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Suicidología en línea 2013;4:105-113.

ISSN 2078-5488

Ensayo

El suicidio y el drama de la autoconciencia1

Siri Hustvedt-
escritor, Estados Unidos

Enviado a SOL: 4elNoviembre de 2013; aceptado: 11elNoviembre de 2013; publicado: 8eldiciembre 2013

Abstracto:Desde que el suicidio se convirtió en un problema médico, no ético en Occidente, se ha asociado con la patología. La
estadística dudosa citada en la literatura actual es que más del 90% de todas las personas que se suicidan tienen enfermedades
mentales. Pero, ¿qué es el yo que se mata en el suicidio? A pesar de la investigación que espera descubrir los genes que
predisponen a una persona al suicidio, el trabajo sigue siendo muy especulativo. Las investigaciones epigenéticas son más
prometedoras y, aunque se puede establecer una relación entre la expresión génica y el estrés ambiental, sigue siendo ilusorio
un vínculo directo con el comportamiento suicida. La experiencia fenoménica subjetiva debe ser parte de la Suicidología. A partir
de William James, Merleau-Ponty, Søren Kierkegaard, la fenomenología contemporánea y la neurociencia del yo, Sostengo que el
suicidio no puede ocurrir antes de que un niño haya desarrollado la capacidad de autoconciencia reflexiva, la capacidad de
concebirse a sí mismo como otro en el tiempo, con un pasado recordado y un futuro imaginado, y las emociones sociales que
acompañan a este nivel de desarrollo. , como la vergüenza, la culpa y el orgullo, y que el movimiento de la autoconciencia pre-
reflexiva a la reflexiva está moldeado por el apego temprano. Siguiendo a Jean Améry, argumento que el suicidio es un acto que
se dirige a otro; es dialógico, puede ser racional, participa tanto de pensamientos conscientes como de sentimientos intensos,
que no deben agruparse en una facultad como en la teoría de evaluación de emociones, una combinación que ha guiado la
práctica de la TCC. Lo que es crucial para una persona desesperada no es reestructurar su razonamiento sino establecer una
alianza terapéutica entre uno mismo y el otro.

Palabras clave:autoconciencia prerreflexiva, autoconciencia reflexiva, biología, psicología, apego, emoción

dialógica, autoconsciente.

Los derechos de autor pertenecen al Autor(es). Suicidology Online (SOL) es una revista de acceso abierto revisada por pares que se publica bajo la Licencia Creative Commons 3.0.

*
Cuando trabajaba como voluntario escribiendo
maestra en una sala cerrada para pacientes psiquiátricos en la
ciudad de Nueva York, tuve varios sobrevivientes de suicidio
en mis clases en el transcurso de tres años y medio. Algunos
venían unidos a las vías intravenosas, algunos envueltos en
vendajes gruesos, algunos con moretones en proceso de
curación. Otros no llevaban signos visibles de sus terribles
experiencias. Eran hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Sus
diagnósticos variaron depresión mayor, esquizofrenia, bipolar,
borderline, TOC. Sus estados de ánimo eran igual de variables.
Recuerdo a una mujer que terminó su poema con las palabras
“Ya estoy muerta”. Tuve un hombre furioso que amenazó con
-amanda urbano
*
Gestión creativa internacional, EE. UU. Correo
electrónico: aurban@icmpartners.com
1 autodestrucción, como cualquier otra ilusión peculiar, no
Pronunciado por primera vez como conferencia magistral en el XXVII Congreso Mundial de
la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, Oslo, Noruega, 24 de septiembre
llevar a su familia con él “la próxima vez”. Era el único
paciente con el que trabajé y que informaba al supervisor
de la sala. Un joven escribió un poema en primera
persona, en el que registró una larga lista de intentos
fallidos de suicidio. A pesar de sus fervientes esfuerzos por
destruirse ahorcándose, ahogándose, saltando de edificios
y cortándose las venas, fracasó siempre. El poema era
divertido, pero el poeta admitió que había aterrizado en el
hospital porque había intentado suicidarse y que este
reciente intento no era el primero. Había convertido su
desesperación en comedia negra.
Durante siglos en Occidente, el suicidio fue un
problema de ética, no de patología. El énfasis comenzó a
cambiar en el siglo XVII, y en el siglo XIX el suicidio se
había convertido en una enfermedad. En 1828, el médico
inglés George Man Burrows escribió: “La propensión a la
es más que un síntoma de un intelecto trastornado, y solo

de 2013. puede verse como una característica de la melancolía”.

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(Burrows, 2012, p. 117). Esta declaración, que conecta los
impulsos suicidas con lo que ahora llamamos depresión,
tiene un tono contemporáneo. Y, sin embargo, no todas
las personas que sufren de depresión mayor son suicidas y
no todas las personas suicidas están deprimidas. Más
personas con epilepsia del lóbulo temporal se suicidan que
personas con otras formas de epilepsia y en tasas mucho
más altas que las personas no epilépticas, pero no
podemos concluir de esto que ni la depresión ni la
epilepsiacausasuicidio (Hawton & Marsack, 1980; Verotti,
Cicconetti & Ferro, 2008).
