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Confesión de Amor Antoni Morales
Confesión de Amor Antoni Morales
--“Cuando Morfeo, el dios del Sueño, abandonó su tarea nocturna de visitar a los
hombres, éstos perdieron la capacidad de razonar, de imaginar y de inventar.
Lentamente, tornaron a su estado primitivo y sólo vivían para satisfacer sus necesidades
naturales. Dejaron de soñar y atribuyeron todo esto a Morfeo, jurando vengarse en el
momento en el que lo vieran de nuevo.
Desafortunadamente, ese día no tardó mucho en llegar. Morfeo regresó, sin dar
explicaciones acerca de su adiós. Los hombres molestos llevaron a cabo su venganza:
tomaron preso a Morfeo. Él se negó a hacerles daño, ni siquiera respondió a sus ataques,
pues sabía que tenían razón en molestarse con él. Incluso permitió que lo amarraran y
apedrearan.
Uno de los asistentes a esta “celebración” incitó a los demás para que prendieran fuego a
Morfeo. Él, sabiéndose un dios, estaba seguro que una pequeña llama no podría hacerle
algún daño. Desgraciadamente Leticia, una jovencita que observaba todo, no lo sabía.
Finalmente logró desatarlo, y se dio cuenta que el cuerpo de Morfeo no había sufrido
daño alguno. Llena de coraje, comenzó a llorar, y pensó que todo su sacrificio había sido
inútil. Morfeo despertó del trance en el que había caído y miró a Leticia con una sonrisa.
La tomó entre sus brazos y se elevó con ella por el cielo, alejándola del mundo de esos
seres salvajes.
(La escena se desarrolla en el asiento del autobús. Después de un breve silencio, Alfredo
comenzó a hablar)
Alfredo: --¿Qué te pareció la historia? La escribí para una amiga. Sabes, es muy buena
persona. Tiene sentimientos muy nobles.
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Alfredo: --¿Quieres decir que estuve hablando en vano?
Sofía: --La historia que acabas de leerme es interesante. Pero necesito hacer algo.
Sofía: --Es esto… (Se acercó a él, y unieron sus labios por unos segundos)
Sofía: --¿Raro?
Alfredo: --Para nada. Honestamente, me encantó. Lo que pasa es que tengo que decirte
algo
Alfredo: --Estoy enamorado de ti. No sólo es eso, esto es más fuerte. Cuando te veo se
detiene el tiempo. En el momento en el que nuestros ojos se cruzan, todo lo demás deja de
existir. Además, tu voz tiene la capacidad de transportarme a los lugares más hermosos.
Alfredo: --Nunca te lo había dicho por miedo, este maldito miedo que enclaustra mi amor
por ti. Sabes, la mayoría de los cuentos que he escrito hablan de ti. Eres mi inspiración. He
pasado muchas noches en vela, tratando de encontrar las palabras adecuadas para decirte
esto. He perdido el sueño en varias ocasiones, deseando besarte.
Sofía: --Porque también siento algo por ti. Pero también a mí me ha paralizado el miedo.
No es la primera vez en la que he deseado besarte. Pensé que ibas a rechazarme.
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Sofía: --Te conozco Alfredo, sé que no eres capaz de tomar las cosas en serio.
Sofía: --Nadie, es decir, tú mismo, tus acciones. Tu conducta refleja a una persona que
odia los compromisos.
Alfredo: --Yo nunca he estado más seguro que hoy. Lo que siento por ti desde hace ya
unos días es amor. Y este beso tuyo lo confirma.
Alfredo: --No temas Sofía. Te aseguro que mi amor por ti crece a diario. Ahora veo la luz
de la esperanza brillar en mi mundo solitario, cual faro que alumbra a los barcos perdidos
en la inmensidad del mar. Sofía… (Acercándose a ella, la besó) Te quiero, no lo dudes.
Alfredo: --Bendito el día que nuestros caminos se cruzaron. Bendito este viaje, que
permitió que confesáramos nuestro mutuo amor.
Sofía: --Basta de palabras, déjame besarte una vez más, antes que este viaje termine.