ordenar la celebración de los comicios.
do, responsable del encarnizado castigo contra los revolucionarios cuzqueños. En su Sin embargo, los mayores problemas se suscitaron en las provincias del norte.
informe final sobre el deteriorado estado económico del Convictorio, Pardo achacó El marqués de Torre Tagle, intendente de Trujillo, secundado por las autoridades
«la ruina del colegio y su total decadencia a una consecuencia de la turbación polí­ de Piura, Cajamarca y Lambaycquc, proclamaron la independencia y se sumaron a
tica de esta America».43 De estas palabras se desprende que para los absolutistas el la causa del general San Martín. El separatismo del norte peruano allanó el camino
liberalismo hispánico no solo fue una época de actitudes políticas irredentas contra el para el temprano fracaso del segundo experimento constitucional hispano. Distinta
monarca, sino también contra las Luces. Sin mencionar por su nombre a las Cortes fue la reacción del sur peruano, en cuyas provincias más importantes (Cuzco, Puno,
de Cádiz, el regente responsabiliza a esta de haber quebrado un prestigioso estable­ Arequipa, Huamanga y Huancavclica) el establecimiento de los cabildos constitucio­
cimiento ilustrado al arrebatarle su principal recurso económico con la abolición del nales siguió su curso sin mayores conflictos. El único escollo que resultó insalvable
tributo indígena, que hizo desaparecer las cinco encomiendas que le estaban aplica­ fue la elección de los diputados a Cortes, acto que no pudo celebrarse en estas cir­
das. La clausura temporal de la institución se produjo en 1817 argumentándose la cunscripciones ni en Lima al expandirse el conflicto bélico entre realistas y patriotas.
ruina económica y hasta la senectud de su rector Rodríguez de Mendoza.44 En suma, Bajo la segunda etapa normada por la Constitución de 1812 se produjo la su­
la visita no castigó las orientaciones políticas «liberales» del colegio. Esta actitud es­ presión definitiva de la Inquisición sin que el virrey expresara ningún malestar. Por
taba en coincidencia con el objetivo del absolutismo de extirpar discursivamente el el contrario, esra medida supuso un alivio para las autoridades, ya que, a la intras­
constitucionalismo si n hacer mención de este. cendencia de su actuación en el terreno de la censura de la lectura política y del
contrabando de libros, se sumó una pésima gestión económica que amenazaba con
quebrantar aún más la hacienda. Por otro lado, en cuanto a la aplicación de la liber­
El restablecimiento d e ia C onstitución de C ádiz (1821-1823)
tad de imprenta no iba a corresponder a Pezuela el mérito de llevarla a efecto. Esta
orden firmada en Madrid llegó a la capital peruana a fines de enero de 1821, tres se­
El 4 de septiembre de 1820 llegó a Lima la orden de la metrópoli que restablecía la
manas después de que un grupo de militares realistas, liderados por el brigadier José
Constitución de 1812 y este hecho fue comunicado inmediatamente a la población de la Serna, depusiese al virrey y nombrase a este como su reemplazante.
por bando real. Esta tioricia coincidió con el desembarco en la bahía de Pisco del

42. Cubas 2001; 311-312.


43. CDIP 1971-1976,1.1, vol. 2: 279. 45. Fishcr 2000b; 55-84.
44. Porras Barrencchca 1948; 186, 46. Peralta Rui/. 2010: 291 -292.
392 V íctor P eralta lu í revolución socavada. L a cu ltu ra p o lític a d e ! lib eralism o hispán ico en e l Perú, ¡8 0 8 - 1 8 2 4 393

La libertad de imprenta comenzó a aplicarse en febrero de 1821, pero esta co­ El destierro de Monteagudo, el fin del Protectorado y el triunfo definitivo del
yuntura en nada se asemejó a lo que dicha disposición supuso en el bienio 1811-1812 ideario republicano en el Congreso Constituyente produjo un cambio en esta forma
para el avance de la pedagogía política y la transformación de la opinión pública, En de representación del liberalismo español. El discurso de Monteagudo fue sustituido
términos comparativos, esta etapa puede definirse como regresiva, ya que ni siquiera por uno en el que lo más destacado fue el clima bélico entablado entre liberales y
se permitió que el público conociera los debates suscitados en las Cortes de Madrid. serviles como una pugna respectiva entre los defensores de la libertad y de la In­
La Serna autorizó la publicación en Lima de El Triunfo de la Nación, editado por quisición. Ello permitió destacar la figura de Fernando VII como un monarca cuya
Guillermo del Río, que continuó la línea fidelista hacia Fernando VII y definió la vocación absolutista haría inclinar la balanza a favor de los serviles. Este discurso
Constitución de 1812 como la única vía de reconciliación entre españoles ameri­ fue básicamente confeccionado por el republicano José Faustino Sánchez Carrión,
canos y peninsulares. Este medio sostuvo una breve polémica con E l Pacificador del enemigo personal de Monteagudo y detractor de la monarquía constitucional. Por
Peni, periódico patriota, dirigido por Bernardo Monteagudo, que se editó en los último, la entrada en el escenario peruano de Simón Bolívar coincidió con la quiebra
pueblos de Barranca y Huaura.4’ Mientras el periódico realista silenciaba la versión del trienio liberal anunciada por Sánchez Carrión, Pero correspondería al médico
de los pezuelistas y de todos aquellos realistas partidarios de una «paz humillante», Hipólito Unanue imponer el discurso definitivo de que los liberales, si bien de­
el periódico patriota hábilmente recogió la versión de los partidarios del destituido fendían las libertades para España, compartían con Fernando Vil y los absolutistas
virrey Pezucla que denunciaban a La Serna como un militar ambicioso y un gober­ la conducta despótica de mantener esclavizada a América. Todo un giro discursivo
nante ilegítimo. sobre las carencias del liberalismo hispánico que sería el definitivo y dominante en
El Triunfo de la Nación circuló entre el 13 de febrero y el 29 de junio. Inme­ el Perú republicano.48
diatamente circuló El Depositario, de Gaspar Rico, el mismo que tuvo la condición La Serna suspendió la Constitución gaditana el 11 de marzo de 1824. Los efec­
de periódico oficial c itinerante al publicarse en los lugares en los que el ejército del tos de su medida fueron poco significativos, ya que su ámbito de dominio militar y
virrey se estableció tras abandonar Lima, Rico, en esta ocasión, se reafirmó como político en ese momento se restringía a la región del Cuzco, en cuya capital estableció
defensor del liberalismo doceañista tal como lo hiciera diez años antes en las páginas su gobierno desde 1822, y a las provincias del Alto Perú. Por entonces, el liberalis­
de E l Peruano. El ámbito de difusión de El Depositario fue muy restringido, ya que mo hispánico ya no formaba parte de la pedagogía política peruana y en su lugar
circuló en los campamentos militares realistas de Huancayo, Yucay y Cuzco. Para alcanzaron un mayor arraigo, sucesivamente, la doctrina de la monarquía constitu­
combatir a Rico, los patriotas imprimieron en Lima dos periódicos, Eli Nuevo Depo­ cional, que sucumbió tras el fracaso del Protectorado de San Martín, y la doctrina
sitario y la Angulada o Historia de Don Gaspar Rico, títulos con los que inauguraron republicana que promovió el libertador Simón Bolívar. En el Perú, la difusión del
el género de la prensa política satírica y burlesca. ideario republicano tuvo como mentores doctrinarios más significativos a José Faus­
La prensa patriota editada en Lima cumplió un papel fundamental en el des­ tino Sánchez Carrión, antes incluso que Bolívar, a Hipólito Unanue y a Francisco
montaje del liberalismo hispánico en el Perú después de proclamarse la indepen­ Javier de Luna Pizarra.
dencia en julio de 1821. Sin embargo, para alcanzar este propósito, los periódicos
optaron por una serie de interpretaciones de la realidad española de acuerdo con la
C oda
coyuntura política que se atravesó y según el tipo de fuentes que se utilizó, todas pro­
venientes de la prensa de Chile, Argentina y Colombia independientes. Durante el
Protectorado, la prensa, en especial La Gaceta del Gobierno controlada por Bernardo El liberalismo hispánico, a pesar de ser desmontado ideológicamente por la primera
Monteagudo, demonizó al liberalismo hispánico como el gobierno de la plebe y de generación de republicanos peruanos, dejó una impronta constitucional que se man­
tuvo a lo largo del siglo XIX. Tres de los preceptos más importantes sancionados en
la persecución religiosa, en su intención de desmarcar de este liberalismo a la monar­
la Constitución de Cádiz, a saber, el voto de los analfabetos indígenas, la elección
quía constitucional deseada por el general San Martín, que estaría sostenida por una
indirecta de los ayuntamientos provinciales y distritales, y la protección estatal de
nobleza patriota que garantizaría la protección del catolicismo.
la religión católica, se mantuvieron vigentes en las constituciones sancionadas entre
1823 y 1860. Cronológicamente la de impronta más prolongada fue la última de las

47. M a r t ín e z R ia z a 1 9 8 5 : 4 1 - 4 3 . 48. Peralta R u iz 20! 1,


V íctor P eralta L i revolución socavada. L a ctdtu ra p o lític a d el liberalism o h ispán ico en e l P en i. 1 8 0 8 -1 8 2 4
394 395

nombradas. La religión católica fue un culto estatal aceptado de modo consensual C h ia r a m o n t i ,Gabriella
por liberales y conservadores. Recién en 1915 la alianza entre la Iglesia católica y el 2005 Ciudadanía y representación en el Perú (1808-1860). Los itinerarios de la
Estado republicano terminó porque se comprendió que mantener tal precepto era ir soberanía. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Oficina
contra la corriente universal moderna de la libertad de conciencia. Nacional de Procesos Electorales y Secretariado Europeo para las Publica­
ciones Científicas.
La persistencia del carácter representativo del ayuntamiento constitucional dis­
puesto por la Constitución de 1812 se incluyó en las constituciones de 1823 y 1828, 2007 «De marchas y contramarchas: apuntes sobre la institución municipal en
Los políticos republicanos hasta 1834 respetaron a esta institución como órgano el Perú (1812-1861)». En Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía,
de las demandas locales ante la debilidad o ausencia de las autoridades estatales. A Política y Humanidades, 18.
partir de esa década, la corriente conservadora enfila contra el carácter político del
ayuntamiento, y su clara asociación con los tumultuosos cabildos abiertos, al punto C D IP - C o l e c c ió n D ocumental de ia Independencia del P erú

tal de hacerlo desaparecer del organigrama administrativo en 1839/° Su rescate en 1971-1976 Colección Documental de la Independencia del Perú, 86 volúmenes. Lima:
Comisión del Sesquiccntcnario de la Independencia del Perú,
1856 por parte de los liberales fue ral que se convirtió a la institución edilicia en
un órgano representativo paralelo al poder delegado a los prefectos y subprefcctos. C u ba s,Ricardo
Ello condujo a los políticos conservadores a cambiar la Constitución en 1860 para 2001 «Educación, élites e independencia: el papel del Convictorio de San Car­
reconvertir a los ayuntamientos de órganos representativos a instancias meramente los en la emancipación peruana». En O ’Phclan Godoy, Scarlett, comp., La
administrativas. Fue este el preámbulo de la ley municipal de 1873, que adaptó y independencia del Perú. De los Barbones a Bolívar. Lima: Pontificia Univer­
subordinó definitivamente a los flamantes concejos departamentales, provinciales y sidad Católica del Perú.
distritales a la estructura centralista administrativa de estilo francés que se mantiene
D emúlas, Maric-Danielle
hasta la actualidad. Por último, la persistencia hasta la reforma electoral de 1896 de
2003 La invención política, Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX, Lima: Instituto
reconocer la ciudadanía a los indígenas y reconocer su condición de elector pese a
Francés de Estudios Andinos e Instituto de Estudios Peruanos.
ser analfabetos Ríe el legado de 1812 asumido por los políticos republicanos de la
vertiente liberal. Se puede reconocer que el voto de los indígenas analfabetos fue en F isher , John
parte manipulado y usado en su exclusivo beneficio por los partidos y políticos del 1981 Gobierno y sociedad en el Peni colonial: el régimen de las intendencias, 1784-
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El Estado peruano que hoy conocemos obtuvo su «partida de nacimiento» el 28 de


julio de 1821, cuando José de San Martín proclamó la independencia en las plazas
principales de la ciudad de Lima, siguiendo el libreto establecido por las ceremonias
coloniales.' A pesar de que el proceso por el cual el virreinato peruano se separó de la
Corona española y se convirtió en un Estado no comenzó ni terminó con este acto
simbólico, este es el hito fundacional más recordado en la narrativa de la creación de
la nación. Si bien no es extraño que los rituales nacionales se fijen en los primeros
eventos paradigmáticos para construir una liturgia cívica, lo que es interesante en el
caso peruano es que se tome la proclamación en Lima que no fue siquiera la prime­
ra.2 Pal es así, que dicho acontecimiento es casi el único que se encuentra presente
en la memoria de los peruanos, más allá de algunas referencias a Túpac Amaru, cada
vez menos frecuentes desde el final del gobierno de Juan Velasco Alvarado, así como
a personajes como Mareo Eumacahua, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, José*12

+ Agradezco los comentarios y sugerencias de Fernando Velásqucz, Pablo Ortemberg, Iñigo García
Bryce y Juan Luis Ossa; los errores y omisiones son todos propios.
1. Las ceremonias de proclamación han sido estudiadas con mucho detalle por Ortemberg 2014.
2. Sobre las connotaciones regionales de este fenómeno, véase Sobrevilla Perca 2013.
400 Natalia Sobrevilla L a nación subyacente; de la m onarquía h isp án ica a l E stado en el Perú 401

Olaya o María Parado de* Bellido, que aparecen con menor intensidad en contextos milicianos indígenas a pelear en defensa de la autoridad virreinal y en contra de la
particulares, especialmente los regionales.3 junta de Buenos Aires. El virrey recibió incluso el apoyo de los miembros de las mili­
A diferencia de la mayoría de los países que se establecieron sobre las ruinas cias de castas conformadas por pardos y morenos, los cuales consideraban su servicio
del Imperio Español, en el Perú la historiografía de la nueva nación no se construyó militar como una posibilidad de ascenso social.7Autores como Armando Nieto Vélcz
sobre la base de una narrativa triunfante de la independencia. Parte del motivo fue utilizaron el termino ‘fidelismo’ pitra explicar la lealtad que estos grupos tenían por el
que en el caso peruano se trató de un proceso lleno de avances y retrocesos, en donde rey aun estando ausente. Para ellos, su conexión con la Corona era directa.89
la identificación de los «héroes nacionales» fue siempre difícil, debido a que muchos A pesar de la importancia que tuvo el fidelismo e incluso la abierta defensa del
cambiaron de bando, algunos mis de una vez.4 Si bien en otros de los nuevos Estados rey por parte de peruanos de todo tipo hasta bien entrada la década de 1820, «la
también se dieron estos cambios, otras historiografías nacionales fueron más exitosas historiografía peruana se caracteriza», como argumentara hace ya bastante tiempo el
en encontrar a sus héroes y marcar sus hitos, olvidando a personajes incómodos. historiador canadiense Timothy Anna, «por su eterna fascinación por los patriotas»,'1
El Perú no celebró su bicentenario en el año 2010, como muchos de los países Sin embargo, el solo hecho de llamar patriotas a los que lucharon por la indepen­
de la región, porque en 1810 no se crearon juntas de gobierno que pudieran conme­ dencia resulta problemático: el término era también utilizado por quienes buscaban
morarse doscientos años más tarde, ni se dieron levantamientos semejantes a los de mantener sus lazos con la Península, ya que para ellos la patria era la monarquía
Miguel Hidalgo que, si bien en su momento no fueron exitosos, hoy se recuerdan hispánica.10 Así, la historiografía sobre la independencia en el Perú ha estado obse­
como fundacionales. Ahora bien, ante la ausencia de estos hitos, la historiografía sionada desde sus orígenes por su compleja y tardía culminación, y han sido dos las
peruana institucionalizó una narrativa que basó la idea de la nacionalidad en los interpretaciones principales que hasta hoy siguen de cierta forma vigentes. Según
«precursores», quienes según algunos historiadores se adelantaron a la idea misma de Anna, en el análisis de la experiencia peruana encontramos, por un lado, a los ‘in­
la emancipación.5 Durante el gobierno de Vclasco Alvarado en los años setenta, Tú- tervencionistas’ (en su mayoría extranjeros, como Clcmcnts Markham, Bartolomé
pac Amaru fue posicionado como el primero de estos precursores, cuestión que tomó Mitre y Gonzalo Bulnes) y, por otro, a los ‘nacionalistas’.11*
fuerza cuando, al no poder generar una serie de héroes para el periodo gaditano, la Este trabajo explora cómo la tensión entre estas dos interpretaciones ha lle­
historiografía se concentró en el estudio de las experiencias previas. gado a convertirse en una suerte de prisión historiográfica que no permite ver el
Parte del problema para la historiografía peruana fue que 1810 fue justamente proceso de la independencia con nuevos ojos, ¿Se trata de una ‘nación que existe
el momento en que el virrey José Fernando de Abasad se dedicó, con el apoyo de Ios- desde tiempos inmemoriales y que busca liberarse de la opresión para construir un
americanos y sus milicias, a desmantelar las juntas de gobierno de La Paz y Quito Estado independiente? ¿O se traca, más bien, de elementos históricos y culturales
en 1809, y luego la de Santiago en ISIS-6 La situación en este periodo es incluso que subyacen y a los que apela una maquinaria estatal para construir una idea de
más compleja si se considera que Abascal recibió el apoyo no solo de los criollos, nacionalidad? Con el objetivo de contestar a estas interrogantes, examinaré primero
que en ese momento se conocían como españoles americanos, sino también de los los principales supuestos de ambas posturas historiográficas en los principales textos
indios nobles que, como los caciques Choquehuanca y Pumacahua, llevaron a sus que se han ocupado del tema, desde el siglo XIX hasta la actualidad. Una segunda
sección se concentra en revisar las formas en que ha sido estudiado el concepto de
nación por parte de una literatura más amplia, lo que me permitirá concluir que las
3. Sobre los motivos políticos para la falta de interés por la figura de Túpac Amaru después del diferencias entre estas dos posturas son más aparentes que reales. Luego, analizaré las
gobierno de Vclasco Alvarado, véase Méndez y Granados 2012. Sobre Pumacahua, véase Cahill y posibilidades interpretativas que ha abierto esta nueva perspectiva para el análisis dé­
O ’Phelan Godoy 1992. Para una discusión de los motivos por los que la historiografía incluyó a
las independencias hispanoamericanas.
algunos actores y no a otros, véase Espinoza 2012.
4. Sobre estos vaivenes, véase Rizo-Patrón 2012.
5. Esta visión se ve claramente reflejada en la Colección Documental de la Independencia del Perú 7. Sobre la participación de estos milicianos en estos conflictos, véase Sobrevilla Perca 2011,
(CD1P) producida durante el gobierno del general Juan Vclasco Alvarado para celebrar el sesqui-
8. Nieto Vélez 1960: 9, 146. Véase también Valcárccl 1954.
cenrcnario de la independencia. Esta colección, en más de 80 volúmenes, reúne la selección más
importante de documentos sobre el periodo, poniendo un énfasis especial en los precursores. Para 9. Anna 1979: ix.
un estudio de la importancia de la CDIP, véase Contreras 2007. 10. Sobre los usos del término 'patria', véase Sobrevilla Perca 2007.
6. El trabajo más exhaustivo sobre Abascal es el de Peralta Ruiz (2002), mientras que sus campadas 11. Anna 1979: x, además de la nota 3, en la p. 239. Es interesante notar que ranro Mitre como Bulnes
militares han sido estudiadas por Díaz Venteo (1948). son los autores 'nacionalistas' por excelencia en Argentina y Chile, respectivamente.
402 Natalia Sobrevilla L a nación subyacente.- ele la m on arquía h isp án ica a l E stad a en e l Perú 403

¿ O b t e n id a o c o n c e d id a ? En efecto, si bien el diccionario histórico-biográfico de Manuel de Mcndiburu no se


hizo cargo de los motivos que condujeron a la independencia, su estudio contempla
La historiografía del siglo XIX, como el seminal trabajo de Mariano Felipe Paz una serie de interesantes personajes del periodo, que incluye tanto a quienes lucha­
Soldán, postula que, si bien se había desarrollado un sentimiento nacional o proto- ron por el rey como a los que luego serían considerados precursores, entre ellos Túpac
nacional con anterioridad a la separación de España como resultado de las diferen­ Amaru.19
cias que el gobierno colonial establecía entre los nacidos en la Península y los nacidos Dos estudiosos extranjeros exiliados en Lima examinaron también el proceso
en las Américas, la consolidación de la independencia no fue tarea fácil debido a de la independencia.20 El primero fue Sebastián Lorente, quien comienza la sección
las divisiones internas de la sociedad peruana.12 No obstante, a pesar de esra nota en su manual escolar sobre el tema anotando que «las conquistas lejanas nunca fue­
de cautela, este autor concluye su primer capítulo describiendo a España como «la ron duraderas, y el coloniaje desapareció siempre con la infancia de las naciones».21
Turquía cristiana»; porque pensaba que la metrópolis oprimía a América de la misma Lorente sostenía que, si bien «la heterogeneidad y rivalidades, dificultaban el con­
manera que Turquía lo hacía con Grecia.13 Escribiendo con las fuentes privilegiadas cierto de los peruanos para sacudir el yugo colonial», tanto «la prosperidad de la
de los papeles de Estado peruanos que había conseguido en su calidad de ministro, Confederación angloamericana» como la propagación del espíritu de libertad de la
así como con las cartas de muchos de los participantes en el proceso, Paz Soldán Revolución francesa y la existencia del coloniaje, habían conducido a la independen­
presentó a las rebeliones del siglo XVITI como «pruebas del deseo que se tenía por su cia luego de que «la metrópoli y sus mal adheridas posesiones» recibieran una gran
independencia».14 Además, expuso la forma en que los «patriotas del Perú viendo los sacudida por parte de los ejércitos napoleónicos.22 Así, el historiador liberal español
progresos de San Martín no cesaban de excitar su patriotismo para que viniera en ve en el levantamiento de Aguilar y Ubalde en el Cuzco en 1805 una lejana reper­
auxilio de estos pueblos que ansiaban su libertad»,15 cusión de la derrota de las armadas francesa y española en Trafalgar esc mismo año.
Con todo, Paz Soldán era consciente de que las diferencias sociales «demoraban Otra visión en la misma línea fue la de Benjamín Vicuña Mackenna, quien
o entorpecían la manifestación de los sentimientos patrióticos». Él consideraba que no perdió la oportunidad para describir la independencia peruana como una gran
«la abundancia de castas índica y Etiópica» y la «dificultad que hay de reunir los sen­ epopeya de héroes. Según el autor chileno, «el Perú no es huérfano de la santa ma­
timientos que pueden ser uniformes entre los Americanos blancos y los indios por ternidad del año X, Es su hijo legitimo como el resto de sus hermanos de América».23
lo menos para combinar un plan seguro de sacudimiento» habían obligado a que la Vicuña Mackenna trazó incluso los orígenes de la independencia peruana en las rebe­
independencia se consiguiera con «una fuerza que apoyase sus movimientos».16 Esta liones de Gonzalo Pizarro, esgrimiendo con claridad una línea de continuidad entre
fuerza eran los ejércitos de José de San Martín y Simón Bolívar, que, a su juicio, no estos levantamientos en contra de la Corona y los de mediados del siglo XVIII y Tú­
disminuyeron los sentimientos patrióticos de los peruanos, sino que, por el contra­ pac Amaru,24 Con ello, Vicuña Mackenna concluye que, en realidad, el Perú habría
rio, habrían hecho posible su separación definitiva de España.1 sido el primer lugar donde se habría llevado a cabo la insurrección contra España.
Sin pronunciarse sobre la independencia misma, en su tesis doctoral sobre la Estos trabajos entienden a la nación peruana como un proyecto que antecede
historiografía peruana, José de la Riva-Agüero presentó a Paz Soldán y a Manuel de el proceso de independencia. Para estos autores, la idea de la nación se origina en
Mcndiburu como los dos historiadores peruanos más importantes del siglo XIX.18 el momento mismo de la Conquista con la unión de la experiencia española con la
indígena y el mestizaje cultural. Esta es la misma visión que caracteriza el trabajo
de José. Agustín de la Puente y Candamo.25* En su libro de síntesis sobre el proceso
12. E! reciente trabajo de Francisco Quiroz (2012) examina el desarrollo de las ideas de patria y nación
desde el periodo colonial hasta mediados del siglo XIX.
13. Paz Soldán 1868: 18. 19. Sobre Mcndiburu y su trabajo histórico, véase Sobrevida Perca 2008 y Méndez 2008.

