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EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

La imaginación no es exclusiva de los niños y los artistas. Todos contamos


con un potencial imaginativo que puede hacernos más libres.

Una imaginación fértil es clave para una vida plena y exitosa. Sin embargo,
muchas personas creen carecer de esta habilidad. Observan a otros
individuos más artísticos, más libres, más creativos y sienten que a ellos les
falta esa chispa, esa capacidad de imaginar realidades distintas.

Lo cierto es que todos y cada uno de nosotros nacemos con potencial


imaginativo. Cuando somos pequeños este se expresa libremente,
más cuando crecemos y desarrollamos nuestras capacidades cognitivas,
progresamos al mundo del realismo. Es en este momento cuando muchas
personas reprimen o desconectan su imaginación. Quizá comenzamos a
pensar que esta es cosa de niños y otorgamos un excesivo valor al
pensamiento lógico.

Como en muchos otros ámbitos de la vida lo saludable se encuentra en el


punto medio. Crecer no ha de significar volverse rígido o inflexible. Ceñirnos
a lo puramente tangible nos priva de la capacidad de innovar, de fantasear y
trasladar a la realidad esa idea fresca y diferente.
OTROS MODOS DE IMAGINACIÓN

El papel de los padres es crucial es este momento del desarrollo evolutivo.


Mientras algunos restan valor a la capacidad imaginativa de sus pequeños,
otros los animan a encontrar alternativas adecuadas a su edad en las que
poder canalizar su fantasía.

Pues, en realidad, la imaginación vive en cada ámbito de nuestra


cotidianeidad. No se encuentra restringida a la pintura, la escritura y la
danza. Esta forma innovadora y original de concebir el mundo puede
aplicarse a la cocina, a los negocios o a la tecnología. Cada persona tiene
sus pasiones y sus propias áreas en las que destaca, y en todas ellas, la
imaginación es un valor añadido.

A través de ella podemos expresar nuestra individualidad y plasmar aquello


que nos hace únicos. Si el conocimiento fuese lo único importante, la
inteligencia artificial nos desbancaría por completo. Pero es la imaginación la
que hace avanzar el mundo, la que permite que surjan nuevas ideas, nuevas
perspectivas, caminos diferentes e intransitados.
Por tanto, nunca menosprecies esa inspiración tan única con la que naciste
y que guardas en tu interior. Al contrario, déjala salir, desarróllala y aplícala
en tus pasiones y en tu vida cotidiana. El mundo la necesita y tú también.

Creando el futuro
Pero desde una perspectiva más personal, la imaginación también constituye
un recurso de gran valor. ¿Por qué?, porque nos permite anticipar el futuro
que deseamos experimentar y nos motiva a tomar acción para
materializarlo. Por lo general, las personas más exitosas son quienes se
atreven a soñar a lo grande, quienes no tienen miedo a probar algo distinto.
Pero ese camino propio estuvo en su mente antes de tomar forma.

Como dice aquella frase: “a veces hay que vivir de fantasía para no morir de
realidad”. Y es que, si somos arquitectos de nuestra propia vida, la
imaginación nos proporciona el espacio ideal para diseñar los planos. Quien
genera una visión en su fantasía, encuentra la motivación para arriesgarse a
hacerla realidad.

La persona que carece de esta capacidad se limita a vivir según lo


establecido. A seguir las normas, a conformarse con el camino que se le ha
asignado. Imaginar nos hace libres para elegir y nos permite hallar los
caminos para alcanzar la realidad que deseamos para nosotros.

POTENCIA TU IMAGINACIÓN

Por tanto, comienza hoy mismo a trabajar y desarrollar tu imaginación


dormida. No existe un método único y universal, se trata de ir derrumbando
barreras. Sin embargo, algunas ideas que pueden ayudarte son:

Relájate. La imaginación ha de ser algo fluido y divertido, la


imposición es la antítesis de la fantasía. Por tanto, trata de adoptar un
enfoque despreocupado y ayúdate de prácticas de meditación para dejar
la mente en blanco. En ocasiones, el ruido mental nos impide escuchar la
voz de la intuición.
No censures tus ideas. Estamos muy acostumbrados a ser críticos y
exigentes con nosotros mismos, pero de este modo nos privamos de
posibles ocurrencias brillantes. Por tanto, cuando enfrentes un dilema
realiza una tormenta de ideas, plantea todo lo que se te ocurra sin
censura. Muchas de las opciones tal vez no tengan sentido, pero te
ayudarán a comenzar a pensar de un modo diferente.

