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Breve Introducción A La Teología de Los Sacramentos
Breve Introducción A La Teología de Los Sacramentos
Los elementos que componen cada uno de estos sistemas guardan estrecha
relación entre sí y una correspondencia con el sistema religioso de que
forman parte. Por eso, para determinar la especificidad del elemento
sacramental de una religión, es necesario referirse al tipo de religión de que
forma parte. Aquí situamos el cristianismo en la historia de las religiones
para descubrir los rasgos que comparte con el resto de las religiones y la
forma concreta de realizar el cristianismo los valores religiosos dispersos
en la tradición religiosa de la humanidad.
• Palabra de Dios.
Jesucristo es la “Palabra de Dios hecha carne” (Jn 1,14). “Palabra”
significa ante todo la revelación que Dios hace de sí mismo a la
persona a través de Jesucristo, el diálogo entre Dios y la persona, en
el cual Jesucristo es traductor e intérprete indispensable. Tres
factores hacen posible que Jesucristo sea el revelador del Padre: su
preexistencia como palabra de Dios (cf. Jn 1,1-2), la encarnación de la
palabra (cf. Jn 1,14) y la intimidad permanente de vida entre el Padre
y el Hijo, tanto antes como después de la encarnación (cf. Jn 1,18).
La Iglesia es Sacramento por los signos privilegiados por los que muestra
su sacramentalidad.
La Iglesia, como pueblo de Dios y sacramento de Cristo, garantiza
objetivamente la continuidad histórica de la salvación de Cristo. Pero es
preciso que esta salvación se realice en cada uno de los sujetos y de los
miembros de la Iglesia. Esta misión la va a cumplir la Iglesia a través de los
signos privilegiados de su sacramentalidad: la Palabra y los Sacramentos.
Si, por otra parte, la Iglesia es prolongación de Cristo, y Cristo es la “proto-
palabra” y el “proto-Sacramento”, es lógico que la Iglesia tenga como
signos privilegiados de su sacramentalidad la Palabra y los signos
sacramentales que, en definitiva, son los medios a través de los cuales
Cristo realizó su obra salvadora.
b. Doble dirección del memorial del culto El memorial del culto está
dotado de dos direcciones: ascendente, y descendente. Como
memorial ascendente la celebración se eleva hacia Dios para que se
acuerde de sus promesas, de la alianza hecha con los padres y en
cuyo propósito se presupone que perdura, y para presentarle las
necesidades del pueblo, descendencia de aquellos patriarcas con los
que selló para siempre la alianza. La oración, sola o acompañando a
la acción litúrgica expresa este sentido de recordar a Dios las
promesas que hizo en otro tiempo y rogarle que la cumpla en la
actualidad. El Antiguo Testamento evoca frecuentemente este
recuerdo de la alianza. La liturgia del año nuevo tiene, en el
judaísmo, oraciones muy sorprendentes formadas por textos bíblicos
en los que se habla de Dios que se acuerda de su alianza en el pasado
con vistas al presente. La oración conclusiva termina así: “Alabado
seas, Señor, por acordarte de tu alianza”. Al interceder por Israel,
Moisés dijo a Yahvé: “acuérdate de Abraham, Isaac y Jacob, tus
siervos, a quienes, jurando por tu nombre, dijiste: Yo multiplicaré (Ex
32,13). Jeremías dirige a Dios una súplica de intercesión: “acuérdate,
no rompas tu alianza con nosotros” (Jer 15,1; otra oración en 1Cro
16,4).
El misterio pascual
a) El Misterio pascual, significado primordial del culto cristiano
El II Concilio de Nicea (VII Concilio Ecuménico, año 787) afirmó que
el misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor, aplicado a la
Iglesia, es el objetivo primordial de todas las celebraciones litúrgicas
(fiestas, sacramentos, sacramentales, etc.) y de toda vida y muerte
cristiana. Doctrina que está de acuerdo con el Nuevo Testamento que
asigna, como efecto y significado de los sacramentos, la
incorporación a Cristo y a su misterio pascual de muerte y
resurrección.
Por eso debemos aludir a estos dos momentos del ritmo binario del
misterio pascual de Cristo como significado primordial del
sacramento cristiano. La muerte de Cristo, supremo sacramento de
la glorificación de Dios y de la santificación de la persona
(interpretación de fe). Hemos visto qué lugar ocupa en el pueblo
judío la Alianza, como suprema teofanía sellada por la sangre de las
víctimas animales y, posteriormente, actualizada por el “memorial”
del culto.
Jesucristo sacerdote
La originalidad aportada por Cristo al culto no termina en la fijación de un
nuevo significado de las acciones litúrgicas con su encarnación - muerte -
resurrección, teofanía cumbre de la historia salvífica, ni se limita a la crítica
establecida por Cristo a la degradación en que había caído el culto judío.
Hay otra novedad decisiva: Cristo se convierte en el único sacerdote y
ministro del culto de la nueva Alianza. 1. La triple función de la misión de
Cristo
El Nuevo Testamento
La misión de Cristo en y para el mundo se expresa y se realiza en la triple
función de Profeta, Sacerdote y Señor. Cada una de estas funciones es
manifestación existencial e histórica (es decir, sacramento) de la misma e
idéntica misión.
No se puede comprender la misión de Cristo marginando alguna de las
tres funciones. Las tres son esenciales de la misma e idéntica misión.
Por eso el autor intenta demostrar por todos los medios posibles la
transcendencia de la vida cristiana como santificación y como culto sobre
la liturgia del Antiguo Testamento. En este contexto, son conocidos los
temas claves de la carta: el pueblo de Dios peregrinante; el pueblo de Dios,
comunidad cultual; Cristo, el Hijo de Dios, Sumo, eterno y único Sacerdote,
cabeza y guía de esta comunidad peregrinante y cultual; la vida moral de
los cristianos en comunión con la acción santificadora y cultual de Cristo,
su cabeza; la liturgia del Antiguo Testamento como figura y sombra de la
santificación y del culto de Cristo y en Cristo; la presencia actual y
permanente de la liturgia celeste de Cristo en el culto y en la vida de los
cristianos, etc.
Entre los cristianos y sobre esta tierra, sólo existe una santificación, que es
la realizada continuamente en ellos por Cristo; sólo existe un culto que es
el ofrecido por ellos y con ellos por Cristo y, por lo mismo, sólo existe un
liturgo: Cristo mismo.
La liturgia cristiana es epifanía, bajo el velo de los ritos y de los símbolos,
de la liturgia celeste de Cristo.
La liturgia de la Iglesia es verdadera santificación y verdadero culto en
cuanto ella actúa de modo diverso en los distintos sacramentos la misma
santificación y el mismo culto que Cristo ejerce ahora glorioso en el cielo.
He aquí por qué los sacramentos se definen primordialmente como
“acciones de Cristo” ministro principal de los mismos. Lo que requiere,
según SC 7, una presencia activa de Cristo en la comunidad reunida, en la
palabra proclamada, en la persona del ministro, en la fuerza de los
sacramentos, en las especies eucarísticas, etc. Pero el agente principal, el
sacerdote en el acto y en el mismo momento (“sacerdos actu et proxime”)
de la celebración de todos los sacramentos es siempre Dios.