14. lbíd„ p. 26, 20. Sobre estos autores de textos escolares, además de algunos anteriores, véase Espínoza 2012.
21. Lorente 1866: 172.
15. Ibíd., p. 29,
22. Ibíd., p, 174.
16. Ibíd., p. 27,
17. Su erudito t rabajo en dos tomos estudia todos los sucesos políticos y militares entre 1822 y 1827, y 23. Vicuña Mackenna 1971 11864J: 13.
los acompaña con una profusión de fuentes documentales, principalmente cartas de la época (Paz 24. Ibíd., pp. 55-57.
Soldán 1870-1874). 25. Es(a es la idea central de rodos sus trabajos: desde su tesis doctoral sobre San Martín publicada
18. Riva-Agüero 1910. como libro en 1948 hasta su libro de síntesis más importante (Puente Candamo 2012).
N a ta lia Sobrevilla l a nación subyacente: de la m on arquía h isp án ica a l E stado en el P eni
404 405

(aparecido en 1992 y reimpreso en 2012), De la Puente propone que «la indepen­ que, por el contrario, el Perú colonial no habría estado compuesto por ‘peruanos’,
dencia es la creadora del Estado, pero no la creadora del Perú; la comunidad peruana sino que su sociedad habría sido «altamente estratificada y diferenciada» por criterios
es anterior».26 Se trata de una comunidad que se inicia con la primera ocupación económicos, raciales, culturales y legales.3132Por otro lado, se mostraron convencidos
del territorio hace veinte mil años en Olivareros, Toqucpala y Lauricocha, que se de que la élite «no había clarificado ni desarrollado la conciencia de sí misma como
enriquece con el desarrollo del Tahuantinsuyo, pero que solo cobra sentido con la un grupo distinto y opuesto a España».12 A pesar de que el argumento se basaba en
llegada de los españoles cuando se da el mestizaje entre culturas. Aun reconociendo los pocos cambios que habrían ocurrido en la economía colonial y en la dependencia
la importancia del declive de la monarquía hispánica que coincide con el fin del que esta mostraba en relación con las grandes economías internacionales, muchas
imperio, De la Puente considera que la emancipación, que ve como sinónimo de de sus ideas se entretejían con las discusiones más amplias sobre la independencia
independencia, fue un desenlace natural de un proceso de gradual desarrollo de con­ en el continente y las repercusiones que tuvieron en América las sucesivas crisis en
ciencia influido en no poca medida por los procesos revolucionarios de America del la Península, especialmente luego de las abdicaciones reales en Bayona y la invasión
Norte y Francia.27 napoleónica de 1808.
A pesar de la popularidad de estas narrativas — las cuales dominaron la his­ Las interpretaciones que se sucedieron fueron, en gran medida, reivindicatorías
toria oficial y llegaron a su punto de apogeo durante las celebraciones del sesqui- con la historiografía previa y fue justamente en este momento que apareció la monu­
centenario en la década de los setenta a través de la publicación de la monumental mental obra en siete volúmenes de Germán Leguía y Martínez sobre el Protectorado
Colección Documental de la Independencia del Perú por un equipo de científicos de San Martín, obra que había permanecido inédita desde los años veinte y que
sociales y militares cercanos al régimen de Velasco Alvarado— , el gran debate sobre resaltaba la heroica participación de los peruanos en la independencia.33
la independencia peruana, que ha dominado la escena desde ese momento hasta La visión estructuralista y marxista que privilegiaba el estudio de los grupos so­
ahora, fue el desatado por Heraclio Bonilla y Karcn Spalding en su famoso artículo ciales y de la economía, propuesta por Bonilla y Spalding, fue retomada por algunos
«La independencia del Perú: las palabras y los hechos», donde acuñaron el término autores como Alberto Flores Galindo, quien consideró que, aun cuando no había
‘independencia concedida .2íi Rebatiendo lo que ellos denominaron como historio­ sido posible para los criollos de las élites de Lima romper con las estructuras de la
grafía tradicional, ambos autores se concentraron en mostrar cómo la separación de sociedad colonial incluso después de consolidada la independencia, el levantamiento
España no se habría dado si no hubiera existido el interés de otros de «conceder» a de Túpac Amaru había sido una opción más nacionalista.34 Flores Galindo muestra
los peruanos la libertad. Gran parte de la discusión se centró en demostrar que el también cómo la élite mercantil de Lima había apostado por mantener el statu quo y
proceso no había sido una verdadera revolución y que la gran mayoría de peruanos, había invertido demasiado dinero en esta empresa para cambiar de bando fácilmen­
sobre todo los indios, se había mantenido ajena a las luchas, sirviendo de poco más te. Kn su opinión, para que hubiera existido una revolución, debería haberse dado un
que de carne de cañón. quiebre dentro de la clase dominante, cosa que a su juicio no sucedió.35 La aristocra­
La visión marxisca y estructuralista presentada por Bonilla y Spalding resaltaba cia temía a la plebe que, por otro lado, mostraba un sentimiento antiespañol, pero no
que la independencia no había significado de manera alguna «la quiebra del ordena­ logró articularlo más allá de la protesta puntual contra individuos particulares. Una
miento económico y social de carácter colonial que continuó vigente hasta el ocaso vez más, las divisiones sociales fueron las que impidieron, a juicio de este autor, una
del siglo XIX».2l) Luego de una somera revisión de la historiografía, presentaron una respuesta unida para separarse de la metrópoli.36
crítica a la idea de que la independencia había sido el resultado de «una toma de
conciencia colectiva la cual, a su vez sería la manifestación más evidente de la mesti­ 31. Bonilla y Spalding 1972; 19.
zación de la población peruana».30 Estos autores rechazaron esta visión por dos mo­ 32. Ibíd., p. 57.
tivos principales: por un lado, no creían que se hubiera dado tal ‘mestización, sino 33. Editada por Alberto Tauro del Pino, la publicación de este trabajo fue posible gracias a la Com i­
sión del Scsquicentenario de la Independencia (Leguía y Martínez 1972).
34. Flores Galindo 1996: 371-384.
26. Puente Gandamo 2012: 10.
35. Ibíd,, p. 210- 211.
27. Ibíd., p. 12.
36. Esta visión de las grandes divisiones raciales reproduce el argumento racial del virrey Manso de
28. Bonilla y Spalding 1972,
Velasco, quien en sus memorias menciona que es imposible que negros e indios en Lima se solida­
29. lbíd.,p. 15. ricen porque se odian (agradezco a Pablo Ortcmbcrg por esta precisión bibliográfica). Esta visión
30. Ibíd., p. 18. es puesta en cuestión por el trabajo de Jesús Cosamalón, que muestra como los matrimonios
406 N a ta lia Sobrevilla L a n ación subyacente; de la m on arquía h isp án ica a l E stad a en el Perú 407

Jorge Basadre, principal historiador de la república, reaccionó ante el texto de anticoloniales.43 O ’Phelan, sin embargo, no se refiere en ningún momento al nacio­
Bonilla y Spalding con un libro que se concentró principalmente en la cuestión de la nalismo y, por el contrario, utiliza una de las premisas principales de Bonilla y Spal­
contingencia en la historia y que centra el tema de la independencia sobre la base de ding señalando que, para comprender los levantamientos contra el sistema colonial
la comparación con otras revoluciones.37 Si bien coincide con muchos autores en que que ella estudia y que van de mediados del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XIX,
la independencia se desencadenó por la crisis napoleónica en España, Basadre rescata es impórtame tomar en cuenta el ángulo regional. Más aún, O ’Phelan concibe el
en el caso peruano la importancia de las rebeliones de Tacna en 1811 y 1813, así sur andino como el espacio que comprende el territorio que va desde Nueva Gra­
como la de Huánuco en 1812, pero sobre todo el levantamiento de 1814 en el Cuz­ nada y Quito hasta Buenos Aires.44 Esta autora no cree que sea posible entender las
co, que considera fundacional en la lucha por la independencia,38 Basadre rechaza la dinámicas del sur del Perú sin considerar lo sucedido en la Audiencia de Charcas,
tesis de que la revolución del Cuzco se diera más contra lama que contra Madrid, que ella denomina en todo momento como el Alto Perú, para diferenciarlo del Bajo
y se muestra convencido de que en dicha experiencia se aprecia una idea clara de lo Perú. Queda claro, entonces, que en su visión de la independencia la cuestión de una
que es el Perú, utilizando como evidencia los versos patrióticos de Mariano Melgar.39 ‘nacionalidad’ que subyacc en un Perú, delineado de la misma manera como es el
Está convencido, además, de que, si hubiese logrado sus objetivos máximos, de la Perú actual, no es posible. Es más, O ’Phelan describe como anacrónica la óptica que
revolución de 1814 «habría surgido un Perú nacional, sin interferencias desde afuera ha fragmentado el estudio de la identidad del sur andino a través de esta «imaginaria
y con una base mestiza, indígena, criolla y provinciana».4'1 línea divisoria»,4546789A pesar de ello, en ningún momento, ni en este texto, ni en los
Para este autor, fue el fracaso de la rebelión de 1814 en el Cuzco lo que llevó a muchos otros que ha escrito y editado sobre el periodo, aprovecha la oportunidad
los peruanos a necesitar apoyo desde el exterior para lograr su independencia. Basa­ de entrar de lleno en el debate sobre la nacionalidad.4f’ A pesar de ello, otros autores
dre es muy consciente, como lo había sido desde un principio incluso Paz Soldán, han tomado este artículo, especialmente por su título: «el mito de la independencia
de recordar las divisiones sociales en el Perú y, en este sentido, sus análisis no estaban concedida», como un ataque directo a la tesis de Bonilla y Spalding.
tan lejos de los de Bonilla, Spalding y Flores Galindo, los cuales son bastante críticos Uno de estos autores es Carmen Me Evoy, quien, en el ensayo que escribiera a
de la situación social de fines del periodo colonial. La diferencia principal es que finales de los noventa sobre el motín en contra de Bernardo de Monteagudo en Lima
Basadre se negó a aceptar la idea de que la independencia le hubiera sido simple­ y la forja de la cultura política en Lima entre 1821 y 1822, posiciona su discusión
mente otorgada a los peruanos, ya que a su juicio ello no tomaba en consideración directamente en la teoría europea de la construcción de naciones contraponiendo lo
la importante participación que habían tenido muchos peruanos de todos los grupos que llama la nación contractual de tipo francés con la nación cultural de raigambre
sociales en las etapas bélicas que él identificaba: la sanmartiniana, la peruana y la alemana.4 Ve en el caso peruano una imbricación de ambas tendencias, con los
bolivariana.41 Luego dedica una de las secciones finales de su libro a una revisión de monárquicos representando la visión cultural mientras que los republicanos favore­
la forma cómo se había forjado una identidad común en el espacio peruano, no solo ciendo una nación contractual.^Descarta la posición de Bonilla y Spalding argumen­
desde la Conquista española sino desde tiempos del Tahuantinsuyos12 tando que, más que una independencia concedida’, se trató de una independencia
Uno de los trabajos más interesantes de la crítica a Bonilla y Spalding es el de controlada, en la que las élites de la costa y de Lima buscaron mantener sus privile­
Scarlett O ’Phelan Godoy, quien cuestiona la idea de que no hayan existido programas gios y detener el «desborde social» que veían en las montoneras que asediaban la d u ­
dad T Aunque Me Evoy no cree que haya sido una nacionalidad preexistente la que
entre razas eran mucho más comunes en lugares como el Cercado de Lima, que lo que se creta
luchó por la independencia, sí cree que en reacción a las propuestas de Monteagudo
(Cosamalón 1999).
37- Basadre 1973,
43- O ’Phclan Godoy 1987.
38. Sobre estos levantamientos y su relación con el juntismo en el Rio de la Plata, véase Sobrevilla
Perca 2013, 44. Ibíd„p. 199.

39. «F.l peruanísimo contenido de la revolución de 1814 tiene un hermoso símbolo en el hecho de que 45. Ibíd., p. 149.
se unió al ejercito patriota desde Chuqu¡bamba, antes que entrase en Arequipa, Mariano Melgar» 46. Uno de los libros más importantes que reúne una serie de estudios monográficos sobre el periodo
(Basadre 1973: 133). es el que compiló Scarlett O'Phclan Godoy (2001),
40. Basadre 1973: 146. 47. Me Evoy 1999. Cita para esto el trabajo de Brubakcr (1994: 6),
41. Es interesante, sin embargo, que solo le dedique un pártalo a la etapa peruana (Basadre 1973: 134-176). 48. Me Evoy 1999: 10.
42. Basadre 1973:238-242. 49. Ibíd,, p, 16-
408 N a ta lia Sobrevilla ÍM n ación subyacente: de la m on arquía h ispdn ica a l Estado en e l Perú 409

emergió una idea de la nación peruana «imaginada por la élite intelectual y económi­ Magdalena Chocano y Patricia Marks, así como los procesos políticos debido a los
ca de Lima».5051Esta autora critica a la historiografía reciente sobre la independencia detallados trabajos de Cristóbal Aljovín de Losada, Víctor Peralta Ruiz, Nuria Sala i
(principalmente a Bonilla y vSpalding) por lo que ella considera es sentirse avergonza­ Vila y Ascención Martínez Riaza.56
do «en torno al nacimiento del Perú a su vida nacional». ’’ En trabajos más recientes, A pesar de la importancia de las muchas y complejas críticas a la historiogra­
Me Evoy ha recalcado que, si bien los actores del momento tenían un sentido de fía producida sobre la independencia presentes en todos estos trabajos, es necesario
patria, no «poseían el concepto de nación, según lo entendemos actualmente»; sin considerar que la idea de la nación que subyacc y que emerge para luchar por su
embargo, algo debían entender por este concepto para «levantarse y estar dispuestos independencia sigue ocupando un lugar importante en el debate, como lo muestran
a matar y dejarse matar por la causa de la independencia nacional».52 trabajos más recientes como el de Alejandro Rey de Castro Arena, quien considera
Otros autores como Gustavo Montoya continúan complcjizando la compren­ que lo más importante del periodo 1780-1820 fue la formación de la nacionalidad
sión del proceso de independencia. Su respuesta a los planteamientos de Bonilla y peruana, de ahí que estudie a los pensadores más reconocidos de ese tiempo.57 De
Spalding es que los grupos indígenas reaccionaron de maneras muy variadas a las acuerdo con este autor, los peruanos rechazaron el gobierno español y demandaron
experiencias de las guerras de independencia, mostrando cómo en la mayoría de los justicia y mayor autonomía política, cosa que, a su juicio, tenía como fin buscar «un
casos ellos respondieron a los estímulos que se les presentaron con estrategias que gobierno mis nacional».58
buscaba mejorar su situación. Además, en su trabajo, Montoya habla de diversos A través de trabajos como el de Rey de Castro Arena, así como con la reciente
nacionalismos en conflicto,53 Siguiendo a O ’Phelan y a otros autores que se han segunda edición del clisico trabajo de José Agustín de la Puente y Candamo, obser­
enfocado en los estudios regionales, Montoya es muy cuidadoso al considerar las im­ vamos que el debate historiografía? peruano sobre si la independencia fue obtenida1
portantes diferencias regionales entre el sur, el norte y el centro del país.5'1Si bien este o concedida’ sigue muy vigente. Lo que considero más interesante sobre esta cues­
autor presenta una lectura matizada de la historiografía sobre la independencia y en tión es que, a pesar de lo antagónicas de las dos corrientes historiográficas, hasta cier­
particular sobre la preexistencia o no de la nación, no llega realmente a comprome­ to punto comparten una idea sobre la nación y el papel que jugaron o no los actores
terse con ninguna de las dos posturas. Su propuesta se limita a notar que el proceso involucrados en ella. La diferencia principal radica en que, aun cuando para unos la
de la formación de la nación, o de las naciones en conflicto como el las entiende, fue independencia fue la expresión más importante del profundo nacionalismo de los
sumamente complejo. peruanos, para otros no se trató más que de una muestra de lo poco preparados que
En las últimas dos décadas, una multitud de trabajos han revolucionado nues­ estaban tanto los líderes como la sociedad peruana en general para afrontar la idea
tro conocimiento sobre lo ocurrido entre 1770 y 1850, presentado interpretaciones de su nacionalidad. Ambas visiones presuponen, sin embargo, que la nación existía
novedosas sobre una gran variedad de aspectos. La producción ha sido especialmente o que debería haber existido antes del periodo de la independencia y que, por tanto,
prolífica en cuanto a conocer las realidades regionales en el periodo de fines de la había una forma correcta y una ‘incorrecta de afrontar el proceso de la separación
Colonia y comienzos de la república, gracias a lo cual conocemos mucho más sobre de España. Así, al tiempo que unos, los precursores, tomaron la correcta; los otros, a
espacios como Cuzco, Arequipa, Huamanga, Cajamarca entre otros. Los trabajos los que se les tuvo que conceder la independencia, tomaron la equivocada.
de John Fisher, Charles Walkcr, Sarah Chambers, Mark Ihurner y Cecilia Méndez
han mostrado principalmente la importancia de la participación indígena, así como
esta varió en las regiones.55 Entendemos mejor la economía de la transición gracias a
los esfuerzos de Carlos Contreras, Ramiro Flores, Cristina Mazzeo, Alfonso Quiroz,

50. Ibíd., p. 31.


51. Ibíd., p. 49.
52. Me F.voy, Novoa y Palti 2012: 12.
53. Montoya 2002: 32. 56- Contreras 2001, Flores 2001, Chocano 2001, Mazzeo 1999. Quiroz 1993, Marks 2007, Aljovín
54. Ibíd., p, 45, Para estas lecturas se apoya en los trabajos sobre el Cuzco de John Fisher y de Charles de Losada 2000, Peralta Ruiz 2010, Sala i Vila 1996 y Martínez Riaza 1985.
Walkcr, y en los rrabajos sobre Ayacucho de Cecilia Méndez. 57. Rey de Castro Arena 2008.
55. Fisher 1979, Walker 1999, Chambers 1999, Thurncr 1997 y Méndez 2005. 58. Ibíd., p. 17.
410 N a ta lia So brev illa L a nación subyacente: de la m on arquía h isp án ica a l EsUtdo en el Perú 411

B u s c a n d o u n a n a c ió n grupos étnicos o culturales».63 Piensa, en cambio, que la existencia de la nación de­


pende de un nacionalismo particular.66
La idea de la nación concebida como una entidad que subyace y antecede al periodo Anderson, a diferencia de Gellner y Hobsbawm, no basa sus estudios en las
de la emancipación y que debe luchar para alcanzar, en las elocuentes palabras de experiencias europeas, sino en los espacios coloniales y, a pesar de que su área de
De la Puente, «la mayoría de edad id independizarse», comenzó a ser cuestionada especialidad es el sudeste asiático, su teoría sobre las «comunidades imaginadas» le
gracias a la lecrura en Hispanoamérica de los trabajos de Ernesc Gellner, Benedict debe mucho a su interpretación de las experiencias americanas. Uno de los capítulos
Anderson y Eric Hobsbawm, quienes argumentaron que la nación era en gran me­ más importantes de su libro está dedicado a lo que denomina los pioneros criollos,
dida una construcción, una creación con una historicidad particular.'' El concepto quienes, a su juicio, fueron los primeros en desarrollar un nacionalismo en oposición
de las «comunidades imaginadas» de Anderson, así como el de la «invención de la a la metrópoli.67
tradición» de Hobsbawm, revolucionaron la manera de pensar las naciones y dieron Una de las ideas centrales de Anderson es que tanto la nación como el nacio­
nuevos bríos a las investigaciones sobre la independencia.5960612Las investigaciones de nalismo son artefactos culturales de un tipo en particular y que para comprenderlos
Hobsbawm demostraron que muchas de las tradiciones que parecían tener una lar­ es necesario entender cómo se han desarrollado históricamente y cómo han cam­
guísima historia eran más bien bastante modernas y que incluso algunas de ellas no biado sus significados a lo largo del tiempo.68 Su concepción de la nación como
eran más que invenciones.01 una «comunidad imaginada» a partir de la cultura escrita, y en especial la prensa, es
En su trabajo sobre la nación y el nacionalismo, el historiador marxista bri­ particularmente sugerente y ha sido adoptada por casi todos los estudiosos de la na­
tánico sigue de manera detallada las ideas de Ernest Gellner, quien declara que las ción. Esto, a pesar de las fuertes críticas de los historiadores latinoamericanistas, que
«naciones, como naturales y enviadas por Dios para clasificar a los hombres, como consideran que prácticamente todo lo que presenta Anderson en su capítulo sobre la
inherentes a pesar del largamente demorado destino político, son mitos».67 Tanto independencia de la región es falso.60
Gellner como Hobsbawm están de acuerdo en que el nacionalismo muchas veces Fran^ois-Xavicr Guerra es particularmente crítico de la aseveración de Ander­
roma las culturas preexistentes y las transforma en naciones, a veces inventándolas y son de que haya sido la prensa periódica la que llevó al desarrollo de una identidad
a menudo destruyendo esas culturas en el proceso de la construcción de la nación.63 nacional distinta de España y que esta haya resultado finalmente en las guerras de
La diferencia entre estos autores está en que Gellner se concentra en la creación independencia. Guerra no coincide con Anderson porque dice que, en la mayoría de
estatal de las naciones, mientras que Hobsbawm busca entender a la sociedad en los casos, estos periódicos no existieron hasta por lo menos 1808; en algunos lugares,
su conjunto. Ambos estudiosos coinciden, sin embargo, en que la nación moderna en efecto, el arribo de la prensa fue tan tarde como 1812. Guerra considera que las
como la entendemos hoy en día surge a partir de la Revolución francesa y que no es publicaciones como el Mercurio Peruano no lograron un éxito comercial o un tiraje
hasta mucho más entrado el siglo XIX cuando en Europa se comienza a entender la importante porque no fueron de lectura generalizada y que, debido a la falta de sus-
nación como ligada intrínsecamente a la lengua y a la religión.64 Gellner concluye criptores, estas publicaciones enfrentaron grandes dificultades económicas,70 Como
que «las naciones no están inscritas en la naturaleza de las cosas». No cree tampoco casi todos los estudiosos de la nación, Guerra está convencido de que la intuición
que «los Estados naciones sean las manifestaciones finales ni el destino final de los de Anderson sobre la importancia de la prensa para la creación de una identidad
nacional es la correcta, pero que en el caso de America Latina no pudo comenzar
realmente hasta que se inició el proceso revolucionario en 1808. Desde entonces, y