Prueba actividades nuevas y divertidas, sin ningún propósito en


específico. Pinta, aunque creas que no lo haces bien, cocina por
diversión, canta y baila mientras realizas las tareas. En definitiva, deja que
salga tu niño interno, él sabrá qué hacer.

EL PODER DE LA IMAGINACIÓN: CÓMO


INCENTIVARLA Y CREAR NUEVAS IDEAS

La imaginación es un elemento clave para crear arte, herramientas y generar


innovación, por ello, el balance entre la imaginación y el pensamiento lógico
puede generar una vida plena y exitosa.

En estos tiempos de naufragio hemos de agarrarnos a lo importante, y dejar de


lado aquello que no lo es. La imaginación bien conducida es una de las
herramientas más poderosas que poseemos, aprendamos a emplearla, ahora
más que nunca.

El ser humano es lo que es debido a su capacidad para imaginar, para crear


ideas, para trascender el gris allí donde los sentidos se detienen, y convertirlo en
un arcoíris de colores.

Filósofos, poetas y científicos han debatido durante interminables siglos el origen


de la imaginación humana, su bondad o maldad, sus límites y aporías, o la
sensación de libertad y de trascendencia que es capaz de otorgarnos.

Si por algo las fuerzas represivas de la historia han tratado incansablemente de


limitarla, no es solo por la imposibilidad de controlarla, sino por la esperanza que
es capaz de otorgarnos, incluso en los terrenos más yermos del ser humano. El
poder de la imaginación es tal que en un niño o una niña es capaz de convertir
cualquier objeto cotidiano en el origen de una aventura mágica, y cuya renuncia,
marca el angustioso paso de la infancia a eso que hemos denominado madurez.

Criticamos el exceso de imaginación, como si pudiera existir exceso de ese


poder maravilloso que trasciende lo cotidiano y lo convierte en extraordinario.
Observamos con perplejidad o desprecio a aquellas personas que aún
conservan esa chispa que nuestra sociedad está tan empeñada en constreñir y
delimitar, como si estuvieran locos y hubieran perdido el juicio.

Nosotros los responsables, aquellos que hemos corregido ese defecto que
impregnaba nuestra infancia, y hemos limitado adecuadamente nuestra
imaginación, actuamos como juez y jurado y calificamos de locos a los que viven
con ardor en ese esotérico mundo de la imaginación.

Quién sabe si esas personas que son capaces de brillar tanto que nos
deslumbran, al no haber perdido el poder de la imaginación, sean los únicos
cuerdos en un mundo enloquecido.

El poder de la imaginación es tal que en un niño o una niña es capaz de convertir


cualquier objeto cotidiano en el origen de una aventura mágica, y cuya renuncia,
marca el angustioso paso de la infancia a eso que hemos denominado madurez

El mejor ejemplo para comprender la riqueza de la imaginación, tan


peculiarmente anclada a nuestro cerebro, es la sinestesia, ese aparente
desorden que mezcla los sentidos por un problema del sistema límbico, al que la
neurobiología atribuye el control de las emociones, la memoria y la atención.

Prisioneros de este miedo a dejar volar la imaginación, ni siquiera somos


conscientes que nuestro cerebro crea continuamente la realidad imaginando
cosas que no están ahí. Los colores solo existen en nuestro cerebro, no en el
universo. Así de maravilloso y peculiar resulta ese filtro perceptivo por el que
pasa todo aquello que creemos existe en la realidad, pero la realidad solo existe
porque la creamos, porque nuestro cerebro ordena el caos, rellena los huecos
de la percepción a través de la imaginación, y dota de coherencia y sentido
aquello que de por sí no lo tiene.

