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I EL ARTISTA COMO ETNÓGRAFO

Una de las intervenciones más importantes en la relación entre la autoridad artís­


tica y la política cultural es «El autor corno productor» de Walter Benjarnin, presen­
tado por primera vez como conferencia en abril de 1934 en el Instituto para el Estu­
dio del Fascismo de París. Allí, bajo la influencia del teatro épico de Bertolt Brecht y
los experimentos factográficos de escritores soviéticos como Sergei Tretiakov, Benja­
min llamó al artista de izquierdas a «alinearse con el proletariado»l. En el París de 1934
esta llamada no era radical; el enfoque, sin embargo, sí lo era. Pues Bertiarnin urgía al
artista «avanzado. a intervenir, como trabajador revolucionario, en los medios de pro­
ducción artística, a cambiar la «técnica. de los medios de comunicación tradicionales,
a transformar el «aparato. de la cultura burguesa. No bastaba con una «tendencia»
correcta; eso era asumir un lugar (~unto al proletariado•.Y «¿qué clase de lugar es ese?)),
preguntaba Benjarnin en lineas que aún pican: «El de un benefactor, e! de un mecenas
ideológico: un lugar imposible•.
Este famoso argumento se basa en algunas oposiciones. Tras la «privilegiación)) de
la «técnica. por encima del «terna)) y de la "posición. por encima de la «tendencia)), hay
una «privilegíación. implícita de! productivismo por encima de! Proletkult, dos movi­
mientos rivales en los primeros tiempos de la Unión Soviética. El productivismo con­
tribuyó a desarrollar una nueva cultura proletaria mediante la extensión de los expe­
rimentos formales constructivistas, a la producción industrial real; de este modo trataba
Gran Fury, Póster de ACT-UP, 1988, de derrocar e! arte y la cultura burgueses. No menos comprometido políticamente, el
Proletkult contribuyó a desarrollar una cultura proletaria en e! sentido más tradicional
de la palabra; trataba de superar el arte y la cultura burgueses. Para Bertiarnin esto no
bastaba; de nuevo implícitamente, acusaba a los movimientos como e! Proletkult de un

I Walte, BENJAMIN. ReJb:iDns, ed. Pete, Demetz, trad. ingl. Edmund Jephcott, Nueva York, Harcourt Brace

Jovanovich, 1978, pp. 220-238.A menos que se indique otra cosa, todas las Siglllemes referencias, Benjllnin pro­
ceden de este texro.,
176 EL RETORNO DE LO REAL

mecenazgo ideológico que colocaba al trabajador en la posición de un otro pasivo2•


Aunque difícil, la solidaridad con los productores que para Benjamín contaba era la soli­
T'" EL ARTISTA CO .. O ETNÓGRAFO

ACT-UP, carteles de Barbara Kruger, proyecciones de KrzysztofWodiczko). Pero aquí

no me ocuparé de eso. Por el contrario, en mi opinión en el arte avanzado de izquier­

177
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daridad en la práctica material, no únicamente en el tema artístico o la actitud política. das ha surgido un nuevo paradigma estructuralmente semejante al viejo modelo del

Un vistazo a este texto revela que dos oposiciones que todavía afectan a la recep­ «autor como producto o: el artista como etnógrafo,

ción del arte en los años 1980-1990 -la cualidad estética frente a la relevancia política,
la forma frente al contenido- eran «sempiternas y estériles~ ya en 1934. Benjamín trató
de superar estas oposiciones en la representtuión mediante el tercer término de la pro­ La política cultural de la alteridad
ducción, pero ninguna de las dos oposiciones ha desaparecido. A comienzos de los años
ochenta algunos artistas y críticos retornaron al «autor como productOr» para elaborar En este nuevo paradigma el objeto de la contestación sigue siendo en gran medida

versiones contemporáneas de estas antítesis (por ejemplo, teoría frente a activísmo)3. la iustitución burgués-capitalista del arte (el museo, la academia, e! mercado y los

Esta lectura de Benjamin, por tanto, difería de su recepción a finales de los setenta; en medios de comunicación), sus definiciones exclusivístas del arte y el artista, la identi­
una retractación de su propia trayectoria, los desbaratamientos alegóricos de la imagen dad y la comunidad. Pero el tema de la asociación ha cambiado: es el otro cultural y/o

y el texto fueron aproximados a las intervenciones político-culturales. Lo mismo que étnico en cuyo nombre e! artista comprometido lucha las más de las veces. Por sutil

Benjamín había respondido a la estetización de la política bajo el fascismo, así estos que pueda parecer, este deslizamiento desde un tema definido en términos de reladón
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artistas y críticos respondieron a la capitalización de la cultura y la privatización de la económica a uno definido en términos de identidad cultural es significativo, y luego lo

sociedad bajo Reagan, Thatcher, Kohl y compañía, aunque estas transformaciones comentaré más detenidamente, Aquí, sin embargo, deben rastrearse los paralelismos
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hacían más difícil tal intervención. De hecho, cuando esta intervención no se restringió entre estos dos paradigmas, pues algunos supuestos del viejo modelo de! productor
al aparato artistico únicamente, sus estrategias fueron más situacionistas que producti­ persisten, a veces problemáticamente, en el nuevo paradigma del etnógrafo. En primer
vistas, es decir, se preocupaban más de las reinscripciones de las representaciones dadas4• lugar, está el supuesto de que el lugar de la transformación política es asimismo el lugar
Esto no es decir que las acciones simbólicas no fueron eficaces; muchas lo fueron, de la transformación artistica, y de que las vanguardias políticas localizan alas vanguar­
especialmente entre mediados y finales de los ochenta, en torno a la crisis del sida, el dias artísticas y, bajo ciertas circunstancias, las sustituyen. (Este mito es básico para las
derecho al aborto y el apartheid (estoy pensando en proyectos de grupos de artistas explicaciones izquierdistas del arte moderno: idealiza a Jacques-Louis David en la
Revolución Francesa, a Gustave Courbet en la Comuna de París, aVIadimir Tatlin en ft\
la Revolución Rusa, etc.J5, En segundo lugar, está el supuesto de que este sitio está \::;J
2 Explicitamente Benjamín ,ólo acusa a dos movimientos, el accivismo y la Neu, Sachlichkeil (nueva objeti­ siempre en otra parte, en el campo del otro -en el modelo del productor, con el otro
vidad): el primero, asociado con escritores como Heiru:ich Mann y A1e¡¡ander Doblin, proporciona al .parato bur­ social, el proletariado explotado; en el modelo del etnógrafo, con el otro cultural,
gués temas revoludonarios, mientr:!S el segundo, asociado con el fotógr:tfo Albert Renger-Pa=h, ,irve <para oprimido poscolonial, subalterno o subcultural-, y de que esta otra parte, este fuera,
renovar desde dentro ~ decir, elegantemente- el mundo tal cual es•. De hecho, sigue diciendo Benjamín en tér­ es el punto de apoyo arquimédico con el que se transformar:í o al menos subvertirá la
minos hoy en día relevantes, esu fotografía convierte .incluso la pobreza aiJyecu [".] en un objero de disfrute•.
cultura dominante. En tercer lugar, el supuesto de que e! artista invocado no es perci- (~
J Véase, por ejemplo, Benjamin BUCHLOH, .Since Re:ilism ,here _ ... (on the currenr conditiollS of acto­
bido como social y/o culturalmente otro, no tiene sino un acceso limitado a esta alte- \:::J

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graphic art)., en Maxcia Tucker (ed.), Art & [tÚolag)!, Nueva York, New Mu,eum oC Contemporuy AA 1984.
Buchloh se ocupa de la ob", de Allan Sekula y !'red Lonidier en particular. ridad transformadora, y de que si es percibido como otro, tiene un acceso automático
, .El autor como p(!lductoro derivaba de la única conjunción altomoderno de innovaci6n artística, revolu­ a ésta. Tomados conjuntamente, estos tres supuestos pueden llevar a un punto de cone­
ción socíalista y transformación tecnológica, e induso enconces Benjamin negó urde; Stalin hab", condenado la xión menos deseado con la explicación benjaminiana del autor como productor: el

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cultura vanguardisu (el productivismo sobre todo) en 1932, un acontecimiento que modula cualquier Iectur.l de
I peligro, para el artista como etnógrafo, del «mecenazgo ideológico. 5•
este texto. Hoy en dia la triangulación altomoderna luce tiempo que desapareció: no hay revolución socialista en
el senndo mdicional, y la mmfornución tecnológica únicamente ha desplazado a los artistas y los críticos del
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modo dominante de producción. En re,umen, por sí soi.:ls i.:Is eso:ategias productivistas distan de ser i.:Is adecuadas. , Llamarlo mito no es decir que no es n"tlCa verdadero, sioo cuestionar que sea si''''pre verdadero, y pregun­

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En el arte y la teona de posguerra quedan vestigios del productivismo, en pdmer lugar bajo el disfi:az pro­
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tlr si podría oscurecer articulaciones de lo politico y lo artístico. En derto sentido, la sustitución del arte
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letario adopudo po, los escultores desde David Smith a Riclutd Sem, y luego en la retórica de la producción por la polltica desplaza ahora la sustitución de la poucica por la teoria. ..f,·
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del arte de postestudio y la teona textu.1l (por ejemplo, Tel Quel en Francia). A princíplos de 10$ años setenta, sin • Este peligro debena distinguirse de .la indignidad de lublar para otros•. En una .entrevista imaginari:!o de
embargo, surgieron críticas del productivismo; lean Baudxilla.rd sostuvo que los medios de repmentación se 1983 con este tÍtulo, Ctaig ÜWENS fumó a lo, artistas a ir más allá de la problemática productivisu para ,desafiar

habían convertIdo en tan importantes como lo, medios de producción (véase capítulo 4, nota 50). Esto U""ó a I la misma actividad de representación. (en Willíam Olander [ed.], Artand Stxíal Change, OberUn, OberUn College,

un giro ,ituaciorusu en la intervención cultural (de los medios de comunicación, la ubicación, el enfoque, etc.), i 1983). A pesar de este lenguaje postestrllcrutalista, ,la indignidad de hablar para otro" presenu a larepresent.1­
ahora seguido, en mi opinión, por un giro ernogri.fico. (En ,Sorne Uses and Abuses ofRussian Coostructivism>,
en Riclurd Andrews (ed.), Are ¡nto Lije, Nueva York, Ri=li, 1990, rastreO el legado productivista.) I

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ción como desplaumienro literal. Este tabú inundó la izquierda cultural norteamericana de los años ochenta,

donde tuvo como e:feeto un silencio hipercrítico tantO como un discuno alternativo.