59. Anderson 1992 y Hobsbawm 1990. 65, Gellner 1983:49.


60. Esto a pesar de algunos cucsdonamientos que se hicieron particularmente a la noción de «Creóle 66- Ibícl., p. 55-
pioneers», donde se explica el nacionalismo de los criollos americanos. 67. Anderson 1992: 47-65.
61. Hobsbawm y Ranger 1983: 1, 68. lbíd„ p. 4.
62. Todas las traducciones del inglés son mías. Gellner 1983: 48-49. 69. Una de las críticas más Importantes que se hace a Anderson, desde los estudios latinoamericanistas,
63. Gellner 1983 y Hobsbawm 1990: 10. se encuentra en la colección editada por Caatro-Klaren y Chastccn 2003.
64. Hobsbawm 1990: 19. 70. Guerra 2003: 5-6.
412 N a ta lia S o b rm lla L a nación subyacente; de la m o n an p iía h isp án ica a l E stado en e l Perú 413

particularmente desde la creación de los nuevos Estados, la prensa periódica jugó un los que se centraron en los Estados nacionales más adelante en el siglo XIX, siguieron
papel importante en la forja de las identidades nacionales.71 esta línea y concluyeron que fueron estos Estados los que construyeron las naciones.
Guerra, sin embargo, concuerda con uno de los presupuestos principales de Estos trabajos están en gran parte influenciados por Max Weber, ya que entienden
todos estos teóricos: que la nación es producto de la modernidad. En su clásico Mo­ al Estado como una organización política capaz de detentar el monopolio del uso
dernidad e independencias presenta como idea guía que fue justamente: legítimo de la violencia. Esto se ve claramente en el volumen editado por James
Dunkcrlcy en el año 2002, donde los autores ven el proceso de la construcción de la
[...] la irrupción de la modernidad en una monarquía hispánica del Antiguo Régimen, nación como uno que se extiende incluso hasta bien entrado el siglo XX.76
va a desem bocar en la desintegración de ese conjunto político en múltiples Estados Sin embargo, no todos los aurores que trabajan el tema están de acuerdo en que
soberanos uno de los cuales será la España actual.7' el proceso de la construcción de la nacionalidad se inicia con la independencia. Para
David Brading, el desarrollo de una conciencia propia comienza desde el periodo
Para Guerra, la modernidad es la «invención» del individuo como sujeto nor­ colonial cuando se produce lo que él ha denominado el patriotismo criollo’,77 Es­
mativo de las instituciones, así como la transferencia de la soberanía al pueblo.7174Ya tudiando principalmente el caso de México, Brading concluye que ya desde el siglo
no se trataba de sociedades de cuerpos, sino, más bien, de asociaciones: XVIII habría existido una visión clara de pertenecer a una patria diferente de Espa­
ña, y que para formar una identidad los mexicanos se habrían apropiado de muchos
La nación en un sentido antiguo remite al pasado, a la historia —real o mítica— de de los símbolos prehispánicos.
un grupo humano que se siente uno y diferente de los otros. La segunda, la nación
moderna, hace referencia a una comunidad nueva, fundada en la asociación libre de los Sin embargo, como lo muestra el reciente trabajo de Scott Eastman, tampoco
habitantes de un país; esta nación es ya por esencia, soberana y para SUS forjadores se se puede realmente separar este sentimiento patriótico producido por las élites no-
identifica necesariamente con la libertad.7,1 vohispanas de los discursos de pertenencia desarrollados por clérigos en ambos lados
del Atlántico que hablaban de una ‘patria que cubría los dos lados del Atlántico.78
La tesis de Guerra — que la irrupción de la modernidad lleva al fin de la mo­ Existen entonces varias patrias que son compatibles y superpuestas: por un lado, se
narquía hispánica y a la disgregación en una serie de nuevos Estados— enfrenta dos habla de ‘patrias chicas’, que son parte de las identidades locales y que son comple­
graves inconvenientes cuando se traslada de la Península a América. Por un lado tamente compatibles con una idea de una ‘patria americana’ e incluso con una patria
y como lo hace notar el mismo Guerra, las diferencias entre las élites del reino de más amplia, donde cabe toda la monarquía hispánica. El proyecto de lberconceptos,
Gastilla y las de América son muchísimo menores que las que se encuentran dentro liderado por Juan Fernández Sebastián desde la Universidad del País Vasco, se ha
de la misma Península Ibérica, donde en Cataluña, el país Vasco y Galicia se hablan dedicado en la última década a comprender, utilizando el marco de la historia de los
incluso otras lenguas. ¿Cómo es posible entonces imaginar comunidades diferentes conceptos, qué se entendía exactamente por patria, nación y pueblo en este periodo
basándose tan solo en diferencias que no vienen a ser mucho más que administrativas en los diferentes espacios geográficos atlánticos.79
y geográficas? El segundo problema es que le es difícil argumentar que esta moderni­ Una de las tesis más extendidas sobre las razones para las independencias es la
dad de la que se vale para describir el advenimiento de la nación se hallaba de alguna propuesta por John Lynch, quien considera que, si bien el proceso fue precipitado
forma generalizada en América en el momento de la independencia. Su solución a «por un shock externo», el deseo por la emancipación «fue la culminación de un
ambos problemas es argumentar que en gran medida las nuevas naciones americanas largo proceso de alienación por el cual los españoles americanos tomaron concien­
se construyeron desde las ciudades, donde la modernidad estaba más extendida.75 cia de su propia identidad, de su propia cultura y se volvieron celosos de sus pro­
Por ello, según Guerra, la construcción de las naciones se tiene que dar necesa­ pios recursos».80 Uno de los temas que a su juicio más molestó a los criollos es la
riamente una vez conseguida la independencia. Muchos de los estudios, sobre todo
76. Véase la cita de Max Weber en Dunkcrlcy 2002: 3.
77- David Brading presenta esta idea en varios de sus libros, pero la síntesis se encuentra en Brading
71. Guerra 2003.
1983. El término patriotismo criollo' ya lo había usado Collicr 1967, recientemente traducido al
72. Ibíd,, p. 12. español por Ivan Jaksic y Juan I.uis Ossa.
73. Ibíd., pp, 87-88. 78. Eastman 2012: 21-22.
74. Ibíd., pp. 319. 79. Véase <http://www.ibcrconccptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo-ibcroamcricano>.
75. Ibíd., pp. 320-327. 80. Lynch 197,3: 1.
N a ta lia Sobrevilla L a nación subyacente; de Lr m on arquía h isp án ica a l E stado en el P en i
414 415

percepción de que no lograrían obtener cargos públicos.81 Este descontento de los Hamnett sostiene que fue principalmente en México y en Perú, los dos virreina­
americanos, según Lynch, se originaba en las reformas borbónicas, a las que llamó tos más antiguos y consolidados, donde el fidelismo fue más exitoso y desde donde
«la segunda conquista de América».82 Al igual que Brading, Lynch considera que se intentó preservar la integridad de la monarquía. Las élites de estos dos virreinatos
muchos de los escritos hablaban de una ‘patria americana que se establecía como temían perder sus posiciones con la separación de España, lo cual las hacía muy di­
diferente de España. No obstante, este espacio era muy grande e incluso vago para ferentes de las del Río de la Plata y Venezuela.8 Uno de los principales medios para
imaginarlo homogéneo y fue por eso que se habrían creado identidades más peque­ mantenerse fieles a la monarquía fue participando en el proceso gaditano y poniendo
ñas basadas en los espacios administrativos, como las Audiencias, o las provincias en práctica la Constitución sancionada en 1812.88 Muchos se mantuvieron fieles aun
que, por supuesto, tenían orígenes prehispánicos, además de lógicas económicas y después del retomo de Fernando al trono; incluso a partir de 1815 se dio un intento
geográficas propias.8' bastante exitoso de retomar el control de América, y fue el Río de la Plata el único
Por otro lado, se desarrolló toda una vertiente que consideró insuficiente esta espado que no se logró reconquistar. Fue tan solo con la segunda crisis peninsular
explicación, ya que de haber sido tan grande el descontento la pregunta es por que no durante el trienio liberal que la causa americana fue realmente perdida para España
se convirtió en masiva la independencia antes de la invasión napoleónica a España y y, aun así, en el Perú, los realistas lograron controlar un importante espacio hasta la
por qué, aun después de dada la invasión, el proceso de independencia demoró más Capitulación de Ayacucho en 1824.
de una década en ser realmente exitoso. Esta fue la interpretación presentada desde En cuanto a la nación y la independencia, Hamnett concluye que;
los sesenta por historiadores franceses como Pierre Chaunu, cuyo trabajo inicial-
mente publicado en Estrasburgo, en 1963, fue reeditado en la colección de Heraclio La relación entre la disolución de la monarquía hispana en la América continental y el
Bonilla sobre la independencia en el Perú.84 Aquí primaba una interpretación estruc- nacionalismo y la formación de naciones no resulta de ninguna manera clara. No fue el
caso que naciones incipientes estaban luchando contra un sistema imperial injusto por
turalisia que consideraba que las independencias no habían sido realmente revolu­
emanciparse. No hay evidencia para comprobar tal tesis. Todo lo contrario: cuando se
cionarias, ya que las estructuras sociales y económicas de las sociedades americanas se quebró el Imperio Español en América continental, los nuevos dirigentes no intentaban
mantuvieron casi intactas después de la separación de la metrópoli. formar una serie de naciones independientes, sino conservar la mayor unidad e integri­
Lino de los autores que más ha contribuido a comprender esta problemática dad territorial de las antiguas divisiones políticas que podían.Hy
es Brian Hamnert, quien ha sido uno de los pocos, junto con Timothy Anna, que
ha estudiado no a quienes lucharon por la independencia, sino más bien a los que Esta visión se enfrenta directamente a una posición nacionalista, no solo pe­
buscaron mantener sus vínculos con la Península.8586La pregunta que guía a este histo­ ruana, sino a la que hace pocos años celebró los bicentenarios nacionales en México,
riador inglés es ¿cómo fue posible que el sistema imperial durara tres siglos? Hamnett Venezuela, Colombia, Chile y Argentina y que una vez más realzó la importancia de
considera que el triunfo final del separatismo no era inevitable y que los Estados que las naciones luchando por su separación de España con actos públicos y efemérides
se crearon en: variadas. Esto a pesar de la importante renovación historiográfica que se veía preci­
samente en esos países y que ponía en cuestión las visiones nacionalistas con lecturas
(...] la América española continental, no fueron necesariamente «nacionales», sino que mucho más matizadas de los procesos. Muchos de estos trabajos se enriquecieron
representaron una variedad de entidades en las que muchas de las distinciones jurídicas, con los encuentros académicos que se dieron desde inicios del milenio y cada vez
étnicas y sociales, heredadas de la época colonial, sobrevivieron.Rft
con más fuerza a partir de los doscientos años de la toma de la Península por Napo­
león; estos encuentros han buscado entender cómo se pasó de una idea de identidad
basada en una monarquía hispánica donde era posible tener varias nociones de per­
81. Este punto influenció directamente a Andcrson, pero ha sido ya probado por trabajos posteriores tenencia superpuestas, a una idea de identidad nacional.
como los de Mark Burkholdcr y David Chandler que, en realidad, el acceso a los cargos públicos
no se vio tan restringido como supuso Lynch. Véase Burkholdcr y Chandler 1977.
82. Lynch 1973:7.
83. Ibíd., pp. 24-36.
84. Chaunu 1972. 87. Hamnett 2011; 359.

85. Hamnett 2011: 13. 88. Sobre el impacto de esta en América, véase el volumen editado por Eastman y Sobrevilla (2015).
86. Ibíd., p. 14. 89. Hamnett 2011: 372,
416 N a ta lia Sobrevida L a nación subyacente: de la m onarquía h isp án ica a l E stado en e l P en i 417

Uno de los enfoques que ha resultado de mayor utilidad es el que han propuesto Más bien, cuando se desencadenaron los eventos en España, las circunstancias en
José Carlos Chiaramonte, Francois-Xavier Guerra y Antonio Annino en cuanto a lo América habían cambiado.
que ellos llaman la retroversión de la soberanía: la idea de que una vez que el rey se Otro factor que no se ha mencionado mucho en toda esta abultadísima his­
ausenta la soberanía vuelve a los pueblos, es decir, los mismos que con anterioridad toriografía es el de la contingencia de la guerra y de cómo el armar a poblaciones
habían otorgado la soberanía al rey.™ La intensidad de la crisis de 1808 se debió a que muy heterogéneas fue abrir una caja de Pandora que ya no se pudo volver a cerrar.91
la monarquía hispánica de antiguo régimen se enfrentó a una crisis constitucional Cuando la junta de Buenos Aires decidió mandar tropas al Alro Perú, con la visión de
sin precedentes. El rey abdicó y el nuevo rey abdicó ante una autoridad extranjera y controlar el espacio que las reformas borbónicas habían designado bajo su control,
fue tomado prisionero. Esto era algo nunca antes visto y que no podía solucionarse se encontraron con que las realidades del sur andino eran mucho más complejas de
tan fácilmente. La ausencia del rey llevó a la búsqueda de una autoridad legítima, lo que podían haber imaginado. Las provincias del sur del virreinato peruano había
y fue esto lo que precipitó, según Guerra, el salto de la monarquía hispánica a la resentido la disgregación de esta zona en 1776 con la creación del virreinato del Río
modernidad, ya que se tuvo que encontrar rápidamente una nueva base de legitimi­ de la Plata y vieron en la lucha por el control de la Audiencia de Charcas la oportu­
dad, cosa que hicieron primero la Regencia y luego las Cortes. Para Francois-Xavier nidad de volver a dominar un territorio que sentían muy cercano.
Guerra, las elecciones fueron la revolución, pues fue gracias a este mecanismo, uno Muchos otros conflictos se sucedieron de manera similar a lo largo de todos
netamente moderno, que se buscó y encontró la legitimidad. Si bien el concepto de los espacios ocupados por la monarquía hispánica y llevaron en algunos lugares a
la modernidad propuesto por Guerra ha sido puesto en cuestión, no se puede negar enfrentamientos bélicos de gran envergadura. Otras partes de la monarquía en Amé­
que todas las partes de la monarquía hispánica debieron enfrentarse al problema de rica, especialmente los que habían tenido una colonización más establecida, como
la acefalía y la consecuente búsqueda de una forma de cubrir esta de una manera que México, Guatemala y Perú, se mantuvieron fieles a la Corona y en el caso de Ciudad
pudiera ser articulada como legítima. de México y Lima se convirtieron en los centros de la contrarrevolución. Francois-
Xavier Guerra habla de la importancia del binomio 1808-1810. Por supuesto, este
fue central, ya que fue en esc momento que se desencadenaron la mayoría de Ios-
A MANERA DE CONCLUSIÓN
eventos políticos que hemos reseñado, a pesar de los tempranos ejercicios juntistas
de Chuquisaca, La Paz y Quito en 1809. Sin embargo, hubo otros momentos clave
La crisis imperial no se dio en un vado. Como lo han mencionado muchos de los
en el proceso, como el retorno de Fernando en 1814, que demostró que el proyecto
estudiosos del rema, las posesiones americanas habían sobrevivido crisis aún más-
gaditano de llevar a la monarquía a la modernidad era extremadamente frágil y, más
agudas y prolongadas, como la guerra de sucesión española (1701-1714). En el caso
aún, el trienio liberal de 1820 a 1823, que terminó de sellar el destino de la América
de la emancipación, la crisis se dio en el marco de las reformas borbónicas, que ya
independiente.
habían movilizado a las poblaciones especialmente en la década de 1780. Este des­
Fueron las guerras también las que, a mi juicio, dieron un brío real a los na­
contento preexistente sirvió de telón de fondo a la crisis revolucionaria, que resultó
cionalismos incipientes. Al iniciarse los procesos de independencia, codos, desde el
ser tan profunda como prolongada. Más aún, las ideas de la Ilustración ya habían
cura Hidalgo en México hasta los juntistas porteños, hablaban de crear una nación
permeado no solo en las capas más altas de las sociedades americanas sino también
americana. Pero, poco a poco, esa visión se fue acortando y las naciones se fueron
en algunos de sus espacios medios e incluso algunos espacios populares, Y las ex­
pensando para espacios cada vez más pequeños. Algunos como Bolívar se rehusaron
periencias de la independencia de las trece colonias (1776), la Revolución francesa
hasta muy tarde a aceptar que las patrias chiras serían las que predominarían ante
(1789) y la revolución de los esclavos que llevó a la creación de la primera república
la gran patria americana. En el caso peruano fue con la llegada de los ejércitos de
de esclavos en Haití (1804) estaban muy presentes no solo en los años cruciales de
San Martín, pero especialmente con los de Bolívar, que la nacionalidad peruana se
1808-1810, sino en roda la década que les sucedieron.
fue delineando con cada vez más precisión en contraposición a los chilenos, colom­
No es que estas revoluciones causaran las independencias; no fue tampoco que
bianos y porteños. Nótese que en el caso de estos últimos no se les conocía todavía
lo hicieran las ideas de la Ilustración o, como ha mantenido la historiografía naciona­
como ‘argentinos, a pesar de que la palabra ya era de uso extendido para llamar a las
lista, que la independencia se haya llevado a cabo debido a las «ansias de ser libres».

90, Annino y Guerra 2003, Chiaramonte 2004. 91. Uno de los estudiosos en haber recalcado la importancia de la guerra es Thibaud 2003.
418 Natalia Sobrevilla L a nación subyacente; de la m on arquía h isp án ica a l E stado en e l Perú
419

personas del Río de la Plata.92 En efecto, a principios de la década de 1820, todavía América o toda la monarquía hispánica, así como existieron muchas versiones de lo
no existía un país llamado Argentina; es más, en el momento de la llegada de San que era la nación o las naciones, estos conceptos van a tener significados completa­
Martín al Perú, esc espacio se encontraba sumido en una profunda anarquía. mente diferentes antes y después de la separación de España y la construcción de los
Aun después de haber sido creados, estos débiles Estados que sucedieron a las nuevos Estados. No fue tanto una «nación subyacente» luchando por liberarse, como
organizaciones coloniales necesitaron un tiempo largo hasta organizarse de una ma­ más bien una nación que se construyó, sobre la base de los elementos culturales que
nera que les permitiera realmente realizar una pedagogía nacionalista estatal. Antes subyacían, una vez que existió un Estado capaz de organizar una pedagogía nacional,
de hacer esto era preciso definir el espacio que iban a cubrir estos nuevos Estados, con símbolos, emblemas, plazas, rituales, historia, además de una serie de elementos
en algunos casos llegando a los enfrentamientos bélicos entre los que hasta hacía para la propagación de estos como la escuela, la prensa c incluso el púlpito.
poco habían sido aliados. Los primeros años independientes van a ser testigos de una
guerra para definir las fronteras nacionales entre Brasil y el Río de la Plata, la cual
culminó con la creación de Uruguay. Así como de enfrentamientos entre Perú y Bo- B ib l io g r a f ía
livia y entre Perú y Colombia. Para 1830 aparecieron nuevos países con el desmem­
bramiento de la Gran Colombia en Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. Sucedió A ljovín de Losada , Cristóbal

lo mismo con la República federal Centroamericana, que se convirtió en 1839 en 2000 Caudillos y constituciones. Peni 1821-1845. Lima: Fondo de Cultura
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Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. En el Perú mismo se
intentó crear una Confederación con Bolivia, la cual tuvo una corra duración entre A n d erso n , Benedict
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I.a separación de la metrópoli tuvo avances y retrocesos, y se debió en gran me­
dida a una confluencia de circunstancias que crearon una tormenta perfecta. Hubo A nna , Timothy
una base ideológica en las ideas de la Ilustración, una base de descontento económico 1979 The Falloftbe Royal Government in Perú. Lincoln: University of Nebraska
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y político con las reformas borbónicas que impusieron una serie de cambios que
revolvieron las aguas; el detonante fue la invasión napoleónica a la Península. Esto
An n in o , Antonio y Fran^ois-Xavier G uerra , eds.
llevó a que estallaran una serie de conflictos que pueden ser caracterizados en todos
2003 Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX. México D. F.: Fondo de Cul­
los casos como guerras civiles. Sin embargo, esto no fue suficiente para aniquilar a tura Económica.
la monarquía hispánica en América. Se necesitó además el regreso de un rey abso­
lutista que desconoció todo lo realizado en su ausencia; fue incluso preciso que se B a sa d r e , Jorge
diera un nuevo periodo constitucional, aun cuando ni siquiera esto fue suficiente en 1973 El azar en la historia y sus limites. Con un apéndice: La serie de probabilida­
el Perú y la independencia solo pudo consolidarse cuando cayó el segundo régimen des dentro de la emancipación peruana. lima: Pablo L. Villanueva.
constitucional y los realistas en los Andes se dividieron entre constitucionalistas y
B onilla , Heraclio y Karen S palding
monárquicos. Solo entonces fue posible la victoria de Ayacucho y la Capitulación,
1972 «La independencia en el Perú: las palabras y los hechos». En La indepen­
que terminó realmente con la relación con España y creó el actual Estado peruano. dencia en el Peni. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
El proceso de la creación de la nación independiente fue largo y complejo, no
solamente en el Perú sino en toda la America Hispana. Para comprenderlo es más B rading , David
útil separarse de la visión nacionalista que quiere ver una 'gesta libertaria’ de héroes 1983 Classical Republicanism and Creóle Patriotism: Simón Bolívar (1783-1830)
que son llamados a dar libertad a su tierra. Si bien existieron ideas sobre la patria and the Spanish American Revolution. Cambridge: Centre of Latín Ameri­
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entendida de manera muy variada e inclusiva, que iba desde la patria más chica’ po­
sible como una ciudad y su hinterland, hasta la más ‘grande’, que podía incluir toda B rubakf.r, Roger
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92. Sobre la creación del nombre de Argentina, véase Chiaramonte, Manchal y Granados 2008,
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D aniel M orán R amos

Para Cam ila, con am or

Americanos: todas las revoluciones han sido siemprefunestas y azarosas, rodas han costado
torrentes de lágrimas y de sangre a los pueblos conmovidos. Pero esta que estamos experi­
mentando nosotros está marcada con tales caracteres de crueldad, de infamia y de
bajeza, que su historia jamás llegará a la posteridad, sin que esta se llene de asombro c
indignación contra sus detestables autores. Suscitada por unas cabezas faltos de capaci­
dad y de luces, que han obrado tumultuariamente, sin objeto fijo, sin plan ni regla alguna
de conducta, parece solo trararon de hacerse odiosos y despreciables, y de convertir la
patria en un teatro de luto, y de desolación.*1

Dijo el pueblo grande al chico: ¿por qué os habéis separado de nosotros?, ¿qué no sois
de los nuestros? —No, respondió el montoncillo: vosotros sois la plebe, y nosotros una
clase distinguida que tenemos leyes, estilos y fueros privativos.
Plebe. ¿Y qué oficio es el vuestro en la sociedad?
Grandes. Ninguno: que no se entiende con nosotros eso de oficio.
Plebe. ¿Pues cómo habéis granjeado esas riquezas?
Grandes. Tomándonos el trabajo de gobernaros.
Plebe. Hola! ¿Con que eso es lo que llamáis gobernar? Nosotros nos afanamos, y gozáis
vosotros: producimos, y vosotros disipáis: nacen de nosotros las riquezas, y vosotros las
consumís... Hombres distinguidos, clase que no es plebe, haced nación aparte y gober­
naos vosotros mismos.2

* Esta investigación ha contado con el apoyo académico y económico de la beca doctoral del Con­
sejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICL1 -Argentina), y ios comentarios
y las críticas de Fabio Wasscrman, Noemí Goldman, Eugenia Molina, Nancy Calvo, Claudia
Rosas Lauro, Víctor Peralta, Heraclio Bonilla, Waldcmar Espinoza, y la amable invitación de Luis
Miguel Clave y Carlos Coimeras del Instituto de Estudios Peruanos.
1. La Gaceta del Gobierno de Lima, n.n 31, del miércoles 22 de abril de 1812.
2. La Abeja Republicana, Lima, t. 1, n.° 33, del domingo 24 de noviembre de 1822,
428 Daniel Mardn E n e l teatro de la gu erra y la revolución 429

Como la pólvora regada en los campos de batalla, las hojas y el discurso político políticos en el periodo de la independencia; en la segunda sección, se analiza la
de los periódicos fueron determinantes en el teatro de la guerra y la revolución por relación entre la prensa y los espacios públicos de sociabilidad, y entre los escritores
la independencia. En toda América Latina, la prensa escrita representó el vehículo y públicos y el poder político; y, finalmente, en la tercera parte, se muestra un con­
la herramienta ideológica de difusión de las noticias y la información del momento. junto de argumentos y aportes recientes del papel de los periódicos en el escenario
Como lo reconociera Raúl Porras Barrcnechca al indicar el carácter revolucionario de ideológico y en el teatro de la guerra de propaganda en el Perú y en sus diversas redes
los periódicos y Jorge Basadrc, al percatarse de la orgía periodística en los inicios de y arterias de comunicación.
la República, la prensa y los escritores públicos que redactan en ella jugaron un rol
central en el debate político y en la arena de la lucha ideológica que llevaría a la rup­
U n a r e v o l u c ió n e n la h is t o r io g r a f ía d e l a p r e n s a
tura con la Corona española. Si bien se percibe que estos escritores públicos fueron
«críticos antes que rebeldes» y que varios de ellos se desatendieron de los problemas
sociales de su tiempo, no se puede negar su influencia en la configuración política de La historiografía del siglo X IX y gran parte del X X se ocupó en estudiar a la prensa
la coyuntura independentista.3 como una fuente más para el análisis histórico. Esta perspectiva priorizó la utiliza­
En los fragmentos de La Gaceta de Lima de 1812 y de La Abeja Republicana ción del discurso de los periódicos con el objetivo de entender el pensamiento de las
de 1822 con que empezamos esta investigación, podemos percatarnos del poder del élites e ir definiendo el ideario doctrinal y los intereses particulares de estos sectores
discurso político en dos coyunturas de crisis política y guerra ideológica y propa­ del poder político. Se asumía que estos impresos de carácter urbano circularon en las
gandística en los tiempos de la independencia. Obviamente, el carácter funesto de altas esferas del poder e influyeron fuertemente entre los sectores dominantes. No se
la revolución que difunde La Gaceta de Lima tiene un objetivo político inmediato: pensó que la prensa pudiera difundirse en un amplio conjunto social heterogéneo,
socavar la legitimidad de los revolucionarios rioplatenses y del movimiento tumul­ menos aún que sus informaciones llegaran a ser percibidas por los grupos populares.
tuario de los indios, cholos y plebeyos de Huánuco de 1812. Por su lado, las páginas La historiografía precedente circunscribió el alcance del discurso periodístico a un
de La Abeja Republicana buscan criticar las diferencias sociales, económicas y polí­ ámbito urbano y a un conjunto social elitista c ilustrado. Para el caso del Perú, el
ticas de los grupos de poder en relación con la servidumbre y la exclusión social de alto índice de analfabetismo en la sociedad a puertas de las guerras de independencia
los sectores populares. En ambos casos, la intención de los papeles públicos es la de supuso una recepción minoritaria del discurso de la prensa.3 Por ello, se construyó la
persuadir en la esfera política y generar opinión en los diversos espacios públicos de imagen de que, en pleno auge de la prensa ilustrada de fines del siglo X V III, la plebe
sociabilidad. no tuvo ilustración, desconoció la existencia de los periódicos y más aún de algún
Desde la invasión francesa a la Península Ibérica en 1808 hasta el fin del protec­ círculo intelectual denominado Amantes del País!' Y si bien Raúl Porras Barrenechea
torado de San Martín en septiembre de 1822, circularon por el virreinato peruano y señaló que «la Colonia no tuvo periódicos», este autor no propuso que las noticias
por toda América Latina miles de hojas impresas que demuestran la importancia y el únicamente circularon en un espacio reducido; por el contrario, Porras enfatizó en
carácter revolucionario de las ideas políticas y los intereses y las motivaciones de sus que la información se difundió por una multiplicidad de vías de comunicación en
autores y protagonistas. En el caso peruano, en la coyuntura de las Cortes de Cádiz se donde predominó la transmisión oral antes que los medios impresos.456 Entonces, los
publicaron más de 15 periódicos; entre 1816 y 1820, La Gaceta de Lima monopolizó debates historiográficos sobre el impacto de la prensa en la sociedad colonial en el
el discurso político; y, finalmente, entre 1821 y 1825, pulularon en la capital alrede­ Perú, hasta fines de la década de 1980, fueron inexistentes y, si los hubo, transitaron
dor de cuarenta medios impresos. De rodos estos periódicos se ha seleccionado un por una visión casi unánime en donde antes de discutir los alcances que hubieran po­
corpus documental importante para comprender sus tendencias políticas, su carácter dido tener estos impresos en la sociedad en su conjunto, se preocuparon por estudiar
partidista y los principales temas de los debates políticos suscitados en cada una de mayormente el contenido temático de la prensa.
sus páginas y en los tiempos de las guerras de independencia. Sería recién con el influjo de las investigaciones de Francois-Xavicr Guerra, a
En esc sentido, en esta investigación se desarrolla, en un primer momento, partir de 1992, que, en el Perú y en América Latina, se pudo cambiar de perspectiva
un balance historiográfico actualizado de los estudios de la prensa y los impresos
4, Macera 1956 y Macera 1977.
5, Flores Galindo 1991:123.
3. Moran y Calderón 2014. 6, Porras Barrenechea 1971: 7.
430 D a n ie l M orán En el teatro de la gu erra y la revolución 431

