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Belleza en Nietzsche.

Lo apolíneo y lo dionisiaco

Cuando llamamos a la belleza y en donde la reflejaremos en las experiencias de la vida, las


opiniones o comentarios pueden ser variados y en mutuo acuerdo tanto como simples y sin ningún
parentesco entre los participantes. Pareciera ser más sencillo preguntarnos si una obra de arte “x” es
bella, a diferencia del caso anterior, es posible que las opiniones se vean más en acuerdos que en
diferencias. De alguna manera, el arte pareciera estar hecha para facilitar la conversación sobre un
término muy ontológico, la belleza.

Lo bello es la expresión de la vida misma, pero en esta expresión pareciera haber un conflicto
eterno en como las cosas se manifiestan desde ella. Para explicar esta interrogante, Nietzsche
publica “el nacimiento de la tragedia griega”, libro que detalla el conflicto eterno entre lo apolíneo y
lo dionisiaco. De alguna manera estos dos seres divinos, conformaban el todo en el sentido de
existencia, quienes cada quien a su modo manifestaban la realidad de formas muy distintas, pero
extrañamente, también complementarias. Lo Apolíneo representa el cosmos y con ella, la armonía,
la expresión de la luz, la razón, el principio de individualización, el orden, el equilibrio. Lo
Dionisiaco por su lado expresaba el desorden, lo espontaneo, la voluntad irracional, la embriaguez,
la noche, el dolor cósmico. Estas dos fuerzas manifestadoras del uno, buscan expresarse a la vida
tangible, la vida que podemos percibir y ahí es donde el humano entra en cuestión y manifiesta por
medio del arte estas expresiones apolíneas y/o dionisiacas. El arte en cuestión pasa a ser una forma
de manifestar parte de lo uno al mundo tangible, donde podemos percibirlo y contemplar su belleza.
Artes como la pintura o la escultura son manifestaciones apolíneas, donde la forma y la perfección
son esenciales para su futura contemplación, mientras artes como la danza o el canto son
expresiones artísticas que son espontaneas y alocadas, son del mismo momento y en muchas
ocasiones de voluntad irracional. El arte dionisiaca se contempla en el instante que se manifiesta, es
la espontaneidad máxima, por eso se habla del “dolor cósmico” de lo apolíneo, ya que este busca
desde la existencia generar un orden y lo dionisiaco es aquella fuerza que le combate. Culminando
este conflicto Nietzsche hace el llamado al nacimiento de la tragedia, actividad que permite generar
una complementación donde lo apolíneo pueda comunicarse con el lenguaje de lo dionisiaco y
viceversa. La tragedia entonces pareciera traer una armonía a este fuerte conflicto, una armonía que
le permite al humano poder contemplar una especie de todo en el arte.

Teniendo en mesa esta analogía Nietzscheana, la belleza está reflejada en el arte pues es lo que
busca comunicar es el reflejo de la vida misma, la vida tiene belleza. Las manifestaciones apolíneas
o dionisiacas no son excluyentes o dependientes, estas manifestaciones de la realidad son aquellas
derivadas de nuestros deseos y los que nos atrae, nunca en un todo con alguna, sino en un
complemento, pues al ser estas dos partes de la representación del uno y nosotros ser
manifestaciones de ese uno, en cada uno de nosotros pertenece y se mueve lo apolíneo y lo
dionisiaco y es la realidad misma, a momentos (cortos o largos) que nos manifiestan belleza en la
vida, de formas apolíneas o dionisiacas. En otras palabras más sencillas, la vida es una tragedia y es
en ella donde podemos contemplar a momentos lo bello, transformándose en aquello que nos
seduce a existir, un fuerte estímulo para vivir y por lo que vale la pena estar.

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