He leído cientos de veces que más del 90% de
todas las personas que se suicidan tienen un trastorno
mental, pero nunca hay una nota que explique de dónde
viene esta estadística. ¿Es esta una estimación
estadounidense, una europea? Mis esfuerzos por
encontrar la fuente de este conocimiento recibido no
dieron resultado. ¿Cómo puede alguien realmente saber
esta estadística? ¿Y cuándo se convirtió el diagnóstico
psiquiátrico en una ciencia exacta? La crítica del DSM como
un texto puramente descriptivo que ignora la etiología y
cambia sus categorías con vientos ideológicos no es
nueva. en su libro noviembre del alma, George Howe Colt
(1991) menciona un estudio de Harvard en el que los
médicos recibieron estudios de casos de personas que se
habían suicidado. Cuando los médicos examinaron las
narrativas que suprimieron el suicidio final, la estimación
más alta de enfermedad mental fue del 22%. Cuando se
proporcionó el final de la historia, la estimación saltó al
90%. En este caso, el último capítulo parece haber
reescrito los anteriores.
Pero, ¿qué significa suicidarse? ¿De qué se
está atacando y/o escapando? No hay consenso sobre
lo que es un yo. Sus contornos cambian o incluso se
desvanecen según tu perspectiva particular: filosófica,
psicológica o neurobiológica. ¿Es el yo una ilusión o
algo real? ¿Es un aspecto de nuestra conciencia? Un
intenso estado de sentimiento consciente de algún tipo
parece ser necesario para desencadenar el acto de
suicidio, pero eso no significa que las fuerzas
inconscientes no estén trabajando en la persona
suicida. La mayor parte de lo que hace la mente-
cerebro es inconsciente y eso incluye las llamadas
funciones cognitivas superiores. Una vez que se
domina el conocimiento, rápidamente se vuelve
habitual y deja la conciencia (Kihlstrom, 1987).
Es un signo de los tiempos que los neurocientíficos
están buscando causas genéticas para el suicidio. Esta
investigación no ha abordado el yo en el cerebro. Los hallazgos de
que las víctimas de suicidio tienen niveles reducidos del
neuroquímico serotonina y su principal metabolito (5-HIAA) en
comparación con aquellos que murieron por otras razones han
llamado más la atención (Mann, 1999, 2003; Mann et al. 1996;
Stanley & Man, 1983). Debido a que existe evidencia de que el
sistema serotoninérgico está parcialmente bajo control genético,
pero no hay un conocimiento específico de cómo funciona, la
investigación continúa.
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especulativa (Arango, Huang, Underwood & Mann, 2003).
A pesar de los artículos periodísticos que pregonan el
descubrimiento de un gen suicida, los investigadores solo
han propuesto genes candidatos (Akst, 2011; Sample,
2011). Los endofenotipos elegidos para el suicidio son la
impulsividad y la agresión, pero como señala Gustavo
Turecki (2005), no todos los suicidios son impulsivos o
agresivos. En particular, la autoagresión no se distingue
del daño a otros y, si bien existen innumerables estudios
en animales sobre el papel de los genes y el medio
ambiente en la agresión, la autoagresión es tan rara en el
reino animal que el estudio de rutina es imposible.
Lo que sí sabemos es que el medio ambiente
Se ha demostrado que las influencias sobre un animal,
incluidas las sociales, como el cuidado materno y el
aislamiento, producen alteraciones químicas alrededor de la
molécula de ADN, que modifican la expresión génica
(McGowan et al., 2011). Algunos estudios han encontrado que
estos cambios químicos pueden ser heredados por
descendientes que nunca han estado sujetos al mismo estrés
(Meany, 2001). Parece que el pobre Lamarck calumniado debe
ser reconsiderado. Gran parte del trabajo en epigenética se
realiza en ratones y ratas, pero no es una locura extrapolarlo a
los seres humanos si se procede con cuidado. Las descargas o
privaciones repetidas de un animal afectan su sistema
regulador del estrés (el eje hipotálamo pituitario suprarrenal) y
los niveles hormonales (corticosterona en ratas, cortisol en
seres humanos) que se han relacionado con cambios en la
metilación de genes (Labonté & Turecki, 2011). Un estudio
post mortem humano realizado por McGowan et al. (2009)
encontraron un aumento de la metilación de la citocina en
víctimas de suicidio que habían sufrido abuso, pero no en
víctimas de suicidio que no habían sufrido abuso. El abuso
altera la metilación, al parecer, pero no predice el suicidio.
“Estrés”, esa palabra vaga y ahora ubicua para una miríada de
formas de agresión que se originan fuera del organismo, es
un vehículo por el cual el entorno se transmuta en un ser
biológico, aunque ninguno de nosotros es consciente de cómo
nuestras células se están adaptando a las condiciones
particulares. a nuestro alrededor.
Seguramente los seres humanos están hechos de células, pero
como especie, hemos producido una amplia gama de
culturas, organizadas de innumerables maneras, y
hemos generado ideas sobre cómo vivir que se han
articulado en cientos de idiomas, y este engrosamiento
de la complejidad en el ámbito humano desafía la
reducción a genes, neuroquímicos. y sinapsis. El poeta
suicida de mi clase puede haber estado sujeto a un
estrés emocional repetido que alteró su expresión
genética. Puede que haya sido impulsivo y agresivo,
pero si de verdad quisiéramos entender qué le había
pasado, tendríamos que tratar de entender su punto
de vista. Tenemos que entrar en una perspectiva en
primera persona.