y sugerir que el análisis de los periódicos debiera subrayar, antes que otra simple podemos resumir esta renovación de los estudios de la prensa en la independencia,
concepción clásica de verla como una fuente más de la historia, la consideración de la incluso de los inicios de la república en el Perú, de la siguiente manera: a) la consi­
prensa como objeto principal de coda investigación. En ese sentido, la historiografía deración de la prensa como objeto principal de investigación; b) el reconocimiento
actual ha revalorado no solamente el estudio de la prensa, sino de una diversidad de la función pedagógica y política de los periódicos en coyunturas revolucionarias;
de impresos y manuscritos que circularon por una compleja y cada vez más amplia c) la intensa difusión y circulación de la prensa por una diversidad de canales, redes
red de comunicación y de espacios públicos. El argumento era ahora más tentativo: y espacios públicos en donde la recepción y el impacto de la información llegó tanto
indagar la producción de estos impresos (que incluye a directores, escritores, impre­ a los miembros de las élites como a los sectores populares; d) el papel asumido por
sores, financistas, etc.), la distribución y difusión que tuvieron por múltiples redes de los periódicos en la lucha política y en la formación de identidades locales, regionales
comunicación y, especialmente, percibir la recepción en el público lector. Esta última y nacionales; c) la incipiente búsqueda por explorar mejor la prensa regional y su
etapa del proceso de la comunicación ha sorteado las más grandes dificultades por vinculación con la prensa de Lima y la historia nacional; 0 la revalorización de la
la vaguedad o inexistencia de un Corpus documental que sostenga sus principales prensa de fines del siglo XVIII como evidencia importante de la culrura ilustrada de
argumentos. A pesar de codo ello, la historiografía de la prensa en América Latina y, la élite criolla peruana; g) el nuevo foco de atención en los años de 1808-1814 como
en forma especial en el Perú, viene insistiendo en la premisa de que la lectura de la una etapa central para comprender la politización de la población y el surgimiento de
prensa, que realizaron los contemporáneos a los acontecimientos, fue variada y oca­ una inédita cultura política que configuraría la esfera del poder y el debate ideológico
sionó efectos diversos. Además, se advierte ahora que no solamente la gente decente en todo ciclo de la independencia; y h) la sugerente tendencia de indagar la historia
e ilustrada pudo acceder a la lectura de los periódicos, sino, también, los sectores del lenguaje y el vocabulario político en coyunturas de cambios y transformaciones
populares y de muy diversas formas.7 revolucionarias.10
En el Perú, Víctor Peralta Ruiz, Luis Miguel Glavc y Claudia Rosas Lauro han Es significativo que en el Perú y en América letrina estas premisas fueran impul­
desarrollado trabajos primigenios que van en aquella tendencia.8 Así, las zonas más sadas por los aportes teóricos, metodológicos c históricos de Francois-Xavier Guerra.
estudiadas han sido Lima, centro del poder colonial y republicano, y el Cuzco, anti­ No obstante, también han servido los argumentos de la historia política y cultural de
gua capital del imperio de los incas, paradójicamente desde 1821 centro de la lucha dos de los mis importantes historiadores contemporáneos de dicha disciplina: Roger
contrarrevolucionaria. Peralta ha insistido en la amplia proliferación de los periódi­ Chartier y Robert Darnton. 11 Estos eximios investigadores, aunados a los estudios
cos y otros impresos que fueron minando la legitimidad de la autoridad monárquica de Fran^ois-Xavier Guerra, nos permiten navegar mejor en el mundo problemático
en el Perú, permitiendo así la politización de la sociedad y el surgimiento de una de la producción, difusión, recepción y respuesta de los lectores de la prensa, los
renovada cultura política. Por su parte, Clave ha vinculado la circulación de estos libros o impresos, en una determinada coyuntura revolucionaria: el caso de la Revo­
impresos con el creciente ambiente politizado de las regiones y el influjo que el dis­ lución francesa para los primeros y el de las guerras de independencia para nosotros.
curso político pudo originar en coyunturas específicas de agitaciones revolucionarias.
En cambio, si bien Rosas Lauro ha reconstruido también las representaciones de la
P r e n s a , e s c r it o r e s p ú b l ic o s y p o d e r p o l ít ic o e n l a in d e p e n d e n c ia
revolución, lo lia hecho a partir del impacto de la Revolución francesa en la coyun­
tura de auge de la prensa ilustrada de fines del siglo XVIII. De estos y otros trabajos9
El impacto de la crisis peninsular entre 1808 y 1814 en América y el Perú fue pro­
blemático y a la vez complejo. El inicio de la revolución española con el objetivo de
7. Para un alcance general en el Perú y en toda América Latina pueden consultarse Guerra 2003:
derrotar al ejército invasor y la creciente necesidad de generar una opinión pública
Glavc 2003; Alonso 2004; Morán, Aguirrc y Huamaní 2008; Morán 2013; Morán y Calderón capaz de enfrentar ideológicamente a los franceses, impulsó el surgimiento de una
2014; y Velázquez 2009b.
8. Peralta Rui?. 2010; Peralta Ruiz 2005; Peralta Rui? 2002; Clave 2003; Glave 2008; Clave 2004;
Rosas Lauro 2007; Rosas Lauro 2006; Rosas I aturo 2005; Rosas Lauro 2001, Algunas de nuestras Clémcnt 2009; Clcmcnt 2006; Clémenr 1997; Walker 2009; Walker 1999; Walker 2001; Calde­
propias investigaciones también se Kan circunscrito a reflexionar la circulación de la prensa y la re­ rón 2008; Calderón 2006; Ragas 2009; y Rojas 2009.
cepción que pudo tener en la sociedad colonial en su conjunto: Moran 2008; Morán 2009; Morán 10. De nuestra autoría, pueden consultarse, recientemente, Morán 2013; Morán y Aguirrc 2013; y
2010a; Morán 2010b; Moran 2010c; y, Moran y Aguirre 2011. Morán y Calderón 2014.
9. Aparte de los estudios indicados de Peralta, Glavc, Rosas, Morán, Macera y Vclázquez, pueden 11. Sobre estos autores pueden verse: Chartier 1992a; Chartier 1992b; Chartier 1995; Darnton 2008;
consultarse Martínez Riaza 1985: Chassin 1998; Montoya 2006; McEvoy 2002; McEvoy 1999; Darnton 2003; Darnton 201 la; y, Darnton 201 Ib.
433 D a n ie l M orán E n el teatro de la gu erra y la revolución 433

diversidad de publicaciones periódicas, impresos y manuscritos.12 Con esta proli­ Esta intensa circulación de la prensa fue posible gracias al contexto de crisis po­
feración de medios a gran escala se produjo la politización de la población y una lítica desarada desde 1808 y la creciente politización de la población.18 Igualmente,
nueva configuración política del poder plasmada en la experiencia reformista de las fue posible gracias al influjo de una minoría letrada que la producía, principalmente
Cortes de Cádiz. Esta realidad tuvo serias repercusiones en América; por ejemplo, asociada o en connivencia con el poder político. Por ejemplo, tal es la trayectoria
en el Perú, el discurso político fue circulando cada vez más, politizando a la sociedad de José Joaquín de Larriva,1920clérigo liberal moderado y de fuerte tendencia fidciisra
y creando un clima fuerte de opinión a favor de la autoridad monárquica y el refor- que apoyó a través de sermones y la publicación de periódicos la política contrarre­
mismo de las Cortes. volucionaria del virrey Abascal,2(1 Por su parre, Hipólito Uñarme,21 con un discurso
Por ello, la publicación de aproximadamente quince periódicos en dicha co­ liberal-fidelista, estuvo en la dirección de E l Verdadero Peruano, periódico auspiciado
yuntura supone la existencia de una «primavera periodística», en donde el discurso por el virrey para contrarrestar el discurso crítico c insurgente de E l Diario Secreto,
político pudo extenderse a través de múltiples canales de difusión, redes y espacios El Peruano y El Satélite,
públicos de sociabilidad. En general, captamos tres momentos en dicho desarrollo; Por otro lado, Fernando López Aldana2223*en la prensa de Lima y el obispo Luis
de 1808 a 1810, el fidelismo sostenido por la Minerva Peruana (1805-1810); de Gonzaga de La Encina25 en sermones y correspondencia ejemplifican el contraste y
1810 a 1812, la prensa radical y crítica pero no independentista representada por las complejidades de ios discursos y los intereses de los diversos grupos de presión en
E l Diario Secreto de Lima (1811), E l Peruano (1811-1812) y E l Satélite del Peruano plena coyuntura revolucionaria. Mientras López Aldana promovió en forma clan­
(1812); y, finalmente, la prensa de la concordia que aparece desde la promulgación destina El Diario Secreto marcando una clara tendencia liberal y crítica que buscó la
de la Constitución en 1812 hasta el regreso del absolutismo en 1814, representada extinción de la política absolutista de Abascal y la unión de los peruanos a las fuerzas
por periódicos como La Gaceta de Urna (1810-1814), El Verdadero Peruano (1812-
1813), El Investigador (1813-1814), El Argos Constitucional (1813), E l Peruano Libe­
18. Peralta Ruiz 2010,
ral (1813), El Clamor de la Verdad (1814) y E l Pensador del Peni (1815).13 Muchos
19. Clérigo, escritor y poeta peruano que participó activamente en la publicación de diversos periódi­
de estos periódicos, si bien editados en Lima, lograron distribuirse por espacios re­
cos en el contexto de la independencia, pasó de ser un férreo defensor de la monarquía española en
gionales distantes. Por ejemplo, El Verdadero Peruano circuló en la capital, Arequipa, el periodo de las Cortes de Cádiz y el regreso del absolutismo de Fernando II, hasta convertirse en
Cuzco, Puno, Guayaquil, Maynas, Santiago de Chile, Chuquisaca, Quito, La Plata un patriota y revolucionario apenas se declarara la independencia del Perú en 1821. Al respecto,
consúltense Porras Barrcncchea 1974; Morán 2007: 15-27: y Martínez Riaza 1985: 76-77.
y La Paz.14 En menor medida, El Peruano tuvo difusión en Lima, írujillo, Huánuco
20. Máxima autoridad dei virreinato del Perú enrre 1806 y 181.6, auspició diversos periódicos de la
y, circunstancialmcnte, en Buenos Aires, Chile, Quito y Cuenca,15También, aunque
coyuntura de las Cortes de Cádiz como La Gaceta de Lima, E l Verdadero Peruano y E l Investigador,
esporádicamente, periódicos como E l Satélite y El Argos, circularon por Chachapo­ y luchó militar e ideológicamente contra las juntas revolucionarías en las guerras de independencia
yas, Cañete, Supe, La Paz y Buenos Aires, mientras que La Gaceta y E l Investigador en América del Sur consiguiendo derrotar casi completamente a ios insurgentes, a excepción de
Buenos Aires. Véanse Peralta Ruiz 2002; Morán 2013; Orrcgo PcnagOS 2009; Hamnett 2000; y
pudieron leerse en Jauja, Tarma, Cañete, La Paz, todo el sur andino, el Alto Perú y el
Chassin 1998.
Río de la Plata.16 No puede dejarse de mencionar además la difusión manuscrita de
21. Medico, naturalista y político peruano que colaboró en la prensa ilustrada de fines de! siglo XVIII,
El Diario Secreto de 1811 en Lima, Cuzco, Trujillo e incluso la publicación de este principalmente, en el Mercurio Peruano, y también en la prensa de la época de la independencia.
periódico en La Gaceta de Buenos Aires.17 Fue fundador de la escuela de medicina de San Fernando, tuvo una actuación importante en las
negociaciones entre realistas y patriotas en 1821, y terminó aceptando el Ministerio de Hacienda
en el protectorado de San Martín. Para una profundización del personaje, véanse Clétrient 1997;
Clément 2009; Rosas Lauro 2006; Martínez Riaza 1985: 70-73; y, Macera 1956,
22. Abogado y escritor bogotano que publicó en Lima periódicos críticos de la política de virrey
Abascal como E l Diario Secreto de Urna y El Satélite del Peruano. Igualmente, en el protectorado de
12. Guerra 2002. San Martín pai ric.ipó en el periodismo patriota y después desempeñó cargos en el nuevo gobierno
13. Además, aparecieron El Cometa (1812-1813), E l Anti-Argos (1813) y E l Semanario (1814). republicano. Para un análisis específico pueden verse Morán y Calderón 2014; Peralta Ruiz 2010:
204-211; y Burzio 1964.
14. Peralta Ruiz 2005: 119-120.
23. Obispo de Arequipa enere 1810 y 1816, defensor del fidelismo monárquico, ofreció su mejor
15. Vlllanueva 2006 y Glave 2008.
repertorio en sermones, edictos y cartas pastorales para convencer a sus feligreses de la necesaria
16. Archivo Arzobispal de Lima, Serie Comunicaciones, legajo II, cxp. 132, La Paz, 28 de junio de unión entre América y España, y la urgencia por el respeto ai rey y a las autoridades españolas. Para
1814. un estudio preliminar de este religioso pueden consultarse Morán 2008; 80-91; Porras Barrene
17, Clave 2008: 373-378. chea 1974: 49-114; Martínez Riaza 1985: 27-114; Lohmann Villcna 1980; y Rojas Ingunza 2008.
D a n ie l M artin E n e l teatro de la gu erra y la revolución
434 435

revolucionarias del Río de la Plata, Gonzaga de La Encina, obispo de Arequipa, pro­ se insistió en la reunión de diversos grupos sociales para discutir asuntos políticos.
pagaría tanto en sermones, circulares, correspondencia y en los confesionarios, una Tal es el caso del Invisible, que informó de manera detallada de la lectura de gacetas y
férrea y extrema fidelidad a la monarquía.24 En este último caso es perceptible que, a periódicos en reuniones de comerciantes, en tertulias y juntas secretas.32 Más aún, en
través de otros medios como los sermones, disertados en el pulpito y el altar, se pudo otros artículos podemos enterarnos de la lectura política de la prensa que realiza un
difundir también entre las diversas clases sociales la obediencia a la autoridad.25 Más honrado artesano en la misma mesa familiar.33 De este último ejemplo debemos re­
aún, en 1813, para el obispo de Trujillo José Carrión y Marfil,26 «las presentes con­ cordar también que otra variante era la lectura pública de periódicos, gaceras, bandos
vulsiones de la mayor parte de las Américas [...] se ha conseguido sin armas, sin tropa y, durante la crisis hispana (1808-1814), la difusión del establecimiento de las Cortes
y sin otro auxilio que la voz viva de los Párrocos»}7 de Cádiz y la lectura de la Constitución en ceremonia pública. En Huancavelica la
En esa perspectiva, no solamente el discurso de la prensa y los sermones pudie­ publicación del bando sobre la instalación de las Cortes se realizó: «e« concurso de
ron haber llegado a los grupos de poder y a las clases propietarias, sino, además, su mucha gente y soldados [...] por voz de NicoLis Vizcarra, zambo Lidino que hizo ofi­
influjo habría alcanzado al ámbito más amplio de los sectores subalternos. Tanto en cio de pregonero»,34 Por su parte, en Paucartambo, el 3 de enero de 1813: «se leyó Li
las calles, plazas, iglesias, pulperías, chicherías, teatros, centros de educación, biblio­ Constitución Política» y subió al pulpito el párroco «e hizo al pueblo una exhortación
tecas, tertulias, cafés y diversiones públicas diversas, las noticias y los discursos de viva, y eficaz de los beneficios y felicidades que contenían los artículos y capítulos de
la prensa y los impresos políticos habrían ganado audiencia y opiniones múltiples. la citada Constitución», y luego de jurarla se pasó a la plaza pública donde todo el
En apreciación de Glavc: «La capital del Perú era un hervidero de rumores, de charlas pueblo repitió: «Viva el Rey, Viva la Constitución, y Vivan las Cortes Generales».35
libertarias y de lecturas colectivas», en donde «se preludiaban intentos de acciones Esta difusión y lectura de bandos, gacetas y periódicos en amplios espacios pú­
políticas».28 Este mismo argumento fue señalado por un contemporáneo en 1814: blicos y en un conjunto social heterogéneo no estuvo exenta de censura y control
«Cansado estoy de oír á muchos en los cafés, tiendas, pLizas y calles, tratar de asuntos político. El Diario Secreto circuló en forma clandestina en la capital, E l Satélite y E l
políticos en tono imponente».29301Y, en el propio El Diario Secreto de 1811, se indicó: Peruano dejaron de publicarse debido a los múltiples expedientes de censura de las
«La voz de independencia y libertad es el voto del pueblo; ella es el objeto favorito de autoridades.36 El mismo El Investigador, a pesar de apoyar la política contrarrevolu­
las conversaciones»?° cionaria del virrey, fue objeto de varios juicios de censura.37 Igualmente, la circula­
Las afirmaciones de los propios sectores tío letrados acrecentarían aún más la hi­ ción de la prensa extranjera reimpresa en Lima o traída en forma clandestina desde
pótesis de la extensión del discurso político de la prensa en los grupos populares. Di­ Europa y de otras regiones de América fue severamente reprimida por contener «es­
versos artículos publicados en E l Investigador subrayaron el paulatino aumento de la pecies subversivas dirigidas a trastornar el actual sistema de gobierno y fomentar la
lectura de la prensa entre los indígenas: «adquiriendo cada día nuevos creces de ilus­ revolución de los pueblos y la insubordinación a las autoridades constituidas, con
tración y concepto, no hay indígena del virreinato que no desee su lectura»?' Incluso, grave daño de la religión y del Estado»; por ello, el régimen fue claro al indicar: «pro­
hibimos su lectura a todos».38 No obstante esta fuerza represiva, se pudo advertir el
poder que adquirió la prensa, principalmente desde la libertad de imprenta decre­
24. Biblioteca Nacional del Perú. Edicto pastoral del ilustrüirno señor don Luis Gonzaga de La Encina, tada por las Cortes en 1810 y aplicada en el Perú en 1811. Esta medida, al permitir
del Consejo de su majestad, dignísimo obispo de Arequipa, 1815, Arequipa, enero 28 de 181 5. 33ff.
«circular los periódicos», ocasionó que se abandonara «el trabajo por la lectura»,39 y
25. Un análisis sistemático de los sermones y cartas pastorales de Gonzaga de la Encina (1811, 1813
y 1815), Benito de Moxo y de Francolí (1808), Matías Terrazas (1815), Ignacio González (1811),
Pedro Loaysa (1811), Joaquín de Larriva (1813), Bartolomé María de las Fieras (1814) y José Ca­
lixto de Üríhuela (1820 y 1825), puede consultarse en Morán 2013 y en Morán y Calderón 2014.
32. El Peruano, Lima, n,” 7, del viernes 27 de septiembre de 1812.
26. Sacerdote español, obispo de Cuenca y Trujillo, defensor de la monarquía española en el periodo
de Cádiz y de un comportamiento ambivalente en el desenlace de la independencia, liase Ortega 33. El Peruano, Lima, n.° 30, del martes 14 de abril de 1812.
ySagrista 1958. 34. Durand Flórcz 1974: 47.

27. Durand Flórcz 1974: 59. 35. lbíd., p. 257,

28. Clave 2008: 415. 36. Martínez Riaza 1985: 104-114; y Villanueva 1969-1971.
29. E l Investigador del Perú, Lima, n.° 116, del martes 25 de octubre de 1814. 37. Véase Morátl y Calderón 2014, cap. 2.
30. E l D iario Secreto de Lima, n.° 9, del miércoles 27 de febrero de 1811. 38. Archivo Arzobispal de Lima, Serie Papeles Importantes, leg. 27. cxp. 37, Lima, 8 de mayo de 1815.
31. El Investigador del Perú, Lima, n.° 58, del domingo 27 de febrero de 1814. 39- E l Verdadero Peruano, Lima, n.° 1, del 22 de septiembre de 1812.
436 D an ie l M artin En e l teatro de la guerra y la revolución 437

se propagara, «en todas las clases del estado [...] las ideas más liberales y útiles al bien Es indudable que la prensa aglutinó las diversas alternativas políticas del proceso de
general», con el objetivo de dirigir «la opinión pública».40 independencia. M is aún se convirtió en un actor político fundamental. Por ello, La
Estos argumentos desarrollados en la coyuntura gaditana tomaron, en el desen­ Primavera de Arequipa señalaría en 1825: «Los periódicos han formado sin duda el
lace de las guerras de independencia, un cariz cambiante pero no totalmente diferen­ espíritu público de cada nación».40
te. Por ejemplo, en La Abeja Republicana de 1822 se indicó: «Todo se ha cambiado. Por otro lado, entre 1820-1825, al igual que en la coyuntura de las Cortes de
Por todas partes no se oye otra cosa que libertad, seguridad e independencia. En no pocos Cádiz, los sermones y la intensa prédica del clero ayudaron igualmente en la difusión
países estas palabras se repiten en las conversacionesfamiliares, y aun por el bello sexo, en de la prensa y los preceptos políticos revolucionarios o contrainsurgentes. Por ejem­
los pulpitos, en elforo, y en los papeles públicos».1,1 La referencia es muy clara: las con­ plo, el obispo del Cuzco, José Calixto de Orihucla, en junio de 1820, dirigió a sus
versaciones políticas en la vida privada y en los espacios públicos habían aumentado feligreses una carta pastoral en donde mostró la incompatibilidad del cristianismo
considerablemente durante el protectorado sanmartiniano (182M 822); además, la con el espíritu revolucionario. En su apreciación, esta ola rebelde y sacrilega debía ser
participación en estos debates de otros grupos sociales antes excluidos nos permite combatida también desde el púlpito y el altar, y guardando el respeto irrestricto a las
advertir una nueva configuración política en las esferas del poder y de la vida social autoridades constituidas:
de la nueva nación independiente.'1242
En esa perspectiva, algunos viajeros que visitaron el Perú en 1822 reportaron Vosotros que sois Presbíteros y Sacerdotes en el pueblo de Dios, y de quienes penden
también el ambiente politizado, la intensa difusión de la información y las circuns­ tamas almas, formadlas con nuestro ejemplo, y alentad con vuestras palabras sus corazo­
nes además de procurar que en las escuelas y casas se aprenda de propósito le
tancias sumamente confusas de la capital en donde «mil diferentes fútiles rumores
ledis vosotros mismos en los Templos [...]. Entonces serán buenos, perfectos, y verdaderos
eran difundidos industriosamente», más aún, «grupos de gente se reunían en ciertas cristianos para con Dios nuestro Señor, y para con todos.47
tiendas y sirios públicos para inquirir y relatar las noticias»,434El propio San Martín,
en apreciación de un contemporáneo de la época, creía que «la lucha en el Perú no Como hemos advertido, la prensa, los sermones y otros impresos circularon
era guerra de conquista y gloria, sino enteramente de opinión».11 por una amplia red de comunicación y espacios públicos diversos contribuyendo al
Esta guerra de opinión pudo percibirse en las tendencias políticas de los pe­ debate doctrinario y a la politización de la población peruana en todo el proceso de
riódicos que circularon en Lima en aquella coyuntura.45* Mientras que E l Triunfo de las guerras de independencia. Esta realidad pudo percibirse además en otras áreas
la Nación (1821), desde una visión monárquica y fidelista, insistió en la unidad de de América Latina. En noviembre de 1810, La Gaceta dr Buenos Aires señaló lo
América con la metrópoli y en la necesidad de una derrota completa de los insur­ siguiente:
gentes para restablecer el orden y la armonía social, El Americano (1821), Los Andes
Libres (1821), El Pacificador del Peni (1821) y E l Sol del Peni (1822) mostraron su Escriben de Lima que la opinión de Buenos Aires ha hecho la mayor impresión; aseguran
apuesta por la revolución, el liberalismo y la independencia americana liderada por que en todas lis casas se hacen defensas en obsequio de ella |...] El rumor que corre esya tan
el general San Martín, Más aún, el republicanismo y las ideas democráticas fueron sensible, que el virrey se halla muy lleno de temor, tomando medidas para sofocar al
defendidos por La Abeja Republicana (1822-1823) y El Tribuno de la República Pe­ germen: pero inútilmente, pues la chispa eléctrica ha comunicado su incendio a los cuatro
puntos de este inmenso continente,4fl
ruana (1822), mientras que, en Arequipa, La Estrella de Ayacucho (1825) no dejó de
insistir en la independencia y el establecimiento de un gobierno republicano fuerte,
Incluso, en 1816, La Crónica Argentina era contundente al señalar que: «todos
leen los papeles públicos; no hay taberna, mesón, ni aldea, en donde no circulen los
40. El Peruano, Lima, n.° 22, tlcl martes 17 de marzo de 1812.
41. La Abeja Republicana, Lima, n.° 13, del domingo 15 de septiembre de 1822.
42. Para un estudio más amplio, véase Morán y Agtiirrc 2011. 46. La Primavera de Arequipa, n." 2, del sábado 5 de febrero de 1825. Arequipa, la denominada ciudad
43. Ndflez 1971: 289. blanca y región de la parte sur del Perú que mantuvo contacto comercial y político con el Alto
44. Ibíd,, p. 223. Perú, el norte chileno y argentino, y que en la coyuntura de la independencia se convirtió en una
ciudad fuertemente fidelista y realista. Consúltense Calderón 2006: 765-780; y Bullcr 2011.
45. Martínez Riaza 1985: 41-60, 316-330. Otros periódicos importantes fueron E l Depositario (1821-
1825), E l D iario de Lima (1822), La Cotona (1822-1823). E l ¡.oro (1822), E l Loquero (1822), El 47. Calixro de Oríhuela 1820: 63-64.
Semanario de Lima (1823) y El Correo Mercantil, Político y Literario (1821-1824). 48. La Gaceta de Rueños Aires, n.° 22, del jueves 1 de noviembre de 1810.
438 D a n ie l M onín E n e l teatro de la gu erra y la revolución
439

