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5 RIMAS

Poesía

CUENTOS

El árbol mágico
Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro
encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las
palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó
con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras,
pero nada. Rendido, se tiró suplicante,
diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se
abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba
oscuro, menos un cartel que decía: "sigue
haciendo magia". Entonces el niño
dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro
del árbol una luz que alumbraba un camino
hacia una gran montaña de juguetes y
chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del
mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras
mágicas
La nuez de oro
Había una vez una niña de nombre María, que tenía
los cabellos negros como la noche. La hermosa
María gustaba de pasear por el bosque y conversar
con los animales. Cierto día, encontró en el suelo
una nuez de oro.
“Un momento, niñata. Devuélveme esa nuez, pues
me pertenece a mí y nadie más”. Al buscar el lugar
de dónde provenía la voz, la niña descubrió un
pequeño duende que agitaba sus brazos desde las
ramas de un árbol.
El duendecillo vestía de gorro verde y zapatillas carmelitas y puntiagudas. Sus
ojos verdes y grandes miraban a la niña fijamente mientras repetía una y otra vez:
“Venga, te he dicho que me regreses esa nuez de oro que es mía, niña”.
“Te la daré si me contestas cuántos pliegues tiene esta nuez en su piel. Si fallas,
la venderé y ayudaré a los niños pobres que no tienen nada que comer”, contestó
la valiente niña enfrentando la mirada del duende. “Mil y un pliegues” contestó la
criatura mágica frotándose las manos.

El cohete de papel
Había una vez un niño cuya mayor ilusión era
tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero
tenía tan poco dinero que no podía comprar
ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la
caja de uno de sus cohetes favoritos, pero al
abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño
cohete de papel averiado, resultado de un error
en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que
por fin tenía un cohete, comenzó a preparar un escenario para lanzarlo. Durante
muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y se dedicó con toda
su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas para
crear un espacio de papel. Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue
tan magnífico que la pared de su habitación parecía una ventana abierta al
espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel, hasta
que un compañero visitó su habitación y al ver aquel espectacular escenario, le
propuso cambiárselo por un cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le
volvió loco de alegría, y aceptó el cambio encantado.

Un papá muy duro

Ramón era el tipo duro del colegio porque su


papá era un tipo duro. Si alguien se atrevía a
desobedecerle, se llevaba una buena.
Hasta que llegó Víctor. Nadie diría que Víctor
o su padre tuvieran pinta de duros: eran
delgaduchos y sin músculo. Pero eso dijo
Víctor cuando Ramón fue a asustarle.
- Hola niño nuevo. Que sepas que aquí quien
manda soy yo, que soy el tipo más duro.
- Puede que seas tú quien manda, pero aquí
el tipo más duro soy yo.
Así fue como Víctor se ganó su primera paliza. La segunda llegó el día que Ramón
quería robarle el bocadillo a una niña.
- Esta niña es amiga del tipo más duro del colegio, que soy yo, y no te dará su
bocadillo - fue lo último que dijo Víctor antes de empezar a recibir golpes.
Y la tercera paliza llegó cuando fue él mismo quien no quiso darle el
bocadillo.
- Los tipos duros como mi padre y yo no robamos ¿y tú quieres ser un tipo
duro? - había sido su respuesta.

El papel y la tinta
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a
otras hojas iguales a ella, cuando una pluma,
bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la
llenó de palabras. “¿No podrías haberme ahorrado
esta humillación?”, dijo enojada la hoja de papel a
la tinta. “Tu negro infernal me ha arruinado para
siempre”. “No te he ensuciado”, repuso la tinta. “Te
he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres
una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el
pensamiento del hombre. Te has convertido en
algo precioso”. En ese momento, alguien que
estaba ordenando el despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al
fuego. Sin embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la devolvió a su lugar porque
llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto al fuego.

FABULA

FÁBULA DEL ELEFANTE Y EL RATÓN

Un día como tantos en la sabana,


un gran elefante dormía la siesta.
Unos ratoncitos jugaban a las
escondidas a su alrededor, y a uno
de ellos, que siempre perdía
porque sus amigos lo encontraban
enseguida, se le ocurrió
esconderse en las orejas del
elefante. Se dijo:
-A nadie se le ocurrirá buscarme
allí, ¡por fin ganaré!
Entonces se escondió, pero sus
movimientos despertaron al
elefante, que muy molesto pues
habían perturbado su sueño, pisó la cola del ratoncito con su enorme pata y le
dijo:
-¿Qué haces ratón impertinente? Te voy a aplastar con mi enorme pata para que
aprendas a no molestarme mientras duermo.
El ratoncito, asustado, le suplicó llorando:
-Por favor elefante, no me pises. Si me perdonas la vida yo te deberé un favor.
El elefante soltó una carcajada y le respondió:
-Te soltaré solo porque me das lástima, pero no para que me debas un favor.
¿Qué podría hacer un insignificante ratón por mí?
Entonces el elefante soltó al ratón. Sucedió que semanas más tarde, mientras el
ratoncito jugaba con sus amigos, se encontró con el elefante atrapado bajo las
redes de un cazador. Estaba muy débil porque había luchado mucho para
liberarse, y ya no tenía fuerzas para nada más. El ratoncito se puso a roer las
cuerdas y después de un rato, logró liberarlo. El elefante le quedó sinceramente
agradecido, y nunca más volvió a juzgar a nadie por las apariencias.
La moraleja de la fábula
Nunca hay que juzgar a nadie por su apariencia, sin conocerla. Las cualidades
que no se ven a primera vista son las que definen a una persona.
LAS MULAS Y LOS LADRONES