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178 EL ItETORNO DE 10 REAL
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El A!>.TISTA COMO ETNÓGRAfO 179

Este peligro puede derivarse de la supuesta escisión en la identidad entre el autor mitivistas como el supuesto realista lo es para las modernidades productivistas8, En
y el trabajador o el artista y el otro, pero puede también surgir en la misma identifica, ciertos contextos :mÍbos mitos son efectivos e incluso necesarios: el supuesto realista
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! ción (o,para usar el antiguo lenguaje, compromiso) ~umida para superar esta escisión. para afirmar la verdad de una posición política o la realidad de una opresión social, y
Por ejemplo, el autor del Proletkult podria ser un mero compañero de viaje del traba, la fantasía primitivista para desafiar las convenciones represivas de la sexualidad y la
jador no debido a ninguna diferencia esencial en la identidad, sino porque la identifi, estética. Sin embargo, la codificación automática de la diferencia aparenre como iden­
cación con el trabajador aliena al trabajador, confirma en lugar de cerrar la brecha tidad manifiesta y de la otredad como exterioridad debe ponerse en tela de jnicio. Pues
entre ambos medíante una representación reductora, idealista o si no bastarda. (Esta esta codificación 00 solamente podría esencializar la identidad, sino que también
alteración en la identificación, en la representación, preocupa a Benjamín en relación podria restringir la identificación tan importante para la afiliación cultural y la alianza
con el Proletbllt.) Una alteración afin puede ocurrir con el artista como etnógrafo vis­ política Ga identificación no siempre es mecenazgo ideológico}.
iI-vis el otro cultural. Por supuesto, el peligro del patronazgo ideológico no es menor Hay dos precedentes importantes del paradigma del etnógrafo en e! arte contem­
para el artista identificado como otro que para el autor identificado como proletario. poráneo en que la fantasía primitivista es más activa: el surrealismo disidente asociado
De hecho, este peligro puede ahondarse entonces, pues al artista se le puede pedír que con Georges Bataille y Michael Leiris a finales de los años veinte y comienzos de los
asuma los papeles de nativo e informante así como de etnógrafo. En resumen, identi­ treinta, y el movimiento de la négritude asociado con Léopold Senghor y Aimé Césaire
dad no es lo mislllo que identificación, y las aparentes simplicidades de la primera no a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuenta. De maneras diferentes, ambos
deben sustituir las complicaciones reales de h segunda. movimientos conectaron el potencial transgresor del inconsciente con la alteridad
Un marxista estricto podria cuestionar el paradígma del informante!emógrafo en radical del otro cultural. Así, Bataille relacionó los impulsos autodestructivos en e!
el arte porque desplaza la problemática de la explotación clasista y capitalista a la de la inconsciente con los sacrificios rituales en otras culturas, mientras que Senghor opo­
opresión racista y colonialista, o bien, más senci1lamente, porque desplaza lo social a lo nía una emocionalidad fundamenta! para las culturas africanas a la racionalidad funda­
cultural o lo antropológico. Un postestructuralista estricto podría cuestionar este para­ menta! para las tradiciones europeas9 • Por más que trastornadoras en el contexto, estas
digma por la razón contraria: porque no desplaza lo suficiente la problemática del pro­ asociaciones prir¡1itivistas llegaron a limitar ambos movimientos. El surrealismo disi­
ductor, porque tiende a conservar su estructura de lo político, a retener la noción de dente quizá haya explórado la otredad cultural, pero únicamente en parte para aban­
un sujeto de la historía, a definir esta posición en términos de verdad y a localizar esta •
donarse a un ritual de la autoalteración (el ejemplo clásico es L'Aftique fantóme, la
verdad en términos de alteridad (de nuevo, lo que a mi me interesa aquí es la política «autoetnografi;,.llevada a cabo por Leiris con la misión etnográfico-museológica fran­
del otro, primero proyectado, luego apropiado). cesa de Dakar aYibuti en 1931)10. Asimismo, el movimiento de la négritude quizá haya
Desde esta perspectiva postestructuralista el paradígma de! etnógrafo, como e! revaluado la otredad cultural, pero únicamente en parte para ser constreñido por esta
modelo del productor, no consigue reflejarse en su supuesto realista: que el otro, segunda naturaleza, por sus estereotipos esencialistas de la negritud, la emocionalidad,
poscolonial, allí proletario, está de alguna manera en la realidad, en la verdad, no en la lo africano frente a lo europeo, etc. (estos problemas fueron articulados por vez pri­
ideología, porque es socialmente oprimido, politicameote transformador y! o mare­ mera por Frantz Fanon y más tarde desarrollados por Wole Soyinka y otros}ll.
rialmente productor. (por ejemplo, en 1957 Roland Barthes, que luego se convirtió en En el arte casi antropológico de hoy en día la asociación primitivista del inconsciente
e! critico más prominente del supuesto realista, escribió: «Hay por tanto un lenguaje y el otro rara vez se da de este modo. En ocasiones la fantasía es tomada como tal, críti­
que no es mitico, el lenguaje del hombre como productor: allí donde el hombre habla camente, como en VISto (1990) de Renée Green, donde se coloca al espectador ante dos
a fin de transformar la realidad y no ya de conservarla como una imagen, allí donde fantasmas europeos de la excesiva sexualidad femenina africana (americana), la Venus
vincula su lenguaje a la producción de cosas, el meta!enguaje se refiere a un lenguaje­
objeto y el mito es imposible. Por eso es por lo que el lenguaje revolucionario ade­
cuado no puede ser mitico.7 .) Con frecuencia, este supuesto realista se combina con , La fantasía primitivista puede t:unbién operar en las moel<.rnidades producrivisillS, al menos en la medida
en que el proletariado es • menudo visto wnbién como primitivisu en esle sentido, a la Vez negativa (la =
unafantasía primitívista: que el otro, normalmente supuesto que es de color, tiene acceso
como horcb original) y positivamente (el proletariado como colectivo tribal).
especial a procesos psíquicos y sociales primarios que al sujeto blanco le están de , Por ejémplo, vé"" BAT.\JI.l.E, .!be ~OtiOIl ofE.xpendirure' (1933), en Psi.lI! 4&""'5, cel. y ttld. ulgl.A!l;tll
alguna manera vedados, una fantasía que es tan fundamenta! para las modernidades pri­ Stoekl,Mineápolis. Uníve"¡cy oCMinneson P,ess, 1985, y SENGHo!>.,Anthalagie de r. NaulI</1t Poisie el Malagdlll<
d'&:prusia" Fra"filise, París, Pre<ses Uni""",¡",irts el<. France, 1948.
10 lames CLlfFORD describe el teXto de Leiris como ..ulOetnogratin en Th, Predi_enl .¡ Culrul\!;C:un­
1 Roland BAltTHES,Mythalogies, mel. ingl.1I.nnette Lwers, NuevaYork. Hill and W;mg, 1972. p. 146 red. c:!St.: bridge, Hmaro Unive"icy Pr"" 1988. p. 170.
Mit,loglas (1980), Madrid, Siglo XXI. 121997, p. 242J. No sobmente es mitico t:I.!l1bién ellengu.je ,""olucion>­ 11 Véase f. FANON, •Tb. Faer oC Black.n_. en BliUk Ski", Mire Masks (1952), tr.d. ingl. Clurles Lam M>rk­
río (.qui es igualmente llWculinist.), sino que la misma noción delengu.je.que se sitúa entte lo produ<tivista y mann. NuevaYork. Grove Press,l967, y W. SoY1NKA. Mytl., Literalu"" and rhe African Wilrld, Cambridge, Cambridge
lo performativo, es e"¡ migica: el lenguaje .q!Jl confiere ",alicbd, l. conjura. Unive"icy Pres" 1976.

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181
I
El ARTISTA COMO EH'ÓGRAfO

hotentote de mediados del siglo XIX (representada por Ulla autopsia) y la bailarina de jazz
de comienzos del siglo XX Josepbine Baker (fotografiada en una famosa pose desnuda), o
en Pe54dillas de vainilla (1986), de Adrian Piper, donde los fantasmas raciales invocados en
los anuncios de modas en el New York Times se convierten en otros tantos espectros negros
para deleite y horror de los consumidores blancos, En otras ocasiones, sin embargo, la fan­
tasía primitivista es absorbida por el supuesto realista, de modo que ahora se sostiene que
el otro está dans le vrai. La. vérsión primitivista del supuesto realista, esta ubicación de la ver­
dad política en un otro o exterior proyectados, tiene efectos problemáticos más allá de la
codificación automática de la identidad vis-a-vis la alteridad antes señalada. En primer
lugar, este exterior no es otro en ningún sentido sencillo. En segundo lugar, esta ubica­
ción de la política como exterior y otra, como oposición trascendental, puede distraer de
una política del aquí y el ahora, de la contestación inmanente.
Primerunente está el problema de la prayeaión de este exterior-atto. En Elttempo y
el olro: C6mo construye su objeto la antropología (1983), Johannes Fabian sostiene que la
antropología se fundó sobre Ulla proyección del tiempo en el espacio basada en dos pre­
supuestos: d. El tiempo es inmanente al mundo (o la naturaleza, o el universo, depen­ lI'l.
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diendo del argumento) y por tanto coextensivo con éste; 2. Las relaciones entre las par­
tes del mundo (en el sentido más amplio de las entidades tanto naturales como
socioculturales) pueden entenderse como relaciones temporales. La dispersión en el
espacio refleja directamente, lo cual no es decir simplemente o de un modo obvio, la
secuencia en el Tiempo»12. Con el espacio y el tiempo así proyectados el uno en el otro,
«allí» se convirtió en .entonces. y lo mi~ remoto (en cuanto medido desde una especie
de meridiano de Greenwich de la civilización europea) se convirtió en lo más primitivo.
Esta proyección de lo primitivo era manifiestamente racista: en el imaginario blanco
occidental su ubicación era siempre oscura. Persiste tenazmente, sin embargo, porque es
fundamental a las narraciones de la historia-como-desarrollo y la civilización-como­
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Renée Green, Impor/IExport Funk Office, 1992, detalle.


jerarquía. Estas narraciones decimonónicas son residuales en discursos como el psico­
a.ná1isis y disciplinas como la historia del arte, que con frecuencia todavía dan por supuesta
una conexión entre el desarrollo (ontogenético) del individuo y el desarrollo (filogené­
I
tico) de la especie (como en la civilización humana, el mundo del arte, etc.). En esta aso­
ciación el sujeto blanco occidental proyecta primeramente lo primitivo como un esta-
primario de la historia cultural y luego lo reabsorbe como un estadio primario de la
I
historia individual. (Así, en Tótem y tabú [1913J, subtitulado «Algunos rasgos comunes entre
la psicología de los salvajes y de los neuróticos>, Freud presenta lo primitivo como mna
imagen bien conservada de un estadio temprano de nuestro propio desarrollo»I3.) Una
vez más, esta asociación de ló primitivo y lo prehistórico yI o lo preedípíco, el otro y el
I
12 Johannes FAIlJAN, Tim, and Ih. Other: H"", Anrhropo/ogy l.¡ah" lIS OlNtd, Nueva York. Columbia Univer­
sity Press, 1983, pp. 11-12. Pan un estudio de las prol"'cciones afines en la historia del arre, véase mi .The Wri­
I
ting on che Wall>, en Michael Govan (ed.), Lothar Baumgarten, Amenca: ¡nvention, Nueva York, Guggenheim
Museum. 1993.
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1l Sigmund muo. Tot,m andTobo•• trad. ingl.James Stnchey, Nueva York. W. W. Norton, 1950, p. 1 red. ,,,t.:

ntem r tabú, en Obras completas, voL V; Madrid, Biblioteca Nueva, 1972, p. 1747]. Esta extraña """iación de lo

