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Literatura 6 Cosmovision de Alegoria
Literatura 6 Cosmovision de Alegoria
DE ALEGORIA
112 La alegoría y el símbolo
La alegoría
El concepto de alegoría y su relación con el de símbolo es objeto de análisis y de-
bate de los teóricos, desde el Romanticismo hasta la actualidad. Dado que el con-
cepto no puede agotarse en una definición técnica, parece apropiado considerar
diversos puntos de vista que permiten una aproximación teórica.
Según Gilbert Durand, la alegoría es la traducción concreta de una idea difícil
de captar o expresar en forma simple: es la representación de una idea abstrac-
ta. Los signos alegóricos contienen siempre un elemento concreto o ejemplar del
significado, que permite una “traducción” o equivalencia precisa, de modo que,
una vez hecha la traducción, se puede abandonar la alegoría, porque cuando el
concepto es comprendido, pierde su función.
Susana Cella, en cambio, dice que “la alegoría opera mediante la analogía per-
siguiendo alguna forma de conocimiento, la transmisión de un mensaje en clave. La
complejidad de aquello que transmite es tal, que parece ser imposible aludir a ello en
forma directa”. Sostiene que forma una unidad compleja, que no equivale a la des-
composición en los elementos que la componen, por lo que resulta “intraducible”, y
que su significado surge de las interrelaciones entre los elementos que la componen.
Para Angus Fletcher, alegoría es decir una cosa que significa otra y, frecuentemente,
comporta un nivel literal que tiene suficiente sentido solo por sí mismo. Pero que, en cier-
ta manera, esa superficie literal sugiere una doble intención peculiar y, aunque pueda
pasar sin interpretación, adquiere mayor riqueza e interés cuando es interpretada.
Más allá de las diferencias, los teóricos entienden la alegoría como la representa-
ción de una idea abstracta, que conduce “lo sensible” de lo representado a lo signifi-
cado, y contiene dentro de sí misma su interpretación, posible a partir del uso figura-
do, y la aplicación de hechos previos o de elementos de características ya conocidas.
La alegoría suele construirse a partir de una serie de metáforas que dan un sen-
tido integral a la obra, componiendo un pequeño universo de sentido y permitiendo
la representación de un pensamiento más complejo, al que se accede por un razo-
namiento analógico; por este motivo, se la ha definido también como “metáfora
extendida”. Es decir, en la alegoría hay una correspondencia entre cada elemento
del plano literal con otro del plano del significado, de modo que el texto tiene un
sentido propio inmediato, al tiempo que remite a otro universo de sentido que le ha
sido dado, ya sea en la composición, o en la exégesis o interpretación.
Historia de la alegoría
Ya en el siglo vi a. C., en la antigua Grecia, Teágenes de Regio realizó la interpre-
tación o exégesis alegórica de los mitos de Homero, sustituyendo los datos pro-
pios del relato por equivalentes simbólicos. El mito resulta así purificado de los
absurdos y los hechos inverosímiles, para dejar al descubierto cierto significado
profundo y algunas verdades filosóficas que, a su entender, había que descifrar.
Esta modalidad de lectura interpretativa se instaló definitivamente en Occiden-
te, así como la composición de obras literarias de intención alegórica. Pruden-
cio, considerado el primer poeta cristiano, en el siglo iv, escribe la Psychomachia,
José Saramago
Las intermitencias de la muerte es una novela escrita por el autor portugués José Saramago,
ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998. La novela fue publicada en 2005.
La obra parece encaminada hacia la reflexión sobre el miedo a perder la vida. También "sirve
de pretexto para desenmascarar a la sociedad moderna [···] de incontables formalismos y
actitudes hipócritas".
Ambientado en un país anónimo y en una fecha desconocida, el libro narra cómo a partir de la
medianoche del 1 de enero nadie muere. Inicialmente, la gente celebra su victoria sobre la
Muerte. Mientras tanto, las autoridades religiosas, los filósofos y los eruditos tratan de
descubrir, sin éxito, por qué la gente dejó de morir. La Iglesia católica pasa a sentirse
amenazada por este suceso ya que pone en duda uno de los principales fundamentos de su
dogma: el fallecimiento y resurrección de Jesucristo. Asimismo, los ciudadanos comienzan a
disfrutar de su nueva inmortalidad.