El mejor ejemplo para comprender la riqueza de la imaginación, tan


peculiarmente anclada a nuestro cerebro, es la sinestesia, ese aparente
desorden que mezcla los sentidos por un problema del sistema límbico, al que la
neurobiología atribuye el control de las emociones, la memoria y la atención.

Una persona que padece esta anomalía al ver un número lo asocia


inmediatamente con un color, para un sinestésico, el 4 puede ser verde, mientras
que para otra persona que también padezca esta disfunción, podría ser azul.
Igualmente se han dado casos de músicos como Oliver Messiaen que ve
colores al leer una partitura, y al ver colores, su imaginación le sugiere música.

Todos nacemos sinestésicos, es a partir del primer y segundo año cuando se


produce una especie de poda de los enlaces entre neuronas.

En el sinestésico ese proceso falla, y por tanto permanecen tal y como nacen, o
al menos más cercanos a la configuración original.

En cierto sentido los normales somos la anomalía, mientras que ellos deberían
ser lo normal, si la evolución, hubiera tenido algo de sentido del humor y
sensibilidad estética. Richard Gregory, profesor de neuropsicología, destaca
las ventajas que tienen los que padecen esta anomalía, pues la mezcla de
sentidos les facilita y mejora todos los procesos memorísticos.

Imagina lo difícil que es recordar nombres, y lo fácil qué te resultaría si pudieras


asociar un nombre a un color. Más allá de la anécdota es cierto que su exposición
sensorial es más compleja, pero con un poco de imaginación, cómo no, esta
puede ser una gran ventaja frente a los normales.
Somos, biológicamente, seres hechos para imaginar. Nuestro cerebro está
diseñado para ello, pues es una de las herramientas más poderosas para la
supervivencia, y toda fuerza vital en última instancia aspira a sobrevivir,
minimizar aquello que nos perjudica, maximizar aquello que nos refuerza.

Uno de los efectos de este proceso es precisamente lo falible que puede resultar
la memoria, pues todo pasa por el filtro de la interpretación, y con el paso de los
años los huecos en lo vivido tienden a rellenarse más y más con lo que nuestra
mente, según crea adecuado para protegernos, añade.

Nada fue realmente como lo recordamos, nada es realmente tal y como lo


experimentamos, nada será realmente tal y como imaginamos.

Adaptarnos a esa encrucijada es esencial para comprender el poder de la


imaginación, lo importante que es aceptarla como parte esencial de nuestro ser,
y convertirla en una herramienta que nos ayude no solo a sobrevivir, como
pretende lo biológico que hay en nosotros, sino a encontrar sentidos allí donde
se pueda, y donde no, a crearlos, como pretende aquello que trasciende lo
meramente biológico.

La principal dificultad procede de que todo el mundo imaginamos, todos


poseemos en principio ese superpoder, todos tenemos ideas, pero como rara
vez nos han enseñado a educar la imaginación, a incentivar la creatividad, y lo
más importante ordenarla, todo ese potencial queda desperdiciado.

Cuántas veces hemos oído a algún arrogante jefecillo que desprecia el


componente creativo de un trabajo decir que ellos te dan la idea, que es lo
esencial, y tú ya has de pulirla y hacer que funcione.

No, tan importante como tener una idea, es imaginar cómo puede funcionar, y el
arduo esfuerzo que conlleva lograrlo. El problema es de origen, en nuestro
sistema educativo, y posteriormente en el laboral, al igual que no se educan las
emociones, tampoco se educa la creatividad.
Adaptarnos a esa encrucijada es esencial para comprender el poder de la
imaginación, lo importante que es aceptarla como parte esencial de nuestro ser,
y convertirla en una herramienta que nos ayude no solo a sobrevivir, como
pretende lo biológico que hay en nosotros, sino a encontrar sentidos allí donde
se pueda, y donde no, a crearlos, como pretende aquello que trasciende lo
meramente biológico.

Despertar la imaginación, y lo más importante, aprender a gestionarla implica


primero mantener la curiosidad que continuamente nos arrebatan. No hagas
preguntas tontas, te decían de niño cuando no querían responderte, o no sabían,
más probablemente.