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. "" 182 EL UTORNO DE LO REAL
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r EL AItTIITA COMO ETNÓGRAFO 183

I inconsciente, es la fantasía primitivista.Aunque revaluada por Freud, para el cual los neu­ Este hegelianismo del otro no es únicamente activo en la modernidad y la pos­
róticos podemos ser también salvajes, o por Bataille y LeÍrís o por Senghor y Césaire, modernidad; puede ser estructural para el sujeto moderno. En un célebre pasaje de
l. para los cuales tal otreciad es la mejor parte de nosotros, esta úntasía no está deconstruida. Las palabras y las cosas (1966), Michel Foucault sostiene que este sujeto, este hombre
y en la medida en que la fonttlSía primitivista no estJ desarticulada, en la medida en que el otro moderno que surge en el siglo XIX, difiere del sujeto clásico de las filosoflas cartesiana
sigue amfundido con el ituonsciente, las exploraciones de la alteridad hasta el dla de hoy «altera­ y kantiana porque busca su verdad en 10 impensado, el inconsciente y el otro (esta
rán» al yo a la manera antigua en que el otro sigue siendo el envoltorio del yo (por más pertmbi1dll constituye la base filosófica del cruzamiento primitivista de ambos). «Un desvelamiento
que el yo pueda resultar en el proceso) más que lIJIoizaránl> al otro ala manera nul!Vil en que la de lo no consciente', escribe Foucault, <es la verdad de todas las ciencias del hombre',
renda es permitida e jtuluso apreciada (quizá mediante el reconodmiento de la alteridad en el y por eso desvelanúentos tales como el psicoanálisis y la antropología son los más pri­
También en este sentido, la fantasía primitivista puede vivir en el arte casi antropológico. vilegiados de los discursos modernos. 17 • A esta luz, la alteracÍón del yo, el pasado y el
Viene entonces el problema de la política de este exterior-otro. Hoy en día, en nues­ preseme, no es m.1s que un desafio parcial al sujeto moderno, pues esta alteración t.un­
tra econooúa global el supuesto de un exterior puro es casi imposible. Esto no es tota­ bién refuerza al yo mediante la oposición romántica, conserva al yo mediante la apro­
lizar nuestro sistema mimdíal prematuramente, sino especificar tanto la resistencia piación díaléctica, extiende al yo medíante la exploración surrealista, prolonga al yo
como la innovación en cuanto relaciones inmanentes m.1s que acontecimientos tras­ medíante la incomodación postestructuralísta, etc. lB Así como la elaboradón del psico­
cendentales. Hace mucho tiempo Fanon vio una confirmación accidental de la cul­ análisis y la antropología fue fundamental para los discursos modernos (el arte
tura europea en la lógica oposicional del movimiento de la négritude, pero sólo recien­ moderno incluido), así la critica de estas ciencias humanas es crucial para los discursos
temente han llevado los artistas y los críticos la práctica y la teoría de las estructuras posmodernos (el arte posmodemo incluido); como sugerí en el capítulo 1, ambas son
binarias de la otredad a modelos relacionales de la diferencia, de los espacios-tiempo afines a la acción diferida. Pero esta que es una crítica del sujeto, está todavía
díscretos a las zonas fronterizas mixtas 14 • centrada en el sujeto, y sígue centrando al sujeto 19• En El pemamíento
Este movimiento fue dificil porque se opone a la antigua política de la alteridad. Claude Lévi-Strauss predíce que el hombre se disolverá en la reconstrucción lingilis­
Básica en gran parte de la modernidad, esta apropiación del otro persiste en gran parte tico-estructural de las ciencias . Al final de LAs palabras y las cosas, Foucault
de la posmodernidad. En El mito del otro (1978), el filósofo italiano Franco Rella sos­ reitera esta famosa predicción con su osada mugen del hombre «borrado como un ros­
tiene que teóricos tan diversos como Lacan, Foucault, Deleuze y Guattari idealizan al tro dibujado en la arena al borde del mano Intencionadamente o no, ¿podría el giro
otro como la negación del mismo, con efectos deletéreos sobre la Dolítica cultural. Esta
obra a menudo acepta definiciones dominantes de lo negativo
paró una apropiaá6n politica. En .Black OrpheUSt, su pref"io a la antología de Senghor (citada en nota 9), Sar­
cuando se mueve para revaluarlos1 5• Asimismo, con frecuencia permite inversiones
tre escribió: .Al mismo tiempo lA idea subjetiva. existend'¡, étnica de negritud "pasa", como dice Hegel, a h idea
retóricas de las definiciones dominantes que representan a la política como tal. Más en objetiva, positiva, =ta de proletaritul..... De hecho, la negritud aparece como el término menor de una progre­
general, esta idealización de la otredad tiende a seguir una línea temporal en la que un sión dialéctica. (xi). A lo cual Fanon ltSpondió: .Se me habia privado de mi última oportunidad... Y así no soy
grupo es privilegiado como d nuevo sujeto de la historia, únicamente para ser des­ i'" quíen bago un signílicado para mi mismo, sino que es el significado el que "'taba ya ahí, preexistente. espe­
plazado por otro, una cronología que puede arrunIbar no sólo con diferentes diferen­ rándome... esperando ese giro de la historia. (B!ack Skin, cit.. pp. 13.3-134).
cias (sociales, étnicas, sexuales, etc.), sino también con diferentes posiciones dentro de " Ivlichel FoUCAtiLT, TIte Omer '1fThíngt,NuevaYork,Víntage Books, 1970 red. cas~:!.as paL..bras r ¡a",O"",
México, Siglo XXI. 1968J. En el capítulo 7 vol,..ré sobre C$te desvelamiento.
cada diferencia 16 • El resultado es una política que puede consumir sus sujetos históricos
" Paradóji=eru:e, esta conservación del i'" puede también Uevane a cabo mediante un masoquirmo ,IIOt41
antes de que éstos devengan históricamente eficaces. en la política de la alteridad, que i:'oiiec:sche atlcó en lA gene.logla de la mo.,/ (1887) en cuanto elltsenlimi",ro que
funciona en' l.l dialéctica del amo y el esclavo. Como Amon Rabinbach me IUgiriÓ, Sartre exhibe este maso­
quismo en su famoso ptcl'ac¡o a The W",tth.d ofIhe Earrh, donde, como si respondiera a la 'acusación de apropia­
saMje '110 neurótico -<:n realidad, dd primitivo, el demente y el niño- fue tan fuodament.al pan la '¡ta moder­ ción dialéctica (véase nota 16),ahon decl1ra que l. descolo!Ú:Z:lción C$.el final de la dialéctica. (1961; ttad. ingl.
nidad como para parecer narunL Su desarticuhdón puso ,¡ descubierto varios mitos. Constante Farrington, Nueva York. Grove Pres.s, 1968, p. 31). Sartre, pues, culmina el argurnenro fanoni.lno de
" Sín embargo. aquí ha sutgido un nuevo peligro: un;¡ estetización, de hecho un;¡ feticruzación, de lo! sig­ que l.l coloruzación r:unbién ha desh1lllW1Í%ado al colonizador can un lLam.uniento masoquista a redoblar la V<fl­
nos de 10 !norido y de los esp"io, de lo intermedio. Ambas no sólo privilegian lo mixto, sino que, mis proble­ g>.nza redentora del colonizado. ¿Es este masoquismo mot.al un;¡ versión disfraz:ul.t del 'patIOnazga ideológíc",'
máticamente, presuponen una distinción o ínclwo pureza previa. ¿Es resentimiento en un segundo grado. una posición de poder con 1. pretensión de su rendición? ¿Es otro modo
l5 Véase Franco Rnu, The Myth ofthe Olber. tnd.ilIglNelson Moe,Wasb.ington.M:lisonneuve Press, 1994.
de mantener la centralidad del sujetO por medio del otro?
especialmente pp. 27-28. Se puede contestar que ",ti rc:v;¡Juación (por ejemplo, del .negro' o del.ruo.) forma " Sobre el psico:máli.sis a este respecto, véase Mikkel BORCH-jA.BOBSEN, The P",udian Subj<cl. trad. iugl. CJt­
parte de cualquier política de la representación.Véase Sruart HALL••New Ethnicities', en Kobena Melter (ed.). herille Porter, Palo AltO,Stanford Uni,.. ruty P=, 1988.Aqui estoy también en deuda con Mark Selzner••Serial
BI",k Film, BI",k Ci"""., Londres, lnstitute of Contemporuy Art, 1988. Kilien. ¡ .nd lb. en Differenm (1993) y CrilitaI lnquiry (otoño de 1995).
" Por ejemplo, el movimiento de la négrituJe asociaba colonizados y proletariado como objetos de l.l opre· l' Cl.lude LÉVI-STRA!.1S5, 711. s"wge MinJ, Chicago, University of Chicago P=. 1966, p. 247 red. cast.: El
,ión y l.l reificación (véase Aimé CÉSAIRE, Díscou" sur k ,olonialisme, París, 1950). un;¡ .¡jiliaáón política que pro- p<1ll4J1Iienl4 salvaje. Mé.'<ÍCo. FCE.1964J. tta '" uru postura contraria a la dialéctica sarlriana.
184 El RETORNO DE lO REAL
El AttTISTA COMO ETNÓGRAFO 185 Iii
psicoanalítico-antropológico en la práctica y la teoria contemporáneas contribuir a res­ reflexividad forinal. un lector autoconsciente de la cultura entendida como te:cto. ¿Pero es
taurar esta figura? ¿No hemos recaído en lo que Foucault llama 'nuestro sueño antro­
pológico.21 1
el artista el ejemplar aquí, o no es esta figura una proyección de un ego ideal del antro­ n
Sin duda, la alteración del yo es crucial para la~ prácticas críticas en la antropología, el
pólogo: el antropólogo como lollagista, serniólogo, vanguardista¡25 En otras palabras:
¿podria esta envidia del artista ser una autoidealización en la que se rehace al antropó­
L
arte y la política; al menos en coyunturas tales como la surrealista, el empleo de la antro­ logo como intérprete artístico del texto cultural? Esta proyección rara vez se detiene
pología como autoanálisis (como en Leiris) o crítica social (como en Bataille) es cultural­ ahí en la nueva antropología o, si a eso VlI:tnOS, en los estudios culturales o en el nuevo
mente transgresora e incluso políticamente significante. Pero evidentemente también bay rustoricismo. A menudo se extiende al objeto de estos estudios, el otro cultural, que es
peligros. Pues entonces como ahora la autoalteración puede acabar en la autoabsorción, también reconfigurado para reflejar una imagen ideal del antropólogo, el crítico o el
donde e! proyecto de una «autoformación etnográfica~ se convierte en la práctica de una historiador. Esta proyección no es ni mucho menos nueva para la antropología: algu­ '1
autorrenovación narcisista22 . Sin duda, la reflexividad puede perturbar supuestos automá­ nos clásicos de la di.\ciplina presentaron culturas enteras como artistas colectivos o las
ticos sobre las posiciones de! sujeto, pero puede también promover'un enn:taScarun.iento leyeron como modelos estéticos de prácticas simbólicas (Modelas de (¡¡ltura de Ruth
de esta perturbación: reaparece una moda de lo confesional traumático en la teoria que es Benedict [1934] es sólo un ejemplo). Pero al menos la vieja antropología se proyectó
a veces crítica de la sensibilidad, o bien una moda de los informes pseudoetnográficos en abiertamente; la nueva antropología p~rsiste en estas proyecciones, sólo que las consi­
:
~', ~;