En su artículo de 1973 paraenciclopedia
británica,Edwin Shneidman escribe: “Probablemente sea
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exacto decir que el suicidio siempre involucra la lógica
torturada y atrincherada de un individuo en un estado de
emoción intolerable sentida internamente” (p. 383). “Mejor
un final terrible, que terror sin fin”, escribió un hombre al
final de su nota de suicidio (Grashoff, 2006, p. 138). Estos
dos aspectos de la experiencia consciente, un sentimiento
insoportable y un argumento interno para el hecho, deben
estar presentes en la persona suicida, y creo que
Shneidman tiene razón al distinguirlos.
En el capítulo 10 de suPsicología, William James describe varios
yoes: material, social y espiritual, pero su "yo de sí mismos" se "siente". Él
llama a este yo “empírico” y encarnado, Yo (James, 1890/2007, p. 291). El Yo de
James se asemeja a lo que los fenomenólogos llaman el yo experiencial pre-
reflexivo, mínimo o central. Los neurocientíficos Jaak Panksepp (1998) y
Antonio Damasio (2012) proponen cada uno una forma de un yo primario o
central, un yo corporal motorsensorial y afectivo con una ubicación neuronal
en el cerebro, que es responsable de una forma primaria de autoconciencia
en muchas criaturas Lo que otros animales no tienen es lo que James llamó el
"yo" o conocedor, un yo que recuerda su pasado y anticipa su futuro:
autoconciencia reflexiva. Sean Gallagher y Dan Zahavi (2008) señalan la
diferencia entre el yo prerreflexivo y el reflexivo: “Cuando se habla de una
perspectiva en primera persona, es importante tener clara la distinción entre
tener o encarnar tal perspectiva y ser capaz de articularla
lingüísticamente…” (p. 47). El suicidio es un acto consciente intencional. Antes
de hacerlo, tienes que imaginártelo, pensarlo, probarlo en tu mente y
articularlo lingüísticamente. Requiere autoconciencia reflexiva, una
imaginación proyectiva activa en la que el yo se ve muerto. El Yo puede
experimentar un sufrimiento terrible, pero sólo el Yo puede formar un
argumento para matar. pruébelo en su mente y articule lingüísticamente.
Requiere autoconciencia reflexiva, una imaginación proyectiva activa en la que
el yo se ve muerto. El Yo puede experimentar un sufrimiento terrible, pero
sólo el Yo puede formar un argumento para matar. pruébelo en su mente y
articule lingüísticamente. Requiere autoconciencia reflexiva, una imaginación
proyectiva activa en la que el yo se ve muerto. El Yo puede experimentar un
sufrimiento terrible, pero sólo el Yo puede formar un argumento para matar.
EnLa enfermedad hasta la muerte, Meditación de
Kierkegaard sobre la desesperación (1849/1980), el
seudónimo Anti Climacus pregunta qué es el yo: “El yo es
una relación que se relaciona a sí misma o es la relación
que se relaciona a sí misma en la relación; el yo no es la
relación sino que la relación se relaciona consigo
misma” (p. 13). El famoso filósofo complicado complica aún
más esta definición, pero me aferraré a algo esencial. Para
Kierkegaard el cuerpo físico acoge y registra la realidad
inmediata de los sentidos, que luego el psíquico interpreta
en la reflexión. El yo de Kierkegaard es una síntesis. Esta es
una idea fértil que reformularé: El ser humano consciente
no es algo estático sino una relación activa entre la vida
motora-sensorial-perceptiva de la experiencia corporal y
las ideas o pensamientos psíquicos y sus representaciones
lingüísticas. EnFenomenología de la percepción, Merleau-
Ponty (1962) argumenta que la persona “como ser
concreto no es una psique unida a un organismo sino el
movimiento de ida y vuelta de la existencia que en
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unas veces le permite tomar forma corpórea y otras se
dirige hacia actos personales” (p. 88). Para cada persona
suicida existe una conciencia de sufrimiento —un estado
corporal pre-reflexivo pero sentido— y existe una lógica
torturada o una historia que la persona se cuenta a sí
misma que hace que la muerte parezca justa y necesaria,
su reflejo. Y sin embargo, como bien señala Merleau-
Ponty, su sentimiento y su lenguaje están enredados en
una única realidad fenoménica.
La distinción entre inmediatez y
la reflexión es crucial porque con demasiada frecuencia la
palabra "conciencia" se equipara con la autoconciencia
reflexiva, lo que lleva a conclusiones lógicas pero
absurdas, como esta: la conciencia requiere que una
persona sepa que sabe. Los bebés no saben que saben.
Por lo tanto, los bebés están inconscientes (Carruthers,
1989). Todos los padres saben que su bebé no está
inconsciente. Los bebés tienen sentimientos poderosos, se
relacionan sólidamente con los seres amados y tienen un
sentido corporal experiencial de sí mismos. Son seres
inmediatos más que reflexivos.