Dos mulas caminaban cargadas por un


camino. Las dos llevaban cargas muy
pesadas, una en sus alforjas cargaba
grano, y la otra monedas de oro. Pero
mientras que la mula que cargaba el
grano iba caminando tranquila por el
camino, la que llevaba el oro caminaba
con la cabeza erguida y la mirada altiva,
moviendo su lomo para hacer tintinear
las monedas de oro. Estaba orgullosa
de haber sido escogida para llevar una
carga preciosa, ¡no ese grano tan
ordinario!
Pero de repente, desde atrás de unos arbustos en donde se habían escondido,
dos ladrones les salieron al camino. Con unos bastones le pegaron a la mula de
las monedas de oro hasta dejarla tirada en el suelo, le arrebaraton los sacos de
monedas y escaparon a toda velocidad, sin hacer ni caso de la otra mula.
La mula que llevaba el grano ayudó como pudo a la otra a levantarse, y juntas
siguieron su camino. ¡La mula del grano estaba muy contenta con su carga
ordinaria!
La moraleja de la fábula
La ostentación exagerada de la riqueza solo trae desaventuras.

EL LOBO CON PIEL DE OVEJA

Un lobo que estaba cansado de fracasar al intentar cazar las ovejas de un pastor,
un buen día tuvo un plan: se disfrazó cubriéndose con una piel de oveja, y se
mezcló con el rebaño para pasar
desapercibido. Tan bueno era su disfraz,
que al final del día el pastor lo llevó junto
con las demás ovejas al corral, y allí lo
encerró. El lobo estaba feliz, pues
finalmente iba a poder comerse a unas
cuantas ovejas; estaba a punto de llevar a
cabo su plan, cuando entró el pastor al
corral: tenía que procurar carne para su
familia y venía a escoger una oveja para sacrificar. Escogió al lobo y lo sacrificó al
instante, sin darse cuenta de nada.
La moraleja de la fábula
Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

EL LOBO Y LA GRULLA

Un lobo que estaba comiendo un


hueso, de repente se atragantó al
quedarle el hueso atravesado en la
garganta. Desesperado, comenzó a
correr de aquí para allá pidiendo
ayuda. Se topó con una grulla y le
pidió por favor que le ayudara,
prometiéndole que la recompensaría
por ello. La grulla accedió y metió su
cuello dentro de la boca del lobo, con
el pico cogió el hueso y lo extrajo de la
garganta del lobo. Entonces, le pidió su recompensa al lobo; pero éste se alejó
riendo mientras le decía:
-La recompensa es que hayas podido sacar tu cabeza de mi boca sin que te
comiera
La moraleja de la fábula
Nunca confíes en las promesas de malvados y deshonestos: mucha paga tendrás
si te dejan sano y salvo.

LA LIEBRE Y LA TORTUGA

Una liebre presumida se burla de una


tortuga por ser tan lenta. La tortuga trababa
de no hacerle caso, pero un día se cansó y
la retó a correr una carrera para ver cuál de
las dos era la más rápida. La liebre, muerta
de risa, aceptó el reto.
Al día siguiente la liebre y la tortuga se
presentaron en la línea de largada, ante los
ojos de los demás animales. Cuando el
búho dio la señal, la liebre salió corriendo
como un rayo, levantando una nube de
polvo. La tortuga comenzó a caminar
despacito, tosiendo por el polvo, y cuando pudo ver la liebre ya se había perdido
de vista. Pero no se desanimó y siguió con su paso lento pero seguro.
Al ver la enorme ventaja que había sacado, la liebre presumida decidió echarse a
descansar a la sombra de un árbol, tan segura estaba de su victoria. Pero se
quedó dormida, y la tortuga, pasito a pasito, la superó. La liebre se despertó y vió
a la tortuga a dos pasos de la línea de meta: desesperada salió corriendo pero no
pudo alcanzarla, ¡y la tortuga ganó la carrera!
La moraleja de la fábula
Jamás hay que burlarse de los demás, porque todos tenemos capacidades
diferentes y nadie es mejor que otro. Además, la vanidad y el exceso de confianza
pueden llevarnos a fracasar en nuestros objetivos.

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