el arte que son en algunos casos documentales disfuuados desde e! mercado artístico dera críticas e inclulo deconstructivas. .t

mundial. ¿Quién en la academia o en e! mundo de! arte no ha sido testigo de estos testi­ Por supuesto, la nueva antropología entiende la cultura de modo diferente, como
monios del nuevo intelertual empático o de estas jláneries del nuevo artista nómada?>? texto, lo cual equívale a decir que su proyección sobre otras culturas es tan textualista
como esteticista. Este modelo textual se supone que desafía a la «autoridad etnográ­
fica. mediante «paradigmas discursivos de diálogo y polifonía,26. Sin embargo, hace
Arte y teoría en la era de los estudios antropológicos mucho ya que Pierre Bourdieu, en Esbozo de ¡ma teorfa de la práctica (1972), puso en
tela de juicio la versión estructuralista de este modelo textual porque reducía .las rela­
¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué errores de reconocimiento se han deslizado entre la ciones sociales a relaciones comunicativas y. más precisamente, a operaciones decodi­
antropología y e! arte y otros discursos? Uno puede apuntar a un teatro virtual de pro­ ficadoras~ y por tanto hacía más, no menos, autoritario al lector etnogrmc0 27 • De
yecciones y reflexiones durante al menos las dos últimas décadas. Primero algunos crí­ hecho, esta «ideología del texto., esta recodificación de la práctica como discurso, per­
ticos de la antropología desarrollaron una especie de envidia del artista (e! entusiasmo
de James Clifford por los col1ages interculturales del <surrealismo etnográfico. consti­
siste en la nueva antropología así como en el arte casi antropológico, del mismo modo
que. en los estudios culturales y en el nuevo historicismo, pese a la ambición contex­

'!"'"

tuye un ejemplo influyente)24. En esta envidia el artista se convirtió en 'un dechado de tualista que también impulsa estos métodos2S •

l¡ Véase Foucault, The Order ofThingl, [Lu p"labras y la; cosas] cit., pp. 340-343:.La "amropologimión" 0$ " No única para la nueva antropología, esu envidia delulÍse;¡ resulta evidente en el milisis retorico del dis­
I
La grm amenaza inrerllJ. para el conocimiento en nuestros días. (p. 348). Pero enroncO$ ese;¡ restauración puede curso histórico iniciado en los años sesenta.•No ha lubido intentos signiJicativos., escribe Hayrlen WH1TE en
ser lo que el arte casi antropológico pretende; desde luego, en cierros estudios culturales se Ueva a cabo. Lu piÚa.
b"" y las cosas conduye con la imagen del hombre borrad.; Coocó Footprints, panocimica de Patrid; Bantlinger
sobre los estudios culturales, concluye con sus huellas en la .rena (Nueva York, Roudedge. 1990). Ese;¡ multipli­
°
-The Burden ofHistory> (1966), -de historiograña surrealista, expresionise;¡ emtendalisu en esre siglo (excepto
por parte de los mismos novelist.1S y poeras) , pese a toda la tan c,raread. "arristicidad" de los historiadorO$ de los
tiempos modernos. (Tropia of Disco",.", B,!timore.Jobn Hopkins Univmiry Press, 1978, p. 43), Cliffocl GEERrL
I
cid.d de IIoml"" no pll ede pemIrbar la categoría de homb... puso la antropología ,textual> en el mapaen 71,. Int",!,',",tion 4 Cultur<, NuevaYork. B",ic Books, 1973.
12 CtlH'ORD <ksarrolla la noción de Qutoformación etnográfica» en The l'redJ¡"ment oj CullW!!, en gran parte a
partir de St<phen Greenhlarr en Rllnaissana Stlf-Fashioning, Chicago, Universiry oC Chicago Press, 1980. Esto sugiere
Ull. convergencia entre l. nueva antropología y el nuevo hisroricismo, algo sobre lo que volveremos más adelJmte.
" Cliffonl: ,La am:ropologia interpretativ.>, al considerar las culturas como 'ensamblajes de textos [...] ha con­
tribuido significativamenre a la desfunúliarización de la .uroridad etnogr:ílicv (The Predicament efCultUre, cit.• p. 41).
" Pierre BOURDIEU, Outlilll of aTh",'f of Praaice, md. ingl. Richard Nice, Cambridge, Cambridge Univer­
I
l.\ En .Gira mundial., una serie de instiliciones en diferentes lugares, Renée Green lleva a cabo este norna­
si!}" Press, 1977), p. 1. De acueclo,los 'paradigmas discursivo" de la nueva antropología son diferentes, posteS­
dismo del arrise;¡ reflexivamente. Por un lado, tr.Ibaja sobre las huellas de la diáspora afrie.na; por otro, """ una
gira artística (su camiseta .gira mundial. juega Can el modelo del concierro de rock).
2. En Tho P"dieamen' of Culture, CliJfocl amplía O$e;¡ noción. la etnograñ. en general.•¿No tiene roda etné­
ttucturalistas más que estrucruralisw, dialógicos más que decodificadores. Pero una o"luesución bajtiniaoa de
voces informantes no anula la autorid.d etnográfica. En .BanaJiry in Cultural S¡udies>, Meaghm MOAAIS comene;¡:
.U"" vez "la gente" es a la """ fuente de autorid.d pan un texto y una figura de su propia actividad crítica, la
I
gruo algo de ,urrealista, de reinventor y reajustador de realid.des? (p. 147). Algunos han cuestionado hasta qué empresa populista no es únicamente circular, sino (como la nuyor parte de la sociología empírica) =OOe;¡ en
punto hubo reciprocid.d enrre el arte y la antropologí4 en el medio surrealista. Véase Jean j.\MJN, .J:emograpme
mode d'inemploi. De quelques rapports de l' erhnologíe avec le nulaise d.ns la civilisation., en J. H:úrulrd Y R,
Kaeht (eds.), l.t mal" la dou/eu" Neuchátel, Musée d'ethnograprue, 1986; y Denis HOUfER••The Use-Value of
the Impossible., October 60 (primavera de 1992).
estructura. (en Patricia MeOencamp [eli], The ÚJgi<s of1llevision, Bloomíngron, Indiana Universiry Press, 1990, P. 23).
" Véase FredricJAMESON, ldeelogies ofThre'f, Mineápolis, University ofMinnesot. Pres, 1989. Como JllIle­
son ,eñala, el primer movimiento texrualista fue necesario para desprender a la antropología de ;us tndiciones
po,itivistas. En .New Historicism: A Conuru:nt>,lliyden Wbire apune;¡ a una .falacia re!erencial. (aIín a mi
'j
~
186 EL RETORNO DS LO REAL E!. ARTISTA COMO ETNÓGRAfO 187