En su apasionada, aunque divagante, defensa de
Suicidio publicado en 1976, dos años antes de
suicidarse, Jean Améry (1976/1999) sostiene que lo que
comparten todas las personas que se suicidan no es un
grito de auxilio sino lamensaje. “Este mensaje, que no
tiene que ser escrito, gritado, definido por ningún tipo
de señal, sino que se da en el camino en el acto
silencioso, significa que nosotros mismos en el
momento de cruzar la línea, cuando hemos emitido
nuestro rechazo a la lógica de la vida y a las exigencias
del ser, todavía tenemos en una parte de nuestra
persona algo que ver con el otro, hasta nuestro último
destello de conciencia…” “Porque el otro”, prosigue,
convocando Sartre, “con su mirada, su proyecto, su
fijación de mi ego, es a la vez asesino y samaritano. El
otro es el pecho de mi madre y la mano servicial de la
nodriza. El otro es más: el 'tú'; específicamente, sin la
cual nunca podría ser un 'yo'” (pp. 106-107).
La visión de Améry sobre el suicidio es dialógica. El Real
otro puede faltar en la escena de la muerte, pero un
otro imaginario acecha el proceso hasta que se
entrega el mensaje final. Muchas personas suicidas
envían mensajes, dan pistas o dan alguna señal de
su intención. En la última obra de Sarah Kane antes
de suicidarse en 1999,4:48 Psicosis, su personaje
anónimo dice: “No apagues mi mente intentando
enderezarme. Escucha y comprende, y cuando
sientas desprecio no lo expreses, al menos no
verbalmente, al menos no conmigo” (2001, p. 226).
La terrible angustia del “yo” en relación al “tú” en la
obra, el terror de ser avergonzado y
menospreciado, la agresión y la abyección son tan
crudas que cuando leí el texto fue como escuchar
un grito.
Suicidio y suicida comportamientos son
fundamentalmente intersubjetivo o comunicativo.
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Si bien el mensaje no es necesariamente lingüístico,
siempre está corpóreo, y siempre está dirigido a un otro
que, como señala Améry, puede ser a la vez asesino y
samaritano. de Kanete quiero y no te quieroes tal mensaje.
El “tú” es a la vez deseado y temido. Ninguno de nosotros
comienza la vida con un "yo" que conoce, pero un "mí" que
experimenta está presente desde el principio, y ese yo
temprano se desarrolla a través de un otro íntimo: un "tú".
Como argumentó el psicoanalista y pediatra DW Winnicott
(1984), el bebé se ve a sí mismo en el rostro de su madre.
“¿Qué ve el bebé cuando mira el rostro de la madre?Estoy
sugiriendo que normalmente el bebé se ve a sí mismo. En
otras palabras, la madre está mirando al bebé y su
apariencia está relacionada con lo que ve allí”(pag. 112). El
descubrimiento de sistemas de espejos en la corteza
premotora de cerebros de monos macacos en 1995, y que
investigaciones posteriores han encontrado en seres
humanos, solo confirma aún más nuestra naturaleza
dialógica. Estos sistemas neuronales funcionan a un nivel
preconceptual y proporcionan un fundamento biológico
para la intersubjetividad humana (Gallese, Fadiga, Fogassi,
Rizzolatti, 1996). Como sostenía Améry, no hay yo sin un
tú.
En su obra emblemáticaApego y Pérdida,
John Bowlby (1969) se refirió a los "modelos internos de trabajo" del entorno y
de uno mismo y de los demás, a menudo plantillas inconscientes pero
también conscientes que median la respuesta a los demás a lo largo de la vida
de una persona. de Allan Schore (1994)Regulación afectiva y el origen del yo
reúne la teoría del apego, el psicoanálisis y la neurobiología para demostrar
cómo los movimientos de ida y vuelta establecidos en la díada original de
madre e hijo afectan la conectividad sináptica cortical plástica que tiene lugar
en el cerebro de un bebé durante los primeros años de vida. El abandono, el
trauma y el cuidado errático en la infancia tienen un impacto dramático en
quién se convierte el adulto. Un número creciente de estudios ha relacionado
los estilos de apego inseguro con el suicidio y las conductas suicidas. En un
resumen de la literatura, Mario Mikulincer y Phillip Shaver (2007) señalan que
“la inseguridad del apego, principalmente ansioso y desorganizado” se ha
relacionado consistentemente “con pensamientos y conductas suicidas” (p.
392). Para algunos investigadores, los actos suicidas pueden entenderse como
un comportamiento de apego extremo (Adam, Sheldon-Keller y West, 1996). El
apego ansioso crea una zona altamente cargada entre uno mismo y el otro,
en la que el intenso deseo de cercanía se mezcla con el miedo al rechazo. El
personaje de Kane habla de esto al final de la obra: “la necesidad vital por la
que moriría/de ser amado” (p. 240). Curiosamente, tanto el estilo de apego
seguro como el de evitación o desdeñoso parecen proteger a una persona del
suicidio (Stepp, Morse y Pilkonis, 2008). Los límites entre tú y yo están más
claramente definidos en ambos. Desde la perspectiva del apego, Tanto los
estilos de apego seguro como los de evitación o desdén parecen proteger a
una persona del suicidio (Stepp, Morse y Pilkonis, 2008). Los límites entre tú y
yo están más claramente definidos en ambos. Desde la perspectiva del apego,
Tanto los estilos de apego seguro como los de evitación o desdén parecen
proteger a una persona del suicidio (Stepp, Morse y Pilkonis, 2008). Los límites
entre tú y yo están más claramente definidos en ambos. Desde la perspectiva
del apego,
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entonces, el suicidio es un drama relacional entre uno mismo y el
otro, una relación que está inconsciente y conscientemente
codificada dentro de una persona y puede describirse en términos
tanto biológicos como psicológicos.