diarios, y es casi de primera necesidad su lectura».4950En Santiago de Chile, este mis­ estudios de Víctor Peralta Ruiz y Luis Miguel Clave han abierto un dialogo fructífero
mo argumento quedó evidente en 1821: sobre el alcance y la difusión de los impresos en la coyuntura de las guerras de inde­
pendencia, centrándose claramente en la época de las Cortes.
Ninguno puede ser feliz,, sino estudia su religión, su moral, sus derechos [...]. No ha- En varios de nuestros trabajos hemos ampliado estas pesquisas y desarrollado el
liándose pues otro medio para entrar en correspondencia con los hombres ilustradas y buenos alcance regional y casi continental de los impresos políticos de la denominada pri­
de todo el mundo que la lectura, habiendo llegado la feliz época de que esta facultad infi­
mavera periodística de Cádiz. Claramente en la segunda sección de esta investigación
nitamente apreciable, se extiende hasta la última persona de Chile/'
se puede apreciar algunas de las tesis más importantes. Lo que en esencia se percibe
es la profusa circulación de los periódicos por espacios públicos antes impensados y
Este acceso amplio a la lectura, el debate y la constante circulación de la prensa
el impacto de estos en una diversidad de públicos que no necesariamente fueron los
prueba la importancia de este medio como tribuna política de poder en una coyun­
ilustrados o letrados de las ciudades. Considero que existen pruebas iniciales para
tura revolucionaria. Igualmente, la difusión de sermones, cartas pastorales y una
plantear que, en la coyuntura de Cádiz, los efectos del discurso político de la prensa
multiplicidad de impresos y manuscritos contribuye a la extensión del discurso po­
llegaron también a los grupos populares. Que este influjo fuera directo sabemos que
lítico por una red de comunicación más vasta y compleja con arterias y vasos comu­
no fue así, por el alto índice de analfabetismo de la sociedad peruana de la época,
nicantes que, a su vez, permiten la politización de los actores sociales y religiosos.
pero obviamente existieron otras vías, lecturas o arterias de comunicación que per­
mitieron que el discurso político de la prensa tuviera un público más amplio. Entre
A r g u m e n t o s y a p o r t e s r e c ie n t e s e n i o s e s t u d i o s d e l a p r e n s a estas, la lectura de los sermones y su comparación con el contenido político de los
EN IA INDEPENDENCIA periódicos puede sostener muy bien nuestro argumento. Los sacerdotes y eclesiásti­
cos, en el púlpito y el altar, difundían a viva voz preceptos de las autoridades políticas
Las dos primeras secciones nos han permitido desarrollar en amplitud un conjunto que, precisamente, podemos advertir en las páginas de la prensa. Eran estos religiosos
de argumentos que debemos debatir y relacionar con nuestros propios aportes en los potenciales difusores de la ideología política estatal, los denominados interme­
esta última parte de la investigación. La revolución de la historiografía de la prensa diarios políticos del periodo y más aún si poseían un espacio público de sociabilidad
sostiene, efectivamente, que el periódico se ha convertido en actor político y objeto clave como la iglesia y el poder de la religión y los preceptos divinos.
de estudio de las investigaciones históricas actuales. A los enfrentamientos bélicos El debate político en la primavera periodística de Cádiz fue muy amplio, diver­
tenemos que sumarle la lucha en el campo ideológico a través de la tinta, el discurso so y complejo a la vez. A través de la lectura, comparación y relación entre los propios
y el papel. Aquellas hojas amarillentas de intensa difusión y circulación por amplios periódicos se puede advertir: primero, la intensa circulación de los ruidos políticos
espacios públicos de sociabilidad necesariamente modificaron el debate y las discu­ o discursos políticos; y, segundo, el alto grado de debate político en las esferas del
siones políticas del momento independentista; en otras palabras, las sociedades en poder y la sociedad misma. En nuestra tesis de maestría convertida recientemente en
el umbral de las guerras de independencia iniciaron un constante proceso de politi­ libro con el título de Batallas por la legitimidad. La prensa de Lima y de Buenos Aires
zación relacionada con los intereses y las vicisitudes de las autoridades políticas y los durante las guerras de independencia (2013), hemos sostenido con un conjunto diver­
grupos sociales en conflicto. so de fuentes, la politización de la población y la intensa circulación de la prensa en
Sabemos que aquel proceso de politización se habría iniciado, gracias a los apor­ espacios públicos y múltiples arterias de comunicación en América Latina. Los pe­
tes de Claudia Rosas Lauro, con la difusión de la prensa ilustrada de fines del siglo riódicos de Lima no solamente eran leídos en la capital virreinal, sino que llegaron a
XVIII como el Mercurio Peruano, La Gaceta de Lima, El Diario de Lima, El Semanario legiones distantes como el Cuzco, IJ¡ura, Trujillo, Arequipa y el sur andino; más aún,
Crítico y el impacto de la Revolución francesa. Sin embargo, sería en la coyuntura se difundieron en otras latitudes como el Aito Perú, Caracas, Santa Fe de Bogotá,
revolucionaria de Cádiz que este proceso de politización y debate político lograría Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo.'1 Igualmente, como sostenemos en
amplitud y una nueva configuración política en el espacio de América Latina. Los nuestra última publicación La revolución del impreso. La prensa y el lenguaje político
en la independencia (2014), los periódicos foráneos, sean estos americanos, españoles

49. La Crónica Argentina, Buenos Aires, n.° 13, del 30 de agosto de 1816.
50. Gaceta M inisterial de Chile, Santiago, n.° 4, del sábado 4 de agosto de 1821. 51. Morán 2013: 47-110.
440 D an ie l M oran E n el teatro de la gu erra y la revolución 441

o europeos, llegaban a la capital y eran leídos y debatidos por un conjunto amplio políticos. En Batallas por ki legitimidad estudiamos los conceptos de revolución e
de personas. Principalmente, la prensa de España, la de Chile, la de Argentina, la de independencia en la coyuntura de 1810-1816, en la Buenos Aires revolucionaria y en
Brasil y la de Nueva Granada tuvieron en Lima y gran parte de las regiones del Perú la Lima monarquista, y en otro trabajo profundizamos el concepto de pueblo en el es­
un público lector creciente. pacio peruano,54 Pero no solamente pensamos los conceptos políticos en su difusión
En esta temática, venimos planteando la tesis de que las guerras de independen­ en la prensa y en su presencia en los discursos de los miembros de las élites políticas.
cia, sin importar necesariamente el tipo o la clase de fuente utilizada, deben estudiar­ Así, ios conceptos de revolución, independencia y pueblo son analizados desde la
se y analizarse en perspectiva comparada, relacionada y conectada. En ese esfuerzo, perspectiva de la historia de los lenguajes políticos y de su relación con la historia
hemos publicado y venimos indagando sobre la prensa de Lima, Buenos Aires y social. Esta vinculación la desarrollamos cuando observamos el concepto y su mu­
Santiago de Chile en los tiempos de las guerras de independencia. Señalamos que no tación en la precisa coyuntura de las guerras de independencia. En otras palabras,
es posible entender el teatro de la guerra independentista solamente a partir de un analizamos cómo estos conceptos mucan o mantienen su significado o son utilizados
estudio local, regional o parroquial. Se hace necesaria la reflexión ampliada porque políticamente por los actores sociales y políticos en plena lucha militar y en los cam­
precisamente la independencia tuvo ese carácter continental y porque el Perú fue el pos de batallas y en la denominada guerra de propaganda. Evidentemente, esta rela­
centro de confluencia de muchos intereses en conflicto y de las clásicas corrientes ción nos permite aterrizar los significados de los conceptos al campo de la realidad
libertadoras del norte y del sur del continente americano. Por ello, aislarnos en un misma y dejar sencillamente de estar haciendo abstracciones de su impacto en aque­
trabajo local sería enfrascarnos en una barrera académica e histórica, que en tiempos lla coyuntura revolucionaria. Queda aún como tarca pendiente de la historiografía
de globalización y celebraciones de los bicemenarios, no aportaría mucho en esclare­ un estudio de estos conceptos desde la documentación de ios sectores populares.
cer aquellas complejas tramas de las luchas de independencia. O, como han indicado Sin embargo, en nuestro libro escrito con María Aguirrc La plebe en armas. La
algunos especialistas, siempre es necesario mirarse en el espejo del otro, para observar participación popular en las guerras de independencia (2013), sostenemos algunos ar­
mejor nuestros problemas, discutirlos y llegar a conclusiones fundamentadas. gumentos que pretenden revalorar en su propio accionar y realidad la participación
La historiografía de la prensa en los tiempos de revolución ha dado cabida tam­ de los sectores subalternos.55 Por ello, partimos de la premisa de que los sectores
bién a la historia de los lenguajes políticos. Toda coyuntura de crisis y cambios ha populares participaron activamente en las guerras de independencia y que, a su vez,
permitido el análisis de un tipo particular de vocabulario político difundido en los negociaron, de acuerdo con sus intereses locales y regionales, la propia naturaleza de
discursos políticos de la coyuntura. En la independencia, palabras clave como revolu­ su intervención. En este contexto, los grupos populares, denominados en la época
ción, ciudadano, nación, pueblo, liberal, Constitución, patria, opinión pública, repúbli­ como la chusma, la canalla, la plebe o el bajo pueblo, dejaron de ser aquellos seres
ca y el mismo concepto de independencia nos llevan a plantearnos interrogantes sobre inertes, ignorantes, simples marionetas de los caudillos militares y políticos, y sin
la forma, significado e influencia de estos conceptos en la configuración política del capacidad de discernimiento, y, por el contrario, asumieron una participación activa,
poder y en el imaginario de la misma sociedad en transformación. Javier Fernández pero pragmática y localista.
Sebastián y un grupo especializado de dentistas sociales, en su importante Dicciona­ En ese sentido, los estudios que conforman La plebe en armas reflexionan, sin
rio de conceptos políticos (2009), han planteado estas premisas y puesto en evidencia dejar de lado el papel de las élites, sobre la activa intervención popular, la compleji­
lo novedoso y provechoso del análisis de los conceptos clave difundidos y utilizados dad de su comportamiento, las conflictivas relaciones entre los grupos y las diversas
en la época de las guerras de independencia con base en la prensa y otras fuentes. alternativas políticas que estos manejaron y negociaron en el terreno de las dispu­
En el caso peruano, Cristóbal Aljovín, Carmen Me Evoy, Alcx Loayza, Francisco tas por el poder y en las propias guerras de independencia. Es obvio que el corpus
Núñcz, David y Marcel Velázquez, entre otros, han mostrado lo importante de esta documental de nuestra investigación lo representa la prensa de la coyuntura de la
perspectiva de análisis y el nuevo espacio que se va creando en la historiografía re­ independencia, y las imágenes y representaciones que las élites construyen de ella
ciente.5253 El estudio de los conceptos políticos también ha sido materia de nuestras re­ en los discursos políticos. Pero, además, utilizamos fuentes diversas como las causas
flexiones, a partir del análisis de la prensa, de los sermones y de los diversos impresos criminales y civiles, las memorias de viajeros, el Diario de los Debates de las Cortes,

52. Fernández Sebastián 2009. Igualmente, resulta importante el libro editado por Goldman (2008),
53. Para el caso peruano pueden consultarse Aljovín de Losada 2009; Aljovín de Losada 2010; AJjovín 54, Morán 2013: 111-180; y Morán 2010c; 1-29.
de Losada 2009b; Loayza 2009; McEvoy 2009; Velázquez 2009a; Velázquez 2013; y Núñez 2007, 55, Véase también Morán y Aguirre 2011.
442 D an iel M ordn E n e l teatro de la gu erra y la revolución
443

los manuscritos, la correspondencia y los fondos de Campesinado y Derecho Indí­ Lima estd enfirmentación, y su virrey lleno de remores. Sania Pe, Caracas, Cartagena,
gena del Archivo General de la Nación y la Biblioteca Nacional del Perú. En otras Portobello y Quito, siguen a Rueños Aires, y despacharon, al virrey, y oidores a la Amé­
palabras, desde una documentación oficial como los periódicos también se puede rica del norte: Cochabamba nos ofrece veinte mil hombres, Chuquisaca no permite que
salga Nieto, y se cela su seguridad. Potosí detesta a su intendente; y el Cabildo se resiste
comprender el papel de la plebe y su accionar político en la independencia. Por ello,
a todos sus inicuos planes. La Paz clama por el momento de nuestra proximidad... Por
la idea clásica de una plebe desenfrenada, que se construye en los discursos políticos todos partes nos bendicen, nos favorecen, y se interesan en nuestra causa, con que parece
y que gran parte de la historiografía ha utilizado, no debería comprenderse única­ está muy cerca el día de nuestra gloria.™
mente como el ímpetu desordenado, violento y delictivo de los sectores populares en
el desarrollo de las guerras de independencia, sino además como una muestra de su Las pugnas discursivas entre los periódicos oficiales de estas capitales advier­
intervención política en la configuración del poder.5*’ ten claramente los intereses contrapuestos de los grupos de poder y la lucha ideo­
Finalmente, la historiografía de la prensa en la coyuntura de la independencia lógica encarnizada por la legitimidad política en pleno proceso de las guerras de
no ha evidenciado una fuerte preocupación por el análisis de la denominada gue­ independencia,
rra de propaganda. Cómo indicó Frangois-Xavier Guerra, una de las posibilidades
para analizar ios procesos de independencia en América Latina estaba circunscrita
A MODO DE EPÍLOGO: D e LA PRIMAVERA PERIODÍSTICA D E C Á D IZ
en estudiar la guerra de propaganda que se había producido en América entre capi­
tales insurgentes y capitales realistas: «[„.] el debate es constante, pero a una escala A I.A ORGÍA PERIODÍSTICA DE LA NUEVA REPÚBLICA

geográfica diferente. Las capitales insurgentes polemizan con las capitales realistas:
Buenos Aires y Santiago de Chile cotí Lima; Bogotá y Caracas también con Lima y En la actualidad, y desde nuestro punto de vista, el estudio de la prensa en las gue­
con México; y todas con Cádiz, y recíprocamente». Era a partir de este análisis de rras de independencia viene pasando por una revolución historiográfica. Desde los
escala continental, y no tanto dentro del ámbito local por la unanimidad del discurso trabajos primigenios de los historiadores decimonónicos, pasando por los del cente­
político, que se podía aprehender el debate conflictivo de los grupos de poder y los nario y del scsquicen tenario, los periódicos, si bien fueron importantes, sin embargo,
intereses que estos mismos defendieron en esta coyuntura revolucionaria.'’ En el no llegaron a convertirse en objeto de estudio central y mucho menos en actores
caso peruano, y a partir de nuestras indagaciones, podemos señalar que esta guerra políticos clave de la historia de la independencia. Sería recién con los aportes de
de propaganda empezó en 1810, pocos meses después del estallido de la revolución Frangois-Xavier Guerra y el influjo de sus trabajos en la historiografía de América
de mayo en Buenos Aires.56575859Por ejemplo, los dos fragmentos siguientes muestran esta Latina que un nuevo campo, la denominada historia política y cultural, permitió un
guerra de palabras entre capitales realistas y capitales revolucionarias: renacer en el Perú de las investigaciones sobre la prensa, los impresos y las redes y
espacios públicos de sociabilidad, entre la modernidad y las independencias. En ge­
Toda la Provincia do Buenos Aires yace oprimida del yugo del despotismo del gobierno neral, los estudios de Peralta, Rosas y Glave, por mencionar algunos, se han enfocado
tiránico, que se han usurpado estos vándalos, o más bien diré harpías salidas del abismo en esa perspectiva, a los cuales se han sumado los historiadores de los lenguajes po­
para afligir la miserable humanidad. Para cimentar su diabólico gobierno han puesto por líticos con Aljovín al frente y, modestamente, nuestras propias investigaciones sobre
obra la infernal máxima del Terrorismo; y ya los hombres no atinamos más que a asegurar
la prensa, las redes de comunicación, los conceptos políticos, la participación de la
nuestra existencia aunque sea a costa de vilezas y degradaciones. Robos con nombres
de confiscaciones, cárceles, prisiones y destierros con nombre de justicia, y asesinatos plebe y la guerra de propaganda.
horrorosos forman el cuadro espantoso de estos peores que salvajes.- Efectivamente, de todos estos estudios podemos subrayar las siguientes cinco
conclusiones:

1. Los periódicos tuvieron un papel clave en la configuración política del


poder; se pasó de una prensa ilustrada de fines del siglo XVIII, a una pri­
56. Puede cnconrrarse una bibliografía actualizada de los sectores populares en Morón y Aguirre 2013: mavera periodística de Cádiz y, posteriormente, a una orgía periodística de
25-50. la naciente república. En esc proceso complejo, los periódicos y, por ende,
57. Guerra 2002.
58. Para un estudio más amplio véase Morán 2013: 181-231.
59. La Gaceta del Gobierno de Lim a, n," 5, del viernes 9 de noviembre de 1810. 60. La GacetiJ de Rueños Aires, n.° 24, del jueves 15 de noviembre de 1810.
Daniel Moran En e l teatro de la g u erra y la revolución 445
444

los escritores públicos, se convirtieron en actores importantes del ciclo re­ 2010 «Entre la unidad y la pluralidad. El concepto de partido-facción en el
volucionario. Y, puntualmente, los periódicos dejaron de ser, como hemos Perú, 1770-1870». En Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, 39.
Lima,
podido mostrar, simples discursos que completan el Corpus documental
de algún estudio histórico. No nos ha interesado en este trabajo hablar Alonso , Paula, comp.
de la prensa en forma descriptiva y señalar sencillamente el contenido de 2004 Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los
sus páginas; por el contrario, nos hemos preocupado en sistematizar ese Estados nacionales en América Latina, 1820-1920. Buenos Aires: Fondo de
manantial de información, relacionarlo y conectarlo a una problemática Cultura Económica.
precisa y cualitativa de análisis y debate historiográfico.
Buller, Carlos
2. La prensa tuvo en todo el proceso de independencia una tribuna política
2011 Vinos, aguardiente y mercado, Auge y declive de la economía del vino en los
propia muy relacionada a los vaivenes políticos de las autoridades en el valles de Arequipa. Lima: Centro de Estudios Andinos.
poder del Estado, y esto porque las élites la concibieron como un arma
central en las luchas por conseguir su propia legitimidad política en coyun­ Burzio , Humberto
tura de cambios. 1964 «Dr. Fernando López Aldana, agente secreto de San Martín en el Perú».
3. El contexto revolucionario generó la primavera periodística de Cádiz y En Boletín de la Academia Nacional de la Historia, vol. XXXV. Buenos
luego la orgía de la prensa independentista; en todo ese proceso se produjo Aires.
una creciente politización de la población y un intenso debate político y
C alderón , Fernando
doctrinario. 2006 «La prensa arequipeña a inicios de la república, 1825-1834». En Acade­
4. La misma coyuntura de crisis, cambios y guerra ofrece la oportunidad para mia Nacional de la Historia, ed., Pueblos, provincias y regiones en la historia
pensar la independencia y el papel de la prensa en múltiples aristas: las mu­ del Perú. Lima: Academia Nacional de la Historia.
taciones de los conceptos, las imágenes y representaciones de la plebe, las
arterias y canales de circulación de la información y el poder de los llama­ 2008 «Poder y conflicto en el primer periódico de Arequipa: “La primavera de
dos, al estilo francés, ruidos políticos o guerra de palabras o propaganda. Arequipa”, 1825». En Espinoza De La Borda, Alvaro, Fernando Calderón
y Lorenzo lacea Quispc, cds., Arequipa a través del tiempo. Política, cultura
5. El estudio de las guerras de independencia debe concebirse como una his­
y sociedad. Arequipa: Centro de Estudios Arequipeños y Universidad Na­
toria de los discursos en conflicto y las batallas por la legitimidad, y ese
cional de San Agustín.
análisis debe realizarse desde una perspectiva comparada, relacionada y
conectada, que rompa con las barreras de las fronteras ficticias de nuestras C alixto D e O rihuela, José
historias nacionales y se atreva a imaginar la historia independentista en 1820 Carta Pastoral que sobre las obligaciones del cristianismo y la oposición de
perspectiva continental, y que mejor desde un medio de comunicación este al espíritu revolucionario de estos últimos, dirige a los fieles de la Santa
clave del periodo como son los periódicos y los impresos políticos. Iglesia del Cuzco, el ilustrisimo y reverendísimo Señor D. D. FR. José Calixto
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Menos plata pero más papas:
consecuencias económicas de la independencia
en el Perú
C arlos C ontreras C arranza

A lgunos autores han abordado el tema de las consecuencias económicas de la


independencia del Perú señalando como cales la disminución de la producción
minera y agraria del país, la desaparición de la aristocracia colonial asentada en las
principales ciudades y la sustitución de la dominación española por la británica.*1
Algunos han optado por ahondar más en las continuidades que en los cambios, y
otros, al reves. Pero pocos han hurgado en cuál fue la nueva política económica que
puso en marcha el recién creado Estado independiente.2 Este es el tema que que­
remos desarrollar en el presente artículo. Aun cuando la nueva política nunca fue
formulada claramente, es posible detectar diversos elementos que la compusieron.
Sus resultados «macrocconómicos» no fueron buenos, ya que la producción y el co­
mercio efectivamente disminuyeron por varias décadas después de la independencia,
pero sus resultados sociales fueron interesantes, ya que sugieren una mejora de la
distribución del ingreso nacional.
Ahora bien, antes de proceder a la presentación de la nueva política económica
de la posindependencia, resumiremos las principales consideraciones que hay que