Recientemente, la vieja envidia del artista entre los antropólogos ha invertido su Sin embargo, al giro etnogcifico contribuye otro &etor, el cual implica la doble
orientación: una nueva envidia del etnógrafo consume a muchos artistas y criticas. Si herencia de la antropología. En Cultura y Rf¡zón prtÚtica (1976),Marshall Sahlins sostiene
los antropólogos querían explotar el modelo textual en la interpretación cultural, estos que desde hace mucho tiempo la disciplina se ha visto dividida por dos epistemologías:
artistas y criticos aspiran al trabajo de campo en el que teoría y práctica parecen recon­ una pone el acento en la lógica simbólica, con lo social entendido sobre todo en tér­
ciliarse. A menudo parten indirectamente de principios básicos de la tradición del minos de sistemas de intercambio; la otra privilegia la razón práctica, con lo social
observador-participante, entre los cuales Clifford señala un enfoque critico de una ins­ entendido sobre todo en términos de cultura material'!. A esta luz, la antropología ya
titución particular y un lempo narrativo que favorece cel presente etnográfico»29. Sin participa de los dos modelos contradictorios que dominan al arte y la critica contem­
embargo, estos' préstamos no son sino signos del giro etnográfico 'en el arte y la critica pocineos: por un lado, de la vieja ideología del texto, el giro lingüístico de los años
contemporáneos. ¿Qué lo impulsa? sesenta que reconfiguró lo social como orden simbólico yI o sistema cultural y planteó
En el arce del siglo XX hay muchas alusiones al otro, la mayoría de las cuales son «la disolución del hombre., «la muerte del autor», etc.; y, por otro lado, en el reciente
primitivistas, vinculadas a la política de la alteridad: en el surrealismo, donde el otro es anhelo del referente, el hacia el contexto y la identidad que opone los vieJOS para-
figurado expresamente en términos del inconsciente; en el art brut de Jean Dubuffet, del texto y las criticas del sujeto. Con un giro hada este discurso de lá esdsión de la
donde el otro representa un redentor recurso anticivilización; en el expresionismo antropología, los artistas y críticos Plleden resolver estos modelos contradiaorios mágicamente:
abstracto, donde el otro ocupa el lugar del ejemplar original de todos los artistas; y den ponerse los diifraces de semiólogos culturales y de trabajadores de campo contextuales,
diversamente en el arte de los años sesenta y setenta (la alusión al arte prehistórico en continuar y condenar la teoría crítica, pueden relativizar y recentrar el sujeto, todo al mismo
algunos terraplenes, el mundo del arce como tópicJ antropológico en cierto arte En nuestro estado actual de ambivalencias teórico-artísticas y callejones sin salida
antropológico y crítico de las instituciones, la invención de lugares arqueológicos y tico-culturales, la antropología es el discurso del compromiso en la elección32.
civilizaciones antropológicas por Anne y Patrick Poirier, Charles Simonds y otros Una vez más, esta envidia del etnógrafo es compartida por no pocos criticas, espe­
muchos)3o. ¿Qué giro actual, aparte de su relativa autoconciencia res­ cialmente en los estudios culturales y el nuevo historicismo, que adoptan el papel del
pecto del método En primer lugar, como hemos visto, la antropología es etnógrafo normalmente de una forma disfrazada: el etnógrafo de los estudios cultura­
considerada como la ciencia de la alteridad; en este respecto es, junto con el psicoaná­ les vestido como un aficionado más (por razones de solidaridad política, pero con gran
lisis, la lingua frallCll tanto de la práctica artística como del discurso crítico. En segundo ansiedad social); el etnógrafo neohistoricista vestido como un archivero jefe (por razo­
lugar, es la disciplina que toma la cultura como su objeto, y este campo ampliado de nes de respetabilidad erudita, pero con gran arrogancia profesional). Primero algunos
referencia es el dominio de la pructica y la teoría posmoderna (también, antropólogos adaptaron los métodos textuales de la critica literaria a fin de reformular
guiente, la atracción hacia los estudios culturales y. en menor la cultura como texto; luego algunos críticos literarios adaptaron los métodos etno­
ricismo). En tercer lugar, la etnografia es considerada contextual, una característica cuya a fin de reformular los textos como culturas en pequeño. Y en el pasado
demanda a menudo automática los artístas y críticos contemporáneos comparten hoy reciente gran parte de estos intercambios han pasado por trabajo interdisciplinail3
en día con otros practicantes, muchos de los cuales aspiran al trabajo de campo en lo
cotidiano. En cuarto lugar, a la antropología se la concibe como arbitrando lo interdis­
,1 Mmhall SMILlNS, Culture amI Pradical Re",on, Clllcago, University ofClricago Press, 1976 led cast.: Cul·
dplinario, otro valor muy repetido en el arce y la critica contemporáneos. En quinto tu,a y ,,,,,ón p'futica: Contra el utilítdri;nu) t1I la nlZÓlT ant,opológica, Ba.oceloru!, Gedha, 1988J. Esta critica se escribió
lugar, la reciente aw.tomtica de la antropología la hace atractiva, pues promete una refle­ en los albore, del postestrUcturafumo. y $alilins, entonces próximo aJean B.udrillard, favoreció la lógica simbó­
xividad del etnógrafo en el centro aunque en los lIÚrgenes conserve un romanticismo lica (Jingilistica) por encima de la =ón prictica (marxista): ,No hay ninguna lógica material apme del interés
del otro.Todas estas razones confieren status de vanguardistas a las investigaciones espú­ prictico., escribe Sahlins, 'Y el interés práctico del hombre en la producción está constituido simbólicanu:nre'
reas de la antropología, como a las criticas del psicoanálisis desde el mundo homose­ (p. 207), .En la cultura occidental., cOntinúa, .10 económico es la sede principal de la producción simbólica. Pata

xual: es así como el filo crítico se percibe como más incisivo. .u


nosotroS la producción de bien", es mismo tiempo el modo privilegudo de producción y transmisión sinlbo.
licas. La unicidad de la sociedad burguesa consiste no en el hecho de que el sisreI1l.a económico escape a la deter­
m.inación simbólica, sino de que el simbolismo económico es ",trUctUrumente derermin:mre. (P,211).
<supuesto re:ilisa.) ya Un:! ,falacia textualista. (aJin a mi 'proyección rextualista.): ,De ahí la acw;¡dón de que el " El papel del etnógrafo t.:unbión perJIÚre al c"uco re<uper¡¡ una posición ambiv:Uente entre h ,c,di""o
ouevu historicismo es reduccionista eo un doble seotido: reduce lo social al status de funcióo de lo cultural. y y ot"" suocultu"'s en cuanto critico, especialmente cuando las :Úterrutiv.as parecen límitac.las ala ímlev:mcia aca­
.denUs reduce lo culturu al status de un texto. (en H.•>\nm Veeser [eciJ, 111. New Hutoncism, Nueva York,Rou­ démica o la afirmación suoculrural.
dedge, 1989, p, 294), Jl EsIOS inretCambios no son trivial", en una época en que los :ilistamíentos son calculados minuciosamente,

1.9 Véase CWford, 111. Prt.dícamml of Culture. dt.• pp, 30-32.•El presente etnográfico. está p•.Ut en antro­ y en que algunos administradores abog:m por un retorno a viejas di5ciplinas, n1Íentr>.S otros tratan de recupenr
pología. I3s aventuras interdisciplioarias como programas rentables. Dicho sea de pa<n, estos inrercambios parecen regidos
)lJ Sobre este aspecto del :u:te cooceptual, vé:tse Joseph KoSUTH, .The AItist 15 AnIhropologist>, 111. Far 1 por un principIO drl coche usado del discuno: cuando una disciplina desg.¡sta un paradigma ¡el «textO' en la cri­
(1975). tica literaria, la .culrora' en la antropología). comercia con él. lo cede. otra.
188 EL RETORNO DE LO U.H
EL ARTISTh COMO ETNÓGRAFO 189

Pero este contexto de proyecciones y reflexiones da lugar a dos problemas, el primero Estos desarrollos constituyen una secuencia de investigaciones: primero de los consti­
1:l .,'

metodológico, e! segundo ético. Si los giros textual y etnográfico dependen de un tuyentes materiales del medio artistico, luego de sus condiciones espaciales de percep­
único discurso, ¿hasta qué punto puede ser los resultados verdaderamente interdíscipli­ ción y finalmente de las bases corpóreas de esta percepción, deslizamientos señalados
nares? Si los estudios culturales y el nuevo historicismo a menudo pasan de contra­ en el arte mínímalista de los primeros años sesenta por el arte conceptual, de la perfor­
bando un modelo etnográfico (cuando no sociológico), ¿podria da ideología teórica mance, corporal y especifico para un sitio de los primeros setenta. La institución del arte
común que en silencio habita en la u conciencia" de todos estos especialistas [...] estar pronto dejó de poderse describir únicamente en términos espaciales (estudio, galena, Fl
~ .

oscilando entre un vago espiritualismo y un positivismo tecnocrático?»3~ El segundo museo, etc.); era también una red discursiva de diferentes prácticas e instituciones, otras
problema, antes mencionado, es más grave. Cuando e! otro es admirado como lúdico subjetividades y comunidades. Ni tampoco pudo el observador del arte ser delimitado
en la representación, subversivo en su género, etc., ¿podría ser una proyección del únicamente en términos fenomenológicos; era también un sujeto social definido en el
antrooólogo, el artista, el cntico o e! hlstoriador~ En ese caso, podría proyectarse una lenguaje y marcado por la diferencia (económica, étnica, sexual, etc.). Por supuesto, la
ideal sobre el campo del otro, al cual se le pide entonces· que lo refleje como derogación de las definiciones restrictivas del arte y el artista, de la identidad y la comu­
si fuera no sólo auténticamente indígena, sino ínnovadoramente político. nidad, recíbió también la presión de movimientos sociales aos derechos civiles,
En parte esta es una proyección de mi propia cosecha, y la aplicación de los nue­ diversos feminismos, la política sobre la homosexualidad, el multiculturalismo), así
como de desarrollos teóricos (la convergencia del feminismo, el psicoanálisis y la teo­
vos y antiguos métodos etnográficos ha sido muy iluminadora. Pero también ha obli­
ria filmíca; la recuperación de Antonio Gramsci y el desarrollo de los estudios cultu­
1lJ
terado mucho en el campo del otro, y en su nombre. Esto es lo contrario de una cn­
tica de la autoridad etnográfica, e incluso lo opuesto del método etnográfico, al menos rales en Gran Bretaña; la aplicación de LoWs Althusser, Lacan y Foucault, especial­
tal como yo los entiendo. Y este «lugar imposible., como lo llamó Benjamín hace mente en la revista británica Screen; el desarrollo del discurso poscolonial con Edward
mucho tiempo, es una ocupación común de no pocos antropólogos, artistas, críticos e Said, Gayatri Spivak, Homi Bhabha y otros; etc.). El arte, pues, pasó al campo ampliado
historiadores. de la cultura de! que la antropología se pensaba que había de ocuparse.
Estos desarrollos constituyen también una serie de deslizamientos en la ubicación de!
arte: de la superficie del medio al espacio del museo, de los marcos institucionales a las
La ubicación del arte contemporáneo redes discursivas, hasta el punto de que no pocos artistas y críticos tratan estados como
el deseo o la enfermedad, e! sida o la carencia de hogar como lugares para e! arte);.
Esta figura de la ubicación ha comportado la analogía de! mapeado. En un momento T?
El giro etnográfico en e! arte contemporáneo es también impulsado por los desa­
rrollos habidos en la genealogía minímalista del arte durante los últimos treinta años. importante Roben Smithson y otros llevaron esta operación cartográfica a un extremo ~
geológico que transformó extraordinariamente la ubicación de! arte. Pero esta ubica­
ción también tenía límites: podia ser recuperada por la galena y el museo, jugaba al
" Louis ALTHUSSl!R, Philoscphy and the Sp"ntaneoUl ldeology of Ih, Sáentístr & Olh" Essays, Londres,Verson,
1990, p. 97. El gíro etnográfico en los estudios culruroles y el nuevo bistoricismo ",r;¡ vez es cuestionado. En
R,,,.issonce SelfFashioning (1980). un 'exto fun&cional del nu""" bistoricismo, Stephen GREENBLATI es expli­
mito del artista redentor (un lugar muy tradicional), etc. Por lo demás, el mapeado en
el arte reciente ha tendido hacia lo sociológico y lo antropológico, hasta e! punto de
I
que un mapeado etnográfico de una institución o una comunidad es una forma espe­
°
I
cito: ,[En lugar de la critica literaria] he intentado practicar un. critica más cultural antropológica, si por"anrro­
cífica del arte especifico para un sitio de hoy en día.
pológico" .quí encendemos los estudios interpretltivos de la cultura lleVados • c~bo por Geerez, James BeoD,
Mary Dougias,Jean Davignaud, Paul Rabinow, Víctor Turner y otros>. Tal etíLica ve ,la literatura como una parte
El mapeado sociológico está implicito en cierto arte conceptual, a veces de un
del sistema de sígnes que constituyen una cultura &d,. (p. 4). Pero esto parece un círculo metodológico: w modo paródico, desde el lacónico registro de las Veintiséis gasolineras de Ed R1!Scha
(1963) hasta el quijotesco proyecto de Douglas Huebler de fotografiar a todos los seres
I
etítica textual se aproxima a la interpreución antropológica. pero únic:unente porque su nuevo objeto, la cultur.!,
es reformulado como texto, humanos (Pieza variable: 7fJ¡. Un ejemplo importante aquí es Hogares para América de Dan
l'u, Stwrt HalI,los estudios culturales británicos en el BlrminglllIll Centre se de"!'robn de la critica Jite­ Graham, un informe (publicado en un número de la revista Arts de 1966-1967) sobre
",ría a la culmral y de ahí a l. ideológica, con el resultado de un••definición mucho m.lS amplia, "antropoló­
las repeticíones modulares en un movimiento de urbarúzación de zonas que rearti­