Los bebés que son alimentados, pero no amados, pueden “fracasar
prosperar”, y morir por abandono. Algunos monos y otros primates que han sido
aislados, especialmente durante sus primeros años de vida, muestran repetidamente
comportamientos de autolesión (Hosey & Skyner, 2012; Novak, 2003). Un chimpancé
condenado al ostracismo en la naturaleza puede arrastrarse solo y eventualmente
morir, pero no creo que la muerte del bebé o la autolesión y el aislamiento del animal
puedan llamarse propiamente suicidas. Los animales sociales necesitan a otros como
ellos para vivir. A los mamíferos aislados y socialmente privados les va mal. El yo
experiencial central consciente o Yo puede sufrir de ansiedad por separación y el
dolor de la soledad. Desde la monografía clásica de Durkheim en 1897, el aislamiento
se ha relacionado con el suicidio. En su teoría interpersonal del suicidio, Thomas
Joiner se refiere a esto como “pertenencia frustrada, ” que se define como “un estado
dinámico cognitivo-afectivo… influenciado por factores tanto interpersonales como
intrapersonales” (Van Orden, Witte, Cukrowicz, Braithwaite, Selby, & Joiner, 2010, p.
580). La cantidad de suicidios que parecen ser precipitados por la pérdida del amor y
los sentimientos de abandono y aislamiento son innumerables. En uno de sus
últimos poemas, Sylvia Plath (1999) escribió: “Amenazan/ De dejarme pasar a un
cielo/ Sin estrellas y sin padre, un agua oscura” (p. 3). La necesidad del otro puede ser
mamífera, pero sólo la “caña pensante” de Pascal, que sabe que va a morir, puede
convertir este conocimiento en un deseo de muerte o en la muerte misma. En uno de
sus últimos poemas, Sylvia Plath (1999) escribió: “Amenazan/ De dejarme pasar a un
cielo/ Sin estrellas y sin padre, un agua oscura” (p. 3). La necesidad del otro puede ser
mamífera, pero sólo la “caña pensante” de Pascal, que sabe que va a morir, puede
convertir este conocimiento en un deseo de muerte o en la muerte misma. En uno de
sus últimos poemas, Sylvia Plath (1999) escribió: “Amenazan/ De dejarme pasar a un
cielo/ Sin estrellas y sin padre, un agua oscura” (p. 3). La necesidad del otro puede ser
mamífera, pero sólo la “caña pensante” de Pascal, que sabe que va a morir, puede
convertir este conocimiento en un deseo de muerte o en la muerte misma.
Aunque algunos estudios han descrito la
ideación suicida y el comportamiento auto agresivo
en niños muy pequeños, las estadísticas sugieren
que el suicidio en niños menores de cinco años es
extremadamente raro. De los ocho niños y una niña
de entre tres años y medio y cinco años que
exhibieron comportamientos suicidas en un estudio
de Rosenthal, Rosenthal, Doherty y Santora (1986),
se sabía que siete habían sido abandonados y/o
abusados. En este contexto, es importante
reconocer que los niños de tres años no son
irreflexivos ni carecen de herramientas simbólicas
para la autoexpresión. El auto-reconocimiento en
espejo llega alrededor de los 18 meses.
Aproximadamente al mismo tiempo, un niño
comienza a usar los pronombres "yo" y "tú" en el
diálogo y, a los 32 meses, se vuelve competente.
También se vuelve capaz de emociones
autoconscientes (Lewis, 2007). Michael Lewis (2007)
se refiere al orgullo, la culpa,
La lista de emociones básicas está abierta a debate,
y hay muchos argumentos sobre la vergüenza frente a la
culpa, por ejemplo, pero lo cierto es que a los tres años un
niño ha interiorizado las reglas y normas de la cultura
paterna, normas que se expresan y entienden en
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diferentes maneras dependiendo de una cultura en
particular. En culturas colectivistas como China, la
vergüenza tiene una cualidad más positiva que en el
occidente individualista y significados más matizados. Un
grupo de investigadores encontró 113 palabras
relacionadas con la vergüenza en chino (Li, Wang y Fischer,
2004). Todo niño normal adquiere emociones
autoconscientes. Ella desarrolla lo que Freud habría
llamado un superyó incipiente. Puede reflexionar y evaluar
su propio comportamiento, puede representarse a sí
misma en el lenguaje como un "yo" opuesto a un "tú", y ha
comenzado a narrar su propia autobiografía con la ayuda
de sus padres. Ha adquirido una autoconciencia reflexiva y
la movilidad espacial y temporal imaginativa que la
acompaña. Sin este nivel de desarrollo, no hay yo como
objeto a aniquilar en el suicidio. “Es una enfermedad
peculiar del Hombre, Montaigne (1580/1991) escribió,
“odiarse y despreciarse a sí mismo; no se encuentra en
ninguna otra criatura animada” (p. 397).