No digas estupideces, te dicen de adulto cuando planteas algo que se sale del
cauce establecido, sin tener ni siquiera la posibilidad de explorar la idea. Proceso
esencial es el explorar el desarrollo de cualquier idea creativa, sin importar que
al final la idea quede descartada, pues el aprendizaje que se produce es tan
valioso, o casi, como si la idea imaginada hubiera funcionado.

No hemos de poner cortapisas a la curiosidad, y hemos de alentar nuestra innata


capacidad para cuestionar, sea algo esencial o meramente anecdótico.

No hay otra forma de crear o imaginar, sino es poniendo en cuestión lo que se


da por hecho. Y vale tanto para la ciencia, como para el arte, tanto para disfrutar
de la vida y encontrar sentido, como para encontrar soluciones ante lo que
parece no tenerlo en otros ámbitos de la vida. Vale tanto para que el amor y la
convivencia funcionen, como para aceptar cuando ya no funcionan.

Neil Gaiman, escritor, nos anima a no dejar de hacernos dos preguntas; tan
válidas para lo que él hace, como para cualquier otra actividad que necesite del
impulso de la imaginación y la creatividad; la primera pregunta es ¿y sí…? Con
esta pregunta podremos dejar de lado aquello por la inercia de la costumbre
hacemos, hábitos que se han convertido en vicios y que nos impiden ver más
allá de lo que tenemos delante, un aderezo de un poco de atrevimiento puede
impulsarnos a encontrar respuestas no habituales a preguntas que casi hemos
olvidado a qué se debían, al dejar de hacerlas.
La otra gran pregunta que el autor nos recomienda es ¿y si al menos?, que es el
segundo paso tras abrir nuestra mente a oportunidades y escenarios que antes
se antojaban cerrados, y nos da la oportunidad de explorar esas posibles
respuestas y tener alternativas, algo a lo que estamos tan desacostumbrados,
que cuando alguien nos sorprende con y si al menos hoy hacemos algo
diferente, tendemos a mirarle con la desconfianza propia de alguien estrafalario.

Algo mejor nos iría si esas dos preguntas las incorporáramos al acervo de
hábitos que han de convertirse en virtudes, no en vicios.

Vale tanto para que el amor y la convivencia funcionen, como para aceptar
cuando ya no funcionan

Dudar y temer al poder de la imaginación es parte de nuestro acervo biológico,


el miedo ante lo desconocido, durante cientos de miles de años, esa precaución
ha sido salvaguarda de nuestra supervivencia, pero hoy día hemos de permitir
que no nos paralice en exceso, y evite nuevos mundos por descubrir, nuevos
amigos que hacer, nuevos juegos que experimentar.

A través de la imaginación siempre podemos vislumbrar escenarios donde las


cosas ordinarias se conviertan en extraordinarias, sin caer, todo hay que decirlo,
en la estupidez, que desgraciadamente es un virus contemporáneo que
confunde diversión con hacer el idiota.

Un poco de sentido común, como añadido, que no cortapisas a la imaginación,


puede resultarnos útil para no convertirnos en ese idiota patológico. A lo que
habría que añadir otro esfuerzo, perder esa sensación de ridículo a la que nos
obliga la manera en la que hemos crecido, que nos obliga a repudiar todo aquello
que se sale de lo normal.

Se dice, con toda la razón, que el peor miedo de un escritor es una hoja en
blanco, como de un escultor una masa amorfa, de un pintor un lienzo impoluto.
El fracaso se encuentra en no coger los pinceles, las herramientas, el teclado o
la pluma y comenzar a manchar ese impoluto color; llenarlo de todo aquello que
se nos venga en mente, porque el poder de la imaginación hará el resto, luego
llegará la ardua tarea de dotar nuestra creación de orden y sentido, que es algo
que también necesita práctica, pero quién dijo que pasar de ser un tipo aburrido
a alguien con la magia de la imaginación iba a resultar fácil.

A través de la imaginación siempre podemos vislumbrar escenarios donde las


cosas ordinarias se conviertan en extraordinarias, sin caer, todo hay que decirlo,
en la estupidez, que desgraciadamente es un virus contemporáneo que
confunde diversión con hacer el idiota.

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