I
gica"., de la cultura (citldo en Brantlínger, C1lIsoá FCOtplinls, cit., p. 64). Este giro file también básico para los
estudios culturales norteamericanos. Para Jaoice Radway el paso de una .definición literario-morol de cultur.a a
cula las estructuras mínímalistas como objetos encontrados en un suburbio tecnocrá­
una antropológica. fue propiciado por el Bírmingham Centre junto con los programas de estudios americanos. rico. El mapeado sociológico es más explicito en gran parte de la crítica institucional, .
Importante fue también la critica de la respuesra del lector, que preparó las adecuadas 'etnografías de la lect:urV
de los esrudios culturnles (Rtading m, Ro,""""" Clupel Hill, Univeralty ofNorth Carolina Pres;¡, 1991, pp. 3-4). T
¡:
Aquí de nuevo Se reconoce pero sin cuestionarla uru base etnográJica. La nueva antropología sí cuestiona el 1;:
35 Una vez más podría señalarse aquí el deslizamiento concomitante a un eje de opmción horizonral, sin­ Jlt;
supuesto etnográfico, por descontado, pero sus supuestos Otra vez son cuestiorudos, al menos cuando se adoptan
en los estudios culturales y el nuevo bisloriCÍ!mo. crónico, social.

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Dan Graham, Casas para América, 1966, detalle de una prueba.


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Allan Sekula, Historia de peces, 1995, detalles de un panor.ama y un inclínómetro en medio

lush wino rubby~ub


del Atlántico.
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Martha Rosler, El emparrado en dos sistemas descriptivos inadecuados. 1975, detalle. I
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EL AltTlSTA COMO ETNÓGRAFO 195
EL RETOltNO D' LO, REAL
194
Tal reflexividad es esencial pues, como Bourdieu advirtió, el mapeado etnográfico
especialmente en la obra de Hans Haacke, desde las encuestas y perfiles de los visitan­
está prerupuesto a una oposición cartesiana que lleva al observador a abstraer la cul­
tes de galerias y museos y las exposiciones de magnates terratenientes en NuevaYork
tura de! esrudio.Tal mapeado puede por tanto confirmar más que contestar la autori­
(1969-1973) hasta las investigaciones de los acuerdos entre museos, corporaciones y
dad del mapeador en el sitio de un modo que reduce el deseado intercambio de tra­
gobiernos, pasando por los linajes de los coleccionistas de obras maestras (1974-1975).
. bajo de campo dialógic0 38 • En S1lS mapeados de otras culturas, Lothar Baumgarten es
Sin embargo, aunque esta obra cuestiona la autoridad social incisivamente, no se refleja
acusado a veces de tal arrogancia. En varias obras de las últimas dos décadas él ha ins­
en la autoridad sociológica,
crito los nombres de sociedades indígenas de América del norte y del sur, a menudo
Esto no es tan cierto de la obra que examina la autoridad arrogada en los modos
impuestos por los exploradores o por los etnógrafos, en emplazamientos tales como
documentales de representación, En una cinta de video como Estadlsticas vitales de un
la catedral neoclásica del Museum Fredericianum de Kassel (Alemania) en 1982 y la
ciudadano, obtenidas setuillamente (1976) y en una foto-texto como El emparrado en dos
espiral moderna del Museo Guggenheim de Nueva York en 1991 Sin embargo, más
sistemas descriptivos inadecuados (1974-1975),Marth~ Rosler desmiente la aparente obje­
que trofeos etnográficos, estos nombres retornan, casi como signos distorsionados de
tividad de las estadisticas médicas en relación con el cuerpo femenino y de las des­
lo reprimido, para desafiar los mapeados de Occidente: en la catedral neoclásica como
cripciones sociológica.~ del alcohólico desahuciado. Recientemente ha llevado también
para declarar que la otra cara de la ilustración del Viejo Mundo es la Conquista del
este empleo critico de los modos documentales hacia preocupaciones geopolíticas que
Nuevo Mundo, y en la espiral de Frank Lloyd Wright como para demandar un nuevo
desde hace mucho tiempo han impulsado la obra de Allan Sekula. En un ciclo de tres
globo sin narraciones de lo moderno y lo primitivo o jerarquias del norte y el sur, un
secuel;lcias fototextuales en particulat, Sekula rastrea las conexiones entre las fronteras
mapa diferente en e! que el articulador es también articulado, metido en un parallax
alemanas y la política de guerra fi:ía (Esbozo de una lección geográfica, 1983), una indus­
de un modo que complica las viejas oposiciones antropológicas de un nosotros-aquí­
tria minera y una iustitución financiera (Notas canadienses, 1986),y el espacio marítimo
y-ahora frente a un ellos-allí-y-entonces39•
y la economía global (Historia de peces, 1995). Con estas «geografias imaginarias y mate­
Pero el ejemplo de Baurngarten apunta a otra complicación: estos mapeados etno­
riales del mundo capitalista avanzado> esboza un «mapa cognitivo> de nuestro orden
gráficos son a menudo encargos. Así como e! arte apropiacionista de los años ochenta
global. Sin embargo, con sus deslizamientos de perspectiva en 10 narrativo y la únagen,
se convirtió en un género estético e incluso un espectáculo de los medios de comuni­
Sekula es tan reflexivo como cualquier nuevo antropólogo en relación con la hybris de
así las nuevas obras especificas para un sitio parecen a menudo un aconteci­
este proyecto etnográfic036 •
miento museístico en el que la instirución importa la critica, sea como muestra de tole­
Una conciencia de los presupuestos sociológicos y las complicaciones antropoló­
rancía o con el propósito de la inoculación (contra una critica llevada a cabo por la
gicas guía también los mapeados feministas de artistas como Mary Kelly y Silvia Kol­
iustitución, en el seno de la instirución). Por supuesto, esta posición dentro del museo
bowslci.Así, en Interím (1984-1989) Kelly registra las posiciones personales y políticas
quizá sea necesaria para tales mapeados etnográficos, especialmente si pretenden ser
dentro del movimiento feminista mediante una mezcla polifónica de imágenes y
deconstructivos: así como el arte apropiacionista, para activar el espectáculo de los
voces. En efecto, representa el movimiento como un sistema de afin.i.dades en el que
medios de comunicación, tenía que participar de él, así las nuevas obras para un sitio
ella participa como un etnógrafo indígena del arte, la teoria, la enseñanza, el activismo,
específico, a fin de remapear el museo o reconfigurar su público, debe operar dentro de
la amistad, la familia, la mentorización, el envejecimiento. En diversas rearticulaciones
éste. Este argumento vale para los más incisivos de estos proyectos, tales como Minando
de las definiciones iustirucionales del arte Kollbowski también practica el mapeado
el museo de Fred Wilson y ¿No son encantadores? de Andrea Fraser (ambos de 1992).
etnográfico reflexivamente, En proyectos como Inglaterra desde -el catálogo (1987-1988)
En Minando el museo, financiado por el Museo de Arte Contemporáneo de Balti­
propone una etnogratia feminista de la autoridad cultural que opera en las exposicio­
more, Wilson acruó como un arqueólogo de la Sociedad Histórica de Maryland. Pri­
nes de arte, los catálogos, las reseñas y cosas por el estil0 37 ,
mero exploró su colección (un .minado' inicial). Luego recogió representaciones evo­
cadoras de historias, principalmente afroamericanas, no a menudo mostradas como
históricas (un segundo «minado.). Finalmente, rearticuIó otras representaciones más que
,. Sobre Mmh> Kasler, véase especia.lmenre 3 Work.! (Halifax, Th. Press of ilie Nova Scocia School of hIt desde hace mucho tiempo se han arrogado el derecho a la historia (por ejemplo, en una
.lId D",ign, 1981), Ysobre AlLrn Sekula, véase pt".ograpIIY Agai",. Ihe era;l/: B,.y' ",.J Pllolo mrk; 1973-1903, exposición titulada «Obra en metal 1793-1880. colocó un par de esposas de esclavo, un
Halifax, Tho Press of ilie Nova Seoo. School of An and Design, 1984, y Fish Slory, DÜ5seldorf, Richter VerUg,
tercer ,minado» que explotó la representación dada). Con ello Wilson también acruó
1995. Sobre Fredric J:l.Iue:son en relación COn el mapeado cogníovo, véase POltmod<rnilm, Durh:lm, Duke Unívemty
Press, 1990. p"'lim.
'7 Sobre Mary Kelly. véase I"I<rim. Nueva York, New Museum of Comemponry Art, 1990, y ,obre Silvia
;g Véase Bourdieu, O.tUne fo. " n<Ory 01 Prani«, cit., p. 2.
Kolbowski. véase XI P"'jWI, Nueva York, Border Editions, 1993. Muchos otros artistas cuestionan bs representl­ ). Sobre <Stas oposiciones, véase F,bian, Tim, "lid th, Otile<, Ysobre Baumg,rcen. véase m¡ •Th, Wrítiug un
dones document:tles y! o se basan en mapeados etnogr:í.fico, (Susa¡¡ Hillier. Leandro KaIZ, Elaine Reichek...). Una the W.¡l>, en Govan (ed.), Lotha, Baum~, Amerita: In"'"ti,,", al
visión global se encuentn en A.rnd Schnelder, •The A.rt Divine"., Anthropology Tod,,!, 9, 2 (abril de 1993).

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Lot:har Baumgarten, Inl!l!ncíón americana, 1993, detalle, The Guggenheim Museum.