* Una versión preliminar de este texto fue presentada como ponencia en el X Congreso de la Asocia­
ción Española de Historia Económica, celebrado en Carmona, Sevilla, del 8 aJ 10 de septiembre de
2011. Agradezco los comentarios recibidos por los colegas en dicha ocasión. Probablemente no he
podido satisfacer codas sus solicitudes, pero las guardo conmigo para futuros trabajos. El presente
trabajo fue publicado originalmente en Histórica, XXXV: 2. Lima: Departamento de Humanidades
de la Pontificia Universidad Católica del Peni. 2011.
1. Véanse Quiroz 1993a; Flores Galludo 1984 y Bonilla 1980.
2, Entre estos pueden anotarse a Tantalcán 1983 y Gootenberg 1997.
454 Carlos Cotttreras Menos plata pero mdspapas: consecuencias económicas de. la independencia en el Perú 455

tomar en cuenta acerca de la historia de la emancipación del Perú, así como los ha­ economistas británicos alcanzarían a tener alguna influencia, el peso principal pare­
llazgos de la historiografía en materia de indicadores cuantitativos de este periodo. ció recaer, al menos en un inicio, en el juego de intereses prevaleciente hacia las pos­
El virreinato del Perú se emancipó en 1821, aunque el ejérciro realista no fue trimerías del periodo colonial.'1 Ciertamente, cualquier programa de rcorientaeión
derrotado hasta fines de 1824, momento en que el Estado independiente pudo to­ debía comenzar por la consideración de cuál era el estado y el rumbo de los asuntos
mar recién el control del territorio.- Fue una de las últimas reparticiones coloniales económicos del que se partía.
en emanciparse, lo que hizo que las mejores oportunidades comerciales que brindaba
la nueva situación — como, por ejemplo, servir de sede redistribuidora del comercio
¿H ubo u n m o d e l o e c o n ó m i c o d e l c o l o n ia l is m o e s p a ñ o l ?
europeo en la región sudamericana— estuviesen ya tomadas por los países emancipa­
dos antes. Por otro lado, la guerra de independencia fue prolongada. Había iniciado
Para el caso del Perú, ha habido un consenso en la historiografía en tomo a que la
en 1809, cuando el virreinato se convirtió en el centro de la contrarrevolución en
economía en la Colonia estaba organizada alrededor de un sector minero productor
el subcontinente sudamericano, y perduró por los siguientes quince años. Esos tres
de plata para la exportación hacia la metrópoli. Esta exportación permitía el comer­
lustros de guerra consumieron una gran cantidad de hombres, anímales y capital.
cio de retorno de bienes europeos, que eran distribuidos en el virreinato y en algunas
Las pérdidas se acentuaron cuando los ejércitos libertadores que habían venido de
reparticiones vecinas por los comerciantes de Lima. El intercambio de plata por
Chile, el Río de la Plata y la Gran Colombia cobraron sus salarios y repatriaron las
manufacturas europeas permitió a estos comerciantes erigirse como el sector empre­
ganancias de los capitales que pudieron arrancar a los derrotados españoles. El país
sarial más boyante del virreinato.1* Los comerciantes limeños, además de dominar el
quedó, así, independiente, pero su comercio, sin barcos ni capitales; sus minas, sin
Tribunal del Consulado, que era una de las entidades más importantes en el cabildeo
muías ni operarios; y sus haciendas, sin semillas y con menos esclavos de los que
gubernativo, solían aviar con insumos y dinero a los empresarios mineros del inte­
habían tenido antes.
rior, y controlaban así el destino de la producción de plata y absorbían una parte de
Sin embargo, dichas perdidas, comunes a toda guerra, podían ser solo de corto
sus márgenes de ganancia. Del movimiento de la producción minera, cuya dinámica
plazo. La emancipación era una oportunidad para plantearse una reorientación de
demanda de insumos locales la ha llevado a ser bautizada como «el nervio» o «eje» de
la trayectoria económica seguida hasta entonces. Es difícil plantear hoy, en pleno
la economía colonial por los hombres de la época, y del comercio de efectos internos
apogeo de una «nueva historia política», que los móviles de la independencia hispa­
y ultramarinos que abastecían el consumo de la reducida población urbana del virrei­
noamericana hayan sido exclusiva o principalmente económicos, aunque el aspecto
nato, era que se surtían los ingresos fiscales/’
fiscal llegó a cobrar un protagonismo importante en los casos de países como México
Esta presentación estilizada de la economía colonial peruana adolece, sin em­
o el Perú (tema que abordaremos más adelante). De cualquier modo, los hombres
bargo, de mirar solo el sector comercial ultramarino, y descuida la consideración de
a cargo de los nuevos gobiernos pronto pudieron advertir que la transición de una
la población campesina y, en general, de codo el sector agropecuario que producía
economía colonial a una nacional implicaba unos márgenes de albedrío que, al me­
para el mercado interno y el intercolonial. Cuando se toma en cuenta a este sector,
nos nominalmentc, parecían más amplios que antaño. Diligentes cónsules de las
únicamente se lo hace bajo el modelo dual de Arrhur Lewis, bajo el cual es entendi­
grandes naciones del norte solicitando tratados de comercio recíproco, petitorios de
do como un «sector de subsistencia», cuya función sería servir de cantera y reserva
poblaciones locales pidiendo la derogatoria de gravámenes fiscales o la realización de
de mano de obra barata para el sector comercial. Creemos que su papel era más456
alguna obra pública, y consultas de los ministros y priores de los gremios del comer­
cio acerca de las cantidades y clases de moneda a acuñar, hicieron ver a los dirigentes
de las nacientes repúblicas que en sus manos yacía un conjunto de decisiones que en 4. Al menos esa es la conclusión que nos deja el trabajo de Paul Gootenbcrg (1998). Sobre la influen­
cia del liberalismo en las naciones latinoamericanas dd siglo XIX, véase Jacobscn 2007.
el pasado les habían sido impuestas por las autoridades metropolitanas. La indepen­
5. Los comerciantes de Lima solían ser socios o factores, a su vez, de comerciantes sevillanos. Véanse
dencia podía implicar una nueva política económica, los trabajos de Parrón 1995 y Mazzeo 201 1,
¿Sobre que base decidir acerca de tales requerimientos? ¿Sobre qué principios 6. Véanse ejemplos de esta síntesis en Quiroz 199.3a. En la página 126, el autor señala; «En rasgos
fundar la política económica de las nuevas naciones? Aun cuando las ideas de los generales el modelo económico colonial peruano, de carácter mercantilista, se basaba en la protec­
ción y subsidio estatal de la producción minera de plata, la cual, a su vez, proporcionaba el prin­
cipal producto de intercambio interoceánico». Véase también el siguiente trabajo de Shanc Hunt,
3. En la fortaleza Real Felipe del Callao permaneció un ejército realista, comandado por José Ramón el cual es más antiguo que el de Quiroz, pero recién ha sido conocido: «Esbozo de la economía
Rodil, que no se rindió hasta enero de 1826. colonial del Perú». En Hunt 2011: 45-70.
456 Carlos Contreras Menos plata pero máspapas: consecuencias económicas de la independencia en el Perú 457

complejo que esre. Para empezar, habría que tomar en cuenta que este sector cubría de política económica, ya que había hecho pensar que existía una economía posible
una parte importante de los ingresos fiscales, tanto por la vía del tributo pagado por más allá de la minería.
los campesinos a modo de capitación, cuanto por otros impuestos que lo alcanzaban,
como la alcabala, el «nuevo impuesto» al aguardiente y los diezmos que nutrían los
E l d e c l iv e d e l a m in e r ía m e t á l ic a
fondos de la iglesia y del Estado.7
Aquel modelo estilizado de la economía virreinal peruana correspondió en ver­
Tal vez una de las razones por las que los historiadores económicos han puesto un
dad a la época colonial de los siglos XVI y XVII, pero hacia 1800 la producción agrí­
mayor énfasis en el sector minero tenga que ver con que las cifras de la producción
cola había crecido mucho como para ser considerada solamente un sector derivado,
de plata son una de las pocas evidencias cuantitativas sólidas con las que se cuenta
inducido o de reserva del sector minero. Dicho crecimiento incluía tanto la pro­
para evaluar las consecuencias económicas de la independencia en el Perú. La in­
ducción destinada para el autoconsumo como aquella destinada a fines comerciales.
terpretación dominante sobre la historia de la minería en esta coyuntura descansa,
Cultivos de azúcar, arroz, tabaco, algodón, cascarilla y vid se sucedían a lo largo de
primero, en la idea —que ya traemos dicha— de que este sector era el motor de la
la costa peruana, que era la región más proclive al comercio.8 También existía una
actividad económica del país, y segundo, en el planteamiento de que la producción
producción de origen pecuario consistente en lanas y jabón.9 lai producción agro­
minera se hundió a raíz de las guerras de independencia y que, salvo durante alguna
pecuaria se exportaba principalmente a los territorios coloniales vecinos, como los
coyuntura fugaz como la de 1838-1842, no fue capaz de remontar esta decadencia
virreinatos del Río de la Plata y Nueva Granada, así como a la Capitanía General
hasta las postrimerías del siglo XIX." Los historiadores que investigaron una realidad
de Chile. Entre 1780 y 1819, el mercado hispanoamericano absorbió el 52% de las
similar en el caso mexicano llegaron a conclusiones parecidas y presentaron la tesis
exportaciones peruanas.10 Es decir, más que todas las exportaciones hacia Europa,
de que esto fue así debido a que la rentabilidad de las empresas mineras coloniales
que estaban dominadas por la plata.
reposaba en un conjunto de subsidios y en la protección del Estado. Desmantelado
El crecimiento ocurrido bajo los borbones había ampliado el sector comercial
este modelo de fomento estatal pro minero con la independencia, la producción de
de la economía y había diversificado sus productos, abriéndolo al sector agrope­
plata no pudo sostenerse.17
cuario. Esto mitigó la cspccialización minero-exportadora del virreinato peruano,
El gráfico 1, relativo a la producción de plata en el Perú en el ciclo de transición
que había sido característica de su producción hasta mediados del siglo XV11I. La
de la independencia, se basa, para el periodo colonial, en las cifras que se encuentran
historiografía tiende a omitir esta transformación por el defecto de considerar las
en el reciente libro de John TcPaske y Kendall Brown, A New World o f Gold and
exportaciones hacia Europa como si ellas fuesen todas las exportaciones, pero el
Sil-ver, y, para la etapa republicana, en los datos ofrecidos por el ingeniero Carlos Ji­
comercio intercolonial también debe considerarse parte del comercio externo. La
ménez en un estudio publicado en 1924, el cual, a pesar de su antigüedad, mantiene
transformación de la estructura productiva bajo los borbones será importante a la
su vigencia.11
hora de explicar las primeras decisiones de los gobernantes republicanos en materia

11. Véanse, por ejemplo, Deustua 2009 y Deustua 1987- Hay que advertir que Deustua critica la des­
cripción de la minería de la posindependencia como decadente amparándose precisamente en el
auge de 1840, pero sus propias cifras revelan que este último fue solo pasajero y que m is bien fue la
7. De acuerdo con las cifras de Herbert Klein, los ingresos por concepto de tributo indígena en el producción de guano y no la de plata la que dominó la economía peruana de la posindependencia.
virreinato peruano a finales del periodo colonial hacían de este rubro el más importante de todos Véanse también «Guano y crecimiento en el Perú del siglo XIX» (Hunt 2011: 71-163), Bonilla
los canales de ingreso del Estado. Se trataba aproximadamente de un millón de pesos por año, de 1980, Quiroz 1987, Contreras 1988 y Contreras 1999.
un total recaudado de entre cinco y seis millones de pesos. Véase Klein 1994. Si a dicho millón del
12. Consúltese sobre todo Coatsworth 1990.
tributo indígena le añadiésemos otros rubros, como el impuesto al aguardiente (consumido básica­
mente por los indios), el estanco del tabaco, la alcabala de los bienes agropecuarios y los diezmos, 13. TePaske y Brown 2010. Las variaciones que este libro trac con respecto a las cifras anteriores de
podríamos llegar a la conclusión de que no menos de la mitad de los ingresos fiscales provenía de Fishcr 1977 son muy pocas. Para el periodo republicano, Deustua (2009) presenta otras cifras,
sectores distintos de la minería y del comercio ultramarino. con también leves variantes respecto ele las de Jiménez (1924). Deustua trabajó sobre la base de
una proyección a partir de los datos de la producción del principal asiento minero productor de
8. Véanse Chocano, Magdalena, «Población, producción agraria y mercado interno, 1700-1824». En
plata, que fue en el Perú, desde 1776, el de Cerro de Pasco. Jiménez, por su parte, manifestó en
Contreras 2010, t. III: 19-101; y Burga 1987.
su estudio que «en 1921 nosotros hicimos una prolija investigación al respecto [de las cifras de
9. Véanse Aidana 1999 y Jacobscn 1993. la producción de platal, compulsando y coordinando las apreciaciones parciales de Humboldt,
10. Cálculo basado en las cifras que aparecen en Parrón 1995 (anexo). Rivera, Paz Soldán, Tshudi, Soctbcr y otros, con las estadísticas de la Casa de Moneda, algunos
458 Carlos Contreras Menos plata pero ttuispapas: consecuencias económicas de la independencia en el Peni 459

Gráfico 1 ejemplo, el Estado rebajó el precio del quintal de mercurio a los mineros peruanos
Pr o d u c c ió n d e plata e n e l P e r ú , 1 7 7 6 -1 8 7 5 de 73 a 50 pesos, lo que significaba claramente una señal de fomento en vez de lo
contrario,1516
Una explicación posible del declive de la minería de la plata sería que el creci­
miento de la producción agropecuaria antes mencionado implicó una competencia
para la minería por los escasos capitales disponibles en el virreinato. La atracción de
capital de inversión era una de las dificultades más grandes de la minería en estos
años finales, en que se venían trabajando niveles profundos bajo las técnicas de soca­
vón subterráneo. La coexistencia de dos «tribunales» o gremios, el de los comercian­
tes (Tribunal del Consulado) y el de ios mineros (Tribunal de Minería), hacía difícil
que el capital de aquellos pudiese fluir hacia estos, porque, en caso de diferendo,
no quedaba claro a cuál de los dos entes le correspondía ventilarlo. Los mineros
estaban protegidos, ademáis, por la legislación (las nuevas ordenanzas de minería,
implantadas en el Perú desde 1786) de posibles embargos de sus «bienes de minero»,
lo que volvía más riesgoso prestarles dinero. Uno de los pedidos más constantes de
este gremio en los años finales del periodo colonial fue que el Estado estableciese un
fondo de «rescate» de los marcos de plata en los asientos mineros, o constituyese un
fondo dotal con el que pudiese financiarse a los mineros, dado lo costoso que para
Fuentey*. Para 1776-1820, TePasIte y Brown 2010 y, para 1.87-1 -1875, Jiménez 1924.
ellos resultaba el financian!iento de los comerciantes.
Por orro lado, ¿en qué consistía el subsidio estatal a favor de la minería del que
Dos hechos se hacen evidentes en este gráfico: uno, que aunque la producción habla la historiografía? Ciertamente, e! Estado colonial desplegó una política favora­
de plata se vio seriamente perturbada por la guerra de independencia (obsérvese que ble a dicha actividad, pero el termino «subsidio» tiene hoy una definición muy pre­
durante la coyuntura más crítica, de 1821 a 1825, la producción anual ate por deba­ cisa (cubrir parte de los coseos de alguien), que hace necesario hurgar en este punto.
jo de las cuarenta toneladas en promedio), venía arrastrando un declive desde años La mita habría implicado proveer a los empresarios de trabajadores mis baratos que
atrás. Dos, que tras un éxito inicial en recuperar los niveles de producción anteriores, los que se habría tenido que contratar en un mercado libre de trabajo. La única mina
el Estado independiente no pudo mejorar el desempeño del sector hasta los años con derecho a mitayos en el Perú de las postrimerías del virreinato fue la mina de
finales del siglo XIX.14 azogue de Huancavclica, que recibía una cuota de 440 operarios, lo que significaba
Vayamos al primer hecho: la producción de plata empezó a disminuir desde aproximadamente el 5 por ciento del total de trabajadores de la minería peruana.17
los inicios de la mencionada centuria, esto es, por lo menos un decenio antes de que No se trataba ciertamente de una contribución decisiva. Las dos minas más impor­
comenzasen las guerras de independencia y la incertidumbre política que las acom­ tantes del virreinato, que eran las de Cerro de Pasco y Hualgayoc, carecían de cuotas
pañó. ¿Cómo se explica este temprano declive? ¿El sistema de subsidios comenzó de mitayos.
a ser retirado por las autoridades virreinales antes de la independencia? En parte, Los subsidios coloniales parecen haber estado, en cambio, en el aprovisiona­
esto es cierto. Por ejemplo, la dotación de mitayos para las minas fue abolida por las miento puntual — y, en esc sentido, eficiente— de los insumos más importantes,
Cortes de Cádiz en 1812. Sin embargo, salvo este hecho, no hay otras señales de un como el mercurio, la pólvora y los instrumentos de fierro. Los dos primeros estaban
retiro del apoyo al sector por parte del Estado colonial en estos años. En 1809, por

15. Pishcr 2002: 143.


informes consulares y otros documentos que eran todo lo posible de obtener, llegando a las cifras 16. Véanse Fishcr 1977 y Contreras 1995. Alfonso Quiroz señala que la consolidación de vales reales
que damos» (1924: 50). de 1804 pudo haber afectado también la disponibilidad de capitales para la economía local, al salir
14. La producción de plata recién pudo superar los récords coloniales en el lustro 1895-1899, cuando muchos caudales para España (Quiroz 1993b).
ya era un subproducto de la producción de cobre. Véanse Deusrua 2009 y Contreras 1999. 17. Brown 1988,
460 Oírlos Confieras Menos pinta pero máspapas: consecuencias económicas de la independencia en el Perú 461

estancados, de modo que funcionaban como monopolios reales. Sin embargo, los pólvora, o el mercurio; así, incumplía las fechas de entrega de su producto, con la
estudios de los historiadores no permiten demostrar que haya existido un subsidio consecuencia de que los capitalistas que lo aviaban lo tachaban de «tramposo», desis­
en el precio de venta de estos ingredientes. Aparentemente, las cajas reales en los tiendo de hacerle nuevos avíos.20
asientos mineros vendían el mercurio a un precio que contenía tanto el costo de Recapitulando este punto: no es que el Estado colonial transfiriese dinero a
producción del mismo, como el de su envasado y transporte hasta los lugares de los mineros bajo la forma de insumos cedidos a un precio que no cubría sus costos;
expendio, más un margen, ciertamente módico, de ganancia para el rey.lHEl precio lo que hacía realmente era fomentar la minería usando la organización estatal para
de dicho producto se redujo en 1809 porque comenzó a reemplazarse el mercurio producir y transportar aquello que los productores de plata requerían. El mercado no
caro de Huancavelica por el más barato de Almadén. Por lo que se ve, el subsidio iba tenía un desarrollo que le permitiese emular al Estado en dicha tarca; esto se debía en
contenido no dentro de los frascos de mercurio, sino en la venta a crédito de dicho parte al hecho de que el Estado lo hiciese no le había permitido crecer. En cualquier
insumo, así como de los otros, y, además, en la organización del abastecimiento de caso, el aprendizaje del mercado fue, después de la independencia, sumamente lento,
rales insumos en un medio como el del virreinato peruano, donde difícilmente los ya que a lo largo de todo el siglo XJX el problema de desabastecí miento de insumos,
empresarios privados podrían haberlo organizado con márgenes de ganancia tan mo­ capitales y mano de obra para la minería — y también para el resto de sectores— se
derados como los del gobierno español. volvió crónico. El Estado había venido reemplazando al mercado. Lina transición
Lo que ocurrió después de la independencia ilustra mejor ese asunro; con ello, hacia una economía «de mercado» era, desde luego, complicada, como la historia
pasamos al segundo hecho revelado por la curva del gráfico de la producción ar­ reciente lo demuestra, y debió hacerse, en todo caso, paulatinamente, pero la revolu­
gentífera. Después de la batalla de Ayacucho, las cajas fiscales ubicadas cerca de los ción de independencia no fue el contexto más sosegado para ello.
asientos mineros se dedicaron solo a cobrar los impuestos, dejando de proveer de
los insumos necesarios a los productores. Se entiende que estos debían conseguir­
T e o r ía d e i a d e p e n d e n c ia e n e l s e c t o r a g r o p e c u a r io
los ahora en el mercado libre, puesto que el mercurio y la pólvora dejaron de estar
estancados. Si fuera cierto que el Estado colonial subsidiaba la venta de estos insu­
mos, ellos debían, tras la independencia, subir de precio; si lo contrario (o sea que El sector agropecuario no cuenta con la información cuantitativa del minero. Sin em­
el Estado encarecía los precios aprovechándose de su monopolio), debían bajar de bargo, algunos historiadores dirigidos por Pablo Macera consiguieron, en las décadas
precio. En el caso del mercurio la realidad fue que el precio del quintal de mercurio pasadas, construir series de los valores en que fue rematada la cobranza del diezmo,
se elevó al doble diez años después de la independencia, pero en buena parte porque que era un impuesto para la Iglesia que debían pagar los productores agropecuarios
las condiciones del mercado mundial cambiaron: el comercio con España, que era orientados al comercio o que conducían cultivos considerados comerciales.21 Un alza
el principal proveedor, se truncó después de la emancipación y advino el monopolio de los diezmos estaría reflejando un crecimiento en el valor de la producción agro­
sobre el insumo de la casa Rothschiid, que elevó el precio.19 pecuaria, aunque también podría estar revelando el desempeño de otras variables,
Algo similar sucedió con la pólvora y la ferretería: escasearon y sus precios se como, por ejemplo, una mejor recaudación. Así, el indicador no es tan bueno como
volvieron muy erráticos, con tendencia al alza. Un observador en el principal asiento el de la producción minera. Esto se debe, además, a que las series no están completas,
minero de la década de 1870 señalaba que nunca el minero podía contar con que sobre todo para los obispados fuera de Lima. Sin embargo, de todos modos permiten
estaría abastecido de todos los insumos necesarios: o fallaba la mano de obra, o la tener un panorama. En este destacan dos hechos: una tendencia al crecimiento de los
diezmos a lo largo del ciclo 1780-1820 y una debacle ocurrida rras la independencia,
que se extendió al menos hasta la abolición del impuesto en 1859 (véase gráfico 2).
18. Para el mercurio, véase Brown. 1988; para la pólvora, consúltese Fernández Alonso 1988. Es inte­
résame revisar, asimismo, la distribución del mercurio en el virreinato novohispano; véase Dobado
2002.
19. Para 1827, el quintal de mercurio se vendía a ochenta pesos en Cerro de Pasco, según refiere
Mariano de Rivcro, quien fuera direcror de minería en dicho asiento y más adelante prefecto del
departamento de Junín (véase Rivero 1857). En la década de 1830, el quintal pasó a costar cien
pesos, y cuando se vendía al menudeo, que pasó a ser lo corriente, su precio se elevaba a dos pesos 20. E l Comercio, Lima, 28 de enero de 1870.
la libra, o sea doscientos pesos el quintal, según refería el corresponsal del diario E l Comercio en 21. Véanse Huertas 1982; Huercas y Camero 1983a; Huertas y Carnero 1983b; y Carnero y Pinto
Cerro de Pasco (Coniferas 1988: 27). Véase también Plan 1993 y Platt 2011. 1983. Consúltese también Burga 1987.
462 Carlos CoMirras Menos plata pem unís papas: consecuencias económicas de la independencia en el Peni 463

Gráfico 2 Gráfico 3
R em a te d e l o s d ie z m o s e n e l Perú, 1 7 7 6 - 1 8 5 8 D ie z m o s f.n p r o v in c ia s d e l Pe r ú , 1 7 7 6 - 1 8 5 8

---- Obispado de Unía


---- Obispado del Cuzco
— Obispado do Arequipa
Obispado da Huamanga

0i---------------------------- —-------------- -------------

Fuenter. Carnero y Pinto 1983; Huertas y Carnero 1983a; Huertas y Carnero 1983b; y Huertas 1982.