La conciencia del yo como un ser en el tiempo,
como una persona con un pasado recordado y un futuro
imaginado que se puede articular en forma narrativa
simbólica a los demás, es únicamente humana y se basa
en la capacidad de verse a uno mismo como un otro. Mi
paciente-poeta se convirtió en objeto de burla, en un
hombre que ni siquiera logró suicidarse. Tal vez su
autoimagen estaba ponderada por la idea de sí mismo
como un fracaso, una construcción mental que se formó a
través de su trato con otros íntimos, ideas culturales más
amplias de éxito y una brecha dolorosa entre la forma en
que se percibía a sí mismo y lo que imaginaba que era.
debería, podría o podría haber sido. Esta dicotomía o
duplicación del yo —me veo como fracasado, miserable,
vergonzoso, culpable— participa tanto de la memoria
consciente como de la proyección imaginativa.
Como yo tengo argumentó en otra parte,
autobiográfico o episódico memoria y
la imaginación no son facultades distintas sino
relacionadas (Hustvedt, 2011). Cada vez hay más pruebas
de que la misma red central del cerebro está involucrada
en ambos. En su artículo “La autoproyección y el cerebro”,
Randy Buckner y Daniel Carroll (2006) señalan que el
carácter constructivo de la memoria episódica
(reflexivamente autoconsciente), su propensión al error y
al cambio, puede tener una función adaptativa. La
autoproyección hacia atrás o hacia adelante en el tiempo
podría ser muy útil, no como un medio de representar con
precisión el pasado, sino como un medio flexible de
predecir el futuro.
¿Qué le ha pasado a la persona suicida?
¿futuro? La palabradesesperaciónimplica el futuro por
definición. Y el futuro, por supuesto, es pura ficción. No
sabemos lo que nos espera; nuestras expectativas están
hechas de nuestras historias del pasado. ¿A las personas
suicidas les falta flexibilidad imaginativa? ¿Está su oclusión del
futuro vinculada a la de Erwin Ringel (1979)?constricción, de
Álvarez (1990)lógica irresistible del suicidioy
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de Shneidman (1973)lógica torturada y tunelizada?
Como sabe cualquiera que haya leído cientos de notas
de suicidio, las explicaciones depor que me estoy
matandoson apenas uniformes. También creo que hay
que reconocer esto: pueden ser racionales. En algunos
casos, el futuro se ha desvanecido. Contrariamente al
mito reiterado, los reclusos en los campos de
exterminio nazis terminaron con sus propias vidas, y
los compañeros de prisión que habían optado por no
suicidarse los ayudaron (Ryn, 1986). El pueblo el 11 de
septiembreelquienes decidieron saltar a la muerte en
lugar de ser inmolados en las torres en llamas no
estaban locos. Sus decisiones reverberan con la famosa
frase de Cato: "Soy dueño de mí mismo". En lugar de
permitir que otro monstruoso me asesine, elijo
suicidarme. Con mi último gesto soy capaz de verme
como una persona de acción y dignidad, no como una
víctima. El suicidio de Jean Améry, quien nació como
Hans Mayer en Viena, luchó en la resistencia francesa,
fue capturado, brutalmente torturado por las SS,
deportado a Auschwitz y sobrevivió, puede verse como
una versión tardía y compleja de este mismo
fenómeno. una forma de desafío ante la insana
realidad, de hacerse cargo de su relato y acabar con él.
EnEn los límites de la mente, escribió: “Soy judío; me
refiero a esas realidades y posibilidades resumidas en
el número de Auschwitz” (Améry, 1984, p. 94).
Antonin Artaud (1965), que no mató
mismo, escribió: “Si me suicido no será para destruirme a
mí mismo, sino para recomponerme... Mediante el suicidio
reintroduzco mi designio en la naturaleza, daré por
primera vez a las cosas la forma de mi voluntad” ( pág. 56).
El suicidio como medio de controlar la historia. En su labor
desgarradora,el ombligo del limbo, Artaud (1976) describió
las dislocaciones vertiginosas de su creciente psicosis
esquizofrénica: “Un cambio
vértigo, una especie de desconcierto oblicuo que
acompaña todo esfuerzo, una coagulación de calor que se
apodera de toda la superficie del cráneo o se corta en
pedazos… Hay que hablar ahora del desencarnamiento de
la realidad, de esa especie de ruptura que parece decidida
a multiplicarse entre las cosas y el sentimiento que
producen. en nuestra mente, el lugar que deben
ocupar” (p. 65). Para el yo que se desintegra, el acto
voluntario y decisivo del suicidio puede parecer, de hecho,
no solo como un escape, sino como un retorno
momentáneo a la totalidad. En la tierna y convincente
carta que le dejó a su esposo antes de ahogarse, Virginia
Woolf escribió: “Estoy segura de que me estoy volviendo
loca de nuevo. siento que no podemos pasar por otro de
esos tiempos terribles”, y luego, “sé que te estoy echando
a perder la vida y sin mí podrías trabajar” (Citado en Rose,
1986, p. 243). Woolf escribe que ha comenzado a escuchar
voces, pero su decisión de morir anticipa el colapso total.