Fred Wilion, Minando el museo, 1992, detalles de cochecito y capucha del KKK. Maryland
Historical Society.
200 EL UTOR.NU D. LQ REAl

como etnógrafo de las comunidades afroamericanas perdidas, reprimidas o si no des­


EL AR.TISTA COMO ETNÓGR.AFO

con comunidades innovadoramente, para recuperar historias suprimidas que Son ubi­
201
I
plazadas en tales instituciones. Andrea Fraser nevó a cabo de modo diferente una
arqueología de los archivos museísticos y una etnografía de las culturas museísticas. En
cadas de modos particulares, a las que Unos acceden más eficazmente que otros.Y sim­
bólicamente estas nuevas obras para un sitio específico pueden reocupar espacios cul­
n
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¿No son encantadores?, reabrió un legado privado para el museo de arte. en la Univer­ turales perdidos y proponer contramemorlas históricas. (Estoy pensando en los carteles
sidad de California en Berkeley a fin de investigar cómo los heterogéneos objetos' colgados por Edgar Heap of Bird, que reclaman la tierra americana nativa en Okla­
domésticos del miembro de una clase específica (desde las gafas a los Renoirs) son homa y otras partes, y en los proyectos desarrollados por colectivos como Repo Hi,­
sublimádos en la homogénea cultura pública de un museo del arte general. Aquí Fra­ tory que apuntan a historias suprimidas por debajo de las conmemoraciones oficiales
ser abordaba la sublimación institucional, mientras que Wilson se centraba en la represión en Nueva York y otras partes.) No obstante, el papel casi antropol6gico asignado al artista
institucional. No obstante, ambos artistas juegan con la museología primero para puede promover una presunción tanto como un cuestionamiento de la autoridad etnográjiaJ, una
desenmascarar y luego para rearticular las codificaciones institucionales del arte Ylos evasión tanto como una extensión de la crítica institucional.
artefactos: cómo los objetos se traducen en pruebas históricas ylo ejemplos culturales, En Finniny el modelo etnográfico se empleó para animar un sitio víejo, pero tam­
son investidos de valor y catectizados por los espectadores. bién puede utilizarse para animar uno nuevo. Lo local y 10 cotidiano se piensa que se ......
Sin embargo, pese a toda la perspicacia de tales proyectos, el enfoque deconstruc­ resisten al' desarrollo económico, pero también pueden atraerlo, pues tal desarrollo ,".'

tivo-etnográfico puede convertirse en una táctica, un juego de enterados que hace a necesita de 10 local y lo cotidiano aun cuando erosiona estas cualidades, las desaloja. tí
la institución no más abierta y pública, sino más hermética y narcisista, un lugar para En este caso la obras para un sitio específico pueden utilizarse para hacer que estos
inidados'únicamente, donde se ensaya un criticismo desdeñoso. Asimismo, como no-espacios parezcan específicos de nuevo, para reajustarlos como lugares concretos, 11
vimos en el capítulo 4, la ambigüedad del posiciommiento deconstructivo, a la vez no espacios abstractos, en términos históricos y/o culturales40 • Muertos como cultura, l,'
J.'l·
dentro y fuera de la institución, puede incurrir en la duplicidad de la razón cínica en lo local y lo cotidiano pueden ser revívídos como simulacro, un «tema» para un par­
que el artista y la institución han i~currido de dos modos: conservando el status social que o um «historiat en una alameda, y las obras para un sitio específico pueden lle­
del arte y ejerciendo la pureza moral de'la critica, um cosa como complemento o varse a esta zombificación de 10 local y lo cotidiano, esta versión Disney de lo especí­
compensación de la otra. fico para un sitio. Convertidos en tabú en el arte posmoderno, valores como la
Éstos son peligros de las obras para un sitio específico dentro de la institución; otros autenticidad, la originalidad y la singularidad pueden retornar como propiedades de
surgen cuando estas obras son patrocinadas fuera de la institución, a menudo en cola­ sitios que a los artistas se les pide que definan o embellezcan. Per se no hay nada malo ~

boración con grupos locales. Considérese el ejemplo del «Project Unitb>, un encargo de
más o menos cuarenta instalaciones para la Unité d'Habitation de Firminy (Francia)
en este retorno, pero los patrocinadores.pueden considerar estas propiedíldes precisa­
mente como valores asentados por desarroIlar41.
l
durante el verano de 1993. Aquí el paradigma casi antropológico operó en dos nive­ La institución del arte también puede utilizar para el desarrollo económico, la
les: primero, indirectamente, tratando .este desvencijado proyecto de alojamiento dise­
ñado por Le Corbusier como un sitio etnográfico (¿es así como se ha convertido en
exótica tal arquitectura moderna?); y luego, directamente, ofreciendo su comunidad
ayuda social y el turismo artistico las obras específicas para un sitio, y en una época de
privatizaciones esto se acepta como necesario e incluso natural. En «Cultura en
acción», un programa de arte público de Sculpture Chicago realizado en 1993, se ins­
I
en gran parte de inmigrantes a los artistas por compromiso etnográfico. Un proyecto
sugiere los escollos de tal acuerdo. En él, e! equipo neoconceptual Clegg & Guttmann
pidió a los residentes de la Unité que contribuyeran a una discoteca con cassettes que
talaron ocho proyectos a lo latgo y ancho de la ciudad. Dirigidas por artistas como
Daniel Martinez, Mark Dion, Kate Ericson y Me! Zeigher, estas colaboraciones sí sir­
vieron «como un laboratorio urbano para implicar a diversos públicos en la creación
I
luego fueron dispuestos, compilados y expuestos según el apartamento y el piso en una de innovadores proyectos artísticos públicos.42 . Pero fue inevitable que también sir­
maqueta del edificio como un todo. Persuadidos a la colaboración, los habitantes pres­
taron estos sucedáneos culturales, que les fueron devueltos como exposiciones antro­
vieran como sondeos de relaciones públicas para las corporaciones y agencias que los
I
pológicas.Y los artistas no cuestionaron la autoridad etnográfica, ni siquiera el aire de .. Vé'!l5e las observaciones de Miwon Kwon en 'Roundtable on Site-Specificity>, cit. De nuevo, una lógica
superioridad sociológica, que implicaba esta autorrepresentación resultante.
Esto es típico del panorama casi antropológico. Pocos principios del observador­
participante etnográfico son observados, no digamos criticados, y 10 único que se pro­
redentora rige gran parte de las obm par.! un sicio especifico, desde los proyecros de revigorizaci6n de Snútillon
en .delante.
.. 1 Un ejemplo reciente fue el ,Proyecto artístico de la. calle -n., una aventura colectiva de una orgmización
I
duce es un linútado compromiso de la comunidad. Casi naturalmente, el proyecto se
extravía de la colaboración a la autoformación, de un descentramiento del artista como
autoridad cultural a un resalte del otro en el disfraz neoprimitivista. Por supuesto, este
de las artes. una empresa de diseño y el Proyecto de Des;¡rrollo de la Cilie 42. Aquí un. vez más hubo obras indi­
viduales de invención estética y/o critica. No obstante, el ane. el grafumo y la moda se desplegaron pm mejo­
rar la imagen de unos famosos inmuebles candidatos 1I redesa.rrollo.
.2 Panfleto .Culture in Acciono, Chicago, Sculprure Chicago, 1993; véase umbién Mary Jane JACOB el al"
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no es siempre el caso: muchos artistas han utilizado estas oportunidades de colaborar Cullure i. Arrio._ Seattle, ll.y Pres<, 1995.
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EL RETORNO DE .0 REAL
202 E4 ARTISTA GOMO ETNÓGRAFO 203

apoyaron. Otro ejemplo de este ambiguo servicio público es la designación anual de bién fuerza estos primitivismos hasta el punto de la explosión crítica, de la altanería
una .Capital Cultural de Europa•. En Amberes, la capital de 1993, fueron de nuevo más absoluta, especialmente en UIla obra como Autorretrato (1988), una figura que
encargadas varias obras específicas para un sitio. Aquí los artistas exploraron historias juega con e! jefe de madera de la sabiduría de estanco en un texto absurdista de fan­
perdidas más que comprometieron a las comunidades actuales, en consonancia con el tasías populares en relación con e! cuerpo rnasculíno indio. En sus obras lu'bridas Dur­
lema de la muestra: «Tomar UIla situación normal y retraducirla a múltiples lecturas harn mezcla los objetos ritualistas y los encontrados de un modo que es preventiva­
superpuestas de condiciones pasadas y presentes,.Tomado de Gordon Matta-Clark, un mente autoprimitivista e irónicamente anticategórico. Estos fetiches pseudoprimitivos
pionero de la obra específica para un sitio, este lema mezcla las metáforas del mapeado y artefactos pseudoetnográficos se resisten a una ulterior primitivización y antropolo­
de un sitio y e! détournement situacionista (definido hace mucho tiempo por Guy gización mediante una «estafa, paródica de estos mismos procesos.Todas estas estrate­
Debord como «la reutilización de elementos artísticos preexistentes en un nuevo con­ gias -una parodia del prirnitivismo, UIla inversión de los papeles etnográficos, un fin­
juntO.)43. Sin embargo, aquí de nuevo impresionantes proyectos específicos para un gimiento preventivo de la muerte, una pluralidad de prácticas- perturban una cultura
sitio fueron también convertidos en sitios turísticos y el desbaratamiento situacionista dominante que depende de estereotipos estrictos, líneas de autoridad estables, y reani­
se reconcilió con la promoción politico-cultural. maciones humanistas y resurrecciones museológicas de muchas c1ases 46 • •
En estos casos la institución puede ensombrecer obras que de lo contrario resalta:
se convierte en el espectáculo, recoge el capital cultural y e! director-conservador se
convierte en la estrella. Esto no es UIla conspiración, ni es pura y simplecoopción; no Memoria disciplinaria y distancia critica
obstante, puede despistar al artista más que reconfigurar el sitio+!. Lo mismo que el
artista del ProletkuIt trataba según Benjamín de atenerse a la realid.ad de! proletariado Quiero elaborar dos puntos como conclusión, el primero en relación con la ubi­
y sólo en parte ocupar e! lugar del patrono, el artista etnográfico puede colaborar con cación del arte contemporáneo, el segundo con la función de la reflexividad en el seno
una comunidad asentada, únicamente para reorientar este trabajo hacia otros fines. A de éste. Sugerí anteriormente que no pocos artistas tratan estados como e! deseo o la
menudo el artista y la comunidad están vinculados mediante UIla reducción ¡dencita­ enfermedad como lugares para su trabajo. De este modo, trabajan horizontalmente, en
ria de ambos, donde la aparente autenticidad de una parte se invoca para garantizar la un movimiento sincrónico de tema en terna politico, de debate en debate político, mlS
de la otra, de un modo que amenaza con colapsar la nueva obra para un sitio especí­ que verticalmente, en una activación diacrónica de las formas disciplínarias de un género
fico en una política de identidades tout court45 • Cuando el artista está en la identidad de o medio dado. Aparte del deslizamiento general (observado en el capítulo 2) desde la
UIla comunidad asentada, quizá se le pida que esté por esta identidad, que la represente «cualidad» formalista al .interés. neovanguardista, hay varios indicadores de este movi­
institucionalmente. En este caso e! artista resulta asu vez primitivizado e incluso antro­ miento de la práctica específica para un medio a la específica para un discurso. En
pologizado: aquí está tu comunidad, dice en efecto la institución, incorporada en tu .Otros criterios»(1968), Leo Steinberg vio un giro, en las combinaciones del primer
artista, ahora expuesto. Rauschenberg, de un modelo vertical del cuadro-como-ventana al modelo horizon­
En su mayor parte los artistas relevantes son conscientes de estas complicaciones, y tal del cuadro-como-texto, de un paradigma (natural» de la imagen como paisaje
a veces las resaltan. En no poras peiformances James Luna ha encarnado los estereotipos enmarcado a un paradigma «culrural. de la imagen como red inforrnacional, que él
de los amerindios en la cultura blanca (e! guerrero ornamental, el chamán ritualista, el consideraba como inauguradora de la producción de arte moderno 47 • Sin embargo,
indio borracho, el objeto de museo). Con ello invita a que estos primitivismos plura­ este deslízamiento de lo vertical a lo horizontal siguió siendo operativo en el mejor de
les los parodien, se los devuelvan a su público explosivamente. Jimmie Durham tam­ los casos; su dimensión social no se desarrolló hasta el popo .Su aceptación de los
medios de comunicación de masas comporta un cambio en nuestra noción de lo que
es la cultuw, predijo Lawrence Alloway hace mucho tiempo en «El largo frente de la
oIl Cuy OEllOPJl, ,Oetoumement as Neg.tion and Prelude>, lnternalicnale Sílllfltionniste 3 [diciembre de

