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Costa Nova en un día

Por: Sergio David Reyes Luna

Estudiar administración de empresas para posteriormente emprender en un negocio, fue una


de las razones que llevó a Felipe Chacón, un ibaguereño de 29 años, a crear Costa Nova.
Otras de las razones que lo motivaron a él y a su pareja, Hannah, fue las de fusionar las
ideas sobre gastronomía que ella había adquirido durante un periodo en el que vivió en
Centroamérica y las que él tenía de montar un food truck cómo los que se ven en las calles
de los Estados Unidos. Finalmente, esta última, fue descarta por los costos que presentaba.

El sueño nunca se perdió, ofrecer algo diferente a las personas seguía en pie. Es por esto
que, ellos se idearon la manera de modificar una bicicleta y adaptarle unos canastos donde
guardarían los productos que, posteriormente, venderían a sus clientes. Aunque esto no
sería del todo sencillo, así lo recuerda Felipe:
“eso fue en 2019, el primer día nos ubicamos en Cadiz, desde las ocho de la mañana,
pensábamos que por ser un sector bastante concurrido nos iría bien, pero no, solo fueron
nuestros amigos y nuestras familias. A eso de las cinco de la tarde, nos dijeron que nos
fueron para la carrera tercera, centro de Ibagué, nos fuimos en la bici, llegamos y
vendimos todo en alrededor de media hora”.
Definir un punto de ubicación fijo, fue un gran avance, pero se vendría lo complicado,
mantener la clientela. Para ese momento, ellos dos hacían todo, cocinaban, empacaban y
salían a vender sus productos.
Hannah y Felipe ubicados en la carrera tercera
Imagen extraída del Instagram: costanovaco

La venta callejera
El centro de cualquier ciudad es complicado y cuanto menos curioso, y el de Ibagué no es
la excepción. Desde los olores de fluidos y desechos humanos, propios de indigentes y/o
habitantes de la calle, hasta la venta de otros productos cómo: vidrios templados, mangos
biches, tintos y cafés, revistas, entre otras cosas adornan y acompañan el ambiente cada día.
Personas de todo tipo, desde unas que van rumbo a comprar algo que necesitan, otras que
van hacia sus trabajos, estudiantes de colegios, de universidades, enfermos buscando la
ayuda monetaria de transeúntes donantes, adictos a sustancias nocivas en busca de dinero
pidiendo a las personas, e inclusive, esperando a que alguien dé papaya para robarlo es el
pan de cada día del centro, todos estos son actores que influyen en el desarrollo humano de
este sector tan importante y mítico de Ibagué. A esto, Felipe lo recuerda de la siguiente
manera:
“al principio uno no se suelta mucho, es muy tímido. Ya después, uno conoce personas, le
cuentan a uno cosas cómo, los problemas, historias. Era súper chévere, fue una
experiencia bonita. Lo defino cómo un reto para los dos, porque no deja de ser la calle, ese
reto lo asumimos con fuerza y gracias a Dios todo salió adelante”.
Todo era muy llamativo, desde la bicicleta, los canastos y el letrero. Aunque, si había algo
que a los clientes les impactaba y les llamaba la atención, era la vestimenta de ellos, usaban
sombreros negros, Felipe tenía un bigote largo, tipo mostacho. Algunos transeúntes se
atrevieron a pensar que eran extranjeros, argentinos precisamente, aunque hubo quien
pensó que ellos eran alemanes.