Según lo que deja ver la recaudación del diezmo, la producción agropecuaria menos aguda que la de Cañete, mientras que las otras dos provincias no parecen
habría tenido un ciclo relativamente independiente de la producción minera. Si bien haber sido afectadas por la emancipación, o muestran incluso una mejoría.
ambos tuvieron una tendencia al alza en las décadas finales del siglo XVIII, la pro­ Sobre la base de esta diferencia en el rendimiento del remate del diezmo entre
ducción minera decayó desde 1800, mientras que la producción agropecuaria habría provincias de la costa y de la sierra dentro del arzobispado de Lima, Manuel Burga
proseguido su crecimiento, cambiando de tendencia recién desde 1818-1822, vale postuló hace algunos años que aquello que llamó la «primera crisis agrícola republi­
decir, exactamente a partir de la campaña final de los ejércitos libertadores de San cana» expresó el estancamiento de la parte comercial de la agricultura, mientras la de
Martín y Bolívar en el Perú. autoconsumo no habría padecido de este bache, logrando incluso un crecimiento.22
La depresión posindependencia tendría que ver con la pérdida de los mercados Esta conclusión recuerda el esquema de la teoría de la dependencia, que sostenía que
sudamericanos. La creación de fronteras internacionales con los que pasaron a ser cuando el núcleo comercial de la economía afrontaba problemas, la expoliada peri­
países vecinos complicó el tráfico comercial, al crearse nuevas aduanas y gravámenes feria se veía aliviada de la presión que aquel núcleo había ejercido antes sobre ella, y
y diferenciar cada país su propia unidad monetaria. Las frecuentes guerras con dichos mejoraba así su desempeño. Volveremos al final sobre este punto.
países a lo largo del siglo XIX — y aún más allá— también debilitaron el comercio El sector agrario comercial padeció también la — así llamada— «falta de brazos»
con ellos. LJna mirada micro a la recaudación del diezmo en las provincias menos que caracterizó a toda la economía peruana a lo largo del siglo XIX, Durante la guerra
comerciales, como las de la sierra, permite apreciar que en ellas la caída tras la inde­ de independencia, los esclavos fueron levados por el ejército patriota, y a muchos se
pendencia fue menos marcada, o ni siquiera ocurrió. F.l gráfico 3 presenta las cifras les manumitió tras la victoria de Ayacucho o ya no se les pudo reducir a su antigua
del remate del diezmo en cuatro provincias: una es la de Cañete, que representaría servidumbre. Las guerras civiles continuaron durante los años siguientes, lo que sig­
el caso de la agricultura comercial de la costa y que muestra una tendencia similar a nificó la persistencia de las levas de operarios y gañanes.23
la del obispado de Lima en el gráfico anterior. Las otras provincias son Conchucos,
Huanta y Parinacochas, situadas en la sierra norte la primera y en la sierra centro- 22. Burga 1987:48.
sur las otras dos. Conchucos muestra una caída después de la independencia, pero 23, Ibíd.. pp, 33-34.
464 Oírlos Conmras Menos pinta pero nuíspapas; consecuencias económicas de la independencia en el Perú 465

En la Oración fúnebre que el arzobispo de Lima, Bartolomé Herrera, pronunció cifras sobre el comercio exterior. El segundo fue director de aduanas a finales de la
en el entierro del presidente Agustín Gamarra en 1842, aquel señaló la perdida del mencionada centuria y debió tener acceso a buenas estadísticas. Sobre la base de esta
«principio de la obediencia» ocurrida durante la «lucha de la emancipación» como la información y la añadida por las investigaciones históricas más recientes de Hcraclio
causa principal de los males de la joven república.24256El sistema laboral para la parte Bonilla, Shanc Hunt y Paul Gootcnbcrg, hemos podido formar el siguiente gráfi­
comercial de la economía colonial había dependido, ciertamente, de la obediencia co de las exportaciones c importaciones del país, según promedios decenales, entre
al Estado impuesta sobre la población. La obligación de la mita aseguró una parte 1780 y 1869. Para algunas décadas se contaron con solo dos o tres observaciones, por
de la mano de obra para las minas e incluso para algunos otros centros de produc­ lo que las cifras deben tomarse con muchas reservas.
ción, como los obrajes y el servicio del correo. La esclavitud, por su parte, doraba de
trabajadores a las haciendas azucareras y algodoneras en la costa. Y aunque existían
también trabajadores que voluntariamente iban a contratarse a las minas (los llama­ Gráfico 4
C o m e r c io e x t e r io r p e r u a n o , 1 7 8 0 -1 8 6 9
dos indios «mingas»), lo hacían debido a la obligación de pagar el tributo al Estado.
La autoridad de este último era la base de las prestaciones laborales. La guerra de-
independencia puso en cuestión y terminó debilitando dicha autoridad, no solo la
del Estado, sino también la de la Iglesia y de las élites. Sin ella no había posibilidad
de tributos ni de mercado.
La erosión de la autoridad del Estado se tradujo en una menor capacidad de im­
poner el orden y la ley. Una consecuencia de esto fue la proliferación de montoneras
en los extramuros de las ciudades, que interrumpían el comercio o lo encarecían.-5
Otra fue la disminución de la capacidad de imposición fiscal del Estado. El menor
rendimiento del diezmo reflejado en los dos gráficos anteriores probablemente tuvo
que ver más con la debilidad de las autoridades para imponer la ley fiscal que con la
disminución de la producción. De hecho, a partir de 1832, el diezmo se redujo al
«quinceno» con la esperanza de mejorar la recaudación, y aun era frecuente recaudar­
lo al «veinteno» o como pudiese negociar el rematista con los agricultores.-0

E l r e p l i e g u e d e l c o m e r c io Fuentes; Parrón 1995. Cisncros 1939. Gootenberg 1997 y Rodríguez 1921,

Las cifras sobre el comercio durante la transición de la independencia son bastante


El comercio exterior, pero sobre todo el de las exportaciones, entró en una ten­
incompletas. En relación con las últimas décadas del periodo colonial tardío, existen
dencia descendente desde antes de la independencia. Esto fue explicado hace varias
datos respecto de años aislados, o datos dispersos ofrecidos para algunos puertos o
décadas apelando al desplazamiento de Lima por Buenos Aires como submetrópoli
para productos específicos, como la plata.27 Con respecto a la etapa republicana, las
del imperio, pero probablemente tuvo que ver también con la disminución de la
series oficiales se inician recién en 1890. No obstante, desde el siglo XIX hubo estu­
producción de plata,2* No parece haber ocurrido que la plata peruana fuese retenida
diosos, como Luis B. Cisncros y sobre todo José M. Rodríguez, que reconstruyeron
por su demanda como moneda dentro de la economía, como se ha sostenido para la
debatida «crisis del siglo XVII», porque la serie de acuñación de la Casa de Moneda
de Lima muestra también una disminución después de 1800 (véase gráfico 5).
24. Herrera 1929: 14-34, Véase también «El motín de las palabras: la caída de Bernardo Monreagudo
y la forja de la cultura política limeña (1820-1822)» (McF.voy 1999: 1-60),
25. Aguirre y Walker 1990.
26. Burga 1987; Huertas y Carnero 1983a; Huertas y Carnero 1983b. 28. Céspedes del Castillo 1949, En cambio, John Fisher (2000) minimizó el impacto de la creación
27- Parrón 1995, Fisher 1977 y Maffiwo 2012. del nuevo virreinato en el comercio peruano.
Oírlos Coimeras Menos plata pero máspapas: consecuencias económicas de ¡a independencia en el Perú
466 467

Gráfico 5 así la paradoja de que una revolución inspirada por ideas liberales, como fue la de la
A c u ñ a c ió n d e p ia t a en la C asa de M o neda de L im a , 1 7 8 0 - 1 8 2 5 independencia, implantó una política opuesta al libre comercio. En un libro publi­
cado a finales del siglo XIX por el diligente director de aduanas José M. Rodríguez,
este ofreció un cuadro resumen de los distintos aranceles peruanos a partir de la
emancipación, el cual ha sido el gran referente de la historiografía.31 Desde la atalaya
de su tiempo. Rodríguez incluyó dentro de un «grado moderado de proteccionismo»
a la mayor parte de las tarifas que existieron desde la independencia, pero indudable­
mente la calificación de las mismas que podemos hacer hoy, en medio de una época
de liberalismo comercial, las incluye en un esquema claramente proteccionista. La
calificación se mantiene incluso si la hacemos en comparación con las tarifas predo­
minantes en el propio siglo XIX.32 Las tarifas más altas fueron las vigentes durante
el periodo 1826-1840, cuando los gravámenes de internación fijaron porcentajes ad
valorem de 80% en los casos de bienes sustitutos de la producción nacional (aceites,
jabones, muebles, manteca, ropa hecha, calzado, sombreros, tabaco y velas de sebo y
de cera), hasta llegar a la ruda prohibición.
Menos difusión han tenido otros cuadros ofrecidos en el mismo libro de Rodrí­
guez, que tienen la relación de los bienes exonerados de gravámenes de aduana: estos
Fuente Lazo 1992: 447-522. eran aquellos juzgados necesarios para la producción nacional (azogue; cuerdas; fi­
bras textiles que no tenían producción local, como el lino y el cáñamo; libros; máqui­
nas y herramientas para la agricultura, la minería y la industria en general). Esto nos
La caída de las exportaciones no logró revertirse hasta la década de 1850, cuan­ hace ver que se trató de un proteccionismo selectivo, en el sentido de buscar conciliar
do las ventas de guano descollaron rápidamente, y dieron inicio a la primera bonanza el apoyo a la industria existente con la necesidad de atraer los insumos necesarios de
de exportación de materias primas en la república. El gráfico 4 hace evidentes los los que no se disponía, como, por ejemplo, nueva tecnología.33*
cincuenta años que le tomó a la economía peruana reengancharse al mercado mun­ En el gráfico 6 hemos bosquejado, sobre la base de los dispersos datos relativos
dial tras la debaclc de su producción argentífera hacia 1800. En diferentes momen­ a la recaudación de las aduanas y el valor de las importaciones, lo que podríamos
tos de ese medio siglo, las lanas de los camélidos andinos, el tabaco, la cascarilla y llamar el «arancel efectivo». Tenemos como resultado derechos de importación que
el algodón asomaron como exportaciones alternativas a los metales preciosos, pero rondaron entre el 30 y el 40% hasta 1852; desde entonces se redujeron a poco más
sin llegar a consolidarse.29 El mismo gráfico también muestra que, salvo durante la del 20%, hasta que a finales de la siguiente década volvieron a subir hasta situarse en
década de 1830, la balanza comercial mantuvo siempre un fuerte saldo favorable. los años setenta por encima del 40 por ciento.
Este reflejaba la insuficiencia de la demanda interna, determinada a su vez por una Los bienes importados eran consumidos por la población de mayores ingresos.
distribución del ingreso bastante desigual. Se trataba en un 80%, cuando no más, de textiles y ropa usados por la población
La política aduanera de la posindependencia, hasta mediados del siglo XIX, ha urbana. El porcentaje restante era mobiliario, bebidas y ornamentos para las casas de
sido calificada de proteccionista; esta situación contrastó con la progresiva liberaliza-
ción introducida por las últimas administraciones españolas,30 Se habría producido
31. Rodríguez 1895:457-458.
32. Coatswordi y Williamson 2002.
29. Gootcnberg da algunas cifras de la composición de las exportaciones para 1826 y 1837; en ellas se 33. Rodríguez 1895: 462 y ss. Sobre las ilusiones tempranas de una industrialización, véase Gootcn­
aprecia que las exportaciones no mineras representaban apenas una cuarta parte del total (Gooten-
berg 1998: 65-91. Véase también el libro de viajes Peregrinaciones de una paria, escrito original­
berg 1997: 320), Véase también «Precios y cantidades de las exportaciones peruanas, 1830-1962»
mente en U década de 1830, donde su autora, la francesa Plora Tristán, rememora un diálogo entre
(Hum 2011:521-587). ella y un coronel (San Román) que luego llegaría a ser presidente del Perú, el cual defendía las ¡deas
30. Gootcnberg 1997. del proteccionismo (Tristán 2003).
Carlos Confieras Menos plata pero mdí papas; consecuencias económicas de la independencia en el Perú 469
468

Gráfico 6 imprimirle al organismo económico. En las décadas pasadas predominó la visión de


I n c id e n c ia d e lo s d er ec h o s d e M s o b r e e l v a lo r d e l o im p o r t a d o que los «rústicos caudillos» que condujeron los gobiernos iniciales del Perú, como de
la generalidad de América Latina, fueron incapaces de proponer una nueva política
económica. De un lado, porque apenas habrían podido preocuparse del corto plazo,
dadas las premiosas urgencias que se les presentaron por el estado de guerra perma­
nente en que vivieron hasta por lo menos la mitad del siglo XIX; y, de otro, porque
habrían carecido de nociones elementales de política económica.35
En los años recientes, ha surgido una curiosidad y un empeño por descubrir
los proyectos que persiguieron los gobiernos de la posindependencia, tal vez en bús­
queda de inspiración para dar con alternativas distintas de los modelos económicos
primario exportadores de nuestras repúblicas.3637En tal sentido, quisiera proponer
aquí que dichos gobiernos alentaron un modelo que podríamos llamar de «baja fis-
calidad»; pocos impuestos a cambio de pocos servicios públicos. Esta política se basó,
por una parte, en la noción, que tuvieron los hombres de la época, de que el periodo
colonial, especialmente en su último medio siglo, se había caracterizado por una
presión fiscal excesiva. Crecidos gravámenes, no compensados por servicios guberna­
mentales, habrían terminado por romper la fidelidad al monarca español que había
caracterizado a la población peruana.3' Dichos hombres entendieron que el premio
Fuente . Rodrigue* 1 « 9 5 y Rodrigue?, 1921 de la autonomía ganada debía ser una política de alivio fiscal. Existía, además, la
idea de que gran parte de los tributos arrancados por las autoridades españolas era
transferida a la Península Ibérica graciosamente o como una servidumbre colonial,
las élites, o algunos bienes industriales, como fierro, papel y maderas.34 Dada la fide­ por lo que, obtenida la independencia, no sería más necesaria esa sobrecarga fiscal.
lidad de esta población hacia su consumo, por el carácter de marcadores sociales que Esta era sobre todo una percepción, no la descripción de una realidad. Si tomamos
tenían tales bienes, las altas tarifas de aduana resultaban impuestos perfectamente en cuenta lo dicho antes acerca de los servicios prestados por la organización estatal
progresivos y fueron, al final, la única manera en que se pudo conseguir que la clase colonial a favor de la producción minera, resulta evidente que esta percepción podía
propietaria pagase impuestos. Lo que se manifestó mediante el «proteccionismo» de estar seriamente distorsionada.
la posindependencia habría sido más una estrategia fiscal que una política de desa­ En 1821, meses después de desembarcar en el Perú, el general San Martín abo­
rrollo económico. lió el tributo de los indios, que había sido restaurado en 1814 con el absolutismo, y
las alcabalas, cuya extensión al comercio indígena había sido causa de varios levan­
tamientos, el más grande y famoso de los cuales fue el de Túpac Amaru II en 1780.
E l p r im e r MODELO ECONÓMICO REPUBLICANO: l a p o l ít ic a d e a l iv io f is c a l
Alguien podría pensar que se trató de medidas dirigidas a conquistar adeptos para la
independencia y que los impuestos volverían una vez que se hubiese expulsado a los
Después de este repaso por las estadísticas disponibles acerca de los sectores produc­ españoles. Al comienzo pareció así: en 1826, arriada la última bandera peninsular
tivos y el comercio internacional, toca retomar la pregunta de cuál fue el nuevo rum­ en el puerto del Callao, el libertador Bolívar restauró la contribución indígena y
bo, si alguno hubo, que las primeras generaciones de dirigentes del país quisieron elevó los aranceles hasta los niveles de prohibición que vimos antes. Sin embargo, el

34, En la década de 1830, del cota! de importaciones hechas desde Gran Bretaña, que constituía el
principal proveedor del exterior, el 91,5% estuvo constituido por textiles. En las décadas siguien­ 35. Véanse, por ejemplo, Ycpes 1972, Bonilla 1980 o Cotler 1978.
tes, este porcentaje fue cayendo solo levemente, y fue de 80% en el decenio de 1840, 70% en el de
36. Gootenberg 1998; Méndez 2005. El libro de Tamalean (1983) fue un antecedente importante.
1850 y 68% en el de 1860. Estos cálculos han sido hechos sobre la base de los datos que aparecen
37. Al respecto es ilustrativo el discurso de Mariano Vidaurre (1929 [18171).
en Bonilla 1977. Véase también Gootenberg 1997: 319.
470 Carlos Comieras Menos plata pero nuis papas: consecuencias económicas de la independencia en el Perú 471

impuesto de capitación a los indios, que intentó extenderse al resto de la población Un proyecto de Constitución política presentado en 1827 para sustituir a la
masculina, fue rebajado en un peso en relación con el monto vigente en 1820, y las Carta vitalicia que dejó Simón Bolívar proponía que los ingresos del Estado debían
odiadas alcabalas no se reimplantaron, salvo para la compraventa de bienes raíces,38 reducirse a los derechos pagados en las aduanas por la internación de productos
Tras el retiro de Bolívar, la razzia abolicionista de los tributos coloniales se rcini- extranjeros y los pagados por los mineros en las cajas fiscales y por concepto de
ció. En 1829, como resultado de una campaña dirigida por el mineralogista Mariano amonedación. Solo en caso de necesidad se admitirían los impuestos indirectos, que
de Rivero, que era en aquel momento subprefecto de la provincia minera de Pasco, deberían limitarse a gravar artículos de lujo «o de menor necesidad», de acuerdo
se rebajó el diezmo minero a solo un tres por ciento. El argumento fue el mismo con con el responsable del mencionado proyecto.4' «Gravar al industrioso a proporción
que, en 1736, el gobierno español había rebajado el impuesto del quinto a la mitad: de lo que progresa, solo puede ocurrírscle a un enemigo declarado de nuestros ade­
la expectativa de que una menor carga fiscal alentaría una producción m ay o r.A l lantamientos», señalaba otro autor en 1836. Para él, los impuestos se oponían a la
comienzo, los resultados parecieron validar esta esperanza (véase el gráfico 1), pero libertad, de modo que no podía considerarse libre una actividad cuyo ejercicio supu­
luego se descubriría que el mérito del repunte en la producción de plata en los años siese el pago de gravámenes.44 Estos autores, del mismo modo que personajes como
treinta del siglo XIX se basó no solamente en la rebaja fiscal, sino en la apertura de Mariano de Rivero, se respaldaban para sus ideas en lo que consideraban una ley de
un nuevo socavón de drenaje en Cerro de Pasco.'840'La falta de capital para abrir más la fiscalidad basada — según declaraban— en la experiencia inglesa y en «el saber de
socavones de este tipo y las dificultades para que los mineros se pusiesen de acuerdo los economistas»; esta norma decía que «el aumento de las entradas del Erario está
en sufragarlos colectivamente pusieron fin a la tendencia expansiva de la producción en razón inversa de lo subido de los impuestos».45 Por lo mismo, reclamaron que los
de plata en la década de 1840. derechos de aduana debían ser rebajados.
Vimos antes que los agricultores consiguieron también una rebaja del diezmo Bajos impuestos solo producen un aumento de los ingresos cuando, en el marco
que gravaba sus cosechas. A partir de 1832, el impuesto fue rebajado a un quinceno, de un mercado en expansión, existe un consumo reprimido por los altos precios que
lo que equivalía a una 6,7 por ciento.4142Por otra parte, durante los años treinta y cua­ alcanzan los bienes gravados por los impuestos. Pero no era este el caso del Perú de la
renta, hubo presiones de los campesinos para que se disminuyera el tributo indígena. posindependencia, donde el problema no eran los altos precios, sino el poco apetito
En verdad, en términos reales este había disminuido si tomamos en cuenta la perdida de consumo, por el aislamiento en el que yacía su población y por la falta de ingresos
de poder adquisitivo de la moneda a partir del decenio de 1830, cuando comenzó monetarios entre la mayor parte de la misma. La supresión de la contribución indí­
a difundirse el peso feble boliviano.43 Finalmente, en la década de 1850, una vez gena separó todavía más a los campesinos de la economía monetaria.46
hecha manifiesta la boya de las exportaciones de guano, se rompieron los frenos que Si las sumas recaudadas por el Estado habían oscilado entre los cinco y los seis
aún contenían al abolicionismo fiscal, desapareciendo el tributo indígena (a partir millones de pesos en las postrimerías del régimen colonial, cayeron por debajo de los
de 1855) y el antiguo diezmo agrario y el derecho de pastas de 3% que pagaban los cinco millones después de la independencia.4' En 1836 se estimaban en unos cinco
mineros (a partir de 1859).

43. Llosa 1827:18.


44. P, H. A. 1836: 67. En E l espíritu de las leyes, Montesquieu había argumentado, en cambio, que
los impuestos en una nación debían estar en relación proporcional al margen de libertad de que
38. El impuesto de capitación a los indios oscilaba entre los cinco y los diez posos, por lo que la rebaja disfrutaban sus ciudadanos: pocos impuestos si el régimen era despótico, pero altos impuestos en
de un peso podía implicar una disminución de entre el diez y el veinte por ciento, caso contrario. Véase Montesquieu 2002 [1748],
39. Véase «Proyecto para la mejora de la minería y aumento de las rentas nacionales» (Rivero 18 5 7 , 1.1: 45. Rivero 1857, t. 1: 229.
228-250).
46. El viajero Juan Jacobo von Tscluidi indicó, en su obra El Perú. Esbozos de viajes realizados entre
40. Dcustua 2009- 1838y 1842 (2003), que en la sierra central conoció a un hombre que vivía en una mísera choza a
41. Carnero y Pinto 1983. El diezmo había sido abolido ya en 184b, cuando también se eximió a los tres horas de la villa de Jauja. Lo curioso era que esta persona era dueña de una rica mina de plata,
llamados «jornaleros» (campesinos o trabajadores rurales no indígenas) del pago de la contribución pero solo acudía a ella cada vez que tenía que pagar sus semestres de contribución.
personal, pero la aplicación del decreto fue suspendida por la falta de fondos para compensar a la 47. No hay una buena serie de ingresos y gastos públicos para la época de la posindependencia. Los
Iglesia por los perjuicios que le causaría esta abolición (Carnero y Pinto 1983: XVII). presupuestos comenzaron a elaborarse en 1845, pero no de forma regular (hubo muchos años sin
42. Luis B. Cisneros calculó un 3041) de menor valor si se comparaban los pesos de 1830 en adelante, presupuesto) y sin que los ingresos recolectados ni los gastos ejecutados se aproximasen razona­
con los anteriores a la independencia. Véase su texto de 1866 «Ensayo sobre varias cuestiones eco­ blemente a sus cifras. Tanraleán (1983) ofrece, en cualquier caso, el cuadro más completo de rales
nómicas del Perú» (Cisneros 1939). flujos (véase anexo de dicho libro). La recaudación colonial puede verse en Klein 1994.
472 Carlos Contremí Menos plata pero mis papas: consecuencias económicas de la independencia en el Perú 473

millones, pero de una moneda de valor inferior y con una población mayor, lo que total, creciendo a la misma tasa anual del país durante dicho lapso, que fue de 0,9
implica que la carga fiscal claramente descendió tras la independencia.4” Esta tibieza por ciento. La ciudad de Lima, en el mismo periodo (1791-1876), creció a un ritmo
fiscal concilió la débil gobernabilidad de que gozaba el Estado republicano con la menor, de solamente 0,8 por ciento. Estos ritmos del crecimiento demográfico son
realidad. Era como la parábola de la zorra y las uvas verdes. Un Estado sin personal congruentes con la idea de que la política de desprotección o, en todo caso, neutrali­
entrenado en las prácticas fiscales y cuya autoridad era poco aceptada entre la po­ dad del Estado con respecto a la minería, el alivio o descompresión fiscal y — lo que
blación, por el mismo carácter de «independencia concedida» que se adjudicaba a la no flie una política pero sí una realidad— la debilidad del Esrado para imponer los
emancipación del Perú, no podía proyectar levantar grandes contribuciones. derechos de propiedad de los blancos y mestizos, propiciaron un mejoramiento de
Ese Estado también encontraba dificultades para imponer la ley. Aunque los las condiciones de vida de los campesinos y, en ese sentido, una cierta redistribución
dirigentes de la época declaraban que el respeto a los derechos de propiedad eran una del ingreso.53
condición indispensable para la prosperidad y que «el libre y tranquilo goce de los La matrícula de mineros de 1799 había registrado un total de 8875 operarios
bienes que se poseen es el derecho esencial de todo pueblo que no es esclavo»,,l- lo de minas en el virreinato, mientras que la matrícula de minas de 1878 (la primera
cierto fue que el Estado independiente tenía muy poca capacidad de hacer respetar que se hizo en el siglo XIX) reportó solamente 5071.54 El descenso fue, sin duda,
la propiedad. Recién alrededor de 1870 se conformó una gendarmería que pudiese significativo; lo sería todavía más si tomamos en cuenta que durante esos ochenta
movilizarse en el interior bajo las órdenes de las autoridades públicas y, aún así, sus años la población del país se duplicó. La escasa mano de obra disponible en el país
fuerzas eran escasas como para resguardar la propiedad. Una buena ilustración de no fue orientada, como bajo el régimen colonial, a producir plata, sobre todo plata
esto fue lo sucedido con las minas. Tras el retiro de los españoles ocasionado por las registrada por el Estado, y quedó libre para producir más papas y otros alimentos
guerras de independencia, la generalidad de aquellas fue tomada por los mineros de la dieta campesina. Desde luego que produciendo plata la mano de obra hubiese
indígenas, incluyendo la mina de azogue de Santa Bárbara.40 Una de las excepciones sido más productiva que sembrando papas, y con la plata obtenida se hubiera podido
fue Cerro de Pasco, donde la colonia de mineros europeos que la controlaba pudo or­ comprar más alimentos que los cosechados con el desvío de la mano de obra de las
ganizarse para hacer respetar su propiedad, aun cuando ello se hizo a costa de nego­ minas hacia los campos, pero en el Perú no se había alcanzado aún ese desarrollo del
ciar con los operarios indígenas fórmulas de pago que volvían a estos más bien socios mercado que hubiese podido compensar de esta guisa a los campesinos.
de la explotación que trabajadores propiamente dichos.51 En el caso de Huancavelica,
recién en el siglo XX, el Estado pudo hacer que se reconociera y respetara el derecho
La r e d is t r ib u c ió n e c o n ó m ic a d e l a in d e p e n d e n c ia
de los nuevos propietarios, que fueron grandes consorcios extranjeros, quienes, lenta
y trabajosamente, comenzaron a introducir la práctica del trabajo asalariado.
Como toda revolución política, la independencia fue una ocasión para una reasigna­
Historiadores de la demografía, como George Kublcr hace más de medio siglo,
ción de los activos o recursos productivos de la sociedad. Más aún en un país donde
y más recientemente Paul Gootenbcrg, han resaltado que fue la época de la posin­
estos últimos se habían asignado, en su época fundacional, de forma tan desigual. Sin
dependencia la única de los últimos quinientos años en que los indígenas no dismi­
embargo, salvo por la vía informal o de desacato a la ley, ya mencionada en el caso de
nuyeron su proporción dentro de la población del país, sino quizás lo contrario.484950122
la minería, esto no sucedió en el Perú. Las haciendas, minas y residencias expropiadas
Compulsando el último censo colonial (de 1791) con el de 1876 se comprueba, en
a los peninsulares fueron entregadas a los generales de Ayacucho (o a sus secretarios),
efecto, que los indígenas se mantuvieron dentro del rango de los tres quintos del
los cuales pasaron a gobernar la nación, l a iniciativa más importante que hubo en
el sector agrario fue el intento del régimen de Bolívar, en 1825, de individualizar las
tierras de las comunidades indígenas, disolviendo la propiedad comunitaria, al tiem­
48. P. H. A. 1836:69-70.
po que pasó a atacarse también la propiedad eclesiástica.55 Dados los enormes costos
49. Llosa 1827:111.
50. En 1901, el minero Pedro Pablo Arana señalaba lo siguiente: «Los nuevos mineros [refiriéndose a
los mineros indígenas informales, conocidos en la región como “humadles"] sin título ni capital,
sin sujeción ni vigilancia, han sido los dueños, no sólo de la mina San Bárbara, sino de todas las de 53* Para México, John Tutino habló de una «descompresión» en la misma época, idea que puede apli­
los particulares, abandonadas por la guerra de la independencia» (Arana 1901: 16). carse también al Perú. Véase Tutino 1990,
51. Véase Contreras 1988. 54. Deuscua 2009: 123.
52. Kubler 1952; Gootenbcrg 1995. 55. Véanse Piel 1995 y Armas 2010.
474 Carlos Concretas M enos p ia ra pero m 4s p ap as: consecuencias económ icas de ¡a independencia en e l Perú 475