1959], reimpreso en SitualÍonist ln'er""ti.rutl Anthclcgy, ed. y md. ingl. Ken Kmbb. Berkeley, Bure.u of Public
Secret!, 19fU,p. 55. .. Sobre la estlfa. véase Jean flsHER,]immíe Durltam, Nue..York, Exit Art, 1989; sobre el h:lcetSe el muereo,
4j Dicho en dos palabras, si los setenta fueron la década del teórico y los ochenta fu década de! m.ltchante, véase Miwon KWON. ,Posonodem Smtegiw, Drxummts 3 (verano de 1993). Una ve¡: m.1S, el discurro postco­
los noventl pueden considerar,. l. década del conservador itinerante que reúne a .rtis...., nómadas en sitio, dife­ loni;¡J tiende abor:> a fcóchizar penonojes como el est.lÍador y lugares cemo el intermedio.
rentes. Con e! hundjmiento que sufrió el me!tado en 1987 y las controversias pollticas que le siguieron (Robet! Me he cent",do en los mistas JJÍo:unericanos, pero otros emple.n tambien estas estrategias. En una perfor.
Mapplethorpe, el arte de la perfo'"""'" .obscena>, Andrés Serrano...), en Estldos Unidos el apoyo ;¡j arte con­ man" de 1993 en Art in General (Nu...~ York), Rikrit T""..nij. invitó a los espectadores. bailar la banda sonora
tempocineo entró en un periodo de declive. U financmción fue reorientada h:lcia instituciones regiorules, que de El "l' Y yo en Utu parodia de los estereotipos particulares len este caso de l;¡ cultut.l del sureste asiático). así
sin embargo ,011an importar a artistas metropolitanos, lo mismo que hicieron las instituciones europeas allí donde como \lrul inversión de los papeles emogciíicos.En Import/Export Funk Office (1992) , Renée Creen bmbiéninvir­
la financiación siguió siendo relati..meme alta. Así fue como nació el artista etrlogriíico migr:mte. ció lo, papeles etnogrificos cuando cuestionó al critico alemán Oiemcb Dietrichsen acere> deJa cultut.l hip-hop.
•s Véase las obsemciones de Miwon Kwon y Renóe Green en .Rounduble on Sire-Specificity>, cil. ., Véal. leo STElNllERG, Od'er Criuri4, Nue\<¡\York. Oxfum Univeniry P=. 1972, pp. 82-91 .

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Edgar Heap ofBirds, Anfitriones nativos, 1988, det.ille, Parque del Ayuntamiento de NuevaYork. "'"
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! EL ARTISTA COMO ETNÓGRAFO 207
206 EL "'ETORNO DE· LO P.HL

Mi segundo punto afecta a la reflexivídad del arte contemporáneo. He acentuado


cultura» (1958). «En de congelado en estratos en una pirámide», el pop colocó al
el hecho de que se necesita la reflexivídad para protegerse contra una sobreidentifica­
arte «dentro de un continuo~ de la cultura4l!. De manera que si Rauschenberg y com­
ción con el otro (mediante el compromiso, la autoalteración etc.) que puede compro­
parua buscaban unos criterios distintos de los términos formalistas de la modernidad
meter esta otredad. Paradójicamente, como Benjamín dio a entender hace mucho
específica para un medio, el pop re5Ítuó el compromiso con el arte elevado en todo el
tiempo, esta sobreidentificación puede alienar al otro más si no permite la alteración
largo frente de la cultura. Esta expansión horizontal de la expresión artística y el valor
que ya funciona en la representación. Frente a estos peligros -de demasiada o dema­
cultural es llevada más lejos, crítica y acríticamente, tanto en el arte casi antropológico
siado poca distancia- he abogado por la obra paraláctica que intenta enmarcar al
como en los estudios culturales.
enmarcador cuando éste eruDarca al otro. Éste es un modo de adaptarse al contradic­
Unos cuantos efectos de esta expansión podrían destacarse. En primer lugar, el
torio status de la otredad en cuanto dada y construida, real y fantasrnal s1 • Este enmar­
cambio a un modo horizontal de trabajar es coherente con el giro emográ.fico en el arte
camiento puede ser tan sencillo como un pie de foto para un fotógrafo, como en el
y la críticá: uno elige un sitio, entra en su cultura y aprende su idioma, concibe y pre­
proyecto de The Bowery de Rosler, o la inversión de un nombre, como en los carte­
senta un proyecto, únicamente para pasar al siguiente sitio en el que se repite el ciclo.
les de Heap ofBirds o Baurngarten. Sin embargo, tal reenmarcamiento no es suficiente
En segundo lugar, este cambio sigue una lógica espacial: uno no sólo mapea un
por sí solo. Una vez más la reflexivídad puede llevar a un hermetismo, incluso un nar­
sino que también trabaja en términos de tópicos, marcos, etc. 00 cual puede o no
cisismo, en el que el otro es oscurecido, el yo pronunciado; puede también llevar a un
apuntar a una privilegiación general del espacio a lo largo del tiempo en el discurso
rechazo del compromiso sin más. i Y la distancia critica qu¿ garantiza? ¿Se ha convertido
posmoderno)49. Ahora bien, en la ruptura posmoderna, asociada en el capítulo 1 con
esta noción en algo de algún modo mitico, acntico, una forma de protección
un retorno a la vanguardia histórica, el eje horizontal, espacial, todavía intersecaba el
un ritual de pureza por sí mismo! ¿Es tal distancia aún deseable, por no decir posible?
eje vertical, temporal. A fin de extender el espacio estético, los artistas ahondaron en
Quizá no, pero una sobreidentificación reductora con el otro no es tampoco desea­
el tiempo histórico y devolvíeron los modelos pasados al presente de un modo que
ble. Mucho peor, sin embargo, es una desidentificación criminal del otro. Hoy en día
abrió nuevos lugares de trabajo. Los dos ejes estaban en tensión, pero era una tensión
la oolítica cultural, tanto de izquierdas como de derechas, parece atrapada en este calle-
productiva; idealmente coordinados, ambos avanzaban juntos, con el pasado y el pre­
sin salida52• En gran medida, la izquierda se sobreidentifica con el otro como víc­
sente en parallax. Hoy en día, cuando los artistas siguen lineas horizontales de trabajo,
tima, lo cual la encierra en una jerarquía de sufrimiento por la cual los desheredados
las líneas verticales a veces parecen haberse perdido.
pueden hacer pocas cosas mal. En mucho mayor medida,la derecha se desidentifica del
Este modo horizontal de trabajar demanda que artistas y criticos conozcan no sólo
otro, al cual culpa como víctima, y explota esta desidentificación para construir la soli­
la estructura de cada cultura lo bastante bien como para mapearla, sino también su his­
daridad política mediante el miedo y la aversión fantasmales. Frente a este callejón sin
toria como para narrarla. Así, si uno desea trabajar sobre el sida, debe entender no sólo
distancia crítica podría no ser tan mala idea después de todo. De esta cuestión
el aliente discursivo, sino también la profundidad histórica de las representaciones del
es de lo que me ocuparé en el capítulo final.
sida. Coordinar ambos ejes de varios de tales discursos supone una carga enorme. Y
de~e considerarse, aunque no sea más que para contrarrestarla, la cautela tradi­
cionalista respecto al modo horizontal de trabajar: que las nuevas conexiones discursi­
vas puedan difuminar los víejos recuerdos disciplinarios. Implícito en la acusación es
que este movimiento ha hecho peligrosamente político el arte contemporáneo. De
este mensaje del arte es dominante en la cultura general, con todas las llamadas
a depurar el arte de política sin más. Estas llamadas son obviamente autocontradicto­
rias, pero también deben considerarse a fin de contrarrestarlasSíl •

" L.wrence AllOWAY, .The Long From ofCulture. (1959), en BrianWillis (ed')1 TI,¡, ís TcmorrowToday:Th,
{.depend,t Croup ami Briti,h Popo Nueva York. PS 1, 1987. P. 31.
SI Por ejemplo. "raza~ es un constructo histórico. pero este conocimiemo no elimina sw efectos materiales.
.. uta afirmación la hacen criticos COIllO Fredríc Jameson y L1 desarrollan geógrafos urbanos como David
En cuanto objeto fetichllta, el conocímíenro de la 'raza' no derrota la creencia (incluso el goce) en elb; existen
Harvey y Edward Soja. Sobre esto volveré en el "'pitulo 7.
uno junto a la otra, incluso o i!Specialmente entre 10$ iluru:ados.
50 Una reacción similar cOntra el.rte cargado de política se dio • Iimles de los años treinta con el '-'Cerno
l2 Es este c.illejón sin silida el que inspUó el culto de la abyección mencionado en el capítulo 5. Por un lado.
del 'formilismo americano. Sólo que hoy en dí. esta reacción no requiere el tiempo de una generación; puede
daIse en elupso entre dos bienales de Whimey. ti! como sugiere su b..Ja.nce del compromíso politico en 1993 a
este culto .,tí caM.do de la política ízquíett!isü de la diferencia y duda de ",,, sentimientos comurutlrios. Por
otro, rechaza la política derechi.!ta de la dcidentiJicación y toma putido por los d..heredados contra los reac­
la irrelev:mcia estilística en 1995. Asimísmo, el viejo formalismo trataba de sublimar la renovaci6n política en la
cionarios.
innovación artisrica; la YerlÍón contemporánea ni siquiera intenta esto.

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