Este gozo dura poco, ya que el fin de la muerte trae consigo varios retos financieros y
demográficos. Los encargados de la salud pública sienten temor de que el sistema colapse
debido al creciente número de personas incapacitadas y agonizantes que llenan los asilos y
hospitales sin poder morir. Además, los dueños de funerarias temen que no tendrán más
trabajo y se ven obligados a organizar entierros para animales.
Ofreciendo una solución para deshacerse de las personas al borde del fallecimiento que no
pueden finalizar su ciclo vital, surge un grupo conocido como la maphia (usando la "ph" es para
evitar confusión con la Mafia), el cual lleva a los moribundos al otro lado de la frontera del
país, en donde mueren instantáneamente ya que la muerte continúa trabajando en el resto del
mundo. El negocio de la maphia crece tan rápido que aun el gobierno termina asociándose con
los maphiosos, llegando casi a guerra con sus países vecinos.
La muerte emerge poco después como una mujer llamada muerte (el nombre en minúscula es
para diferenciarla de la Muerte, la cual terminará con todo el universo). Ella anuncia, a través
de un escrito que envía con una modalidad de transmisión a los medios de comunicación, que
su experimento ha terminado y que la gente volverá a morir. Sin embargo, en un intento de
suavizar la muerte de las personas, promete enviar una carta a aquellos que van a morir,
dándoles una semana para que se preparen anticipadamente a su final. Éstas crean el caos en
el país, donde la gente tiene que enfrentar un destino inevitable.
Introducción
En esta novela de María Rosa Lojo encontramos el artificio de dos discursos aparentemente
opuestos pero que abordan un mismo objeto. Tanto la historia como la ficción han
demostrado ser hábiles recreadoras del pasado.
Lojo toma en esta novela un personaje sobre el cual mucho se ha dicho, pero también, alguien
sobre quien se han tejido muchos misterios, y pondrá a circular un nuevo discurso que no
pretende ser elevado a la condición de real. Sólo será otro discurso, con la peculiaridad del
enfoque que propone el discurso novelístico.
El texto que nos ofrece Lojo, en esta ocasión, no pretende un único sentido sino una
multiplicidad de opciones de pluralidad semántica. Es así que La Princesa Federal se nos ofrece
como otra posibilidad de los acontecimientos históricos.
La novela
Con la intriga de conocer a semejante mujer el Dr. Victorica decide emprender el viaje hacia
Europa y visitarla en su casa en Londres y, de esta manera, escuchar de ella misma otra versión
de lo acaecido en aquel momento histórico para todos los argentinos, una versión que distará
seguramente de lo contado por los vencedores de aquel momento político.
Al ver por primera vez a Manuela, se da cuenta que ya no es la misma mujer que relatan los
vencedores y vencidos, su apariencia física ha cambiado, pero guarda en su memoria una
versión diferente de los acontecimientos, producto de su mirada de mujer involucrada y activa
en el periodo de gobierno de su padre.
Esta mirada femenina del pasado confronta con lo que leemos hoy en los libros de historias
narrados por los detractores y vencedores del régimen rosista.
Por otro lado, esta mujer- personaje se sumerge en el pasado, con un toque intimista
ofreciendo otra explicación más humana que además de revelar causas del proceder de su
padre, lo desnuda ante los ojos de los otros, hasta en sus más íntimas vivencias y
pensamientos.
María Rosa Lojo autora de la novela, toma hechos históricos y les dá un tratamiento especial,
transformándolos en una historia diferente de gran singularidad. Nos muestra un nuevo
mundo posible sólo factible en la literatura y en este tipo de género.