Imagen extraída del Instagram: costanovaco

Sobrevivir a la pandemia
La llegada del covid-19 a Colombia fue nefasta, todas las personas se vieron afectadas de
una u otra manera, pero aún más los negocios y empresas tanto formales cómo informales.
Quienes salían todos los días a vender sus productos ya sea alimentos, juguetes, ropa,
elementos de cocina, etc… se vieron obligados a encerrarse en sus casas y resignarse a
esperar que el tiempo pasara, Costa Nova no fue ajena a la difícil situación de ese
momento, así lo narra Felipe:
“fue súper duro, nosotros sólo vendíamos afuera y no teníamos servicio a domicilio.
Tuvimos que dejar de ubicarnos en nuestros dos puntos, en la carrera tercera y en frente de
la Universidad de Ibagué. la primera semana fue muy buena, porque ofrecimos domicilios
gratis y vendimos mucho, después, muy suave. Hubo días en que casi no se vendía nada.
Pero siempre seguimos, no importaba la cantidad que nos pidieran, ya fueran una, dos,
tres, las que fueran las hacíamos con gusto”.
Así cómo muchos negocios en pandemia, Costa Nova innovó en cuanto a la creación de
nuevos productos. También, incursionar y publicitar el negocio en redes sociales para
generar alcance a posibles clientes, fue una de las estrategias que implementaron para dar
batalla a la necesidad de vender y mantenerse en pie. Entre julio y agosto de 2020, el
negocio empezó a consolidarse, las ventas ya eran diarias.
En el mes de noviembre de ese año, vieron una pequeña casa en el sector de Piedra pintada,
algo sola y oscura, pero con potencial para ubicar su negocio ahí. Felipe, basado en los
números y cuentas que calculaba tenían que hacer para poder pagar los costos de la casa,
desistió, pero su novia Hannah siguió con la idea de que ese era el lugar perfecto para poner
el local. Finalmente, decidieron tomar la casa y abrir el primer punto físico de Costa Nova
en la calle 46 #4-60 del ya mencionado sector. La apertura fue muy buena, de mucha
aceptación, aunque tenían presentes los cierres que decretaba tanto el gobierno nacional
como el local, mejor llamados: toques de queda. Para así evitar la propagación del virus. En
esos días de encierro, se limitaban a trabajar y vender a domicilio.

La idea de crear Costa Nova, que en latín significa costa nueva, fue la de revolucionar y dar
un nuevo aire en cuanto a la gastronomía ibaguereña se refiere. El concepto fue comida
callejera, de calidad y a muy buen precio. Todo es casero, se hace por sus propias manos, lo
único que se compra es el pan.

Imagen extraída del Instagram: costanovaco

Costa Nova no es Felipe, Hannah y los productos que venden, también son sus empleados o
cómo a él le gusta llamarlos: ayudantes. Gracias al maravilloso equipo de trabajo el negocio
es lo que es y avanza cada día más. Los integrantes en su mayoría son jóvenes estudiantes
universitarios que con esfuerzo y amor por su labor impulsan el desarrollo del mismo.
Un día en Costa Nova
Costa Nova no es Felipe, Hannah y los productos que venden, también son sus empleados o
cómo a él le gusta llamarlos: ayudantes. Gracias al maravilloso equipo de trabajo el negocio
es lo que es y avanza cada día más. Los integrantes en su mayoría son jóvenes estudiantes
universitarios que con esfuerzo y amor por su labor impulsan el desarrollo del mismo.

Cómo tal, los días hábiles comienzan con la llegada de Felipe y sus ayudantes a las tres de
la tarde, aunque él los describe de la siguiente manera:
“desde que me despierto, el negocio me llama, ya sea para recibir pedidos o para cuadrar
cosas que hagan falta o se necesiten para ese día”.
Felipe se preocupa por sus ayudantes, les pregunta cómo están, si necesitan algo, cuando el
reloj marca las cuatro de la tarde, el negocio se abre para el público general que desea
degustar y/o consumir un delicioso alimento. En ocasiones se ausenta una o dos horas por
cumplir con obligaciones personales, pero cuando llega la hora pico, entre las seis y las
ocho de la noche, Felipe, al igual que un general, dirige, ordena y regula el trabajo para una
mejor y mayor atención y satisfacción para los clientes.

No siempre es fácil, también hay problemas, los errores humanos en sus ayudantes son
comunes, dejan un margen de perdida, pero una gran lección por aprender y mejor con el
paso de los días. Así mismo, los problemas con clientes que se enoja porque les llega a la
mesa un plato que no pidieron, se suelen solucionar con el dialogo, de una manera muy
amena, aunque no falta quien busque convertir una hormiga en un elefante. Finalmente, a
las diez de la noche el local cierra sus puertas y no queda más que reunirse y dar por
terminada la jornada laboral hasta que comience la otra al día siguiente.

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