No me enfrentaré a un futuro como el pasado. Su carta
muestra una cualidad que Thomas Joiner (2005) cree que
está presente en todos los suicidios—“percepción
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carga”, la creencia de que los seres queridos estarán
mejor sin ti. Pero no creo que esto sea cierto para
todos los suicidios.
En el diario que llevó durante el último año de
su vida antes de su suicidio, Cesare Pavese escribió: “Uno
no se mata por amor a una mujer, sino porque el amor —
cualquier amor— nos revela en nuestra desnudez, nuestra
vulnerabilidad, nuestra nada” (Citado en Lajolo, 1983, p.
69). Como en la obra de Kane (2001), la vergüenza erótica
impregna los diarios de Pavese. El amor es un espejo del
yo. Él se ve a sí mismo como una cosa abyecta a través de
sus propios ojos y los ojos de un objeto amado, pero ella
es una abstracción femenina, como el “tú” en la obra de
Kane, no una persona en particular. Para Pavese, la
muerte tiene un señuelo exuberante y seductor, un
escalofrío masoquista palpablemente placentero, quizás
relacionado con su madre muerta, quien sintió que lo
había rechazado, pero no le preocupa que sea una carga
para los demás. Woolf también tuvo una relación
problemática con su madre, quien murió cuando el
escritor tenía trece años. “Ella siempre me ha perseguido,
”, escribió en una carta (Woolf, 1975-1980, p. 374). Lo que
Pavese y Woolf compartieron no fue una carga percibida,
sino una relación dialéctica atormentada con el otro.
Todos experimentamos tristeza, soledad, ira,
vergüenza, culpa y orgullo. Toda persona tiene momentos
de impotencia y desesperanza, pero ¿cuándo estos
sentimientos comienzan a generar pensamientos o
ideación suicida? Como seres imaginativos, todos hemos
fantaseado con nuestra muerte, pero ¿cuándo hay un giro
hacia la acción? “Todo lo que se necesita es un poco de
coraje. Sin palabras. Un acto”, escribió Pavese en su
entrada final. “No escribiré más” (Citado en Shneidman,
1993, p. 132). Se necesita preparación mental y coraje para
suicidarse. Uno tiene que estar lo suficientemente
integrado para actuar, como sabía Artaud. ¿Cómo
podemos medir la distancia entre el pensamiento y el
acto? ¿Cuándo el suicidio se convierte en suicidio? El
redoble interno de los pensamientos obsesivos sobre el
suicidio puede parecer un argumento irresistible a favor
de la muerte, de hecho puede ayudar a empujar al
pensador hacia el hecho, pero es un salto afirmar que
estas cognicionescausasuicidio. EnSuicidio como psique,
Shneidman (1993) dedica un capítulo a Pavese, en el que
analiza los falsos silogismos, el pensamiento oximorónico
y los predicados confusos del escritor, lo que él llama los
"estilos o patrones de mentalidad o lógica que intensifican
la probabilidad de suicidio" (p. 115). . Sin embargo, al final
de su capítulo, Shneidman ofrece la siguiente advertencia:
“El suicidio es un acto complicado. No lo espendientea la
lógica defectuosa” (p. 133).
Y, sin embargo, existen terapias para los suicidas.
personas fundadas en esta misma idea. En el sitio web de la Asociación
Nacional Estadounidense de Terapeutas Cognitivo-Conductuales
(NACBT, por sus siglas en inglés), encontré la siguiente declaración: “La
TCC se basa en la idea de que nuestros pensamientos causan nuestros
sentimientos y comportamientos, no
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cosas externas como personas, situaciones y eventos”. La idea
es que nuestras percepciones de los eventos, no los eventos
en sí, son fundamentales en la forma en que vivimos nuestras
vidas. Nacida de una mezcla del finalismo ficticio de Alfred
Adler, el conductismo y la “revolución cognitiva” que comenzó
en la década de 1960, la TCC se basa en un modelo teórico en
el que la mente-cerebro es una máquina de procesamiento de
información. En este modelo racionalista computacional, las
emociones ocurren sólodespuéshemos juzgado que una cosa
en nuestro entorno es buena o mala. Conocida como la teoría
de la evaluación de la emoción, convierte efectivamente las
emociones en cogniciones. Como escribe Jesse Prinz (2012) en
Más allá de la naturaleza humana, “para los teóricos de la
evaluación, las emociones no son sentimientos en absoluto.
Son pensamientos” (p. 242). Kierkegaard (1843/1987),
hablando a través de su personaje Judge William, es una vez
más agudo sobre el tema: “La desesperación es una expresión
de la personalidad total, la duda sólo del pensamiento” (p.
212). Reducir el suicidio a un comportamiento que resulta de
un pensamiento desadaptativo me parece extremadamente
simplista. Equipara la emoción intolerable del suicidio con su
lógica torturada y tunelada.