Lojo ficcionaliza a un personaje real de nuestra historia, Manuela Rosas, dotándola de voz
condenatoria y justificadora: condenando a los detractores de su padre y justificando el
proceder del dictador a quien admiraba profundamente:
[…]Sólo mi padre, doctor Victorica, surge con violencia en esa masa de olores, colores y
sonidos. Mi padre es un destello rojo y dorado. Brilla desde la cabeza a los pies, pero lo más
brillante no es el punzó del uniforme sino los ojos azules; […]
En esta novela, Lojo ubica el pasado en una época de grandes transformaciones políticas y
sociales, elige un escenario ajeno en donde el personaje rememora tiempos pasados llenos de
glorias, y hacia donde la luz tenue de su recuerdo devela, ante los ojos del lector, un mundo de
intrigas, traiciones y actos de vida familiar y política de la vida de Juan Manuel de Rosas.
La autora de la novela toma distancia de los acontecimientos históricos, pero no los abandona,
sino que éstos son el referente para la construcción de la trama.
Lojo busca la desarticulación que propone la linealidad que supone el discurso histórico,
haciendo que el relato oscile entre un tiempo posterior y otro portador de los acontecimientos
recordados por el personaje principal Manuelita.
[…] tanto la historia como la novela histórica son construcciones discursivas del pasado. Y la
narrativa inherente a este proceso de discusivización es producida desde una determinada
perspectiva cultural e ideológica, apoyada en hechos registrados como reales […]
En este sentido, cabe aclarar que tanto el discurso histórico como el relato novelístico
producto de la ficción son entramados discursivos que provocan diferentes lecturas del
pasado, estos dos son solo discursos y es difícil identificar la frontera de lo real y lo ficcional.
Según señala Paúl Ricoeur, lo verosímil es la analogía de lo verdadero y bajo esta analogía la
ficción es tanto la habilidad de hacer como creer. El artificio de esta analogía es tomado como
un testimonio auténtico sobre la realidad y la vida, e implica un abandono del criterio de
totalidad; como consecuencia, el arte de ficción se vuelve el arte de la representación y los
textos literarios contienen alusiones a lo verdadero y a lo falso para conducir a la dialéctica del
ser y el parecer. El resultado es un cuestionamiento de lo verdadero que se produce porque la
ficción o la realidad representada deja entrever su artificio.
Toda esta creación fantástica de la autora da origen y voz a personajes como Manuela que
recuerda con cariño a su padre llamándole “tatita”, expresión que muestra a las claras su amor
por ese padre que no fue perfecto, que para los demás fue general y para ella “tatita”.
Manuela en el diálogo con Victorica muestra su dolor por estar lejos de su patria y en la
dolorosa situación del exilio:
[…]- Naturalmente. ¿Quién preferiría ser extranjero en otra tierra pudiendo ser rey entre los
suyos […]
Lojo no sólo se las ingenio para dar voz a esta mujer, sino que fue mucho más allá, dejando
caer ante los ojos del lector el velo de los prejuicios e ideas preconcebidas acerca de este ser
humano, que simplemente vivió y fue protagonista de una intrincada historia familiar, creando
así un relato sorprendente y elocuente que articula fuentes históricas con artificios ficcionales,
dando el protagonismo a una mujer que ocupa el primer plano de la narración. Todas las
miradas están sobre Manuela.
Ocupa Manuela Rosas y su recuerdo el plano central de la novela, el personaje explica todo, da
razones y comprende que ella es el centro de atención, que de ella se dirá mucho.
[…] ya imaginaba, Gabriel Victorica, que alguna vez, antes del final, alguien iba a aparecer para
ponerme en las manos una versión o un espejo de mi vida, para justificarme y condenarme. […]
Esta mirada sobre sí misma también es importante en la novela. Manuela tiene plena
conciencia de lo que despierta en los demás.
De este modo, y para finalizar, puedo decir que el discurso literario y el discurso histórico
constituyen sistemas de significación sobre el sentido del pasado; ofrecen diversas versiones y
múltiples interpretaciones, a veces contradictorias, sobre los hechos. La ficción no alude la
historia, sino que declara el carácter complejo y no verificable de ella. No hay primacía de lo
uno sobre lo otro y tampoco se oponen, sino que hay hasta un reconocimiento de su
interdependencia.