económicos de titular las parcelas indígenas, se retrocedió en la primera medida. Las La descompresión fiscal de la posindependencia, en el marco de una economía
tierras de los conventos y de las órdenes religiosas sí fueron, en cambio, tomadas a lo precapitalista, llevó a una contracción de la producción medible dentro de la conta­
largo del siglo XIX, y se procedió a su adjudicación a los miembros de la élite criolla, bilidad nacional. La estimación del Producto Bruto Interno (PBI) de los siglos XVI11
así como a inmigrantes extranjeros que comenzaron a llegar al país durante los años y XIX, realizada por Bruno Seminario, permite ver que entre los años de 1807 y 1826
de la bonanza guanera. En buena cuenta, lo que hizo la independencia fue trocar el el PBI perdió exactamente un tercio de su tamaño (cayó en 33% en términos abso­
latifundio eclesiástico por el latifundio particular y reemplazar a los esclavos africanos lutos) y en términos por habitante la caída fue aún mayor: de un 40%.56 El gráfico
por los peones chinos que comenzaron a llegar a partir de 1848. Esto ocurrió sobre 7 deja ver el fuerte bache de la independencia en materia económica entre 1821 y
todo en la costa, ya que el Estado abandonó la sierra a la negociación que pudieran 1832. Liberados de la obligación de pagar tributos, los campesinos probablemente
hacer los caciques locales con sus yanaconas y los campesinos de las comunidades. redujeron su esfuerzo por producir bienes agropecuarios aptos para ser absorbidos
En economía, el crecimiento y la distribución suelen plantearse como una por los mercados, o retacearon la venta de su mano de obra en el mercado laboral.
disyuntiva. Parece que en el Perú de la posindependencia, con la política del alivio Las quejas de los empresarios mineros por la escasez de trabajadores se agudizaron
fiscal y la neutralidad frente al sector exportador, se optó, en parte inconscientemen­ tras la abolición de la contribución indígena. Sin embargo, como dijimos antes,
te, por la distribución antes que por el crecimiento. Recién a partir de la década de la población indígena no dejó de crecer: hubo menos plata, pero más papas. La
1860, una nueva generación de dirigentes propondría una política de relanzamiento irrupción de la bonanza de las exportaciones de guano alrededor de 1850 halló a la
de las exportaciones, de ampliación de los ingresos fiscales y de generosa inversión república sin las instituciones ni el personal que pudiesen canalizar, por la vía del im­
pública en infraestructura para el transporte. Las «décadas perdidas» que corrieron puesto, el nuevo escenario económico. De ahí que el estanco al que se recurrió como
durante los primeros tres cuartos del siglo XIX fueron el costo de sacrificar el creci­ estrategia de aprovechamiento fiscal de la nueva exportación expresase la vitalidad de
miento por la distribución. que todavía gozaban las prácticas y la cultura del antiguo régimen.
Entre las consecuencias de la independencia, debería comenzar a añadirse el
cambio en la política económica, un elemento que en las historias económicas sobre
Gráfico 7 el periodo no ha sido hasta hoy destacado, por el afán de subrayar la continuidad
P ro d u cto bruto in ter n o d el Perú, 1 7 8 0 -1 8 6 0 entre las etapas colonial y «neocolonial». Lamentablemente, las fuentes para conocer
mejor la nueva política son escasas; en este artículo, hemos procurado enfocar sus
elementos más notorios, como el deseo de no seguir apoyando el desarrollo de la mi­
nería si es que ello suponía el sacrificio de otros sectores, como el de los campesinos,
y el repliegue de la carga fiscal, por lo menos hasta que la consolidación del nuevo
Estado permitiese una renovada ofensiva en la materia.

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1816, Documento de trabajo n.° 112. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, de la independencia. Es Profesor Distinguido y Emérito del Departamento de Histo-
2000 . ria de la Universidad de Manitoba, Canadá, donde trabajó entre 1969 y 2010. Ob­
tuvo su doctorado en Historia en la Universidad de Duke, en los Estados Unidos en
J o h n Fis h e r 1969. Ha ganado diversos premios académicos, como el Killam Research Award co­
«Fidelismo, patriotismo c independencia» rrespondiente a los años 1994-1996 y el Winnipeg Rh Institute Foundation Award
Fisher, John. E l Perú borbónico, 1750-1824. Lima: Instituto de Estudios Perua­ en el año 2000. Entre sus libros figuran títulos como The Fallofthe Poyal Government
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«Guerra, política y cultura en la génesis de la independencia andina, 1808-1815» rica); The Mexican Empire o f Iturbide {El imperio de Iturbide)', además de 36 artículos
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J o r g e B asadre G ro hm ann (Tacna 1903-Líma 1980) fue el historiador peruano

C arlo s C o n trf .ras más importante de su generación. Entre los años de 1940 y 1970 sus trabajos marca­
«Menos plata pero más papas: consecuencias económicas de la independencia en el Perú» ron la impronta de la historiografía peruana, especialmente para el estudio del perio­
do independiente o republicano. Obtuvo su doctorado en Letras y en Derecho en la
Contrcras, Carlos. Histórica XXXV: 2, Lima: Departamento de Humanidades Universidad Mayor de San Marcos, realizando posteriormente estudios de posgrado
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2011, pp. 101-132. en Alemania y Estados Unidos. Fue Director de la Biblioteca Nacional del Perú tras
el incendio de 1943 en este establecimiento, y Ministro de Estado en dos ocasiones,
durante los dos gobiernos de Manuel Prado. Ejerció actividad docente en su alma
mater, como también en universidades del extranjero en calidad de profesor visitan­
te. Su vasta obra incluye libros como La multitud, la ciudad y el campo en la historia
del Perú (1929); El Conde de Temos y su tiempo (1945), Historia de la república del
486 Curios C ontrerds y L u is M igu el C lave Reseña sobre los autores de los ensayos de este lib ro 487

Perú, 1822-1933, 16 cornos (1968-1969); E l azar en la historia y sus límites (1973), Perú, es miembro del Instituto de Estudios Peruanos, cuya Dirección de Publicacio­
del que hemos tomado el capítulo aquí reproducido; y La vida y la historia (1975), nes ejerció por más de una década, asesor editorial del Banco Central de Reserva del
Perú y Presidente de la Asociación Peruana de Historia Económica. Entre sus libros
H eraclio B o n illa M ayta ha sido una de las figuras claves para la renovación de la figuran E l aprendizaje del capitalismo, Estudios de historia económica y social del Perú
historiografía peruana en las últimas décadas del siglo XX. Actualmente es Profesor republicano (2004); La economía pública del Perú después del guano y el salitre, Crisis
Titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, en fiscal y élites económicas durante su primer siglo independiente (2012), y en calidad de
Bogotá, donde enseña desde 1996, habiendo sido su Director entre 2010 y 2012, editor Compendio de Historia Económica del Perú, 5 tomos (2008-2014). Ha cola­
Desde julio de 2014, se desempeña como Coordinador de Posgrados. Obtuvo el borado también en diversas revistas académicas y en libros colectivos publicados en
doctorado en la especialidad de Historia Económica por la Universidad de París en diferentes países.
1970, y en Anrropología por la Universidad Mayor de San Marcos en 1977. Ha en­
señado como profesor visitante en las principales universidades de América Latina, J o h n R o ber t F ish er es un historiador inglés que se ha convertido en uno de los
los Estados LJnidos de Norteamérica y Europa, Entre 1974 y 1981 fue Miembro de más destacados latinoamericanistas europeos. Obtuvo su doctorado en la Universi­
la Mesa Directiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), con dad de Liverpool con una tesis acerca de la minería en el virreinato peruano en las
sede en Buenos Aires; y, entre 1984 y 1990, Coordinador de su Comisión de Histo­ postrimerías de la época española (publicada en 1977 por el IEP). Ha sido profesor
ria Económica. Ha sido distinguido con becas del Social Science Research Council en esa misma Universidad, así como director de su instituto de estudios latinoame­
en 1976 y en 1988, y nombrado como Fellow de la John Simón Guggenheim Foun­ ricanos (ILAS). Ha ejercido la presidencia de la Asociación de Historiadores Latino
dation en ! 985, y del Institute for Advanced Study de Princcton en 1997. Ha escrito Americanistas Europeos AHILA y es autor de un conjunto impresionante de artículos
y editado veinte libros, numerosos artículos en revistas especializadas, tanto nacio­ y libros referidos particularmente a la historia peruana, entre los que destacan Una
nales como extranjeras, figurando entre los más recientes; E l futuro del pasado. Las historia de la independencia del Perú: el diario político del comisionado de paz Manuel
coordenadas de ¡a configuración de los Andes (Lima: Fondo Editorial del Pedagógico de Abren (2009), El Perú borbónico, 1750-1824 (2000; del que hemos tomado el
San Marcos/ Instituto de Ciencias Humanas, 2005), 2 vols.; Metáforay realidad de la capítulo reproducido en este libro); y The Economic Aspects ofSpanish hnperialism in
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quinta cd.; La cuestión agraria en España y en América Latina (Bogotá: Centro Cul­
tural y Educativo Español «Reyes Católicos», 2009); Ilaya de la Torrey la integración A lber to F lores G a lin d o S eg ura (Lima 1949-1990) fue un historiador formado
de América Latina (Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2009); La trayectoria del desen­ en la Pontificia Universidad Gatólica del Perú y en la Escuela de Altos Estudios en
canto. El Perú en la segunda mitad del siglo XX (Lima: Fondo Editorial del Pedagógico Ciencias Sociales de París, donde obtuvo su doctorado en 1983 bajo la dirección de
San Marcos, 2009), segunda ed,; Etnia, color y clase en los procesos de independencia Ruggicro Romano. Fue profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP y
de los países andinos (Bogotá: Planeta, 2010); La cuestión colonial (Bogotá: Univer­ fundador de la Casa de Estudios SUR. A pesar de su corta vida se dio tiempo para
sidad Nacional de Colombia, 2011); La Constitución de 1812 en Hispanoamérica y escribir varios libros, como Los mineros de la Cerro de Pasco, 1900-1930: un intento
España (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia y Fundación Alzate, 2012); de caracterización social (1974); Arequipa y el sur andino. Ensayo de historia regional,
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lombia, 2012); El Perú de los últimos cincuenta años (Lima: Universidad de Ciencias un inca. Identidad y utopía en los Andes (1987), entre otros. Flores Galindo fue tam­
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C arlos A lberto C o n treras C arranza es un historiador formado en la Pontificia Luis M ig u el C lave Fest in o es Licenciado por la Pontificia Universidad Católica
LJniversidad Católica del Perú, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y el del Perú (1987) y doctor en Historia de América por la Universidad Pablo de Olavi-
Colegio de México, donde obtuvo su doctorado en Historia el año 2009. Ejerce la de de Sevilla (2002). Actualmente es investigador del Colegio de América en la Uni­
docencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Llniversidad Católica del versidad Pablo de Olavide de Sevilla. Trabaja en el Archivo General de Indias sobre
488 C arlos C on trem sy L u is M ig u el C lave Resentí sobre los autores de los ensayos de este lib ro 489

la historia de los indígenas en la época colonial y sobre la formación de una memoria de Norte América dejóse Arnaldo Márquez (Lima, 2002); La Experiencia burguesa
entre ellos a través de sus textos escritos o memoriales. Fue miembro del equipo en el Perú, 1840-1940 (Madrid, 2004); Funerales Republicanos en América del Sur:
fundador del Centro Bartolomé de las Casas del Cuzco e investigador asociado del Tradición, ritualy nación (Santiago, 2006); La república peregrina. Hombres de armas
Instituto de Estudios Peruanos. Ha sido profesor en diversas universidades del Perú, y letras en América del Sur, 1800-1884 (Lima, 2007); Soldados de la República: Gue­
América Latina y España y es Profesor Honorario de la Universidad San Antonio de rra, correspondencia y memoria en el Perú, 1834-1844 (Lima, 2010); y, En el nudo
Abad del Cuzco. Tiene más de un centenar de artículos y contribuciones en revistas del imperio: Independencia y democracia en el Perú (Lima, 2012), Es columnista del
y libros colectivos. Entre sus principales libros se cuentan: Trajinantes: caminos indí­ diario E l Comercio y Profesora de Historia Latinoamericana en The Univcrsity of the
genas en la sociedad colonial, siglos XVI-XVII (1989); Vida símbolos y batallas. Creación Souch-Sewanee. Actualmente trabaja en un texto sobre la ocupación de Lima.
y recreación de la comunidad indígena. Cuzco siglos XVI-XX (1992); De Rosa y espinas.
Economía, sociedady mentalidades andinas. Siglo XVII (1998); Di república instalada. Luis D a n iel M orán R amos es candidato a doctor en Historia en la Universidad de
Formación nacional yprensa en el Cuzco 1825-1839 (2004). Buenos Aires y becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y ’íécnicas (CONICET, Argentina); también es Magíster en Historia por el Instituto
B rian H a m n e t t nació en Colchesrer, Gran Bretaña, en 1942. Recibió su doctorado de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín (Bue­
en Cambridge en 1968. Es Profesor Emérito de la Universidad de Essex, en Gran nos Aires, 2012); y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de
Bretaña. Los trabajos del profesor Hamnett lo han ubicado como uno de los referen­ San Marcos (Lima, 2008). Es autor de los libros: Prensa política y educación popular
tes más importantes de la historia de la independencia de la América española. Entre en la independencia de América Latina (Lima: UCH, 2015); La revolución del impreso.
sus libros resaltan Politics and Trade in Southern México, 1750-1821 (Cambridge La prensa y el lenguaje político en la independencia (Lima: USB, 2014); La plebe en
1971; segunda edición en español actualizada: Oaxaca y Zamora, 2013); Revolución amias. La participación popular en bis guerras de independencia (Lima; USB, 2013);
y Contrarrevolución en México y el Peni, 1800-1824 (México, 1978; segunda edi­ Batallas por ¡a legitimidad. La prensa de Lima y de Buenos Aires durante las guerras de
ción actualizada: 2011); La política española en una época revolucionaria, 1790-1820 independencia (Lima: UCH, 2013). Actualmente es docente en la Universidad de
(México, 1985; segunda edición actualizada, 2011); Roots o f Insurgenty: Mexican Re­ Ciencias y Humanidades, en el pregrado y posgrado de la Universidad Peruana de
gio ns, 1750-1824 (Cambridge 1986; segunda edición en español actualizada, 2010); Arte ORVAL y en la Universidad San Ignacio de Loyola en Lima,
Juárez (Londres 1994; versión española: Madrid 2006); Comise History of México
(Cambridge, 1999; segunda edición: 2006; segunda edición en español: 2013; edi­ S ca rlett CVPh ela n C odoy es doctora en Historia Latinoamericana por la LJni-
ción francesa, 2009); y Ihe Historical Novel in Nineteenth-Century Europe (Oxford, versidad de Londres, Miembro de Número de la Academia Peruana de la Historia y
2011, edición popular: 2015). correspondiente de la Real Academia de Historia de España. Es Profesora Principal
de la Pontificia Lfniversidad Católica del Perú y profesora visitante de distintas UnL
C arm en E len a M c E voy C arreras es una de las historiadoras que más ha contri­ versidades de América y Europa. Entre sus obras se encuentran Un siglo de rebeliones
buido al desarrollo de la nueva historia política en el Perú. Es especialista en historia anticoloniales. Perú y Bolivia / 700-1783 (1998, 2012); Kurakas sin sucesiones. Del
política, intelectual y de la guerra. En 2002 recibió la beca John Simón Guggenheim cacique al alcalde de indios (1997); El general José de San Martín y su paso por el Peni
y en 2011 la Medalla de Oro de la ciudad de Lima. Entre sus publicaciones desta­ (2010); y La independencia en los Andes. Una historia conectada (2015). En calidad
can: La utopía republicana: realidades e ideales en la formación de la cultura política de editora ha publicado, entre otros libros: La independencia del Perú. De los Borbones
peruana, 1871-1919 (Lima, 1997); Forjando la nación: ensayos de historia republi­ a Bolívar (2001); Perú: crisis imperial e independencia, ¡808-1826 (2013); y Voces
cana (Lima, 1999); La tradición republicano-liberal en el Perú (Lima, 2004); Homo Americanas en las Cortes de Cádiz: 1810-1814 (2014).
I}oliticus: Manuel Pardo, la política peruana y sus dilemas, 1871-1878 (Lima, 2007);
Armas de Persuasión Masiva: Retórica y ritual durante la Guerra del Pacífico (Santiago, V íc t o r P eralta R u iz es historiador peruano con residencia permanente en España.
2010); Guerreros Civilizadores: Política, sociedad y cultura durante la Guerra del Pací­ En la actualidad se desempeña como investigador del Consejo Superior de Inves­
fico (Lima y Santiago, 2012); En pos de la República (Lima, 2013); La guerra maldita: tigaciones Científicas en Madrid. Ha impartido docencia así como ha participado
Domingo Nieto y su correspondencia (Lima y Cuzco, 2015). Ha editado y coeditado: en seminarios internacionales en prestigiosas instituciones académicas de Europa
Diccionario republicano de Juan Espinosa (Lima, 2000); Viaje a los Estados Unidos y América. Entre sus principales temas de investigación están, primero, el estudio
490 C arlos C on iferas y L u is M igu el C lave Reseóu sobre los autores de ¡os ensayos de este lib ro 491

de las redes intelectuales del mundo hispano-peruano y sus interrelaciones en el Iberian Atlantic World, The Impact o f the Cádiz Constitulion o f 1812, publicado pol­
periodo ilustrado, destacando su interés por la obra de José Ensebio Llano Zapata la Universidad de Alabama en el 2015. Ha publicado numerosos artículos sobre la
y de José Ignacio de Lecuanda; segundo, el desenvolvimiento de la cultura política creación del estado en el Perú, con énfasis en elecciones, constituciones y las fuerzas
peruana en el contexto de la independencia con énfasis en el carácter transformador armadas. Ha dirigido un proyecto para digitalizar periódicos en varias provincias
del liberalismo hispánico o doceafiista; y, tercero, el proceso de institucionalización peruanas y de momento se encuentra finalizando su libro sobre las fuerzas armadas y
del Estado peruano a partir del análisis del ciclo alternado de guerras civiles, golpes la creación del Estado peruano en el siglo XIX.
y revoluciones que estallaron a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX sobre
el que prepara una monografía. Obtuvo el premio de Historia «Alonso Quintanilla» K aren S palding es Profesora Emérita de Historia de la LInivcrsidad de Connecticut,
(Oviedo, 2001). Recientemente ha publicado los libros En defensa de la autoridad: Estados LJnidos, y Profesora Honoraria de Humanidades del Programa de Estudios
política y cultura bajo el gobierno del virrey Abascal, Peni, 1806-18J 6 (Madrid, 2002); Andinos de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Recibió su Ph.D. en 1967
y, La independencia y la cultura política peruana (1808-1821) (Lima, 2010, editado de la Universidad de California, en Berkclcy. Sus libros implicaron una importante
por el IEP). Ha editado además el Epítome Cronológico o Idea General del Peni, crónica ruptura en la tradición historiográfica sobre el Perú colonial. Entre ellos destacamos
inédita de 1776 (2005) y las Memorias históricas, físicas, crítico, apologéticas de la Amé­ De indio a campesino: cambios en la estructura social del Perú (1974); Huarochirí:
rica meridional del sabio criollo José Llano '/apata (2005). Son profusos sus artículos an Andean Society Under Inca and Spanish Rule (1984); Diario histórico de Sebas­
en revistas académicas de España y América. Sus estudios han sido influyentes para tián Tranco de Meló: el levantamiento de Huarochirí de 1750 (2013); y, últimamente,
introducir el concepto de «cultura política» en la historiografía sobre el Perú. «Notes on the Formation of the Andean Colonial State», en Christophcr Krupa y
David Nugent, State 7heory and Andean Politics; New Approaches to the Study ofRule
d e la P u e n t e C andam o nació en Lima en 1922 y es el historiador
J osé A g u st ín (2015). Cuenta, asimismo, con una importante cantidad de artículos y capítulos en
peruano vivo más importante en estos momentos. Estudió Letras y Derecho en la libros especializados.
Pontificia Universidad Católica del Perú, graduándose en 1941 en Historia con una
tesis sobre los «Planes monárquicos de San Martín». Es profesor en la PUCP desde
1947, habiéndose desempeñado como Director del Instituto Riva-Agüero, centro
de altos estudios de dicha Universidad. También ha sido Presidente de la Academia
Nacional de la Historia y ha obtenido diversos premios y reconocimientos por su
brillante trayectoria intelectual. Lleva publicados más de veinte libros, en los que
ha destacado el tema de la independencia y la historia del Perú del siglo XIX. En
esta breve reseña nos limitamos a mencionar San Martín y el Perú. Planteamiento
doctrinario (1948), con el que ganó el Premio Nacional de Historia Inca Garcilaso;
Piura en tiempos de la Emancipación (1971 ); Teoría de la Emancipación (1986) y La
Independencia del Perú- (1992). De este último es que hemos desprendido el texto
reproducido en este libro.

N atalia S o brev illa P erea es Reader en Estudios Hispánicos en la Universidad de


Kcnt, en el Reino Unido. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Londres, fue
estudiante predoctoral en el Programa de Orden, Violencia y Conflicto en la Univer­
sidad de Yale, donde fue además profesora visitante. Ha sido becaria de la Biblioteca
John Cárter Brown, de la Academia Británica, la Biblioteca Británica y del Lever-
hulmc Trust. Su libro Andes Andrés de Santa Cruz, Caudillo de los Andes, apareció
en 2011 por la Universidad de Cambridge y ha sido publicado por el Instituto de
Estudios Peruanos en el 2015. Coeditó T he Rise o f Constitutional Government in the
Este libro se terminó de imprimir en el mes de julio,
en el centesimo nonagésimo cuarto aniversario parrio,
por encargo del Instituto de Estudios Peruanos
en los talleres gráficos de
T area Asociación G ráfica E ducativa
Pasaje María Auxiliadora 156 164 • Breña
Correo c,: tarcagraftcaCificarcagraiica.com
Página web: www.tareagrafica.com
Tcléf. 332-3229 Fax: 424 1582
Julio 2015 Lima - Perú
Serie Estudios sobre el bicentenario

Carmen Me Evoy. Man ru in Novoa


y Elias PáJti (eds.)
luí el mulo del imperio.
Independencia \>democracia en el Peni,
<aietikion mu ll'EA . 2012.

í í www.K'p.orgpe

|* institutocleestudiosperuahos

^0 plEPeruanos
^ Imriiuio de Estudios Peruanos
La intención de este libro es compendiar en un solo volumen distintas
visiones que los historiadores han vertido acerca de la independencia del Perú
en el último medio siglo, Durante dicho lapso hubo dos desarrollos
importantes de destacar: primero, entre los años setenta y ochenta del siglo
pasado, se desplegó e) debate en torno a la tesis de la «independencia
concedida»; segundo, a partir de los años noventa, se desarrolló una nueva
línea de interpretación de la independencia, que puso el énfasis en los
aspectos políticos, en linea con la tesis de la «revolución hispánica».
La independencia de las naciones ejerce pues una fascinación sobre los
historiadores. Las cuestiones de en qué momento y por qué vías una
circunscripción decide separarse de un todo mayor para inicíhr la aventura de
una existencia propia suelen ser motivo de indagación y debates que nunca
dejarán satisfechos a lodos.

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Albcrlo llores Gálbulo • I ais Miguel Clave • liriau IL I luninclt
Carmen Me ivoy * Daniel Moran • Scarlett OVIielun • Viciar Peralta
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ISBN: 978-9972-61-529*3

9 789972 515293

IEP
INSTITUTO DE
ESTUDIOS
PERUANOS

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