EnEl cerebro emocional, el neurocientífico
Joseph LeDoux (1996) escribe: “Los procesos de
evaluación conscientemente accesibles no pueden ser
la forma, o al menos no la única forma, en que
funciona el cerebro emocional” (p. 64). Sostiene que
una respuesta emocional como el miedo puede tomar
una de dos rutas, lo que él llama el camino bajo:
escucho un estruendo cerca de mí; Me congelo y luego
corro como el demonio, o como un demonio; Escucho
una explosión, me doy cuenta de que el sonido es de
un petardo, comprendo que no corro peligro y con
calma retomo lo que estaba haciendo. La primera es
una respuesta límbica inmediata; el segundo es
reflexivo, domesticado por procesos corticales
superiores. Pero digamos que soy un veterano
traumatizado que presenció a un camarada decapitado
por la explosión de una mina. En este caso, el
conocimiento de que se trata de un petardo puede
suponer una pequeña diferencia. Mi eje HPA ya está en
marcha alta.
En una revisión seria de la teoría
Como fundamento de la TCC, Chris Brewin (2006) reconoce
que la terapia se originó “para lograr cambios positivos en las
cogniciones erróneas”, que es “principalmente racionalista en
su formulación del pensamiento de los pacientes” y que su
objetivo es “promover la realidad constructiva”. basado en el
razonamiento” (p. 769). La fe en que una aplicación de la razón
puede aclarar mentes desordenadas supone que una vez que
una persona se enfrenta a representaciones mentales
"verdaderas" en lugar de "falsas", verá el error de sus caminos
y se ajustará a la "realidad". Si abrimos nuestra caja de
herramientas y recuperamos la llave correcta, podemos
arreglar el procesamiento anormal de la máquina humana. No
soy el único que piensa que un cambio de paradigma (Kuhn,
1996) está en orden, que, de hecho, ya está
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en marcha a medida que las teorías de la mente
incorporadas desafían cada vez más a las computacionales
(Gallagher, 2005; Manturana y Varela, 1972; Varela,
Thompson y Rosch, 1993).
Un modelo teórico débil no
necesariamente producir tratamientos totalmente
ineficaces, sin embargo. Al abordar lo que el fundador de
la TCC, Aaron Beck, llama pensamientos automáticos, una
persona atrapada por fantasías suicidas puede encontrar
otra vía de autorreflexión, una más flexible y abierta a
posibilidades futuras. Después de todo, el psicoanálisis
clásico y la psicoterapia de base psicoanalítica se dedican a
traer patrones y comportamientos repetitivos
inconscientes a la conciencia para que puedan ser
abordados y cambiados. En psicoterapia, el paciente está
continuamente reescribiendo su narrativa para que tenga
sentido, pero estosentidono es puramente intelectual, se
encarna y se siente. El camino hacia la introspección
implica el yo que narra y el que me experimenta. La escala
de desesperanza de Beck seguramente captura un aspecto
importante de la desesperación humana: si no hay nada
mejor por delante para mí, ¿por qué vivir? Los estudios de
placebo dejan en claro que los efectos de arriba hacia
abajo o, para usar una palabra antigua, las sugerencias
funcionan: la expectativa de sentirse mejor puede
mejorarlo. La investigación muestra que el efecto placebo
funciona tanto a través de la liberación de opioides
endógenos en el cerebro como a través de mecanismos no
opioides. Nadie entiende cómo se transforma una creencia
en neuroquímica, pero se ha demostrado que el placebo
alivia la depresión, y un estudio de Harvard demostró que
el efecto funciona incluso cuando les dices a los sujetos
que están recibiendo un placebo (Kaptchuk et al., 2010).
Sospecho que el placebo puede funcionar no
a través del pensamiento consciente—esto me hará
mejor, aunque sin duda surge el pensamiento—sino
que la alianza entre paciente y médico tiene en sí
misma un efecto psicobiológico restaurador. Se ha
demostrado que el contacto materno silencia la
respuesta de alarma del eje HPA (Calkins & Hill, 2007).
Todo tratamiento que implique una alianza terapéutica
es potencialmente útil para una persona desesperada
acosada por pensamientos suicidas porque ya ha sido
sacada del aislamiento a una forma de diálogo. El
deseo de Sarah Kane (2001) de que el otro la “escuche y
comprenda” no es un intento de reorganizar su
procesamiento cognitivo. Es una esperanza expresa de
un oído comprensivo.
En un ensayo sobre el suicidio, publicado en
John 1796, Watkins recomendaba escuchar y
la comprensión como cura. Debemos expandir su
énfasis masculino para incluir a las mujeres, pero por
lo demás, sus palabras siguen siendo vitales: “Muchas
pobres criaturas, que se han sumergido en una ruina
irreparable, podrían haber alargado una vida útil, si se
les hubiera permitido desahogarse, con la conciencia
tranquila, a algún buen hombre, experimentado en
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los caminos del mundo, las variedades de la
tentación y los poderes del consuelo” (Watkins,
2012, p. 365). Si hubo algo que entendí mientras
trabajaba con mis pacientes estudiantes de
escritura, fue esto: lo que más importaba entre
nosotros no era tanto lo que decía. Lo que
importaba era que le di toda mi atención y respeto
inquebrantable a cada escritor, que escuché y
respondí a cada uno de ellos con todo mi ser.
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